Ciudad y Conflicto Social
Ciudad y Conflicto Social
Ciudad y Conflicto Social
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CIUDAD
Y CONFLICTO
SOCIAL
The city and social conflict
Fermín Bouza Alvarez
From the shapeless uprisings of old to the mutually limite d
conflicts of this age . the paper maintains that the history o f
La historia del conflicto social urbano es la historia de la social conflict is to be understood in terms of the change s
modificación de los modos de agrupamiento social, que cam- that take place in the way that people group together, thi s
bian con las transformaciones económicas y simbólicas : entr e grouping being subject to symbolic and economic shifts an d
los primeros conflictos desregulados a los actuales conflicto s that these are the proper subject for any history of develo-
reglamentados ha transcurrido la historia humana de los paí- ped and developing nations . The paper takes pains howeve r
ses avanzados y semiavanzados . Pero no siempre es así : por- to admit that there were primitive conflicts that were more tha n
que ni los primitivos conflictos fueron siempre desordenados mere mayhem and that those of our days have been know n
ni los actuales se ciñen siempre a un orden reglamentario . to go beyond the previously agreed limits for them .
Los procesos de cambio social que están ocurriendo e n Present day Social Change in both the advanced and ad-
el mundo, tanto en los países avanzados como en aquellos vancing countries is bringing into being a new model of cit y
en vías de desarrollo. están creando un nuevo modelo urba- tied in with an interchange network the mesh of which repre-
no ligado por una red económica de intercambios en un sis - sents what is neither more nor less than a universal city se t
tema urbano mundial con ciudades de diversa importanci a up in which there are unit cities of varying importance to tha t
dentro del sistema . overall organization .
Los modelos de conflicto a más largo plazo dependerá n Conflict type in the long term is here seen to be subject t o
the solutions found or not for the graver sort being faced in the -
de la resolución de los problemas más graves del momento . se times . Were things to become set within their present day mo-
Si las cosas se consolidan en la línea actual, las ciudade s del, it is thought that cities would become places wherein natio-
tenderán a convertirse en los lugares centrales de la regula- nal and intemational economies are controlled and that such a s
ción económica nacional e internacional, y aquéllas que n o were not up to adapting themselves to such a role in its tech-
se adapten a esa función modernizando su estructura infor- nological, informatic and finance activity requirements woul d
mativa, tecnológica y financiera se quedarán fuera del pro- stagnate or fall into decline, these states of decadence the n
ceso y sufrirán un estancamiento o regresión que les traer á being sure to give rise to unemployment and syndromes pro -
nuevos problemas de paro y subdesarrollo en su periferia . per to underdevelopment within the poorer districts of the same .
gún parece, jamás hubo en el pasado un tipo d e escenario de los grandes conflictos sociales y
hombre tan específico y claramente urban o políticos del siglo xx . Es ya plenamente la ciu-
como el que compuso la burguesía medieval» , dad de la que habla Weber como centro de in-
nos dice PIRENNE (1981, pág . 88) . Y es este bur- tercambio y mercado de autoabastecimient o
gués, con el que se acentúa la escisión ciu- (WEBER, M ., 1979, pág . 939) que irá convirtién-
dad/campo, el que se constituirá en referenci a dose en ciudad de la información, siendo ell a
de todo conflicto, bien sea para (aliado con gre- misma un poderoso medio de comunicación d e
mios y pueblo bajo) combatir a la nobleza, bie n masa . Sobre este nuevo escenario que es la ciu -
para (aliado con la nobleza) combatir a los gre- dad contemporánea hablaremos más adelante .
mios y al pueblo bajo . Y aun para combatir a l
pueblo llano aliado con los (o «sus») gremios .
Que todas estas posibilidades y otras se diero n NEGAR LA CIUDAD Y NEGA R
en el largo transcurso de las edades medias . EL CONFLICTO
Hubo una tendencia a la ritualización de los con- Como generadora de problemas y testigo d e
flictos, tanto individuales como colectivos, qu e
un angustioso y legendario futuro permanente d e
contribuyó a su organización u ordenación com o progreso desconocido, la ciudad (en particula r
conflictos : «Las observaciones hechas confir-
la ciudad moderna y contemporánea) creó las
man la tesis general de que la sociedad medie - condiciones para que los millones de campesi-
val era una sociedad con un alto grado de sig-
nos que la rodeaban planteasen su propio con-
nicidad, es decir, que la separación de la esen-
cia real de los fenómenos de su esencia sígnic a flicto frente a lo urbano bajo la forma de rebelio-
nes antiindustriales, adhesiones a ideología s
era en lo que se basaba su concepción del mun-
do . En particular a esto se une este fenómeno ca- agraristas de contenido autoritario, nacionalis-
mos esencialistas, y las mil formas de insurrec-
racterístico ; cualquier forma de actividad de u n
ción que pusieron los cimientos del fascismo e n
colectivo medieval, para ser un hecho con valo r sus diversas variantes .
social, tenía que transformarse en un ritual . E l
Cuando el sociólogo LEWIS MASQUERIER, e n
combate, la caza, la diplomacia -la administra- su Sociology (1877), pedía la abolición de la ciu-
ción en general-, el arte, exigían un ritual» (LOT -
dad, estaba representando el pensamiento d e
MAN, J . M ., 1979, pág . 46) .
En sus castillos primero, y en sus villas d e esos millones de campesinos amenazados po r
la nueva era : era eso que podíamos llamar con-
campo o en sus palacios urbanos después, los
propietarios de la riqueza levantan un muro a l a servadurismo utópico (bajo la forma, a veces, d e
socialismo utópico en alguna versión antiindus-
peste o a la rebelión, dando lugar a la literatur a
trial) que nutrió también a sectores urbanos de l
del hortus conclusus o del locus amoenus : de l movimiento obrero . Quizá el luddismo (la des-
jardín que salvaguarda : « . . . al otro lado de la lí-
trucción de la maquinaria por los obreros ingle -
nea de cipreses y álamos (Decamerón), la pest e
hace estragos en la ciudad abandonada. Lo no- ses y escoceses para presionar a los empresa -
rios a principios del xix) pudiera entenderse tam-
vedoso del encuadre no estriba tanto en el jar-
dín como en que éste y el campo se han con - bién desde esta perspectiva de rebelión agrari a
de la mano de trabajadores muy vinculados a l
vertido en el refugio al que el ciudadano se aco-
mundo rural .
ge para librarse de los males de la urbe . La ciu-
dad, que se creó como refugio y barrera contr a La construcción teórica de Marx estaba funda-
da en la supremacía de lo urbano, y eran las cla-
la naturaleza y sus hostiles caprichos, result a
que puede ser tan peligrosa y hostil como ésta » ses trabajadoras urbanas las que debían racio-
nalizar el definitivo conflicto entre trabajo y capi-
(GOMEZ DE LIAÑO, I ., 1990, pág . 18) .
tal bajo la forma «urbanizada» de la contradic-
Con la modernidad, y transformada definitiva - ción : proletarios y burgueses . Y no le debía fal-
mente la ciudad en el lugar teórico y empírico d e
la Razón y la Revolución, ni los burgueses ni los tar razón al deseo cientista de Marx si observa -
mos el porcentaje de votantes rurales (farmers)
proletarios del nuevo mundo podían imagina r
otro escenario para la gran batalla política y eco- con que cuenta la izquierda de un país industria l
nómica en que estaban embarcándose . «La uto- avanzado como Suecia : son el 1 por 100 del to -
pía occidental de una sociedad racional en u n tal de votantes del SAP (socialdemócratas) y e l
mundo racional es, antes que nada, una especí- 0 por 100 del total de los votantes del VPK (co-
fica utopía urbana» (MOYA, C ., 1977, pág . 15) . munistas) (TAYLOR, A . J ., 1989, pág . 85) .
«Los límites mitológicos de la Razón Sociológic a El refugio de la rebelión romántica en el pai-
contemporánea sólo devienen manifiestos cuan - saje no urbano, como lugar en el que el yo indi-
do se descubren sus orígenes en la seculariza- vidual, y aun el colectivo, deberían fundirse para
ción de la Teología Política como específica mi- encontrar aquella plenitud existencial del senti -
tología del imperio de la ciudad, que ahora de - miento, era una negación de lo urbano por la ví a
viene capital y centro carismático del Estado Na- simbólica : la aventura lejana, el raro viaje, l a
cional, en su propia pretensión de imponers e montaña perdida, las ruinas medievales, etc ., ex-
como Estado Racional de Derecho sobre l a presaban esa condición negativa y esa nostalgi a
comunidad de sus súbditos o ciudadanos» (ibi- de un mundo que se intuía perdido para siem -
dem, pág . 19) . pre . Aquellos conflictos del alma individual repre-
Esta ciudad, que ya es la nuestra, va a ser el sentaban el drama de una pérdida que en el arte
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o en la literatura tenían su sesgo más amable , de 100 .000 habitantes . Con esa misma base, y
pero que para los habitantes del viejo mundo ru- según el Padrón Municipal de 1986, en Españ a
ral (señores y siervos, campesinos de toda con- había en el momento censal un 42,4 por 100 d e
dición) era un drama económico y social que en- la población viviendo en ciudades de más d e
trañaba una reconversión anímica y productiv a 100 .000 habitantes . En ciudades de más d e
que no siempre se logró . Así, la ciudad apareci ó 10 .000 habitantes estaba el 74,2 por 100 de l a
como enemiga definitiva de los movimiento s población española (véase SALCEDO, J ., 1990) .
agrarios de los últimos siglos : «Que vea la ciu- Según las proyecciones ONU, 2 .200 millones
dad podrida / cueva de la canalla / a la alde a de personas vivirán en el año 2000 en ciudade s
que trabaja / dispuesta a luchar», decían unos con más de 100 .000 habitantes, 1 .400 millones
versos en gallego del poeta RAMON CABA- de los cuales corresponden a ciudades de lo s
NILLAS . países no avanzados .
El uso y el abuso que la publicidad contem- Algunas megalópolis (Nueva York, Tokio, Lon-
poránea hace del tópico Naturaleza (producto s dres) son parte dominante del sistema mundial ,
naturales, auténticos, campestres, etc .) delata s u y ocupan la más alta jerarquía por su centralidad
excesiva ausencia en la ciudad contemporánea . en el sistema, al que determinan . En menor me-
El conflicto naturaleza/ciudad ha sido retomad o dida, ciudades como Chicago, Los Angeles, Pa-
por los movimientos ecologistas, que en sus ca- rís, Bruselas, Frankfurt, Zürich, São Paulo o Sin-
sos más extremos plantean un auténtico regres o gapur forman la segunda línea del sistema . Ma-
al paraíso perdido de la explotación agrícola . L a drid, México, Caracas, Milán, etc ., son la tercer a
destrucción que genera la ciudad y sus dese- línea (secondary world city) que precede al gru-
chos ha llegado al campo y plantea hoy, de for - po de grandes ciudades no determinantes de l
ma nueva por su fuerza social, el tema de la con- sistema urbano (véanse KNOX, P ., y AGNEW, J . ,
servación de la naturaleza, conflicto central qu e 1990, págs . 56-62) .
tiene como eje una redefinición de «Ia ciudad » Algunas cuestiones importantes pueden afec-
en sentido amplio . tar a la nueva visión de lo urbano en una pers-
La ciudad, pues, no es sólo generadora de s u pectiva global :
propio conflicto social interior, sino que ha crea - «- El dominio en lo internacional de la esci-
do y crea un conflicto específico que podemos sión centro/periferia .
abordar en una perspectiva más abstracta (ciu- Los cambios selectivos en las formas d e
dad /naturaleza) o más concreta (funcionalida d desarrollo asociadas con la nueva división inter -
del campo en perspectiva económica), pero qu e nacional del trabajo .
es un conflicto central de la revolución industria l - La existencia de divisiones centro/periferi a
y de su antecedente, la revolución neolítica, pun - dentro de los países centrales y periféricos .
to de arranque de toda urbanidad futura . - La intensidad de las diferencias o dispari-
dades entre lo urbano y lo rural en el interior d e
los países periféricos .
DEMOGRAFIA, URBANIZACIO N - La divergencia creciente de bienestar eco-
Y CONFLICT O nómico entre las regiones de los países pe-
Con el decrecimiento de la población rural y riféricos .
el incremento de la urbana en el siglo xix, el nue - - La persistencia de las regularidades tama-
vo mundo industrial se consolida como eje de l ño/rango en ciertos sistemas urbanos .
desarrollo económico y como variable demográ- - La creciente primacía del sistema urbano
fica interviniente que determina los flujos de po- en la periferia .
blación y las nuevas necesidades de todo orde n - La emergencia de un sistema global en e l
que la acumulación urbana plantea . De 1700 que unas pocas "ciudades mundiales" (world ci-
a 1900 la población mundial casi se triplica (d e ties) operan como centros de control de los ne-
680 millones a 1 .634 millones), pero un siglo des - gocios internacionales» (ibid ., págs . 60-61) .
pués, en el año 2000, la población sobrepasar á Estos datos y otros muchos con que pudiéra-
los 6 .000 millones (6 .118 .850 .000) (datos ONU) . mos operar nos conducen a la misma cuestión :
También a fin de siglo unas 26 ciudades de l los procesos de urbanización en el Tercer Mun -
mundo tendrán 10 millones o más de habitantes , do y las ciudades que de ellos resultan están ge -
y la mayor parte de ellas estarán en las zonas d e nerando una serie de conflictos internos (a las
subdesarrollo (datos ONU) . El peso demográfi- propias ciudades) y de conflictos centro/perife-
co de Europa (con la Unión Soviética) habrá pa- ria en el propio ámbito de esos países, que po -
sado de ser el 26 por 100 en 1990 a ser el 10, 7 demos decir que el conjunto de los problemas
en el 2000 . Esta misma relación es de 8/18, 8 que podemos llamar endógenos en los paíse s
para Africa y 4/10,6 para América Latina (dato s subdesarrollados (si es que se nos permite ha-
ONU) . blar aún de problemas endógenos) están vincu-
En el año 2000 la población urbana del Terce r lados a la ciudad, y que es en esas grandes, me -
Mundo será de un 40 por 100 sobre el total d e dianas y pequeñas ciudades de los países po-
la población en esos países (era el 5 por 100 e n bres en donde se está jugando su futuro . Al igua l
1900) . Las cifras de urbanidad o urbanización d e que en la Europa del xix, el proceso galopant e
la ONU son sobre población en ciudades de más de urbanización en el Tercer Mundo está crean-
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vilizándose . LERNER había escrito un trabaj o grar a la ciudad . Los factores de esa parti-
fundamental sobre modernización, The passin g cipación son (DEUTSCH, K . W ., 1961 ,
of Traditional Society (1958) . Me permito repro- págs . 193-277) : 1) el desplazamiento a la ciu-
ducir un largo párrafo de un artículo posterior d e dad ; 2) desplazamiento del sector agrícola al in-
este sociólogo de la comunicación y la moderni- dustrial y aun al terciario ; 3) aumento de la po-
zación : « . . . existen dos conjuntos de problemas blación y cambio en su composición ; 4) mayor al -
que en todas partes hacen frente al proceso d e fabetización, y 5) mayor exposición a los medio s
desarrollo : la movilidad y la estabilidad . Por mo- de comunicación de masa (véase PASQUINO ,
vilidad entendemos los problemas de equilibri o 1988, pág . 183) .
de la sociedad . La movilidad es el agente de l Así, los flujos migratorios a la ciudad podrían ,
cambio social . Sólo si una persona puede cam- en el mejor de los casos, ser ocasión de crea-
biar su lugar en el mundo, su posición en la so- ción de empatía o capacidad de cambiar un o
ciedad, su propia autoimagen, el cambio s e para cambiar el medio (adaptación positiva), as í
efectúa . El cambio social es, en este sentido, l a como de incrementar la participación democrá-
suma de la movilidad adquirida por un individu o tica . Pero frecuentemente no es así . Poniéndo-
(en un sentido más preciso . . . el equilibrio de l a nos ahora en el peor de los casos, podríamos de -
sociedad puede expresarse como una relació n cir que no sólo no se producen cambios empá-
entre la movilidad individual y la estabilidad ins- ticos a favor del cambio social, sino que las cul-
titucional) . Está bastante bien establecido qu e turas de origen y las frustraciones y primeros tro -
una relación sistemática entre las principales for - piezos urbanos crean una antiempatía que est á
mas de movilidad física, social y psíquica es determinando el fracaso personal y los conflicto s
necesaria para una moderna sociedad partici- individuales (sobre todo las actitudes delictivas) .
pante . En cuanto a secuencias y fases, sólo dis - La participación ciudadana sería una salida nun -
ponemos de la experiencia occidental para qu e ca buscada en estas condiciones antiempáticas .
nos sirva de modelo en amplia escala . Histórica - El papel formativo de los gobiernos municipales ,
mente, en el mundo occidental la movilidad evo- con mecanismos de asimilación eficaces, podrí a
lucionó en fases sucesivas a lo largo de muchos favorecer el cambio empático y las tendencias
siglos . La primera etapa fue de movilidad geo- modernizadoras y participativas en estas masas
gráfica . El hombre estaba desligado de su suel o emigrantes . Pero este tipo de acción apenas
nativo . La era de la exploración abrió nuevos existe, quizá porque se dude de su eficacia o
mundos, la edad de la migración los pobló co n porque no se sabe articular . En algunos casos
hombres trasplantados de su tierra nativa . La se- del Estado español la descripción que se hac e
gunda etapa fue de movilidad social . Una vez l i es bastante positiva : «La ciudad "periférica y su-
berado de su suelo nativo el hombre buscó la li- burbial" de los años sesenta, desprovista de es-
beración de su status nativo . El emigrado no sen - tructuras y espacios de comunicación, ha deja-
tía ya la obligación de ser la sombra de su pa- do paso a otra "nueva" ciudad en la que, junt o
dre en la rutina de un papel social que su naci- a procesos de segregación social, se gener a
miento le había conferido . Al contrario, como ha- igualmente otros procesos asociativos de carác-
bía cambiado su lugar en el mundo, así trató d e ter integrador . Uno de los efectos más palpable s
cambiar su lugar en la sociedad . La tercera eta- de la acción institucional tras el franquismo se h a
pa fue de movilidad psíquica . El hombre que ha- podido apreciar en el cambio que han experi-
bía cambiado el suelo y su status nativo se sinti ó mentado las infraestructuras urbanas y, en línea s
obligado finalmente a cambiar su yo nativo . Si ya generales, en todo el sistema de equipamiento s
no era la sombra de su padre, entonces debí a colectivos . Las grandes periferias urbanas de lo s
modelar para sí mismo una personalidad que s e años del "desarrollismo" han ido recomponiend o
ajustara a su posición actual . Una vez cambia- progresivamente sus espacios públicos . N o
dos su casa ancestral y su status heredado , cabe duda que, junto a la acción de las corpo-
transformando con ello su lugar y su función, de- raciones locales democráticas, el Movimient o
bía transformarse a sí mismo, conforme a su nue - Ciudadano tuvo un papel decisivo a la hora d e
va situación . La adquisición y la difusión de la detectar y señalar la solución de muchas de la s
movilidad psíquica bien puede ser la más gran - necesidades urbanas . . . Ias primeras generacio-
de transformación caracteriológica de la historia nes urbanas socializadas, en parte, en ámbito s
moderna, sin duda alguna desde el surgimiento rurales, están dejando paso a otras, socializada s
y difusión de las grandes religiones del mundo. totalmente en ámbitos urbanos . . . Las caracterís-
Este es en todo caso el factor fundamental qu e ticas más destacables de este proceso son el in -
debe ser comprendido por todos aquellos que cremento cuantitativo y la diversidad tipológic a
planean un rápido crecimiento económico po r de las organizaciones ciudadanas . . . el número
medio de un rápido cambio social . Porque la mo - de asociaciones registradas en Vizcaya en los úl -
vilidad psíquica que en otro lugar hemos lla- timos nueve años ha sufrido un incremento de l
mado "empatía "- es el mecanismo por el cua l 214 por 100 . El incremento, además, es muy sig-
los individuos se transforman con suficiente am- nificativo para todos los tipos asociativos, sien -
plitud y profundidad para obrar un cambio socia l do los más sensibles los de carácter juvenil y lo s
autosostenido» (la cursiva es mía) . culturales . Junto a esta diversificación organiza-
Estos procesos de movilización muestran tiva se constata una progresiva pérdida del ca-
cómo la participación ciudadana crece al emi - rácter crítico-reivindicativo de las asociaciones,
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así como su acercamiento institucional» (URRU- emigrantes . Se recuerda con razón que si los
TIA, V ., 1989, pág . 140) . Menos optimista es e l emigrantes no disponían de derecho al voto n i
diagnóstico madrileño sobre la remodelación d e de derecho a concurrir a los empleos públicos ,
barrios de Villasante y otros (VILLASANTE, AL- no estaban, sin embargo, privados de derechos
GUACIL, DENCHE, HERNANDEZ AJA, LEON Y económicos y sociales derecho de asociación ,
VELAZQUEZ, 1989), en el que se evidencian la s derecho de huelga, derechos sindicales, dere-
carencias del plan y los problemas de todo tip o cho a ser electores para elegir los comités d e
que se han generado . empresa y los delegados de personal, así com o
Apuntar que según los informes Garrido-Re- derecho a ser elegido (a condición de saber fran-
quena (TESA) y Curbelo-Martiú (BHE) Ias necesi- cés)- y que disponían de medios legales y po-
dades de vivienda en España se situaba n líticos para hacer presión sobre las decisione s
en 1990 en alrededor de 700 .000 unidades, l o gubernamentales, como lo ha demostrado s u
que evidencia un déficit muy notable que tiend e triunfo durante las huelgas de alojamientos o l a
a multiplicar la marginalidad de las nuevas ge- no aplicación de la circular Marcellin-Fontanet .
neraciones . De hecho, esa "oposición extraparlamentaria " ,
Para BENION y SOLOMON (1987, pág . 181 ) sustituida por la acción de los sindicatos, de lo s
los graves disturbios que ocurrieron en las ciu- partidos de la oposición hasta 1981 y de múlti-
dades británicas en la década de los ochenta es - ples organizaciones religiosas, ha demostrad o
tuvieron causados por cinco cuestiones : alto de- ser eficaz (véase MILLER, M . J ., Foreing Worke r
sempleo, falta de espacio, discriminación racia l in Western Europe : an Emerging Political Force,
y desventaja manifiesta, exclusión política, impo- Praeger, Nueva York, 1981) . También se pued e
tencia y común desconfianza y hostilidad haci a analizar cómo el universo político de los emigran -
la policía . En estas cuestiones se resume un a tes, limitado por la no participación en las elec-
parte sustancial de los problemas urbanos capa - ciones de los gobernantes, se concentra en los
ces de causar graves injusticias y abundantes y problemas de la vivienda, luego en las condicio-
graves conflictos . La conjunción de tales facto - nes laborales y en las relaciones con la polític a
res subraya la tendencia antiempática del emi- y la administración : para los emigrantes lo qu e
grante y quiebra el proceso de movilidad psíqui- estaría politizado es lo no político» (la cursiva es
ca que hubiera posibilitado la adhesión de lo s mía) (SCHNAPPER, D ., 1988) .
afectados al proceso de cambio social . La ten-
dencia municipal generalizada de ir al carro d e
los problemas, sin adelantarse a ellos, agudiz a CONFLICTO Y DELINCUENCIA URBAN A
los momentos conflictivos de los procesos de in- Los llamados «estadísticos morales», QUETE-
tegración y los retrasa . En Francia, la situació n LET («Recherches sur la population, les naissan-
fue resumida así : «En su definición inicial com o ces, les décès, les prisons, les dépôts de men-
trabajadores extranjeros, los emigrantes, que si-
dicité, etc ., dans le royaume des Pays-Bas» .
guen siendo ciudadanos de sus países de ori- Nouveaux mémoires de l'Academie royale de s
gen, van a rechazar cualquier forma de acción sciences et belles-lettres de Bruxelles, núm . 4 ,
o participación política . De hecho, desde el fina l 1827, págs . 117-192) y GUERRY (Essai sur la
de la década de 1950 hasta mediados de la d e statistique morale de la France, Crochard, París ,
1970, las investigaciones empíricas comprueba n
1833), trabajando sobre las primeras series d e
constantemente, por un lado, la débil participa- estadísticas criminales en Francia observaron
ción de los emigrantes en la vida política, jurídi- ciertas regularidades que convertían en hecho s
camente prohibida, y asimismo en la vida sindi- sociales (como después los llamó Durkheim) a
cal del país receptor, y, por otro lado, la reticen- aquellas patologías individuales : el salto a la so-
cia de los responsables sindicales a asumir e l
ciología del delito estaba empezando a darse .
problema nuevo que crea la presencia de obre - Aquellos antecesores de Durkheim estaban ope-
ros emigrantes, masiva en determinados secto- rando con cifras ordenadas y abrían así la puer -
res . En el mejor de los casos, los emigrantes po-
drían ser objeto del discurso político o sociológi- ta a un tratamiento nuevo del conflicto social que
co de los otros ; no aparecen como actores polí- podía estar tras los hechos delictivos, aunque és -
tos fuesen cometidos por individuos .
ticos . Los movimientos reivindicativos ligados a
Ias condiciones de los alojamientos en 1969-7 0 Si la historia de la delincuencia es, esencial -
y 1979, las huelgas salvajes en relación con e l mente, la historia de la ciudad, aquel paso esta-
estatuto jurídico, las huelgas de hambre d e dístico-analítico es un punto importante de la his-
1972-1973 contra la circular Marcelin-Fontanet , toria urbana . A partir de ahí, y con revisiones y
la multiplicación de las asociaciones de emigran - matices, el análisis científico de la delincuenci a
tes a partir de 1970 (de las 400 asociaciones d e fue ya un hecho . Uno de los padres de la esta-
emigrantes italianos, la mitad han sido creada s dística (Quetelet) es también uno de los padre s
con posterioridad a esa fecha), las manifestacio- del análisis científico del delito (véase STIGLER ,
nes de protesta contra los atentados "racistas" , S . M ., 1986) .
Ias huelgas espectaculares en las fábricas (des- Desde los trabajos de PARK, BURGESS y
de la Pennaroya, en Lyon, en 1971, hasta la d e MCKENZIE (The City, 1925, y otros textos), la es-
Poissy, en 1982-1983) han dado lugar a un nue - cuela de Chicago se caracterizó por insistir e n
vo discurso sobre la reciente politización de los el planteamiento ecológico de los problemas,
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acá como lo que realmente significa en término s en pisos y comunidades, al precio quizá de un a
de relaciones sociales» (TAYLOR, I . ; WALTON , cierta paranoia colectiva .
P ., y YOUNG, J ., 1977, pág . 133) . Según los datos de la Comisaría General d e
Desde que la escuela de Chicago realizó su s Policía (España) y los de la Dirección General d e
primeros trabajos empíricos (en Chicago, sobr e la Guardia Civil (que representan a sus áreas d e
todo) sobre la cartografía de la delincuencia, l a actuación : en general, ciudad/campo), aument a
distribución espacial del delito ha cambiado e n en España la vía pública como lugar de comi-
casi todas las grandes ciudades del mund o sión de delitos. También aumentan en los esta-
avanzado : de los centros comerciales rodeado s blecimientos comerciales y disminuyen en lo s
de barrios de miseria y delincuencia al actua l bancos .
centro recuperado y poderoso y a los círculo s Según los datos de la citada CGP, los delito s
periféricos de la ciudad actual, con sus zonas es - más clásicos disminuyen del 87 al 89 : delito s
tables de trabajadores, sus barrios miserable s contra la propiedad en sus diversas variantes ,
(en Madrid se cuentan hasta 14 poblados d e aunque algunas modalidades suben levemente .
chabolas) y sus diversas zonas residenciale s Pero aumentan los delitos contra la libertad y se-
con varios niveles de lujo o bienestar, hay un a guridad, sobre todo el abandono de la familia, l a
coacción y el abandono de niños . También au -
gran diferencia . Que el delito tienda a repartirse
mentan los delitos contra las personas y tiende n
por igual en todas las áreas plantea nuevos pro- a estabilizarse y disminuir los delitos contra la li-
blemas y cuestiona en parte ciertos planteamien-
bertad sexual, aunque las agresiones sexuale s
tos de la escuela de Chicago . Los estudios rea-
(sin violación) suben . El decomiso de droga cre-
lizados en Estados Unidos muestran que «en e l ce con fuerza, así como el número de deteni-
interior de la ciudad y en la zona de transició n
dos por este motivo . En las estadísticas de l a
los niveles de delito no son simplemente un pro- DGGC aumentan casi todos los delitos, a excep-
ducto de la pobreza relativa que ahí se da» (CA - ción de aquellos contra la libertad sexual y algú n
TER, J ., y JONES, T ., 1989) . Si hay que busca r otro de menor cuantía . No parece el ámbito ur-
también más allá de la pobreza, ¿cuál es el mo- bano el único lugar de peligro .
tivo para delinquir? Sobre la distribución espacial y social del de-
La tradición ecologista ha optado por contes - lito en España, «hasta 1982, tal y como mostra-
tar aludiendo a la desorganización social cread a ban las encuestas, se establecía un estrecha re-
en los espacios habitados por inmigrantes anó- lación entre mayor nivel de renta y posibilidad d e
nimos (el concepto durkehimiano de anomie e s ser víctima de un delito . Eran los barrios de cla-
central en estas explicaciones . Para Durkheim : se alta y media alta de las ciudades donde s e
RODRIGUEZ ZUNIGA, L ., 1978) que delinque n concentraba la mayor parte de la delincuencia .
a falta de instituciones suficientes de control so- Asimismo, y quizá por ello, las clases altas y lo s
cial, o a su mal funcionamiento, etc . También, e n votantes de opciones de derechas consideraba n
otra línea, el ecologismo insiste en que, lejos lo s al delincuente como un sujeto responsable d e
delincuentes de ser individuos mal socializados , sus actos (y, por tanto, reprimible), y las clases
están perfectamente socializados en su subcul- medias y bajas, y los votantes de izquierdas ,
tura o neighbourhood subculture o subcultura ve- unas víctimas de estructuras sociales injustas .
cinal que les permite delinquir y aun los incita a Tal estructura era distinta a la de la mayoría d e
ello . los países occidentales, en los que la delincuen-
Con todo, las determinaciones económico-es- cia y los delitos se concentran en los barrios co n
paciales no son suficientes para explicar la va- menor nivel de renta, mientras las personas co n
riabilidad de la delincuencia ni en el conjunto d e mayor nivel de renta se instalan en espacios ur-
la población, ni en las diversas áreas urbanas , banos y suburbanos con una baja tasa de delin-
ni en el interior de las clases más abocadas su- cuencia . En 1988, la situación española ha cam-
puestamente a ello . La determinación socioespa- biado : Ias víctimas son ya de todas las clases so-
cial no es suficiente, aunque sí necesaria . Deb e ciales -incluyendo el ámbito rural-, y las de -
existir una oportunidad (an opportunity/motiva- mandas represivas y la imputación de responsa-
tion rubric) (BRANTINGHAM y BRANTINGHAN , bilidad se distribuye en forma similar en toda l a
1981a, en CATER y JONES, ob . cit ., págs . 9 0 escala social y política, lo que nos indica que los
y sigs .) . Tanto los autores citados como DAVID- incrementos de trabajo judicial y policial, y de l
SON (en CATER y JONES) se centran en el es- número de reclusos que aparecen en las esta -
pacio como factor determinante de la oportuni- dísticas judiciales, son un reflejo de la expansió n
dad (la distancia), y también la arquitectura . Co n espacial y social de la delincuencia más qu e
la distancia de la zona del delincuente disminu- del incremento de las formas de delincuenci a
ye su acción . No falta quien centre su atenció n tradicionales» (COMAS ARNAU, D ., 1990 ,
págs . 632-33) .
en la defensa, y así NEWMAN (1972) llega a pre-
sentar un libro de nombre sugerente : Defensible
Space . Se busca un cambio en la arquitectura CAMBIOS EN LA CIUDAD, CAMBIO S
que haga imposible el robo . De hecho, este plan- EN EL CONFLICT O
teamiento parece haber contribuido a desplaza r
un número de delitos de la vivienda a la calle , La historia ha ido modificando el carácter de
con el incremento de las medidas de seguridad los conflictos, su intensidad, su dirección, su
34-n .°4l1991 CIUDAD Y TERRITORIO - 90 31 8
contenido, y en líneas generales puede decirse medias amenazadas en su estilo de vida y valo -
que la ciudad contemporánea del mundo avan- res, altamente ideologizados y movilizados, a lo s
zado o semiavanzado asiste a una regulación d e conflictos normales sobre distribución de biene s
los conflictos sociales en línea con el sistema de- y servicios, en gran parte institucionalizado s
mocrático de estos países . Esto no impide qu e entre sindicatos y patronales- y despersona-
estos conflictos sociales se hagan a veces vio- lizados . Hemos pasado de una sociedad débil -
lentos y se salgan del marco sindical, para deja r mente integrada y dividida por conflictos de cla-
constancia de la existencia de sectores de la po- se, religiosos, ideológicos, entre nacionalidades ,
blación que operan, por diversas causas, al mar- surgidos por distintas concepciones del Estado ,
gen de las direcciones sindicales o políticas . La s a una sociedad más homogeneizada en la qu e
últimas grandes huelgas en el sector de trans- la mayoría de los actores sociales huyen del con-
portes de Madrid (metro y EMT) han estado di- flicto, buscan el consenso y toleran un marge n
rigidas por agrupaciones gremiales o por asam- grande de diversidad, incluso permisiva, qu e
bleas autónomas en las que los sindicatos fue- cuenta con un marco institucional respetado qu e
ron minoritarios . Las tasas de sindicalización e n define las reglas de juego . Esto no quiere deci r
España son bajas (aunque las cifras son confu- que no existan serias desigualdades y tensione s
sas, consideramos que está sindicalizada alre- latentes susceptibles de ser activadas . . . »
dedor del 25 por 100 de la población activa ocu- La tipología del conflicto social en la ciuda d
va cambiando de forma lenta a medida que se
pada asalariada de la industria, la administració n
van produciendo ciertos avances económico s
y los servicios en empresas del 6 o más trabaja- que permiten a un mayor número de gente ac -
dores, según sondeos propios con motivo de la s
ceder a un nivel de vida digno . El número de con-
encuestas de opinión de las elecciones sindica- flictos laborales en España (medido en miles d e
les de 1990, realizadas por la Fundación Larg o jornadas no trabajadas) cae de 1980 (6 .177,5 )
Caballero y UGT bajo mi dirección) y abren cons- a 1986 (2 .279,4) a casi la tercera parte, para lue -
tantemente la posibilidad de un desbordamient o go volver a ascender (datos del Ministerio de Tra-
sindical hacia conflictos desregulados (con todo , bajo) . Pues bien, en la ciudad de Madrid alrede-
la «representación delegada» en los sindicato s dor del 20 por 100 de conflictos sociales (medi -
por parte de muchos trabajadores no afiliados re -
do en número de manifestaciones en la calle) e n
duce esta posibilidad : sobre el tema de los free
el año 1986 (año de mínimas jornadas no traba -
riders o gorrones, como se ha traducido el tér- jadas) son conflictos netamente urbanos (n o
mino para hablar de los trabajadores que se be- exactamente políticos ni laborales, que se repar-
nefician de la acción sindical pero no cotizan , ten a medias aproximadamente el 80 por 100 d e
véase OLSON, M ., 1971, 1982 ; y sobre temas co - la conflictividad) : problemas de inseguridad, ur-
nexos de «intereses individuales y acción colec- banísticos, agresión sexual, líneas de autobuses ,
tiva» véase el número 54/55 de Zona Abierta , degradación, contaminación, semáforos, vivien-
1990 ; sobre la situación interior de algún sindi- das sociales, etc . Al aumentar de nuevo los con-
cato importante véase, Perfil, Actitudes y Deman- flictos laborales desde 1986 hasta la actualidad ,
das del Delegado y Afiliado a UGT, 1989, d e
los conflictos urbanos o de calidad de vida pa -
BOUZA, F . ; VARGAS, M . T . ; ASENJO, A ., y BOR - recen disminuir sensiblemente, a falta aún de u n
GES, F .) . En este sentido no son descartable s tratamiento sistemático de los datos desde est e
fuertes pasos atrás hacia modelos de conflict o punto de vista de la tipología conflictual (ADELL ,
más primarios . Con su peculiar forma de enten- R ., 1989) .
der «el proceso de la civilización», dice NOR - Parece haber una relación inversa entre l a
BERT ELIAS (1987, pág . 513) : «Cada una de es -
conflictividad político-laboral y la conflictivida d
tas olas de difusión de la pauta civilizatoria e n
que hemos llamado urbana, como si esta últim a
una nueva clase, sin embargo, corre paralela co n surgiera cuando existe una percepción más po-
un aumento de la fortaleza social de ésta, co n sitiva del nivel de vida y de la situación política ,
una asimilación de su nivel de vida al de la cla- y desapareciese o se atenuase cuando los con-
se inmediatamente superior o por lo menos co n flictos político laborales resurgen . En este senti -
un aumento de su nivel de vida sin más . Las cla- do los conflictos de calidad de vida pueden ser ,
ses que se encuentran perpetuamente bajo l a vistos desde este punto de vista, un síntoma d e
amenaza del hambre o que viven reducidas a l a buena salud en los factores básicos .
miseria y a la necesidad no pueden comportar -
se de modo civilizado ; para crear y poner en fun-
cionamiento un super-yo estable era preciso, y EL FUTURO DE LA CIUDA D
sigue siéndolo, un nivel de vida relativament e Y EL CONFLICTO FUTUR O
elevado y un grado razonable de seguridad . »
En líneas generales puede ser parcialment e Los teóricos del franquismo urbanístico com o
válida para España la descripción de LIN Z Bidagor (véase DIEGUEZ PATAO, S ., 1990) que -
(1990, pág . 663) : «Hemos pasado de conflicto s rían una «ciudad orgánica» según el modelo de l
de clase en la España rural y en los enclaves in- organismo humano, de la misma forma que que-
dustriales, de gran intensidad por tratarse d e ría una «democracia orgánica» : es un tópico de l
conflictos de suma cero en una sociedad pobr e pensamiento autoritario, cuya idea del orden y l a
e implicar sentimientos de status de unas clases planificación no pasa de ser un amago retórico :
319 CIUDAD Y CONFLICTO SOCIAL - F B k 35 - n .° 4/199 1
durante el franquismo se pusieron las bases má s irán marcando el futuro posible en los paíse s
sólidas para el crecimiento anómalo de las gran- avanzados . Si se va a una extensión de la socie -
des ciudades del país, y ese desorden añadi ó dad civil al Tercer Mundo, y sus ciudades se con -
problemas a los ya graves de todo proceso d e vierten a su vez en parte sustancial del sistem a
desarrollo y urbanización . Este crecimiento es- urbano mundial, es posible que se consolide l a
peculativo presentó a la ciudad como refugio d e perspectiva analítica informacional en la sociolo-
un grupo de especuladores y una masa de afec- gía urbana y el tema de los conflictos que expre -
tados, un lugar para la crítica estrictamente . Lo s san necesidades perentorias ocupe su exacto lu -
cambios democráticos, la reversión parcial de l gar en las patologías de la ciudad . La lucha po r
proceso de deterioro inflaccionario, la posibili- la plena ciudadanía con el acceso al mayor nú -
dad de organizarse y una mejoría de las condi- mero de titularidades (derechos) que permitan ,
ciones sociales están cambiando la perspectiva a su vez, la mejora de las condiciones para el ac -
analítica de la ciudad . ceso a provisiones o bienes (véase DAHREN-
Castells, que en su primera sociología incidí a DORF, R ., 1990) aparece como el futuro más de -
sobre todo en la conflictividad urbana desde e l seable para los países en desarrollo (o en la mi -
prisma de la lucha de clases, subraya en la ac- seria, algunos de ellos) : la ciudad puede ser (y a
tualidad el tema informacional de la ciudad y s u lo está siendo) el lugar en que las perspectiva s
funcionalidad económica : «Las grandes ciuda- de democratización abran el camino a una rela-
des y sus áreas metropolitanas son a menud o ción más sana con los países más poderosos .
consideradas como fuentes de problemas socia - La ciudad occidental del futuro (y ya de aho-
les, funcionales y ambientales . Pero de hech o ra), desde la utopía emergente, es el lugar de l a
son, ante todo, los sistemas técnicos y organiza- racionalidad reguladora, tanto en la economí a
tivos fundamentales en el proceso de crecimien- como en el conocimiento . Sin embargo, son nu-
to económico en nuestro tipo de sociedades . E n merosas las ciudades españolas y europeas qu e
la medida en que la productividad y la competi- pudieran clasificarse como estacionarias o re-
tividad de empresas y economías regionales y gresivas en su desarrollo y fuertemente proble-
nacionales dependen cada vez más de la gene- máticas . Siguiendo la clasificación de CHESHI-
ración y tratamiento de la información (referenci a RE y HAY (1989, pág . 49) podríamos trazar unos
a su texto The Informacional City. Informatio n ejes de coordenadas que dividieran en cuatro e l
Technology, Economic Restructuring and the Ur- espacio clasificatorio : sobre las variables de-
ban-Regional Process, 1989), son las grande s sarrollo y problemas obtendríamos cuatro mode -
ciudades, con su concentración y articulación d e los de ciudad actual : ciudades en desarroll o
actividades direccionales, empresas innovado- con/sin problemas y ciudades sin desarroll o
ras y sistemas de gestión, decisión y producció n con/sin problemas . El modelo de ciudad estan-
de conocimientos, las que se constituyen en lo s cada o en regresión con importantes problema s
nudos determinantes del nuevo modelo de cre- de paro y delincuencia debe ser también abun-
cimiento en las sociedades llamadas posindus- dante en el Primer Mundo : el propio «sistema ur-
triales o informacionales . . . Cualquier política ur- bano mundial» podría estar decantándose haci a
bana que olvide la dimensión económica de l a una excesiva centralidad con problemas perifé-
gran ciudad, supuestamente en aras de dar prio- ricos, tanto en el interior de los Estados como e n
ridad a la calidad ambiental, por ejemplo, podrí a el interior de las zonas económicas más de-
poner en cuestión el proceso histórico de moder- finidas .
nización en que están inmersas la economía y l a Dice CHARLES TILLY (1989, pág . 47) que «lo s
sociedad españolas en estos momentos» (CAS- sistemas de ciudades europeas representaro n
TELLS, M ., 1991a, págs . 17-18-19) . Ias relaciones cambiantes entre concentracione s
Este cambio de interés del sociólogo expres a de capital, y sus sistemas de Estados represen-
a su vez el conjunto de cambios de perspectiva taron las relaciones cambiantes entre sistema s
en el análisis social que se han producido en lo s de coerción» . Aceptando la vigencia de est e
últimos años . De una ciudad indomable, cruza- análisis, aquellas ciudades actuales que manten -
da de problemas cuyo sentido último era neta- gan su importancia económica como lugares d e
mente político, se va pasando al análisis de un a concentración de capital (mayor o menor) ten-
ciudad parcialmente organizada como núcle o drán una vigencia y una funcionalidad que las si -
económico central de un sistema urbano regio- tuarán como ciudades centrales en sistemas y
nal, nacional o mundial . Estamos hablando, so- subsistemas urbanos según de qué nivel, cam-
bre todo, del llamado Primer Mundo, cuyas ciu- biando su importancia en tales redes de acuer-
dades han asumido un protagonismo económi- do con esa vigencia económica, subiendo y ba-
co inusitado, y cuyos problemas, aún subsisten - jando su centralidad a medida que crece o de -
tes, han ido moderándose . La propia perspecti- crece su importancia como lugares de con-
va política de la sociología urbana ha ido modi- centración .
ficándose con la modificación de la ciudad . El futuro de la ciudad está vinculado a los flu-
No están dadas aún todas las condicione s jos de capital que pueda atraer, y la ciudad de l
para que unos mercados estables en un medi o futuro, siguiendo este modelo del momento, e s
político estable hagan pensar que la bonanza de l ese centro de regulación económica capaz d e
sistema urbano occidental es definitiva . Hay sig- insertarse en la red internacional de centros re-
nos claros de que no es así, y los próximos años guladores . Los problemas de las ciudades en
36-n°4/1991 CIUDAD Y TERRITORIO - 90 32 0
decadencia (sin desarrollo y con problemas) re- se de las ciudades e incluso de sus periferias in -
querirán un tratamiento específico de readapta- mediatas, mientras que las oficinas y departa -
ción al sistema urbano, y cabe esperar una con- mentos de dirección se sitúan en el centro de la s
flictividad ligada a esa decadencia . De hecho, l a ciudades . Allí se ubican también las empresa s
reconversión industrial de este país ha plantea- de servicios, el sector financiero, los comercio s
do ya esta adaptación a ciudades que tuviero n especializados y las empresas de alta tecnolo-
una gran importancia en el sistema industrial clá- gía» (ALABART, A ., 1991, pág . 2) .
sico (Sagunto, El Ferrol, Bilbao y otras) .
Este modelo urbano vigente, dinámico y cier-
tamente agobiante (saturado, por cierto, de so- LOS SIMBOLOS Y LAS FIESTAS :
luciones ad hoc, <que son precisamente las qu e EL ANTICONFLICTO QUE UN E
a la larga pueden llevar a una patología ecológi- Un análisis simbólico nos debe acercar a l a
ca más fundamental», como dice BATESON ,
1985, pág . 529) está provocando una serie d e percepción de la ciudad por sus habitantes e n
los términos de los universos evocados para é l
críticas a la condición urbana actual en la mis -
en todas y cada una de sus partes expresivas .
ma población que habita las ciudades, perfilan - Los problemas de orden simbólico, que genera n
do una conflictividad, ya en marcha, sobre te -
mas de calidad de vida (habíamos visto la inci- conflictos individuales y colectivos, atañen a l a
significación de la propia estructura urbana y d e
dencia de los que llamábamos conflictos urba-
sus elementos semánticamente activos para u n
nos en el año de más baja tensión laboral, 1986) . espectador . El tipo de cosas que plantea KEVI N
«Parece que la fuente de insatisfacción ciudada-
LYNCH en su La imagen de la ciudad (1960), y
na está en una reacción generalizada contra e l también ese universo de persuasión obvia u
modelo de sociedad implícito en el progreso ma-
oculta que son los medios de comunicación, o
terial que, sin embargo, todos queremos (CAS - la propia ciudad concebida como medio de co-
TELLS, M ., 1991 b, pág . 3) . Y es esta contradic-
municación de masa . En algunos artículos (BOU -
ción entre el deseo antiurbano y la necesidad ur- ZA, F ., 1983 y 1984b) he subrayado cómo el sis -
bana lo que está determinando una tensión e n
tema simbólico del sentido común se va crean -
la ciudadanía occidental que la lleva cíclicamen- do en esa relación con los medios, entre otras in -
te a conductas de fuga urbana, tanto minorita-
teracciones, y cómo las vallas, los anuncios me-
rias (el paraíso perdido de los movimientos na-
turalistas contraculturales, ciertas formas de eco- nores, las pintadas, la arquitectura, todo lo qu e
la ciudad contiene constituyen un simbolism o
logismo, etc .) como mayoritarias (la semificció n
del fin de semana campestre, la búsqueda de l a que aporta creencia, y que acaban por consti-
tuir parte sustancial de la condición urbana .
pureza natural en la alimentación, y otras rutinas
anímicas y corporales de la gran panoplia d e En la investigación sobre el eje madrileño Pra-
do- Recoleto s - Castellana, Gavira localiza percep-
ofertas que explotan esa tensión) .
ciones determinadas por el medio de transporte .
La línea aún vigente de la transformación ur- «El autobús proporciona una imagen única en l a
bana se puede resumir en este texto : «Desde l a
posguerra hasta mediados de los años setenta , que los monumentos se unen a determinadas vi -
das y trayectos ; así, el Monumento a la Consti-
Ias ciudades europeas experimentaron un pro -
tución corresponde "a donde gira el 45", o el mu -
ceso de crecimiento acelerado que dio lugar a seo de esculturas de Rubén Darío a "una para-
Ias áreas metropolitanas . Fue el resultado de las
da larga donde se hace conexión con la subur-
necesidades de espacio del modelo de produc- bana" ; Cibeles es el símbolo por excelencia de l
ción llamado "de acumulación fordista" que s e
viajero de autobús , ya que los giros de la plaz a
caracteriza por la producción en serie, el consu- permiten ver la estatua desde cerca y desde to -
mo de masas y la utilización intensiva de man o
dos los ángulos» (GAVIRA, C ., 1985, pág . 51) .
de obra-. Se crearon así las grandes zonas in- Estos simbolismos múltiples van tramando un a
dustriales y los barrios periféricos de las ciuda-
des . Con la crisis económica cambiaron algunas percepción que en parte es colectiva o compar-
tida, y sobre la que el ciudadano encuentra u n
de las coordenadas del modelo : el paro hizo s u
aparición y cambió el signo de las migraciones elemento comunitario, no tan perdido como pu -
territoriales ; el sector industrial perdió importan - diera creerse (véase BOUZA, F ., 1989) . Es lo qu e
cia en favor del sector servicios . Las nuevas tec- une, al igual que otras participaciones colectivas ,
nologías (basadas en la microelectrónica), junt o ya no tan abundantes, o quizá más segmenta-
con la facilidad de comunicación (fax, modem , das, fuera ya del lugar sagrado de la plaza ma-
transportes de alta velocidad), abrieron nuevas yor, herencia casi perdida del lucus primitivo ,
posibilidades en la división técnica del trabajo ; son las fiestas de la urbe, oportunidad de resti-
Ias empresas pueden fraccionar verticalmente e l tuir la unidad perdida en el barrio o en el conjun-
sistema productivo y ubicar cada parte del pro - to de la ciudad : la antítesis del conflicto, o el con -
ceso en un espacio diferente . Este modelo eco- flicto por vía simbólica, como las competicione s
nómico, que se conoce con el nombre de "acu- deportivas .
mulación flexible de capital", expande la activi- «En el barroco dice BONET CORREA (1990 ,
dad empresarial por el territorio en mayor medi - págs . 18-19)- toda la ciudad participaba en l a
da que el modelo anterior . En términos genera - fiesta : nobles, funcionarios, clero, órdenes reli-
les se observa que la fabricación tiende a alejar - giosas, artistas, artesanos y menestrales . Unos
321 CIUDAD Y CONFLICTO SOCIAL - F . B . A. 37 - n 4/199 1
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