Artículo 102017 2 10 20211011
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DOI: 10.7764/R.482.1
ABSTRACT: The present article tries to solve the question about the juridical nature of the
fine in administrative contracting. The answer offered is that it is an administrative sanction,
discarding the thesis according to which it would be a penalty clause. The arguments that are
exposed are framed in two reflections. First, about the nature of the administrative authority
and the optional nature of their actions. Second, about the power to fine and the principle of
legality. The normative context in which the reflections take place is Law Nº 19.886.
INTRODUCCIÓN
Uno de los asuntos más relevantes en el desarrollo dogmático del derecho adminis-
trativo dice relación con la discusión sobre la naturaleza jurídica del contrato administrati-
vo. Esta discusión suele remontarse a la polémica entre Paul Laband, Otto Mayer y Hans
Kelsen a fines del siglo XIX que versó sobre la pregunta de si el contrato administrativo es
un convenio o una actuación unilateral del Estado que requiere de aceptación1.
*
Magíster en Derecho Administrativo. Profesor de Derecho Administrativo, Universidad Finis Terrae. Di-
rección Postal: Av. Pedro de Valdivia 1509, Providencia, Región Metropolitana, Chile. Correo electrónico:
[email protected]. Código Orcid 0000-0002-8661-0912. Este trabajo forma parte de la tesis defendida para la
obtención del grado de Magíster en Derecho Administrativo en la Universidad de los Andes. Agradezco los
comentarios del Tribunal, integrado por los profesores Jaime Arancibia, Claudio Moraga y Juan Carlos Flores.
1
Huergo (1998) pp. 119-197.
Revista Chilena de Derecho, vol. 48 Nº 2, pp. 1 - 26 [2021]
2
Aguilera Medina, Cristóbal “Naturaleza jurídica de las multas en la contratación administrativa...”
La relevancia de esta discusión es absoluta. Entre otros motivos, esto se debe a que
está íntimamente relacionada con la discusión sobre la autonomía científica del derecho
administrativo2. Con todo, a pesar de su importancia, esta discusión no ha tenido un tra-
tamiento debido en estas latitudes. Basta revisar la historia de la Ley Nº 19.886 para com-
probarlo: no hay en ella ninguna alusión a esta crucial controversia. Este escenario, para be-
neficio de la dogmática administrativista chilena, se ha ido remediando en el último tiempo
en el que han aparecido trabajos que buscan instalar esta discusión en nuestro medio3.
El presente trabajo se inserta en el contexto de la discusión sobre la naturaleza del
contrato administrativo. En este marco, nos centraremos en una cuestión específica, que
dice relación con la pregunta sobre la naturaleza jurídica de la multa en la contratación
administrativa. La tesis que proponemos es que consiste en una sanción administrativa.
Esta tesis se funda y, a la vez, refuerza el argumento de que el contrato administrativo es un
acto administrativo mixto y modal4. Así, partimos de la base de que la discusión que ana-
lizaremos es secundaria respecto de la discusión principal y anterior sobre la naturaleza del
contrato administrativo.
La aproximación de este trabajo a la pregunta objeto del mismo es fundamentalmen-
te teórica. Esto significa que nos moveremos en el plano conceptual (dilucidar la naturale-
za), sin detenernos en los efectos jurídicos prácticos (por ej. garantías del particular)5 o de
política pública (por ej. eficacia de la contratación administrativa)6 derivados de la tesis que
sostenemos. Solo abordaremos un efecto en el plano jurídico-conceptual, que dice relación
con el principio de legalidad. En consecuencia, el trabajo se dividirá en dos partes. En una
primera parte abordaremos la naturaleza jurídica de las multas en la contratación adminis-
trativa a partir de un análisis de la autoridad administrativa y el carácter potestativo de su
obrar. En segundo lugar, y sobre la base de lo anterior, analizaremos ciertos aspectos rela-
tivos al principio de legalidad, específicamente relacionados con la potestad de multar. En
ambas secciones el análisis se enmarcará en la Ley Nº 19.886, aunque algunas reflexiones
no se restringen a este cuerpo legal7. Terminaremos resumiendo las conclusiones.
2
Loo (2018) pp. 149-154.
3
Recientemente se ha publicado un trabajo del profesor Jaime Arancibia que toma partido en esta discusión:
Arancibia (2019). Antes había esbozado esta tesis en Arancibia (2017) pp. 9-11.
4
Arancibia (2019) pp. 31-35.
5
Lara y García-Huidobro (2014) pp. 380-382; Lledó y Pardo (2015) pp. 61-65.
6
Lledó y Pardo (2015) p. 71.
7
Estas reflexiones cobran mayor relevancia para el caso de legislaciones que no confieren de modo expreso la
potestad de sancionar con multa el incumplimiento de un contrato administrativo a la autoridad administrati-
va, y no en aquellas en que sí se confiere esta potestad, por ej. Ley 18.696.
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3
Aguilera Medina, Cristóbal “Naturaleza jurídica de las multas en la contratación administrativa...”
caremos el criterio en virtud del cual es posible resolver la pregunta sobre la naturaleza de
la multa. En segundo lugar, ahondaremos en este criterio, que es la singularidad de la auto-
ridad administrativa como parte del contrato administrativo y el carácter potestativo de su
obrar. En tercer lugar, analizaremos el concepto de potestad.
8
Alvira, Clavell y Melendo (2001) p. 29.
9
Dictamen CGR Nº 30.003 (2014).
10
Diccionario de la Lengua Española (2001) 22ª edición.
11
Para un concepto de la multa como sanción administrativa: Bermúdez (2014) p. 354 y Moraga (2019)
p. 492.
12
Corral (2012) pp. 13-17.
13
Lara y García-Huidobro (2014) p. 377.
14
Ramos (2004) p. 304.
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4
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15
Orrego (2019) p. 29.
16
Por ej. Cas Chile S.A. con Municipalidad de la Pintana (2019), C. 9º.
17
Espacio y Jardín Ltda. con Ilustre Municipalidad de Iquique (2017), C. 5º. En la misma línea: Salud y vida
S.A y otros. con Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas (2017), C. 37º.
18
Cas Chile S.A. con Municipalidad de la Pintana (2019), C. 9º.
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5
Aguilera Medina, Cristóbal “Naturaleza jurídica de las multas en la contratación administrativa...”
administrativa. Así, ha sostenido que “las estipulaciones contractuales que contiene multas
asociadas al incumplimiento de las obligaciones convencionales tienen el carácter de cláu-
sula penal”19.
A nivel dogmático (nacional), no hay una única respuesta a la pregunta sobre la na-
turaleza20 ni tampoco respecto de qué tesis beneficia de mejor manera al particular contra-
tista21. Lo que sí está claro, es que esta incertidumbre jurídica afecta la eficiencia del sistema
de contratación pública22.
19
Dictamen CGR 47.611 (2013). Concordante con Nº 30.003 (2014), Nº 4.508 (2013), Nº 11.961 (2018),
entre otros.
20
Por ej. Moraga (2019) pp. 496-498; Lledó y Pardo (2015) pp. 58-65; Lara y García-Huidobro (2014)
pp. 378-390; Corral (2012) p. 357; Bermúdez (2014) pp. 279-280.
21
Lledó y Pardo (2015) p. 65; Lara y García-Huidobro (2014) p. 371; García (2018).
22
Se han hecho propuestas de lege ferenda para aumentar la certeza, por ej. Lledó y Pardo (2015) p. 71.
23
Finnis (2000) p. 274. Hay otras formas de argumentar la necesidad de la autoridad, por ej. Arancibia
(2017) 5.
24
Domingo (1997) p. 197.
25
Orrego (2019) p. 86.
26
Arancibia (2017) p. 9.
27
Cruz (2006) p. 393.
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Aguilera Medina, Cristóbal “Naturaleza jurídica de las multas en la contratación administrativa...”
Dos argumentos, aparte de lo dicho hasta ahora, refuerzan este punto. El primero
dice relación con la singular posición en que se encuentra la Administración en relación con
el particular, posición a la que no puede renunciar sin dejar de ser tal. El que la Administra-
ción y el particular ocupen su posición justa, además de definir el obrar justo de las partes,
es condición para que la relación jurídica que se origina por la acción de la Administración
se rija por la justicia del gobernante (distributiva)28. Con el concepto de posición justa apun-
tamos a “lo que cada uno es en ese orden social concreto en relación con los otros, su rol o
función”29. La posición justa de la Administración es ser autoridad política: lo específico de
la Administración es ocupar una posición de “supraordenación o verticalidad”30.
A partir de lo dicho se puede sostener que existe una verdadera distinción ontológi-
ca entre la Administración y el particular debido al interés que resguardan: “la autoridad,
titular del interés del todo, y la persona, titular del interés de una de sus partes”31. Por el
contrario, si se acepta la tesis de que la imposición de una multa es expresión de un obrar
facultativo, se estaría reconociendo que la Administración puede obrar en un plano de
igualdad con el particular, lo cual es incompatible con la distinción ontológica que hemos
mencionado. De ahí que un principio básico de la contratación administrativa sea precisa-
mente la “desigualdad”32. En efecto, la multa de la Administración no es expresión de un
ejercicio facultativo, sino que, por el contrario, y de modo necesario, es expresión de un
ejercicio potestativo, a pesar de que sea cursada en el contexto de la ejecución de un contra-
to administrativo.
Lo que hemos argumentado puede resumirse en el axioma tomista “el obrar sigue al
ser” (operari sequitur esse). El modo de obrar, las características propias de las operaciones
de la Administración, se siguen de su ser (autoridad pública), a lo cual no puede renunciar,
ni aun cuando la relación en la que se desenvuelve pueda ser calificada como relación con-
tractual33. El ejemplo más claro de esta renuncia es que la Administración pretenda actuar
de modo facultativo. Si la Administración obra negando el carácter potestativo de sus ac-
tuaciones al imponer una multa, significa que actúa obviando su calidad de autoridad, lo
que carece de sentido. Constituye, en efecto, una contradicción en sus términos sostener
que los actos de los órganos de la Administración del Estado pueden tener carácter faculta-
tivo. Como señala un autor: “esta posición supraordenadora en que se encuentra la autori-
dad trasciende todos sus actos”34.
Un segundo argumento para fundamentar que el actuar de la Administración es
esencialmente autoritativo es el siguiente: la autoridad que detenta la Administración ha
sido conferida por la comunidad política como un encargo que se comprende como in-
dispensable para la realización del bien común. Debido a esto se sostiene que la actividad
28
Pieper (1988) pp. 136-161. Para el contrato administrativo: Arancibia (2019) pp. 43-47.
29
Orrego (2019) p. 29.
30
Arancibia (2017) p. 7.
31
Arancibia (2017) p. 7.
32
Bermúdez (2014) pp. 247-249.
33
Es cierto que la Administración no es una realidad natural. Con todo, nos parece que el axioma puede apli-
carse analógicamente, pues esta invención humana posee contornos claros que justifican su poder.
34
Phillips (2020) p. 238.
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7
Aguilera Medina, Cristóbal “Naturaleza jurídica de las multas en la contratación administrativa...”
35
Soto Kloss (2012) p. 35.
36
Sobre el concepto soberanía: Silva (1997) Tomo I, pp. 212-222.
37
Lledó y Pardo (2015) p. 55.
38
Arancibia (2017) p. 6.
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Aguilera Medina, Cristóbal “Naturaleza jurídica de las multas en la contratación administrativa...”
siempre que –y solo cuando– actúan con ‘poder’ o ‘autoridad’, revestidas de imperium”39. Por
ello es por lo que esta distinción se comprende como una limitación a la aplicación del dere-
cho administrativo40. En efecto, existirían actos que, a pesar de ser orgánicamente autoritati-
vos, serían de “simple gestión, actuando como un mero particular”41. En estos casos, el dere-
cho que regiría la relación que se origina por aquellos actos de gestión sería el derecho privado.
La diferencia entre actos de gestión y actos de autoridad “encerraba ya un plantea-
miento entre la distinción entre acto y contrato, como las dos vías de actuación administra-
tiva en Derecho”42. La distinción tenía, como se sabe, un alcance eminentemente procesal:
“[d]e los actos administrativos únicamente podía conocer la autoridad administrativa; de
los actos de gestión conocerán los tribunales, asimilándose a actividades de tipo privado”43.
El contrato administrativo surge en el siglo XIX precisamente como una opción doctrinal
y jurisprudencial que matiza esta distinción, reconociendo que hay ciertos contratos de la
Administración que merecen un régimen jurídico diferente del derecho común44. No es el
objeto de este trabajo ahondar en la evolución del contrato administrativo; basta decir que
estas distinciones originarias han sido fuertemente superadas, lo que sucedió a la par de la
independencia científica que adquirió el derecho administrativo45-46.
Desde un punto de vista dogmático, la doctrina que distingue entre actos de ges-
tión y actos de autoridad debe rechazarse. En efecto, no puede la autoridad actuar “como
si fuera” un particular, porque de hecho no lo es, ni en su fundamento (soberanía), ni en
sus fines (bien común), ni en el modo en que obra (potestativo). Estos tres elementos son
indisociables entre sí. Por lo demás, en nuestro país esta doctrina no tiene mayor alcance
normativo. Es cierto que la Ley Nº 19.886 en su artículo 1º dispone la aplicación de las
normas de derecho privado, pero estas solo operan de modo supletorio (ahondaremos en
esto en la segunda sección de este trabajo).
Lo que hemos expuesto en este apartado no agota en ningún caso la inabarcable
reflexión que se ha hecho sobre la autoridad política desde los griegos47. Con todo, hemos
intentado fundar la imposibilidad de comprender la autoridad administrativa separada de
su actuar potestativo. Así, queda de manifiesto que hay un vínculo indisociable entre la no-
ción orgánica y funcional de la Administración: la multa, al ser cursada por una autoridad
administrativa, es una expresión (y tiene una naturaleza jurídica) necesariamente autoritati-
va, específicamente, potestativa sancionadora.
39
García de Enterría y Fernández (2006) Tomo I, p. 54. Se sugiere: García de Enterría (1963) pp. 101-103.
40
García de Enterría y Fernández (2006) Tomo I, p. 53.
41
García de Enterría y Fernández (2006) Tomo I, p. 54.
42
Oelckers (1979) p. 140.
43
Oelckers (1979) p. 140.
44
Loo (2018) p. 143. Se sugiere: García de Enterría y Fernández (2006) Tomo I, pp. 733-739.
45
Para un recorrido histórico: Loo (2018) pp. 143-149.
46
La distinción tuvo efectos en el régimen de responsabilidad: Pierry (2002) pp. 383-388.
47
Como introducción: Silva (1997) Tomo I, pp. 201-231.
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48
Vergara (2010) p. 10.
49
García de Enterría y Fernández (2006) Tomo I, p. 478.
50
García de Enterría y Fernández (2006) Tomo I, p. 482.
51
Valdivia (2018) pp. 155-158.
52
Valdivia (2018) p. 217.
53
Valdivia (2018) p. 149.
54
Jordana de Pozas (1949) p. 42.
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mencionada, que se realiza por medio de diversas actividades, en concreto se lleva a cabo “a
través del ejercicio de las atribuciones [potestades] que le confiere la Constitución y la ley”.
Acudiendo nuevamente a ciertas nociones filosóficas, podría decirse que las potestades son
los accidentes por medio de los cuales conocemos al sujeto que es la Administración, pues
estas le dan su forma.
Sin potestad, por tanto, la Administración no encuentra el “‘título’ que permite
dictar actos administrativos, que concretizan el poder de la administración”55. Agregamos
nosotros, que la potestad también define la medida del obrar autoritativo. Ambos –título y
medida– configuran, como hemos adelantado, la posición justa de cada autoridad adminis-
trativa. Así, si antes hemos rechazado que la Administración pueda actuar de modo faculta-
tivo, ahora también negamos que el título de dicho actuar pueda ser un derecho subjetivo.
En otras palabras: si no hay potestad, no quiere decir que la Administración puede actuar
en virtud de otro título, sino que sencillamente no puede obrar.
Aparte de lo dicho, hay dos consideraciones normativas que apoyan esta idea. Nues-
tra legislación define explícitamente el concepto “acto administrativo” (inciso segundo del
artículo 3º, Ley Nº 19.880). Conforme a esta definición, la declaración de la voluntad que
contiene el acto administrativo debe ser realizada “en el ejercicio de una potestad pública”.
De esto se sigue que las declaraciones de voluntad de la Administración que no se realizan
en el ejercicio de una potestad pública no provocan efectos jurídicos y no pasan de ser una
mera declaración56. Así, si bien el inciso final del artículo citado reconoce explícitamente
la ejecutividad de los actos administrativos, ello debe ir necesariamente de la mano de la
“atribución de potestades efectivas de intervención en el patrimonio o libertades de las
personas”57. Sin la atribución de estas potestades, la ejecutividad, como atributo de los ac-
tos administrativos, no puede hacerse operativa.
Por otro lado, se encuentra el artículo 6º de la Ley Nº 18.575, a partir del cual se
puede concluir que las entidades que no forman parte de la Administración del Estado
“no podrán, en caso alguno, ejercer potestades públicas”. La razón de esto es evidente, y
se desprende de lo que ya hemos señalado: la autoridad es precisamente tal en cuanto que
ejerce potestades58. Con todo, de la lectura de este artículo también se puede arribar a otra
conclusión: si bien carece de sentido que entidades fuera de la Administración actúen con
potestades, también carece de sentido que los órganos de la Administración actúen como
esas entidades que están fuera, es decir, que actúen sin potestades. Dicho de otro modo, la
Administración no puede obrar a causa de acuerdos, ni el título de su acción puede ser una
estipulación contractual, por lo que es inadmisible que pueda sancionar en virtud de una
cláusula penal, dado que esta tiene naturaleza contractual.
Lo anterior apunta, en lo que nos ocupa, a que cualquier decisión que la autoridad
pública adopte debe estar sustentada en una potestad si busca que efectivamente tenga
55
Valdivia (2018) p. 151.
56
Valdivia (2018) p. 141.
57
Valdivia (2018) p. 206.
58
Con todo, hay entidades fuera de la Administración que tienen potestades, como la Corporación Nacional
Forestal: Valdivia (2018) p. 150.
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59
Lara y García-Huidobro (2014) p. 383.
60
Soto Kloss (1996) Tomo II, p. 49.
61
Garrido Falla (1959) p. 12.
62
Por ej. Valdivia (2018) p. 314; Silva (2001) p. 175.
63
Dictamen CGR Nº 16.307 (2018).
64
García de Enterría (1963) pp. 121-122.
65
Para una definición de potestad sancionadora: Ferrada (2007) p. 80.
66
Cordero (2015) p. 425.
67
Cordero (2015) 79.
68
García de Enterría y Fernández (2006) Tomo I, p. 478.
69
Arancibia (2017) p. 9.
70
Soto Kloss (1996) Tomo II, p. 49.
71
Soto Kloss (1996) Tomo II, pp. 51-52.
72
Valdivia (2018) pp. 147-148; Cordero (2015) p. 80.
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delinea aquí una diferencia fundamental entre la potestad sancionadora conferida por ley y
los derechos contractuales emanados de una cláusula penal.
De lo anterior se sigue que la renuncia a ejercer la potestad sancionadora, cuando
existe el deber de hacerlo, constituye una injusticia para con la sociedad. La explicación
de esto se encuentra en la comprensión del actuar de la Administración como una actuar
fundamentalmente orientado a “distribuir los bienes y cargas públicas de modo concreto
en razón de una igualdad proporcional o geométrica entre las personas, según su mérito
o demérito”73. En este marco, la multa debe entenderse como una carga pública merecida
que se impone en razón de demérito. Si la Administración renuncia a imponer esta carga,
se transgrede el principio de igualdad proporcional, concretándose una “discriminación
arbitraria con respecto a quienes fueron, son o serán sujetos pasivos de la misma”74. Esto
es así, porque la justicia que rige las actuaciones de la Administración, aun la denominada
contractual, es la justicia distributiva75.
Por ende, el actuar de la Administración en el contexto de un contrato administra-
tivo encuentra su título necesariamente en una potestad conferida por ley. En esta línea, el
concepto de “cláusulas exorbitantes”, dentro del cual se comprende a la potestad de multar
(o la mal denominada cláusula penal), es equívoca por dos motivos. En primer lugar, pues
el título para sancionar no puede ser una cláusula contractual. En segundo lugar, ya que no
es correcto calificar los poderes que detenta la autoridad administrativa en la contratación
como exorbitantes, es decir, excesivos o exagerados, dado que son coherentes con la natura-
leza autoritativa de la Administración. En efecto, no son exorbitantes, precisamente porque
lo que justifica dichas potestades es la desigualdad entre la autoridad administrativa y el par-
ticular. De ahí que nos parezca muy pertinente la conclusión de un autor, según la cual “al
concebir el contrato administrativo como acto unilateral, aquellos atributos que resultaban
excepcionales a la figura contractual pasan a ser inherentes. Nos referimos, especialmente, a
las llamadas potestades exorbitantes”76. Comprender, pues, la autoridad administrativa como
autoridad política, nos lleva a rechazar el adjetivo exorbitante que utiliza la doctrina para ca-
lificar las potestades que despliega cuando su acción se traduce en actos o contratos77.
73
Arancibia (2016) p. 186.
74
Arancibia (2016) p. 186.
75
Arancibia (2019) p. 43.
76
Arancibia (2019) p. 48.
77
Ejemplo de las potestades administrativas como exorbitantes en Ferrada (2007) pp. 75-76 o Flores (2019) p. 70.
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Aguilera Medina, Cristóbal “Naturaleza jurídica de las multas en la contratación administrativa...”
78
Las leyes se entendían como leyes de libertad: García de Enterría (1998) p. 25. También: Valdivia (2018)
p. 153.
79
García de Enterría (1998) p. 21.
80
En la misma fuente se inspira el artículo 1 del Código Civil: ley como “declaración de la voluntad soberana”.
81
García de Enterría (1998) pp. 21-24. Ver también Valdivia (2018) pp. 141-142.
82
Bermúdez (2014) p. 90.
83
Valdivia (2018) p. 191.
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que puede imponer obligaciones, necesariamente debe encontrar su fuente en la ley, que es
precisamente fuente de obligaciones84. De ahí que, en última instancia, la multa en la con-
tratación administrativa sea una reacción ante la infracción de una obligación contemplada
primeramente en una norma legal y no a una obligación contemplada primeramente en la
cláusula de un contrato administrativo.
De lo anterior se sigue que la fuente de la potestad en ningún caso puede ser un con-
venio o contrato. Como dice un autor: “toda la potestad tiene su origen directo en el orde-
namiento jurídico y no en negocios jurídicos”85. En definitiva, a partir del principio de le-
galidad, podemos afirmar que los órganos del Estado solo pueden ejercer las potestades que
expresamente han sido conferidas por la Constitución y las leyes86. Así, y en concordancia
además con el principio de reserva legal, se puede concluir que “la única posibilidad que la
Administración tiene para contar con poderes sancionatorios que afecten dicho ámbito es
mediante una ley que así lo establezca”87. Queda claro, de esta manera, que en los contratos
públicos las multas por incumplimiento dispuestas en las bases no reúnen el requisito que
establece el principio de legalidad88.
84
Agradecemos al profesor Jaime Arancibia por sus reflexiones sobre este punto.
85
Oelckers (1977) p. 128.
86
Valdivia (2018) p. 157.
87
Cordero (2014) pp. 410-411.
88
Lledó y Pardo (2015) p. 63.
89
Bermúdez (2014) p. 126.
90
Bermúdez (2014) p. 235.
91
Cas Chile S.A. con Municipalidad de la Pintana (2019), C. 10º.
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namente aplicable el artículo 1545 del Código Civil, puesto que al igual que un contrato
entre particulares, el contrato administrativo es una ley para los contratantes”92.
El argumento, sin embargo, no es concluyente, menos aún en nuestro derecho pú-
blico. La radicalidad normativa del artículo 7º de la Constitución hace imposible pensar en
una forma de atribución de potestades que no sea la ley o la Constitución, “ni aun a pretexto
de circunstancias extraordinarias”, como podría pensarse que es la necesidad de celebrar un
contrato administrativo a fin de satisfacer una necesidad pública. En efecto, la disposición
referida es suficientemente clara en que “[e]s al legislador a quien se le ha encargado, en ex-
clusividad, la tarea de conferir potestades administrativas”93. Así, la convencionalidad que se
argumenta como fuente de la cláusula que contiene la potestad de sancionar, no posee en el
derecho administrativo la fuerza jurídica requerida para producir efectos imperativos. Como
argumenta un autor ya citado: “[e]sta reserva de ley sale al paso de la doctrina que pretende
validar las potestades contractuales creadas por normas administrativas (por ej. reglamento,
bases de licitación) fundada en que la atribución legal de contratar comprende la de esta-
blecer otros poderes exorbitantes, en la medida que sean aceptados por el contratista (…) la
mera aceptación del particular no bastaría para legitimar actuaciones extra-legem”94.
Pese a lo dicho, hay quienes han sostenido que la misma naturaleza de la actuación
contractual da pie a confusiones: a la vez que se reconoce que el fundamento de esta figura
es el consentimiento de las partes, la Administración sanciona a través de actos unilaterales.
Así, la “Administración las ejecuta [las sanciones] a través de actos unilaterales que toman la
forma de actos administrativos, por lo que no queda claro si está aplicando poderes públicos
o no”95. A nuestro juicio, sin embargo, no hay duda de que al sancionar se están ejerciendo
poderes públicos, pues el título que justifica dicha actuación sancionadora es una potestad.
El segundo argumento dice relación con lo siguiente: el contrato administrativo lo
es porque una de sus partes es la Administración, pero ello no obsta a que deba regirse por
criterios de derecho privado, lo que nos pone en un escenario distinto a la legalidad, donde
priman los derechos pactados96. La Corte Suprema también en ocasiones ha seguido esta
línea argumentativa, al declarar por ejemplo, que “las bases administrativas constituyen la
fuente principal de los derechos y deberes de los contratantes a las que deben ajustarse”.97
Esta tesis debe criticarse por dos motivos.
En primer lugar, ya que la Administración no tiene, en estricto rigor, derechos o
facultades. En efecto, “las autoridades estatales tienen atribuidas funciones y no faculta-
des, potestades (porque están establecidas en favor de una persona distinta del titular: la
comunidad)”98. En esta línea, el concepto “derechos” del artículo 7 de la Constitución
(“otra autoridad o derechos”), debe comprenderse como sinónimo de potestad y no de
92
Grisoifa y Compañía Limitada con Central de Abastecimiento del Sistema Nacional del Servicio de Salud
(2003). Mismo razonamiento que el expuesto por la en el Dictamen CGR Nº 34.523 (2013).
93
Soto Kloss (1996) Tomo II, p. 54.
94
Arancibia (2019) p. 42.
95
Lledó y Pardo (2015) p. 55.
96
Lara y García-Huidobro (2014) p. 374.
97
Cas Chile S.A. con Municipalidad de la Pintana (2019), C. 11º.
98
Aróstica (1994) p. 1.
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Aguilera Medina, Cristóbal “Naturaleza jurídica de las multas en la contratación administrativa...”
facultad99. Esto no quiere decir que la Administración no tenga margen alguno para pon-
derar discrecionalmente en materia contractual, pero sí que dicho margen está dado por la
ley: “es también la ley, la que faculta a la Administración a actuar con un cierto grado de
libertad al momento de determinar el contenido de la relación”100.
En segundo lugar, es un error también guiarse por los criterios de derecho privado,
pues, desde el punto de vista normativo, y en el contexto de un contrato administrativo,
las normas del derecho privado se aplican en defecto de las normas de Derecho Público, las
cuales son supletorias respecto de las disposiciones de la Ley Nº 19.886 (artículo 1). Así,
las normas de derecho privado no solo tienen el carácter de última ratio101, sino que deben
ser compatibles con los criterios y principios que establece el derecho público. En lo que
nos interesa, es evidente la incompatibilidad del principio de autonomía de la voluntad en
materia contractual que rige el derecho privado con la institución de la potestad y su mar-
gen que es la legalidad102. Por otro lado, la justicia que rige la relación privada es la justicia
conmutativa, y resultaría injusto y virtualmente imposible que la relación en la que parti-
cipa la Administración sea regida por una justicia diferente a la distributiva, dado que ella
está llamada a distribuir.
99
Valdivia (2018) p. 157.
100
Oelckers (1983) pp. 154-155.
101
Lara y García-Huidobro (2014) p. 375.
102
Aróstica (1994) pp. 10-11.
103
Dictamen CGR Nº 31.616 (1989).
104
Arancibia (2016) p. 184.
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Aguilera Medina, Cristóbal “Naturaleza jurídica de las multas en la contratación administrativa...”
La segunda tensión es la existencia de –por así decir– una especie de trampa jurídica
que subyace a la tesis según la cual la potestad sancionadora puede estar contemplada y
conferida en las bases administrativas. En efecto, las bases son documentos “aprobados por
la autoridad competente”105. Esto quiere decir que no son fruto de la convención, sino que
son “preparadas por la propia Administración, usualmente sin dar participación a quienes
serán los interesados en el proceso licitatorio”106. La Corte Suprema, de hecho, ha definido
las bases como “el conjunto de cláusulas formuladas unilateralmente por el licitante”107.
Esto nos lleva a sostener dos cosas. En primer lugar, que, incluso de ser cierto que la con-
vencionalidad puede ser fuente de potestades, en este caso esta convencionalidad no existi-
ría, o no con toda la intensidad que se ha defendido, pues las bases son fruto de la unilate-
ralidad de la Administración. En segundo lugar, y más importante aún, debemos decir que
la idea de que las bases sean la fuente de la potestad de multar esconde la trampa jurídica
que más arriba anunciábamos: significa reconocer que la propia Administración puede atri-
buirse potestades. Esto, por supuesto, pugna directamente con el principio de legalidad, en
cuanto principio limitador del poder.
En relación con lo anterior, quisiéramos hacer notar una contradicción que a nuestro
juicio esconde la argumentación que la Contraloría ha sostenido en su jurisprudencia. En
efecto, la tesis central de la Contraloría es la siguiente: “las estipulaciones contractuales que
contienen multas asociadas al incumplimiento de las obligaciones convencionales tienen el
carácter de cláusula penal, la que se encuentra definida por el Código Civil en su artículo
1535”108. A la vez, sin embargo, ha sostenido que la “Administración posee ciertas potesta-
des exorbitantes, que difieren de las del derecho común por encontrarse comprometido el
interés colectivo, tales como la facultad de elaborar las bases de licitación”109. Nos parece
que ambas declaraciones son incompatibles entre sí: si aceptamos que la elaboración de las
bases es una potestad exorbitante, la fuente de las potestades que se incorporan en las bases
(como la de sancionar) debe ser necesariamente la ley, pues las bases solo pueden contem-
plar lo que la ley le permite a la autoridad administrativa establecer en el ejercicio de la
potestad de elaborar las bases. En otras palabras, la Administración no puede incorporar en
las bases administrativas ninguna potestad que no se le haya conferido previamente en vir-
tud de una ley y, además, en la medida en que la ley le permita expresamente ejercerla en el
contexto de la ejecución de un contrato administrativo.
Esto significa que la fuerza jurídica que detenta la Administración para sancionar las
infracciones al contrato no encuentra su fuente en el consenso que este (supuestamente)
implica, sino que está dada por la decisión unilateral de la administración: las bases son
actos administrativos. De ahí que es un error denominar “cláusula penal” a la cláusula con-
105
Artículo 2º número 3, decreto Nº 250 de 2004, Ministerio de Hacienda.
106
Moraga (2019) p. 344.
107
Seguridad Integral TMI S.A. con Hospital Barros Luco (2015).
108
Dictamen CGR 47.611 (2013).
109
Dictamen CGR 16.307 (2008).
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Aguilera Medina, Cristóbal “Naturaleza jurídica de las multas en la contratación administrativa...”
tractual que contempla la potestad sancionadora, pues la cláusula penal es de origen con-
vencional110, y la potestad sancionadora es de origen legal y unilateral.
Debido a lo anterior, también debe rechazarse cualquier intento por legitimar la
potestad sancionadora contemplada en las bases en virtud del principio de estricta sujeción
a las bases (artículo 10 inciso tercero de la Ley Nº 19.886). Este principio implica una ob-
servancia marcadamente rigurosa de lo establecido en las bases administrativas y técnicas111.
Con todo, esta observancia solo cobra fuerza en la medida en que aquello que se dispone
en las bases tenga, a su vez, una fuente legal. En efecto: el problema de la legalidad de la
potestad es anterior al problema de la estricta sujeción a las bases, de modo que no es posi-
ble resolver aquel aludiendo a este.
Finalmente, nos parece necesario hacer una última precisión en miras a distinguir
tres aspectos que suelen confundirse en esta discusión. La multa en la contratación admi-
nistrativa opera sobre la base de dos supuestos materiales y un fundamento formal. Por un
lado, es evidente que la multa que cursa la Administración tiene como supuesto material
la infracción del contrato por parte del particular. El segundo supuesto material es el so-
metimiento voluntario del particular a las bases administrativas a través de la celebración
del contrato. Finalmente, se encuentra el que podríamos denominar fundamento formal,
que dice relación con la justificación del poder que se despliega, que es la potestad. Estos
tres aspectos no deben confundirse en lo que se refiere al fundamento de la aplicación de
la multa, pues si bien la multa es una reacción ante la infracción, que puede aplicarse a un
determinado particular ya que tiene la calidad de contratista, su fundamento formal último
es la ley que confiere la potestad de sancionar la infracción.
4. Normativa vigente
En este último apartado analizaremos la multa en la contratación administrativa de
acuerdo a las normas que se establecen en la Ley Nº 19.886 y su Reglamento. También re-
visaremos el problema de atribuciones de potestades implícitas.
110
Corral (2012) pp. 9-12.
111
Valdivia (2018) p. 305.
112
Dictamen CGR Nº 47.611 (2013).
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Aguilera Medina, Cristóbal “Naturaleza jurídica de las multas en la contratación administrativa...”
tercero del artículo 11: “[c]on cargo a estas cauciones podrán hacerse efectivas las multas y
demás sanciones que afecten a los contratistas”.
Como se puede advertir, este inciso tiene por fin facilitar el cobro de las multas y
otras sanciones. Sin embargo, no constituye una norma cuyo objeto sea conferir la potes-
tad sancionadora a los órganos de la Administración que celebran contratos. En efecto, no
parece ser esta una disposición que constituya un “previo apoderamiento legal”113 para la
imposición unilateral de sanciones al contratista que infringe las obligaciones contempladas
en el contrato administrativo114. Dicho de otra manera, no es posible argumentar a partir
de esta norma que la Administración tenga la autorización legal que exige el artículo 7 de la
Constitución para multar en el contexto de la contratación administrativa.
La historia de la ley tampoco nos ofrece mayores luces al respecto. El Mensaje que
concluyó en la Ley Nº 19.886, al referirse a las facultades contractuales que posee la Ad-
ministración, menciona la de “imponer administrativamente las multas pactadas”115. Esta
expresión no se contempló en ninguno de los artículos de la iniciativa en su versión origi-
nal ni en ninguna de las versiones del proyecto a lo largo de su tramitación. Lo que sí se
contempló en la iniciativa original, fue la potestad de la Administración de “imponer admi-
nistrativamente las multas que establezcan las bases”116. Esta disposición, sin embargo, que
podría haber cumplido el estándar exigido por el principio de legalidad, solo prosperó hasta
el estudio del proyecto en la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados (primer
trámite constitucional), en la cual se agregó, luego de la palabra “multa”, la expresión “y
demás sanciones”, y se borró la frase “que establezcan las bases”117.
No habiendo una regulación expresa en la Ley Nº 19.886, nos parece que la potes-
tad de sancionar no ha sido conferida a las autoridades administrativas que celebran contra-
tos en virtud de esta ley. En este sentido, las controversias teóricas y prácticas tienen como
causa precisamente el silencio del legislador a la hora de conferir la potestad de multar118.
113
Cordero (2014) p. 410.
114
No nos referiremos, porque escapa del propósito del trabajo, al problema de la tipicidad de las infracciones.
Se sugiere: Cordero (2014) pp. 415-420 y Lledó y Pardo (2015) p. 61.
115
Historia de la Ley Nº 19.886, p. 11.
116
Artículo 25, Mensaje del Presidente de la República (Histórica de la Ley Nº 19.886, 18).
117
Primer y segundo informe de la Comisión de Hacienda (Historia de la Ley Nº 19.886, 35 y 59).
118
Lledó y Pardo (2015) p. 59.
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Aguilera Medina, Cristóbal “Naturaleza jurídica de las multas en la contratación administrativa...”
para el cual existe y para lo cual se le atribuye”119. Luego, cabe concluir que “[s]in esa expre-
sa atribución de una potestad, simplemente no puede actuar”120.
Frente este escenario, cierta doctrina sostiene que Ley Nº 19.886 reconocería la
procedencia de las multas “en forma indirecta, al ser mencionadas a propósito de otras
instituciones de la contratación administrativa”121. No compartimos esta tesis. Por un lado,
no es suficiente el reconocimiento en forma indirecta. Por otro lado, aun si se aceptara la
suficiencia del reconocimiento indirecto de una potestad, tampoco compartimos que esto
ocurra. Para que exista un reconocimiento indirecto de algo debe existir una base textual
que dé a entender que se está reconociendo ese algo, aunque no sea de un modo claro
(indirecto). En este caso, a pesar de que la disposición aludida se refiere explícitamente a
las sanciones y multas, de ella no se puede desprender que está “reconociendo” la potestad
de multar, en el sentido de que la está estableciendo, admitiendo o, en términos jurídicos,
confiriendo. Por otro lado, la significación “indirecta” de algo es sinónimo de “no signifi-
carlo explícita o claramente”122, lo cual contraviene el término “expresamente” del artículo
7º de la Constitución, expresión que debe entenderse precisamente como un rechazo a las
potestades implícitas.
Otra doctrina define las prerrogativas o potestades implícitas como “un poder exor-
bitante de la Administración que se incluye dentro del marco jurídico del contrato (ley o
reglamento), no obstante que no se encuentre explicitado en su texto”123. De este modo, se
intenta diferenciar lo “implícito” de lo “presumible o tácito”, siendo esto último –y no lo
primero– absolutamente incompatibles con el régimen contractual administrativo vigente124.
La distinción nos parece confusa. Si la potestad está incluida expresamente en la
ley, y no se contempla en las cláusulas del contrato (que pareciera ser la hipótesis a que se
alude), no parece que nos encontremos ante una potestad o prerrogativa “implícita”. Que
una potestad no esté contemplada en las bases administrativas, pero sí en la ley, no significa
que el contrato la incorpore de un modo poco claro o no expreso (implícito), sino que sig-
nifica, sencillamente, que no la contempla; pero desde el punto de vista jurídico esto no es
un problema, pues es la ley la que confiere potestades, y ya las habría conferido antes de la
celebración del contrato.
Sin perjuicio de lo anterior, un argumento que se podría esgrimir para reconocer la
potestad sancionadora implícita en la ejecución de contratos administrativos es el siguiente:
si el legislador ha conferido la potestad para celebrar contratos, naturalmente también ha
conferido potestad para sancionar las infracciones. Esto se argumenta, pues “[l]a potestad
sancionadora de la Administración, que ejerce dentro de un escenario de contratación, es el
correlato necesario de sus atribuciones de control, fiscalización y dirección, puesto que de
nada servirían estas sin un instrumento de coacción efectiva”125. Así, no sería necesario que
119
Soto Kloss (1996) Tomo II, p. 49.
120
Soto Kloss (1996) Tomo II, p. 49.
121
Lara y García-Huidobro (2014) p. 379.
122
Diccionario de la lengua española (2001) 22ª edición, acepción segunda.
123
Moraga (2019) p. 474.
124
Moraga (2019) p. 474.
125
Moraga (2019) p. 492.
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4.3. Reglamento
Como última cuestión, para salvar la potestad sancionadora de la Administración
frente a la infracción de un contrato administrativo, podemos aludir a la tesis de que los
reglamentos pueden complementar ampliamente lo dispuesto en la ley. Sin embargo, el Re-
glamento de la Ley Nº 19.886 tampoco da luces para resolver este problema. El inciso final
del artículo 22 reitera lo que dispone el inciso tercero del artículo 11 de la ley. Por su parte,
126
Arancibia (2019) p. 42.
127
Corral (2012) p. 9.
128
Moraga (2019) p. 492.
129
Soto Kloss (1996) Tomo II, p. 54.
130
Moraga (2019) p. 474.
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III. CONCLUSIONES
Podemos enumerar las siguientes conclusiones:
1. La pregunta sobre la naturaleza jurídica de la multa en la contratación adminis-
trativa se enmarca dentro de una discusión anterior, que dice relación con el problema
131
Dictamen CGR Nº 48.732 (2012).
132
Moraga (2019) p. 497.
133
Cordero (2014) p. 413.
134
Moraga (2019) p. 492.
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