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FACULTAD DE MEDICINA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE NUEVO LEÓN
Responsabilidad y Desarrollo Sustentable
D. en C. María del Pilar Carmona Lara.
REPORTE CLASE TEMA 3.1
Angélica Montserrat Aladro Torres
Matrícula: 2043232
Jueves 13 de Abril del 2024
El agua es un recurso vital que no solo sustenta la vida en la Tierra, sino que también desempeña un papel central en el desarrollo sostenible y el progreso socioeconómico. Su presencia y calidad influyen directamente en la salud de los ecosistemas, en la salud humana y en el bienestar general de las comunidades. En términos de desarrollo sostenible, el agua es fundamental en varios aspectos. Es un componente esencial para la agricultura, la industria, la generación de energía y el abastecimiento de agua potable para consumo humano. Sin acceso a agua limpia y suficiente, es difícil para las comunidades prosperar de manera sostenible. La disponibilidad de agua de calidad afecta directamente la productividad agrícola y industrial, lo que a su vez impacta en la estabilidad económica y en la capacidad de las sociedades para satisfacer sus necesidades básicas. Además, el agua desempeña un papel crucial en la salud de los ecosistemas. Los cuerpos de agua saludables proporcionan hábitats para una amplia variedad de vida silvestre y contribuyen a la conservación de la biodiversidad. Los ríos, lagos y océanos limpios son fundamentales para mantener los ciclos naturales del agua y regular el clima global. Asimismo, los humedales actúan como filtros naturales, purificando el agua y proporcionando servicios ecosistémicos vitales. En el ámbito de la salud humana, el acceso a agua potable y saneamiento adecuados es crucial para prevenir enfermedades y mejorar la calidad de vida. El agua contaminada con patógenos puede propagar enfermedades transmitidas por el agua, como el cólera y la fiebre tifoidea, que afectan desproporcionadamente a las comunidades más vulnerables. Además, la falta de acceso a agua limpia para la higiene personal puede conducir a condiciones insalubres que aumentan el riesgo de enfermedades infecciosas y crónicas. La gestión integrada de recursos hídricos (GIRH) es un enfoque holístico adoptado durante la Cumbre de la Tierra de 1992, que busca coordinar la planificación y gestión del agua a nivel de cuenca hidrográfica. Reconocido como un componente fundamental de la Agenda 21, este enfoque promueve la participación de múltiples sectores para garantizar la sostenibilidad, equidad y eficiencia en el uso del agua. Sin embargo, mientras nos acercamos al año 2030, la implementación de la GIRH se vuelve más crucial debido al estrés hídrico a nivel mundial. Este estrés es causado por diversos factores, como el crecimiento demográfico, la urbanización, el cambio climático, la sobreexplotación de recursos, la contaminación y la falta de infraestructura adecuada. Para abordar estos desafíos y avanzar hacia un futuro sostenible, es esencial adoptar políticas y prácticas que promuevan la conservación, el uso eficiente y equitativo del agua, así como la protección de los ecosistemas acuáticos. Esto requerirá un enfoque colaborativo y multisectorial, así como inversiones significativas en infraestructura y capacitación. En México, la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) es la institución encargada de gestionar los recursos hídricos del país. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos realizados, la contaminación del agua sigue siendo un problema grave, especialmente debido a las actividades agrícolas. La agricultura es una fuente importante de contaminación del agua en México, y este problema se ve exacerbado por varios factores. Uno de los principales desencadenantes de riesgos es el uso excesivo de fertilizantes y pesticidas en los campos agrícolas. Estas sustancias químicas pueden infiltrarse en el suelo y contaminar los acuíferos subterráneos, así como ser arrastradas por la escorrentía superficial hacia los ríos y cuerpos de agua, afectando la calidad del agua potable y causando daños al medio ambiente. Además, la práctica de la irrigación agrícola puede generar problemas de salinización del suelo y del agua, especialmente en regiones áridas y semiáridas, donde el agua utilizada para el riego a menudo contiene altos niveles de sales disueltas. Esta salinización puede degradar la calidad del agua y hacerla inadecuada para el consumo humano y agrícola. Otro desafío importante es la gestión inadecuada de los desechos agrícolas, como el estiércol y los residuos de cultivos. La descarga directa de estos desechos en cuerpos de agua sin tratamiento adecuado puede provocar la eutrofización, un proceso en el que se produce un aumento excesivo de nutrientes en el agua, lo que conduce a la proliferación de algas y la disminución de los niveles de oxígeno, afectando la vida acuática y la calidad del agua. Para abordar estos desafíos, se requiere una acción coordinada y multifacética que involucre a múltiples actores, incluidos agricultores, autoridades gubernamentales, instituciones de investigación y la sociedad civil. Es fundamental promover prácticas agrícolas sostenibles que minimicen el uso de productos químicos y fomenten el manejo adecuado de los desechos agrícolas. Además, se deben implementar sistemas de monitoreo y control de la calidad del agua para identificar y mitigar los impactos de la contaminación agrícola en los recursos hídricos. Desde el año 2000, se han logrado importantes avances en la reducción de la mortalidad relacionada con el acceso al agua potable y saneamiento básico. Uno de los mayores logros ha sido la expansión del acceso a fuentes mejoradas de agua potable y servicios de saneamiento en comunidades de todo el mundo. Gracias a iniciativas globales y programas de desarrollo, millones de personas han obtenido acceso a agua segura para beber y a instalaciones sanitarias adecuadas, lo que ha contribuido a reducir las tasas de mortalidad relacionadas con enfermedades transmitidas por el agua, como la diarrea, el cólera y la fiebre tifoidea. Los esfuerzos dirigidos a mejorar la calidad del agua y el saneamiento han incluido la construcción de infraestructuras de abastecimiento de agua potable, como pozos, sistemas de distribución de agua, sistemas de tratamiento de aguas residuales y letrinas sanitarias. Además, se han implementado programas de educación e información para promover prácticas de higiene adecuadas, como el lavado de manos con jabón y el manejo seguro del agua en el hogar, lo que ha contribuido a reducir la incidencia de enfermedades transmitidas por el agua y mejorar la salud de las comunidades. Además, se ha trabajado para abordar los desafíos específicos relacionados con la contaminación del agua, causada por actividades industriales, agrícolas y urbanas. Se han implementado regulaciones ambientales más estrictas y se han promovido tecnologías más limpias y prácticas de gestión de residuos para prevenir la contaminación de ríos, lagos y acuíferos. Estos esfuerzos han contribuido a reducir los riesgos para la salud asociados con la exposición a contaminantes químicos y biológicos en el agua, como metales pesados, productos químicos industriales, pesticidas y bacterias patógenas. A pesar de estos avances, todavía existen desafíos importantes que enfrentar en el ámbito del agua y la salud. Millones de personas en todo el mundo siguen sin acceso a agua potable segura y servicios de saneamiento adecuados, lo que aumenta su vulnerabilidad a enfermedades relacionadas con el agua y compromete su salud y bienestar. Además, el cambio climático y el crecimiento demográfico pueden afectar la disponibilidad y calidad del agua en muchas regiones, exacerbando los riesgos para la salud asociados con la escasez de agua y la contaminación. Por lo tanto, es fundamental continuar invirtiendo en la mejora del acceso al agua y el saneamiento, así como en la protección y gestión sostenible de los recursos hídricos, para garantizar la salud y el bienestar de las poblaciones en todo el mundo en las décadas venideras.