Unidad 1

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Universidad Nacional de Tres de Febrero UNTREF VIRTUAL

Seminario de Historia Social y Política I

Unidad 1 - Marx y la cuestión nacional

La idea de las primeras tres clases es hacer una rápida revisión del debate sobre la
cuestión nacional en el marxismo, desde el Manifiesto del Partido Comunista hasta el
fin de la III Internacional, durante la segunda guerra mundial, es decir, hasta el
momento mismo en que comenzó el surgimiento del peronismo.

Eso nos permitirá luego examinar las interpretaciones de los marxistas argentinos a la
cuestión peronista como parte del problema que la cuestión nacional planteó al marxismo.

Introducción

Cuando surgió el peronismo, a mediados de la década de 1940, el marxismo ya tenía un


siglo de historia.

En ese lapso se había presentado como una ciencia de la sociedad y la toma del poder
por los marxistas en Rusia en 1917 y, la construcción de un estado socialista en la
Unión Soviética, parecía dar la razón a quienes pensaban que la historia se dirigía
hacia un fin: el comunismo.

Aunque a lo largo de ese siglo de historia del marxismo ya habían surgido discordias acerca de cuál era
el camino hacia la revolución proletaria -que era considerada la puerta de entrada al comunismo- los
marxistas no dudaban acerca del sentido de la historia ni de la fuerza social que finalmente triunfaría.
Esta, el proletariado, era así, la portadora de la historia.

Cualquiera fuese el camino, más o menos violento, a través de una revolución o de una reforma
paulatina, el proletariado, expresado en su partidos de clase, el partido socialista, llevaba sobre sus
hombros el peso de la historia.

Marx expuso esa visión en el “Manifiesto del Partido Comunista”, escrito con Engels en
1848. Toda la historia era la historia de la lucha de clases. La burguesía había llevado
a cabo su revolución; el proletariado llevaría a cabo la suya. “¡Proletarios de todos los

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países, uníos!”: ése era el llamado del Manifiesto y en las décadas siguientes el
proletariado escuchó el llamado.

Lo escuchó al menos allí donde existía: en Europa occidental, donde desde fines del siglo
XVIII y a lo largo del siglo XIX se estaba produciendo el proceso de industrialización, cuya
consecuencia era el nacimiento de un nuevo sector social, los obreros fabriles, el
proletariado. Este fue organizado políticamente a fines del siglo XIX y comienzos del siglo
XX por el partido de clase, el partido socialista, que era la institución que contribuiría al
triunfo de la clase obrera.

En el filo del siglo surgieron algunas disidencias dentro de esos partidos acerca del papel de
los mismos y de las características del proceso de transición del capitalismo al socialismo,
pero la clase obrera europea no abandonó a los partidos socialistas.

La primera guerra mundial quebró la unidad de los partidos socialistas y reveló que el
llamado de Marx a la unificación de los proletarios de todos los países era desoído por los
proletarios, o al menos por los partidos de clase. Las dificultades que esa desviación
producía fueron oscurecidas por la revolución rusa de octubre de 1917.

A partir de entonces, el surgimiento de un estado proletario, cambió las reglas de la política europea,
socialista y mundial.

Los partidos socialistas se dividieron,

y de esa división surgieron los partidos comunistas, que eran los que seguían
decididamente el modelo revolucionario ruso.

La creación de la III Internacional en 1919 sirvió para retornar a las raíces internacionalistas del
marxismo, que Lenin había defendido durante la guerra. La revolución rusa era la ruptura del eslabón
más débil del imperialismo (un concepto introducido en la tradición marxista por Lenin) y otras
revoluciones debían seguirla en Europa occidental.

Estas revoluciones no se produjeron o fueron derrotadas, por lo que la III Internacional


evolucionó de ser el estado mayor de la revolución mundial a ser una expresión de la
política exterior de la Unión Soviética.

La muerte de Lenin en 1924 y el triunfo de Stalin en la lucha por la sucesión consolidaron


esa evolución.

Los partidos comunistas de los distintos países del mundo, sin embargo, aun cuando
formaran parte de la III Internacional y siguieran la política soviética, no perdían de vista
su condición de partido de clase y, si no podían organizar a la clase obrera, al menos
aspiraban a hacerlo.

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El surgimiento del peronismo planteó un problema teórico y práctico a los marxistas


argentinos: la clase obrera se había ido detrás de un líder y se había organizado en

un partido ajeno a la clase. No era el primer problema, ni sería el último que una
realidad extraeuropea, la latinoamericana, planteaba al marxismo.

En los años veinte, en Perú, se había producido una disputa acerca del
papel de la clase media y de los indígenas en la revolución proletaria.

En los años cincuenta, en Cuba, una revolución, que luego se proclamó


socialista, triunfó sin partido y sin proletariado.

La cuestión peronista, sin embargo, pegaba en el centro de la política marxista. No era que el
proletariado estuviese distraído y otros hicieran una revolución por él: estaba políticamente activo y
fuera de toda tradición marxista. El sujeto de la revolución marxista parecía traicionar su cita con la
historia.

Este curso trata de las respuestas teóricas que dieron distintos marxistas argentinos a la cuestión
peronista. Esas respuestas deben ser divididas:

entre las dadas por quienes veían en el peronismo un obstáculo en el camino de la


revolución proletaria, a pesar del apoyo de los trabajadores,

y quienes lo veían como un paso positivo.

En el primer caso se encuentra el Partido Comunista, a través de su líder, Victorio Codovilla, y


algunos trotskistas como Silvio Frondizi y Milcíades Peña;En el segundo, se encuentran algunos
disidentes del Partido Comunista, como Rodolfo Puiggrós y Eduardo Astesano, y algunos
trotskistas, cuyo principal vocero fue Jorge Abelardo Ramos.

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Introducción - 2

Las respuestas marxistas a la cuestión peronista también deben ser distinguidas


entre las anteriores y posteriores a 1955.

Antes de 1955 nadie distinguía las distintas partes integrantes del


fenómenos peronista: líder, masas, gobierno, partido, movimiento,
sindicatos.

El peronismo era un todo: el régimen peronista.

Después de 1955, cada una de las partes, por acción u omisión,


comenzaron a distinguirse con claridad.

Ese proceso de clarificación del peronismo no simplificó la tarea de los marxistas, ya que si
antes los trabajadores habían seguido a un lider en el gobierno, entonces seguían a un líder
derrotado y exilado.

Los mismos marxistas que antes habían explicado el peronismo, como Ramos y Puiggrós,
debieron ensayar nuevas respuestas; otros, como Codovilla, se atuvieron a las antiguas
fórmulas; y otro, Juan José Hernández Arregui, produjo una de las interpretaciones más
influyentes y duraderas.

Desde la perspectiva de la tradición política marxista, la cuestión peronista no era si no la


manifestación -lo supieran o no los participantes del debate- de la cuestión nacional.

Esta se planteó en la década de 1890 en el seno de la II Internacional por la


extensión de la acción de los partidos socialistas a imperios multinacionales como
el ruso y el austríaco. La pregunta que surgió entonces fue si los socialistas
debían luchar primero por la liberación nacional y luego por la revolución
socialista, o a la inversa. Ese debate inconcluso llegó a su fin con la primera
guerra mundial, pero se planteó nuevamente en el seno de la III Internacional.

En realidad, la cuestión nacional había quedado abierta desde el mismo momento en que
Marx y Engels redactaron el Manifiesto del Partido Comunista.

Esta primera clase consiste en el análisis de dos de las lecturas más


influyentes de Marx, el Manifiesto y el prólogo de la edición alemana del
tomo 1 de El Capital.

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¿Cuál era el escenario de la revolución proletaria?

¿Cómo y cuándo se produciría?

¿La unión de los proletarios era anterior o posterior a la revolución


proletaria?

¿Se produciría ésta en todas partes al mismo tiempo o en unos países


primero y en otros después?

En el primer caso, ¿cómo se coordinarían las acciones revolucionarias?

En el segundo, ¿cómo influiría la revolución en un país sobre el proceso


revolucionario de otros?

¿Qué pasaría en los países en los que aún no se había desarrollado el


proletariado?

Fuera de Europa, ¿el proceso revolucionario sería igual o distinto al de


Europa?

La lectura del Manifiesto, como la de cualquier texto, puede hacerse desde diversas
perspectivas. En este caso hay que leerlo para responder a esas preguntas y a
otras que puedan surgir de la pregunta más general ¿dónde, cuándo y cómo pasa
lo que Marx y Engels dicen en el Manifiesto?

Aunque en la década de 1860, Marx comenzó a preocuparse por la situación


de países como Irlanda y Rusia, y eso lo obligó a buscar una salida para el
atolladero práctico del rígido análisis clasista del Manifiesto, esos escritos
tuvieron muy poca difusión y algunos sólo fueron conocidos ya entrado el
siglo XX. Ya había comenzado a reflexionar sobre la cuestión nacional, pero
en el prólogo a la primera edición alemana de El Capital retorna a un visión
rígida del proceso de la revolución proletaria. El legado de Marx a los
marxistas de la generación posterior, los que crearon y desarrollaron los
partidos socialistas que en 1889 se unieron en la II Internacional, fue el del
Manifiesto y el prólogo (a los que puede agregarse la crítica del Programa
de Gotha): el análisis de clase se anteponía a cualquier otra cuestión. Marx
no era un político práctico; los políticos socialistas de fines del siglo XIX y
principios del siglo XX debieron desarrollar respuestas teóricas a los
problemas prácticos que se les presentaban en la actividad política. Acerca
de esas respuestas trata la segunda clase.

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ACTIVIDAD 1

Objetivo: analizar los siguientes textos para observar dónde, cuándo y


cómo piensan sus autores que se producirá la revolución proletaria o, de
otra manera, cuál es el papel que asignan a otros factores que no sean la
clase (en este caso, la nación) en esa revolución.

Lecturas:

Marx y Engels, “Manifiesto del Partido Comunista”;


Marx, Prólogo a la primera edición alemana de El Capital.
Ambas lecturas, como también la crítica al Programa de Gotha, puede
bajarse de www.marxists.org.

Tarea: escribir un informe de trescientas palabras sobre esas lecturas, contestando las
preguntas aquí formuladas.

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