Tema 6 Nulidad de Los Actos

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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL


DE LOS LLANOS CENTRALES “RÓMULO GALLEGOS”
ÁREA DE CIENCIAS POLÍTICAS Y JURÍDICA
PROGRAMA MUNICIPALIZADODE FORMACION DE DERECHO
AULA TERRITORIAL ZARAZA

DERECHO CONTENCIOSO
ADMINISTRATIVO
Tema 6
(EL PROCEDIMIENTO DE NULIDAD DE LOS ACTOS DE EFECTOS GENERALES)

Facilitador: Estudiantes:
Abog. LILIAN FIGUEROA
MARGARETH SERRANO C.I V-13.341.132
ROSMILA RODRIGUEZ C.I V- 15.221.955
MAYREDITH CARRILLO C.I V-15.221.645
MELVIS MORILLO C.I V- 19.488.735
ANYELIS FUENTES C.I V-25.014.672

Zaraza, Abril de 2024.

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Es un hecho indiscutible que el contencioso-administrativo francés ha
sido factor determinante en el origen y evolución del Derecho Procesal
Administrativo iberoamericano. Y no podía ser de otra manera, si se
considera que ese país es la cuna tanto del Contencioso-Administrativo
como del Derecho Administrativo sustantivo, partiendo de las instituciones
surgidas de la Revolución francesa. Ello, prescindiendo de antecedentes más
remotos y de las polémicas doctrinarias surgidas en torno a la determinación
de la fecha precisa de la génesis de ambos.

Así pues, surgido el contencioso-administrativo como respuesta a la


peculiar configuración del principio de separación de poderes «a la
francesa», y por tanto de forma simultánea con el Derecho Administrativo, al
buscar los otros países europeos de Derecho continental un referente en el
cual basar sus propios desarrollos, era lógico que miraran hacia Francia. Y a
su vez un fenómeno similar aconteció durante la segunda mitad del siglo XIX
y el XX, en el caso de las jóvenes Repúblicas Iberoamericanas, en sus
sucesivos y muchas veces fallidos intentos de establecer las bases de una
institucionalidad que hiciera viables a sus Estados de Derecho.

A este devenir no fue ajeno el ordenamiento procesal administrativo


venezolano.

Más aún, la doctrina administrativa que comentó nuestras incipientes


normas reguladoras del contencioso-administrativo, al menos parcialmente,
se ha sostenido que la influencia francesa del contencioso de anulación se
proyectó en el régimen legal de las pretensiones de nulidad de actos
administrativos, lo cual no deja de ser cierto.

Asimismo, Se ha sostenido que la influencia francesa del contencioso


de anulación se proyectó en el régimen legal de las pretensiones de nulidad
de actos administrativos.

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resulta útil continuar estudiando, siquiera someramente, las
características generales del contencioso-administrativo francés, sobretodo
del llamado «contencioso de anulación», tanto en su origen como en su
situación actual con el fin de revisar si esos caracteres originales
pretendidamente definidores del contencioso-administrativo de anulación
(contencioso objetivo vs. contencioso subjetivo, proceso al acto, carácter
revisor, límites de los poderes del juez) se mantienen o no en la actualidad.

1. Rasgos primordiales del contencioso-administrativo de anulación


francés a partir del Código de Justicia Administrativa de 2000.

La influencia del contencioso de anulación ha ido cambiando a lo largo


de su existencia a saber, su naturaleza revisora, su carácter objetivo y sus
límites en cuanto a los poderes del juez contencioso.

En cuanto a la naturaleza revisora del contencioso

La naturaleza revisora del contencioso de anulación, cuya influencia y


repercusiones han sido detalladamente cuestionadas para el caso español,
viene dada porque, al ser el juez contencioso parte de la Administración
Pública (aunque actuando en función jurisdiccional), el mismo se limita a
examinar las ilegalidades o antijuricidades denunciadas por el recurrente.
Esto lo realiza mediante el contraste del contenido del acto administrativo
objetado y de las alegaciones de las partes con el marco normativo aplicable.
Y de llegar a considerarlo procedente (verificada la vulneración del
ordenamiento) la sentencia se limitará a declarar la nulidad total o parcial del
acto, expulsándolo del ordenamiento jurídico con efectos retroactivos para
mantener la integridad de este. Pero no tomará medidas adicionales para
restablecer las situaciones jurídicas afectadas por los actos anulados. De allí,
por ejemplo, la necesidad de surgimiento de teorías como la de los «actos

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separables» en materia de contratación pública, para superar tales
restricciones que permitían solo la defensa de los contratantes.

Por consiguiente, se señala que el juez contencioso francés (revisa) la


legalidad del acto y, en caso de concluir en su contrariedad con el orden
normativo, lo anula, preservando la incolumidad del Derecho y, en última
instancia, el principio de legalidad.

Respecto al carácter objetivo

Por su parte, la condición del recurso de anulación como (recurso


objetivo) se expresa como contraste al de plena jurisdicción, el cual sería
predominantemente subjetivo. Quiere decir que el primero es un recurso (en
interés de la Ley), en el cual no tienen especial relevancia las partes
intervinientes, y por tanto tampoco los derechos, intereses o situaciones
jurídico-subjetivas en juego, sino la vulneración del orden normativo.

De tales premisas se deriva que al (recurrente) se le concibe


básicamente como un colaborador de la Administración Pública y, por ello,
verificada su legitimación para interponer el recurso, el procedimiento
contencioso sigue su senda hasta su culminación sin mayores
consideraciones para con las situaciones jurídicas de las partes.

En lo atinente a los poderes del juez, cautelares y definitivos

En cuanto a los poderes del juez contencioso, en el original


contencioso de anulación estos, tanto en lo relativo a medidas cautelares
como respecto al fallo definitivo, resultaban bastante limitados. Como ya se
señaló, por la invocación del dogma revisor, solo podía limitarse a anular
el(los) acto(s) impugnado(s), pero no restablecía situaciones jurídicas
lesionadas por estos.

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Ahora bien, vista de forma breve la evolución de los tres principales
caracteres del contencioso-administrativo de anulación francés que más
influyeron en la configuración del Derecho Procesal Administrativo
Iberoamericano, y también, por tanto, del venezolano, corresponde examinar
si esos rasgos se siguen reflejando, y de ser así de qué forma, en el diseño
del procedimiento de las demandas de nulidad de actos administrativos de la
Ley Orgánica de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa.

La demanda de nulidad de actos administrativos en la Ley


Orgánica de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa venezolana

Es de importancia resaltar, en nuestra carta magna, en el artículo 259


CRBV 1999, establece tácitamente la función de la jurisdicción contencioso-
administrativa, expresando que la misma comprende los Juicios en que la
República (u otras entidades oficiales), demanda o es demandada por los
particulares a quienes ha afectado algún acto administrativo, siendo el
Tribunal supremo el órgano judicial competente con decisión en tales
asuntos de controversia, de ahí que se desprende la función adjetiva, como
lo es la Ley Orgánica de la Jurisdicción contencioso Administrativa (LOJCA) .

Antecedentes inmediatos

Antes de entrar a revisar el régimen legal vigente, resulta conveniente


referir de forma somera su antecedente, a saber, así pues, la Ley Orgánica
de la Corte Suprema de Justicia establecía dos procedimientos para la
tramitación de pretensiones de nulidad. El correspondiente al (juicio de
nulidad de los actos de efectos generales) (artículos 112 al 120), y el del
(juicio de nulidad de los actos administrativos de efectos particulares)
(artículos 121 al 129). Para efectos de este estudio interesa resaltar los
principales caracteres de ese último, conocido también como «recurso
contencioso-administrativo de nulidad» de actos administrativos.

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La propia denominación legal de «recurso» a la demanda o, mejor
aún, a la pretensión procesal, evidencia de entrada la influencia francesa,
actualmente acerca de la pertinencia o no de trasladar la dicotomía clásica
(que ya se vio previamente que hoy no es tal) entre contencioso por exceso
de poder o de anulación vs. Contencioso de plena jurisdicción.

Ahora bien, la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia disponía


para el juez la posibilidad de solicitar al órgano autor del acto de los
antecedentes administrativos correspondientes (aunque el artículo lo
establecía como una facultad tal pedimento era la regla), es decir, la copia
certificada del expediente administrativo en el cual se hubiera documentado
el procedimiento administrativo llevado a cabo para la formación del acto
cuestionado.

Recibidos los antecedentes, procedía el órgano judicial a pronunciarse


sobre la admisión de la demanda, debiendo para ello revisar si esta no
incurría en alguna de las causales de inadmisibilidad generales previstas en
la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia (artículo 84) o en las
específicas para el caso del juicio de nulidad de actos administrativos de
efectos particulares (artículo 124). La decisión, por tratarse de una sentencia
interlocutoria que incluso podía tener fuerza de definitiva si declaraba
inadmisible la demanda, resultaba susceptible de apelación.

Admitida la demanda, se procedía a notificar a los interesados para


que se personaran en el proceso, como partes principales o terceros según
el caso, dentro del respectivo plazo (artículo 125). Vencido este, solo a
solicitud de parte se abría una fase probatoria (artículo 126), la cual, una vez
concluida, daba lugar a la fijación de un acto de presentación de informes o
conclusiones escritas que podían presentarse oralmente a solicitud de las
partes (artículo 95). Es de hacer notar que tanto previa como posteriormente

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a ese acto había una primera y segunda relación o estudio individual del
caso (artículo 94).

Culminaba el trámite del juicio o recurso contencioso-administrativo de


nulidad de actos administrativos de efectos particulares, con el
pronunciamiento contentivo de la sentencia. Asunto que la Ley Orgánica de
la Corte Suprema de Justicia regulaba escuetamente.

Expuesto brevemente el íter procesal de tramitación del «recurso


contencioso-administrativo de nulidad contra actos administrativos de
efectos particulares» en la Ley Orgánica de la Corte Suprema de
Justicia, que no tuvo mayores cambios en la Ley Orgánica del Tribunal
Supremo de Justicia de 2004, procede ahora abordar la regulación legal
vigente, contenida en la Ley Orgánica de la Jurisdicción Contencioso-
Administrativa.

A tal fin, se comenzará por referir el argumento topográfico o de


ubicación en el texto normativo, por cuanto es relevante en este caso.

Su ubicación en el «procedimiento común»

En efecto. La denominada ahora «demanda de nulidad de actos


administrativos» –artículos 23.5, 24.5, 25.3 y 76; aunque la misma Ley
Orgánica de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa vuelve a emplear en
otras ocasiones el término recurso en los artículos 78 y 81, se ubica dentro
del tercero de los procedimientos de primera instancia. Se trata del
denominado «procedimiento común», nombre curioso, pues del texto legal
no se infiere fácilmente la razón de su escogencia. No parece ser el común
en el sentido de erigirse en el procedimiento ordinario.

Pero más importante aún es que ese «procedimiento común» se basa,


con algunos cambios menores básicamente la inclusión de una suerte de

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audiencia de contestación de la demanda en el esquema del juicio de
nulidad de actos administrativos de efectos particulares, descrito brevemente
en el anterior su epígrafe.

Por tanto, el diseño procedimental de estas últimas pretensiones


anulatorias, centradas en la revisión de los requisitos de forma y fondo del
acto administrativo, inspirándose en el paradigma originario del contencioso
de anulación, con independencia de su adaptabilidad o no a los actuales
requerimientos de tutela judicial efectiva, no resulta idóneo para aplicarse en
el caso de pretensiones de tipo mero declarativo, constitutivo en cuanto a
reconocimiento de derechos o potestades, y menos para el caso de las de
condena a dar, hacer o no hacer.

Esa es la principal objeción general al esquema regulatorio de la Ley


Orgánica de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa en cuanto al
cuestionablemente llamado «procedimiento común».

Principales y limitadas innovaciones en cuanto a la admisión, los


antecedentes administrativos, las notificaciones-citaciones, la
audiencia de juicio y la etapa probatoria.

A continuación se expone la regulación vigente y se compara con el


modelo previo, con el fin de esclarecer las diferencias y semejanzas, así
como si fue o no superada la concepción original del «recurso contencioso-
administrativo», anclada en el pretérito carácter revisor y objetivo que le
caracterizó según la doctrina y jurisprudencia, no tanto la legislación.

Presentación de la demanda

En este aspecto, la vigente Ley Orgánica de la Jurisdicción


Contencioso-Administrativa establece pautas de forma más completa
respecto al contenido de la demanda con relación a su antecedente, la Ley

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Orgánica de la Corte Suprema de Justicia. Ello es lógico si se considera que
la primera es una ley enteramente procesal, destinada a regular única y
exclusivamente el contencioso-administrativo de forma integral, y no lo era la
Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, que solo regía las
competencias de la Sala Político-Administrativa de la Corte Suprema de
Justicia, establecía algunos procedimientos para la tramitación de algunas
pretensiones procesales administrativas, y transitoriamente organizaba a los
otros tribunales contencioso-administrativos En efecto, el artículo 33 de las
disposiciones generales aplicables a todo tipo de pretensiones (Título iv,
Capítulo i), establece como requisitos formales de la demanda los usuales,
atinentes a la identificación clara y precisa de los sujetos de la pretensión
(partes procesales), objeto y causa. Es decir, de los elementos de la
pretensión. No parece necesario ahondar al respecto, pues es un asunto
suficientemente tratado por la doctrina procesal en general.

Admisión y citaciones

Sí hay en la fase de admisión de la demanda un cambio en la


legislación vigente en comparación con la Ley Orgánica de la Corte Suprema
de Justicia.

Nos referimos no tanto a las causales de inadmisibilidad, que si bien


no son idénticas a las previstas en la legislación antecedente, se mantienen
en general, y cuyo principal cambio sería la no inclusión de la legitimación,
asunto que ya comentamos en anterior oportunidad. La modificación más
trascendente ha sido la inclusión del Despacho subsanador o saneador, que
coloca como deber procesal del juez contencioso-administrativo el advertir al
demandante de los defectos o deficiencias formales de su escribo libelar,
asunto sobre el cual manifestamos en anterior ocasión nuestros reparos en

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lo que respecta a la redacción de los preceptos legales y a sus consiguientes
dificultades interpretativas.

Por otra parte, en la citación de la parte demandada se han mantenido


básicamente los criterios de la regulación de la Ley Orgánica de la Corte
Suprema de Justicia, con algunos añadidos (artículos 125 de la Ley Orgánica
de la Corte Suprema de Justicia y 78 de la Ley Orgánica de la Jurisdicción
Contencioso-Administrativa). Así pues, admitida la demanda, se ordena la
«notificación» de una serie de entidades o figuras subjetivas:

i. La representación del órgano que haya dictado el acto;


ii. ii. la Procuraduría General de la República y el Ministerio
Público; y

iii. cualquier otra persona u órgano (la redacción incluye a los entes pero
resulta redundante, ya que se mencionó previamente a las personas) que
deba ser llamado a la causa por imperativo legal o a criterio del órgano
judicial (artículo 78 Ley Orgánica de la Jurisdicción Contencioso-
Administrativa).

Quizá lo más trascendente del asunto es que la vigente Ley sigue


refiriéndose a «notificaciones», y no a «citaciones»,

Parece resultar un contrasentido con el artículo 80 eiusdem, que


establece el deber del Tribunal de ordenar también la notificación a los
interesados mediante cartel, para su comparecencia en la audiencia de juicio
con el fin de hacerse partes procesales y, en el caso del demandado,
presentar su contestación. Este deber conlleva, por otra parte, la carga
procesal de los notificados para concurrir a la audiencia en cuestión, sea
como partes o como interesados (entendemos que estos últimos como
terceros coadyuvantes, pues todos los intervinientes son interesados dado
que deben ostentar esa legitimación para estar en juicio según lo exige el

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artículo 29 eiusdem), conforme lo dispone el artículo 82. Se trata, pues, sin
duda, de un llamamiento a juicio como manifestación de la garantía
constitucional del debido proceso De ello cabe concluir que realmente no se
trata de una «notificación», sino de una verdadera «citación» –en la
terminología procesal venezolana–, acto de comunicación procesal en el cual
el órgano judicial pone en conocimiento de una de las partes no solo la
ocurrencia de algún acto del proceso, sino la existencia de deberes y cargas
procesales que deben cumplirse en los correspondientes plazos preclusivos
mediante el apersonamiento y actuación del llamado a juicio (para empezar,
la contestación de la demanda). Es por eso que se trata de un acto de
comunicación que incluye un emplazamiento y que por tanto debe darse al
inicio del íter procesal. Así lo ha entendido la doctrina, e inclusive, la práctica
judicial de la Sala Político-Administrativa del Tribunal Supremo de Justicia.

De manera que debe entenderse entonces, en una interpretación


correctiva del texto legal, que se trata de una verdadera «citación» de las
partes y de los terceros interesados, quienes decidirán hacerse parte o
actuar como coadyuvantes dependiendo de su condición. Y, por ende, cada
quien hará frente a la pretensión de acuerdo con su específica situación
procesal.

Solicitud y recepción de los antecedentes administrativos

De conformidad con lo pautado en el artículo 79 de la Ley Orgánica de


la Jurisdicción Contencioso-Administrativa, con la notificación (rectius:
citaciones), el tribunal ordenará la remisión del expediente administrativo o
los antecedentes correspondientes, dentro de un plazo allí previsto. La
omisión de tal deber procesal implica, aparte de la imposición de una multa,
una serie de consecuencias procesales negativas para la Administración
Púbica. De ello se colige que se trata de un deber-carga para esta, con

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importantes implicaciones probatorias, a pesar de que la Sala Político-
Administrativa ha tendido a soslayar las implicaciones negativas de su
incumplimiento procesal, ampliando las prerrogativas administrativas sin
sustento legal y en detrimento de la igualdad y en última instancia del debido
proceso.

La inclusión de esto evidencia la importancia que le otorga el texto


normativo a los antecedentes o expediente administrativo, lo que puede
justificarse para el caso de las pretensiones de nulidad de actos
administrativos, pero no así en la hipótesis de la llamada «demanda de
interpretación de textos legales, ni tampoco en materia de controversias
administrativas.

En efecto, en el caso de estas últimas «demandas», destinadas a


albergar otro tipo de pretensiones, no tiene sentido incluir de forma
obligatoria la solicitud de unos antecedentes que, incluso, puede que no
existan, y que de existir, no tendrán la importancia que ostentan en el
supuesto de las pretensiones de nulidad.

Y es que, en este último caso, el expediente administrativo, que debe


recoge las diversas actuaciones que se dieron en la tramitación del
procedimiento administrativo de formación del acto, será en muchas
ocasione de especial trascendencia para determinar la procedencia o no de
la pretensión constitutiva de nulidad interpuesta. Ello, toda vez que muchos d
los vicios de nulidad o anulabilidad que pueden plantearse como caus
petendi de la pretensión, tendrán como soporte probatorio el contenido (o la
falta de este) del expediente administrativo. Así como por el hecho d que la
conducta procesal que evidencie la falta de envío del expediente
administrativo por parte de la Administración Pública que dictó el acto

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determina consecuencias procesales en su contra, al entenderse esta –
reiterando lo ya señalado– como una carga procesal.

Se evidencia entonces, como ya se adelantó, que el llamado


«procedimiento común» de la Ley Orgánica de la Jurisdicción Contencioso
Administrativa está concebido básicamente para la tramitación de
pretensiones procesales de nulidad de actos administrativos, lo que no podía
ser de otro modo si se toma en cuenta que su diseño se basa en el esquema
del otrora «juicio de nulidad de actos administrativos» de la Ley Orgánica de
la Corte Suprema de Justicia. Y, por tanto, consideramos que queda
igualmente demostrada su falta de idoneidad para la tramitación de
pretensiones distintas a esta.

De tal suerte que en realidad no se está frente a un procedimiento


«común», sino ante un diseño procesal concebido para la tramitación de una
pretensión específica (la constitutiva destinada a obtener la declaración de
nulidad de actos administrativos), que sin razón aparente también debe
emplearse para el trámite de otras.

Expuesto lo anterior, los artículos 80 y 81 de la Ley Orgánica de la


Jurisdicción Contencioso-Administrativa establecen las modalidades y plazos
para la emisión, retiro, publicación y consignación del cartel de
emplazamiento (y por tanto de citación y no de notificación) como se
describe en capítulos precedentes imponiendo cargas procesales al
demandante que, por regla general, acarrean como sanción ante su falta de
oportuno cumplimiento la terminación del proceso mediante una perención,
impropiamente denominada por partida doble por la Ley Orgánica de la
Jurisdicción Contencioso-Administrativa «desistimiento del recurso».

Audiencia de juicio

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Una vez verificadas las citaciones85, los artículos 82 y 83 de la Ley
Orgánica de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa establece la
realización de una audiencia de juicio, denominación cuestionada por la
doctrina, dado que se trata de una oportunidad en la que la parte
demandante se limita a reiterar lo ya planteado en su escrito libelar y la parte
demandada en dar contestación a la demanda. No es tampoco una audiencia
propia de un proceso oral, como también lo han demostrado los autores.

Se trata entonces de un acto que se realiza oralmente, pero cuya


trascendencia se limita a ser la oportunidad para la contestación de la
demanda. Asunto que, además, no requería de oralidad, toda vez que ese
acto suele ser escrito inclusive en los verdaderos procesos con audiencias.
Incluso puede sostenerse que la oralidad en este caso no reviste mayor
propósito, dado que se exige la presencia de un juez, pero este se va a
limitar a escuchar los alegatos de las partes sin que haya interacción entre
los sujetos procesales.

Esta afirmación puede ser corroborada a través del siguiente ejercicio


hipotético:

Si se elimina la audiencia de juicio y se sustituye por un acto o fase de


contestación escrita de la demanda, el resultado será exactamente igual a
los efectos que produce la realización de esa audiencia de juicio. Solo que si
fuera una oportunidad para la contestación por escrito, el diseño procesal
resultaría quizá más coherente.

Lapsos de pruebas

Continuando con la última afirmación, la llamada audiencia de juicio


del «procedimiento común» de la Ley Orgánica de la Jurisdicción
Contencioso- Administrativa, presenta una peculiaridad. Señala el artículo 83
in fine, que en esta «… las partes podrán promover sus medios de pruebas».

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No obstante, de seguida el artículo 84, intitulado «lapso de pruebas»,
dispone que dentro de los tres días de despacho siguientes a la audiencia de
juicio, el tribunal admitirá las pruebas que correspondan y ordenará su
evacuación en aquellos casos en que sea requerido, para lo cual establece
un plazo de diez días de despacho, prorrogables. Y en el último apartado,
establece que «… dentro de los tres días siguientes a la presentación de los
escritos de pruebas, las partes podrán expresar si convienen en algún hecho
u oponerse a las pruebas…» (en realidad, oponerse a la admisión de estas).

Varias interrogantes surgen de esta deficiente regulación, a saber: i.


Qué sentido tiene establecer que la promoción de las pruebas se realiza en
la audiencia de juicio, si las fases probatorias siguientes se realizan luego,
por escrito y fraccionadamente; ii. cómo puede haber una superposición de
fases en el mismo lapso, a saber, la de admisión de las pruebas (dentro de
los tres días de despacho siguientes a la celebración de la audiencia de
juicio) y la de oposición a la admisión (dentro de los tres días siguientes a la
presentación de los escritos de pruebas, que como ya se señaló se
consignan justamente en la misma audiencia de juicio).

La primera interrogante tiene como única respuesta el hecho de


que la Ley Orgánica de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa solo
contiene remedos de oralidad, pero no la adoptó realmente, a pesar del
correspondiente mandato constitucional (artículo 257) y de su recepción
expresa como principio en el artículo 2 eiusdem.

La segunda, requiere de una interpretación correctiva de los


preceptos, prescindiendo del elemento literal. Única forma de solventar la
contradicción que se da en un mismo artículo, entre su inicio y su final. Debe,
pues, entenderse, en virtud del principio jurídico y lógico del orden
consecutivo de los lapsos procesales, que la fase de oposición a la admisión

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a las pruebas transcurre dentro de los tres días de despacho siguientes a la
finalización de la llamada audiencia de juicio, y transcurrido ese lapso, es
cuando comienza a contarse el de la admisión de las pruebas promovidas
previamente.

Es la manera de garantizar que el juez contencioso primero examine


cualquier alegato de oposición a la admisión y luego proceda a pronunciarse,
a la vez que permite a las partes ejercer su derecho a oponerse a la
admisión de las pruebas de su contraparte, como manifestación de la
garantía constitucional del debido proceso.

Informes

Dispone el artículo 85 de la Ley Orgánica de la Jurisdicción


Contencioso- Administrativa la presentación de los informes de manera oral –
si así lo pide alguna de las partes– dentro de los cinco días siguientes a la
conclusión del lapso de evacuación de pruebas, o si no hubiere tenido lugar
este a la realización de la audiencia de juicio. No parece haber mucho que
comentar al respecto. Excepto que la presentación oral de estos informes no
parece tener mucho sentido, toda vez que las siguientes fases del proceso,
como las previas, son escritas. Se trata, pues, de un acto de conclusiones
muy similar al que regulaba el artículo 96 de la Ley Orgánica de la Corte
Suprema de Justicia.

Tutela cautelar

En lo atinente a la tutela cautelar, el «procedimiento común» de la Ley


Orgánica de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa no dispone nada
particular. Así pues, hay que remitirse a la regulación general de las medidas
cautelares en el mismo texto legal, asunto que ya hemos tratado en anterior
oportunidad. En todo caso, aunque ya la suspensión de efectos del acto
administrativo ha quedado como una medida más de todas aquellas que

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puede adoptar el juez contencioso-administrativo (tanto anticipativas como
conservativas) en virtud de su potestad cautelar general consagrada en el
artículo 4, único aparte, de la Ley Orgánica de la Jurisdicción Contencioso-
Administrativa, sigue siendo la típica providencia que en muchos casos será
la más acorde como pretensión cautelar accesoria de una pretensión
constitutiva anulatoria de acto administrativo. Ello en el supuesto de que no
se esté en presencia de una acumulación de pretensiones, asunto sobre el
cual se volverá más adelante.

Sentencia definitiva

Aunque resulte insólito, el Título iv, Capítulo ii, Sección Cuarta, de la


Ley Orgánica de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa, que regula el
«procedimiento común», no regula en modo alguno la sentencia que habrá
de dictarse, salvo en lo que respecta a establecer el plazo para hacerlo
(artículo 86). Pero en cuanto a lineamientos para dictarla, requisitos formales,
contenido, efectos de la decisión, la Ley nada dispone, como ya destacamos
en anterior oportunidad. Por ende, el asunto habrá de regularse tanto por las
normas procesales generales como por los principios generales del Derecho
Procesal.

La insuficiencia regulatoria descrita apareja, aparte de una serie de


consecuencias en materia de demandas de nulidad de actos administrativos–
al ni siquiera mantener el régimen derogado.

Únicamente ello puede explicar que en un procedimiento aplicable no


solo las pretensiones de nulidad de actos administrativos, sino a las de
interpretación de textos legales y controversias administrativas, nada se haya
dispuesto respecto a los diversos tipos de sentencia y sus efectos jurídico-
procesales y jurídico-materiales para cada clase de pretensiones. Así pues,
ello parece apuntalar aún más la impresión de que el «procedimiento

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común» resultó ser una especie de cajón de sastre en el cual se incluyeron,
aparte de las pretensiones tradicionalmente denominadas «contencioso de
anulación», otras menos usuales como las de controversias administrativas,
y aun aquellas creadas originariamente por la jurisprudencia contencioso-
administrativa con una precaria base legal, a saber, las de interpretación de
textos legales.

Como puede verse, es justamente en uno de los asuntos de mayor


importancia y que más han dado lugar a la evolución doctrinaria en el exceso
de poder francés, como lo es el de los poderes del juez en la sentencia
definitiva, en donde más se nota la deficiencia del régimen contenido en la
Ley Orgánica de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa.

Actos a Efectos Generales:

Son aquellos actos de contenido normativo, es decir, que crean


normas que integran el ordenamiento jurídico. Cuando no se distingue si
se trata de Actos Legislativos o administrativos, es decir que se refiere a los
actos normativos y por lo tanto de efectos generales.

En cuanto a los efectos de los actos administrativos generales, son


aquellos que interesan a una pluralidad de sujetos de derecho, sea formado
por un número indeterminado de personas o un número determinado. Por su
puesto también el acto general no normativo puede tener por destinatario a
un número indeterminado de personas.

Esta definición se acoge al artículo 72 de la LOPA, al exigirse que


también sean publicados en la Gaceta Oficial de la República Bolivariana de
Venezuela aquellos actos administrativos que interesen a un número

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indeterminados de personas que no sean necesariamente actos
administrativos de actos general.

Actos a efectos particulares:

Son aquellos que solo interesan a un solo sujeto de derecho, y


además es un acto a efectos particulares.

De igual forma, de conformidad con el artículo 73 de la LOPA,


establece que los actos de carácter particular afectan a determinada persona
o a un número de personas determinables e identificables y solo en la esfera
jurídica de sus derechos subjetivos o intereses legítimos, personales y
directos va a influir el procedimiento administrativo.

En el contexto Doctrinario, ANDUEZA ha planteado un criterio


discrepante, al considerar como equivalente los conceptos de acto general y
acto de efectos generales y concibe a estos como los que tienen
destinatarios como los que tienen como destinatario a un número
indeterminado de personas e introduce el concepto de acto plural como una
expresión del acto particular, ya que en este caso es un acto particular cuyos
destinatarios son varios sujetos determinables. Señala ANDUEZA lo
siguiente:

“ …la expresión actos de efectos generales es equivalente a acto


general, aun cuando la doctrina jurídica considere que ellos son conceptos
diferentes. Por acto general debe entenderse aquel que está dirigido a un
grupo indeterminado de personas o a un grupo de personas que no se puede
determinar. Como acto general no normativo se puede citar la convocatoria
para concursar o licitar o la orden de movilización de la ciudadanía en
situación de emergencia. No debe confundirse el acto general con el acto
plural, pues esto no es otra cosa que una forma especial que puede
manifestarse el acto particular. En el acto plural hay varios destinatarios que

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son fácilmente identificable. Se puede indicar como ejemplo de acto plural la
convocatoria que se haga de los reservistas del año 1979, pues sus nombres
se encuentran registrados en el Ministerio de la Defensa”.

Características en la Acción de Nulidad de los actos de efectos


generales y actos generales a saber:

1. Imprescriptibilidad y no caducidad de la acción:

De conformidad con el Aparte del artículo 32 de la Ley Orgánica de la


Jurisdicción contenciosa Administrativa (LOJCA) las acciones de
nulidad contra los actos de efectos generales dictadas por el Poder
Público podrán intentarse en cualquier tiempo.

2. Carácter de la acción popular de los actos a efectos


generales:

La acción popular, hace referencia en cuanto a que podrán actuar


en la jurisdicción Contencioso Administrativa, personas naturales o
jurídicas, públicas o privadas, las irregulares o de hecho, las
asociaciones, consorcios, comités, consejos comunales y locales,
agrupaciones, colectivos y cualquiera otra entidad de conformidad con
el artículo 27 de la LOJCA, es decir se amplía la capacidad procesal
para actuar ante este órgano, de manera general.

3. Efectos erga omnes de la sentencia anulatoria

La sentencia anulatoria de los actos de efectos generales en


cuanto a que sus consecuencias tienen alcance absolutos, en el
sentido de que la misma no solo se beneficia los recurrentes sino,
incluso, quienes no participan en el juicio.

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Ahora bien, el procedimiento para la nulidad de los actos generales
o de efectos generales, se tramitara de acuerdo a lo establecido en la
Sección Tercera denominada procedimiento común de la demanda de
nulidad, interpretación y controversias administrativas de la Ley
Orgánica para la Jurisdicción Contencioso Administrativa, en el
siguiente orden:

 Recepción de la demanda
 Notificación (en caso de admisión)
 Remisión del Expediente Administrativo.
 Cartel de emplazamiento.
 Audiencia de Juicio
 Contenido de la audiencia
 Lapsos de prueba
 Informes
 Sentencia

Presupuestos procesales

Son los requisitos que deben cumplirse en el momento de ejercitar


las partes su derecho de acción o de defensa para que el juez pueda
entrar a conocer del objeto del proceso o fondo del asunto y que
condicionan tanto su admisibilidad como la validez de la sentencia por
la que se resuelva el conflicto jurídico material planteado.

Pueden citarse como presupuestos genéricos:

1 Los presupuestos del órgano jurisdiccional -jurisdicción y


competencia objetiva, territorial y funcional-.

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2 Los presupuestos de las partes -capacidad para ser parte y de
actuación procesal, postulación y derecho o capacidad de conducción
procesal-.

3 Los presupuestos del objeto procesal -procedimiento adecuado,


litispendencia y cosa juzgada-.

Junto a los genéricos, pueden exigirse otros presupuestos


especiales como la caducidad (en el ejercicio de pretensiones
constitutivas, el recurso ordinario, la comunicación o la reclamación
previa en el proceso administrativo.

En la actualidad el examen de los presupuestos procesales de


oficio por parte del órgano jurisdiccional ha aumentado con el objeto
de subsanar al inicio del proceso los defectos que pudieran existir en
relación con los mismos. Sin embargo, cuando el juez no los aprecie
de oficio será el demandado el encargado de alegar y probar su
ausencia. En ambos casos, se pretende evitar al final del proceso las
resoluciones absolutorias para los supuestos en los que faltara alguno
de los presupuestos necesarios y que implican una pérdida de tiempo
y de dinero para el actor, ya que únicamente en sentencia se
declararía la ausencia del presupuesto procesal pero quedaría sin
juzgar el conflicto jurídico material debatido. En ese caso, el
demandante vendría obligado a cumplir el presupuesto procesal
inobservado y volver a iniciar el proceso.

En consecuencia, para que se produzca una relación jurídica


procesal válida en un proceso no es suficiente con interponer la
demanda, la presencia de las partes y la intervención del Juez sino
que, además, deberán concurrir, de manera ineludible, ciertos
presupuestos procesales de forma y de fondo sí, claro está, lo que se

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quiere es generar una relación jurídica procesal válida y un proceso
válido que resuelva sobre el fondo. Se puede distinguir también entre:

1 Los presupuestos procesales de forma; cabe citar:

a) La demanda en forma, es decir, con los requisitos formales y de


fondo legalmente exigidos.
b) La capacidad procesal de las partes o aptitud para comparecer
personalmente -por sí misma- en el proceso y,
c) La competencia del Juez.

2 Los presupuestos procesales de fondo o materiales, también


llamadas condiciones de la acción; cabe enumerar:

a) La existencia del derecho que tutela la pretensión procesal.


b) La legitimidad para obrar por la cual, la persona (véase personalidad)
puede formular (legitimación activa) o contradecir (legitimación pasiva
las pretensiones en o de la demanda;
c) El interés para obrar y,
d) La no caducidad de la pretensión procesal.

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