44 Triduo Pascual Jueves Santo JN 13, 1-15 Lavatorio Eucaristia Ex 12,1-8.11-14 1co 11,23-26
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44 Triduo Pascual Jueves Santo JN 13, 1-15 Lavatorio Eucaristia Ex 12,1-8.11-14 1co 11,23-26
✞ ✞ ✞ Padre, en Tus manos abandono mi vida y todo mi ser, para que me vacíes de todos
los pensamientos, palabras, obras, deseos e imágenes que me separan de Ti.
Calma mi sed y sacia mi hambre, lléname de Ti. Con humildad te entrego mi intención
de consentir tu Presencia y acción en mí, sáname, transfórmame, hazme de nuevo.
Ahora mismo anhelo y te pido a nombre de tu Hijo Jesús que me des al Espíritu Santo;
pues ya dispuesta mi alma, por tu gracia y misericordia; espera la luz que abra mi
mente y mi corazón para escucharte y ahí en mi meditación dejarme encontrar,
sorprender, seducir, tocar, y guiar por Ti.
Dime lo que quieres de mi para hacer Tu voluntad y no la mía. Dame el don de la
contemplación y la gracia para ver, aceptar y perseverar sin apegos, en este camino
hacia la Gloria.
✞ ✞ ✞ Señor Jesús, que tu Espíritu, nos ayude a leer las Sagradas Escrituras en el mismo
modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús.
Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de
Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía
ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren.
Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú
estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo
pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu.
Amén
✞✞✞
Jesús, enséñame a gustar la infinitud del Padre. Háblame, Señor Jesús, acerca del
Padre. Hazme niño para hablarme de él como los padres de la tierra conversan con sus
pequeños; hazme amigo tuyo para hablarme de él como hablabas con Lázaro en la
intimidad de Betania; hazme apóstol de tu palabra para decirme de él lo que
conversabas con Juan; recógeme junto a tu Madre como recogiste junto a ella a los doce
en el Cenáculo..., lleno de esperanza para que el Espíritu que prometiste me hable
todavía de él y me enseñe a hablar de él a mis hermanos con la sencillez de la paloma y
el resplandor de la llama (G. CANOVAI, Suscipe Domine).
“JESÚS, GRACIAS POR UNGIRNOS Y SANARNOS”
«Nazaret. Jesús volvió donde se había criado y entró en la sinagoga».
1 RITOS INICIALES
Nos reunimos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
1. Según una antiquísima tradición, en este día se prohíben todas las misas sin
participación del pueblo.
Misa Crismal
2. El obispo ha de ser tenido como el gran sacerdote de su grey, del cual se deriva y
depende, en cierto modo, la vida de sus fieles en Cristo.
La misa Crismal que concelebra el obispo con su presbiterio ha de ser como una
manifestación de la comunión de los presbíteros con él; conviene, pues, que todos los
presbíteros, en cuanto sea posible, participen en ella y comulguen bajo las dos especies.
Para significar la unidad del presbiterio diocesano, conviene que los presbíteros,
procedentes de las diversas zonas de la diócesis, concelebren con el obispo.
La liturgia cristiana recoge el uso del Antiguo Testamento, en el que eran ungidos con el
óleo de la consagración los reyes, sacerdotes y profetas, ya que ellos prefiguraban a
Cristo, cuyo nombre significa «el Ungido del Señor».
Con el santo crisma consagrado por el obispo, se ungen los nuevos bautizados y los
confirmados son sellados, se ungen las manos de los presbíteros, la cabeza de los
obispos y la iglesia y el altar en su dedicación. Con el óleo de los catecúmenos, estos se
preparan y se disponen al bautismo. Con el óleo de los enfermos, estos reciben alivio en
su enfermedad.
Del mismo modo se significa con el santo crisma que los cristianos, injertados por el
bautismo en el Misterio pascual de Cristo, han muerto, han sido sepultados y resucitados
con él, participando de su sacerdocio real y profético, y recibiendo por la confirmación la
unción espiritual del Espíritu Santo que se les da.
Con el óleo de los catecúmenos se extiende el efecto de los exorcismos, pues los
bautizados reciben la fuerza para que puedan renunciar al diablo y al pecado, antes de
que se acerquen y renazcan de la fuente de la vida.
El óleo de los enfermos, cuyo uso atestigua Santiago, remedia las dolencias de alma y
cuerpo de los enfermos, para que puedan soportar y vencer con fortaleza el mal y
conseguir el perdón de los pecados.
La bendición del óleo de los enfermos y del óleo de los catecúmenos, así como la
consagración del crisma, ordinariamente se hacen por el obispo el día de Jueves Santo,
en la misa propia que se celebra por la mañana, siguiendo el orden establecido en el
Pontifical Romano.
3. Pero si el clero y el pueblo tienen dificultad para reunirse con el obispo en este día, la
misa Crismal se puede anticipar a otro día, pero cercano a la Pascua.
4. La materia apta del sacramento es el óleo de las olivas u, oportunamente, otro aceite
vegetal.
El crisma se confecciona con óleo y aromas o esencias aromáticas.
El obispo puede preparar el crisma privadamente antes de la celebración o bien dentro
de la misma acción litúrgica.
La consagración del crisma es de competencia exclusiva del obispo.
El óleo de los catecúmenos es bendecido por el obispo, juntamente con los otros óleos,
en la misa Crismal.
Sin embargo, la facultad de bendecir el óleo de los catecúmenos se concede a los
sacerdotes, cuando en el bautismo de adultos deben hacer la unción en la
correspondiente etapa del catecumenado.
El óleo para la unción de los enfermos debe estar bendecido por el obispo o por un
sacerdote que por derecho propio o por peculiar concesión de la Santa Sede goce de
esta facultad.
Por derecho propio pueden bendecir el óleo de los enfermos:
a) El que, por derecho, se equipara al obispo diocesano.
b) Cualquier sacerdote, en caso de verdadera necesidad.
5. Según la costumbre tradicional de la liturgia latina, la bendición del óleo de los
enfermos se hace antes de finalizar la plegaria eucarística, mientras que la bendición del
óleo de los catecúmenos y la consagración del crisma se hacen después de la comunión.
Pero por razones pastorales, está permitido hacer todo el rito de bendición después de la
liturgia de la Palabra, observando el orden que se describe más adelante. La preparación
del obispo, de los concelebrantes y demás ministros, su entrada en la iglesia y todo lo
que hacen desde el comienzo de la misa hasta el final de la liturgia de la Palabra, se
realiza como en la misa estacional. Los diáconos que toman parte en la bendición de los
óleos, se dirigen al altar delante de los presbíteros concelebrantes. En esta misa no se
dice Credo.
La oración de los fieles, que tiene formulario propio, está unida a la renovación de las
promesas sacerdotales.
Quienes comulgan en esta misa pueden volver a comulgar en la misa vespertina.
Cosas que hay que preparar.
Para la bendición de los óleos, además de lo necesario para celebración de la misa
estacional, prepárese lo siguiente:
En la sacristía o en otro lugar apto: las vasijas de los óleos; aromas para la confección
del crisma, si el obispo quiere hacer la mezcla en la misma acción litúrgica; pan, vino y
agua para la misa, que son llevados juntamente con los óleos antes de la preparación de
los dones.
En el presbiterio: una mesa para colocar las ánforas de los óleos, dispuesta de tal
manera que los fieles puedan ver y participar bien en toda la acción litúrgica; la sede
para el obispo, si la bendición se hace ante el altar.
Jesucristo nos ha hecho reino y sacerdotes para Dios, su Padre. A Él, la gloria y el poder
por los siglos de los siglos. Amén.
• Jesús, concédeme iniciar esta meditación con una actitud abierta y dócil para poder
escuchar y percibir tu presencia. No quiero ser un pasivo espectador, con un corazón
duro y ciego, insensible y mediocre… porque estoy hecho para ser el reflejo de tu amor.
Quiero reconocerte en todas las personas que hoy podría, por amor a Ti, servir.
La enfermedad y el sufrimiento, se han contado siempre entre los problemas más graves
que aquejan la vida humana, y donde el hombre experimenta muchas veces su
impotencia y sus límites. La Iglesia cree y confiesa que existe un Sacramento, instituido
por Cristo, destinado a reconfortar a los atribulados por la enfermedad: La Unción de los
Enfermos. Hoy celebramos este Sacramento, Cristo médico del cuerpo y del alma, dará
la gracia necesaria, para afrontar tan difícil situación. Aceptémoslo y recibámoslo con
mucha Fe.
✞ ✞ ✞ Acto penitencial
Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu
inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos
gracias. Señor Dios, rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único,
Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre. Tú que quitas el pecado del
mundo, ten piedad de nosotros; Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra
súplica. Tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros. Porque
solo Tú eres Santo, solo Tú Señor, solo Tú Altísimo, Jesucristo. Con el Espíritu Santo, en
la gloria de Dios Padre.
7. ✞ ✞ ✞ Oración Colecta:
Oh, Dios, que por la unción del Espíritu Santo constituiste a tu Hijo Mesías y Señor,
concede, propicio, a quienes hiciste partícipes de su consagración, ser testigos de la
redención en el mundo. Por nuestro Señor Jesucristo.
2 LITURGIA DE LA PALABRA
✞ ✞ ✞ Primera lectura: Isaías 61, 1-3a-6a. 8b-9
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✞ ✞ ✞ Salmo
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Versículo antes del Evangelio Cf. Is 61, 1 (Lc 4, 18ac)
El Espíritu del Señor está sobre mí: me he enviado a evangelizar a los pobres.
R/. Honor y gloria a Ti, Señor Jesús.
✞ ✞ ✞ “Padre, dame tu bendición”: “El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies
dignamente su Evangelio en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”
[1] Como las que señala un maestro espiritual, el padre Claude Judde; una de esas
frases que acompañan nuestras decisiones y contienen “la última palabra”, esa que
inclina la decisión y mueve a una persona o a un grupo a actuar. Cf. C. Judde, Oeuvres
spirituaelles II, 1883, Instruction sur la connaisance de soi même, 313-319, en M.A.
Fiorito, Buscar y hallar la voluntad de Dios, Bs. As., Paulinas 2000, 248 ss.
[2] “Antilegomenon” quiere decir que se hablaría en contra de Él, que algunos hablarían
bien y otros mal.
[3] Cf. Centuria 1, 8-13.
[4] Cf. Homilía en la Misa en Santa Marta, 29 mayo 2013.
Jesús cumple las promesas de Dios a favor de todos (4, 16-30). Este relato
programático del ministerio de Jesús es un ejemplo fundamental del modo en el que
Lucas ordena sus materiales de acuerdo con el principio teológico promesa-cumplimiento
(cf. 1,1-4). Para la descripción de la predicación inaugural de Jesús, Lucas utilizó como
una de sus fuentes Mc 6,1-6a, un pasaje que no describe el inicio del ministerio de
Jesús. También utilizó materiales de la tradición en los w. 23 y 25-27. Los w. 17-21 y
28-30, que dejan traslucir motivos teológicos típicamente lucanos, proceden de su
propia mano. Cf. FEL 425.
Jesús en Nazaret (4,14-30). Lc introduce el incidente de Nazaret dando cuenta del
retorno de Jesús a Galilea (Mt 4,12; Mc 1, 14 par.). Los dos versículos introductorios
(14-15) contienen expresiones y términos especialmente queridos de Lucas. No sólo se
subraya la intervención del Espíritu, sino que Lc se complace en señalar el entusiasmo
con que la multitud celebra la presencia de Jesús. Una expresión casi idéntica vuelve a
aparecer en 5,25s; 7,16; 13,13; 17,15; 18,43; 23,47; Act 4,21; 13,48; 21,20. Se anota
frecuentemente la reacción psicológica del auditorio: 3,15; 9,43; 11,1.29; 13,1; 17,20;
18,1.9; 19,11. Mientras Mc 1,14s lanza una llamada a la penitencia porque el reino está
cerca, Le destaca la llamada dirigida a los humildes para que acepten el reino del
Espíritu. El relato de Lc sobre la repulsa de Jesús por sus paisanos combina tres, o al
menos dos, visitas diferentes a la ciudad. La primera (Lc 4,6-22a) es consignada
también por Mt 4,13; la dependencia de ambos autores con respecto a una fuente
común en este punto parece atestiguada por la lectura «Nazara», que no aparece en
ningún otro lugar del NT. Mt ofrece el contexto histórico de la visita. Algunos defienden
que Lc 4,22b-30 refleja dos visitas diferentes a Nazaret, ya que sólo los vv. 22b-24
tienen su correspondiente paralelo en Mt 13,54-58 y Me 6,1-6 ( = Jn 4, 44; 6,42?). Más
adelante, cuando Lc utiliza Mc como fuente de información (Mc 5,43 = Lc 8,56; Mc 6,7 =
Lc 9,1), pasa por alto el episodio de Nazaret (Mc 6,1-6). Dado que los vv. 25-30 son
claramente lucanos, no precisamente por el contenido, sino más bien por el punto de
vista doctrinal, es posible que Lucas se limite a aprovechar la ocasión para desarrollar su
propia teología de la repulsa sufrida por Jesús entre los suyos y la vocación de los
gentiles (cf. A. George, BiViChr 59 [1964], 17-29).
16-22a. Se consigna aquí la primera visita de Jesús a Nazaret después de iniciado su
ministerio (Mt 4,13 par.). No estamos muy seguros acerca de cómo eran los cultos
sabáticos de la sinagoga en tiempos de Jesús, pero en época ligeramente posterior
incluían: 1) dos plegarias, la Sema (Dt 6,4-9; 11,13-21; Nm 15,37-41; cf. Lc 10,27) y el
Semoneh esreh («Dieciocho [bendiciones]»); 2) dos lecturas, una de la Torah y otra de
los Profetas (bien de los libros proféticos anteriores [Jos, Jue, Sm, Re], bien de los libros
proféticos posteriores [Is, Jr, Ez y los doce Profetas Menores]); 3) una explicación u
homilía (cf. Act 13,15); 4) finalmente, la bendición sacerdotal (Nm 6,22-27); cf. Str-B 4,
153-88; E. Schürer, HJPTJC 2/2, 52-89; A. Edersheim, The Life and Times of Jesús the
Messiah (Nueva York, 81904), I, 430-50.
16. donde se había criado: Es importante, desde el principio, para la interpretación de
la reacción de los habitantes en el problemático v. 22, que nos demos cuenta de que los
compatriotas de Jesús en la oscura y diminuta Nazaret (cf. Jn 1,46) piensan que lo
conocen totalmente.
Sinagoga: Parece que, durante el s. 1 d.C., el culto sinagogal del sábado consistía en el
cántico de un salmo, la recitación del Shema Israel y las dieciocho bendiciones, una
lectura de la Torá y otra de los Profetas, una homilía sobre el significado de estas
lecturas, una bendición del presidente y la bendición sacerdotal de Nm 6,24-27. Es
altamente controvertido si en esta época existía un ciclo trienal de lecturas.
Sábado: Este es el primero de los seis incidentes provocados por la actividad de Jesús
en día de sábado: cf. 4,31-37; 6,1-5; 6,6-11; 13,10-17; 14,1-6. Nos encontramos ante
un relato programático para interpretar las actividades que Jesús realizaba en sábado: el
sábado está subordinado a Jesús porque Él es el cumplimiento escatológico de las
promesas de Dios para el hambriento, el enfermo y el encarcelado. Cf. S. G. Wilson,
Luke and the Law (SNTSMS 50, Cambridge 1983) 35.
Como era su costumbre: Lucas subraya la continuidad entre lo antiguo y lo nuevo;
Jesús está en la línea de la mejor tradición de Israel.
17. encontró el pasaje: Nos hallamos ante la teología lucana de promesa-
cumplimiento. Como el análisis de los w. 18-19 dejará claro, este texto isaiano no se
encontraba en ninguno de los rollos de la sinagoga. Es una composición artística,
formada por la combinación de 1s 61,1-2 e 1s 58,6, que deja traslucir el colorido propio
de la cristología lucana.
Encontró el lugar: Accidentalmente, al abrir el rollo por un pasaje de Is (H. Preisker,
ThDNT 2, 769-70), o buscándolo deliberadamente (mayoría de los comentaristas). Esta
es la única alusión clara en los evangelios a que Jesús supiera leer. 18-19. Al citar Is
61,1-2, Jesús omite una línea, «sanar a los contritos de corazón»; Lucas reserva el
verbo «curar» (iaomai) para las curaciones físicas; poco más adelante (v. 23), Jesús se
niega a realizar curaciones de este tipo en Nazaret, pues lo que ahora le preocupa es la
predicación y la renovación interior. Por consiguiente, en lugar de la línea suprimida se
pone otra tomada de Is 58,6: «para liberar a los oprimidos». Aunque la Vg. y algunos
manuscritos griegos tardíos incluyen «y el día de la venganza» al final del v. 19, otros
importantes manuscritos no contienen estas palabras, que para Lucas supondrían una
insistencia excesiva en la idea del castigo; en 7,22, al citar de nuevo a Is, suprime estas
mismas palabras. 18. el espíritu del Señor está sobre mí: En Lc se alude así al bautismo
de Jesús (3,22; Act 10,38).
18-19. Este texto está formado por 1s 61,1a.b.d; 58,6d; 61,2a. En la cita de 1s 61, que
los esenios de Qumrán también se aplicaban (llQMelq), Lucas omite aquellos elementos
que podrían espiritualizar el texto o restringir su focalización sobre el «verdadero»
Israel. En este sentido, omite 1s 61, 1c: «a vendar los corazones rotos«, y también 1s
61,2b-3a: « (para anunciar) un día de venganza, para consolar a todos los que lloran,
para darles a los afligidos de Sión gloria en lugar de ceniza». Añade 1s 58,6, que se
encuentra en un pasaje que describe el verdadero ayuno que Yahvé desea, referido a la
liberación de los que estaban cargados de deudas. Cf. R. Albertz, ZNW 74 (1983) 182-
206. Espíritu del Señor: Desde 1,35 y 3,22, el lector sabe que Jesús posee el Espíritu.
Ahora se subraya la finalidad de ese don del Espíritu: beneficiar a los desgraciados por
causas económicas, físicas y sociales.
Para llevar buenas noticias a los pobres: En 7,22 Jesús señala esta acción como
prueba de su misión mesiánica. Usado sin artículo en griego, el término «pobres» se
refiere a una cualidad o estado más que a los pobres como personas individuales (cf.
GrBib § 171).
Mediante su modificación de 1s 61, esp. por la introducción de 1s 58,6, Lucas muestra
que el término «el pobre» no debe interpretarse metafóricamente como el «Israel
necesitado», objeto del favor de Dios cuando acontezca la mueva restauración». Lucas
intensificará este mensaje universalista en los w. 25-27. Como dejará claro el análisis de
6,20-26; 7,22 y 14,13.21, es en este contexto en el que debemos interpretar el sentido
de «pobre».
Liberar a los encarcelados: A veces, este aspecto del ministerio de Jesús parece
cumplirse en 13,10-17 y 23,39-43, pero resulta mucho mejor considerarlo como una
referencia a los que están encarcelados a causa de las deudas. Jesús se dirigirá a los
presuntos responsables de estos encarcelamientos en 6,35.37. La imagen del jubileo
bíblico aparece también en la superficie de esta frase. El año jubilar se celebraba cada
cincuenta años. En este año, los campos se dejaban en barbecho, las personas
regresaban a sus casas, las deudas eran canceladas y los esclavos liberados. La imagen
que subyace tras todo esto es la de la restauración, nuevo comienzo, fe en la soberanía
de Dios, y la convicción de que las estructuras económicas y sociales debían reflejar el
reino de Dios. Cf. S. H. Ringe, Jesus, Liberation, and the Biblical Jubilee (OBT, Filadelfia
1985); R. B. Sloan, The Favorable Ear of the Lord (Austin 1977). En griego «liberar» se
dice aphesis. La versión LXX de Lv 25,10 utiliza aphesis como traducción del hebr.
«Jubileo»; en Dt 15, 1-11 (LXX), el año sabático es denominado aphesis (cf. además Ex
23,10-11). Que estas reflexiones sobre el jubileo eran contemporáneas de Lucas tiene
una confirmación en Qumrán. En sus reflexiones sobre el final de los tiempos, los
esenios relacionaban 1s 6 1,1 con Lv 25,10-13 y Dt 15,2 (cf. llQMelq), e identificaban la
«liberación» con la de los deudores durante el año jubilar. Aunque este trasfondo
socioeconómico del jubileo está muy presente en todo este pasaje, no deberíamos pasar
por alto que aphesis es también la palabra que Lucas utiliza para referirse al «perdón»
(de los pecados), p.ej., 24,47.
Liberar a los oprimidos: Esta frase de 1s 58,6 contiene también el término aphesis. El
gr. thrauó, tras el término «oprimidos», significa literalmente «romper en fragmentos»
(como, p.ej., una roca). En un sentido figurativo significa «romper», «oprimir
espiritualmente». Cf. BAGD 363. Según Neh 5,1-10, es plausible que «oprimidos» se
refiera a los oprimidos por las deudas y el encarcelamiento.
Me ha enviado: El tiempo perfecto del verbo griego indica algo más que el mero hecho
de ser enviado; indica que el enviado ya ha llegado y que se le puede encontrar en la
persona de Jesús, para anunciar el día de gracia concedido por el Señor: Todas las
esperanzas del año jubilar (Lv 25,8-55), cuando se cancelaban las deudas y todas las
posesiones retornaban a sus primitivos dueños, se cumplen con la presencia mesiánica
de Jesús. El año jubilar se caracteriza por el universalismo, pues esta celebración tiene
como origen la afirmación divina de que « [toda] la tierra es mía, y vosotros no sois más
que forasteros» (Lv 25,23). Dios la reparte graciosamente entre todos sus elegidos.
Para proclamar el año aceptable del Señor: Lucas ha cambiado el vb. Kalesai (1s
61,2a LXX), «llamar», por kéryxai, «proclamar». Para Lucas, se trata de la proclamación
de que Dios ha cumplido en Jesús las antiguas promesas. De nuevo aparecen las
imágenes jubilares. En griego «aceptable» se dice dektos; este término volverá a
aparecer en el v. 24, con referencia al tema del profeta «aceptado». El ministerio de
Jesús es el único que Dios acepta, puesto que no limita sus palabras y acciones a su
propio pueblo; su ministerio que no conoce límites será precisamente la razón por la que
aquel pueblo no lo aceptará, ni a él ni sus palabras. Cf. D. Hill, NovT 13 (1971) 169.
21. hoy se ha cumplido esta Escritura ante vuestros oídos: Estas palabras reflejan
la manera en que la Biblia entiende el poder de la palabra divina (Is 55,10s). Una vez
más, el tiempo perfecto del verbo (peplérotai) indica que la salvación se está haciendo
presente en la persona de Jesús; los efectos de esta presencia o, mejor dicho, su
presencia mantenida mediante el don del Espíritu en la predicación de los profetas y los
apóstoles (Ef 2,20) hace que la palabra divina se experimente continuamente (cf. H.
Conzelmann, Theology of St. Luke, 36-37).
La palabra «hoy» introduce un tema lucano importante (cf. también 2,11; 22,61;
23,43); no debería interpretarse como un dato referido al tiempo histórico de Jesús. Se
trata, más bien, de una referencia al tiempo actual del cumplimiento (no obstante
Conzelmann, TL 62; cf. Schweizer, Good News 89). Las primeras palabras del Jesús
adulto, en Lucas, tratan del tema de la fidelidad de Dios a la promesa.
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• La predicación de Jesús en Nazaret empieza con un rito: entra en la sinagoga, se
levanta a leer, le entregan el libro y al abrirlo encuentra el pasaje... (w. 16ss). El
momento es muy solemne y Lucas lo subraya con vigor: es una característica que se
puede detectar con bastante facilidad en todo el relato. La página profética es
proclamada por el mismo Jesús, que no tarda en dar la interpretación de la misma:
«.Hoy se ha cumplido el pasaje de la Escritura que acabáis de escuchar» (v. 11).
Jesús es verdadero profeta, incluso el profeta escatológico (cf. Le 16,16), porque la
profecía que proclama se cumple en su predicación, en sus gestos, en su persona. Por
eso su tiempo es un kairós -un tiempo providencial para cualquiera que se abra
mediante la escucha a la acogida del mensaje que salva. Y es la presencia de Jesús en
persona la que justifica el valor de este «hoy» (v. 21).
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Oración inicial
Dios todopoderoso, de quien procede todo bien, siembra en nuestros corazones el amor
de tu Nombre, para que, haciendo más religiosa nuestra vida, acrecientes el bien en
nosotros y con solicitud amorosa lo conserves. Por nuestro Señor.
Del Evangelio según Lucas 4, 16-30
Reflexión
• Lucas 4,16-19: La propuesta de Jesús. Impulsado por el Espíritu Santo, Jesús ha
vuelto a Galilea (Lc 4,14) y empieza a anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios. Va a
las comunidades, enseña en las sinagogas y llega a Nazaret, donde se había criado.
Vuelve a la comunidad, donde había participado desde pequeño, y durante treinta años.
El sábado después, y como solía hacer, Jesús va a la sinagoga para participar en la
celebración, se levanta para hacer la lectura. Escoge un texto de Isaías que habla de los
pobres, de los presos, de los ciegos y de los oprimidos (Is 61,1-2). Este texto refleja la
situación de la gente de Galilea en el tiempo de Jesús. La experiencia que Jesús tenía de
Dios Padre, lleno de amor, le daba una mirada nueva para observar la realidad. En
nombre de Dios, Jesús toma postura en defensa de la vida de su pueblo y, con las
palabras de Isaías, define su misión: (1) anunciar la Buena Nueva a los pobres, (2)
proclamar a los presos la liberación, (3) devolver la vista a los ciegos, (4) devolver la
libertad a los oprimidos y, retomando la antigua tradición de los profetas, (5) proclamar
“un año de gracia de parte del Señor”. ¡Proclama el año del jubileo!
• En la Biblia, el “Año del Jubileo” era una ley importante. Cada siete años, inicialmente,
(Dt 15,1; Lev 25,3), era necesario devolver las tierras a los clanes de los orígenes.
Todos debían poder volver a su propiedad. Y así se impedía la formación de latifundios y
se garantizaba la supervivencia de las familias. Era necesario perdonar también las
deudas y rescatar a las personas que se habían tomado como esclavos (Dt 15,1-18). No
fue fácil realizar el año del jubileo cada siete años (Cf. Jer 34,8-16). Después del exilio,
se decidió hacerlo cada cincuenta años (Lev 25,8-12). El objetivo era y sigue siendo:
reestablecer los derechos de los pobres, acoger a los excluidos y reintegrarlos en la
convivencia. El jubileo era un instrumento legal para volver al sentido original de la Ley
de Dios. Era una ocasión ofrecida por Dios para hacer una revisión del camino, para
descubrir y corregir los errores y empezar de nuevo. Jesús empieza su predicación
proclamando un Jubileo “Un año de gracia del Señor”.
• Lucas 4,20-22: Enlazar Biblia y Vida. Terminada la lectura, Jesús actualiza el texto
de Isaías diciendo: “¡Esta Escritura que acabáis de oír se ha cumplido hoy!” Asumiendo
las palabras de Isaías como palabras suyas, Jesús les da un sentido pleno y definitivo y
se declara mesías que viene a cumplir la profecía. Esta manera de actualizar el texto
provoca una reacción de rabia entre los que se encuentran en la sinagoga. Quedan
escandalizados y no quieren saber nada de él. No aceptan que Jesús sea el mesías
anunciado por Isaías. Decían: “¿Acaso no es éste el hijo de José?” Quedan
escandalizados porque Jesús habla de acoger a los pobres, a los ciegos y a los
oprimidos. La gente no acepta la propuesta de Jesús. Y así en el momento en que
presenta el proyecto de acoger a los excluidos, el mismo es excluido.
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• Tanto Pablo como Lucas tocan en esta liturgia de la Palabra el tema de la predicación.
Este se sitúa en el comienzo del camino de la fe, que por su propia naturaleza lleva a la
salvación. Es ésta una ocasión propicia para detenernos en el valor teológico de la
predicación, entendida como acto litúrgico que, en cuanto tal, participa de la economía
sacramental. Esta última, en efecto, nos viene dada a través de los signos litúrgicos -y
entre ellos hemos de enumerar, a buen seguro, la predicación-, los cuales «realizan lo
que significan».
La predicación es antes que nada un acontecimiento de gracia: como los habitantes de
Corinto, como los contemporáneos de Elías y de Eliseo y como los contemporáneos de
Jesús, también nosotros nos encontramos situados no ante un acontecimiento
puramente humano, aunque en ocasiones sea digno de admiración, sino ante un gesto
que, aunque sea en medio de la debilidad, es portador de un mensaje ajeno -el de Dios-
y de una gracia que viene de lo alto. La predicación cristiana se vale de las profecías
veterotestamentarias, pero se sitúa en el presente histórico: «Hoy se ha cumplido el
pasaje de la Escritura que acabáis de escuchar». La referencia a los tiempos pasados no
es, obviamente, un alarde de cultura, sino más bien memoria actualizadora de algunas
profecías que contienen una promesa divina. De modo similar, la referencia al presente
histórico no es violencia a la libertad de los individuos, sino más bien una invitación
autorizada a no prescindir, por pereza o por ligereza, de la Palabra de Dios. Por último,
la predicación apostólica se encuentra en el comienzo de un itinerario de fe que Pablo,
entre otros, se encarga de trazar también en los dos primeros capítulos de su primera
carta a los cristianos de Tesalónica.
Quien tenga la paciencia de leerlos encontrará en ellos un esbozo bastante completo de
la «teología de la predicación». De todos modos, aconsejamos sopesar todo esto con lo
que escribe Pablo en 1 Tes 2,13: «Por todo ello, no cesamos de dar gracias a Dios, pues
al recibir la Palabra de Dios que os anunciamos, la abrazasteis no como palabra de
hombre, sino como lo que es en realidad, como Palabra de Dios, que sigue actuando en
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Ese hombre llamado Jesús. Lucas 4,16-30. ¿Primera predicación en Nazaret? Desde
luego; pero detrás de Jesús, que entra en la sinagoga para tomar el libro de las
Escrituras y comentar al profeta Isaías, está Pablo, que predica a los judíos de la
sinagoga, y Esteban, cuyo discurso provocó la ira de los miembros del sanedrín. Por lo
demás, detrás de todo el evangelio de Lucas están los Hechos de los apóstoles, o sea, la
experiencia acumulada a lo largo de los viajes misioneros.
Primera predicación... Movido por el Espíritu de su bautismo, Jesús habla a los judíos por
primera vez; de sus labios sale un mensaje de gracia. Relee su misión a la luz de Isaías:
ha sido enviado para anunciar el «año» de beneficios de parte del Señor, un año jubilar,
el año de la liberación de la tierra y de los hombres. Mensaje de gracia, porque Jesús ha
interrumpido intencionadamente la cita del profeta antes de su final amenazador: «un
día de venganza de nuestro Dios». El año jubilar es, pues, el del Gran Perdón.
Pero la vida de Jesús atestiguará el hecho de que un profeta no es nunca bien acogido
en su tierra. La gente de Nazaret conocía demasiado bien al hijo del carpintero; no
lograrán descubrir al Hombre nuevo, marcado por el Espíritu. Entonces, como lo
atestigua el pasado, hay que dejar la Sinagoga y llevar la palabra a los paganos, tanto a
la viuda de Sarepta como al leproso sirio.
• «Vino (Jesús) a Nazaret donde se había criado». Se llamaba Jesús de Nazaret. Y los
primeros apóstoles anunciaban lo siguiente: «A Jesús Nazareno... vosotros lo matasteis
clavándole en la cruz por mano de los impíos; a éste, Dios le resucitó de entre los
muertos».
«Será llamado Nazareno...» No creemos en una idea, sino en un hombre situado en el
tiempo y en el espacio. Lo que anunciamos es una realidad de nuestra historia, no unas
ideas; no sólo unas experiencias místicas, ni mucho menos una ideología, sino un
acontecimiento sucedido y experimentado en medio de unos hombres concretos, que
fueron desde entonces testigos y heraldos de la Palabra.
Jesús no es un mito. Es un hombre que vivió en un contexto temporal, en un ambiente
sociológico determinado. Arraigado en un terruño, en un linaje, perteneció a una familia,
aprendió la Biblia con los demás. Trabajó como carpintero, que era algo así como «un
hombre para todo» en aquella época. Tuvo amigos de todas clases, discutió con los
representantes de la religión oficial y de las diversas sectas. Habló, actuó, vivió en
medio de un pueblo muy concreto, adoptando su fe y sus costumbres, hablando su
lenguaje, participando de su psicología.
Jesús es un hecho, y nuestro cristianismo sería falso si no tomásemos en cuenta la
verdad «carnal» de ese hecho, la densidad de la encarnación. Jesús es un hombre; y lo
que importa es qué hombre fue. Ese es el motivo de las cuestiones que se plantearon en
Nazaret, cuando el evangelista Lucas nos presenta, en el pórtico de su relato, un retrato
de Jesús. Porque la realidad de la encarnación no agota la inteligencia de estas tres
palabras: Jesús de Nazaret. El escándalo nace de la vinculación entre estas dos
afirmaciones: Jesús es de Nazaret; pero es también aquel que, al desarrollar el libro de
las Escrituras en la sinagoga, declara a propósito del pasaje de Isaías: «Esta Escritura
que acabáis de oír se ha cumplido hoy».
En ese hombre creemos que se concentra toda la aventura de los hombres con Dios. Él
es la cima y el todo de la Revelación. «Esta Escritura se ha cumplido hoy». Un hoy
eterno, ya que es la provocación permanente de ese hombre llamado Jesús. No creemos
solamente en un gran hombre, en un héroe admirable de nuestra humanidad.
Afirmamos que él es «la última palabra» de Dios.
«Esta Escritura se ha cumplido hoy». Hoy se ha cumplido el encuentro. Ya que es en
nuestro hoy vulgar en donde nos vemos provocados a la fe. Y se abre ante nosotros
toda la grandeza de nuestra vida cotidiana: es ahí, en el hoy humilde de cada día, donde
encontramos a Dios cuando, al confrontarnos con la revelación de este hombre Jesús,
decimos: «Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna». Sólo estas
palabras dicen de verdad la totalidad del misterio.
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Indudablemente el lugar más difícil para dar testimonio es nuestra propia casa, nuestro
propio ambiente; sin embargo, no por ello debemos dejar de hacer nuestro mejor
esfuerzo para que Jesús sea conocido, ya que el día de nuestro bautismo se cumplieron
para nosotros las mismas palabras del profeta, pues hemos sido llenos del Espíritu
Santo.
Cada cristiano es enviado a proclamar la libertad a los cautivos, a los que viven presos
del pecado y del egoísmo; a dar la vista a los ciegos, a quienes no se dan cuenta de lo
hermoso que es vivir en gracia en este mundo maravilloso que Dios creó para nosotros.
A liberar también a los oprimidos por la angustia y la desesperación que causa el
materialismo y a proclamar el año de gracia del Señor, es decir, un tiempo propicio para
regresar a Dios.
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La fuerza y la realidad del Reino de Cristo están presente entre los hombres. El Reino ha
dejado de ser una meta de simple futuro a la que tendemos: es la verdad, la novedad
del mundo que Cristo suscita. Cuando Jesús proclama: «Hoy se ha cumplido el pasaje de
la Escritura», anuncia que ha llegado el espíritu de la liberación definitiva. Alude a una
verdad fundamental, a la exigencia de conversión-liberación ínsita en todo corazón
humano. Todos estamos incluidos: los cristianos que en nuestro mundo interior somos
todavía paganos y los que, aunque parezcan completamente extraños a la fe, con
frecuencia albergan no pocas chispas del fuego evangélico.
Lucas dice que el Mesías ha sido «ungido para anunciar la Buena Noticia a los pobres»;
ahora bien, no hay que ver en esta expresión una precisión únicamente sociológica.
Todos los hombres, en la medida en que no conocen a Dios, centro y sentido de toda
existencia, se encuentran en un estado de extrema miseria y, por consiguiente, sea cual
sea su condición económica, debemos colocarlos entre los pobres que esperan la Buena
Noticia. En consecuencia, el que anuncia no debe hacer exclusiones. ¿De quién
partiremos? Ha surgido estos años la costumbre de decir que debemos «partir de los
últimos». Tal vez sea más sencillo no alejarnos de la locución preferida por el Jesús de
Lucas y decir que es preciso partir del «prójimo».
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18 s. Buena Nueva: en griego “euangelion” (Evangelio). Jesús cita aquí Is. 61, 1 s. sólo
en la parte relativa a su primera venida. Véase allí la nota.
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Noticias buenas porque son de parte de Dios. ¿Y por qué el gozo del Evangelio
choca con la muralla de la indiferencia? Si los que han gustado del encuentro con Jesús
han quedado cautivados, ¿por qué tantos se privan de esta experiencia feliz?
Nos invitamos a penetrar en la Sinagoga del pueblo de Jesús. Es sábado y, como buen
judío, Jesús quiere participar con sus paisanos en la lectura de la Palabra. Se pone en
pie, y los ojos de todos quedan prendidos de él. La admiración por Jesús llena la sala.
Aparece Jesús como profeta; más grande que el profeta que iba a proclamar, Isaías. Le
toca un mensaje fascinante: mira a los cautivos, a los ciegos, a los pobres y a los
oprimidos y les ofrece libertad, año de gracia, Buena Noticia. Mensaje enteramente de
gracia. La bomba estalla cuando Jesús añade de su cosecha: “Hoy se cumple esta
Escritura”. Y las reacciones de la gente no se hacen esperar. Quienes quedan
embobados por tanta gracia, tanta belleza, tanta cercanía a las aspiraciones del corazón
del hombre; y quienes “se ponen furiosos y empujan a Jesús para despeñarlo”.
Acaso esperaban un mensaje más pegado a sus intereses pequeños y nacionalistas,
menos entregado al servicio y consuelo de todos; acaso, otros, tenían el corazón herido
por la envidia, los intereses religiosos o los prejuicios cultuales.
Nosotros, hoy, también fijamos los ojos en él, en el Maestro de Nazaret. En Él, por Él y
con el mismo realismo que Él, nos sentimos ungidos por el Espíritu del Señor; nos
sentimos agraciados, tocados, enviados para comunicar a los hombres y mujeres de hoy
buenas noticias, de parte de Dios. Él nos quiere, somos su encanto, está cerca de los
que sufren, no se olvida nunca de nosotros. ¿No este el estilo de mirar y anunciar a Dios
del Papa Francisco? Pudiera ser que, como el Maestro, sintamos el aguijón de una
pésima respuesta, de un rechazo de lo que nosotros juzgamos tan valioso. Tal vez la
amargura del fracaso nos doblegue, a veces. En ocasiones, se reirán de nosotros cuando
hablamos así de Dios y su mensaje de gracia, y nos llamarán ingenuos, buenistas (qué
palabreja han inventado) o reduccionistas del misterio de Dios. ¡Qué importa! Si nos
sentimos, de verdad, ungidos, amados, urgidos por la caridad, los hombres verán la
gloria de Dios, el Evangelio humanizará el mundo y nosotros seguiremos escuchando la
voz de Jesús: “El Padre os ama, id por el mundo, yo estaré siempre con vosotros”.
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2 Señor Jesús, hablaste ayer, pero, sordos a tu mensaje de salvación, «todos los que
estaban en la sinagoga se llenaron de indignación». Sigues hablando hoy para proclamar
de nuevo el amor del Padre que nos libera de toda opresión, pero pocos te escuchan y te
aceptan. Hablarás mañana y tu anuncio seguirá siendo de nuevo incómodo y muchos
intentarán alejarte. ¿Por qué? Tu Palabra, Señor, sólo encuentra morada en un corazón
abierto al Espíritu y a la sorprendente novedad de tu Evangelio: al que anuncia le es
indispensable hacerse un corazón impregnado de verdad, libre de miedos, de objetivos
personales, de presiones inútiles; estar preocupado únicamente por hacer conocer al
Padre y su amor ilimitado por la humanidad; al que escucha le es indispensable tener un
corazón deseoso de conocer al Señor que pasa y le invita. Tu Palabra, Señor, tiene
siempre en sí misma el poder de sanar y de curar: con tal de que sea acogida
libremente, nos transforma por dentro y obra maravillas. www.santaclaradeestella.es
3 ¡Oh, cuánto amo tu ley! Todo el día la medito. Tu mandato me hace más sabio que
mis enemigos, porque es mío para siempre. (Sal 119,97-78) www.ocarm.org
4 ¡Padre nuestro, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero! Creo en Ti, en Cristo
Jesús, y en el Espíritu Santo. Reconozco hoy tu misión Jesús mío, pero, me pregunto y
¿Dónde está mi misión? Si te escucho: ¿Por qué no confío en Ti? Si te llamo: ¿Por qué
no confío en Ti? Si sé que el Espíritu Santo está sobre Ti: ¿Por qué no confío en Ti? Si
nos has traído las Buenas Nuevas a los pobres: ¿Por qué no confío en Ti? Si has traído la
libertad y eres la Salvación nuestra: ¿Por qué no confío en Ti?
Danos Padre nuestro, por el Santo Nombre de Cristo Jesús, la gracia de creerte, de
entregarnos a ciegas a Jesús, y aceptar en nuestro corazón al Dulce Huésped del Alma.
Danos fe, mucha fe, muchísima fe, y que jamás nos indignemos al escuchar de Ti,
porque verdaderamente eres Tú, nuestro Señor y Salvador. Amén www.dario.res
5 Nuestros ojos -como los de todos los que te escuchaban en la sinagoga de Nazaret-
están fijos en ti, Señor. Haz que acojamos con alegría y con un corazón exento de
prejuicios la salvación que hoy has venido a traernos. Sólo tú eres, en efecto, para
nosotros, la Buena Noticia, la única capaz de cambiar nuestra pobreza en auténtica
riqueza, de vencer todas nuestras esclavitudes y opresiones, para que, por fin libres, te
sigamos a ti, el más bello entre los hijos de los hombres, el Único en cuyo rostro
podemos ver y contemplar al Padre. www.evangeliodeLucas.GiorgioZevini
5 Contemplación. ¿Cómo interiorizamos la palabra de Dios? La palabra en el
corazón de los Padres.
¿Os dais cuenta, hermanos, de lo peligroso que puede resultar callarse? El malvado
muere, y muere con razón; muere en su pecado y en su impiedad, pero lo ha matado la
negligencia del mal pastor. Pues podría haber encontrado al pastor que vive y que dice:
Por mi vida, oráculo del Señor, pero como fue negligente el que recibió el encargo de
amonestarlo y no lo hizo, él morirá con razón, y con razón se condenará el otro. En
cambio, como dice el texto sagrado: «Si advirtieses al impío, al que yo hubiese
amenazado con la muerte: Eres reo de muerte, y él no se preocupa de evitar la espada
amenazadora, y viene la espada y acaba con él, él morirá en su pecado, y tú, en
cambio, habrás salvado tu alma». Por eso precisamente, a nosotros nos toca no
callarnos, más vosotros, en el caso de que nos callemos, no dejéis de escuchar las
palabras del Pastor en las sagradas Escrituras (san Agustín, Sermón sobre los pastores,
46,20ss, enCCL41, 546ss). www.santaclaradeestella.es
El amor de Dios no es sólo una presencia dulce y delicada en el alma, sino también una
fuerza que actúa cuando se ofrece a nosotros. En consecuencia, es útil investigar cuál es
el valor de su obra cuando entra en acción; cuál es su fuerza, cuál es su esplendor y su
consistencia. Era natural que una realidad de tanta importancia, que había permanecido
en silencio durante tanto tiempo, saliera algún día a la luz y que el misterio mantenido
cuidadosamente escondido (cf. Ef 3,5) se manifestara algún día en todo su esplendor.
Por esa misma razón, el Señor Jesús, cuando todavía estaba entre nosotros, no se dio a
conocer abiertamente durante mucho tiempo, sino que se mantuvo escondido con sumo
cuidado durante treinta arios. Después, al presentarse, dice Isaías, «como un río
impetuoso, impulsado por el viento del Señor» (Is 59,19), rompió el largo silencio (cf.
Sab 18,14). Abrió su boca, haciendo destilar miel de sus labios; abandonó la inactividad,
abriendo sus manos para ofrecer dones maravillosos. De este modo, también el misterio
el amor divino, tal como lo llama el apóstol, «mantenido en silencio durante siglos
eternos» (Rom 16,25) y escondido en Dios, se manifestó a su Iglesia en el tiempo de su
benevolencia. La Sabiduría de Dios ha venido «y ha hecho oír su voz en las plazas»
(Prov 1,20), anunciando al mundo la caridad de Dios. Ha resonado hasta nosotros este
grito: «Tanto amo Dios al mundo que le dio a su Hijo unigenito» (Jn 3,16).
Oh fuego ardiente de amor, Dios, que envía al mundo a su Hijo amadísimo, a su único
Hijo, que es de su misma naturaleza, y le confía la misión de darse a conocer y de
ofrecernos su amor. Oh, cuan gracioso es este mensajero que, como un ángel que
proviene del trono de Dios, nos anuncia una gran alegría y nos da a conocer este
sublime misterio (Juan de Ford, 11 volto dell'amore. Sermoni sul Cantico dei cantici,
Rimini 2003, I, 158-161, passim). www.evangeliodeLucas.GiorgioZevini
6 Acción. ¿A qué me comprometo con Dios? Para custodiar y vivir la palabra.
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Un gran profeta ha surgido entre
nosotros» (Lc 7,16).
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Hoy se ha cumplido el pasaje de la
Escritura que acabáis de escuchar» (Lc 4,21).
7 Para la lectura espiritual. Caminar con la palabra.
Cuando se habla de ciencia de la cruz, no hemos de entender la palabra ciencia en el
sentido habitual. No se trata de una teoría, es decir, de un simple conjunto de
proposiciones verdaderas -reales o hipotéticas- ni de una construcción ideal ensamblada
por el proceso lógico del pensamiento. Se trata más bien de una verdad ya admitida -
una teología de la cruz-, pero que es una verdad viva, real, activa. Es sembrar en el
alma como un grano de trigo, que echa raíces y crece, dando al alma una impronta
especial y determinante en su conducta, hasta el punto de resultar claramente
discernible en el exterior. En este sentido es en el que [...] hablamos de ciencia de la
cruz. De este estilo y de esta fuerza -elementos vitales que actúan en lo más profundo
del alma- brota también la concepción de la vida, la imagen que cada hombre se hace
de Dios y del mundo, de modo que tales cosas puedan encontrar su expresión en una
construcción intelectual, en una teoría [...]. [No obstante], sólo se llega a poseer una
scientia crucis cuando experimentamos la cruz hasta el fondo. De eso estuve convencida
desde el primer momento, por eso dije de corazón: Ave crux, spes única (E. Stein,
Scientia crucis, Milán 1960, pp. 23ss [edición española: Ciencia de la cruz, Monte
Carmelo, B1urgos 1 994]). www.santaclaradeestella.es
La reacción de los habitantes de Nazaret frente a su conciudadano convertido en
Maestro fue de sorpresa, incluso de escándalo: ese es el término exacto, «escándalo».
Los nazarenos encontraban dificultades y obstáculos para aceptar a Jesús. De hecho, se
plantearon preguntas de este tipo: ¿De dónde le viene a este todo esto? ¿Qué sabiduría
es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por Él? (Mc 6,2). El sentido de las
preguntas gira sobre el origen de lo que hace y dice Jesús (« ¿De dónde?»). Y se
comprende bien que el origen no puede estar más que en Dios. Porque hacer milagros y
tener sabiduría son obras y dones divinos. El sentido de la pregunta es, por
consiguiente, este: ¿es posible que Dios se revele en Jesús? ¿Es posible que Dios hable y
realice sus obras a través de uno de nosotros? El que escandaliza a los nazarenos no es
tanto Jesús como el mismo Dios. No, el Dios que se había revelado a través del patriarca
Abrahán, el legislador Moisés, los grandes profetas del pasado, ni podía ni debía
manifestarse en un paisano cualquiera. No, detrás de aquel Jesús no estaba el Dios de
Israel. Ellos conocían bien al Dios de su propia tradición. Y nunca habría realizado una
tontería así.
Este es uno de los estereotipos no infrecuentes en gente religiosa. Creen saber todo de
Dios, de sus simpatías y de su lógica. Un Dios previsible en todos sus movimientos.
Ahora bien —aunque parezca extraño—, el Dios bíblico es por su naturaleza imprevisible.
Se revela en quien menos te lo esperas y de los modos menos pensados. Aquel dia se
hizo presente en la reunión de los nazarenos a través de su paisano. Pero ellos no le
acogieron. Se negaron al Dios de quien se declaraban creyentes convencidos. Les falto
fe. Y cuando no hay fe, de poco vale hacer prodigios. Jesús no malgasto la gracia de
Dios. Se alejó de Nazaret asombrado de su incredulidad. Ese dia le rechazo un pueblo
entero como signo de Dios (A. Fanuli, II Cristo degli amici, Cinisello B. [Mi] 2000, 97s).
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NO HAY FUNDACIONPANE
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Renovación de las promesas sacerdotales
9. Acabada la homilía, el obispo dialoga con los presbíteros con estas o semejantes
palabras:
Obispo: Hijos amadísimos: En esta conmemoración anual del día en que Cristo confirió
su sacerdocio a los apóstoles y a nosotros, ¿queréis renovar las promesas que hicisteis
un día ante vuestro obispo y ante el pueblo santo de Dios?
Los presbíteros, conjuntamente, responden a la vez: Sí, quiero.
Obispo: ¿Queréis uniros más fuertemente a Cristo y configuraros con él, renunciando a
vosotros mismos y reafirmando la promesa de cumplir los sagrados deberes que, por
amor a Cristo, aceptasteis gozosos el día de vuestra ordenación para el servicio de la
Iglesia?
Presbíteros: Sí, quiero.
Obispo: ¿Deseáis permanecer como fieles dispensadores de los misterios de Dios en la
celebración eucarística y en las demás acciones litúrgicas, y desempeñar fielmente el
ministerio de la predicación como seguidores de Cristo, cabeza y pastor, sin pretender
los bienes temporales, sino movidos únicamente por el celo de las almas?
Presbíteros: Sí, quiero.
Oración universal
El obispo deja el báculo y la mitra y, junto con el pueblo, se levanta.
10. ✞ ✞ ✞ Profesión de Fe
No se dice Credo.
Dirigiéndose al pueblo, el obispo dice:
Y ahora vosotros, hijos muy queridos, orad por vuestros presbíteros, para que el Señor
derrame abundantemente sobre ellos sus bendiciones; que sean ministros fieles de
Cristo Sumo Sacerdote, y os conduzcan a él, única fuente de salvación.
Pueblo: Cristo, óyenos. Cristo, escúchanos.
Obispo: Y rezad también por mí, para que sea fiel al ministerio apostólico confiado a mi
humilde persona y sea imagen, cada vez más viva y perfecta, de Cristo sacerdote, buen
pastor, maestro y siervo de todos.
Pueblo: Cristo, óyenos. Cristo, escúchanos.
Obispo: El Señor nos guarde en su caridad y nos conduzca a todos, pastores y grey, a la
vida eterna.
Todos: Amén.
3 LITURGIA EUCARISTICA
Sacerdote: Orad hermanos para que este sacrificio, mío y vuestro, sea
agradable a Dios, Padre todopoderoso.
Todos: El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria
de su Nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia. (→ Este es el
Compendio de la Misa)
Te pedimos, Señor, que la eficacia de este sacrificio nos purifique de la vieja condición
de pecado y acreciente en nosotros la vida nueva y la salvación. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
Introducción a la plegaria eucarística
Centro y el culmen de toda la celebración. Es una plegaria de acción de gracias y de
consagración. El sentido de esta oración es que toda la congregación de fieles se una con Cristo
en el reconocimiento de las grandezas de Dios y en la ofrenda del sacrificio .
a) Acción de gracias
El Señor esté con vosotros. R/ Y con tu espíritu. Levantemos el corazón R/ Lo tenemos
levantado hacia el Señor. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R/ Es justo y necesario.
12. Prefacio I de las ordenaciones. El sacerdocio de Cristo y el ministerio de los
Sacerdotes
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Que constituiste a tu Unigénito pontífice de la alianza nueva y eterna por la unción del
Espíritu Santo, y determinaste, en tu designio salvífico, perpetuar en la Iglesia su único
sacerdocio.
Él no solo confiere el honor del sacerdocio real a todo su pueblo santo, sino también, con
amor de hermano, elige a hombres de este pueblo, para que, por la imposición de las
manos, participen de su sagrada misión.
Ellos renuevan en Nombre de Cristo el sacrificio de la redención, preparan a tus hijos el
banquete pascual, preceden a tu pueblo santo en el amor, lo alimentan con tu palabra y
lo fortalecen con los sacramentos.
Tus sacerdotes, Señor, al entregar su vida por Ti y por la salvación de los hermanos, van
configurándose a Cristo, y han de darte testimonio constante de fidelidad y amor.
• Te quiero agradecer, Señor, por este momento de oración, y porque me ayudas a
tomar conciencia de que sólo Tú colmas mis anhelos más profundos. Ayúdame Señor a
tener la valentía para anunciar al mundo que sólo en Ti está la felicidad plena.
Gratuitamente me has dado la vida nueva, ayúdame a anunciarte gratuitamente a
cuantos te necesitan. Amén.
Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones.
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Por eso, Señor, nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles y con todos
los santos, diciendo:
b) Santo: con esta aclamación toda la asamblea, uniéndose a las jerarquías celestiales, canta o recita
las alabanzas a Dios.
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu
gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el
cielo.
c) Epíclesis Se implora el poder divino para que los dones se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la comunión sea para salvación de quienes
la reciban.
Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por
Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas
todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin
mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso. Por eso, Padre, te suplicamos que
santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera
que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que
nos mandó celebrar estos misterios.
d) Narración de la institución y consagración. Con las palabras y gestos de Cristo, se
realiza el sacrificio que él mismo instituyó en la última cena. Momento más solemne de la Misa; es la
transubstanciación: pan y vino desaparecen al convertirse en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de
Cristo. Dios se hace presente ante nosotros con todo su amor. ¡Bendito Jesus en el Santísimo sacramento
del Altar!
Porque Él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y dando gracias te
bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen y coman todos de él,
porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes".
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dando gracias te bendijo, y lo pasó a
sus discípulos, diciendo: "Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi
Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por
muchos para el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía".
e) Anámnesis. La Iglesia, al cumplir este encargo que, a través de los Apóstoles, recibió de Cristo
Señor, realiza el memorial del mismo Cristo, su Reactualización, recordando principalmente su
bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y la ascensión al cielo.
Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia, en el
domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida
inmortal. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el
mundo.
Antes que el obispo diga: Por Cristo, Señor nuestro, por quien sigues creando todos los bienes... en la plegaria
eucarística I, o antes de la doxología Por Cristo, con él y en él, en las otras plegarias eucarísticas, el que llevó la vasija
del óleo de los enfermos, la lleva cerca del altar y la sostiene delante del obispo, quién, mientras bendice el óleo de los
enfermos, dice esta oración:
Señor Dios, Padre de todo consuelo,... (vid. Supra), suprimiendo Él, que vive y reina....
Acabada la bendición, la vasija del óleo de los enfermos se lleva de nuevo a su lugar, y la misa prosigue hasta después
de la comunión.
A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor
nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
Padre eterno, te ofrecemos la Preciosísima Sangre de Jesús, con todas las
Misas celebradas en el mundo en éste día, por las benditas Almas del
Purgatorio. Y Concédeles, Señor, el descanso eterno y brille para ellas la luz
perpetua. Amén.
h) Doxología final. Se expresa la glorificación de Dios y se concluye y confirma con el amen del
pueblo.
Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del
Espíritu Santo, todo Honor y toda Gloria por los siglos de los siglos. Amén
✞ ✞ ✞ Rito de la comunión
Significa "común unión". Al acercarnos a comulgar, además de recibir a Jesús dentro de nosotros y de
abrazarlo con tanto amor y alegría, nos unimos a toda la Iglesia en esa misma alegría y amor.
a) Introducción al Padrenuestro
Con las palabras de Jesús nuestro Señor oremos al Padre de todos para que su reino venga a cada
persona de la tierra.
• Oremos a nuestro Padre misericordioso nos conceda la gracia de abrir nuestro corazón
enfermo al Médico Cristo Jesús de la vida Eterna.
• Unidos en el amor de Cristo, por el Espíritu Santo que hemos recibido, dirijámonos al
Padre con la oración que el Señor nos enseñó:
R/ Padre nuestro…
b) Rito de la Paz
Los fieles imploran la paz y la unidad para la iglesia y para toda la familia humana y se expresan
mutuamente la caridad antes de participar de un mismo pan.
Líbranos, Señor.
Líbranos, Señor de todos los males, y concédenos la paz en nuestros días, para que
ayudados por tu misericordia, vivamos libres de pecado y protegidos de toda
perturbación, y aguardando la venida gloriosa de Jesucristo, nuestra esperanza.
R. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una Palabra tuya
bastará para sanarme.
c) El gesto de la fracción del pan: Significa que nosotros, que somos muchos, en la comunión
de un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1 Co 10,17)
d) Inmixión o mezcla: el celebrante deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz.
13. Antífona de comunión Sal 88, 2
Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las
edades.
Concédenos, Dios todopoderoso, que quienes han participado en tus sacramentos, sean
en el mundo buen olor de Cristo.
Oh Dios Padre nuestro: Tu Hijo Jesucristo está vivo entre nosotros por medio de sus
palabras y de su cuerpo eucarístico. Cólmanos con su Santo Espíritu, para que también
nosotros, con Él y en su Nombre, sepamos llevar a los pobres su Buena Noticia de
salvación, proclamar libertad a los cautivos, abrir los ojos de los ciegos, y liberar a los
oprimidos. Que ojalá sea éste para todos el tiempo de la gracia de Jesucristo nuestro
Señor.
Junta las manos.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
• Cuando la bendición del óleo de los enfermos, se ha hecho dentro de la plegaria
eucarística, dicha la oración después de la comunión, los ministros colocan las vasijas
con los óleos que se han de bendecir sobre una mesa que se ha dispuesto
oportunamente en medio del presbiterio.
El obispo, teniendo a ambos lados suyos a los presbíteros concelebrantes, que forman
un semicírculo, y a los otros ministros detrás de él, procede a la bendición del óleo de
los catecúmenos y a la consagración del crisma (vid. supra).
Finalizada la bendición del óleo de los catecúmenos y a la consagración del crisma el
obispo da la bendición conclusiva de la misa.
4 RITO DE CONCLUSION
Consta de saludo, bendición sacerdotal, y de la despedida, con la que se disuelve la asamblea, para que
cada uno vuelva a sus honestos quehaceres alabando y bendiciendo al Señor.
✞ ✞ ✞ Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos
de los siglos. R/ Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! R/ ¡Venga tu Reino!
Consagración a María
Pidámosle a María que nos acompañe siempre:
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las oraciones que te
dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen
gloriosa y bendita! Amén.
✞ ✞ ✞ Bendición
✞ ✞ ✞ Abba Padre, gracias te doy por enseñarme a Cristo histórico. Y ahora, por tu gracia
y Espíritu Santo concédeme fortalecer la fe, para caminar con Cristo, por Cristo y en
Cristo, ya no histórico, sino Pan vivo bajado del cielo.
«Tú eres Cristo, el Hijo de Dios Vivo» Mt 16, 16
Entonces se organiza la procesión hacia la sacristía. Los óleos bendecidos son llevados
por sus ministros inmediatamente después de la cruz. La schola o el pueblo cantan
algunos versos del himno O Redemptor u otro canto apropiado.
En la sacristía, el obispo, oportunamente, puede advertir a los presbíteros cómo hay que
tratar y venerar los óleos, y también cómo hay que conservarlos cuidadosamente.
15. La recepción de los santos óleos en cada parroquia puede hacerse antes de la
celebración de la misa vespertina de la Cena del Señor o en otro momento oportuno.
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1 RITOS INICIALES
Nos reunimos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
DIRECTORIO SOBRE LA PIEDAD POPULAR Y LA LITURGIA
Triduo pascual
140. Todos los años en el "sacratísimo triduo del crucificado, del sepultado y del
resucitado" o Triduo pascual, que se celebra desde la Misa vespertina del Jueves en la
cena del Señor hasta las Vísperas del Domingo de Resurrección, la Iglesia celebra, "en
íntima comunión con Cristo su Esposo", los grandes misterios de la redención humana.
Jueves Santo
La visita al lugar de la reserva
141. La piedad popular es especialmente sensible a la adoración del santísimo
Sacramento, que sigue a la celebración de la Misa en la cena del Señor. A causa de un
proceso histórico, que todavía no está del todo claro en algunas de sus fases, el lugar de
la reserva se ha considerado como "santo sepulcro"; los fieles acudían para venerar a
Jesús que después del descendimiento de la Cruz fue sepultado en la tumba, donde
permaneció unas Cuarenta horas.
Es preciso iluminar a los fieles sobre el sentido de la reserva: realizada con austera
solemnidad y ordenada esencialmente a la conservación del Cuerpo del Señor, para la
comunión de los fieles en la Celebración litúrgica del Viernes Santo y para el Viático de
los enfermos, es una invitación a la adoración, silenciosa y prolongada, del Sacramento
admirable, instituido en este día.
Por lo tanto, para el lugar de la reserva hay que evitar el término "sepulcro"
("monumento"), y en su disposición no se le debe dar la forma de una sepultura; el
sagrario no puede tener la forma de un sepulcro o urna funeraria: el Sacramento hay
que conservarlo en un sagrario cerrado, sin hacer la exposición con la custodia.
Después de la media noche del Jueves Santo, la adoración se realiza sin solemnidad,
pues ya ha comenzado el día de la Pasión del Señor.
•••
La Liturgia de hoy se centra en la institución de la Eucaristía durante la Última Cena
pascual de Jesús con sus Apóstoles. La primera lectura nos presenta las prescripciones
sobre la cena pascual de los judíos. A partir de Cristo, el pan ázimo de esa cena será su
Cuerpo entregado por nosotros: él es el Cordero sacrificado por nosotros. Y el vino de la
tercera copa será su Sangre derramada para el perdón de los pecados (2 lect.). Lavando
los pies a los discípulos, nos dio ejemplo de cómo debemos servirnos mutuamente en el
amor. El rito del lavatorio de los pies nos lo recuerda. Con la adoración eucarística de
hoy prolongamos la celebración de estos misterios.
* La sagrada comunión solo se puede distribuir a los fieles dentro de la misa; a los
enfermos se les puede llevar a cualquier hora.
* Adórnese con flores el altar con la moderación conveniente al carácter de este día. El
sagrario ha de estar completamente vacío al inicio de la celebración; se ha de consagrar
en esta misa suficiente pan para que el clero y el pueblo puedan comulgar hoy y
mañana.
* El lavatorio de los pies a aquellos previamente designados, que según la tradición se
hace en este día, significa el servicio y el amor de Cristo, que ha venido «no para ser
servido, sino para servir» (Mt 20, 28). Conviene que esta tradición se mantenga y se
explique según su propio significado.
* Los donativos para los pobres, especialmente aquellos que se han podido reunir
durante la Cuaresma como fruto de la penitencia, pueden ser presentados en la
procesión de las ofrendas junto al pan y el vino, mientras se canta «Ubi Cáritas est
vera» u otro canto apropiado.
* Será muy conveniente que los diáconos, acólitos o ministros extraordinarios lleven la
Eucaristía a la casa de los enfermos que lo deseen, tomándola del altar en el momento
de la comunión, indicando de este modo su unión más intensa con la Iglesia que
celebra.
* Terminada la misa, se despoja el altar en el cual se ha celebrado. Conviene que las
cruces que haya en la iglesia se cubran con un velo de color oscuro o morado. No se
encenderán velas o lámparas ante las imágenes de los santos.
* Hoy no se permiten otras celebraciones, tampoco la misa exequial.
Reserva y adoración
* Prepárese un lugar para la reserva, preparada en alguna parte de la iglesia o en
alguna capilla convenientemente ornamentada, que invite a la oración y a la meditación.
No se pierda de vista la sobriedad y la austeridad que corresponden a la liturgia de estos
días.
* El traslado y la reserva del Santísimo Sacramento no han de hacerse si en esa iglesia
no va a tener lugar la celebración de la Pasión del Señor el Viernes Santo.
* El sacramento ha de ser reservado en un sagrario; no ha de hacerse nunca una
exposición con la custodia. El sagrario no ha de tener la forma de sepulcro; la capilla de
la reserva no se prepara para representar la sepultura del Señor, sino para conservar el
pan eucarístico destinado a la comunión del Viernes Santo.
* Invítese a los fieles a una adoración prolongada durante la noche del Santísimo
Sacramento en la reserva solemne. En esta ocasión es oportuno leer una parte del Ev.
según san Juan (capítulos 13-17).
* Pasada la medianoche, la adoración debe hacerse sin solemnidad, dado que ha
comenzado ya el día de la Pasión del Señor.
Liturgia de las Horas: oficio prop. Comp. Dom. II.
* Los que participan en la misa vespertina de la Cena del Señor no rezan hoy las
Vísperas.
TEXTOS MISA
SANTO TRIDUO PASCUAL
1. La Iglesia celebra solemnemente los más grandes misterios de nuestra redención en
el Triduo sacro, haciendo memoria de su Señor crucificado, sepultado y resucitado, con
celebraciones especiales.
Se ha de observar también en todas partes un ayuno pascual el viernes en la Pasión del
Señor que, si parece oportuno, se prolongue el Sábado Santo, para llegar con ánimo
bien dispuesto al gozo del domingo de Resurrección.
2. Para celebrar debidamente el Triduo sacro se requiere un número conveniente de
ministros laicos, que deben ser adecuadamente instruidos en aquellas cosas que les
corresponde realizar.
El canto del pueblo, de los ministros y del sacerdote celebrante tiene una importancia
especial en las celebraciones de estos días; pues los textos alcanzan su máxima fuerza
cuando se cantan.
Por consiguiente, no dejen los pastores de explicar a los fieles, del mejor modo que
puedan, el sentido y desarrollo de las celebraciones, y prepararlos para una participación
activa y fructuosa.
3. Las celebraciones del Triduo sacro háganse en las iglesias catedrales y parroquiales, y
solamente en aquellas en las que puedan desarrollarse dignamente, esto es, con
asistencia de fieles, con número suficiente de ministros y con posibilidad de cantar al
menos algunas partes.
Conviene, por tanto, que las pequeñas comunidades, asociaciones y pequeños grupos
particulares de cualquier tipo, se reúnan en estas iglesias para realizar las celebraciones
sagradas de una forma más noble.
1. Por la tarde, en la hora más oportuna, se celebra la misa de la Cena del Señor, en la
que participa plenamente toda la comunidad local y en la que todos los sacerdotes y
ministros ejercen su propio oficio.
2. Pueden concelebrar todos los sacerdotes aunque en este día hayan celebrado la misa
Crismal o deban celebrar otra misa para el bien de los fieles.
3. Donde lo exija el bien pastoral, el ordinario del lugar puede permitir la celebración de
otra misa, por la tarde, en las iglesias u oratorios públicos o semipúblicos, y en caso de
verdadera necesidad, incluso por la mañana, pero solamente para los fieles que de
ningún modo puedan participar en la misa vespertina.
Cuídese que estas misas no se celebren solamente para bien de personas privadas o
pequeños grupos particulares y que nada perjudique la misa vespertina.
4. La sagrada comunión solamente se puede distribuir a los fieles dentro de la misa; a
los enfermos se les puede llevar a cualquier hora del día.
5. Adórnese con flores el altar con la moderación conveniente al carácter de este día. El
sagrario ha de estar completamente vacío; se ha de consagrar en esta misa suficiente
pan para que el clero y el pueblo puedan comulgar hoy y mañana.
Misa vespertina de la Cena del Señor: Triduo Pascual, Jueves Santo en la Cena del
Señor, misa vespertina. 01 de Abril 2021
La revolución narrativa de Juan. Éx 12,1-8.11-14; Sal 115; 1 Cor 11,23-26; Jn 13,1-15
El cuarto Evangelio ha elaborado el material tradicional previo a la pasión-resurrección
con tanta novedad, respecto a los sinópticos, que se puede hablar de una "revolución
narrativa" de Juan. Se nota especialmente que omite la Eucaristía, ya contada en el
capítulo 6, y en su lugar presenta el gesto de Jesús de lavar los pies a los discípulos.
Este gesto es quizás el elemento más revolucionario porque, en la antigüedad, era tarea
propia de esclavos y no de personas libres. A veces, los discípulos de algún rabí lo
hacían con su maestro en señal de reverencia, pero nunca a la inversa. Por si fuera
poco, Jesús proclama que "ustedes deben lavarse los pies unos a otros" (v. 14). El que
se haya elegido esta narrativa para el Jueves Santo revela que el servicio humilde está
en el corazón de la Eucaristía.
• Con la misa que tiene lugar en las horas vespertinas del jueves de la Semana Santa, la
Iglesia comienza el Triduo pascual y evoca aquella Cena en la cual el Señor Jesús, en la
noche en que iba a ser entregado, habiendo amado hasta el extremo a los suyos que
estaban en el mundo, ofreció a Dios Padre su Cuerpo y su Sangre bajo las especies del
pan y del vino y los entregó a los apóstoles para que los sumiesen, mandándoles que
ellos y sus sucesores en el sacerdocio también lo ofreciesen (Caeremoniale
Episcoporum, n. 297).
Toda la atención del espíritu debe centrarse en los misterios que se recuerdan en la
Misa: es decir, la institución de la Eucaristía, la institución del Orden sacerdotal y el
mandamiento del Señor sobre la caridad fraterna; son estos los puntos que conviene
recordar a los fieles en la homilía, para que tan grandes misterios puedan penetrar más
profundamente en su piedad y los vivan intensamente en sus costumbres y en su vida.
MISAL: ants. y oracs. props., Gl. (mientras se canta el himno «Gloria a Dios», de
acuerdo con las costumbres locales, se hacen sonar las campanas, que ya no se vuelven
a tocar hasta el «Gloria a Dios» de la Vigilia pascual), sin Credo, Pf. I Eucaristía,
embolismos props. en las PP. EE. No se puede decir la PE IV. No se dice «Podéis ir en
paz».
• “Éste es mi cuerpo, que es para ustedes”, dice el Señor. “Hagan esto como memorial
mío”. Que el Señor Jesús esté siempre con nosotros.
• Dice el Señor: “Si yo, que soy su Maestro y Señor, les he lavado los pies, también
ustedes deben lavarse los pies unos a otros, porque les he dado ejemplo para que hagan
lo mismo que yo hice con ustedes”. Que el Señor y siervo, Jesús, esté siempre con
nosotros.
• Jueves santo, la última cena… el mandamiento del amor, la Eucaristía. Quiero estar
Contigo en la mesa… contemplarte; escucharte. Jesucristo, concédeme aprender a
despojarme de mí mismo y amar hasta el extremo.
• Buen Señor, a Ti que me has amado hasta el extremo, te ruego que me ayudes a
escuchar tu palabras, para que siguiendo tu ejemplo, pueda ser un verdadero cristiano,
uno que no sólo escucha a su Señor, sino también que lo sigue incluso en el camino de
la Cruz.
✞ ✞ ✞ Acto penitencial
• Te pido perdón, Señor, por todos mis pecados. Es tan grande tu misericordia y tan
pequeña mi generosidad… pero aun así, Tú me perdonas y me amas entregándote en la
Cruz por mi reconciliación. Gracias por tu perdón, gracias por tu amor, gracias por estar
siempre junto a mí, a pesar de que yo muchas veces te doy la espalda.
Todo como en el Ordinario de la Misa. Para la tercera fórmula pueden usarse las
invocaciones que se proponen a continuación.
Nuestro Señor se nos da a sí mismo en la eucaristía para que con su fuerza hagamos
como Él hizo. En su presencia, y en presencia de los hermanos, preguntémonos si
hemos sido fieles a esta tarea de amor. (Pausa)
Señor, en la Eucaristía nos llamas a todos juntos para ser uno en Ti, pero fallamos en
poner aparte nuestras diferencias y edificar juntos justicia y amor entre nosotros.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Oh Cristo, Señor nuestro: En la Eucaristía tú nos sirves pero el servicio y el sacrificio en
beneficio de otros nos parecen con frecuencia demasiado humillantes y nos cuesta
demasiado realizarlos.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, en la Eucaristía tú sigues entregándote a Ti mismo por nosotros, pero, cuando
nosotros tenemos que compartir, con frecuencia medimos y pesamos nuestros dones y
no nos damos a nosotros mismos.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Que el Señor tenga misericordia de nosotros, perdone nuestra falta de amor y servicio y
nos lleve a la vida eterna.
• - Tú, que nos has amado hasta el extremo: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
- Tú que aceptaste la muerte para reunirnos en la unidad. Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
- Tú, que diste tu vida por nosotros, tus amigos: Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
7. ✞ ✞ ✞ Gloria a Dios.
Mientras se canta el himno, se hacen sonar las campanas, que ya no se vuelven a tocar
hasta la Vigilia pascual, a no ser que el obispo diocesano juzgue oportuno establecer
otra cosa. Así mismo durante este tiempo puede usarse el órgano y otros instrumentos
musicales solo para sostener el canto.
• Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu
inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos
gracias. Señor Dios, rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único,
Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre. Tú que quitas el pecado del
mundo, ten piedad de nosotros; Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra
súplica. Tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros. Porque
solo Tú eres Santo, solo Tú Señor, solo Tú Altísimo, Jesucristo. Con el Espíritu Santo, en
la gloria de Dios Padre.
8. ✞ ✞ ✞ Oración Colecta:
Oh, Dios, al celebrar la Cena santísima en la que tu Unigénito, cuando iba a entregarse a
la muerte, confió a la Iglesia el sacrificio nuevo y eterno y el banquete de su amor, te
pedimos alcanzar, de tan gran misterio, la plenitud de caridad y de vida. Por nuestro
Señor Jesucristo.
Oremos para que podamos celebrar esta santa Cena con la misma actitud del Señor.
(Pausa)
Oh Dios y Padre nuestro: En esta tarde (noche), tan diferente de otras tardes (noches),
estamos aquí reunidos para participar en la cena que tu único Hijo nos legó, de forma
que Él pudiera permanecer con nosotros con toda la plenitud de su amor liberador. Él
nos dio esta cena cuando estaba a punto de morir, y nos mandó celebrarla como el
nuevo y eterno sacrificio. Te pedimos que en este encuentro con tu Hijo, Él comparta
con nosotros tu vida y amor y sea nuestro pan de fortaleza que nos haga capaces de
cumplir tu amorosa voluntad y de servir generosamente a nuestros prójimos, cercanos o
lejanos. Te lo pedimos por medio de Jesucristo nuestro Señor.
2 LITURGIA DE LA PALABRA
✞ ✞ ✞ Primera lectura: Éxodo 12, 1-8.11-14
Como los judíos se salvaban por la sangre del cordero pascual, así recordamos
que Jesús es nuestro Cordero Pascual salvador.
1 El Señor dijo a Moisés y a Aarón en Egipto:
2 - Este mes será para vosotros el más importante de todos, será el primer mes del año.
3 Decid a toda la asamblea de Israel que el día décimo de este mes se procure cada uno
un cordero por familia, uno por casa.
4 Si la familia es demasiado pequeña para comerlo entero, que invite a cenar en su casa
a su vecino más próximo, según el número de personas y la porción de cordero que
cada cual pueda comer.
5 Será un animal sin defecto, macho, de un año; podrá ser cordero o cabrito.
6 Lo guardaréis hasta el día catorce de este mes, y toda la comunidad de Israel lo
inmolará al atardecer.
7 Luego untarán con la sangre las jambas y el dintel de la puerta de las casas en las que
vayan a comerlo.
8 Lo comerán esa noche asado al fuego, con panes ácimos y hierbas amargas.
11 Y lo comeréis así: la cintura ceñida, los pies calzados, bastón en mano y a toda prisa,
porque es la pascua del Señor.
12 Esa noche pasaré yo por el país de Egipto y mataré a todos sus primogénitos, tanto
de hombres como de animales. Así ejecutaré mi sentencia contra todos los dioses de
Egipto. Yo, el Señor.
13 La sangre servirá de señal en las casas donde estéis; al ver yo la sangre, pasaré de
largo y, cuando yo castigue a Egipto, la plaga exterminadora no os alcanzará.
14 Este día será memorable para vosotros y lo celebraréis como fiesta del Señor,
institución perpetua para todas las generaciones.
PALABRA DE DIOS. R/TE ALABAMOS, SEÑOR
www.evangelizacion.org.mx
Meditatio
Dios nuestro, reunidos para celebrar la santísima Cena en la que tu Hijo Unigénito, antes
de entregarse a la muerte, confió a la Iglesia el nuevo y eterno sacrificio, banquete
pascual de su amor, concédenos que, de tan sublime misterio, brote para nosotros la
plenitud del amor y de la vida.
Oratio
Concédenos, Señor, participar dignamente en estos misterios, porque cada vez que se
celebra el memorial de este sacrificio, se realiza la obra de nuestra redención.
Actio
Hoy asistiré a la celebración de la Cena del Señor.
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Quizás con sorpresa escuchamos hoy la lectura del libro del Éxodo que describe el ritual
de la pascua, celebrada por los judíos antes de la salida de Egipto, ritual que será
transmitido de generación en generación, en memoria de lo que el Señor hizo y como
garantía de las promesas que él mismo llevará a término. La Pascua judía era la
celebración de la fidelidad de Dios en cumplir sus promesas, liberando a su pueblo de la
esclavitud de Egipto. Igual que al pueblo de Israel el Señor nos socorre cuando lo
invocamos en la aflicción.
✞ ✞ ✞ Salmo
Sal 115,12-13.15-16bc.17-18
R/. El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo.
¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación,
invocando su Nombre.
R/. El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo.
Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles. Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu
esclava; rompiste mis cadenas.
R/. El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu Nombre, Señor. Cumpliré al Señor
mis votos en presencia de todo el pueblo.
R/. El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo.
San Pablo nos recuerda que tenemos que dejar a Jesús hacer entre nosotros,
en su memoria, lo mismo que hizo en la Última Cena: Darnos su cuerpo como
comida.
11,23 Del Señor recibí la tradición que os he transmitido; a saber, que Jesús, el Señor,
la noche en que iba a ser entregado, tomó pan
24 y, después de dar gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi cuerpo, entregado por
vosotros; haced esto en memoria mía".
25 Igualmente, después de cenar, tomó el cáliz y dijo: "Este cáliz es la nueva alianza
sellada con mi sangre; cuantas veces bebáis de él, hacedlo en memoria mía".
26 Así pues, siempre que coméis de este pan y bebéis de este cáliz, anunciáis la muerte
del Señor hasta que Él venga.
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✞ ✞ ✞ “Padre, dame tu bendición”: “El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies
dignamente su Evangelio en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”
Jesús lavó los pies de sus apóstoles para recalcarles a ellos, y también a
nosotros, que el servicio está en el corazón del Evangelio, junto con la entrega
de sí mismo.
1 Era la víspera de la fiesta de la pascua. Jesús sabía que le había llegado la hora de
dejar este mundo para ir al Padre. Y él, que había amado a los suyos, que estaban en el
mundo, llevó su amor hasta el fin.
2 Estaban cenando y ya el diablo había metido en la cabeza a Judas Iscariote, hijo de
Simón, la idea de traicionar a Jesús.
3 Entonces Jesús, sabiendo que el Padre le había entregado todo, y que de Dios había
venido y a Dios volvía,
4 se levantó de la mesa, se quitó el manto, tomó una toalla y se la ciñó a la cintura.
5 Después echó agua en una palangana y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a
secárselos con la toalla que llevaba a la cintura.
6 Cuando llegó a Simón Pedro, éste se resistió: - Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?
7 Jesús le contestó: - Lo que estoy haciendo, tú no lo puedes comprender ahora; lo
comprenderás después.
8 Pedro insistió: - Jamás permitiré que me laves los pies. Entonces Jesús le respondió: -
Si no te lavo los pies, no podrás contarte entre los míos.
9 Simón Pedro reaccionó así: - Señor, no sólo los pies; lávame también las manos y la
cabeza.
10 Entonces dijo Jesús: - El que se ha bañado sólo necesita lavarse los pies, porque está
completamente limpio; y vosotros estáis limpios, aunque no todos.
11 Sabía muy bien Jesús quién lo iba a entregar; por eso dijo: "Vosotros estáis limpios,
aunque no todos".
12 -Después de lavarles los pies, se puso de nuevo el manto, volvió a sentarse a la
mesa y dijo a sus discípulos: - ¿Comprendéis lo que acabo de hacer con vosotros?
13 Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y tenéis razón, porque efectivamente lo soy.
14 Pues bien, si yo, que soy el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, vosotros debéis
hacer lo mismo unos con otros.
15 Os he dado ejemplo para que hagáis lo que yo he hecho con vosotros.
PALABRA DEL SEÑOR. R/ GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS.
• "Llevó su amor hasta el fin": también Juan, como los sinópticos, quiere evidenciar en
la narración de la última cena la total entrega del amor por parte de Jesús, que anticipa
para "los suyos" el sacrificio de la cruz; pero en vez de describir la institución de la
eucaristía, ya presente en los otros evangelios y en la tradición oral (cf. 1 Cor 11,23),
Juan expresa el significado del acontecimiento por medio del episodio del lavatorio de los
pies.
El fragmento pone en evidencia el lúcido conocimiento de Jesús (w.1-3: "sabía"). Se
abraza libremente con el designio de Dios, reconociendo como inminente esa "hora"
hacia la cual se dirigían todos sus días terrenos: la hora del verdadero paso (Ex 12,12s),
de la nueva pascua, del amor que llega a su plenitud definitiva (v. 1).
Esta cumbre del amor se manifiesta concretamente en el más profundo abatimiento: si
el v. 3b alude a la encarnación, primer paso decisivo de la kénosis del Hijo eterno, los
versículos siguientes muestran hasta qué punto ha asumido la condición de siervo (cf.
Flp 2,7s), ya que la tarea de lavar los pies se reservaba a los esclavos e incluso un rabbí
no podía exigírselo a un esclavo hebreo.
Y Jesús nos pide a nosotros esta misma humildad, este espíritu de servicio recíproco que
sólo puede inspirar el amor (w.12-15). Acoger el escándalo de la humillación del Hijo de
Dios y dejarnos purificar por su caridad (v. 8) nos implica en el dinamismo de la oblación
divina, nos impone seguir el ejemplo de Cristo: ésta es la condición indispensable para
participar en su memorial, para celebrar la pascua con él.
www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini
«Los amó hasta el extremo»: también Juan, como los sinópticos, desea manifestar en el
relato de la última cena la entrega total del amor por parte de Jesús, que anticipa a «los
suyos» el sacrificio de la cruz. Pero, en vez de narrar la institución de la eucaristía, ya
presente en los otros evangelios y en la tradición oral (cf. 1 Cor 11,23), Juan expresa el
significado del acontecimiento mediante el episodio del lavatorio de los pies. El
fragmento pone de manifiesto la clara conciencia de Jesús (Jn 13,1-3: «sabiendo»).
Jesús entra libremente en el designio de Dios, reconociendo como inminente la «hora»
hacia la que tendían todos los días que había pasado en la tierra: la hora del verdadero
paso (Ex 12,12s), de la nueva Pascua, del amor que llega a su consumación definitiva
(Jn 13,1).
Esta cumbre del amor se manifiesta concretamente en la más profunda humillación: si el
v. 3b alude a la encarnación, primer paso decisivo de la kenosis del Hijo eterno, las
líneas siguientes muestran hasta qué punto asumió la condición de siervo (cf. Flp 2,7s),
dado que la tarea de lavar los pies estaba reservada a los esclavos y, en cualquier caso,
un rabí no se lo podía exigir a un esclavo judío. Ahora bien, esta misma humildad, este
espíritu de servicio recíproco, que solamente puede estar motivado por el amor, lo pide
Jesús a sus discípulos (vv. 12-15): acoger el escándalo de la humillación del Hijo de Dios
y dejarnos purificar por su caridad (v. 8) nos implica en el dinamismo de la oblatividad
divina, nos impone seguir el ejemplo de Cristo. Ésta es la condición indispensable para
participar en su memoria, para celebrar la Pascua con Él.
www.sermonwriter.com
No hay contexto.
2 Reflexión. ¿Qué nos dice Dios en el Texto? La palabra me ilumina.
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No hay reflexión
www.ocarm.org
1. LECTIO
a) Oración inicial:
“Cuando Tú hablas, Señor, la nada palpita de vida: los huesos secos se convierten en
personas vivientes, el desierto florece… Cuando me dispongo a hablarte, me siento
árido, no sé qué decir. No estoy, evidentemente, sintonizado con tu voluntad, mis labios
no están de acuerdo con mi corazón y mi corazón no hace un esfuerzo por entonarse
con el tuyo. Renueva mi corazón, purifica mis labios, para que hable Contigo como Tú
quieres, para que hable con los demás como Tú quieres, para que hable conmigo
mismo, con mi mundo interior, como Tú quieres (L. Renna).
b) Lectura del evangelio: Jn 13, 1-15
c) Momentos de silencio orante: En una escucha amorosa la palabra no es necesaria,
porque también el silencio habla y comunica amor.
2. MEDITATIO
a) Preámbulo a la Pascua de Jesús:
El pasaje del evangelio de este día está inserto en un conjunto literario que comprende
los capítulos 13-17. El comienzo está constituido por la narración de la última cena que
Jesús comparte con sus discípulos, durante la cual realiza el gesto del lavatorio de los
pies (13,1-10). Después, Jesús pronuncia un largo discurso de despedida con sus
discípulos (13, 31-14,31), los capítulos 15 -17 tienen la función de profundizar algo más
el precedente discurso del Maestro. Inmediatamente sigue, el hecho del prendimiento de
Jesús (18, 1-11). De todos modos, los sucesos narrados en 13-17,26 están conectados
desde el 13,1 con la Pascua de Jesús. Es interesante anotar este punto: desde el 12,1 la
Pascua no se llama ya la pascua de los judíos, sino la Pascua de Jesús. Es Él, de ahora
en adelante, el Cordero de Dios que librará al hombre de su pecado. La Pascua de Jesús
es una Pascua que mira a la liberación del hombre: un nuevo éxodo que permite pasar
de las tinieblas a la luz (8,12) y que llevará vida y fiesta a la humanidad (7,37).
Jesús es consciente de que está por terminarse su camino hacia el Padre, y por tanto
dispuesto a llevar a término su éxodo personal y definitivo. Tal pasaje al Padre se realiza
mediante la Cruz, momento nuclear en el que Jesús entregará su vida en provecho del
hombre.
Llama la atención del lector el constatar cómo el evangelista Juan sepa representar muy
bien la figura de Jesús siendo consciente de los últimos acontecimientos de su vida y,
por tanto, de su misión. Y a probar que Jesús no es arrastrado por los acontecimientos
que amenazan su existencia, sino que está preparado para dar su vida.
Precedentemente el evangelista había anotado que todavía no había llegado su hora;
pero ahora en la narración del lavatorio de los pies dice, que Jesús es consciente de que
se aproxima su hora. Tal conciencia está a la base de la expresión juanista: “después de
haber amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin” (v.1) El amor
“por los suyos”, aquéllos que forman la nueva comunidad, ha sido evidente mientras ha
estado con ellos, pero resplandecerá de modo eminente en su muerte. Tal amor viene
mostrado por Jesús en el gesto del lavatorio de pies que, en su valor simbólico, muestra
el amor continuo que se expresa en el servicio.
b) Lavatorio de los pies:
Jesús se encuentra en una cena ordinaria con los suyos. Tiene plena conciencia de la
misión que el Padre le ha confiado: de Él depende la salvación de la humanidad. Con tal
conocimiento quiere mostrar a “los suyos”, mediante el lavatorio de los pies, cómo se
lleva a cumplimiento la obra salvífica del Padre e indicar con tal gesto la entrega de su
vida para la salvación del hombre. Es voluntad de Jesús que el hombre se salve y un
consumidor deseo lo guía a dar su vida y entregarse. Es consciente de que “el Padre
había puesto todo en sus manos” (v. 3a); tal expresión deja entrever que el Padre deja
a Jesús la completa libertad de acción.
Jesús, además, sabe que su origen y la meta de su itinerario es Dios; sabe que su
muerte en la cruz, expresión máxima de su amor, es el último momento de su camino
salvador. Su muerte es un “éxodo”: el ápice de su victoria sobre la muerte; en el dar su
vida, Jesús nos revela la presencia de Dios como vida plena y ausente de muerte.
Con esta plena conciencia de su identidad y de su completa libertad Jesús se dispone a
cumplir el grande y humilde gesto del lavatorio. Tal gesto de amor se describe con un
cúmulo de verbos (ocho) que convierten la escena complicada y henchida de significado.
El evangelista presentando la última acción de Jesús sobre los suyos, usa esta figura
retórica de acumulación de verbos sin repetirse para que tal gesto permanezca impreso
en el corazón y en la mente de sus discípulos y de cualquier lector y para que se retenga
un mandamiento que no debe olvidarse. El gesto cumplido por Jesús intenta mostrar
que el verdadero amor se traduce en acción tangible de servicio. Jesús se despoja de
sus vestidos se ciñe un delantal símbolo de servicio. El despojarse de sus vestidos es
una expresión que tiene la función de expresar el significado del don de la vida. ¿Qué
enseñanza quiere Jesús transmitir a sus discípulos con este gesto? Les muestra que el
amor se expresa en el servicio, en dar la vida por los demás como Él lo ha hecho.
En tiempos de Jesús el lavado de los pies era un gesto que expresaba hospitalidad y
acogida con los huéspedes. De ordinario era hecho por un esclavo con los huéspedes o
por una mujer o hijas a su padre. Además era costumbre que el rito del lavado de pies
fuese siempre antes de sentarse a la mesa y no durante la comida. Esta forma de obrar
de Jesús intenta subrayar la singularidad de su gesto.
Y así Jesús se pone a lavar los pies a sus discípulos. El reiterado uso del delantal con el
que Jesús se ha ceñido subraya que la actitud de servicio es un atributo permanente de
la persona de Jesús. De hecho, cuando acaba el lavatorio, Jesús no se quita el paño que
hace de delantal. Este particular intenta subrayar que el servicio-amor no termina con la
muerte. La minuciosidad de tantos detalles muestra la intención del evangelista de
querer poner de relieve la importancia y singularidad del gesto de Jesús. Lavando los
pies de sus discípulos Jesús intenta mostrarles su amor, que es un todo con el del Padre
(10,30.38). Es realmente impresionante esta imagen que Jesús nos revela de Dios: no
es un soberano que reside sólo en el cielo, sino que se presenta como siervo de la
humanidad. De este servicio divino brota para la comunidad de los creyentes aquella
libertad que nace del amor y que vuelve a todos sus miembros “señores” (libres) en
tanto que servidores. Es como decir que sólo la libertad crea el verdadero amor. De
ahora en adelante el servicio que los creyentes darán al hombre tendrá como finalidad el
de instaurar relaciones entre los hombres en el que la igualdad y la libertad sean una
consecuencia de la práctica del servicio recíproco. Jesús con su gesto intenta demostrar
que cualquier asomo de dominio o prepotencia sobre el hombre no está de acuerdo con
el modo de obrar de Dios, quien, por el contrario, sirve al hombre para atraerlo hacia Sí.
Además no tienen sentido las pretensiones de superioridad de un hombre sobre otro,
porque la comunidad fundada por Jesús no tiene forma piramidal sino horizontal, en la
que cada uno está al servicio del otro, siguiendo el ejemplo de Dios y de Jesús.
En síntesis, el gesto que Jesús cumple expresa los siguientes valores: el amor hacia los
hermanos exige un cambio en acogida fraterna, hospitalidad, o sea, servicio
permanente.
c) Resistencia de Pedro:
La reacción de Pedro al gesto de Jesús es de estupor y protesta. También hay cambio en
el modo de dirigirse a Jesús: Pedro lo llama “Señor” (13,6). Tal título reconoce en Jesús
un nivel de superioridad que choca con el “lavar” los pies, una acción que compete, en
verdad, a un sujeto inferior. La protesta es enérgicamente expresada por las palabras:
“¿Tú lavarme a mí los pies?” A los ojos de Pedro este humillante gesto del lavatorio de
los pies parece una inversión de valores que regulan las relaciones entre Jesús y los
hombres: el primero es el Mesías, Pedro es un súbdito. Pedro no aprueba la igualdad
que Jesús quiere establecer entre los hombres.
A tal incomprensión Jesús responde a Pedro invitándolo a acoger el sentido de lavar los
pies como un testimonio de su afecto hacia él. Más precisamente: le quiere ofrecer una
prueba concreta de cómo Él y el Padre lo aman.
Pero la reacción de Pedro no cesa: rechaza categóricamente que Jesús se ponga a sus
pies. Para Pedro cada uno debe cumplir su papel, no es posible una comunidad o una
sociedad basada en la igualdad. No es aceptable que Jesús abandone su posición de
superioridad para hacerse igual a sus discípulos. Tal idea del Maestro desorienta a Pedro
y lo lleva a protestar. No aceptando el servicio de amor de su Maestro, no acepta ni
siquiera que muera en la cruz por él (12,34; 13,37). Es como decir, que Pedro está lejos
de comprender qué cosa es el verdadero amor y tal obstáculo sirve de impedimento
para que Jesús se lo muestre con la acción.
Mientras que Pedro no esté dispuesto a compartir la dinámica del amor que se
manifiesta en el servicio recíproco no puede compartir la amistad con Jesús, y se
arriesga, realmente, a autoexcluirse.
A continuación de la advertencia de Jesús: “Si no te lavo, no tendrás parte conmigo”
(v.8), Pedro consiente a las amenazantes palabras del Maestro, pero sin aceptar el
sentido profundo de la acción de Jesús. Se muestra abierto, dispuesto a dejarse lavar,
no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza. Parece que Pedro admite mejor el
gesto de Jesús como una acción de purificación o ablución, más que como servicio. Pero
Jesús responde que los discípulos están purificados (“limpios”) desde el momento en que
han aceptado dejarse guiar por la Palabra del Maestro, rechazando la del mundo. Pedro
y los discípulos no tienen necesidad del rito judaico de la purificación, sino de dejarse
lavar los pies por Jesús; o mejor, de dejarse amar por Él, que les da dignidad y libertad.
d) El memorial del amor:
Al término del lavatorio de los pies, Jesús intenta dar a su acción una validez
permanente para su comunidad y al mismo tiempo dejar en ella un memorial o
mandamiento que deberá regular para siempre las relaciones fraternas.
Jesús es el Señor, no en la línea de dominio, sino en cuanto comunica el amor del Padre
(su Espíritu) que nos hace hijos de Dios y aptos para imitar a Jesús, que libremente da
su amor a los suyos. Esta actitud interior de Jesús lo ha querido comunicar a los suyos,
un amor que no excluye a ninguno, ni siquiera a Judas que lo va a traicionar. Por tanto
si los discípulos lo llaman Señor, deben imitarlo; si lo consideran Maestro deben
escucharlo.
3. Algunas preguntas para meditar:
- se levantó de la mesa: ¿cómo vives la Eucaristía? ¿De modo sedentario o te dejas
llevar por la acción de fuego del amor que recibes? ¿Corres el peligro de que la
Eucaristía de la que participas se pierda en el narcisismo contemplativo, sin llevarte al
compromiso de solidaridad y deseos de compartir? Tu compromiso por la justicia, por los
pobres, ¿viene de la costumbre de encontrarte con Jesús en la Eucaristía, de la
familiaridad con Él?
- se quitó los vestidos: Cuando de la Eucaristía pasas a la vida ¿sabes dejar los vestidos
del contracambio, del interés personal, para dejarte guiar por un amor auténtico hacia
los demás? ¿O después de la Eucaristía no eres capaz de dejar los vestidos del dominio y
de la arrogancia para vestir el de la sencillez, el de la pobreza?
- se puso un delantal: es la imagen de la “iglesia del delantal”. En la vida de tu familia,
de tu comunidad eclesial ¿vas por la vía del servicio? ¿Estás comprometido directamente
con el servicio a los pobres y marginados? ¿Sabes percibir el rostro de Cristo cuando
pide ser servido, amado en los pobres?
4. ORATIO
a) Salmo 116 (114-115), 12-13; 15-16; 17-18
El salmista que se encuentra en el templo y en presencia de la asamblea litúrgica escoge
su sacrificio de acción de gracias. Voltaire, que nutría una particular predilección por el
v.12, así se expresaba: “¿Qué cosa puedo ofrecer al Señor por los dones que me ha
dado?”
¿Cómo pagar a Yahvé todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de salvación e
invocaré el nombre de Yahvé.
Mucho le cuesta a Yahvé la muerte de los que lo aman. ¡Ah, Yahvé, yo soy tu siervo, tu
siervo, hijo de tu esclava, tú has soltado mis cadenas!
Te ofreceré sacrificio de acción de gracias e invocaré el nombre de Yahvé. Cumpliré mis
votos a Yahvé en presencia de todo el pueblo,
b) Oración final:
Fascinado por el modo con que Jesús expresa su amor a los suyos, Orígenes reza así:
Jesús, ven, tengo los pies sucios, Por mí te has hecho siervo, versa el agua en la jofaina;
Ven, lávame los pies.. Lo sé, es temerario lo que te digo, pero temo la amenaza de tus
palabras: “Si no te lavo los pies, no tendrás parte conmigo” Lávame por tanto los pies,
para que tenga parte contigo. (Homilía 5ª sobre Isaías)
Y San Ambrosio, preso de un deseo ardiente de corresponder al amor de Jesús, así se
expresa:
¡Oh, mi Señor Jesús! Déjame lavar tus sagrados pies; te los has ensuciado desde que
caminas por mi alma…
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No hay reflexión.
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1. El sentido literal de este v. puede ser doble: que los amó hasta el extremo (como lo
veremos en lo que hace a continuación), o que quiso extender a todos los suyos, que
vivirán hasta el fin de los tiempos, el mismo amor que tenía a aquellos que entonces
estaban en el mundo. Así también lo vemos formular aquí su Mandamiento nuevo (v.
34), en el cual se ofrece por modelo del amor que hemos de tenernos entre nosotros, a
fin de que ese amor Suyo por los hombres perdure sobre la tierra como si Él mismo se
quedara, puesto que, mediante el Espíritu Santo (Lc. 11, 13), cada uno podrá amar a su
hermano con el mismo amor con que Jesús lo amó. Es, como vemos, el aspecto inverso
del mismo misterio de caridad que reveló en Mt. 25, 45 al decirnos que Él recibe, como
hecho a su propia Persona, cuanto hacemos por el más pequeño de sus hermanos.
3. El Evangelista, siempre tan sobrio y falto de todo encomio, parece querer acentuar
esta vez la enormidad indecible que significa esa actitud de siervo tomada aquí por
Jesús (v. 4), no obstante saber Él muy bien que, como aquí se expresa, Él era el
Príncipe divino, el único hombre que ha habido y habrá digno de adoración.
4. Los vestidos: plural de generalización. “Jesús no se quitó sin duda más que el manto”
(Joüon).
5. Algunos piensan aquí en una purificación de los apóstoles, pero Jesús explica en vv.
12 ss. el significado y el propósito ejemplarizador de este acto de su inefable humildad y
caridad fraterna, “más para (ser) meditado que para expresado”, escribe S. Agustín. En
el v. 10 les dice que ya estaban limpios, y el lavar los pies no era un acto de purificación
de la conciencia sino un servicio de esclavo, que aquí es muestra de amor (cf. v. 1),
tanto más especial cuanto que no se trata de visitantes recién llegados (cf. Lc. 7, 44).
¡También a Judas le lavó los pies! La idea de purificación es, pues, como dice Huby,
ajena al discurso de Jesús.
8. Sobre esta falsa humildad cf. Mt. 5, 8; 16, 23; Lc. 12, 37 y nota. “Para tener
comunidad con Jesús es necesario no tener miedo de Él. Sin eso ¿cómo nos llamaríamos
redimidos por Él?”
10. Las palabras entre corchetes faltan en muchos manuscritos. Pirot las suprime
totalmente.
14. Sobre la sencillez y humildad sin límites de Jesús, véase Mt. 20, 28; Lc. 22, 27 y
nota.
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Juan 13,1-15 – ustedes también deben lavarse los pies unos a otros.
Posiblemente uno de los gestos más enigmáticos de Jesús en la Última Cena sea el
lavado de pies que realizó con todos y cada uno de sus discípulos. ¿Por qué lo hizo?
¿Qué es lo que quería comunicarnos? Parece claro que esta debe ser la actitud de todo
jefe, de todo líder en cada campo, cuanto más al interior de a Iglesia. No se trata de ir
presumiendo, como lamentablemente entienden algunos dirigentes y sobretodo ciertos
miembros de la jerarquía de la Iglesia. Si Jesús, siendo el Señor y el Maestro lavó los
pies a sus discípulos, cuanto más un Cardenal u Obispo cualquiera debía ponerse al
servicio de su feligresía. La Iglesia no debía tener la misma organización o similar que
las instituciones mundanas, destinadas al lucro; estas no debían ser la fuente de
inspiración para la Iglesia, sino Cristo y aquí nos revela de modo contundente, con el
ejemplo, quién y por qué lo demanda.
Estar dispuestos a lavarnos los pies unos a otros, para que el gesto sea sincero y no tan
solo un montaje escénico como se realiza en muchos templos durante la Misa del Jueves
Santo, requiere un acto de contrición, que nos lleve a reconocer nuestras faltas,
nuestras ofensas, tanto a Dios como a nuestros hermanos, especialmente a aquellos que
lavamos los pies y a los que nos los lavan. Purificarnos unos a otros, si es un acto
sincero, demanda arrepentimiento y propósito de enmienda, así como perdón y
misericordia. Hemos de hacerlo con mucha devoción y humildad, tal como Jesús nos lo
enseña. No se trata de fingir que, de parecer que. No se trata de un montaje, sino de un
momento muy especial que debe llevarnos a confundirnos en el amor unos por otros,
reconociendo nuestra debilidad, nuestros defectos, nuestras dificultades, nuestra
fragilidad y amándonos y perdonándonos a pesar de ellas. Y para aquél que ejerce un
alto cargo debía significar, tomar conciencia que es uno más, como cualquiera, porque el
cargo aquel no es nada más que la forma específica en la que le ha tocado servir a su
comunidad.
Esto quiere decir que todo lo que hacemos, lo hacemos en función de nuestra salvación,
pero no solo de la propia, sino de la comunitaria. Debemos ser capaces de este ejercicio
de desprendimiento. Debemos practicarlo cuantas veces sea necesario para recordarnos
que no somos el puesto o el cargo encomendado, sino únicamente –si cabe el término-
hijos de Dios, por lo tanto, hermanos, con los mismos privilegios y derechos; sujetos
todos del inmerecido amor de Dios, que hace salir el sol sobre justos y pecadores. Todo
cargo, en tal sentido, debe ser para nosotros como la vestimenta de la que debemos
aprender a desprendernos o a ceñírnoslas, sin que ella signifique privilegio o diferencia
alguna, cuanto más cuanto más elevado o encumbrado sea nuestro cargo. Tenemos que
llegar a la convicción que todo cargo o puesto es tan solo un servicio, al que no debemos
aferrarnos con afanes personales o de ningún otro tipo que terminen por
desnaturalizarlo. Debemos estar dispuesto a examinarnos constantemente y permitir
que los demás nos examinen, con amor, con sinceridad, siempre dispuestos a la
misericordia y al perdón, sin ocultar nada y sin que los cargos interfieran en nuestra
disposición, en nuestra decisión de amarnos los unos a los otros.
Oremos: Padre Santo, ayúdanos a entender que todo lo que realizamos, todos los
cargos que alguna vez podemos detentar, han de ser ejercidos para mayor Gloria Tuya,
es decir con desprendimiento y amor; y solo en tanto ello contribuya a nuestra salvación
y a la de nuestros hermanos…Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor…Amén. Roguemos
al Señor… Te lo pedimos Señor.
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Jesús, que es el único Maestro y Señor, adopta una inequívoca actitud de servicio frente
a sus discípulos. Lavándoles los pies, el Maestro realiza el gesto más significativo de la
condición del siervo que sirve a la mesa. La imagen dice lo que debe ser el servicio de
amor hacia todos, incluido Judas.
La ambición más profunda de la Eucaristía es la de reunir a los hombres y mujeres
animados por este espíritu.
El capítulo 13 del Evangelio de San Juan narra las palabras de Jesús en el cenáculo.
Aunque San Juan omite el relato de la institución eucarística, probablemente porque a la
hora de la composición de su evangelio ya era de todos conocida, por vivida en la
“fractio pañis”, pone, en cambio, una serie de discursos de Jesús de gran importancia
dogmática.
1. “Prólogo” introductorio a la Pasión
San Juan, antes de narrar la humillación de Jesús en su pasión y muerte, antepone un
pequeño “prólogo” en el que destaca la grandeza de Jesús; cómo Él es el único
consciente de todos los pasos que da; cómo va libremente a la muerte; cómo tiene el
dominio sobre todas las cosas y cómo, por amor a Dios y a los seres humanos, “salió” de
Dios y “vuelve” así, triunfalmente por su muerte redentora, a Dios.
Es característico de San Juan el anteponer estos prólogos a determinados
acontecimientos de Jesús para dar el profundo significado de ellos. Tal es la grandeza
divina, que Juan quiere destacarlo
“Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este
mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó
hasta el fin”
Probablemente evocada por la Pascua y basada en un juego de palabras, está construida
la frase introductoria: “sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este
mundo al Padre” precisamente “pascua” (pesah) significa tránsito o paso (Ex 12:11).
Como, indudablemente, esta cena es la pascual, esta afirmación del Evangelio al decir
“Antes de la fiesta de Pascua” crea una de las dificultades clásicas de la cronología de los
evangelios, ya que resulta que Jesús celebraría la cena pascual con sus discípulos, no en
la tarde del 15 de Nisán, la Pascua, sino el 14 de dicho mes.
2. Él había venido de Dios y volvía a Dios
“Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de
Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus
manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios”
Judas asiste a esta cena. Es decir la comida principal, hecha preferentemente hacia la
noche. Precisamente la cena pascual comenzaba después de ponerse el sol del 14 del
mes de Nisán, según el cómputo del día judío (Mt 26:20 par.). Por eso, cuando poco
después Judas sale de allí, era de noche.
Judas tiene ya tramada la entrega y está comprometido en la pasión de Jesús. Con el
cinismo del disimulo, para mejor lograr su objetivo, asiste a esta cena pascual; San Juan
dice: “el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de
entregarlo” Al vincular esta obra al demonio no pretende el evangelista hacer una
exclusiva referencia literaria personificada en Satán. Para San Juan, la pasión es un
terrible drama entre el reino de Satán, las fuerzas del mal, y Jesús, con su reino de Luz.
Los seres humanos son los instrumentos de ese mundo satánico. Pero toda esta triple
conjura, satánica, sanedrítica y de Judas, contra Jesús no era oculta para El. Es lo que
San Juan se complace en destacar y anteponer a esta tremenda tragedia.
“Sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos” que es el poder
conferido a su humanidad sobre todo lo creado, por razón de su unión hipostática, ya
que la frase no puede entenderse de la divinidad: poner en sus manos todas las cosas
no es darle el poder de la divinidad, sino poder sobre todas las cosas. (San Juan 3:35;
17:2). Si todas las cosas están en sus manos, también lo está Judas. Y si Él no lo
permitiese, ni el traidor podría entregarle. El libremente (San Juan 10:18) permite que
el traidor le entregue, para así cumplir los planes del Padre. Porque sabe que
precisamente llegó su hora, la hora que tanto deseó y a la que amoldó sus planes (San
Juan 7:6; 12:23).
Sabe también, como se complace en destacarlo San Juan, el evangelista, que “que él
había venido de Dios y volvía a Dios” Esta expresión alude, no a la generación eterna,
sino a que él había venido del Padre por la encarnación y volvía, por la muerte y
resurrección, al Padre, para ser glorificado con la “gloria que tuve cerca de ti antes de
que el mundo existiese” (San Juan 17:5-24).
3. Los amó hasta el extremo
Además, la obra que va a realizar en esta hora es una manifestación también de amor
insospechado a los seres humanos. Su obra de encarnación y de enseñanza fue obra de
amor. Pero ahora dice el evangelista que, “como hubiese amado a los suyos, que
estaban en el mundo, al fin los amó hasta el extremo (v.1b). Los “suyos,” contrapuestos
al mundo en este contexto, no pueden ser los judíos (San Juan 1:10:11), ni acaso sean
solamente todos los cristianos de entonces (San Juan 6:37.39).
Valorados en este contexto literario del cenáculo, se debe referir a los apóstoles (San
Juan 17:6-9). En todo caso, el evangelista no quiere decir que la obra redentora de
Jesús afecte sólo a los apóstoles: los que ahora se consideran en su “prólogo.” Poco
antes se expuso la doctrina en la que se habla de la muerte redentora de Jesús (San
Juan 10:15), que abarca también a todos los que no son del redil de Israel, es decir, los
gentiles (San Juan 10:16).
San Juan hace ver cómo la muerte de Jesús es una prueba de su amor desbordado por
los hombres. “Los amó hasta el extremo. La prueba suprema de este amor extremado la
da precisamente con la realización de su pasión y su muerte.
4. El lavatorio de los pies
“Se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura.
Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a
secárselos con la toalla que tenía en la cintura”
Sólo San Juan relata esta escena. Y la introduce de una manera súbita. Dice que tiene
lugar “mientras” cenaban. Jesús, para ello, se levantó del triclinio en que estaba
reclinado, y se quitó las vestiduras. Esta palabra significa, en general, vestido, y
preferentemente manto. Luego toma una toalla, eran de lino, lo suficientemente larga
que permitía ceñirse con ella. Después echó agua en una jofaina, y comenzó a lavar los
pies a los apóstoles, y a secárselos con el lienzo con que se había ceñido. Esta jofaina
citada era la denominación ordinaria para usos domésticos, si no es que el evangelista
quiere denominar con ella la jofaina propia para lavar los pies a los huéspedes. La toalla
con que se los seca era del ajuar que allí había para el servicio.
Jesús aparece así con función de esclavo. En expresión de San Pablo, “tomó la forma de
esclavo” (Flp 2:7). Los apóstoles, reclinados en los lechos del triclinio, tenían los pies,
vueltos hacia atrás, muy cerca del suelo. La ronda de humildad de Jesús va a comenzar.
Acaso ellos, presa de sorpresa, se sentaron en los lechos, en dirección de sus pies, por
donde Jesús iba.
San Juan, esquematizando el relato, lo centra en la figura de Pedro, aparte del prestigio
de éste a la hora de la composición de su evangelio, porque la escena con él fue la más
destacada y la que prestaba una oportunidad anecdótica para hacer la enseñanza que se
proponía. "¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?" Estos dos pronombres acusan bien
la actitud de Pedro. El, que había visto tantas veces la grandeza de Jesús, no resistía
ahora verle a sus pies para lavarle el sudor de los mismos. Se negó rotundamente. Pero
en aquella actitud de Pedro, aunque de vehemente amor, había algo humano
censurable. Y hacía falta que Jesús le lavase y le enseñase algo. Pedro necesitaba
someterse en todo a Jesús, lo que era someterse al plan del Padre.
5. "No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo”
Jesús le respondió: "No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después
lo comprenderás". Esto que Jesús exige — lavar los pies — era algo misterioso, pues su
hondo sentido sólo lo comprendería después. Como del Señor no se registra una
explicación precisa en el cenáculo, se refiere a la gran iluminación de Pentecostés, en
que el Espíritu les llevaría “hacia la verdad completa,” y con esas luces relatan, varias
veces, haber reconocido, comprendido hechos y enseñanzas de Jesús después de esta
gran iluminación.
"No, le dijo Pedro. ¡Tú jamás me lavarás los pies a mí!”. Pero aquella terquedad de
Pedro lleva una seria amenaza. Jesús le respondió: "Si yo no te lavo, no podrás
compartir mi suerte". Era la “excomunión.” La frase significa o no ser de su partido o no
compartir una misma suerte. Más “para quien ama a Jesús esta frase es irresistible”.
Pedro, con la vehemencia y extremismos de su carácter, se ofreció a que le lavase no
sólo los pies, sino también las manos y la cabeza. Pero no hacía falta esto. Aquello era
un rito misterioso y no necesitaban una purificación fundamental, pues todos estaban
limpios juego de palabras que expresa a un tiempo la limpieza física y moral. Pero Jesús
destaca ya la primera denuncia velada de Judas; éste no estaba puro. “Ustedes también
están limpios, aunque no todos"
6. Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo Soy
Después que Jesús terminó su ronda de limpieza, más de almas que de pies, pues
aquello era una enseñanza, dejó su aspecto de esclavo y, tomando sus vestidos, se
reclinó en el triclinio entre ellos.
Veladamente les va a hablar de lo que hizo, pues sólo lo podrán comprender después de
Pentecostés. Jesús les dice “Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque
lo soy”. Jesús es el Maestro y el Señor de todos. Así su lección es universal.
Dice Jesús: Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también
deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo
que yo hice con ustedes"
Lo que hizo Jesús fue darnos un ejemplo de humildad por caridad. Esto es lo que
debemos practicar: la humildad por caridad. Es lo que nos dirá muy pronto como un
precepto nuevo: “que os améis los unos a los otros.” Jesús ha de ser nuestro modelo,
nuestro gran y perfecto ejemplo, a El debemos mirar, para que nuestra vida se parezca
a la suya, esto es copiando sus sentimientos, y haciendo todo lo de El nuestro, para ir
pareciéndose a Él, y así, hacer efectivo el sueño de Dios en nosotros, que seamos
hombre buenos como su hijo Jesucristo.
3 Para la reflexión personal
– (Haz silencio en tu interior y pregúntate:)
1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2.- ¿Cómo ilumina mi vida?
3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?
4.- ¿Qué me falta para ser más como Él?
4 Oración. ¿Qué le decimos a Dios? La palabra se convierte en Oración.
1 No hay oración. www.Dioscadadía.Bastin,Pinkers,Teheux
2 Partirás solo, Señor, sin nosotros, tus amigos, para afrontar la lucha suprema del
enemigo. Partirás solo porque no podemos seguirte antes de que hayas vencido a aquel
que nos divide. Pero nos encontrarás en lo hondo de tu soledad, y nosotros te
encontraremos en el fondo de nuestra humillación.
Señor Jesús, nosotros no sabemos cuál es la hora más dulce y pura del amor: si la que
nos reúne juntos, confiados y descansados sobre tu pecho, o la que nos dispersa en la
noche, perdidos y abatidos de tristeza. Pero si Tú, desde tu lejanía de condenado a
muerte, te vuelves un momento a mirarnos, percibiremos en la luz de tus ojos una
chispa del insondable misterio que hoy nos pesa en el corazón y que mañana
contemplaremos sin velos en el rostro del Amor. Amén. www.santaclaradeestella.es
3 Fascinado por el modo con que Jesús expresa su amor a los suyos, Orígenes reza así:
Jesús, ven, tengo los pies sucios, Por mí te has hecho siervo, versa el agua en la jofaina;
Ven, lávame los pies. Lo sé, es temerario lo que te digo, pero temo la amenaza de tus
palabras: “Si no te lavo los pies, no tendrás parte conmigo” Lávame por tanto los pies,
para que tenga parte Contigo. (Homilía 5ª sobre Isaías)
Y San Ambrosio, preso de un deseo ardiente de corresponder al amor de Jesús, así se
expresa: ¡Oh, mi Señor Jesús! Déjame lavar tus sagrados pies; te los has ensuciado
desde que caminas por mi alma… www.ocarm.org
4 ¡Padre de Jesús! Tu que has recibido a Cristo al partir, Tu que lo amas y te glorificas
por su obediencia y muerte por nosotros; te damos gracias porque nos amas igual hasta
el extremo, aun y sin tener en cuenta, que lo hemos crucificado, traicionado y negado.
Gracias Jesus bendito, glorioso, gracias por aceptar ser «siervo», servirnos para ejemplo
nuestro. Lavarnos los pies, nuestros pecados que es tu Cruz, y tu Cruz que es «Amor»,
amor y misericordia infinitas. Gracias Jesus por limpiarnos, purificarnos y salvarnos.
Acepto mi pecado, acepto mis errores: «Lávame Señor no solo los pies, sino el alma y
todo mi ser»
Tu mi Maestro y Señor, recibe mis alabanzas, porque has glorificado a Dios Padre.
Concédeme la fe, la gracia y la esperanza, de servirte con mi próximo, de lavar los pies
de mi hermano. Y que María Santísima, Madre vuestra y mia, nos ampare en nuestro
camino, para no caer en la soberbia y egoísmo. Amén. www.dario.res
5 Señor, reconozco que el gesto con el que lavas los pies a los discipulos no esconde tu
divinidad, sino que la manifiesta. Del mismo modo que te pones de rodillas ante los
tuyos, así te doblas bajo el peso de la cruz. Del mismo modo que te rebajas para servir
a los tuyos, así tu elevación a la cruz revela el amor por cada persona, la prontitud para
entregar la humanidad redimida al Padre. El signo del lavatorio de los pies revela tu
humildad y simboliza la entrega suprema de tu vida en favor de todos nosotros, tus
amigos. Senor, haz que también nosotros podamos imitarte en el servicio a todo
hermano y comprender que el servicio es la ley fundamental y la norma de vida para
toda comunidad de fe. www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini
5 Contemplación. ¿Cómo interiorizamos la palabra de Dios? La palabra en el
corazón de los Padres.
Mi Señor se quita el manto, se ciñe una toalla, echa agua en la jofaina y lava los pies a
sus discípulos: también quiere lavarnos los pies a nosotros. Y no sólo a Pedro, sino a
cada uno de los fieles nos dice: "Si no te lavo los pies, no podrás contarte entre los
míos". Ven, Señor Jesús, deja el manto que te has puesto por mí. Despójate, para
revestirte de tu misericordia. Cíñete una toalla, para que nos ciñas con tu don: la
inmortalidad. Echa agua en la jofaina y lávanos no sólo los pies, sino también la cabeza;
no sólo los pies de nuestro cuerpo, sino también los del alma. Quiero despojarme de
toda suciedad propia de nuestra fragilidad.
¡Qué grande es este misterio! Como un siervo lavas los pies a tus siervos y como Dios
mandas rocío del cielo [...]. También yo quiero lavar los pies a mis hermanos, quiero
cumplir el mandato del Señor. Él me mandó no avergonzarme ni desdeñar el cumplir lo
que él mismo hizo antes que yo. Me aprovecho del misterio de la humildad: mientras
lavo a los otros, purifico mis manchas (san Ambrosio, El Espíritu Santo I, 12-15).
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El hombre fue creado para servir a su Creador. ¿Hay algo más justo, en efecto, que
servir al que os ha puesto en el mundo, sin quien no podéis existir? ¿Y hay algo más
dichoso que servirle, puesto que servirle es reinar? Pero el hombre dijo a su Creador:
«Yo no te serviré» (Jr 2,20). «Pues yo -dice el Creador al hombre- si te serviré. Siéntate,
te serviré, te lavaré los pies»... Si, oh Cristo, «servidor bueno y fiel» (Mt 25,21),
verdaderamente tú has servido, has servido con toda la fe y con toda la verdad, con
toda la paciencia y toda la constancia. Sin tibieza, te has lanzado como un gigante a
correr por el camino de la obediencia; sin fingir, nos has dado además, después de
tantas fatigas, tu propia vida; sin murmurar, flagelado e inocente, no has abierto la boca
(Is 53,9). Está escrito y es verdad: «El servidor que conoce la voluntad de su amo y no
la cumple recibirá cantidad de azotes» (Lc 12,47). Pero este servidor nuestro, os
pregunto ¿qué actos no ha llevado a cabo? ¿Qué ha omitido de lo que debía hacer?
«Todo lo ha hecho bien», gritaban los que observaban su conducta; «ha hecho oír a los
sordos y hablar a los mudos» (Mc 7,37). Si ha llevado a cabo toda clase de acciones
dignas de recompensa, ¿por qué ha sufrido tanta indignidad? Presentó su espalda a los
latigazos, recibió una sorprendente cantidad de atroces golpes, su sangre chorreo por
todas partes. Fue interrogado en medio de oprobios y tormentos, como si fuera un
esclavo o un malhechor a quien se interroga para hacerle decir la verdad sobre un
crimen. ¡Oh detestable orgullo del hombre, que desdeña servir y que no podía ser
humillado por ningún otro ejemplo que el de un servidor semejante de su Dios!...
Sí, mi Señor, has pasado muchas penas para servirme, y sería justo y equitativo que de
ahora en adelante puedas descansar, y que tu servidor, a su vez, se ponga a servirte;
su momento ha llegado... Has vencido, Señor, a este tu servidor rebelde; extiendo mis
manos para recibir tus ataduras, inclino mi cabeza para recibir tu yugo. Permíteme
servirte. Aunque soy un servidor inútil si tu gracia no me acompaña y no trabaja
siempre a mi lado (Sab 9,10), recíbeme como tu servidor para siempre (Guerrico de
Igny, «Sermones», Domingo de Ramos, I, 1-3, passim). www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini
6 Acción. ¿A qué me comprometo con Dios? Para custodiar y vivir la palabra.
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: "Haced esto en memoria mía" (1 Cor
11,24).
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Los amó hasta el extremo» (v. 1).
7 Para la lectura espiritual. Caminar con la palabra.
El día de Jueves Santo se celebra la memoria de la primera vez que Nuestro Señor tomó
el pan y lo convirtió en su cuerpo, tomó el vino y lo transformó en su sangre. Esta
verdad requiere de nosotros una gran humildad, que sólo puede ser un don suyo. Me
refiero a esa humildad de mente por la que conocemos la verdad de que lo que antes
era pan ahora es su cuerpo y lo que antes era vino ahora es su sangre. Por eso nos
arrodillamos para honrar a Jesús en el Santísimo Sacramento. Sucesivamente, cuando
se ora ante el altar de la Reserva, nos damos cuenta de cómo estamos unidos a él en el
sufrimiento del huerto de Getsemaní, tan cercanos a él como María Magdalena cuando lo
encontró en el huerto el primer domingo de pascua: este hecho es el que nos causa más
extrañeza.
El día de Jueves Santo [...] evocamos también cómo nuestro Señor, durante la última
cena, se levantó y se puso a lavar los pies de sus apóstoles y, con este gesto, nos
mostró algo de la divina bondad.
Jesús nos revela en qué consiste lo divino. Jesús lavó los pies de sus discípulos para
mostrar las atenciones y la gran bondad que Dios tiene con nosotros. Es un pensamiento
maravilloso que podría ocupar nuestra mente y nuestras plegarias.
Si esta bondad divina puede manifestársenos, ¿qué podremos hacer nosotros a cambio?
¿No deberíamos igualar esta dulce bondad suya, que rebosa amor por nosotros, y
brindar la misma bondad y el mismo amor? Esto demostraría que el amor, la caridad
cristiana, no es sólo una palabra fácil, sino algo que nos lleva a la acción y al servicio,
especialmente al de los pobres y al de cuantos pasan necesidad (B. Hume, // mistero e
l'assurdo, Cásale Monf. 1999, 107s). www.santaclaradeestella.es
La última consigna de nuestro Señor no es la de amar a Dios, sino la de amar al-
prójimo. Y esto es tan extraordinario, tan sorprendente, que parece del orden del
milagro. Jesús se cita con nosotros en la humanidad. Nos espera en el corazón de la
historia humana, y esta consigna que nos da nos la ilustra de una manera infinitamente
conmovedora a través de la enseñanza que da a sus discípulos arrodillándose él mismo
ante ellos y lavándoles los pies, realizando con ellos el gesto del esclavo, un gesto, en
apariencia escandaloso, que lleva a cabo la transmutación de todos los valores, el gesto
que Pedro rechaza de inmediato. En efecto, para aceptar ese gesto, es preciso renunciar
a ver a Dios como grandeza exterior. Es preciso comprender que la suprema grandeza
de Dios es su humildad, su caridad, su despojo en el misterio de la Trinidad. Aquel que
puede darse hasta el infinito: he aquí lo que es Dios.
Jesús, al arrodillarse, derriba todas nuestras grandezas jerárquicas, todas nuestras
grandezas de carne y de orgullo, y nos conduce suave, tiernamente, a aprender la
verdadera grandeza le da al más pequeño la posibilidad de llegar a ser alguien. Nos
introduce a cada uno en esta aventura infinita que tiene a Dios como centro, como
origen y como fin. Suprime las competiciones mortales entre los hombres que
desembocan en el odio y en l guerra, porque nos ofrece una grandeza que es posible a
todos y que puede ser realizada por cada uno en lo más íntimo de su corazón. Es una
grandeza que nos transforma hasta las raíces. Es una grandeza que coincide con la vida
y que se difunde a través de nuestra presencia. El gesto del lavatorio de los pies nos
introduce del modo más profundo en el corazón del misterio de la cruz. Nos hace
comprender, o al menos intuir, que si la misión de Jesús acabó con un fracaso, este
fracaso es también la más elevada revelación de Dios, porque lo que le importa a Dios
es aparecer siempre como el amor infinito, es perseverar en su amor aunque nosotros le
traicionemos, aunque le neguemos, aunque le abandonemos, aunque no respondamos
más que con la indiferencia a sus invitaciones (M. Zundel, Vie, mort, résurrection,
Quebec 1 998, 57-61, passim). www.evangeliodeJuan.GiorgioZevini
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Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: “¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a
mí?”.
Jesús le respondió: “No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después
lo comprenderás”.
“No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!”. Jesús le respondió: “Si yo no te
lavo, no podrás compartir mi suerte”.
“¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor;
y tienen razón, porque lo soy.
Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben
lavarse los pies unos a otros.
Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.”
🙋 Siguiendo este texto, ¿Cuáles son las palabras o frases o actitudes que atraen tu
atención, tu interés?
Señor, quiero siempre estar dispuesto de corazón, de alma, de cuerpo para que me
sirvas y yo ser tu instrumento para servir, es cierto no entiendo que hay más allá, solo
sé que el servir y dar amor es el principio, la puerta que abre a tu Reino y es así como
compartiré tú misma suerte. Seguramente no sigo muy bien tu ejemplo, pero de algo si
estoy seguro, que hago mi mejor esfuerzo y doy mi mejor voluntad por seguirte,
ayúdame mi Señor para que cada día, cada momento esté más cerca a tu ejemplo.
🙋 Siguiendo el mensaje de este texto, ¿Cuál es la palabra o frase o párrafo o actitud que
te ayuda a recordar este texto?
Tomemos un tiempo, dispongamos todo lo que somos, nuestro cuerpo, nuestro espíritu,
nuestro corazón y nuestra mente y dejemos que el Señor nos sirva.
Vayamos al templo y sirvamos hoy que inicia el Triduo Pascual.
Vayamos con algún amigo, hermano, o alguien y sirvamos dando algo de nosotros.
✞ ✞ ✞ Profesión de Fe
No se dice Credo.
Oremos a Dios Padre, que en Jesucristo su Hijo nos ha amado hasta el extremo.
- Por la Iglesia, cuerpo de Cristo, para que guarde la unidad en la caridad, que quiso
para ella Jesucristo, y así el mundo crea. Roguemos al Señor.
- Por el Papa, los obispos, los presbíteros y todos los que ejercen algún ministerio en la
Iglesia; para que su vida sea siempre, a imagen de Cristo, servicio y entrega a sus
hermanos. Roguemos al Señor.
- Por la unión de los cristianos de oriente y occidente, para que encontremos la unidad
en la Cena del Señor. Roguemos al Señor.
- Por los gobernantes de todas las naciones, para que sirvan a sus pueblos promoviendo
la justicia y la paz. Roguemos al Señor.
- Por nosotros, reunidos en este cenáculo para participar en la Cena del Señor, para que,
siguiendo el ejemplo de Cristo, vivamos la urgencia del mandamiento nuevo de amar a
todos, incluso a los que nos quieren mal. Roguemos al Señor.
Dios Padre nuestro, que has amado tanto al mundo que entregaste a tu Hijo a la muerte
por nosotros, escucha nuestras súplicas, concédenos lo que te pedimos. Por Jesucristo
nuestro Señor.
••• En esta tarde (noche), tan diferente de otras tardes (noches), estamos invitados con
los apóstoles a la Cena del Señor. Roguémosle que sepamos conectar íntimamente con
su propia actitud y disposición interior, en aquella noche antes de su pasión, y
digámosle:
R/ Quédate con nosotros, Señor.
- Señor Jesús, Cordero de Dios, tú cumples la voluntad del Padre hasta el fin; eres fiel a
tu misión de amor. Danos la misma fidelidad, para que no busquemos con terquedad
nuestra propia voluntad, sino la voluntad del Padre, en todo lo que hagamos. Y así te
rogamos:
R/ Quédate con nosotros, Señor.
- Señor, en la Última Cena encontraste una forma misteriosa y sacramental para
permanecer por siempre con los que amas. Danos fuerza y valor para seguir estando del
lado de los que necesitan amor, para que les ayudemos en su miseria y pobreza, y les
induzcamos a esperar en ti y en la vida. Y así te rogamos:
R/ Quédate con nosotros, Señor.
- Cristo, nuestro Salvador, en la Última Cena tú nos diste tu mandamiento de amor
como tu último testamento. Danos la gracia de comprometernos a hacer obras de amor,
de forma que así podamos celebrar genuinamente la eucaristía, trabajando también
por la justicia social, por la paz y por el respeto de la dignidad humana de nuestros
hermanos. Y así te rogamos:
R/ Quédate con nosotros, Señor.
- Señor, en esta tarde (noche) santa, tú nos muestras que tu amor no consiste en meras
palabras, sino que es totalmente eficaz, más fuerte que la muerte, pues entregas tu vida
por nosotros. Danos fuerza para amarte a ti y a los hermanos con un amor más fuerte y
efectivo que las palabras, con un amor fiel y total. Y así te rogamos:
R/ Quédate con nosotros, Señor.
- Señor Jesús, en esta tarde (noche) santa, tú nos enseñas que “amor” significa servicio
humilde. Te pedimos valor para hacer “obras de caridad”, no para ser vistos por la
gente, sino para ayudar a otros, callada y discretamente, respetando su dignidad
humana; y danos arrojo para dar preferencia a los más pobres, a los desconocidos, a
los pequeños, a los marginados y rechazados de la vida. Y así te rogamos:
R/ Quédate con nosotros, Señor.
Señor Jesucristo, Señor de amor: Tú dijiste en la Última Cena -y nos lo repites a
nosotros esta tarde (noche)- que una persona no puede tener mayor amor que dando
su vida por sus amigos. Danos fuerza para evitar vivir para nosotros mismos, y, gracias
al calor de nuestros corazones y a nuestra entrega de unos a otros, para hacer tu amor
un poco más visible en la tierra, para que todos crean en ti, ahora y por los siglos de los
siglos.
3 LITURGIA EUCARISTICA
Sacerdote: Orad hermanos para que este sacrificio, mío y vuestro, sea
agradable a Dios, Padre todopoderoso.
Todos: El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria
de su Nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia. (→ Este es el
Compendio de la Misa)
14. Al comienzo de la liturgia eucarística se puede organizar una procesión de los fieles
en la cual, con el pan y el vino, se pueden presentar dones para los pobres.
Mientras tanto se canta el siguiente himno u otro canto apropiado.
Ant. Ubi cáritas est vera, Deus ibi est.
V. Congregávit nos in unum Christi amor.
V. Exsultémus et in ipso iucundémur.
V. Timeámus et amémus Deum vivum.
V. Et ex corde diligámus nos sincéro.
Ant. Ubi cáritas est vera, Deus ibi est.
V. Simul ergo cum in unum congregámur:
V. Ne nos mente dividámur, caveámus.
V. Cessent iúrgia malígna, cessent lites.
V. Et in médio nostri sit Christus Deus.
Ant. Ubi cáritas est vera, Deus ibi est.
V. Simul quoque cum beátis videámus
V. Gloriánter vultum tuum, Christe Deus:
V. Gáudium, quod est imménsum atque probum,
V. Saecula per infiníta saeculórum. Amen.
*** Se llevan al altar los dones; el pan y el vino. *** Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro
espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios
nuestro. *** Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado.
Concédenos, Señor, participar dignamente en estos sacramentos, pues cada vez que se
celebra el memorial del sacrificio de Cristo, se realiza la obra de nuestra redención. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Oh Dios y Padre nuestro: Tu Hijo Jesús se dio a sí mismo a sus amigos como el nuevo
Cordero Pascual bajo el sabor de un trozo de pan y con la alegría de una copa de vino.
Ahora que está Él con nosotros, le pedimos que nos alimente con su cuerpo para
hacernos realmente su “cuerpo místico” para el mundo, es decir, la Iglesia de su pueblo
peregrino en marcha hacia la tierra prometida donde esperamos gozar de alegría y
felicidad eternas. Te lo pedimos por el mismo Cristo, nuestro Señor.
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu
gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el
cielo.
PLEGARIA EUCARÍSTICA I o CANON ROMANO.
17. I. Cuando se utiliza el Canon romano se hace todo como se indica en los nn. 18ss.
II. Cuando se utiliza la plegaria eucarística II, en el relato de la institución se dice El
cual, en esta misma noche, cuando iba a ser entregado a su pasión.
III. Cuando se utiliza la plegaria eucarística III, en el relato de la institución se dice
habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el extremo y,
mientras cenaba con sus discípulos.
18. El sacerdote, con las manos extendidas, dice:
Padre misericordioso, te pedimos humildemente por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor,
Junta las manos y dice:
Que aceptes
Traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:
Y bendigas estos + dones, este sacrificio santo y puro que te ofrecemos,
Con las manos extendidas, prosigue:
Ante todo, por tu Iglesia santa y católica, para que le concedas la paz, la protejas, la
congregues en la unidad y la gobiernes en el mundo entero, con tu servidor el papa N.,
con nuestro obispo N.,
[Con el obispo coadjutor (auxiliar) N. o bien: y sus obispos auxiliares,
El obispo, cuando celebra en su diócesis, dice: conmigo, indigno siervo tuyo,
o bien, cuando celebra un obispo que no es el ordinario diocesano, dice: con mi hermano
N., obispo de esta Iglesia de N., conmigo, indigno siervo tuyo.]
y todos los demás Obispos que, fieles a la verdad, promueven la fe católica y apostólica.
Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del
Espíritu Santo, todo Honor y toda Gloria por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
Amén.
✞ ✞ ✞ Rito de la comunión
Significa "común unión". Al acercarnos a comulgar, además de recibir a Jesús dentro de nosotros y de
abrazarlo con tanto amor y alegría, nos unimos a toda la Iglesia en esa misma alegría y amor.
a) Introducción al Padrenuestro
Con las palabras de Jesús nuestro Señor oremos al Padre de todos para que su reino venga a cada
persona de la tierra.
Líbranos, Señor.
Líbranos, Señor, de todos los males. Danos hoy el pan de tu Hijo que nos anime a seguir
adelante por el camino del amor y del servicio y que sea nuestra fuerza en las pruebas
de la vida, mientras esperamos con gozosa alegría la gloriosa venida de nuestro
Salvador Jesucristo.
Éste es Jesucristo, el Señor, Cordero de Dios que entregó su vida para eliminar nuestros
pecados y para ser nuestra vida. Vengan a la mesa del Señor en paz y amistad. Es el
mismo Señor quien nos invita y el mismo Señor quien nos alimenta; es el Señor quien
nos da su paz.
33. Oportunamente, el sacerdote, en el momento de la comunión, entrega la Eucaristía
tomada de la mesa del altar, a los diáconos, acólitos u otros ministros extraordinarios,
para que seguidamente sea llevada a los enfermos que han de comulgar en casa.
34. Antífona de comunión Cf. 1Cor 11, 24-25
Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; este cáliz es la nueva alianza en mi
sangre, dice el Señor; haced esto, cada vez que lo bebáis, en memoria mía.
35. Acabada la distribución de la comunión, se deja sobre el altar la píxide con el pan
consagrado para la comunión del día siguiente. La misa acaba con la oración después de
la comunión.
DIRECTORIO HOMILÉTICO
Ap. I. La homilía y el Catecismo de la Iglesia Católica
Ciclo A. Jueves Santo - Cena del Señor
La institución de la Eucaristía
1337 El Señor, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el fin. Sabiendo que había
llegado la hora de partir de este mundo para retornar a su Padre, en el transcurso de
una cena, les lavó los pies y les dio el mandamiento del amor (Jn 13, 1-17). Para
dejarles una prenda de este amor, para no alejarse nunca de los suyos y hacerles
partícipes de su Pascua, instituyó la Eucaristía como memorial de su muerte y de su
resurrección y ordenó a sus apóstoles celebrarlo hasta su retorno, "constituyéndoles
entonces sacerdotes del Nuevo Testamento" (Cc. de Trento: DS 1740).
1338 Los tres evangelios sinópticos y S. Pablo nos han transmitido el relato de la
institución de la Eucaristía; por su parte, S. Juan relata las palabras de Jesús en la
sinagoga de Cafarnaúm, palabras que preparan la institución de la Eucaristía: Cristo se
designa a sí mismo como el pan de vida, bajado del cielo (cf Jn 6).
1339 Jesús escogió el tiempo de la Pascua para realizar lo que había anunciado en
Cafarnaúm: dar a sus discípulos su Cuerpo y su Sangre:
Llegó el día de los Ázimos, en el que se había de inmolar el cordero de Pascua; (Jesús)
envió a Pedro y a Juan, diciendo: `Id y preparadnos la Pascua para que la comamos'…
fueron… y prepararon la Pascua. Llegada la hora, se puso a la mesa con los apóstoles; y
les dijo: `Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer;
porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de
Dios'… Y tomó pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: `Esto es mi cuerpo que va
a ser entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío'. De igual modo, después de
cenar, el cáliz, diciendo: `Este cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre, que va a ser
derramada por vosotros' (Lc 22, 7-20; cf Mt 26, 17-29; Mc 14, 12-25; 1Co 11, 23-26).
1340 Al celebrar la última Cena con sus apóstoles en el transcurso del banquete pascual,
Jesús dio su sentido definitivo a la pascua judía. En efecto, el paso de Jesús a su Padre
por su muerte y su resurrección, la Pascua nueva, es anticipada en la Cena y celebrada
en la Eucaristía que da cumplimiento a la pascua judía y anticipa la pascua final de la
Iglesia en la gloria del Reino.
"Haced esto en memoria mía"
1341 El mandamiento de Jesús de repetir sus gestos y sus palabras "hasta que venga"
(1Co 11, 26), no exige solamente acordarse de Jesús y de lo que hizo. Requiere la
celebración litúrgica por los apóstoles y sus sucesores del memorial de Cristo, de su
vida, de su muerte, de su resurrección y de su intercesión junto al Padre.
1342 Desde el comienzo la Iglesia fue fiel a la orden del Señor. De la Iglesia de
Jerusalén se dice:
"Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, fieles a la comunión fraterna, a
la fracción del pan y a las oraciones… Acudían al Templo todos los días con
perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan por las casas y tomaban el
alimento con alegría y con sencillez de corazón" (Hch 2, 42. 46).
1343 Era sobre todo "el primer día de la semana", es decir, el domingo, el día de la
resurrección de Jesús, cuando los cristianos se reunían para "partir el pan" (Hch 20, 7).
Desde entonces hasta nuestros días la celebración de la Eucaristía se ha perpetuado, de
suerte que hoy la encontramos por todas partes en la Iglesia, con la misma estructura
fundamental. Sigue siendo el centro de la vida de la Iglesia.
1344 Así, de celebración en celebración, anunciando el misterio pascual de Jesús "hasta
que venga" (1Co 11, 26), el pueblo de Dios peregrinante "camina por la senda estrecha
de la cruz" (AG 1) hacia el banquete celestial, donde todos los elegidos se sentarán a la
mesa del Reino.
La Eucaristía como acción de gracias
1359 La Eucaristía, sacramento de nuestra salvación realizada por Cristo en la cruz, es
también un sacrificio de alabanza en acción de gracias por la obra de la creación. En el
sacrificio eucarístico, toda la creación amada por Dios es presentada al Padre a través de
la muerte y resurrección de Cristo. Por Cristo, la Iglesia puede ofrecer el sacrificio de
alabanza en acción de gracias por todo lo que Dios ha hecho de bueno, de bello y de
justo en la creación y en la humanidad.
1360 La Eucaristía es un sacrificio de acción de gracias al Padre, una bendición por la
cual la Iglesia expresa su reconocimiento a Dios por todos sus beneficios, por todo lo
que ha realizado mediante la creación, la redención y la santificación. "Eucaristía"
significa, ante todo, acción de gracias.
1361 La Eucaristía es también el sacrificio de alabanza por medio del cual la Iglesia
canta la gloria de Dios en nombre de toda la creación. Este sacrificio de alabanza sólo es
posible a través de Cristo: él une los fieles a su persona, a su alabanza y a su
intercesión, de manera que el sacrificio de alabanza al Padre es ofrecido por Cristo y con
Cristo para ser aceptado en él.
La Eucaristía como sacrificio
610 Jesús expresó de forma suprema la ofrenda libre de sí mismo en la cena tomada
con los Doce Apóstoles (cf Mt 26, 20), en "la noche en que fue entregado"(1Co 11, 23).
En la víspera de su Pasión, estando todavía libre, Jesús hizo de esta última Cena con sus
apóstoles el memorial de su ofrenda voluntaria al Padre (cf. 1Co 5, 7), por la salvación
de los hombres: "Este es mi Cuerpo que va a ser entregado por vosotros" (Lc 22, 19).
"Esta es mi sangre de la Alianza que va a ser derramada por muchos para remisión de
los pecados" (Mt 26, 28).
El memorial sacrificial de Cristo y de su Cuerpo, que es la Iglesia
1362 La Eucaristía es el memorial de la Pascua de Cristo, la actualización y la ofrenda
sacramental de su único sacrificio, en la liturgia de la Iglesia que es su Cuerpo. En todas
las plegarias eucarísticas encontramos, tras las palabras de la institución, una oración
llamada anámnesis o memorial.
1363 En el sentido empleado por la Sagrada Escritura, el memorial no es solamente el
recuerdo de los acontecimientos del pasado, sino la proclamación de las maravillas que
Dios ha realizado en favor de los hombres (cf Ex 13, 3). En la celebración litúrgica, estos
acontecimientos se hacen, en cierta forma, presentes y actuales. De esta manera Israel
entiende su liberación de Egipto: cada vez que es celebrada la pascua, los
acontecimientos del Éxodo se hacen presentes a la memoria de los creyentes a fin de
que conformen su vida a estos acontecimientos.
1364 El memorial recibe un sentido nuevo en el Nuevo Testamento. Cuando la Iglesia
celebra la Eucaristía, hace memoria de la Pascua de Cristo y esta se hace presente: el
sacrificio que Cristo ofreció de una vez para siempre en la cruz, permanece siempre
actual (cf Hb 7, 25-27): "Cuantas veces se renueva en el altar el sacrificio de la cruz, en
el que Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado, se realiza la obra de nuestra redención" (LG
3).
1365 Por ser memorial de la Pascua de Cristo, la Eucaristía es también un sacrificio. El
carácter sacrificial de la Eucaristía se manifiesta en las palabras mismas de la
institución: "Esto es mi Cuerpo que será entregado por vosotros" y "Esta copa es la
nueva Alianza en mi sangre, que será derramada por vosotros" (Lc 22, 19-20). En la
Eucaristía, Cristo da el mismo cuerpo que por nosotros entregó en la cruz, y la sangre
misma que "derramó por muchos para remisión de los pecados" (Mt 26, 28).
1366 La Eucaristía es, pues, un sacrificio porque representa (= hace presente) el
sacrificio de la cruz, porque es su memorial y aplica su fruto:
"(Cristo), nuestro Dios y Señor, se ofreció a Dios Padre una vez por todas, muriendo
como intercesor sobre el altar de la cruz, a fin de realizar para ellos (los hombres) una
redención eterna. Sin embargo, como su muerte no debía poner fin a su sacerdocio (Hb
7, 24. 27), en la última Cena, "la noche en que fue entregado" (1Co 11, 23), quiso dejar
a la Iglesia, su esposa amada, un sacrificio visible (como lo reclama la naturaleza
humana), donde sería representado el sacrificio sangriento que iba a realizarse una
única vez en la cruz cuya memoria se perpetuaría hasta el fin de los siglos (1Co 11, 23)
y cuya virtud saludable se aplicaría a la redención de los pecados que cometemos cada
día" (Cc. de Trento: DS 1740).
1367 El sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son, pues, un único sacrificio:
"Es una y la misma víctima, que se ofrece ahora por el ministerio de los sacerdotes, que
se ofreció a si misma entonces sobre la cruz. Sólo difiere la manera de ofrecer":
(CONCILIUM TRIDENTINUM, Sess. 22a., Doctrina de ss. Missae sacrificio, c. 2: DS 1743)
"Y puesto que en este divino sacrificio que se realiza en la Misa, se contiene e inmola
incruentamente el mismo Cristo que en el altar de la cruz "se ofreció a sí mismo una vez
de modo cruento";… este sacrificio [es] verdaderamente propiciatorio" (Ibid).
1368 La Eucaristía es igualmente el sacrificio de la Iglesia. La Iglesia, que es el Cuerpo
de Cristo, participa en la ofrenda de su Cabeza. Con él, ella se ofrece totalmente. Se une
a su intercesión ante el Padre por todos los hombres. En la Eucaristía, el sacrificio de
Cristo es también el sacrificio de los miembros de su Cuerpo. La vida de los fieles, su
alabanza, su sufrimiento, su oración y su trabajo se unen a los de Cristo y a su total
ofrenda, y adquieren así un valor nuevo. El sacrificio de Cristo, presente sobre el altar,
da a todas las generaciones de cristianos la posibilidad de unirse a su ofrenda.
En las catacumbas, la Iglesia es con frecuencia representada como una mujer en
oración, los brazos extendidos en actitud de orante. Como Cristo que extendió los brazos
sobre la cruz, por él, con él y en él, la Iglesia se ofrece e intercede por todos los
hombres.
1369 Toda la Iglesia se une a la ofrenda y a la intercesión de Cristo. Encargado del
ministerio de Pedro en la Iglesia, el Papa es asociado a toda celebración de la Eucaristía
en la que es nombrado como signo y servidor de la unidad de la Iglesia universal. El
obispo del lugar es siempre responsable de la Eucaristía, incluso cuando es presidida por
un presbítero; el nombre del obispo se pronuncia en ella para significar su presidencia
de la Iglesia particular en medio del presbiterio y con la asistencia de los diáconos. La
comunidad intercede también por todos los ministros que, por ella y con ella, ofrecen el
sacrificio eucarístico:
"Que sólo sea considerada como legítima la eucaristía que se hace bajo la presidencia
del obispo o de quien él ha señalado para ello" (S. Ignacio de Antioquía, Smyrn. 8, 1).
"Por medio del ministerio de los presbíteros, se realiza a la perfección el sacrificio
espiritual de los fieles en unión con el sacrificio de Cristo, único Mediador. Este, en
nombre de toda la Iglesia, por manos de los presbíteros, se ofrece incruenta y
sacramentalmente en la Eucaristía, hasta que el Señor venga" (PO 2).
1370 A la ofrenda de Cristo se unen no sólo los miembros que están todavía aquí abajo,
sino también los que están ya en la gloria del cielo: La Iglesia ofrece el sacrificio
eucarístico en comunión con la santísima Virgen María y haciendo memoria de ella así
como de todos los santos y santas. En la Eucaristía, la Iglesia, con María, está como al
pie de la cruz, unida a la ofrenda y a la intercesión de Cristo.
1371 El sacrificio eucarístico es también ofrecido por los fieles difuntos "que han muerto
en Cristo y todavía no están plenamente purificados" (Cc. de Trento: DS 1743), para
que puedan entrar en la luz y la paz de Cristo:
"Enterrad este cuerpo en cualquier parte; no os preocupe más su cuidado; solamente os
ruego que, dondequiera que os hallareis, os acordéis de mi ante el altar del Señor" (S.
Mónica, antes de su muerte, a S. Agustín y su hermano; Conf. 9, 9, 27).
"A continuación oramos (en la anáfora) por los santos padres y obispos difuntos, y en
general por todos los que han muerto antes que nosotros, creyendo que será de gran
provecho para las almas, en favor de las cuales es ofrecida la súplica, mientras se halla
presente la santa y adorable víctima… Presentando a Dios nuestras súplicas por los que
han muerto, aunque fuesen pecadores,… presentamos a Cristo inmolado por nuestros
pecados, haciendo propicio para ellos y para nosotros al Dios amigo de los hombres" (s.
Cirilo de Jerusalén, Cateq. mist. 5, 9. 10).
1372 S. Agustín ha resumido admirablemente esta doctrina que nos impulsa a una
participación cada vez más completa en el sacrificio de nuestro Redentor que celebramos
en la Eucaristía:
"Esta ciudad plenamente rescatada, es decir, la asamblea y la sociedad de los santos, es
ofrecida a Dios como un sacrificio universal por el Sumo Sacerdote que, bajo la forma de
esclavo, llegó a ofrecerse por nosotros en su pasión, para hacer de nosotros el cuerpo de
una tan gran Cabeza… Tal es el sacrificio de los cristianos: "siendo muchos, no
formamos más que un sólo cuerpo en Cristo" (Rm 12, 5). Y este sacrificio, la Iglesia no
cesa de reproducirlo en el Sacramento del altar bien conocido de los fieles, donde se
muestra que en lo que ella ofrece se ofrece a sí misma" (civ. 10, 6).
1382 La misa es, a la vez e inseparablemente, el memorial sacrificial en que se perpetúa
el sacrificio de la cruz, y el banquete sagrado de la comunión en el Cuerpo y la Sangre
del Señor. Pero la celebración del sacrificio eucarístico está totalmente orientada hacia la
unión íntima de los fieles con Cristo por medio de la comunión. Comulgar es recibir a
Cristo mismo que se ofrece por nosotros.
1436 Eucaristía y Penitencia. La conversión y la penitencia diarias encuentran su fuente
y su alimento en la Eucaristía, pues en ella se hace presente el sacrificio de Cristo que
nos reconcilió con Dios; por ella son alimentados y fortificados los que viven de la vida
de Cristo; "es el antídoto que nos libera de nuestras faltas cotidianas y nos preserva de
pecados mortales" (Cc. de Trento: DS 1638).
La presencia real de Cristo en la Eucaristía
1373 "Cristo Jesús que murió, resucitó, que está a la derecha de Dios e intercede por
nosotros" (Rm 8, 34), está presente de múltiples maneras en su Iglesia (cf LG 48): en
su Palabra, en la oración de su Iglesia, "allí donde dos o tres estén reunidos en mi
nombre" (Mt 18, 20), en los pobres, los enfermos, los presos (Mt 25, 31-46), en los
sacramentos de los que él es autor, en el sacrificio de la misa y en la persona del
ministro. Pero, "sobre todo, (está presente) bajo las especies eucarísticas" (SC 7).
1374 El modo de presencia de Cristo bajo las especies eucarísticas es singular. Eleva la
eucaristía por encima de todos los sacramentos y hace de ella "como la perfección de la
vida espiritual y el fin al que tienden todos los sacramentos" (S. Tomás de A., s. th. 3,
73, 3). En el santísimo sacramento de la Eucaristía están "contenidos, verdadera, real y
substancialmente" el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro
Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero" (Cc. de Trento: DS 1651). "Esta
presencia se denomina `real', no a título exclusivo, como si las otras presencias no
fuesen `reales', sino por excelencia, porque es substancial, y por ella Cristo, Dios y
hombre, se hace totalmente presente" (MF 39).
1375 Mediante la conversión del pan y del vino en su Cuerpo y Sangre, Cristo se hace
presente en este sacramento. Los Padres de la Iglesia afirmaron con fuerza la fe de la
Iglesia en la eficacia de la Palabra de Cristo y de la acción del Espíritu Santo para obrar
esta conversión. Así, S. Juan Crisóstomo declara que:
"No es el hombre quien hace que las cosas ofrecidas se conviertan en Cuerpo y Sangre
de Cristo, sino Cristo mismo que fue crucificado por nosotros. El sacerdote, figura de
Cristo, pronuncia estas palabras, pero su eficacia y su gracia provienen de Dios. Esto es
mi Cuerpo, dice. Esta palabra transforma las cosas ofrecidas" (Prod. Jud. 1, 6).
Y S. Ambrosio dice respecto a esta conversión:
"Estemos bien persuadidos de que esto no es lo que la naturaleza ha producido, sino lo
que la bendición ha consagrado, y de que la fuerza de la bendición supera a la de la
naturaleza, porque por la bendición la naturaleza misma resulta cambiada… La palabra
de Cristo, que pudo hacer de la nada lo que no existía, ¿no podría cambiar las cosas
existentes en lo que no eran todavía? Porque no es menos dar a las cosas su naturaleza
primera que cambiársela" (myst. 9, 50. 52).
1376 El Concilio de Trento resume la fe católica cuando afirma: "Porque Cristo, nuestro
Redentor, dijo que lo que ofrecía bajo la especie de pan era verdaderamente su Cuerpo,
se ha mantenido siempre en la Iglesia esta convicción, que declara de nuevo el Santo
Concilio: por la consagración del pan y del vino se opera el cambio de toda la substancia
del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la substancia del
vino en la substancia de su sangre; la Iglesia católica ha llamado justa y
apropiadamente a este cambio transubstanciación" (DS 1642).
1377 La presencia eucarística de Cristo comienza en el momento de la consagración y
dura todo el tiempo que subsistan las especies eucarísticas. Cristo está todo entero
presente en cada una de las especies y todo entero en cada una de sus partes, de modo
que la fracción del pan no divide a Cristo (cf Cc. de Trento: DS 1641).
1378 El culto de la Eucaristía. En la liturgia de la misa expresamos nuestra fe en la
presencia real de Cristo bajo las especies de pan y de vino, entre otras maneras,
arrodillándonos o inclinándonos profundamente en señal de adoración al Señor. "La
Iglesia católica ha dado y continua dando este culto de adoración que se debe al
sacramento de la Eucaristía no solamente durante la misa, sino también fuera de su
celebración: conservando con el mayor cuidado las hostias consagradas, presentándolas
a los fieles para que las veneren con solemnidad, llevándolas en procesión" (MF 56).
1379 El Sagrario (tabernáculo) estaba primeramente destinado a guardar dignamente la
Eucaristía para que pudiera ser llevada a los enfermos y ausentes fuera de la misa. Por
la profundización de la fe en la presencia real de Cristo en su Eucaristía, la Iglesia tomó
conciencia del sentido de la adoración silenciosa del Señor presente bajo las especies
eucarísticas. Por eso, el sagrario debe estar colocado en un lugar particularmente digno
de la iglesia; debe estar construido de tal forma que subraye y manifieste la verdad de
la presencia real de Cristo en el santo sacramento.
1380 Es grandemente admirable que Cristo haya querido hacerse presente en su Iglesia
de esta singular manera. Puesto que Cristo iba a dejar a los suyos bajo su forma visible,
quiso darnos su presencia sacramental; puesto que iba a ofrecerse en la cruz por
muestra salvación, quiso que tuviéramos el memorial del amor con que nos había
amado "hasta el fin" (Jn 13, 1), hasta el don de su vida. En efecto, en su presencia
eucarística permanece misteriosamente en medio de nosotros como quien nos amó y se
entregó por nosotros (cf Ga 2, 20), y se queda bajo los signos que expresan y
comunican este amor:
"La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera
en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la
adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las faltas graves y delitos
del mundo. No cese nunca nuestra adoración" (Juan Pablo II, lit. Dominicae Cenae, 3).
1381 "La presencia del verdadero Cuerpo de Cristo y de la verdadera Sangre de Cristo
en este sacramento, 'no se conoce por los sentidos, dice S. Tomás, sino solo por la fe, la
cual se apoya en la autoridad de Dios'. Por ello, comentando el texto de S. Lucas 22, 19:
'Esto es mi Cuerpo que será entregado por vosotros', S. Cirilo declara: `No te preguntes
si esto es verdad, sino acoge más bien con fe las palabras del Señor, porque él, que es
la Verdad, no miente" (S. Tomás de Aquino, s. th. 3, 75, 1, citado por Pablo VI, MF 18):
(Adorote devotamente, oculta Deidad, que bajo estas sagradas especies te ocultas
verdaderamente: A ti mi corazón totalmente se somete, pues al contemplarte, se siente
desfallecer por completo. La vista, el tacto, el gusto, son aquí falaces; sólo con el oído se
llega a tener fe segura. Creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios, nada más verdadero
que esta palabra de Verdad.)
La Comunión
1384 El Señor nos dirige una invitación urgente a recibirle en el sacramento de la
Eucaristía: "En verdad en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y
no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros" (Jn 6, 53).
1385 Para responder a esta invitación, debemos prepararnos para este momento tan
grande y santo. S. Pablo exhorta a un examen de conciencia: "Quien coma el pan o
beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor.
Examínese, pues, cada cual, y coma entonces del pan y beba del cáliz. Pues quien come
y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo" (1Co 11, 27-29). Quien
tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la
Reconciliación antes de acercarse a comulgar.
1386 Ante la grandeza de este sacramento, el fiel sólo puede repetir humildemente y
con fe ardiente las palabras del Centurión (cf Mt 8, 8): "Señor, no soy digno de que
entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme". En la Liturgia de S.
Juan Crisóstomo, los fieles oran con el mismo espíritu:
"Hazme comulgar hoy en tu cena mística, oh Hijo de Dios. Porque no diré el secreto a
tus enemigos ni te daré el beso de Judas, sino que, como el buen ladrón, te digo:
Acuérdate de mí, Señor, en tu Reino".
1387 Para prepararse convenientemente a recibir este sacramento, los fieles deben
observar el ayuno prescrito por la Iglesia (cf CIC can. 919). Por la actitud corporal
(gestos, vestido) se manifiesta el respeto, la solemnidad, el gozo de ese momento en
que Cristo se hace nuestro huésped.
1388 Es conforme al sentido mismo de la Eucaristía que los fieles, con las debidas
disposiciones (cf CIC, can. 916), comulguen cuando participan en la misa (cf CIC, can
917. Los fieles, en el mismo día, pueden recibir la Santísima Eucaristía sólo una segunda
vez: Cf PONTIFICIA COMMISSIO CODICI IURIS CANONICI AUTHENTICE
INTERPRETANDO, Responsa ad proposita dubia, 1: AAS 76 (1984) 746): "Se recomienda
especialmente la participación más perfecta en la misa, recibiendo los fieles, después de
la comunión del sacerdote, del mismo sacrificio, el cuerpo del Señor" (SC 55).
1389 La Iglesia obliga a los fieles a participar los domingos y días de fiesta en la divina
liturgia (cf OE 15) y a recibir al menos una vez al año la Eucaristía, si es posible en
tiempo pascual (cf CIC, can. 920), preparados por el sacramento de la Reconciliación.
Pero la Iglesia recomienda vivamente a los fieles recibir la santa Eucaristía los domingos
y los días de fiesta, o con más frecuencia aún, incluso todos los días.
1390 Gracias a la presencia sacramental de Cristo bajo cada una de las especies, la
comunión bajo la sola especie de pan ya hace que se reciba todo el fruto de gracia
propio de la Eucaristía. Por razones pastorales, esta manera de comulgar se ha
establecido legítimamente como la más habitual en el rito latino. "La comunión tiene una
expresión más plena por razón del signo cuando se hace bajo las dos especies. Ya que
en esa forma es donde más perfectamente se manifiesta el signo del banquete
eucarístico" (IGMR 240). Es la forma habitual de comulgar en los ritos orientales.
Los frutos de la comunión
1391 La comunión acrecienta nuestra unión con Cristo. Recibir la Eucaristía en la
comunión da como fruto principal la unión íntima con Cristo Jesús. En efecto, el Señor
dice: "Quien come mi Carne y bebe mi Sangre habita en mí y yo en él" (Jn 6, 56). La
vida en Cristo encuentra su fundamento en el banquete eucarístico: "Lo mismo que me
ha enviado el Padre, que vive, y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por
mí" (Jn 6, 57):
"Cuando en las fiestas del Señor los fieles reciben el Cuerpo del Hijo, proclaman unos a
otros la Buena Nueva de que se dan las arras de la vida, como cuando el ángel dijo a
María de Magdala: "¡Cristo ha resucitado!" He aquí que ahora también la vida y la
resurrección son comunicadas a quien recibe a Cristo" (Fanqîth, Oficio siriaco de
Antioquía, vol. I, Commun, 237 a-b).
1392 Lo que el alimento material produce en nuestra vida corporal, la comunión lo
realiza de manera admirable en nuestra vida espiritual. La comunión con la Carne de
Cristo resucitado, vivificada por el Espíritu Santo y vivificante (PO 5), conserva,
acrecienta y renueva la vida de gracia recibida en el Bautismo. Este crecimiento de la
vida cristiana necesita ser alimentado por la comunión eucarística, pan de nuestra
peregrinación, hasta el momento de la muerte, cuando nos sea dada como viático.
1393 La comunión nos separa del pecado. El Cuerpo de Cristo que recibimos en la
comunión es "entregado por nosotros", y la Sangre que bebemos es "derramada por
muchos para el perdón de los pecados". Por eso la Eucaristía no puede unirnos a Cristo
sin purificarnos al mismo tiempo de los pecados cometidos y preservarnos de futuros
pecados:
"Cada vez que lo recibimos, anunciamos la muerte del Señor" (1Co 11, 26). Si
anunciamos la muerte del Señor, anunciamos también el perdón de los pecados. Si cada
vez que su Sangre es derramada, lo es para el perdón de los pecados, debo recibirle
siempre, para que siempre me perdone los pecados. Yo que peco siempre, debo tener
siempre un remedio" (S. Ambrosio, sacr. 4, 28).
1394 Como el alimento corporal sirve para restaurar la pérdida de fuerzas, la Eucaristía
fortalece la caridad que, en la vida cotidiana, tiende a debilitarse; y esta caridad
vivificada borra los pecados veniales (cf Cc. de Trento: DS 1638). Dándose a nosotros,
Cristo reaviva nuestro amor y nos hace capaces de romper los lazos desordenados con
las criaturas y de arraigarnos en él:
"Porque Cristo murió por nuestro amor, cuando hacemos conmemoración de su muerte
en nuestro sacrificio, pedimos que venga el Espíritu Santo y nos comunique el amor;
suplicamos fervorosamente que aquel mismo amor que impulsó a Cristo a dejarse
crucificar por nosotros sea infundido por el Espíritu Santo en nuestros propios corazones,
con objeto de que consideremos al mundo como crucificado para nosotros, y sepamos
vivir crucificados para el mundo… y, llenos de caridad, muertos para el pecado vivamos
para Dios" (S. Fulgencio de Ruspe, Fab. 28, 16-19).
1395 Por la misma caridad que enciende en nosotros, la Eucaristía nos preserva de
futuros pecados mortales. Cuanto más participamos en la vida de Cristo y más
progresamos en su amistad, tanto más difícil se nos hará romper con él por el pecado
mortal. La Eucaristía no está ordenada al perdón de los pecados mortales. Esto es propio
del sacramento de la Reconciliación. Lo propio de la Eucaristía es ser el sacramento de
los que están en plena comunión con la Iglesia.
1396 La unidad del Cuerpo místico: La Eucaristía hace la Iglesia. Los que reciben la
Eucaristía se unen más estrechamente a Cristo. Por ello mismo, Cristo los une a todos
los fieles en un solo cuerpo: la Iglesia. La comunión renueva, fortifica, profundiza esta
incorporación a la Iglesia realizada ya por el Bautismo. En el Bautismo fuimos llamados
a no formar más que un solo cuerpo (cf 1Co 12, 13). La Eucaristía realiza esta llamada:
"El cáliz de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? y
el pan que partimos ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Porque aun siendo
muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan"
(1Co 10, 16-17):
"Si vosotros mismos sois Cuerpo y miembros de Cristo, sois el sacramento que es
puesto sobre la mesa del Señor, y recibís este sacramento vuestro. Respondéis "Amén"
(es decir, "sí", "es verdad") a lo que recibís, con lo que, respondiendo, lo reafirmáis.
Oyes decir "el Cuerpo de Cristo", y respondes "amén". Por lo tanto, se tú verdadero
miembro de Cristo para que tu "amén" sea también verdadero" (S. Agustín, serm. 272).
1397 La Eucaristía entraña un compromiso en favor de los pobres: Para recibir en la
verdad el Cuerpo y la Sangre de Cristo entregados por nosotros debemos reconocer a
Cristo en los más pobres, sus hermanos (cf Mt 25, 40):
"Has gustado la sangre del Señor y no reconoces a tu hermano. Deshonras esta mesa,
no juzgando digno de compartir tu alimento al que ha sido juzgado digno de participar
en esta mesa. Dios te ha liberado de todos los pecados y te ha invitado a ella. Y tú, aun
así, no te has hecho más misericordioso" (S. Juan Crisóstomo, hom. in 1Co 27, 4).
1398 La Eucaristía y la unidad de los cristianos. Ante la grandeza de este misterio, S.
Agustín exclama: "O sacramentum pietatis! O signum unitatis! O vinculum caritatis!"
("¡Oh sacramento de piedad, oh signo de unidad, oh vínculo de caridad!", Ev. Jo. 26, 13;
cf SC 47). Cuanto más dolorosamente se hacen sentir las divisiones de la Iglesia que
rompen la participación común en la mesa del Señor, tanto más apremiantes son las
oraciones al Señor para que lleguen los días de la unidad completa de todos los que
creen en él.
1399 Las Iglesias orientales que no están en plena comunión con la Iglesia católica
celebran la Eucaristía con gran amor. "Más como estas Iglesias, aunque separadas,
tienen verdaderos sacramentos, y sobre todo, en virtud de la sucesión apostólica, el
sacerdocio y la Eucaristía, con los que se unen aún más con nosotros con vínculo
estrechísimo" (UR 15). Una cierta comunión in sacris, por tanto, en la Eucaristía, "no
solamente es posible, sino que se aconseja… en circunstancias oportunas y aprobándolo
la autoridad eclesiástica" (UR 15, cf CIC can. 844, 3).
1400 Las comunidades eclesiales nacidas de la Reforma, separadas de la Iglesia católica,
"sobre todo por defecto del sacramento del orden, no han conservado la sustancia
genuina e íntegra del Misterio eucarístico" (UR 22). Por esto, para la Iglesia católica, la
intercomunión eucarística con estas comunidades no es posible. Sin embargo, estas
comunidades eclesiales "al conmemorar en la Santa Cena la muerte y la resurrección del
Señor, profesan que en la comunión de Cristo se significa la vida, y esperan su venida
gloriosa" (UR 22).
1401 Si, a juicio del ordinario, se presenta una necesidad grave, los ministros católicos
pueden administrar los sacramentos (eucaristía, penitencia, unción de los enfermos) a
cristianos que no están en plena comunión con la Iglesia católica, pero que piden estos
sacramentos con deseo y rectitud: en tal caso se precisa que profesen la fe católica
respecto a estos sacramentos y estén bien dispuestos (cf CIC, can. 844, 4).
2837 "De cada día". La palabra griega, "epiousios", no tiene otro sentido en el Nuevo
Testamento. Tomada en un sentido temporal, es una repetición pedagógica de "hoy" (cf
Ex 16, 19-21) para confirmarnos en una confianza "sin reserva". Tomada en un sentido
cualitativo, significa lo necesario a la vida, y más ampliamente cualquier bien suficiente
para la subsistencia (cf 1Tm 6, 8). Tomada al pie de la letra [epiousios: "lo más
esencial"], designa directamente el Pan de Vida, el Cuerpo de Cristo, "remedio de
inmortalidad" (San Ignacio de Antioquía) sin el cual no tenemos la Vida en nosotros (cf
Jn 6, 53-56) Finalmente, ligado a lo que precede, el sentido celestial es claro: este "día"
es el del Señor, el del Festín del Reino, anticipado en la Eucaristía, en que pregustamos
el Reino venidero. Por eso conviene que la liturgia eucarística se celebre "cada día".
"La Eucaristía es nuestro pan cotidiano. La virtud propia de este divino alimento es una
fuerza de unión: nos une al Cuerpo del Salvador y hace de nosotros sus miembros para
que vengamos a ser lo que recibimos… Este pan cotidiano se encuentra, además, en las
lecturas que oís cada día en la Iglesia, en los himnos que se cantan y que vosotros
cantáis. Todo eso es necesario en nuestra peregrinación" (San Agustín, serm. 57, 7, 7).
"El Padre del cielo nos exhorta a pedir como hijos del cielo el Pan del cielo (cf Jn 6, 51).
Cristo 'mismo es el pan que, sembrado en la Virgen, florecido en la Carne, amasado en
la Pasión, cocido en el Horno del sepulcro, reservado en la Iglesia, llevado a los altares,
suministra cada día a los fieles un alimento celestial'" (San Pedro Crisólogo, serm. 71)
La Eucaristía “anticipación de la gloria futura”
1402 En una antigua oración, la Iglesia aclama el misterio de la Eucaristía: "O sacrum
convivium in quo Christus sumitur. Recolitur memoria passionis eius; mens impletur
gratia et futurae gloriae nobis pignus datur" ("¡Oh sagrado banquete, en que Cristo es
nuestra comida; se celebra el memorial de su pasión; el alma se llena de gracia, y se
nos da la prenda de la gloria futura!"). Si la Eucaristía es el memorial de la Pascua del
Señor y si por nuestra comunión en el altar somos colmados "de toda bendición celestial
y gracia" (MR, Canon Romano 96: "Supplices te rogamus"), la Eucaristía es también la
anticipación de la gloria celestial.
1403 En la última cena, el Señor mismo atrajo la atención de sus discípulos hacia el
cumplimiento de la Pascua en el reino de Dios: "Y os digo que desde ahora no beberé de
este fruto de la vid hasta el día en que lo beba con vosotros, de nuevo, en el Reino de
mi Padre" (Mt 26, 29; cf. Lc 22, 18; Mc 14, 25). Cada vez que la Iglesia celebra la
Eucaristía recuerda esta promesa y su mirada se dirige hacia "el que viene" (Ap 1, 4). En
su oración, implora su venida: "Maran atha" (1Co 16, 22), "Ven, Señor Jesús" (Ap 22,
20), "que tu gracia venga y que este mundo pase" (Didaché 10, 6).
1404 La Iglesia sabe que, ya ahora, el Señor viene en su Eucaristía y que está ahí en
medio de nosotros. Sin embargo, esta presencia está velada. Por eso celebramos la
Eucaristía "expectantes beatam spem et adventum Salvatoris nostri Jesu Christi"
("Mientras esperamos la gloriosa venida de Nuestro Salvador Jesucristo", Embolismo
después del Padre Nuestro; cf Tt 2, 13), pidiendo entrar "en tu reino, donde esperamos
gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria; allí enjugarás las lágrimas de
nuestros ojos, porque, al contemplarte como tú eres, Dios nuestro, seremos para
siempre semejantes a ti y cantaremos eternamente tus alabanzas, por Cristo, Señor
Nuestro" (MR, Plegaria Eucarística 3, 128: oración por los difuntos).
1405 De esta gran esperanza, la de los cielos nuevos y la tierra nueva en los que
habitará la justicia (cf 2P 3, 13), no tenemos prenda más segura, signo más manifiesto
que la Eucaristía. En efecto, cada vez que se celebra este misterio, "se realiza la obra de
nuestra redención" (LG 3) y "partimos un mismo pan que es remedio de inmortalidad,
antídoto para no morir, sino para vivir en Jesucristo para siempre" (S. Ignacio de
Antioquía, Ef 20, 2).
La Institución del sacerdocio en la Última Cena
611 La Eucaristía que instituyó en este momento será el "memorial" (1Co 11, 25) de su
sacrificio. Jesús incluye a los apóstoles en su propia ofrenda y les manda perpetuarla (cf.
Lc 22, 19). Así Jesús instituye a sus apóstoles sacerdotes de la Nueva Alianza: "Por ellos
me consagro a mí mismo para que ellos sean también consagrados en la verdad" (Jn 17,
19; cf. Cc Trento: DS 1752, 1764).
1366 La Eucaristía es, pues, un sacrificio porque representa (= hace presente) el
sacrificio de la cruz, porque es su memorial y aplica su fruto:
"(Cristo), nuestro Dios y Señor, se ofreció a Dios Padre una vez por todas, muriendo
como intercesor sobre el altar de la cruz, a fin de realizar para ellos (los hombres) una
redención eterna. Sin embargo, como su muerte no debía poner fin a su sacerdocio (Hb
7, 24. 27), en la última Cena, "la noche en que fue entregado" (1Co 11, 23), quiso dejar
a la Iglesia, su esposa amada, un sacrificio visible (como lo reclama la naturaleza
humana), donde sería representado el sacrificio sangriento que iba a realizarse una
única vez en la cruz cuya memoria se perpetuaría hasta el fin de los siglos (1Co 11, 23)
y cuya virtud saludable se aplicaría a la redención de los pecados que cometemos cada
día" (Cc. de Trento: DS 1740).