3 Drews

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 26

Ideología y acceso al trono

en época carolingia*
Wolfram Drews
Universität Münster
[email protected]

E
l tema propuesto comprende varios aspectos que no pueden tratarse
en su totalidad. Por eso me voy a concentrar en dos asuntos principa-
les: primero, voy a enfocar el problema de la legitimidad del poder, es
decir el derecho de los carolingios a la corona, y su aceptación como reyes
por parte de los gobernados, lo que también toca al problema del consenso
entre gobernantes y gobernados. El segundo problema central que voy a tra-
tar es el de la unidad del reino, la cuestión si se puede dividir el reino entre
varios herederos. Ambos problemas han recibido mucha atención por parte
de los historiadores modernos.

1. Los principios del reino de los carolingios

Como es bien sabido, el primer rey carolingio subió al trono en el año de


7511. Pipino III, padre de Carlomagno, había gobernado ya antes, ejercien-
do el poder como mayordomo de palacio al igual que sus antepasados, que
se suelen llamar pipínidas o arnulfingos2. Miembros de la familia habían
gobernado bajo el dominio de los reyes de la casa Merovingia desde el siglo
séptimo, principalmente en el reino de Austrasia, pero también en Neustria

* Traducción al español revisada por Pascual Martínez Sopena, catedrático de Historia Medie-
val de la Universidad de Valladolid.
1 R. Schieffer, «Die folgenschwerste Tat des ganzen Mittelalters? Aspekte des wissenschaftlichen
Urteils über den Dynastiewechsel von 751», en M. Becher y J. Jarnut (eds.), Der Dynastiewech-
sel von 751. Vorgeschichte, Legitimationsstrategien und Erinnerung, Münster, 2004, pp. 1-13; W. Af-
feldt, «Untersuchungen zur Königserhebung Pippins. Das Papsttum und die Begründung des
karolingischen Königtums im Jahre 751», Frühmittelalterliche Studien, 14, 1980, pp. 95-187.
2 R. Collins, «Pippin III as Mayor of the Palace. The Evidence», en M. Becher y J. Jarnut (eds.),
Der Dynastiewechsel von 751..., op. cit., pp. 75-91; E. Hlawitschka, «Zu den Grundlagen des
Aufstiegs der Karolinger», Rheinische Vierteljahresblätter, 49, 1985, pp. 1-61.

XLIII SEMANA DE ESTUDIOS MEDIEVALES. 2016 | El acceso al trono: concepción y ritualización


ISBN: 978-84-235-3452-4 • 37-62
38 | Wolfram Drews

(París)3. La fuente historiográfica principal que trata las primeras décadas


del reinado de los carolingios en el siglo octavo, los Annales Regni Francorum,
refleja la interpretación oficial de la historia por parte de la corte.
Cabría esperar que la relación de los acontecimientos comenzara precisa-
mente en el año 751, cuando la dinastía subió al trono. Pero no es así, la rela-
ción de los Annales Regni Francorum empieza diez años antes, en 741, año en
que murió Carlos Martel, padre de Pipino, del cual deriva el nuevo nombre
de la familia, carolingios4. También Carlos Martel había sido mayordomo de
palacio; antes de su muerte dividió el reino de los francos entre dos de sus
hijos, el mayor Carlomán y el menor Pipino5. Tomando el año de 741 como
punto de partida de su relato, la intención parece ser que los historiógrafos
oficiales no quieren que el lector perciba los hechos de 751 como una cesura,
un cambio, sino como unos acontecimientos más en la serie de sucesos re-
lacionados con el auge de la dinastía. Si tenemos en cuenta que la subida al
trono por parte de los carolingios fue un cambio dinástico bastante radical,
la presentación por parte de la historiografía oficial nos deja vislumbrar que
los historiógrafos quisieron disimular un problema, precisamente la cuestión
de la legitimidad del poder de la nueva dinastía6.

3 L. Dupraz, Le royaume des Francs et l’ascension politique des maires du palais au déclin du vii e siècle
(656-680), Fribourg, 1948.
4 R. McKitterick, «Die Anfänge des karolingischen Königtums und die Annales regni Francorum»,
en W. Pohl, M. Diesenberger (eds.), Integration und Herrschaft. Ethnische Identitäten und soziale
Organisation im Frühmittelalter, Vienna, 2002, pp. 151-168; H.-W. Goetz, «Der Dynastiewechsel
von 751 im Spiegel der früh- und hochmittelalterlichen Geschichtsschreibung», en M. Becher
y J. Jarnut (eds.), Der Dynastiewechsel von 751..., op. cit., pp. 321-367; M. Becher, «Eine verschlei-
erte Krise. Die Nachfolge Karl Martells und die Anfänge der karolingischen Hofgeschichts-
schreibung», en J. Laudage (ed.) Von Fakten und Fiktionen. Mittelalterliche Geschichtsdarstellungen
und ihre kritische Aufarbeitung, Colonia, 2003, pp. 95-133; M. Diesenberger y H. Reimitz, «Zwi-
schen Vergangenheit und Zukunft. Momente des Königtums in der merowingischen Historio-
graphie», en F.-R. Erkens (ed.), Das frühmittelalterliche Königtum. Ideelle und religiöse Grundlagen,
Berlin/Nueva York, 2005, pp. 214-269; F. L. Ganshof, «L’historiographie dans la monarchie
franque sous les Mérovingiens et les Carolingiens», La storiografia altomedievale. Settimane di
studio, 17, 1970, pp. 631-685; H. Reimitz, «Die Konkurrenz der Ursprünge in der fränkischen
Historiographie», en W. Pohl (ed.), Die Suche nach den Ursprüngen. Von der Bedeutung des frühen
Mittelalters, Vienna, 2004, pp. 191-209; idem, «Der Weg zum Königtum in den historiographi-
schen Kompendien der Karolingerzeit», en M. Becher y J. Jarnut (eds.), Der Dynastiewechsel von
751..., op. cit., 277-320; M. Richter, «Die “lange Machtergreifung” der Karolinger. Der Staats-
streich gegen die Merowinger in den Jahren 747-771», en U. Schulz (ed.), Große Verschwörun-
gen. Staatsstreich und Tyrannensturz von der Antike bis zur Gegenwart, München, 1998, pp. 48-59.
5 U. Nonn, «Die Nachfolge Karl Martells und die Teilung von Vieux-Poitiers», en M. Becher y
J. Jarnut (eds.), Der Dynastiewechsel von 751..., op. cit., pp. 61-73.
6 E. Ewig, «Die fränkischen Königskataloge und der Aufstieg der Karolinger», Deutsches Archiv,
51, 1995, pp. 1-28; O. Schneider, «Die Königserhebung Pippins 751 in der Erinnerung der

XLIII SEMANA DE ESTUDIOS MEDIEVALES. 2016 | El acceso al trono: concepción y ritualización


Ideología y acceso al trono en época carolingia | 39

La fuente más próxima a los acontecimientos es la continuación de la


crónica del Pseudo-Fredegario, que subraya la participación de los francos
en la elevación del nuevo monarca7. Solo en la versión posterior de los An-
nales Regni Francorum encontramos la muy conocida versión según la cual
los francos despacharon unos mensajeros al papa Zacarías a Roma, para
preguntarle si era aceptable que gobernara un rey que no tenía verdadero
poder, mientras que la persona que sí lo tenía, no era rey. La presunta res-
puesta del papa fue la que el partido de los carolingios esperaba: el papa
habría permitido que el verdadero dirigente asumiera el poder real. Por
tanto el mayordomo de palacio Pipino fue elegido rey por los francos; el
historiógrafo insiste que eso aconteció con el consenso de todos los francos.
Sin embargo, llama la atención el hecho de que en la documentación de la
curia papal no encontremos ninguna huella de tal cambio, lo que induce a
Rosamond McKitterick a dudar de la historicidad del famoso intercambio
diplomático; según ella, la tradición fue inventada por parte de la histo-
riografía carolingia posterior8. De todos modos Pipino subió al trono. No
tenemos noticia de que el rey fuera coronado; esta ceremonia todavía no
formaba parte del arsenal simbólico de la tradición franca. Sin embargo, el
rey sí recibió la bendición de los obispos. Tres años más tarde, el sucesor del
papa Zacarías, Esteban II, fue el primer papa de la historia que cruzó los
Alpes. En 754 el papa ungió al nuevo rey, a la reina Berta y a los dos hijos,
Carlomán y Carlos, el futuro Carlomagno. Es posible que una primera un-
ción hubiera tenido lugar ya antes, en el momento de la bendición del nuevo
rey por los obispos cuando subió al trono tres años antes, pero las fuentes no
son claras al respecto9. Sabemos con seguridad que la unción papal de 754
tuvo lugar en Saint Denis, en el centro simbólico de la monarquía franca10.
También este acontecimiento singular habría podido ser el punto de partida
de la historiografía oficial. Sin embargo, los historiógrafos oficiales optaron

karolingischen Quellen. Die Glaubwürdigkeit der Reichsannalen und die Verformung der
Vergangenheit», en M. Becher y J. Jarnut (eds.), Der Dynastiewechsel von 751..., op. cit., 243-275.
7 Fredegar continuatio 33.
8 A. Höfert, Kaisertum und Kalifat. Der imperiale Monotheismus im Früh- und Hochmittelalter, Frank-
furt/Nueva York, 2015, pp. 389 y ss.
9 J. Jarnut, «Wer hat Pippin 751 zum König gesalbt?», en idem, Herrschaft und Ethnogenese im
Frühmittelalter. Gesammelte Aufsätze. Festgabe zum 60. Geburtstag, Matthias Becher (ed.), Mün-
ster, 2002, pp. 187-199.
10 A. Angenendt, «Pippins Königserhebung und Salbung», en M. Becher y Jörg Jarnut (eds.),
Der Dynastiewechsel von 751..., op. cit., pp. 179-209; J. Story, «Cathwulf, Kingship and the Royal
Abbey of Saint-Denis», Speculum, 74, 1999, pp. 1-21.

XLIII SEMANA DE ESTUDIOS MEDIEVALES. 2016 | El acceso al trono: concepción y ritualización


40 | Wolfram Drews

por 741, probablemente porque no querían que el lector supusiera que el


poder de la nueva dinastía dependía en último término del papa.

2. El problema de la legitimidad de los carolingios

Un problema central de los primeros carolingios fue cómo asegurar la sin-


gularidad de su posición. Habían sido miembros de la aristocracia y habían
ocupado el puesto de mayordomos de palacio –una función que también
había sido ejercida por miembros de otras familias–. Los pipínidas, arnulfin-
gos y carolingios no tenían ningún derecho a la corona, o por lo menos no
tenían un derecho que no estuviera al alcance de otras familias aristocráticas.
Pero el problema era más grave todavía: los carolingios no eran solamente
una mera familia aristocrática poderosa; a menudo, en el momento de la
sucesión había varios miembros varones de la familia que querían gobernar.
Como he dicho antes, el primer rey, Pipino, era el hijo menor; a la muerte
de su padre Carlos Martel, Pipino había recibido la función de mayordomo
de palacio junto a su hermano mayor, Carlomán. ¿Cómo decidir cuál de los
hermanos debía subir al trono? Pipino, el primer rey carolingio, necesita-
ba un carisma especial y personal que garantizara su singularidad11, que lo
distinguiera de todas las demás familias aristocráticas, pero también de su
hermano mayor y de los hijos de aquel. Una fuente singular, quizás la única,
que podía poner tal carisma a disposición de Pipino y de su familia era el
papa de Roma.
Para tener más clara la situación del primer rey carolingio es preciso
analizar brevemente la monarquía de sus predecesores12. Los merovingios
habían sido reyes de los francos desde principios del siglo sexto. El gobier-
no ininterrumpido de una sola dinastía es singular entre todos los reinos
de la temprana Edad Media en el occidente continental. Sin embargo, no

11 E. Shils, «Charisma, Order, and Status», en idem, Center and Periphery. Essays in Macrosociology,
Chicago/Londres, 1975, pp. 256-275; K. Tanner, «Die Macht des Unverfügbaren. Charisma
als Gnadengabe in der Thematisierung von Institutionalisierungsprozessen im Christentum»,
en G. Andenna, M. Breitenstein y G. Melville (eds.), Charisma und religiöse Gemeinschaften im
Mittelalter, Münster, 2005, pp. 25-44.
12 R. Buchner, «Das merowingische Königtum», en Das Königtum. Seine geistigen und rechtlichen
Grundlagen, Sigmaringen, 1954, repr. 1965, pp. 143-154; S. Dick, «Zu den Grundlagen des
sogenannten germanischen Königtums», en D. Hägermann, W. Haubrichs y J. Jarnut (eds.),
Akkulturation. Probleme einer romanisch-germanischen Kultursynthese in Spätantike und frühem
Mittelalter, Berlin/Nueva York, 2004, pp. 510-527; P. Fouracre, «The Long Shadow of the
Merovingians», en J. Story (ed.), Charlemagne. Empire and Society, Manchester/Nueva York,
2005, pp. 5-21.

XLIII SEMANA DE ESTUDIOS MEDIEVALES. 2016 | El acceso al trono: concepción y ritualización


Ideología y acceso al trono en época carolingia | 41

podemos decir con claridad cuál fue la fuente de la autoridad de la dinas-


tía merovingia. Historiadores del siglo xix y de la primera parte del xx,
principalmente en Alemania, mantuvieron que los merovingios poseían un
llamado Königsheil, una virtud carismática especial, de remoto origen paga-
no13. Sin embargo, no existe ninguna palabra latina que pudiera expresar
tal idea, lo que es raro si pretendemos aceptar la noción del Königsheil como
fuente principal de la autoridad de los merovingios. Tampoco se puede tra-
ducir fácilmente la palabra alemana a otras lenguas modernas, lo que es
también raro y sospechoso. Las fuentes que se han venido aduciendo para
comprobar la existencia de tal concepto son muy pocas, mayoritariamente
tardías, y los historiadores alemanes ya no defienden la noción en la actuali-
dad14. No obstante, tenemos un problema grave: no podemos decir qué cosa
podría reemplazar la noción refutada. Reinhard Schneider ha propuesto el
concepto de una barrera invisible y simbólica que existía alrededor del rey
merovingio, quien descendía de una dinastía cristiana respetable que ade-
más fue la única en el reino de los francos por siglos15. Tampoco debemos
olvidar que los merovingios garantizaban la unidad del reino en períodos de
partición del reino entre varias ramas de la familia16.

13 K. Hauck, «Geblütsheiligkeit», en B. Bischoff y S. Brechter (eds.), Liber Floridus. Festschrift Paul


Lehmann, St. Ottilien, 1950, pp. 187-240; O. Höfler, «Der Sakralcharakter des germanischen
Königtums», en La regalità sacra. Contributi al tema dell’VIII Congresso Internazionale di Storia
delle Religioni, Leiden, 1959, pp. 664-701; W. Hechberger, «Die Theorie vom Adelsheil im
früheren Mittelalter», en F.-R. Erkens (ed.), Das frühmittelalterliche Königtum..., op. cit., 427-445.
14 M. Diesenberger, «Hair, Sacrality and Symbolic Capital in the Frankish Kingdoms», en
R. Corradini, M. Diesenberger y H. Reimitz (eds.), The Construction of Communities in the Early
Middle Ages. Texts, Resources and Artefacts, Leiden/Boston, 2003, pp. 173-212; R. Le Jan, «Die
Sakralität der Merowinger oder: Mehrdeutigkeiten der Geschichtsschreibung», en S. Airlie,
W. Pohl y H. Reimitz (eds.), Staat im frühen Mittelalter, Vienna, 2006, pp. 73-92; A. C. Murray,
«Post vocantur Merohingii. Fredegar, Merovech, and “Sacral Kingship”», en idem (ed.), After
Rome’s Fall. Narrators and Sources of Early Medieval History. Essays presented to Walter Goffart, To-
ronto/Buffalo/Londres, 1998, pp. 121-152; H. Wolfram, «Frühes Königtum», en F.-R. Erkens
(ed.), Das frühmittelalterliche Königtum..., op. cit., pp. 42-64; idem, «Methodische Fragen zur
Kritik am “sakralen Königtum” germanischer Stämme», en H. Birkhan (ed.), Festschrift Otto
Höfler, Vienna, 1968, pp. 73-490.
15 Y. Hen, «The Christianization of Kingship», en M. Becher y J. Jarnut (eds.), Der Dynastiewech-
sel von 751..., op. cit., pp. 163-177; idem, The Royal Patronage of Liturgy in Frankish Gaul to the
Death of Charles the Bald (877), Londres, 2001; idem, «The Uses of the Bible and the Perception
of Kingship in Merovingian Gaul», Early Medieval Europe, 7, 1998, pp. 277-289; N. Staubach,
«Germanisches Königtum und lateinische Literatur vom 5. bis zum 7. Jahrhundert. Bemer-
kungen zum Buch von Marc Reydellet “La royauté dans la littérature latine de Sidoine Apol-
linaire à Isidore de Séville”», Frühmittelalterliche Studien, 17, 1983, pp. 1-54.
16 I. Wood, «Kings, Kingdoms and Consent», en P. H. Sawyer y I. N. Wood (eds.), Early Medieval
Kingship, Leeds, 1977, pp. 6-29; idem, The Merovingian Kingdoms 450-751, Londres/Nueva York,

XLIII SEMANA DE ESTUDIOS MEDIEVALES. 2016 | El acceso al trono: concepción y ritualización


42 | Wolfram Drews

Desde la segunda mitad del siglo séptimo, los arnulfingos eran la fami-
lia más poderosa de Austrasia, la que muchas veces ocupó la posición de
mayordomos de palacio17. Cierto episodio de la época es tan ilustrativo del
prestigio de los merovingios como de las pretensiones de los arnulfingos. Un
personaje que conocemos como «Childeberto el Adoptivo» fue designado
como heredero de la corona merovingia. Sin embargo, probablemente no
pertenecía a la dinastía, sino que provenía de los arnulfingos y era hijo del
mayordomo Grimoaldo. Este trató de usurpar la corona, obligando al rey a
adoptar a su propio hijo bajo un nombre dinástico tradicional merovingio,
pues Childeberto era un nombre de clara índole real18. Sin embargo, tal
supuesto primer intento de los arnulfingos de reemplazar a los merovin-
gios fracasó; Childeberto reinó solamente unos pocos años en Austrasia,
alrededor de 656 y 66219. Después, los merovingios recuperaron el poder,
que habían ejercido en Neustria todo el tiempo de manera ininterrumpida.
Básicamente, el episodio, cuyos detalles no son totalmente claros, demuestra
la autoridad que los reyes merovingios continuaban poseyendo a pesar de
que sus poderes políticos estuvieran bastante limitados. En efecto, parece
que una barrera simbólica rodeara su trono, impidiendo que una familia
aristocrática poderosa se apoderase de su trono de forma duradera.
Un nuevo intento de acercarse al prestigio de una dinastía real se refiere
ya a Pipino, el futuro rey carolingio. Cuando era niño, su padre Carlos Mar-
tel estableció relaciones con el reino lombardo en Italia septentrional; como
parte de esta política, el rey lombardo Liutprando adoptó al príncipe Pipino,
hijo del mayordomo de palacio franco20. De esta manera, Pipino se convirtió

1994; idem, «Royal Succession and Legitimation in the Roman West, 419-536», en S. Airlie,
W. Pohl y H. Reimitz (eds.), Staat im frühen Mittelalter, op. cit., pp. 59-72.
17 R. A. Gerberding, The Rise of the Carolingians and the «Liber Historiae Francorum», Oxford, 1987.
18 E. Hlawitschka, «Adoptionen im mittelalterlichen Königshaus», en K. Schulz (ed.), Beiträge zur
Wirtschafts- und Sozialgeschichte des Mittelalters. Festschrift Herbert Helbig, Colonia/Vienna, 1976,
pp. 1-32; B. Krusch, «Der Staatsstreich des fränkischen Hausmeiers Grimoald I», en Festgabe
für Karl Zeumer, Weimar, 1910, pp. 411-438.
19 M. Becher, «Der sogenannte Staatsstreich Grimoalds. Versuch einer Neubewertung», en
J. Jarnut, U. Nonn y M. Richter (eds.), Karl Martell in seiner Zeit, Sigmaringen, 1994, pp. 119-
147; S. Hamann, «Zur Chronologie des Staatsstreichs Grimoalds», Deutsches Archiv, 59, 2003,
pp. 49-96; T. Offergeld, «Reges pueri». Das Königtum Minderjähriger im frühen Mittelalter, Han-
nover 2001; I. Wood, «Usurpers and Merovingian Kingship», en M. Becher y J. Jarnut (eds.),
Der Dynastiewechsel von 751..., op. cit., pp. 15-31.
20 Paulus Diaconus, Historia Langobardorum vi, 53; J. Jarnut, «Die Adoption Pippins durch König
Liutprand und die Italienpolitik Karl Martells», en J. Jarnut, U. Nonn y M. Richter (eds.), Karl
Martell in seiner Zeit, op. cit., pp. 217-226; E. Hlawitschka, «Adoptionen im mittelalterlichen...»,
op. cit., pp. 1-32.

XLIII SEMANA DE ESTUDIOS MEDIEVALES. 2016 | El acceso al trono: concepción y ritualización


Ideología y acceso al trono en época carolingia | 43

en miembro de una auténtica familia real. La familia carolingia estaba ya


muy cerca del rango real.
Antes de que el mayordomo Pipino se convirtiera en rey de los fran-
cos, su hermano mayor Carlomán abdicó de su posición, tomando el hábito
monacal. Sin embargo, tenía ya dos hijos que hasta el momento no habían
sido asociados al gobierno del reino. Como consecuencia, el rey Pipino de-
bió afrontar varios problemas al subir al trono. Sus sobrinos, los hijos de
su hermano mayor, habrían podido reclamar la herencia paterna. Por otra
parte, ciertas familias aristocráticas podían poner en tela de juicio una nueva
monarquía a cargo de una mera familia noble. La solución de todos estos
problemas fue la alianza con el papado de Roma, que proporcionaba un
carisma incomparable, que no estaba al alcance ni de los hijos de Carlomán
ni de otros nobles francos21. Teóricamente, el rey Liutprando habría podido
adoptar a otros nobles francos, asociándolos a su poder real. Pero los papas
solo establecieron relaciones con los carolingios, para lo cual utilizaron va-
rios medios.
El medio más conocido fue la unción22. En 754 el papa ungió a toda la
familia de Pipino. Tiempo atrás, algunos investigadores propusieron que
la ceremonia fue posiblemente adoptada imitando la consagración de los
últimos monarcas visigodos. Como es sabido, tenemos noticia de que los
reyes visigodos recibieron la unción al subir al trono a partir de Wamba. Po-
siblemente la ceremonia fue inventada antes, quizás siguiendo indicaciones
de los cánones del cuarto Concilio de Toledo de 633. La ceremonia visigoda
tenía clara inspiración bíblica: los reyes de Israel se ungieron para recibir
un carisma especial de Dios. En la monarquía visigoda del siglo séptimo,
que carecía de una dinastía estable, la unción podía procurar al monarca
una legitimación religiosa, un capital simbólico que faltaba a reyes que no
descendían de una casa real establecida por generaciones. Pero hoy en día
la mayoría de los investigadores ya no opinan que la ceremonia carolingia

21 A. Angenendt, «Das geistliche Bündnis der Päpste mit den Karolingern (754-796)», Histori-
sches Jahrbuch, 100, 1980, pp. 1-94; H. Fuhrmann, «Das Papsttum und das kirchliche Leben im
Frankenreich», en Nascita dell’Europa ed Europa carolingia. Un’equazione da verificare. Settimane di
studio, 27, 1981, pp. 419-458; W. Hartmann, «Zur Autorität des Papsttums im karolingischen
Frankenreich», en D. R. Bauer et al. (eds.), Mönchtum – Kirche – Herrschaft 750-1000. Festschrift
Josef Semmler, Sigmaringen, 1998, pp. 113-132.
22 J. Semmler, Der Dynastiewechsel von 751 und die fränkische Königssalbung, Düsseldorf, 2003,
«Studia humaniora, Series minor», 6; R. Elze, «Le consacrazioni regie», en Segni e riti nella
chiesa altomedievale occidentale. Settimane di studio 33, 1987, pp. 41-61; F.-R. Erkens, «Auf der
Suche nach den Anfängen. Neue Überlegungen zu den Ursprüngen der fränkischen Königs-
salbung», Zeitschrift für Rechtsgeschichte Kanonistische Abteilung, 90, 2004, pp. 494-509.

XLIII SEMANA DE ESTUDIOS MEDIEVALES. 2016 | El acceso al trono: concepción y ritualización


44 | Wolfram Drews

se inspirase en prácticas visigodas23. Alrededor de 754 aún no tenemos no-


ticias de la presencia de refugiados españoles mozárabes en la corte franca;
tampoco la historiografía u otros textos nos proporcionan datos relativos
a contactos entre francos y gente procediendo de la península ibérica. Por
otra parte, los clérigos francos sí eran capaces de leer la Biblia ellos mismos,
inspirándose en modelos del Antiguo Testamento.
El historiador Arnold Angenendt, de la Universidad de Münster, ha pro-
puesto que, en origen, la unción real puede haber sido una confirmación
postbautismal episcopal24. En la liturgia gálica anterior, los nuevos bautiza-
dos recibían una unción inmediatamente después de recibir el sacramento;
todavía no existía la práctica de una segunda unción administrada por el
obispo unos años más tarde. Sin embargo, tal práctica se estaba desarrollan-
do en la liturgia romana en estos años. Poco a poco, la unción se extendió
a otras circunstancias, incluidos los clérigos y los edificios sagrados. De esta
manera, la práctica de la confirmación episcopal postbautismal puede haber
sido trasladada de Roma a la Galia, precisamente cuando el papa viajó a
Francia. Según Angenendt, la nueva familia real carolingia recibió a la vez la
confirmación postbautismal y la unción real. La propuesta es convincente:
pese a un problema, las fuentes hablan de que la unción fue considerada
como una unción regia: qui vos in reges unxit.
Además, la interpretación de la unción como confirmación puede servir
de indicación y precursor de otras prácticas similares posteriores25: repeti-
das veces, los papas de la segunda mitad del siglo octavo actuaron como
padrinos de príncipes y princesas de la dinastía carolingia. De esta manera,
los papas se convertían en miembros de la familia carolingia y los reyes se
incorporaban a la familia papal. Las relaciones de compaternidad servían de
fundamento para los estrechos lazos familiares entre reyes y papas, manifes-
tados también en el epitafio que Carlomagno hizo levantar para Adriano I
en Roma, donde el rey franco lamenta la muerte de su padre Adriano. Todos
los viajeros que pasaban por Roma veían el epitafio en la tumba papal en

23 P. A. Jacobson, «Sicut Samuhel unxit David. Early Carolingian Royal Anointings Reconsid-
ered», en L. Larson-Miller (ed.), Medieval Liturgy, Nueva York/Londres, 1997, pp. 267-303.
24 A. Angenendt, «Pippins Königserhebung und Salbung», op. cit., pp. 179-209.
25 F. L. Ganshof, «L’église et le pouvoir royal dans la monarchie franque sous Pépin III et Char-
lemagne», en Le chiese nei regni dell’Europa occidentale e i loro rapporti con Roma sino all’800. Set-
timane di studio, 7, 1960, pp. 95-141; J. Nelson, «The Lord’s Anointed and the People’s
Choice. Carolingian Royal Ritual», en D. Connadine, S. Price (eds.), Rituals of Royalty. Power
and Ceremonials in Traditional Societies, Cambridge, 1987, pp. 137-180; repr: idem, The Frankish
World, 750-900, Londres/Rio Grande, 1996, pp. 99-131.

XLIII SEMANA DE ESTUDIOS MEDIEVALES. 2016 | El acceso al trono: concepción y ritualización


Ideología y acceso al trono en época carolingia | 45

San Pedro; hoy día puede verse en el vestíbulo de la nueva basílica de San
Pedro.
Un documento singular es la Clausula de unctione Pippini, cuya autenti-
cidad es probable, pero no segura26. El papa declaraba que en adelante los
francos no deberían elegir a rey alguno que no fuera de la familia de Pipino
y de sus descendientes; de esta manera, se veían excluidos todos los descen-
dientes de Carlomán y todos los otros aristócratas. Muchas cartas enviadas
por los papas a Francia fueron reunidas por orden de Carlomagno en el
Códice Carolino; en dichas cartas, los papas se refieren explícitamente a los
reyes carolingios como elegidos por Dios y protectores de la Iglesia romana.
La protección de la Iglesia romana fue precisamente la razón por la cual los
papas confirieron la dignidad de patricius romanorum a Pipino y a sus hijos.
Finalmente, León III coronó a Carlomagno emperador en el año 80027; en
esta ocasión coronó también a su hijo mayor Carlos como rey de los francos,
lo que constituyó la primera y única coronación real franca en la Ciudad
Eterna. Pipino y Ludovico, segundo y tercer hijo de Carlomagno, ya habían
sido coronados reyes por el papa previamente, en 781, antes de ser designa-
dos gobernadores de Aquitania e Italia.
Como hemos visto, durante el reinado de los primeros dos reyes caro-
lingios la nueva dinastía se estableció sobre nuevas bases ideológicas. Los
carolingios lograron adquirir y conservar un carisma religioso especial, que
estaba exclusivamente reservado a ellos, distinguiéndolos de familias aristo-
cráticas y también de miembros de su propia familia extensa. Después de la
conquista de Aquitania, Italia y Baviera adquirieron una posición hegemó-
nica que se manifestó nuevamente con la coronación imperial del año 800.
Las bases ideológicas de su posición eran el papado apoyado en la tradición
apostólica petrina y toda la simbología romana como fuente de la dignidad
imperial, la cual quedaba estrechamente ligada a la protección de la Iglesia
romana. Por fin, en 812 Carlomagno logró que el emperador bizantino acep-
tara el nuevo título imperial en Occidente28.

26 A. J. Stoclet, «La Clausula de unctione Pippini regis: Mises au point et nouvelles hypothèses»,
Francia, 8, 1980, pp. 1-42; idem, «La Clausula de unctione Pippini regis, vingt ans après», Revue
Belge de Philologie et d’Histoire, 78, 2000, pp. 719-771.
27 R. Schieffer, «Karl der Große, Eirene und der Ursprung des westlichen Kaisertums», en
W. Pohl (ed.), Die Suche nach..., op. cit., pp. 151-158.
28 P. Classen, Karl der Große, das Papsttum und Byzanz. Die Begründung des karolingischen Kaisertums,
Sigmaringen, 1965 (2.ª ed. 1988).

XLIII SEMANA DE ESTUDIOS MEDIEVALES. 2016 | El acceso al trono: concepción y ritualización


46 | Wolfram Drews

3. Problemas ideológicos del imperio carolingio:


consenso y sucesión

3.1. La alianza con el papado, las reformas eclesiásticas


y la crisis del imperio de Ludovico Pío
Una vez establecido, el imperio carolingio debió afrontar varios problemas
para asegurar su permanencia. Tres de los problemas eran mantener el ca-
risma religioso, el consenso de los gobernados y la posición hegemónica29.
Para asegurar el carisma como fuente de su prestigio religioso, los carolin-
gios mantuvieron sus estrechas relaciones con el papado30, pese a que Ludo-
vico, el segundo emperador, no fue coronado por el papa en Roma sino por
el propio Carlomagno en Aquisgrán. Tanto Carlomagno como Ludovico
Pío emprendieron reformas del reino y de la iglesia para imponer normas
cristianas. El carisma se desprendió un tanto de su origen papal, expresán-
dose durante el primer tercio del siglo noveno mediante la actuación de los
gobernantes31: las medidas emprendidas para cristianizar el imperio a través
de la educación y por varias reformas, sirvieron de indicación, prueba y ga-
rantía de la continua capacidad religiosa de los carolingios para gobernar. El
carisma debió de manifestarse en medidas concretas y efectivas32.
El emperador Luis dependió mucho de consejeros eclesiásticos. Como
rey, el emperador siguió el modelo de oficios eclesiásticos, episcopales y
especialmente abaciales, según la regla de San Benito, que trató de imponer
en todo el imperio a partir del año 816. En la medida que el emperador
trató de llevar adelante la cristianización de su imperio, siguiendo consejos
eclesiásticos, el monarca dependía cada vez más de sus consejeros33. Paula-

29 B. Schneidmüller, «Zwischen Gott und den Getreuen. Vier Skizzen zu den Fundamenten der
mittelalterlichen Monarchie», Frühmittelalterliche Studien, 36, 2002, pp. 193-224.
30 É. Delaruelle, «L’église romaine et ses relations avec l’église franque jusqu’en 800», en Le
chiese nei regni..., op. cit., pp. 143-184; O. Engels, «Zum päpstlich-fränkischen Bündnis im
8. Jahrhundert», en «Ecclesia et regnum». FS Franz-Josef Schmale, Bochum, 1989, pp. 21-38.
31 E. Sears, «Louis the Pious as Miles Christi: The Dedicatory Image in Hrabanus Maurus’s
De laudibus sanctae crucis», en P. Godman y R. Collins (eds.), Charlemagne’s Heir. New Perspectives
on the Reign of Louis the Pious (814-840), Oxford, 1990, pp. 605-628.
32 M. de Jong, The Penitential State. Authority and Atonement in the Age of Louis the Pious, 814-840,
Cambridge, 2009; K. Hauck, «Der Missionsauftrag Christi und das Kaisertum Ludwigs
des Frommen», en P. Godman y R.Collins (eds.), Charlemagne’s Heir..., op. cit., pp. 275-296.
33 T. F. X. Noble, «The Monastic Ideal as a Model for Empire. The Case of Louis the Pious»,
Revue Bénédictine, 86, 1976, pp. 235-250; J. Semmler, «Renovatio Regni Francorum. Die Herr-
schaft Ludwigs des Frommen im Frankenreich 814-829/30», en P. Godman y R.Collins (eds.),
Charlemagne’s Heir..., op. cit., pp. 125-146.

XLIII SEMANA DE ESTUDIOS MEDIEVALES. 2016 | El acceso al trono: concepción y ritualización


Ideología y acceso al trono en época carolingia | 47

tinamente, el emperador se convirtió en blanco de eclesiásticos críticos. El


arzobispo Agobardo de Lyon vituperó al emperador por haber favorecido
a los judíos, por cambiar la sucesión al trono imperial y por seguir dema-
siado los deseos de su segunda mujer, Judith34. El capellán Bodo, miembro
del alto clero cortesano, se aprovechó de una peregrinación a Roma para
refugiarse en España, convirtiéndose al judaísmo bajo el nombre de Elea-
zar35. En algunas cartas dirigidas a Paulo Álvaro de Córdoba, Bodo-Eleazar
criticaba severamente la conducta del clero y de la aristocracia en la corte
imperial carolingia; aparentemente, Bodo había sufrido un desengaño pro-
fundo ante el nivel moral cortesano, que en su opinión ya no respondía
a las altas pretensiones religiosas carolingias. Algunas medidas crueles del
emperador como el cegamiento de su sobrino, el rey Bernardo de Italia,
obligaron al emperador a humillarse públicamente en Attigny en 822. En
830, los hijos mayores del emperador se rebelaron contra su padre con la
ayuda del llamado «partido leal» del palacio, compuesto principalmente por
eclesiásticos. Una crisis más severa aún fue provocada cuando el emperador
se vio abandonado por sus tropas en Colmar en 833, lo que provocó su des-
tronamiento temporal. El prestigio de la familia reinante fue socavado poco
a poco durante el siglo noveno.

3.2. El mantenimiento del consenso y la participación


de los gobernados
El segundo problema de la alta época carolingia era el mantenimiento
del consenso de los gobernados, especialmente de las élites sociales36. Como
se ha indicado antes, la crónica que relata los acontecimientos de 751 insiste
en el consenso de los francos al elegir al primer rey carolingio. La misma
fuente hace resaltar la participación de las élites en el acto de la designa-

34 E. Ward, «Caesar’s Wife: The Career of the Empress Judith, 819-829», en P. Godman y
R.Collins (eds.), Charlemagne’s Heir..., op. cit., pp. 205-227.
35 F. Riess, «From Aachen to Al-Andalus: the Journey of Deacon Bodo (823-76)», Early Medieval
Europe, 13, 2005, pp. 131-157; H. Löwe, «Die Apostasie des Pfalzdiakons Bodo (838) und das
Judentum der Chasaren», en G. Althofff, D. Geuenich, O. G. Oexle y J. Wollasch (eds.), Person
und Gemeinschaft im Mittelalter. Festschrift Karl Schmid, Sigmaringen, 1988, pp. 157-170.
36 E. Shils, «Consensus», en idem, Center and Periphery..., op. cit., pp. 164-181; B. Schneidmüller,
«Konsensuale Herrschaft. Ein Essay über Formen und Konzepte politischer Ordnung im
Mittelalter», en P.-J. Heinig (ed.), Reich, Regionen und Europa in Mittelalter und Neuzeit. Festschrift
Peter Moraw, Berlin, 2000, pp. 53-87; S. Patzold, «Konsens und Konkurrenz. Überlegungen
zu einem aktuellen Forschungskonzept der Mediävistik», Frühmittelalterliche Studien, 41, 2007,
pp. 75-103.

XLIII SEMANA DE ESTUDIOS MEDIEVALES. 2016 | El acceso al trono: concepción y ritualización


48 | Wolfram Drews

ción como reyes de los hijos de Carlomagno en 76837.Al menos a principios


de su reinado, los carolingios siguieron convocando a todos los francos, es
decir a los hombres en armas, cada primavera, para preparar las expedi-
ciones militares anuales38. Miembros de las élites recibieron altos cargos,
fueron nombrados emisarios (missi dominici) en las regiones del imperio, y
recibieron porciones considerables del botín al derrotar a enemigos, como
cuando Carlomagno derroto a los ávaros39. Sin embargo, las conquistas aca-
baron después de incorporar Aquitania, Italia, Baviera y Sajonia, por lo que
fue cada vez más difícil repartir botines entre los fieles40. Por otra parte,
empezaron las expediciones de los vikingos o normandos, que destruyeron
monasterios e iglesias, poniendo en peligro el prestigio de los reyes como
gobernantes cristianos provistos de un carisma religioso que los habilitaba
para reinar efectivamente.
El emperador Ludovico Pío reconoció oficialmente la participación de
altos cargos sociales en el gobierno del imperio. Las normas relacionadas
con la conducta moral de los reyes se extendieron a la aristocracia, como
se ve en la Admonitio ad omnes regni ordines de 825. Siguiendo el modelo
del speculum principis, se compusieron tales espejos también para los lai-
cos. Sin embargo, era cada vez más difícil mantener la aquiescencia de
las élites para con el gobierno central: las expediciones militares de los
vikingos arruinaron el prestigio carolingio tanto como los conflictos entre
el emperador y sus hijos. Sectores de la aristocracia se identificaron más
con uno u otro hijo. Esta tendencia se correspondía con el tercer proble-
ma: el mantenimiento de la hegemonía del poder central, o la unidad del
imperio.
Tras las conquistas de Carlomagno, el imperio carolingio era muy exten-
so. El emperador trató de mantener la unidad a través de cartas y capitula-
res, asambleas políticas y religiosas, así como por medio de emisarios (missi
dominici). Como ya se ha indicado antes, el emperador Luis reconoció a

37 «[...] a proceribus eorum et consecrationem sacerdotum sublimati sunt in regno» (Fredegar


continuatio 54).
38 M. Springer, «Jährliche Wiederkehr oder ganz anderes: Märzfeld oder Maifeld?», en P. Dilg
et al. (eds.) Rhythmus und Saisonalität (Kongreßakten des 5. Symposions des Mediävistenverbandes),
Sigmaringen, 1995, pp. 297-324.
39 F. L. Ganshof, «Charlemagne et les institutions de la monarchie franque», en H. Beumann
(ed.), Persönlichkeit und Geschichte (Karl der Große. Lebenswerk und Nachleben 1), Düsseldorf, 1965,
pp. 349-39; S. Airlie, «Towards a Carolingian Aristocracy», en M. Becher y J. Jarnut (eds.), Der
Dynastiewechsel von 751..., op. cit., pp. 109-127; J. Hannig, «Consensus fidelium». Frühfeudale Inter-
pretationen des Verhältnisses von Königtum und Adel am Beispiel des Frankenreiches, Stuttgart, 1982.
40 T. Reuter, «The End of Carolingian Expansion», en P. Godman y R. Collins (eds.), Charlem-
agne’s Heir..., op. cit., pp. 391-405.

XLIII SEMANA DE ESTUDIOS MEDIEVALES. 2016 | El acceso al trono: concepción y ritualización


Ideología y acceso al trono en época carolingia | 49

miembros de la aristocracia como parte integrante del reino, otorgándoles


una responsabilidad propia en los asuntos pertenecientes a sus respectivos
oficios. El emperador consideró el mantenimiento de la unidad de su im-
perio y la concordia de sus habitantes como una de sus principales tareas
personales.

3.3. La sucesión al trono y la cuestión de la unidad del imperio


Un problema grave al respecto fue la sucesión al trono, tanto real como
imperial. A principios del siglo noveno, Carlomagno tenía tres hijos como
posibles herederos. En 806, decretó la llamada Divisio regnorum, repartien-
do el territorio entre ellos41. El mayor, Carlos, recibió gran parte de Galia
y Germania, Luis recibió Aquitania, y Pipino, Italia con Baviera. Llama la
atención el hecho de que la dignidad imperial no formara parte de la re-
partición. Es posible que la razón fuese que Bizancio no había reconocido
todavía la coronación imperial. En cambio, los tres hermanos tenían la tarea
común de defender a la Iglesia romana, función tradicional del patricius y
del emperador. La división del territorio correspondía a la tradición franca;
se había llevado a cabo por primera vez a la muerte el rey merovingio Clo-
doveo, cuando sus cuatro hijos repartieron el reino entre ellos.
La partición del reino se había practicado repetidas veces durante el pe-
ríodo merovingio, y también lo fue durante el carolingio42. Los francos no
conocían el derecho de primogenitura, que reserva el derecho de sucesión al
primer hijo varón. En el pensamiento de los francos, el derecho a la sucesión
correspondía a la totalidad de la estirpe regia. Es interesante recordar que
el latín de la época no conocía palabra alguna para expresar la idea moder-
na y también medieval de «príncipe» reservada para hijos y hermanos del

41 W. Schlesinger, «Kaisertum und Reichsteilung. Zur Divisio regnorum von 806», en idem, Beiträ-
ge zur deutschen Verfassungsgeschichte des Mittelalters I, Göttingen, 1963, pp. 193-232; P. Classen,
«Karl der Große und die Thronfolge im Frankenreich», en Festschrift Hermann Heimpel, Göt-
tingen, 1972, pp. 109-134; D. Hägermann, «Reichseinheit und Reichsteilung. Bemerkungen
zur Divisio regnorum von 806 und zur Ordinatio imperii von 817», Historisches Jahrbuch, 95, 1975,
pp. 278-307; W. Giese, «Die designativen Nachfolgeregelungen der Karolinger 714-979», Deut-
sches Archiv, 64, 2008, pp. 437-511; S. Kaschke, «Tradition und Adaption. Die Divisio regnorum
und die fränkische Herrschaftsnachfolge», en B. Kasten (ed.), Herrscher- und Fürstentestamente
im westeuropäische Mittelalter, Colonia, 2008, pp. 259-289; G. Tellenbach, «Die geistigen und
politischen Grundlagen der karolingischen Thronfolge. Zugleich eine Studie über kollektive
Willensbildung und kollektives Handeln im neunten Jahrhundert», Frühmittelalterliche Studi-
en, 13, 1979, pp. 184-302.
42 F.-R. Erkens, «Divisio legitima und unitas imperii. Teilungspraxis und Einheitsstreben bei der
Thronfolge im Frankenreich», Deutsches Archiv, 52, 1996, pp. 423-485.

XLIII SEMANA DE ESTUDIOS MEDIEVALES. 2016 | El acceso al trono: concepción y ritualización


50 | Wolfram Drews

rey. Puesto que no existía ningún término para el «príncipe», cada miembro
masculino de la dinastía pudo llamarse rey, aunque no gobernara necesaria-
mente. En consecuencia, cada hijo del rey podía reclamar parte de la heren-
cia junto con el título de rey y el derecho de gobernar parte del territorio.
Las condiciones concretas de cada caso de partición debían negociarse de
nuevo cada vez, en función de las fuerzas relativas de los pretendientes. Las
estipulaciones de la Divisio regnorum de 806 están de acuerdo con la antigua
tradición franca, reconociendo el derecho de sucesión a cada miembro va-
rón de la estirpe regia.
Puesto que tanto Carlos como Pipino murieron al cabo de pocos años,
Luis quedó como heredero único, tanto del reino franco como del imperio.
En 813, un año antes de su muerte, Carlomagno lo coronó emperador en
la iglesia palatina de Aquisgrán. Pocos años después de subir al trono, en
817, Luis decretó la famosa Ordinatio imperii que ha llamado mucho la aten-
ción de los investigadores, especialmente alemanes43. La razón por la que
el emperador tomó la decisión de arreglar la sucesión, en un momento tan
temprano de su gobierno, fue un accidente ocurrido en Aquisgrán en el que
pudo perecer. En ese momento, el emperador tenía tres hijos. El mayor,
Lotario, debía sucederle en la dignidad imperial, recibiendo los territorios
centrales que incluían Aquisgrán e Italia. Los otros hijos, Pipino y Luis, re-
cibieron la Galia con Aquitania y la Germania con Baviera, con la dignidad
de reyes.
La mayoría de los historiadores anteriores opinaba que Luis quería man-
tener la unidad de su imperio, reservando la dignidad imperial a su hijo ma-
yor, de acuerdo con el llamado «partido de la unidad imperial»44. Tal partido
habría estado formado principalmente por eclesiásticos que querían preser-
var la unidad, en concordancia con la unidad de la Iglesia como corpus Chris-
ti mysticum y en alusión al Dios único del cristianismo. Según esta hipótesis,
el partido unitario habría trasladado conceptos teológicos al ámbito político,
socavando la ideología tradicional, según la cual cada hijo de un monarca
difunto debía de recibir una parte de la herencia, lo que habría equivalido
a la repartición del imperio. La tesis se basa en la dependencia del empera-
dor respecto a consejeros eclesiásticos como San Benito de Aniano. Inves-

43 Th. Bauer, «Die Ordinatio imperii von 817, der Vertrag von Verdun 843 und die Herausbildung
Lotharingiens», en Rheinische Vierteljahresblätter, 58, 1994, pp. 1-24; E. Boshof, «Einheitsidee
und Teilungsprinzip in der Regierungszeit Ludwigs des Frommen», en P. Godman y R. Col-
lins (eds.), Charlemagne’s Heir..., op. cit., pp. 161-189.
44 S. Patzold, «Eine loyale “Palastrebellion” der “Reichseinheitspartei”? Zur Divisio imperii von
817 und zu den Ursachen des Aufstands gegen Ludwig den Frommen im Jahre 830», Frühmit-
telalterliche Studien, 40, 2006, pp. 43-77.

XLIII SEMANA DE ESTUDIOS MEDIEVALES. 2016 | El acceso al trono: concepción y ritualización


Ideología y acceso al trono en época carolingia | 51

tigadores como Dieter Hägermann sostuvieron que la marcada influencia


eclesiástica había arruinado las bases tradicionales de la monarquía franca,
cuyas normas decretaban que el reino debió repartirse entre todos los hijos
del monarca difunto45. La influencia exagerada de eclesiásticos habría des-
truido el consenso tanto de los miembros de la familia reinante como de sus
seguidores. Otros investigadores tomaron una posición más moderada, pero
todos subrayaron una marcada diferencia entre la Divisio regnorum de 806 y
la Ordinatio imperii de 81746.
Más recientemente, la Ordinatio ha sido objeto de nuevas interpretacio-
nes que parten del hecho de que el famoso decreto es conocido a través de
un solo manuscrito (a diferencia de la Divisio regnorum). Además, el título es
moderno, pues el único manuscrito llama a la decisión precisamente divisio,
repartición. Es difícil mantener que el «partido de la unidad imperial», su-
puestamente responsable de una interpretación teológica unitaria del ámbi-
to político, utilizara el término divisio para un convenio destinado a asegurar
la unidad del reino. Especialmente Steffen Patzold ha mantenido que el tex-
to de la llamada ordinatio ha sido malinterpretado por otros investigadores
anteriores: en vez de hablar del mantenimiento de la unidad del imperio, el
texto habla del mantenimiento de la concordia47. Según Patzold, el objeto
del documento de 817 era reservar la dignidad imperial para el hijo mayor,
Lotario, pero no asegurar la unidad del reino.

3.4. La crisis del imperio carolingio

Los carolingios habían adquirido su prestigio por ser rectores y gober-


nantes eficaces del reino, por su actuación (performance). Cuando dejaron
de ser reyes fuertes capaces de defender su reino, perdieron su prestigio,
y los gobernados dejaron de creer en el carisma especial de la dinastía. En
el ámbito político, los problemas más graves eran las luchas de los hijos de
Ludovico Pío, tanto entre ellos como contra su padre, y las invasiones vi-
kingas. En el ámbito religioso, estos conflictos tuvieron graves consecuen-
cias: el emperador tuvo que humillarse públicamente. La estrecha alianza
entre la dinastía y la Iglesia causó problemas en el momento en que ciertos
eclesiásticos criticaron al emperador por no seguir sus consejos. Mientras

45 D. Hägermann, «Reichseinheit und Reichsteilung...», op. cit., pp. 278-307.


46 F. L. Ganshof, «Some Observations on the Ordinatio Imperii of 817», en idem, The Carolingian
and the Frankish Monarchy. Studies in Carolingian History, Londres, 1971, pp. 273-288.
47 S. Patzold, «Eine loyale “Palastrebellion” der...», op. cit., pp. 43-77.

XLIII SEMANA DE ESTUDIOS MEDIEVALES. 2016 | El acceso al trono: concepción y ritualización


52 | Wolfram Drews

el emperador Luis pasó por alto las censuras del arzobispo Agobardo de
Lyon, el rey Lotario II, su nieto, no pudo hacer lo mismo cuando trató de
divorciarse de su esposa, que no podía tener hijos, para casarse con otra
mujer. Tanto los eclesiásticos francos como el papa Nicolás I rechazaron
rotundamente todas las propuestas del rey, y en consecuencia se extinguió
su línea.
La Iglesia había sido una fuente incomparable de carisma religioso, pero
reyes menos fuertes que Carlomagno podían encontrarse en situaciones de
dependencia frente a instituciones eclesiásticas. Es probable que el mismo
Carlomagno sintiera esa dependencia cuando el papa León III le impuso
la corona imperial: el historiador Eginardo, que escribió bajo el emperador
Luis, algunas décadas más tarde, relata que Carlomagno declaró que no
habría entrado en la iglesia de San Pedro para oír misa el día de Navidad
si hubiese sabido que el papa lo coronaría emperador. Los historiadores
han discutido mucho sobre esta frase48. Es improbable que Carlomagno no
supiera nada de los planes que se preparaban para restaurar el imperio occi-
dental. El papa le había visitado en Paderborn un año antes. Emisarios fran-
cos habían acompañado al papa cuando regresó a Roma para enfrentarse a
sus críticos, que habían instigado un atentado contra él (lo que había sido la
causa de su huida a la corte franca). Los emisarios francos habían presidido
el proceso contra el papa al final del cual León III se purgó mediante un
juramento de purificación. Por eso, es probable que tanto el papa como el
rey estuvieran informados de los planes imperiales que se preparaban desde
hacía bastante tiempo.
Por otra parte, Carlomagno había actuado como si fuera emperador ya
antes, por ejemplo cuando convocó el Concilio de Frankfurt de 794 que
reunió a participantes de varios reinos europeos. Carlomagno no había re-
conocido como concilio ecuménico al II Concilio de Nicea de 787, convo-
cado por los emperadores bizantinos Irene y Constantino VI; el Sínodo de
Frankfurt fue concebido expresamente como una alternativa ecuménica al
concilio oriental49. Tradicionalmente, solamente el emperador tenía derecho
a convocar un concilio ecuménico, y el hecho de que Carlomagno convo-
case tal concilio es una indicación clara de que él aspiraba a ser reconoci-

48 M. Becher, «Die Kaiserkrönung im Jahr 800. Eine Streitfrage zwischen Karl dem Großen und
Papst Leo III», Rheinische Vierteljahresblätter, 66, 2002, pp. 1-38.
49 A. Angenendt, «Karl der Große als rex et sacerdos», en R. Berndt (ed.), Das Frankfurter Konzil
von 794, Mainz, 1997, i, pp. 255-278; H. Nagel, Karl der Große und die theologischen Herausforde-
rungen seiner Zeit. Zur Wechselwirkung von Theologie und Politik im Zeitalter des großen Frankenherr-
scher», Frankfurt/M., 1998.

XLIII SEMANA DE ESTUDIOS MEDIEVALES. 2016 | El acceso al trono: concepción y ritualización


Ideología y acceso al trono en época carolingia | 53

do como emperador. Consecuentemente, el concilio sentenció a heréticos


como Félix de Urgel y condenó a los emperadores bizantinos por haber
favorecido el culto de las imágenes. Está claro que Carlomagno quería ser
emperador.
Por eso, la famosa frase de Eginardo no se refiere al hecho de la ad-
quisición de la dignidad imperial por Carlomagno; lo que no le gustó fue
la fórmula a través de la que el rey franco se convirtió en emperador: la
aclamación de los romanos, elemento constitutivo según el ritual bizanti-
no, fue acompañada por un acto del papa, que impuso la corona al nuevo
emperador. Probablemente, Carlomagno desaprobó la intervención activa
del papa. En este sentido, es interesante que la segunda coronación impe-
rial de época carolingia se efectuase sin intervención papal alguna: en 813
Carlomagno preguntó a los magnates francos si les gustaría que Luis, único
superviviente de sus hijos, fuera emperador; es decir, Carlomagno tomó en
cuenta el consenso de los gobernados al designar a su hijo heredero para
ser emperador a su lado. No consta que Carlomagno preguntase también al
papa. En consecuencia, Carlomagno mismo coronó a su hijo, siguiendo el
modelo bizantino de la coronación del co-emperador por parte del empe-
rador principal.
También la designación del tercer emperador carolingio, Lotario, por
medio de la llamada Ordinatio imperii, se efectuó sin intervención papal. Pa-
rece que los reyes carolingios fuertes querían liberarse un tanto de la depen-
dencia del papado. Sin embargo, solamente lograron tal propósito mientras
fueron capaces de mantener su autoridad indubitada. En la medida en que
aumentaban los conflictos dentro de la dinastía reinante, los miembros de
la casa dependían cada vez más del apoyo eclesiástico, tanto de los obispos
francos como del papa. La iglesia seguía siendo una fuente importante de
legitimidad para los carolingios, pero se convirtió también en fuente de crí-
ticas eclesiásticas de la conducta y de la política de los carolingios tardíos.
Como se ha indicado antes, otro problema de los carolingios tardíos fue
la designación de sus sucesores50. En la época de la monarquía fuerte, los
reyes habían designado a sus sucesores solamente en momentos de enferme-
dad o de muerte inminente. En tales momentos, los magnates cuyo consen-
so era necesario estaban preparados para aceptar a un heredero nombrado
porque temían una situación de inestabilidad después de la muerte del rey

50 W. Giese, «Die designativen Nachfolgeregelungen...», op. cit., pp. 437-511; J. Fried, «Elite und
Ideologie oder die Nachfolgeordnung Karls des Großen vom Jahre 813», en R. Le Jan (ed.),
La royauté et les élites dans l’Europe carolingienne (du début du ix e siècle aux environs de 920), Ville-
neuve d’Ascq, 1998, pp. 70-109.

XLIII SEMANA DE ESTUDIOS MEDIEVALES. 2016 | El acceso al trono: concepción y ritualización


54 | Wolfram Drews

actual. Bajo los carolingios tardíos estas designaciones ya no se efectuaban.


En esas condiciones, pudo producirse en 879 un reinado doble como el de
Luis III y Carlomán.
El peligro exterior de los vikingos fue tan grave que en 885 los magna-
tes de la Francia occidental eligieron como nuevo rey al rey de la Francia
oriental, Carlos III el Gordo, a pesar de que vivía un hermano menor de los
difuntos reyes occidentales. A la muerte de Carlos III, los magnates eligie-
ron por primera vez a un aristócrata no perteneciente a la casa carolingia, al
conde Odón de París, miembro de la dinastía robertiana más tarde llamada
casa de los Capetos. La preferencia por un aristócrata fuerte es una indi-
cación clara de que los carolingios habían perdido todo prestigio; el único
heredero carolingio debió esperar varios años antes de poder subir al trono.
Durante el siglo décimo, la sucesión de los carolingios se interrumpió varias
veces a favor de reyes no carolingios, pertenecientes a la casa de los reyes de
Borgoña o a los robertianos, que finalmente reemplazaron a los carolingios
en 987 cuando Hugo Capeto subió al trono, fundando la nueva dinastía de
los Capetos que duró hasta el siglo xix51.
La Iglesia como fuente principal del prestigio cristiano legitimando la
monarquía pudo conferir sus bendiciones a cualquier gobernante efectivo
que prometiera vencer a los enemigos y servir a los intereses de los magna-
tes eclesiásticos y laicos52. El carisma cristiano no pertenecía exclusivamente
a una estirpe regia específica, aunque en el principio de la dinastía los papas
habían hecho hincapié en reservar tal derecho solo a los descendientes del
rey Pipino. En las décadas y durante los siglos siguientes se formuló una éti-
ca y un programa de reinado cristiano que podía realizarse bajo el dominio
de cualquier dinastía, sin tener en cuenta su extracción genealógica. Lo que
importaba a la Iglesia no era la familia o la descendencia, sino la actuación
de los reyes como gobernantes cristianos que siguieran las normas estableci-
das por los obispos. En último extremo, cualquier rey que gobernase con el
consenso de los magnates eclesiásticos y laicos podía desempeñar el oficio
de rey cristiano, y los obispos le podían administrar la unción y todos los
rituales necesarios para conferir el carisma necesario para ser aceptado por
los gobernados. Efectivamente, las condiciones en las cuales los carolingios
subieron al trono aseguraron su poder con ayuda de la Iglesia, pero las mis-

51 B. Schneidmüller, Karolingische Tradition und frühes französisches Königtum. Untersuchungen zur


Herrschaftslegitimation der westfränkisch-französischen Monarchie im 10. Jahrhundert, Wiesbaden,
1979.
52 W. Drews et al., Monarchische Herrschaftsformen der Vormoderne in transkultureller Perspektive, Ber-
lin, 2015, pp. 215-225.

XLIII SEMANA DE ESTUDIOS MEDIEVALES. 2016 | El acceso al trono: concepción y ritualización


Ideología y acceso al trono en época carolingia | 55

mas condiciones podían convertir a los reyes en agentes de la Iglesia. Car-


lomagno mismo lo había sentido al expresar su desafección respecto a las
condiciones de su coronación imperial.

4. Rupturas, tradiciones y recuerdos de los carolingios

Los carolingios también perdieron su carisma especial en el reino franco


oriental. El último rey carolingio murió en 91153. Destaca el hecho de que
entonces los magnates no eligieron a ningún miembro de los carolingios oc-
cidentales; parece que la dinastía había perdido todo su prestigio; los francos
orientales ya no creían en su carisma, puesto que los miembros de la dinastía
no eran capaces de desempeñar sus funciones de acuerdo con las expecta-
tivas de los gobernados. Por lo tanto, los magnates eligieron al duque de
los francos orientales, Conrado, como rey en 91154. Cuando murió en 919,
eligieron al duque de los sajones, que subió al trono como Enrique I.
Enrique no descendía de los carolingios, ni pertenecía al pueblo de los
francos, y tampoco recibió unción eclesiástica alguna. Enrique sabía que,
como mero miembro de la aristocracia, solamente podía gobernar con el
consenso de los otros aristócratas y de los duques en especial; por eso se
cuidó mucho de alzarse por encima de sus colegas aristócratas, reinando me-
ramente como primus inter pares. Para reforzar los lazos entre la aristocracia,
los establecimientos eclesiásticos y los miembros de la nueva dinastía real,
Enrique gobernó con la ayuda de alianzas, llamadas pacta y amicitiae, basa-
das en el modelo de fraternidades monásticas que habían incluido también
a laicos desde el primer período carolingio55. La nueva monarquía de los lu-
dolfingos u otónidas se basaba principalmente en el apoyo de la aristocracia,
no en una fuente eclesiástica jerárquica.
Por otra parte, Enrique mostró sus capacidades de gobernar al vencer a
los húngaros y al establecer un nuevo régimen hereditario: decretó que, a
pesar de que tenía a varios hijos, solo Otón debía suceder al trono. Contra-
riamente a lo que se habría podido sospechar, la primogenitura fue por fin
aceptada, primero en el ámbito de la monarquía, más tarde, en el siglo xiv,
también para los príncipes electores, y durante la baja edad media y la pri-
mera edad moderna, en la mayoría de los otros principados alemanes.

53 K. Herbers, B. Vogel (eds.), Ludwig das Kind (900-911), Forchheim, 2002.


54 H.-W. Goetz, S. Elling (eds.), Konrad I. - Auf dem Weg zum Deutschen Reich?, Bochum, 2006.
55 G. Althoff, «Amicitiae» und «Pacta». Bündnis, Einung, Politik und Gebetsgedenken im beginnenden
10. Jahrhundert, Hannover 1992.

XLIII SEMANA DE ESTUDIOS MEDIEVALES. 2016 | El acceso al trono: concepción y ritualización


56 | Wolfram Drews

Los otónidas mostraron sus capacidades para gobernar, lo que les confi-
rió un marcado prestigio, sin ingerencia eclesiástica alguna. Durante el siglo
décimo, varias princesas de la nueva dinastía se casaron con miembros de
los carolingios occidentales y también de los robertianos, antecesores de
los Capetos, lo que muestra que la nueva dinastía oriental había adquirido
bastante prestigio como para ser aceptada por los últimos descendientes de
Carlomagno. Finalmente, en los años 50 y 60 del siglo décimo, en el monas-
terio de San Albano de Maguncia se redactó el Pontificale Romano-Germani-
cum, conteniendo el ritual para la consagración, unción y coronación de los
monarcas alemanes de la edad media56. El ritual se basa en el modelo esta-
blecido por los primeros carolingios al aliarse con el papado. Desde el siglo
décimo, los arzobispos conferían a los reyes un carisma religioso basado en
el modelo bíblico y carolingio. El reino se convirtió en una especie de oficio
eclesiástico, en que reino e Iglesia formaban una sola entidad57.
El problema de la legitimidad se resolvió por medio de la codificación del
ritual eclesiástico en el ordo de Maguncia. Desde Otón I, hijo de Enrique I,
la coronación se celebraba en la iglesia carolingia de Aquisgrán, usando el
llamado «trono de Carlomagno»58. Desde el siglo xi, el derecho de coronar
al nuevo rey pertenecía al arzobispo de Colonia como metropolitano de la
iglesia de Aquisgrán. Todos estos elementos se remontaban a la época caro-
lingia; los carolingios seguían siendo una de las fuentes de la autoridad y del
prestigio de la monarquía alemana altomedieval y posterior.
Los reyes de Francia, sucesores de los carolingios occidentales, no esta-
ban en posesión de importantes lugares asociados a la monarquía carolingia.
Por este motivo, y también porque habían reemplazado a los últimos caro-
lingios en 987 (cuando todavía vivía un último miembro de la dinastía, Car-
los de Baja Lorena, que no subió al trono a pesar de pertenecer a la dinastía
establecida), los Capetos no basaron su legitimidad en símbolos de claro ori-
gen carolingio59. Los Capetos recurrieron más bien a los merovingios, usan-

56 C. Vogel, R. Elze (eds.), Le Pontifical romano-germanique du x e siècle (i-iii), Città del Vaticano,
1963-1972.
57 Para el alto período carolingio vid. M. de Jong, «Charlemagne’s Church», en J. Story (ed.),
Charlemagne..., op. cit., pp. 103-135; idem., «Ecclesia and the Early Medieval Polity», en S. Airl-
ie, W. Pohl y H. Reimitz (eds.), Staat im frühen Mittelalter, op. cit., pp. 113-132.
58 H. Keller, «Widukinds Bericht über die Aachener Wahl und Krönung Ottos I», en Frühmittel-
alterliche Studien, 29, 1995, pp. 390-453; P. E. Schramm, «Ottos I. Königskrönung in Aachen
(936). Die Vorakte und die Einzelvorgänge im Rahmen der deutschen Geschichte», en idem,
Kaiser, Könige und Päpste. Gesammelte Aufsätze zur Geschichte des Mittelalters. III: Vom 10. bis zum
13. Jahrhundert, Stuttgart, 1969, pp. 33-58.
59 J. Ehlers, «Karolingische Tradition und frühes Nationalbewußtsein in Frankreich», Francia, 4,
1976, pp. 213-235.

XLIII SEMANA DE ESTUDIOS MEDIEVALES. 2016 | El acceso al trono: concepción y ritualización


Ideología y acceso al trono en época carolingia | 57

do nombres de origen merovingio como Luis, recibiendo la corona en la


ciudad de Reims donde Clodoveo había sido bautizado, ungiéndose con el
óleo santo supuestamente enviado del cielo con ocasión de ese bautismo, y
utilizando la abadía de Saint Denis como lugar de sepultura, a la manera de
la dinastía merovingia60. La religion royale francesa, establecida en el siglo xii,
se basó principalmente en elementos tomados del período merovingio.
Por otra parte, los Capetos pretendían que la sucesión real se había pro-
ducido según la tradición franca de una manera ininterrumpida: Se usaban
los ordines carolingios para celebrar la entronización del monarca, y la canci-
llería real continuó usando fórmulas tradicionales carolingias y confirmando
diplomas carolingios61. Por fin, cuando el rey Felipe II Augusto se casó en
1180 con Isabel de Hainaut, descendiente de Carlomagno, los panegiristas
regios inventaron el mito genealógico del reditus regni Francorum ad stirpem
Karoli62, uniendo la nueva dinastía con sus antecesores. Desde el siglo xiii,
también el nombre Carlos reapareció en la dinastía real francesa.
Tanto en Alemania como en Francia, la monarquía del medioevo central
usó elementos de origen carolingio para establecer y mantener su legitimi-
dad; formaban parte del arsenal simbólico tradiciones y libros litúrgicos que
contenían elementos derivados de la alianza de los carolingios con el papa-
do63, lugares carismáticos y reliquias como el trono de Aquisgrán, la llamada
«Bolsa de San Esteban» y el Evangeliario Imperial, procedentes de la época
carolingia y conservados en la iglesia de Aquisgrán hasta 1794. De esta ma-
nera, tanto en Francia como en Alemania la monarquía recurría a elementos
carismáticos carolingios para aumentar su legitimidad; la gente que formaba
parte de las élites seguía creyendo en la fuerza religiosa de tales elementos
que establecían algún lazo invisible con el ámbito trascendente. Monarcas
medievales que lograron asociarse con estos terrenos trascendentales podían
aumentar su propio prestigio, su capital simbólico, lo cual podían en su día
transformar en capital político y social.

60 W. Drews et al., Monarchische Herrschaftsformen..., op. cit., pp. 269 y ss.


61 B. Schneidmüller, Karolingische Tradition..., op. cit., pp. 116 y 175.
62 K. F. Werner, «Die Legitimität der Kapetinger und die Entstehung des Reditus regni Francorum
ad stirpem Karoli», Die Welt als Geschichte, 12, 1952, pp. 203-225; repr: idem, Structures politiques
du monde France (vi e-xii e siècles). Etudes sur les origines de la France et de l’Allemagne, Londres,
1979, pp. 203-225.
63 C. Vogel, «Les échanges liturgiques entre Rome et les pays francs jusqu’à l’époque de Char-
lemagne», en Le chiese nei regni..., op. cit., pp. 185-295; idem, «Les motifs de la romanisation
du culte sous Pépin le Bref (751-768) et Charlemagne (774-814)», en Culto Cristiano. Politica
imperiale carolingia, Todi, 1979, pp. 13-41; idem, «La réforme liturgique sous Charlemagne»,
en B. Bischoff (ed.), Das geistige Leben (Karl der Große. Lebenswerk und Nachleben 2), Düsseldorf,
1965, pp. 217-232.

XLIII SEMANA DE ESTUDIOS MEDIEVALES. 2016 | El acceso al trono: concepción y ritualización


58 | Wolfram Drews

Aparte del problema de la legitimidad, el recurso de monarcas medieva-


les a la época carolingia podía también contribuir a resolver el problema de
la hegemonía política y de la integración territorial del reino. En la Francia
oriental (es decir, en Alemania), Aquisgrán se convirtió en el único lugar
donde debió realizarse el ritual de la entronización del monarca. El trono de
Carlomagno servía de sedes regni, y parte de las insignias reales se asociaban
con el primer emperador carolingio. De esta manera, la sucesión al tro-
no se efectuaba con símbolos de claro origen carolingio. Carlomagno y su
tumba seguían siendo puntos de referencia de los monarcas para aumentar
la legitimidad de su gobierno: en el año 1000, Otón III visitó la tumba de
Carlomagno; encontró al emperador difunto sentado; Otón hizo restablecer
el orden en la tumba, en todo caso llevándose un diente del predecesor64.
Sin embargo, Otón III fue el único monarca medieval que se hizo sepultar
en la iglesia palatina de Aquisgrán. En el siglo xii, el emperador Federico I
Barbarroja hizo fabricar un relicario grandioso para las reliquias de Carlo-
magno, después de ordenar la canonización de su antecesor por el antipapa
que el mismo había creado. Su nieto Federico II, que había venido de Sicilia
al Imperio en 1215 para subir al trono de sus antepasados, cerró simbólica-
mente este relicario recientemente finalizado, prometiendo en esta ocasión
que emprendería la cruzada, según los ejemplos tanto de su abuelo como el
(meramente imaginario y ahistórico) de Carlomagno.
En el siglo xiv, el emperador Carlos IV de Luxemburgo hizo fabricar
más relicarios, como un busto de Carlomagno. Es interesante que, a princi-
pios de su reinado, Carlos de Luxemburgo fuera simplemente el anti-rey de
Luis IV de Baviera; Carlos no podía realizar su coronación en Aquisgrán, y
por eso se hizo coronar en la colegiata de Bonn. Precisamente por esta razón
fue importante más tarde establecer su legitimidad, repitiendo la coronación
en el lugar correcto y carolingio de Aquisgrán, e incrementando el tesoro
imperial que se remontaba precisamente a la época carolingia65. Además
Carlos IV hizo construir el famoso castillo de Karlstein en su tierra natal
de Bohemia para honrar la memoria tanto de Carlomagno como la suya.
La figura, la idea y la memoria de Carlomagno seguían siendo punto de

64 K. Görich, «Otto III. öffnet das Karlsgrab in Aachen. Überlegungen zu Heiligenverehrung,


Heiligsprechung und Traditionsbildung», en G. Althoff y E. Schubert (eds.), Herrschaftsreprä-
sentation im ottonischen Sachsen, Sigmaringen, 1998, pp. 381-430.
65 Z. Opacic, «Karolus Magnus and Karolus Quartus. Imperial Role Models in Ingelheim,
Aachen and Prague», en U. Engel (ed.), Mainz and the Middle Rhine Valley. Medieval Art, Archi-
tecture and Archaeology, Leeds, 2007, pp. 221-246; Th. J. Kraus, «Karl IV. und Aachen. Von der
Konfrontation zur Kooperation», en V. Blazek y W. Gugat (eds.), Aachen und Prag. Krönungs-
städte Europas, Praga, 2006, ii, pp. 109-113.

XLIII SEMANA DE ESTUDIOS MEDIEVALES. 2016 | El acceso al trono: concepción y ritualización


Ideología y acceso al trono en época carolingia | 59

referencia importante para la legitimidad monárquica imperial alemana. En


1514, Albrecht Dürer y su taller pintaron una imagen doble de Carlomagno
y del emperador Segismundo, hijo de Carlos IV y último monarca de la
Casa de Luxemburgo.
Ya en el siglo xiii, el canónigo Alexander von Roes de Colonia había
alabado a Carlomagno por haber gobernado también a los franceses, a pesar
de ser –desde su perspectiva– alemán66. Para intelectuales y propagandistas
alemanes, Carlomagno fue el fundador de la dignidad imperial medieval
alemana, que aseguraba, otra vez desde su perspectiva, la preeminencia de
Alemania entre las naciones y monarquías europeas. Cada rey alemán que
subió al trono de Carlomagno en Aquisgrán se convirtió al mismo tiempo en
pretendiente a la dignidad imperial que debería garantizar –tras recibir del
papa la corona en Roma– la supremacía alemana en Europa.
También los reyes franceses conservaban la memoria de Carlomagno.
El futuro rey Luis VIII fue educado usando un manual de príncipe llama-
do Karolinus67. Como se ha indicado antes, los reyes franceses reclamaban
su descendencia de Carlomagno desde el siglo xii: mientras desde la pers-
pectiva alemana Carlomagno había fundado la institución, el imperio con
sus insignias particulares, en la óptica francesa había fundado la dinastía
contemporánea, los Capetos. Símbolos de la monarquía francesa como la
Oriflamme, considerada como la bandera de Carlomagno o de Rolando, se
guardaban en la abadía real de Saint Denis. En el siglo xiii, el rey Luis IX
el Santo reorganizó el orden de las tumbas reales en Saint Denis, poniendo
las tumbas de Felipe II y de Luis VIII en el eje central. Como consecuencia
de ello, los dos reyes asociados con el reditus regni Francorum ad stirpem Karoli
se presentaban en adelante precisamente en el centro, entre las tumbas de
los merovingios y carolingios colocadas en un lado y las de los robertianos y
Capetos puestas en el otro68. La religion royale francesa no se fundamentó solo
en elementos merovingios asociados con Reims, sino también en un nuevo
mito carolingio, inventado en el siglo xii.
Tanto en Francia como en Alemania, los reyes que ascendían al trono
aumentaban su prestigio refiriéndose a modelos y símbolos del período ca-
rolingio. La autoridad de Carlomagno, considerado erróneamente como el

66 A. Pasquetti, «Papato, impero e università negli scritti di Alessandro di Roes (1281-1288)»,


Rivista di storia della chiesa in Italia, 65, 2011, pp. 405-469.
67 B. Schneidmüller, «Karl der Große im Langzeitgebrauch. Wie sich das alte Europa ein Vor-
bild schuf», en Kaiser und Kalifen. Karl der Große und die Mächte am Mittelmeer um 800, Berlin,
Stiftung Deutsches Historisches Museum, 2014, p. 314.
68 Ibid., p. 317.

XLIII SEMANA DE ESTUDIOS MEDIEVALES. 2016 | El acceso al trono: concepción y ritualización


60 | Wolfram Drews

primer cruzado y como modelo inigualado de monarca cristiano, aumenta-


ba el prestigio de cado nuevo monarca medieval. La fama de Carlomagno
se divulgaba por medio de textos vernáculos, vitrales y relicarios69. Podemos
identificar tales prácticas como la referencia directa a la tradición, real o
inventada, carolingia70. La referencia indirecta es más sutil, pero fue más
duradera: hasta la época moderna, los monarcas europeos seguían usando
rituales creados en época carolingia, fundados en modelos bíblicos. El ritual
cristiano de la unción es una re-invención carolingia, que imita un modelo
judío, por supuesto. También fue precisamente durante la época carolingia
cuando reyes europeos empezaron a usar coronas71. La descripción y codifi-
cación de rituales de entronización en ordines eclesiásticos es básicamente un
resumen de rituales carolingios que se han usado hasta la época moderna, en
Inglaterra hasta nuestros días.
Aparte del ritual, debemos resaltar también un elemento importante de
pensamiento político que se trasmitió en época carolingia, aunque era de
origen merovingio: el consenso entre el monarca y los gobernados, resal-
tado ya en la fuente principal de 751 y reafirmado repetidas veces en el
momento de importantes decisiones del tiempo de Carlomagno, como du-
rante la aclamación imperial, en la Divisio regnorum y en la Ordinatio o divisio
imperii como en la coronación imperial de su hijo. Al ejemplo de los carolin-
gios, un buen gobernante cristiano de Europa occidental medieval tenía el
deber de consultar a sus súbditos y preguntarles su opinión antes de tomar
importantes decisiones.

5. Conclusión

Como hemos visto, el tema de la ideología en torno a la sucesión al tro-


no carolingio abarca varios problemas relacionados. He subrayado dos de
ellos: la legitimación del rey y la repartición de la herencia. El primer aspec-
to siguió siendo un punto importante durante la Edad Media y, en menor
medida, también durante la primera Edad Moderna. El segundo aspecto,
la repartición de la herencia, perdió su importancia cuando el régimen de

69 F.-R. Erkens (ed.), Karl der Große und das Erbe der Kulturen. Akten des 8. Symposiums des Mediävi-
stenverbandes, Leipzig 15.-18. März 1999, Berlin, 2001.
70 K. Herbers (ed.), Jakobus und Karl der Große. Von Einhards Karlsvita zum Pseudo-Turpin, Tübin-
gen, 2003.
71 C. Brühl, «Kronen- und Krönungsbrauch im Frühen und Hohen Mittelalter», Historische Zeit-
schrift, 234, 1982, pp. 1-31.

XLIII SEMANA DE ESTUDIOS MEDIEVALES. 2016 | El acceso al trono: concepción y ritualización


Ideología y acceso al trono en época carolingia | 61

primogenitura quedó establecido de forma permanente. Sin embargo, Car-


lomagno siguió siendo punto de referencia de las monarquías francesa y
alemana hasta el tiempo de la Revolución francesa. En Alemania, fue con-
siderado fundador del imperio romano occidental; en Francia, se consideró
fundador de la dinastía reinante.
Desde el siglo xvi, los reyes alemanes ya no viajaron a Roma para reci-
bir la corona imperial del papa; se contentaron con llamarse emperadores
elegidos, equiparando la elección real y la designación imperial. Tampo-
co viajaban a Aquisgrán; se coronaron en Frankfurt, lugar tradicional de la
elección del monarca. En tales ocasiones, los símbolos de la realeza alemana
se trasladaban desde Aquisgrán a Frankfurt. De esta manera, la sucesión al
trono tanto real como imperial se efectuaba en Frankfurt, en la colegiata de
San Bartolomé, el llamado Kaiserdom72. Un detalle curioso nos indica la con-
tinua memoria de Carlomagno en esta iglesia hasta nuestros días: alrededor
del día de San Carlomagno, el 28 de enero de cada año, se celebra un rito
solemne en memoria del santo emperador, considerado como fundador del
imperio medieval, que incluye el canto de un himno especial, la Sequentia
Sancti Karoli73. En su origen, el himno se relacionó con la ciudad de Aquis-
grán, y por eso comienza:

Urbs Aquensis, urbs regalis,


regni sedes principalis,
prima regum curia.

En la Edad Moderna, el imperio ya no tenía su centro simbólico en


Aquisgrán, sino en la ciudad libre de Frankfurt, lugar donde Carlomagno
había convocado el concilio casi ecuménico de 794 y donde había nacido su
nieto menor, el futuro Carlos el Calvo, en 823. Desde el traslado de las co-
ronaciones de Aquisgrán a Frankfurt, el himno se adaptó también al nuevo
centro simbólico del reino, con el texto siguiente: Francfordensis urbs regalis,

72 B. Schneidmüller, «Sehnsucht nach Karl dem Großen. Vom Nutzen eines toten Kaisers für
die Nachgeborenen», Geschichte in Wissenschaft und Unterricht, 51, 2000, pp. 284-299.
73 E. Eisenlohr, «Die älteste Niederschrift der Sequenz Urbs Aquensis urbs regalis im letzten Viertel
des 12. Jahrhunderts und ihre mögliche Verbindung zum Karlskult Barbarossas», Zeitschrift des
Aachener Geschichtsvereins, 96, 1989, pp. 35-67; M. McGrade, «O rex mundi triumphator. Hohen-
staufen Politics in a Sequence for Saint Charlemagne», Early Music History. Studies in Medieval
and Early Modern Music, 17, 1998, 183-219; B. J. Lermen, «Urbs Aquensis, urbs regalis... Versuch
einer Deutung der Karlssequenz», en H. Müllejans (ed.), Karl der Große und sein Schrein in
Aachen, Aachen, 1988, pp. 167-186.

XLIII SEMANA DE ESTUDIOS MEDIEVALES. 2016 | El acceso al trono: concepción y ritualización


62 | Wolfram Drews

regni sedes principalis. Hoy en día, se sigue cantando el himno alrededor del
28 de enero en Frankfurt y en Aquisgrán.
Por otra parte, en Aquisgrán, lugar de residencia, muerte y entierro de
Carlomagno, el himno se usa también en otra ocasión: desde 1950, se suele
cantar el himno cada año con motivo de la entrega del Premio Internacio-
nal Carlomagno (Internationaler Karlspreis der Stadt Aachen). De esta manera,
elementos y recuerdos del ritual carolingio han pasado no solamente al cere-
monial monárquico que continúa siendo usado en Inglaterra hasta nuestros
días, sino también al ritual marcadamente republicano y ciudadano de la
ciudad moderna de Aquisgrán, que se considera a sí misma como centro de
la idea europea contemporánea, superando las divisiones anteriores que se
remontaban a los días de los carolingios tardíos. Ya durante la segunda gue-
rra mundial, los alemanes habían hecho fabricar en la manufactura de por-
celana de Sèvres un plato alabando a Hitler por haber superado tales divi-
siones74. A su vez, los fundadores de la Comunidad Europea, cuyas fronteras
originales eran bastante parecidas a las del imperio carolingio, reclamaron la
herencia carolingia para el proyecto de la unificación europea.

74 J. Fried, «Zur Aktualität Karls des Großen», en Kaiser und Kalifen..., op. cit., p. 353 (ill. 278).

XLIII SEMANA DE ESTUDIOS MEDIEVALES. 2016 | El acceso al trono: concepción y ritualización

También podría gustarte