Historia de La Ciencia-Art - Christie 1

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John R. R.

Christie: EL DESARROLLO DE LA HISTORIOGRAFÍA DE LA CIENCIA


(fragmento)

http://www.amc.unam.mx/laciencia/his1.htm

J.R. R. Christie (1996). The development of the History of Modern Science. En: Companion to
the history of modern science, Olby, R., G.N. Cantor, J.R.R. y M.J.S. Hodge (Eds.) Routledge.
Londres y Nueva York, 1996, pp. 5-22. Traducido por León Martínez Castilla.

1.INTRODUCCIÓN

La historiografía es el estudio de la manera de escribir la historia, y por lo tanto,


el estudio de la historiografía de la ciencia tiene como tema de estudio la
variedad de formas en las que se ha escrito acerca del pasado de la ciencia.
Como disciplina académica, la historia de la ciencia es una especialidad
relativamente reciente, sin embargo tiene antecesores que datan de hace varios
siglos. La historia de la historiografía de la ciencia es en sí fascinante, pero
también tiene un valor más amplio. Al examinar la secuencia, crecimiento y
proliferación de los escritos históricos sobre la ciencia, es posible lograr una
perspectiva del linaje y la formación de la historia de la ciencia como campo de
investigación y erudición. Al lograr esta perspectiva también es posible
discernir la aparición de las formas típicas de comprensión, comunicación y
expresión cuyo desarrollo ha sido crucial para formar las prácticas que ahora
constituyen colectivamente la existencia, como miembros de una disciplina de
los historiadores de la ciencia. A continuación, exploraremos de manera
preliminar el relato en cuyo desarrollo aparecen por primera vez muchos de los
temas, tópicos e interpretaciones básicas que forman el tema fundamental de
esta recopilación.

2.LOS PUNTOS DE PARTIDA HISTÓRICOS

¿Cuándo empieza la historiografía de la ciencia? El asignar orígenes definitivos


y comprobables a la historiografía de la ciencia es un problema genuino. Esto se
debe a que cualquier científico, en su trabajo científico real, ya tiene de por sí
una orientación hacia el pasado. Habrá sido educado en ciertas tradiciones
intelectuales, ciertas prácticas científicas, e inevitablemente su trabajo
involucrará extender, o tal vez romper con, estas prácticas y tradiciones. Estos
esfuerzos pueden, a menudo, implicar la consideración explícita de aspectos
selectos de la historia de su ciencia, de manera que no es una exageración decir
que la historia de la ciencia está en sí presente, y a menudo puede aparecer
dentro de las obras de investigación y enseñanza científicas. Dos ejemplos,
provenientes de la ciencia de la química del siglo XVIII, pueden reforzar este
punto. Cuando Antoine Lavoisier (1743-94) publicó algunos de sus primeros
estudios sobre gases, añadió la descripción de su propia investigación sobre la
historia reciente de las investigaciones en ésta área. 1 De manera similar. El
influyente médico y químico holandés Herman Boerhaave (1668-1738)
presentaría a sus estudiantes el estudio de la química en parte a través de una
breve historia de la ciencia, una práctica pedagógica que ha sido seguida a
menudo por químicos posteriores.
Las disciplinas intelectuales de todo tipo tienden a generar y producir sus
propias historias relativamente informales de esta forma y a menudo ofrecen un
cómodo punto de partida, una serie localizable de orígenes para la
historiografía de la ciencia. Sin embargo, si sólo nos quedáramos con estos
puntos de partida, emergeríamos tan sólo con una secuencia más bien dispersa
e incompleta de historias de las disciplinas científicas y sus programas de
investigación. Tal vez podamos encontrar alguna otra perspectiva, de
significado más profundo y amplio para los orígenes de la historiografía de la
ciencia. Esta perspectiva debería de buscar algo más que el reconocimiento
parcial e individual que se hace de la historia dentro de la enseñanza e
investigación científicas como en los casos de Lavoisier y Boerhaave, por
importantes y reveladores que estos sean. Pero, ¿dónde podremos encontrar
esos orígenes significativos y en que pueden consistir?
Consisten en primer lugar, del reconocimiento de que la ciencia no es sólo
una secuencia de actividades de disciplinas separadas, cada una con una
existencia histórica discreta, sino que es también, y en forma más importante,
una actividad que posee un significado general con relación al propio curso de
la historia humana. Este reconocimiento del significado global de la ciencia, su
importancia para la historia del mundo, es parte del espectro de justificación
para la ciencia que se promovió durante la Revolución Científica del siglo XVII,
notablemente por el filósofo-científico Francis Bacon (1561-1626). Según Bacon,
el objetivo de la ciencia es descubrir "el conocimiento de las Causas y los
movimientos secretos de las cosas; y ampliar los límites del imperio humano
para abarcar todas las cosas posibles.". Esta era una declaración sucinta,
confiada y ambiciosa acerca de la naturaleza y el propósito de la ciencia, y su
enfoque puso en el mismo plano las nociones de conocimiento científico, poder
y progreso.

(...)
Bacon y los otros revolucionarios científicos de su período se
preocupaban más por promover una imagen que liberara a la historia humana
de su pasado y la colocara en una nueva época que de elaborar sobre el pasado
de la ciencia. Así, para discernir los orígenes globales de la historia de la ciencia,
necesitamos, además, especificar el momento en que esta concepción baconiana
de la ciencia se vuelve en sí misma un objeto de interés e investigación para la
conciencia histórica de Occidente, al tratar de explicar y comprender la
particularidad de su existencia histórica.

3.LOS DESARROLLOS QUE SE DIERON DURANTE LA ILUSTRACIÓN

Podemos decir que las décadas centrales del siglo XVIII marcan el
surgimiento de esta preocupación específicamente histórica acerca del
significado global y temporal de la ciencia. El surgimiento está asociado con el
movimiento intelectual que dominó ese tiempo y que los historiadores conocen
como la Ilustración.
La Ilustración fue esencialmente un programa de reforma producido por
filósofos y científicos dedicados a cambiar el terreno intelectual, político y social
en que los humanos habían estado obligados a vivir hasta entonces. En
particular buscaban un mayor grado de libertad política individual y de
igualdad social del que existía en ese momento. Una clave para lograr esto era
la liberación intelectual, y este presupuesto de la Ilustración hizo que la ciencia
fuera central para sus aspiraciones, pues los pensadores de la Ilustración
hicieron de la ciencia el modelo de lo que el espíritu humano puede lograr
cuando es desencadenado. La obra de Galileo, Descartes, Bacon y Newton fue
aprovechada como ejemplar, como portadora de verdadero conocimiento acerca
de la naturaleza. Este conocimiento auténtico no sólo liberaba a la mente
humana de los grilletes de la religión supersticiosa y la metafísica pasada de
moda, sino que podía dirigirse hacia fines materiales productivos que
incrementarían la prosperidad y por lo tanto garantizarían el progreso político y
social. Para poder afirmar esto que recuerda muchas de las afirmaciones
baconianas originales, los intelectuales de la Ilustración tenían que prestar a la
historia de la ciencia una detallada atención que hasta entonces no había
recibido, pues no sólo se pretendía repetir la promesa baconiana original, sino
mostrar que esta promesa, desde los tiempos de Bacon y Galileo, se había
cumplido parcialmente, y que esta consumación justificaba el optimismo
progresista de la Ilustración. Por lo tanto, fue durante la Ilustración que por
primera vez se construyó y se lanzó al mundo la visión históricamente basada
del significado intelectual, político y social de la ciencia para la humanidad. Al
llevarse esto a cabo, se asentaron una serie de suposiciones acerca de la ciencia y
su significado histórico que han sido tan influyentes que todos los historiadores
de la ciencia occidentales se han formado dentro de ellas. Esto es cierto sin
importar que los historiadores hayan estado convencidos de los compromisos
de la Ilustración o que hayan tratado de modificarlos o derribarlos.

4.LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICA.

Estas suposiciones se pueden ver emerger con particular claridad en los


años 1750 y 1760. Fue en esta época que se desarrollaron ciertas narrativas,
temas y estructuras fundamentales en formas que se volvieron fundamentales
para la historiografía de la ciencia. En términos narrativos, la Ilustración
escribió la historia de lo que ahora llamamos canónicamente la Revolución
Científica. Esto se puede leer, por ejemplo, en forma atenuada, en el Discurso
Preliminar a la Enciclopedia de Diderot (1751) de Jean d'Alembert (1717-1783)
donde éste hace el ensayo de una historia que lo lleva desde el juicio de Galileo
por la Inquisición pasando por Bacon, Descartes, Kepler y Huygens, hasta
Newton y Locke en una secuencia en la cual "algunos grandes hombres...
prepararon desde lejos la luz que gradualmente, por grados imperceptibles,
iluminaría el mundo".
Se trataba de un relato de emancipación intelectual de la influencia de
fuerzas política y espiritualmente represivas. Los protagonistas de esta
narración adquieren un estatus heroico y ejemplar para d'Alembert y sus
lectores: "Estos son los principales genios que la humanidad debería mirar
como sus maestros". A pesar de lo corta que es la narrativa de d'Alembert,
logra incorporar características que continúan apareciendo en relatos
occidentales de este fenómeno histórico. En primer lugar, lo coloca dentro de un
período histórico delimitado, el siglo XVI. En segundo lugar, toma a los eventos
en consideración como si estuvieran conectados y fueran desarrollos unos de
otros, formando una unidad narrativa coherente. En tercer lugar, presenta estos
eventos como un contraste significativamente progresivo con lo que los había
precedido. En cuarto lugar, los desarrollos tienen una naturaleza
fundamentalmente revolucionaria. En quinto lugar, son los productos de la
mente de hombres de genio individuales que forman el reparto esencial de la
narrativa. En sexto lugar, incluyen desarrollos en la filosofía tanto como en la
ciencia. Finalmente, tiene autoridad intelectual.
Hoy muchas de estas características nos pueden parecer poco notables
como parte de una descripción de la Revolución Científica. Esta es justamente
una medida del éxito de la Revolución Científica como invento de la Ilustración:
los elementos que seleccionó y a los que les dio una expresión narrativa
coherente ahora aparecen tan naturales a nuestra comprensión del origen de la
ciencia moderna que encontramos muy difícil imaginar cualquier descripción
que funcione sin esos elementos. Por lo tanto, no está de más recordar que la
narración de d'Alembert es una interpretación seleccionada y construida por un
ser humano y realizada para propósitos particulares, y, en principio, tan
alterable como cualquier otra interpretación de ese tipo.

(...)

5. LA CONTRIBUCIÓN DE JOSEPH PRIESTLEY

Este examen preliminar de la historiografía de la ciencia de la Ilustración


no estaría completo si no prestáramos atención a la obra histórica de Joseph
Priestley (1733-1804), el más famoso hombre de ciencia de Inglaterra de la
segunda mitad del siglo XVIII. Priestley escribió, entre otras obras históricas,
una titulada La historia y estado presente de la electricidad (1767). (...) la
historiografía de Priestley es, sin embargo, igual de reveladora. Aunque su
enfoque histórico está confinado en gran parte al desarrollo de la ciencia
eléctrica del siglo XVIII, Priestley reconoce que deseaba ilustrar el mismo tema
que d'Alembert y Smith, o sea, el progreso de la mente humana: "Aquí es donde
vemos a la mente humana en la mejor forma,... incrementando sus propios
poderes ... y dirigiéndolos hacia el logro de sus propios fines; por lo cual la
seguridad y la felicidad de la humanidad se mejoran cada día".
Como tal, la historiografía de la ciencia es más instructiva y deleitosa,
preferible a las historias de la política y la guerra. Priestley le da aquí a la
historiografía un papel directamente educativo y moralizante, pero tal vez sea
más interesante la forma en que concibe su tema, pues esta es la primera vez
que la historiografía de la ciencia retrata a la ciencia definitivamente como un
ejercicio activo, altamente instrumentalizado y sobre todo experimental. Esto
contrasta notablemente con los retratos de la ciencia hechos por d'Alembert y
Smith, donde la historia de la ciencia es la historia de la mente, de las ideas
intelectuales. Priestley, quien era en sí mismo un experimentador y fabricante
de instrumentos de renombre, entendía a la ciencia y su progreso en términos
menos exaltados. Se trataba de una historia de descubrimientos prácticos
hechos mediante el experimento, gracias a la construcción de los aparatos
materiales apropiados. Para Priestley el descubrimiento era innovador pero
estaba constituido por pequeños pasos, una serie gradual de mejoras.

(...)

7. LAS SOCIEDADES CIENTÍFICAS Y LAS HISTORIAS DISCIPLINARIAS

Entre los años 1780 y 1830 el principal desarrollo historiográfico estuvo


probablemente relacionado con las formas de desarrollo que la propia ciencia
estaba sufriendo en ese momento. Hasta entonces la ciencia había existido
institucionalmente en universidades y sociedades eruditas como la Real
Academia de Ciencias de París y la Sociedad Real de Londres. El final del siglo
XVIII y el principio del XIX vieron el crecimiento de sociedades científicas
basadas en disciplinas, cuyos miembros estaban dedicados al seguimiento de
una disciplina científica particular, como la geología o la astronomía, en vez de
seguir la filosofía natural en general. Por lo tanto, la propia ciencia estaba
sufriendo un proceso de división de trabajo que produjo orientaciones
disciplinarias cada vez más especializadas. La propia historiografía de la
ciencia respondió a estas características del desarrollo de la vida científica.
Estas eran notables no simplemente porque reconocían las formaciones
disciplinarias coherentes y por sus intentos de crear historias discretas y
unificadas de las disciplinas científicas, con todo y personajes fundadores,
innovaciones fundamentales, etc.
Como ya hemos visto, para entonces ya llevaba tiempo de existir una
tendencia de las ciencias particulares de generar sus propias historias
informales en circunstancias particulares de investigación y enseñanza. Aún
más notable era la forma en que la construcción de una historia disciplinaria
podía hacerse visible y empezar a definir problemas básicos de la comprensión
histórica que en una forma u otra siguen siendo pertinentes y siguen
preocupando a los historiadores de las disciplinas. ¿Cuándo y cómo se
cristaliza una disciplina especializada? ¿Este proceso es caracterizado por un
desarrollo acumulativo de elementos preexistentes o marca en cambio una
ruptura definitiva con lo que había antes?

8. LA HISTORIOGRAFIA DE LA QUÍMICA

Tal vez el lugar en el que más tiempo se han hecho estas preguntas ha
sido, y sigue siendo, la historiografía de la química, pues los historiadores de la
ciencia están obligados a considerar el problema del linaje histórico de esa
ciencia con relación a la práctica preexistente de la alquimia. Esto representa un
problema clave, pues la alquimia puede verse como una embarazosa actividad
"precientífica", una práctica secreta y cargada de jerigonza, con objetivos
imposibles. Sin embargo los alquimistas también eran experimentadores de
consideración y desarrollaron teorías de los "elementos" químicos, dos cosas
que indican que en términos históricos, la química no puede simplemente
cortarse de su pasado alquímico. Este problema histórico, de la emergencia de
una disciplina auténticamente científica en relación a su pasado problemático,
fue atacado, por ejemplo, en la obra de Thomas Thomson Historia de la Química
(1830-1). También aparece recurrentemente dentro de los escritos históricos de
la recientemente emergida ciencia de la geología, donde los intentos de Charles
Lyell (1797-1875) de restablecer los fundamentos metodológicos y conceptuales
de la ciencia geológica imponían una descripción y designación históricas de su
origen.
Tales reflexiones históricas sobre los orígenes "genuinos" a menudo
tienden a acompañar la aparición de especialidades científicas particulares..
Este proceso constituye la formulación de la identidad de una disciplina junto
con la especificación del tema de estudio, los métodos, las técnicas y las teorías.
Aunque desde el siglo XIX la historiografía de la ciencia disciplinaria se ha
distanciado profesionalmente de tales formulaciones directas de identidad, la
naturaleza y la forma del problema de la identidad original continuarán
rondándola como alma en pena.
9. EL "HISTORICISMO"

Para los historiadores intelectuales en general, el siglo XIX se ve a


menudo como el período en que la historiografía, globalmente hablando, tomó
su forma moderna, produciendo muchos escritos históricos clásicos. Esto en sí
se puede ver como un efecto de la devoción que el siglo XIX tenía con lo que se
ha llamado "historicismo". El "historicismo" es aquella visión del hombre, la
naturaleza y la sociedad que insiste en que todos estos son formados por
procesos de desarrollo a través del tiempo, más que por principios estáticos,
eternos y abstractos como la razón o la justicia. Los dos ejemplos preeminentes
del historicismo del siglo XIX son Gottfried Hegel (1770- 1831) y Karl Marx
(1818-83), ambos unidos en una visión de la existencia humana como algo
producido fundamentalmente por el cambio histórico. Sin embargo, adoptaron
posturas radicalmente diferentes acerca de lo que constituye el núcleo dinámico
del desarrollo histórico. Para Hegel, el desarrollo era esencialmente de
naturaleza mental, el crecimiento de la mente humana y la sociedad humana
hacia una auto-consciencia completa y racional, una postura conocida como
"idealismo". Para Marx, por el contrario, la forma básica de desarrollo histórico
era la producción material, económica. A medida que los hombres producen los
aspectos materiales esenciales para su vida, también producen derivadamente
sus relaciones políticas y sociales, su conciencia, su aprendizaje y cultura, una
posición que se conoce como "materialismo histórico".

10. LA OBRA DE WILLIAM WHEWELL

Estas dos formas de aproximación historiográfica han sido profundamente


influyentes, para la historiografía en general y para ciertos aspectos de la
historiografía de la ciencia en particular, y estos aspectos se examinarán con
más detalle más abajo. Mientras tanto, sin embargo, nuestra cuestión es el
impacto del historicismo sobre la historiografía de la ciencia del siglo XIX.
¿Acaso produjo un equivalente doméstico de Hegel o Marx? Quien más se
podría acercar a ese título era el historiador, científico y filósofo de Cambridge
William Whewell. Whewell escribió una enorme y erudita Historia de las ciencias
inductivas (1837). Incorporaba dos características que hemos visto que son
fundacionales en la historiografía de la ciencia. En primer lugar era una historia
de las ciencias que dividía el mundo histórico de la ciencia en el desarrollo de
disciplinas científicas discretas, como la astronomía, la ciencia física, la geología,
etc.

(...)

Este proceso de división y subdivisión creo una representación del


desarrollo científico como una infinita serie de ramificaciones continuas,
proliferando a medida que la ciencia avanzaba hasta el día presente. En
segundo lugar, la historia que hacía Whewell también estaba ligada a un
proyecto explícitamente filosófico, que de hecho apareció como La filosofía de las
ciencias inductivas (1840). La historia debería de funcionar como el telón de
fondo esencial y como base para un análisis de los principios del razonamiento
científico progresivo. Como una movilización de la historia al servicio de la
filosofía, nunca se ha hecho algo más completo, lo que es en sí una indicación
de las inclinaciones de Whewell.
La imagen que pinta Whewell del desarrollo de la historia de la ciencia es,
con mucho, una extensión de la de la Ilustración. Veía los orígenes de la ciencia
en las obras especulativas de la filosofía griega, defectuosas por su falta de
contenido basado en hechos; la Edad Media fue un "período estacionario" que
carecía de elementos progresivos pues tenía el lastre del dogmatismo intelectual
y las formas místicas de conocimiento como la astrología y la alquimia. El
desarrollo científico genuino se concentraba entonces en los siglos XVI y XVII
con la astronomía copernicana y la física newtoniana. Desde entonces sucesivas
especialidades científicas habían emergido y madurado.
Sin embargo, Whewell añadió mucho a esta imagen básica y no sólo por la
increíble cantidad de detalle que había en su obra. En la obra de Whewell había
una mucho mayor sofisticación metodológica y complejidad narrativa de la que
había habido hasta entonces. Desde el punto de vista metodológico, insistió en
que para que la ciencia se desarrollara en forma auténtica, se debían cumplir
ciertos prerrequisitos: en este caso, la coexistencia tanto de hechos como de
teorías, cada uno indispensable para la existencia progresiva del otro. También
ejemplificó lo que desde entonces se ha convertido en la norma de método
técnico en los estudios que unen la historia con la filosofía de la ciencia, el
método conocido como "reconstrucción racional". Este método, en lugar de
seguir una narración cronológica estrictamente de los hechos relativos a la
aparición de un descubrimiento o teoría, intenta reconstruir el proceso de
relaciones racionales en desarrollo que se cree son pertinentes a la aparición del
descubrimiento o la teoría. El innovador uso que Whewell hizo de esta técnica
puede verse en su descripción del descubrimiento de Newton del principio de
gravitación universal. 11 Whewell disectó esto en cinco proposiciones
constitutivas lógica y conceptualmente distintas y su historia mostraba la
aparición separada de cada proposición, desconectando el orden y el
eslabonamiento de cualquier análisis cronológico completo y coherente.
Al igual que estas innovaciones metodológicas, Whewell también
introdujo mayores niveles de complejidad narrativa que sus predecesores. Veía
a la historia de la ciencia como desarrollándose en "épocas", períodos de
progreso altamente cargados, identificados normalmente con la obra de un
individuo, como Newton. Pero la obra de tal individuo no consistía solamente
de su mente confrontándose con la naturaleza y explicándola sin ayuda. Más
bien, el individuo existía en circunstancias ya formadas por la historia, creadas
por los descubrimientos relevantes de los científicos precedentes, que
constituían el "preludio" a la "época". El significado trascendental de un
individuo como Newton consistía entonces en traer una serie de
descubrimientos preexistentes a un marco general unificado, reacomodando
una serie diversa y tal vez desconectada de descubrimientos como funciones de
una única ley o proposición científica. Esta descripción del cambio científico
fundamental lo mostraba como no-revolucionario. Bajo los cambios
aparentemente revolucionarios subyacían secuencias acumulativas de cambios
y su acumulación suaviza cualquier aparente contradicción. A medida que la
ciencia avanza no se pierde nada que tenga valor científico. En la medida en
que son ciertos, los descubrimientos anteriores se preservan y se incorporan
dentro del desarrollo culminante y unificador.

(...)

La exposición histórica que hace Whewell de este principio narrativo


preserva la noción de progreso que es esencial para la ciencia al tiempo que
descarta la noción de que el progreso es de naturaleza discontinua o
revolucionaria. Es una imagen conservacionista y consoladora del cambio, pues
no se pierde nada de importancia . Pero sobre todo es una perspectiva
historicista pues cada momento presente del desarrollo científico incorpora lo
verdadero y lo valioso de su pasado, y por lo tanto es definitivamente formado
y producido por su historia.

11. LA BIOGRAFÍA CIENTÍFICA

El siglo XIX historicista fue también una gran era de literatura biográfica y
la historiografía de la ciencia respondió también a esta tendencia global de la
cultura del siglo XIX. La biografía era una forma literaria extremadamente
popular y sirvió para comunicar aspectos de la historiografía de la ciencia a un
público más amplio que el de los científicos. David Brewster (1781-1868), el
físico escocés, escribió biografías populares de Galileo, Tycho Brahe y Kepler, y
también produjo una biografía monumental de Isaac Newton, una obra que
sólo recientemente ha sido superada, así de considerable es su alcance y su
detalle. Las biografías de científicos que hizo Brewster todavía tienen interés
historiográfico, pues a menudo se enfocan en un problema que aún tiene
significado técnico y general para los historiadores de la ciencia. Este problema
queda bien delineado en el tratamiento que hace Brewster de los intereses
alquímicos de Newton. Estos resultaban problemáticos para Brewster pues
revelaban que Newton estaba involucrado en la práctica intelectualmente
despreciable y moralmente reprensible de la alquimia. El propio Brewster no
pudo producir una explicación coherente de la alquimia de Newton y el
problema con el que se enfrentó, entender como Newton, el parangón de la
racionalidad científica, también tomaba en serio las prácticas místicas de la
alquimia, nunca ha desaparecido para los estudiosos de Newton. Aunque hoy
en día las aproximaciones a este problema son más sofisticadas que cualquier
cosa imaginada por Brewster, el problema de cómo integrar estos aspectos
aparentemente opuestos de Newton, aún persiste.
El trabajo biográfico se ha vuelto algo habitual para los historiadores de la
ciencia desde el siglo XIX y continúa proveyendo un útil foco de investigación y
escritura. Su tendencia consiste en subrayar el elemento individualista en la
historia de la ciencia, es decir, ver a la mente individual como agente único de
desarrollo científico al luchar con los problemas científicos. Pero la biografía
también añade un elemento humanizador que a menudo hace falta en las
historias de teorías o ciencias particulares. Como la biografía toma la vida
humana como su unidad narrativa y cómo cualquier biografía para ser exitosa
necesita clarificar el significado que la vida y la carrera del protagonista tenían
para él, la biografía debe enfocarse en lo que para el científico significa su
propio trabajo y como éste expresa la personalidad del científico en términos
psicológicos y sociales. Si bien el aspecto individualista de la biografía puede
llevar a exagerar el genio individual dejando de lado una explicación histórica
más completa, y si bien la influencia de Freud puede a veces dar paso a
explicaciones psicológicas reductivas e implausibles, no deja de ser verdad que
con un manejo apropiado y sensible, el enfoque biográfico sobre la obra de un
científico puede darnos un importante alcance de ideas novedosas, algo que no
nos ofrecen otro tipo de historiografías. Esto, combinado con la mayor
popularidad que tiene la biografía entre el público más general, asegura la
continua supervivencia de la biografía científica.

12. LA HISTORIOGRAFÍA DE LA CIENCIA EN EL SIGLO XX


A medida que la historiografía de la ciencia entró en el siglo XX, también
entró en una situación radicalmente nueva. Antes del siglo XX la historiografía
de la ciencia la producían principalmente los propios científicos y los filósofos.
Durante el siglo XX la historiografía de la ciencia se ha vuelto una disciplina
cada vez más profesionalizada, producida por gente que practica la historia de
la ciencia como una ocupación académica especializada dentro de
universidades y colegios. De entrada es importante remarcar que este proceso
no ha sido total. Sucede que los historiadores de la ciencia no son simplemente
reclutados directamente de una carrera que consista en una licenciatura de
historia de la ciencia, seguida por una carrera académica de enseñanza. A
menudo los historiadores de la ciencia tienen un bagaje educacional previo en
algún otro tema, una ciencia, filosofía, sociología o historia, antes de cambiar a
la historia de la ciencia. Sus practicantes a menudo incluyen trabajadores de
museos, y la membresía de sus asociaciones incluye individuos cuyas
ocupaciones profesionales tienen poco que ver con la enseñanza e investigación
sobre historia de la ciencia.
Esto significa que la historia de la ciencia tiene una estructura profesional
particularmente abierta, lo cual explica parcialmente su historia intelectual
singularmente ágil y diversa en el siglo XX.
Hechas estas aclaraciones hay que decir que sin embargo, la historia de la
ciencia ha generado las clases de formas académicas, publicaciones y redes y
asociaciones profesionales que caracterizan convencionalmente a las
profesiones académicas. Tiene sociedades eruditas, muchas revistas
especializadas, y tiene departamentos de universidades y colegios dedicados a
ella, aunque los departamentos tienden a ser menos y más pequeños que los de
la mayor parte de otras disciplinas académicas.
El crecimiento de estos departamentos, revistas y asociaciones ocurrió
sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, pero ya era un proceso en
marcha durante la primera mitad del siglo. El Collège de France en París tuvo
una cátedra de corta duración dedicada a la historia de la ciencia de 1892 a 1913,
y aunque se suprimió la cátedra, París siguió siendo un importante centro de
historia de la ciencia desde finales del siglo XIX en adelante, a través del trabajo
del químico Marcellin Berthelot (1827-1907), el historiador filósofo Paul Tannery
(1843-1904), y más tarde, durante los años 1920s, 30s y 40s, los historiadores
Hélène Metzger (1889-1944) y Alexandre Koyré (1892-1964), que publicaron
tanto monografías eruditas como artículos en revistas como Archeion y Scientia.
En 1912 el historiador belga George Sarton (1884-1956) inició y llevó a cabo
los planes para fundar Isis, que se convirtió en, y sigue siendo, la principal
revista de historia de la ciencia. La importancia de tales revistas puede
fácilmente soslayarse, pero hicieron más que simplemente proveer un medio
para la publicación de trabajo de investigación. Las revistas también proveen
una red de comunicación profesional, ayudando de esa forma a crear y
solidificar un unificador sentido de pertenencia a una comunidad de
intelectuales que de otra forma serían individuos aislados o pequeños grupos.
Por lo tanto las revistas tienen un significado considerable para una disciplina
naciente pero aún no establecida, como la historia de la ciencia en el período
entre las guerras.
La carrera de Sarton y la visión que lo impulsaba son muy reveladoras.
Para Sarton, la historia de la ciencia era la única arena de la actividad humana
que demostraba sin lugar a dudas el progreso de la humanidad. La ciencia era
la religión de este humanista secular y progresista que declararía en su
Introducción a la Historia de la Ciencia (1927-1948) que "La historia de la ciencia es
la historia de la unidad de la humanidad, de su propósito sublime, de su
redención gradual". A pesar de la intensidad de sus compromisos y de su éxito
en mantener a Isis como un proyecto viable, la carrera de Sarton nunca logró
solidificarse institucionalmente. Se mudó a Harvard tras la Primera Guerra
Mundial y dio clases de licenciatura ahí durante las siguientes tres décadas,
pero no pudo convencer a Harvard de apoyar un departamento de historia de
la ciencia. También hubo signos de que el involucramiento de los científicos
bajo el Reich alemán de los 30s y 40s sacudió su anterior fe en la historia de la
ciencia como testimonio de la redención progresiva de la humanidad. Dicho
eso, los intentos de Sarton de proveer fuentes bibliográficas para la historia de
la ciencia, su compromiso de establecer criterios metodológicos básicos y
profesionales para su área y, por supuesto, la propia Isis, todas siguen siendo
contribuciones perdurables a su área.
Otro emigrado de Europa tuvo más influencia intelectual que Sarton, el
ruso Alexandre Koyré. Koyré era un historiador de la ciencia cuyo trabajo sobre
la ciencia del siglo XVII, notablemente Études galiléennes (Estudios galileanos)
(1939) fueron un modelo intelectual para muchos historiadores más jóvenes. A
diferencia de Sarton, que llevó a cabo una exploración general introductoria, el
trabajo de Koyré se basa en un fino análisis e interpretación textuales de
importantes textos científicos, rastreando cuidadosamente sus estructuras
conceptuales, para aclarar las ideas intelectuales fundamentales que subyacen a
los avances hechos por un Galileo o un Newton. Por lo tanto, la historiografía
de Koyré tiene un fuerte tinte idealista. Para él, la ciencia era una especie de
pensamiento puro, cercano a la filosofía, y el mismo Koyré se acercaba a los
textos científicos como un filósofo cuyos compromisos filosóficos se derivaban
de los supremos pensadores idealistas de la tradición filosófica occidental,
Platón y Hegel.
Koyré trabajó en Francia antes de la Segunda Guerra Mundial y en Nueva
York durante la guerra. De 1945 a 1964 dividió su trabajo entre París y
universidades americanas como Harvard, Yale y Princeton. Fue en este
ambiente norteamericano que su obra se volvió particularmente influyente. Esta
influencia alcanzó su relevancia completa no sólo porque afectó profundamente
los enfoques de un gran número de estudiosos que publicarían obras
importantes en los 50s, 60s y 70s. Además fue relevante porque coincidió con la
notable expansión profesional de la historia de la ciencia en la educación
superior de Estados Unidos y otros lugares, con un número cada vez mayor de
departamentos y programas académicos dedicados a la historia de la ciencia. En
estas circunstancias de consolidación de una profesión en crecimiento y de un
enfoque historiográfico claramente definido, la obra de Koyré se volvió de una
importancia central para la disciplina y le permitió incidir sobre la estructura de
la historiografía de la ciencia moderna. Ese efecto, puede medirse en la obra de
influyentes investigadores norteamericanos como Thomas Kuhn, Charles
Gillispie y Richard Westfall, una generación de estudiosos que han todos
reconocido de diversas formas el profundo impacto intelectual de Koyré.
Si la historiografía profesional norteamericana lleva el sello del idealismo
de Koyré en su etapa formativa, de ninguna forma esto completa la descripción
de los desarrollos historiográficos recientes y contemporáneos. Los enfoques
materialistas, desde la misma obra de Karl Marx, también han penetrado de
manera importante en el siglo XX. El materialismo histórico aplicado a la
historiografía de la ciencia ve a la ciencia como algo producido y determinado
por las relaciones sociales y económicas en las cuales la ciencia tiene lugar.
Así, en vez de ver a la ciencia como una actividad puramente intelectual
que se desarrolla de acuerdo a su propia dinámica conceptual interna, el
materialismo histórico interpreta a la ciencia como una forma de producción
intelectual, ligada a las preocupaciones económicas, los intereses de clase, y los
valores ideológicos de períodos históricos y culturas particulares.
Una forma muy básica de este tipo de trabajo se puede leer, por ejemplo,
en la descripción que el historiador soviético Boris Hessen hace de los Principia
de Newton, en donde relaciona sistemáticamente la obra de Newton a aspectos
específicamente económicos de la sociedad en que vivía Newton. Desde la obra
de Hessen, la historiografía de la ciencia materialista ha desarrollado mayor
sofisticación y ha dado por resultado grandes obras de erudición. La enorme
obra de Joseph Needham Science and Civilization in China (1954-1984) no sólo
trata de ver a la ciencia como algo moldeado por la cultura que la produce, sino
que al hacerlo ha abierto a la comprensión de los estudiosos occidentales una
enorme área con la que no estaban familiarizados.
(...)

13. LA PROFESIONALIZACIÓN DE LA HISTORIA DE LA CIENCIA

A partir del materialismo histórico y de otras fuentes intelectuales como


la sociología, se ha desarrollado un tipo de historiografía conocido como
"historia social de la ciencia" que tiene un impacto cada vez mayor dentro de la
disciplina. En general, la historia social de la ciencia incorpora varios diferentes
tipos de estudio. Puede contentarse con proveer una historia detallada del
desarrollo institucional de la ciencia en tiempos y lugares particulares,
mostrando cómo se forman las comunidades particulares de
científicos. También puede relacionar el desarrollo institucional con
características sociopolíticas más amplias de una cultura o nación. Desde ahí,
puede señalar las maneras en que los campos de la ciencia particulares se han
formado por, o han respondido a, características del cambio sociopolítico.
También puede señalar las formas en que el contenido de ciertas teorías
científicas es producido por y contiene los compromisos ideológicos típicos de
la sociedad en que la teoría es producida.
También puede señalar como la propia ciencia afecta a las esferas sociales,
económicas y políticas más amplias. En las últimas tres décadas los
historiadores, sociólogos y filósofos de la ciencia han dedicado mucho trabajo
teórico y práctico a estos temas. Este trabajo ha sido controvertible. Aunque
poca gente estaría en desacuerdo con que el conocimiento histórico del
desarrollo social de la ciencia es útil y deseable, como lo es el conocimiento del
impacto de la ciencia sobre la sociedad, resulta que la historia social de la
ciencia cuestiona algunas de la imágenes históricas más estimadas de las
producidas originalmente por la Ilustración y desarrolladas después. Después
de todo, ¿está la ciencia tipificada por el término "progreso"? El papel de las
tecnologías producidas científicamente con fines militares o para procesos de
manufactura que dañan la ecología pone en cuestión lo apropiado de términos
como "progreso" para ayudarnos a entender la historia de la ciencia. Si se puede
considerar que la ciencia responde a fuerzas y valores sociales, económicos,
políticos y culturales, ¿en qué sentido se puede sostener que la ciencia produce
conocimiento auténtico, neutral y objetivo? Si los científicos trabajan
típicamente en ambientes colectivos e institucionalizados, ¿debemos continuar
concibiendo al científico individual como el único agente de desarrollo
científico? En breve, la historia social de la ciencia tiende a poner en duda las
certidumbres liberales de progreso, autenticidad e individualismo puestas bajo
el reflector por la historiografía de la Ilustración y sus sucesoras de los siglos
XIX y XX. Puede ser, entonces, que la historiografía, al cuestionar recientemente
sus viejas presuposiciones fundacionales, ha iniciado una revolución en su
propia comprensión histórica.
La cada vez mayor profesionalización de la historia de la ciencia también
ha ayudado a abandonar viejas presuposiciones historiográficas. Vale la pena
mencionar dos en particular; primeramente, la idea de que la Edad Media es
carente de interés científico, y en segundo lugar, la idea de que la ciencia, desde
el punto de vista histórico, era una actividad caracterizada por naturaleza
secular, lo que se ponía en contraste con los sistemas de creencias religiosos que
precedieron al surgimiento de la ciencia moderna. El científico-filósofo Pierre
Duhem (1861-1916) fue uno de los primeros en cuestionar la idea de que los
siglos medievales carecían de cualquier desarrollo científico importante,
mostrando en particular como el pensamiento físico medieval fue sujeto de
cambios históricos en formas que anticipaban los tipos de cambio atribuidos
normalmente al período de Galileo. La naturaleza rica y abigarrada de la ciencia
medieval también ha sido revelada desde entonces por estudiosos como
Crombie y Claggett. Los historiadores también han tenido que lidiar con la
imposibilidad de caracterizar la historia de la ciencia como algo separado de la
creencia religiosa y el principio teológico. Una vez que hubo suficiente atención
detallada a las obras de científicos como Newton, Kepler, Boyle y muchos otros
de los siglos XVII, XVIII y XIX, se volvió cada vez más obvio que su trabajo
científico no podía simplemente separarse de sus creencias religiosas y sus
razonamientos teológicos. Una consideración compasiva de la ciencia de estos
científicos tiene que tomar en cuenta cómo estaba integrada con los patrones de
cultura religiosa, más que cómo se planteaba a sí misma como alternativa a la
religión.
De la misma forma que estas alteraciones estructurales en la interpretación
historiográfica de la naturaleza de la ciencia occidental, la profesionalización de
la historia de la ciencia también ha querido decir simplemente que se ha
descubierto y escrito mucho más acerca de la historia de la ciencia en los
últimos cuarenta años que en los dos siglos anteriores. No podemos hacer un
resumen de este proceso, así de diverso es el alcance del trabajo que cubre, pero
en términos generales, lo que ha producido es un grado cada vez mayor de
especialización. Mientras que para Whewell o para Sarton todavía era posible
escribir historias generales de la ciencia, los historiadores de la ciencia tienden
ahora a identificarse en términos mucho más especializados: como historiadores
de la biología, o de la química, o de las ciencias sociales; de la ciencia
norteamericana o de la ciencia alemana; de la ciencia medieval, o de la ciencia
moderna temprana, o de la ciencia del siglo XX.

Guía de lectura

1. ¿Cuál es su valoración del siguiente párrafo del texto anterior: “Si se puede
considerar que la ciencia responde a fuerzas y valores sociales, económicos,
políticos y culturales, ¿en qué sentido se puede sostener que la ciencia produce
conocimiento auténtico, neutral y objetivo?”, a la luz de sus propias
concepciones personales de ciencia?
2. Intente identificar los elementos de la idea de progreso científico en Sarton, y
piense cuales de ellos son invalidados a partir de la postura (rupturista) de Kuhn
en La estructura de las revoluciones científicas.
3. ¿Qué relación puede establecer entre la creciente especialización en el campo
profesional de la Historia de la Ciencia, y algunas de las polémicas
historiográficas - por ejemplo, continuismo vs. rupturismo?
4. Investigue acerca del alcance de las reconstrucciones racionales de la ciencia en
Lakatos, y haga una breve crítica de sus limitaciones.

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