Camus y Dostoievski. Marisa Mosto
Camus y Dostoievski. Marisa Mosto
Camus y Dostoievski. Marisa Mosto
Nicolás Stavroguín es más inteligente que Pedro. Más sutil, escurridizo y diabólico.
Renunció hace tiempo al mesiánico “sueño de la edad de oro” que según confiesa le
evocara el cuadro de Lorrain, Acis y Galatea16. Es quien ha comprendido mejor el
progresismo escéptico de Stephan Trofímovich en toda su implicancia corrosiva del sentido
de la vida y la esperanza humana. Entonces, se aburre y para combatir su tedio se entretiene
distraídamente siendo la parca que teje los hilos de la destrucción moral y física de sí
mismo y de aquellos que lo aman.
El personaje Calígula de la obra de teatro del mismo nombre de Camus representa
un espíritu afín. No soporta la situación de vulnerabilidad del ser humano. Ha comprobado
que todo su poder no alcanza para erradicar el sufrimiento y conquistar la felicidad. El
hombre desea lo que no puede alcanzar, ni siquiera el César.
Se ve tentado a usar su poder para transgredir los intolerables límites del mundo, el
límite de lo posible, a ver qué pasa, hasta dónde se puede llegar con el juego de una hybris
macabra.
“CALÍGULA. Es curioso. Cuando no mato, me siento solo. Los vivos no bastan para
poblar el universo y alejar el tedio.” (…)
“CESONIA: Cada día veo morir un poco más en ti la apariencia humana. (…)
(con espanto). ¿Acaso es la felicidad esa libertad espantosa? (…)
CALÍGULA: (…) Eso es ser feliz. Esa es la felicidad: esta insoportable liberación, este
universal desprecio, la sangre, el odio a mi alrededor, este aislamiento sin igual del hombre
que tiene toda su vida bajo la mirada, la alegría desmedida del asesino impune, esta lógica
implacable que tritura vidas humanas (Ríe), que te tritura, Cesonia, para lograr por fin la
soledad eterna que deseo.“17
“CALÍGULA: Nada, en este mundo ni en el otro, que esté a mi altura. Sin embargo sé, y tú
también lo sabes (tiende las manos hacia el espejo llorando), que bastaría que lo imposible
fuera. ¡Lo imposible! Lo busqué en los límites del mundo, en los confines de mí mismo.
Tendí mis manos (gritando), tiendo mis manos y te encuentro, siempre frente a mí, y por ti
estoy lleno de odio. No tomé el camino verdadero, no llego a nada. Mi libertad no es la
buena. ¡Nada! Siempre nada. ¡Ah, cómo pesa esta noche! Helicón no ha venido; ¡seremos
culpables para siempre! Esta noche pesa como el dolor humano.”18
La actitud del hombre en tanto hombre, del hombre que se sumerge en la realidad y
enfrenta el mal con las pobres armas que están presentes en su condición humana, aparece
encarnada por el personaje del Dr. Rieux, el infatigable médico de La peste:
-“Yo no sé lo que me espera, -afirma Rieux- lo que vendrá después de todo esto. Por el
momento hay unos enfermos a los que hay que curar. Después, ellos reflexionarán y yo
también. Pero lo más urgente es curarlos. Yo los defiendo como puedo. (…)
- Sí -asintió Tarrou-, puedo comprenderlo. Pero las victorias de usted serán siempre
provisionales, eso es todo.
Rieux pareció ponerse sombrío.
- Siempre, ya lo sé. Pero eso no es una razón para dejar de luchar.
- No, no es una razón. Pero me imagino, entonces, lo que debe ser esta peste para usted.
- Sí -dijo Rieux-, una interminable derrota.”20
“Yo siempre tengo miedo a que la palabra – dice Mishkin- y mi aspecto ridículo
traicionen mi pensamiento y desacrediten la idea capital. Mis ademanes no tienen belleza
ni mis gestos equilibrio. Cuanto hago mueve a risa, soy inoportuno, ridículo, la gente se
burla de mí. Eso hace que esa idea quede envilecida, aparezca deformada… (…) “Seamos
capaces de servir y así nos convertiremos en superiores” (…) ¡Qué importan mi aflicción,
mi desgracia si me reconozco capaz de ser feliz! Sabed que yo no comprendo el que pueda
uno pasar junto a un árbol sin sentir al verlo algo así como una gran felicidad, ni hablar con
un hombre sin que la dicha de amarle llene el corazón de gozo… ¡Oh, me faltan palabras
para expresarlo! Pero, ¡cuántas cosas bellas vemos a cada paso, tan bellas que hasta el
hombre más abyecto ha de admirar su hermosura!” “¡Oh escuchad! Ya sé que las palabras
no significan nada; más vale poner manos a la obra y predicar con el ejemplo… Por mi
parte, ya he empezado y… y… ¿Cómo es posible que haya quien se sienta desgraciado?” 21
6. La culpa. Aliocha Karamazov. Tarrou
“Por esto es por lo que no he tenido nada que aprender con esta epidemia,-dice
Tarrou- si no es que tengo que combatirla al lado de usted. Yo sé a ciencia cierta (si, Rieux,
yo lo sé todo en la vida, ya lo está usted viendo) que cada uno lleva en sí mismo la peste,
porque nadie, nadie en el mundo está indemne de ella. Y sé que hay que vigilarse a sí
mismo sin cesar para no ser arrastrado en un minuto de distracción a respirar junto a la cara
de otro y pegarle la infección. Lo que es natural es el microbio. Lo demás, la salud, la
integridad, la pureza, si usted quiere, son un resultado de la voluntad, de una voluntad que
no debe detenerse nunca. El hombre íntegro, el que no infecta a casi nadie es el que tiene el
menor número posible de distracciones. ¡Y hace falta tal voluntad y tal tensión para no
distraerse jamás! Si, Rieux, cansa mucho ser un pestífero. Pero cansa más no serlo.” 22
La cizaña convive con el trigo en el corazón del hombre. Todos tenemos nuestra
parte en una culpa. No podemos hacernos los escandalizados frente a la propagación de la
peste. Una respuesta similar es la que pone Dostoievski en boca de Aliocha Karamazov
cuando nos relata la conversión de Markel, el hermano mayor de Zósima. Pero es como si
fuera la suya, Aliocha es un discípulo de esa idea. Dostoievski se responde a sí mismo,
responde sus propias objeciones hechas al orden del mundo a través de Ivan Karamazov:
“¿Qué se hunda el mundo o que yo me quede sin tomar el té? ¡Pues que se hunda el
mundo y que el té no me falte!”26 Es la sentencia que nos revela la miseria del alma del
anónimo personaje de las Memorias del subsuelo de Dostoievski. La misma miseria que
reconocemos en Jean Bapstiste Clemence, el personaje de La Caída, de Camus. Novelas
cortas, similares aún en su estructura formal. En realidad ambas son como monólogos
interiores, autoconfesiones de almas pusilánimes:
“¿Cómo decirlo? Las cosas me resbalaban. Sí todo resbalaba sobre mí”27
“Vivía, pues, despreocupado y sin otra continuidad que aquella del "yo, yo, yo".
Despreocupado por las mujeres, despreocupado por la virtud o el vicio, despreocupado
como los perros; pero yo mismo estaba siempre sólidamente presente en mi puesto. Iba así
andando por la superficie de la vida, de alguna manera, en las palabras, pero nunca en la
realidad. ¡Cuántos libros apenas leídos, cuántos amigos apenas amados, cuántas ciudades
apenas visitadas, cuántas mujeres apenas poseídas!”28
En el personaje de Camus aparece una tímida chispa de posibilidad de ascenso
luego de su caída moral. No puede a pesar de su egoísmo, sacar de su corazón una culpa, la
de haber pasado de largo cuando una joven mujer se arrojó al agua desde un puente para
suicidarse: “«Oh, muchacha, vuelve a lanzarte otra vez al agua, para que yo tenga una
segunda oportunidad de salvarnos a los dos.» Una segunda vez, ¡ejem…qué imprudencia!
Supóngase usted, querido doctor, que se nos tomara la palabra. Habría que hacerlo. ¡Brr…!
¡El agua está tan fría! ¡Pero tranquilicémonos! ¡Ahora es ya demasiado tarde, siempre será
demasiado tarde! ¡Felizmente!”29 Pero también sabe que si la vida volviera para atrás sería
incapaz de rescatarla. Sabe que preferiría correr a tomar su taza de té caliente.
“Por lo demás no podemos afirmar la inocencia de nadie, en tanto que sí podemos
afirmar con seguridad la culpabilidad de todos. Cada hombre da testimonio del crimen de
todos los otros; esa es mi fe y mi esperanza.”30
1
Albert Camus, El mito de Sísifo, Bs.As., Losada, 2007, p.23
2
Ibidem, p. 80
3
Ibidem, p. 100
4
Ibidem, p. 118 Para Serge Boulgakov este es el rasgo típico del intelectual ruso en general Serge Boulgakov,
Ivan Karamazov, personaje du roman de Dostoievski Les frères Karamazov, comme type philosophique, en
“La leyende du Grand Inquisiteur”, Lausanne, L´age d´homme, 2004, p. 318 y ss
5
Fedor Dostievski, Crimen y castigo, Barcelona, Juventud, 1978, p. 168
6
Fedor Dostoievski, Los hermanos Karamazov, en OC, Madrid, Aguilar, Tomo III 1991, p.1260
7
Cfr. El hombre rebelde, Bs. As., Losada, 2003, p.280; El mito de Sísifo,
8
La misión del escritor, Discurso de aceptación del Premio Nobel, Estocolmo, 10 de diciembre de 1957
http://estafeta-gabrielpulecio.blogspot.com/2010/01/albert-camus-discurso-de-aceptacion-del.html
9
La misión del escritor, Discurso de aceptación del Premio Nobel, Estocolmo, 10 de diciembre de 1957
http://estafeta-gabrielpulecio.blogspot.com/2010/01/albert-camus-discurso-de-aceptacion-del.html
10
Fedor Dostoievski, Demonios, Barcelona, Planeta, 1984, p. 343
11
Albert Camus, El hombre rebelde, Bs. As., Losada, 2003, p. 164-165
12
Fedor Dostoievski, Los hermanos Karamazov, Bs.As., Aguilar, 1991, OC, Tomo III, p. 1068. Esta
referencia a la sonrisa de Jesús es anterior en el relato. Dostoievski no dice cómo lo miraba Jesús al Gran
Inquisidor cuando expuso su monólogo. Sí afirma que cuando terminó, lo besó.
13
Fedor Dostoievski, Los Hermanos Karamazov, Libro V, cap. V
14
Albert Camus, El hombre rebelde, , p.282-283
15
Albert Camus, Calígula, Bs. As. Losada, 1997, Acto IV, escena 8
16
Cfr. Fedor Dostoievski, La confesión de Stavroguín, en OC, Tomo, IV, p. 999
17
Albert Camus, Calígula, Acto IV, esc. 12
18
Albert Camus, Calígula, Acto IV, esc.13
19
“Oh, alma mía, no aspires a la vida inmortal, pero agota el campo de lo posible.” Píndaro: III Pítica. Cita
con que introduce Camus, su obra El mito de Sísifo
20
Albert Camus, La peste, Bs. As., Sudamericana, 1995, p. 103-104
21
Fedor Dostoievski, El idiota, Barcelona, Juventud, 1977, p. 683-685
22
Albert Camus, La peste, p.198
23
Fedor Dostoievski, Los hermanos Karamazov, p. 1098
24
Fedor Dostoievski, Los hermanos Karamazov, p. 1098 Dice el mismo Dostoievski “La felicidad no consiste
en la comodidad, la felicidad tiene que ser comprada con el sufrimiento. Tal es la ley de nuestro planeta,
pero esta percepción directa sentida en el proceso de la vida misma es una alegría tan grande que uno puede
pagarla con años de sufrimiento. El hombre no ha nacido para la felicidad. Conquista la felicidad y siempre
a través del sufrimiento.” (
25
Fedor Dostoievski, Los hermanos Karamazov, p. 1112
26
Fedor Dostoievski, Memorias del subsuelo, en OC, Méjico, Aguilar, 1991, Tomo III, p. 160
27
Albert Camus, La caída, Bs.As., Losada, 1985, p. 40
28
Albert Camus, La caída, p. 41
29
Albert Camus, La caída, p. 115
30
Albert Camus, La caída, p. 87
31
Cfr. Geir Kjetsaa, Dostoievski, Bs. As. Vergara, 1987, p. 29
32
Albert Camus, La peste, p. 200
33
Albert Camus, El hombre rebelde, p. 280
34
Albert Camus, El mito de Sísifo, p. 138
35
Albert Camus, El mito de Sísifo, p. 281
36
Albert Camus, El primer Hombre, Barcelona, Tusquets, 1994, p. 269
37
Fedor Dostoievski, El idiota, Barcelona, Juventud, 1977, p.266