TEORIA DE LAS NORMAS Gonzalo Fernández
TEORIA DE LAS NORMAS Gonzalo Fernández
TEORIA DE LAS NORMAS Gonzalo Fernández
EN EL DERECHO PENAL
GONZALO D. FERNANDEZ
Catedrático de Derecho Penal
Facultad de Derecho – UDELAR
SUMARIO
2
1.La norma y la teoría del delito ...................................... p.
a) Consideraciones previas ............................................. .p.
b) El valorativismo ........................................................ .p.
c) El imperativismo ....................................................... .p.
d) El objetivo instrumental del debate ............................... p.
2.La teoría monista de los imperativos ........................... .. p.
a) Generalidades............................................................. p.
b) La posición de BINDING .............................................. p.
c)La posición de MERKEL ................................................. p.
d)La posición de MAYER .................................................. p.
e) La orientación dogmática mas ortodoxa.......................... p.
f) Las consecuencias dogmáticas ...................................... p.
g) Las críticas principales al imperativismo ........................ p.
3.La teoría valorativa monista ......................................... p.
a) Planteo general.......................................................... p.
b) La teoría de LISZT...................................................... p.
c) La teoría de BELING ................................................... p.
d) La posición de BAUMANN ............................................ p.
e) La posición de BOCKELMANN ...................................... .p.
f) Las consecuencias dogmáticas de la teoría valorativa pura..p.
g) Las críticas principales al valorativismo ...........................p.
4. La teoría dualista o de la doble función ...........................p
a) El planteo inicial de MEZGER..........................................p.
b)La posición normativista de GOLDSCHMIDT...................... p.
c)La generalización de la tesitura dualista .......................... p.
CAPITULO VII: LA TEORIA DE LAS NORMAS BAJO EL
FINALISMO
A) PLANTEO...................................................................... p.
B)EL ONTOLOGISMO FINALISTA.............................................. p.
1.Los aportes iniciales de WELZEL ........................................... p.
2. La teoría de la acción final .................................................. p.
3.Las estructuras lógico-objetivas ........................................... p.
4.La teoría de la norma: el desvalor del acto ............................ p.
5. La contribución de ARMIN KAUFMANN .................................. p.
a. El punto de partida ............................................................ p.
b. Juicio de valor y norma ...................................................... p.
c. Sobre la demostración de la existencia de la norma ............... p.
d. La norma y el imperativo .................................................... p.
e. Reprochabilidad y pena ...................................................... p.
f. Las conclusiones ................................................................ p.
6.- Otros planteos en el seno del finalismo ............................... p.
CAPITULO VIII: LA TEORIA DE LAS NORMAS EN EL
FUNCIONALISMO PENAL
3
A.Planteo general ................................................................. p.
B. La tesis de ROXIN ............................................................. p.
C.La posición de HASSEMER ................................................... p.
D. El funcionalismo sistémico de JAKOBS....................................p.
1. Planteo: hacia un nuevo sistema ......................................... p.
2. Norma y expectativa ......................................................... p.
3. Pena, injusto y culpabilidad ............................................... p.
CAPITULO IX: CONCLUSIONES
A)NORMA Y SENTIDO............................................................ p.
1. Norma penal y ley positiva.................................................. p.
2.Norma penal: conducta y lenguaje ....................................... p.
3. El juicio de valor y la función motivadora de la norma ........... p.
B) RECAPITULACIÓN............................................................. p.
C)PARA UNA TEORÍA COMUNICATIVA DE LA NORMA PENAL ....... p.
1. El aspecto sistémico .......................................................... p.
2.La teoría comunicativa del derecho ...................................... p.
3.La concepción de HABERMAS .............................................. p.
4. La teoría comunicativa en el Derecho Penal ......................... p.
a)La tesis de CALLIES ........................................................... p.
b)La recepción de la doctrina española .................................... p.
c) La tesis de KAUFMANN ...................................................... p.
d) Consideraciones finales ..................................................... p.
Referencias bibliográficas ...................................................... p.
4
Aclaración previa
El origen inicial de este trabajo está en las clases que dictara en el
Curso de Postgrado en Derecho Penal, de la Facultad de Derecho de la
Universidad Nacional de Tucumán (UNT), República Argentina, durante el
mes de abril de 2010.
El tema de la teoría de las normas –obviamente, uno de los capítulos
principales de la Teoría General del Derecho-, resulta particularmente
complejo, también desde el enfoque estrictamente penal, a causa de su
elevada abstracción dogmática, así como por la acusada dispersión
bibliográfica existente.
Por tanto, culminado el módulo respectivo, los cursantes reclamaban
–con toda razón- un material compendiado, donde quedara recogida la
parte medular de la exposición vertida en el aula, a efectos de servirles
como elemento de lectura posterior.
Me comprometí entonces a proporcionar una versión escrita de las
clases impartidas, para “consumo interno”. Y comencé a redactar el texto
solicitado, a partir del cúmulo de notas manuscritas, profusas y algo
desordenadas, que había empleado al formular la exposición oral. Con
todo, no parecía una tarea prolongada ni de demasiada exigencia. Al fin y
al cabo, se trataba tan sólo de armar una suerte de “Guía de clase”
destinada a tener una circulación restringida, únicamente entre los
alumnos del Postgrado.
Pero la vida tiene vueltas de tuerca inesperadas. Apenas puse manos
a la obra, fortuitamente, la Fundación de Cultura Universitaria me solicitó
publicar bajo su sello editorial algún trabajo científico. Respondí que
andaba atareado en ese momento con la teoría de las normas, un tema de
muy escaso interés para la praxis forense –ergo, con un círculo de lectores
potencial muy reducido-, pero la Fundación igual resolvió editar la obra.
En consecuencia, ya no se trataba de un material de mera circulación
interna, para la querida Facultad de Derecho de San Miguel de Tucumán.
Ahora, de pronto, el desafío era convertir aquél texto en un libro.
Por ende, tuve que redoblar la tarea, buscando una mejor
compaginación, observando las elementales reglas de estilo y,
especialmente, formulando las correspondientes citas bibliográficas en
beneficio de una mayor información para el lector, tal cual corresponde a
toda publicación académica, por más precaria que ella sea. Con esa
finalidad informativa y de divulgación he empleado, al máximo posible, la
bibliografía existente en versión castellana, aún cuando ella no desplaza
–por desgracia- la literatura extranjera que es indispensable mencionar. El
ejemplo paradigmático lo proporciona la gigantesca obra de BINDING –un
5
clásico en materia de teoría de las normas-, que permanece sin ser
traducida al español y, a pesar de ello, en modo alguno puede soslayársela.
Al margen de ello, sé que el libro trasunta una abierta inclinación por
la dogmática alemana, que ni oculto ni puedo evitar. En ese mundo cultural
y jurídico tuvo lugar buena parte de mi formación, por manera que ahora
deviene imposible y es tarde para encarar un súbito (e infundado)
desarraigo.
Las líneas que siguen, por consiguiente, abordan una cuestión
abstracta, de la más pura raigambre dogmática. Es un tema de alto nivel
teórico, de aquellos que siempre cautivan mi interés científico.
Asimismo, puede ser útil en nuestro medio, donde lisa y llanamente
no se hace dogmática penal o, lo que es peor aún, se intenta un vulgar
remedo de ésta, encarando tópicos tan transitados –por no decir
“trillados”- como, por ejemplo, el momento consumativo del delito de hurto
o la admisibilidad de la excarcelación provisional. Son trabajos de directo
interés práctico, claro está. Pero, a fuer de sinceros, convengamos que
sobre temas de esa índole, francamente y pese a su indiscutida
trascendencia práctica, ya no queda más nada por agregar.
En suma: el objetivo de esta breve monografía apunta, por ende, a
dejar someramente expuesta la problemática de la norma penal, de un
modo escueto y sencillo –aún cuando el tema dista de ser fácil-, dirigido a
facilitar su mejor comprensión.
Cabe agregar que ésta me parece una tarea imprescindible, pues
estoy convencido de que, si el alumno no logra entender cabalmente la
teoría de las normas, es difícil que pueda captar luego el sistema de la
teoría del delito, así como los diversos matices y variantes de la teoría de la
pena, pues todo ello se construye apoyándose en un determinado concepto
de la norma penal, adoptado como punto de partida. En menos palabras:
para practicar el derecho penal, es menester dominar el sistema del ilícito.
Ése fue el propósito, por consiguiente. Y, como siempre, ahora la
última palabra la tiene el lector.
A uno sólo le queda la esperanza de que el esfuerzo realizado pueda
servir para el desarrollo de la dogmática jurídico-penal en nuestro país. Es
ése el objetivo secreto: la posibilidad de que este nuevo texto –como otros
anteriores- logre, al fin, encender la chispa para un proyecto académico de
largo aliento.
Se tra
6
ta de una esperanza cada vez más desvaída; lo confieso. Una expectativa
frágil y escéptica que se diluye con el correr del tiempo. Porque, en efecto,
como lo apunta el entrañable ERNESTO GARZÓN VALDÉS, una vez
culminada la tarea la verdad es que sólo nos queda el “velo de la ilusión”.
Sí, éso. El velo de la ilusión. Apenas nada más.
Gonzalo D. Fernández
Catedrático de Derecho Penal
Facultad de Derecho –UDELAR
7
CAPITULO I: LA NORMA JURÍDICO PENAL
A) INTRODUCCIÓN
8
reiterado el mismo autor que “las normas son el objeto de protección de
las normas penales”.7 Queda así fundamentada, por ende, la centralidad de
la teoría de las normas para el derecho penal.
La doctrina española y la italiana consideran que, en punto a su
ubicación sistemática, el problema de la norma penal pertenece al capítulo
del concepto formal del derecho penal y debe estudiarse –en tal virtud- a
propósito de la consideración del derecho penal objetivo, en cuyo lugar o
momento la abordan la mayoría de los tratadistas.8 Algo similar acontece
con la doctrina penal latinoamericana.9
En cambio, buena parte de la doctrina alemana incluye todavía la
cuestión concerniente a la norma penal en otra ubicación sistemática;
precisamente, en el área donde la teoría de las normas tuvo su origen
primitivo y donde desplegó su mayor incidencia: tan luego, en el ámbito de
la antijuridicidad penal.10
Ahora bien, fuera del lugar de localización o emplazamiento
sistemático y al margen del abordaje que se haga de la norma dentro de la
teoría del derecho penal, sí está claro –y unánimemente aceptado- que el
derecho penal cumple sus fines a través de normas o, si así se prefiere
plantearlo, a través de reglas jurídicas englobadas o implicadas bajo la ley
positiva. Pues, en materia de fuentes, sólo la ley es garantía del principio
de legalidad (“nullum crimen, nulla poena, sine previa legge poenale,
stricta et scripta”).11
Cualquiera sea la finalidad que se le asigne al derecho penal –desde
la protección de bienes jurídicos hasta la protección de la vigencia de la
norma, como ahora lo sugieren los autores funcionalistas12-, y, asimismo,
cualquiera sea la función que se le adscriba a la pena (retribución,
prevención general disuasoria, prevención general positiva o de
integración), deviene irrebatible que ello se vehiculiza e instrumenta a
7
BACIGALUPO, Derecho Penal, p. 45.
8
Así MUÑOZ CONDE-GARCÍA ARÁN, Derecho Penal, ps.34-45; GARCIA-PABLOS, Derecho Penal, ps. 163
y ss.; LUZÓN PEÑA, Curso, vol. I, ps. 49-50; COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN, Derecho Penal, p. 35; MIR
PUIG, Derecho Penal, ps. 25 y ss. MARINI, Lineamenti, p. 33; NUVOLONE, Il sistema, p. 22; RAMACCI,
Corso, ps. 5-9; PAGLIARO, Principi, ps. 3-4; CANESTRARI-CORNACCHIA-DE SIMONE, Manuale, p. 38;
BARTONE, Diritto penale italiano, p. 3.
9
A vía de ejemplo, SOLER, Derecho Penal Argentino, tomo I, p. 110; BUSTOS RAMIREZ, Manual, ps. 48 y ss.;
VELASQUEZ VELASQUEZ, Derecho Penal, ps. 77 y ss.; REYES ECHANDIA, Derecho Penal, ps. 43 y ss.
10
En tal sentido, MEZGER, Tratado, tomo I, ps. 339 y ss.; WELZEL, Derecho penal alemán, p. 74;
JESCHECK-WEIGEND, Tratado, p. 252; ROXIN, Derecho Penal, tomo I, ps. 321-322; WESSELS-BEULKE,
Strafrecht, ps. 64-65. En la consideración tradicional, en cambio, situando al tratamiento de la cuestión dentro de
la teoría de las fuentes, FREUND, Strafrecht, ps. 5-6.
11
Sobre el principio de legalidad, la bibliografía es inabarcable. A nivel monográfico, ver por ejemplo MADRID
CONESA, La legalidad del delito, ps. 38 y ss.; RUIZ ROBLEDO, El derecho fundamental a la legalidad punitiva,
ps. 111 y ss.; DE VICENTE MARTÍNEZ, El principio de legalidad penal, ps. 36 y ss.
12
JAKOBS, ¿Qué protege el derecho penal...?, p. 55.
9
través de las normas; de donde, por lo tanto, la teoría de las normas oficia
como punto de partida.
En consecuencia, la primer tarea del jurista penal es la de
aprehender un concepto general de la norma jurídico-penal y, sobre todo
–corresponde anticiparlo-, optar por configurarla como norma de
valoración, como norma de determinación, o como ambas cosas a la vez.
Porque, en rigor de verdad, de la postura que se adopte acerca de la
naturaleza de las normas (v.gr.: imperativismo vs. valorativismo), saldrá el
punto de partida para la construcción del sistema del delito.
10
B) PARA UNA TEORÍA DE LA NORMA
13
LUZÓN PEÑA, Curso, vol. I, p. 49.
14
GALLEGO, Norma, normativismo y derecho, p. 16.
15
ROBLES MORCHÓN, Teoría del Derecho, p. 42.
16
FERRARI, Acción jurídica y sistema normativo, p. 169.
17
CAPELLA, Elementos de análisis jurídico, ps. 120-121; ATIENZA, El sentido del derecho, p. 72; BOBBIO,
Teoría general del derecho, ps. 102-103.
18
HERNÁNDEZ MARÍN, Introducción a la teoría de la norma jurídica, p. 66.
19
PRIETO SANCHÍS, Apuntes de teoría del derecho, p. 54.
20
LARENZ, Metodología, p. 242.
21
ENGISCH, La idea de concreción en el derecho, p. 172.
22
Vid. por todos, HERNANDEZ MARÍN, Introducción cit., ps. 221 y ss.
11
contiene una expectativa de acción, para expresarlo en los términos del
funcionalismo sistémico.23
Vale decir, la norma –y sobre todo la norma penal-, aspira a regular a
través de mandatos, prohibiciones y permisos, la acción o la conducta del
sujeto en su desempeño en el ámbito social, el cual procura gobernar o
disciplinar mediante criterios generales pre-establecidos.
En el fondo, por tanto, la norma jurídica es una norma de conducta24,
una norma agendi, que procura regular el comportamiento social del
sujeto, pues –como bien lo puntualiza LUMIA- la relación entre individuo y
sociedad contiene una tensión implícita, que se presenta bajo el signo de la
contradicción y de la equivalencia.25
De suyo, esa pretensión o aspiración regulativa que posee el derecho
y la norma jurídica respecto de la conducta de los individuos, presupone la
motivabilidad de éstos últimos; esto es, como lo formula el lenguaje
penal tradicional, su capacidad de motivarse conforme a la norma.26
Pero la noción no quedaría completa si no se destaca –muy
especialmente en el caso de la norma penal- su carácter prescriptivo,
poniendo de relieve que ésta se halla dirigida a influír en el
comportamiento de otros, para regularlo o modificarlo.27 Como suele
afirmárselo en dogmática penal, la norma trata de motivar al destinatario y
decidirlo a la realización de una acción conforme a derecho.28
Dicho de otro modo: la norma posee una función directiva, una
función de regulación u orientación social, tratando de dirigir la conducta
de los individuos, sus actitudes y expectativas, evitando así los conflictos.29
En efecto, por oposición a las normas descriptivas –enunciados
respecto de los cuales puede verificarse si son verdaderos o falsos30-, las
normas prescriptivas en cambio (que se justiprecian no en términos de
verdad, sino de validez y eficacia), prescriben lo que debe ser, han sido
dictadas por alguna autoridad normativa y, a su vez, se dirigen a
agentes o grupos de personas llamados los sujetos normativos.
Entonces, como lo señala von WRIGHT, el modelo básico de una
norma prescriptiva “es el de un amo que impone deberes y otorga
23
JAKOBS, Derecho Penal, p. 11.
24
BOBBIO, Teoría General del Derecho, p. 15.
25
LUMIA, Principios de teoría e ideología del derecho, p. 11.
26
MUÑOZ CONDE, Derecho penal y control social, ps. 31 y ss.; MUÑOZ CONDE, Introducción, ps. 93 y ss.
27
LUMIA, Principios, p. 29; CAPELLA, Elementos, ps. 62-63; LARENZ, Metodología, p. 242.
28
LUZON PEÑA, Curso, vol. I, p. 64; BARTONE, Diritto Penale, p. 4; RAMACCI, Corso, ps. 11-12.
29
ARNAUD-FARIÑAS DULCE, Sistemas jurídicos, p. 135; FERRARI, Funciones del derecho, p. 133; SILVA
SANCHEZ, Aproximación al derecho penal contemporáneo, p. 211.
30
ATIENZA, El sentido del derecho, p. 63; LUMIA, Principios, p. 30; CAPELLA, Elementos, p. 62.
12
permisiones a sus siervos”31; de modo que la idea central que suscita la
norma es la idea de obediencia.
Así expresado, en términos radicales de “amo-siervo”, el aserto que
describe la relación jurídica deja trascender un acento totalitario o, mejor
dicho, evoca una postura de drástica sumisión del “súbdito” de la norma,
dable de interpretarse eventualmente como una concepción
antidemocrática.
Cabe interponer, no obstante, la salvedad conceptual de que el
derecho –en rigor de verdad- no exige obediencia, sino cumplimiento.
Esa categoría, de notoria textura jurídica, matiza la afirmación anterior.
Pues como norma de deber ser, la norma jurídica se resuelve en la
alternativa cumplimiento/incumplimiento, ya que lo obligatorio no puede
ser nunca la norma –ella no pasa de ser una entidad lingüística-, sino la
acción humana de cumplimiento o acatamiento de la misma.32 La norma
–en todo caso- orienta la acción, ofreciéndole al sujeto destinatario un
parámetro de referencia. Ella es, en definitiva, un modelo (normativo) que
guía un curso de acción; que lo impone o lo indica.33
En consonancia con lo que viene de exponerse, la doctrina penal
identifica sin dificultades a la norma como una prescripción de conducta.
Así, MIR PUIG la define acertadamente como un mensaje prescriptivo34 y
también RAMACCI la califica de “mensaje” implicado en el acto lingüístico,
el cual es por esencia un acto comunicativo, un diálogo entre el
transmisor y el receptor.35
La perspectiva comunicacional, la intelección de la norma penal como
mensaje, puede sustentarse con soltura en el argumento de que la norma
constituye una proposición lingüística expresiva, dirigida (por su sentido) a
orientar o dirigir la acción humana.36 Porque, en puridad, las leyes penales
no son sino textos, dotados de cierto significado semántico, al igual que
las normas que pueden derivarse o deducirse de la ley.
Además, desde la óptica funcional (dinámica), echa de verse que las
normas son un factor de ordenación y delimitación de posiciones, ámbitos
y relaciones entre sujetos y objetos, dado que dichas relaciones se
31
Von WRIGHT, Ser y deber ser, en AARNIO-GARZÓN VALDÉS- UUSITALO (Comps.), La normatividad del
derecho, p. 93.
32
HERNANDEZ MARÍN, Introducción, p. 293.
33
FERRARI, Acción jurídica, ps. 171-172. Ver asimismo BOBBIO, Teoría General del Derecho, p. 31; PRIETO
SANCHIS, Apuntes, p. 44; ATIENZA-RUIZ MANERO, Las piezas del derecho, p. 170.
34
MIR PUIG, Derecho Penal, p. 26. MUÑOZ CONDE-Derecho penal y control social, p. 25, en similar
orientación, aclara que la norma, precisamente por el mensaje que emite y el cumplimiento que aguarda
“constituye también un sistema de expectativas”.
35
RAMACCI, Corso, p. 163.
36
ROBLES MORCHÓN, Teoría del Derecho, p. 180. Sobre la perspectiva comunicativa: MIR PUIG,
Introducción, ps. 26-29; ARCE AGGEO, Introducción a la teoría comunicativa del delito, ps. 25-26; HAFT, Der
Schulddialog, p. 11; FERRARI, Acción jurídica, p. 175.
13
encuentran en constante tensión entre los actores sociales.37 Las normas
poseen un alcance intersubjetivo, en tanto prescriben –como deber ser-
las distintas relaciones interpersonales y las diferentes situaciones de la
vida social, lo cual desemboca en reconocerlas –en última instancia- como
parte de un proceso comunicativo.38
Resulta evidente, cuando menos para la explicación de la sociedad en
los términos de la teoría del conflicto, que la participación de los sujetos en
la relación social y la pugna entre ellos por la satisfacción de sus
necesidades, genera intereses contrapuestos que originan conflictos, los
cuales deben ser resueltos a través de los diferentes mecanismos de
control social y, en los casos más graves, apelando como “ultima ratio” al
control penal.39
Por ello, BUSTOS RAMIREZ expresa que la norma interviene en ese
proceso, planteando cómo no deben ser resueltos los conflictos. De ahí
que vea a la estructura de la norma penal como de carácter dialogal,
“pues implica una interacción objetiva y especialmente simbólica entre
sujetos, esto es, de significaciones”.40
En definitiva, entonces, las normas jurídicas ordenan y regulan la
conducta social del individuo, prescribiendo de modo comunicativo cómo
deben ser las distintas relaciones intersubjetivas y las variadas situaciones
de la vida social.41 Desde luego, ésto no es antojadizo, sino de absoluta
congruencia lógica y funcional, pues la norma penal aspira a motivar a los
destinatarios y a entablar esa función dialogal y persuasiva con ellos, sólo
para proteger valores esenciales para la convivencia social, como lo son los
bienes jurídicos.42
Casi huelga agregar, de otra parte, que por su propia naturaleza las
normas tienen carácter vinculante. Son obligatorias y de imposición
coactiva por parte del Estado43, regulando sólo los aspectos externos de la
conducta (de interrelación) de los sujetos en la sociedad. Todo aquello que
se desarrolle en la esfera íntima del individuo, sin objetivarse en ningún
tipo de interrelación con otros, formaría parte del espacio libre de
37
LUZÓN PEÑA, Curso, tomo I, p. 49.
38
Vid. HABERMAS, Facticidad y validez, ps. 218 y ss.; FERRARI, Funciones del derecho, p. 142; GARCIA
AMADO, Habermas y el derecho, en GARCÍA AMADO (Coord.), El derecho en la teoría social, ps. 357 y ss.;
BUSTOS RAMIREZ, Introducción, ps. 68-69; MUÑOZ CONDE, Introducción, p. 41.
39
LUMIA, Principios, p. 11; MUÑOZ CONDE, Derecho penal y control social, p. 37.
40
BUSTOS RAMIREZ, Manual, p. 68. También BUSTOS RAMIREZ-HORMAZÁBAL MALARÉE, Nuevo
sistema de derecho penal, p. 42.
41
Sobre la relación necesaria entre derecho y conflictos sociales, FERRARI, Funciones del derecho, p. 65. Del
mismo modo, el cuadro que relaciona derecho penal y convivencia humana en HELLMER, Systematik des
Strafrechts, p. 12.
42
MIR PUIG, Estado, pena y delito, p. 339; FERNANDEZ, Bien jurídico y sistema del delito, 292.
43
ENGISCH, Introducción, p. 17.
14
derecho (rechtsfreien Raum).44 Es un acto de la vida privada, exento de la
regulación y del contralor normativo.
44
ENGISCH, Beiträge zur Rechtstheorie, p. 53; KAUFMANN, Filosofía del derecho, ps. 407 y ss.; que interpreta
al espacio libre de derecho de otro modo. Vid. asimismo, PHILIPPS, Der Handlungsspielraum, ps. 15 y ss.
45
STAMPA BRAUN, Introducción, p. 28; PRIETO SANCHÍS, Apuntes, p. 51.
46
ATIENZA, El sentido del Derecho, p. 69; BOBBIO, Teoría General del Derecho, p. 149; LARENZ,
Metodología, p. 245, donde explica que el sentido del enlace del supuesto de hecho con la consecuencia jurídica
es una orden de validez.
47
PHILIPPS, Teoría de las normas, en KAUFMANN-HASSEMER, El pensamiento jurídico contemporáneo, p.
263.
48
Vid.: LUHMANN, El derecho de la sociedad, ps. 141 y 346; JAKOBS, Derecho Penal, p. 14, PRIETO
NAVARRO, La teoría de sistemas de Niklas Luhmann y el derecho, en GARCIA AMADO (Comp.), El derecho
en la teoría social, ps. 325 y ss.
49
LARENZ, Metodología, ps. 242-243.
15
enunciados.50 Ello equivale a sostener que la norma jurídico-penal opera
merced al lenguaje, a través de sus significados.
Por ello, los textos o enunciados legales son el medio de transmisión
del mensaje, el mecanismo de expresión de la norma. Los enunciados se
denominan proposiciones jurídicas o bien, de modo más llano aún,
preceptos legales.51
Generalmente los enunciados se expresan en una fórmula gramatical
declarativa, pero esa apariencia encubre en realidad un juicio normativo
(juicio de desaprobación o juicio de desvalor), puesto que la norma penal,
obviamente, no se contenta ni tampoco podría agotarse en el acto de
emitir una mera declaración.52
El enunciado legal, entendido como el conjunto de símbolos
lingüísticos formulados en la proposición jurídica y dotados de un
determinado significado semántico, debe distinguirse del mensaje
prescriptivo que transmite. Porque dicho mensaje prescriptivo es el único
que, en puridad, constituye la norma jurídica. Como lo puntualiza SILVA
SÁNCHEZ, las normas no son el enunciado en sí mismo, sino –antes bien-
el sentido que de éste se desprende, el mensaje prescriptivo que se
extrae del enunciado.53 Ergo, la norma es el sentido o significado
(prescriptivo) inferible de la proposición legal.
En el ámbito de la estructura de la norma cabe consignar, además,
que no todo enunciado legal expresa una norma jurídica completa, sino
que muchos preceptos exigen la puesta en relación de varios enunciados
legales.54 El mejor ejemplo de ello lo suministran las disposiciones
contenidas en la Parte General de los Códigos Penales (v.gr.: la tentativa, la
participación, etc.), que obligan a contactarlas o ponerlas en relación de
complementación o conexión con otros enunciados o proposiciones –éstos
de la Parte Especial-, donde se describe concretamente el tipo delictivo (la
figura legal), respecto del cual procede formular el pertinente juicio de
subsunción.
50
PRIETO SANCHÍS, Apuntes, p. 50, haciendo la correcta distinción de que, propiamente, “la norma es el
significado que atribuímos a un enunciado”. Vid. asimismo, ATIENZA, El sentido del Derecho, p. 73;
HERNANDEZ MARÍN, Introducción, ps. 210. Acerca de los enunciados de responsabilidad retrospectivos,
GARZÓN VALDÉS, Los enunciados de responsabilidad, en CRUZ-ARAMAYO (Coord.), El reparto de la
acción, ps. 181 y ss.
51
BOBBIO, Teoría General del Derecho, ps. 106-107; KAUFMANN, Filosofía del Derecho, p. 206.
52
Sobre los enunciados normativos, ATIENZA-RUIZ MANERO, Las piezas del Derecho, p. 166. Vid. además
COBO DEL ROSAL –VIVES ANTÓN, Derecho Penal, p. 35.
53
SILVA SANCHEZ, Aproximación, p. 314. Vid. también SILVA SÁNCHEZ, Normas y acciones en derecho
penal, ps. 17-18, donde concibe a la norma como enunciado de deber ser, con vocación de conducción de
conductas y FERRARI, Acción jurídica, p. 172, quien ratifica que el mensaje prescriptivo está destinado a orientar
acciones y expectativas de acciones.
54
LARENZ, Metodología, p. 250, KAUFMANN, Filosofía del Derecho, p. 207; MIR PUIG, Derecho Penal, p.
27; CAPELLA, Elementos, p. 77, que emplea la fórmula “relación de conexión”.
16
En suma: el Derecho Penal objetivo es un conjunto ordenado de
normas, un ordenamiento. Y la norma penal se compone de dos
elementos: el supuesto de hecho o Tatbestand (que prohibe determinada
conducta) y la consecuencia jurídica (que establece la respectiva sanción,
en caso de realizarse el supuesto de hecho).55
Ésta es la estructura lógica de la norma penal, que se formula por la
ley como una proposición hipotética. Sin embargo, es tradicional señalar
que en toda norma se expresan, en el fondo, dos preceptos distintos: uno
dirigido al ciudadano, prohibiéndole actuar de determinada manera o, en
vez, exigiéndole determinado comportamiento y, el otro, dirigido al Juez o
tribunal, obligándole a aplicar la consecuencia jurídica, cuando concurra el
supuesto de hecho.
La dicotomía precedente nos conduce a la “vexata quaestio” de la
distinción entre norma primaria y norma secundaria.
55
STAMPA BRAUN, Introducción, ps. 27-28; CAMARGO HERNANDEZ, Introducción, p. 141; GARCIA
–PABLOS, Derecho Penal, p. 164.
56
KELSEN, Teoría pura del Derecho, ps. 76 y ss. Ver también ATIENZA, El sentido del derecho, p. 71; PRIETO
SANCHÍS, Apuntes, p. 65; ALCHOURRÓN-BULYGIN, Norma jurídica, en GARZÓN VALDÉS-LAPORTA
(Eds.), El derecho y la justicia, p. 136.
57
HART, El concepto de Derecho, ps. 49-50.
17
secundarias como normas tendientes a controlar la aplicación de
aquellas.58
Para la dogmática penal es mayoritaria la tesis que afirma que el
enunciado o texto legal expresa la norma secundaria, en tanto que de ella
se deduce la norma primaria, por un proceso de derivación lógica, pues la
norma secundaria implica a la norma primaria59, o como fuera antes
referido, la norma primaria constituye la relación de sentido de la norma
secundaria60. Es la misma orientación de ALCHOURRÓN y BULYGIN, cuando
aclaran que identifican la norma con los significados de las expresiones
lingüísticas y no con éstas últimas.61
De acuerdo a la estructura lógica, entonces, cabe distinguir entre un
precepto o supuesto de hecho -donde está implicada la norma primaria
(¡No matarás!)– y la consecuencia jurídica o sanción (Aplicarás la pena
Y, si ocurre un homicidio).62
Por consiguiente y conforme a la pre-señalada diferenciación, la
norma primaria se deduce o infiere de la norma secundaria donde está
implicada, abstrayéndose por relación de sentido.
Por supuesto, procede adelantar que ambas poseen virtualidad
imperativa, porque si la norma primaria tiene su sanción explícitamente
edictada en la norma secundaria (v.gr.: se trata de la pena atribuíble al
infractor de la norma primaria, que realiza la conducta prohibida descrita
en la norma secundaria), no es menos cierto que la infracción a la norma
secundaria por parte del juez (v.gr.: la no aplicación de la pena) también
está sancionada penalmente en otras disposiciones del ordenamiento
jurídico, que determinan la responsabilidad penal y administrativa del
magistrado incumplidor.
De lo expuesto se concluye –en síntesis- que la norma penal se
diferencia de otras normas jurídicas tan luego por ese mandato punitorio o
penalizador que la norma contiene, explícitamente establecido en la norma
secundaria. Y, por otra parte, esa estructura lógica
(hipotético-condicionada) del enlace entre los componentes
58
PRIETO SANCHÍS, Apuntes, p. 66.
59
COBO DEL ROSAL-VIVES ANTON, Derecho Penal, p. 39 aluden a la derivación a través de un “juicio
normativo implícito”; QUINTERO OLIVARES, Parte General del Derecho Penal, p. 44, afirma que la norma se
extrae “por un proceso de abstracción”; RODRIGUEZ MOURULLO, Derecho Penal, p. 75, solventa la tesis de
que la norma “aparece como vinculación axiológica de dos hechos, de suerte que toda norma expresa la
implicación de su consecuente por su antecedente”. Sobre la inferencia de la “norma de comportamiento
implícita”, también GARCIA RIVAS, El poder punitivo en el Estado democrático, ps. 18-19 y
SERRANO-PIEDECASAS, Conocimiento científico y fundamentos del Derecho Penal, p. 25.
60
SILVA SANCHEZ, Aproximación, p. 314; LUZON PEÑA, Alcance y función del Derecho Penal, en Anuario
de Derecho Penal y Ciencias Penales, tomo XLII, 1989, p. 12, que entiende que “se desprende implícitamente”.
61
ALCHOURRÓN-BULYGIN, Normas jurídicas, ob.cit., ps. 140-141.
62
Vid. LARENZ, Metodología, p. 243.
18
precepto-sanción, es propia y característica de la redacción de las
proposiciones penales.63
La excepción estaría dada por las normas de permiso –en
dogmática, las causas de justificación, por ejemplo- que sólo establecen
facultades, sin consignar ninguna sanción como consecuencia jurídica, aún
cuando de todas formas se sostiene que las normas permisivas serían
también un modo indirecto de referirse a prescripciones en sentido
estricto.64
Ahora bien, si la redacción de las proposiciones penales sólo expresa
la norma secundaria (v.gr.: “Si sucede X, el juez debe castigar”), mientras
que la norma primaria –que prohibe u ordena una conducta al ciudadano
–no se formula directamente por la ley, debiéndosela inferir o deducir de
ésta, queda en claro entonces que estamos hablando del distingo entre
norma y ley penal. Se trata de una diferenciación que ha ido perdiendo
trascendencia, porque –de acuerdo a la correcta explicación de MUÑOZ
CONDE-, la ley penal plasma una norma de conducta que, fuere o no
preexistente a ella, recién adquiere eficacia jurídica desde el momento en
que entra en vigor la ley penal.65
Como sea, la mencionada dicotomía ley/norma nos lleva de la mano
a examinar sus orígenes: la teoría de las normas de BINDING y la teoría de
las normas de cultura de MAYER, ambas basadas en esa distinción, que
tuvieron en el pasado una significativa influencia en la dogmática del hecho
punible.
En teoría del derecho, sin perjuicio de poderse rastrear la
diferenciación entre norma y ley hasta el pensamiento de BENTHAM, esa
distinción fue mantenida también por KELSEN –quien aludía a la norma
jurídica (Rechtsnorm) y a la proposición jurídica (Rechtssatz)-, así
como por ALF ROSS y GEORG HENRIK von WRIGHT.66
A) PLANTEO
19
ley penal (Strafgesetz). Su obra representa el racionalismo positivista,
heredado de la Ilustración, que lo lleva a separar tajantemente el estudio
del derecho positivo –el cual se realiza exclusivamente a través del método
lógico-abstracto- de toda otra cuestión metajurídica; perspectiva ésta que
se contrapone abiertamente con el positivismo naturalista reivindicado por
LISZT.67 De esa forma, BINDING remata la configuración de la llamada
“escuela clásica” del derecho penal y proporciona una nueva base de
sustentación al pensamiento dogmático, que perdura hasta nuestros días.68
Es notorio, por tanto, que BINDING se afilia a un claro positivismo legal,
que niega al derecho natural y a los valores previamente dados a la ley.69
Como antecedentes de su pensamiento se han señalado las posturas
de BENTHAM, el cual distingue entre “la ley que crea un delito” –“No
robarás”- y “la ley que crea una pena” –“El juez hará poner en prisión al
que haya robado”70, así como las ideas similares de IHERING, quien ya
había distinguido entre “normas internas” y “normas externas”.71
Apreciada en su conjunto, la obra de BINDING72 es monumental para
la época, pero su teoría de las normas no fue mayoritariamente secundada
por la doctrina, recibiendo infinidad de críticas y cuestionamientos73, salvo
por parte de algún autor como HELMUTH MAYER, quien hace la excepción
y califica a la teoría bindingniana de las normas como “la única teoría
jurídica fundamental de este tiempo”.74
El axioma fundamental de BINDING propone –y es el punto de
partida de su sistema del ilícito-, que el infractor no actúa en contra de la
ley, sino conforme a ella: no infringe sino que cumple la ley, pues lo que
él transgrede es la norma. En efecto, el apotegma del viejo profesor de
Leipzig establece que el delincuente realiza con su comportamiento el tipo
penal de la ley; es decir, no viola para nada la ley penal.75
67
Ampliamente, WESTPHALEN, Karl Binding, ps. 39 y ss.
68
BUSTOS RAMIREZ, Introducción, p. 130.
69
HATTENHAUER, Los fundamentos histórico-ideológicos del derecho alemán, p. 285; WESTPHALEN, Karl
Binding, p. 54.
70
BENTHAM, Tratados de legislación civil y penal, p. 433. Ratifica la influencia benthamiana de BINDING, el
estudio de ALVAREZ GARCÍA, Sobre la estructura de la norma penal: la polémica entre valorativismo e
imperativismo, p. 33.
71
IHERING, Der Zweck im Recht, tomo I, p. 253. WESTPHALEN, Karl Binding, señala también la influencia
metodológica de KARL GEORG von WAECHTER sobre BINDING (p. 79), así como las antípodas teóricas que
BINDING mantiene respecto de LISZT (p. 303).
72
Dentro de una vastísima obra (vid. WESTPHALEN, Karl Binding, ps. XXXIII a XLVII), nos referimos
específicamente a su trabajo mayor en cinco tomos, Die Normen und ihre Übertretung, publicado entre 1872 y
1920.
73
Su teoría de las normas, expuesta en el primer volumen, fue controvertida por LUDWIG von BAR y ADOLF
WACH, especialmente, así como por ADOLF MERKEL y FRANZ von LISZT. Ver compendio de esa
controversia en WESTPHALEN, Karl Binding, ps. 55-60 y 176-180.
74
MAYER, Strafrecht. Allgemeiner Teil, p. 32.
75
BINDING, Die Normen und ihre Übertretung, tomo I, p. 4; BINDING, Handbuch des Strafrechts, tomo I, p.
155.
20
B) LAS NORMAS
76
BINDING, Die Normen, I, p. 7; WESTPHALEN, Karl Binding, p. 39.
77
BINDING, Die Normen, I, p. 36.
78
BINDING, Die Normen, I, p. 42.
79
STAMPA BRAUN, Introducción, ps. 37-38, GARCIA-PABLOS, Introducción, p. 165.
80
BINDING, Die Normen, I, p. 43; BINDING, Handbuch, I, p. 164.
81
BINDING, Die Normen, I, p. 132.
82
SILVA SANCHEZ, Aproximación, p. 316.
83
BINDING, Die Normen, I, p. 51. Vid. WESTPHALEN, Karl Binding, ps. 41-42.
21
parte de nuestras proposiciones jurídico-penales en una “orden: no realizar
la acción descrita o bien actuar como se exige”.84
En base a esa dicotomía, que obviamente refiere o abarca actos
comisivos y omisivos, BINDING afirma que “la función de las
“prohibiciones es prohibir toda modificación sensible del orden jurídico
“mediante la acción humana; la función de los mandatos, producir toda “la
modificación indispensable, mediante la acción humana”.85
Particularmente oscuro o complejo es el autor, al fundamentar la
existencia de una norma no escrita. Sostiene, sin embargo, que las normas
más importantes para la construcción del delito no se encuentran en el
derecho escrito, sino fuera de él, siendo “un prejuicio de la época de la
codificación”, el intento de localizar las normas que viola el delincuente en
el derecho legislado.86 Argumenta BINDING, por el contrario, que “a través
de una ley, la voluntad de la fuente jurídica es declarada con un alcance
más amplio que el que tiene en la ley misma”87; por manera que la norma
es formulada a través de la ley penal, pero no en ella: “no es una ley,
sino una proposición del derecho no legislado”.88
La norma no es un elemento de la ley, sino que coexiste al lado de
ella, como proposición jurídica totalmente independiente. Esto permite que
la teoría del derecho penal pueda distinguir entre las condiciones de la
infracción de la norma (delito) y las condiciones especiales del ejercicio del
derecho del Estado a sancionar la infracción de la norma (condiciones de la
punibilidad).89
Esa independencia de la norma significa que ésta es obligatoria por sí
misma: en tanto derecho soberano de obediencia (Recht auf
Botmässigkeit), la norma pertenece siempre al derecho público
general, nunca al derecho penal.90
En esa afirmación puede advertirse un ribete autoritario de la
concepción bindingniana, si bien los penalistas han interpretado –en vez-,
que BINDING expone un pensamiento liberal, preocupado por afianzar los
derechos del ciudadano frente al Estado.91
Pero –de ahí nuestra discrepancia-, BINDING asigna a las normas,
como finalidad principal, la de fundamentar el deber de obediencia o
84
BINDING, Die Normen, I, p. 45.
85
BINDING, Die Normen, I, p. 108.
86
BINDING, Die Normen, I, p. 5.
87
BINDING, Die Normen, I, p. 156.
88
BINDING, Die Normen, I, p. 156.
89
BINDING, Die Normen, I, p. 97. Vid. BACIGALUPO, Delito y punibilidad, p. 80; BACIGALUPO, Teoría y
práctica del derecho penal, tomo I, p. 269.
90
BINDING, Die Normen, I, ps. 89, 97 y 255.
91
BUSTOS RAMIREZ, Introducción, p. 130; HATTENHAUER, Los fundamentos, p. 284.
22
sumisión, que consiste en el derecho del soberano a exigir el
cumplimiento del deber, el derecho del soberano a la obediencia.92
Por cierto, para BINDING la norma es un imperativo (reiner
Imperativ), a diferencia de la ley, porque el imperativo no está en la ley,
sino que se encuentra en las normas que preceden a la ley.93
La ley se limita a establecer las sanciones; de suerte que debe ser
vista como aquella proposición jurídica que regula el origen, contenido y fin
de la relación jurídico penal existente entre los autorizados a aplicar la
pena (los tribunales) y el delincuente.
Así, resulta de todo su planteo que BINDING enfatiza la relación
jerárquica entre el poder y los súbditos receptores de las normas. La
norma, concebida como precepto objetivo autónomo, favorece al Estado
con ese derecho subjetivo a la obediencia del imperativo. Entonces, cuando
se infringe el derecho subjetivo a la obediencia del precepto surge el ilícito,
cuya esencia es la pura violación del derecho.94
Y cometido un delito, producida la desobediencia, sólo resta la
posibilidad de que el derecho a la obediencia se convierta en un derecho de
coacción: una vez cometida la desobediencia no hay nada que pueda
volverla inexistente y, por tanto, sólo queda la posibilidad de que el
derecho de obediencia violado se transforme “en un derecho a la coacción
por desobediencia, en contra de quien desobedeció”. Por tanto, el nuevo
derecho subjetivo a la pena es simplemente “un derecho de sumisión
transformado”.95
Vale decir: el derecho de sumisión se transforma en un derecho a la
conservación del señorío del derecho y la pena es, tan luego, “la
conservación del señorío del derecho a través del doblegamiento del
criminal bajo la coacción jurídica”.96 En consecuencia, el objetivo
fundamental de la pena estatal es la “conservación del señorío del derecho
sobre los culpables, según la medida de su culpabilidad”.97
Desde que BINDING parte del derecho de obediencia o sumisión,
estima que no existen normas de derecho privado, porque el deber de
obediencia no es nunca resultante del derecho privado. La norma primaria
es, por antonomasia, una norma de naturaleza jurídica pública98, pues
pertenece al derecho público y se deduce implícitamente de la ley penal. La
ley expresa en forma explícita un mandato al juez (la norma secundaria) y
encierra en forma implícita la norma (primaria) dirigida al ciudadano.
92
BINDING, Die Normen, I, p. 97; BINDING, Handbuch, I, p. 183.
93
BINDING, Die Normen, I, p. 42; BINDING, Handbuch, I, p. 164.
94
JESCHECK-WEIGEND, Tratado, p. 250; GARCIA –PABLOS, Derecho Penal, ps. 166-167.
95
BINDING, Die Normen, I, p. 425; BINDING, Grundriss, p. 227; BINDING, Handbuch, I, p. VIII.
96
BINDING, Die Normen, I, p. 420.
97
BINDING, Die Normen, I, p. 423.
98
BINDING, Die Normen, I, p. 485; BINDING, Handbuch, I, p. 185.
23
Siendo la ley la que otorga al Estado un derecho subjetivo o
autorización para castigar, ella sirve de límite al ius puniendi: en palabras
de BINDING, a la ley penal le cabe el papel de crear el derecho subjetivo a
la coacción y la violación del derecho de sumisión es la fuente del derecho
penal subjetivo, que es establecido por el derecho penal objetivo.99
Por último, en relación al bien jurídico, BINDING lo define como “todo
aquello que, en sí mismo, no es un derecho pero que, según el legislador,
tiene valor como condición de una vida sana de la comunidad jurídica, en
cuya conformación inmodificada y sin perturbaciones tiene, según su
opinión, un interés”.100
99
BINDING, Die Normen, I, p. 412; BINDING, Handbuch, I, p. VIII y ss.
100
BINDING, Die Normen, I, p. 53-54 y 353-354; BINDING, Handbuch, I, ps. 169-170. Más ampliamente,
FERNANDEZ, Bien jurídico y sistema del delito, ps. 17-20.
101
BINDING, Handbuch, I, p. 499.
102
BINDING, Die Normen, I, p. 298.
103
BINDING, La culpabilidad en derecho penal, p. 5.
104
BINDING, Die Normen, II, p. 293.
105
BINDING, Handbuch, I, p. 503.
106
BINDING, La culpabilidad, p. 6.
107
BINDING, Handbuch, I, p. 503.
108
BINDING, La culpabilidad, p. 12.
24
Como se ve, por consiguiente, BINDING se resiste a separar una
mitad interna y otra externa –contrariando así el modelo de LISZT109-,
porque cree que el tipo penal objetivo del delito es siempre una realización
de la voluntad y no un simple acaecer externo.110 El tipo penal objetivo es,
pues, un todo querido. La acción es “la realización de la voluntad
jurídicamente relevante”111 y el hecho es, esencialmente, propia
voluntad112: el momento de la voluntad no puede mantenerse ajeno, ni al
concepto de causa en sentido jurídico, ni al concepto de tipo penal
objetivo.113
Así, todo hecho humano que contradice un mandato o una
prohibición, aún el hecho del demente, realiza el tipo penal de un delito,
porque el hecho tiene en sí mismo, todas las características con las que la
norma en general ha caracterizado la conducta prohibida.
La relación del actor con el tipo penal objetivo de un delito es, desde
el punto de vista causal, siempre la misma: mediante la realización de una
voluntad, culpable o no, causa este hecho114 y, por consiguiente, lo
causado, el tipo penal todo, es siempre el resultado del hecho.115
El papel de la voluntad es decisivo en la teoría de BINDING, porque
éste entiende que el derecho penal sólo reprime “productos de la voluntad
conciente, es decir, de una voluntad que, por lo menos, va acompañada del
conocimiento del querer”116, de tal modo que “querer es causar”.117
Respecto de la antijuridicidad, BINDING llama ilícito o
antijuridicidad o violación del derecho a toda conducta o suceso que se
oponga a un derecho subjetivo. El delito es una especie del ilícito,
configurado por “la no observancia culpable del derecho público de
sumisión”.118 Y el hecho antijurídico no es sino “la realización
del tipo penal objetivo”.119
En el esquema del ilícito elaborado por el autor, tiene que verificarse
una acción –que es “voluntad humana realizada”120- y esta acción tiene
que ser antinormativa, tiene que tener “antinormatividad externa”.121
109
Sobre el modelo bimembre de LISZT, ver ZAFFARONI, Teoría del delito, p. 72; TAVARES, Teorías del delito,
p. 20; ZAFFARONI, Evolución de la teoría del delito, en Revista del Derecho Penal, Nº 6, 1984, ps. 7-8.
110
KAUFMANN, Teoría de las normas, p. 24.
111
BINDING, Die Normen, II, p. 84.
112
BINDING, Die Normen, II, p. 85; BINDING, La culpabilidad, p. 7.
113
BINDING, Die Normen, II, p. 483.
114
BINDING, La culpabilidad, p. 9; KAUFMANN, Teoría de las normas, p. 26.
115
BINDING, La culpabilidad, p. 9.
116
BINDING, Die Normen, II, ps. 305 y ss.
117
BINDING, Die Normen, II, p. 819.
118
BINDING, Die Normen, I, p. 298.
119
BINDING, La culpabilidad, ps. 7 y 9.
120
BINDING, Die Normen, II, p. 88.
121
BINDING, Strafrechtliche und strafprozessuale Abhandlungen, vol. I, München –Leipzig, 1915, p. 140, citado
por KAUFMANN, Teoría de las normas, p. 29.
25
Luego corresponde constatar en el análisis del sistema del delito,
como segundo paso, la culpabilidad, constituída por “la voluntad de quien
es capaz de actuar, en tanto causa de una antijuridicidad”.122 La capacidad
de actuar, a su vez, consiste en “la capacidad reconocida jurídicamente
para la realización personal de acciones jurídicamente relevantes, de
cualquier tipo”.123 Con referencia al delito, BINDING la especifica y
denomina como capacidad de delinquir o capacidad de culpabilidad.124 En
menos palabras se trata ni más ni menos que de la capacidad de
imputación: “la facultad de reconocer al hecho propio en su relación con la
norma y de mantenerlo en consonancia con aquella”.125
Los presupuestos de la capacidad de actuar son, por ende, la
capacidad de autodeterminación (la libertad de voluntad) y el “tener
conocimiento de la norma”126, porque el deber “surge sólo a través del
conocimiento de la existencia y del contenido de la norma”.127 La
posibilidad de obedecer y el deber de obediencia individual nacen con el
conocimiento de la proposición jurídica que fundamenta el deber y a través
de él mismo. En su mérito, es harto posible que quien desconozca la ley
actúe sin embargo tal como lo exige la ley; sólo que en tal caso no actúa
según la ley, que para él no existe, del mismo modo que tampoco existe
para quien no tiene conocimiento de ella y actúa en contra de lo que ésta
exige.128
Por supuesto, la capacidad frente al deber supone también una
madurez relativamente grande por parte del hombre, a efectos de que éste
logre transformar el contenido del deber en criterio orientador de su
conducta.129
Ahora bien, el delito en la medida en que es punible se llama
crimen. Son las leyes penales las que determinan, pues, qué delito es
punible y cómo ha de ser medida la pena.130 El crimen es, por
consiguiente, “el hecho antijurídico imputable a la culpabilidad y
amenazado, antes de su realización, por una ley penal con determinada
pena pública”.131
Sintéticamente expuesta –diríase mas bien que tremendamente
reducida a su mínima expresión, pues la obra completa de BINDING supera
las ocho mil páginas-, he ahí la esencia de la teoría de las normas
122
BINDING, Die Normen, II, p. 293; BINDING, La culpabilidad, p. 10.
123
BINDING, Die Normen, II, p. 117.
124
BINDING, Die Normen, II, p. 95.
125
BINDING, Die Normen, II, p. 170.
126
BINDING, La culpabilidad, p. 84.
127
BINDING, Die Normen, II, p. 140.
128
BINDING, Die Normen, II, p. 145.
129
BINDING, Die Normen, II, ps. 162-166.
130
BINDING, Handbuch, I, p. 499.
131
BINDING, Handbuch, I, p. 503.
26
formulada por BINDING. Éste llegó a postular, incluso, que el conocimiento
de las normas debía ser previo a las teorías más importantes del derecho
penal; muy especialmente, ser previo a la teoría del delito y de la
culpabilidad. BINDING pensaba, por cierto, que su novedosa propuesta
teórica acerca de la teoría de las normas podría provocar una revisión de
la ciencia jurídico-penal.132
Finalmente, en relación a la pena, corresponde agregar que si bien la
finalidad preeminente de la pena es la conservación del señorío del
derecho, ésta tampoco puede ser –en el pensamiento del autor-
simplemente una pérdida externa, sino que debe ser también “un dolor
sentido por el penado y un arrepentimiento que él mismo comprenda”.133
El hecho delictual, desde luego, no puede ser redimido por la pena,
de manera que BINDING descarta las viejas teorías de la redención,
argumentando que la prevención especial es al menos posible, como
objetivo subsidiario de la pena.134
A) PLANTEO
132
BINDING, Die Normen, I, p. 7.
133
BINDING, Die Normen, I, p. 419.
134
BINDING, Die Normen, I, p. 423.
135
BUSTOS RAMIREZ, Introducción, ps. 162-163; STAMPA BRAUN, Introducción, p. 39; JIMÉNEZ DE
ASÚA, Tratado, tomo II, p. 316.
136
Sobre la Escuela de Baden, vid. LARENZ, Metodología, ps. 113-123; JESCHECK-WEIGEND, Tratado, ps.
219-220; VELÁSQUEZ VELÁSQUEZ, Derecho Penal, ps. 174-176; MIR PUIG, Introducción, ps. 207-223.
137
WINFRIED HASSEMER, Reseña biográfica. Max Ernst Mayer (1875-1923), en MAYER, Normas jurídicas y
normas de cultura, p. 31.
27
reconocimiento de las normas de cultura como función de las reglas
jurídico-penales”.138
Por ende, si hubiera que buscar una síntesis de su pensamiento,
HASSEMER la describe como el de una dogmática penal filosóficamente
informada y una Filosofía jurídica que inquiere en lo punitivo, en ejercicio
de una teoría de la cultura, basada en la tradición de Kant, del
neokantismo y, en fin, de Ihering.139
MAYER se enfrenta a una situación particular, impecablemente
descrita por GUZMÁN D’ALBORA, cuando afirma: “IHERING dejó sin asidero
la pretensión de que los justiciables fuesen los destinatarios de las leyes;
BINDING recusa el prejuicio de que el delincuente quebrante unos
preceptos oriundos de la ley penal”.140
De tal modo, MAYER parte también de la idea de que el único
destinatario de las órdenes que las leyes formulan son los órganos del
Estado a quienes se les encomienda su aplicación. No obstante, él emplaza
desde un principio a la cultura en el centro de su investigación, y a las
normas que fluyen de ella, en el lugar destinado a la justificación del
Derecho y el fundamento de la obligatoriedad de las leyes.141
Probablemente la idea central de MAYER sea la que sostiene que, si
se persiste en la apreciación del Derecho cual un patrón de deberes dirigido
a los súbditos, pues entonces hay que pensarlo, antes que a título de un
conjunto de normas jurídicas, como un poder cultural y que el objeto de
sus infracciones se identifica con los bienes que las normas
jurídico-positivas yerguen, de acuerdo con las demandas de la cultura, a la
jerarquía de bienes jurídicos.142
En esencia, por lo tanto, el deslinde de la conducta conforme a
Derecho de la conducta antijurídica se ejecuta en la legislación mediante el
reconocimiento de las normas de cultura; por manera que al delito cabe
definirlo como “un acontecimiento imputable que corresponde a un tipo
legal y que es contrario a una norma de cultura reconocida por el
Estado”.143
Desde su relativismo crítico, con la misma energía con que deniega al
Estado toda injerencia sobre la cultura que vaya más allá de proteger la
preexistente mediante los mecanismos coercitivos de que dispone, MAYER
138
HASSEMER, Reseña biográfica, ob.cit., p. 32; MAYER, Derecho Penal, p. 47.
139
HASSEMER, Reseña biográfica, ob.cit., p. 33. También HASSEMER, Theorie und Soziologie des
Verbrechens, p. 128.
140
GUZMÁN D’ALBORA, La teoría de las normas de cultura en la vida del autor y en la ciencia penal de hoy,
Prólogo a MAYER, Normas jurídicas y normas de cultura, p. 12.
141
GUZMÁN D’ALBORA, ob.cit., p. 14.
142
GUZMÁN D’ALBORA, La teoría de las normas de cultura, ob.cit., p. 15.
143
MAYER, Derecho Penal, p. 71. En sentido similar, HELLMUTH MAYER, Strafrecht, p. 54; SAUER, Derecho
Penal, p. 52.
28
hace de la Humanidad el sujeto de fines y remata en el programa político
del liberalismo.144
Permítase agregar, a guisa de colofón introductorio, que fue en
Iberoamérica –como lo destaca GUZMÁN D’ALBORA –donde las ideas de
MAX ERNST MAYER tuvieron mayor repercusión; particularmente en el
Maestro JIMÉNEZ DE ASÚA y sus discípulos.
El primero llegó a señalar que “lo injusto es lo que se opone a las
normas de cultura, en que el Derecho se basa, y que se hallan reconocidas
por el Estado”145 y de allí extrajo su idea de la justificación supralegal,
como grado superior del desarrollo de la antijuridicidad material.146
También MARIANO JIMÉNEZ HUERTA y FRANCISCO BLASCO Y
FERNANDEZ DE MOREDA se inspiran en las ideas de MAYER. Este último,
con particular énfasis, afirma que de la cultura se extraen los preceptos, las
categorías de los valores, intereses o bienes que merecen protección legal:
“las categorías de los valores, intereses o bienes que merecen se los
“tutele por el Derecho, le son dados a éste por principios y dictados
“culturales”.147
144
GUZMÁN D’ALBORA, p. 19.
145
JIMÉNEZ DE ASÚA, Tratado, tomo III, p. 998.
146
JIMÉNEZ DE ASÚA, Tratado, tomo III, p. 1002 y tomo IV, p. 673.
147
BLASCO Y FERNANDEZ DE MOREDA, Notas en torno a la esencia de lo antijurídico y, en especial, de lo
penalmente tipificado, en A.A.V.V., Problemas actuales de las ciencias penales y la Filosofía del Derecho, ps. 373
y 375.
148
MAYER, Normas jurídicas y normas de cultura, p. 167.
149
MAYER, Normas jurídicas, p. 45 y 56-57; MAYER, Derecho Penal, p. 47.
29
“normas; en cambio, los intereses (bienes) y deberes presuponen normas
“de cultura”.150
En realidad, MAYER aprovecha de las objeciones que la doctrina de su
tiempo le dispensó a BINDING, para sortear la crítica, apuntalando que la
esencia de las normas es la de ser normas de cultura.
Si es de la esencia de las normas jurídicas –razona MAYER- impartir
órdenes a los órganos del Estado, las reglas que reclaman de los súbditos
algunas conductas no pueden ser normas jurídicas. MAYER procura
demostrar, por el contrario, que la orden a los órganos del Estado es el
criterio esencialísimo de la norma jurídica y –dice- cuanto mejor se haya
conseguido dicha demostración, tanto más seguro será que la norma no es
regla jurídica, sino norma de cultura.151
Hay entonces, un punto de partida común con el desarrollo
bindigniano: la ley penal no expresa un imperativo dirigido al ciudadano
(“¡Monstruosa ficción!” lo llama MAYER), sino solo un mandato dirigido al
juez. “No es la ley penal, sino la norma que le sirve de fundamento y que,
por lo mismo, lógicamente la antecede, la que contiene la orden dirigida a
los súbditos”.152
La norma, por tanto, es también para MAYER de carácter previo y
externo a la ley penal en sentido estricto, pero contraponiéndose a
BINDING que le otorga a la norma naturaleza jurídica pública (la hace
integrar el llamado derecho público general), MAYER en cambio cree que la
norma es pre-jurídica y de carácter social.153
150
MAYER, Normas jurídicas, p. 169.
151
MAYER, Normas jurídicas, p. 169.
152
MAYER, Normas jurídicas, p. 41.
153
MAYER, Derecho Penal, p. 55.
154
MAYER, Normas jurídicas, p. 45; MAYER, Derecho Penal, ps. 56-57.
155
MAYER, Normas jurídicas, p. 55.
156
MAYER, Normas jurídicas, p. 56.
30
Entonces, si los deberes que para uno nacen del ordenamiento
jurídico son idénticos a los deberes que le impone la cultura, nadie puede
quejarse de ser juzgado según normas que no le han sido comunicadas.
Antes bien –argumenta MAYER-, cada uno es juzgado según leyes cuya
obligatoriedad él reconoce: “sólo que su reconocimiento no está referido a
“la norma modelada bajo forma jurídica, sino a aquella, de idéntico
“contenido, que él ha conocido desde la cultura en que vive”.157 Y ello
porque el reconocimiento que hace la legislación, se lleva a efecto a través
de la selección, formación y tutela de las normas de cultura.158 En menos
palabras, “las normas de cultura son prohibiciones y mandatos a través de
los cuales una sociedad exige una conducta adecuada a sus intereses”.159
Por consiguiente, la cuestión se resuelve para el entonces profesor de
Frankfurt a.M. con prístina sencillez. Las leyes son obligatorias cuando el
individuo conoce y acepta las normas de cultura y cuando las normas
jurídicas, a su vez, coinciden con las normas de cultura.
En puridad, las normas de cultura, originariamente, no sólo coinciden
con las normas jurídicas, sino que son idénticas. Conforme lo expresa
MAYER, “la norma de cultura es solamente el material con el que el
“legislador confecciona la norma jurídica” y, así, “la delimitación de la
“conducta lícita de la conducta ilícita se lleva a cabo en la legislación a
“través del reconocimiento de las normas de cultura”.160
Al mismo tiempo, aclara MAYER que luego, en el proceso de
segregación, las normas jurídicas se van diferenciando de las reglas de
conducta que pertenecen al ordenamiento religioso, moral y convencional,
pero aún así, no es un contenido especial lo que distingue un ordenamiento
de los otros, sino que los contenidos siguen el mismo cauce, porque –en
efecto- no podría concebirse una época que instaure un ordenamiento
jurídico que no corresponda a su cultura.161 En el proceso de segregación,
el Derecho no ha hecho suyos nuevos contenidos, sino una forma y
garantía propias. Las exigencias culturales que desde hace tiempo han
demostrado ser eficaces, son vaciadas en una nueva forma y así se acuña
la forma de las leyes.162
157
MAYER, Normas jurídicas, p. 56.
158
MAYER, Derecho Penal, p. 56.
159
MAYER, Derecho Penal, p. 55.
160
MAYER, Normas jurídicas, p. 56; MAYER, Filosofía del Derecho, ps. 91-92.
161
MAYER, Normas jurídicas, p. 58; MAYER, Derecho Penal, ps. 50-51.
162
MAYER, Normas jurídicas, p. 58; MAYER, Filosofía del Derecho, p. 131.
31
conducta alguna que el Estado prohiba sin que, antes que él, la haya
prohibido ya la cultura.163
Respecto del llamado problema del destinatario
(Adressatenproblem), MAYER piensa que las normas jurídicas se dirigen
a los órganos del Estado que aplican el Derecho. En qué medida las normas
jurídicas son, además, leyes conforme a las cuales se debe vivir, está dado
no por su forma sino por su contenido, por su significación cultural.164
No obstante, MAYER agrega que el ciudadano acata la ley, cumple
con las exigencias de cultura por cuya voluntad la ley existe, se comporta
en una forma que corresponde a los intereses legalmente protegidos, lo
que quiere decir, que “el ciudadano no acata, pues, la norma jurídica, sino
el Derecho, ese poder cultural”.165
Por consiguiente, MAYER cree que las normas jurídicas actúan a
través de su realización en las decisiones de los órganos del Estado,
estableciendo normas para el pueblo166, pues a través de la toma de
conocimiento por múltiples interesados, se extiende el efecto normativo de
la sentencia a amplios círculos del pueblo.
Por lo tanto, razona que “la ley tiene, también respecto del pueblo, la
finalidad de hacerse respetar; logra ese objetivo por el hecho de que no se
aparta del contenido de la norma de cultura y, además, porque la forma en
que ella se realiza, es decir, como orden concreta, es una regla de
conducta tanto para los destinatarios como para amplios círculos del
pueblo. Sí, pues, queremos concebir el Derecho como un patrón de
conducta para los súbditos, no debemos representárnoslo como un sistema
de normas jurídicas, sino pensarlo como un poder cultural”.167
Sin embargo, para MAYER, la eficacia normativa externa más
importante es su condición de “normas de garantía”, pues a través de ellas,
el Estado empeña su palabra frente al ciudadano de que reconocerá
determinados intereses y deberes en cuanto tales y de que pondrá su
poder a disposición para la salvaguarda de éstos. El precepto jurídico es,
tanto respecto del súbdito como de los órganos estatales, una declaración
de voluntad. Empero, “para el súbdito, esta declaración de voluntad no es
una orden, sino una promesa; no hay una regla de conducta, sino un
certificado de garantía”.168
Las reglas jurídicas, aclara MAYER, imponen deberes únicamente a
los órganos del Estado. Las obligaciones de los súbditos son producto de
los hechos de la vida (actos, sucesos, situaciones) y de las mismas normas
163
MAYER, Normas jurídicas, p. 59.
164
MAYER, Normas jurídicas, ps. 69 y 73.
165
MAYER, Normas jurídicas, p. 81.
166
MAYER, Normas jurídicas, p. 86.
167
MAYER, Normas jurídicas, ps. 88-89.
168
MAYER, Normas jurídicas, p. 89; MAYER, Derecho Penal, p. 26.
32
de cultura aplicables; son deberes jurídicos, por y en la medida en que son
tratadas como deberes según el derecho positivo y por el Estado.169
Finalmente, en punto al concepto de bien jurídico, MAYER destaca
que “las infracciones jurídicas son ofensas de bienes o intereses que son
creados por la vida y reconocidos por las normas jurídicas. La norma de
cultura ordena al pueblo no ofender esos bienes o intereses; la norma
jurídica ordena al juez subsanar o castigar la ofensa a los bienes jurídicos.
La función del ordenamiento, pues, es solamente la de convertir bienes en
bienes jurídicos y garantizar la tutela de éstos”.170
169
MAYER, Normas jurídicas, p. 91; MAYER, Derecho Penal, ps. 43-44; MAYER, Die schuldhafte Handlung, p.
113.
170
MAYER, Normas jurídicas, p. 108.
171
MAYER, Derecho Penal, p. 13.
172
MAYER, Derecho Penal, p. 14.
173
MAYER, Derecho Penal, ps. 12 y 64.
33
suerte, la posibilidad del conocimiento del deber es el presupuesto
fundamental de la culpabilidad.174
Finalmente, la culpabilidad es para MAYER la contrariedad a deber y,
entonces, plantea que la “contrariedad al deber es el concepto para las
relaciones del autor con el hecho antijurídico que se contiene en la
culpabilidad, mientras que la antijuridicidad es el concepto sobre las
relaciones del Estado con la cultura”.175
Y en relación al distingo entre normas jurídicas y normas de cultura,
establece que “cuál haya sido el conocimiento de las normas que él hechor
haya tenido, no es esencial para el juicio de culpabilidad; lo esencial es su
relación con el complejo normativo prejurídico”.176
174
MAYER, Derecho Penal, p. 255.
175
MAYER, Derecho Penal, p. 292.
176
MAYER, Derecho Penal, p. 293.
177
MAYER, Derecho Penal, ps. 51-52.
178
MAYER, Derecho Penal, p. 26. Vid. también HENKEL, Einführung in die Rechtsphilosophie, ps. 82 y ss.; 122
y ss. y 208 y ss.
34
los únicos destinatarios de las normas de decisión; o sea de las órdenes
abstractas que formula la ley a los órganos estatales.179
Más allá de la originalidad de la teorías de las normas, ni BINDING ni
MAYER fueron mayoritariamente secundados por la doctrina, desde cuyas
tiendas se les formularon grandes reparos.180
B) LA CRITICA DOGMÁTICA
179
MAYER, Derecho Penal, p. 56.
180
SILVA SANCHEZ, Aproximación, p. 319.
181
Vid. MAYER, Normas jurídicas, ps. 167-173; MAYER, Derecho Penal, ps. 24 y ss.
182
Sobre el positivismo, vid. BOBBIO, El positivismo jurídico, ps. 187-200. También es interesante la obra de
ADORNO et.al., Der Positivismusstreit in der deutschen Soziologie, 1970.
183
BINDING, Die Normen, II, p. 370.
184
WESTPHALEN, Karl Binding, ps. 221 y ss. y p. 303. Vid. al respecto, von ROHLAND, Die soziologische
Strafrechtslehre, ps. 96 y ss., así como las referencias colaterales que consigna BACIGALUPO, Delito y
punibilidad, ps. 59 y ss.
35
la ley penal, ni cuando existen tienen un significado que no se deduzca ya
de la ley penal.185
De todas maneras, en el seno de la doctrina alemana, la controversia
y el cuestionamiento de la teoría bindingniana de las normas no ha sido
menor y, harto probablemente, haya alcanzado registros más agudos.
Una dura crítica –la primera desde el punto de vista cronológico,
luego de la publicación de Die Normen- la formula von BAR, quien tacha a
la teoría de las normas de BINDING de falta de claridad. Le impugna,
también, la pretensión de que las normas preexistan a la ley penal,
reprochándole a BINDING que ha mezclado representación y realidad, e
incluso llega a hablar de una absoluta “tautología”. Las normas de
BINDING –alega von BAR- son sólo imperativos gramaticales vacíos de
contenido; “las normas no son nada distinto al respecto que encontramos
ante determinadas relaciones jurídicas”.186
A su vez, ADOLF WACH acusa a BINDING de haber menospreciado el
problema del destinatario, cuando establece que la norma –al contrario de
la ley penal, que está dirigida al Estado-, es un imperativo jurídico
independiente, dirigido al pueblo. Opina WACH que esta teoría carece de
valor científico, porque como la norma debe ser abstraída de la ley que la
implica, ello significa que el Estado deje a cada uno construír por sí mismo
la prohibición formal. De otra parte, WACH plantea que la preexistencia de
la norma carece de sentido, por cuando su fundamento de validez sólo
resulta de la ley. La existencia especial de la norma, fuera de la ley penal
hipotética, no es necesaria lógicamente. Y ante la aseveración de BINDING
de que las normas no son de derecho penal (recuérdese que él las hace
formar parte del derecho público general), WACH reclama que, entonces, el
derecho penal tendría carácter accesorio, sería sólo la posición de
seguridad (Sicherstellung) de un ordenamiento jurídico ya completo o
terminado.187
Pero, además, WACH impugna la noción bindingniana del injusto
objetivo (una cuestión central de la teoría del delito), pues para él todo
injusto es “antijuridicidad culpable”.188
Otras críticas, casi simultáneas con la publicación de Die Normen, ya
aparecen dirigidas hacia la teoría del ilícito, más que a la teoría de las
normas en sí misma. Es el caso, por ejemplo, de los cuestionamientos
185
RODRÍGUEZ DEVESA, Derecho Penal, ps. 38-39; MIR PUIG, Introducción, p. 23; GARCÍA PABLOS,
Derecho Penal, ps. 169-170; STAMPA BRAUN, Introducción, p. 38, quien alude a la norma “extravagante”
ideada por BINDING.
186
von BAR, Die Normen und ihre Übertretung. Besprechung, en Kritische Vierteljahresschrift für Gesetzgebung
und Rechtswissenschaft, vol. 15, 1873, ps. 561-571, citado por WESTPHALEN, Karl Binding, ps. 55-57.
187
WACH, Die Normen und ihre Übertretung, en Der Gerichtssaal, vol. 25, 1875, ps. 436-446, citado por
WESTPHALEN, Karl Binding, ps. 58-59.
188
WACH, ob.cit., ps. 447-448, citado por WESTPHALEN, Karl Binding, p. 59.
36
introducidos por AUGUST GEYER y por HUGO HEINEMANN; éste último,
concentrado en rebatir la teoría de la culpabilidad de BINDING.189
MERKEL, por su parte, la reprocha que ha concedido a la norma una
significación sobre dimensionada y que su concepto formal puro del ilícito
se reconvierte en el delito como desobediencia; concepto éste que, desde
el punto de vista de su significación objetivo-material, puede vestir a
cualquier hecho.190
Respecto al sobredimensionamiento de la norma, MERKEL sostiene
que la idea de que las normas son cláusulas lógicamente precedentes a la
ley penal, es un planteo inconsistente.191
Más agudo, sin embargo, es el cuestionamiento que hace MERKEL a
la teoría de BINDING en su Tratado. Trayendo a colación que para BINDING
la única materia que es objeto de violación es el derecho de obediencia que
al Estado le corresponde, MERKEL se agravia de que la importancia social y
la importancia real de las correspondientes acciones no tiene nada que ver
–para esta teoría bindingniana- con la propiedad que ellas tienen de ser
delitos y, por lo tanto, dicha importancia no puede proporcionar la base ni
la medida para hacer efectiva la justicia penal.192
Pero la verdad –prosigue MERKEL- es que lo esencial para la
prohibición, lo es también para el castigo. La teoría de las normas, entre
otros efectos, produce el de hacer ininteligible la diferencia de tratamiento
penal a que se someten las varias especies de delitos. Porque los juicios y
apreciaciones acerca de los distintos delitos “se refieren a la significación
total de los delitos, tal y como en el pueblo han ido tomando arraigo en
virtud de experiencias colectivas; no se refieren tan sólo a la relación de
tales delitos con el derecho que el Estado tiene de ser obedecido”.193
Desde luego, también LISZT critica la teoría bindingniana; en primer
lugar, por la rapidísima formulación y valoración del concepto de norma, el
cual no se obtiene por el camino de una metódica y escalonada
abstracción, sino de modo hipotético y como fulminante intuición de un
genio194; dicho esto –claro está- con irónico sentido impugnativo.
189
HUGO HEINEMANN, Die Bindingsche Schuldlehre. Ein Beitrag zu ihrer Widerlegung, 1889, citado por
WESTPHALEN, Karl Binding, ps. 126 y ss. Vid. también, ACHENBACH, Historische und dogmatische
Grundlagen, ps. 27-36.
190
MERKEL, Über Bindings Handbuch des Strafgesetzes, en Zeitschrift für die gesamte Strafrechtswissenschaft,
vol. 6, 1886, p. 612, citado por WESTPHALEN, Karl Binding, p. 177.
191
MERKEL, Über Bindings Handbuch, ob.cit., ps. 517-518, citado por WESTPHALEN, Karl Binding, p. 178.
192
MERKEL, Derecho Penal, p. 16.
193
MERKEL, Derecho Penal, p. 17.
194
von LISZT, Rechtsgut und Handlungsbegriff im Bindingschen Handbuche, en Strafrechtliche Vorträge und
Aufsätze, vol. I, p. 220.
37
Asimismo, LISZT cuestiona el formalismo de la teoría de las normas,
el cual impide considerar al contenido material del delito como
acontecimiento significativo del mundo exterior.195
Por cierto, LISZT también se agravia del concepto de bien jurídico al
que arriba BINDING, al cual le atribuye ser un concepto en blanco (ein
Blankett), así como su teoría de la acción. De este modo comienza una
irónica y prolongada polémica, cuyo principio data de 1882 (año en el que
LISZT publica el famoso “Programa de Marburgo”) y que rematará en la
abierta lucha de escuelas.196
En efecto, ya en el “Programa de Marburgo”, lección inaugural con la
cual LISZT se incorpora como catedrático a la Universidad de Marburgo en
1882, éste escribe con notoria acidez: “Pero una teoría penal” –se refiere a
la de BINDING- “que no sepa decir por qué realmente se castiga, por qué
sólo se castiga después de haberse delinquido, y por qué se castiga al
delincuente, aún cuando el acto de éste no dé el fundamento jurídico de la
pena y, en fin que reconoce que es el Estado quien pune al delincuente,
una semejante teoría no puede seguir pretendiendo un lugar en
nuestra ciencia”.197
Por otra parte, en el Tratado, LISZT afirma que “un bien jurídico no
es un bien del Derecho (como BINDING y otros suponen), sino un bien de
los hombres, reconocido y protegido por el Derecho”198, y agrega todavía
que “BINDING ha hecho de un modo enteramente parcial y arbitrario, del
concepto de la norma, el eje (Angelpunkte) de todo el sistema jurídico
penal, sin prestar ninguna atención al bien jurídico, para servir a la
protección del cual está llamada la norma. El defecto capital de la teoría de
las normas está en la concepción puramente formalista del delito como una
violación del deber de obediencia, en tanto que queda completamente
relegada a segundo término la tendencia del crimen contra las condiciones
de la vida de la comunidad humana jurídicamente organizada”.199
Como se comprenderá, en plena época de lucha de escuelas, son
múltiples y variados los cuestionamientos críticos que concita la teoría de
las normas de BINDING, incluso desde el terreno del derecho civil, siendo
imposible aquí reseñarlas todas.200
Una de las más serias objeciones proviene de von HIPPEL, quien
considera incorrecta la tesis fundamental de la teoría de BINDING y califica
como una falacia el hecho de sostener que quien viola el derecho actúa
195
von LISZT, Rechtsgut und Handlungsbegriff, ob.cit., en Strafrechtliche Vorträge und Aufsätze, vol. I, p. 222.
196
WESTPHALEN, Karl Binding, p. 180.
197
LISZT, La idea de fin en el derecho penal, p. 59 (destacado en el original).
198
LISZT, Tratado, tomo II, p. 2. Vid. FERNÁNDEZ, Bien jurídico y sistema del delito, ps. 17-24;
HORMAZÁBAL MALARÉE, Bien jurídico y Estado social y democrático de Derecho, ps. 38-58.
199
LISZT, Tratado, tomo II, p. 4.
200
Vid. WESTPHALEN, Karl Binding, ps. 206-212.
38
conforme al derecho penal. Para von HIPPEL, en cambio, la ley penal
misma, en virtud de la vinculación entre tipo penal y consecuencia penal,
contiene mandatos y prohibiciones; es decir, contiene las normas que viola
el delincuente. Él no niega, por tanto, la existencia de normas que prohiban
u ordenen, y a cuya realización u omisión el legislador vincula la
consecuencia penal, sino que su objeción se refiere, únicamente, a la
afirmación de BINDING de que la norma es una proposición jurídica
independiente.201
También JULIUS BINDER señala: “Que el delincuente viola la ley, no
significa en sí otra cosa como no sea que aquél realiza la acción a la que la
ley impone pena y que la razón suficiente para éste proceder de la ley no
es que el delincuente haya violado algún mandato o prohibición que tenga
que ser buscado en alguna otra parte, sino que mediante su acción ha
puesto en peligro las condiciones de existencia de la comunidad jurídica”.
Vale decir, pues, que BINDER se dirige primariamente sólo en contra de la
independencia de las normas y tiene razón, en verdad, cuando afirma que
la derivación filológica a partir del uso lingüístico de las palabras “violar” o
“lesionar” no tiene, por sí sola, poder demostrativo alguno. Además, para
BINDER, “la proposición jurídica aparece como deber ser tanto frente a los
órganos del Estado, como ante la totalidad de los sujetos de derecho”.202
No obstante, los representantes de la Teoría pura del derecho, con
HANS KELSEN al frente, son los más decididos adversarios de la teoría de
BINDING y quienes cuestionan la naturaleza imperativa de las normas,
como más adelante se verá.203 KELSEN cree que es incorrecto revestir a la
proposición jurídica con la forma de un imperativo y aduce, por el
contrario, que la proposición jurídica que sólo establece las condiciones a
las cuales se vincula una voluntad del Estado, aparece como juicio
hipotético: “Si te comportas de tal o cual manera, el Estado actuará de tal
o cual manera”.204
C) BALANCE PROVISIONAL
201
von HIPPEL, Lehrbuch des Strafrechts, ps. 4-5.
202
BINDER, Rechtsnorm und Rechtspflicht, ps. 22 y 46; BINDER, Der Adressat der Rechtsnorm und seine
Verpflichtung, ps. 3-4 y 55, citados por KAUFAMANN, Teoría de las normas, ps. 54-55.
203
Vid. infra, cap. V.
204
KELSEN, Teoría pura del derecho, ps. 47-50; KAUFMANN, Teoría de las normas, ps. 56-57.
39
Por lo pronto, la idea de que la ley penal, en su habitual forma
hipotética, contiene algo doble: la norma (es decir, el mandato o la
prohibición) y en segundo lugar la sanctio legis (o sea, el derecho penal en
sentido estricto), es en principio una apreciación compartible.205
Más aún: así formulada, la teoría ni siquiera correspondería
adjudicársela a BINDING como fundador, pudiendo rastrearse sus remotos
orígenes hasta PUFFENDORF y FEUERBACH.
En el seno de la doctrina italiana, otro positivista como ROCCO
expresa que la ley penal, justamente porque regula las consecuencias
jurídicas de los delitos, “presupone necesariamente un precepto, positivo o
negativo, un mandato o una prohibición, cuya transgresión tenga como
consecuencia la aplicación de la pena”.206 Y, en el fondo, amplía ROCCO
que en la ley penal se puede, por comodidad científica, separar
conceptualmente el puro precepto de la pura sanción. Pero ello no implica
que se trate de dos normas jurídicas, la una distinta e independiente de la
otra, sino de una norma jurídica sola que, mientras por un lado prohibe o
manda una determinada acción u omisión, por el otro determina cuales
consecuencias jurídicas penales deben seguir a ésta acción u omisión, en la
hipótesis en que, mediante ella, el mandato o la prohibición sea
efectivamente violado.207
Y bien cabe acordar, con SILVA SÁNCHEZ, que desde que ARMIN
KAUFMANN editara en 1954 su célebre monografía que hemos multicitado
en este trabajo208, la ya referida paz dogmática abrió un largo período de
controvertida calma, pero calma al fin, en la discusión jurídico penal del
tema. Hubo, en efecto, una serie de cuestiones que dejaron de discutirse,
tales como la efectiva existencia de “normas”, el contenido valorativo de
éstas o su función (directiva) de conducción de conductas.209
En puridad, el centro del debate dogmático se trasladó a otro
terreno: hacia el alcance de la dimensión imperativa de las normas y las
repercusiones sistemáticas de ésta, al interior del sistema del delito.
Esquemáticamente explicado, los pregoneros del causalismo
valorativo y del sistema neoclásico del ilícito penal sostenían que la norma
se limitaba a fijar un orden objetivo de conductas, cuya vulneración
configuraba la antijuridicidad del hecho.
205
KAUFAMANN, Teoría de las normas, p. 60.
206
ROCCO, El objeto del delito y de la tutela jurídico –penal, p. 68.
207
ROCCO, El objeto del delito, ps. 78-79.
208
El libro aparece, en versión alemana, bajo el título de Lebendiges und Totes in Bindings Normentheorie.
(Normlogik und moderne Strafrechtsdogmatik, Verlag Otto Schwartz & Co., Göttingen, 1954. La traducción
literal sería “Lo vivo y lo muerto en la teoría de las normas de Binding. Normo-lógica y moderna dogmática
jurídico-penal”.
209
SILVA SÁNCHEZ, Normas y acciones en derecho penal, p. 15.
40
En la dirección contraria, los finalistas reivindicaban el carácter
imperativo de la norma, alegando que carecería completamente de sentido
una norma sin destinatarios.
Esa nueva fase del debate nos obliga, por tanto, a destinarle a la
polémica valorativismo vs. imperativismo, una consideración capitular
separada.
A) CONSIDERACIONES PRELIMINARES
210
KELSEN, Teoría pura del derecho, p. 88.
211
SAUER, Filosofía Jurídica y Social, p. 210.
41
Históricamente, el valorativismo podría asignarse a las posiciones
doctrinarias para las cuales la norma recoge valores procedentes de la
misma ley natural, que incorpora a la ley humana.212 En tal sentido,
RADBRUCH sostuvo que las normas serían obligatorias por su autoridad,
indisolublemente unida a los valores que realizan.213
Desde esta perspectiva normológica, las normas recogen valores y la
consecuencia jurídica se aplica al sujeto por el ataque al valor, al contenido,
más que por la infracción a la ley.214
Por el contrario, para el imperativismo, el fundamento de la
obligatoriedad se deriva no de una realización de valores abstractos, sino
de la instancia política encargada del dictado normativo. Por ende, la
referencia fundamental es la infracción de la ley en sí, con independencia
de los diferentes valores. Por lo demás, el valor fundamental de la norma
es la paz y la seguridad jurídica.215
Ahora bien, el problema de la naturaleza de la norma es un viejo
problema de la Teoría General del Derecho, donde sus cultores debaten si
la norma es o no imperativa.216 No obstante, en el plano penal la cuestión
adquiere especial relevancia, porque implica al problema del principio de
legalidad como límite del ius puniendi. Vale decir, este tema concierne
entonces a un principio de política jurídica, de primer orden.
Acaso por ello, parece rara la ubicación sistemática de la cuestión,
pues el problema no se aborda en el contexto lógico de la teoría de las
fuentes, sino que muchos autores postergan su consideración para el
ámbito o momento de la antijuridicidad.217
212
ÁLVAREZ GARCÍA, Sobre la estructura de la norma penal: la polémica entre valorativismo e imperativismo,
p. 20.
213
RADBRUCH, Filosofía del Derecho, p. 61. Vid. también RADBRUCH, Introducción a la Filosofía del
Derecho, p. 47.
214
ÁLVAREZ GARCÍA, Sobre la estructura de la norma penal, p. 24.
215
ÁLVAREZ GARCÍA, Sobre la estructura de la norma penal, ps. 21-22 y 24.
216
ATIENZA-RUIZ MANERO, Las piezas del derecho, ps. 124-127; LARENZ, Metodología, ps. 245-249;
PRIETO SANCHÍS, Apuntes, ps. 65 y ss.; LUMIA, Principios, p. 32.
217
Así, MAYER, Derecho Penal, p. 223; MEZGER, Tratado, tomo I, p. 340; BLEI, Strafrecht, p. 62;
JESCHECK-WEIGEND, Tratado, p. 252; BAUMANN-WEBER-MITSCH, Strafrecht, ps. 276 y ss.
218
GARCÍA-PABLOS, Derecho Penal, p. 189 y 194.
42
implicar ningún imperativo dirigido a su destinatario. Por consiguiente, la
norma penal establece para el ciudadano un mero juicio de valor negativo
(juicio de desvalor) sobre determinada conducta, considerando que ésta
es lo suficientemente grave como para merecer la pena para ella prevista,
pero sin contener, no obstante, imperativo alguno dirigido a los ciudadanos
para que se abstengan de cometer la referida conducta.219
Desde esta comprensión de la norma, el ordenamiento jurídico no
sería más que una suma de juicios de valor, que diferencian la conducta
lícita (conforme a derecho) y la conducta antijurídica.220
Para ésta orientación teórica, el Derecho no contiene imperativos
dirigidos al ciudadano concreto, sino reglas de deber ser impersonales,
que se limitan a describir hechos, situaciones y acontecimientos.221 El
establecimiento de normas es un acto constitutivo de valoración, mediante
el cual hechos y relaciones son configurados en el plano de lo jurídicamente
vigente.222
Las normas jurídicas son, entonces, normas de valoración
objetivas, que formulan un enjuiciamiento del hacer humano desde la
perspectiva del orden comunitario, pero el derecho no contiene imperativos
dirigidos al ciudadano concreto, sino normas de “deber ser” impersonales,
limitándose a designar hechos, situaciones y acontecimientos simplemente
como “esperados” o “no esperados”.223
La norma, por tanto, es una medida de valor del comportamiento
humano y proyecta un orden objetivo sobre la vida social, mostrando qué
es lo que el derecho aprueba y lo que desvalora. En consecuencia, el deber
ser al que puede reconducir la norma es, tan luego, la aplicabilidad del
precepto jurídico al supuesto de hecho.224
La consecuencia sistemática más importante resulta de que, si la
norma penal sólo contiene un juicio de desvalor (y no encierra un
imperativo dirigido al ciudadano), la antijuridicidad está configurada
objetivamente y externamente como lesión objetiva de la norma de
valoración.225
Al mismo tiempo, vista como norma objetiva de valoración, el objeto
de la norma puede serlo todo: la conducta de capaces e incapaces de
219
LUZÓN PEÑA, Curso, tomo I, p. 64.
220
GARCÍA-PABLOS, Derecho Penal, p. 190.
221
Vid. BAUMANN, Derecho Penal, ps. 168-169; BAUMANN-WEBER-MITSCH, Strafrecht, p. 277.
222
SERRANO-PIEDECASAS, Conocimiento científico y fundamentos del Derecho Penal, p. 39.
223
NOWAKOWSKI, Zur Lehre von der Rechtswidrigkeit, en Zeitschrift für die gesamte Strafrechtswissenschaft,
vol. 63, 1951, p. 291.
224
BOCKELMANN, Grundrisse des Rechts, p. 36.
225
MOLINA FERNÁNDEZ, Antijuridicidad penal y sistema del delito, p. 259.
43
acción, de culpables o no culpables, los hechos y estados del mundo
circundante.226
226
MEZGER, Tratado, tomo I, p. 341; GARCÍA-PABLOS, Derecho Penal, p. 190; HEINITZ, Das Problem der
materiellen Rechtswidrigkeit, ps. 9-10.
227
GROLMAN, Grundsätze der Criminalwissenschaft nebst einer systematischen Darstellung des Geistes der
deutschen Criminalgesetze, p. 15, citado por MOLINA FERNÁNDEZ, Antijuridicidad, p. 124.
228
FEUERBACH, Lehrbuch des gemeinen in Deutschland gültigen peinlichen Rechts, § 80, ps. 149-150.
229
FEUERBACH, Revision der Grundsätze und Grundbegriffe des positiven peinlichen Rechts, vol. 2, ps. 50, 62,
71 y 266.
44
Sin embargo, la concepción objetiva de la antijuridicidad no es un
descubrimiento oriundo de los penalistas, sino que fue precedido por la
idea homóloga, elaborada en el seno del derecho civil.
Se suele recordar que, probablemente, la primera referencia expresa
al injusto objetivo o injusto no culpable proviene de HEGEL, quien emplea
el término –oscuro, sin duda- de “injusto no malicioso”.230
En esa dirección le siguen los llamados “penalistas hegelianos”.231 Por
lo tanto, ABEGG232 y también BERNER mantienen el concepto de “injusto
no malicioso” (umbefangenes Unrecht)233, mientras que KÖSTLIN ratifica
que lo característico del injusto no se encuentra en la voluntad antijurídica
del sujeto, sino en la propia realidad exterior; concretamente, en la
oposición entre el comportamiento externo del sujeto y la voluntad de la
ley.234 Y, a su turno, HÄLSCHNER alude al “injusto no culpable”
(unschuldbares Unrecht), pues entiende que lo característico del injusto es,
precisamente, ser una negación del derecho en sí.235
Fuera de la escuela hegeliana, pero más o menos por la misma época
–en 1867- IHERING ratifica la idea de un injusto objetivo, entendido como
la definitiva contrariedad del hecho con el derecho, que da lugar a la
imposición de sanciones jurídicas, el cual existe al lado de la culpabilidad,
pues la pena sólo se aplica a quien ha cometido el hecho (antijurídico)
culpablemente.236
Otros autores como STÜBEL237, WÄCHTER238 o LUDEN239, son
también importantes en el desarrollo de la teoría del injusto, si bien nos
resulta imposible examinar aquí su pensamiento, so riesgo de que el
tratamiento del tema adquiera una extensión inusitada y falta de
proporcionalidad.240
230
HEGEL, Líneas fundamentales de la Filosofía del Derecho, § 83-84, ps. 104-105. Sobre la falta de claridad del
concepto, von HIPPEL, Lehrbuch des Strafrechts, ps. 6 y 107; GÜNTHER, Strafrechtswidrigkeit und
Straf-unrechtsausschluss, ps. 9-10.
231
Sobre los penalistas hegelianos, BUSTOS RAMÍREZ, Introducción, ps. 123-125; ZAFFARONI, Tratado, tomo
II, ps. 171 y ss.; ZAFFARONI-ALAGIA-SLOKAR, Derecho Penal, ps. 300-304; MIR PUIG, Introducción, ps.
186-187.
232
ABEGG, System der Criminalrechtswissenschaft, § 94, p. 52.
233
BERNER, Lehrbuch des deutschen Strafrechtes, § 36.2, p. 67; BERNER, Grundlinien der criminalistischen
Imputationslehre, p. 43.
234
KÖSTLIN, System des deutschen Strafrechts, vol. I, § 2 y § 3, ps. 1-2 y § 34, p. 97.
235
HÄLSCHNER, Das preussische Strafrecht, vol, 2, § 114, p. 433.
236
IHERING, El espíritu del Derecho Romano, ps. 170-171.
237
STÜBEL, Über den Tatbestand der Verbrechen, Wilttenberg, 1805.
238
WÄCHTER, Lehrbuch des Römisch-Teutschen Strafrechts, Stuttgart, 1825.
239
LUDEN, Abhandlungen aus dem gemeinen teutschen Strafrechte, Göttingen, 1840.
240
Vid. el extenso y meticuloso desarrollo de MOLINA FERNÁNDEZ, Antijuridicidad, ps. 117-282; MORO, La
antijuridicidad penal, ps. 8-105.
45
La concepción del injusto ha girado siempre, dentro de la dogmática
penal, en torno a la discusión sobre la norma. Y así como una
interpretación cerradamente valorativa de ésta llevó a consumar la tajante
distinción entre injusto y culpabilidad que viene de señalarse, la
consideración de que la norma penal establece deberes jurídicos para los
destinatarios condujo, inexorablemente, no sólo a una teoría ecléctica de la
norma penal (teoría de la doble función: valorativa e imperativa), sino
también a la aceptación del injusto culpable.
ADOLF MERKEL parece ser el primer dogmático que se opone a
hablar de un hecho antijurídico no culpable, puesto que su concepción de la
norma se halla muy próxima a la llamada teoría imperativa.241
Para MERKEL sólo existe una forma de contrariedad a derecho (una
modalidad de injusto) en todo el ordenamiento jurídico: la violación de las
normas del derecho objetivo.242 El derecho no es más que un conjunto de
prohibiciones y mandatos, de normas, y el injusto, en cuanto oposición al
derecho, no puede ser otra cosa que infracción de dichos mandatos y
prohibiciones.243
Para que una conducta sea contraria a la norma es preciso que se
cumplan dos requisitos: el comportamiento evaluado debe suponer la
lesión de la voluntad general objetiva descrita en la norma (lo que, a su
vez, conlleva la lesión de los intereses generales que constituyen dicha
voluntad general)244 y, en segundo lugar, debe concurrir imputabilidad.245
El núcleo indiscutible del injusto es la infracción del contenido de la
norma y en ese punto reside la antijuridicidad material, la lesividad del
hecho para bienes jurídicos. Pero MERKEL avanza un paso más y eleva a
primer plano el aspecto determinador de la conducta humana; o sea, la
posibilidad de intervenir en el proceso de decisión del sujeto mediante los
mandatos y las prohibiciones.246 Por lo tanto, MERKEL considera que la
infracción del contenido objetivo de la norma no supone automáticamente
la violación de la norma –y con ello, la antijuridicidad del comportamiento-,
sino simplemente un requisito imprescindible, al que debe añadirse la
imputabilidad.247
La norma como instrumento sólo puede dirigirse a sujetos
imputables. Las normas establecen deberes jurídicos para sus
destinatarios, y destinatario de un deber sólo puede serlo el imputable. A
241
DORNSEIFER, Rechtstheorie und Strafrechtsdogmatik Adolf Merkels, p. 83.
242
MERKEL, Derecho Penal, p. 13.
243
MERKEL, Kriminalistische Abhandlungen, I, p. 43.
244
MERKEL, Derecho Penal, ps. 11 y 13.
245
MERKEL, Derecho Penal, p. 53; MERKEL, Kriminalistische Abhandlungen, I, p. 42.
246
MOLINA FERNÁNDEZ, Antijuridicidad, p. 292; MORO, La antijuridicidad penal, p. 49; VELA TREVIÑO,
Antijuridicidad y justificación, p. 95.
247
MERKEL, Derecho Penal, ps. 67-68.
46
este razonamiento se le llama el “argumento del destinatario”: vale
decir, el contenido objetivo de la norma sólo se transforma en prescriptivo,
en un deber, frente a quienes están en condiciones de cumplir lo
ordenado.248
“Es evidente” –dice MERKEL en respuesta a THON- “que no tiene
ningún sentido dirigir órdenes a quienes sabemos que no pueden
comprenderlas y seguirlas y admitir que dichas personas pueden lesionar
éstas órdenes”.249
Detrás de MERKEL, el autor que aplicó de modo más coherente una
concepción imperativa de la norma al ámbito de la antijuridicidad, fue
ALEXANDER HOLD von FERNECK.250
HOLD von FERNECK razona que el hombre sólo quiere aquello que
resulta de la interacción de sus motivos y cualquier posibilidad de actuar
sobre la conducta humana pasa necesariamente por una alteración de
éstos, mediante el establecimiento de deberes.251
El centro del sistema jurídico se encuentra en el establecimiento de
deberes, entendidos como coerción psíquico-social que opera sobre la
voluntad humana para proteger los intereses de la vida en comunidad.252
Entonces, si el derecho objetivo no es más que un conjunto de
deberes y dado que un deber no es concebible sin un imperativo, HOLD
von FERNECK concluye que el derecho no es más que un conjunto de
imperativos. “El deber no es más que el transmisor del imperativo al
interior del hombre”.253
Ahora bien, si la antijuridicidad se entiende como contrariedad a
derecho en sentido objetivo y éste es sencillamente un conjunto de
órdenes imperativas, pues entonces la antijuridicidad no puede significar
otra cosa que “contrariedad a la norma” (Normwidrigkeit) y por ello,
“contrariedad a deber” (Pflichtwidrigkeit).254
248
MERKEL, Elemente der allgemeinen Rechtslehre, en Gesammelte Abhandlungen, p. 587; citado por
DORNSEIFER, Rechtstheorie und Strafrechtsdogmatik, p. 85; MOLINA FERNÁNDEZ, Antijuridicidad, p. 292;
MERKEL, Derecho Penal, p. 53.
249
MERKEL, Rechtsnorm und subjectives Recht, en Gesammelte Abhandlungen, p. 383, citado por MOLINA
FERNÁNDEZ, Antijuridicidad, p. 295.
250
En opinión de HEINITZ, Das Problem der materiellen Rechtswidrigkeit, p. 10; BACIGALUPO, Delito y
punibilidad, p. 88.
251
HOLD von FERNECK, Die Rechtswidrigkeit, vol. I, p. 73, citado por MOLINA FERNÁNDEZ,
Antijuridicidad, p. 330.
252
HOLD von FERNECK, Die Rechtswidrigkeit, vol. I, ps. 76, 84 y 94, citado por MOLINA FERNÁNDEZ,
Antijuridicidad, p. 330.
253
HOLD von FERNECK, Die Rechtswidrigkeit, vol. I, ps. 94 y 105, citado por MOLINA FERNÁNDEZ,
Antijuridicidad, p. 330. Vid. asimismo MORO, La antijuridicidad penal, p. 57; GÜNTHER, Strafrechtswidrigkeit
und Strafunrechtsausschluss, p. 17.
254
HOLD von FERNECK, Die Rechtswidrigkeit, vol. I, ps. 149 y 276, citado por MOLINA FERNÁNDEZ,
Antijuridicidad, p. 333 y por MORO, La antijuridicidad penal, p. 57. Vid. también VELA TREVIÑO,
Antijuridicidad, p. 96.
47
Con ello se produce la definitiva fusión entre antijuridicidad y
culpabilidad. No existe un injusto objetivo y tampoco es correcto referirse a
él como injusto subjetivo, ya que ambos aspectos están íntimamente
ligados, sin que admitan separación. El derecho actúa como motivo en la
esfera interna para lograr sus efectos en la actividad externa.255
48
y configurar la vida social, sólo reclamando imperativamente determinada
conducta ello puede llevarse a cabo. Como mera norma de valoración no
podría el Derecho desempeñar el señorío que le corresponde sobre la vida
de los hombres y sería, en vez, “un conjunto de declaraciones platónicas,
sin fuerza de convicción”.260
En suma: si el Derecho ha de incidir verdaderamente en la sociedad,
su función determinadora es decisiva. En puridad, el Derecho opera a
través de mandatos incondicionados e imperativos, que son los que se
infringen realmente cuando el sujeto –en la ya conocida terminología de
BINDING- “cumple” las leyes penales. Por ello, la norma jurídico-penal no
es una regla cualquiera, sino una norma de comportamiento
(Verhaltensnorm).261
El Derecho pretende impulsar la realización de una determinada
conducta y dicho impulso, por tanto, se transmite a través de mandatos u
órdenes, positivas y negativas. En definitiva, según palabras de THON, con
sus imperativos el Derecho se dirige a los hombres, pues proviene de ellos
y, además, sólo ellos pueden someterse a sus preceptos.262
El Derecho, en suma, persigue evitar aquellas conductas que prohibe
y, a su vez, conseguir aquellas que ordena. De tal modo, sus mandatos son
un medio al servicio de ese fin. Para obtener eficacia, por consiguiente,
sólo importa que el legislador dé fuerza de imperativo a la norma; la cual
–en términos de BIERLING- “es la expresión de un querer que espera ser
cumplido por otros”263, puesto que todos los imperativos revisten la forma
de deber ser.
260
ENGISCH, Einführung, p. 28. Sobre la esencialidad de la norma de determinación, vid. SCHMID, Das
Verhältnis von Tatvestand und Rechtswidrigkeit aus rechtstheoretischer Sicht, p. 60.
261
STRATENWERTH, Acción y resultado en Derecho Penal, ps. 46-47.
262
THON, Rechtsnorm und subjectives Recht, p. 3.
263
BIERLING, Juristische Prinzipienlehre, vol. I, p. 29, citado por GARCÍA- PABLOS, Derecho Penal, p. 196.
264
Un ejemplo es MEZGER, Tratado, tomo I, p. 343, que termina por admitirlo. Asimismo,
JESCHECK-WEIGEND, Tratado, p. 254; BOCKELMANN-VOLK, Direito Penal, ps. 45-46.
49
teórico-doctrinal, en los dos niveles o ámbitos de la ciencia jurídica
pre-mencionados.
No puede perderse de vista, en simultáneo, que la formulación de la
teoría de las normas, a partir de la obra de BINDING, da inicio a la
consolidación de la antijuridicidad penal como elemento del ilícito,
favorecida por los trabajos de HERTZ265 y FISCHER266 en Alemania, así
como los planteos de CARRARA267, ROCCO268, VANNINI269, MORO270 y
finalmente PETROCELLI271 en Italia, sin perjuicio de un desarrollo paralelo
habido en España.272
Pero, asimismo, la opción por la teoría de las normas –por una u otra
alternativa- se refleja claramente a nivel práctico en la construcción del
sistema del ilícito, conforme se verá más adelante.
Baste consignar aquí, a modo de adelanto, que no es casual que la
teoría causal del delito (sistema clásico y neoclásico) prefiera o se incline
en principio por la concepción valorativa de la norma, mientras que la
escuela finalista –y con especial destaque ARMIN KAUFMANN- apele al
concepto de norma de determinación, que le sirve entre otras cosas para
obviar el discutido tema de las estructuras lógico-objetivas de la realidad y
trasladar, sin necesidad de acudir a ese fundamento óntico, el dolo al tipo
penal.273
265
HERTZ, Das Unrecht und die allgemeinen Lehren des Strafrechts, 1880.
266
FISCHER, Die Rechtswidrigkeit mit besonderer Berücksichtigung des Privatrechts, 1911.
267
CARRARA, Programa de Derecho Criminal, tomo I, § 34-35, ps. 50-51.
268
ROCCO, El objeto del delito y de la tutela jurídica penal, ps. 487 y ss. También ROCCO, Cinco estudios sobre
derecho penal, p. 65.
269
VANNINI, Concetto e contenuto del ilícito penale, 1932.
270
MORO, La antijuridicidad penal, 1949.
271
PETROCELLI, L’antigiuridicitá, 1966.
272
Para el caso del desarrollo realizado por la doctrina española, vid. JIMÉNEZ DE ASÚA, Tratado, tomo III, ps.
959-960 y, en relación al tratamiento de la antijuridicidad por parte de la doctrina penal latinoamericana, vid.
REYES ECHANDÍA, Antijuridicidad, ps. 10-12.
273
Vid. infra, Cap. VI.
50
El tema de marras ha sido exhaustivamente estudiado, por cierto,
tanto por la Filosofía Jurídica como, sobre todo, por la Sociología del
Derecho.
El Derecho es necesario, en efecto, para otorgar seguridad jurídica a
la convivencia comunitaria y, por esa vía, es un elemento imprescindible
para alcanzar los objetivos humanos.274 Incluso la teoría crítica, a pesar de
sus agudas controversias, le reconoce al Derecho que entre sus funciones
se cuentan la promoción de conductas, la transformación social y la
organización del poder y de la violencia, entre los objetivos principales o
prioritarios.275
Otros autores enuncian entre las funciones sociales del derecho, a la
función de control social, la de mantenimiento de la paz social y de
resolución de conflictos, entre las más importantes276, tanto como la
orientación del comportamiento y la configuración de las condiciones de
vida.277 En verdad, entre la orientación social, la resolución de conflictos y
la legitimación y organización del poder social, parece identificarse las
tareas esenciales del derecho.278
Por supuesto, desde la perspectiva del funcionalismo sistémico caben
otros planteos (en el fondo ya comprendidos en el elenco anterior, pero
expresados en una forma lexicográfica distinta), donde sobresale el
aseguramiento de las expectativas.279 La clave del derecho, desde este
abordaje sistémico pasa por el mantenimiento del equilibrio del sistema, el
cual se logra a través del aseguramiento de expectativas y,
fundamentalmente, mediante la protección de la vigencia de la norma.280
274
BRIESKORN, Filosofía del Derecho, p. 32.
275
CORREAS, Introducción a la Sociología Jurídica, ps. 218, 225 –226. Especialmente en relación a la teoría
crítica aplicada al Derecho Penal, vid. RUIZ, Idas y vueltas, ps. 85-98; WOLKMER, Introduçao ao Pensamento
Jurídico Crítico, p. 145; BOVINO-COURTIS, Por una dogmática concientemente política, en COURTIS
(Comp.), Desde otra mirada, ps. 183-222; SALAS, La dogmática jurídico-penal: ¿un viaje fantástico al reino de
Absurdistán o un arma eficaz contra la irracionalidad de la justicia penal?, en COURTIS (Ed.), Observar la ley,
ps. 259-276.
276
ROBLES, Sociología del Derecho, ps. 151-159 y 163.
277
REHBINDER, Sociología del Derecho, ps. 160-167. Entendido el derecho como instrumento del poder político
y como técnica legitimadora, vid. NIETO, Crítica de la razón jurídica, ps. 55-56; ARNAUD-FARIÑAS DULCE,
Sistemas jurídicos, ps. 130-138.
278
FERRARI, Funciones del derecho, ps. 133 y ss.; FERRARI, Acción jurídica y sistema normativo, ps. 124 y ss.;
LUMIA, Principios, ps. 15 y ss.; RECASENS SICHES, Introducción, ps. 112-119.
279
Sobre la orientación funcionalista del derecho, vid. TREVES, Introducción a la Sociología del Derecho, ps. 84
y ss.; GEIGER, Estudios de Sociología del Derecho, ps. 42 y ss. Especialmente, vid. LUHMANN, Die Funktion
des Rechts: Erwartungssicherung oder Verhaltenssteuerung?, en Legaz y Lacambra (Ed.), Die Funktionen des
Rechts, ps. 31-46. También LUHMANN, Sistemas sociales, ps. 107-108; LUHMANN, La ciencia de la sociedad,
ps. 102 y ss.; LUHMANN, El Derecho de la sociedad, ps. 161 y ss., 203 y ss., 316 y ss. y 630 y ss.; LUHMANN,
Moderne Systemtheorien, en HABERMAS-LUHMANN, Theorie der Gesellschaft, ps. 7-24.
280
Vid.: GIMÉNEZ ALCOVER, El derecho en la teoría de la sociedad de Niklas Luhmann, ps. 189 y ss.; PRIETO
NAVARRO, La teoría de sistemas de Niklas Luhmann y el derecho, en GARCÍA AMADO (Coord.), El derecho
en la teoría social, ps. 325-356.
51
Naturalmente, todas esas funciones las cumple el derecho a través de
las normas, puesto que aquél no es otra cosa que un sistema de normas. Y
en punto a la temática penal –desde luego, ello resulta extensible también
a otras áreas jurídicas-, la más importante de las funciones del derecho es
aquella destinada a la orientación de conductas o, en otros términos, al
control social.281
Es que la norma penal, como ya se anticipara, tiene una función
directiva, según la doctrina dominante. Ese aspecto nos conduce, por lo
tanto, a repasar la condición de imperativo de las normas jurídicas, que fue
primero discutida por la Teoría General del Derecho y, luego todavía por la
doctrina penal para el caso de las normas de carácter punitivo.
Obviamente, ambos debates se hallan en estrecha relación y podría decirse
que, en el fondo, son interdependientes.
281
DÍAZ, Sociología y Filosofía del Derecho, ps. 15 – 16; ATIENZA, Introducción al Derecho, ps. 58-65;
ATIENZA, El sentido del derecho, ps. 151.
282
ATIENZA, El sentido del Derecho, p. 59; DÍAZ, Curso de Filosofía del Derecho, p. 23-24.
283
PALOMBELLA, Filosofía del Derecho moderna y contemporánea, p. 170. Vid.: DELGADO PINTO,
Normatividad del derecho, en GARZÓN VALDÉS-LAPORTA, El derecho y la justicia, ps. 424-440;
RADBRUCH, Introducción a la Filosofía del Derecho, p. 47.
284
LARENZ, Metodología, p. 242.
285
ATIENZA, El sentido del Derecho, p. 63; NIETO, Crítica de la razón jurídica, p. 108.
286
Sobre la impronta naturalista en la ciencia jurídica, vid. HERNÁNDEZ GIL, Problemas epistemológicos de la
Ciencia Jurídica, p. 22. Y sobre el derecho como “ciencia cultural”, CASSIRER, Zurlogik der
Kulturswissenschaften, p. 79.
52
comportamientos humanos futuros. Su contenido básico, luego, es una
información con la eventual precisión de una orden y la advertencia de las
consecuencias de su incumplimiento. La información se refiere,
precisamente, a la determinación de lo que es lícito o ilícito, de lo
prohibido, de lo permitido y de lo obligatorio, mientras que las órdenes
pueden ser de imposición coactiva (mandatos) o negativa (prohibiciones).
Entonces, malgrado de que se pueda concebir a la ley como una oferta o
directriz cuya información se brinda a los destinatarios, quienes la
aceptarán o no (recuérdese que, ordinariamente, el contenido material de
una norma jurídica es una declaración de valores, intereses o voluntades,
que se manifiestan de forma expresa o implícita), parece de toda
evidencia, éso sí, que “el primer objetivo de las normas jurídicas es
establecer reglas de comportamiento para sus destinatarios”.287
Las reglas de comportamiento indican cual es la conducta que debe
seguirse de entre todas las físicamente posibles y, así, facilitan las
relaciones sociales habida cuenta de la previsibilidad de su
comportamiento. Se trata, claro está, de una mera expectativa, ya que la
regla puede también no ser cumplida y, si ello ocurre, entre en juego una
segunda función de la norma jurídica: a saber, la de pauta para la
resolución de conflictos, encomendada al juez.288
Conviene prologar este enfoque, aclarando una vez más que aunque
los términos “norma jurídica” y “ley jurídica” suelen emplearse como
sinónimos, por comodidad o por costumbre, en realidad no lo son: la
norma se refiere propiamente al contenido y la ley, en cambio, a la
forma289. Más aún, si la norma se interpreta como “relación de
sentido”, ella no es sino un significado, puesto que con la norma “se
quiere decir algo”.290
Formulada la precisión precedente, creemos que a esta altura del
desarrollo de la ciencia jurídica, el carácter valorativo de la norma está
fuera de discusión, ya sea porque explícita o implícitamente ella
“transmite un valor”, o bien, porque su función valorativa se efectiviza y
expresa en tanto desaprueba o desvalora ciertos comportamientos,
mediante prohibiciones o mandatos. Y no podría ser de otro modo, pues el
Derecho es “la materialización de un cierto sistema de valores”.291
287
NIETO, Crítica de la razón jurídica, p. 110.
288
NIETO, Crítica de la razón jurídica, p. 111.
289
NIETO, Crítica de la razón jurídica, p. 107.
290
SCHROTH, Hermenéutica filosófica y jurídica, en KAUFMANN-HASSEMER, El pensamiento jurídico
contemporáneo, p. 294.
291
DÍAZ, Sociología y Filosofía del Derecho, p. 52.
53
Ese aspecto valorativo parece hallarse incluído, cuando menos a
partir de las tesis de von WRIGHT292, en el carácter y contenido de la
norma; vale decir, la calificación de determinadas acciones como
obligatorias, prohibidas, permitidas o facultativas (v.gr.: el carácter) y las
acciones afectadas por dicho carácter, es decir, lo prohibido y lo permitido
(v.gr.: el contenido).293
Las normas –o cuando menos, específicamente la variedad de las
normas penales- son del tipo de las reglas prescriptivas. Las normas
son, en rigor de verdad, el significado de un enunciado –incluídas las
respectivas condiciones de aplicación- y, desde luego, tienen carácter
hipotético, pues se refieren y desvaloran supuestos que aún no han
sucedido.
Ahora, al lado y coetáneamente a su eminente textura valorativa, la
norma –como se viera- tiene también naturaleza y función directiva; vale
decir, trátase de una directiva de conducta. Algunos llaman a ese
carácter el “determinismo legal”, concibiendo a la norma como oferta o
directriz de comportamiento294, puesto que cumple una función de
dirección y guía de las conductas, integra y regula el comportamiento de
los miembros de una sociedad. En suma: la función directiva ejerce el
control social (en nuestro caso, el control penal), propio del Estado social e
intervencionista.295
En definitiva, tomando prestado el término a la teoría de la
argumentación jurídica, cabe aducir que, en mérito a su función directiva,
las normas “razones para la acción”.296
En ese sentido, SPITTLER habla de la norma como una exigencia de
conducta (Verhaltensforderung) –sin perjuicio de reconocerle, al mismo
tiempo, su condición de “valoración de conducta”
(Verhaltensbewertung)-, la cual implica a un emisor (Normabsender) y a
un destinatario (Normadressaten) y reacciona aplicando una sanción a la
conducta desviada del transgresor de la norma (Normbrecher).297
Precisamente, sobre esta última acepción –o comprensión- de la
norma como directiva, es que se vincula la vieja cuestión de su naturaleza
imperativa.
292
von WRIGHT, Norma y acción, p. 88; von WRIGHT, Un ensayo de lógica deóntica y la teoría general de la
acción, ps. 43 y 45.
293
Vid.: ATIENZA, El sentido del derecho, p. 65; LAPORTA, El imperio de la ley, p. 85, CAPELLA, Elementos
de análisis jurídico, ps. 65-66; PRIETO SANCHÍS, Apuntes, p. 54.
294
NIETO, Crítica de la razón jurídica, p. 117.
295
ATIENZA, Introducción al Derecho, p. 59.
296
ATIENZA, El sentido del derecho, p. 74; ATIENZA –RUÍZ MANERO, Las piezas del derecho, p. 11.
297
SPITTLER, Norm und Sanktion, ps. 26-27.
54
En puridad, la teoría de los imperativos se remonta al pensamiento
kantiano, pues el filósofo de Königsberg refiere a los imperativos
categóricos como aquellos “que mandan una acción por sí misma, como
objetivamente necesaria” y ellos pueden ser positivos o negativos; es decir,
consistir en mandatos o prohibiciones.298 En menos palabras, un imperativo
categórico es un juicio que postula un deber.299 La noción kantiana de
deber indica que éste es “la necesidad de una acción por respeto a la
ley”300, la cual se individualiza en un sujeto: el “obligado”, que es “la
persona que debe realizar u omitir la conducta ordenada o prohibida por el
precepto”.301
A su vez, en la doctrina moderna, la teoría de los imperativos –esto
es: la tesis de que las normas pertenecen o encuadran en la categoría
general de los imperativos-, encuentra buen número de partidarios.
THON sostiene que en toda norma existe un imperativo y que con sus
imperativos, el ordenamiento jurídico se dirige libremente a los hombres.
De los imperativos mismos se pueden separar conceptualmente las
consecuencias, respecto de que aspecto del ordenamiento jurídico tiene la
violación amenazada por el imperativo.302
También IHERING plantea que “cada norma contiene un imperativo
determinado”303, pues a su criterio, “toda norma es un imperativo
(positivo: mandato, negativo: prohibición)”.304
Esta misma concepción imperativista de la norma la defienden
–desde luego, con variantes de matiz no significativas- tanto BIERLING305,
como BINDER306, HÖPFNER307, PETROCELLI308 y HOLD von FERNECK309;
éste último con especial influencia sobre la dogmática de GRAF zu
DOHNA.310
Particularmente, reivindica con energía la posición imperativista KARL
ENGISCH, afirmando: “Nosotros podemos entonces decir que las
298
KANT, La metafísica de las costumbres, p. 27; KANT, Introducción a la teoría del derecho, p. 34. Vid. también
KÜLPE, Kant, p. 97.
299
GARCÍA MAYNEZ, Introducción al estudio del derecho, p. 9.
300
KANT, La metafísica de las costumbres, p. 23; KANT, Introducción a la teoría del derecho, p. 34.
301
GARCÍA MAYNEZ, Introducción al estudio del derecho, p. 8.
302
THON, Rechtsnorm und subjectives Recht, ps. 3 y 5.
303
IHERING, Der Zweck im Recht, I, p. 272.
304
IHERING, Der Zweck im Recht, I, p. 257.
305
BIERLING, Juristische Prinzipienlehre, I, p. 30, citado por GARCÍA-PABLOS, Derecho Penal, p. 196.
306
BINDER, Philosophie des Rechts, ps. 702 y ss., citado por LARENZ, Metodología, p. 245.
307
HÖPFNER, Einheit und Mehrheit des Verbrechens, vol. I, p. 133, citado por MOLINA FERNÁNDEZ,
Antijuridicidad, p. 317.
308
PETROCELLI, L’Antigiuridicitá, p. 35.
309
HOLD von FERNECK, Die Rechtswidrigkeit, I, ps. 94 y 104 y ss., citado por MOLINA FERNÁNDEZ,
Antijuridicidad, p. 330.
310
Vid.: GRAF zu DOHNA, Die Rechtswidrigkeit, p. 70; ESCHER, Neukantianer Rechtsphilosophie, ps. 162 y
174.
55
proposiciones jurídicas, en tanto proposiciones de deber ser dirigidas a una
conducta humana extraña, son imperativos...Esto se dice en el sentido de
que las proposiciones jurídicas expresan una voluntad de la comunidad
jurídica (es decir, del Estado) o del legislador. Esta voluntad está dirigida a
una determinada conducta de los sometidos al derecho; exige esta
conducta para lograr su realización... Las obligaciones son, pues, el
correlato de los imperativos. De aquí se ha deducido una teoría, la llamada
teoría imperativista, cuya tesis afirma que el derecho consiste
sustancialmente en imperativos”.311
También DEL VECCHIO defiende esta postura, aduciendo que la
imperatividad es un carácter importantísimo y esencial de la norma
jurídica, al punto de que “no podemos imaginarnos una norma que no
tenga carácter imperativo, aunque sea bajo ciertas condiciones”. Según el
renombrado filósofo de la Universidad de Roma, imponer una obligación
significa, precisamente, imperar.312
En definitiva y como lo explica LAUTMANN, La Teoría General del
Derecho, se ha ocupado de determinar si la norma jurídica es un
imperativo o un juicio hipotético. La teoría imperativa, defendida por
AUSTIN, THON, BINDER y ENGISCH entre otros, que llegó a ser dominante
en el siglo XIX, parte del hecho de que de las normas jurídicas surgen las
correspondientes obligaciones, que pueden ser impuestas coactivamente.
La norma obliga a los súbditos y les ordena cumplir con sus deberes.
Entonces, la sociedad es el titular del poder, el derecho es el contenido de
su voluntad y, por lo tanto, tiene una naturaleza imperativa.313
311
ENGISCH, Einführung in das juristische Denken, p. 22; ENGISCH, Beiträge zur Rechtstheorie, ps. 32, 35, 38
y 41.
312
DEL VECCHIO, Filosofía del Derecho, p. 344.
313
LAUTMANN, Sociología y jurisprudencia, ps. 36-37.
314
Vid. infra, ap. B).
315
HENKEL, Ein führung in die Rechtsphilosophie, ps. 66-67.
56
normas jurídicas de otro tipo (él menciona las normas de garantía y las
normas permisivas como las de legítima defensa), que no encuadrarían en
la definición de imperativo.316
También KLUG se pregunta –y lo contesta negativamente-, si esa
“coerción al deber” (Zwang zum Sollen) brinda o satisface una necesidad
lógica, concluyendo en que “no existe ninguna necesidad forzosa de
formular las normas jurídicas en proposiciones de deber (Sollensätzen)
puede renunciarse a una teoría de los imperativos”.317
316
ARTHUR KAUFMANN, Filosofía del Derecho, p. 206.
317
KLUG, Skeptische Regchtsphilosophie und humanes Strafrechts, vol. I, ps. 178 y 187.
318
STAMMLER, Tratado de Filosofía del Derecho, p. 314; STAMMLER, Economía y Derecho, p. 113.
319
Vid. LAUTMANN, Sociología y jurisprudencia, p. 37. Sobre la escuela vienesa, RECASENS SICHES,
Direcciones contemporáneas del pensamiento jurídico, p. 109.
320
STONE, Legal System and Lawyers’ Reasonings, 1964.
321
KELSEN, Contribuciones a la teoría pura del Derecho, p. 53.
322
Vid.: RECASENS SICHES, Direcciones del pensamiento jurídico, p. 147; BARBERIS, Filosofía del Diritto, p.
141; ATIENZA, El sentido del Derecho, p. 288.
323
KELSEN, Contribuciones a la teoría pura del derecho, p. 58.
57
entre la norma jurídica dictada por la autoridad y los enunciados acerca de
normas jurídicas formuladas por la ciencia del derecho, sugiriendo que a
estos últimos no se los llamara “normas jurídicas”, sino “reglas de derecho
en sentido descriptivo”. En esta obra no sólo hace una diferenciación más
clara entre la Rechtsnorm y la Rechtsatz, sino que, además, caracteriza
“expresamente a la norma jurídica como un imperativo u orden, tomando
estos términos en sentido figurado”, y destaca “la distinción entre las
normas jurídicas prescriptivas creadas por la autoridad y las reglas de
derecho mediante las cuales la ciencia del derecho describe su objeto, que
son las normas jurídicas”.
Por ende, agrega KELSEN, “la regla de derecho, usando el término en
un sentido descriptivo, es un juicio hipotético que enlaza ciertas
consecuencias a ciertas condiciones”.324
Vale decir: la calificación de juicio hipotético la utiliza el autor –diríase
que en su segunda época- para los enunciados descriptivos acerca de las
normas jurídicas, y no para las normas jurídicas prescriptivas. Y ello, por
cuanto un “juicio” en el sentido de un acto de conocimiento, mientras que
una norma es el sentido de un acto de voluntad. Así, en las sucesivas
ediciones de su Teoría Pura de Derecho, KELSEN llega a admitir “que la
regla de derecho no es un imperativo, sino un juicio hipotético ... Sin
embargo la norma jurídica puede muy bien presentarse bajo la forma de
un imperativo”.325 Incluso en la segunda edición de la Reine Rechtslehre,
publicada en 1960, KELSEN establece: “Las normas jurídicas no son juicios,
es decir, enunciados acerca de un objeto de conocimiento. Las normas
jurídicas son, por su sentido, prescripciones y, como tales, órdenes, pero
también son permisiones y autorizaciones”.326 Al mismo tiempo, dice
KELSEN, “en estrecha conexión con el abandono de la opinión de que las
normas jurídicas generales son juicios hipotéticos, se encuentra un cambio
en mi actitud con respecto a la llamada doctrina de la voluntad ... pues en
la segunda edición de mi Reine Rechtslehre caractericé a la norma general
y a la norma jurídica en particular como el sentido de un acto de
voluntad”.327
En términos semejantes, KELSEN aclara en otro ensayo que “a la
regla que ordena o prohibe una cierta conducta la llamamos norma. El
significado específico de una norma se expresa por medio del concepto
deber ser ... Las proposiciones que expresan normas son proposiciones de
deber ser. Una conducta es lícita si corresponde a una norma jurídica; es
ilícita si la contradice; la contradice si aparece en una relación de polar
oposición con la conducta jurídica”. Y la determinación de si una conducta
324
KELSEN, General Theory of Law and State, p. 45, citado por KELSEN, Contribuciones, p. 58.
325
KELSEN, Contribuciones, p. 59, refiriéndose a la edición francesa de 1953, Théorie Pure de Droit, p. 42.
326
KELSEN, Reine Rechtslehre, Z.Auflage, 1960, p. 73, citado en KELSEN, Contribuciones, p. 59.
327
KELSEN, Reine Rechtslehre, Z.Auflage, 1960, p. 4, citado en KELSEN, Contribuciones, p. 62.
58
es jurídica o antijurídica se hace a través de un juicio de valor, un juicio
cognoscitivo que puede ser verdadero o falso.328
En suma: el concepto de norma “afirma que algo, o más
exactamente, una determinada conducta humana, debe ser”. Y el análisis
que hace la ciencia del derecho “investiga el sentido específico de la
vinculación entre condición y consecuencia en las proposiciones jurídicas
(que han de ser caracterizadas como juicios hipotéticos) y compara estas
proposiciones jurídicas con las que la ciencia del derecho describe su
objeto: las normas jurídicas”.329
Por tal manera, no cabe sino concluir que en su segunda y última
posición dogmática, KELSEN sólo concibe como juicio hipotético y por ende
no categórico, ni tampoco un imperativo, a la proposición jurídica,
enunciado jurídico o regla de derecho, pero no a la norma jurídica
(Rechtsnorm).330
La evolución del pensamiento kelseniano daría a entender, pues, que
pasó de ver a la norma como juicio (hipotético), a concebir a las
proposiciones jurídicas como juicio sobre la norma. O sea, saltó de la
norma como juicio, al juicio sobre la norma.
Ahora, la concepción de KELSEN, donde es esencial el concepto de
sanción no permite explicar satisfactoriamente a las normas que confieren
potestades (los permisos), centrándose fundamentalmente en aquellas
normas que establecen obligaciones (mandatos) y prohibiciones. Esto
despierta la crítica de HART.
328
KELSEN, Los juicios de valor en la ciencia del derecho, en KELSEN, La idea del derecho natural y otros
ensayos, p. 242.
329
KELSEN, ¿Qué es la teoría pura del derecho?, ps. 9-10.
330
KELSEN, Teoría Pura del Derecho cit. (trad. de la edición francesa), ps. 47 y 49.
331
VILLA, Storia della filosofía del diritto analítica, ps. 105-126.
332
HERNÁNDEZ MARÍN, Introducción a la teoría de la norma jurídica, p. 243.
59
diferente al que empleara KELSEN y la teoría tradicional respecto de esa
denominación.333
Las normas primarias, o básicas, serías las que prescriben que los
seres humanos hagan u omitan ciertos actos, lo quieran o no; mientras que
las normas secundarias serían normas de segundo grado; es decir, normas
que se refieren a las normas primarias y que pueden subclasificarse, a su
vez, en tres grupos: la regla de reconocimiento –que establece que
normas pertenecen al sistema, forman parte del Derecho-, las normas de
cambio, que indican cómo se pueden crear o modificar normas y quien
puede hacerlo y, por último, las normas de adjudicación o de juicio,
que establecen los órganos que deben decidir si se ha infringido o no una
norma primaria y fijan las consecuencias de ello.334
Las reglas del primer tipo –las normas primarias, según HART- son
aquellas que imponen deberes, llamadas “duty-imposing rules”. Las reglas
del segundo tipo –normas secundarias en la nomenclatura hartiana-, son
aquellas normas que confieren potestades públicas o privadas,
denominadas “power-confeming rules”, clasificables a su vez en normas de
reconocimiento (rule of recognition), normas de cambio (“rules of
change”) y normas de adjudicación (rules of adjudication).335
60
prohibiciones y a los mandatos”. PHILIPPS cree, en efecto, “que no pueden
comprenderse de forma correcta fenómenos esenciales del derecho, si sólo
se tienen en cuenta los imperativos, al margen del reconocimiento de
intereses u otros valores”. Según él –y es acertada la reflexión-, tales
fenómenos pueden aclararse de forma mucho más sencilla y natural a
partir de una armónica combinación entre norma preceptiva y norma
valorativa, que a partir de una forma –quizá bastante artificial- de la norma
prescriptiva exclusivamente.338
RECASENS SICHES parece seguir la misma línea, cuando argumenta
–con buen criterio- que “los mandatos y las prohibiciones de las normas
jurídicas positivas se basan en valoraciones, en aprobaciones, en
reprobaciones, aunque no puedan reducirse tan sólo a ellas”.339
En el fondo, se trata de la vieja idea de RADBRUCH: el derecho “debe
elevarse valorativa e imperativamente sobre el resto de la realidad; es
decir, que debe ser normativo”.340
En realidad, no cabe albergar dudas de que el derecho valora a
través de las normas. Ordinariamente –dice NiETO- el contenido material
de una norma jurídica es una declaración de valores, intereses o
voluntades de carácter instrumental o finalista, que se manifiestan de
forma expresa o se traducen implícitamente.341
338
PHILIPPS, Teoría de las normas, en KAUFMANN-HASSEMER, El pensamiento jurídico contemporáneo, p.
267.
339
RECASENS SICHES, Experiencia jurídica, naturaleza de la cosa y Lógica “razonable”, p. 457.
340
RADBRUCH, Introducción a la Filosofía del Derecho, p. 47.
341
NIETO, Crítica de la razón jurídica, p. 109.
342
DE CABO MARTÍN, Sobre el concepto de ley, p. 38.
61
gallina), sino que por el contrario, se trata de una secuencia o conexión
lógica.
Ella se resume en lo que, agudamente, se ha dado en llamar “el
carácter bifronte” de las normas, de plástica aplicabilidad al caso de las
normas penales. Conforme lo refieren ATIENZA y RUÍZ MANERO, quienes
califican a la norma como “razones para la acción”, cuando se expresa
que una norma es una razón para la acción, se están diciendo en realidad
dos cosas distintas: por un lado, que una norma es una guía de
comportamiento y, por el otro, también que es un criterio de valoración
(esto es de justificación o de crítica) de la conducta. Los dos elementos
–señalan los citados catedráticos españoles- “están normalmente
superpuestos, y de ahí que de ordinario no se advierta ... su dualidad.
Vienen a constituír algo así como una y otra cara de la misma realidad...
Podríamos decir, entonces, que en una norma pueden distinguirse dos
aspectos: el directivo o, si se quiere, normativo en sentido estricto, esto
es, de guía de la conducta; y el valorativo o de criterio de valoración (esto
es, de justificación o de crítica)”.343
Existe, sin duda, una relación intrínseca entre la prescripción y el
valor, que hace que la conducta prohibida aparezca como disvaliosa, la
obligatoria como valiosa y la permitida como indiferente, pues no hay nada
que reprochar al que hace o al que deja de hacer lo que está permitido.344
Esto nos demuestra, en consecuencia, que la relación intrínseca o
implícita entre prescripción y valor, el gran obstáculo para el progreso de
una teoría puramente imperativista, no sólo obedece a esa razón de prius
lógico345, sino también y fundamentalmente , a la existencia de normas
permisivas, las cuales no pueden ser explicadas bajo la impronta de un
puro (y crudo) imperativo. Ellas no pueden entenderse merced a la vieja
idea imperativista del “command” (mandato) expuesta por AUSTIN, para
quien orden y deber son términos correlativos, a tal punto que estar
sometido al deber o a la obligación de hacer o de abstenerse, es estar
sujeto –según el fundador de la analytical jurisprudence- a una sanción en
el caso de desobedecer una orden.346
Ha sido von WRIGHT quien, buscándole una explicación (no
imperativa) a los permisos, los caracteriza como las “prohibiciones de
interferir la libertad de una agente en un determinado aspecto” y, en
343
ATIENZA-RUÍZ MANERO, Las piezas del Derecho, p. 131; ATIENZA, El Derecho como argumentación, p.
217.
344
ATIENZA-RUÍZ MANERO, Ilícitos atípicos, p. 20.
345
Esa prioridad también se ha manejado entre el Derecho y la antijuridicidad material. Vid. HARMS, Apriorität
des Rechts und materielle Rechtswidrigkeit, ps. 21-30.
346
AUSTIN, El objeto de la jurisprudencia, ps. 89 y 444. Sobre AUSTIN, vid.: FRIEDRICH, La Filosofía del
Derecho, ps. 148-150; PALOMBELLA, Filosofía del Derecho, ps. 100-102; BOBBIO, El positivismo jurídico, ps.
114-129; BARBERIS, Filosofia del Diritto, ps. 114-121.
62
definitiva, concibe a las normas permisivas como promesas.347 Otros ven a
los permisos como supuestos de negación, derogación o excepción de
normas de mandato, o bien como casos de ejercicio de poderes normativos
(facultativos, privados).348
De todas maneras, en cuanto aquí importa, cabe resaltar que las
normas permisivas (v.gr.: las que regulan el instituto de la legítima defensa
o del estado de necesidad, por ejemplo), son normas heterogéneas; que
las permisiones vienen a significar la negación de las prescripciones, puesto
que allí no gravita mandatoriamente el imperativo y, en cambio, lo que
sobresale es el aspecto valorativo de la norma de permiso, pues el
incumplimiento de ésta –entendido como el voluntario no ejercicio del
permiso que atribuye- no puede ser evaluado como violación o
transgresión de la norma y, de tal modo, no configura la conducta un acto
antijurídico.
La norma permisiva, tratando de oriental el comportamiento del
sujeto, lo faculta (no le ordena) a actuar en legítima defensa. Pero éste,
aún a pesar de verificarse el supuesto de hecho de la defensa legítima,
puede decidir autónomamente no hacer uso del permiso normativo, sin
repeler el ataque que recibe.
a) Consideraciones previas
347
von WRIGHT, Norma y acción, p. 101.
348
ATIENZA-RUÍZ MANERO, Las piezas del Derecho, ps. 107-108. Vid.: PRIETO SANCHÍS, Apuntes, ps.
46-47; NIETO MARTÍN, Introducción a la teoría de la norma jurídica, ps. 399 y ss.
349
Vid. supra, ap. B, num. 3.
350
Vid.: SAINZ CANTERO, Lecciones, tomo II, ps. 102-103; NIETO, Crítica de la razón jurídica, p. 107.
351
SILVA SÁNCHEZ, Aproximación, p. 314; VIVES ANTÓN, Fundamentos del sistema penal, p. 339.
63
Por consiguiente, la doctrina dominante concuerda en que la norma
incluye un supuesto de hecho (Tatbestand) –donde se describe la conducta
concreta prohibida u ordenada- y una consecuencia jurídica, donde se
establece la pena o la medida de seguridad respectiva, la cual se aplica,
hallándonos como estamos ante una proposición condicionada, sí y
cuando se realiza el supuesto de hecho352; cuando éste se “cumple”, como
lo proponía BINDING.353
Fuera de lo atinente a las medidas de seguridad, que sí produjo
alguna controversia –en el sentido de determinar si su aplicabilidad
requería o no algo más que la realización del supuesto de hecho y,
también, en la disputa sobre si un inimputable puede ser destinatario de
una norma354-, la verdadera discusión entre los juristas penales se centró
en la naturaleza y función de la norma penal, así como en las diversas
consecuencias para la construcción del sistema del ilícito.
Desde luego, si profundizamos el análisis y aceptamos que el
supuesto de hecho o Tatbestand tiene que ver con el concepto de tipo
penal, en tanto la consecuencia jurídica pasa a ser la pena, los debates y
controversias podrían multiplicarse “ad infinitum”, por la larga evolución
que ha tenido la teoría del tipo355, así como por la contraposición, ya
histórica, entre las distintas teorías de la pena.356
b) El valorativismo
352
LANDROVE DÍAZ, Introducción al derecho penal español, p. 77; RODRÍGUEZ RAMOS, Compendio de
Derecho Penal, p. 128; MORILLAS CUEVA, Manual de Derecho Penal, vol. I, ps. 60-61; BERDUGO GÓMEZ
DE LA TORRE et.al, Lecciones de Derecho Penal, p. 17; LUZÓN PEÑA, Estudios penales, p. 22; RODRÍGUEZ
MOURULLO, Derecho Penal, p. 76; ANTOLISEI-CONTI, Istituzioni di Diritto Penale, p. 26; RAMACCI, Corso,
p. 6; MARINI, Lineamenti, p. 35; NUVOLONE, Il sistema, p. 22; PAGLIARO, Principi, p. 31; BARTONE,
Diritto Penale, p. 3.
353
BINDING, Die Normen, II, p. 45.
354
ÁLVAREZ GARCÍA, Sobre la estructura de la norma penal, p. 19; MIR PUIG, Derecho Penal, ps. 38-39;
ATIENZA-RUÍZ MANERO, Las piezas del derecho, ps. 127-128.
355
Vid.: GARGANI, Dal corpus delicti, al Tatbestand, ps. 389 y ss.; SCHWEIKERT, Die Wandlungen der
Tatbestandlehre, ps. 103 y ss.; GÓMEZ URSO, Tipicidad penal, ps. 32 y ss.
356
Vid.: por todos, ZAFFARONI-ALAGIA-SLOKAR, Derecho Penal, ps. 56-78.
64
la norma proviene de su obvia autoridad normativa357, en realidad el
verdadero fundamento estriba en el carácter valioso de su contenido o,
valga la redundancia, de su juicio de valor. Para esta orientación filosófica,
la sanción se aplica más que por la formal infracción a la ley –que sí la
hay-, por el ataque que el transgresor de la norma realiza contra el valor
en ella contenido.358
Entonces, según el valorativismo, el ordenamiento jurídico no es más
que una suma de juicios de valor, merced a los cuales puede distinguirse el
comportamiento antijurídico del comportamiento adecuado a derecho. Las
normas jurídicas son normas de valoración objetivas, que permiten un
enjuiciamiento del hacer humano desde la perspectiva del orden
comunitario, pero el Derecho no contiene imperativos dirigidos al
ciudadano concreto, sino normas de deber ser impersonales.
Las normas proyectan un orden objetivo de la vida social y, al
expresar qué es lo que el ordenamiento jurídico estima adecuado a derecho
y qué es lo que desaprueba, las normas vienen a mostrar cómo deben
actuar los hombres.359
c) El imperativismo
357
Como ya se dijo, ese argumento de auctoritas derivaría de asimilar la norma a la disposición legal positiva,
claramente obligatoria.
358
Vid.: RADBRUCH, Filosofía del Derecho, p. 41.
359
GARCÍA-PABLOS, Derecho Penal, p. 190.
360
BOBBIO, El positivismo jurídico, ps. 187 y ss.; HOERSTER, En defensa del positivismo jurídico, p. 154.
361
RADBRUCH, Introducción a la Filosofía del Derecho, p. 32.
362
ÁLVAREZ GARCÍA, Sobre la estructura de la norma penal, p. 24.
363
BIERLING, Juristische Prinzipienlehre, I, p. 29.
65
ciudadanos. Las normas deben comprenderse como expresiones de deber
ser, dirigidas a cada uno como imperativo.364
364
GARCÍA-PABLOS, Derecho Penal, p. 194.
365
Resulta paradigmática, en tal sentido, la posición de RADBRUCH, El hombre en el derecho, ps. 127-142;
RADBRUCH, La naturaleza de la cosa como forma jurídica del pensamiento, ps. 109 y ss. Vid. también la obra de
GARZÓN VALDÉS, Derecho y “naturaleza de las cosas”, tomo I, ps. 35 y ss.
366
GARCÍA-PABLOS, Derecho Penal, p. 188.
367
Vid.: HATTENHAUER, Los fundamentos histórico-dogmáticos, ps. 284-285; SCHMIDT, Einführung in die
Geschichte der deutschen Strafrechtspflege, § 272 al § 274, ps. 303-313; RÚPING, Grundriss der
Strafrechtsgeschichte, ps. 87 y ss.
368
ÁLVAREZ GARCÍA, Sobre la estructura de la norma penal, ps. 26-29.
369
Recuérdese que la trascendencia inmediata sobre la concepción de la norma por la cual se opta, gravita a nivel
del injusto y de la culpabilidad y, eventualmente, también sobre la teoría de la pena escogida.
66
recordar la socorrida idea funcionalista de la legitimación por
procedimientos técnicos.
De tal modo, una interrogante puesta sobre el tapete pregunta –en
primer lugar- si ésta polémica jurídico- penal no enmascara una discusión
más profunda (que no se queda en los confines de la norma), acerca de los
fines de la pena y del supuesto fundamento preventivo del derecho penal
de un Estado democrático.370
Otra característica –ésta mucho más notoria- vendría dada por el
hecho de que ya no se encuentran casi posiciones “puras” u ortodoxas,
representativas de las dos concepciones mencionadas en materia de teoría
de las normas penales.
Algunos afirman, todavía, que la alternativa norma de
valoración/norma de determinación se corresponde aún fielmente con el
problema de la naturaleza imperativa o no imperativa de la norma penal.371
Pero, en realidad, no parece que ello siga ocurriendo así. Como lo
explica GARCÍA-PABLOS, no se encuentran, apenas, posturas netamente
partidarias de una u otra tesis, porque las concesiones recíprocas son
contínuas y, entonces, predominan las concepciones mixtas. Ni los
partidarios de la norma penal como norma de valoración niegan que la
norma sea, además, imperativa; ni los imperativistas rechazan la idea de
que la valoración previa es un “prius” lógico de la orden o imperativo,
siendo éste último el “posterius”.372
Y a tal grado existe esa mezcla matizada de concepciones que, con
frecuencia, deviene difícil decidir si un autor es partidario de la norma de
valoración o de determinación. Quienes afirman el carácter valorativo de la
norma no niegan, sin embargo, su correlativa o simultánea naturaleza
imperativa. Y los imperativistas, por su lado, tampoco soslayan que la
valoración –más bien, la desvaloración- es un momento o prius lógico, que
precede a toda orden o mandato.
Acaso por ello, expresa GARCÍA-PABLOS que en la actualidad el
debate, asentado sobre presupuestos filosóficos diferentes, se habría
vuelto “bizantino, formalista y filigranesco”373y que, si bien tras una
dilatada hegemonía de la concepción valorativa de la norma penal,
resurgieron las concepciones imperativistas –básicamente a impulsos del
finalismo374-, ya no se trata de aquel imperativismo “ingenuo”, voluntarista
auténtico, sino de un pseudo-imperativismo, poco parecido a aquél,
370
ÁLVAREZ GARCÍA, Sobre la estructura de la norma penal, p. 20.
371
MIR PUIG, Introducción, p. 53.
372
GARCÍA-PABLOS, Derecho Penal, p. 188.
373
GARCÍA-PABLOS, Derecho Penal, p. 188. La afirmación hace recordar expresiones similares de
GIMBERNAT ORDEIG, Estudios de Derecho Penal, p. 105.
374
GRACIA MARTÍN, Fundamentos de dogmática penal, ps. 99 y ss. y ps. 115 y ss.
67
impuesto por las exigencias de las nuevas corrientes que dominan la teoría
del delito.375
En suma: el surgimiento del Estado moderno, luego del movimiento
revolucionario y de la Ilustración376, elabora un derecho que aspira a tener
pretensiones de generalidad, permanencia y una organización duradera,
pues significa un conjunto de proposiciones del poder que expresan su
coacción sobre los ciudadanos.377 Ello explica, en buena medida, el planteo
del imperativismo más puro y, en cierto sentido, de un imperativismo
“imperial” más ingenuo.
No obstante, el debate dentro de la dogmática penal se aleja
bastante de esos planteos fundacionales, apegándose en vez a la razón
instrumental: vale decir, a las necesidades y exigencias que establece la
construcción del sistema del hecho punible.
a) Generalidades
Para esta posición, el derecho penal sólo está compuesto por normas
de carácter imperativo; esto es, mandatos y prohibiciones, deberes de
hacer y de no hacer, conforme lo predican los primeros imperativistas,
fundadores de esta corriente: en especial, THON, BIERLING y HOLD von
FERNECK.378 Las demás reglas jurídicas no tienen autonomía y sólo cobran
significación en su relación con los imperativos, pues tienen por función
crear los presupuestos para el surgimiento o desaprobación de un
imperativo, para su anulación total o parcial.
En origen se cree que el imperativismo surge en la tradición jurídica
continental por influencia del imperativismo analítico anglosajón,
particularmente a través del pensamiento de AUSTIN y de BENTHAM.379
Para el imperativismo, “la norma es expresión de un querer”380; el
Derecho –dice SOMLÓ- es “emanación de una voluntad”381 y, por tanto, el
derecho es un complejo de imperativos. Es el “Wollen” (querer) de la
comunidad que se dirige al querer de sus miembros, pues a través de las
leyes el ordenamiento jurídico pretende impulsar a los sometidos a sus
375
GARCÍA-PABLOS, Derecho Penal, p. 189.
376
RUIZ MIGUEL, Una filosofía del derecho en modelos históricos, ps. 273-275.
377
VIVES ANTÓN, La libertad como pretexto, ps. 147 y ss.
378
THON, Rechtsnorm und subjectives Recht, ps. 8 y ss. y ps. 345 y ss.; BIERLING, Juristische Prinzipienlehre,
vol. I, p. 18; HOLD von FERNECK, Die Rechtswidrigkeit, vol. I, ps. 281 y ss.
379
VIVES ANTÓN, Fundamentos, p. 382; LARA CHAGOYÁN, El concepto de sanción, ps. 32 y 76. Vid.
también BARBERIS, Filosofia del Diritto, ps. 107-120.
380
BIERLING, Juristische Prinzipienlehre, vol. I, p. 29.
381
SOMLÓ, Juristische Grundlehre, p. 219, citado por SCHREIER, Conceptos y formas fundamentales del
derecho, p. 46.
68
normas a la realización de un determinado comportamiento, el cual puede
consistir en un hacer o en un omitir. Dicho impulso se transmite a través de
mandatos, a través de órdenes (Befehle), de contenido positivo o negativo,
mandatos o prohibiciones que pesan sobre la libertad del destinatario.382
Pero si THON y BIERLING fundamentalmente son los grandes
teorizadores del imperativismo, HOLD von FERNECK es quien aborda el
desarrollo más preciso de esa concepción, en relación a la teoría del delito.
Su punto de partida se basa en que el derecho objetivo es un
conjunto de deberes y, como un deber no es concebible sin un imperativo,
sin una orden coercitiva –la norma-, entonces el derecho no es más que un
conjunto de imperativos.383
La norma imperativa –centro de todo el sistema- sólo se dirige a
personas individuales, de quienes cabe esperar un cumplimiento regular de
la orden, porque son capaces de recibir órdenes: las personas
imputables384, e incluso aquellas personas imputables que no se
encuentren en una posición tal, que les impida cumplirlas. Como lo aduce
HOLD von FERNECK, “el legislador no puede ordenar a todos, ni siempre, ni
cualquier cosa”385.
Pues bien: si la antijuridicidad se entiende como contrariedad al
derecho en sentido objetivo, y éste es sencillamente un conjunto de
normas imperativas, la antijuridicidad no puede significar otra cosa que
“contrariedad a la norma” (Normwidrigkeit) y, tan luego por ello,
“contrariedad a deber” (Pflichtwidrigkeit).386
Con ello se produce la definitiva fusión entre antijuridicidad y
culpabilidad, pues no existe un injusto objetivo387 y tampoco es correcto
referirse a él como injusto subjetivo, ya que ambos aspectos están
íntimamente ligados sin que admitan separación: el derecho actúa como
motivo en la esfera interna, para lograr sus efectos en la actividad
externa.388
En cuanto a las normas permisivas, HOLD von FERNECK sostiene que
la autorización no es más que un límite de la prohibición y, por ende, el
texto legal que la contiene no es una norma: “Decir de una acción que está
permitida, es decir que no está prohibida”.389
382
THON, Rechtsnorm und subjectives Recht, ps. 1-4.
383
HOLD von FERNECK, Die Rechtswidrigkeit, I, p. 94.
384
HOLD von FERNECK, Die Rechtswidrigkeit, I, p. 198.
385
HOLD von FERNECK, Die Rechtswidrigkeit, I, p. 199.
386
HOLD von FERNECK, Die Rechtswidrigkeit, I, ps. 149 y 276 y ss.
387
HOLD von FERNECK, Die Rechtswidrigkeit, I, p. 218.
388
HOLD von FERNECK, Die Rechtswidrigkeit, I, ps. 277-278.
389
HOLD von FERNECK, Die Rechtswidrigkeit, I, ps. 284 y 290.
69
Así, la influencia de HOLD von FERNECK en su tiempo fue muy
importante, ya que su obra marcó el cenit de las concepciones del injusto
culpable originadas en una visión imperativista de la norma.390
b) La posición de BINDING
390
MOLINA FERNÁNDEZ, Antijuridicidad, p. 342.
391
BINDING, Die Normen, I, ps. 106-107.
392
BINDING, Die Normen, I, ps. 104-105.
393
BINDING, Die Normen, IV, p. 363.
394
VIVES ANTÓN, Fundamentos, p. 385; KAUFMANN, Teoría de las normas, p. 88.
395
BINDING, Die Normen, IV, p. 363.
396
BINDING, Compendio di Diritto Penale, Parte Generale, trad. de Adelmo Borettini, ps. 198-202, nota del
traductor; VIVES ANTÓN, Fundamentos, p. 386.
397
Vid.: BINDING, Der objektive Verbrechenstatbestand in seiner rechtlichen Bedeutung. Studie für das künftige
Strafgesetzbuch, en Der Gerichtsaal, vol. 76, 1910, p. 11, citado por MOLINA FERNÁNDEZ, Antijuridicidad, p.
253. Vid. también BINDING, Die Normen, II, p. 234.
398
MOLINA FERNÁNDEZ, Antijuridicidad, p. 253.
70
c) La posición de MERKEL
399
MERKEL, Juristische Enzyklopädie, ps. 71-72, citado por VIVES ANTÓN, Fundamentos, p. 387.
400
MERKEL, Derecho Penal, p. 42.
401
VIVES ANTÓN, Fundamentos, p. 388.
402
MOLINA FERNÁNDEZ, Antijuridicidad, p. 294.
403
VIVES ANTÓN, Fundamentos, p. 388.
71
d)La posición de MAYER
404
MAYER, Normas jurídica y normas de cultura, p. 53.
405
MAYER, Filosofía del Derecho, p. 126.
406
MAYER, Normas jurídicas y normas de cultura, p. 55.
407
MAYER, Filosofía del Derecho, p. 127.
408
MAYER, Normas jurídicas y normas de cultura, p. 80.
409
MAYER, Derecho Penal, p. 25.
410
MAYER, Derecho Penal, ps. 231-232.
72
HELLMUTH MAYER, por su parte, se inscribe en esta dirección,
concibiendo como materia del delito una desobediencia personal del autor
contra el ordenamiento legal, porque la ley penal establece una orden
legal. En ello se diferencia el injusto penal del ilícito civil, que incluso obliga
a reparar aquél ilícito inculpable, al cual el derecho privado llama el injusto
objetivo. Del contenido de la ley civil –a diferencia de lo que ocurre con la
norma penal- no puede extraerse ningún imperativo destinado al obligado,
porque la ley civil no establece ninguna consecuencia para la desobediencia
(Ungehorsam).411
A pesar de que MAYER cuestiona por errónea la idea de resolver todo
el derecho en imperativos, al estilo de cuanto hace THON412, así y todo, él
denota su imperativismo a ojos vista, argumentando –por ejemplo- que “el
desvalor del delito está constituído por la voluntad individual, que se
levanta en un hecho externo contra la voluntad general, es decir, contra el
ordenamiento consuetudinario jurídicamente sancionado”.413
De momento que la ley conmina bajo pena la realización del
Tatbestand (supuesto de hecho), está indicando a través de ello una
prohibición o un mandato; es decir, una norma (praeceptum legis)414 y allí
finca, tan luego, el imperativo.
Otro partidario definido de la teoría imperativa es ENGISCH, quien
sostiene que las consecuencias jurídicas, que se vinculan con las
proposiciones jurídicas a los supuestos de hecho, consisten en derechos y
obligaciones, pues las órdenes productoras de consecuencias jurídicas
ordenan la existencia o no existencia de derechos y obligaciones.415 A su
vez, una obligación consiste siempre en tener que conducirse de una
determinada manera. Quien está obligado, está obligado a conducirse
activa o pasivamente, debe actuar de ésta o de aquella manera, u omitir
esto o aquello. Por ende, la proposiciones jurídicas son proposiciones
hipotéticas de deber ser.416
El deber ser es el correlato de la voluntad, de una voluntad superior a
otra que le está subordinada –por eso, ENGISCH califica a esta postura
como “voluntarista”, pues la proposición jurídica aparece como un conjunto
de “declaraciones de voluntad”417-, de tal suerte que cabe afirmar que las
proposiciones jurídicas, en tanto proposiciones de deber ser dirigidas a una
conducta humana extraña, son imperativos.418
411
HELLMUTH MAYER, Strafrecht, p. 46.
412
MAYER, Strafrecht, p. 49, nota 17.
413
MAYER, Strafrecht, p. 54.
414
MAYER, Strafrecht, p. 41.
415
ENGISCH, Einführung, p. 20.
416
ENGISCH, Einführung, p. 21.
417
ENGISCH, Auf der Suche nach der Gerechtigkeit, p. 29.
418
ENGISCH, Einführung, p. 22.
73
Las proposiciones jurídicas expresan, en rigor, una voluntad de la
comunidad jurídica (es decir, del Estado) o del legislador. Esta voluntad
está dirigida a una determinada conducta de los sometidos al derecho;
exige esta conducta para lograr su realización. En la medida en que los
imperativos jurídicos están vigentes, tienen fuerza obligatoria. Las
obligaciones son, pues, el correlato de los imperativos. De aquí se ha
deducido una “teoría” –expresa ENGISCH-, la llamada teoría imperativista,
cuya tesis afirma que el derecho consiste sustancialmente en imperativos.
Esta tesis es también correcta cuando se la entiende adecuadamente y no
se la exagera.419
En relación a las normas permisivas, ENGISCH afirma que las
autorizaciones no son proposiciones independientes, sino que sólo tienen
sentido en conexión con los imperativos que las explican o limitan. Los
verdaderos portadores de sentido del orden jurídico son los mandatos y las
prohibiciones dirigidos a los sometidos al derecho.420
No obstante, ENGISCH suaviza su planteo, recordando que los
mandatos y las prohibiciones del derecho están enraizados en las llamadas
normas de valoración y se fundamentan sobre valoraciones, sobre
aprobaciones o desaprobaciones. El prius lógico del derecho, en tanto
norma determinante, es siempre el derecho en tanto norma valorativa, en
tanto orden objetivo de la vida.421 De esta forma, apelando al sustrato
valorativo, aunque más no sea desde el exclusivo punto de vista
cronológico, ENGISCH atempera su decidido imperativismo.
De todas maneras, ha de señalarse que ENGISCH considera al poder
de evitación como límite del reproche de culpabilidad: si alguien no está en
la posición determinante para evitar la realización del tipo penal, no se le
puede atribuir esa evitabilidad (obligación de evitar) como deber.422
Otro autor de enjundia que se inclina por la teoría de los imperativos
es JESCHECK, quien indica que el ordenamiento punitivo consiste en
declaraciones de voluntad del legislador, que promueven un
comportamiento determinado del destinatario de la norma. Sus normas se
conciben así como proposiciones de deber, dirigidas a todos los individuos.
En las proposiciones jurídicas se señalan deberes públicos, al tratarse de
disposiciones penales, que deben entenderse como imperativos.423
JESCHECK aclara, además, que los imperativos de las normas se
destinan a todas las personas a las que resultan aplicables por su
contenido interno. Por este motivo no se lleva a cabo una distinción basada
en la edad, salud psíquica y extensión de conocimientos de los
419
ENGISCH, Einführung, p. 22.
420
ENGISCH, Einführung, p. 23.
421
ENGISCH, Einführung, ps. 27-28.
422
ENGISCH, Untersuchungen über Vorsatz und Fahrlässigkeit im Strafrecht, p. 44.
423
JESCHECK-WEIGEND, Tratado, ps. 253-254.
74
destinatarios de las normas, con lo cual él resuelve el manido problema del
destinatario.
Y, en lo fundamental, JESCHECK sostiene que la voluntad de la acción
debe ser entendida como el núcleo principal de la antijuridicidad de un
hecho, al ser la voluntad humana contraria al precepto jurídico la que
infringe el mandato o prohibición impuesta por la norma.424
En análoga dirección se coloca EBERT, el cual aboga a favor de la
norma como imperativo y de la función determinadora de la norma, que
sirve a la protección de bienes jurídicos y, por ello, el autor la denomina
“norma de protección” (Schutznorm)425
SCHÖNKE-SCHRÖDER, a su turno, reivindican también al imperativo,
que tiene como meta influenciar sobre la voluntad del destinatario, para
obtener un determinado comportamiento.426
Finalmente, desde WELZEL en adelante427 -y con especial destaque
KAUFMANN, a raíz de su concepción nomológica428-, todos los finalistas se
pliegan a favor de la teoría de los imperativos. Pero la importancia de ésta
orientación teórica nos obliga a considerarla por separado.429
424
JESCHECK-WEIGEND, Tratado, p. 254. Sólo considerando como destinatario del imperativo al órgano
estatal, SCHMIDHÄUSER, Strafrecht, p. 26; SCHMIDHÄUSER, Einführung in das Strafrecht, p. 56.
425
EBERT, Strafrecht, p. 27.
426
SCHÖNKE-SCHRÖDER, Strafgesetzbuch Kommentar, p. 200.
427
WELZEL, Naturalismus und Wertphilosophie im Strafrecht, en WELZEL, Abhandlungen zum Strafrecht und
zur Rechtsphilosophie, p. 104.
428
KAUFMANN, Teoría de las normas, p. 146.
429
Vid. infra, num. 5.
430
BUSTOS RAMÍREZ, Manual, p. 49.
431
HARDWIG, Die Zurechnung. Ein Zentralproblem des Strafrechts, p. 142; SCHMIDHÄUSER, Strafrecht, p.
181.
75
corriente de pensamiento penal no puede sino concluír que la resolución de
la voluntad (Handlungswille) es el núcleo mismo de la antijuridicidad.432
Mediante este argumento, se intentará, también, demostrar la
pertenencia del dolo al tipo de injusto de los delitos dolosos433, sin
necesidad de acatar las premisas ontológicas del finalismo434; en particular,
las llamadas “estructuras lógico-objetivas de la realidad”.435
En suma: si la norma penal es reclamo de obediencia dirigido a la
voluntad, el momento subjetivo de la desobediencia integrará,
necesariamente, la esencia de la antijuridicidad.436
Ligado con ello, otra consecuencia dogmática es la mayor afinidad de
la teoría de los imperativos con la “función motivadora” de la norma penal,
a la cual se adecua plásticamente.437 Porque si a la norma le compete
motivar al ciudadano para que realice determinada conducta, o bien para
que se abstenga de realizarla, nada mejor que la tesis imperativista para
explicar como opera la norma y como lleva a cabo esta función. En menos
palabras: la amenaza de la pena cumpliría su función motivadora a través
de un imperativo, prohibiendo u ordenando bajo aquella amenaza.438 Y ello
inclina a considerar a la norma, también y preferentemente, como una
“norma de determinación, según se verá”.439
Adicionalmente, en virtud de concebir a las normas auténticas sólo
como prohibiciones o mandatos y, al mismo tiempo, por entender a las
reglas permisivas como puramente dependientes de las primeras, se ha
sugerido con acierto que la teoría de los imperativos es la inspiradora de la
teoría de los elementos negativos del tipo.440
Porque, como es sabido, para la teoría de los elementos negativo del
tipo, los permisos (negadores de la tipicidad) –por ejemplo, la legítima
defensa- son simples presupuestos de la norma, formulados
negativamente. Por consiguiente, una conducta que cumple con los
432
GARCÍA-PABLOS, Derecho Penal, p. 196.
433
WELZEL, Derecho Penal Alemán, p. 94; WELZEL, El nuevo sistema del derecho penal, p. 105; GALLAS, La
teoría del delito en su momento actual, p. 45.
434
GARCÍA-PABLOS, Derecho Penal, p. 196.
435
STICHT, Sachlogik als Naturrecht?, ps. 37-48; WELZEL, Más allá del derecho natural y del positivismo
jurídico, ps. 38-42; RECASÉNS SICHES, Panorama del pensamiento jurídico en el siglo XX, tomo II, ps.
930-932.
436
MIR PUIG, Introducción, p. 46.
437
Sobre la función motivadora, vid.: MUÑOZ CONDE, Derecho Penal y control social, ps. 31-47; GIMBERNAT
ORDEIG, Estudios de Derecho Penal, ps. 95 y 112; MUÑOZ CONDE-GARCÍA ARÁN, Derecho Penal, ps.
68-73.
438
GARCÍA-PABLOS, Derecho Penal, p. 196.
439
Vid. infra, num. 4 y sobre todo num. 5.
440
WELZEL, Derecho Penal Alemán, p. 119, donde dice irónicamente, a propósito de la teoría de los elementos
negativos del tipo, que “no habría diferencia entre dar muerte a un hombre en legítima defensa y dar muerte a un
mosquito”. Vid., asimismo, WELZEL, El nuevo sistema, p. 80; HIRSCH, La doctrina de los elementos negativos
del tipo penal, en HIRSCH, Obras Completas, tomo IV, p. 18, quien atribuye a ADOLF MERKEL ser el fundador
de esta línea teórica.
76
presupuestos de una regla permisiva no es, ya desde un principio, contraria
a la norma.
Dicho de otro modo, las causas de justificación quedan integradas al
tipo como sus elementos negativos para esta teoría y, cuando se verifica
alguna de ellas, la conducta ni siquiera es típica. No admite la subsunción a
la figura legal del delito, porque ve enervada su tipicidad a causa de la
norma de permiso, reconvertida en un elemento negativo del tipo.441
Finalmente, otra consecuencia dogmática de la teoría de los
imperativos –en otros aspectos menores, que no vale la pena considerar-,
es que la función de la pena se vincula estrechamente a la protección de
bienes jurídicos y, por ende, encuadra en el marco de la prevención
general, en lugar de responder al mero fundamento retributivo, de
realización de la justicia, como lo afirman las teorías absolutas de la
pena.442
441
ENGISCH, Untersuchungen, ps. 10 y ss.; MEYER, Lehrbuch des Deutschen Strafrechts, ps. 212-213;
BAUMGARTEN, Der Aufbau der Verbrechenslehre, ps. 17 y 85-89; HIRSCH, La doctrina de los elementos
negativos del tipo, en ob.cit., tomo IV, p. 269.
442
JESCHECK –WEIGEND, Tratado, ps. 254-255; SALM, Das versuchte Verbrechen, ps. 31, 34 y 79; MIR
PUIG, Introducción, p. 46; MIR PUIG, El derecho penal en el Estado social y democrático de derecho, ps. 45 y
ss.; GARCÍA-PABLOS, Derecho Penal, p. 196.
443
BINDING, Die Normen, III, p. 307.
444
BOBBIO, Teoría General del Derecho, p. 111.
77
principio de igualdad exige que en las mismas condiciones los Estados
tengan iguales derechos y deberes”.445
Por su parte, HART le objeta al imperativismo que ciertas fuentes de
derecho, como la costumbre y los principios generales, no permiten
encontrar una voluntad concreta de la que surja el correspondiente
mandato y, a su vez, que aquél tampoco serviría para explicar la
continuidad del Derecho pese a los cambios políticos.446
Otra fuerte objeción apunta a que, en mérito a la variedad de las
normas jurídicas que integran el ordenamiento positivo, es imposible
reducirlas a todas ellas a una única categoría: los mandatos. Y no se trata
sólo de las normas permisivas447, que como viéramos el imperativismo
pretende fagocitar, sino también –conforme lo apunta LARENZ- de
numerosas normas jurídicas, cuya consecuencia jurídica inmediata o
próxima no consiste en la imposición o modificación de un deber, sino en la
adquisición o pérdida de un derecho.448
De idéntica forma sucede con aquellas normas que HERNÁNDEZ
MARÍN llama “normas dispositivas”, las cuales permiten que las partes en
una relación jurídica “dispongan”, mediante un pacto, del contenido de una
norma (por ejemplo, para no aplicarla a determinado negocio jurídico)449,
haciendo operar en su lugar la autonomía de la voluntad. Esta clase de
normas tampoco admite ser reducida a la categoría de imperativo o
mandato, al igual que las normas derogatorias –por ejemplo, aquellas que
derogan una prohibición penal-, las cuales no pueden ser entendidas como
un imperativo.
Pero, sin perjuicio de otras reservas que pueden hacerse contra el
imperativismo desde la Filosofía del Derecho o desde la Teoría General del
Derecho modernas450 -imposible de sintetizarlas todas aquí-, sí nos
interesa referir los cuestionamientos que se formularon desde el seno de la
propia dogmática penal.
En primer término, la doctrina penal ha denunciado la imposibilidad,
tanto conceptual como lógica, de que exista un imperativo no precedido de
la respectiva valoración451. Acierta GARCÍA-PABLOS al señalar que el
Derecho, en cuanto norma de determinación, no es imaginable sin el
Derecho como norma de valoración, que es su necesario presupuesto
445
KELSEN, Teoría General del Derecho y del Estado, p. 65. Comparte nuestra opinión sobre la capacidad de
auto-obligación convencional de los Estados, ATIENZA, El sentido del Derecho, ps. 34-35.
446
HART, El concepto de derecho, ps. 33 y ss.
447
Vid.: ATIENZA-RUÍZ MANERO, Las piezas del derecho, ps. 91 y ss.; PRIETO SANCHÍS, Apuntes, p. 45;
GARCÍA-PABLOS, Derecho Penal, p. 199.
448
LARENZ, Metodología, ps. 246-247.
449
HERNÁNDEZ MARÍN, Introducción a la teoría de la norma jurídica, p. 249.
450
Vid.: VILLA, Storia della filosofia del diritto analitica, ps. 51 y ss.; MINDA, Teorie postmoderne del diritto, ps.
79 y ss.
451
MEZGER, Tratado, tomo I, p. 343.
78
lógico.452 El planteo es asaz razonable y fue incluso aceptado por
ENGISCH453, permitiendo generar así lo que se denominaría la “teoría de la
doble función”454.
Una objeción suplementaria dice relación con el destinatario, con el
ya mencionado Adressatenproblem. Porque las normas jurídicas se dirigen
a todas las personas (v.gr.: menores, enfermos mentales, etc.) y, sin
embargo, personas de esa condición etaria o psíquica no pueden ser
destinatarios de la norma, pues ni siquiera pueden comprender –ni menos
aún seguir- los imperativos.455
También se ha dicho, en el mismo sentido, que aún cuando se trate
de un destinatario capaz de comprender la norma, de todas maneras a éste
le es preciso conocerla. Así, otra falencia denunciada del imperativismo
estaría, entonces, en que presupone el conocimiento de la norma jurídica
por parte del destinatario.456
Específicamente, el tema de los inimputables es, en el imperativismo,
el centro del problema del destinatario. Porque, en principio, una parte de
la doctrina entiende que el inimputable puede actuar antijurídicamente,
pero de todas formas, parece evidente que no puede ser destinatario de
una orden dirigida personalmente al mismo.457
Sin embargo, otro sector doctrinal cree que imperativo también le
está dirigido a los inimputables y de ahí las medidas de seguridad
aplicables como consecuencias jurídicas al infractor, que no son meras
sanciones de policía, sino medidas de restablecimiento de la perturbación
del orden jurídico, “verdaderas sanciones que se conectan a un hecho
antijurídico”.458
El debate se complejiza, por cierto, pues algunos creen que el
inimputable puede actuar antijurídicamente459, pero como es un inculpable
–cuestión no discutible- se diversificarían o separarían, pues, la
antijuridicidad y la culpabilidad.
En ese sentido, ATIENZA y RUÍZ MANERO se plantean que, aún
admitiendo que la conducta del inimputable es típica, pero no antijurídica,
de todos modos, “eso supone abandonar el imperativismo, en cuanto que
452
GARCÍA-PABLOS, Derecho Penal, ps. 197-198. También RODRÍGUEZ RAMOS, Compendio, p. 126;
ATIENZA-RUÍZ MANERO, Las piezas del derecho, p. 125.
453
ENGISCH, Auf der Suche nach der Gerechtigkeit, ps. 33-34; ENGISCH, Einführung, ps. 27 y 28.
454
Vid. infra, num. 4.
455
GARCÍA-PABLOS, Derecho Penal, p. 199; QUINTERO OLIVARES, Derecho Penal, p. 26.
456
RODRÍGUEZ MOURULLO, Derecho Penal, p. 80.
457
NOWAKOWSKI, Zur Lehre von der Rechtswidrigkeit, en Zeitschrift für die gesamte Strafrechtswissenschaft,
vol. 63, 1951, p. 291; BOCKELMANN, Strafrecht, ps. 34-37.
458
JESCHECK-WEIGEND, Tratado, p. 254; MIR PUIG, Introducción, p. 44, aunque sostiene, en las ps. 47-48,
que las normas que contemplan medidas de seguridad son imperativos dirigidos sólo a los tribunales.
459
BOCKELMANN, Strafrecht, p. 35; SILVA SÁNCHEZ, Aproximación, p. 348.
79
implica admitir que una norma penal hace algo más que calificar una
conducta como obligatoria, prohibida, permitida o indiferente”.460
Como se advierte, por ende, la teoría imperativista no está libre de
reparos, como tampoco lo está su contraria, la teoría valorativa, que
concibe al Derecho no como un conjunto de imperativos, sino antes bien,
como un conjunto de juicios de valor.
3.- La teoría valorativa monista
a) Planteo general
b) La teoría de LISZT
460
ATIENZA-RUÍZ MANERO, Las piezas del derecho, p. 129.
461
JESCHECK-WEIGEND, Tratado, p. 253.
462
MEZGER, Derecho Penal. Libro de Estudio, Parte General, p. 133.
463
JESCHECK-WEIGEND, Tratado, p. 253.
464
NOWAKOWSKI, Zur Lehre von der Rechtswidrigkeit, ob.cit., p. 391.
465
BOCKELMANN, Strafrecht, ps. 35-36.
80
Esta teoría valorativa de la Bewertungsnorm entiende, por
consiguiente, que la proposición penal es fundamentalmente una norma de
valoración. Quiere decir, entonces, que ésta es apreciada por los
valorativistas como “juicio” y no como imperativo.
LISZT sostiene, contra BINDING, que la esencia de la norma está
dada por las condiciones de vida comunitaria que ésta tutela; intereses que
pueden pertenecer a los más variados dominios del Derecho, por todo lo
cual, el Derecho Penal interviene complementando o asegurando. En tal
virtud, las prescripciones penales tienen naturaleza “secundaria”,
“complementaria” o “sancionadora”.466 Esta aseveración se volverá como
efecto “boomerang”, en una de las más severas críticas contra los
partidarios de la concepción valorativa, a quienes se les atribuye negarle
autonomía al Derecho Penal.
Para LISZT, en función de lo visto, el concepto de antijuridicidad es
objetivo. Consiste en la contrariedad formal de la conducta al derecho, en
tanto que la transgresión de una norma establecida por el Estado, de un
mandato o de una prohibición del orden jurídico (antijuridicidad formal).467
Y amén de esa contrariedad formal del comportamiento, LISZT
predica un concepto de antijuridicidad material: el acto es a la vez
materialmente ilegal, porque el comportamiento contrario a derecho es una
conducta contraria a la sociedad (antisocial), un ataque a los intereses
vitales de los particulares o de la colectividad protegidos por las normas
jurídicas.468 En otros términos, la antijuridicidad material equivale a la
nocividad o dañosidad social de la conducta contraria a la norma.
La culpabilidad, por su parte, añade a la desaprobación jurídica del
acto, la desaprobación que recae sobre el autor. En sentido estricto, que es
como debe entenderla la ciencia según LISZT –la cual “considera
separadamente las características de la idea del delito”-, la culpabilidad es
una relación subjetiva, psicológica, entre el hecho y el autor. Cuando ella
existe, “determina la ordenación jurídica en consideración valorativa
(normativa)”.469
Es de toda evidencia que LISZT se afilia a la vieja teoría psicológica
de la culpabilidad, la cual la explica como un puro nexo psíco-causal
(causalidad psíquica), una relación psicológica del autor con el hecho.470
Pero a pesar de la tajante separación lisztiana entre injusto y
culpabilidad, puede advertirse cierta incongruencia en el Maestro berlinés,
466
LISZT, Tratado, tomo II, p. 7; LISZT-SCHMIDT, Lehrbuch, p. 8.
467
Vid.: GRAF ZU DOHNA, Die Rechtswidrigkeit, p. 15.
468
LISZT, Tratado, tomo II, p. 324; LISZT-SCHMIDT, Lehrbuch, p. 139.
469
LISZT, Tratado, tomo II, p. 376; LISZT-SCHMIDT, Lehrbuch, p. 160.
470
Vid., por todos, ACHENBACH, Historische und dogmatische Grundlagen, ps. 62-74; COUSO SALAS,
Fundamentos del Derecho Penal de culpabilidad, ps. 72-78.
81
cuando al enunciar los elementos del juicio de culpabilidad (v.gr.: la
imputabilidad de autor y la imputación del acto), dice que ésta última, la
Zurechenbarkeit, se verifica cuando el agente, en el caso concreto, “no ha
sido determinado por las normas de la conducta social”.471
Por otro lado, LISZT sostiene que la conciencia de la ilegalidad no es
un elemento esencial del concepto de dolo; por manera que puede concluír
en el principio “de que el elemento esencial de la ilegalidad debe ser
examinado de un modo rigurosamente objetivo”.472
Lo propio sucede con la antijuridicidad, ya que en el sistema del
delito de LISZT, “la ilegalidad del acto debe ser examinada y constatada,
según el derecho vigente, de un modo rigurosamente objetivo, sin tener
en cuenta el error eventual del autor”.473
La consecuencia principal de esta concepción objetiva del injusto
radica en que el delito putativo (el supuesto erróneo de que es ilegal un
acto no ilegal) no es un delito. Y al mismo tiempo, pero más importante
aún, que “la suposición errónea de que el acto contrario al derecho no es
ilegal, no aprovecha al autor: el error sobre los mandatos y prohibiciones
en que descansa la ley penal, no tiene influencia alguna”.474 Esto último
abarca tanto al error de prohibición directo (la suposición errónea de que el
acto de ningún modo es ilegal) cuanto al error de prohibición indirecto (la
errónea creencia de actuar dentro del supuesto de una causa de
justificación).
c) La teoría de BELING
471
LISZT, Tratado, tomo II, p. 377; LISZT-SCHMIDT, Lehrbuch, p. 161.
472
LISZT, Tratado, tomo II, p. 411-412; LISZT-SCHMIDT, Lehrbuch, ps. 180-182.
473
LISZT, Tratado, tomo II, p. 328; LISZT-SCHMIDT, Lehrbuch, p. 142 (destacado en el original).
474
LISZT, Tratado, tomo II, p. 413; LISZT-SCHMIDT, Lehrbuch, p. 182.
475
TAVARES, Teorías del delito, p. 17; ZAFFARONI, Teoría del delito, p. 72.
476
BELING, Esquema de Derecho Penal, p. 22; BELING, Grundzüge des Strafrechts, p. 13.
82
juicio valorativo sobre la fase interna (espiritual o “subjetiva”) de la acción.
Y agrega BELING que, jurídicamente, “las bases del concepto de
culpabilidad (“culpabilidad jurídica”) son los imperativos del orden jurídico,
según los cuales las normas valorativas contenidas en éste deben ser
conductoras para las resoluciones humanas”.477
Ahora, como el gran aporte de BELING al sistema diseñado por LISZT
es tan luego la teoría del tipo, también allí se mantiene la rígida separación
entre lo objetivo y lo subjetivo. “Los elementos externos” –acota BELING-
“caracterizan el “tipo de ilicitud” de cada caso y los internos las
particularidades de la culpabilidad, que deben concurrir para redondear el
tipo de ilicitud como tipo de delito”.478
La antijuridicidad misma, para BELING no puede ser jamás un
elemento del delito tipo y, a pesar de la incipiente discusión sobre los
elementos subjetivos y normativos del tipo, él deduce que los delitos-tipo
son de carácter puramente descriptivo y que con ellos no se contesta la
cuestión de la antijuridicidad o de la licitud, aún cuando su derivación
proviene de “lo ilícito”, por manera que separa también, como si fueran
“círculos secantes”, la tipicidad de la antijuridicidad.479
d) La posición de BAUMANN
83
manera se encuentra en la actitud, en la voluntad o, en general, en lo que
existe subjetivamente en el autor. Nuestro injusto es un injusto referido al
hecho y no al autor”.481
Como el juicio de antijuridicidad no se refiere al autor sino al hecho,
éste último es el objeto del juicio, pues “antijuridicidad significa que este
hecho es contrario al orden jurídico. En este sentido, el juicio es objetivo,
por ser un juicio impersonal emitido por el orden jurídico acerca del
suceso”.482
BAUMANN toma partido, luego, por la teoría de la doble función de la
norma, patrocinada por MEZGER “y descuidada sin razón en la actual
discusión sobre lo injusto, (que) toma como punto de partida una doble
dirección de la norma penal. Según ella, la norma penal es una norma de
apreciación que considera como conforme a derecho una situación
determinada en la estructura social y la ordena ..., y también una norma
de determinación que impone al destinatario de la norma un deber
determinado y ordena una conducta. Si la conducta humana no concuerda
con la norma de apreciación, es antijurídica. Si quien está sometido al
derecho es destinatario idóneo de la norma de determinación (puede
comprender la orden jurídica y obedecerla), la lesión de la norma es
culpable, o sea, actúa con culpabilidad”.483
Por consiguiente, para BAUMANN un hecho es antijurídico si lesiona la
norma de apreciación y si la conducta humana crea, en la estructura social,
una situación que el orden jurídico desaprueba.
En ediciones posteriores de su obra, BAUMANN sostiene que las
prohibiciones y mandatos no están “expressis verbis” establecidos en la ley,
sino que –como opina BINDING- están “detrás del Tatbestand” (supuesto
de hecho).484 Claramente define a la antijuridicidad como un juicio de valor
extra-penal485 y ratifica que, tanto la tipicidad, cuanto la antijuridicidad,
son juicios de valor (jurídico-penales) que recaen sobre el mismo objeto: el
hecho, o sea la conducta humana.486
Finalmente, BAUMANN consigna la obvia prelación lógica entre tipo,
antijuridicidad y culpabilidad, estableciendo que la antijuridicidad precede a
la culpabilidad, porque “sin antijuridicidad no existe culpabilidad y, por el
contrario existe antijuridicidad sin culpabilidad. La antijuridicidad y la
culpabilidad deben ser mantenidas exactamente separadas”.487
481
BAUMANN, Derecho Penal, p. 165.
482
BAUMANN, Derecho Penal, p. 168.
483
BAUMANN, Derecho Penal, ps. 169-170.
484
BAUMANN-WEBER-MITSCH, Strafrecht, p. 99.
485
BAUMANN-WEBER-MITSCH, Strafrecht, p. 277.
486
BAUMANN-WEBER-MITSCH, Strafrecht, p. 282.
487
BAUMANN-WEBER-MITSCH, Strafrecht, p. 284.
84
e) La posición de BOCKELMANN
488
BOCKELMANN, Strafrecht, p. 34; BOCKELMANN-VOLK, Direito Penal, p. 44.
489
BOCKELMANN, Strafrecht, p. 34.
490
BOCKELMANN, Strafrecht, p. 34; BOCKELMANN-VOLK, Direito Penal, p. 44.
491
BOCKELMANN, Strafrecht, p. 35; BOCKELMANN-VOLK, Direito Penal, p. 44.
492
BOCKELMANN, Strafrecht, p. 35; BOCKELMANN-VOLK, Direito Penal, p. 45.
85
Por lo tanto, dice críticamente BOCKELMANN, “la teoría de los
imperativos no puede ser correcta. La ley parte de la separabilidad de los
elementos del injusto y de la culpabilidad”.493
Pero, además, la teoría de los imperativos suscita otras reflexiones
críticas. Ella no puede ofrecer una interpretación satisfactoria de las
normas de permiso, de los principios jurídicos garantizadores (por ejemplo,
el derecho a la legítima defensa). Tampoco consigue dar una explicación
plausible para la punibilidad de la culpa inconciente (aquí el autor no
reconoce que hace algo prohibido), de modo que no se puede hablar de
desobediencia. Y ella no puede dar una respuesta esclarecedora a la
pregunta de cómo puede comprenderse que el ordenamiento jurídico
también sea válido para los niños pequeños y las personas inimputables, a
los cuales sería carente de sentido dirigirles órdenes.494
Por consiguiente, BOCKELMANN concluye que “en verdad, las normas
son, en primera línea, lo que su nombre dice, si las tomamos en su sentido
etimológico original: medidas, valores de medición para el comportamiento
humano. Ellas proyectan un ordenamiento objetivo para la vida
comunitaria. Indican cual debe ser el comportamiento en sociedad,
estableciendo qué es lo que el ordenamiento jurídico encuentra como
jurídicamente bueno y correcto y qué es lo que desvalora. Las normas del
derecho penal emiten juicios de valor; los más decisivos que conoce el
ordenamiento jurídico, porque las desaprobaciones que ellas expresan se
ven reforzadas por amenazas penales”.495
Naturalmente, admite BOCKELMANN, la norma tiene también un
elemento imperativo, pues ella no desvalora hechos, sino acciones. Pero la
norma penal no puede ser entendida así. Ella no es, pues, solamente
imposición de un valor, sino también norma imperativa, norma de
prohibición y norma de mandato (y sólo por ser todo eso, es norma
jurídica).496
Pero la norma, en todo caso –advierte BOCKELMANN- “es un
imperativo generalizador. Eso significa, por un hecho, que su destinatario
es antes que todo y en primera línea, la totalidad de los miembros del
derecho. Ella establece una máxima general, de la cual resultan apenas por
deducción, las líneas de orientación para el comportamiento individual (“Tú
no debes, lo que no se debe). La validez de esa máxima es tan poco
afectada por el hecho de una inobservancia autorizada, o por lo menos
excusada en un caso especial, como la decisión de valor sobre la cual ella
reposa”.497
493
BOCKELMANN, Strafrecht, p. 35; BOCKELMANN-VOLK, Direito Penal, p. 45.
494
BOCKELMANN, Strafrecht, p. 35; BOCKELMANN-VOLK, Direito Penal, p. 45.
495
BOCKELMANN, Strafrecht, p. 36; BOCKELMANN-VOLK, Direito Penal, p. 46.
496
BOCKELMANN, Strafrecht, p. 36; BOCKELMANN-VOLK, Direito Penal, p. 46.
497
BOCKELMANN, Strafrecht, p. 36; BOCKELMANN-VOLK, Direito Penal, p. 46.
86
Y el que la norma sea un imperativo generalizador –dice
BOCKELMANN- “significa, por otro lado, que ella misma todavía no
encuentra una decisión sobre las condiciones bajo las cuales el
comportamiento de aquél que la viola, puede ser reprochado. Eso es
decidido, primeramente, en un acto de juzgamiento para la constatación de
la antijuridicidad, para el cual los criterios naturalmente son extraídos, en
primer lugar, de cada norma individual, pues en general todo aquel que así
se comporta es naturalmente responsable por como no se debe comportar.
Quien hace lo que el ordenamiento jurídico desaprueba, atrae para sí, en
principio, un reproche de culpabilidad. Más, eventualmente, éso puede ser
diferente. El reproche queda excluído cuando el agente no está en
condiciones de orientar su comportamiento por la norma, porque él no la
conoce, porque le falta la capacidad para seguirla o porque él actuó en una
situación extrema que el ordenamiento jurídico entiende válida como causa
de exclusión de la culpabilidad, para una lesión de sus reglas”.498
Y entonces, afirma BOCKELMANN, excluído el reproche, queda
excluída la punibilidad del autor, “pero no el juicio de desvalor sobre un
acto. El hecho de que el autor deba ser excusado por lo que ha hecho, no
modifica que él ha hecho algo que no se debe hacer y que él, por ende, no
debería haber hecho”.499
Para BOCKELMANN surge, de las distinciones expuestas, la
separabilidad de los elementos de la antijuridicidad y de la culpabilidad. A
las circunstancias fundamentadoras de la antijuridicidad pertenecen todos y
sólo los factores, de los que resulta que uno de los juicios de
desaprobación que expresan las normas, corresponde al comportamiento
del autor en el caso concreto. A la categoría de la culpabilidad pertenecen
aquellos elementos que justifican hacerle al autor un reproche en razón de
su acto.500
498
BOCKELMANN, Strafrecht, ps. 36-37; BOCKELMANN-VOLK, Direito Penal, p. 47.
499
BOCKELMANN, Strafrecht, p. 37; BOCKELMANN-VOLK, Direito Penal, p. 47.
500
BOCKELMANN, Strafrecht, p. 37; BOCKELMANN-VOLK, Direito Penal, p. 47.
87
Para la teoría subjetiva del ilícito, imperativista, que –como acota
MAURACH- concibe al derecho como “un sistema de lo impuesto y lo
prohibido”501, el derecho sólo se dirige a destinatarios idóneos de la norma,
a las personas que tienen condiciones de recibir el mandato. Sólo los
receptores imputables pueden, si desestiman el mandato normativo, actuar
antijurídicamente. El inimputable, en tanto que destinatario no idóneo de la
norma, no puede actuar contra la orden, no puede obrar antijurídicamente,
de modo que hay un decaimiento conjunto del ilícito y de la culpabilidad.
Los valorativistas, en vez, admiten como evidente que el derecho
manda, pero replican –y no es menos cierto- que no existe orden alguna
que surja de una situación, sin un presupuesto. “Si el ordenamiento
jurídico ordena hacer una cosa y dejar de hacer otra, es porque antes ha
examinado el valor de la acción y reconocido que una es buena y la otra es
mala. En este sentido se habla de una función de valoración y de
determinación del derecho y entre éstas no cabe poner en duda que la
preeminencia temporal y lógica corresponde a la primera”.502
Por consiguiente, desde la concepción valorativa de la norma no cabe
sino concluír que todas las acciones humanas se someten a la valoración o
juicio de ilicitud, sin consideración previa de la capacidad de determinación
que pueda o no tener el autor.
Desde una visión objetiva del ilícito, como la fundada por NAGLER503
y continuada por von HIPPEL504, es posible sí separar o disociar claramente
injusto y culpabilidad. La antijuridicidad consiste en un juicio valorativo
sobre el hecho; la culpabilidad –en cambio- es un juicio de valoración que
recae sobre el autor.
Se puede hablar de un ilícito objetivamente fundado, pese a que es la
dirección de voluntad del autor lo que caracteriza una acción. Ya el
reconocimiento de los elementos subjetivos del tipo505 demuestra ser
perfectamente compatible con una teoría del ilícito sin culpabilidad. Nada
se opone a la posibilidad de adjudicar a las intenciones y tendencias (que
van más allá del dolo) del autor, un efecto constitutivo del tipo, es decir, un
efecto objetivo.506
501
MAURACH-ZIPF, Derecho Penal, tomo I, p. 419. Sobre el subjetivismo, vid. también GRAF ZU DOHNA, La
estructura de la teoría del delito, ps. 51 y 61; GRAF ZU DOHNA, Die Rechtswidrigkeit, ps. 67 y ss.
502
MAURACH, Grundriss des Strafrechts, p. 41; MAURACH, Tratado de Derecho Penal, tomo I, p. 357;
MAURACH-ZIPF, Derecho Penal, tomo I, p. 419.
503
NAGLER, Der Begriff der Rechtswidrigkeit, en Beiträge zur Strafrechtswissenschaft. Festgabe für Reinhard
von Frank zum 70. Geburtstag, vol. I, p. 345.
504
von HIPPEL, Lehrbuch, p. 107.
505
vid. NAGLER, Der heutige Siand der Lehre von der Rechtswidrigkeit, en Festschrift für Karl Binding zum
4.Juni 1911, vol. 2, ps. 273-385; HEGLER, Subjective Rechtswidrigkeitsmomente im Rahmen des allgemeinen
Verbrechensbegriff, en Festgabe für Reinhard von Frank, vol. 1, ps. 251-338; POLITOFF LIFSCHITZ, Los
elementos subjetivos del tipo legal, ps. 3-23.
506
ALLFELD, Lehrbuch des deutschen Strafrechts, p. 118; MAURACH-ZIPF, Derecho Penal, tomo I, p. 420.
88
Y lo mismo vale para una teoría del tipo que concibe al dolo del autor
como libre de toda valoración (v.gr.: dolo, “avalorado” o “acromático”) y lo
considera dentro del tipo, “simplemente como un factor de configuración
del acontecer fáctico, objetivo, libre de toda valoración”.507
89
través de su teoría del injusto objetivo. Porque para la teoría objetiva de la
antijuridicidad, el inimputable puede llegar a actuar antijurídicamente; sólo
que, por su condición de tal, no alcanza a obrar culpablemente. Los
imperativistas, partidarios de una teoría subjetiva de la antijuridicidad,
predican en cambio que los inimputables no son destinatarios idóneos de la
norma y, por tanto, ni siquiera actúan en forma antijurídica.511
A su vez, se le cuestiona a la teoría valorativa que el entender la
norma como puro juicio de valor significa que ésta puede desvalorar
cualquier evento del mundo exterior, tanto actos, como acontecimientos,
situaciones, estados. Y, específicamente detrás de esa objeción un tanto
ambigua, está la idea de que el ilícito es sólo y esencialmente un disvalor
de acto512 -como lo sostiene el finalismo- y que la norma sólo puede
contener el desvalor de la acción, sin importarle el desvalor del resultado,
el cual ha de interpretarse como producto del azar; polémica que aún
continúa abierta.513
En puridad, poco sentido tiene explayarse en demasía sobre las
críticas lanzadas contra la teoría de la norma de valoración, porque éstas
expresan la contracara de cuanto expusieran los valorativistas respecto de
la teoría imperativa de la norma.
En el fondo, media entre ambas posturas un cuestionamiento
recíproco –cada una reprocha el núcleo esencial de la tesis contraria- y, al
final, ese criticismo “circular”, por llamarlo de algún modo, prepara el
terreno para que se elabore una teoría ecléctica o mixta, la cual reconoce
la doble función de la norma penal, como tantas veces ocurre en el mundo
del Derecho, cuando resulta necesario zanjar confrontaciones teóricas
radicales o irreductibles.
Desde el punto de vista del desarrollo histórico, merece la pena dejar
apuntado que, mientras la teoría valorativa de la norma es propia del
llamado “sistema clásico” del ilícito (el sistema LISZT-BELING)514, la teoría
de la doble función responde, originariamente, al “sistema neoclásico”
edificado por el causalismo valorativo.515 El finalismo en cambio, ya se
verá, reivindica la línea imperativista para su construcción del delito.516
511
SILVA SÁNCHEZ, Aproximación, ps. 346 y ss.
512
WELZEL, El nuevo sistema, ps. 47 y 71.
513
vid. ZIELINSKI, Disvalor de acción y disvalor de resultado en el concepto de ilícito, ps. 231 y ss.;
SANCINETTI, Teoría del delito y disvalor de acción, ps. 15 y ss.
514
Sobre el sistema clásico, vid.: VELÁSQUEZ-VELÁSQUEZ, Derecho Penal, ps. 275-277; TAVARES, Teorías
del delito, ps. 17-34; ZAFFARONI, Teoría del delito, p. 72; RIGHI, Derecho Penal, ps. 109-114; HURTADO
POZO, Manual de Derecho Penal, tomo I, ps. 368-370.
515
Sobre el sistema neoclásico, vid., VELÁSQUEZ-VELÁSQUEZ, Derecho Penal, ps. 277-279; TAVARES,
Teorías del delito, ps. 35-51; ZAFFARONI, Teoría del delito, p. 73; RIGHI, Derecho Penal, ps. 115-118;
HURTADO POZO, Manual de Derecho Penal, tomo I, ps. 370-372. Vid. especialmente BACIGALUPO, Teoría y
práctica del derecho penal, tomo I, ps. 247-256, 297 y ss. y 313 y ss.
516
vid. infra, Capítulo VII.
90
4.- La teoría dualista o de la doble función
517
A propósito de la Escuela de Baden, vid.: KAUFMANN, Filosofía del Derecho, p. 266; RECASÉNS-SICHES,
Panorama del pensamiento jurídico del siglo XX, tomo II, ps. 223-249; LARENZ, Metodología, ps. 113-123.
518
FERNÁNDEZ, Culpabilidad y teoría del delito, vol. I, ps. 222-223. Asimismo, vid.: WINDELBAND,
Preludios filosóficos, ps. 261-262; RICKERT, Ciencia cultural y ciencia natural, ps. 36 y 71 y ss.; BOCHENSKI,
La filosofía actual, p. 103.
519
BUSTOS RAMÍREZ, Manual, p. 198.
520
THULFAUT, Kriminalpolitik und Strafrechtslehre bei Edmund Mezger, ps. 129-130; MUÑOZ CONDE,
Edmund Mezger y el Derecho Penal de su tiempo, ps. 20 y ss.; MUÑOZ CONDE, Una nueva imagen de la
historia contemporánea del Derecho Penal Alemán, en Nueva Doctrina Penal, vol. 2007/A, p. 279.
91
necesario y claro contraste entre los dos presupuestos básicos del delito,
entre la antijuridicidad objetiva y la reprochabilidad personal”.521
Para MEZGER, el derecho es una ordenación objetiva de la vida, que
determina que algunas situaciones de la convivencia humana son
conformes al derecho y otras son antijurídicas.
Él distingue, por tanto, una norma objetiva de valoración del derecho,
que materializa esa ordenación objetiva de vida y una norma subjetiva de
determinación, que se deduce de aquella norma y que se dirige al individuo
y le dice y le quiere decir lo que debe hacer y omitir, para satisfacer dicha
norma de valoración. Lo que contradice la norma objetiva de valoración es
antijuridicidad objetiva, o como se acostumbra expresar en la actualidad,
injusto.522
El fundamento basal del pensamiento mezgeriano proviene de la idea
de que “antijuridicidad significa el juicio impersonal-objetivo del
ordenamiento jurídico sobre el hecho, en tanto que la culpabilidad tiene en
cuenta la imputación personal-subjetiva del hecho a un autor
determinado”.523
Por consiguiente, la diferencia está dada en que antijuridicidad es un
juicio desvalorativo objetivo acerca de la infracción, y la culpabilidad es el
reproche personal, también valorativo (y asimismo, pues, normativo) a un
autor determinado con respecto a esa infracción.524
Entonces, la norma objetiva de valoración del derecho puede referirse
tanto a la conducta externa (objetiva), como a la conducta interna y
psíquica (subjetiva). Porque el derecho –insiste MEZGER- es una
ordenación objetiva de vida, “en tanto que materializa, sin una relación con
sujetos determinados...una valoración de sucesos sociales que, sin
embargo, no necesita estar limitada a sucesos externos objetivos”. La
materialización o concretización de la norma en una “norma de
determinación”, o sea, la verdadera conversión a lo subjetivo, tiene lugar
cuando la norma se pone en relación con el autor.
La norma de valoración –acota MEZGER- es el presupuesto lógico
imprescindible de la norma subjetiva de determinación525, pues resulta
imprescindible distinguir injusto y culpabilidad526, debiéndose entender a la
antijuridicidad como una contradicción a normas de deber ser
impersonales, que pueden calificar tanto la conducta de sujetos capaces
como incapaces de acción, culpables y no culpables, los acontecimientos y
521
MEZGER, Tratado, Tomo I, p. 343. Vid. asimismo, MEZGER, Modernas orientaciones de la dogmática
jurídico-penal, ps. 32-33.
522
MEZGER, Derecho Penal, p. 134; MEZGER, Strafrecht, 9.Auflage, p. 87.
523
MEZGER, Derecho Penal, p. 134; MEZGER, Strafrecht, p. 87.
524
MEZGER, Derecho Penal, p. 81; MEZGER, Strafrecht, p. 44; MEZGER, Tratado, tomo I, p. 343.
525
MEZGER, Tratado, tomo I, p. 343; MEZGER, Modernas orientaciones, ps. 32 y 76-77.
526
También KOHLRAUSCH, Irrtum und Schuldbegriff im Strafrecht, ps. 50 y 57.
92
los estados del mundo circundante. En suma, el injusto es “una
contradicción objetiva con los preceptos jurídicos, como una lesión objetiva
de las normas jurídicas de valoración”.527
Y sin la existencia de una conducta injusta no hay culpabilidad: “a
todo juicio jurídico-penal de culpabilidad” –dice MEZGER- “es indispensable
la referencia a un acto injusto realizado. Pues la culpabilidad sólo es una
determinada propiedad del injusto; a saber: la propiedad de ser expresión
jurídicamente desaprobada de la personalidad del agente. Sin que se haya
cometido un acto injusto no puede concebirse la culpabilidad. La
culpabilidad aparece en relación de simple dependencia con el injusto”.528
En suma: según MEZGER, existe una norma objetiva de valoración
que establece un deber ser impersonal. La contrariedad a esa norma, que
prohibe u ordena conductas con componentes externos objetivos y, en
muchos casos, con componentes internos subjetivos (v.gr.: los elementos
subjetivos del injusto), es sólo una lesión del orden objetivo del Derecho,
“una perturbación de la manifestación de voluntad reconocida y aprobada
por el Derecho”.529
Y de la norma objetiva de valoración se deduce la norma subjetiva de
determinación, una norma de deber que se dirige sólo al personalmente
obligado, de la cual depende el juicio de culpabilidad, el cual consistirá en
la imputación de un reproche al súbdito del Derecho: ese reproche se
formula por llegarse a la constatación de que ese injusto cometido es
expresión jurídicamente desaprobada de la personalidad del agente.530
527
MEZGER, Tratado, tomo I, p. 341. Vid.: MEZGER, Derecho Penal, p. 131; MEZGER, Strafrecht, p. 86;
MEZGER, Modernas orientaciones, ps. 32-34.
528
MEZGER, Tratado, tomo II, p. 22. Vid.: MEZGER, Derecho Penal, ps. 189 y 195; MEZGER, Strafrecht, ps.
132 y 136-137; MEZGER, Modernas orientaciones, ps. 51 y 52, nota 19.
529
MEZGER, Tratado, tomo I, p. XX
530
Vid.: MEZGER, Deutsches Strafrecht. Ein Leitfaden, ps. 45-46; MEZGER, La culpabilidad en el moderno
derecho penal, p. 2.
531
GOLDSCHMIDT, La concepción normativa de la culpabilidad, p. 90.
93
culpable532, pues la norma de deber “manda al particular que se motive por
las representaciones de valor jurídicas”.533
GOLDSCHMIDT es partidario de mantener la separación entre
antijuridicidad y culpabilidad, y cree lograrlo a través de su teoría de la
norma de derecho y la norma de deber, que SCHMIDT le cuestionará,
argumentando que la norma de deber no es otra cosa que la norma de
derecho en su función de determinación, mientras que la norma de
derecho, en su aplicación a la conducta exterior, se presenta como pura
norma de valoración.534
GOLDSCHMIDT se enfrenta a la tesis de EBERHARD SCHMIDT,
sosteniendo que si la valoración y la determinación fueran sólo dos
funciones de la norma con respecto al mismo objeto, tanto se podría
valorar la conducta psíquica como el resultado exterior y, a su vez, si la
norma fuera con respecto a la conducta interior, no sólo norma de
determinación sino también de valoración, ella sería al mismo tiempo, en
relación con la conducta exterior, norma de valoración y norma de
determinación; conclusión que echaría por tierra la concepción del injusto
objetivo.535
Así, la tesis dualista de GOLDSCHMIDT, quien fundamenta la
culpabilidad en la infracción de la norma de deber, en la acción contraria a
deber (pflichtwidrig), se convierte en uno de los cimientos más resistentes
para la teoría normativa de la culpabilidad.536 La diferencia mas saliente
está dada por su concepción de dos normas, deducibles de la ley, en lugar
de dos funciones de una misma norma, como lo plantea la doctrina
dominante.
94
incorporación definitiva a la explicación analítica del concepto de delito, que
diferencia distintas categorías o estratos (v.gr.: acción, tipicidad,
antijuridicidad y culpabilidad), concatenados o enlazados por una secuencia
de prelación lógica.
Inclusive, ella es válida para quienes sostenemos que la teoría de la
imputación debe desglosarse en dos niveles: la teoría del acto, donde se
verá su adecuación al tipo y su carácter antijurídico, y la teoría del sujeto,
donde se estimará el reproche de culpabilidad a su autor.537
Así, la teoría dualista pasará a ser aceptada por JESCHECK538 y por
MAURACH539, así como en general, por toda la dogmática que sigue el
modelo causal del ilícito penal.
En la doctrina española adhieren a la teoría de la doble función de la
norma RODRÍGUEZ DEVESA540, RODRÍGUEZ MOURULLO541, COBO-VIVES542
o QUINTERO OLIVARES543. Dentro de la doctrina italiana cabe mencionar, a
vía de ejemplo, la posición similar de BARTONE544, ANTOLISEI-CONTI545,
PAGLIARO546, MARINI547 o el gran BETTIOL548.
Habría que hacer la salvedad, para el caso de NUVOLONE, quien
habla de la “norma comando” y la “norma garantía”549, o referir -por
último- la reciente postura de FERRAJOLI, quien partiendo de las
diferenciaciones de la filosofía analítica, identifica a la norma penal con una
“norma regulativa” (por contraposición a las normas constitutivas), cuya
estructura deóntica exige el aspecto sustancial de estricta legalidad penal,
así como el presupuesto formal de materialidad y culpabilidad.550
No obstante, la teoría de la norma subjetiva de determinación y la
denominada subjetivización de la antijuridicidad van a ser recalcadas por la
orientación finalista, que se inclina –sobre todo a través de WELZEL y de
ARMIN KAUFMANN- a favor de la teoría de los imperativos, como se verá
en el capítulo siguiente.
537
BUSTOS RAMÍREZ, Manual, p. 457; FERNÁNDEZ, Bien jurídico y sistema del delito, ps. 294 y 297.
538
JESCHECK-WEIGEND, Tratado, p. 252.
539
MAURACH-ZIPF, Derecho Penal, vol. 1, ps. 419-420.
540
RODRÍGUEZ DEVESA, Derecho Penal Español, ps. 149-150.
541
RODRÍGUEZ MOURULLO, Derecho Penal, p. 83.
542
COBO-VIVES, Derecho Penal, p. 250.
543
QUINTERO OLIVARES, Parte General del Derecho Penal, p. 48.
544
BARTONE, Diritto Penale Italiano, p. 142.
545
ANTOLISEI-CONTI, Istituzioni, p. 25.
546
PAGLIARO, Principi, ps. 32-33.
547
MARINI, Lineamenti, ps. 35-36.
548
BETTIOL, Derecho Penal, p. 250.
549
NUVOLONE, Il sistema, ps. 130-132.
550
FERRAJOLI, Derecho y razón, ps. 503-504.
95
CAPITULO VII: LA TEORÍA DE LAS NORMAS
BAJO EL FINALISMO
A) Planteo
B) El ontologismo finalista
551
ALLER MAISSONAVE, Dogmática de la acción y praxis penal, p. 77.
552
RETA, La doctrina de la acción finalista, en Revista de Ciencias Penales, Nº 2, ps. 417-426.
553
BAYARDO BENGOA, Dogmática jurídico penal, ps. 3, 37-39 y 55-58.
554
BACIGALUPO, Welzel y la generación argentina del finalismo, en HIRSCH-CEREZO MIR –DONNA (Dir.),
Hans Welzel en el pensamiento penal de la modernidad, p. 42.
96
la acción y que, desde allí, podría articular –como lo hizo- una nueva teoría
del delito.
De todas maneras el punto de vista era ontológico, lo cual no debe
extrañar, puesto que ya en su temprano artículo monográfico escrito en
1930, WELZEL afirmaba que “el derecho penal fue, desde siempre, una
puerta de ingreso a la filosofía”.555
Allí WELZEL expresa que una metodología debe comenzar por la
demostración de la relación entre el conocimiento y su objeto, e impugna la
teoría del conocimiento de origen kantiano, según la cual “nosotros mismos
somos los que hacemos que los objetos sean lo que a nosotros nos parece,
nosotros mismos somos los creadores de los objetos en su
particularidad”.556
Es evidente, por lo tanto, que WELZEL parte de la relación entre el
sujeto cognoscente y el objeto conocido, para refutar lo antedicho,
señalando que “de ningún modo el conocimiento puede ser determinado
por nuestra manera de observación”, sino que “el conocimiento sólo puede
ser comprensión del objeto tal como es”.557
WELZEL plantea, pues, que el “modo de análisis” jurídico-penal no
“crea” nuevos objetos y, en su virtud que “no se debe determinar el objeto
según el método, sino el método por el objeto”.558
De esa premisa inicial entonces, partiendo de la idea de que “no se
debe determinar el objeto según el método, sino el método por el objeto”,
WELZEL salta a la crítica del concepto de causalidad, empleado por el
derecho penal pero extraído de las ciencias exactas, el cual se hallaba
inmerso por la época en una profunda crisis, que afectaba a los propios
límites del dominio del concepto de causalidad.559
Ante ello, WELZEL argumenta que para presentar otro orden decisivo
para el derecho penal –en sustitución del vigente concepto de causalidad-
tiene gran significado el concepto de intencionalidad de los actos
anímicos de BRENTANO, así como la teoría de las ideas bajo el “orden del
pensamiento”, planteada por la psicología del pensamiento,
particularmente por ERISMAN y HÖNIGSWALD. 560
97
teoría causal en vigor- porque la acción “no es originada exclusivamente de
forma causal, sino introducida de modo intencional...El mecanismo causal
que tiene efecto en ella está subordinado a una novedosa determinación
marcada por el elemento de la intencionalidad, que es un orden en el
sentido de pensar o en la conciencia del sentido”.562
Así, inicialmente, WELZEL está fundamentando –en su segundo
trabajo escrito563- que los procesos causales y los actos ordenados hacia la
acción, están gobernados por una unidad de sentido, al punto de poderse
hablar de una “acción preordenada” por la intencionalidad. Y al cierre de su
manuscrito, WELZEL ya se formula la necesidad de proseguir la
investigación metodológica y repasar la totalidad de la esfera intencional,
“para saber qué lugar ocupa en ella la norma como objeto de la ciencia del
derecho penal”.564
En una nueva contribución, ésta de 1931565, WELZEL cuestiona la
pretendida raíz kantiana del pensamiento dominante, la cual sustenta que
son los seres humanos quienes prescriben legalidad a la naturaleza,
enfatizando que para el idealismo son los sujetos conocedores los que
determinan a los objetos; concepto que subraya como falaz y
equivocado.566
A su vez, WELZEL plantea la decisiva pregunta de “cual condición
ontológica de un suceso es determinante para que el ordenamiento jurídico
vincule justamente con él sus predicados de valor”; diferenciación que deja
en claro la dicotomía categorial entre lo axiológico y lo ontológico, donde el
valor está supeditado a ésta última.567
Inspirado en la psicología del pensamiento de BRUNO BAUCH,
HÖNIGSWALD y PAUL FERDINAND LINKE –lo cual admite “expressis
textis”-, WELZEL fundamenta que la intencionalidad señala la dirección
hacia la estructura del objeto y, a su vez, que “la relación causal es sólo un
componente parcial de la relación de sentido y está determinada y guiada
por la legalidad intencional y por la relación de sentido de la acción”.568
WELZEL llega entonces a la conclusión, magra aún, de que “el hecho
es inherente al sujeto como acción propia ... objetivamente atribuible”, lo
cual únicamente significa y debe interpretarse como que “los factores del
562
WELZEL, Derecho Penal y Filosofía, ob.cit., p. 153.
563
La primera publicación del autor es la disertación del año 1928: Die Naturrechtslehre Samuel Pufendorfs, Jena,
1928.
564
WELZEL, Derecho Penal y Filosofía, ob.cit., p. 155.
565
WELZEL, Kausalität und Handlung, en Zeitschrift für die gesamte Strafrechtswissenschaft, vol. 51, 1931, ps.
703 y ss.
566
WELZEL, Causalidad y acción, en Estudios de Derecho Penal, ps. 122-124.
567
WELZEL, Causalidad y acción, ob.cit., p. 127.
568
WELZEL, Causalidad y acción, ob.cit., ps. 130 y 141.
98
suceso particular, los cuales fueron sintetizados por una unidad de acción,
se refieren al punto personal central dominante”.569
Por consiguiente, con ello se descubre el buscado fundamento
ontológico para las posibles valoraciones penales. Sólo aquél suceso que
depende de una razonable ordenación de un sujeto, puede atribuírsele
objetivamente a éste.
Y WELZEL se preocupa de aclarar, a fin de evitar confusiones: “Bien
entendido: únicamente está descubierto el fundamento ontológico o el
“portador” para posibles valoraciones, pero con esto no está dado un juicio
de valor. No se ha determinado si el suceso atribuible es valorado positiva
o negativamente, si es justificado, perdonado o reprochado...Lo que sólo es
causal y no pertenece a la relación de ordenación teleológica de la
intencionalidad no se toma en consideración para un juicio penal”.570
Para WELZEL, en síntesis, “la intencionalidad, es decir, la posibilidad
de prever un cierto resultado y determinarse con sentido conforme a él,
delimita del suceso causal aquél ámbito que es capaz de una valoración
penal”.571 Y ello, a su entender, preanuncia que “también en este aspecto
se produce la imposibilidad de una total separación entre el tipo subjetivo y
el objetivo, porque el tipo objetivo debe estar subordinado a la legalidad
del subjetivo o, por lo menos, referirse a éste”.572
569
WELZEL, Causalidad y acción, ob.cit., p. 142.
570
WELZEL, Causalidad y acción, ob.cit., ps. 142-143.
571
WELZEL, Causalidad y acción, ob.cit., p. 144.
572
WELZEL, Causalidad y acción, ob.cit., p. 144.
573
STICHT, Sachlogik als Naturrecht?, p.
574
WELZEL, Estudios sobre el sistema de derecho penal, en WELZEL, Estudios de Derecho Penal, p.17.
575
WELZEL, Estudios sobre el sistema de derecho penal, ob.cit., ps. 30-32.
99
acción humana respecto de la conducta animal, pues ésta última está
encadenada al medio ambiente y a los mecanismos instintivos.576
El desarrollo de esta línea argumental conduce a WELZEL a moderar
el carácter final de la acción, casi de modo perfecto. ”Acción humana” –nos
dirá- “ese ejercicio de actividad final”.577
La finalidad de la acción, como característica estructural y connatural
a ella, se basa en que el hombre, gracias a su saber causal, puede prever
dentro de ciertos límites las consecuencias posibles de su actividad,
ponerse por tanto fines diversos y dirigir su actividad, conforme a su plan,
a la consecución de estos fines. En virtud de su saber causal previo, puede
dirigir los distintos actos de su actividad, de modo tal que oriente el
acontecer causal exterior a un fin y así lo sobredetermina finalmente. La
actividad final, por ende, es un obrar orientado consecuentemente desde el
fin, a diferencia del mero acontecer causal.578
Así, mediante esa estructura de la acción humana en la concepción
finalista de WELZEL, se busca “fundamentar más profundamente la
conexión interna (la unidad) del suceso externo y de la conducción interna
de la acción”.579
La famosa frase welzeliana –de que “la finalidad es vidente, la
causalidad ciega”-, significa que la capacidad humana de prever las
consecuencias de su intervención en el curso causal y de dirigir éste
conforme a un plan, a la consecución de un fin, determinan que “la espina
dorsal de la acción final es la voluntad, conciente del fin, rectora del
acontecer causal. Ella es el factor de dirección que configura el suceder
causal externo y lo convierte, por tanto, en una acción dirigida
finalmente”.580
Y, en definitiva, WELZEL establece que la dirección final de la acción
se realiza en dos fases. La primera de ellas transcurre por completo en la
esfera interna del pensamiento: empieza con la anticipación
(representación mental) del fin que el autor quiere realizar; sigue con la
selección de los medios necesarios para su realización y, por último, con la
consideración de los efectos concomitantes. La segunda fase consiste en la
realización de la acción final en el mundo exterior.581
576
ZIELINSKI, Disvalor de acción, p. 62; LORENZ, Über tierisches und menschliches Verhalten, ps. 133 y ss. y
272 y ss.
577
WELZEL, Derecho Penal Alemán, p. 53.
578
WELZEL, Um die finale Handlungslehre, p. 6; WELZEL, Vom Bleibenden und vom Vergänglichen in der
Strafrechtswissenschaft, p. 8; WELZEL, La Dogmática en el Derecho Penal, en Cuadernos de los Institutos, Nº
116, ps. 34-35; WELZEL, El nuevo sistema, p. 41.
579
WELZEL, ¿Un malentendido sin solución? (Acerca de la interpretación de la teoría finalista) y La doctrina de
la acción finalista, hoy, en WELZEL, Estudios de Filosofía del Derecho y Derecho Penal, ps. 67 y 23
respectivamente.
580
WELZEL, El nuevo sistema, p. 42.
581
WELZEL, Derecho Penal Alemán, ps. 54-56; WELZEL, El nuevo sistema, ps. 42-43.
100
Es imprescindible poner de manifiesto que la teoría finalista concitó
una oleada de controversias en el seno de la dogmática penal alemana.
Después de la primera gran contraposición entre positivismo y naturalismo
(léase BINDING vs. LISZT), el segundo gran debate al cual asistió el siglo
XX en materia de teoría del delito, entre mediados de la década de los años
30 y mediados de la década de los años 60, fue precisamente la disputa
entre el causalismo y el finalismo, que vino a romper la estructura
tradicional del concepto de ilícito penal y, en ancas de una nueva
concepción ontológica de la acción humana, a diseñar una también
novedosa explicación estratificada del hecho punible.
Es imposible considerar aquí los vaivenes de ésta polémica582, al igual
que tampoco puede encararse la plenitud de la dirección teórica finalista
que –como viene de señalárselo- despliega consecuencias que van mucho
más allá de la teoría de la acción.583
Pues, a los efectos específicos del desarrollo de nuestro tema, lo que
interesa está dado por el fundamento óntico-ontológico del finalismo penal.
Concretamente, importa para el desarrollo de la teorías de las normas, la
teoría welzeliana de las “estructuras lógico-objetivas de la realidad” o
“estructuras lógicas del objeto” (sachlogischen Strukturen).
582
Vid.: WELZEL, Aktuelle Strafrechtsprobleme im Rahmen der finalen Handlungslehre, p. 3; GÖSSEL,
Wertungsprobleme des Begriffs der finalen Handlung, p. 110; MICHAELOVA, Der Begriff der
strafrechtswidrigen Handlung, p. 36; MAIHOFFER, Der Handlungsbegriff im Verbrechenssystem, ps. 38 y ss;
RODRÍGUEZ MUÑOZ, La doctrina de la acción finalista, ps. 83 y ss.; ROXIN, Problemas básicos del derecho
penal, ps. 84 y ss.
583
Vid.: MORENO HERNÁNDEZ, El finalismo y sus implicaciones en la dogmática penal y la política criminal,
en HIRSCH-CEREZO MIR-DONNA (Dir.), Hans Welzel en el pensamiento penal de la modernidad, ps. 171 y
ss.; HIRSCH, El desarrollo de la dogmática penal después de Welzel, en HIRSCH, Obras Completas, vol. 1, ps.
13 y ss.; JIMÉNEZ BENAVÍDES, Sobre la acción y el injusto penal en Welzel, ps. 73 y ss.
584
GARZÓN VALDÉS, Derecho y “naturaleza de las cosas”, tomo I, p. 47; RECASÉNS SICHES, Experiencia
jurídica, naturaleza de la cosa y Lógica “razonable”, p. 261.
101
No sólo por el carácter del llamado del deber ser, sino también en
virtud de las estructuras del ser que hay que interpretar, los proyectos de
sentido están sometidos a limitaciones inmanentes. Las normas jurídicas,
enseña WELZEL, pueden sólo referirse a acciones que son algo más que
simples procesos naturales causales y que, por el contrario, se diferencian
de éstos últimos por el momento de la conducción con conciencia de fines,
es decir, por el momento de finalidad.585
Así, luego de la restauración democrática en la Alemania de la
post-guerra, en un momento en que rebrota con mucha fuerza la apelación
al Derecho Natural, WELZEL formula la tesis sobre las estructuras
lógico-reales, construyéndola a partir de sus anteriores reflexiones
metafísicas y axiológicas de los años 30, pero derivándola del ámbito
ontológico.586
De acuerdo a su planteamiento, el derecho tiene al derecho natural
como frontera inmanente y allí están las estructuras lógico-objetivas, que
vinculan materialmente al legislador.587
Por ende, el legislador no sólo se encuentra vinculado a las leyes de
la naturaleza física, sino también a determinadas estructuras lógicas y
ontológicas en el objeto de su regulación. La estructura ontológica de la
acción, por ejemplo, precede a toda valoración y regulación.
Vale decir, las estructuras ontológicas están dadas de antemano al
legislador y éste tiene que tenerlas en cuenta, si no quiere dictar una
legislación incompleta o de imposible cumplimiento.588 Estas estructuras no
constituyen un sistema cerrado, como pretendía el derecho natural, sino
que atraviesan íntegramente la materia jurídica, prescribiéndole una
regulación de determinado tipo.589
WELZEL afirma que el poder de configuración de la realidad es la
característica esencial del derecho y, por ello, la facticidad está
indisolublemente unida a lo normativo.590
Las estructuras lógico-objetivas, dice WELZEL, atraviesan
íntegramente la materia jurídica, prescribiéndole una regulación de
determinado tipo. Ellas constituyen evidentemente el mayor grupo de
limitaciones, pero su función limitadora es sólo relativa; vale decir, obligan
al legislador cuando éste quiere ocuparse de una regulación de un
determinado tipo y sólo lo obligan lógicamente, o sea, cuando quiere que
su regulación responda a la realidad de las cosas. La violación de estas
585
WELZEL, Verdad y límites del derecho natural, en Dianoia, Anuario de Filosofía, 1964, ps. 233-234.
586
STICHT, Sachlogik als Naturrecht?, p.
587
WELZEL, Naturrecht und Rechtspositivismus, en WELZEL, Abhandlungen zum Strafrecht und zur
Rechtsphilosophie, p. 286.
588
WELZEL, Vom Bleibenden und vom Vergänglichen, p. 6; WELZEL, Naturrecht und materielle Gerechtigkeit,
p. 197.
589
WELZEL, Naturrecht und Rechtspositivismus, ob.cit., ps. 197 y 290.
590
WELZEL, Más allá del derecho natural y del positivismo jurídico, p. 33.
102
estructuras no significa que la regulación no sea válida, sino que no logrará
su fin, es decir, que se habrá dictado una regulación con lagunas,
contradictoria y no objetiva.591
Y agrega que se le ha confiado a la ciencia la “noble tarea” de
señalar, en la materia jurídica, aquellas estructuras lógico-objetivas que
también están dadas de antemano al legislador y que, por consiguiente
pueden confirmar o rechazar la regulación de aquél.592
Ahora bien, sobre el reverdecer del derecho natural luego de la
catástrofe nazi habría mucho por decir593, pues fue un movimiento
filosófico-jurídico espontáneo, que acaso tenga su raíz última en la
desesperación y en la convicción de que, malgrado su vestidura formal,
puede existir un derecho nulo; esto es, invalidable por razones
supralegales derivadas del derecho natural.
Lo propio ocurre respecto de las estructuras lógico-reales a las que
refiere WELZEL, empleándolas fundamentalmente para defender la
concepción final de la acción.594
No obstante, carece de interés –al menos en este trabajo- internarse
por el camino de la indagación filosófica y el verdadero origen de la
teoría595, pues lo único que nos preocupa es demostrar la aplicación de la
teoría de las estructuras lógico-objetivas a la dogmática del ilícito penal
realizada por WELZEL.
Porque para él, como la realidad está internamente impregnada de
valor, los objetos de la vida humana son de antemano “unidades de
sentido”, a las que les corresponde una significación social.596
591
WELZEL, Más allá del derecho natural, ps. 35-36.
592
WELZEL, Más allá del derecho natural, p. 37.
593
Vid.: RECASÉNS SICHES, Experiencia jurídica, ps. 244 y ss.; RECASÉNS SICHES, Panorama del
pensamiento jurídico en el siglo XX, tomo II, ps. 926 y ss.; GARZÓN VALDÉS, Derecho y “naturaleza de las
cosas”, tomo I, ps. 47 y ss.; KAUFMANN, Filosofía del Derecho, ps. 84 y 249-250; ELLSCHEID, El problema
del derecho natural. Una orientación sistemática, en KAUFMANN-HASSEMER (Eds.), p. 148;
RADBRUCH-SCHMIDT-WELZEL, Derecho injusto y derecho nulo, ps. 3 y ss.; WOLF, El problema del derecho
natural, ps. 213-214; RADBRUCH, Relativismo y derecho, ps. 53 y ss.; STRATENWERTH, Das
rechtstheoretische Problem der “Natur der Sache”, p. 7.
594
STICHT, Sachlogik als Naturrecht?, ps. 37-48; RECASÉNS SICHES, Experiencia jurídica, ps. 261-265;
STRATENWERTH, Das rechtstheoritische Problem, p. 20; ARTHUR KAUFMANN, Das Schuldprinzip, ps. 20 y
ss.; ZAFFARONI, Tratado, tomo II, ps. 298-305; RAMOS MEJÍA, Las estructuras lógico-objetivas en el derecho
penal, en Revista de Derecho Penal y Criminología, Nº 4, Buenos Aires, octubre-diciembre 1970, ps. 558-569.
595
Contra la supuesta influencia de NICOLAI HARTMANN, que todos le señalan, WELZEL aclara en el Prólogo
a El nuevo sistema, p. 28, haberse inspirado en RICHARD HÖNIGSWALD, KARL BÜHLER, THEODOR
ERISMANN, ERICH JAENSCH y PAUL FERDINAND LINKE (su profesor de Filosofía en Heidelberg), para
dar cima a la teoría de la acción finalista. Vid. también STICHT, Sachlogik als Naturrecht?, ps. 70-77 y 93.
596
WELZEL, Naturalismus und Wertphilosophie im Strafrecht, en WELZEL, Abhandlungen, ps. 29 y ss.
103
Trasladado ello al derecho, ha de concluírse que los conceptos de los
tipos penales no son conceptos causales, sino conceptos de relación y de
significación social. Por lo tanto, las normas no describen un ser “neutral al
valor” o “libre de valor”, sino que abarcan y prohiben aquellas formas de
conducta que perturban de manera insoportable, como unidades de sentido
socialmente relevantes, la convivencia socialmente ordenada.597
Esto implica, de una parte, que WELZEL pueda definir a la acción
como la conducta que estructura el mundo exterior por la actividad final,
pues ésta sobredetermina finalmente el nexo causal.598 Por otro lado,
significa que el derecho penal, “también sólo porque el hombre es capaz de
la ejecución de acciones con conciencia del fin, puede dirigirse al hombre
mandando y prohibiendo. El ámbito de la normatividad jurídico penal se
limita al recinto de la posible actividad final humana”.599
Y ello ocurre, tan luego, porque “la estructura final del actuar
humano es necesariamente constitutiva para las normas del Derecho
Penal... Las normas solo pueden mandar o prohibir una conducta final”.600
Dicho de otro modo: la estructura final de la conducta humana tiene
que ser tenida en cuenta necesariamente por las normas del derecho
penal, que sólo pueden mandar o prohibir, precisamente, una conducta
final.601
Desde esa perspectiva, la antijuridicidad es un juicio de desvalor, un
juicio de valor “objetivo”, en tanto se pronuncia sobre la conducta típica a
partir de un criterio general: el del ordenamiento jurídico. Pero el objeto de
ese juicio –la conducta típica de un sujeto- constituye una unidad de
momentos externos u objetivos y momentos anímicos o subjetivos.
No obstante, WELZEL elabora un concepto de injusto personal,
aduciendo que lo injusto no se agota en la causación del resultado (lesión
del bien jurídico), desligada en su contenido de la persona del autor, sino
que la acción es antijurídica sólo como obra de un autor determinado. En
palabras de WELZEL, “la antijuridicidad es siempre la desaprobación de un
hecho referido a un autor determinado. Lo injusto es injusto de la acción
referida al autor, es injusto personal”.602
En cambio, la lesión del bien jurídico (el desvalor de resultado) “tiene
sólo relevancia en el derecho penal dentro de una acción personalmente
antijurídica (dentro del desvalor de la acción). El desvalor personal de la
acción es el desvalor general de todos los delitos en el derecho penal. El
desvalor de resultado ...puede faltar en el caso concreto, sin que
597
WELZEL, Estudios sobre el sistema de derecho penal, ob.cit., p. 22; ZIELINSKI, Disvalor de acción, p. 72.
598
WELZEL, Derecho Penal Alemán, p. 53.
599
WELZEL, Derecho Penal Alemán, p. 51.
600
WELZEL, Derecho Penal Alemán, p. 59.
601
WELZEL, El nuevo sistema, p. 47.
602
WELZEL, Derecho Penal Alemán, p. 92; WELZEL, El nuevo sistema, ps. 75-76.
104
desaparezca el desvalor de la acción, por ejemplo, en la tentativa
inidónea”.603
Y la culpabilidad es otro concepto valorativo, que consiste en la
reprochabilidad de la resolución de voluntad. El derecho no se contenta con
la relación de discordancia objetiva entre la acción y el ordenamiento
jurídico, sino que hace al autor el reproche personal “de no haber omitido
la acción antijurídica a pesar de haber podido omitirla ... En esta doble
relación de no deber ser antijurídica (la acción) por poder ser jurídica,
consiste el carácter específico del reproche de culpabilidad”.604
Según WELZEL, toda acción humana, para bien o para mal, está
sujeta a dos aspectos valorativos diferentes. Puede ser valorada de acuerdo
al resultado que origina (valor de resultado o material) y también
independientemente del logro del resultado, conforme al sentido de la
acción como tal.
WELZEL cree que las normas penales comunican valores de acto,
porque el derecho penal –en su protección mediata de los bienes jurídicos-
impide el desvalor de resultado mediante la punición del valor de acto y
“esos valores del actuar conforme a derecho, arraigados en la permanente
conciencia jurídica ... constituyen el trasfondo ético-social positivo de las
normas jurídico-penales ... La misión central del Derecho Penal reside,
pues, en asegurar la vigencia inquebrantable de estos valores de acto,
mediante la conminación penal y el castigo de la inobservancia de los
valores fundamentales del actuar jurídico manifestada efectivamente”.605
Por consiguiente, la misión primera o fundamental del derecho penal
es la del “asegurar la real vigencia (observancia) de los valores de acto de
la conciencia jurídica”. Y como WELZEL cree que al Derecho le importa
sobremanera el efecto de sus mandatos y prohibiciones, entiende que la
orden al obligado de hacer algo determinado o bien de no hacerlo, amén de
sustancialmente comprensible, tiene que dirigirse a la potencia final del
hombre; es decir, a su voluntad, pues ninguna fuerza del mundo puede
lograr algún efecto por medio de los hombres, sin determinarlos a la
ejecución de acciones finales.606
Por ello le atribuye a las normas una función de determinación, de
modo que éstas solo puedan ser comprendidas como mandatos y
prohibiciones, pues la norma es la expresión de la obligatoriedad jurídica
del súbdito de la norma, a hacer u omitir determinadas acciones; las
normas quieren motivar una conducta determinada.607
603
WELZEL, El nuevo sistema, p. 109.
604
WELZEL, El nuevo sistema, p. 125.
605
WELZEL, Derecho Penal Alemán, p. 12.
606
WELZEL, Naturalismus, en ob.cit., p. 85; WELZEL, El nuevo sistema, ps. 23-24.
607
WELZEL, Naturalismus, en ob.cit., p. 85.
105
Los planteos de WELZEL, que no se centran de todas manera en el
tema axial de la norma (a él le preocupa sobre todo la finalidad del actuar
y sus consecuencias para la estructura del ilícito), se verán amplificados
por su discípulo ARMIN KAUFMANN, quien sí encara un profundo estudio
nomológico, entendido acaso como columna vertebral del derecho penal.
Pues las normas, para el finalismo, cumplen esencialmente una
función de determinación del obrar humano, desde que su objeto es
siempre el desvalor de acto y no el desvalor de resultado. En menos
palabras: las normas penales procuran la realización de valores de acción.
a) El punto de partida
608
KAUFMANN, Lebendiges und Totes in Bindings Normentheorie. Normlogik und moderne
Strafrechtsdogmatik, Göttingen, 1954. Aquí manejaremos sin embargo, por obvia comodidad para el lector, la
versión castellana.
609
BINDING, Die Normen, I, p. 45; BINDING, Die Schuld im deutschen Strafrecht, p. 4.
106
este hecho empírico de la vida del derecho es indiscutible, como también lo
es, por ello, la existencia de la norma en tanto forma del pensamiento.610
Y luego de repasar las principales críticas dirigidas en su tiempo
contra la tesis de BINDING –en particular, las vertidas por von HIPPEL,
BINDER, KELSEN, LAUN y WACH-, ninguna de ellas decisiva, el propio
KAUFMANN ratifica que una proposición jurídica que tiene efecto obligatorio
es una norma. “La norma es la forma conceptual de la proposición jurídica
que fundamenta la obligación. Bajo el presupuesto de que el derecho logra
fundamentar deberes, la norma es necesaria en tanto forma del
pensamiento del derecho. Toda proposición jurídica de la cual surgen
deberes concretos es una norma; no sólo puede, sino que tiene que ser
pensada como norma”. Entonces –y en definitiva- “la norma es la forma de
pensamiento y de expresión de las proposiciones jurídicas obligatorias; es
un juicio de deber ser”.611
Desde luego, KAUFMANN corrobora la tesis welzeliana de que la
orden normativa sólo puede tener a una actividad final humana, como
objeto del deber.612
610
KAUFMANN, Teoría de las normas, p. 52.
611
KAUFMANN, Teoría de las normas, p. 64.
612
KAUFMANN, Dogmática de los delitos de omisión, p. 25.
613
BINDING, Die Normen, IV, p. 363.
614
KAUFMANN, Teoría de las normas, p. 90.
615
WELZEL, Naturalismus, ob.cit., ps. 93 y ss.; KAUFMANN, Teoría de las normas, p. 91.
107
son aquellos sucesos que son obra humana, obra de la finalidad y de allí
resulta el ilícito personal como disvalor de acto.616 Por consecuencia,
KAUFMANN rectifica la tesis de BINDING, en el sentido de aclarar la
diferenciación entre el disvalor de un estado de cosas y el disvalor de la
acción y, a su vez, puntualizar que la “inadmisibilidad jurídica” de la acción
humana –como la llama BINDING- corresponde al concepto de lo ilícito
personal.617 Siguiendo la línea propuesta por WELZEL, insiste KAUFMANN
en el aseguramiento de la validez de los valores ético-sociales del acto
como objetivo del derecho penal, distinguiendo que ese concepto genérico
de “desobediencia” articulado por BINDING como elemento general de
todos los delitos, incluye no sólo momentos del disvalor de acto, sino
también de la culpabilidad.618
KAUFMANN advierte que el objeto de la norma es idéntico con el
objeto del correspondiente juicio de valor. Pero, al mismo tiempo, establece
que la norma no se agota simplemente en un juicio de valor, sino que al
momento axiológico le agrega otro teleológico: la norma obliga a algo; “la
norma es expresada para dirigirse de ésta manera al sujeto normativo”.619
En efecto, -dice KAUFMANN- toda norma desea influír y corresponde a su
propia naturaleza no mantenerse sólo en una estructura conceptual
abstracta, sino ser también obedecida.
616
KAUFMANN, Teoría de las normas, p. 93; KAUFMANN, Dogmática de los delitos de omisión, p. 24;
KAUFMANN, Zum Stande der Lehre vom personalen Unrecht, en Strafrechtsdogmatik zwischen Sein und Wert,
ps. 151 y ss.
617
KAUFMANN, Teoría de las normas, p. 94.
618
KAUFMANN, Teoría de las normas, p. 96.
619
BINDING, Die Normen, I, p. 51; KAUFMANN, Teoría de las normas, p. 99.
620
BINDING, Die Normen, I, p. 295.
108
Si presuponemos proposiciones jurídicas obligatorias, reconociendo
que para la realización de ésta obligatoriedad es necesario mostrar el
contenido obligatorio a aquellos que han de ser obligados, no queda más
que reconocer que ésto sólo es posible mediante una proposición que tiene
la forma y el contenido de la norma. Y ello demuestra, en suma, que el
derecho que fundamenta este deber tiene que tener la forma de las
normas.
Del momento teleológico de la norma y de la presupuesta
obligatoriedad del derecho, se deriva entonces la norma, en su forma y
contenido.621
d) La norma y el imperativo
621
KAUFMANN, Teoría de las normas, ps. 8 y 100.
622
KAUFMANN, Teoría de las normas, p. 115.
623
KAUFMANN, Teoría de las normas, ps. 139-140 y 141.
624
KAUFMANN, Teoría de las normas, p. 162.
625
KAUFMANN, Teoría de las normas, p. 165.
109
Tomando distancia con los imperativistas puros, sin embargo,
KAUFMANN sostiene que ellos deducen, erróneamente, que todo
destinatario del imperativo sería también un obligado. Y lo decisivo –explica
el autor- no es el destinatario de la norma, sino la respuesta a la cuestión
de la obligación del individuo por la norma. Porque el individuo
determinado que realiza el objeto de la norma y del juicio de valor, ya
antes de actuar tiene que estar motivado por la norma. De otro modo
fracasaría el fin motivador de la norma. Así, la concreción del deber
abstracto del ámbito del destinatario de la norma es el deber concreto de
un destinatario individual determinado.626
La mera existencia de una norma no permite concretar el deber
respecto de un individuo. Por cierto que toda norma contiene un juicio de
valor, pero no constituye en sí misma un juicio de valor, sino norma y, por
tanto una forma abstracta de la obligación jurídica.
Mientras la norma representa la obligación abstracta de todos, el
deber comprueba la obligatoriedad del individuo; es en ese sentido,
altamente personal. Desde el punto de vista conceptual, el deber es la
obligación jurídica de un hombre, individualmente considerado, en
determinado momento, con respecto a determinado hacer u omitir.627
Para KAUFMANN la acción contraria al deber es antijurídica; ella
constituye un injusto y los presupuestos del deber son también
presupuestos de lo injusto. El presupuesto general de todo deber, la
capacidad de acción, es como dominio del hecho, el elemento personal y
general de lo injusto.628
e) Reprochabilidad y pena
626
KAUFMANN, Teoría de las normas, p. 167; KAUFMANN, Dogmática de los delitos de omisión, p. 29.
627
KAUFMANN, Teoría de las normas, p. 174.
628
KAUFMANN, Teoría de las normas, p. 208.
629
KAUFMANN, Teoría de las normas, p. 214.
630
KAUFMANN, Teoría de las normas, ps. 217, 226 y 228-229.
110
reprochabilidad: “un injusto, cometido por quien puede tomar a la norma
como motivo, es reprochable al obligado”.631
Desde éste enfoque, KAUFMANN adhiere a la teoría de la retribución
como fundamento de la pena, pues –asegura- “sólo quien ve en la pena la
retribución justa puede concebirla como la materialización de un juicio de
disvalor sobre el autor”.632
f) Las conclusiones
631
KAUFMANN, Teoría de las normas, p. 245.
632
KAUFMANN, Teoría de las normas, ps. 306-307.
633
KAUFMANN, Teoría de las normas, p. 361.
634
KAUFMANN, Teoría de las normas, p. 373. En contra, SCHMIDT, Einführung, p. 296.
635
KAUFMANN, Teoría de las normas, p. 375.
636
KAUFMANN, Teoría de las normas, p. 376.
637
KAUFMANN, Teoría de las normas, p. 377.
111
Asimismo, el deber tiene que entenderse como la concreción de la
norma respecto de determinado individuo, en determinada situación. Y esa
concreción, por tanto el deber, tiene como presupuesto la concreta
capacidad de acción, la capacidad de realizar el acto mandado o
prohibido.638
Con el acento normológico, KAUFMANN subraya un planteo originario
de MAYER, en el sentido de que “una teoría del derecho penal tiene que ser
una teoría de las normas”. En aplicación de ello, la norma de valoración
consiste en un deber de actuar y, por consiguiente, precisamente en
aquello que ya expresa la norma de determinación. En tal virtud, la
antijuridicidad puede fundarse probablemente ya a partir de la valoración,
pero la contrariedad al deber es inseparable y está conectada con la
norma.639
En definitiva, aduce KAUFMANN, “tan verdadero como sea el principio
de que el derecho penal tiene que ser un derecho penal de culpabilidad y
que una auténtica teoría del derecho penal debe remitirse en lo que se
refiere a la culpabilidad jurídico-penal, a estructuras lógico-objetivas
previamente dadas, así será también de verdadera la afirmación de que
toda teoría del derecho penal tiene que ser una teoría de las normas”.640
Esto confiere plena razón a quienes, como MUÑOZ CONDE, sostienen
que KAUFMANN, en esta obra cumbre y en el resto de su aguda producción
científica, intentó fijar lo que a su juicio constituye la base de la dogmática
jurídica: las estructuras lógico-objetivas de la materia objeto de regulación
por el derecho. Estos datos lógico-objetivos serían el soporte material de
las decisiones jurídicas y a ellos estarían vinculados todos los factores de
producción del derecho. No obstante, advierte MUÑOZ CONDE, “lo
pretendidamente ontológico se reduce, muchas veces, a las estructuras
lógico-objetivas del actuar humano individualmente considerado, dejando a
un lado el significado de esa actuación para los demás, que igualmente es
una parte de la realidad. No parece, por ello, lógico que el resultado quede
fuera en la constitución del concepto de injusto”.641
638
KAUFMANN, Teoría de las normas, p. 377.
639
KAUFMANN, Teoría de las normas, p. 389, citando una reseña bibliográfica de WELZEL al libro de
THIERFELDER, Normativ und Wert in der Strafrechtswissenschaft unserer Tage, de 1937.
640
KAUFMANN, Teoría de las normas, ps. 389-390.
641
MUÑOZ CONDE, De lo vivo y de lo muerto en la obra de Armin Kaufmann, en Nuevo Foro Penal, Nº 55,
Enero-Marzo 1992, ps. 9 y 14.
112
por los continuadores de la orientación finalista, salvo en aisladas y muy
tangenciales reflexiones.
Así HIRSCH trabajó sobre el concepto del desvalor de acción y su
contraposición con el desvalor de resultado, pero sin internarse en la teoría
de la norma.642 A su vez, navegando en contra de la creciente correntada
normativista, HIRSCH ha insistido en la necesidad metodológica de
sustraer la ciencia del derecho penal del normativismo y dirigir la vista a
los fenómenos que, como objetos de regulación, son anteriores a los
preceptos jurídicos (intento que no ha logrado cuajar en la dogmática
contemporánea)643.
ZIELINSKI admite, siguiendo a KAUFMANN, que el ordenamiento
jurídico, el sistema de normas, tiene no sólo una función de valoración,
sino también y definitivamente una función de regulación, que quiere influír
en la conformación y preservación de la convivencia humana.644 El
ordenamiento jurídico desarrolla esta tarea por medio de la actividad
humana orientada a fines, dirigiéndose a la voluntad de los hombres y
ordenándoles ejecutar las acciones deseadas para la obtención de metas
jurídicamente valiosas (mandatos) o bien la omisión de acciones
indeseadas, para la evitación de resultados jurídicamente disvaliosos
(prohibiciones).
Si el ordenamiento jurídico penal –prosigue ZIELINSKI- tiene una
función de determinación, entonces sus normas sólo pueden ser
comprendidas como mandatos y prohibiciones. Ella son, dice plegándose a
KAUFMANN, la expresión de la obligatoriedad jurídica del súbdito de la
norma a hacer u omitir determinadas acciones; quieren motivar una
conducta determinada. Y para que la norma pueda determinar la conducta
humana, son decisivas exclusivamente dos cosas: a) ella tiene que tener
por objeto acciones, pues, de ningún otro modo que actuando, el hombre
no puede comportarse según sus metas; y b) ella tiene que describir las
acciones ordenadas de modo sustancialmente comprensible.645
Las normas son únicamente las órdenes con las cuales el
ordenamiento jurídico se dirige a los súbditos de las normas, para realizar
la situación objetiva que es apreciada como valiosa por el propio
ordenamiento jurídico en su función de valoración.646
642
HIRSCH, Los conceptos de “desvalor de acción” y “desvalor de resultado o sobre el estado de cosas”, en
HIRSCH, Obras Completas, tomo III, p. 238.
643
HIRSCH, El desarrollo de la dogmática penal después de Welzel, en Obras Completas, tomo I, ps. 18-19.
644
ZIELINSKI, Disvalor de acción, p. 134.
645
ZIELINSKI, Disvalor de acción, p. 134.
646
ZIELINSKI, Disvalor de acción, ps. 135-136.
113
KÜPPER, por su parte, ratifica la idea de las estructuras lógico-reales
y su estrecha relación con el pensamiento de la naturaleza de la cosa647,
así como la fundamentación ontológica del actuar y del omitir.648
Y en el seno de la doctrina española, GRACIA MARTÍN,
probablemente el más ortodoxo de los finalistas hispanos, destaca y se
afilia a la postura relativizadora de STRATENWERTH y de CEREZO MIR,
quienes alertan que la decisión valorativa fundamental es previa a la
regulación jurídica y tal decisión valorativa es la que, una vez adoptada,
fija o determina la perspectiva desde la cual, entonces, podrán ser
aprehendidas las estructuras lógico-objetivas de aquellos datos ónticos que
interesan a dicha valoración, de entre la multitud de datos concurrentes.649
GRACIA MARTÍN también acepta, sin reservas, que los juicios de
valor son un prius lógico que dan lugar a las normas650; por manera que el
momento teleológico de la norma está dado por la voluntad final y el
desvalor de acción, debiéndose admitir también, por necesidad
lógico-objetiva y valorativa, que la antijuridicidad debe concebirse como la
infracción de normas de determinación en una regulación de conductas
humanas.651
647
KÜPPER, Grenzen der normativierenden Strafrechtsdogmatik, ps. 28 y 40.
648
KÜPPER, Grenzen, p. 72.
649
GRACIA MARTÍN, Fundamentos de dogmática penal, p. 77. Vid.: STRATENWERTH, Das rechtstheoretische
Problem, ps. 13 y ss., 22 y 36; CEREZO MIR, La naturaleza de las cosas y su relevancia jurídica, en Problemas
fundamentales del Derecho Penal, p. 48.
650
GRACIA MARTÍN, Fundamentos, p. 91.
651
GRACIA MARTÍN, Fundamentos, ps. 95 y 99 y ss.
114
sin duda-, no puede dejarse de tener presente que esta se diversifica en
distintas direcciones y ramificaciones.
2. La tesis de ROXIN
652
ROXIN, Contribución a la crítica de la teoría final de la acción, en ROXIN, Problemas básicos del derecho
penal, p. 91. Vid. también ROXIN, Teoría del tipo penal, p. 164.
653
ROXIN, Derecho penal, tomo I, p. 203. Vid. asimismo, ROXIN, Política criminal y sistema del derecho penal,
ps. 33-34; SCHÜNEMANN, Introducción al razonamiento sistemático en derecho penal, en SCHÜNEMANN
(Comp.), El sistema moderno del derecho penal: cuestiones fundamentales, ps. 31 y ss.
654
ROXIN, Derecho Penal, tomo I, p. 321.
115
se dirige también a los inimputables; razonamiento que secunda la idea de
un injusto sin culpabilidad.
Asimismo, en el desarrollo de su análisis ROXIN releva la concepción
de HOLD von FERNECK, imperativista que restringe sin embargo el círculo
de destinatarios sólo a los sujetos imputables, volviendo a replantear la
unidad del injusto con la culpabilidad. Finalmente, examina el criterio de
NAGLER (concepción del Derecho como orden objetivo de la vida social y
carácter objetivo de la antijuridicidad), de GOLDSCHMIDT (teoría de la
“norma de derecho” y de la “norma de deber”) y de MEZGER (el injusto
como norma de valoración objetiva sin destinatario, de la cual se deriva la
norma subjetiva de determinación dirigida al obligado).655
Al cabo del referido y detallado análisis, ROXIN concluye que todas
estas teorías están superadas en la medida en que tienen como objeto la
separabilidad de injusto y culpabilidad, que hoy se considera
dogmáticamente algo totalmente seguro.
En cambio, asevera el afamado catedrático de Munich, que “la
concepción actualmente dominante, a diferencia de lo que sostenía
MEZGER, considera ya la norma en la que se basa el injusto como
imperativo, como norma de determinación, que se dirige a la voluntad
humana y le dice al individuo lo que debe hacer y dejar de hacer; pero
pese a ello –a diferencia de la vieja teoría subjetiva de la antijuridicidad-
separa injusto y culpabilidad, aceptando que la norma de determinación se
dirige por igual a capaces e incapaces de culpabilidad y que, por lo demás,
tampoco tiene por qué ser conocida por el individuo, sino que sólo es
preciso que sea objetivamente reconocible”.656
ROXIN aclara que también los inimputables se pueden motivar, como
regla general, por la norma jurídica (y ejemplifica con las órdenes que se le
imparten a los niños, que éstos en su mayoría obedecen), agregando que
una infracción llevada a cabo por un inimputable acarrea también una
reacción estatal: no una pena, pero sí una medida de seguridad.
Pero ROXIN agrega, adhiriendo a la teoría de la doble función de la
norma, que “la concepción hoy dominante pone también en la base del
injusto una norma de valoración, en cuanto que la realización antijurídica
del tipo se desaprueba por el Derecho como algo que no debe ser”.
Entonces, mientras que la infracción de la norma de determinación
fundamenta el desvalor de la acción y se agota en el mismo, la norma de
valoración también abarca adicionalmente el resultado, de tal modo que el
delito consumado supone un injusto más grave que la mera tentativa.657
655
Vid. supra, Capítulo VI.
656
ROXIN, Derecho Penal, tomo I, p. 322.
657
ROXIN, Derecho Penal, tomo I, p. 323. Vid. también ROXIN, El injusto penal en el campo de tensiones entre
la protección de bienes jurídicos y la libertad individual, en ROXIN, La teoría del delito en la discusión actual, p.
96.
116
De consiguiente, el juicio de antijuridicidad afirma tan sólo la
desaprobación del hecho cometido por el sujeto, pero no permite extraer
ya la conclusión de que por ello puede exigirse a éste personalmente
responsabilidad penal, pues tal cuestión se decide en un tercer nivel de
valoración, en el ámbito de la culpabilidad.658
Es interesante destacar, ya en otro plano, que ROXIN afirma que los
antiguos factores culturales –léase, en otros tiempos, la religión, la moral,
las costumbres y las convenciones- perdieron el importante poder
regulador de las conductas, el cual les permitía en cierto modo, por sí
solos, mantener unida una comunidad. “Pero esos factores culturales”
–dice ROXIN- “que antes configuraban la sociedad han perdido en gran
medida su fuerza social debido al pluralismo y fragmentación de las
modernas concepciones sobre los valores, y todas sus funciones las ha
asumido el Derecho, que es ahora el único en prescribir de modo
vinculante lo que el individuo tiene que hacer o dejar de hacer”.659
Y reivindicando su nuevo camino teleológico-funcional, afirma ROXIN
a propósito de la disputa causalismo vs. finalismo, algo que hoy es valor
entendido. Ambas direcciones fundamentaron el sistema de derecho penal
en categorías ónticas, libres de valores, inmunizadas desde el principio
contra objetivos sociales y político-criminales.660
658
ROXIN-ARZT-TIEDEMANN, Introducción al Derecho Penal y al Derecho Procesal Penal, p. 75; ROXIN, La
Parte General del derecho penal sustantivo, en ROXIN, Fundamentos político-criminales del Derecho Penal, p.
474.
659
ROXIN, Iniciación al Derecho Penal de hoy, p. 122.
660
ROXIN, Acerca de la consolidación político-criminal del sistema de derecho penal, en ROXIN, Dogmática
penal y política criminal, p. 26. Vid. asimismo, SCHÜNEMANN, La relación entre ontologismo y normativismo
en la dogmática jurídico penal, en SCHÜNEMANN, Obras, tomo I, ps. 187-218.
661
HASSEMER, Strafrechtsdogmatik und Kriminalpolitik, ps. 179-184. Sobre el tema, NAUCKE, Über die
juristische Relevanz der Sozialwissenschaften, ps. 55 y ss.; LÜDERSSEN-SACK (Hrsgbs.) Vom Nutzen und
Nachteil der Sozialwissenschaften für das Strafrecht, Frankfurt, 1980; EWALD (Hrsgb.), Gesellschaftstheorie und
Sozialwissenschaft in Kriminologie und Strafrechtswissenschaft. Ideen und Problemen, Berlin, 1988;
OSTENDORF (Hrsgb), Integration von Strafrecht und Sozialwissenschaften, München, 1986.
117
sentido de que valoran negativamente la conducta descrita en ellas y
exigen del juez una valoración análoga. Pero, al mismo tiempo, son
también normas de determinación, en tanto que exigen de sus
destinatarios una conducta que se mantenga alejada del ilícito descrito en
ellas. La norma jurídico-penal sólo puede comprenderse si se combinan su
carácter predominante con el valorativo.662
Es evidente, por lo tanto, el eclecticismo del autor, que no reniega del
previo aspecto valorativo, pero ratifica que éste por sí solo sería inútil, de
no mediar una función determinadora de la norma, dirigida al eventual
destinatario.
Para HASSEMER, “la función de determinación puede cumplirla la
norma jurídico penal tanto más completamente, cuanto más pequeño y
preciso sea el círculo de lo que pretende considerar como caso fortuito”. Y
ello es así, porque el Derecho Penal tensa el arco de sus exigencias de un
comportamiento conforme a la norma, intentando abarcar todos aquellos
casos en los que no puede excluírse la posibilidad de determinar la acción
humana y considerar también como “acción” (y por lo tanto, como
jurídico-penalmente relevante) todo lo que en condiciones ideales puede
servir de determinante para un comportamiento conforme a la norma.663
HASSEMER no se ocupa en demasía de la teoría de BINDING, la que
reseña someramente, salvo en relación a la idea del bien jurídico, a la cual
califica como una teoría del bien jurídico inmanente al sistema.664 No
obstante, sí ratifica –desde luego- la existencia de las normas, que
cumplen para él una función de información665 y que, en las hipótesis de no
aceptación de la norma, permiten hablar de lo que él denomina una
“contranorma” (Gegennorm).666 Para HASSEMER, por otra parte, el status
de toda imputación se caracteriza a partes iguales por elementos empíricos
y por elementos normativos.667
En consecuencia, cabe concluír que en este autor la teoría de la doble
función de la norma, con especial gravitación de ésta en cuanto norma de
determinación, mantiene una inalterada acogida.
662
HASSEMER, Fundamentos del Derecho Penal, p. 259.
663
HASSEMER, Fundamentos, p. 260.
664
HASSEMER, Theorie und Soziologie des Verbrechens, ps. 42-48.
665
HASSEMER, Tatbestand und Typus, ps. 40-42 y 43-45.
666
HASSEMER, Strafrechtsdogmatik und Kriminalpolitik, p. 90.
667
HASSEMER, Persona, mundo y responsabilidad, p. 160.
118
GÜNTHER JAKOBS, actualmente catedrático emérito de la
Universidad de Bonn, quien fuera uno de los discípulos más jóvenes de
WELZEL, se desprende sin embargo de la línea de pensamiento del
finalismo y, especialmente, de su fundamentación ontológica, tomando
decididamente otro rumbo científico.
La extensa polémica del sistema neoclásico del delito con el sistema
finalista (léase, MEZGER contra WELZEL) encubre que, en realidad ambas
corrientes abrevan, cada una a su modo, en fundamentos ontologicistas,
simplemente algo atenuados en el caso de ARMIN KAUFMANN, en virtud de
su paralela y aguda reflexión normológica.
Pero la década de los años 70 marca el fin de una época y el
surgimiento de un nuevo paradigma en el derecho penal: el paradigma o
modelo funcionalista, desarrollado –como se viera- por ROXIN y sus
seguidores, desde la Escuela de Munich, sumado ello a los aportes
simultáneos de los frankfurtianos.
De tal manera, no es JAKOBS –por supuesto- el pionero de la
orientación funcionalista en la ciencia penal, que como programa
metodológico viene de antes, asignándole una “función de conducción”
(Steuerungsfunktion) al programa normativo (Normativprogramm).668
Pero, sin ser el iniciador de esta dirección dogmática, JAKOBS es el
autor que presenta el modelo más acabado –también el más radical- de un
derecho penal funcional y, sobremanera, un modelo claramente alineado a
las propuestas del funcionalismo sistémico de la moderna Sociología;
modelo éste que se hace patente ya desde la primera edición de su
Tratado, publicada en 1983.669
JAKOBS ha consumado una copiosa producción científica –el centro
nuclear de ella, como es obvio, está en el Tratado ya referido-, elaborando
un sistema funcional totalmente novedoso del ilícito; en verdad, un
enfoque original de la teoría del delito.
A pesar de que no ha logrado que sus ideas sean la referencia
dominante en la doctrina penal alemana –antes bien, creemos que
continúa representando una línea minoritaria-, sí ha conseguido una
enorme repercusión en América Latina, donde merced a la versión
castellana de casi toda su obra, JAKOBS ha obtenido innumerables
seguidores.
Amén de la multiplicidad de traducciones existentes (ha de ser el
penalista alemán más traducido a la lengua castellana) y del cúmulo de
recopilaciones publicadas670, de sus múltiples conferencias y estancias
universitarias en nuestro continente, la prueba más rotunda de su
668
BRINGEWAT, Funktionales Denken im Strafrecht, p. 135. Vid. También ob.cit., ps. 49 y ss.
669
JAKOBS, Strafrecht. Allgemeiner Teil. Die Grundlagen und die Zurechnungslehre, Berlín, 1983.
670
A vía de ejemplo: JAKOBS, Fundamentos del Derecho Penal, Buenos Aires, 1996; JAKOBS, Estudios de
Derecho Penal, Madrid, 1997; JAKOBS, Moderna dogmática penal. Estudios compilados, México, D.F., 2002.
119
influencia doctrinaria la suministra el Libro-Homenaje realizado por sus
discípulos latinoamericanos en Colombia, país donde cuenta probablemente
con el mayor número de seguidores y donde es más fuerte su peso
dogmático.671
Como era de suponerlo, tampoco ha faltado la crítica, inaugurada por
ZAFFARONI, quien formuló un duro cuestionamiento a los planteos de
JAKOBS672; especialmente en relación a su última propuesta acerca del
derecho penal del enemigo.673
Lo cierto es que JAKOBS da cima a un nuevo sistema del ilícito, que
rompe definitivamente con la tradición finalista y con la fundamentación
ontológica del derecho penal; lo cual ya se podía vislumbrar –sobre todo,
examinándolo en retrospectiva- en sus primeros trabajos, acerca del delito
culposo674 e, inclusive, en su contribución al Libro-Homenaje a WELZEL.675
JAKOBS sostiene, por el contrario que el injusto y la culpabilidad no
se infieren de estructuras lógico-objetivas preexistentes, con fuerza
vinculante para el legislador, sino que se extraen de los fines y funciones
del derecho penal, que consisten en garantizar la identidad de la sociedad.
Se trata, por ende, de conceptos normativos totalmente independientes de
la naturaleza de las cosas, que se deducen a partir de la función del
derecho.676
Esto significa, a todas luces, que el fundamento último del ilícito no
está dado ni proviene de las formas apriorísticas originarias del mundo del
ser, que defendieran con tanto vigor WELZEL y KAUFMANN, sus maestros,
sino que en el pensamiento del autor, el giro copermicano se da desde la
naturaleza hacia el fin y la función del propio derecho penal.
En el nuevo sistema diseñado por JAKOBS, que recibe una muy
fuerte influencia de LUHMANN677 (en otros aspectos, como por ejemplo la
teoría de la pena, gravitan también las viejas ideas hegelianas), se
determina que el Derecho queda definido por las prestaciones o
contribuciones que ofrece al orden social; tan luego, garantizar la identidad
671
MONTEALEGRE LYNETT (Coord.), El funcionalismo en Derecho Penal. Libro homenaje al Prof. Günther
Jakobs, 2 vols., Bogotá, 2003.
672
ZAFFARONI, El funcionalismo sistémico y sus perspectivas jurídico-penales, en Estudios penales en memoria
del Prof. Agustín Fernández-Albor, ps. 747-766; ZAFFARONI – ALAGIA-SLOKAR, Derecho Penal, ps.
346-352.
673
JAKOBS-CANCIO MELIÁ, Derecho Penal del enemigo, ps. 19-56; JAKOBS, ¿Derecho penal del enemigo?
Un estudio acerca de los presupuestos de la juridicidad, en CANCIO MELIÁ –FEIJOO SÁNCHEZ (Eds.), Teoría
funcional de la pena y de la culpabilidad, ps. 23-62 y ZAFFARONI, El enemigo en el derecho penal, Buenos
Aires, 2006.
674
JAKOBS, Studien zum fahrlässigen Erfolgsdelikt, Berlín, 1972, en especial, ps. 34 y ss.
675
JAKOBS, Vermeidbares Verhalten und Strafrechtssystem, en Festschrift für Hans Welzel zum 70.Geburtstag,
ps. 307-326.
676
MONTEALEGRE LYNETT-PERDOMO TORRES, Funcionalismo y normativismo penal, p. 7; GROSSO
GALVÁN, Dos estudios sobre la nueva teoría normativista, p. 51.
677
Vid.: LUHMANN, La differenziazione del diritto, ps. 81 y ss. y 169 y ss.
120
normativa, garantizar la constitución de la sociedad, cuya configuración es
eminentemente normativa.678 De ahí que algún autor funcionalista haya
aludido, en sentido similar, a una “teoría institucional del derecho penal”,
sosteniendo que éste, a través de sus normas, es la estructura
fundamental de autodescripción y organización de los sistemas sociales
respectivos.679
En efecto, JAKOBS parte de la idea de que vivimos en un mundo ya
conformado, un mundo con instituciones, normativamente configurado,
donde existen expectativas normativas estables, imprescindibles para
posibilitar los contactos sociales.
Entonces, cuando se defrauda la expectativa y se infringe la norma,
la reacción estatal es más importante por su contenido simbólico, que por
sus efectos como suceso externo. La pena es, en rigor, una respuesta
contrafáctica simbólica a la defraudación de la expectativa, tendiente a
ratificar la vigencia de la norma. La misión de la pena, por consiguiente, es
el mantenimiento de la norma como modelo de orientación para los
contactos sociales. La pena significa una réplica que tiene lugar, a costa del
infractor, frente al cuestionamiento de la norma.680
Así, la pena ratifica la vigencia de la norma, lo cual le permite
sostener a JAKOBS que, en rigor de verdad, el derecho penal no protege
bienes jurídicos, sino que protege únicamente la vigencia de la norma.681
b) Norma y expectativa
678
JAKOBS, Sociedad, norma y persona en una teoría de un derecho penal funcional, p. 15.
679
MÜSSIG, Aspectos teóricos-jurídicos y teórico-sociales de la imputación objetiva en derecho penal. Puntos de
partida para una sistematización, en GÓMEZ-JARA DÍEZ (Ed.), Teoría de sistemas y derecho penal, ps.
199-200.
680
JAKOBS, Derecho Penal, ps. 11 y 14; JAKOBS, Sobre la normativización de la dogmática jurídico-penal, ps.
49-50; JAKOBS, Sobre la teoría de la pena, p. 15; CANCIO MELIÁ-FEIJOO SÁNCHEZ, Estudio Preliminar a
JAKOBS, La pena estatal: significado y finalidad, p. 21.
681
JAKOBS, Derecho Penal, p. 45; JAKOBS, ¿Qué protege el derecho penal: bienes jurídicos o la vigencia de la
norma?, p. 64; JAKOBS, Sobre la normativización de la dogmática jurídico-penal, p. 70.
682
JAKOBS, Studien zum fahrlässigen Erfolgsdelikt, ps. 7-8 y 11-12.
121
En consecuencia, empieza por explicar a la sociedad moderna, de
acuerdo con la conocida teoría de los sistemas de NIKLAS LUHMANN,
resaltando que en ella los participantes se encuentran en relación de
recíproca dependencia, pues entre ellos se establecen sistemas de
comunicación que constituyen en sí normatividad.
LUHMANN, a su vez, se inspira en la teoría de TALCOTT PARSONS
sobre los “nexos estructurales normativamente garantizados”, que explica
la interacción social en base al esquema de la conformidad y la
desviación.683
En definitiva, el Derecho surge como un sub-sistema social destinado
a asegurar la posibilidad de la interacción de sujetos con deberes y
derechos684, de modo tal que la constitución normativa de la sociedad es el
punto de arranque de la teoría de JAKOBS. En ese plano, éste reflexiona
que “la prestación que realiza el Derecho Penal consiste en contradecir, a
su vez, la contradicción de las normas determinantes de la identidad de la
sociedad”.685
Obviamente, en esa relación dialéctica acción violatoria del
derecho/contradicción de esa acción/ratificación de la vigencia del derecho,
se refleja a las claras el esquema hegeliano de la tesis/antítesis/síntesis,
siendo el resultado de ésta última, el mantenimiento de la norma infringida
a costa del infractor.
Pero en la teoría de LUHMANN –y consecuentemente, también para
JAKOBS- juega un rol decisivo el concepto de expectativa, que le da
contenido a la norma. Así, LUHMANN escribe que el legislador establece
programas, que tienen la forma de normas jurídicas, con la expectativa de
que “los programas se conviertan en reales expectativas normativas en el
tráfico social y que produzcan efectos como tales”.686
Las estructuras sociales –dice LUHMANN- no son otra cosa que
“estructuras de expectativas” y la expectativa se usa como componente
definitorio de la norma. Mediante la estructura o configuración normativa,
el sistema social produce la “reducción” efectiva de la “complejidad” del
mundo. Entonces, para LUHMANN, “la formación de expectativas iguala un
gran número de acontecimientos altamente heterogéneos al denominador
común de la decepción de la expectativa y designa así líneas de
tratamiento”.687
683
LUHMANN, Sistemas sociales, p. 215.
684
LUHMANN, El derecho de la sociedad, ps. 181 y ss.; GIMÉNEZ ALCOVER, El derecho en la teoría de la
sociedad de Niklas Luhmann, ps. 296-297; PRIETO NAVARRO, La teoría de sistemas de Niklas Luhmann y el
derecho, en GARCÍA AMADO (Coord.), El derecho en la teoría social, p. 340.
685
JAKOBS, Sociedad, norma y persona, p. 18.
686
LUHMANN, Die Funktion des Rechts: Erwartungssicherung oder Verhaltenssteuerung?, en Archiv für
Rechts-und Sozialphilosophie, Beiheft Nº 8, Die Funktionen des Rechts, 1974, p. 40.
687
LUHMANN, Sistemas sociales, ps. 267 y 268.
122
La reacción a la decepción de la expectativa, en el estilo normativo,
consiste en sostener la expectativa a pesar de la decepción e insistir en una
conducta de expectativa; es decir, las expectativas “son estilizadas como
normas y mantenidas incluso en caso de decepción y en contra de los
hechos”.688
En cuanto a las normas, LUHMANN cree que el autocompromiso con
normas o valores es un aspecto intrínseco a la vida social, la cual no puede
imaginarse como posible sin normas. Por ello, se desarrollan normas en la
medida en que se requieren generalizaciones que valgan ser afirmadas
contrafácticamente (en contra de los hechos).689
Dada la complejidad y heterogeneidad del mundo, la fijación de
estructuras y la propia formación de sistemas son mecanismos de
reducción de la complejidad, pero no eliminan la contingencia y, por
consiguiente, el sistema social ha de disponer también de mecanismos que
permitan superar el problema que ésta plantea; o sea, mecanismos para
absorber las frustraciones que produce una expectativa no confirmada
(defraudada).
Entonces, el sistema articulará las expectativas en la esfera
normativa, cuando sean prioritarias la seguridad y la integración social de
la expectativa. LUHMANN aprecia el concepto de norma, en este sentido,
no sólo como hecho, sino como la función de una estructura que permite
estabilizar expectativas de conducta y mantenerlas incluso cuando son
frustradas.690
Pues bien, estas ideas axiales de la sociología luhmanniana las
introduce y aprovecha JAKOBS, para construír su nuevo y original sistema
del derecho penal, debiéndose tener presente que la influencia de
LUHMANN sobre JAKOBS no puede hacer olvidar la paralela gravitación de
HEGEL en el autor.691
Por consiguiente, JAKOBS entiende que la contribución que el
Derecho Penal presta al mantenimiento de la configuración social y estatal
reside en garantizar las normas. Dicha garantía consiste “en que las
expectativas imprescindibles para el funcionamiento de la vida social, en la
forma dada y la exigida legalmente, no se den por perdidas en caso de que
resulten defraudadas. Por éso -aún contradiciendo el lenguaje usual- se
deben definir como el bien a proteger la firmeza de las expectativas
688
LUHMANN, Sistemas sociales, p. 293.
689
LUHMANN, Sistemas sociales, p. 297; LUHMANN, El derecho de la sociedad, p. 186, donde establece que
“las normas jurídicas constituyen un entramado de expectativas simbólicamente generalizadas”. Vid. también
LUHMANN, La differenziazione del diritto, ps. 98-99.
690
Vid.: LUHMANN, El derecho de la sociedad, ps. 200 y 258; LUHMANN, La differenziazione del diritto, ps.
81 y ss.; GIMÉNEZ ALCOVER, El derecho en la teoría de la sociedad, ps. 190-191; PRIETO NAVARRO, La
teoría de sistemas, ob.cit., ps. 340-341.
691
Vid. JAKOBS, ¿Ciencia del Derecho: técnica o humanística?, ps. 20-26; JAKOBS, Sobre la génesis de la
obligación jurídica, ps. 36 y ss.
123
normativas esenciales frente a la decepción, firmeza frente de las
decepciones que tiene el mismo ámbito que la vigencia de la norma puesta
en práctica: éste bien se denominará a partir de ahora bien
jurídico-penal”.692
Para JAKOBS la alteración no es contra el bien, sino que se dirige
contra la propia valoración positiva, mediante un comportamiento humano
con el contenido expresivo de que no era pertinente respetar la valoración
positiva. El homicidio evitable –por ejemplo- tiene el sentido de una
oposición a la norma subyacente en los delitos de homicidio, porque al
autor se le hace responsable, a causa de su conocimiento (dolo) o
cognoscibilidad (imprudencia) de haber elegido realizar el comportamiento
que acarrearía consecuencias en lugar de la alternativa inocua. “La norma”
–afirma JAKOBS- “obliga a elegir la organización a la que no siguen daños,
pero el autor se organiza de modo que causa daño imputablemente: su
proyecto de conformación del mundo se opone al de la norma”.693
Con esta mirada se percibe la interacción social que interesa al
Derecho Penal: la esfera de la significación del comportamiento
(delictivo) en tanto que negación del significado de normas y el
reforzamiento de perseverar en el significado de la norma, por medio de la
reacción punitiva.
Sin embargo, JAKOBS reconoce que la protección de bienes jurídicos
no alcanza a explicar todos los elementos del delito y opta por la
alternativa del incumplimiento del deber: “no cabe considerar que el núcleo
de todos los delitos sea la lesión de un bien jurídico. Tal conclusión se ha
modificado en el sentido de que el núcleo de todos los delitos se hallaría en
el incumplimiento de un deber”.694 Citando curiosamente a DAHM y a
SCHAFFSTEIN –los popes de la Escuela de Kiel- en apoyo de esta postura,
JAKOBS alerta que “históricamente, la concepción esbozada del hecho
punible como incumplimiento de un deber se ve negativamente afectada
por los intentos de inspiración nacional-socialista de definir los deberes
primariamente no por el comportamiento externo, sino por actitudes”.695
Claramente, por ende, JAKOBS se desembaraza de la visión de la
dogmática tradicional, la cual indaga sobre la estructura de la norma, sobre
el supuesto de hecho y la consecuencia jurídica. JAKOBS en cambio, da por
supuesto que existe una norma subyacente al tipo legal y, por el contrario,
se ocupa de determinar el contenido, estableciendo que las normas son
expectativas de conducta. La norma está referida a expectativas de
comportamiento estabilizadas contrafácticamente. Norma, en sentido
692
JAKOBS, Derecho Penal, p. 45; JAKOBS, Sociedad, norma y persona, ps. 26 y 28.
693
JAKOBS, Derecho Penal, p. 46; JAKOBS, Dogmática del derecho penal, p. 75.
694
JAKOBS, Derecho Penal, p. 53.
695
JAKOBS, Derecho Penal, p. 54.
124
jurídico-penal, es la expectativa normativa; una expectativa que incluye su
manifestación en caso de que sea frustrada.696
En suma: el derecho penal funcional toma como base la constitución
normativa de la sociedad. Por norma entiende la expectativa de
comportamiento, a través de la cual el sujeto alcanza una identidad
normativo-social. El mantenimiento de la sociedad así entendida
(normativamente configurada), el mantenimiento de las normas y de su
vigencia, es la función que se le asigna al derecho penal: reaccionar ante
los atentados contra la vigencia de las normas estructurantes de la
sociedad; reaccionar ante comportamientos individuales que proyectan una
expresión de sentido referida al derecho: nada menos que la defraudación
de una expectativa normativa relevante para el derecho penal, decepción
materializada por intermedio de un comportamiento con el cual el autor
desautoriza y demuestra que pone en tela de juicio la validez de la
norma.697
En ese esquema, donde por cierto resalta la faceta comunicativa
–sobre la cual volveremos698-, tanto como la dimensión simbólica, el
contenido de la norma no es sino una expectativa que debe mantenerse
vigente y la función de la norma es una función de orientación social,
destinada a regular los contactos sociales, los contactos intersubjetivos. La
vigencia de la norma, sobre la cual JAKOBS insiste con particular énfasis,
no es sólo una relación entre norma y autores potenciales, los únicos a los
que normalmente se designa como destinatarios de la norma, sino también
una relación entre la norma y los potencialmente afectados, que no es sólo
el aspecto del autor formulado esta vez negativamente, sino que tiene un
contenido propio, concretamente el de la confianza en la norma.699
Igualmente, corresponde señalar que JAKOBS distingue entre normas
principales (las normas de los delitos de lesión) y normas de flanqueo,
cuya misión es garantizar las condiciones de vigencia de las normas
principales y son las que describen un injusto meramente parcial (v.gr.:
delitos de amenazas, de instigación pública, de apología, donde la ley
anticipa la punibilidad).700
696
JAKOBS, Derecho Penal, ps. 9 y ss.; MÜSSIG, Schutz abstrakter Rechtsgüter und abstrakter
Rechtsgüterschutz, ps. 87 y ss.; MONTEALEGRE LYNETT-PERDOMO TORRES, Funcionalismo y
normativismo penal, ps. 12-13.
697
Vid.: JAKOBS, Derecho Penal, ps. 12-13; JAKOBS, Sociedad, norma y persona, ps. 18-19; PRITTWITZ,
Strafrecht und Risiko, p. 228; POLAINO ORTS, Vigencia de la norma: el potencial de sentido de un concepto, en
MONTEALEGRE LYNETT (Coord.), El funcionalismo en derecho penal, vol. II, ps. 64-65; FEIJOO SÁNCHEZ,
La normativización del derecho penal: ¿hacia una teoría sistémica o hacia una teoría intersubjetiva de la
comunicación?, en GÓMEZ- JARA DÍEZ (Ed.), Teoría de sistemas y derecho penal, ps. 456-457.
698
Vid.: infra, Cap. IX.
699
JAKOBS, Estudios de Derecho Penal, p. 315.
700
JAKOBS, Estudios de Derecho Penal, p. 314.
125
Por último, su concepción del núcleo del delito como infracción de un
deber –que lo encuadra en una línea imperativista- está cimentada en la
idea de que las personas deben concebirse como titulares de derechos y
deberes y que, en el Derecho, lo fundamental es que aquellas se
conduzcan conforme a la norma.701
701
JAKOBS, ¿Qué protege el Derecho Penal?, p. 42, donde habla expresamente del “deber de no adquirir
competencia por una lesión” vid. también JAKOBS, Individuo y persona. Sobre la imputación jurídico-penal y
los resultados de la moderna investigación neurológica, en CANCIO MELIÁ –FEIJOO SÁNCHEZ, Teoría
funcional de la pena y de la culpabilidad, p. 191. Sobre este antiguo concepto del delito como lesión del deber,
más ampliamente, ALCACER GUIRAO, Sobre el concepto de delito: ¿lesión del bien jurídico o lesión de deber?,
ps. 31- 74; JAKOBS, La imputación jurídico-penal y las condiciones de vigencia de la norma, en GÓMEZ
–JARA DÍEZ (Ed.), Teoría de sistemas y derecho penal, ps. 179-180.
702
JAKOBS, Schuld und Prävention, ps. 24-25.
703
JAKOBS, Sobre la teoría de la pena, p. 21; JAKOBS, Sociedad, norma y persona, p. 25.
704
JAKOBS, La pena estatal: significado y finalidad, ps. 129 y ss. Sobre este proceso evolutivo en materia de
teoría de la pena, vid. CANCIO MELIÁ-FEIJOO SÁNCHEZ, Estudio Preliminar a JAKOBS, La pena estatal, ps.
27 y ss.; FEIJOO SÁNCHEZ, Prevención general positiva: estabilización normativa mediante imposición de
males, en CANCIO MELIÁ-FEIJOO SÁNCHEZ (Ed.), Teoría funcional de la pena y de la culpabilidad, ps. 145 y
ss.; JAKOBS, El derecho penal como disciplina científica, ps. 98-99.
705
JAKOBS, Dogmática de derecho penal, p. 41.
126
Ahora, si la concepción jakobsiana de la pena da para desarrollar
significativas reflexiones706, lo propio sucede con el injusto y,
fundamentalmente, con su peculiar teoría de la culpabilidad que rompe de
modo terminante con los moldes tradicionales.
El sistema del ilícito en JAKOBS se vertebra, por así decirlo, en torno
a la imputación objetiva, que es el elemento analítico axial para la
atribución de responsabilidad707, marcando una clara diferenciación entre
injusto y culpabilidad, que no ha sido admitida por alguno de sus
discípulos.708
Se ha dicho, incluso, que tiene tanta trascendencia la imputación
objetiva, que JAKOBS reformula a través de ese instrumento la tipicidad709,
si bien –en grandes líneas- puede afirmarse que la acción es el contenido
mínimo del tipo. La acción es la causación de un resultado individualmente
evitable y el tipo es una fase de la imputación, el cual se diversifica en tipo
objetivo y tipo subjetivo, comprendido éste último como dolo o bien como
imprudencia.710
Por lo tanto, la evitabilidad individual de un comportamiento
comunicativamente relevante (de un sujeto imputable) que desautoriza o
ataca la vigencia de la norma es el primer escalón de la imputación.
A nivel del injusto, explica JAKOBS, “en la acción antijurídica consta
“que falta una motivación jurídica en cuanto a su contenido. Pero con ello
“aún no se ha determinado que esa falla se base además en un déficit de
“fidelidad al Derecho; es decir, en una falta de motivación jurídica de la
“que tenga que responder el autor”.711 Dicho análisis incumbe,
específicamente, al estrato analítico de la culpabilidad.
Conforme a la teoría funcional de la culpabilidad, es el fin de la pena
lo que determina el contenido de la culpabilidad712, puesto que, en puridad
ése es el método del modelo funcionalista, donde el fin preventivo general
706
Vid. más ampliamente, PEÑARANDA RAMOS, Sobre la influencia del funcionalismo y la teoría de sistemas
en las actuales concepciones de la pena y del delito, en GÓMEZ –JARA DÍEZ, Teoría de sistemas y derecho
penal, ps. 228 y ss.; GÓMEZ –JARA DÍEZ, Teoría de sistemas y derecho penal: culpabilidad y pena en una
teoría constructivista del derecho penal, en ob.ult. cit., ps. 417 y ss.
707
JAKOBS, Derecho Penal, ps. 153 y ss.; JAKOBS, La imputación objetiva en Derecho Penal, ps. 89 y ss.;
JAKOBS, Moderna dogmática penal, ps. 203 y ss.
708
Así LESCH, Injusto y culpabilidad en derecho penal, p. 30.
709
SUÁREZ GONZÁLEZ—CANCIO MELIÁ, Estudio Preliminar a JAKOBS, La imputación objetiva, p. 21.
710
JAKOBS, Derecho Penal, ps. 156, 168, 187, 199, 222, 308 y 378. Asimismo JAKOBS, Der strafrechtliche
Handlungsbegriff, p. 20; JAKOBS, La imputación jurídico-penal y las condiciones de vigencia de la norma, en
GÓMEZ-JARA DÍEZ (Ed.), Teoría de sistemas y derecho penal, ps. 185-192.
711
JAKOBS, Derecho Penal, p. 581; JAKOBS, Estudios de Derecho Penal, p. 157.
712
JAKOBS, Schuld und Prävention, p. 13; JAKOBS, Culpabilidad en Derecho Penal, ps. 11 y ss.; JAKOBS,
Derecho Penal, p. 579.
127
impregna y predeterminada no sólo a la culpabilidad, sino a todo el sistema
del ilícito.713
En concreto, la culpabilidad se establece valorando cuántas presiones
sociales se le pueden achacar al autor afectado por la atribución de
culpabilidad (autor de un acto comunicativamente relevante) y cuántas
cualidades perturbadoras del autor han de ser aceptadas por el Estado y
por la sociedad, o han de soportarlas terceros, incluso la propia víctima.714
La culpabilidad pues, se delimita por lo que la sociedad no soporta, sino
que –por el contrario- reclama en contenido normativo715 y lo hace a costa
del infractor de la norma.
La evitabilidad es el presupuesto de la culpabilidad, la cual gira en
torno a la idea de fidelidad al derecho y se determina normativamente, por
medio de la exigibilidad.
Todo sujeto debe procurarse la motivación necesaria para respetar la
norma; vale decir, para mantener fidelidad al ordenamiento jurídico. Lo que
se llama culpabilidad, en consecuencia, es un déficit de fidelidad al
ordenamiento jurídico716, que otros funcionalistas interpretan en forma
matizada: la fidelidad sería, para ellos, “la lealtad comunicativa frente a la
autonomía de la otra persona”.717
En suma y como lo anota JAKOBS, la fidelidad al derecho funge como
componente esencial, pues la imputación de culpabilidad “se centra en el
ciudadano fiel al Derecho como persona –baremo”.718
La imputabilidad, a su vez, se explica por la razón de que el
inimputable no puede ser siquiera autor de un acto comunicativamente
relevante, no tiene competencia para desautorizar la vigencia de la norma
y, de consiguiente, él no puede defraudar la expectativa normativa y no le
es atribuible culpabilidad alguna.719
A) NORMA Y SENTIDO
713
BRINGEWAT, Funktionales Denken im Strafrecht, p. 116; LÜDERSSEN, La función preventivo general del
sistema del delito, en NAUCKE-HASSEMER-LÜDERSSEN, Principales problemas de la prevención general, ps.
83 y ss.; PÉREZ MANZANO, Culpabilidad y prevención, ps. 160 y ss.
714
JAKOBS, Derecho Penal, p. 583.
715
JAKOBS, La culpabilidad de los foráneos, en CANCIO MELIÁ-FEIJOO SÁNCHEZ (Ed.), Teoría funcional
de la pena y de la culpabilidad, p. 118.
716
JAKOBS, Culpabilidad en Derecho Penal, p. 57; JAKOBS, Derecho Penal, p. 596.
717
KINDHÄUSER, Derecho penal de la culpabilidad y conducta peligrosa, p. 53. Vid. también KINDHÄUSER,
Strafrecht, p. 311.
718
JAKOBS, La imputación jurídico-penal y las condiciones de vigencia de la norma, en GÓMEZ-JARA DÍEZ
(Coord.), Teoría de sistemas y derecho penal, p. 195.
719
JAKOBS, Derecho Penal, p. 598; JAKOBS, Estudios de Derecho Penal, p. 130.
128
Cuando se busca redondear el análisis y arribar a alguna conclusión a
propósito de la teoría de la norma penal, aparecen de inmediato los
tropiezos que han caracterizado el desarrollo dogmático del tema.
Acaso lo primero que salta a la vista es una cierta confusión
terminológica, producto del lenguaje, así como el acusado “preciosismo” de
la dogmática jurídico-penal que, aquí como en tantos otros temas, se
pierde por momentos en los aspectos de filigrana conceptual, olvidando la
cuestión principal, como muchas veces se ha denunciado. De ahí la crítica
recurrente acerca de “la desconexión de la dogmática penal respecto del
sistema social”, o de su “servidumbre ingenua –en el mejor de los casos- a
un sistema penal que reproducía y destacaba las desigualdades
sociales”.720
Para sortear tales obstáculos es menester adoptar una actitud
crudamente pragmática –aún a riesgo de terminar siendo sospechado de
liviandad teórica o, directamente, de ignorancia- y sobre todo, asumir que
los juristas penales no pueden ni deben entretenerse (o extraviarse) en
una dogmática de “l’art pour l’art”, porque no manejan una ciencia
teorética, sino un saber práctico, una ciencia aplicada721, que tiene por
función tornar más seguras y predecibles las decisiones judiciales en la
resolución de los conflictos sociales722 o, examinado desde otro enfoque, un
sistema teórico-conceptual al cual le incumbe cumplir una “función
mediadora” entre el comportamiento humano y la ley penal.723
Por ende, desde ese aconsejable pragmatismo, conviene comenzar
por el abordaje de la distinción entre la norma y la ley penal, para empezar
a despejar equívocos.
720
RUSCONI, Derecho Penal, p. 179.
721
CALSAMIGLIA, Introducción a la ciencia jurídica, p. 81; NINO, Introducción al análisis del derecho, p. 338;
NINO, Consideraciones sobre la dogmática jurídica, ps. 81-82.
722
HASSEMER, Strafrechtsdogmatik und Kriminalpolitik, ps. 176 y ss.; JESCHECK-WEIGEND, Tratado, p. 46;
ROXIN, Derecho Penal, tomo I, ps. 192-193; BACIGALUPO, Derecho Penal, p. 55.
723
CALSAMIGLIA, Introducción, p. 79.
129
abreviatura, armado de acuerdo a un procedimiento similar al que luego
empleara BELING con el tipo del delito y el Leitbild o figura rectora.724
Por consiguiente, la distancia que media entre norma y ley es la
misma que existe entre un concepto ideal abstracto –un concepto
sistemático- y una norma expresamente positivizada por y en la ley. En esa
orientación, al margen de las tesis de BINDING, los desarrollos de la lógica
deóntica forzaron también a aceptar la existencia de ciertas normas no
formuladas por el legislador, que se deducen como consecuencias lógicas
de otras que sí han sido promulgadas por alguna autoridad normativa.725
En tal virtud, lo primero es determinar a qué nos estamos refiriendo
con el vocablo “norma”.
Porque, prima facie, todas las cuestiones atinentes a la estructura de
la norma no le son aplicables a ella como abstracción, sino –en verdad- a la
ley o, si así se lo prefiere, a la forma que asume la norma positivizada o
legislada. Pues ésta última sí admite distinguir entre supuesto de hecho o
Tatbestand y consecuencia jurídica (pena o medida de seguridad), entre
praeceptum legis y sanctio legis o, al fin y al cabo, entre norma primaria y
norma secundaria, planteándose correlativamente el problema de la
diversificación de los destinatarios –los “súbditos” del derecho y el juez o
tribunal, respectivamente-, que constituye el ya mencionado
Adressatenproblem. 726
724
BELING, Esquema de Derecho Penal. La doctrina del delito-tipo, p. 6.
725
MENDONCA, Las claves del derecho, p. 63. Ampliamente, von WRIGHT, Norma y acción, ps. 110 y 168.
726
Vid. supra, Cap. I.
727
HRUSCHKA, Imputación y derecho penal. Estudios sobre la teoría de la imputación, ps. 28-29.
728
Así, por ejemplo, MIR PUIG, Derecho Penal, ps. 26 y ss.; COBO DEL ROSAL-VIVES ANTÓN, Derecho
Penal, ps. 38-39; MUÑOZ CONDE-GARCÍA ARÁN, Derecho Penal, ps. 34 y ss.; RODRÍGUEZ MOURULLO,
Derecho Penal, ps. 75 y ss.
130
las circunstancias alteratorias, etc.) que poseen la mentada función
complementaria pero, obviamente, carecen de sanción729; extremo que
pondría en duda la viabilidad de una teoría unitaria de la norma penal.
729
Ello es claramente así con las causas de justificación y exculpación, pero debe matizarse la afirmación respecto
de la tentativa, la coautoría y la complicidad, que sí tienen un guarismo de pena establecido por la ley, según los
arts. 87 al 89 del Código Penal.
730
Vid.: FOLCHI, La importancia de la tipicidad en derecho penal, p. 149; REYES ECHANDÍA, Tipicidad, p. 13;
MÁRQUEZ PIÑERO, El tipo penal, ps. 113 y ss.; GÓMEZ URSO, Tipicidad penal, p. 61; CARDENAL
MONTRAVETA, El tipo penal en Beling y los neokantianos, ps. 137 y ss.
731
MENDONCA, Las claves del derecho, p. 87; ROSENFELD, Interpretación, p. 379, ATIENZA, El sentido del
derecho, p. 271, PRIETO SANCHÍS, Apuntes, p. 41, LAPORTA, El imperio de la ley, p. 176.
732
BUBNER, La filosofía alemana contemporánea, p. 93.
131
Desde el punto de vista filosófico, la filosofía del lenguaje, que
comienza con WITTGENSTEIN733 y que ha influenciado el pensamiento de
los penalistas734, argumenta que la función esencial del lenguaje es
descriptiva y representacional, donde la significación tiene una naturaleza
referencial.735
Además, a pesar de su cualidad descriptiva, el lenguaje es un
instrumento prescriptivo, que permite ser empleado para establecer
órdenes y directivas y, en rigor, que gravita como elemento constituyente
de la sociedad.
En efecto, mucho más acentuadamente que la visión filosófica, desde
la perspectiva sociológica se le reconoce al lenguaje ser el sistema de
signos más importante de la sociedad humana, donde cumpliría un rol
verdaderamente constitutivo, pues las objetivaciones comunes de la vida
cotidiana se sustentan, primariamente, por la significación lingüística, y ello
a un nivel tal, que “la comprensión del lenguaje es esencial para cualquier
comprensión de la realidad de la vida social”.736
En menos palabras: mediante el lenguaje se operacionaliza todo el
proceso de socialización del sujeto y se construye tanto la sociedad como
las relaciones intersubjetivas que en ella se desarrollan, por cuanto el
lenguaje es la herramienta de configuración del mundo. Por consiguiente,
es el lenguaje lo que permite llevar adelante la interacción social, la
comunicación y la coordinación de conductas.737
Estas orientaciones del pensamiento contemporáneo suponen un
cambio sustancial en la reflexión sobre el derecho. La metafísica y la
ontología, el naturalismo y el ontologismo, terminan sepultados por la
sociología; las estructuras del ser pierden pie ante un nuevo planteo que
predica que ellas, así como el deber ser, se “construyen” socialmente en
base al lenguaje. Lo que cuenta, en suma, es la interpretación de signos y
símbolos, que nos dará un significado, una relación de sentido.
Así, la orientación hermenéutica de la filosofía trabaja en paralelo en
torno a “la comprensión de sentido en general” y orientada contra el
733
van PEUERSEN, Ludwig Wittgenstein. Introducción a su filosofía, ps. 79 y ss.
734
KINDHÄUSER, Intentionale Handlung, ps. 32 y ss.; SCHÜNEMANN, La interpretación de la ley en la
intersección de la filosofía del lenguaje, la Constitución y la metodología jurídica, en SCHÜNEMANN, Obras,
tomo I, ps. 83 y ss.; VIVES ANTÓN, Fundamentos, ps. 456 y ss.
735
HOTTOIS, Historia de la filosofía del Renacimiento a la post-modernidad, ps. 334-335. Vid. también
D’AGOSTINI, Analíticos y continentales, ps. 149 y ss.; BELAVAL (Dir.), La filosofía en el siglo XX, ps. 164 y
ss.
736
BERGER-LUCKMANN, La construcción social de la realidad, p. 55. Vid. asimismo, ARBIB-HESSE, La
costruzione della relata, ps. 227 y ss.
737
SIEGRIST, Das Consensus-Modell, p. 5; HYMES, Die Ethnographie des Sprechens, en ARBEITSGRUPPE
BIELEFELDER SOZIOLOGEN (Hrsg.), Alltagswissen, Interaktion und gesellschaftliche Wirklichkeit, ps.
338-422; LÜBBE, Handlungssinn und Lebenssinn, en ORTH, Handlungssinn und Lebenssin. Zum Problem der
Rationalität im Kontext des Handelns, ps. 11-35.
132
concepto objetivo del conocimiento y los conceptos jurídicos
ontológico-sustanciales.738
Por ese camino de múltiples fuentes –filosofía del lenguaje,
hermenéutica, sociología- la teoría de la norma penal puede dar un salto
adelante, superando el formalismo normativista. La consideración del
lenguaje, del derecho como texto, su comprensión como acto
comunicativo, puede conducir a entender a la imputación como un
auténtico “proceso de comunicación”.739
738
ARTHUR KAUFMANN, Filosofía del Derecho, p. 99; KAUFMANN, Hermenéutica y Derecho, ps. 53 y 81 y
ss.
739
KAUFMANN, Filosofía del Derecho, p. 253.
740
Vid. por todos, von HIPPEL, Lehrbuch, ps. 4-5.
133
Antes bien, ha de aceptarse que con la sola formulación de la ley se
crea la norma, debiendo entenderse aquí por creación, que se establece la
posibilidad de su deducción lógica como abreviatura normativa, “a contrario
sensu” de la disposición legal. La formulación y subsecuente promulgación
de la ley importa, de suyo, la realización de un juicio de desvalor, un juicio
de desaprobación jurídico previo que hace el legislador por la dañosidad
social de la conducta.741 Esto explica por cierto el surgimiento de la
disposición legal, pero a su vez, implica en la norma aprobada un
componente determinador, a raíz de su deliberada configuración como
mensaje prescriptivo.
Porque, promulgada la ley, la norma penal irrumpe a la vida jurídica
con la pretensión de ser obedecida: es una norma obligatoria y de deber.
Esto significa, ni más ni menos, que la norma emite a los destinatarios un
mensaje prescriptivo o, dicho de otro modo, que ella posee una función
directiva y que opera como norma de determinación, pues procura
persuadir y decidir al destinatario a que ajuste su conducta de conformidad
con la prescripción normativa.
Ahora bien, en la concepción del Estado democrático de Derecho, que
significa “hombres gobernados por leyes hechas por hombres gobernados
por leyes”742, la concepción de un “derecho de sumisión”, del cual hablaba
la Normentheorie y la discrecionalidad del legislador para la creación de
bienes jurídicos, supone la indebida preeminencia de la razón de Estado.
Por tanto, ratificando que la norma penal sólo puede fundarse en la
protección de auténticos bienes jurídicos743 y sin mengua de su
imperatividad –que la tiene-, preferimos concebirla, en tanto norma de
determinación, cumpliendo una función motivadora, apelando a la
motivación del ciudadano.744
La Sociología del Derecho insiste en que el derecho tiene una función
de orientación social, derivada del carácter persuasivo de la norma
jurídica745, una función de dirección de las conductas en base a las
expectativas normativas746, pues el mensaje prescriptivo que emite,
destinado a guiar el comportamiento de los individuos, le suministra un
modelo predefinido de acción y eso es un acto de comunicación.747
741
Así ZIMMERL, Aufbau des Strafrechtssystems, ps. 37-38.
742
BIN, Lo Stato di Diritto, p. 45. Sobre el Estado de Derecho, vid.: DÍAZ, Estado de Derecho y sociedad
democrática, p. 92; BOBBIO, Estado, gobierno y sociedad, p. 130; BÖCKENFÖRDE, Estudios sobre el Estado de
Derecho y la democracia, ps. 17 y ss.; LAPORTA, El imperio de la ley, p. 61.
743
FERNÁNDEZ, Bien jurídico y sistema del delito, ps. 141 y ss.
744
MIR PUIG, Derecho Penal, p. 37.
745
ARNAUD-FARIÑAS DULCE, Sistemas jurídicos, p. 135.
746
REHBINDER, Sociología del Derecho, p. 160; GEIGER, Estudios de Sociología del Derecho, p. 42;
KRAWIETZ, El concepto sociológico del Derecho y otros ensayos, p. 26.
747
FERRARI, Acción jurídica y sistema normativo, p. 172; FERRARI, Funciones del Derecho, ps. 138 y 142;
ROBLES, Sociología del Derecho, ps. 166-169.
134
La norma apela, en suma, a la capacidad de autodeterminación
responsable del sujeto, porque sólo ella fundamenta la efectividad del
Estado y es condición para la autoridad de la violencia estatal.748
Esa capacidad de autodeterminación no es otra cosa que la
motivabilidad humana, la capacidad de motivación según la norma o, visto
desde el ángulo de ésta última, la posibilidad de lograr, mediante la función
motivadora, la confirmación de la expectativa normativa.
La teoría de la función motivadora de la norma penal fue introducida
en la dogmática iberoamericana por GIMBERNAT ORDEIG y se funda en
bases psicoanalíticas, que explican la formación del super-yo, la
socialización y la introyección de las prohibiciones.749
Ello fue impecablemente desarrollado luego por MUÑOZ CONDE, al
aclarar que para obtener la protección de bienes jurídicos que la norma
persigue, se desencadenan los individuos procesos psicológicos, que
forman parte del proceso llamado “motivación” y que les induce a respetar
dichos bienes jurídicos.750 La fundamentación fue recogida más tarde por
LÜDERSSEN751 y compartida por MIR PUIG752, LUZÓN PEÑA753 y otros
penalistas.754
La teoría de la función motivadora de la norma cree que el individuo
es un sujeto motivable conforme a fines y que la norma penal, como toda
norma jurídica, puede ser interiorizada o internalizada por éste. En el caso
de la norma penal además, la coacción jurídica que implica la pena
conminada es el medio más eficiente para motivar el comportamiento.
MUÑOZ CONDE sostiene que la función de motivación que cumple la
norma penal es primariamente social, general, e incide en la comunidad,
pero en su última fase es individual e incide en el individuo concreto. Por lo
tanto, la visión de conjunto de la función motivadora de la norma penal
sólo puede comprenderse situando al sistema penal en el contexto de
todos los mecanismos de control social. Porque de nada serviría el control
penal operando de forma aislada, si no existieran otros sistemas previos de
motivación del comportamiento humano en sociedad, que hacen al proceso
748
STRATENWERTH, Verantwortung und Gehorsam, p. 105.
749
GIMBERNAT ORDEIG, ¿Tiene un futuro la dogmática jurídico-penal?, en Estudios de Derecho Penal, ps.
112-113.
750
MUÑOZ CONDE, Derecho Penal y control social, p. 31.
751
LÜDERSSEN, La imputación individualizadora de lesiones de bienes jurídicos, en MIR PUIG (Ed.), Derecho
Penal y Ciencias Sociales, ps. 171 y ss.
752
MIR PUIG, Introducción, p. 92; MIR PUIG, Derecho Penal, p. 37. MIR PUIG, El Derecho Penal en el Estado
social y democrático de Derecho, p. 83.
753
LUZÓN PEÑA, Estudios Penales, ps. 271 y ss.; LUZÓN PEÑA, Curso, vol. I, ps. 68-69, donde habla
–matizadamente- de una “función de prevención”.
754
SERRANO-PIEDECASAS, Conocimiento científico y fundamentos del Derecho Penal, ps. 43-44; GARCÍA
RIVAS, El poder punitivo, p. 26. En contra: GARCÍA- PABLOS, Derecho Penal, ps. 209 y ss.; RODRÍGUEZ
MOURULLO, Derecho Penal, p. 81.
135
de socialización primaria del hombre.755 Para ello, además del esquema
psicoanalítico, MUÑOZ CONDE aborda la verificabilidad del proceso de
motivación, demostrándolo con los trabajos de PIAGET sobre la formación
de la conciencia moral desde la infancia.756
B) RECAPITULACIÓN
755
MUÑOZ CONDE, Derecho Penal y control social, ps. 32-40; MUÑOZ CONDE-GARCÍA ARÁN, Derecho
Penal, ps. 69-71; MUÑOZ CONDE, Introducción, ps. 94 y 96; MUÑOZ CONDE, Función motivadora de la
norma penal y “marginalización”, en Doctrina Penal, Año I, Buenos Aires, 1978, ps. 34-36.
756
PIAGET, El criterio moral en el niño, ps. 169 y ss. Sobre el rol de la sanción, SPITTLER, Norm und Sanktion,
p. 20.
757
ÁLVAREZ GARCÍA, Sobre la estructura de la norma penal, ps. 90 y ss.
136
1. El aspecto sistémico
137
El descubrimiento de la llamada función comunicacional del
derecho reconoce, como punto de partida, la idea de que la esencia de
todo proceso social es la comunicación.
Lo es porque el grupo humano sólo puede constituirse como tal sobre
la base de la participación de sus miembros en determinadas ideas y
creencias y la adopción de determinadas pautas o normas sociales. Tanto
las representaciones colectivas de carácter general, como las pautas y
normas que rigen la conducta, son fenómenos de comunicación. Lo mismo
sucede con todo proceso de institucionalización y de cambio social: sólo
pueden llevarse a efecto como procesos comunicativos.761
Naturalmente, al afirmar que el derecho es un fenómeno
comunicacional se está diciendo también que es cultura y que es lenguaje.
Pues el lenguaje es todo medio de comunicación gracias al cual resulta
posible la interdependencia social, el entramado de las normas y pautas
sociales.762
Para la comprensión comunicativa del derecho cobra relieve el hecho
de que éste es lenguaje, expresado en forma escrita. O sea, es un
mecanismo de comunicación verbalizado mediante palabras, a diferencia
de otros mecanismos comunicativos, como por ejemplo la música.
El signo del derecho son las palabras; el sentido del signo sólo es
comprensible y transmisible mediante las palabras. A su vez, su carácter
escrito le da al derecho una nota de superioridad, una connotación solemne
frente al resto de las normas u ordenamientos sociales. Entre otras
razones, ello ocurre porque mediante la escritura el derecho se torna
cognoscible universal e inmediatamente, con una certeza impensable de
otra manera.
En las sociedades de moral heterogénea, donde conviven
concepciones morales diversas e incluso contrapuestas, el derecho se
convierte en el único armazón de la convivencia, es el único punto de
referencia estable y común a todos los integrantes del grupo social. De ahí
la necesidad de que el proceso comunicativo que permite el sistema
jurídico sea lo más diáfano posible, mediante la fijación escrita. Por tal
motivo, ROBLES apunta que el derecho se ha convertido en el mecanismo
universal de comunicación y todas sus funciones se subsumen en ésta, que
lo contempla como expresión comunicativa. El derecho “es el gran texto de
comunicación social que “leen” y “actúan” todos los integrantes de la
sociedad”.763
761
ROBLES, Sociología del Derecho, p. 166.
762
ROBLES, Sociología del Derecho, p. 167; ROBLES MORCHÓN, Teoría del Derecho. Fundamentos de teoría
comunicacional del derecho, vol. I, p. 66.
763
ROBLES, Sociología del derecho, p. 169; ROBLES MORCHÓN, Teoría del Derecho, ps. 140-142.
138
Por consiguiente, ha de extraerse como primera y fundamental
conclusión que el derecho es el texto ordenador de la convivencia social, el
cual se extiende desde la configuración de las estructuras políticas y
sociales, hasta la concreción de roles jurídicos, posiciones o status,
conductas prohibidas y permitidas, procedimientos para realizar acciones
con efectos jurídicos, sanciones, etc. En tal virtud, no se exagera
asegurando que, en la sociedad contemporánea, el derecho es el
mecanismo de comunicación social más importante, la red universal de la
comunicación entre los hombres.
Véase que el “ubi societas ibi ius” (donde hay sociedad, hay derecho)
tiene, como presupuesto, que donde hay sociedad hay lenguaje, pues toda
acción colectiva y toda convivencia social precisa de la existencia de un
sistema de signos –el lenguaje-, que asegure la comunicación entre sus
miembros. Por lo tanto, cabe afirmar que la sociedad es un sistema de
comunicación, un sistema comunicativo entre sus miembros.764
El lenguaje, entonces, es la forma en que el derecho se expresa:
estableciendo un conjunto de proposiciones de lenguaje, cuya misión es
regular o dirigir las acciones humanas.765 En definitiva, el derecho es texto,
es lenguaje y, en tanto que tal, la Teoría del Derecho no puede ser sino una
teoría comunicacional.
En consecuencia, es válido sostener que la norma jurídico-penal
emite un mensaje que tiene particulares elementos de descriptividad y, en
sentido amplio, de prescriptividad, destinado a orientar acciones y
expectativas de acciones. La norma es un modelo institucionalizado y
orientador de la acción766 o, como lo acota LAPORTA, “un vehículo de
significado”.767
139
lingüístico” –propone HABERMAS- “es sólo el mecanismo de coordinación
de la acción, que ajusta los planes de acción y las actividades teleológicas
de los participantes, para que puedan constituír una interacción”.769
La acción comunicativa es siempre una acción orientada al
entendimiento: él cree que “es inherente a todo acto de habla el telos del
acuerdo”770 y que el orden social puede establecerse a través de procesos
de formación de consenso.
Por ello, HABERMAS argumenta que quien lleva a cabo una emisión
lingüística, un acto de habla, le realiza a sus interlocutores una oferta de
entendimiento, que está envuelta en una pretensión de validez; tan luego,
la pretensión de ser aceptada y generar el acuerdo.771 Y quien recibe esa
oferta, esa pretensión de acuerdo y prosigue con el vínculo comunicativo,
ha de tomar postura respecto de la misma, admitiéndola o rechazándola.
Así, comunicarse significa tanto como elevarse recíprocamente
pretensiones de validez.
Las normas se necesitan y justifican por la posibilidad de conflicto.
Allí donde la coordinación práctica y la integración social se rompen por
falta de acuerdo, es preciso reestablecer el consenso y evitar que se
desencadene un proceso de rupturas y enfrentamientos, que termine con la
viabilidad de la convivencia organizada. El derecho, dice HABERMAS, “tiene
la función de encausar de tal suerte los conflictos abiertos, que no sufra
quebranto el fundamento de la acción orientada al entendimiento y, con
ello, la integración social del mundo de la vida”.772
El criterio de validez de las normas está dado en la posibilidad de
aceptación de ellas bajo ciertas condiciones. Una norma sólo posee validez
en la medida en que, en relación con la materia necesitada de regulación
de que se trate, tenga en cuenta los intereses de todos los afectados y
encarne la voluntad que todos, cada cual en su propio interés, podrían
formar en común.773
Entonces, las normas son necesarias por su función de integración
social, para que la coordinación sea posible. Ellas ejercen un papel como
refuerzo y garantía de las expectativas normativas en la sociedad. El
derecho –y también la moral- son órdenes especializados en el
restablecimiento del consenso, que se rompe cuando una pretensión de
rectitud es cuestionada. Dentro de ese marco, el derecho satisface una
función de garantía última para los casos en que el vínculo racional, que
dimana de las normas válidas, no sea bastante para mover las conductas
769
HABERMAS, Teoría de la acción comunicativa, vol. I, p. 138.
770
HABERMAS, Teoría y Praxis, p. 27.
771
HABERMAS, Teoría de la acción comunicativa, vol. I, p. 143.
772
HABERMAS, Teoría de la acción comunicativa, vol. II, p. 245.
773
HABERMAS, Conciencia moral y acción comunicativa, p. 117; HABERMAS, Teoría de la acción
comunicativa, vol. II, p. 61.
140
de todos y, con ello, para asegurar la generalidad de las expectativas de
comportamiento en la sociedad.774
En la modernidad, aduce HABERMAS, las normas jurídicas pierden el
soporte de la tradición y se ven necesitadas de nuevos mecanismos de
legitimación; es decir, de motivación a la obediencia, incluída la aceptación
de su potencial coercitivo. Con ese fin funcional procesos garantizadores de
una producción normativa imparcial, que respete la generalización de los
intereses. Nada puede justificar la racionalidad de la obediencia al derecho,
sino es el convencimiento fundado de los ciudadanos, de estar obedeciendo
a su propio interés. “Las normas jurídicas” –argumenta- “deben estar
constituídas de tal manera ... que simultáneamente pueden ser
contempladas como normas coactivas y como leyes de la libertad. Tiene
que ser posible al menos seguir las normas jurídicas, no sólo porque
fuerzan a la obediencia, sino porque son legítimas”.775
Finalmente, HABERMAS termina por concebir al derecho como
categoría de la mediación social entre facticidad y validez y ratifica, una
vez más, el poder comunicativo del derecho, derivado de su producción
legítima776, que fundamenta la obediencia a la norma.
a) La tesis de CALLIESS
774
GARCÍA AMADO, Habermas y el derecho, en GARCÍA AMADO (Coord.), El derecho en la teoría social, p.
381.
775
HABERMAS, La inclusión del otro, p. 202.
776
HABERMAS, Facticidad y validez, ps. 63 y 218.
141
de personas, que se hallan en una específica posición respecto del hecho
punible, en una determinada “conexión”.777
Según este autor, la conexión es de orden comunicativo e
intersubjetivo: mientras un sujeto –a quien llama Ego- actúa de
determinada manera, dicha acción incide en la persona a la que iba
referida (el Alter), que también forma parte de la relación intersubjetiva y
entonces, el tercero o juez (Dritter) reacciona contra la acción del
primero.778
Dicha estructura es todo un proceso de interacción y de
intercomunicación entre Ego, Alter y Dritter y, normativamente, puede
describírsela como un complejo de expectativas recíprocas e
interdependientes; o sea, como una red comunicativa, en cuyo marco se
espera no sólo un determinado comportamiento, sino también las
expectativas de los otros sujetos implicados en el sistema. Así, Ego espera
no sólo un determinado comportamiento del tercero (Dritter), legitimado
para sancionarlo como respuesta por su conducta, sino que espera también
que Alter y Dritter aguarden que él se deje determinar con arreglo a
derecho y de acuerdo a las expectativas de los mismos.779
Asimismo, CALLIESS afirma que los procesos de interacción y de
comunicación regulados por la norma penal se enmarcan en otros tantos
contextos sociales, en otros tantos “sistemas sociales”. Y la estructura
dialogal, intersubjetiva y comunicativa de la norma penal puede
calificarse de típica, porque es la estructura que subyace a toda
manifestación social y, por ende, también a las proposiciones
jurídico-penales.780
Si ya esa concepción estructural de CALLIESS resultaba sumamente
novedosa para la época, al plantear que la acción comunicativa determina
la estructura comunicativa respectiva de la norma, él va todavía más allá.
Esa estructura de la norma penal, que se fundamenta en la recíproca
conexión y juego de expectativas mutuas de los tres sujetos que
intervienen en la situación típica, CALLIESS trata de demostrarla acudiendo
a la cibernética y contraponiendo dos esquemas o programas cibernéticos:
el programa tradicional de “conducción” (Steuerung) y el de “regulación”
(Regelung), a los cuales denomina alternativamente como “programa
condicional” (Konditionalprogramm) y “programa final”
(Zweckprogramm). 781
777
CALLIESS, Theorie der Strafe im demokratischen und sozialem Rechtsstaat, p. 16.
778
CALLIESS, Theorie der Strafe, p. 17.
779
CALLIESS, Theorie der Strafe, p. 16.
780
CALLIESS, Theorie der Strafe, ps. 22 y ss.
781
CALLIESS, Theorie der Strafe, ps. 17 y 22.
142
Para CALLIESS, sólo el esquema que se conoce con el nombre de
“regulación” –el programa final- responde satisfactoriamente a la
estructura comunicativa de la proposición jurídico-penal.
Si se concibe al ordenamiento como una red de expectativas de
interacción e intercomunicación en el sistema social, la pena sería un
momento de ese complejo proceso jurídico de “regulación” de las diversas
y recíprocas acciones comunicativas. Ella sería un elemento constitutivo de
las estructuras jurídicas de interacción e intercomunicación, con la obvia
consecuencia de que se podría fundamentar la función social de la pena en
el marco de los procesos sociales intersubjetivos de los que forma parte,
sin necesidad de acudir a concepciones extra- o pre-jurídicas.782
¿Qué significa en verdad ésto? Para CALLIESS, el planteo tradicional
que distingue en la norma entre supuesto de hecho y consecuencia jurídica
(los cuales establecen en una relación hipotético-condicional) y que ven en
cada norma un imperativo dirigido al ciudadano, respondería al modelo o
programa cibernético de “conducción”. Es un modelo en que la pena, como
consecuencia última de la proposición normativa, se aplica
automáticamente, sin control alguno sobre los resultados y efectos de la
pena. Bien por el contrario, en el esquema que él denomina de
“regulación”, propio de los fenómenos intersubjetivos y comunicativos, se
produce un progresivo y contínuo acoplamiento de la dirección inicial de la
consecuencia jurídica, en función de los resultados que ésta va
produciendo, al incidir en las expectativas recíprocas de los sujetos de la
relación dialogal, del sistema social.783
Según CALLIESS, en el esquema de “conducción” queda excluída la
dimensión reflexiva e intersubjetiva que caracteriza al obrar humano,
porque lo único que importa es la aplicación eficiente de la norma. El
sujeto, por tanto, no es contemplado como sujeto de una acción conciente
y reflexiva, sino que se ve reducido a su función de portador de un
comportamiento que se inserta en el esquema estímulo-respuesta o
consecuencia.784 Así, el modelo de la “conducción” es irreflexivo e
instrumentalizador, pues prescinde de los objetivos y consecuencias de la
acción y no permite comprender cabalmente la función social de la pena.785
A su juicio, un derecho penal resocializador, que al elegir y medir la
pena ha de atender al bien jurídico y a la reinserción social del autor, no
puede basarse más que en el esquema de la “regulación”; el único
compatible con la función “dialogal” del derecho.
782
CALLIESS, Theorie der Strafe, p. 18.
783
CALLIESS, Theorie der Strafe, p. 23.
784
CALLIESS, Theorie der Strafe, p. 19.
785
CALLIESS, Theorie der Strafe, p. 20.
143
Desde el punto de vista de una valoración crítica, nos parece que su
concepción del derecho como una red de expectativas interacciones y
comunicaciones de los sistemas sociales (Netz erwartbarer Interaktionen
und Kommunikationen)786, es acertada. En cambio, la apelación a los
modelos cibernéticos de la “conducción” y la “regulación”, no hace sino
oscurecer innecesariamente su pensamiento, que fuera cuestionado por
esa razón y a raíz de su formalismo.
786
CALLIESS, Theorie der Strafe, p. 18.
787
CALLIESS, Theorie der Strafe, p. 133; MIR PUIG, Introducción, ps. 29 y 121; MIR PUIG, Derecho Penal, p.
32.
788
MUÑOZ CONDE, Derecho penal y control social, p. 25, nota 5.
789
GARCÍA-PABLOS, Derecho Penal, p. 186.
790
KAUFMANN, Filosofía del Derecho, p. 253.
791
KAUFMANN, Filosofía del Derecho, p. 255.
144
conceptos legales en los que piensa el juez. “Se produce” –entonces- “una
mediatización de las expresiones del lenguaje, los estereotipos deben ser
conducidos a los conceptos y los conceptos deben conducirse a los tipos, el
lenguaje del autor debe “idealizarse” y el lenguaje de la ley debe
“normalizarse”.792
Según se advierte, por consecuencia, KAUFMANN no se plantea a la
norma, sino al proceso judicial, con el cual tiene lugar la imputación, como
un proceso comunicativo. Ello ya lo habían sostenido HAFT, hablando
acerca del diálogo sobre la culpabilidad793, y GRASNICK794, sobre el diálogo
entre el juez y el acusado.
La hipótesis se subsume, según KAUFMANN, dentro del “fallo en
conciencia” que dicta el juez, quien debe mediar entre el mundo del
lenguaje corriente de quien infringe la ley penal y el mundo de lenguaje
técnico de la ley penal.795
792
KAUFMANN, Filosofía del Derecho, p. 256.
793
HAFT, Der Schulddialog, ps. 76 y ss.; HAFT, Strafrecht, p. 119.
794
GRASNICK, Ubre Schuld, Strafe und Sfrache, ps. 87 y ss.
795
KAUFMANN, Filosofía del Derecho, p. 257.
796
BUSTOS RAMÍREZ, Manual, p. 61; BUSTOS RAMÍREZ, Introducción, p. 69.
797
Sobre el “sentido”, DE GIORGI, Ciencia del derecho y legitimación, p. 124, donde examina la comprensión de
acuerdo al planteo de HRUSCHKA.
145
5.- Pese a su prescriptivismo, la norma penal reconoce como
presupuesto –cuando menos, como momento previo en el proceso de
elaboración de la ley- un juicio de valor (juicio de desaprobación jurídica),
que se mantiene todo a lo largo de la vigencia de la norma.
6.- Pero, por cierto, la clave está dada por la naturaleza imperativa de
la norma, que permite elaborar su función motivadora. Pues la norma
penal, prescritivamente y bajo la conminación de la pena, apela a la
motivabilidad del sujeto, a la capacidad de motivarse para determinar el
comportamiento conforme a la norma. Cuando falta esa capacidad, el
derecho penal delinea supuesto de inimputabilidad, por déficits cognitivos o
volitivos (incapacidad de “entender” o de “querer”).
7.- El destinatario es motivable por la propia naturaleza de la acción
humana, que es capaz de realizarse de acuerdo a metas o fines. Aún
cuando no corresponde buscar ya el fundamento ontológico en estructuras
lógico-objetivas de la realidad, previas al derecho798-, no puede menos que
reconocerse la índole final del obrar humano: es su capacidad de
determinación conforme a sentido lo que permite, tan luego, que la norma
transmita mensajes y que éstos puedan ser, en la gran mayoría de los
casos (incluyendo a los inimputables) comprendidos y obedecidos.
8.- La norma penal describe, con la mayor precisión posible, una
conducta prohibida y, por tanto, apela a la evitación de disvalores de acto.
Esto no significa, por cierto, ignorar el disvalor de resultado, ni internarse
en la extensa polémica habida al respecto. Nos basta con señalar, apenas,
que la norma penal procura disuadir la realización de determinadas
acciones, precisamente porque de ellas suelen derivarse disvalores de
resultado como consecuencia causal, que a veces la norma describe.
9.- Dicho de otro modo, la dogmática puede hablar frecuentemente
de acción, en el sentido de distinguir entre conducta y mero suceso, “entre
lo que se hace y lo que simplemente acaece”.799
10.- Toda norma –y en ello llevan razón los funcionalistas-, es o
contiene una expectativa de comportamiento, pero ello no puede hacernos
perder de vista el significado específico de la norma como directiva de
conducta.800
11.- Lo expuesto permite generar y avanzar en la visión de una teoría
comunicativa del delito, teniéndolo a éste por una comunicación
socialmente relevante. Y ello, por cuanto las estructuras normativas
modifican el mundo, de modo que el derecho penal –como una herramienta
798
Así, GARZÓN VALDÉS –SPOLANSKY-NINO-URQUIJO, Lenguaje y acción humana, p. 61, quienes hablan
acerca de un concepto apriorístico de acción como un “platonismo pre-científico”.
799
VIVES ANTÓN, Fundamentos, p. 143.
800
SILVA SÁNCHEZ, Normas y acciones en derecho penal, p. 36.
146
del sistema social de constitución lingüística, tiene carácter generativo801 y
modifica el mundo de la vida.
12.- Cuestión aparte es el problema de la génesis o legitimidad de las
normas, que involucra aspectos políticos y de teoría constitucional, pero
fundamentalmente nos demanda una toma de postura sobre la visión
explicativa de la sociedad, escogiendo entre la teoría del consenso o la
teoría del conflicto.802 En nuestro caso y de cara a la realidad
latinoamericana, preferimos la alternativa conflictualista como modelo de
explicación macro del sistema social. No obstante, el desarrollo del tema
excedería largamente el propósito de este ensayo.
------------- x --------------
801
ARCE AGGEO, Introducción a la teoría comunicativa del delito, p. 36.
802
BUSTOS RAMÍREZ, Introducción, ps. 63-65; BUSTOS RAMÍREZ, Manual, ps. 57-59; CÁRCOVA, La
opacidad del derecho, p. 56.
147
148