Taller Práctica Docente I Escenarios Educativos 1° Año FORMARSE EN LA DOCENCIA
Taller Práctica Docente I Escenarios Educativos 1° Año FORMARSE EN LA DOCENCIA
Taller Práctica Docente I Escenarios Educativos 1° Año FORMARSE EN LA DOCENCIA
-Este Taller es una invitación para comenzar a pensar en algunas mínimas cuestiones, que
hacen al “ser docente”. Una invitación que intenta, además, comenzar a ubicarlos como
estudiantes de nivel superior donde se encontrarán con la cultura letrada, la cultura escolar,
de los estudiantes y docentes.
Se trata de conocer el mundo que nos rodea, promover visiones y emociones, reconocer el
cuerpo, sus movimientos. Pero también y lo más importante, nuestra intención es que sea una
invitación a pensar la docencia, y con ella la enseñanza, como algo que va al encuentro con los
variados mundos culturales, con los diferentes modos de relacionarnos con palabras e
imágenes, con los sentidos que construimos en diálogos interiores y también con otros.
Pensar en los que fueron nuestros maestros, esos que dejaron huella en nosotros, traer las
imágenes a nuestra mente para reflexionar juntos.
Nos permitimos caminar por las huellas que trazaron otros, los grandes maestros, atrevernos a
poner en diálogo su obra con la vida, la escuela con la vida. Enseñar, es de alguna manera,
invitar a otros a entrar a mundos desconocidos, de la mano siempre de otros, en este caso de
las docentes.
Las lecturas propuestas están dirigidas a “reconstruir sentidos” sobre qué es ser docente, para
qué y por qué es necesario educar, como principios ordenadores de la vida escolar y sostén de
las decisiones institucionales y reconocimiento mutuo de su subjetividad.
Resulta curiosa, por no decir trágica, la frecuente opinión (o percepción, o inducción) que
sugiere que la escuela ha perdido en estos tiempos su sentido más fundante y decisorio: el de
educar a cualquiera, el de educar a cada uno. Esa opinión (o sensación, o decisión) conlleva
una tonalidad sombría, tosca, un encogimiento de hombros, una cierta mirada perdida que se
abandona a sí misma. Y lo curioso de la expresión, lo trágico de la afirmación, es que en buena
medida es producida por aquellas y aquellos que hemos pensado alguna vez en su inefable
necesidad, en su inestimable empuje hacia la posibilidad de una vida o de vidas distintas, en su
encomiable batallar por la vitalidad y la vigencia del gesto de educar.
También es curioso que la sospecha acerca de la no educación provenga sistemáticamente de
cierto espíritu mediático que todo el tiempo cree que no educa, que no enseña, que no
instruye, y sí omite a diario su propia práctica irresponsable.
No quisiera caer en la tentación de especular qué sería de nosotros sin la escuela o qué fue de
la humanidad antes del surgimiento de las instituciones educativas modernas. Lo que me
parece sustancial es encontrar sentidos al educar en este aquí y ahora, que no es caprichoso ni
ocasional, sino el presente en toda su extensión y hondura. Veámoslo así: si bien las escuelas
han perdido cierto rumbo –no apenas por las transformaciones vertiginosas y caóticas de estos
tiempos, sino también por la creciente precariedad de los objetos y del hábitat educativo–, no
menos cierto es que lo intentan todo para reconciliarse con los sentidos múltiples del acto de
educar. La crisis educativa es, sobre todo, un padecimiento que atañe a una imagen del mundo
y no sólo a una imagen escolar: se padece de la falta de conversación entre generaciones, se
padece de inequidad, se padece de promesas políticamente insulsas hechas a la carta, se
padece de la ausencia de experiencias sentidas y pensadas. La acusación que la educación ha
perdido su fisonomía es falsa e injusta todo remite a una paradoja de difícil solución y de
equívoco planteo inicial: el mundo le pide a la escuela que cumpla con su estirpe civilizadora,
que ciudadanice, que abra el horizonte del trabajo, que sea inclusiva, que genere valores de
aceptación y pacificación, que cree una atmósfera de armonía y convivencia. La cuestión es
que el mismo mundo que le exige todo esto a la educación, es un mundo incapaz de realizarlo.
Mientras la escuela intenta afirmar la vitalidad, la diferencia y el estar- juntos; el mundo,
burdamente representado por sus mecanismos de mediatización informativa, sólo aporta la
estética de la violencia, la postergación de lo humano, el folklore de lo bizarro y la
espectacularización de los cuerpos diseñados por bisturís y escalpelos.
En medio de la batalla por la sobrevivencia, en medio de los perversos conteos de muertes,
secuestros e indolencias, en medio de los apelativos (falsos o ficcionales) sobre la necesidad de
diálogo y consenso, en medio de la desolación planificada en secuencias de imágenes
sobreactuadas, es posible pensar todavía en la transparencia del gesto educativo. Un gesto
que no es heroico, que no debe ser demasiado enfático, que no puede ser apenas un modo
indirecto para definir nuestras virtudes, sino un gesto diario, mínimo, que se relaciona con una
responsabilidad única: la responsabilidad por la vida de cualquier otro. Con firmeza, pero no
con rudeza, hoy la educación debe plantearse – y de hecho ya se plantea– la necesaria
inauguración de otro tiempo y de otro espacio con respecto al mundo mediático e hiper-
tecnológico que la rodea. No tanto la enseñanza de cómo vivir (tantas veces teñida de burda
moralidad) sino la transmisión de la experiencia de un tiempo a otro tiempo; no sólo la
insistencia por unos contenidos, sino más
https://www.youtube.com/watch?v=Tgr0mfEYhUs
Consignas:
A) Desde el texto
1 – Realiza una reseña de los textos consignando ideas que consideres relevantes para pensar
la educación.
2 –Cómo debería ser un futuro profesor: ¿cuáles son las cuestiones más relevantes para
debatir sobre este tema a partir de la lectura del texto?
3 – Registrar las dudas y preguntas sobre el texto para compartir en clases con tus compañeros
y profesores
4- Luego de ver el video, responde la siguiente pregunta: ¿qué herramientas podrías encontrar
en el taller?