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GHOSTING

Una comedia escrita por Antonio M. Costa

«But oh, I'm just a soul whose intentions are good


Oh Lord, please don't let me be misunderstood»
Del tema Don't let me be misunderstood, popularizado por Nina Simone
DRAMATIS PERSONAE

LEIRE
ÁFRICA
FANTASMA
DOÑA REMEDIOS
JUANMA
CASERA
IÑAKI
CHARO
ROSA
DARÍO
PADRE CARRASCO
MADRE DE LEIRE
PARCA

Derecha e izquierda, las del espectador.

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ACTO ÚNICO

Salón de un piso compartido, céntrico, de reducidas dimensiones. La decoración trata de hacer pasar lo precario
por moderno: fotografías colgadas de cuerdas mediante pinzas de tender; anacrónicas luces navideñas; un póster
gigante, enmarcado, de la película Ghost; y un cierto desorden general. Al fondo del escenario, hacia la
izquierda, puerta principal de la casa, que da a un rellano iluminado por la menguante luz del día. Adentro,
los muebles son del tipo DIY, de madera aglomerada, en eclécticos blancos y negros: estanterías con libros y
revistas, una mesa extensible en el centro de la escena, vacía, con dos sillas puestas; varias sillas plegadas
repartidas por la casa; y un escritorio pequeño, esquinado a la derecha del proscenio, sobre el que descansa un
teclado informático. A la izquierda del escritorio, algunas plantas de interior, sugiriendo un ventanal o
balconada en la cuarta pared. Enfrentada a la pantalla —que nos figuramos sobre el escritorio—, una silla
gamer, vistosa como un trono de plástico y luces de neón. Sofá viejo de Wallapop al fondo a la derecha. Fuera
de escena: a la izquierda, la cocina; a la derecha, las habitaciones y el baño.

El telón se alza y vemos a ÁFRICA sentada frente al ordenador, con unos auriculares inalámbricos
de los que brota hacia su boca, como un apéndice, el micrófono. ÁFRICA está en la veintena y en
pijama. Los cascos emiten cierta luz que nos indica que están encendidos. Teclea con la mirada fija
en la pantalla. Parece que no ha salido de casa en unos días. Hay varias latas de bebidas energéticas
sobre la mesa.

ÁFRICA.— (A la pantalla) ¿Qué hacemos ahora, banda? ¿Farmeamos un poco más o


seguimos con la run? […] (Indignada) Perdona! ¿Me podéis banear al Pototo? En plan, ya.
No quiero verle más por el chat…

Entra LEIRE por la izquierda. Lleva un mandil manchado de harina; en las manos —
enguantadas en sendas manoplas de cocina—, un bizcocho recién hecho; y entre una oreja y el
hombro, el móvil, en precario equilibrio. LEIRE, poco mayor que ÁFRICA, desprende de sus
movimientos cierta neurosis.

LEIRE.— (Al móvil) ¿Pero cómo te voy a tomar en serio, mamá, si el último tumor
por el que te llevé a urgencias, el de estómago, no era más que una mala digestión del
banquete vegano que te zampaste en el cumpleaños de la prima Rosa?
ÁFRICA.— Ahí, Mandrake, atento, que para algo te he hecho moderador…
LEIRE.— (Deja el bizcocho sobre la mesa. Sarcástica) Que sí, mamá, que estoy deseando
que te mueras…
ÁFRICA.— No, Mandrake, no quiero que me maten…
LEIRE.— (Se saca los guantes de cocina) Eso de loca lo has dicho tú, no yo…
ÁFRICA.— La locura sería parar antes…
LEIRE.— (Paseando por la estancia) No, mamá, hipocondríaca, no hipercalórica…
ÁFRICA.— Venga, venga, venga…
LEIRE.— (Contundente) Pues sí, mamá, para qué te voy a mentir. Hoy me va mal. Tengo
planes.

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ÁFRICA.— (Con rabia contenida) Mierda!
LEIRE.— Tengo una vida, ¿sabes?
ÁFRICA.—(A voz en grito) Mierda!
(A la pantalla. Ululando al tiempo que hace un tipo de HAKA) No os mováis, ¿eh?

ÁFRICA desconecta el micrófono —la luz del aparato se apaga— y va hasta la mesa. LEIRE, en
cuanto la ve venir, se pone en pie como un resorte.

LEIRE.— (Ocultando el bizcocho con las manos) ¿Adónde vas tú?


ÁFRICA.— A por un trocito. No me irás a dejar sin probarlo…
LEIRE.— Es para Ernesto…
ÁFRICA.— Mucho bizcocho para Ernesto, ¿no?
LEIRE.— Es su favorito.
ÁFRICA.— (Zalamera) ¿Y yo no soy tu compañera de piso favorita?
LEIRE.— Sí, pero por falta de competencia.

Pican a la puerta. LEIRE y ÁFRICA se sostienen las miradas. Después de que llamen de nuevo,
LEIRE agarra el bizcocho, aún caliente, y corre hasta la puerta.

LEIRE.— (Abre) ¡Doña Remedios! (Con un dejo irónico) Qué sorpresa…

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DOÑA REMEDIOS, la vecina del piso contiguo —una señora tormentosa, difícil de capear— entra
abriéndose paso sin contemplaciones.

DOÑA REMEDIOS.— (Mirando alrededor) Ay, para sorpresa cómo tenéis la casa,
santamaríapurísima. (Pasando el dedo por un mueble) A quien se le diga que aquí viven dos mujeres,
diosmíodemivididimicorazón. (A ÁFRICA) Ya le he dicho a tu madre que hace veintitrés días que
no oigo una aspiradora en esta casa.
LEIRE.— Es que ahora las hacen silenciosas, Doña Remedios.
ÁFRICA.— Podría usted hacer también como las aspiradoras.
DOÑA REMEDIOS.— ¿Qué cosa?
LEIRE.— (Intercede) Actualizarse…
DOÑA REMEDIOS.— Yo no necesito actualizarme. Y hablando de funcionar… (Saca
una libreta y un móvil de botones grandes) Si me podríais meter alguna unos nombres en el
teléfono, que yo no acierto…
LEIRE.— Es que hoy tenemos mucho que hacer…
DOÑA REMEDIOS.— (Fisgoneando) Ya se ve, ya…

LEIRE descubre un cuchillo del mandil. Lo alza por encima de la cabeza de DOÑA REMEDIOS,
que está de espaldas a ella. ÁFRICA, al tiempo que esboza una sonrisa criminal, asiente con la
cabeza. No obstante, antes de que DOÑA REMEDIOS se vuelva hacia LEIRE, esta deja caer el
cuchillo sobre el bizcocho y corta un pedazo.

LEIRE.— ¿Por qué no se lleva un trozo de bizcocho…?


DOÑA REMEDIOS.— (Lo agarra de inmediato) Bueno, hija, si insistes…
ÁFRICA.— (Empujando a DOÑA REMEDIOS hacia la puerta) Sí, pero ya si eso se lo
come en su casa.
DOÑA REMEDIOS.— (Mientras la echan de escena) Parece un poco seco, ¿no? ¡Y a ver si
paráis esos gritos! Que hay que ver lo mal que le hablas a tu madre, Leire; mira que cuando
te falte…

LEIRE cierra tras de DOÑA REMEDIOS.

LEIRE.— (A ÁFRICA, cortando otro pedazo de bizcocho) Anda, toma. (Le entrega el trozo de
bizcocho) Y en paz.
ÁFRICA.— (Tomando el bizcocho) Esto porque le has dado a la vecina…
LEIRE.— Esto porque tú me has dado tu palabra de que a las ocho no vas a estar por
aquí.
ÁFRICA.— Antes de las siete y media ya tienes al bobo de Juanmita llamando a la
puerta.
LEIRE.— No entiendo por qué sales con él si te cae tan mal…
ÁFRICA.— ¡Para dejarte a ti la casa, no te quejes! (Le da un bocado al bizcocho. Con la boca
llena) Y tampoco me hagas hablar de lo tuyo con Ernesto…
LEIRE.— ¿Cómo que lo mío con Ernesto?
ÁFRICA.— (Se cruza de brazos) Nada, Leire. En plan… todo bien con Ernesto.

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LEIRE.— (Tras una pausa. Seca) Me voy a arreglar.

LEIRE hace mutis por la derecha. ÁFRICA enciende de nuevo el micrófono.

ÁFRICA.— (A la pantalla) Ya estoy con vosotros, banda.

Entretanto, entra en escena el FANTASMA desde un lateral donde no hay ninguna puerta. El
FANTASMA es una mujer que pasa los cincuenta y tantos años. Va toda tiznada de blanco —la
cara, las manos—, con la ropa a juego. Mira en derredor, desorientada. Los personajes no pueden
verla ni oírla.

ÁFRICA.— (Ajena a la aparición del FANTASMA) Yo creo que vamos a coger algún
regalo y ya lo vamos a dejar por hoy. ¿Tú qué piensas, Mandrake?
FANTASMA.— (Tras ver a ÁFRICA. Acercándose) Disculpa…
ÁFRICA.— Vale, vamos a subirle la agilidad…
FANTASMA.— Hola. (Le pasa la mano por delante de la cara. ÁFRICA ni se inmuta) ¿Hola?
ÁFRICA.— ¿Nos mejoramos también la armadura, banda?
FANTASMA.— (Le da unos toquecitos en el hombro) Perdona que te moleste…
ÁFRICA.— (Mira hacia el FANTASMA sin reparar en ella) Perdona? (Devuelve la vista a la
pantalla) Nada, banda, un escalofrío. (sacudiéndose el cuerpo)
FANTASMA.— (Retrocede hacia el foro, incrédula) Ay, Dios… (Se pellizca la cara) Así que
es… Esto es… (Se mira las manos temblorosas) Estoy muerta…

El FANTASMA MUEVE UNA SILLA para desplomarse sobre ella. Se cubre el rostro con las
manos. ÁFRICA se da media vuelta y observa donde está el FANTASMA. El FANTASMA levanta
la vista de sus manos y se señala, como dándose por aludida.

ÁFRICA.— (A la pantalla) ¿La silla? ¿Qué le pasa a la silla? Dejad de vacilarme. (Se
levanta para mirar en torno) Aquí no hay nadie.
FANTASMA.— (Esperanzada, se levanta y camina hacia la pantalla de ordenador) ¿Pueden
verme? (Saluda con una mano) ¡Eh! ¿Hola?
Como si quisiera probar una hipótesis, el FANTASMA cambia de posición la silla. A continuación,
ÁFRICA se vuelve repentinamente. El FANTASMA, con extrema parsimonia, agarra un pedazo
de bollo y se lo lleva a la boca. Tras una breve pausa, ÁFRICA chilla con todas sus fuerzas.

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ÁFRICA.— (A la pantalla. Acelerada) Lo habéis visto también, ¿no?
LEIRE.— (Entrando en escena visiblemente enfadada. Una línea de carmín le cruza del labio a la
oreja) ¿Se puede saber qué haces, tía?
FANTASMA.— (Sorprendida de verla, señala a LEIRE y se atraganta con el bollo) ¡Agh, agh!
LEIRE.— ¿De verdad tienes que gritar así por un juego?
ÁFRICA.— Por un juego no…
LEIRE.— (Con repentino acento gallego. Apuntando con el dedo a su cara) ¡Esto no es un
juego!

El FANTASMA acaba escupiendo el bollo a los pies de LEIRE, que recula asqueada, alucinada.

FANTASMA.— Ay, que me muero otra vez…


LEIRE.— (Contemplando la plasta de bizcocho) ¡Qué ha sido eso!
ÁFRICA.— ¿Lo ves? Y la silla se movió sola…
FANTASMA.— (Se repone. Tomando a LEIRE del hombro, con hondura) Leire, hija…
LEIRE.— (Indiferente al FANTASMA. Mirando hacia el techo) ¡De dónde ha salido!
ÁFRICA.— …y un trozo de bizcocho ha desaparecido en el aire.
LEIRE.— (A ÁFRICA. Indignada) ¿En serio, tía? (Yendo hacia el bizcocho) ¿Otro trozo?
ÁFRICA.— ¡Que no me lo he comido yo!
FANTASMA.— Leire, escúchame…
LEIRE.— (Sarcástica) Ya, claro. Ha desaparecido…
FANTASMA.— (A LEIRE) Tengo que hablar contigo…
ÁFRICA.— ¿Pero por qué no me crees?

De pronto, el FANTASMA deja caer la silla para captar la atención de LEIRE. Las dos chicas se
sobresaltan.

FANTASMA.— ¡¿Alguien puede prestarme un poco de atención?!


El FANTASMA se deja caer sobre el sofá, rendida. LEIRE y ÁFRICA se van acercando con cautela
a la silla.
ÁFRICA.— Creo que la silla esta mal
LEIRE.— No creo que tenga que ver con las sillas, Afri…
ÁFRICA.— ¿Y qué crees?
LEIRE.— Yo creo que tenemos en casa un fantasma…
FANTASMA.— (Se pone en pie) ¡Gracias a Dios!
ÁFRICA.— ¿Pero qué dices, Leire? (Riendo) No existen los fantasmas…
LEIRE.— ¿Entonces qué es?
FANTASMA.— Eso, ¿qué soy entonces?

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ÁFRICA.— (En tono confidencial. El FANTASMA se les acerca para escucharla) Aliens.
FANTASMA.— (Se deja caer) ¡Venga ya!
LEIRE.— ¿Y por qué los aliens sí y un fantasma no?
ÁFRICA.— En plan, no sé a cuento de qué va a aparecernos aquí un fantasma.
FANTASMA.— ¡Igual porque me acabo de morirme, no sé!
ÁFRICA.— (Prosigue imperturbable) Pero… lo de los extraterrestres sí tiene sentido.
(LEIRE le dedica idéntico gesto de incomprensión) En plan, quieren hacer llegar su mensaje a
todo el mundo...
LEIRE.— (Escéptica) Ya. Y te han elegido de portavoz a ti…
ÁFRICA.— ¿Por qué no? Tengo un canal de Twich…
LEIRE.— (Yendo hasta la pantalla) Sí, claro… con menos de sesenta personas
conectadas…
ÁFRICA.— ¡Sesenta! (Corre hasta el ordenador) ¡Hace un momento no había ni veinte!
LEIRE.— ¿Y cuál crees que es el mensaje?
ÁFRICA.— (HAKA)

Resuenan tres fuertes golpes en la puerta. El FANTASMA acude y se asoma por la mirilla. LEIRE
y ÁFRICA se quedan paralizadas.

ÁFRICA.— ¿Esperas algún paquete?


LEIRE.— Yo no. Pero igual tus alienígenas…

El FANTASMA abre la puerta y DOÑA REMEDIOS se precipita adentro a toda velocidad,


agitando un brazo mientras el otro agarra un tablero de ouija.

DOÑA REMEDIOS.— (Revolucionada) ¡Vade retro, espíritu! ¡Ipso facto! ¡Ubi sunt! ¡Nihil
plus fide!

LEIRE y ÁFRICA se alejan de ella soltando alaridos, mientras DOÑA REMEDIOS las persigue y
les habla a voz en grito.

DOÑA REMEDIOS.— ¡Tranquilas, hijas, tranquilas! ¡Que soy yo, la Remedios!

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LEIRE.— Doña Remedios… (Resopla) ¿Nos puede decir por qué ha entrado así en
nuestra casa?
DOÑA REMEDIOS.— Es que habláis tan alto, hijas, que no he podido evitar escuchar
—avermaríapurísima— que tenéis un fantasma en el living.
LEIRE.— (Al tiempo que señala a ÁFRICA con la cabeza) Aquí mi amiga dice que son
alienígenas.
DOÑA REMEDIOS.— (Replicando el gesto de LEIRE) Aquí tu amiga estudió periodismo
para hacerse famosa, así que no la hagas mucho caso a tu amiga.

ÁFRICA se muerde el puño antes de que DOÑA REMEDIOS se siente a la mesa central, sobre la
que coloca el tablero de ouija. LEIRE y ÁFRICA se sientan una a cada lado. El FANTASMA se
sitúa detrás de DOÑA REMEDIOS.

DOÑA REMEDIOS.— Si estoy en lo cierto, y rara vez me equivoco, hay una entidad
ahora mismo en la habitación. (El FANTASMA asiente con la cabeza, satisfecha) Un intruso a quien
no conocemos…
ÁFRICA.— ¡Claro que te conocemos! (DOÑA REMEDIOS le suelta una colleja) ¡Ay!
DOÑA REMEDIOS.— (Imperturbable) Con esta ouija podremos comunicarnos con el
ente, solo se pueden hacer tres preguntas.
LEIRE.— (Escéptica) Claro… Le queda poco saldo a la ouija… (DOÑA REMEDIOS le
suelta otra colleja) ¡Ay!
DOÑA REMEDIOS.— (Sigue imperturbable) No sabemos qué criatura está con nosotras
en esta habitación. (ÁFRICA se levanta y va hasta el ordenador) Puede ser un alma cándida…
FANTASMA.— Sí soy.
DOÑA REMEDIOS.— (Se persigna) O un demonio…
LEIRE.— ¿Del averno?
DOÑA REMEDIOS.— No estoy de guasa, jovencita. Este asunto es muy serio.
LEIRE.— (Se levanta de la silla) Mire, Remedios, yo le agradezco su ayuda, pero,
tengo una cita en menos de una hora, y debo desmaquillarme, volverme a maquillar,
limpiar esa pota de fantasma, ordenar un poco la casa, echar a mi compañera de piso… así
que no estamos para una sesión de espiritismo, ¿verdad, Afri?
ÁFRICA.— (Que ha estado tecleando todo este rato) No sé, Leire. Mi banda quiere
que hagamos eso de la ouija.
LEIRE.— ¿En serio?
DOÑA REMEDIOS.— (A LEIRE) Piensa que a un demonio no lo vas a poder echar
como a nosotras.
LEIRE.— Pienso que a un demonio se le echa más fácilmente que a usted…
LEIRE.— Vale, vale. Pero que sea corto…
DOÑA REMEDIOS.— ¡Tres preguntas y ni una más! (Cada una va poniendo un dedo sobre
una especie de púa de madera que DOÑA REMEDIOS ha dejado sobre el tablero. Enseñando tres dedos de
la otra mano) Con más de tres, la entidad podría tomar posesión del cuerpo de alguna de
nosotras…

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ÁFRICA.— ¿Hay alguien ahí?

DOÑA REMEDIOS y LEIRE le lanzan una mirada reprobatoria a ÁFRICA en tanto que el
FANTASMA coloca el dedo sobre la púa y la empuja.

FANTASMA.— ¡Sí!
ÁFRICA.— (Levantando la mano del tablero, asustada) ¡Ha dicho que sí!
DOÑA REMEDIOS.— Creo que deberíamos descubrir si es un espíritu maligno o
benigno…
FANTASMA.— Benigno, benigno…
LEIRE.— (A DOÑA REMEDIOS) Estoy de acuerdo, pero esta vez levante usted la
mano, si no le importa.
DOÑA REMEDIOS.— Qué poca fe. (Con las manos en alto) Espíritu que te has
manifestado en esta casa, ¿eres un justo servidor de Dios, nuestro Señor?
FANTASMA.— (Se encoge de hombros. Después, vacilante, empuja la púa) Digo yo que sí…
LEIRE.— ¡Tía, has sido tú!
ÁFRICA.— ¡Que yo no he sido!
DOÑA REMEDIOS.— (Contemplando la respuesta en la ouija) ¡Menos mal! (Frunce el ceño)
LEIRE.— ¡Se acabó! (Toma la púa ella sola con ambas manos) ¿Me vas a dejar disfrutar
tranquila de mi cita con Ernesto, sí o no?
FANTASMA.— (Manifestando serias dudas) Ay, Leire, y qué te digo yo a ti, bonita…
(Moviendo la púa por el tablero) No sé, no… ¡No!
LEIRE.— ¡Y me dice que no!
ÁFRICA.— ¡Qué fuerte!
LEIRE.— (Se levanta al tiempo que mira a ÁFRICA con desaprobación. Hablando hacia todas
direcciones) ¡Me da igual quién seas tú! ¡Hace más de cinco meses que no veo a Ernesto, y más
de dos que dijimos de vernos este día! ¡HOY voy a tener una cita con MI novio y NADIE,

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ni vivo (señalando a ÁFRICA y a DOÑA REMEDIOS) ni muerto, ni demonio ni alienígena, me va
estropear eso, ¿está claro?!
ÁFRICA.— (Después de un silencio tenso. Ululato y HAKA de celebración) ¡Aiaiaiaiaiaia!
DOÑA REMEDIOS.— (Asustada) ¡Ay, hija!, ¿Estás bien?...
ÁFRICA.— ¡Otra suscripción! (Volviéndose hacia la pantalla) Muchas gracias… (Lee con
dificultad) Damelana99.
LEIRE.— ¡Ya está! Fuera todo el mundo. (Pastoreando a ÁFRICA y DOÑA REMEDIOS
hasta la puerta, a pesar de sus quejas) Venga, fuera. ¡Fuera!

En cuanto abre la puerta, aparece en el umbral el joven JUANMA, vestido para la cita, con un ramo
de flores en las manos. ÁFRICA se apaga el micrófono de inmediato. Con la otra mano, le agarra de
la pechera y lo arrastra adentro, al margen izquierdo de la escena, lejos de la pantalla.

LEIRE.— (Alzando los brazos) ¡Pues nada, otro más…!

LEIRE hace mutis por la derecha. La sigue el FANTASMA, que también sale de escena, pero sin
necesidad de traspasar la puerta.

ÁFRICA.— ¿Qué haces tú aquí ya?


JUANMA.— ¿Y qué haces tú en pijama todavía?
ÁFRICA.— Yo estoy en mi casa…
JUANMA.— Y yo había quedado contigo…
ÁFRICA.— (Haciéndose la tonta) ¿En qué habías quedado conmigo?
JUANMA.— En que quedamos hoy.
ÁFRICA.— ¿En qué quedamos hoy?
JUANMA.— ¡ Malqueda!
ÁFRICA.— (Haciéndole burla) Malqueda
DOÑA REMEDIOS.— ¡Quedéis parar! ¡Diosmío, qué dos!
JUANMA.— (A DOÑA REMEDIOS) ¿Y usted quién es?
DOÑA REMEDIOS.— La señora Remedios, la del be. Yo ya sé quién eres tú.
Juanmita. (A ÁFRICA) Voy a llamar a la Charo que sabe mucho de lo que pasa hoy aquí… (Se
dispone a irse cuando da media vuelta. A JUANMA) ¿No me podrías antes meter unos números
en el teléfono?
ÁFRICA.— Ahora no, Remedios…

DOÑA REMEDIOS hace mutis por la izquierda, con el móvil en una mano y la agenda abierta en
la otra. JUANMA deja caer el ramo de flores al suelo.

JUANMA.— (Se encamina hacia la mesa, pero ÁFRICA lo retiene del brazo. Se da vuelta) Fifí…
ÁFRICA.— No me llames Fifí…
JUANMA.— ¿Me vas a explicar qué pasa?

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ÁFRICA.— (Resopla) Okay. ¿Recuerdas que te dije que tenía trabajo? Es mentira, me
la paso en casa haciendo streaming. Aunque algunos solo esperan verme el escote. (JUANMA
toma una bocanada de aire) Cosa que no ha pasado. (JUANMA suelta la bocanada, aliviado) El
caso es que, desde que el fantasma ha empezado a hacer sus movidas, ¡la audiencia no ha parado
de crecer!
JUANMA.— Espera, espera… ¿qué es eso del fantasma?
ÁFRICA.— Que parece que hay un fantasma en la casa. Mueve sillas, escupe bollos.
(Para sí) Puede que sea celiaco…
JUANMA.— (Escéptico) Un fantasma celiaco…
ÁFRICA.— Hemos hablado con él por la ouija. Yo no descarto que sean
aliens.
JUANMA.— Es coña. (ÁFRICA niega con la cabeza) Tú te piensas que
yo soy bobo… (ÁFRICA, reticente, niega con la cabeza) ¿Esperas que me trague eso?
ÁFRICA.— No seas terco, Juanmita…
JUANMA.— No me llames Juanmita… Ahora le digo yo a tu audiencia que se acabó el
espectáculo, te vistes y nos vamos al teatro Fifi
ÁFRICA.— ¡Juanmita! ¡Mis seguidores no saben que tengo novio! (Le suelta de la
muñeca) Es la regla número uno de las celebrities de Internet. Así que, si te importo de
verdad, y me apoyas, quédate en tu rinconcito.

ÁFRICA conecta de nuevo el micrófono mientras se planta frente a la pantalla. JUANMA no se decide
a abandonar el rincón.

ÁFRICA.— (Sonriente) ¡Whoala, banda! ¡Ya somos más de cien, es increíble! Okay,
Mandrake, contrólame a los que se pasen de la raya […] ¿Mandrake? […] Okay. Mi
moderador no está por el chat… […] Real, real cien por cien todo, no fake, […] ¿Leire?
Se llama Leire […] ¡No, no! Es mi compañera de piso […] (Echa un vistazo a Juanma) Él
es… el hermano de Leire. Gonzalo, el Argentino.

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JUANMA, en un arranque de determinación, enfila hacia el ordenador, a pesar de los gestos de
ÁFRICA.

JUANMA.— (Con acento argentino en lo sucesivo) Este… ¿qué hay, gente?, ¿cómo están?,
¿bien? […] Y, pues yo recién llego de Buenos Aires, ¿conocen Buenos Aires? Relindo. Me
vine a ver a mi hermanita pero no imaginé que iba a conocer a tremenda mina […]
ÁFRICA.— (Dándole patadas por debajo de la mesa) Okay, Gonzalo ¿Por qué no vas a
ver a tu hermana, que hace meses que no os veis?
JUANMA.— No, déjala que boludee. (A la pantalla) Mirá, Fifí, nos preguntan qué
anduvimos platicando afuera de cámaras. ¿Se lo digo yo o se lo decís vos?
ÁFRICA.— (Tras sostenerle la mirada pocos segundos. Recuperando la sonrisa) Le contaba
lo del fantasma.
JUANMA.— Capaz que tienen también un marcianito acá, me dijiste…
ÁFRICA.— Sí, bueno. No está claro todavía.
JUANMA.— (Volteándose y mirando hacia la mesa) ¡Y allá está la ouija! ¡Buenísimo! (Va
hacia la mesa) ¿Y qué les dijo el fantasmón?
ÁFRICA.— Que era bueno. Y que no iba a dejar a Leire disfrutar de su cita con
Ernesto.
JUANMA.— ¿Ernestito? ¿Mi hermana con tremendo boludo
ÁFRICA.— (Breve pausa) ¿Le conoces?
JUANMA.— No, pero me lo figuro. (Reparando en el bizcocho) ¿Y esta torta?
ÁFRICA.— La ha hecho Lei… tu hermana…
JUANMA.— ¡Mirá si me quiere! (Agarra un pedazo y se lo lleva a la boca) ¡Qué buenardo…!

ÁFRICA retira el bizcocho de la mesa. A su vez, JUANMA coloca los dedos sobre la púa de madera.

ÁFRICA.— ¿Qué haces, Juan…zalo?


JUANMA.— Platicar con el fantasma. ¿Te parece mal?
ÁFRICA.— Me parece peligroso. Ya le hemos hecho tres preguntas.
JUANMA.— ¿Y? Yo no dije ninguna… este, dejame que piense… ¡Ya sé! ¿Sos gallego,
espiritito?

JUANMA desliza la púa sobre el tablero hasta detenerse en el SÍ.

JUANMA.— ¡Qué bárbaro! ¡Se movió solo!


ÁFRICA.— (Preocupada) Okay. Para ya…
JUANMA.— Lo dejo si te vestís y salís conmigo, va. (Seductor) Vení y gozalo con
Gonzalo.
ÁFRICA.— (Echa un fugaz vistazo a la pantalla) Hay doscientas cincuenta y tres personas
mirando. Haz lo que quieras…

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JUANMA.— (Con los ojos cerrados y una mano sobre la púa) Fantasmón, ¿Sigues aquí?

JUANMA empuja la púa fuera del tablero. De súbito, comienza a convulsionar. Pone los ojos en
blanco. Deja escapar la baba, con tropezones de bizcocho. ÁFRICA, muy nerviosa, le sacude de los
hombros.

ÁFRICA.— ¡Qué haces, extraterrestre! ¡Espíritu! ¡Déjale!


FANTASMA.— (Entrando por la derecha) ¿Quién?, ¿yo?

Entra DOÑA REMEDIOS por la izquierda. Al ver la escena, suelta un grito fortísimo.

DOÑA REMEDIOS.— (Abalanzándose sobre JUANMA) ¡No más de tres preguntas, dije!

Entra ÁFRICA por la derecha, esta vez con el carmín corrido en la otra mitad de la cara, del labio
a la oreja.

LEIRE.— ¡Qué pasa ahora!


DOÑA REMEDIOS.— ¡Niñas, a la oración, rápido! (Juntando las manos)
Diostesalvemaríallenaeresdegracia…
LEIRE, ÁFRICA y FANTASMA.— (Alrededor de JUANMA, rezando con los ojos cerrados) Dios
te salve, María, llena eres de gracia…
DOÑA REMEDIOS.— Benditatueresentretodaslasmujeres…
LEIRE, ÁFRICA y FANTASMA.— Bendita tú eres entre todas las mujeres…
DOÑA REMEDIOS.— Ybenditoselfrutodetuvientrejesús…
LEIRE, ÁFRICA y FANTASMA.— Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús…
DOÑA REMEDIOS.— Santamaríamaredediosrruegapornosotrospecadoresahorayenlorade-
nuestramuerteamén.
LEIRE, ÁFRICA y FANTASMA.— (Abriendo los ojos, dudosas) ¡Amén!
JUANMA.— (Recuperando la compostura) Ché, ¿qué pasó…?
DOÑA REMEDIOS.— (Zarandeando a JUANMA) ¡Todavía lo tiene dentro! (Le sacude dos
tortazos) ¡Sal de este joven, demonio suramericano!
ÁFRICA.— (Tras contener a DOÑA REMEDIOS) ¡Pare, Remedios, que es Gonzalo… el
hermano de Leire… que acaba de venir de Buenos Aires!
LEIRE, DOÑA REMEDIOS y FANTASMA.— (Al unísono) ¿Qué dices?

En este momento, se abre la puerta y entra la CASERA, con su juego de llaves. La CASERA es una
mujer sesentona, de fuerte carácter.

CASERA.— ¡África!
ÁFRICA.— (Poniéndose firme) ¡Mamá!
CASERA.— ¡¿Me puedes explicar qué es eso de que hay un fantasma en mi casa?!
DOÑA REMEDIOS.— Tranquila, Luisa…
LEIRE.— Eso, Luisa…

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CASERA.— (Señalando a JUANMA) ¿Este chico quién es?, ¿qué os he dicho de subir
chicos a mi casa?
ÁFRICA.— Es… Gonzalo. El hermano de Leire. Viene de Buenos Aires.
CASERA.— (A LEIRE) A mí nadie me ha dicho que tenías un hermano en Buenos
Aires…
LEIRE.— Ni a mí.
JUANMA.— (Va hasta la CASERA) Un gusto conocerla, señora. (Le besa la mano)
CASERA.— (Retirando la mano) Ya, ya, pibe, que no tengo el horno pa bollos…
LEIRE.— (A DOÑA REMEDIOS, aparte) ¿Cómo se te ocurre contarle esto a la Luisa?
DOÑA REMEDIOS.— (A LEIRE) ¿Yo?, para una vez que no le suelto prenda…
CASERA.— (Hacia todos lados) ¡A ver, al alien le hablo…! ¡Muéstrate a la de ya!
FANTASMA.— Lo primero, señora, de alien nada. (Agitando los brazos enfrente de ella).
Aquí estoy. (Saltando) ¡Delante de sus narices!
CASERA.— Como no te me aparezcas me vas a conocer tú a mí, eh…
ÁFRICA.— Uy, cuando se pone así mi madre…
FANTASMA.— (Gritándole a la oreja) ¡Aquí me tiene!
CASERA.— (Impertérrita) ¡Manifiéstate ahora mismo!
FANTASMA.— (Pasando entre los demás personajes, con gestos enérgicos, como una consigna
cantada en una protesta) ¡Manos arriba; no me hacen ni caso! ¡Soy invisible!
JUANMA.— No se haga mala sangre, señora. Acá no hay fantasmas…
FANTASMA.— (Cantando y señalando a JUANMA) ¡No nos representa!
CASERA.— (A ÁFRICA) ¡Que sea la última vez que asustas así a tu madre! (Se corta un
trozo de bizcocho. LEIRE hace un aspaviento y se muerde la lengua) Menudo circo has montado… (A
los demás, entre bocado y bocado de bizcocho) Siempre llamando la atención.
ÁFRICA.— (Interponiéndose entre ella y la pantalla. Se apaga el micrófono) ¡Mamá, déjalo!
CASERA.— (Señalando la pantalla) ¡Y ahora por Interné! (Rebasando a ÁFRICA, con la
mirada fija en la pantalla) ¡Mírate!
JUANMA.— (Pasa el brazo por detrás de ÁFRICA y locuta al micrófono apagado de ÁFRICA, casi
solapándose con la CASERA) Luisa arranca por la zurda…
CASERA.— Todo el día frente a la pantalla…
JUANMA.— Cruza la cancha…
CASERA.— (Agarra una lata vacía) …en pijama…
JUANMA.— Se mete en el área…
CASERA.— …bebiendo porquerías…
JUANMA.— La golpea de rabona…
CASERA.— Siento vergüenza de ti.
JUANMA.— ¡Qué golazo, por Dios! (Desenfrenado) ¡El estadio ruge. Mi novia me
dejará esta noche, pero me da lo mismo! ¡

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JUANMA repara entonces en la mirada humillada de ÁFRICA, en vísperas del llanto, y se calla de
golpe, arrepentido. ÁFRICA se saca de encima el brazo de JUANMA, tira sobre la mesa los
auriculares, se tapa la cara con las manos y sale por la derecha. Portazo.

LEIRE.— (A JUANMA) Anda que ya te vale, hermanito…


JUANMA.— (Yendo hacia la puerta, contrito) África…
CASERA.— (Tras una pausa, da una palmada) ¡Ea, se acabó! ¡Afuera todo el mundo!
LEIRE.— ¡Eso digo yo!

JUANMA y DOÑA REMEDIOS se resisten a salir cuando el ramo de flores aterriza de pronto sobre
la mesa para sorpresa de todos salvo del FANTASMA, que lleva todo este rato en el rincón izquierdo
del proscenio. En un inicio agitaba el ramo de flores, incapaz de captar la atención que la CASERA
y JUANMA monopolizaban. Luego, espectadora de lo sucedido, cesó en sus aspavientos hasta el
instante en que ha arrojado el ramo a la mesa.

JUANMA.— (Sin dar crédito) ¿Qué ha sido eso?


CASERA.— El alien…
DOÑA REMEDIOS.— El fantasma…
CASERA.— Por mí como si es el espíritu de Camilo Sexto, ¡lo quiero fuera de mi casa!
DOÑA REMEDIOS.— Relájate, Luisi…
LEIRE.— (Sarcástica) Eso, ¿y por qué no nos relajamos todos? (Apuntando al
bizcocho) ¿Otro trozo?, ¿nadie? ¿Nuestro invitado especial? (Mirando en torno) Total y7a me
habéis reventado la tarde.

Llaman a la puerta.

LEIRE.— (Enfilando hacia el margen izquierdo) Abrid vosotras. Yo voy a meter un rato la
cabeza en el horno.
FANTASMA.— (Tras ella) ¡No, no!

LEIRE hace mutis por la puerta de la izquierda. El FANTASMA va detrás. Vuelven a picar la
puerta. La CASERA le lanza una mirada inquisitiva a DOÑA REMEDIOS.

DOÑA REMEDIOS.— Sera mi amiga Charo, que es una especie de especialista…


especial…

La CASERA le autoriza con un gesto para que abra, al tiempo que se ajusta los auriculares sobre
la cabeza y los enciende. Luego, se sienta frente a la pantalla mientras DOÑA REMEDIOS abre la

16
puerta. Aparece en el vano IÑAKI, treinta y largas primaveras, con una chaqueta con coderas sobre
una camiseta de Doctor Who. Entretanto, JUANMA sigue llamando a la puerta que cerró
ÁFRICA, con ánimo reconciliador, si bien no encuentra respuesta de su parte.

DOÑA REMEDIOS.— (Confusa) ¿De qué te conozco yo a ti?


IÑAKI.— Iñaki. (Dos besos) Del tercero. ¿Y usted no está en el piso de aquí al lado?
LEIRE.— (Fuera de escena) Sí, ojalá…
DOÑA REMEDIOS.— (Cayendo en la cuenta) ¡Ah, ya sé quién eres tú! Tú eres el rarito
del tercero be…
IÑAKI.— (Ofendido) ¿Cómo que el rarito?
DOÑA REMEDIOS.— El de las historietas…
IÑAKI.— (Corrige) Novelas gráficas…
DOÑA REMEDIOS.— …y los muñequitos…
IÑAKI.— Figuras coleccionables…
DOÑA REMEDIOS.— …y la reproducción de la armadura de bronce de Andrómeda
que llevaba Shun en el Torneo Galáctico de Caballeros del Zodiaco…
IÑAKI.— (Con el pie cambiado) Es… esto… Del tercero be.
DOÑA REMEDIOS.— Lo que sea, hijo, vas a tener que pasarte otro día porque
tenemos un lío armado…
IÑAKI.— ¿Lo del fantasma? Si a eso vengo, precisamente. Yo soy parapsicólogo…
DOÑA REMEDIOS.— ¿Y cómo es que sabes tú lo del fantasma?
IÑAKI.— Porque me ha avisado un amigo de que estaba la vecina en directo y que
había un fantasma…
JUANMA.— (Yendo hacia la puerta. Suspicaz) Claro… un amigo…
IÑAKI.— (Le tiende la mano) Iñaki.
JUANMA.— (Se la estrecha. Con acento argentino) Me podés llamar Gonzalo, el hermano
de Leire…
IÑAKI.— (Sin poder soltarse) Encantado.
JUANMA.— (Amenazador y sin acento) …pero en verdad, y que quede entre nosotros,
soy Juanma, el novio de África.
IÑAKI.— (Tenso) ¿Sí?, ¿su novio…?
JUANMA.— ¿Y tú no serás uno de los cerdos que le piden que enseñe el escote…?
IÑAKI.— ¿Yo? ¡No! (JUANMA le suelta) ¡Yo nunca! (Traga saliva. Con risita nerviosa) ¿Os
sabéis el del parapsicólogo que va a casa de su suegro?, y le dice: señor, soy parapsicólogo y venía
para casarme con su hija; y el suegro le pregunta: para qué; y el otro le contesta: parapsicólogo…
JUANMA.— (Con risa forzada y acento) ¡Ah, para… psicólogo! Está buenísimo. ¿Y vos sabés
por qué acabaron el cirujano y el freak en el cuarto de baño? Porque, o se cagaban de risa, o
se cagaban a piñas.

IÑAKI y JUANMA rompen a reír, incómodos. DOÑA REMEDIOS mira a uno y a otro sin entender
nada. A continuación, va hacia el ordenador, junto a la CASERA. Mientras, IÑAKI y JUANMA
quedan hablando en segundo plano.

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DOÑA REMEDIOS.— (Farfullando) ¿Qué haces, Luisi?
CASERA.— (Sin dejar de mirar la pantalla) Reviso el chat.
DOÑA REMEDIOS.— (Sacando su móvil y la agenda de contactos) ¡Uy! te veo muy puesta
en esto de la tecnología…
CASERA.— (Sin mirarla) No te voy a pasar nada de la agenda al teléfono.
DOÑA REMEDIOS.— (Guardando el móvil y la agenda) Qué cosas tienes, mujer…Y,
¿Cómo te has enterado de esto Luisi?
CASERA.— Porque, al igual que tú escuchas a través de las paredes, yo miro a través
de las ventanas.
DOÑA REMEDIOS.— (Forzando la vista) ¿De tu casa? ¿Desde Alcorcón? (La
CASERA asiente)
¡Señorpadretodopoderoso…

JUANMA e IÑAKI se acercan a la pantalla. A su vez, entran en escena LEIRE, con un nuevo
delantal puesto, y el FANTASMA. Antes de reunirse con los demás, LEIRE tomará lo que queda de
bizcocho.

IÑAKI.— (Saluda a la pantalla y le tiende la mano a la CASERA) Iñaki. Encantado.


(Ante la negativa de la CASERA, retira la mano) Yo… me llamo Iñaki. Soy… una suerte de
experto en parapsicología. Llevo un programa de fenómenos paranormales…
JUANMA.— ¡Un programa! ¿Y cómo se llama?
IÑAKI.— (Orgulloso) «El evangelio extrasensorial para las mentes cósmicas más allá
de la quinta dimensión: el podcast».
LEIRE.— Guau… (Masticando un bocado de bizcocho) Tiene gancho comercial. (A IÑAKI)
¿Un trozo?
IÑAKI.— Quizá luego…
LEIRE.— ¡Entonces te lo pongo para llevar!

LEIRE sale de escena por la izquierda. En cambio, el FANTASMA se queda con los demás.

JUANMA.— Lo que me contaste, va…


IÑAKI.— Afortunadamente, dispongo de los instrumentos más punteros en el difícil
campo de la psicofonía.
CASERA.— M e estas diciendo que podemos saber qué nos quiere decir el
fantasmón,
FANTASMA.— ¡Sí! ¡Por fin!
CASERA.— Habrá que ver eso…

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Se dirigen a la mesa. DOÑA REMEDIOS saca el móvil y la agenda, pero en cuanto descubre que
el instrumento es un viejo reproductor de casetes, los guarda sin articular palabra.

IÑAKI.— (Reparando en el esputo del FANTASMA) ¿Es lo que creo que es?
CASERA.— Sí… (A DOÑA REMEDIOS) ¡Una pocilga, Remedios!
IÑAKI.— (Se agacha, lo toca con los dedos) Residuos ectoplásmicos… (Tras llevarse los dedos
a la boca) Mmmm… sabor a coco y avellanas…
LEIRE.— (Entrando con un tupper de bizcocho) ¡Y con merengue de mango!

IÑAKI se guarda el tupper en el bolsillo de la chaqueta. Luego, sitúa el casete en el centro de la


mesa, con el botón de REC apretado, mientras les pide silencio con el dedo en los labios a los demás,
que se congregan en torno. IÑAKI suelta el botón y retira la mano.

IÑAKI.— Le hablo a la presencia que se ha aparecido entre estas paredes. Hola. Soy
Iñaki. (Da dos besos al aire) Encantado. ¿Y tú?
FANTASMA.— (Extrañada. Le habla al casete) ¿Ya? ¿Se me oye? Es que yo quería hablar
con Leire, nada más, pero bueno, si no hay otra manera. Yo soy…
IÑAKI.— (Indiferente) Cuéntanos, ¿qué te ha pasado?
FANTASMA.— ¿A mí? Bueno, yo estaba en mi casa, sola, como siempre, cuando me
empezó a doler aquí, en el pecho, y quise llevarme la mano a la cabeza, porque me dolía de
pronto, pero no pude levantarla, y me caí al suelo… creo que me caí al suelo, aunque tampoco
sentí ningún golpe. Sí que sentía que me caía, y yo pensé: no me puedo ir de este mundo sin
más, antes necesito contarle…

Súbitamente, IÑAKI alza la mano, con lo que capta la atención de todos. El FANTASMA enmudece.
Con un dedo, IÑAKI pone fin a la grabación. Después, rebobina la cinta con arrogante expresión.
Los demás, expectantes, se miran de hito en hito. El FANTASMA se pasea por la estancia, nerviosa.
IÑAKI pulsa el PLAY.

GRABADORA.— (Voz de IÑAKI en off) Le hablo a la presencia que se ha aparecido


entre estas paredes. Hola. Soy Iñaki. (Dos besos al aire) Encantado. ¿Y tú? (Silencio de unos ocho
segundos, durante el cual los demás personajes manifiestan su decepción con muecas y aspavientos)
Cuéntanos, ¿qué te ha pasado?
CASERA.— ¡Inútil!
FANTASMA.— Del todo…
DOÑA REMEDIOS.— ¿El vecino o el experimento?
CASERA.— Es verdad. ¡Inútiles!
IÑAKI.— (Muy alterado) Chsssssssssst. ¡Atención!
GRABADORA.— (Voz ininteligible, chillona y lejana, como dos objetos que friccionan) Eh-Iiih…
IÑAKI.— (Entusiasmado) ¿Lo habéis oído?
CASERA.— Yo nada…
IÑAKI.— (Rebobinando) Ha dicho: estoy aquí.
FANTASMA.— Sí… (Tirándose de los pelos) ¡Pero hasta aquí…!

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GRABADORA.— (Después de que IÑAKI pulse PLAY) Eh-Iiih…
CASERA.— Es el fin.
DOÑA REMEDIOS.— ¡Meretriz!
JUANMA.— Invertí.
DOÑA REMEDIOS.— ¡Te la vi!
JUANMA.— (Haciéndose gracia) Y contesta: no, pero me gustaría verla.

LEIRE, con el móvil en la mano, deja a los demás en la mesa, discutiendo lo que han escuchado. Se
acerca al proscenio. El FANTASMA, en cuanto repara en ella, la sigue de cerca. Tinieblas en la
escena salvo para LEIRE y, colateralmente, el FANTASMA.

LEIRE.— (Al móvil) Hola, Ernesto, eh… (Con una sonrisa lastimera) Verás que te he
mandado algunos wasaps, y como no contestas pues he dicho le llamo… es que estoy
teniendo mucho lío por casa y… te lo resumiría pero casi que mejor te lo cuento con calma
cuando llegues, con un vinito y una cena rica, ¿qué te parece? Era solo por explicarte que
igual no te recibo súper arreglada… llevo semanas pensando en el momento de vernos, que
igual te quedabas a dormir, que te quiero… ya sabes… contar tantas cosas, y que nada, que
te espero aquí y que no sé con qué te vas a encontrar, aparte de mí. Y eso. Te espero. Un
beso.

LEIRE se da media vuelta y pasa junto al FANTASMA, que la observa con aflicción. Luz sobre la
escena. LEIRE regresa junto a los demás, a quienes volvemos a oír cómo discuten.

IÑAKI.— Está claro que el espectro nos habla desde un plano paralelo de la
realidad. Creo que, si soy capaz de decodificar su frecuencia esencial por medio de potentes
equipos paracientíficos…
JUANMA.— ¿Te referís a una computadora…?
IÑAKI.— (Prosigue) …podré descifrar el mensaje que intenta transmitirnos.
LEIRE.— ¡Eso sería genial, Iñaki! (Arranca a aplaudir, de modo que todos la siguen)
¡Enhorabuena, equipo! ¡Misterio resuelto! Ahora, ea, cada cual a su casita…
JUANMA.— (Negando con la cabeza) No, yo necesito platicar antes con la
compañera…
ÁFRICA.— (Aprieta el PLAY) No quiero hablar contigo, así que largo.

20
IÑAKI.— (Toma la grabadora) No te importa que utilice la cinta en mi programa,
¿verdad?
LEIRE.— ¡Fuera!
IÑAKI.—¿O sea que te parece bien? (Saliendo por la puerta principal) Lo tomaré como
un sí…
LEIRE.— (A la CASERA y DOÑA REMEDIOS) ¡Y vosotras! (A Juanma) ¡Y vos!
JUANMA.— (Yendo hacia la puerta de ÁFRICA. Sin acento) Una cosa, y me largo.
CASERA.— (A LEIRE) A mí tú no me vas a echar de mi casa…
LEIRE.— ¡De mi casa! ¡Yo vivo aquí!
CASERA.— Porque yo te dejo…
LEIRE.— ¿Que me dejas? ¡Yo pago un alquiler, y no uno barato…!
CASERA.— A ver, enséñame tu contrato…

LEIRE la toma de la pechera, furiosa. La CASERA permanece inmutable. El FANTASMA trata


de que LEIRE suelte a la CASERA, sin éxito. DOÑA REMEDIOS pide calma, buen juicio.

LEIRE.— ¿Sabes qué, Luisa? (La suelta) Eres como este fantasma, una presencia…
ausente… pero constante. Que nos atormenta día y noche. (Tomando la púa de madera)
CASERA.— (LEIRE pulsa con la punta de la púa donde la CASERA tiene su corazón. Dolida por
sus palabras) No tienes ni idea. (Se sienta a la mesa y se cruza de piernas. Deja los auriculares sobre la
mesa) Yo de aquí no me voy.
DOÑA REMEDIOS.— (Con embarazo) Yo es que, con vuestro permiso, voy a esperar a
que llegue Charito.

Entra ÁFRICA. JUANMA, que en este rato ha estado apuntando en el móvil y ensayando lo que
quería decir, la aborda, pero ÁFRICA va del ordenador a la mesa desplegable, para colocarse los
cascos. Después, regresa frente al ordenador, donde habla y teclea de cuando en cuando, haciéndole el
vacío a JUANMA, quien va hablándole mientras tanto.

JUANMA.— (Sin acento) África… ¿de verdad me vas a tratar como si fuera yo el
fantasma? (Sincero) Perdona. Escúchame, por favor. No debí haberme burlado así de ti. (Toma
aire) Pero no sé qué nos pasa. (Cierra el micrófono en su puño) ¿Hace cuánto que no estamos
bien? Porque cada vez que nos vemos siento que no quisieras verme. Es como si te
avergonzaras de mí, o yo fuera una carga, o algo que te quita de hacer lo que quieres. Yo…
no he sabido qué hacer con esa frustración… y te la he devuelto en forma de sarcasmo y de
comentarios hirientes. Te he hecho daño porque… no entiendo el daño que me haces. No
entiendo… aunque eso tampoco justifica nada. Y, si esto va a ser todo, lo mejor será que
acabe pronto. (Pausa) Ojalá… ojalá estés bien.

21
JUANMA sale de la casa por la puerta. ÁFRICA, con una sonrisa inánime pegada a la boca, trata
de disimular a la pantalla la manera en que se enjuga una lágrima.

ÁFRICA.— (Con la voz algo quebrada) Okay, banda. Perdonad que no haya estado en
este último rato. Con todo este tema del fantasma me ha dado una crisis de ansiedad. Pero
ya estoy bien, sí, muy bien, ¡y somos más de mil ya! En plan, debo muchas celebraciones,
¿no? Voy a dedicaros una para todos, espero que os valga. (Poniéndose de pie y bailando)
¡Aiaiaiaiaiaia! ¡Aiaiaiaiaiaia! (Con puños y ojos cerrados) ¡Aiaiaiaiaiaia!
LEIRE.— (Que se ha acercado adonde está ÁFRICA. Mientras acaricia su hombro) Tía, ¿estás
bien?
ÁFRICA.— (Sonriendo a la pantalla) Sí, sí… (A LEIRE) Estoy bien.

LEIRE se agacha y abraza a ÁFRICA con decisión. ÁFRICA la corresponde a su vez. La CASERA,
bajo la mirada atenta de DOÑA REMEDIOS, las observa con gesto indescifrable. Llaman a la
puerta.

DOÑA REMEDIOS.— ¡Ya abro yo! (Se levanta y va la puerta. Abre) ¡Charito!
CHARO.— (Entra. De inmediato, se pinza la nariz con una mano) ¡Uf, vaya energía más
podrida percibo por aquí!
DOÑA REMEDIOS.— Te juro que yo no he sido.

CHARO es una mujer de la edad de DOÑA REMEDIOS que viste una túnica de estrellas plateadas
y, sobre la cabeza, un pañuelo con lunas grabadas que deja las orejas libres y de soplillo. Camina
por el salón con la mirada perdida. Entretanto, LEIRE va animando a ÁFRICA con gestos cariñosos,
palabras que no oímos. La va apoyando con la emisión del directo.

CHARO.— Has hecho bien en llamarme. Aquí hay un espíritu, sin duda.
FANTASMA.— (Le tiende la mano) Soy yo, madame.
CHARO.— (Le da la espalda al FANTASMA y husmea como un sabueso por el suelo) Percibo
rastros de su presencia por el parqué. Ha cruzado varias veces este salón.
FANTASMA.— (A DOÑA REMEDIOS) Caray, sí que es buena…
DOÑA REMEDIOS.— Hemos podido hablar con él un poco por medio de la ouija…
CHARO.— ¡Cómo! (Zarandeando violentamente a DOÑA REMEDIOS) ¡Te dije que nada de
ouijas! ¿O no te he contado lo que nos pasó durante la última séance en la que tiramos de
ouija? ¿No te he contado que trajimos el fin del mundo?
DOÑA REMEDIOS.— Santavirgendelosmilagros… ¡Sí, seis veces…!
CHARO.— ¡Exacto! Provocamos el apocalipsis ¡seis veces! Así que mucho cuidado
con la ouija. No, no, no. (Se sienta a la mesa y retira el tablero como quien quita un pañal sucio) Esto,
caca.
CASERA.— (A CHARO) Así que es usted médium…
CHARO.— (Puntualiza) Preferimos el término «tanatointérprete».
CASERA.— Lo que sea. Usted es esa especie de especialista especial que va a ponerme en
contacto con el fantasma, ¿cierto?

22
CHARO.— Tal cual. Antes necesito saber qué os ha contado la entidad…
DOÑA REMEDIOS.— Poca cosa. Que es justo servidor de Dios, pero que no iba a
permitir que esa muchacha (señala a Leire) disfrutara de la cita con el novio.
CASERA.— ¡Ah, estupendo, otro chico en casa!
DOÑA REMEDIOS.— También llegó a poseer a un joven.
CHARO.— (Mirando en derredor) ¿Y ese joven? ¿Le habéis dejado irse?
DOÑA REMEDIOS.— Le sacamos el espíritu con un avemaría, tal y como me
enseñaste en el cursillo…
CHARO.— ¿Ah, sí? En ese caso, bien hecho.
CASERA.— Además es gallego. (Mirándolas) El fantasma, digo. Por lo que leí en el
chat. Y tiene mala baba…
CHARO.— (Mirando el escupitajo) Ya la veo. Con tropezones blancos. (Suspira. Después
da dos palmadas) Venga, para conectar necesito todas las voluntades sincronizadas conmigo,
vamos…
CASERA.— (A LEIRE y ÁFRICA) ¡Niñas! Ya habéis oído a la teniente-torete…
CHARO.— Tanatointérprete.
CASERA.— …dejáis ya la maquinita y me sincronizáis las voluntades, rapidito…

CHARO se sitúa en el centro de la escena, con los brazos extendidos. A su izquierda, DOÑA
REMEDIOS la toma de la mano derecha, y a su vez toma la izquierda de la CASERA con su otra
mano. Al otro lado, LEIRE y ÁFRICA hacen lo propio. El FANTASMA, dado que CHARO no
puede ofrecerle otra mano que tomar, se coloca a la espalda de esta y la agarra de las orejas.

CHARO.— Cerrad bien los ojos. (Todas obedecen, incluida el FANTASMA) Ahora,
concentraos en una imagen que os traiga paz y alegría. Atraed al espíritu con energías
positivas. Ohhmmm…
RESTO.— Ohhmmm…
CHARO.— (Absorta. El resto la imitará) Pienso en un jardín zen recién rastrillado.
DOÑA REMEDIOS.— Pienso en una sopa de cocido durante una noche fría.
LEIRE.— Pienso en una cena con Ernesto a la luz de las velas.
CHARO.— Pienso en un estanque sobre cuya superficie cae una lluvia suave.
CASERA.— Pienso en un crío que pierde el autobús en el último momento.
ÁFRICA.— Pienso en recoger un premio Esland mientras el público me aplaude.
DOÑA REMEDIOS.— Pienso en cuando pillé a Sonsoles, la del quinto, con Alfonso el
frutero, comiéndose los morros en el ascensor mientras su marido, aydiosmío, estaba de viaje
en el extranjero, con la secretaria, que resultó que eran amantes, no te lo pierdas, que ya dicen
que donde las dan… (Abre los ojos y mira en derredor. Miradas reprobatorias) Perdón.
CHARO.— ¡Espíritu, yo te convoco! Abandona tu escondite en esta casa…
FANTASMA.— (Descollando a la izquierda de CHARO, por encima del hombro derecho) Estoy
Aquí…

23
CHARO.— … habla a través de mi voz.
FANTASMA.— ¿Y eso cómo lo hago? ¿No me puedes indicar…?
CHARO.— Ah… siento tu voz en mi oído…
FANTASMA.— (Ilusionada) Ay, qué bien. Oye, qué gusto sentir que te escuchan después…

CHARO.— (Voltea la cabeza súbitamente hacia LEIRE, dando la espalda al FANTASMA) Sí,
sí… (Abre los ojos) ¡Te veo! Me llamo Charo. ¿Cuál es tu nombre?
FANTASMA.— (Situándose entre CHARO y LEIRE) Patricia.
CHARO.— ¿Cómo dices…?
FANTASMA.— ¡Patricia! (CHARO le vuelve la nuca de nuevo y mira hacia DOÑA REMEDIOS.
El FANTASMA se coloca de nuevo entre CHARO y DOÑA REMEDIOS) Leñe…
CHARO.— Se llama…
FANTASMA.— ¡Patricia!
CHARO.— Pa…
FANTASMA.— (Desgañitándose) ¡Patricia!
CHARO.— ¡Paco!
FANTASMA.— (Le suelta las orejas y hace mutis por la izquierda) ¡A la mierda!
CHARO.— No te enojes con ellas, Paco… Dinos: (volviendo la mirada hacia distintos
espacios de la casa) ¿qué te retiene en este mundo?
FANTASMA.— (Entrando con una bolsa de patatas, después de cruzar la mirada con CHARO)
No, a mí no me mires, (se tumba en el sofá) pregúntale a Paco…
CHARO.— (Con timbre impostado, antipático y agudo, y un mal acento gallego) ¡Cierra la boca,
fulana!
FANTASMA.— (Ofendida y masticando patatas fritas) Oh, fulana dice…
CHARO.— (Moviendo la cabeza a uno y otro costado) ¡Suéltame, Paco! Vais ver pronto…
¡quién manda aquí! (Se retuerce) ¡Para, Paco, ay, ay!
DOÑA REMEDIOS.— (Soltando a CHARO) ¡Porlasagradavirgendelosdesamparados…
CHARO.— ¡He venido para quedarme, pelanduscas!
CASERA, LEIRE, ÁFRICA Y DOÑA REMEDIOS.— (Girando en corro alrededor de CHARO,
cogidas de las manos y cantando al unísono, con la melodía de «Al corro de la patata») Socorro que le
arrebata / la energía este fantasma / Que la auxilien serafines / Principados y querubines /
A chupé, a chupé / de este mal yo te libré.
FANTASMA.— (Tira las patatas al aire. Aplaudiendo) ¡Olé, olé!
CHARO.— (Volviendo en sí) ¿Qué ha pasado?
CASERA.— (Acompañándola hasta el sofá) El espíritu, que te ha controlado.
CHARO.— (Con incredulidad) ¿Y me habéis rescatado vosotras solas?
DOÑA REMEDIOS.— Con el «a chupé, a chupé»…
CASERA.— (A CHARO) Ha dicho que se llama Paco. (A LEIRE y ÁFRICA) ¿Qué le
habéis hecho a Paco, a ver?

24
CHARO se recuesta en el sofá, de modo que el FANTASMA se corre hacia una esquina para que no
se le eche encima. Llegado el momento, el FANTASMA abanica con las manos a CHARO, que estará
exhausta, sofocada por la seánce.

LEIRE y ÁFRICA.— No conozco ningún Paco… (Solo ÁFRICA) En plan, que yo


sepa…
CHARO.— Me temo que es un alma desesperada lo que pulula por esta casa…
FANTASMA.— Si tú supieras, maja…
CHARO.— Un espíritu poderoso…
FANTASMA.— Poderoso dice…
CHARO.— …y dominante…
CASERA.— A mí a dominante no me gana ni Dios. ¿Cómo lo echo de casa?
CHARO.— Si yo estuviera en tu lugar… (Cambiando de idea drásticamente) No, no me
escuches…
CASERA.— Sí, dime.
CHARO.— Es que son muy caros…
CASERA.— Si será por dinero…
CHARO.— (Se saca una tarjeta del pañuelo y se la tiende) Existe una empresa pionera en el
campo del exorcismo ambulatorio…
CASERA.— (Lee) Desespektra…
CHARO.— ¿No te suena?
CASERA.— (Marcando en el móvil) Más les vale arreglarme este desaguisado
y que me solucionen este problema de fantasma, porque si no te juro que les meto una
mano por la boca y les retuerzo el alma… (Súbitamente amable) ¡Hola! (Al tiempo que pasea por
el salón) Sí […] Exacto […] No, dentro de una persona no; está por la casa […] ¿Dirección? Es
la calle…
LEIRE.— (Apagando el micrófono) ¡Epa!
CASERA.— …[menciona la dirección del teatro], sexto ce, exacto… (ÁFRICA vuelve a encender
el micrófono) Sí, sí, todo eso está muy bien, pero dime, jefe: ¿cuánto me va a doler? […] ¡Tanto!
[…] Está bien, de acuerdo, pero os quiero en la puerta de mi casa ¡de inmediato! (Pican a la
puerta) Coño, qué eficiencia…

La CASERA abre la puerta. Aparece en el vano ROSA, una chica pocos años mayor que LEIRE,
con aires contraculturales —pañuelo palestino, pantalones bombachos de colorines y una cartulina
enrollada bajo el brazo—.

CASERA.— (Incrédula) ¿A ti te han mandado para arreglar lo del fantasma?

25
ROSA.— A mí no me manda nadie, yo me he presentado aquí voluntaria.
CASERA.— (Le da paso. A ÁFRICA) ¿Has oído, hija? Esta sí es una chavala resolutiva,
voluntariosa, trabajadora…
LEIRE.— (Que se ha dado la vuelta hacia la puerta junto con ÁFRICA) ¿Rosa? ¿Qué haces tú
aquí?
ROSA.— (Desplegando el cartel sobre su cabeza. Leemos: «Los muertos también merecen vivir»)
¡Vengo a protestar pacíficamente por los derechos de los fantasmas!
CASERA.— ¿Quién es esta chiflada? (A LEIRE) ¿Tú conoces a esta loca?
DOÑA REMEDIOS.— Es su prima…
CASERA.— O sea que es genético…
ROSA.— (Frente a la pantalla) ¡Vivimos en un sistema capitalista que fomenta la
superpoblación!
CASERA.— (Al móvil, con él en la oreja) Con la policía…
ROSA.— ¡Y la superpoblación genera más mortalidad!
CASERA.— Una lunática se ha metido en mi casa…
ROSA.— ¡Y la mortalidad causa superpoblación de fantasmas!
CASERA.— No, no es mi vivienda habitual…
ROSA.— El sistema en el que vivimos favorece injustamente a los vivos.
FANTASMA.— (Que se le ha unido frente a la pantalla) ¡Eso, eso!
CASERA.— ¡Cómo que un proceso judicial! ¡Espere!
ROSA.— Ninguno sabemos si nos reencarnaremos en un fantasma…
CASERA.— Claro que vive alguien…
ROSA.— …los no vivos están infrarrepresentados en nuestras instituciones…
CASERA.— (Dándole el móvil a LEIRE) ¡Tú!, la que aparece en el padrón, diles que
vengan a sacar de aquí a tu prima…
ROSA.— …porque es injusto que los derechos humanos no se apliquen más allá de
la vida…
LEIRE.— (Tras cruzar la mirada con ÁFRICA, se lleva el móvil a la oreja) ¿Hola? Buenas
tardes. No, no hace falta […] Mi casera, que no le cae bien la gente que invito a mi casa…
CASERA.— (Le arrebata el móvil) Mala pécora, desagradecida… (Al móvil) ¿Oigan? Les
paso con la otra inquilina. (Se lo ofrece a ÁFRICA) Hija, échale una mano a tu madre…
ÁFRICA.— (Levantando las manos, con gesto inocente) ¿A mí qué me dices, mamá? En plan,
como ves (señala a ROSA) no es ningún maromo…
CASERA.— ¡Argh! (Le arranca a ROSA el pañuelo palestino) ¡Fuera!

ROSA se deja caer en un ejercicio de resistencia no violenta. La CASERA trata de arrastrarla afuera,
pero le faltan fuerzas y se descubre incapaz de moverla del lugar. ROSA queda sentada. A
continuación, la CASERA arroja con desprecio el pañuelo y hace mutis por la derecha, muy ofuscada.
Se oye una alarma de cocina tipo temporizador.

LEIRE.— (Saliendo hacia la cocina) ¡El bollo!

26
El FANTASMA recoge el pañuelo y se lo ajusta a ROSA sobre los hombros. CHARO, que acaba de
observar lo sucedido con el pañuelo, se pone en pie de un salto y señala hacia la prenda. Entra
LEIRE, contemplando a CHARO.

CHARO.— (Llevándose las manos a la cara, con gesto horrorizado) ¡Aaaaaaaaahh!


ROSA.— (A CHARO) ¿Se encuentra bien?

CHARO se desmaya sobre el sofá. DOÑA REMEDIOS corre a auxiliar a CHARO. LEIRE regresa
frente a la pantalla al lado de ÁFRICA, ROSA y el FANTASMA.

DOÑA REMEDIOS.— ¡Charito! Santamadonaysusgrandeséxitos, ¿qué te ha pasado?


FANTASMA.— Ni que hubiera visto un fantasma… por primera vez.
LEIRE.— (A ROSA, mientras se desanuda el delantal) ¿Y qué es todo ese rollo de los
derechos de los fantasmas, prima?
ROSA.— (Envanecida) ¿Rollo? Es mi compromiso con la decencia.
FANTASMA.— ¡Olé!
ROSA.— (Sigue) Ese rollo se llama deber moral y es lo que me obliga a no callarme
ante las injusticias…
FANTASMA.— ¡Muy bien!
ROSA.— …a alzar la voz por los silenciados…
FANTASMA.— O sea, servidora…
ROSA.— …a entregar mi cuerpo y mi alma a la defensa de colectivos invisibilizados
a quienes oprimen sin clemencia los engranajes de unas estructuras de poder anquilosadas
y… y de cacafuti…
FANTASMA.— (Aplaudiendo efusivamente) ¡Así se habla, leñe! (Emocionada) Me cagüen la
mar salá, (saliendo de escena por la izquierda) ¿sabes qué…?
LEIRE.— No sé, Rosa, yo… Respeto tus ideas pero…
ROSA.— ¿No nos decía tu madre cuando éramos niñas que no nos metiésemos con
los muertos, que no pueden defenderse? Pues a eso he venido: a defenderlos. (Se abraza a
ellas) Chicas, me habéis abierto los ojos…
FANTASMA.— (Volviendo de la cocina con un trozo de bizcocho) ¡Te lo has ganado!

Jactanciosa, ROSA le da un bocado al bizcocho que el FANTASMA le sostiene delante de la boca.


Luego lo agarra y muerde de nuevo.

LEIRE.— (Sosteniéndole la mirada) Lleva mantequilla, leche, huevos…

ROSA escupe al lado la mesa, asqueada, y tira hacia atrás el resto, que cae sobre CHARO, todavía
inconsciente. Luego, va hacia la izquierda del escenario. LEIRE la sigue. DOÑA REMEDIOS
aprovecha para hincarle el diente al trozo de bizcocho que ROSA ha arrojado, dado que nadie la
mira. ÁFRICA interactúa con la pantalla, aunque no la oímos. El FANTASMA va adonde DOÑA
REMEDIOS y hace por quitarle el trozo de bizcocho. Forcejean de fondo. Luz sobre ROSA y LEIRE.

27
ROSA.— (Después de limpiarse la lengua con una toallita) Hablando de tu madre, ¿qué tal
está la tía?
LEIRE.— ¿Mi madre? Como siempre. Esta mañana me ha llamado. Que salió de casa
y notó un bulto en la espalda que la estaba matando. Que la llevase a urgencias.
ROSA.— ¿Y qué le han dicho?
LEIRE.— No fuimos. Tenía… tengo planes. No puedo estar todos los días
pendiente de sus neuras.
ROSA.— Siempre has estado demasiado centrada en ti misma, prima. (LEIRE hace un
gesto de incredulidad) Sí, tú, sí. Te has entregado al individualismo propio del sistema de
consumo. Tienes que ser más generosa…
LEIRE.— ¿Yo? ¡Pero si mi casa parece el IKEA! Aquí entra todo el mundo. Y no te
pienses que alguno se corta un poco con el bizcochito…
ROSA.— Cuando me pasaron el enlace y vi que era tu casa, lo primero que pensé fue:
ya está, se ha muerto la tía…
LEIRE.— Pero qué dices, prima…
ROSA.— (Interrumpiéndola) Ni se te había pasado por la cabeza, ¿a que no?
LEIRE.— No. Claro que no. (Vacila. Con gravedad) Nunca había pensado en serio que
vaya a morirse mi madre. (Pausa) Voy a llamarla…

Luz sobre el proscenio, iluminando el escritorio. LEIRE hace mutis por la derecha. ROSA se para
junto a ÁFRICA. El FANTASMA sale tras de LEIRE.

ROSA.— ¿Y tú qué tal, Afri?


ÁFRICA.— Hablando con mi moderador. En plan, somos más de tres mil en directo
y me llega demasiado feedback.
ROSA.— (Señala la pantalla) ¿Ese Mandrake te acaba de donar cien pavos? (Da una
palmada que capta la atención de ÁFRICA) ¿Sabes de qué me acabo de acordar? Hay una
cooperativa de consumo responsable agroecológico sin ánimo de lucro, autogestionada,
popular, ecofeminista y de responsabilidad compartida donde con solo cien pavos puedes
comprarte toda una cesta de hortalizas de temporada buenísimas…
ÁFRICA.— (Breve pausa. A la pantalla) Gracias por los bits, Mandrake, pero el dinero
no es la solución.
ROSA.— Di que sí: es el problema. (A la pantalla) Oh, un hype chat de Mandrake, otra
vez. (Lee) «A todos nos cuesta comunicarnos con los demás, pero antes de hacer el esfuerzo
es necesario que sepamos lo que queremos decir, ¿tú qué quieres decir?»
ÁFRICA.— (Reflexiona) Que no. Que, en plan… (Con franqueza) que no estoy bien. Que
mi madre tiene razón. Que cómo no va a sentir vergüenza de una hija de casi treinta años
que no ha conseguido nada… más que un título de graduada en periodismo por la universidad
Rey Juan Carlos. Que vive de gorra en una casa que era de su padre, mientras su compañera
paga las facturas y se hace cargo del piso como puede. ¿Qué quiero decir? Qué puedo
decir, Mandrake, si no sé lo que quiero…
ROSA.— (Lee) «¿No era popularidad? Ya has conseguido la atención de más de tres
mil quinientas personas».

28
ÁFRICA.— Pero he perdido la de una. Y no, no me ha rentado. Porque nunca ha sido
la atención. Ni el dinero. (Introspectiva) Yo solo quería quererme como él me quería, en plan…
sin ningún objetivo. Y no he podido hacerlo. (Soñadora) Me parece… tan estúpido. Un doctor,
en plan… un cirujano vascular con una nini que dejó su trabajo precario para jugar
videojuegos. Y dice que se piensa que la vergüenza que siento a su lado es por él…
ROSA.— (Lee) «Quizás a él le pasa lo mismo que a ti. Quizás os queréis más entre
vosotros de lo que os queréis cada uno»
ÁFRICA.— Okay, Mandrake, pero ¿qué importa eso? En plan… solo nos convertiría
en una pareja de bobos que se hacen daño mutuamente para poder hacerse daño a sí mismos.

ÁFRICA y ROSA pasan los ojos por la pantalla, leyendo interiormente.

ROSA.— (A ÁFRICA) Creo que tiene razón.

Alguien aporrea la puerta con tal violencia que pareciera que quisiera tirarla abajo. Luz general.
DOÑA REMEDIOS, que se había quedado dormida en el sofá, al lado de CHARO —que sigue
inconsciente, con las piernas en alto— se desvela por el ruido y se levanta.

DOÑA REMEDIOS.— ¡Ya va, ya va!


DARÍO.— (Fuera de escena) ¡Abrid, que sabemos que estáis ahí!
DOÑA REMEDIOS.— (Entreabriendo) ¿Quién es?

Entra el PADRE CARRASCO —camisa negra, alzacuellos, una mochila a la espalda— y la hisopea
en los ojos con agua bendita. DOÑA REMEDIOS se lleva las manos a la cara mientras gimotea.
Detrás del PADRE CARRASCO entra DARÍO —cabeza rapada, brazos tatuados y camiseta negra,
ceñida, con el logo blanco de «Desespektra» en el pecho–. Acto seguido, reduce a DOÑA REMEDIOS
contra la pared izquierda.

DARÍO.— Aquí las preguntas las hacemos nosotros, ¿queda claro?


PADRE CARRASCO.— (A DOÑA REMEDIOS) ¿Estás muerta?
DOÑA REMEDIOS.— ¡Ayuda!
ROSA.— ¿Pero qué haces?
ÁFRICA.— ¡Suelta a doña Remedios, animal!

Entran el FANTASMA y la CASERA. El PADRE CARRASCO se interpone entre el grupo de


mujeres y DARÍO, esgrimiendo el hisopo como un arma de fuego.

DOÑA REMEDIOS.— ¡Que estoy viva!


PADRE CARRASCO.— A ver que yo lo vea…
DARÍO.— ¡Enséñale el ADN!

El PADRE CARRASCO le arranca un cabello de la cabeza y lo observa al trasluz.

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PADRE CARRASCO.— (A DARÍO) Todo en orden, jefe. (DARÍO deja libre a DOÑA
REMEDIOS. Devolviéndole su cabello) Pero ponga cuidado, señora, que está a punto de
caducarle el ADN…
DARÍO.— Y ya sabe lo que eso significa…
PADRE CARRASCO.— Esta vez te has librado, pero la próxima…

DARÍO lanza un puñetazo contra la puerta. El PADRE CARRASCO, por su parte, le dedica a
DOÑA REMEDIOS un gesto amenazador.

ÁFRICA.— ¿Pero qué hacéis, pedazo de bestias?


ROSA.— (A ÁFRICA) Maja, ya te vale de especismos…
ÁFRICA.— (A DARÍO y el PADRE CARRASCO) ¡Largo de aquí o llamamos a la policía!
ROSA.— ¡No, a los bomberos!
CASERA.— ¿Cómo que a los bomberos?
ROSA.—.— (A ÁFRICA) Yo de la policía no me fío ni un pelo de tu vecina…
DARÍO.— Venimos de parte de la propietaria.
PADRE CARRASCO.— (Señalando el logo en el pecho de DARÍO) Somos de Desespektra.
CASERA.— ¡Ya era hora!
ROSA.— (A ÁFRICA)¿Qué es eso de Desespektra?
ÁFRICA.— Unos tipos que hacen exorcismos…
DARÍO.— Unos señores profesionales del medio…
PADRE CARRASCO.— (A DARÍO) Jefe, percibo mucha hostilidad…
DARÍO.— Eso es porque el fantasma ha manipulado a estas mujeres en nuestra
contra.
PADRE CARRASCO.— ¿A todas?
DARÍO.— Tal vez no haya podido lavarles el cerebro a todas. (Señala a ROSA) A esa
seguro…

ROSA le propina una sonora bofetada a DARÍO, y este da un paso hacia ella, embrutecido. ROSA
se esconde detrás de ÁFRICA mientras el PADRE CARRASCO contiene a DARÍO.

PADRE CARRASCO.— ¿Y si volvemos a empezar?

DARÍO asiente. A continuación, abre la puerta y sale. Desde fuera, pica graciosamente a la puerta.
El PADRE CARRASCO le abre con pompa y aprovecha para cambiar posiciones con DARÍO. Así,
sale el PADRE CARRASCO.

DARÍO.— (Al tiempo que estrecha manos enérgicamente) Buenas tardes. Yo soy Darío,
fundador de Desespektra y actual CEO…

Llaman a la puerta. DARÍO abre al PADRE CARRASCO, que entra con expresión cándida,
inocente, como un santo.

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DARÍO.— Y él es mi socio, el padre Carrasco.
PADRE CARRASCO.— La paz sea con vosotras…
DARÍO Y DOÑA REMEDIOS.— Y con su espíritu.
PADRE CARRASCO.— Démonos todos la paz…

El PADRE CARRASCO toma por sorpresa a ÁFRICA y le planta dos besos. Luego va a ROSA
pero esta le hace la cobra. El PADRE CARRASCO la hisopea antes de aproximarse a DOÑA
REMEDIOS, que se apresta a darle dos besos al PADRE CARRASCO, si bien esta vez él recula un
paso y la santigua. Entretanto, DARÍO ha repartido dos besos a la CASERA con el FANTASMA
entre uno y otro como si fuera imperceptible.

DARÍO.— (Reparando en CHARO) ¿A esa qué le ha pasado?


DOÑA REMEDIOS.— (Señalando) Se ha desmayado después de ver el pañuelo ese…
DARÍO.— Normal…
DOÑA REMEDIOS.— …moverse en el aire.
DARÍO.— Ah. Y después el fantasma la poseyó…
CASERA.— No sé, pero chilló como una posesa…
DARÍO.— Entiendo. (Al PADRE CARRASCO) Padre, ya sabe qué hacer…
PADRE CARRASCO.— (Confiado) ¿Alguien tiene un billete de cien?
DOÑA REMEDIOS.— (Enseñándolo) Yo tengo uno de cincuenta.
PADRE CARRASCO.— (Arrancándole el billete de la mano) Nos puede valer.

El PADRE CARRASCO se guarda el billete en el bolsillo y va hasta el sofá, donde agarra los tobillos
de CHARO al tiempo que DARÍO la toma de los antebrazos. Una vez listos, la zarandean con
violencia hasta que recobra el sentido.

CHARO.— (Aterrada) ¡Aaaaaaaaaaah! ¡Qué hacéis!


PADRE CARRASCO.— ¡Sal de este cuerpo, espíritu!
DARÍO.— ¡Venga ya, que ya estaría!
CHARO.— ¡Soltadme, burros!
ROSA.— (Ofendida) ¿Es que ya nadie puede insultar sin ofender a otro ser sintiente?

El PADRE CARRASCO y DARÍO dejan caer a CHARO sobre el sofá. Enseguida, el PADRE
CARRASCO abre la mochila y saca un cepillo de limosnas, que pasa por delante de la CASERA y
las demás. CHARO se levanta del sofá y agarra a DARÍO del hombro.

CHARO.— Aquí hay un fantasma…


DARÍO.— Eso porque no hemos terminado de desposeer. ¡Carrasco!
PADRE CARRASCO.— Dime, jefe.
DARÍO.— Exorcízame por ahí que yo me encargo de esta parte.

El PADRE CARRASCO hace mutis por la izquierda. Por su parte, DARÍO intenta abrir la puerta
de la habitación de LEIRE, pero está cerrada. La aporrea. Luz sobre ese lateral.

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DARÍO.— (A la puerta) ¡Eh, fantasma!
CHARO.— (Con celo, para que las demás no la escuchen) Darío, escúchame…
DARÍO.— ¡O sales o te sacamos a hostias consagradas!
CHARO.— ¡Darío!
DARÍO.— (A CHARO) ¡Qué!
CHARO.— (Mirando en derredor) Déjate de teatro: esto es real, ¿entiendes? No son unos
ruidos en la bajante del agua que podamos hacer pasar por voces de ultratumba, ni espejismos
de gente sugestionable. He visto algo que ni yo ni otro timador de medio pelo como tú
podemos explicar.
DARÍO.— (Mirando por encima del hombro de CHARO) Un auténtico espectro…
CHARO.— …que ha cogido un pañuelo del suelo y se lo ha puesto a esa chica sobre
los hombros.
DARÍO.— Sin cables… (CHARO asiente) Bien. ¡Padre Carrasco!

Entra el PADRE CARRASCO con un trozo de bizcocho en la boca y las manos ocupadas en
guardarse el resto del dulce en la mochila. ÁFRICA se lo disputa antes de que cumpla con su propósito.
El PADRE CARRASCO deja caer la mochila y, con la otra mano que le queda libre, va hisopeando
a ÁFRICA en la cara. Entretanto, DARÍO invita a la CASERA con un gesto a que se acerque al
escritorio, sobre el cual deja su teléfono móvil, enfrentado a él para grabarse.

ÁFRICA.— (Durante el forcejeo) ¡Sinvergüenza! ¡Que es el bizcocho de Ernesto!

ÁFRICA logra arrebatárselo de las manos, no sin que antes el PADRE CARRASCO pase la lengua
por el hisopo y rocíe el bollo con él. A continuación, el PADRE CARRASCO arrastra una silla frente
a la pantalla y se sienta junto a la CASERA, que queda entre él y DARÍO. ÁFRICA, por su parte,
deja el bizcocho sobre la mesa extensible como algo repugnante.

DARÍO.— (Grabándose con el móvil, sentado) Buenas y fabulosas tardes a todos.


Especialmente a todos esos que nos llaman farsantes, estafadores. Bueno. Tengo conmigo a
mi socio, el padre Carrasco (el PADRE CARRASCO saluda a la cámara) y a doña Laura…
CASERA.— Luisa…
PADRE CARRASCO.— (La hisopea) ¡Chsst!
DARÍO.— (Continúa) …que nos ha llamado porque tiene un fantasma metido en casa.
Dime, Laura, ¿qué te ha hecho este fantasma?
CASERA.— Colarse en mi casa…
PADRE CARRASCO.— Típico de fantasma.
DARÍO.— ¡Típico de cobarde!
FANTASMA.— (Yendo hacia el escritorio) ¡Oiga, un respeto!
CASERA.— Me ha movido los muebles…

El FANTASMA empuja el teléfono móvil. DARÍO lo coloca de nuevo frente a sí.

PADRE CARRASCO.— Eso ha sido el fantasma…

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DARÍO.— (Mirando en derredor) Lo sé, lo sé. (A la CASERA) ¿Tú le has visto la cara? (La
CASERA niega. A la cámara) ¡Compórtate como un hombre y da la cara!
FANTASMA.— Pero hombre de qué…

El FANTASMA coge el teléfono móvil y se mueve por la habitación. DARÍO la persigue. Trata de
recuperar el móvil pero sus manos no alcanzan a agarrarlo. El FANTASMA se coloca alrededor de
CHARO, que chilla asustada y acaba desmayándose otra vez.

PADRE CARRASCO.— (Cantando) ¡A por ellos, oé!


DARÍO.— (A todas partes) ¡No respetáis la vida!
PADRE CARRASCO Y CASERA.— (Cantando) ¡A por ellos, oé!
DARÍO.—Que por muy etéreo que seas…
PADRE CARRASCO, CASERA, DOÑA REMEDIOS.— ¡A por ellos, oé!
DARÍO.— …no hay sitio para ti en este mundo.
PADRE CARRASCO, CASERA, DOÑA REMEDIOS Y ÁFRICA.— ¡A por ellos, eh oé!
DARÍO.— Este mundo es para los vivos.

DARÍO atrapa el móvil con la mano izquierda. Vítores y aplausos del PADRE CARRASCO,
CASERA, DOÑA REMEDIOS Y ÁFRICA. El FANTASMA le saca la lengua y se queda cerca de
DARÍO.

DARÍO.— (Grabándose con el móvil, levanta el brazo derecho frente a la CASERA, DOÑA
REMEDIOS, el FANTASMA y ÁFRICA) Toca, toca…

La CASERA, DOÑA REMEDIOS, el FANTASMA y ÁFRICA le aprietan el bíceps por turnos,


confusas porque DARÍO no está musculado, sino que tiene más bien un físico común.

FANTASMA.— (Apretando el brazo) Pues no sé, chico…


CASERA.— (Apretando el brazo) ¿Qué quieres que te diga?
DARÍO.— Carne y hueso, Laura. Carne. Y hueso. (A la cámara del móvil) No como el
fantasma. Os vamos a mandar de vuelta al otro barrio. (Golpeándose en el logo) Desespektra.
Compartid, comentad…

Entra LEIRE con estruendo, muy nerviosa. El abrigo a medio abrochar. DARÍO se guarda el móvil
en el bolsillo trasero del pantalón.

LEIRE.— (A ÁFRICA y ROSA) No consigo hablar con Ernesto ni con mi madre.


Cuando venga, le decís que me espere. (Saliendo por la puerta) Tengo que comprobar que mi
madre está bien…
FANTASMA.— ¡Espera, Leire!

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El FANTASMA corre hacia la puerta, pero cambia repentinamente de opinión y antes de hacer mutis
le hurta el móvil a DARÍO para esconderlo enseguida bajo el pañuelo de CHARO sin que nadie se
percate, toda vez que, mientras esto sucede, el resto de personajes mantienen la siguiente conversación.

ROSA.— Pobre Leire, tan estresada. Si es que no se deja ayudar…


DOÑA REMEDIOS.— (A ROSA) Pues yo en tres años no te he visto venir más que
para pedirle dinero…
CASERA.— (Al PADRE CARRASCO y a DARÍO, señalando a ROSA) ¿A esa no me la
podéis sacar también?
ROSA.— (A DOÑA REMEDIOS) ¡Vaya que no le he dado consejos yo a Leire! Lo que
pasa es que no me escucha…
PADRE CARRASCO.— (Yendo a por más bizcocho) Solo trabajamos fantasmas…
DARÍO.— (A la CASERA) …las mujeres tenéis más peligro.
ÁFRICA.— (A ROSA) El único consejo que le das una y otra vez es: haz como yo.
ROSA.— ¡No le voy a decir que haga algo que yo no haría!
ÁFRICA.— (Dejando el corro que se ha formado a la entrada de la casa y dirigiéndose al escritorio)
Okay, mira… paso…
DOÑA REMEDIOS.— (A ROSA) Pero parece que no le perdonas que haga lo que tú
no haces, marededeu.
ROSA.— (A DOÑA REMEDIOS) ¿Cómo dices?
PADRE CARRASCO.— (Observando desde la mesa, con bizcocho en las manos) Se viene salseo.
DOÑA REMEDIOS.— Cuando Leire y África se mudaron, ¿viniste a ayudar a tu prima?
CASERA.— (Terminante) No lo hizo.
ÁFRICA.— (Mirando a la pantalla, sin dar crédito) What the fuck…!

Consumada su trastada, el FANTASMA hace mutis.

ROSA.— (A DOÑA REMEDIOS) Tendría algún compromiso más importante.


DOÑA REMEDIOS.— ¿Y cuando la ingresaron por aquella infección renal?
ÁFRICA.— (A la pantalla) ¡Treinta mil personas!
ROSA.— (Sarcástica) ¿Sus problemas en los riñones son responsabilidad mía?
DOÑA REMEDIOS.— (A ROSA) ¿Y cuando Ernesto la volvió a hablar por primera
vez? (Yendo hasta donde ÁFRICA y tomándola del hombro) ¿Recuerdas, África, lo que la dijiste?
ÁFRICA.— (Se voltea hacia DOÑA REMEDIOS) ¿Cómo?
DOÑA REMEDIOS.— (Al grupo) La dijiste: vas a enfadarte conmigo por lo que te voy
a decir, pero tienes que escuchárselo a alguien, y si nadie más se atreve a decírtelo, yo lo haré,
porque me importas.
DARÍO.— (A DOÑA REMEDIOS, intrigado) ¿Y qué era?
DOÑA REMEDIOS Y ÁFRICA.— Ernesto no es bueno… (Solo ÁFRICA) No es bueno
contigo. (Solo DOÑA REMEDIOS) No es bueno para ti.
ROSA.— ¿Y qué?
DOÑA REMEDIOS.— Tú la dijiste que volviera. Que es lo que tú harías en su lugar.
ROSA.— Y es verdad. Leire no sabe estar sola como yo. Ella necesita a alguien. Y
Ernesto no está mal para ella.

34
CASERA.— (Se cruza de brazos) ¿Cómo que no está mal para ella?
ROSA.— (Con una sonrisa) ¿De verdad lo tengo que explicar? Leire tiene poca
personalidad, es demasiado nerviosa. No es mala chica pero… (A DARÍO) ¿Tú dirías que es
atractiva?
DARÍO.— (Encogiéndose de hombros) Pss… seh…(Cada vez con más convicción) sí… Sí.
PADRE CARRASCO.— Yo diría que todas vosotras sois atractivas. (Señalando a DOÑA
REMEDIOS, la CASERA y CHARO) Salvo tú, y tú y tú.
DOÑA REMEDIOS.— (A ROSA) Pero tú solo te quieres a ti misma, Rosa. Por eso te
gustaría que todos fuesen igual que tú.
ÁFRICA.— (Breve pausa. Mirando a la pantalla) Okay, pero solo una vez. (Ululando y
bailando) ¡Aiaiaiaiaiaiaia!
DARÍO Y EL PADRE CARRASCO.— ¡El fantasma!

DARÍO y el PADRE CARRASCO llegan hasta ÁFRICA y la zarandean de los brazos.

DARÍO.— ¡Como no salgas de este cuerpo, te sacamos a la fuerza!


ÁFRICA.— ¡Aiaiaiaiaiaiaia! ¡Soltadme!
DARÍO.— ¡Dale con el frasco, Carrasco!
ÁFRICA.— ¡Aiaiaiaiaiaiaia!
PADRE CARRASCO.— (Tras vaciarle el hisopo sobre la cabeza) ¡Necesito algo más fuerte!
ÁFRICA.— ¡Quitadme las manos de encima!

El PADRE CARRASCO suelta a ÁFRICA para abrir la mochila y descubrir de su interior una
Biblia. Mientras, DARÍO retiene a ÁFRICA. DOÑA REMEDIOS ha acudido en ayuda de su
vecina y le suelta manotazos a DARÍO. La CASERA no se demora en unirse a DOÑA REMEDIOS
y le lanza patadas a las piernas. ROSA permanece impasible. El PADRE CARRASCO abre la
Biblia y extrae una petaca. Pega un trago largo, se sube a una silla.

PADRE CARRASCO.— ¡Yo te expulso, espectro, en nombre el de… (Se detiene a leer de
la Biblia) de Dios!

El PADRE CARRASCO salta de la silla y cae de pie, causando un fuerte ruido, a consecuencia del
cual CHARO recupera la consciencia.

CHARO.— ¿Qué ha pasado?


ÁFRICA.— Se acabó…
DARÍO.— ¡Joder, Carrasco, muy bien!

DARÍO, la CASERA y DOÑA REMEDIOS aplauden. También CHARO, aunque sin saber muy
bien por qué.

PADRE CARRASCO.— (Altanero) Si es que soy un crac…


ÁFRICA.— (A la pantalla) En plan, es la última celebración de estas que os hago. A
partir de ahora, muchas gracias y punto.

35
Llaman a la puerta. ROSA se retira al sofá. El PADRE CARRASCO abre. Aparece la MADRE
DE LEIRE.

PADRE CARRASCO.— ¿Quién es usted?


MADRE DE LEIRE.— No, ¿quién es usted?, ¿qué hace en esta casa y por qué va
disfrazado de cura? Sepa que es de muy mal gusto: ¡esqueje!
PADRE CARRASCO.— ¿Esqueje…? (Cerrando la puerta de golpe) Por ahí sí que no paso…

Llaman a la puerta. DOÑA REMEDIOS se apresta a abrir.

CASERA.— ¿Pero quién es?


DOÑA REMEDIOS.— (Abriendo) La madre de Leire…
MADRE DE LEIRE.— (Entra) Ya veo las paridades que tiene mi hija: su madre
muriéndose y ella monta un sarao que no se recuerda de ella, que soy yo.
DARÍO.— (Al PADRE CARRASCO) No me he enterado. ¿Tú te has enterado?
CASERA.— Sarao el que me estáis montando…
MADRE DE LEIRE.— Aquí hay señoras como su madre. Y está la Rosita…
ROSA.— Yo como si no estuviera…
MADRE DE LEIRE.— ¿Por qué a mí no me ha dicho na? ¿Dónde está Leire?
ÁFRICA.— Ha ido a buscarte…
DOÑA REMEDIOS.— A mí tampoco me han invitado…
PADRE CARRASCO.— Nosotros vinimos por el fantasma…
MADRE DE LEIRE.— (Sentándose en una silla) ¡Uno por uno, que si no, me da la jacobea!
DOÑA REMEDIOS.— Hace como una hora apareció un fantasma en la casa, sin avisar
ni presentarse. Yo me vine para ayudar a las vecinas, pero la cosa se complicó y ha ido
llegando más gente. Luego Leire se pensó que el fantasma podría ser usted, y se ha ido a
buscarla.
MADRE DE LEIRE.— (Tras una pausa serena) ¡Menuda tarta de mentiras!
DARÍO.— También ha dicho que cuando viniera usted, le dijéramos que la esperase…
ROSA.— ¡Ella hablaba de Ernesto, cabeza de alcornoque!
ÁFRICA.— (A ROSA) ¿A ti qué te han hecho los árboles?
MADRE DE LEIRE.— ¿Ha quedado con Ernesto?
DOÑA REMEDIOS.— (Lastimera) Sí, mujer…
MADRE DE LEIRE.— ¡Bien por ella! Con lo guapo que es ese muchacho…
DOÑA REMEDIOS.— Y lo sinvergüenza…
MADRE DE LEIRE.— Es un poco Casablanca, sí, pero como todos los hombres…
DARÍO.— (Al PADRE CARRASCO) ¿Qué nos ha dicho a los hombres?
CASERA.— Entonces el fantasma no puede ser ella…
MADRE DE LEIRE.— ¿Por qué no?
CASERA.— ¿Cómo que por qué…? Porque estás aquí, porque estás viva… MADRE
DE LEIRE.— Ay, mujer, para lo que me queda, más querría ser un fantasma…
ÁFRICA.— O alienígena.

36
MADRE DE LEIRE.— O el indígena, lo que sea; que tengo un picor aquí en la espalda,
ende que salí de casa, que yo creo que me se está saliendo un culto en que yo creo que es
inflamígero…

El resto se mira con cara de no haber entendido una palabra.

ROSA.— A ver, tía, deja que te vea… (Tras hurgarla por la espalda, arranca una etiqueta de
cartón) ¿Mejor?
MADRE DE LEIRE.— (Contoneándose) Sí, hija. ¿Qué has hecho, Rosita? No sabía que
eras culandera…
CASERA.— Porculera más bien…
ROSA.— Te habías dejado puesta la etiqueta, tía.

El PADRE CARRASCO y CHARO se miran con complicidad. ÁFRICA va frente a la pantalla al


tiempo que llama por el móvil. Se deja los auriculares en el cuello.

ÁFRICA.— (Al móvil) Tía, está aquí tu madre […] Bien, era una etiqueta […] De ropa
[…] Okay, pero díselo tú mejor […] Sí, te espero aquí. Eh, espera, ¿sabes cuántos somos ya?
¡Más de doscientos mil! […] En casa no, en Twich […] No, no ha aparecido […] ¿Hola?
¿Leire?
CHARO.— (A la MADRE DE LEIRE, llevándosela al proscenio junto con el PADRE CARRASCO,
que lleva en las manos el bizcocho) Me llamo Charo, ¿y usted?
MADRE DE LEIRE.— Yo soy la madre de Leire.
PADRE CARRASCO.— Yo soy el padre Carrasco…
MADRE DE LEIRE.— (Señalando el bizcocho) ¿Le importa? Es que me prima el dulce…
PADRE CARRASCO.— Sírvase…
CHARO.— Lo que queríamos decirle es que está usted enferma…
MADRE DE LEIRE.— (Tomando un trozo de bizcocho) ¿Sí?
PADRE CARRASCO.— Mucho…
MADRE DE LEIRE.— Ya decía yo…
CHARO.— Usted sabe que lo que padece no se arregla cortándole una etiqueta…
MADRE DE LEIRE.— (Yendo a probar bocado) ¿Qué más me tienen que cortar?
PADRE CARRASCO.— (Le tira la porción de bizcocho al SUELO) ¡Los dulces para empezar!
CHARO.— Hay que limpiarle las energías…
DARÍO.— (Rebuscándose por el cuerpo) ¿Y mi móvil?
CHARO.— ¿Cuál es su signo?
MADRE DE LEIRE.— Be positivo…
CHARO.— No, digo…

CHARO y el PADRE CARRASCO se miran. El PADRE CARRASCO le indica con la cabeza que
siga adelante. Entretanto, DARÍO rebusca su móvil por la escena.

CHARO.— Es igual. Nosotros podemos curarla completamente.


MADRE DE LEIRE.— A mí es que esto del oculismo me parece cosa de embuchadores…

37
PADRE CARRASCO.— Usted confíe.
CHARO.— No le vamos a cobrar nada…
PADRE CARRASCO.— De momento.
DARÍO.— (A la CASERA) ¿Te importaría hacerme un llamacuelga?
CHARO.— (Tras encerrar la cabeza de la MADRE DE LEIRE entre sus manos) ¡Júpiter! ¡Sol
que giras en el trígono!
PADRE CARRASCO.— (De rodillas a la espalda de la MADRE DE LEIRE, rezando) ¡Ten
piedad de nosotros!
CHARO.— ¡Corto lo malo… y entra lo sano!
PADRE CARRASCO.— (Descubriendo de la mochila el cepillo de la iglesia) ¡Aleluya, hermana!
CHARO.— ¡Lo noto! (La pantalla del teléfono se enciende bajo su pañuelo) ¡Percibo la energía
que te atormenta…
MADRE DE LEIRE.— ¡Ah! ¡Y yo la veo!

De súbito, la MADRE DE LEIRE le arranca el pañuelo de la cabeza y golpea con él el suelo y la


mesa hasta que la luz se apaga.

CHARO.— ¡Mi pañuelo!


DARÍO.— ¡Qué pañuelo ni qué pañuelo…! (Recuperando el móvil hecho pedazos) ¡Mi
iPhone!
PADRE CARRASCO.— (Remangándose la camisa) ¿Le habías chorizao el móvil al jefe?
CHARO.— Qué va… ¿yo? ¡No!
DARÍO.— Además de embustera, ladrona…
MADRE DE LEIRE.— Una mujer de baja estufa…
CHARO.— ¿Y vosotros dos? (Señala al PADRE CARRASCO) ¡Ese no es cura ni padre ni
na! Reverendo farsante, como mucho…
PADRE CARRASCO.— (Guardándose el resto del bizcocho en la mochila) Pero yo no robo a
nadie…
CASERA.— (A DARÍO y al PADRE CARRASCO) ¡Lleváosla de aquí, muchachos!
CHARO.— (Mientras es arrastrada a la puerta por el PADRE CARRASCO y DARÍO) Yo no
engaño a nadie… ¡es un papel! Consuelo a la gente desesperada. ¡Y lo hubiera logrado de no
haber sido por esos espíritus entrometidos…!

Antes de que saquen a CHARO, entra el FANTASMA por la izquierda y se abre paso a empellones
por entre el resto de personajes, que sueltan un grito —¡El fantasma!—, hasta llegar al escritorio.

ÁFRICA.— (Empujada por el FANTASMA) ¡Eh!

El FANTASMA arranca a teclear en el teclado.

ÁFRICA.— (Como si leyera de la pantalla) «Dejad a Leire tranquila».


CASERA.— Este fantasma quién se cree que es…
DOÑA REMEDIOS.— ¿Quién es?
MADRE DE LEIRE.— Yo no…

38
ROSA.— Igual escribe su nombre…

El PADRE CARRASCO y DARÍO sueltan a CHARO y se lanzan sobre el escritorio. Se lían a


golpes con el teclado.

ÁFRICA.— What the fuck! (Les suelta un tortazo a cada uno que los manda al suelo) ¡Estaba
a punto de llegar a medio millón de viewers!
CASERA.— ¡Ahora ya no sabremos quién es!
DOÑA REMEDIOS.— Un tal Paco…
ÁFRICA.— Gallego…
CASERA.— Dominante…
CHARO.— Muerto…
MADRE DE LEIRE.—¡Ya sé! (Dando una palmada) ¡Franco!
FANTASMA.— ¡Lo que me faltaba ya!
DARÍO.— (Pálido) El caudillo…
PADRE CARRASCO.— (En un pronto inexplicable) ¡Franco, Franco, Franco, Franco,
Franco…! (Como si recobrara la consciencia) ¿Por qué digo Franco?
DARÍO.— (Tras agarrar al PADRE CARRASCO de la camisa, recula hacia la puerta.
Arrepentido) Nosotros… sentimos mucho las molestias… Generalísimo… esperamos que se
recupere pronto y…

El FANTASMA les abre la puerta para que salgan de una vez.

DARÍO.— (Suspira de alivio) Ay, qué susto, general. Pensé que le habíamos perdido…
ROSA.— (Corriendo hacia ellos) ¡Pero que hacéis, idiotas! (Le arranca la mochila al PADRE
CARRASCO) Al final lo tengo que hacer yo todo, ¡todo! ¡Trae! (Saca la Biblia) Hay que reventar
a ese fantasma…
PADRE CARRASCO.— (Mientras ROSA le pega un trago a la petaca) ¡Eh, que eso es mío!
ROSA.— (Le propina patadas en el culo) ¡Cállate, inútil!

ROSA tira de la puerta hasta que la saca del quicio. Entretanto, ÁFRICA la interpela.

ÁFRICA.— ¡Eh, Rosa! ¿Y qué hay de los derechos de los fantasmas?


ROSA.— ¿Derechos? ¿Pero tú has oído quién es este? A este hay que darle boleto,
puerta, vais, vais …¡Que asco!
PADRE CARRASCO.— (Amagando con echarse sobre ROSA) ¡Un poco de respeto!
DARÍO.— (Igual que el PADRE CARRASCO) ¡Que los muertos no se pueden defender!

Sale ROSA cargada con la puerta. Detrás, salen el PADRE CARRASCO y DARÍO.

CASERA.— Sea quien fuere, espero que no siga en mi casa.


ÁFRICA.— (Con un dejo displicente) Tu casa…
JUANMA.— (Entrando por el vano de la puerta, con acento argentino) Si vos querés, hay una
casa en Río de la Plata para vos…

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ÁFRICA.— ¡Juanmita!
CASERA.— ¿No era Gonzalo?
ÁFRICA.— ¿Qué haces aquí?
JUANMA.— (Sin acento) Estaba conectado a tu stream. Oí lo que dijiste de nosotros.
Como dijo Mandrake…
ÁFRICA.— (Con una sonrisa) Di la verdad Juanma… Tú siempre has sido Mandrake,
¿verdad?
JUANMA.— ¿Yo? ¿Por qué?
ÁFRICA.— Porque me conoces, en plan… Me dices lo que necesito escuchar y… te
preocupas por mí…
JUANMA.— Fifí, yo no soy Mandrake…
CASERA.— (Levantando la mano) Yo soy Mandrake.
RESTO.— ¿Tú?
ÁFRICA.— Mamá, no… No tiene sentido…
CASERA.— ¿Por qué no?
ÁFRICA.— Porque no te gusta lo que hago… en plan, no me apoyas. No… no te
caigo bien…
CASERA.— (Sonriendo) ¿Qué no me caes bien? Eres divertida, entusiasta, una buena
compañera… Me caes bien por las mismas razones por las que te quiere este maromo. Porque
eres una buena chica.
ÁFRICA.— ¿Y ahora me lo dices? Toda la vida siendo… insuficiente…
CASERA.— Yo solo quería lo mejor para ti. Que fueras una mujer libre y bien
posicionada. Que no necesitaras de nadie. Ni de lo que nadie te dejase tras su muerte. (Pausa)
He sido dura contigo tanto tiempo… que no he sabido cambiar. Qué pensarías de mí si de
pronto te dijera: todo está bien, sigue así, yo te apoyo… Pensarías que no estoy siendo sincera
contigo. Desconfiarías aún más de mí. Por eso estaba Mandrake. Para ser quien quiero ser
contigo, sin el lastre de tantos años siendo lo que he venido siendo…
ÁFRICA.— (Emocionada, va hacia ella y se funden en un abrazo) ¡Mamá!
CASERA.— ¡África!
JUANMA.— (Uniéndose al abrazo) ¡Suegra!
CASERA.— ¡Gonzalo!
DOÑA REMEDIOS.— (Uniéndose al abrazo) ¡Vecinos!
ÁFRICA, CASERA Y JUANMA.— ¡Doña Remedios!
MADRE DE LEIRE.— (Uniéndose al abrazo) ¡Gente antónima!

CHARO, aprovechando el desconcierto, hace mutis por el vano de la puerta.

FANTASMA.— (Vacilando) ¡Oh, qué diablos!

El FANTASMA se suma al abrazo colectivo. Al cabo, entra LEIRE, con la cara roja e hinchada.
Cruza la casa entre lágrimas, a toda prisa. Abre la puerta de su cuarto y sale de escena. Pasados
unos segundos, ÁFRICA se aproxima a la puerta. Los demás le van a la zaga, como formando una
fila.

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ÁFRICA.— Leire… ¿estás bien?
LEIRE.— Vete, por favor…
ÁFRICA.— (Les hace un gesto a los demás para que se vayan) ¿Necesitas hablar?
LEIRE.— Necesito estar sola…
MADRE DE LEIRE.— Hija…
LEIRE.— ¡Fuera!

JUANMA, la CASERA, DOÑA REMEDIOS, la MADRE DE LEIRE y ÁFRICA salen por la


puerta. Se queda el FANTASMA, que llama a la puerta.

FANTASMA.— Leire, cariño…


LEIRE.— ¡Dejadme en paz!
FANTASMA.— Soy Patricia… (Llama de nuevo) Escúchame, por favor…
LEIRE.— (Después de abrir la puerta con violencia. Mirando en derredor) ¡Ah, claro, el
fantasma! El puto fantasma… En las fiestas siempre se queda ese al que nadie ha invitado.
No sé si me oyes, pero ya está, has ganado. He tenido una tarde de mierda. Mira cómo está
todo: sillas por el suelo, el ordenador roto. (Reparando en la puerta) ¡No hay puerta! Genial…
(Desplomándose sobre el sofá) Y Ernesto… sin aparecer… (Se pone de pie de un salto. Como si acabara
de caer en la cuenta) Oh, joder… Eres Ernesto, ¿verdad?
FANTASMA.— No, hija…
LEIRE.— (Mientras camina y se da golpecitos en la cabeza) ¿Cómo no lo he pensado antes?
Por eso no me lees los mensajes. Por eso no me contestas, claro. (Eufórica) Tú y yo teníamos
una cita… ¡y has venido! Has venido… (Súbitamente triste) a pesar de que estás muerto…
(Llora) Por qué he sido tan estúpida… (Golpeándose la frente con la palma de la mano) ¡Estúpida,
estúpida!
FANTASMA.— ¡Para, Leire!
LEIRE.— ¿Y qué hago yo ahora? (Mira hacia el ventanal, en la cuarta pared) Claro. ¡Claro!
(Camina hacia el ventanal) Si me tiro, volveremos a estar juntos…
FANTASMA.— (Tratando de detenerla sin éxito) ¡No, Leire!
LEIRE.— (Se asoma a la ventana, dispuesta a arrojarse) Juntos para siempre…
PARCA.— ¡Alto!

LEIRE se da media vuelta y descubre a la PARCA, parada en el vano de la puerta. Lleva una
capucha negra, una mano enguantada y, en la otra, una guadaña. La cara maquillada como un
esqueleto.

PARCA.— (Como si picase a la puerta) Toc, toc. ¿Se puede, cielo?


LEIRE.— ¿Quién eres tú?
PARCA.— Bonica mía, ¿no me reconoces? Capucha negra, guadaña al hombro. (LEIRE
niega con la cabeza) Reinona, que esta es fácil.
FANTASMA.— Eres la muerte.
PARCA.— (Entrando) Bingo.
FANTASMA.— (Estupefacta) ¿Puedes oírme?
PARCA.— Pues claro, reina mora, ¿o qué te piensas?

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LEIRE.— Perdona, ¿hablas conmigo?
PARCA.— (Volteándose hacia LEIRE) Ahora sí, corazón.
LEIRE.— ¿Has venido para llevarme con Ernesto?
PARCA.— He venido para evitar que hagas una tontería, tesoro, porque esta
tarambana (tomando al FANTASMA de una oreja) se ha saltado todos los protocolos del más allá
para venir a verte…
FANTASMA.— (Arrastrada por la PARCA de la oreja) Au, au, au… duele, duele…
LEIRE.— ¿Tarambana?
PARCA.— Eso sí… (Ríe) Ha sido un rato divertido. La médium, tu prima, esos
colgados… (Ríe) Estaba súper enganchada al stream de tu amiga. Vamos, que es esto de que
te lías a ver…
LEIRE.— ¿Qué quieres?
PARCA.— Que te bajes de ahí, lo primero.

Reticente, LEIRE da un paso atrás, hacia la escena.

PARCA.— (Al FANTASMA. Señala el sofá) Échame una mano con eso, ricura.

La PARCA y el FANTASMA arrastran el sofá hasta el centro de la escena. LEIRE se deja caer sobre
el sofá. La PARCA y el FANTASMA se sientan una a cada lado.

LEIRE.— (Entre lágrimas) Soy una estúpida. (Golpeándose) ¡Estúpida, estúpida!


FANTASMA.— (Tomándola de las muñecas para evitar que se golpee) Ya vale, Leire…
LEIRE.— (Mirando hacia el Fantasma) Por poco yo… He estado a punto de…

LEIRE rompe a llorar.

PARCA.— (Hacia la izquierda) ¡Remedios! ¡Déjate de espiar!


DOÑA REMEDIOS.— (En off) ¡Perdón! ¡Ya paro!
PARCA.— (A LEIRE) Leire, cariño… No eres estúpida, tan solo… estás viva; te
ilusionas, te desengañas, te enfadas, te vienes arriba y abajo. Te sientes estúpida a veces, pero
forma parte del pack, corazón; de ese pack que resulta ser la parte más interesante de la
existencia. (El FANTASMA asiente) Te lo decimos las dos. (Con la mano enguantada le levanta la
barbilla) ¿Estás mejor?
LEIRE.— No lo sé…
ÁFRICA.— (Asomando la cabeza por la puerta) Hola. Perdón por interrumpir, sorry.
(Entra) Es mi casa también, okay?
PARCA.— ¿Qué pasa, África?
ÁFRICA.— Solo quería decirle a Leire, en plan… (A LEIRE) Que vales mucho. Que
eres una buena amiga…
DOÑA REMEDIOS.— (Entra) Y una buena vecina…
MADRE DE LEIRE.— (Entra) Una buena hija…
CASERA.— (Entra) Una inquilina formal…
JUANMA.— (Entra. Con acento argentino) Un orgullo de hermana…

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ROSA.— (Entra) Una prima envidiable…
CHARO.— (Entra) Una tía lista…
DARÍO.— (Entra) Una tía atractiva…
PADRE CARRASCO.— (Entra, chupándose los dedos) Una repostera… decente…
RESTO DE RECIÉN LLEGADOS.— (Lo corrigen al unísono) ¡Excelente!
LEIRE.— (Cohibida) Yo… no sé qué decir…
PARCA.— ¿Quieres conocer al fantasma que ha montado todo este pitote?
LEIRE.— (Reflexiona) Sí… creo que sí. ¡Sí!
PARCA.— (Al FANTASMA) Ya has oído, reina. Vete al baño y mírate al espejo hasta
que te veas reflejada. Luego, sales.
FANTASMA.— ¿Y ya está?, ¿eso era todo?
PARCA.— Corazón, si hubieras esperado a leerte el manual, no nos habríamos tenido
que ver en estas…
FANTASMA.— (Saliendo por la puerta del baño, a la derecha) Perdón…
PARCA.— Venga, aire. (Al resto) ¿Y vosotros qué?
DOÑA REMEDIOS.— Yo ahora no me voy a ir…
ÁFRICA.— Y a doña Remedios no se la echa más fácil que a un demonio…
PARCA.— (A LEIRE) ¿Tú qué dices, cariño? (LEIRE asiente con la cabeza. Al resto) Pues
nada, sentaos por ahí detrás. (A LEIRE, tomándola de la rodilla con la mano enguantada mientras el
resto toma asiento) ¿Estás lista?
LEIRE.— Sí…

La PARCA da dos palmadas. Luz sobre el sofá. Suena una sintonía tipo «Sorpresa, sorpresa» o
«El diario de Patricia». La PARCA descubre del interior de su hábito negro un micrófono.

PARCA.— (A LEIRE, con el micrófono) Leire, cuando una buena persona va a dejar la
tierra de los vivos, se le da la oportunidad de visitar a alguien una última vez. Ella te ha elegido
a ti. Por favor, demos un caluroso aplauso a… ¡el fantasma!

Entra el FANTASMA sin maquillaje, con los brazos abiertos hacia LEIRE.

FANTASMA.— (Se abrazan) Leire, hija…


DOÑA REMEDIOS.— ¡Lo sabía!
JUANMA.— ¿Quién es?
DOÑA REMEDIOS.— Patricia…
ÁFRICA.— Aaaahh…
CASERA.— ¿Qué Patricia?
DOÑA REMEDIOS.— La madre de Ernesto…
ROSA.— Aaaahh…
PADRE CARRASCO.— ¿Qué Ernesto?
DOÑA REMEDIOS.— El novio de Leire…
CHARO.— Aaaahh…
DARÍO.— ¿Qué Leire?
DOÑA REMEDIOS.— (Señalando a LEIRE) ¡Esa!

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DARÍO.— Aaaahh…
LEIRE.— (Se despega del FANTASMA) Pero, Patri… ¿Esto significa que tú…?
FANTASMA.— Sí, hija, sí…
LEIRE.— ¿Por eso Ernesto no ha venido? Podía haberme dicho que…
FANTASMA.— ¡No, no! Ernesto no sabe… ¡qué va a saber Ernesto! Él nunca llama.
Nunca me visita. Solo cuando le fallaba todo lo demás, él aparecía. (Tomándola de las manos)
Tú y yo, Leire, éramos su telón de fondo. Su plan de contingencia. Y yo porque soy su madre,
pero tú… tan dulce, tan enamorada, tan vital… Después de todo lo que le has dado, él no ha
visto nada. Por eso he venido a ti. Porque él no me habría hecho ningún caso, como siempre.
Y porque no se merece mis últimas palabras. Como tú tampoco te mereces sus continuos
silencios.
LEIRE.— (Vacila) O sea… que crees que… ¿deberíamos… dejarlo…
RESTO.— ¡Sí!
LEIRE.— …por un tiempo?
RESTO.— ¡No!
FANTASMA.— Tú no eres incorpórea, ni incierta, ni fantasmal…
LEIRE.— ¿Y qué?
FANTASMA.— Que nadie puede amar a alguien si no tiene en cuenta que también
existe.
LEIRE.— (Tras una pausa. Decidida) Tienes razón… (El resto aplaude, choca palmas, celebra)
¿Y qué hago?
FANTASMA.— Termina con él.
LEIRE.— (Anonadada) ¿Que me lo cargue?
RESTO.— ¡No!
LEIRE.— (Aliviada) Aah…
FANTASMA.— Que cortes con él.
LEIRE.— ¿Y cómo?, si ni me coge el teléfono…
PARCA.— Yo tengo uno para estos casos. Lo cogen siempre. (Descubre un móvil de la
manga de su hábito) Toma, mi niña. (Al resto) A veces hago bromas con él. (Al móvil, como en
The ring) Seven days. (Ríe mientras se lo da a LEIRE) ¡Nos echamos cada tarde con eso!

LEIRE se levanta y camina hasta el proscenio, con el móvil en la oreja.

MADRE DE LEIRE.— (A la PARCA) Eres la Paca, ¿verdad?


PARCA.— La Parca, con erre. La Muerte, sí. Dime…
MADRE DE LEIRE.— Es que tengo una duda. ¿Me podrías decir cuánto me queda?
PARCA.— (Sacando otro móvil) Deja que miro en Google Calendar.

Tras revisar el móvil, la PARCA le hace un gesto a la MADRE DE LEIRE para que se acerque a
ella y le susurra al oído.

MADRE DE LEIRE.— (Indignada) ¡Tanto!

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Levantan las manos DOÑA REMEDIOS, el PADRE CARRASCO y ÁFRICA. La PARCA les va
pasando el micrófono.

PADRE CARRASCO.— ¿Verdad que existe un Dios único y verdadero, que es todo
bondad, y que nos creó a su imagen y semejanza?
PARCA.— Claro que sí, Carrasco; no hay más que verte…
DOÑA REMEDIOS.— Yo es que te he visto tan hábil con los aparatos…
PARCA.— ¡Ni lo digas! ¡Que no le voy a pasar los contactos al móvil, Remedios!
ÁFRICA.— ¿Puedes hacer que mi canal tenga éxito?
PARCA.— Bonita, que soy la Muerte, no la Virgen de Lourdes…
LEIRE.— (Al móvil) ¿Ernesto? Soy Leire…

Luz sobre LEIRE. El resto, oscuro.

LEIRE.— Sí, esa Leire […] ¡No, escúchame tú! […] Ahora, sí, ahora, porque no va a
haber otro momento […] No te puedo pedir que te importe. Ni que me quieras. Pero sí
puedo decirte que no voy a volver a ti. Que cuando saltes sobre otra chica, no seré yo la
red que espere a que tú caigas. Eso se acabó. (Pausa) Por otro lado, he hablado con tu
madre. Dice que te echa de menos y… creo que… deberías ir a verla […] Adiós.

LEIRE deja caer el brazo. Luz sobre la escena. El FANTASMA da algunos aplausos. Se suma
ÁFRICA, orgullosa. LEIRE se vuelve hacia los demás. Luego la MADRE DE LEIRE, DOÑA
REMEDIOS, la PARCA, y los demás aplauden. En medio del aplauso, entra IÑAKI, con tal
estruendo que provoca el silencio de todos.

IÑAKI.— ¡Ya está! ¡He averiguado la identidad del fantasma!

Los ojos de IÑAKI se topan con los del FANTASMA. Luego, con el resto de personajes, que lo
contemplan como un elemento fuera de lugar.

IÑAKI.— (Sonrojado) Bueno, yo… en realidad… (Descubriendo el tupper en una mano)


Venía a devolveros el túper. Estaba… muy rico… el bizcocho…

IÑAKI sale de escena corriendo. La PARCA se acerca al proscenio. Luz sobre el proscenio. Los
personajes irán apareciendo y desapareciendo según los vaya nombrando.

PARCA.— (Al público) Justo después, desaparecí de aquella casa junto con Patricia,
(entra el FANTASMA) nuestro fantasma, que marchó al otro mundo con la satisfacción de
haberlo dejado todo atado y bien atado. (Sale el FANTASMA y entran ÁFRICA y JUANMA) En cuanto
a ellos, se fueron a vivir juntos, no a Río de la Plata sino a Madrid Río.
JUANMA.— (Acaramelado) ¡Fifí!

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PARCA.— África desarrolló su vocación de periodista en sus distintas redes, dedicadas
a exponer fraudes relacionados con lo ultraterrenal, el misticismo y la magia.
ÁFRICA.— (Se echa en sus brazos) ¡Juanmita!
PARCA.— (Salen ÁFRICA y JUANMA y entra la CASERA) Por su parte, Luisa, la casera, le
bajó el alquiler a Leire…
CASERA.— ¿Cómo dices?
PARCA.— (A la CASERA) Sí, sí, por la cuenta que te trae. Y le harás un contrato por
escrito, guapita, como Dios manda, ¿está claro? (La CASERA asiente) Ahora bien, también la
relación con África mejoró. De hecho, mejoró hasta tal punto que ambas abrieron un canal
de Twich donde jugaban videojuegos tres veces por semana. No las veía mucha gente, pero
lo pasaban bien. (Se va la CASERA y entra DOÑA REMEDIOS) La vecina de al lado, doña
Remedios, después de muchos esfuerzos, al fin logró que alguien le actualizara la agenda del
móvil.
DOÑA REMEDIOS.— (Decepcionada) ¿Y ya está? (La PARCA asiente. Entra CHARO, pero
DOÑA REMEDIOS rehúsa marcharse) Aydiosmíodimivididimicorazón, dime algo más, ¿no?
PARCA.— Si quiere hablo más de usted, pero me callo los chismes de los demás, ¿le
parece? (DOÑA REMEDIOS niega y sale al tiempo que entra CHARO) Charo fue objeto de
demandas, denuncias y querellas después de aquel día. En unos años, dio con los pies en la
cárcel, si bien, al poco tiempo una célebre cadena de televisión la contrató para que condujese
desde su celda un programa de madrugada que obtuvo buenos ratings de audiencia, fruto de
los cuales, pudo pagar su deuda con la sociedad. (Sale CHARO y se dispone a entrar la MADRE
DE LEIRE, pero el PADRE CARRASCO tira de ella y se cuela) La madre de Leire…
PADRE CARRASCO.— De madre, nada. El padre. El padre Carrasco. Yo.
PARCA.— Está bien. El padre Carrasco… se ofició finalmente como cura. En pocos
años, alcanzó el rango de diácono… (El PADRE CARRASCO le hace gestos con las manos, exigiendo
más) ¿De arzobispo?, ¿cardenal…? ¡Papa de la Iglesia!
PADRE CARRASCO.— (Con un gesto triunfal) ¡Suuuuuuuuuuu!

El PADRE CARRASCO corre hacia la PARCA y le choca la mano no enguantada, que la PARCA
le tiende por encima de la cabeza. Acto seguido, el PADRE CARRASCO cae fulminado. La PARCA
extrae de la manga una hoja y una pluma y tacha sobre ella.

PARCA.— (Tachando) Ca-rras-co. Bien. Que pase el siguiente. (Entra la MADRE DE


LEIRE) En cuanto a ella, aparcó sus miedos y vivió sin preocupaciones largos años.
MADRE DE LEIRE.— (Yéndose con pesadumbre) Ay, qué pena, dios mío…
PARCA.— (Entra DARÍO) En lo que respecta a Darío, cerró Desespektra y se hizo
agente inmobiliario. (Le lanzan una americana negra y una corbata verde, que se pone por encima de la
camiseta) Se casó con Rosa.
ROSA.— (Entra, colérica) ¡Cómo!
DARÍO.— ¡Con esta! (Junto con ROSA) ¡Eso no puede estar bien!
PARCA.— ¡Que sí! Que os queréis mucho y patatín y patatán. Tuvisteis muchos hijos.
ROSA.— ¿Hijos? ¡Ni de coña!
PARCA.— Y, ya de viejitos, juntitos, os fui a buscar y los dos, satisfechos, moristeis…
DARÍO.— ¿Morirme? ¡Ni de coña!

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Salen DARÍO y ROSA, cada uno por un lado. Entra LEIRE. Entretanto, la PARCA le abre la
mochila al PADRE CARRASCO y se sirve un pedazo de bizcocho.

PARCA.— Y, por último, Leire, mi reina, ¿qué quieres que te cuente?


LEIRE.— (Encogiéndose de hombros) No sé…
PARCA.— (Comiendo, con deleite) Puedo decirte que te ilusionaste, que te desengañaste,
te enfadaste, te viniste arriba y abajo. Que lloraste, reíste, amaste, viajaste, leíste, bailaste. Te
sentiste estúpida a veces, pero pudiste vivir con ello. (Al público) Hay que vivir con ello. Al fin
y al cabo, es lo que hacéis quienes vivís. Ah, y aunque es posible que los fantasmas no sean
de verdad, la gente sí que existe, así que no seáis capullos: comunicaos bien y no cojáis un
trozo de bizcocho si no os han ofrecido primero. Volveremos a vernos, corazones.

La PARCA lanza un beso al público. Oscuro. Cae el TELÓN.

15/11/23
Antonio M. Costa

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