PDF Bruno Bonoris Que Hace Un Psicoanalista - Compress

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 80

Bruno Bonoris

¿Qué hace un psicoanalista?


obre los problemas técnicos
Bonoris, Bruno Javier
¿Qué hace un psicoanalista? : Sobre los problemas técnicos / Bruno Javier
Bonoris ; editado por Tomás Pal. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires :
Tomás Pal, 2022.
Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online


ISBN 978-987-88-7198-1

1. Psicoanálisis. 2. Clínica Psicoanalítica. I. Pal, Tomás, ed. II. Título.


CDD 150.195

COLOQUIO DE PERROS
@coloquiodeperroseditorial
[email protected]

EDICIÓN:: Tomás Pal


ILUSTRACIÓN DE CUBIERTA: Vijay Verma
DISEÑO DE COLECCIÓN: Juan Pablo Fernández
CONVERSIÓN A FORMA
FORMATO
TO DIG ITALL: Libresque
DIGITA

© 2022, Bonoris, Bruno Javier


© 2022, Coloquio
Coloquio de Perros

Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin la autorización por
escrito del editor.
Hecho el depósito que establece la ley 11.723
Coloquio de Perros no es una editorial. Es una alianza vital, una
conspiración. El sueño de una contracultura en salud mental. Editar libros
es nuestra estrategia para la liberación anímica. Los libros son prácticas
situadas: tecnologías que conectan ideas y cuerpos, afectos y políticas,
conocimientos y transformaciones. Porque hay letras, imágenes y sonidos
que movilizan. Nuestros amigos andan por ahí, impulsando una escena
psicopolítica alternativa, creando mundos sensoriales y cognitivos en los
márgenes de la ciudad letrada y de los campos disciplinares. Los perros
somos todos aquellos inconscientes que se rebelan. No sabemos ni
podemos encajar en este mundo. Tampoco queremos. Lo demuestran
nuestras ansiedades, depresiones, insomnios, contracturas, apatías,
anorexias... El síntoma es nuestro territorio de investigación y resistencia.
Los perros encontramos en los síntomas un nuevo punto de partida.
Estamos asediados por los espectros de la tradición: hay imágenes de
cambio que impiden cambiar. Cuando la herencia se convierte en
respuesta, entorpece la invención y el contagio de nuevas prácticas
intelectuales y políticas. Sin embargo, existe una experiencia
generacional, ambivalente y dispersa, que nos incita a sentir, pensar y
actuar en común.
Los perros venimos del futuro.
Índice

Cubierta
Portada
Créditoss
Crédito
Dedicatoria
Dedicatoria
Epígrafe
Prólogo
Soñar. Corte e inicio
Conjeturar.
Conjet urar. Experiencia
Experiencia y teoría
La teoría, también
Al menos dos
El análisis del analista
Tonterías, empieza ya
Lo que se dice
Abrir. Asociación libre y atención flotante
Una hipótesis y un método
¿Quién sabe?
La conversación analítica
La disponibilidad del analista
La confusión freudiana
El diván
Otriicar. Responsabilidad, rectiicación y localización
El punitivismo psi
El inconsciente del lacanismo
¿Quién gana con el síntoma?
Responsabilidad
Responsabilida d y rectiicación
rectiicación
La demanda de análisis
Amar. Introducción al problema de la transferencia
No se puede vivir del amor
Obstáculo y motor
Cuestiones
La transferencia de la transferencia
El bien y el deseo
Causar. El deseo del analista
Los neutrales
La contratransferencia
Un deseo más fuerte
La neurosis del analista
El lugar que le corresponde
Las tetas del analista
Fingir olvidar. El sujeto supuesto saber
La erótica del saber
El engañador engañado
El prejuicio más radical
Una tirada de dados
Entre dos sillas
Interpretar. La lectura analítica

¿Cómo se interpreta hoy?


El método freudiano
El trabajo del texto
Leer al pie de la letra
Interpretación y construcción
Cortar. La escritura analítica
¿Cuándo?
El corte analítico
Resonancias
El sinsentido del signiicante
signiicante
El relámpago y la verdad
Bibliograía
Sobre este libro
Sobre Bruno Bonoris
Coloquio de perros
Para Juana y Elina
Quizá haya mas de un camino bueno, pero sin dudas hay
muchísimos malos, y una comparación entre diversas
técnicas tiene que producir
producir un efecto esclar
esclarecedor
ecedor aunque no
imponga decidirse por un método determinado.
FREUD, El uso de la interpretac
interpretación
ión de los sueños

En todo lo que concierne a la aprehensión de nuestro dominio


clínico existen dos peligros.
El primero consiste en no ser bastante curiosos..., no es fácil
provocar este sentimiento de manera automática.
El segundo peligro es comprender. Comprendemos siempre
demasiado, particularmente en el análisis. La mayoría de las
veces nos equivoc
equivocamos.
amos. Pensamos que podemos realizar una
buena terapéutica analítica si tenemos dotes, si somos
intuitivos, si tenemos chispa, si ponemos en practica ese
talento que cada cual despliega en la relación interpersonal. A
partir del momento en que uno deja de exig exigirse
irse un extremado
rigor conceptual siempre encuentra la manera de
comprender. Pero nos quedamos sin brújula: no sabemos de
dónde partimos ni a dónde queremos llegar.llegar.
LACAN, El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica
Prólogo

Un psicoanalista que escribe sobre psicoanálisis parecier


parecieraa estar en
la diícil posición de un Pierre Menard, reescribiendo la obra de
Freud cada vez. Esto sería particularmente cierto en lo que
concierne a la denominada “técnica”. Pero si en esta empresa lo
quijotesco y lo insensato tienen chances de divergir, es
paradójicamente por obra de la repetición.
El libro que el lector encontrará a continuación no es un ensayo
sobre “técnica lacaniana”, aspiración que queda fuera de cuestión,
no sólo por razones de distinciones sabias (Aristóteles, Heidegger
y demás) o de tropos aceptados
aceptados,, sino por una causa cuy cuyoo
vaciamiento
vaci amiento se pondrá
pondrá de maniiesto en lo que sigue.
Es, en cambio, de los llamados “conceptos técnicos” de lo que
intenta dar cuenta, dando así con la diicultad de la práctica.
Porque si se parte de la premisa de que la relación entre la teoría y
la experiencia no es de oposición, sino moebiana, se hace preciso
constatar que en el seno de esta reversibilidad reside un punto
irreversible: el resto de experiencia que, producido por la teoría, en
adelante le resiste. De entre los tantos nombres que el
psicoanálisis propuso darle, el de Ur acaso sea el más elocuente,
por cuanto trastoca la referencia a un primario en el que la
fenomenología haría pie irme para elevar su espíritu, por el sitio
que resta donde habrá debido (enunciación a posteriori) perderse
algo.
De modo que la apuesta de Bonoris no es tanto explicar la
técnica como reflexionar sobre los problemas que surgen de los
intentos de establecer sus reglas. Y no es para sustituir pautas
consideradas incorrectas por otras que serían más acordes al in
analítico, sino para localizar los nudos que inevitablemente se
producen en el tejido del análisis. “Volved a poner vuestra obra en
el telar cien veces”: con este verso de Boileau traducía Lacan el
Durcharbeiten freudiano de cuyo despliegue necesita no sólo la
marcha del análisis, sino también el movimiento analítico.
Diversos son los hilos que entraman el texto en cuestión. Elegir
unos pocos aquí –un prólogo que se traiciona en su intención de
postlogo– es confesar lo parcial y precario de toda lectura; pero
también es depositar la esperanza de que, al tensar las cuerdas, se
oigan mejor las notas fundamentales de los acordes.
Ante todo, la propuesta de cuatro “conceptos técnicos” como
funciones del analista tiene por ambición precisar las
coordenadas del quehacer del analista. Se trata de habilitar, leer,
escribir, desear.
“Habilitar”, el nombre dado a lo que para Freud es sostener la
atención parejamente flotante y hacer cumplir la regla de la
asociación libre, es lo que hace un analista para permitir la lectura
y la escritur
escritura.
a. Decir,
Decir, como se dice, que su acto “ético-técnic
“ético-técnico”
o”
produce un texto que antes no existía, equivale a radicalizar la
postura de Lacan, contra la supuesta consistencia del
inconsciente, de sostener que lo ontológico es ético: aquí la técnica
es la ética.
La habilitación, que descompone el texto en sus elementos
mínimos para pedir asociaciones sobre ellos, es seguida por un
“leer” que encadena ideas no vinculadas entre sí. Si entonces hay
que evitar apresurarse a comprender con el in de que las ideas
retenidas “se” encadenen entre sí, la atención flotante es llamada a
cumplir un papel también aquí. Pero ese encadenamiento es una
conjetura cuyo agente no podría ser el yo del analizante ni el del
analista. El inconsciente se produce entre el analista y el
analizante siempre que se cuente al menos hasta tres, es verdad,
pero a condición de que la falta del cuarto los descuente, y tal que
el descentramiento de los yoes no se reconcentre en un dicho
común que elida la división subjetiva en acto al hablar. La ausencia
del autor no equivale al anonimato, y es en lo que se trasparenta el
irreductible desfase entre lo dicho y el decir.
Lo que motiva el deslinde de la lectura es prevenir el abuso de
ver la fuente de la conjetur
conjeturaa en la “intuición
“intuición”” o la “experienc
“experiencia
ia”” del
analista, semblantes diversos con los que el saber de un amo se
adorna. No obstante, la exigencia de que todas las ocurrencias del
analista se descarten salvo las que junto con las ocurrencias del
analizante formen parte de la lectura del material, parece de
cumplimiento tan imposible como la empresa acometida por Kris
con el hombre de los sesos frescos. “Diferenciar cuáles ideas más o
menos originales su colega le afana cuando conversan un rato es
una cosa que ni Dios podría determinar”, remataba Lacan con una
invocación al Otro que lo agujerea de ironía. Así es como queda en

tela de juicio la aspiración a discriminar lo que viene de fuera de lo


que viene de dentro. Que toda propiedad es simbólica no signiica
que frente al “esto es de uno” deba oponerse el “esto es de todos”;
quiere decir más bien que la posesión es en su raíz contingente. Y
por ese motivo es que, como airma Bonoris con un giro que es un
genuino hallazgo, las conjeturas son provisorias (añadiendo de
apódosis: y la ignorancia, advertida).
La lectura conjetura entonces al sujet, pero no lo inscribe en el
texto del análisis. “Escribir” lo hace. La interpretación queda
deinida, por lo tanto, como la lectura más la escritura. Y esta
lectoescritura, el analista la realiza no desde la distancia del
observador objetivo, sino metido en la escena misma. No hay fuera
del texto, airma un giro derridiano, porque no hay fuera de
transferencia, remata otro que ya no lo es tanto. Que ocurriese de
otro modo sería una proeza digna de Münchhausen: el analista
que, hundiéndose en el pantano transferencial, se sacase de allí
tirando de sus propios cabellos –espectáculo de cuya visión, y más
aún ejecución, es mejor privarse–.
La lectoescritura es la de un texto vivo, porque, como sabemos
desde Freud, de ser certera, abre la obra con las asociaciones que
suscita, sea para su conirmación, sea para la prosecución del
trabajo. Ahora bien, la cuestión que surge aquí, la de la naturaleza
de la transformación que la interpretación produce en la topología
de lo que para Freud es el aparato psíquico, lleva a un nudo de la
metapsicología. La transcripción de la Carta 52 y la doble
inscripción del artículo sobre lo inconsciente, en Freud; el lugar y
la función del signiicante en su trasmutación hacia la letra y la
relación moebiana entre saber y verdad, en Lacan; las

puntualizaciones de Derrida a este respecto, en las postrimerías; y


la propuesta de Allouch, más cerca de nosotros, todas ellas son
algunas de las citas que quedan aquí pendientes.
“Desear”, por último, no es sino el modo de nombrar la
participación del analista en el texto que produce con el
analizante. Se trata, en in, de una línea de interrogación que sería
de interés continuar.
Este ajustado aparato cuaternario rinde frutos en precisiones
lúcidas, como la que ubica en la así llamada “intuición” del analista
no una acumulación clínica, sino el resultado de haber(se) dado
tiempo, el necesario para habilitar, leer y escribir. La prisa del gesto
mínimo llega (“si la suerte nos ayuda, y las cosas se acomodan”,
decía un Goethe citado por Lacan), pero sólo luego de haberse
demorado en el tiempo para comprender. De olvidarse esto, el
gesto se vuelve pose, y la acción analítica, ser de ente.
Hacer resonar las funciones del analista propuestas con los tres
tiempos lógicos no es un exceso de analogía, o al menos no va más
allá de lo que el propio Lacan suele ir en esta materia. Tampoco lo
es traer de vuelta al convidado de piedra, Theodor Reik. Aunque la
propuesta de su libro, Listening with the Third Ear, de un “tercer
oído” analítico haya sido burlada con malicia por Lacan por su
pendiente intuicionista, conviene ver en ella una reacción contra
un despuntar del formalismo y el abstraccionismo burocratizantes
contra los que este último se terminó alzando unos años más
tarde. Reik es, de hecho, mencionado dos veces, al comienzo y al
inal, en el seminario de los conceptos fundamentales como un
analista que pudo dar cuenta de la factura de la experiencia de lo
inconsciente. La “sorpresa” como relámpago que ilumina, el “coraje

de no comprender” (“Der
(“Der Mut, nicht zu verstehen”,
verstehen”, titulaba ya un
artículo de 1932) y la función de la “conjetura”, son algunos tópicos
que conversan bien con los temas retomados aquí. Para dar un
caso: los paralogismos del analista en su efecto y su teoría, o en su
acto y su pensar, podrían obtener algunas mediaciones con la
ayuda de Reik. Porque si la atención flotante es la suspensión de la
comprensión, se trata entonces de un “no pensar” –“no pensar”
que se juega, aunque probablemente no del mismo modo, en el
momento en el que el analista es sorprendido–.
Sea como fuere, por estas vías el libro de Bonoris se encamina a
polémicas de las que no rehúye. Tarea del lector es hacer el
balance. Un interlocutor en ocasiones un poco de más construido
–en una cuota en cierta medida inevitable si, como sabemos desde
Freud, el sujeto siempre parcializa el objeto– no le impide dar
fuerza a las preguntas que eleva. De las múltiples, una sola parte se
recortará aquí.
Es la cuestión de la “responsabilidad”. Llamar al analizante a
“hacerse cargo” de su papel en aquello de lo que se queja debido a
que tanto la queja como su objeto serían a secas un modo de goce
querido es, desde luego, reingresar en el redil de la psicología (post
o prefreudiana) del yo. Si ya para Freud la satisfacción
primeramente no es del yo, sino de la pulsión, y el síntoma
transige diversas partes con sendos intereses libidinales, para
Lacan, por su lado, el modo como la pulsión goza no ocurre sin el
montaje del fantasma, es decir, una componenda donde el Otro, el
a, el sujeto, el falo y demás elementos se sueldan en solidaridad.
Por eso el motivo de que el yo para Freud sea masoquista sólo a
condición de que el superyó sea sádico y viceversa, reside en que

tal lazo que se establece entre el sujeto, el objeto, el Otro, etc., hace
a lo que de “complejo” tiene el asunto. Hacer que el yo “asuma” su
masoquismo no vuelve al superyó menos sádico (más bien,
entraña el riesgo de deslizar al analista a esta última posición), e
insistir en que el goce del sujeto sería su entrega como objeto al
Otro descuida el correlato de que al mismo tiempo él se rehúsa. A
falta de lo cual el analista incurre en el desplazamiento del chiste
freudiano: ahorcar al sastre aunque la culpa sea del herrero.
Compárese semejante manejo de la culpa –praxis correlativa de
su concepto, es cierto– con la sutileza de la maniobra de Freud que
se trasluce en el relato que Smiley Blanton nos dejó de su análisis
con él. Las autocríticas de infantilismo que éste hacía al comienzo
del tratamiento encontraban en Freud la respuesta inclaudicable
de que la culpa es un indicio fundamental de la resistencia, y la
exhortación a asociar sin reservas. Su sentencia seguida de que
uno no es responsable por su inconsciente sólo puede entenderse
a la luz de su agregado: porque mientras emerge el material no
debe ser objeto de juicio moral alguno. Sólo tras haberse
expresado el pensamiento consciente y el pensamiento
inconsciente –y sólo entonces– estarán dadas las condiciones de
juzgar qué se desea. Si la ética es el juicio sobre nuestra acción, tal
como insiste Sara Glasman en un artículo ya clásico, aquí se trata
entonces de la ética del deseo. No obstante, como la culpa supone
una satisfacción masoquista, es un problema cuando esta
demanda de la neurosis es respondida por el analista. Bajo el
estandarte de la ética, es sabido, también puede conducirse a
destinos gozosos
gozosos..
En cuanto a la responsabilidad, tal vez no convendría censurar el

término, porque pese a todo bordea un problema. Efecto de la


división en acto ante el conflicto del deseo, ella no parece
cancelable en su estructura. Por eso, como se dice con justeza, la
intervención del analista no es ni responsabilizar yoicamente ni
desresponsabilizar cínicamente; pero entonces ¿no será
reconducir al punto y los motivos del conflicto a in de revisar la
decisión acerca de si se quiere o no lo que se desea? “Decisión” y
“elección” hacen serie con “responsabilidad”, pero tienen la ventaja
de ser términos incómodos para el estructuralismo hecho a la
ligera con el que algunas veces –demasiadas– no podemos
impedirnos pensar. De recogerlos no debería ser para
contentarnos con el dictamen kantiano sobre la contradicción
insuperable entre la causa y la libertad, porque si desde Freud la
espontaneidad del espíritu no puede hipostasiarse en causa
primera, el rechazo de la libertad en beneicio de la causalidad por
cierta versión del lacanismo no es una respuesta suiciente. Resta
averiguar si estas razones no desconocen la insuiciencia del
principio de razón suiciente, el mismísimo desfondamiento
desfondamiento como
condición del fundamento.
Una última palabra. De los tres efectos propuestos en el artículo
sobre el análisis terminable e interminable como inherentes al
análisis propio: aprehenderse de otro modo por los retornos de lo
reprimido, obtener una primera muestra de la técnica analítica y
producir la convicción en la existencia de lo inconsciente, sin duda
el último es el esencial. “De un psicoanálisis que verdaderamente
lo fue se sale creyendo más en el inconsciente que en el
psicoanálisis”, decía Jorge Jinkis en los albores de nuestro
lacanismo. Recuérdese, por lo demás, que una parte de la primera

generación de lacanianos locales comenzó sus análisis con


kleinianos. Se dirá que esta sentencia escinde injustiicadamente
la ciencia de la praxis, sea; pero ¿cómo no ver en ella un llamado a
la cautela contra el peligro siempre presente de declinar la verdad
en saber, cuyo saldo positivo borra todo rastro del trabajo de lo
negativo? Preservar la distancia de la primera al segundo es una
manera de reairmar el clivaje entre el signiicante y el objeto, el
mismo que relanza una y otra vez –trabajo de repetición a pérdida
y gananci
ganancia–
a– la interrogació
interrogación
n de cualquier analista por su práctica.
práctica.
El presente libro no pretende otra cosa que tal relanzamiento. De
que acierta en su blanco
blanco dan prueba estas líneas.

AGUSTÍN KRIPPER
Soñar
corte e inicio

Una tarde de invierno de 2019, un colega me llamó apurado para


avisarme que debía suspender su presentación en un curso de
posgrado que estábamos dando. Me pidió que lo reemplazara.
Debíamos sustituir el orden de nuestras clases. Mi exposición iba a
ser un mes después, pero él me solicitaba que fuera a los pocos
días. Le dije que sí, que no había problema, aunque me quedé algo
inquieto por el escaso tiempo con el que contaba para preparar lo
que quería decir. Esa misma noche tuve el siguiente sueño:

Estoy en un aula grande y poligonal, bordeada por inmensos


ventanales que alientan la invasión lumínica. Yo me apoyo en el
escritorio con las palmas de las manos, mirando con detenimiento
un paisaje que me resulta insólito. Frente a mí están sentados
familiares,, amigos y colegas. También
familiares También hay personas que no conozco.
conozco.
Carlos Kuri, que estaba sentado junto a mí, al lado del escritorio, se
pone de pie y comienza a hablar a la audiencia: “En esta ocasión el
doctorando Bruno Bonoris defenderá su tesis titulada El problema
de la interpretación en psicoanálisis. De la hermenéutica de la
verdad
verd ad a la arqueolog
arqueologíaía del saber”. Los oyentes aplauden con
entusiasmo. Yo les devuelvo una mirada estupefacta. Es extraño,
pienso, este tema me concierne, tiene que ver conmigo,
conmigo, pero lo cierto
es que no tengo nada para decir. Me desespero. Busco en el escritorio
algún texto de apoyo, pero no hay nada. Luego veriico si en la
mochila quedaron algunos apuntes. Tampoco. Miro hacia al piso en
busca de una nota perdida. Nada. Miro hacia arriba, suplicando que
una verdad se apropie de mi cuerpo. Nada. Es un hecho: no sé. Me
acerco a Carlos Kuri, le pido disculpas y le digo que debía de haber
alguna confusión con las fechas. No sé qué estoy haciendo acá,
insisto. No hay ninguna confusión, la fecha es hoy, me dice. Luego me
despierto.

¿Por dónde querés empezar? El sueño adelanta muchos años la


defensa de mi tesis de doctorado. Hace poco, en noviembre de
2018, defendí la de maestría y unos meses más tarde, después de
un trabajo de edición y reescritura, la publiqué con el título El
nacimiento del sujeto del inconsciente
inconsciente.. Lo que vino inmediatamente
después se dio con mucha naturalidad, en la extraña juntura del
deseo y el deber. Me anoté en el doctorado para continuar con la
investigación que había quedado en suspenso, in progress,
progress, como
toda investigación. En “el sujeto” me había dedicado a pensar las
condiciones epistemológicas e históricas que posibilitaron el
surgimiento del inconsciente psicoanalítico, poniendo el foco de
atención en el cogito cartesiano y el nacimiento de la ciencia
moderna, tal como había indicado Lacan en “La Ciencia y La
Verdad”: es impensable que el inconsciente freudiano haya
aparecido sin la forclusión de la verdad del campo del saber y sin la

producción de lo real como lo imposible; transmutación limítrofe


de lo simbólico. La verdad y el saber, lo real y la realidad, separados
por un muro que debía franquearse o, al menos, desplazarse. El
cuerpo, lugar privilegiado en las disputas del saber, también sufrió
las consecuencias de estas modiicaciones. Fue vaciado de su
verdad, arrojado a la dimensión mortiicante de la mera extensión,
verdad, extensión,
seccionado por los bisturíes de la ciencia médica naciente. Fue
silenciado. El cuerpo es el principal campo de batalla en la lucha
por la verdad. Esto fue lo que le revelaron las histéricas a Freud. La
verdad
verd ad de la sex
sexualidad
ualidad retorn
retornó ó en los síntomas.
síntomas. El lagunoso
campo de lo sexual. Esa fue la pregunta que quedó abierta y que
ahora quiero responder: ¿por qué el inconsciente es sexual?
Interesante pregunta. Sin embargo, en el sueño el tema de tu
defesa es otro.
otro. Sí, parece un título foucaultiano. ¿De dónde lo habré
sacado? Es una mezcla de la hermenéutica del sujeto y la
arqueología del saber. No es muy original, la diferencia la hace la
verdad.
verd ad. Los problemas técnicos
técnicos –especialment
–especialmentee el de la
interpretación– me inquietan hace un tiempo. Es una
investigación paralela que vengo haciendo junto a Tomás Pal. Este
año daremos un curso sobre la asociación libre. Recuerdo también
una conversación que tuve con Omar Acha, luego de una
exposición suya sobre un texto de Lacan. En verdad, más que una
conversación fue una pregunta: ¿no considerás que la arqueología
de Foucault es un método interesante para repensar la lectura de
textos analíticos? No recuerdo bien qué me dijo, solo sé que no lo
noté muy convencido. Evidentemente, es un forzamiento teórico,
tan solo una intuición. De todas formas, la pregunta me parece
válida, surge de las diicultades con las que nos enfrentamos los

psicoanalistas una vez que nos quedamos sin nuestra maquinaria


hermenéutica: el complejo de Edipo. ¿Cómo lee un psicoanalista si
ya no cuenta con una cl
clave
ave de lectura?
lectura? ¿Qué signiica interpretar
interpretar
por fuera de una hermenéutica?
Estoy en un aula grande y poligonal, bordeada por inmensos
ventanales que alientan la invasión lumínica. ¿De dónde viene eso?
Creo que estaba en la Biblioteca Nacional. El sueño me recuerda
algunas visitas que hice cuando estaba en la escuela primaria: la
emoción por recorrer ese coloso hormigonado del saber, la
agitación por encontrar textos inhallables. Ya estoy viejo. En
aquella época no teníamos Google Google,, la biblioteca era nuestro
archivo ininito. Uno se sentía un investigador con todas las letras.
También me acuerdo de las jornadas de Apertur Aperturaa. Haber podido
exponer en la Sala Jorge Luis Borges fue un placer inmenso.
Vinieron a verme amigos y familiares. Alguna vez vino mi viejo y
cuando terminé de presentar se acercó y me dijo: “no te entendí
nada, pero... ¡qué bien que hablaste!”. Esas palabras me
conmovieron. Ahora pienso que respecto a la verdad no importa
solo el qué, sino también el cómo, el cuándo y el dónde. Además,
¿cuánto de la verdad pasa por el deseo de transmisión y no solo
por lo que se transmite? Después de exponer nos encontrábamos
con esos ventanales inmensos y la entrada masiva de luz. Muy
lindos recuerdos.
La luz. Sí, tengo un tema con las luces. Cada vez que llego a la
casa de algún amigo me pongo a toquetear las luces. Prendo una,
apago otra, bajo la intensidad de aquella, etc. Mis amigos suelen
burlarme: “a ver Bruno, ¿qué luz te gustaría?”. De noche me gustan
las luces bajas, cálidas, a veces intermitentes, como las lucecitas de

navidad. De día, la luz del sol. No puedo estudiar sin mucha luz. Por
eso siempre me costó estudiar de noche. Aunque para escribir la
noche no está mal. La lectura es diurna; la escritura, nocturna.
La biblioteca y la luminosidad. ¿El debate de las luces? ¡Ja! Esto
que decís me recuerda a la contratapa original de los Escritos. Allí
Lacan decía que proseguía un solo debate, siempre el mismo: el
debate de las luces. Luego Miller eliminó esa contratapa y puso el
extracto de una entrevista, donde dice, entre otras cosas: “existen
individuos, es todo”. Lacan hablando de individuos, el tipo que se
dedicó décadas a estudiar el sujeto dividido. Esta maniobra
milleriana me parece propia del oscurantismo que el mismo Lacan
denunciaba en aquella contratapa. En algún punto siento que
estoy dando, junto a algunos colegas, ese debate de las luces. No
hay grandes pretensiones. Se trata de brindar un debate racional y
argumentado, que permita la conversación con otras disciplinas.
La palabra “racional” me produce escalofríos. Lo que quiero decir
es que me harté del retorcido lenguaje lacaniano, del
oscurantismo de la inefabilidad de la experiencia. Probablemente,
con los problemas técnicos sucede algo de esta índole. ¿Qué
hacemos los analistas lacanianos? ¿Qué sucede dentro del
consultorio? ¿Por qué a veces sentimos que los conceptos pierden
todo tipo de referencialidad práctica, y otras, que la teoría pasa a la
experiencia con una fuerza irrefrenable? ¿Se trata de los textos que
leemos o del modo en que los leemos? Al mismo tiempo, ¿de qué
manera los problemas clínicos se transforman en interrogaciones
conceptuales? ¿Cómo ver un problema cuando se está tan
convencido de lo que se hace? ¿Se extrae algún saber de la
práctica, o más bien se extrae un no saber?
Tengo ganas de escribir sobre esto, pero estoy buscando otro
tipo de escritura, más ensayística, más libre, que prescinda de la
apoyatura a los textos. Una escritura en la intersección del
concepto y la sensibilidad. Tal vez en un futuro me pueda soltar
más. Bajar la guardia.
Se puede prescindir de los textos a condición de servirse de ellos.
Perder el apoyo en el momento de decir. Sí, deinitivamente... acabo
de notar por primera vez esa foto de la máquina de escribir
prendiéndose fuego. ¡Es notable! Vengo al consultorio hace meses
y nunca lo había
había visto. Lo
Lo que es la repr
represión.
esión.
Estoy acá para cambiar mi relación con la escritura. Ahora puedo
darme cuenta de eso, los motivos por los que te llamé. A vos.
¿Y Carlos Kuri? Es lo más enigmático, no sé muy bien qué decir
de él porque no lo conozco; de hecho, no tengo presente su rostro.
Sé algunas cosas de él y de “la trova rosarina”. Muchos escribieron
en la revista Conjetural
Conjetural.. Allí hay un psicoanálisis muy potente, pero
lo cierto es que todavía no leí mucho de ellos. Ahora que recuerdo,
leí un libro de Kuri para la investigación UBACyT.
¿Qué libro? No me puedo acordar el nombre
¿Qué libro?
¡Sí! Nada nos impide, nada nos obliga.
Conjeturar
experiencia y teoría

La teoría, también

Lo que hace un analista puede decirse de muchas maneras. A lo


largo de la historia del psicoanálisis existieron, sucesiva y
simultáneamente,
simultáneament e, modos diversos y hasta opuestos de eentender
ntender la
práctica analítica, tanto desde la perspectiva teórica como desde la
clínica. Esta diferencia es relevante –aunque debe ser revisada– en
la medida en que los conceptos, y no sólo los técnicos, informan1
sobre el accionar del analista y el desarrollo de una cura. Digo que
informan, y no que determinan, porque abren un campo de
posibilidades e imposibilidades. Revelan una orientación. En el
accionar del analista participan, además, numerosos factores más
allá de su saber teórico y de su experiencia como analista y
analizante: su neurosis, las crisis vitales, sus prejuicios, su
insuiciente formación teórica, etc.; todo aquello que Lacan llamó,
con justeza,
justeza, contratransf
contratransferenci a.2 Un modelo teórico
erencia. teórico sólido no
garantiza un buen análisis, pero su ausencia pronostica uno malo.
Y para inferir cómo se analiza no es necesario meterse en los
consultorios, ni acostarse en el diván, ni sentarse detrás de él, ni
presenciar ninguna exhibición de entrevistas psicopatológicas. No
hace falta estrellarse contra una pared para saber dónde está.
Basta con tener los planos y saber interpretarlos.
Sin embargo, hay quienes airman que no los precisan, que han
leído lo suiciente como para saber que el psicoanálisis poco tiene
que ver con la lectura. “¡Cierren las bibliotecas!”, reclaman desde
su posición jerárquica. “¡Cierren las bibliotecas!”, gritan desde
adentro. El saber teórico, nos dicen, sirve para enseñar pero no
para analizar. El analista llevaría intrínsecamente una doble vida:
el que tiene trato con la teoría (el profesor) y el que lo tiene con la
experiencia (el analista propiamente dicho). No me parece menor
la pregunta por los saberes teóricos que importan a un analista,
pero la inquietud supone que existe al menos uno que sería
conveniente, más allá del saber hacer alcanzado por la propia
experiencia como analizante o por la experiencia clínica.
Es un hecho: en el improductivo e interminable debate “teoría
versus experiencia”, la segunda se lleva los laureles. Miller lo dice
así:
para los analistas que practican, la teoría está en el pasado. Experimentan ternura
hacia esta; es su juventud, cuando no sabían cómo hacer. Pero después se retrocede
–porque llegaron, a su manera, a obtener la actitud analítica– [...] la teoría es
esencialmente un comentario de la experiencia.3

La actitud analítica se obtiene analizándose, o, mejor dicho,


inalizando el propio análisis. La teoría es una “enfermedad
infantil”4 de la que los analistas se sirven
sirven mientras son jóv jóvenes,
enes,
cuando todavía les falta análisis.
análisis. Luego, cuando ya se adquiere esa
actitud, se retrocede hacia la experiencia (se va para atrás, a lo que
había antes
antes).). La teoría viene después de la experiencia. Es
esencialmente un comentario.
“El psicoanálisis es una experiencia”, se suelta, con una
expresión en el rostro de muy rara composición, que sólo puede
entenderse como la seguridad ante un problema ignorado.
Acuerdo con Lacan: una experiencia se constituye únicamente si
se parte de una pregunta y de un supuesto. En otras palabras: si se
establece una hipótesis. Desde allí algo puede empezar a cobrar
forma de hecho, porque “un hecho es siempre un hecho de
discurso””.5 No hay
discurso hay exper
experiencia
iencia en bruto,
bruto, no hay hecho analítico por
fuera de la trama teórico-discursiva en la que se inscribe. Si el
psicoanálisis es una experiencia, no lo es en el sentido de una
vivencia
vivenc ia (erlebnis) sino de un experimento: un campo constituido
artiicialmente en función de una serie de hipótesis. Podría decir decirse
se
que el psicoanálisis es la puesta a prueba y en acto de la realidad
del inconsciente
inconsciente en condic
condiciones
iones artiiciales ccalculadas.6 De hecho,
alculadas.
cualquiera que haya participado de un psicoanálisis habrá
percibido que es una situación “artiicial”, tanto por las reglas que
la gobiernan como por la disposición de los cuerpos.
El enunciado “el psicoanálisis es una teoría”, en cambio, no es
asimilar;;7 hecho sorprendente
tan fácil de asimilar sorprendente si se tiene en cuenta la
cantidad de escritos psicoanalíticos estrictamente teóricos y
vinculados
vincul ados a otras disciplinas
disciplinas,, también teóric
teóricas,
as, como la
lingüística, la matemática, la ísica, la lógica, la ilosoía, etc., por
parte de los maestros a quienes se referencia para sostener esta
brecha insalvable. No resolveremos ya mismo este problema
diciendo que el psicoanálisis es una pra praxis
xis.. Antes es preciso

liquidar la molesta distinción entre teoría y experiencia,


entendidos como ámbitos independientes entre sí. Solo de este
modo podremos pensar lo que signiica una praxis
praxis..
Entonces: quien analiza “sin teoría” ignora muchas cosas del
saber que lo gobierna. La “experiencia clínica” puede ser tanto un
aprendizaje mediatizado por la revisión teórico-práctica del
quehacer cotidiano, como la repetición incesante de los prejuicios
personales. El eclecticismo puede ser entendido como una
disposición curiosa frente a otros saberes, una apertura hacia el
diálogo disciplinar, o como la expresión de una vaguedad
conceptual o de un relativismo ingenuo. Siempre hay un saber que
participa en nuestros sentimientos, pensamientos y acciones, lo
sepamos o no. Esta es una de las ideas principales del
psicoanálisis. El analista analiza “con su inconsciente” cuando no
sabe lo que hace. Mejor, entonces, que haga con el saber teorías y
conjeturas, es decir, un instrumento más preciso.
Tampoco existe una teoría sin consecuencias prácticas: lectura,
investigación, escritura, transmisión, etc. Y más allá de eso, los
efectos incalculables de las teorías en los comportamientos
efectivos de las personas. Es diícil imaginar a alguien “sacándose”
de encima las abstracciones teóricas para poder analizar, como si
éstas no formasen parte no solo del dispositivo del que participa
sino también de su propia subjetividad. Las teorías hacen cuerpos.
¿Para qué sirve la experiencia? Para poner a prueba la teoría y
para hacerse preguntas importantes y desestimar las que no lo
son. ¿Y la teoría? Para encontrar respuestas útiles y bien
fundamentadas que luego serán llevadas a la experiencia. ¿Acaso
la teoría no es una puesta a punto de la experiencia, y la

experiencia una puesta a prueba de la teoría? Esta también es la


razón por la cual en psicoanálisis lo ético y lo técnico están
entramados de tal forma que no es sencillo distinguirlos. La
técnica es la realización de la ética. No podría ser de otra manera. 8
La prax
praxis
is psicoanalítica no coincide ni con la teoría ni con la
experiencia; es una banda de Moebius: aparenta tener dos caras –
una exterior: la teoría y una interior: la experiencia–, cuando en
verdad
verd ad tiene solo una. Del mismo modo, no hay un corte cla claro
ro y
distinto entre el afuera y el adentro de un análisis. No es fácil decir
cuáles son los límites de un caso, cuáles son las voces que forman
parte de él. El “afuera” se inmiscuye todo el tiempo en la
conversación entre analista y analizante. Un ejemplo es la
supervisión como parte inherente en la producción del texto y su
textualidad. La escritura del texto analítico es un proceso
contrapsicológico de multiplicación de voces y de cuestionamiento
de la igura del autor. En la medida en la que el texto se escribe su
origen se desvanece y sus límites se diluyen.
¿Qué es, entonces, una praxis? La transformación de lo real por
simbólico,9 o como dijo Farrán,
medio de lo simbólico, Farrán, la
la “transmut
“transmutación
ación de la
materia través de medios e instrumentos especíicos, en el seno
de relaciones jurídicas, políticas, e ideológicas deinidas que
produc
pro ducen
en como efec
efecto
to objetos
objetos determinad os””.10 Nuestr
determinados Nuestraa mater
materiaia es
el sujeto, nuestros medios son los de la palabra, nuestros
instrumentos especíicos son los conceptos (no solo los técnicos:
asociación libre, atención flotante, manejo de transferencia,
interpretación; sino también los “teóricos”: inconsciente, pulsión,
síntoma, signiicante, fantasma, etc.), nuestros objetos: el sujeto
del inconsciente y el a, causa de deseo y plus-de-goce. Por último,

nuestro hábitat: los múltiples dispositivos cruzados de saber-


poder en los que habitan las subjetividades; dimensión que no
puede ser olvidada si no se quiere ser parte funcional a los
dispositivos
dispositivos en los que se reproducen los sufrimientos
sufrimientos..

Al menos dos

Las consecuencias clínicas de la división entre teoría y experiencia


se maniiestan con claridad cada vez que se alude a la siguiente
frase de Lacan: “el analista es al menos dos, el analista para tener
efectos,, y el analista
efectos analista que a eso teoriza”.11 Sobre este
esoss efectos los teoriza”
punto hay un amplio acuerdo: la clínica es el redoblamiento de la

experiencia a través
los teoriza. ¿Pero del concepto.
cómo Primero
se obtendrían esoshay efectos
efectos si yno
luego se
existe
ningún tipo de cálculo para lograrlos? ¿Son las capacidades
obtenidas por el propio análisis? ¿Es el inconsciente lo que dirige la
cura o se trata de una plena entrega al azar?
Estoy de acuerdo con Schejtman cuando dice que sentarse
detrás del diván, en tanto tal, no mejora las capacidades del
analista. Se pueden pasar décadas escuchando pacientes sin
poder captar jamás la lógica de un caso. Ni al zorro ni al diablo les
alcanza con ser viejos, dice con exactitud, “la clínica no es cuestión
de olfato sino de conceptualización, de formalización [...] es un
experiencia,12 y no
sobreagregado a la experiencia, no va de uyo”.13 Es aassí que
de ssu que
distingue “lo que es la experiencia analítica, de la clínica que es
ella”.14 Sc
producto de ella Schej
hejtman
tman dest
destaca
aca llaa import
importancancia
ia de la
conceptualización y la formalización para cualquier cura
psicoanalítica, pero considera que es algo que se agrega
secundariamente a la experiencia. Esta es una idea muy difundida
en el psicoanálisis lacaniano. En general se omite que la
experiencia ya es el “producto” de una conceptualización más o
menos rigurosa. La asociación
asociación libre, por ejemplo, es el método que
Freud implementó con ines terapéuticos en función de una
hipótesis. La pregunta que se hizo fue cómo acceder a lo
inconsciente una vez que la hipnosis ya no era un método iable.
Tenemos una interrogación, una hipótesis y una experiencia
inédita.
Podría reprochárseme que estoy subrayando nimiedades, ya que
el redoblamiento conceptual implicaría una vuelta a la experiencia
mediada por la clínica. En deinitiva, con algunos rodeos, se
airmaría que la experiencia siempre es acompañada por una
conjetura. Sin embargo, se sostiene con tenacidad la divergencia
radical entre los dos ámbitos y las dos tareas concomitantes a cada
uno de ellos. En la experiencia psicoanalítica el analista analiza; en
la clínica psicoanalítica, el clínico (y no el analista) teoriza sus
efectos. El analista, por lo tanto, no piensa; quien lo hace es el
clínico. Boxaca y Lutereau lo dicen así:
nunca cuando [el analista] piensa su práctica puede ser el mismo que produjo
efectos con el dispositivo [...] hay una separación inconmensurable entre la verdad de
la praxis y el saber que busca iluminar ese acto que, en el mejor de los casos,
casos, también
ende al analista.15
sorprende
sorpr

Dejando de lado las diicultades ilosóicas que implica la


referencia a la mismidad del analista en sus dos funciones, me
interesa señalar que lo destacado por ellos es el saber que puede
extraerse luego del acto, olvidando por completo el hecho de que
el acto solo pudo producirse en función de un saber teórico –los

conceptos– y clínico –las conjeturas sobre el caso en particular–.


La sorpresa del analista no suele responder a la imposibilidad de
anticipar conjeturalmente las razones particulares de la eicacia de
ese acto sino a la de prever cuándo y cómo esa conjetura se
inscribirá en el texto. Si el analista no pudiera pensar, aunque sea
por aproximación, el efecto que tendrán sus palabras, ya no se
sabría quién dirige la cura. Vale traer aquí la idea de Lacan:
“Intérpretee de lo que me es
“Intérpret e s presentado en airmaciones o en actos,
yo decido sobre mi oráculooráculo y lo articulo a mi capric
capricho,
ho, único amo
en mi barco después de Dios, y por supuesto lejos de poder medir
todo el efecto de mis palabras, pero de esto precisamente advertido y
remediarlo”.16
tratando de remediarlo”.
Queda todavía
todavía por dilucidar qué signiica que en el momento del
acto el analista no piensa, y si esto fuese así, cuáles serían los
criterios para intervenir. Tal vez exista una confusión entre el acto
analítico y la intervención del analista. En ese caso, no convendría
hablar de ese acto en particular, sino del acto analítico.
Quiero volver ahora a la frase que, según entiendo, fue
determinante en las lecturas mencionadas. En la versión de
Rodríguez Ponte dice así: “Es indispensable que el analista sea al
menos dos. El analista para tener efectos es el analista que, a esos
teoriza”.”.17 En esta tr
efectos,, los teoriza
efectos traducció
aducción,
n, más interesante
interesante desde mi
perspectiva, el analista que tiene efectos es el analista que a esos
efectos
efec tos los tteoriza.18 Para
eoriza. Para te
tener
ner efec
efectos
tos debe teori
teorizarl
zarlos
os,, y a su vez
tiene que teorizar esos efectos. Imposible saber dónde se empieza.
No se trata del redoblamiento teórico de la experiencia ni de
inconmensurabilidad entre ambas instancias. Lo que hay es
reciprocidad y conjeturabilidad. Así lo plantea Lacan: “La teoría no

es, como nuestro empleo de la palabra da por supuesto, la


abstracción de la praxis, ni su referencia general, ni el modelo de lo
que sería su aplicac
aplicación.
ión. C Cuando
uando aparece,
aparece, es esa pr
praxis mismaa”,19 o
axis mism
de otro modo: “[el] concepto rige la manera de tratar a los
pacientes.. A la inv
pacientes inversa,
ersa, llaa maner
maneraa de tratarlos
tratarlos rige al concepto”..20 Es
concepto”
igual de ingenuo creer que el saber teórico se extrae de la
experiencia como pensar que la experiencia es determinada por la
teoría. Entre ambas está lo que pasa y lo que no pasa, los puntos
ciegos, los impensables, los problemas, etc. No se trata de un
abismo ni de un puente, sino de un umbral opaco
opaco..
Lombardi, en continuidad con los colegas mencionados, cree
que existe una oposición entre la eicacia terapéutica y la
elucidación clínica. Una brecha insalvable entre “las condiciones
previas
previas”” de la intervenció
intervenciónn y llas
as causas de su eicac ia.21 Par
eicacia. Paraa
airmar esto se apoya en una cita de Lacan: “una práctica no tiene
necesid
nec esidad
ad de ser esclare
esclarecid
cidaa para opera r”..22 No ent
operar” entiendo
iendo loloss
motivos por los que Lombardi toma este enunciado como un
atributo irrevocable (y hasta incluso positivo) del psicoanálisis. Es
indiscutible que una práctica no tiene necesidad de ser esclarecida
para operar, pero de eso no se desprende que una práctica no
esclarecida sea más efectiva.
La disyuntiva parece ser la siguiente: o el analista piensa sin
actuar y transmite, o actúa sin pensar y calla. El problema es que
ese “pensar” antes del acto queda vinculado precipitadamente a un
prejuicio teórico que impediría una lectura singular del caso. Lo
que se omite es la posibilidad de realizar una lectura de ese texto
analítico, una conjetura que el analista piense desde allí, y no a
partir de un saber “universitario”. A su vez, los conceptos que

permiten una lectura del caso derivan de la teoría (inconsciente,


pulsión, transferencia, repetición, goce, fantasma, etc.) y no del
mismo caso.
Por todas estas razones considero que es necesario dividir lo
que se llama clásicamente interpretación, en dos funciones
distintas: leer y escribir. La lectura permite establecer una
conjetura del caso en función del texto mismo. Una lectura que
prescinde de cualquier clave exterior y anterior al material.
Supone un saber del texto, no un saber sobre el texto. Por eso leer
implica pensar. Escribir, en cambio, no; al menos en el sentido
clásico del término. Llamo escritura a la incorporación de la
conjetur
con jeturaa en el text o.23 El mod
texto. modo
o en que se presente
presente esa conjetu
conjetura
ra,,
cómo se incorpora, depende de múltiples variables tecno-
estéticas. El cómo –sentido del modo– y el cuándo –sentido de la
oportunidad–. Pareciera que para escribir no hace falta “pensar”,
se trata de ser iel
 iel a una intuición, a otro tipo de pensamiento.

El análisis del analista

Otro motivo por el que es esencial revisar la idea de que la clínica


24
es una “interr
“interrogación
ogación exterior
exterior y posterior a la ex
experiencia
periencia”” es que
los problemas acerca de la formación del analista se centran
generalmente en la experiencia del propio análisis. El analista está
hecho de experiencia y el enseñante de teoría, por lo tanto, se
analiza desde la experiencia y se cliniquea con la teoría. Tanto el
quehacer analítico como la formación del analista están
gobernados, entonces, por la experiencia.
Lo más importante para ser analista es haber pasado por la
experiencia analítica. El acuerdo sobre este tema es amplio y
cualquier matiz que quiera incorporarse es reprimido, por más
tímido que se presente. La resistencia que surge cuando se intenta
abrir esta interrogación muestra el valor que reviste. Lombardi lo
dice con claridad: “la experiencia decisiva para la clínica
psicoanalítica es la del propio análisis, la más importante [...] es
una condición necesaria”.25 ¡Pero clar
condición necesaria claro!,
o!, ¿quién dudar
dudaría
ía a la
la hora de
airmar que el propio análisis es fundamental para ser analista? La
pregunta que debemos hacernos es por qué esa sería la razón
decisiva,, la más importante. ¿No es igual de necesario que para
decisiva
analizar el analista sepa sobre teoría psicoanalítica (y sobre tantas
otras cosas)? ¿Cuán importante es la lectoescritura de cada caso?
El análisis es una condición necesaria. ¿Las otras también lo son?
¿Pueden existir condiciones necesarias más importantes que
otras? Lo que es seguro es que si son necesarias ninguna puede
faltar. Sin embargo, casi nunca se airma la necesidad de la
formación teórica y de la lectoescritura del caso. Es un síntoma
que debe ser interpretado
interpretado..
Otra cita que se utiliza muy seguido para respaldar esta idea se
encuentra en el comienzo de la “Reseña del Seminario sobre El
acto psicoanalítico”
psi coanalítico”::
El acto psicoanalítico, ni visto ni conocido fuera de nosotros, es decir, nunca
localizado, menos aún cuestionado, he aquí que lo suponemos desde el momento
electivo
electivo en que el psicoanalizant
psicoanalizantee PASA a psicoanalist
psicoanalista.
a.

Es este el recurso a lo más comúnmente admitido respecto de lo necesario para ese


comparación..26
pasaje, siendo cualquier otra condición contingente en comparación

Por ejemplo, López se sirve de esta cita para airmar que de las
tres patas de la formación del analista –estudio, supervisión y
análisis personal–, “la más relevante es el pasaje de analizante a
analista en la conclusión de un análisis, siendo cualquier otra
comparación”.27 Yo leo
condición contingente en comparación” leo ot
otra
ra cosa:
cosa: no se
se
trata de que el pasaje de analizante a analista sea la única
condición necesaria para realizar un acto analítico, sino que el acto
analítico es la condición necesaria para el pasaje de analista a
analizante.
Cuando se discute sobre la necesidad del propio análisis como
eje de la formación del analista, se cae en un falso problema por la
simple razón de que no existe a lo largo y a lo ancho del mundo
psicoanalítico alguna corriente, escuela o autor que sostenga lo
contra
con rio..28 Si ha
trario hayy algo que lo
loss analis
analistas
tas hacemos
hacemos es analizar
analizarnos
nos..
De hecho, todavía hoy, algunas personas llegan a nuestros
consultorios con la demanda de ser analistas. Un síntoma para el
psicoanálisis, dije, pero no necesariamente para quien consulta.
Aunque no tengamos la respuesta que explique estas ideas
hipervalentes, al menos podemos señalar cierta correlatividad: la
depreciación de la teoría, el saber, los textos, el pensamiento, o
cualquier cosa que recuerde a alguna abstracción.
¡Pero la teoría
teoría es cuerpo! ¿Por qué le quitamos su peso?
Prieto airma que “nadie se hace analista sólo leyendo libros,
[alguien] se vuelve analista atravesando su propio análisis, sólo de
ese modo se puede ocupar esa posición que implica renunciar a
imprimir
impr imirlele al analizant
analizantee nuestr
nuestros
os prejuicios””.29 Mi opinión
prejuicios opinión es que
nadie queda exento de interpretar al analizante según los propios
prejuicios por el mero hecho de haberse analizado. En general, a
los prejuicios se los cura en la calle y en el escritorio, y a los
síntomas en el diván. El prejuicio del que debe curarse el analista

es el del sujeto supuesto saber, ¿pero bajo qué formas?, ¿solo en su


propio análisis? Considero un error clínico creer que el analista
está a salvo de intervenir desde sus prejuicios únicamente por el
hecho de haberse analizado. Si este fuera el caso, por poner un
ejemplo, los analistas de la segunda generación, que seguro
pasaron por un diván, no hubieran impreso en sus pacientes los
prejuicios heteronormativos y otras tantas normalidades, que de
hecho imprimieron. Podríamos decir que en verdad no se
analizaron, pero entonces deberíamos airmar que la clínica
psicoanalítica de aquella época estaba íntimamente relacionada
con las teorías equivocadas que sostenían. Supongo que ningún
psicoanalista lacaniano cree que un análisis de la ego psychology
podría transformar a alguien en analista. Preguntarse cuál es la
experiencia indicada para ser analista implica interrogarse por los
fundamentos teóricos que la posibilitan y sus diferencias con otras
experiencias, para el caso, normalizadoras.
Es innegable que en la deinición experiencial del quehacer del
analista y de su formación subyace una teoría no explicitada. Por
más soisticado que se presente, este modelo epistemológico
parece un aggiornamiento del clásico empirismo freudiano:

primero la experiencia,
por último, el retornoluego
a lalaexperiencia
teorización de lo experimentado,
acompañado con lasy
esis..30 Per
hipótesis
hipót Pero
o com
como o ya sostuv
sostuvoo Bleg
Bleger
er en 1969
1969:: “de ni
ningun
ngunaa
manera podemos actualmente aceptar el esquema ingenuo que
supone [...] que los hechos están ahí y que ateniéndonos a la
observación y estudio de los mismos es de donde deducimos las
hipótesis y posteriormente las teorías, que pueden ser validadas o
confrontadas volviendo a dichos hechos”.31
“¿Cómo podríamos
podríamos ayudar a ubicar ese imposible de soportar en
otro
otro sujet
sujeto,
o, si an
antes
tes no he
hemos
mos pasa
pasado
do por la eexper
xperienc
iencia?”,,32 se
ia?”
pregunta Lombardi. Esta inquietud no resultaría tan extraña si se
sostuviera como posición epistemológica que para tratar un
sufrimiento hay que pasar por él. Pero no es así. Ningún
psicoanalista propuso conformar una comunidad de
psicoanalistas
psicoanalis tas anónimos.
anónimos. Lo que se dice es que habría que pasar
por esa experiencia y no otras, la del análisis lacaniano, con sus
fundamentos teóricos, sus conceptos, y sus medios y ines
especíicos. La epistemoempatía de lo real solo valdría para los
lacanianos. “Sentir para creer”, susurran los más desconiados;
pero al inconsciente no hay que rezarle, hay que ponerlo en
marcha. Es sorprendente que este tema no despierte discusiones
en ninguna escuela de psicoanálisis. “No estoy diciendo –aunque
la cosa no es imposible– que la comunidad de psicoanalistas es
una Ig lesiaa”,33 dijo Lacan
Iglesi Lacan,, que había estudi
estudiado
ado mu
muyy bien la
verneiunung.. Los dogmas están a la orden del día. Tal vez este sea
verneiunung
el más esencial.
Dice Rodríguez Ponte: “El analista se hace en el análisis. Este

para
y muymílejos
es eldel
punto principalísimo
número [...] esión
dos [la formación
formac el elemento
teórica]”.34número
teórica]”. La causauno,
del
analista, en todos los sentidos aristotélicos, es la experiencia. Si se
sigue esta hipótesis al pie de la letra es posible concluir que si
alguien está bien analizado –aunque sea un comerciante, un
abogado
abog ado o un iingen
ngeniero
iero–
– es un psi
psicoa
coanalis
nalista
ta en popotenc ia.35 Me
tencia.
pregunto cómo alguien podría analizar sin saber nada sobre teoría
psicoanalítica, cómo podría llevar adelante su práctica sin sus
36

instrumentos de trabajo: los conceptos.


Luego, Rodríguez Ponte aclara que el analista no puede
confundirse con la persona que ejerce ese rol. Se trata de una
posición que sólo puede ocuparse en un momento puntual en el
transcurso de un análisis. Para alcanzar esta posición, que el autor
llama “deseo del analista”, es preciso analizarse. Nuevamente se
nos presenta ese desdoblamiento infranqueable entre el analista y
el clínico; el analista se hace analizándose y el clínico estudiando.
Quiero despejar cualquier ambigüedad: está claro que existe una
diferencia entre ambas instancias, que no es lo mismo analizar
que teorizar,
teorizar, pero no se trata
trata de un “di
“divorc
vorcio estructural”37 sino de
io estructural”
una pareja con relaciones íntimas y complejas. Por ejemplo: ¿un
analista no lee un caso del mismo modo en que lee un texto
“teórico”? ¿No leyó Lacan a Freud con el mismo método crítico que
el propio Freud proponía para leer los casos?
La falta de argumentos sólidos para sostener que únicamente el
propio análisis es necesario para alcanzar la verdadera posición
analítica queda expuesta con rapidez: “no digo que es imposible
sin análisis, aclara Rodríguez Ponte, tal vez no esté mal matizar un
poco,
poc o, pero
pero es muy
muy diíci
diícill sin haber
haber pasa
pasado
do por el anál isis””.38 El
análisis

pasaje de de
fragilidad la imposibilidad a laladiicultad
la teoría sobre formación es del
unaanalista.
muestra Luego
de la
concluye:
Lo que hay que entender es que el análisis comenzó con alguien que no se analizó.
Hay que partir de esa base: Freud no se analizó, el llamado autoanálisis no es análisis
[...] nos vemos obligados a sostener que puede haber analistas sin haber pasado por
el análisis. Es decir, que hay que admitir un momento misterioso en el comienzo de
la historia del psicoanálisis, o encontrarle la vuelta a sostenerse en una paradoja. 39

No es un misterio ni una paradoja. Es una contradicción.40


Excepto que se admita que Freud es el al menos uno que dice no al
diván –enunciado
–enunciado que forma parte de la lógica neurótica por
excelencia (lado macho)–, nos vemos obligados a airmar que no
es necesario haber pasado por un análisis para ser analista, y al
mismo tiempo, admitir que no hace falta pasar por un análisis o
inalizarlo para producir ideas psicoanalíticas. Por ejemplo, sería
un absurdo creer que Lacan es el único ser humano que pudo
esbozar una poderosa teoría del in de análisis (la liquidación del
sujeto supuesto saber) sin haber inalizado el suyo. ¿Cómo lo hizo
entonces? Tal vez resulte decepcionante, pero solo hay una
respuesta: investigando, discutiendo y analizando(se). En
deinitiva, la formación del analista no puede centrarse en el
propio análisis. En mi opinión es esencial que quien analiza se
haya analizado –y también se analice–, pero no porque esta sea la
vía exc
exclusiva
lusiva par
paraa ser analista.

Tonterías, empieza ya

La pregunta por la formación del analista está lejos de ser resuelta.


Todavía hoy parece más consistente, por poco argumentada que
esté, la famosa tríada freudiana –análisis propio, supervisión y
estudio teórico– que prescinde tanto de las jerarquías caprichosas
como de los misterios. Aquí el análisis propio es menos un rito de
iniciación que un requerimiento con ines especíicos: tratar los
conflictos inconscientes que podrían obstaculizar no solo la vida
sino el quehacer del analista. En este sentido, sería pertinente
volver
volv er a análisis cada algunos años, no creerse
creerse analizado-analista
del todo. Por otro lado, la experiencia del pase no parece haber sido
creada con el in de autorizar a los analistas, sino para que se dé
cuenta de la práctica. Entiendo de esta forma la propuesta de
Lacan: si los analistas no dan razones del modo en que se
conducen en el campo freudiano, tal vez puedan hacerlo los
analizantes y los pasadores.
pasadores.
Cada vez son menos los analistas interesados en testimoniar
sobre su propia experiencia como analizantes en el dispositivo del
pase. Pasadores, jurados, cárteles, títulos (AE, AME), etc.,
conforman una parafernalia burocrática que parece cumplir más
un objetivo de reconocimiento imaginario que de transmisión de
nuestra práctica. Y si de reconocimiento imaginario se trata,
¿quién quiere, en esta época, buscarlo en una escuela lacaniana?
Las instituciones de psicoanálisis –jerarquizadas en sus vínculos,
endogámicas en su iliación, conservadoras en su práctica, débiles
en sus teorizaciones y reiterativas en su transmisión– no resultan
atractivas para las nuevas generaciones de psicoanalistas. Las
redes sociales favorecieron la constitución de lazos informales y
cruces dinámicos
dinámicos entre analistas (e interesados en el psicoanálisis
en general) de distintas ciudades, países, escuelas, universidades,
etc. Lo que nos une es la ainidad y no la identidad. Ya no hacen

falta
haganlas escuelas
falta para salir
consultorios parade la de
salir soledad delescolar.
la lógica consultorio. Tal vez
Además, muchísimos analistas no han inalizado su análisis, no
por falta de tiempo en el diván, sino por la falta de un criterio
común acerca de lo que esto signiicaría. No hay un mínimo
acuerdo
acu erdo sobre
sobre cuá
cuáll es el in de anális is,41 en nin
análisis, ninguno
guno de lo loss
sentidos del término. Y diícilmente pueda terminarse un análisis
si no se tiene un criterio claro y distinto de cuál es el inal. Me

pregunto qué opinan aquellos que sostienen que inalizar el


análisis es condición para analizar de la cantidad de profesionales
que ejercen la práctica sin haberlo hecho. ¿Les recomendarán a
sus supervisados que inalicen sus análisis para que mejore el
caso? El in de análisis, tanto en sus objetivos como en su
terminación, es un tema al que habrá que volver.
En lo que respecta a la formación del analista todavía me parece
preferible la posición de Freud. Cuando algún joven practicante me
dice que no sabe si empezar a ver pacientes porque cree que le
falta analizarse o estudiar más, le digo lo mismo que él le dijo a
Bernfeld:
En 1922 hablé con Freud sobre mi intención de establecerme en Viena como
analista. Me habían dicho que nuestro grupo de Berlín alentaba a los psicoanalistas,
especialmente a los principiantes, a realizar análisis didácticos antes de iniciar su
practica profesional, así que le pregunté a Freud si creía que esta preparación era
deseable para mí. Su respuesta fue: “Tonterías. Empieza Ya. Seguramente tendrás
problemas, pero cuando los tengas, ya veremos lo que podemos hacer para
resolverlos”. Unas semanas después me envió mi primer caso didáctico.42

“El analista no se autoriza sino por sí mismo, eso va de suyo”, 43


dijo Lacan, y quisiera leerlo en su sentido inmediato. Es que

ninguna escuela, institución o universidad garantiza que haya un


analista. Tampoco el estudio o el análisis personal. Nada lo
garantiza, de hecho. Esto no signiica que no tengamos que
preguntarnos cuáles son las coordenadas que nos permitan
ubicar, cada vez con mayor claridad, dónde y cómo posicionarnos
para ejercer como analistas. Mientras tanto –un interminable
mientras tanto– hay que analizar, analizarse, supervisar e
investigar.
Lo que se dice

Quisiera terminar esta discusión sobre los vínculos entre


experiencia y teoría en la práctica analítica con las palabras con la
que Lacan inauguró la “Apertura de la Sección Clínica”: “¿Qué es la
clínica psicoanalítica? No es complicado. Tiene una base: es lo que
psicoanálisis”.44 La clín
se dice en un psicoanálisis” clínic
ica,
a, enton
entonceces,
s, no
no es lo que
que se
piensa afuera y después de la experiencia analítica. Es lo que se
dice en un análisis.
Como suele suceder, existen varias lecturas de esta frase,
especíicamente del sintagma “lo que se dice”. ¿Cuál es su valor en
este contexto?,
contexto?, ¿quién dice lo que se dice?, ¿qué signiica que lo que
se dice sea la base? Una primera lectura indicaría que lo que se
dice es lo efectivamente dicho en un análisis, aquello que podría
ser registrado con una grabadora. ¿Pero se trata de esto?
Schejtman precisa que lo que se dice en un psicoanálisis “surge de
bocaa del psic
boc psicoanal
oanalizant e”,,45 por lo tan
izante” tanto,
to, qu
quien
ien hace
hace clín
clínica
ica en la
experiencia analítica no es el analista sino el analizante. De hecho,
la experiencia analítica no es una experiencia didáctica para el
analista. Hay formaciones del inconsciente, dice siguiendo a
Lacan, pero no hay formación del analista. Schejtman es
consistente y, como dije, acuerdo con él: un analista no
necesariamente aprende de la experiencia. “El único que se forma
en un psicoaná
psicoanálisis
lisis es el analiz ante””,46 con
analizante concl
cluy
uyee sosten
sosteniendo
iendo llaa
autonomía radical entre el analista –quien existe fugazmente en el
momento del acto– y el clínico –quien aprende algo de la
experiencia y la conceptualiza–.
Boxaca y Lutereau tienen otra lectura. En principio, subrayan
que “lo que se dice” no es la clínica en tanto tal sino su base, y que
por lo tanto esta es el “redoblamiento conceptual de la
perienciaa”.47 La eexperienc
experienci
ex xperiencia
ia es la base, y la cclínica
línica lo
lo que se monta
sobre ella. Si bien no va de suyo que la base de algo sea un
elemento distinto de ese algo, sigamos el argumento de los
autores. Ellos advierten con exactitud que “lo que se dice” no
remite necesariamente a lo dicho, a los enunciados efectivamente
proferidos. “En todo caso, al analista le importa menos lo dicho que
el lugar
lugar des
desdede don
dondede se dice”..48 De ac
dice” acuer
uerdo,
do, ¿¿pero
pero elel lug
lugar
ar desde
donde se dice no requiere de una lectura?, ¿no es ya un
“redoblamiento de la experiencia”? Asimismo, señalan que es
notorio que Lacan no precise a quién corresponde ese “lo que se
dice”. En este punto diieren de Schejtman, ya que si bien
consideran que es el analizante quien habla, también al analista le
toca decir lo suyo. De hecho, el analista debe pagar con sus
palabras
palabr as en la medida en que estas puede pueden n ser elevadas al estatuto
de interpretación. Esto quiere decir que si hay interpretación las
palabras ya no son del analista. ¿Y de quién son entonces? Esta

pregunta
otro modo.es fundamental y nos permitirá leer la cita de Lacan de
La cuestión, a mi entender, gira en torno al “se “se dice”, al
impersonal que Lacan utiliza para indeterminar la identidad de los
interlocutores. “¿Qué importa quien habla?” dijo alguien. De eso
trata la clínica psicoanalítica, especialmente en sus comienzos.
Pasar de un “yo hablo” (analista o analizante) a un “eso habla”. Estoy
de acuerdo con Boxaca y Lutereau en que el “se dice” remite al
decir y no a los dichos, a lo que queda olvidado tras lo que se dice
en lo que se escucha/entiende. No se trata de lo que efectivamente
dijo el analizante o el analista, sino de un efecto de lectoescritura
sobre esos dichos que abra la posibilidad de un “se dice que...”.
No existe experiencia que no esté siempre ya atravesada por la
clínica, entendida ahora como la intervención más o menos
calculada del analista en función del texto, de los conceptos y de
sus prejuicios. La experiencia misma del hablar en un análisis, el
modo en que se maniiesta lo “efectivamente dicho” ya está
intervenida, es el resultado de un dispositivo único de producción
de textualidad: la asociación libre y la atención flotante.

1 Le debo esta noción a mi amigo, el ilósofo y psicoanalista, Nicolás Garrera Tolbert.


2 Cf. Lacan, 1951.
3 Miller, 2008-09: 170.
4 Ibidem.
5 “La experiencia solo se constituye como tal si se la hace a partir de una pregunta
correcta. Se llama hipótesis [...] algo ha comenzado a cobrar forma de hecho, y un hecho
es siempre hecho de discurso” (Lacan, 1967: 46).
6 “¿Qué es la cura? Es una situación experimental, comparable en muchos aspectos a los

dispositivos y montajes
al mismo tiempo, es unaexperimentales de las
situación practica queciencias
provocaexperimentales conocidas.
transformaciones Pero,
en su objeto,
gracias a instrumentos particulares de producción de esos efectos” (Althusser, 1975-76:
181).
7 “Mi idea, cuando intento divulgar el psicoanálisis (es decir, llevarlo más allá del
intercambio
interc ambio entre colegas, sin que pierda su rigor) es mostrarle
mostrarle a los demás que eso que
intento transmitir, de alguna manera, ya lo saben [...] Desde mi punto de vista, el
psicoanálisis no es una teoría, sino un modo de experiencia que se comprueba en la
vida cotidiana”
cotidiana” (Lutereau,
(Lutereau, 2018).
2018).
8 Estoy de acuerdo con Miller cuando dice que “[...] no hay ningún punto técnico en el
análisis que no se vincule con la cuestión ética, y es para nuestra comodidad de
exposición que distinguimos entre ética y técnica. En el análisis las cuestiones técnicas
son siempre cuestiones éticas, y esto por una razón muy precisa: porque nos dirigimos
al sujeto” (1987: 13).
9 Cf. Lacan, 1964.
10 Farrán, 2020: 51.

11 Lacan citado por Schejtman, 2013: 28.


12
Todas las cursivas de las citas son mías.
13 Ibid.: 25.
14 Ibid.: 24.
15 2013: 16.
16 Lacan, 1958: 561.
17 Lacan, 1974-75: clase del 10 de diciembre de 1974.
18Nunca podremos saber con certeza si Lacan dijo “y” (et
(et) o “es” (est
(est). La primera versión
parece más correcta gramaticalmente, la segunda, a mi entender, más coherente con
otras ideas de Lacan sobre el tema. Sea como fuere, más allá de lo que Lacan haya
realmente dicho, lo que está en disputa son dos posiciones epistemológicas y clínicas
dentro del lacanismo.
19 Lacan, 1960-61: 97.
20 Lacan, 1964: 130. La misma idea, centrada en el concepto de transferencia, puede
encontrarse en “La dirección de la cura y los principios de su poder”:
poder” : “Pues este manejo
de la transferencia es inseparable de su noción, y por poco elaborada que sea ésta en la
práctica, no puede dejar de acomodarse a las parcialidades de la teoría” (Lacan, 1958:
575).
21 Cf. Lombardi, 2018: 21.
22 Lacan citado por Lombardi, 2018: 21.
23 “El papel de la escritura es constituir, con todo lo que la lectura ha constituido, un
cuerpo” (Foucault, 1983: 943).
24 Lombardi, 2018: 27.
25 Ibid.: 29.
26 Lacan, 1969: 395.
27 López, 2020: 73.
28 En varias oportunidades, Alfredo Eidelsztein cuestionó la importancia exclusiva que se
le da a la experiencia del propio análisis en detrimento de la investigación y la discusión
de casos. Sin embargo, que yo sepa, nunca dijo que no había que analizarse para ser
analista. Si bien podemos cuestionar la necesidad (en un sentido formal) del propio
análisis, es una insensatez decir que es
e s mejor no analizarse que hacerlo.
29 Prieto, 2016: 25.
30 Cf. Freud, 1933 (1932).

31 Bleger, 1969.
32 Lombardi, 2018: 27.
33 Lacan, 1964: 12.
34 Rodríguez Ponte, 2005: 26.
35 Cf. Suarez, 2005.
36 Lacan lo dice en estos términos
términos:: “Con el psicoanálisis sucede como con el arte del buen
cocinero que sabe cómo trinchar el animal, cómo separar la articulación con la menor

resistencia.
le es propioSe[...]
sabe
Esque existe,entender
preciso para cadaque
estructura, un modo
no disecamos de conceptualización
con un cuchillo, sino que
con
conceptos” (1953-1954: 12).
37 Zaore, 2012: 159.
38 Rodríguez Ponte, 2005: 26.
39 Ibid.: 26-27.
40 Así lo expresó con mucha claridad Morales Montiel: “1. Para volverse psicoanalista es
necesario haber pasado por la experiencia del análisis con un analista. 2. Freud fue el
primer psicoanalista. 3. [...] Para volverse psicoanalista es necesario que Freud haya
pasado por la experiencia del análisis con un analista. 4. [esto] implica que hubo al
menos un psicoanalist
psicoanalistaa antes que Freud. 5. (2) y (4) son contradictor
contradictorios”
ios” (2017).
41 Tomás Pal suele decir que el in de análisis se realiza cuando se terminan las
prestaciones
prestac iones de la prepaga. Es una deinición
de inición bastante ajustada a la realidad.
42 Roazen, 1995: 138.
43 Lacan, 1973: 327.
44 Lacan, 1977: 4
45 Schejtman, 2013: 30.
46 Ibid.: 35.
47 Boxaca y Lutereau, 2013: 14.
48 Ibidem.
Abrir
asociación libre y atención flotante

Una hipótesis y un método

El tratamiento psicoanalítico es una conversación entre dos o más


personas. En nuestros consult
consultorios no ocurre otra cosa más que
“un intercambio palabras””.1 No se trata,
intercambio de palabras trata, por supuesto, de una
conversación ordinaria, como las que tenemos todos los días. El
psicoanálisis propone una subversión sobre la toma de la palabra,
una forma especíica de hablar que habilita el surgimiento de un
texto posible de ser leído por el analista y el analizante. Un texto
con una textualidad propiamente analítica.
Nuestro objetivo, cien años después, sigue siendo el mismo que
el de Freud: devolver a la palabra, dentro del ámbito de la ciencia,
su poder curativo. “Dentro del ámbito de la ciencia” no es un
sintagma menor. El asunto es que existen muchas otras prácticas
que dicen curar (y curan) a través de la palabra. Piénsese, por
ejemplo, en la religión y la magia, en el cura y el hechicero; ambos
hacen uso de la eicacia simbólica. No hace falta ser un fetichista
de la ciencia ni tomar los criterios de validación de la
epistemología anglosajona como la verdad última. En este punto
acuerdo con Foucault: “no logro tener de la ciencia una idea tan
elevada [...] no debemos hacernos de la ciencia una idea tan
exaltada, al punto de etiquetar como tal cualquier cosa tan
importante como el marxismo o tan interesante como el
psicoanálisis”
psicoanális is”..2 Antes de preguntarnos
preguntarnos si el psic
psicoanálisis
oanálisis es una
ciencia o no, deberíamos especiicar qué tipo de ciencia sería y por
importante que lo fuera.3 Por lo pr
qué sería importante pronto,
onto, parece
parece
fundamental que el psicoanálisis, a diferencia de la magia y de la
religión, sea una práctica coherente, racional y transmisible. Los
problemas con los que tratamos surgieron dentro de un mundo
cientíico y la batalla debe darse allí. Nuestro debate sigue siendo
luces.4 Los psicoan
el debate de las luces. psicoanalistas
alistas debemos ex
explicar
plicar cóm
cómoo
funciona nuestra práctica. Esta explicación debe ser, al menos en
aspectos básicos, comprensible para cualquier interesado, dentro
o fuera del psicoanálisis. Nada más lejos de esto que edipizar al
mundo, como sucede algunas veces en la literatura de divulgación.
Entonces, ¿cómo se construye la textualidad del texto analítico?,
o de un modo más “cercano” a la experiencia: ¿cómo se toma la
palabra en un psicoanálisis? ¿Cómo hace un psicoanalista para que

su paciente tome
La respuesta la palabra,
de Freud esasociación
es clara: decir, paralibre
que ylaatención
palabra lo tome?
flotante.
Dos posiciones correlativas aunque no simétricas, que serán el
fundamento de cualquier tratamiento analítico. Sin asociación
libre y atención flotante no hay psicoanálisis.
La asociación libre es una consigna técnica correlativa a una
hipótesis: existe un saber no sabido, el inconsciente. Su in es
posibilitar “las vías de acceso” a este tipo de saber. Como dije, el
psicoanálisis es la puesta a prueba de esta hipótesis, por eso es un
experimento, pero sobre todo es una praxis, debido a que no se
trata únicamente de la veriicación de esa hipótesis sino también
de su uso como instrumento para modiicar la realidad. Freud se
tomó en serio la idea de inconsciente –presente en la ilosoía
desde siglos atrás– en la medida en que lo consideró como “algo
vivo,, palpable y objeto de experimentac
vivo experimentaciónión””,5 y no solo como una
abstracción. Ahora bien, dado que la asociación libre es correlativa
de la hipótesis del inconsciente, dependiendo de cómo
entendamos el estatuto del inconsciente nuestra concepción de la
asociación libre se verá afectada. Por ejemplo, si entendemos que
el inconsciente ya está escrito
escrito,, es probable que creamos que la
asociación libre es en sí misma curativa, y lo cierto es que nadie
cura su neurosis meramente hablando.
En la búsqueda de un método de ampliación de la conciencia,
Freud encontró en las ocurrencias de los enfermos un sustituto
satisfactorio para la hipnosis. La asociación libre permitió que se
presenten en la supericie los pensamientos involuntarios que se
interponen en la trama deliberada, pero que en circunstancias
corrientes
corr ientes son rec hazados,6 como ver
rechazados, veremos,
emos, por diversos moti
motivos
vos..

“Diga también
podría ser una lo que de
forma nunca diría la
enunciar enregla
una fundamental.
conversación ordinaria”,

¿Quién sabe?

Freud parte del supuesto de que hay un saber no sabido, y que ese
saber lo poseería, de algún modo, el paciente. “El psicoanálisis
sigue la técnica de hacerse decir por los mismos a quienes estudia,
si ello cabe, la solución enigmas”..7 Parece
solución de sus enigmas” Parece una gran estafa, ya
que los pacientes nos consultan suponiendo que disponemos de
un saber sobre su deseo. Somos sujeto supuesto saber, y es cierto
que poseemos un saber, pero no ese. Al mismo tiempo, cuando el
analista le dice a su paciente “diga lo que se le ocurra, será
maravilloso”, lo está instituyendo como sujeto supuesto saber. 8
Estos supuestos cruzados que produce la regla fundamental son la
base de la transferencia. Sin embargo, el supuesto subyacente es el
de un saber que nadie tiene pero que podrá ser leído en la medida
que se sorteen ciertos obstáculos. Para ello pondrá a hablar al
paciente. El analista supone un saber sin sujeto: el
e l inconscient
inconsciente.
e.
El movimiento que resulta novedoso es que para acceder a esta
saber Freud propone tomar una actitud de plena ignorancia frente
al sentido de lo que se dice. Una de sus grandes propuestas fue
tratar a cualquier texto como si fuera un sueño, es decir, como algo
que en principio no se entiende. De hecho, llegó al sueño
secundariamente, una vez que ya había tratado al síntoma como
un lenguaje encriptado (¡como un sueño!). Freud se preguntó:
¿qué quiere decir eso? Trató a la palabra como signiicante, como
algo que en sí mismo no signiica nada. Así le dio vida al
9

inconsciente.
No hay que comprender demasiado pronto, dirá Lacan. No
debemos saturar el tex
texto
to con aquello que parece querer de
decir(nos).
cir(nos).
Hay que sostener la rigurosidad conceptual y metódica necesaria
para dejar que el texto se abra. No debemos anticipar la
signiicación con el poder que nos coniere el lugar del oyente.
Ningún saber que creamos poseer previamente a un análisis –
sobre el complejo de Edipo, sobre los tipos clínicos, sobre las
posiciones sexuadas, etc.– puede funcionar, en tanto tal, como
código de lectura. Esto signiica, en términos freudianos, que la
terapia analítica procede per vi di levlevare
are:: “no quiere introducir nada
nuevo, sino restar, retirar, y con ese in se preocupa por la génesis
de los síntomas patológicos y la trama psíquica de la idea
gena””.10 Ac
patógena
pató Actúa
túa como
como un esc esculto
ultorr que retir
retiraa de la piedr
piedraa lo que
recubre la forma de la estatua contenida en ella; a diferencia de la
sugestión que lo hace per vi di porre, como un pintor que deposita
colores donde antes no había nada. Quien propone un saber que
ya sabe, hace “psicología
“psicología”.”. En cambio, el psicoanalist
psicoanalistaa bascula
entre la ignorancia advertida y la conjetura provisoria. provisoria. Entre
asociación libre e interpretación.
El paciente debe hablar “libremente” para poder comunicarnos
el saber que no sabe. Pero claro, “no le pedimos enseguida que nos
sentido”.11 El pro
diga el sentido”. problema
blema es evidente:
evidente: si le solicitamos
solicitamos al
paciente que nos diga qué signiica un sueño, un lapsus o un
síntoma, responderá que no lo sabe, porque de hecho es así: no lo
sabe. Es muy común que ante nuestra pregunta por el por qué, los
analizantes nos respondan con un simple “no sé”. Por este motivo,
si bien la pregunta de fondo es por la causa del padecimiento,

nuestras intervenciones
aparición de deberán¿qué
un decir que importe: matizarse paracon
se lo ocurre habilitar la
esto?, ¿de
dónde viene tal cosa?, ¿qué signiica tal otra? No le pedimos al
paciente que reflexione, sino que se observe a sí mismo. No le
pedimos que piense, porque si el Yo “piensa”, eso no puede hacerlo
hacerlo..
La consigna, dice Lacan, es que el sujeto se ausente para que el
signiica
signiicante
nte pueda
pueda hacer su ju ego..12 Al inc
juego inconsc
onsciente
iente se llega
llega de
manera indirecta, a través de rodeos.
La conversación analítica

Para llevar adelante un psicoanálisis “se requiere de cierta


prepar
preparació
ación
n psíquic enfermo””.13 No va de su
psíquicaa del enfermo suyo
yo que algu
alguien
ien
asocie llibrem
asocie ente.14 Es ló
ibremente. lógic
gico,
o, da
dado
do que las per personas
sonas esestán
tán
habituadas a tener otro tipo de conversaciones. En una
conversación ordinaria pasan al menos tres cosas: se conversa
cara a cara, se rechazan los pensamientos involuntarios que
atraviesan la trama deliberada, y se realiza una selección (más o
menos intencional) de los signiicantes, la signiicación y el
sentido. En la vida cotidiana los diálogos se desarrollan en una
trama imaginaria que sostiene la ilusión de un mundo poblado de
yoes y objetos, en donde se dice lo que se pretende decir y se
escucha/entiende lo que el otro me quiso decir, sobre una realidad
extra discursiva. Esto realmente no funciona así, vivimos en un
profundo malentendido.
malentendido. Cada vez que hablamos decimos menos y
más de lo que queremos decir; lo mismo sucede cuando somos
oyentes.
Preparar psíquicamente al paciente signiica habituarlo a
desprenderse de estos principios implícitos de la conversación
ordinaria para dar lugar a otra forma de hablar. Muchos de
nuestros pacientes no mejoran porque no hay caso. Un texto
analítico no aparece por generación espontánea, no se nos ofrece,
no vuelve hacia nosotros su cara legible para ser descifrado. No lo
descubrimos ni lo inventamos. Lo realizamos a partir de una
práctica especíica.
En principio es necesario habilitar: “hacer a alguien o algo hábil,
15

apto o capaz
capaz par
paraa una cosa
cosa deter
determinad
minadaa”. El analista
analista pon
ponee en
marcha la función habilitar para que junto al analizante sean
capaces de producir un texto apto para ser leído y escrito, un texto
abierto, dinámico e impersonal:
impersonal: sin origen ni in, sin centro ni
límites, sin autor ni interprete; un texto en el que se distinguen las
regularidades, las discontinuidades, los deslices y las
ambigüedades. Tal vez esto sea un caso: un texto sin autor, sin
unidad, sin original y sin signiicación última. Una materialidad
incorporal en donde el escritor y el lector, confundidos entre sí,
promueven un texto, inacabado y diferido, del que forman parte.
¿Qué debe solicitar el analista al analizante para que se produzca
el texto analítico? Freud dice que debe pedirle dos cosas:

1. Que dirija su atención a los pensamientos involuntarios.


2. Que suspenda la crítica con la que acostumbra rechazar estos
pensamientos.

Se trata de una indicación positiva y una negativa. En general la


indicación positiva se presenta del siguiente modo: “diga todo lo
que se le cruce por la cabeza”. Creo que este es un mal modo de
expresar la regla fundamental. Decir todo puede confundirse con
cosa, hecho que no debería ocurrir en un análisis.
decir cualquier cosa,
Este es un punto crucial, dado que puede haber analizantes que
digan todo lo que se les cruza por la cabeza para no decir nada.
Este “para”, desde ya, no da cuenta de una mala voluntad. La
resistencia es independiente de cualquier tipo de intención.
Ferenczi se reirió a este tipo de abuso de la asociación en
pacientes neuróticos obsesivos: “a veces, se evaden relatando

solamente las asociaciones


deliberadamente carentes
equivocasen las de sentido,
indicaciones como
del médico si
que les
pide que relaten
relaten todo,
todo, aún llas
as cosas
cosas car
carentes
entes de sent ido””.16 Es
sentido
notable cómo el modo de respuesta a la regla fundamental ya es
un indicador diagnóstico. Este tipo de pacientes obsesivos siguen
“literalmente”” (¡como si esto fuera posible!) lo que suponen que es
“literalmente
el deseo del analista: que diga cosas sin sentido, tonterías,
incoherencias, etc. No es un supuesto tan equivocado, ya que
muchos psicoanalistas incitan a sus pacientes a decir cualquier
cosa porque creen que este es el modo para que el inconsciente
aflore. La metáfora botánica es desacertada porque el inconsciente
no es algo que sale de la boca del paciente, como un brote de la
tierra. La asociación libre, junto a la atención flotante, habilita la
conformación de un texto posible de ser leído. El inconsciente es
efecto de lectura. Si saliera de una boca lo haría desde la del
analista, pero esto tampoco es correcto. Lo que importa es que la
asociación libre, en tanto tal, no hace surgir al inconsciente. Como
dijo Eidelsztein, “la asociación libre sólo será un recurso para la
constitución del sujeto y no el sujeto mismo o la inalidad del
análisis”.17
No se trata de que el analizante diga necesariamente cosas sin

valor
valor,, tonterí
tonterías,
positiva), sinoas,que
o fuera de lalas
no omita trama
ideas(esta
que no es una
puedan premisa
tener esas
características. Estoy en desacuerdo con Miller cuando sostiene
que en un análisis “no solo se puede, sino que se debe decir
cualquier cosa [...] si no se dice cualquier cosa no se respeta la
reglaa”.18 Esto no se ajusta a los propós
regl propósitos
itos de la regl
reglaa fundamenta
fundamental.l.
El analista no le dice al paciente que diga pavadas, solo le pide que
no las excluya de su discurso. En un análisis se viene a hablar de
19
cuestiones
cuestiones iimport
mportante
antes.
s. Por eso no parec
parecee una buena metáfor
metáforaa la
de Freud cuando airma que en un análisis el paciente debe
comportarse como lo haría en una conversación en la que se habla
de bueyes perdidos. De nuevo, quien consulta no debe hablar –
como si fuese una exigencia del método– de cosas sin importancia
o que no
no vie
vienen
nen aall ca
caso,
so, se trata
trata de
de que nnoo llas omita.20 Sea como
as omita. como
fuere, este no parece ser un problema clínico típico; en general los
analizantes vienen a hablarnos de sus padecimientos, de
cuestiones que son importantísimas. A algunos les lleva más
tiempo que a otros. Impulsarlos a que digan “cualquier cosa” es un
contrasentido.
Otro modo en que puede malinterpretarse el “decir todo” es
como una exigencia de contar nuestros secretos, como en una
especie
espec ie de con
confesió
fesiónn reli
religio
giosa
sa o jurí
jurídica.21 Se iría
dica. iría a un anál
análisis
isis a
decir lo que no podría decirse en cualquier otro lugar por pudor.
Esto es parcialmente verdadero, ya que los analizantes nos
cuentan sus experiencias más íntimas. Se le pide al paciente, dice
Freud, una sinceridad total.
total. Para este caso vale lo mismo que para
el anterior: no hay ninguna obligación de decir nada en particular,
pero si ese tipo de pensamiento se presenta, no debe descartarse.

Preierohacia
atención la versión que expresa que
los pensamientos el paciente Un
involuntarios. debemodo
dirigirmás
su
sencillo de enunciar esta premisa podría ser, por ejemplo, “diga
“diga lo
que se le ocurra”.
ocurra”. Como dije, la idea no es que el paciente reflexione
sino que se observe a sí mismo. Freud realizó un análisis
fenomenológico muy sugerente sobre esta distinción. Dijo que
quien reflexiona tiene “la expresión tensa y el entrecejo arrugado”,
a diferencia de quien se observa a sí mismo, que muestra “una
falta de mímica”. “En ambos casos tiene que haber una atención
reconcentrada”, pero el que reflexiona ejercita una crítica de sus
pensamientos y, por lo tanto, desestima una gran parte de ellos.
Quien hace introspección, en cambio, no tiene más trabajo que
suspender la crítica, “debe conducirse con sus ocurrencias de
neutral”.22 En resu
manera totalmente neutral” resumen
men,, se llee pid
pidee lo m
mism
ismo
o que
al analista: que no comprenda.
La segunda premisa, la negativa, reza así: “renuncie a la crítica a
partir de la cual descarta los pensamientos involuntarios”. Existen
cuatro tipos de ocurrencias que típicamente se rechazan: las que
se consideran sin importancia, las que no forman parte de la
trama, las que parecen tonterías o las que producen pena o
vergüenza. Las tres primeras crític críticas as se realizan
“automáticamente”, sin la deliberación de quien habla. Las
conversaciones cotidianas nos exigen que prescindamos de este
tipo de información. Es que en principio no habría ninguna
ganancia en ser banales –por decir trivialidades–, ni estúpidos –
por decir tonterías–, ni “locos” –por decir incoherencias–. Pero en
un análisis le pedimos a los pacientes que no omitan ninguno de
estos residuos discursivos. Puede que allí se encuentre algo de

mucho valo rmás


valor
El ejemplo . sencillo es el de la neurosis obsesiva. A diferencia
de la histeria, en donde la defensa consiste en separar la
representación del afecto y enviar este último a una
representación corporal, en la neurosis obsesiva el afecto “suelto”
se liga a una representación nimia, dando lugar a un falso enlace.
Lo curioso es que la representación original se encuentra en la
supericie de la conciencia, no está, en un sentido estricto,
reprimida. El paciente podría estar hablando tranquilamente de
algo como si no tuviera la menor importancia, como si fuera una
banalidad, cuando en verdad se trata de un asunto fundamental.
Dejando de lado la explicación metapsicológica, lo importante del
ejemplo es que el psicoanalista parte del supuesto de que ni él ni el
analizante saben dónde está realmente el valor en lo que se dice,
por lo tanto, al mismo tiempo que se lo escribe, el texto debe
cubrirse con un manto de equivalencia valorativa.
La cuarta crítica, a diferencia de las otras tres, suele ser
“consciente” y con justa razón. A muchos analizantes les cuesta
hablar de aquellos temas que les provocan pena o vergüenza, en
especial, aquellos relativos al vínculo con el propio analista. Por
este motivo, se les solicita a los analizantes una sinceridad total.
¿El análisis permanece detenido mientras el paciente,
premeditadamente, se reserve información? Yo creo que el
analista debe dar tiempo. Es esencial el timing del analista y el
modo en que solicite la “confesión”. Cuando algún paciente me
informa que quiere decirme algo, pero no se anima por pudor,
suelo responder que está en el lugar adecuado para hablar de este
tipo de cosas, y si bien no tengo preferencia por ningún tipo de

contenido en particular, sí la tengo por su modo de manifestación:


como aquello que preferiría no comunicar.23
Lacan formalizó estas premisas freudianas sobre la asociación
libre a partir de dos leyes complementarias: la ley de no omisión y
la ley
ley de no sistematiz
sistematización.24 La pr
ación. primer
imeraa prom
promuev
uevee “al ni
nivel
vel del
interés, reservado a lo notable, todo aquello que se comprende de
suyo:: lo ccotidiano
suyo otidiano y lo ordinario”;”;25 la segunda
ordinario segunda les concede
concede val
valor
or a
las incoherencias y le otorga una presunción de signiicación a los
desechos de la vida mental, la escoria de los fenómenos del
mundo, diría Freud: lapsus, actos fallidos, etc. No debemos exigirle
al texto del paciente ni coherencia, ni racionalidad, ni
extraordinariedad, ni dramatismo, ni sistematicidad lógica o
cronológic
cron ológica.a. Ha
Hayy que liber
liberar
ar al tex
texto
to de “las cadenas del rel ato”.”.26 El
relato
analista, al igual que el paciente, comienza por no elegir cuál es la
parte signiicativa del texto del paciente.
Last but not least, la pregunta que debemos hacernos es por la
enunciación explícita de la regla fundamental. ¿Por qué no la
formularíamos? ¿Cuál es la gracia de un juego en el que solo uno
sabe las
las rregl as?27 En mi ccaso,
eglas? aso, llo
o hago cu
cuando
ando ter
termina
mina llaa prime
primera ra
entrevista, junto a otras aclaraciones metodológicas y del
encuadre. Está claro que esto no es más que el comienzo, y que los
psicoanalistas debemos trabajar constantemente para sostener
ese modo de escritura, para alentar la producción de ese tipo de
textualidad, recordando la regla cuando sea necesario, pero por
sobre todo, manteniendo con irmeza el lugar que nos
corresponde.

La disponibilidad del analista

Las posiciones del analizante y del analista, si bien no son


simétricas, son correlativas. El paciente no podría asociar
libremente si el analista no mantuviese una atención parejamente
parejamente
flotante. Se trata, en principio, de que ninguno de los participantes
comprenda de inmediato y mantenga una equivalencia valorativa
sobre el texto que se está escribiendo. No obstante, es importante
decir que es el analista, y no el analizante, el encargado de
sostener este tipo de conversación.
La asombrosa técnica propuesta por Freud “consiste meramente
en no querer ijarse en nada en particular y en prestar a todo
cuanto
cua nto uno escuch
escuchaa la mism
mismaa atención
atención par
pareja
ejament
mentee flotant e”..28 La
flotante”
atención flotante es una atención sin intención.
intención. Lo increíble es que,
por deinición, toda atención se dirige hacia algo en particular.
Atender signiica aplicar deliberadamente nuestra actividad
mental hacia algún objeto o estimulo deinido. Pero la atención
parejamente flotante sostiene exactamente lo contrario: hay que
prestar atención a todo el material por la sencilla razón de que no
sabemos qué parte del texto es la importante. Si empezamos a
seleccionar
seleccion ar el material,
material, dice Freud, es porque estamos guiados por
nuestras expectativas o nuestras inclinaciones. Los peligros son
dos:: “no h
dos hall
allar
ar nunca más de lo que ya ssee sabe”29 en fun
nunca funció
ciónn de
nuestros prejuicios teóricos, o falsear el material a partir de
nuestros prejuicios personales. Otro modo de decirlo es que el
analista no debe anticipar la signiicación ni precipitarse sobre el
texto porque “las más de las veces uno tiene que escuchar cosas
{nachträglich}} discernirá”.30
cuyo signiicado sólo con posterioridad {nachträglich
Hay que ser paciente, suspender las expectativas de signiicación.

Esto es muy diícil. Durante nuestras conversaciones no hacemos


otra cosa que comprender, enfocar nuestra atención a “lo más
importante”, anticipar la signiicación; y todo esto lo hacemos
irreflexivamente. Lo que quiero decir es que la atención
parejamente flotante implica una disposición, un esfuerzo, una
actitud deliberada para salir de la lógica imaginaria de las
conversaciones de la vida cotidiana. El analista y el analizante
están en estado de alerta. Nada más lejos de la atención flotante
que un estado de ensueño, distracción u olfato clínico. Este
precepto dice que el analista debe poner un manto de neutralidad
a lo que el paciente dice, a pesar de la “carga” que este último les
ponga a algunas partes de su discurso. Es una regla que obliga al
analista a no comprender de inmediato lo que escucha, a
suspender los presuntos lazos indelebles entre signiicante y
signiicado. No se trata de apagar la conciencia para escuchar con
el inconsciente, sino de agudizar la concentración, de hacer el
esfuerzo de omitir las ocurrencias que a los analistas, como a
cualquier otra persona, se nos presentan espontáneamente. Que
el analista se entregue a la atención parejamente flotante signiica
que debe evitar
evitar “la for
formación
mación de ex
expectativ
pectativas conscientes””31 para
as conscientes
no ijar en la memoria nada particular de lo escuchado. Prescindir
de las expectativas conscientes no implica ser irracional o
insensato, su objetivo es habilitar la aparición de otro tipo de
pensamientos, así como de una atención y de una memoria
diferentes.
Es común que los pacientes se sorprendan ante la gran
capacidad evocativa de sus analistas. La idea de Freud es que la
selección del material, ya sea de forma “abstracta” o tomando

notas durante la sesión, impide la constitución de lo que


podríamos llamar una memoria de transferencia,
transferencia, resultado de esa
atención sin intención. El analista recuerda el texto porque presta
mucha atención, lo recorre en sus sinuosidades y en sus
recovecos. No da nada por sentado, no preiere ni subestima nada,
intenta constantemente silenciar sus ideales y sus afectos. Solo así
puede ser capaz de evocar signiicantes que no estaban presentes
en el discurso, pero que resuenan en el texto frente a otros
signiicantes. En un análisis se recuerda más de lo que se lo haría
en una conversación ordinaria. Luego se verá qué de ese material
habrá sido relevante.
Jullien, ilósofo especialista
especialista en
e n pensamiento oriental, propuso la
noción de disponibilidad para revisar la atención parejamente
flotant
flot e.32 La disp
ante. disponi
onibil
bilid
idad
ad es una
una noc
noción
ión ética y estratégica que
solo puede comprenderse si se omiten los atributos propios del
sujeto occidental moderno: conciencia, reflexividad, interioridad,
racionalidad, etc. Un sujeto es quien “de entrada presume y
proyec
pro yecta,
ta, elige,
elige, decid
decide,
e, se ija ines y se proc
procura
ura lo medios””.33 Para
loss medios Para
estar disponible el analista debe renunciar a su posición de sujeto.
Si se forman analistas es para que exista gente que pueda
renunciar esporádicamente a su yo.34
La disponibilidad presupone una renuncia al sí mismo y a la
propiedad, a cualquier “poder de dominio”, en la medida en que
estas características son obstáculos para otro tipo de conquistas
éticas y epistémicas. El desprendimiento que habilita la
disponibilidad permite una conquista que no está orientada, que
no proyecta nada, que no tiene intención. “Su captación es
completamente abierta porque no espera nada por captar”. 35

Quien está disponible está abierto, vigilante pero no emplazado,


esforzado pero no rígido, disperso mas no distraído. Esta es la
actitud del analista. Es preciso que el analista no privilegie,
presuma o proyecte nada, “debe mantener en pie de igualdad todo
lo que se escucha para no dejar pasar el menor indicio [...] por
consiguiente es preciso mantener la atención difusa y no
36 37
focalizada, es decir, no regida por alguna intencionalidad”. /
Jullien señala que el término en alemán, Gleichschwebende
Aufmerksamk
Aufmerksamkeit
eit –traducido habitualmente como “atención
parejamente flotante”– podría traducirse como “atención de
sobrevuelo en igual suspenso”. Kripper también subraya esto:
schweben puede entenderse como ”estar suspendido” y gleich,
como
com o “d
“dee igual m odo””.38 Tenemo
modo enemoss enton
entonces ces tres
tres palabra
palabrass que se
vinculan
vincul an de una manera novedosa:
novedosa: atención, suspenso e igualdad.
Por medio de la atención parejamente flotante el analista
suspende su intención para sobrevolar el texto a la misma altura.
Es asimismo una atención dispersa porque se concentra en todo a
la vez. El analista disponible no espera, no presupone ni se
anticipa; planea el texto sin concentrarse en nada en particular –ni
siquiera en los detalles–, observando el cuadro entero. La
disponibilidad es una apertura ética y estratégica. Esta es una
característica que distingue al pensamiento oriental del
occidental: “no separar más lo ético y lo teórico de lo estratégico [...]
la sabiduría
sabiduría de la eicaciaa”.39 La ética
la eicaci ética y llaa técnica
técnica son indiscernibles.
indiscernibles.

La confusión freudiana

Quisiera hacer un paréntesis para referirme a un aspecto que


considero problemático de las ideas freudianas sobre la atención
parejamente flotante. Freud resume este precepto del siguiente
modo: el analista “debe volver hacia el inconsciente emisor del
enfermo su propio inconsciente como órgano receptor,
acomodarse al analizado como el auricular del teléfono se
acomod
acomodaa al mic
micróf ono””.40 El anál
rófono análisis
isis,, de este modo
modo,, serí
seríaa una
comunicación entre inconscientes. ¿Responde esta fórmula a
todas las características que hemos mencionado sobre la atención
parejamente flotante? El modo en que Freud continúa con la
analogía nos permitirá visualizar el problema: así como en una
comunicación telefónica las ondas sonoras se transforman en
oscilaciones eléctricas y luego, nuevamente, en ondas sonoras, en
un análisis, el inconsciente del paciente se codiica para pasar al
discurso concreto y después, siguiendo la analogía, debe
decodiicarse en el inconsciente del analista. Para poder usar el
inconsciente como órgano receptor el analista tiene que llevar a
cabo
cab o una “puriic
“puriicaci
ación
ón psic
psicoana líticaa”41 de sus propios com
oanalític complej
plejos
os
inconscientes.
Se abren aquí dos preguntas. La primera es si es posible para un
analista desprenderse (y de qué
q ué manera) de sus propios comple
complejos
jos
inconscientes: sus ideales, su yo, sus síntomas y sus fantasías. Es
esperable que el analista esté advertido de todo aquello, ¿pero
puede su inconsciente estar puriicado? ¿Qué se pretende con la
pureza del analista? Para abordar esta cuestión es necesario traer
una serie de conceptos como neutralidad, transferencia,
contratransferencia, fantasma del analista, deseo del analista, etc.
El debate es mucho más sugerente de lo que parece. La pregunta,
en un sentido amplio, es por la participación de la subjetividad del

analista en un psicoanálisis. La dejaré para más adelante.


La segunda pregunta gravita alrededor del problema de “la
lectura” en un análisis. Freud sostiene que, si está puriicado, el
inconsciente del analista podría decodiicar el discurso del
paciente. Es el inconsciente del analista, y no el analista, el que
interpretaría el material. De hecho, Freud airma que no debe
permitirse que ninguna resistencia impida objetar el
descubrimiento que hizo el inconsciente del analista. Quiero
subrayar el hecho de que en la analogía se da un salto enorme
desde la escucha hacia la lectura. El asunto es el siguiente: la
atención parejamente flotante, en tanto método correlativo a la
asociación libre, tiene como premisa que el analista no debe
seleccionar a priori ninguna parte del material en función de sus
propios intereses. Tiene que prestar atención a todo el material
por igual. Se trata de no comprender. Lo mismo sucede con el
analizante, con la importantísima diferencia de que mientras este
asocia libremente –es decir, habla–, el analista habilita a través de
su escucha. Ahora bien, la idea de la comunicación inconsciente-
inconsciente presupone una selección del material por parte del
inconsciente
inconsc iente del analista. El inconsciente del analista es interprete
del texto del paciente, el analista no debe seleccionar nada para
que su inconsciente lo haga por él.
Hasta al momento evadí una cuestión fundamental: cuando
Freud reemplazó la hipnosis por la asociación libre también lo hizo
por la interpretación. Quiero decir que el sustituto de la hipnosis
es la asociación libre más llaa interp
interpret
retación.42 Y es qu
ación. quee la asoc
asociac
iación
ión
libre –y la atención flotante–, en tanto tal, no nos da el acceso al
inconsciente,
inconsc iente, sino a un material posible de ser interpretado. Según

Freud, “persiguiendo las asociaciones libres [se conseguía] un rico


material de ocurrencias que podía poner sobre la pista de lo
olvidad
olvidado enfermo””.43 La aso
o por el enfermo asoci
ciaci
ación
ón libr
libree no nos da ac
acceso
ceso al
al
inconsciente, nos da las pistas para acceder a él. No aporta lo
olvidado mismo, pero sí nos da “indicaciones tan ricas y claras que
el médico podía colegirlo desde ellas mediante ciertos
completa
com pletamient
mientosos e inter
interpret
pretaciones””.44 Es la interpre
aciones interpretac
tación
ión la que
nos permite extraer del mineral en bruto de las ocurrencias del
45
paciente
paciente el met
metal
al pr
precio
ecioso
so de los pen
pensamien
samientos
tos in
incon
conscie
scientes
ntes.. La
pareja asociación libre–atención flotante tiene el in de habilitar el
texto analítico y su textualidad, y la interpretación el de leer (y
escribir) ese texto. En este sentido, la interpretación se desdobla en
lectura y escritura de un texto vivo, de una obra abierta.
La idea de Freud sobre la comunicación entre inconscientes
confunde dos cuestiones que conviene presentar de forma
separada: por un lado, la función habilitar que nos provee de un
texto posible de ser analizado –la recolección de la materia
prima–, y por el otro, las funciones leer y escribir –el trabajo que se
realiza sobre ella–. Cuando Freud dice que el analista puede leer
con su inconsciente no hace más que utilizar la técnica de
recolección para la selección del material. La interpretación se
convierte así en un acto irreflexivo e intransmisible (nadie puede
entender por qué se dijo eso en ese momento), llevado a cabo por
un inconsciente puro. De este modo, retorna la idea de que el acto
analítico prescinde del pensamiento y que la elaboración
intelectual viene después. Es notable que la cita apócrifa que se le
adjudica a Lacan: “en el acto el analista no piensa” se repite sin
cesar omitiendo la referencia “original”: “es por no pensar que [el
46

psicoana
psicoanalist
lista]
a] opera
opera”. Est
Estaa última idea es mu
muyy signi
signiicat
icativ
iva,
a, pero
no en el sentido en que suele presentarse: el analista interpreta
con su inconsciente, debe elaborar sus hipótesis después de la
intervención, tiene que dejarse llevar por la experiencia de su
propio análisis, etc. Volveré sobre la referencia lacaniana para
detenerme en el signiicado de ese “no pensar”. Por el momento
quiero subrayar el carácter doble (lectura y escritura) de la
interpretación. Airmo que la lectura de un texto analítico es un
proceso racional y transmisible, que se nutre de una serie de
conjeturas provisorias y parciales, resultantes de una forma
particular de abordar un texto. El psicoanálisis es un modo de leer
textos. Seguramente existe un aspecto intuitivo en el accionar del
analista, pero este participa de manera más evidente en la
escritura que en la lectura del material.

El diván

La asociación libre y la atención parejamente flotante no son


actitudes que se den naturalmente. Lejos de ser una práctica
donde una de las personas divaga sobre cualquier cosa y la otra
dormita mientras aguarda que la verdad se le revele, el análisis
47
es
“una conv
conversac
ersación
ión entre
entre dos persona
personass igualme
igualmentente alert
alertas
as””. CoComo
mo
mencioné, se requiere de la preparación del analizante y la
creaci
creación
ón de una “atmósfer
“atmósferaa fav
favorable”..48 El psic
orable” psicoaná
oanálisis
lisis implica,
implica,
tanto para el analista como para el analizante, una disposición
racional y deliberada a ocupar un lugar particular en una
conversación.
No existen muchas tecnologías para producir un texto analítico,
la pareja asociación libre/atención flotante es una de ellas. A decir
verdad,
verd ad, en psicoanálisis
psicoanálisis no contam
contamosos con muchas tecnologías.
tecnologías.
Una de ellas es el diván. Si bien el uso del diván es prácticamente
universal, no existen muchas referencias teóricas o clínicas que
expliquen por qué esto es así. Por momentos pareciera que es
mucho más una herencia fútil que se conserva como homenaje a
Freud, que un dispositivo de producción de subjetividad. Para mí,
deinitivamente, es esto último.
Freud tuvo
Freud tuvo tr
tres
es rrazone
azoness por llas
as que ssee sirvi
sirvió
ó del diván:49 una
diván:
histórica, una personal y una técnica. Históricamente, la clínica
médica estuvo ligada a la cama. La gente enferma se acuesta.
Freud también heredó la costumbre de acostar a sus pacientes de
la práctica hipnótica y de la clínica médica en general.
La segunda razón remite a las diicultades personales de Freud
para tolerar la mirada de sus pacientes durante ocho o diez horas
al día. Esto es muy enigmático: ¿por qué no podía soportar la
mirada de los otros como lo hacen a diario los empleados
bancarios, los maestros, los comerciantes, etc.? Lo que sucede,
para ser precisos, es que la segunda y la tercera razón son en
verdad
verd ad la misma. A Freud le molestaba la mirada
mirada de sus pacientes
no por el hecho de “sentirse observado”, sino porque no quería que
sus “gestos ofrezcan al paciente material para sus interpretaciones
o lo influyan
influyan en sus comun
comunicaicaciones””.50 Los mo
ciones motiv
tivos,
os, entonc
entonces,
es, son
técnicos. La conversación cara a cara puede ser un obstáculo para
el cumplimiento de la regla fundamental porque tiende a producir
la interrupción de las asociaciones. ¿De qué modo se produce esta
detención? Es sencillo: en la conversación analítica cara a cara,

como en cualquier otra conversación en la vida cotidiana, el


semblante de quien escucha es un elemento de lectura para quien
habla. Por ejemplo, si estamos diciendo algo que consideramos
muy importante y quien nos escucha cierra los ojos por más de
unos segundos, es probable que interpretemos que lo que estamos
diciendo le parece aburrido o irrelevante, cuando tal vez no sea
más que un modo de prestar atención. En deinitiva, la
conversación cara a cara puede generar que lo que se dice pierda
relevancia con respecto a lo que se escucha o se entiende. Y en un
psicoanálisis se trata de prestar atención exclusivamente al decir,
más allá de la comprensión. Por eso, mejor hablar al techo o a las
paredes.
Esto no quita que en las conversaciones cara a cara el analista no
pueda servirse de la gestualidad para intervenir. Un gesto también
puede ser un signiicante. Además, las ocurrencias del analizante
sobre los gestos del analista pueden tener un gran valor. El hecho
es que hablar con alguien, pero sin mirarlo y sin que nos mire,
produce un efecto insólito sobre las palabras. Resuenan distinto.
Cuando hablamos, las palabras nos vuelven desde el lugar del
oyente como si fueran nuestras: “eso lo dices tú, eso lo digo yo”. En
un análisis uno se escucha con una atención particular dado que
las palabras retornan como si vinieran desde Otro lugar. ¿De dónde
vino esto?, ¿fui yo quién lo dijo?, ¿quién habla? Nuevam
Nuevamente,
ente, se
trata del pasaje desde un “yo hablo” a un “eso habla”. Es muy
curioso observar cómo algunos analizantes suelen traer algo que
se dijo en el análisis pero sin saber quién lo dijo: “no recuerdo si
esto lo dije yo o lo dijiste vos, no importa”. Eso se dijo. Las
conversaciones de la vida cotidiana se realizan en el muro

imaginario del lenguaje, que va del yo al tú y del tú al yo, como


posiciones intercambiables. La dimensión imaginaria del diálogo –
eje de la comprensión y palabra vacía– deja por fuera a la verdad.
Por lo tanto, el muro imaginario se fractura cuando se dice una
palabraa plena,51 verd
palabr verdadera,
adera, in
inconsc
consciente.
iente. Una palabra
palabra que se dic
dicee
desde el Otro.
Otro. En palabras de Lacan, en un análisis “se sueltan las
amarras de la relación hablada, se rompe la relación de cortesía, de
respeto, de obediencia respecto al otro [...] a partir de ese
momento, el sujeto dispone de cierta movilidad
movilidad en ese universo de
lenguaje dond
lenguaje dondee lo hacemos
hacemos penetra
penetrar” r”..52 El di
diván
ván es un
unaa tec
tecnolo
nologí
gíaa
que colabora en el pasaje desde el eje imaginario hacia el eje
simbólico.
Lacan también airmó que no es lo mismo pensar en posición
horizontal que en posición vertical, por el mero hecho de que
acostados solemos hacer muchas cosas, entre ellas, el amor; y el
amor “arrastra a todo tipo de declaraciones. En la posición
acostada, el hombre tiene la ilusión de decir algo que sea un decir,
es decir
decir que importe real””.53 Probabl
importe en lo real Probablement
emente,e, esta ssea
ea una
deinición muy precisa de la conversación analítica: llegar a un
decir que importe en lo real.

Demás
bajo está decir
ningún puntoquedeel diván
vista es
esuna herramienta
herramient
necesario a muy
para útil, pero
lograr una
conversación analítica. Lo fundamental es la posición que
sostengan tanto el analista como el analizante; en un consultorio
con diván, cara a cara, caminando por un parque, telefónicamente,
etc. Muchos de nosotros hemos practicado el psicoanálisis en
hospitales, clínicas y oicinas austeras, donde naturalmente no hay
divanes. Lo importante es seguir determinadas reglas, como en el

fútbol. Se puede jugar en un estadio profesional o en un potrero.


Evidentemente las condiciones serán mejores en el estadio –la
pelota pica mejor, las áreas están bien delimitadas, los arcos tienen
red, los límites de la cancha son visibles, etc.–, pero mientras haya
una pelota, se puede llevar el partido adelante.
Nunca nadie se curó por el mero hecho de decir lo que se le
ocurre. La asociación libre y la atención flotante son un medio para
un in y no un in en sí mismo. El inconsciente no “aflora”. Ni la
asociación libre es una vía directa para acceder el inconsciente ni
la atención flotante un método “inconsciente” de selección. Si así
fuera, como sostienen algunos colegas, entonces sí sería necesario
inalizar el análisis para
p ara acc
acceder
eder a esa posición. El analista actuaría
mucho más por lo que es –alguien que inalizó su análisis–, que
por lo que dice y hace. La idea de Lacan, en cambio, es que las
directivas de la regla fundamental “hasta en las inflexiones de su
enunciado servirán de vehículo a la doctrina que sobre ellas se ha
hecho
hec analista”.54 La doc
ho el analista doctrin
trinaa –conjunto
–conjunto de ideas,
ideas, princ
principios
ipios,,
enseñanzas– y no el propio análisis.
Hace falta mucho
mucho más que una boca suelta y un oído ainado para
que haya análisis. Es necesario habilitar, desear, leer y escribir.

1 Freud, 1916 (1915): 14.


2 Foucault, 1971: 280.
3 Además, ¿qué aportes hizo el psicoanálisis, especialmente la obra de Lacan, a la
epistemología y al pensamiento cientíico?
4 Tal como sostuvo Lacan en la contratapa original de los Escritos
Escritos:: “Es preciso haber leído
esta compilación, y a todo lo largo, para sentir que allí se prosigue un solo debate,
siempre el mismo, y que, aunque pareciera quedar así fechado, se reconoce por ser el
debate de las luces”.
5 Freud, 1924 (1923): 204.
6 Cf. Freud, 1904 (1903).
7 Freud, 1916 (1915-16): 92.
8 “A menudo he insistido en que no se supone que sepamos gran cosa. El analista
instaura algo que es todo lo contrario. El analista le dice al que se dispone a empezar:
vamos, diga cualquier cosa, será maravilloso. Es a él a quien el analista instituye como
sujeto supuesto saber. Después de todo, no hay en ello tanta mala fe, porque en este
caso el analista no puede iarse de nadie más. Y la transfer
transferencia
encia se funda en esto, en que
hay un tipo que me dice, a mí, pobre estúpido, que me comporte como si supiera de qué
se trata. Puedo decir lo que sea y siempre resultará. Esto no le pasa a uno todos los días”
(Lacan, 1969-70: 55).
9 Está claro que esta no es la única lectura que puede hacerse del archivo Freud. Al
tiempo que proponía mantener la causa del síntoma como pregunta, Freud obturó este
agujero con diversas teorías hasta construir una maquinaria hermenéutica de alcance
total. La teoría del trauma, la teoría de la seducción, las fantasías sexuales, las fantasías
sexuales infantiles y, por último, el complejo de Edipo. Lo sorprendente es que todas
estas teorías están tejidas
tejidas por un elemento fundamental: el padre. Esto es maniiesto en
los historiales clínicos. En este sentido, la asociación libre se transformó una parodia,
todos los caminos conducían al mismo lugar. De hecho, Freud advirtió este problema en
su propia posición transferencial, como mostraré más adelante.
10 Freud, 1905 (1904): 250.
11 Freud, 1916 (1915-16): 95.
12 CF. Lacan, 1967-68: clase del 24 de enero de 1968.
13 Freud, 1900 (1899): 122.
14 “La dirección de la cura es otra cosa. Consiste en primer lugar en hacer aplicar por el
sujeto la regla analítica, o sea, las directivas cuya presencia no podría desconocerse en
el principio de lo que se llama la situación analítica, bajo el pretexto de que el sujeto las
aplicaría en el mejor de los casos sin pensar en ellas” (Lacan, 1958: 560).
15 Habilitar es también autorizar a alguien para que pueda realizar algo que antes tenía
prohibido: “hablar libremente”
libremente”..
16 1919: 133.
17 2005, s/p.
18 Miller, 1993-94: 26.
19 “La clínica psicoanalítica consiste en el discernimiento de cosas que importan y que
serán masivas a partir del momento que se haya tomado conciencia de ellas” (Lacan,
1977: 6). “¿Cómo es posible esta cosa, que haya analistas? La cosa no es posible más que
por el hecho de que el analizante recibe cognición –si podemos decir– de observar una

regla,
corazón decomo
no decir más
se dice enque lo que
francés” puede
(Lacan, tener
1975: 46). para decir, que lo que él tiene en el
20 Otra metáfora freudiana algo confusa es la del tren: “compórtese como lo haría un
viajero sentado en el tren del lado de la ventanilla que describiera
describiera para su vecino de
pasillo cómo cambia el paisaje ante su vista” (Freud, 1913: 135-136).
21 Cf. Bonoris, 2015.
22 Todas las citas de este párrafo se encuentran en Freud, 1900 (1899): 122-23.
23 Cf. Freud, 1926.
24 Cf. 1936.
25 Ibid.: 88.
26 Ibidem.

27 Esta pregunta me la hicieron tanto Tomás Pal como Facundo Guzmán, que no es
psicoanalista, sino historiador y analizante.
28 Freud, 1912: 111.
29 Ibid.: 112.
30 Ibidem.
31 Freud, 1923 (1922): 235.
32 Cf. Jullien, 2012.

33 Ibid.: 24.
34 Cf. Lacan, 1954-55: 369.
35 Jullien, 2012: 25.
36 Ibid.: 26-7.
37 “El término flotante no implica su fluctuación
fluctuación sino antes bien la igualdad de su nivel, lo
cual queda acentuado por el término alemán gleichschwebende
gleichschwebende”” (Lacan, 1956: 442).
38 Comunicación
Comunicación personal.
39 Jullien, 2012: 31.
40 Freud, 1912: 115.
41 Ibidem.
42 “Así, asociación libre y arte de la interpretación brindaron lo mismo que antes brindara
el recurso de la hipnosis” (Freud, 1924 [1923]: 208).
43 Ibid.: 207.
44 Ibid.: 208.
45 Cf. Freud, 1900 (1899).
46 Lacan, 1969: 397.
47 Freud, 1904 (1903): 238.
48 Freud, 1912: 119.
49 Cf. Carrere, 2018.
50 Ibidem.
51 El concepto de palabra plena más tarde será abandonado por Lacan por la sencilla

razón
verd adde
verdad seque ninguna verdad
medio-dice, es plena
es no-toda. o total. Como
Sin embargo, el mismo
la idea de queLacan dijoamás
la palabra
palabr tarde,
puede la
tanto
obstaculizar como vehiculizar una verdad es fundamental para nuestra práctica.
52 Lacan, 1953-54: 259-60.
53 Lacan, 1977: 6.
54 Lacan, 1958: 560. Cuando comentan esta cita Boxaca y Lutereau dicen: “cada analista
haría cumplir la regla fundamental de acuerdo con el punto en que haya avanzado en su
propio análisis
análisis y en sus interrogantes con respecto a la técnica en su articulación con la
ética del psicoanálisis”(2013: 22).
Otrificar
responsabilidad, rectificación y
localización

El punitivismo psi
La pregunta por la responsabilidad moral y jurídica ante un hecho
se presenta de inmediato en gran parte de los problemas de
nuestra época –sean políticos, sociales, familiares o individuales–.
¿Quién es el culpable? es la inquietud que debe resolverse con
urgencia.. Pareciera que encontrar al autor de nuestras desgracias
urgencia
(incluso si somos nosotros mismos) nos traería una calma
provisoria, incluso deinitiva. No dudo de la importancia de la
reparación ética y jurídica ante la realización de un daño. Además,
un acto de justicia puede ser muy bien un acto de salud, y no solo
para la víctima. Las diicultades comienzan cuando todos los
problemas se abordan desde esta óptica. Cuando la pregunta por
el quién obtura las preguntas por el cómo y el porqué.
El psicoanálisis no está exento de esta tendencia que adquiere
cada vez más el tono de una moral punitivista. De hecho, ciertas
prácticas analíticas fueron la punta de lanza para la realización de
un punitivismo psi1, que multiplicó su eicacia al disimular su
moralismo en una teoría pretendidamente soisticada y valiente
en términos éticos. “¡Los neuróticos son unos cobardes morales
que deben despertarse de su queja soporífera!”, dicen algunos
analistas, con la boca llena de un deseo decidido. Todo esto
recuerda al maravilloso inal del escrito “¿Qué es la psicología?” de
Canguilhem:
el ilósofo puede también dirigirse al psicólogo bajo la forma de un consejo
orientador [...] y decirle: cuando se sale de la Sorbona por la calle Saint-Jacques se
puede ascender o descender; si se asciende, uno se aproxima al Panteón que es el
Conservatorio de algunos grandes hombres, pero si se desciende, uno se dirige
seguramente al Departamento de Policí a.2
Policía.

El psicoanálisis se transformó en una clínica polipsíaca por


medio de un concepto: la responsabilidad subjetiva. En pocas
palabras, lo que demostraría esta orientación clínica es que allí
donde los pacientes ven un destino injusto, padres negligentes o
abusivos, parejas desamoradas o jefes crueles, en realidad “se trata
de las consecuencias de sus propias elecciones […] de cierta
modalidad
modalid oce”,,3 y por lo tanto,
ad de ggoce” tanto, deben “hacerse responsable de
aquello mismo de lo que se queja[n]” queja[n]”..4 La clclínica
ínica de la
la
responsabilidad subjetiva se soporta en una de las premisas
fundamentales del psicoanálisis: el síntoma, además de ser un
mensaje cifrado, es una satisfacción sustitutiva. El paciente debe
aceptar su responsabilidad sobre el sufrimiento en la medida en
que la persistencia del síntoma se debe a la satisfacción personal
que implica. “Allí donde sufres tú gozas gozas”,”,5 dice Miller.
Miller. Lo más
importante de esta propuesta es que no se reduce a una maniobra

especíica dea los


análisis: cada
cad inicios
quien debesino que se
asumir su transf
transformó
ormóde
modalidad engoce.
el inSon
mismo
dos del
las
ideas que deben discutirse: la que airma que para entrar en
análisis hace falta responsabilizarse moralmente del propio
sufrimiento, y la que sostiene que para inalizar el análisis hay que
aceptar el propio ser de goce. Hacerse cargo de la satisfacción
singular que subyace a cualquier síntoma y “saber-hacer con eso”.
La clínica de la responsabilidad subjetiva y la clínica del sinthome
goce6) son solidar
(o del goce solidarias
ias..
Es evidente que para que alguien se analice es necesario que
crea que algo de su sufrimiento tiene que ver con su posición en la
vida. Un loco,
loco, en el sentido lacan
lacaniano,
iano, es inanalizable, o al menos
no lo es por los medios típicos. Esto, sin embargo, no resuelve el

problema.
problema deUna vez airmado
la relación que nocon
del analizante es su
conveniente tratar
padecimiento vía el
la
responsabilidad subjetiva, bajo un “hacete cargo de lo que te pasa,
en deinitiva, es tu modalidad de goce” o cualquier tipo de
variación
variación matizada de esta sentencia, queda la pregunta por cómo
se aborda esta cuestión.

El inconsciente del lacanismo

En general, los escritos de la “clínica de la responsabilidad


subjetiva” se apoyan en dos referencias de Lacan sumamente
aludidas. Lo curioso es que ambas referencias fueron tomadas de
un modo equívoco. La primera es la famosa frase de “La ciencia y la
verdad”
verd ad”:: “De nuestra posición de sujeto, somos siempre
responsables”.”.7 La mayoría
responsables mayoría de las veces esta frase aparece
aparece mal
citada, y donde debe decir sujeto –en singular–, dice sujetos –en
plural–.8 La difer
diferencia
encia es clav
clave,
e, porque si es “sujetos
“sujetos”” se trata de
cada uno de nosotros en tanto sujetos, en cambio, el sujeto alude al
concepto lacaniano de sujeto dividido. Un psicoanálisis del
psicoanálisis debería interrogar las razones de este lapsus
disciplinar..9 En mi opinión,
disciplinar opinión, se tr
trata
ata de una disposición éticéticaa
ignorada hacia el individualismo, la libertad autodeterminada y la
responsabilidad moral por parte de algunos analistas. El
inconsciente del lacanismo es más liberal de lo que se cree. Por
otro lado, el hecho de que se agregue una “s” donde no la hay
demuestra que ningún acto de percepción es “puro” sino que está
organizado en función de racionalidades hipervalorizadas. El
investigador puede comportarse como el niño amenazado ante el

encuentro con lacrea


el pene–, luego diferencia sexual: primero
un subterfugio teórico ve algo
teórico –es muyque
pe no existe
pequeño,
queño, –
ya le
crecerá– y por último saca una falsa conclusión –está castrada–.
Esta es la teoría epistemológica más interesante de la obra de
Freud.
Si uno lee el párrafo anterior a esa frase, parece claro que el
“nuestra posición” no se reiere a todos los seres humanos, ni
siquiera a los analizantes. Es una interpelación directa a los

analistas:
Decir que el sujeto sobre el que operamos en psicoanálisis no puede ser sino el sujeto
de la ciencia puede parecer paradoja. Es allí sin embargo donde debe tomarse un
deslinde a falta del cual todo se mezcla y empieza una deshonestidad que en otros
sitios llaman objetiva: pero es falta de audacia y falta de haber detectado el objeto
que se raja. De nuestra posición de sujeto somos siempre responsables.10

Con la frase “nuestra posición de sujeto” Lacan indica el sujeto


con el que operamos en psicoanálisis y no el sujeto que nosotros
11

somo
somos.
s. Como
Como
traducirse mejorseñaló
señ
enaló
esteEi
Eidelsz
delsztein,
tein,como
contexto el “planteo”
francés
francés position podría
o “postulación”.
El terrorismo ético lacaniano recae exclusivamente sobre el
analista: “ser psicoanalista
psicoanalista es estar en una posición responsable, la
más responsable de todas”.12
Para Lacan, el descubrimiento de Freud consiste en que existe
“un saber perfectamente articulado del que, hablando con
propied
pro piedad,
ad, ningún
ningún sujet
sujeto
o es resp
responsab le”..13 Est
onsable” Estaa frase
frase puede
leerse, al menos, de dos maneras distintas pero compatibles entre
sí. En primer lugar, si deinimos al sujeto como el efecto fugaz y
evanescente de la articulación signiicante (un signiicante
representa a un sujeto para otro signiicante), es imposible
adjudicarle cualquier tipo de responsabilidad por la sencilla razón

de que no puede
responsable, predicársele
ni reflexivo, ningún
ni volitivo, etc. Loatributo
mismo “subjetivo”: ni
para el sujeto
entendido como el asunto entre analizante y analista: aquello de lo
que se trata en un análisis. Por otro lado, si comprendemos al
sujeto como el parlêtre
parlêtre,, tampoco podemos adjudicarle la
responsabilidad porque no es ni el origen ni el autor de lo
inconsciente. Solo a partir de una metaísica de la sustancia y de
una topología esférica puede concluirse que lo inconsciente es un
atributo por el cual deberíamos responsabilizarnos. Está claro, sin
embargo, que el analizante está profundamente interesado en el
sujeto porque es el motivo de su sufrimiento
suf rimiento..
La segunda referencia es la de “Intervención sobre la
transferencia”, en relación al Caso Dora, en donde Lacan le
adjudica a Freud la siguiente intervención: “mira [...] cuál es tu
propia
pro pia parte
parte en el desorden quejas””.14 Rec
desorden del que te quejas Record
ordemos
emos la
la
lectura de Freud sobre el caso: Dora tenía razón en que su padre no
quería saber nada de su conducta ni de la del Sr. K para no ser
interrumpido en su amorío con la Sra. K. La queja de Dora revelaba
una verdad. Sin embargo, dice Freud, ella había hecho lo mismo,
nada, se había vuelto cómplice de esa relación.
no quería saber nada,
Ahora bien, ¿Freud le dice a ella que es cómplice?, ¿le pregunta por
su responsabilidad en aquello de lo que se queja?, ¿le dice que esa
fue su elección?, ¿interpreta un autorreproche detrás del reproche?
Nada de eso. Lo supone, pero no se lo dice. Esta es la diferencia
entre leer y escribir, entre la conjetura y su incorporación en el
material. Lo que Freud hace es “intentar primero que se convenza a
sí misma,
misma, por el rodeo del análisis, de la existencia de ese propósito
de enferma
enfermar”r”..15 Dej
Dejando
ando de lad
lado
o la imprecis
imprecisión
ión de la pal
palabr
abraa

“propósito”
sujeto), (lo inconsciente
lo importante es que no quiere
Freud nada porque
no pretende no es por
persuadirla un
medio de una intervención que apunte a su responsabilidad en el
asunto del cual se queja, sino que por medio de los rodeos del
análisis se convenza de que sus síntomas tienen una función en la
economía libidinal de todos los participantes del conflicto (el
padre, la madre, el Sr. K, la Sra. K, etc.) y no solo en su “aparato
psíquico”. Además, hay que recordar que fue el padre quien decidió
llevar a Dora para que Freud “la ponga en el buen camino”. Quien
consulta a una analista por decisión propia, salvo raras
excepciones, supone de entrada que hay algo que anda mal en su
posición subjetiva, por más que el problema sea con los otros. En
general, los analizantes están convencidos de que ellos mismos
son los únicos responsables de sus desgracias, incluso tienen la
idea de que existe una satisfacción masoquista en su padecer. “Si
no puede dejar de hacer eso que me hace mal debe ser porque me
gusta”, dicen convencidos. Implica mucho trabajo deshacerse de
esa idea. Tampoco se trata de echarle la culpa a los otros de los
propios infortunios. Tal vez estas sean las dos caras paródicas del
psicoanálisis: la culpa es de los padres o la culpa es del paciente. La
cl
clav
avee está en sali
salirr de la lógi
lógica
ca in
inocen
ocente-c
te-culpabl e.16 El ace
ulpable. acento
nto debe
estar puesto en el cómo y no en el quién, en el texto y no en el
autor, en el sujeto y no en el yo. Se trata de interrogar al síntoma en
su dimensión de saber: ¿por qué Dora cambió de actitud luego de
la escena del lago? ¿Qué pasó allí para que desde ese momento se
pase de la connivencia a la queja?, etc.

¿Quién gana con el síntoma?

Cuando Dora airma que los motivos de su queja provienen de la


realidad y no de ella misma, que las cosas son así tal como ella las
cuenta y que nada se puede hacer con eso, Freud no intenta
persuadirla de que en verdad se trata de un problema “subjetivo” o
psicológico (“es solo tu interpretación de la realidad, son las lentes
con la que ves el mundo”, etc.) sino que la incluye en la realidad, la
cuenta como parte interesada en esta. El objetivo de Freud fue que
ella advierta su participación en una maquinaria que no le traía
ningún beneicio, y no que deje de quejarse de los otros para
asumir la responsabilidad por su goce. Ella misma era uno de los
engranajes que sostenía su funcionamiento. Estaba lo
suicientemente bien adaptada a la realidad como para contribuir
a su fabricación.17
La satisfacción no era de Ida Bauer. Ahora bien, si el síntoma
implica una ganancia: ¿quién gana?, ¿a quién debe
responsabilizarse por esa ganancia? Recordemos que para Freud

También podría gustarte