La Odisea Resumen COMPLETO

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La Odisea (comprensión de lectura)

Prologo (p.8)

Hace miles de añ os, Homero recorría cantando sus poemas La Ilíada y La Odisea. La
composició n de estos libros son de una incomparable grandeza, pero por las
traducciones directas del griego, la obra resulta incomprensible.

Los que leyeron La Ilíada saben que trata sobre el sitio de Troya, en donde los hé roes
batallan valientemente; los que han leído el poema, saben sobre el prudente Ulises.

Esta obra habla sobre el regreso de Ulises a su patria y de otras aventuras; hubo
muchas penalidades durante estos eventos. En las tierras de Itaca, se desarrolla el
asunto de La Odisea, la cual se llama así porque Odysseus significa Ulises en griego.

Capítulo 1 (p.12) La Vuelta de Ulises

Despué s de la guerra de Troya (duró 10 añ os), Ulises, el hé roe má s fuerte y valeroso


que luchó , volvió a su patria.

En el tiempo que é l estuvo en el sitio de Troya, é l fue llamado por sus amigos y
enemigos “el prudente Ulises” por sus habilidades como guerrero. Aquel día muchos
murieron por su mano, pero é l volvió a las naves griegas sano y salvo.

Cuando terminó con el sitio de Troya, é l estaba en las naves con Agamenó n y Helena.
Ulises entonces pensó en volver a su patria, la pequeñ a isla de Itaca al Oeste de Grecia,
en donde estaba su reino (é l era un poderoso monarca).

La isla de Itaca estaba formada por rocas inestables. Estaba coronada por una
montañ a alta y estaba poblada de bosques. En esta isla vivía Pené lope, la esposa del
hé roe, y Telemaco, su ú nico hijo.

Cuando Ulises embarcó en camino a su patria, é l estaba feliz. Empezó a recordar a su


familia y entonces lloró . Al llegar a la isla de la tribu de cicones, situada en la antigua
Tracia, los compañ eros de Ulises se bajaron de las naves y combatieron para recoger
un botín. Lucharon todo el día contra la tribu. Desafortunadamente, no pudieron
recoger el botín y volvieron a sus naves con una gran pé rdida. Embarcaron tristes por
la gran derrota.
Los navegantes lucharon contra el mar por 9 días desviá ndose tratando de emprender
ruta hacia Itaca. En el dé cimo día, llegaron a la isla de los lotó fagos. Estos habitantes
son llamados así porque comen flor de loto, una flor tan dulce que hace que olviden
sus deberes. Eran perezosos; dormían y soñ aban felizmente.

Los hombres de Ulises bajaron a recoger agua y é l se quedó en la nave. Los hombres
fueron recibidos cariñ osamente por los habitantes. No solo les dieron agua, sino que
tambié n los dejaron que probaran la flor de loto. Por esta razó n, se olvidaron que
debían volver a las naves. Se tendieron en el suelo perezosamente y desearon
quedarse en aquel lugar delicioso.

Capítulo 2 (p.18) Ulises y Los Cíclopes

Despué s de un largo tiempo, Ulises notó que sus hombres no volvían y se bajó de su
barco para buscarlos. El los encontró dormidos y los forzó que volvieran al barco,
prohibiendo que comieran de esa flor. Los hombres, llorando, obedecieron sus
ó rdenes y Ulises los ató en los barcos.

Navegaron por varios días hasta que llegaron a una hermosa isla. Esta isla era la isla
del pueblo de los cíclopes. Era una tierra hermosa llena de campos y bosques. Tambié n
tenía un puerto natural con una fuente de agua purísima. Esta isla inspiró a Ulises a
hacer un alto en aquel país. Los cíclopes eran gigantes salvajes que vivían en cavernas
sin reconocer ley o jefe; no confiaban en los dioses. No cultivaban en las tierras
fé rtiles.

Ulises llegó con sus hombres por la noche a la isla y empezaron a explorar. Comieron
la comida que casaron y se fueron a dormir. Al despertar, Ulises mandó a sus hombres
a regresar a las naves mientras é l hablaba con los habitantes. El y 12 hé roes valientes
lo acompañ aron dentro de una cueva, la cual era el hogar de un horrible gigante
llamado Polifemo (hijo de Neptuno, dios del mar; su trabajo era guardar los rebañ os y
hacer quesos con leches).

Ulises y sus hombres no encontraron a Polifemo; uno de ellos sugirió apoderarse de


sus objetos, pero Ulises rechazó la idea. Decidieron esperar por el gigante. Cuando
llegó , Polifemo cogió y arrojó una pesada carga, causando un espantoso ruido la cual
causó que se escondieran. Entonces, el gigante sintió la presencia de Ulises y preguntó
dó nde estaban y qué hacían en su hogar. Ulises, asustado, le respondió que eran
guerreros del Rey Agamenó n de Grecia y que solo querían su hospitalidad, orden del
dios Jú piter. El gigante los siguió interrogando y eventualmente cogió a 2 de los
hombres y los mató (golpea sus cabezas contra el suelo). Se los comió y entonces se
fue a dormir. Ulises y los 10 hombres querían escapar, pero permanecieron toda la
noche discutiendo que deben de hacer para escapar.

La noche siguiente ocurrió lo mismo: el gigante mató a 2 otros hombres y despué s de


asarlos se los comió . Entonces, é l dejó salir el rebañ o y cerró la entrada con la enorme
puerta. Despué s de un largo tiempo, Ulises discutió su plan con los navegantes.

Los hombres usaron un gran tronco de olivo (la cual Polifemo usaba de bastó n) para
crear una larga punta y la endurecieron con fuego. La escondieron y esperaron que el
gigante volviera.

Cuando volvió el gigante, lo mismo ocurrió : mató a 2 hombres y los asó para
comerselos. Despué s de esto, Ulises se le acercó y le ofreció una copa de rico vino, la
cual Polifemo probó y le gusto. Polifemo le preguntó su nombre y Ulises le contestó
“Nadie”. Polifemo se echó a reír y le dijo que se comería a sus compañ eros y despué s
lo dejaría ir. Entonces, el borracho gigante se echó a dormir.

Rá pidamente, Ulises y los 6 navegantes buscaron su palo y pusieron la punta en el


fuego. Entonces, lo hundieron en el ojo del gigante. Polifemo arrancó el palo de su ojo
y le gritó a sus hermanos (otros cíclopes cercanos). Cuando los otros gigantes llegaron
y le preguntaron quien lo lastimo, Polifemo les dijo “Nadie”. Confundidos, creyendo
que “nadie” lo hirió , se van.

El gigante entonces decidió sentarse al frente de la salida (donde estaba la enorme


puerta) para no dejarlos escapar. Entonces se durmió . Ulises entonces creó un plan: é l
y los navegantes se agarraron de sus cargas y aguardaban esta posició n. Cuando
Polifemo se levantó para sacar a los rebañ os,no notó que los hombres estaban
colgando de é l.

Cuando estaban lejos de la cueva, Ulises se desató y empezó a soltar a sus hombres. Se
escaparon sin el notar y corrieron hacia las naves. Ya allí, le contaron al resto de los
hombres la tragedia de las 6 muertes y todos rompieron a llorar. Entonces, Ulises le
gritó a Polifemo que el dios Jú piter lo castigaría y el gigante se enfureció al escuchar
estas palabras. El tiro una roca, la cual cayó en las aguas violentamente. Los hombres
remaron y despué s de estar a buena distancia, Ulises le gritó otra burla y Polifemo le
gritó maldiciones. Polifemo entonces le pidió a Neptuno que le devolviera su ojo, pero
este no le contesto. Polifemo arrancó y arrojó otra roca, la cual cayó extremadamente
cerca del barco, y con esto, se alejaron.
Capítulo 3 (p. 44) Ulises y Circe

Ulises y sus hombres, sin saber que la venganza del dios Neptuno los seguía,
continuaron su ruta navegando. Despué s de un tiempo, llegaron al reino y palacio de
Eolo (rey de los vientos). Esta isla está rodeada por una alta muralla de bronce y Ulises
curiosamente decidió ir.

El monarca de esta isla conocía a Ulises y le ofreció hospitalidad por varios días. Hizo
grandes fiestas en su honor y, despué s de 30 días, Ulises deseo volver a su patria. Eolo
le encerró dentro el cuero de un buey todos los vientos sobre los cuales reinaba
(excepto el del Oeste, la cual estaba afuera) y la colocó en la punta de la nave de Ulises.
Entonces, le ordenó a los vientos que se dirigieran a Itaca, y con esto, Ulises y sus
hombres siguieron navegando.

Despué s de 9 días, llegaron a Itaca. 2 hombres en el puerto murmuraban entre sí,


hablando sobre los tesoros de Ulises y como ellos no tenían nada para darle a sus
mujeres. Por esta razó n, soltaron los vientos de la nave mientras Ulises estaba
dormido. Entonces, levantaron un violento huracá n, lo cual causó que las naves se
alejaran de Itaca. El ruido del huracá n y los llantos de los hombres despertó a Ulises.

Volvieron a encontrarse al frente de las murallas de bronce. Ulises le pidió ayuda a su


amigo Eolo, pero este le dijo que se fuera y que no lo ayudará . El y sus navegantes
continuaron su ruta con los furiosos vientos, y al sé ptimo día, vieron tierra y le dieron
gracias a los dioses. La isla era hermosa y su puerto era natural con escarpadas rocas y
agua lisa, pero cuando Ulises la miró , no pudo ver nada (ni hombres, ni animales).
Solo noto unas columnas de humo.

Ulises le ordenó a 3 hombres que investigaran la isla para ver que gente habitaba este
lugar. Los navegantes se dejaron llevar por el humo y encontraron las puertas de la
capital del reino. Allí estaba una fuente, y a su lado, al lado estaba una joven peinando
sus caballos; ella era la hija del rey de la isla. Ella les ofreció a introducirles a la reina.

Esta era una isla habitada de gigantes; la reina era una mujer corpulenta y horrible. Al
ver a los 3 navegantes, llamó a su esposo, un rey gigante. Rá pidamente, el rey cogió a
uno de los navegantes y se lo comió . Los 2 otros hombres corrieron hacia las naves.
Fue en este momento que el rey gritó para llamar a otros gigantes. Ellos lastimaron
a los navegantes y se los llevaron a sus casas. Ulises se dio cuenta que algo ocurría
y entendió que no podían hacer nada. Por esto, se alejaron de la isla mientras
lloraban por la pé rdida de sus hombres.
Unos momentos despué s, llegaron a la isla Eea, en donde permanecieron los
navegantes por 2 largos días en sus playas tristemente. Al tercer día, Ulises trató de
animar a sus hombres y fue entonces que noto una sola columna de humo (era el
humo del palacio de Circe, la maga de las doradas trenzas). Despué s de esto, Ulises vio
un ciervo, el cual mató con su lanza y le dijo a sus hombres que se animaran. Fue
entonces que los hombres empezaron a comer alegremente y entonces se fueron a
dormir.

Esa mañ ana, los hombres no tenían valor y Ulises los forzó a obedecer. Dividió a su
gente en 2 (una con Ulises y la otra con su cuñ ado Euriloco. Euríloco y sus hombres
entonces empezaron a explorar la isla, y eventualmente, encontraron un palacio de
piedra; era la mansió n de Circe en donde corrían lobos y leones. Sorprendidos y
asustados, los hombres se acercaron a las puertas, en donde escucharon la
hermosa voz de la maga. Los hombres la llamaron por la puerta y Circe los invito a
entrar (les prometió infinidad de delicias); se quedaron maravillados por su belleza.
Todos fueron menos Euríloco, la cual se quedó en la puerta.

Circe sentó a los hombres y les ofreció una mezcla de queso, vino, harina y miel, la
cual tenían drogas que causaban que perdieran la memoria. Por esto, despué s de que
terminaron de comer, la maga los convirtió en cerdos con su varita (su inteligencia
seguía siendo humana). Ella los encerró y les tiró comida de cerdo.

Euríloco espero y espero por los navegantes, pero nunca llegaron, y corrió hacia las
naves. Al hallarse ante Ulises, lloro y suspiro, y unos momentos despué s, le explico
que los hombres nunca salieron del castillo. Ulises sin compañ ía se dirigió entonces a
la mansió n.

Ulises en su camino se encontró con Mercurio (mensajero de los dioses; tiene una
varita dorada). El mensajero le entregó una planta con raíces negras y flores blancas.
Entonces, le explico lo siguiente: “Cuando Circe te quiera tocar con su varita, arró jate
sobre ella con tu espada como si fueras a matarla. La maga entonces te tratará con
bondad y te ofrecerá ricos manjares y có modo lecho. Antes de aceptar, debes exigirle
el juramento de los dioses que nada intentara contra ti”. Mercurio se alejó y Ulises
siguió su camino.

Al llegar, la maga lo invitó adentro y lo dirigió hacia un hermoso saló n. Lo sentó y le


ofreció una copa de oro, una mezcla de miel, vino, harina y drogas nocivas.
Mientras Ulises bebía, Circe lo tocó con su varita y le ordenó que se una con sus
compañ eros, pero gracias a la planta que le dio Mercurio, no quedó encantado.
Entonces, se arrojó sobre ella con su espada como si fuera a matarla. Entonces ella le
ofreció su bondad y
hospitalidad. Ulises le dijo que no podría aceptar su amistad sin confianza. La maga
entonces juró no hacerle dañ o y se prometieron la amistad.

Circe llamó a sus doncellas la cual: tendieron ricos tapices, platos de oro, copas de
plata con manjares y un bañ o templado. Tambié n lo vistieron en una tú nica y un
manto pú rpura. Ulises no comía ni bebía y la maga le preguntó porqué estaba tan
mudo. Ulises le contestó que có mo puede estar contento si sus compañ eros todavía
son cerdos. Ella entonces los liberó y los tocó con su varita, causando que cada uno se
convirtiera en humanos má s jó venes, fuertes, altos y bellos. Felices, le besaron las
manos a Ulises. Todos reían y lloraban, lo cual causó que Circe tambié n llorara. La
maga le dijo que buscara a los navegantes en las naves para festejar todos juntos.

Cuando los otros navegantes vieron a Ulises se llenaron de felicidad. Aceptaron la


invitació n de la maga, pero cuando Euriloco dijo que tal vez los convierte en animales
tambié n, los hé roes se asustaron y no se atrevían a seguir a Ulises. É l los convenció y
eventualmente todos se dirigieron al palacio. Al verse los hombres, todos se abrazaron
y lloraron felizmente. Todos disfrutaron entonces del banquete.

Pasaron un añ o los navegantes en el palacio hasta que llegó el verano. Uno de los
hombres le preguntó si se quedarían aquí para siempre. Los navegantes entonces lo
convencieron para seguir su rumbo a Itaca. La maga les afirmó que no los dejara
quedarse contra su voluntad, y con estas palabras, Ulises y sus hombres siguieron su
camino hacia su patria. Antes de irse, Circe les advierte que si hace algo que ella no
permite, la ruina los alcanzara y perderá a todos sus compañ eros. Ella entonces le
envió un viento agradable que los empujó hacia Itaca.

Capítulo 4 (p.70) Ulises y Las Sirenas

Circe le advirtió que uno de los mayores peligros era la isla de las Sirenas. Era una isla
hermosa en el medio del Océ ano y estaba habitada por sirenas (hijas del mar); son
seres crueles que se sentaban a la orilla del mar cantando canciones. Los marineros
atraídos por ellas eran matados. La maga le dio instrucciones para evitar peligro.

Unos momentos despué s, escuchó un canto dulce en la distancia. Siguiendo las


instrucciones, tomó una barrita de cera (la cual cortó con su espada) y la moldeo.
Entonces tapó los oídos de sus hombres para que no escucharan el canto de las sirenas
(Ulises no se tapó los oídos). Entonces, le ordenó a sus hombres que le ataran de pies y
manos en un palo; le rogó a las sirenas que lo desaten.
Al verlo, las sirenas le empezaron a cantar. Ulises quería ir hacia ellas y las vio
tendidas entre las flores. Quería que lo desataran y los navegantes lo iban a hacer
hasta que Euríloco los detuvo. Siguieron remando hasta que estuvieron fuera de
peligro. Se quitaron la cera de los oídos y Ulises empezó a dar ó rdenes despué s de
volver a la normalidad.

Luego, escucharon un ruido (no de sirena). Estaban pasando por las Rocas Errá ticas
(otro peligro avisado por Circe). Era un lugar extremadamente peligroso (pá jaros eran
atrapados en las olas y los cadá veres de marineros flotaban) y el rugido del mar era el
má s horroroso, la cual asustó a los navegantes. Por ó rdenes de la maga, hundieron la
nave velozmente en el agua para pasar entre las rocas. Lo hicieron y salieron sanos y
salvos.

Capítulo 5 (p.80) Nuevos Peligros

Má s allá de las Rocas Errá ticas, Ulises y sus hombres tendrían que pasar la nave entre
medio de dos rocas. Una de las rocas era negra, alta y resbaladiza; dentro de su cueva
vivía el monstruo Escila (ladraba como perro; 12 patas y 6 cabezas; no era mortal). La
otra roca tenía un á rbol y debajo de este vivía el otro monstruo, Caribdis (metía y
sacaba agua desde su caverna).

No podían luchar con Escila, ya que é l era inmortal y la ú nica opció n era huir, pero
Ulises, con su valor, ignoró esta recomendació n (dada por Circe) y decidió que quería
pelear con el monstruo. Ulises le iba a tirar 2 lanzas, pero é l no salía. Cuando se
acercaron, Escila salió y arrebato un nú mero de hombres de la nave. No podían hacer
nada sobre ellos y Ulises, con el resto de sus hombres, se alejaron de ese lugar
peligroso.

Navegaron hasta llegar a una isla hermosa cubierta de hierbas verdes y lozanas.
Pasaban bellas vacas (de frente ancha) y ovejas magníficas. Ulises entonces se dio
cuenta que eran los ganados del Sol. Recordó la advertencia de la maga: “Si matas a
una de las vacas del Sol, te llegará la má s horrible desgracia. Aunque sobrevivas,
perderá s a todos tus hombres y llegará s a tu patria en un estado miserable.” Ulises no
quería parar en la isla, pero los navegantes lo convencieron para poder reposar y
volver a navegar el siguiente día. Los hombres prometieron no matar a ninguno de los
animales y, ese mismo día, comieron alegre mentes y durmieron llorando por la
pé rdida contra el terrible monstruo.

En el medio de la noche estalló una tempestad espantosa, y esa mañ ana, soplaba un
fuerte viento. Por esto, condujeron la nave dentro de una cueva para protegerla; La
tormenta duró un mes. Los hombres estaban comiendo la comida de su nave, pero
despué s de un tiempo, sus provisiones se acabaron y tenían que cazar los peces de la
isla para matar el hambre. La pesca no era suficiente para mantenerlos y pronto los
navegantes empezaron a padecer de hambre.

Un día, cuando Ulises estaba solo, Euríloco le dijo malos consejos a los marineros,
diciendo que deben sacrificar a las vacas jó venes. Entonces mataron algunas vacas, las
pasaron y comieron hasta que no podían má s. Mientras esto ocurría, Ulises le estaba
orando a los dioses, pero despué s de rendirse, volvió hacia sus hombres. Al llegar,
Ulises se paralizó al ver las vacas muertas y los hombres participaron en su terror. Los
hombres siguieron comiendo carne por 6 días. El sé ptimo día, pudieron al fin
embarcar y abandonar la isla.

Empezaron a alejarse de la isla, hasta que una gran nube negra se precipitó ante ellos,
causando una tormenta violenta. Cayó un trueno en la nave, causando que unos
hombres cayeran en su costilla en la cubierta y otros (como Ulises) en las aguas;
tambié n se incendió la nave. Los hombres se hundieron y murieron.

La nave fue destruida y Ulises se alejaba agarrado de un palo. Floto toda la noche, y esa
mañ ana, se dio cuenta que estaba nuevamente en el lugar de los 2 monstruos. Se
agarró en una de las rocas y luego se impulso para alejarse de ese peligro. Siguió
flotando por 9 días hasta que llegó a una isla, la cual le pertenecía a la hermosa diosa
Calipso (la de las lindas y doradas trenzas, todos los hombres la temen).

Capítulo 6 (p.94) Ulises y Calipso

La isla de la diosa Calipso era bella y frondosa. Reflejaba un bello tono violeta y estaba
cubierta de verdes prados; nunca envejecías en esta isla. El se adentro hacia la isla y
llegó a una enorme gruta en donde se encontraba la diosa. Su vestido brillaba y llevaba
un cinturó n de oro.

Calipso lo trató con dulzura y lo ayudó a recuperar sus fuerzas. Ulises, sin barco y sin
navegantes, se quedó en la isla tristemente. Todos los días miraba las aguas
melancó licamente y la diosa le decía que, si se quedaba, nunca envejecerá , pero Ulises
quería volver a su patria.

El se quedó así por 8 añ os sin envejecer. Neptuno, dios del mar, lo castigaba por lo que
le hizo a su hijo Polifemo. Minerva, diosa de la sabiduría, lo observaba en la orilla del
mar lamentá ndose. Ella, notando las penas de Pené lope y Telé maco (hija y mujer de
Ulises), acudió a los dioses y les pidió que ayudaran al hé roe.
Por esto, los dioses mandaron a Mercurio (á gil mensajero; de ligeros pies). Calipso, al
verlo, le ofreció manjares y el mensajero comió . Entonces, Mercurio le dijo que ella
debía enviar a Ulises a su patria o los dioses la castigaran. Ella entendió y el mensajero
se fue.

Calipso le dijo a Ulises que lo mandaría hacia su patria y lo condujo hacia un punto
desconocido en la isla. Ella le dio un hacha y el hé roe alegremente comenzó su tarea.
Derrumbó 20 á rboles y ,con otras herramientas proveídas por la diosa (+ una tela
tejida por ella misma), construyó una balsa.

Al otro día, la diosa le dio algunas provisiones y le indicó que las estrellas lo guiará n
hacia su patria. Ulises se despidío de Calipso y ella le envió un viento agradable. El
navegó por 18 días hasta llegar a una isla de verdes aguas. Este era el hogar de los
feacios (famosos marinos).

Neptuno decidió ir hacia la isla de Calipso para seguir con su venganza. Cuando llegó ,
se enteró que Ulises ya no estaba y que ya se había dirigía hacia la isla de los feacios.
El, furioso, creó una gran tormenta de grandes olas y nubes oscuras, la cual arrojó a
Ulises desde su balsa hacia al mar.

Capítulo 7 (p.104) Minerva, Protectora

Despué s de superar las grandes olas, Ulises se pudo poner nuevamente a flote; se
agarró de uno de los troncos del dañ ado bote. Una ninfa que viajaba por los mares vio
al hé roe sufriendo por Neptuno y lo levantó sobre las aguas. Se posó ligeramente sobre
la balsa y le dijo lo siguiente: “...Sigue mi consejo y te salvará s. Cíñ ete mi velo a tu
cintura, despoja de tus ropas mojadas, deja que la balsa sea arrastrada a la deriva y
arró jate al mar. Nada hacia tierra, y cuando llegues a tocarla, arroja el velo al mar.”

Ulises ignoró el consejo de la ninfa, ya que desconfiaba de los dioses y la venganza del
dios del mar continuó . Una onda fuerte chocó con la balsa y destruyó la parte primitiva
de la embarcació n. Fue entonces que Ulises cogió el consejo de la ninfa y siguió sus
direcciones. Neptuno se burló y Ulises entonces comenzó a nadar sin parar por 2 días.

Minerva le dolió ver a Ulises sufrir y le pidió a todos los vientos (menos el del Norte)
que dejaran de soplar contra é l. La diosa le ordenó al viento del Norte que soplara
fuertemente y eso mismo ocurrió . Gracias a esto, el hé roe nado vigorosamente por 3
días y noches. Al tercer día, se acercó a la isla de los feacios.
Ulises iba a ir a la isla, pero las olas no lo permitían. Trato de buscar una entrada
menos peligrosa pero las ondas lo arrastraron hasta el lugar má s peligroso. Fue
entonces que Minerva le inspiró una idea, la cual era que nadara hacia la roca y se
agarre esperando que la ola choque nuevamente. Al este fallar, Minerva le inspiró otra
idea.

Ulises rodeó la isla buscando otro lugar má s seguro, pero cuando creyó que encontró
un lugar adecuado, la boca del río lo hundió . Ulises le pidió misericordia y el río hizo
que sus aguas corrieran con suavidad. Al fin, Ulises, cansado despué s de todos los
retos, llegó a tierra y desecho el velo en el mar. La ninfa surgió de las aguas, recogió su
velo, se hundió nuevamente en el mar.

Capítulo 8 (p.114) Nausica

El rey de los feacios tenía una hija llamada Nausica (linda, graciosa), la cual todos
adoraban. Minerve le habló por sus sueñ os y le dijo lo siguiente: “Ya es tiempo de que
laves tu ropa en el río, ya que pronto te has de casar. Pídele a tu padre que te de un
carro y algunas mulas para que lleves toda la ropa que debes de lavar desde la ciudad a
la orilla del río.”

Esa mañ ana, la linda princesa buscó a su padre y le pidió un carro para llevar a lavar la
ropa (no se atrevió a decirle sobre el casamiento). El rey le concedió los deseos de su
hija y los esclavos le prepararon un carro con varias mulas. Ella, sus doncellas, y
esclavas empezaron su camino con ropa y ricas provisiones preparadas por la reina
(su madre).

Al llegar a la orilla del río, empezaron a cantar y reír mientras lavaban la ropa. Cuando
terminaron, se bañ aron y empezaron a comer de las ricas provisiones jugando y
disfrutando; jugaron pelota mientras se secaba la ropa.

Ulises, dormido en la orilla del río enterrado entre hojas, escuchó los gritos de las
jó venes, lo cual lo despertó . Se dirigió hacia el lugar donde escuchó los gritos, pero
antes de partir, usó ramas de á rboles para cubrir su cuerpo desnudo. Las muchachas,
al verlo, se echaron a correr asustadas y se escondieron detrá s de unas rocas/dunas.
Nausica fue la ú nica que no se escondió (era valiente).

Ulises se presentó y le pidió vestiduras (tambié n le dijo que ella era perfecta). La
princesa llamó a sus doncellas y le dieron comida y ropa. El hé roe se tomó un bañ o en
el río y se vistió . Nuasica le dijo a sus doncellas que quería casarse con alguien que se
pareciera a é l. Ulises comió el resto de los manjares de las chicas y un vino exquisito.
Nausica le dijo a Ulises que lo acompañ ara por los campos (hacia la ciudad), pero que
debería separarse de ellas cuando lleguen a las altas murallas para no crear rumores.
Cuando entre al palacio de su padre, deberá ir hacia su madre (hilando pú rpura lana) y
doblar la rodilla delante de ella. Si lo acoge de bondad, su padre le dará medios para
volver a su patria.

Capítulo 9 (p.124) Ulises Entre Los Feacios

Despué s de esperar una hora, Ulises entró a la ciudad y admiró el hermoso puerto. Allí
se encontraban distintas naves; los muros eran de bronce y las puertas de oro.
Mientras pasaba por el vestíbulo de la ciudad, tambié n admiro las estatuas de oro y el
frondoso jardín.

Cuando llegó al palacio y se encontró ante la reina, le pidió bondad y se sentó en un


rincó n cerca del fuego. Al ver esto, el rey lo invitó a sentarse en el asiento de su hijo.
Entonces, los criados del rey le trajeron palanganas de oro con agua para lavarse las
manos y prepararon una gran comida.

Despué s de la hermosa fiesta, el rey le prometió a Ulises que lo iba a ayudar a volver a
su patria. La reina entonces le pregunto de dó nde sacó sus vestiduras, ya que ella
misma las había hecho. Cuando Ulises le dijo que la princesa se los dio, el rey se enojó .
Entonces, las esclavas le preparan a Ulises un lecho cubierto de pú rpura. Esa noche
durmió dulcemente.

El rey le suplicó que no dejara la isla tan pronto y, en su honor, celebraron unos juegos
magníficos (incluía luchas, saltos, carreras y lanzamientos de disco). En estos juegos,
se destacan los príncipes (hermanos de Nausica). Cuando le rogaron a Ulises que
lanzara el disco una vez, todos quedaron maravillados por la distancia.

Ese mismo día hubo otra fiesta, en donde cantaron canciones. Muchas des las
canciones estaban relacionadas al sitio de Troya, la cual hizo que Ulises llorara. El rey
notó sus lá grimas y le preguntó porque lloraba. El hé roe contestó que é l era Ulises (las
canciones hablaban sobre é l). El rey entonces le regaló una espada de puñ o de plata
(los otros tambié n le dieron regalos). Fue en ese momento que Nausica notó su
grandeza y que é l era un hé roe valiente. Al llegar la noche, Nausica se despidió de
Ulises y é l le dijo que la recordará para siempre.

Al día siguiente, Ulises y otros feacios (que lo acompañ aban) embarcaron y


comenzaron su rumbo hacia Ítaca. Fue entonces que Ulises se durmió .
Mientras é l dormía, los navegantes ya habían llegado hacia Ítaca. Los feacios lo
dejaron envuelto en un tapiz pú rpura debajo de un á rbol y dejaron los tesoros a su
lado. Entonces, los feacios comenzaron su regreso hacia su país.

Cuando Ulises despertó , creyó que los feacios lo habían abandonado en una isla
desconocida y fue en ese momento que Minerva se le apareció . Fue entonces que le
explico todo lo que había sucedido en Ítaca mientras é l estaba fuera.

Capítulo 10 (p.136) La Tela de Penelope

Los nobles de la corte querían que la hermosa Pené lope (esposa de Ulises) se casara
con uno de ellos para apoderarse de las riquezas del reino. Estos hombres malos y
codiciosos creían que Ulises había muerto, y por esta razó n se quedaron en el palacio
comiendo y bebiendo por largos periodos de tiempo preguntá ndole a cada rato que se
casaran con ellos.

La reina nunca olvidó por un momento a su esposo Ulises y odiaba a los nobles. Ella,
cansada de sus preguntas de casarse, pensó en un plan para demorar su respuesta.
Empezó a tejer una gran tela y cada vez que los nobles le pedían que se cansaran con
ellos, ella les respondía lo siguiente: “No puedo darles una respuesta hasta que no
acabe de tejer mi tela.”

Así ella continuó . Disimulaba tejer la tela por el día y por la noche, cuando todos
estaban dormidos, deshacía el progreso que había hecho en su tela; nunca terminaba
su tarea de terminar la tela, y por esta razó n, la boda de la reina nunca llegaba. A pesar
de esto, Ella y Telemaco (su hijo) lloraban frecuentemente juntos.

Un día, Telemaco estaba apoyado tristemente en la puerta hasta que la diosa Minerva,
oculta bajo un traje de guerrero de oro y plata, llegó al palacio. Al verlo, Telemaco
avanzó para acomodar al extranjero hué sped. É l lo sentó y le dio deliciosas mujeres y
vinos.

Cuando Telemaco vio como los nobles alborotaban riendo, se llenó de ira y se quejó de
los hombres, diciendo que ellos creían que Ulises estaba muerto y que ellos vivían
como si fueran los reyes del palacio. Entonces le preguntó al “guerrero” si su padre
todavía estaba vivo y Minerva bondadosamente confirmó que no estaba muerto.
Telemaco se puso feliz y le contó sobre todos los problemas que é l y su madre tenían
con estos hombres. La diosa, despué s de escuchar cariñ osamente, le dio consejos. Le
dijo al niñ o que lo anuncie el siguiente día en el Consejo para que abandonen esta casa
y que sea valiente para que las futuras generaciones alabaran su nombre.
Minerva, antes de retirarse, le concedió un don para que sea valeroso. Telemaco quería
que se quedara un rato má s en el palacio y le ofreció regalos, pero la diosa rechazó .

Los hombres, despué s de su festín, empezaron a cantar la canció n del sitio de Troya. Al
oír esto, Penelope se frustró y les dijo que no cantaran una canció n engañ osa, ya que
Ulises todavía no había vuelto. Telé maco la calmo con dulzura. El joven entonces les
pidió a los hombres que no hicieran má s ruido esa noche y que se reunirá n el siguiente
día en el Consejo. Los pretendientes se sorprendieron al oír sus palabras y
respondieron indignados, pero é l los ignoró y se fue a dormir.

Al siguiente día, cuando se reunieron todos en el Consejo, Telemaco les dijo a los
nobles que se estaban aprovechando de lo que no era de ellos por la ausencia de su
padre (é l dijo esto con mucho valor, la cual dejó a todos callados). Uno de los nobles le
dijo que debe de terminar su tela para que Pené lope escoja un nuevo esposo.
Telemaco, indignado por sus palabras, le dijo que los dioses los castigará n por su
infamia.

En ese momento aparecieron dos á guilas que comenzaron a pelear. Un anciano, al


verlas, dijo que Ulises volverá . Al oír esto, los nobles se rieron y dijeron que hasta que
Penelope no decida casarse con uno de ellos, no se irían del palacio. Telemaco
entonces les aseguro que embarcaría para buscar a su padre y los nobles se rieron
nuevamente. Con esto, el Consejo terminó .

Capítulo 11 (p.146) Telemaco

Mientras los nobles volvian a sus fiestas, Telemaco fue y se arrodillo a la orilla del mar
y le pidió ayuda al dios extranjero que había conocido el día anterior. Minerva se le
apareció ante é l y le dijo que tenga valor; tambié n le dijo que se prepare para el viaje.
Minerva le prometió que le daría la mejor nave en Itaca y que tendría navegantes
valientes y fieles.

Telemaco volvió al palacio felizmente, pero al entrar, los pretendientes empezaron a


burlarse de é l; el joven los ignoró . Entonces se dirigió al cuarto de Ulises, en donde
estaban todos los tesoros de su padre. Esta cá mara permanece cerrada día y noche
para preservarlo de la codicia de los nobles. La nodriza de Telemaco, una viejita, se
aseguraba de las puertas y llaves.

El joven le dijo que prepare una buena cantidad de provisiones para el viaje, pero la
nodriza le dice que su padre está muerto (obviamente no está muerto pero whatever)
y que no fuera, ya que estaba preocupada por é l.
Telemaco le aseguro que estaría bien y le dijo que no le notificara de su partida a su
madre hasta que esté lejos. La nodriza prometió obedecer sus ó rdenes y comenzaron a
prepararlo para el viaje.

En la noche, Telemaco comenzó su viaje en la nave con sus navegantes y la diosa


Minerva se sentó junto a é l (en forma de guerrero). Cuando llegó el día,
desembarcaron en una isla. Los habitantes los recibieron agradablemente, pero no
sabían nada de Ulises. Minerva entonces se convirtió en á guila y se retiró cuando todos
descubrieron que el “guerrero”era un dios.

Mientras tanto, en Itaca, los hombres no echaban de menos a Telemaco pero Penelope
lo extrañ aba y lloraba. Entonces, un día, el hombre que había proporcionado el bajel a
Minerva le dijo a los pretendientes lo siguiente: “¿Todavía no ha vuelto Telemaco?
Tengo que hacer un corto viaje y necesito que me devuelvan mi nave.” Los nobles
sabían que Telemaco ya había embarcado y ellos, furiosos, decidieron irse a buscarlo
para matarlo en una nave negra con lanzas de bronce.

Pené lope llamó a sus esclavas y se enojó con ellas, ya que no le enteraron del viaje de
su hijo. Fue en este momento que apareció la nodriza y le explico sobre la orden que
Telemaco le dio y que é l estará bien, pero ningú n consuelo la calmó . Por la noche,
Minerva se presentó en los sueñ os de Pené lope y le aseguro que volverá al palacio.

Mientras tanto, los nobles desembarcaron en una isla en donde todas las naves que
pasaban por Itaca paraban. Entonces, esperaron a que llegue la nave de Telemaco.

Capítulo 12 (p.156) Ulises en su patria

Mientras Telemaco se alejaba de Itaca para buscar a su padre, Ulises llegaba a las
playas de su país. Ulises, creyendo que estaba en una isla extranjera, le suplicó a
Minerva que no lo abandonara y la diosa le aseguro que lo ayudara. Le aconsejo que
combatiera y venciera los nobles de Itaca. Tambié n le dijo que escondiera los tesoros y
regalos del rey de los feacios.

Minerva entonces lo tocó con su varita de oro y lo convirtió en anciano de blancos


cabellos. Entonces le dijo que se acerque al porquerizo (que guarda los cerdos del
palacio) y que se fije en las cosas que é l dice. Despué s de esto, la diosa se convirtió
nuevamente en á guila marina y comenzó su vuelo sobre el mar.
Al llegar al porquerizo, los perros del pastor comenzaron a ladrarle a Ulises. El buen
hombre controló a los perros y le hizo un asiento al hé roe. Entonces, mato 2 lechones
y los asó como regalo.

Mientras comían, ellos hablaban y Ulises le pidió el nombre de su amo., pero el


anciano replicó que no quería darle el nombre y que sin duda estaba muerto. El viejo
explicó que no quería que é l inventara falsas historias para obtener el favor de su amo.
Ulises permaneció todo el día en la cabañ a del porquerizo y, cuando los otros pastores
llegaron, organizaron un festín.

En tanto, Minerva voló y llegó a la isla en donde había dejado Telemaco (hijo de
Ulises). La diosa le ordenó al joven que partiera inmediatamente hacia Ítaca y este
obedeció . Era de noche cuando el paso por la isla en donde los nobles lo esperaban y
fue por esta razó n que no lo vieron. Telemaco, guiado por Minerva se dirigió al
porquerizo. Fue ahí cuando Ulises notó al joven acercá ndose y lloró al notar que era su
hijo.

Telemaco lo trató con bondad (no sabia que era su padre Ulises). El porquerizo se fue a
darle la buena noticia a la reina de que su hijo había vuelto. Entonces, Minerva
(invisible) le dijo a Ulises que puede decirle a Telemaco que é l era su padre. La diosa
volvió a tocarlo con su varita y lo convirtió nuevamente en un hombre joven y fuerte.
Fue en este momento que le dijo a su hijo que é l era su padre y se abrazaron
alegrementes por el tiempo que estuvieron separados.

Cuando el porquerizo volvió , la diosa lo convirtió nuevamente en mendigo. El


porquerizo les dijo que los nobles se enteraron que Telemaco regresó a Ítaca y que
querían matarlo cuando lo vean. Al oír esto, Ulises y Telemaco se miraron y sonrieron.
Al día siguiente, Telemaco partió hacia el palacio y el porquerizo le dijo al pastor que
llevará al mendigo (Ulises) a la ciudad.

Cuando Telé maco llegó a la ciudad, la primera persona que vio fue la nodriza. La
anciana se echó a llorar de alegría y la reina, al oír su voz, bajó al vestíbulo y lloro
tambié n, ya que ella creía que no iba a ver su hijo nunca má s. Entonces, Telemaco se
dirigió a la sala en donde los nobles celebraban uno de sus festines; el joven los ignoró
y buscó a su amigo Mentor.

Mientras tanto, el porquerizo acompañ aba a Ulises hasta la ciudad. El hé roe (en forma
de anciano) tenía ropas desgarradas y la gente se burló . Ulises se quedó callado y trató
de contener su ira.
Ulises entonces llegó a las puertas del palacio. Su perro Argos reconoció a su amo
inmediatamente y quería correr hacia é l, pero estaba tan caduco que solo pudo mirar a
Ulises con dulces ojos y menear la cola agresivamente. Entonces, antes de que Ulises le
pudiera decir algo, el corazó n del animal estalló de tanta alegría y Argos cayó muerto.
Ulises lloró al frente de su cadá ver.

Despué s de haber comido manjares sentado a la puerta del palacio, Ulises entró a la
sala en donde estaban los pretendientes y les pidió limosna pretendiendo ser mendigo.
Los nobles le dieron sus restos de comida, lo insultaron, lo arrojaron de la sala y uno
hasta lo golpeó . Ulises contuvo su ira y se sentó a la puerta del palacio nuevamente con
los restos de comida. Los hombres continuaron su festín hasta que llegó la noche y se
fueron a sus casas.

Cuando los pretendientes se alejaron, Ulises y Telemaco cogieron los cascos, espadas,
lanzas y escudos que habían dejado en la sala y los escondieron en una habitació n.
Telemaco se fue a dormir, pero Ulises se quedó en la sala sentado en la mesa. Cuando
la reina vio al mendigo, le dijo bondadosamente a la nodriza que le lave los pies.

Mientras la nodriza le lavaba los pies, ella notó una cicatriz que solo Ulises tenía (la
mordedura de un jabalí). La anciana gritó descubriendo que é l era Ulises. Para que la
reina no notara, Minerva le distrajo la mente para que no oyera las exclamaciones de la
nodriza.

La reina, antes de irse a dormir, le dijo al mendigo: “Me alegro poder favorecerse
antes de dejar ser reina de Itaca. Pronto tendré que abandonar el palacio de Ulises, mi
esposo y el mejor hé roe que ha existido [•••]. A é l le gustaba colocar 12 hachas en la
pared y clavar una flecha entre cada una.” Ulises sonrió y le aseguro que é l volvería. La
reina no lo creyó y se echó a llorar en la cama.

Al siguiente día, los pretendientes volvieron y notaron que el mendigo no había


abandonado el palacio. Se burlaron de é l, pero el príncipe Telemaco les dijo que no
deben de hacerle dañ o. Los nobles volvieron a reírse y Telé maco les gritó , lo cual hizo
que se rieran cada vez má s. Fue entonces que entró Pené lope en la sala llorando con
un arco en las manos. Se lo dio a su hijo y se retiró de la sala.

Telemaco colocó 12 hachas de bronce en la pared y le dio a uno de los nobles el arco.
El pretendiente só lo llegó a corvar el 4to arco y se quejó que no existe nadie que logre
clavar todas las flechas. Fue entonces que el mendigo tomó el arco potente. Los nobles
se burlaron, pero inmediatamente se espantaron cuando é l logró clavar 12 flechas
entre las hachas.
Fue entonces que Ulises arrancó sus harapos y declaró que é l era el dueñ o del palacio
y disparó una flecha contra uno de los nobles en el cuello matá ndolo. Ulises dijo:
“Perros cortesanos, creían que no volvería verdad? Es por esto que han tomado mi
fortuna y han insultado a la reina y al príncipe. Sabed que yo estoy vivo y para
vosotros le ha llegado la muerte.” Ulises los mato a los nobles sin piedad.

Cuando la nodriza vio esto, buscó a Pené lope y le dijo que se alegre, ya que su esposo
ha matado a los pretendientes. Creyendo que no era verdad, bajó a la sala y vio a Ulises
apoyado en una columna descansado despué s de la lucha (Minerva lo había devuelto a
su apariencia natural, ya no era anciano). La reina lo abrazo de felicidad.

FIN

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