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ADRIANA MARSHALL Y LAURA PERELMAN SINDICALIZACION: INCENTIVOS EN LA NORMATIVA SOCIOLABORAL

Cuadernos
del

ISSN 1668-1053

Sindicalización:
Incentivos en la normativa sociolaboral

ADRIANA MARSHALL Y LAURA PERELMAN

4
AGOSTO 2004

Instituto de Desarrollo Económico y Social


Aráoz 2838 ◆ C1425DGT Buenos Aires ◆ Argentina
Teléfono: (54 11) 4804-4949 ◆ Fax: (54 11) 4804-5856
Correo electrónico: [email protected]

CUADERNOS DEL IDES Nº 4 1


ADRIANA MARSHALL Y LAURA PERELMAN SINDICALIZACION: INCENTIVOS EN LA NORMATIVA SOCIOLABORAL

La serie Cuadernos del IDES tiene por objeto difundir avances de los resultados de
las investigaciones realizadas en el seno del Instituto de Desarrollo Económico y
Social.

ISSN 1668-1053

Indice
Marco de análisis 4
Sindicatos y afiliación: perspectiva histórica 9
Incentivos a la sindicalización: regímenes
sobre convenios colectivos, obras sociales
y cuotas y contribuciones sindicales 15
Procesos estructurales y tendencias en la sin-
dicalización a principios de los años 2000 25
Propensión a la sindicalización: diferencias
sociolaborales 30
Consideraciones finales 32
Anexo 34
Referencias 36

 Instituto de Desarrollo Económico y Social, Buenos Aires, 2003.


Prohibida su reproducción total o parcial por cualquier medio (impreso, electrónico, etcéte-
ra) sin autorización previa.
Diseño: Departamento Editorial del IDES.

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ADRIANA MARSHALL Y LAURA PERELMAN SINDICALIZACION: INCENTIVOS EN LA NORMATIVA SOCIOLABORAL

Sindicalización:
Incentivos en la normativa sociolaboral

ADRIANA MARSHALL* Y LAURA PERELMAN**

En este trabajo se analiza la sindicalización en la Argentina focalizando en la


influencia de la normativa legal sobre la estructuración de incentivos y desincentivos a la
afiliación. Pese a la importancia del tema son muy escasos los estudios sobre sindicalización
en la Argentina y la mayoría se ha centrado en la estimación de las tasas de sindicalización1;
no existen estudios sistemáticos sobre los determinantes de la afiliación sindical y sus
impactos en distintos períodos históricos2. La ausencia de estudios sobre sindicalización sería
sorprendente si no fuera porque la abrumadora falta de información ha dificultado
sistemáticamente las investigaciones en este campo. A raíz de este mismo problema la
investigación que se describe en este artículo es de carácter exploratorio y la discusión sobre
el impacto de la normativa legal está limitada no sólo por la ausencia de datos confiables y
comparables históricamente para la estimación de la tasa de sindicalización3, “variable
dependiente” sobre la cual se debiera evaluar la influencia de cambios en el régimen legal, sino
también por la inexistencia de resultados empíricos de estudios sobre actitudes con respecto
a la afiliación.

* CONICET-IDES <[email protected]>.
** IDES <[email protected]>.
1
Entre ellos, Feldman (1991), que, entre otros aspectos, analiza las tasas de sindicalización y el
posible impacto de cambios en el empleo, y Lamadrid y Orsatti (1991), quienes examinan la evolución histórica de
las cifras sobre sindicalización. Entre los estudios previos se incluyen Torre (1973) y Doyon (1975).
2
Algunos estudios sobre sindicatos han incluido aspectos relevantes para el análisis de la
sindicalización, por ejemplo, Zorrilla (1974).
3 Como ha sido documentado por varios autores, las cifras sobre afiliación sindical no son confiables y

cada fuente tiene sus propias limitaciones (ver anexo).

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El artículo se organiza del siguiente modo. En primer lugar, se presenta el marco de


análisis. Después, se examina el caso argentino destacando los factores que históricamente
configuraron las políticas sindicales referidas a la sindicalización y que, por consiguiente,
incidieron sobre la afiliación individual. En tercer término, se describen cambios en la normativa
sociolaboral desde los años '50, relevantes para el tema en estudio, y se plantean algunas
ideas acerca de cómo dichos cambios habrían afectado, mediatizados o no por las estrategias
adoptadas por los sindicatos, las decisiones individuales de afiliación. En cuarto lugar,
focalizando ahora en los '90, se caracterizan aspectos de la reestructuración del empleo que
habrían tenido repercusiones negativas sobre la tasa de sindicalización4, y se señala que, si
bien en algunos sectores el número de afiliados pudo haber caído junto con el empleo, la tasa
de afiliación se mantuvo en un nivel relativamente elevado, a lo cual pudieron haber contribuido
incentivos a la sindicalización derivados de la normativa vigente desde 1988. Por último, se
examinan el perfil y la inserción laboral de los asalariados sindicalizados y no sindicalizados a
principios de la década del 2000 con el objetivo de explorar la posible influencia de algunos
factores que contribuyen a definir la propensión individual a la afiliación. En la sección final se
exponen las conclusiones.

Marco de análisis
El estudio de la dinámica de la sindicalización puede encararse desde perspectivas
complementarias, que se sitúan en distintos niveles de análisis, enfocando ya sea sobre los
factores que alientan o desalientan la afiliación individual, o bien sobre los que inciden en las
estrategias sindicales de reclutamiento de afiliados, las que, a su vez, también influyen sobre
la adhesión individual. Naturalmente, el estudio de la sindicalización también puede centrarse
en las tasas de sindicalización y sus determinantes estructurales (estructura económica, del
empleo y de la fuerza de trabajo) e institucionales, a través de análisis longitudinales o
comparativos.

En este trabajo nos centramos en el estudio de los determinantes de la sindicalización


desde la perspectiva individual. La sindicalización, en última instancia, cuando no es compulsiva,
es un acto individual voluntario (aunque, sin embargo, la divisoria entre compulsivo y voluntario

4
En este trabajo las tasas de afiliación se refieren a la población sindicalizable, ya que se centra en la
propensión a la afiliación por parte de aquellos que están en condiciones de optar por ser miembros de un
sindicato. Este enfoque difiere de otros que consideran otras poblaciones de referencia (por ejemplo, la población
económicamente activa, para cuantificar el grado de representatividad de los sindicatos en relación con el
conjunto de la fuerza de trabajo).

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puede ser algo difusa en circunstancias en que las decisiones de afiliación estén limitadas por
factores que impliquen algún grado de coerción) sobre el cual inciden determinantes de distinta
naturaleza. Una línea de estudios sobre la decisión de sindicalizarse parte del supuesto de que
los individuos evalúan los beneficios esperados de la afiliación frente a sus posibles costos
(Borland y Ouliaris, 1994). La pregunta que subyace a numerosos trabajos es porqué los
individuos se afilian si pueden ser “free riders”. “De acuerdo con Mancur Olson, si los
trabajadores actúan racionalmente, no deberían sindicalizarse, ya que los beneficios que
logran los sindicatos son bienes colectivos. Los trabajadores racionales deberían preferir
transformarse en ‘free riders’, esto es, obtener los beneficios de la organización colectiva de la
negociación sin contribuir al costo de la organización” (Rothstein, 1990: 325, traducción AM/
LP). Sin embargo, siempre según Olson, los trabajadores se afilian porque algunos sindicatos
logran crear incentivos selectivos, que son individuales en vez de colectivos, y que pueden ser
positivos o negativos, materiales o normativos (Rothstein, 1990)5. Sin embargo, otra línea de
investigación enfatiza que las razones principales por las cuales los individuos se sindicalizan
son de índole colectiva; de acuerdo con una investigación de Waddington y Whitston (1997),
en el Reino Unido los motivos colectivos, en particular el apoyo mutuo en el lugar de trabajo,
continúan siendo los principales incentivos para la afiliación, y la oferta de servicios orientados
a “clientes” son sólo motivos secundarios. De todos modos, aún suponiendo que el principal
motivo de la afiliación es el de contribuir a los objetivos colectivos, otros factores alientan o
desalientan la afiliación individual, y éstos pueden agruparse en cinco categorías principales:

1) Normativa legal (fundamentalmente la referida a los sindicatos y la negociación


colectiva, pero también otras, como la que regula la seguridad social), que puede propiciar o
desalentar la sindicalización directamente, o bien indirectamente, al afectar las estrategias
sindicales de reclutamiento (e.g. imposición de cuotas para el sindicato a los no afiliados
versus prohibición de implementarlas). El grado de protección que confiere la legislación
laboral individual (por ejemplo, sobre seguridad en el empleo) puede incidir sobre la
predisposición a la afiliación (Waddington y Whitston, 1997). También tienen impacto sobre la
sindicalización diversos aspectos de la normativa que regula las relaciones colectivas de
trabajo, por ejemplo, la restricción de los términos de los convenios colectivos o de determinados
beneficios a los afiliados sindicales versus la extensión al conjunto de los trabajadores; el
hecho de que la cobertura de los convenios se extienda a todos los trabajadores, sindicalizados
o no, prima facie podría considerarse como desincentivo a la afiliación, ya que facilita el “free-

5 Rothstein se está refiriendo al muy citado trabajo de MANCUR OLSON, publicado en 1965 (The Logic of

Collective Action: Public Goods and the Theory of Groups, Cambridge, Mass.: Harvard University Press).

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riding”; sin embargo, esta norma también fue visualizada, al igual que la negociación colectiva
centralizada, como un factor que dificulta que los empleadores intenten frenar la sindicalización
ofreciendo beneficios selectivos a los no miembros (Visser, 2002: 408); además, se podría
pensar que cuando la negociación es centralizada y/o el alcance de los convenios es general,
los empresarios serían más permeables a la sindicalización en las empresas ya que, de todos
modos, deben respetar los términos de los convenios colectivos firmados a nivel centralizado.
Otro ejemplo, referido a los Estados Unidos, es el de la legislación sobre “derecho al trabajo”,
vigente en varios estados, que estipula que no es necesario que los trabajadores cubiertos por
un convenio colectivo sean miembros del sindicato que lo firmó para poder acceder a un
empleo o para mantenerlo, mientras que en otros estados sí rige esta obligación; al respecto
Hirsch (1980) concluye que la sindicalización es más baja donde existen leyes sobre “derecho
al trabajo” (:161). Por su parte, las normas sobre el acceso a la seguridad social también tienen
influencia sobre la sindicalización. Un caso ilustrativo es el régimen vigente en varios países
europeos, según el cual son los sindicatos los que controlan el sistema de prestaciones para
los desempleados (pese a lo cual no en todos ellos es obligatorio ser miembro de un sindicato
para acceder a las prestaciones), que habría favorecido la sindicalización6; se ha planteado
incluso que, aún en los casos en que no es necesario ser afiliado sindical para percibir los
beneficios por desempleo, el hecho de que sean los sindicatos los que controlen la administración
del sistema implica que todos los trabajadores están más “expuestos” a la penetración de la
influencia sindical (este punto, que sería particularmente relevante para el análisis comparativo,
como veremos tiene cierta similitud con las características e impacto del sistema de obras
sociales en la Argentina).

2) Políticas sindicales de reclutamiento de miembros que, a través del monto de las


cuotas de afiliación, el tipo y alcance de la oferta de servicios y beneficios para los miembros,
las formas de reclutamiento en los lugares de trabajo, el cobro o no de cuotas a los no afiliados,
etc., contribuyen a regular la afiliación. Las políticas sindicales de reclutamiento y su mayor o
menor intensidad dependen de varios factores, que examinamos más abajo.

3) Situación en el mercado de trabajo, con efectos potenciales diversos; el alto


desempleo, y consiguiente mayor inseguridad en el empleo, podría ser un obstáculo para la
sindicalización en un contexto de oposición patronal, pero también podría ser un estímulo si la
organización gremial resulta un instrumento efectivo para proteger a los ocupados de la
competencia de los desempleados.

6 Sobre dicho sistema (Ghent) ver e.g. Rothstein (1990), con referencia a Suecia, y Western (1993).

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4) Sector de empleo, ya que los distintos sectores/empresas/ocupaciones pueden


tener asociadas distintas tradiciones ideológicas y de sindicalización y distintos grados de
“presión social” hacia la afiliación7 y, además, algunos tienen características –por ejemplo,
predominio de grandes establecimientos con estructuras sindicales más desarrolladas– que
facilitan o impulsan la sindicalización8.

5) Características sociales, familiares, demográficas y de la relación laboral, así como


orientación ideológica y política, y otros factores “subjetivos” (e.g. grado de satisfacción en el
trabajo, percepción positiva o negativa acerca de la instrumentalidad de los sindicatos), que
contribuyen a explicar porqué algunos trabajadores son más proclives a sindicalizarse que
otros; origen social, orientación política, etapa del ciclo vital, vínculos familiares con la
sindicalización y área de residencia son varios de los factores que moldean la reacción a los
incentivos/desincentivos, a la presión social, etc. Una investigación en Gran Bretaña (Blanden
y Machin, 2003), por ejemplo, llega a la conclusión de que, aún controlando por actividad,
ocupación y orientación política al interior de las familias, la socialización dentro de la familia
puede alentar la afiliación: las chances que tienen los jóvenes cuyos padres están sindicalizados
de afiliarse a un sindicato duplican a las de aquellos cuyos padres no están sindicalizados, y
aún más si los padres son miembros activos de sindicatos. Charlwood (2002), por su parte,
entre otros aspectos comprueba la influencia del área de residencia, en este caso, de un área
con tradición de alta sindicalización, y describe resultados de estudios para el Reino Unido que
muestran que la insatisfacción en el trabajo (aunque no entre los trabajadores manuales), una
orientación política de izquierda y, sobre todo, una percepción positiva acerca de la instru-
mentalidad de los sindicatos favorecen la afiliación.

A su vez, las políticas de reclutamiento de las organizaciones gremiales están


influidas, entre otros factores, por las tradiciones de cada sindicato y sus orientaciones político-
ideológicas, el marco regulatorio, su relación con el estado y la capacidad de movilización que

7 Ver Visser (2002: 406), citando, entre otros, a C. GREGAN y S. JOHNSTON: “An industrial relations

approach to the free rider problem: young workers and trade union membership in the UK”, British Journal of
Industrial Relations, 28, 1990: 99): ...”me afilié porque todos los demás están en el sindicato...” (traducción AM/
LP). Un estudio realizado en Holanda en los '60 reveló que cuatro de cada cinco miembros de sindicatos se
habían afiliado influidos por personas en su entorno inmediato (Visser, 2002: 406, citando a M. VAN DE VALL: Labor
Organizations: a Macro- and Micro-Sociological Analysis on a Comparative Basis, Cambridge, Cambridge
University Press, 1970).
8 Sobre la relación entre tamaño del establecimiento y sindicalización véanse por ejemplo B. HIRSCH y

J. ADDISON: The Economic Analysis of Unions, London, Allen & Unwin,1986 (citado por Blendan y Machin,
2003:398), y sobre grado de concentración y afiliación, Hirsch (1980). Tienen también influencia la existencia/
ausencia de formas alternativas de representación o expresión de intereses, por ejemplo las creadas por la
empresa (Charlwood, 2002).

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han desarrollado. Estos factores pueden definir diferencias entre sindicatos, pero también
permiten explicar las estrategias sindicales dominantes en un país por comparación con otros.
Las regulaciones referidas a la actividad sindical pueden delimitar la relevancia que tiene para
la organización gremial la expansión en el número de afiliados, por ejemplo cuando la
normativa independiza el poder sindical y su ámbito de intervención del proceso efectivo de
sindicalización. El marco regulatorio puede afectar los objetivos de reclutamiento al incidir
tanto sobre la estructura de recursos de los sindicatos como sobre el alcance de su
representación; de este modo, la existencia de fuentes de financiamiento gremial independientes
de la afiliación puede desalentar la implementación de políticas activas de reclutamiento; la
legalización del monopolio de representación –una vez asegurado en función de un cierto
número de afiliados– puede generar cierta pasividad en el reclutamiento, y lo mismo ocurre
cuando el alcance de la cobertura de los convenios colectivos es muy amplio, como es el caso
de los convenios de actividad9. Las estrategias de reclutamiento también están influidas por las
relaciones entre las organizaciones gremiales y el estado (por ejemplo, la institucionalización
de presiones sobre el gobierno como mecanismo preferencial para obtener mejoras para los
asalariados tendería a desactivar estrategias de reclutamiento de miembros)10. Asimismo, la
menor o mayor capacidad de movilización con que cuentan los sindicatos tiene repercusiones
sobre el reclutamiento: si el alcance de la movilización regularmente supera al conjunto de
afiliados sindicales esta situación podría desalentar el reclutamiento activo. Algunas de estas
variables pueden estar inter-relacionadas y la consolidación histórica de uno de estos factores
puede haber tenido un papel crucial en la configuración de otra de estas características. Por
ejemplo, un vínculo estrecho entre sindicatos y estado puede ser un factor determinante de la
prioridad que adquieren fuentes de ingresos sindicales no derivadas de la afiliación, como
subsidios o compensaciones, y las diferencias entre sindicatos según sus políticas frente al
estado podrían traducirse en estrategias diferenciales de reclutamiento. Por otra parte,
también los cambios en las propias tasas de afiliación en distintas coyunturas pueden llegar a
afectar el poder de las organizaciones gremiales y su capacidad de financiamiento y,
consecuentemente, desencadenar acciones para incrementar el número de afiliados.

9 Por ejemplo, en países que tienen sistemas de negociación descentralizada, donde existe una mayor

relación entre afiliación y alcance de la negociación colectiva, como serían los casos de Inglaterra y Estados
Unidos, las políticas de reclutamiento de los sindicatos serían más activas que en aquellos países en los cuales
predomina la negociación centralizada por actividad, como Alemania, Italia y Francia (Frege y Kelly, 2003).
10 La negociación directa con el estado y la imposición en la agenda política de las demandas

gremiales pueden ser apoyadas en mayor medida por la movilización pública que por políticas de reclutamiento
(Frege y Kelly, 2003). De este modo, los canales de influencia política pueden ser relativamente independientes
de la evolución de la sindicalización, como sucedería en los casos de Italia y España en los 90, citados por los
autores.

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Naturalmente, el número de afiliados sindicales y las tasas de sindicalización, globales


o sectoriales, dependen no sólo de la predisposición a la afiliación, de las estrategias sindicales
y de los factores que contribuyen a explicar ambas, sino también de la estructura del empleo en
términos de tipos de empresas (por ejemplo, participación de los grandes establecimientos, o
de los sectores más concentrados, en los que la sindicalización es generalmente más
elevada), y la composición de la fuerza de trabajo asalariada ocupada (por ejemplo, peso de
los jóvenes, que tienen menor propensión a sindicalizarse, o de las contrataciones inestables,
que dificultan la sindicalización; o antigüedad promedio, ya que la permanencia en el empleo
favorece la afiliación).

En lo que sigue se caracterizan los factores que pudieron haber estructurado las
estrategias sindicales de reclutamiento en la Argentina teniendo en cuenta las hipótesis
planteadas más arriba. Estas estrategias conformaron, junto con otros incentivos y desincentivos,
el conjunto de influencias sobre la sindicalización individual que se analiza en este trabajo.

Sindicatos y afiliación: perspectiva histórica


Ya en 1890 se había fundado la primera federación general de trabajadores (Belloni,
1975), pero no hay duda de que fue recién en los '40 y '50 que se produjo un salto substancial
en la sindicalización (Doyon, 1975). En el año 1945 se dicta la primera norma que da un marco
jurídico a las asociaciones profesionales. El decreto 23852/45 otorga al sindicato con mayor
número de afiliados la personería gremial y el monopolio de la representación. Para los
sindicatos se vuelve crucial concentrar el mayor número de afiliados, sobre todo en relación
con otras organizaciones competitivas en su ámbito de actuación. La ley de 1953 ratifica el
monopolio de representación del sindicato con personería gremial en la negociación colectiva
y establece que los términos acordados en los convenios colectivos de trabajo se extienden al
conjunto de los trabajadores de la actividad, estén o no afiliados a sindicatos.

Al crecimiento de la sindicalización contribuyeron la creación del marco jurídico para


la regulación de las relaciones laborales y el apoyo estatal a las campañas de afiliación
lanzadas por los sindicatos, pero, según Doyon, la intervención estatal no debe ser sobreestimada
ya que la expansión más fuerte se produjo cuando los sindicatos tenían mayor autonomía con
respecto al gobierno de Perón, en 1945-48 (el aumento del número de afiliados sindicales fue
en ese período de un 190%, frente a un 44% en años inmediatamente posteriores, 1948-54),
y el crecimiento fue mayor en los sectores con menor control estatal, como la industria privada.
También fue muy significativa la capacidad organizativa de los líderes sindicales, incluidos
viejos líderes socialistas y sindicalistas, y el alto grado de movilización obrera (Doyon, 1975).

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Sin embargo, una vez consolidadas su representación y capacidad de intervención,


posiblemente el reclutamiento de afiliados dejó de ser un tema tan central para los sindicatos
ya que, hasta mediados de los '70, su situación se caracterizaba por varios rasgos que, como
vimos, tienden a desincentivar la búsqueda activa de nuevos miembros; las estrategias de
reclutamiento tenderían a ser más débiles cuánto más independientes del número de afiliados
sean el ámbito de aplicación de la negociación colectiva, el poder sindical frente al estado, su
capacidad de movilización y acción colectiva, y sus fuentes de ingresos. Estos rasgos son los
siguientes11:

Monopolio de representación y extensión 'erga omnes' de los convenios colectivos. La


existencia de una estructura sindical no competitiva (predominio de un único sindicato por
actividad) y la extensión de los derechos negociados colectivamente al conjunto de los
trabajadores de cada actividad son dos atributos del modelo sindical argentino que habrían
desalentado el desarrollo de políticas dirigidas a ampliar la base de afiliados.

Estrecho vínculo con el estado. Las estrechas relaciones entre los sindicatos y el
gobierno en numerosos períodos de la historia argentina implicó que las posibilidades de
obtener incrementos salariales u otros beneficios con frecuencia se fundaran más en la
capacidad sindical de ejercer presión sobre el estado que en la negociación con los empleadores,
y más en las posibilidades de negociación e intercambio de concesiones con el estado que en
la cantidad de miembros; a su vez, la capacidad de negociación de los sindicatos en relación
con el estado se derivó, en parte, del extendido alcance de su influencia sobre los asalariados,
que excedía ampliamente al número de afiliados.

Elevada capacidad de movilización. La capacidad de movilización que usualmente


revelaron los sindicatos argentinos en casos de conflicto laboral no se circunscribió a los
afiliados sino que se extendió a un segmento mucho más amplio de asalariados, en parte
debido a la imbricación entre las organizaciones gremiales y el Partido Justicialista12. La
capacidad de movilización, la influencia política y la posibilidad de plantear exigencias al
gobierno se habrían reforzado mutuamente.

Recursos heterogéneos y parcialmente independientes del número de afiliados. El


acceso por parte de los sindicatos argentinos a fuentes de ingresos alternativas a los aportes
de los afiliados también habría contribuido a desalentar un reclutamiento más activo, aunque el

11
Como veremos, algunos de estos rasgos siguieron vigentes con posterioridad, mientras que otros se
vieron afectados por cambios políticos, en la política económica y en el mercado de trabajo.
12 Ver Torre (1973: 911).

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peso y composición de estos recursos fue variable históricamente y entre sindicatos13. Las
fuentes alternativas incluyeron, por ejemplo, los ingresos derivados del cobro de cuotas “de
solidaridad” mensuales, regulares y obligatorias, a los no afiliados que, en diversos períodos,
se instituyeron como contrapartida de la extensión de la cobertura de los convenios colectivos
a los asalariados no sindicalizados, y los ingresos originados en cláusulas incluidas en los
convenios colectivos que comprometían distintos tipos de aportes de los empresarios14. Por
otra parte, en el caso de las uniones, el hecho de que las seccionales por lo general recibieran
recursos de las organizaciones centrales15, con independencia de su capacidad de afiliación,
también desmotivó el reclutamiento de nuevos miembros. Además, mientras que en el pasado
la tarea médico-asistencial que desarrollaban los sindicatos a través de sus obras sociales
había operado como importante base de propaganda y reclutamiento (Cortés, 1985:52, 3), a
partir de la ley de obras sociales de 1970, que les otorgó el manejo de los fondos para el
sistema, los sindicatos obtuvieron una fuente significativa de recursos16 totalmente indepen-
diente del número de afiliados. A partir de ese año, los sindicatos controlaron los aportes
obligatorios, uniformes y generalizados de empleadores (que hasta entonces se habían
obtenido por convenio colectivo, eran variables y no necesariamente generalizados) y

13 Zorrilla (1974: 126) plantea que el proceso de fortalecimiento económico de los sindicatos atravesó
varias etapas: en la primera los empresarios pasaron a cobrar las cuotas mensuales de los afiliados; en la
segunda recaudaron las contribuciones adicionales de afiliados y no afiliados; en la tercera aportaron los propios
empresarios, y en la cuarta los no afiliados pasaron a ser cotizantes mensuales.
14 Varias son las modalidades de aporte patronal que los sindicatos fueron incluyendo en distintos
períodos en sus convenios colectivos. Por ejemplo, algunos lograron institucionalizar aportes empresariales (y,
en algunos casos, también del conjunto de los trabajadores) para sus obras sociales, mucho antes de que fueran
obligatorios (e.g. Unión de Trabajadores Gastronómicos de la República Argentina [UTGRA] en 1963; Federación
Argentina de Trabajadores de la Industria Química y Afines [FATIQyA], en 1958). Aún en la actualidad, cuando la
ley estipula aportes empresariales obligatorios para las obras sociales, algunos convenios colectivos establecen
contribuciones adicionales, como el firmado por el Sindicato Obreros de la Industria del Vidrio y Afines en 1991.
En otros casos, los sindicatos obtuvieron aportes empresariales para servicios al margen de la obra social, como
capacitación, planes sociales, actividad turística y recreativa, subsidios por fallecimiento, servicios de sepelio,
etc. (son ejemplos los convenios firmados por el Sindicato de Obreros Pasteleros, Confiteros, Pizzeros y
Alfajoreros en 1988; la Federación Argentina de Trabajadores de Industrias Químicas y Petroquímicas [FATIQyP],
subrama acumuladores, en 1989; la Asociación Obrera Textil [AOT] en 1990; el Sindicato de Empleados Textiles
en 1990 y 1998; la UTGRA en 1990; y la Federación Argentina Sindical de Petroleros [FASP] en 1975). En otros
convenios también se fijan aportes empresariales tanto para el sindicato como para la cámara empresarial,
destinados a gastos de representación, negociación colectiva, actividad en las comisiones paritarias, etc.; este
tipo de aportes, como en el caso de las cuotas de solidaridad que analizamos más abajo, constituye la
contrapartida del hecho de que el alcance de la representación y gestión que realizan estas organizaciones
excede a sus afiliados (ejemplos de esta modalidad encontramos en los convenios de la UTGRA, 1990, y de la
Federación Argentina Unión Personal Panaderías y Afines, 1998). Por último, hay convenios en los cuales se fijan
aportes empresariales al sindicato sin especificar su destino, como el de la FATIQyP y el de la Unión Personal de
Fábricas de Pintura y Afines, ambos de 1989.
15 Zorrilla (1974: 89) señala que las uniones sostienen a sus seccionales, a diferencia de las
federaciones que se sostienen con las cuotas de sus filiales.
16 Según Thompson (1985: 44) estos recursos propios de las obras sociales representaban, en los '80,
entre un 2,7 y un 3,5% del PBI.

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trabajadores, lo cual culminó su consolidación financiera (Zorrilla, 1974: 99). De este modo, la
ley de obras sociales de 1970 se constituyó en un factor más que desalentó el reclutamiento
activo, pero al mismo tiempo creaba las condiciones de sustentabilidad económica que
permitieron ampliar los beneficios selectivos asociados a la afiliación. La administración de los
recursos de las obras sociales recaía en los sindicatos; los fondos debían destinarse mayori-
tariamente (un 70%) a la provisión de servicios de salud, pero la ley (artículo 8) dejaba a criterio
de la dirección sindical el uso del restante 30% destinado a gastos administrativos y otros
(Cortés, 1985:58), que eventualmente podían desviarse en alguna medida para otras finalidades.
En muchos casos, estos recursos fueron utilizados para la adquisición de inmuebles destinados
a los servicios turísticos que ofrecían los sindicatos. Es a partir de la sanción de la ley de obras
sociales de 1970 que gran número de sindicatos adquiere hoteles en Mar del Plata17.

A partir de los '80, sin embargo, se modificaron algunos aspectos de la situación


sindical que tienen relevancia para sus estrategias de afiliación. Si bien se reanudaban
periódicamente los vínculos entre sindicatos y estado, y se mantuvieron tanto el monopolio de
representación de la entidad gremial con personería como la fuerte capacidad de movilización
en períodos de gobiernos civiles, habrían comenzado a plantearse problemas de financiamiento
sindical. La ley de 1979 de asociaciones profesionales estableció que los sindicatos no podían
intervenir en la conducción de las obras sociales ni en la administración de sus fondos
(Thompson, 1985:37)18. Además, la ley de obras sociales de 1980 desvinculó a los sindicatos
de las obras sociales (separación administrativa, financiera y patrimonial), lo que restringió las
posibilidades de desviar fondos de las obras hacia actividades político-sindicales (Gasparri y
Orsatti, s.f.: 19). Estas dos leyes podrían haber marcado un punto de inflexión en la actitud
sindical con respecto a la afiliación ya que los sindicatos dejaron de obtener en forma directa
aportes y contribuciones para las obras sociales que, en parte, se utilizaban para otros fines.
Frente a esta pérdida los sindicatos podían optar por estrategias divergentes o complemen-
tarias: búsqueda de nuevas fuentes de recursos (aportes de empleadores, imposición de
cuotas de solidaridad extraordinarias, o aportes del estado) e implementación de nuevos
incentivos a la afiliación a través de servicios y de beneficios diferenciados para los miembros
(ya que, como se discute en la próxima sección, la universalización del acceso a las obras
sociales a partir de 1970 y, sobre todo, de 1980 cuando su implementación realmente se
efectiviza, debilitó el estímulo para la afiliación sindical que se derivaba de que los servicios

17 Los hoteles de propiedad sindical pasan de 8 en 1967 a 62 en 1973 y a 90 en 1983 (Pastoriza y

Torre, 2000).
18 También se prohibió a los sindicatos que cobrasen cuotas regulares a los no afiliados, tema que

discutimos en la próxima sección.

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ADRIANA MARSHALL Y LAURA PERELMAN SINDICALIZACION: INCENTIVOS EN LA NORMATIVA SOCIOLABORAL

provistos por las obras sociales se restringieran exclusivamente a los afiliados); intentos de
encuadramiento de nuevos sectores o de re-encuadramiento de sectores preexistentes pero
representados por otro sindicato.

De todos modos, la estrecha vinculación obras sociales-sindicatos continuaba


ampliando el campo de potenciales afiliados y, además, en 1989 (ley 23660) los sindicatos
pasaron a tener nuevamente ingerencia en la administración de los recursos de las obras
sociales (según la ley, patrimonio de los trabajadores que las componen) y la conducción de las
obras quedó en manos de representantes de los sindicatos con personería gremial, no
habiendo incompatibilidad entre cargos electivos en la administración de las obras y cargos en
la asociación gremial. Según esta norma, un 8% de los ingresos netos se podía destinar a
gastos administrativos. Sin embargo, los posteriores problemas de financiamiento de algunas
obras sociales pudieron haber incidido adversamente sobre las finanzas sindicales, y las
negociaciones con el estado a raíz de las deudas de las obras sociales y de la decisión
gubernamental de rebajar los aportes empresariales a las obras sociales durante los '90 son
indicativas de la preocupación sindical por esta fuente de recursos19. En este período, además,
la contracción del empleo formal redujo la población sindicalizable (tema que analizamos más
abajo), lo cual fue agravando los problemas de financiamiento sindical tanto que, a principios
de la década del 2000, sindicatos históricamente de gran relevancia como el Sindicato de
Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (SMATA) y la Unión Obrera Metalúrgica (UOM)
estaban en concurso preventivo. Las dificultades de financiamiento habrían sido un aliciente
para intensificar la búsqueda de nuevos miembros a través de variados mecanismos20, así
como de fuentes alternativas de recursos21.

En síntesis, se podría conjeturar que, una vez consolidado un importante grado de


sindicalización en los años '40 y '50 y aseguradas sus personerías gremiales y por lo tanto el
monopolio de representación, sin competencia por parte de otras entidades gremiales de

19
Ver Etchemendy y Palermo (1998: 578-9) sobre la negociación gobierno-sindicatos alrededor de la
rebaja de aportes patronales a las obras sociales.
20
El objetivo de estimular a las seccionales a reclutar nuevos miembros podría estar detrás de la
modificación en el estatuto de la UOM en 2003 según la cual son ahora las seccionales las que perciben los
ingresos en concepto de cuotas de afiliación y de solidaridad y remiten el 20% a la organización central.
21 El examen de la situación de un número muy limitado de sindicatos (basado en balances presentados

por los sindicatos ante el MTSS alrededor de 2002/2004) sugiere que mientras que en los sindicatos más
importantes las fuentes de recursos son más complejas, en los sindicatos más chicos (locales y regionales) son
ampliamente hegemónicos los ingresos provenientes de las cuotas de los asociados. De todos modos, en
algunos sindicatos grandes, como SMATA, los ingresos originados en las retenciones (cuotas de afiliados más
cuotas de solidaridad) son los que tienen más peso.

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actividad, los sindicatos basaron el reclutamiento de miembros en la afiliación en los grandes


establecimientos y en la provisión de servicios médicos que luego se complementaron con una
oferta creciente de servicios turísticos, deportivos, de capacitación, etc. Estos dos factores
aseguraban que el número de miembros se fuera incrementando junto con el empleo y por lo
tanto que la proporción de afiliados sindicales entre los asalariados se mantuviera
aproximadamente estable. Si bien no existía la afiliación compulsiva, se había montado una
estructura sindical de base (comisiones internas, delegados), sobre todo en los estableci-
mientos más grandes, que entre otras funciones debía velar por el cumplimiento de los
convenios colectivos y que al mismo tiempo podía ejercer cierta presión hacia la afiliación, a
cuya efectividad contribuía seguramente la identificación entre sindicatos y peronismo,
asegurando de este modo un elevado nivel de sindicalización, que a veces resultaba casi
automática22. Esta situación habría desalentado, naturalmente con excepciones, el desarrollo
de estrategias más activas de reclutamiento dirigidas a captar trabajadores en establecimientos
donde no existía una representación sindical, fundamentalmente en el caso de los sindicatos
en actividades más concentradas o con predominio de establecimientos grandes. Sólo el
hecho de que se plantearan problemas de financiamiento, o bien de que surgieran sindicatos
con posibilidades de competir por la representación, podría impulsarlos a desarrollar una
búsqueda más decidida de miembros. En todo caso, habría sido entre los sindicatos de
actividades caracterizadas por predominio de establecimientos menores o por la coexistencia
de empresas grandes y pequeñas, con una fuerza de trabajo más dispersa, donde sería más
factible esperar que hubiera otros mecanismos de reclutamiento. El encuadramiento de
nuevos sectores y la expansión vía creación de filiales y seccionales o de nuevos sindicatos
locales y regionales también contribuyó al crecimiento del número de afiliados23.

22
Actualmente, este mecanismo sigue estando presente en distintos sindicatos. Por ejemplo, según
nos informó un directivo en el sindicato del seguro, en muchos casos el delegado llena la solicitud en el lugar de
trabajo e inicia él mismo el trámite de afiliación. En una seccional de la UOM los delegados incluso llevan la
máquina fotográfica a la planta para obtener la foto para el carnet sindical. Todavía en 1990, según un análisis
preliminar basado en estimaciones propias con datos de Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC),
Encuesta Permanente de Hogares (EPH), Módulo de Precariedad Laboral, GBA (asalariados ocupados excluido
servicio doméstico), la gran mayoría de los asalariados en establecimientos que cuentan con representación
sindical está afiliada al sindicato, mientras que sólo lo está una minoría de aquellos que están empleados en
establecimientos que carecen de representación. Similarmente, la mayoría de los afiliados sindicales trabaja en
establecimientos que tienen representación sindical. Según Zorrilla (1974) la previa espontaneidad de la afiliación
voluntaria es reemplazada por el delegado que entrevista en el lugar de trabajo y entrega la solicitud de ingreso;
luego, las cuotas son retenidas por el empleador y transferidas al sindicato (:158).
23
Ver Zorrilla (1974:93,117) sobre un primer período de crecimiento y centralización sindical (1945-
1955) y un período posterior de expansión de sindicatos del interior (concesión de personerías a filiales de
grandes federaciones con sede en Buenos Aires o seccionales de sindicatos de alcance nacional), y también de
nuevas organizaciones.

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ADRIANA MARSHALL Y LAURA PERELMAN SINDICALIZACION: INCENTIVOS EN LA NORMATIVA SOCIOLABORAL

En este contexto, y considerando a las estrategias sindicales como dadas, planteamos


que los cambios en la normativa sociolaboral (específicamente, las regulaciones sobre alcance
de los convenios, cuotas y contribuciones a los sindicatos y acceso a las obras sociales)
determinaron cambios en la estructura de incentivos a la afiliación (directamente o intermediados
por las estrategias sindicales) y que, a su vez, estos cambios contribuyen a explicar la
variabilidad en la tasa de sindicalización. La discusión que sigue, que focaliza en la influencia
de la normativa sobre la afiliación, deja a un lado otros factores que intervienen en la
explicación tanto de la sindicalización en general como de las diferencias en la propensión a
afiliarse de distintos grupos de asalariados en un determinado contexto.

Incentivos a la sindicalización: regímenes sobre convenios


colectivos, obras sociales y cuotas y contribuciones sindicales
Asumiendo que la mayoría o una importante proporción de los asalariados que se
afilian a un sindicato lo hace para contribuir al objetivo común de mejorar las condiciones de
trabajo y remuneración, existen también, como hemos visto, otros factores que contribuyen a
explicar la sindicalización. En el caso argentino, cuando nos colocamos desde la perspectiva
de los individuos, hay dos hitos importantes que se derivan de la normativa sociolaboral y que
contribuirían a explicar cambios en la propensión global a la afiliación sindical. En ambos casos
teóricamente se desactivaron incentivos a la afiliación. El primero, en 1953, fue la extensión de
los términos acordados en los convenios colectivos a todos los asalariados, estén o no
afiliados a los sindicatos. Esta cláusula habrá de implicar que, desde ese momento, el poder
acogerse a los beneficios establecidos en los convenios colectivos deja de constituir un
incentivo para la afiliación sindical. Durante la década del '40 la extensión erga omnes no era
claramente automática y dependía de los fallos judiciales en cada caso (Vázquez Vialard,
1988: 9). En 1954 los afiliados llegaban a unos 2.300-2.500 millones (Doyon, 1975: 158)24.
Torre (1973) estima que en 1964 los trabajadores sindicalizados alcanzaban una cifra cercana
a los 1.800 millones25. Si efectivamente hubo una caída en la cantidad de afiliados y una
disminución en la tasa de sindicalización entre 1954 y 1964, esta reducción podría haber sido
una consecuencia de, en otros factores, la intervención militar a los sindicatos en 1955-58, y en
parte podría atribuírsela a la generalización erga omnes, que se aplicó desde 1953 y hasta
1955, año en que se interrumpió la negociación colectiva, y después de 1959, cuando se la

24 Sobre una discusión acerca de estas cifras ver Doyon (1975: 158).
25 Ver Torre (1973) para más detalles.

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ADRIANA MARSHALL Y LAURA PERELMAN SINDICALIZACION: INCENTIVOS EN LA NORMATIVA SOCIOLABORAL

restableció. Aunque para Orsatti y Lamadrid (1991) la citada cifra correspondiente a 1964 no
sería razonable y estaría subestimando el nivel real de sindicalización, otras fuentes también
indicarían que, efectivamente, hubo una caída, aunque no tan dramática, de la tasa de
sindicalización, lo cual apoyaría el argumento de que en este período se habrían registrado los
efectos de una regulación que desincentivaba la afiliación26.

El segundo punto de inflexión se produjo con la generalización en 1980 del acceso a


las obras sociales a todos los asalariados de la actividad respectiva. Como vimos, el acceso a
los servicios de las obras sociales, cuando se restringía a los afiliados sindicales, pudo haber
contribuido a fomentar la sindicalización. La disposición que extendía el acceso a todos los
asalariados de la actividad se legalizó en 1970, pero se habría implementado masivamente
recién una década después, a partir de la ley de obras sociales de 1980, y podría suponerse
que fue desde los '80 cuando pasaron a adquirir más relevancia otros incentivos a la afiliación.
Sin embargo, ha sido usual que los sindicatos continuaran ofreciendo formalmente a sus
miembros más o mejores prestaciones de las obras sociales (por comparación a las que tienen
normalmente todos los trabajadores de la actividad) o pusieran en práctica mecanismos
informales que les facilitaba o mejoraba el acceso, lo cual habría contrarrestado en alguna
medida el desincentivo implícito en la generalización del acceso a las obras sociales27. Cifras
disponibles para mediados de los '80 sugieren que, sin embargo, comparativamente a 1964,
no sólo la sindicalización no cayó sino que se produjo un aumento en la tasa de afiliación
(Feldman, 1991), pero este crecimiento podría haber sido menor, debido a la posible
subestimación de la sindicalización en 1964 mencionada más arriba.

Un tercer cambio importante en el régimen legal con posible repercusión sobre el nivel
de sindicalización, aunque de menor trascendencia que los dos hitos señalados y seguramente
con un impacto más localizado, fue la “desregulación” del sistema de obras sociales a partir de
un decreto de 1993, que posibilitó la libre afiliación y libre desplazamiento a una obra social que
no fuera la de la actividad económica en la que el trabajador estuviese empleado, y que afectó
a algunas obras sociales más que a otras. Debido a la fuerte imbricación que, pese a los
cambios regulatorios, subsiste entre sindicato y obra social, un correlato de la opción individual

26 Sobre las fuentes de información, ver más abajo (Anexo).


27
Por ejemplo, el sindicato de Obreros y Empleados de la Industria del Chacinado y Afines ofrece a sus
afiliados beneficios adicionales al plan médico básico de su obra social. En el caso de la UOM, como surge de
algunas entrevistas, los delegados de base suelen ellos mismos realizar trámites ante la obra social en
representación de afiliados sindicales que trabajan en la empresa, para garantizar un mejor acceso a las
prestaciones médicas. En períodos en los que varias obras sociales presentan déficit en su financiamiento y por
lo tanto se ven desbordadas ante la demanda de sus cotizantes, la afiliación al sindicato puede ser crucial para
definir la atención que reciben los trabajadores.

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ADRIANA MARSHALL Y LAURA PERELMAN SINDICALIZACION: INCENTIVOS EN LA NORMATIVA SOCIOLABORAL

por una obra social diferente a la de la actividad de empleo podría haber sido una menor
afiliación al sindicato correspondiente, así como el abandono de la obra social de previo
encuadramiento podría haber inducido la desafiliación del sindicato, en ambos casos obviamente
sin que se produjeran afiliaciones a sindicatos alternativos, que no corresponden a la actividad
de empleo, con efectos negativos sobre la sindicalización global.

En cualquier caso, los desincentivos a la afiliación derivados de la extensión erga


omnes de los convenios colectivos a partir de 1953 y de la extensión del acceso a las
prestaciones de las obras sociales desde 1980, así como los efectos de la desregulación de las
obras sociales desde 1993, no necesariamente se tradujeron en disminuciones significativas
en las tasas de sindicalización, ya que éstas dependen, como se discutió más arriba, de
múltiples factores.

Uno de estos factores es la regulación legal del cobro de aportes sindicales a los no
afiliados (cuotas de solidaridad) y su impacto sobre el costo relativo de la afiliación. El citado
decreto de 1945 introduce por primera vez en el marco legal la figura del empleador como
agente de retención del “importe de las cotizaciones y contribuciones al sindicato” que debía
realizar exclusivamente el personal afiliado. Hasta 1953 la legislación no contemplaba ningún
tipo de contribución a los sindicatos por parte del personal que no está afiliado. Es a partir de
la sanción de la ley 14.250 de convenciones colectivas de trabajo de ese año que se introduce
un elemento de ambigüedad en la regulación sobre cuotas y contribuciones a los sindicatos al
admitir ésta, en su artículo 8, que las contribuciones que se pactaran en los convenios serían
extensibles a todos los trabajadores comprendidos en el ámbito de la convención. Aunque en
teoría esta norma haría referencia a las contribuciones extraordinarias por parte del total de los
trabajadores beneficiados por la firma de un nuevo convenio (James, 1990), en la práctica
abrió la posibilidad para que al menos algunos sindicatos impusieran un aporte mensual
regular al conjunto de los trabajadores28. Por ejemplo, en 1954 la UOM firma un acuerdo en el
cual se establece, además del aporte extraordinario sobre el aumento pactado, un descuento
regular del 1% sobre el jornal y sobre el aguinaldo del conjunto de los obreros y empleados
beneficiarios del convenio colectivo.

Posteriormente, el margen de ambigüedad que había introducido la ley 14.250 se vio


reforzado con la sanción de la ley de Asociaciones Profesionales (1958) que, si bien retoma
básicamente los mismos lineamientos de su antecedente, el decreto 23852/45, al especificar

28 Según Doyon (1975: 160), a partir de 1950 era una “práctica corriente” que se descontaran

cotizaciones sindicales a todos los trabajadores (incluidos los no afiliados).

CUADERNOS DEL IDES Nº 4 17


ADRIANA MARSHALL Y LAURA PERELMAN SINDICALIZACION: INCENTIVOS EN LA NORMATIVA SOCIOLABORAL

que los derechos de los sindicatos se restringen a la imposición de cuotas y contribuciones a


los afiliados, cuando hace referencia a la figura del empleador como agente de retención no
específica que dichos aportes recaigan exclusivamente sobre el personal afiliado. Esta
situación parece haber dado lugar a una serie de disputas en torno de la interpretación de la
normativa vigente, entre quienes consideraban que la imposición de cuotas mensualizadas
implicaba en los hechos una afiliación compulsiva29, contradiciendo el derecho a la libre
afiliación que establecía la ley de asociaciones profesionales, y aquellos que consideraban que
el tipo de contribución se debía definir en el ámbito de la negociación colectiva. Una resolución
ministerial del año 1960 resolvió esa ambigüedad, limitando las cuotas mensualizadas a los
afiliados y admitiendo que se fijaran, a través de los convenios, cuotas al conjunto de los
trabajadores pero exclusivamente de carácter extraordinario. En general, estas contribuciones
se estipulaban como un porcentaje o una suma fija correspondiente al primer mes del aumento
pactado en el convenio, aunque algunos gremios optaron por restringir incluso este aporte
extraordinario exclusivamente a sus afiliados pese a que los beneficios del aumento alcanzaban
al conjunto de los trabajadores encuadrados en la actividad.

En el año 1973 se establece un nuevo régimen legal para las asociaciones profesio-
nales de trabajadores (ley 20.615 y decreto reglamentario 1045), que aplica cambios sustan-
ciales en materia de aportes de los trabajadores a los sindicatos al establecer que las cuotas y
contribuciones que definan las asociaciones profesionales son extensibles en forma automá-
tica a todos los trabajadores de la actividad, ya que esta extensión, a diferencia de lo que
marcaba la ley 14.250, se produce sin necesidad de que hubiera sido estipulada en los conve-
nios colectivos. Es decir, en la práctica los sindicatos podían terminar equiparando las
contribuciones de los afiliados y las de los no afiliados. Esta normativa, que podría haber dado
lugar a la noción, bastante difundida, de que en la Argentina la afiliación sindical es compulsiva,
en realidad tuvo una vigencia efímera, ya que, de hecho, en 1976, con el gobierno militar,
quedó en suspenso, y en 1979 se restablecieron los principios que habían regido en el pasado,
sobre todo entre 1960-1973.

Entre 1953 y 1960, la opción por imponer cuotas mensuales a los no afiliados de la
actividad correspondiente podría haber favorecido la afiliación puesto que por un costo
adicional a veces marginal se podía acceder a beneficios restringidos a los afiliados sindicales,
en ese entonces muy importantes porque incluían los servicios provistos por las obras sociales

29 Este argumento ya había sido esgrimido en los debates parlamentarios que precedieron a la sanción

de la ley 14.250 por quienes se oponían a la imposición de contribuciones a los no afiliados.

CUADERNOS DEL IDES Nº 4 18


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sindicales. Y, mientras que entre 1960 y 1973 ese incentivo posiblemente ya no existía, el
régimen que se reguló en 1973 generó un incentivo aún más fuerte y generalizado a la
afiliación, que no implicaba costos adicionales pero permitía acceder a beneficios exclusivos
para los miembros de los sindicatos.

Los cambios en la normativa sobre aportes y contribuciones al sindicato por parte del
conjunto de los asalariados encuadrados en cada sector se reflejaron en los convenios
colectivos de trabajo aunque no todos los sindicatos respondieron de igual forma frente a las
posibilidades que generaba el régimen legal30. Hasta 1960, y en consonancia con la ambigüedad
que caracterizaba a la regulación sobre cuotas y contribuciones, se observa una diversidad de
prácticas gremiales. Por ejemplo, en un convenio correspondiente a la industria química
figuraba que los aportes al sindicato, tanto mensualizados como extraordinarios, recaían
exclusivamente sobre sus afiliados. En cambio, en el sector metalúrgico tanto las cuotas
regulares como las contribuciones extraordinarias eran obligatorias para el conjunto de los
trabajadores encuadrados en la actividad, y en los convenios correspondientes a gremios
como el del calzado y gastronómico sólo se mencionaban las cuotas de carácter extraordinario
que debía abonar el conjunto de los trabajadores beneficiarios del convenio cuando se
pactaran aumentos salariales. A partir de 1960, cuando el decreto ministerial fija que las cuotas
mensuales debían recaer exclusivamente sobre los afiliados, y hasta el año 1973, en el que
vuelve a cambiar la normativa, las prácticas sindicales se diferenciaron exclusivamente en el
alcance que tenían las cuotas extraordinarias. Mientras que sindicatos como los de los
supervisores metalúrgicos, los químicos y los trabajadores de la carne establecieron que sólo
las abonarían sus afiliados, otros, como gastronómicos, las extendieron al conjunto de los
asalariados de la actividad cubiertos por el convenio. Es sin duda la ley de asociaciones
profesionales de 1973 la que ofrece un mayor margen de acción a los gremios para establecer
cuotas mensualizadas al conjunto de los trabajadores encuadrados en cada actividad. A partir
de este año muchos gremios incluyeron en sus convenios cláusulas que especificaban el tipo
de contribución que realizaría el conjunto de los beneficiarios de dicho convenio, tanto en lo
referente a la cuota regular como a las contribuciones extraordinarias (por ejemplo,
gastronómicos, químicos y carne). Sin embargo, otros registraron en sus convenios sólo las

30 Los ejemplos que se mencionan en los próximos párrafos se basan en el análisis de los convenios

colectivos de los siguientes sindicatos: UOM, Asociación de Supervisores de la Industria Metalúrgica de la Repú-
blica Argentina (ASIMRA), UTGRA, FATIQyA, FATIQyP, Federación Gremial del Personal de la Industria de la
Carne, Derivados y Afines, Federación Argentina de la Industria del Cuero y Afines, FASP, Federación Argentina
Sindical de Petróleo y Gas Licuado, AOT, SMATA, Asociación Bancaria, Sindicato del Seguro y Federación
Argentina de Empleados de Comercio y Servicios (ver nombres completos correspondientes a siglas en nota 14).

CUADERNOS DEL IDES Nº 4 19


ADRIANA MARSHALL Y LAURA PERELMAN SINDICALIZACION: INCENTIVOS EN LA NORMATIVA SOCIOLABORAL

cuotas extraordinarias, lo que no obsta que en la práctica hubieran implementado mecanismos


para cobrar cuotas mensualizadas, ya que, como vimos, no era necesario según la ley que
éstas figuraran en los convenios. La práctica de cobrar el aporte extraordinario ante la firma de
un nuevo convenio al conjunto de los beneficiarios parecería haberse generalizado en este
período31.

En 1979 se dictó una nueva ley de asociaciones profesionales. La ley 22.105/79


estableció que no se podían establecer cuotas o contribuciones de ninguna índole al trabajador
no afiliado excepto cuando se las homologara en los convenios colectivos y que, en este caso,
la contribución sólo podría ser de carácter extraordinario, podría fijarse una sola vez por año y
no debería superar el monto que, en concepto de cuota sindical, abonara el trabajador afiliado
en el mes en que se homologase el respectivo aumento. Es decir, se restableció con referencia
a las cuotas regulares el mismo principio que había prevalecido históricamente, aunque
claramente sólo a partir de 1960.

Con la reinstalación del sistema democrático a partir de 1983 se dicta otra ley de
asociaciones profesionales y se restablece la ley 14.250 de convenios colectivos con algunas
modificaciones, aunque recién en 1988. En materia de cuotas y contribuciones sindicales la
normativa retoma los mismos principios que habían sido fijados en la década del '50, cuando
se sancionaron las primeras leyes sobre negociaciones colectivas y asociaciones profesionales.
Pero nuevamente, dada la ambigüedad con la que están redactadas las leyes de 1988 y al no
estar expresamente limitada por ninguna reglamentación, se abre la posibilidad de que los
sindicatos fijen contribuciones mensualizadas a los no afiliados en los convenios colectivos o
directamente pongan en práctica aquellas que habían sido estipuladas en convenios de la
ronda de 1975 y que continúan vigentes por ultraactividad.

En este período, como en otros anteriores, la respuesta de los sindicatos frente a las
posibilidades que otorga el régimen legal no fue homogénea. La variedad de prácticas
probablemente refleja las diferentes características de las actividades y la idiosincrasia y
tradición de cada gremio. Por una parte, no todos los sindicatos optaron por extender a los no
afiliados “cuotas de solidaridad” mensuales y, por la otra, los que lo hicieron lo implementaron
en distintos años. Parecería que, de todos modos, la opción por esta modalidad fue cada vez
más habitual, sobre todo a medida que iban surgiendo problemas de financiamiento e incluso
procesos de desafiliación (como veremos, posiblemente por pérdida del empleo), aunque no

31 En una exploración no exhaustiva y preliminar no encontramos sindicatos que hubieran fijado este

tipo de aportes exclusivamente a sus afiliados.

CUADERNOS DEL IDES Nº 4 20


ADRIANA MARSHALL Y LAURA PERELMAN SINDICALIZACION: INCENTIVOS EN LA NORMATIVA SOCIOLABORAL

es posible ser concluyente debido a que el análisis se basa sólo en una selección de
sindicatos, muchos de los cuales son, sin embargo, muy importantes32. Gremios destacados
como meta-lúrgicos, mecánicos, gastronómicos, comercio, petroleros y de la carne33
implementaron cuo-tas de solidaridad mensuales; sin embargo, otros gremios de envergadura,
como el bancario y el de seguros, hasta 2004 no habían hecho uso de esta opción34. De todos
modos, el cobro de cuotas de solidaridad mensuales no implicó una equiparación entre la
condición de afiliado y no afiliado, ya que la mayoría de los gremios mantiene una cuota de
afiliación y brinda servicios diferenciales a sus afiliados. En este sentido, en 1988 se restableció
un importante incentivo para la afiliación, pero la ausencia de datos confiables sobre la
evolución de la afiliación a nivel sectorial (por ejemplo, antes y después de la introducción de
cuotas de solidaridad) impide analizar el posible efecto de los aportes obligatorios sobre el nivel
de sindicalización.

Por otra parte, el monto de la diferencia entre cuota de afiliación y cuota de solidaridad
varía entre sindicatos. Por ejemplo, la UOM ha fijado la cuota de solidaridad en un 2% del
salario, mientras que la cuota de afiliación apenas representa un 0,5% adicional y, hasta la
implementación de la cuota de solidaridad, los trabajadores que se afiliaban al sindicato debían
aportar voluntariamente un 2% del salario. En otros casos, como el de SMATA, una cuota de
solidaridad relativamente elevada (si se la compara con las de otros gremios) no ha implicado
una cuota de afiliación baja (también en términos relativos), ya que ésta era del 2% del salario,
que se suma al 3% que se debe aportar en forma obligatoria en carácter de cuota de
solidaridad. El sindicato de pasteleros es ilustrativo de otro tipo de situación, al no cobrar una
cuota de afiliación adicional a la de solidaridad. El costo relativo de la afiliación versus el de la
cuota de solidaridad puede incentivar o desincentivar la sindicalización. Cuánto menor es la
diferencia, mayor sería el incentivo a afiliarse, ya que, por un costo diferencial mínimo, se
accede a los beneficios exclusivos asociados con la condición de afiliado.

32 Una revisión de todos los convenios colectivos en cualquier caso resultaría insuficiente para

establecer cuán difundida se halla esta modalidad, ya que las cuotas de solidaridad también pueden figurar en
acuerdos colectivos, y no todos éstos se hallan disponibles para el análisis.
33 En el caso de la UOM, las cuotas mensuales a no afiliados recién se fijaron a través de un acuerdo

en 2001.
34 Como veremos más abajo, en bancos y seguros las tasas de sindicalización son más bajas que en

otros sectores, lo cual sería coherente con el hecho de que no imponen cuotas a los no afiliados, pero la
información no es concluyente debido a que, mientras que en otros sectores las cifras podrían sobreestimar las
tasas de afiliación al incluir como afiliados a asalariados que en realidad sólo sufren el descuento de la cuota de
solidaridad, justamente en bancos y seguros esta sobreestimación no puede existir porque los sindicatos no
aplican cuotas de solidaridad.

CUADERNOS DEL IDES Nº 4 21


ADRIANA MARSHALL Y LAURA PERELMAN SINDICALIZACION: INCENTIVOS EN LA NORMATIVA SOCIOLABORAL

Desde el punto de vista de la organización gremial la cuota de solidaridad puede tener


implicancias que exceden la contable, es decir, su aporte a los recursos de la asociación, y es
necesario investigar cuáles son los determinantes de la decisión de extender los aportes a
todos los asalariados, o de no extenderlos pese a estar admitido por la legislación. El sindicato
puede aprovechar las cuotas de solidaridad como un elemento adicional que promueva una
mayor afiliación al reducir su costo relativo. Otro aspecto no menos relevante es que las cuotas
de solidaridad extienden el alcance de la organización en sectores en los que, por razones de
tamaño de los establecimientos o grado de dispersión (por ejemplo, el caso de gremios de
oficio, cuyo encuadramiento abarca distintos tipos de establecimiento, que habitualmente
emplean trabajadores de diferentes gremios), resulta muy costoso para el sindicato promover
la afiliación. El hecho de que los trabajadores perciban que hay un descuento obligatorio
mensual para el sindicato puede propiciar un acercamiento a la organización y, si el costo de
afiliación es mínimo, podrían ser persuadidos de la conveniencia de sindicalizarse. Desde la
perspectiva del sindicato, entonces, podría esperarse, teóricamente, que cuanto menos
concentrada sea la actividad en que se desenvuelve, con predominio de establecimientos
pequeños donde es prácticamente imposible montar una estructura de reclutamiento, más
importancia revestiría la cuota de solidaridad y menor sería la diferencia entre cuota sindical y
cuota de solidaridad. Esta parece haber sido la estrategia del sindicato de pasteleros (un
gremio de oficio, muchos de cuyos miembros desarrollan su actividad en establecimientos
donde conviven con trabajadores gastronómicos y de comercio), que directamente ha extendido
los beneficios sindicales a todos los que aportan la cuota de solidaridad (es decir, a quienes,
por estar “en blanco”, se les retiene automáticamente dicha cuota deduciéndola del salario).
Sin embargo, esta hipótesis no se aplica en todos los casos, ya que muchos sindicatos de
ramas concentradas también optaron por la cuota de solidaridad, y un sindicato como el del
seguro, que opera en una rama en que coexisten grandes empresas y pequeñas firmas
intermediarias, no las instrumentaron. En este sentido debe considerarse que la capacidad de
obtener otras fuentes de ingreso (aportes empresariales, subsidios) difiere entre sindicatos,
tema que también debe ser profundizado.

En resumen, desde que se implementó en los años '40 y '50 el régimen legal de las
asociaciones profesionales de los trabajadores y la negociación colectiva, la fijación de cuotas
y contribuciones sindicales, regulares y extraordinarias, fue cambiando de acuerdo con las
posibilidades que ofrecía el marco regulatorio, sobre todo la estipulación de cuotas
mensualizadas a los no afiliados. Dentro de este marco general, los gremios tuvieron distintas
estrategias. Mientras algunos procuraron maximizar sus ingresos de acuerdo con las
posibilidades que ofrecía la legislación, otros parecen haber “resignado” el cobro de una cuota

CUADERNOS DEL IDES Nº 4 22


ADRIANA MARSHALL Y LAURA PERELMAN SINDICALIZACION: INCENTIVOS EN LA NORMATIVA SOCIOLABORAL

sindical al conjunto de los trabajadores. La posibilidad de obtener importantes recursos


regulares de los no afiliados podría haber desalentado el desarrollo de políticas activas de
reclutamiento de miembros, mientras que lo opuesto podría haber ocurrido cuando los sindicatos
se vieron privados de esa fuente de ingresos.

Se podría hipotetizar que a partir de los años '60 la sindicalización creció con un ritmo
aproximadamente similar al de la población sindicalizable, sin grandes variaciones en la tasa
de afiliación, y que las variaciones estuvieron en parte asociadas con los cambios en la
regulación sobre acceso a las obras sociales y cobro de cuotas de solidaridad a todos los
beneficiarios de los convenios colectivos. En principio, se podría plantear que hacia 1980 se
debilitó el incentivo a la afiliación que se derivaba de un acceso a las prestaciones médicas
restringido a los afiliados, aunque no necesariamente el estímulo desapareció ya que, como se
señaló, muchos sindicatos continuaron ofreciendo prestaciones y servicios adicionales a sus
afiliados, aún cuando el acceso estuviera generalizado para los servicios básicos. Por otra
parte, continuó existiendo cierta confusión de hecho entre afiliación a la obra social y afiliación
al sindicato, a veces fomentada por los propios representantes sindicales, que habría implicado
que al ingresar al empleo, en el momento de incorporarse a la obra social fuera habitual que el
trabajador también firmase “automáticamente” su afiliación sindical. Además, se podría esperar
que en el período 1960-1973 la tasa de sindicalización se hubiese mantenido o descendido al
prohibirse el cobro de cuotas de solidaridad mensuales a todos los asalariados cubiertos por el
convenio colectivo; que en 1973-76 hubiese tendido a aumentar al generalizarse el cobro de
las cuotas de solidaridad, y en 1976-88 a mantenerse en el nivel alcanzado o a descender
nuevamente con la nueva prohibición de las cuotas regulares desde 1979 (en 1976-79 los
convenios estaban suspendidos), sobre todo si se considera que también había desaparecido
el atractivo del acceso a la obra social; y que, finalmente, volviera a incrementarse con la
renovada difusión de las cuotas de solidaridad a partir de 1988.

La evolución de la tasa de sindicalización según las estimaciones de Lamadrid y


Orsatti (1991), que llegan hasta 1989 (cuadro 1), sería congruente con las hipótesis recién
planteadas acerca de los estímulos y desincentivos a la afiliación que se derivan de las
regulaciones sociolaborales, pero naturalmente están afectadas por otros factores incluidos
los cambios que se produjeron en la composición del empleo (más importantes desde los '80);
además, la confiabilidad de las estimaciones está supeditada al conjunto de supuestos
explicitados por los autores (ver anexo). A partir de 1988 parece haber sido creciente el
número de sindicatos que optaron por cobrar cuotas regulares de solidaridad a todos los
asalariados, lo cual como vimos constituiría no sólo una importante fuente de recursos para los
sindicatos sino también un incentivo a la afiliación que, por un costo sólo marginal, permite el

CUADERNOS DEL IDES Nº 4 23


ADRIANA MARSHALL Y LAURA PERELMAN SINDICALIZACION: INCENTIVOS EN LA NORMATIVA SOCIOLABORAL

CUADRO 1
Tasas de sindicalización en relación con los asalariados
y normativa sociolaboral.
Periodización basada en la evolución de la normativa sobre “cuota de solidaridad”
y sobre acceso a las obras sociales y sus impactos esperados sobre la sindicalización

Tasas según
Normativa Orsatti y Lamadrid (1991)

Cuotas de solidaridad Obras sociales %

1950-1960 Incentivo Incentivo 48 (1954)

1960-1973 Desincentivo 40 (1963)

1973-1976 Incentivo 43 (1974)

1979-1988 Desincentivo Desincentivo 42 (1979)

(desde 1980) 41 (1982-83)

1988-2003 Incentivo 44 (1989)

Tasas según otras fuentes

1988-2003 Incentivo 47* (1990)

44 - 47 (1991-94)
42** (2001)

NOTA: Las estimaciones provenientes de distintas fuentes no son comparables.


* GBA-Córdoba-Rosario
** Localidades con 5.000 o más habitantes; asalariados excluido servicio doméstico y beneficiarios de
planes de empleo.
FUENTES: Orsatti y Lamadrid (1991); INDEC, EPH, Módulo de precariedad laboral (1990); C. GYLDENFELDT,
“Sindicalización y organización de los trabajadores”, IDEP, Buenos Aires, 1995 (citado en Feldman, 1995);
estimaciones propias basadas en SIEMPRO, ECV, 2001.

acceso a beneficios exclusivos para los miembros. Este incentivo podría haber contrarrestado,
parcialmente, la influencia de otros factores que en los años '90 habrían desalentado la
afiliación (cierta deslegitimación de los sindicatos, el alto desempleo que favorecía la negociación
individual de condiciones de trabajo y salariales) y cuyo impacto, junto con el de la rees-
tructuración del empleo, en última instancia se habría expresado en una caída en la tasa global
de sindicalización. En todo caso, los incentivos a la afiliación que se derivaron de la normativa

CUADERNOS DEL IDES Nº 4 24


ADRIANA MARSHALL Y LAURA PERELMAN SINDICALIZACION: INCENTIVOS EN LA NORMATIVA SOCIOLABORAL

analizada habrían contribuido a mantener en un nivel elevado la tasa de afiliación de una


población sindicalizable cada vez más reducida, por lo menos en términos relativos.

Procesos estructurales y tendencias en la sindicalización a


principios de los años 2000
Varios procesos que se desarrollaron a partir de la década del '80, de carácter
estructural, conspiraron contra la preservación de la tasa histórica de sindicalización. La tasa
de sindicalización del conjunto de los asalariados depende de las tasas sectoriales, que a su
vez varían según las características de cada actividad económica, como composición por
tamaño de los establecimientos y grado de concentración, y sus tradiciones sindicales.
Además, depende del peso de la población sindicalizable, ya que no todos están habilitados
para afiliarse. Desde fines de los '70, y sobre todo durante los '80 y los '90, se fueron
acumulando cambios en la estructura del empleo que iban en detrimento de la tasa de
sindicalización global: caída de la participación en el empleo de los sectores más sindicalizados,
concretamente la industria (y, en menor grado, los servicios públicos que se privatizaron), y
crecimiento de la incidencia del empleo no registrado (no habilitado para sindicalizarse), del
empleo temporario (menos proclive a la sindicalización) y de los establecimientos más
pequeños (con tasas de afiliación más bajas). Entre 1992 y 2000 la participación de la industria
en el empleo asalariado se redujo marcadamente, del 31% al 19%, y se expandió, pero sólo
levemente y a principios de los '90, el peso de los microestablecimientos (22% en 1992, 24% en
1994 y también en 2000)35; el empleo temporario tuvo un crecimiento importante en la segunda
mitad de los '90, aunque marginal en relación con el empleo asalariado total36, y el aumento del
empleo no registrado fue considerable, pasando de un 22-25% en 1992-96 a un 31% en 1997-
2002 y, en el sector privado, de un 38% en 1996 a un 43 % en 2002-0337. Los impactos más
significativos sobre la sindicalización provinieron de la disminución relativa del empleo industrial
y del importante incremento del empleo no registrado, ya que el registro en el sistema de
seguridad social es el que habilita no sólo para que se puedan realizar las retenciones de
cuotas y contribuciones sindicales sino también para la inscripción directa en el sindicato.

35 Estimaciones basadas en EPH, INDEC (Buenos Aires-Córdoba-Rosario).


36 Marshall (1998) y Perelman (2001).
37
Estimaciones en Marshall (2003), basadas en EPH, INDEC; las cifras para el sector privado
corresponden a todas las áreas urbanas, asalariados sin descuento jubilatorio (excluidos beneficiarios de planes
de empleo [desde 2000] y servicio doméstico), las totales a GBA-Córdoba-Rosario, asalariados sin ningún
beneficio social.

CUADERNOS DEL IDES Nº 4 25


ADRIANA MARSHALL Y LAURA PERELMAN SINDICALIZACION: INCENTIVOS EN LA NORMATIVA SOCIOLABORAL

CUADRO 2
Tasas de afiliación según sector, tamaño de la empresa
y forma de contratación, 2001
Porcentajes

Sólo registrados Total

Manufactura 67,8 46,3


Electricidad, gas y agua 69,5 63,1
Construcción 66,8 21,5
Comercio / restaurantes y hoteles 65,5 33,7
Transporte y comunicaciones 72,5 38,1
Finanzas, seguros, etc. 51,5 36,7
Administración pública/defensa 60,9 54,7
Servicios sociales y comunitarios 64,7 52,9
Total 63,6 42,4

Sector privado, micro 56,3 18,3


Sector privado 6+ 64,8 46,5
Sector público 64,5 58,3

Microempresas 1-5 57,9 21,2


Empresas pequeñas 6-25 64,4 44,5
Empresas medianas 26-100 65,6 56,3
Empresas grandes 101+ 65,3 59,1

Empleo no permanente 50,7 14,0


Empleo permanente 65,1 52,1

FUENTE: Estimaciones propias con datos de ECV, SIEMPRO, 2001.

Según una estimación, en 1990 la tasa de sindicalización en el GBA habría sido de


aproximadamente 46%, en relación con el total de asalariados (y de casi 49% si se excluye del
total al servicio doméstico), y alrededor del 65% en relación con los asalariados que reciben
todos los beneficios sociales (una aproximación al empleo registrado)38. Pese a que, durante
los años '90, la dirección de todos los cambios estructurales fue en detrimento del nivel de
afiliación, en 2001 la tasa de sindicalización global, de un 42% de los asalariados (excluidos

38
Se trata de estimaciones propias basadas en datos de EPH, Módulo de Precariedad Laboral, mayo,
1990. La tasa de sindicalización para GBA-Córdoba-Rosario alcanzaba el 47,4% de los asalariados (según datos
en “Los trabajadores precarios. Presentación de primeros resultados”, INDEC, 1990).
39 Estimaciones propias basadas en la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV), SIEMPRO, 2001. El

universo de esta encuesta está constituido por las localidades urbanas de 5.000 o más habitantes.

CUADERNOS DEL IDES Nº 4 26


ADRIANA MARSHALL Y LAURA PERELMAN SINDICALIZACION: INCENTIVOS EN LA NORMATIVA SOCIOLABORAL

CUADRO 3
Tasas de afiliación de asalariados registrados, por sector, 2001
Sectores seleccionados, en porcentajes

Comercio 66,8
Restaurantes/hoteles 64,5
Bancos 57,3
Seguros 38,8
Metales y maquinaria* 70,3
Automotores** 95,2
* Ramas 270-293.
** Rama 341.
FUENTE: Estimaciones propias basadas en datos de ECV, SIEMPRO, 2001.

servicio doméstico y beneficiarios de planes de empleo), continuaba siendo bastante elevada39.


El nivel de sindicalización de la población realmente sindicalizable, los trabajadores registrados,
era muy superior (casi 64% en el total urbano, y 62% en el GBA, sólo levemente más baja que
en 1990). Estas estimaciones se derivan de las respuestas a la pregunta, incluida en el
cuestionario de la ECV, sobre si la “cuota sindical” es descontada del salario. Como existe gran
confusión entre cuota sindical y cuota de solidaridad mensual obligatoria, algunos entrevistados,
que en realidad no eran afiliados sindicales, pudieron haber interpretado como “cuota sindical”
a la “cuota de solidaridad”, respondiendo que en efecto se les realizaba el descuento, por lo
que las cifras podrían sobreestimar en alguna medida la sindicalización y deben considerase
con cierta cautela; al mismo tiempo, como la encuesta interroga sólo acerca de la retención de
la cuota sindical, quedan excluidos aquellos afiliados que aportan la cuota directamente al
sindicato en vez de que les sea retenida por el empleador, lo cual es fuente de subestimación40.
Según la misma fuente, en 2001 los sectores donde los sindicatos no incorporaron la cuota de
solidaridad, como bancarios y seguros, tienen las tasas de afiliación más bajas, cuando
consideramos sólo a los asalariados registrados, es decir, sólo a la población sindicalizable
(cuadros 2 y 3). En estos sectores, al no existir la cuota de solidaridad, los datos sobre
descuento de la cuota sindical reflejarían más fielmente la afiliación. Pero, además, el hecho de
que tengan tasas más bajas que otros es coherente con la interpretación según la cual en estos
sectores el incentivo para la afiliación es menor, debido precisamente a la ausencia de la cuota

40 En cambio, este grupo sí habría sido incluido en la encuesta de 1990, citada más arriba, junto con el

de aquellos a quienes se les retenía la cuota sindical.

CUADERNOS DEL IDES Nº 4 27


ADRIANA MARSHALL Y LAURA PERELMAN SINDICALIZACION: INCENTIVOS EN LA NORMATIVA SOCIOLABORAL

de solidaridad. En general, de todos modos, al excluir a los asalariados no registrados, las


diferencias en las tasas de sindicalización entre sectores, tipos de empresas y relaciones de
empleo son menos marcadas, aunque las tasas siguen siendo más bajas por ejemplo en los
microestablecimientos41 o entre los asalariados con contrataciones inestables (cuadro 2).
Como podría esperarse, el no registro parece ser uno de los factores de mayor peso para
establecer diferencias entre tasas de sindicalización sectoriales (cuadro 2).

Con respecto al sector industrial en particular, también otras evidencias sugieren que
no disminuyó, o no disminuyó mucho, la tasa de sindicalización durante la década del '9042, ya
que muestran que la reducción en el número de afiliados fue paralela a la caída del empleo
(cuadro 4)43. En algunas ramas industriales sorprende la similitud entre las tasas de variación
del número de afiliados y del número de ocupados. Este es el caso de las industrias láctea y del
cuero y, en menor medida, textil y del vidrio. En cambio, en otras ramas, como las industrias del
plástico, la confección y el calzado, si bien hay una correspondencia en el signo negativo de la
variación, las diferencias en las magnitudes son tan relevantes que es preciso introducir otros
factores para explicar porqué cae mucho más el número de afiliados que el de ocupados. Si se
tiene en cuenta que, en general, la población sindicalizable se concentra en las plantas de
mayor tamaño y entre los trabajadores con contratos permanentes, y que es un requisito
excluyente que los trabajadores estén inscriptos en la seguridad social, una explicación
razonable es que en estas ramas tienen mayor peso las plantas de menor tamaño, donde más
se habría acentuado la difusión de empleos precarios y no registrados, o bien se habrían
producido cambios a favor de los establecimientos pequeños, por ejemplo debido al cierre de
grandes fábricas. En efecto, confecciones, calzado y productos de plástico son ramas en las
que o bien predominan las pequeñas empresas (confecciones) o las pequeñas y las grandes
comparten la producción (calzado) pero con mayor peso de las primeras (productos plásticos),

41
En este caso, posiblemente incide la menor capacidad que tienen los sindicatos de reclutar en
pequeños establecimientos donde no hay delegados.
42
En otros sectores económicos para los que se cuenta con información sobre afiliados y puestos de
trabajo de asalariados registrados (comercio, bancos, hoteles y restaurantes) no hay concordancia entre sus
evoluciones respectivas (en los tres sectores crece el empleo, pero cae el número de afiliados). Según resultados
de entrevistas exploratorias, la obra social del sector bancario perdió afiliados, lo cual podría haber tenido como
correlato pérdida de afiliados al sindicato; la obra social de comercio captó más afiliados provenientes del sector
bancario y otros, pero naturalmente sin que creciera la sindicalización. Este tema requiere mayor investigación.
43
Los datos sobre afiliados provienen de las declaraciones que realizan los sindicatos al MTSS y
deben ser considerados con precaución, ya que usualmente se considera que tienden a sobreestimar la afiliación
(para mayores detalles, ver anexo).
44
Sobre la caracterización de las ramas industriales, véase Kosacoff y Ramos (2001), que se basan en
datos del censo económico de 1993. No se dispone de información acerca de la evolución de las ramas
industriales durante los '90, en términos de grado de concentración y composición según tamaño de las firmas.

CUADERNOS DEL IDES Nº 4 28


ADRIANA MARSHALL Y LAURA PERELMAN SINDICALIZACION: INCENTIVOS EN LA NORMATIVA SOCIOLABORAL

CUADRO 4
Afiliados y obreros ocupados en ramas industriales seleccionadas*

Actividad Período** Afiliados Obreros ocupados


(cambio %) (cambio %)
Láctea 1994-1997 -10,4 - 8,4
1997-2001 -10,6 -11,8 (1997-2000)
1994-2001 -19,8 -19,2 (1994-2000)
Automotriz 1992-1996 - 3,3 - 24,5
1996-2000 5,4 5,7
1992-2000 2,0 -20,2
Madera 1994-1998 2,2 - 6,0
1998-2002 3,7 -15,0 (1998-2000)
1994-2002 6,0 -20,2 (1994-2000)
Plástico 1992-1996 -30,0 3,5
1996-1999 2,7 - 7,4
1992-1999 -28,1 - 4,1
Textil 1992-2000 -47,5 -61,2
Confecciones 1994-1998 -51,5 -18,8
1998-2002 -63,6 -11,8 (1998-2000)
1994-2002 -82,3 -28,4 (1994-2000)
Cuero 1993-1997 1,2 -12,8
1997-2001 -39,9 -21,9
1993-2001 -39,2 -32,0 (1993-2000)
Vidrio 1994-1995 44,1 - 6,0
1995-1998 -20,0 -13,2
1998-2002 -24,5 -13,9 (1998-2000)
1994-2002 -13,0 -29,7 (1994-2000)
Calzado 1995-1999 -14,8 5,5
1999-2003 -35,3 -10,3 (1998-2000)
1995-2003 -44,9 - 5,4 (1995-2000)
* Se presentan los datos correspondientes a ramas en las que hay una coincidencia razonable entre el
encuadramiento del sindicato y la rama de actividad a tres dígitos del CIIU.
** Los períodos corresponden al intervalo entre los años en que fueron presentadas declaraciones ante el
MTSS por parte de cada una de las entidades gremiales.
FUENTE: Elaboración propia basada en declaraciones de entidades gremiales ante el MTSS e INDEC,
Encuesta Industrial.

a diferencia de las ramas donde la afiliación se redujo paralelamente con el empleo, que son
altamente concentradas (vidrio), o de mediana concentración y/o con peso significativo de las
firmas grandes (lácteos, hilanderías y tejedurías, curtiembres)44. La divergencia también
podría ser atribuible a procesos de desafiliación o bien a cambios en la composición del empleo
a favor de categorías más renuentes a afiliarse (técnicos, jóvenes, etcétera). Aunque parece
difícil que se hayan registrado procesos generalizados de desafiliación, ésta podría ser una

CUADERNOS DEL IDES Nº 4 29


ADRIANA MARSHALL Y LAURA PERELMAN SINDICALIZACION: INCENTIVOS EN LA NORMATIVA SOCIOLABORAL

posibilidad en aquellas ramas con muy bajos salarios, en los cuales la cuota sindical podría
tener incidencia dada la usualmente ajustada situación económica de los hogares de estos
trabajadores. Sólo en una minoría de industrias, entre las que se encuentran la automotriz
(altamente concentrada) y la de la madera (cuyas subramas tienen distintos grados de
concentración), la tasa de variación en el número de afiliados habría tenido, según las cifras
citadas, una evolución mucho más positiva que la tasa de variación del empleo.

Propensión a la sindicalización: diferencias sociolaborales


Hasta aquí se discutieron la posible influencia del régimen jurídico sobre la propensión
general a la afiliación y las tendencias generales en la sindicalización. La falta de información
impide profundizar en el análisis de la incidencia de factores (como sector de empleo por una
parte, y características de los individuos –demográficas, familiares, ideológicas, etcétera– por
la otra) que, como se planteó más arriba, contribuyen a explicar por qué algunos trabajadores
son más proclives que otros a afiliarse a un sindicato. La información relevada por la citada
encuesta del SIEMPRO (ECV, 2001) permite una aproximación a algunos de los factores que
podrían explicar diferencias en la propensión a la afiliación, a través de la comparación entre el
perfil sociolaboral de los trabajadores sindicalizados y el de los no sindicalizados (el grupo de
los “sindicalizados”, sin embargo, debe ser considerado con reservas, puesto que su iden-
tificación a través de la pregunta sobre “descuento de la cuota sindical” podría implicar, como
vimos, la inclusión de trabajadores no afiliados pero a los que se les descuentan las cuotas de
solidaridad mensuales establecidas por numerosos sindicatos en los convenios colectivos), y
presentamos resultados preliminares de este análisis exploratorio, que constituyen un punto
de partida para futuras investigaciones. Para esta comparación se excluyó a los asalariados
no registrados, que generalmente constituyen un sector con características más distintivas,
porque no están habilitados para afiliarse.

De acuerdo con las hipótesis usuales en la literatura y que han sido apoyadas por
resultados de investigaciones en diversos países45, la permanencia y estabilidad en el empleo,
la inserción en grandes establecimientos y el desempeño en ocupaciones manuales calificadas
(que no involucran altos niveles educativos) son algunas de las características asociadas con

45 Moreira Cardoso (2002: 23), por ejemplo, concluye que en Brasil tienen mayor propensión a

sindicalizarse los asalariados más calificados (según escolaridad), que trabajan en empresas con 100 o más
ocupados, que tienen una antigüedad de 100 meses o más, que nunca estuvieron desempleados y que nunca
cambiaron de empleo; los sindicalizados tienen mayor edad promedio (36) que los no afiliados (33); los
asalariados de la administración pública y de la industria tienen mayores chances de afiliarse que los de comercio
y servicios; y las chances son algo más altas entre los hombres que entre las mujeres.

CUADERNOS DEL IDES Nº 4 30


ADRIANA MARSHALL Y LAURA PERELMAN SINDICALIZACION: INCENTIVOS EN LA NORMATIVA SOCIOLABORAL

CUADRO 5
Características sociodemográficas e inserción laboral de asalariados
sindicalizados y no sindicalizados
Asalariados registrados (excluye servicio doméstico y beneficiarios de planes de empleo)

Sindicalizados No sindicalizados
Total Recientes Resto Total Recientes Resto

% mujeres 39,2 30,5 40,0 40,4 36,5 40,9


% hasta secundario incompleto 43,4 47,1 43,2 32,5 37,3 31,8
% en micro establecimientos 13,9 12,8 14,0 17,2 16,4 17,2
% en mfg, comercio y transp. 39,3 47,0 38,8 31,9 44,1 30,3
% con calificación operativa 51,1 53,9 50,8 44,7 52,9 43,6
% antigüedad menor 1 año 7,5 — — 11,6 — —
% contrato no permanente 8,2 38,2 5,8 13,7 49,0 9,2

Antigüedad promedio (1 año o más) 11,3 — — 10,0 — —


Años escolaridad promedio 11,2 11,3 11,2 12,1 11,7 12,2
Edad promedio 39,4 30,2 40,2 37,5 30,1 38,5
‘Recientes’: antigüedad en el empleo menor a un año
FUENTE: Estimaciones propias basadas en datos de ECV, SIEMPRO, 2001.

una mayor sindicalización. Consistentemente con estas hipótesis, en el caso argentino la


proporción que tiene una antigüedad en el empleo menor a un año es más baja entre los
sindicalizados, y también lo es la proporción que trabaja en empleos no permanentes y en
micro establecimientos; además, es bastante mayor entre los sindicalizados la incidencia de
niveles educativos bajos (hasta secundario incompleto) y de las calificaciones “operativas” (y,
en menor grado, la de los no calificados) a expensas de técnicos y, sobre todo, profesionales,
y es más acentuada la participación de industria, comercio y transporte y comunicaciones
(cuadro 5). Las diferencias en edad y escolaridad promedio, proporción de mujeres y varones,
y antigüedad promedio en el empleo para los que tienen o superan un año en la empresa son
escasas (cuadro 5). La posible inclusión entre los sindicalizados de asalariados cubiertos por
los convenios colectivos pero no afiliados al sindicato podría estar contribuyendo a explicar por
qué no son más significativas las diferencias entre los dos grupos.

También se observan algunas diferencias dentro del grupo de asalariados sindicalizados


según antigüedad en el empleo (inferior a un año, y un año o más), que reflejarían
fundamentalmente cambios en la estructura del empleo puesto que se reproducen dentro del
grupo de asalariados no sindicalizados (cuadro 5, “recientes” y resto). Por ejemplo, tener un

CUADERNOS DEL IDES Nº 4 31


ADRIANA MARSHALL Y LAURA PERELMAN SINDICALIZACION: INCENTIVOS EN LA NORMATIVA SOCIOLABORAL

empleo no permanente, o haber alcanzado sólo una educación secundaria incompleta o


terciaria incompleta (que incluyen a aquellos que no completaron el nivel y también a los que
están aún cursándolo), es más común entre quienes tienen menos de un año en la empresa
que entre los que tienen más antigüedad, tanto si son afiliados sindicales como si no lo son;
esta diferencia expresaría el creciente reclutamiento de jóvenes, a menudo estudiantes, bajo
contratos flexibles, y con frecuencia para realizar tareas no calificadas46.

Consideraciones finales
La Argentina se caracterizó por una tasa de sindicalización elevada con respecto a
parámetros internacionales por lo menos desde la década del '40, en la que se produjo el
mayor salto en el número de afiliados. Este nivel alto de sindicalización se sustentó en una
desarrollada estructura de representación sindical en los lugares de trabajo, fundamentalmente
en los establecimientos medianos y grandes y, también, en las obras sociales, cuyo uso
inicialmente estaba restringido a los afiliados sindicales y que, además, incluso cuando el
acceso se extendió a todos los asalariados, continuaron ampliando el campo susceptible a la
penetración sindical. Estos factores, que favorecieron la sindicalización, coexistieron con otros
que tendieron a independizar el poder de intervención sindical del número de afiliados. La
relación con el estado, la capacidad de movilización, el marco regulatorio (monopolio de
representación, extensión erga omnes de los convenios colectivos), y la multiplicidad de
fuentes de recursos sindicales contribuyeron a desplazar del centro de la política gremial las
tareas relacionadas con el reclutamiento de miembros, sobre todo una vez obtenida la
personería gremial y el monopolio de la representación, instancia que requería acreditar el
mayor número de afiliados en el sector a representar. Algunos de estos factores tuvieron
continuidad hasta el presente, mientras que otros fueron experimentando transformaciones
desde mediados de la década del '70 y, sobre todo, en los '90.

En este contexto, varios factores, además del propósito de contribuir a la consecución


de mejoras colectivas en las condiciones de trabajo y salariales, incidieron sobre la propensión
a la sindicalización, entre ellos, el régimen legal que regula la actividad sindical, la negociación
colectiva y la seguridad social. En este trabajo la discusión se centró en el impacto sobre la
sindicalización de variaciones en la normativa sobre cobertura de los convenios colectivos,
obras sociales y cuotas y contribuciones sindicales durante el período que transcurre desde los
años '40 hasta principios de la década del 2000, que fueron configurando distintos incentivos y

46 Por ejemplo, el 24% de los asalariados recientes que son afiliados sindicales se desempeña en

ocupaciones no calificadas, frente al 15% del resto de los asalariados sindicalizados.

CUADERNOS DEL IDES Nº 4 32


ADRIANA MARSHALL Y LAURA PERELMAN SINDICALIZACION: INCENTIVOS EN LA NORMATIVA SOCIOLABORAL

desincentivos a la afiliación. Los cambios históricos en la tasa de sindicalización, según las


estimaciones que parecen más verosímiles, resultan coherentes con dichos cambios en la
estructura de incentivos a la afiliación. De todos modos, estos resultados deben ser considerados
con cautela debido a los problemas de confiabilidad y comparabilidad que presentan las
fuentes utilizadas.

A principios del 2000 la tasa de sindicalización continuaba en un nivel llamativamente


elevado, a pesar de los profundos cambios en el mercado laboral y en la posición de los
sindicatos. La repercusión de las transformaciones económicas desde mediados de los '70, y
sobre todo en los '90, sobre la estructura del empleo implicó que fueran los sectores más
sindicalizados los que perdieron peso; sin embargo, este impacto adverso pudo haber sido
parcialmente contrarrestado por incentivos a la afiliación derivados de la normativa vigente
desde 1988, que restableció la posibilidad de que los sindicatos impusieran un aporte regular,
las “cuotas de solidaridad” mensuales, a todos los asalariados cubiertos por convenios
colectivos incluidos los no afiliados, práctica que tendió a difundirse en el marco del creciente
desfinanciamiento sindical y de una situación en el mercado de trabajo desfavorable a los
sindicatos. La existencia de cuotas de solidaridad, junto con beneficios selectivos para los
afiliados sindicales (incluso en el acceso a prestaciones de las obras sociales), habrían
constituido un estímulo para la afiliación, sobre todo si la diferencia entre el monto de las cuotas
de afiliación y de solidaridad era de escasa magnitud.

Los problemas de información que se señalaron a lo largo del artículo, que


sistemáticamente han dificultado el estudio de la sindicalización en la Argentina, impiden
contrastar más adecuadamente las hipótesis propuestas acerca del posible impacto de los
cambios normativos sobre la sindicalización. Los problemas de información también obstaculizan
el análisis de la incidencia de factores que explican diferencias entre asalariados en la
propensión a la sindicalización. Sin embargo, las escasas estimaciones existentes, provenientes
de la Encuesta de Condiciones de Vida de 2001, muestran diferencias entre los perfiles
sociolaborales de los asalariados sindicalizados y no sindicalizados (y en condiciones legales
de afiliarse a un sindicato) que son consistentes con los resultados obtenidos en otros países.

En el contexto de un campo prácticamente inexplorado en la Argentina, esta


investigación constituye un primer acercamiento al estudio de los determinantes de la
sindicalización, que debe ser profundizado con la contribución de mejores estimaciones de la
afiliación y a través de encuestas y entrevistas a asalariados y a dirigentes sindicales que
permitan una mejor comprensión tanto de las causas de índole diversa (bien común, beneficios
selectivos, “presión social”, etcétera) que explican el acto de afiliación y las distintas propen-

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siones a la sindicalización según características demográficas, familiares, sociales, laborales,


políticas o ideológicas, como de las estrategias sindicales de reclutamiento y de los factores
que explican sus diferencias en el marco de un mismo régimen regulatorio.

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ANEXO

Fuentes de información para la estimación de las tasas de sindicalización

El análisis de la tasa de sindicalización, y sobre todo de su comparación histórica, está


afectado por un problema central, que es la falta de congruencia entre fuentes alternativas que, a su vez,
presentan diversos problemas de confiabilidad47. Las fuentes consisten en Censos de Asociaciones
Profesionales, declaraciones presentadas por los sindicatos ante el MTSS sobre el que recae el control
o fiscalización de las organizaciones, y las que se confeccionaron con objetivos específicos vinculados
con la vida interna de los sindicatos (por ejemplo, los padrones electorales) o para definir la estructura
organizativa de las centrales gremiales de tercer grado (declaraciones ante congresos de la CGT). Estas
fuentes pueden a veces sobreestimar y otras subestimar el número de afiliados, de acuerdo con los
intereses que juegan en cada caso y que influyen sobre lo que Lamadrid y Orsatti (1991) denominan “la
actitud sindical en la estimación del número de sindicalizados”. Por ejemplo, cuando los datos sobre
afiliación constituyen un indicador de los ingresos económicos de la asociación o definen los aportes que
la misma debe realizar a la organización de nivel superior, habría una mayor predisposición a la
subdeclaración. En cambio, cuando las declaraciones tiene por objetivo establecer el nivel de la
representación de los distintos gremios dentro de una asociación de segundo o tercer grado, la “actitud
sindical” sería más favorable a una sobreestimación. El análisis histórico de la tasa de afiliación se
complica aún más cuando a los problemas que presenta cada fuente se agrega su discontinuidad
temporal; las dificultades para ponderar el nivel de distorsión que presenta cada fuente (que, por
ejemplo, puede variar debido a la existencia o no de listas opositoras en los procesos eleccionarios
sindicales) traban la comparabilidad entre fuentes alternativas.

En el cuadro 1 se presenta la serie hipotética de tasas de sindicalización propuesta por


Lamadrid y Orsatti para el período 1954-89 a partir de la combinación de diversas fuentes para los
distintos subperíodos, seleccionadas en base a criterios de disponibilidad y confiabilidad, y a las que, en
algunos casos, los autores practicaron ajustes de acuerdo con estimaciones sobre los niveles de
distorsión que presentan los datos sobre número de afiliados48. Lamadrid y Orsatti combinan dos tipos
de fuentes: declaraciones ante congresos de la CGT y declaraciones sobre número de afiliados que
realizan los sindicatos ante el MTSS. Los ajustes realizados sobre estas últimas incluyen las revisiones
efectuadas por Feldman (1989) para eliminar errores, duplicaciones y, en algunos casos en que eran
identificables, excluir a los afiliados pasivos, y también se basan en el análisis de consistencia realizado

47 Sobre estos problemas, véase Lamadrid y Orsatti (1991).


48 Para mayores detalles puede consultarse Lamadrid y Orsatti (1991).

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por Díaz (1990) a partir de la comparación entre las declaraciones de los sindicatos ante el MTSS y los
padrones electorales de un número significativo de sindicatos49. Para el período 1954-1974 Lamadrid y
Orsatti se basan en las declaraciones ante congresos de la CGT, consideradas más confiables y
representativas que las que surgen de otras fuentes como el Censo de Asociaciones Profesionales de
1965. Si bien esta última fuente, que ha sido utilizada por algunos autores, indica una importante
disminución en los niveles de sindicalización en los diez años posteriores al derrocamiento de Perón en
1955, resulta razonable lo señalado por Lamadrid y Orsatti con respecto a que esta caída no encontraría
suficiente sustentación en transformaciones productivas y/o institucionales50. En cambio, como apuntan
los mismos autores, la comparación entre las declaraciones ante congresos de la CGT correspondientes
a los años 1954 y 1963 arrojaría un resultado más convincente: estabilidad en el número absoluto de
trabajadores sindicalizados, aunque con un descenso en la tasa de sindicalización, descenso que desde
nuestro enfoque sería congruente con un marco regulatorio que restaba incentivos hacia la afiliación.
Considerando que los datos correspondientes a declaraciones ante los congresos de la CGT son más
confiables, optan por continuar sobre esta base la serie hipotética hasta el año 197451. La serie resulta
verosímil aunque su confiabilidad está supeditada la aplicabilidad de los supuestos adoptados y ajustes
implementados.

49 Los trabajos citados por Lamadrid y Orsatti (1991) son S. FELDMAN: “Notas sobre sindicalización y

estructura sindical”, mimeo, y R. A. DÍAZ: “El sistema de relaciones laborales en Argentina”, mimeo, 1990.
50
Si bien Torre (1973) opta para el cálculo de la tasa de sindicalización por los datos que aporta el
Censo de Asociaciones Profesionales de 1965, considera, a partir de su comparación con padrones
correspondientes al año 1966, que estos datos estarían subestimando el número de afiliados. De todos modos,
para este autor también existirían problemas en las declaraciones ante el congreso de la CGT de 1963, que
habrían sobrevaluado la afiliación.
51 Los datos correspondientes a este año fueron ajustados por estos autores en + 5%, en base a

características de la información que no explicitan claramente.

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ISSN 1668-1053

Títulos publicados:

Nº 1. S ERGIO C AGGIANO : "Fronteras múltiples: Reconfiguración de


ejes identitarios en migraciones contemporáneas a la Argen-
tina".
Nº 2. E LIZABETH J ELIN : "Los derechos humanos y la memoria de la
violencia política y la represión: la construcción de un campo
nuevo en las ciencias sociales".
Nº 3. A RIEL A LBERTO C OREMBERG : "El crecimiento de la productivi-
dad de la economía argentina durante la década de los
noventa: «Mito o realidad»".
Nº 4. A DRIANA M ARSHALL y L AURA P ERELMAN : "Sindicalización: In-
centivos en la normativa sociolaboral".

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