Historia de España - 2º Bachillerato

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Ana Mª Montero HISTORIA DE ESPAÑA - 2º BACHILLERATO

Unidad 4: Crisis de la monarquía borbónica. La Guerra


de la Independencia y los comienzos de la revolución
liberal. La Constitución de 1812.
1. Introducción
2. El reinado de Carlos IV y José Bonaparte.
3. La Guerra de la Independencia.
4. Evolución política: José I, las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812.
5. El liberalismo durante el reinado de Fernando VII
6. Conclusión

1. INTRODUCCIÓN
El siglo XVIII va a terminar de forma muy convulsa para España. En 1788 llegaba
al trono Carlos IV y, tan solo un año después, estallaba la Revolución Francesa. Las ideas
revolucionarias se extenderán por toda Europa como la pólvora y finalmente se
empezarán a aplicar en nuestro país a partir de 1808, produciéndose al mismo tiempo una
guerra contra el invasor y el primer intento liberal de nuestra historia, que acabaría con el
regreso al trono de Fernando VII y la restauración del absolutismo en 1814.

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2. EL REINADO DE CARLOS IV Y JOSÉ BONAPARTE.


Carlos IV subió al trono en 1788, justo un año antes del estallido revolucionario
en Francia. Tenía la intención de seguir con las reformas emprendidas por sus
antecesores en el cargo, especialmente su padre Carlos III, pero el terror que le produjeron
los sucesos acaecidos en Francia y, especialmente, la muerte en la guillotina de su primo
Luis XVI de Francia en 1793, le hicieron acabar bruscamente con el aperturismo de
los dos reinados anteriores (Fernando VI y Carlos III). Para evitar cualquier “contagio”
revolucionario procedente del país vecino, siguió el consejo de su ministro Floridablanca
estableció un férreo control en las aduanas y una estricta censura (“Pánico
Floridablanca”) para aislar a nuestro país del tumulto francés (Guerra contra la
Convención, 1793-1795). Tras un corto período de gobierno del conde de Aranda, en
1792 Carlos IV tomó una decisión clave en su reinado y dejó el gobierno en manos de su
valido Manuel Godoy, un advenedizo de origen humilde que había escalado peldaños en
la Corte gracias a su amistad con la reina y que admiraba ciegamente a Napoleón, con el
que creía tener ciertas similitudes. Desde la Paz de Basilea (1795, fin de la Guerra
contra la Convención), España se convirtió en aliada de la Francia revolucionaria
(Tratados de San Ildefonso (1796, 1801). La alianza con el país galo enfrentó a España
con Inglaterra, teniendo lugar en 1805 la Batalla de Trafalgar, una dura derrota para la
flota española.
En estos momentos, Napoleón Bonaparte arrasaba en Europa y sólo Gran
Bretaña se le resistía. Para acabar con la resistencia británica y, de paso, mejorar la
economía francesa, Napoleón ideó a partir de 1806 una nueva estrategia: el “Bloqueo
Continental”, que consistía en impedir que llegasen suministros hasta Gran Bretaña para
asfixiarla económicamente. Aunque Napoleón amenazó con ocupar militarmente
cualquier país que se negase a cumplir el bloqueo y suministrase productos a Gran
Bretaña, Portugal, tradicional aliado de los británicos, burló el bloqueo y siguió enviando
suministros a Gran Bretaña. Napoleón decidió invadir Portugal, pero para ello
necesitaba atravesar España. Por eso, propuso a Carlos IV, que había vuelto a su
tradicional política de amistad con Francia acabados los excesos revolucionarios, que
dejase pasar a sus tropas por España. En 1807 Carlos IV firmó el Tratado de
Fontainebleau (1807), que permitía el paso de las tropas francesas y les dejaba que se
alimenten sobre el terreno requisando alimentos a su paso y planeaba una invasión

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conjunta de Portugal. A cambio, Napoleón le ofrecía recuperar Gibraltar y Trinidad y


el reparto del territorio portugués y sus colonias. Para lograr el apoyo de Godoy, le
ofreció el territorio del Algarve.
La ocupación hizo a Godoy temer lo peor, por lo que, junto a la familia real, se
retiró a Aranjuez para seguir huyendo hasta Sevilla y embarcarse hacia América en caso
de necesidad. Esta situación acabó provocando el Motín de Aranjuez en marzo de 1808,
un levantamiento popular contra el gobierno apoyado por el príncipe Fernando (hijo
de Carlos IV). El alzamiento tuvo éxito y consiguió la destitución de Godoy y la
abdicación del rey, que pedirá la mediación de Napoleón.
El emperador, para solucionar los problemas entre padre e hijo, convocó a ambos
a Bayona. No obstante, esto no fue más que una estrategia para conseguir la abdicación
de ambos en su persona, tras lo cuál entregó el trono a su hermano José Bonaparte, que
reinó con el nombre de José I (aunque fue popularmente conocido como Pepe Botella,
por una supuesta afición a las bebidas alcohólicas).
Paralelamente a lo que ocurría en Bayona, y ante las confusas noticias de que
Napoleón mantenía secuestrada a la famila real, el 2 de mayo de 1808 va a comenzar en
Madrid un alzamiento popular contra la ocupación francesa. La sublevación fracasó y va
a ser duramente reprimida por el general Murat, pero los ecos de la revuelta llegaron a
todos los rincones de la península, desembocando en un levantamiento generalizado. La
guerra de independencia había comenzado. A partir de este momento vamos a asistir a
dos procesos paralelos: por un lado, el conflicto militar contra la ocupación francesa; por
otro, la ausencia del monarca legítimo para buena parte del país (Fernando VII) generó
un vacío de poder que culminó en un proceso revolucionario que llevó a la primera
Constitución de nuestra historia. El inicio de la guerra dividió al país en varias corrientes
políticas e ideológicas:
- Una pequeña parte de los españoles, que fueron llamados afrancesados,
aceptaron a José I como rey, en un intento de modernizar el país y acabar con el Antiguo
Régimen.
- La mayoría de la población formó el frente patriótico, oponiéndose a la invasión.
No obstante, la nobleza pretendía la restauración de sus privilegios, mientras que
ilustrados y liberales vieron una oportunidad única para dejar atrás las estructuras
políticas y socioeconómicas del Antiguo Régimen.

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3. LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
De forma progresiva y ante el no reconocimiento de la soberanía de José I, se
formaron Juntas de Armamento y Defensa en la mayor parte del país (Cataluña,
Andalucía, Galicia…), viviéndose una encarnizada resistencia en numerosas ciudades
como Girona o Zaragoza, en las que destacaron personajes como el general Palafox o
Agustina de Aragón.
En julio de 1808, las tropas españolas comandadas por el general Castaños
consiguieron una sorprendente victoria ante los franceses en la Batalla de Bailén (Jaén),
en la que fue la primera derrota terrestre de las fuerzas napoleónicas en Europa, teniendo
José I que abandonar Madrid y refugiarse en Vitoria. A finales de año, las Juntas acabaron
coordinándose para formar la Junta Central Suprema, presidida por el Conde de
Floridablanca.
La derrota del general Dupont en Bailén provocó la llegada del mismo Napoleón
al frente de la Grand Armée, que conseguirá controlar la mayor parte de la península. La
Junta Central se vio obligada a trasladarse a Cádiz, única ciudad que resistió el embite
francés gracias a la ayuda marítima de Gran Bretaña. Antes las derrotas del ejército
español, la resistencia se organizó en guerrillas, grupos de civiles armados que
aprovechaban su conocimiento del terreno para emboscar y asaltar a los franceses por
sorpresa, consiguiendo mantener a raya al enemigo. Podemos destacar a algunos de sus
líderes como el cura Merino, Francisco Espoz y Mina o Juan Martín “el Empecinado”.
A partir de 1812, la Campaña de Napoleón en Rusia supuso la retirada de
importantes contingentes militares de la península, lo que aprovecharon los milicianos
españoles para contraatacar, con el apoyo de las tropas portuguesas e inglesas al mando
de Sir Arthur Wellesley, futuro duque de Wellington. Los franceses fueron derrotados en

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repetidas ocasiones como en Arapiles y Vitoria, lo que obligó a Napoleón a firmar la paz
a través del Tratado de Valençay en 1813, que permitía el retorno de Fernando VII, el
Deseado.
Las consecuencias del conflicto fueron muchas y muy variadas. Los afrancesados
se vieron obligados a exiliarse y España se convirtió en una potencia de segundo orden.
Las víctimas humanas sobrepasaron las 300.000 entre civiles y militares y se destruyeron
numerosas infraestructuras, además de un decrecimiento de la producción agrícola. Los
horrores de la guerra han quedado inmortalizados por el genio de Francisco de Goya, a
través de dos de sus obras cumbre, La carga de los mamelucos y Los fusilamientos del 3
de mayo, o la serie de grabados Los desastres de la guerra que ha acabado por convertirse
en una denuncia de todas las guerras, sin distinguir bandos ni razones.
Por último, no podemos olvidar que durante la guerra comenzará el proceso de
independencia de las colonias americanas, debido al ejemplo estadounidense, la extensión
de ideas ilustradas y liberales y la pérdida de relación con la metrópoli a partir de la
destrucción de la flota española en Trafalgar. La independencia se completaría entre 1817
y 1824, ya durante el reinado de Fernando VII, quedando bajo control español únicamente
las Antillas y Filipinas.

4. EVOLUCIÓN POLÍTICA: JOSÉ I, LAS CORTES DE CÁDIZ Y LA


CONSTITUCIÓN DE 1812.

El reinado de José I Bonaparte


José I, que ya había sido rey de Nápoles, ofreció a los españoles un programa de
reformas y dotó al Estado de una nueva ley fundamental: el Estatuto de Bayona, una Carta
Otorgada que promulgaba la igualdad jurídica de todos los ciudadanos, la eliminación de
los señoríos o la desamortización eclesiástica, aunque no establecía la división de poderes
y el estado seguía siendo confesional. Estas reformas estuvieron apoyadas por muchos
intelectuales como Blanco White o Fernández de Moratín (los ya mencionados
afrancesados), que vieron en ellas la oportunidad de acabar con los abusos del Antiguo
Régimen, aunque la inmensa mayoría de las reformas no llegaron a aplicarse a causa de
la guerra. La opinión pública mayoritaria siempre consideró a los afrancesados unos
traidores, y la mayoría de ellos tuvieron que exiliarse tras finalizar la guerra.

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Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812.


En 1810, la Junta Central Suprema decidió disolverse, nombrando un Consejo de
Regencia con el encargo de convocar las Cortes y consultar al país por las reformas
que debían llevarse a cabo. La guerra dificultó considerablemente la convocatoria y la
elección de diputados de las provincias ocupadas, por lo que en muchas ocasiones se
eligieron sustitutos entre los residentes en Cádiz. Finalmente, alrededor de 300 diputados
abrieron la primera sesión de Cortes el 24 de septiembre de 1810 en la Iglesia de San
Felipe Neri, pudiendo destacar las siguientes tendencias ideológicas entre ellos:
- Tradicionalistas, partidarios de no realizar ninguna reforma y mantener la monarquía
absoluta y la sociedad estamental
- Renovadores o Jovellanistas, partidarios de las reformas de carácter moderadas, que
limitasen la autoridad del monarca, pero que de ningún modo comulgaban con las ideas
más rompedoras.
- Liberales, el grupo más numeroso, partidario de acabar con el Antiguo Régimen e
instaurar la separación de poderes, el sufragio universal masculino o la igualdad jurídica.
Algunos de los liberales más destacados fueron Agustín Argüelles o Diego Muñoz
Torero.
El primer manifiesto de las Cortes fue el nombramiento de Fernando VII como
rey, aunque rechazaba la monarquía absoluta y el origen divino del poder. Le
siguieron la abolición del Régimen Señorial y la Inquisición, o las libertades económica
y de prensa, pero sin lugar a duda la principal obra de las Cortes de Cádiz fue la
Constitución firmada y aprobada el día de San José (19 de marzo) de 1812, motivo
por el que recibió el sobrenombre de “La Pepa”. El texto estuvo integrado por 10 títulos
y un total de 384 artículos.
En la Constitución de 1812 van a quedar plasmadas las ideas básicas del
liberalismo español, que serán una reclamación constante por parte de los sectores
liberales de la sociedad a lo largo de todo el siglo XIX. Algunas de estas ideas fueron:
- La Soberanía Nacional, por la cual el poder quedaba en manos del pueblo. Los
diputados representaban a la nación y no a un estamento.
- El establecimiento de una monarquía parlamentaria como forma de gobierno.
- La separación de poderes en ejecutivo, legislativo y judicial. El poder ejecutivo recaía
en el monarca, que poseía la dirección del gobierno e intervenía en la elaboración de
leyes, contando además con derecho a veto durante dos años. El legislativo quedaba en

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