3° PDL y Cs. Sociales
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La hormiga viajera
La hormiga viajera
La hormiga viajera. Cuento sobre el miedo.
La hormiguita estaba asustada, se había perdido del resto de sus compañeras y se sentía muy sola.
—¡Qué mala suerte tengo! Me han abandonado —decía llorando, sin dejar de buscar por un lado y
por otro.
Pasó por allí una lagartija y le preguntó:
—¿Por qué lloras?
—Estoy perdida, el resto de mi grupo se ha ido y no las encuentro, tengo mucho miedo porque no sé
volver a casa yo sola.
—No te preocupes, las encontraremos, ¡ven conmigo!
La hormiguita, como era tan pequeña, se subió encima de la lagartija.
—Vamos a dar una vuelta por el campo a ver si alguien las ha visto pasar.
Llegaron a un arroyo y una rana les preguntó:
—¿Dónde va una hormiga encima de una lagartija?
La lagartija le contó que la hormiguita estaba muy asustada porque no encontraba a sus compañeras
y ella quería ayudarla.
—Yo también quiero ayudar, subid las dos encima de mí, vamos a ir por la orilla del río a ver si
alguien las ha visto pasar, pero no llores más, ya verás como entre la lagartija y yo las encontramos.
La hormiguita, subida encima de la lagartija, estaba entusiasmada del paisaje que veía, pero ahora
que la lagartija se había subido encima de la rana, no os podéis imaginar cómo se sentía.
—¡Qué de cosas veo desde aquí! ¡Qué grande es todo! —decía abriendo los ojos de par en par,
asombrada. Ya no lloraba y su miedo estaba desapareciendo al darse cuenta de que los animales con
los que se encontraba querían ayudarla. Eso la hacía sentirse mejor.
—¿Adónde va una hormiga subida encima de una lagartija y subidas las dos encima de una rana? —
preguntó la tortuga.
Y le contaron la historia.
—Yo también quiero ayudar, subid las tres encima de mi caparazón, que yo sé dónde pueden estar
las hormigas.
—Pero tú eres muy lenta —le dijo la lagartija.
—Pero soy muy vieja y por lo tanto muy sabia, yo sé las costumbres de cada uno de los animales
que se encuentran por los alrededores, por eso creo que puedo ayudarla a encontrar su hormiguero.
La hormiguita estaba fascinada, no podía ni hablar de la emoción. Nunca había visto tantas cosas
como las que veía desde encima de la lagartija, la rana y el caparazón de la tortuga: el río, los
campos llenos de flores, las montañas, las casas a lo lejos… No podía imaginar que el mundo fuera
tan grande.
«Si mis compañeras vieran esto», pensó sintiendo un poco de pena, pero ya nada de miedo porque
todos los animales con los que se encontraba querían ayudarla a buscar a sus compañeras. Pensó
también en lo divertido que era ir encima de una lagartija que iba encima de una rana que iba
encima de una tortuga. «Si me vieran aquí subida…»
Al pasar por el camino encontraron una hilera de hormigas y la tortuga les preguntó:
—¿Acaso estáis buscando a una de vuestras compañeras?
—Sí, sí —contestaron llorosas—, se nos ha perdido hace un rato y no queremos volver a casa sin
ella, la pobre estará muy asustada y… ¿Por qué llevas encima de tu caparazón a una rana? ¿Y por
qué esta rana lleva encima una lagartija? ¿Y por qué esta lagartija lleva encima a una…
¡compañera!?
No se podían creer lo que estaban viendo.
—¡Compañeras, os encontré! Gracias a estas amigas os he encontrado y además he conocido lo
grande que es el mundo. Al principio sentía miedo, estaba muy asustada, creía que estaba sola, pero
después la lagartija me ayudó, y la rana y la tortuga, que, como es muy sabia y tiene muy buena
memoria, sabía dónde podíais estar.
Primero se bajó de la tortuga la rana, luego la lagartija se bajó de la rana y, por último, la
hormiguita se bajó de la lagartija.
Las hormigas le explicaron lo importante que era no separarse del grupo para no perderse y dieron
las gracias a los animales que la habían ayudado.
Desde ese día la hormiguita camina cerca de sus compañeras, procura no despistarse para no
perderse, pero, de vez en cuando, mira a su alrededor por si ve a alguna de sus amigas y la llevan a
dar un paseo.
Begoña Ibarrola
[1]
Cuentos para sentir – Educar las emociones
Madrid, Ediciones SM, 2003
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C) TRABAJAMOS LA ORTOGRAFÍA
CIENCIAS SOCIALES
Un tema muy especial e interesante que se estudia en la escuela es la vida cotidiana en distintos momentos
históricos.
Las familias han cambiado a lo largo del tiempo, los roles de cada uno de sus integrantes, los vínculos y la vida
cotidiana. Para hacer visibles estos cambios y continuidades, les proponemos observar junto a los niños las
siguientes imágenes:
Familia de Don Pedro Bernal y una criada de Pridiliano
Pueyrredón. (Mediados del siglo XIX). Foto familiar
Buenos Aires, Argentina. Familia obrera por los años 1930-40. Extraído
de Biblioteca digital de Río Tercero.
Actividades:
Luego de observar las imágenes tratemos de diferenciar:
Para continuar con las actividades, proponemos la lectura de los siguientes relatos:
Relato 1
“Después de la siesta, la de los grandes porque mi hermana leía el Billiken y yo clasificaba las estampillas en el
patio cerrado, fuimos al jardín y tío Carlos puso la máquina en la rotonda de las hamacas 26 donde siempre
salían hormigueros. Abuelita preparó brasas de carbón para cargar la hornalla, y yo hice un barro lindísimo en
una batea vieja, revolviendo con la cuchara de albañil. Mamá y mi hermana se sentaron en las sillas de paja para
ver, y Lila miraba entre el ligustro hasta que le gritamos que viniera y dijo que la madre no la dejaba pero que lo
mismo veía. Del otro lado del jardín ya se estaban asomando las de Negri, que eran unos casos y por eso no nos
tratábamos. Les decían la Chola, la Ela y la Cufina, pobres. Eran buenas pero pavas, y no se podía jugar con ellas.
Abuelita les tenía lástima, pero mamá no las invitaba nunca a casa porque se armaban líos con mi hermana y
conmigo. Las tres querían mandar la parada pero no sabían ni rayuela ni bolita ni vigilante y ladrón ni el barco
hundido, y lo único que sabían era reírse como sonsas y hablar de tanta cosa que yo no sé a quién le podía
interesar. El padre era concejal y tenían Orpington leonadas. Nosotros criábamos Rhode Island que es mejor
ponedora”.
Relato 2
“Pasado el mediodía, al dar el reloj las dos, se retiraban los vendedores y carreteros, cerraban todos los
negocios. Las calles quedaban desiertas, todos volvían a sus casas… era la hora de la siesta. Por la tarde, los
negocios, comercios y toda la actividad se desarrollaban desde las cinco hasta el atardecer. A medida que se
iban encendiendo los faroles, las señoras comenzaban a salir de sus casas para recorrer las tiendas. Abuelas
hijas nietas tías, iban todas acompañadas de sus criadas. Entraban en una tienda, hacían desplegar, telas,
peinetas, abanicos y luego se retiraban sin haber comprado nada para repetir la operación en otra tienda.
Continuaban su paseo, se detenían a conversar con otras familias y muchas veces, se dirigían a pequeñas
tertulias de animada conversación, donde eran cortejadas por muchos galanes. A veces, alguna señora se
sentaba frente al piano para ejecutar alguna pieza y cantar. También a veces, se bailaban minuetos y
contradanza española. Alrededor de las diez de la noche regresaban a sus casas y las calles volvían a estar
quietas y solitarias.”