La Gula
La Gula
La Gula
1. Naturaleza.
Es el amor desordenado de los placeres de la mesa.
Este desorden consiste en buscar el deleite del sustento por él mismo, y a veces en contra de la
propia salud, considerándole explícita o implícitamente, como un fin. El desorden puede darse
en la cantidad y/o en la calidad de los alimentos y bebidas. Se peca de gula por comer
excesivamente o por excederse en la búsqueda de las exquisiteces (por ejemplo, las golosinas).
El tabaquismo está relacionado con este mismo vicio. Y también la masticación del chicle,
predispone desde niño, para los desórdenes de la oralidad en nuestra cultura.
Los teólogos señalan cuatro maneras de faltar a esas reglas.
Comer antes de sentir necesidad fuera de las horas señaladas para las comidas y sin razón
alguna, solo para satisfacer la gula.
Procurarse manjares exquisitos y cuidadosamente condimentados para gozar mayor
deleite: éste es el pecado de los sibaritas y de los golosos.
Comer y beber más de lo que pide el apetito o la necesidad, atiborrándose con peligro de la
salud. Solo el placer desordenado puede ser la razón de este exceso que en el mundo se llama
glotonería.
Comer con gran avidez como hacen algunos animales. Esto se considera en el mundo
como una grosería.
2. La malicia
Nace de que obliga al alma a servir al cuerpo, materializa al hombre, debilita su vida intelectual
y moral, preparándolo insensiblemente para los deleites de la sensualidad, que, en el fondo,
son del mismo género. Para determinar su culpabilidad es necesario hacer una distinción.
Página 1 de 5
* deshonestidad de los ojos y de los oídos, que se gozan con espectáculos, acciones,
bromas, conversaciones, y cantos lascivos.
* deshonestidad de la imaginación que se ofusca y de la memoria que rebusca en el
pasado recuerdos que excitan la voluptuosidad.
* deshonestidad del corazón que demanda afectos carnales, y del pensamiento que se
desboca y se entrega a placeres ilícitos.
* deshonestidad de la voluntad que abdica de su mando para ponerse al servicio de
los sentidos.
* Pecados contra la justicia y la caridad: la maledicencia, la calumnia, la
murmuración, se pronuncian de manera inexcusable y con una libertad
inconcebible... De esta manera se descubren secretos profesionales que son
sagrados; se pone en manos de los demás la buena fama de un amigo, de una
esposa, de una madre, la honra de una familia, y hasta el porvenir de una nación.
Remedios.
Los ayunos y abstinencias que nos manda la Iglesia son una escuela de templanza en el comer.
Así aprendemos a dominar y a mortificar nuestros apetitos, no sólo el de comer y beber, sino
también todos los demás.
1) Lo primero de todo es comer con una intención sobrenatural. Comer a lo
cristiano, empleando las fuerzas que recobramos para trabajar más y mejor para la gloria
de Dios, y en servicio de las almas. Con un corazón agradecido por su bondad que se
digna darnos el pan de cada día. Con humildad, diciéndonos que no merecemos el pan
que comemos. Así cumpliremos la recomendación que hace S. Pablo: “Ya comiereis, ya
bebiereis, hacedlo todo para gloria de Dios” (1 Cor. 10, 31)
2) Esa pureza de intención nos ayudará para comer con sobriedad. Pero no está de
más advertir que hay distintos temperamentos, enfermedades y situaciones que hacen
que la cantidad de comida o bebida no sea igual para todos. Aténgase cada uno a sus
necesidades y a los consejos de su médico.
Página 2 de 5
También es bueno agregar un motivo de caridad: dejar, por ejemplo, una pequeña porción para
los pobres, y por ende para Jesús que vive en ellos; y como advierte S. Vicente Ferrer, la porción
no ha de ser de los desperdicios sino de lo mejor, por poca que sea. Otro buen ejercicio es
acostumbrarse a comer un poco de lo que nadie quiere.
C) Entre las mortificaciones más convenientes hemos de poner las que se refieren a las bebidas
alcohólicas. Recordemos sobre esta materia los siguientes principios:
a) El uso moderado de los licores no es un mal; no se puede reprochar por esto a los
seglares ni a los sacerdotes que lo tomen con moderación.
b) Hay casos en que la abstinencia es moralmente necesaria. Por ejemplo, si se tuvo la
desgracia de contraer hábitos inveterados de alcoholismo, entonces el único remedio
eficaz es la total abstención.
Página 3 de 5
Gula por defecto
El Padre Horacio Bojorge S.J. nos advierte que también se puede pecar de gula por defecto,
por no comer lo suficiente. Lo cual puede acarrear problemas como la bulimia y la anorexia:
Actualmente la cultura y los medios de comunicación, así como la industria de los alimentos,
contribuyen a conductas de gula que redundan en enfermedades. Por un lado la propaganda
incita a comer y a beber en exceso. Por otro lado ofrece comidas "light" y productos dietéticos,
que reducen el daño producido por los abusos. Pero también presiona para que algunos grupos
de la población se abstengan de comer por vanidad, en aras del culto de la figura corporal.
Por los excesos en la comida se puede enfermar de muchas enfermedades: insuficiencias
digestivas, circulatorias y cardíacas”… “o la obesidad, común en algunos países o medios
sociales.
… Actualmente, la cultura y los medios de comunicación presionan sobre los jóvenes,
especialmente sobre ellas, para que no coman.
1
El mito de Narciso cuenta que un joven adolescente, llamado Narciso, vio su figura reflejada en el
agua y se enamoró de su propia imagen. Por buscarla, se arrojó al agua y se ahogó. La moraleja del
mito es que los que se buscan a sí mismos, mueren.
Página 4 de 5
El adolescente es espectador asombrado de los cambios que se producen en él. Por eso, como
Narciso, al descubrirse a sí mismo, tiende a atender mucho a su figura, lo cual es natural en el
adolescente. Pero a veces esta actitud perdura en los adultos inmaduros.
Como se ve, en la gula ya sea por exceso ya sea por defecto, influyen o se reflejan otros deseos,
ansiedades, temores, e insatisfacciones acerca de sí mismo. Se ve también cómo se puede pecar
de gula por vanidad o vanagloria, orgullo o soberbia”.
*****
Bibliografía
Adolfo Tanquerey Compendio de teología ascética y mística – Desclée y Cía. Madrid, 1930
Horacio Bojorge El lazo se rompió y volamos – Ed. Lumen, 2001
Página 5 de 5