Gestión de La Contratación

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Gestión de la contratación © IMF Smart

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Índice
Gestión de la contratación 3
I. INTRODUCCIÓN 3
En definitiva, estaremos ante un contrato siempre que se den las siguientes condiciones: 4
II. OBJETIVOS 6
III. OBLIGACIONES DE MEDIOS Y OBLIGACIONES DE RESULTADOS EN LOS CONTRATOS 6
Fundamento Jurídico Segundo de la sentencia de la sala de lo civil del Tribunal Supremo de trece de abril de 1999 –número de recurso…7
IV. ESTRUCTURA DEL CONTRATO 12
4.1. Cláusulas generales: el objeto del contrato y las diferencias entre la contratación pública y la privada 13
4.1.1. Contratación privada 13
4.1.2. Contratación pública: la influencia de los actos legislativos de la UE en el sistema español de contratación pública 14
Art. 201 17
Art. 202 17
4.1.3. Caracterización de las cláusulas generales 18
4.2. Especificaciones contractuales 20
Especificaciones técnicas 20
Especificaciones de las entregas 21
Especificaciones financieras 22
4.3. Cláusulas de tipo legal 25
V. RESUMEN 27
VI. LECTURAS RECOMENDADAS 28
LECTURA 1 – LA IDENTIFICACIÓN DEL CONTENIDO DEL PLIEGO DE PRESCRIPCIONES TÉCNICAS 28
LECTURA 2 – DEL AVE A LA MECA 28
LECTURA 3 – INCOTERMS 29
Ejercicios 31
Caso práctico 31
Reglamento de contratación de la Autoridad del Canal de Panamá 31
Recursos 32
Enlaces de Interés 32
Bibliografía 32
Glosario. 33

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Gestión de la contratación

I. INTRODUCCIÓN

Charles W. Kingsfield probablemente sea el profesor de contratos más famoso de la historia,


conocido entre sus estudiantes del curso de contratos de la Escuela de Leyes de Harvard por su
particular aplicación práctica del método socrático de enseñanza a sus alumnos.

En una de sus famosas pruebas, Kingsfield reclamó a sus estudiantes, organizados en grupos, la
realización de un trabajo de investigación consistente en responder a un centenar de preguntas relativas a
la materia de su curso, los contratos, en el lapso temporal de un día.

Inmediatamente se desató la competencia feroz entre los equipos, que llegaron a elaborar todo tipo de
triquiñuelas para impedir que sus competidores se hiciesen con los medios necesarios para responder
acertadamente a las cuestiones planteadas por el profesor Kingsfield, hasta que en el transcurso de la
tarde del día en cuestión, uno de los líderes de uno de los grupos que competían entre sí cayó en la
cuenta de que no tenían otra alternativa para avanzar en su tarea que contactar con el resto de equipos y
explorar la posibilidad de salir del punto muerto al que les había llevado el exceso de competitividad
entre ellos.

El tema de investigación propuesto por el profesor Kingsfield era el siguiente: “¿Cuál es la base de los
contratos?”. El resultado de la interacción de los grupos entre sí fue el descubrimiento de que la
pregunta incluía implícitamente la respuesta al reto planteado, ya que la base de los contratos es la
cooperación, sin la cual ninguno de los grupos sería capaz de alcanzar sus objetivos, razón por tanto de
que hubiesen de acordar entre todos ellos las respectivas obligaciones de intercambio (de información,
en este caso) necesarias para alcanzar el objetivo propuesto por el profesor Kingsfield.

En definitiva, podría afirmarse que un contrato es el resultado de la


voluntad inicial de cooperación, motivado por la intención de llevar a cabo
un intercambio.

Los roles pueden ser diferentes, actuando una parte como vendedora y otra como compradora, por
ejemplo, si se trata de un contrato de compraventa (un caso de contrato “típico” o regulado por la ley,
frente a los contratos “atípicos” o carentes de dicha regulación), pero lo esencial es que, con
independencia de los roles, el contrato encierra una voluntad común de concertación entre las partes
involucradas.

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El consentimiento no es el único elemento necesario para que podamos afirmar que nos encontramos
ante un contrato, pues este requiere a su vez de dos elementos adicionales.

Objeto del contrato

En primer lugar, es necesario determinar el objeto del contrato, su finalidad, que con carácter general
será la de crear, modificar, regular o extinguir obligaciones entre quienes forman parte del mismo,
obligaciones que pueden consistir en hacer (o dejar de hacer) o dar algo a la otra parte.

Causa del contrato

En segundo lugar, la causa del contrato, o fuente de la que nacen dichas obligaciones, es decir,
aquel motivo fundamental por el que cada contratante se obliga frente al otro.

En definitiva, estaremos ante un contrato siempre que se den las siguientes condiciones:

Que haya consentimiento por parte de los contratantes.


Que exista un objeto cierto que sea materia de contratación.
Y una causa de la obligación (u obligaciones) que se establezca entre las partes.

Sin alguno de los tres elementos anteriormente indicados, no existirá ningún contrato.

En el ejemplo de la práctica propuesta por el profesor Kingsfield a sus alumnos, los grupos
celebran contratos entre sí para intercambiarse las respuestas logradas por separado, aprendiendo
con ello, en un sentido socrático, que la base de los contratos es la cooperación.

El profesor Kingsfield es en realidad un personaje literario, posteriormente llevado a la gran


pantalla e inspirador asimismo de alguna serie de televisión, cuyo creador, John Jay Osborne
(“The Paper Chase”, 1970) fue en realidad alumno de leyes en Harvard, amén de guionista y
profesor de leyes él mismo.

Su naturaleza ficcional no nos impide afirmar que en materia de contratos, y por lo que respecta
a su aplicación al ámbito de la gestión de proyectos, resulte esencial la aludida noción de
cooperación entre el cliente con el que se celebra el contrato en cuya virtud ha de desarrollarse el
proyecto y el project manager al cual se encarga su ejecución, así como la necesidad de que el
objeto de dicho contrato aparezca claramente definido y, por último, que las finalidades
perseguidas por todas las partes intervinientes en el contrato sean finalmente satisfechas.

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Abordando seguidamente el concepto de contrato en la gestión de proyectos, siguiendo a Guerra et


al. (2007) “por contrato ha de entenderse, en el contexto de la gestión integral de proyectos, aquel
documento primario del cual dimanan el resto de documentos del mismo, lo que sin duda permite
establecer la importancia esencial del contrato como parte de la gestión integral del proyecto”.

Adicionalmente, ha de tenerse en cuenta que el contrato no es simplemente un mero documento o


registro, sino un auténtico negocio jurídico, por lo general bilateral, celebrado entre quien contrata el
proyecto y quien se compromete a llevarlo a cabo, por lo que resulta necesario asimilar con carácter
previo que el contrato, en esencia, no se agota en el documento en cuya virtud se formaliza dicho
negocio, sino que trasciende a este, pues en realidad supone un conjunto de deberes y de obligaciones
para las partes, sometidos a su vez a un conjunto de normas muy variado que afectan tanto a su
contenido y alcance como a su aplicación e interpretación.

Partiendo de esta segunda acepción (el contrato como negocio jurídico), se podría definir el contrato
como aquel acto jurídico, lícito, integrado por una o varias declaraciones de voluntad privada que el
derecho reconoce como base para la producción de efectos jurídicos, buscados y queridos por su
autor o autores, siempre que concurran determinados requisitos o elementos.

Fuente: Enciclopedia Jurídica

Resumidamente, pues, un contrato es un acuerdo o convención entre las partes, que por lo general y en
lo que a la gestión integral de proyectos se refiere, consta por escrito en un documento.

Retomando aquí la noción del contrato entendido como documento primario del proyecto, es
necesario aclarar que dicha noción engloba una doble naturaleza, ya que es al tiempo un documento
técnico pero también un documento comercial.

Comenzando por la segunda vertiente, la comercial, ha de tenerse en cuenta que el contrato


pretende reflejar lo que el cliente pide, adecuándose por tanto a sus necesidades.
En lo que respecta a su vertiente técnica, el contrato ha de abarcar todas las fases del
proyecto, incluyendo costes, plazos, garantías, fechas de ejecución, etc.

Atendiendo, por tanto, a la faceta técnica del contrato, el gestor del proyecto habrá de ser capaz de
identificar con total precisión, a partir del contrato reflejado en el documento correspondiente, cuál es la
necesidad del cliente que ha de satisfacerse mediante la adecuada gestión del proyecto.

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Lo anterior hace que, en palabras de Guerra et al. (2007, p. 159) resulte esencial que el jefe de
proyecto posea un conocimiento íntimo del mismo, ya que será él quien, una vez el contrato entre en
vigor, pase a ser responsable de su gestión.

Guerra et al. (2007, p. 161) afirman también que el conocimiento del contenido del contrato ha de
extenderse, además, no solo a las cláusulas de tipo técnico, sino que se recomienda que se extienda a
todas las cláusulas, ya que el project manager es en definitiva el responsable último de alcanzar tanto los
objetivos técnicos como los de plazos y costes del proyecto.

Dichos autores hacen hincapié en el hecho de que no se trata de formar jurídicamente al project
manager, pero sí de ayudarle a comprender cómo influyen los diversos conceptos jurídicos contenidos
en un contrato en el devenir diario de las actividades del proyecto.

Para facilitar dicha comprensión, es preciso primero familiarizarse con un concepto jurídico
fundamental en materia de contratos, que es el relativo al tipo de obligación que se adquiere con ocasión
de la celebración o firma de un contrato, a lo cual se dedica el siguiente apartado.

II. OBJETIVOS
Tras el estudio de esta unidad, se habrán alcanzado los siguientes objetivos:

Familiarizarse con algunos de los conceptos jurídicos básicos propios de la


contratación aplicables a la gestión de proyectos.
Comprender el rol del project manager como impulsor de la función de compras en el
seno del proyecto.
Disponer de nociones básicas acerca de la estructura y tipos de contratos más
habituales, así como del contenido y tipología de las cláusulas contractuales más
comunes en este ámbito.
Comprender la importancia de las implicaciones legales, tanto nacionales como de
origen europeo, ligadas a la gestión de proyectos, en especial en lo tocante a proyectos
del sector público.

III. OBLIGACIONES DE MEDIOS Y OBLIGACIONES DE


RESULTADOS EN LOS CONTRATOS

Siguiendo a Rayón (2008), “en el marco de la gestión de proyectos es

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preciso diferenciar entre dos tipos básicos de contratos atendiendo al tipo


de obligación que se adquiere, que puede ser bien una obligación de
medios o bien una obligación de resultados”.

Obligación de medios

A las obligaciones del primer tipo corresponden los denominados contratos de arrendamiento de
servicio.

Obligación de resultados

A las del segundo tipo los denominados contratos de obra.

No debe confundirse a estos últimos con los contratos de obra civil o similares, sino que debe
mantenerse en mente que la anterior diferenciación sirve para fijar con mayor precisión el elenco
normativo aplicable a cada tipo de contrato en particular; cabe, en definitiva, que encontremos
numerosos tipos de contratos de obra, pero todos ellos se caracterizarán, en definitiva, por el
hecho de que lo que se adquiere al celebrarlos es la obligación de obtener un resultado.

La diferencia entre obligarse a realizar una actividad y obligarse a obtener un resultado tiene
implicaciones legales de indudable trascendencia para el éxito de cualquier proyecto.

No será lo mismo, por ejemplo, comprometerse a poner en marcha a fecha cierta determinadas
instalaciones que obligarse a garantizar el mantenimiento de dichas instalaciones una vez las mismas estén
en funcionamiento.

Por esa razón resulta de utilidad práctica para cualquier project manager conocer al menos cuál es el
criterio (legal) aplicado para diferenciar entre unas y otras.

Aunque resultaría extremadamente prolijo exponer desde un punto de vista jurídico toda la problemática
subyacente a dicha cuestión, no está de más reproducir aquí la que para algunos expertos tratadistas,
procedentes del ámbito jurídico, es una acertada definición de las diferencias entre ambos tipos de
obligaciones:

Fundamento Jurídico Segundo de la sentencia de la sala de lo civil del Tribunal


Supremo de trece de abril de 1999 –número de recurso 3060/1994, número de
resolución 325/1999

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"…la idea que se mantiene es que la obligación no es la de obtener un resultado […], sino la de prestar el
servicio más adecuado en orden a la consecución de un resultado. El resultado siempre está presente en la
obligación; en la de actividad, esta es el objeto de la obligación; en la de resultado, su objeto es el resultado
mismo. Ello implica dos consecuencias: la distribución del riesgo y el concepto del incumplimiento, total o
parcial, siendo este último el llamado también cumplimiento defectuoso. El deudor de obligación de
actividad ejecuta la prestación consistente en tal actitud y cumple con su ejecución adecuada y correcta; el
deudor de obligación de resultado ejecuta la prestación bajo su propio riesgo, ya que tan solo hay
cumplimiento si se produce el resultado. A su vez, lo anterior se relaciona con el cumplimiento; en la
obligación de actividad, la realización de la conducta diligente basta para que se considere cumplida,
aunque no llegue a darse el resultado; lo que determina el cumplimiento no es la existencia del resultado,
sino la ejecución adecuada y correcta, es decir diligente, de la actividad encaminada a aquel resultado. El
cumplimiento de la obligación de resultado, por el contrario, requiere la satisfacción del interés del acreedor
consistente en la obtención del resultado. En consecuencia, en la obligación de resultado la no obtención
de este, que implica incumplimiento de obligación, hace presumir la culpa; en la obligación de actividad, es
precisa la prueba de la falta de diligencia, para apreciar incumplimiento…".
Véase el Fundamento Jurídico Segundo de la sentencia de la sala de lo civil del Tribunal
Supremo de trece de abril de 1999 –número de recurso 3060/1994, número de resolución
325/1999.

Así pues, en los contratos de obra la finalidad es obtener un resultado, sin que quepa otra alternativa,
mientras que en los contratos de arrendamiento de servicio no se garantiza la obtención de un resultado,
pero sí la puesta en marcha de la debida diligencia para desarrollar una determinada actividad “profesional”
en beneficio del cliente.

No obstante lo anterior, existe la tendencia, identificada por Crespo (2013, p. 5), a relativizar la distinción
entre medios y resultados, puesto que en definitiva la obligación adquirida en el contrato podría ser
considerada de medios o de resultados, según sea el punto de vista desde el que se contemple, si bien la
posición que parece más extendida, según dicha autora, es la de mantener que existen diferencias entre
ambos tipos de obligaciones, al menos entre quienes trabajan a favor de impulsar el denominado Derecho
Europeo de los Contratos (DCFR).

Cita: Crespo (2013, p.9)


Según Crespo (2013, p. 9), “no todos los resultados que satisfacen el interés del acreedor (el
cliente, en el caso de la gestión integral de un proyecto) pueden ser exigidos al deudor (al que en
adelante denominaremos contratista, el cual habitualmente estará representado ante el cliente por
el project manager, que actúa como su agente), cuando este no se haya comprometido ni expresa
ni tácitamente a alcanzarlos, ni tampoco fueran exigibles de acuerdo con las circunstancias
concurrentes, por lo que en tales casos la falta de realización del resultado que satisface el interés
del cliente no implica per se la existencia de un incumplimiento, estando en tal caso ante las
denominadas obligaciones de medios o actividad”.

Partiendo de lo afirmado por dicha autora, cabe concluir que en el ámbito de la gestión integral de un
proyecto es posible que no siempre se vaya a poder exigir la obtención de aquellos resultados que
satisfacen el interés primario del cliente.

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De nuevo, el contrato aparece caracterizado como el elemento esencial para determinar el alcance de los
compromisos adquiridos con el cliente en el marco de la gestión integral de un determinado proyecto, es
decir, en la clave para determinar si dichos compromisos consisten en alcanzar un resultado o en
desarrollar una determinada actividad, que en cualquier caso habrá de ser prestada de la forma más
diligente posible, pues de lo contrario la responsabilidad podría llegar a recaer en el propio project manager
con independencia de que no le competa garantizar la obtención de un determinado resultado.

Entre las pistas que los contratos pueden ofrecer para que el project manager pueda identificar los
diferentes tipos de obligaciones contenidas en los mismos, Crespo (2013, p. 11) expone, en primer lugar,
cuáles han sido los criterios empleados por los tribunales cuando los supuestos incumplimientos
contractuales han acabado convirtiéndose en litigios entre los clientes y sus contratistas:

La propia voluntad de las partes; no obstante, en ocasiones puede ocurrir que esta no aparezca en
el contrato tan claramente identificada como sería de desear.

E l grado de aleatoriedad que puede admitirse como soportable por las partes respecto de la
obtención de un determinado resultado.

E l papel activo del propio cliente, es decir, que este deba a su vez desarrollar determinadas
actividades (o abstenerse de ello).

El criterio de imputación de los riesgos; en el caso de que el contratista haya de soportar los
riesgos y, a consecuencia de lo anterior, la obtención del precio pactado en el contrato esté supeditada a
dicha obtención, se tratará de una obligación de resultados y, por ende, de un contrato de obra.

El grado de precisión con el cual se ha concretado la prestación comprometida por cada una de las
partes.

Consideraciones de equidad, que pueden dar lugar a situaciones de desequilibrio contractual o a la


necesidad de negociaciones poscontractuales.

En cualquier caso, debe tenerse presente que, a efectos prácticos, la distinción entre obligaciones de
medios y obligaciones de resultados adquiere importancia en el caso de que se plantee la posibilidad de
reclamar indemnizaciones por daños o perjuicios como consecuencia de posibles incumplimientos y,
particularmente, en orden a establecer quién ha de demostrar la existencia (y alcance) de dicho
incumplimiento.

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A lo anterior se une el hecho de que las regulaciones legales de cada país en materia de contratos pueden
variar de modo sustancial entre sí, razón por la cual han surgido intentos de armonizar en lo posible la
aplicación de las legislaciones de los diferentes países, como el representado por el ya indicado DCFR en
el caso de Europa.

El DCFR, por ejemplo, establece una regulación común para los contratos de arrendamiento de servicios
y, a partir de la misma, una clasificación de los tipos de contratos de arrendamiento de servicios más
habituales, a saber:

Contrato de construcción.

Contrato de mantenimiento y reparación de bienes.

Contrato de depósito y almacenamiento;

Contrato de diseño y elaboración de proyectos.

Contrato de información o consejo.

Contrato de tratamiento médico.

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Excluida la última de las seis categorías anteriormente mencionadas, es posible encontrarse en la


práctica con proyectos cuyo contrato pueda encajarse en alguna de las cinco restantes.

Conviene resaltar que dicha clasificación, cuya finalidad es armonizar entre sí las legislaciones
de numerosos países europeos en materia de contratos, incluye dentro de la noción de “contrato
de servicios” (sometidos por tanto a obligaciones de medios, no de resultados) los contratos
dirigidos a la producción de un resultado material, tales como los contratos de construcción o los
de diseño, excluyendo a otros para los que establece reglas especiales (caso de los contratos de
transporte).

Entre las innovaciones que aporta DCFR en materia de contratos, Crespo (2013, p. 18) destaca un
conjunto de elementos.

En primer lugar, la tipificación legal y el desarrollo normativo de los deberes de información y


cooperación de ambas partes, tanto en la fase precontractual como durante la ejecución del contrato (por
ejemplo, la obligación de cooperación del cliente durante la ejecución del contrato o el deber del contratista
de seguir las instrucciones del cliente durante la prestación del servicio).

En este sentido, algunos autores (De Ángel, R., 2010, p. 631) han resaltado la importancia que encierra la
conducta (entendida como actitud, modo de proceder o comportamiento) de las partes en las
negociaciones previas al contrato, como elemento de interpretación de este de capital importancia, sobre
todo cuando el contrato no se perfecciona, pues en tal caso adquiere especial trascendencia lo que las
partes trataron y discutieron o, en suma, negociaron (recuérdese aquí la caracterización del contrato como
documento comercial).

A este respecto, Guerra et al. (2007, p. 159) destacan las siguientes cuestiones:

En primer lugar, tanto en la fase de preparación de ofertas como en la de negociación previas a la


firma son varias las funciones involucradas (comercial, ingeniería, costes, calidad, etc.), generalmente
agrupadas en un equipo liderado por un responsable de contrato del cual suele formar parte el
futuro project manager, si bien dichos autores destacan el hecho de que en muchas ocasiones ello no es
así, pues el jefe de proyecto solamente toma contacto con este una vez se ha adjudicado el contrato, de
ahí que insistan en que tanto si se ha participado como si no en la presentación de la oferta y en la
posterior negociación, debamos asegurarnos de que la transición del responsable del contrato al project
manager se realiza de forma adecuada.

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En segundo lugar, Crespo destaca la fijación por parte del DCFR de determinados remedios para el
caso de incumplimiento.

En tercer lugar, y de manera destacada frente a la normativa española, Crespo resalta la identificación
como principal contenido del contrato de servicios por parte del DCFR de una “obligación de hacer”
que va dirigida a la obtención de un resultado, que sería ni más ni menos que el resultado específico
declarado o previsto por el cliente en el momento de la conclusión del contrato (artículo IV.C.-2:106
DCFR).

Crespo destaca el hecho de que el DCFR ofrece criterios para averiguar cuándo se compromete un
resultado y cuándo una mera actividad.

Según el DCFR, el criterio general es que el contratista solo tendrá responsabilidad cuando dicho
resultado esté declarado (expresa o tácitamente) en el contrato; de lo contrario, el project manager deberá
alcanzar aquel resultado que le quepa razonablemente esperar al cliente de acuerdo con las informaciones y
advertencias suministradas por el contratista prestador del servicio.

Sin embargo, según el DCFR la regla será la contraria en determinados contratos de servicios,
concretamente en los contratos de construcción, de diseño y de elaboración de proyectos, y en el contrato
por el que se compromete la prestación de información objetiva; en esos casos, si el contratista solo quiere
comprometerse a llevar a cabo una prestación de medios en vez de una obligación de resultado, deberá
suscribir un pacto al respecto con el cliente, porque la regla aplicable en estos concretos contratos de
servicios en defecto de pacto es, según el citado art. IV.C.-2:106 DCFR, la de alcanzar un resultado.

El DCFR proporciona, por tanto, elementos de juicio para saber cuándo existe un compromiso
por parte del contratista, que el project manager ha de asumir como propio para obtener el
resultado que satisface el interés primario del cliente.

IV. ESTRUCTURA DEL CONTRATO

Nociones jurídicas básicas de contratación

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Guerra et al. (2007, p. 161), al analizar la gestión del contrato en el marco de la gestión integral de
proyectos, diferencian entre la fase de formación del proyecto, la revisión de las cláusulas típicas de un
contrato y, finalmente, el proceso de revisión contractual. Hecha ya referencia a la importancia de la fase de
formación del proyecto, y sin perder de vista el indudable papel que corresponde a la capacidad de
negociación de ambas partes tanto en la fijación de su contenido como en la resolución de las posibles
controversias que puedan surgir con posterioridad a su firma, procede ahora analizar con mayor
detenimiento cuál es la estructura típica de un contrato, para lo cual se seguirá la clasificación ofrecida por
estos autores.

La estructura típica de un contrato contiene los siguientes elementos:

1. Una introducción o preámbulo, en la que se identifica a las partes.


2. Un cuerpo principal que contiene el acuerdo descrito mediante un conjunto de cláusulas o
estipulaciones.
3. Finalmente, los anexos que procedan en cada caso (elementos técnicos de lo más variado ​– que
pueden incluir listados con descripciones de productos o servicios detalladas, gráficas y planos,
etc.–, criterios de calidad, etc.).

A su vez, las cláusulas contractuales pueden ser de tres tipos:

Cláusulas generales.

Especificaciones contractuales.

Cláusulas de contenido jurídico.

4.1. Cláusulas generales: el objeto del contrato y las diferencias


entre la contratación pública y la privada

Causas del fracaso en la gestión de contratos

4.1.1. Contratación privada

Las cláusulas generales incluyen el objeto del contrato, respecto del cual conviene recordar lo
anteriormente expuesto en lo tocante al tipo de obligaciones que se contraen.

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El objeto del contrato es un elemento esencial del mismo, y las posibles deficiencias en su configuración
pueden llegar a afectar incluso a la propia validez del contrato, por no mencionar el hecho obvio de que el
objeto del contrato ha de respetar las causas de validez de los contratos establecidas por la legislación
aplicable.

Baste decir a este respecto que conviene distinguir entre las causas de validez de un contrato privado de
las establecidas para el caso de contratos celebrados con la Administración.

Siguiendo a Liñeira, J. (2011):

Contratos privados

En el caso de los primeros (contratos privados) su posible invalidez queda constreñida a los
supuestos de violación de leyes, de la moral o del orden público (art. 1255 del Código Civil español –
CC–), así como al supuesto de omisión de los elementos constitutivos o esenciales de la formalización
del contrato (art. 1261 CC).

Contratos celebrados con la Administración

Mientras que en el caso de los segundos el tratamiento legal de la posible anulabilidad o nulidad de un
contrato ya celebrado está sometido a presupuestos diferentes a los aplicables en el caso de los
contratos privados; no ha de pasarse por alto tampoco el hecho de que la tramitación de contratos en el
sector público está sometida a principios y requisitos propios que lo alejan notablemente de la
contratación en el sector privado.

4.1.2. Contratación pública: la influencia de los actos legislativos de la UE en el


sistema español de contratación pública

Es necesario saber, en primer lugar, que el procedimiento de adjudicación de contratos en el sector


público, así como la celebración de los mismos en dicho ámbito, dispone de una legislación específica
harto compleja de por sí, razón por la cual la normativa reguladora de tales supuestos no se analiza aquí
en toda su extensión.

No obstante, conviene saber que dicha normativa está presidida por la necesidad de garantizar el
cumplimiento de los principios que rigen la contratación en el sector público, tales como los principios
de no discriminación, igualdad de trato, publicidad, transparencia y seguridad jurídica.

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A este respecto, debe partirse del hecho de que, en el caso de la contratación en el sector público —
tanto en España como en el resto de Estados miembros de la Unión Europea—, hay que tener en cuenta
el contenido de las directivas europeas existentes en la materia.

En España, la norma básica reguladora de la contratación del sector público es, en la actualidad, la Ley
9/2017, de 8 de noviembre, de Contratos del Sector Público, por la que se transponen al ordenamiento
jurídico español las siguientes directivas del Parlamento Europeo y del Consejo: 2014/23/UE y 2014/24/UE,
de 26 de febrero de 2014.

Tal y como se expone en su preámbulo, el carácter novedoso de la Ley 9/2017 respecto de la anterior
regulación (que era la contenida en el Real Decreto Legislativo 3/2011 de 14 de noviembre) se encuadra en
la denominada «Estrategia Europa 2020», dentro de la cual la contratación pública desempeña un papel
clave, ya que se considera uno de los instrumentos esenciales del mercado interior de la Unión Europea
(UE).

La nueva normativa española alumbrada en el 2017 es consecuencia de tres directivas europeas, en


concreto de:

La Directiva 2014/24/UE, sobre contratación pública.

La Directiva 2014/25/UE, relativa a la contratación por entidades que operan en determinados sectores
de actividad.

La Directiva 2014/23/UE, relativa a la adjudicación de contratos de concesión.

No obstante, está previsto que la transposición al ordenamiento jurídico español de la 2ª de las directivas
citadas —de la Directiva 2014/25/UE, de 26 de febrero de 2014— se efectúe mediante otra ley específica,
distinta de la Ley 9/2017; esta segunda nueva ley española habrá de tener en cuenta necesariamente el
contenido de la directiva citada antes en último lugar (la Directiva 2014/23/UE) en lo que afecte a los
sectores del agua, la energía, los transportes y los servicios sociales [1].

[1] Existe, no obstante, una norma que data del año 2007, anterior a las referidas directivas
del 2014.

Se trata concretamente de la Ley 31/2007, de 30 de octubre, sobre procedimientos de


contratación en los sectores del agua, la energía, los transportes y los servicios postales.

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Pese a lo anterior, en diciembre de 2017, tras la publicación de la Ley 9/2017 en el BOE, la Comisión
Europea anunció que había decidido llevar a algunos Estados miembros de la UE, incluida España, ante el
Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) precisamente por no haber notificado la plena
transposición en sus respectivas legislaciones nacionales de las normas de la UE en materia de contratación
pública y concesiones; en el caso concreto de España, la Comisión consideró que a dicha fecha nuestro
país no había comunicado aún la transposición completa de las Directivas 2014/23/UE y 2014/25/UE.

Queda patente, por tanto, la importancia de atender de forma diligente a la obligación de transposición
de tales directivas al ordenamiento jurídico español; ello es así no solo debido a las cuantiosas multas que
los Estados incumplidores han de afrontar en caso de no hacerlo dentro del plazo fijado, sino sobre todo
porque dichas directivas culminan el proceso de revisión y modernización de las normas vigentes hasta la
fecha en el seno de la UE en materia de contratación pública. En ese sentido, los principales vectores de la
referida revisión se pueden clasificar del modo siguiente:

a)

Razones de política económica: promover y facilitar la participación de las pequeñas y medianas


empresas (pymes) en la contratación pública.

b)

Razones de política social: permitir que los poderes públicos empleen la contratación pública en
apoyo de objetivos sociales comunes. A tal fin, la normativa prevé la posibilidad de incluir en los
procesos de contratación pública aspectos valorables de diversa índole, tales como los
medioambientales, sociales o innovadores —estos últimos suelen presentarse bajo la denominación de
compra pública innovadora—, que pueden dar lugar a la exclusión de determinadas ofertas por resultar
anormalmente bajas por no respetar obligaciones de tipo medioambiental, social o laboral.

c)

Razones de índole técnico-jurídica: la nueva normativa pretende aclarar determinadas nociones y


conceptos básicos con una doble finalidad: garantizar la seguridad jurídica e incorporar diversos
aspectos resaltados por la jurisprudencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea relativa a la
contratación pública.

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En cuanto a lo que la norma española aprobada hasta la fecha se refiere, los fines declarados de la Ley
9/2017 son dos:

Promover una mayor transparencia en la contratación pública.

Conseguir una mejor relación calidad-precio.

Pretende, asimismo, poner en pie un sistema legal de contratación pública español dotado de mayor
seguridad jurídica y que permita implementar las políticas tanto europeas como nacionales en materia
social, medioambiental, de innovación y desarrollo, de promoción de las pymes y de defensa de la
competencia, al tiempo que promueve la eficiencia en el gasto público y el respeto a los principios de
igualdad de trato, no discriminación, transparencia, proporcionalidad e integridad en materia de
contratación pública.

La Ley 9/2017 regula multitud de cuestiones, entre las cuales cabe destacar —por su relevancia a efectos
de lo expuesto hasta ahora— los diferentes tipos de contrato aplicables en materia de contratación pública
y sus respectivos regímenes jurídicos, tales como el denominado contrato de concesión.

A este respecto, y como muestra de la importancia del concepto de riesgo del que se ha hablado
anteriormente, es preciso resaltar que la Directiva 2014/23/UE, de 26 de febrero de 2014, establece
como criterio diferenciador del “contrato de concesión de servicios” respecto del “contrato de
servicios” precisamente el consistente en identificar quién asume el denominado riesgo operacional
en la ejecución de contrato, de manera que en el caso de que lo asuma el contratista, el contrato
será de concesión de servicios, pero si quien lo asume es la administración contratante, se trata un
contrato de servicios.

Otro ejemplo de la importancia de las directivas europeas y su influencia en la normativa española de


contratación pública es el recogido en los arts. 201 y 202 de la Ley 9/2017:

Art. 201

El primero de ellos (art. 201) establece la necesidad de garantizar que en la ejecución de los contratos del
sector público los contratistas cumplan las obligaciones aplicables en materia medioambiental, social o
laboral establecidas tanto en el derecho de la Unión Europea como en el derecho nacional, los convenios
colectivos o en las disposiciones de derecho internacional medioambiental, social y laboral que vinculen a
España.

Art. 202

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Gestión de la contratación

El segundo (art. 202) obliga a incluir en los pliegos de condiciones administrativas de los contratos del
sector público al menos una condición especial de ejecución, relativa a cuestiones de carácter social, ético,
medioambiental o de otro orden, tales como, por ejemplo, las siguientes:

Medioambientales

Reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, gestión sostenible del agua, fomento del uso
de energías renovables, reciclado y fabricación ecológica.

Sociales

Medidas relativas a la efectividad del derecho al empleo de personas con discapacidad, al fomento de
la igualdad entre mujeres y hombres en el trabajo y al favorecimiento de la conciliación de la vida familiar
y profesional, a garantizar la seguridad y salud en el trabajo y a combatir el paro, tanto juvenil como de
mujeres o de larga duración.

4.1.3. Caracterización de las cláusulas generales

Aparte del objeto del contrato, las cláusulas incluyen los siguientes elementos: definiciones; abreviaturas;
entrada en vigor o momento de perfeccionamiento del contrato; delimitación contractual; cesión
contractual; condicionales; derecho de acceso del cliente; aceptación de productos no conformes sujetos a
derogaciones y desviaciones; y, finalmente, orden de precedencia.

Las definiciones que se incluyen en los contratos pretenden fijar, de común acuerdo entre las partes
intervinientes en el contrato, aquella terminología que resulte precisa para la adecuada aplicación e
interpretación de su contenido.

Pueden ser de tipo muy variado, haciendo por ejemplo referencia a determinados elementos de índole
técnica o científica cuyo concepto resulte necesario fijar con precisión.

Algo similar ocurre con las abreviaturas.

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Gestión de la contratación

Por “perfeccionamiento del contrato” ha de entenderse el momento a partir del cual sus cláusulas
surten efecto, es decir, el instante a partir del cual el contrato es eficaz, por lo que no es imprescindible
que la fecha de su firma y la de su perfeccionamiento sean coincidentes.

En lo que respecta a la delimitación contractual, su finalidad es establecer, a efectos de su certeza, el


alcance de la documentación que forma parte del contrato, excluyendo por tanto el resto de elementos
que las partes de común acuerdo han decidido no incorporar como parte del mismo (piénsese, por
ejemplo, en las fases previas de presentación de la oferta y negociación del contrato a las cuales nos
hemos referido con anterioridad). No obstante, puede ocurrir que el propio contrato haga referencia, por
expresa remisión a los mismos, a otros documentos que hayan de ser tenidos en cuenta.

En los supuestos de contratación en el sector público, además del contrato propiamente dicho, es
habitual que se especifique que formará parte del propio contenido del contrato el conjunto de
especificaciones, tanto de tipo administrativo como técnicas, que hayan formado parte del
procedimiento de licitación y adjudicación del contrato, generalmente identificables bajo la
denominación de pliegos de prescripciones (técnicas o administrativas), amén de cualesquiera otras
disposiciones que resulten de aplicación al ente contratante, por lo que a efectos prácticos el project
manager ha de ser conocedor, al menos, de la existencia de tales documentos y disposiciones
adicionales al documento contractual propiamente dicho.

La cesión contractual, por su parte, hace referencia a la posibilidad de que se cedan a un tercero los
derechos y obligaciones del contrato; piénsese en supuestos tales como los de sucesión empresarial,
compra-venta de empresas, fusiones y adquisiciones, etc., u otros similares.

También a este respecto ha de tenerse en cuenta que cuando se trate de contratos celebrados con
entidades sujetas a la legislación aplicable en materia de contratación pública vigente en cada momento,
existen una serie de condiciones que restringen la capacidad de cesión de la que disfrutan los
operadores privados, condiciones que derivan de la propia naturaleza de la licitación administrativa.

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Gestión de la contratación

Las cláusulas condicionales pueden ser de varios tipos, citando a Guerra et al. (2007): “las
suspensivas (que subordinan la entrada en vigor del contrato al acaecimiento de un determinado
supuesto) y las resolutivas (que provocan su terminación en el supuesto de que se produzca un evento
concreto)”.

Las cláusulas generales referidas a la aceptación de productos no conformes por parte del cliente
hacen referencia a derogaciones y desviaciones que no suponen incumplimientos contractuales y suelen
vincularse a las cláusulas de tipo penalizatorio o indemnizatorio.

Finalmente, el orden de precedencia establece la jerarquía u orden de prelación en la aplicación del


contenido de los diversos documentos que contiene un contrato.

En el caso de los contratos sometidos a la legislación de contratos del sector público, es habitual que
dicha prevalencia se establezca en los propios pliegos de prescripciones administrativas.

4.2. Especificaciones contractuales

Las especificaciones contractuales son el núcleo de las obligaciones a llevar


a cabo por el contratista e incluyen la descripción de los objetivos técnicos
a alcanzar, los plazos para su ejecución y su correspondiente componente
económico-financiero.

Especificaciones técnicas

Las especificaciones técnicas incluyen los requisitos y especificaciones de los productos o servicios que
forman parte del objeto del contrato, por lo que su exacta y exhaustiva identificación es de radical
importancia para el éxito del proyecto. Puede incluir requisitos relacionados con cuestiones muy variadas,
tanto principales como accesorias al objeto del contrato (caso de los requisitos relacionados con el
entorno).

Guerra et al. (2007, p. 170) los agrupan en varios tipos, destacando la importancia de:

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Los requisitos relacionados con la fiabilidad, la disponibilidad, la mantenibilidad y la seguridad del


sistema (RAMS).

Otros tipos de requisitos serían los reglamentarios (en función de la normativa aplicable en cuestiones
tales como las medioambientales, las de seguridad e higiene, etc.).

Los requisitos de tipo logístico.

Los requisitos de calificación del producto (es decir, los relacionados con su conformidad).

Especificaciones de las entregas

Los plazos de entregas constituyen otro de los elementos esenciales de las especificaciones
técnicas del contrato. Williams (2008) destaca a este respecto la importancia de las fases de
planificación, ejecución y control de un proyecto.

Este autor considera que lo que se ha de planificar son las denominadas entregas parciales y no las
tareas, haciendo hincapié en que la diferencia entre una tarea y una entrega es que la tarea es el trabajo en el
que estamos ocupados y que la entrega es el producto (o productos) final. Por tanto, una adecuada
planificación de entregas parciales necesariamente ha de adecuarse a las especificaciones de entrega (el
programa) que constan en el contrato.

Williams reconoce que en ocasiones puede ser complicado identificar las entregas asociadas a
algunas tareas, por lo que resulta de especial importancia no perder de vista el producto final; sugiere a
este respecto que se descomponga el proyecto en entregas parciales que sean más pequeñas, y
seguidamente habrán de identificarse las denominadas dependencias , es decir, cuáles entregas dependen
de otras (centrándose en las que sean reales, lo cual es más fácil según dicho autor cuando se trata de
proyectos como los relacionados con la construcción) para a continuación estimar el tiempo que durará
un proyecto a través de la asignación de tiempos para cada una de las entregas previamente
identificadas.

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Gestión de la contratación

El resultado de lo anterior será el programa del proyecto, distinto de la planificación del proyecto,
pues esta abarca la totalidad del proyecto: la planificación comprende la identificación de las entregas
parciales e hitos, los objetivos que han de cumplirse en cada una de las estimaciones de los tiempos
anteriormente mencionados, las suposiciones y restricciones (es decir, posibles limitaciones derivadas
del contexto en que ha de desarrollarse el proyecto) y la gestión del riesgo.

Se ha dicho antes que resulta habitual que el project manager tome contacto con el contrato una vez
cerrado este , lo cual significa que es posible que se encuentre con unas especificaciones de entregas
que restrinjan su marco de actuación en relación con la determinación del programa del proyecto, de ahí
que resulte esencial por su parte el conocimiento del contenido del contrato y su familiarización con el
mismo. En este sentido, Guerra et al. (2007, p. 173) enfatizan el hecho de que el programa es el
resultado de un proceso dinámico, lo cual implica que una vez que el proyecto se inicia, surja la
necesidad de realizar estimaciones de fechas de entrega basadas en la experiencia previa, para lo cual
recomiendan, al igual que Williams (2009, p. 89), la utilización de diagramas de Gantt seguida de la
preparación de programaciones más detalladas con un horizonte temporal de corto plazo y revisiones de
programaciones anteriores, en particular si su duración resulta inaceptable para el cliente.

Resulta de utilidad, por tanto, disponer en la medida de lo posible de un programa reflejado en el


contrato que incluya no solo los entregables, sino la identificación de los hitos asociados a la revisión del
proyecto, la identificación de las obligaciones del cliente (o de otros contratistas copartícipes en la
ejecución del proyecto) y la identificación del denominado camino crítico , que Guerra et al. (2007, p 174)
definen como “el camino de mayor duración del proyecto, compuesto por aquellas actividades cuyo
retraso en la ejecución puede dar lugar a un retraso en la fecha de finalización del proyecto, lo cual permite
reaccionar y fijar las correspondientes acciones correctoras”.

Especificaciones financieras

Junto con las especificaciones técnicas y las especificaciones de las entregas, las especificaciones
financieras son el tercer elemento de las denominadas especificaciones contractuales.

Estas son todas aquellas relacionadas con el precio.

Resulta obvio que posibles errores en la estimación de los costes del proyecto tendrán efectos
indeseables en la buena marcha del mismo. Horine (2010, p. 150) propone una serie de principios para
llevar a cabo dicha tarea:

Reconocer que la determinación de un presupuesto es un proceso iterativo, sometido a varios ciclos.

Contemplar en el presupuesto todo el ciclo de vida del proyecto.

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Gestión de la contratación

Identificar no solo los costes sino cuándo habrán de producirse (fases de tiempo).

Exhaustividad (costes laborales, equipamientos, materiales, licencias y permisos, costes operacionales,


de eliminación, otros adicionales, etc.).

Incluir un colchón o reserva de gestión.

Documentar las asunciones presupuestarias al igual que se haría con el resto de asunciones del
proyecto.

Horine (2010, p. 156) identifica asimismo cuáles son los retos más comunes a los que se enfrenta
un project manager para elaborar un presupuesto: una base débil de planificación, la ausencia de algunas
categorías de costes, la falta o estrechez de los márgenes de beneficios en las ofertas presentadas a los
clientes, la predefinición de los presupuestos y la falta de seguimiento de los costes laborales.

Para realizar un adecuado tratamiento de las especificaciones financieras es preciso atender primero al
tipo de contrato en el que se basa el proyecto.

La Guía del PMBOK (6.ª edición)[2], al abordar la gestión de las adquisiciones de proyecto, establece
una taxonomía de contratos que se analiza en la unidad correspondiente a dicha gestión de adquisiciones
(véase parte 1, sección 12.1, de la Guía del PMBOK) no obstante, a efectos didácticos se adelanta aquí
dicha clasificación:
[2] Guía de Fundamentos de la Dirección de Proyectos (Guía del PMBOK®). 6ª ed. Project
Management Institute (PMI®); 2017.

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Gestión de la contratación

Contratos de tipo fijo

El primer tipo (precio fijo) hace referencia a contratos en los que se establece un precio total fijo para
un producto, servicio o resultado definido que se va a suministrar; pueden incluir incentivos financieros
adicionales si se alcanzan o superan determinados objetivos (fechas, etc.) y suponen para el vendedor la
obligación de cumplir dichos contratos, so pena de sufrir la imposición de sanciones y penalizaciones
financieras en el caso de no hacerlo.

Contratos de costos reembolsables.

El segundo tipo (costos reembolsables) hace referencia a contratos cuyos pagos al vendedor incluyen
todos los costos legítimos y reales en que pudiera incurrir este para completar el trabajo, más sus
honorarios o margen de beneficios, pudiendo incluir cláusulas de incentivos financieros para los casos
en que el vendedor supere o cumpla determinados objetivos definidos (costos, cronograma, objetivos
de desempeño técnico).

Tanto los contratos de precio fijo o de costos reembolsables se subdividen, a su vez, en diferentes
tipos.

Contrato por tiempo y materiales (que es un híbrido de los dos anteriores)

Por último, los contratos por tiempo y materiales (también llamados por tiempo y medios), que
combinan características de los dos anteriores, son, según la Guía del PMBOK, contratos que se
utilizan para aumentar el personal del proyecto o incorporar expertos en aquellos casos en que no es
posible establecer con rapidez un enunciado preciso del trabajo.

En un sentido similar, Guerra et al. (2007) identifican un total de siete tipos de contratos en función de
las diferencias de tipo financiero que pueden darse entre los mismos:

Contratos de costo reembolsable.


Contratos de precio fijo.
Contratos de precio objetivo.
Contratos de precio unitario.
Contratos llave en mano.
Empresa internacional conjunta.
Contratos BOOT.

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Gestión de la contratación

Los contratos de precio objetivo incluyen la fijación de un costo máximo que no cabe sobrepasar y
un costo objetivo, calculándose el costo máximo sobre este, debiendo ser soportado por el contratista
el exceso sobre el mismo y, si es inferior al coste objetivo, cabe pactar fórmulas de reparto entre ambos.

El contrato de precio unitario, por su parte, se vincula a un determinado consumo o volumen,


estimándose este pero abonándose solo el trabajo efectivamente realizado.

El contrato llave en mano implica la entrega de una unidad empresarial plenamente activa al cliente,
con mayor garantía para este.

La denominada empresa internacional conjunta o joint venture parte de la asociación entre dos o más
entidades que comparten riesgos y beneficios.

Finalmente, los contratos BOOT son aquellos en los que un promotor privado financia, pilota y opera
un proyecto durante un tiempo, transfiriéndolo posteriormente y percibiendo un precio en virtud del
número de usuarios (habitual en proyectos tales como autopistas con peajes en la sombra, instalaciones
sanitarias de asistencia especializada, etc.).

En función, pues, del tipo de contrato, se establecerán especificaciones económico-financieras de uno u


otro tipo, pudiendo incluir incluso obligaciones de tipo crediticio entre las partes, desde las más sencillas a
las más sofisticadas, amén de las relativas al lugar, modo y momento de pago, así como al empleo de
diversos instrumentos financieros, que pueden ser de diverso tipo e incluir incluso pagos por otros
conceptos muy diversos (royalties, licencias, patentes, etc.).

Los seguros (tales como los de responsabilidad civil, los de caución, etc.), garantías y cláusulas
penalizatorias por retrasos, ejecución defectuosas, etc., así como cláusulas relativas a la revisión de precios
(por variaciones sobrevenidas en costes de materias primas, servicios financieros u otras de análogas
características) de indudable componente financiero, formarán parte asimismo de este tipo de
estipulaciones económico-financieras.

4.3. Cláusulas de tipo legal

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Gestión de la contratación

Si bien el conjunto de estipulaciones de un contrato y el contrato mismo son un documento de


naturaleza jurídica, pues como ya se ha explicado al inicio en realidad el contrato no es un solo un mero
documento, sino un negocio jurídico celebrado entre las partes que por lo general se pacta por escrito,
es posible identificar en los contratos asociados a la gestión de proyectos un conjunto de cláusulas de
tipo legal distintas de las especificaciones técnicas, de entrega y económico-financieras, que hacen
referencia a cuestiones de tipo concomitante pero no por ello menos esenciales.

Hay, por tanto, cláusulas que establecen cuál es la legislación aplicable, a qué jurisdicción habrán de
someterse las disputas que pudieran surgir como consecuencia de la celebración del contrato, la
prestación de las debidas garantías, la responsabilidad de las partes, las penalizaciones aplicables, el
cumplimiento de requisitos relativos a reglamentaciones de diverso tipo (caso, por ejemplo, de los
contratos relativos a la seguridad de la información) o la terminación del propio contrato (condiciones
resolutorias, por ejemplo).

Si bien no es el objeto analizarlas todas en profundidad, pues ello excedería el objetivo de la presente
unidad, si es conveniente glosar de modo somero el contenido de las que son más habituales.

Comenzando por las cláusulas de responsabilidad, baste decir que su finalidad es determinar cuáles
son los preceptos legales que resultan de aplicación al contrato, lo cual implica a su vez la existencia de
cláusulas de responsabilidad de lo más variopinto, siendo lo esencial que tanto el cliente como el
contratista sean conocedores y asuman las responsabilidades que para cada uno de ellos se derivan de
la celebración del contrato.

Existe otro tipo de cláusulas, generalmente denominadas cláusulas penalizatorias, cuya finalidad es
resarcir o compensar a la parte perjudicada como consecuencia de un determinado incumplimiento
contractual.

La cláusula penal podría definirse como aquella en cuya virtud una de las partes del contrato, para
asegurar el cumplimiento de una obligación, se sujeta a una pena que consiste en dar o hacer algo en
caso de no ejecutar o retardar la obligación principal. No obstante, conviene distinguir entre cláusulas de
liquidación de daños, que compensan un incumplimiento en proporción al daño causado, y
penalizaciones o sanciones, que no tienen por qué estar proporcionadas al daño sino a la propia
naturaleza del hecho, cuya ocurrencia provoca su aplicación y siendo su finalidad más bien preventiva
para evitar reiterados incumplimientos que a su vez supongan la producción efectiva de un daño mayor a
una de las partes.

También es preciso hacer mención de aquellas cláusulas en cuya virtud se puede instar la resolución
del contrato (cláusulas resolutorias del contrato), dándose el caso de que la posible concurrencia de
causas de penalización esté prevista, a su vez, como causa de rescisión unilateral del contrato, por lo
general indemnizada. Obviamente, ello dependerá de la magnitud del incumplimiento, sus causas (cabe
excluir la fuerza mayor o caso fortuito…), etc.

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Gestión de la contratación

Finalmente, otras cláusulas de tipo legal habituales en muchos contratos hacen referencia a
compromisos de confidencialidad, incluso con posterioridad a la finalización del proyecto, atribución de
derechos de propiedad intelectual, marcas y patentes, etc., resultando lo más habitual que las cláusulas
finales hagan referencia al sometimiento a una determinada jurisdicción en caso de litigios o al
sometimiento de estos a determinados procedimientos de mediación y arbitraje, de más reciente
implantación en países como España pero que gozan de gran raigambre y desarrollo en otros países.

Este tipo de técnicas de resolución de disputas se conoce por sus siglas en inglés (ADR), que
responden a la expresión Alternative Dispute Resolution, y surge en Estados Unidos a finales de la
década de los años sesenta. La ADR se caracteriza por incluir un conjunto de mecanismos de
resolución de disputas que discurren al margen de los tribunales, cuyo punto de partida doctrinal suele
atribuirse a Deutsch (1973) y su obra “The Resolution of Conflict”.

En España, su recepción en el ámbito de los asuntos civiles y mercantiles es muy reciente en términos
históricos, habiendo tenido lugar como consecuencia de la transposición a nuestro ordenamiento
jurídico de la Directiva 2008/52/CEE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 21 de mayo de 2008, en
cuya virtud se ha aprobado en España la Ley 5/2012, de 6 de julio, que regula la mediación en asuntos
civiles y mercantiles.

Esta ley, a su vez, ha sido objeto de desarrollo reglamentario a través del Real Decreto 980/2013, de
13 de diciembre, y ha sufrido asimismo modificaciones posteriores, caso de la operada por la Ley
7/2017, de 2 de noviembre, precisamente como consecuencia de la transposición al ordenamiento
jurídico español de otra directiva europea (en este caso, la Directiva 2013/11/UE del Parlamento
Europeo y del Consejo, de 21 de mayo de 2013, relativa a la resolución alternativa de litigios en materia
de consumo).

V. RESUMEN

El contrato, como manifestación de la voluntad de cooperación entre quienes lo celebran con la


finalidad de establecer entre sí una serie de obligaciones, es un elemento esencial para el project
manager por cuanto determina el objeto principal del proyecto, aquel cuya obtención garantizará el
éxito del mismo y, por ende, la satisfacción de la necesidad del cliente.

No solo su plasmación documental sino sus antecedentes, incluyendo la fase precontractual y de


negociación (en la que es recomendable que el project manager participe junto con el responsable del
contrato), han de ser conocidos y asimilados por el project manager, que habrá de contar con lo pactado
en el mismo para una adecuada planificación, ejecución y control de todos los aspectos del proyecto.

La indudable proyección de los aspectos jurídicos del contrato en la marcha del proyecto, desde su
inicio hasta su terminación e incluso más allá, obligan a que el project manager, que no tiene por qué ser un
experto jurista, esté familiarizado al menos con su estructura y contenido más habituales, los diversos tipos
de contratos y la variada tipología de sus cláusulas.

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Gestión de la contratación

Asimismo, dado el impacto económico de la contratación realizada por entidades pertenecientes al


sector público, es recomendable disponer de algunas nociones básicas al respecto, particularmente de la
relevancia de la producción normativa en dicha materia procedente de la Unión Europea y su posterior
recepción en las legislaciones nacionales de sus Estados miembros.

Finalmente, es preciso saber que existen medios para la resolución de posibles conflictos surgidos
durante la realización del contrato que no pasan necesariamente por los tribunales, y de cuya existencia se
pueden beneficiar todas las partes involucradas en términos de tiempo y coste.

VI. LECTURAS RECOMENDADAS

LECTURA 1 – LA IDENTIFICACIÓN DEL CONTENIDO DEL


PLIEGO DE PRESCRIPCIONES TÉCNICAS
La identificación del objeto del contrato es uno de los elementos clave, si no el más importante, de la
gestión de la contratación en el marco de la gestión integral de proyecto, no solo por su indudable
trascendencia a efectos legales, sino también por lo que significa respecto de la satisfacción de las
necesidades del cliente, máxime si se trata de una entidad perteneciente al sector público, en cuyo caso las
obligaciones de tipo normativo quedan sometidas a un régimen jurídico específico.

Una de las mayores dificultades para conseguirlo estriba, en ocasiones, en la necesidad de deslindar
convenientemente lo que afecta al mero cumplimiento de los requisitos de tipo administrativo, que habrán
de aparecer identificados en los denominados pliegos de cláusulas o prescripciones administrativas
(particulares del contrato en cuestión), de los condicionantes de tipo técnico, generalmente incorporados
en los denominados pliegos de prescripciones técnicas.

A ello se dedica el artículo cuya lectura se propone a continuación.

Magdalena Monreal Sainz. “La identificación del contenido del pliego de prescripciones
técnicas”. Observatorio Contratación Pública; 30 de julio de 2012.

http://www.obcp.es/index.php/mod.opiniones/mem.detalle/id.65/relcategoria.203/relmenu.3/chk.
685113fef29ee98d011383705e75724c

Lectura imprescindible para responder correctamente la evaluación del módulo.

LECTURA 2 – DEL AVE A LA MECA


El AVE a La Meca, puesto en servicio por un consorcio de empresas españolas, ha iniciado su
andadura en octubre de 2018; no obstante, su pleno rendimiento no se alcanzará previsiblemente hasta
septiembre de 2019.

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Gestión de la contratación

En cualquier caso, antes de su inauguración, el proyecto sufrió un sinfín de situaciones complejas que
estuvieron a punto de hacerlo fracasar en más de una ocasión, y que requirieron un notable esfuerzo por
parte de todas las personas y organizaciones involucradas en su ejecución para evitarlo.

Así, por ejemplo, en julio de 2015, el tren Talgo que debía de cubrir el servicio de la línea de alta
velocidad entre Medina y La Meca (Arabia Saudí) comenzó a circular en pruebas, pocas semanas después
de que el máximo responsable del operador encargado del proyecto (Saudi Railways Organization, SRO),
remitiese una carta en la que amenazaba al grupo de empresas adjudicatario con rescindir el contrato si no
aceleraban los trabajos.

Afortunadamente, la situación generada en aquel entonces pudo ser finalmente resuelta atendiendo no
solo al clausulado del contrato firmado entre las autoridades, empresas y el consorcio de contratistas, sino
también a otros factores ambientales que rodeaban al proyecto en su conjunto y demostraron, en esta
ocasión, ser críticos para que saliera adelante.

La lectura propuesta da algunas pistas al respecto y permite ubicar en su contexto la gestión de los
contratos en este tipo de proyectos.

José Antonio Bravo. “El AVE a La Meca, de sueño faraónico a pesadilla de resolución
compleja”. ABC.es; 1 de marzo de 2015.

http://www.abc.es/economia/20150301/rc-meca-sueno-faraonico-pesadilla-201503010731.html

Lectura imprescindible para responder correctamente la evaluación del módulo.

LECTURA 3 – INCOTERMS
Las reglas Incoterms definen las responsabilidades de las empresas compradoras y vendedoras en la
entrega de mercancías al amparo de los contratos de compraventa.

Se incorporan con regularidad a las operaciones de compraventa en todo el mundo y forman parte
habitual de los contratos y el comercio a escala mundial.

Como parte de los entregables de un proyecto, puede darse el caso de que haya necesidad de
transportar mercancías a escala internacional, para lo cual es preciso familiarizarse con esta terminología,
cuya finalidad es reforzar la seguridad jurídica de los operadores económicos y reducir el riesgo de malos
entendidos entre las partes, lo cual se logra mediante la adición de este tipo de términos estándares a los
contratos.

El documento adjunto incluye una serie de reglas de oro a tener en cuenta a este respecto.

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Incoterms 2018. Madrid: Afi; 2018.

https://azure.afi.es/ContentWeb/EmpresasUnicaja/incoterms/contenido_sidN_1052425_sid2N_1
052384_cidlL_1264369_ctylL_139_scidN_1264369_utN_3.aspx

Lectura imprescindible para responder correctamente la evaluación del módulo.

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Gestión de la contratación

Ejercicios

Caso práctico

Reglamento de contratación de la Autoridad del Canal de


Panamá

25

Página web del Canal de Panamá. Compendio del Reglamento de Contrataciones de la Autorid
ad del Canal de Panamá. 1999.

Es sabido que en las obras de ampliación del Canal de Panamá han surgido conflictos entre las partes
interesadas. La Autoridad del Canal de Panamá (ACP), organización compradora, y el Grupo Unidos por
el Canal (GUPC), consorcio encargado de la realización del proyecto liderado por la empresa española
Sacyr, en el cual se integran también empresas de otros países como Italia, Bélgica y Panamá, llegaron a
anunciar por separado que habían solicitado arbitraje internacional para resolver sus diferencias. Los
contratiempos del proyecto han sido numerosos, incluyendo huelgas, falta de liquidez, etc., que
desembocaron en retrasos de gran magnitud. La ACP aducía que las reclamaciones por sobrecostos de
GUPC, cuyo importe rondaba los 2.300 millones de dólares. El consorcio, al parecer, defendía su postura
basándose en que se trataba de importes no reconocidos por la Junta de Resolución de Conflictos
concernientes a la configuración de los terrenos de la obra y los retrasos de la organización compradora en
la aprobación de la mezcla de hormigón que se utiliza en la obra, entre otros. A resultas de lo anterior, el
denominado DAB (Dispute Adjudication Board), un organismo técnico independiente establecido dentro
del marco del contrato entre las partes, llegó a fallar a favor de GUPC y le reconoció el pago de 234
millones de dólares y una extensión del contrato de seis meses. Como puede verse a través de este
ejemplo, las cláusulas contractuales relativas a reclamaciones y resolución de disputas son de indudable
trascendencia práctica para la buena marcha de los proyectos. Se incluye a continuación un extracto de la
reglamentación general de la propia ACP a este respecto con la finalidad de ofrecer una muestra acerca del
modo en que se suelen abordar este tipo de cuestiones.

Actividad multimedia: Comprueba tus conocimientos


seleccionando la respuesta correcta.

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Gestión de la contratación

Recursos

Enlaces de Interés
http://micanaldepanama.com/wp-content/uploads/2012/01/contrataciones-compendio-11032013.p
df: Página web del Canal de Panamá. Compendio del Reglamento de Contrataciones de la
Autoridad del Canal de Panamá. 1999.

Bibliografía
BOE (2011), Real Decreto Legislativo 3/2011, de 14 de noviembre, por el que se aprueba
el texto refundido de la Ley de Contratos del Sector Público, actualizado a 29 de
diciembre de 2017—disposición derogada—. Disponible en:
http://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A: BOE (2011)
BOE (2012), Ley 5/2012 de mediación en asuntos civiles y mercantiles, de 6 de julio.
Disponible en: http://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=BOE-A-2012-9112 : BOE (2012)
BOE (2013), Real Decreto 980/2013, de 13 de diciembre, por el que se desarrollan
determinados aspectos de la Ley 5/2012, de 6 de julio, de mediación en asuntos civiles y
mercantiles. : BOE (2013)
BOE (2017), Ley 9/2017, de 8 de noviembre, de Contratos del Sector Público, por la que
se transponen al ordenamiento jurídico español las Directivas del Parlamento Europeo y
del Consejo 2014/23/UE y 2014/24/UE, de 26 de febrero de 2014. : BOE (2017)
Cuestión de nulidad en la ley de contratos del sector público.: Liñeira J. Revista de la
Asesoría Jurídica de la Xunta de Galicia. 2011
Derecho contractual europeo. Problemática.: Bosch E, director. Barcelona. Bosch
Dirección integrada de proyecto en el ámbito de la construcción: nociones jurídicas
básicas.: Rayón MC. Anuario Jurídico y Económico Escurialense. 2008
Gestión integral de proyectos.: Guerra L, Coronel A, Martínez de Irujo L, Llorente
S.Madrid. Confemetal
Introducción a la gestión de proyectos.: Williams M. Madrid. Anaya
La responsabilidad civil del profesional liberal.: Yzquierdo M. Madrid. Reus
Las obligaciones de medios y de resultados en el DCFR.: Crespo MC. Barcelona. Indret,
Revista para el análisis del derecho
Lealtad en el periodo precontractual (La conducta de las partes en las negociaciones
preliminares, según proyectos de Derecho contractual europeo y conforme a otros
trabajos prelegislativos).: De Ángel R. Ministerio de Justicia, Boletín Oficial del Estado.
Anuario de Derecho Civil. 2010
Manual imprescindible de gestión de proyectos.: Horine GM. Edición revisada y
actualizada. Anaya
Nuevas perspectivas del derecho contractual.: Bosch E, director. Barcelona. Bosch

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Gestión de la contratación

Project Management Institute. Guía de Fundamentos de la Dirección de Proyectos (Guía


del PMBOK®). : Project Management Institute (PMI®); 2017.6ª ed.
Quality in the new age and the body of knowlwdge for quality engineers.: Elshennawy
AK.Total Quality Management. 2004
The Paper Chase.: Osborne JJ.Peninsula Road Press

Glosario.

Consentimiento: Es uno de los elementos del contrato, junto con el objeto y la causa;
consiste en el asentimiento de las partes del contrato en cuya virtud ambas manifiestan
recíprocamente su adhesión a las propuestas respectivas, y quedan de esa forma
vinculadas entre sí.

Contrato: En sentido amplio, es el resultado de la voluntad inicial de cooperación,


motivado por la intención de llevar a cabo un intercambio; desde la perspectiva de la
gestión de proyectos, es un documento primario del proyecto de doble naturaleza, pues
no solo es un documento técnico sino también un documento comercial.

Directiva europea: Acto legislativo dictado por las instituciones europeas que impone a
los Estados miembros la obligación de alcanzar un determinado objetivo; deben ser
dichos Estados los que lleven a cabo el desarrollo legislativo que corresponda en cada
caso para alcanzar el objetivo.

Objeto del contrato: La creación, modificación, regulación o extinción de obligaciones


recíprocas entre las partes, tanto de dar, como de hacer o no hacer.

Obligaciones de medios: Una de las partes del contrato se compromete a actuar de


forma diligente para tratar de alcanzar el objetivo fijado de común acuerdo con la otra
parte, pero sin asegurar su efectiva obtención.

Obligaciones de resultados: Una de las partes del contrato se compromete con la otra
al cumplimiento de un determinado objetivo y a asegurar su logro.

Perfeccionamiento del contrato: Momento a partir del cual sus cláusulas surten efecto,
es decir, el instante en el que el contrato es eficaz, por lo que no es imprescindible que la
fecha de su firma y la de su perfeccionamiento sean coincidentes.

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