Fate's Fables (Her Dark Destiny 1) - T. Rae Mitchell
Fate's Fables (Her Dark Destiny 1) - T. Rae Mitchell
Fate's Fables (Her Dark Destiny 1) - T. Rae Mitchell
TRADUCCIÒN
CORRECCIÒN
DISEÑO
CONTENIDO
SINOPSIS
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
La hechicera solitaria
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
El amor de un fae oscuro
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
La reina de los duendes
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
El corazón de un Troll
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
La emperatriz dragón
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
La vieja madre Grim
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
La espada relámpago
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
El roble sediento de sangre
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Epílogo
Fate`s Keep
Agradecimientos
Sobre la autora
SINOPSIS
ATENCION AL LECTOR:
Si estas palabras de creación se dicen al aire estas ocho fabulas
sombrías se convertirán en tu mundo para siempre.
Cuando se tiene un nombre como Fate1, la suerte nunca es lo que se dice normal.
Su suerte siempre era buena, aunque no era tanto como le gustaría a Fate, aun así, era
increíble. Como la vez que encontró una pulsera de diamantes en el bolsillo oculto de un
bolso que compró en una tienda de segunda mano, o una primera edición de un cómic de
Linterna Verde que consiguió en una venta de garaje por un dólar y que vendió por
10.000 dólares, lo que le hizo mucha ilusión. Hasta que una semana después se enteró
por las noticias de que el cómic valía un cuarto de millón.
Así era la vida de Fate. Las pequeñas rachas de buena suerte que tenía se volvían
inevitablemente amargas. Pero cuando su suerte era mala, es francamente terrible y muy
a menudo extraña. Un meteorito, entre otras cosas, destruyó el coche que su padre le
regaló en su decimosexto cumpleaños. Era la única a la que una bandada de gaviotas le
cagaba encima mientras estaba en medio de una enorme fila esperando para entrar en
un concierto. En un partido de fútbol del instituto, un murciélago eligió su pelo para
enredarse, lo que la convirtió en un desastre asustado y gritando delante de todo el
instituto. Todavía no habían dejado de llamarla Batty2.
Y, por supuesto, el incidente con los gusanos en la escuela primaria. Ese dejó la
cicatriz más profunda. Fate se estremeció y respiró hondo mientras forzaba la
experiencia traumática de su mente, eligiendo en su lugar centrarse en esa buena suerte
con su libro.
Había estado inventando historias desde que aprendió a escribir y a menudo había
jugado con la idea de ser autora algún día. Simplemente, nunca esperó que su carrera
comenzara, y mucho menos que despegara, antes de graduarse en el instituto. En
cualquier caso, Fate estaba decidida a disfrutar de su sueño hecho realidad antes de que
su nombre lo convirtiera en una pesadilla.
1
Fate significa `Destino`
2
Bat en inglés es murciélago.
Pero quizá esa vez fuera diferente. Hasta ahora no había habido señales de que su
buena suerte se fuera a la mierda. La gira del libro había ido mejor de lo que podría
haber imaginado. Después de comenzar en Nueva York y viajar a otras cinco grandes
ciudades del país, estaba de vuelta en Seattle, en su dulce hogar.
Felicitó a las chicas por sus disfraces y volvió a garabatear Fate Floyd dentro de sus
ejemplares de Magic Brew. Un tipo vestido de elfo de las sombras pasó entre los
duendecillos. Cuando Fate vio sus ojos recorrerla, se sonrojó y se replanteó la minifalda
de lana de tartán y la blusa ajustada que había elegido llevar. Él pareció envalentonado
por su incomodidad, porque se inclinó en la otra dirección, de forma no demasiado sutil,
y siguió la línea de sus piernas desnudas desde sus Doc Martens4 hasta el corto
dobladillo de su falda.
Una chica vestida como una bruja gótica con botas negras altas y con cordones se
adelantó, dándole un fuerte codazo en las costillas. No parecía estar contenta con sus
miradas.
—¡Ay! Er... hola, Fate —dijo el elfo, con sus picos encerados al estilo anime
tambaleándose en la parte superior de la cabeza. Extendió su libro, manteniéndose firme
cuando ella lo agarró—. Representamos al primer y mejor sitio web no oficial en la red
dedicado a Magic Brew y a su club de fans.
3
Que es decidido, convencido, tenaz o extremado en relación con algo
4
Marca de Zapatos.
—Vaya ¿En serio? —Fate se quedó atónita. Ahora tenía su propia Comic-Con
personal—. ¡Sí!
Fate lo pensó mientras firmaba sus libros. La lista no podía ser tan extensa:
Montones de parmesano con cualquier cosa italiana debajo, y todo cubierto de chocolate,
excepto las cerezas al marrasquino y la crema de frutas.
Dando las gracias, la bruja y el elfo se hicieron a un lado mientras un tipo alto y
delgado de unos veinte años se acercaba. Iba vestido como un brujo de su libro, con un
aspecto regio y sexy, con su largo cabello mezclado con un abrigo de ébano. Se quitó el
sombrero de copa y le hizo una elegante reverencia. Allí mismo, se inclinó hacia ella, y
sus gafas de sol de espejo captaron un reflejo gemelo de ella.
Al ver su salvaje melena de rizos castaños llenando las monturas, se pasó una mano
por el pelo en un intento poco convincente de domar el volumen. Le hubiera gustado
llevar una coleta. Tenía que admitir que la otra cara de la moneda de toda esa atención
era el aumento de todos los defectos molestos que había descuidado. Pero bueno, esos
eran sus amigos, ¿no? Allí nadie la llamaba Batty.
Se quitó las gafas de sol, revelando unos ojos azules como el cielo, con un
delineador de ojos aplicado con mucha más pericia que el de ella. Sacó una rosa de seda
negra de la solapa.
—No tiene importancia —dijo él, suspirando con un gesto de su mano enguantada.
Ella lo entendió. Estaba en el personaje. ¿Y quién podría culparlo por dejar de lado
su personalidad normal? ¿Quién no estaba aburrido o preocupado por su propia historia
y no se sentía feliz de meterse en la de otra persona? Eso confirmaba aún más su lema:
La realidad apesta. La fantasía es lo mejor.
De repente, tres bulliciosos duendes verdes vestidos con túnicas de boxeo moradas
con capucha se acercaron a la mesa.
—Oye, estás retrasando la fila —dijo uno de ellos, con su hilera de colmillos de
vampiro de plástico que dificultaban hablar con dignidad—. ¿Qué tal si nos dejas entrar
para nuestro turno?
Fate ahogó una risa detrás de su mano. Tenían un aspecto más cómico que
aterrador, con las verrugosas narices grises de goma que sobresalían como pulgares
doloridos en el maquillaje verde que cubría sus rostros. Estaba a punto de responder
cuando el brujo levantó su bastón y les golpeó el pecho.
—Oh, vamos, Shteve5. Sabes que eso no funciona con los duendes demoníacos.
Simplemente absorberemos tu poder oscuro y lo volveremos contra ti.
Fate se rio a carcajadas, sorprendida por lo mucho que se estaban lanzando a sus
papeles. Pero cuando los tres se abalanzaron sobre Steve, se puso en pie de un salto tan
rápido que su silla se volcó. El hechicero los esquivó con sorprendente habilidad, pero su
majestuoso porte se desmoronó en el momento en que su sombrero de copa fue
derribado y aplastado bajo la bota de un duende. Cuando Steve se abalanzó sobre ellos
agitando el bastón y profiriendo una letanía de maldiciones, los duendes se aferraron al
otro extremo de su bastón y se produjo un torpe tira y afloja. Narices, orejas y colmillos
falsos volaron en todas direcciones.
Fate estrechó los ojos hacia Lana. No le gustaba la forma en que la mujer había
estado mirando a Eustace durante todo el mes de la gira del libro. Como si tuviera
5
Colocado a propósito así en el original, ya que el `duende` no podía hablar muy bien por los
`dientes de plástico`
alguna posibilidad con el viudo empedernido. Eustace sólo estaba siendo amable.
Escuchaba a todo el mundo de esa manera tan atenta, con la cabeza ladeada y el grueso
cabello plateado cayendo sobre una expresión inquisitiva. Por otra parte, eso era pura
hierba de gato para los pumas como Lana.
Al reírse de algo que dijo Eustace, Lana se dio la vuelta y se acercó trotando, con la
velocidad obstaculizada por los tacones altos y los pequeños pasos forzados por una
falda estrecha. Su suave melena rebotó limpiamente alrededor de su rostro pulido y su
lápiz de labios rojo. Se inclinó para hablar al oído de Fate, su perfume envolvía a su
cliente en una nube de flores frutales.
—¿Cómo puede ser esto bueno? —murmuró Fate. ¿Le pasaba esto a otros
escritores? ¿O sus lectores se estaban volviendo locos porque el libro trataba de una
guerra entre especies sobrenaturales? ¿Había arruinado todo por dar glamour a la
violencia sin querer? No sería la primera vez que algo delicioso se estropea antes de la
fecha de consumo preferente.
La escaramuza continuó con una maraña de túnicas púrpuras y seda negra rodando
por el suelo con algún que otro gruñido que se levantaba para tomar aire. Estaban tan
revueltos que parecía que iban a seguir así hasta que llegara la seguridad para
separarlos. Pero, para sorpresa de todos, volvieron a ponerse en pie.
Dos de los duendes tenían a Steve agarrado por los brazos, mientras el tercero le
pinchaba en las costillas con su propio bastón. El duende que le pinchaba se metió los
colmillos en la boca y miró al desaliñado hechicero, cuyo maquillaje de ojos oscuros se
había extendido a cada lado de su sonrojado rostro.
—Admite que has perdido esta batalla y nos encargaremos de ti, brujo.
Mientras los guardias de seguridad se abrían paso entre la multitud que rodeaba la
refriega, un repentino estruendo distrajo a Fate. El suelo se agitó bajo sus pies. Las
paredes se inclinaron en ángulos amenazantes. Asustada, se agarró a la mesa, dándose
cuenta rápidamente de que nadie más reaccionaba a ello. Todo el mundo seguía
adelante, distraído únicamente por el caos inmediato. Se le erizaron los pelos de los
brazos.
Era uno de esos temblores internos. Ya los había tenido antes, el escalofrío de un
conocimiento interno, un susurro de cambio en el aire. Pero nunca nada que hiciera
temblar la tierra. Ese fue un grito, una advertencia de que su mundo acababa de
inclinarse sobre su eje.
Luego, con la misma rapidez, las paredes volvieron a su posición normal y el suelo
se aquietó.
Fate soltó la mesa. Se sentía diferente. O tal vez todo lo demás había cambiado. Su
entorno se veía plano, incoloro y simple, como si estuviera mirando a través de una lente
nublada. El aire era espeso, el techo demasiado bajo, el enjambre de gente era sofocante.
Se quedó quieta, incapaz de relacionarse con ninguno de ellos, embotada por el jaleo que
tenía delante. Sacudió la cabeza. ¿Qué estaba haciendo allí? Esos no eran sus
compañeros. Ella pertenecía a ellos tanto como Batman pertenecía a la Liga de la
Justicia.
Mientras miraba más allá de las cabezas que se arremolinaban, una pizca de luz
penetró en su mirada de película, abriendo su ojo interior a un valle protegido en el que
el arcoíris se curvaba sobre campos verdes y florecientes. Mientras el oro profundo de los
tulipanes y las hojas cubiertas de rocío brillaban en su mente, un anzuelo espectral se
hundió en lo más profundo de su corazón. El hilo fantasmal comenzó a enrollarla,
arrastrándola suavemente a ese país de las maravillas de la pradera que había
abandonado años atrás.
—Lo siento —Sonrió, sin parecer arrepentido en absoluto. Si se saliera con la suya,
la mantendría con doce años para siempre.
Como era muy exigente con el cumplimiento de los compromisos, miró el reloj.
—Oh, esto debería haber terminado hace media hora. —Él la miró, levantando una
ceja en señal de sorpresa, escudriñándola de esa manera tan reflexiva.
—¿No dijiste que podías hacer esto las veinticuatro horas del día?
—No, está bien. Creo que voy a dar un paseo, tal vez tomar el autobús a Jessie's más
tarde. —Su estómago se anudó con la culpa. ¿Por qué estaba mintiendo? Siempre había
sido sincera con él. Él no era estricto en el sentido habitual. En todo caso, la animaba
constantemente a salir al mundo. No podía aceptar que ella se contentara con crear sus
propios mundos interesantes y mucho más entretenidos desde la comodidad de su casa,
con su lista de reproducción favorita insertada en sus oídos y su gato, Oz, bateando su
lápiz mientras escribía y garabateaba. Por lo que a ella respecta, el mundo podía
guardarse su dura realidad para sí mismo.
—BFF7. Al menos trata de hacerlo bien —dijo ella, poniéndose de puntillas para
darle un beso en la mejilla.
—LYF8. Esa es una de las que nunca me equivoco —dijo él mientras ella salía del
auditorio.
Maldición, tenía que ir a empeorar la culpa. Se detuvo, mirando hacia atrás por
encima del hombro.
—LYF también... —Se interrumpió al ver que Lana había recuperado la atención de
su padre. Molesta, Fate se puso en marcha.
—Atrapada—murmuró Fate.
6
Best Friend Ever(Es Best friend forever, Eustace lo dice algo mal xd)
7
Best Friend Forever
8
Love You Forever
—Pausa para ir al baño —dijo Fate, tratando de parecer despreocupada.
El ángel oscuro se quedó muy quieto, observándola con una expresión pétrea e
ilegible.
—Lo entiendo. Has visto a través de la ilusión de este mundo ahora que estás lista
para pasar a la siguiente vida. No te preocupes, arrasaré el paisaje con una llamarada
ruinosa y convertiré el mundo en una enorme pira funeraria, sólo para ti. Pero...
—¿Sí, Anguish? —dijo ella, siguiéndole la corriente al juego de roles ahora que sabía
hasta dónde lo llevaban algunos.
A medida que se acercaba a la entrada, los sonidos de la ajetreada calle del exterior
la apremiaban. Fate atravesó las puertas, respirando el olor de los gases de los coches y
la lluvia sobre el asfalto fresco como si fuera el aire del océano. Corriendo, llamó a un
taxi.
***
Después de mostrar el comprobante de pago porque no podía decirle al conductor
adónde ir exactamente, éste se mostró sorprendentemente tolerante con su vaga petición
de dirigirse al norte por la Interestatal 5.
—Borys. Allí. Toma esta salida. —Las casi dos horas de viaje les habían dado mucho
tiempo para charlar y tutearse. Ella lo sabía todo sobre su mujer y sus ocho hijos.
—Una vez que pases por el puente cubierto, ve a la derecha —dijo, su voz era
apenas un susurro.
Borys giró la cabeza como si fuera a hablar, pero permaneció en silencio. La cabina
rebotó sobre los tablones desvencijados del puente. Al pasar por el túnel de madera, Fate
contuvo la respiración, con los músculos tensos por la expectación. Sintió que entraba en
un portal del tiempo hacia su pasado.
Al otro lado, las espesas zarzas y la hierba alta se agolpaban en el camino de tierra,
impidiéndole ver los campos de tulipanes de los alrededores. Ahora estarían en flor, un
manto dorado tejido por bandas de Lunas de Abril, Apolos, Estrellas de Oro y Dalias
Amarillas. Sus abuelos le habían regalado a su madre el campo como regalo de
cumpleaños, permitiendo a la niña de ocho años recoger todos los bulbos. Ella había
elegido sólo los amarillos, seleccionándolos sólo por sus interesantes nombres.
Fate había crecido haciendo el viaje a casa de la abuela con Eustace cada 3 de abril
para celebrar su cumpleaños y el recuerdo de la madre que nunca conoció. Pero la
abuela, que ya había enviudado, llenaba el vacío contando historias sobre la infancia de
su madre, empezando siempre por cómo su precoz hija había descrito la floración anual
como la época del año en que los rayos de sol caían en el patio trasero sólo para ella. El
mejor regalo de cumpleaños.
Cuando el coche giró a la derecha, Fate se sentó con la espalda recta, observando
cómo las luces altas iluminaban un gran edificio de ladrillo a media milla de distancia.
Apenas podía creer lo que veían sus ojos. La librería Fábulas. Se sorprendió de haberla
encontrado. La última vez que había estado allí fue cuando tenía diez años y no tenía ni
idea de cómo llegar.
Él se removió en su asiento, girándose para mirarla con cierto esfuerzo, ya que era
un hombre pesado. Ella evitó su expresión preocupada, agachando la cabeza para buscar
su tarjeta de crédito. Él le pasó el terminal para que pudiera pagar. Ella se la devolvió
con una propina de cien dólares doblada encima.
—¡Oh, demasiado! —protestó él.
—Te lo mereces. Tienes la paciencia de un santo. —Se bajó. Él le dirigió otra mirada
de preocupación.
Había perdido la cabeza. ¿Por qué si no había convencido a Borys para que se fuera
sin ella?
Sin embargo, allí estaba, frente a la centenaria librería, donde había pasado todos
los veranos de su infancia metida en su bóveda de cuentos: bajando a la madriguera del
conejo con Alicia9, saltando por el camino de baldosas amarillas con la pandilla de
Dorothy10 y volando al País de Nunca con Peter11. De hecho, en la librería Fábulas fue
donde empezó a escribir sus propias aventuras.
Las nubes se dispersaron, dejando que la luz de la luna le permitiera ver mejor el
edificio. Se parecía más al granero que había sido originalmente con su fachada austera y
la entrada y las ventanas tapadas con tablas. El letrero, que había sido hecho para que
pareciera un libro gigante con Fábulas escritas en él, había desaparecido. ¿Lo habían
robado? Eso la preocupaba. Podía imaginarse fácilmente que alguien se lo llevara como
una pieza de arte única para exponerlo en algún apartamento metropolitano. Se quedó
mirando las desgastadas letras pintadas sobre el ladrillo, que decían Librería en
mayúsculas. Los pintorescos y anticuados adornos que antes rodeaban el letrero ahora
parecían extraños sin el libro para completar el diseño.
Le daba rabia y tristeza ver el lugar tan abandonado. Fábulas había sido amado por
generaciones de clientes leales en todo el condado. Por no hablar de todos los turistas
9
Alicia en el país de las maravillas.
10
El mago de Oz (SIGAN EL CAMINO AMARILLO)
11
Peter Pan
que iban a visitar la histórica librería de camino a las pintorescas escapadas campestres
salpicadas por todo el valle.
Un viento enérgico pasó junto a ella, haciendo crujir la maleza y los árboles con un
gemido lúgubre. Se estremeció, sintiéndose pequeña, deseando más que nada que su
abuela saliera corriendo, la envolviera en una manta y la llevara al interior, donde la
esperaba una taza de chocolate caliente y un buen libro.
Una gruesa gota de lluvia le golpeó la cabeza. En cuanto levantó la vista, el cielo le
arrojó un torrente de lluvia a la cara. Se encogió bajo el diluvio. En cuestión de segundos,
el pelo se le pegó a la cabeza y la ropa quedó empapada.
—¿De verdad?
Sabiendo que no tenía otra opción que rendirse a esa fuerza intempestiva de la
naturaleza, corrió por la esquina buscando la puerta de entregas. Agradeciendo que no
estuviera tapiada como la entrada principal, buscó las llaves en su bolso.
Fate se congeló justo cuando estaba a punto de meter la llave en la cerradura. Era
extraño que no hubiera sacado la llave del llavero después de todos esos años. Por otra
parte, tenerla allí la había ayudado a fingir que la abuela la estaba esperando en la
librería. Era una experta en fingir, siempre lo había sido. Pero ahora no había lugar para
eso. Metiendo la llave, giró la cerradura y empujó la puerta para abrirla. Era el momento
de tener un poco de paciencia y enfrentarse a la razón por la que había vuelto a la casa
como una paloma distraída.
Capítulo 2
EL OLOR A HUMEDAD DEL PAPEL LLENABA EL OSCURO INTERIOR. EN
cuanto entró, la temperatura pareció bajar unos cuantos grados. Encendiendo la
pequeña linterna que llevaba en el llavero, Fate dirigió su modesto haz hacia un almacén
desordenado. Sin detenerse a escudriñar nada en particular, se abrió paso entre un
laberinto de cajas, pasó por encima de una puerta etiquetada como Conserje y se deslizó
entre un panel de cortinas de terciopelo verde.
Temblando por una mezcla de nervios y ropa mojada, miró a su alrededor, sin
gustarle los rincones sombríos que mantenían los espacios muertos ocultos de la vista.
Mientras miraba en la oscuridad, se le erizó la piel al sentirse observada.
Fate apuntó con su linterna a las zonas más oscuras de la tienda. La luz rebotó en
un póster enmarcado, que ella reconoció como el Jinete de la Luz de la Luna, y luego
rozó toda una serie de viejos posters de cuentos de hadas que ella conocía bien. Cuando
el rayo redondo se movió por una estantería a su derecha, se quedó quieta mientras algo
salía disparado de la luz.
Parecía un gato gris que saltaba de una estantería a otra, pero sus movimientos
parecían más detenidos que ágiles. Sabía que no podía ser el antiguo gato de la librería.
Oz vivía ahora con ella.
Apagó la linterna y se puso de puntillas. Al asomarse a una estantería, vio una débil
luz que proyectaba sombras parpadeantes en una pared con ventanas. Olía a humo,
espeso como el papel humeante. O a libros. Frunció el ceño. ¿Quién estaba quemando
libros en su librería?
Era una silueta alta y oscura contra el fuego, de espaldas a ella y con una enorme
llave de hierro en las manos. Se quedó perpleja ante la llave, segura de que nunca la
había visto antes.
—Comienza a orar —se dijo a sí misma. Respirando hondo, dejó caer el teléfono y la
linterna en su bolso, buscando el pequeño bote de spray de pimienta que le había dado
Eustace. En su lugar, sacó un frasco de perfume. Genial, el bote estaba en su otro bolso.
Se quedó inmóvil, con el rostro sumido en la oscuridad. Ella no podía saber lo que
él podría hacer, y cuanto más tiempo permanecía en silencio, más tensa se ponía ella.
—Me has dado un buen susto —dijo por fin—. No esperaba que me descubrieran.
—¿Si? —se quedó parada, sin saber qué decir a continuación—. Bueno, no esperaba
encontrarme con que habían entrado en mi casa.
Manteniendo el perfume apuntado, miró las llamas que la invitaban, sus miembros
congelados anhelando el calor. Levantando las manos en señal de rendición, se apartó
para que ella pudiera acercarse al fuego. Dejándolo a un lado, mantuvo sus ojos fijos en
él mientras se acercaba a la papelera de metal. Echó un vistazo a su contenido, y
rápidamente le devolvió la mirada con un ceño desaprobador.
—Eran más cáscaras que libros —dijo—. Siento haber entrado sin permiso. —
Esperó un momento—. Si te da igual, me voy a ir.
Fate se llevó la mano a la espalda antes de que él pudiera ver lo cerca que había
estado de ser rociado en la cara con la coqueta fragancia de las dulces magdalenas.
12
Norman Bates es el protagonista de la película Psicosis.
—Gracias —dijo ella, inclinándose hacia el calor.
Su corazón dio un vuelco, una reacción que la sorprendió. Dejó de mirarlo por un
instante, pero no pudo resistirse a volver a ver la fuerte línea de su mandíbula y la
amable curva de su boca. Su pulso se aceleró al seguir el arco ascendente de sus pómulos
rubicundos hasta los ojos que tenían el mismo brillo y verdor de las hojas lavadas por la
lluvia.
Oh, no. Lo había avergonzado. El calor subió a sus mejillas mientras se encogía por
dentro. Aunque en ese momento se sentía como una perdedora total, eso no le impidió
asomarse a través de una cortina de rizos húmedos para echar un rápido vistazo a su
collar de cuero trenzado con su tentáculo celta, su camisa de manga larga y sus
pantalones militares color oliva. La ropa le quedaba suelta sobre su alta estatura, pero no
podía ocultar la complexión delgada y musculosa que había debajo.
Se dio la vuelta.
—Debería irme.
—¿Dónde has encontrado esa llave tan grande? Nunca la había visto.
Se enjugó los ojos llorosos, mortificada por haber sido sorprendida llorando, y
luego se preocupó por si había manchado su maquillaje.
—¿Por dónde has entrado? —dijo ella, con un tono más nervioso de lo que
pretendía.
—Espera —No podía soportar que se fuera de nuevo—. Es terrible afuera. Deberías
quedarte hasta que pase la tormenta.
Él mostró una sonrisa que hizo que su corazón diera un vuelco. Ella se mordió el
labio, desconcertada por las reacciones instintivas que le resultaban desconocidas.
Se acercó y la recogió.
—Estoy seguro de que encaja en la cerradura que mantiene este libro cerrado.
En el centro del tronco, donde las ramas se curvaban con abundantes hojas de
roble y bellotas que se extendían hacia los bordes, había una estrella redonda de bronce
deslustrado, con un diseño de volutas de hojas que rodeaba una gran cerradura.
Asombrada, Fate se acercó y pasó las manos por las curvas de la madera tallada
hasta llegar al frío metal de la cerradura.
—Siempre imaginé que este era un libro real perdido por un gigante. No de los que
llevan garrote y tienen la cara llena de carbuncos, sino de los que mi abuela llamaba
cronistas de la magia y la historia antiguas. —Se movió a un lado, mirando las páginas
apretadas entre las tapas, tocándolas con dedos ansiosos. Eran gruesas, pero
definitivamente de papel.
—Toma, ponte esto antes de que te mueras. —Le abrió el abrigo—. Siento la
suciedad que tiene. Huele a algún tipo de hierba. De todos modos, está alrededor del
libro, casi como si alguien lo hubiera esparcido.
—Gracias. —Se abrazó a él, absorbiendo el calor, con el aroma a jabón y especias
que le acompañaba—. Sabes, generalmente tengo como norma no llevar chaquetas de
desconocidos sin saber sus nombres.
—Finn.
Él asintió.
—Sí, lo dije. ¿Y cuál sería tu nombre? Porque, como sabes, generalmente tengo por
norma no entregar mi chaqueta a cada muchacha extraviada que se estremece en mi
presencia.
—No es que sepa a qué huele Pie Grande, claro. Pero por lo que he leído de primera
mano, se supone que es muy desagradable.
Pero justo cuando rodearon una estantería, algo se aferró a ellos, deteniéndolos en
su camino. Fate no podía moverse. Una fuerza invisible, pero tangible, la presionó,
bloqueándola en su lugar. El terror corría por sus venas mientras unas chispas
punzantes se extendían por su piel, convirtiéndose en un humo cáustico que le picaba los
ojos sin parpadear. Temerosa de inhalarlo, luchó por mover su cuerpo, pero sus tensos
músculos no respondían. Sabía que Finn estaba a su lado. Podía sentir su mano, pero él
también estaba paralizado.
Una luz apareció en el suelo. Necesitó toda su fuerza de voluntad para agachar la
cabeza lo suficiente como para mirar la bruma de oro líquido que se acumulaba
alrededor de sus pies. Miró con incredulidad cómo la luz se enroscaba alrededor de sus
piernas, caliente y eléctrica contra su piel, y ascendía por su cuerpo paralizado.
En cuanto llegó a su cabeza, su visión se llenó de una ráfaga de color blanco, que
quemó todos los pensamientos. Esto dejó un vacío, que luego se llenó con un torrente de
emociones. La desesperación y el miedo se mezclaron con una rígida determinación y
una necesidad primaria de sobrevivir. Una presencia, fuerte y aterradora, invadió su ser,
trayendo consigo un anhelo, un deseo ardiente de una cosa: una pequeña vara de oro
grabada con símbolos que sostenía un anciano de aspecto sabio vestido con una túnica
blanca.
Sentada a unos metros de distancia, una anciana marchita le devolvía la mirada con
rabia. ¿Quién era? ¿Tenía algo que ver con que ella y Finn estuvieran en ese estado de
parálisis? Si era así, ¿cómo? Finn había dicho que había una especie de hierba esparcida
por el Libro de Fábulas. Debían de haber inhalado algo de ella.
Fate retrocedió en su interior cuando la momia le tocó la mejilla. Al rozar con sus
dedos secos y esqueléticos la piel de Fate, su rostro arrugado se torció en una expresión
aterradora y de odio. ¿Qué podía haber hecho para que esta desconocida la odiara tanto?
Fate repitió el nombre una y otra vez en su cabeza. Estaba decidida a recordarlo.
—Te envío a una misión muy importante, para la que el fracaso no es una opción —
continuó Brune—. Morirás antes de rendirte. ¿Lo entiendes?
Fate asintió con la cabeza mientras escuchaba con horror. ¿Misión? ¿Morir?
Intentó negar con la cabeza, pero su cuerpo no se comportó.
—No importa el tiempo que tardes en cumplir esta tarea. El tiempo pasa de forma
diferente en el Libro de Fábulas que aquí. Yo experimentaré unos minutos desde que te
vayas hasta que vuelvas, mientras que tú podrías experimentar meses, o incluso años.
Así que no hay necesidad de apresurarse y cometer errores innecesarios.
—La Vara de Aeternitis —respondió Fate, tan rápido que la sorprendió. ¿Qué…
—Necesitarás esto. —Brune desabrochó una pieza de joyería victoriana que llevaba
y la sujetó en la cintura de la falda de Fate—. Sabrás para qué sirve cuando leas la
advertencia al principio del libro. Hazlo inmediatamente después de entrar en la primera
fábula.
—Es hora de que leas esas fábulas que tanto te interesan —espetó Brune,
recuperando su enfado mientras cojeaba.
Fate trató de evitar que su mirada se dirigiera a las páginas abiertas del libro
gigante. Gritó en silencio contra la acción, pero la curiosidad debilitó su determinación
en cuanto puso los ojos en el antiguo texto.
—No sé de éste, pero quédate con él si resulta útil —dijo Brune mientras estudiaba
a Finn.
Pero Fate no tenía más pensamientos con respecto a Finn, ni con respecto a
ninguna otra cosa. El velo del olvido se había vuelto a cerrar a su alrededor cuando
pronunció el título de la primera fábula.
Para proteger su secreto, vivía sola. Por eso, Elsina se sentía sola y echaba de
menos la compañía de los demás. Recurrió a los animales, las rocas y los árboles de la
isla para satisfacer esta necesidad. Con su toque mágico, los animales adquirieron
cualidades humanas. También les dio el don del habla y los vistió como personas. Le
encantaba su aspecto extravagante, sobre todo cuando le convenía mezclar una abeja
con un lagarto o un pez con un pájaro. Dio vida a las rocas y las transformó en toros,
elefantes y leones gigantes. A las plantas y los árboles les concedió la capacidad de
moverse para que pudieran reunirse cerca de ella, ofreciéndole tanto belleza como
protección. Incluso infundía canciones y música al agua de sus fuentes y estanques.
Torrin era su nombre y, de una luna llena a otra, compartía las maravillas de su
isla. Elsina llegó a creer que él la amaba. En realidad, Torrin le estaba agradecido por
darle comida, refugio y buena compañía. Pero su primer amor era el mar, y a medida
que pasaba el tiempo, su mirada se alejaba de Elsina y volvía al océano. Con el tiempo,
llegó el momento en que Torrin se pasaba los días paseando por la playa y mirando los
remolinos de las mareas como un prisionero podría mirar más allá de los barrotes de
hierro de su ventana.
El repentino pinchazo en el corazón de Elsina fue tan doloroso que pensó que
podría morir. Su grito angustioso resonó en toda la isla. Todas las criaturas, árboles y
plantas temblaron. Antes de que pudiera volver a respirar, Hatho estaba a su lado,
sosteniéndola en sus fuertes brazos. Sin embargo, Torrin nunca escuchó el grito
desconsolado que sacudió la isla. Había caído bajo el hechizo de la sirena.
Poco después, el sol salió, calentando a los dos amantes. La ninfa del mar, que
estaba dispuesta a renunciar a todos los dones del mar para vivir como mortal con
Torrin, estaba ansiosa por reunirse con el océano por última vez. Ella se sumergió en
las olas mientras él esperaba en la playa. Pero las aguas comenzaron a agitarse. Algo
enorme se agitó en la espuma agitada. Una aleta puntiaguda cortó la espuma salada,
seguida de unos colmillos rechinantes y un tentáculo gigante que serpenteaba hacia el
cielo. Torrin corrió hacia la orilla. Desarmado como estaba, estaba listo para luchar
contra la bestia que creía que había devorado a su verdadero amor. No sabía que la
poción de Elsina había convertido a su hermosa ninfa del mar en un monstruo sin
mente. El ojo saltón de la criatura se fijó en Torrin, se abalanzó con asombrosa
brusquedad y lo arrastró a la hondonada más profunda de su amado océano.
Cuando Hatho comunicó la trágica noticia, el corazón de Elsina ardió como mil
velas. Su doloroso lamento penetró en la isla. Los acantilados se derrumbaron, el
palacio de piedra se resquebrajó y todas sus criaturas huyeron, dejando a la hechicera
sola y desamparada. Por mucho que lo intentara, Hatho no pudo consolar a su señora.
Su culpa y su tristeza eran demasiado profundas. Aun así, permaneció a su lado.
Los días se convirtieron en años, y los años en décadas. El leal halcón soldado
mantuvo su silenciosa vigilia, siempre posado en algún lugar cercano, hasta que llegó
el momento en que se hizo tan viejo y débil, que Elsina se apiadó y lo convirtió en
piedra. Y así fue como la hechicera se encontró más sola que nunca. Todo porque no
podía ver quiénes eran realmente sus compañeros más queridos.
Capítulo 4
DESDE EL SEGUNDO EN QUE FATE PRONUNCIÓ LA FÁBULA EN VOZ ALTA,
las palabras entintadas se desprendieron de las antiguas páginas del libro y una ráfaga
de letras se arremolinó a su alrededor. Luego, como pequeños píxeles, las letras se
combinaron en una escena formada por su imaginación, cobrando vida a la vez en una
sinfonía de imágenes y sonidos. La fábula fluyó a través de ella. Se convirtió en su voz sin
conocer las palabras, y cada frase generaba más y más de la historia viva, que respiraba.
Era parte de ella, pero cada vez que se acercaba para tocar la rica realidad que la
rodeaba, las imágenes ondulaban como una gota de agua que perturba la superficie
reflectante de un estanque tranquilo. Cuando por fin el cuento llegó a su fin, los
personajes fantásticos y el paisaje encantador se convirtieron en una tormenta de letras,
y la liberación fue tan brusca que creyó caer desde una altura aterradora.
Sus rodillas chocaron con algo suave, húmedo y arenoso. Mareada y con náuseas,
mantuvo los ojos cerrados, con el sonido del océano aún presente en su mente. Aunque
ahora olía la salmuera que desprendían las olas.
—¿Estás bien?
—Por favor, dime que todavía estamos en la librería —dijo ella, antes de girar la
cabeza en dirección a su voz, abriendo un ojo y luego el otro.
—Uh, lo siento. Me atrevo a decir que estamos lejos de ella —dijo él, con un tono
incómodo.
Estaba pálido. ¿Estaba tan asustado como ella? mantuvo los ojos pegados a su
rostro, negándose a mirar a otra parte, deseando que el escenario detrás de él volviera a
ser el tenue interior de la librería. El telón de fondo seguía siendo obstinadamente
brillante y soleado mientras él se ponía de pie e inclinaba la cabeza hacia el cielo.
—Supongo que esta es la isla a la deriva de Elsina —dijo—. Al menos eso creo. Esas
gaviotas parecen bastante normales. Por supuesto que podrían haber hecho sido desde
algún otro puerto, pero me sorprende que no nos reciban sus animales de circo.
La curiosidad se apoderó de Fate. Miró a las gaviotas que volaban por encima.
Cuando vio que eran ordinarias, no supo si se sintió aliviada o decepcionada de que no
hubieran sido fenómenos emplumados. Pero ahora tenía que mirar. Se dio por vencida y
dejó caer su mirada hacia el lugar donde el Libro de Fábulas se apoyaba en la pizarra
húmeda que se extendía en lo alto de los imponentes acantilados negros. La ansiedad se
apoderó de ella cuando se giró y sus rodillas se clavaron en la arena mientras
contemplaba con la boca abierta una impresionante playa de arena blanca situada en
una bahía protegida. Más allá de la costa, el océano se extendía hacia un horizonte
interminable y vacío.
Ya no estaba en Kansas.
—O tú estás en el mío.
Cerró los ojos, reafirmándose en su mente: ¡Soy real, maldita sea! ¡Existo!
Phhh... ¡tonta!
Alisando el pánico de su cara, miró a Finn a través de los párpados caídos. Una
mirada de auténtica preocupación había sustituido su sonrisa. Abrió los ojos por
completo, buscando algo que decirle, que no fuera confesar sus locos pensamientos.
13
Personaje de Alicia en El País de las Maravillas y de una canción de cuna inglesa anónima.
—Eh... durante un par de peliagudos segundos durante el trayecto hasta aquí,
cuando mi estómago se volvió del revés y cayó a mis pies antes de chapotear en mi
cabeza... yo... eh... pensé que me estaba muriendo.
—¿Qué?
—Yo... seguía deseando estar en casa teniendo un concurso de miradas con mi gato.
Eso sí que es molesto. ¿Qué clase de persona piensa en algo así cuando está a punto de
morir?
—Sí, supongo que tiene sentido. Gracias por restaurar mi autoestima. —Intentó
sonreír, pero parecía más bien una mueca—. Hablando de felinos fuera de lugar, lo
último que recuerdo es haberte hablado del ratonero exagerado de la librería.
—Ah, sí —convino ella, pero por más que lo intentara, su memoria se quedó en
blanco más allá de eso. Excepto, por supuesto, la vívida experiencia de lectura de la
fábula. ¿Pero por qué no podía recordar las circunstancias anteriores? Le faltaba tiempo,
como a los abducidos por los alienígenas.
O tal vez no quería recordar. Oh-oh. ¿Tenía ella alguna culpa? Después de todo, fue
ella quien leyó la fábula. ¿Su insaciable curiosidad les había hecho atravesar el Espejo?
—No.
La duda aguijoneó su mente, aguijoneándola con renovada paranoia. Ese bolso
contenía pruebas de su vida. Su cartera estaba allí, el cuaderno brillante en el que
anotaba ideas, su teléfono. Oh, no, Eustace. Ahora estaba a punto de llorar.
—Finn, realmente tengo que encontrarlo. Tengo que llamar a Eustace. Decirle que
estoy... ¿bien?
—¿Quién es Eustace?
—Estás asustada —dijo él—. Eso es natural. Pero no te irá bien si sigues con el
pánico. ¿Entiendes?
Ella tragó saliva, asintiendo como una cabeza de chorlito. Él tenía razón. Tenía que
controlarse.
—Vamos a echar un vistazo dentro del libro grande. Es lo único que ha venido con
nosotros.
La levantó tan rápido que chocó con su pecho. Crearon una brecha instantánea, ella
saltando hacia atrás, él esquivando, casi tropezando. Recuperando el equilibrio,
carraspeó y retiró la tapa del libro. Ella soltó una de esas risas, de las que suenan tan
forzadas que desearía haber nacido muda. Ocultando su cara roja, hizo un gran alarde de
quitarse la arena que se le pegaba a las piernas.
—No recuerdo haber visto esto. —Él la miró, con los ojos nublados por la
incertidumbre.
~ Cuidado, lector ~
—No, a mí tampoco. Pero al menos esta advertencia explica por qué fuimos
arrastrados a la historia. Sucedió cuando leíste el título de la primera fábula en voz alta.
Así que era cierto. Ella era la responsable de esto. El sentimiento de culpa surgió,
enrojeciendo su rostro con un calor revelador.
—Lo siento. Sinceramente, no sabía que eso iba a pasar. De hecho, ni siquiera
recuerdo haber leído la fábula. Es decir, recuerdo haberla leído, pero no sé por qué la leí.
—No hay culpa, chica. Es obvio que hay fuerzas ocultas en el trabajo aquí.
Ella dejó caer su mirada, mirando sus manos temblorosas, luchando contra las
lágrimas. El sol brillaba en algo brillante que se sujetaba a la cintura de su falda. Lo
agarró, un clip antiguo unido por una cadena a un lujoso medallón atenuado por la
pátina del tiempo. La mayor parte del baño de plata se había desgastado del latón
original bajo las partes en relieve del diseño.
—¿Cómo llegó esto aquí? —Lo descolgó y vio un papel prensado entre las cubiertas
de metal. Parecía una especie de cuaderno antiguo.
—Uh, no es exactamente mi estilo. Alguien me puso esto. Oye, tal vez haya un
mensaje dentro.
Ella sacó un pequeño lápiz rojo de la ranura que mantenía el cuaderno cerrado. La
tapa se abrió de golpe, revelando una fina pila de pequeñas páginas de color verde pálido
del tamaño de la mitad de una tarjeta de visita. La hoja superior estaba en blanco. Fate
las hojeó, arrancando varias páginas en su prisa por encontrar algo, cualquier cosa que
explicara qué estaba haciendo allí, y por qué.
Ella observó los cuadrados de papel que se agitaban en el viento entre crecientes
lágrimas de ira y frustración.
—Esa estúpida cosa no sirve para nada. —Liberando sus manos, golpeó el cuaderno
contra el suelo con tanta fuerza que se puso de pie en la arena. Se marchó enfadada por
la playa, no sin antes clavar el cuaderno en el suelo con su bota.
Se detuvo a la orilla del agua, mirando el océano sin verlo. ¿Por qué estaba
ocurriendo eso? Seguro que había alguna razón. ¿O era ridículo esperar una explicación?
Nadie se lo explicó a Alicia ni a ningún otro personaje de cuento o de cómic que hubiera
caído, resbalado o entrado en otro mundo. Simplemente aceptaban su suerte y hacían lo
que había que hacer, a veces incluso divirtiéndose con ello. Así que, ¿por qué no recibía
esto como una aventura en el País de las Maravillas? ¿Por qué reaccionaba como si la
hubieran dejado en el Infierno de Dante14?
Antes de que pudiera responder a la pregunta, Finn se acercó a ella. Ella mantuvo
la mirada fija en las gaviotas que se zambullían en el agua y salían con recompensas
plateadas.
Ella se volvió hacia él, con el viento cálido azotando sus mechones rebeldes en la
cara. Él extendió la mano y le apartó lentamente el pelo. El océano brillante se reflejaba
en sus ojos mientras su boca se abría con algo no expresado. Ella esperó, pero él le
sostuvo la mirada sin decir una palabra.
14
Dante, personaje de `La divina comedia` Dante recorre el infierno, el purgatorio y el paraíso
en su camino a casa.
Los pómulos de ella se llenaron de calor.
Él sonrió.
—Ah, mírate, salvador de los oprimidos —dijo ella, tomándolo de él—. ¿Y lo has
guardado para que pueda disculparme en persona?
—Pensé que podrías echarle otro vistazo para ver si te refresca la memoria.
—Uh huh... Brune Inkwell. Ella es la que me dio esto. —El recuerdo de estar
atrapada en una nube nociva de olores repugnantes volvió rápidamente—. Ew, su aliento
era tan fuerte que me hacía llorar. Apestaba como la carne bañada en queso Limburger
dejada al sol del desierto para que se pudriera y luego se la comieran los coyotes. Pero
mató a los coyotes y luego se pudrieron al sol...
—Esta Brune Inkwell me parece dudosa —dijo Fin—. Se dice que ella está detrás de
que me despierte en la librería sin saber cómo llegué allí, y de que terminemos aquí.
—Por suerte para mí, y para ti —continuó con una sonrisa irónica—, me he
despertado completamente vestido, ya que estaba completamente en pelotas cuando me
metí entre las sábanas. —Riéndose, apartó la mirada, sin ver cómo ella se sonrojaba por
la imagen mental que se formaba en su mente.
Ella forzó una risa, decidiendo que él tenía que estar bromeando con ella.
—Debería haber dejado esa maldita librería. Pero no, tuve que ir a meter las narices
en un gran mal libro —dijo mientras se acercaba al Libro de Fábulas.
—Y luego llegué yo y nos quedamos atrapados en esta playa miserable, pero digna
de una postal —añadió ella.
Lo siguió hasta que él volvió a leer la advertencia, con la mano en la barbilla y las
cejas fruncidas en señal de concentración.
—¿Qué?
Frunció el ceño ante la página, agarrando con fuerza el borde de la cubierta del
libro.
—No podemos librarnos del libro sin convertir cada fábula en su espejo opuesto.
Releyó la advertencia varias veces, segura de que debía haber otro significado.
Él se volvió y la miró.
¿Ocho? Fate tragó saliva. Había esperado cuatro como máximo. Demasiado para
poner una cara valiente. Volvió a pensar en Alicia y en su actitud confiada y juguetona
hacia los extravagantes personajes que había encontrado en el País de las Maravillas. Esa
era la actitud que debía adoptar si quería salir de esta situación con la cordura intacta.
Fate se encontró sonriendo mientras una chispa de emoción se encendía en ella. Se
divertiría con esto, lo convertiría en un juego. Como un gran tablero de ajedrez en el que
tenía que llegar a la octava casilla, primero como peón antes de ser convertida en reina,
como lo había sido Alicia.
Pero entonces la golpeó como un puñetazo en las tripas. ¿Y si eso era exactamente
lo que ella era... un peón en un enfermo y retorcido juego de ajedrez?
Capítulo 5
LAS TORRES SE ORIENTABAN HACIA LOS ACANTILADOS DE LA BAHÍA, SIN
dejar otra salida que el mar. Finn persistió en buscar una salida mucho tiempo después
de que Fate se diera por vencida. Su breve chispa de entusiasmo se había apagado por
una creciente sensación de temor. Pero ella no se daba por aludida. Había vuelto a fingir
que era intrépida, fingiendo entusiasmo cuando él descubrió unas escaleras cortadas en
la roca ocultas tras un espeso grupo de arbustos.
Cuando por fin llegó al último escalón, Finn estaba tumbado de espaldas mirando
al cielo y silbando una melodía.
—Oh, lo has conseguido. Empezaba a pensar que tendría que llevarte en brazos... —
se rio— o hacerte RCP.
Los picos del palacio de Elsina se alzaban sobre unas colinas lejanas, cerca del
centro de la pequeña isla. También había un camino claro que se adentraba en el bosque,
probablemente el camino hacia la hechicera.
—Puedo arreglármelas. —Se sorprendió por lo que le temblaban las piernas. Había
sido despiadada con sus personajes, haciéndolos pasar por cosas mucho peores que
subir un kilómetro y medio de escaleras. Ya no cabía duda de que prefería escribir sobre
actividades extenuantes a realizarlas realmente.
Habían caminado una buena distancia y estaban paseando por un denso bosque
cuando Finn frenó su paso para escuchar atentamente.
—¿Qué pasa?
Se llevó un dedo a los labios.
—¿Qué?
Le tomó la mano y no pareció darse cuenta de que ella lo miraba como si le hubiera
salido un lunar peludo en la cara. Esa era la segunda cosa desconcertante que había
dicho. Ella había dejado pasar el último comentario loco como una broma, pero él
parecía muy serio en ese momento. El humor seco no era lo suyo. Pero ¿y si en realidad
no estaba bromeando? No quería pensar en lo que eso podría significar.
—Deberíamos seguir moviéndonos antes de que Elsina sepa que estamos aquí —
dijo él, tirando de su resistente peso detrás de él.
Tal vez estaba tratando esta situación insana como un juego, lo mismo que ella
intentaba hacer, o aplicando algún tipo de lógica retorcida porque no sabía qué más
hacer. Fate aceleró el ritmo. Ella podía jugar al juego igual de bien.
—Quizá sea mejor que los árboles nos anuncien —dijo, luchando contra el impulso
de sonreír—. Es bastante descortés aparecer sin llamar antes.
—Es una hechicera. Por lo que me han dicho, son enormemente territoriales. Lo
más probable es que nos convierta en ranas primero y haga preguntas después.
Finn sacó un pequeño catalejo de uno de los bolsillos de sus pantalones militares y
apuntó a las terrazas.
—Es mejor que el clavo oxidado que encontré —dijo ella—. ¿Puedo echar un
vistazo?
Le entregó el catalejo. Ella miró las extrañas criaturas mezcladas con asombro,
dándose cuenta con un frío que la fábula se había convertido en un lugar real y ella
estaba de pie justo en medio de él. La incredulidad intentó imponerse de nuevo. Pero ya
no pudo negar la verdad cuando vio a la mujer alta y pálida que salió al balcón hacia una
gran mesa cargada con comida. Vestida con una resplandeciente túnica carmesí, se
deslizó junto a un exótico conjunto de flores con la mano abierta, atrayendo su fragancia
hacia su nariz para respirar su aroma. Sus serenos rasgos eran anormalmente bellos,
como la imagen tallada de una obra maestra de piedra. Y su pelo, negro como la
medianoche, colgaba en sedosas trenzas hasta los tobillos.
—¿Crees que hay alguna posibilidad de que podamos conseguir algo de esa comida?
Hay suficiente para alimentar a un ejército.
Él no respondió.
Ella esperó unos segundos más a que él apartara la mirada, pero cuanto más
tiempo miraba a la hechicera, más se agitaba.
—¡Oye, respóndeme!
Cuando su voz resonó en el palacio de piedra, se tapó la boca con la mano. Los
pájaros se desprendieron de los árboles circundantes, lanzando gritos de alarma desde el
cielo. Agarrándola del brazo, Finn la apartó del camino hacia las sombras de los árboles.
Corrieron largo y tendido hasta que ella tropezó y cayó, raspándose la rodilla.
Sacó una pequeña lata y aplicó un poco de pomada marrón en la rodilla sangrante.
—Ya está. Es un viejo remedio familiar que me gusta tener a mano. Estarás como
nueva en unos días.
El tacto de sus dedos deslizándose sobre su piel la tomó desprevenida, una confusa
distracción del dolor y la ira.
—Creo que es hora de que prepare algo para comer, señorita. Me temo que no
sobreviviré a ese temperamento tan ardiente si no calmamos esos nervios con algo de
comida en poco tiempo.
—Oh, claro, no hay problema. —Ella fingió una sonrisa alegre—. Voy a correr hasta
el arbusto de bayas de la esquina. Luego me detendré en el arroyo de conveniencia y nos
arponearé un pez. Y cuando hayamos terminado de engullir demasiadas bayas y sashimi
plagado de parásitos, podremos disfrutar de una de esas resacas gastronómicas súper
divertidas.
—Podríamos hacer eso, pero pensé que tal vez intentarías escribir nuestra cena en
ese pequeño cuaderno. Tal vez por eso vino contigo. —Con una sonrisa paciente y un
brillo curioso en los ojos, señaló el cuaderno que colgaba de su cintura.
—¿Pizza?
—Sí, perfecto. Una chica para mi corazón —dijo, dejando caer el acento escocés.
Fate no pudo resistirse a sonreír; ese acento escocés la hacía sentir cálida y confusa.
Garabateó una descripción apresurada.
—Bien, aquí voy. De la nada, estoy pidiendo una pizza de pepperoni recién hecha y
caliente con parmesano.
Cuando no ocurrió nada en ese mismo instante, se sintió estúpida por dejar que le
hiciera creer que podía conjurar comida mágicamente. Pero entonces el aire se
distorsionó visiblemente, agitándose como ondas de calor frente a ellos mientras el olor
de masa recién horneada y pepperoni picante llegó a su nariz. Segundos después, una
pizza en una bandeja apareció a la vista. Finn la tomó con las dos manos.
Se puso en pie de un salto, asombrada. Por primera vez desde que se metió en este
lío, se sintió emocionada. Incluso confiada.
—¿Te das cuenta de lo que esto significa? Salir de aquí va a ser muy fácil. Puedo,
literalmente, escribir para que todos nuestros problemas... —miró a Finn— se vayan.
Todavía con la pizza en la mano, él se quedó congelado, con los ojos llenos de
asombro.
—No, me refiero a las Palabras de Creación —dijo Finn, con expresión grave—. Para
ser honesto, estoy sorprendido de que se puedan utilizar de forma tan sencilla. Estaba
seguro de que tendríamos que combinarlas con algún tipo de magia para que
funcionaran. Pero esto... esto es directamente de la fuente. Esto es el verdadero poder.
Sacudió la cabeza.
—¿Se te mete algo de esto en la cabeza?
—Sí, lo entiendo, tío Ben15. Un gran poder conlleva una gran responsabilidad.
—Sí. Y también un gran peligro —añadió, sin dejar de mirarla con seriedad.
—¿Tal vez? Esto me convierte en el amo del bahíabozo16. —Ella frunció el ceño al
ver que él no entendía—. Eso significa que ahora yo tomo las decisiones.
—Aguafiestas.
—Tienes razón. Esto está muy bueno. —Hizo una pausa, su expresión se volvió
pensativa antes de golpear el cuaderno recubierto de latón—. Haremos que todo
funcione.
Ella se acomodó en el suelo junto a él, aliviada y feliz. Ambos comieron con avidez,
sin apenas hablar hasta que se acabó la pizza. Entonces, ella pidió un batido de chocolate
para ella y un refresco de cerveza de raíz para él, con el menor número de palabras
posible. Contó cuarenta y dos hojas en el cuaderno, pensando que era mejor guardar la
mayoría para asuntos más vitales.
Ambos estaban demasiado llenos y tumbados en el suelo mirando las nubes grises e
hinchadas cuando empezó a llover. La promesa de una tormenta inminente llegó con un
repentino relámpago y un trueno que retumbaba en la distancia.
—Me gusta tu línea de pensamiento, pero algo mucho más pequeño sería mejor.
15
Personaje de Spiderman, sep, es el tío de Peter Parker y es quien le pronuncia estas palabras.
16
No estoy 100% segura de a lo que se refiere, iré por lo que me parece que es: Calabozos y
dragones, ya que están en una playa ella dice: amo del bahiabozo y no amo del calabozo.
—Una tienda de campaña es perfecta —dijo él, demasiado ocupado llenando la
palma de su mano con polvo blanco de guijarros de una bolsa del tamaño de su puño
para ver lo disgustada que estaba ella.
Ella le vio colocar el polvo en el suelo, seguido de otros tres puñados alrededor de
donde ella estaba. Con un mechero, prendió fuego a los montones, murmurando algo en
voz baja.
—He hecho que esta parte del suelo que nos rodea sea invisible a ojos no deseados.
Ahora nada puede vernos a nosotros ni a la tienda mientras estas protecciones estén
colocadas. —Con una sonrisa de satisfacción, se limpió el polvo de las palmas de las
manos. Pero su sonrisa vaciló al ver la evidente consternación de la mujer al pronunciar
su descripción escrita de la temida tienda—. Siento lo de la cabaña —dijo—. Ya he
probado con objetos más grandes, pero cualquier cosa de más de un par de metros no
funciona.
—Eso es genial. Ya me siento más segura —dijo ella, con un tono plano mientras
observaba cómo el aire tembloroso se solidificaba en una tienda de campaña de color
camuflaje. ¿Por qué seguía jugando a las apariencias cuando tenían las de verdad?
¿Dónde estaba la invisibilidad de la que hablaba? Podía verlo a él y a la tienda con
bastante claridad, por no hablar de ella misma.
La sangre que latía en sus oídos amortiguó su voz. Tenía el corazón en la garganta,
lo que le impedía hablar. Lo miró fijamente, sin poder apartar la vista mientras su visión
se ampliaba en cada detalle perfecto de su rostro.
Él también se había quedado callado, con los ojos clavados en los de ella, mientras
un cierto conocimiento pasaba entre ellos.
Nerviosa, apartó la mirada y presionó el lápiz con tanta fuerza contra el papel que
la punta se rompió.
***
Mientras la tormenta arreciaba a su alrededor, la suave luz de la linterna llenaba la
tienda mientras cada uno de ellos se sentaba envuelto en el calor de sus respectivos sacos
de dormir, mirando fijamente las paredes de tela azules en un incómodo silencio.
—Cómo vamos a pasar mucho tiempo juntos hasta que salgamos de aquí, he
pensado que podríamos conocernos un poco mejor.
—¿Qué quieres saber? Pero sólo una pregunta —advirtió—. Algo me dice que
tendremos mucho tiempo para escuchar la historia de la vida del otro más tarde.
Él asintió.
—Me he preguntado qué hacías antes de venir a la librería. Ya sabes que estaba
durmiendo desnudo antes de llegar.
—Para que quede claro, no habrá que dormir desnudos mientras yo esté cerca. No
es que esté en contra de la ropa interior, porque no lo estoy. Es sólo que tienes que
guardarte tus pieles para ti.
Se rio.
—No te preocupes. La ropa está puesta. —Ella volvió a meterse en los pliegues de su
saco de dormir—. ¿Y? —preguntó él—. ¿Qué estabas haciendo?
—Firmando libros en Seattle.
—¿Por favor?
Ella cerró los ojos ante la emoción que su sonrisa le provocaba. Al abrirlos, evitó su
mirada. No quería la humillación de ser sorprendida mirando de nuevo.
—Fue una casualidad total. Todo empezó con una tarea de inglés en la que
teníamos que elegir cualquier libro sobre las bandas de los años 60 y darle nuestro
propio giro a un capítulo favorito. Como soy un empollón, convertí el mío en una gran
pelea entre un grupo de bandas sobrenaturales. Pero a mi profesora le gustó tanto que
me convenció para que lo presentara a un concurso. Luego, antes de darme cuenta, una
gran editorial me pidió que ampliara la idea para convertirla en un libro.
—¿Los tréboles de cuatro hojas siempre crecen así bajo tus pies?
—Créeme, no siempre son tréboles verdes, corazones rosas y lunas amarillas para
mí. A veces son espejos rotos. Y creo que ambos sabemos que probablemente nos
esperan al menos siete años de mala suerte en este caso.
—¿Esperas que alguien llamada Fate sea cualquier cosa menos eso?
—Estoy de acuerdo en que nuestra situación parece ser así. Pero también diría que
lo que pensamos y sentimos día a día es la fuerza determinante de nuestros destinos, lo
que nos convierte, como dice el poema, en ‘’los dueños de nuestro destino, los capitanes
de nuestras almas’’.
—¿Cómo puedes decir eso? Sé que no deseaba quedarme atrapada aquí, sea donde
sea.
—¡Yo no he hecho esto! ¿Y qué hay de ti? ¿Qué se supone que has hecho para llegar
hasta aquí?
Esperó a que él dijera algo, pero no oyó nada, salvo el viento que golpeaba la tienda
y el sonido de la linterna al apagarse. Mientras estaba tumbada en la ruidosa oscuridad,
acurrucada en un apretado ovillo, se preguntaba por qué había perdido tan
completamente los nervios. Pero en el fondo, sabía la razón. Lo que él había dicho tenía
un toque de verdad. Y si era realmente sincera, sabía que siempre había deseado vivir
aventuras reales en lugar de inventarlas.
Bueno, por fin tenía su deseo. Sólo había un problema, quería aventuras seguras,
un oxímoron, si es que alguna vez hubo uno.
***
El canto melódico de los pájaros despertó a Fate de un sueño muerto. Mientras
yacía medio despierta, sonrió al saber que Eustace estaba preparando el desayuno. Con
suerte, tortitas. Bostezando, abrió los ojos, viendo un feo patrón de camuflaje en lugar de
la brillante red azul sobre su cama. Se incorporó, tragando aire, con la decepción
pesando en su pecho al darse cuenta de que lo del día anterior no había sido un mal
sueño. Luchando contra las lágrimas, miró a Finn. Se le cayó el estómago. Su saco de
dormir estaba vacío.
—Abracadabra.
—Un homenaje a mis raíces escocesas —dijo ella, omitiendo el hecho de que había
estado obsesionada con todo lo escocés toda su vida.
—¿Eres escocesa?
Ella sonrió.
—Sé lo que se siente al perder a tu madre. Yo perdí a la mía cuando tenía cinco años
—dijo él, añadiendo otra pista a la creciente lista.
Pensó en presionar para obtener más, pero cuando abrió la boca, salió otra cosa.
Finn asintió.
Mientras se cambiaba en la tienda, Fate miró el cielo azul, con sus pensamientos
dando vueltas.
—Oh, genial —murmuró, agachándose para ver cuánto barro había en sus botas.
Gritó.
Finn salió corriendo de la tienda con su camisa nueva a medio poner. Ella se subió
a su espalda desnuda, lanzando una pierna por encima de su hombro, clavando la otra
rodilla en su columna vertebral y tirando hacia atrás de su cabeza para alzarse sobre sus
hombros.
—¿Cómo no puedes ver esos tubos gelatinosos retorcidos de sangre pura? ¡Están
por todas partes! Míralos con sus viscosos hocicos asomando al aire.
Sus músculos se relajaron bajo el agarre mortal que ella tenía sobre su cabeza.
***
Hatho voló en círculos sobre el campamento, observando todos los movimientos de
los dos forasteros antes de volar de vuelta al palacio para informar a Elsina.
—Espero que sea interesante, Hatho. Reconozco que nos hace falta algo de
emoción. Ha pasado demasiado tiempo.
Hatho movió su peso, agarrando la balaustrada con sus garras. Su ama era amable,
pero imprevisible si el equilibrio de la isla se desequilibraba. Y sabiendo lo que sabía, la
balanza se inclinaría muy pronto.
—Avisa al buey para que traiga a este joven. —Como un disparo, el gorrión pareció
desaparecer de allí a otras partes del palacio.
—Hay más, señora —continuó Hatho—. Una hechicera, o bruja de algún tipo, y su
aprendiz han entrado sin permiso. Ella posee una poderosa herramienta. Fui testigo de
cómo conjuraba la ropa con un pequeño libro mágico, y escribió su hechizo con una
astilla de madera que no necesita tinta.
Elsina dirigió una mirada melancólica hacia el bosque que se extendía más allá de
su terraza.
—Tráeme este libro mágico. Y envía a Sithias a vigilar cualquier otra cosa que
puedan poseer.
—Considérelo hecho, señora. —Hatho subió a lo alto del cielo cerúleo, lanzando un
grito desgarrador que resonó en la isla. En cuestión de segundos, diez halcones soldados
se reunieron detrás de él.
Capítulo 6
POR MÁS QUE FATE SE ASUSTARA Y SE SUBIERA A FINN COMO SI FUERA
un árbol, ella permaneció sobre sus hombros. No podía bajar al suelo con esos gusanos.
Al menos él parecía estar de acuerdo con esperar mientras ella escribía en su cuaderno y
pronunciaba las palabras para despejar su campamento.
—¿Y bien? ¿No vas a contarme cómo empezó ese miedo a los bichos?
—Debe haber sido muy malo para que te vuelvas tan demente —dijo Finn,
mordiendo su bollo. Empezó a marcharse, pero se detuvo a mirar a sus protecciones. El
montón había sido aplastado en el olvido por la lluvia—. Uh-oh, hemos estado viviendo
de prestado. La lluvia se llevó el...
De repente, las paredes del bosque se estremecieron con gritos y una batería de alas
batiendo. Sobresaltada, Fate cayó de espaldas sobre un parche de helechos, su grito se
cortó cuando el aire salió de sus pulmones.
Una mano fuerte la agarró por el brazo y la levantó de un tirón. Tragando aire, miró
a través de la hendidura de un casco plateado a los ojos brillantes de un halcón blanco
con brazos musculosos. Tan sorprendida como estaba por la extraña y totalmente irreal
visión, lo reconoció como Hato, el de la fábula.
—Entrega tu libro de magia, bruja. —Su voz era sorprendentemente profunda para
un pájaro.
Todavía sin aliento, se retorció en su agarre, esforzándose por ver a dónde había
ido Finn. No estaba a la vista.
Sus soldados le inmovilizaron los brazos mientras él buscaba en los bolsillos de sus
vaqueros y sacaba el cuaderno. Le estaba robando su único medio de supervivencia y ella
no podía detenerlo. Odiando lo impotente que se sentía, dio una patada a la cabeza del
halcón, pero falló y le dio en el hombro.
Él le agarró la garganta, ahogando el aire.
—Te mataría ahora, pero mi señora ha considerado oportuno dejarte vivir... por el
momento. —Con eso, Hatho y sus soldados se lanzaron hacia el cielo, desapareciendo
detrás de las copas de los árboles.
—Lo recuperaremos.
—Yo digo que volvamos al libro grande y leamos la fábula de nuevo. Tal vez
encontremos algo en la historia que nos ayude a hacer un plan.
Algo frío se retorció bajo su palma. Al levantar la mano, chilló al ver un gusano
pegado a ella. Se levantó de un salto y se agarró a él, con los pies encima de los suyos. Un
momento incómodo se prolongó entre ellos.
Por mucho que ella quisiera negarse, no discutió. Cuando llegaron al sendero sin
gusanos, ella se bajó, y caminó el resto del camino de vuelta a la bahía en un incómodo
silencio.
***
Hatho puso el pequeño cuaderno de latón en la mano de Elsina. Ella cerró los ojos,
sintiendo el calor o el cosquilleo de la magia dentro de la curiosa pieza. Frunciendo el
ceño, abrió los ojos y frotó con el dedo la superficie afiligranada en un intento de
despertar el hechizo interno. Cuando el metal permaneció frío y sin respuesta, sacó la
fina varilla roja de su soporte. La tapa se abrió de golpe. Se estremeció, esperando que el
aire se llenara de chispas o rayos calientes de cualquier hechizo que, estaba segura,
acababa de desatar. Pero no ocurrió nada. Ni siquiera el más mínimo cambio en el
viento.
Más desconcertada que nunca, miró el papel verde pálido cubierto de ligeros
arañazos. Entrecerrando los ojos, reconoció que eran letras, aunque escritas de forma
descuidada. Sin duda se trataba de un hechizo o un conjuro. Leyó las palabras en voz
alta.
—De la nada, pido una pizza de pepperoni recién hecha y caliente con parmesano.
Debió haber el calor habitual y el sabor cobrizo en su boca. Incluso el más débil de
los hechizos dejaba un ligero regusto. Le lanzó a Hatho una mirada oscura.
—No, sólo estaba la bruja cuando atacamos —explicó Hatho—. Me pareció ver a su
aprendiz desde el aire, pero ya no estaba cuando aterrizamos.
—No, no le dimos tiempo. —Hizo una pausa—. Parecía debilitada después de que
tomáramos el libro.
***
Finn se precipitó de repente por el último tramo de escaleras que conducían a la
bahía.
—¡Eh, más despacio! —gritó Fate—. Cielos, ya estoy en peligro de romper a sudar.
—Además, sus piernas estaban demasiado doloridas por la caminata de ayer como para
pensar en correr tras él.
—¿No lo oyes? —dijo, sin detenerse—. Ese canto... esa voz, no se parece a nada que
haya escuchado antes.
Irritada por haber sido abandonada una vez más, tomó los empinados escalones a
un paso más apresurado y tortuoso. Para cuando ella atravesó los arbustos, él estaba a
mitad de camino en la playa, caminando hacia el océano hacia lo que parecía una chica
que se estaba bañando desnuda.
—Por el amor de Dios. —Fate corrió por la playa tan rápido como pudo. Las olas le
golpearon las rodillas cuando se metió en el agua y lo agarró por el brazo—. ¿Qué...
crees... que estás haciendo? —dijo ella, sin aliento.
Ella era un golpe de gracia, un tipo de golpe de supermodelo, a menos que cuentes
las escamas de pescado de la cintura para abajo. Fate hundió sus dedos en su piel.
—Es una ninfa del mar. Probablemente la ninfa del mar de la fábula.
Se apartó de ella.
—¿Y dónde crees que es eso? ¿Abajo, a su concha de almeja gigante donde te
asfixiará con besos y te dará de comer palomitas de camarón empapadas? Trata de
enrollarte en algas y servirte a sus amigos del fondo.
La ninfa del mar se balanceaba en las espumosas olas, con los ojos muy abiertos y
fijos, pero con un matiz de algo salvaje y peligroso en el azul tormentoso de sus iris. Le
recordaba a Fate el mapache que creía haber domesticado dándole de comer desde la
ventana de su habitación. Lindo y mimoso, hasta la noche en que se escabulló por la
puerta del gato de Oz y llenó su peluda cara de ladrón con la mayoría de sus caramelos
de Halloween. Cuando se despertó con el gruñido de Oz y el arrugado de los envoltorios,
el desagradecido bandido la había escupido y siseado.
La ninfa del mar se agachó bajo el agua, sólo para aparecer a seis metros de
distancia. Fate consiguió llevar a Finn de vuelta a tierra firme, pero sus ojos estaban
pegados a la sirena.
—Por el amor de Dios, ¿podrías dejar de mirarla? —Ella lo empujó hacia la arena y
le bloqueó la vista—. Estamos en problemas, y necesito que te concentres... en mí.
Cogió una piedra, la lanzó a la ninfa del mar y vio cómo fallaba por unos tres
metros. Resoplando, buscó algo más para lanzar, pero se detuvo en seco cuando vio los
restos de un barco roto cerca del borde de la bahía.
Él no respondió.
Ella le agarró la cabeza entre las manos, obligándolo a mirar los restos.
—Despierta. Esa debe ser la nave de Torrin, lo que significa que estamos al
principio de la historia. —Ella lo soltó, el pánico deshaciendo su autocontrol. Quería
sacarla de sus casillas.
—Bueno, eso fue tan inútil como la pluma mágica de Dumbo —murmuró cuando no
encontró nada útil en la historia. Tal vez debería explorar los restos del naufragio. Fate
se volvió, esperando ver a Finn. No estaba.
Se dejó caer en la arena y colgó la cabeza. ¿Por qué había dado la espalda a ese
depredador? Agarró un palo cercano y lo pasó por la suave arena. El profundo trazo
despertó una idea cuando se dio cuenta de lo que estaba mirando.
Escribió furiosamente en la arena y luego lo leyó en voz alta.
—Cuando la ninfa del mar llevó a Finn a las profundidades del océano, él
descubrió que podía respirar, y el hechizo que ella tenía sobre él se rompió. Obligada a
liberarlo, la ninfa del mar lo soltó y Finn nadó a salvo hasta la orilla.
Buscó en el agua, pero las olas crispadas se agitaban sin alterarse. Su corazón se
hundió. Así que la magia estaba en el cuaderno tal y como había temido. La pena la
golpeó como un puño en las tripas y las lágrimas brotaron de sus ojos. Se levantó con
rigidez y le dio la espalda al océano, arrastrando los pies por la arena.
—Fate.
Se detuvo. ¿Su mente le estaba jugando una mala pasada? Miró por encima del
hombro. Finn se tambaleaba hasta las rodillas en el agua. Se desplomó en la orilla antes
de que ella pudiera llegar a él.
Al mismo tiempo, una ola gigantesca se levantó detrás de él. La ninfa del mar
cabalgaba dentro de su espumoso rollo, con el rostro retorcido por la rabia. Fate tiró de
su brazo.
—¡Levántate! Va a volver.
El miedo le salpicó la cara, pero antes de que pudiera ponerse en pie, la sirena le
agarró el tobillo.
—¿Qué hechicería es ésta? —rugió la ninfa del mar con una voz inhumana que heló
la sangre de Fate—. Si el mar no puede reclamarlo hoy, se tragará esta isla entera para
tenerlo.
Más indignada que asustada, Fate se sujetó con fuerza. No iba a soltarlo ahora que
lo tenía de vuelta.
—Las almas de todos los barcos condenados se deben al mar —la ninfa del mar
enfureció.
—¡Él no estaba en ese barco! —Fate gritó—. La hechicera tiene el que quieres.
Fate retrocedió, pero se enfrentó a la criatura. Aunque Finn estaba corriendo tan
lejos de la orilla como podía, dejándola en peligro una vez más.
—No necesito traer al marinero aquí. Él vendrá a ti por su cuenta —explicó Fate—.
Y también sé que la hechicera planea convertirte en un monstruo marino sin cerebro por
alejarlo de ella.
La ninfa del mar agarró la pierna de Fate con una velocidad asombrosa.
—Mientes.
—¡No, es verdad! —llamó Finn desde donde estaba junto a los acantilados—.
Puedes leerlo en este libro.
La ninfa del mar entrecerró sus ojos salvajes. En el momento en que soltó a Fate, su
cola de pez se transformó fluidamente en piernas. Sus largos mechones dorados eran lo
único que la vestía... apenas. Se dirigió hacia el libro con nula modestia. La mirada de
Finn apenas pasó por encima de la imprevisible sirena. Era obvio que no iba a quemarse
la mano en esa estufa de nuevo, y volvió a trotar para situarse junto a Fate.
Cuando la ninfa del mar terminó de leer, volvió al agua y se zambulló en ella. Hubo
un momento de incertidumbre antes de salir a la superficie.
—He oído hablar de un libro que dicta los destinos de aquellos que están escritos en
sus páginas. Hasta ahora, creía que era un mito. —Su mirada se fijó en Finn—. Te
permitiré vivir, y te concederé una bendición por haberme avisado. —Se quitó el collar
de perlas rosas y coral—. Te regalo mi glamour. Cuando lo llevas puesto, puedes
convertirte en lo que desees cambiando tu forma. No es una simple ilusión: transforma
la carne, los huesos y otras cosas en lo que desees.
Finn se estremeció.
—Sí, estabas encima de ella. —Fate tomó el collar y se lo puso—. Bien, vamos a
probar a este bebé. —Cerrando los ojos, se imaginó un loro verde y azul de la mitad de su
tamaño, como el que había visto en el palacio, con un vestido sencillo, un delantal y un
gorro de sirvienta con volantes.
Se preparó para una experiencia dolorosa, pero en su lugar una sensación extraña y
bastante agradable la inundó desde la cabeza hasta los pies. Era como si un aceite tibio
se derramara sobre su cuerpo, la ablandara y le diera una nueva forma.
Levantó el brazo. Era corto, con las manos rechonchas cubiertas de finas plumas.
Agachada, movió los dedos de sus garras.
—¡Santo cielo, ha funcionado! —dijo, sorprendida por cómo las alas de su espalda
se agitaban en respuesta a su excitación.
—¿Y qué esperas conseguir exactamente con ese atuendo? —preguntó él,
claramente escéptico.
—Claro, porque eso ha funcionado como un sueño. —Tomando una carrera batió
sus alas tan fuertes como pudo. Despegó, tambaleándose y sumergiéndose como una
loca, segura de que nunca superaría los acantilados. Pero no estaba dispuesta a rendirse.
Prefería lanzarse al suelo antes que sufrir la humillación de tener que admitir su derrota.
***
Fate se estrelló en una terraza vacía. Por desgracia, un loro malhumorado con traje
de mayordomo fue testigo de su torpe llegada.
—¿Qué haces ahí fuera? —graznó—. Trae tu plumífero aquí. Necesito que se pulan
todas las piezas de plata antes de servir la cena.
Entró a paso ligero. Cuando vio los montones de bandejas deslustradas, cuencos,
juegos de té, copas, urnas y utensilios que cubrían la superficie de una mesa gigantesca,
se le cayó el pico.
—Si existieran esas cosas —dijo él mientras ella se dirigía en dirección contraria. No
llegó muy lejos antes de oír el rápido rasguño de sus garras sobre el suelo de mármol
cuando se puso detrás de ella—. ¿Adónde crees que vas?
Con la cabeza ladeada, un ojo amarillo recorrió su cara y las marcas de las plumas.
Mirando más allá de él, hacia la montaña de plata deslustrada, lanzó un suspiro de
temor.
Varias horas de pulido ininterrumpido y un plumero en la cara cada vez que hacía
la más mínima queja, le habían dado a Fate el tiempo suficiente para calmarse, al menos
con respecto a Finn. Se sentía totalmente avergonzada por pensar que la había
abandonado a propósito durante la emboscada. Y no era que él hubiera caído
voluntariamente bajo el hechizo de la sirena. Se sintió fatal por haber perdido los nervios
y haberlo abandonado. Él había tenido razón. Deberían haber trazado un plan.
Mirándolo fijamente, Fate se puso pico con pico con el loro mayordomo.
—Insolente —murmuró. Pero lo dejó así, indicándole que empujara un carrito lleno
de una deliciosa variedad de comida.
Ella lo siguió por un largo pasillo lleno de actividad. Los pájaros azules con cabeza
de lagarto pasaban a toda velocidad por delante de ella, llevando flores a un mapache
que arreglaba ramos. Las ardillas aladas revoloteaban limpiando el polvo de las
instalaciones y los muebles con sus colas, mientras un oso con tristes ojos humanos
fregaba los suelos de mármol.
Fate se frenó al pasar por una cámara, donde un tipo pálido, pero de muy buen
aspecto, dormía en una enorme cama. Una leona se inclinaba sobre él con un paño en la
frente. A pesar de su rostro depredador, parecía casi angelical con los velos blancos que
llevaba y las alas desplegadas. Fate sabía que el paciente tenía que ser Torrin. Todo
estaba en su sitio ahora que la ninfa del mar estaba fuera de escena. Todo lo que tenía
que hacer era averiguar la situación con Elsina, volver con Finn y averiguar cómo
jugarían a ser cupidos entre la hechicera y su reticente compañero.
Hatho llegó el último, sin casco y con el uniforme de general. Se sentó junto a la
hechicera mientras Fate ponía los platos en la mesa. Vio su cuaderno junto a la mano
enjoyada de Elsina. Empezó a cogerlo cuando el mayordomo la tiró hacia atrás por las
plumas de la cola, indicándole con ojos severos que se pusiera a su lado.
—¿Dónde está Sithias? —dijo a Hatho antes de dar un pequeño bocado—. Estos
intrusos me confunden. Necesito saber más.
Los ojos dorados del halcón se deslizaron hacia los demás en la mesa. Estaban
siendo entretenidos por una tropa de conejos alados que hacían acrobacias al ritmo de la
música.
—Debe de haber descubierto algo de gran interés para que se haya ido tanto
tiempo. Es inteligente y astuto, por lo menos.
—Por fin, Sithias —dijo Elsina, con un entusiasmo que perturbaba su suave frente—
. ¿Qué tienes que decirme?
—Así que es tal y como pensaba —dijo ella—. El aprendiz es el que tiene el poder.
La hechicera giró la cabeza, mirando más allá de Fate y del loro mayordomo a otros
sirvientes que traían más bandejas.
—¿Dónde? —dijo Elsina. Se formaron cristales de hielo sobre las esferas de cada ojo
y su aliento se convirtió en escarcha, al tiempo que un terrible calor se desprendía de
ella, obligando a los invitados cercanos a retroceder.
Elsina mantuvo su mano letal apuntando a Fate, sus dedos palpando el aire como
un ciego. Cuando el hielo se derritió de sus ojos, las lágrimas resbalaron por su pálida
piel.
—Así que ésta es nuestra bruja. —Una sonrisa invernal se formó en su rostro
mientras dejaba caer su brazo—. No tienes magia. ¿No es así?
Elsina se puso de pie, cerrando el espacio entre ellas. Colgó el cuaderno por la
cadena.
Fate asintió.
—Claro. Él... toca hechizos musicales con ella —dijo Fate mientras una idea
florecía—. Si quiere, puedo escribir uno de ellos.
—Por favor, hazlo —dijo la hechicera, con una sonrisa cuidadosamente agradecida.
Mordiéndose el labio para evitar la sonrisa nerviosa, Fate sacó el lápiz y escribió:
Estoy en la playa con Finn. Mirando a Elsina, murmuró las palabras en voz baja,
asombrada cuando la hechicera y sus criaturas se desvanecieron.
***
De vuelta a la playa, después de que Fate hubiera volado, Finn encontró una
horrible serpiente alada leyendo el Libro de Fábulas. Temiendo que hubiera visto a Fate
transformarse en un loro, no podía dejar que la serpiente volara y se lo contara a Elsina.
Para mantenerla en tierra, hizo lo único que se le ocurrió. Hipnotizar a la serpiente con
su flauta de madera con inscripciones druídicas. La música había funcionado a las mil
maravillas, excepto que no pudo mantenerla. En el momento en que se quedó sin aliento
después de horas de tocar, la serpiente emprendió una rápida huida.
Conectar con un humano era nuevo para él, pero no dudaba de que podría conectar
con Fate. De alguna manera, estaban inextricablemente unidos. Desde el momento en
que se conocieron en la librería, se sintió atraído por ella como nadie que hubiera
conocido. Al mismo tiempo, ella lo confundía. Su piel ardía cada vez que la miraba, pero
su presencia era tan reconfortante como volver a casa, como cuando pisó por primera
vez suelo escocés y supo que pertenecía a ese lugar.
A veces se sentía tan abrumado por sus sentimientos que apenas podía mirarla por
miedo a soltarlos. Lo último que quería era asustarla. Así que esperaba en silencio y con
angustia un pequeño gesto o una mirada que le indicara que ella sentía lo mismo. Hubo
momentos en los que creyó vislumbrar un indicio, pero su estado de ánimo cambiaba
como el azogue, dejándolo más confundido que nunca.
El vínculo con Fate le subió por el brazo, la esencia de ella explotando en su pecho.
Ella estaba dentro de él, una ventisca de fuego salvaje, caramelo de canela y aire fresco
de otoño. Ella se impregnó en su sangre, fluyó por sus venas directamente hasta el
corazón de su alma, dejándolo sin aliento.
Quería quedarse allí, sumergirse más profundamente, bebérsela. Pero tuvo que
retroceder, concentrarse en su estado actual. Sintió que ella estaba a salvo por el
momento. Todavía había tiempo para enviar la advertencia.
Esperó algo, una sensación de viaje, cualquier cosa que indicara que había
funcionado, pero no ocurrió nada.
—¡Mierda!
Al detenerse, se giró para ver a Fate corriendo hacia él, con las mejillas sonrojadas
y los ojos encendidos por la emoción. Lo agarró de la mano, tirando de él hacia ella con
una urgencia que hizo que su corazón diera un vuelco. Él se acercó, expectante, y alargó
la otra mano para atraerla a sus brazos.
Un rugido resonó en la bahía. Finn levantó la vista cuando un león de granito alado
pasó planeando por las paredes del acantilado, descendiendo rápidamente, haciendo
temblar el suelo al aterrizar. La hechicera se deslizó por su ancho lomo mientras Hatho
aterrizaba con otra docena de halcones soldados.
Apresurándose, Finn abrió el libro. Miró hacia atrás mientras Fate pasaba las
páginas. Elsina irradiaba un poder mortal. Sus ojos se volvieron blancos y el aire
alrededor de su cuerpo se agitó con ondas de calor. Sintió que sacaba fuerzas de la isla,
que se cargaba. Cuando levantó el brazo, una bola de fuego brotó de su palma.
Agarró la mano de Fate.
Pero un infierno estalló hacia ellos. No pudo hacer nada más que proteger a Fate
con su cuerpo. Cerrando los ojos, Finn se preparó para que las llamas los consumieran a
ambos.
El amor de un fae oscuro
Envuelto en la niebla del tiempo, cuando el escurridizo reino de las faes tenía
pocas fronteras, uno podía adentrarse fácilmente en un mundo de encantamiento que a
veces ofrecía ricas recompensas, pero que más a menudo conducía al peligro. En estos
reinos habitaban decenas de criaturas mágicas. Las formas de los faes eran variadas y
numerosas, con muchos nombres. Uno de esos faes, la de la clase oscura, es el tema de
este cuento. Este fae mortal adoptaba la apariencia de un humano irresistiblemente
hermoso para hechizar a su víctima hasta el momento en que revelaba su horrible
forma.
Un día, una joven llamada Mae estaba recogiendo bayas en el bosque. Sabía que
las bayas eran más abundantes cerca del corazón del bosque, aunque le habían
advertido que nunca se adentrara más de diez árboles en el bosque. Se decía que una
arboleda maligna había crecido de la bellota de un roble maldito. Estos árboles
siniestros, infestados de duendecillos, se movían para confundir el camino de muchos
leñadores y conducirlos a un peligro seguro. Pero Mae confiaba en que había bondad
en todas las cosas, incluso en el corazón de la más malvada de las criaturas. Por lo
tanto, ignoró las advertencias y se adentró sola.
Sin embargo, no estaba sola. Algo se escondía en las sombras. Una criatura
repulsiva se arrastró desde atrás y se deslizó por un árbol para colgar su repugnante
cabeza sobre su figura agachada. Mientras Mae cantaba y llenaba su cesta, no era
consciente de que el fae oscuro de aquellos bosques malditos estaba aspirando el
delicioso olor de la carne humana fresca.
En ese mismo momento, algo milagroso tuvo lugar dentro del corazón del fae
oscuro. Una calidez nunca antes sentida comenzó a extenderse donde durante siglos
sólo había vivido el hielo. Cuando Mae levantó la mirada, el fae oscura se desvaneció
antes de que pudiera presenciar su verdadera forma. Por primera vez en su antigua
existencia, sintió una vergüenza abrasadora por sus malas intenciones.
Mae lo llamó, diciéndole que no tuviera miedo, que no quería hacerle daño. La
ironía no pasó desapercibida para el fae oscuro y, por mucho que lo intentara, no pudo
encontrar ninguna malicia en su corazón para dañarla, ni tampoco pudo abandonar
su acogedora presencia. Así que se despojó de su monstruosa piel, y del montón
escamoso salió un apuesto joven.
Apareció ante Mae. Sus nobles rasgos tenían un color cálido, sus ojos eran de un
marrón suave. Llevaba las ropas de un cazador y una ballesta en la mano. Haciendo
una amable reverencia, se presentó como Callum y le aseguró que había matado al
horrible monstruo que había estado a punto de devorarla. Mae se horrorizó y sollozó.
Callum estaba sorprendido y confundido por su reacción. Cuando intentó consolarla,
ella no quiso hacerlo. Le dijo que nunca podría perdonarle por haber matado a su
nuevo amigo, y corrió a casa.
Al día siguiente, el padre de Mae descubrió una caja con veinte pollos ante la
puerta de su humilde cabaña, un regalo de bienvenida para una familia pobre. A
continuación, la familia recibió diez cabras, luego cinco vacas, un toro, cuatro buenos
corceles, seis pavos, cien fanegas de trigo, rollos de tela fina, rondas de queso, barriles
de manzanas, una serie de especias, un carro nuevo, un saco de oro y, por último, un
vestido de novia de seda adornado con perlas.
Al llegar el último regalo, el padre de Mae abrió la puerta y recibió a Callum con
gran entusiasmo. Cuando le pidió permiso para casarse con Mae, su padre le dio la
mano con mucho gusto.
Mae estaba mucho menos dispuesta a casarse con el hombre que había asesinado
a su amigo, pero no podía ignorar la generosidad de Callum con aquellos que sólo
habían conocido la pobreza. Y no dudó del amor que había en sus ojos cuando la
miraba. Aceptó casarse con él ese mismo día, pero sólo con una condición. Se
comprometió a que su corazón latiera sólo para él si él se comprometía a no volver a
matar a otro ser vivo. El fae oscura le susurró de buen grado esta promesa.
Finn.
Presa del pánico, se enderezó, parpadeando con los ojos llorosos, girando en todas
direcciones. Aún mareada, perdió el equilibrio y cayó contra él.
La abrazó como si fuera tan natural como respirar. Se sintió tan bien. Cálida y
segura. Ella comenzó a derretirse contra él, pero se dio cuenta de que algo andaba mal.
—Estás temblando.
—¡Oh no! —gritó ella, sintiéndose mal del estómago—. ¡Todo es mi culpa! Esto
nunca hubiera sucedido si no me hubiera ido así. Soy tan horrible, completamente
irreflexiva y egoísta y…
—Whoa. ¿Qué tal si cambias tu bastón por un gato de nueve colas? No es una
flagelación adecuada sin uno.
Fate suspiró.
—Bueno, parece que Torrin estaba tan desesperado por lanzarse al mar que cortó
algunos árboles para reparar su barco. Pero eso enfureció a Elsina, por lo que lo
encarceló durante un mes, como lo llamó, un leve castigo. Cuando ella lo dejó salir, se
arrojó por los acantilados. Ella todavía termina sola.
—Oh, eso es simplemente fantástico. ¿Ahora tenemos que volver y evitar que
Torrin se mate? —Ella pateó la tierra—. ¿Y si también arruinamos todas las otras
fábulas? Podríamos estar en esto para siempre.
—¿Lo crees?
—No, no debesss rendirte —siseó una voz sibilante desde algún lugar detrás de
ellos.
Fate saltó y agarró a Finn del brazo cuando la serpiente alada de Elsina se levantó
de detrás de un arbusto.
Finn se interpuso entre ella y la serpiente, su rostro enrojecido con una mirada de
repulsión.
—Hmmm, veamos… ¿el término serpiente en la hierba significa algo para ti? Y eres
el espía de Elsina.
—Por favor, no estoy aquí para essspiar. —La serpiente se balanceó sobre sus
espirales—. En todo casso, puedo ssser de gran ayuda para su missión.
—Oh, ¿y por ayuda debes de querer decir volar mi tapadera y casi hacer que me
maten? Elsina vaporizó uno de sus loros por tu culpa. Era un dolor de cabeza mandón,
pero no se lo merecía. Y yo habría sido la siguiente, excepto que me las arreglé para
burlarla.
—No hay forma de burlar a mis amantesss. Ella claramente te subessstimó. —Batió
sus ojos con una sonrisa culpable—. Pero tienesss toda la razón, lo hice ¿cómo lo
dijissste? Volar tu tapadera. Sssimplemente essstaba haciendo mi trabajo. Sssi no
hacesss tu trabajo con Elsssina. las consssecuenciasss de essso son nefassstasss.
Ella miró por encima del hombro, mirando a la serpiente con la misma sospecha.
—No me gustaría nada más, pero él sabe todo sobre el Libro de Fábulas. Podría
causar grandes problemas si quisiera. Yo digo que se quede para que podamos vigilarlo.
—Pero es una serpiente. —Su rostro se contrajo con disgusto—. Odio las serpientes.
Y me sorprende que no sientas lo mismo, especialmente porque él es casi un gusano
enorme.
Ella se estremeció.
—Las serpientes no son como esos tubos pegajosos de asquerosidad. Están secos y
suaves… y limpios.
Fate se encogió.
—¡Es, señor, para ti! —Volvió su mirada acalorada hacia Fate—. Si supieras cómo
murió mi madre, lo entenderías.
—¿Fue mordida por una serpiente de cascabel en un viaje de senderismo por las
Montañas Rocosas?
—Yo, eh…
—Lamento mucho oír eso —interrumpió la serpiente, con sus ojos ambarinos
redondos con contrición—. Tenga la seguridad, señor, no soy venenosa.
—¿Te importa? Estamos hablando aquí. —Se volvió hacia ella—. Dime cómo lo
sabes.
—Yo… yo soy un poco psíquica. Recibo estos destellos, y luego puf, se han ido. Así
como así —dijo, chasqueando los dedos. Ella tragó saliva, bastante segura de que él no
aceptaría su tonta explicación.
—Claro, pero tendrás que esperar un relámpago —mintió, sabiendo que uno nunca
vendría.
Finn se abalanzó sobre Sithias, quien esquivó el ataque zigzagueando fuera del
camino.
—Escucha, no confiamos en ti. Además de ser el espía de Elsina, podrías ser uno de
esos malditos exprimidores que se alimentan de cualquier cosa, desde cabras hasta
humanos. —Lo miró de arriba abajo—. Eres lo suficientemente grande para hacerlo.
—No tengo hambre —dijo, todavía mirando a la serpiente con el ceño fruncido.
Ella lo dejó enfurecido y preparó una gran guarnición de jamón para Sithias y dos
tazones de espaguetis bañados en parmesano. La serpiente le agradeció profusamente.
Antes de comenzar a tragar su jamón entero, lo cual era asqueroso de ver, habló una y
otra vez sobre lo emocionado que estaba por sus próximas aventuras. Cuando
terminaron de comer, la serpiente le había encantado.
—Ahí, eso debería evitar que él meta la nariz en el libro. —Se quedó callado—. ¿Algo
malo?
—No… solo estaba pensando que él también te vio poner las protecciones en su
lugar. Él sabe dónde está, al igual que nosotros.
Luchando con la necesidad de mirar a Finn con asombro, miró a Sithias y al bulto
hinchado del tamaño de un jamón que le estiraba las escamas.
—No tenemos que preocuparnos por él en este momento. Es tan juguetón como
una ballena varada.
—Tal vez sea así —estuvo de acuerdo Finn—. Pero no podemos confiar en él cuando
vuelva a ser furtivo.
—Esstoydemasssiado cansado para hacer otra cosa que no sea dormir. —Dejó caer
la cabeza sobre su abultado vientre.
—¿Cómo qué?
—Oh vamos. ¿Con qué frecuencia te encuentras con una serpiente parlante? Me
siento como el Dr. Doolittle.
—Deja de preocuparte. Ya sabes lo que dicen sobre los perros dormidos… así que
deja que este mienta.
—Oye, estoy atascada —dijo, haciendo una mueca de dolor por las espinas
envueltas alrededor de sus piernas.
Mientras la sacaba con cuidado de la espesura, siguió mirando por encima del
hombro.
—No estoy seguro. Tengo la sensación de que hay algo escondido, mirándonos.
Aparte de los arañazos que le habían dado las espinas, no sentía nada. Pero eso no
significaba nada. Conocía demasiado bien las habilidades de Finn. Si dijo que algo estaba
mirando, entonces lo estaba.
Asintiendo, se llevó un dedo a los labios para quedarse callado y le indicó que lo
siguiera. Se situaron detrás de unos arbustos y se asomaron a través de las ramas.
Una joven de la edad de Fate llevaba una canasta de moras y cantaba. Sus dedos
estaban manchados de púrpura y llevaba un vestido hecho en casa remendado con
parches de tela al azar. Un trapo deshilachado sostenía su cabello cobrizo hacia atrás,
pero nada de esto estropeaba el brillo de sus ojos azules y el rosa de sus mejillas.
—Esa debe ser Mae —susurró Fate—. La historia ya está en pleno apogeo. Tenemos
que advertirle sobre el fae oscuro antes…
—Demasiado tarde. —Finn señaló las ramas arqueadas que se balanceaban a dos
metros por encima de Mae.
Las hojas crujieron cuando emergió una cara horripilante, su boca una amplia
sonrisa de colmillos curvados. No había nariz ni ojos de los que hablar, solo un gruñido
de carne amarillenta arrugada en un ceño malvado. Una red de venas palpitaba debajo
de la piel estirada sobre un cráneo bulboso. Cuatro brazos largos y vigorosos lo
empujaron más hacia la extremidad, revelando un torso demacrado. Su piel
membranosa se aferró a una caja torácica deformada y picos que sobresalían a lo largo
de su espalda. Desde su cintura se extendía una maraña de tentáculos largos y
retorcidos, que azotaban las ramas, permitiendo al monstruo descender lentamente
sobre su víctima.
Fate tembló. Nunca había visto algo tan espantoso. Su corazón latía de miedo
cuando el fae oscuro olisqueó la parte superior de la cabeza de Mae. Quería gritarle, pero
tenía que confiar en que la historia se desarrollaría como estaba escrita. Manteniéndose
quieta, contuvo la respiración cuando Mae se acercó sin mirar el festival de terror que se
avecinaba sobre ella. Mientras pasaba las manos por cada lado de sus repugnantes
rasgos, su expresión de confianza se transformó en una de sorpresa, incluso de
diversión.
Un silencio antinatural se había apoderado del bosque. Sin brisa, sin canto de
pájaros, sin zumbidos de insectos. Era como si todos los seres vivos de la zona, incluso
los elementos, se quedaran quietos mientras la mandíbula de la criatura se desquiciaba y
se ensanchaba hasta convertirse en unas fauces cavernosas y humeantes sobre la cabeza
de Mae.
Luego se rio. Su risa rompió el silencio, nítida y clara como una campana,
resonando en el aire con la pureza del deleite de un niño. Los pájaros se unieron en el
canto y el viento se soltó para silbar entre las hojas. El fae oscuro se quedó quieta y cerró
la mandíbula. Cuando Mae miró hacia arriba, la bestia retrocedió, desapareciendo entre
el follaje. El movimiento en las copas de los árboles marcó su rápida huida.
—Ew, eso es lo que Eustace llamaría más feo que una herida de guerra —dijo Fate,
con una mano en su corazón mientras comenzaba a respirar de nuevo.
—De acuerdo —dijo Finn, mientras salían de su escondite y caminaban hacia Mae.
Se dio la vuelta, una sonrisa expectante iluminó su rostro. Cuando los vio, pareció
decepcionada.
—¿Y tú quién eres? —ella preguntó—. Estoy seguro de que no eres mi amigo recién
hecho de estos bosques místicos.
—No, pero puedes considerarnos nuevos amigos de todos modos. Soy Finn, y esta
es Fate.
—Encantado de conocerte, Mae of the Glen. —El acento escocés de Finn se hizo aún
más pronunciado en presencia de la cadencia irlandesa de Mae. Se acercó a ella—.
¿Quién estaba contigo antes de que llegáramos?
—Ese era mi nuevo amigo. Debo decir que sin duda lo asustaste antes de que
pudiera echarle un vistazo. Él es tímido, es…
—Lamento llover sobre toda esta frescura irlandesa, pero le echamos un buen
vistazo a tu 'amigo' —dijo Fate—. Y no sería descrito como atractivo para nadie
bendecido con la vista.
Finn le lanzó a Mae una mirada de disculpa antes de susurrarle a Fate—: Un poco
de tacto, por favor.
—Creo que lo que Fate quiere decir es que tu nuevo amigo te habría asustado si
hubieras visto cómo se ve.
—Puede que no lo haya visto, pero sentí su rostro con mis manos. Me di cuenta de
que no es bonito a la vista, lo que significa que necesita mucho un toque amable y un
corazón amistoso.
—Veo tu punto —dijo él, su tono suave, paciente—. Pero tenemos que advertirte
sobre algo, y no quiero que te asustes por lo que tengo que decirte…
—Oh, llorar en voz alta —intervino Fate—. Mae, esa cosa con la que te hiciste amiga
es un fae oscuro, y te va a aparecer como un hombre llamado Callum que quiere casarse
contigo. Pero si te casas con él, no te traerá los problemas habituales, como coquetear
con todas las caras bonitas con las que se encuentra o dejar que te enfrentes al peligro
por tu cuenta. Te traerá la muerte el día de tu boda.
Mae se apartó de ambos, haciendo una señal para protegerse del mal.
17
Mae of the Glen: Traducción al español, Mae de la Cañada.
Finn le tendió la mano, pero ella siguió retrocediendo.
—Veo verdad y bondad en ti, Finn. Y aunque Fate es quisquillosa… —hizo una
pausa para examinar los jeans de Fate—, y nada menos que con ropa de hombre, estoy
segura de que hay bondad en el fondo.
—No soy quisquillosa. Irritable tal vez, pero no quisquillosa —refunfuñó Fate.
Finn le lanzó una mirada penetrante, que dolió, especialmente cuando le sonrió
cálidamente a Mae.
—No le hagas caso. Tiene buenas intenciones. Simplemente no es buena para dar
malas noticias.
El saludó.
—Y para ti.
—Ugh, qué repugnantemente dulce. Como esos huevos de chocolate con una
sustancia viscosa blanca y una mancha amarilla desagradable en el centro. Los odiaba
tanto que le escribí al Conejito de Pascua para decirle que dejara de ponerlos en mi
canasta. Por supuesto, me enteré mucho más tarde de que debería haber estado
escribiendo a Cadbury18, pero entiendes el punto.
18
Cadbury: Es una empresa multinacional británica de alimentación, especialmente dulces,
confitería y refrescos con sede en la Ciudad de Westminster, Londres.
—¿De qué forma? —Sabía que estaba siendo una completa mocosa, pero no había
podido detener la palabrería una vez que comenzó. Se sentía desordenada y confundida
por dentro.
—Amargada por alguien que apenas has conocido. Mae es probablemente una de
las personas más sinceras con las que te encontrarás.
—¿Sincera? Te das cuenta de que estás defendiendo a alguien que no es real. Nada
de esto lo es. Todo es una obra de ficción, aunque con efectos especiales increíblemente
buenos. Hollywood estaría por todo este lugar si lo supieran.
Su expresión se volvió feroz cuando la tomó de los brazos, casi levantándola del
suelo con su intensidad.
—Esto es tan real como parece, muchacha. Será mejor que lo entiendas o te
enfrentarás a una gran cantidad de problemas en el futuro.
Había miedo en sus ojos, el mismo miedo que había visto en los ojos de Eustace
cuando era pequeña y se perdía en el centro comercial. Odiaba causarle ese dolor a su
padre, y esto se sentía igual de malo.
Él la soltó.
—No sé por qué he estado en negación. Es difícil de creer, ya que no he hecho más
que escribir sobre este tipo de cosas durante años. Pero ahora que está aquí, y tú
también, no puedo evitar pensar que me he golpeado en la cabeza, que estoy soñando o
que simplemente estoy completamente loca.
—¿Qué quisiste decir conmigo también? ¿Hay algo que quieras decirme?
—¿Eso es todo?
***
Ellos viajaban en círculos.
Finn miró hacia arriba y frunció el ceño al ver sus ramas oscuras que se
entrelazaban sobre el cielo gris como tentáculos rígidos y nudosos.
—A pesar de que no hemos visto señales de que los árboles se muevan, no puedo
evitar sentir que seguimos siendo llevados aquí de alguna manera.
Fate suspiró aliviada. Finalmente, estaba hablando con ella de nuevo. Había estado
tan tensa y distraída por la tensión entre ellos que había olvidado que podía escribirlos
en el Libro de Fábulas. Ella comenzó a decirle cuando algo crujió bajo su bota. Levantó
el pie de una delgada rama blanca. De alguna manera se veía mal. Mientras se inclinaba
para recogerlo, su mirada siguió la frágil línea hasta una diminuta mano esquelética.
Empezó a sudar, respiró hondo mientras se tambaleaba hacia atrás.
Fue muy tarde. Se quedó mirando la enredada pila de esqueletos esparcidos entre
la ropa desgarrada y ensangrentada y las pertenencias esparcidas. El terror y la tristeza
chocaron juntos. Reprimió un sollozo detrás de su mano cuando Finn la apartó, con
espinas desgarrándolos. Corrió a ciegas, viendo sólo los delicados huesos de la mano del
bebé, el relicario de una mujer, la muñeca rota de una niña, la ballesta rota de un
hombre.
La tierra gimió con el sonido de las raíces arrancándose del suelo sólido cuando los
robles se unieron a la refriega. Terrones de tierra volaron por todas partes, una multitud
de ramas azotaron el aire.
Fate cayó y se puso a cuatro patas para escapar de las ramas de los árboles que se
retorcían. Duendes se arrojaron, desde todos los ángulos, tirando de su cabello,
arrancando mechones de su cuero cabelludo. Diminutas garras se aferraban a su rostro,
curioseando sus ojos, fosas nasales y boca hacia atrás, clavando en sus oídos.
Observó cómo los árboles volvían a enterrar sus raíces en el suelo. Los duendes de
repente se habían quedado en silencio, posándose en el círculo de robles. Todavía tenía
su parte de duendes arrastrándose sobre ella, tirando de su cabello, pellizcando y
pinchando su piel, pero con mucha menos intensidad. Ella se retorció, tratando de
encogerse de hombros. Otra rama se deslizó sobre ella, apretándose alrededor de su caja
torácica con tanta fuerza que apenas podía aspirar aire a sus pulmones.
—Gracias por compartir eso —dijo Finn, con la mandíbula apretada. Luego miró a
Callum—. Soy Finn McKeen.
La mirada de Finn se posó en ella antes de volver a Callum. Pero en ese instante,
sus ojos ardieron con una desesperada necesidad de saber.
—¿Fate19? Qué nombre tan apropiado para circunstancias como la tuya. —Se volvió
hacia los árboles y sus pequeños parásitos—. ¿No les parece?
Los robles retorcidos gemían, crujían y crujían mientras los duendes chillaban de
risa.
Callum se acercó a ella. Su aroma fluyó sobre ella como una suave brisa, una
mezcla con cuerpo de almizcle amaderado y especias de invierno.
19
Fate significa `Destino`
—Sí, queridaFate, definitivamente conocerás a tu tocayo muy pronto. —Agitó su
bastón hacia los árboles—. Sostén a estos entrometidos siempre y cuando mis mascotas
tengan que limpiar sus huesos.
—¿Por qué no nos comes tú mismo? Mejor aún, te desafío a una pelea buena y
adecuada. ¡Solo tu y yo! —Finn llamó al regreso de Callum.
Finn luchó aún más, pero el árbol se apretó hasta que gimió de dolor. Callum
sonrió con satisfacción.
—Y creo que me casaré con ella a toda prisa. No es necesario que la encantadora
Mae tenga más tiempo para pensar en esas molestas semillas de duda que sembraste en
su mente.
El fae oscuro silbó una alegre melodía mientras un roble se alejaba a un lado, lo que
le permitía abandonar el círculo. Cuando el silbido se desvaneció, la agradable niebla en
la mente de Fate se despejó. El miedo se apoderó de ella. Su piel se erizó por la
hipersensibilidad. Sintió que cada duendecillo se enredaba en su cabello, se deslizaba
por su camisa, se subía por las piernas de sus pantalones con garras afiladas como agujas
pellizcando y rascando, incluso haciéndole cosquillas.
Recordó la pila de esqueletos. Tan pronto como los duendes tuvieran hambre,
también se los comerían. Un pánico sudoroso estalló. Ella se agitó contra sus ataduras,
desesperada por escapar. Las ramas se contrajeron aún más, aplastando su pecho.
¿Cómo podía relajarse cuando no podía respirar suficiente aire? Con cada sollozo
hiperventilado que la recorría, se golpeaba las costillas contra las rígidas ramas.
Frunciendo el ceño, lo miró, segura de que lo había oído mal. ¿Realmente quiso
decir lo que ella pensó que estaba diciendo? ¿Darse por vencida? ¿Morir? Pero ella ya no
pudo verlo. Las chispas flotaron a través de su vista atenuada. Tal vez sabía que era
mejor así, más misericordioso para caer en el olvido.
El dolor brotó dentro de ella. Todavía había tanto que quería hacer. Pero eso era
todo. El fin.
Mientras sus pulmones y su cerebro pedían oxígeno a gritos, una rugiente ola de
oscuridad la envolvió. Entró en pánico cuando sintió que se hundía en las
profundidades. Entonces aparecieron dos ojos verdes, una nariz rosada y una cara con
rayas anaranjadas. Era su gato, Oz, su mirada vigilante y digna. Él comenzó a ronronear,
un sonido que la recorrió como un poderoso tranquilizante.
Con eso, sus pupilas se expandieron, eclipsando la luz de sus iris verdes y
sumergiéndola en un océano de nada.
Capítulo 9
FATE DESPERTÓ CON LA SENSACIÓN DE ESTAR CAYENDO. SU ROSTRO
chocó con la tierra húmeda. Desconcertada, se sentó, frotándose la tierra de su dolorida
mejilla. Miró a su alrededor justo cuando Finn salió de la niebla matutina que se
enroscaba entre los árboles.
Antes de que pudiera decir una palabra, le colocó la mano sobre su boca.
Corrió a ciegas, dejando que Finn la guiara más allá de un borrón de árboles.
Mientras se abrían paso entre las zarzas, apenas sentía las espinas raspando sus manos y
rostro. Su atención estaba en el enjambre furioso y chillón de duendes que reunían
fuerzas detrás de ellos. Parecía que nunca dejarían atrás el estruendoso sonido, pero en
lugar de hacerse más fuerte, el ruido se desvaneció.
Se detuvieron sin aliento tan pronto como se dieron cuenta de que el enjambre
había abandonado la persecución.
—Esperé hasta que los árboles se durmieron y me uní a ellos en sus sueños. Me
tomó toda la noche, pero finalmente pude convencerlos de que no tenían prisioneros, así
que relajaron sus extremidades.
A pesar de que sabía sin lugar a duda quién era él y lo que podía hacer, todavía lo
miraba, medio maravillada e incrédula.
—¿Qué crees que esté impidiendo que esos desagradables duendecillos nos
persigan? —dijo, apresurándose a cambiar de tema.
Él se encogió de hombros.
—Me encantaría tener en mis manos uno de esos pequeños pedazos de mier…
—Parece que tendrás esa oportunidad —Extendió la mano y arrancó uno de ellos de
sus rizos. Pellizcando las frondosas alas del duende entre sus dedos, balanceó su cuerpo
inerte entre ellos. O todavía estaba dormido, o débil por estar tan lejos del roble.
Sobresaltada, lo dejó caer al suelo, levantando el pie para aplastarlo bajo su bota.
—Vaya, gracias.
***
Sithias estaba enrollado frente al libro, leyendo sus enormes páginas cuando
llegaron.
La serpiente giró la cabeza por completo para mirarlos, una amplia sonrisa dejando
al descubierto sus colmillos.
—Ahh, finalmente han vuelto. ¿Qué fue tan terrible para que essstuvieran fuera
toda la noche? —Su tono de regaño se suavizó cuando vio lo arañados y golpeados que se
veían—. ¿En qué ssse metieron ussstedesss dosss?
—Me preocupé, asssí que alteré lasss pequeñasss proteccioness que hicissste.
Primero traté de ver sssi habían cambiado la fábula, pero no había ningún menccción de
ussstedesss. Hasssta ahora esss el misssmo terrible final —Comenzó a hablar más rápido
y con creciente entusiasmo—. Luego, por puro aburrimiento, leí lasss otrasss fábulasss,
todasss menosss la última. Me essstaba preparando para leerla cuando llegaron.
Deberíansssaber que hay un elemento común en cada una. Sssossspecho que una
fuerzzza sssiniessstra trabaja detrásss...
—¿Y si el fae oscuro hubiera encontrado el libro? —interrumpió Finn, sus ojos
enrojecidos y enloquecidos mientras miraba a la serpiente—. Pero supongo que estabas
pensando que te irías con el gran libro mucho antes de que eso sucediera.
20
."Beam me up, Scotty", en español “Transpórtame, Scotty” o “Teletranspórtame, Scotty”, es
una frase encontrada originalmente en la serie de televisión "Star Trek", pero que ahora se usa
como respuesta para confirmar que estás listo para lo que se te pida
Sithias se desenrolló con el sombrero en la cola, su cabeza gacha.
—Esss verdad. Sssí leí algunasss de lasss palabrasss en vozzz alta. Sssolo para
probarlasss, essso sssí —Su mirada preocupada se movió entre ellos.
—Lo sabía.
—Pero todavía essstoy aquí —le recordó Sithias—. Parecccería que sssolo uno de
ussstedesss dosss puede transssportarnosss de una fábula a la sssiguiente.
Deslizándose más cerca, la serpiente los miró con ojos redondos y llorosos.
—Pueden confiar en mí. Lo prometo. Inclussso sssi hubiera sssido capazzz de leer
mi camino fuera de aquí, habría regresssado por ussstedesss.
Finn parecía listo para discutir, pero el cansancio se había apoderado de él. Se
desplomó contra un árbol, sus ojos cerrados.
—Una oportunidad —advirtió ella—. Si haces algo, tanto como estornudar mal,
usaré mi libreta mágica para escribir sobre ti flotando en el espacio profundo.
21
San Nicolás, cuyo nombre significa "protector y defensor de los pueblos", fue tan popular se
le han consagrado en el mundo más de dos mil templos. Por haber ayudado tanto a los niños,
en su fiesta se reparten dulces y regalos a los infantes, y como en alemán se llama "San
Nikolaus", lo empezaron a llamar Santa Claus
—Necesito una hora para pegar el ojo.
Escribió una gran carpa de lona con dos suaves camas adentro, un cuenco de agua
caliente y algunas toallas tibias para limpiar sus heridas.
—No, si el fae oscuro está ahí, volverás a caer bajo su hechizo. Necesito estar
contigo. No es seguro. La última vez que te fuiste sin mí, casi consigues que te maten.
Ella le secó la barbilla mordida por los duendecillos con un paño húmedo.
—Eso arde.
—Si soy el bebé, ¿significa que recibiré un beso de buenas noches? —murmuró.
Segundos pasaron.
Abrió los ojos. Él estaba profundamente dormido. Ella se apartó, sintiéndose tonta
y más decepcionada de lo que tenía derecho.
—Damas y caballeros, les doy otro momento digno de vergüenza en la vida y los
tiempos de Fate Floyd —murmuró. Poniéndose de pie, miró fijamente su rostro
angelical, luego se inclinó—. Dulces sueños, Finn McKeen —le susurró al oído. Ella se
quedó allí, ansiosa por mordisquearle el lóbulo de la oreja.
Capítulo 10
SITHIAS ESTABA ESPERANDO FUERA DE LA TIENDA.
—Tengo una idea, ssseñorita. Como te han dicho que te quedesss aquí, pensssé que
podría ayudarte a essscribir un final felizzz para esssta fábula. Sssiendo un essstudiante
del corazón, me consssidero un poco como essscritor. He incursssionado en un poco de
poesssía, pero princccipalmente obrasss…
Una vez que estuvo sentada cómodamente, mantuvo el bolígrafo listo para escribir.
—Está bien, ¿por dónde deberíamos empezar? Voto por traer a un príncipe para
que mate al hada oscura y se case con Mae.
—Eso está muy bien y todo si escribes por escribir. Pero para que lo sepas, ese fae
oscuro es una obra malvada. No creo que haya suficiente dulzura en una persona para
transformar ese monstruo en algo digno de confianza.
—El hada oscura hizo que sus malvados robles nos mantuvieran prisioneros
mientras un enjambre de duendecillos nos comía y se echaban una siesta sobre nosotros
—Un escalofrío la recorrió mientras se llevaba una mano a las doloridas costillas—. Si
Finn no hubiera soñado con esos árboles y los hubiera engañado para que nos dejaran ir,
seríamos un montón de huesos como esa pobre familia que encontramos.
Trabajaron durante varias horas, riéndose de las historias tontas que estaban
inventando antes de decidirse por aquella en la que se sentían más seguros.
—Seguro se siente bien ser quien hace que las cosas sucedan por una vez.
—Sssí, de hecho.
—Bueno, suena como un final feliz para mí: no más faes malvados y alimentos
gratis de por vida. Pero ¿cómo sabremos cuando esté hecho? No hay forma de que vuelva
a esa arboleda para ver si funcionó.
Ella tropezó mientras las raíces se desprendían del suelo como una cuerda
enterrada. Sithias le rodeó la cintura con la cola antes de que ella cayera.
Y gusanos.
Sithias apretó su agarre sobre ella, su cabeza serpenteando más cerca mientras
siseaba en voz baja: —Quédate quieta, ssseñorita. No queremosss llamar atenccción
innecccesssaria. Puedesss gritar todo lo que quierasss una vezzz que él ssse aleje para ir
trasss el fae ossscuro.
Aliviada de liberarse de él, Fate levantó la mirada, solo para ver una mano
descomunal llenando su campo de visión.
***
Finn se despertó sobresaltado, empapado en sudor cuando el grito espeluznante de
Fate rasgó la oscura tela de sus pesadillas. Sintiendo el terror de ella como si fuera suyo,
saltó de la cama y salió corriendo de la tienda, con el corazón latiendo con fuerza en su
garganta. Patinó hasta detenerse cuando vio a un gigante hecho de tierra y vegetación
dar un enorme paso y desaparecer de la vista con Fate apretada en su nudosa mano.
Finn levantó la mirada con lúgubre sorpresa mientras Sithias salía de su escondite.
—¿Por qué?
—Porque aquí no hay ningún desequilibrio. El fae oscuro está aquí para proteger un
portal entre mundos. Cualquier intruso que perturbe este lugar debe sufrir las
consecuencias.
—Eso, y mi conexión persistente con el robledal —dijo Finn, curvando sus manos
en puños mientras las monstruosas visiones de las que había despertado regresaban
rápidamente. No podía soportar la idea de Fate volviéndose parte de esas pesadillas—.
Tengo que llegar a ella ahora.
—Puedo llevarte —ofreció Sithias—. Por sssupuesssto, implicará algo de contacto.
Vio cómo el suelo se encogía debajo de él. Mientras rozaban las copas de los
árboles, vio al Hombre Verde elevándose sobre el árido robledal, mirando hacia Callum.
—Bájame ahí.
—Solo hazlo.
—No sé cómo escaparon ustedes dos, pero me complace que hayan regresado para
que podamos terminar lo que comenzamos.
—Qué tonto. ¿Por qué necesitaría tu ayuda? Ya he enviado la dote de Mae. Su padre
me ha dado su mano y ella ha aceptado casarse conmigo esta misma noche.
Finn le dedicó una fría y conocedora sonrisa, una mirada que interrumpió la
sonrisa confiada de Callum.
—Eso puede ser, pero alguien ahí verá a través de tu falso velo y te reconocerá por
el horrible monstruo que realmente eres.
Escuchó el grito de Fate desde arriba, pero mantuvo la mirada fija en Callum y
entregó su mensaje.
—No dejes que Mae te haga ninguna promesa, o tú a ella... además de la del
matrimonio.
—¿Qué promesas?
—Que su corazón... latirá solo... por ti siempre y cuando... nunca mates a otro ser
vivo.
—Ambos morirán.
—Esos votos fueron pronunciados anoche. ¿Cómo puedes saber lo que nos
susurramos el uno al otro? ¿Eres un hechicero?
Finn echó la cabeza hacia atrás, mirando hacia donde Fate luchaba contra el agarre
inamovible del Hombre Verde.
—Si tú... nos dejas ir a ambos —jadeó, su cabeza cayendo flácida—, entregaré... lo
que tú y Mae necesitan... para vivir una vida larga y feliz... juntos.
Callum vaciló.
Finn pudo verlo luchando con sus pensamientos. Después de su conexión infernal
con los árboles, sabía muy bien de qué carnicería era capaz el fae oscuro. No era de los
que se rendían ante demandas de ningún tipo.
—Libéralos.
El árbol lo soltó. Finn cayó al suelo, sus costillas ya magulladas con un dolor
insoportable mientras tomaba bocanadas de aire. Levantó la mirada, esperando ver a
Fate siendo bajada, pero el Hombre Verde no se había movido.
—No obtienes nada hasta que Fate sea liberada —dijo, poniéndose de pie.
Callum se volvió hacia el gigante, hablando en un idioma que cargó el aire con un
poder crepitante. Finn reconoció una similitud con el Habla Oscuro, sugiriendo que el
idioma antiguo tenía las mismas raíces.
El Antiguo miró de vuelta en la mente de Finn, una mirada penetrante que dejó al
descubierto su alma con descuidado abandono. La violación era angustiante y, justo
cuando pensó que no podía soportarlo más, la tortura terminó abruptamente. Solo un
vago y portentoso mensaje flotaba en el fondo de su maltratada mente, uno que se
desvaneció en el momento en que lo agarró, pero lo dejó con una persistente sensación
de perdición.
Con la conexión cortada, Finn supo que no había podido salvarla. El miedo
corriendo por sus venas era ensordecedor. Su entorno se volvió borroso detrás de cálidas
lágrimas cegadoras mientras el dolor destrozaba su corazón. ¿Cómo soportaría el dolor
de la muerte de Fate? Seguramente lo mataría.
Movimiento onduló detrás de sus lágrimas, una figura con jeans a cuadros azules y
suéter gris de rombos. Incapaz de creer lo que estaba viendo, Finn se secó los ojos
mientras luchaba por incorporarse. El rostro de Fate entró en su visión mientras corría
hacia él, su cuerpo chocando con el de él. Él la agarró, enterrando su rostro en el
perfume de sus suaves rizos. Ella envolvió sus brazos alrededor de su cuello, apretándolo
como si nunca lo fuera a soltar. El rápido latido de su corazón contra su pecho lo inundó
de alivio. Estaba en casa de nuevo.
—¿Tengo tu palabra de que nos dejarás ir sanos y salvos después de darte lo que
necesitas? —Finn dirigió la pregunta a Callum, pero estaba mirando alrededor por el
Hombre Verde. El Antiguo se había ido, habiendo dejado un enorme montón de raíces y
arbustos en su lugar.
—Mi palabra de honor —dijo Callum, con una ligera inclinación de cabeza.
Sin apartar los ojos de Callum, Finn presionó sus labios contra el oído de ella.
Ella echó la cabeza hacia atrás, preguntándole con una mirada de ¿te-has-vuelto-
loco?, pero hizo lo que le dijo y sacó el glamour de su bolsillo. Finn arrojó el collar de
perlas y coral a Callum mientras Fate escribía en el pequeño cuaderno.
—Un glamour poderoso. Nadie será capaz de ver lo que realmente eres, ni siquiera
tú —explicó Finn.
Con un asentimiento, Fate leyó las palabras y los devolvió al Libro de Fábulas.
—¡Oh, graccciasss a Diosss! —dijo cuando los vio. Aterrizó en una espiral, luciendo
inquieto—. ¡La hissstoria ha essstado cambiando en lasss páginasss cada pocosss
minutosss! Ha sssido un desssordenintrigante y confussso a ssseguir. Essstaba a punto
de leer cómo essscaparon, pero aquí essstán.
Fate vaciló en su lugar. La aguda punzada de separación que sintió cuando Finn
quitó su brazo la sorprendió.
—No hay tiempo para discutir, ustedes dos —suspiró, repentinamente exhausta a
medida que la tensión se evaporaba—. Solo lee el final para nosotros, Sithias.
—Sssucccedió que a finalesss del invierno de la vida de Mae, Callum, que sólo
parecccía envejecccer, ssse vio obligado a verla marchitarssse y morir. Cuando colocó
sssu cuerpo en la tierra, sssusss lágrimasss hicccieron que una sssuave manta de
musssgo verde esssmeralda con floresss blancasss en forma de essstrella ssse
extendiera sssobre sssu tumba. Con el corazzzón roto, Callum ssse dessspidió de sssusss
hijosss ya crecccidos y nietosss. Regresssó a losss roblesss malvadosss, donde essscuchó
losss murmullosss malignosss de losss roblesss y duendecillosss. Con un movimientode
sssu brazzzo, ssselló el portal entre mundosss y quemó la arboleda y duendecillosss con
un fuego blanco purificador. La nube de cccenizzzasssssse convirtió en una ráfaga de
pájarosss, mariposssasss y sssemillasss de floresss. Callum abandonó el bosssque, para
no ssser visssto nunca másss. Sssin embargo, ssse dijo que ssse podía ver una figura
borrosssa de pie sssobre la tumba de Mae durante la hora del crepússsculo, en essse
momento fugazzz en que la luzzz y la ossscuridad ssse convierten en uno.
—Ustedes dos son malditamente suertudos de que la historia haya salido bien —
dijo Finn, sorprendiéndolos a ambos con su tono brusco—. Convocar a una fuerza como
el Hombre Verde fue audaz e imprudente.
—No, fue idea mía —dijo Fate, sin querer darle a Finn más razones para odiar a la
serpiente—. Investigué mucho sobre el Hombre Verde cuando escribía sobre... bueno, ya
sabes, mis historias.
—Pensé que habías entendido lo cuidadosa que debes ser con las Palabras de
Creación.
—¿Tienes idea de lo cerca que estuviste de morir? —dijo, dolor nublando la ira en
sus ojos.
—Juro que no lo haré —le aseguró. Ni una sola vez se le había ocurrido que las
Palabras de Creación pudieran volverse contra ella de esa manera. Usarlas para conjurar
las necesidades básicas era una cosa. Escribir cualquier cosa de importancia real era otra
completamente diferente. Nunca las volvería a usar tan descuidadamente. La próxima
vez podría hacer que mataran a todos.
La decepción se derrumbó sobre ella. Aquí estaba ella con el poder de reescribir
destinos, pero como siempre, su cruel homónimo seguía siendo el que dirigía el
espectáculo, demostrando que no tenía el control de su vida y nunca lo tendría.
La reina de los duendes
En una época en la que los humanos vivían débilmente entre los pliegues de un
mundo salvaje y mágico, había una niña llamada Glenna. Para alguien tan joven,
llevaba la carga de alimentar y cuidar a su madre enferma. Una enfermedad del
corazón se había apoderado de la mujer, haciendo que sus ojos estuvieran apagados y
su mente fuera una niebla. El mayor deseo de Glenna era que su madre volviera a estar
bien, ya que se consumía con el paso de los días y Glenna temía lo peor.
Una mañana, mientras vendía fardos de leña en el mercado, Glenna divisó una
colorida caravana. Unas señoras de piel oscura con ojos brillantes y brazaletes de oro
bailaban a su alrededor. Señalaron la puerta dorada de la caravana y le dijeron a
Glenna que su deseo más profundo se cumpliría si se atrevía a entrar.
Por algún medio mágico, el interior de la caravana se hizo más grande que el
exterior. En medio de muchas riquezas había una mujer con velo. Sacó un cuchillo,
diciendo que necesitaba cortar un mechón de pelo de Glenna para adivinar el deseo que
le concedería. En el momento en que sostuvo las hebras de lino en su mano, supo que la
madre de Glenna estaba enferma. Habló de una copa de oro que lloraba gotas de agua
curativa. A todo aquel que bebiera de la copa se le concedía buena salud y larga vida.
Pero los duendes del pantano habían robado la copa a sus creadores y la mantenían
oculta en su turbio reino.
Los duendes del pantano eran difíciles de encontrar, le dijo a Glenna, ya que
trasladaban su reino una vez cada trece lunas cabalgando por las corrientes de los ríos
subterráneos hasta encontrar un espino en flor. Allí vivían bajo sus raíces, minando la
fuerza vital del árbol hasta que se marchitaba. Cuando llegaba la primavera, el reino
se desplazaba en busca de otro espino. Al encontrar un nuevo árbol, la tierra se abría
para revelar sus aguas sucias durante un día, el momento perfecto para arrebatar la
copa.
La única forma de encontrar este lugar era seguir a la escurridiza voluntad del
duende hasta su ubicación. La mujer le dio a Glenna una botella de cristal en la que
debía capturar la voluntad del duende cuando encontrara el pantano. Le explicó que
los duendes tenían debilidad por las cosas brillantes y le enseñó a Glenna a utilizar el
receptor de luz para atraerlos a la superficie.
Ansiosa por ayudar a su madre, Glenna se dio la vuelta para marcharse. Pero la
mujer con velo la detuvo, diciendo que había un precio por conceder su deseo. La niña
ofreció todo el dinero que había ganado en el mercado. La mujer se negó. Su precio era
el cáliz, para poder devolver la copa de curación a su legítima dueña. Glenna aceptó
encantada, pero las meras palabras no fueron suficientes para la mujer. Enrolló el pelo
de Glenna alrededor de una pequeña ramita tomada de un roble maldito y pronunció
un misterioso conjuro para atar el acuerdo para toda la eternidad.
Los duendes del pantano se retorcieron y susurraron entre ellos antes de volver a
hundirse en el fango. Momentos después, regresaron con una copa reluciente. Ansiosa
por cogerla, Glenna la extendió. Pero esta vez los duendes se contuvieron, diciéndole
que sólo podría poseerla durante una noche y un día. Su precio era el receptor de luz,
además de otra cosa.
Sus ojos pálidos y saltones bebieron su piel lechosa y sus delicadas facciones.
Habían pasado demasiadas lunas desde que contemplaron una belleza tan intacta. Se
sintieron movidos a convertirla en su reina, pues todos habían sido humanos alguna
vez, y ella había despertado esos tenues recuerdos.
Él le sonrió.
Finn asintió.
—Este salto pareció más fácil que el anterior, para variar.Aunque tu serpiente, aquí,
no sintió ni una pizca de incomodidad. —Ambos miraron a Sithias.
—Pero qué hisstoria tan trisste fue essa. El dolor de la pérdida de un padre ess
realmente dessgarrador.
—Tan triste como que un niño pierda a sus padres —dijo ella, con la mirada puesta
primero en el bosque circundante, repleto de finos abedules, y luego en Finn. Él miraba
atentamente, sus ojos verdes ardiendo de preguntas. Ella sabía que él estaba listo para
volver al momento en que lo había reconocido. Su estómago se apretó en una bola de
nervios. Apartó la vista, mirando al cielo sombrío. El frío del invierno permanecía en el
aire, pero algunos árboles empezaban a florecer con hojas que salían de los brotes.
Temblando, se aferró a sus brazos.
Acercándose por detrás, la rodeó con sus brazos. Parecía irradiar calor sólo para
ella. Con la barbilla apoyada en su hombro, le susurró—: Sé que tienes algo que decirme.
Ella comenzó a inclinarse hacia él, pero se detuvo. ¿Seguiría sintiendo lo mismo
por ella después de escuchar lo que tenía que decir?
—Estoy de acuerdo, hace bastante frío. Me encantaría una manta de lana para
acurrucarme.
Dos abrigos y una manta aparecieron a los pocos segundos deleer las descripciones
en voz alta. Cuando le entregó el abrigo a Finn, éste se lo agradeció con una anticipación
tan abierta a sus noticias que casi se le rompe el corazón.
—Sugiero que hagamos una misión de exploración antes de planear el final de esta
fábula. —Le guiñó un ojo para hacerle saber que planeaba tenerla a solas—. Pero primero
necesito una buena limpieza. —Le arrancó un gusano aplastado de la manga—. Y tú
también.
—Vamos, bruja. Hay un arroyo por allí. Digo que lo sigamos para ver si hay alguien
viviendo cerca. Sin duda será Glenna si mi suposición es correcta. —Se detuvo y se volvió
hacia Sithias—. Quédate junto al gran libro y mantenlo a salvo.
—No queremos nada —le aseguró Finn—, salvo ofrecer un servicio a cambio de algo
de comida y unas noches de refugio contra el frío.
—He visto la paja nueva en la puerta. Puedo arreglar el tejado por ti, y hay grietas
en las paredes que podría parchear fácilmente —ofreció Finn.
—Oh, bendito sea. Eso sería muy bienvenido—dijo Glenna con los ojos redondos.
Su tímida mirada se dirigió a Fate.
—Y Fate puede zurcirte los calcetines o coser algo para ti—añadió.
—Es un placer. —Finn dejó su taza y se levantó—. Será mejor que volvamosy
recojamos nuestras pertenencias. Volveremos pronto.
—Escucha, no puedo dormir sobre esas pieles infestadas de pulgas. Llámame loca,
pero no me gustan los sarpullidos asquerosos.
—No lo soy. Pero si hay una opción, me quedo con el algodón egipcio y un edredón
de plumas de ganso con una deliciosa menta de chocolate en mi almohada limpia y
crujiente.
—Muy bien, Su Majestad. —Él esbozó una sonrisa—. Sé que dormir en la cabaña de
Glenna es poco atractivo, pero es sólo por una noche. El tiempo suficiente para que nos
aseguremos de que no vaya sola a esa caravana. —Volvió a mirar la cabaña de barro—. Es
demasiado joven para llevar el peso del mundo sobre esos pequeños hombros.
Parecía atormentado por la situación de la joven. Fate se dio cuenta de que estaba
pensando en su propia infancia cargada. Una ola de culpabilidad subió a la superficie.
Quiso huir de ella, negar que fuera responsable de su dolor. Pero no podía seguir dando
la espalda a la verdad. Tenía que confesar lo que sabía antes de que pasara un minuto
más. Si no lo hacía ahora, nunca lo haría.
—¿Se trata de lo que has estado esperando para contarme?—preguntó él, con una
expresión esperanzada, pero cada vez más preocupada.
Ella asintió con la cabeza, incapaz de hablar, con la garganta apretada por el
miedo.Él se acercó a ella y le rozó los dedos con los suyos.
—Vamos, amor. Me tienes atado con mil nudos preguntándome de qué va esto.
Estaba tan seguro de que iba a ser bueno, pero ahora se siente mal. —Dejó escapar un
suspiro que sacudió todo su ser—. Puede que sea demasiado pronto para decir esto...
pero hay un vínculo poco común entre nosotros. Una conexión como ninguna otra, como
si te conociera de toda la vida. —Le pasó un dedo por el corazón—. Y puedo sentir lo que
pasa ahí dentro. La mitad de las veces no sé dónde empiezas tú y dónde acabo yo.
Sus rodillas se debilitaron de anhelo. Todo lo que quería hacer era entrar en sus
brazos y decirle que sentía lo mismo. Pero el miedo la había vuelto plomiza. Ella era la
única que sabía por qué ambos se sentían así, y por mucho que quisiera que fuera de
verdad, el amor no tenía nada que ver con ello.
—¿Esto es un problema?
—No te va a gustar lo que tengo que decirte —le advirtió ella, con la mano levantada
para evitar que se acercara más—. Y yo no te gustaré, porque de alguna manera
extrañamente cósmica, esto es culpa mía.
Él la miró fijamente con una mirada de total desconcierto.
—¡No eres real, Finn!—gritó ella—. Eres un personaje que inventé cuando tenía
doce años. Fuiste el primero. Te creé mucho antes de escribirMagic Brew. Y nunca dejé
de escribir sobre ti... no podía. Eres mi mejor obra y la historia que debería haber sido
publicada. Has sido un amigo querido y constante para mí durante los últimos cinco
años. Siento haber tardado tanto en reconocerte.
Ella pudo ver cómo la sangre se drenaba de su rostro. Cuando por fin habló, su voz
llegó en un ronco susurro.
—Nunca le conté a nadie lodel callejón. A nadie. —Su cuerpo se puso rígido, su
expresión oscura mientras negaba con la cabeza—. No, no te creo.
—Sé que parece una locura—dijo ella, sintiéndose mal del estómago mientras el
dolor le marcaba las líneas de la cara—. Yo tampoco podía creerlo. Pero había
demasiadas pistas.
—No necesitamos...
—Bien, tienes una pipa de arcilla y una bolsa de cuero llena de mezcla sagrada, una
piedra redonda y plana con un agujero natural en su centro que encontraste en la Isla de
Skye, y una flauta de madera que tu abuelo hizo para ti. Y… llevas una cinta de raso
blanco que tu madre llevaba en el pelo. Solía oler como su champú de lilas.
Por fin se movió y, sin decir una palabra, pasó junto a ella.
Mientras Fate lo veía desaparecer entre los abedules, el mundo entero se volvió
sombrío e invernal.
Capítulo 12
FINN NO TENÍA MANERA DE PROTEGERSE DE LA AVALANCHA DE
emociones que se agitaban en su pecho como si fueran animales salvajes que luchaban
por salir. Si no estaba aturdido por el shock o la incredulidad, estaba furioso. Le habían
arrancado el mundo de cuajo. Ya no sabía quién era, ni siquiera qué era. Toda su vida era
una mentira, la ensoñación de una niña de doce años aburrida.
Saltó del tejado, con sus botas salpicando barro por todas partes. Mientras corría
hacia el cubo de mortero junto a la puerta, se detuvo. Fate estaba dentro con Glenna. Se
puso en cuclillas junto al cubo, removiendo la mezcla con un palo mientras escuchaba su
conversación.
—No sé qué habilidad tienen con la aguja de zurcir. Mi propio trabajo es sólido,
pero no bonito, así que no seré exigente con tu mano de obra—dijo Glenna—. Espero que
no sea más de lo que es justo... es que casi todo lo que tenemos está desgastado.
—No, esto está bien. Haré lo que pueda—respondió Fate. Había una clara nota de
humildad en su tono.
Estaba extendiendo mortero sobre una vena de grietas profundas cuando Glenna
salió.
—Me voy a recoger leña al bosque y luego al mercado con mis fardos—dijo con una
sonrisa.
Dejó la paleta.
Finn la vio partir, y una oleada de compasión hizo retroceder la angustia que la
corroía por un breve momento. Era tan pequeña, tan sola y vulnerable. Sacando su
cuchillo, se acercó a la entrada de la cabaña y rayó varias marcas protectoras en la pared
de arcilla. Mientras se retiraba sintiendo una pizca de satisfacción, una pregunta
insidiosa se abrió paso en sus pensamientos. ¿Era Glenna real? ¿Estaba desperdiciando
sus esfuerzos y preocupaciones en un personaje de cartón que sólo representaba
emociones humanas?
La rabia volvió a invadirlo, quemándole las entrañas como si hubiera tragado ácido.
Cerró la hoja y volvió a meter la navaja en el bolsillo. Agarrando la paleta, golpeó las
paredes con violencia. Ya no sabía qué pensar. Todo lo que había aprendido a lo largo de
su vida, todas sus creencias, no significaban nada. Todo eran tonterías inventadas,
palabras sin sentido en un papel...
—Si no recuerdo mal, estos invocan a los abedules, serbales y fresnos cercanos para
que actúen como guardianes protectores—dijo ella, con un tono dubitativo.
—Es mi nombre druídico. —En cuanto lo dijo, se sintió tonto. Todas las pruebas e
iniciaciones por las que había pasado para que la Orden le diera un nombre que reflejara
su alma no habían ocurrido en realidad. También se lo había inventado. No había nada
que le perteneciera.
Un trozo de hielo se formó en la boca del estómago al darse cuenta de una verdad
aún más aplastante. Si no era real, eso significaba que no tenía alma.
De repente, ella estaba a su lado, con su mano presionando su brazo en un intento
de detener sus frenéticos movimientos mientras golpeaba el mortero en una profunda
grieta de la pared. Su piel se enrojeció con el calor de su contacto, acelerando su pulso.
Dejó caer la paleta en el cubo y se quedó mirando.
La brisa jugaba con su pelo, haciendo fluir su aroma sobre él. Puro cielo. Tragó
saliva mientras la sangre le recorría con fuerza y rapidez. Levantando la cabeza, se
encontró con su mirada. El rostro de ella se iluminó, con un rubor rosado en sus
mejillas. La esperanza rodeó sus ojos y abrió la boca para hablar.
Él la hizo callar con el dedo en los labios. Sin poder apartar la mirada ni pronunciar
una palabra, se quedó mirando la sensual curva de su labio inferior. Quería culparla de
este infierno en el que estaba metido, pero ahora que estaba a su lado así lo único que
quería era besarla. ¿Cómo podría hacerlo? Era un maniquí, hueco y falso. Cualquier
derecho que tuviera a declarar sus sentimientos por ella como un hombre había
desaparecido para siempre.
—Pero dijiste que teníamos que tener cuidado. No puedo escribir cualquier cosa. ¿Y
si vuelve a salir mal? Con mi suerte podría convertirla en un zombi... o en un bicho raro
muy sano pero deforme.
—Tal vez pueda escribirlo y evitar obtenerlo de la mujer con velo por completo.
—Muy bien—dijo por fin, con cara de satisfacción. Él dejó escapar un suspiro de
alivio mientras ella continuaba.
Finn escuchó, embelesado por la poética descripción, su voz era un bálsamo para
su torturada psique. Al pronunciar la última palabra, una niebla azul verdosa se
arremolinó alrededor de su mano y se convirtió en una gran copa dorada. Fate jadeó de
sorpresa y la dejó caer por la repentina pesadez. Se precipitó hacia delante, evitando que
cayera al suelo.
Durante un fugaz segundo se sintió en paz por ser su creación. Pero el amargo
resentimiento que rozaba la superficie se abrió paso, haciendo añicos esta frágil
aceptación. Todo había cambiado. Él nunca sería igual a Fate. Ella era la sustancia. Él
era una brizna de humo.
Capítulo 13
POR UN CAMINO ÁSPERO Y POCO TRANSITADO QUE CONDUCÍA A LA
aldea de Glenna corría una caravana tirada por caballos de vivos colores. El asiento del
conductor estaba vacío, pero los caballos galopaban como si fueran impulsados por el
cruel látigo de un conductor acosado. Dentro de la caravana, la mujer con velo estaba
sentada sobre sus cojines de seda. Los caballos eran controlados únicamente por su
voluntad. Ella sabía que la copa de oro había aparecido en el mundo. Llevaba siglos
buscándola, pero siempre había ido diez pasos por detrás de los siempre esquivos
duendes del pantano.
Decidida a tenerla esta vez, azotó su látigo psíquico e impulsó a los exhaustos
caballos con una velocidad aún mayor.
***
La angustia que Fate había causado a Finn la atormentaba incluso más que la rabia
que irradiaba hacia ella. Si pudiera volver atrás y no decir nunca una palabra sobre sus
orígenes, lo haría sin dudarlo. Pero no había forma de deshacer la campana. Algo se
había roto entre ellos. Nada podía arreglar eso.
Mientras inclinaba la copa sobre los labios agrietados de la enferma, se dio cuenta
de que tenía las manos arañadas, la sangre seca sobre las marcas visibles de su miseria.
Ella se había ofrecido a escribir las reparaciones por él, pero él se había negado. Ver su
dolor tan claramente expuesto le dolía como nada que hubiera conocido antes. Si sólo
hubiera guardado su secreto.
La madre de Glenna volvió en sí. Miró a Finn y luego a Fate, con los ojos llenos de
miedo y confusión.
—Oh, ¿esta cosa vieja?—dijo Fate, agarrando la copa por el tallo e inclinándola
despreocupadamente. La muñeca le tembló por el peso y las preciosas gotas cayeron al
suelo de tierra—. Es una falsificación. Somos artistas ambulantes y esto es uno de
nuestros accesorios. Pensamos que podrías tener sed y...—Miró a su alrededor, a todas
las tazas y cuencos lavados apilados ordenadamente en la repisa—. No pudimos
encontrar una taza... una taza lo suficientemente limpia para alguien tan enfermo...
—Hay un monstruo en el bosque con alas tan grandes como mi techo y colmillos
tan largos como yo...—Jadeó, su mano voló a su boca cuando vio a su madre sentada y
con buen aspecto—. ¿Qué milagro es éste?
Alma extendió los brazos y Glenna corrió a abrazarla. Hubo lágrimas, risas y
muchas preguntas. Cuando se calmaron, Alma preguntó por el monstruo del bosque.
—Oh, ese es nuestro amigo—dijo Fate, hablando rápido mientras hija y madre
miraban horrorizadas—. Forma parte de nuestra pequeña compañía. Seguro que lo has
visto con su disfraz.
—Fate es una hábil fabricante de disfraces, entre otras cosas—dijo Finn, con su
mirada reservada dirigiéndose brevemente a Fate.
Por mucho que su comentario sonara como un cumplido, fue muy profundo. Ella
comprendió el significado velado.
Dio un paso adelante, cerrando la puerta después de que Glenna pasara por delante
de ella.
Un terror nauseabundo corrió por sus venas cuando oyó el tintineo de la armadura
del caballero y sus fuertes pisadas acercándose.
De repente cambió de dirección. Se dirigían hacia el sol que descendía. Las ramas
se agitaban contra ellos. Fate apenas podía ver por dónde iba por las lágrimas que tenía
en los ojos. Ya habría tropezado si Finn no la hubiera guiado. El sonido de una espada
cortando el aire a escasos centímetros de su oreja dio una nueva velocidad a sus
miembros. Habría gritado, pero estaba demasiado ocupada jadeando.
Consternada porque había perdido los nervios, le miró durante una fracción de
segundo. Pero había una mirada calculada en sus ojos. El alivio la hizo seguir adelante
cuando se dio cuenta de que él no había perdido la esperanza.
Huyeron a través de un campo, pero el suelo estaba empapado y les chupaba los
pies. Cada paso se volvía más y más trabajoso. Fate estaba a punto de derrumbarse
cuando oyó un fuerte golpe. Finn frenó y ella miró por encima del hombro. El caballero
había desaparecido, pero su casco yacía en el suelo a unos metros de distancia. Entonces,
algo se lanzó frente a su cara, clavándose en el suelo a dos centímetros de sus pies.
Sithias se enroscaba alrededor de las piernas del caballero sin cabeza, agitando sus
alas con laboriosos empujones. La armadura parecía estar completamente vacía, pero los
brazos del caballero se agitaban y su torso se retorcía. Sibilante por el esfuerzo, Sithias
subió a una tremenda altura antes de dejar caer al caballero. La armadura se estrelló
contra el suelo y los brazos, las piernas y la coraza de bronce se dispersaron en todas
direcciones.
Fate sintió que un suspiro de alivio recorría a Finn cuando apoyó la cabeza contra
la suya. Ella se inclinó hacia él, meciéndose con el cansado impulso de su pecho.
—Sssin duda habría oído tusss maullidosss desssde donde quiera que essstuviera—
le aseguró Sithias—. Estosss bosquesss, sssi es que ssse lesss puede llamar asssí, ssson
ciertamente muy dispersssos. Nunca había visssto unasss excusssas tan
lamentablessscomo árbolesss.
Le dolía pensar en lo devastado que debía estar Eustace ahora mismo, sin saber si
estaba viva o muerta. Por mucho que él la hubiera animado a poner siempre a prueba su
independencia, ella sabía lo profundamente protector que era, la misma razón por la que
nunca había salido con nadie. Se quedaba en casa, incluso trabajando desde ella,
haciendo todo lo posible por desempeñar el papel de dos padres y compensar la falta de
hermanos.
Las lágrimas le quemaban los ojos. Su anhelo por la seguridad del hogar y la
reconfortante cotidianeidad de sus rutinas juntas se hizo de repente tan insoportable que
tuvo que bloquearlo de su mente, o se desmoronaría. Miró a Sithias, volviendo a
sintonizar con lo que estaba diciendo.
—Parece que nosss enfrentamosss a una mano fantasssma —les informó—. ¿Alguno
de usstedesss sssabe quién podría ssser lo sssuficientemente poderossso como para
levantar uno?
—Fue la dama con velo. Ella envió al caballero tras nosotros—dijo Finn—. Y ahora
ella tiene la copa de oro.
Luego explicó cómo Fate habíaescrito la copa en su posesión y cómo había curado
a la madre de Glenna.
Fate sintió que se ponía rígido de repente. La soltó bruscamente. Después de bajar
la guardia, su postura defensiva había vuelto y le hizo un agujero en su ya dolorido
corazón.
Pateó una roca enterrada y se golpeó el dedo del pie. Mientras saltaba sobre una
pierna conteniendo el dolor que le subía por el pie, se preguntó por qué era tan
perdedora. Debería estar deslumbrando al hombre de sus sueños con su férreo
magnetismo y sus habilidades para patear culos.
***
A las afueras de la cabaña de Glenna, la mujer con velo estaba de pie en su
caravana, acariciando la copa dorada y observando cómo el agua curativa se acumulaba
dentro de la copa. Cuando hubo suficiente líquido para beber, se levantó el velo y lo
engulló.
Pero su sonrisa se desvaneció cuando vio que su pelo seguía siendo de un gris
oscuro y áspero. Se llevó la copa a los labios y dejó que el agua se deslizara por los lados
de su boca en su afán por engullir más.
Se volvió hacia el espejo, esperando que su pelo volviera a la vida, ya que era allí
donde habitaban sus antepasados. En cada mechón llevaba la fuerza vital de una antigua
raza de místicos olvidados por los demás. Era Sabirah, el recipiente sagrado de su
pueblo, que esperaba el momento de regresar al Templo de la Serpiente Alada, donde
devolvería a su pueblo al mundo utilizando los objetos del altar que había recuperado de
los saqueadores que los habían robado hacía tanto tiempo.
Pero las voces de sus antepasados se habían apagado con el paso del tiempo hasta
que dejaron de hablar. Perdida sin su sabiduría y guía, comenzó su obsesiva búsqueda de
la copa curativa para revivir su desgastado cuerpo.
Sabirah observó cómo la oscuridad como la tinta volvía a su cabello. Las voces
comenzaron a susurrar en su mente y sus mechones de ébano se retorcieron como un
mar de serpientes, acariciando sus brazos y piernas. Se deleitó con el tacto de su tribu
perdida y escuchó. Al principio sus voces eran discordantes, pero pronto hablaron como
una sola dentro de su mente.
—No dejes ningún rastro. Mata a todos los que tengan conocimiento de la copa —
le ordenaron.
Una fuerza, brillante y afilada, la lanzó de nuevo contra la caravana. Entrecerró los
ojos ante las poderosas inscripciones en Ogham grabadas en las paredes de barro.
Maldiciendo al druida que las había puesto allí, Sabirah regresó furiosa a la caravana
para recuperar una caja. Volvió a las marcas brillantes y sacó una rama cortada.
—Roble del odio, esparce tu oscuro veneno en este lugar—susurró, soplando la
maldición sobre la madera. Clavó la rama en las vallas y la rompió. Retrocediendo,
observó cómo la pálida luz de las vallas se extinguía mientras una sombra se desvanecía
sobre la cabaña y la tierra circundante.
***
—¡Oye! ¡Por aquí!—gritó Finn mientras saltaba por encima del arroyo y se
precipitaba hacia delante. Vio que la mujer se detenía para mirarle. No tenía ni idea de lo
que iba a hacer una vez que llegara allí. Estaba desarmado contra su espada. Lo más que
podía esperar era alejarla de Glenna, tal vez darle la vuelta a la tortilla de alguna manera.
Estaba a sólo nueve metros de la cabaña cuando una nauseabunda ola de oscuridad
se abatió sobre él. Su cabeza empezó a dar vueltas y sus piernas se debilitaron. Alcanzó
algo para agarrarse, pero su mano pasó por el aire y tropezó. Al inclinarse hacia delante,
sus rodillas se estrellaron contra las rocas y el barro. El dolor le recorrió las rótulas y las
espinillas. Se tragó el dolor y se esforzó por levantarse, pero sus músculos se habían
ablandado. Era todo lo que podía hacer para mantenerse en pie.
—Ah, el leal Druida regresa. Pero, por desgracia, siente el veneno de la tierra como
si estuviera en sus propias venas—dijo la mujer mientras se acercaba a él—. Esa es la
debilidad de los amantes de la tierra. Nunca podrán ser fuertes por aquello que luchan
por proteger.
Luchando por recuperar el aliento, Finn miró a una belleza aterradora con una
melena salvaje que serpenteaba antinaturalmente en el aire. Se preguntó si estaba
alucinando.
Ella se inclinó, rozando sus labios contra su oreja, y sus oscuros zarcillos se
enroscaron en su cuello.
—Aradif—la oyó decir Finn—, me siento muy humillada por tu presencia. —Ella
continuó arrodillada como si estuviera mostrando respeto... ¡a Sithias!
Seguro de que estaba delirando, Finn entrecerró los ojos ante la increíble escena.La
mujer seguía arrodillada, con el pelo alcanzando a la serpiente de forma casi anhelante.
—No es casualidad que mis ancestros y nuestra Estrella Guiadora regresen todos en
un mismo día glorioso. ¿Debo ir a tu antiguo Templo, o podemos construir el altar aquí
para comenzar el Ritual de Renacimiento de tu Tribu?
—Nuestra tierra natal está lejos de Aradif. Se necesitarían al menos tres lunas para
llegar al mar y otras dos para atravesar el gran océano que hay entre esta tierra y la
nuestra.
Hubo una larga pausa por parte de Sithias. Finn intentó dar sentido a lo que estaba
presenciando, pero una niebla había llenado su mente. Alguna fuerza que emanaba del
suelo lo había envenenado.
***
Por un breve momento, Sithias se hinchó con el poder que tenía sobre la mujer
arrodillada ante él. No tenía ni idea de por qué le veneraba, pero fuera cual fuera el
motivo, lo utilizaría en su beneficio.
—Por desssgracia, essso esss exactamente lo que hay que hacer—dijo con aire de
autoridad—. El ritual debe realizarssse en nuestrasss tierrasss sssagradasss, no en este
sssuelo extranjero. —Escupió en el suelo con desagrado, para dar una buena medida.
Agachó la cabeza con un suspiro, aunque su pelo se estiró hacia él como los
tentáculos de un pulpo. Temblando, Sithias se deslizó hacia atrás con una mueca.
—Debe ser como tú dices, Aradif. Por favor, perdona mi vacilación. El cansancio me
oprime el alma y me gustaría señalar que una vez que tu Tribu renazca, podríamos
conquistar fácilmente a estos debiluchos y comenzar de nuevo, aquí en esta tierra.
Su rostro se agudizó y su cabello se agitó con furia. Por una fracción de segundo,
Sithias pensó que se negaría. Un momento después, ella le dio la copa, luego se dio la
vuelta y subió al interior de la caravana. Los caballos se encabritaron y relincharon como
si hubieran sido azotados por un látigo invisible y se alejaron al galope.
Una vez que se perdió de vista, comenzó a respirar de nuevo. Glenna y Alma
salieron de puntillas de la cabaña cuando vieron que la feroz mujer se había ido, aunque
miraron con la misma cautela a Sithias mientras se dirigían a Finn.
Glenna le apoyó la cabeza en su pequeño regazo.
—Está mal. —Miró a Sithias con ojos redondos y preocupados—. ¿Y dónde está
Fate? Espero que no haya sufrido ningún daño.
Unos cuantos duendes se quedaron atrás, todos mirando a Glenna con un extraño
brillo en los ojos.
—Por beber de la copa—dijo. Sin apartar los ojos de la serpiente alada, apuntó con
un dedo enjuto a Alma—. Esta brilla con el agua curativa. Hay que pagar.
—Una reina es pago suficiente. Nos la llevaremos. —El duende señaló aGlenna.
El duende no se movió.
—¡Oh, no, no lo harás!—gritó Alma—. La única forma en que te irás es sobre mis
manos muertas haciendo sonar sus cuellos viscosos.
Glenna lanzó a su madre una mirada apenada mientras se acercaba a la orilla del
pantano.
Alma se abalanzó hacia delante, rodeando con sus brazos la cintura de su hija,
mirando ferozmente a los duendes.
En cuanto los duendes asintieron con la cabeza, una luz azul verdosa rodeó a madre
e hija. Con el rostro inexpresivo y deslumbradas por el brillo hechizante, las dos flotaron
hacia el centro y se hundieron en el pantano. Con sus pálidos ojos aún clavados en
Sithias, los duendes se deslizaron en el fango, la tierra retumbó cuando el suelo se cerró.
—Oh, Dios—se preocupó Sithias mientras se despedía con su cola. Sólo podía
esperar que fuera para bien. Su principal preocupación era Finn. Enrollándose alrededor
de su cuerpo inerte, se elevó y lo llevó volando de vuelta a Fate.
Ella llevaba un camino de ida y vuelta frente al Libro de Fábulas cuando él aterrizó
y puso a Finn suavemente a sus pies. Cuando lo vio, sus manos volaron hacia su corazón.
Dejándose caer junto a él, apoyó la cabeza en su pecho, escuchando los latidos de su
corazón. Su expresión de asombro sólo se relajó ligeramente cuando levantó la cabeza.
Sithias tragó saliva cuando ella lo miró con ojos llorosos llenos de preguntas.
»Oh, Dios. Bueno, ¿ayuda sssaber que la fábula ahora dice que Glenna y sssu
madre prefieren sssusss essstaciones realesss a la de la pobreza, aunque sssea en un
pantano?
—No, no me importa—gritó ella, sus lágrimas cayendo sobre el rostro pálido de
Finn.
—Muy bien, ssseñorita. Sssugiero que passsemosss a la sssiguiente fábula. Tal vez
el efecto disssminuya si llevamosss a Finn lejosss de esssta tierra envenenada.
—Sí, eso podría funcionar. —Ella lo miró, con una esperanza desesperada en sus
ojos—. Se pondrá bien. ¿Verdad, Sithias?
La serpiente sonrió, asintiendo enérgicamente para evitar que ella viera la duda
que le inquietaba en su interior.
El Corazón de un Troll
Las crónicas de un antiguo cuentan de una raza mayor, los antepasados de todos
los seres vivos, cuya sangre fluía con magia y cuyos sus huesos contenían dentro la
sabiduría del conocimiento más antiguo de la Tierra. Esos poderosos seres fueron los
primeros gigantes. Vivieron en paz durante muchos años, pero cuando la humanidad
comenzó a extenderse por el mundo, la raza antigua retrocedió en la naturaleza. Se
convirtieron en maestro de la ilusión, capaces de cambiar de forma y mezclarse con la
tierra, hasta que llegaron a ser parte duradera de la tierra. Sin embargo, no es de estos
seres magníficos de los que habla esta historia. Esta historia trata sobre la humilde
desaparición de esos gigantes que a lo largo de los años disminuyeron en tamaño y
magnitud hasta que no eran más que lo que los seres humanos llamaban trolls u ogros.
Aunque conservaron gran parte de la poderosa magia de sus antepasados, por lo
general eran aborrecidos y temidos.
Una de esas creaturas fue un troll de árboles llamado Grysla. Ella era tan alta
como un cedro de secuoya y rara vez reconocida por los humanos, debido a su parecido
a un árbol muerto y desarraigado, Lamentablemente Grysla fue la última de su
especie. Había perdido a su pareja y a su hijo a causa de las antorchas de una multitud
enojada de aldeanos quienes culpaban a los trolls de una plaga en sus cultivos. Ese
horrible día su familia había sido quemada, mientras que Grysla había sido cortada en
pedazos. Sin que los aldeanos lo supieran, un troll árbol podría volver a crecer entero y
completo.
El dolor empujó a Grysla a vagar lejos de casa a las tierras frías de los bosques de
huesos retorcidos. Fue en esas altas montañas donde cayó en un sueño profundo de
invierno. Durmió más de un año hasta que un día el estridente llanto de la voz de un
niño la despertó.
Grys se separó del hielo y clavólos ojos en el valle de abajo a la orilla de un río,
donde un niño se aferraba a un tronco. Desgarrada por un feroz recuerdo,saltó de los
acantilados. Con grandes zancadas, ella tronó a través del valle, sin saber que haría
cuando llegara. Pero fuertes corrientes se llevaron al chico justo cuando la gigante
hundía sus grandes manos dentro del agua.
Cerca de los juncos a la orilla del río, una niña llamada Tove observaba
impotente mientras el río arrastraba a su hermano Leif. Ella sollozó, por ahora
huérfana y verdaderamente sola. Cuando Grysla descubrió al diminuto humano se
escondió entre las hiervas alta, sus ojos se abrieron con sorpresa. La niña parpadeo al
retorcido rostro cuyos rasgos curtidos se curvaban hacia arriba en una triste y suave
modo. Después de estudiarse una a la otra por un momento, Grysla extendió su mano y
Tove trepó a la escarpada palma de gigante.
Más abajo, Leif logro liberarse del furioso rio y corrió de regreso sólo para
descubrir que Trove se había ido. La hierba alta donde se había sentado estaba
aplastada en la forma de una enorme huella. Asustado por su hermana, Leif se lanzó
tras ella.
Un día, en pleno invierno, Leif entró en una taberna en un lugar remoto del
pueblo. El lugar estaba lleno de música y alegría, y lenguas con historias
extravagantes. Una de esas llamó la atención de Leif. La historia era de una creatura
fae que algunos pensaban que era en parte humana. Se decía que era tan rápida como
una ardilla y podía desaparecer de la vista en un abrir y cerrar de ojos. También le
susurraron con la emoción del miedo en el ojo del narrador que el duende no estaba
solo, que unos pocos habían visto algo gigantesco que la seguía, algo que sacudía el
suelo e inclinaba los árboles.
Esta era la primera vez que Leif había oído hablar de un troll siguiendo a una
chica, ya sea fae o no. Con esperanza en su corazón, se fue al amanecer, identifico el
rastro del troll y los siguió durante días. Cuando por fin encontró el rastro fresco, se
agachó detrás de un montón de nieve y esperó. Después de mucho tiempo, estaba a
punto de irse cuando algo salió disparado de la nada. El fae de alguna especie cuya piel
rúnica brillaba con un luminoso matiz aceitunado. Ella se detuvo girando en su
dirección oliendo el aire. Cuando vio su rostro, vio a su madre desaparecida hace
mucho tiempo en sus rasgos.
Los enloquecidos ojos de Grysla se fijaron en ambos. Ella no sabía sonde estaba
ella o quienes eran, sólo que les temía. Ella la llamó familia. Tove respondió, pero
Grysla no escuchó. Su mente estaba atrapada en el pasado, gritando de dolor por el
asesinato de su familia. Todo lo que ella vio eran humanos malvados a su alrededor. El
troll movió su enorme brazo hacia Tove y la envió volando hacia los árboles cercanos.
Sacando su espada, Leif esquivo la espada del gigante golpeando los puños, salto hacia
delante y cortó una mano, luego la siguiente. Grysla se enfureció de dolor y golpeó a
Leif con sus gigantescos pies. El saltó a un lado y le cortó una pierna a la altura de la
rodilla. Ella se derrumbó, rompiendo a su paso los árboles bajos, y cayendo en una
lluvia de nieve. El bosque se queso en silencio salvo por la dificultad de respirar del
troll.
Leif comenzó a trepar sobre su enorme pecho, listo para cortar su cabeza, pero
Tove le cerró el paso. Tranquilizó a su hermana, diciendo que cuidaría de ella ahora.
Tove no lo conocía. Ella se irritaba contra el ruido áspero y confuso de este extraño
asesino. Luego miró a los ojos torturados de Grysla, viendo sólo a la amable y cariñosa
madre que la había criado.
Tove murmuró las notas suaves y recortadas que el troll le cantaba. El troll del
árbol volvió la cabeza con un gemido espantoso. Tove persistió, hasta que, por fin,
Grysla escuchó su voz, pero el troll no podía mirar a su hija. El veneno de la flecha le
estaba haciendo ver a Tove solo como un monstruoso humano. También sus
extremidades amputadas volvían a crecer con demasiada rapidez. Tan pronto como
estuvo completa sabía que perdería el control y mataría a Tove.
Solo una cosa podría detener lo inevitable. Ella le explicó a Tove lo que debería
hacer. La niña lloró y discutió con fuerza, pero Grysla hizo que cumpliera su promesa.
Por fin, Tove asintió. Su rostro se puso blanco mientras sacaba una daga y apuñalaba
a Grysla en el pecho. El grito de dolor del troll árbol hizo eco sobre el bosque quieto
mientras Tove esculpía el corazón palpitante de su madre con la flecha que lo había
atravesado limpiamente.
Leif se tambaleo hacia atrás cuando Tove saltó del troll rugiente, cuyas
extremidades habían vuelto a crecer rápidas y seguras. El troll se puso de pie y ataco.
Leif comenzó a pelear una batalla perdida contra el gigante enloquecido. Pero justo
cuando parecía que iba a ser aplastado contra el suelo por un puño en forma de
martillo, el troll se congeló. Su piel áspera petrificada en granito.
Tomando la espada del cazador de troll muerto, la levantó hacia el cielo y juró
venganza sobre los de su especie. Antes de dejar el bosque de huesos retorcidos para
comenzar su venganza de toda la vida, Tove hecho una última mirada a la grotesca
estatua, con cuidado de recordar el instante, en el que el gentil troll árbol había
perdonado a la humanidad lo suficiente como para cuidar a un pequeño humano
necesitado.
Capítulo 14
LOS RESTOS DE LA BATALLA VIOLENTA Y LA NIEVE EMPAPADA DE SANGRE
se rompieron en un torbellino caótico de letras relucientes, ahora difuminadas en la
nada blanca. La historia había encendido una ardiente necesidad de venganza en Fate.
Quería atacar a esa mujer malvada que había envenenado a Finn con la misma rabia que
Tove había sentido hacia Leif. Pero esa oportunidad desapareció hace mucho, quedó
atrás en la última fábula.
Cuando una frialdad insoportable se filtró, Fate no pudo decir dónde estaba o qué
estaba mirando. Todo lo que podía ver eran sombras azules y texturas dentro de un
blanco infinito. Entonces la golpeó. Ella estaba tendida en la nieve. Levantando la
cabeza, miró a su alrededor. El Libro de Fábulas los había dejado caer en medio de
montañas cubiertas de nieve llenas de los árboles torcidos y retorcidos de aspecto más
extraño que jamás había visto. Miró a Sithias, que en ese momento se estaba
marchitando por el frío glacial. Cuando vio que Finn yacía a su lado con un aspecto
mortalmente pálido, tomó su libreta y escribió un rápido respiro del frío penetrante.
***
El calor de un fuego crepitante despertó a Sithias de un sueño que había sido
demasiado cercano a permanente. Alborotando sus plumas, miró alrededor hacia el
interior de una acogedora cabaña de troncos. El Libro de Fábulas estaba apoyado contra
una pared, sus páginas abiertas brillaban bajo la luz parpadeante. Cuando vio copos de
nieve revoloteando fuera de la ventana, se estremeció al recordar el frío mortal que se
había apoderado de él.
Finn yacía en una alfombra de piel de oveja junto a él, envuelto tan apretado como
una momia en capas de mantas de lana. Se veía mucho peor que antes.
—Lo más probable es que los goblins pusssieran un poderossso hechizo vinculante
en la copa, uno que no permitiría que fuera robado de la missma manera dos veces.
—También escribí un antídoto mágico para todo uso, pero todo lo que hizo fue
manchar sus dientes de verde —levantó el labio superior de Finn para mostrárselo.
—Pobre Finn.
—Y esto también… —retiró las mantas, levantando la camisa de Finn para revelar
una pasta amarilla espesa untada sobre su pecho.
Se tambaleó hacia atrás cuando un fuerte olor que le hizo lagrimear los ojos se
liberó en el aire.
—Es un emplasto mostaza. Mi abuela solía decir que cuando todo lo demás falla,
haz el yeso mostaza.
Agitando la cola en un esfuerzo inútil por alejar el olor, sacó la lengua para
saborear el aire.
—La mosstaza no está ssola —él se encogió—. Vaya. Estoy notando el ajo, ¿y
detecto bien un poco de hierba apessstosa?
—¿Qué puedo decir? Ella era mejor que cualquier médico del condado.
—Pobre, pobre Finn —dijo Sithias, refiriéndose más a las torturas caseras que a su
enfermedad.
Ella asintió con tristeza mientras volvía a poner la camisa de Finn en su lugar
mientras Sithias lo envolvía con las mantas para contener el olor y morderse la nariz.
Parecía tan perdida y desesperada. Si pudiera ofrecer una solución que restaurara
su felicidad, lo haría.
—Lo ssiento, sseñorita, estoy perdido. Al igual que con toda la magia, no
essssiempre una muy solución esspecífica. Creo que deberíamoss volver con Elsina. Ella
ssabe del roble maldito que lo envenenó y ess una hechicera muy poderossa. Ella podría
sser capaz de...
Sithias la miró con desconcierto. La pasión reprimida entre ellos y las miradas
robadas cuando el otro no miraba era envidiable. Qué no haría él para tener ese tipo de
dulce confusión en su propia vida.
—Odio no ess la palabra para eso. El amor sería más parecido a él.
Ella miró hacia arriba, olisqueando y secándose la nariz roja con la manga.
—Oh, ssí, tendrías que esstar ciega como un murciélago y también ssorda para no
darte cuenta —tragó saliva secamente—. No es que seas ninguna de essascossas.
—Siempre he tenido una suerte terrible con los chicos. Supongo que porque nunca
me interesé lo suficiente como para hacer un gran esfuerzo. La mayoría de ellos me
aburrieron hasta la muerte. ¿Sabes que tengo diecisiete años y nunca he besado a un
chico?
—No.
Sithias mantuvo su sonrisa en su lugar mientras la miraba parpadeando con los
ojos hinchados y la nariz roja y mocosa.
—Ssí, ess difícil de creer para una joven... dama tan encantadora.
Ella miró hacia arriba con motas de tejido adheridas a sus mejillas húmedas.
—Finn no es real. No como tú y yo, bueno, tampoco estoy segura de que seas real.
Quiero decir, también eres un personaje de un libro —sus ojos adquirieron una mirada
paranoica—. Pero, de nuevo, tal vez nada de esto sea real. Podría estar en coma soñando
todo esto.
Agitando sus alas con entusiasmo, dijo—: Ah, ahora veo por qué ssientes tanta
fuerza por él. Essoessfasscinante. Finn ess tu Galatea y tú eress su Pigmalión. Ahora todo
tiene perfecto ssentido.
—Esso puede sser, pero les asseguro que ssucedió en este mundo, donde los diosses
y diossas de Hellass abundan y lass imágenes talladass de marfil cobran vida ssolo con
ssu toque —se quedó en silencio mientras la miraba con creciente admiración—. Finn es
un gran mérito para ti y tu imaginación. Qué orgullosa debes estar.
—¿Un día a la vez? —ofreció Sithias—. Él esstá aquí ahora, y ess real, a pessar de
ssusorígeness. Ha hecho del oro que formasste él dessde, y con paciencia, esstoysseguro
de que va a venir a aceptar que ussted y ssu extraordinaria aparición en el mundo.
Desspués de todo, parece que el desstino los ha unido a lossdoss.
—Oh, ¿dije el desstino? —dijo Sithias con gran prisa—. Sseguramente quisssissste
decir que la providencia tuvo un papel en essto.
—Providencia. Me gusta cómo suena eso —dijo bostezando. Se cubrió los hombros
con una manta, lo miró por debajo de los párpados caídos y le dedicó una sonrisa
soñolienta.
Enroscándose en una cómoda espiral, Sithias volvió su mirada hacia las llamas que
bailaban en la chimenea. Se estaba encariñando demasiado con la chica. Dado que
habían comenzado como enemigos, debía tener cuidado. Después de todo, ella mantenía
su vida en equilibrio con el simple trazo de su pluma. Pero ¿cómo podía permanecer en
guardia ante alguien tan inocente en los caminos del mundo? En todo caso, se sentía
protector con ella y preocupado por su bienestar. Habiendo leído las otras fábulas, sabía
el problema al que se dirigían. Tenía que advertirla y ayudarla a prepararse para lo que
vendría. Si no empezaba a endurecerse, tenía pocas posibilidades de sobrevivir. Y la
necesitaba para vivir. Ella era la clave para conseguir lo que había venido a buscar en
este viaje en primer lugar.
***
A la mañana siguiente, Fate se despertó con la luz del sol entrando a raudales por
las ventanas de la cabaña. Escurriéndose más debajo de las mantas para escapar de la
luz, extendió la mano hacia Finn. Su mano se encontró con mantas planas. Se quitó las
mantas y se sentó, su corazón latía con alivio y anticipación mientras buscaba a su
alrededor. ¿Dónde estaba él? Se puso de pie, dejando que las mantas cayeran alrededor
de sus pies, luego se acercó de puntillas al baño y llamó a la puerta.
—¿Finn?
Cuando no hubo respuesta, abrió la puerta. El baño estaba vacío. Con una creciente
sensación de alarma, regresó a la pila desordenada de mantas, levantándolas como si
esperara que lo enterraran debajo.
Sus botas estaban junto al fuego. No saldría sin ellos, así que al menos eso era un
alivio. ¿Dónde se estaba escondiendo? Luego se dio cuenta de las huellas negras y las
migas de mostaza secas que conducían a la puerta principal. Ella los siguió, el miedo
crecía en la boca del estómago.
Una avalancha de preguntas desesperadas pasó por su mente. ¿Cuándo se fue él?
¿Cuánto tiempo ha estado ahí sin zapatos, sin abrigo? Peor aún, ¿qué encontraría
cuando fuera a buscarlo?
Temblando más por el miedo que por el frío, cerró la puerta de golpe.
—¡Sithias!
—¿Eh? ¿Qué?
Fate buscó a tientas su cuaderno, dejó caer el lápiz delgado y volvió a intentarlo
hasta que logró garabatear lo que necesitaba. Sithias se deslizó hacia ella, parpadeando
el sueño de sus ojos con una expresión desconcertada.
El asintió.
—¡Eso es! La velocidad del rayo, eso es lo que necesito —ella escribió su idea—.
Deseo estar donde está Finn ahora —dijo, cerrando los ojos.
—¿Qué ocurre? ¿Por qué no puedo hacer que esto suceda? Pensé que las Palabras
de Creación eran todopoderosas.
—Se podría pensar assí. El poisson debe estar interfiriendo de alguna manera.
***
El resplandor de la nieve atravesó los ojos de Finn como agujas. Un frío amargo le
picaba en la piel, aunque el ardor de sus pies había disminuido, salvo por algún que otro
golpe en los dedos de los pies. Le palpitaban las manos de cortarlas con las afiladas
espinas de los extraños y retorcidos árboles que se elevaban entre los profundos
montículos. Lesiones hechas antes de que se despertara para encontrarse caminando sin
rumbo fijo sin sus botas y una chaqueta para protegerlo del frío helado. Estaba
desconcertado de cómo había llegado a estar allí en un estado tan indefenso. No podía
encontrarle ningún sentido. Su pensamiento estaba confuso, y una niebla llenó su
mente, una que ocultaba sus recuerdos más recientes y los eventos que lo habían llevado
a este momento. Afortunadamente, recordó sus raíces.
Dejó escapar un suspiro cansado, produciendo una gran bocanada blanca, como las
que solía hacer su abuelo con su pipa. Mientras el recuerdo parpadeaba en su mente,
algo perturbó el resplandor blanco del bosque y se movió hacia él.
Su abuelo apareció a la vista, un rostro anciano y sabio con ojos verdes que hablaba
de un profundo conocimiento de las cosas antiguas. Con una sonrisa arrugando sus
rasgos, metió la mano en su bolsa de medicinas, pellizcó tabaco y llenó el pozo de su pipa
de arcilla.
—Gracias, abuelo.
El sol estaba en su punto más alto cuando una pequeña sombra blanca se
materializó contra un ventisquero distante. Acercándose, la sombra se mantuvo en los
montículos nevados antes de agacharse detrás de una cresta curva de hielo. Asomó un
punto negro de una nariz, seguido de ojos rasgados y orejas peludas y gruesas.
Manteniéndose quieto como un bloque de hielo, el zorro de las nieves miró a Finn.
Luego trotó por la nieve, dando vueltas juguetonas a su alrededor, alejándose y
regresando, burlándose de él para que lo siguiera. Riéndose de la bola de pelo que
rebotaba, luchó por ponerse de pie y la siguió.
***
Fate siguió el serpenteante camino de Finn, viendo huellas profundas donde había
caído a lo largo del camino. Se animó cuando vio que el sendero continuaba bastante
lejos, serpenteando sobre las colinas y fuera de la vista. Al menos sabía que todavía
estaba vivo. Animada por esto, aceleró el paso y había recorrido una distancia
considerable, cuando de repente se detuvo en seco. Había gotas de sangre en la nieve y
enormes huellas de patas. Finn estaba siendo perseguido.
Se quitó los guantes con los dientes y sacó el cuaderno de su bolsillo. Una sombra
cruzó sobre ella, un halcón volando por encima. Ver al pájaro volar sobre las colinas le
dio una idea. Ella lo anotó.
—Ahora puedo volar por el aire y encontrar a Finn mucho antes de que muera
congelado o sufra algún daño —leyó en voz alta.
Esperaba sentirse más ligera, pero nada cambió en ese sentido. Agitó los brazos,
solo para permanecer en tierra.
Levantándose como un globo, agitó los brazos, agarrando algo de lo que agarrarse.
A medida que se elevaba, se volcó la cabeza sobre los talones, luchando por nivelarse.
Esto no era estar volando, estaba flotando y agitándose. ¿Seguiría trepando así hasta que
el aire se volviera demasiado delgado para respirar? Ahora estaba asustada. Se retorció
torpemente, un movimiento que la hizo rodar una y otra vez como un tronco en el agua.
Extendiendo sus brazos y piernas, detuvo el balanceo. Ella estaba boca abajo,
mirando el paisaje que se encogía.
Cayó en picada, las puntas de los árboles torcidos aparecieron a la vista demasiado
rápido. Sus músculos se pusieron rígidos de terror mientras inclinaba la barbilla hacia
arriba, luchando contra la fuerza de la gravedad. Se disparó hacia el cielo, ganando
velocidad mientras mantenía el cuello estirado y los ojos fijos en la extensión azul.
Inclinando su cabeza hacia abajo y hacia la derecha, su cuerpo la siguió en esa dirección.
Ella rió nerviosamente. Al parecer, su cabeza era el volante. Cuando el alivio la inundó,
se relajó, dejando que sus brazos colgaran sueltos a los lados, lo que la hizo volver a
deslizarse lentamente. Rápidamente se dio cuenta de que podía acelerar poniéndose
rígida y manteniéndose en la posición de un cohete humano.
El camino de Finn continuó sobre una colina empinada, hasta un río helado que se
curvaba a lo largo del fondo del valle. Voló más allá del río, solo para descubrir que el
camino había terminado. Ella se volvió y aterrizó. El hielo duro crujió bajo sus pies
cuando llegó a un agujero irregular. Chorros de sangre mancharon sus bordes. Un miedo
nauseabundo la recorrió, debilitando sus piernas tanto que cayó de rodillas. El agujero
era lo suficientemente grande como para que él cayera y fuera arrastrado por el rápido
río que se agitaba bajo el hielo.
Su corazón se rompió en pedazos, como el hielo que se había roto debajo de él.
—El rastro se ve fresco —dijo la voz ronca de un hombre detrás de ella—. Hecho
después del amanecer.
Se puso de pie de un salto y estuvo a punto de caerse cuando se dio la vuelta para
ver quién estaba hablando.
—Quieres decir que esos agujeros fueron hechos por un, un…
—Troll —su voz destilaba malicia—. La criatura más vil y atroz jamás escupida
desde Niflheim.
—No crees que el troll paso… —su garganta se cerró, ahogando su voz.
—Ah, no, yo diría que llevó a tu amigo a su sucio nido para una buena comida —
escupió un chorrito de jugo de tabaco y siguió adelante.
—¡Dices que, ah! ¡No, para comérselo! —la miró como si estuviera completamente
loca—. ¿Qué? ¿Crees que un troll preparará un buen plato de bistec para tu amigo y lo
servirá con una jarra de cerveza?
Contó dieciséis. Así que este era Leif. Encajaba con la imagen de sus ojos de la
mente. Era atractivo de una manera áspera, aunque ella no esperaba sus modales toscos
y brutales.
Se detuvo tan abruptamente que ella casi chocó con él. La mirada fría y territorial
de sus ojos la puso rígida.
—Me gustan las hermosas damiselas, pero no cuando cazo —su expresión
rubicunda se relajó, sus ojos azules recorrieron su rostro con descarado deseo—. ¿Le
gustaría que viniera después del anochecer? ¿Tal vez te diga lo que encuentre y caliente
tu cama?
—¿Eso es un no?
—Haz lo que quieras, pequeña Freya —se volvió sin más preámbulos y subió
penosamente la colina.
Ella miró su espalda con el ceño fruncido, luego se disparó en el aire, viendo su
forma encogerse al tamaño de una hormiga.
—Burro —murmuró.
Tomando una respiración entrecortada para calmar el pánico que amenazaba con
apoderarse de él, se centró en su entorno. Estaba en una cueva inmensa. Un fuego ardía
a su lado, la luz parpadeaba sobre las paredes cubiertas de peculiares marcas de runas y
pictografías. ¿Cómo había llegado a estar aquí? Lo último que recordaba era estar junto a
un río helado.
Parecía de otro mundo, menos humana y más duende, por la forma en que sus ojos
ardían con colores cambiantes de verde.
—Supongo que tengo que agradecerle por salvarme de las fauces de la muerte.
Su suave frente se arrugó en un ceño fruncido, como si su voz rasgara sus oídos.
Luego le dio un codazo a la barbilla y señaló con el dedo el pie de su cama.
—¡Santo infierno! —el animal que lo había atacado yacía sobre sus espinillas. Tardó
varios segundos en darse cuenta de que la cosa estaba muerta.
Levantó las pieles que lo cubrían para que pudiera ver que sus pies estaban
enterrados profundamente en los intestinos del animal. Cuando el hedor almizclado y
rancio del animal escapó, las náuseas se apoderaron de él.
Él comenzó a sacar las piernas de la carcasa, pero ella las inmovilizó, dejando claro
por su expresión grave que no debía moverse. Demasiado débil para luchar contra ella,
permitió que sus pies doloridos permanecieran insertados dentro de las entrañas cálidas
y blandas del animal. Las convulsiones biliosas lo sacudieron, disparando llamaradas
calientes a través de su pecho.
Sacó una daga de una vaina atada alrededor de su muslo y cortó el hígado oscuro y
tembloroso de la bestia. Hizo vapor en el aire frío mientras ella colocaba el órgano
caliente en sus manos congeladas. Finn se quedó boquiabierto y mudo.
Haciendo un gruñido, empujó la carne contra sus labios sellados. Giró la cabeza,
pero ella lo agarró por la mandíbula y apretó con fuerza. Cuando abrió la boca para
gritar, ella le metió el hígado en la boca. La miró con odio puro, pero cuando vio la firme
expresión de su mandíbula, supo que perdería contra esta criatura obstinada.
Mordisqueando un pequeño trozo, de alguna manera se las arregló para tragarlo sin
vomitar. Ella continuó empujándolo en su boca hasta que él comió lo suficiente para
satisfacerla.
Tenía que admitir que se sentía más fuerte. Y ahora que su estómago se estaba
asentando, lo invadió una oleada de cansancio. Quería sucumbir al sueño, permitir que
el mundo retrocediera, pero una persistente sensación de pérdida no le permitiría
relajarse tan fácilmente. Faltaba algo importante, y fuera lo que fuera, había dejado un
agujero en su corazón que lo entristecía.
***
Finn estaba solo la próxima vez que se despertó. Le habían limpiado los pies de la
sangre y las entrañas del animal muerto, y no le picaban tanto. Las heridas en su pecho,
aunque muy doloridas, estaban vendadas. La piel del animal había sido raspada, estirada
y dejada secar junto al fuego. Su pestilente hedor todavía marcaba el aire, pero con
mucho menos fuerza, aunque de vez en cuando, pensaba que olía a… ¿mostaza?
Varios trozos de carne ensartada se estaban asando sobre el fuego, que supuso eran
los restos finales del animal. La bilis le quemó la parte posterior de la garganta cuando
su estómago dio un vuelco en respuesta.
Los ojos del gigante tenían los mismos colores cambiantes que los de la niña, pero a
diferencia de su mirada cautelosa, solo había suavidad y curiosidad con los ojos muy
abiertos. El suelo siguió temblando y los escombros cayeron de las paredes mientras el
gigante se asentaba a lo largo del borde de la cueva.
La niña saltó del hombro de la criatura, aterrizó tan ligera como un pájaro y caminó
hacia Finn. Levantando un palo del fuego, apagó su llama y lo partió en una longitud
más corta. Luego lo agarró del brazo y comenzó a marcar su piel con el extremo
carbonizado.
Ella explicó que esta era la magia del idioma de la raza antigua, transmitida a través
de las marcas de las runas. Cuando se dibujan sobre la piel, se hunden profundamente
en el alma, permitiendo la comunicación y el control sobre la tierra, los animales y los
elementos.
Podía decir que el idioma de la raza antigua corría por venas similares al Habla
Oscura, pero parecía ser más antiguo, más un lenguaje raíz del Habla Oscura que
cualquier otra cosa.
Ansioso por probar el poder intrínseco de las runas marcadas en sus brazos,
balbuceó para que el troll le respondiera, haciendo gestos torpes con las manos. Al
principio fue un esfuerzo, pero después de un tiempo mejoró en expresar los nuevos
sonidos y la firma se volvió más fluida. En unas pocas horas se comunicaron con
facilidad, profundizando en largas conversaciones que los llevaron hasta las
profundidades de la noche.
Finn se enteró de que el gigante era un troll de árboles llamado Grysla. Su voz era
profunda y ronca, como la de un oso, pero cuando firmó las runas y gesticuló imágenes
en el aire, sus enormes brazos se movieron con tanta gracia como ramas que se mecen
con el viento. Con tristeza en sus ojos verdes ahumados, Grysla compartió la tragedia de
su familia y cómo el regalo de su hija humana había curado el odio que una vez tuvo por
los humanos. Así que crió a Tove en el conocimiento ancestral de la raza Elder con la
esperanza de que su hija algún día ayudara a los humanos y a los trolls a entenderse
entre sí.
Mientras ella contaba su historia, los recuerdos del troll de los árboles se
materializaron en su mente. Fue testigo de la injusticia y experimentó su dolor. A
diferencia delhabla oscura, esta forma de comunicación no fue una conexión invasiva. El
idioma antiguo unió los corazones de manera suave e íntima.
—No sé cómo llegué a estar aquí en tus montañas nevadas —sacudiendo la cabeza,
frunció el ceño, frustrado por su incapacidad para recordar—. Puedo recordar mi vida
mucho más atrás —ofreció. Luego habló de cómo su abuelo lo había llevado a Escocia
cuando tenía trece años y cómo se había enterado de su linaje druídico.
Compartió algunas de las aventuras místicas que había tenido antes de ser
ordenado dentro de la Orden, hace solo unos meses, cuando cumplió diecinueve años.
Pero cualquier cosa más allá de su tiempo en Escocia estaba envuelta en una espesa
niebla.
—¿No comprenden que el oso diablo se sacrificó para calentar el hielo podrido de
sus pies y renovar tus fuerzas con su carne? —continuó explicando cómo las leyes de la
naturaleza habían dictado las circunstancias, como el depredador cazando a su presa. A
pesar de que ella había atravesado al animal para salvarlo, el espíritu del oso diabólico
había estado dispuesto a morir por él, el Resplandeciente.
Grysla respondió, su voz era un rugido profundo, sus dedos nudosos revoloteaban
mientras marcaba las runas.
—¿Qué op-opcióntengo? —dijo ella—. Finn es-esta allá afuera e-en algún lugar,
perdido y herido.
—Ahora pensé que acordamosss que es más probable que sea rescatado por
Grysssla. Leif hubiese encontrado su cuerpo a estas alturas si hubiera sucedido lo peor.
Entoncesss debes mantener la esssperanza.
—Por lo que he vissto,la fábula sssiguesssiendo la misma hasta que sssucede algo
fundamental que produce un final diferente. —explico—. Ahora, ssumergete en el baño
hasta que te hayas calentado lo suficiente.
Ella camino penosamente hasta el baño, cerró la puerta y se desnudó. El agua
humeante estaba a punto de desbordarse. Cerrando el grifo, ella trepó y sus músculos
tensos y temblorosos se relajaron tan pronto como el calor envolvió su cuerpo. Se hundió
bajo el agua, dónde el silencio la envolvió. En el momento en que cerró los ojos, no vio
nada más que millas de nieve y esos árboles afilados y distorsionados. Después de pasar
cada día de las últimas tres semanas agotadoras, cuatro días y dieciocho horas y media
recorriendo el vasto Bosque de Huesos Retorcidos por cualquier señal de Finn, el paisaje
se había grabado en su cerebro.
Ella rompió la superficie del agua cuando un sollozo la hizo jadear por aire. ¿Qué
pasaba si estaba en una búsqueda inútil, esperando contra toda esperanza que él
estuviera vivo? Nada podría borrar ese agujero manchado de sangre en el hielo y el rio
bajo el. En sus peores momentos, se imaginó su cuerpo destrozado recorriendo
corrientes heladas hacia algún lugar distante, lejos de donde ella estaba buscando.
Se hundió de nuevo en el agua, sintiéndose culpable por deleitarse con tal calor
placentero, cuando el probablemente había muerto en agua helada.
Unos minutos después, caminó descalza hasta la sala principal, rosada por el calor
y envuelta en una mullida bata.
—Essso está mejor. Esss bueno ver el brillo de la calidez en tu rostro —dijo él,
levantando la vista de su trabajo, dónde estaba ocupado escribiendo con la cola
enrollada alrededor de un bolígrafo.
—Por supuesto, siempre encuentro sus huellas, pero nunca me llevan a alguna
parte. Es como si ella estuviera tratando de deshacerse de mí a propósito. Los Yetis no
tienen nada parecido a ella cuando se trata de ser elusiva.
—Tal vez, pero me canse de seguirla. Comencé a seguir a Leif. El ha estado dando
vueltas en la misma zona durante días. Al inicio pensé que se estaba acercando a Grysla,
pero estoy segura de que es una especie de montículo que le interesa.
—Lo ha sido. —murmuró, las lágrimas picando sus ojos una vez más.
—Sí. —suspiró, tratando de esbozar una si sonrisa para él—. Por favor, cuéntame
una historia. Siempre que tenga un final feliz.
***
Fate salió al amanecer del día siguiente en busca del cazador de trolls. Después de
una buena noche de descanso, estaba lista para solicitar su ayuda de una manera más
directa. Sabiendo exactamente dónde mirar, voló directamente allí, buscando su forma
oscura contra la inmensidad nevada. Manteniendo su espalda hacia ella para que no la
viera volar, flotó desde el cielo, aterrizando justo detrás de él.
—¿No has encontrado a ese Troll aún? —preguntó, sonriendo cuando saltó, perdió
el equilibrio y se cayó.
Ella se rio.
—Si eres tan rápido en eso, ¿Cómo es que no soy un alfiletero ya?
—¡Oh, tengo la mente lista para disparar! —Se puso de pie con muchos gruñidos,
ballesta en mano—. ¿Qué te he dicho, chica? ¡No me molestes en la cacería!
Ella coincidió con su expresión sería. Por mucho que detestara su compañía, lo
necesitaba para hacer este trabajo.
—Escucha, Leif…
—A, sabes mi nombre —dijo, dándole una sonrisa astuta—. Has estado
preguntando por mí, ¿eh?
—No me refiero a los trolls —dijo ella, incapaz de ocultar su presunción—. Se que
has estado buscando a tu hermana, Tove, por los últimos dieciséis años.
Su rostro rubicundo palideció. De hecho, se veía tan sorprendido que ella hubiera
podido derribarlo de nuevo con un empujón de su dedo.
—Odin, bendito —susurro débilmente—. ¡Ha pasado mucho desde que escucho su
nombre fuera de mi cabeza! —Sus cejas se fruncieron en un celo sospechoso—. ¿Quién
eres? ¿eh? ¿Un Norn22 que ha venido a cambiar mi destino?
La ironía de su pregunta la hizo sonreí. Si él quería pensar que ella era una de los
Norns hilando los hilos dorados de su destino, muy bien, podría funcionar a su favor ser
uno.
Y luego paso a contarle sobre el encuentro violento que tendría con Tove si seguía
empeñado en matar a la Troll que había criado a su hermana como a una hija.
—¿Q-Que? —Su voz resonó y retumbó contra la cordillera. Había asesinato en sus
ojos—. ¡Esa tonta criatura no fue una madre para mí Tove!
Fate saltó al aire justo cuando la flecha casi atravesó sus voluminosas botas de piel
casi sin carne. Subiendo alto, fuera de su alcance miro hacia abajo, hacia él, gritando
maldiciones y agitando su puño hacia ella.
—Oh, pon eso dónde el sol no brille —refunfuño y salió disparada por el cielo.
22
Norn: Las Norns eran hermanas que habitaban en el árbol de la vida según la Mitología
Nórdica. Eran un espíritu femenino que no dependían de los dioses. La primera de ellas es Urd
(el pasado que siempre anda viendo hacia atrás, en pocas palabras “lo ocurrido”), la segunda
era Verdandi (el presente, una hermosa dama que siempre está viendo hacia adelante) y la
tercera de ellas era Skuld (es el futuro y por eso siempre se le representa leyendo un libro que
aún no ha salido).
Capítulo 17
¿FINN, DÓNDE ESTÁS?
Temiendo que la esquiva sílfide desapareciera cómo tantas veces antes, la atrajo en
un abrazo aplastante rosando su cuello con su rostro, el lugar más suave del mundo.
—¿Qué te molesta?
Ella entrelazó sus extremidades alrededor de las de él, provocándolo para que se
acostara con ella. A pesar de lo tentadora que era ella, él se resistió. Todo lo que él quería
hacer era salir corriendo a la nieve y encontrar esa pieza vitalmente perdida de su vida.
La pregunta era, ¿a dónde ir? Y a quien estaría buscando, ¿un misterioso fantasma que
acechaba sus sueños y lo dejaba locamente desconcertado con lo que ya tenía?
Cuando recupero las fuerzas, ella había entintado perfectamente las runas de la
raza mayor en su piel. Fueron un regalo sin medida, dotándolo con fuerza y velocidad
antinaturales, sentidos amplificados, curación rápida y mayor resistencia a la oscuridad
que se había arraigado en su interior.
Se habían pasado innumerables horas con ella mientras ella tatuaba sus brazos a lo
largo de su cuello y columna vertebral y finalmente tres runas especiales en su sien
izquierda, el nudo familiar.
Desde entonces había llegado a comprender los colores cambiantes de sus ojos,
otro subproducto de las antiguas runas una vez que estaban incrustadas en la piel.
Cuando se perseguían por las colinas nevadas como fantasmas fugaces sus ojos brillaban
de un verde destellante. O cuando cazaban con los arcos tensos, sus ojos cambiaban a
orbes oscuros, pero llamaron a un sabio terrenal cuando le enseño los misterios de la
magia terrestre.
Él nunca podía sacudirse la sensación de que besaba a alguien más cuando besaba
a Tove. Por cualquier razón, ella no pudo saciar su sed por el toque de alguien más. Así
que se contuvo a ceder a sus deseos más bajos. El no jugaría juegos con ella. El vínculo
entre ellos se merecía más que eso. Así que él le dijo a ella que necesitaba tiempo.
Aún así, ella durmió en su cama, por lo que el soporto muchas torturas a partir de
entonces, luchando con deseos contradictorios, mientras que la calidez de su cuerpo le
hacía anhelar esa belleza de ojos marrones de sus sueños.
Se puso las botas forradas de piel y el abrigo que ella le había hecho con la piel de
algodón. Ambos eran increíblemente cálidos, y bellamente cocidos con patrones
arremolinados de hilos de colores.
El aire fuera de la cueva era fresco y la luna colgaba en el cielo centéllate como una
linterna de papel gigante. Cerrando los ojos, el empujó sus sentidos exteriormente de la
forma en la que Tove le había enseñado. No solo a través de la tierra, si no en cada
partícula del aire dónde podía oír el zumbido de las estrellas, la respiración del viento,
incluso la agitación de la vida dentro de las semillas latentes por muy debajo de la nieve.
Cuando abrió los ojos, su visión aumentada se centró en la de Grysla, donde estaba
sentada, mezclándose con los desnudos árboles torcidos. Cruzó la extensión silenciosa
como caminar sobre lana. Al escuchar sus pisadas de todos modos, volvió sus nidos a
cabeza y sonrió. Finn cayó de espaldas en un ventisquero y miro las estrellas.
Su cabeza se inclinó con esos ojos amables y sabios, diciendo que ella sabía mejor.
—En serio, estoy bien —insistió—. Y estoy seguro de que estaré en forma como un
violín después del ritual rúnico mañana por la noche.
El gigante apoyo sus grandes brazos sobre sus rodillas y se inclinó hacia adelante,
lista para escuchar.
—He estado teniendo sueños perturbadores. No las usuales pesadillas sobre muerte
y violencia, fíjate. Estos…son diferentes. Son del tipo que te llenan de felicidad
absolutapero te dejan desconsolado y confundido.
Se levantó en un codo.
—Creo que los sueños están tratando de mostrarme lo que no he sido capaz de
recordar. Estoy más seguro que nunca de que deje algo detrás, bueno alguien, muy
importante.
—La oscuridad en ti es como el agua que ahoga tus recuerdos —hizo una señal
ondulada de inundación—. Con el tiempo también se hundirán tus recuerdos más
antiguos, hasta que hayas olvidado quién eres y todo lo que quedará, es la influencia
oscura.
El se sentó, su cuerpo rígido por el terror. Por mucho que la fuente de esa
oscuridad fuese un misterio para él, sabía que Grysla decía la verdad. Ella simplemente
había expresado sus miedos en voz alta.
—No debería quedarme aquí más tiempo —dijo después de un momento—. Soy un
peligro para ti y para Trove.
Grysla hizo un círculo con su enorme mano, luego señaló el corazón de Finn.
—Hay esperanza, una brillante, pero solo si prestas atención a tus sueños
observando las señales y siguiéndolas.
—Lo haré. Pero tú tienes que prometerme una cosa. Si la pasión cambia mi alma, tú
tendrás…
El Troll árbol se detuvo con la señal de silencio pacífico. Ella lo observó, sus ojos
tristes. Entonces le dio un asentimiento solemne, prometiéndole que haría lo que el
pidió.
***
Una luna llena ilumino un camino despejado a través de la nieve mientras Finn,
Tove y Grysla caminaban hacia un montículo perfectamente circular dónde nada crecía.
El Troll árbol tarareo una melodía baja mientras se extendían por la parte inferior. Finn
y Tove se unieron con sus flautas. Había tallado la carrera de los antiguos junto a las
inscripciones druídicas marcadas a lo largo de su flauta de aliso. Mientras las notas
rúnicas marcaban el aire, la canción del viento lo llamó. La nieve se arremolinaba en la
parte superior del montículo espesándose y girando hacia arriba en un ciclón blanco que
se elevaba hacia el cielo negro como la tinta. Las notas rúnicas se lanzaron, levantando
cada copo de nieve hasta que la tierra desnuda reveló un espiral tallado que comenzaba
en la parte inferior y terminaba en el centro superior del montículo.
***
Un dolor abrasador quemó a Fate como si fuera ella la que estaba siendo
marcada.Ella se despertó, agarrándose el pecho, su corazón latía con tanta fuerza que
jadeo en busca de aire.
—Soñé con Finn —dijo ella, marchando hacia la puerta—. Está en el montículo
Troll.
***
La luz de la luna cubría las colinas lechosas con su brillo frío, proyectando sombras
de árboles torcidos sobre la nieve resplandeciente. Mientras volaba sobre el Bosque de
Huesos Retorcidos, el corazón de Fate dio un vuelco cuando vio un brillante resplandor
parpadeante a la distancia.
Pero después de unos minutos, la furia dura quemó a través del dolor. Todo este
tiempo en el que ella se había estado congelando el trasero buscando encada pulgada de
esta montaña por él y siempre aterrada de que el apareciera muerto, él había estado a
salvó, con ella.
Enjuagándose las lágrimas, miro hacia el fuego, preocupada de que pudieran haber
notado su caótica caída. Ella no quería ningún retrasó. No cuando planeaba regresar y
pasar a la siguiente fábula sin Finn. Sin embargo, ella se demoró observando la escena
insoportable como si tal vez pudiera despertarse de esa pesadilla.
Fate sabía que tenía que intervenir. De lo contrario, esa obstinada espinilla le
arruinaría el final de la fábula. Bajó en picada, con la intención de golpear la ballesta de
su agarre, pero se movió hacia atrás cuando Tove se giró en dirección a Leif. Fate se
quedó quieta, viendo que Finn escaneaba el cielo, como si supiera que ella estaba ahí.
Entonces Tove tiro de su brazo, señalando el ventisquero dónde se escondía Leif.
Los siguientes segundos se redujeron a una claridad brillante mientras Finn corría
hacia abajo del montículo con una velocidad impactante, su rostro en una máscara de
rabia. Sus movimientos eran como los de un gato cuando saltó sobre Leif. En reacción, el
cazador disparó una flecha. Fate se precipitó a través del espacio, chocando con Finn, la
flecha silbando junto a sus cabezas.
Antes de que pudiera alejarse, él la agarró. Rodaron abajo en una cuesta de ramas,
su caída terminó en la parte inferior del montículo.
Ella se tambaleó hacia atrás cuando él se puso de pie, sus ojos ardían con tonos
antinaturales de verde cambiante. Las lágrimas le picaron en los ojos. Él había cambiado
en maneras que a ella el asustaban.
Incapaz de creer lo que oía, Fate se secó los ojos con la manga y lo fulminó con la
mirada.
Tove rodeó al cazador de trolls ensangrentado, con los ojos oscuros y peligrosos.
Fate retrocedió un poco más, deteniéndose cuando el suelo tembló debajo de sus
pies. Grysla había cerrado el espacio entre ellos de un solo paso. El nudoso gigante era
de un tamaño tan intimidante y miraba tan fijamente que Fate quiso irse. Pero los
recuerdos del agarre aplastante del Hombre Verde la mantuvieron pegada en su sitio.
Las probabilidades eran demasiado altas para que la arrebataran del aire.
Estaba a punto de responder cuando Tove se acercó a él, colocando una mano
posesiva sobre su pecho desnudo y una mirada amenazante en sus ojos.
***
Fate miró las páginas del Libro de fábulas.Las palabras entintadas de la fábula le
devolvió la mirada, declarando por fin un nuevo final. Finn había causado paz entre Leif,
Tove y Grysla, actuando como intermediario entre los tres. Ahora podía pasar a la
siguiente fábula. Excepto que cada vez que ella pensaba en dejarlo atrás, otro pedazo de
su corazón se destrozaba. Ella se giró hacia Sithias.
La serpiente cruzó la habitación arrastrando una gran pila de obras que había atado
con un cordel.
Él estaba en lo correcto. Necesitaba aceptar que Finn estaba contento con su nueva
vida. Tenía que dejar de esperar que él recordara de repente quién era ella y volviera
corriendo. Incluso si su memoria regresara, ¿que la hacía pensar que querría tener algo
que ver con ella de todos modos? ¿Estaba olvidando que él la odiaba antes del
envenenamiento?
—Esto es lo mejor. —Se susurró a sí misma. Respiró hondo y abrió la boca para
pronunciar la primera palabra en voz alta, cuando un repentino estruendo la detuvo.
—¡Él está aquí! —dijo ella, agarrando el abrigo, se puso las botas y salió corriendo
por la puerta.
Finn saltó y aterrizó frente a ella. Parecía nervioso, incapaz de mirarla a los ojos.
—Lo siento, la serpiente me distrajo —se movió de un pie a otro—. Hay algo que
necesito que decirte.
Lo que sea que fuera, lucía lo suficientemente incómodo para hacerla pensar que
sería mejor que se prepara para lo peor.
—Está bien.
—Sé que esto va a sonar como si fuera un completo loco, pero no he podido sacar
esos ojos cafés tuyos de mi cabeza —levanto la mirada, una leve si risa tocó sus labios
cuando vio su obvia sorpresa—. No sécómo o por qué, pero sé que eres importante para
mí de alguna manera. —El alivio le acaricio la frente—. Ahí, lo dije. He estado trabajando
con los nervios durante días.
—Oh —Ella estaba paralizada—. Creo que deberíamos hablar. —dijo al fin—. Mi
nombre es Fate, por cierto.
—Soy Finn.
Ella sonrió.
—¿Por qué?
Se sentaron junto al fuego mientras ella explicaba cómo habían estado viajando a
través de las fábulas juntos después de reunirse en la librería, por qué una serpiente
estaba con ellos, y cómo Sabirah lo había envenenado. En ese momento, Sithias había
salido de su escondite. Ella podía decir que él estaba esperando a que ella lanzara la
bomba haciéndole saber a Finn que no era real. Pero ella no lo hizo. Ella no debería
haber dicho eso antes. No iba a volver a cometer ese error.
—Tengo qué. —dijo ella, aparentando los puños con fuerza mientras se desarrollaba
la escena.
Tove se inclinó cerca de Finn, mirándolo a los ojos como alguien que conocía su
alma.
Susurrándole algo al oído, pasó el dedo por las runas de su sien parecía
completamente fascinado.
A medida que el momento se prolongaba para siempre, Fate sintió cada segundo de
tortura.
Entonces Tove se movió hacia atrás ligeramente, su rostro estaba a solo un cabello
ancho del de Finn hasta que sus labios rosaron los de el por un breve segundo antes de
alejarse por completo.
Fate dejó de respirar cuando lo vio ponerse rígido con una expresión de dolor. La
culpa la carcomía. ¿Estaba mal querer llevárselo lejos si hacerlo lo dejaba con el corazón
roto?
El Troll de los árboles se inclinó hacia él. Miró a Grysla, su mirada afligida era tan
severa que a Fate le preocupaba que decidiera quedarse después de todo. Ellos se
miraron el uno al otro, un intercambio silencioso, pero profundamente conectado. Por
fin Grysla hizo un gesto de despedida. Había tristeza en su sonrisa afectuosa. La gigante
se alejó, sus pasos pesados sacudiendo el suelo hasta que su pesada forma se sumergió
debajo de las colinas y desapareció de la vista.
—No puedo hacer esto —dijo Fate mientras se apresuraba hacia El libro de
Fábulas. ¿Por qué se había torturado a sí misma viéndolo despedirse? Ver a Finn tan
enamorado la atormentaría por siempre. Cualquier reflexión que haya tenido de un
futuro con él se había ido ahora. El pertenecía aquí, con Tove.
El Rey Balor fue el primero en encontrarse con una raza así. Tras su victoria en el
país de Endlund del Norte, optó por cruzar el Río Torle y atravesar el Monte Fargrum
en su prisa por regresar a su hogar en Asgar. Se susurraba que había un lugar oculto
dentro de esas montañas, donde las mujeres daban a luz a las crías de los dragones,
donde una raza como ninguna otra gobernaba con las frías mentes reptilianas de las
serpientes.
El Rey Balor descartó este rumor como un mito y siguió adelante en territorio
desconocido. Cuando su ejército llegó a lo que debería haber sido un barranco
infranqueable, en su lugar había un misterioso puente de piedra, que cruzaba hacia un
camino cortado en lo profundo de la montaña. Mientras atravesaban la oscuridad, los
soldados hablaban con temor de los salvajes nacidos de los dragones, pero cuando
salieron de nuevo a la luz, se sorprendieron al encontrar un valle, donde la tierra
florecía bajo la larga sombra de un resplandeciente castillo.
Las puertas se abrieron para ellos con una invitación para asistir a un gran
festín. Cuando la Emperatriz Moria salió a su balcón para dar la bienvenida a sus
invitados, esta feroz belleza cuyos ojos ardían con una llama de rubí cautivó al Rey
Balor.
Moria continuó desbaratando la fuerza del reino. Su impía unión con el rey
produjo un hijo, Tynan, nacido con la misma belleza pálida y oscura y los mismos ojos
fascinantes de su madre. La emperatriz mantuvo a su hijo celosamente cerca, mientras
el rey embelesado renunciaba poco a poco a su autoridad. Ella preparó a su hijo en el
arte de la guerra y lo moldeó hasta convertirlo en el perfecto príncipe heredero. Su
fuerza se convirtió en la de un guerrero con el corazón de un diplomático. Tynan fue un
regalo que le dio a Balor y a su pueblo, un regalo que un día recuperaría.
El reino cayó en la ruina y la decadencia a lo largo de los años, pero los súbditos
de Asgar sólo percibían la prosperidad, donde creían que nadie enfermaba ni moría.
Estaban atrapados en el hechizo de Moria y no veían el castillo en ruinas ni la
espantosa comida que llenaba sus despensas y mesas. El esplendor y las cosechas
abundantes eran todo lo que podían ver. La red de ilusión de Moria era realmente
poderosa... para todos menos para uno.
Cuando llevó al dragón a matar por todos los pueblos de Asgar, matando a
niños, débiles y ancianos, O'Deldar se apresuró a despertar el poder latente dentro de
su hija. Se despertó con una terrible brusquedad, y la frágil forma de Kaura dio paso
violentamente a la de un halcón gigante. El ave de presa se lanzó al cielo y comenzó la
caza de su enemigo mortal. El halcón se lanzó al cuello del dragón. La serpiente levantó
su cabeza cornuda y rugió mientras las garras rasgaban las duras escamas, cortando
profundamente hasta el hueso.
Pero la sed de sangre de Moria era insaciable. Quería una batalla a muerte. Las
bestias se rodearon mutuamente, el halcón desplegando sus colosales alas y el dragón
mostrando sus venenosos colmillos mientras los espíritus atrapados de los dos amantes
gritaban el uno por el otro. El dragón se lanzó y hundió sus colmillos en el cuello del
halcón. Sin poder salvarla, Tynan lloró mientras la vida de Kaura se desvanecía.
El rugido agonizante del dragón podía oírse desde el valle más bajo de Asgar
hasta los picos más altos del Monte Fargrum. Moria nunca lloró por su hijo. Su
nacimiento y muerte habían servido a su propósito. La Emperatriz Dragón pudo
regresar a su hogar por fin. Ella había arruinado al rey que se había adentrado en las
tierras ocultas de su pueblo. Moria dejó que el pueblo de Asgar despertara de su
hechizo en una pesadilla inimaginable, con un rey roto y sin heredero para reconstruir
el reino.
Antes de que pudiera comprender lo que había sucedido, unos ojos brillantes
perdidos en un rostro carnoso se agolparon sobre ella, bloqueando su visión.
Temiendo por él, gritó. Pero su miedo era injustificado. El golpe de Finn hizo que
uno de los saqueadores saliera volando hacia el grueso tronco de un árbol.
Al rehuir de la vista, se volvió en el momento en que Finn le clavaba los dos puños
en el pecho a uno de los atacantes, haciéndolo saltar por los aires. Se estrelló contra otro
roble, con la espalda crujiendo y una mirada de espanto paralizado en su canoso rostro
cuando una rama le atravesó el pecho, elevándolo hacia el espantoso cementerio del
cielo.
Cuando Finn se volvió hacia el último asaltante superviviente con un brillo asesino
en sus ojos negros y los labios estirados en señal de disgusto, el hombre cayó de rodillas,
con las manos en señal de rendición.
—¿Y qué hay de la joven doncella?¿Habría estado a salvo con su virtud intacta?
Ella asintió con asombro. Aunque estaba agradecida por haberse salvado de
aquellos horribles hombres, la furia implacable de Finn, unida a una fuerza y velocidad
tan asombrosas, era aterradora. Ella sabía que él había cambiado, pero no hasta el
fondo.
—¡Finn, déjalo ir! Ya ha habido suficientes muertes —gritó, corriendo hacia él.
Vio cómo su rostro se retorcía de miedo cuando una rama se abalanzó sobre ella.
Sin verlo moverse, cerró de alguna manera el espacio entre ellos, agarrándola tan fuerte
por la cintura que el aire se le escapó de los pulmones. Mientras luchaba por respirar, el
dolor le atravesó el brazo. Mirando la herida, la rama volvió a agarrarla mientras Finn se
la llevaba.
Empujando su barbilla para que lo mirara, la miró fijamente, sus ojos en ese
momento de un verde apacible, pero interrogante.
—Defenderse, sí, pero dejaste caer a ese hombre en los árboles como carnada a los
tiburones. No tuvo ninguna oportunidad.
Sithias se hundió.
—Lo sssé. Yo era de sssangre fría... bueno, sssoy de sssangre fría, pero...
Parecía sorprendido.
—No sé cómo era cuando estábamos juntos antes, pero entiendo claramente la
relación entre depredador y presa, y esos hombres eran asesinos. Juré no volver a ser
una víctima después de que Tove me enseñara a luchar, a cazar y a matar si es necesario.
—Sí, eso es, quiero oír todo sobre ti y Tove —Se marchó furiosa en dirección
contraria, todavía despotricando—: Prefiero que me depilen todos los pelos de la cabeza
de uno en uno, muchas gracias.
—Por cierto, ¿cómo ha llegado hasta aquí?—se quejó en voz baja—. Tú hiciste esto,
¿no?
—¿Por qué?
Miró a Finn, donde lo había dejado parado a varios metros, con una expresión de
desconcierto.
***
En un abrir y cerrar de ojos, llegaron a una colina cubierta de hierba que dominaba
un valle ondulado y frondoso que se extendía hasta el borde del mar, donde un pálido
castillo brillaba bajo la luz del sol del verano. La regia ciudadela estaba bien fortificada
en tres de sus lados por un amplio foso y escarpados acantilados que protegían su
espalda. A lo largo de las torretas ondeaban coloridos banderines y las puertas estaban
cubiertas de guirnaldas de flores, lo que denotaba el festival de Beltane. Al igual que la
cantidad de gente alegre y vestida de forma brillante que atravesaba las puertas del
castillo en carros llenos de comida y mercancías.
—No parece que la ciudadanía sssse haya empobrecido. Todosss esssosss carrosss
llevan provisssionesss bassstante generosssasss.
—Hay una poderosa magia trabajando aquí. La ilusión de Moria se extiende hasta
las fronteras de Asgar. —Su expresión se volvió sombría, sus ojos se oscurecieron
mientras miraba el castillo—. No puedo ver a través de su velo, pero si indago lo
suficiente puedo sentir el trasfondo del odio e incluso percibir un matiz de podredumbre
y decadencia.
Unos incómodos nudos de incertidumbre tiraron del estómago de Fate. Había sido
sensible antes, pero no con tanta intensidad. En ese momento era muy diferente. Podía
manejar los nuevos sentidos arácnidos y los superpoderes con bastante facilidad. Era la
crueldad lo que más la asustaba. El Finn que había creado valoraba la vida por encima de
todo. ¿Qué le había hecho Tove?
—Me agrada —dijo Fate, acercándose a donde Sithias sonreía al sol. Su sonrisa era
contagiosa y el calor del sol y la exuberante pradera eran definitivamente edificantes
después de soportar la caja de congelación en la que habían pasado el último mes—. Sólo
que no creo que encajaras, aunque esto fuera un festival para serpientes —Señaló sus
alas.
Sithias se desplomó.
—Podríasss tener razón. Oh, ¿por qué Elsssina tuvo que ponerssse tan alada?
Parecía revuelto.
—De acuerdo —dijo ella mientras Sithias bajaba la cabeza a través del collar.
Justo cuando pensaba que el glamour podría ser un fiasco, Sithias se transformó
en un joven extrañamente alto y delgado, de piel pálida como el hueso, con una larga
cabellera lisa y una nariz que se enroscaba en punta. Llevaba una toga de lino sobre un
traje blanco, con un collar de hojas doradas coronando su cabeza y un arpa colgando a su
lado. Aunque sus ojos seguían siendo de color ámbar y conservaba sus alas.
Se tapó la boca con una mano para no reírse. No podía controlar su nuevo cuerpo y
se movía como una marioneta, balanceándose de un lado a otro con sus largas
extremidades volando en todas direcciones.
Hinchó el pecho.
—Un narrador de hissstoriasss debe dar la talla —Parecía casi digno hasta que se
torció el tobillo y estuvo a punto de caerse.
—Todo forma parte del conjunto —Su expresión de orgullo se quedó en blanco,
como si hubiera olvidado algo. Poniéndose de espaldas a ella, se revisó bajo la toga—.
Oh, mi...—dijo—. ¡Tengo vegetalesss de caballero!
—Tener la ramita y las bayas no te hace más humano. Sigues siendo una serpiente
debajo de todo eso —Empujó su hombro contra Sithias, casi haciéndolo caer de sus
tambaleantes piernas—. Pero llegas en buen momento, amigo. Parece que tenemos
compañía.
Algunas de las personas que viajaban al castillo se desviaban de su camino para ver
de cerca el libro gigante y el hombre alado. Sin tiempo para abordar la grosería de Finn
hacia Sithias, Fate escribió apresuradamente. Para cuando los curiosos subieron a la
colina, tenía el Libro de Fábulas metido en una caravana tirada por mulas con libros de
cuentos gigantes tallados a cada lado.
Encogiéndose de hombros, se inclinó para recoger la ropa que ella arrojó a sus
pies.
Diez minutos más tarde y un poco menos nerviosa, salió de la caravana vestida con
un sencillo vestido túnica azul sobre una camisa de lino color crema.
—Un regalo precioso es lo que es —dijo, su voz apretada mientras trazaba un dedo
sobre la ingeniosa costura.
—¿De qué hablan ustedes dos? —Los dos la miraron y se rieron—.¿Qué?—dijo ella,
sintiéndose el blanco de una broma.
Finn tiró de las riendas y se inclinó hacia delante para ver más allá de Sithias.
—Beltane es una celebración de fertilidad de todos los seres vivos, no sólo de lo que
es verde y crece de la tierra. Dentro de nueve meses, habrá un gran boom de bebés en el
reino —Levantó una ceja, observando si ella entendía.
—Oh.
Sithias le sonrió.
—No hace falta que te avergüencesss. —Se volvió, susurrando a Finn—. Sssu mente
no va en esssasss direccionesss. Dessspuésss de todo, nunca la han besssado.
—Sithias...—dijo ella, sintiendo que su rostro se encendía con una calidez aún
mayor.
—¡Essso esss trisssteza! ¿Lo hasss visssto?—Luego siguió poniendo caras de otras
emociones.
—No se sabe cuánto tiempo va a estar admirándose, así que ¿qué tal si echamos un
vistazo y nos hacemos una idea del terreno?
—Uh, sí. Pero probablemente deberíamos separarnos. Podemos cubrir más terreno
de esa manera.
—Tienes razón—admitió de mala gana. Sin embargo, no quería que fueran sólo
ellos dos.
Pasear junto a Finn por un festival cargado de energía sexual era una forma de
tortura que prefería evitar.
—Esta noche no vas a tener jamón con miel—se quejó, con voz baja.
Pero no podía negar los sentimientos que Fate despertaba en él. Alrededor de ella,
su sangre bombeaba con fuerza. Cada centímetro de él cobraba vida cuando ella miraba
hacia él. Puede que no la conociera más allá de los sueños que había tenido y de lo que
ella le había contado de su breve pasado juntos, pero le resultaba tan familiar como si la
hubiera grabado en su alma. Todo lo que tenía que hacer era conseguir que ella se diera
cuenta de la innegable conexión que tenían entre sí. Por su vida, no podía entender por
qué ella mantenía su distancia. Su temperamento ardiente estaba resultando un reto, y
además convincente.
Mordiendo una sonrisa, la miró por encima del hombro. Al ver que ella se había
quedado atrás, retrocedió, la tomó de la mano y tiró de ella hacia el centro, donde el
árbol de mayo atravesaba el cielo turqués. El lugar perfecto para empezar a conocerse.
—Hoy más tarde, cuando el sol esté en lo más alto, los jóvenes y las doncellas se
reunirán en igual número para bailar alrededor del árbol. La música sonará y
entrelazarán las cintas alrededor del poste mientras dan vueltas en un sentido y luego en
el otro. Este entrelazamiento simboliza la unión de los amantes. En los tiempos antiguos
-estos tiempos- esta danza es tan sagrada como el matrimonio.
—Yo... espero que no estés intentando que baile alrededor de este árbol contigo —
dijo—. Estoy bastante de pie.
—Sólo quería que supieras que se trata de una ceremonia reverente, no de algo bajo
como podrías haber pensado por nuestras bromas de antes—dijo él, preocupado de que
ella pensara que sus intenciones eran poco honorables.
Dejando caer la cinta, mantuvo la mirada baja, sus gruesas pestañas ocultando su
malestar. ¿O era decepción? Ella era completamente inocente y no tenía práctica en el
arte de ocultar sus emociones, pero a él le costaba mucho trabajo saber exactamente lo
que sentía en cada momento. Un segundo era todo fuego, al siguiente hielo.
¿Por qué estaba tan nerviosa? Empezó a abordar el tema, cuando las alarmas de la
guarnición sonaron con fuerza. La fiesta se detuvo bruscamente y las cabezas se
volvieron para ver a la guardia real que se dirigía a la muralla.
—Esa debe ser la flota de Kaura —susurró, volviendo su mirada hacia ella.
—¿Te refieres al consejero del rey?—preguntó, aflojando su agarre. Agitó una mano
delante de sus ojos. Ella lo miró fijamente como si fuera invisible. Él no estaba seguro de
lo que ocurría, pero una cosa era segura: ella se había ido.
Toda la agitación que había irradiado momentos antes había desaparecido. Alguna
fuerza o influencia se había apoderado de ella.
Antes de que pudiera averiguar más, Fate se liberó y corrió a través de un arco que
conducía al patio interior del castillo. Lo único que se le ocurrió hacer fue seguirla de
cerca y mantenerla a salvo hasta que descubriera cómo enfrentarse a lo que había
tomado el control.
Apoyando la espalda en el muro curvo, se asomó para ver qué la había detenido.
Diez guardias estaban de pie en la muralla de espaldas a ellos, todos concentrados en la
flota que llenaba el horizonte del océano. Al frente estaba una mujer regia de pelo oscuro
vestida con las galas propias de una reina. Un joven estaba junto a ella, sosteniendo un
catalejo.
Estas dos figuras reales sólo podían ser la emperatriz Moria y el príncipe Tynan.
Los músculos de Finn se enroscaron con tensión. Sabiendo cómo trataba Moria a
los intrusos, los matarían en el acto si los descubrían.
El sonido de un cristal rompiéndose le sacudió los nervios. Sin duda era Moria
rompiendo su catalejo. Los guardias se dispersarían en cualquier momento. Tenía que
sacar a Fate de allí.
Cuando habló, su voz era suave y uniforme, aunque su mirada penetraba hasta el
fondo.
—Díganme, ¿espera que finja que se ha tropezado con mis aposentos por
casualidad, o están de acuerdo en que es mejor que vayamos al grano de por qué están
aquí?
Finn miró a Fate, esperando que dijera algo, pero ella se quedó rígida y con los ojos
aún más desorbitados que antes.
—Puede que tengamos asuntos con usted —insinuó, cuando ella no respondió.
Finn guio a Fate para que se sentara. Se agarró a los brazos de la silla como si fuera
a saltar y correr en cualquier momento. No era miedo lo que percibía en ella. Si tuviera
que ponerle un nombre, sería hambre.
Su cuerpo volvió a ponerse rígido. Parecía que quería hablar, pero su boca seguía
siendo una línea cerrada y apretada.
—Huele mal—dijo Fate, arrugando la nariz—. Muy mal, como leche agria cuajada
sobre salchichas de alce... y huevos podridos.
Ambos la miraron. Ella seguía con esa mirada lejana y se tapaba la nariz, con la
espalda pegada a la silla, como si el olor estuviera en la habitación.
—Es extraño que esté recordando—dijo O'Deldar, con su sabio rostro cada vez más
desconcertado—. No debería ser capaz de recordar nada bajo semejante hechizo, pero
ese olor del que habla debe haberla despertado de alguna manera.
Finn se echó hacia atrás horrorizado mientras ella agitaba la cabeza, gruñendo
como alguien poseído.
—¿Qué demonios le acabas de hacer?
—Si no está cerca de mí y de la Vara, será lo que tú sabes que es. Pero el hechizo
siempre la obligará a recuperar la Vara.
Finn lo hizo de mala gana, manteniendo a Fate en su regazo, con la cabeza apoyada
en su hombro.
—Hablarte de la Vara sin hablarte primero del Orbe es como intentar explicar cómo
una flor esparce su polen sin la ayuda de las mariposas y las abejas. El Orbe es una
pequeña bola de rompecabezas, dorada y del tamaño de una cereza. Una pieza bastante
discreta a primera vista, a no ser que tengas el pensamiento de mirar más de cerca.
Entonces verás los hexagramas entrelazados compuestos por números y símbolos
mágicos, todos los cuales representan antiguas fórmulas alquímicas y fuerzas celestiales
lo suficientemente poderosas como para otorgar la vida y la muerte. —Su tono marcaba
la gravedad del tema—. Los poderes del Orbe se limitan a una pequeña esfera del
espacio, pero la Vara, cuando se utiliza para desbloquear los hexagramas, desatará su
influencia para extenderse por todo el mundo, otorgando a su propietario la
inmortalidad y poderes divinos.
—Lo entiendo. Esto no es poca cosa. ¿Y qué pasa si no consigue la Vara? ¿Las cosas
se torcerán para ella?
—Se matará tratando de hacer lo que debe—El sacerdote se acercó a la mesa y cogió
un frasco de cristal—. Dale esto. Le hará sentir que ha cumplido su tarea.
—Agua hechizada mezclada con virutas de oro de la Vara. Una especie de señuelo
para hacer creer al hechizo que ha terminado su trabajo. Pero la poción no durará para
siempre. Dejaré que la acompañes a casa lo antes posible.
***
Fate se acurrucó contra el pecho de su padre, escuchando el reconfortante latido de
su corazón y el constante ascenso y descenso de su respiración. Sabía que estaba
soñando. No se había acurrucado con Eustace mientras le leía cuentos desde que tenía
ocho o nueve años. Si pudiera seguir durmiendo y permanecer en ese lugar seguro sólo
un poco más antes de que la realidad volviera a golpearla. Pero no pudo evitar
despertarse. Sin embargo, extrañamente, la sensación de sus brazos alrededor de ella
persistía. Levantando la cabeza, miró a Finn sorprendida.
—Te desmayaste—dijo.
—No, no lo hice. No soy una de esas débiles que se desmayan—Se tambaleó y Finn
la tomó del brazo, tirando de ella para que se sentara en la silla junto a él.
—Soy O'Deldar.
—Veo que has sido envenenado por el roble maldito. Has atemperado la negrura
con las runas de la raza de los ancianos, pero eso no ha detenido la propagación.
Fate se tensó. El tono críptico de la voz del sacerdote la llenó de miedo. No había
pensado en el envenenamiento desde que supo que Finn estaba vivo. Supuso que se
había curado, pero O'Deldar hablaba como si tuviera una enfermedad incurable.
—Lo sé. Puedo sentirlo—dijo Finn, con un profundo temor en sus ojos.
—Por desgracia, no puedo hacer nada. Debes buscar el origen del veneno y
destruirlo—Su mirada pasó por la corona de Finn y bajó hasta sus pies—. Hmmm, es
muy extraño. Tu espíritu brilla más que la mayoría. Tiene el brillo y la pureza de un
recién nacido. Normalmente, a medida que los años nos desgastan, nuestra luz se
desvanece, otra razón por la que la oscuridad se mantiene a raya. Aun así, debo
advertirte que esto no te protegerá por mucho tiempo. Acabarás convirtiéndote en la
oscuridad que te devora, y cuando eso ocurra serás el enemigo de la luz y de todo lo que
es bueno en este mundo.
—Sí—dijo Fate. Sithias la había instado a echar un vistazo a cada fábula cuando vio
que el roble maldito era el único hilo conductor constante en cada historia. Mugloth era
un personaje de la octava fábula—. Mi amigo leyó sobre él en una historia —añadió,
cuidando de mantener en secreto su conocimiento del Libro de Fábulas.
—Se podría decir que soy una especie de oráculo. Veo cosas—dijo O'Deldar.
—¿Qué te hace pensar que podemos cambiar algo aquí para mejor?
—No es un secreto que los destinos de este mundo están siendo dictados por tus
viajes a través del Libro de Fábulas.
—Lo que conocen como mitos y leyendas en su mundo son, en realidad, registros
de una época en la que nuestro mundo era uno con el suyo. Pero con el paso de los siglos,
la magia fue desterrada, apartada por las filosofías religiosas y la ciencia. Desde
entonces, una gran división ardiente en el tiempo y el espacio ha separado nuestros dos
mundos. El nuestro se quedó como está hoy, mientras que el suyo siguió adelante con
sus puntos de vista más limitados y estrechos.
—Ese libro maldito es una fuente de gran miseria para este mundo. Antes de que la
raza de los Antiguos se hundiera en la tierra, uno de sus cronistas creó el libro como
registro de Oldwilde...
—Sospecho que hay mucho más en el libro de lo que parece, pero aún no he
descubierto qué puede ser—continuó O'Deldar.
—No.
—¿Así que lo que estás diciendo es que el Libro de Fábulas cuenta historias sobre
gente real aquí en Oldwilde?—dijo Finn, con el ceño fruncido de preocupación en su
rostro.
—¿Y nosotros tratando de escapar del libro estamos cambiando todas esas vidas?
—Es una imagen fantasma del libro que está aquí en Oldwilde. El libro real aún
reside en su mundo, y nada allí puede dañarlo. Hay que devolverlo a Oldwilde si se
quiere destruirlo.
—Hay otras formas de cruzar la división entre nuestros mundos. Si sabes cómo
encontrarlas—dijo intensamente, como si le hablara sólo a ella—. Pero eso es otro asunto
para otro momento—Se levantó y les indicó que se acercaran al cuenco del pedestal—.
Vengan, ocupémonos de asuntos más urgentes y veamos si podemos idear un plan para
poner fin a la miseria aquí en Asgar. Luego pasó la mano por la superficie vidriosa del
agua, agitando una espesa niebla que adoptó la forma del castillo y los movimientos
ajetreados de la gente que lo habitaba y lo rodeaba.
Habiendo visto la alegría de antes, y ahora las festividades que tenían lugar en
miniatura dentro del cuenco mágico, a Fate le resultaba difícil creer que alguien en Asgar
se sintiera miserable. Pero había leído la fábula. Todo el mundo en el reino iba a tener un
duro despertar. Eso ya era malo de por sí, pero que le dijeran que sus acciones podían
hacer o deshacer innumerables vidas inocentes lo hacía todo mucho peor. La carga de la
responsabilidad había caído directamente sobre sus hombros, y le resultaba pesada.
Capítulo 20
NADIE SE DIO CUENTA CUANDO FATE Y FINN VOLVIERON AL FESTIVAL
como espectros resplandecientes aparecidos de la nada. Se produjeron distracciones de
todo tipo entre la multitud de animados celebrantes. Empujados a cada paso, se
movieron entre la animada multitud en dirección a la caravana para informar a Sithias
del plan de O'Deldar para derrotar a Moria. Pero no había forma de acercarse a su
escenario. Demasiada gente lo rodeaba mientras recitaba una de sus obras y rasgueaba
su arpa.
Fate hizo un gesto para llamar su atención. Él sonrió y asintió con la cabeza, pero
ella se dio cuenta de que no tenía intención de interrumpir su actuación a corto plazo.
—Déjalo—dijo Finn, con la voz tensa. Su encuentro con O'Deldar le había dejado,
obviamente, de mal humor.
Tomándola de la mano, tiró de ella para que pasara por delante de un grupo de
músicos y bailarines joviales. Ella lo siguió, evitando el jolgorio lo mejor que pudo hasta
que dos chicas de su edad chocaron con él. Mientras se sonrojaban y reían, una sonrisa
borró las líneas de expresión de su rostro. Entonces una de ellas le susurró al oído y le
dejó una ramita de brezo.
—¿Qué ha dicho?
—¿Vas a hacerlo?
—Eso debería aliviar un poco las cosas—dijo con una sonrisa de medio lado.
El calor le subió a la cara. Tenía que ser más cuidadosa. Revelar demasiado sobre la
historia de su vida provocaría preguntas no deseadas como antes.
—No quiero hablar de ello ahora—dijo, con un tono áspero—. Este es un día de
celebración, y celebrar es exactamente lo que pretendo hacer. Al menos hasta esta noche,
cuando tengamos que enfrentarnos a Moria. Por suerte para nosotros eso es dentro de
unas horas.
—Es lo que sigues diciendo. Pero si nuestra historia juntos es tan corta como me
has hecho creer, es imposible que me conozcas tan bien. Así que tal vez no he cambiado
tanto. —Se encogió de hombros—. Me siento más o menos igual.
Fate permaneció en silencio. No había nada que pudiera decir. No, a menos que
estuviera dispuesta a contarle cómo lo conocía hasta el más mínimo detalle. Explicar que
era un producto de su imaginación que había cobrado vida, además de lo que O'Deldar le
había contado, era lo peor que podía hacer en ese momento. Además de la desagradable
reacción que tendría de nuevo, estaría la complicación añadida de la bebida, su
aterradora fuerza y velocidad, y la brutalidad que había mostrado hacia aquellos
ladrones. De ninguna manera. No iba a decir ni una palabra.
—¿Vas a beber eso?—le preguntó, tomando su cerveza sin tocar sin esperar
respuesta.
Su nuez de Adán subió y bajó mientras engullía cada gota. Dejó el vaso vacío sobre
una mesa cercana y sorprendió al feliz borracho que estaba sentado allí,le dedicó una
sonrisa perezosa y embriagada.
—Dime, ¿por qué esos grandes ojos marrones perseguían mis sueños noche tras
noche?—Sus ojos se iluminaron cuando su mirada se dirigió a su boca—. Y esos labios.
Me volvía loco no saber quién eras, pero te necesitaba como un hombre perdido en el
desierto que tiene sed de agua.
—Si Sithias no me hubiera dicho que nunca te habían besado, habría pensado que
tú y yo teníamos exactamente ese tipo de conexión.
—No, así no—dijo ella, incapaz de encontrar su intensa mirada. El aire entre ellos
parecía calentarse hasta un nivel insoportable. Podía sentir el sudor en su frente.
—¿Éramos… cercanos?
***
Pasaron las siguientes horas viendo algunas obras de teatro, algunos concursos de
tiro con arco y un torneo de justas. Finn permaneció cerca de Fate, manteniendo la
mano en su cintura. Tocarla, incluso de esa manera, satisfacía su creciente sed de estar
cerca de ella. Durante las pruebas, mientras ella se cubría los ojos con las manos justo
antes del inevitable desenganche de cada perdedor, él aprovechó la oportunidad para
mirarla de verdad con la esperanza de hacer aflorar en su mente los recuerdos perdidos
de su breve tiempo juntos. Pero fue inútil. Por mucho que lo intentara, no podía
recuperar ni un solo detalle de su pasado encuentro. Sólo persistía la fuerte sensación de
saber que pertenecía a ella.
Más tarde, cuando el sol alcanzó su punto álgido, el calor sofocante los llevó a
buscar algo de sombra. Por el camino, un grupo de chicas adolescentes agarró a Fate y
tiró de ella hacia el árbol de mayo diciendo que necesitaban una bailarina más. Ella miró
a Finn, con los ojos redondos y suplicantes. Sonriendo, él se escondió detrás de un
caballo y un jinete que pasaban al trote. Sin perderla de vista desde lejos, observó a las
chicas mientras la engatusaban con buen humor y le trenzaban flores en el pelo.
Cogidas de la mano, las chicas agruparon a Fate en medio círculo alrededor del
árbol mientras seis chicos de entre 18 y 20 años se acercaban para completar el círculo.
Finn tocó a uno de ellos en el hombro.
—Hola, amigo. Una chica guapa estaba preguntando por ti cerca de...
—Seguro que sí. Eres un hombre afortunado—dijo Finn cuando el chico echó a
correr, dejando su lugar en la fila.
Finn entró en el círculo, guiñando un ojo a Fate, que estaba frente a él con la cinta
en la mano y el pánico en los ojos. Lo miró fijamente y le dirigió una especie de súplica
silenciosa, que él ignoró.
Cuando recogió la cinta que estaba cerca de sus pies, empezó la música, un rico
popurrí23 de violines, flautas y panderetas. Siguió a los demás bailarines que se movían
en una dirección y luego en otra. Riéndose suavemente, observó cómo Fate se movía al
ritmo de las piernas de madera.
Al principio parecía que se limitaban a ir de un lado a otro, hasta que las chicas
pasaron junto a él y a los otros chicos, rozando como plumas. El ritmo de la música
aumentó, al igual que su paso. Todas las chicas, excepto Fate, rieron con
despreocupación. Los chicos las miraban fijamente, con el brillo del deseo en sus ojos.
23
serie de canciones o trozos de, unidas en una sola interpretación larga
lado. Esa vez se inclinó cerca de su rostro, sintiendo el calor de su respiración y el
contacto de sus labios con su mejilla mientras ella pasaba junto a él.
Por fin, la música alcanzó un crescendo final y disminuyó justo cuando el baile
giraba en la dirección opuesta. Una vez más, las chicas se abrieron paso entre los chicos,
desenredando poco a poco sus cintas de su enredo inicial hasta que todas iban en la
misma dirección, aunque entonces el orden era mixto, con hombres y mujeres de pie uno
al lado del otro.
Cuando el movimiento alrededor del árbol se detuvo, Finn no pudo contener sus
emociones y aplastó a Fate contra su pecho, haciéndola girar.
Levantó uno de sus rizos hacia su nariz, inhalando el perfume de las flores
entretejidas en su cabello.
Una excitación incómoda recorrió sus rasgos cuando lo miró, con los ojos muy
abiertos y escrutadores. Una mezcla de emociones se desprendía de ella como las brasas
de una hoguera, chamuscándolo primero con esperanza y pasión, y luego, de repente,
abrasándolo con desconfianza. Esa creciente conexión que tenía con ella -
experimentando sus sentimientos como si fueran propios- no le ayudaba a saber lo que
ella estaba pensando. La frustración se apoderó de él a medida que su tensión se hacía
más pronunciada.
Adivinando que debía de haber dicho algo equivocado, aflojó su agarre, tratando de
que ella lo mirara.
—¿Es esa la razón por la que intentaste dejarme atrás en la última fábula?
—Supongo que estabas siendo considerada, pero tienes que confiar en mí cuando
digo que lo que comparto contigo eclipsa todo lo demás. Es como si fueras parte de mí...
o yo fuera parte de ti.
Aspiró profundamente. La opresión en el pecho le dolía. Tal vez era mejor que
siguiera siendo infeliz con él. No debería haber cedido a sus sentimientos en primer
lugar. No cuando el veneno lo estaba cambiando de formas que ella encontraba
aterradoras. Mirando hacia atrás, tuvo que admitir que infligir justicia a esos ladrones
fue probablemente mucho más satisfactorio de lo que debería haber sido.
Tenía que ser más autodisciplinado con ella. Por supuesto, era más fácil decirlo que
hacerlo. Su deseo desmedido de estar con ella lo había convertido en algo necesitado y
codicioso.
La mirada acuosa de Fate se redondeó con preocupación. Sintió que sus defensas
bajaban.
Extendió la mano.
—No, no pienses así. Encontraremos una manera de detener el veneno antes de que
sea demasiado tarde. Te lo prometo.
—Oírte decir eso me hace creer que puedo tener una oportunidad.
Ella se acercó, tímidamente, rodeando su cintura con los brazos y apoyando la
cabeza en su pecho. Sorprendido, dejó de respirar, temiendo moverse para no asustarla.
Deseó poder congelar ese momento. Hacer que durara para siempre. Con cuidado, la
rodeó con sus brazos, girando su cara hacia la suavidad de su cuello.
—Quédese quieta, por favor, señorita—la regañó una de las sirvientas mientras le
daba los últimos retoques.
Agradeciendo a sus ayudantes el milagro que habían conseguido, Fate se puso los
largos guantes de terciopelo que le entregaron.
Entró Finn. Iba vestido con una camisa de lino blanco, un abrigo de brocado
dorado y negro, y unos pantalones de ante metidos dentro de unas botas negras
adornadas con botones dorados. Su aspecto era tan devastadoramente llamativo que a
Fate se le subió el corazón a la garganta, dejándola sin palabras.
—Estas hermosa, más allá de las palabras—dijo finalmente, con voz quebrada.
—¿Vamos?
Haciendo chocar los tacones de sus botas, Finn sonrió y le ofreció el brazo. Con la
mano enguantada de ella apoyada en su antebrazo, salieron y se unieron a un digno
grupo que paseaba por el largo pasillo del castillo. Después de doblar una esquina,
pasaron por un arco adornado con guirnaldas que conducía al gran salón, donde las
paredes doradas y los suelos de mármol brillaban por la sobreabundancia de velas. A lo
largo de uno de los lados del salón había una mesa increíblemente larga con elaborados
fruteros, panes horneados y moldeados con formas extravagantes, cuencos de verduras
relucientes con mantequilla y hierbas, y grandes fuentes cargadas de pavo real y venado,
pez espada y cochinillo.
Una vez que los nobles tomaron sus propios asientos, Finn le acercó una silla al
final de la enorme mesa. Mientras ella se arreglaba la falda y se sentaba, ambos llamaron
la atención de O'Deldar, que estaba más arriba. El sacerdote los reconoció con una ligera
inclinación de cabeza antes de volver a su conversación.
Cuando dieron las cinco, las trompetas sonaron mientras el rey y la emperatriz
hacían su gran entrada. Todas las cabezas se giraron para ver a la emperatriz Moria,
radiante con un vestido de gasa color frambuesa y un collar con incrustaciones de
diamantes negros y rosetas de rubí. Las cuerdas trenzadas de su cabello oscuro
formaban una escultura exótica, como serpientes que se retorcían sobre su reluciente
corona. Un antifaz de terciopelo negro ensombrecía sus ojos, pero la luz de las velas
seguía captando su brillo escarlata.
Otra oleada de jadeos y susurros se extendió por el salón de baile cuando apareció
la pareja real. El Príncipe Tynan lucía una fina silueta con un traje de seda de ébano y
una intrincada máscara de dragón. Pero fue la dama de su brazo a la que todo el mundo
observó con asombro. Vestida con un vestido de color gris pálido brillante, la Princesa
Kaura parecía flotar en la sala como una nube de niebla, con su cabello cayendo en
cascada por su espalda en una fuente de oro líquido y sus misteriosos ojos grises ocultos
tras una máscara de plata.
Una vez que la familia real comenzó a cenar la suntuosa comida, los invitados
fueron libres de participar. Cuando Fate tomó una cesta de suave pan humeante, Finn le
detuvo la mano, recordándole que todo era una elaborada ilusión. Aunque se le hizo la
boca agua al ver tantos platos tentadores, siguió su ejemplo y dejó pasar la comida
encantada.
Asintió con la cabeza. La historia se desarrollaba ante sus ojos. La princesa parecía
poderosamente magnética, mucho más que Moria, pero de una manera que atraía la
atención de uno como una impresionante puesta de sol o el pico de una montaña
majestuosa. Mientras que la presencia de Moria fomentaba la obsesión, la de Kaura
encendía la inspiración.
Los músculos del brazo de Finn se tensaron formando duras bandas. Fate se volvió
para mirarlo. Sus ojos estaban cerrados detrás de su máscara negra de Colombina, con la
mandíbula apretada.
—¿Qué pasa?—preguntó.
—Puedo ver la serpiente dentro de Moria. No hay más que podredumbre negra en
su corazón. Ella encuentra a esta gente repugnante.—Cuando miró a Fate sus ojos se
iluminaron, sólo para volverse oscuros de nuevo cuando su mirada volvió a la
emperatriz—. Hay algo dentro de ella... una especie de demonio. Es lo que enciende el
fuego rojo en sus ojos. Tenemos que detenerla. Quiere convertir este imperio en polvo.
—Eres difícil de entender, chica. Un minuto eres tan suave y cálida como una cama
de plumas, y al siguiente tan impenetrable como el granito. —Golpeó con un dedo sobre
su corazón— Dime, amor, ¿qué está pasando ahí dentro?
—Yo…
—¿Me permite este baile? —preguntó un joven cuyo rostro se ocultaba tras una
máscara barroca de león.
La mirada que Finn le dirigió fue aguda y Fate pensó que diría que no. Pero él la
sorprendió retirándose sin decir nada. Sintiéndose atrapada, lo vio desaparecer detrás de
un mar de gente. Mientras su nuevo compañero hablaba de lo mucho que le gustaba la
pierna de cordero rellena de ajo, ella hizo lo posible por sonreír y actuar como si
estuviera interesada. Pero cuando él cambió el tema de la comida por el de los mirlos
asados y una lista de otros pobres pájaros que ella nunca consideraría comer, se limitó a
asentir con la cabeza mientras observaba las caras enmascaradas en busca de Finn. ¿Era
demasiado pedir un momento de tranquilidad para sentirse cómodos el uno con el otro
sin que algo se interpusiera siempre?
—Lo siento, pero creo que me siento débil y debo sentarme—dijo sin aliento
mientras se giraba con toda la fragilidad que podía reunir. Cuando vio a Finn de pie, el
calor inundó su rostro.
—Pensé que habías dicho que no eras uno de esas débiles que desmayan.
—Lo haré si eso pone fin a esta tortura—Ella frunció el ceño—. ¿Dónde has estado?
Ella soltó un pequeño grito, luego se rio y le rodeó el cuello con los brazos. Él la
llevó sin esfuerzo hasta la torreta más cercana, subiendo las escaleras hasta la muralla
sur, tomando asiento en el parapeto y manteniéndola en su regazo.
—No tenemos mucho tiempo antes de que se enciendan las hogueras—dijo, con un
tono grave—. Escucha, cuando Moria salga a encender la hoguera, quiero que encuentres
a Sithias y regresen a la caravana.
No tan perfecto.
—Me quedo.
Frunció el ceño.
—¿Por qué?
—Sabes lo que pienso hacer con Moria, y te digo que será horrible en comparación
con arrojar a esos hombres a los robles.
Habían revisado el plan con gran detalle con O'Deldar. Ella había argumentado en
contra del método con el que los dos habían decidido detener a Moria, pero después de
muchas discusiones, al final había estado de acuerdo.
—No me iré, no puedo—susurró ella, con sus labios rozando ligeramente su cuello.
Sus manos se deslizaron por su espalda hasta llegar a su cuello. Ella se estremeció
febrilmente bajo su contacto. Él le inclinó la barbilla hacia atrás con los pulgares,
mirando con anhelo sus labios separados. Apenas pudo respirar y cerró los ojos,
sintiendo la cálida boca de él explorando la línea de su mandíbula.
No estaba preparada para el dulce sabor de su boca ni para las olas de calor que le
recorrían el cuerpo. Enroscando los dedos en su pelo, lo acercó y lo besó profunda y
salvajemente.
Le temblaba todo el cuerpo. Su beso eclipsó todas las pálidas imaginaciones que
había tenido.
—No tienes ni idea de lo mucho que deseo esto, pero no es el lugar ni el momento—
dijo, con la respiración agitada por el deseo y los ojos encendidos de un verde intenso.
—Uno de nosotros tiene que mantener la cabeza fría. —Su tono había cambiado.
—Si te vas a quedar, ponte aquí al fondo—le susurró Finn a Fate, con las manos
sujetando sus hombros para mantenerla a distancia.
Mantuvo la boca apretada mientras asentía, con miedo y rabia en los ojos.
—Ssseñorita, ¿qué esss tan terriblemente apremiante para que tengamosss que
abrirnosss passso al frente?
—¿No dijo Finn algo sssobre quedarssse atrásss?—Se acarició la perilla con
expresión de desconcierto—. Sssi no recuerdo mal, dijo que era de sssuma importancia.
¿Por qué?
Se detuvo y le miró.
Parecía alarmado.
Por mucho que Fate estuviera de acuerdo, se abrió paso hasta la parte delantera
como pudo. Mirando entre los pocos obstinados que estaban delante de ella y que no se
movían, vio a la emperatriz con el rostro ceniciento mientras el viento helado rasgaba su
hermoso vestido. Buscando a Finn, lo vio de pie al otro lado del balcón. La despiadada
línea de sus labios y la mirada sin profundidad de sus ojos negros como el azabache la
helaron mucho más que el viento del Norte que había convocado.
Sus entrañas se retorcían de miedo mientras él se acercaba a Moria, lenta y
deliberadamente.
Cuando la emperatriz lo vio meter la mano en el bolsillo del pecho, hizo una señal a
los guardias. Se cerraron en torno a él mientras sacaba la flauta.
—Su alteza—dijo Finn con una reverencia—. sería un gran placer para mí tocar una
canción para calentar su corazón, si no el aire, mientras enciende el fuego de Beltane.
—¿Un viento del Norte tan frío y fuerte como este durante Beltane?—Dijo Finn.
Alguien chocó con Fate. Se giró para ver a Sithias balanceándose ebrio al ritmo de
la música. Sus ojos aturdidos y ambarinos estaban fijos en la flauta de Finn.
—¿Qué te pasa?—preguntó.
Cuando Sithias empezó a bailar hacia la punta del balcón, Fate se aferró a su brazo,
dándose cuenta de que la música de Finn también lo estaba influyendo. Con todo lo que
habían planeado, habían olvidado un detalle importante. Sithias también era una
serpiente. Miró a Moria, que parecía igualmente ebria; especialmente por la forma en
que arrojó la antorcha a la hoguera como si estuviera tirando basura.
La antorcha cayó sobre la madera que había debajo. Las llamas avivadas por el
fuerte viento consumieron el gigantesco montón con una furia antinatural.
Siguió tocando la seductora melodía, añadiendo entonces una nota rúnica para
someter el viento a su voluntad. Bastó un simple pensamiento para que la ráfaga
descendiera hasta la base de la hoguera y avivara el fuego desde abajo. Sin previo aviso,
las llamas ardieron hacia el cielo hasta convertirse en un infierno.
Estrechó su mirada hacia Moria, sus dedos pasaban rápidamente por los agujeros
de la flauta. Ella bailó salvajemente, echando la cabeza hacia atrás y desgarrando el
escote de su vestido como si se asfixiara con él. Luego sus ojos se fijaron en las llamas
que parpadeaban muy por encima de la balaustrada. Se dio cuenta de que se sentía
atraída por el calor. Su sangre fría y reptiliana ansiaba el calor, un instinto que la
empujaba a acercarse hasta estirarse sobre la barandilla y colgarse sobre el fuego
abrasador.
Saboreando el poder que ejercía, Finn esperó una fracción de tiempo y luego sopló
la nota final. El fuego estalló en una ola de llamas voraces, envolviendo a Moria e
inundando el balcón. Cuando la marea fundida fluyó sobre los más cercanos a la
emperatriz, se desató el caos mientras gritos espeluznantes resonaban en el patio y las
antorchas humanas se lanzaban por el borde.
***
El repentino estallido de las llamas, el calor abrasador y el pandemónium
resultante hicieron que Fate entrara en acción. Tiró de Sithias hacia atrás, pero no lo
suficientemente rápido. La mitad de su ala voló en un instante. Tirándolo al suelo, sofocó
el fuego con la falda de su vestido. Mientras todos se apresuraban a escapar del infierno,
ella lo agarró y se dirigieron a cuatro patas a un lado del balcón para evitar ser
pisoteados.
Desorientada y confusa, Fate buscó a Finn. Éste se encontraba en el lugar donde lo
había visto antes, con una mirada maliciosa dirigida a la emperatriz, que se agitaba y
arañaba dentro de un sólido manto de llamas. Su grito agudo resonó por encima de
todos los demás. Mientras Moria se desplomaba en el suelo, Finn sopló dos notas
rúnicas más. El viento servil se fortaleció, avivando aún más el fuego mortal
—Lo siento, Sithias. No puedo creer que no hayamos recordado que la música te
afectaría tanto comoMoria.
Finn se acercó a ella por detrás y le pasó el brazo por la cintura. Su contacto la hizo
sentir un frío escalofrío y retrocedió.
—Tenemos que irnos antes de que se nos pase el susto y la gente empiece a buscar a
alguien a quien culpar—dijo con voz ronca.
Estaban atravesando el tumulto de la sala cuando Fate se dio cuenta de que Sithias
se había quedado atrás. Lo encontró tapándose la boca con la mano, mirando el
banquete de comida que había sobre la mesa. Lo que habían sido cuencos de fruta,
verduras y pan, eran trozos de gachas infestadas de gusanos, el cochinillo, un torso asado
de algún desgraciado.
Mientras ella y Sithias avanzaban a trompicones por el gran salón con Finn a la
cabeza, las paredes doradas daban paso a superficies apagadas y deterioradas, las lujosas
alfombras se volvían raídas, deshilachadas y los vibrantes tapices de las paredes se
desvanecían en restos apolillados ante sus propios ojos.
Para cuando llegaron al patio exterior, el hechizo de Moria se había disuelto por
completo, revelando la horrible verdad de la existencia de todos bajo su glamuroso velo.
Muchos se quedaron mudos de incredulidad, mientras que otros gritaron y se
lamentaron, escandalizados por los harapos que colgaban de sus cuerpos demacrados y
los montones de cadáveres putrefactos en lugar de su abundante comida.
—¿Cómo puede ssser bueno esssto? Esssta gente ssse ha essstado comiendo a
sssusss muertosss.
—Este es el precio por ignorar sus corazones. Durante muchos años han sabido que
en el fondo todo estaba mal, pero se negaron a mirar bajo la superficie. El esfuerzo será
tremendo, pero reconstruirán Asgar en algo real y maravillosamente imperfecto—Su
mirada se desvió hacia Finn— El poder oscuro es una cruel tentación y exigirá un alto
precio cada vez que la invoquen.
Los músculos de la mandíbula de Finn se tensaron mientras su mirada se dirigía a
Fate.
—Lo sé.
Asintió con la cabeza. Por extraño que parezca, le reconfortaron las palabras del
sacerdote.
Se susurró que hizo su guarida en el borde de los bosques, ríos o lagos, donde
existe el intermedio y la magia es más fuerte. Allí plantaría la bellota de un roble
maldito y lo nutriría hasta su rápida madurez con una poción de sangre humana, ojos
y garras de gato y huesos triturados de ratones.
Vivía entre las raíces del roble, esperando que la noche más neblinosa
abandonara su húmeda madriguera. Con un manto de niebla alrededor de su forma
deforme, la Vieja Madre Grim se arrastraba por las aldeas, olfateando las rendijas de
las puertas en busca del dulce aroma del aliento de un bebé.
Así que fue en el tranquilo pueblo de Shytuckle donde la gente se despertó con los
gritos de madres desesperadas que corrían por las calles adoquinadas en busca de sus
crías. Todos registraron el pueblo y las colinas circundantes hasta que los lobos
aullaron en la noche, solo para regresar con el corazón y las manos vacías.
La vieja madre Grim metió a los últimos cinco bebés en una bolsa manchada de
sangre, luego torció su dedo huesudo e hizo señas a seis bebés somnolientos. Los niños
embelesados la siguieron como una hilera de patitos. Pero no fueron los únicos. La niña
abandonada los siguió hasta el roble en el borde del bosque y los vio descender al
hueco.
Dos hombres se arrastraron hacia el oscuro hueco debajo del árbol con antorchas.
Los demás se esforzaron por escuchar las voces de los niños, pero todo lo que
oyeron fueron los gritos ahogados de los hombres que salieron con cara pálida,
enfermos por los horrores que habían visto dentro de la sucia madriguera.
Siguió el caos. Algunos llevaron hachas y horquillas al árbol, mientras que otros
se lamentaron golpeando el suelo con los puños. Los aldeanos querían venganza, pero
el monstruo que les robó a sus hijos no estaba a la vista. Nadie sabía que la Vieja
Madre Grim se había hundido en la arcilla empapada de sangre debajo del árbol.
Cuando terminó la quema, regresaron a Shytuckle. Nadie miró hacia atrás. Por lo
tanto, nadie vio a la cosa espantosa trepando por la peculiar niebla que se acumulaba
alrededor del tronco del roble. Si lo hubieran hecho, la pesadilla podría haber
terminado allí. Pero, según el destino, la vieja madre Grim era libre de cazar y
alimentar su hambre durante los siglos venideros.
Capítulo 23
EL REPUGNANTE RETRATO DE LOS NIÑOS INDEFENSOS QUE SEGUÍAN A
La Vieja Madre Grim a su guarida ensangrentada, y la inocente niña que se quemaba, se
disolvieron en ríos de letras que fluyeron hacia las páginas del libro. Con el corazón
destrozado, Fate se aferró al dolor de su pecho, temiendo que esas horribles imágenes la
persiguieran para siempre.
Y todo esto después de ver a Finn destruir Moria y ver la indecible carnicería bajo
su red de ilusión.
Sithias levantó su toga sobre sus largas y delgadas piernas y se puso de puntillas
para evitar que sus escasas sandalias se hundieran más en el suelo pantanoso mientras
se dirigía hacia ella.
—No debesss juzgarlo con demasiada dureza, ssseñorita. En todo cassso, necesssita
su apoyo, ahora másss que nunca.
—He visto cómo te mira ese joven. Nunca debes dudar de sus ssentimientos.
Mierda por Tove, te eligió a ti. Sssé que eres nueva en los asuntos del corazón, por no
hablar de la vertiginosa variedad de sentimientos que acompañan al enamoramiento. Al
final, sin embargo, tienes que elegir si caesss del lado del amor o del miedo.
Me mordí el labio.
—Solo hace falta un poco —dijo, temblando y frotándose los brazos—. Brrr, me
gustaría tener un poco de ese fuego. Estoy cogiendo frío.
Cerró los ojos concentrados y utilizó su glamour para hacer desaparecer sus alas
chamuscadas y transformar su escasa toga en una bata verde bosque y unos pantalones
color canela, rematados con un sombrero de tweed.
Observó cómo su rostro envejecía hasta convertirse en un distinguido hombre de
unos cincuenta años.
—He estado formulando una historia para nosotros, para que los aldeanos nos
reciban sin sssospechas. Estáis viendo al Dr. Benjamin Weathersssby, médico viajero
extraordinario, que perdió a su esposa en el parto hace unos meses. Tú y Finn sois mis
dos hijos mayores, y recientemente han perdido a vuestro hermano de un año y a vuestra
hermana pequeña a manos de la Vieja Madre Grim.
—Eso está bien, Sithias. ¿Se te ocurrió eso mientras escuchabas todas mis penas?
—Sí, bueno, tengo mis momentos. —Miró su atuendo con desagrado—. Por
supuesto, tendrás que cambiarte esa cosa maloliente que llevas puesta, y escribir una
caravana adecuada para un médico que viaja con sus delicados instrumentos de ciencia.
24
Referencia al clásico cuento: Cenicienta.
—Gracias, Sithias —dijo ella y se dirigió a Finn, que se encontraba a una buena
distancia de la linde del bosque.
Debió ver el reconocimiento y la aceptación en sus ojos, porque la atrajo hacia sus
brazos.
—Siento mucho que hayas tenido que verme así —le dijo, con la voz cargada de
dolor.
—Te ayudaré con la Vieja Madre Grim, pero después me despediré y seguiré solo.
—¿Vas a levantarte e irte sin más? —Cuando él la miró con el rostro inexpresivo,
ella no pudo evitar que las lágrimas llenaran sus ojos—. Contéstame.
—Sí, pero también sé que no puedes hacer esto sin mí. Tenemos que seguir esto
hasta la octava fábula. Mugloth es la clave para curar tu envenenamiento.
—No sé si duraré tanto. Estoy cambiando y no hay nada que pueda hacer para
detenerlo. Y no puedo soportar la forma en que me miraste después de Moria... tan
repugnante.
—Hay un indudable factor de asco al verte seducir a una mujer para que se queme
viva, pero estoy lidiando con eso.
Ella pudo ver que él estudiaba su rostro, midiendo cada uno de sus movimientos.
Por fin, un grado visible de alivio pasó por él. Sonriendo, la cogió en brazos y la hizo
girar en círculos.
—No sabes el valor que me das. —La dejó en el suelo—. Me estaba volviendo
completamente loco cuando pensé que te había perdido...
***
Llegaron a Shytuckle una hora después. Unas pocas mujeres que estaban
atendiendo sus tareas diarias los recibieron con expresiones cerradas y temerosas,
mientras que los hombres los miraban con abierta hostilidad. En pocos minutos, los
aldeanos se retiraron a sus viviendas, cerrando puertas y persianas.
No parecía haber ninguna taberna ni posada, así que detuvieron los caballos frente
a la estructura de piedra más grande de Shytuckle, robusta y sólida, con un techo alto y
una entrada arqueada.
Finn bajó de un salto y tomó a Fate por la cintura. Ella se deslizó hasta el suelo,
apretada contra él.
—Deja de hacer eso —dijo ella, sintiendo que la atravesaba una emoción
incontrolable—, me estás volviendo loca.
—Vi una pocilga en el camino —ofreció Fate—. Si la niña está allí, probablemente
hablará con nosotros.
Finn midió la posición del sol detrás de las nubes cada vez más densas.
—Tenemos que llegar a ella entonces. Parece que sólo faltan unas horas para que se
ponga el sol.
—Deberías quedarte —dijo Finn—. Alguien tiene que estar aquí si los aldeanos
empiezan a entrometerse con nosotros.
—Oh, claro. Déjenme a solas con los aldeanos que te queman por ser un extraño en
la villa Shytuckle.
—Sólo grita pidiendo ayuda. Estoy segura de que podremos volver antes de que te
chamusquen un pelo de la barbilla —dijo Fate con una risita.
—Estarás bien.
Llegaron a la pocilga en pocos minutos. No era más que una cabaña desigual que
parecía dispuesta a volcarse con la menor brisa. Una valla tambaleante rodeaba a tres
cerdos rotundos tumbados en el estiércol.
—Por supuesto.
—Oh, es posible que quieras tener algo de comida preparada en caso de que tenga
que sobornarla para que salga.
Ella asintió, a pesar de lo mal que le sentaba conjurar la comida junto al mal olor
que desprendía la pocilga. Diez apestosos minutos después, Finn salió de la cabaña con
la niña harapienta.
Al ver a la desdichada niña, Fate sintió una punzada de compasión instantánea.
Era tan pequeña, no más de seis años, con trapos mugrientos colgando de su pequeño
cuerpo. A pesar de las capas de mugre, su cabello castaño pálido seguía siendo una
obstinada nube de crespos que enmarcaba los rasgos pícaros. Para ser tan joven, sus ojos
marrones abatidos estaban demasiado alerta y vigilantes.
—Fate, esta es Gerdie —dijo Finn—. Tiene mucho que contarnos, pero he pensado
que primero deberíamos almorzar.
Fate saludó, pero la chica había visto la cesta de comida. Se quedó mirando como
un perro hambriento, lamiéndose los labios agrietados, incapaz de apartar la vista lo
suficiente como para reconocer a Fate. Se alejaron de la pocilga y situaron a Gerdie a
favor del viento antes de instalarse en un montículo de hierba en medio de unas ovejas
que pastaban. En cuanto sacaron los bocadillos de la cesta, su pequeña mano se lanzó a
coger uno. Después de engullir dos, puso otro sándwich encima de su fardo deshilachado
con una mirada tímida.
Finn se rió.
—De nada. —Miró a Fate—. Parece que hemos acudido a la persona adecuada.
Gerdie me dijo que había visto a la Vieja Madre Grim antes.
La chica asintió.
—No pareces mayor que eso ahora —dijo Fate, sorprendida por el comentario
adulto.
—Oh, claro —dijo Gerdie—. El tiempo se mueve lentamente cuando vas de un sitio
a otro.
Fate miró a la chica con una creciente sensación de tristeza. No podía imaginarse
tener que valerse por sí misma a una edad tan temprana e indefensa.
—Gerdie, has dicho que la Vieja Madre Grim ya ha estado en el pueblo dos veces —
dijo Finn, dirigiendo su mirada a las colinas distantes, donde finos jirones de niebla se
acumulaban en nubes de niebla—. Y volverá esta noche en cuanto se ponga el sol y la
niebla sea tan espesa como un potaje de cebada mezclado con zanahorias, patatas y
palomas. —Se apretó los labios con una expresión soñadora—. Tenemos quizás dos horas
para prepararnos. Dijiste que tu abuela casi destruyó a la Vieja Madre Grim, ¿verdad? —
preguntó.
Gerdie asintió con tristeza, dejando caer su mirada hacia el montículo de hierba.
—Ella le dio a la vieja monstruo un poderoso golpe, suficiente para mantenerla
lamiendo sus heridas por un tiempo, pero al final la Vieja Madre Grim siguió con sus
malvados caminos y Oma pagó por ello.
—Como Oma era curandera y aficionada a las artes mágicas, los aldeanos de
Woodknoll la quemaron en la hoguera pensando que era el monstruo que se había
llevado a sus hijos.
Fate miró a Finn. Ambos sabían que Gerdie tendría el mismo feo final si no
detenían a la Vieja Madre Grim.
—¿Dijiste que tenías las notas de tu abuela? ¿Podemos verlas? —preguntó Finn.
Ella desató su fardo, revelando palos con runas talladas en ellos, varias piedras
lisas, un cuaderno de bordes rasgados y una zanahoria marchita. Le entregó el cuaderno
a Finn.
—Todo lo que buscas está escrito aquí. Espero que sepas leer, porque yo no puedo.
Fate se inclinó hacia él mientras hojeaba el libro. Todas las páginas estaban
manchadas y llenas de largas notas manuscritas y bocetos de plantas, piedras, símbolos
peculiares y diversas partes del cuerpo con diagramas superpuestos. Cerró el libro y la
miró.
—Tenía algunos conocimientos druídicos, pero aquí hay una extraña mezcla de
otras artes mágicas y curativas que no reconozco. ¿Estás segura de que seremos capaces
de conseguirlo?
—Si hay algo de lo que estoy segura es de que no hay nada seguro en este mundo.
Tendremos suerte si sobrevivimos al enfrentamiento con la Vieja Madre Grim. Pero ya
no me importa. Sólo hay una cosa peor que morir aquí y es vivir aquí para siempre.
Capítulo 24
TODA LA POBLACIÓN DE SHYTUCKLE ESTABA PARADA ALREDEDOR DE LA
caravana cuando regresaron. Sithias había sacado su maletín de médico y estaba en el
asiento del conductor junto a un anciano. Los aldeanos observaron mientras examinaba
la boca abierta del hombre y luego se trasladó a la nariz del hombre, tirando hacia atrás
cada fosa nasal con un depresor de lengua.
—¡Ah, ja! Veo el problema aquí —dijo Sithias en un tono autoritario—. Parece que
hay demasiado pelo de nariz creciendo allí.No es de extrañar que no puedas probar tu
comida. No puedes olerlo, señor. Córtelo todo y probará cada hierba deliciosa en el
potaje de su esposa desde el primer bocado.
Pasó a Gerdie por delante de los aldeanos y la arrastró hasta la parte trasera de la
caravana. Dejándola con Finn, entró primero para conjurar una pared de cortinas para
esconder el Libro de Fábulas, y luego para preparar un baño caliente.Mientras la niña
chapoteaba en la bañera detrás de una pantalla de privacidad, Finn miró a través del
cuaderno de su abuela. Estaba concentrado en una página en particular cuando Sithias,
irradiando absoluta molestia, entró en la caravana.
—¿Te habría matado detenerte y saludar a esa gente? —él dijo—. No fue
exactamente fácil hacer que se sintieran más cómodos conmigo. Te haré saber que tuve
que mirar en demasiados orificios desagradables para bajar su armadura.
Golpeó su pierna y agitó sus largos brazos, un movimiento que se parecía a una
cigüeña enojada.
—Oh, en serio, ¿el sol está cayendo? Y pensar que no lo sabía. ¡Por supuesto que lo
sé! Y por eso recibí una invitación de los aldeanos para unirme a ellos en el oratorio esta
noche. Tenemos asientos de primera fila para el evento principal. —Miró la pantalla
detrás de la cual se estaba bañando Gerdie—. ¿Y qué está haciendo ese erizo aquí?
Fate se acercó, le dio unas palmaditas en el brazo y lo llevó a echar un vistazo al
cuaderno de Gerdie.
—Cálmate, Sithias. Lo hiciste bien, pero todavía nos queda mucho trabajo por
hacer antes de que podamos ir a encerrarnos con los aldeanos. Gracias a Gerdie, ahora
sabemos qué hacer.
Parecía dudoso.
Ella se sentó junto a él en el banco, tratando de dejar algo de espacio entre ellos
para poder pensar con claridad, pero él la acercó más, manteniendo su brazo alrededor
de su cintura. Su toque la distrajo tanto que no había registrado lo que estaba
escribiendo hasta el último artículo.
Finn rió.
—Supongo que el gato está fuera de la bolsa en eso. No, estamos lejos de ser
parientes. —Le dio a Fate una sonrisa lobuna—. Para mi gran placer.
Ella se sonrojó.
—No me importa.
—A menos que estés cansado de que todos los demás se diviertan —murmuró
Sithias.
—No hay necesidad de preocuparse —aseguró Gerdie, la voz deunniño con un tono
maternal—. Solo necesitaremos una gota y nada más. —Se subió las mangas y se sentó a
la mesa—. Tenemos mucho trabajo por delante: dos hechizos de unión que lanzar,
hechizos que hacer, más el talismán que hará que los elementos caigan sobre la vieja
bruja, si todo va bien.
Pero había un elemento más que necesitaban, y ningún escrito podría describirlo
con precisión. —Si puedo escribir todas estas otras cosas, debería poder hacer lo mismo
con la arcilla —argumentó Fate.
—No, pero escuché de una fuente en la que confío totalmente que al mal le gusta
mucho el monólogo y tiene un poco de tiza.
No parecía divertido.
—Entonces no puedes esperar saber cómo escribir sobre eso. No tenemos otra
opción. La arcilla debe tomarse del suelo cerca de las raíces del roble.
—¿Pero ¿qué pasa si la vieja madre Grim todavía está allí cuando llegamos?
—Aquí dice,La Vieja Madre Grim es tan oportuna como el sol, ir y venir. Tan
pronto como ha pasado la hora del crepúsculo y la noche es tan negra como la tinta, la
criatura sale de debajo de las raíces de su roble malvado para comenzar a merodear en
busca de víctimas inocentes. Su cuerpo es pesado y perezoso, pero cuando se une a la
niebla, parece que se desliza rápidamente sobre las corrientes de su húmedo aliento
con la misma facilidad que una canoa en un río.
Mientras Fate escuchaba la descripción, su corazón latía con pavor.
—No hay nada que me guste en nada de esto —dijo Gerdie, poniendo nerviosa a
Fate con una mirada imperturbable desde donde miraba por encima del borde de la
mesa.
—Haz lo que tengas que hacer y vuelve aquí tan pronto como puedas —Gerdie
continuó—: porque las viejas tripas sin duda están saliendo de su agujero podrido
mientras hablamos.
—Estaré contigo.
—Tal vez debería ir con usted, ssseñorita —dijo Sithias, con obvio temor en sus
ojos.
—No, me voy con ella. —Se volvió hacia Fate—. Y creo que deberíamos volar allí.
De esa forma podremos ver a la vieja bruja desde una distancia segura.
—Sí, no me gusta la idea de salir de la nada si ella está cerca del árbol—estuvo de
acuerdo.
—Mírate a ti misma ahora —susurró—. Tendrás que ser fuerte por los dos.
—¿Qué es?
—Presiento un cambio peligroso en Finn. Hay algo en él que hace temblar mis
escamas.
—No tienes ninguna escama en este momento —le recordó.
—Todavía lo soy, pero cuidado con la influencia del veneno. —Él le dedicó una
sonrisa menos que confiada y levantó la voz para beneficio de Finn—. Estaré mirando el
tiempo y espero que ambos regresen en quince minutos o menos.
Señaló a Finn con el dedo como un padre con cuya hija estaba saliendo.
—No me hagas tener que venir a buscarte. En serio, realmente no quiero subir allí.
—Como si lo hicieras —dijo Finn desde donde estaba parado en la luz oscura.
Cuando Sithias soltó su mano, se tragó el miedo que crecía en su pecho, forzando
una sonrisa en su rostro antes de girarse para irse con Finn.
***
El valle y el bosque distante de abajo parecían planos y sin rasgos distintivos sin la
luz de la luna. Volaron lentamente y cerca del suelo mientras Finn se adaptaba al vuelo.
Fate se aferró a su mano para mantenerlo firme, pero no tuvo que hacerlo por mucho
tiempo. Fue rápido para entenderlo después de que ella escribió su habilidad para volar,
y mucho más estable que la primera vez que volaba.
Sonriendo ante sus payasadas juveniles, se alegró de ver que todavía podía ser tan
alegre. A ella le encantaba eso de él. Nada parecía deprimirlo por mucho tiempo, incluso
en las circunstancias más extremas. Aunque parte de eso podría deberse a que había
olvidado un elemento clave de su miseria anterior. Decidió que no importaba.
Disfrutaría de su buen humor mientras durara.
Lanzándose desde atrás, Finn la rodeó con los brazos, acercándola. La brisa fresca
se apoderó de ellos mientras navegaban por el aire.
Sus ojos brillaban de un verde brillante, pero sus pupilas se agrandaban, los iris.
Enterró la cara contra su cuello, besando y mordiendo hasta que ella se estremeció con
una desconcertante mezcla de deseo y alarma.
—Finn... detente.
Su aliento caliente llegó fuerte y rápido contra su piel. Su mano se deslizó hasta su
muslo, sus dedos apretaron la tela de su vestido, levantando su falda. Un rayo de miedo
la atravesó. Ella lo empujó hacia atrás con toda la fuerza que pudo reunir.
—Detente —dijo.
Se inclinó hacia atrás, con la mirada baja. Mantuvo todos los músculos tensos y,
por un momento, temió que pudiera abalanzarse sobre ella. Pero cuando la miró, el odio
a sí mismo torció su rostro.
Continuó alejándose más. Temiendo que pudiera irse con sus alas recién
descubiertas, se lanzó contra él, envolviendo sus brazos alrededor de su cintura.
Sus manos estaban sobre sus hombros, empujándola hacia atrás con el brazo
extendido.
Se quedó callado. Su mirada se endureció mientras miraba más allá de ella hacia la
noche oscura.
—Dije que te ayudaría con la Vieja Madre Grim, y lo haré, pero luego tengo que
poner fin a esto.
Sus palabras se cerraron sobre su corazón como un puño frío. Antes de que pudiera
decir una palabra más, se lanzó hacia adelante, siguiendo la pendiente de la colina que
conducía al bosque. Ella corrió tras él mientras él volaba a través de espesos parches de
niebla, perdiéndolo por completo cuando chocó con una sólida pared de niebla. Trepó
por encima de él, mirando hacia el banco de niebla, un maremoto que pronto inundaría
el valle y se tragaría las calles de Shytuckle.
Fate flotaba sobre el denso mar de niebla, buscando con creciente pánico cualquier
señal de Finn. Escuchó, pero el silencio era inquietante en su totalidad. Los pelos de la
parte posterior de los brazos y el cuello se agitaron. Miró hacia abajo y supo con absoluta
certeza que algo espantoso acechaba en algún lugar de la niebla.
Una mano le tapó la boca. Le tomó unos segundos, llenos de terror, darse cuenta de
que era Finn antes de relajarse.
Aterrizaron a unos pocos metros del gigante nudoso y se arrastraron hacia el tronco
a través de la niebla trituradora. Fate miró hacia las ramas que se extendían sobre ellos
como una fea mancha de tinta.
Los dos grandes círculos de unión de piedra y madera trenzada que había escrito
antes en la caravana estaban en su lugar alrededor del árbol, su radio era tan ancho
como el dosel extenso. Finn pasó por encima del círculo de piedra y le hizo un gesto para
que lo siguiera.
—Vamos. Tenemos que pasar por ambos círculos para acercar la arcilla al tronco.
—Sabes que esta es la parte de la película de terror en la que el público dice que no
entres, ¿verdad?
—¿Estás herida?
El pútrido olor de la muerte se aferraba al húmedo aire nocturno. Casi había caído
en la guarida de la Vieja Madre Grim.
—Aguanta la respiración —le dijo. Estaba demasiado oscuro para ver su rostro,
pero no parecía afectado por nada. No podía comprender cómo pudo distanciarse tan
fácilmente.
Estaba a punto de argumentar que él no estaba listo para vomitar, pero algo en su
voz la detuvo.
Finn la levantó y voló hacia Shytuckle. Ella se agitaba y se retorcía en sus brazos,
sus gritos incesantes. Incapaz de volar con ella en tal estado, descendió a un campo de
trigo. Desesperado por consolarla, la abrazó con fuerza, meciéndola en sus brazos.
Pero Fate estaba en un verdadero problema ahora, y solo había una manera de
liberarla de la interminable pesadilla que jugaba en su cabeza.
Abrió los ojos al oír su voz. Sus terminaciones nerviosas todavía estaban en carne
viva, lo que dificultaba detener el temblor.
Ella se inclinó hacia atrás para ver su rostro. La mirada feroz en sus ojos mientras
miraba más allá de ella hizo que ella mirara en la misma dirección. Todos los músculos
se apoderaron de terror cuando vio el enorme banco de niebla que se derramaba colina
abajo con una velocidad siniestra hacia ellos.
—Tenemos que volver. Ella está casi encima de nosotros —dijo. Agarrándose a ella,
se puso de pie y saltó al cielo.
Cuando la bajó, no la miró a los ojos. Sintió culpa y vergüenza, pero algo más se
estaba gestando bajo la superficie.
Algo amenazante.
—Oh, estoy muy contento de verte de vuelta a salvo y… —se tapó la nariz con la
mano—. Ew, esa arcilla huele atroz, como… —Tosió y se atragantó—. Simplemente no
tengo palabras para describirlo.
—Huele a muerte —dijo Gerdie. Ella le hizo un gesto—. Ahora, sáquelo de la bolsa y
póngalo en ese recipiente.
—¡No lo haré!
—A menos que quieras sangre en todas partes, será mejor que superes tu ser
remilgado y lo hagas.
Marchito de alivio, Sithias murmuró una leve protesta en voz baja, pero tomó la
punta de la bolsa entre el dedo y el pulgar de todos modos.
—¿Contenta?
Justo cuando ella decidió ver cómo estaba, él entró y se apoyó contra la pared.
Mientras Gerdie prendía fuego al cedro debajo de la bola de arcilla, Fate lo miró. La
tensión tensó sus rasgos, marcando tensas líneas a lo largo de los músculos de sus
brazos. Parecía listo para salir disparado en cualquier segundo.
—Ya está, eso debería bastar —dijo Gerdie, sonriendo con satisfacción mientras las
llamas se apagaban—. El talismán ahora tiene el poder de recurrir a las fuerzas de la
naturaleza para que vuelvan a poner las cosas en su orden correcto.
Finn recogió uno de los muchos amuletos protectores que había en la canasta sobre
la mesa. Se acercó a Fate y se lo ató al cuello. Consistía en varias ramitas crujientes
cubiertas de hierbas atadas en forma de tosca horquilla y con olor a moho, suciedad,
apestosa y ajo.
—No debería ser un problema este hedor haría que un zorrillo corra hacia las
colinas.
—Lo sé —respondió ella, su tono agudo—, pero te mantendrá alejado, ¿no es así?
Ella lamentó sus palabras de inmediato. Ella no lo había dicho en serio de la forma
en que sonaba, pero él lo había tomado de la peor manera posible. El auto reproche
fracturó su expresión cuidadosamente compuesta. Pero se apresuró a reconstruir sus
rasgos en piedra. Ahora no podría convencerlo de que no se vaya.
Gerdie sonrió.
—El olor es parte del encanto del hechizo —dijo, marcando una runa en forma de
estrella en el trozo de arcilla antes de envolverlo en una tela y metérselo bajo el brazo.
—No tiene nada de encantador —murmuró Sithias—. Y estoy seguro de que los
aldeanos estarán de acuerdo.
—Ahora escuchen —dijo. Su tono grave llamó la atención de todos—. Esto de aquí
es importante. La única forma en que este talismán tendrá algún poder sobre el viejo
chancro es si ella lo está mirando. —Ella levantó la daga—. Cuando sus ojos estén fijos en
ella, clava la daga en la runa y profundiza en la arcilla. Me gustaría ser yo quien se lo
adhiera, pero no importa quién haga la escritura, siempre que se haga.
La habitación quedó en silencio. No había nada más que decir. Estaban a punto de
enfrentarse al más indescriptible de los monstruos, desde dentro y desde fuera.
Capítulo 25
LOS HILOS DE NIEBLA SE ENTRELAZABAN ENTRE LAS CABAÑAS DE PIEDRA
mientras recorrían la corta distancia entre la caravana y el oratorio. Finn se quedó varios
pasos atrás mientras Fate, Gerdie y Sithias se acercaban a los hombres que montaban
guardia fuera del edificio.
—Debería conjurar algunas espadas o algo así —oyó susurrar a Fate cuando vio que
iban armados con nada más que herramientas de labranza como armas.
—Nada más que una magia poderosa y mucha suerte va a detener a Cara de Buitre
ahora.
—Si pudiera tener la atención de todos. Hemos hecho estos amuletos protectores
para que los usen.
—¿Qué otra cosa crees que nos ha robado los niños? —dijo el hombre con un
bufido—. ¿Fantasmas?
—Nunca me creyeron lo de la Vieja Madre Grim, y tampoco les gustó que les diera
encantos a sus hijos. Sólo diles que es para la buena suerte.
Los rostros se volvieron esperanzados y todos lo rodearon con las manos extendidas.
La ansiedad se disipó un poco, pero después de una hora de aburrimiento, mezclado con
el ruido de los niños inquietos, el ambiente volvió a ponerse tenso. Finn apenas podía
soportar la tensión que se acumulaba en la sala mientras se sentaba junto a Fate y los
demás en silencio, cada uno de ellos esperando la inminente fatalidad.
El miedo apareció en los rostros de Sithias y Gerdie. Fate se sentó junto a él, sus
brazos se tocaban mientras ella se miraba las manos y se agarraba las piernas. Por
mucho que mantuviera su miedo a raya, él sintió el temblor que la recorría. Exhaló
lentamente, resistiendo el reflejo de rodearla con el brazo.
Sithias suspiró.
—Parece que nos esspera una noche muy larga.Sssugiero un poco de tiempo de
historiassss para calmar a estos enérgicos jóvenes. Por mucho que los chillidos de risa de
los jóvenes sean música para los oídos, no creo que mis nerviosss puedan soportar más.
Fate se inclinó hacia delante, su desesperación por una distracción del estrés se
mostraba en su rostro.
—Bueno, señorita —dijo Sithias con una mirada de disculpa—, creo que tú eres más
adecuada para los pequeños. Estoy seguro de que mis cuentos pasarían por encima de
sus pequeñas cabezas. Demasiado romanticismo, intriga política y frou-frou, ya sabes lo
que quiero decir.
—Creo que todos nos volveremos locos si tenemos que sentarnos al borde de
nuestros asientos por más tiempo —dijo Finn—. Adelante, cuéntanos un cuento. O mejor
aún, llévanos a algún lugar que nos recuerde olores dulces y frescos, como el del pino...
de casa.
Él sonrió débilmente.
—Sí.
—¿Aún lo recuerdas?
—Por supuesto —dijo, sin querer admitir que sus recuerdos más queridos estaban
perdiendo su claridad.
—¿Por qué no Hellas? —sugirió Sithias, con una mirada de pánico en su rostro—. No
puedes equivocarte con todos esos dioses y diosas.
Desconcertado por el tenso intercambio entre ellos, Finn la observó tomar asiento en
los escalones cercanos al altar, mientras los niños más pequeños se acomodaban
alrededor de sus pies. Incluso los adultos y los niños más mayores parecían ansiosos por
un respiro del aburrimiento que les provocaba el miedo.
Ella miró a Finn, con el fantasma de una sonrisa en los labios. Algo pasó entre ellos.
Ese misterioso lazo que los unía se estremeció con una mezcla de esperanza y
aprehensión que brotaba directamente de su corazón. Él le devolvió la mirada, ansioso
por saber qué estaba pensando. Pudo ver que ella no tenía intención de guardar secretos.
Su rostro era un libro abierto.
Manteniendo su mirada fija en él, comenzó a contar una historia sobre un chico
curioso con amor por la vida. Un chico que encontró sus raíces en Escocia y se enteró de
que era descendiente de un largo linaje de misteriosos druidas. Él escuchó atentamente
con una creciente sensación de descubrimiento mientras ella desempolvaba las reliquias
de su vida y las sacaba a la luz del sol, nueva, brillante y hermosa. A pesar de que estaba
encantado de estar caminando por el carril de los recuerdos, le desconcertaba cómo ella
conocía tantos detalles, especialmente cuando describía las extravagantes travesuras de
su sabio abuelo.
Se rió suavemente, y su ánimo se levantó cuando los niños se retorcieron de risa. Por
un momento, se sintió como en casa, en Escocia, viendo las espaldas arqueadas de las
colinas cubiertas de brezo y las crestas de las montañas azules cubiertas de niebla
matutina. Luego, cuando Fate describió el encuentro del niño con los espectros de lobo
del Bosque del Pico Negro, los jóvenes se callaron, inclinándose hacia adelante con las
barbillas sobre las manos pequeñas.
¿Cómo pudo ocultarle esto, no sólo una vez sino dos? Vacío y destrozado hasta la
médula, entrecerró los ojos hacia ella. Ella se detuvo a mitad de la frase, su rostro
palideció mientras se ponía en pie lentamente.
—¿Qué?
Unas gruesas corrientes de niebla de color verde enfermizo fluían por las rendijas de
una ventana entablada. Los rizados zarcillos se movían con una deliberación antinatural
y se dividían en tentáculos de película que serpenteaban alrededor de las mujeres que
sostenían a los bebés y de los niños pequeños sentados en el suelo. Cuando la poción
para dormir se acercó a los amuletos que llevaban, los tentáculos retrocedieron
violentamente y se evaporaron.
Unos segundos más tarde, los hombres de fuera profirieron gritos y chillidos. Se
oyeron crujidos y golpes enfermizos contra las paredes exteriores, seguidos de un
silencio espantoso.
Descubrió que Fate le miraba fijamente. Cuando sus miradas se cruzaron, ella se
puso rígida y la luz de sus ojos se apagó. Demasiado hundido para importarle, se dio la
vuelta y corrió hacia la entrada principal con los otros hombres.
***
La mirada negra del veneno de Finn la cortó más profundamente de lo que podría
hacerlo cualquier cuchillo, confirmando para ella la cuestión de si sus recuerdos habían
regresado o no. Esa no había sido su intención. Lo único que quería era recordarle quién
era y de dónde venía. Restaurar su base y darle algo a lo que aferrarse. Sabía que era
arriesgado, pero no podía soportar que siguiera perdiendo partes de sí mismo. Sithias
había tratado de advertirle. Debería haberlo escuchado.
—Sseñorita, ven con nosotros —le dijo, haciendo que volviera a centrar su atención
en preocupaciones más inmediatas.
Fate cogió al niño más cercano a ella, un niño de no más de dos años, y corrió hacia
el fondo de la gran sala con las demás mujeres y niños.
—¿No deberías estar delante con los hombres? —preguntó Gerdie a Sithias.
Fate voló hacia atrás, se estrelló contra la pared del fondo y cayó al suelo. El techo se
derrumbó, llovieron piedras y se levantó una nube de polvo asfixiante.
Él no respondió.
Fate tanteó el suelo con su mano libre esperando encontrarlo cerca. Todo lo que
encontró al tacto fueron astillas de madera y piedras rotas. Casi agradeció las nubes de
polvo que aún caían del techo pulverizado; no quería ver la miseria que se escondía tras
ellas.
Arrastrando sus pies de palo bajo su engorroso peso, la andrajosa criatura se detuvo
arrastrando los pies, apoyándose en su escoba de grueso mango de hierba de palo hasta
que se inclinó hasta el punto de romperse. Sus grandes pechos caídos colgaban como
bolsas de harina medio llenas sobre un vientre hinchado, pero sus brazos eran delgados
como un hueso y grotescamente largos.
El mismo hedor de cementerio que Fate había desenterrado de las raíces del roble se
desprendía de la criatura y se mezclaba con el olor de su propia ropa recién lavada. Las
náuseas se agitaron en su vientre, provocando un dolor agudo en su cerebro. Alargando
su pequeña y arrugada cabeza, la Vieja Madre Grim fijó su mirada roja como la sangre en
el niño en brazos de Fate. Su amuleto protector se había caído. Extendiendo su huesudo
brazo, la criatura lo alcanzó, con sus astilladas garras a escasos centímetros de su cara.
Los ojos de la Vieja Madre Grim se fijaron en el niño y habló. Sus labios agrietados e
incrustados de sangre formaron los sonidos confusos de una lengua primitiva. La fuerza
de sus palabras hechizadas lo atrapó en su esclavitud. En un abrir y cerrar de ojos, pasó
de la histeria a la calma absoluta y se puso al lado del monstruo como si fuera su
protector.
—¡Oye, vieja y fea arpía! Mira aquí, tengo algo para ti.
—¡Esto es por Oma y por todos los niños que te llevaste bajo mi vigilancia! —gritó,
con el rostro contorsionado por una rabia demasiado duradera para alguien tan joven.
Dejó caer la arcilla, con una fría sonrisa torciendo su boca. El bulto salpicó en la sangre,
salpicando su falda.
La vieja madre Grim se encogió como si temiera que algo cabalgara en el vendaval.
Permaneció allí, quieta como una roca durante un breve momento, y luego cogió al niño
y desapareció en un manto de niebla.
Al abalanzarse sobre él, Fate cayó en el vacío. Se puso en pie, asustada por el niño
que no había podido proteger. La adrenalina que recorría su cuerpo diluyó la culpa que
salía a la superficie. No sabía cómo, pero lo recuperaría sano y salvo pasara lo que
pasara. Su mirada se posó en los cuerpos esparcidos por los escombros y los
remolinos de polvo. En su pánico por encontrar a Finn, resbaló en el charco de sangre
que había hecho Gerdie. Tras recuperar el equilibrio, vadeó los escombros, con el miedo
apretando sus pulmones mientras buscaba frenéticamente. Sólo recuperó el aliento
cuando descubrió que él no estaba entre los muertos y los heridos.
Se dio la vuelta y vio que Gerdie se inclinaba sobre Sithias. Al tropezar con su prisa
por llegar hasta él, vio que la chica que llevaba en brazos le acariciaba el pecho
ensangrentado. Las piernas de Fate se doblaron al ver una gruesa astilla de madera que
sobresalía de él. Cayó de rodillas junto a él, con los ojos llenos de lágrimas. No podía
perderlo a él también.
—Bueno, entonces tendré que ser un gato —dijo él, aturdido. Su forma humana dio
paso a la de un tigre blanco. Luego soltó un suspiro ronco y se desmayó.
Gerdie y la niña jadearon, apartándose del tigre con sorpresa. Los súbitos lamentos
de los supervivientes que habían descubierto a los muertos y heridos interrumpieron el
intento de Fate de explicarse. Pensando que lo mejor era escapar del caos que se
desarrollaba a su alrededor, desenganchó su cuaderno y se escribió a sí misma, a Sithias
y a Gerdie de vuelta a la caravana.
—¿Qué demonios?
—Sithias es en realidad una serpiente gigante con alas, pero ha estado usando un
glamour para parecer humano y puede convertirlo en lo que quiera. Debe estar delirando
ahora mismo, pero es perfectamente inofensivo. Lo prometo. ¿Puedes ayudarlo? ¿Sacar
esa estaca y curarlo?
Fate conjuró los paños limpios, el hilo y la aguja, el yodo y las pinzas que había
pedido. Mientras Gerdie se ponía a trabajar, no podía evitar una creciente sensación de
urgencia.
—Se ha ido al árbol —dijo Gerdie, rasgando un cuadrado de tela en tiras estrechas.
—Ese era el plan desde el principio —dijo ella, tirando suavemente de la gran astilla.
Con una mueca de dolor, la sangre brotó de la herida, Fate tragó saliva y se dio la
vuelta.
—Todo está en las notas de Oma —continuó Gerdie—. Una vez que la Vieja Madre
Grim se debilitara, sabíamos que volvería al roble y se escondería como una garrapata
para protegerse de los elementos. Dejar que el árbol se lleve la peor parte del ataque
hasta que ella recupere su fuerza... como antes.
—No puedes irte. Finn me dijo que te quedaras aquí. —Extendió la mano con rapidez
de ardilla, arrancó el bloc de notas de Fate de la cintura de su vestido y lo sujetó a su
espalda—. Dijo que no te irías sin él.
—Entrégalo.
—Bien. Quédatelo, no lo necesito —dijo ella, no sintiéndose tan segura como sonaba.
Empujó la puerta y estaba a punto de saltar al aire cuando miró hacia atrás—. Haz lo que
puedas para que Sithias mejore. Y cuando hayas terminado, conduce la caravana hasta el
árbol.
A medida que avanzaba por el aire, parecía que la enorme cabeza de trueno
retumbaba y gruñía con furia. Cuanto más se acercaba, más fuerte era el viento, lo que
dificultaba la obtención de velocidad real. Pero a medida que se acercaba al roble, redujo
instintivamente la velocidad, tratando de entender lo que estaba viendo antes de
acercarse demasiado.
Su respuesta llegó cuando un rayo iluminó toda la escena. Finn estaba de pie en el
centro de las ramas extendidas del árbol, con su rostro como una máscara de sombrío
éxtasis, con los brazos girando como un director de orquesta demente que orquesta una
sinfonía cacofónica. Sus movimientos controlaban las acciones sádicas del árbol.
Fate se elevó a lo alto, dando un amplio giro antes de descender. Con cuidado de
evitar las ramas que se agitaban, descendió justo detrás de él. Cuando arrancó otra rama,
los gritos de la Vieja Madre Grim alcanzaron un tono insoportable. Ella se tapó los oídos,
deseando que terminara de una vez.
—No deberías haber venido —dijo él sin volver a mirarla. Ella abrió la boca
para hablar, pero él se volvió, levantando una mano para detenerla. Sus ojos eran
implacables y negros—. Tal vez sea mejor que lo hayas hecho —dijo él, dejando caer la
mano con un descuidado encogimiento de hombros—. Es hora de que veas lo que
realmente soy.
—Fue humana una vez... hace años —dijo, con una voz llana y práctica—. Era madre
de tres hijos. Pero su deseo de engañar a la muerte la llevó a un sacrificio impensable, a
un antiguo mal. Se comió a sus propios hijos. Y a la insaciable bruja le gustaba. Morder
la suave carne rosada y saborear el dulce y pegajoso centro de la inocencia pura le
producía el mismo placer que un glotón miserablemente atiborrado obtiene al
atiborrarse de una docena más de pasteles de frambuesa.
Siguió sacudiendo el brazo, indicando al árbol que siguiera arrancando todas las
entrañas de la Vieja Madre Grim. Cualquier otra persona ya habría muerto, pero ella se
aferraba obstinadamente a la vida, chillando en señal de protesta. Tosiendo por la bilis
que le quemaba la garganta, Fate se apretó más las manos contra los oídos.
—He visto y he hecho cosas, Fate, cosas indecibles que nunca podrán dejar de verse o
deshacerse. La verdad es que soy igual que ella. Soy un monstruo que disfruta
destrozando a otros monstruos. Pero no me detengo ahí. He adquirido un apetito voraz
por dispensar castigo. Y llegará el momento en que no importará a quién o qué torture y
masacre.
Se quedó callado por un momento. Fate pudo ver que las lágrimas brillaban en sus
ojos, pero incluso cuando se dio la vuelta, su rostro se volvió de piedra.
Apenas pudo estar en desacuerdo mientras él separaba sus puños para que el árbol
partiera el torso de la Vieja Madre Grim por la mitad. La parte que seguía unida a la
cabeza continuaba con su gemido de dolor y no se acallaba. Entonces Finn bajó su puño.
El árbol clavó su cabeza y su torso destrozado en el suelo. Por fin se hizo un silencio
piadoso, salvo por el aullido del viento y el estruendo del cielo.
Una poderosa ráfaga de viento pasó por delante de ellos, casi derribando a Fate del
árbol. Se agarró a una rama para no caer y ésta se retorció bajo su agarre. Se soltó con un
estremecimiento y recuperó el equilibrio.
—No, no eres tú —gritó—. Es tu conexión con este roble maligno lo que está haciendo
que el veneno sea más fuerte. Te está convirtiendo en algo que no eres.
—Oh, no vayas a culpar al árbol, amor —dijo él—. Eso es demasiado fácil.
—Ya no hay más juegos. Sabes que lo recuerdo. —Él asintió con una expresión casi
alegre—. Tus historias realmente hicieron el truco. Al principio pensé que debía haberlas
compartido contigo cuando nos conocimos. Pero tú conocías detalles de los que tenía
prohibido hablar fuera de la Orden. Entonces todo volvió a mi mente. Me inventaste. —
Se quedó quieto, observando atentamente su reacción—. Sabes, nunca me sentí tan
miserable como el día en que descubrí que no era más que un montón de palabras en un
papel, que toda mi vida era una mentira, una fantasía sin sentido inventada por una
tonta enamorada de una idea que llamaba Finn McKeen.
Fate se congeló, sintiéndose como un ciervo herido en el corazón por el rifle de largo
alcance de un cazador. El rencor en su voz vertió ácido en sus venas.
—¿Sorprendida? Supongo que lo estarías, ya que me creaste para ser el chico de oro:
el buen amigo, el compañero constante, el fuerte protector. —Cruzó las anchas
extremidades entre ellos con facilidad, deteniéndose con su rostro a escasos centímetros
del de ella. Su brazo rodeó la cintura de ella, atrayéndola con fuerza contra él—. El tierno
amante —le susurró al oído.
Un espasmo de miedo enfermizo recorrió a Fate. Empujó para alejarse, pero los
brazos de él eran duras e inflexibles bandas de acero.
—Pero creo que te gustan los amantes rudos y contundentes, siendo la buscadora de
emociones escondidas que eres —dijo, su voz ahora era un gruñido gutural—. ¿No es por
eso que me has estado dando cuerda durante tanto tiempo? —Irradiaba rabia,
abrasándola con ella—. Bueno, aquí estamos, tú con tu amante de ensueño, y yo ansioso
por desempeñar el papel.
Con un brazo alrededor de ella, utilizó el otro para rasgar el cuello del vestido. La
camisa de algodón se rompió como un pañuelo de papel bajo su violento tirón. Ella se
agarró a la tela desgarrada, tratando de ocultar sus hombros desnudos de su mirada
feroz.
—No lo hagas —suplicó, su voz no era más que un susurro tembloroso mientras
cerraba los ojos, un acto vulnerable de puro terror. Se sintió paralizada, con el corazón
golpeando en su pecho. Un viento feroz recorrió su piel expuesta, helando las lágrimas
que corrían por su rostro.
Finn seguía de pie frente a ella, con el cuerpo temblando y la cabeza gacha. No había
sentido la liberación, pero él la había soltado. Tenía los brazos cruzados, o eso creía ella.
Un rayo reveló el brillo del metal en su mano, un brillo oscuro de sangre cubría su
antebrazo.
Siguió cortándose el brazo, luchando por hablar—: Fate. Vete ahora. Antes de que...
sea demasiado tarde.
—¡No, dame el cuchillo! —Él la apartó con la mano del cuchillo, sus ojos
amenazando con cambiar a negro de nuevo—. El dolor... es lo único que me detiene —
gruñó, devolviendo la hoja a su brazo—. Vamos. No sé cuánto tiempo más podré resistir.
Fate se atragantó con las lágrimas que salían con fuerza y rapidez. Verlo cortarse era
insoportable.
—¿Tienes idea de lo que estaba a punto de hacer? —Una pena indescriptible llenó
sus ojos—. Estoy acabado. No hay forma de salvarme. Tienes que dejarme caer con estos
monstruos.
El viento golpeaba desde todos los lados, azotando mechones de pelo que picaban en
sus ojos.
—No, no puedo.
El impacto le arrancó el aire de los pulmones. Luchando por respirar, se puso en pie
tambaleándose.
Corrió tan cerca de las llamas como pudo. Por fin lo encontró, inconsciente bajo la
parte caída del árbol. Otro rayo golpeó la mitad del roble en pie. Un terrible crujido
atravesó el viento furioso y cayeron chispas ardientes cuando la última parte del árbol se
derrumbó, bloqueando completamente su camino. Voló hacia arriba, sorteando el calor
abrasador. Cuando encontró una estrecha abertura, se sumergió en ella, arrastrándose
sobre manos y rodillas bajo un techo de llamas. Finn estaba a su alcance cuando oyó un
suave gemido. Era el niño que se le había arrebatado de las manos en el oratorio.
Él no se movió.
Un fuerte estruendo llegó desde lo más profundo de la tierra. El suelo se dividió en
unas fauces abiertas listas para tragarse el roble derribado. Ella se cernió sobre el
increíble espectáculo mientras las nudosas ramas se movían por el suelo.
Clavando los talones, gritó―: ¡Finn! Por favor, despierta, no soy lo suficientemente
fuerte para sostenerte.
Los músculos de Fate ardían por el esfuerzo y su agarre se debilitaba. Incluso cuando
utilizó todo su peso para tirar de él, no pudo levantar más que su brazo por encima del
borde. De repente, él se deslizó más abajo, y su peso la hizo caer de rodillas. Intentó no
llorar, pero las lágrimas aparecieron y se preguntó por qué demonios no se había dotado
de una fuerza sobrehumana y del poder de volar.
—¡Tengo su otro brazo! —gritó Gerdie, llegando y tirando del antebrazo cortado, sus
manos se deslizaban ineficazmente debido a la sangre que brotaba de la herida.
Energizada por la muestra de apoyo de Gerdie, Fate hizo acopio de sus últimas
energías. Tirando de su camisa, le hizo retroceder unos metros más hasta que sólo le
colgaron las piernas. Con una última sacudida, lo arrastró completamente fuera del
agujero y luego cayó de espaldas a tierra firme, totalmente agotada por el esfuerzo.
Una vez que tuvo a Finn dentro, lo colocó junto a Sithias. Había recuperado su forma
humana y tenía el hombro vendado. Fate pudo ver que dormía plácidamente. Gerdie lo
había hecho bien... no sólo una vez, sino dos.
Demasiado agotada para hablar, Fate asintió, desplomándose en una silla mientras
Gerdie cerraba la puerta de la caravana para dar la vuelta al asiento del conductor.
Sentándose alarmada, Fate le gritó—: ¡Gerdie! Detén los caballos. Saltando de nuevo
a la lluvia, escudriñó el tenue paisaje hasta que divisó una pequeña forma pálida a varios
metros de distancia. El niño que había olvidado una vez más estaba acurrucado cerca del
abismo. Lo recogió y lo llevó al interior.
***
La lluvia había disminuido hasta convertirse en una fina niebla cuando detuvieron la
caravana. Ambas tenían frío y estaban cansadas, pero Fate no descansaría hasta ver
cómo estaba Finn.
Al pasar los dedos por su pelo húmedo, se deslizaron por un punto cálido y
resbaladizo cerca de su sien. Alarmada, retiró la mano.
—¡Gerdie! —gritó.
Las rodillas de Fate temblaron, no por la visión de la sangre, sino por el miedo
paralizante que la invadía. Verlo así, tan humano y frágil a pesar de sus demostraciones
de poder y fuerza extraordinarios, le hizo comprender lo cerca que había estado de morir
allí. Que era exactamente lo que él había dicho que quería.
¿O ya había perdido?
Gerdie se puso a trabajar, pidiendo más agua hervida, paños y brebajes de hierbas.
Agradecida por tener algo que hacer, Fate conjuró los artículos con la misma rapidez con
la que los pidió.
Una hora después, la herida de la cabeza de Finn estaba limpia, cosida y vendada, así
como su brazo.
—Gracias, Gerdie... por todo —dijo Fate mientras le colocaba las mantas bajo la
barbilla. Se demoró en pasar los dedos por la línea cuadrada de su mandíbula. Su mirada
se dirigió a las suaves cejas, las gruesas pestañas y la suave curva ascendente de sus
labios. Era difícil creer que semejante crueldad hubiera surgido de un rostro tan
angelical.
Descubrió que Gerdie la observaba con una expresión que superaba con creces su
edad.
Sentada en el extremo de la cama de Finn, con las rodillas subidas bajo la barbilla y
el vestido de lana ceñido a las piernas, Gerdie escuchó atentamente. Fate se sentó en la
cama de Sithias y le contó cómo conoció a Finn en la librería, cómo había descubierto
que era uno de sus personajes de ficción después de que entraran en el Libro de Fábulas,
así como su envenenamiento y cómo le estaba cambiando. Estaba demasiado absorta en
el relato como para darse cuenta de la excitación que se estaba formando en Gerdie hasta
que la chica se puso en pie de un salto.
—Supe que lo tenías aquí en cuanto te vi hacer las Palabras de Creación. ¿Puedo
verlo? Tengo que verlo con mis propios ojos.
Fate se acercó a las cortinas que ocultaban el Libro de Fábulas y las descorrió.
—Maldigo el día en que lo hice. Ese libro, además de mi hermana mayor Brune, son
los que me han metido en este lío interminable.
Sintiendo que la sangre se le escapa de la cara, Fate cogió una silla y se sentó.
—¿Brune Inkwell? ¿Brune es tu hermana? ¿Ella te metió aquí? ¿Por cuánto tiempo?
—¿Estás bien?
—¿Te metió en el libro? ¿Lo hizo con un hechizo? —dijo Fate, su pulso ahora rugía en
sus oídos.
—No, nada de eso. Fue obra de Brune. Oma la pilló abriendo el libro cuando no
debía. Brune iba a leerme uno de los cuentos, pero Oma intentó apartarnos a las dos.
Brune, siendo tan terca como era, comenzó a leer. Y ya sabes lo que pasa cuando lees en
voz alta ese libro. —La cara de Gerdie se iluminó—. Era muy bonito cuando llegamos
aquí. No lo habrías reconocido. Las fábulas eran lugares mágicos como nada que hubiera
visto antes: todo soleado y hermoso, con gente feliz e historias felices.
—Hasta que llegamos nosotras. Y ya sabes a qué me refiero. Debido a las reglas del
libro para salir, tuvimos que convertir cada fábula en un final horrible. Créeme, no hay
nada peor que tener que llevar la miseria a todas partes.
—Todavía estoy tratando de asimilarlo todo —dijo Fate—. ¿Cuánto tiempo llevas
aquí?
Gerdie hizo algunas cuentas con los dedos, lo que sólo la frustró. Se rindió con un
encogimiento de hombros desconcertada.
—Digamos que soy más vieja de lo que cualquiera tiene derecho en un cuerpo tan
joven. Y he pasado la mayor parte de ese tiempo moviéndome de pueblo en pueblo
tratando de salvar a todos los jóvenes que podía con encantos protectores cada vez que la
Vieja Madre Grim aparecía. Supongo que podría haberme ido más lejos, tal vez al reino
de la reina de las serpientes, pero supongo que tenía la tonta idea de que el día que me
fuera sería cuando Brune volviera a por mí.
Fate tragó en seco, triste por la niña que había sido dejada atrás y obligada a
sobrevivir sola. Y a estar atrapada, no sólo en el libro, sino también en un cuerpo que no
maduraba con ella.
—¡No puedo creer que haya pasado a las otras fábulas y te haya dejado en este
infierno!
—Cuando entramos por primera vez en el libro, sabíamos lo que había que hacer
para salir. Al principio no nos importaba, ya que sólo nos metíamos en la vida de los
personajes de los cuentos. Pero después de un tiempo todo comenzó a sentirse
demasiado real. Cuando llegamos a esta fábula y no había nada más que gente sencilla
viviendo vidas pacíficas, Brune usó sus Palabras de Creación para sacar a la Vieja Madre
Grim de algún libro que recordaba haber leído. Fue demasiado para Oma y trató de
deshacerlo. Pero nada funcionó. Una vez que el monstruo fue hecho, tomó vida propia y
clavó sus garras profundamente.
25
Personaje de `Viaje a las Estrellas`
26
Personaje de `La Guerra de las Galaxias`
Fate no lo dudaba, no después de lo que había sucedido cuando había escrito al
Hombre Verde en la existencia.
Gerdie continuó—: Después de que la Vieja Madre Grim hiciera su primera matanza
y trajera la oscuridad a la tierra, Brune intentó que pasáramos a la siguiente fábula. Pero
Oma no podía irse sin destruir al comedor de niños, lo que nos mantendría atrapados
aquí. Y Brune no quería nada de eso.
—Lo sé, le entró el ansia de poder. Todo empezó cuando le robó ese Orbe a un
sacerdote.
Fate se incorporó.
—¿Qué sacerdote?
—¿Era O'Deldar?
—Suena así —dijo Gerdie—. Llevamos esa historia a un desagradable final robándole
su Orbe y hechizando a su rey para que se adentrara en el territorio de la reina serpiente.
Pero Brune se obsesionó con el Orbe. Descubrió cómo hacer cosas con él. Cosas
antinaturales, como matar animales y devolverles la vida. Pero nunca estaban bien
después. Sólo eran cadáveres en movimiento. Y descubrió cómo hacer que las plantas
crecieran desde la semilla hasta el tamaño completo en un parpadeo. Eso habría sido
bueno, excepto que la fruta siempre estaba podrida por dentro. Luego, cuando empezó a
causar estragos en el clima, Oma dijo que parara, que jugar a ser Dios sólo invitaría al
diablo a participar en el juego.
—¿Crees que Brune utilizó el Orbe para crear a Finn? —preguntó Fate.
Gerdie parecía reacia a responder.
—Una vez que lo consiguió, siempre utilizó el Orbe para lanzar hechizos.
Ahora todo tenía sentido para Fate: por qué había dejado la firma de libros para ir a
la librería y por qué Finn era exactamente como había imaginado. A medida que su
miedo aumentaba, buscaba una solución.
—Si Finn fue creado por el Orbe, y digamos que hay algo malo en él, ¿hay alguna
manera de arreglarlo?
—La Vara podría hacerlo —dijo Gerdie—. Brune se enfureció cuando no pudo
conseguir la Vara después de robar el Orbe. Ella sabía que era por lo que la magia del
Orbe seguía retrocediendo. No está completo sin la Vara.
En la mente de Fate brilló una fina barra de oro en la que estaba grabada la clave
para descifrar los misterios del universo. La imagen la cegó de todo lo demás mientras su
mano se dirigía a su cuello con la expectativa de encontrarla allí. Al no sentirla, se
abalanzó sobre Gerdie, agarrándola por los hombros.
—Tienes la misma mirada hambrienta que tenía Brune. —Gerdie se encogió hacia
atrás—. Ella te hechizó, ¿no es así? Te envió a buscar la Vara.
—¡No abras eso! Son los aldeanos. Han venido a por nosotros.
—No estés tan segura. Parecen muy locos. Será mejor que nos saques de aquí.
Apartando la pesada cubierta, pasó las gruesas páginas hasta encontrar lo que
buscaba.
—Aquí está. Los aldeanos creen que hemos traído a la Vieja Madre Grim a Shytuckle.
Tienes razón, Gerdie, han venido a castigarnos. Aquí dice que, una vez que la caravana
arde hasta los cimientos, la felicidad vuelve a reinar en toda la tierra. —Miró a Gerdie
con alivio—. Todavía tenemos nuestro final feliz, siempre y cuando nos larguemos.
Gerdie tenía la mano en el suelo, donde un espeso humo subía por las grietas.
—Será mejor que nos demos prisa. Nos están quemando desde abajo y será rápido.
Huelo a manteca de cerdo.
Sithias gimió desde su cama. Levantó la cabeza, parpadeando a través de los ojos
somnolientos.
Fate se dirigió hacia él, saltando hacia atrás cuando el suelo se dobló bajo el peso de
la pesada mesa en el centro de la caravana. Un muro de llamas brotó del agujero que
atravesaba las tablas del suelo. Entonces la puerta se abrió de golpe y la multitud les
lanzó piedras. Una golpeó a Gerdie en la nuca, haciéndola caer al suelo.
—¡Agarra la mano de Finn! —le gritó Fate a Sithias mientras arrastraba el cuerpo
inerte de Gerdie por el brazo y bordeaba los límites hacia él.
Al estremecerse cuando las rocas pasaban por delante de él, Sithias cruzó el espacio
entre las camas y agarró la mano de Finn. Formando el último eslabón de la cadena, Fate
se apoderó de Sithias. El humo que salía del fuego arrasador le impedía ver la página
abierta de la séptima fábula. No podía leer nada, lo único que recordaba era el título.
Así que, dadas las circunstancias, Fate hizo lo único que podía hacer y lo gritó a todo
pulmón.
La espada relámpago
Hace mucho tiempo, cuando el mundo era nuevo, surgieron del cosmos grandes
seres de inmenso poder y magnitud. Nacidos del caos, estos sorprendentes seres
ayudaron a dar forma a la tierra, el mar y el cielo. Con el paso del tiempo llegaron a
ser conocidos como dioses con muchos nombres diferentes. Les importaban poco los
asuntos de los mortales, a no ser que les convinieran sus propósitos, y pobre del
humano en el cual se fijaran, ya que jugaban con él por puro placer.
Como todas las cosas grandes y pequeñas, estos dioses se desvanecieron en las
estrellas, deshechos por sus propios actos o los de la humanidad. Pero no partieron sin
dejar fragmentos de su poder en los que se deslizaron de vuelta a este mundo para
tener otra oportunidad de desatar su poder.
En esta historia, ese fragmento era la espada relámpago, tallada en mármol azul
intenso con vetas de cristal como rayos congelados en el tiempo. Se desconoce cómo la
espada relámpago llegó a hundirse en las profundidades de un pozo de aguas
tranquilas, pero allí permaneció durante miles de años hasta que algo más compartió
su lugar de descanso. Algo que vio la espada como lo que realmente era y trató de
ponerla en manos de mortales desprevenidos.
Llegó el día en que el rey decretó que sus hijas heredarían el trono por orden de
nacimiento, con el príncipe Rudwor en último lugar. La asamblea de severos estadistas
de cejas blancas agitó sus puños y se opuso a esta despreciable propuesta. Por el
contrario, Rudwor se sentó tranquilamente, aliviado de que le quitaran la carga de la
realeza.
Y así, un insidioso complot contra las herederas del rey echó raíces ese mismo día.
La segunda hija, Valesca, fue la primera víctima. Durante dos años, se le dio una
pequeña gota de beleño mezclada con eléboro negro en su té matutino hasta que poco a
poco se fue volviendo loca y de pocas luces. Otro año transcurrió tranquilamente hasta
que el caballo de la hija mayor, Scylea, corrió de cabeza por los campos y saltó por los
negros acantilados de Razgard con ella como su indefensa pasajera.
El asedio llegó antes del amanecer, cuando todo Beldereth estaba bajo de ánimo
por haber soportado tres agotadores años de invierno. Lortaun se despertó con el
sonido de los cuernos de batalla y los gigantes de roca del Monte Helgunth golpeando
las puertas. No estaba preparado para lo que se encontró con sus ojos. Un enorme mar
de soldados borraba la nieve. La caída de Beldereth era inevitable.
El rey recordó las palabras del scryer y le contó a Bremusa el sacrificio que le
habían ordenado. Su valiente hija entregó a Lortaun su daga y lo condujo al templo.
Arrodillada en la base de la gigantesca estatua de Murauda, llevó la mano de su
lloroso padre a su garganta y forzó la hoja en su carne. Mientras su sangre se
derramaba sobre los pies de piedra de Murauda, Lortaun lloró y se desató una
poderosa tormenta. El techo del templo se agrietó y se abrió a los cielos. Los vientos
salvajes se precipitaron, los truenos retumbaron y un rayo golpeó la figura de
Murauda, destrozando su imagen en fragmentos. Sin embargo, la espada de mármol
permaneció intacta y cayó sobre el cuerpo de Bremusa.
Bremusa nunca defendió a Lortaun. Su hija no fue la que miró... fue Murauda.
El pobre rey Lortaun murió en ese terrible día, sin darse cuenta de que la
vengativa criatura marina atrapada en el Pozo de los Ojos había orquestado la caída
final de su captor. Pero debería haberlo sabido. La advertencia del scryer había sido
muy clara. Es mejor tener mil enemigos conocidos fuera de tu puerta que tener incluso
uno desconocido dentro.
Capítulo 27
LOS VIENTOS ARTICOS AULLABAN COMO BESTIAS SALVAJES, ARRASANDO
todo a su paso con garras de hielo.
—¡Estoy sola!
Se levantó sobre un codo. Entrecerrando los ojos contra la nieve que caía, sólo pudo
ver lo que estaba directamente cerca. Finn estaba tumbado a su lado, todavía
inconsciente, y el que se quejaba estaba acurrucado cerca de ella en el otro lado.
—Oh, graciasss a Diosss. Uno de ustedesss essstá dessspierto —dijo Sithias, con los
hombros encorvados y el castañeteo de dientes.
Cuando se inclinó hasta quedar sentada, el dolor le punzó las sienes y el estómago
se le hundió de forma enfermiza. Se quedó quieta, esperando a que se le pasara el mareo.
—Ooh, había olvidado el calvario que supone pasar de una fábula a otra.
—Cierto. Eso explica el huevo de ganso —dijo ella frotándose el chichón de la nuca.
El viento cambió, golpeando el hielo y la nieve en su cara mientras intentaba ver a través
del blanco borroso—. ¿Dónde está Fate?
—¿Noo essstáa ella al otro lado de Finn? —preguntó Sithias con el miedo elevando
su voz.
—No la veo.
Sithias se puso en pie a trompicones, luchando contra los vientos feroces para
mantener su manta alrededor de los hombros mientras daba vueltas alrededor de ella y
Finn.
—¡Ell- Ella ssse ha ido! —gritó con pánico—. ¡Fate no essstá aquí! ¿Dónde essstá
ella? ¿Qué va-vamossss a hacer? ¿Qué voy a hacer yo? Lasss ssserpientes no-no ssse
llevan bien con el frío, ¿sssabesss? Esssta ro-ropa evita que me congele, pero no ssservirá
por mucho tiempo.
Ráfagas furiosas agitaron de repente las páginas del Libro de Fábulas que tenía a su
lado, cerrándolo de golpe y sobresaltándolo. Perdiendo el equilibrio, se agitó, dando
rienda suelta al viento para agarrar su manta y llevársela. El libro cayó en un profundo
barranco y un penacho de nieve le golpeó en la cara.
—Mientras esté viva, tiene que formar parte de esta fábula porque nos ha metido en
ella —explicó Gerdie—. Creo que esto es como la vez que mi hermana acabó en el castillo
de Asgar, y Oma y yo nos encontramos en un pueblo a un día de camino. Estábamos
bastante seguros de que no íbamos a salir de esa fábula, ya que mi hermana era la
lectora, al igual que Fate lo es en esta ocasión. Todos somos parte de la misma fábula,
puedes estar seguro de ello. Tarde o temprano nos encontraremos con ella.
—Todosss moriremosss ssssi esss-esss másss tarde que tem-temprano —se quejó
Sithias.
—¿Dices que estuviste atrapada dentro del Libro de la Fábulas como Fate y yo?
Ella asintió, abrazando sus brazos y saltando para que su sangre circulara.
—Sí, viajé por todas las f-fábulas hasta que mi hermana me dejó atrás en la Vieja
Madre Grim.
—Te has dado un golpe muy fuerte en la cabeza —Mientras él seguía encorvado, ella
le quitó el vendaje para comprobar su herida—. Huh, se está curando rápido, mucho más
rápido que...
—Recuerdo haber sido alcanzado por un rayo y haberme alegrado por ello. ¿Por
qué no impediste que viniera Fate? Debería estar punteando un arpa ahora mismo o,
más bien, espirando el hedor del azufre. Podría haber sido asesinada. ¡Debería haberme
pasado a mí!
Ella le soltó el brazo, su tono áspero le hizo sentir un escalofrío en lo más profundo
de su ser.
—No sabía que tenías ganas de morir. Y no había forma de detener a esa chica. Ella
es tan terca como una mula y puede vo-volar.
—N-no, ni siquiera sabía que tenías el libro hasta que Fate me lo mostró. Por
supuesto, estabas noqueado, así que no lo sabías. A-además, sólo puede haber un lector
a la vez. Ninguno de nosotros va a ir a ninguna parte sin Fate. ¿No te has d-dado cuenta
ya de eso?
No parecía convencido.
—Bueno, si ella es la lectora, ¿cómo es que el libro vino con nosotros en vez de con
ella?
—Esa es una b-buena pregunta —admitió ella, tratando de no temblar, no sea que
se confunda con miedo—. Cuando m-mi hermana era la lectora, se fue con ella a Asgar.
No sé por qué vino con nosotros. Tal vez esté c-confundida por estar yo aquí.
—Me essstoy muriendo —anunció. Lanzó a Finn una mirada afligida—. ¿Hasss ol-
olvidado que sssoy una ssser-serpiente de sssangre frí-fría bajo esss-esssta apa-pariencia
humana? Por no mencionar que he sssido gra-gravemente herido.
—No te congelarás más rápido que cualquiera de nosotros cuando estés en forma
humana. Pero si realmente tienes tanto frío, conviértete en un animal que viva en este
tipo de clima.
***
—Bueno, sssi esss-esssto no-no esss humillante, no sssé lo que esss-esss —
refunfuñó Sithias mientras caminaba a través de la profunda nieve, a pesar de la
facilidad con que sus largas patas de reno atravesaban los charcos.
Tenía una ligera cojera en la pata delantera, donde le habían herido cerca del
cuarto delantero -antes el hombro-, pero su nueva fuerza lo compensaba. No obstante, se
quejaba para mantener un nivel necesario de dignidad. Por no hablar de que se sentía
bastante tonto por no haber sido él quien tuviera la idea de transformarse en un
resistente animal cubierto de piel. Lanzó su enorme cornamenta en señal de desprecio
Las piernas de Gerdie temblaban contra sus costados mientras se inclinaba hacia
delante, gritando para que se le oyera por encima del creciente rugido del viento.
—Gra-gracias.
—De nada —dijo él, moviendo sus peludas orejas con irritación. No porque tuviera
que llevarla en brazos, sino porque no podía hacer nada para que dejara de temblar. Era
una cosita dura. Admiraba su negativa a quejarse de morir congelada.
Finn aterrizó junto a ellos, apareciendo en una nube de nieve arremolinada, como
salido del éter. Tenía el pelo y las cejas cubiertas de hielo, pero sólo parecía estar
ligeramente helado por los gélidos vientos que les llegaban de todas partes.
—Aquí no hay nada más que un interminable páramo helado... ninguna señal de
vida —dijo—. Creo que tienes razón. Probablemente estamos en... ¿cómo lo llamaste?
—Tal vez debería volar por delante para asegurarnos de que vamos en la dirección
correcta —sugirió Finn.
—Yo diría que sssí, pero por mucho que me duela decir esssto, creo que deberíasss
sssentarte a mi essspalda con Gerdie y mantenerla caliente —cambió su peso y resopló—:
Corre el peligro de congelarssse, o de perder algunosss dedosss de losss piesss y de lasss
manosss, como mínimo.
Miró las rocas angulosas que atravesaban los ventisqueros como dagas. Se sentía en
casa aquí, con los vientos feroces y helados que convertían la tierra en un lugar
implacable y hostil, un espejo perfecto para el veneno que borraba sus bordes suaves,
afilándolo en una púa mortal. Incluso ahora, quería arremeter contra la pequeña niña
sentada frente a él. Ella era la culpable de haber dejado que Fate fuera por él. Si Gerdie
hubiera disuadido a Fate como había planeado, él habría muerto sin que ella tuviera que
ver la fealdad que había estado ocultando.
Cada vez que pensaba en el momento en que había perdido el control y se había
forzado sobre ella, el pecho le ardía tan dolorosamente como si hubiera engullido lejía. Si
Fate no hubiera estado allí. Si sólo Gerdie no hubiera fallado. Podría romperle el cuello a
la chica por eso. Sería fácil... un simple giro de la cabeza. Hecho rápidamente, ella nunca
sentiría el momento de la muerte.
—¿Estás bien?
Tragó saliva.
—Sí.
—Ese chichón en la cabeza puede estar curándose bien y rápido, pero te hará sentir
mal de todos modos.
—Estoy bien.
Gerdie se giró, mirándole. El miedo llenó sus ojos. Sin decir nada, se giró, mirando
al frente, rígida y abrazando sus rodillas.
Supongamos que pudieras volver a tenerla en tus brazos. ¿Te miraría ella con algo
más que miedo y asco? El susurro se convirtió en un gruñido. ¿Cómo puede amarte si lo
único que quería era recordarte la marioneta sin alma que creó? Ella no es digna de tu
remordimiento. No eres más que un juguete para ella... y por eso, merecía ser castigada.
Las entrañas de Finn se hicieron un nudo agonizante. La voz tenía sentido de una
manera retorcida. ¿Y si era verdad? ¿Y si todo lo que él había sido para ella era una
divertida distracción?
Sonrió con maldad ante las oscuras rocas con forma de cuchillo, apenas visibles a
través de la cegadora nieve, y las contempló con admiración, tan imponentes en su
fuerza y extrañamente hermosas. Este era su lugar, el escenario perfecto para una
cruzada justa que pasaría a las páginas de...
Una gran forma estalló desde un despoblado cercano, bloqueando la mitad del
paisaje borroso por el viento. Finn blandió su puño, pero antes de que golpeara la carne,
un grueso garrote cayó con fuerza y pesadez sobre su coronilla. Un ruido de huesos le
llenó el cráneo y chispas de luz estallaron ante sus ojos.
***
Finn se despertó con el cerebro palpitante. Los empujones lo empeoraron al chocar
con la espalda del hombre que lo llevaba. La sangre que goteaba de su cabeza salpicaba
la piedra. Intentó aclarar sus confusos sentidos para saber dónde estaba, pero su cuerpo
dolorido lo encadenó.
Miró a Gerdie. Tenía las manos atadas y la empujaban junto a él, mientras unos
rudos personajes tiraban de las cuerdas que ataban a Sithias, que se agitaba y hacía
fuerza contra ellas.
Unos hombres vestidos con burdas pieles y adornados con collares de colmillos y
corazas de hueso estaban de pie alrededor de un pozo, discutiendo y empujándose
mientras observaban a dos tejones gruñones enzarzados en una feroz pelea. Una mujer
gritaba y forcejeaba mientras varios hombres la arrastraban a un rincón oscuro, pero
cuando los recién llegados se movieron en medio de ellos, todos abandonaron sus
desagradables actividades.
—Tómatelo con calma, cielo. Esperaba que me ayudaras a levantarme, ya que fuiste
tan bueno como para traerme hasta aquí.
El hombre medía medio metro más y tenía la constitución de un toro. Sus gruesos
rasgos se fruncieron en una mueca.
El miedo apareció en la cara del hombre cuando Finn levantó la cabeza y sonrió con
maldad. Su captor lo empujó hacia la multitud, haciéndolos navegar a través de la
multitud inmóvil y maloliente. Algunos se abalanzaron sobre él y otros empujaron a
Gerdie hasta que ésta tropezó y casi se cayó. Las carcajadas y los abucheos burlones les
siguieron mientras se dirigían al fondo de la caverna, donde un hombre grande y
barbudo yacía sobre un montón de pieles. Parecía ser el jefe. Era el único que llevaba un
regio tocado de melena de león adornado con un impresionante juego de cuernos de
toro.
Cuando Gerdie y Finn estuvieron a varios metros del jefe, sus captores les tiraron
de los brazos atados y les dieron una patada en la parte posterior de las rodillas,
obligándoles a arrodillarse.
Mientras observaba a sus dos prisioneros, el jefe cogió un trozo de carne cruda de
una de las jóvenes que estaban a su lado y se lo tragó entero. Las muchachas estaban
menos mugrientas que muchas de las otras mujeres y aún tenían la flor de la juventud.
De hecho, el propio jefe no estaba tan desaliñado como el resto de su mugrienta banda.
Al parecer, su posición de alto rango le ofrecía la recompensa de un baño regular y un
harén comparativamente limpio.
La mirada del jefe se estrechó hacia Finn. Una inteligencia inquieta se movía detrás
de su mirada indagadora.
—¿Y quién eres tú que te atreves a entrar en el territorio de los Bane? —exigió
saber, con su voz resonando en toda la caverna.
—Cinco.
Primero se hizo el silencio. Luego el jefe se rio, una profunda carcajada que hizo
que toda la banda se uniera con cacareos y chillidos.
—¿Eso es todo? ¿Quieres decir que te han exiliado al pedazo de tierra más atroz que
este mundo puede ofrecer por sólo cinco asesinatos? Normalmente hay que hacer más
daño que eso, ¿eh? —se jactó ante su tribu, riendo de nuevo.
—¡Con ochenta casi bastaría! —gritó un interventor desde el fondo, mientras otros
gritaron cifras aún más ridículas.
—Haz algo —murmuró, dirigiendo una mirada preocupada a Sithias, que había sido
acorralado por un grupo de niños amenazantes con palos afilados.
Los gruñidos y abucheos surgieron de la variopinta horda, mientras los que estaban
más cerca de Finn coreaban—: ¡Destrípenlo! ¡Destrípenlo! Destrípenlo.
Impulsado por la sed de sangre que crecía en la muchedumbre, Finn gritó—: Reto a
cualquiera de ustedes a una pelea! —Dirigió su acalorada mirada al bruto que había
recibido demasiados golpes sin defensa—. Si pudiera elegir, serías tú, muñeca.
Empezando por un beso de Glasgow.
La mirada rapaz que Finn le dirigió hizo que el hombre se pusiera rígido.
Tragándose el espacio con su gran altura y circunferencia, el jefe hizo una señal a
sus hombres.
—Yo decido cuándo habrá una pelea. Lleven a los prisioneros a mi guarida.
El torturador de Finn lo abofeteó junto a la cabeza y lo agarró del brazo.
Finn se esforzó contra sus cuerdas, la piel ardiendo cuando los nudos se aflojaron.
Antes de que su captor se diera cuenta de lo que estaba haciendo, su muñeca se soltó y
agarró al hombre por el cuello.
Antes de que pudiera reaccionar, Finn le dio un cabezazo. El dolor que se le clavó
en la frente avivó su furia. Al ver que se ponía rojo, se abalanzó sobre él, mordió el
extremo de la nariz del aturdido hombre y se la arrancó. Soltó a su víctima, que gritaba, y
escupió el bulto ensangrentado. Asqueado por el sabor metálico de la sangre, Finn hizo
una mueca, limpiándose la boca con el dorso de la mano.
Gerdie lo observó con horror. Sin llegar a echar espuma por la boca como un perro
rabioso, era evidente que Finn había perdido la cabeza.
—Vamos —le dijo Finn, con sus ojos verdes enloquecidos y brillantes—. ¿Quién es
el siguiente? Les voy a dar a todos una paliza real.
Sin mirar atrás, llamó a sus hombres—: Cojan sus lamentables huesos y tráiganme
a la muchacha. —Hizo una pausa de un segundo—. Y después de descuartizar a la bestia,
tráiganme esos hermosos cuernos.
Asustada por Sithias, Gerdie se precipitó hacia él, pero alguien la agarró por el
cuello de su vestido, arrastrándola por el aire. Mientras se la llevaban, la multitud
descendió sobre Sithias como una bandada de buitres. Todo lo que ella pudo ver fue su
cornamenta y una batería de palos lloviendo sobre él.
Capítulo28
—¡BÁJAME! —GERDIE GRITABA AL OÍDO DE SU CAPTOR MIENTRAS ÉSTE
la llevaba a través de un laberinto de pasillos oscuros y con corrientes de aire—. Si tocas
mi reno, te mataré...
Apretando su mano áspera y sucia sobre su boca, la miró con su único ojo bueno y
empujó una cortina de pieles que cubría la apertura de una guarida. Una vez dentro,
soltó el agarre y la dejó caer como un saco de patatas.
Señalando con un dedo aceitoso mientras ella retrocedía, gruñó—: Necesitas una
lección de comportamiento, enana. — Al oír un ruido en el pasillo, miró nerviosamente
por encima del hombro y luego volvió a mirarla. —Me ocuparé de ti más tarde.
Sin embargo, fue la joven sentada junto al fuego la que captó la atención de Gerdie.
Sus delicados rasgos hablaban de buena educación, pero estaba claramente perdida en
un mundo propio, representando algún tipo de drama con una muñeca de madera.
Gerdie se puso de puntillas y se arrodilló junto a ella para estudiar la figura tallada en su
mano. Le llegó una sensación de conocimiento. Era Valesca, la hija que había sido
envenenada y empujada a la locura, lo que significaba que la muñeca debía ser la figura
tallada de Bremusa.
—Ahora bien, háblame de tu amigo. ¿Por qué está tan empeñado en hacerse matar?
—dijo, con un tono tranquilo.
—No tengo mucho tiempo. Los nativos querrán desenfundar y descuartizar a este
joven en cuanto se les sacie el apetito con carne fresca, así que tengo que decidir si
merece la pena perdonarle la vida.
Gerdie estudió las amplias facciones del jefe. Su rostro había perdido la severidad
que había mostrado antes, revelando una cualidad suave y desarmante en su expresión y
sus ojos amables, del color de las galletas ligeramente tostadas.
—Uh... es una historia un poco larga, pero el resumen es que ha sido envenenado.
Ha estado oscureciendo sus entrañas desde hace un tiempo.
—Ya lo veo. Sea lo que sea este veneno, es muy potente. El muchacho es
extraordinariamente fuerte... y rápido.
—Oh, no es el veneno lo que lo hace fuerte. Son las runas en su piel. El veneno sólo
lo hace malo.
—Runas, ¿eh?
—Sé lo que son —interrumpió—. Sólo que nunca había visto las runas de la raza de
los Ancianos en un humano. Me dijeron que lo haría algún día, pero casi lo había
olvidado hasta ahora.
—Creo que es hora de despertar al joven chatarrero —dijo, tomando una jarra de
agua y vertiendo su contenido sobre la cara de Finn.
Una cara llena de agua helada fue tan impactante como un puñetazo a mano
limpia. La rabia inmediata se disparó a través de los nervios de Finn y le hizo
abalanzarse sobre el agresor. Cuando no pudo mover los brazos y las piernas, su
temperamento explotó en un intento frenético de romper sus ataduras.
—Te gustaría eso, ¿no? ¿Una oportunidad para desatar esa rabia embotellada
contra personajes tan merecedores como los Bane? No me malinterpretes... no me
importaría nada. Los Bane no son más que unos malditos deshonestos, todos ellos.
Cortarían las gargantas de sus propios hijos si eso significara conseguir el puesto de jefe.
—Se sentó frente a él y se inclinó hacia delante—. No creerías lo que he tenido que hacer
para que me sigan temiendo. Arrancarle la nariz a alguien es un juego de niños
comparado con lo que he hecho para conseguir y mantener mi puesto.
Finn se rio, con un ladrido que sonaba sombrío. Si fuera tan fácil. Sin embargo, una
parte de él que creía desaparecida se aferró al salvavidas que le lanzaban.
Gerdie se puso de pie, apartándose de la chica adicta que hablaba sin sentido,
mirando al jefe con los ojos muy abiertos.
—No somos más que mensajeros. Fue el rey Lortaun quien nos envió —dijo, su
mirada se desvió hacia Finn mientras los cubría a ambos—. Beldereth fue atacado, pero
Bremusa utilizó el poder de la espada relámpago para derrotarlos.
—Fue el scryer quien me dijo que me encontraría con un joven con las runas de la
raza de los Ancianos en su piel y que él sería quien me llevaría de vuelta al trono de
Beldereth.
Finn se tensó contra las cuerdas, el ruido chirriaba en los bordes crudos de sus
nervios.
—Si estás aquí para resucitar a este aspirante a rey, entonces mi hermano debe
estar muerto.
—Gorm lo torturó para conseguir la muñeca —Ella dudó un momento—. Murió sin
decirle dónde estaba.
—¡Oye! ¡Estamos listos para despellejar a ese sarnoso! —Uno de los Bane gritó
desde detrás de las aletas.
—¡Entrégalo!
—¡Aún no he terminado con él! —Rompió un jarrón contra la pared y erizó los
colgajos— ¡Les quemaré los ojos, les cortaré la lengua y me los comeré crudos! —Puso la
oreja en la solapa, escuchando su respuesta en el exterior. Satisfecho, retrocedió y se
dirigió a cortar las cuerdas de Finn, deteniéndose en el último segundo con la espada
preparada—. Si te suelto, ¿tengo tu palabra de que trabajarás conmigo, no contra mí?
—No te quedarás aquí, joven arbolito. Puede que se haya predicho que tú serías el
que me llevaría de vuelta al trono, pero algo me dice que esto va en ambas direcciones.
Tal vez estoy aquí para ayudar a guiarte de vuelta a ti mismo. A veces se necesita un
monstruo para entender a otro.
Finn se burló.
—¿Crees que puedes salvarme? ¿No crees que lo he intentado? No tienes ni idea de
lo que soy capaz —Rudwor le devolvió la mirada con reconocimiento en los ojos, como si
mirara directamente al demonio que se escondía en su interior. Incapaz de soportar el
escrutinio por más tiempo, Finn giró la cabeza, mirando fijamente a sus cuerdas—. He
hecho cosas imperdonables —murmuró con los dientes apretados.
Finn cerró los ojos, preparándose para el corte de acero que le atravesaría el pecho.
En cambio, las cuerdas cayeron de un brazo. Enfadado por no haber acabado con él,
miró con rabia al enorme hombre.
—Bien —dijo Gerdie, interponiéndose entre ellos— ahora que hemos arreglado eso,
tienes que recuperar nuestro reno.
En ese momento, un ratón blanco con alas marrones se precipitó hacia la cámara y
se posó en el hombro de Gerdie.
—¡Oh, menos mal que estás vivo! —dijo ella, sonriendo de alivio—. ¡Y tan lindo!
—Sssería Sithiasss —dijo moviendo su nariz rosada y agitando las alas—. ¡Sssoy el
reno que arrojassste tan insssensiblemente a esssosss lobosss!
—Este ratón es tonto. Se cree que es un reno. O tal vez sea yo el chiflado. Después
de todo, estoy hablando con un ratón nada más y nada menos que... con alas.
—Puedes despellejarlos a los dos cuando termine... ¡si es que queda algo! —bramó
Rudwor. Volvió a meter la cabeza dentro—. Quieren la carne de la joven escuálida y del
mordedor de nariz en lugar del reno desaparecido —Miró a Finn—. Vamos a tener que
salir de aquí escondidos.
—No te enfades. Sólo lo tengo porque me dijiste que se lo quitara a Fate para que
no te siguiera al árbol de la Vieja Madre Grim.
—Lo sé, pero olvidé que lo tenía hasta ahora —dijo ella, con aspecto cabizbajo.
—Espera —dijo Finn, volviéndose hacia Gerdie—. ¿De verdad crees que puedes
hacer algo con él?
—Debería poder. He visto a Oma hacerlo —dijo ella—. El único problema es que
nunca aprendí a deletrear.
—Puedo ayudar con essso —chilló Sithias mientras se escabullía por su brazo,
saltaba y se transformaba de nuevo en forma humana.
—Es una historia larga y extraña —dijo Gerdie, antes de volverse hacia Finn y
tenderle el cuaderno de notas—. Tú deberías poder usar las Palabras de Creación igual
que Oma y Fate.
—¿Qué es todo este alboroto por los libros y la escritura cuando estamos a punto de
ser desollados y hervidos? —Dijo Rudwor, habiéndose recuperado de su shock.
—Gerdie sabe de magia —explicó Finn—. Ella puede escribir un hechizo en este
cuaderno que nos llevará de vuelta a Beldereth sin que tengamos que salir de la
habitación.
—Sí y estoy marrón como el cuero porque Duenthorn es un paraíso tropical —dijo
Rudwor, frunciendo el ceño y mirando a cada uno de ellos—. Hablas en serio —Lanzó un
suspiro de impaciencia—. Pues hazlo rápido, brujita. El infierno está a punto de entrar
por esa puerta.
—Reza por un milagro —dijo Sithias, con una asustada mirada de duda en su rostro
mientras ayudaba a Gerdie a guiar a Valesca hacia la pared trasera de la guarida.
Rudwor le indicó a Finn que se colocara frente a él, al otro lado de la entrada.
Finn golpeó con su hombro al más cercano, haciéndolo retroceder hacia otros
cuatro que se abrían paso hacia el interior. La adrenalina le recorrió mientras avanzaba
más rápido de lo que ellos podían recuperar. La sorpresa se congeló en sus rostros
canosos cuando su espada atravesó la tráquea de un hombre, cortó el esternón de otro,
apuñaló el vientre del siguiente y cortó el brazo del cuarto. Pivotando sobre un pie, miró
por encima de su hombro preparado para golpear de nuevo. A través del chorro de icor,
vio que Rudwor atravesaba con su espada al quinto. Cuando el jefe extrajo la hoja roja,
parecía haber aumentado de tamaño, un gigante que irradiaba una energía salvaje, sus
ojos salvajes y brillantes con una sed de sangre que Finn conocía demasiado bien.
Vestida con una armadura completa, Fate se agarró el casco bajo un brazo para
poder ver el campo de batalla sin obstáculos. Pudo ver cómo un ejército avanzaba con
más fuerza y sed de sangre que el otro. Algo en su interior se estremeció cuando los
cuerpos fueron atravesados por las espadas y la sangre se derramó de un rojo intenso
sobre la blanca nieve. Le habían dicho que esta emoción humana que la debilitaba se iría
después de haber matado por primera vez. Pero Murauda aún no había permitido que
sus guerreras recién nombradas entraran en combate. Insistió en que no estaban
preparadas y que debían aprender estudiando primero cómo luchaban las guerreras
veteranas.
Estar al margen era insoportable. Las fuerzas del viento y el rayo corrían por sus
venas, avivando cada célula, reconstruyendo la matriz de todos sus tejidos, músculos y
huesos en una materia más fuerte y densa. Las energías elementales latían bajo su piel,
palpitaban detrás de sus ojos y golpeaban sus oídos. Todavía se estaba adaptando a sus
sentidos agudizados y veía colores intensos en todo. Al principio se había quedado
fascinada por los detalles más pequeños, observando la lustrosa textura de su montura
de cuero, el brillo de su armadura y las nubes que se reflejaban en su superficie plateada.
Los sonidos se agudizaban y se juntaban, convirtiéndose en un confuso clamor en su
cabeza antes de que aprendiera a filtrar la avalancha y a concentrarse en una cosa a la
vez: la respiración de su caballo, la aterciopelada voz de Murauda. A pesar de lo
emocionante que era la transformación, sin una salida, este nuevo poder estaba
alcanzando un tono febril, instándola a lanzarse a la lucha y a desatar su poderío no
probado.
Fate podía decir que la diosa ya había elegido el ejército que llevaría a la victoria
por la forma en que su mano con guantelete se deslizaba hacia la empuñadura de su
arma. Murauda desenvainó la espada relámpago y la levantó en alto con un grito de
guerra que seguramente se oyó a kilómetros de distancia. Sus aguerridas guerreras
rugieron en respuesta, y sus monturas se alzaron al saltar de la nube de tormenta. Fate
apretó las riendas de cuero, temblando mientras se obligaba a no agitar a su caballo a lo
largo de las corrientes de viento para descender con ellos la empinada pendiente que
desafiaba a la muerte.
Al tocar tierra firme, las guerreras se abalanzaron sobre los ejércitos en guerra,
blandiendo hachas y espadas. La diosa de la guerra se abrió paso en el corazón de la
batalla, incendiando todo lo que tocaba su espada. Al bajar de su gigantesco corcel, se
elevó por encima de los hombres más altos del campo. A pesar de su enorme tamaño,
Murauda se movía con una velocidad y una gracia antinaturales, atravesando las filas de
hombres con un poderoso movimiento de su espada mientras eludía la avalancha de
flechas, lanzas y cuchillas. Era como un fantasma, que desaparecía en un lugar y
reaparecía en otro.
De camino al campo de batalla, se encontraron con una mujer y sus dos hijas, que
Murauda eligió para su ejército. Cuando el marido y el hijo lucharon por salvarlas, la
diosa de la guerra los masacró a ambos. La madre y las niñas habían llorado lágrimas de
rabia hasta que Murauda las tocó con su espada, eliminando toda pena y resentimiento.
Y pequeños rayos crepitantes habían lamido su piel, pero no había habido llamas azules
envolventes ni corazones rojos resplandecientes.
Incluso ahora Fate podía ver la débil luminiscencia de su propio corazón a través de
la coraza de su armadura, algo que faltaba en todos los demás guerreros, excepto en
Murauda.
***
Ya se estaba librando una batalla diferente cuando Fate y sus compañeras
guerreras regresaron al gran salón de Beldereth. El cadáver putrefacto del rey Lortaun
colgaba en un asador cerca de su trono vacante, mientras que la asamblea de hombres
viejos y de pelo blanco vestidos con túnicas eruditas de color púrpura real se reunía
frente al rey muerto. Cada uno de ellos se aferraba a los talismanes de roble que
colgaban de sus cuellos, lo único que impedía que Murauda y sus guerreras los hicieran
pedazos. Su hechicero Gorm, un hombre calvo de ojos oscuros y penetrantes y barba
puntiaguda se enfrentaba a un muchacho de pelo dorado un poco mayor que Fate.
Había otros. Un hombre enorme vestido con ropas primitivas y una joven asustada
que se aferraba a él con una muñeca de madera agarrada en la mano. También había una
niña con una cabeza de pelo castaño encrespado y un gato blanco se paseaba nervioso a
sus pies.
Fate volvió a mirar al niño, que en realidad era más hombre que niño. No estaba
afeitado, era delgado y musculoso, con extrañas runas marcando su sien. Sus
movimientos eran suaves y depredadores mientras miraba con ojos negros sin
profundidad al hechicero. Mientras lo observaba, el rostro sonriente del joven y sus
luminosos ojos verdes pasaron por su mente. En el momento en que trató de captar esa
imagen tan atractiva, se desenfocó y desapareció. Pero el breve vistazo le había hecho un
rasguño en el corazón, un pequeño arañazo que la picó y la sorprendió. ¿Quién era?
¿Alguien de su vida anterior?
De repente se sintió desgarrada, dividida por la mitad. Dos partes de ella luchaban,
una para desenterrar el pasado, la otra para pisotearlo de nuevo. El guerrero ganó. La
unificación con Murauda era lo único que importaba.
Gorm soltó un rayo de luz ardiente de su bastón. El joven esquivó las llamas
ensortijadas con una velocidad asombrosa, al mismo tiempo que aprovechaba algún tipo
de magia de viento para desviar el fuego y enviarlo de vuelta al hechicero. Fate supuso
que debía ser una especie de mago con dominio del aire.
Ser testigo de semejante proeza agitó la energía acumulada en Fate. Apenas pudo
contener su deseo de salir corriendo y desafiar al mago a un combate. Era un enemigo
digno, además de un misterio. ¿Cómo había capturado el poder del aire y lo había hecho
funcionar para él? Sobre todo, porque no parecía correr a través de él como el rayo, el
trueno y el aire corrían a través de ella.
Incapaz de apartar los ojos de él, se encontró caminando hacia delante, y entonces
se dio cuenta de que era la voluntad de Murauda la que movía su cuerpo. Por alguna
razón, la diosa deseaba experimentar esta batalla en particular a través de los ojos de
Fate. Sintió este impulso en todo su ser.
—Lucha contra él —la voz de Murauda resonó en su mente. No era una orden. Era
un desafío.
Fate miró a la diosa que estaba por encima de todos los demás en la gran sala. La
giganta asintió, dándole permiso para proceder.
Eso fue todo lo que Fate necesitó para dar rienda suelta a la feroz energía que se
había visto obligada a reprimir durante todo el día. Mirando al mago a través de las
láminas del visor de su casco, cargó contra él, con la espada desenvainada y el escudo
levantado, cuya superficie vibraba con el viento.
El poder que la invadía se volcó en su espada, encendiendo la hoja con una maraña
de rayos. En cuanto estuvo a una distancia prudencial, apuntó a su pecho y le clavó la
espada. La punta mortífera estuvo a punto de atravesar su carne cuando él desapareció,
apartándose de su camino como un rayo. El peso de la ardiente espada arrastró su
movimiento hacia abajo, golpeando el suelo de mármol y resquebrajando la piedra con el
impacto.
Finn apenas tuvo tiempo de amortiguar la onda expansiva con su propio escudo de
aire. Aun así, la explosión le hizo retroceder varios metros. Sin esperar a que se
levantara, la caballera agarró el hacha de guerra que llevaba atada al muslo y la lanzó. El
hacha azotó el aire, pasando silbando por su oreja izquierda mientras se agachaba y
rodaba hacia un lado.
—¡Fate! —gritó, esperando que ella escuchara el sonido de su voz desde algún lugar
profundo.
Ella se puso en pie de un salto, con la espada levantada y lanzada hacia él. Él desvió
el golpe. Rápidamente, ella esquivó, devolviendo su espada al centro, y sus espadas
chocaron en un chorro de fuego escupido. Mientras se esforzaba por resistir su fuerza
sobrenatural, se preguntaba cómo demonios había sido capturada por Murauda y qué
podía hacer para liberarla de su esclavitud.
—Fate, no soy tu enemigo —dijo manteniendo la voz baja para que sólo ella pudiera
escuchar.
La sintió vacilar ligeramente, pero sólo porque ella había desplazado su peso para
clavarle la rodilla en las costillas. Algo afilado y duro le perforó profundamente. Se
agarró el costado, tambaleándose por el pincho ensangrentado que sobresalía de las
perneras de su armadura, el cálido chorro de sangre que se filtraba por sus dedos.
—No voy a pelear contigo —dijo—. Dejaré que me mates antes de hacerte daño de
nuevo.
Antes de que pudiera preguntarle qué estaba pasando o dónde estaba, su cuerpo se
movió por voluntad propia, forzando la espada que sostenía hacia abajo con una fuerza
asombrosa. El hombro de Finn cayó con un fuerte tirón. Fue entonces cuando vio su
flauta en la mano y un visible chorro de aire que salía disparado en forma de hoja curva.
Mientras su cuerpo giraba en un círculo completo, vio con horror cómo su brazo
apuntaba involuntariamente la hoja de la espada a su cuello. Se lanzó hacia atrás, pero
no antes de que la afilada punta le rozara la mandíbula. Asqueada por el corte que había
hecho, intentó soltar la espada, pero su mano no era la suya. Era una marioneta, incapaz
de impedir que su cuerpo fuera utilizado como instrumento de destrucción.
Ella trató de decir que le oía, pero sus cuerdas vocales estaban bloqueadas.
Un repentino torrente de furia, canalizado por la fuerza tiránica que la controlaba,
fluyó a través de sus brazos, haciéndola blandir la espada. Luchó por el control.
En ese segundo, todas las piezas que faltaban encajaron en su sitio y Fate supo
quién estaba en el asiento del conductor. Murauda estaba en su sangre, en sus músculos
y en sus huesos, anulando sus pensamientos y gobernando todos sus movimientos. Pero
nunca dominaría su espíritu.
Cuando sus espadas volvieron a chocar, lo único que pudo hacer Fate fue mirar
impotente a los ojos de Finn mientras Murauda la hacía embestir contra él. Mientras se
encontraban espada con espada, ella temía por él. Su rostro se volvía más pálido a cada
segundo y la resistencia que ofrecía se debilitaba.
Fate se tensó contra sus ataduras y cada parte de ella se dirigió hacia él.
En ese segundo, algo explotó dentro de Fate, una detonación alimentada por la
rabia protectora y la pura indignación. Finn la quería. Estaba decidida a no dejar que
nada se interpusiera en su camino. Y al diablo con el asunto del robo de cuerpos. De
alguna manera, a través de su conexión con la diosa de la guerra, Fate sabía que podía
convertir esa poderosa energía que la atravesaba en una ventaja. Murauda no lo sabía,
pero había entrado en territorio enemigo.
—Lo has dejado muy cerca, amor —dijo Finn con cansancio, aunque sus ojos verdes
se iluminaron de alivio.
—¿Listo para patear algunos culos inmortales? —Apenas había pronunciado las
palabras cuando un furioso rugido resonó en la sala. Fate se giró y levantó su escudo. La
onda expansiva de Murauda se estrelló contra su brazo y la lanzó contra Finn. Arrojados
hacia atrás, cayeron al suelo y se deslizaron varios metros, hasta descansar cerca de un
hombre corpulento, una joven de ojos salvajes y Gerdie, que sostenía un tembloroso gato
blanco de ojos ámbar.
Gerdie saludó con los ojos redondos mientras miraba la armadura de Fate. Sithias
se mantuvo en su papel y maulló. Luego, de repente, se puso rígido, siseando con el pelo
erizado mientras miraba por encima del hombro de Fate. Miró hacia atrás para ver a
Murauda cargando a través del gran salón hacia ellos.
—Eh, nos pondremos al día más tarde —dijo Fate, intentando parecer valiente, pero
de repente tenía mucho miedo. Una cosa era arrancar a Murauda de su cuerpo y otra
enfrentarse a la deidad de seis metros de altura cabreada.
Desde allí vio cómo Finn dirigía el tornado hacia los viejos estadistas. Los atrapó
como una aspiradora que absorbe motas de suciedad, convirtiéndolos en un cono de
borrosas túnicas púrpuras. Al mismo tiempo, el gran hombre de aspecto primitivo corrió
tras la niña mayor con la muñeca de madera. Ella parecía estar bajo la influencia de
Gorm, porque se acercó al hechicero sin que nadie se diera cuenta, con la figura tallada
en la mano extendida hacia él. Fue entonces cuando Fate recordó la figura de Bremusa y
se dio cuenta de que la chica debía ser Valesca. Con un gruñido salvaje, el enorme
hombre lanzó su daga, incrustando la hoja entre los ojos oscuros de Gorm.
Justo cuando Fate volvió a mirar a Murauda, un atronador chillido que le perforó
los oídos le golpeó con la fuerza de un camión. Aturdida por el dolor que le calaba los
huesos, cayó al suelo y el fuerte impacto de la caída le hizo sentir una nueva oleada de
dolor en cada centímetro de su cuerpo. Luchando por respirar, lo único en lo que podía
pensar era en que estaría muerta ahora mismo si no hubiera sido alterada físicamente
por la energía de Murauda que la atravesaba.
Todavía aturdida y en agonía física, Fate rodó sobre su frente, buscando la espada
relámpago que había dejado caer. Murauda estaba a varios metros, agachándose para
recogerla. A medida que el espacio se cerraba entre la espada y la maestra, finos chorros
de rayo fluyeron entre la empuñadura y su enorme mano. Fate corrió desesperadamente
hacia ella, sabiendo que no tenía ninguna posibilidad en el momento en que Murauda
girara la hoja de relámpagos hacia ella.
—¡Usa la espada para prender fuego al tornado! —gritó Finn por encima de la
cacofonía.
Sorprendida por el nombre, Fate se giró cuando el gran hombre arrojó la maldita
figura tallada de Bremusa al tornado en llamas. Unos chillidos inhumanos y
desgarradores salieron de Murauda, haciendo crujir las paredes.
Fate se unió al asombro, con su mente en estado de shock mientras miraba a Finn.
Pensaba que ya había presenciado el límite de sus poderes, pero esta última
demostración era algo que no podía ni siquiera empezar a comprender. Su maltrecho
cuerpo seguía palpitando de peligro, lo que la dejaba abierta a la inquietud que se
acumulaba justo debajo de la superficie de sus atormentados pensamientos. Su Finn
había vuelto, pero ¿por cuánto tiempo?
Sus ojos se encontraron con los de ella y se mantuvieron a través de la extensión del
gran salón. El corazón de Fate latió más rápido, su preocupación se desvaneció cuando
sintió que ese filamento invisible entre ellos se estrechaba. Corrió, queriendo sólo
sentirlo cerca. Entonces la conexión se rompió, una sensación tan física como la de ser
apuñalada en el corazón. De repente, se encontró de rodillas y doblada por la angustia,
con el pecho ahuecado por un vacío aterrador. El terror la invadió mientras saltaba en el
aire y salía disparada por el gran salón hacia donde Finn yacía desplomado en el suelo en
un montón ensangrentado y quieto como la muerte.
Capítulo 30
—SSSEÑORITA, ¿NO CREE QUE YA ESSS HORA DE QUE TERMINE SSSU DÍA?
Sssé que sssuelesss estar en esssto de ama-amanecer a atar-atardecer, pero la hora e-esss
bassstante tarde inclussso para ti —dijo Sithias, preocupándose de juntar las manos—.
Ni sssiquiera hasss comido bi-bien todavía.
Sobresaltado, Sithias tensó las piernas para evitar que sus rodillas se golpearan.
—¡Me gussstaba essse sssombrero! —Tomando aire para calmarse, alisó la parte
delantera de su jubón de seda—. Te perdonaré por hacer un agujero en mi sssombrero
favorito sssi dejasss essse arco y entrasss ahora mismo. Puede que sssea primavera, pero
el viento de la noche sssigue siendo frío.
Fate salió a la luz de su linterna, con el arco en la mano y el carcaj quitado. Incluso
ahora, después de dos meses de verla así, le sorprendía el antinatural brillo pálido del
fuego bajo su piel y el luminoso resplandor rojo que emanaba de su pecho. Los efectos
persistentes de la espada relámpago de Murauda se desvanecían día a día, pero no lo
suficientemente rápido para él. Fate seguía cambiada y no sólo físicamente.
Sithias respiró aliviado mientras dejaba su arco y sus flechas en la hierba, pero se
detuvo a medio camino cuando sacó su espada.
—Oh, por-por favor. ¿Qué puedesss hacer con essso? Tusss com-compañerosss de
lucha essstán todosss en la cama ya.
Ella se movió con una elegancia mortal hacia él, con su espada cortando el aire con
una rápida precisión.
Fate deslizó la hoja junto a su oreja, agitando su cabello y sacudiendo sus nervios.
—No —respondió ella, con su evidente decepción en la forma en que clavó la espada
en el suelo.
—Sabes por qué estoy haciendo esto. Tengo que estar preparada para Mugloth.
Sólo que nunca pensé que tendría que esperar tanto.
Los hombros de ella bajaron y por un segundo él vio a la chica vulnerable a la que
había cogido tanto cariño.
—Sí, pero es la espera lo que me esá matando. Ya no tengo ninguna paciencia. Esta
energía dentro de mí no deja de acumularse. No puedo quedarme sentada. Tengo que
hacer algo al respecto o empiezo a perder el control.
—No te sssientesss asssí ahora, ¿verdad? —dijo él, encorvando los hombros en
señal de alarma—. La úl-última vez que te desssencajaste, desssa-desssaparecissste
durante tresss dí- díasss y volvissste cubierta de...
Él tragó saliva.
Evitando su expresión severa, él dejó caer su mirada hacia una pequeña arruga en
su manga de seda y se puso a trabajar para alisarla. Pero estaba cansado de eludir el
tema. Se aclaró la garganta, se armó de valor y la miró directamente a los ojos.
—Ssseñorita, no podemosss ssseguir ignorando que ha desssaparecido durante
tresss díasss enterosss sssin recordar nada. Y tú ropa essstaba manchada con la sssangre
de otra persssona... y tú volvissste con eso —dijo, señalando el collar con una fina barra
de oro que se apoyaba en la luz escarlata de su corazón.
—¿Intentas torturarme? ¿No crees que lo he pensado mil veces? No sé dónde fui, ni
qué hice, ni a quién pertenece esto.
Al ver el brillo de las lágrimas en sus ojos, a él también le dieron ganas de llorar.
Sacó su pañuelo y se sonó la nariz.
—Por el momento.
Sithias negó con la cabeza, sabiendo que el verdadero problema era lo mucho que
echaba de menos a Finn. Si él estuviera aquí, todo sería muy diferente.
***
La luz del sol golpeó las vidrieras, esparciendo motas de luz de color zafiro y rubí
sobre la cama de Fate. Se despertó con la sensación de que algo era diferente en el día,
aunque no había nada que indicara algo fuera de lo normal. Desde su conversación con
Sithias unos días antes, había hecho planes para ir a cabalgar y cazar faisanes, un
bienvenido alejamiento del entrenamiento intensivo al que se había sometido con las
guerreras más experimentadas de Beldereth. Había establecido profundos lazos con ellas
y estaba deseando reunirse con sus nuevas amigas.
Incluso ahora debía tener cuidado. Los momentos de tranquilidad como éste eran
peligrosos e inevitablemente la hacían pensar en el sublime momento en que Finn le
había dicho esas tres palabras mágicas. Pero la grave herida que le había infligido justo
antes de que le declarara su amor siempre estropearía ese recuerdo tan especial. Se le
hizo un nudo en la garganta de dolor. Si pudiera borrar el trauma de aquella aterradora
sensación de vacío cuando él había caído y la sangre de su vida se había esparcido por el
suelo de mármol.
Rudwor había trabajado rápidamente para curar la herida, llamando a los mejores
sanadores de Lortaun para que lo atendieran. Hicieron todo lo que pudieron por Finn
mientras éste estuvo durante días a las puertas de la muerte. Ella había permanecido a
su lado mientras él dormía, un sueño profundo sólo interrumpido por pesadillas de las
que nunca despertaba del todo.
Luego, una tarde, entró en su habitación después de un breve descanso, sólo para
encontrarlo desaparecido. Su llanto desconsolado había resonado en los pasillos,
atrayendo a los sirvientes de todas partes. Intentaron explicarle, pero ella estaba
inconsolable. Cuando Sithias se enteró de lo sucedido, fue el único al que quiso escuchar.
Sospechó que el pequeño lingote de oro podría ser la Vara. Gerdie había hablado.
Pero, por alguna razón, no se atrevía a mostrársela y preguntarle. No podía quitarse de
encima el temor de que Gerdie quisiera quitársela, especialmente si sabía cómo había
llegado a sus manos. Ya era bastante malo que Sithias hubiera estado en su habitación
cuando ella regresó con el collar en ese estado sangriento. Cerró los ojos, deseando poder
olvidar la espada incrustada de sangre, la ropa salpicada de un rojo intenso y las manos
cubiertas como si las hubiera mojado en pintura. A veces sentía la horrible pegajosidad
entre los dedos y todavía no podía mirarse en el espejo sin ver la salpicadura arterial
cubriéndole la cara.
Pero por mucho que se le retorcieran las tripas de vergüenza, el dolor no era
suficiente para que se quitara el collar. Desde el momento en que empezó a llevarlo, la
enloquecedora tensión que siempre se acumulaba en ella no era ni mucho menos tan
grave. El pequeño lingote de oro tenía un efecto calmante que ella necesitaba
desesperadamente y al que no estaba dispuesta a renunciar. Sólo deseaba que su
influencia eliminara el sentimiento de culpa.
Era una tortura no saber por qué se había ido durante tres días enteros sin recordar
a dónde había ido o qué había pasado. ¿Era realmente capaz de derramar tanta sangre?
O'Deldar le había dicho que tendría las manos manchadas de sangre y que debía intentar
no centrarse en lo que estaba bien o mal mientras caminaba por un sendero de ortigas, o
palabras por el estilo. Se estremeció, muy perturbada por su mensaje profético. ¿Cómo lo
había sabido? ¿Había visto algún tipo de mancha negra en su alma?
Agarrándola por la cintura, se elevó mientras la hacía girar sobre el espacio. Por un
segundo se preguntó si estaba soñando, pero la sensación de sus brazos alrededor de ella
era demasiado real. Se dejó llevar por el momento, absorbiendo el aroma masculino de
su piel y el cálido olor de su abrigo de cuero. Cuando se fundió con él, se sintió
felizmente tranquila. Cuando él la volvió a dejar en el balcón, ella colocó las manos a
cada lado de su cara, observando cada detalle: el robusto color de su piel, sus labios
húmedos y el verde de sus iris, brillantes por la excitación. No había ni rastro de
agitación interior en sus ojos. Parecía liberado de la oscuridad contra la que había estado
luchando. A todas luces, la convalecencia forzada de Rudwor había obrado milagros.
—En eso estoy —Su mirada recorrió cada curva de su rostro—. Que me dieras una
cornada en las costillas fue probablemente una de las mejores cosas que me han pasado.
—Te lo contaré todo, esta noche —dijo con la voz baja y ronca. Cuando sus labios
rozaron su mejilla, ella cerró los ojos, esperando un beso, pero él la soltó.
—Tengo algunas cosas que arreglar, amor. No te preocupes, no me voy lejos —dijo
mirándola con una sonrisa traviesa.
Demasiado aturdida para hablar, lo vio reunirse con Rudwor en medio del jardín y
alejarse en dirección contraria.
Deteniéndose cerca de la barandilla, Fate enfocó a Gerdie que subía las escaleras
con Valesca. No se habían visto mucho en los últimos meses. Fate había estado ocupada
entrenando, mientras que Gerdie, que se había encariñado con la princesa adicta, había
estado trabajando con los curanderos, remitiéndose al cuaderno de su abuela para
combinar la magia con los tratamientos a base de hierbas. Habían hecho algunos
progresos. Últimamente, Valesca parecía menos absorta en su mundo imaginario.
—Estoy bien. Mejor que bien. Finn ha vuelto —dijo Fate sin aliento y su emoción
aumentó a medida que la realidad de su regreso se asentaba.
—¿Qué aspecto tiene? —preguntó cuando Fate pasó junto a ella y bajó las escaleras.
—Estaba perfecto —murmuró ella, flotando a unos centímetros del suelo mientras
se movía lentamente en ninguna dirección en particular.
***
Cuando Fate entró en el jardín privado, a Finn se le subió el corazón a la garganta.
Vestida con un elegante vestido de satén dorado, eclipsaba la brillante llama cobriza del
cielo del atardecer a su espalda. Por mucho que hubiera luchado contra ello, había
pensado en ella durante todo el tiempo que había estado fuera, sin evitar alimentar cada
recuerdo de ella. Pero sus recuerdos palidecían miserablemente en presencia de esta
visión que tenía ante sí. Y ahora, con la energía de la diosa que la iluminaba por dentro,
se había transformado en una criatura de otro mundo que le resultaba aún más
fascinante. Lo que hizo que lo que tenía que decirle fuera mucho más difícil de lo que
esperaba.
Tragó saliva, dejando para el final esa parte de sus planes nocturnos. Era
importante que primero encontraran un terreno cómodo. Dio un paso adelante y le
tendió el brazo.
Fate sonrió con nerviosismo y su mirada recorrió la elaborada mesa puesta para
dos, los farolillos de papel que colgaban de los árboles y los sirvientes que estaban
presentes.
—Nada, amor —dijo, desviando rápidamente la mirada hacia las copas de los
árboles. Odiaba mentirle. Rudwor le había advertido que era demasiado pronto para
estar a solas con ella. Debería haberle hecho caso, pero echarla de menos se había
convertido en un dolor físico que ya no podía soportar. Dios, quiero abrazarla.
—Esto es bonito, pero realmente no tenías que tomarte todas estas molestias —dijo
ella con un tono incómodo—. Hubiera sido perfectamente feliz con sólo pasar el día
contigo.
Finn forzó su mirada hacia ella. Estaba sentada frente a la puesta de sol. El tono
otoñal de la luz del cielo hacía más intenso el color marrón rojizo de sus ojos, mientras el
viento se agitaba en su pelo, agitando las hebras onduladas cerca de su boca tentadora.
Se sintió impresionado por su belleza, indefenso una vez más.
Tenía que hacer algo o perdería el control por completo. No la mires a los ojos.
Dejando caer su mirada hacia su garganta, miró fijamente su collar, siguiendo la cadena
hasta la delgada barra de oro que descansaba sobre el radiante centro de su corazón.
Tragó saliva cuando lo reconoció.
—Porque eso es lo que es. Y la última vez que la vi, O'Deldar la llevaba.
—¿Tienes idea de lo que es la Vara y del tipo de poder que desatará en el Orbe?
—Gerdie me dijo que todo lo que había sido creado por el Orbe estaba incompleto
sin la Vara. ¿Lo sabías? —dijo ella con el calor volviendo a sus mejillas como una fiebre
repentina.
—Creo que esa es la razón por la que no has podido superar la influencia del veneno
—dijo ella, apurando su pregunta—. Podemos curarte con la Vara. Podemos hacer que te
recuperes.
Él negó con la cabeza. Lo que decía no tenía sentido. ¿El hechizo de Brune se había
apoderado de ella de nuevo?
—Fate, ¿sabes dónde estás? —le preguntó, buscando en su rostro esa reveladora
mirada vacía.
—¿Hablas en serio?
La última vez que él la había visto bajo la influencia del hechizo, había estado
completamente fuera de combate. Sin duda, en ese momento estaba presente.
—Es hora de que sepas que Brune te ha tenido bajo un hechizo todo este tiempo.
Por eso estás aquí. Te envió al Libro de las Fábulas para conseguir esa Vara.
—Por supuesto que no. La última vez que vimos a O'Deldar, te volviste
completamente loca cuando él nos mostró la Vara. No eras tú. Estuviste a punto de
atacarle para conseguirla, pero te sometió y te dio un antídoto para el hechizo de Brune.
Sé que debería habértelo dicho, pero en ese momento me pareció prudente no hacerlo. —
Una sensación de náuseas palpitó en sus entrañas mientras se inclinaba hacia delante—.
¿Cómo te las arreglaste para conseguirlo de él?
—¿Por qué no me lo dijiste? —espetó ella—. ¿No crees que tenía derecho a saber
que me están utilizando? Que me han hecho hacer cosas horribles e imperdonables... —
La ira en sus ojos se encendió sólo por un segundo. Una mirada atormentada de
culpabilidad se había instalado.
Su rostro enrojeció mientras el rápido latido de su corazón ardía con fuerza detrás
de su esternón.
—Yo... usé mis Palabras de Creación —dijo ella, apretando los labios a la defensiva.
Él se dio cuenta de que estaba mintiendo, pero no quiso insistir. Obviamente, ella
no estaba preparada para confesar la verdad todavía. Él entendía esa clase de angustia.
—Supongo que ahora esperas que te la devuelva —dijo ella en tono desafiante.
—No, ahora tienes que conservarla. Lo que hizo O'Deldar para interrumpir el
hechizo ya no funciona. Dijo que morirías intentando conseguir la Vara.
Agarrando el collar, se dejó caer contra el respaldo de su silla, las líneas estresadas
de su rostro se suavizaron con el alivio.
—No hay que preocuparse por eso. Brune no va a recibir nada de mí más que una
patada en el culo por todo lo que me ha hecho pasar.
—Sí, se lo merece —aceptó él, aún sin acostumbrarse a esta nueva actitud dura.
—Gracias, amigo —dijo Finn, haciéndole un gesto para que dejara el primer plato y
haciendo una señal para que los sirvientes los dejaran comer en privado.
—¿Hay alguna razón por la que no hayas podido pasar el día conmigo después de
haber estado separados durante dos meses?
—Eh, sobre eso —dijo él, sorprendido por su franqueza. Otro cambio al que tendría
que acostumbrarse—. Esperaba hablar de eso más tarde en la noche, pero...
Él se movió en su silla, sintiendo su tensión fluyendo hacia él. El escudo que había
aprendido a poner a su alrededor para no ser una esponja de sus emociones se iba
diluyendo cuanto más tiempo estaba cerca de ella. Rápidamente visualizó los Símbolos
Soberanos que le habían dado los monjes y respiró con más tranquilidad mientras el
escudo volvía a su sitio. Apoyando los codos en la mesa, sonrió, aunque un poco forzado,
para ayudar a tranquilizarla.
—No —él se apresuró a decir. El recuerdo de aquella terrible noche volvió de golpe.
La vergüenza nubló su mente, haciéndole perder la concentración—. Admito que la pura
conmoción de volver a descubrir mis orígenes hizo que fuera más fácil ceder a la
oscuridad.
—Esa nunca fue mi intención —dijo ella mientras las lágrimas llenaban sus ojos—.
Es que parecías tan perdido en ese momento con tu memoria desvanecida. Sólo quería
ayudarte a encontrar un poco de paz en algo que te resultaba familiar. Nunca quise
empujarte más a las garras del veneno.
—Lo sé, amor. Y necesito que sepas que cada cosa despreciable que dije e hice
aquella horrible noche no fui yo. Era esa cosa dentro de mí que se alimentaba de la
desesperación que sentía por no ser real, por no saber qué era o a dónde pertenecía.
—Sé que esa noche no eras tú y no te culpo por lo que pasó. Tienes que saber que
eres más real de lo que jamás imaginé. Y en cuanto al lugar al que perteneces... me
perteneces a mí.
Ella alcanzó el otro lado de la mesa, tocando las puntas de los dedos de él con los
suyos. Una corriente eléctrica corrió entre ellos. Fue todo lo que él pudo hacer para no
tirar la mesa a un lado y tomarla en sus brazos.
—Finn —dijo ella sin aliento— no tienes ni idea de lo doloroso que fue para mí
escribir sobre ti todos los días durante todos esos años: la única persona con la que
quería estar más que nada. ¿Enamorarme más profundamente de ti y no poder tocarte,
hablarte y que me respondieras? Era una locura.
Se agarró a los lados de la mesa, luchando contra la oscura presencia que volvía a
asomar su fea cabeza negra. Llevaba tanto tiempo esperando que ella se abriera a él y
ahora que desnudaba su alma como nunca, no podía arriesgarse a hacer un solo
movimiento en su dirección por miedo a lo que pudiera hacer. Su necesidad de estar con
ella, piel con piel, alma con alma, era abrumadora.
Ella se quedó quieta, esperando que él dijera algo, que hiciera algo. La mirada
esperanzada y expectante de sus ojos lo mató.
—Dios sabe que sólo deberías albergar odio hacia mí y te agradezco que no lo hagas
—dijo él con los ojos cerrados mientras retiraba su conciencia hacia adentro y se
concentró en el discurso que había ensayado cientos de veces en su cabeza—. Y en cuanto
a mis orígenes, ya no importa. Ahora estoy aquí, y es lo que hago a partir de este
momento lo que define quién y qué soy. Rudwor me ha ayudado a darme cuenta de ello.
Mi tiempo con él ha sido un verdadero regalo. Ha sido como el padre que siempre deseé
tener. Me ha ayudado a lidiar con la culpa y la vergüenza que me han estado comiendo
vivo. Y sin la guía de los monjes de Almsdeep, no sabría cómo contener la oscuridad —
Miró al cielo oscuro, evitando su mirada—. No tienes idea de lo cerca que estuve de
perder la batalla. Estaba dispuesto a quedarme con los Bane, a convertirme en uno de
ellos si no me mataban antes. Sentí que era todo lo que merecía después de lo que te
hice.
Sintiéndose más fuerte ahora, la miró. Ella miraba su regazo, con la frente arrugada
por la decepción. Odiaba decepcionarla. Pero prefería que se enfadara con él a que
volviera a ser maltratada por sus manos.
Cuando ella rodeó la mesa, él se levantó tan rápido que su silla se cayó. La agarró
por la muñeca.
—Esta es tu elección, Finn, no la mía. Pero no puedes esperar tener las dos cosas.
Aun así, ella lamentaba haberle cerrado la puerta, pero lo que más le dolía era que
él la hubiera dejado cerrada. Varios días después de aquella noche desastrosa, él le envió
una nota. Ella la abrió, esperando un cambio de opinión, o al menos algún indicio de que
él la echaba de menos tanto como ella a él. Pero había sido un mensaje impersonal que
decía que estaría listo para pasar a la siguiente fábula después de la coronación de
Rudwor en un mes.
Después de eso, Finn pasó sus días con Rudwor. Al principio ella se sentía
miserable por la pena, pero a medida que pasaban los días, la ira se apoderó de ella,
desencadenando la insoportable acumulación de energía. Volvió a su entrenamiento
como nunca antes. El combate, el tiro al blanco y el combate cuerpo a cuerpo agudizaron
su mente y fortalecieron su cuerpo, pero no hicieron nada para reconstruir su corazón
roto. Cada vez que veía a Finn, ya sea de lejos o en alguna cena, su actitud
despreocupada no hacía más que aumentar su dolor. En apariencia, él parecía estar
contento con la distancia que los separaba.
***
La noche de la coronación llegó por fin. Fate quería llevar algo que a Finn le
pareciera absolutamente irresistible, así que cuidó cada detalle de su vestido con la
ayuda de Sithias. Juntos diseñaron un vestido de color crema que la envolvía como si
fuera nata montada. Tuvo que reescribir la descripción del corpiño varias veces antes de
que él estuviera de acuerdo con que el cosido con perlas lustrosas y el escote redondo
serían lo mejor. Luego decidió que debía llevar el pelo largo hasta la cintura y trenzarlo
sin apretar con un mechón de fragantes gardenias. Con ese toque final, le hizo un gesto
de aprobación con los ojos llenos de lágrimas, considerando que su creación era celestial.
A él le gustaba especialmente que el vestido restara importancia a sus nuevas cualidades
“masculinas”.
Durante la coronación, Finn se colocó junto a Rudwor con todo su esplendor: la
tradicional falda escocesa de tartán negro y gris de Beldereth y la chaqueta de color
carbón adornada con botones plateados con el escudo real. Para sorpresa de Fate, el
nuevo rey le otorgó el puesto de Primer Caballero. Como no sabía nada de esto, los
observó desde su banco, varias filas más atrás, incómoda por cómo Rudwor lo miraba
como un padre orgulloso.
Después de la coronación hubo un gran banquete. Se sentó frente a Finn, pero tres
asientos más abajo. Evitando que su mirada se encontrara con la de él, hizo todo lo
posible por conversar alegremente con quien pudiera. Le daba a probar su propia
medicina amarga y lo dejaba helado, pero se volvía loca preguntándose si él se daba
cuenta.
Cuando empezó el baile, se dio por vencida y lo miró. Su silla estaba vacía. Cuando
lo vio en la pista de baile con Meara, una hermosa rubia de ojos azules que había sido
una de las muchas jóvenes a las que Murauda había hecho guerrera, una tensión
insoportable le quitó el aire de los pulmones. Finn abrazaba a Meara y le susurraba al
oído.
Era evidente que había seguido adelante, una certeza que fue solidificada por un
flujo constante de mujeres que lo mantenían bailando durante toda la noche. Fate sabía
que había escasez de hombres disponibles en Beldereth, pero las mujeres se sentían
atraídas por él como polillas a la llama y ni siquiera se molestaba en fingir que él quería
su compañía. Incluso Sithias estaba ocupado en la pista de baile, pero al menos encontró
un momento para escabullirse y sacarla para que se uniera a él.
—No necesita hacerlo —Al ver que Sithias no la creía, dijo—: Supongo que siempre
supe que sería así, pero esperaba que tal vez me eligiera a mí después de liberarlo.
—Utilicé mis Palabras de Creación para liberar a Finn de esa fusión mental vulcana
que tenemos entre nosotros. Él necesita ser el creador de su propia vida y elegir a quién
amar sin estar mágicamente esposado a mí.
—Oh, ya ve-veo...
Incapaz de enfrentarse a la verdad por más tiempo, Fate dejó caer su frente contra
su hombro.
Antes de que él pudiera decir otra palabra, ella salió corriendo del salón de baile.
***
Finn se quedó mirando los vericuetos y nudos de la pesada puerta de madera,
repentinamente congelado por la incertidumbre. Llevaba todo el mes trabajando para
llegar a este momento, meditando, leyendo textos sagrados y manteniendo sin falta sus
rituales de purificación. Rudwor confiaba en que estaba listo para ponerse a prueba, para
ver si podía permanecer íntegro, como lo llamaban los monjes, en presencia de Fate.
Pero ¿y si fallaba? Giró ligeramente la cabeza, viendo los pies de las guerreras que se
habían apostado a ambos lados de la puerta. Estaría a salvo si ocurría lo peor. Eran ocho
de los mejores de Beldereth.
—¿Finn? —No había nada guardado en sus ojos, todas sus defensas estaban bajas.
—¿Por qué te fuiste? —preguntó él, incapaz de levantar la voz por encima de un
áspero susurro.
Tragando en seco, lo soltó y se agarró al otro lado de la puerta. Fue todo lo que
pudo hacer para no descender sobre ella en un arrebato de pasión ciega.
—¿Olvidaste que nos vamos mañana para ir a la última fábula? —preguntó él, la
angustia de dejar Beldereth despejando un poco su mente.
Forzando su mirada hacia la ventana, observó la luna llena que rozaba los lejanos
picos de las montañas.
Él dejó caer su mirada de nuevo hacia ella. Atraído por la impotencia, agachó la
cabeza y se inclinó hacia ella.
—No debería —Ella le soltó una de las manos de la puerta—. Sólo estar conmigo.
Nada más.
Él se puso rígido, afectado por el miedo, pero incapaz de obligarse a salir.
Ella sonrió.
—No voy a morder. Al menos no mucho —dijo ella, con una luz traviesa en los ojos.
—No tiene gracia —murmuró él, apretando con fuerza y rapidez la explosión de
calor que le recorría.
—¿Puedo... puedo ver la cicatriz? ¿La que te hice? —La jovialidad había
desaparecido de su voz.
—Por favor, quiero verla —Cambiando su peso, se levantó sobre sus rodillas,
desabrochando su chaqueta con manos temblorosas.
Él apretó los dientes, luchando contra la ola de abandono sin sentido que le
invadía. Cuando le retiró la camisa, sus dedos rozaron su piel. Temblando bajo su
contacto, se agarró al poste de la cama tallado, apretando hasta que le dolieron los
dedos.
Al oír un pequeño jadeo, miró hacia abajo. La vergüenza le calentó la cara mientras
miraba la cicatriz. Estaba completamente curada, pero seguía siendo una roncha gruesa
y dura.
—No te preocupes por eso —dijo él. Le pasó la mano por el pelo y le besó la parte
superior de la cabeza, con el único deseo de aliviar su sentimiento de culpa—. Como he
dicho, es lo mejor que me ha podido pasar. Lo mismo ocurre con los demás.
—Tienes razón, nunca lo hice —dijo él, relajándose lo suficiente como para sentarse
junto a ella. Hablar era justo la distracción que necesitaba.
Ella se acercó, metiendo las piernas bajo el camisón y tirando del dobladillo hasta
los dedos de los pies, como probablemente lo hacía cuando era una niña. Sintiéndose
más cómodo, se acomodó contra las almohadas, estirando las piernas hacia delante y las
manos detrás de la cabeza mientras describía el ataque del glotón y el significado
subyacente del sacrificio final del animal.
Fate escuchó absorta. Cuando terminó su historia, ella señaló la débil cicatriz que
Tove le había marcado en la piel la noche en que lo encontró en el túmulo de los trolls.
—Es una runa de purga —dijo él pensando en Tove. Por un breve momento volvió a
estar en el Bosque de Huesos Retorcidos, recordando aquella época sencilla y pacífica—.
Se quema en la piel para eliminar lo que el cuerpo necesita para curarse; en mi caso, el
veneno. Por supuesto, no funcionó en mí —Se sumió en el silencio, con esa carga siempre
presente que lo agobiaba.
—¿Aún la amas?
—Sí —dijo al fin— todavía la amo, pero no de la manera en que te amo a ti.
—Sé que no es lo que quieres oír, pero no es tan sencillo como apretar un botón
para apagar mis sentimientos por Tove. Tienes que entender que ella me lanzó un
salvavidas cuando estaba al borde de la muerte y me sacó de ella como una persona más
fuerte y sabia. Estaré siempre agradecido con ella y Grysla por eso.
—Sí, lo hice. Ella no es como nadie que haya conocido. No es de nuestro mundo, y
sin embargo está conectada a todo lo que la rodea de una manera extraordinaria —Fate
se puso en pie de un salto y habría saltado del extremo de la cama si él no la hubiera
agarrado instintivamente por la cintura. Ella forcejeó contra él mientras él tiraba de ella
para que se sentara a su lado—. No, Fate —dijo él, rodeándola con sus brazos y tocando
su frente con la de ella— tú me lo has dado todo. Puede que Tove me haya salvado la
vida, pero tú me diste la vida. Soy quien soy gracias a ti.
Ella se quedó quieta entre sus brazos.
—Decirte esto es algo que debería haber hecho hace mucho tiempo —continuó —
sólo porque me ha llevado un buen tiempo darme cuenta de ello. Pero ahora que lo he
hecho, sé que es la razón por la que estamos tan profundamente conectados. Somos
parte del otro, dos mitades de un todo...
—Por nada —dijo ella demasiado rápido, señal inequívoca de que no le estaba
contando todo.
—¿Qué pasa?
—Es que... si te sientes atraído por mí por encima de la incomparable Tove, porque
como dices, yo soy tú y tú eres yo, hace que todo esto sea un poco narcisista. ¿No crees?
—No es así y lo sabes. Fate Floyd, escritora extraordinaria, puede haberme dado el
material del que estoy hecho, pero ahora soy mi propio hombre. Cada día que pasa, me
convierto en algo más de lo que tú me hiciste —Hizo una pausa, rozando con el dorso de
la mano un lado de su rostro, tan hermoso a la luz lechosa de la luna—. Y yo soy alguien
que te encuentra absolutamente cautivadora.
—¿De verdad?
—Sí, entonces sabes que es como un pedazo de mi corazón. Así que no digas que
no.
—Nuestro nudo siempre ha estado atado y nunca se ha deshecho —susurró él, con
la garganta apretada por la abrumadora alegría. Ella es mía. Sonriendo, la acercó y se
recostaron en las almohadas.
—Esto es bueno.
***
El sol de la mañana brillaba a través de la ventana, despertando a Finn. Abrió los
ojos con pánico, temeroso de lo que podría haber hecho tras perder el conocimiento.
Cuando vio que Fate seguía acurrucada contra él y dormía plácidamente, se relajó,
agradecido de haber conseguido permanecer entero durante la noche. Volvió a hundirse
en la almohada cuando el recuerdo de lo que habían compartido lo inundó de paz.
Habían sanado muchas cosas entre ellos. Se habían unido en corazón y mente. Y por
muy tentador que fuera hacer el amor cuando las palabras ya no podían expresar lo que
sentían el uno por el otro, había tenido que contenerse. No podía arriesgarse a bajar la
guardia hasta ese punto. Todavía no. Fate lo había entendido, pero eso no había
impedido que se desbordara el crudo deseo en ella. Se había inundado de él, una forma
agridulce de tortura para él. Había tenido que recurrir a todas las disciplinas que había
aprendido de los monjes para mantenerse a raya... y aún lo hacía.
El feroz anhelo que había retenido durante toda la noche estalló de repente,
despertando la oscuridad dormida con una velocidad aterradora. Sintiendo que se
desenrollaba como una serpiente lista para atacar, se tambaleó y salió corriendo de la
habitación.
***
—¿Realmente creesss que todo esss-essso esss necesassrio? —preguntó Sithias. Iba
vestido con un traje de viaje de tweed y llevaba una bolsa de cuero llena hasta el borde
con sus obras recién escritas—. Parecesss preparado para la guerra total.
—Se llama armada hasta los dientes y quiero estar preparada para todo —dijo Fate
mientras deslizaba la última de sus seis dagas en la correa que llevaba en el muslo. Con
su habitual armadura de cuero, llevaba su espada ceñida a la cintura, una pequeña
ballesta y un carcaj atados a la espalda. Una capa con capucha ocultaba su arsenal,
pensando que no era prudente anunciar sus armas a los habitantes de la próxima fábula
con su llegada.
—Es de Finn.
—Ah, todo esee-eseetá bien entonceees. Por cierto, ¿dónde eees-eeestá? Pensé que
ya estaría aquí.
Después de esa increíble noche con Finn, el despertar sola había sido muy duro.
Pensó que todos los muros entre ellos se habían derrumbado. Habían hablado de todo
bajo el sol, la luna y las estrellas. Habían corregido malentendidos, compartido
confesiones alegres y dolorosas, admitido miedos, impartido lecciones y soñado con el
futuro. A pesar de que la había vuelto loca de deseo al acostarse junto a él sin siquiera un
beso, había logrado controlarse. Saber que la amaba y tenerlo cerca había sido suficiente.
Había confiado en que estaba muy cerca el momento en que podrían abandonar todo el
miedo y fundirse el uno en el otro.
—Siento llegar tarde. Me costó mucho trabajo acostar a Valesca. No le gustan las
despedidas, pobrecita —Ella miró alrededor de la habitación—. ¿Dónde está Finn?
—Buena pre-pregunta —dijo Sithias, golpeando el dedo del pie con impaciencia.
—Eh, pasa —dijo, con el corazón desbocado al ver que Finn no estaba detrás de él.
—Te alegrará leer que el futuro de Beldereth parece brillante —dijo ella,
manteniendo una expresión neutra para ocultar su pánico y confusión. Nunca dejaría
que Rudwor la viera alterada, por muy nerviosa que estuviera en ese momento. Pasó las
gruesas páginas del libro a La Espada del Relámpago. Mientras él leía la historia, ella se
paseaba, mordiéndose el labio inferior.
—¿Qué es esto? —bramó de golpe— ¿Por qué nadie me habló de esta traición?
Ella se sobresaltó. Su voz tenía una forma de penetrar hasta los huesos.
—¿Qué traición?
—Aquí dice que el scryer real lo manipuló todo —Su rostro estaba rojo y se volvía
púrpura—. ¡El traidor se volvió contra mi hermano!
Fate se encontró de frente con su furiosa mirada, sin evitar encogerse de hombros
despreocupadamente.
—Lo siento, supongo que fue un descuido. —Miró a Sithias, que movía la cabeza en
señal de advertencia.
—¿Dónde está?
—Le dije que esperara hasta que leyera la última fábula para mí.
—¿Por qué?
—Entonces puedes ver que necesito la ayuda de Finn tanto como él necesita la mía
—El temblor en su voz traicionó su repentina falta de convicción.
—No, él no será de ninguna ayuda para ti. En cuanto esté en esa isla, estará
directamente bajo la influencia de Mugloth. Y luego estás tú, confundiendo sus sentidos.
Lo único que conseguirás es que lo maten —Rudwor se dirigió hacia la puerta. Tenía la
mano en el pomo de la puerta cuando se detuvo para mirarla—. Estoy seguro de que
puedes ver la sabiduría en esto. Y si le amas tanto como creo que lo haces, te despedirás
sin rechistar.
Fate miró fijamente al rey. Estaba tan enfadada que no podía hablar. Se dirigió al
Libro de las Fábulas y volvió a pasar las páginas hasta el final de La Espada del
relámpago. Ojeó el último pasaje antes de volver a dirigir su acalorada mirada a Rudwor.
—Ahora que tu decisión está tomada, será mejor que leas el último párrafo antes de
irte.
Él la miró con dureza sin moverse. Ella supuso que se iría, pero él la sorprendió
volviendo al libro y leyendo el pasaje en voz alta.
—Beldereth disfrutó de buena fortuna durante un tiempo, pero el linaje del rey
Lortaun estaba destinado a ser maldecido por la profecía del scryer. El campeón del rey
Rudwor, el Primer Caballero, fue tocado por un mal que ennegreció su corazón.
Beldereth volvía a tener un enemigo dentro de sus muros, un enemigo que dejaría el
reino en ruinas para siempre.
—Tu decisión de que Finn se quede ha cambiado tu destino y el mío —dijo Fate —.
Ahora estamos todos condenados.
Todos se volvieron para ver a Finn. Estaba de pie, con los hombros erguidos y una
postura amplia, con la mirada dirigida a Rudwor. Había una mirada desafiante en sus
ojos, aunque medida con respeto mientras entraba en la habitación.
El alivio surgió en Fate. Era evidente que Finn había decidido unirse a ella.
—Sé que no debería haber presionado tanto para que te quedaras. Estaba siendo
egoísta. Te has convertido en el hijo que siempre quise y me duele mucho verte partir.
Su sinceridad se derritió a través de su ira como el calor del sol en las ramas
heladas. Por primera vez pudo ver por qué Finn lo admiraba tanto y le rompió el corazón
que tuviera que dejar a ese hombre que se había convertido en su padre.
—Tienes un hogar aquí, joven arbolito. Siempre —Su mirada llorosa pasó por
encima de Fate, Sithias y Gerdie—. Todos lo tienen —dijo, con la voz entrecortada. Con la
cabeza gacha, se dio la vuelta y se marchó.
El dolor crudo marcó las líneas del rostro de Finn mientras miraba el espacio que
Rudwor había dejado vacío. Sithias y Gerdie se acercaron mientras Fate pasaba la página
de El roble sanguinario. No había nada que decir. No había palabras para el dolor de la
partida ni para el temor de lo que les esperaba. Todo lo que tenían era el uno al otro y
eso era suficiente, más que suficiente. Tomando la mano de Finn entre las suyas,
comenzó a leer la última fábula, que para bien o para mal sellaría los destinos de todos
ellos.
El Roble Sediento de Sangre
En la primera edad del mundo, la Mente Terrestre hizo crecer los Primeros
Árboles para que fueran su voz para aquellos que quisieran escuchar. Conocidos como
los Abuelos de todos los bosques, estos seres benévolos enseñaron sus secretos mágicos
terrestres a los druidas y estos sabios hechiceros utilizaron esta sabiduría sagrada
para ayudar a guiar a la humanidad. Y así fue como los humanos vivieron
pacíficamente dentro de las leyes de la naturaleza durante incontables eras. Pero a
medida que pasaba el tiempo, muchos humanos perdieron el rumbo y rompieron las
leyes de la naturaleza.
Estas leyes no solo se rompieron, sino que se rompieron en dos en la pequeña isla
de InnithTine, hogar de un roble gigante, el más antiguo de todos los Abuelos. Su
tronco era tan ancho como una casa grande y sus gruesas ramas se extendían hacia
afuera hasta el tamaño de una pequeña aldea. Se le podía ver desde cualquier lugar de
la isla, porque estaba enraizado en la cima de la colina más alta con vistas a un
majestuoso bosque de robles.
Mugloth fue elegido por sus habilidades curativas con hierbas y su conocimiento
del cultivo de cosechas y la cría de animales. La Orden creía que los aldeanos
agradecerían estas habilidades y, a su vez, estarían abiertos a aprender las leyes
sagradas de la naturaleza. Cuando el misterioso Druida entró en su humilde pueblo de
pescadores y les enseñó cómo cultivar abundantes cosechas y curarse con hierbas de
una manera que respetara la tierra, el pueblo prosperó bajo el cuidado de Mugloth.
Poco después, la gente participó en las celebraciones anuales para honrar la tierra y
sus estaciones cambiantes, y todo estuvo bien. Pero cuando los pescadores zarparon en
27
Roble
28
Grove Guardian: Guardián de la Arboleda.
los mares, se corrió la voz sobre su hermosa isla de robles. Cada año llegaban más
barcos a la costa y surgían más pueblos como la maleza en un jardín. Por mucho que
Mugloth viajara de aldea en aldea enseñando las leyes sagradas, no todos escucharon.
Hubo quienes lanzaron ojos codiciosos sobre el frondoso bosque y tomaron hachas
desenfrenadas hacia los árboles.
Mugloth tomó consejo con sus compañeros druidas cuando llegaron para
celebrar el Alban Eiler. Se lamentaron por la pérdida de tantos árboles y le dijeron que
tuviera fe y siguiera enseñando. Durante el año siguiente, Mugloth hizo lo que le
aconsejaron, pero la codicia cegó a la gente. Les advirtió que el bosque estaba bajo su
protección y se arriesgaba al castigo si no dejaban de violar la tierra. Pero nadie temía
al amable Druida, y les molestaba que les sermonearan sobre cómo administrar la
recompensa de su isla.
Miserable por el dolor, Mugloth se retiró a las catacumbas. El Abuelo Oak gimió
una advertencia, diciéndole que tuviera paciencia, todo iría bien a tiempo, porque tenía
muchas bellotas y crecería un nuevo bosque. Esto no hizo nada para calmar la furia de
Mugloth. No podía entender por qué el Abuelo Oak no estaba furioso. Sabía que el
árbol antiguo sentía el dolor de cada árbol talado incluso más que él, pero el Abuelo
Oak creía que la gente vería el error de sus caminos, aunque no fue así. A medida que el
dosel protector del bosque se redujo, y con él la alfombra verde de musgo, helechos y
flora, las almas de los aldeanos se volvieron tan estériles como la isla.
Cuando más de la mitad del bosque se había ido, y muchas de las aves y bestias
con él, Mugloth no pudo soportarlo más. Invocando a los vientos, provocó una
tormenta que estrelló los barcos contra las rocas y destruyó las aldeas.
Desafortunadamente, esto llevó a que se talaran más árboles para reconstruir casas y
nuevos barcos. Así que Mugloth maldijo sus cultivos y envenenó la tierra. Pero esto solo
trajo más barcos a la isla, barcos que transportaban alimentos, que partían con
mayores suministros de madera.
Cuando regresó a las catacumbas, sintió el peso de la tristeza del Abuelo Oak. El
gran árbol lloró con tanta fuerza, la tierra se estremeció y las catacumbas se
hundieron hacia adentro, enterrando los huesos de sus compañeros Druidas, mientras
Mugloth apenas escapó de ser enterrado vivo.
Esta fue la última traición para Mugloth. Así que convocó a los vientos y
tormentas para destruir al Abuelo Oak. Los feroces vientos empujaban y empujaban al
enorme árbol, pero sus raíces apretaban la tierra y se mantenían firmes. Mugloth
empujó su bastón hacia el cielo y sacó un rayo de las nubes negras. Los rayos
golpearon al Abuelo Oak en el corazón de su tronco. Hubo un crujido repugnante y un
terrible gemido cuando el viejo árbol se partió en dos.
El gran árbol no era rival para la terrible oscuridad dentro de él. En ese momento
sucedió algo horrible. Cuando la ruptura se cerró sobre el Druida, el hombre y el árbol
se volvieron uno y el mismo. En el instante en que Mugloth se encarceló dentro de la
madera viva, el Abuelo Oak se transformó en una monstruosidad infernal, que excavó
sus raíces hambrientas por toda la isla, buscando venganza alimentándose de los
infractores restantes hasta que su savia se volvió negra de sangre y apestaba a muerte.
Por fin, las horribles imágenes del roble se fragmentaron en un enjambre furioso de
letras que parecían resistirse a regresar a las páginas envejecidas del libro. El pesado
sentimiento persistía incluso después del lanzamiento de la historia. La estocada en
Innith Tine fue violenta, derribando a Fate.
Al encontrarse sobre su espalda, abrió los ojos a un cielo azul de tenues nubes y una
mancha de gaviotas grises volando sobre su cabeza. Aspirando aire salado en sus
pulmones sacudidos, volvió la cabeza, buscando a los otros. Sithias y Gerdie no estaban a
la vista, pero Finn estaba junto a ella de rodillas, con la cabeza gacha.
Preocupada por lo que les había sucedido, se sentó alarmada, sintiendo náuseas
por el movimiento repentino. ¿Se habían quedado atrás en Beldereth? Empezó a
levantarse, pero su estómago se revolvió y dio un vuelco. Obligada a quedarse quieta,
esperó un momento para que sus fuerzas volvieran y el mareo disminuyera. Miró a Finn.
Su cuerpo estaba rígido, todos sus músculos tensos. Parecía incapaz de moverse. Al
principio pensó que estaba sufriendo los efectos nocivos de la transición, pero luego se
dio cuenta de que era algo más. Suponiendo que debía estar reaccionando al bombardeo
del odio de Mugloth durante la lectura, esperaba que no estuviera a punto de convertirse
en un extraño despiadado de nuevo.
Si lo estaba, tenía que estar preparada. Su mano se movió hacia las dagas atadas
alrededor de su muslo. No estaba dispuesta a dejar que los horrores de la última vez se
repitieran.
—Puedo sentirlo.
Aliviada de ver que él todavía estuviera con ella, se acercó y puso sus manos sobre
sus hombros. Sus músculos tensos temblaron con moderación bajo su toque.
Los músculos de sus brazos y espalda se abultaron con tensión. Levantó la cabeza
lentamente, sus irises negros y el blanco de sus ojos inyectados en sangre. La oscuridad
salvaje que había estado conteniendo durante tanto tiempo se estaba gestando justo
debajo de la superficie, lista para estallar en libertad. Asustada, lo soltó.
—Mira —dijo él, su voz un gruñido bajo mientras señalaba más allá del hombro de
ella.
Poniéndose de pie de un salto, le dio una fuerte patada en el pecho. Él voló hacia
atrás y aterrizó de espaldas. Antes de que pudiera recuperarse del impacto de su ataque,
ella se lanzó y lo inmovilizó con todo su peso, agradecida por la velocidad y fuerza
sobrenatural residual que le quedaban.
—¿Qué es esto? ¿Ya te has rendido conmigo? ¿Así es como va a ser? ¿Matar o
morir? —dijo él, su voz un gruñido y su rostro una máscara oscura.
Él la miró.
¿Por qué estaba siendo tan pesimista? Le daban ganas de gritar. Por suerte para él,
ella ya no tenía el poder de romper huesos con un grito de guerra. Ella pasó la hoja
afilada por el cuello de él, un corte superficial, siempre más seguro que uno profundo, y
se detuvo en la yugular. Una línea de brillante sangre roja brotó de la herida.
—Puedes morir rindiéndote o puedes morir luchando. Pero si soy yo con quien
quieres pelear, te lo prometo, morderás el polvo aquí y ahora.
—Siempre estoy listo para una buena pelea —dijo él con los dientes apretados.
Insegura de lo que quería decir, ella giró la hoja, al mismo tiempo que se odiaba a sí
misma por lastimarlo.
—¿Con quién?
—No tú, bola de fuego. Preferiría enfrentar a cien Mugloths antes que tu ira
cualquier día.
—No lo sabía, pero no iba a solo quedarme de brazos cruzados y dejarte ceder.
Pensé que hacerte enojar era mejor que permitir que el miedo se apoderara de ti.
—Tienes razón. Necesitaba una buena bofetada —Se paró y la ayudó a ponerse de
pie—. Es extraño. Viéndote así de fuerte, es como si me hubieras entregado un escudo.
Todavía puedo sentir a Mugloth tratando de llegar a mí, pero no me siento tan
vulnerable como antes.
Ella limpió el corte con la punta de la manga.
Aliviada de ver que había llegado sano y salvo al interior de la fábula, Fate casi lo
abraza. Pero la molestia y la renovada preocupación por Gerdie la detuvieron.
—¿Dónde estabas? ¿Y dónde está Gerdie? —Ella miró más allá de él, feliz de verla
trotar hacia ellos a un paso lento y constante—. ¡Ya tengo suficiente de qué preocuparme,
sin preguntarme dónde están ustedes dos!
—¿Dónde? No veo a nadie —dijo, mirando hacia la larga playa, donde se curvaba
sobre el agua en un delgado espolón.
—Confía en mí, llegarán pronto. Acababan de atracar con una pobre ballena a
cuessstasss cuando nosss vieron a Gerdie ya mí. Nosss llamaron, pero en cccierto modo
nosss escapamosss —dijo, su mirada moviéndose al corte en el cuello de Finn—. ¿Qué te
passsó a ti?
—Fate pasó.
—No es lo que estás pensando —dijo ella, sabiendo que él temía que ella perdiera la
cordura, como solía decir. Miró a su alrededor en busca de un lugar donde esconder el
Libro de Fábulas—. Caray, no hay árboles ni arbustos lo suficientemente grandes como
para ocultar esta cosa —Ella sacudió su cabeza—. Realmente han arruinado el lugar.
—Podríasss volverlo invisssible de nuevo —sugirió Sithias, al ver que los pescadores
habían rodeado el sitio.
—No, alguien podría venir y chocar con él —dijo—. Yo digo que lo enterremos aquí
en la arena—. Sacando su cuaderno del bolsillo de su capa, rápidamente escribió una
descripción del librosiendo enterrado. Tan pronto como la leyó en voz alta, el enorme
libro descendió, el suelo elevándose donde se hundió bajo la superficie, mientras un
viento invisible alisaba la arena como si nunca hubiera estado allí.
Gerdie se unió a ellos justo cuando lo último del libro desaparecía bajo la arena.
—Justo a tiempo. No creo que queramos que ninguno de esos hombres vea el libro.
Son un grupo de aspecto rudo.
—¡Ahoy ahí! —gritó uno de ellos, con un marcado acento celta. Eran cinco, cada
uno más curtido que el otro, con manos ásperas y callosas y melenas de cabello rígidas
rociadas por el mar.
—¡Ahoy!
Ignorándolo, los hombres miraron a Fate con una incómoda cantidad de interés.
Finn se inclinó frente a ella, pero ella lo rodeó, mirándolos directamente hasta que todos,
menos uno, bajaron la mirada.
—¿Y qué te trae a nuestra pequeña isla, cariño? —dijo el hombre que no se había
dejado intimidar por su mirada fría. Su ondulado cabello oscuro enmarcaba los restos
morenos de rasgos que alguna vez fueron hermosos. Podía decir queestaba
acostumbrado a obtener lo que quería de las mujeres.
Ella lo miró con los ojos entrecerrados, pensando rápidamente en una respuesta.
—Estamos interesados en comprar algo de roble. Escuchamos que este era el lugar
para conseguirlo.
El hombre sonrió revelando una boca llena de dientes manchados de tabaco. Ella se
tragó su repulsión mientras sus ojos vagaban de sus rizos indomables enredándose en el
viento, más allá de su barbilla a lugares que la hicieron enrojecer de indignación.
—Bueno, vinieron al lugar correcto para eso. Pero en serio, ¿qué los trajo aquí? No
veo ningún barco.
—¿Hay más de ustedes? —preguntó, su tono escéptico—. ¿De vuelta en este barco
suyo?
Los ojos de Finn cambiaron a tonos más oscuros de verde y los músculos de su
mandíbula se contrajeron.
—El capitán y la tripulación habituales. Y nos estarán esperando todo el tiempo que
necesitemos que lo hagan.
La mirada del hombre se desvió débilmente hacia Sithias, moviéndose hacia Gerdie
con aún menos interés, y de regreso a Fate con un destello emocionado.
Sithias miró hacia atrás para asegurarse de que los pescadores estaban regresando
a su pesca del día.
—Debemos tener cuidado. Aquí todos son poco fiables, hasta las pinzas. Recuerden,
solo buscan salvarse a sí mismos.
Habían llegado al pueblo, que se aferraba como percebes cubiertos de sal a las
escarpadas rocas que sobresalían a lo largo de la costa. Las olas agitadas chocaban con
las rocas negras, esparciendo espuma de mar sobre un malecón gris cubierto de
líquenes. Un gran grupo de mujeres destripaba pescado y tiraba los residuos por el
muelle. Sus expresiones vidriosas estaban erosionadas por los elementos, pero la
opacidad en sus ojos se agudizó con gran interés en el momento en que vieron a los
nuevos visitantes de la isla.
—Pescado —murmuró Gerdie con una mirada amarga en su rostro.
—Sssí, de hecho.
Fate observó, preocupada por la inquietante escena. Entonces se dio cuenta de que
uno de ellos no se había unido a la refriega. Una pequeña niña pelirroja estaba de pie a
un lado, mirando a Fate con una sonrisa astuta en su rostro. Algo en la mirada que la
niña le daba le hizo un nudo en el estómago.
—El siempre presente hedor a pescado me molesta más que cualquier otra cosa.
Hace que la vieja pocilga huela comoun jardín de rosas.
—No te preocupes, amor. Era un poco arriesgado para mí de camino aquí, pero
estoy mejor ahora que mis pies están fuera de la isla y en el muelle. Las raíces no deben
haber atravesado las rocas.
—Bien —dijo ella con alivio y empujó la puerta para abrirla, sus bisagras crujientes
anunciando su presencia.
29
Es la primera de las películas de terror basadas en el relato homónimo que forma parte del
libro El umbral de la noche, de Stephen King. La historia transcurre en el pueblo ficticio de Gatlin
en Nebraska, EE. UU. Allí una entidad demoníaca a la que se denomina “El que camina detrás de
las filas” ejerce una poderosa influencia sobre los jóvenes de la zona, a quienes insta a asesinar
a todos los adultos mediante rituales brutales, para asegurar el éxito de la cosecha de maíz
El posadero se inclinó hacia adelante, escrutando su apariencia de pies a cabeza,
sin duda evaluando su valor.
—¿Essstasss ssservirán?
—Estas servirán muy bien, por unos días al menos. Se necesitarán dos más si
piensan quedarse el doble de tiempo —Echando su andrajoso trapo por encima del
hombro, salió de detrás de la barra y los condujo por un pasillo largo y estrecho. Sin
aliento cuando llegaron al final, abrió dos puertas enfrentadas. Cada habitación sucia
albergaba una cama llena de bultos con una manta raída, una mesa de noche en ruinas y
una lámpara de aceite manchada de hollín.
—La bañera está ahí, con una estufa y leña para calentar el baño. Y toda el agua que
necesitarán está bajo sus pies —dijo, abriendo una escotilla en el suelo para revelar las
olas chocando con los postes podridos de la posada.
—Es mejor que nadar en él. Hay mucha menos arena y algas atascándose en esos
lugares difíciles de alcanzar cuando la subes a la bañera—dijo con una risa. Dejando a
Sithias con el rostro enfurecido, se arrastró por el pasillo y desapareció en las sombras
humeantes de la taberna.
—Me veo obligado a essstar de acuerdo. Esss obvio, por esssta abundante cantidad
de polvo, que no albergan ningún invitado aquí. Sssin duda, arrojan a sssusss víctimasss
desssprevenidasss al Roble Sssanguinario antesss de que sssiquiera puedan
inssstalarssse.
—Una cosa buena es que solo hacen los sacrificios en Alban Eiler—dijo Gerdie—.
Eso podría ser dentro de días o semanas.
30
Marca estadounidense de productos de baño de burbujas fabricada por The Village Company
—Se corrió la voz de que están en el mercado por algo de roble. Si están
interesados, hay algunos comerciantes listos para mostrarles sus mercancías.
—Esss fácccil para ussstedesss dosss decccirlo con sssusss sssuperpoderesss. Pero
¿qué esssperan de nosssotrosss? —dijo Sithias, haciendoun gesto hacia él y Gerdie con
los brazos agitados—. Sssupongo que podría gritar insssultosss mientrasss la pequeñita
muerdealgunossstobillosss.
—Eso no será necesario —dijo Fate, tratando de mantener una cara seria—. Pero
gracias por la oferta de todos modos. Creo que Finn y yo podemos manejar esto.
—Sí—asintió Finn—. Todo lo que necesitamos que ustedes dos hagan es salir por la
escotilla y encontrar un lugar seguro para esconderse hasta que hayamos solucionado
esto.
—No puedo quitarme la sssensssaccción de que esssa horrible gente sssabe lo que
essstamosss planeando —dijo, mirando debajo de la cama como si esperara ver a alguien
escondido allí.
—Es la presencia de Mugloth lo que estás sintiendo. Toda la isla está podrida con
sus raíces —dijo Finn, su expresión sombría.
Sithias miró a Fate, sus ojos ambarinos muy abiertos por la preocupación.
—Tal vezzz deberíasss usssar lasss Palabrasss de Creación para resssolver esssto.
Dessspuésss del error que cometimosss con el Hombre Verde, ssseguro que ahora
sssabemos qué evitar. ¿No esss asssí?
Él sacudió la cabeza.
—Sé lo que estás pensando. Pero no tenemos el lujo del tiempo para pensar en esto.
Tenemos que considerar todos los ángulos y cómo esto podría salir muy mal si no
tenemos cuidado.
—Supongo.
—Después de haber salido y haberle mostrado a esta gente que no estamos aquí
para ser corderos de sacrificio, sino para ser la respuesta a sus problemas, buscaremos
arreglar las cosas con las Palabras de Creación. ¿De acuerdo?
—Antes de que puedas decir jamón con miel —dijo Fate, su sonrisa vacilando
cuando vio que le temblaba la barbilla.
Fate se despidió, preocupada por una repentina punzada de ansiedad mientras los
veía cerrar la puerta.
***
Agarrando su flauta en una mano, Finn cerró los ojos, permitiendo que su
conciencia se deslizara frente a él. Inmediatamente sintió la presencia de más personas
esperando en la taberna. Su tensión e impaciencia eran palpables. Volvió a mirar a Fate.
—¿Lista?
Sacando su espada, ella asintió con la cabeza.
—¿Huh?
—No importa, solo que siempre quise decir eso —susurró ella, con una expresión de
disculpa mientras un arrebatador rubor coloreaba sus mejillas.
Un olor fétido, a pescado, les dio un puñetazo en la nariz tan pronto como doblaron
la esquina hacia la taberna en penumbra. La habitación estaba llena de rostros sucios y
desdeñosos que los miraban desde las sombras.
Ella apuntó a varios talones de Aquiles antes de que nadie pudiera reaccionar. Los
hombres gritaron y cayeron al suelo. Agarrando otra daga, la empujó en el agarre de
Finn con la empuñadura primero. Él la clavó en la parte superior del pie de alguien justo
cuando una turba descendía sobre él, rodillas y puños golpeando contra su espalda,
aplastándolo boca abajo, sacando el aliento de sus pulmones. Él no se podía mover. El
peso de seis hombres lo inmovilizó.
31
Cinco por cinco, en inglés Five by five, es una expresión de comunicaciones de radio que
significa "fuerte y claro". Uno de los Cinco representa las unidades S de la fuerza de la recepción.
Los otros Cinco son una calificación de la claridad de la señal. Cinco por cinco es una señal
buena y clara.
Alguien hundió un pie en el estómago de Fate. Furia negra estalló en Finn mientras
ella se acurrucaba sobre sí misma, jadeando por aire. Él luchó con renovado frenesí por
levantarse, pero los hombres que lo sujetaban le golpearon la cabeza y los riñones con
furiosos puños. Dolor azotó su espalda, rompiéndolo por el momento.
—Ooh, eres una tigresa, y una fuerte también —Él mantuvo su cabeza bloqueada en
su lugar, su respiración entrecortada. Estaba claramente emocionado por la incapacidad
de ella para escapar.
Encolerizado por la vista, Finn echaba humo, su cuerpo temblando con cada
dolorosa respiración. La oscuridad interna se aferró a su furia, hinchándose por dentro,
llenando su mente de pensamientos negros. Quería matar. Podía hacerlo con solo abrir
la boca. Podía usar el idioma de la raza Antigua para hacer caer todo el poder de la
naturaleza sobre cada uno de ellos aquí y ahora, tal como lo había hecho cuando había
destruido a Murauda. Mientras el impulso asesino ardía, algo mucho más fuerte estalló,
apagando el fuego. Amor y la necesidad de proteger lo atravesaron, despejando su
cabeza el tiempo suficiente para darse cuenta de que estaría poniendo en peligro a Fate
si desataba los elementos mientras ella estaba parada en medio de la tormenta.
—Será mejor ver qué más escondes ahí debajo —dijo el pervertido.
Fate se retorció contra sus ataduras, sus ojos ardiendo con odio. Otro hombre la
agarró por la garganta, hundiendo los dedos hasta que ella dejó de resistirse. Sus ojos
brillaron con lágrimas de ira mientras el pegajoso pescador deslizaba su mano
lentamente por su cintura hasta sus muslos.
—¡Finn, deja de pelear! —gritó Fate mientras sus captores apretaban la red sobre
él. Ella lo miró con una súplica silenciosa en sus ojos para que se rindiera.
—¿Qué tenemos aquí? —dijo el pescador. Desabrochó las correas alrededor de sus
muslos, quitando las dagas y flechas. Luego quitó la espada. La miró, tomándose su
tiempo para disfrutar de la vista—. Necesito ser minucioso —dijo, pasando su mano a lo
largo de la curva de su cintura, luego deslizándose hacia arriba para quedarse en su
pecho antes de agarrar su ballesta.
Un gruñido se elevó en Finn, un gruñido salvaje que salió de las entrañas de su ser.
—¡Quita tus malditas manos de ella antes de que te las arranque! —rugió,
surgiendo del suelo, derribando a los hombres que sostenían la red. El pescador se
tambaleó hacia atrás, sus ojos muy abiertos por el miedo mientras Finn se abalanzaba
sobre él. Sus manos estaban a centímetros de la garganta del hombre cuando la relajada
red se tensó, empujándolo hacia atrás para estrellarse contra el suelo una vez más.
—¡Voy a matarte! —gritó Finn, su rabia aumentando tanto que ya no sentía los
puños golpeando músculos y huesos. Fortalecido por su necesidad de protegerla, se puso
de rodillas, su cuerpo temblando por el esfuerzo de luchar contra el tremendo peso de la
red y los hombres tirando de ella. Levantando una pierna, se lanzó hacia el techo,
estrellándose contra las vigas de madera con quienes lo sujetaban. Cayeron como moscas
aplastadas. Aterrizando con un ruido sordo, fijó la mirada en el pescador y echó el puño
hacia atrás, listo para enterrarlo en la cara del hombre. En cambio, él fue el golpeado, un
golpe sólido en la parte posterior de la cabeza que hizo vibrar su cráneo y lo hizo caer en
la nada.
***
Fate gritó en el momento en que vio la silla caer sobre la cabeza de Finn. Su caída
directa al suelo la atravesó con el peor tipo de miedo. Las lágrimas le quemaron los ojos
mientras su corazón latía con fuerza contra su caja torácica, amenazando con hacer un
agujero en su pecho. Frenética de preocupación, gritó su nombre una y otra vez,
deseando que se despertara y le mostrara que estaba vivo.
—Mmm. Ahora esa es una buena muchacha —dijo él, dando un paso más cerca, que
es exactamente lo que ella quería.
—¡Suficiente! —gritó una voz justo mientras los otros hombres se abalanzaban
sobre ella.
Todas las cabezas se volvieron hacia un chico pelirrojo posado en la parte superior
de la barra de roble. El Libro de Fábulas se apoyaba contra la pared detrás de él.
Fate miró fijamente el libro gigante. No se suponía que esto sucediera. Ella era una
guerrera de Beldereth y Finn era el destructor de destructores. Habían sido tontos por
juzgar mal a estas personas aparentemente tontas. Este era un pueblo de pescadores.
Eran expertos en pescar y matar presas grandes como la ballena que Sithias había visto,
e incluso tiburones. Había una orgullosa exhibición de mandíbulas trofeo colgando de
los edificios. Había olvidado la primera regla de defensa: nunca subestimes a tu
enemigo. Espera que estén tan armados como tú. Y nunca asumas que eres mejor. La
arrogancia derriba incluso al más grande de los guerreros.
Alguien la empujó por detrás. Aún aturdida, tropezó y cayó a unos metros de Finn.
Tenía la cara vuelta hacia el otro lado, pero pudo ver que aún respiraba. Su alivio fue tan
grande que se rió, una risa histérica entre lágrimas.
—Escuché que tienes un pequeño libro de hechizos y que lo usaste para esconder
este libro gigante en la arena sin mover un dedo.
La pequeña niña pelirroja que había visto en el muelle dio un paso adelante.
—Así es, hermanita. Mentir es malo —dijo el chico mientras le hacía un gesto a uno
de los hombres para que subiera a la niña a la barra. Hermano y hermana la miraron con
expresión alta y poderosa—. Eres mala por mentir. Y necesitas ser castigada.
—¿Porqué? —gritó—. ¿Por querer hacer negocios honestos y pagar por nuestras
habitaciones? —Lanzó al viejo posadero una mirada mordaz.
—Sabemos por qué están realmente aquí —dijo el niño. Le quitó el cuaderno a su
hermana y lo sacudió hacia Fate—. Y no conjurarás ninguna derrota contra nosotros.
Rory se arrodilló, sus ojos moviéndose de un lado a otro sobre el rostro de Fate con
una audacia inquietante.
—Crees que eres más inteligente que nosotros, ¿no es así? Oh, la encantadora Fate,
con sus elegantes armas y Palabras de Creación. Pero no fuiste lo suficientemente
inteligente como para darte cuenta de que te hemos estado observando todo este tiempo
y preparándonos para este día tan esperado.
En el momento en que dijo su nombre, su cabeza zumbó con una estática tan
ruidosa que casi ahogó todo lo demás que dijo. Al mismo tiempo, una vaga comprensión
se cernió al borde de su sorpresa e incredulidad.
—Bueno, no todos nosotros. El Espíritu Santo del Árbol solo comparte las visiones
conmigo —dijo, haciendo rodar sus ojos celtas con reverencia.
Su aclaración no hizo nada para aliviar su indignación. Tener a este punk sabio en
sus asuntos personales y todas sus debilidades le hizo hervir la sangre.
—Llévala al Árbol. Estaré ahí en breve. Y Gar, nada de profanar el sacrificio como la
última vez. Este es realmente especial.
—Mientras ella se comporte —dijo, empujando su rostro hacia Fate, una vez más
contaminando su aire con sufétido aliento.
Segura de saber que él no tenía permitido hacerle daño, ella comenzó a sonreír,
pero su puño llegó con fuerza y rapidez. El dolor llenó su cráneo y todo se hizo añicos en
una explosión de estrellas.
***
El lado izquierdo de la cabeza de Fate dolía. Recuerdos la molestaron por un
segundo mientras trataba de precisar lo que estaba sucediendo. Entonces recordó el
puñetazo de Gar. Canalla. Trató de tocarse la sien dolorida, pero tenía la muñeca atada,
no, ambas muñecas y tobillos. La habían amarrado a una estaca en forma de T en el
suelo. Su pulso se disparó. No había pensado que hubiera pasado el tiempo. Pero
obviamente había estado fuera el tiempo suficiente para que la llevaran afuera y la
amarraran.
Fate se tensó contra sus ataduras mientras Rory aparecía a la vista. No estaba solo.
Los otros aldeanos daban vueltas en círculos, todos sosteniendo baldes y radiantes de
entusiasmo como si se estuvieran preparando para ver un partido de béisbol en una
tarde soleada. Afortunadamente, Gar no estaba entre ellos.
Poniéndose de puntillas para poder mirarla a los ojos, Rory se inclinó a centímetros
de su cara.
El niño entrecerró los ojos ante el sol poniente resplandeciendo de color naranja
brillante en el horizonte distante, iluminando el océano con chispas cegadoras. Se acercó
a una de las piedras verticales y miró a través del agujero, que proyectaba su sombra
oscura sobre la piedra de atrás.
—Escucha ahora. Cuando el sol se mueva un poco más abajo, su luz brillará a través
del agujero en esta parte de aquí —Pasó el dedo sobre un símbolo tallado de un círculo
donde una mitad estaba más profunda que la otra—. Cuando eso suceda, la tierra bajotus
pies comenzará a retumbar, y algo terrible y glorioso saldrá de la tierra por ti.
Rory lo vio.
—¿Qué quieres decir? —gritó, su confusión empeorando—. ¿Qué quieres con Finn?
La hermana de Rory arrojó su balde hacia Fate, llenando su visión con una mancha
roja. Cerró los ojos con fuerza cuando un líquido tibio lagolpeó en la cara. Parpadeando,
miró hacia abajo para ver sangre goteando sobre su ropa. Incapaz de evitar que la sangre
se filtrara a través de la barrera de sus labios apretados, le dieron arcadas por el amargo
sabor del hierro.
Los otros niños se unieron, riendo mientras la empapaban con la sangre en sus
baldes. Conmocionada e incapaz de escapar del ataque, Fate lo soportó con los ojos
cerrados y la cabeza gacha. Cuando finalmente terminó, levantó la mirada, mirándolos a
través del escozor de la sangre en sus ojos. Los adultos reían a carcajadas, golpeándose
las rodillas como si ella tuviera pastel en la cara cuando debía verse tan horrible como
Carrie32 ensangrentada en el baile de graduación.
Rory estaba a su lado, secándole la sangre de los ojos, un gesto amable que redujo
su ira y le dio ganas de llorar.
—¿Harías eso?
32
Carrie, novela deStehen King.
Mirando por encima del hombro a los demás, que se habían alejado unos quince
pies, se volvió con una sonrisa furtiva.
—Absolutamente.
—Eso es algo evidente. Pero sí, ya no estarían obligados a alimentar con personas
inocentes a este mal.
—Lo siento —Se rió entre dientes—, no pude evitar meterme contigo.
Lágrimas nublaron su vista. ¿Por qué había creído que él la dejaría ir? Un sollozo
brotó de su pecho. ¿Dónde estaba Finn? Ya debería haberse despertado. ¿Por qué no se
había abalanzado como Superman y ya la estaba salvando? El hecho de que no lo
estuviera, significaba que había muchas posibilidades de que se hubiera vuelto oscuro.
Qué desastre más horrible. Todo había salido terriblemente mal. Ni siquiera quería
pensar en lo que podría estar pasando con Sithias y Gerdie.
El terror se apoderó de ella como una ola, su corazón golpeó su caja torácica con
tanta violencia que pensó que iba a morir. La adrenalina inundó su sistema, duplicando
su fuerza sobrenatural mientras luchaba contra las cuerdas. Sus muñecas se soltaron por
fin y empezó a correr. Olvidando que sus tobillos estaban atados, se volcó, agarrándose a
las cuerdas mientras miraba hacia arriba.
***
Finn se despertó sobresaltado, jadeando por aire mientras el miedo se clavaba en
su corazón.
—¡Fate! —gritó, sentándose y apretando el pecho.
—Oh, gracias a los dioses —dijo Sithias—, finalmente estás despierto. ¿Dóndeestá
Fate? ¿Por qué no está ella contigo?
Desesperado por localizarla, empujó frenéticamente sus sentidos sobre la isla, pero
el dolor agudo cerca de su tronco cerebral lo encerró dentro de su cuerpo. Una
insoportable sensación de vacío descendió. Necesitaba encontrarla ahora mismo. Se
puso de pie de un salto y se tambaleó debido a un vertiginoso ataque de náuseas. Cada
parte de él le dolía, especialmente la espalda. Si no lo supiera mejor, juraría que un
elefante había bailado sobre él.
Finn lo alejo
—¿Puede creer que nos atraparon en una red cuando bajamos por la escotilla
debajo de la posada? —dijo Sithias—. Si no hubiera estado cargando a Gerdie en mi
espalda, podría haber dado pelea.
—Sí, y hemos estado atrapados en este agujero apestoso desde entonces —dijo
Gerdie, arrugando la nariz.
—Nos sacaré de aquí —dijo Finn, mirando hacia las capas de redes enredadas en la
abertura del pozo. Las paredes tenían al menos diez metros de altura y estaban
demasiado resbaladizas para escalar. No es que tuviera que preocuparse por eso. Voló
hasta la cubierta y apretó la cara contra las redes, mirando a través del tejido en busca de
guardias. El repugnante que había tocado a Fate era el único a la vista.
Tan pronto como Finn lo vio, una rabia cegadora se apoderó de él. Tirando de las
redes hasta que un extremo se rompió de las estacas que mantenían la cubierta en su
lugar, se disparó a través del estrecho espacio y se estrelló contra el pescador,
poniéndolo de espaldas.
—¿Dónde esta ella? —gritó Finn.
—No.
La furia salvaje estalló en la parte frontal del cerebro de Finn, quemando toda
razón. Echando el brazo hacia atrás, clavó los nudillos en la nariz del hombre, queriendo
aplastar su cara contra la parte posterior de su cabeza. Pero tiró del puñetazo en el
último segundo. Tropezando hacia atrás, miró fijamente el rostro ensangrentado y la
nariz rota del pescador aturdido. No merecía ninguna piedad. Ninguna de estas personas
lo hacía, pero con la vida de Fate colgando de un hilo, no podía permitirse entrar en una
rabia sin sentido y arriesgarse a que Mugloth se hiciera cargo. El bastardo había tenido
suerte por el momento, pero si algo le sucedía, todas las apuestas estaban canceladas.
Volvería para hundirle el puño en el cráneo.
***
El olor húmedo de la tierra envolvió a Fate. Arañó la tierra, agarrando
frenéticamente todo lo que podía para evitar que la arrastraran más abajo. Sus dedos
engancharon algo sólido. Por un segundo pensó que tenía un asidero firme, pero se soltó.
En la penumbra, descubrió que estaba agarrando un cráneo humano.
A punto de desmayarse por el agudo dolor punzante de sus espinillas rotas, jadeó
en busca de aire, segura de que la tierra asfixiante la mataría antes de que perdiera el
conocimiento. Pero de repente fue empujada hacia arriba en un espacio abierto.
Mientras soltaba un gemido torturado y escupía tierra de su boca, las raíces lentamente
se desenrollaron de su cintura, dejándola sola en una oscuridad completamente negra.
Apretando los dientes contra el insoportable dolor de sus huesos rotos rechinando
juntos, lentamente sacó las piernas de la tierra y las colocó a ambos lados del barro. Pasó
sus manos sobre sus espinillas hinchadas, agradecida de que ningún hueso hubiera
perforado la piel. Eustace se asustaría si supiera que ella estaba herida y en una situación
tan desesperada. Nunca se había roto ni un meñique.
—Papá —gimió cuando las lágrimas inundaron sus ojos. Pensar en él solo la llevó a
la desesperación—. No —dijo, tragando el enorme nudo en su garganta—. Puedes sentir
pena por ti después. Es hora de cavar tu salida de este embrollo.
Gusanos.
***
Después de haber recuperado su flauta de la posada, Finn salió disparado por el
aire, frenando solo cuando llegó al gigantesco roble. Flotaba en lo alto, escaneando el
suelo en busca de Fate, temiendo lo que encontraría, pero necesitando saber si su mayor
miedo se había convertido en realidad. No se la veía por ningún lado, solo un terrible
agujero en la base del enorme tronco, al que los aldeanos se acercaron con lenta cautela.
—Está bien. Todo está bien, Finn. —dijo el chico—. O ¿debería decir Emrys?
El niño dio un paso adelante, bloqueando el sol medio sumergido que brillaba en el
horizonte, sumergiendo su rostro en las sombras e iluminando su cabello color
zanahoria en un halo llameante.
Su garganta se contrajo por el dolor. No solo había cometido un error fatal en venir
aquí, su mera presencia puso a Fate, Sithias y Gerdie en peligro inminente. No es de
extrañar que los hubieran engañado. Todo este tiempo Mugloth había estado viendo y
escuchando todo a través de él. Solo se le había permitido creer que había dominado
cierto control sobre su oscura influencia. Cuando en realidad Mugloth había estado
jugando con él, lo más probable es que manipulara cada pensamiento y acción para que
pareciera que se originaron en él. Una repugnante mezcla de rabia y dolor se agitó en su
pecho.
***
Una risa maligna penetró el silencio. Parecía provenir de ninguna parte en
particular. La risa retumbante simplemente llenó el estrecho espacio.
El terror estiró sus nervios cuando otro golpe cruel la golpeó, esta vez cortándole la
mejilla. El violento golpe la sacudió.
El nombre la sobresaltó.
—Nosotros nunca hablamos con las ofrendas —continuo la voz—, pero tú eres la
excepción. Como creadora del Resplandeciente, tu sangre fluye con su esencia. Después
de que bebamos tu sangre, tu esencia hará que nuestra llamada a él sea irresistible.
Necesitará ser uno contigo, como lo ha hecho desde el momento de su creación.
Entonces Finn estaba resistiendo. Pero si ella moría, sabía que él se rendiría. No
podía dejar que eso pasara.
—El abuelo Oak está aquí. Su espíritu es parte de nuestro gran todo.
—No, no creo que el abuelo Roble esté cerca de aquí. Si lo fuera, nunca habría
permitido que se llevaran a cabo siglos de asesinatos sin sentido —dijo, con la esperanza
de incitarlo a dejar que el abuelo Roble se presentara como prueba.
—Los únicos inocentes en este mundo son las tiernas criaturas de la naturaleza. Los
seres humanos imprudentes y codiciosos abandonaron las leyes sagradas. Han destruido
todo a su paso, dejando cicatrices en continentes enteros en su glotona búsqueda de
más. No escuchas cómo la Tierra llora por sus hijos. Pero su curación comenzará ahora
que Emrys se ha unido a nosotros. Con nuestro poder combinado, libraremos una guerra
santa contra la horda bárbara, y de ella saldrá un jardín tan virgen como el original
—Admito que los humanos tenemos defectos, pero estamos despertando. De dónde
vengo, mucha gente respeta la naturaleza y luchan para proteger la Tierra —dijo
apresuradamente, decidiendo que sería mejor dirigir la conversación en una dirección
más positiva. Tal vez un rayo de esperanza atrajera al abuelo Roble—, ¿Qué hay de
aquellos que honran las leyes sagradas de la naturaleza? ¿También les pondrás fin? Sé
que el abuelo Roble no lo haría. Él era demasiado cariñoso y perdonador para eso.
—¡No! ¡Tú eres la mentirosa! —tronó la voz, sacudiendo los mismos cimientos del
árbol.
***
La marea oscura de Mugloth se estrelló sobre Finn, absorbiendo su conciencia
profundamente bajo tierra, hacia las raíces en expansión del roble. Trató de recordar lo
que vino antes de esta ola negra y por qué era importante resistir y empujar contra la
corriente. Pero la resaca era fuerte y lo empujaba hacia el corazón de algo más grande
que su propia existencia. Un inmenso poder irradiaba desde allí, llamándolo a unirse con
él, a convertirse en más.
—Emrys
Tan mareado como estaba por la pérdida de sangre, Finn sabía qué hacer sin tener
que pensar. Pronunció los nombres sagrados de los elementos en el idioma de la raza
antigua. Las raíces se tensaron, tratando de cortarle el aire, pero todo lo que necesitaba
era un suspiro susurrado para activar las runas incrustadas en su piel y encender el
fuego interno necesario para alimentar su voz. En el lapso de un segundo, el calor estalló
en su estómago, disparándose hacia su pecho y su garganta. Su cabeza se echó hacia
atrás en el éxtasis del poder que fluía a través de él mientras rugía su dominio sobre los
elementos.
Echaron a correr, siguiendo a los otros aldeanos que también se estaban retirando
apresuradamente. Los hermanos malvados tuvieron suerte de que no pudiera hacer
daño a los niños.
—No vissste a Fate allí abajo mientras esstabass ocupado trayendo el fin del
mundo, ¿verdad?
Sobresaltado, Finn se dio la vuelta para ver a una libélula del tamaño de un pájaro,
blanca con ojos de insecto ámbar mirándolo.
—Oh, Sithias —Tragó saliva, no queriendo dar la terrible noticia—. Ella está bajo
tierra
—¡Oh no! ¡Debemos salvarla! —Se puso en zigzag a un lado de Finn, mirando la
cavidad ennegrecida expuesta del tronco del roble. Ríos oscuros de sangre fluyeron
mientras riachuelos carmesíes brotaban a lo largo de las grietas recién abiertas en la
ladera—. ¡Ssseñor, creo que la veo!
Una enorme maraña de raíces surgió repentinamente del árbol rajado, uniéndose
en una forma monstruosa, y sus brazos extendidos azotaron a Finn. Maniobrando fuera
del camino antes de que pudiera agarrarse, trepó más alto en el cielo, sorprendido por
esta inesperada aberración de la naturaleza y furioso porque bloqueó su camino hacia
Fate.
—Ella está con nosotros ahora. ¿No puedes sentirla? Únetenos y estarás con ella
para siempre.
El dolor atravesó las tiernas piernas y el torso de Finn cuando Mugloth lo agarró,
las raíces se enroscaron rápidamente a su alrededor, sacándolo del estado hipnótico.
Cortó con su espada de viento hacia abajo en su brazo, acuchillando como un loco.
Sithias apareció a la vista, sus alas de libélula trabajaban más duro contra la lluvia y
el viento.
Mugloth golpeó a Sithias con el otro brazo, que acababa de crecer en ese corto
tiempo.
Sithias gritó, apartándose del camino con sólo unos centímetros de sobra.
Finn volvió a atacar a Mugloth, aunque solo fuera para desviar su atención de
Sithias, pero se sintió polarizado, temiendo la esperanza de que haya venido a dar
buenas noticias y aterrorizado de que fuera a confirmar su peor miedo.
—Encantado, ssseñor.
Mugloth rugió y arremetió contra Sithias una vez más. Chillando, se alejó de su
alcance. Su agarre se aflojó lo suficiente como para que Finn se inclinara hacia adelante y
cortara a través delapretado puño. Las raíces flojas se le cayeron cuando aterrizó en el
barro resbaladizo y empapado de sangre. Se puso de pie y miró hacia arriba en el mismo
momento en que Mugloth volvió su atención hacia él.
Fue entonces cuando Finn supo que estaba librando una batalla interminable.
Dejando que su espada de viento se apagara, se guardó la flauta en el bolsillo y habló en
el recortado idioma de la raza antigua. Agradeció a los elementos de la tormenta por
responder a su llamada y los liberó de su control. Luego invocó su poder sobre el aire. La
energía rúnica crepitó y surgió a través de él, las palabras ricas en hechizos salían de su
boca en ondulantes olas de calor.
Mientras Mugloth se alejaba del poder de las palabras, se abrió camino de regreso a
la mente de Finn
—Emrys, no puedes destruirnos. Estamos en tu sangre. Siempre estaremos
contigo.
—Si lo que quieres es un campeón, lo tienes. ¡Pero será por los humanos a los que
les has causado tanta miseria! ¡Eras un druida! ¡Se suponía que debías curar y proteger,
no matar! —gritó, sintiendo un cambio repentino entre ellos. Por primera vez en siglos,
Mugloth era el que sentía miedo y, a su vez, perdía cada vez más control sobre Finn.
Luego Finn invocó al agua, con la mirada fija en el océano iluminado por la luna.
Desafiando la gravedad, una ola titánica se elevó, una terrible serpiente negra turbulenta
hecha solo del mar. El sonido de tanta agua corriendo fue atronador. Cuando la enorme
masa de agua se arqueó sobre la isla, durante un pequeño fragmento de tiempo, el río
serpenteante pareció suspendido en el cielo. Luego cayó en picado a la tierra,
estrellándose contra Mugloth como el puño de Dios. Parecía como si todo el océano se
vertiera en el tubo de aire presurizado para ahogar a Mugloth y su red de raíces
malignas.
Un dolor diferente a todo lo que Finn había experimentado le abrasó todo el ser
cuando los ganchos y cadenas de odio de Mugloth se desgarraron de su alma,
desgarrando músculos y piel. Tal agonía debería haber dejado su espíritu y su cuerpo
destrozados, pero en el instante de la muerte de Mugloth, Finn se sintió completo y sin
cadenas. Su opresiva prisión se había derrumbado por fin.
Finn se lanzó por los aires y aterrizó junto a Fate. Sithias, que había cambiado a
forma humana, pero con alas, ayudó a Gerdie a ponerse de pie y se hicieron a un lado.
Cuando Finn se arrodilló, las piernas rotas de Fate y las heridas abiertas lo desgarraron.
Su cara había sido limpiada de la mayor parte de la suciedad, pero su cabello y ropa
estaban enredados en sangre y barro. Suavemente, la tomó en sus brazos y la acercó a su
pecho. Su piel estaba terriblemente fría.
Sus pestañas oscuras revoloteaban contra los delicados huecos violáceos de sus ojos
mientras su frente se arrugaba por el esfuerzo de despertar
Finn suspiró.
—Bien.
—Detengan el pánico, los dos. Ella no está muerta. Pero lo estará si no la llevas
adentro, donde puedo comenzar a atender sus cortes y roturas, y ponerle algunos tónicos
para reponer su sangre.
Finn asintió, agradecido de recibir sus órdenes. Necesitaba que alguien le dijera
qué hacer ahora mismo. Estaba demasiado asustado para pensar con claridad.
—¡Oh, gracias a los diosssesss! Démonoss prisa entonces, ¿de acuerdo? —dijo
Sithias, agachándose para recoger a Gerdie. Batiendo sus alas, despegó y voló colina
abajo con ella hasta la posada.
Finn comenzó a levantarse lentamente en el aire para evitar empujar a Fate cuando
el suelo retumbó repentinamente y una maraña de raíces montañosas se levantó de la
tierra. Temiendo que Mugloth volviera a la vida, aumentó su velocidad, pero no antes de
que una mano gigantesca de raíces embarradas lo agarrara por las piernas. Apretó su
agarre sobre Fate para evitar dejarla caer, ella gimió de dolor. Con ella en un estado tan
frágil, su única opción era convocar a los elementos nuevamente. Justo cuando comenzó
a hablar, una voz que conocía demasiado bien crepitó con poder detrás de él, con un
mensaje que penetró en la piel y la carne, golpeando su significado hasta la médula de
sus huesos.
Cuando la mano lo hizo girar para enfrentar a su captor, Finn supo que era el
Hombre Verde incluso antes de ver los ojos brillantes mirándolo desde dentro de un
rostro de raíces retorcidas y frondas frondosas.
Un mayor peso al que fin hubiera sentido antes le presionaba. Entregar a Fate al
Hombre Verde era impensable, pero dejarla ahora después de mover cielo y tierra para
estar juntos era igualmente inconcebible. Sin embargo, no había duda del acuerdo que
había hecho con el Viejo cuando el gigante liberó a Fate en el bosque maldito de Callum.
Siempre había esperado que escaparan del libro antes de que la deuda venciera.
Finn consintió y el gigante lo colocó en el suelo. Caminó hacia Sithias, quien había
dejado a Gerdie en la posada y regresó volando cuando vio lo que estaba sucediendo.
Completamente exhausto, Finn echó la cabeza hacia atrás derrotado y miró al cielo
nocturno.
—Destruir a Mugloth no fue suficiente. El Hombre Verde quiere que renueve la isla.
—¿Cómo?
—Si no voy, se la llevará. Cuento contigo para que la cuides ahora. Prométeme que
la ayudarás a llegar a casa.
Sithias permaneció en silencio.
—Prométemelo.
—No te atrevas a dejar que eso suceda. Y no la dejes hacer nada estúpido, como
invocar al Hombre Verde para deshacer esto. Todos sabemos en qué tipo de lío nos
metió eso —Hizo una pausa, lamentando sus palabras—. No le digas que dije eso.
—¿De acuerdo?
Finn bajó la mirada hacia Fate, deseando desesperadamente ser él quien limpiara
sus heridas y cuidara en su recuperación. Llevándose la mano a la boca, besó las
quemaduras de cuerda en su muñeca. La cinta que le había dado estaba empapada en
sangre y suciedad, los extremos deshilachados. Ahora era basura. Metió la mano en el
bolsillo, sacó su bolsa de cuero de mezcla sagrada y la puso sobre su estómago.
Si tan solo pudiera quedarse para susurrarle un futuro maravilloso al oído mientras
ella dormía y se curaba. Estar a su lado cuando la rosa regresó a sus mejillas y ver el
fuego en esos ojos marrones cuando se despertará. Poder besar sus labios cálidos y
ansiosos sin reprimirse. Visualizar una vida juntos y poner los pies en el camino de su
propia elección, libres para amarse todos los días sin temer alguna consecuencia
horrible.
Miró a Sithias.
—No dejes que me espere. Hazla irse. No podría soportarlo si ella se pusiera en
peligro tratando de encontrar alguna manera de liberarme.
—No diría essso si ssupiera cuanto tiempo lo ha estado esperando —dijo Sithias, las
lágrimas goteando por su temblorosa barbilla.
—Si es necesario, dile que estoy de acuerdo con esto. Dígale que esto es más grande
que nosotros, que debemos sacrificar nuestra propia felicidad personal por un propósito
más grandioso. Haz que siga adelante —Lo mataba que Fate pensara que había
aceptado esto tan fácilmente cuando dejarla sesentía como si le estuvieran cortando el
corazón.
—Adiós, Gerdie —dijo Finn con voz ronca, demasiado emocionado para explicarlo.
Sacudiendo la cabeza, despegó y voló hacia el roble rajado. El agua de mar había
limpiado los huesos y las capas centenarias de sangre de las dos mitades huecas del
tronco. Aterrizó y ocupó su lugar dentro de la profunda hendidura del árbol extendido.
Cuando el Hombre Verde levantó las enormes mitades y las acercó a él, la madera se
quebró y gimió con tristeza, al igual que su espíritu. El miedo en él se deshizo cuando
cada gramo de su ser se revelaba contra una existencia que no podía empezar a sondear.
Su vida se estaba escapando. Nunca más volvería a sentir el sol en la cara y respiraría el
aire libre, ni conocería el toque de la piel de Fate contra la suya.
Finn miró las estrellas, brillando como diamantes esparcidos sobre terciopelo
negro. Sintiéndose tan solo, se estiró hacia el cielo deslumbrante, su vista se encogió
cuando el roble se cerró y lo aisló de todo lo que amaba.
Completa e irrevocablemente.
Capítulo 34
—NO, NO ES FRAGEEL, ESSS FRÁGIL. CULOS EN SSSONRISA —DIJO SITHIAS,
subrayando la palabra en la pizarra con tanta fuerza que rompió la tiza por la mitad—.
Oh, ahora mira lo que me has hecho hacer. —Se inclinó para recogerlo.
—¿Qué tiene que ver la sonrisa? —dijo Gerdie, cruzando los brazos en señal de
frustración—. ¿Y quién necesita una palabra elegante para decir débil de todos modos?
Basta con decir débil.
—Un buen escritor necesssita un vocabulario variado para expresssar una historia
rica e interesssante.
—No quiero ser una escritora inteligente, sólo necesito lo básico de leer y escribir.
—Llevamos un mes con esto todos los días. Ahora que ya sabes lo básico, es hora de
pasar a lecciones más avanzadas —dijo, frunciendo el ceño a través de su monóculo, que
en realidad era sólo para verla. Se había metido en el papel de "director", una idea que
había sacado de algún libro que Fate había conjurado para él en Beldereth. Un papel que
le inspiró a transformarse en un anciano con corbata blanca, una tonta bata negra y un
tonto gorro cuadrado en la cabeza con una borla que le hacía cosquillas en la nariz y le
hacía estornudar.
—Voy a dejar la escuela. Esta clase es sosa —dijo ella, diciendo cada palabra con
precisión.
33
N/C: Bien, tiene más sentido en el idioma original, les explico, ella dice: “It’s borin”. En ingles
`BORING` es `Aburrido` por eso Sithias la corrige diciendo: “Boring…` agregándole la `g` que ella
olvido agregar. Decidí colocarlo al español de una manera común que nos sea mas familiar.
llamarse así. Sus troncos se habían engrosado hasta alcanzar el tamaño de robles
centenarios. El rápido crecimiento no dejaba de sorprenderla. Nunca había visto un
bosque tan hermoso.
Al menos una cosa buena había surgido del que Finn estuviera encerrado.
Sin embargo, desde aquella horrible noche, las cosas no habían ido bien. La pérdida de
sangre de Fate era tan grande que hubo momentos en los que Gerdie pensó que no
sobreviviría. Pero no se dio por vencida. Le dio a Fate sus tónicos de hinojo y algas
preparados mágicamente durante una semana antes de que estuviera lo suficientemente
consciente como para beberlos ella misma. Al menos las piernas rotas habían sido fáciles
de curar mientras estaba inconsciente.
Decirle por qué Finn no estaba allí cuando se despertó fue mucho más difícil. Se
puso histérica e inconsolable. Cuando nada ayudaba, Gerdie había añadido raíz de
valeriana a los tónicos para calmarla. La hierba puso fin a los llantos y le permitió
dormir, cosa que hizo mucho durante unas semanas. Pero cuando la resistencia de la
juventud hizo efecto y ya no podía dormir tanto, no hablaba, por mucho que Sithias
intentara que respondiera. Se quedaba en la cama mirando al techo, pálida como la nieve
y tan... frágil.
Tan pronto como fue lo suficientemente fuerte, Fate pasó todos los días sentada en
la base del árbol. Las noches también las habría pasado allí si Sithias no la hubiera
llevado de vuelta a la posada después de quedarse profundamente dormida. También
había adelgazado mucho y tenían que asegurarse de que comiera. Gerdie sospechaba que
los pocos bocados que comía eran sólo para apaciguarlos. Empezaba a parecer que Fate
no iba a recuperar nunca sus ganas de vivir. Era prácticamente un fantasma que rondaba
por los pasillos, flotando para mantener el peso de sus piernas, con una mirada perdida
en sus ojos.
—El tiempo es cada vez más cálido —respondió Gerdie—. Casi no tiene motivos
para entrar.
—Ni ninguna razón para vivir, parece —dijo Sithias con un fuerte suspiro—. ¿Qué
podemos hacer para devolverle la vida? Me temo que, si no lo hacemos, estaremos
atrapados en esta isla para siempre.
—He estado pensando en eso. Las piernas de Fate están bastante arregladas.
Todavía está pálida, lo que me dice que su sangre no está donde debería estar, pero eso
se corregirá con el tiempo, mientras siga bebiendo los tónicos. Lo que tiene es una
enfermedad del alma, y la única cura para eso es la esperanza.
—¿Cómo proponesss que hagamos eso? A excepción de darle papel y bolígrafo para
que pueda essscribir a Finn fuera de ese árbol, lo que le hemosss dicho que no es una
opción, no ssse me ocurre qué podría ssser. —Le dirigió una repentina mirada de
horror—. Oh, querida, no estarás pensando que puedes hacerlo, ¿verdad? Sólo porque
hayas usado las Palabrasss de Creación para conjurar sssuministros de comida y mejoras
en nuestras condiciones de vida no significa que puedas usarlasss para liberar a Finn.No
te enseñé a leer y escribir para que pudieras meternos en problemas más graves con el
Hombre Verde o en algún problema totalmente diferente.
—Relájate, sólo luzcocomo una niña tonta, no lo soy. —dijo Gerdie, mostrando
abiertamente su fastidio.
—¿Esa es tu gran idea? Sé que no tengo que decirte lo mucho que a ella le gusta
estar en el paraíso del cacao, y el infierno de cacao que ha supuesto para mí hornear
todos esos pasteles de chocolate, tartas, trufas, brownies y caramelos sólo para que ella
los pruebe. ¿Y ha tocado algo de eso?
—No.
—¿Entonces qué te hace pensar que querrá un palito con una zanahoria?
***
Las notas melodiosas de una flauta flotaron desde el corazón del bosque, invitando
a Fate a seguirla. Se abrió paso entre los árboles, metiéndose hasta las rodillas en un lago
de helechos y lilas. El aroma de las lilas perfumaba el aire mientras pasaba los dedos por
las hojas moteadas por el sol y subía la suave pendiente hasta el inmenso y antiguo roble
de la colina. Cuando se abrió paso entre el denso follaje hacia el exterior, donde el
enorme tronco marcaba el centro de la arboleda, las notas se estremecieron sobre su
piel, reverberando en todo su ser.
Estaba junto al roble, perdida en su música, con los ojos cerrados y los dedos
golpeando la flauta de madera. Le resultaba tan familiar como su propio rostro en el
espejo, pero cada vez que buscaba su nombre se le escapaba de la mente. Ladrón de
corazones es lo que ella llamaba, porque le robaba preciosos recuerdos, los sacaba uno a
uno con sus seductoras melodías, dejándole sólo restos sombríos. Ella intentaba
desesperadamente aferrarse a lo poco que le quedaba, pero sus brillantes tesoros y sus
sagradas heridas se escapaban como el humo por las grietas de sus dedos. Estaba
enfadada con él por ejercer ese poder de olvido sobre ella. Hasta las palabras le habían
sido arrebatadas, haciendo imposible expresar su queja.
Él era persistente.
Había jurado permanecer a su lado hasta el día de su muerte, que podría no llegar
nunca si Gerdie era un ejemplo de lo que le esperaba, pero eso no importaba. No podía
dejarlo. Invocar al Hombre Verde para destruir a Callum había sido obra suya. Ella
debería ser la que estuviera encerrada dentro del roble, no Finn. No debería haber tenido
que sacrificarse, no después de haber luchado tanto y durante tanto tiempo para ser libre
de Mugloth. Sin embargo, aquí estaba, un prisionero de nuevo. Todo porque ella había
sido descuidada con sus palabras. Como siempre que seguía esta línea de
pensamiento, la tentación de utilizar las Palabras de Creación para retroceder en el
tiempo y evitar su error original surgía bajo su piel como un súbito sarpullido que no
desaparecía.
El viento se precipitó, golpeándola en la cara y sacudiendo las ramas del roble con
el ruidoso batir de las hojas. Le llovieron bellotas y una golondrina se abalanzó sobre
ella, picoteando la parte superior de su cabeza.
Suspiró. ¿Su sueño era más bien una tortuosa pesadilla en la que imaginaba que
estaban conectados de alguna manera? Deseó saber cómo era para él dentro del roble.
¿Estaba ya consciente? Rezaba para que estuviera en paz y en armonía con la naturaleza,
como en sus sueños. Pero no podía evitar la idea de que podría estar sufriendo el mismo
aislamiento y miedo que ella había sufrido cuando Mugloth la había arrastrado a la
hondonada.
Su mano voló hacia la cinta que llevaba al cuello, la que le había regalado Finn,
acariciando la seda en un intento de calmar su miseria. Gerdie había hecho todo lo
posible por limpiarla, pero la tela seguía siendo de un gris moteado, y los extremos
estaban tan deshilachados que eran prácticamente borlas. A Fate no le importaba eso.
Había atado la pequeña bolsa que él había dejado atrás a la cinta para mantenerlos a
ambos cerca de su corazón. Al acercarla a su nariz, aspiró el rico aroma terroso de la
mezcla sagrada que había en el interior del cuero enjabonado. Si cerraba los ojos, casi
podía engañarse creyendo que él estaba cerca.
Las lágrimas ardían detrás de sus párpados mientras un dolor monstruoso subía
desde su estómago hasta su pecho, arrancando un sollozo de su garganta.
—¿Fate?
—Es como una gran ciudad cerrada por una jaula de aros giratorios. Y hay todas
esas bóvedas dentro. Miles de ellas. Cada una guarda una magia poderosa. —Gerdie se
quedó callada y esperó.
Gerdie se inclinó, con los ojos brillantes ahora que tenía su atención.
Fate luchó con su mente bloqueada, queriendo saber más, pero temiendo dejar
entrar el más mínimo grano de esperanza. Cualquier otra decepción la mataría.
—¿Cómo? —preguntó.
—¿Cómo lo sabes?
—Creo que compartimos la misma librería familiar. Todavía está allí, pero ahora
está cerrada, desde que murió mi abuela.
—¿Berdie se casó con Hank Biddle? Pero ella odiaba a ese cabeza de zanahoria con
cara de peca después de que él la empujara en un charco y arruinara su vestido de
Pascua.
Fate asintió.
—Supongo que debería haber sabido que no quedaría nadie si volvía a casa.
Dolió ver a Gerdiellorar. Incontables años de tristeza reprimida habían roto esa
compostura aparentemente intrépida de ella. Ambas habían perdido a sus seres
queridos. En muchos sentidos, Gerdie había perdido mucho más. Había crecido
completamente sola, despojada de todo, gracias a Brune. A Fate le daba asco saber que
estaba emparentada con alguien capaz de abandonar a su indefensa hermana y de
arrojar después a su sobrina al mismo peligro.
Extendiendo la mano, Fate atrajo a Gerdie para que se sentara junto a ella,
acunando a la niña que, por descabellado que pareciera, era su tía abuela.
—No estás sola. Tienes a tu familia aquí —le aseguró a la niña que lloraba
suavemente.
—¿De verdad crees que hay algo en la Fortaleza lo suficientemente poderoso como
para anular la deuda de Finn con el Hombre Verde? —preguntó Fate.
—Hay más magia en la Fortaleza que en todo el mundo —dijo Gerdie, mordiendo
una galleta—. Mmm. Sithias hizo un buen trabajo con estas.
—Oma dijo que la Fortaleza no era sólo para almacenar magia. Dijo que algunas de
las bóvedas eran puertas a otros lugares y tiempos. Tiene que haber una que vaya a
Oldwilde.
Fate quería creer que esta era la solución para liberar a Finn, pero le preocupaba
que pudiera terminar en una búsqueda inútil sin retorno.
Un ave blanca y negra se posó en un arbusto cercano, moviendo la cola. Cuando sus
ojos oscuros se encontraron con los suyos, el colorido del pájaro le hizo pensar en
O'Deldar con su pelo color sal y pimienta. Cuando se conocieron, él la había mirado con
la misma dureza mientras le decía que había otros caminos, además del Libro de
Fábulas, para cruzar la línea divisoria entre los mundos. ¿Se refería a la Fortaleza?
—De acuerdo, iré —dijo ella. En cuanto dijo las palabras, el ave salió volando. Ella
medio esperaba, o deseaba, que el viento se agitara y agitara algunas bellotas en desafío
a su decisión, pero la brisa permaneció inalterable.
—Bien, pero primero vamos a tener que darte forma para que vuelvas a tener algo
de color en la cara y carne en esos huesos.
—¿Qué, no crees que todo esto de la anemia y la piel y los huesos me está
funcionando? —dijo Fate, sonriendo mientras cogía una galleta y mordisqueaba un trozo
de chocolate.
—Vaya, y yo que creía que estaba tan a la moda de los muertos vivientes.
***
—Me voy —dijo Fate, con la garganta cerrada por las palabras. Apoyó la frente en la
áspera corteza del roble y cerró los ojos para evitar las lágrimas—. Te prometo que
volveré por ti, Finn. Pero no te rindas. ¿De acuerdo?
Ella miró hacia el enorme paraguas de hojas, sintiendo el cambio en el aire, como si
toda la naturaleza de repente contuviera la respiración.
—¿Finn? —susurró.
Fate escuchó con el corazón latiendo y los oídos agudizados, una voz, silenciosa
para el mundo exterior, pero fuerte en su corazón. Estamos unidos, siempre.
El aire fresco y enérgico sopló contra sus labios, como la brisa de las alas de un
colibrí. Lanzando un pequeño suspiro, se llevó los dedos a la boca, segura de que la
habían besado... un beso de despedida. Quería aferrarse a la presencia de Finn, por débil
que fuera, y no soltarla nunca. Pero él ya se estaba alejando. Cuando los sonidos
normales del bosque se reanudaron, ella volvió a sentir el dolor agudo de su ausencia.
¿Por qué el amor tenía que doler tanto?
La opresión en su pecho empeoraba con cada paso que daba lejos del roble. No
importaba lo lejos que la llevara su viaje, siempre habría esta herida abierta en su
corazón. Pero tenía que concentrarse en el camino que tenía por delante, porque seguir
adelante era el único modo de volver a él. Y sólo entonces podría poner fin a este dolor
persistente. Reprimiendo las lágrimas, se obligó a saltar en el aire y voló de vuelta a la
posada.
***
—¿Podrías dejar de hacer círculos? Me estás mareando —se quejó Gerdie mientras
Sithias se deslizaba junto a ella por enésima vez. Había vuelto a su forma de serpiente,
con su vieja gorra de cazador de gamuza. Como tenían que volver con La Hechicera
Solitaria y darle un final feliz antes de poder regresar a casa, quería asegurarse de que
Elsina lo reconociera—. ¿Por qué estás tan nervioso por volver?
Se detuvo y la miró.
—¿Cómo puedo explicar por qué he essstado fuera tanto tiempo y por qué essstoy
en compañía de enemigoss? No se puede jugar con Elsssina. Puede ser
insoportablemente hermosa, pero está hecha de hielo, ya sabes. A veces dudo que haya
un corazón que late bajo esa suave piel de marfil. Puede ser tan cruel. —Lanzó un gran
suspiro—. Me pregunto qué ha estado haciendo mientras yo no estaba. ¿Crees que me ha
echado de menos?
Fate entró.
Fate apartó su capa con capucha, mostrando su espada y dagas atadas sobre su
armadura de cuero.
—Todo lo lista que puedo estar después de semanas de atiborrarme de las comidas
gourmet de Sithias. Aunque podría haber prescindido de esos repugnantes tónicos. Lo
siento, Gerdie, pero realmente apestan. —Le lanzó a Sithias una sonrisa que no ocultaba
del todo la tristeza persistente en sus ojos—. Pero tú, amigo mío, harás de alguien una
feliz esposa algún día.
—¿De verdad que lo llevas bien? —presionó Gerdie mientras escudriñaba a Fate.
—Lo más probable es que ahora mismo pueda vencer a un gorila de cuatrocientos
kilos en un mano a mano. No sé exactamente cuánto durará esta súperfuerza sobrante,
pero apuesto por unos cuantos meses más antes de que necesite ayuda para abrir un
bote de mayonesa.
Algo dentro de Gerdie se enfrió cuando se unió a ellos junto al gran libro y miró a la
serpiente, cuyas alas temblaban de miedo. ¿O era impaciencia? Entonces se dio cuenta
de lo que la molestaba. Había una nota falsa en su voz que nunca había oído antes.
Alarmada, tiró de la manga de Fate, pero demasiado tarde.
Las llamas rojas pusieron fin a la fábula, convirtiendo todo en cenizas. Sus
rodillas se doblaron, Fate se dejó caer en la fría arena. Otra ráfaga de luz roja y ardiente
golpeó el Libro de Fábulas, las llamas se desprendieron de sus páginas y se
desvanecieron en una bocanada de humo. Abrazando su cintura, ahogó un sollozo.
—¿Qué está pasando? —murmuró Fate, repentinamente superada por una oleada
de náuseas a causa del salto. Desorientada por la oscuridad de la noche tras dejar atrás
una tarde soleada, se secó los ojos de lágrimas y miró a su alrededor. Estaban de nuevo
en la cueva. La única luz era la de la luna que se reflejaba sobre el negro océano.
Sithias salió volando delante de ellos, batiendo las alas como un loco.
La sorpresa cortó parte de la niebla en la cabeza de Fate. ¿Le había oído bien?
—Sé cómo funciona el libro. Podemos viajar a otros mundos sin salir de la isla.
Puedes hacer esto sin miedo a perder tus poderes.
Incapaz de creer lo que oía, Fate le agarró por la cola para impedirle lo que fuera
que pensaba hacer. Los músculos bajo sus escamas se retorcieron en su mano,
liberándose de su agarre.
La confusión se agitó entre el malestar de su estómago.
—Lo sabía, se ha vuelto contra nosotras —susurró Gerdie, con el cabello rizado
humeando y chamuscado por la mitad.
Confundida aún más por el repentino cambio de actitud de Gerdie, Fate se puso en
pie, con movimientos lentos a causa de las náuseas y las punzadas en las sienes. ¿O era
una persistente sensación de traición la que causaba el dolor en su cerebro? Dirigió su
difusa atención a la hechicera.
—¿Has perdido tu cerebro del tamaño de un guisante? —dijo Elsina, con su león de
granito alado a un lado y Hatho al otro—. Nunca te fuiste. El libro se cerró y luego se
abrió. Ahora quítate de en medio. —Hizo una señal al soldado halcón—. Enciérralos. Y
envía un buey de vuelta por el libro.
Cuando Sithias salió volando y aterrizó junto a la hechicera, la piel de Fate estalló
con un sudoroso pánico. ¡Realmente era una serpiente traicionera! ¿Cómo pudo
equivocarse tanto con él?
Desesperada por ganar ventaja, sacó una daga de la correa de su muslo. Con la
mano de la espada, curvó su hoja sobre la de él, conduciéndola hacia abajo, y luego clavó
la daga por encima de su antebrazo enguantado, cortando la piel y golpeando el hueso.
Mientras él retrocedía un paso, ella esperaba que soltara su arma. En lugar de eso,
avanzó, girando su espada en un arco antes de redirigir el ángulo de la hoja en un golpe
vertical que cayó con fuerza y rapidez. El impacto de la pesada hoja sacudió el ligero
estoque de su mano.
La dejó caer al suelo. Enroscada en sí misma e incapaz de respirar, miró más allá
del soldado halcón, fijando los ojos en Sithias. ¿Por qué permitía esto? Seguro que en
cualquier momento intervendría para ayudarla. Buscó en sus ojos ámbar la más mínima
señal de que aún estaban en el mismo equipo. Pero en su mirada no había nada ni
siquiera parecido a la amistad.
—¡Sithias! —gritó con una furia que le quemaba la garganta—. Te atraparé por... —
Una mordaza en su boca detuvo la amenaza.
Fate lanzó su bota directamente a su casco. Hatho se tambaleó hacia un lado, pero
enseguida recuperó el equilibrio y golpeó con su puño de hierro el costado de su cabeza.
***
—Fate —una voz llamó desde algún lugar lejano—. Despierta.
Abriendo los ojos, Fate miró una cara borrosa que se cernía sobre ella. Tuvo que
parpadear varias veces antes de que Gerdie apareciera.
—¿Qué... qué ha pasado? —En el momento en que se tocó la sien dolorida, el puño
de Hatho apareció en su mente—. Oh, claro, el halcón gorila.
—Es un buen bulto el que tienes ahí. Ese halcón raro tiene unos brazos poderosos.
—Gracias por la noticia —dijo ella, apenas capaz de mover su cuerpo dolorido y
rígido.
—Empezaba a pensar que nunca te ibas a despertar. Has estado fuera toda la
noche.
Gimiendo por el dolor de pies a cabeza que Hatho y el suelo de piedra le habían
provocado, Fate se incorporó, frunciendo el ceño ante las paredes manchadas de musgo,
el lecho de paja plano en el que estaba tumbada y la puerta de hierro oxidado que
bloqueaba su camino hacia la libertad.
—Ah, qué sorpresa. Típico motivo de mazmorra con toques góticos de gris lúgubre
sobrepuesto a más gris lúgubre. A no ser que cuentes los insectos raros. —Su cabello se
agitó cuando un viento enérgico le azotó por detrás. Se estremeció—. Un poco de viento
para estar bajo tierra... ahora que lo pienso... mucho más brillante de lo que debería ser.
Fate miró por encima del hombro, entrecerrando los ojos ante el resplandor de un
magnífico amanecer que brillaba en la abertura cuadrada de su celda.
Por lo que pudo ver, su celda no era más que una hendidura de tres metros tallada
en la roca del acantilado. Todavía mareada pero animada por este descubrimiento, se
levantó y empezó a dar un paso cuando su pierna se enganchó en algo.
—¿Qué...? —Su tobillo estaba atado con un grillete oxidado encadenado a un anillo
de hierro clavado en el suelo de piedra—. ¿De verdad? ¿Les dijo que podía volar?
—Ooooh, juro que la próxima vez que vea a Sithias le haré un nudo y le arrancaré
las alas, una pluma podrida cada vez. Desgraciado. ¿Cómo ha podido hacernos esto
después de todo lo que hemos pasado juntos?
Gerdie sacudió la cabeza, con un ceño enfadado que marcaba sus pícaras facciones.
—Es una serpiente tramposa. Nos engañó a todos. Debería haberlo sabido. Lo
descubrí en el último momento, justo antes de irnos. Algo en su voz me pareció mal.
—No, debería haberlo visto. Lo siento, Gerdie, estaba demasiado metida en mis
cosas.
—No te culpes. Nadie puede pensar con claridad después de perder a un ser
querido.
—Pero estaba ahí delante de mí. ¿Recuerdas que todas sus obras e historias tenían
la misma mujer fatal? Que, ahora que lo recuerdo, sonaba igual que Elsina. Pero eso
cambió después de llegar a InnithTine. Cuando empecé a sentirme mejor, noté que los
poemas que me leía eran diferentes. Hablaban de una mujer de pelo negro cuyo aliento
era como la flor más dulce, la piel como el brillo de un rayo de sol y la voz como el canto
de un arrendajo azul. Por supuesto, la descripción cambiaba de un día para otro, pero ya
sabes a qué me refiero.
—Como sea —dijo Fate—. No puedo creer que no me haya dado cuenta. Ha estado
totalmente enamorado de Elsina todo este tiempo.
—Lo sé. Pero hubo una vez en la que fue directo y la llamó un milagro de la
feminidad, seguido de un montón de cosas elegante.
—Oh, sí, eso es correcto —Gerdie estuvo de acuerdo, sus ojos se entrecerraron—.
Eso significa que cuando estábamos haciendo planes para volver aquí, él estaba
siguiendo toda esa charla sobre cómo usarías las Palabras de Creación para darle a
Elsina su compañero perfecto y su final feliz.
—No quiere que esté con nadie más que con él.
Gerdie llevó la bandeja hasta Fate y se sentó. Cogió un pequeño cubo de queso por
el palillo que tenía clavado y se lo ofreció.
—Como quieras. Por supuesto, nunca dejo pasar una comida, ya que no se sabe
cuándo vendrá la siguiente. —Al llevarse el queso a la boca, apartó un paño blanco
impoluto, dejando ver unas salsas y un pan calientes debajo—. Hmm, no se puede decir
que la hechicera no alimente bien a sus prisioneros. —Cogió una copa de zumo oscuro.
Después de engullir la mayor parte, arrugó la nariz—. Nunca me ha gustado demasiado
el zumo de ciruelas. —Cuando empezaron a sonar ruidosos gorgoteos en su estómago,
miró el agujero en el suelo en una esquina—. Uh-oh. Probablemente no debería haber
hecho eso.
Mientras Gerdie parloteaba, una lenta quemazón en las tripas de Fate se convirtió
en una rabia al rojo vivo, que eliminó la sensación de malestar que le había dejado la
traición de Sithias. Cada célula de su cuerpo vibraba de rabia.
—Estoy muy enfadada —dijo Fate con los dientes apretados—. Creo que nunca he
estado tan furiosa en toda mi vida. Bueno, tal vez cuando cancelaron a Danny
Phantom34, pero esto es mucho peor. Lo que hizo Sithias es imperdonable.
—Sí, si estuviera aquí ahora mismo, le haría beber este zumo de ciruelas.
—Dámela —dijo.
—Tendrá lo suyo, pero primero tenemos que volar este agujero en la pared y
evitar que Torrin se lance en picado por los acantilados.
—Creo que soy más como Christopher Robin35 —dijo Gerdie, cruzando los brazos
con fastidio.
—Bien, Chris, toma asiento allí con Pooh y la pandilla mientras yo sigo con esto—
dijo Fate, sonriendo cansadamente a su animosa tía abuela. Mirando lo que había
escrito, murmuró las palabras en voz alta. El aire se estremeció, haciendo surgir algo
pequeño y metálico. Una llave, que atrapó antes de que cayera al suelo.
34
Serie juvenil de televisión.
35
Personaje de Winnie Pooh
Caminó hasta el final de la celda y se colocó al borde de la empinada caída. Un
caldo de olas y espuma de mar se agitaba en las rocas de abajo.
—Supongo que es mejor, ya que los guardias están al otro lado de la puerta.
—Es exactamente lo que pienso. —Fate se agachó para que Gerdie pudiera subirse
a su espalda—. ¿Lista?
—Tan lista como un gato colgado sobre una bañera —comentó nerviosa mientras
se posicionaba.
Fate se lanzó al cielo. Apenas llevaba unos segundos en el aire cuando sonó una
bocina. La adrenalina se disparó a través de sus miembros cuando miró hacia atrás,
hacia las paredes del acantilado, llenas de más de cien celdas, desde las que una docena
de halcones soldados se elevaron y volaron directamente hacia ellos.
Se dio la vuelta para lanzarse tras ella, pero el soldado halcón le sujetó la pierna y la
agarró del brazo. Gritando furiosamente, se esforzó por ver más allá de la batería de alas
y los cascos brillantes que le bloqueaban la vista. Un segundo halcón la agarró por el otro
brazo, llevándola con fuerza de vuelta a las celdas del cielo. Se retorció en todas las
direcciones, esperando ver a que Gerdie hubiera sido atrapada antes de caer al agua.
Inquietos, mantuvieron sus ojos fijos en ella hasta que llegaron al borde de la celda
y se levantaron.
Después de todo lo que había pasado, sólo para perder a Finn al final, luego para
sufrir la traición de Sithias, y ahora Gerdie. El dolor era demasiado. Podía lidiar con la
rabia, pero no con este dolor desolador y agonizante que amenazaba con invadirla.
Permitiendo que el odio hiciera a un lado su angustia, la furia envenenó su torturada
mente, distorsionando toda la razón mientras miraba la tumba acuosa de Gerdie.
Entrecerró los ojos en el brillante océano, una belleza engañosa llena de multitud de
peligros. No sólo de los ordinarios, sino de los sobrenaturales, como los monstruos
marinos, las sirenas y los behemoths como el legendario Kraken.
No pudo evitar sonreír al imaginar los gigantescos tentáculos del Kraken saliendo
del agua, agarrando halcones del aire y arremetiendo contra el palacio de Elsina.
Respiró hondo, animada por la idea. Pero ¿cómo podría hacerlo realidad? Sus ojos
se posaron en las salpicaduras carmesí cerca de sus pies. Sumergiendo la punta de su
bota en la sangre, deletreó una orden apenas legible pero sencilla.
Sin dudarlo, lanzó al aire las vengativas palabras—: Invoco la ira de Poseidón sobre
esta isla.
—¡Gracias a Sithias!
—¿Qué? —Atónita, Fate observó cómo el soldado halcón se alargaba, una distorsión
inquietante, antes de transformarse completamente en la serpiente alada.
—¿De verdad, Judas? —gritó Fate, con sus manos retorcidas contra los grilletes.
—No te enfades. Está de nuestro lado. Se aseguró de que tuviéramos esa bandeja de
cosas para escribir. Y se ha ocupado de que la fábula tenga un final feliz para que
podamos volver a casa.
—Por eso estoy aquí. Habría venido antes, pero no podía escaparme hasta ahora.
Fate no podía recuperar el aliento. Su pecho se agitaba por los sollozos. No sabía
qué hacer con este choque abrumador de alivio, dolor de corazón y desconfianza
persistente.
—¿Qué es eso?
—¡Sí, pero no me lo esperaba! —dijo ella, mirando estupefacta la colosal ola que se
dirigía hacia ellos.
Fate borró frenéticamente una palabra, y luego comenzó a deletrear una nueva
en su lugar. Todavía le quedaba una letra por escribir cuando descubrió que la sangre se
había secado.
Sithias bajó la cabeza hasta las manchas secas, emitiendo sonidos de escupitajo.
Levantó la cabeza alarmado.
El sonido del agua atronadora, junto con el rugido ajeno de los monstruos
marinos, era casi ensordecedor.
Gerdie sacó una piedra de su bolsillo y la rascó sobre la piedra, dejando una tenue
línea blanca.
—¡Recogí esto de abajo! —gritó por encima del estruendo—. ¡Dime qué necesitas!
Los vientos gélidos se desataron. El rocío del mar entró en el agujero, saturando el
aire con el olor de la salmuera. Fate inhaló un miedo absoluto mientras el agua salpicaba
su frase. Señaló con el dedo del pie la última letra que necesitaba.
En cuanto Gerdie marcó con tiza una "d", Fate gritó la frase alterada—: ¡Prohíbo la
ira de Poseidón sobre esta isla!
Pero era demasiado tarde. La ola se desplomó, inundando la celda, una fuerza
aplastante que se abalanzó sobre ellos, embistiéndolos contra la pared del fondo.
Mantenida inmóvil por sus grilletes, Fate sintió que Sithias se anclaba enroscándose
alrededor de su cintura, pero Gerdie flotaba sin sujeción.
El peso del agua que presionaba ya disminuía, una corriente alterna arrastraba a
Gerdie con ella hasta el borde de la celda, donde se había abierto una ventana al mundo
de Poseidón. El espectáculo era espeluznante. El agua turbulenta se unía a un enjambre
de calamares monstruosos, anguilas ardientes, serpientes negras como el azabache,
tiburones gigantes y una horda de otras criaturas sin nombre. Entonces, una gran cabeza
y unas fauces sin colmillos borraron el nido de bestias marinas, su garganta una caverna
oscura y aterradora.
Fate gritó en el agua. A través de las burbujas de aire, vio cómo la cola de Sithias se
extendía y agarraba a Gerdie por el tobillo. Las enormes mandíbulas se cerraron a
centímetros de su cabeza. Ella estaba a salvo por el momento, pero la verdadera
amenaza era el urgente ardor en los pulmones de Fate. Todos se iban a ahogar y ella era
la culpable.
Con sus pulmones pidiendo aire a gritos, Fate soltó lo poco que le quedaba,
sabiendo que su siguiente bocanada le traería una muerte segura. Pero la ingravidez
presurizada del agua dio paso de repente a la gravedad, dejándola caer al suelo mientras
sus pulmones se llenaban del preciado aire. El océano se derramó fuera de la celda tan
rápidamente como había entrado. Gerdie se desparramó por el suelo como un trapo
mojado, escupiendo agua y aferrándose a su roca. Al soltarse de la cintura de Fate,
Sithias también soltó a Gerdie. Mientras se sacudía las alas empapadas, miró a Fate, con
la boca en una línea sombría.
—Lo siento mucho. Esta vez sí que he metido la pata. No puedo creer que casi hago
que nos maten a todos.
—No, ssoy yo quien lo siente. —suspiró con fuerza Sithias—. Mi actuación fue
demasssiado convincente. Realmente creyeron que me había vuelto contra ustedesss.
Este don mío es demassiado poderoso. Quizá tenga que dejar de actuar.
—No son las únicas a los que he arrastrado a mi gran ilusión —dijo, pasando a
describir lo que había hecho para evitar que Torrin se suicidara—. La ninfa del mar se
enamoró de él igual que en la fábula original. Quería convertirse en una mortal como él,
pero le dije que debían abandonar la isla y no volver jamás.
—Pero la ninfa del mar me dio su glamour —le recordó Fate—. Le debió dar
bastante asco su carácter de pez.
—Pffff, los glamourss son un caparazón que parafueradelmar. Bajo el, estaba
reluciente, con el pelo dorado y los ojos brillantes. Torrin estaba tan cautivado que dejó
que lo convirtiera en un sireno y se adentraron en el azul profundo. Él estaba muy feliz,
créeme.
Por mucho que quisiera creer que lo había solucionado todo, Fate no podía ocultar
su escepticismo.
—Pero Elsina debió de quedar desolada cuando su verdadero amor se le escapó así.
—Ella no lo sabe. Me hice parecer a Torrin. Ella cree que soy él.
—Habría pensado que eso era cosa de Hatho. ¿No es por eso que ella lo hizo con
esos grandes y fuertes brazos? ¿Para que pudiera abrazarla? —Fate intentó mantener
una cara seria, pero estaba temblando de risa.
—Hatho ess más bien el perro fiel. Sse conforma con hacer guardia y esstar en su
pressencia. Yo, en cambio, quiero mucho máss. ¿Y qué hay de eso?
—Ha sido dulce. Esstuvimoss despiertos toda la noche... la misma razón por la que
no pude venir aquí. Fue un ssueño hecho realidad. Pero admito que esstoy aturdido por
sseguir fingiendo. —Miró ansiosamente al ahora tranquilo océano—. Sin duda he estado
fuera demasiado tiempo. Estará preocupada después de este casi desastre, y estoy seguro
de que los halcones volverán en cualquier momento. —Se deslizó hasta el borde de la
celda y luego se volvió—. Oh, cielos, casi lo olvido. El libro de Fábulas se ha encerrado.
No se puede abrir. No por falta de intento por parte de Elsina.
—Quizá la única manera de que se abra y nos saque de aquí es que escriba un final
feliz para esta última fábula.
—Temía que dijeras eso. Pero lo primero es lo primero. —Agitó los brazos,
haciendo sonar las cadenas de sus grilletes—. Necesitamos ropa seca y otra llave para
estos grilletes.
Después de que se fue, Gerdie conjuró ropa y algo de paja y mantas para
esconderse debajo para que Hatho y sus soldados no la encontraran cuando revisaran a
su prisionera. Luego esperaron a que anocheciera antes de abrir los grilletes de Fate.
—Sithias te enseñó bien —dijo Fate, impresionada por las habilidades recién
desarrolladas de Gerdie—. Estás hechizando muy bien.
Sonriendo con orgullo, Gerdie se sentó frente a ella con las piernas cruzadas.
Fate asintió, no quería decirle que todos los libros de Fabulas se habían convertido
en polvo. Parecía que había pasado toda una vida desde esa breve visita a la librería
familiar. Habían pasado tantas cosas desde entonces y le costaba recordar quién era
antes de entrar en el Libro de Fábulas. Si todo iba bien, se iría a casa. Pero dudaba que
alguna vez volviera a encajar en su antigua vida. Finn había dejado un doloroso agujero
en su pecho, además de que había visto y hecho cosas impensables. Sin embargo, a pesar
de lo cambiada que estaba, todavía había algo en su núcleo que permanecía sin cambios
y esa parte perdurable anhelaba ver a su padre. Necesitaba irse a casa, asegurarse de que
todo estaba bien con Eustace, pasar un poco de tiempo volviendo loco a Oz con el
puntero láser y contarle a su mejor amiga sobre su increíble experiencia. Jessie quedaría
impresionada.
—Puede que no esté familiarizada con este sentimiento, pero sí, estoy segura. —
Alisando el papel, se aclaró la garganta y comenzó a leer—: Sithias descubrió a Torrin
con la ninfa del mar. Optó por no decirle a Elsina que la ninfa del mar había
convertido a Torrin en un tritón y que los dos amantes se habían marchado. Sithias no
pudo soportar romper el corazón de Elsina con la verdad, porque la serpiente amaba a
la hechicera más que a nada. Usando un poderoso hechizo, se transformó en Torrin y
regresó al palacio.
Para hacer esto, llamó a Fate, quien tenía el poder de hacer que sus palabras
escritas se volvieran reales al leerlas en voz alta. Le pidió que le concediera su deseo
más profundo, que era deshacerse de la piel de la serpiente alada de ojos ámbar y
convertirse en el hombre que sabía que era en el fondo. Fateexpresó su deseo en el aire
y también lo dotó con el poder de las Palabras de Creación y la capacidad de cambiar
de forma. Cuando Elsina vio quién era realmente Sithias, la hechicera lo reconoció
como su verdadero amor y el compañero de toda la vida que siempre había anhelado.
Y así, Elsina y Sithias vivieron felices para siempre.
—No, estoy segura de que lo hará, para Elsina y Sithias, pero ¿qué hay de nosotros?
Quiero decir... no se menciona que nos vayamos a casa
—No te preocupes por eso. Lo que le va bien a Sithias nos va bien a nosotros.
—Si tú lo dices.
Pero después de más de una hora, un hilo de duda se soltó y Fate comenzó a
preocuparse. ¿Qué le hizo pensar que de repente podría reescribir una fábula sin que
saliera mal como antes? ¿Qué precio horrible tendría que pagar uno de ellos esta vez?
—Tal vez debería ir al palacio y ver qué está pasando —dijo, tratando de sonar
como si ya hubiera planeado un sobrevuelo como su próximo paso.
El sonido del pesado cerrojo deslizándose para abrir la puerta oxidada de su celda
hizo que ambos volvieran al modo de prisioneros. Gerdie apenas tuvo tiempo de
encerrar a Fate en sus grilletes y sumergirse bajo las mantas antes de que la puerta se
abriera para revelar a Hatho y dos de sus halcones soldados parados afuera.
Después de quitarle los grilletes, los dos soldados de Hatho la agarraron por cada
brazo y se lanzaron al aire. Mientras la llevaban hacia el palacio, sus pensamientos se
llenaron de preguntas: miedo y esperanza compitiendo por el dominio. ¿Estaba siendo
llevada a su perdición o estaba siendo liberada?
Mientras dejaban atrás las distracciones y subían alto hacia una de las torres, se
preguntó de nuevo a qué estaba a punto de enfrentarse. Su pulso se aceleró cuando
aterrizaron en un enorme balcón bordeado de ondulantes cortinas.
Haciendo señales a sus soldados para que la vigilaran, Hatho desapareció detrás de
la tela vaporosa.
Estirando el cuello para ver a través de las cortinas mientras se movían con la brisa,
vislumbró alfombras ornamentadas, almohadas de satén, cuencos con frutas y una
cigüeña aburrida y adormilada en pijama de satén que agitaba una gran hoja de palma.
Una sombra oscureció el material translúcido, bloqueando su vista por completo.
Este tipo era mucho más alto de lo que Sithias alguna vez había sido en forma
humana, y mucho más musculoso de una manera atlética y delgada. Un gran par de alas
plumosas de color leonado con motas blancas flanqueaban sus fuertes brazos y estaba
vestido con pantalones de cuero marrón claro, pero nada más. Todo lo que podía ver de
su rostro vuelto era una nariz romana y una mandíbula cuadrada. Su cabello estaba
trenzado en una cuerda larga por su espalda y el color era el mismo que sus alas, marrón
dorado con rayas blancas. Quienquiera que fuera este escultural espécimen,
definitivamente no era su buen amigo, ni siquiera Torrin. Pero una cosa estaba clara.
Estaban profundamente enamorados.
Ver a la feliz pareja magnificó aún más el dolor eterno de extrañar a Finn y dejarlo
atrás. Bien podrían haber estado posando para la portada de una novela romántica y ella
se resintió por ello.
Tragando saliva, Fate apartó la vista de su mirada helada. Con la luna a sus
espaldas, todo lo que podía ver del hombre era el corte oscuro de su físico atlético
mientras caminaba a lo largo del vasto balcón hacia ella. Cuando sus rasgos aparecieron
a la vista, reconoció una sonrisa familiar que se extendía por su hermoso rostro y los
parpadeantes ojos ambarinos que había llegado a conocer tan bien.
—Sithias —dijo ella, enormemente aliviada—. Eres tú. Pero te ves tan ...
—¿Guapo? ¿Me atrevo a decir sssexy, incluso? —dijo sin querer coquetear.
—Sí —admitió Fate, el calor enrojeció sus mejillas. Pero ya extrañaba al desgarbado
y torpe Sithias al que le había gustado tanto cuando no estaba en forma de serpiente.
—Lo sé, apenas puedo creerlo yo misssmo. Algo mágico sssucedió hace poco másss
de una hora. Todavía essstaba fingiendo ser Torrin, pero no podía soportar ssseguir
mintiendo por más tiempo, asssí que me quité el glamour para revelarme a ella —Hizo
una pausa, dejando que las palabras flotaran en el aire mientras el recuerdo lo
abrumaba.
—Esto lo resuelve. Eres demasiado maravilloso para que te vean más conmigo.
—¡Nunca!
—Sí, y si todo sale según lo previsto, ahora eres un hechicero que cambia de forma
con el poder de las Palabras de Creación.
—No lo sé —dice, aun viéndose dudoso—. ¿es siquiera posible concederme ese
poder?
—No estoy segura. Tendrás que probarlo más tarde. Aunque no veo por qué no
sería así. Le di a Finn la capacidad de volar —Su pecho se apretó. Solo decir su nombre
dolía.
Él suspiró.
—Oh, ella no haría eso. Pero gracias, ssseñorita —dice, su voz llena de emoción.
—Sithias, mi mascota, estoy esperando —canto Elsina, alzando la voz para poder
ser escuchada desde el otro extremo del balcón. La impaciencia en su tono era obvia para
todos menos para Sithias.
Sus ojos se pusieron vidriosos mientras miraba a la hechicera y ella se dio cuenta
de que no estaba escuchando.
—De muchas formas horribles —Ella trató de sonreír—. ¿Hay alguna razón para
esta tortura?
—Oh —dijo, ahora mirando más allá de los adornos románticos de la habitación. El
libro gigante estaba a un lado apoyado contra la pared. Su corazón se aceleró con un
latido caótico mientras se acercaba y tiraba de la tapa. El libro permaneció firmemente
cerrado. Ella estaba completamente desconcertada. Elsina estaba feliz y enamorada, ya
no era La Hechicera Solitaria. Entonces, ¿por qué no se estaba abriendo? Por
costumbre, se volvió para preguntarle a Gerdie si podía haber alguna otra razón antes de
recordar que la habían dejado en la celda.
—Oh, está bien —dijo Sithias, saliendo, corriendo de la habitación y cerrando las
puertas detrás de él.
—Encontrarás algo para decirles —dijo Fate antes de volverse hacia Gerdie—. El
libro todavía está bloqueado.
—Estoy segura de que lo es —le aseguró Fate—. Pero si realmente tenemos nuestro
final feliz, ¿cómo es que no se abre?
—Aquí —dijo, colocando el papel junto a la pluma y el tintero sobre la mesa—. Dile
que se abra con tus Palabras de la Creación.
—Sólo podemos esperar —dijo él, sus ojos mirando nerviosamente a Elsina.
—Esto no es una especie de truco para hacer que abra el libro, ¿verdad? No por ti,
sino por ella.
—No se preocupe por eso, ssseñorita. Antes de pedirle que la liberara, le advertí que
si ssseguíamos leyendo el libro tendríamosss que producir algunos finales horribles,
ahora que está lleno de cosssas felices, gracias a nuestro arduo trabajo. Missseñora
puede ser... quisquillosa a veces, pero ella es una romántica de corazón y ama un buen
final, que essstoy bastante seguro de que ahora tiene. De hecho, esssa es la razón por la
que está dissspuesta a permitirle que se vaya. Como bien sabe, no hay espacio suficiente
en esta isla para dos mujeres voluntarias y poderosas.
Sorprendida de ser puesta en la misma categoría de gran prestigio que Elsina, Fate
se sonrojó.
—Ya veo.
—Yo también —La idea de perder a Sithias además de Finn era más de lo que podía
soportar. Ella se tambaleó hacia adelante, envolviendo sus brazos alrededor de su cuello.
Dándole un apretón, la abrazó por un breve momento. Cuando él la dejo ir, sus ojos
se llenaron de lágrimas.
—Y yo, sssseñorita.
Elsina se colocó para que Fate pudiera verla más allá de su hombro. La posesividad
torció sus impecables rasgos. Enjugándose las lágrimas, Fate desvió la mirada y bajó la
voz.
—No olvides lo maravilloso que eres —le recordó ella—, lo eres, especialmente si
tienes lo poderes que te di.
—Adiós, Sithias.
—Claro que sí —dijo ella mientras él se retiraba apresuradamente hacia Elsina, con
los brazos cruzados y un hombro frío apuntándolo
Cuando Hatho se adelantó para cerrar las puertas, Fate saludó al halcón.
—Hasta luego, Gran pájaro. Ha sido como una fiesta por aquí, solo que sin
diversión —Las puertas se cierran sin decir una palabra, dejándolas solas en el
dormitorio.
—Lo primero que voy a hacer es colgar la Vara frente a la nariz verrugosa de
Brunilda y hacer que la bruja piense que la recuperará si me lleva a la Fortaleza y me
ayuda a encontrar algo lo suficientemente poderoso para liberar a Finn, y localizar una
puerta de entrada a Oldwilde. Pero nunca dejaré que lo tenga. Voy a hacerla sentir lo que
es tener a otra persona con todo el control y retener lo que más desea.
—¿Qué hacemos?
—Me dejas encargarme de Brune. He estado planeando este día desde que supe que
me iba a casa.
—No. Cuanto menos sepas al principio, mejor —dijo Gerdie, sonriendo dulcemente
y apretándole la mano.
—Está bien —respondió Fate, sintiéndose un poco desinflada—. Tenía todo este
discurso preparado, pero supongo que podemos irnos en cambio.
—No, tengo agallas. Soy muy valiente —dijo Fate, enderezando los hombros para
ocultar su creciente nerviosismo por lo que le esperaba. Estaba a punto de confrontar a
la persona responsable de básicamente arrojarla a aguas infestadas de tiburones sin una
sola preocupación. No le sentó bien que esta malvada tía abuela todavía pudiera tener
poder sobre ella. Fate había pensado que los días de ser una víctima habían quedado
atrás.
—Hagámoslo.
En el centro del enorme tronco del árbol, donde todo estaba oscuro y pacífico, la
promesa de libertad desenterró esperanza y expectativa. Una cara materializada como
un sueño que medio se recuerda, encendiendo chispas de emociones humanas, olvidadas
y puestas a un lado. Los ojos cafés canela le devolvieron la mirada con anhelo,
encendiendo esas chispas en llamas de deseo que quemaron lejos de Earthmind,
revelando una existencia anterior.
Poniéndose de pie, Finn miró hacia el extenso bosque de robles y sonrió con
satisfacción ante la renovada majestuosidad de la isla. Inhalando el aire fresco del mar,
podía ver claramente que ya no era necesario que estuviera aquí. Era libre para seguir
adelante, cada parte de él estaba hambrienta de reunirse con Fate, de abrazarla y besarla
sin un solo hilo de miedo. ¿Pero dónde estaba ella? No pudo sentirla en la isla.
Cerrando los ojos, sondeó más lejos, rozando a través de los océanos azul celeste,
sobre los picos nevados, desiertos dorados y frondosos bosques, en busca de la
deslumbrante llama de oro rojo de su espíritu.
Parecía como si estuviera allí por una eternidad, buscando en cada rincón del
mundo, su corazón se hacía más pesado con cada momento que pasaba. Entonces lo
sintió, extendiéndose sin cesar en todas direcciones, una barrera de fuego sensible
silbando con magia poderosa destinada a destruir todo lo que se aventurara demasiado
cerca.
FIN
Fate`s Keep
Morirá intentando volver con él.
Venderá su alma para estar con
ella.
Facebook
Goodreads
Twitter