Luisanrro,+1411 5712 1 CE
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Dialéctica de la
secularización. Sobre
la razón y la religión 349
DAíkaion
ño 22, ISSN
- Núm0120-8942,
. 17 - Chía, CAolombia
ño 22 - -ND
úm . 17 - 349-353
iciembre 2008 - Chía, Colombia - Diciembre 2008
Díkaion - ISSN 0120-8942
Ya desde finales de 2001, había identificado este tipo de sociedades como las
“postseculares”, término con el cual se refería a las sociedades pluralistas que
autónomamente se han dotado de un Estado neutral respecto de las distintas cos-
movisiones a las que se adhieren sus ciudadanos, aclarando el modo como han
de convivir y cooperar los ciudadanos creyentes y no creyentes.
La clave está, según Habermas (que creo no han encontrado sus neófitos segui-
dores de algunos despachos de la Corte Constitucional colombiana), en que en los
debates públicos que afecten a las creencias religiosas de un sector de la ciuda-
danía, el Estado habría de mantenerse equidistante, sin prejuzgar a favor de una
u otra parte. De hecho, esa equidistancia no se ha respetado plenamente, como
350 el mismo Habermas lo ha advertido, ya que hasta ahora, los ciudadanos que pro-
Dialéctica de la secularización. Sobre la razón y la religión
fesan una fe religiosa, como la católica, son los únicos a los que el Estado liberal
(entiéndase incluidas decisiones de la Corte Constitucional) ha exigido que ten-
gan, por un lado, una identidad pública y, por otro, una privada en lo que a su
conciencia se refiere.
Lo ideal sería para Habermas que los ciudadanos no se contentasen con una de-
mocracia meramente formal, sino que configurasen una razón pública ilustrada
en contra de las tendencias despolitizadoras e individualistas que se viven cada
día. Lo más diciente sobre el tema es que el propio Habermas que se ha hecho oír
en debates de bioética, de política, de la guerra de Irak, etc., ha dicho: “No debe
olvidarse que ser ciudadano comporta ser colegislador, y por tanto participar en
la constante tarea de interpretar el sentido de la constitución del Estado al que
uno pertenece”.
Pasa luego a explicar el liberalismo político, que defiende en la figura especial del
“republicanismo kantiano”, entendido como una justificación no religiosa y pos-
metafísica de los principios normativos del Estado constitucional democrático,
que desarrolla ampliamente en su ponencia hasta llegar a la pregunta ¿Cómo se
reproduce la solidaridad ciudadana?, que se contesta con que para ello parte de
la base de que la constitución del Estado liberal tiene la suficiente capacidad para
defender la legitimación del mismo recurriendo a argumentos independientes de
la tradición religiosa y metafísica.
En un Estado democrático de derecho una ley que hiciera del derecho al voto una
obligación sería en cualquier caso un elemento tan extraño como una solidaridad
impuesta por la ley. A los ciudadanos de una comunidad liberal sólo puede super-
ponérseles una disponibilidad para responder en caso necesario de conciudadanos
extraños, que además permanecerán en el anonimato, así como la disponibilidad
para asumir sacrificios por el bien común.
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Núm.0120-8942,
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movisiva” del poder estatal, que debe garantizar las mismas libertades éticas para
todos los ciudadanos y por tanto “Los ciudadanos secularizados, en cuanto que
actúan en su papel de ciudadanos del Estado, no pueden negar por principio a
los conceptos religiosos su potencial de verdad, ni pueden negar a los conciuda
danos creyentes su derecho a realizar aportaciones en lenguaje religioso a las
discusiones públicas”.
Es sin embargo muy importante ver cómo Ratzinger aborda el tema de “Poder y
derecho”, manifestando como tarea concreta de la política poner el poder bajo el
escudo del derecho y regular así su recto uso. “No debe tener vigencia el derecho
del más fuerte, sino más bien la fuerza del derecho”.
Frase sabia, pues Ratzinger refuerza que el poder ejercido en orden al derecho y a
su servicio está en las antípodas de la violencia, entendida como poder sin derecho
y opuesto a él. “De ahí que sea importante para cada sociedad que el derecho y su
ordenamiento estén por encima de toda sospecha, porque sólo así puede deste-
rrarse la arbitrariedad y se puede vivir la libertad como libertad compartida”.
Continúa con las nuevas formas de poder y nuevas cuestiones sobre su ejercicio,
en las que expresa que cuando se trata de la relación entre poder y derecho, y
de las fuentes del derecho, hay que analizar también el fenómeno del poder en sí
mismo, aludiendo a los desafíos que brotan de las nuevas formas de poder que se
han desarrollado en la última mitad del siglo XX y hasta la actualidad.
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