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Sin embargo, las Parcas habían decretado que este niño alcanzaría una
vigorosa vejez. Un pastor corintio lo encontró, le puso por nombre Edipo,
porque tenía los pies deformados por la herida del clavo, y se lo llevó a Corinto.
Allí reinaba por aquel entonces el rey Pólibo y como no tenía hijos, se alegró de
poder criar, a Edipo como si fuera un hijo propio.
—¡Tanto peor para ti! —exclamó Layo y ordenó a su auriga Polifontes que
siguiera adelante. Una de las ruedas magulló el pie de Edipo y llevado por la
cólera, dio muerte a Polifontes con su lanza. Luego arrojó a Layo a la carretera
donde cayó enredado en las riendas, y arreó a latigazos a las caballerías,
haciéndolo morir arrastrado. El rey de Plateas tuvo que enterrar ambos
cuerpos.
Layo se estaba dirigiendo al oráculo, para preguntar qué debía hacer para
librar a Tebas de la Esfinge. Este monstruo, con cabeza de mujer, cuerpo de
león, cola de serpiente y alas de águila, había volado hasta Tebas desde el
punto más lejano de Etiopía. Hera la había enviado recientemente para
castigar la ciudad de Tebas porque Layo había raptado al niño Crisipo.
Habiéndose establecido cerca de la ciudad, la Esfinge proponía a todos los
caminantes tebanos este acertijo que le habían enseñado las Tres Musas:
—¿Cuál es el ser, con una sola voz, que tiene a veces dos pies, otras tres,
otras cuatro, y que es más débil cuantos más tiene?
Entonces cayó una peste sobre Tebas, y el oráculo délfico, al ser nuevamente
consultado, respondió:
Ahora cesará la peste. Pero los dioses habían pensado en otra persona, en
alguien que ha matado a su padre y se ha casado con su madre. Sabed, reina
Yocasta, ¡que se trata de vuestro esposo Edipo!
Al principio, nadie quiso creer a Tiresias, pero pronto sus palabras quedaron
confirmadas por una carta enviada por Peribea desde Corinto. Escribió
diciendo que la súbita muerte del rey Pólibo le permitía ahora revelar las
circunstancias de la adopción de Edipo. Yocasta, llena de vergüenza y dolor,
se ahorcó, mientras que Edipo se cegó con un alfiler que sacó de su vestido.
1-Reconoce en el mito:
a) Personajes
b) Espacio y tiempo en el que se desarrolla cada relato.
c) En el relato se incluyen diálogos entre personajes. ¿Están redactados en
estilo directo o indirecto?. Justifica tu respuesta. Ahora escribe el diálogo de
forma contraria (si está en directo en indirecto o al contrario)
d) Relaciona los siguientes temas con su configuración en el argumento del
texto: Incesto, parricidio, héroe, ceguera, destino
En este enlace puedes ver el estado actual del mejor teatro de la antigua
Grecia, el de Epidauro: https://goo.gl/maps/9FK4tQpA7gNYxX3a6
Volviendo a Sófocles, a continuación leeremos tres fragmentos de su obra
“Edipo, Rey”, pero antes contesta a las siguientes cuestiones ayudándote del
libro de texto (páginas 190 y 191):
EDIPO.- Mujer, ¿sabes bien quién es al que hace poco mandamos buscar?
¿Se refiere este al mismo?
YOCASTA.- ¿Y qué? ¿De qué habla? No le hagas caso y de lo que ha dicho ni
te acuerdes: son necedades.
EDIPO.- No puede ser. Con señales así, no voy a dejar de aclarar mi origen.
YOCASTA.- ¡No, por lo dioses! Si algo te importa tu vida, no averigües eso:
basta con que padezca yo.
EDIPO.- No te preocupes, que no será menos noble porque yo resulte hijo de
tres generaciones de esclavas.
YOCASTA.- Hazme caso, te lo suplico, no lo hagas.
EDIPO.- No me pidas que te haga caso, no hasta que quede esto en claro.
YOCASTA.- Sé muy bien lo que es mejor para ti, por eso hablo.
EDIPO.- "Lo mejor", eso ya lleva un tiempo siéndome una carga.
YOCASTA.- Desgraciado, ojalá nunca sepas quién eres.
EDIPO.- ¿Me va a traer ya alguien aquí a ese pastor? A esta dejadla que siga
jactándose de su rica estirpe.
YOCASTA.- ay, ay, desdichado, que sólo puedo darte es nombre, ya ningún
otro más.
CORO (CORIFEO).- ¿Por qué, Edipo, tu esposa se ha marchado agitada por
una angustia tan violenta? Tengo miedo, no vayan a estallar los males después
de este silencio.
EDIPO.- ¡Que estalle lo que tenga que estallar! Que yo quiero saber mi origen,
por humilde que sea. Igual ella, como mujer que es, se cree magnífica y se
avergüenza de mi mala familia. Yo me tengo por hijo de la Fortuna, la
generosa, y no voy a renegar de esto. Ella es quien me dio la vida; los meses
son mi familia y ellos marcaron mi humildad y mi grandeza. Con un origen así,
no voy ahora a convertirme en algo distinto y renunciar a que se conozca mi
linaje.