La Psicología Social Comunitaria o Psicología Comunitaria A Secas

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La Psicología Social Comunitaria o Psicología Comunitaria a secas, denominación

cada vez más popular, es una de las ramas más recientes de la psicología. Su
carácter novedoso es responsable de la confusión y ambigüedad que todavía
imperan respecto de su denominación, objeto y métodos; lo cual obviamente es un
signo no sólo de su juventud, sino además de ser una rama en período de
formación, que sin embargo tiene ya pretensiones de autonomía pues como lo
señalan diversos manuales. Se habla en ellos como de una nueva disciplina, si
bien se indica siempre su basamento psicosocial, así como su uso de
procedimientos, técnicas, instrumentos y métodos provenientes de la Psicología
Social.
Hablar de la Psicología Comunitaria, significa, como ha ocurrido con muchas otras
ramas de la psicología, en sus respectivos comienzos, decir no sólo de qué se
trata, sino también deslindar su campo: señalar su objeto y sus objetivos. La
justificación de esta estrategia se debe a que la denominación de Comunitaria
podría llevar a deducciones erróneas, según las cuales se podría confundir lo que
hemos anunciado como una rama de la psicología, afincada en lo social, con
prácticas de carácter paternalista, que responden a intentos de desarrollo comunal
cuyo centro de poder es externo al ambiente sobre el cual se desea ejercer.

Asimismo, no debe confundirse, aún cuando la Psicología Comunitaria no las


excluye, con áreas tales como el asesoramiento de comunidades o como la
tecnología social. En el primer caso se trata de una aplicación muy concreta y en
el segundo, de un enfoque, igualmente aplicado, que propone la generación de
técnicas, de estrategias e instrumentos dedicados a la solución de problemas
sociales, que no necesariamente involucran un cambio social estructural.
La Psicología Comunitaria puede incluir 'Y de hecho en su aplicación lo hace,
ambas áreas, pero sus objetivos van más allá de lo que ellas plantean.
A partir de allí diversos autores en Norteamérica, Algunos la proponen como una
forma de Psicología aplicada, dados sus nexos en los EE. UU. con el movimiento
pro salud mental en la comunidad, de larga data, y con la política de guerra a la
pobreza, a acerca de la posible creación de una nueva rama de la psicología. En
todo caso, lo que parece delinearse en ese país, es la necesidad de, una
psicología que trabaje con organizaciones sociales, cambiándolas de manera tal
que los individuos se beneficien; así como la dualidad del rol del psicólogo
involucrado en tal acción, , de "partícípante-conceptualizador", significando tanto
su labor como promotor, cuanto su papel corno profesional y científico.
Sin embargo, ya en América Latina, sin apelar a la denominación, pero con un
claro adelanto metodológico, desde fines de la década del 50 (entre 1957 y 1959),
se venían realizando aisladamente, silenciosamente, como suele ocurrir en la
región, desarrollos comunitarios interdiscíplinaríos, en los cuales están presentes
todas las características que veinte años después pasan a definir a la Psicología
Comunitaria, al igual que una particular estrategia metodológica basada en la
investigación-acción, orientada hacia el cambio social y la concientización.
El objeto fundamental de esa práctica destinada al desarrollo de la participación
comunitaria, consiste en la movilización de un grupo particular (una comunidad),
para el enfrentamiento y solución de sus problemas, los cuales a través de la
intervención de agentes de cambio, percibirá en sus dimensiones reales y en sus
relaciones con el medio en que se presentan.
En una primera etapa (años '50 y '60), más que de una Psicología Comunitaria
debe hablarse de desarrol1ocomunitario, de participación, de autogestión, a solas.
Se trata de una estrategia, de una metodología, en la cual el aporte psícosial no
ha sido clarificado aún. Sólo a fines de la década del '60 y comienzos de los años
'70, surgen paralelamente los primeros intentos de sistematizar lo que es ya un
quehacer con logros firmemente establecidos en Latinoamérica, y una nueva línea
de aplicación en Norteamérica.
Se considera que son tres las áreas fundamentales que constituyen el objeto de la
Psicología Comunitaria: el análisis de procesos sociales; el estudio de las
interacciones en un sistema social específico y el diseño de intervenciones
sociales.
Psicología Comunitaria se plantea, como una Psicología para el Desarrollo,
entendido éste como "el proceso mediante el cual el hombre adquiere mayor
control sobre su medio ambiente". Es decir que trata del desarrollo individual, pero
tal como lo planteamos en la definición anterior, también es un desarrollo que va
más allá del individuo, pues su objetivo último será lograr no sólo un cambio
psicológico en las personas, sino además, al afectar su hábitat y con él las
relaciones individuo-grupo y grupo-sociedad, generar cambios tanto cuantitativos
como cualitativos que colocarán esas relaciones en un nuevo nivel. Es decir, que
se producirá un movimiento de acción transformadora en dos sentidos, en el cual
ambos campos de la dinámica, siendo coincidentes y opuestos a la vez, se ven
transo formados; pues todo cambio en el hombre produce cambios en su ambiente
y viceversa. Se plantea así el desarrollo en una relación dialéctica de
transformaciones mutuas.

Esta Psicología Comunitaria surge como el esfuerzo coincidente curiosamente


paralelo, de diversos grupos de psicólogos latinoamericanos y de otros
profesionales de las ciencias sociales, que comienzan a enfrentar una serie de
problemas que surgen en una realidad muy concreta: el subdesarrollo de América
Latina, la dependencia de los países que integran la región. También en
Norteamérica como hemos visto, se plantea una Psicología Comunitaria, pero su
orientación es predominantemente la de una psicología para la Salud Mental
Comunitaria, o como una rama de la Psicología Clínica. Ante los problemas
concretos, vistos en su relación contextual y no como abstracciones de signo
negativo, como quistes a extraer para mantener sistemas aparentemente
homoestáticos, las explicaciones, los paradigmas, las teorías psicológicas
vigentes, aparecerían como inadecuados, como incompletos, como parciales. y las
soluciones de ellos derivadas sólo alcanzan entonces a tratar el malestar de unos
pocos y a ignorar la dolencia de muchos.
Se planteaba, y ese planteamiento sigue vigente, la necesidad de dar respuesta
inmediata a problemas reales, perentorios, cuyos efectos psicológicos sobre el
individuo no sólo lo limita y trastornan, sino que además lo degradan, y, aún peor,
pasan a ser generadores de elementos mantenedores de la situación
problemática. Tal planteamiento suponía para el psicólogo, el enfrentamiento de la
problemática con una visión distinta: la de diagnosticar en función de una
globalidad, la de tener conciencia de la relación total en que ella se presenta. Y
junto con esa visión, necesariamente unida a la misma, se plantea una redefinición
del sujeto psicológico en la relación. Se parte de la idea de que toda
transformación debe serlo tanto en el ámbito social cuanto en el individual, y que
las soluciones no serán tales si no involucran la participación de los individuos. a
los que van dirigidas. Es decir, que debe ser autogestión y no pura manifestación
externa.

Los principios fundamentales de la psicología comunitaria, se tratan entonces de


una psicología apoyada en tres principios básicos:
Autogestión de los sujetos que constituyen su área de estudio. Lo cual significa
que el objeto estudiado es también sujeto estudiante y que toda transformación
repercute sobre todos los individuos involucrados en la relación, incluido el
psicólogo agente de cambio.
Como corolario de lo anterior y pivote básico de la teoría, el centro de poder cae
en la comunidad. La acción del psicólogo consistirá en lograr que esa comunidad
adquiera conciencia de su situación y sus necesidades y asuma el proyecto de su
transformación, asumiendo el control de su actividad.
3. La unión imprescindible entre teoría y praxis, una forma de lograr una
explicación integradora y una comprensión verdadera de la situación.
El objeto de estudio de la Psicología Comunitaria precisa de la definición de dos
conceptos básicos: el de comunidad y el de desarrollo comunitario o comunal.
Esto significa, nuevamente, definir por exclusión. Así, cualquier concepción pasiva
de la comunidad queda proscrita, lo mismo que toda visión estática de los grupos
y organizaciones. Una comunidad es un grupo en constante transformación y
evolución. (El tamaño del grupo puede variar desde el nivel primario al
secundario), que puede llevarla a su fortalecimiento y a la toma de conciencia de
sí, como unidad y potencialidad, o bien a su división interna y a la pérdida de
identidad, reforzándose entonces un sentido externo de la pertenencia,
contrapuesto a la cohesión basada en un sentido interno. La comunidad es
además, un grupo social preexistente al investigador, que posee su propia vida,
una cierta organización cuyos grados varían según el caso, intereses y
necesidades: siendo estas últimas objeto de explicación mediante el trabajo de
intervención psicológica.
Por desarrollo comunal se entiende el producto de la acción comunal. Acción que
se produce cuando la comunidad se hace cargo de sus problemas y se organiza
para resolverlos, desarrollando sus propios recursos y potencialidades y utilizando
también los extraños. Nuevamente insistimos en que esta noción excluye el
paternalismo, puesto que se basa en la autogestión y autodeterminación. Sin
embargo, no siempre ellas son suficientes para alcanzar las metas de la
comunidad. Factores económicos y políticos ponen a menudo barreras difícilmente
franqueables por la acción comunitaria de manera inmediata. El desarrollo
comunal deberá por lo tanto involucrar también estrategias para la superación de
tales obstáculos, a largo plazo, manteniendo siempre a la comunidad en el control
de la situación, so pena de fracasar. El desarrollo comunal, entonces debe partir
de los siguientes principios: catálisis social, consistente en la presencia de un
agente propulsor del desarrollo, perteneciente o no al grupo, cuyo rol no es
directivo, pero quien está armado de los recursos técnicos necesarios, así como
de la motivación y actitudes claras respecto de su rol y de la comunidad;
autonomía, que significa la centralización en el grupo del inicio, control, dirección y
realización del desarrollo; prioridad, que consiste en el señalamiento por el grupo
de las necesidades a atacar, estableciendo su jerarquización; realización, es decir,
la obtención de logros concretos inmediatos que permitan alcanzar la meta última:
el cambio social. Y finalmente, el principio de los estímulos, consistente en reforzar
de manera específica, cada logro alcanzado por pequeño que sea.

Maritza Montero La psicología comunitaria: orígenes, principios y fundamentos


teóricos Revista Latinoamericana de Psicología, vol. 16, núm. 3, 1984, pp. 387-
400, Fundación Universitaria Konrad Lorenz Colombia

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