El Sustantivo. Los Morfemas de Genero y Numero Haacch

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María Luisa Montero Curiel

El sustantivo:
los morfemas de género y número

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María Luisa Montero Curiel
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ISBN: 978-84-9822-312-5

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THESAURUS: sustantivo, adjetivo, género gramatical, número gramatical

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El adjetivo: clases y usos
Los pronombres: clases y usos;
Oraciones subordinadas sustantivas

RESUMEN:
El propósito de este tema es el estudio del sustantivo, a partir de su definición,
ligada históricamente a la del adjetivo, su forma, en la que se estudiarán las variaciones
de género y número y su vinculación con el artículo, su clasificación en nombres
comunes (contables, no contables, individuales, colectivos, concretos y abstractos) y
nombres propios (antropónimos y topónimos) y, por último, se analizará la función del
sustantivo como núcleo del sintagma nominal. Se verá el sustantivo como una clase de
palabra fundamental en el conjunto oracional.

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1. El concepto de sustantivo

Para la explicación de esta clase de palabras existen algunas definiciones


representativas que han tenido gran trascendencia en el devenir de este concepto. A
continuación se ofrece una síntesis de algunas de ellas, desde los autores griegos y
latinos hasta la actualidad (J.M. González Calvo,1998: 107-119).

Los clásicos ofrecían una definición amplia, procedente del gramático Dionisio, y
decían que el sustantivo es una parte de la oración con caso pero sin tiempo y que
significa cosa corporal e incorporal y añadían la posibilidad de que fuera común o propio,
definición en la que puede intuirse incluso una primera clasificación; desde el punto de
vista lógico, se consideró el sustantivo como la palabra que expresa ‘sustancia’, frente al
adjetivo, por ejemplo, que indica ‘cualidad’. Para otros autores posteriores el sustantivo
es sustancia incidente en sí misma, y así palabras como tierra o blancura solo se pueden
aplicar a sí mismas, en ese sentido son formas “cerradas”; en cambio, adjetivos como
terregoso o blanco serían formas “abiertas”, pues son aplicables a otros elementos
diferentes, inciden sobre otros elementos: aspecto terregoso o camisa blanca.

Desde una perspectiva formal se ha considerado que el sustantivo es determinante


formal de sí mismo, en tanto en cuanto si hay un sintagma nominal como "el coche rojo y
deportivo", el sustantivo coche es el que va a imponer las formas a los demás elementos
con los que concuerda. El sustantivo será masculino o femenino, singular o plural, pero
todas las demás palabras que pueden acompañarlo van a tener una determinación
formal impuesta por él.

Para otros autores lo fundamental del sustantivo es que puede poseer accidentes
de derivación: aumentativos y diminutivos, de los que no se ven libres, sin embargo,
otros tipos de palabras, como el adjetivo: perro > perrito > perrazo.

Desde el punto de vista sintáctico, el lingüista danés Jespersen dijo que el


sustantivo es un término de tipo o rango primario, por tener una función básica en el
conjunto oracional, pues junto con el verbo el sustantivo es palabra principal. Y en la
misma línea gramáticos como Andrés Bello consideraron que es la palabra esencial del

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sujeto, y posteriormente Emilio Alarcos amplió esta noción y afirmó en su Gramática


(1994: § 67) que “Es sustantivo toda palabra capaz de cumplir en los enunciados
llamados ‘oraciones’ la función de sujeto explícito (por ejemplo, Sale humo, Pasan
coches) o la de objeto directo (por ejemplo, Hay humo, Había coches) sin necesidad de
ningún otro elemento".

Como puede apreciarse, se han aportado diferentes definiciones del concepto,


según dominen en ellas los planos lógico, formal, semántico o sintáctico, pero todas ellas
pueden resumirse en la consideración del sustantivo como una clase de palabra que
posee los morfemas de género y número y los impone a las otras palabras con las que
se combina; además, desde el punto de vista semántico y funcional es el núcleo del
sintagma nominal en el que se incluye, y por lo tanto, es palabra fundamental en el
conjunto oracional. En cuanto a su significado, hoy día no se puede mantener la
afirmación tradicional de que indica sólo ‘sustancia’, pues una forma como carrera no
significa sustancia, sino que es un sustantivo que indica fundamentalmente ‘acción’.

1.1. El nomen: relación entre el sustantivo y el adjetivo

El concepto del sustantivo ha estado vinculado históricamente al del adjetivo, pues


en la tradición gramatical se estudiaban como una misma clase de palabras, bajo la
etiqueta de nomen (nombre). La separación del estudio de ambas categorías, aunque
comenzó a establecerse en la Edad Media, no se generaliza hasta el siglo XVIII, momento
a partir del cual se habla de nombre sustantivo y nombre adjetivo para diferenciar ambas
partes del discurso; precisamente en 1870 la Gramática de la Real Academia Española
acepta abiertamente las dos categorías y, aunque con algunos planteamientos
contradictorios o ambiguos entre ciertos gramáticos posteriores, ese planteamiento es el
que mantienen las gramáticas hasta la actualidad.

La unión en el estudio de las dos clases de palabras no era fortuita, pues son
elementos que comparten rasgos y funciones, entre ellos la flexión de género, número y
caso (en las lenguas que lo tengan), la frecuencia con la que aparecen juntos en un
sintagma nominal, la capacidad de admitir morfemas derivativos (aumentativos,
diminutivos) o las múltiples relaciones semánticas; además, las diferencias entre

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sustantivos y adjetivos –que existen– en ciertos contextos no están del todo claras,
aunque es posible afirmar hoy sin reservas que son dos clases diferentes de palabras.
Entre las múltiples divergencias que permiten hablar de dos clases léxicas distintas se
han destacado las siguientes (están muy bien expuestas en Ignacio Bosque, 1999: 58-
70):
a) mientras que el sustantivo puede aparecer y subsistir por sí solo, el adjetivo no
puede hacerlo, pues es de naturaleza dependiente,

b) aunque los dos tienen morfema de género y de número, la naturaleza de tales


morfemas es diversa, pues el sustantivo los tiene en sí mismo mientras que al adjetivo le
vienen impuestos por necesidades de la concordancia,

c) desde el punto de vista formal, el sustantivo es el único de las dos clases que
admite al artículo indefinido (un periódico pero no *un excelente); por el contrario, el
adjetivo es entre los dos el único que admite el artículo lo (lo bueno pero no *lo reloj),

d) en las construcciones absolutas solo los adjetivos suelen formar predicados


externos (Contento y feliz, se fue de vacaciones con su novia).

2. La estructura del sustantivo

La tradición gramatical ha hablado de una parte fundamental en el sustantivo, que


es el LEXEMA O RAÍZ, más unos FORMANTES CONSTITUTIVOS u obligatorios, que marcan las
diferencias de género y número, y unos FORMANTES FACULTATIVOS que, como su nombre
indica, pueden o no aparecer, y que son los afijos. Se ofrecen los siguientes modelos:

Lexema o raíz Niñ-

SUSTANTIVO Morfemas constitutivos de -o / -s


niños género y número
(Morfemas facultativos) -Ø

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Lexema o raíz Niñ-

SUSANTIVO Morfemas constitutivos de -o / -s


niñatos género y número
(Morfemas facultativos, en -at-os
este caso sufijo)

2.1. El morfema de género

El género gramatical es un accidente o morfema que caracteriza a sustantivos,


adjetivos, artículos y a ciertos pronombres, dotándoles de una de las posibilidades
combinatorias que se conocen como femenino y masculino, las cuales, mediante la
concordancia, permiten la manifestación explícita de ciertas relaciones entre las
unidades o palabras del enunciado. Al mismo tiempo, el género en algunos casos
puede servir para aportar información referida al sexo, tamaño, etc. de las realidades
designadas.

Todo sustantivo posee el morfema de género, además es el primero que se le


añade. En castellano existen dos géneros (en otras lenguas se da también el género
neutro): masculino y femenino, que vienen determinados por cuestiones etimológicas,
por motivos y reglas internos de la lengua o, en los sustantivos sexuados –y no en
todos–, por razón sexual. No hay otros motivos que expliquen por qué pizarra es
femenina y encerado es masculina, es decir, no hay signos de masculinidad o feminidad
en estas palabras; por ello, es muy importante no confundir género con sexo, el género lo
tienen todas las palabras, mientras que el sexo es una característica interna que tienen
algunos de los seres animados. Además, el sustantivo es inmóvil en cuanto al género: o
es masculino o es femenino y no puede cambiarse una vez que se constituye. Del mismo
modo, se ha dicho que el género en español es una categoría sintáctica que clasifica en
masculinos y femeninos según el fenómeno de la concordancia.

El masculino y el femenino no tienen la misma consideración en castellano. El


primero abarca y engloba al segundo mientras que el femenino nunca engloba al
masculino, por eso se dice que el masculino es el término no marcado o negativo (-)
mientras que el femenino es el término marcado o positivo (+):

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(1) El hombre es mortal (masculino que abarca al femenino mujer)


(2) Llegaron muchos señores (= señoras y señores), en cambio
(3) Llegaron muchas señoras (= solamente señoras)

El género en español se realiza, como norma general, mediante diferentes


alomorfos:
a) Masculino: -o, -e, -Ø
b) Femenino: -a

2.1.1. Clasificación del sustantivo según el género

Existen numerosas manifestaciones del género en español que, a veces, llevan


implícitas diferenciaciones que van más allá de la oposición masculino / femenino, e
incluso pueden aparejar diversidad de tamaño, divergencias entre árbol y fruto, entre
instrumento y usuario, pluralidad por cuestiones dialectales, e incluso diferencias
significativas muy marcadas. Ello hace que se pueda establecer una primera clasificación
del sustantivo atendiendo a su género.

2.1.1.1. Género “por moción”: diferencias -o / -a, -e / a, -Ø / -a

Mayoritariamente, la distinción entre masculino y femenino viene dada por la


oposición -o / -a, lo que tradicionalmente se ha conocido como diferencia “por moción”;
ejemplos de este modelo son: perro / perra, gato / gata, niño / niña, como nombres
masculinos / femeninos y a la vez sexuados y otros ejemplos en este grupo son libro,
cuadro y vaso, masculinos en –o no sexuados y los femeninos silla, mesa o lámpara,
como femeninos en –a no sexuados.

Sin embargo, no puede afirmarse que esas expresiones vocálicas estén siempre
asociadas a un género determinado: radio, mano, dinamo, moto o foto son formas
masculinas, mientras que otras como día, clima, mapa, fantasma, poeta, fonema o
programa son masculinas a pesar de la terminación -a.

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También por moción se explican las diferencias entre parejas del tipo monje /
monja, jefe / jefa, sirviente / sirvienta o infante / infanta, en los que la oposición
morfemática es –e / -a.

Por último, en este primer grupo se incluyen los sustantivos cuya oposición
genérica se expresa en -Ø / -a, del tipo doctor / doctora, león / leona, conductor /
conductora o profesor / profesora, en los que, como puede apreciarse, el masculino
termina en consonante y el femenino añade una –a. En este grupo domina el sufijo –tor.

2.1.1.2. Género femenino por modificación del significante masculino

Otras veces, el femenino se manifiesta incrementando o modificando la


secuencia fónica del significante asociado con el masculino; la gramática considera las
formas femeninas como formas cultas: rey / reyna, abad / abadesa, poeta / poetisa,
príncipe / princesa, emperador / emperatriz, gallo / gallina, etc.

2.1.1.3. Heterónimos

La gramática tradicional ha hablado de heteronimia para referirse a la


diferencia masculino / femenino mediante la oposición de lexemas y no de marcas
morfemáticas; es decir, no se modifica un lexema para hacer el femenino sino que
éste se consigue mediante lexemas distintos; aunque no es un grupo especialmente
productivo, pueden verse ejemplos como padre / madre, yerno / nuera, caballo /
yegua, toro / vaca, etc.

2.1.1.4. Sustantivos comunes en cuanto al género

En otras ocasiones, la discriminación entre los géneros no se produce por


algún morfema específico añadido al lexema, sino gracias al cambio del artículo, sería
en este caso “por moción del artículo”. Así sucede en formas como el artista / la
artista, el suicida / la suicida, el testigo / la testigo, el oculista / la oculista, el dentista /
la dentista, etc.

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2.1.1.5. Sustantivos de género ambiguo

También se puede hablar del denominado "género ambiguo" que se registra en


palabras que tienen la peculiaridad de poder llevar los dos géneros sin diferencias
semántica entre ellos: el mar / la mar, el calor / la calor, el azúcar / la azúcar, el linde /
la linde, el interrogante / la interrogante, entre otros. Sin embargo, aunque las dos
formas son correctas, existe una tendencia generalizada a usar más una que otra,
normalmente por factores regionales o dialectales.

2.1.1.6. Sustantivos epicenos

Epiceno es el calificativo que se aplica a un grupo de nombres, referidos en su


mayoría a animales, que no marcan el sexo de ninguna forma, sino que utilizan la
misma palabra, el mismo artículo y las mismas concordancias para masculino y para
femenino; en ellos la única manera posible de establecer las diferencias es añadiendo
“macho” o “hembra” después del sustantivo; son formas como escarabajo, insecto,
pulga, perdiz, serpiente, etc.

2.1.1.7. Sustantivos de género dimensional

En sustantivos que tienen significante léxico idéntico, las diferencias que


establece el género pueden aludir a otros aspectos de la realidad ajenos a la
diversidad sexual, se han denominado palabras con "género dimensional", pues el
cambio de masculino a femenino lleva aparejado un cambio en la dimensión o en la
forma del objeto designado: huerto / huerta (más pequeño el masculino que el
femenino, en este caso), río / ría (más grande el masculino que el femenino, en éste),
jarro / jarra, cesto / cesta, cubo /cuba, etc.

2.1.1.8. Diferencias entre “usuario e instrumento”

En otras ocasiones la oposición de género marca la diferencia entre usuario e


instrumento: el trompeta / la trompeta, el espada / la espada, el batería / la batería, el
guía / la guía; como se aprecia, son todo masculinos en –a que toman el artículo para

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indicar “que es ejecutante de...”, mientras que al cambiar a femenino el nombre


adquiere el valor del objeto o instrumento “ejecutado”.

2.1.1.9. Diferencias entre “árbol y fruto”

La distinción entre árbol y fruto también se realiza a través del morfema de


género; es un caso especial de moción en el que puede decirse que interviene la
metonimia para establecer los significados, de manera que el masculino se refiere al
árbol y el femenino al fruto: cerezo / cereza, manzano / manzana, naranjo / naranja,
ciruelo / ciruela, castaño / castaña, etc.

2.1.1.10. Significados distintos para masculino y femenino

Existen en español unos vocablos en los que la diferenciación morfémica va


más allá de distinguir entre masculino y femenino, pues va referida a significados
totalmente diversos: cuadro / cuadra, punto / punta, suelo / suela, velo / vela, tallo /
talla, entre los que la única relación es que los lexemas son homófonos.

Junto a ellos pueden estudiarse otros sustantivos que sólo con el cambio de
género establecido por el artículo son capaces de significar realidades diferentes: el
frente / la frente, el corte / la corte, el orden / la orden, el cometa / la cometa, el coma /
la coma, el parte / la parte, etc.

Por último conviene llamar la atención sobre la polémica actual provocada en


el tema del género por la aparición en el sistema de formas como médica, aprendiza,
abogada, bombera o jueza..., con brotes en ocasiones de un feminismo o un machismo
extremos que han llevado al uso generalizado –pero sin base gramatical– en algunos
ámbitos del símbolo @ como alomorfo de los dos géneros al mismo tiempo (González
Calvo,1998: 393-398).

2.2. El morfema de número

El número es el segundo morfema que se añade al sustantivo para indicar la

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diferencia entre la unidad y la pluralidad. En líneas generales plantea menos


complejidades que el género, pues su sistema coherente afecta por igual a todos los
sustantivos. Se manifiesta en español con una diferencia entre singular y plural. Al igual
que el género, el número también presenta una oposición de marca: el singular es el
término no marcado de la oposición [-] porque puede abarcar al plural, mientras que el
plural es el término marcado de la oposición [+]: en una frase como "El hombre es un
lobo para el hombre" el sustantivo singular se refiere a ‘todos los hombres’, es decir, a la
pluralidad.

La expresión del número en español se hace mediante morfemas en el plural y


mediante la ausencia de morfemas en el singular:

a) Singular: -Ø → casa, papel, crisis


b) Plural: -s, -es, -Ø → casa-s, papel-es, crisis

Puede apreciarse que el morfema de plural se materializa con diversos


alomorfos, impuestos por la estructura fonológica del singular: –s cuando la palabra
termina en vocal y –es cuando termina en consonante o vocal átona y con el llamado
“morfema cero” o ausencia de morfema en algunos vocablos castellanos (que
terminan en –s y no son palabras agudas, como atlas, dosis, virus, lunes, martes...).
Puede verse con más detalle y algunos ejemplos:

a) Cuando el significante del singular acaba en FONEMA CONSONÁNTICO


(excepto los casos que acaban de citarse con ausencia de morfema) el plural adopta
la terminación -es: abad > abad-es, matiz > matic-es, cónsul > cónsul-es, examen >
exámen-es, reloj > reloj-es, etc. En algunos ejemplos de este grupo puede ocurrir que
el acento se desplace con respecto al singular: carácter > caracteres, régimen >
regÍmenes, etc.

b) Cuando el significante del singular acaba en fonema vocálico ÁTONO, entonces


se agrega para el plural una -S: manzana > manzanas, perro > perro-s, mano > mano-s,
libro > libro-s, escuela > escuela-s, etc.

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c) Si el significante en singular acaba en vocal TÓNICA entonces la formación del


plural es diferente, pues alterna entre –s y -es: café > café-s, menú > menú-s, alhelí >
alhelí-es, sofá > sofá-s (pueden recordarse aquí los vulgarismos sofases, sofales que se
forman precisamente por la vacilación numérica de este tipo de formas)

d) Los sustantivos singulares terminados en DIPTONGO TÓNICO adoptaban en sus


orígenes para el plural la terminación -s (buey-s, ley-s, rey-s, formas que aunque hoy
suenen extrañas se dieron en una época) pero actualmente se ha consolidado por
completo la terminación en -es propia de las formas terminadas en consonante: bueyes,
leyes, reyes, virreyes... En palabras relativamente recientes o que se sienten como
extranjerismos, rivalizan las dos soluciones aunque puede constatarse que a favor de la
solución con -s: jersey-s, convoy-s, etc.

No puede afirmarse que en español actual exista el número dual, es decir, el


número gramatical que expresa la noción de 'dos' y que era normal en indoeuropeo
(sánscrito, persa antiguo, lituano, antiguo eslavo, esloveno, etc.) e incluso en latín. Lo
que sí puede rastrearse en castellano son algunas formas como pantalones, tijeras,
tenazas, pinzas o alicates que tienen contenidos duales, pues se refieren a objetos con
dos partes simétricas, pero no tienen número dual.

Otro aspecto relacionado con el número permite hablar de dos conceptos distintos
pero complementarios: singularia tantum, expresión latina para referirse a aquellos
sustantivos que solo admiten el singular, como la tez, el caos, el cariz, la salud o la sed; y
pluralia tantum, que alude a aquellos nombres que solo admiten el plural, como los
víveres, los comestibles o los enseres.

También relacionado con el número están algunos casos de los denominados


“singulares regresivos”, que son nombres como efeméride o metrópoli, creados
erróneamente al interpretar que la –s etimológica que les pertenece en singular
(efemérides y metrópolis es lo correcto) es el morfema de plural. Un ejemplo inverso ha
ocurrido con la palabra italiana spaghetti que al español ha sido trasladada como
espaguetis, cuando en italiano el morfema –i es ya plural, pero en español la forma
espagueti se siente como singular; sería un “plural regresivo”.

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En ocasiones, la diferencia singular / plural no establece la relación uno / varios,


sino que se refiere a realidades distintas, se trata de palabras distintas semánticamente,
aunque en el significante coincidan: el celo / los celos, el resto (residuos) / los restos
(restos mortales), esposa (mujer) / esposas ("cadenas" para los reos), etc.

Otras veces, sin embargo, es posible utilizar indistintamente la palabra en


singular y en plural, sin que el significado varíe, simplemente a veces se nota un matiz
expresivo: la muralla / las murallas, la escalera / las escaleras, el intestino / los intestinos,
la entraña / las entrañas, etc.

2.3. El morfema de artículo: la teoría de Emilio Alarcos

El artículo es una forma compleja y enormemente debatida y analizada en


castellano. En líneas generales puede definirse —según lo hizo Lázaro Carreter en su
Diccionario de Términos Filológicos— como “palabra accesoria que se antepone al
sustantivo, para mostrarlo como signo de un objeto determinado (el libro) o de un objeto
indeterminado (un libro) (...) Gramaticalmente, el artículo es un morfema exclusivo del
sustantivo, que expresa el género y el número del mismo”. Esta última idea fue
desarrollada por Emilio Alarcos (1994: 66-68), quien consideró que el denominado
artículo “definido o determinado” (es decir, las formas el, la, lo, los, las), como unidad
átona y dependiente, no es una palabra, sino un MORFEMA, que, “aunque precede en la
secuencia al sustantivo y en la escritura se mantiene separado por un blanco, al revés de
los signos que manifiestan género y número, que se posponen y se juntan, es también
como estos un accidente del sustantivo” y que además se opone al morfema Ø: "Gritan
niños" / "Gritan los niños" (Ø / los). La presencia de la concordancia del sustantivo con el
artículo y los morfemas de género y número une a estos tres elementos:

el > -o (el niño) los > -os (los niños)


la > -a (la niña) las > -as (las niñas)

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3. Clasificación del sustantivo

Se han dado diversas clasificaciones del sustantivo. La primera de ellas y la más


manejada ha sido la que diferencia entre nombre común y nombre propio. Pero aparte de
esa, también el sustantivo se ha catalogado de acuerdo con denominaciones como
nombre concreto, abstracto, continuo, discontinuo, contable, no contable, individual y
colectivo, entre otras.

3.1. Nombre común y nombre propio

La Gramática tradicional consideró que el nombre común valía para decir de un


objeto, animal o persona “¿qué es?”, mientras que el nombre propio para decir “¿cómo
se llama?” También consideró que el nombre propio se refiere a un individuo o cosa
individual y el nombre común se refería a muchas cosas. Sin embargo, teorías
posteriores se oponen a esta idea o, al menos, la ponen en entredicho: Stuart Mill señaló
que no puede aceptarse que el nombre propio señale individualidad y el común
pluralidad, sino que es más adecuado decir que el nombre común designa un objeto con
todas sus cualidades, es un nombre “connotativo”; una palabra como libro evoca en el
oyente un objeto determinado con una serie de cualidades que le caracterizan, es un
nombre común que como tal posee significante y significado; en cambio, el nombre
propio no es, según este autor, connotativo, pues un nombre como Juan, así solo, puede
servir para denominar a todos los Juanes; por ello, el propio Mill señala que los nombres
propios son algo así como "etiquetas", significantes sin significados concretos; en este
sentido, los nombres propios IDENTIFICAN con su etiqueta a un objeto dado, objeto que
resulta inconfundible para los interlocutores; en cambio, los nombres comunes
CLASIFICAN los objetos de la realidad física o mental como pertenecientes a una
determinada clase:

(4) El niño clasifica dentro de la categoría con rasgos de ‘humano’, ‘que tiene
pocos años, etc.
(5) Manolito Gafotas, en cambio, identifica a uno conocido entre un grupo.

Jespersen, basándose en la diferencia entre lengua y habla, critica la teoría

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anterior y considera que en el plano abstracto del código de la lengua resulta que tanto
en nombre común como el propio no ofrecen prácticamente datos; es en el habla, en las
realizaciones concretas, donde existe la distinción, ya que el nombre propio no sólo
significa, sino que también aporta más datos que el nombre común, o sea, el nombre
propio connota más datos que el nombre común, pero siempre en un CONTEXTO
CONOCIDO (¿de qué le vale a un niño japonés oír hablar de Manolito Gafotas, por
ejemplo, si no lo conoce?). Así, la diferencia entre nombre común y nombre propio sería
una diferencia de grado.

Muy adecuada parece la definición que Bello dio del “nombre común o apelativo”,
y que valora Ignacio Bosque (1999: 5-8), como el “que conviene a todos los individuos de
una clase, especie o familia, significando su naturaleza o las cualidades de que gozan”.
En cambio, en el nombre propio se ha resaltado su falta de contenido léxico codificado,
por lo que su valor debe establecerse mediante factores extralingüísticos y contextuales.

Los nombres comunes y los nombres propios tienen diferente comportamiento


con el artículo; el nombre común lo admite y opone significativamente la presencia /
ausencia del artículo:

(6) Los juguetes de LA NIÑA son muy bonitos (niña conocida, intercambiable por
un nombre propio concreto: Ana, Sofía, Leonor...)
(7) Los juguetes de NIÑA son muy bonitos (niña desconocida, nunca
intercambiable por un nombre propio y conocido)

Ejemplos como estos han llevado a pensar que el nombre común se convierte en
identificador (función del nombre propio) cuando va con artículo. Es decir, si el sustantivo
sin artículo vale como clasificador y designa una clase de objetos (nombre común), el
sustantivo con artículo ya no sólo clasifica el objeto denotado, sino que lo identifica
dentro de la clase en cuestión como único, igual que el nombre propio. Así, pues, puede
decirse que el artículo funciona como un accidente que es capaz de transformar el
sustantivo clasificador o común en sustantivo identificador o propio.

En cambio, en los nombres propios el uso del artículo es diferente: unos lo llevan

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siempre, otros lo rechazan, y en otros, finalmente, es facultativo, pero el significado del


sustantivo en cualquiera de los tres casos no cambia:

(8) Lo llevan siempre: Los Alpes, Los Andes, Los Pirineos, La Mancha, etc.
(9) Lo rechazan (en contextos ‘normales’): Europa, Madrid, Cáceres, México, etc.
(10) Lo llevan o no: Coruña / La Coruña, China / La China, Perú / El Perú...

3.2. Clasificación del nombre común: contables y no contables, individuales y


colectivos, concretos y abstractos

3.2.1. Sustantivos contables y no contables

Dentro del nombre común se han hecho varias clasificaciones, la mayoría


presentes en la Gramática Académica y retomadas en estudios más exhaustivos por
recientes lingüistas (Bosque, 1999); así, tradicionalmente, se ha hablado de nombres
contables y no contables para diferenciar entre aquellos sustantivos que designan seres
o cosas discretos, que se pueden contar, que son “discontinuos”, tales como niño, libro,
lámpara o perro y así se oponen semánticamente a otro grupo de sustantivos que
designan cosas “continuas”, imposibles de contar, pues solamente se pueden medir o
pesar, como agua, calor, humo, viento, etc. Puede verse entre estas dos clases de
sustantivos un contraste entre los conceptos de ‘número’, por un lado (un libro, cinco
niños, ocho bocadillos), y ‘cantidad’, por otro (bastante agua, poco viento, un poco de
arena). Además de las diferencias significativas entre los dos tipos, se aprecian
diferencias gramaticales que ocasionan distinto comportamiento de unos sustantivos y
otros; por poner un ejemplo, tienen diferente uso de los determinantes, pues mientras
que los nombres continuos o no contables van en singular sin determinante como
complementos verbales (“Quiero leche”), los discontinuos, en cambio, necesitan algún
determinante (no es “quiero *reloj”, sino “quiero un reloj”).

3.2.2. Sustantivos individuales y colectivos

La Gramática ha hablado de sustantivos “individuales” para referirse, de manera


general, a aquellos sustantivos que nombran unidades numerables, de sustancia, que se

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refieren a entidades simples y que se pueden usar en singular como tales o se pueden
pluralizar con el morfema de número correspondiente. Son nombres como: mano,
caballo, taza, lápiz, etc. En cambio, sustantivos “colectivos” son nombres que ya en
singular designan una multiplicidad, un conjunto, aunque pueden admitir plural: gentío,
multitud, público, arboleda, coro, grupo, entre otras.

3.2.3. Sustantivos concretos y abstractos

Ésta parece ser la clasificación que más polémica ha suscitado entre la crítica,
pues no hay unanimidad. En principio, puede decirse que un sustantivo concreto es el
que designa entidades materiales, palpables (mesa, cuadro, pastel); en cambio, los
sustantivos abstractos designan nociones de mayor complejidad que no se sienten como
materiales o físicas, en el sentido de palpables, les falta una existencia real (inteligencia,
madurez, belleza, valor, etc.). Así, a simple vista, puede parecer una división clara, sin
embargo, plantea muchísimos problemas, pues resulta difícil negar que voces como
hambre o delgadez sean concretas, aparte de poder cuestionar el hecho de que muchos
nombres de los considerados concretos pueden tener usos figurados y utilizarse en más
de una ocasión como abstractos.

3.3. Clasificación del nombre propio: antropónimos y topónimos

La Onomástica es la ciencia que se ocupa del estudio y catalogación de los


nombres propios. La variedad de éstos ha llevado a analizarlos en diferentes grupos,
según se refieran a nombres de persona (antropónimos) o a nombres de lugar
(topónimos).

3.3.1. Antropónimos

El grupo de antropónimos está formado por los nombres de persona, en ellos se


analiza el significado y el uso, así como la distribución geográfica. La antroponimia, como
la onomástica en general, constituye un excelente valor para medir el proceso de cambio
cultural en una civilización. Dentro de este grupo se suelen establecer subdivisiones que
estudian los “nombres de pila” (María, Luisa, Juan, Eduardo, Belén, Antonio), los

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“apellidos”, muchos de ellos patronímicos (González, Fernández, Martínez, Montero,


Díaz, Costa), los “apodos o sobrenombres” (Trotaconventos, Celestina, Matamoros,
Matasanos, su origen es el mote, aunque algunos sean actualmente apellidos), los
“hipocorísticos” o sobrenombres familiares formados a partir de connotaciones afectivas
o eufemísticas (Marisa, Menchu, Mamen, Pepe, Curro, Concha, Poncho).

3.3.2. Topónimos

Son los nombres propios de lugares, que pueden referirse a ciudades, pueblos,
ríos, montes, valles, etc. Suponen un testimonio vivo del paso de civilizaciones por un
territorio, pues por lo general la toponimia es muy resistente a la sustitución o
desaparición, salvo por cuestiones eufemísticas, políticas o porque la voz haya adoptado
connotaciones negativas; son nombres como Madrid, Cáceres, Tordesillas, Arroyo de la
Luz, Tajo, Duero, Magasca, Los Pirineos, Los Apeninos, etc.

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