La Historia E4s Un Arbol de Historia
La Historia E4s Un Arbol de Historia
La Historia E4s Un Arbol de Historia
El hasta ahora último libro de Jordi Canal agavilla doce muy interesantes
estudios publicados previamente en diversas revistas y obras colectivas entre
1997 y 2013; quedan voluntariamente al margen sus trabajos sobre el carlismo y
la contrarrevolución, asunto en el que es un reputado especialista. En sus pági-
nas liminares, el autor cita la novela de Mario Vargas Llosa —«un libro sobre un
libro, la versión clásica de un clásico», Os Sertóes de Euclides da Cunha (1902)—
La guerra del fin del mundo (1981), en la que narra la «guerra de Canudos», el
cruento conflicto vivido en el sertón del interior de Bahía, en el nordeste brasile-
ño, en los últimos años del siglo XIX. En ella afirma el Premio Nobel que «Ca-
nudos no es una historia, sino un árbol de historias», una metáfora que Canal
aplica a nuestra disciplina: «la historia es, asimismo, un árbol de historias» (p.
11).
Cuatro rasgos de la historia destaca el autor en su prefacio: que aunque
constituya, en un sentido amplio, un tipo concreto de actividad, resulta de lo
más diversa —de ahí la pertinencia de la figura del árbol de historias—; que hay
que reconocer y reivindicar la complejidad de la historia; que el historiador debe
comprometerse con su oficio, con la historia bien hecha, algo que no debe con-
fundirse con el supuesto —y nefasto— compromiso con ideologías, sistemas o
utopías; por último, la importancia de la escritura. «Los historiadores españoles
—afirma Canal, creo que con razón— escriben normalmente bastante mal» y,
como apuntó Roger Chartier, el retorno al archivo y al relato ha reforzado la
convicción entre los historiadores de que ellos también escriben textos, de que su
discurso, al fin y al cabo, al margen de la forma, es siempre una narración. Por
ello a Canal le parece muy pertinente la respuesta de Carlo Ginzburg a una pre-
gunta que se le hizo en 1982: «¿Qué aconsejarías a los muchachos que quieren
dedicarse a la historia?». El maestro italiano contesta: «Leer novelas, muchas
novelas», al menos —añade Canal— por tres razones: porque las novelas tienen
un papel importante en la historia, porque nos permiten acercarnos al pasado y
porque contienen elementos indispensables para informar la imaginación moral
o literaria, es decir, la posibilidad de ponerse en el lugar del otro y de multiplicar
las vidas.
El libro se articula en cuatro partes, tituladas «Historia e historiadores»,
«Historiografía, sociabilidades y exilios», «Guerras, política y emociones» y «Li-
teratura e historia», en ocasiones muy relacionadas entre sí. Me ha gustado mu-
cho todo el libro, que he leído con placer de cabo a rabo, pero me han interesado
especialmente cinco de sus capítulos, que paso a comentar.
«Admoniciones, mitos y crisis» es un ensayo escrito desde una perspecti-
va personal (egohistórica), generacional y centrada en la historia contemporánea
española sobre la acogida en nuestro país de la historiografía francesa a finales
del siglo XX, una acogida mucho menor que la que tuvieron los medievalistas y
modernistas franceses en la España de la segunda mitad del siglo pasado, por
razones tanto externas como internas. Entre las primeras están la pérdida de
peso de Francia y de París en el terreno político y cultural; el retroceso del fran-
cés frente a la extensión del inglés; y el importante empuje de la historiografía
anglosajona en momentos de interrogación, encerramiento y cierta desorienta-
ción en la francesa.
Más atención dedica el autor a las causas internas del fenómeno: la prime-
ra, el predominio de la historia militante durante la Transición democrática y en
los años siguientes, sobre todo en el terreno de la historia social, entendida como
una especie de historia global, una manera de hacer historia marcada por el
marxismo y el revolucionarismo, por el presentismo y el dolorismo. La segunda
es la escasez de traducciones al castellano en los años setenta y ochenta de histo-
riadores contemporáneos franceses —algo que ha cambiado después— mientras
se podía acceder en castellano a un sinfín de textos procedentes de la escuela
marxista británica. La tercera es la distinta trayectoria del hispanismo: el británi-
co, de tradición liberal, tuvo gran influencia sobre la historia política (Fusi, Vare-
la Ortega, sin olvidar la excepcional obra de Romero Maura), mientras el francés
apostaba sobre todo por el siglo XIX y por la historia cultural (Carlos Serrano,
Jean-Louis Guereña, Stéphane Michonneau). Canal menciona también a Manuel
Tuñón de Lara y los famosos coloquios de Pau.
El historiador catalán se detiene en la exposición de las críticas y ataques
recibidos por la historiografía francesa por parte de algunos autores españoles
importantes, en particular Josep Fontana, en los que Canal descubre «rudeza,
descalificaciones globales, ataques injustificados y, en fin, predominio de los
argumentos políticos e ideológicos por encima de los históricos». En el caso con-
creto de Cataluña —aunque yo lo extendería al conjunto de España— hay que
agregar la influencia de la obra, la figura y el mito de Pierre Vilar, que tanto pesó
sobre la generación del tardofranquismo, «ávida de marxismo, economicismo y
de opciones comprometidas y supuestamente revolucionarias». El autor expone
con claridad y valentía —su texto es de 2002— algunas anécdotas significativas
del mito como un modo de «perpetuar una forma de hacer historia, apegada al
materialismo histórico» y de repudiar a figuras de la «nouvelle histoire» como
Furet, Ariès, Le Roy Ladurie, Le Goff o Duby, que —aquí la influencia de Fonta-
na es también grande— harían historia ‘conservadora’ frente a la historia ‘socia-
lista’ de Vilar y Labrousse. Canal muestra, por último, la importancia del mito
vilariano en la formación en Cataluña de una historiografía a un tiempo marxis-
ta y catalanista, lo que Ernest Lluch bautizó como el pujolismo-leninismo y con-
cluye afirmando que este panorama empezó a cambiar en la década de los no-
venta.
Los capítulos 3 y 4 son buenos ejemplos de la capacidad de Canal para
presentar, siempre con donaire y empleando buen número de ejemplos y de
citas textuales, la vida y la obra de historiadores concretos como los franceses
Marc Bloch y Maurice Agulhon. Del primero, «uno de los más grandes historia-
dores del siglo XX», destaca su vida de ciudadano francés comprometido con su
patria —como se sabe, fue fusilado, junto con otros miembros de la Resistencia
francesa, en 1944— y la importancia de su obra, tanto de sus libros sobre la his-
toria medieval francesa como de su papel fundamental en la creación de la revis-
ta Annales d’histoire économique et sociale (1929) o sus publicaciones póstumas
L’étrange défaite y Apologie pour l’histoire ou Métier d’historien. Como el análisis de
su libro sobre la «extraña derrota» francesa en la II Guerra Mundial muestra, el
compromiso cívico de Bloch es al mismo tiempo un compromiso con su oficio,
con la historia, «que no debe confundirse con los supuestos compromisos del
historiador con ideologías, sistemas o utopías».
El estudio de la figura y de la obra de Maurice Agulhon, quizá su princi-
pal maestro francés, es más detenido. A mi modo de ver, Canal alcanza en él un
alto grado de excelencia al exponer cómo el «background», las cambiantes ideas
políticas y los intereses intelectuales de un historiador contribuyen a explicar la
conformación y el desarrollo de su obra que, en el caso de Agulhon, mostró a la
vez el «retorno» de lo político a la historia, pero con la novedad que suponían su
interés por la sociabilidad republicana y por los símbolos e imaginería («Ma-
rianne») de la República en Francia. Como en el caso de Bloch, también para
Agulhon expone con agudeza la relación entre historiografía y compromiso
republicano. «Historia y política, pasado y presente, en definitiva —concluye
Canal—, se funden en los análisis profundamente comprometidos, desde la iz-
quierda, de este historiador original, ecléctico e influyente que es Maurice Agul-
hon». En el capítulo siguiente, «Historiografía y sociabilidad», abundan tam-
bién, como es natural, las referencias a la obra del historiador francés.
Ignacio Olábarri
Universidad de Navarra