Resumen - Los-Que-Escuchando-Se-Van-Orientando-En-Su-Caminar Korinfhel

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Los que escuchando se van orientando en su caminar / Daniel Korinfeld

Marchar por las instituciones requiere saber orientarse en sus oscuridades, no arredrarse en su
torbellino, ni intimidarse ante el abismo de su presente y quizás, algo aún más difícil, no contribuir a
consolidar la idea de la inevitabilidad de su presente ni el sello de su destino. Según el texto, los que
escuchando y hablando se van orientando en su caminar expresa para nosotros un modo de estar y
hacer una clínica, constituye una figura que da cuenta de una posición para sostener una clínica.

Podríamos decir, en general, que se trata de usar la enseñanza del psicoanálisis sin aplicar el
dispositivo analítico propiamente dicho, o mejor dicho el dispositivo que dio origen al psicoanálisis.
En todo caso creemos que podría ser de interés para todos aquellos dispuestos a interrogarse acerca
de su práctica y de sus presupuestos”. Los que escuchando y hablando se van orientando en su
caminar, como figura de la clínica podemos pensarla para diferentes inserciones y posiciones en las
instituciones, de modo que una perspectiva clínica, un enfoque clínico podrá ser, habrá sido desde el
lugar y función que cada quien tenga allí.

Se trata de un modo de pensar y actuar en la vida institucional ante diferentes situaciones-problema,


desde el exterior de una institución o desde los distintos lugares que cada quien ocupa. Cada uno de
los lugares, posiciones y funciones plantean diferencias y particularidades, sin embargo,
consideramos interesante pensarlas en relación a una posición clínica.

La relevancia del desafío de seguir pensando una perspectiva clínica para los oficios del lazo, el
esfuerzo por dar cuenta de esta perspectiva apunta a construir un marco de referencias que permita
tomar posición respecto las nuevas demandas y urgencias que plantean las transformaciones
subjetivas en estos tiempos.

Venimos interpelando la presencia más o menos subterránea del modelo médico hegemónico en sus
relaciones con las prácticas sociales, la invasión, la colonización y asimilación de un discurso médico
psicológico que persiste y encuentra ecos en los prestigios que tiene el saber y la eficiencia de la
Medicina y la promesa de las Psicologías, en las prácticas de educación en particular -pero que
alcanzan a un amplio espectro de prácticas institucionales- y funcionan al servicio de la
normalización y diversos modos de segregación. Una suerte de colonización de la vida cotidiana y de
la propia escena pedagógica cuyos efectos apuntan a la individualización de los sujetos.

Se incrementa la tendencia a psicologizar las problemáticas sociales, se incrementa la medicalización


de la vida cotidiana cuando se instala en el centro de la escena social, mediática y se propicia en la
formación de agentes de educación y de salud a las neurociencias, cuyo fetiche el cerebro como la
explicación y la solución de todos los problemas y los males lo explica todo, constituyéndose en un
verdadero fetiche.

Foucault planteó el lugar fundamental de la medicina (y la clínica) en la arquitectura del conjunto de


las ciencias humanas: el pensamiento médico está comprometido por derecho propio en el estatuto
filosófico del hombre.

Retomando los sentidos originales de la palabra, recordando su etimología: aquello que se aprende y
se conoce al pie del lecho del que padece. Es decir, el itinerario de una experiencia, se trata de una
clínica desmedicalizada, despsicologizada, que también se desmarca en ciertos aspectos de los
términos en el que opera en el dispositivo de la clínica psicoanalítica individual.

Una perspectiva clínica es convocada cuando lo que está en juego, es una experiencia de
insuficiencia. Aquello que no hemos podido dominar, ni determinar; vivencia singular e intraducible,
y ello no es algo que atañe solo uno por uno, aunque su efecto sea singular, tiene ecos, reflejos,
diversos efectos en el colectivo.
Una perspectiva clínica es un modo de interrogar formas cristalizadas, dominantes de pensar y de
actuar. El pensamiento como suspensión automática de las reglas. En las instituciones conmover
estos modos hegemónicos de pensar y de actuar requiere en las instituciones de una mirada clínica
tal como queremos fundamentarla dispuesta a pensar aquello no pensado.

Subrayemos ahora como intervienen en la naturalización de las jerarquías como constitutiva de los
lazos sociales. En plena sintonía con la estructura y el funcionamiento social, identifica asimetrías o
imparidad con jerarquías y relación de subordinación. La arbitrariedad, el sometimiento y la
dependencia son riesgos inherentes a toda práctica social en la que se juega lo que podríamos
denominar una subordinación técnica, en la relación médico –paciente, educador-estudiante.

Aunque con conflictividad creciente sigue persistiendo como un no pensado, naturalizado el modo de
lazo y el dispositivo institucional en el que se despliega, sus conflictos son frecuentemente
racionalizados como anomalías que propicia la época o patologías individuales.

No solo se resiste a ser pensado en tanto relacional y por tanto conflictivo, sino que se invisibiliza el
eje dependencia- autonomía y se distorsiona la propia práctica cuando se prioriza la operatividad en
detrimento de la singularización. Y destaquemos también, un no-pensado que sostiene el ideal de ¨La
Ciencia¨, nos referimos a las prácticas que se identifican ideológicamente de manera absoluta con la
racionalidad científica hegemónica.

Fundamentalmente se trata de una ideología que deposita exclusivamente el saber en los


especialistas, niega el terreno científico y teórico como un campo de debates y disputas, excluyendo
otras perspectivas científicas, otros saberes que apelan a otras racionalidades y niega a su vez el
saber de las comunidades y los sujetos en singular.
A continuación proponemos una serie de consideraciones conectadas entre sí que buscan
fundamentar una perspectiva clínica

1- Una perspectiva clínica en las instituciones implica el reconocimiento, el registro de la


existencia de lo inconsciente. Registrar, reconocer lo inconsciente discute la naturalización que el
discurso de la ciencia hegemónica atribuye a la biología y que en la actualidad instaura al cerebro
como fetiche, y al individuo consciente como capaz de pensar y actuar siempre de modo racional,
entrenar sus emociones, adiestrar su voluntad, modular su estado anímico, listo para aprehender lo
real de un modo positivo. La naturalización y esencialización como mecanismo implica la negación de
la historia como condicionantes que configuran la existencia social e individual.

2- Una perspectiva clínica en las instituciones tal como la pensamos propone una mirada bien
diferente respecto de lo normal y lo patológico.

Lo normal tiene su régimen de verdad para cada institución social. Una perspectiva clínica siempre
tensiona los modos de normalización de una institución.

3 - Una perspectiva clínica en las instituciones requiere de ciertos dispositivos que tienen a la
palabra en un lugar central. No se trata de los hechos, sino del saber acerca de ellos. Invitar a
contar, más allá de informar, de transmitir informaciones, contar en la dimensión de la narración que
busca un buen entendedor. Propiciar la narración permite relatar el movimiento de la experiencia de
los sujetos en las instituciones. Relatos que en las instituciones construyen una polifonía, un
conjunto de voces a ser escuchadas, en esos viajes entre cuerpos, espacios y tiempos. Es en
transferencias múltiples que conviene escucharlos, solo en esa red de conexiones transformarán su
sentido y adquirirán su mayor potencia. Se trata de hablar, se habla cuando se piensa lo hecho, se
habla cuando se interviene, y aquí también se trata de saber callar a tiempo. “He aprendido con
mucho esfuerzo, que callarse a tiempo puede ser mejor que la impostura del optimismo terapéutico
(…) En este oficio como en el resto de la vida, algunos silencios pueden ser menos perjudiciales que
algunas palabras.” Revalorizar el silencio, la demora, la abstención en el momento oportuno que
también tienen valor de palabra. Estar advertidos del furor curandis, o del furor educandis que se
juegan en cualquier escenario y situación impulsado por las expectativas, los ideales y también por la
angustia que producen aquellas situaciones complejas ante las cuales no atisbamos inicialmente el
modo de abordarlas.

4 -Una perspectiva clínica en las instituciones requiere del trabajo en torno a la implicación del
que “hablando y escuchando palabras se orienta en su caminar”. Retomar la cuestión de las
evaluaciones en términos de éxito o fracaso. Una clínica discute y debate en torno a las nociones de
éxito y fracaso que impregna las prácticas, soporta las tensiones que esa posición genera. Bernfeld
señalaba como los educadores que promovían innovaciones pedagógicas se decepcionaban ante los
fracasos de esos nuevos métodos. Se decepcionaban una y otra vez relata, los dejaba en la más
terrible confusión cuando sobrevenía un incidente drástico y peligroso y con pocas excepciones
admitían las necesidades de retomar los métodos del castigo corporal, el arresto y la reclusión que
habían pretendido dejar atrás en pos de una pedagogía humanitaria, de camaradería y amor. Deligny
en sus escritos y diarios recurre con bastante frecuencia a la palabra fracaso. Sin duda fue alguien
interesado en transmitir los claros oscuros de los oficios, esa parte significativa de las prácticas que
pueden ser rutinarias, agotadoras, decepcionantes. Proponer que el carburante es el fracaso cotidiano
subvierte la posición tradicional del oficiante del lazo y propone tomar distancia de las expectativas e
ideales que ponemos en juego, nos dice que ese gaje del oficio no es una anomalía sino su corazón, su
condición central. Se desmarca del par éxito-fracaso tan incorporada en la vida social desde una
lógica mercantil, eficientista, técnica y meritocráticapcionantes.

5- Una perspectiva clínica en las instituciones sostiene la imparidad de cada sujeto y sabe de
las tensiones que conlleva las relaciones siempre complejas entre el sujeto y la institución. Una
clínica apunta a que se formulen preguntas sobre lo pensado y actuado, sobre lo no-pensado, sobre
las posibilidades y sobre los límites. Se orienta entonces a reconfigurar las relaciones entre el-los
sujetos y la institución. Cada sujeto porta su historia y se encuentra en un momento vital
determinado y en un contexto especifico, que cada sujeto tome en serio su existencia y su relación
con lo común, con lo colectivo, es la ética que gobierna una perspectiva clínica en las instituciones.
No se trataba de conquistar de entrada por la palabra a los adolescentes que llegaban a su
institución, sino que había que ¨dejar que el ambiente actúe…¨. Su propuesta era generar un
ambiente tal que los sujetos pudieran sentirse bien, implicaba tomar la decisión de incidir en las
condiciones institucionales, y ello requería instalar esa discusión con los educadores, cómo rescatar
la subjetividad del adolescente de su acto transgresor, agresivo o delictivo, “¿Cómo construir el lugar
del Otro, esa alteridad imprescindible para el humano, cuando el sujeto parece ya no creer en su
existencia, en su función de soporte, de ayuda?” Por su condición estructural a serializar, a ordenar-
clasificar según ciertos ideales, a fragmentar en funciones y capacidades, a escindir y a encapsular el
mundo sensible, a producir lecturas unidimensionales de lo que hace conflicto, una perspectiva
clínica apuesta a la integralidad del sujeto y de las situaciones en las que se hayan implicados. Una
clínica de la singularidad del sujeto y de las situaciones se orienta a dar cuenta de la heterogeneidad
y piensa el conflicto como parte indisoluble de la vida social, institucional y subjetiva. Deligny insiste
con el juego como constituyente del lazo con la infancia, como vía regia de relación, de comunicación,
de reconocimiento habla de su posición clínica situada. “Jamás olvides fijarte si el que se rehúsa a
caminar no tiene un clavo en el zapato”. En una frase condensa con una imagen una posición de
interrogación sobre las razones y sinrazones de conductas y comportamientos, una posición respecto
al síntoma. Así como en aquella otra fórmula en la que nos aconseja: “Es brutal y terco, no te
apresures a quitarle esas garras”. Nos sugiere no precipitarnos a suprimirlo, no buscar resolverlo sino
escucharlo, tratarlo con la prudencia que las resistencias y los mecanismos de defensa requieren en
tanto cumplen una función. Suspender ese furor educandis que parece habitarnos. Otorgarle un
valor a esa detención, a ese rehusarse, cambia el sentido y se abren otras vías que ofrecen tiempos y
espacios, abriendo un curso de acción y de acompañamiento que permita una implicación subjetiva.

6 - Una perspectiva clínica en las instituciones instala otra dimensión del tiempo, sostiene una
relación “incómoda” con las anticipaciones, con los planes y los objetivos fijos e inamovibles.
¨He leído libros interesantes, ahora leo niños. No digo ya sé. Leo una vez, luego una segunda, una
tercera y una décima vez el mismo niño. Y no sé mucho porque el niño es un mundo, un mundo
inmenso. Sé lo que ha sido y lo que es. Apunta y se dirige directamente a la impaciencia del
pedagogo, a la rigidez del psicólogo atado a los baremos de la psicología evolutiva, a las prisas del
trabajador social por integrar, por incluir. Pone en evidencia la violencia de la sobre interpretación,
busca amortiguar, detener la secuencia acción-reacción, a sostener la dimensión enigmática y
misteriosa de la infancia. Combatir la impaciencia del pedagogo implica entonces una tensión y un
ritmo entre acción, espera y ocasión u oportunidad. La armonía del instante en el que se juega el
gesto clínico no es sin sostener y atravesar las tensiones que les son inherentes, lo que lo convierte en
un gesto cargado de riesgos. Estar atentos a la ocasión, encontrar la oportunidad, implica también
despegarse de la línea melódica y conlleva desplegar una capacidad metafórica y asociativa.

8 -Una perspectiva clínica en las instituciones implica una operación política e implica una
ética. Toda operación clínica. En un sentido amplio, es una operación política, una interpelación a
la polis, a los asuntos de la ciudad, de la sociedad, a la institución, a las formas de ejercer y
configurar ese común capaz de desatar energías emancipatorias y de interpelar formas del poder
establecidas que amenazan la emergencia de lo subjetivo. Una perspectiva clínica en las instituciones
es un modo de hacer, un modo consecuente e implicado de actuar. “El objetivo del médico, como del
educador, es volver inútil su función” (2004: 96).

Es decir que allí donde triunfa, cuando cumple sus propósitos se desvanece la centralidad de su
posición, se lugar, su función su tarea se hace innecesaria. Apunta a la necesidad de saber sobre los
límites, los alcances, la pertinencia y los tiempos de las intervenciones en el ejercicio del oficio.

Deligny va un poco más allá, habla de la necesidad del corte y la separación en el lazo que el oficiante
pacientemente construye, y señala los riesgos de la ¨comodidad¨. “No los sueltes antes de que hayan
tomado, de la atmósfera que has creado, todo lo bueno que podían tomar. Pero cuando estén
demasiado cómodos, apresurarte a separarte de ellos. Por tener un ejemplo que mostrar a los otros,
corres el riesgo de dejar que se pudran las mejores frutas de tu cosecha.” Los riesgos de la
objetalización del otro se agazapan en cualquier momento, en todo pliegue de la tarea de
acompañamiento

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