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LEE ESTO CON CALMA

Veinte errores de disciplina Que cometen incluso los padres


fantásticos

Como siempre estamos educando a nuestros hijos, cuesta bastante examinar


nuestras estrategias disciplinarias de manera objetiva. Las buenas intenciones
pueden ser rápidamente sustituidas por hábitos poco efectivos, lo que nos lleva a
actuar a ciegas y a imponer disciplina mediante métodos que quizá no saquen lo
mejor de nosotros... ni de nuestros hijos. He aquí algunos errores disciplinarios
que cometen incluso los padres mejor intencionados e informados. Estos errores
afloran cuando perdemos de vista los objetivos Sin Lágrimas, de Cerebro Pleno.
Tenerlos presentes puede ayudarnos a evitar esos errores o a retroceder cuando
hemos tomado el camino equivocado

1. NUESTRA DISCIPLINA SE BASA EN EL CASTIGO Y NO EN LA


ENSEÑANZA El propósito de la disciplina no es asegurarnos de que cada
infracción tenga su correspondiente castigo. El objetivo real es enseñar a
los niños a vivir bien en el mundo. Sin embargo, muchas veces imponemos
disciplina con el piloto automático y nos centramos tanto en los correctivos
que estos acaban siendo la meta final, el principal centro de atención. De
modo que, cuando impongas disciplina, pregúntate cuál es tu verdadera
finalidad. Y luego busca una forma creativa de impartir esta lección.
Seguramente encontrarás una mejor manera de enseñarla sin aplicar
castigos en absoluto.

Extractos de autores como Daniel Siegel.


2. CREEMOS QUE SI ESTAMOS IMPONIENDO DISCIPLINA, NO
PODEMOS SER AFECTUOSOS Y ACOGEDORES Mientras impones
disciplina a tu hijo, puedes estar perfectamente tranquilo, además de
mostrarte cálido y cariñoso. De hecho, es importante combinar límites
claros y coherentes con empatía afectuosa. No subestimes el poder de un
tono amable de voz cuando mantienes con tu hijo una conversación sobre
la conducta que quieres cambiar. Debes mostrarte firme y consecuente en
tu labor disciplinaria mientras sigues interaccionando con el niño de una
manera que transmita calidez, amor, respeto y compasión. Estos dos
aspectos de la acción parental pueden y deben coexistir.
3. CONFUNDIMOS COHERENCIA CON RIGIDEZ «Coherencia» significa
trabajar a partir de una filosofía fiable y congruente para que los niños
sepan qué esperamos de ellos. Esto no significa mantener una
inquebrantable devoción a algún conjunto arbitrario de reglas. Así, a veces
puedes hacer excepciones a las reglas, hacer la vista gorda ante alguna
infracción menor o ser más permisivo.
4. HABLAMOS DEMASIADO Cuando los niños se muestran reactivos y
tienen dificultades para escuchar, a menudo es preferible estar callados.
Hablar y hablar a nuestros hijos mientras están alterados suele ser
contraproducente, pues estamos proporcionándoles mucho input sensorial
que puede desregularlos más todavía. En vez de ello, es mejor utilizar más
comunicación no verbal. Abrázalos. Masajéales la espalda. Sonríe u ofrece
expresiones faciales empáticas. Asiente. Después, cuando empiecen a
calmarse y estén preparados para escuchar, puedes redirigir introduciendo
las palabras y abordando el problema en un nivel más verbal, más lógico.
5. NOS CENTRAMOS DEMASIADO EN LA CONDUCTA Y NO LO
SUFICIENTE EN EL PORQUÉ QUE SUBYACE A LA MISMA Cualquier
médico sabe que un síntoma es solo una señal de algo de lo que hemos de
ocuparnos. Por lo general, en los niños la mala conducta es un síntoma de

Extractos de autores como Daniel Siegel.


algo más. Y si no conectamos con los sentimientos de los niños y las
experiencias subjetivas causantes de dicha conducta, esta seguirá
produciéndose. La próxima vez que tu hijo se porte mal, ponte la gorra de
Sherlock Holmes e inspecciona su proceder para ver qué sentimientos —
curiosidad, cólera, frustración, cansancio, etcétera— pueden estar
provocándolo.
6. NOS OLVIDAMOS DE CENTRARNOS EN CÓMO DECIMOS LO QUE
DECIMOS Lo que decimos a los niños importa. Naturalmente. Pero cómo lo
decimos es igual de importante. Aunque no resulta fácil, hemos de
proponernos ser amables y respetuosos cada vez que nos comuniquemos
con nuestros hijos. Es muy posible que no siempre demos en el clavo, pero
este debe ser el objetivo.
7. TRANSMITIMOS QUE LOS NIÑOS NO DEBEN EXPERIMENTAR
SENTIMIENTOS FUERTES O NEGATIVOS Pongamos que tu hijo
reacciona con intensidad ante algo que no le es favorable: ¿has
desactivado alguna vez esta reacción? Aunque no lo pretendan, los padres
suelen enviar el mensaje de que solo quieren estar con sus hijos si estos
están contentos, no cuando expresan emociones negativas. Quizá digamos
cosas como: «Cuando estés listo para ser bueno, puedes reintegrarte a la
familia.» En vez de ello, hemos de comunicar que estaremos con ellos aun
en la peor de las rabietas. Incluso cuando decimos «no» a ciertas
conductas o al modo de manifestar determinados sentimientos, hemos de
decir «sí» a sus emociones.
8. EXAGERAMOS, POR LO QUE LOS NIÑOS SE CENTRAN EN
NUESTRA EXAGERACIÓN, NO EN SUS ACCIONES Cuando nos
extralimitamos con nuestra disciplina —si somos punitivos o demasiado
duros, o cuando reaccionamos con demasiada intensidad—, los niños dejan
de fijarse en su conducta y pasan a centrarse en lo malos e injustos que
nos consideran. Así pues, procura no hacer una montaña de un grano de

Extractos de autores como Daniel Siegel.


arena. Aborda la conducta y saca a tu hijo de la situación si hace falta, y
luego concédete tiempo para calmarte antes de decir demasiado, para así
estar tranquilo y reflexivo al responder. A continuación, puedes centrarte
más en las acciones de tu hijo que en las tuyas.
9. NO REPARAMOS Es imposible evitar el conflicto con los niños. Y es
imposible desenvolvernos siempre al máximo nivel. A veces somos
inmaduros, reactivos y crueles. Lo más importante es que abordemos
nuestra propia mala conducta y reparemos la brecha en la relación lo antes
posible, muy probablemente ofreciendo y pidiendo perdón. Al reparar lo
antes posible de una forma sincera y afectuosa enseñamos a los niños una
destreza crucial que les permitirá disfrutar de relaciones más positivas a
medida que vayan creciendo.
10. DAMOS ÓRDENES EN UN MOMENTO EMOCIONAL, REACTIVO, Y
LUEGO NOS DAMOS CUENTA DE QUE HEMOS EXAGERADO A veces,
nuestras declaraciones pueden ser «de talla grande»: «¡Este verano no irás
a nadar más!» En estos instantes, concédete permiso para rectificar la
situación. Como es lógico, si no sigues adelante perderás credibilidad. Pero
puedes ser coherente y salir a la vez del apuro. Por ejemplo, puedes
ofrecer la carta «de otra oportunidad» diciendo: «No me ha gustado tu
comportamiento, pero voy a dejar que intentes de nuevo hacer las cosas
bien.» También puedes admitir tu reacción excesiva: «Me he precipitado, no
he analizado bien las cosas. Me lo he pensado mejor y he cambiado de
opinión.»
11. OLVIDAMOS QUE NUESTROS HIJOS A VECES QUIZÁ NECESITAN
NUESTRA AYUDA PARA TOMAR DECISIONES ACERTADAS O
TRANQUILIZARSE Cuando los niños comienzan a descontrolarse, la
tentación es decir que «paren de una vez». Pero a veces, sobre todo si son
pequeños, no son capaces de calmarse enseguida. Esto significa que
acaso necesitemos intervenir y ayudarles a tomar buenas decisiones. El

Extractos de autores como Daniel Siegel.


primer paso es conectar con el niño —tanto con palabras como con
comunicación no verbal— a fin de que entienda que eres consciente de su
descontento. Solo tras esta conexión estará preparado para que lo redirijas
hacia las decisiones mejores. Recuerda que, a menudo, antes de responder
al mal comportamiento hemos de esperar. Cuando los niños están
descontrolados, no es el mejor momento para hacer cumplir una regla con
rigidez. En cualquier caso, si están más tranquilos y receptivos, serán más
capaces de aprender la lección.
12. CUANDO IMPONEMOS DISCIPLINA, TENEMOS EN CUENTA AL
PÚBLICO La mayoría de la gente se preocupa demasiado por lo que
piensan los demás, sobre todo si se trata del modo de criar a los hijos. Sin
embargo, para tus hijos no es justo imponerles disciplina de otra manera
por el hecho de que alguien esté mirando. Delante de parientes, por
ejemplo, acaso sientas la tentación de mostrarte más severo o reactivo al
creer que estás siendo juzgado como padre. Es mejor superar esta
tentación. Lleva a tu hijo aparte y habla tranquilamente con él, sin que nadie
más escuche. Esto no solo te quitará la preocupación de cómo te valorarán
los demás presentes, sino que también te ayudará a centrarte más en el
niño y a sintonizar mejor con su conducta y sus necesidades.
13. QUEDAMOS ATRAPADOS EN LUCHAS POR EL PODER Si los niños
se sienten en un apuro, por instinto se defienden o se desactivan. Así que
evitemos los acorralamientos. Piensa en ofrecer a tu hijo una salida:
«¿Tomamos primero un refresco y recogemos los juguetes luego?»
También puedes negociar: «A ver si encontramos la manera de que los dos
consigamos lo que necesitamos.» (Como es natural, hay cosas
innegociables, pero la negociación no es un signo de debilidad, sino de
respeto por tu hijo y sus deseos.) Puedes incluso pedirle ayuda: «¿Se te
ocurre algo?» Quizá te sorprenda descubrir lo mucho que está dispuesto a
ceder tu hijo para encontrar una resolución pacífica al enfrentamiento.

Extractos de autores como Daniel Siegel.


14. IMPONEMOS DISCIPLINA EN RESPUESTA A NUESTROS HÁBITOS
Y SENTIMIENTOS EN VEZ DE RESPONDER AL NIÑO INDIVIDUAL EN
UN MOMENTO DETERMINADO A veces arremetemos contra un niño
porque estamos cansados, o porque es lo que hicieron nuestros padres, o
porque estamos hartos de su hermano, que lleva toda la mañana dando
guerra. No es justo, pero sí comprensible. Lo conveniente es reflexionar
sobre nuestra conducta, estar en este momento realmente con los niños, y
responder solo a lo que está pasando ahora mismo. Es una de las tareas
más difíciles de la educación de los hijos, pero cuanto más lo hagamos así,
más afectuosa será nuestra manera de responder.
15. SI REGAÑAMOS A LOS NIÑOS DELANTE DE OTROS, LOS
AVERGONZAMOS Cuando tengas que imponer disciplina a tu hijo en
público, piensa en sus sentimientos. (¡Imagínate cómo te sentirías si tu
pareja te gritara o te recriminara algo delante de otras personas!) Si es
posible, sal de la habitación o simplemente atráelo hacia ti y susúrrale. No
siempre es fácil, pero si puedes, muestra a tu hijo el respeto de no añadir
humillación a lo que debas hacer para abordar su mala conducta. Después
de todo, la vergüenza solo lo distraerá de la lección que pretendes
enseñarle, y probablemente no escuchará nada de lo que vayas a decirle.
16. DAMOS POR SUPUESTO LO PEOR ANTES DE DEJAR QUE LOS
NIÑOS SE EXPLIQUEN A veces una situación parece mala y
efectivamente lo es. Pero también suele pasar que las cosas no son tan
malas como parecen. Antes de castigar con dureza, escucha al niño. Quizá
tenga una buena explicación. Es realmente frustrante creer que tus
acciones obedecen a razones lógicas y que la otra persona te diga: «Me da
igual. No quiero oírlo. No hay motivo ni excusa.» Evidentemente, no puedes
ser ingenuo; los padres no deben abandonar en ningún momento el espíritu
crítico. Pero antes de condenar a un niño por lo que parece obvio a primera

Extractos de autores como Daniel Siegel.


vista, averigua qué tiene que decir. Y luego decide la mejor forma de
responder.
17. RECHAZAMOS LA EXPERIENCIA DE NUESTROS HIJOS Si un niño
reacciona con fuerza ante una situación, sobre todo cuando la reacción
parece injustificada o incluso ridícula, la tentación es decir algo como «Solo
estás cansado», «Deja de quejarte», «No hay para tanto» o «¿Y lloras por
esto?». Pero esta clase de declaraciones menosprecian la experiencia del
chico. ¡Imagínate a alguien diciéndote alguna de estas frases si estás
disgustado! Desde el punto de vista emocional, es mucho más sensible y
efectivo escuchar, establecer lazos de empatía y comprender realmente la
experiencia del niño antes de responder. Aunque te parezca ridículo, no
olvides que tu hijo lo vive como algo muy real, así que no rechaces algo que
para él es importante.
18. ESPERAMOS DEMASIADO La mayoría de los padres dirán que ya
saben que sus hijos no son perfectos, pero también esperan que se porten
siempre bien. Además, a menudo esperan demasiado de los hijos cuando
se trata de manejar emociones y tomar decisiones correctas, mucho más
de lo razonable desde el punto de vista del desarrollo. Esto ocurre sobre
todo en el caso del primogénito. El otro error relacionado con esperar
demasiado es la presunción de que, como el niño es capaz de
desenvolverse bien a veces, puede hacerlo siempre. No obstante, sobre
todo cuando los niños son pequeños, su capacidad para tomar buenas
decisiones fluctúa mucho. El mero hecho de que hayan afrontado bien las
cosas una vez no significa que puedan hacerlo en todas las ocasiones.
19. DEJAMOS QUE LOS «EXPERTOS» SUPLANTEN A NUESTRA
INTUICIÓN Por «expertos» nos referimos a ciertos autores y otros gurús,
así como a amigos y familiares. Es importante no imponer disciplina a los
niños basándonos en la opinión de otra persona, sobre todo cuando esa

Extractos de autores como Daniel Siegel.


crianza se basa en maltrato o falta de apego. Empodérate de tu maternidad
o paternidad.
20. SOMOS DEMASIADO SEVEROS CON NOSOTROS MISMOS Hemos
observado que los padres más afectuosos y diligentes suelen ser también
demasiado severos consigo mismos. Quieren disciplinar bien cada vez que
sus hijos cometen una falta. Pero esto no es posible. Así que concédete un
descanso. Ama a tus hijos, establece límites claros, imponles disciplina con
afecto, y compénsales cuando te equivoques tú. Esta clase de disciplina es
buena para todos los implicados

Extractos de autores como Daniel Siegel.

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