Historia de La Constitución de La Psicología Educacional

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Historia de la constitución de la Psicología educacional.

Ficha de cátedra. Año 2023


Prof. Psi. Fátima Fontivero

Gil Moreno (2019), citando a César Coll Salvador (1988), dirá que fue preocupación
de filósofos y pedagogos religiosos encontrar respuestas al interrogante ¿cómo se
aprende?, con el propósito de brindar orientaciones prácticas a la enseñanza. Con los
aportes de la filosofía naturalista que consideraba que al niño hay que dejarlo que aprenda
libremente en contacto con el entorno. Gozando de una capacidad innata de curiosidad
desarrollará por la acción el conocimiento de las cosas (Claparede, Rousseau, etc.). Este
periodo de pensamiento pre-fundacional se lo conoce como el Primer Momento Epistémico
de la Psicología Educacional: la Perspectiva Filosófica-Naturalista.
Cuando en el siglo XIX la psicología se separa de la filosofía y comienza a constituirse
como ciencia experimental, extrapolando el método de las ciencias naturales para el estudio
de la conducta humana, se estudió el desarrollo como el aprendizaje desde una mirada
psicométrica. Es este el Segundo Momento Epistémico de la Psicología Educacional: El
Enfoque Psicométrico. En este sentido, el test de Inteligencia Binet-Simon serviría para
predecir el rendimiento escolar y explicar su fracaso. También en el área de la psicología,
se
llevaron adelante investigaciones experimentales en laboratorios en la búsqueda de
postulados universales y leyes generales acerca del desarrollo infantil y el aprendizaje
dando lugar al surgimiento de diversas teorías psicológicas (Conductismo, Neoconductismo,
Gestalt, Cognitiva, Psicoanálisis etc.), que se transfirieron directamente al campo de la
educación.
Hasta la década del ́50 se creía que esta psicología aplicada ayudaría a resolver los
problemas educativos. Será en la década del ́70 que este enfoque de la psicología entrará
en crisis al mostrarse insuficiente para resolver y contestar sobre las distintas problemáticas
que empiezan a emerger y que ponen en duda el concepto de educabilidad, fracaso
escolar, entre otros términos. Se critica fundamentalmente que no tuvo en cuenta lo
histórico y social que hace al sujeto, como a su aprendizaje. No podía seguir sosteniéndose
que las problemáticas y dificultades de aprendizaje se deban a una cuestión individual. Para
este Tercer Momento Eistémico la Psicología Educacional se nutre del Paradigma de la
Complejidad. Edgar Morín sostenía que no se podía conocer el todo sin conocer las partes,
y viceversa. La complejidad será considerada un rasgo de la realidad, por lo cual hay que
poder apreciar las cosas del mundo y sus relaciones con una mirada panorámica y
sistémica. Propone religar, contextualizar y globalizar el conocimiento reconociendo lo
singular y concreto en determinado contexto socio-cultural. Es el periodo de crisis del
Aplicacionismo en Psicología.
Durante el cursado veremos que este recorrido histórico como epistemológico es
coincidente con lo planteado tanto con Maldonado (2006) y Roselli (2015) quienes
establecen esos cambios también relacionados con cambios políticos y sociales, no solo en
el mundo, sino también en nuestro país.
Según Roselli (2016) debemos partir de la constitución de la Psicología en sí en Occidente,
la cual surge como disciplina autónoma de la mano del amplio movimiento positivista que
dominó el pensamiento occidental en la segunda mitad del siglo XIX. El Positivismo es una
filosofía que tiene como representante a Augusto Comte, quien establecía las reglas del
conocimiento científico: ha de ser racional, empírico, verificable y falible, y por sobre todo,
neutro. En Argentina la corriente positivista tuvo amplia difusión, tanto en psicología como
en pedagogía; Horacio Piñero, José Ingenieros, Víctor Mercante, Rodolfo Senet, son
algunas de esas figuras pioneras (Roselli, 1994). Dicha corriente de pensamiento coexistió
integradamente con el ideario normalista de educación pública y laica impulsado por
Sarmiento y sostenido por la generación del 80, como instrumento “civilizador” y de
progreso social y económico. Era el triunfo de la ilustración sobre la ignorancia y el
oscurantismo. La psicología no sólo contribuyó a la educación con las leyes regulatorias de
los procesos psíquicos y del desarrollo, también aportó los instrumentos psicométricos para
medir objetivamente la inteligencia y las capacidades. Los gabinetes de medición
psicológica y de orientación vocacional marcaron todo un hito en la época. Tras este
periodo, adviene un segundo periodo, de corte Fenomenológico y Gestaltista. Esto es
coincidente con lo enunciado en el Documento Ministerial “Psicología Educacional” (2011)
donde encontramos los aportes de esta corriente. La Gestalt rechaza los principios del
asociacionismo y concibe que la unidad mínima de análisis sea la estructura o globalidad.
Wolfgang Köhler y Kurt Koffka son sus principales representantes. Estos autores
propusieron fundar una psicología con bases experimentales que tomara al objeto como
totalidad. En relación con el aprendizaje, sostuvieron que se produce a menudo en forma
súbita y no por ensayo y error como sostenían los conductistas. Para describir este proceso
recurrieron al término insight. Este tipo de aprendizaje posee mayores posibilidades de
resistir al olvido y de ser transferido a otra situación. La persona ve toda la situación bajo un
nuevo aspecto, aspecto que incluye la comprensión de las relaciones lógicas o la
percepción de las conexiones entre medios y fines.
Volviendo a Roselli (2016) dirá que en los años ’50 irrumpió el psicoanálisis constituyéndose
en la corriente teórica prevaleciente. Las carreras de psicología, que se fueron creando en
todo el país, lo hicieron con esta impronta. El psicoanálisis tiñó también el rol profesional del
psicólogo en las escuelas, que direccionó su acción hacia los aspectos psicodinámicos del
proceso educativo. El psicólogo actuaba en las escuelas con el modelo de terapeuta-
paciente, lo cual generó no pocas resistencias y actitudes psicofóbicas de parte de las
instituciones escolares.
Siguiendo con este autor, en los años ’60 llegarían los aportes de la Psicogénesis de J.
Piaget, lo cual es también consistente con lo que nos muestra el documento Psicología
Educacional (2011) que enuncia que Piaget sustituyó la pregunta metafísica: ¿qué es el
conocimiento? por una pregunta que pudiera ser verificable: ¿cómo se pasa de un estado
de menor a uno de mayor conocimiento? Para responder a ella, recurrió a la historia de la
ciencia y la psicología de su época, pero, al no hallar en esta lo que necesitaba, decidió
incursionar por un breve tiempo. Concluyó que ni la maduración (como proceso de
“interioridad”) ni la educación (como espacio de eficacia exterior) pueden ser tomadas como
factores únicos en este proceso. Consideraba que si bien la experiencia juega un papel
determinante, el conocimiento no se debía a ella únicamente, en tanto exige una estructura
lógica. Por lo tanto, a la pregunta de si son los hechos los que se imponen a la razón o
viceversa, respondió que se trata de una relación dialéctica entre el sujeto y el objeto, donde
ambos se modifican mutuamente.
Retomando a Roselli (2016) es necesario tener en cuenta que se trató de una traslación
directa de una teoría psicológica al campo de la enseñanza, por lo cual se se trató de un
Piaget esquemático y desfigurado, donde la enseñanza de contenidos aparecía
desvalorizada frente al desarrollo de las funciones operatorias y el autoaprendizaje.
En los 60 comenzó a introducirse un gran cambio de paradigma, que se continuó en los 70,
de la mano de la fuerte influencia teórica marxista, sin olvidar los movimientos sociopolíticos
del momento que se extendieron por toda América Latina, y más allá (Guzzo, Mezzalira,
Gomez Moreira, Pondian Tizzei & Faria Silva, 2010). El psicólogo de la educación pasó a
tener un rol ideológicamente comprometido y con posición política clara, con la denuncia de
los mecanismos simbólicos de opresión y legitimadores de la injusticia social.
Las ideas de Paulo Freire convergieron con el análisis institucional de Lapassade, Loureau,
Hamelin y la crítica al reproduccionismo educativo de Bourdieu-Passeron, además de una
derivación neo-marxista del psicoanálisis que desafió a la ortodoxia freudiana, formando un
frente ideológico crítico de la macroestructura socio-económica capitalista de dominación.
A partir de los ’90 en especial, encontramos el avance el Neoliberalismo, El aumento de la
oferta privada de los servicios educativos, el crecimiento de los posgrados y, muy
especialmente, el control de la calidad de la educación como intención declarada, fueron
algunos de los rasgos de este período. A la base estaba una ideología eficientista de la
educación, entendida como capital individual. El objetivo de modernización del sistema llevó
a encarar una gran reforma educativa. La gran ideología de estas reformas fue la
desrelación, el aggiornamiento curricular y el constructivismo pedagógico, pero en los
hechos no hubo cambios auténticos, asumidos por los actores en la acción y no sólo en la
declaración.
En lo referente al psicólogo de la educación, se le requirió un rol de apuntalamiento de la
invocada modernización, tanto en los aspectos organizacionales, como curriculares y
didácticos. En este último aspecto se le requirió bajar a la enseñanza los cada vez más
ricos desarrollos de la psicología cognitiva (sobre todo los asociados al fuerte revival
vygotskiano).
A partir de la crisis del modelo económico neo-liberal, se inició en la primera década del
presente siglo, con respecto a la educación, una situación un tanto híbrida, que aún no
termina de adquirir una identidad definida. Esto también ocurre con el rol del psicólogo en
dicho campo, el psicólogo de la educación define cada vez más una identidad más amplia
que la del psicólogo escolar, correspondiendo a la distinción entre educación e instrucción
(Monereo, 2011).
Es cierto que hay todavía un estereotipo que asigna al psicólogo una función clínica
individual, pero su profesionalidad debería direccionarse sobre todo a participar activamente
en los planes y proyectos institucionales, y orientando tanto los procesos de enseñanza,
como los propiamente institucionales y comunitarios. Esto implica la capacidad de
participación e interacción con los docentes, directivos, alumnos y padres.
Las exigencias actuales del psicólogo de la educación demandan un enfoque
socioconstructivista de la acción educativa, que implica una visión sistémica e interactiva de
la misma (Martín Ortega, 2011). Cualquier fenómeno educativo es siempre el resultado de
la concurrencia de múltiples factores y toda intervención mejoradora debe apuntar a
producir cambios estructurales en los sistemas de relación, generando estructuras virtuosas
y no viciosas.
Como vimos a lo largo de este recorrido con los autores mencionados, la Psicología
Educacional pasó por distintos enfoques o momentos epistémicos, donde la
conceptualización de aprendizaje fue determinante para justificar las prácticas educativas, y
en especial el rol del psicólogo educacional. Pero lejos de pensar que son momentos que
pasaron, hay que verlos como legados y herencias que perduran en la formación y praxis
educativa.

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