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Comportamiento antisocial y delictivo

Es la conducta antisocial y delictiva la que atenta contra el bien común y la estructura


básica de la sociedad, acabando con los valores fundamentales y lesionando las
normas. Parte de sus causas, es que consecuencia de la aplicación de reglas y
sanciones que un grupo social impone al comportamiento de sus miembros.

Al evolucionar nuestra sociedad, con presiones de todo tipo, se ha ido incrementando


la violencia provocando crisis difíciles de enfrentar; con un constante choque de
culturas, formas de pensamiento y comportamiento que determinan la evolución de la
criminalidad y, la falta de detección temprana de gente con problemas de adaptación,
entre otras conductas que indique un posible perfil criminal, donde se hace difícil
controlar la delincuencia. Por ello, se hace necesario trabajar para la prevención,
mediante un estudio multidisciplinario, tomando en cuenta la evolución de la
criminalidad.

Los conflictos sociales de delincuentes comienzan en el hogar, en la zona donde


viven, tipo de amigos, con los padres y/o padrastros violentos y, sufriendo estos daños
casi siempre en la adolescencia. Además, se identifica violencia intrafamiliar,
separación de padres, deserción escolar, inserción temprana en el campo laboral,
cultura basada en los extremos, prostitución y daño psicológico, sumándose el
consumo de drogas y alcohol.

Una forma que en Criminología tenemos de referirnos a estos comportamientos


antisociales son las denominadas conductas desviadas o antisociales que hacen
referencia a aquellas que son opuestas a las reglas de convivencia, o que son
contrarias con algunos preceptos y prohibiciones; siendo la delincuencia la expresión
más extrema de estos comportamientos antisociales ya que ésta engloba las
conductas que además son punibles por la legislación.
Las conductas desviadas incluyen todas aquellas que se consideran inaceptables o
indeseables en relación a las normas convencionales o costumbres sociales.
Evidentemente estas conductas pueden ser diferentes según el contexto en que nos
encontremos e, incluso dentro del mismo contexto, también hallamos conductas de
diferente gravedad (podemos estar hablando de que el comportamiento antisocial
deriva en delitos, o en fumar a edades muy tempranas, a negar el saludo, etc.). De ahí
la complejidad de la definición del comportamiento antisocial porque realmente existen
muchas connotaciones distintas a su significación dentro de la amplitud del concepto.
En ocasiones son las propias leyes las que definen el concepto como ocurre en el
artículo 5 de la ley 74 que crea el Consejo tutelar de menores en el Estado de Sonora
la cual dice: “por conducta antisocial debe entenderse, no sólo la comisión de
infracciones de las leyes penales o a los reglamentos de policía y buen gobierno, sino
también las manifestaciones reiteradas de conducta, que afectando al menor que las
realiza, a su familia o a la moralidad y seguridad social, no están previstas ni como
delitos ni como contravenciones administrativas”.
Ya hemos visto por ejemplo que una misma conducta puede ser considerada
antisocial en una sociedad y no en otra pero es que también un comportamiento puede
ser antisocial o no dentro de un mismo contexto social dependiendo de otros factores
como la edad por ejemplo. Un caso en que se vería muy claro es en el tabaco o el
alcohol. Si un adolescente o joven fuma y bebe alcohol deberíamos considerar dichos
comportamientos como antisociales, y más teniendo en cuenta que como criminólogos
también sabemos de la relación existente entre esas conductas y los actos
delincuenciales ya que conocemos que se tratan de factores de riesgo claves a tener
presentes en la intervención preventiva. Pero estos comportamientos dejan de
considerarse antisociales en nuestra sociedad a partir de cierta edad ya que entra
dentro de la normalidad que, dejando de un lado adicciones o abusos de dichas
sustancias, una persona pueda tomarse una copa o fumarse un cigarrillo. Con estos
ejemplos podemos ver la complejidad de delimitar el concepto “antisocial” con carácter
universal ya que deberemos atender a cada una de las circunstancias.

Uno de los factores que influyen e incitan a las personas a cometer actos ilícitos es la
violencia, la cual es ejercida por una persona mediante fuerzas materiales o
amenazas. En algunos casos las víctimas suelen sufrir problemas psicológicos que
pueden durar toda la vida, según la significación del daño causado. Por lo general, la
carencia de aptitudes o herramientas adaptadas en los sujetos para satisfacer sus
necesidades (socialización) es lo que los impulsa a alcanzar sus objetivos de manera
violenta; al no saber canalizar o controlar la frustración, el sujeto se torna violento.

Entre algunas de las explicaciones están las de José Ingenieros, quien decía que el
delito era producto de la desigualdad entre los seres humanos. Asimilaba la idea
socialista de la lucha de clases centrándose en el estudio de las causas que
determinan la aparición del delito como fenómeno social, los caracteres fisiopsíquicos
del delincuente, sus actos delictivos y aquello que denominaba “profilaxis”. Por su
parte, Charles Darwin decía que era la lucha por la vida, ya que la desigualdad entre
los humanos es natural, debido a que se encuentran en sociedad, donde existen seres
mentalmente superiores y otros que están por debajo del nivel promedio. Alguien sano
sería un ser “domesticado” que vive en sociedad, y alguien mediocre depende de
circunstancias sujetas a la formación, los recursos, la herencia, etcétera (Ingenieros,
1913).

Existen otras tantas teorías, como el aprendizaje de la delincuencia o por las


diferencias sociales, pero hay un segmento delictivo que no responde del todo a
factores exógenos en el origen de su conducta criminal, sino que existe en ellos un
predominio de factores de orden interno. Según los estudios modernos de la
criminalidad, la violencia puede encontrar explicación en causas biológicas (edad,
sexo, trastornos hormonales), psicológicas (aprendizaje, trastornos mentales,
frustración) y sociológicas (economía, tensión social, aprendizaje).

Los psicópatas son sujetos impulsivos, irresponsables y sin vida emocional real; no
necesariamente presentan síntomas de enfermedad mental y pueden o no ser
delincuentes. No obstante, muchos psicópatas son responsables de agresiones
sistemáticas, en ocasiones con daños graves a la víctima; en este ámbito se
caracterizan por ser crueles.

El psicópata no pierde el contacto con la realidad, pero tiene un inestable equilibrio


psíquico y por ello presenta episódicamente reacciones desequilibradas, que lo llevan
a un desajuste social. Es una persona que tiene un grave trastorno de la personalidad,
por lo cual no puede sentir empatía (manifestar un sentimiento de participación
afectiva hacia otra persona) ni tener remordimientos por nada de lo que hace o dice
(García Roversi, 2011). El psicópata no puede acceder al mundo de los actos morales
de lo justo e injusto sencillamente porque no tiene el bagaje cognitivo necesario y es
un asunto que le trae sin cuidado. Puede comprender el punto de vista de las otras
personas (empatía cognitiva), pero es incapaz de asumir que lo que le sucede al otro
es algo importante para él; se trata de una carencia de empatía emocional.

El estudio de la personalidad antisocial, violenta o criminal es necesario para descifrar


esta conducta y sus efectos a través de los actos que laceran a la sociedad. Entender
la personalidad, la historia de vida y otros factores que influyeron será determinante
para conocer la afectación que tiene en sí el sujeto y, a su vez, la que podría provocar
en los demás, sobre todo por la falta de empatía e interés colectivo. Por otro lado, se
podrán establecer estrategias preventivas para atender los factores de riesgo que
influyen en esta conducta.

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