Christina Brune - Guerra de Clanes 02-Entre Vampiros y Lobos
Christina Brune - Guerra de Clanes 02-Entre Vampiros y Lobos
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Guerra de clanes II
Christina Brune
Copyright © 2023 Christina Brune
Los personajes y eventos que aparecen en este libro son ficción. Cualquier
parecido con una persona, viva o muerta, es una coincidencia y no ha sido
intencionado por la autora.
Ninguna parte de este libro puede ser reproducida en alguna forma ni por
cualquier medio, sin contar con previa autorización.
Contents
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About The Author
Agradecimientos
1
Krimer salió de ella.
Después de descargar, su miembro estaba flácido y
húmedo. Había sido un polvo rápido, sin ganas. Silvia no
había acabado, eso desde luego, y no era la primera vez en
los últimos dos meses que él no se preocupaba por el placer
de ella.
—Tengo que seguir trabajando —anunció él con voz
ronca mientras recogía el pantalón y la camiseta del suelo.
Silvia asintió en silencio y contempló como él se
vestía y se marchaba, dejándola húmeda y con la
entrepierna ardiendo de deseo. Suspiró con fuerza y se dejó
caer en la cama. Inconscientemente, su mano se deslizó por
su vientre hasta lo que se ocultaba entre sus muslos. Cerró
los ojos y se acarició despacio. Lo hizo durante un par de
largos minutos, intentaba visualizar los momentos en los
que el sexo entre ambos no había sido tan… tan vacíos.
Recordó la primera vez que lo habían hecho, en la biblioteca
de la mansión Schwarz, él la había poseído con un deseo
lleno de rabia salvaje. El recuerdo la excitó, pero también la
cabreó y se dio cuenta de que no tenía ganas de seguir.
Dejó de tocarse y se quedó tumbada en la cama.
¿Cómo habían acabado así las cosas? Después de la
batalla en la mansión, ella se había mudado con él, llena de
esperanzas y de sueños. La reconstrucción del lugar ya
había terminado, la relación había florecido con pasión y
amor, pero tras un año la cosa había empezado a torcerse.
Él estaba obsesionado con reconstruir el clan y el trabajo le
consumía tanto tiempo que Silvia se veía obligada a pasar
largas horas a solas y cuando estaban juntos, Krimer
parecía ausente.
—Tengo que hacer algo —se dijo a sí misma.
Se puso en pie, recogió la ropa y se vistió. Cogió el
teléfono y buscó entre sus contactos a Isabelle.
—¿Qué pasa guapísima? —preguntó la voz de su
amiga al otro lado de la línea—. Qué ilusión que me llames,
hace mucho que no se de ti.
—Ya —contestó ella desganada—. Oye, ¿te apetece
tomar un café? Me cuentas en qué andas metida.
—Claro, ¿en el Starbucks?
—Sí.
◆◆◆