GHOSTING Recortada Completa
GHOSTING Recortada Completa
GHOSTING Recortada Completa
LEIRE
ÁFRICA
FANTASMA
DOÑA REMEDIOS
JUANMA
CASERA
IÑAKI
CHARO
ROSA
DARÍO
PADRE CARRASCO
MADRE DE LEIRE
PARCA
2
ACTO ÚNICO
Salón de un piso compartido, céntrico, de reducidas dimensiones. La decoración trata de hacer pasar lo precario
por moderno: fotografías colgadas de cuerdas mediante pinzas de tender; anacrónicas luces navideñas; un póster
gigante, enmarcado, de la película Ghost; y un cierto desorden general. Al fondo del escenario, hacia la
izquierda, puerta principal de la casa, que da a un rellano iluminado por la menguante luz del día. Adentro,
los muebles son del tipo DIY, de madera aglomerada, en eclécticos blancos y negros: estanterías con libros y
revistas, una mesa extensible en el centro de la escena, vacía, con dos sillas puestas; varias sillas plegadas
repartidas por la casa; y un escritorio pequeño, esquinado a la derecha del proscenio, sobre el que descansa un
teclado informático. A la izquierda del escritorio, algunas plantas de interior, sugiriendo un ventanal o
balconada en la cuarta pared. Enfrentada a la pantalla —que nos figuramos sobre el escritorio—, una silla
gamer, vistosa como un trono de plástico y luces de neón. Sofá viejo de Wallapop al fondo a la derecha. Fuera
de escena: a la izquierda, la cocina; a la derecha, las habitaciones y el baño.
El telón se alza y vemos a ÁFRICA sentada frente al ordenador, con unos auriculares inalámbricos
de los que brota hacia su boca, como un apéndice, el micrófono. ÁFRICA está en la veintena y en
pijama. Los cascos emiten cierta luz que nos indica que están encendidos. Teclea con la mirada fija
en la pantalla. Parece que no ha salido de casa en unos días. Hay varias latas de bebidas energéticas
sobre la mesa.
Entra LEIRE por la izquierda. Lleva un mandil manchado de harina; en las manos —
enguantadas en sendas manoplas de cocina—, un bizcocho recién hecho; y entre una oreja y el
hombro, el móvil, en precario equilibrio. LEIRE, poco mayor que ÁFRICA, desprende de sus
movimientos cierta neurosis.
LEIRE.— (Al móvil) ¿Pero cómo te voy a tomar en serio, mamá, si el último tumor
por el que te llevé a urgencias, el de estómago, no era más que una mala digestión del
banquete vegano que te zampaste en el cumpleaños de la prima Rosa?
ÁFRICA.— Ahí, Mandrake, atento, que para algo te he hecho moderador…
LEIRE.— (Deja el bizcocho sobre la mesa. Sarcástica) Que sí, mamá, que estoy deseando
que te mueras…
ÁFRICA.— No, Mandrake, no quiero que me maten…
LEIRE.— (Se saca los guantes de cocina) Eso de loca lo has dicho tú, no yo…
ÁFRICA.— La locura sería parar antes…
LEIRE.— (Paseando por la estancia) No, mamá, hipocondríaca, no hipercalórica…
ÁFRICA.— Venga, venga, venga…
LEIRE.— (Contundente) Pues sí, mamá, para qué te voy a mentir. Hoy me va mal. Tengo
planes.
3
ÁFRICA.— (Con rabia contenida) Mierda!
LEIRE.— Tengo una vida, ¿sabes?
ÁFRICA.—(A voz en grito) Mierda!
(A la pantalla. Ululando al tiempo que hace un tipo de HAKA) No os mováis, ¿eh?
ÁFRICA desconecta el micrófono —la luz del aparato se apaga— y va hasta la mesa. LEIRE, en
cuanto la ve venir, se pone en pie como un resorte.
Pican a la puerta. LEIRE y ÁFRICA se sostienen las miradas. Después de que llamen de nuevo,
LEIRE agarra el bizcocho, aún caliente, y corre hasta la puerta.
4
DOÑA REMEDIOS, la vecina del piso contiguo —una señora tormentosa, difícil de capear— entra
abriéndose paso sin contemplaciones.
DOÑA REMEDIOS.— (Mirando alrededor) Ay, para sorpresa cómo tenéis la casa,
santamaríapurísima. (Pasando el dedo por un mueble) A quien se le diga que aquí viven dos mujeres,
diosmíodemivididimicorazón. (A ÁFRICA) Ya le he dicho a tu madre que hace veintitrés días que
no oigo una aspiradora en esta casa.
LEIRE.— Es que ahora las hacen silenciosas, Doña Remedios.
ÁFRICA.— Podría usted hacer también como las aspiradoras.
DOÑA REMEDIOS.— ¿Qué cosa?
LEIRE.— (Intercede) Actualizarse…
DOÑA REMEDIOS.— Yo no necesito actualizarme. Y hablando de funcionar… (Saca
una libreta y un móvil de botones grandes) Si me podríais meter alguna unos nombres en el
teléfono, que yo no acierto…
LEIRE.— Es que hoy tenemos mucho que hacer…
DOÑA REMEDIOS.— (Fisgoneando) Ya se ve, ya…
LEIRE descubre un cuchillo del mandil. Lo alza por encima de la cabeza de DOÑA REMEDIOS,
que está de espaldas a ella. ÁFRICA, al tiempo que esboza una sonrisa criminal, asiente con la
cabeza. No obstante, antes de que DOÑA REMEDIOS se vuelva hacia LEIRE, esta deja caer el
cuchillo sobre el bizcocho y corta un pedazo.
LEIRE.— (A ÁFRICA, cortando otro pedazo de bizcocho) Anda, toma. (Le entrega el trozo de
bizcocho) Y en paz.
ÁFRICA.— (Tomando el bizcocho) Esto porque le has dado a la vecina…
LEIRE.— Esto porque tú me has dado tu palabra de que a las ocho no vas a estar por
aquí.
ÁFRICA.— Antes de las siete y media ya tienes al bobo de Juanmita llamando a la
puerta.
LEIRE.— No entiendo por qué sales con él si te cae tan mal…
ÁFRICA.— ¡Para dejarte a ti la casa, no te quejes! (Le da un bocado al bizcocho. Con la boca
llena) Y tampoco me hagas hablar de lo tuyo con Ernesto…
LEIRE.— ¿Cómo que lo mío con Ernesto?
ÁFRICA.— (Se cruza de brazos) Nada, Leire. En plan… todo bien con Ernesto.
5
LEIRE.— (Tras una pausa. Seca) Me voy a arreglar.
Entretanto, entra en escena el FANTASMA desde un lateral donde no hay ninguna puerta. El
FANTASMA es una mujer que pasa los cincuenta y tantos años. Va toda tiznada de blanco —la
cara, las manos—, con la ropa a juego. Mira en derredor, desorientada. Los personajes no pueden
verla ni oírla.
ÁFRICA.— (Ajena a la aparición del FANTASMA) Yo creo que vamos a coger algún
regalo y ya lo vamos a dejar por hoy. ¿Tú qué piensas, Mandrake?
FANTASMA.— (Tras ver a ÁFRICA. Acercándose) Disculpa…
ÁFRICA.— Vale, vamos a subirle la agilidad…
FANTASMA.— Hola. (Le pasa la mano por delante de la cara. ÁFRICA ni se inmuta) ¿Hola?
ÁFRICA.— ¿Nos mejoramos también la armadura, banda?
FANTASMA.— (Le da unos toquecitos en el hombro) Perdona que te moleste…
ÁFRICA.— (Mira hacia el FANTASMA sin reparar en ella) Perdona? (Devuelve la vista a la
pantalla) Nada, banda, un escalofrío. (sacudiéndose el cuerpo)
FANTASMA.— (Retrocede hacia el foro, incrédula) Ay, Dios… (Se pellizca la cara) Así que
es… Esto es… (Se mira las manos temblorosas) Estoy muerta…
El FANTASMA MUEVE UNA SILLA para desplomarse sobre ella. Se cubre el rostro con las
manos. ÁFRICA se da media vuelta y observa donde está el FANTASMA. El FANTASMA levanta
la vista de sus manos y se señala, como dándose por aludida.
ÁFRICA.— (A la pantalla) ¿La silla? ¿Qué le pasa a la silla? Dejad de vacilarme. (Se
levanta para mirar en torno) Aquí no hay nadie.
FANTASMA.— (Esperanzada, se levanta y camina hacia la pantalla de ordenador) ¿Pueden
verme? (Saluda con una mano) ¡Eh! ¿Hola?
Como si quisiera probar una hipótesis, el FANTASMA cambia de posición la silla. A continuación,
ÁFRICA se vuelve repentinamente. El FANTASMA, con extrema parsimonia, agarra un pedazo
de bollo y se lo lleva a la boca. Tras una breve pausa, ÁFRICA chilla con todas sus fuerzas.
6
ÁFRICA.— (A la pantalla. Acelerada) Lo habéis visto también, ¿no?
LEIRE.— (Entrando en escena visiblemente enfadada. Una línea de carmín le cruza del labio a la
oreja) ¿Se puede saber qué haces, tía?
FANTASMA.— (Sorprendida de verla, señala a LEIRE y se atraganta con el bollo) ¡Agh, agh!
LEIRE.— ¿De verdad tienes que gritar así por un juego?
ÁFRICA.— Por un juego no…
LEIRE.— (Con repentino acento gallego. Apuntando con el dedo a su cara) ¡Esto no es un
juego!
El FANTASMA acaba escupiendo el bollo a los pies de LEIRE, que recula asqueada, alucinada.
De pronto, el FANTASMA deja caer la silla para captar la atención de LEIRE. Las dos chicas se
sobresaltan.
7
ÁFRICA.— (En tono confidencial. El FANTASMA se les acerca para escucharla) Aliens.
FANTASMA.— (Se deja caer) ¡Venga ya!
LEIRE.— ¿Y por qué los aliens sí y un fantasma no?
ÁFRICA.— En plan, no sé a cuento de qué va a aparecernos aquí un fantasma.
FANTASMA.— ¡Igual porque me acabo de morirme, no sé!
ÁFRICA.— (Prosigue imperturbable) Pero… lo de los extraterrestres sí tiene sentido.
(LEIRE le dedica idéntico gesto de incomprensión) En plan, quieren hacer llegar su mensaje a
todo el mundo...
LEIRE.— (Escéptica) Ya. Y te han elegido de portavoz a ti…
ÁFRICA.— ¿Por qué no? Tengo un canal de Twich…
LEIRE.— (Yendo hasta la pantalla) Sí, claro… con menos de sesenta personas
conectadas…
ÁFRICA.— ¡Sesenta! (Corre hasta el ordenador) ¡Hace un momento no había ni veinte!
LEIRE.— ¿Y cuál crees que es el mensaje?
ÁFRICA.— (HAKA)
Resuenan tres fuertes golpes en la puerta. El FANTASMA acude y se asoma por la mirilla. LEIRE
y ÁFRICA se quedan paralizadas.
DOÑA REMEDIOS.— (Revolucionada) ¡Vade retro, espíritu! ¡Ipso facto! ¡Ubi sunt! ¡Nihil
plus fide!
LEIRE y ÁFRICA se alejan de ella soltando alaridos, mientras DOÑA REMEDIOS las persigue y
les habla a voz en grito.
8
LEIRE.— Doña Remedios… (Resopla) ¿Nos puede decir por qué ha entrado así en
nuestra casa?
DOÑA REMEDIOS.— Es que habláis tan alto, hijas, que no he podido evitar escuchar
—avermaríapurísima— que tenéis un fantasma en el living.
LEIRE.— (Al tiempo que señala a ÁFRICA con la cabeza) Aquí mi amiga dice que son
alienígenas.
DOÑA REMEDIOS.— (Replicando el gesto de LEIRE) Aquí tu amiga estudió periodismo
para hacerse famosa, así que no la hagas mucho caso a tu amiga.
ÁFRICA se muerde el puño antes de que DOÑA REMEDIOS se siente a la mesa central, sobre la
que coloca el tablero de ouija. LEIRE y ÁFRICA se sientan una a cada lado. El FANTASMA se
sitúa detrás de DOÑA REMEDIOS.
DOÑA REMEDIOS.— Si estoy en lo cierto, y rara vez me equivoco, hay una entidad
ahora mismo en la habitación. (El FANTASMA asiente con la cabeza, satisfecha) Un intruso a quien
no conocemos…
ÁFRICA.— ¡Claro que te conocemos! (DOÑA REMEDIOS le suelta una colleja) ¡Ay!
DOÑA REMEDIOS.— (Imperturbable) Con esta ouija podremos comunicarnos con el
ente, solo se pueden hacer tres preguntas.
LEIRE.— (Escéptica) Claro… Le queda poco saldo a la ouija… (DOÑA REMEDIOS le
suelta otra colleja) ¡Ay!
DOÑA REMEDIOS.— (Sigue imperturbable) No sabemos qué criatura está con nosotras
en esta habitación. (ÁFRICA se levanta y va hasta el ordenador) Puede ser un alma cándida…
FANTASMA.— Sí soy.
DOÑA REMEDIOS.— (Se persigna) O un demonio…
LEIRE.— ¿Del averno?
DOÑA REMEDIOS.— No estoy de guasa, jovencita. Este asunto es muy serio.
LEIRE.— (Se levanta de la silla) Mire, Remedios, yo le agradezco su ayuda, pero,
tengo una cita en menos de una hora, y debo desmaquillarme, volverme a maquillar,
limpiar esa pota de fantasma, ordenar un poco la casa, echar a mi compañera de piso… así
que no estamos para una sesión de espiritismo, ¿verdad, Afri?
ÁFRICA.— (Que ha estado tecleando todo este rato) No sé, Leire. Mi banda quiere
que hagamos eso de la ouija.
LEIRE.— ¿En serio?
DOÑA REMEDIOS.— (A LEIRE) Piensa que a un demonio no lo vas a poder echar
como a nosotras.
LEIRE.— Pienso que a un demonio se le echa más fácilmente que a usted…
LEIRE.— Vale, vale. Pero que sea corto…
DOÑA REMEDIOS.— ¡Tres preguntas y ni una más! (Cada una va poniendo un dedo sobre
una especie de púa de madera que DOÑA REMEDIOS ha dejado sobre el tablero. Enseñando tres dedos de
la otra mano) Con más de tres, la entidad podría tomar posesión del cuerpo de alguna de
nosotras…
10
ÁFRICA.— ¿Hay alguien ahí?
DOÑA REMEDIOS y LEIRE le lanzan una mirada reprobatoria a ÁFRICA en tanto que el
FANTASMA coloca el dedo sobre la púa y la empuja.
FANTASMA.— ¡Sí!
ÁFRICA.— (Levantando la mano del tablero, asustada) ¡Ha dicho que sí!
DOÑA REMEDIOS.— Creo que deberíamos descubrir si es un espíritu maligno o
benigno…
FANTASMA.— Benigno, benigno…
LEIRE.— (A DOÑA REMEDIOS) Estoy de acuerdo, pero esta vez levante usted la
mano, si no le importa.
DOÑA REMEDIOS.— Qué poca fe. (Con las manos en alto) Espíritu que te has
manifestado en esta casa, ¿eres un justo servidor de Dios, nuestro Señor?
FANTASMA.— (Se encoge de hombros. Después, vacilante, empuja la púa) Digo yo que sí…
LEIRE.— ¡Tía, has sido tú!
ÁFRICA.— ¡Que yo no he sido!
DOÑA REMEDIOS.— (Contemplando la respuesta en la ouija) ¡Menos mal! (Frunce el ceño)
LEIRE.— ¡Se acabó! (Toma la púa ella sola con ambas manos) ¿Me vas a dejar disfrutar
tranquila de mi cita con Ernesto, sí o no?
FANTASMA.— (Manifestando serias dudas) Ay, Leire, y qué te digo yo a ti, bonita…
(Moviendo la púa por el tablero) No sé, no… ¡No!
LEIRE.— ¡Y me dice que no!
ÁFRICA.— ¡Qué fuerte!
LEIRE.— (Se levanta al tiempo que mira a ÁFRICA con desaprobación. Hablando hacia todas
direcciones) ¡Me da igual quién seas tú! ¡Hace más de cinco meses que no veo a Ernesto, y más
de dos que dijimos de vernos este día! ¡HOY voy a tener una cita con MI novio y NADIE,
10
ni vivo (señalando a ÁFRICA y a DOÑA REMEDIOS) ni muerto, ni demonio ni alienígena, me va
estropear eso, ¿está claro?!
ÁFRICA.— (Después de un silencio tenso. Ululato y HAKA de celebración) ¡Aiaiaiaiaiaia!
DOÑA REMEDIOS.— (Asustada) ¡Ay, hija!, ¿Estás bien?...
ÁFRICA.— ¡Otra suscripción! (Volviéndose hacia la pantalla) Muchas gracias… (Lee con
dificultad) Damelana99.
LEIRE.— ¡Ya está! Fuera todo el mundo. (Pastoreando a ÁFRICA y DOÑA REMEDIOS
hasta la puerta, a pesar de sus quejas) Venga, fuera. ¡Fuera!
En cuanto abre la puerta, aparece en el umbral el joven JUANMA, vestido para la cita, con un ramo
de flores en las manos. ÁFRICA se apaga el micrófono de inmediato. Con la otra mano, le agarra de
la pechera y lo arrastra adentro, al margen izquierdo de la escena, lejos de la pantalla.
LEIRE hace mutis por la derecha. La sigue el FANTASMA, que también sale de escena, pero sin
necesidad de traspasar la puerta.
DOÑA REMEDIOS hace mutis por la izquierda, con el móvil en una mano y la agenda abierta en
la otra. JUANMA deja caer el ramo de flores al suelo.
JUANMA.— (Se encamina hacia la mesa, pero ÁFRICA lo retiene del brazo. Se da vuelta) Fifí…
ÁFRICA.— No me llames Fifí…
JUANMA.— ¿Me vas a explicar qué pasa?
11
ÁFRICA.— (Resopla) Okay. ¿Recuerdas que te dije que tenía trabajo? Es mentira, me
la paso en casa haciendo streaming. Aunque algunos solo esperan verme el escote. (JUANMA
toma una bocanada de aire) Cosa que no ha pasado. (JUANMA suelta la bocanada, aliviado) El
caso es que, desde que el fantasma ha empezado a hacer sus movidas, ¡la audiencia no ha parado
de crecer!
JUANMA.— Espera, espera… ¿qué es eso del fantasma?
ÁFRICA.— Que parece que hay un fantasma en la casa. Mueve sillas, escupe bollos.
(Para sí) Puede que sea celiaco…
JUANMA.— (Escéptico) Un fantasma celiaco…
ÁFRICA.— Hemos hablado con él por la ouija. Yo no descarto que sean
aliens.
JUANMA.— Es coña. (ÁFRICA niega con la cabeza) Tú te piensas que
yo soy bobo… (ÁFRICA, reticente, niega con la cabeza) ¿Esperas que me trague eso?
ÁFRICA.— No seas terco, Juanmita…
JUANMA.— No me llames Juanmita… Ahora le digo yo a tu audiencia que se acabó el
espectáculo, te vistes y nos vamos al teatro Fifi
ÁFRICA.— ¡Juanmita! ¡Mis seguidores no saben que tengo novio! (Le suelta de la
muñeca) Es la regla número uno de las celebrities de Internet. Así que, si te importo de
verdad, y me apoyas, quédate en tu rinconcito.
ÁFRICA conecta de nuevo el micrófono mientras se planta frente a la pantalla. JUANMA no se decide
a abandonar el rincón.
ÁFRICA.— (Sonriente) ¡Whoala, banda! ¡Ya somos más de cien, es increíble! Okay,
Mandrake, contrólame a los que se pasen de la raya […] ¿Mandrake? […] Okay. Mi
moderador no está por el chat… […] Real, real cien por cien todo, no fake, […] ¿Leire?
Se llama Leire […] ¡No, no! Es mi compañera de piso […] (Echa un vistazo a Juanma) Él
es… el hermano de Leire. Gonzalo, el Argentino.
12
JUANMA, en un arranque de determinación, enfila hacia el ordenador, a pesar de los gestos de
ÁFRICA.
JUANMA.— (Con acento argentino en lo sucesivo) Este… ¿qué hay, gente?, ¿cómo están?,
¿bien? […] Y, pues yo recién llego de Buenos Aires, ¿conocen Buenos Aires? Relindo. Me
vine a ver a mi hermanita pero no imaginé que iba a conocer a tremenda mina […]
ÁFRICA.— (Dándole patadas por debajo de la mesa) Okay, Gonzalo ¿Por qué no vas a
ver a tu hermana, que hace meses que no os veis?
JUANMA.— No, déjala que boludee. (A la pantalla) Mirá, Fifí, nos preguntan qué
anduvimos platicando afuera de cámaras. ¿Se lo digo yo o se lo decís vos?
ÁFRICA.— (Tras sostenerle la mirada pocos segundos. Recuperando la sonrisa) Le contaba
lo del fantasma.
JUANMA.— Capaz que tienen también un marcianito acá, me dijiste…
ÁFRICA.— Sí, bueno. No está claro todavía.
JUANMA.— (Volteándose y mirando hacia la mesa) ¡Y allá está la ouija! ¡Buenísimo! (Va
hacia la mesa) ¿Y qué les dijo el fantasmón?
ÁFRICA.— Que era bueno. Y que no iba a dejar a Leire disfrutar de su cita con
Ernesto.
JUANMA.— ¿Ernestito? ¿Mi hermana con tremendo boludo
ÁFRICA.— (Breve pausa) ¿Le conoces?
JUANMA.— No, pero me lo figuro. (Reparando en el bizcocho) ¿Y esta torta?
ÁFRICA.— La ha hecho Lei… tu hermana…
JUANMA.— ¡Mirá si me quiere! (Agarra un pedazo y se lo lleva a la boca) ¡Qué buenardo…!
ÁFRICA retira el bizcocho de la mesa. A su vez, JUANMA coloca los dedos sobre la púa de madera.
13
JUANMA.— (Con los ojos cerrados y una mano sobre la púa) Fantasmón, ¿Sigues aquí?
JUANMA empuja la púa fuera del tablero. De súbito, comienza a convulsionar. Pone los ojos en
blanco. Deja escapar la baba, con tropezones de bizcocho. ÁFRICA, muy nerviosa, le sacude de los
hombros.
Entra DOÑA REMEDIOS por la izquierda. Al ver la escena, suelta un grito fortísimo.
DOÑA REMEDIOS.— (Abalanzándose sobre JUANMA) ¡No más de tres preguntas, dije!
Entra ÁFRICA por la derecha, esta vez con el carmín corrido en la otra mitad de la cara, del labio
a la oreja.
En este momento, se abre la puerta y entra la CASERA, con su juego de llaves. La CASERA es una
mujer sesentona, de fuerte carácter.
CASERA.— ¡África!
ÁFRICA.— (Poniéndose firme) ¡Mamá!
CASERA.— ¡¿Me puedes explicar qué es eso de que hay un fantasma en mi casa?!
DOÑA REMEDIOS.— Tranquila, Luisa…
LEIRE.— Eso, Luisa…
14
CASERA.— (Señalando a JUANMA) ¿Este chico quién es?, ¿qué os he dicho de subir
chicos a mi casa?
ÁFRICA.— Es… Gonzalo. El hermano de Leire. Viene de Buenos Aires.
CASERA.— (A LEIRE) A mí nadie me ha dicho que tenías un hermano en Buenos
Aires…
LEIRE.— Ni a mí.
JUANMA.— (Va hasta la CASERA) Un gusto conocerla, señora. (Le besa la mano)
CASERA.— (Retirando la mano) Ya, ya, pibe, que no tengo el horno pa bollos…
LEIRE.— (A DOÑA REMEDIOS, aparte) ¿Cómo se te ocurre contarle esto a la Luisa?
DOÑA REMEDIOS.— (A LEIRE) ¿Yo?, para una vez que no le suelto prenda…
CASERA.— (Hacia todos lados) ¡A ver, al alien le hablo…! ¡Muéstrate a la de ya!
FANTASMA.— Lo primero, señora, de alien nada. (Agitando los brazos enfrente de ella).
Aquí estoy. (Saltando) ¡Delante de sus narices!
CASERA.— Como no te me aparezcas me vas a conocer tú a mí, eh…
ÁFRICA.— Uy, cuando se pone así mi madre…
FANTASMA.— (Gritándole a la oreja) ¡Aquí me tiene!
CASERA.— (Impertérrita) ¡Manifiéstate ahora mismo!
FANTASMA.— (Pasando entre los demás personajes, con gestos enérgicos, como una consigna
cantada en una protesta) ¡Manos arriba; no me hacen ni caso! ¡Soy invisible!
JUANMA.— No se haga mala sangre, señora. Acá no hay fantasmas…
FANTASMA.— (Cantando y señalando a JUANMA) ¡No nos representa!
CASERA.— (A ÁFRICA) ¡Que sea la última vez que asustas así a tu madre! (Se corta un
trozo de bizcocho. LEIRE hace un aspaviento y se muerde la lengua) Menudo circo has montado… (A
los demás, entre bocado y bocado de bizcocho) Siempre llamando la atención.
ÁFRICA.— (Interponiéndose entre ella y la pantalla. Se apaga el micrófono) ¡Mamá, déjalo!
CASERA.— (Señalando la pantalla) ¡Y ahora por Interné! (Rebasando a ÁFRICA, con la
mirada fija en la pantalla) ¡Mírate!
JUANMA.— (Pasa el brazo por detrás de ÁFRICA y locuta al micrófono apagado de ÁFRICA, casi
solapándose con la CASERA) Luisa arranca por la zurda…
CASERA.— Todo el día frente a la pantalla…
JUANMA.— Cruza la cancha…
CASERA.— (Agarra una lata vacía) …en pijama…
JUANMA.— Se mete en el área…
CASERA.— …bebiendo porquerías…
JUANMA.— La golpea de rabona…
CASERA.— Siento vergüenza de ti.
JUANMA.— ¡Qué golazo, por Dios! (Desenfrenado) ¡El estadio ruge. Mi novia me
dejará esta noche, pero me da lo mismo! ¡
15
JUANMA repara entonces en la mirada humillada de ÁFRICA, en vísperas del llanto, y se calla de
golpe, arrepentido. ÁFRICA se saca de encima el brazo de JUANMA, tira sobre la mesa los
auriculares, se tapa la cara con las manos y sale por la derecha. Portazo.
JUANMA y DOÑA REMEDIOS se resisten a salir cuando el ramo de flores aterriza de pronto sobre
la mesa para sorpresa de todos salvo del FANTASMA, que lleva todo este rato en el rincón izquierdo
del proscenio. En un inicio agitaba el ramo de flores, incapaz de captar la atención que la CASERA
y JUANMA monopolizaban. Luego, espectadora de lo sucedido, cesó en sus aspavientos hasta el
instante en que ha arrojado el ramo a la mesa.
Llaman a la puerta.
LEIRE.— (Enfilando hacia el margen izquierdo) Abrid vosotras. Yo voy a meter un rato la
cabeza en el horno.
FANTASMA.— (Tras ella) ¡No, no!
LEIRE hace mutis por la puerta de la izquierda. El FANTASMA va detrás. Vuelven a picar la
puerta. La CASERA le lanza una mirada inquisitiva a DOÑA REMEDIOS.
La CASERA le autoriza con un gesto para que abra, al tiempo que se ajusta los auriculares sobre
la cabeza y los enciende. Luego, se sienta frente a la pantalla mientras DOÑA REMEDIOS abre la
16
puerta. Aparece en el vano IÑAKI, treinta y largas primaveras, con una chaqueta con coderas sobre
una camiseta de Doctor Who. Entretanto, JUANMA sigue llamando a la puerta que cerró
ÁFRICA, con ánimo reconciliador, si bien no encuentra respuesta de su parte.
IÑAKI y JUANMA rompen a reír, incómodos. DOÑA REMEDIOS mira a uno y a otro sin entender
nada. A continuación, va hacia el ordenador, junto a la CASERA. Mientras, IÑAKI y JUANMA
quedan hablando en segundo plano.
17
DOÑA REMEDIOS.— (Farfullando) ¿Qué haces, Luisi?
CASERA.— (Sin dejar de mirar la pantalla) Reviso el chat.
DOÑA REMEDIOS.— (Sacando su móvil y la agenda de contactos) ¡Uy! te veo muy puesta
en esto de la tecnología…
CASERA.— (Sin mirarla) No te voy a pasar nada de la agenda al teléfono.
DOÑA REMEDIOS.— (Guardando el móvil y la agenda) Qué cosas tienes, mujer…Y,
¿Cómo te has enterado de esto Luisi?
CASERA.— Porque, al igual que tú escuchas a través de las paredes, yo miro a través
de las ventanas.
DOÑA REMEDIOS.— (Forzando la vista) ¿De tu casa? ¿Desde Alcorcón? (La
CASERA asiente)
¡Señorpadretodopoderoso…
JUANMA e IÑAKI se acercan a la pantalla. A su vez, entran en escena LEIRE, con un nuevo
delantal puesto, y el FANTASMA. Antes de reunirse con los demás, LEIRE tomará lo que queda de
bizcocho.
LEIRE sale de escena por la izquierda. En cambio, el FANTASMA se queda con los demás.
18
Se dirigen a la mesa. DOÑA REMEDIOS saca el móvil y la agenda, pero en cuanto descubre que
el instrumento es un viejo reproductor de casetes, los guarda sin articular palabra.
IÑAKI.— (Reparando en el esputo del FANTASMA) ¿Es lo que creo que es?
CASERA.— Sí… (A DOÑA REMEDIOS) ¡Una pocilga, Remedios!
IÑAKI.— (Se agacha, lo toca con los dedos) Residuos ectoplásmicos… (Tras llevarse los dedos
a la boca) Mmmm… sabor a coco y avellanas…
LEIRE.— (Entrando con un tupper de bizcocho) ¡Y con merengue de mango!
IÑAKI.— Le hablo a la presencia que se ha aparecido entre estas paredes. Hola. Soy
Iñaki. (Da dos besos al aire) Encantado. ¿Y tú?
FANTASMA.— (Extrañada. Le habla al casete) ¿Ya? ¿Se me oye? Es que yo quería hablar
con Leire, nada más, pero bueno, si no hay otra manera. Yo soy…
IÑAKI.— (Indiferente) Cuéntanos, ¿qué te ha pasado?
FANTASMA.— ¿A mí? Bueno, yo estaba en mi casa, sola, como siempre, cuando me
empezó a doler aquí, en el pecho, y quise llevarme la mano a la cabeza, porque me dolía de
pronto, pero no pude levantarla, y me caí al suelo… creo que me caí al suelo, aunque tampoco
sentí ningún golpe. Sí que sentía que me caía, y yo pensé: no me puedo ir de este mundo sin
más, antes necesito contarle…
Súbitamente, IÑAKI alza la mano, con lo que capta la atención de todos. El FANTASMA enmudece.
Con un dedo, IÑAKI pone fin a la grabación. Después, rebobina la cinta con arrogante expresión.
Los demás, expectantes, se miran de hito en hito. El FANTASMA se pasea por la estancia, nerviosa.
IÑAKI pulsa el PLAY.
19
GRABADORA.— (Después de que IÑAKI pulse PLAY) Eh-Iiih…
CASERA.— Es el fin.
DOÑA REMEDIOS.— ¡Meretriz!
JUANMA.— Invertí.
DOÑA REMEDIOS.— ¡Te la vi!
JUANMA.— (Haciéndose gracia) Y contesta: no, pero me gustaría verla.
LEIRE, con el móvil en la mano, deja a los demás en la mesa, discutiendo lo que han escuchado. Se
acerca al proscenio. El FANTASMA, en cuanto repara en ella, la sigue de cerca. Tinieblas en la
escena salvo para LEIRE y, colateralmente, el FANTASMA.
LEIRE.— (Al móvil) Hola, Ernesto, eh… (Con una sonrisa lastimera) Verás que te he
mandado algunos wasaps, y como no contestas pues he dicho le llamo… es que estoy
teniendo mucho lío por casa y… te lo resumiría pero casi que mejor te lo cuento con calma
cuando llegues, con un vinito y una cena rica, ¿qué te parece? Era solo por explicarte que
igual no te recibo súper arreglada… llevo semanas pensando en el momento de vernos, que
igual te quedabas a dormir, que te quiero… ya sabes… contar tantas cosas, y que nada, que
te espero aquí y que no sé con qué te vas a encontrar, aparte de mí. Y eso. Te espero. Un
beso.
LEIRE se da media vuelta y pasa junto al FANTASMA, que la observa con aflicción. Luz sobre la
escena. LEIRE regresa junto a los demás, a quienes volvemos a oír cómo discuten.
IÑAKI.— Está claro que el espectro nos habla desde un plano paralelo de la
realidad. Creo que, si soy capaz de decodificar su frecuencia esencial por medio de potentes
equipos paracientíficos…
JUANMA.— ¿Te referís a una computadora…?
IÑAKI.— (Prosigue) …podré descifrar el mensaje que intenta transmitirnos.
LEIRE.— ¡Eso sería genial, Iñaki! (Arranca a aplaudir, de modo que todos la siguen)
¡Enhorabuena, equipo! ¡Misterio resuelto! Ahora, ea, cada cual a su casita…
JUANMA.— (Negando con la cabeza) No, yo necesito platicar antes con la
compañera…
ÁFRICA.— (Aprieta el PLAY) No quiero hablar contigo, así que largo.
20
IÑAKI.— (Toma la grabadora) No te importa que utilice la cinta en mi programa,
¿verdad?
LEIRE.— ¡Fuera!
IÑAKI.—¿O sea que te parece bien? (Saliendo por la puerta principal) Lo tomaré como
un sí…
LEIRE.— (A la CASERA y DOÑA REMEDIOS) ¡Y vosotras! (A Juanma) ¡Y vos!
JUANMA.— (Yendo hacia la puerta de ÁFRICA. Sin acento) Una cosa, y me largo.
CASERA.— (A LEIRE) A mí tú no me vas a echar de mi casa…
LEIRE.— ¡De mi casa! ¡Yo vivo aquí!
CASERA.— Porque yo te dejo…
LEIRE.— ¿Que me dejas? ¡Yo pago un alquiler, y no uno barato…!
CASERA.— A ver, enséñame tu contrato…
LEIRE.— ¿Sabes qué, Luisa? (La suelta) Eres como este fantasma, una presencia…
ausente… pero constante. Que nos atormenta día y noche. (Tomando la púa de madera)
CASERA.— (LEIRE pulsa con la punta de la púa donde la CASERA tiene su corazón. Dolida por
sus palabras) No tienes ni idea. (Se sienta a la mesa y se cruza de piernas. Deja los auriculares sobre la
mesa) Yo de aquí no me voy.
DOÑA REMEDIOS.— (Con embarazo) Yo es que, con vuestro permiso, voy a esperar a
que llegue Charito.
Entra ÁFRICA. JUANMA, que en este rato ha estado apuntando en el móvil y ensayando lo que
quería decir, la aborda, pero ÁFRICA va del ordenador a la mesa desplegable, para colocarse los
cascos. Después, regresa frente al ordenador, donde habla y teclea de cuando en cuando, haciéndole el
vacío a JUANMA, quien va hablándole mientras tanto.
JUANMA.— (Sin acento) África… ¿de verdad me vas a tratar como si fuera yo el
fantasma? (Sincero) Perdona. Escúchame, por favor. No debí haberme burlado así de ti. (Toma
aire) Pero no sé qué nos pasa. (Cierra el micrófono en su puño) ¿Hace cuánto que no estamos
bien? Porque cada vez que nos vemos siento que no quisieras verme. Es como si te
avergonzaras de mí, o yo fuera una carga, o algo que te quita de hacer lo que quieres. Yo…
no he sabido qué hacer con esa frustración… y te la he devuelto en forma de sarcasmo y de
comentarios hirientes. Te he hecho daño porque… no entiendo el daño que me haces. No
entiendo… aunque eso tampoco justifica nada. Y, si esto va a ser todo, lo mejor será que
acabe pronto. (Pausa) Ojalá… ojalá estés bien.
21
JUANMA sale de la casa por la puerta. ÁFRICA, con una sonrisa inánime pegada a la boca, trata
de disimular a la pantalla la manera en que se enjuga una lágrima.
ÁFRICA.— (Con la voz algo quebrada) Okay, banda. Perdonad que no haya estado en
este último rato. Con todo este tema del fantasma me ha dado una crisis de ansiedad. Pero
ya estoy bien, sí, muy bien, ¡y somos más de mil ya! En plan, debo muchas celebraciones,
¿no? Voy a dedicaros una para todos, espero que os valga. (Poniéndose de pie y bailando)
¡Aiaiaiaiaiaia! ¡Aiaiaiaiaiaia! (Con puños y ojos cerrados) ¡Aiaiaiaiaiaia!
LEIRE.— (Que se ha acercado adonde está ÁFRICA. Mientras acaricia su hombro) Tía, ¿estás
bien?
ÁFRICA.— (Sonriendo a la pantalla) Sí, sí… (A LEIRE) Estoy bien.
LEIRE se agacha y abraza a ÁFRICA con decisión. ÁFRICA la corresponde a su vez. La CASERA,
bajo la mirada atenta de DOÑA REMEDIOS, las observa con gesto indescifrable. Llaman a la
puerta.
DOÑA REMEDIOS.— ¡Ya abro yo! (Se levanta y va la puerta. Abre) ¡Charito!
CHARO.— (Entra. De inmediato, se pinza la nariz con una mano) ¡Uf, vaya energía más
podrida percibo por aquí!
DOÑA REMEDIOS.— Te juro que yo no he sido.
CHARO es una mujer de la edad de DOÑA REMEDIOS que viste una túnica de estrellas plateadas
y, sobre la cabeza, un pañuelo con lunas grabadas que deja las orejas libres y de soplillo. Camina
por el salón con la mirada perdida. Entretanto, LEIRE va animando a ÁFRICA con gestos cariñosos,
palabras que no oímos. La va apoyando con la emisión del directo.
CHARO.— Has hecho bien en llamarme. Aquí hay un espíritu, sin duda.
FANTASMA.— (Le tiende la mano) Soy yo, madame.
CHARO.— (Le da la espalda al FANTASMA y husmea como un sabueso por el suelo) Percibo
rastros de su presencia por el parqué. Ha cruzado varias veces este salón.
FANTASMA.— (A DOÑA REMEDIOS) Caray, sí que es buena…
DOÑA REMEDIOS.— Hemos podido hablar con él un poco por medio de la ouija…
CHARO.— ¡Cómo! (Zarandeando violentamente a DOÑA REMEDIOS) ¡Te dije que nada de
ouijas! ¿O no te he contado lo que nos pasó durante la última séance en la que tiramos de
ouija? ¿No te he contado que trajimos el fin del mundo?
DOÑA REMEDIOS.— Santavirgendelosmilagros… ¡Sí, seis veces…!
CHARO.— ¡Exacto! Provocamos el apocalipsis ¡seis veces! Así que mucho cuidado
con la ouija. No, no, no. (Se sienta a la mesa y retira el tablero como quien quita un pañal sucio) Esto,
caca.
CASERA.— (A CHARO) Así que es usted médium…
CHARO.— (Puntualiza) Preferimos el término «tanatointérprete».
CASERA.— Lo que sea. Usted es esa especie de especialista especial que va a ponerme en
contacto con el fantasma, ¿cierto?
22
CHARO.— Tal cual. Antes necesito saber qué os ha contado la entidad…
DOÑA REMEDIOS.— Poca cosa. Que es justo servidor de Dios, pero que no iba a
permitir que esa muchacha (señala a Leire) disfrutara de la cita con el novio.
CASERA.— ¡Ah, estupendo, otro chico en casa!
DOÑA REMEDIOS.— También llegó a poseer a un joven.
CHARO.— (Mirando en derredor) ¿Y ese joven? ¿Le habéis dejado irse?
DOÑA REMEDIOS.— Le sacamos el espíritu con un avemaría, tal y como me
enseñaste en el cursillo…
CHARO.— ¿Ah, sí? En ese caso, bien hecho.
CASERA.— Además es gallego. (Mirándolas) El fantasma, digo. Por lo que leí en el
chat. Y tiene mala baba…
CHARO.— (Mirando el escupitajo) Ya la veo. Con tropezones blancos. (Suspira. Después
da dos palmadas) Venga, para conectar necesito todas las voluntades sincronizadas conmigo,
vamos…
CASERA.— (A LEIRE y ÁFRICA) ¡Niñas! Ya habéis oído a la teniente-torete…
CHARO.— Tanatointérprete.
CASERA.— …dejáis ya la maquinita y me sincronizáis las voluntades, rapidito…
CHARO se sitúa en el centro de la escena, con los brazos extendidos. A su izquierda, DOÑA
REMEDIOS la toma de la mano derecha, y a su vez toma la izquierda de la CASERA con su otra
mano. Al otro lado, LEIRE y ÁFRICA hacen lo propio. El FANTASMA, dado que CHARO no
puede ofrecerle otra mano que tomar, se coloca a la espalda de esta y la agarra de las orejas.
CHARO.— Cerrad bien los ojos. (Todas obedecen, incluida el FANTASMA) Ahora,
concentraos en una imagen que os traiga paz y alegría. Atraed al espíritu con energías
positivas. Ohhmmm…
RESTO.— Ohhmmm…
CHARO.— (Absorta. El resto la imitará) Pienso en un jardín zen recién rastrillado.
DOÑA REMEDIOS.— Pienso en una sopa de cocido durante una noche fría.
LEIRE.— Pienso en una cena con Ernesto a la luz de las velas.
CHARO.— Pienso en un estanque sobre cuya superficie cae una lluvia suave.
CASERA.— Pienso en un crío que pierde el autobús en el último momento.
ÁFRICA.— Pienso en recoger un premio Esland mientras el público me aplaude.
DOÑA REMEDIOS.— Pienso en cuando pillé a Sonsoles, la del quinto, con Alfonso el
frutero, comiéndose los morros en el ascensor mientras su marido, aydiosmío, estaba de viaje
en el extranjero, con la secretaria, que resultó que eran amantes, no te lo pierdas, que ya dicen
que donde las dan… (Abre los ojos y mira en derredor. Miradas reprobatorias) Perdón.
CHARO.— ¡Espíritu, yo te convoco! Abandona tu escondite en esta casa…
FANTASMA.— (Descollando a la izquierda de CHARO, por encima del hombro derecho) Estoy
Aquí…
23
CHARO.— … habla a través de mi voz.
FANTASMA.— ¿Y eso cómo lo hago? ¿No me puedes indicar…?
CHARO.— Ah… siento tu voz en mi oído…
FANTASMA.— (Ilusionada) Ay, qué bien. Oye, qué gusto sentir que te escuchan después…
CHARO.— (Voltea la cabeza súbitamente hacia LEIRE, dando la espalda al FANTASMA) Sí,
sí… (Abre los ojos) ¡Te veo! Me llamo Charo. ¿Cuál es tu nombre?
FANTASMA.— (Situándose entre CHARO y LEIRE) Patricia.
CHARO.— ¿Cómo dices…?
FANTASMA.— ¡Patricia! (CHARO le vuelve la nuca de nuevo y mira hacia DOÑA REMEDIOS.
El FANTASMA se coloca de nuevo entre CHARO y DOÑA REMEDIOS) Leñe…
CHARO.— Se llama…
FANTASMA.— ¡Patricia!
CHARO.— Pa…
FANTASMA.— (Desgañitándose) ¡Patricia!
CHARO.— ¡Paco!
FANTASMA.— (Le suelta las orejas y hace mutis por la izquierda) ¡A la mierda!
CHARO.— No te enojes con ellas, Paco… Dinos: (volviendo la mirada hacia distintos
espacios de la casa) ¿qué te retiene en este mundo?
FANTASMA.— (Entrando con una bolsa de patatas, después de cruzar la mirada con CHARO)
No, a mí no me mires, (se tumba en el sofá) pregúntale a Paco…
CHARO.— (Con timbre impostado, antipático y agudo, y un mal acento gallego) ¡Cierra la boca,
fulana!
FANTASMA.— (Ofendida y masticando patatas fritas) Oh, fulana dice…
CHARO.— (Moviendo la cabeza a uno y otro costado) ¡Suéltame, Paco! Vais ver pronto…
¡quién manda aquí! (Se retuerce) ¡Para, Paco, ay, ay!
DOÑA REMEDIOS.— (Soltando a CHARO) ¡Porlasagradavirgendelosdesamparados…
CHARO.— ¡He venido para quedarme, pelanduscas!
CASERA, LEIRE, ÁFRICA Y DOÑA REMEDIOS.— (Girando en corro alrededor de CHARO,
cogidas de las manos y cantando al unísono, con la melodía de «Al corro de la patata») Socorro que le
arrebata / la energía este fantasma / Que la auxilien serafines / Principados y querubines /
A chupé, a chupé / de este mal yo te libré.
FANTASMA.— (Tira las patatas al aire. Aplaudiendo) ¡Olé, olé!
CHARO.— (Volviendo en sí) ¿Qué ha pasado?
CASERA.— (Acompañándola hasta el sofá) El espíritu, que te ha controlado.
CHARO.— (Con incredulidad) ¿Y me habéis rescatado vosotras solas?
DOÑA REMEDIOS.— Con el «a chupé, a chupé»…
CASERA.— (A CHARO) Ha dicho que se llama Paco. (A LEIRE y ÁFRICA) ¿Qué le
habéis hecho a Paco, a ver?
24
CHARO se recuesta en el sofá, de modo que el FANTASMA se corre hacia una esquina para que no
se le eche encima. Llegado el momento, el FANTASMA abanica con las manos a CHARO, que estará
exhausta, sofocada por la seánce.
La CASERA abre la puerta. Aparece en el vano ROSA, una chica pocos años mayor que LEIRE,
con aires contraculturales —pañuelo palestino, pantalones bombachos de colorines y una cartulina
enrollada bajo el brazo—.
25
ROSA.— A mí no me manda nadie, yo me he presentado aquí voluntaria.
CASERA.— (Le da paso. A ÁFRICA) ¿Has oído, hija? Esta sí es una chavala resolutiva,
voluntariosa, trabajadora…
LEIRE.— (Que se ha dado la vuelta hacia la puerta junto con ÁFRICA) ¿Rosa? ¿Qué haces tú
aquí?
ROSA.— (Desplegando el cartel sobre su cabeza. Leemos: «Los muertos también merecen vivir»)
¡Vengo a protestar pacíficamente por los derechos de los fantasmas!
CASERA.— ¿Quién es esta chiflada? (A LEIRE) ¿Tú conoces a esta loca?
DOÑA REMEDIOS.— Es su prima…
CASERA.— O sea que es genético…
ROSA.— (Frente a la pantalla) ¡Vivimos en un sistema capitalista que fomenta la
superpoblación!
CASERA.— (Al móvil, con él en la oreja) Con la policía…
ROSA.— ¡Y la superpoblación genera más mortalidad!
CASERA.— Una lunática se ha metido en mi casa…
ROSA.— ¡Y la mortalidad causa superpoblación de fantasmas!
CASERA.— No, no es mi vivienda habitual…
ROSA.— El sistema en el que vivimos favorece injustamente a los vivos.
FANTASMA.— (Que se le ha unido frente a la pantalla) ¡Eso, eso!
CASERA.— ¡Cómo que un proceso judicial! ¡Espere!
ROSA.— Ninguno sabemos si nos reencarnaremos en un fantasma…
CASERA.— Claro que vive alguien…
ROSA.— …los no vivos están infrarrepresentados en nuestras instituciones…
CASERA.— (Dándole el móvil a LEIRE) ¡Tú!, la que aparece en el padrón, diles que
vengan a sacar de aquí a tu prima…
ROSA.— …porque es injusto que los derechos humanos no se apliquen más allá de
la vida…
LEIRE.— (Tras cruzar la mirada con ÁFRICA, se lleva el móvil a la oreja) ¿Hola? Buenas
tardes. No, no hace falta […] Mi casera, que no le cae bien la gente que invito a mi casa…
CASERA.— (Le arrebata el móvil) Mala pécora, desagradecida… (Al móvil) ¿Oigan? Les
paso con la otra inquilina. (Se lo ofrece a ÁFRICA) Hija, échale una mano a tu madre…
ÁFRICA.— (Levantando las manos, con gesto inocente) ¿A mí qué me dices, mamá? En plan,
como ves (señala a ROSA) no es ningún maromo…
CASERA.— ¡Argh! (Le arranca a ROSA el pañuelo palestino) ¡Fuera!
ROSA se deja caer en un ejercicio de resistencia no violenta. La CASERA trata de arrastrarla afuera,
pero le faltan fuerzas y se descubre incapaz de moverla del lugar. ROSA queda sentada. A
continuación, la CASERA arroja con desprecio el pañuelo y hace mutis por la derecha, muy ofuscada.
Se oye una alarma de cocina tipo temporizador.
26
El FANTASMA recoge el pañuelo y se lo ajusta a ROSA sobre los hombros. CHARO, que acaba de
observar lo sucedido con el pañuelo, se pone en pie de un salto y señala hacia la prenda. Entra
LEIRE, contemplando a CHARO.
CHARO se desmaya sobre el sofá. DOÑA REMEDIOS corre a auxiliar a CHARO. LEIRE regresa
frente a la pantalla al lado de ÁFRICA, ROSA y el FANTASMA.
ROSA escupe al lado la mesa, asqueada, y tira hacia atrás el resto, que cae sobre CHARO, todavía
inconsciente. Luego, va hacia la izquierda del escenario. LEIRE la sigue. DOÑA REMEDIOS
aprovecha para hincarle el diente al trozo de bizcocho que ROSA ha arrojado, dado que nadie la
mira. ÁFRICA interactúa con la pantalla, aunque no la oímos. El FANTASMA va adonde DOÑA
REMEDIOS y hace por quitarle el trozo de bizcocho. Forcejean de fondo. Luz sobre ROSA y LEIRE.
27
ROSA.— (Después de limpiarse la lengua con una toallita) Hablando de tu madre, ¿qué tal
está la tía?
LEIRE.— ¿Mi madre? Como siempre. Esta mañana me ha llamado. Que salió de casa
y notó un bulto en la espalda que la estaba matando. Que la llevase a urgencias.
ROSA.— ¿Y qué le han dicho?
LEIRE.— No fuimos. Tenía… tengo planes. No puedo estar todos los días
pendiente de sus neuras.
ROSA.— Siempre has estado demasiado centrada en ti misma, prima. (LEIRE hace un
gesto de incredulidad) Sí, tú, sí. Te has entregado al individualismo propio del sistema de
consumo. Tienes que ser más generosa…
LEIRE.— ¿Yo? ¡Pero si mi casa parece el IKEA! Aquí entra todo el mundo. Y no te
pienses que alguno se corta un poco con el bizcochito…
ROSA.— Cuando me pasaron el enlace y vi que era tu casa, lo primero que pensé fue:
ya está, se ha muerto la tía…
LEIRE.— Pero qué dices, prima…
ROSA.— (Interrumpiéndola) Ni se te había pasado por la cabeza, ¿a que no?
LEIRE.— No. Claro que no. (Vacila. Con gravedad) Nunca había pensado en serio que
vaya a morirse mi madre. (Pausa) Voy a llamarla…
Luz sobre el proscenio, iluminando el escritorio. LEIRE hace mutis por la derecha. ROSA se para
junto a ÁFRICA. El FANTASMA sale tras de LEIRE.
28
ÁFRICA.— Pero he perdido la de una. Y no, no me ha rentado. Porque nunca ha sido
la atención. Ni el dinero. (Introspectiva) Yo solo quería quererme como él me quería, en plan…
sin ningún objetivo. Y no he podido hacerlo. (Soñadora) Me parece… tan estúpido. Un doctor,
en plan… un cirujano vascular con una nini que dejó su trabajo precario para jugar
videojuegos. Y dice que se piensa que la vergüenza que siento a su lado es por él…
ROSA.— (Lee) «Quizás a él le pasa lo mismo que a ti. Quizás os queréis más entre
vosotros de lo que os queréis cada uno»
ÁFRICA.— Okay, Mandrake, pero ¿qué importa eso? En plan… solo nos convertiría
en una pareja de bobos que se hacen daño mutuamente para poder hacerse daño a sí mismos.
Alguien aporrea la puerta con tal violencia que pareciera que quisiera tirarla abajo. Luz general.
DOÑA REMEDIOS, que se había quedado dormida en el sofá, al lado de CHARO —que sigue
inconsciente, con las piernas en alto— se desvela por el ruido y se levanta.
Entra el PADRE CARRASCO —camisa negra, alzacuellos, una mochila a la espalda— y la hisopea
en los ojos con agua bendita. DOÑA REMEDIOS se lleva las manos a la cara mientras gimotea.
Detrás del PADRE CARRASCO entra DARÍO —cabeza rapada, brazos tatuados y camiseta negra,
ceñida, con el logo blanco de «Desespektra» en el pecho–. Acto seguido, reduce a DOÑA REMEDIOS
contra la pared izquierda.
29
PADRE CARRASCO.— (A DARÍO) Todo en orden, jefe. (DARÍO deja libre a DOÑA
REMEDIOS. Devolviéndole su cabello) Pero ponga cuidado, señora, que está a punto de
caducarle el ADN…
DARÍO.— Y ya sabe lo que eso significa…
PADRE CARRASCO.— Esta vez te has librado, pero la próxima…
DARÍO lanza un puñetazo contra la puerta. El PADRE CARRASCO, por su parte, le dedica a
DOÑA REMEDIOS un gesto amenazador.
ROSA le propina una sonora bofetada a DARÍO, y este da un paso hacia ella, embrutecido. ROSA
se esconde detrás de ÁFRICA mientras el PADRE CARRASCO contiene a DARÍO.
DARÍO asiente. A continuación, abre la puerta y sale. Desde fuera, pica graciosamente a la puerta.
El PADRE CARRASCO le abre con pompa y aprovecha para cambiar posiciones con DARÍO. Así,
sale el PADRE CARRASCO.
DARÍO.— (Al tiempo que estrecha manos enérgicamente) Buenas tardes. Yo soy Darío,
fundador de Desespektra y actual CEO…
Llaman a la puerta. DARÍO abre al PADRE CARRASCO, que entra con expresión cándida,
inocente, como un santo.
30
DARÍO.— Y él es mi socio, el padre Carrasco.
PADRE CARRASCO.— La paz sea con vosotras…
DARÍO Y DOÑA REMEDIOS.— Y con su espíritu.
PADRE CARRASCO.— Démonos todos la paz…
El PADRE CARRASCO toma por sorpresa a ÁFRICA y le planta dos besos. Luego va a ROSA
pero esta le hace la cobra. El PADRE CARRASCO la hisopea antes de aproximarse a DOÑA
REMEDIOS, que se apresta a darle dos besos al PADRE CARRASCO, si bien esta vez él recula un
paso y la santigua. Entretanto, DARÍO ha repartido dos besos a la CASERA con el FANTASMA
entre uno y otro como si fuera imperceptible.
El PADRE CARRASCO se guarda el billete en el bolsillo y va hasta el sofá, donde agarra los tobillos
de CHARO al tiempo que DARÍO la toma de los antebrazos. Una vez listos, la zarandean con
violencia hasta que recobra el sentido.
El PADRE CARRASCO y DARÍO dejan caer a CHARO sobre el sofá. Enseguida, el PADRE
CARRASCO abre la mochila y saca un cepillo de limosnas, que pasa por delante de la CASERA y
las demás. CHARO se levanta del sofá y agarra a DARÍO del hombro.
El PADRE CARRASCO hace mutis por la izquierda. Por su parte, DARÍO intenta abrir la puerta
de la habitación de LEIRE, pero está cerrada. La aporrea. Luz sobre ese lateral.
31
DARÍO.— (A la puerta) ¡Eh, fantasma!
CHARO.— (Con celo, para que las demás no la escuchen) Darío, escúchame…
DARÍO.— ¡O sales o te sacamos a hostias consagradas!
CHARO.— ¡Darío!
DARÍO.— (A CHARO) ¡Qué!
CHARO.— (Mirando en derredor) Déjate de teatro: esto es real, ¿entiendes? No son unos
ruidos en la bajante del agua que podamos hacer pasar por voces de ultratumba, ni espejismos
de gente sugestionable. He visto algo que ni yo ni otro timador de medio pelo como tú
podemos explicar.
DARÍO.— (Mirando por encima del hombro de CHARO) Un auténtico espectro…
CHARO.— …que ha cogido un pañuelo del suelo y se lo ha puesto a esa chica sobre
los hombros.
DARÍO.— Sin cables… (CHARO asiente) Bien. ¡Padre Carrasco!
Entra el PADRE CARRASCO con un trozo de bizcocho en la boca y las manos ocupadas en
guardarse el resto del dulce en la mochila. ÁFRICA se lo disputa antes de que cumpla con su propósito.
El PADRE CARRASCO deja caer la mochila y, con la otra mano que le queda libre, va hisopeando
a ÁFRICA en la cara. Entretanto, DARÍO invita a la CASERA con un gesto a que se acerque al
escritorio, sobre el cual deja su teléfono móvil, enfrentado a él para grabarse.
ÁFRICA logra arrebatárselo de las manos, no sin que antes el PADRE CARRASCO pase la lengua
por el hisopo y rocíe el bollo con él. A continuación, el PADRE CARRASCO arrastra una silla frente
a la pantalla y se sienta junto a la CASERA, que queda entre él y DARÍO. ÁFRICA, por su parte,
deja el bizcocho sobre la mesa extensible como algo repugnante.
32
DARÍO.— (Mirando en derredor) Lo sé, lo sé. (A la CASERA) ¿Tú le has visto la cara? (La
CASERA niega. A la cámara) ¡Compórtate como un hombre y da la cara!
FANTASMA.— Pero hombre de qué…
El FANTASMA coge el teléfono móvil y se mueve por la habitación. DARÍO la persigue. Trata de
recuperar el móvil pero sus manos no alcanzan a agarrarlo. El FANTASMA se coloca alrededor de
CHARO, que chilla asustada y acaba desmayándose otra vez.
DARÍO atrapa el móvil con la mano izquierda. Vítores y aplausos del PADRE CARRASCO,
CASERA, DOÑA REMEDIOS Y ÁFRICA. El FANTASMA le saca la lengua y se queda cerca de
DARÍO.
DARÍO.— (Grabándose con el móvil, levanta el brazo derecho frente a la CASERA, DOÑA
REMEDIOS, el FANTASMA y ÁFRICA) Toca, toca…
Entra LEIRE con estruendo, muy nerviosa. El abrigo a medio abrochar. DARÍO se guarda el móvil
en el bolsillo trasero del pantalón.
33
El FANTASMA corre hacia la puerta, pero cambia repentinamente de opinión y antes de hacer mutis
le hurta el móvil a DARÍO para esconderlo enseguida bajo el pañuelo de CHARO sin que nadie se
percate, toda vez que, mientras esto sucede, el resto de personajes mantienen la siguiente conversación.
34
CASERA.— (Se cruza de brazos) ¿Cómo que no está mal para ella?
ROSA.— (Con una sonrisa) ¿De verdad lo tengo que explicar? Leire tiene poca
personalidad, es demasiado nerviosa. No es mala chica pero… (A DARÍO) ¿Tú dirías que es
atractiva?
DARÍO.— (Encogiéndose de hombros) Pss… seh…(Cada vez con más convicción) sí… Sí.
PADRE CARRASCO.— Yo diría que todas vosotras sois atractivas. (Señalando a DOÑA
REMEDIOS, la CASERA y CHARO) Salvo tú, y tú y tú.
DOÑA REMEDIOS.— (A ROSA) Pero tú solo te quieres a ti misma, Rosa. Por eso te
gustaría que todos fuesen igual que tú.
ÁFRICA.— (Breve pausa. Mirando a la pantalla) Okay, pero solo una vez. (Ululando y
bailando) ¡Aiaiaiaiaiaiaia!
DARÍO Y EL PADRE CARRASCO.— ¡El fantasma!
El PADRE CARRASCO suelta a ÁFRICA para abrir la mochila y descubrir de su interior una
Biblia. Mientras, DARÍO retiene a ÁFRICA. DOÑA REMEDIOS ha acudido en ayuda de su
vecina y le suelta manotazos a DARÍO. La CASERA no se demora en unirse a DOÑA REMEDIOS
y le lanza patadas a las piernas. ROSA permanece impasible. El PADRE CARRASCO abre la
Biblia y extrae una petaca. Pega un trago largo, se sube a una silla.
PADRE CARRASCO.— ¡Yo te expulso, espectro, en nombre el de… (Se detiene a leer de
la Biblia) de Dios!
El PADRE CARRASCO salta de la silla y cae de pie, causando un fuerte ruido, a consecuencia del
cual CHARO recupera la consciencia.
DARÍO, la CASERA y DOÑA REMEDIOS aplauden. También CHARO, aunque sin saber muy
bien por qué.
35
Llaman a la puerta. ROSA se retira al sofá. El PADRE CARRASCO abre. Aparece la MADRE
DE LEIRE.
36
MADRE DE LEIRE.— O el indígena, lo que sea; que tengo un picor aquí en la espalda,
ende que salí de casa, que yo creo que me se está saliendo un culto en que yo creo que es
inflamígero…
ROSA.— A ver, tía, deja que te vea… (Tras hurgarla por la espalda, arranca una etiqueta de
cartón) ¿Mejor?
MADRE DE LEIRE.— (Contoneándose) Sí, hija. ¿Qué has hecho, Rosita? No sabía que
eras culandera…
CASERA.— Porculera más bien…
ROSA.— Te habías dejado puesta la etiqueta, tía.
ÁFRICA.— (Al móvil) Tía, está aquí tu madre […] Bien, era una etiqueta […] De ropa
[…] Okay, pero díselo tú mejor […] Sí, te espero aquí. Eh, espera, ¿sabes cuántos somos ya?
¡Más de doscientos mil! […] En casa no, en Twich […] No, no ha aparecido […] ¿Hola?
¿Leire?
CHARO.— (A la MADRE DE LEIRE, llevándosela al proscenio junto con el PADRE CARRASCO,
que lleva en las manos el bizcocho) Me llamo Charo, ¿y usted?
MADRE DE LEIRE.— Yo soy la madre de Leire.
PADRE CARRASCO.— Yo soy el padre Carrasco…
MADRE DE LEIRE.— (Señalando el bizcocho) ¿Le importa? Es que me prima el dulce…
PADRE CARRASCO.— Sírvase…
CHARO.— Lo que queríamos decirle es que está usted enferma…
MADRE DE LEIRE.— (Tomando un trozo de bizcocho) ¿Sí?
PADRE CARRASCO.— Mucho…
MADRE DE LEIRE.— Ya decía yo…
CHARO.— Usted sabe que lo que padece no se arregla cortándole una etiqueta…
MADRE DE LEIRE.— (Yendo a probar bocado) ¿Qué más me tienen que cortar?
PADRE CARRASCO.— (Le tira la porción de bizcocho al SUELO) ¡Los dulces para empezar!
CHARO.— Hay que limpiarle las energías…
DARÍO.— (Rebuscándose por el cuerpo) ¿Y mi móvil?
CHARO.— ¿Cuál es su signo?
MADRE DE LEIRE.— Be positivo…
CHARO.— No, digo…
CHARO y el PADRE CARRASCO se miran. El PADRE CARRASCO le indica con la cabeza que
siga adelante. Entretanto, DARÍO rebusca su móvil por la escena.
37
PADRE CARRASCO.— Usted confíe.
CHARO.— No le vamos a cobrar nada…
PADRE CARRASCO.— De momento.
DARÍO.— (A la CASERA) ¿Te importaría hacerme un llamacuelga?
CHARO.— (Tras encerrar la cabeza de la MADRE DE LEIRE entre sus manos) ¡Júpiter! ¡Sol
que giras en el trígono!
PADRE CARRASCO.— (De rodillas a la espalda de la MADRE DE LEIRE, rezando) ¡Ten
piedad de nosotros!
CHARO.— ¡Corto lo malo… y entra lo sano!
PADRE CARRASCO.— (Descubriendo de la mochila el cepillo de la iglesia) ¡Aleluya, hermana!
CHARO.— ¡Lo noto! (La pantalla del teléfono se enciende bajo su pañuelo) ¡Percibo la energía
que te atormenta…
MADRE DE LEIRE.— ¡Ah! ¡Y yo la veo!
Antes de que saquen a CHARO, entra el FANTASMA por la izquierda y se abre paso a empellones
por entre el resto de personajes, que sueltan un grito —¡El fantasma!—, hasta llegar al escritorio.
38
ROSA.— Igual escribe su nombre…
ÁFRICA.— What the fuck! (Les suelta un tortazo a cada uno que los manda al suelo) ¡Estaba
a punto de llegar a medio millón de viewers!
CASERA.— ¡Ahora ya no sabremos quién es!
DOÑA REMEDIOS.— Un tal Paco…
ÁFRICA.— Gallego…
CASERA.— Dominante…
CHARO.— Muerto…
MADRE DE LEIRE.—¡Ya sé! (Dando una palmada) ¡Franco!
FANTASMA.— ¡Lo que me faltaba ya!
DARÍO.— (Pálido) El caudillo…
PADRE CARRASCO.— (En un pronto inexplicable) ¡Franco, Franco, Franco, Franco,
Franco…! (Como si recobrara la consciencia) ¿Por qué digo Franco?
DARÍO.— (Tras agarrar al PADRE CARRASCO de la camisa, recula hacia la puerta.
Arrepentido) Nosotros… sentimos mucho las molestias… Generalísimo… esperamos que se
recupere pronto y…
DARÍO.— (Suspira de alivio) Ay, qué susto, general. Pensé que le habíamos perdido…
ROSA.— (Corriendo hacia ellos) ¡Pero que hacéis, idiotas! (Le arranca la mochila al PADRE
CARRASCO) Al final lo tengo que hacer yo todo, ¡todo! ¡Trae! (Saca la Biblia) Hay que reventar
a ese fantasma…
PADRE CARRASCO.— (Mientras ROSA le pega un trago a la petaca) ¡Eh, que eso es mío!
ROSA.— (Le propina patadas en el culo) ¡Cállate, inútil!
ROSA tira de la puerta hasta que la saca del quicio. Entretanto, ÁFRICA la interpela.
Sale ROSA cargada con la puerta. Detrás, salen el PADRE CARRASCO y DARÍO.
39
ÁFRICA.— ¡Juanmita!
CASERA.— ¿No era Gonzalo?
ÁFRICA.— ¿Qué haces aquí?
JUANMA.— (Sin acento) Estaba conectado a tu stream. Oí lo que dijiste de nosotros.
Como dijo Mandrake…
ÁFRICA.— (Con una sonrisa) Di la verdad Juanma… Tú siempre has sido Mandrake,
¿verdad?
JUANMA.— ¿Yo? ¿Por qué?
ÁFRICA.— Porque me conoces, en plan… Me dices lo que necesito escuchar y… te
preocupas por mí…
JUANMA.— Fifí, yo no soy Mandrake…
CASERA.— (Levantando la mano) Yo soy Mandrake.
RESTO.— ¿Tú?
ÁFRICA.— Mamá, no… No tiene sentido…
CASERA.— ¿Por qué no?
ÁFRICA.— Porque no te gusta lo que hago… en plan, no me apoyas. No… no te
caigo bien…
CASERA.— (Sonriendo) ¿Qué no me caes bien? Eres divertida, entusiasta, una buena
compañera… Me caes bien por las mismas razones por las que te quiere este maromo. Porque
eres una buena chica.
ÁFRICA.— ¿Y ahora me lo dices? Toda la vida siendo… insuficiente…
CASERA.— Yo solo quería lo mejor para ti. Que fueras una mujer libre y bien
posicionada. Que no necesitaras de nadie. Ni de lo que nadie te dejase tras su muerte. (Pausa)
He sido dura contigo tanto tiempo… que no he sabido cambiar. Qué pensarías de mí si de
pronto te dijera: todo está bien, sigue así, yo te apoyo… Pensarías que no estoy siendo sincera
contigo. Desconfiarías aún más de mí. Por eso estaba Mandrake. Para ser quien quiero ser
contigo, sin el lastre de tantos años siendo lo que he venido siendo…
ÁFRICA.— (Emocionada, va hacia ella y se funden en un abrazo) ¡Mamá!
CASERA.— ¡África!
JUANMA.— (Uniéndose al abrazo) ¡Suegra!
CASERA.— ¡Gonzalo!
DOÑA REMEDIOS.— (Uniéndose al abrazo) ¡Vecinos!
ÁFRICA, CASERA Y JUANMA.— ¡Doña Remedios!
MADRE DE LEIRE.— (Uniéndose al abrazo) ¡Gente antónima!
El FANTASMA se suma al abrazo colectivo. Al cabo, entra LEIRE, con la cara roja e hinchada.
Cruza la casa entre lágrimas, a toda prisa. Abre la puerta de su cuarto y sale de escena. Pasados
unos segundos, ÁFRICA se aproxima a la puerta. Los demás le van a la zaga, como formando una
fila.
40
ÁFRICA.— Leire… ¿estás bien?
LEIRE.— Vete, por favor…
ÁFRICA.— (Les hace un gesto a los demás para que se vayan) ¿Necesitas hablar?
LEIRE.— Necesito estar sola…
MADRE DE LEIRE.— Hija…
LEIRE.— ¡Fuera!
LEIRE se da media vuelta y descubre a la PARCA, parada en el vano de la puerta. Lleva una
capucha negra, una mano enguantada y, en la otra, una guadaña. La cara maquillada como un
esqueleto.
41
LEIRE.— Perdona, ¿hablas conmigo?
PARCA.— (Volteándose hacia LEIRE) Ahora sí, corazón.
LEIRE.— ¿Has venido para llevarme con Ernesto?
PARCA.— He venido para evitar que hagas una tontería, tesoro, porque esta
tarambana (tomando al FANTASMA de una oreja) se ha saltado todos los protocolos del más allá
para venir a verte…
FANTASMA.— (Arrastrada por la PARCA de la oreja) Au, au, au… duele, duele…
LEIRE.— ¿Tarambana?
PARCA.— Eso sí… (Ríe) Ha sido un rato divertido. La médium, tu prima, esos
colgados… (Ríe) Estaba súper enganchada al stream de tu amiga. Vamos, que es esto de que
te lías a ver…
LEIRE.— ¿Qué quieres?
PARCA.— Que te bajes de ahí, lo primero.
PARCA.— (Al FANTASMA. Señala el sofá) Échame una mano con eso, ricura.
La PARCA y el FANTASMA arrastran el sofá hasta el centro de la escena. LEIRE se deja caer sobre
el sofá. La PARCA y el FANTASMA se sientan una a cada lado.
42
ROSA.— (Entra) Una prima envidiable…
CHARO.— (Entra) Una tía lista…
DARÍO.— (Entra) Una tía atractiva…
PADRE CARRASCO.— (Entra, chupándose los dedos) Una repostera… decente…
RESTO DE RECIÉN LLEGADOS.— (Lo corrigen al unísono) ¡Excelente!
LEIRE.— (Cohibida) Yo… no sé qué decir…
PARCA.— ¿Quieres conocer al fantasma que ha montado todo este pitote?
LEIRE.— (Reflexiona) Sí… creo que sí. ¡Sí!
PARCA.— (Al FANTASMA) Ya has oído, reina. Vete al baño y mírate al espejo hasta
que te veas reflejada. Luego, sales.
FANTASMA.— ¿Y ya está?, ¿eso era todo?
PARCA.— Corazón, si hubieras esperado a leerte el manual, no nos habríamos tenido
que ver en estas…
FANTASMA.— (Saliendo por la puerta del baño, a la derecha) Perdón…
PARCA.— Venga, aire. (Al resto) ¿Y vosotros qué?
DOÑA REMEDIOS.— Yo ahora no me voy a ir…
ÁFRICA.— Y a doña Remedios no se la echa más fácil que a un demonio…
PARCA.— (A LEIRE) ¿Tú qué dices, cariño? (LEIRE asiente con la cabeza. Al resto) Pues
nada, sentaos por ahí detrás. (A LEIRE, tomándola de la rodilla con la mano enguantada mientras el
resto toma asiento) ¿Estás lista?
LEIRE.— Sí…
La PARCA da dos palmadas. Luz sobre el sofá. Suena una sintonía tipo «Sorpresa, sorpresa» o
«El diario de Patricia». La PARCA descubre del interior de su hábito negro un micrófono.
PARCA.— (A LEIRE, con el micrófono) Leire, cuando una buena persona va a dejar la
tierra de los vivos, se le da la oportunidad de visitar a alguien una última vez. Ella te ha elegido
a ti. Por favor, demos un caluroso aplauso a… ¡el fantasma!
Entra el FANTASMA sin maquillaje, con los brazos abiertos hacia LEIRE.
43
DARÍO.— Aaaahh…
LEIRE.— (Se despega del FANTASMA) Pero, Patri… ¿Esto significa que tú…?
FANTASMA.— Sí, hija, sí…
LEIRE.— ¿Por eso Ernesto no ha venido? Podía haberme dicho que…
FANTASMA.— ¡No, no! Ernesto no sabe… ¡qué va a saber Ernesto! Él nunca llama.
Nunca me visita. Solo cuando le fallaba todo lo demás, él aparecía. (Tomándola de las manos)
Tú y yo, Leire, éramos su telón de fondo. Su plan de contingencia. Y yo porque soy su madre,
pero tú… tan dulce, tan enamorada, tan vital… Después de todo lo que le has dado, él no ha
visto nada. Por eso he venido a ti. Porque él no me habría hecho ningún caso, como siempre.
Y porque no se merece mis últimas palabras. Como tú tampoco te mereces sus continuos
silencios.
LEIRE.— (Vacila) O sea… que crees que… ¿deberíamos… dejarlo…
RESTO.— ¡Sí!
LEIRE.— …por un tiempo?
RESTO.— ¡No!
FANTASMA.— Tú no eres incorpórea, ni incierta, ni fantasmal…
LEIRE.— ¿Y qué?
FANTASMA.— Que nadie puede amar a alguien si no tiene en cuenta que también
existe.
LEIRE.— (Tras una pausa. Decidida) Tienes razón… (El resto aplaude, choca palmas, celebra)
¿Y qué hago?
FANTASMA.— Termina con él.
LEIRE.— (Anonadada) ¿Que me lo cargue?
RESTO.— ¡No!
LEIRE.— (Aliviada) Aah…
FANTASMA.— Que cortes con él.
LEIRE.— ¿Y cómo?, si ni me coge el teléfono…
PARCA.— Yo tengo uno para estos casos. Lo cogen siempre. (Descubre un móvil de la
manga de su hábito) Toma, mi niña. (Al resto) A veces hago bromas con él. (Al móvil, como en
The ring) Seven days. (Ríe mientras se lo da a LEIRE) ¡Nos echamos cada tarde con eso!
Tras revisar el móvil, la PARCA le hace un gesto a la MADRE DE LEIRE para que se acerque a
ella y le susurra al oído.
44
Levantan las manos DOÑA REMEDIOS, el PADRE CARRASCO y ÁFRICA. La PARCA les va
pasando el micrófono.
PADRE CARRASCO.— ¿Verdad que existe un Dios único y verdadero, que es todo
bondad, y que nos creó a su imagen y semejanza?
PARCA.— Claro que sí, Carrasco; no hay más que verte…
DOÑA REMEDIOS.— Yo es que te he visto tan hábil con los aparatos…
PARCA.— ¡Ni lo digas! ¡Que no le voy a pasar los contactos al móvil, Remedios!
ÁFRICA.— ¿Puedes hacer que mi canal tenga éxito?
PARCA.— Bonita, que soy la Muerte, no la Virgen de Lourdes…
LEIRE.— (Al móvil) ¿Ernesto? Soy Leire…
LEIRE.— Sí, esa Leire […] ¡No, escúchame tú! […] Ahora, sí, ahora, porque no va a
haber otro momento […] No te puedo pedir que te importe. Ni que me quieras. Pero sí
puedo decirte que no voy a volver a ti. Que cuando saltes sobre otra chica, no seré yo la
red que espere a que tú caigas. Eso se acabó. (Pausa) Por otro lado, he hablado con tu
madre. Dice que te echa de menos y… creo que… deberías ir a verla […] Adiós.
LEIRE deja caer el brazo. Luz sobre la escena. El FANTASMA da algunos aplausos. Se suma
ÁFRICA, orgullosa. LEIRE se vuelve hacia los demás. Luego la MADRE DE LEIRE, DOÑA
REMEDIOS, la PARCA, y los demás aplauden. En medio del aplauso, entra IÑAKI, con tal
estruendo que provoca el silencio de todos.
Los ojos de IÑAKI se topan con los del FANTASMA. Luego, con el resto de personajes, que lo
contemplan como un elemento fuera de lugar.
IÑAKI sale de escena corriendo. La PARCA se acerca al proscenio. Luz sobre el proscenio. Los
personajes irán apareciendo y desapareciendo según los vaya nombrando.
PARCA.— (Al público) Justo después, desaparecí de aquella casa junto con Patricia,
(entra el FANTASMA) nuestro fantasma, que marchó al otro mundo con la satisfacción de
haberlo dejado todo atado y bien atado. (Sale el FANTASMA y entran ÁFRICA y JUANMA) En cuanto
a ellos, se fueron a vivir juntos, no a Río de la Plata sino a Madrid Río.
JUANMA.— (Acaramelado) ¡Fifí!
45
PARCA.— África desarrolló su vocación de periodista en sus distintas redes, dedicadas
a exponer fraudes relacionados con lo ultraterrenal, el misticismo y la magia.
ÁFRICA.— (Se echa en sus brazos) ¡Juanmita!
PARCA.— (Salen ÁFRICA y JUANMA y entra la CASERA) Por su parte, Luisa, la casera, le
bajó el alquiler a Leire…
CASERA.— ¿Cómo dices?
PARCA.— (A la CASERA) Sí, sí, por la cuenta que te trae. Y le harás un contrato por
escrito, guapita, como Dios manda, ¿está claro? (La CASERA asiente) Ahora bien, también la
relación con África mejoró. De hecho, mejoró hasta tal punto que ambas abrieron un canal
de Twich donde jugaban videojuegos tres veces por semana. No las veía mucha gente, pero
lo pasaban bien. (Se va la CASERA y entra DOÑA REMEDIOS) La vecina de al lado, doña
Remedios, después de muchos esfuerzos, al fin logró que alguien le actualizara la agenda del
móvil.
DOÑA REMEDIOS.— (Decepcionada) ¿Y ya está? (La PARCA asiente. Entra CHARO, pero
DOÑA REMEDIOS rehúsa marcharse) Aydiosmíodimivididimicorazón, dime algo más, ¿no?
PARCA.— Si quiere hablo más de usted, pero me callo los chismes de los demás, ¿le
parece? (DOÑA REMEDIOS niega y sale al tiempo que entra CHARO) Charo fue objeto de
demandas, denuncias y querellas después de aquel día. En unos años, dio con los pies en la
cárcel, si bien, al poco tiempo una célebre cadena de televisión la contrató para que condujese
desde su celda un programa de madrugada que obtuvo buenos ratings de audiencia, fruto de
los cuales, pudo pagar su deuda con la sociedad. (Sale CHARO y se dispone a entrar la MADRE
DE LEIRE, pero el PADRE CARRASCO tira de ella y se cuela) La madre de Leire…
PADRE CARRASCO.— De madre, nada. El padre. El padre Carrasco. Yo.
PARCA.— Está bien. El padre Carrasco… se ofició finalmente como cura. En pocos
años, alcanzó el rango de diácono… (El PADRE CARRASCO le hace gestos con las manos, exigiendo
más) ¿De arzobispo?, ¿cardenal…? ¡Papa de la Iglesia!
PADRE CARRASCO.— (Con un gesto triunfal) ¡Suuuuuuuuuuu!
El PADRE CARRASCO corre hacia la PARCA y le choca la mano no enguantada, que la PARCA
le tiende por encima de la cabeza. Acto seguido, el PADRE CARRASCO cae fulminado. La PARCA
extrae de la manga una hoja y una pluma y tacha sobre ella.
46
Salen DARÍO y ROSA, cada uno por un lado. Entra LEIRE. Entretanto, la PARCA le abre la
mochila al PADRE CARRASCO y se sirve un pedazo de bizcocho.
15/11/23
Antonio M. Costa
47