Manuel M Ponce Cartas de Amor Desde Cub

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Manuel M. Ponce.

Cartas de amor desde Cuba (1915-1916)

Yael Bitrán':'

Amar es percibir, cuando te ausentas,


tu perfume en el aire que respiro,
y contemplar la estrella en que te alejas,
cuando cierro la puerta de la noche.
SALVADOR NovO

La relación de Manuel M. Ponce con la Manuel M.Ponce's relationship with his life-
mujer que lo acompañó toda su vida, long companion, Clementine (etema) Maure!,
Clementine (C Ierna) Maurel, está aún por still remains to be explored. This article dis-
explorarse. Este artículo revela aspectos de la cusses a moment of that relationship, when
relación en el lapso 1915-1916, en que la Ponce's stay in Cuba from 1915 ca 1916
pareja, aún de novios, pasó separada por imposed a forced separation on the then still
encontrarse el compositor en Cuba. A través unmamed couple. A textual analysis of Ponce's
del análisis de texto de las cartas que Ponce leuers to his lover reveals a vanety ofaspects of
envió a su amada, se recuperan aspectos de la the young composer's private life, including
vida privada del compositor que, entre his understanding of love, his view of his and
otros, revelan su postura ante el amor, el his beloved's role within the relationship, his
papel que él desea desempeñar en la pareja, moral assumptions, as well as his insecurities
el que espera que C Ierna desempeñe, sus and fears. Operating within the theoretical
premisas morales, sus inseguridades y framework of gender studies, this article
miedos. El texto se ubica dentro de los estu- highlights the question of human subjectivity,
dios de género y rescata una dimensión que, an object of study increasingly embraced by
cada vez más, las disciplinas humanísticas the humanistic disciplines.
valora como objeto de estudio académico: la
subjetividad humana.

Situar a reconocidos personajes históricos en su contexto personal,


rescatar su dimensión humana, tanto en su especificidad histórica como
en lo que tiene de universal, son tareas que, por mucho tiempo, se habían
propuesto para una segunda instancia o simplemente se habían co nsid e-
rado irrelevantes en la historia. En las últimas décadas ha habido un flo-

<'Coordinadora de Documentación del CENIDIM.

heterofonía 118-119
enero-diciembre de 1998
10 Heterolonía 118-119

recimiento de estudios históricos, literarios y antropológicos que han


retomado los aspectos individuales y grupales para ponerlos en primer
plano junto con análisis políticos, sociológicos o teóricos. La sociología
de la música y los estudios sobre música enfocados a temas de mujeres,
que se han dado recientemente, son ejemplo de que estos ímpetus
comienzan a permear a la musicología histórica en otros países, si bien en
México hay aún un largo trecho por andar en esta dirección.!
Una fuente particularmente fructífera que los investigadores han
comenzado a utilizar para analizar como ejemplo de la expresión cul-
tural de una época, son las cartas de amor. El siglo XIX marcó una época
de gran proliferación de correspondencia amorosa. Los avances en el
transporte fomentaron que los viajes se hicieran más frecuentes y pro-
longados pero también que las cartas alcanzaran su destino en lapsos
menores.
La historiadora Karen Lystra,2 quien ha analizado extensamente co-

I La década de los noventa ha visto una explosión de publicaciones relacionadas con la


mujer en la música, especialmente en los Estados Unidos. Los temas van desde la recu-
peración más obvia del papel de las mujeres en la historia de la música, como son las
biografías de mujeres compositoras, intérpretes y patronas de la música, hasta sofisticados
análisis feministas de obras musicales. Otros temas incluyen asuntos de género y música
como la representación de caracteres femeninos, especial aunque no únicamente, trabajados
en la ópera, además de muchos otros asuntos. La lista es muy extensa, por lo que sólo cito
algunos libros destacados. En musicología feminista: Susan McClary, Feminine Endings:
M usic, Gender and Sexuality (1991). Ruth A. Solie, ed., Musicology and Dillerence: Gender
and Sexuality in Musical Scholarship (1993). Susan C. Cook and Jud y S. Tsou, eds, Cecilia
Reclaimed. Feminist Perspectives on Gender and Music. Temas de género y representación:
Richard Dellamora y Daniel Fischlin, eds. The Work 01 Opera: Genre, Nationhood and
Sexual Diflerence (1998). Leslje C. Dunn y Nancy A. Jones, eds., Embodied Voices:
Representing Female Vocality in Western Culture (1997). Biografías y catálogos de mujeres
compositoras e intérpretes: Francoise Tillard, Fanny Mendelssohn (1996), Leonie Rosenstiel,
Nadia Boulanger: A Life in Music (1995). Nancy B. Reich, Clara Schumann: The Artist and
the Woman (1990). Juli e Anne Sadie y Rhian Samuel, eds., The Norton/Grove Dictionary of
Women Composers (1995) y una ambiciosa colección denominada Women Through the Ages
que hasta el momento lleva 5 volúmenes (1996-1998). En sociología de la música son funda-
mentales los libros de Theodor Adorno, lntroduction to the Sociology 01 Music (1976, con
múltiples reimpresiones) y Quasi una Fantasia: Essays on Modern Music (1994). Richard D.
Leppert ha trabajado temas de sociología de la música e iconografía musical en libros que se
han vuelto indispensables en el área, entre ellos: Music and Society: The Politics 01
Composition, Performance and Reception (1989). M usic and lmage: Domesticity, 1deology
and Socio-Cultural Formation in Eighteenth-Century England (1993) Y The Sight of Sound:
Music Representation and the History 01 the Body (1995).
2 Karen Lystra, Searching the Heart. Women, Men and Romantic Love in Nineteenth-
CenUtry America. (N.Y.: Oxford U niversity Press, 1989). Especialmente los capítulos "The
'Pen ls the Tongue of the Absent'. Reading and Writing Nineteenth-Century Love Letters":
12-27 y "Falling in Love. Individualism and the Romantic Self". 28-55.
Cartas de amor desde Cuba 11

rrespondencia amorosa del siglo diecinueve estadounidense, afirma que


el amor romántico constituye "una compleja formación de ideas, con-
ductas y emociones", y señala algunos elementos que iluminan la lectura
de este tipo de documentos. El lenguaje utilizado, la apertura y el cierre de
las cartas, la antropomorfización d e las misivas, el lenguaje literario y
de imaginería religiosa, la explotación de las esfera privada como ámbito
sentimental, son algunos factores dignos de atención que revisa la autora,
algunos de los cuales he retomado en mi análisis de la correspondencia
amorosa entre Manuel M. Ponce y Clementine Maurel, objeto de este
artículo.
Clementine o Cierna Maurel fue la mujer que acompañó a Ponce toda
su vida e indudablemente jugó un papel fundamental en la trayectoria
personal y profesional del compositor. Como él lo reconoce una y otra
vez en su correspondencia, ella es su sostén y fuente de inspiración y
aliento. La vida de esta cantante y fiel compañera, a la que Ponce dedicó
una inmensa cantidad de sus obras, está aún por investigarse.
El conjunto de cartas que le envió Manuel M. Ponce a su novia, más
tarde su esposa, a lo largo de más de 40 años d e relación y que ha llega-
do hasta nosotros, fue guardado celosamente por CIerna Maurel durante
toda su vida. 3 Mi artículo se centra en la co rrespondencia que Ponce le
envió durante su estancia en Cuba, en el lapso aproximado d e un año
transcurrido entre la primera carta, fechada el 16 de marzo de 1915, y el
25 de febrero de 1916, cuando el músico partió a Nu eva York a ofrecer
un concierto. 4
Si bien no fue posible localizar referencias acerca del inicio de la
relación de la pareja o las condiciones en que se conocieron, las cartas
permiten inferir que existía ya entonces una relación formal entre el
compositor de 32 años y la joven cantante de origen francés.
El acervo documental a nuestro alcance posee ciertas limitaciones:
solamente tenemos las cartas del novio a su enamorada y no las que ella
contestaba, además de que la correspondencia no está completa. Sin
embargo, podemos considerarlo como una fuente crucial para apreciar
aspectos inéditos de este famoso personaje de la música mexicana. En la
correspondencia desde Cuba se trasluce, sobre todo, el drama de un

) Cartas localizadas en el Archivo Manuel M. Ponce. Cuando consu lté dicho acervo se ha-
llaba en posesión de Carlos Vázquez; desde mayo de este año, éste ha pasado a formar parte
de la Biblioteca Cuicamatini de la Escuela Nacional de Música, México, D.F.
4 De los avatares de Ponce en Cuba me enteré con la lectura del libro de Ricardo Miranda,
Manuel M. Ponce (1882-1948). Ensayo sobre su vida y obra. (México: CNC A, 1998).
Colección ríos y raíces. A dicho autor le agradezco, además, el señalarme la exi tencia de la
correspondencia entre Manuel M. Ponce y C ierna Maure!, y sus amplios conocimientos
sobre este compositor.
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hombre joven confrontado a un destino que le parece injusto y lo priva


de lo que más aprecia en la vida: su país y su amada.
La separación obligada impone a Ponce el reto de mantener vivo el
cariño de su novia Clema hasta que las circunstancias le permitan
volver a su lado. Esta es la desesperada constante que atraviesa las cartas.
A través del apasionado lenguaje de Ponce, este artículo examina algunos
factores que abren una ventana a un aspecto poco explorado del com-
positor: su vida interior, en su individualidad y como expresión de su
tiempo. Este primer análisis de texto de cartas del compositor se propone
lograr una contribución más al entendimiento de su vida iluminando la
dimensión subjetiva del creador.

11

Del 9 al19 de febrero de 1913 vive la ciudad de México la Decena Trágica


donde el recientemente instaurado gobierno de Francisco 1. Madero cae
a manos de Victoriano Huerta y Félix Díaz asistidos por diversos con-
tingentes. Tras la renuncia forzada de Madero, Huerta asume la presi-
dencia manchada por la sangre de su cuartelazo. Este gobierno espurio
se estableció en la ciudad durante 17 meses. Con la consolidación del
Ejército Constitucionalista durante 1914 y la firma del Pacto de Torreón
en julio, se cristaliza el derrocamiento de Huerta y el establecimiento de
Venustiano Carranza como líder máximo de la Revolución en agosto de
ese año, quien permanecería en la presidencia de la república hasta 1920
en medio de violentos y fundacionales eventos con los que terminó la
etapa armada de la Revolución mexicana.
Manuel M. Ponce, quien había regresado a México en 1906 después de
haber realizado estudios en Europa, condujo desde entonces y hasta
1915, una febril actividad musical en Aguascalientes y la ciudad de
México donde la docencia, la ejecución pública, la composición y la
escritura de textos sobre música llenaron sus días. Esta actividad se
desarrolló, aparentemente, sin que Ponce se viera mayormente afectado
por las convulsiones políticas. A la par de otros artistas e intelectuales de
la época, sus empeños se hallaban puestos en la construcción de "lo
nacional". Muestra de ello en Ponce son, por ejemplo, la conferencia que
dictó sobre la canción popular mexicana (13 de diciembre de 1913 en la
librería Biblos), y la composición de obras como Barcarola mexicana
(publicada en 1914). Sus intereses no se mezclaban por decisión propia
en política, tanto en ese entonces como en el resto de su vida. Ocupado
en su quehacer y sin medir las consecuencias, Ponce aceptó un salario
proveniente del gobierno usurpador de Huerta que, pese a su exigüidad,
Cartas de amor desde Cuba 13

le costó un altí imo precio: el exilio. Si bien no fue expulsado del país, el
hostigamiento de que fue víctima una vez que Huerta cayó en julio de
1914, hizo insostenible su posición en México.

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El 12 de marzo de 1915 encontramos ya a Ponce a bordo del vapor que


habría de conducirlo a La Habana, lugar elegido para su no tan volun-
tario exilio. Esta es la primera ocasión en que la pareja de novios vive una
separación. Ello presenta un reto a la supervivencia de la relación, pero
también una oportunidad para entrar a una nueva dimensión donde
explorar y expresar los sentimientos mutuos: la epistolar.
Días después de su alida de Veracruz, desembarcado en Cuba, escribe
la primera carta a su novia Clema:

H abana, Marzo 16, 1915


[¡]Pingüinita!
[¡]Te he pensado tanto! En Veracruz, no pude escribirte ni mandarte noticias mías
porque estaba interrumpido eJ telégrafo y no había correo. Estuve verdaderamente deso-
Jado endulzando la amarga ausencia con el recuerdo de nuestra última entrevista.
Salimos de Veracruz el día 12 y llegamos a ésta el 15. Todavía no sabemos cuántos días
permaneceremo aqu í; creo que a principios de abril, iremos a New York. .. si el tiempo
y los dólares lo permiten.

Aquí se encuentran ya presentes algunos factores que reaparecerán en lo


sucesivo en la correspondencia y que conviene resaltar: el lugar y la fecha
rigurosamente al principio. Esta es una manera de darle secuencia
histórica a la correspondencia. Es frecuente que los amantes que empren-
den una relación epistolar tengan una idea más o menos consciente de la
importancia de dichos documentos en la biografía individual y de la in-
cipiente relación. Además de los eventos externos consignados en la
misiva, e deja constancia en tiempo y lugar del acontecer interno, que
tiene un desarrollo propio que debe constatarse. Ponce relata los avatares
del viaje que corren paralelos a su estado de ánimo y su anhelo por la
amada. La historia de la separación comienza a escribirse.
Otro elemento a observar es el apodo cariñoso con el que se llaman los
amantes. Es esta la clave precisa que abre la memoria del corazón y revive
lo entimientos. Nombres que se dicen en la intimidad y se repiten sólo
en la privacía única de las cartas de amor, las cuales se guardan, leen y
releen; que se ocultan de otros ojos pero que nunca, de no ser que llegue
el momento de profunda decepción o de amor, se desec han. Pingüino o
Manuel firma él y ella es, alternativamente: [¡lPingüinital, Pingüinita
14 H eterofonía 118-119

Cl ementine M aurel y M anuel M . Ponce .

mía, Pingüinita linda, Pingüinita adorada y solamente una vez [¡]Clema


mía! y Clemita, respectivamente. El diminutivo cariñoso se aplica sólo a
ella, objeto de amor, con la femenina fragilidad y dulzura qu e tiene a los
ojos del enamorado. Él, en cambio, firma la mayoría de las veces como
Manuel (17) y el resto como Pingüino (10), nunca en diminutivo, como,
en su percepción interna, seguramente, no correspondía a un hombre.
Esto nos conduce a un tema relacionado: los roles que, a los ojos de
Ponce como autor de las misivas, desempeñan él y ella en la relación y las
imágenes de la amada y la propia. Los textos de las cartas revelan su construcción
mental tanto de la novia que lo espera en México como de la naturaleza
de la relación. Como veremos más adelante, esta mezcla de realidad e
imaginación, se prepara con el fin de proveer al enamorado que escribe
con el sustento emocional necesario en la distancia.
Uno de los papeles que se pone de manifiesto para Cierna es el de ser
objeto de inspiración para lograr las metas profesionales que el com-
positor se ha fijado. Ella es su homenajeada y su motivación profesional.

H abana, 5 de noviembre de 1915

[...]Todos mis pequ eños triunfos son para ti, Pingüin ita ado rad a; recíbelos como
homenaje de amor.

Habana, 14 de Febrero de 191 6

[...]Todos esos triunfos , pensaba yo, son un pobre homenaje para mi Cierna, para la
dueña de mi corazón. Porqu e, mi vida, es lo úni co qu e yo puedo ofrecerte...

Como es natural durante la penosa circunstancia del exilio, el composi-


tor pasaba por momentos de angustia tanto en el ámbito personal como
profesional, los cuales se hacen más evidentes en las cartas cuando la
pareja pasa por crisis en la relación. Abundaré en esto más adelante. Las
expectativas de Ponce de convertirse en el proveedor de bienestar
económico para la pareja, ejercen sobre él una gran presión. La carta del
Cartas de amor desde Cuba 15

14 de diciembre de 1915 refleja un momento de profundo desazón en el


que las inseguridades se combinan en la mente y el corazón del autor,
quien pinta a la amada un desolador panorama por medio de su
elocuente e inspirado lenguaje.
Diciembre 14,1915

[... ]Por otra parte, mi rápido regreso a México significaría una derrota. Tendría yo que
aceptar incondicionalmente lo que me ofrecieran y mi situación se volvería angustiosa
desde el momento en que debería hacer frente a la vida con un puñado de papeles que
seguramente no alcanzaría para cubrir las más ingentes necesidades. Mi más ferviente
anhelo es volver a mi patria para verte, para poder llorar sobre tu corazón; pero ese regre-
so, para e! cual no tengo ahora ningunos elementos, no haría sino aumentar mis angustias.
No he podido, hasta ahora fijarte una fecha por temor a engañarte; y así han pasado los
meses en espera de realizar algunos proyectos que me pondrían en mejores condiciones
al ll ega r a Méx ico, ya que entonces podré aceptar o rechazar lo que no me convenga y por
consiguiente encontrar una situación conveniente. Para esto es indispensable que yo
pueda vivir algún tiempo sin necesitar urgentemente nada; de otra manera, e! más obscuro
porvenir me esperaría.
[El subrayado es de! autor]

Pero la amada no es sólo fuerza motora en la trayectoria profesional del


músico sino también prenda de nostalgia y de consuelo, en el egocen-
trismo esencial a la supervivencia del amante separado de su razón de
amar. Así vemos que, una vez que la realidad de la presencia física de su
adorada CIerna se ha alejado, y con los días se vuelve más difusa, se hace
necesario recobrar a la prenda amada con toda la fuerza de los recuerdos,
la imaginación y, sobre todo, el deseo. En el primer fragmento que se cita
a continuación, el pudor y la moral de Ponce reprimen sus ímpetus; en el
segundo se revelan más decididamente. Se hace evidente que CIerna es
para Ponce también objeto de deseo, al que el compositor accede sólo
veladamente a través de una sexualidad reprimida.

H abana-Marzo 16, 1915

[...]En el mar, a bordo, te pensaba, en e! silencio nocturno y te veían mis ojos en la


obscu ridad de las aguas, su rgir radiante como Venus de la espuma del mar; pero muy
pronto la ilusión pasaba, la ficción se desvanecía y sólo el rumor del océano flagelaba mi
espíritu y entristecía mi corazó n.

H abana, 21 de octubre de 1915

[ .. .]En estos días, no sé porqué, te he pensado con verdadera obsesión; quisiera, a


veces, que leyeras en mi pensamiento, sin ocultaciones, sin secretos, para poder decir,
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entonces, que soy tuyo ... para abandonarme en el mar de tu cariño y abismarme en las
profundidades de tus ojos. De tus ojos incomparables.

La recuperación de la presencia física de Cierna en la mente del autor,


resalta aspectos de su novia que han dejado en él un hondo impacto emo-
cional. Entre estos están, especialmente, los ojos. Estos son motivo de
dicha y entrega, pero también de preocupación para el enamorado. Los
ojos pueden ser la puerta a la traición. Vemos referencias a ellos en las
cartas del 21 de octubre, 5 de noviembre y 25 de dici embre d e 1915 que,
en ese orden, se citan a continuación:

[... ]para abandonarme en el mar de tu cariño y abismarme en las profundidades de tus


ojos. De tus ojos incomparables. ¿No me han traicionado esos ojitos?

[...]Estás primorosa, adorable, con tus ojitos de "lagos obscuros y profundos ... "

[... ]tu retrato está frente a mi. Lo he puesto en u n modesto marquito -¡quién pudiera
tener uno de oro!- y desde allí me miran tus ojos soberanos, [¡] tus ojitos únicos, que me
llenan de paz el corazón!

El25 de enero de 1916, diez meses después de su salida de México, tene-


mos la única "descripción" relativamente completa de su amada, que
Ponce se permite.
Significativamente, sucede en un sueño, lo cual parece darle licencia a
su pudor y recato, para acercarse a la imagen soñada y relatársela a su
novia. Cabe resaltar que es la única referencia directa en todo el año de
epístolas, al cuerpo, aunque enfermo, de su adorada Cierna. Nuevamente
domina el diminutivo en la descripción, como clave de la fragilidad que
emana de la imagen del cuerpo amado.

Habana, 25 de enero de 1916

Mi reina, anoche te soñé y te vi tan claramente, que lloré de la emoción al despertar.


[...]vi tus ojitos, tu cabecita adorada, tus manos de princesita, hechas de seda y de marfil;
tu boca fina, tu cuerpecito débil, como cuando estabas enferma. Toda tu apareciste en el
sueño ¿Cuándo llegará la realidad?

Un elemento qu e Karen Lystra S rescata, es el empleo de metáforas reli-


giosas para referirse a la pasión amorosa. Ponce, fervientemente católico,
hace uso de este tipo de imágenes en sus cartas a Cierna. Los sentimien-
tos pasionales que amenazan desbordarse se revisten de castidad por

5 Véase nota al pie número 1.


Cartas de amor desde Cuba 17

medio de símbolos católicos. La castidad era la norma moral que regía,


regularmente, una relación de novios en la época. En el noviazgo, el altar
matrimonial era el fin último y único posible de una relación "decente".
He aquí cuatro ejemplos de imaginería religiosa en las misivas de Ponce,
de fechas 16 de septiembre, 7 de noviembre, 14 y 25 de diciembre de
1915, respectivamente:

[ ...]EI Sagrado Corazón que me mandaste lo puse en la cabecera de mi cama, por venir
de ti. Le pido que te cuide siempre, porque lo mereces: eres buena y gentil y no has hecho
ningún daño.

[...]Eres adorable, mi reyna[sic]! Te amo intensamente, locamente, a veces co n una ter-


nura que tú no imagina. Quisiera acariciarte lentísimamente, besar tuS ojos, [¡]como en
el éxtasis de un rito, como el sacerdote que besa la hostia ... ! quisiera ... ¿pero para qué
seguir si no puedo ni siquiera mirarte, si no a través de tus lindas postales?

[... ][¡]Pero sueño o pesadilla, para mí has sido mi grande amor, mi definitivo amor, mi
ilusión más amada, mi tesoro más caro, mi adorada y misteriosa visión de felicidad para
la qu e he levantado en lo más recóndito de mi corazón un altar, ante el cual el alma mía
trémula de pasión, no hace más que adorarte!

[ ...]Ya ti te digo muchas cosas dulces, muchas frases tiernísimas; [¡]y te beso en un
solemne beso infinito y puro, como a una hostia!
[Los subrayados son míos]

Otro aspecto que revela un pudor poco común hoy en día es la manera
en que se habla de salud, tema conspicuo en la correspondencia entre
Manuel y Clema. En las respuestas del músico se vislumbra la fragilidad
de la salud de su amada que, constantemente, está enferma o recuperán-
dose de una enfermedad. Sin embargo, en las cartas nunca se entra en los
pormenores de las enfermedades y se usan más bien términos vagos que
revelan la preocupación más no la naturaleza de la dolencia. Esto pudiera
deberse a que el tema era considerado de mal gusto en la época, pero
también es digno de mención el peso emocional de la enfermedad, que
parece privar en el corazón del amante sobre el peso físico. Finalmente,
la aterrorizante perspectiva de la muerte es la amenaza más definitiva de
separación. A continuación se exponen algunos ejemplos de diferentes
fechas (23 de octubre, 16 y 20 de noviembre, respectivamente):

A cada momento pienso en ti, en tu salud, y más que en lo delicado de ella, en lo poco
qu e te preocupas -me co nsta- por cuid arte y evitar de ese modo, nuevas complicaciones.
Es indispensab le que te corrijas Pingüinita adorada.
18 Heterofonía118-119

[...lMi vida, tengo la pena de tu enfermedad, que me ha confirmado el análisis que me


mandaste. Yo creo que te atenderás y cuidarás mucho, porque mereces estar sana y ale-
gre.
[... lEstoy contento con el comportamiento de esa niña tan mona que se toma su vaso
de leche y se atiende, [¡lpor no disgustar a un pingüino! [...lQuiero que estés sana, que te
alivies definitivamente.

Como puede desprenderse de los fragmentos anteriores, la salud es,


además, otro ámbito donde Ponce quiere proteger a su amada. Al hablar
de la enfermedad de Cierna, Ponce reafirma la fragilidad de ella y la
necesidad que él tiene de cuidarla; el aspecto de la salud es pues, un lazo
más qu e los une simbióticamente, según la apreciación del compositor.
En estas ocasiones Ponce utiliza un tono paternal, lo cual lo sitúa en una
posición viril y protectora frente a la descripción de Cierna que emana de
es tas cartas como una niña débil y pasiva que debe ser guiada en la con-
secución de su propio bien. Esta imagen coincide con los roles tradi-
cionales del hombre como adulto y la mujer como una infante a la que,
incluso legalmente, se adscribía a la tutela del padre primero y luego del
marido, sin alcanzar nunca la mayoría de edad legal.
Cabe mencionar que este matiz protector contrasta vivamente con
otros momentos epistolares en que, en su pasión de amante, Ponce tacha
a Cierna de cruel y despiadada. Como veremos más adelante, al no con-
formarse a sus deseos y expectativas, Cierna deja de ser una niña, toda
bondad y fragilidad, para convertirse en una mujer desconsiderada, que
tienen su propio carácter y lo hace sufrir. Estos contrastes son proyección
de la construcción que hace Ponce, que responde más a las necesidades
emocionales del amante que a una descripción objetiva del ser amado.
Parte de este proceso se manifiesta en la posición que adquiere el
enamorado pasivo, al que se le escribe: éste se localiza ahora dentro de
aquel que redacta las cartas. Esta ficción: mezcla de recuerdos, realidades
fraccionadas que se captan en las cartas recibidas y búsqueda de satisfacción
de requerimientos emocionales, es en muchas ocasiones razón de alegría
pero en otras también de dolor. Cabe resaltar que la persona misma y su
circunstancia pasan con el tiempo a segundo plano, frente a la poderosa
racionalidad del autor de las misivas. Cuando el enamorado dice: "hable-
mos de ti", se refiere en realidad a "hablemos de ti dentro de mí". A con-
tinuación se exponen las citas del 25 de septiembre y 30 de diciembre de
1915, y 8 de enero de 1916.

[...lEn fin, dej emos esas boberías y hablemos de ti, de ti que ocupas todo mi pen-
samiento y llenas con tu recuerdo mi vida atormentada; de ti, mi vida, que vas dentro de
mi co razón, confortándome por el camino tan lleno de piedras punzadoras ...
Cartas de amor desde Cuba 19

[... ]Mi vid a ¿me has pensado? Yo constantemente te recuerdo, y te extraño a cada
instante. Tú has llenado mi vida con tu espíritu y tu personalidad.

[...]Puedes creer, amor mío, que pienso en ti frecuentísimamente. En los momentos de


desaliento; en los instantes "de arte", cuando veo alguna joya bonita; cuando estoy frente
al mar. [¡]Y cuántas veces le he preguntado por ti a ese viejo gruñón del mar! Pero el silen-
cio de la naturaleza es imp enetrable. Sin embargo, te sentía cerca de mí, confortándome
con tu amo r. C Ierna, mi vida, te beso ardientemente, te envío mi vida y mi amor.

El temor a la pérdida del ser amado, la impotencia qu e produ ce la dis-


tancia para arreglar las desavenencias, hacen que los enamorados utilicen
todo tipo de recursos p ara mantener viva la llama de la pasión. Al enterarse
que Cierna planeaba un viaje a París, Ponce utiliza el chantaje emocional
como medio para disuadirla de sus intenciones. La carta de 14 de diciem-
bre es muy reveladora a ese respecto.

[ ...]Y bien: tú sabes muy bien que he salido de México para busca rm e la vida que de
día en día se hacía más difícil ganarse allá. ¿Tu sabes que soy un pobre y desgraciado
artista que lucha no por conquistar gloria, sino un poco de pan para aliviar la situación de
la anciana madre y las enfermas hermanitas lejanas?

[...]Ya ves, mi vida, que si no he regresado no ha sido por falta de deseos - que los
tengo infinitos de verte - sino por la crueldad de mi destino, que ha querido que desde los
cato rce años, luche yo desesperadamente con la miseria. Gracias a Dios, hasta ahora he
podido salir avante; y ahora, en estos momentos en que se va a resolver mi situación, [¡]tu
vas a abandonarme!

Podemos conjeturar que la imagen que Cierna tenía de sí misma y sus


propias expectativas y necesidades de la relación eran distintas a las
expresadas por su novio. Aunque no lo sabemos de cierto, tenemos
algunos indicios en las airadas palabras de Manuel. Los planes que Cierna
hacía a la distancia, sin tener ninguna certeza del pronto regreso de su
novio, provocaban el despecho de su amado. A Ponce le causaba un
dolor insoportable confrontarse con esa vida otra de Cierna, que no le
pertenecía, que retrataba a una persona distinta, separada de él y que
habitaba fuera del ámbito de sus necesidades. Ponce espera de ella una
pasión incondicional que no contemple planes ajenos a su idea de la pare-
ja o a su satisfacción personal: Cierna debe restringir sus acciones en la
medida en que éstas puedan causarle penurias a él. Continúa la carta del
14 de diciembre:
Eres cruel, sin quererlo, mi vida. y ta l vez tengas razón. Tú te vas a París y ... adiós al
triste músico perdido entre la multitud hambrienta, sin horizonte, sin esperanza, sin el
20 H eterofonía 118-119

derecho de creer en una futura dicha ... Me dices que todo habrá sido un sueño y te
agradezco la frase; tal vez hubieras podido escribir "una pesadilla".

[...]Si tú por acompañar a tu hermana me abandonas a mí, ¿qué puedo pensar de tus
palabras de amor? ¿Por qué esa contradicción incomprensible entre tus planes futuros y
las últimas palabras de tu ca rta, tan apasionadas y convincentes? Tú, probablemente, no
mediste todo el sufrimjento que podías causarme con tus proyectos qu e, si me lo permjtes,
llamaremos desde hoy "desdichados", ya que han vellido arteramente a echar más hjel en
mi vida, más amargura en mi ya amarga existencia.
[Los subrayados son del auror]

El dramatismo de la situación, como Ponce lo percibe y expresa tan


vívidamente queda de manifiesto con mayor crudeza durante las crisis de
la pareja que revelan las cartas. Pude detectar tres de estos momentos:
uno en octubre de 1915 (cartas del 19 Y 21), otro en diciembre de ese
mismo año (carta del 14) Y otro más en febrero de 1916 (carta del 15),
poco antes de que el músico saliera a Nueva York. En esos casos la
relación se pone en duda y aflora un inmenso dolor que provienen de
distintos orígenes. Entonces la prosa de Ponce adquiere nuevos vuelos
retóricos de gran fuerza lírica que revelan no sólo sus abundantes lec-
turas de poesía y literatura en general, sino a un escritor talentoso.
El primer mo mento se da, como mencioné, en octubre de 1915. Ya han
pasado siete meses desde que la pareja se separó y no hay indicaciones
claras del reencuentro. Vemos a través de las líneas de Ponce que la vida
de CIerna tomaba quizás un cauce independiente de él; que socializaba e
iba a fiestas, y quizás le insinuaba incluso el galanteo de otros hombres.
El compositor reaccionaba con la inseguridad y angustia que traen los
celos. El adjetivo "desdichado", entrecomillado, vuelve a aparecer cada
vez que CIerna contraría a Ponce.
H aba na, 19 de octubre de 1915

[ ... ]pongo estas líneas con la creencia de que serán más serenas, más ecuánimes. Hubo
un momento en que pensé no decirte una sola palabra respecto de cierta frase de tu carta
-que desde ahora llamaremos "desdichada"- (si te parece); pero en ese caso te habría
escriro tal vez fríamente, porque yo no puedo fingir; de manera qu e me ha causado pro-
fundas amarguras, tristes horas de crueles conjeturas, momentos angustiosos de suposi-
ciones tal vez abs urd as ...
Tú has abierro la puerta a rodas las fantasías al qu erer ocultarme algo que yo no te he
preguntado. No quiero pensar más en esro.

La imposibilidad de verse y aclarar las cosas lleva a Ponce a un estado de


desesp eración que llega al paroxismo en la carta de dos días más tarde
dónde, después de contarle a CIerna sobre su ajetreada vida de dar clases
y preparar un concierto, es decir, en medio de un contexto de normali-
Cartas de amor desde Cuba 21

dad, juega repentinamente con la idea del suicidio. Vemos nuevamente


como hay dos aconteceres paralelos pero con una dinámica propia: uno
es el externo: la vida diaria, las obligaciones y otro, el interno, donde,
pese a llevar una rutina aparentemente normal, puede cocinarse un
infierno.
Habana, 21 de octubre de 1915

[...]Te sueño en fiestas ruidosas, así como aquella noche de último de año, cuando me
hablaste por teléfono y yo oí la algazara de la fiesta burguesa. Así te pienso, y siento
deseos de embarcarme ... para México dirías tu; pues no. Me embarcaría en un pequeño
remolcador que sale todas las tardes, al morir el día, del puerto. y entonces, cuando ape-
nas se esfumasen las luces de la Habana, entonces ... un salto, unos instantes de deses -
peración y tutto finito. El mar guardaría mis ansias y mi melancolía. Pero dispénsame, mi
vida; no hagas caso de estas locuras. Recibe mi vida un ardiente beso que envío, y mi amor
delirante y angustiado.

El segundo momento crítico se da en diciembre. Como mencionamos


anteriormente, Cierna planea un viaje a París con su hermana y amenaza,
por primera vez con dejarlo definitivamente. Ponce contesta con una
carta que excede en longitud e intensidad a todas las anteriores. Vemos
en ella rasgos de autocompasión, chantaje emocional, amor desbordado,
furia contenida, enojo descubierto, mucha amargura y, finalmente,
arrepentimiento. Su vida "externa": ganarse el pan y tener una mej or
situación para volver a México, se supeditan en esta ocasión al torrente
interno de pasiones que lo avasallan ante la posibilidad de perder a
Cierna. Al analizar este año de correspondencia se constata que este es el
momento en que la relación parece más cercana a romperse. Armemos
ahora el rompecabezas de esta carta que destila la más concentrada
elocuencia que Ponce virtió durante su estadía en Cuba:
[... ]¿ Por qué ahora que estás sana piensas abandonarme por siempre? [...]Pero,
entonces, cabría suponer que tu lo has premeditado; y la verdad, no puedo creerte tan
mala. Me dices que si no vuelvo pronto ya no nos veremos más. Y bien: tú sabes muy bien
que he salido de México para buscarme la vida que de día en día se hacía más difícil
ganarse allá. [...]Y si sabes esto, ¿por qué decides no verme más, como un castigo a mi
conducta?
[...]Mi más ferviente anhelo es volver a mi patria para verte, para poder llorar sobre tu
corazón; pero ese regreso, para el cual no tengo ahora ningunos elementos, no haría sino
aumentar mis angustias. No he podido, hasta ahora, fijarte una fecha por temor a
engañarte; y así han pasado los meses en espera de realizar algunos proyectos que me
pondrían en mejores condiciones al llegar a México, ya que entonces podré aceptar o
rechazar lo que no me convenga y por consiguiente encontrar una situación conveniente.
22 Heterofonía 118-119

Para esto es indispensable que yo pueda vivir algún tiempo sin necesitar ttrgentemente
nada; de otras manera, el más obscuro porvenir me esperaría.
Ya ves, mi vida, que si no he regresado no ha sido por falta de deseos -que los tengo
infinitos de verte- sino por la crueldad de mi destino, que ha querido que desde los
catorce años, luche yo desesperadamente con la miseria. Gracias a Dios, hasta ahora he
podido salir avante; y ahora, en estos momentos en que se va a resolver mi situación, [¡]tú
vas a abandonarme!
Eres cruel, sin quererlo, mi vida. Y tal vez tengas razón. Tu te vas a París y ... adiós al
triste músico perdido entre la multitud hambrienta, si n horizonte, sin esperanza, sin el
derecho de creer en una futura dicha ... Me dices que todo habrá sido un sueño y te
agradezco esa frase; tal vez hubieras podido escribi r "una pesadilla". Pero sueño o
pesadilla, para mí has sido mi grande amor, mi definitivo amor, mi ilusión más amada, mi
tesoro más caro, mi adorada y misteriosa visión de felicidad para la que he levantado en
lo más recóndito de mi corazón un alta r, [¡]ante el cual el alma mía trémula de pasión, no
hace más que adorarte!
[ ... ]Y parece definitiva tu resolución, aunq ue no es razonable; porque si tú me quieres,
¿cómo arrancarte mi cariño, así, con la mayor facilidad, sin pensar en el medio de evitar
la separación eterna, que sería la muerte de mi corazón? Si tú por acompañar a tu her-
mana me abandonas a mí, ¿qué puedo pensar de tus palabras de amor? ¿Por qué esa con-
tradicción incomprens ible entre tus planes fu turos y las últimas palabras de tu carta, tan
apasionadas y convincentes? Tú, probab lem ente, no mediste todo el sufrimiento que
podías causarme con tus proyectos que, si me lo permites, llamaremos desde hoy "des-
dichados", ya que han venido arteramente a echar más hiel en mi vida, más amargura en
mi ya amarga existencia.
Dispénsame, amor mío: soy egoísta y te quiero mucho ...
[...]Perdóname, mi vida, de nuevo te lo ruego, esta larga y deshilvanada carta.
¿Todavía podré enviarte mis besos, ahora tristes, y mj amor infinüo?
Tuyo, Manuel.

El tercer momento crítico en este año de correspondencia, se ubica un


par de meses después, cuando los papeles se invierten. Aparentemente,
responde Ponce a un ataque de celos de su amada. Cierna le recrimina
que no le dedicó a ella la Romanza de Amor, de la cual llegó una copia a
México sin dedicatoria. De paso también parece reclamarle sus coque-
teos en la isla caribeña. Ponce sale en defensa propia recordándole que en
México lo han calumniado en numerosas ocasiones, por lo que ella no
debe creerle a sus detractores. La carta del 15 de febrero de 1916, que es
también más extensa que las demás, denota, a diferencia de la anterior, la
deliciosa satisfacción de sentirse celado y no duda en reafirmar con entu-
siasmo su amor incondicional y exclusivo por ella.
Cartas de amor desde Cuba 23

[... ]No creas nada, mi vida, pues en México, tienen la costumbre inveterada de calum-
niarme noche y día, de desprestigiarme a fuerza de mentiras, ya que artísticamente nece-
sitaban confesar que yo valía un poco. [...]Ahí están las 216 obras que tengo escritas, que
atestiguan, más de lo qu e pudiera decir, qu e un perdulario no tendría ni tiempo ni posi-
bilidad para componer eso.
[... ]Por otra parte, yo te doy la razón y positivamente sufro con estas cosas. Yo no
te engaño, mi vi da; a ti solamente qui ero, me he entregado sin reservas a ti; y esa persona
de quien sospechas, ha sabido, por mis propios labios, que a ti sólo quiero y que soy ene-
migo de engañar a nadie. ¿Estás ahora convencida? Soy absolutamente libre para quererte;
no tengo ligas ni compromisos con ninguna mujer; [¡len lo más intimo de mi alma hay un
altar para ti, solamente! [.. .]Si públicamente he confesado que tú eres el único amor de mi
vida, la dueña absoluta de mi amor y de mi dolor.
Entonces, ¿por qu é sufres sin justi ficación y por qué amargar más nuestras exis tencias
ya tristes por la ausencia?
Créeme, alma mía, te quiero infini tamente, te pienso a cada momento, te sueño como
una es trella que Dios hizo bajar de su cielo para mí, para alu mbrar mi vida, para brillar
en mi noche... Soy todo tu yo, para siempre.

Un mes después, Ponce va a Nueva York a hacer un intento por despe-


gar su carrera y darse a conocer en el ambiente estadounidense. Su
concierto en Aeolian Hall, el 27 de marzo, así como su incursión en suelo
de Estados Unidos, no le trajo más que decepción, en circunstancias que
se han comentado en otra parte. 6 Al mes siguiente volvió a La Habana y
después de realizar numerosas gestiones, regresó a su patria en diciembre
de ese mismo año de 1916. La historia de amor que ocupa las líneas de
este artículo tuvo, como en los cuentos de hadas, un final feliz.
Clementine Maurel y Manuel M. Ponce contrajeron nupcias el3 de sep-
tiembre de 1917 y "vivieron felices para siempre". O hasta que el com-
positor murió en 1948. La historia de esa relación, la definitiva en la vida
de ambos, está, sin embargo, aún por investigarse.

6 Para un comentario detallado de este viaje véase Ricardo Miranda, op. cit., pp. 31-39.

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