El Trabajo - Entre El Sufrimiento y El Placer - Web (Wlosko&Ros)
El Trabajo - Entre El Sufrimiento y El Placer - Web (Wlosko&Ros)
El Trabajo - Entre El Sufrimiento y El Placer - Web (Wlosko&Ros)
entre el placer
y el sufrimiento
Aportes desde la Psicodinámica del Trabajo
Rectora
Dra. Ana Jaramillo
Vicerrector
Dr. Nerio Neirotti
Comité Editorial
Daniel Bozzani
Pablo Narvaja
Francisco Pestanha
Ramon Alvarez
Red de Editoriales de
Universidades Nacionales
29 de Septiembre 3901
1826 Remedios de Escalada, Lanús,
Provincia de Buenos Aires, Argentina
Tel (54 11) 5533 5600 int. 5727
[email protected]
www.unla.edu.ar/public
EL TRABAJO
entre el placer
y el sufrimiento
Aportes desde la Psicodinámica del Trabajo
ISBN 978-987-4937-22-3
CDD 306.361
ISBN 978-987-4937-22-3
Impreso en Argentina
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723
Prohibida la reproducción sin la expresa autorización por escrito.
© Ediciones de la UNLa
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Indice
Prólogo 9
Introducción
Miriam Wlosko 23
Autores 253
Prólogo
A fines del año 2005, y luego de haber tenido que dejar por unos años en
“latencia” la temática de la salud y el trabajo debido a los vaivenes sociales
y políticos de la Argentina, nos decidimos a proponer al Departamento de
Salud Comunitaria de la Universidad Nacional de Lanús la creación de un
Programa de Salud y Trabajo.
9
escuchar por primera vez cuestiones vinculadas con las problemáticas de los
trabajadores y su salud. En ese marco realizamos el trabajo de campo de las
primeras investigaciones que realizamos en torno de la salud, la salud mental
y el trabajo con trabajadores metalúrgicos y de cementerio.
Hacia fines de los años ´80 llegó a nuestras manos una fotocopia en por-
tugués del libro Trabajo y desgaste Mental de Christophe Dejours. El libro
nos sorprendió: no sólo se conceptualizaban las problemáticas de la subje-
tividad desde una perspectiva psicoanalítica, sino que además se incluían
desarrollos provenientes de las ciencias sociales del trabajo y el marxismo
constituía una referencia central de su entramado conceptual. No era algo
menor. Y no lo fue desde ese entonces.
10
fundas mutaciones que vienen sucediéndose en el mundo del trabajo desde
fines de los años setenta han generado nuevas formas de sufrir, enfermar y
morir, rediseñando así los modos en que somos atravesados por el trabajo.
Una nueva epidemia escondida –vinculada con los trastornos musculo es-
queléticos y con la categoría “atrapatodo” del “estrés”- convive con la vieja
epidemia silenciada e invisibilizada que de modo cotidiano genera miles de
accidentes, muertes y toda una serie de enfermedades prevenibles.
En función de ello, en los últimos trece años hemos llevado a cabo una se-
rie de actividades: investigaciones, cursos de formación de grado, posgrado
y extensión; asesoramiento e intervenciones en diversas organizaciones, así
como la organización de un conjunto de conferencias, eventos y encuen-
tros y la conformación de redes con colegas de Latinoamérica y del mundo.
11
ción, en la que dejaron huellas la Cátedra de Metodología de Investigación
Psicológica II a cargo de Juan Samaja, el Movimiento de salud mental de la
Argentina1 y la Medicina Social Latinoamericana2, herencias que han mar-
cado nuestro modo de entender y posicionarnos en el campo de la salud,
la subjetividad y el trabajo.
2 La Medicina Social Latinoamericana surge en los años ´70 como una corriente del
campo de la salud que cuestiona la práctica médica dominante y el carácter puramente
biológico que ésta asigna a la enfermedad. Mediante un abordaje interdisciplinario, ana-
liza los determinantes sociales de los procesos de salud-enfermedad, poniendo como eje
al proceso de producción-reproducción de la fuerza de trabajo. Se diferencia de los abor-
dajes clásicos de la salud ocupacional por el hecho de que el proceso de trabajo está en el
centro del análisis de los procesos de salud- enfermedad, y porque indaga los patrones de
desgaste que generan los procesos de trabajo en grupos sociales específicos. Apoyándose
en el Modelo Obrero Italiano, incluye el saber y la experiencia de los trabajadores acerca
de su trabajo y su padecimiento, integrándolos como sujetos activos en la producción de
conocimiento acerca del proceso salud-enfermedad. Sus principales referentes son A.C.
Laurell, M. Noriega, J. Brehil. Posteriormente la Medicina Social Latinoamericana se
continua y complementa con la corriente de Saúde Colectiva de Brasil, entre cuyos miem-
bros están N. Almeida Filho, Sonia Fleury y Edith Seligman Silva.
12
Es por ello que el rol de los y las investigadoras está siempre implicado
personal, ética, política y científicamente. Nunca hay neutralidad en cien-
cia, pero cuando se trata de la salud, los procesos subjetivos y el trabajo, la
neutralidad es imposible.
La labor investigativa que hemos venido realizando desde la creación del Pro-
grama de Salud, Subjetividad y Trabajo puede ordenarse en tres ejes: en primer
lugar, las investigaciones vinculadas con la violencia en relación al trabajo3, se-
guidamente las relacionadas con el management y la organización de trabajo4,
y más recientemente, investigaciones que se dirigen a indagar el impacto de los
despidos masivos y la precarización del trabajo en la salud y la subjetividad5.
3 Violencia Laboral en el sector salud: el caso de enfermería del sector público. (2007-
2010) bajo la dirección de Miriam Wlosko y la co-dirección de Cecilia Ros; Violencia La-
boral. Un estudio de prevalencia en distintas poblaciones laborales del sector servicios
privados (2010-2012) bajo la dirección de Miriam Wlosko y la co-dirección de Cecilia Ros.
13
En casi la totalidad de los estudios realizados hemos trabajado junto con
los y las trabajadoras y sus representantes u organizaciones sindicales, ya
sea en la elaboración del diseño de investigación, el análisis e interpretación
de resultados o en la devolución de la información obtenida.
Asimismo en todas estas investigaciones la Psicodinámica del Trabajo cons-
tituyó un fundamento teórico central, incluso aunque no se utilizara el
dispositivo de intervención/investigación específico que propone dicho
abordaje6. Esto último no sólo estuvo en relación con la academia, que
como se dijo, requiere de un tipo específico de formato investigativo; sino
también con que el hecho de que el dispositivo de investigación/interven-
ción clínica que propone la Psicodinámica del Trabajo no es fácilmente
implementable en nuestro medio7.
7 Esto puede estar en relación con diversas cuestiones: entre ellas, que en Argentina
no existe reconocimiento legal de ninguna dolencia vinculada con el impacto psíquico
del trabajo - salvo en situaciones muy específicas en las que se otorgan licencias por
“estrés” como en enfermería, psicólogos y docentes -; a que la obligación de monito-
rear las condiciones de trabajo y su relación con la salud se encuentra tercerizada y
derivada a compañías de seguros privados (ART); y a que en una porción importante
del sindicalismo y de los sectores obreros organizados más tradicionales prima una mo-
dalidad defensiva viril que suele priorizar el reclamo orientado a la mejora salarial y al
intercambio de salud por dinero, lo que conspira contra del reconocimiento y la acción
respecto del sufrimiento vinculado al trabajo.
14
En 2017, obtuvimos por concurso el financiamiento otorgado por el Pro-
grama conjunto de formación entre la Universidad Sorbonne Paris Cité
de Francia y el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) de Argentina.
Gracias a este realizamos un seminario de posgrado8 conjuntamente con la
unidad UTRPP- Unité Transversale de Recherche Psychogenèse et Psycho-
pathologie - de la Universidad de París 13. A dicho seminario, intitulado
Subjetividad y trabajo en contextos neoliberales. Efectos de la precarización, la
flexibilización y los despidos en la salud mental asistieron como profesoras in-
vitadas Pascale Molinier y Valerie Ganem de dicha universidad francesa. Asi-
mismo, y en el marco del mencionado financiamiento, hemos organizado
conjuntamente en el año 2018 un Coloquio internacional sobre Trabajo y
Subalternidades9, y un encuentro sobre Trabajo, Psicoanálisis y Política10.
15
primera visita de Christophe Dejours a la Argentina. Dicha conferencia in-
titulada “El trabajo hoy: nuevas formas de sufrimiento y nuevas formas
de acción colectiva” es el capítulo que abre este libro.
Las dos conferencias que Molinier dio en Buenos Aires: “Salud y trabajo
en trabajadores hospitalarios: cultura de la gestión/cultura del cuida-
do. ¿Una conciliación imposible?” en el año 2015, y “Salud, Trabajo y
ética del cuidado en contextos neoliberales” del año 2017 forman parte
de esta publicación.
11 En el año 2015 Miriam Wlosko asistió como profesora invitada por la UTRPP (Unité
transversale de Recherche Psychogenèse et Psychopathologie, Universidad de Paris 13) a
Paris para desarrollar una serie de actividades: entre ellas, dio una conferencia sobre Po-
líticas de memoria y trabajadores desaparecidos en la Argentina en el marco del Colloque
International Culture et Institution (12 y 13 de marzo 2015, París) posteriormente publi-
cada como “Les politiques de la mémoire et les travailleurs disparus durant la dictature en
Argentine” en la Revue Travailler 2016/2 (n° 36, pags 173-188); una conferencia sobre
“Violences et abus dans les activités de service en Argentine” (Violencias y abuso en las
actividades de servicio en Argentina) dirigida a estudiantes de posgrado de la Universidad
de París 13 (19 marzo 2015), y realizó una presentación sobre “La investigación en salud
mental y trabajo en la Argentina: Consideraciones e interrogantes en torno de la Psico-
dinámica del Trabajo a partir de experiencias de investigación” que se llevó a cabo en el
marco del Simposio Psychodynamique du travail et clinique de l’activité: Questions de
méthodes. Échanges France, Argentine, Brésil, organizado por l’UTRPP (Unité transver-
sale de Recherche Psychogenèse et Psychopathologie, Universidad de Paris 13).
Ese mismo año realizamos una entrevista a Pascale Molinier que fue publicada en la revista
Salud Colectiva: “El trabajo del cuidado en el sector salud desde la psicodinámica del traba-
jo y la perspectiva del care: Entrevista a Pascale Molinier” (Disponible en http://www.scie-
lo.org.ar/scielo.php? script=sci_ issuetoc&pid=1851-826520150003&lng=es&nrm=iso).
Además de la conferencia que aquí se publica, en septiembre 2017 se llevó a cabo un en-
cuentro de Pascale Molinier con psicólogos y psicoanalistas en la sede de la Escuela Argen-
tina de Psicoterapia para Graduados, evento organizado por el Programa de Salud, Subje-
tividad y Trabajo en colaboración con dicha institución y con el Colegio de Psicoanalistas.
16
Este libro pretende ser una presentación del modo en que la Psicodinámica
del Trabajo comprende las relaciones entre salud, subjetividad y trabajo.
Ha sido pensado para que cualquier persona interesada en las cuestiones
relativas al trabajo, la salud y la subjetividad, pueda introducirse en la pers-
pectiva mediante la que la Psicodinámica del trabajo aborda estas cuestio-
nes. Asimismo, puede ser de interés para profesionales y académicos que
ejerzan su labor desde distintas disciplinas y prácticas.
17
en cascada como las estrategias globalizadas que se encuentran en la base
del nuevo perfil epidemiológico.
Finalmente, plantea el desafío que deben enfrentar las formas de la acción
colectiva en el actual contexto de transformación de la organización del
trabajo, a partir de la instalación de la soledad, la destrucción de la convi-
vencia, la solidaridad y el vivir juntos en el mundo del trabajo.
18
La conferencia “Salud y trabajo en trabajadores hospitalarios: cultura
de la gestión, cultura del cuidado, ¿una conciliación imposible?” que
Pascale Molinier dió en Buenos Aires en el año 2014, analiza el conflicto
existente entre el trabajo de cuidado y la cultura de la gestión, en particular
en el ámbito hospitalario.
Comienza caracterizando la perspectiva del care para luego describir las
implicancias que tienen las modalidades que asume la gestión managerial
en el actual contexto neoliberal sobre el trabajo en salud. Analiza el modo
en que las formas específicas de la gestión y evaluación en el ámbito de
los servicios públicos choca con la condición de inestimable -intrínseca al
trabajo de cuidado-, así como la vulnerabilidad que lo caracteriza. Ubicán-
dose en lo que se denomina la Psicodinámica del cuidado, Molinier identi-
fica los efectos de esta confrontación en los que llevan a cabo el trabajo del
cuidado, caracterizando estrategias defensivas específicas para afrontar el
sufrimiento. La conferencia finaliza con una propuesta: la ética del cuidado
como alternativa al dispositivo del management neoliberal.
19
Es por tanto, una ética ligada al estatuto de dominado/ a y/o a quienes realizan
actividades de servicio en relación con el cuidado de otros, comenzando por el
trabajo doméstico. El care, por ello, efecto de una posición social subalterna.
No es posible pensar al cuidado fuera de las relaciones de dominación: tanto
entre hombres y mujeres como entre clases y razas. Es la relación social de
dominación la que define y configura al trabajo de cuidado como trabajo sub-
alterno y lo que lo hace difícilmente disociable del racismo y del colonialismo.
En síntesis, la conceptualización desplegada Por Molinier y Legarreta abre
la posibilidad teórica y política de articular el trabajo de cuidado con la
ética del cuidado.
20
En el capítulo “Sólo el trabajo rentable es evaluado”, Valerie Ganem
reflexiona sobre las dificultades que conlleva la evaluación del trabajo. En
momentos en que la misma se instala como un requisito central para la
gerencia, se vuelve necesario interrogar qué es lo que se evalúa del trabajo.
La autora revisa las conceptualizaciones de Marx (Economía) y de Wisner
(Ergonomía) para llegar a Dejours (Psicodinámica del trabajo) y, a partir
de allí, distinguir la evaluación de los resultados del trabajo, de la evalua-
ción del trabajo real. A partir de dos intervenciones Psicodinámicas rea-
lizadas en establecimientos y sectores distintos -un hospital público y un
banco privado- analiza los métodos puestos en práctica en ambos contex-
tos laborales, para luego describir los dispositivos de evaluación vigentes y
su incapacidad para tomar en consideración las actividades no valorizables.
21
Introducción
Miriam Wlosko
Estas páginas tienen como propósito ofrecer una mirada panorámica respec-
to de algunos de los tópicos desarrollados por la Psicodinámica del Trabajo.
23
Creada en los años ´80 por el psiquiatra y psicoanalista francés Christophe
Dejours1, parte de la idea de que el trabajo constituye el escenario privilegiado
de la mediación entre el campo social y la economía psíquica (Dejours, 1990).
En la teoría del Trabajo Vivo elaborada por Dejours (2012, 2013) se sostiene la
tesis de la doble centralidad del trabajo: centralidad de la sexualidad –concebida
en el sentido psicoanalítico del término-, y la centralidad política del trabajo.
La primera supone posicionarse en relación al psiquismo, concibiendo un
sujeto psíquico escindido, sexuado y por tanto, deseante; mientras que la
tesis de la centralidad política sostiene que el trabajo posee un papel deter-
minante en la elaboración de las relaciones de civilidad que permiten a los
individuos vivir y actuar juntos.
24
Por tanto, en la teoria dejouriana, el trabajo ocupa un lugar central tanto
en la construcción de la subjetividad singular como en la de los vínculos
sociales, y tiene un poder que no ha sido lo suficientemente apreciado: el
de ser un operador central en las relaciones entre los seres humanos y en la
construcción de subjetividad (Dejours, 2012, 2013; Wlosko, 2012).
25
parte, la resistencia que le opone lo real del mundo (el objeto, la materia, las
herramientas, las técnicas o procedimientos, etc.); por otra, la resistencia pro-
veniente de nuestra propia subjetividad, es decir, la que emerge de lo real del
inconsciente. En relación con esto último, el trabajo puede, en efecto, con-
frontar al sujeto con la impotencia de actuar sobre sí, llevándolo al encuentro
de sus errores, inhibiciones y repeticiones, constituyendo por lo mismo una
oportunidad para descubrir sus propias resistencias subjetivas.
En los años 80´ Dejours (1980) describió las estrategias e ideologías colec-
tivas de defensa. Así, por ejemplo, en el oficio de la construcción -en el que
es frecuente afrontar riesgos reales relativos a la integridad física–, para po-
der seguir realizando sus tareas, los trabajadores ponen en práctica estrate-
gias que consisten esencialmente, en actuar sobre la percepción del riesgo:
el miedo es transformado o escenificado colectivamente mediante juegos
de desafío al peligro realmente existente por medio de pruebas de coraje.
Para ser eficaces, estas estrategias colectivas de defensa deben alejar cual-
quier alusión al miedo. Negarse a participar de dichas pruebas de coraje o
adoptar conductas timoratas suele ser decodificado en el seno de colectivos
laborales viriles como conductas propias de “mujeres” o de “maricones”.
Hacia fines de los años 80´ la Psicodinámica del Trabajo llevó a cabo una
relectura de sus primeras construcciones teóricas vinculadas a las ideologías
colectivas de defensa, las que habían sido elaboradas de modo genérica-
mente “neutro” y en relación con oficios masculinos.
26
tiempo que cambian constantemente y son asimismo relaciones de poder y
dominación inseparables de las relaciones de clase: entre relaciones sociales
de sexo y relaciones de clase se postula una co-extensividad (Hirata y Ker-
goat, 2005; Wlosko 2010)2.
Los colectivos constituidos por hombres se defienden del miedo o del su-
frimiento psíquico y moral mediante la construcción de estrategias colecti-
vas de defensa centradas en la denegación de la vulnerabilidad (un hombre
“verdadero” no tiene miedo, no tiene “crisis psicológicas”), así como en
el desprecio a la vulnerabilidad de los otros (Dejours 1998, 2002, 2006;
Molinier, 2002; 2004 a, 2994 b, 2005 a, 2005 b).
27
Es preciso señalar que las nociones de virilidad y mujeridad no se refieren
a la “naturaleza” de las mujeres o de los hombres sino a la arbitrariedad de
la división social y sexual del trabajo: es en función de dicha arbitrariedad
que se generan modalidades de subjetivación específicas, lo que permite a
su vez afirmar la sexuación de las estrategias defensivas vinculadas al traba-
jo (Moliner, 2004a, 2005).
Así, los cuidados que llevan a cabo las enfermeras requieren el aprendizaje de
saberes técnicos y actitudinales que implican poder trabajar con la vulnera-
28
bilidad y el sufrimiento de otro. Se trata de saberes que, lejos de depender de
cualidades naturales y/o sexuadas femeninas, se obtienen en y por el trabajo.
Si quienes realizan trabajos de cuidado adoptaran estrategias defensivas viri-
les negando la propia vulnerabilidad o evitando el sufrimiento de las perso-
nas a las que cuidan, no podrían realizar su trabajo, o lo harían mal.
Las investigaciones en psicodinámica del trabajo realizadas con enfermeras,
auxiliares y cuidadoras muestran que éstas ponen en práctica estrategias de-
fensivas cuya estructura es diferente a las estrategias viriles, no solo en lo
relativo a su relación con el saber y el dominio, sino también respecto de su
relación con lo real del trabajo: tanto el fracaso como la falla son elaboradas
de modo diferente (Dejours, 1998: 106; Moliner 2002, 2004, 2005, 2013).
29
producción y reproducción, salario y familia, clase social y sexo social de-
vienen por tanto, categorías inseparables.
Es por ello que no es posible pensar al care fuera de las relaciones de domi-
nación. No solo aquellas que involucran relaciones entre hombres y mu-
jeres, sino también las relaciones de dominación de clase y de raza (…).
La relación social de dominación define y constituye al trabajo de cuidado
como trabajo subordinado, subordinación de la que forman parte las rela-
30
ciones de norte-sur, indisociables del racismo y el colonialismo. (Molinier
y Legarreta 2018).
Ahora, bien, a estas resistencias es preciso sumar una tercera vinculada con
las relaciones sociales de dominación. Como es obvio, un enfoque que se
limitara a indagar la relación entre trabajo y sujeto singular sería insuficien-
te: para la Psicodinámica es indispensable sumar la esfera de la cooperación
en el trabajo. Es en ésta última en la que se constituyen los lazos vincula-
dos con el hacer, los que no sólo están poseen relación con la eficacia sino
también, y fundamentalmente, con creación de normas de convivencia en
el trabajo. Lejos de ser puramente instrumentales, los lazos de cooperación
implican la creación de valores comunes y de aprendizajes vinculados con
el debate, la deliberación colectiva y la participación.Constituyen por tan-
to, lazos de civismo que se logran mediante un hacer deóntico.
Es este último el que permite afirmar que el trabajo tiene una potencia pacifi-
cadora fundamental para la civilización: los lazos que se construyen en su seno
logran de algún modo, conjurar las derivas de la economía libidinal, haciendo
posible la coexistencia de los egoísmos e intereses individuales (Dejours, 2013).
Es mediante la construcción de lazos de cooperación regulados por un ha-
cer deóntico que el trabajo posibilitaría la morigeración del goce y limitaría
las derivas violentas.
31
entre trabajo y civilización una teoría del trabajo civilizatorio en el sentido
del Kulturarbeit freudiano en la que el trabajo posee un rol central respecto
del desarrollo de la civilización5.
Existen, como es sabido, diversas perspectivas que abordan las relaciones en-
tre trabajo y aspectos psicológicos y sociales. Estas no sólo tienen diferentes
fundamentos teórico-conceptuales y metodológicos, distintos objetos de es-
tudio y focos de aplicación; sino que implican diferentes consecuencias para
la acción y la transformación organizacional y política del trabajo.
Aunque no es este el espacio para ahondar en dichas diferencias, creemos
que puede ser útil hacer algunas puntualizaciones que permitan distinguir
la Psicodinámica del Trabajo del abordaje de los Riesgos Psicosociales en
el trabajo (RPST), dada la creciente presencia que ésta ultima perspectiva
viene adquiriendo en medios académicos, sindicales y empresariales.
32
Como se desprende de lo desarrollado en páginas precedentes, la Psicodi-
námica del Trabajo se sustenta en una concepción dinámica del psiquismo
que, fundada en la perspectiva psicoanalítica, se diferencia de perspectivas
que abordan la relación entre salud mental y trabajo desde las teorías del
estrés. Tal como como lo desarrolla C. Dejours en este mismo volumen, no
se trata solo de un problema teórico sino también –y principalmente- de
un asunto con importantes implicancias político prácticas.
33
sustentada en una concepción psicoanalítica, concibe psiquismo como di-
námico y conflictivo, y al sujeto psíquico como clivado, pulsional, y singu-
lar. Es solo en función de estas asunciones de base que adquieren sentido
nociones tales como sufrimiento psíquico y defensas colectivas de trabajo. Por
su parte, el abordaje de los RPST concibe a al psiquismo al modo de una
“caja negra”, en filiación directa con la noción de estrés.
Estrés y sufrimiento son conceptos que envían a objetos y corrientes dis-
ciplinarias distintas: para la Psicodinámica las situaciones de trabajo y las
vivencias que se les asocian no pueden reducirse a una serie “riesgos” (para
la productividad, la seguridad o la imagen corporativa) recolectados me-
diante indicadores discretos”(Wlosko, 2015:419). Si se parte de la idea
de que el sujeto es afectado por lo que hace (Molinier y Flottes, 2012:16),
el modelo de atribución clásica riesgo/efecto es desde la óptica de la Psi-
codinámica del trabajo, inadecuado para pensar la las relaciones que se
entretejen entre subjetividad, salud y trabajo: los individuos reaccionan de
manera diferente a situaciones similares y viceversa.
5. El recurso a la terminología del estrés no es inocuo: para Dejours consti-
tuye un medio de la dominación en el trabajo dado que vehiculiza un mo-
delo de ser humano y una fraseología simplistas por medio de las cuales los
agentes renuncian a pensarse a sí mismos como sujetos consintiendo defen-
sivamente en dejar de lado la actividad de pensamiento (Dejours, 2006 b).
6. Un último elemento que diferencia a estos abordajes se refiere al lugar
que asume la participación de los y las trabajadoras en la metodología de
investigación e intervención propuestas por cada uno de los abordajes que
pretenden comprender la generación de sufrimiento, malestar o daño en
relación con el trabajo y transformarlo.
La noción de Ideologías colectivas de defensa antes desarrollada, deja en
evidencia que los modos de construcción de los riesgos no son obvios. Así,
mientras para el abordaje de los RPST los riesgos provienen del exterior y
actúan sobre individuos de algún modo “pasivos”, para la Psicodinámica
del Trabajo es imposible concebir la construcción de riesgos sin integrar las
defensas que individuos y colectivos oponen a los mismos. Por ello, para la
Psicodinámica es preciso operar mediante un dispositivo que es a un tiem-
po de investigación e intervención, y que a diferencia de los cuestionarios
(y de la contratación de expertos y consultores para aplicarlos), pone el
foco en la circulación de la palabra entre quienes trabajan, en el sentido
34
que estos dan a la situación de trabajo y en los modos individuales y colec-
tivos que se ponen en práctica para defenderse del sufrimiento.
35
Por su parte, la responsabilización por el propio destino, -característica cen-
tral del emprendedor meritocrático asumido como empresario de sí- no
solo requiere de un individuo capaz de desplegar una diposición e ini-
ciativa continuas, sino que además debe desplegar habilidades sociales y
emocionales, trabajar en equipo, ser polivalente e invertir en su constante
actualización para estar “a la altura” de las cambiantes circunstancias labo-
rales y, así acrecentar su empleabilidad. Se trata de conjurar el peligro del
paria expulsado del mercado que acecha a todos y cada uno. La responsa-
bilización –contracara del discurso paradójico de la autonomía propio de la
racionalidad neoliberal- constituye por tanto un mecanismo de inscripción
subjetiva de la dominación que está en el origen de la exigencia generali-
zada de implicación de los individuos (Martucelli, 2004; Wlosko, 2015).
36
el trabajo se debilitan o desaparecen, y este borramiento deja un vacío que
es ocupado por el miedo y la desconfianza entre individuos.
Para Dejours, es la desestructuración de la vida en conjunto la que contri-
buye al aumento de las patologías de la soledad a la desolación (Dejours,
2006 a, 2006 b, 2013, 2015).
6 Entre las encuestas que producen datos sistemáticos, cabe destacar a las Encuesta Euro-
pea de Condiciones de trabajo que se realiza cada cinco años desde 2005 y que da cuenta
de incremento de la prevalencia de estas problemáticas, específicamente de las vinculadas
al “estrés ocupacional”. Ver https:// www.eurofound.europa.eu/es/surveys/european-wor-
king-conditions-surveys y https://www.eurofound.europa.eu/es/surveys/european-wor-
king-conditions-surveys/sixth-european-working-conditions-survey-2015
37
décadas: en primer lugar, los relativos a la sobrecarga e intensificación del
trabajo, estrechamente vinculados con las afecciones músculo-esqueléticas,
el burnout y la muerte súbita por accidente cerebro-vascular o cardíaco; y
en segundo lugar los problemas derivados de los fenómenos de violencia
y acoso laboral y sus derivas: cuadros de estrés postraumático, cuadros an-
siosos y depresivos y suicidios vinculados con el trabajo (Dejours, 2007,
Dejours y Begue, 2009; Wlosko 2014).
Ahora bien, el momento actual nos confronta a una mutación que no sólo
involucra a los diversos mundos del trabajo, sino que abarca al sistema ca-
pitalista en su totalidad, develando día a día la verdad última racionalidad
neoliberal: en el límite, esta muestra ser incompatible con democracia.
Asistimos en los últimos tiempos al ascenso de poderes que se caracterizan
por una combinatoria de autoritarismo político y neoliberalismo econó-
mico que van configurando un escenario en el que los pactos democráticos
parecen entrar en un acelerado proceso de licuefacción, vaciándose de con-
tenido y reduciéndose a meros simulacros. Pareciera de este modo que el
“estado de excepción” (Agamben, 2004) más que proceder de una fuerza
exterior, emerge desde dentro del sistema (Alemán, 2018).
38
De todo esto dan cuenta las figuras del emprendedor y del triunfador me-
ritocrático, con sus respectivos reversos encarnados en las figuras del per-
dedor, el deprimido y el deudor -o al decir de Jorge Moruno (2015)-, del
“emprendeudor”.
Sin duda, como afirma el psicoanalista argentino Jorge Alemán, la gran
innovación de la tecnología neoliberal de dominación es haber logrado
hacer coincidir el objetivo de rendimiento impuesto, con el propio deseo
de ser exitoso.
En el mundo del trabajo, esta nueva ofensiva reedita los discursos y prácticas
relativas al achicamiento del Estado y la flexibilización laboral. La instru-
mentación de campañas mediáticas que ponen sistemáticamente en juego
la culpabilización responsabilizante de quienes son expulsados del mercado
de trabajo y, más en general, de quienes que viven del trabajo; así como la
apelación constante a argumentos meritocráticos; no solo está orientada a
inocular humillación y culpa en los individuos, sino que, de modo más ge-
neral, se dirige a demonizar a las clases populares (Owen, 2012).
39
En este marco, los despidos masivos que vienen ejecutándose en la Argen-
tina constituyen una estrategia central para el disciplinamiento de los y
las trabajadoras: se trata de instalar un renunciamiento disciplinante, de fa-
bricar individuos subalternizados expulsándolos del mercado de trabajo y
forzándolos a aceptar empleos más precarios. Este proceso no sólo requiere
de la reducción de derechos sino también de la renuncia a lo que se tenía,
se esperaba y anhelaba.
En línea con los desarrollos de Axel Honneth, la teoría del Trabajo Vivo conci-
be al trabajo no solo como una herramienta de la dominación sino como una
praxis que puede ser mediadora de emancipación: por medio de la experiencia
del trabajo vivo es posible dar batalla para mantener los lazos entre trabajo,
cooperación y vida, y resistir el avance de la barbarie (Dejours, 2013).
40
Como puede apreciarse, el trabajo constituye para Dejours un problema
político mayor para la democracia. Esto se debe en gran parte al poder
multiplicador de la razón instrumental, que erosiona y degenera los proce-
dimientos democráticos, asfixiando el pensamiento ético y la acción polí-
tica. Sin embargo, el trabajo posee recursos sustanciales vinculados con la
convivencia, la construcción de solidaridad y a la formación de la voluntad
colectiva de obrar (Dejours 2013).
41
práctica democrática en statu nascendi y lo que permite pensar una vía para
la emancipación.
42
Para finalizar este libro pretende contribuir a la construcción de pensa-
miento y acción en relación con el trabajo y los trabajadores y trabajadoras,
promoviendo la generación de más y mejores preguntas y de práxis trans-
formadoras de vidas que merezcan ser vividas.
Bibliografia
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Clot, Y. y Davezies, Ph. (2011) Des accords sur le stress qui sonnent faux.
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en ligne le 01 décembre 2011, consulté le 20 novembre 2018. URL:
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47
(2012) Presentación del libro Trabajo Vivo de C. Dejours, 5 de mayo,
2012. Feria del Libro, Buenos Aires.
48
Programa de Salud y Trabajo
Universidad Nacional de Lanús
1 de noviembre 2012 / 18 hs
Auditorio Sala Carlos Carella
Bartolomé Mitre 970. CABA
Entrada libre y gratuita
Es la primera vez que vengo a vuestro país. Como primera impresión, hay
mucho interés por las cuestiones políticas. Este interés ya no existe en Europa,
sobre todo en Francia. Es un gran cambio. En otra época, la tradición sindical,
la tradición obrera, la tradición socialista era muy poderosa, pero ahora está
muy debilitada. Por motivos que seguramente vamos a discutir esta noche.
1 La revisión y edición final del texto fue realizada por Miriam Wlosko.
51
se pueden plantear problemas políticos, los cuales, aunque no constituyen
los problemas tradicionales de la política, son, sin embargo, absolutamente
fundamentales hoy día, si queremos luchar de manera racional contra la
evolución del capitalismo, sobre todo a partir del giro neoliberal.
52
jo2. Nos anuncian que el trabajo debe ser reemplazado por máquinas, por
robots, la informática, la inteligencia artificial.
Por otro lado, y al mismo tiempo, somos testigos de una explosión de las
llamadas “patologías de sobrecarga”. Una de esas enfermedades que ustedes
conocen bien, son los trastornos músculo esqueléticos.
En Francia, hubo una explosión de este tipo de cuadros: para darles una
idea, cerca de quinientas mil personas están actualmente siendo indem-
nizadas por trastornos músculoesqueléticos en Francia. Lo mismo ocurre
en otros en países vecinos de la Unión Europea, pero también en Estados
Unidos o Australia. La más importante de las patologías de la sobrecarga
son los trastornos músculo-esqueléticos.
2 Nota del editor: En los años 80 del siglo pasado se produjo un debate en torno al
“fin del trabajo” en el que se plantearon diversas tesis vinculadas con la tendencia a la
desaparición del trabajo y de la clase obrera. Algunas de dichas tesis argumentaban que
esto se debía a la revolución tecnológica, otras sostenían que el “fin del trabajo” debía
ser entendido como el fin de la centralidad del trabajo en el conjunto de las relaciones
sociales y, particularmente, en la conformación de identidades colectivas, mientras que
otros afirmaban que la pérdida de centralidad del trabajo estaba en relación con su
función en la generación de valor. Por último algunos sostenían que la crisis del trabajo
era resultado de la derrota de la clase trabajadora durante los años ’80, lo que dio lugar
al avance de las políticas neoliberales y la reestructuración productiva a expensas de
las conquistas obreras y el debilitamiento de los sindicatos (ver De la Garza, E. (1999).
Fin del trabajo o trabajo sin fin. En Castillo, J.J. (ed.), El trabajo del futuro. Madrid:
Editorial Complutense)
53
El acoso en el trabajo, aunque se hable mucho de eso hoy día en diferentes
países, no es nuevo. Ustedes lo saben. Desde siempre, en el mundo del
trabajo hubo acoso e injusticias. Encontramos aquí un problema científico
importante. ¿Cómo hacían los trabajadores en otros tiempos para no en-
fermarse a pesar del acoso, mientras hoy día muchos no lo soportan y se
encuentran afectados por enfermedades mentales graves?
En Francia se llevó a cabo una campaña que pretendió hacer creer que los
suicidios en el trabajo son un problema exclusivamente francés. Pero eso es
totalmente falso. El suicidio en el trabajo existe en otros países; de hecho en
todos los países a los que voy se habla del suicidio en el trabajo, pero no hay
un debate sobre este tema. El único país donde se debate el tema del suicido
es en Francia. Fui a Asia el año pasado, a Taiwán, a Corea del sur y a Chi-
na. Tanto en China continental como en Japón hay muchos suicidios en el
trabajo, pero se habla de esto mucho menos de lo que se habla en Francia.
54
biológicas tales como el aumento de la frecuencia cardíaca, la presión ar-
terial, del cortisol plasmático, etc. Así se han descripto toda una serie de
variables biológicas que se modifican con el estrés, lo que sin duda, es así.
55
Otro ejemplo es la noción de vulnerabilidad psicológica, que se presenta
como la única causa verdadera de las enfermedades mentales en el trabajo.
Esto también es falso. La teoría del estrés hace caso omiso del análisis de lo
que acontece en el colectivo, de las estrategias colectivas, de las relaciones
de confianza, del respeto mutuo, de la cooperación y de la solidaridad. La
salud mental de los individuos en el mundo de trabajo depende funda-
mentalmente de los otros, y sobre todo de las relaciones de solidaridad. No
es posible abordar estas cuestiones mediante la teoría al estrés.
Dado que dichos problemas representan el tres por ciento del producto
bruto interno, estas técnicas son un verdadero negocio. Se ha conformado
un gran mercado, incluso a nivel internacional, que desde el punto de vista
patronal, tiene la ventaja de liberar a los empleadores de su responsabili-
dad, ya que no cuestiona los métodos de management, es decir, los métodos
de dirección y gestión de las empresas.
Por todo esto, es necesario pensar a partir de otras nociones. Aquí las elec-
ciones teóricas son elecciones finalmente, políticas. El discurso en torno al
carácter científico no es necesariamente bueno ni tampoco suficiente. No
es porque se diga en la universidad todo lo que se enseña es bueno. Hay
que hacer elecciones, y las elecciones las tienen también que hacer ustedes.
Yo hoy vengo a esencialmente a presentarles otra manera de pensar la rela-
ción entre trabajo y salud mental. Luego ustedes elegirán.
Síntoma y etiología
56
Por ejemplo, si a alguien le duele el estómago, el tratamiento sintomático
consiste en dar un analgésico o morfina para suprimir el dolor. Ahora bien,
si el dolor de panza es producto de una úlcera estomacal, con el analgésico
se suprime el dolor pero no suprime la úlcera. La úlcera sigue perforando
el estómago, pero como a la persona no le duele, puede morirse de una
hemorragia cataclísmica. A esto se denomina tratamiento sintomático: un
tratamiento que no toca ni cuestiona la causa. La gestión del estrés es un
tratamiento sintomatológico, no analiza ni trata la causa.
Los estudios en psicodinámica del trabajo mostraron hace tiempo que exis-
te una dupla específica entre condiciones del trabajo y el cuerpo. Las con-
diciones de trabajo son las condiciones físicas -por ejemplo, el ruido, las
vibraciones, las radiaciones ionizantes, la temperatura, etc-. Son elementos
físicos que contaminan el lugar de trabajo. También están las condiciones
químicas de trabajo, por ejemplo el polvo del carbón que afecta a los mi-
neros, los vapores que son producidos por el plomo cuando uno lo calienta
y que penetran en el organismo creando enfermedades específicas, etc. O
sea, hay condiciones físicas, condiciones químicas y condiciones biológi-
cas que a menudo son contaminantes. Es el caso de personal hospitalario,
que puede contraer el virus de la hepatitis B, el VIH u otras enfermeda-
des. Cuando hablamos de las condiciones de trabajo hacemos referencia a
aquellos elementos que tienen por objeto al cuerpo.
57
Sin embargo, ¿qué es aquello que puede dañar el funcionamiento psíquico
y la salud mental? Y más específicamente, ¿qué aspectos en relación con el
trabajo pueden afectar la identidad? Cabe recordar que la identidad es la
armadura de la salud mental.
El sufrimiento en el trabajo
58
de organización del trabajo que son nocivas para la salud mental utilizando
varios medios, tanto para proteger la salud mental como para retomar la
evolución del mundo del trabajo contemporáneo. Una de las dimensiones
de esta acción es la acción colectiva que pasa por los sindicatos, de donde
se desprende la importancia del modo en que los sindicatos piensan la
cuestión de la relación salud mental y trabajo.
59
Lenin muestran que para él el taylorismo valía como modelo para la socie-
dad. Es una gran tragedia para el mundo obrero no haber podido realizar
una crítica clara de la organización del trabajo. Un político italiano, Bruno
Tentrin, que tuvo un rol destacado en los movimientos de izquierda, escri-
bió un libro importante sobre la insuficiencia de la reflexión sindical y de
los partidos políticos de izquierda, socialistas y comunistas en lo relativo al
análisis del trabajo. No haber realizado este análisis es aceptar que hubiera
bastado con tomar el poder y reemplazar a los malos patrones y a los di-
rigentes de derecha, para que las cuestiones del trabajo mejorasen. Y esto,
definitivamente no es así. No habrá una modificación de los problemas
ligados al mundo del trabajo si tan sólo se cambia a los dirigentes, pero se
vuelve a introducir el taylorismo; aunque sea un taylorismo soviético, que
no es mejor que el taylorismo europeo, ni que el taylorismo americano.
60
eso. Quien primero insistió sobre esta cuestión fue Marx. En los escritos
filosóficos del joven Marx, más precisamente, en los Manuscritos de 18443,
hay un análisis muy profundo que luego desemboca en la crítica de la eco-
nomía política, que precisamente se refiere a que el trabajo no es medible.
Marx dice sobre el trabajo que el trabajo es individual, vivo y subjetivo.
Son términos de Marx, no de un psicoanalista. En el mejor de los casos,
la evaluación de desempeño no evalúa al trabajo sino al resultado del tra-
bajo. Pero el resultado del trabajo no es el trabajo. No hay ningún tipo
de proporción entre el resultado de trabajo y el trabajo que hay que hacer
para obtener un resultado. Si Usted trabaja en un comercio, el volumen de
ventas que realiza no es necesariamente proporcional a su trabajo. Si Usted
está en el centro de la ciudad y atiende a una clientela acomodada, traba-
jando bien puede tal vez lograr un volumen de ventas considerable. Pero
si trabaja en un barrio pobre tiene que trabajar mucho más para lograr un
volumen de ventas que probablemente será mucho más chico.
Esto es así en todos los trabajos vinculados a los de servicios. Por lo tanto,
las evaluaciones de desempeño están basadas en una falacia.
61
puesto o la amenaza de despido. Esto es muy común en el sector privado.
La evaluación se convierte entonces en una amenaza. Si su desempeño es
inferior al de su colega, Usted se encuentra bajo amenaza de ser despedido
cuando venga la próxima “limpieza” de personal. La competencia entre
quienes trabajan se vuelve muy dura y muy difícil. No me conviene que
el otro tenga éxito porque si lo tiene, eso es malo para mí. Así es como la
evaluación individualizada del desempeño pone a los empleados/as unos
contra otros. En lugar de una sana emulación se estimula la competencia
desleal. Algunos podrán retener información, otros darán falsa informa-
ción…. Hay múltiples estrategias. En Francia se las nombra mediante pa-
labras en lunfardo demasiado difíciles para traducir aquí pero son expresio-
nes que aluden a puñales clavados en la espalda, a “tacles” o “zancadillas”, a
través de las cuales uno trata de hacer que el desempeño de sus compañeros
sea menor. Esto pasa no solo a nivel de los empleados sino también en la
línea jerárquica. Cuanto más se escala en la jerarquía, las relaciones entre
directivos son más crueles y pasan más tiempo vigilándose unos a otros.
Y tienen razón, porque si no se cuidan serán empujados a error, faltarán a
reuniones importantes y la situación se les volverá en contra.
62
es un dato del nuevo mundo de trabajo y caracteriza la situación actual. Es
un verdadero estrago.
A su vez, les podría mostrar que la calidad total no existe, sólo es un ideal.
63
nunca suceden tal y como estaban previstas. Ahora bien, si Usted anuncia
un programa de calidad total y dice que los criterios de calidad total son
la condición necesaria para obtener la certificación y la autorización para
poder trabajar en el mercado, ¿qué pasa con los empleados?
En medicina, por ejemplo, hoy en día estamos teniendo que externar a los
enfermos del hospital después de pocos días porque el contrato por objeti-
vos del hospital obliga a reducir el tiempo de hospitalización. Los médicos
deben por tanto, dar el alta a los pacientes, incluso si piensan que éstos no
están en condiciones de salir del hospital. Los casos más característicos que
conozco fueron en Canadá. Les podría contar historias espeluznantes en
las cuales los médicos están obligados a obedecer a la administración, y en
caso de no hacerlo, les cortan el presupuesto de sus servicios y laboratorios
de investigación. Esa es la situación en la que nos encontramos. Y son este
tipo de cosas las que permiten a ese hospital universitario tener la estadía
64
más corta de Canadá y decir que es el mejor hospital de ese país, que tiene
calidad total y que es líder en el rubro. Esto permite a su vez que el admi-
nistrador del hospital cobre primas excepcionales, gigantescas, cuando en
realidad el trabajo médico se está degradando y la gente recibe un trata-
miento de menor calidad que el que recibía antes.
65
miento ético”. Se trata de un sufrimiento engendrado por la organización
del trabajo.
Voy a pasar por alto a la flexibilidad que es más fácil de entender, y sobre la
cual, seguramente ustedes ya tienen una idea al respecto.
66
esto ocasiona un aumento considerable de la carga del trabajo: ahora hay
cuarenta personas que recibieron el correo…
67
¿Cuáles son las nuevas formas de acción posibles en este contexto?
Porque hay que decir que este contexto es nuevo. No estoy seguro de que
sea así en Argentina, pero en Europa esto está muy avanzado. Ya es así en
el sudeste de Asia. Y sé que en Brasil por ejemplo, muchas empresas tienen
la misma evolución que en Europa. Brasil es un país en pleno crecimiento,
donde existe una nueva coyuntura que permite un debate más importante
sobre el trabajo que en Europa. Es una situación completamente nueva.
Y tengo la sensación de que aquí en Argentina, aunque sólo hace unos
días estoy aquí, los políticos se interesan más seriamente por las cuestiones
concernientes al trabajo que los de Francia, incluso más que la izquierda
francesa de hoy día.
Por ejemplo, hace cuatro o cinco años se introdujo esta modalidad de eva-
luación individualizada en el ámbito de la justicia francesa. A los dos años
comenzaron los primeros suicidios de fiscales y jueces en el lugar de tra-
bajo. Es extremadamente grave y sucede muy rápido. En dos años ya se
pueden ver las consecuencias. La cuestión de la lucha contra estas nuevas
formas de organización de trabajo exige un análisis y una determinación.
Hay que ser muy claro en este punto. Y si ustedes se atrasan, si se demoran,
van a encontrarse en una situación cercana a la situación degradada que
conocemos en Francia.
68
Es imposible comprender el éxito de esta forma de organización del trabajo
sin el apoyo brindado por la comunidad científica. La batalla científica se
juega también en torno al modelo del estrés que detallamos previamente,
que pone el acento en las variaciones comportamentales y biológicas a ni-
vel individual.
Para poder llevar adelante una acción sobre las causas del sufrimiento, los
diferentes actores, incluidos los sindicatos, deben realizar una elección tan-
to epistemológica como práctica, ya que el modelo teórico determinará
las modalidades de acción a llevar a cabo. De estas elecciones dependerá el
destino del sufrimiento de los trabajadores.
69
Aportes de la Psicodinámica del Trabajo al análisis
de la violencia laboral: análisis del caso de enfermería
Miriam Wlosko y Cecilia Ros
Introducción
71
tuvimos oportunidad de conocer de modo más profundo en investiga-
ciones posteriores que desarrollamos en el marco del Programa de Salud,
Subjetividad y Trabajo de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa).
72
tradicionales permite no obstante, el despliegue de planos de análisis vin-
culados a la organización del trabajo y el colectivo laboral sin los cuales los
procesos que están en la base de las dinámicas violentas se tornan opacos.
73
¿Se trata de un fenómeno nuevo? ¿Por qué surge como un problema de inves-
tigación relevante para las agendas de organismos internacionales y regionales,
y para la academia en este momento histórico y en esta fase del capitalismo?
74
A diferencia de estos enfoques, lo que denominamos perspectivas hermenéu-
tico-comprensivas comparten la idea de que en la base de los fenómenos de
violencia en el trabajo deben situarse las nuevas modalidades de explotación
y gestión de la fuerza de trabajo. Estas serían el terreno propicio para la ge-
neración de violencia laboral y por tanto, es preciso poner en evidencia las
condiciones socioeconómicas y organizacionales que actúan como elementos
desencadenantes del acoso en el trabajo, entre estas: la precarización del tra-
bajo, las nuevas modalidades de gestión del trabajo que llevan a la intensifica-
ción del trabajo, la individualización de las modalidades de evaluación, y las
prácticas vinculadas con la “excelencia” y la calidad total. La violencia en el
mundo del trabajo se aborda poniendo énfasis en los procesos más que en los
episodios o conductas violentas, privilegiando un acercamiento cualitativo e
interpretativo a los fenómenos en cuestión.
75
Como se mencionó, la mayor parte de las legislaciones y de los organis-
mos internacionales consideran a la violencia relacionada con el trabajo
como un fenómeno amplio, cuyas manifestaciones pueden asumir modos
diversos -atentados a la dignidad, la integridad física, sexual, psicológica o
social del trabajador o trabajadora-; y que además pueden ser resultado de
situaciones de abuso de poder mediante amenaza, intimidación, amedren-
tamiento, inequidad salarial, acoso, maltrato físico, psicológico y/o social,
trato discriminatorio, etc.
76
formación de la tolerancia a la injusticia y al sufrimiento. En este sentido, la
violencia en relación con el trabajo se vincula con un asunto clave de la teoría
de la Psicodinámica del Trabajo: el del consentimiento, esto es, la cuestión de
quienes colaboran sin estar amenazados por métodos violentos.
En efecto: ¿Cómo explicar que las personas se sometan a injusticias de las cua-
les son agentes, víctimas o testigos como si no pudieran hacer otra cosa, a pesar
de que la violencia no esté en juego?
77
Para la PDT la eclosión de la violencia en el trabajo está en directa relación
con disfuncionamientos en la cooperación en el seno de los colectivos de
trabajo, específicamente, con el empobrecimiento o la suspensión de la
actividad deóntica.
Desde esta perspectiva, las denominadas “patologías del acoso” no son algo
nuevo: lo que constituye una novedad son más bien los padecimientos y
patologías que se les asocian. La PDT considera a las patologías del acoso
como patologías de la soledad. Estas tienen como denominador común el
aislamiento y por tanto, la imposibilidad de poner en funcionamiento me-
canismos de defensa contra los efectos nocivos del sufrimiento en el trabajo
(Dejours y Gernet, 2014). Las patologías de la soledad constituyen una
forma clínica específica de alienación social en el trabajo, y se ven favoreci-
das por un tipo específico de organización de trabajo que además de tener
efectos nocivos sobre los colectivos de trabajo, tiende a desestructurarlos
78
y a marginar a quienes no se adaptan al trabajo prescripto o a quienes se
resisten a llevarlo a cabo en las formas en el que este es impuesto.
Por tanto, el aumento cuantitativo de las patologías del acoso está en re-
lación con las nuevas modalidades de dominación en el trabajo, pero no
porque exista determinación directa de estas últimas, sino porque deses-
tructuran la vida colectiva y los espacios de inteligibilidad común (De-
jours, 2007-b).
79
& Ros, 2012): también en este caso encontramos diferencias significativas
entre las definiciones de los trabajadores y la literatura académica respecto
del modo de entender a la violencia en el trabajo1.
Sin duda es difícil – por no decir imposible – indagar las dinámicas vio-
lentas en el trabajo sin tomar en consideración dimensiones centrales vin-
culadas con los procesos de trabajo, la organización y las condiciones de
trabajo, así como las características y el funcionamiento de los colectivos
laborales específicos. Es decir, no es posible comprender cabalmente la
emergencia y la eventual persistencia de dinámicas violentas en una pobla-
ción laboral específica si no se estudian en profundidad las reglas del oficio
y la cultura de esa población laboral particular.
80
Un último elemento relativo al modo en que entendemos a la violencia en
relación con el trabajo se articula con la necesidad de incorporar un nivel
de análisis vinculado con los cambios en la producción de subjetividad de
los y las trabajadoras. En función de esto, hemos elaborado una hipóte-
sis complementaria referida a la creciente visibilidad de la violencia en el
trabajo postulando la existencia de un dispositivo de producción de subje-
tividad acosada (Wlosko, 2009); una suerte de estructura de sentimiento
(Williams, 1980) que está en relación con un efecto “dador” de identidad
de las categorías de “víctima” y de “acosado” (Davezies, 2003, 2004; Wlos-
ko 2009). En efecto, el universo de sentidos y posiciones subjetivas que
designan las nociones de “violencia” y “abuso” se han convertido en un
verdadero dispositivo productor de subjetividad, una suerte de matriz iden-
tificatoria que ha calado hondo en el sentido común: cualquiera puede ser
víctima de algún “otro” representado como amenaza potencial. Se trata de
un dispositivo que decodifica los conflictos en términos de posicionamien-
tos binarios -víctimas y victimarios-, y en el que se difuminan los derechos
del trabajador y la visibilidad de la disputa capital-trabajo, cuestiones que
son reemplazadas por una nueva legitimidad moral: la de la “víctima”.
Vinculado al ethos terapéutico de las sociedades contemporáneas donde
las narrativas del sufrimiento y el victimismo son rasgos definitorios del
yo (Illouz, 2008; Ehrenberg 1998, 2003), este dispositivo opera indivi-
dualizando los conflictos y borrando sus condicionamientos económicos y
políticos mediante la psicologización / medicalización de los mismos.
81
El objeto de la profesión enfermera son los cuidados, concebidos como el
abordaje integral de la persona. A los futuros profesionales de la enfermería
se les “enseña” la importancia de la empatía, la escucha, el diálogo, el res-
peto, el apoyo, la ternura y la compasión (Marriner Tomey, 1994; Colliere,
1999). El trabajo específico de enfermería tiene relación con lo que algu-
nos autores denominan trabajo de cuidado o care (Paperman & Laugier,
2005; Paperman, 2011; Arango Gaviria y Molinier, 2011; Molinier, 2005,
2011) y que alude al cuidado de otro en el sentido del hacer.
Diversos estudios muestran que el sector salud es uno de los “más afecta-
dos” por la violencia en el trabajo, y que al interior de dicho sector, enfer-
mería es una de las profesiones más damnificadas. También hay consenso
en relación a que la violencia psicológica es mucho más frecuente que la
violencia física.
82
en menor medida- por los pares, sea por acción u omisión. (Wlosko &
Ros, 2008, Ros, 2009; Wlosko & Ros, 2012b)
Las narraciones de los y las entrevistadas dan cuenta de una gama de vio-
lencias de distinto orden en esta población laboral. En la mayor parte de
las situaciones narradas por los y las enfermeras no se trata de episodios
de agresión directa y visible, sino de modalidades de violencia que asu-
men formas más sutiles. Lejos de suponer simplemente un “acosador” y
un “acosado”, son situaciones que involucran un complejo entramado de
relaciones, tanto a nivel de los equipos como de la organización de trabajo.
83
2.1. Niveles explicativos de las dinámicas violentas
en el trabajo de enfermería
84
Por último, el nivel de análisis individual referido a las características sin-
gulares de las personas (historia vital, trayectoria laboral, características
psicológicas, etc.), que aunque no constituyó el foco específico de nuestras
investigaciones, añadimos como requisito lógico-conceptual.
85
Ahora bien, esta vinculación entre organización/gestión del trabajo y fenó-
menos de violencia en relación al trabajo no pueden en este caso, ser expli-
cados apelando a los mismos argumentos que esgrime la Psicodinámica del
Trabajo (Dejours, 1999, 2003, 2005, 2006, 2007).
¿Por qué decimos que no es posible aplicar esta argumentación en el caso es-
tudiado? Porque a diferencia de otros sectores de producción de bienes y
servicios en los que se modificaron y renovaron las modalidades de organi-
zación y gestión del trabajo, en el subsector público de salud en Argentina
de los años 90´ no se pusieron en marcha políticas específicas de corte
managerial en el período en el que se llevó a cabo el estudio. La política del
sector consistió básicamente en la reducción del gasto, lo que generó un
aumento de la precariedad (empleo no registrado, pérdida de protección
social) y de la flexibilización (de contratación, de la organización y los
tiempos de trabajo, de las remuneraciones).
86
a las características de la organización del trabajo de la enfermería hospi-
talaria, permitirían una mayor comprensión de las dinámicas violentas en
esta población laboral.
87
lidades tanto psíquicas como físicas y gestuales. Esta renuncia supone una
lucha con una parte de sí mismo, que no desaparece sin más (Dessors &
Molinier, 1998:81-82)
88
llevando de este modo a la repetición. Por último las experiencias de tram-
pa-secreto poseen un fuerte poder desmovilizador (Dessors & Molinier
1998:174-175).
89
tres funciones básicas: en primer lugar, una función de elaboración, para lo
cual es preciso que exista confianza reciproca entre los individuos que lo
constituyen. Es la confianza la que permite la libertad de palabra necesaria
para la elaboración y confrontación de experiencias. En segundo lugar, el
colectivo cumple una función de límite: el colectivo define mediante reglas
del oficio, el margen o distancia posibles respecto de las consignas prescrip-
tas por la organización de trabajo. Esta distancia es objeto de consenso en
un colectivo de trabajo dado, y cumple un papel de marco que sostiene
al individuo en su confrontación con lo que las consignas pueden tener
de inadaptadas o irrealizables. El núcleo de un colectivo de trabajo está
en relación con la confianza, la que permite establecer y reconocer límites
comunes (aunque al mismo tiempo, el colectivo solo sigue vivo si puede ser
lo suficientemente flexible como para poder recibir las invenciones de sus
miembros). En tercer lugar, el colectivo cumple una importante función
en la dinámica del reconocimiento, es decir en la validación de la tarea por el
juicio de los pares (Dejours y cols., 2005; Dejours 2007-a).
Por todo esto es que frente a las prescripciones y los reglamentos; el colec-
tivo desarrolla su propia función organizadora y normativa.
Todos los colectivos de trabajo crean reglas informales que tienen como meta
lidiar con las brechas entre trabajo prescripto y trabajo real. Las reglas del ofi-
cio organizan las relaciones de un colectivo: entre jefes y subordinados, con
otros colectivos de trabajo, con agentes de una empresa subcontratista, etc.
Son por tanto, una construcción colectiva que remite a un oficio específi-
co y que se lleva a cabo en espacios deliberativos informales. Se elaboran
entretejiendo la tradición – las reglas establecidas- con la innovación- la
producción del ingenio y la transmisión.
90
Como es obvio, la cooperación no puede ser prescripta ni determinada a
priori –lo cual sería imposible y paradójico–, en la medida en que está en
relación con la libertad de los sujetos y con la formación de una voluntad
común. La cooperación solo puede surgir de las relaciones de confianza en-
tre individuos (tanto entre colegas, como entre subordinados y jefes); a su
vez, está en relación directa con la construcción y estabilidad de las reglas
del oficio, y en estrecha relación con la dimensión deóntica, es decir, con
la construcción de acuerdos, normas y reglas que encuadran la manera de
llevar a cabo el trabajo.
A su vez, es por medio de las reglas del oficio, que un colectivo sostiene la
dimensión de la ley (lo que se debe y no se debe hacer, el margen “acepta-
ble” de transgresión).
91
2.1.3. Las dinámicas violentas como resultado de fallas en la función
deóntica
92
2.1.4. La desestructuración de los vínculos en los colectivos de trabajo
como antecedente del desarrollo de dinámicas violentas
Los y las entrevistadas mencionan una y otra vez el malestar en los vínculos,
que según ellos, se caracteriza por la competencia, la rivalidad, el recelo, las
habladurías, la descalificación del otro y situaciones repetidas de boicot.
A partir del análisis de las entrevistas, hemos reconstruido las principales lí-
neas de agrupamiento / división que aparecen en los relatos y ordenado las
clasificaciones tácitas que emergen. Asimismo, hemos buscado los modos
en los que se enuncia la pertenencia / diferenciación respecto de colectivos
de trabajo. A partir de dicho análisis, sabemos que las principales líneas
por las que transcurren las dinámicas conflictivas que pueden devenir vio-
lentas se vinculan con: el rol (entre enfermeros asistenciales y jefaturas de
enfermería), la antigüedad (entre antiguos y nuevos); el nivel de formación
(entre licenciados y profesionales, auxiliares, mas acusadamente entre li-
93
cenciadas/os y los demás), y con la “aspiración formativa” (por llamarle de
algún modo) entre los que estudian y los que no.
94
En efecto, hemos escuchado acerca de algunas reglas de funcionamiento
de los colectivos de trabajo enfermeros que parecen ser a un tiempo de-
fensivas y violentas.
Muchos de los relatos de los entrevistados nos llevan a pensar que existe
un modo específico de estructuración de los vínculos al interior de los
colectivos de trabajo de enfermería investigados. Estos parecen estructu-
rarse en base a líderes -“madrinas”- a las que, a cambio de protección, se
les deben favores de lealtad y apoyo ante muy diversas situaciones -que
incluyen callar ante situaciones que bordean lo ilegal o que son injustas-.
Se trata de un sistema de lealtades informales- que en no pocos casos po-
see vínculos con los sindicatos y con diversos estamentos de la dirección
de la institución de salud. Las reglas que rigen el comportamiento de los
“madrinazgos” regulan el otorgamiento o negación de beneficios (francos,
horas extra, vacaciones, etc.), así como los “castigos”. Este sistema de pro-
tectorado “acepta” y cubre a los protegidos ante cierto tipo de negligencias
en relación a la tarea, o bien, los beneficia –a cambio de lealtad- por sobre
otros respecto de los beneficios y derechos. El “amiguismo” –como lo de-
nominan varios de los entrevistados- implica además proteger a quienes
95
cometen malas prácticas (no sancionarlos y/o cajonear notas por reclamos
se complementa en frecuentes ocasiones con el “amiguismo” proveniente
de los distintos sindicatos que operan en los hospitales.
Entre las reglas informales de los colectivos enfermeros existe una modali-
dad de vínculo/división en la que se destaca lo que denominamos el control
de la distribución del saber (Wlosko & Ros, 2008). Este se expresa a través
de los frecuentes conflictos entre profesionales de distinto nivel de for-
96
mación (entre licenciados, profesionales y empíricos), pero también entre
quienes estudian y quienes no, así como en las negativas a la transmisión
del oficio o las reglas de trabajo a los que se incorporan.
d. Los castigos
Del análisis de las entrevistas, surge que entre los “castigos” o sanciones
que se llevan a cabo en esta población laboral se encuentran: el cambio de
sala o de servicio (permanente o transitorio) de modo inconsulto y com-
pulsivo, la denegación de francos, licencias y otros beneficios laborales, la
inducción a la fabricación de notas de maltrato hacia quienes no “respetan”
los pactos de silencio del colectivo, el acoso laboral sistemático bajo las mo-
dalidades de falta de reconocimiento de derechos, de categoría profesional,
el relegamiento respecto de tareas profesionales específicas, el ninguneo
vinculado a las tareas, el acoso bajo la modalidad de exigir cumplimiento
de tareas imposibles de ser realizadas.
97
mismo tiempo habilita el despliegue de la “banalización de la injusticia y
del mal” (Dejours 2006-a).
98
desde prácticas vinculadas a la atención y el cuidado de pacientes, hasta
conductas por acción u omisión frente a pares (no dar testimonio respecto
del maltrato, contribuir a que el colega no pueda trabajar como correspon-
de) o pacientes (callar el maltrato, erigirse en seleccionador de quien recibe
o no cuidados, etc.).
99
que además de fragilizar al sujeto, puede hacer vacilar sus marcas identi-
tarias generando dudas respecto de las propias aptitudes profesionales y
personales. La dinámica del reconocimiento en esta población asimismo
en relación con las modalidades específicas que asume el sufrimiento, que
frecuentemente se asocia a vivencias de humillación e injusticia (Gernet y
Dejours 2009; Renault 2003, 2004, 2007, 2008)), y a la invisibilización
del trabajo vinculada al género (Dejours 2007-c, Molinier 1996-a, 1996-b,
1999, 2002-b, 2004-a; Grenier Pezé, 2004)
100
inútiles, es necesario saber anticiparse a la demanda y disimular los esfuerzos
realizados para llegar al resultado deseado: se trata de la puesta en práctica
de un “saber hacer discreto” (Molinier 2005). Saber- hacer discreto, en el sen-
tido que, para llegar a su objetivo, los medios puestos en práctica no deben
llamar la atención de quien se beneficia del cuidado, y además deben poder
ser realizados sin esperar forzosamente gratitud por parte de quien lo recibe.
Que el trabajo de care deba borrarse en tanto que trabajo para ser eficaz,
contribuye a que sea sub-evaluado en el registro del hacer y sobrevaluado
en el registro del ser (Molinier, 2005).
101
suponen riesgos para la integridad psíquica, en particular cuando se deben
asumir responsabilidades que comprometen la vida de otro, o que ponen
en conflicto el sentido moral propio (Dejours 2000, 2002). Los colectivos
constituidos por hombres se defienden del miedo y/o el sufrimiento moral
en su gran mayoría, construyendo estrategias colectivas de defensa que están
centradas en: 1. la denegación de la vulnerabilidad (un “verdadero” hombre
no tiene miedo / no tiene “estados del alma” o “crisis psicológicas”), y 2. el
desprecio de la vulnerabilidad de los otros (Dejours, 1998).
102
puede transgredir. Son espacios necesarios para la cohesión del equipo, la
calidad del trabajo, la elaboración de reglas del oficio y la salud mental de
los trabajadores, y habilitan la posibilidad de inventar un conjunto de re-
cursos simbólicos que permiten al personal de enfermería tomar distancia
del dolor y el sufrimiento, aunque sin eliminarlo.
103
pero cuya función consiste en impedir pensar. En estos casos es frecuente
que emerja una identidad profesional masiva y aglutinante, que reduce a los
individuos a sus rasgos comunes (los del turno tarde, mañana, los que son de
una profesión, etc.) y limita la expresión de sus diferencias (en la medida que
éstas serían capaces de reactivar ese sufrimiento denegado).
Según las investigaciones realizadas por Molinier (2004, 2005), las ideo-
logías defensivas implementadas por los colectivos de enfermería Molinier
(2004, 2005) tienen una estructura radicalmente diferente respecto de las
modalidades defensivas basadas en la virilidad o el “coraje viril”, no solo
en lo que respecta a la relación con el saber y el dominio, sino también en
relación con el fracaso y la falla (Wlosko, 2010).
Como se dijo más arriba, el núcleo del trabajo enfermero requiere la expe-
riencia de tener que trabajar con la vulnerabilidad y el sufrimiento de otro.
104
consiste en realizar una clasificación de los pacientes: por una parte, están
aquellos pacientes que ameritan compasión y que por tanto son tratados
como personas (los que cooperan y manifiestan gratitud);por otra, aquellos
pacientes de segunda que son tratados como cosas, maltratados o desa-
tendidos porque enlentecen y dificultan el trabajo sin manifestar gratitud
(dementes seniles, los toxicómanos, alcohólicos, etc.).
105
los pacientes con mangueras porque no hay personal!”, etc.). Impedir el
correcto desempeño de las tareas profesionales es sin duda, una ofensa por
parte de la organización real de trabajo hacia la imagen de sí y la propia
identidad profesional. Ante estas, emergen estrategias tales como la desmo-
vilización, el retraimiento o retirada y el individualismo.
Conclusiones
106
proceso salud- enfermedad, así como para interpretar el material empírico
obtenido. Los aportes de la PDT están en la base del análisis aquí realizado
en la medida en que éste se focaliza en la dimensión de la organización de
trabajo como nivel analítico central en relación con la generación de violen-
cias, y en el análisis de los colectivos de trabajo y su función.
Por su parte, los desarrollos relativos al trabajo del care han contribuido
a comprender las relaciones entre género, trabajo de enfermería y estra-
tegias defensivas.
Creemos que el estudio de las violencia en relación con el trabajo debe se-
guir siendo pensado mediante abordajes que permitan ampliar y profundi-
zar las perspectivas hegemónicas sobre estas cuestiones, que generalmente
las limitan a la evaluación generalmente estandarizada y cuantitativa del
acoso, indagando de modo específico en las modalidades que asume el
trabajo y los modos en que está organizado, así como el sentido que éste
tiene para los individuos y colectivos que lo realizan.
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Wlosko, M. y Ros, C.:
114
Trabajar en la Magistratura en Brasil: construcción
de la subjetividad, la salud y el desarrollo profesional1
Laerte Idal Sznelwar; Selma Lancman; Seiji Uchida;
Luciano Pereira; Juliana de Oliveira Barros2, 3
Introducción
1 Este artículo es una síntesis de la investigación realizada a pedido del Consejo Nacio-
nal de Justicia, publicada en la serie “Justiça Pesquisa” – Sznelwar, L.I. (et al) Trabal-
har na magistratura, construção da subjetividade, saúde e desenvolvimento professio-
nal, 136p., Conselho Nacional de Justiça, 2015.
117
nal de Justicia (CNJ) y los jueces auxiliares de la presidencia del mismo), a fin
de comprender mejor las cuestiones involucradas en el proceso de trabajo.
Paralelamente se realizó un relevamiento bibliográfico a fin de profundizar la
comprensión de los escenarios de trabajo de los magistrados de Brasil.
118
ciones relacionadas con el ejercicio de su labor, las que repercuten tanto en
la realización del trabajo como en la construcción de la propia identidad
y en su salud mental; y que terminan comprometiendo el avance de las
instituciones a las que están vinculados.
Principales resultados
Las competencias de las diversas ramas del Poder Judicial – tanto de Brasil
en general, como de los Estados y del Distrito Federal-, están establecidas
en los artículos 93 y 126 de la Constitución Federal de Brasil.
119
Las promociones a lo largo de la carrera se dan por mérito y por edad.
Cuando existe una vacante disponible y un juez de primera instancia opta
por participar en la selección a fin de ser juez de segunda instancia, debe
contar con los siguientes requisitos: tener dos años de ejercicio en el cargo,
no poseer una retención injustificada de autos de procesamiento más allá
del plazo legal, ser parte de la quinta parte de la lista de los más antiguos
que han sido aprobados por su tribunal de origen, y no haber sufrido una
sanción disciplinaria durante los últimos doce meses. La selección se lleva a
cabo en una sesión pública mediante votación abierta, que comienza por el
magistrado de mayor antigüedad en la magistratura de los que componen
el jurado del concurso. Para realizar la evaluación, cada magistrado utiliza
un conjunto de criterios preestablecidos por el CNJ (Brasil, 1979).
El Poder Judicial en Brasil ha sufrido en los últimos años una serie de cam-
bios realizados por el Consejo Nacional de Justicia. Entre estos, la intro-
ducción de nuevos modelos de gestión, los que generan la necesidad de
comprender mejor el modo en que se lleva a cabo el trabajo en la justicia,
así como los problemas que enfrentan los jueces y los servidores técnicos y
administrativos. Esta preocupación se hizo patente desde el momento en que
se detectaron más problemas de salud, y se constató un creciente abandono
de estas profesiones. La introducción de metas y herramientas de gestión más
modernas, constituyen la base de los cambios implementados.
A partir de estos cambios los desafíos para los jueces son innumerables,
tanto en lo que se refiere al deber de dar respuesta a las demandas sociales,
como al hecho de trabajar en condiciones muy distintas de las que tenían
anteriormente, y que cuestionan la singularidad del rol de magistrado.
120
La cuantificación del trabajo, las formas de evaluación individual de des-
empeño, los rankings y las metas de productividad elaboradas por los tri-
bunales han sido mencionadas por los magistrados como situaciones pro-
blemáticas. Hay consenso acerca del impacto que poseen dichas normas
de gestión en su trabajo. Al tiempo que afirman defender los cambios de
la organización del trabajo, los jueces expresan una suerte de descontento
difuso respecto a las evaluaciones cuantitativas, las que transforman a su
trabajo en meros números.
121
Durante el proceso de reformas parece haber habido amplia adhesión al
nuevo tipo de organización del trabajo, casi sin resistencia por parte de los
magistrados. Una hipótesis que podría explicar dicha aceptación se vincula
con el control y los riesgos de castigo. No obstante, aunque dicha hipótesis
sea plausible, en la práctica los controles no se aplican a rajatablas y los
modos de castigo son bastante sutiles (MALUF, 2013).
122
la cultura y las posibilidades de “vivir juntos” en el sentido de las posibi-
lidades de crear vínculos entre los sujetos para la formación de colectivos
basados en lo real del trabajo, la cooperación, la creación de reglas relacio-
nadas con el hacer y la realización de una obra común, (Dejours, 2012).
Esto tiene además una influencia significativa en los procesos de elección
de una profesión y en el refuerzo de la identidad y la salud mental de sus
integrantes (Lancman; Uchida, 2003).
Los jueces afirman que la elección de la profesión estuvo en gran parte mo-
tivada por el anhelo de hacer algo significativo que contribuya a favorecer
la justicia y los cambios sociales. Uno de los motivos de dicha elección está
por tanto, ligado a lo que consideran “justo” a la luz de las leyes y los pre-
ceptos ético-morales ligados a una vocación. Por tanto, no sólo se trata de
mantener un status quo en la sociedad: su trabajo está asimismo vinculado
estrechamente con un anhelo de trasformación de las relaciones sociales a
partir de sus acciones. Estas transformaciones pueden llevarse a cabo sea
mediante casos significativos, por medio de actuaciones orientadas a la
creación de nuevas interpretaciones de las leyes y de nueva jurisprudencia,
o bien a partir de la introducción de modificaciones en la legislación.
Ejercer y hacer valer lo que es justo puede ser considerado como uno de los
motores principales de la elección de la profesión, pero no es el único. Hay
otras cuestiones que forman parte de de esta elección ya que juzgar, es sin
duda, ejercer un poder.
123
a la persona. Tener y ejercer poder no es algo menor respecto de los deseos
del sujeto. Al mismo tiempo, la persona está revestida de una serie de rela-
ciones que involucran a otros actores de la actividad judicial y, más amplia-
mente, del ámbito social. Es una situación delicada que exige una atención
constante, en la medida en que el placer que frecuentemente acompaña al
ejercicio del poder puede convertirse en un fin en sí mismo.
Actuar dentro de límites - los que impone la ley - es una de las facetas
que justamente, modulan el actuar de los jueces. Esto es estipulado por
la estructura misma del Poder Judicial, que funciona mediante una im-
portante jerarquización de acciones y cuenta con definiciones relativas al
alcance de la acción de los magistrados. Este dispositivo restringe no sólo
la posibilidad de cometer abusos - aunque no los impide completamente-,
sino también el riesgo de que los jueces asuman roles sociales que no les
corresponden (por ejemplo, actuar junto con otros actores sociales para
intentar transformar alguna situación). En principio el rol de los jueces es
reactivo: responden a las demandas mediante procesos. Ejercer acciones
directas frente a los actores sociales no es, en principio, de su incumbencia.
124
no tienen buena imagen en la sociedad, la misma - que es fundamental para
el mantenimiento del estado democrático- se verá profundamente dañada.
Los desestabiliza escuchar críticas generalizadas o constatar que aquellos a
quienes consideran profesionales poco cualificados o que actúan de modo
reprensible son valorados en la propia institución o en el espacio público.
Las respuestas a este interrogante pueden tener diversos matices. Sin embar-
go, no se puede afirmar que la vocación sea algo natural, algo que los sujetos
ya poseen: la vocación es una cualidad a desarrollar. El trabajo de todos y
cada uno se forja en el día a día, y la gran cuestión es que, dependiendo de los
escenarios de actuación, habrá mayor o menor consonancia del trabajo con
aquello que en algún momento se soñó, fue objeto de deseo o fue posible
consolidar a lo largo de los años de ejercicio de la magistratura.
En relación con esto último, es preciso señalar que las diferencias entre
dichos escenarios de actuación son realmente muy grandes. Aunque hay
un telón de fondo común - después de todo, un juez es un juez- existe no
obstante una inmensa variabilidad: ser juez en la Justicia Federal de San
Pablo es muy distinto a serlo en la Justicia Estatal del interior del Estado
de Pernambuco. Esto vale también para la Justicia del Trabajo, donde las
condiciones de trabajo son muy distintas.
125
específicas que se establecen en cada lugar, sino por el modo de actuar de
los jueces, sean estos de primera o segunda instancia. Asimismo hay una
gran diversidad en las condiciones concretas de trabajo, lo que como es es-
perable, se refleja directamente en la actividad cotidiana (ver Bonelli 2005;
2010, que trata estas cuestiones).
En fin, tratar el trabajo de los jueces exige considerar no sólo lo que hay de
común sino también lo que hay de diverso en la profesión. Asimismo es
necesario tener en cuenta la importancia que poseen los recortes transver-
sales que afectan a todos, tanto a los colectivos como a las singularidades.
126
Uno de los grandes problemas del área de la salud en relación con el trabajo
en general y de la salud mental en particular, es que las instituciones suelen
tratar a estas cuestiones como si fuesen vicisitudes relativas a cada sujeto
individual, asumiendo que su origen se remonta a debilidades y virtudes
particulares, y cuya solución es pensada en función de cada individuo
(Abrahão; Cruz, 2008). De este modo, gran parte de las medidas que se
proponen están orientadas a la acción paliativa, proponiendo una mejoría
en la asistencia de la salud, sea mediante el acceso a servicios con mayor
calidad, sea mediante diferentes modos de acompañamiento psicológico.
Sin embargo, cuando el sufrimiento se torna patogénico y el trabajo puede
verse obstaculizado, cuando ya no es posible transformar el sufrimiento en
placer; lo que aparece como centro del problema es el trabajo en sí. Esto
se puede dar a través de diferentes modalidades de reconocimiento del
esfuerzo en el trabajar (Lancman; Uchida, 2003).
127
Para que sea posible construir escenarios de trabajo que tengan una visión
compartida de la profesión es importante asegurar la existencia de espacios
comunes de intercambio y, de ser posible, de construcción de reglas o aún
más, de actividades cooperativas (Molinier, 2013).
128
trucción y el refuerzo de su identidad profesional. Es importante que sus
sentencias sean acogidas y aceptadas, como es el caso de la mayor parte de
estas. No obstante, en caso de que su trabajo tuviera que ser revisado en se-
gunda instancia, correrían el riesgo de sentirse disminuidos y humillados.
No son pocos los que afirman que en la profesión hay algo de “divino”,
aunque más no sea para criticar a aquellos que se colocan en dicha posi-
ción. Se trata de un tema que está presente, aunque por cierto, saben que
esto no se corresponde con lo real.
129
Dado que ser juez es algo más que ocuparse de un proceso judicial, y que
su labor va más allá del acto de juzgar en sí –deben llevar a cabo acciones
de gestión o incluso realizar actuaciones en la comunidad aunque éstas
no sean el ámbito previsto para su cargo-; cualquier mecanismo de eva-
luación que se focalice o se restrinja a la cantidad de sentencias dictadas
puede inducir situaciones de injusticia o favorecer comportamientos ex-
cesivamente pragmáticos.
Recalquemos que actuar única y exclusivamente de tal modo que cada ac-
tuación se corresponda con las expectativas de la jerarquía y esté en conso-
nancia con lo que ha sido prescripto por la organización de trabajo, puede
ser muy nefasto. La discrepancia entre lo prescrito y lo real, así como las
acciones que se atengan únicamente a los procedimientos formales, pue-
den ir en contra de resultado esperado.
Trabajar con celo, esto es, haciendo más y con mayor cuidado que lo pres-
cripto a fin de lograr mejores resultados requiere, en la mayor parte de los
casos, actuar con astucia. En estos casos es necesario prestar atención, dado
que no es poco frecuente que el celo en el trabajo se ejerza actuando en
contra de los propios principios ético-morales (Dejours, 2007).
130
lizan en detrimento de los otros, habrá poco interés en que las experiencias
sean compartidas. Este es el caso de la magistratura, donde los principales
elementos que regulan el ascenso son la edad y el mérito.
131
Es necesario tener en cuenta que una vez seleccionados por concurso, los
jueces aún deben atravesar un largo proceso de aprendizaje. Sin embargo,
como se mencionó, ellos cuestionan la efectividad de los métodos de ense-
ñanza porque afirman aprender poco con los otros.
Desde los primeros embates con lo real de su trabajo -en el sentido pro-
puesto por Dejours, es decir, como la resistencia de lo “real” a la voluntad
y al deseo- ; y hasta después de cursar la Escuela Judicial, están solos y de-
ben actuar en función del conocimiento disponible y según su conciencia,
incluso a pesar de su inexperiencia. Aunque a veces son acompañados por
colegas más experimentados, esto no constituye una regla que se cumpla
en todas las situaciones. ¡Cuántas vivencias dejan de ser compartidas y
cuántas de estas podrían servir para un enriquecimiento mutuo…!
Dado que se trata de una carrera de Estado, las personas no escogen en qué
lugar van a trabajar ni a vivir. Sienten que vestir la toga es hacerlo por en-
tero, y este compromiso tiene profundo impacto tanto en su vida personal
y familiar, como en lo que respecta a la convivencia social.
132
respecto de otros actores sociales, evitando por ejemplo ciertos vínculos o
amistades que puedan traerles restricciones futuras, o el contacto con per-
sonas acusadas, a fin de mantener una imagen de idoneidad irrefutable y de
algún modo desproporcionada respecto del ciudadano común.
Por ello es frecuente que restrinjan los contactos incluso con los empleados
del propio poder judicial. Este tipo de precauciones incide a su vez en la
familia, ya que, sobre todo en las localidades pequeñas, todos saben quién
es el juez, quiénes son sus hijos, sus mujeres o sus maridos.
Todo esto nutre aún más la vivencia de soledad de los jueces, que ponen en
juego distintas estrategias para afrontarla. Están los que se retraen evitando
contactos públicos y los que se involucran en actividades comunitarias,
llegando incluso a ser actores sociales destacados. En las grandes ciudades
es más fácil mantener una posición de distancia, a pesar de que allí también
es preciso cuidarse para no quedar involucrado en situaciones embarazosas
en las que su imagen sea utilizada para fines con los que no acuerdan.
En fin, hay diferentes facetas para analizar el modo en que los jueces se
comprometen e involucran con su trabajo, ya sea la relacionada con la
dedicación necesaria para dar cuenta de su actividad judicial, o bien, la vin-
culada con el modo de inserción en la sociedad de los lugares donde viven.
La relación con los otros actores del propio Poder Judicial constituye otro
desafío. Los interlocutores más cercanos son los servidores técnicos y ad-
ministrativos con los que trabajan. Es con ellos con quienes realizan las
labores de modo cotidiano y de quienes dependen para el progreso de
los procesos judiciales. Todo lo que ocurre en los juzgados pasa por los
empleados, y por tanto, es necesario tener equipos cohesionados y bien
preparados. No obstante, y a pesar de esta proximidad, los magistrados se
sienten aislados ya que estas relaciones, aunque intensas, no sustituyen las
relaciones con sus pares.
Los magistrados tienen también mucho contacto con las partes implicadas en
un juicio, sobre todo con los abogados, que son parte integrante y necesaria
del sistema judicial. Estos interfieren directamente con el trabajo de los jueces
facilitándolo o dificultándolo, e incluso realizando demandas o reclamos con-
tra ellos. Es por ello que en determinadas situaciones los jueces deben actuar
133
con prudencia y recurrir a la grabación de las sesiones o poner en práctica
estrategias tales como la de recibir a los abogados con testigos presentes.
Por otra parte, la relación con la jerarquía es muy distinta de la que existe
en otras actividades profesionales, sobre todo porque no hay relación directa
con la jefatura. Al tiempo que tienen autonomía para actuar, los jueces están
sujetos a diferentes tipos de control y de evaluaciones. La relación con los
jueces de segunda instancia no es directa, ya que el papel de éstos es evaluar
las sentencias dictadas en primera instancia, aunque no tienen una relación
de mando. Respecto del corregidor del tribunal4, en la gran mayoría de los
casos, tampoco existe una relación directa de jefatura, a pesar de que los jue-
ces pueden ser objeto de observaciones, correcciones o sanciones disciplina-
rias y administrativas por parte de éste. En este caso es evidente la fragilidad
de su situación, respecto de la que refieren experiencias complicadas, como
cuando son llevados al consejero del tribunal por una especie de “complot de
abogados” o por presión de los órganos de representación de clase como por
ejemplo la OAB – Orden de los Abogados de Brasil.
Es ante estas situaciones en las que sienten que a pesar de tener poder
para juzgar, están sujetos a diversos condicionantes definidos por las nor-
mas y decisiones del Tribunal, así como a presiones sobre las que casi no
tienen injerencia.
4 El corregidor del tribunal es un magistrado que tiene jurisdicción sobre todos los de-
más jueces de una comarca, y cuyo rol es el de fiscalizar la distribución de la justicia, el
ejercicio de la abogacía y el funcionamiento de los servicios forenses.
134
En el caso específico del sistema informatizado, existen además dificultades de
utilización ya que en su diseño hubo problemas de concepción y de proyecto
que aún no están resueltos (Junior, 2012). Existen de este modo serios riesgos
de forzar “modos de actuar predeterminados” en la medida en que el sistema
informatizado no permite que actúen como lo hacen normalmente cuando
conducen un proceso, esto es, que ejerzan su raciocinio y piensen libremente
en relación a la sentencia a proferir. Es decir, los procedimientos estipulados
por el sistema no necesariamente se corresponden con su modo de actuar.
135
maternidad y la educación de sus hijos. Estos problemas también alcanzan
en parte a los colegas varones, los que también enfrentan dificultades para
acompañar a sus hijos y encontrar condiciones favorables para sus familias en
ciertas localidades en las que son designados para trabajar y vivir.
La salud de los y las juezas, es un tópico que está cada vez más presente.
Diversos relatos ponen en evidencia que la profesión siempre ha sido un
desafío para la salud mental. Tal vez algunas cuestiones ya estaban pre-
sentes desde larga data, pero sin embargo no fueron objeto de acciones
institucionales para subsanarlas, como es el caso de la vivencia de soledad,
el afrontamiento de grandes desafíos y el compromiso con la profesión.
¿Qué visión de la salud tienen los jueces? Entre ellos predomina una pers-
pectiva en la que la salud es tratada como mero recurso para poder trabajar.
136
Son frecuentes los relatos de quienes trabajan incluso estando enfermos, ya
que consideran que no pueden faltar al trabajo. Por cierto, el “presentismo”
tiene aspectos defensivos, en la medida en que es una manera de garanti-
zar la relevancia de su rol. Esto último tiene, de hecho, cierto criterio de
realidad ya que es preciso que estén presentes en las audiencias y diversas
actividades. (St-Arnaud; St-Jean, Damasse, 2004). Revertir esta visión sería
desde la mirada de la Psicodinámica del Trabajo un gran paso para crear
condiciones de construcción de la salud, en la que ésta no sea un mero
recurso a ser mantenido.
En fin, ser juez es mucho más que juzgar. Es una profesión relevante ya
que, en principio y en teoría, sin ella no habría modo de sostener un Esta-
do de Derecho Democrático.
Lo relatado en este escrito intenta dar cuenta del hecho de que ser juez va
mucho más allá de los estereotipos. De hecho, ellos consideran que hay mu-
cho por mejorar a fin de contribuir al desarrollo de la sociedad y la cul-
tura: creen importante favorecer la participación de los magistrados en la
definición de metas y en la toma de decisiones relativas a la distribución de
recursos, asumen que es preciso valorizar a los jueces de primera instancia y
generar cambios en los modos de evaluación de desempeño; y a su vez, que
es preciso crear mecanismos efectivos de cooperación, reformas en la carrera
y dar una discusión profunda sobre aspectos estructurales de la justicia.
137
seres humanos a desarrollar actividades significativas, que también deben
considerar la relación entre sufrimiento y placer (racionalidad pática). De
este modo sería posible desplegar uno de los aspectos fundamentales del
trabajar: el de honrar la vida (Dejours, 2012).
Conclusión
A partir de este trabajo fue posible comprender algunos aspectos del traba-
jo en la magistratura que poseen importancia tanto en lo que respecta a la
salud de los jueces, como en lo relativo a su contribución con el desarrollo
de la sociedad y la cultura.
Así, algunos temas tratados en esta investigación dan cuenta de los desafíos
que entraña la transformación de los contextos de trabajo proclives a gene-
rar sufrimiento patógeno.
La vivencia de los jueces está constituida por distintas vertientes que emer-
gen en sus relatos y reflexiones. Muchas pueden parecer contradictorias en
una primera lectura. De este modo, en el caso analizado, la idea de que la
magistratura sería una especie de sacerdocio, fruto de una vocación o de un
deseo profundo por cumplir un rol o hacer algo relevante, se puede con-
frontar a un punto de vista que la considera como una profesión en crisis
y en riesgo de degradación. Esta contradicción se debe a ciertas elecciones
organizacionales que privilegian determinados aspectos de la producción y
cuya visión se focaliza en cierto “productivismo”. Aquí se pone en juego la
relevancia de su trabajo y de las contribuciones que realizan para responder
a las demandas de los ciudadanos.
Los jueces padecen por no poder dar abasto con todas las tareas que deben
llevar a cabo– lo que genera vivencias de angustia -, por la frustración que les
genera la falta de reconocimiento (tanto de sus pares, como por parte de la je-
rarquía) del esfuerzo realizado en su trabajo, y también porque tienen la impre-
sión que su trabajo no sirve para cambiar efectivamente las relaciones sociales.
138
En las reuniones se identificaron asimismo otros asuntos relevantes tales
como la cuestión del género en el trabajo de la magistratura. Aunque las
mujeres poseen cada vez más presencia en la profesión, aun sufren la discri-
minación proveniente del ideario machista que la atraviesa.
Las relaciones jerárquicas, más o menos explícitas, son aun más apremian-
tes para algunos de los jueces teniendo en cuenta los procesos individuali-
zados de evaluación del desempeño.
Pareciera ser que las diferencias relativas al tipo de justicia y a las condi-
ciones efectivas de trabajo que dependen de la localidad en la que se des-
empeñan, no son consideradas, lo que conduce a cierta “injusticia” en los
procesos de evaluación.
Aunque no es posible en este artículo agotar todos los temas que surgieron
en los encuentros –de cuya riqueza aquí presentamos sólo una síntesis- po-
demos sin embargo comentar algunos ejemplos para reforzar la idea de que
el trabajo nunca es neutro, que tiene un lugar fundamental con respecto a
construcción de la salud mental (Dejours, 2007, 2012) (Molinier, 2013), y
que en el caso de la magistratura, existe una preocupación creciente en rela-
ción con la salud mental. En efecto, a lo largo de las conversaciones encon-
tramos elevados niveles de sufrimiento, lo que refuerza lo que otros autores
afirman (Albuquerque, 2005; AMB, 2009; Beneti, 2010; Assunção, 2011),
respecto del uso cada vez más frecuente de drogas psicoactivas así como de
relatos de casos de depresión y de la posible ocurrencia de casos de suicidio.
139
Sin embargo, se trata de un primer acercamiento que podría ser enriqueci-
do y reforzado mediante otras investigaciones.
Bibliografia
Bonelli, M.G.,
140
Brasil. Presidência da República. Casa Civil- Subchefia de Assuntos
Jurídicos.
(2010) Resolução no. 106: Dispõe sobre os critérios objetivos para aferição
do merecimento para promoção de magistrados e acesso aos Tribunais de
2º grau. Disponível em: http://www.cnj.jus.br/atos-administrativos/
atos-da-presidencia/323-resolucoes/12224-resolucao-no-106-de-06-
de-abril-de-2010. Acesso em: 14.07.2013.
Dejours, C.,
141
Junior, C. A.S.L.,
Ribeiro, H. P., (2005) O Juiz sem a Toga - um estudo da percepção dos juízes
sobre trabalho, saúde e democracia no judiciário. Florianópolis: LagoaEditora.
142
CONFERENCIA MAGISTRAL
Dra. PASCALE MOLINIER
Profesora de Psicología
social de la Universidad de
Paris 13, Directora del
Laboratorio de Psicología de
la Unité Transversale de
Recherche Psychogenèse et
Psychopathologie, Directora
Adjunta del GIS-CNRS
Institut du Genre-Universidad
Paris 13. Directora de la
revista Cahiers du Genre.
Voy a hablar de la perspectiva del care o del cuidado, sabiendo que este
concepto es intraducible en francés (Molinier, Laugier, Paperman, 2009).
El inglés tiene dos palabras: care que se refiere a la preocupación o la aten-
ción, y cure que se refiere a la dimensión de sanación o de la cura. Pero en
francés, hay una sola palabra: soin. Y esa palabra ya está muy cargada de
145
contenido. Cuando hablamos de la “éthique du soin” (ética del cuidado),
hablamos de la ética médica en una línea cercana a la de Canguilhem (Le
Blanc, 2007; Worms, 2006). No obstante, veremos que el cuidado en el
sentido del care designa otras actividades y a otros trabajadores/as diferen-
tes a los médicos o médicas.
Usaré la palabra cuidado para decir care y cuidados para hablar de un con-
junto de actos que combinan dimensiones del cuidado y de la sanación.
Cualquier acción curativa debe ir acompañada de una atención a la perso-
na que recibió atención.
146
un servicio caro tanto para los contribuyentes como para el Estado. Por
supuesto, es necesario gestionar adecuadamente el dinero de los impues-
tos. Pero no obstante, es posible interrogar los criterios de gestión que se
utilizan para evaluar el trabajo. Estos criterios, en el caso francés, no toman
en cuenta al trabajo real. Para decirlo en pocas palabras: no consideran el
aspecto humano, relacional, del trabajo hospitalario. Sin embargo, este es
un elemento central de las expectativas de la gente – los pacientes y sus
familiares - en términos de cuidado. No es suficiente que las personas sean
“técnicamente “bien tratadas”. La gente también quiere estar informada,
sentirse segura, que se ocupen de sus problemas, sus necesidades y sus
preocupaciones. En una palabra: la gente necesita cuidado.
147
escucharse entre sí y eventualmente ponerse de acuerdo, o bien construir
la capacidad de generar coincidencias.
148
gente que los cuida. Pero no es una idea que la mayoría de la gente acepta
fácilmente. Se supone que nos consideramos como seres vulnerables. Esto
implica que abandonemos nuestro sentido de una autonomía completa. Y
requiere que dejemos de pensar que la “autonomía personal” es la solución
a todos los problemas de la sociedad. De hecho, el verdadero reconoci-
miento de nuestra profunda vulnerabilidad y el hecho de estar vinculados
a los demás, pueden llegar a cambiar nuestra forma de pensar acerca de la
responsabilidad social”.
149
Valorar saberes y haceres discretos
Jean Oury cuenta la siguiente historia: en una sesión de formación para los
cuidadores, en la que una docena de empleadas de limpieza, todas mujeres
menos un jovencito, hablan de su trabajo; una mujer dice: llegamos antes
de que llegan los enfermeros a trabajar y barremos. Hay un pasillo largo…
Barremos. Cada vez que se abre una puerta del pasillo, aparece una an-
ciana… Aqui viene una demente que apenas puede caminar. Está con su
carrito… Y de pronto la anciana que está a un lado del pasillo, me sonrie
con gran alegría, y me empieza a hablar de cuando era pequeña, de cuando
tenía tres o cuatro años. Me cuenta que estaba jugando con sus amiguitas
(…) ¿Y qué? Yo sigo barriendo el pasillo.Y al final, el chico dijo: “nosotros,
estamos aquí para recoger polvo y palabras” (Molinier, Gaignard, 2014).
3 Se puede ver la entrevista L’invisible (Lo Invisible) a Jean Oury realizada por Nicolas
Philibert subtitulada al español en : https://www.youtube.com/watch?v=BG0yOfIlUc0
150
Este ejemplo es bello porque permite transmitir que la atención no pue-
de ser separada de las tareas de trabajo físicas. Barriendo el pasillo, las
mujeres que realizan la limpieza encuentran a las ancianas y las escuchan.
La ética del cuidado es, en este caso, inseparable de la labor de limpieza.
Están entrelazadas en la textura de la vida cotidiana. Barrer en un hospi-
tal puede ser cuidar.
De tal manera que “no hacer nada” o “abstenerse de hacer algo” puede
ser cuidadoso. Estamos allí, en el grado cero de la visibilidad del trabajo
de cuidado.
Por lo tanto, este trabajo atento moviliza unos saberes y haceres discretos
que tienen su eficacia en su propia invisibilidad. El saber discreto se movi-
151
liza sin que alguien tenga que pedir nada. Por ejemplo, el vaso de agua que
aparece justo antes de la sed.
Un trabajo inestimable
Respecto del trabajo del cuidado, Jean Oury afirma que es un trabajo que
no tiene precio, es un trabajo inestimable (Oury, 2008). Inestimable por-
4 Gosford Park, es una película dirigida por Robert Altman en el año 2002, en copro-
ducción estadounidense, inglesa e italiana.
152
que no podemos evaluarlo o medirlo debido a su invisibilidad, y porque
su valor es incalculable, no puede ser estimado mediante las leyes de la
economía de mercado. En efecto, ¿cuál es el precio de una sonrisa?
Ahora bien, esto es, por supuesto, una paradoja en términos de los concep-
tos convencionales que constituyen la episteme del trabajo. Aunque el cui-
dado no tenga precio ni se pueda medir o confundir con una mercancía,
el cuidado es un trabajo. Un trabajo no especializado, pero un trabajo al
fin. El cuidado debe ser distinguido del don o del amor. El cuidado siem-
pre implica un esfuerzo, un “know-how”, un saber hacer, y requiere de la
cooperación y la deliberación. El cuidado es producto de la civilización, y
la civilización, por su parte, es producto del cuidado.
153
Un hospital aeropuerto
“El tiempo del paciente -y del personal del hospital que buscamos
maximizar- es el sello distintivo de la arquitectura contemporá-
nea. El hospital es menos un lugar para quedarse, es más bien un
lugar de paso por salas cada vez más especializadas. El hospital
del futuro, en términos de su arquitectura, será más parecido a
un aeropuerto que a un hotel, aunque la función de hotel nunca
desaparecerá por completo” (Kervasdoué, 2004: pp. 37).
154
hospitalarios. Según ellos, están en un “proceso de fosilización”, entre la
omnipotencia médica y las rigideces de los estatutos profesionales, por no
mencionar a los sindicatos. Esta psicología peyorativa funciona como una
defensa protectora que les impide pensar el daño que la gestión y sus mé-
todos de evaluación generan al trabajo.
Un ejemplo para ilustrar “el flujo” de los pacientes. Hoy en día, en Francia,
por razones de gestión “adecuada”, se practican cada vez más frecuente-
mente cirugías ambulatorias. La atención se subcontrata. ¿A quién? Nadie
se puede ir a su casa si la primera noche después de la anestesia está sólo,
si no tiene compañía. Probablemente alguien calculó estadísticamente el
riesgo de ocurrencia de problemas por la noche, y resolvió que esas situa-
ciones pueden saldarse mediante la supervisión de una persona no médica,
apta para llamar una ambulancia cuando sea necesario. ¡Qué angustia para
quien está a cargo del cuidado!
155
La descripción es correcta. Pero, ¿cómo puede un diseñador de la gestión,
un manager, no entiende los criterios que utilizan los cuidadores para dicha
elección? ¿Cómo puede ignorar que la clasificación y jerarquización de los
pacientes es un trabajo diario y que la rentabilidad en relación con el tipo
de enfermedad es uno de los criterios preeminentes de este ordenamiento?
¿Podría ser que a los “ malos “ cuidadores no les guste la gente mayor? ¿O
que los criterios de gestión que rigen la clasificación de las enfermedades
no sean muy favorables para las personas mayores? Algunas enfermeras de
los servicios de urgencias tratan a veces de no decir por teléfono la edad del
paciente para quién buscan una cama en un servicio…
156
de gestión. Esa participación y responsabilidad en ese proceso de clasificar;
debilita la legitimidad de sus críticos. De hecho, no tienen ninguna razón
para estar orgullosos de su trabajo cuando este implica escoger a los pacien-
tes o dejarlos esperar en una camilla toda la noche.
Por lo tanto, una parte importante del sufrimiento en el trabajo de los cui-
dadores hospitalarios puede ser descrito en términos de sufrimiento ético:
hacer algo a pesar de estar moral o éticamente en desacuerdo, pero hacerlo
para respetar los criterios impuestos por la gestión.
El testimonio de Kervasdoué sugiere por otra parte, que los gestores, in-
cluso cuando experimentan la enfermedad, no entienden el impacto de la
lógica de gestión sobre la calidad de los cuidados.
Por supuesto, quienes gestionan y también los médicos y las médicas sien-
ten esas emociones, como todo ser humano. Pero, sin duda, están muy
157
bien protegidos por la división del trabajo. Añadiría que para un cirujano,
lo mejor es justamente, estar protegido de esa manera: para poder operar
bien no debe conmoverse con una persona. La división del trabajo a veces
pone en juego una dimensión psicológica que de algún modo garantiza la
eficacia profesional.
Los cuidadores y cuidadoras están allí para estar cerca de los pacientes. Y
logran aguantar los sentimientos dolorosos, contradictorios y ambivalentes
que les genera el trabajo de cuidado, que de algún modo elaboran. El logro
de esta capacidad no depende de su personalidad o de su fuerza psicoló-
gica. El cuidado no es una virtud personal. Implica un trabajo colectivo
importante: los que realizan cuidados tienen que transformar en relatos la
experiencia que comparten con los demás. Estas historias deben tener una
forma aceptable: tienen que ser historias que sean soportables, que per-
mitan hablar de una realidad muy ansiógena. Las historias que cuentan
cuidadores y cuidadoras apelan al sentido del humor y a la modalidad de
reírse de sí mismos (Molinier, 2013).
Por último, tanto el “trabajo sucio” como el sufrimiento ético llevan la gen-
te a guardar silencio. Para tener ganas de hablar del trabajo con sus colegas,
las personas no deben sentirse avergonzadas de lo que hacen.
158
a los pacientes limitando las posibilidades de identificación o justifican su
desprecio. Los pacientes no son dignos de ser bien cuidados. O son respon-
sables de su desgracia (como por ejemplo, los alcohólicos, los drogadictos,
las personas que han hecho un intento de suicidio). O porque forman parte
de un grupo étnico que supuestamente exageraría el dolor, o porque “ya no
tienen nada en la cabeza”, o porque son “ vegetales “ (Alzheimer)…etc.
Creo que esto es posible en un nivel micro o local. De esta forma se po-
drían evitar cierto tipo de tonterías. Pero en todos los casos de diálogo
habrá, sin duda, un momento incómodo para todos: que se impone cuan-
do ya nadie está protegido por sus defensas, o sea cuando cada uno deba
enfrentarse a sus propias responsabilidades.
Para sintetizar y concluir, considero que en los últimos veinte años asisti-
mos a la extensión del sistema neoliberal y sus formas específicas de gestión
y evaluación en el ámbito de los servicios públicos: la educación, los servi-
cios de salud, el trabajo social, etc.
159
Como resultado de esto, vemos situaciones absurdas tales como los “planes de
vida” de personas que padecen Alzheimer o la evaluación del trabajo de una
cuidadora a domicilio en función del número de camisas planchadas; mien-
tras no se reconoce el tiempo dedicado a hablar con las personas mayores.
Podríamos tal vez imaginar otras formas de gestión. Pero hay que preguntar-
se por qué este sistema se impone en todas partes. La razón es que el sistema
neoliberal tiene precisamente una vocación sistémica. Podríamos decir que
se trata de una forma de gobierno de las mentes y los cuerpos que, para ser
eficaz, donde debe ser eficaz – o sea en el ámbito de la competencia eco-
nómica -, debe aplicarse incluso cuando no posee pertinencia alguna. Este
sistema se consolida a través de un conjunto de prácticas cotidianas, como
si no hubiera otros horizontes, otras maneras de hablar o de hacer. Como si
no hubiera otro mundo posible. Nuestras subjetividades son procesadas por
las maquinarias técnicas y sociales del neoliberalismo (en el sentido de Felix
Guattari, 1979), y el trabajo juega un papel central en esta conformación.
160
El neoliberalismo, y sus prácticas de gestión, de management, de eva-
luación, no sólo constituyen un programa económico; son ante todo un
programa político.
Creo que las historias de cuidado –estos relatos que parecen poco serios-
ofrecen un camino posible para volver a la realidad, al suelo áspero de la
experiencia, diría Wittgenstein. Si el trabajo es un organizador central en
nuestras sociedades, si el hospital y el dominio del cuidado constituyen
analizadores privilegiados de la evolución del mundo neoliberal, entonces
estas “ pequeñas historias “ no tienen precio, son inestimables.
Ustedes dirán que es David contra Goliat, y tienen razón. Pero, sin embar-
go, fue el pequeño quien ganó, así que ¿por qué no?
161
Bibliografia
Kervasdoué Jean.
162
Molinier, P. & Gaignard, L. (2014) Jean Oury, un trajet herméneutique
hors de toute illusion, Psychologie clinique, 38, 2 : 209-215.
Worms, Frédéric, (2006) Les deux concepts du soin. Vie, médecine, rela-
tions morales, Esprit, 321, pp. 109-122.
163
CONFERENCIA MAGISTRAL
INSCRIPCIÓN
[email protected]
ORGANIZA
Programa de Salud y Trabajo
Centro de Salud Mental Comunitaria
Departamento de Salud Comunitaria
Universidad Nacional de Lanús
La perspectiva del cuidado: de lo ético a lo político1
Pascale Molinier y Matxalen Legarreta
1 Este artículo retoma y profundiza la conferencia sobre “Salud, trabajo y ética del cui-
dado en contextos neoliberales” que diera Pascale Molinier el 8 de septiembre de 2017
en Buenos Aires. La actividad, organizada por Programa de Salud, Subjetividad y Trabajo
de la Universidad Nacional de Lanús se llevó a cabo en la Sede del Sindicato La Bancaria.
Una versión reducida del mismo fue publicada anteriormente en: Molinier, P. y Legarreta,
M. (2016) “Subjetividad y materialidad del cuidado: ética, trabajo y proyecto político”,
en Papeles del CEIC, vol. 2016/1, presentación, CEIC (Centro de Estudios sobre la Iden-
tidad Colectiva), Universidad del País Vasco, http://dx.doi.org/10.1387/pceic.16084.
165
lidad, disposición (care about)— y la material —el cuidado como acción,
ocupación (care for)—. Además, cuidar se diferencia de curar, que posee una
acepción más médica. De este modo, en el contexto español y de América
Latina se ha mantenido la palabra cuidado en su idioma original tanto en la
academia como en el movimiento feminista.
La ética del cuidado puede definirse como una moral social, la moral de las
personas que cuidan. No obstante, la división del trabajo de cuidado tiene
unas características particulares. Está distribuido de manera desigual en
nuestras sociedades: recae principalmente sobre las mujeres y está atrave-
sado también por desigualdades de raza y de clase. Es un trabajo, además,
que ha sido relegado a la esfera de lo privado, a lo doméstico y al hogar.
Por consiguiente, las voces de las personas proveedoras de cuidados apenas
han sido escuchadas y han tenido menor consideración que las de otros
166
actores con mayor protagonismo en la esfera pública. Por todo ello, desde
el feminismo, al poner el foco de atención en el cuidado se pretende poner
de manifiesto las desigualdades que caracterizan su reparto.
Jack responde que sí: Heinz debería robar la medicina, pues la vida vale
más que la propiedad y el juez que lo juzgue por el robo lo entenderá. La
respuesta de Amy no coincide con la de Jack: “Bueno, yo no lo creo, dice
2 Del texto de Gilligan citamos su edición en inglés (Gilligan, 1982). Hay una traduc-
ción al castellano: Gilligan, C., 1985, La moral y la teoría. Psicología del desarrollo
femenino, Fondo de Cultura Económica, México; y al francés: Gilligan, C., 2009, Une
voix différente, Pour une éthique du care, Champs essais, Paris.
167
ella. Puede haber otras maneras de salir adelante sin tener que robar la
medicina: podría pedir dinero prestado, por ejemplo. Pero en realidad no
debería robar ni tampoco su esposa debería morir” (Gilligan, 1982: 50).
Amy señala que, si Heinz va a la cárcel por el robo, su esposa se quedará
desvalida si vuelve a enfermar. Ella sugiere que Heinz y su esposa deberían
hablar entre ellos y encontrar la forma de recaudar fondos o de convencer
al farmacéutico para que les diera la medicina.
Que Gilligan encarne la ética del cuidado en una niña, y que parte de su
libro esté consagrado a los dilemas del aborto, contribuye ampliamente a
fijar esa ética en una moral femenina. El reto feminista significa hablar de
experiencias vividas por mujeres, dar visibilidad y valorar “diferencias”. La
pregunta es: ¿de dónde provienen estas diferencias?
168
Para ella, la ética del cuidado se puede confundir con “la moralidad de las
mujeres”, pero no por su supuesta “naturaleza”, sino por la socialización de
género que se desarrolla desde la primera infancia. La educación ahogará
la voz de la ética del cuidado antes entre los niños que entre las niñas, y
las actividades en la edad adulta continuarán reforzando dicha diferencia-
ción precoz. De este modo, Gilligan sitúa su reflexión en el horizonte del
patriarcado, respondiendo a las críticas a través de la distinción entre una
ética femenina del cuidado, la del “ángel del hogar” basada en la entrega de
sí, por un lado, y una ética feminista del cuidado, basada en el respeto de sí
y en el reparto de las responsabilidades, y así lo manifiesta en sus reflexio-
nes más recientes:
169
porque la mera declaración de la diferencia de género en un con-
texto social en el que se identifica al hombre como normal con-
tiene una implicación de inferioridad para lo que pertenece úni-
camente a las mujeres. Tercero, filosóficamente este argumento
puede anularse, porque si las feministas piensan la ética del cui-
dado como categoría de la diferencia de género, es muy probable
que caigan en la trampa de intentar defender la moralidad de las
mujeres en vez de mirar críticamente las posibilidades y los pro-
blemas filosóficos de una ética del cuidado”.(Tronto, 1987: 2).
170
guridad de que seguirá estando, esto está lejos de ser así ya que es resultado
de un trabajo: el trabajo de cuidado.
171
sonas adultas “competentes”. De esta forma, las investigaciones en torno al
cuidado conllevan implícitamente una crítica al modelo neoliberal de “au-
tonomía plena” por considerarla parcial y, sobre todo, precaria y provisoria.
Las teorías del cuidado promueven, por tanto, un reconocimiento sin pre-
cedentes de la vulnerabilidad como una condición común de la humani-
dad. Al respecto, Tronto señala que:
172
El cuidado ha pasado a ser el nuevo oro del mundo, dice la socióloga Arlie
Hochschild a propósito de la migración femenina internacional (Hochs-
child, 1989). Por cierto, no es posible pensar al cuidado fuera de las relacio-
nes de dominación: relaciones asimétricas entre hombres y mujeres, pero
también entre clases y razas. La relación social de dominación que define y
configura al trabajo de cuidado como trabajo subalterno se inscribe en las
dinámicas Norte/Sur, es decir, entre países más ricos/países más pobres; la
cual es difícilmente disociable del racismo y de los efectos prolongados del
colonialismo. La colonialidad del poder pasa por formas de “dominación
cercana” (Memmi, 2003) que se establecen en el espacio doméstico: entre
mujeres y en torno a los cuidados del cuerpo. Precisamente, en aquello
considerado como lo más privado y lo menos político.
Desde esta mirada, el cuidado deja de ser una moral de los buenos senti-
mientos y se convierte en un proyecto que traspasa las fronteras entre lo
privado y lo político, entre el trabajo y la ética. Esto requiere de un con-
cepto amplio de trabajo.
Hasta la década de los ochenta del siglo pasado, la categoría trabajo engloba-
ba sólo al empleo o a la ocupación remunerada, por lo que excluía al trabajo
de las mujeres y a las actividades domésticas asignadas a éstas. La noción de
trabajo emerge en relación directa con el desarrollo del capitalismo industrial
y la construcción de las democracias occidentales. La preservación del lugar
de trabajo como ámbito de solidaridad fraternal entre iguales se conserva a
lo largo de todo el siglo XX, y tiene efectos sobre el concepto trabajo (qué in-
cluye y qué no) y sobre la categoría “trabajadores” (quiénes integran dicha ca-
tegoría y quiénes no). Es en este marco en el que se encuadran las actividades
de cuidado, categorizadas como “no trabajo” y relegadas al ámbito privado.
173
Ante esta situación, la segunda ola feminista3 visibiliza al trabajo femenino,
tanto al trabajo asalariado como al doméstico, y le da valor. En este con-
texto, marcan un hito las propuestas en torno a la “doble jornada” (second
shift) (Hochschild y Machung, 1989) que emergen en Estados Unidos y
que hacen referencia al “segundo turno” que deben afrontar las mujeres al
volver del trabajo a su casa, puesto que ponen de manifiesto la sobrecarga
que implica asumir un doble trabajo: las mujeres participan de forma ac-
tiva en el mercado laboral sin dejar de atender al cuidado de los miembros
del hogar. Algo antes, en Europa, concretamente en Italia, se acuña la no-
ción “doble presencia” (doppia presenza) (Balbo, 1978) para subrayar que
la asunción femenina del trabajo que se realiza tanto fuera como dentro de
los hogares. Esta no sólo supone una mayor carga de trabajo, sino que a ni-
vel subjetivo, implica asumir un doble rol, lo que requiere la coordinación
sincrónica y cotidiana del ámbito doméstico y del laboral, haciendo que el
tiempo sea percibido por las mujeres como fuente de malestar.
Una parte de lo que hasta ese momento se confundía con el amor conyu-
gal, el amor filial, o el amor por los hijos e hijas, comienza a ser conside-
rado trabajo. Un trabajo no remunerado, no reconocido como parte de la
riqueza del país y, sin embargo, indispensable para la sostenibilidad de la
vida. A partir de este giro, se abre la posibilidad de considerar el reparto
del trabajo de cuidado tanto entre los miembros de la pareja, como a nivel
social, así como “la normatividad, los costes y los contextos sociales dentro
de los cuales este trabajo es asignado y llevado a cabo” (Lewis, 1998:6). No
obstante, dicho reparto no siempre se desarrolla de manera satisfactoria.
174
Así, el fracaso de la división conyugal de tareas, junto con una provisión de
servicios de cuidado insuficiente por parte de las instituciones (guarderías, co-
medores escolares, residencias y servicios de día para mayores…), conduce a la
división del trabajo de cuidado entre las mujeres a través de la externalización,
sobre todo y a menudo, de las tareas más rutinarias y menos placenteras. De
este modo, ante la ausencia de una transformación significativa respecto de la
organización social del cuidado, el mito glorificador del trabajo como promesa
de felicidad, de logro moral, e incluso de salud mental, continúa edificándose
sobre la base de la negación o el ocultamiento de aquello que el trabajador
eficiente del neoliberalismo, el trabajador champiñón (Pérez Orozco, 2010), le
debe al trabajo doméstico y de salud y al cuidado realizado para su beneficio.
La figura del trabajador champiñón, nos remite al mito inalcanzable de la au-
tonomía plena:“es aquel que brota todos los días plenamente disponible para el
mercado, sin necesidades de cuidado propias ni responsabilidades de cuidados
ajenas, y desaparece una vez fuera de la empresa” (Pérez Orozco, 2010:137).
Todo ello explica, al menos en parte, por qué el trabajo de cuidado, diri-
gido a satisfacer las necesidades de las personas y a construir un mundo
común, forma parte de las profesiones con menor remuneración y que son
menos respetadas. En Colombia, las madres comunitarias son emblemá-
ticas de esta forma de injusticia social4. Se trata, en efecto, de un trabajo
175
feminizado, a menudo invisible, en parte realizado gratuitamente en el
ámbito privado, donde se confunde con el amor y la solidaridad...
5 Las Cuentas Satélite del Trabajo Doméstico tienen como objetivo principal “propor-
cionar una imagen global de las actividades productivas realizadas por los hogares y
estimar el valor económico aportado por dichas actividades, que no se recoge, en su
mayor parte, en las estimaciones del Producto Interior Bruto-PIB” (Eustat, 2016:1). En
España, el Instituto Vasco de Estadística-Eustat es pionero en llevar a cabo estas opera-
ciones estadísticas: las realiza cada cinco años desde 1993, siendo la última edición la
de 2013. De esta forma, se estima que la producción económica de los hogares en la re-
gión del País Vasco (España) en 2013 asciende a 21.342 millones de euros, lo que supo-
ne el 32,4% del PIB de dicho año. Más información sobre la Cuenta Satélite de Produc-
ción Doméstica del País Vasco en : http://www.eustat.eus/estadisticas/tema_189/opt_0/
ti_Cuenta_satelite_del_trabajo_domestico/temas.html (Última consulta: 06/11/2016)
176
“materia prima” de las Cuentas Satélite de Producción Doméstica son los
datos sobre el cómputo de tiempo dedicado al trabajo doméstico y el cui-
dado producidos a través de las Encuestas de Empleo del tiempo. Estas
operaciones estadísticas comienzan a proliferar a partir de la Conferencia
de Naciones Unidas celebrada en Beijing en 1995, donde se recomienda a
los Estados miembros elaborar Cuentas Satélite de Producción Doméstica.
Hoy por hoy, se llevan a cabo con cierta regularidad en algunos países de
América Latina (México y Uruguay, por ejemplo) y de Europa (Inglaterra,
Alemania y la región vasca perteneciente a España, entre otros), así como
en Estados Unidos y Australia, por mencionar algunos.
177
eficacia y rapidez (“el tiempo es oro”). Las Cuentas Satélite de Producción
Doméstica, por su parte, estiman el coste que supone realizar el trabajo de
cuidado a través del mercado, tomando en cuenta el salario por hora de
una persona que trabaja de forma polivalente para desempeñar diversas
tareas en el hogar (limpieza, atención, gestión...), en un contexto en el que
los salarios se estipulan en base a la especialización y a la cualificación, y en
el que los ingresos son menores para los sectores feminizados.
Se puede contar el número de camisas planchadas, las horas y minutos que re-
quiere el planchado, pero ¿cómo se mide una sonrisa?, ¿y el cariño (o el hastío)
con el que se cambia un pañal? El cuidado requiere un modo de relación par-
ticular que no es fácil cuantificar: responde a otra gramática, ya no de medida,
sino de incertidumbre narrativa. “Eso depende” dice con frecuencia Amy, la
niña que encarna la ética del cuidado en el libro de Gilligan. Efectivamente,
“eso depende” de la gente, de las circunstancias, no hay repuesta preformada.
Hay que discutir, escuchar, construir relatos, movilizar técnicas de narrativas…
Entonces, para entender las maneras en las que se organiza el trabajo de cuida-
do y las formas en las que se responde a las necesidades de las demás personas,
hay que pensar más allá de la cuantificación, en otras formas de producción
de datos tales como los relatos, las historias y las narraciones contextuales, que
permitan acceder al sentido y a las representaciones del cuidado.
La ciudadanía es, en este punto, una cuestión central. “La voz diferente” de
las trabajadoras del cuidado es escuchada en menor medida y tiene menos
legitimidad que la de otros actores sociales que poseen mayor peso en el de-
bate político y social: médicos, asociaciones de familias, grandes consorcios
que venden tratamientos y curas, expertos en ética, ONGs, entre otros.
178
Es un elemento capital de la discusión: la ética del cuidado se sostiene en
una experiencia del cuerpo a cuerpo con las personas dependientes, pero
también con “adultos competentes” que delegan todo lo que concierne a
sus necesidades primarias y/o a las necesidades de sus criaturas pequeñas a
“empleadas domésticas”, quienes tienen un conocimiento de las personas
que sirven, diametralmente opuesto a lo que Joan Tronto ha conceptuali-
zado como la “indiferencia de los privilegiados” (Tronto, 1993).
¿De qué se trata? Ser servido sin sentirse mal, lo que implica “olvidar” a la
persona que sirve en tanto que persona. Ese “olvido” o “negación” de la
vida material de las trabajadoras del cuidado es también una de las razones
principales por las que los organizadores u organizadoras del debate públi-
co, personas por supuesto privilegiadas, tienen poco interés de escuchar esa
“voz diferente”.
179
por los empleadores para mantenerlas en un dispositivo pater o maternalista.
Ellas no son ingenuas, lo saben. Esta asociación de mujeres no se constituyó
para la atención a “víctimas”, sino para crear un comedor para los hijos e
hijas de madres que trabajan, ahí dónde los servicios públicos claramente
fallan. Es, entonces, una asociación que busca, inicialmente, aportar mayor
autonomía a las mujeres mediante la mejora del cuidado de sus criaturas. Su
nombre es un verbo de acción orientado hacia un devenir: Avanzar.
En las teorías clásicas de las ciencias políticas, esta cuestión se evalúa en tér-
minos de acceso a la justicia, a los derechos, a la autonomía, y a la esfera pú-
blica. La inclusión de las minorías en la ciudadanía se hace sobre los criterios
ya establecidos que acabamos de mencionar. Uruguay es el único país que
recientemente integró el cuidado en su Constitución como parte de los dere-
chos elementales de la ciudadanía, al mismo nivel que la salud, la educación,
la vivienda... (Aguirre, Batthyany, Genta & Perrotta, 2014). Además, ese
país toma en cuenta los derechos de los y las cuidadoras. Es un paso adelante.
180
Más allá de los derechos, el cuidado no es tenido en cuenta en la definición
de la ciudadanía. La mayoría de los adultos competentes se benefician de
un apoyo o una escucha, asalariada o no. Es algo corriente para la mayo-
ría de nosotros y nosotras. Sabemos, sin embargo, cuán importante es el
cuidado en nuestra vida cotidiana, ya sea que se trate del trabajo gratuito
que lleva a cabo nuestra madre o del trabajo remunerado realizado por
una empleada. Sin embargo, no pensamos que personas a las que les faltó
cuidado a lo largo de toda su vida puedan tener dificultades en pensarse
como ciudadanas y en participar en el debate público. Ser ciudadano o
ciudadana no es una mera figura abstracta. Hay un ser humano en quien la
ciudadanía se encarna. La ciudadanía es una encarnación.
181
La asociación auto-organizada de mujeres colombianas responde (y a va-
rios niveles) a esa necesidad fundamental de cuidar y ser cuidado que se
proclama también a través de la cuidadanía. Sin esta forma particular de
trabajo de cuidado o – mejor – de cuidados mutuos, autocuidado o cuida-
do de sí, no hay ni ciudadanía, ni acceso al espacio público, ni tampoco
derechos posibles. Ante todo, las personas deben tener los medios - no
intelectuales, sino afectivos - de creer que los derechos pueden también ser
suyos, que tienen derecho al derecho. Es el sentido de la formulación de la
filósofa Eva Feder Kittay (2011) “el cuidado es justo” y es por ello que el
trabajo de auto-cuidado de esa asociación es en realidad, político.
Bibliografia
Gilligan, C.
182
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1-17 [Traducción del Programa de Democratización de las Relaciones
Sociales. Escuela de Posgrado. Universidad Nacional de General San
Martín. Aprobada y autorizada su publicación por la autora].
184
Trabajo y afectos.
Los resortes de la servidumbre doméstica.1
Helena Hirata
Introducción
Los cambios que han tenido lugar en los últimos treinta años en la actividad
profesional de las mujeres no han sido acompañados por cambios significati-
vos en la distribución del trabajo doméstico entre los sexos en el ámbito do-
méstico. La cuestión de los resortes psicoafectivos de la dominación, central
en este dominio, ha sido poco explorada por los sociólogos. La Psicodinámi-
ca del trabajo constituye una perspectiva irremplazable para llevar a cabo esta
reflexión. El articulo muestra que las nociones de “servidumbre voluntaria”
y “consentimiento” a la dominación, así como la apelación a “sentimientos
amorosos” son elementos heurísticos para pensar los afectos que están en
juego en la reproducción de la servidumbre doméstica.
187
No obstante, estos cambios en la división sexual del trabajo profesional
no fueron acompañados por cambios similares en la división sexual del
trabajo doméstico y familiar, donde la responsabilidad de la gestión y de la
ejecución continúa siendo asignada a las mujeres.
4 Según esta encuesta si bien en 2010 se constata una ligera disminución del tiempo
que dedican las mujeres al trabajo doméstico, se trata más bien de una disminución
del tiempo de trabajo doméstico de las mujeres que de un aumento del tiempo que los
hombres dedican a dicho trabajo (Meron, 2016).
5 Según L. Sangolt, Noruega fue el único país industrializado que incorporó por un
corto período después de la Segunda Guerra Mundial el valor del trabajo doméstico en
la contabilidad nacional y que continúa desarrollando proyectos en ese sentido.
188
dominantes/dominados. ¿Cuáles son los resortes de la servidumbre do-
méstica? El lugar del “modo de producción doméstica” (C. Delphy, 1998)
fundado en la opresión de las mujeres parece estar en el corazón de esta
duplicación de la dominación y de la permanencia de la división sexual del
trabajo en el espacio y en el tiempo.
2) se postula que se trata de amor (ya que puede alegarse que no se trata de
un sentimiento amoroso sino de una ideología interiorizada, de normas y
roles socialmente impuestos, de una forma de alienación, etc.; o desde el
punto de vista del sujeto, de elecciones estratégicas...).
Entre las posibles respuestas a esta pregunta: ¿por qué el trabajo doméstico
es realizado gratuita y voluntariamente por las mujeres en el seno de la pa-
reja o la familia?, la vinculada a los resortes psicoafectivos de la dominación
raramente está en el centro de la reflexión sociológica.
189
a problemáticas que están siendo elaboradas- tiene la intención de reexa-
minar los conceptos de “servidumbre voluntaria” (La Boétie), y de “consen-
timiento” a la dominación (N.C. Mathieu), así como la de interrogar a la
literatura sociológica en relación a un punto planteado hace veinte años
por Sonia Dayan (1982) y que ha sido poco retomado posteriormente:
el del “sentimiento amoroso y el trabajo de las mujeres”. Este “sentimiento
amoroso” no ha sido definido en este texto, aun cuando constituye un
postulado de partida. Remito a los desarrollos de C. Dejours relativos a
los tres elementos constitutivos del amor (la identidad, lo sexual y el apego
que se encuentran en un artículo publicado en este mismo número de la
revista Travailler 7).
190
los “misterios” de la productividad. El sufrimiento podría estar en el
origen del aumento de la productividad bajo la forma de una autoace-
leración compulsiva. De este modo, factores que no son tecnológicos
ni económicos podrían ser fundamentales para que la sociología y la
psicodinámica del trabajo expliquen los mecanismos que están en la
base de la productividad en el trabajo.
191
campo del trabajo, no todo trabajo es necesariamente sublimatorio: se
trata aquí de un ángulo de análisis del trabajo doméstico que convoca a
la relación entre subjetividad y trabajo.
192
hombres-mujeres, la virilidad y la mujeridad 10 como construcciones socia-
les, han sido integradas de manera bastante central tanto en la producción
científica como en las actividades (en particular, los tres coloquios inter-
nacionales de Psicodinámica y Psicopatología del trabajo) del laboratorio
creado por C. Dejours en los años noventa.
193
La centralidad del trabajo. El estatuto del trabajo en la construcción
conceptual de la Psicodinámica del trabajo, particularmente debido al
cuestionamiento de la “separación estrictamente espacial” entre tra-
bajo y fuera del trabajo [...] “separación que se contradice tan pronto
como uno se refiere a la dinámica de los procesos psíquicos y sociales
“(C. Dejours, 1993: 251); contribuye a pensar el trabajo en un senti-
do amplio: profesional/doméstico; formal /informal; remunerado/no
remunerado, tal como lo hacemos nosotros. Teoría de la sexualidad y
teoría de la división sexual pueden conjugarse para captar “la dimen-
sión del trabajo en el funcionamiento psíquico” (C. Dejours, en colec-
tivo, 1996: p. 9) y, a la inversa, para aprehender las funciones psíquicas
que operan en la división sexual del trabajo (ver los análisis de D.
Kergoat, en C. Dejours, bajo la dirección de, t. II, 1988, p. 152 y sig.)
194
coincide con el que tiene La Boétie respecto de la amplitud de la sujeción
a un rey o un tirano11.
195
ye una mediación esencial para conceptualizar la dominación, el consen-
timiento y la resistencia desde el punto de vista de una sociología de las
relaciones sociales de sexo, así como desde el abordaje de la Psicodinámica
del trabajo (C. Dejours, 2000, en particular, pp. 112 y sgtes.: C. Dejours,
2001, Conclusión y pp. 197 y sgtes.).
196
Sentimiento amoroso y trabajo: el punto de vista de los sociólogos
197
temano a quienes se interrogan sobre el amor (o su ausencia) respecto de
sus cónyuges y amantes porque eluden compartir las tareas domésticas y la
relación de servicio hacia sus esposas e hijos...
198
mujeres están al servicio de sus maridos e hijos, al servicio de su familia”.
(Chabaud-Rychter, D., Fougeyrollas-Schwebel,D., Sonthonnax, F., 1985:
p. 47; cf. también Fougeyrollas-Schwebel, D.[coord.], 2000): Esta consta-
tación es hoy día renovada y ampliada, a partir de diferentes campos y ob-
jetos de investigación, particularmente a partir de los empleos de servicio
(ver Fougeyrollas-Schwebel [coord.], 2000).
Los nuevos abordajes sobre trabajo doméstico que efectúan las mujeres en
el seno de la pareja consideran particularmente que las modalidades de su
realización varían según clases sociales y posibilidades económicas –tanto
de la pareja como societales (disponibilidad de mano de obra para el tra-
bajo doméstico remunerado). La crisis económica y el desempleo masivo,
junto con la emergencia de “empleos de proximidad”, han transformado
el estatuto del trabajo doméstico en algunas de sus dimensiones mediante
el proceso de “salarización”; lo que a su vez, contribuyó a iluminar de otro
modo la problemática de la servidumbre doméstica.
Conclusión
199
Los resortes de la servidumbre doméstica siguen siendo un enigma y por
tanto, requieren la continuidad de trabajos de investigación, no solo so-
ciológicos sino también históricos (en este sentido, la contribución de C.
Dauphin,A Farge, 2001) y de la Psicodinámica del trabajo(P. Molinier, M.
Grenier-Pezé, 2000;C. Dejours, 2001).
Bibliografía
200
Collectif, (1996), Travailler 28, Adolescence, printemps 1996, tome XIV,
n° 2 (cf. en particulier les articles de C. Dejours, M.-P. Guiho-Bailly, P.
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Paris, Ed. Saint-Martin/Syros, 418 p.
203
Solo el trabajo rentable es evaluado1
Valerie Ganem
Para ello volveremos sobre las dificultades que supone la evaluación del tra-
bajo real, tal como C. Dejours las analizara, y precisaremos posteriormente
1 Este artículo es una traducción realizada por Cecilia Ros y Miriam Wlosko, del origi-
nal en francés: Valérie Ganem, “Seul le travail rentable est évalué”, Travailler 2011/1
(n° 25), p. 129-143. DOI 10.3917/trav.025.0129. Disponible en https://www.cairn.info/
revue-travailler-2011-1-page-129.htm
205
el contexto y los métodos puestos en práctica en ambos establecimientos
para luego describir sucintamente los dispositivos de evaluación vigentes y
su incapacidad para tomar en consideración las actividades no valorizables.
206
ejemplo). Esta dimensión cualitativa del esfuerzo sobre la salud es muy
diferente de una persona a otra.
Será recién hacia los años sesenta que esta discordancia entre la evaluación
del trabajo y las características propias de los individuos va a ser tratada por
Alain Wisner mediante el concepto de evaluación de la carga de trabajo.
La carga de trabajo implica a las características individuales y singulares del
esfuerzo, como opuestas a la tarea la que alude al resultado material del es-
fuerzo en términos de producción. Pero el universo en el cual se desarrollan
estos trabajos tiene como modelo de referencia la producción industrial de
masa, cuyo centro es la cadena de montaje automotriz fordista.
¿Qué es trabajar?
Para tratar las dificultades de la evaluación, hay que analizar en qué consiste
esta experiencia que se llama “trabajar” en Psicodinámica del trabajo (PDT).
Así, la principal característica del “trabajar”, es que es imposible alcanzar la
calidad respetando escrupulosamente las prescripciones; incluso aunque el
trabajo esté bien concebido y la organización del trabajo sea rigurosa.
207
Partiendo de esta constatación, y dado que las prescripciones tienen por lo
general un carácter normativo, trabajar bien es siempre cometer infraccio-
nes. Si toda la organización se monta sobre disposiciones reglamentarias en
nombre de la seguridad, la calidad…, se ejercerá sobre quienes trabajan un
control quisquilloso. Trabajar de manera adecuada en esas condiciones se
vuelve a veces muy difícil.
El autor subraya esta paradoja: para hacer bien el trabajo es necesario come-
ter infracciones; pero en caso de incidentes, la buena voluntad del agente
se le vuelve en contra ya que será inevitablemente acusado de faltar a las
prescripciones. Y no se salvará de que esto sea interpretado como un signo
patente de incompetencia y, por lo tanto, como un error humano. Por lo
tanto, trabajar bien supone para el agente correr el riesgo de ser sancionado.
¿Por qué el autor insiste sobre la trampa inherente al trabajo bien hecho?
2 Celo se refiere aquí a hacer un esfuerzo de ingeniosidad para inventar los trucos, las
astucias necesarias que permiten paliar las lagunas surgidas de las contradicciones de la
prescripción, la que es incapaz de prever todas las situaciones que los trabajadores pueden
encontrar en la realidad. Hacer una huelga de celo significa dejar de producir ese esfuerzo.
208
Obstáculos que intervienen en el ocultamiento del trabajo
Josiane Boutet (1995) y Patrick Fiala en particular, han mostrado que to-
dos los saberes nacidos de la práctica del trabajo son muchas veces mal
transmitidos por el lenguaje, porque en gran medida son clandestinos. Las
palabras para designar, describir y caracterizar a esos saber-hacer son cró-
nicamente deficitarias. Ese déficit semiótico conlleva casi siempre una eva-
luación deficitaria del trabajo. Por otra parte, si el mundo sólo nos es cog-
noscible bajo cierta descripción, según el concepto de la filósofa Anscombe
(1979), esta descripción es objeto de una competencia social encarnizada.
La lucha por imponer una descripción por sobre otra se juega clásicamente
entre ingenieros y operadores. Así, la descripción ingenieril del trabajo se
impone en detrimento de las prácticas del lenguaje del oficio. Hablar de
trabajo, impone –para bien o para mal-, tener que pasar por una lengua
que nunca es neutra, sino que está estructurada por lo que Bourdieu de-
nomina “dominación simbólica”. Ahora bien, es evidente que la distancia
entre ambas descripciones, la subjetiva y la que realiza la gestión, tiende
a profundizarse en el periodo contemporáneo, de lo cual emerge una au-
téntica perplejidad no solo respecto de la realidad del trabajo propiamente
dicho, sino también y sobre todo, sobre su calidad.
209
Pero en PDT la habilidad profesional reposa sobre un conocimiento corpo-
ral del proceso de trabajo. La inteligencia en el trabajo es guiada por una in-
timidad entre el cuerpo y el objeto de trabajo, la materia, la herramienta o el
objeto técnico. Michèle Salmona (1994) ha puesto en evidencia este aspecto
del trabajo en los criadores de ganado asociando ese saber hacer presentido,
memorizado y puesto en acto por el cuerpo a la mètis de los Griegos. Mètis
también conocida con el nombre de “inteligencia astuta”3. Es evidente que
este conocimiento íntimo del trabajo, de los objetos técnicos, de la materia
a trabajar, es muy difícil de simbolizar, y por lo tanto de poner en palabras.
Lo más insólito, nos dice C. Dejours, es que esta inteligencia del cuerpo es
desconocida por aquellos que, sin embargo, la utilizan constantemente. Es
banalizada y naturalizada: “oh, eso se hace naturalmente” o “automática-
mente”, le dicen al clínico. Ahora bien: es lo contrario. La inteligencia profe-
sional está por delante de su conocimiento y de su simbolización. La mayoría de
quienes trabajan son más inteligentes de lo que ellos mismos reconocen. Sin
embargo, Dejours admite que aunque la explicitación de ese saber-hacer es
posible, esta pasa por métodos complejos como los elaborados por Danie-
llou (ergónomo) y por Y. Clot (2000) (clínico de la actividad). El autor nos
advierte también que la inteligencia del cuerpo no sólo es útil para los traba-
jadores manuales sino que es asimismo indispensable tanto para los pilotos
de caza, como para los psiquiatras o los conferencistas, quienes por ejemplo,
solo pueden captar la atención del auditorio si saben servirse de su cuerpo.
3 Para mas detalle sobre la mètis: Détienne M., Vernant J.-P., 1974, Les Ruses de l’inte-
lligence.La mètis chez les Grecs, Flammarion, Paris.
210
C. Dejours, agrega que atenuar el sufrimiento pasa frecuentemente, por
una tentativa de oponer una negación a la percepción de aquello que gene-
ra sufrimiento. Por esta razón, los trabajadores nunca hablan directamente
de sus defensas. Por el contrario, se esfuerzan en disimularlas porque estas
son frecuentemente paradojales, como la puesta en riesgo ritualizada por
los obreros de la construcción y en trabajos públicos (1980), y que por ello
serían condenables. Por añadidura, la negación de la percepción asociada
a esas defensas se acompaña del debilitamiento de la capacidad de pensar.
Todos los investigadores de las ciencias del trabajo acuerdan en que, al menos
en los países occidentales, las tareas de producción clásica tanto en la indus-
tria como en la agricultura, ven disminuida su participación en el empleo. La
fuente principal del empleo se sitúa actualmente en las actividades de servi-
cios, C. Dejours, menciona en particular los trabajos de Christian du Tertre
(1999). Entre estas actividades, el autor considera que la mayoría implica lo
que se ha dado en llamar “relación de servicio”; es decir, una relación directa
entre el productor y el cliente. Todas las tareas requieren una movilización
subjetiva del trabajador en registros invisibles porque son relacionales, inclu-
so intersubjetivas. Nos recuerda que los economistas hablan al respecto de las
actividades de servicio como “tareas inmateriales”, lo que subraya, según él,
la invisibilidad ya comentada del trabajo efectivo.
211
La ignorancia de un aspecto importante del trabajo prescripto:
el trabajo no rentable
Más allá del análisis de las dificultades de la evaluación del trabajo real, dos
investigaciones realizadas en Guadalupe -una en un centro hospitalario y otra
en un banco– han mostrado una ausencia en los sistemas de evaluación actua-
les respecto de un componente importante del trabajo prescripto: la actividad
no valorizable por no ser rentable. Para demostrarlo, nos referiremos a los dos
estudios y a las fallas de los sistemas de evaluación que éstos han mostrado.
Elegimos partir de estos dos ejemplos para ilustrar que los principios que
rigen los sistemas de evaluación actuales son los mismos, sea que corres-
pondan al sector privado -más competitivo como en el caso del banco-, sea
que pertenezcan al sector público, donde los servicios que se brindan son
de cuidado, como es el caso del sector hospitalario.
212
equipos, evaluación, organización y tiempos de trabajo, y condiciones de
trabajo. Pero, en este artículo, sólo trataremos la cuestión de la evaluación.
213
legales sin que lo que se espera del trabajo esté especificado para tal o cual
función: las herramientas de evaluación son las mismas para obreros, agen-
tes administrativos y profesionales de la salud.
214
alcanzaron en 4 cuartiles (del 0 al 25 % de los objetivos, del 25 al 50 %,
del 50 al 75 % y del 75 % al 100 %).
Esta evaluación reviste una gran importancia para los agentes, dado que de-
termina directamente el monto de los sobresueldos que serán distribuidos.
Hemos visto que en el contexto del hospital público todo un aspecto del
trabajo es ocultado, como por ejemplo, el tiempo destinado a la recepción
de los pacientes y su familia, el intercambio cara a cara y telefónico con estos
a fin de informarlos sobre el estado del enfermo, las intervenciones que se le
realizarán, o bien el pase de guardia, las reuniones de servicio, de centro, etc.
215
vez por completo toda una parte del trabajo en la sucursal. Sólo los resul-
tados comerciales cuentan. Así, actividades tales como la recepción de los
clientes, su acompañamiento en la utilización de los cajeros automáticos,
las entrevistas e intercambios con los distribuidores, el tratamiento de
los reclamos (de tarjetas de crédito “tragadas” o engullidas por ejemplo),
la gestión administrativa de las ventas, entre otras cosas, no son tenidas
en cuenta. Los trabajadores lamentan la incoherencia entre el sistema de
evaluación y el hecho de que la dirección recuerde regularmente la im-
portancia de lo relacional y de la escucha respecto de los clientes. Cons-
tatan asimismo que los eslóganes comerciales de su empresa valorizan la
calidad de la relación con el cliente. Paralelamente, afirman que desde
hace varios años, el acento está puesto sobre lo que se denomina “la
conformidad”; esto es, que los vendedores deben ser muy prudentes al
vender productos bancarios ya que cualquier falta de ”conformidad” en
la gestión o en los expedientes puede exponerlos, tanto a ellos como al
establecimiento, a un riesgo jurídico. Sin embargo, estas actividades son
totalmente ocultadas por el sistema de cuartiles, y casi no son considera-
das en el cálculo de los beneficios a los asalariados.
Quedó así en evidencia que las evaluaciones realizadas en estos dos estable-
cimientos siempre omitían al trabajo no rentable, en el sentido que este no
puede traducirse en ninguna actividad que genere valor financiero. Este
trabajo concierne particularmente a la atención, la comunicación con los
usuarios en general, el tratamiento de reclamos y gran parte del trabajo
administrativo.
216
porque pasaron gran parte de su tiempo realizando actividades “invisibles”
para la organización; y además saben que esto les será reprochado.
Este problema no solo se relaciona con la evaluación del trabajo sino tam-
bién con la evaluación de la carga de trabajo, y por tanto, con los medios
materiales y el personal necesario para la buena realización del mismo. La
cantidad de efectivos es, a su vez, calculada sólo a partir de las actividades
rentables, lo que se traduce en una falta crónica de personal, constituyén-
dose así en una fuente de sobrecarga psíquica para los trabajadores y de
insatisfacción para los usuarios.
5 Libreta de ahorro popular entre los franceses que solo estaba disponible en el banco
llamado “Caja de ahorro”. Al momento de la investigación, todos los bancos habían
obtenido el derecho de vender estas libretas a sus clientes.
217
sentidos serán insuficientes, y finalmente, será el personal y los usuarios
quienes padezcan por ello.
Conclusión
Sería por tanto urgente imaginar otros sistemas de evaluación que tomen en
consideración los resultados del trabajo no rentable, y que pasen asimismo por
ejemplo, por la observación, la recopilación de juicios de colegas y de usuarios.
218
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Méthodes”, Travailler, 4 : 7-42.
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Supiot A.
220
Wisner A.
221
Pensar la acción: acerca de cómo cambiar el trabajo
Patricio Nusshold
Introducción
223
des de intervención: tanto ante la aplicación de cuestionarios cuantitativos
para evaluar la carga de trabajo, la evaluación de riesgos psicosociales o del
“clima” laboral, como ante cualquier intervención que tenga como objeti-
vo analizar el trabajo, en ergonomía o en Psicodinámica del trabajo. Una
pregunta que frecuentemente recibimos los investigadores es “¿Para qué
sirve esta investigación?”. Interrogante que además de indagar en torno de
nuestro rol, pone el acento en la demanda. Volveremos al final del capítulo
sobre este aspecto.
Los diferentes abordajes que se utilizan para mejorar las condiciones de tra-
bajo poseen distintas concepciones respecto de las relaciones entre activi-
dad laboral y salud mental, y sobre lo que significa “transformar” el trabajo.
La ergonomía, la Psicodinámica del trabajo y la evaluación principalmente
cuantitativa de los riesgos psicosociales, son algunos de los abordajes de la
relación salud/trabajo.
Ergonomía y PDT –tal como lo hemos trabajado (Nusshold & Poy, 2015)-
comparten no sólo una porción de sus referentes teóricos sino también
224
una parte significativa de su historia epistemológica (Daniellou, 1996) e
institucional. Diversos investigadores son reconocidos como prestigiosos
ergónomos y psicodinámicos del trabajo al mismo tiempo; entre ellos: Do-
minique Dessors en Francia y Laerte Sznelwar en Brasil. Ambas discipli-
nas exploran la relación entre trabajo y salud, y para ello utilizan algunos
conceptos nodales comunes, como el análisis de la brecha entre trabajo
prescrito y trabajo real.
225
los años noventa. El interés teórico por la PDT apareció en Argentina
hace unos veinticinco años, y desde entonces se han organizado y publica-
do diversas conferencias y libros entre ellos: un seminario de Dominique
Dessors y Marie-Pierre Guiho Bailly (1998), Christophe Dejours (1990,
2006, 2012, 2013) e Isabelle Gernet (2014). Incluimos en la lista algunas
publicaciones como las conferencias. Desde 2014 y hasta la fecha, los in-
tercambios entre el equipo de Pascale Molinier de la Universidad de París
13 y el Programa Salud y Trabajo de la Universidad Nacional de Lanús se
han multiplicado dando lugar a seminarios, clases, coloquios y publicacio-
nes como este libro.
226
prescrito y trabajo real (Daniellou, Laville & Teiger, 1983). No obstante,
cuando se habla de “trabajo prescrito”y “real” ¿cada una de estas disciplinas
refiere a lo mismo? En ergonomía se busca identificar por qué los operado-
res se alejan de lo prescrito (aquello que se le pide que haga) y, a partir del
análisis de la actividad, intentar transformar el modo en que se organiza el
trabajo. El objetivo de esta transformación es doble: mejorar los indicado-
res de salud, por una parte, y la productividad por otra.
227
A su vez, la PDT profundiza el estudio de los procesos que conducen tanto
a descompensaciones psicopatológicas, como de los que pueden contribuir
al fortalecimiento de la subjetividad (Dejours & Gernet, 2014). Dichos
procesos son dinámicos, y al igual que la salud mental, invisibles. En este
punto, una nueva brecha entre ergonomía y PDT se pone en evidencia
en la medida en que la observación de lo que el operador hace es central
en cualquier investigación ergonómica. Aun cuando en las intervenciones
ergonómicas se realizan entrevistas a los operadores en el lugar de trabajo,
a fin de intentar comprender los aspectos cognitivos ligados a la toma de
decisiones y poder obtener datos “no directamente observables”, la ergo-
nomía opera con una concepción del individuo que se aleja del sujeto
del psicoanálisis que fundamenta a la PDT. El modo y fin de entrevistar
es diferente. Inconsciente y sexualidad constituyen el fundamento de la
subjetividad para el psicoanálisis. Dejours desarrolla un modelo metapsi-
cológico mediante el que explica el proceso de desarrollo de la subjetividad
y la construcción de la identidad no sólo en función de la sexualidad sino
también mediante el trabajo. (Dejours, 2009; Ganem, 2013).
228
tre las metodologías que implementa cada una, para pensar si es posible
una cooperación entre ambas disciplinas, y en tal caso, cual sería pasible
de ser implementada.
229
lación de la demanda inicial, se suelen realizar observaciones generales de
las situaciones de trabajo y entrevistar a los diferentes actores a fin de com-
prender el funcionamiento global de la empresa u organización, y a partir
de allí, llegar a un prediagnóstico mediante hipótesis acerca de las causas de
la aparición de fenómenos surgidos de la actividad. Por medio del análisis
de la actividad, o sea la observación de las situaciones de trabajo, se buscará
validar o refutar dichas hipótesis para luego arribar a un diagnóstico y des-
de allí realizar recomendaciones de cambio. El proceso ideal implica que
el ergónomo pueda acompañar esas transformaciones y luego comparar el
estado inicial con el final. Para hacerlo, los ergónomos suelen dotarse de
un equipo de trabajo y de un comité de pilotaje1 (Guerin et al., op. cit.).
A diferencia de la intervención en PDT, la ergonomía comparte con la
evaluación de los RPST tres momentos de toda intervención: diagnóstico,
propuestas de modificación, transformación.
230
en la medida en que son los trabajadores quienes piensan e inventan las
soluciones, esta dinámica puede inscribirse en un proceso de emancipación
(Dejours, 2013). Opondremos aquí la reflexión producida por los trabaja-
dores a partir de sus experiencias de campo (es decir de lo real del trabajo) a
las soluciones pensadas y recomendadas por expertos.
231
Las demandas reclaman raramente una investigación en PDT o en ergono-
mía tal como conocemos estas investigaciones actualmente. No solo por-
que ellas no son conocidas –al menos en Argentina- sino también porque
la tendencia de quienes lideran los equipos es pretender contar con “indi-
cadores cuantitativos”, por considerar que al ser un dato numérico esto da
al estudio “objetividad”.
232
sociales; mientras que muchos debates giran en torno de la importancia del
empleo, estaríamos hablando muy poco del sujeto del trabajo en sí.
233
cia en ergonomía tanto en América Latina como en otros lugares del mun-
do es incluir, tanto en los procesos de análisis de la actividad como en las
propuestas de resolución, datos cuantitativos obtenidos mediante cuestio-
narios, entre los que se destacan el CopSoq (Bjorner&Rugulies, 2010)2, el
de Karasek (1979)3, y el de Siegriest (Siegriest et al., 2004, 2008)4, entre
otros. En la Argentina, los cuestionarios de RPST fueron incorporándose
poco a poco a las baterías de los especialistas en higiene y seguridad en el
trabajo. En los últimos cinco años, varios equipos de investigación han im-
pulsado la formación en RPST en Universidades, apoyando la evaluación
de RPST en todo el país en el marco de un “relevamiento de la percepción
y vivencias por parte de los trabajadores asalariados con vistas a su preven-
ción” (Neffa & Henry, 2017)5.
3 Tal vez el modelo más conocido para la evaluación del estrés laboral es el modelo de-
sarrollado por el sociólogo estadounidense Robert Karasek en 1979. También se llama
a este modelo el modelo demanda-control-apoyo social. Este modelo y el cuestionario
cuantitativo desarrollado a partir del modelo teórico buscan evaluar por un lado la in-
tensidad de la demanda psicológica que implica el puesto de trabajo, por otro lado el
margen de maniobra o control que tiene el trabajador sobre su trabajo, y por último el
apoyo social con que cuenta para realizar su trabajo.
5 https://riesgospsicosociales.wordpress.com/
234
todología. Por momentos, pareciera ser una metodología basada en los
principios de la epidemiología; en otros casos, de la sociología; y en otros,
de la ergonomía.
Sin embargo, claro está que la metodología que busca “medir” cuantitati-
vamente los riesgos psicosociales en el trabajo por medio de una “muestra
de sujetos” presenta una posición epistemológica diferente a la de la PDT,
donde la noción de sufrimiento se diferenciará de la noción de RPST. Se
consideran como hipótesis probabilisticas las diferentes variables o “ries-
gos”. Cada uno de los riesgos constituye un a priori a partir del cual se
abordará el estudio del trabajo a partir de esos a prioris ya probados en
otros estudios. O sea, antes de tomar contacto con cualquier situación la-
boral, ya tendremos ciertas hipótesis que son el producto de regularidades
empiricas previas. Por ejemplo, propondremos como hipótesis de ante-
mano que las preocupaciones por las actividades domésticas es uno de los
principales problemas que enfrentan los trabajadores/as. A esta dimensión
se la llamará, en ciertos cuestionarios “doble presencia”. Por la necesidad de
contar con “escalas validadas”, es importante que las diferentes dimensio-
nes a evaluar sean las mismas, independientemente del contexto de trabajo
específico en que se apliquen los cuestionarios. Como se ve, esta metodolo-
gía, implica por definición, partir de hipótesis previas independientes de la
situación de un colectivo de trabajo específico. Los RPST que se evaluarán
tendrán las mismas dimensiones para managers, obreros de la construcción
o enfermeras de un geriátrico.
235
Muchas veces la evaluación de riesgos psicosociales permite generar de-
mandas orientadas a una investigación colectiva en la medida en que en
muchos casos los datos generados por los cuestionarios cuantitativos no
ayudan en sí mismos a hacer evolucionar la situación. Los RPSR pueden
ser en ciertas circunstancias oportunidad para abrir cuestionamientos y
eventualmente una demanda, pero a la vez su efectividad para transformar
es a menudo cuestionada.
Luego de una evaluación de los RPST, queda a menudo por definir cómo
proseguirá la intervención. Una gran parte del contenido hace referencia a
los diferentes riesgos en el trabajo, al daño que causan y a la importancia
de reconocerlos. Se explica entonces que una vez realizado el diagnóstico,
es posible pasar a la fase de formación en prevención de riesgos, orientada
al menos a los mandos medios y al personal jerárquico. Pero no sabemos
mucho más al respecto. Las fases de formación en los RPST, medición
cuantitativa y formación parecen encadenarse ad infinitum. En determina-
dos manuales, se propone la creación de grupos de trabajo sin especificar
las reglas de ese tipo de reuniones, como la participación voluntaria o el ca-
rácter confidencial o no de esos grupos. Muchos años se pierden a menudo
en el camino buscando un diagnóstico cuantitativo de lo que ya se sabía al
inicio de la demanda antes de crear las condiciones de la deliberación. De
236
cierto modo lo que propone la PDT es avanzar directamente en la cons-
trucción de los espacios de discusión sobre el trabajo.
237
Frecuentemente, recibimos demandas de intervención en PDT, tras una
evaluación de RPST que ha permitido identificar “zonas rojas” en los
resultados de los cuestionarios administrados. En este sentido, muchas
veces los cuestionarios de evaluación de RPST permiten a la dirección
tomar conciencia de un problema que ya todos conocen. Por tanto, los
cuestionarios pueden permitir un primer abordaje, aunque tal vez de-
masiado costoso en tiempo, dinero, trabajo de procesamiento de datos y
preparación de informes. No obstante, es poco lo que dicen los informes
de RPST sobre lo que realmente pasa en un lugar específico: hay esca-
sa o ninguna información -más allá del señalamiento de zonas “verdes,
amarillas y rojas”- sobre los problemas reales con los que se confrontan
los trabajadores cotidianamente. Las hipótesis previas que considera el
cuestionario -cada una de las dimensiones de los RPST-, no logran pro-
fundizar en torno de las preocupaciones que afloran en los intercambios
de la investigación colectiva sobre el trabajo. Por ejemplo, en el marco de
la investigación que realicé con trabajadores de un call center (Nusshold,
2015), los teleoperadores estaban preocupados y escandalizados por di-
versas situaciones. Por un lado, la falta de reconocimiento y el silencio de
la dirección ante sus consultas por errores en los cálculos de primas. Por
otro lado, por controles médicos falsos, hechos por motoqueros de una
empresa de medicina laboral contratista que cuando se ausentaban por
enfermedad pasaban por debajo de la puerta del domicilio de los teleope-
radores avisos de visita sin siquiera tocar a su puerta. Ese procedimiento
volvía sus ausencias al trabajo como injustificadas. Este tipo de inquie-
tudes específicas ligadas al trabajo real, o a sus condiciones de trabajo,
son difíciles por no decir imposibles de ser identificadas por medio de
cuestionarios estandarizados y cuantitativos.
238
pistas de acción irán esclareciéndose. Es por eso que muchas de las trans-
formaciones se van operando a medida que las reuniones avanzan.
Desde la Psicodinámica del trabajo, una de las críticas más fuertes a los
cuestionarios es que no permiten hablar colectivamente a los trabajadores
de lo que les hace sufrir en ese momento en particular. Esa obstrucción, o
esa tecnología que de algún modo es condicionante de la palabra, dificul-
ta el proceso por el cual los trabajadores pueden apropiarse de lo que les
sucede y habilitar ellos mismos las vías de acción orientadas a la transfor-
mación. Ante el cuestionario, siguen siendo pasivos para decir y pensar lo
que es preciso cambiar.
239
lleve a cabo la evaluación, que en algunos países de Europa y de América
Latina es exigida por la legislación. El trabajo de análisis y reformulación
de la demanda específico en torno a un colectivo de trabajadores que traba-
jan juntos como en la PDT o en ergonomía no parece sin embargo central
a la hora de realizar muchas investigaciones sobre los RPST.
240
“(…) El análisis de estos informes pone en evidencia una contra-
dicción entre una voluntad aparente de encontrar soluciones sin
tocar las causas estructurales. Por una parte, existe una toma de
conciencia de la importancia del problema, del vínculo entre la
salud de los trabajadores y la evolución de los modos de gestión, de
la necesidad de intervenir frente a la violencia de ciertas prácticas
de gobernanza. Pero, por ello, no se trata de cuestionar los dogmas
de la competitividad, la cultura de la alta performance, la necesi-
dad de la flexibilidad, y aún menos, examinar los fundamentos de
nuestro sistema económico. Por supuesto que deseamos cambiar, a
condición de no cuestionar los marcos estructurales del capitalis-
mo y los dogmas del liberalismo” (De Gaujelac, op.cit.).
De esta manera, podemos decir que estamos, frente a dos abordajes cuya
complementariedad parece dudosa e incluso, imposible. Sin embargo,
como ya lo hemos explicitado en la introducción, como profesionales nos
encontramos a menudo frente a trabajos compartidos entre especialistas en
RPST y ergónomos.
241
La noción de sufrimiento nada tiene que ver con la noción de RPST ins-
pirada de la teoría del estrés. El concepto de sufrimiento no tiene nada de
anodino. Tal como lo despliega Molinier (2007), probablemente inspirada
en Dejours (2003):
242
demandas que recibimos están ligadas a una evaluación de RPST cuanti-
tativa previa que en ocasiones no permite avanzar hacia la transformación.
Como ya anticipamos, es posible que se haya realizado una encuesta de
clima laboral, una evaluación cuantitativa de riesgos psicosociales en el
trabajo, una evaluación de la calidad, o una investigación epidemiológica
y que esto haya arrojado como resultado “zonas rojas” en los informes rea-
lizados por consultores. Sin embargo, no se sabe qué hacer ante esos datos
debido a la falta de conocimiento sobre el trabajo real, sobre la actividad.
Esto llama la atención de los delegados del personal o de la dirección. En
otros casos, solo confirman lo que ya todos sabían. Otras veces, la posibili-
dad de que los trabajadores discutan los datos arrojados por cuestionarios
puede constituir un punto de partida interesante para proponer un marco
en el que se hable del trabajo real.
243
albañil habla con sus compañeros de la importancia de la utilización de los
elementos de protección personal, puede que sea tildado de “maricón” o
miedoso. La necesidad de realizar un trabajo de análisis y de reflexión en
torno a los condicionantes del trabajo ante los cuales se ven confrontados
ciertos trabajadores se vuelve indispensable para poder hacer evolucionar
ciertas situaciones.
Ahora bien, las estrategias de defensa como el cinismo viril (Dejours, 1998),
pueden impedir que las condiciones para hablar estén dadas en un primer
tiempo. Es decir, las estrategias de defensa que permiten aguantar y seguir
trabajando pueden ser un obstáculo para la formulación de una demanda.
Incluso si uno de los actores realiza una demanda de investigación, puede
que otros obstruyan el análisis de la misma, en la medida en que ésta puede
representar una amenaza para su salud.
En ese sentido, la evaluación cuantitativa de los RPST, puede ser una so-
lución elegante para “hacer como que hacemos” sin tener que correr el
riesgo de hablar del trabajo real y de las estrategias de defensa desarrolladas
para poder seguir trabajando. Así, pensar puede ser más desestabilizante.
Si se habla de lo que se hace para poder seguir trabajando, puede aparecer
el temor de no poder sostenerlo. A veces, es a partir de una propuesta de
formación teórica en PDT llevada a cabo mediante reuniones con los dife-
rentes actores, que las demandas pueden empezar a discutirse y trabajarse.
Ese tiempo de pre investigación es un tiempo crucial. Un buen trabajo de
reformulación de la demanda es indispensable para generar las condiciones
para que la investigación colectiva se oriente hacia la transformación de la
situación actual de trabajo, hacia una situación que facilite el proceso de
deliberación del trabajo. Deliberación indispensable para volver a poner en
marcha la cooperación y que el trabajo vuelva a estar al servicio de la salud
de los trabajadores.
244
a que los empleadores entiendan la importancia de aceptar un tipo de in-
tervención de este tipo para la salud de sus empleados. Las demandas bien
trabajadas gracias al complejo trabajo que se lleva a cabo junto con los mé-
dicos laborales, permite que la mayor parte de las investigaciones que lle-
vamos a cabo estén desde el inicio orientadas hacia el debate en el seno del
colectivo de trabajo y abran la posibilidad de apropiación por parte de los
trabajadores. El proceso de investigación colectiva del propio trabajo tiene
gran interés para los participantes ya que son ellos quienes necesitan pensar
y buscar alternativas de funcionamiento. Son ellos los que solicitan la in-
vestigación y quienes ponen en práctica las vías para transformar su modo
de trabajar y su relación con el trabajo. Necesitan entender y evolucionar
conjuntamente en el pensamiento, para en un segundo tiempo, evaluar
vías posibles de acción. En ese sentido, la posibilidad de los trabajadores
de apropiarse de una investigación supone una historia previa en la cual
hayan podido pensar juntos que es necesario hacer algo para llevar a cabo,
modificar o transformar su trabajo. O sea, inicialmente fue necesaria una
demanda. Una demanda incompleta, sesgada, pero una demanda al fín.
245
permitiría en nuestra época encontrar el verdadero sentido de una
transformación emancipatoria”.
246
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en XXVII Congreso ALAS 2009. 31 de Agosto al 4 de Septiembre.
Facultad de Ciencias Sociales-UBA, Buenos Aires. Publicado en Me-
morias del Congreso.
251
Autores
253
Helena Hirata es graduada en Filosofía por la Universidad de San Pablo y
Doctora en Sociología por la Universidad París 8. Es Directora de investi-
gación emérita del laboratorio CRESPA-GTM-CNRS (asociado a la Uni-
versidad de Paris 8, St. Denis y Paris Nanterre). Es miembro del Comité de
dirección de la red MAGE, del Comité de lectura de los Cahiers du Genre
y del Colectivo Nacional de los Derechos de las Mujeres. Actualmente
investiga acerca del trabajo de care desde una perspectiva comparativa. Ha
publicado: Uma nova divisao sexual do trabalho? (2002); Le sexe de la mon-
dialisation, con J. Falquet y D. Kergoat (2010) ; Etre chômeur à Paris, São
Paulo, Tokyo, con : Demazière, D., Guimarães, N.A., Sugita, K. (2013);
Le travail entre public, privé et intime. Comparaisons et enjeux internatio-
naux du care, con Damamme, A. y Molinier, P. (2017).
254
dad de París 13 Villetaneuse y Profesora de Psicología Social en la misma
universidad. Dirige la revista pluridisciplinaria Les Cahiers du Genre. Es
autora de diversos libros, entre ellos: L´enigme de la femme active (2003),
Les enjeux psychiques de travail (2006), Le travail du care (2013), y coau-
tora con Sandra Laugier y Patricia Paperman del libro Qu´est-ce le care?
(2009), y junto a Luz Gabriela Arango Gaviria es autora del libro El
trabajo y la ética del cuidado (2011); así como de numerosos artículos.
Ha desarrollado diversas investigaciones en torno a las problemáticas
vinculadas al trabajo, la subjetividad y el género desde la perspectiva de
la psicodinámica del trabajo, a la que ha realizado importantes aportes
teórico-conceptuales y metodológicos.
255
el Trabajo, que han derivado en diversas publicaciones en libros y revistas
ya reseñados en este libro, así como en temas relativos a la Investigación
en Psicoanálisis, de los que han derivado publicaciones como: Investigar
en Psicoanálisis (2014) y Lazos del Psicoanálisis (2018), en ambos casos en
co-autoría con Clara Azaretto.
256
Las cuestiones vinculadas con el trabajo atraviesan
de manera compleja y sistemática al tejido social.
El trabajo no sólo ha constituido, sino que aún hoy
constituye un articulador central de las relaciones
que permiten a los individuos vivir en sociedad
y tiene un rol fundamental en los procesos de
salud–enfermedad de individuos y colectivos.
La Psicodinámica del Trabajo (PDT) - creada en los años ´80 por el psiquiatra
y psicoanalista francés Christophe Dejours - es una perspectiva teórico-clínica
cuyo objeto es investigar e intervenir en torno de los procesos subjetivos e
intersubjetivos movilizados por las situaciones de trabajo. Se parte de la idea
de que el trabajo constituye el escenario privilegiado de la mediación entre
el campo social y la economía psíquica. Por ello, juega un rol central en el
mantenimiento del equilibrio psíquico y la economía psicosomática, aunque
en determinadas circunstancias, puede conducir a la fragilización subjetiva
y contribuir a la aparición de desequilibrios psicofísicos y psicopatológicos.
Este libro, elaborado en el marco del Programa de Salud, Subjetividad y
Trabajo de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa), se propone presen-
tar el modo en que la Psicodinámica del Trabajo comprende las relaciones
entre salud, subjetividad y trabajo. Para ello, se publican una conferencia
dictada por Christophe Dejours en el año 2012 en Buenos Aires, y dos
conferencias desarrolladas por Pascale Molinier, también en Buenos Aires,
en los años 2014 y 2017. El libro contiene asimismo una serie de artículos
que hacen foco tanto en la discusión teórica, despliegan estudios de casos
e intervenciones, o bien, desarrollan cuestiones metodológicas relativas a
la intervención en esta perspectiva.
A la luz de experiencias y reflexiones surgidas en diversos países en los que
la Psicodinámica del Trabajo es reconocida como una propuesta fructífera
para pensar la compleja articulación sujeto-trabajo, se pretende acercar al
escenario local una publicación que contribuya a la construcción de pens-
amiento y acción en relación con el trabajo y los trabajadores/as.