Crisis Economica 1994 Ensayo

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UNIVERSIDAD AUTONOMA DE GUERRERO

Escuela Preparatoria No. 36

Titulo

La crisis económica de 1994 en México:


consecuencias de la devaluación del peso tras
el gobierno de Carlos Salinas

Autor

Israel palacios Vázquez

Materia
Economía

Zumpango del Rio; Gro. Marzo 2024


Introducción
En la historia económica de México, la crisis de 1994 ha dejado una marca indeleble
en la memoria colectiva de la nación. La devaluación del peso mexicano bajo el
gobierno de Carlos Salinas de Gortari marcó el inicio de una de las peores crisis
financieras en la historia moderna del país. En este ensayo, se analizarán las
causas, consecuencias y lecciones aprendidas de esta crisis económica que
sacudió a México en aquel entonces.

Las medidas macroeconómicas tomadas entonces combinadas con la liberalización


del comercio mediante el TLC desencadenaron una recuperación dirigida a las
exportaciones y concentrada en las manufacturas. Además, se observó que un buen
manejo de la deuda no es suficiente para asegurar una estrategia de desarrollo a
largo plazo; para el crecimiento posterior también son esenciales la infraestructura
para el comercio, la protección ambiental y la planeación urbana.

En esta tercera época de la globalización, la reforma estructural como parte de la


búsqueda de la recuperación y el crecimiento también tendrá que ocuparse de
cuatro asuntos: pobreza, injusticia y desigualdad; planeación; visión de un mejor
futuro, y gobernabilidad para una aplicación democrática.
Desarrollo
Causas
La crisis económica de 1994 en México tuvo sus raíces en una combinación de
factores internos y externos;
Entre las causas internas se encontraba la sobrevaluación del peso mexicano,
resultado de una política monetaria y cambiaria poco sostenible. Durante el gobierno
de Salinas, se implementaron políticas de liberalización económica que llevaron a
una apreciación artificial de la moneda mexicana, lo que generó desequilibrios en la
economía.

Además, la corrupción generalizada en el gobierno, la falta de transparencia en las


finanzas públicas y la creciente deuda externa contribuyeron a socavar la confianza
de los inversionistas en la economía mexicana.

El 20 de diciembre de 1994 se conjugaron varios problemas que venía arrastrando


el país desde principios de la década, como la crisis en su balanza de pagos,
finanzas públicas y la reciente privatización de la banca y la política.

En el aspecto político, la crisis comenzó en marzo de 1994 con el asesinato de Luis


Donaldo Colosio, candidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional
(PRI), y la del secretario general del PRI, José Francisco Ruiz Massieu, en
septiembre de ese mismo año.

En lo económico, había un alto déficit en la balanza de pagos, un nivel bajo de


reservas internacionales y un régimen de tipo de cambio que dependía de las
decisiones del gobierno, que tenía bajo su control el movimiento de la moneda
según le conviniera, y que en ese año devaluó para mitigar los efectos del déficit
con Estados Unidos, lo que afectó el atractivo del país para las nuevas inversiones.
Pero el shot que aseguró la fuerte resaca de la economía vino desde Estados
Unidos, ya que la Reserva Federal (Fed) inició con su ciclo de alzas de tasas de
interés, lo que provocó una fuga de capital financiero del país.

Estos desbalances políticos y económicos se compensaron con el uso de reservas


internacionales, que indujo una sobrevaluación del tipo de cambio nominal sobre el
tipo de cambio real.

Principales consecuencias
La devaluación de casi 300% del peso mexicano frente al dólar desencadenó meses
de alta inflación, que a su vez provocó escasez de capital de los bancos, debido a
los intereses altos y la crisis en la actividad comercial, lo que forzó a miles de
empresas a recortar personal o incluso a declararse en banca rota.

Para hacer frente a la emergencia, el gobierno recurrió a un paquete de rescate que


consistió en la inyección de millones de dólares provenientes del Fondo Monetario
Internacional (FMI) de millones de dólares.

Estos fueron algunos de los intentos por tratar de estabilizar el precio del dólar y de
contener la crisis para no afectar a otros países, principalmente de América Latina.

Con el rescate financiero, la deuda externa de América Latina creció de 34,000


millones de dólares a 521,000 millones de dólares. Además de México, los más
afectados por la pérdida de atractivo por las tasas de la Fed fueron Venezuela,
Brasil, Chile y Argentina.

Algo que funcionó como una cura efectiva contra la resaca fue la apertura comercial
que se logró con la firma del Tratado de Libre Comercial con América del Norte
(TLCAN), conformado por Estados Unidos, Canadá y México.
Las explicaciones de una crisis del sistema financiero se buscan fundamentalmente
en dos ámbitos: el entorno macroeconómico y las debilidades del propio sistema.
En general ambos tienen relevancia, pero por lo común es alguno de ellos el que
tiene mayor importancia. En el caso de la crisis bancaria sufrida por México a
mediados del decenio pasado, tanto el peso de los factores macroeconómicos como
la debilidad del propio sistema bancario fueron determinantes como
desencadenantes de la crisis, si bien los factores derivados del marco regulatorio y
de la mala supervisión desempeñaron un papel importante en su gestación.

a) El entorno macroeconómico.
El proceso que culminó con la crisis de diciembre de 1994 fue complejo y tuvo una
amplia gama de elementos. En diciembre de 1987 el gobierno del presidente Miguel
de la Madrid inició un programa de ajuste con elementos heterodoxos con el nombre
de Pacto de Solidaridad Económica (PSE). El PSE (o Pacto) estuvo sometido a una
continuase ríe de reestructuraciones, modificaciones e incluso cambios de nombre.

Con este programa se logró un significativo saneamiento de las finanzas públicas y


crecimientos sostenidos de la economía; en 1988 se inicia una gran caída de la
inflación, que se reduce de tres dígitos a uno solo en los siguientes cinco años
(1993).
Como resultado de la liberación comercial que se inició a me diados de los años
ochenta el mercado exterior del país se diversificó. Después de años de
negociaciones, en enero de 1994 entró en vigencia Tratado de Libre Comercio de
América del Norte (TLCAN), con el cual se creó el mayor mercado regional en el
mundo. Hasta ese año, en México hubo perspectivas de desarrollo y crecimiento
sostenibles fincadas en entradas masivas de capital que sobrepasaron las
estimaciones más optimistas. Durante el mismo lapso se dieron crecientes déficit
en cuenta corriente, explicados como el resultado de la gran expansión del crédito
interno, una mayor apertura comercial y de que el país presentaba una situación
ideal para las entradas de capital.
Por otra parte, en 1994 una serie de acontecimientos políticos internos y de
económicos externos habían creado un am bien te de in certidumbre que, aunado
a los desequilibrios macroeconómicos causados por los to pes a la tasas de interés
pasivas y a la fijación del tipo de cambio, disminuyeron las reservas de divisas.
Además, se trataba de un año de elecciones presidenciales que in fluyeron la toma
de decisiones. Respecto a los primeros, des taca el levantamiento armado del
Ejército Zapatista de Liberación Nacional en enero y el asesinato del candidato
presidencial, Luis Donaldo Colosio, en el mes de marzo.

Las reservas internacionales del Banco de México descendieron de 28 321 millones


de dólares el día de la muerte del candidato presidencial del PRI a 17 536 millones
un mes después, y la tasa de interés interbancaria (TIIP) aumentó de 10.9 a 21.1%.

En lo que se refiere a los segundos, el uso del tipo de cambio como ancla
antiinflacionaria produjo una apreciación creciente del peso que estimuló la
adquisición de dólares o valores denominados en dólares.

Las autoridades financieras permitieron y alentaron una conversión masiva de


Certificados de la Tesorería o Cetes (denominados y pagaderos en pesos) a
Tesobonos (denominados en dólares y pagaderos en pesos por su equivalente al
tipo de cambio libre) para hacer frente a la incertidumbre cambiaria y compensar
por la caída en las reservas internacionales.

Así, en los meses siguientes buena parte de la deuda interna pasó a estar
denominada en dólares. Además, la Reserva Federal de los Estados Unidos
aumentó entre febrero y diciembre la tasa objetivo de 3 a 5.5%. Este incremento
provocó que la adquisición de acciones por sociedades de inversión abiertas y de
alto riesgo cayera.
A pesar de la evidencia de crecientes desequilibrios macroeconómicos déficit en
cuenta corriente de 6.4% en 1994; la negativa del gobierno para depreciar el tipo de
cambio y la política económica anunciada para 1995 no los tomaba en cuenta.
Se preveía un déficit en cuenta corriente de 25 mil millones de dólares, mucho
mayor que el de 1994, una inflación a la baja y un crecimiento superior al de 1994.

Estas proyecciones carecieron de credibilidad y no fueron tranquilizadoras para la


comunidad financiera internacional. Al no ser modificadas por el gobierno entrante
de Ernesto Zedillo en diciembre de 1994, provocaron mayor incertidumbre entre los
inversionistas y la fuga de capitales se aceleró durante las primeras semanas del
nuevo gobierno.

El 19 de diciembre las reservas internacionales cayeron a 10 457 millones de


dólares, es decir, habían sufrido una disminución de 60% en menos de nueve meses
y prácticamente se encontraban en el monto que se consideraba como el mínimo
aceptable.
Esto indujo al nuevo Secretario de Hacienda a declarar ante los representantes del
sector privado y labor al en el Pacto que era necesario ampliar la banda del
deslizamiento cambiario (al día siguiente el techo de la banda de flotación del peso
frente al dólar se incrementó 15.3%).
Esta acción provocó tal incertidumbre que se dio una nueva fuga masiva de
capitales y, dos días después, con las reservas internacionales en un monto inferior
a los 6 mil millones de dólares, no hubo más opción que dejar al peso en libre
flotación.
Después del fracaso en el intento de controlar el ritmo de devaluación y al dejar al
peso en libre flotación, se alcanzó una depreciación de casi 100% al inicio de 1995.
Esto, junto con el aumento de las tasas de interés, generó un desequilibrio cambiario
y crediticio en las operaciones de los bancos y las grandes empresas, con el
resultado de un aumento muy importante en el monto de los pasivos de corto plazo
en moneda extranjera. La estimación de las pérdidas de los bancos fue de 25 mil
millones de dólares.
Su operación fue haciéndose cada día más costosa, pues el costo de la
refinanciación de sus posiciones en el mercado interbancario aumentó y la
sobretasa pagada por sus pasivos en moneda extranjera llegó incluso a los mil
puntos base. Como resultado, el acceso al crédito externo de los bancos se
restringió severamente y el Banco de México fue obligado a intervenir con apoyos
financieros del exterior para evitar la suspensión de pagos.

El condicionamiento que tuvo la política monetaria ante la comisión cambiaria


durante 1994 fue justificado por las autoridades del banco central con la
consideración de que los problemas que se experimentaron durante ese año eran
de carácter transitorio y de origen exógeno.
Por ello concluyeron que su desempeño había sido el adecuado antes, durante y
después del 19 de diciembre. Sin embargo, en el diagnóstico de las autoridades no
se consideraban elementos como la sobrevaluación del peso (y la percepción de
sobrevaluación por parte de agentes económicos nacionales y extranjeros), la
aguda subcapitalización de la banca y el crecimiento excesivo del crédito (se eliminó
el depósito obligatorio y el coeficiente de liquidez), que provocó el gran aumento del
consumo y el exceso de demanda que se acumulaba en la economía.

Parte del exceso de demanda se explica por la política fiscal y crediticia. En 1994 el
gobierno modificó la definición de déficit fiscal, excluyen do la in ter mediación
financiera, es decir, las actividades de la banca de desarrollo.
En ese mismo año se dio un crecimiento importante de dicha actividad, con lo cual,
a pesar de que las cuentas fiscales parecían estar en equilibrio o incluso con un
superávit, en los hechos existía un déficit "oculto" que estaba impulsando de manera
importante a la demanda agregada.

A esta nueva opacidad informativa en materia fiscal se sumaba la existente en


materia monetaria: el monto de las reservas internacionales del Banco de México
era revelado sólo tres veces al año y pocos agentes económicos privados tenían la
capacidad de inferir las cifras a partir de la información que se hacía pública.

Aunque se puede argumentar en favor de que un gobierno oculte cierta información


para alcanzar ciertos fines, lo cierto es que las dos prácticas antes descritas (déficit
fiscal oculto y publicación infrecuente del monto de las reservas internacionales) se
corrigieron a raíz de la crisis de 1994. Ya sea por errores de diagnóstico y/o por
consideraciones políticas, la decisión de aumentar las obligaciones adquiridas por
medio de los Tesobonos y de no devaluar a tiempo causó un efecto
macroeconómico (y social) mayor. La devaluación, aunque costosa para el modelo
de política económica seguido durante esos años, era inevitable.

b) La crisis bancaria.
El origen de la crisis bancaria mexicana se remonta a las consecuencias de la
nacionalización de la banca de 1982, en que los bancos desmantelaron sus
dispositivos de otorgamiento de crédito comercial ordinario y se diluyeron
gradualmente la capacidad y cultura de evaluación de riesgos y de recuperación de
los créditos.

Este proceso alcanzó a la Comisión Nacional Bancaria, cuya regulación y capacidad


supervisora fue insuficiente. Junto a la banca del Estado se desarrolló una banca
paralela en casas de bolsa y bancos de inversión, que a diferencia de los bancos
tradicionales extiende sus actividades a una amplia gama de actividades
financieras, entre las que se encuentran la colocación de valores y seguros.
Por otra parte, la reforma financiera emprendida desde 1989 desapareció los
"cajones de crédito", aunque se mantenía un coeficiente de liquidez de 30%, que se
destinaba a la adquisición de títulos de públicos o a depósitos remunerados en el
Banco de México. Se liberó la tasa de interés para entonces la cartera había sufrido
la pérdida de un adecuado otorgamiento del crédito, sin la supervisión adecuada.
La desincorporación o privatización de los bancos comerciales a partir de 1991
intentó aumentar la competencia, aumentar la eficiencia y engrosar los ingresos
públicos. La subasta mediante la cual se pusieron en venta los bancos tomó como
base una estimación de valor que reflejaba un pronóstico optimista de la economía
nacional y el potencial de la bancarización.

Los grupos que estuvieron en capacidad de adquirir los bancos provinieron de la


banca paralela y de algunos grupos industriales, varios de los cuales carecían de
experiencia y algunos más los adquirieron con fines fraudulentos que evidenciaron
tiempo después. En varios casos, los bancos se adquirieron mediante créditos
cruzados a los nuevos accionistas, en ocasiones otorgados por bancos públicos, y
con garantía de las acciones de los mismos bancos que estaban comprando. Estos
factores llevaron a la subcapitalización de las instituciones y a que el precio de
compra fuera desmesuradamente alto.

El rápido y deficiente proceso de privatización bancaria en 1991 y 1992 llevó a un


dinámico reposicionamiento de los bancos y con ello a una modificación de su
cartera de clientes, de sus estrategias para la administración de sus saldos y a un
incremento notorio de las operaciones interbancarias como fuente de liquidez
fundamental, muchas de las cuales eran en moneda extranjera.

Todo ello contribuyó a aumentar los márgenes de intermediación y a acelerar el


crecimiento del crédito, en detrimento de la calidad de la cartera, que sufrió
fuertemente.

Al ofrecer un alto precio por los bancos, incluso más allá de lo que establecían las
propias evaluaciones gubernamentales, y en no pocos casos pagar con crédito
otorgado por el pro pio sistema bancario, los nuevos banque ros enfrentaron un
incentivo perverso: intentar hacer frente al servicio de las deudas adquiridas en la
operación de recuperar su in versión con la mayor rapidez posible y retirar incluso
dividendos.
A tal fin aumentaron aceleradamente el volumen de crédito, asumiendo cada vez
más altos riesgos.

Ello fue favorecido por la abundancia de liquidez internacional, el auge inmobiliario


y bursátil, y el Pacto que aseguraba la estabilidad del peso frente al dólar. Aunado
a la falta de experiencia en el ramo, los nuevos banqueros hicieron una mala
evaluación de los riesgos que corrían otorgando el crédito. Éste se destinó
principalmente a crédito al consumo, hipotecario y tarjetas de crédito.

Debido al rápido crecimiento de las operaciones bancarias, los bancos más grandes
aparecían en los primeros lugares de las clasificaciones mundiales en indicadores
como el ROE y el ROA, lo cual resultaba poco verosímil. Por otra parte, su eficiencia
era baja y en realidad su capital ya estaba dañado y sus resultados no reflejaban la
realidad.

La deficiente regulación y la falta de supervisión permitió a muchos banqueros dejar


de constituir reservas, así como capitalizar los intereses de los créditos vencidos de
mala calidad en lugar de registrarlos como perdidos, lo que les permitió declarar
capital y resultados satisfactorios, cuando en realidad estaban entrando en la
insolvencia, que para 1994 era extendida.

la liberación del sector financiero habría incluido la eliminación de las regulaciones


de las tasas de interés y colocación del crédito, la privatización acelerada de los
bancos y la apertura del mercado financiero a los flujos de capital extranjero.
Dichas acciones se combinaron con regulaciones laxas e inadecuada supervisión,
lo que llevó a una explosión del crédito interno. Al mismo tiempo, se produjo una
creciente sobrevaluación del peso frente al dólar y otras divisas, debido a la
utilización del tipo de cambio como ancla de la política antiinflacionaria contenida en
el Pacto. En realidad, todos los elementos anteriores a la crisis mexicana ya se
habían presentado un decenio antes en Chile.
Aun antes del estallido de la crisis de 1994, debido al crecimiento excesivo del
crédito, la cartera vencida de los bancos superaba en realidad su capital contable.
Como consecuencia, la devaluación de diciembre de 1994 y el casi inmediato
aumento de las tasas de interés llevaron a los bancos de la quiebra técnica a la
quiebra plena.

Las causas inmediatas de la crisis no son el tema de este trabajo, salvo para
destacar la sincronía entre la acumulación de deuda a lo largo de un sexenio
presidencial, la elección del nuevo presidente y el entorno macroeconómico más
amplio que afecta el comercio y la inversión.

La crisis monetaria de diciembre de 1994, cuando Ernesto Zedillo estaba a punto


de asumir la presidencia al terminar el sexenio de Salinas, estuvo marcada por una
fuerte disminución en el flujo de capital hacia México en un momento en que sus
reservas internacionales ya eran bajas.
El perfil de México como país de alto riesgo (afectado por acontecimientos en otros
países latinoamericanos, como Brasil y Argentina) se recalcó por su déficit en los
pagos de 8 por ciento del producto interno bruto (pib) en 1994.

La volatilidad no era sólo un problema de los mercados: la elección de Zedillo ocurrió


tras un periodo electoral muy dramático transformado por el asesinato de Luis
Donaldo Colosio en marzo de 1994, un acontecimiento traumático que cristalizó las
dificultades que tendría cualquier presidente para combinar la compasión por los
pobres, sobre todo en las partes más rurales del país, con un entendimiento de las
necesidades del comercio y la industria, administrados por las élites en las
principales ciudades y vinculados con la economía global. Cuando se permitió la
libre flotación del peso sobrevaluado, cayó de 4 a 7.2 por dólar. La estabilización
tuvo su precio: la aportación de aproximadamente 50 000 millones de dólares por
parte de Estados Unidos y distintas instituciones multilaterales estuvo acompañada
por un aumento disparado en las tasas de interés nacionales.
Como alrededor de un tercio de su cartera de créditos estaba en dólares, los bancos
ya no pudieron cubrir sus obligaciones, justo cuando las empresas nacionales
padecían el efecto cruzado del aumento en las tasas de interés y la caída en la
demanda. El gobierno tuvo que reestructurar el sector financiero para permitir la
entrada de los bancos extranjeros en el mercado. Su terapia de choque afectó la
economía real, ya debilitada como resultado de la alteración drástica de la tasa de
cambio. Aumentaron los impuestos, se redujo el circulante, y el excedente primario
en el presupuesto aumentó a 4.4 por ciento del pib.

Los salarios reales disminuyeron, por lo que muchas personas se volvieron


dependientes de redes familiares y de ahorros que no habían pasado por el sistema
financiero. Tras esta recesión extrema —el pib disminuyó más de 8 por ciento
durante la primera mitad de 1995— vino una recuperación casi igual de súbita, con
un aumento de más de 6 por ciento en el pib para la segunda mitad de 1996. (El
crecimiento nacional real disminuyó dos por ciento a lo largo de once trimestres,
entre enero de 1994 y septiembre de 1996)

La recuperación dependió de un crecimiento fuerte de los principales socios


comerciales de México; y esto cuando estaba entrando en vigor el tlc, pero dada la
magnitud de la economía informal mexicana, el crecimiento basado en las
exportaciones tuvo ciertos límites.

El sector industrial padeció menos la recesión, y se recuperó antes y más rápido,


exacerbando las diferencias regionales: la agricultura estaba concentrada en los
estados mexicanos más pobres; la industria manufacturera beneficiaba a las
entidades cercanas a la frontera con Estados Unidos, y el sector servicios tenía una
participación creciente en la economía de la ciudad de México.

Estas tendencias tienen implicaciones importantes para el tipo de necesidades de


infraestructura social y física en los distintos estados lo cual refleja a su vez su
capacidad para contribuir a la inversión financiera, y esto en un país donde no ha
disminuido la desigualdad social y económica.

Este resumen de un ejemplo exitoso de medidas macroeconómicas adecuadas,


aplicadas con firmeza por una administración técnicamente competente, pasa por
alto las negociaciones muy prolongadas y a veces humillantes entre México y la
administración Clinton y las organizaciones multilaterales antes de concretarse el
financiamiento, así como las reformas judiciales introducidas en México para
fortalecer la procuración de justicia y garantizar la independencia del Instituto
Federal Electoral (ife) .

Las reformas nacionales eran inseparables de las medidas tomadas en cooperación


con los socios de México. Las crisis suelen implicar cierta pérdida de la soberanía,
como ejemplifican las penurias actuales de Grecia e Italia. Esta pérdida puede
despertar la hostilidad hacia los agentes externos considerados culpables de las
condiciones estrictas que provocan el desempleo y la recesión.

En tales circunstancias, la respuesta nacional podría tomar una forma defensiva que
aislara las instituciones existentes, bloqueara la reforma o la aplicara de manera
superficial, pero hasta ahí.
Por lo tanto, resulta crucial subrayar que en México fue un gobierno del partido que
había ocupado el poder durante décadas el que tomó la iniciativa de purgar un
sistema de amiguismo e influencia partidista que había socavado la confianza en el
poder judicial y en el proceso democrático, en un momento en que México se estaba
volviendo más plural en su política y más liberal en su economía. La gobernabilidad
en el sentido de la multiplicidad de actores cuyas relaciones e intereses mutuos
ayudan a determinar qué se hace y de qué manera fue clave en las medidas
tomadas para asegurar que tales crisis fueran menos probables en el futuro.

La Constitución mexicana prohíbe la reelección de los presidentes, gobernadores y


alcaldes. Esta medida impide que un solo individuo conserve el poder durante un
largo periodo, y permite así cierto recambio regular en los cargos, lo cual vuelve las
carreras políticas más atractivas de lo que hubieran sido de otro modo. Sin embargo,
la contraparte de esto era la atribución constitucional de un poder ejecutivo
considerable a los funcionarios electos: discreción amplia pero temporalmente
limitada.

El efecto práctico fue eliminar cierto grado de rendición de cuentas. Así, los
gobernadores o alcaldes, con cargos de apenas tres años, solían contratar
préstamos a sabiendas de que las deudas serían heredadas a sus sucesores,
quienes tendrían que lidiar con el problema. Y al tener poco tiempo y recursos, los
gobernadores y alcaldes tendían a gastar en proyectos que podían terminar rápido,
generalmente estructuras físicas como puentes, escuelas y otras instalaciones, que
podían corresponder o no a las necesidades prioritarias de la región o la comunidad.

La crisis de 1995 fue tan severa que resultó prácticamente imposible que un
gobernante electo que heredaba una deuda de su predecesor pidiera a su vez un
préstamo. La disminución del gasto público agravó el desempleo. México
necesitaba invertir más en infraestructura, no menos. Sin embargo, los
inversionistas privados no estaban dispuestos a invertir o ampliar los créditos a
sabiendas de que al cabo de los tres años de la administración estatal o los seis de
la federal se repetirían el ciclo de deuda y gastos excesivos, con los riesgos
asociados para los intereses y las tasas de cambio.
En tales condiciones, no habría suficiente inversión en infraestructura y, del dinero
invertido, demasiado se iría en proyectos de construcción susceptibles de
completarse en un periodo administrativo, en detrimento de proyectos sociales y
físicos de mayor plazo y que probablemente producirían resultados más relevantes.

Pero sin inversión en infraestructura, las perspectivas de crecimiento se reducirían,


los niveles de vida no aumentaría más rápido y la productividad seguiría siendo
baja. Si los estados recibían más dinero, ¿lo usarían adecuadamente? Y si no se
hacían mayores inversiones en infraestructura, ¿cuáles serían las bases para el
crecimiento? El desafío que enfrentó el equipo de la OCDE encargado de preparar
un estudio del desarrollo social y económico regional fue argumentar que invertir en
infraestructura era una buena elección: es decir, generar confianza en el futuro de
México.

Consecuencias de la devaluación del peso


La devaluación del peso mexicano en diciembre de 1994 desencadenó una serie de
consecuencias devastadoras para la economía y la sociedad mexicana. El colapso
del sistema financiero, la fuga de capitales, la inflación descontrolada y el aumento
del desempleo fueron solo algunas de las consecuencias inmediatas de la crisis.

Millones de mexicanos perdieron sus empleos, sus ahorros se evaporaron y la


pobreza se disparó en todo el país. Las empresas que habían adquirido deudas en
dólares se vieron imposibilitadas de pagarlas, lo que provocó una ola de quiebras y
una contracción sin precedentes en la actividad económica.

Casi todo 1994 había sido un buen año en lo económico, debido a que la inflación
se conservó en un nivel bajo; sin embargo, al final del año los acontecimientos
políticos que se suscitaron en el país los meses anteriores crearon inestabilidad y
desconfianza en los mexicanos.

Entre esos hechos destacan: el movimiento armado en Chiapas, los asesinatos del
candidato a la presidencia de la república por el PRI, Luis Donaldo Colosio, y del
secretario general de ese mismo partido, José Francisco Ruiz Massieu, las
elecciones y el cambio de presidente.

En lo económico, al igual que hace muchos años, el país estuvo presionado para
cumplir el compromiso de pagar su deuda con otros países e instituciones.

Durante años, México ha comprado una gran variedad de productos a otros países,
es decir, ha importado muchos más productos de los que ha podido vender, de ahí
que desde hace mucho tiempo le falta dinero, en otras palabras, tiene una economía
con déficit.

Este déficit se financió en el pasado gracias al dinero de los inversionistas


extranjeros, pero por el temor provocado por la inestabilidad que los
acontecimientos de ese año propiciaron, muchos inversionistas nacionales y
extranjeros sacaron su dinero del país a finales de 1994 para invertirlo en otros
países.

Cuando un país gasta más de lo que produce tiene que devaluar su moneda, o sea,
hacer que cueste menos en relación con otras monedas; por ejemplo, con respecto
al dólar. En un principio, el Gobierno Mexicano se resistió y prefirió obtener dinero
subiendo los precios, a lo que se conoce como inflación.

Ya para diciembre de ese 1994, la situación era casi imposible, por lo que el 20 de
diciembre el Gobierno Mexicano decidió devaluar el peso 15 por ciento. Así, como
el dólar ya costaba más caro para los mexicanos, muchos productos de origen
estadounidense subieron de precio para nosotros, pero además se acrecentaron
nuestras deudas con otros países pues, en general, se negocian en dólares.

Para los últimos días del año la situación se convirtió en una de las crisis
económicas más fuertes de los últimos tiempos.

Esa crisis dejó ver que las soluciones políticas y económicas del país de los años
anteriores eran muy frágiles. Como consecuencia, durante 1995 la economía se
contrajo 6.2 %, se perdió 20% del poder de compra de la gente, los precios de los
productos y los servicios se dispararon provocando un mayor empobrecimiento de
la población y todo subió de precio: el agua, la luz, los impuestos y los alimentos.
El desempleo creció, dos millones de personas perdieron sus trabajos pues miles
de negocios tuvieron que cerrar por quiebra y otras muchas empresas se vieron
obligadas a disminuir sus gastos, y por lo tanto a recortar empleos.

El sistema bancario mexicano también sufrió una gran crisis, de tal modo que el
gobierno tuvo que intervenir para ayudarle y permitió que los bancos aumentaran
sus tasas de interés. Por lo tanto, miles de empresas, profesionales y pequeños
productores agrícolas que tenían préstamos bancarios o tarjetas de crédito, se
vieron severamente afectados, pues su deuda aumentó de manera considerable.

Además, hubo un serio recorte al gasto público: se redujo el porcentaje destinado a


los programas de asistencia social, que son para ayudar a la población más pobre
del país. Como consecuencia también la delincuencia aumentó: para 1995 había
alrededor de 900 bandas criminales armadas en el país.

La crisis de diciembre de 1994 no sólo afectó a México, sino que además repercutió
en otros países latinoamericanos, provocando lo que se llamó Efecto Tequila, el
cual causó mucha inquietud pues hasta entonces México había sido considerado
como la puerta de entrada al mercado de Estados Unidos. El sector turismo también
lo resintió pues los visitantes a nuestro país disminuyeron considerablemente en el
siguiente año.
Para aminorar el problema, el Gobierno de Estados Unidos le ofreció a México un
crédito por 20 mil millones de dólares y otros 32 mil millones en un paquete
internacional; con ellos de inmediato se ayudó a mejorar la economía de nuestro
país pero aumentó la deuda externa. La crisis de 1994 fue la más severa que ha
padecido el país en los últimos años.
Lecciones aprendidas
La crisis económica de 1994 en México dejó lecciones profundas que han moldeado
la política económica del país desde entonces. Se evidenció la importancia de una
política macroeconómica prudente, basada en la estabilidad y la transparencia.
Asimismo, se resaltó la necesidad de contar con instituciones sólidas y mecanismos
de supervisión eficaces para prevenir crisis financieras.

La crisis también impulsó reformas estructurales en el sistema financiero mexicano


y sentó las bases para una mayor apertura y competencia en la economía. Se
fortaleció la independencia del Banco de México y se implementaron medidas para
fortalecer la regulación y supervisión del sistema financiero.

La crisis que acompañó la elección de Ernesto Zedillo en 1994 produjo cambios


decisivos en la política macroeconómica que resultaron ser condiciones
indispensables para las reformas microeconómicas en las que se basa gran parte
del potencial para el desarrollo y la productividad.

Después de superar las elecciones de 2000 que coincidieron con la recesión


posterior a la "crisis punto con" y a punto de enfrentar nuevas elecciones en 2006,
el Financial Times informaría que México comenzaba a incrementar sus inversiones
en infraestructura, devolviéndole "al país los beneficios de la estabilidad".

La crisis actual ha reactivado el interés por la perspectiva histórica de las crisis, un


interés que nunca debió volverse tan marginal, como si sólo tuviera relevancia
"académica", es decir, nula.
Las políticas deben modelarse según las lecciones de la experiencia. Muchos
funcionarios en México que tuvieron que enfrentar la crisis de 1994-1996 nunca
habían pasado por una experiencia tan traumática; lo mismo podría decirse de los
funcionarios de muchos otros países a partir de 2008.
Desde la perspectiva de la crisis de 2008, la historia de México en la década de
1990 es doblemente reveladora. Confirma los vínculos entre la capacidad política y
la reforma política macroeconómica. Las medidas macroeconómicas tomadas por
el gobierno del presidente Zedillo, combinadas con la liberalización del comercio
mediante el Tratado de Libre Comercio, desencadenaron una recuperación dirigida
a las exportaciones y concentrada en las manufacturas.

Pero un buen manejo de la deuda no basta para asegurar una estrategia de


desarrollo a largo plazo. Para el crecimiento futuro también son esenciales la
infraestructura para el comercio, la protección ambiental y la planeación urbana. Sin
estos esfuerzos complementarios por mejorar la infraestructura y fomentar el
desarrollo, el colapso de los estímulos hubiera dejado a México con limitaciones en
su capacidad y escaso crecimiento, lo cual hubiera desalentado las inversiones.

Tal fue el desafío que debió enfrentar la Organización para la Cooperación y el


Desarrollo Económicos (OCDE) en los primeros informes sobre infraestructura y
desarrollo regional, ya fuera para México o para cualquier otro país miembro:
preparar un estudio en medio de una crisis para mostrar cómo se puede romper con
el pasado y cómo esto puede beneficiar el desarrollo.

Muchos países enfrentan el mismo dilema: cómo fomentar las inversiones, sin las
cuales no habría recuperación, en un momento en que han disminuido las presiones
inflacionarias sobre la mano de obra y las mercancías, aunque los riesgos asociados
a la inversión inducen una cautela conservadora.
El hecho de que más de 50 por ciento de la población mundial esté ya urbanizada
se celebra por las promesas que encierra para el futuro. Sin embargo, las ventajas
de la urbanización sólo podrán realizarse si se invierten decenas de miles de
millones en infraestructura.

La inversión en infraestructura, que debía responder a distintos paquetes de


estímulos, sigue estancada, impedida por una carencia de proyectos e ideas que
apoyen el crecimiento de las economías urbanas, por procedimientos reguladores
lentos e ineficientes, por enfocarse en la deuda en una época de austeridad y por la
falta de una visión de lo que podría ser el futuro.

Tras una descripción analítica del estudio que hizo la OCDE sobre México en 1996,
el presente trabajo concluirá con algunas reflexiones sobre la crisis actual en un
marco más conceptual y más amplio.

La crisis mexicana de 1994 coincidió con la aceptación de México en la OCDE. El


sello intelectual de la OCDE es la creencia en los mercados. Los mercados
requieren reglas y se benefician de las políticas que fomentan tanto el capital en
todas sus formas, como la libertad de los individuos y de las empresas para crear y
explotar las oportunidades de usar el capital de la manera que mejor les convenga.

Las políticas sólidas deben tomar en cuenta las especificidades institucionales y


sociales en los ámbitos nacionales y subnacionales, pero existe un margen para
que los gobiernos examinen mutuamente sus políticas de manera crítica, a la vez
como una forma de presión entre colegas, y como ejercicio didáctico para identificar
y validar innovaciones que pueden convertirse en buenas prácticas. Saber qué
hacer puede resultar la parte más fácil; ponerlo en práctica, sobre todo cuando los
cambios afectan intereses particulares o alteran las normas establecidas, suele ser
más difícil.

La cultura política determina en qué medida los legisladores, los funcionarios electos
y los interesados logran poner en marcha las reformas estructurales. Por lo tanto, la
aceptación de México en la OCDE formó parte de un proceso mediante el cual se
realizarían reformas que había resultado difícil introducir antes. Al incorporarse a
una organización internacional, México obtenía también la oportunidad de participar
en la agenda colectiva de la OCDE y de posicionarse en relación tanto con Europa
y el Pacífico asiático, como con Norteamérica.
Con el paso del tiempo, hay que recordarle a la gente cuánto ha cambiado México,
porque se rompió el ciclo de seis años de elecciones y deuda pública. Pero en la
política, el éxito, incluso parcial, a menudo "no es suficiente". De hecho, el problema
de las expectativas frustradas es más grave cuando, como en este caso, ha habido
auténticos progresos aunque sin reducir la pobreza ni aumentar la productividad lo
suficiente. Sin embargo, prestar demasiada atención al ámbito nacional puede
impedir que la gente vea las oportunidades que tiene a la mano en las distintas
ciudades y regiones.

Las economías nacionales son un agregado de una multitud de sociedades y


lugares locales, pero las ciudades y regiones no son microcosmos de la nación a la
que pertenecen. En cada país, los gobiernos deben establecer los marcos
adecuados que apoyen proyectos de calidad para el desarrollo en los ámbitos
subnacionales, que a su vez produzcan los frutos de las reformas macroeconómicas
con el paso de los años.
Conclusión
La crisis económica de 1994 en México fue un punto de inflexión en la historia
económica del país. Aunque la liberación del sector financiero habría incluido la
eliminación de las regulaciones de las tasas de interés y colocación del crédito, la
privatización acelerada de los bancos y la apertura del mercado financiero a los
flujos de capital extranjero.

Dichas acciones se combinaron con regulaciones laxas e inadecuada supervisión,


lo que llevó a una explosión del crédito interno. Al mismo tiempo, se produjo una
creciente sobrevaluación del peso frente al dólar y otras divisas, debido a la
utilización del tipo de cambio como ancla de la política antiinflacionaria contenida en
el Pacto. En realidad, todos los elementos anteriores a la crisis mexicana ya se
habían presentado un decenio antes en Chile.

Aun antes del estallido de la crisis de 1994, debido al crecimiento excesivo del
crédito, la cartera vencida de los bancos superaba en realidad su capital contable.
Como consecuencia, la devaluación de diciembre de 1994 y el casi inmediato
aumento de las tasas de interés llevaron a los bancos de la quiebra técnica a la
quiebra plena.

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