GRECIA - MUNDO HELENI üSTICO Completo

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HISTORIA ANTIGUA – T EMA 6 – GRECIA, LA DEMOCRACIA ATENIENSE 1

TEMA 6

EL MUNDO HELENÍSTICO
1.- INTRODUCCIÓN
El término hellenismós se aplicó en la Antigüedad (s.III a.C.) al uso de la lengua griega
y a la adopción de la cultura y religión helénicas por otros pueblos. Hasta finales del s.
XIX no se configura el Helenismo como época de la Historia Antigua con rasgos
propios. Fue el historiador Droysen quien atribuyó ese nombre al período comprendido
entre la muerte de Alejandro Magno (323 a.C.) y la consolidación definitiva del dominio
romano (finales s. I a.C.), sobre todas las tierras que bordean el Mediterráneo. Lejos
de considerarla una fase decadente (por la desaparición de la polis), Droysen destaca
su importancia en la evolución del Mundo Antiguo, dado el contacto entre pueblos y la
mezcla de culturas que provocan las conquistas de Alejandro.

En su territorio, Alejandro desarrolló una política favorable a la difusión de la cultura


griega, propiciando su amalgama con las formas culturales del lugar. Esa iniciativa
tuvo continuidad tras su muerte. Por primera vez se consolida un griego común
(koiné), que funciona para la administración, el comercio y la cultura, por todo el
territorio. Elementos orientales se combinan con los griegos en religión y en diversas
artes.

Siguiendo el precedente de Alejandro, se desarrolla una forma de poder personal


monárquico, que sirve de modelo para los emperadores romanos, y que permite la
pervivencia de unas poleis no soberanas. Macedonia se convierte en una potencia
mediterránea, y Alejandria en la ciudad más populosa. La guerra alcanza una nueva
dimensión y se produce un importante desarrollo de la diplomacia. En este marco
aparece una especie de “ciudadano del mundo”, con una dimensión individual de la
que carece el ciudadano de la polis. La variedad y la riqueza del pensamiento filosófico
de la época, que se prolonga en el Mundo Romano, son el resultado de esa evolución.

2.- MACEDONIA Y GRECIA


El hecho de haber sido el territorio macedónico encrucijada de rutas euroasiáticas
ancestrales, motivó el asentamiento de grupos humanos diversos, de los que pocos
hablarían algún dialecto del griego. El factor lingüístico, unido a su bajo nivel cultural,
llevó a los griegos a considerar a la población de Macedonia extraña a su universo
panhelénico. Sólo para los romanos formaban Macedonia y Grecia una unidad.

La fundación, en el área de la Calcídica, de colonias griegas, introdujo poco a poco en


el mundo griego a la aristocracia macedónica, que acabó por helenizarse. La gran
transformación de Macedonia fue obra del rey Arquelao I (413 a.C.), que llevó la
capital a Pela, en la costa; convirtió a los campesinos en hoplitas (soldados de calidad
capaces de competir con la élite de los jinetes), y así la asamblea (conjunto de
hombres en disposición de combatir) quedó abierta a mucha gente. El poder del rey
quedaba así reforzado frente al de la nobleza.
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De ahí parte Filipo II (382-336 a.C.), verdadero artífice de la grandeza de Macedonia,


que consiguió formar un ejército muy eficaz. Creó una nueva formación táctica, la
falange macedónica, que utilizaba la caballería en el ala ofensiva y la infantería en el
ala defensiva. Concibió también el conjunto de los cuerpos de tropas como un
conjunto táctico, donde el movimiento de cada grupo y de cada hombre guardaba
relación con el movimiento de los demás. Contaba, además, con tropas auxiliares.

Paradójicamente, el retraso de Macedonia en su incorporación al mundo griego le


hacía jugar con ventaja, ya que contaba con un ejército bien entrenado que
manifestaba una adhesión incondicional a un jefe, en una época en la que los
ciudadanos de las poleis griegos consideraban la prestación militar como una carga
indeseable.

3.- LA HEGEMONÍA DE FILIPO SOBRE LOS GRIEGOS


La personalidad y cualidades de Filipo resultaron determinantes para convertirse en el
poder hegemónico de toda Grecia. Su permanencia en la corte tebana como rehén, le
proporcionó una excelente formación militar y un buen conocimiento de los asuntos
griegos. Filipo respetó a Atenas, a la que reconocía como capital cultural del mundo
griego, y buscó para su hijo Alejandro el mejor preceptor, Aristóteles. Filipo tenía como
virtudes innatas la habilidad política, la clarividencia sobre las reacciones de los
contrarios y una audacia controlada.

Los atenienses estuvieron divididos ante Filipo: unos lo veían como tirano y otros
como agente conciliador. Demóstenes lo declaró enemigo de los atenienses,
recomendando una alianza con los persas y predicando abiertamente la guerra contra
él, lo que llevó a formar una coalición de estados griegos, vencidos por Filipo en
Queronea (338 a.C.).

No se persiguió a los vencidos ni hubo ensañamiento, ya que Filipo buscaba la


reconciliación con Atenas ofreciendo una paz que le valió los honores de los
atenienses. Oficialmente eran libres e independientes. No así los tebanos, que
quedaron bajo la vigilancia y administración macedónica.

Filipo reunió a todos los griegos independientes en un gran congreso en Corinto (337
a.C.), donde proclamó la paz general, la koiné eirene, creando una alianza de todos
los griegos bajo la hegemonía personal del monarca. Las condiciones de la paz eran
de autonomía e independencia formal, pero estaban dirigidas al mantenimiento del
status quo. Este tratado de paz y alianza implicaba en realidad el fin de la polis como
organización autónoma y soberana; las poleis griegas siguieron siendo dependientes
entre ellas y de una poder soberano superior.

4.- LA OBRA DE ALEJANDRO MAGNO


Filipo fue asesinado cuando preparaba una ofensiva contra los persas, dejando a su
hijo con veinte años en una posición muy débil. Alejandro reaccionó con rapidez
asesinando a quienes podían disputarle el trono. Demóstenes creyó que este joven
inexperto sería incapaz de relevar a su padre. Sin embargo, Alejandro invadió Beocia y
tras una expedición hasta el Danubio, tuvo que hacer frente a una nueva insurrección
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en Grecia, con el rey de Persia apoyando a Demóstenes. Esta vez Tebas desapareció
para siempre, y Atenas se salvó, renunciando Alejandro a que le fuera entregado
Demóstenes. Con esta baza política y la capacidad militar tebana cercenada, ya podía
dedicarse a la empresa iniciada por su padre.

En 334 a.C., cruzó el Helesponto para no regresar nunca. Llevaba 35.000 hombres y
se proponía atacar un reino mucho más grande y más poblado que el suyo: desde el
Helesponto hasta la India y desde el mar de Aral hasta las cataratas del Nilo. Alejandro
contaba con la superioridad táctica de su ejército, su capacidad de resistencia y su
adhesión incondicional. Pero la geografía era su mayor enemigo. Por esa razón, el rey
Dario III de Persia actuó a la defensiva, aunque no le sirvió de nada, ya que perdió las
piezas de su imperio. Babilonia, Susa y Persépolis se entregaron sin resistencia a
Alejandro, quien incendió el palacio real de Persépolis como represalia por la
actuación del rey Jerjes en territorio griego durante las Guerras Médicas. Con este
gesto, Alejandro se erigía oficialmente en vengador de todos los griegos. Para
entonces, ya se había convertido en el faraón de Egipto, substraído al dominio persa, y
había fundado Alejandría.

En 327 a.C., inicia la expedición a la India, donde vence al rey Poro, haciéndose luego
su amigo. Tiene que afrontar un motín de los soldados por su afán de seguir adelante.
Decide regresar porque sus soldados tienen la moral debilitada tras dos meses de
lluvias. El regreso hasta Susa fue penoso.

Nearco exploró una ruta naval que unía la desembocadura del Indo con las del
Éufrates y el Tigris. Alejandro aún tuvo que reprimir la insumisión de algunas zonas
persas, licenció a la mayoría de soldados, formando un nuevo ejército con persas, a
los que instruyó militarmente a la manera macedónica. Regresó a Babilonia con el
propósito de iniciar una expedición naval por el Éufrates. Cuando estaba a punto de
salir, murió.

Alejandro no quería limitarse a la conquista del Imperio Persa, sino que también quería
dar una organización a los territorios sometidos desde un punto de vista civilizador,
aplicando una política de fusión que tendía a la mezcla de poblaciones y a la
confluencia de rasgos diferenciadores hacia elementos comunes.

El propio Alejandro estaba a la cabeza de la administración, ayudado por un grupo


reducido de colaboradores de su total confianza. Como jefe del ejército, asumía la
jurisdicción militar, aunque tenía una vía de apelación al rey abierta contra las
decisiones judiciales de cualquier naturaleza.

Alejandro no atesoró riquezas personales, sino que acuñó una gran cantidad de
moneda de oro y plata, con su efigie, fomentando las actividades comerciales. En la
expedición a Asia se hizo acompañar por ingenieros, geógrafos y naturalistas,
enriqueciendo los conocimientos sobre Oriente.

A su muerte, Alejandro deja una obra grandiosa, pero frágil. El elevado número de
macedonios y griegos en Oriente y el diseño de la política imperial, favorable a la
mezcla de culturas, fue el germen para la helenización de esas regiones y la influencia
oriental sobre los griegos.
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Consecuencia final de la prematura muerte de Alejandro fue la constitución de tres


grandes monarquías, que rivalizaron por mantener a los pequeños reinos y a las poleis
griegas: los Antigónidas de Macedonia, los Lágidas de Egipto y los Seléucidas del
Próximo Oriente.

5.- LA EXALTACIÓN DE LA REALEZA


La Época Helenística vive el apogeo de la realeza. Tres grandes reinos se reparten
casi todo el territorio. En algunas zonas, la monarquía tenía larga tradición, pero en el
ámbito de la polis había sido sustituida por modelos aristocráticos, oligárquicos o
democráticos.

Sin embargo, las poleis más fuertes habían tiranizado a las demás. Algunos ven en la
política dominante de Filipo de Macedonia, el poder unificador que podía acabar con el
problema. Pero es la figura carismática de Alejandro Magno la que deja sentadas las
bases para el desarrollo de una ideología monárquica. La exaltación del poder
personal se basa en una magnificación de la persona del rey, que lo hace distinto a los
demás mortales e imprescindible para la supervivencia de la comunidad.

6.- LA NECESIDAD DE LA VICTORIA


El rey helenístico es un guerrero que ejerce personalmente esa función. Siguiendo la
tradición macedónica, y protegido por una guardia personal, lucha en primera línea. Es
la victoria lo que confirma el poder del rey como persona adecuada para gobernar.

La necesidad de la victoria de esos reyes va más allá de la defensa del propio


territorio; la ampliación territorial (mediante guerras) es una forma de reforzar la
posición del rey. Con estas guerras, el rey se arriesga a la vez que pone en peligro a
las comunidades que tiene bajo su dominio. Y el rey se muestra como restaurador de
la paz, lo que es un recurso propagandístico destinado a distorsionar la realidad, ya
que, aunque evita guerras entre unas comunidades y otras, las implica en sus
enfrentamientos con otros reyes.

La victoria confiere al rey un derecho patrimonial sobre el territorio conquistado, que


puede transmitir en herencia a sus sucesores y del que puede detraer cuanto quiera
como patrimonio personal, legitimando también el botín de guerra. Ese derecho de
conquista se proyecta indefinidamente en el tiempo, porque el rey siempre tiene la
potestad de disponer sobre los territorios y los particulares.

7.- LA APROPIACIÓN DE LA TIERRA Y LA FUNCIÓN DE LA


OPULENCIA
El carácter humanitario de la monarquía determina que el derecho de conquista sea
transmisible por herencia. Los reyes helenísticos manejan los territorios como si se
tratará de propiedad privada, pudiendo pasar de un estado a otro como dote de una
princesa o por vía testamentaria.

La capacidad del rey para disponer patrimonialmente de los bienes de la comunidad


es lo que garantiza su opulencia y, a su vez, es la opulencia la que permite distinguirle
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de los demás. El rey se convierte en un símbolo de riqueza de todo el territorio. Es el


modelo de los reyes persas Aqueménidas copiado por los soberanos helenísticos.

La opulencia de los reyes irradia sobre las comunidades, porque una parte de sus
riquezas las utilizan para ejercer la prodigalidad: donaciones de grano a las ciudades,
restauración de murallas o construcción de edificios civiles. La dádiva genera un
decreto de agradecimiento por parte de la comunidad, en el que se ensalza al
soberano. Otras donaciones y privilegios se dirigen a los templos, donde se ofrendan
valiosos objetos procedentes del botín de guerra.

8.- EL BUEN GOBERNANTE


La virtud atribuida al rey helenístico hasta la saciedad es la philanthropía (“amor a la
humanidad”), que funciona, en realidad, como un comodín en la imagen del rey
virtuoso.

Entre la familia real y las comunidades están los Amigos, grupo heterogéneo de
personas, de distinto rango y procedencia (filósofos, médicos, artistas, etc.), que tienen
el privilegio de compartir mesa con el rey y asesorarlo en los aspectos más variados,
siendo recompensados por su lealtad y cooperación. El rey elegía entre ellos a su
consejo permanente de asesores, a los mandos del ejército, altos funcionarios y
embajadores.

La presencia de filósofos y sabios junto al rey conecta con el ideal platónico del rey-
filósofo, como garantía de que recibe el asesoramiento necesario para gobernar con
providencia y sentido de la justicia.

Además de guerrero y benefactor, el rey helenístico es legislador y juez. La ley y la


sentencia se veían como beneficios reales. Las comunidades sometidas a los reyes
siguieron utilizando sus propias instituciones. Lo propio del rey era recoger los tributos,
por lo que su actividad legislativa se desarrolla en el ámbito fiscal. La obra de los
Lágidas en Egipto (la única que conocemos) pretende proteger a los agricultores de
los abusos de funcionarios y usureros, lo que sirve a los intereses del rey.

La jurisdicción de los reyes deriva de su condición de jefes del ejército, ejerciéndose


en ese ámbito, pero también puede asumir voluntariamente cualquier caso que se le
remita, en primera instancia o por vía de apelación.

9.- LA SACRALIZACIÓN DE LOS REYES


Los reyes helenísticos reciben culto, lo que no significa que se les considere dioses.
En Egipto son faraones y tratados como tales, por lo que no debe extrañar que se les
represente con la indumentaria correspondiente. En Alejandría, los Ptolomeos utilizan
el atuendo y la diadema del resto de monarcas helenísticos (estatuaria y monedas).
Alejandro, como conquistador de Egipto, estaba destinado a reinar como faraón,
recibiendo el título de Re, reconocimiento que le dan los sacerdotes egipcios.

La proskýnesis (inclinación reverente) adoptada por Alejandro en su protocolo, está


tomada de los persas, que no consideraban a sus reyes como dioses. Era un signo de
sumisión a la persona y al poder del rey. Tanto griegos como macedonios no la
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asumieron de buen grado, pues estaban acostumbrados a hacerla solo ante los
dioses.

El culto que exigió Alejandro para sí a las ciudades griegas, sirviendo de precedente
para sus sucesores, no implicaba un reconocimiento como dios. Los reyes más
antiguos de las ciudades griegas pertenecían al colectivo de héroes (seres humanos,
con un supuesto progenitor divino, que les había transmitido una naturaleza superior a
la del resto de los mortales), y a juzgar por las monedas, parece que Alejandro quería
mostrarse como un nuevo Heracles, de quien pretende descender; su trayectoria lo
asemejaba a éste y demostraba el favor de los dioses hacia su persona.

10.- LA FUNCIÓN DE LA GUERRA Y LOS MERCENARIOS


Las monarquías helenísticas eran en realidad monarquías militares, dependientes de
su capacidad de equipar ejércitos y mantenerlos a su servicio. De la articulación de la
guerra con la paz salían los fundamentos ideológicos del poder monárquico.

Los ejércitos de los soberanos helenísticos tenían una composición compleja. El punto
de partida fue el gran ejército de Alejandro, estacionado en las distintas satrapías,
reforzado con reclutamientos en Grecia y Macedonia. Funcionar como mercenarios al
servicio de esos grandes reyes era una buena salida para muchos jóvenes. Llegó un
momento en que esos recursos humanos resultaron insuficientes, lo que obligó a los
reyes a crear una auténtica cantera de soldados profesionales.

Fundaron una especie de colonias militares, dando tierra a antiguos soldados y a


hombres que carecían de ellas para contar con reservas de reclutamiento hereditarias.
Se extendían hacia Oriente y tenían el aspecto de auténticas poleis. Hubo que recurrir
también a las poblaciones indígenas del territorio y de fuera de él.

Ya no se trataba de ciudadanos-soldado, y resultaba difícil asegurarse su lealtad


creando vínculos de adhesión personal. Su prestación sólo estaba asegurada por la
expectativa de supervivencia y de compensación económica. Incluso el rey vencedor
asumía a soldados del vencido. La relación entre las partes era de naturaleza
contractual, que también se daría en la relación entre los reyes y sus soldados más
fidelizados, que generaba la política de asentamientos y adjudicaciones de tierra.

11.- EL MOVIMIENTO DE LA RIQUEZA Y LA PIRATERÍA


La imagen estándar del soldado helenístico tiene connotaciones distintas según su
fuente de procedencia: la comedia ha consagrado la del soldado fanfarrón y las
inscripciones funerarias, por el contrario, destacan el valor y la fama de los soldados.
Su misma actividad resulta ambigua, ya que estaban implicados en un modelo
económico en el que gran parte de la riqueza pasaba constantemente de unas manos
a otras en virtud de un derecho de conquista sin límites. Se imponía la ley del más
fuerte.

La guerra favorecía el movimiento de riquezas y personas. El saqueo de las ciudades


y, en ocasiones, de los templos, facilitaba la circulación de las riquezas, inyectando
recursos en la economía. También los prisioneros de guerra solían ser vendidos como
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esclavos; de hecho, los traficantes de esclavos seguían a los ejércitos. En ocasiones,


toda una ciudad o un pequeño territorio sucumbían a los efectos de la guerra;
entonces los reyes asentaban en el lugar a otros elementos humanos para poner en
marcha la recuperación.

El Mediterráneo helenístico era un caldo de cultivo para la piratería, que se confunde


con el bandolerismo. Existía desde los tiempos de los poemas homéricos, pero la
proliferación del mercenario incrementa su actividad. Se trata de los mercenarios que
no encuentran trabajo y buscan la supervivencia como pueden. Los piratas son
marginados sociales, pero no más de lo que lo eran los mercenarios sin arraigo.
Resulta muy difícil establecer un criterio que distinga la piratería de lo que no lo es en
infinidad de casos documentados.

Los etolios arrastran la acusación de haber ejercido piratería de estado, y Roma es


más que sospechosa de haber utilizado piratas en sus operaciones de expansión
territorial por el sur de Italia.

12.- EL REINO ANTIGÓNIDA


El reino macedónico de Filipo y Alejandro tiene su continuidad en la llamada dinastía
Antigónida, menos autocrática que las otras dos. El rey tenía un consejo de Amigos y
existía un demos (especie de nobleza influyente que habría funcionado como órgano
político), cuya lealtad resultaba imprescindible. De algunos documentos, se deduce
que el monarca no representaba por sí solo al estado. Es el rey quien firma
normalmente los tratados, no se conoce ningún documento que recoja un decreto de
una asamblea macedónica, pero la nobleza tenía peso político y tal vez el pueblo
conservaba algún tipo de poder residual.

Algunas comunidades de Macedonia tenían un desarrollo urbano y estaban


organizadas como poleis, con autonomía para administrar sus recursos, contando para
ello con consejos, asambleas y magistrados. Pero el rey tenía poder para intervenir en
todos los asuntos, directamente o a través de los epistatai (supervisores).

Las relaciones de Macedonia con las poleis griegas resultaban conflictivas. No era un
estado imperialista, pero tampoco quería que cayeran en manos de reinos rivales. Se
trataba de mantener una hegemonía sobre Grecia como ya hicieron Filipo y Alejandro,
lo que fomentaba cierta resistencia en algunas poleis y confrontaciones ideológicas
constantes.

Macedonia protegía a los griegos de posibles incursiones de tracios e ilirios, y


constituía una garantía contra la tendencia dominante de estados más grandes. El
control era de carácter militar (guarniciones) y político (alianzas asimétricas como la
liga de Corinto establecida por Filipo). Después de una serie de episodios bélicos, se
estableció una alianza entre Macedonia y Grecia, donde los griegos ya no eran poleis
sino ligas o confederaciones de poleis. Tenía un consejo cuyas decisiones debían
refrendar los respectivos estados, lo que la hacía poco operativa. La iniciativa de Filipo
V de atacar a la confederación de los etolios, resultó desastrosa, ya que estos
buscaron como aliados a los romanos; los aqueos se salieron de la liga, y Filipo fue
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derrotado en Cinoscéfalos, perdiendo el control sobre Grecia. Después, la victoria de


Roma en la Tercera Guerra Macedónica significó el fin del reino.

13.- LA MONARQUÍA LÁGIDA


Es el reino de los Ptolomeos. Recibe el nombre de Lago, fundador de la dinastía. Nace
del reparto del Imperio de Alejando y perdura hasta la muerte de la última Cleopatra
(finales s. I a.C.). Es la monarquía helenística de mayor duración. Los Ptolomeos
mantuvieron en su poder amplias zonas de Asia Menor, de las islas del Egeo y Creta.

Los Ptolomeos estaban perfectamente integrados en el Mundo Helenístico, sobre todo


en el aspecto económico, pese a tener su coto cerrado. Contaban con un buen ejército
y una flota, esenciales para la seguridad de sus dominios y el comercio de materias
primas y artículos de lujo.

Implantaron un sistema económico absolutamente dirigista y un control férreo de la


población. No se trataba de incrementar la producción sino de obtener los mayores
ingresos fiscales con la ayuda de una burocracia abundante y eficaz. Los cobradores
del rey (oikonomoi) estaban respaldados por pequeñas guarniciones militares. Por lo
demás, los Ptolomeos mantuvieron la organización del territorio y de la población, en
nomos y aldeas tal y como estaba, con sus instituciones locales.

Gracias a la conservación de papiros, conocemos lo que hizo Ptolomeo Lago con la


tierra conseguida por derecho de conquista. Una parte la convirtió en su propiedad
personal, basiliké chora (“tierra del rey”), cultivada por “gente del rey” contratada, a
quien se les daba la semilla y los útiles de labranza, ordenándoseles lo que debían
cultivar. Tenían que entregar la mitad del producto, incluido el débito de la semilla.

La hierá chora (“tierra sagrada”), poseída por los templos y cultivada por los “esclavos
sagrados”. Ptolomeo no quiso confiscarlas, pero las sometió a registro, controlando así
los cultivos y fiscalizando las rentas.

La doreá (“regalo”), lotes de tierra que el rey cedía a funcionarios importantes. Estos
lotes contaban como propiedad privada, transmisible por herencia o compraventa.
Estas tierras estaban sometidas la pago de impuesto y al control de la siembra.

Las parcelas de los klerouchoi, asentamiento de hombres, normalmente extranjeros,


con el doble deber de cultivarlas y de asistir a filas al ser llamados. Se contaba así con
una reserva de mercenarios. En las zonas más vulnerables.

El dirigismo económico, calificado de mercantilismo de estado, no solo se proyectaba


en la producción del campo, sino también en los férreos monopolios estatales (minas,
canteras, salinas, aceite), licencias fiscales muy controladas para pescadores,
apicultores y comerciantes. Más difíciles de controlar y con un régimen similar al de los
monopolios tenían la producción de lino, papiro y cerveza. Se prohibió el uso de
moneda extranjera, se tenía que cambiar por moneda ptolemaica.

Los egipcios seguían siendo la fuerza de trabajo; superposición de una clase dirigente
greco-macedónica y clerucos diseminados por los campos. No se fomentó la creación
de ciudades. Sólo existían: Naucratis (comercio entre Egipto y los griegos), Ptolemaide
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(única fundación de los Lágidas) y Alejandria (centro cultural y administrativo, muy


cosmopolita).

A finales del s. III a.C., los reyes tienen dificultades económicas y recurren a los
egipcios para mantener sus ejércitos, lo que coincide con un aumento del poder de los
sacerdotes y la reactivación del nacionalismo egipcio. Rechazo frente a lo griego, por
lo que la clase dirigente y el rey se egiptizan en los aspectos formales y religiosos. Así
consigue aguantar la dinastía hasta la conquista romana, en medio de la anarquía y la
corrupción.

14.- EL REINO DE LOS SELÉUCIDAS


Abarca todo el territorio que había conquistado Alejandro en Asia, con excepción de
Palestina y una parte de Siria (reino lágida) y la región de Bactriana (reino greco-
bactriano). Tal extensión era muy difícil de mantener unida. La Persia de los partos se
independiza pronto, con los territorios más orientales. Tras muchas fluctuaciones
queda un reino reducido que languidece hasta su sumisión a Roma.

Los Seléucidas superponen a la población indígena una clase dirigente greco-


macedonia, marginando a los persas de la administración. El control del territorio se
produce a través de una amplia burocracia y con la creación de colonias militares
(katoikiai). También hay colonias de civiles con indígenas que podían ser alistados en
caso de necesidad. Siempre se trataba de territorios delimitados y divididos en
parcelas con una aldea.

Algunas de las katoikiai griegas se convirtieron en auténticas poleis, que se


comportaban como ciudades autónomas pero estaban totalmente sometidas a la
autoridad del rey. Muchas de ellas repiten los nombres de los reyes de la dinastía
(Seleucia o Antioquías), distinguiéndose por la referencia a su río o región. Sus
edificios públicos y muradas son espectaculares muestras de su urbanismo.

También existía gran cantidad de basiliké chora (“tierra real”) asignada en lotes a la
nobleza macedonia y cultivada por campesinos (laoí basilikoi), de los que sabemos
que debían pagar un impuesto (phoros) y realizar prestaciones de carácter personal.
Los templos también tenían propiedades trabajadas por laoí.

15.- LOS JUDÍOS DE LA DIÁSPORA


Con la desaparición del reino de Judá se inicia la etapa en la que los judíos
constituyen una comunidad étnica y cultural sin tener un estado ni un territorio. Los
deportados a Babilonia se mantuvieron como comunidad en el exilio. Como los
babilonios no repoblaron, los judíos no deportados no se mezclaron con otras
poblaciones creciendo su número. Cuando Palestina pasó a manos de los persas,
estos permitieron regresar a los exiliados, aunque la mitad no lo hizo. El templo de
Jerusalén fue reconstruido y consagrado, y el sumo sacerdote quedó como dueño y
señor del territorio, sometido a la autoridad del sátrapa de la provincia de Siria. Otras
comunidades judías se formaron fuera de la nueva Judea.
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Los judíos de la época helenística estaban muy divididos: por lo difícil que resultaba
interpretar los designios de Yahveh y por la oposición en términos socioeconómicos,
ya que los sumos sacerdotes y la clase dirigente se entendían con los poderes
dominantes y cargaban sobre el resto de la población todo el peso económico.
Algunos profetas atribuían las desgracias a la corrupción de su pueblo. Cada vez que
se agudizaban las dificultades económicas, aumentaba la tensiónsocial.

La mayor división fue de orden cultural frente al fenómeno del helenismo. Algunos se
mostraron receptivos y aprendieron el griego, pero otros lo consideraban una amenaza
para su identidad. El fanatismo de los yavistas extremados provocaba el rechazo de
muchos judíos. Como consecuencia, se había desarrollado una imagen tópica de los
judíos muy desfavorable que les perjudicaba. Su conciencia de comunidad cultural
hace que muchos traten de dar a Jerusalén un carácter más abierto.

Es el caso del sumo sacerdote Jasón (175-172 a.C.), que, con el rey Seléucida
Antíoco IV, configuró Jerusalén como una polis al modo helenístico, que recibiría el
sobrenombre de Antioquía; quedaba fuera de la ley mosaica (Torah) y los sacerdotes
vieron recortados sus privilegios económicos, por lo que provocaron una situación tal
que Antíoco se vio obligado a deponer a Jasón y terminar con su proyecto.

Con ocasión de un motín de los judíos, el rey llevó a cabo una represión feroz y adoptó
medidas extremas para terminar con el poder de los sacerdotes hostiles al helenismo.
Estableció una colonia militar en Jerusalén, abrió el templo a divinidades paganas y
prohibió celebrar el sabbath, circuncidar y tener rollos de la Tora. La consecuencia fue
la rebelión del sacerdote Matatías y de su hijo Judas el Macabeo. Durante años se
mantuvo el territorio al margen del poder Seléucida y sin pagar los tributos debidos.

Antíoco V, ante la gravedad de la situación, permitió que los judíos volvieran a sus
antiguas costumbres, pero Judea ya se había convertido en la “tierra prometida”
(estado que Yahveh había prometido a los judíos). Los Seléucidas, a la defensiva,
toleraron una especie de autonomía de Judea, con un rey. Acabó en el 63 a.C.,
cuando Pompeyo Magno derrotó a Antíoco XIII y convirtió Siria y Palestina en
provincia romana.

16.- LAS LIGAS Y CONFEDERACIONES


La impotencia que sentían las poleis frente a las grandes monarquías, las empujó a
agruparse bajo la forma de ligas, confiando el poder a un solo hombre, que funcionaba
como un monarca, aunque sólo en cuestiones de interés común. La liga tenía mayor
protagonismo que las ciudades y facilitaba la resolución de conflictos entre las
mismas. En relación a ellas no puede hablarse de federalismo. Por otro lado, en el
modelo federal del koinón (“confederación”) que desarrollan las comunidades que no
se habían constituido en poleis y se mantenían como grupos tribales (ethne), también
se aprecian diferencias. La documentación sobre el funcionamiento de estos estados
es escasa.

Tesalia: Liga que asume como jefes vitalicios a los monarcas macedonios.
Asia Menor y Egeo: tres ligas de poleis costeras e isleñas. Monarcas
Antigónidas.
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Epiro: tres grupos tribales (molosos, peonios y tesprotios). Primero, reyezuelo


moloso, luego monarquía autocrática de Pirro, y finalmente koinón
“republicano”.
Koinón de los etolios: estado federal poderoso y complejo. Formado por
cantones de grupos tribales. Población rural en aldeas. Contaba con centros
urbanos. Poder = Asamblea de etolios libres. Un general en jefe de mandato
anual. Consejo de representantes de los miembros del koinón.
Arcadia y Beocia: ligas integradas por poleis. Cada una tenía sus propias
instituciones, además de otras federales. En 255 a.C., la Confederación Aquea
absorbe la Liga Arcadia. El koinón se ocupa de la política exterior, el ejército y
cuestiones de la confederación. Presidido por un general de mandato bianual,
había una asamblea federal. Las minorías de las ciudades restaban autoridad
al presidente, reduciendo la eficacia militar.

Sympoliteia (“ciudadanía conjunta”) y isopoliteia (“ciudadanía igual”): términos


utilizados por Polibio referidos a la pertenencia a las confederaciones etolia y aquea en
el caso de las polis que conservan su propia identidad. El hecho es que los
ciudadanos de las ciudades integradas en las confederaciones conservando su propio
cuerpo de ciudadanos funcionaban con una doble ciudadanía (federal y propia), o con
una ciudadanía que funcionaba de las dos formas.

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