Marshal Perelman
Marshal Perelman
Marshal Perelman
Cuadernos
del
ISSN 1668-1053
Sindicalización:
Incentivos en la normativa sociolaboral
4
AGOSTO 2004
La serie Cuadernos del IDES tiene por objeto difundir avances de los resultados de
las investigaciones realizadas en el seno del Instituto de Desarrollo Económico y
Social.
ISSN 1668-1053
Indice
Marco de análisis 4
Sindicatos y afiliación: perspectiva histórica 9
Incentivos a la sindicalización: regímenes
sobre convenios colectivos, obras sociales
y cuotas y contribuciones sindicales 15
Procesos estructurales y tendencias en la sin-
dicalización a principios de los años 2000 25
Propensión a la sindicalización: diferencias
sociolaborales 30
Consideraciones finales 32
Anexo 34
Referencias 36
Sindicalización:
Incentivos en la normativa sociolaboral
* CONICET-IDES <[email protected]>.
** IDES <[email protected]>.
1
Entre ellos, Feldman (1991), que, entre otros aspectos, analiza las tasas de sindicalización y el
posible impacto de cambios en el empleo, y Lamadrid y Orsatti (1991), quienes examinan la evolución histórica de
las cifras sobre sindicalización. Entre los estudios previos se incluyen Torre (1973) y Doyon (1975).
2
Algunos estudios sobre sindicatos han incluido aspectos relevantes para el análisis de la
sindicalización, por ejemplo, Zorrilla (1974).
3 Como ha sido documentado por varios autores, las cifras sobre afiliación sindical no son confiables y
Marco de análisis
El estudio de la dinámica de la sindicalización puede encararse desde perspectivas
complementarias, que se sitúan en distintos niveles de análisis, enfocando ya sea sobre los
factores que alientan o desalientan la afiliación individual, o bien sobre los que inciden en las
estrategias sindicales de reclutamiento de afiliados, las que, a su vez, también influyen sobre
la adhesión individual. Naturalmente, el estudio de la sindicalización también puede centrarse
en las tasas de sindicalización y sus determinantes estructurales (estructura económica, del
empleo y de la fuerza de trabajo) e institucionales, a través de análisis longitudinales o
comparativos.
4
En este trabajo las tasas de afiliación se refieren a la población sindicalizable, ya que se centra en la
propensión a la afiliación por parte de aquellos que están en condiciones de optar por ser miembros de un
sindicato. Este enfoque difiere de otros que consideran otras poblaciones de referencia (por ejemplo, la población
económicamente activa, para cuantificar el grado de representatividad de los sindicatos en relación con el
conjunto de la fuerza de trabajo).
puede ser algo difusa en circunstancias en que las decisiones de afiliación estén limitadas por
factores que impliquen algún grado de coerción) sobre el cual inciden determinantes de distinta
naturaleza. Una línea de estudios sobre la decisión de sindicalizarse parte del supuesto de que
los individuos evalúan los beneficios esperados de la afiliación frente a sus posibles costos
(Borland y Ouliaris, 1994). La pregunta que subyace a numerosos trabajos es porqué los
individuos se afilian si pueden ser “free riders”. “De acuerdo con Mancur Olson, si los
trabajadores actúan racionalmente, no deberían sindicalizarse, ya que los beneficios que
logran los sindicatos son bienes colectivos. Los trabajadores racionales deberían preferir
transformarse en ‘free riders’, esto es, obtener los beneficios de la organización colectiva de la
negociación sin contribuir al costo de la organización” (Rothstein, 1990: 325, traducción AM/
LP). Sin embargo, siempre según Olson, los trabajadores se afilian porque algunos sindicatos
logran crear incentivos selectivos, que son individuales en vez de colectivos, y que pueden ser
positivos o negativos, materiales o normativos (Rothstein, 1990)5. Sin embargo, otra línea de
investigación enfatiza que las razones principales por las cuales los individuos se sindicalizan
son de índole colectiva; de acuerdo con una investigación de Waddington y Whitston (1997),
en el Reino Unido los motivos colectivos, en particular el apoyo mutuo en el lugar de trabajo,
continúan siendo los principales incentivos para la afiliación, y la oferta de servicios orientados
a “clientes” son sólo motivos secundarios. De todos modos, aún suponiendo que el principal
motivo de la afiliación es el de contribuir a los objetivos colectivos, otros factores alientan o
desalientan la afiliación individual, y éstos pueden agruparse en cinco categorías principales:
5 Rothstein se está refiriendo al muy citado trabajo de MANCUR OLSON, publicado en 1965 (The Logic of
Collective Action: Public Goods and the Theory of Groups, Cambridge, Mass.: Harvard University Press).
riding”; sin embargo, esta norma también fue visualizada, al igual que la negociación colectiva
centralizada, como un factor que dificulta que los empleadores intenten frenar la sindicalización
ofreciendo beneficios selectivos a los no miembros (Visser, 2002: 408); además, se podría
pensar que cuando la negociación es centralizada y/o el alcance de los convenios es general,
los empresarios serían más permeables a la sindicalización en las empresas ya que, de todos
modos, deben respetar los términos de los convenios colectivos firmados a nivel centralizado.
Otro ejemplo, referido a los Estados Unidos, es el de la legislación sobre “derecho al trabajo”,
vigente en varios estados, que estipula que no es necesario que los trabajadores cubiertos por
un convenio colectivo sean miembros del sindicato que lo firmó para poder acceder a un
empleo o para mantenerlo, mientras que en otros estados sí rige esta obligación; al respecto
Hirsch (1980) concluye que la sindicalización es más baja donde existen leyes sobre “derecho
al trabajo” (:161). Por su parte, las normas sobre el acceso a la seguridad social también tienen
influencia sobre la sindicalización. Un caso ilustrativo es el régimen vigente en varios países
europeos, según el cual son los sindicatos los que controlan el sistema de prestaciones para
los desempleados (pese a lo cual no en todos ellos es obligatorio ser miembro de un sindicato
para acceder a las prestaciones), que habría favorecido la sindicalización6; se ha planteado
incluso que, aún en los casos en que no es necesario ser afiliado sindical para percibir los
beneficios por desempleo, el hecho de que sean los sindicatos los que controlen la administración
del sistema implica que todos los trabajadores están más “expuestos” a la penetración de la
influencia sindical (este punto, que sería particularmente relevante para el análisis comparativo,
como veremos tiene cierta similitud con las características e impacto del sistema de obras
sociales en la Argentina).
6 Sobre dicho sistema (Ghent) ver e.g. Rothstein (1990), con referencia a Suecia, y Western (1993).
7 Ver Visser (2002: 406), citando, entre otros, a C. GREGAN y S. JOHNSTON: “An industrial relations
approach to the free rider problem: young workers and trade union membership in the UK”, British Journal of
Industrial Relations, 28, 1990: 99): ...”me afilié porque todos los demás están en el sindicato...” (traducción AM/
LP). Un estudio realizado en Holanda en los '60 reveló que cuatro de cada cinco miembros de sindicatos se
habían afiliado influidos por personas en su entorno inmediato (Visser, 2002: 406, citando a M. VAN DE VALL: Labor
Organizations: a Macro- and Micro-Sociological Analysis on a Comparative Basis, Cambridge, Cambridge
University Press, 1970).
8 Sobre la relación entre tamaño del establecimiento y sindicalización véanse por ejemplo B. HIRSCH y
J. ADDISON: The Economic Analysis of Unions, London, Allen & Unwin,1986 (citado por Blendan y Machin,
2003:398), y sobre grado de concentración y afiliación, Hirsch (1980). Tienen también influencia la existencia/
ausencia de formas alternativas de representación o expresión de intereses, por ejemplo las creadas por la
empresa (Charlwood, 2002).
han desarrollado. Estos factores pueden definir diferencias entre sindicatos, pero también
permiten explicar las estrategias sindicales dominantes en un país por comparación con otros.
Las regulaciones referidas a la actividad sindical pueden delimitar la relevancia que tiene para
la organización gremial la expansión en el número de afiliados, por ejemplo cuando la
normativa independiza el poder sindical y su ámbito de intervención del proceso efectivo de
sindicalización. El marco regulatorio puede afectar los objetivos de reclutamiento al incidir
tanto sobre la estructura de recursos de los sindicatos como sobre el alcance de su
representación; de este modo, la existencia de fuentes de financiamiento gremial independientes
de la afiliación puede desalentar la implementación de políticas activas de reclutamiento; la
legalización del monopolio de representación –una vez asegurado en función de un cierto
número de afiliados– puede generar cierta pasividad en el reclutamiento, y lo mismo ocurre
cuando el alcance de la cobertura de los convenios colectivos es muy amplio, como es el caso
de los convenios de actividad9. Las estrategias de reclutamiento también están influidas por las
relaciones entre las organizaciones gremiales y el estado (por ejemplo, la institucionalización
de presiones sobre el gobierno como mecanismo preferencial para obtener mejoras para los
asalariados tendería a desactivar estrategias de reclutamiento de miembros)10. Asimismo, la
menor o mayor capacidad de movilización con que cuentan los sindicatos tiene repercusiones
sobre el reclutamiento: si el alcance de la movilización regularmente supera al conjunto de
afiliados sindicales esta situación podría desalentar el reclutamiento activo. Algunas de estas
variables pueden estar inter-relacionadas y la consolidación histórica de uno de estos factores
puede haber tenido un papel crucial en la configuración de otra de estas características. Por
ejemplo, un vínculo estrecho entre sindicatos y estado puede ser un factor determinante de la
prioridad que adquieren fuentes de ingresos sindicales no derivadas de la afiliación, como
subsidios o compensaciones, y las diferencias entre sindicatos según sus políticas frente al
estado podrían traducirse en estrategias diferenciales de reclutamiento. Por otra parte,
también los cambios en las propias tasas de afiliación en distintas coyunturas pueden llegar a
afectar el poder de las organizaciones gremiales y su capacidad de financiamiento y,
consecuentemente, desencadenar acciones para incrementar el número de afiliados.
9 Por ejemplo, en países que tienen sistemas de negociación descentralizada, donde existe una mayor
relación entre afiliación y alcance de la negociación colectiva, como serían los casos de Inglaterra y Estados
Unidos, las políticas de reclutamiento de los sindicatos serían más activas que en aquellos países en los cuales
predomina la negociación centralizada por actividad, como Alemania, Italia y Francia (Frege y Kelly, 2003).
10 La negociación directa con el estado y la imposición en la agenda política de las demandas
gremiales pueden ser apoyadas en mayor medida por la movilización pública que por políticas de reclutamiento
(Frege y Kelly, 2003). De este modo, los canales de influencia política pueden ser relativamente independientes
de la evolución de la sindicalización, como sucedería en los casos de Italia y España en los 90, citados por los
autores.
En lo que sigue se caracterizan los factores que pudieron haber estructurado las
estrategias sindicales de reclutamiento en la Argentina teniendo en cuenta las hipótesis
planteadas más arriba. Estas estrategias conformaron, junto con otros incentivos y desincentivos,
el conjunto de influencias sobre la sindicalización individual que se analiza en este trabajo.
Estrecho vínculo con el estado. Las estrechas relaciones entre los sindicatos y el
gobierno en numerosos períodos de la historia argentina implicó que las posibilidades de
obtener incrementos salariales u otros beneficios con frecuencia se fundaran más en la
capacidad sindical de ejercer presión sobre el estado que en la negociación con los empleadores,
y más en las posibilidades de negociación e intercambio de concesiones con el estado que en
la cantidad de miembros; a su vez, la capacidad de negociación de los sindicatos en relación
con el estado se derivó, en parte, del extendido alcance de su influencia sobre los asalariados,
que excedía ampliamente al número de afiliados.
11
Como veremos, algunos de estos rasgos siguieron vigentes con posterioridad, mientras que otros se
vieron afectados por cambios políticos, en la política económica y en el mercado de trabajo.
12 Ver Torre (1973: 911).
peso y composición de estos recursos fue variable históricamente y entre sindicatos13. Las
fuentes alternativas incluyeron, por ejemplo, los ingresos derivados del cobro de cuotas “de
solidaridad” mensuales, regulares y obligatorias, a los no afiliados que, en diversos períodos,
se instituyeron como contrapartida de la extensión de la cobertura de los convenios colectivos
a los asalariados no sindicalizados, y los ingresos originados en cláusulas incluidas en los
convenios colectivos que comprometían distintos tipos de aportes de los empresarios14. Por
otra parte, en el caso de las uniones, el hecho de que las seccionales por lo general recibieran
recursos de las organizaciones centrales15, con independencia de su capacidad de afiliación,
también desmotivó el reclutamiento de nuevos miembros. Además, mientras que en el pasado
la tarea médico-asistencial que desarrollaban los sindicatos a través de sus obras sociales
había operado como importante base de propaganda y reclutamiento (Cortés, 1985:52, 3), a
partir de la ley de obras sociales de 1970, que les otorgó el manejo de los fondos para el
sistema, los sindicatos obtuvieron una fuente significativa de recursos16 totalmente indepen-
diente del número de afiliados. A partir de ese año, los sindicatos controlaron los aportes
obligatorios, uniformes y generalizados de empleadores (que hasta entonces se habían
obtenido por convenio colectivo, eran variables y no necesariamente generalizados) y
13 Zorrilla (1974: 126) plantea que el proceso de fortalecimiento económico de los sindicatos atravesó
varias etapas: en la primera los empresarios pasaron a cobrar las cuotas mensuales de los afiliados; en la
segunda recaudaron las contribuciones adicionales de afiliados y no afiliados; en la tercera aportaron los propios
empresarios, y en la cuarta los no afiliados pasaron a ser cotizantes mensuales.
14 Varias son las modalidades de aporte patronal que los sindicatos fueron incluyendo en distintos
períodos en sus convenios colectivos. Por ejemplo, algunos lograron institucionalizar aportes empresariales (y,
en algunos casos, también del conjunto de los trabajadores) para sus obras sociales, mucho antes de que fueran
obligatorios (e.g. Unión de Trabajadores Gastronómicos de la República Argentina [UTGRA] en 1963; Federación
Argentina de Trabajadores de la Industria Química y Afines [FATIQyA], en 1958). Aún en la actualidad, cuando la
ley estipula aportes empresariales obligatorios para las obras sociales, algunos convenios colectivos establecen
contribuciones adicionales, como el firmado por el Sindicato Obreros de la Industria del Vidrio y Afines en 1991.
En otros casos, los sindicatos obtuvieron aportes empresariales para servicios al margen de la obra social, como
capacitación, planes sociales, actividad turística y recreativa, subsidios por fallecimiento, servicios de sepelio,
etc. (son ejemplos los convenios firmados por el Sindicato de Obreros Pasteleros, Confiteros, Pizzeros y
Alfajoreros en 1988; la Federación Argentina de Trabajadores de Industrias Químicas y Petroquímicas [FATIQyP],
subrama acumuladores, en 1989; la Asociación Obrera Textil [AOT] en 1990; el Sindicato de Empleados Textiles
en 1990 y 1998; la UTGRA en 1990; y la Federación Argentina Sindical de Petroleros [FASP] en 1975). En otros
convenios también se fijan aportes empresariales tanto para el sindicato como para la cámara empresarial,
destinados a gastos de representación, negociación colectiva, actividad en las comisiones paritarias, etc.; este
tipo de aportes, como en el caso de las cuotas de solidaridad que analizamos más abajo, constituye la
contrapartida del hecho de que el alcance de la representación y gestión que realizan estas organizaciones
excede a sus afiliados (ejemplos de esta modalidad encontramos en los convenios de la UTGRA, 1990, y de la
Federación Argentina Unión Personal Panaderías y Afines, 1998). Por último, hay convenios en los cuales se fijan
aportes empresariales al sindicato sin especificar su destino, como el de la FATIQyP y el de la Unión Personal de
Fábricas de Pintura y Afines, ambos de 1989.
15 Zorrilla (1974: 89) señala que las uniones sostienen a sus seccionales, a diferencia de las
federaciones que se sostienen con las cuotas de sus filiales.
16 Según Thompson (1985: 44) estos recursos propios de las obras sociales representaban, en los '80,
entre un 2,7 y un 3,5% del PBI.
trabajadores, lo cual culminó su consolidación financiera (Zorrilla, 1974: 99). De este modo, la
ley de obras sociales de 1970 se constituyó en un factor más que desalentó el reclutamiento
activo, pero al mismo tiempo creaba las condiciones de sustentabilidad económica que
permitieron ampliar los beneficios selectivos asociados a la afiliación. La administración de los
recursos de las obras sociales recaía en los sindicatos; los fondos debían destinarse mayori-
tariamente (un 70%) a la provisión de servicios de salud, pero la ley (artículo 8) dejaba a criterio
de la dirección sindical el uso del restante 30% destinado a gastos administrativos y otros
(Cortés, 1985:58), que eventualmente podían desviarse en alguna medida para otras finalidades.
En muchos casos, estos recursos fueron utilizados para la adquisición de inmuebles destinados
a los servicios turísticos que ofrecían los sindicatos. Es a partir de la sanción de la ley de obras
sociales de 1970 que gran número de sindicatos adquiere hoteles en Mar del Plata17.
Torre, 2000).
18 También se prohibió a los sindicatos que cobrasen cuotas regulares a los no afiliados, tema que
provistos por las obras sociales se restringieran exclusivamente a los afiliados); intentos de
encuadramiento de nuevos sectores o de re-encuadramiento de sectores preexistentes pero
representados por otro sindicato.
19
Ver Etchemendy y Palermo (1998: 578-9) sobre la negociación gobierno-sindicatos alrededor de la
rebaja de aportes patronales a las obras sociales.
20
El objetivo de estimular a las seccionales a reclutar nuevos miembros podría estar detrás de la
modificación en el estatuto de la UOM en 2003 según la cual son ahora las seccionales las que perciben los
ingresos en concepto de cuotas de afiliación y de solidaridad y remiten el 20% a la organización central.
21 El examen de la situación de un número muy limitado de sindicatos (basado en balances presentados
por los sindicatos ante el MTSS alrededor de 2002/2004) sugiere que mientras que en los sindicatos más
importantes las fuentes de recursos son más complejas, en los sindicatos más chicos (locales y regionales) son
ampliamente hegemónicos los ingresos provenientes de las cuotas de los asociados. De todos modos, en
algunos sindicatos grandes, como SMATA, los ingresos originados en las retenciones (cuotas de afiliados más
cuotas de solidaridad) son los que tienen más peso.
22
Actualmente, este mecanismo sigue estando presente en distintos sindicatos. Por ejemplo, según
nos informó un directivo en el sindicato del seguro, en muchos casos el delegado llena la solicitud en el lugar de
trabajo e inicia él mismo el trámite de afiliación. En una seccional de la UOM los delegados incluso llevan la
máquina fotográfica a la planta para obtener la foto para el carnet sindical. Todavía en 1990, según un análisis
preliminar basado en estimaciones propias con datos de Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC),
Encuesta Permanente de Hogares (EPH), Módulo de Precariedad Laboral, GBA (asalariados ocupados excluido
servicio doméstico), la gran mayoría de los asalariados en establecimientos que cuentan con representación
sindical está afiliada al sindicato, mientras que sólo lo está una minoría de aquellos que están empleados en
establecimientos que carecen de representación. Similarmente, la mayoría de los afiliados sindicales trabaja en
establecimientos que tienen representación sindical. Según Zorrilla (1974) la previa espontaneidad de la afiliación
voluntaria es reemplazada por el delegado que entrevista en el lugar de trabajo y entrega la solicitud de ingreso;
luego, las cuotas son retenidas por el empleador y transferidas al sindicato (:158).
23
Ver Zorrilla (1974:93,117) sobre un primer período de crecimiento y centralización sindical (1945-
1955) y un período posterior de expansión de sindicatos del interior (concesión de personerías a filiales de
grandes federaciones con sede en Buenos Aires o seccionales de sindicatos de alcance nacional), y también de
nuevas organizaciones.
24 Sobre una discusión acerca de estas cifras ver Doyon (1975: 158).
25 Ver Torre (1973) para más detalles.
restableció. Aunque para Orsatti y Lamadrid (1991) la citada cifra correspondiente a 1964 no
sería razonable y estaría subestimando el nivel real de sindicalización, otras fuentes también
indicarían que, efectivamente, hubo una caída, aunque no tan dramática, de la tasa de
sindicalización, lo cual apoyaría el argumento de que en este período se habrían registrado los
efectos de una regulación que desincentivaba la afiliación26.
Un tercer cambio importante en el régimen legal con posible repercusión sobre el nivel
de sindicalización, aunque de menor trascendencia que los dos hitos señalados y seguramente
con un impacto más localizado, fue la “desregulación” del sistema de obras sociales a partir de
un decreto de 1993, que posibilitó la libre afiliación y libre desplazamiento a una obra social que
no fuera la de la actividad económica en la que el trabajador estuviese empleado, y que afectó
a algunas obras sociales más que a otras. Debido a la fuerte imbricación que, pese a los
cambios regulatorios, subsiste entre sindicato y obra social, un correlato de la opción individual
por una obra social diferente a la de la actividad de empleo podría haber sido una menor
afiliación al sindicato correspondiente, así como el abandono de la obra social de previo
encuadramiento podría haber inducido la desafiliación del sindicato, en ambos casos obviamente
sin que se produjeran afiliaciones a sindicatos alternativos, que no corresponden a la actividad
de empleo, con efectos negativos sobre la sindicalización global.
Uno de estos factores es la regulación legal del cobro de aportes sindicales a los no
afiliados (cuotas de solidaridad) y su impacto sobre el costo relativo de la afiliación. El citado
decreto de 1945 introduce por primera vez en el marco legal la figura del empleador como
agente de retención del “importe de las cotizaciones y contribuciones al sindicato” que debía
realizar exclusivamente el personal afiliado. Hasta 1953 la legislación no contemplaba ningún
tipo de contribución a los sindicatos por parte del personal que no está afiliado. Es a partir de
la sanción de la ley 14.250 de convenciones colectivas de trabajo de ese año que se introduce
un elemento de ambigüedad en la regulación sobre cuotas y contribuciones a los sindicatos al
admitir ésta, en su artículo 8, que las contribuciones que se pactaran en los convenios serían
extensibles a todos los trabajadores comprendidos en el ámbito de la convención. Aunque en
teoría esta norma haría referencia a las contribuciones extraordinarias por parte del total de los
trabajadores beneficiados por la firma de un nuevo convenio (James, 1990), en la práctica
abrió la posibilidad para que al menos algunos sindicatos impusieran un aporte mensual
regular al conjunto de los trabajadores28. Por ejemplo, en 1954 la UOM firma un acuerdo en el
cual se establece, además del aporte extraordinario sobre el aumento pactado, un descuento
regular del 1% sobre el jornal y sobre el aguinaldo del conjunto de los obreros y empleados
beneficiarios del convenio colectivo.
28 Según Doyon (1975: 160), a partir de 1950 era una “práctica corriente” que se descontaran
En el año 1973 se establece un nuevo régimen legal para las asociaciones profesio-
nales de trabajadores (ley 20.615 y decreto reglamentario 1045), que aplica cambios sustan-
ciales en materia de aportes de los trabajadores a los sindicatos al establecer que las cuotas y
contribuciones que definan las asociaciones profesionales son extensibles en forma automá-
tica a todos los trabajadores de la actividad, ya que esta extensión, a diferencia de lo que
marcaba la ley 14.250, se produce sin necesidad de que hubiera sido estipulada en los conve-
nios colectivos. Es decir, en la práctica los sindicatos podían terminar equiparando las
contribuciones de los afiliados y las de los no afiliados. Esta normativa, que podría haber dado
lugar a la noción, bastante difundida, de que en la Argentina la afiliación sindical es compulsiva,
en realidad tuvo una vigencia efímera, ya que, de hecho, en 1976, con el gobierno militar,
quedó en suspenso, y en 1979 se restablecieron los principios que habían regido en el pasado,
sobre todo entre 1960-1973.
Entre 1953 y 1960, la opción por imponer cuotas mensuales a los no afiliados de la
actividad correspondiente podría haber favorecido la afiliación puesto que por un costo
adicional a veces marginal se podía acceder a beneficios restringidos a los afiliados sindicales,
en ese entonces muy importantes porque incluían los servicios provistos por las obras sociales
29 Este argumento ya había sido esgrimido en los debates parlamentarios que precedieron a la sanción
sindicales. Y, mientras que entre 1960 y 1973 ese incentivo posiblemente ya no existía, el
régimen que se reguló en 1973 generó un incentivo aún más fuerte y generalizado a la
afiliación, que no implicaba costos adicionales pero permitía acceder a beneficios exclusivos
para los miembros de los sindicatos.
Los cambios en la normativa sobre aportes y contribuciones al sindicato por parte del
conjunto de los asalariados encuadrados en cada sector se reflejaron en los convenios
colectivos de trabajo aunque no todos los sindicatos respondieron de igual forma frente a las
posibilidades que generaba el régimen legal30. Hasta 1960, y en consonancia con la ambigüedad
que caracterizaba a la regulación sobre cuotas y contribuciones, se observa una diversidad de
prácticas gremiales. Por ejemplo, en un convenio correspondiente a la industria química
figuraba que los aportes al sindicato, tanto mensualizados como extraordinarios, recaían
exclusivamente sobre sus afiliados. En cambio, en el sector metalúrgico tanto las cuotas
regulares como las contribuciones extraordinarias eran obligatorias para el conjunto de los
trabajadores encuadrados en la actividad, y en los convenios correspondientes a gremios
como el del calzado y gastronómico sólo se mencionaban las cuotas de carácter extraordinario
que debía abonar el conjunto de los trabajadores beneficiarios del convenio cuando se
pactaran aumentos salariales. A partir de 1960, cuando el decreto ministerial fija que las cuotas
mensuales debían recaer exclusivamente sobre los afiliados, y hasta el año 1973, en el que
vuelve a cambiar la normativa, las prácticas sindicales se diferenciaron exclusivamente en el
alcance que tenían las cuotas extraordinarias. Mientras que sindicatos como los de los
supervisores metalúrgicos, los químicos y los trabajadores de la carne establecieron que sólo
las abonarían sus afiliados, otros, como gastronómicos, las extendieron al conjunto de los
asalariados de la actividad cubiertos por el convenio. Es sin duda la ley de asociaciones
profesionales de 1973 la que ofrece un mayor margen de acción a los gremios para establecer
cuotas mensualizadas al conjunto de los trabajadores encuadrados en cada actividad. A partir
de este año muchos gremios incluyeron en sus convenios cláusulas que especificaban el tipo
de contribución que realizaría el conjunto de los beneficiarios de dicho convenio, tanto en lo
referente a la cuota regular como a las contribuciones extraordinarias (por ejemplo,
gastronómicos, químicos y carne). Sin embargo, otros registraron en sus convenios sólo las
30 Los ejemplos que se mencionan en los próximos párrafos se basan en el análisis de los convenios
colectivos de los siguientes sindicatos: UOM, Asociación de Supervisores de la Industria Metalúrgica de la Repú-
blica Argentina (ASIMRA), UTGRA, FATIQyA, FATIQyP, Federación Gremial del Personal de la Industria de la
Carne, Derivados y Afines, Federación Argentina de la Industria del Cuero y Afines, FASP, Federación Argentina
Sindical de Petróleo y Gas Licuado, AOT, SMATA, Asociación Bancaria, Sindicato del Seguro y Federación
Argentina de Empleados de Comercio y Servicios (ver nombres completos correspondientes a siglas en nota 14).
Con la reinstalación del sistema democrático a partir de 1983 se dicta otra ley de
asociaciones profesionales y se restablece la ley 14.250 de convenios colectivos con algunas
modificaciones, aunque recién en 1988. En materia de cuotas y contribuciones sindicales la
normativa retoma los mismos principios que habían sido fijados en la década del '50, cuando
se sancionaron las primeras leyes sobre negociaciones colectivas y asociaciones profesionales.
Pero nuevamente, dada la ambigüedad con la que están redactadas las leyes de 1988 y al no
estar expresamente limitada por ninguna reglamentación, se abre la posibilidad de que los
sindicatos fijen contribuciones mensualizadas a los no afiliados en los convenios colectivos o
directamente pongan en práctica aquellas que habían sido estipuladas en convenios de la
ronda de 1975 y que continúan vigentes por ultraactividad.
En este período, como en otros anteriores, la respuesta de los sindicatos frente a las
posibilidades que otorga el régimen legal no fue homogénea. La variedad de prácticas
probablemente refleja las diferentes características de las actividades y la idiosincrasia y
tradición de cada gremio. Por una parte, no todos los sindicatos optaron por extender a los no
afiliados “cuotas de solidaridad” mensuales y, por la otra, los que lo hicieron lo implementaron
en distintos años. Parecería que, de todos modos, la opción por esta modalidad fue cada vez
más habitual, sobre todo a medida que iban surgiendo problemas de financiamiento e incluso
procesos de desafiliación (como veremos, posiblemente por pérdida del empleo), aunque no
31 En una exploración no exhaustiva y preliminar no encontramos sindicatos que hubieran fijado este
es posible ser concluyente debido a que el análisis se basa sólo en una selección de
sindicatos, muchos de los cuales son, sin embargo, muy importantes32. Gremios destacados
como meta-lúrgicos, mecánicos, gastronómicos, comercio, petroleros y de la carne33
implementaron cuo-tas de solidaridad mensuales; sin embargo, otros gremios de envergadura,
como el bancario y el de seguros, hasta 2004 no habían hecho uso de esta opción34. De todos
modos, el cobro de cuotas de solidaridad mensuales no implicó una equiparación entre la
condición de afiliado y no afiliado, ya que la mayoría de los gremios mantiene una cuota de
afiliación y brinda servicios diferenciales a sus afiliados. En este sentido, en 1988 se restableció
un importante incentivo para la afiliación, pero la ausencia de datos confiables sobre la
evolución de la afiliación a nivel sectorial (por ejemplo, antes y después de la introducción de
cuotas de solidaridad) impide analizar el posible efecto de los aportes obligatorios sobre el nivel
de sindicalización.
Por otra parte, el monto de la diferencia entre cuota de afiliación y cuota de solidaridad
varía entre sindicatos. Por ejemplo, la UOM ha fijado la cuota de solidaridad en un 2% del
salario, mientras que la cuota de afiliación apenas representa un 0,5% adicional y, hasta la
implementación de la cuota de solidaridad, los trabajadores que se afiliaban al sindicato debían
aportar voluntariamente un 2% del salario. En otros casos, como el de SMATA, una cuota de
solidaridad relativamente elevada (si se la compara con las de otros gremios) no ha implicado
una cuota de afiliación baja (también en términos relativos), ya que ésta era del 2% del salario,
que se suma al 3% que se debe aportar en forma obligatoria en carácter de cuota de
solidaridad. El sindicato de pasteleros es ilustrativo de otro tipo de situación, al no cobrar una
cuota de afiliación adicional a la de solidaridad. El costo relativo de la afiliación versus el de la
cuota de solidaridad puede incentivar o desincentivar la sindicalización. Cuánto menor es la
diferencia, mayor sería el incentivo a afiliarse, ya que, por un costo diferencial mínimo, se
accede a los beneficios exclusivos asociados con la condición de afiliado.
32 Una revisión de todos los convenios colectivos en cualquier caso resultaría insuficiente para
establecer cuán difundida se halla esta modalidad, ya que las cuotas de solidaridad también pueden figurar en
acuerdos colectivos, y no todos éstos se hallan disponibles para el análisis.
33 En el caso de la UOM, las cuotas mensuales a no afiliados recién se fijaron a través de un acuerdo
en 2001.
34 Como veremos más abajo, en bancos y seguros las tasas de sindicalización son más bajas que en
otros sectores, lo cual sería coherente con el hecho de que no imponen cuotas a los no afiliados, pero la
información no es concluyente debido a que, mientras que en otros sectores las cifras podrían sobreestimar las
tasas de afiliación al incluir como afiliados a asalariados que en realidad sólo sufren el descuento de la cuota de
solidaridad, justamente en bancos y seguros esta sobreestimación no puede existir porque los sindicatos no
aplican cuotas de solidaridad.
En resumen, desde que se implementó en los años '40 y '50 el régimen legal de las
asociaciones profesionales de los trabajadores y la negociación colectiva, la fijación de cuotas
y contribuciones sindicales, regulares y extraordinarias, fue cambiando de acuerdo con las
posibilidades que ofrecía el marco regulatorio, sobre todo la estipulación de cuotas
mensualizadas a los no afiliados. Dentro de este marco general, los gremios tuvieron distintas
estrategias. Mientras algunos procuraron maximizar sus ingresos de acuerdo con las
posibilidades que ofrecía la legislación, otros parecen haber “resignado” el cobro de una cuota
Se podría hipotetizar que a partir de los años '60 la sindicalización creció con un ritmo
aproximadamente similar al de la población sindicalizable, sin grandes variaciones en la tasa
de afiliación, y que las variaciones estuvieron en parte asociadas con los cambios en la
regulación sobre acceso a las obras sociales y cobro de cuotas de solidaridad a todos los
beneficiarios de los convenios colectivos. En principio, se podría plantear que hacia 1980 se
debilitó el incentivo a la afiliación que se derivaba de un acceso a las prestaciones médicas
restringido a los afiliados, aunque no necesariamente el estímulo desapareció ya que, como se
señaló, muchos sindicatos continuaron ofreciendo prestaciones y servicios adicionales a sus
afiliados, aún cuando el acceso estuviera generalizado para los servicios básicos. Por otra
parte, continuó existiendo cierta confusión de hecho entre afiliación a la obra social y afiliación
al sindicato, a veces fomentada por los propios representantes sindicales, que habría implicado
que al ingresar al empleo, en el momento de incorporarse a la obra social fuera habitual que el
trabajador también firmase “automáticamente” su afiliación sindical. Además, se podría esperar
que en el período 1960-1973 la tasa de sindicalización se hubiese mantenido o descendido al
prohibirse el cobro de cuotas de solidaridad mensuales a todos los asalariados cubiertos por el
convenio colectivo; que en 1973-76 hubiese tendido a aumentar al generalizarse el cobro de
las cuotas de solidaridad, y en 1976-88 a mantenerse en el nivel alcanzado o a descender
nuevamente con la nueva prohibición de las cuotas regulares desde 1979 (en 1976-79 los
convenios estaban suspendidos), sobre todo si se considera que también había desaparecido
el atractivo del acceso a la obra social; y que, finalmente, volviera a incrementarse con la
renovada difusión de las cuotas de solidaridad a partir de 1988.
CUADRO 1
Tasas de sindicalización en relación con los asalariados
y normativa sociolaboral.
Periodización basada en la evolución de la normativa sobre “cuota de solidaridad”
y sobre acceso a las obras sociales y sus impactos esperados sobre la sindicalización
Tasas según
Normativa Orsatti y Lamadrid (1991)
44 - 47 (1991-94)
42** (2001)
acceso a beneficios exclusivos para los miembros. Este incentivo podría haber contrarrestado,
parcialmente, la influencia de otros factores que en los años '90 habrían desalentado la
afiliación (cierta deslegitimación de los sindicatos, el alto desempleo que favorecía la negociación
individual de condiciones de trabajo y salariales) y cuyo impacto, junto con el de la rees-
tructuración del empleo, en última instancia se habría expresado en una caída en la tasa global
de sindicalización. En todo caso, los incentivos a la afiliación que se derivaron de la normativa
CUADRO 2
Tasas de afiliación según sector, tamaño de la empresa
y forma de contratación, 2001
Porcentajes
38
Se trata de estimaciones propias basadas en datos de EPH, Módulo de Precariedad Laboral, mayo,
1990. La tasa de sindicalización para GBA-Córdoba-Rosario alcanzaba el 47,4% de los asalariados (según datos
en “Los trabajadores precarios. Presentación de primeros resultados”, INDEC, 1990).
39 Estimaciones propias basadas en la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV), SIEMPRO, 2001. El
universo de esta encuesta está constituido por las localidades urbanas de 5.000 o más habitantes.
CUADRO 3
Tasas de afiliación de asalariados registrados, por sector, 2001
Sectores seleccionados, en porcentajes
Comercio 66,8
Restaurantes/hoteles 64,5
Bancos 57,3
Seguros 38,8
Metales y maquinaria* 70,3
Automotores** 95,2
* Ramas 270-293.
** Rama 341.
FUENTE: Estimaciones propias basadas en datos de ECV, SIEMPRO, 2001.
40 En cambio, este grupo sí habría sido incluido en la encuesta de 1990, citada más arriba, junto con el
Con respecto al sector industrial en particular, también otras evidencias sugieren que
no disminuyó, o no disminuyó mucho, la tasa de sindicalización durante la década del '9042, ya
que muestran que la reducción en el número de afiliados fue paralela a la caída del empleo
(cuadro 4)43. En algunas ramas industriales sorprende la similitud entre las tasas de variación
del número de afiliados y del número de ocupados. Este es el caso de las industrias láctea y del
cuero y, en menor medida, textil y del vidrio. En cambio, en otras ramas, como las industrias del
plástico, la confección y el calzado, si bien hay una correspondencia en el signo negativo de la
variación, las diferencias en las magnitudes son tan relevantes que es preciso introducir otros
factores para explicar porqué cae mucho más el número de afiliados que el de ocupados. Si se
tiene en cuenta que, en general, la población sindicalizable se concentra en las plantas de
mayor tamaño y entre los trabajadores con contratos permanentes, y que es un requisito
excluyente que los trabajadores estén inscriptos en la seguridad social, una explicación
razonable es que en estas ramas tienen mayor peso las plantas de menor tamaño, donde más
se habría acentuado la difusión de empleos precarios y no registrados, o bien se habrían
producido cambios a favor de los establecimientos pequeños, por ejemplo debido al cierre de
grandes fábricas. En efecto, confecciones, calzado y productos de plástico son ramas en las
que o bien predominan las pequeñas empresas (confecciones) o las pequeñas y las grandes
comparten la producción (calzado) pero con mayor peso de las primeras (productos plásticos),
41
En este caso, posiblemente incide la menor capacidad que tienen los sindicatos de reclutar en
pequeños establecimientos donde no hay delegados.
42
En otros sectores económicos para los que se cuenta con información sobre afiliados y puestos de
trabajo de asalariados registrados (comercio, bancos, hoteles y restaurantes) no hay concordancia entre sus
evoluciones respectivas (en los tres sectores crece el empleo, pero cae el número de afiliados). Según resultados
de entrevistas exploratorias, la obra social del sector bancario perdió afiliados, lo cual podría haber tenido como
correlato pérdida de afiliados al sindicato; la obra social de comercio captó más afiliados provenientes del sector
bancario y otros, pero naturalmente sin que creciera la sindicalización. Este tema requiere mayor investigación.
43
Los datos sobre afiliados provienen de las declaraciones que realizan los sindicatos al MTSS y
deben ser considerados con precaución, ya que usualmente se considera que tienden a sobreestimar la afiliación
(para mayores detalles, ver anexo).
44
Sobre la caracterización de las ramas industriales, véase Kosacoff y Ramos (2001), que se basan en
datos del censo económico de 1993. No se dispone de información acerca de la evolución de las ramas
industriales durante los '90, en términos de grado de concentración y composición según tamaño de las firmas.
CUADRO 4
Afiliados y obreros ocupados en ramas industriales seleccionadas*
a diferencia de las ramas donde la afiliación se redujo paralelamente con el empleo, que son
altamente concentradas (vidrio), o de mediana concentración y/o con peso significativo de las
firmas grandes (lácteos, hilanderías y tejedurías, curtiembres)44. La divergencia también
podría ser atribuible a procesos de desafiliación o bien a cambios en la composición del empleo
a favor de categorías más renuentes a afiliarse (técnicos, jóvenes, etcétera). Aunque parece
difícil que se hayan registrado procesos generalizados de desafiliación, ésta podría ser una
posibilidad en aquellas ramas con muy bajos salarios, en los cuales la cuota sindical podría
tener incidencia dada la usualmente ajustada situación económica de los hogares de estos
trabajadores. Sólo en una minoría de industrias, entre las que se encuentran la automotriz
(altamente concentrada) y la de la madera (cuyas subramas tienen distintos grados de
concentración), la tasa de variación en el número de afiliados habría tenido, según las cifras
citadas, una evolución mucho más positiva que la tasa de variación del empleo.
De acuerdo con las hipótesis usuales en la literatura y que han sido apoyadas por
resultados de investigaciones en diversos países45, la permanencia y estabilidad en el empleo,
la inserción en grandes establecimientos y el desempeño en ocupaciones manuales calificadas
(que no involucran altos niveles educativos) son algunas de las características asociadas con
45 Moreira Cardoso (2002: 23), por ejemplo, concluye que en Brasil tienen mayor propensión a
sindicalizarse los asalariados más calificados (según escolaridad), que trabajan en empresas con 100 o más
ocupados, que tienen una antigüedad de 100 meses o más, que nunca estuvieron desempleados y que nunca
cambiaron de empleo; los sindicalizados tienen mayor edad promedio (36) que los no afiliados (33); los
asalariados de la administración pública y de la industria tienen mayores chances de afiliarse que los de comercio
y servicios; y las chances son algo más altas entre los hombres que entre las mujeres.
CUADRO 5
Características sociodemográficas e inserción laboral de asalariados
sindicalizados y no sindicalizados
Asalariados registrados (excluye servicio doméstico y beneficiarios de planes de empleo)
Sindicalizados No sindicalizados
Total Recientes Resto Total Recientes Resto
Consideraciones finales
La Argentina se caracterizó por una tasa de sindicalización elevada con respecto a
parámetros internacionales por lo menos desde la década del '40, en la que se produjo el
mayor salto en el número de afiliados. Este nivel alto de sindicalización se sustentó en una
desarrollada estructura de representación sindical en los lugares de trabajo, fundamentalmente
en los establecimientos medianos y grandes y, también, en las obras sociales, cuyo uso
inicialmente estaba restringido a los afiliados sindicales y que, además, incluso cuando el
acceso se extendió a todos los asalariados, continuaron ampliando el campo susceptible a la
penetración sindical. Estos factores, que favorecieron la sindicalización, coexistieron con otros
que tendieron a independizar el poder de intervención sindical del número de afiliados. La
relación con el estado, la capacidad de movilización, el marco regulatorio (monopolio de
representación, extensión erga omnes de los convenios colectivos), y la multiplicidad de
fuentes de recursos sindicales contribuyeron a desplazar del centro de la política gremial las
tareas relacionadas con el reclutamiento de miembros, sobre todo una vez obtenida la
personería gremial y el monopolio de la representación, instancia que requería acreditar el
mayor número de afiliados en el sector a representar. Algunos de estos factores tuvieron
continuidad hasta el presente, mientras que otros fueron experimentando transformaciones
desde mediados de la década del '70 y, sobre todo, en los '90.
46 Por ejemplo, el 24% de los asalariados recientes que son afiliados sindicales se desempeña en
ANEXO
por Díaz (1990) a partir de la comparación entre las declaraciones de los sindicatos ante el MTSS y los
padrones electorales de un número significativo de sindicatos49. Para el período 1954-1974 Lamadrid y
Orsatti se basan en las declaraciones ante congresos de la CGT, consideradas más confiables y
representativas que las que surgen de otras fuentes como el Censo de Asociaciones Profesionales de
1965. Si bien esta última fuente, que ha sido utilizada por algunos autores, indica una importante
disminución en los niveles de sindicalización en los diez años posteriores al derrocamiento de Perón en
1955, resulta razonable lo señalado por Lamadrid y Orsatti con respecto a que esta caída no encontraría
suficiente sustentación en transformaciones productivas y/o institucionales50. En cambio, como apuntan
los mismos autores, la comparación entre las declaraciones ante congresos de la CGT correspondientes
a los años 1954 y 1963 arrojaría un resultado más convincente: estabilidad en el número absoluto de
trabajadores sindicalizados, aunque con un descenso en la tasa de sindicalización, descenso que desde
nuestro enfoque sería congruente con un marco regulatorio que restaba incentivos hacia la afiliación.
Considerando que los datos correspondientes a declaraciones ante los congresos de la CGT son más
confiables, optan por continuar sobre esta base la serie hipotética hasta el año 197451. La serie resulta
verosímil aunque su confiabilidad está supeditada la aplicabilidad de los supuestos adoptados y ajustes
implementados.
49 Los trabajos citados por Lamadrid y Orsatti (1991) son S. FELDMAN: “Notas sobre sindicalización y
estructura sindical”, mimeo, y R. A. DÍAZ: “El sistema de relaciones laborales en Argentina”, mimeo, 1990.
50
Si bien Torre (1973) opta para el cálculo de la tasa de sindicalización por los datos que aporta el
Censo de Asociaciones Profesionales de 1965, considera, a partir de su comparación con padrones
correspondientes al año 1966, que estos datos estarían subestimando el número de afiliados. De todos modos,
para este autor también existirían problemas en las declaraciones ante el congreso de la CGT de 1963, que
habrían sobrevaluado la afiliación.
51 Los datos correspondientes a este año fueron ajustados por estos autores en + 5%, en base a
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