El documento describe los principios del planeamiento urbano en las ciudades romanas. Las ciudades se construían siguiendo un trazado en retícula con calles principales que formaban una cruz y manzanas residenciales. Los edificios públicos como el foro, templos y baños se ubicaban cerca del centro. La mayoría de los habitantes vivían en apartamentos multifamiliares llamados insulae.
0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos)
10 vistas3 páginas
El documento describe los principios del planeamiento urbano en las ciudades romanas. Las ciudades se construían siguiendo un trazado en retícula con calles principales que formaban una cruz y manzanas residenciales. Los edificios públicos como el foro, templos y baños se ubicaban cerca del centro. La mayoría de los habitantes vivían en apartamentos multifamiliares llamados insulae.
El documento describe los principios del planeamiento urbano en las ciudades romanas. Las ciudades se construían siguiendo un trazado en retícula con calles principales que formaban una cruz y manzanas residenciales. Los edificios públicos como el foro, templos y baños se ubicaban cerca del centro. La mayoría de los habitantes vivían en apartamentos multifamiliares llamados insulae.
El documento describe los principios del planeamiento urbano en las ciudades romanas. Las ciudades se construían siguiendo un trazado en retícula con calles principales que formaban una cruz y manzanas residenciales. Los edificios públicos como el foro, templos y baños se ubicaban cerca del centro. La mayoría de los habitantes vivían en apartamentos multifamiliares llamados insulae.
Descargue como DOCX, PDF, TXT o lea en línea desde Scribd
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 3
El Planeamiento Urbano en Roma
Para imponer y mantener su autoridad a lo largo y ancho de su vasto imperio, los
romanos edificaron miles de campamentos legionarios fortificados denominados castra; muchos de éstos existieron sólo como centros provisionales para actividades militares locales. Tales campamentos debían ser operativos en un tiempo mínimo y siguiendo estrictamente las normas aplicadas de la castrametación, eran invariablemente trazados según un modelo en retícula, dentro de un perímetro defensivo rectilíneo predeterminado. Los asentamientos urbanos permanentes, tanto si se desarrollaron a partir de un campamento como si su origen obedecía a otros fines, fueron dotados de los mismos planos, simples y normalizados. El perímetro suele ser cuadrado o rectangular; dentro del mismo, dos calles principales en cruz forman la base de la estructura viaria: el decumanus, que atraviesa el centro del asentamiento, y el cardo que suele cortar ortogonalmente al decumanus en dos tramos, procedente del punto medio de uno de sus lados. Calles secundarias completan el trazado en retícula y forman las manzanas de viviendas denominadas insulae. La zona del foro suele estar situado en una de las esquinas formadas por la intersección del decumanus y del cardo; normalmente consiste en un patio columnado con un edificio para reuniones en uno de sus lados. El templo mayor, el teatro y los baños públicos también se encontraban cerca del foro, en el centro de la ciudad. El anfiteatro, gran unidad espacial que requería una pendiente para los asientos, solía estar ubicado fuera de la ciudad. Al principio, se prescindía a veces de las fortificaciones a causa de las poderosas defensas fronterizas que protegían el Imperio, pero se hicieron necesarias en fases posteriores y más inestables de la historia de estas ciudades. Los núcleos tribales, que solían ser poco más que aldeas toscamente ensambladas, fueron urbanizados de nuevo como ciudades romanas de diversas categorías y los miembros más destacados de las tribus, con grados variables de entusiasmo, eran invitados a compartir las ventajas de la cultura urbana romana y de sus perspectivas comerciales. Otras ciudades también fueron fundadas por motivos económicos y políticos; sus poblaciones estaban formadas por legionarios licenciados o colonos procedentes de Roma y otras ciudades antiguas. Las ciudades imperiales más importantes estaban directamente conectadas a través del magnifico sistema de carreteras principales que facilitaba las comunicaciones militares, estratégicas y comerciales. Las ciudades de menor importancia se unían a esta red mediante carreteras secundarias. Las tres clases principales de poblaciones del Imperio eran: coloniae, asentamientos de reciente fundación o núcleos de población autóctona, aliada de Roma con estatus y privilegios romanos plenos: municipia, generalmente centros tribales importantes, que asumían oficialmente un estatus foral pero cuyos habitantes disfrutaban sólo en parte de la ciudadanía romana y las civitates, capitales de mercado y centros administrativos de las circunscripciones tribales, que se mantenían en forma romanizada. La urbanización romana suponía invariablemente la adopción de trazados en retícula tanto en las ciudades nuevas como en las reconstruidas, aunque, como se explicará al final de este capitulo, la configuración topográfica local generalmente determinaba los detalles del trazado en cada ciudad. La función de los campamentos romanos era más frecuentemente ofensiva que defensiva; se trataba de cuarteles generales para las tropas y bases de aprovisionamiento de ejércitos que dependían en gran parte de la movilidad. La facilidad de acceso era por tanto un requisito primordial para su ubicación por lo tanto los romanos eligieron los pasos de ríos y los cruces de carreteras. Alcantarillado y suministro de agua La Cloaca Máxima, el primero de los grandes colectores de aguas residuales de Roma, fue construido hacia 578 a.C, como albañal a cielo abierto. En 184 a.C. fue cubierto mediante una magnifica bóveda semicircular de piedra, de casi 3 metros y medio de diámetro, y en la mayor parte de su recorrido se encontraba al nivel del suelo o muy próximo a la superficie. Aparte de drenar las partes más bajas de la ciudad y de recoger las aguas pluviales de las calles, el sistema servía para recoger las aguas residuales del rez-de-chaussée y de las letrinas públicas que estaban situadas a lo largo de la calzada, pero no se hizo ningún esfuerzo por conectar las cloacae con las letrinas privadas de los cenacula (apartamentos sitos en las plantas superiores). La inmensa mayoría de los habitantes corrientes de Roma tenían que utilizar las letrinas públicas. La mayoría de los acueductos llegaban a Roma a considerable altura sobre el nivel del valle, a fin de aprovisionar los barrios señoriales de las cimas de las colinas. Los ricos poseían depósitos propios y pagaban al Estado el agua que recibían; aproximadamente una tercera parte de los suministros se hacían en este concepto. Componentes de la forma urbana Roma fue fortificada en siete ocasiones, quedando rodeada por siete perímetros amurallados: por su primer rey, por Servio Tulio, por Aurelio, por Honorio, por Leon IV, por Urbano Vill y por el Gobierno italiano. Las primeras fortificaciones corresponden a la colina del Palatino. La necesidad de murallas fue disminuyendo paulatinamente y no fue sino hasta 650 años más tarde cuando se hizo preciso un nuevo sistema defensivo. Las Murallas de Aureliano no rodeaban toda la ciudad, sino que seguian la línea de los octroi existentes, la barrera de fielato que separaba la ciudad propiamente dicha de las areas suburbanas circundantes. Una sexta parte de esta barrera estaba formada por accidentes naturales y substanciales obras de ingeniería, como los muros de contención construidos para la urbanización de las laderas, el muro de los cuarteles de la guardia pretoriana y los tramos de los acueductos Aqua Marcia y Aqua Claudia. En aquellos tramos de octrol que necesitaban ser reforzados, Aureliano expropió unas 32 hectáreas de propiedad privada, lo que supuso la demolición o incorporación a las murallas de innumerables casas, tapias de jardines y tumbas. Las posteriores fortificaciones de Roma hasta el siglo XIX siguieron todas ellas la alineación principal de las Murallas de Aureliano. Las zonas funcionales se unieron entre si mediante un sistema viario de calles: los itinera, destinados al uso exclusivamente peatonal; los actus que permitían el paso de un solo carro a la vez; y, finalmente, las viae propiamente dichas, cuya anchura permitía el paso de carros en ambos sentidos o de dos de frente. Dentro del recinto delimitado por la Muralla de la República sólo poseían la condición de vía: la Vía Sacra, que atravesaba el foro originario entre el Coliseo y la Colina del Capitolio, y la Vía Nova, paralela a ésta frente a la colina del Palatino, al suroeste. "No más de una veintena de las vías que conducían al exterior de la Roma republicana a través de las áreas posteriormente edificadas merecieron ser calificadas como tales: las carreteras que partiendo de Roma enlazaban con las demás ciudades de Italia, la Vía Appia, la Vía Latina, etc. Su anchura oscilaba entre los cuatro metros y medio y los seis y medio, lo que demuestra que no se habían ampliado mucho desde el día en que las Doce Tablas habían prescrito la anchura máxima de cuatro metros y medio". Pocos vici de los que formaban la red viaria general alcanzaban esta anchura. No sólo eran demasiado estrechas sino también extremadamente tortuosas. Ya en tiempos de Julio César el sistema viario se encontraba enormemente saturado y existía un conflicto continuo entre el tráfico peatonal y el rodado. En consecuencia, César se vio obligado a prohibir la circulación de carretas de transporte dentro de la ciudad durante las horas diurnas, exceptuando los carros de los constructores y algunos tipos de carruajes oficiales. Durante el día, Roma se vela, por tanto, libre del tráfico rodado pero durante la noche, el cruce de carros en las estrechas y tortuosas calles y los juramentos de los conductores atascados privaba del sueño al mismísimo emperador Claudio." La vivienda Existían en la ciudad dos tipos básicos de vivienda: la domus, alojamiento unifamiliar para familias privilegiadas, y la insula (bloque de viviendas) dividida en una serie de pisos o cenacula. Las insulae contenían cada una cinco viviendas por término medio, ocupadas a su vez por unas cinco o seis personas como mínimo. Roma fue, por tanto, una ciudad en la que predominaban los inquilinos de pisos, contenidos en edificios que ya en el siglo III a.C. alcanzaban hasta tres plantas. La altura de los edificios fue aumentando al ritmo del crecimiento de la población y Julio César tuvo que limitar la altura a un máximo de 20 metros a fin de minimizar el peligro siempre presente de colapso estructural. Augusto ratificó este limite y posteriormente Trajano lo redujo a 18 metros. Sólo los muy ricos podían permitirse una domus, cuya planta solía consistir en una secuencia de estancias que se abrían a patios. Las domus daban la espalda con sus muros ciegos a las calles y ofrecían así a sus afortunados ocupantes un grado de intimidad que contrastaba claramente con el de las insulae, siempre abiertas al exterior, y que cuando formaban un cuadrilátero alrededor de un patio, poseían puertas, ventanas y escaleras tanto en el exterior como en el interior. No habla forma de escapar al ruido y al polvo. Es obvio que el fuego era un riesgo omnipresente; la construcción se basaba en gran medida en la madera y la iluminación utilizada era a base de llamas expuestas al aire. La calefacción, cuando existía, se realizaba mediante estufas móviles, alimentadas principalmente con carbón. No habla suministro de agua corriente en las plantas superiores.