Jones, H.S. Las Variedades Del Liberalismo Europeo en El Siglo XIX
Jones, H.S. Las Variedades Del Liberalismo Europeo en El Siglo XIX
Jones, H.S. Las Variedades Del Liberalismo Europeo en El Siglo XIX
Prólogo
NATALIO BOTANA
Editores
lvÁN ]AKsré y EDUARDO PosADA CARBÓ
Epílogo
FRANK R. SAFFORD
HS. Jones
EL LIBERALISMO EN LA HISTORIA
Cuando Eric Hobsbawm escribió su ya clásica obra The Age of Revo!utíon, el sig-
nificado fundamental de la ideología liberal parecía suficientemente claro. El li-
beralismo era una doctrina esencialmente moderna que celebraba el progreso y
proporcionaba la base ideológica de la "doble revolución" -política e industrial- a
partir de la cual Hobsbawm enmarcó su descripción del período. El liberalismo
era inseparable del surgimiento del capitalismo y rompía de manera fundamental
con las corrientes intelectuales del período moderno temprano. Era "rigurosa-
mente racionalista y laico": de hecho, Hobsbawm lo transformó en el tema central
de su capítulo titulado "Ideología: laica''. 2 El liberalismo moderno -era común
pensar- repudiaba también la fijación republicana clásica en los modelos políticos
de la antigüedad. Cuando el liberalismo adquirió una forma republicana, como
en Estados Unidos, radicó las bases del orden republicano en mecanismos consti-
tucionales como las declaraciones de derechos individuales y la separación de los
poderes, y no en la virtud cívica o en el espíritu público. 3 Sus supuestos acerca
de la naturaleza humana estaban "marcados por un fuerte individualismo", y sus
postulados sicológicos eran hedonistas y asociacionistas. 4 El liberalismo, en su.ma,
era la expresión política de las ideas de la Ilustración.
1
Traducción de los compiladores.
2
E.J. Hobsbawm, The Age o/Revolution (Londres: Abacus, 1977 [1962]), p. 286.
3 Véase la introducción de Lawrence Goldman a la obra de Alexander Hamilton, James Madison y
John Jay, The Federalist Papers, Lawrence Goldman, ed. (Oxford: Oxford University Press, 2008), p. 10.
4 Hobsbawm, 7he Age of Revolution, p. 286.
43
44 LIBERALISMO Y PODER
5
Michael Freeden, "The Family of Liberalisms", en James Meadowcroft, ed., 7he Liberal Política!
Tradition (Chdtenham: Edward Elgar, 1996), p. 26.
6
Boyd Hilton, The Age ofAtonement: 7he lnfluence ofEvangeLicalism on Social and Economic 7hought,
1795-1865 (Oxford: Clarendon Press, 1988).
7
Helena Rosenblatt, Liberal Values: Benjamin Comtant and the Politics ofReligion (Cambridge: Cam-
bridge University Press, 2008), especialmente p. 248. Véase también Alan Pitt, "The Religion of rhe
Moderns: Freedom andAuthenticity in Constanr's De la Religion", History ofPolítica! 7hought 21 (2000),
pp. 67-87.
EL LIBERALISMO EUROPEO EN EL SIGLO XIX 45
8
Pierre-Yves Kirschleger, La religion de Guizot (Ginebra; Labor et Pides, 1999). Guizot se equivocó
respecto de Constant al considerarlo un "sofista escéptico y burlónn que carecía de toda convicción.
9
Lucien Jaume, L1ndividu effacé ou le paradoxe du libéralism franrais (París: Fayard, 1999), cap. 3.
10
Andreas Kalyvas e Ira Katznelson, eds., Liberal Beginnings: Making a Republic far the Moderns
(Cambridge: Cambridge University Press, 2008), p. 15.
11
Véase en particular Philip Pettit, Republícanism: A Theory of Freedom and Government (Oxford:
Clarendon, 1997), especialmente pp. 41-50; y Quentin Skinner, Liberty befare Liberalism (Cambridge:
Cambridge University Press, 1998).
46 LIBERALISMO Y PODER
12
Pierre Rosanvallon, "Political Rationalism and Democracy in France'', en su Democracy Past and
Future, Samuel Moyn, ed. (Nueva York: Columbia University Press, 2006), p. 127.
13
Este es el tema central de Annelien de Dijn, French Political Thought fromMontesquieu to Tocqueville:
Liberty in a Levelled Society? (Cambridge: Cambridge University Press, 2008).
EL LIBERALISMO EUROPEO EN EL SIGLO XIX 47
francés que fue tan implacable como Sieyes en su crítica de la tradición "gótica",
a
que detectaba, por ejemplo, en la apología de Blackstone los absurdos del dere-
~ho consuetudinario (common law).
La otra antítesis clave es la definida por Elie Halévy en su famosa obra The
Growth of Philosophic Radicalism. Allí distinguió una fase del radicalismo filo-
sófico, que creía en ia identificación natural de los intereses mediante la "mano
invisible" del mercado, de la otra fase -personificada al menos en parte por Ben-
tham-, que invocaba la necesidad de la acción gubernamental para lograr una
identificación artificial de los intereses. 14 Esta es una antítesis que Charles A. Hale
ha encontrado particularmente útil en sus trabajos sobre el liberalismo latinoarne-
ricano.15 ¿Tiene el liberalismo una actitud necesariamente negativa respecto del
Estado? Los liberales que se enfrentaron a los Estados del antiguo régimen domi-
nados por los intereses de una aristocracia en el poder definitivamente favorecían
la prescindencia del gobierno y la liberación del comercio de las restricciones y
aranceles que generalmente favorecían a los intereses privados antes qlie al bien
público. Estas eran precisamente las fuerzas en disputa en Gran Bretafia durante
la generación anterior al Great Reform Act: la "reforma económica'' era una fuerza
progresista contra un Estado sumido en la "Vieja Corrupción"; el "liberalismo
manchesteriano" de Cobden y Bright tenía una gran deuda con este tipo de radi-
calismo. Pero ¿qué ocurría con un Estado reformado sujeto al control parlamenta-
rio y una opinión pública cada vez más influyente? En particular, hasta qué punto
un Estado de esta naturaleza podría ser un arma efectiva contra los poderosos in-
tereses privados, o "feudalidades"? La tradición jacobina en Francia veía al Estado
republicano como un aliado en la causa de la emancipación, pero los Jacobinos
no eran, por lo general, liberales. 16 En América Latina, los liberales se encontraban
frecuentemente en pugna con los terratenientes y con la Iglesia (esta última era
también una gran poseedora de tierras), y en estas luchas era necesario el poder
del Estado para la formación de un orden social liberal. Si bien los liberales creían
en la santidad de los derechos de propiedad, esto se aplicaba a la propiedad indi-
vidual y de ninguna manera a la propiedad legalmente vinculada o corporativa. 17
14
E!ie Halévy, The Growth of Philosophic Radicalism [1901-1904] (Londres: Faber & Faber, 1972),
especial1nente pp. 489-491.
15
Charles A. Hale, Mexican Liberalism in the Age of Mora, 1821-1853 (New Haven: Yale University
Ptess, 1968), p. 39; y especialmente su "The Reconstruction ofNineteenth-Century Politics in Spanish
America: A Case for the History ofldeas", Latín American Research Review, 8 (1973), pp. 62-63.
16
Para considerar una excepción, véase Sudhit Hazareesingh, "A Jacobin, Liberal, Socialist, and Re-
publican Synthesis: The Original Political 1hought of Charles Dupont-White (1807-1878)", History of
European Ideas, 23 (1997), pp. 145-171. Dupont-White era ciertamente tanto liberal como centralista,
pero se puede cuestionar el que haya sido al mismo tiempo jacobino.
17
Charles A. Hale, "Political and Social Ideas in Latin America, 1870-1930", en Leslie Bethell, ed.,
The Cambridge History ofLatinAmerica, vol. rv, c. 1870 to 1930 (Cambridge: Cambridge University Press,
1986). p. 381.
48 LIBERALISMO Y PODER
LAJSSEZ-FAIRE y AUTOAYUDA
Si hubo algún programa liberal susceptible de export~ción fue sin duda el de libre
mercado. El liberalismo de libre mercado fue formulado en oposición a lo que
Adam Smith llamó "La Política (po!icy) de Europa'', bajo cuya rúbrica incluyó el
modo mercantilista de comercio exterior, como también la organización corpo-
rativa del comercio e industria nacional: el sistema de gremios. De hecho, pocas
veces se toma en cuenta el que en la primera acepción del término "libre comer-
18
La importancia de la libertad agrícola para el liberalismo es discutida, con referencia al ca.so francés,
por Guido de Ruggiero en su clásica obra, History of European Libera!ism (Londres; Oxford University
Press, 1927), pp. 32-43.
19
Margaret Lavinia Anderson y Kenneth Barkin, "The Myth of the Puttkamer Purge and the Reality
of the Kulturkampf: Sorne Reflections on the Re cent Historiography of Imperial Germany", ]o urna! o/Mo-
dern History, 54 (1982), pp. 647-686; y, sobre Windthorst y Mill, Margaret Lavinia Anderson, Windthorst:
A Politica! Biography (Oxford: Clarendon, 1981), p. 57.
EL LIBERALISMO EUROPEO EN EL SIGLO XIX 49
20
Adam Smith, An lnquiry into the Nature and Causes ofthe Wea!th ofNatiom [1776], R.H. Campbell,
A.S. SkinneryW.B. Todd, eds. (Oxford: Clarendon, 1976), p. 145 [l.x.c.J.
21
Un ejemplo influyente se encuentra en A.V Dicey, Lectures on the Relatiom between Law and Public
Opiníon during the Nineteenth Century (Londres: Macmillan, 1905).
ii Smiles recibe una discusión más detallada en H.S. Jones, Victorian Politica! Thought (Basingstoke;
rhatcherianos. 23 Sin embargo, se le entiende ahora como una figura más empática
y compleja. Él insistía, por ejemplo, en que la acumulación de grandes riquezas
no era un fin en sí mismo: más bien, la riqueza moderada (en la forma de ahorros
personales a los que los obreros especializados podían aspirar) era clave, ya que
proporcionaba las bases para la independencia personal. La persona con ahorros
no podía "ser comprada o vendida''. 24 La "independencia", hay que decirlo, era un
valor clave en el pensamiento político y la cultura del siglo XVIII, con fuertes ecos
de la tradición republicana. 25
La autosuficiencia podía ser erosionada por un Estado intervencionista, y en
ese sentido la causa de la autoayuda podía ser movilizada a favor de un individua-
lismo antiestatista, pero, en los hechos, varios liberales de mediados de siglo de-
mostraron una comprensión mucho más sutil de las instituciones y mecanismos
que podían favorecer o debilitar la autoayuda. Por ejemplo, convencionalrnente
podríamos suponer que los individualistas victorianos preferían la asistencia ca-
ritativa antes que mitigar la pobreza mediante rentas de capital (poor relief on the
rates). Pero eran las instituciones caritativas tradicionales -especialmente las que
se beneficiaban de fondos históricos para usarlos en dispensaciones de caridad- las
que resultaban un anatema para los defensores de la autosuficiencia que fundaron
el Charity Organization Society en 1869. 26 Si el Estado limitaba tales organiza-
ciones caritativas, podría ser visto como apoyando la autosuficiencia: eso es preci-
samente lo que intentó hacer Gladstone con su abortada propuesta para gravar el
ingreso de los trusts y las corporaciones en 1863. También lo fue el explícito plan
de redestinar el ingreso de las organizaciones caritativas parroquiales de Londres
para los propósitos educacionales de la metrópolis a través del Parochial Charities
Act de la ciudad de Londres en 1883.
23
Véase Samuel Smiles, Se{fHelp: with Iilustrations ofConduct and Perseverence, resumido por George
Bull con una introducción de Keith Joseph (Harmondsworth: Pengllin, 1986). Este título fue publicado
como parte de una serie de "Management Classics" en el Penguin Business Library.
24 Geoffrey Searle, Morality and the Market in Victorian Britain (Oxford: Clarendon, 1998), pp. 260-
261. Este libro es muy importante para comprender el marco ético de la economía política victoriana. Véase
también Peter Mandler, ed., Liberty and Authority in Victorian Britain (Oxford: Oxford University Press,
2006), especialmente caps. 9-10.
25 Matthew McCormack, 1he Independent Man: Citizemhip and Gender PoLitics in Georgian England
mista evangélico de la Iglesia de Escoda Thomas Chalmers en su influyente Christian and Civic Economy of
Large Towns (Glasgow: Chalmers and Collins, 1821-1826).
EL LIBERALISMO EUROPEO EN EL SIGLO XIX 51
Los historiadores del siglo XIX han ido reconociendo gradualmente que los libe-
rales no eran exactamente apologistas de un capitalismo desenfrenado, sino que
más bien insistían en que el mercado debía operar dentro de los marcos de una
disciplina moral y legal, y que lo que apreciaban de un mercado disciplinado eran
sus saludables consecuencias éticas. Al mismo tiempo, la investigación reciente
ha avanzado bastante en el sentido de cuestionar la narrativa que sugiere que el
liberalismo de libre-1nercado barrió con el énfasis republicano en la virtud cívica
como pilar de la libertad -aunque debe decirse que quienes celebran la "libertad
republicana", notablemente Quentin Skinner y Philip Pettit, insisten en que su
tradición favorita fue marginalizada en el siglo XIX. La antítesis entre la libertad
antigua y la moderna fue planteada de la manera más clara por Benjamin Cons-
tanr, primero en su Principes de Politique y luego en su charla de 1819, "On the
Liberty of the Ancients Compared to that of the Moderns". 27 Debe mencionarse
que la presentación de Constant no tuvo el lugar privilegiado del que goza hoy.
Aparte de Edouard Laboulaye, quien ediró el Cours de Polítique Constitutionnelle
de Constant en 1861, es difícil encontrar discusiones explícitas sobre su charla a
propósito de la libertad antigua y moderna en el siglo XIX-" Pero las ideas que
expone (y en particular la interpretación de la polis antigua) eran familiares a par-
tir de otras fuentes, incluyendo a Hegel. 29 Su distinción central aparece destacada
en los escritos del jurista germano-estadounidense Francis Lieber, mientras que la
misma interpretación de las polis antigua figura también en el clásico de Fustel de
Coulanges, La Cité Antíque.30 En pocas palabras, Constant argumentó -siguien-
do a Condorcet- que los antiguos no tenían noción de la libertad individual, ni
27 Benjamin Constant, Principies of Politics Applicable to All Govemments [1815], Dennis O'Keeffe,
trad., Etienne Hoffinan, ed. (Indianapolis: Liberty Fund, 2003), pp. 351-371; Benjamin Constant, "The
Liberty of rhe Ancients Compared to that of the Modetns'', en Constant, Political Writin¡;, Biancamaria
Fontana, ed. (Cambridge: Cambridge University Press, 1988), pp. 307-329.
28 Freeden, "The Family of Liberalisms", p. 26, se refiere a "la publicitada discusión de 1819 sobre
Woolsey, ed. (Filadelfia: Lippincott, 1883), pp. 43-50; Wilfried Nippel, Antike oder moderne Freiheit?
Die Begründung der Demokratie in Athen und in der Neuzeit (Frankfurt am Main: Fischer Taschenbuch
Verlag, 2008), cap. 7.
52 LIBERALISMO Y PODER
31
tampoco noción de derechos individuales opuestos a la comunidad. Para ellos,
la libertad consistía en la participación política. En el mundo moderno, por con-
traste, la libertad significaba por sobre todas las co.Sas, el derecho del individuo a
buscar la satisfacción de sus deseos de la manera que más le conviniera. Además,
la idea de libertad de los antiguos era imposible de lograr en la sociedad moder-
na por la inmensa brecha que separaba económica, social y políticamente a las ·
sociedades modernas de las antiguas. De manera específica, mientras la sociedad
antigua estaba orientada hacia la guerra, la sociedad moderna estaba orientada
al comercio, y el comercio generaba una proliferación de intereses privados que
dejaba muy poco lugar a la participación política activa, con el resultado de que
la gente invertía más en su interés privado que en su aporte al bien público. La
erradicación de la esclavitud removía la base económica a la clase acomodada de
ciudadanos de la polis antigua. Y, finalmente, el mayor tamaño de los Estados sig-
nificó que la participación política directa de toda la ciudadanía era prácticamente
imposible, y también significaba que los ciudadanos tenían un sentido bastante
menor de la importancia del bienestar del Estado al que pertenecían. El it'\tento
por recrear la libertad de los antiguos en el mundo moderno conducía a una nueva
forma de despotismo: en la Revolución Francesa, el Terror.
Si la antítesis entre la libertad moderna y la antigua era tan familiar para los
liberales decimonónicos, con seguridad (podríamos preguntarnos), ¿confirma
esto aquella narrativa que plantea un quiebre entre el republicanismo clásico y el
liberalismo moderno? Incluso en la Revolución Francesa, el liberalismo moder-
no tenía algunos defensores influyentes, y ninguno más influyente que el gran
constitucionalista de la Revolución, el abate Sieyes -el hombre más famoso, o
infame, del siglo XIX como archiconstitucionalista, quien supuestamente tenía
las constituciones distribuidas en diferentes casilleros para ser usadas en diferentes
circunstancias. Sieyes era bastante explícito en que el gobierno representativo y
no la virtud republicana era el principio en el que debía basarse la sociedad mo-
derna. La sociedad comercial está basada en la división del trabajo y el gobierno
representativo es la forma apropiada de gobierno en tal sociedad, porque significa
la aplicación de ese principio al manejo del Estado. Empleamos a otros para go-
bernar en nombre nuestro -cosa que Rousseau consideraba como el ejemplo más
claro de la dependencia. 32
Sieyes fue uno de los arquitectos del golpe de Estado de Bonaparte, el 18 de
brumado y, al menos desde un punto de vista, el Consulado y el Imperio represen-
taban la reducción al absurdo de la separación que hacía Sieyes entre el gobierno
31
Emma Rothschild, "Condorcet and the Conflict ofValues", Historical]ournal, 39 (1996), p. 685.
32
Emmanuel-Joseph Sieyes, Ecrits politiques, Roberto Zapperi, ed. (París: Editions des Archives
Contemporaines, 1985), pp. 62, 89, y 262 en adelante.
EL LIBERALISMO EUROPEO EN EL SIGLO XIX 53
3·' Un importante ejemplo reciente se encuentra en Andreas Kalyvas e Ira Katznelson, eds., Liberal
Beginnings: Making a Republic far the Moderns (Cambridge: Cambridge University Press, 2008). Constant
es el ten1a del capítulo 6.
34 Bernard Semmel, ]ohn Stuart Mili and the Pursuit o/Virtue (Londres: Yale University Press, 1984);
H.S. Jones, "John Stuart Mili as Moralist", ]ournal ofthe History of Ideas, 53 (1992), pp. 287-308; Eldon
J. Eisenach, Mil! and the Moral Character o/ Liberalism (University Park: Pennsylvania State University
Press, 1998); Robert Devigne, &fanning Liberalism: JS. Mill's Use ofAncient, Religious, Liberal, and Ro-
mantic Moralities (New Haven: Yale University Press, 2006); Eugenio F. Biagini, «Liberalism and Direct
Democracy: John Stuart Mill and the Model of Ancient Athens", en Eugenio F. Biagini, ed., Citizenship
and Community: Liberals, Radicals, and Collective ldentities in the British Isles, 1865-1931 (Cambridge:
Cambridge University Press, 1996), pp. 2 I-44; Nadia Urbinati, Mil! on Democracy: From the Athenian Polis
to Representative Government (Londres: University of Chicago Press, 2002).
·15 J.W. Burrow, Whigs and Liberals: Continuity and Change in Englis.l• Política! 7hought (Oxford: Cla-
rendon, 1988); Paul Nolte, "Biirgerideal, Gemeneide und Republik: 'Klassischer Republikanismus' im
friihcn deutschen Liberalismus'', Historische Zeitschrift 254 (1992), pp. 609-656.
36
Roger Boesche, 7he Strange Liberalismo/Alexis de Tocqueville (Ithaca: Cornell University Press, 1987).
54 LIBERALISMO Y PODER
lo que constituye el bien. "El liberalismo político", como lo define John Rawls,
no busca un consenso liberal sustantivo, sino que intenta proporcionar un mar-
co para la coexistencia pacífica de diferentes visiones del mundo. 37 Sin embargo,
como Rawls, Gray y otros han reconocido, esto no es lo que el liberalismo repre- ,;,
sentó históricamente, lo que resulta cada vez más claro para los historiadores a
partir del pionero artículo de Stefan Collini, que nos permitió entender con ma-
yor precisión el lugar de las categorías éticas, y especialmente el del concepto de
"carácter" en el pensamiento político de la era victoriana. 38 Incluso el On Liberty
de Mill, como es ahora ampliamente reconocido, se basaba en una concepción
distintiva del bien humano y no meramente en establecer la neutralidad valórica
de los legisladores. 39 Los críticos conservadores de Mill han visto este texto como
un intento elitista por imponer valores humanistas y anticristianos. Para ellos,
Mill valoraba la libertad sólo instrumentalmente, y su propósito verdadero era
el establecer un consenso poscristiano. 40 Pero nosotros no necesitamos suscribir
esta crítica esencialmente conservadora para reconocer que el liberalismo de Mili
estaba enraizado en una decidida preferencia por una idea sustantiva del bien de
la humanidad.
Si bien la virtud cívica era importante para el liberalismo del siglo XIX, esto no
implicaba democracia, corno por lo demás tampoco lo hacía el republicanismo
clásico. El liberalismo floreció en sistemas de gobierno representativo antes del
advenimiento del sufragio masivo: en Francia) en la Monarquía de Julio; en Gran
Bretaña, en el período entre el primero yel tercero de los ReformActs (1832-1884);
en Italia, entre la unificación y la guerra de Libia; en Alemania (los estados del sur
en particular), antes de la era de Bismarck, e incluso después de la unificación en
los estados y ciudades (con restricciones electorales) más que en el Reich (que em-
pleaba un sistema de sufragio masculino universal desde 1867). ¿Era el liberalismo
inherentemente no-democrático? Varios historiadores han dicho que sí. 41
37
John Rawls, Political Liberaiism (Nueva York: Columbia University Press, 2005); John Gray, Two
Faces of liberalism (Cambridge: Polity, 2000).
18
· Stefan Collini, "The Idea of 'Character' in Victorian Political Thought", Transactions of the Royal
Historical Society, Sta. Serie 35 (J 985), pp. 29-50.
39
Janes, "Mili as Moralist", pp. 287-308.
40
Esta fue la famosa tesis de Maurice Cowling en Mili and Liberaiism (Cambridge: Cambridge Uni-
versity Press, 1963). Mis recientemente ha sido acogida en d trabajo póstumo de Joseph Hamburger,John
Stuart Mili on Liberty and Control (Princeton: Princcton Univetsity Press, 1999).
41
Ejemplos incluyen Anthony Arbla.ster, 7he Rise and Decline ofWestern Liberalism (Oxford: Blac-
kwdl, 1984); David Blackbourn and Gcoff Eley, 7he PecuLiarities ofGerman History: Bourgeois Society and
EL LIBERALISMO EUROPEO EN EL SIGLO XIX 55
Politícs in Nineteenth-Century Germany (Oxford: Oxford University Press, 1984); Alan Kahan, Liberalism
in Nineteenth-Century Europe: The Po!itical Culture of Limited Sujfrage (Basingstoke: Palgravc, 2003).
42
Alan Kahan, Liberalísm in Nineteenth-Century Europe, p. 24.
43
Véase Bruce L. Kinzer, Yhe Ballot Question in Nineteenth-Century Englísh Politics (Nueva York: Gar-
land, 1982); y Malcom Crook yTom Crook, "The Advenr of the Secret Ballar in Britain and France: From
Public Assembly to privare c01nparrment", History, 92 (2007), p. 458.
56 LIBERALISMO Y PODER
del voto como una "función pública'' o "puesto público" (,fonction publique en
francés). 44
En cualquier caso, para los liberales el asunto de quién vota estaba subordina-
do a la importante cuestión sobre la composición del Parlamento. Había dos razo-
nes para ello. En primer lugar, los liberales creían en el gobierno vía discusión, y.el
papel primordial del Parlamento era servir de foro en donde la nación deliberara.·
Tal proceso de deliberación parlamentaria tenía también un efecto poderosamen-
te educativo, debido en gran parte a los extensos reportajes sobre los debates par-
lamentarios que aparecían en la prensa diaria. En segundo lugar, muchos liberales
creían que el buen gobierno importaba más que las formas constitucionales, y
que eso dependía al menos en parte de una competencia a nivel técnico. Hay una
obvia tensión entre ambos principios, y en alguna medida vemos una transición
del primero al segundo en el curso del siglo XIX.
"Discusión" era algo que importaba mucho a los liberales, puesto que era
un medio por el que se formulaba la razón pública. Por lo tanto era antitético
a las doctrinas que afirmaban la soberanía de la mera voluntad -ya sea la del
monarca absoluto o la del pueblo. Los Doctrinaires franceses, con Guizot a la
cabeza, formularon esta antítesis corno doctrina de "la soberanía de la razón":
la representación, para Guizot, enfáticamente no era "una máquina aritmética
diseñada para juntar y contar las voluntades individuales", sino más bien "un
procedimiento natural para extraer del interior de la sociedad la razón pública
que sólo ella tiene el derecho a gobernar''. 45 Tal como otros liberales franceses,
incluyendo a Constant, Guizot entendió la crucial importancia de la libertad de
prensa en la sociedad moderna: era, afirmó, equivalente en la esfera intelectual
al vapor en la industrial. Pero mientras que Constant veía la libertad de pren-
sa corno una libertad fundamental, cuya importancia residía principalmente en
ranto medio de oposición, y por lo tanto un freno al poder del Estado, Guizot la
veía por sobre todo corno un medio de gobierno. 46 Los liberales británicos eran
aún más enfáticos en señalar la importancia de la deliberación y del debate en la
formación de la razón pública. En su Physics and Po!itics, Walrer Bagehot presen-
tó la "discusión" como la cualidad definitoria de la modernidad, y en otra parte
sugirió que esto era lo que hacía del gobierno parlamentario la forma distinti-
vamente moderna de gobierno: "Un Gobierno Parlamentario es esencialmente
un Gobierno por discusión; mediante la oratoria y la escritura se va formando
una op1n1on pública que decide toda acción y toda pol.ítica". 47 En el sistema
inglés, caracterizado por la fusión antes que por la separación de los poderes, el
Parlamento ejercía un poder real y por tanto podía jugar un papel clave al no
meramente reflejar, sino formar y liderar la opinión pública. 48 En un importante
libro reciente, Nadia Urbinati ha sostenido convincentemente que la delibera-
ción y la discusión se encuentran en el centro mismo del modelo de John Stuart
Mi!l para el gobierno representativo: "Él no veía al gobierno representativo como
un conjunto de instituciones clise.fiadas para limitar el elemento democrático. De
hecho, se enfocaba primordialmente en el papel, composición y estilo discursivo
del espacio deliberativo y su relación con la ciudadanía, y exaltaba además la
función de aprendizaje de la discusión en el debate público y reiterado". 49 Por
ejemplo, Mill estaba ansioso por asegurar la representación de las minorías -lo
que le llevó a considerar la idea de votos plurales para los más educados, pero
que eventualmente le llevó a apoyar el plan de representación proporcional de
Thomas Hare. Sin embargo, sería claramente erróneo ver en esto la expresión de
instintos antidemocráticos. Más bien, él entendió que la diversidad de opinión
en el Parlamento era un prerrequisito para un debate abierto y educativo: por
tanto, no era necesario que las minorías estuvieran sobrerrepresentadas, pero sí
era esencial que tuvieran una representación acorde con sus números y ser, por
ende, escuchadas. 50
El segundo principio -que el buen gobierno importa a lo menos lo mismo
que las formas constitucionales- conduce nuestra atención a la difundida fe li-
beral en la posibilidad de una "ciencia de la política''. 51 Esto se puso de moda a
principios del siglo XIX, como resultado de la Revolución Francesa: la objetivi-
dad científica y la prudencia históricamente informada servían a los liberales post
revolucionarios como un antídoto contra la voluntad democrática y la pasión
revolucionaria. "La noble ciencia de la política", declaró Macaulay, era, de todas
las ciencias, "la más importante para el bienestar de las naciones"; en tanto que
en Francia Alexis de Tocqueville precedió su gran obra Democracy in America
con la afirmación de que "se necesita una nueva ciencia política para un mundo
47
Walrcr Bagehot, "\'ifhy an English Liberal may look withour Disapproval on the Progress ofimpe-
rialism in France" [1874], en Norman St. John Srevas, ed., Bagehot's Historical Essays (Londres: Dobson,
1971), p. 448.
48
Sobre Bagehot, véase Janes, Vlctorian Political Thought, pp. 66-72.
49
Nadia Urbinati, Mill on Democracy: From the Athenian Polis to Representative Government (Chicago:
University ofChicago Press, 2002), p. 3.
'º Urbinati, Mil! on Democracy, pp. 77-78.
51 He discutido este tema con mayor detalle en H.S. Jones, "Theorics of State and Society: The Science
51
Resella de Maeaulay al Esay on Governmentde Mili, reimpreso en Jack Livelyy John Rees, eds., Uti-
litarian Logic and Politics: james Mil!'s "Essay on GOvernrnent''. Macaulay's Critique, and the Ensuing Debate
(Oxford: Clarendon, 1978), p. 128; Alexis de ]Ocqueville, De la Démocratie en Amérique (París: Gosselin,
1835), cap. l, p. 11.
:'i:! Madame de Stael, Des circonstances actuelles qui peuvent terminer la Révolution et des principes qui
doivent fonder la République en France, J. Viénor, ed. (París: n.p., 1906), pp. 89-95 y 183-211.
5
" Rosanvallon, Le Moment Guizot, pp. 232, 223.
EL LIBERALISMO EUROPEO EN EL SIGLO XIX 59
Los historiadores han resistido con razón la reificación de las ideologías como el
liberalismo. No hay ideología que tenga una esencia más allá de la historia, porque
si así fuera no podría evolucionar legítimamente para enfrentar nuevos desafíos.
La fortaleza de una ideología no radica en la rigidez de su doctrina, sino en la
posesión de un arsenal de armas conceptuales que puedan utilizarse de diferente
manera en diferentes circunstancias. Michael Freeden, en una obra fundamental,
5
" Sigo el reportaje del 1he Times, 2 de junio, 1865.
56 Sobre esto, véase Lawrence Goldman, Science, Refarm and Politics in Victorian Britain: 7he Social
Science Association, 1857-1886 (Can1bridge: Cambridge University Press, 2002); y en versión más breve,
"The Social Science Association, 1857-1886: A Context fot Mid-Victorian Liberalism", Eng/ish Historical
Review, 101 (1986), pp. 95-134.
60 LIBERALISMO Y PODER
57
Mi ch ad Freeden, ldeologies and Political 1heory: A Conceptual Approach (Oxford: Clarendon, 1996),
p. !42.
58
Véase J.E.S. Hayward, '"Solidarity' and rhe Reformist Sociology of A!fred Fouillée", American]our-
nal ofEconomics and Sociology, 22 (1963), pp. 205-222 y 303-312.
EL LIBERALISMO EUROPEO EN EL SIGLO XIX 61