Tema 2 Parte 2 Cap 6

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Surgimiento de la econimia internacional Tema 6

Historia Económica Mundial (Universidade de Santiago de Compostela)

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Óscar Rodríguez Sanjurjo

Hª Económica

EL SURGIMIENTO DE LA ECONOMÍA INTERNACIONAL

La Revolución Industrial, sobre todo completada con la revolución de los transportes,


supuso cambios importantes en la disponibilidad de productos y también de factores de
producción, hasta el punto de revolucionar toda la economía. Cuanto más avanzada es una
economía industrial, mayor es su dependencia del comercio exterior.

La superación del cuello de botella que suponía la carestía del transporte hizo posible un
aumento de los intercambios muy superior al aumento de la producción. Las relaciones
comerciales incluían cada vez a más países y más productos, hasta el punto de que podemos
hablar de la aparición de una economía internacional. La integración de los mercados de
factores de producción se produjo exportando factores de los lugares donde eran relativamente
abundantes hacia los lugares donde eran escasos.

La gran emigración europea representa el mayor movimiento de población de toda la


historia de la humanidad; la cantidad de capital que invirtieron los países industrializados en el
exterior también tenía una magnitud sin precedentes. En conjunto, la integración de los
mercados representa la extensión del capitalismo a nivel mundial y el dominio del mundo por
parte de los países capitalistas.

El resultado fue el surgimiento de una economía internacional centrada en Europa y en


beneficio de la misma, principalmente por tres razones: el mayor valor añadido de los bienes
industriales, la liquidación de las manufacturas tradicionales y el incremento de la dependencia
del resto del mundo respecto a los países industrializados.

El crecimiento del comercio es a la vez consecuencia y factor del desarrollo técnico y


económico que representa la Revolución Industrial y su difusión. Consecuencia porque el
desarrollo provoca la especialización; y porque en una economía especializada cada persona,
sector o país necesita intercambiar más cosas con los otros. El incremento del comercio es
también un factor de desarrollo porque el aumento de los intercambios permite una mejor
asignación de los recursos económicos y una mayor eficiencia. A su vez, la demanda permite la
especialización, de modo que se produce un crecimiento en círculo virtuoso.

Para entender estos procesos hay que tener en cuenta que el comercio, tanto interior
como exterior, se basa en la carencia de un bien o posibilidad de obtenerlo a precios inferiores
de los resultantes de producirlo personalmente o de adquirirlo en el mercado local. Las
principales características del comercio internacional entre 1815 y 1913:

1. Un crecimiento enorme, tanto en términos absolutos como en términos per capita.


2. Un crecimiento desigual en cuanto a la participación en el comercio internacional
tanto de los diversos países como de los diferentes productos.
3. Un claro predominio de Europa sobre el comercio mundial, tanto por volumen
comercializado como por los beneficios obtenidos del comercio.

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4. Una mayor separación entre las áreas que ofrecen productos primarios y las que
ofrecen productos industriales, y por tanto una mayor división internacional del
trabajo.

Puesto que la producción para la venta y la división internacional del trabajo empezaron
en las economías europeas, no es extraño que la mayor parte del comercio fuera intraeuropeo.
Por otra parte, la demanda europea fue el incentivo para la producción y la comercialización de
los productos de fuera de Europa. De hecho, el impacto de la producción industrial sobre el
resto del mundo generó un proceso de retroalimentación: el deseo de acceder a los productos
industriales impulsaba a las economías atrasadas a privilegiar la producción de los bienes
demandados por los países industriales.

Las relaciones comerciales experimentaron un fuerte crecimiento a lo largo del siglo


XIX, pero los ritmos de este crecimiento y de la riqueza que generaba fueron muy distintos
según productos, zonas y momentos.

En una primera fase, de 1815 a 1847, la expansión comercial fue moderada y las
políticas económicas proteccionistas e incluso prohibicionistas, siguiendo la tradición
mercantilista de los siglos anteriores. La aceleración del crecimiento comercial sirvió para
caracterizar una segunda fase de 1847 a 1868, que muestra tasas de crecimiento acumulativo
superiores al 5%. Este impulso comercial se vio reforzado por la adopción del librecambismo en
Gran Bretaña y su difusión hacia otros países. Pese a que el gran momentos librecambista no
llegó hasta 1860, el denominado Tratado de Cobden-Cevalier entre Gran Bretaña y Francia. En
una tercera fase, de 1868 a 1896, las tasas de crecimiento del comercio fueron mucho menores
que en la etapa anterior, por varias razones:

a) La madurez de las industrias nacionales.


b) El fin del primer gran boom de construcción de líneas ferroviarias.
c) Las dificultades de muchos países monoexportadores primarios, con tasas cada vez
más desfavorables.
d) La depresión económica, que implicó la caída del poder de compra de una parte
importante de la población.
e) La sustitución de las políticas de crecimiento alternativo por políticas de
industrialización protegida, primer paso hacia un retorno general al proteccionismo.

Un exceso de oferta respecto a la demanda solvente provocó un descenso de precios y


una caída de beneficios que expulsaron del mercado a las empresas menos competitivas,
iniciando así el círculo vicioso: aumento de paro, caída de los salarios, disminución de la
demanda y la quiebra de más empresas. Las consecuencias de la depresión fueron diversas y
muy importantes. Pollard la considera una gran ruptura histórica: el paso de una fase de
optimismo e integración internacional, representada por el librecambismo y la división
internacional del trabajo, a una fase de egoísmo nacional, de industrialización concurrente, de
protección de la producción y el trabajo de cada país y de captura de mercados, que se
prolongaría hasta después de la Segunda Guerra Mundial.

Para salir de la crisis se intentaron dos caminos: la defensa de la producción nacional y


el progreso técnico. Este proteccionismo de finales del siglo XIX fue muy distinto del anterior.
Desde el punto de vista arancelario, no era, en conjunto, tan elevado, pero era proteccionismo.
Es decir, en la reserva del mercado interior a través del proteccionismo.

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Al mismo tiempo, las grandes empresas se organizan a escala internacional con el fin de
salvar los obstáculos que representa el proteccionismo y para mantener los beneficios. En el
primer caso, la solución es crear filiales en los diferentes países. Para mantener los beneficios se
intentó repetidamente la creación de cárteles internacionales, a pesar del éxito de cárteles como
los del zinc, el plomo, etc. Los cárteles internacionales fueron bastante inestables.

En la cuarta fase, a partir de 1896, se observa una recuperación de las tasas de


crecimiento y un nuevo incremento del comercio internacional, que debe atribuirse a la
superación de la depresión, principalmente en dos aspectos. En primer lugar, la recuperación del
poder de compra interior. En segundo lugar, debemos contemplar la aportación del buen
funcionamiento del sistema de pagos internacional.

Desde el punto de vista de la política comercial, la visión que hemos dado es válida para
Europa. EEUU tuvo sus ritmos propios, a menudo a contracorriente de los europeos y, en
conjunto, muy proteccionistas.

Como en todo fenómeno migratorio, las causas de la emigración europea responden a


mecanismos de expulsión y atracción. La expulsión puede ser física, como consecuencia de
guerras o persecuciones, pero su importancia es pequeña frente a la expulsión económica:
campesinos sin tierra o bien obreros sin trabajo, como resultado de la conjunción de dos
fenómenos: el crecimiento demográfico y el cambio tecnológico.

Hay que tener en cuenta que los emigrantes no suelen pertenecer a las clases más bajas
de la sociedad. Los fuertes y repentinos incrementos migratorios provocados por los diferentes
descubrimientos de oro resultan secundarios respecto a la atracción principal para los
emigrantes. Así, un factor importante de emigración es siempre la atracción de los primeros
emigrantes, proclives a explicar más los beneficios que los problemas de su nueva situación y
que animan a amigos a reencontrarse, adelantándoles a menudo el coste del viaje. Esta atracción
aumentó aún más en los momentos en que países como EE.UU, Brasil y Argentina concedieron
tierras, y Brasil también ayudas, para que los emigrantes se instalaran. En segundo lugar,
favorecieron la emigración con la desaparición de barreras legales, el abaratamiento del viaje y
el aumento de su rapidez. La última ventaja importante en este sentido fue la creación de líneas
de navegación regulares. Incluso abrieron agencias que ayudaban a obtener los papeles
necesarios, expendían los billetes y podían llegar a financiarlos. El resultado de la emigración es
el paso de zonas con más ofertas que demanda de trabajo, y por lo tanto con un paro elevado y
rentas bajas a zonas con más baja demanda que oferta de trabajo, y por lo tanto sin paro
considerable y con rentas elevadas.

La inversión exterior de capitales no es una novedad del siglo XIX, aunque


anteriormente el volumen de capitales invertidos era pequeño y la forma de inversión casi
únicamente la deuda pública o la inversión en las colonias. Antes de mediados del siglo XIX la
inversión exterior empezó a aumentar fuertemente como consecuencia de la acumulación de
ahorro que buscaba unos beneficios más elevados y más seguros. Un segundo empuje lo
representaron las obras y los servicios públicos. Por lo tanto, puede decirse que en todo el siglo
los dos determinantes principales de la inversión exterior de capitales fueron la urbanización y
el progreso técnico.

Para los países receptores de capitales, el resultado dependió del uso que se hizo de
ellos, igual que para cualquier crédito. Representaron una ayuda para el crecimiento de muchos
países. Los peores resultados correspondieron a los países importadores de capital en forma de

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deuda pública cuando fue invertido en empresas que no resultaron rentables. Con todo, el
conjunto de la inversión internacional de capitales, igual que la gran emigración europea, tuvo
resultados claramente positivos.

Las economías no europeas y no industrializadas se vieron también afectadas por la


industrialización, que provocó una globalización de la economía. Convencidos de la
superioridad del capitalismo. Los países industrializados crearon mecanismos de dominación
directa o indirecta sobre el resto del mundo, sin reparos para recurrir a la fuerza en caso
necesario. La penetración del capitalismo se buscó y se consiguió, mediante el comercio. El
resultado fueron estados dominados. Sin embargo, cuando la expansión comercial encontraba
obstáculos se recurría a la fuerza. Finalmente, en la segunda mitad del siglo XIX se precedió a
una rápida ocupación y transformación en colonias de las zonas más atrasadas de África, Asia y
Oceanía. Esto se conoce como el imperialismo.

La demanda de materias primas y la plétora de población en Europa propiciaron la


profundización de las colonias anteriores y la ocupación por los europeos de las zonas
templadas del mundo. Las Nuevas Europas más características son Canadá, Sudáfrica, Australia
y Nueva Zelanda. Estos países disponían de grandes extensiones de territorio, y en algunos
casos de importantes riquezas mineras. La mejora de los transportes y el descenso de los fletes
favorecieron la producción y la comercialización de bienes con fuerte demanda internacional,
mediante la atracción de capitales y de mano de obra de la metrópolis.

La India es un caso ejemplar de explotación colonial porque en él se hallan resumidos


casi todos los aspectos de la dominación europea y los cambios de rumbo de esta dominación a
lo largo del siglo XIX. La East Indian Company tenía la concesión de la explotación de las
posesiones británicas en la India. Las revueltas contra la rapacidad de la compañía impulsaron a
la Corona británica a encargarse directamente de la colonia. La causa principal de las revueltas
era el aniquilamiento de la manufactura del algodón tradicional.

Hasta 1880 la prioridad de los países industrializados no pareció ser tanto la sumisión de
nuevos territorio como la apertura del comercio a escala mundial. El Imperio turco, Persia,
China y Japón fueron forzados a abrirse al comercio europeo mediante tratados comerciales
desfavorables o no deseados. El caso más claro es la guerra del opio. Tras los ingleses, otras
potencias forzaron tratados igualmente favorables a sus intereses. Asimismo, muchos países del
centro y sur de América formalmente independientes se encontraban mediatizados política y
económicamente por una potencia exterior, que podía incluso intervenir militarmente para
asegurar la presencia en el poder de partidarios suyos.

A partir sobre todo de 1880 se produjo en poco tiempo una inmensa ocupación de
territorios que puso bajo el poder de los principales países industrializados la mayor parte de
África, Asia y Oceanía. Este nuevo impulso del colonialismo recibe el nombre de imperialismo.
De hecho, el imperialismo empieza en Europa con el dominio de unos estados sobre pueblos
sometidos. Las razones de la carrera por el dominio del mundo las encontramos, por una parte,
en los descubrimientos de diamantes y de oro, y por otra en la competencia creciente entre los
países industrializados, debía al exceso de producción y la escasez de la demanda como
consecuencia de la depresión económica.

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