Hoyos, P. 2015 ART Autoetnografia
Hoyos, P. 2015 ART Autoetnografia
Hoyos, P. 2015 ART Autoetnografia
Resumen
El presente artículo presenta la autoetnografía reflexiva como espacio metodológico
para repensar el quehacer del dispositivo de la poesía. Con este motivo, se exponen las
características y las vicisitudes metodológicas y epistémicas de la autoetnografía
reflexiva, la cual fue desarrollada para mi tesis doctoral “Devenir poesía. Un estudio del
discurso poético desde la noción de dispositivo”, a partir de los planteamientos del
feminismo de frontera sobre el cuerpo, la noción de performatividad y el enfoque de la
memoria social. Posteriormente se pasará a mostrar el proceso metodológico
autoetnográfico, en el cual se reflexiona sobre cómo la escritura de poesía sería una
práctica semiótico-material a la que se le atribuyen una serie de características
lingüísticas específicas, antinómicas a las del lenguaje ordinario cuya pragmática nos
permite construir un conocimiento positivo sobre la realidad. Finalmente, regresaré
sobre el texto autoetnográfico para presentar una relectura contagiada por la noción de
oficio construída por Agamben.
1
Me sonrojo al retroceder hasta el 2 de diciembre de 2010, día visionario en el que palpé el
planteamiento que les traigo, sobre todo después de haber estado sentado encima de él, dentro de él, en
varias discusiones, lecturas y búsquedas bibliográficas sobre Reflexividad y Etnopoesía desde el Máster
de Investigación en Psicología Social (2008-2009). Cursado en el mismo departamento Psicología Social
de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en que postulo al doctorado.
2
2
Dentro de los cuatro años, tomo en cuenta el año académico del Máster en Investigación en Psicología
Social (2008-2009). El trabajo de maestría, también dirigido por Félix Vázquez, llevó por título “Esbozo
de una estrategia de análisis que asuma la Poesía como una práctica discursiva específica” (2009).
3
Trabajo la noción de “dispositivo” desde Giorgio Agamben (2015).
4
Rilke tardó una década en completar los diez poemas que conforman las Elegías a Duino (1912-1922).
Y sin embargo, en febrero de 1922, para escribir los cincuenta y cinco sonetos de Sonetos a Orfeo, se
demoraría tres semanas.
3
en este debate, son enunciadas por Clifford y Marcus en su libro Writing Culture
(1986), quienes aseveran que el antropólogo, y por consiguiente el científico social, no
puede seguir considerándose un mediador aséptico, sino que se trataría de un intérprete
del medio al que llega, de un escritor-constructor del medio. Esta brecha, ha sido
caracterizada por Denzin y Lincoln (2000) como la crisis de la representación o de las
formas textuales. Esta crisis habría contribuido a la apertura de los métodos de
investigación, mediante la reivindicación de una vía alterna al método cuantitativo, el
método cualitativo. Esta crisis de la representación perdura, junto con dos crisis o
problemáticas asocias: la crisis de legitimación o de autoridad etnográfica y la crisis del
autor o del punto de vista situado. Debido a la apertura, posiblemente infinita, de estos
debates, y de la sensibilidad que tienen en el carácter investigativo, ya que de su
abordaje penda el valor, la justificación y la política de la investigación, resulta que me
preocupo por exponer explayadamente una soporte teórico y ético que avale el texto
autoetnográfico que presento.
Siguiendo a Joel Feliu (2007), aunque la etnografía circule en la esfera de los
métodos cualitativos, no implica que los usos que se hagan de la técnica de
investigación se erijan desde el plano que les acabo de mostrar. El debate primero,
citado en la crisis de la representación, aunque parezca mentira, sigue vigente en el
plano observador-escritor. Según los trabajos de corte etnográfico pueden ser
clasificados en relación a las coordenadas parciales establecidas en el crucero de dos
caminos: un primero que iría “de lo individual a lo social” (describir el proceso personal
vs. describir la cultura en la que se dan) y un segundo tendido “entre el realismo y la
ficción” (énfasis en la voluntad por producir conocimiento objetivo —con o sin
reflexión sobre el propio proceso de la investigación— vs. énfasis ficcional y literario
de toda producción escrita). A lo largo de estos dos ejes podemos encontrar diferentes
tipos de trabajos como: (1) Etnografías reflexivas: etnografías del Otro que incorporan
la experiencia personal y la voz del etnógrafo. (2) Etnografías nativas o de miembros
del grupo: etnografía del ‘nosotros’. El etnógrafo forma parte completamente de la
sociedad o el grupo estudiados y lo aprovecha para contrarrestar la visión que se ofrece
por parte de los que no son miembros. (3) Narrativas personales evocativas: se
conforma por el contexto personal y dialógico del etnógrafo. La figura del otro se
convierte en secundaria. (4) Autobiografías: memorias del autor. (5) Etnografías
literarias o poéticas: Cuentos, novelas, poesía... basadas en la experiencia etnográfica.
5
al que me parece que se refiere Denzin (1997), cuando dice que la metodología
cualitativa viene a traer en sí una dosis de “humanización” para Ciencias Sociales.
Estamos violentamente adoctrinados, atravesados, en este reduccionismo, que tiene la
función, además de mantenernos miopes, de “tener” que hacer miope al resto del mundo
que no vea, produzca, cuente, como dominantemente se ha propuesto en estos tiempos
globales. Para agrietar esta terquedad y dureza de los modos de conocer coloniales
occidentales, se hace necesario abrir la investigación social a otras epistemologías
alterizadas, por no decir, asesinadas; abrir la Ciencia Social a otros modos de ver y
conocer el mundo desde sus propias formas, así como entre otros viene a proponer
Boaventura de Sousa Santos en Una epistemología del sur (2009). Se hace necesario
que seamos críticos con los modos de producción y legitimación de las Ciencias
Sociales, y que tomemos seriamente a éstas como un género discursivo mediante el cual
construimos parcialmente cómo somos nosotros y las cosas.
Podía haber escogido investigar el hacer poético de otras personas a través de
métodos como la observación participante, o mediante la construcción de narrativas
(Biglia y Bonet-Martí, 2009) sobre su vínculo con el hacer de la poesía, pero, viniendo
yo de la formación académica y siendo usuario de la poesía, hacedor de poesía,
consideré apropiado generar un texto autoetnográfico recogiendo, recreando, la
multiplicidad de factores por los que vengo escribiendo poesía, con el fin de
presentarles un texto complejo por el cual podamos juntos construir-adentrarnos en las
formas y modos de hacer/leer/pensar/sentir la poesía a finales del s. XX y principios del
XXI. Para dotar de inteligibilidad al conjunto del texto, he de señalarles que los
“intertextos” no quieren tener mayor presencia que la de, con su voz, dotar de mayor
cuerpo referencial, contextual, al texto7. Y si alguno de ustedes gustara escoger para
analizar o estudiar con otros fines, bienvenido sea. Podrían preguntarse, cómo es que no
ha optado por analizar conjuntamente los poemas8 o en decir a través de la poesía,
apoyándome en lo que Denzin (1997) denomina “ethnopoetics”. No estoy de acuerdo
con la postura del autor para quien “la poesía funciona como una exploración entre los
significados del poeta y los del grupo socio-cultural con el que convive” (1997; 204), y
7
Se trata de explicitar la intertextualidad inherente a cualquier texto, poniendo fragmentos de todos
aquellos textos que “resuenen” en él: ya sean diálogos con los informadores, artículos de enciclopedia,
fragmentos de otras monografías, piezas literarias como novelas, poesía, o notas de campo del autor.
8
En el texto, durante el proceso de elaboración, decidí introducir poemas a modo de notas al pie, a modo
de acompañamiento e ilustración de las referencias a los mismos que iba generando en el texto, lejos de la
línea que Denzin (1999) plantea.
7
el poema vendría a ser un claro escaparate de tal exploración 9. Una poesía, unos
poemas, en los que pudiésemos encontrar, rastrear la función antropológica que el autor
anticipa. A lo largo de todo el trabajo trato de no estabilizar el hacer de la poesía, por
ello no hablo de funciones que la poesía tendría, tal y como poetas, como Alejandra
Pizarnik10, y enfoques teóricos señalan11. Estas consideraciones sobre la poesía,
construyen versiones situadas sobre la misma, lo que no quiere decir que la poesía sea ni
haga lo que algunos dicen. Sino una muestra del crisol de enfoques, perspectivas y
caracterizaciones que la construyen.
Conociendo las limitaciones, y potenciales, así como las críticas al género
autoetnográfico, escribí Poética Vitae, aparte de con mucho esfuerzo y algo de escozor,
siendo leído por gente cercana, poco condescendiente y crítica, como mis amigos
investigadores sociales (los trianguladores que más adelante les presento). El texto
autoetnográfico es una producción socio-personal, colectiva, es decir, espacio abundante
de clichés y de lugares comunes, por eso es tan conveniente acudir a los trianguladores,
para que valoren con nosotros huecos, enredos o maniqueísmos. El desafío creativo del
texto no sería el de escribir lo nuevo ni explicar los acontecimientos sociales, sino el de
tratar de en la narración conectar el texto con nuestra comunidad semiótico-material, de
que el texto sea una propuesta crítica, singular, además de inteligible, empática. Por
otra parte, no quería que el texto se tornara en un análisis explícito de ciertas
incorporaciones, ni en un relato en torno a prácticas detectadas y nominadas con
nombres y apellidos por autores académicos. El desafío, y para lo que, consideré,
merecería la pena hacer una autoetnografía reflexiva, consistía en realizar un ejercicio
de memoria sobre mi vínculo con la poesía., tratando de aproximarme, tantear, de
9
Por ejemplo, Salavert Pinedo (2007) en su estudio sobre la poesía ecologista australiana, muestra como
la poetisa Judith Wright en el poema ‘Gum-trees stripping’ (Two Fires, 1955) nos invita reflexionar sobre
la función poética del lenguaje frente a la naturaleza, que en el poema nombrado está encarnada por los
eucaliptos. Algunas especies de eucaliptos se desprenden de la corteza que los recubre hasta formar una
sublime imagen que nos recuerda a una fuente. En ese marco, la pequeña captura que el ser humano
pueda realizar con la palabra termina resultando inútil: “de nada le valen a un árbol las palabras” (“words
are not meanings for a tree”). Versos con los que según el autor, Judith Wright reconocía la dificultad, si
no la imposibilidad, de usar el lenguaje para expresar con plenitud las diferentes hermosuras que nos
ofrece la naturaleza.
10
“Entre otras cosas, escribo para que no suceda lo que temo; para que lo que me hiere no sea; para alejar
al Malo. Se ha dicho que el poeta es el gran terapeuta. En este sentido, el quehacer poético implicaría
exorcizar, conjurar y, además, reparar. Escribir un poema es reparar la herida fundamental, la
desgarradura. Porque todos estamos heridos” (Pizarnik, 2001: 312).
11
Por ejemplo, desde un enfoque vigotskiano pudiera fijarse un uso de la escritura de poesía alrededor de
los postulados del autor sobre pensamiento y lenguaje. Enmarcando la poesía como una herramienta
psicológica que nos ayudaría en la construcción de equilibrio con el entorno, permitiéndonos inventar
algo que falta.
8
Consideraciones teóricas
Hacer recuerdo del quehacer: Memoria Social
El acceso a la historia de mi vínculo con la poesía no es, en ningún caso, como
extraer la caja negra de un avión. Recordar implica reconstruir, reinventar, y ésta
remembranza se sitúa en contexto de recuerdos particulares que hacen de su producto
algo variable o mutable. La escritura autoetnográfica reflexiva, en tanto que trabaja con
el pasado, se propone como una tarea de Memoria Social (véase en Vázquez, 2001). En
el caso de Poética Vitae, hago recuerdo desde el comienzo aparente de mi vínculo
9
histórico con la poesía, que no porque ser más o menos lejano sería diferente, pues el
recuerdo que se “trae”, que se construye en la narración, viene a participar en la
interpelación y elaboración de una posición relacional en el presente.
El contenido, sentido y afectos de Poética Vitae , después de meses de escritura
y revisión del texto, miran las exigencias éticas y teórico-metodológicas que les vengo
presentando, pues el cometido de la escritura consistía en redactar, en generar, un texto
para la que fue mi tesis doctoral. Retomando el cariz teórico, la Memoria Social es un
proceso y un producto construido a través de las relaciones y prácticas sociales en cada
momento histórico. Trata con personas sin ser individualista, ya que la mente no anida
aislada en la oscuridad del cerebro, sino que es un organismo social (Fernández
Christlieb, 2004). Lo social es aquello que “es instituido como tal en el mundo de
significados comunes propios de una colectividad de seres humanos. Es decir en el
marco y por medio de la intersubjetividad. Esto implica que lo social no radica en las
personas sino entre las personas, es decir en el espacio de significados del que
participan o que construyen conjuntamente” (Ibáñez, 1989: 118-119). Narramos nuestra
experiencia a través del filtro de los recursos catacréticos y significados compartidos de
nuestra comunidad de hablantes. Aunque la experiencia es un hecho lingüístico forjado
en el uso de los significados establecidos, lo que no implica que quede encerrada en este
orden fijo de significación.
Al hacer memoria hacemos lugar de enunciación, desde el cruce de vectores
instituyentes e instituidos que nos atraviesan controversialmente. Nos construiríamos
discursivamente como sujetos de enunciación a partir de las interpelaciones que nos
invitarían a ocupar, a posicionarnos en algún lugar identificado (virtual), a establecernos
en una posición parcial de sujeto. Estamos invitados a vivir, a ser “sujetos”, a
condiciones definidas de existencia, lo que no quiere decir que vivamos amoldados ni
completamente sometidos a estos ideales discursivos. La tarea de memoria del presente
trabajo es alrededor de la práctica poética, en torno a lo que he venido haciendo y
dejando de hacer, pensando y dejando de pensar respecto de algo más o menos
abstracto, aterrizado, llamado poesía, que circula en el imaginario social.
Para la autoetnografía reflexiva no hay un standard fijo para valorar, lo que
desde los métodos cuantitativos se establece como “validez” (véase en Denzin, 1997),
cuestión por la que hoy en día, desde diversos flancos, se la sigue criticando. Los
criterios de bondad de esta práctica investigativa provendrían de la minuciosidad
informe del proceso y del potencial evocador de la narración, de que narrado sea
10
verosímil, posible y factible (véase en Feliu, 2007) 12. La “realidad” necesita intérpretes
de lo social que asuman reflexivamente la posición que ocupan en el mundo, así como
también marcos, saberes y metodologías más heterodoxas, híbridas y plurales.
Siguiendo a Richardson (2000), para que nuestro trabajo llegue a buen puerto podemos
tener en cuenta cinco dimensiones: (1) Contribución substantiva a las Ciencias Sociales,
(2) Mérito estético, (3) Reflexividad, (4) Impacto y (5) Realismo y verosimilitud.
Dimensiones, valga decir, tuve en cuenta en el apartado Sobre la escritura. Cinco
Vueltas o aproximaciones.
Para disparar la escritura de Poética Vitae, me guié por preguntas comunes que
nos hacen a los que hacemos poesía alrededor de nuestro hacer ¿Cuándo empezaste a
escribir? ¿Por qué? ¿Cómo calificarías tu poesía? Preguntas, interpelaciones que invitan
a establecer posiciones que invitan a, parcialmente, sostener un discurso, a “ser”, de
alguna forma, congruente, o al menos, aparentemente verosímil con la posición
construida. La memoria se construye a partir del imaginario instituido, a partir de las
preguntas y de los modos de tramar, establecidos en un grupo social en un tiempo
histórico determinado, por ello, la memoria es social.
Como vengo remarcando, el interés en la escritura autoetnográfica reflexiva,
sería que el ejercicio de memoria convocara consigo una disposición crítica, atenta a las
disposiciones convencionales de construcción discursiva. Teniendo en cuenta que lo que
se recuerda, así como las cosas que hacemos con eso llamado poesía, no sería exclusivo
de un momento particular, sino que, también, se encuentra en conexión con el
hojaldrado de prácticas pululantes en el imaginario social. Por lo que no podemos hablar
del quehacer de la poesía más que en los términos de un acontecer en las circunstancias
de su uso, más allá de los nudos discursivos que la acoten en prácticas y características
determinadas.
Habremos de intentar interrogarnos desde nuestro cuerpo para localizar las
intersecciones y fricciones de los tendidos del imaginario que nos atraviesan e
incorporan, y las singularidades que en este espacio particular se producen. El cuerpo
sería el espacio primigenio de la memoria (Aguiluz-Ibargüen, 2010), donde habitan los
recuerdos en forma de marcas, huellas, hitos, como heridas, tatuajes, accidentes,
sensaciones, propiocepciones, que al nombrarlas, declararlas y relatarlas nos permitirían
seguir, re-construir, re-inventar, su rastro. El cuerpo se propone como el espacio propio,
12
A este respecto Jerome Bruner en Actos de Significado (1990) nos remite a las palabras de Cronbach:
“la validez es subjetiva más que objetiva: la plausibilidad de una conclusión es lo que cuenta. Y la
plausibilidad, por modificar el dicho, reside en el oído del espectador” (1990: 108).
11
singular, desde dónde las personas, la sociedad, construye, actualiza, las narraciones
sobre sí alrededor de vivencias y problemáticas, tal y como abordaré en el siguiente
apartado.
13
Hoyos ,P. (2010). Quince volcanicocefalia 5 y otras gonorreas. Buenos Aires, Editorial Retazos
16
estas “esterotipicidades”, y más que mirar a través de ellas, lo que hice fue jugar a
decantar la singularidad de mi vínculo con el dispositivo de la poesía o poético, a
partir de comparaciones nada metódicas.
Decir, además, que la escritura académica de la tesis, relacionada también
con las lecturas mencionadas, habría estado presionando, constituyendo, siendo
parte de la escritura del texto autoetnográfico. Al tratarse de un texto de carácter
reflexivo y, la tesis estar influida por la perspectiva del Socio Construccionismo,
sobre todo a través de los planteamientos de Michel Foucault (1996), el proceso de
escritura del texto autoetnográfico estuvo medidado por la exigencia (sumando el
recurso de los trianguladores) de que el texto no se convirtiera en una impostura
cercana a una corriente poética concreta, sino que el carácter histórico y situado de
la experiencia del vínculo fuera el exponente y la constante en el trabajo de
escritura.
(2) La segunda vuelta fue de otro calado, de otra intensidad. Tiré líneas hipotéticas en
relación a la subordinación y resistencias alrededor de esos usos en bruto de la poesía y,
los fui contextualizando referencialmente con otros acontecimientos y prácticas
históricas de mi vida. No se trata de hacer listas, agrupaciones, esquemas de relaciones,
cuando lo que escribes “te toca”, “te atraviesa”, como manifiestan las compañeras
feministas, dispone un devenir escritural plagado de baches, saltos, retenes y agujeros
negros. Travesía por las llagas y los poros de uno que nos dan pie para pensar y sentir la
historicidad. En mi caso, siendo sarcástico, me sentí un histórico panoli usuario de la
poesía; no es muy amable estar haciendo algo sin saber por qué, o quizá sí, no hay que
darle tanta cancha al discurso utilitarista de que todo tiene que tener sentido, pero los
humanos hacemos muchas cosas porque los demás humanos las están haciendo. Lo
importante es el soporte histórico, que supone quizá un punto de apoyo para comenzar a
elaborar una voz lo más “honesta” posible sobre la tensión histórica entre la captura en
los cuerpos discursivos y el sudor, la úlcera, la voz rota de uno.
El texto se iba dando por fragmentos. Escribiendo sobre ciertos episodios y
sentimientos iba saltando de repente a otros sin conexión aparente, saltos que fui
registrando por si más tarde pudieran ser recurrentes. El desbarajuste de la escritura
construía momentos como en 2006 cuando un afamado crítico español, después de que
un amigo le pasase una compilación de poemas, para decirme que era un gran poeta no
leído o, el momento aparentemente inaugural en el que empiezo a copiar poemas de
18
(3) Corresponde con dejar descansar el texto, con la toma de distancia sobre la intensa
experiencia de encuentro y desencuentro con los recuerdos que construí lo más
críticamente que pude. Considero sumamente importante este desprenderse del texto
porque como valoré después del alejamiento por seis meses, el escrito estaba
enmarañado, era poco explícito con el propósito reflexivo, y tendía más hacía
valoraciones y apreciaciones mías en relación a mi historia de vida. Durante estos
meses, mis amigos y trianguladores habían leído y comentado el texto, documentos que
guardé en la carpeta correspondiente, y que no abrí hasta la siguiente vuelta, la cuarta,
en la que retomo el texto. En esos seis meses estuve inmiscuido en el cierre final del
borrador de la tesis.
(4) Una cuarta aproximación, citada en el punto anterior, son las relecturas. Durante los
seis meses de distanciamiento, estuve volviendo al texto, releyéndolo, escuchándolo,
cuando se me venía alguna idea o de repente se me proponían ciertas conexiones, a
veces súbitamente, respecto de partes del texto con las que no me sentía conforme.
Mirando atrás, doy a la relectura, el rol de ampliar y plantear otras lentes para trabajar
sobre las fallas donde la fuerte fricción emotiva no me permitió más que plasmar la
vorágine en torrente bruto.
(5) Tras dejar orear a la intemperie de los días del mes de junio de 2012 donde tenga,
por motivos de fechas en relación al depósito de la tesis, que cerrarlo definitivamente.
En este dejar el texto abierto he seguido escribiéndolo en silencio, es decir, haciendo
algunos apuntes breves y rebajando la intensidad emocional del proceso de escritura. La
paciencia es la actitud, que considero, debe prevalecer tanto para construir el texto, para
encontrar y mover con la carne las palabras, como para aguantar intensidades afectivas
que podrían distraernos de la labor reflexiva. También la distancia con el “yo” narrativo,
19
creo que colabora, en la tentativa analítica y escritutaria. En mi caso, en los intentos por
desapegarme de las narraciones predominantes y, así abrir camino a escritura y el
análisis de las relaciones entre fenómenos que pudieran formar parte de la construcción
de las circunstancias de la trama del texto, así como intervenir en el hacer de la
escritura. ¿Cómo se hace para tratar de conseguir paciencia y distancia? ¿Serán estas
actitudes, en el proceso, las que colaboren a los demás investigadores que se planteen
realizar un autoetnografía reflexiva? Humildemente, no puedo hablar más que de los
andamios que se me han presentado y han ido participando de mi proceso de escritura.
Soy una persona impaciente y que suele ser implicada afectivamente, tal vez por eso, le
de tal dimensión en el trabajo, y usted con otros hábitos y costumbres señale otro tipo de
movilizadores para la escritura del texto autoetnográfico reflexivo.
Respecto de las figuras (son un total de 15), decidí incorporar material gráfico
para además mostrar visualmente los haces de relaciones por los que se construye el
imaginario de la poesía. Porque las Casas del Poeta, las cantinas, las reuniones, las
lecturas, los cuartos, son parte igualmente importante, fundantes, mantenedoras y
potencializadoras de la variación en la construcción del dispositivo poético.
en caso de que así fuera que señalaran dónde y de qué forma consideraban que el texto
se perdía o evadía de ampliar o abordar ciertos pasajes.
esa edad, un uso que tenía sentido en relación a mi historia personal de hijo único, de
clase media, con lentes y parche en el ojo por la conjunción del estrabismo y la
hipermetropía. Tras los primeros pasos en el género, siguiendo el modo del citado poeta,
seguí escribiendo a través de tales motivos por los que reivindicaba mi condición de
forma positiva. A partir de los diecisiete años, a través de una serie de voluntariados en
América Latina, situados en mi posición de clase media española, la que permitía la
posibilidad de viajar a otro continente a “colaborar y aprender con y de los
desfavorecidos” comienzo a escribir diarios con asiduidad, y a utilizar la poesía como
un medio para la protesta tanto de las condiciones de vida de los pobres como del modo
de vida de la sociedad del bienestar en Europa. Tras darme de bruces con la buena
voluntad del salvacionismo que venía socavadamente sosteniendo, de nuevo por mi
posición de clase y de raza, tengo la posibilidad de regresar a España para reflexionar
sobre mis prácticas en el marco de una maestría y un doctorado en la Universidad
Autónoma de Barcelona. Es aquí cuando comienzo a pensar cómo es que era que venía
escribiendo poesía, utilizándola en ese momento para tratar de hacer frente la crisis
existencial en la que me encontraba inmerso. En esta línea comienzo a pensar la que
será mi tesis doctoral, y de la que resulta el texto del que ahora me encargo desde otro
ángulo.
Discusión y Conclusiones
y en el mercado, algo que ya venía problematizando desde 2006 como podrán leer en el
siguiente recorte:
…en 2006, por medio de un buen amigo, le llegaron algunos de mis poemas a un
medianamente considerado crítico literario español. Este señor leyó los poemas
y un domingo en la mañana me llamó por teléfono para presentarse y, acto
seguido, llamarme “revelador poeta no leído”. Nos encontramos en un bar a las
afueras de Madrid, que si Rimbaud, Vallejo y no sé qué más Poetas de los que
yo no había oído hablar nunca. Mi destino se perfilaba por recalar en la lectura
de todo lo que no había leído. Así empecé a leer y a dejar de escribir. Por la voz
de este señor y las referencias y poetas de lo que debía ser mi generación: “la
poesía del fragmento”, jóvenes más mayores que yo, cuyo gran acervo y
especialización no me generó mucha simpatía (ni yo a ellos) (Hoyos, 2012, p.
149).
¿Por qué dejar de leer y empezar a escribir? Asumí que para escribir podía leer
poesía, se abría el universo literario letrado. Mi escritura hasta ese momento se fundaba
en la referencia de la canción de autor y del rock y el punk ibérico, en parte escribía a
través de la música y los juegos semánticos que en ella se proponían. Se podía ser poeta,
te podían decir poeta, y ello acarreaba un reconocimiento, una valorización sobre lo que
uno escribe porque un día comenzó a escribir a la sombra de un género literario
afincado en la economía del sentido común, y en mi caso, sin cuestionar las violencias
por las que se afirma en prominente red de citas que tal persona es poeta, que escribe
desde una generación, que es hombre, y que ha de ser mejor o peor que otros poetas. En
este sentido el oficio del poeta toma un cariz meritocrático, construye su sentido desde
el valor de lo que el poeta hace a través de la escritura del poema, de la poesía.
Llegando a la Ciudad de México, tengo la oportunidad de dedicarme a escribir,
en precariedad económica pero a sabiendas de la posibilidad de rescate que siempre
serían mis padres. Vivo al día, no gasto más que en lo necesario: comida, cama y
alcohol. Me acerco a la incorporación del poeta romántico, del poeta que frente a la
pragmática del lenguaje cotidiano se propone refundar el mundo. Hastiado de la soledad
del investigador social, me proyecto en la soledad de la escritura literaria, y arribo a los
grupos de gentes que intentan hacer de la poesía vida y de la vida poesía.
24
Conocer la poesía que hacen otras personas, así como los circuitos donde
éstos/as se mueven y comparten su quehacer, como decía, entro en esa distribución de
poéticas, de los modos de hacer, concebir y vivir la poesía. Escucharles y leerles me
aporta un nuevo flanco desde el que pensar lo que hago, desde el que incorporar nuevas
formas de invocar a la escritura, de explorar y trabajar sobre los textos, de interesarme
por otras formas de concebir y desarrollar la escritura.
Desde hace pocas semanas (estamos en febrero de 2012) que me empecé a juntar
más con Yaxkin, Enmanuel y más amigos conocidos y desconocidos. Estoy
experimentando un nuevo cuerpo poético, la Poesía-manada. Afecto, cariño, da
igual qué escribas, cómo, si agrade o no. Tampoco es un alteruniverso puro,
impoluto, obviamente. Pero las gentes con las que me junto leen, escuchan,
hablan de poemas, poetas, sugieren, palpan versos con la lengua, los chupan. El
clima es el de un grupo de aficionados que se toman en serio, en vida, lo que les
convoca, que insisten en llevar lo que hacen a otras esferas, que lo gritan a
megáfono, aman la poesía, hacen poesía, miran poesía, enamoran poesía. (…)
No están al amparo de Casas del Poeta, Programas, Registros, Padrotes. La cosa
funciona por el boca a boca, facebook, mail, sms, por simpatía, casualidad. Lo
que sucede es un modo de colectivismo-activismo sin institucionalizar, sin
nombre ni apellidos ni número de serie. No importa exactamente quien llegue,
venga, no importa que haya publicado o sea inédito, no importa. (…)El figurar
es de otro modo más como un abrazarse, dar abrazo, dar escucha. David, Moska,
Omar, Mali, Lisa, Alex, Jonathan (quien no vino y postea en facebook: “Me
perdí el encuentro intergaláctico, será para otra, le mando un abrazo fraterno a
todos, en estos tiempos las expresiones de cariño o empatía también son gestos
radicales”), Boss Cabrón, Fernando. (…) No hace falta mucho para escribir, para
25
escuchar, para preguntar, para querer. No hace falta casi nada (Hoyos, 2012 pp.
165-166).
Comienzo a aspirar a escribir la poesía que no escribo, a jugar con otras formas
de escritura. Anteriormente trataba de escribir poemas porque sí, y/o de escribir cada
vez mejores poemas. Se va construyendo una necesidad de ir más allá de lo que escribo,
una necesidad que podemos identificar con el nuevo vínculo con la profesionalización
de la escritura. Estando de trasfondo la idea abstracta de la posibilidad, el objetivo, la
ambición, de conseguir vivir de la escritura, incluso el merecer vivir de la escritura.
En los recortes presentados, se lee la tensión entre los dos polos del continuo donde se
cierne la noción de oficio, lo objetivo y lo subjetivo. Desde lo objetivo, el oficio se
presenta como una estructura donde podemos aspirar a conseguir un valor, y, desde lo
subjetivo se concibe el oficio como un hacer, una poiesis.
Bibliografía
Agamben, G. (2012). Opus dei. Arqueología del oficio. Buenos Aires: Adriana Hidalgo.
Agamben, G. (2015). ¿Qué es un dispositivo?; El amigo; La iglesia y el Reino.
Barcelona, Anagrama.
Aguiluz Ibargüen, M. "Cuerpos y corporalidades: Microacercamientos". En Aguiluz
Ibargüen, M. y Lazo Briones, P. (Coords). (2010). Corporalidades. México:
CEIICH- UNAM/Universidad Iberoamericana. (pp. 381-396).
Anzaldúa, G. (1980/1998) “Hablar en lenguas. Una carta a escritora tercermundistas”
En Esta puente, mi espalda. Voces de mujeres tercermundistas en los Estados
Unidos. Editado por Moraga, C. y Castillo, A. San Francisco: Ism Press.
Anzaldúa, G. (1999) “La conciencia mestiza. Towards a New Consciousness”. En Aunt
Lute Books. Pp. 99-113. San Francisco: Routledge.
Anzaldúa, G. (1987/2007). Borderlands/La frontera. The new mestiza. San Francisco:
Aunt Lute Books.
Baudrillard, J. y Nouvel, J. (2006). Los objetos singulares. Arquitectura y filosofía.
México: Fondo de Cultura Económica.
Blanchot, M. (1955/1992). El espacio literario. Barcelona: Paidós.
Bloom, H. (1973/2009). La ansiedad de la influencia. Una teoría de la poesía. Madrid:
Editorial Trotta.
Biglia, B. y Bonet-Martí, J. “La construcción de narrativas como método de
investigación psicosocial. Prácticas de escritura compartida. FQS 10(1). 2009.
27
Disponible en:
http://www.qualitativeresearch.net/index.php/fqs/article/viewFile/1225/2666
Billig, M. (1991). Ideology and opinions. Studies in rethorical psychology. London,
SAGE.
Braidotti, R. (2004). Feminismo, diferencia sexual y subjetividad nomade, Barcelona:
Gedisa.
Butler, J. (1993/2010). Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos
del “sexo”. Buenos Aires: Paidós.
Cernuda, L. (2005). La realidad y el deseo (1924-1962). Madrid: Alianza Editorial.
Clifford, J. y Marcus, G. E. (Eds.). (1986). Writing culture. Berkeley: University of
California Press.
Coll, C. (2005). (comp.). Desarrollo psicológico y educación T. 2: Psicología de la
educación escolar. Madrid: Alianza Editorial.
Cortázar, J. (2005). Obras completas IV. Poesía y poética. Barcelona: Galaxia
Gutemberg y Círculo de lectores.
de Campos, H. (2000). De la razón antropofágica y otros ensayos. México: Siglo XXI.
de Sousa Santos, B. (2009). Una epistemología del sur. La reinvención del
conocimiento y la emancipación social. México: CLACSO y Siglo XXI.
Denzin, N. K. (1997) Interpretative Ethnography: ethnographic practices for the 21st
century. London: Sage.
Denzin, N. & Lincoln, Y. (2005). Introduction. The discipline and practice of
qualitative research. En N. Denzin & Y. Lincoln, Y. (Eds.), The Sage
Handbook of Qualitative Research (3ra. ed., pp.1-32). London: Sage.
Ellis, C. y Bochner, A. (2000). Autoethnography, Personal Narratives, Reflexivity:
Researcher as Subject. En Norman K. Denzin & Yvonna S. Lincoln (Eds.).
Handbook of Qualitative Research. (2da, ed., pp. 733-768). London: Sage.
Emerson, R. Fretz, R. y Shaw, L. (2011). Writing ethnographic fieldnotes. Chicago,
The University of Chicago Press.
Feliu, J. (2007). Nuevas formas literarias para las ciencias sociales: el caso de la
autoetnografía. Athenea Digital 12, 262-271. Disponible en
http://psicologiasocial.uab.es/athenea/index.php/atheneaDigital/article/view/
447
Fernández Christlieb, P. (2004). La sociedad mental. Barcelona: Anthropos.
Foucault, M. (1996). De lenguaje y literatura. Barcelona: Paidós.
28