Alarcon AM VIDAL Neira Rozas

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Salud intercultural:

elementos para la construcción

de sus bases conceptuales

Ana M Alarcón M1a, Aldo Vidal H2b,

Recibido el 23 de julio, 2002. Aceptado en versión corregida el 19 de junio, 2003.

1Departamento de Salud Pública, Facultad de Medicina, Universidad de La Frontera.

2Departamento de Ciencias Sociales, Facultad de Educación y Humanidades, Universidad de La Frontera


y

3Servicio Salud Araucanía Norte.

aEnfermera, PhD Antropología Médica

bAntropólogo

cMagíster en Medicina Social

En las últimas décadas, interculturalidad en salud o salud intercultural, han sido conceptos
indistintamente utilizados para designar al conjunto de acciones y políticas que tienden a conocer e
incorporar la cultura del usuario en el proceso de atención de salud. El tema de la pertinencia cultural
del proceso de atención es un fenómeno que trasciende lo exclusivamente étnico pues implica valorar la
diversidad biológica, cultural y social del ser humano como un factor importante en todo proceso de
salud y enfermedad. El respeto a esta diversidad tiene larga trayectoria en países cuyas altas tasas de
inmigración han generado contextos de gran diversidad étnica y cultural; situación que ha puesto al
equipo de salud en el imperativo de desarrollar estrategias que faciliten la relación médico-paciente.

La necesidad de desarrollar procesos interculturales en salud se ha generado tanto en Chile como en


otros países latinoamericanos por diversas razones históricas, sociopolíticas y epidemiológicas, las cuales
han motivado iniciativas tendientes a evitar que la identidad étnica y cultural del usuario constituya una
barrera en el acceso y oportunidad a una mejor atención de salud.

En este contexto, la antropología como ciencia contribuye tanto a develar y comprender las culturas
involucradas en el proceso de atención de salud, como a proporcionar elementos socioantropológicos
para apreciar el fenómeno de salud y enfermedad desde su dimensión biológica, social y cultural en un
escenario de creciente pluralismo médico que caracteriza a la sociedad contemporánea.
Este artículo expone, desde la antropología médica, los conceptos fundamentales para el desarrollo de
un enfoque intercultural en salud, entre éstos, el concepto de cultura y diversidad cultural que subyacen
en el estudio de los modelos médicos en interacción, y analiza los sistemas médicos como complejas y
dinámicas organizaciones que representan modelos epistemológicos de pensamiento acerca del
fenómeno de salud y enfermedad. En segundo lugar se analiza la interculturalidad en salud como un
proceso de acercamiento entre mundos culturales diversos y se plantean algunas estrategias que
permitirían implementar este enfoque en el sector salud.

Cultura y diversidad cultural en salud

El concepto de cultura aplicado al campo de la salud constituye el eje neurálgico en el análisis de los
factores sociales involucrados en cualquier proceso de salud y enfermedad. A través del reconocimiento
de las diferencias y similitudes culturales entre usuarios y proveedores es posible comprender, por
ejemplo, el nivel y carácter de las expectativas que cada cual tiene del proceso, las percepciones de salud
y enfermedad representadas en la interacción médico-paciente, los patrones con que se evalúa la calidad
y resultado de la acción terapéutica, y el despliegue de diversas conductas frente a la enfermedad.

Desde la antropología, cultura se define como un complejo y dinámico conjunto de creencias,


conocimientos, valores y conductas aprendidas y transmitidas entre las personas a través del lenguaje y
su vida en sociedad. La cultura se entiende como una entidad dinámica que se adquiere, transforma y
reproduce a través de un continuo proceso de aprendizaje y socialización1.

En el concepto de cultura convergen dos grandes dimensiones: una correspondiente a la ideacional o


cognitiva que sintetiza el mundo simbólico de las personas, sus pensamientos, conocimientos y creencias
adquiridas a través del aprendizaje, lo que podría llamarse el mundo de la conceptualización o de lo
abstracto; y una dimensión material, que corresponde a cómo lo simbólico se manifiesta en conductas,
prácticas, artefactos culturales y normas de relación social entre las personas2,3.

En el contexto de salud, estas dos dimensiones de la cultura, la cognitiva y material se articulan en un


modelo médico que otorga consistencia a cómo pacientes y profesionales se explican el fenómeno de
salud y enfermedad, y a las prácticas o procedimientos con que se enfrentan los procesos de
recuperación y mantención de la salud. Normalmente los elementos cognitivos y prácticos difieren entre
profesionales y pacientes producto de las diversas historias sociales y culturales de cada uno, del
contexto en que ocurre el proceso de socialización de la cultura médica y del contenido propio de la
cultura.

Las diferencias culturales entre pacientes y profesionales se observan también al interior de los grupos,
lo cual refleja el carácter dinámico de la cultura. Como toda construcción humana los componentes
cognitivos y materiales se transforman en la medida que el grupo social experimenta nuevos desafíos y
problemas. Por ejemplo, tanto la biomedicina como las culturas médicas tradicionales experimentan
transformaciones en sus modelos explicativos de enfermedad, incorporan nuevas tecnologías al proceso
terapéutico y recrean roles profesionales, técnicos o empíricos para abordar aspectos específicos de
salud de los usuarios.

Sistemas médicos como sistemas culturales

La enfermedad, sufrimiento y muerte, así como la motivación por conservar la salud, son considerados
hechos biológicos y sociales universales. Todos los grupos humanos han desarrollado estrategias para
enfrentar y prevenir las enfermedades a través de un sistema médico que proporciona las acciones
necesarias para recuperar la salud, procurar el bienestar del hombre y, al mismo tiempo, otorgar una
explicación consistente al fenómeno de la enfermedad. Desde la antropología sociocultural un sistema
médico se concibe como un conjunto más o menos organizado, coherente y estratificado de agentes
terapéuticos, modelos explicativos de salud-enfermedad, prácticas y tecnologías al servicio de la salud
individual y colectiva. La forma en que estos elementos se organizan internamente, otorgando
coherencia al sistema depende del modelo sociocultural en que se desarrolla la medicina. En
consecuencia las medicinas son construcciones culturales que responden a necesidades de un entorno
social específico y en los cuales es posible distinguir una dimensión conceptual y otra conductual.

La dimensión conceptual de los sistemas médicos está determinada directamente por la cultura de los
pacientes y profesionales. Analíticamente corresponde a los modelos que explican y fundamentan la
enfermedad. O'Connor (1995; 1-34), sugiere que esta dimensión está compuesta por dos elementos
estructurales: axiomas y mecanismos de validación*.

Todos los sistemas médicos presentan axiomas o principios basados en el modelo epistemológico que
sustenta la práctica médica y distinguen medios para validarse y legitimarse a sí mismos. En la
biomedicina por ejemplo, los experimentos científicos, las pruebas clínicas y textos, constituyen
importantes fuentes de validación del pensamiento científico; raramente un médico aceptará como
prueba de una diarrea la intervención de un espíritu maligno en las comidas. Sin embargo, otras culturas
aceptarán como fuente de legitimación los sueños de un chamán, signos en la naturaleza, apariciones,
etc. La lógica que opera en la definición de salud y enfermedad es la misma en ambos sistemas (una
lógica que busca causas, alternativas y consecuencias), sin embargo difieren en las premisas culturales y
pruebas de validación; por ello distintas percepciones y observaciones del mismo fenómeno resultan en
diferentes explicaciones de la enfermedad.

La credibilidad que los pacientes asignan a las fuentes de validación es la que permite, en último
término, aceptar o no las explicaciones acerca de las causas de sus enfermedades, y la adherencia a los
tratamientos. Por lo tanto, el éxito en el proceso terapéutico depende en gran medida de la conjunción
de explicaciones entre médicos y pacientes.

En la dimensión conductual de los sistemas de salud podemos distinguir, entre otros, aquellos
procedimientos, acciones y agentes que utiliza un sistema médico para obtener un cierto resultado con
los pacientes, el que ha sido denominado Proceso Terapéutico4-6. Este implica: quién (machi, médico,
meica, santiguadora, etc.), hace qué (cirugía, ritual, purgas, oraciones, etc.), a quién (individuo o
comunidad) y con respecto a qué dimensión de la enfermedad (física, social, mental, espiritual, etc.). Un
proceso terapéutico exitoso supone la eliminación de la condición subjetiva de enfermedad y
consecuentemente la finalización del rol de enfermo7.

Interculturalidad como proceso de acercamiento entre sistemas médicos

En general, todos los procesos de interacción social y cultural que involucren la existencia de diferentes y,
a veces, antagónicos sistemas de creencias están sujetos a importantes fricciones. Sin embargo, los
conflictos entre diferentes sistemas médicos no emergen sólo de las diferencias en los modelos
explicativos que los sustentan, sino también de la dominación social de un modelo de salud sobre
otro8,9. En este contexto la cultura biomédica expresada a través del sistema médico occidental, se ha
establecido mundialmente como el modelo capaz de resolver si no todos, la mayoría de los problemas
de salud de la población independientemente de los contextos sociales y culturales en que se desarrolle
la enfermedad. No obstante, la experiencia de proyectos en salud internacional, muchos de ellos
patrocinados por organismos como la OPS y OMS, y dirigidos hacia los sectores más pobres de la
humanidad, dan cuenta de importantes dificultades que se enfrentan al no considerar la cultura de los
usuarios en el proceso de atención de salud. Situaciones como rechazo y falta de adhesión a las prácticas
médicas occidentales, conflictos de poder entre agentes tradicionales y médicos, desarticulación de la
estructura social de la comunidad, son elementos frecuentemente descritos en la literatura de salud
internacional, especialmente en países con altos índices de población indígena.
Así, las variables étnico culturales y el respeto a la diversidad en la implementación de políticas sociales
están pesando fuertemente en las propuestas de desarrollo de los países emergentes. En este contexto,
el desafío para el sector salud en las próximas décadas será crear modelos de salud que respondan a las
expectativas materiales y culturales del usuario, en un proceso de diálogo e intercambio cultural entre
medicinas. En consecuencia, la búsqueda de estrategias que articulen e integren distintos enfoques de
salud, es parte del escenario que hoy se nos presenta en el país en el sector salud, proceso que
próximamente debutará con la generación de una política de salud intercultural, que transformará
cualitativamente nuestro sistema haciéndolo más flexible y permeable a la realidad cultural del usuario.

Estrategias de salud intercultural

Una política o enfoque intercultural en salud tiene al menos dos niveles de expresión: uno el de las
acciones y actividades que materializan la interacción entre medicinas, y otro el de la cultura que
sustenta los modelos médicos en interacción. Este último, el más complejo de desarrollar implica
trascender desde la acción médica concreta hacia la implementación de un modelo pluricultural de salud
y sociedad. Es un proceso que requiere transformaciones estructurales de largo plazo y
responsabilidades que sobrepasan a los actores del sistema de salud, pues son las estructuras del Estado
en conjunto con las sociedades indígenas quienes deben establecer las bases para un proyecto
multicultural de sociedad.

A nivel de las acciones en salud, las estrategias de comunicación intercultural aparecen como factores
que disminuyen las barreras sociales y culturales entre equipos de salud y usuarios. El mejorar los
procesos de comunicación y diálogo, promueve una mayor comprensión de las expectativas de ambos
actores y a la vez mejora el nivel de satisfacción de los usuarios con el sistema de salud biomédico. Al
respecto, Berlin y Fowkes10 señalan que el éxito de la comunicación intercultural puede ser logrado a
través de un proceso compuesto de cinco elementos: "escuchar, explicar, reconocer, recomendar y
negociar". Los autores reconocen que aunque el lenguaje puede ser una gran barrera en la comunicación
en sus aspectos gramaticales, simbólicos y semánticos, él no constituye un obstáculo infranqueable en la
relación profesional-paciente, si los profesionales están abiertos al diálogo y conocen en parte la cultura
médica de sus pacientes, como por ejemplo, las denominaciones de enfermedad, la relación entre
hábitos y cultura, la dimensión corporal del sufrimiento y la utilización de herbolaria tradicional, entre
otras.

Una segunda estrategia de salud intercultural se refiere al desarrollo de procesos de validación y


negociación cultural entre pacientes y profesionales. La validación cultural consiste en aceptar la
legitimidad del modelo de salud y enfermedad del paciente considerando el contexto cultural en que
este modelo emerge. En otras palabras las acciones de los pacientes frente a su enfermedad son la
mayoría de las veces congruentes con las explicaciones aprendidas en su grupo social y cultural. La
validación cultural no significa que el profesional comparta el mundo simbólico del paciente, sino que
comprenda, respete e incluso integre algunos elementos culturales que considere relevantes para el
proceso de recuperación del enfermo.

La negociación cultural se manifiesta cuando las creencias culturales y las expectativas de los pacientes
se contraponen a las del profesional de salud interfiriendo en la confianza y adherencia al proceso
terapéutico. La investigación médico etnográfica da cuenta, por ejemplo, de la escasa adherencia a
tratamientos farmacológicos cuando son considerados nocivos por el paciente o en oposición a su marco
de creencias11,12. El rechazo cultural hacia el procedimiento de donación de órganos y trasplantes
documentado en Chile entre población mapuche, es otro ejemplo de cómo la cosmovisión sobre la vida
y la muerte interfiere en una determinación médica tan importante como preservar la vida a través de
una intervención quirúrgica13. Situaciones de esta índole son ampliamente documentadas en la
literatura médico antropológica y demuestran que en la relación médico-paciente existe la probabilidad
de antagonismos entre los marcos conceptuales y valóricos de ambos actores del proceso terapéutico.
En estos casos, el proceso de negociación cultural identifica las áreas de conflicto y acuerdo, localiza
núcleos de significación entre ambas culturas que puedan implicar puntos de consenso y culmina con un
acuerdo de cambio y cooperación entre pacientes y médicos. Al respecto Kleinman7 sostiene que la
única forma de lograr un acto terapéutico eficaz es a través del compromiso entre el enfermo y el
profesional, el que se logra sólo si la propuesta de recuperación se inserta en la vida simbólica y cultural
del enfermo, y si la intervención es aceptable, significativa y satisfactoria tanto para médicos como
pacientes.

Conclusiones

El desarrollo de una política de salud intercultural es un tema reciente en el quehacer nacional. Por lo
tanto, el diseño de estrategias que faciliten el mayor diálogo y comunicación entre modelos médicos se
encuentra abierto a la creatividad de quienes van a ejecutar las acciones en salud intercultural.

No obstante, la experiencia internacional ha demostrado la existencia de principios conceptuales que


sustentan el desarrollo de modelos pluriculturales en salud. Entre estos se encuentra el de reconocer a
los sistemas médicos como complejos modelos de pensamiento y conducta, los cuales constituyen
respuestas culturales al fenómeno universal de la enfermedad. Un segundo principio presentado en este
artículo, es el de mejorar los procesos de comunicación entre pacientes y profesionales, fenómeno que
no sólo involucra al lenguaje como acto comunicativo sino también al conocimiento de los protocolos de
relación cultural y social de los pacientes.

En un contexto de salud intercultural, ambos ejes conceptuales, no debieran parecer ajenos o extraños a
la práctica médica, ni tampoco implicar una carga para el profesional de salud dado que se fundamentan
en los actuales principios de bioética médica expresado en el respeto a la autonomía de los pacientes y a
su derecho a decidir libre e informadamente en el marco de la cultura propia.

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