Tesis Vicente Segui Roma
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A u t o r:
1
Í N D I C E
1. Introducción …………………………………................. 4-10
2. Las redes familiares: Los Amorrich. …………………...... 11-94
2.1. José Amorrich. …………………………………………… 45-94
3. Las redes familiares: Los Bouligny. ……………………… 95-160
3.1. Apuntes biográficos. ……………………………………... 95-120
3.2. De las actividades profesionales: comercio y negocios. …. 120-155
3.3. De los bienes patrimoniales. ……………………………... 155-159
4. Las redes familiares: Pedro Choly. ………………………. 160-226
4.1. Apuntes biográficos. ……………………………………… 160-172
4.2. El comercio. ………………………………………………. 172-183
4.3. Los negocios. ……………………………………………... 183-217
4.4. El patrimonio. …………………………………………….. 217-226
5. Las redes familiares: Los Fabiani-Bottari. ……………….. 227-327
5.1. Apuntes biográficos. ……………………………………… 227-249
5.2. El comercio. …………………………………………….... 249-273
5.3. Los negocios. …………………………………………….. 274-318
5.4. El patrimonio. ……………………………………………. 318-327
6. Las redes familiares: Los Lombardón. …………………... 328-428
6.1. Apuntes biográficos. ………………………....................... 328-343
6.2. El comercio. ……………………………………………… 343-360
6.3. Los negocios. …………………………………………….. 360-420
6.4. El patrimonio. ……………………………………………. 420-428
7. Las redes familiares: D. Francisco Marabeuf. ………….. 429-570
7.1. Apuntes biográficos. …………………………………….. 429-460
7.2. El comercio. ……………………………………………... 461-499
7.3. Los negocios. ……………………………………………. 500-535
7.4. El patrimonio. …………………………………………… 536-559
7.5. Los mayorazgos. ………………………………………… 559-570
8. Las redes familiares: Los Maricone. ……………………. 571-657
8.1. Apuntes biográficos. …………………………………….. 571-588
8.2. El comercio. ……………………………………………… 588-611
8.3. Los negocios. …………………………………………….. 611-653
8.4. El patrimonio. ……………………………………………. 653-657
9. Las redes familiares: Los Pavía. ………………………… 658-758
9.1. Apuntes biográficos. …………………………………….. 658-685
9.2. El comercio. ……………………………………………... 686-717
9.3. Los negocios. ……………………………………………. 717-739
9.4. El patrimonio. …………………………………………… 740-756
9.5. Las sagas genealógicas de los Pavía alicantinos. ……….. 757-758
10. Consideraciones finales. ………………………………… 759-772
11. Apéndice documental. …………………………………... 773-803
12. Bibliografía. ……………………………………………... 804-807
2
ABREVIATURAS UTILIZADAS
f./ff. Folio/folios.
Leg. Legajo.
ms. manuscrito.
v. viejo
3
INTRODUCCIÓN
Desde que, hacia mediados del siglo XIII, Alicante fuese arrebatada al poder
sarraceno e incorporada al dominio cristiano de Castilla, su devenir e
importancia histórica ha estado vinculada siempre a su puerto y a las actividades
propias de su tráfico comercial determinado, a su vez, por su idóneo
emplazamiento natural y su excelente situación geográfica.
Su emplazamiento, el más optimo de toda la costa mediterránea peninsular, sí
exceptuamos el de Cartagena, ya fue apreciado por su rey El Conquistador
privilegiando a la entonces villa de Alicante, en base a lo cual se le otorgaría el
título de ciudad a finales del siglo XV cuando, integrada desde hacía una
centuria en la Corona de Aragón, colaboraba con su rey el Católico en la
reconquista del reino y ciudad de Granada.
Asimismo, su localización ha sido glosada por insignes cronistas tanto del
Reino, caso de Viciana o Escolano, como de la propia ciudad, Bendicho,
refiriendo la importancia del paraje y las buenas condiciones de su rada, o el
abrigo y calidad de sus accesos, aunque la más prolija descripción de su bahía la
realizaría la propia ciudad en un memorial elevado al rey Carlos II en el último
tercio del Seiscientos (1).
A todas estas bondades de su emplazamiento, habría que añadir la seguridad
defensiva brindada por el cerro del Benacantil, cuyas escarpadas laderas arriban
casi a la orilla del Mare Nostrum. Todo ello motivó que Alicante apareciese
conceptuada como puerto de mar, mientras que la capital del antiguo Reino
fuese catalogada como playa, al menos así se refleja en la documentación de
principios del Setecientos manejada en el presente trabajo, lo cual explicaría
que, cuando las Cortes de 1626 acordaron permitir el comercio exterior del
Reino sólo a través de Vinaroz, Valencia, Denia y Alicante, el volumen y valor
de las mercancías desembarcadas en el puerto alicantino fuera superior a las que
arribaban al de Valencia (2), tendencia que continuaría durante toda la primera
mitad del Siglo de las Luces, siendo también de naturaleza diferente la actividad
mercantil practicada en una y otra ciudad, pues mientras la corta entidad
poblacional de Alicante (3) otorgaba a su puerto la función de tránsito y
redistribución del grueso de las mercancías desembarcadas en sus muelles, sien-
(1) A.M.A., Memorial, Arm. 5, Lib. 111, s/f. Documento sin datación, si bien el profesor Giménez López en su
conocida obra Alicante en el siglo XVIII. Economía de una ciudad portuaria en el Antiguo Régimen, p. 24, fecha
su probable redacción en el año 1687, en respuesta a la pretensión de Valencia por conseguir la revocación de los
honores concedidos a Alicante. La descripción de la ciudad y su bahía en ff. 45v-50v contados.
(2) Casey, J., El Reino de Valencia en el siglo XVII. Ed. Siglo XXI, Madrid, 1983, p. 83.
(3) Con las debidas reservas por la falta de rigor inherente a los cómputos poblacionales preestadísticos, el
promedio de habitantes de Alicante habría pasado de 5.695 personas en 1619 a 4.913 en 1645, a 6.099 en 1660,
entre 8.997 y 11.010 en 1717, a 12.064 en 1731-32, a 14.394 en 1754, a 17.213 en 1768, a 18.212 en 1787, y a
20.279 en 1797. Cfr. en Alberola Romá, A., Jurisdicción y propiedad de la tierra en Alicante (siglos XVI-XVII).
Alicante, Ayuntamiento, 1984, pp. 64-71; y Giménez López, E. Alicante en el siglo XVIII. Economía de una
ciudad portuaria en el Antiguo Régimen. Valencia, Diputación, 1981, pp. 36-52.
4
do uno de sus principales destinos la Villa y Corte madrileña; Valencia, a causa
de su volumen demográfico diez veces superior al de Alicante, tenía en su playa-
puerto el lugar de destino de las mercancías que arribaban, puesto que en su
mayoría eran consumidas en la propia ciudad. Su excelente ubicación convirtió a
Alicante en el puerto de Castilla, impulsando su destino mercantil. La facilidad
del tránsito viario desde la bifurcación del camino real en Almansa a través del
corredor configurado por el Valle del Vinalopó, exento de dificultades
orográficas, además de aminorar el recorrido entre Madrid y la costa con
respecto a Valencia, salvo que se eligiera el poco transitado itinerario por
Tarancón debido a su pésimo estado y al difícil puerto de las Cabrillas, permitía
el transporte rápido y seguro de mercancías procedentes o con destino a Castilla.
Por ello, a mediados del siglo XVI se estipulaba una concordia entre los reinos
de Castilla y Valencia, según la cual quedaban reducidos a la mitad los
impuestos que gravaban las mercancías con tránsito hacia o desde Italia y
procedentes o destinadas a Castilla.
La existencia de esta fiscalidad tan benigna y beneficiosa para el comercio fue
un factor que afianzó a Alicante como “escala universal de mercaderías con que
se enriquece el reino y parte de Castilla” (4), pues, gracias a ello, Alicante se
convirtió en el principal puerto exportador de lanas castellanas destinadas a
Italia y el más importante puerto receptor de los productos textiles italianos con
destino a Castilla, debido a los menores costes por ser el trayecto más corto y
seguro con respecto a Cádiz, que entonces aparecía como principal alternativa a
Alicante, y, en consecuencia, los fletes también eran menores. Así, al menos, se
reflejaba en la correspondencia mantenida por Simón Ruiz con sus factores
florentinos entre los años 1577 y 1585, conocida mediante el trabajo realizado
por Ruiz Martín (5).
No resulta extraño, por ende, que tan favorables circunstancias propiciaran el
traslado de los mercaderes de Cartagena, sobre todo italianos - “genoveses y
milaneses que tratan en grueso” (6) -, para establecerse en Alicante, fomentando
de esta manera su consolidación como plaza mercantil de rango internacional, ya
que el tráfico comercial con Italia junto a su función redistribuidora de
productos coloniales y/o atlánticos, realizados mediante cabotaje, hicieron que
Alicante se convirtiera, en opinión de Braudel y Romano, en “le plus grand port
espagnol de la Mediterranée” (7).
(4) Vicente Bendicho, Chrónica de la muy ilustre, noble y leal ciudad de Alicante. Alicante, Ayuntamiento,
1991, p.86. Los principales impuestos soportados por las transacciones efectuadas a través del puerto alicantino
eran la “sisa mayor”, la “aduana” y el “general y doble tarifa”, cuyo sistema recaudatorio beneficiaba a los
comerciantes mayoristas al diferirse su cobranza hasta todo un año.
(5) Ruiz Martín, F., Lettres marchandes échangées entre Florence et Medina del Campo. París, SEVPEN, 1965,
p. CXXXVIII. Del total de 46 naves reseñadas en las cartas transcritas, 36 de ellas, representando a más del 78
por ciento, arribaron y/o partieron de Alicante, que también resulta ser la ciudad más citada - 53 cartas -,
después de Sevilla - 73cartas-.
(6) Martín de Viciana, Crónica de la ínclita y coronada ciudad de Valencia. Valencia, 1980, parte III, p. 394.
(7) Braudel, F. et Romano, R., Navires et marchandises à l´entrée du Port de Livourne (1547-1611). París,
Armand Colin, 1951, p. 36. De las 328 embarcaciones que entre 1573 y 1593 llegaron a este puerto procedentes
5
Otros dos elementos potenciaron a Alicante como enclave mercantil de primer
orden en el Mediterráneo. El primero radicaba en el sistema monetario propio
imperante en el Reino de Valencia, cuyas unidades de cuenta - la libra, el sueldo
y el dinero, equiparables a los escudos, real y vellón castellanos (8) - eran de
buen peso, ley y calidad, pero permanentemente infravaloradas, por cuyo motivo
gozaban de gran aceptación en los mercados internacionales y, por tanto, objeto
de continua exportación, sobre todo el peso o duro fuerte de plata y el doblón de
a ocho, pues su conversión en las monedas nacionales de los comerciantes
extranjeros les reportaba siempre sustanciosos beneficios.
El segundo elemento emanaba de la propia relevancia mercantil adquirida por
Alicante a lo largo de la Edad Moderna y especialmente consolidada durante el
Antiguo Régimen, consistente en el hecho de convertirse en un centro de
información de primera magnitud en el Mediterráneo occidental, donde los
agentes económicos podían recabar noticias del tráfico naviero, movimiento de
mercancías y precios, situación de los mercados y productos, o de cualquier otra
índole que beneficiase a sus negocios, transformándose la ciudad en un
importante foco de atracción para la inmigración mercantil. La consecuencia fue
pasar de los esporádicos contactos de los capitanes y marinos de navíos
extranjeros con la economía local, al progresivo establecimiento temporal o
permanente de mercaderes y colonias de mercaderes foráneos llegados a
Alicante en busca de oportunidades para iniciar, ampliar o consolidar sus
negocios, al tiempo que su asentamiento en la ciudad coadyuvó a conferirle
rango europeo, dado el supuesto permanente contacto que estos mercaderes
mantendrían con sus países de origen y con otros mercaderes de su misma o
distinta nacionalidad, instalados en otros puertos mediterráneos o en otras
regiones peninsulares y europeas. Era tal la importancia atribuida por los
mercaderes a la información y, en este sentido, a Alicante, que ambos factores
aparecen reflejados en la formación de una compañía mercantil barcelonesa del
siglo XVII, diciendo “per que se considera que en ninguna de les parts de
Ponent se pot tenir millor inteligencia que en la ciutat de Alacant, per que alla
acuden los comboys de Inglaterra, Olanda y de altres nacions, y ab ells els
vaxells que aportan pescas y altres mercaderías” (9).
Se conoce que los primeros en establecerse en Alicante fueron mercaderes
italianos y hanseáticos, presentes en la ciudad desde la Baja Edad Media. A
éstos se sumarían, ya en el siglo XVI, principalmente comerciantes franceses,
ingleses y holandeses que continuaban asentados en la ciudad durante el
(10) Giménez López, E., Op. cit., “La inmigración”, pp. 63-68
7
y arrastrando consigo también al quebranto económico de su suegro. Este sería
el primer punto de partida de esta investigación tratando de ratificar o rectificar
las cuestiones planteadas. Con ese propósito se emprendió la indagación
tendente a localizar y conocer la fortuna de los Bouligni, saga de negociantes
franceses con alguna relación profesional con los antedichos y que, casualmente,
uno de sus componentes, Juan Bouligny y Paret, era objeto de seguimiento y
estudio en el proyecto de trabajo del profesor Pradells Nadal sobre los cónsules
de comercio.
Así principiaba una ardua tarea por la ausencia de fuentes adecuadas para
llevarla a feliz término, ya que no existe la menor huella de los privados libros
de negociación procedentes de la propia casa comercial. Tampoco la escasa
documentación conservada de los registros aduaneros permitía asegurar nuestro
propósito, al igual que las más completas series de carácter fiscal referidas al
impuesto único o Equivalente y a la de la Junta de cosecheros, en la que no
figuraban como tales productores. De ahí, que también fuese muy laboriosa al
tenerse que abordar, casi en exclusividad, acudiendo a las fuentes notariales,
cuyo fondo archivístico que las alberga no disponía, como sí posee hoy, de una
detallada matricula de los contenidos de los protocolos notariales con soporte
informático, y sí sólo de un registro de los escribanos con sus correspondientes
series de protocolos, algunas incompletas y en tal lamentable estado de
conservación que sus actas eran ilegibles o casi, hasta el extremo de que
actualmente no se sirven algunos ejemplares. Por dicha razón, invertimos
muchísimo tiempo, bastante superior a una década, en el vaciado de los mismos
al añadir a las dificultades precedentes la incompatibilidad de mi horario
profesional con el de los archivos de la ciudad, teniendo que visionar una por
una las actas notariales de todos aquellos protocolos que, por sus fechas,
pudiesen contener el inventario post mortem del Bouligni fundador de la saga
alicantina, que todavía no se ha logrado a pesar de los esfuerzos realizados en el
vaciado total de 25 escribanías (11), más catas en otras 5, con algunos cientos de
protocolos y millares de actas que reducidas a fichas ocupan una docena de
diskettes de capacidad 1´44 MB, una moderada parte de las cuales aparecen
expresadas en las notas a pie de página de los capítulos componentes del
presente trabajo, constituyendo el soporte documental de los mismos.
Esta costosísima investigación sirvió, además de para determinar que tampoco
estos últimos negociantes retornaron a su Marsella natal y que los residentes en
Alicante vivieron con penuria arrinconados en su finca rústica de la Alcoraya,
para modificar los supuestos iniciales. En primer lugar por razones obvias de
tiempo biológico personal, acotando su cronología a los reinados de los tres
(11) Las escribanías consultadas hasta en su último papel protocolizado fueron las de Francisco Andujar,
Francisco Boix y Sevillano, Domingo Bueno, Pascual Bueno, Roque Castelló, Adrián Cazorla, Antonio Cerdá,
Vicente Cerdá y Sevillano, Francisco Ferrando y Roçelló, Vicente Fons, Juan Galdó, Antonio García, Gregorio
García, José Garriga, Vicente Gilgo y Valle, Francisco Hernández, Juan Bautista Hernández, Francisco Linares,
Raimundo Marco, Jaime Navarro y Blanquer, Vicente Navarro y Pastor, Vicente Rovira, Onofre Savater,
Antonio Sureddo y Francisco Tomás. El número de protocolos de estas escribanías ascienden a 361.
8
primeros monarcas borbónicos, haciéndola coincidir en el entorno temporal del
Real Decreto de 4 de julio de 1747 de Fernando VI por el que se aprobaban las
nuevas Ordenanzas Municipales de la ciudad; y, en segundo término, para
ampliar los objetivos de la investigación, centrándolos en las trayectorias
personales y profesionales de aquellos comerciantes foráneos inmigrados a la
ciudad en las décadas finales del XVII e iniciales del XVIII que, considerados
los pioneros por la documentación manejada, servirían de reclamo a las
posteriores migraciones de colegas producidas durante la centuria dieciochesca;
o en otras palabras, aquellos extranjeros profesionales de los negocios asentados
en la ciudad en años precedentes o inmediato posteriores al episodio del
conflicto sucesorio padecido por la misma, evidenciando los datos documentales
que por sus actividades alcanzaron las cotas de cualificación económica y
sociológica más relevantes, bien dentro de su propio grupo o bien dentro de la
sociedad que los acogió y en la que, por lo general, se integraron a través de
enlaces matrimoniales.
En definitiva, de acuerdo con el planteamiento de Leonor Maldonado, nuestra
finalidad consiste en, identificados los negociantes liberándolos del anonimato,
rastrear sus intereses mercantiles a través de la praxis de sus actividades
cotidianas, tratando de averiguar el comportamiento socioeconómico de unos
individuos, extranjeros entre otros de igual condición, en una ciudad portuaria
de la periferia mediterránea peninsular que ofrecía numerosas posibilidades.
Asumiendo toda la responsabilidad personal de esta investigación, es
innegable que en su desarrollo han intervenido personas que, de una u otra
manera, la han hecho posible, habiendo contraído con ellas deudas de gratitud de
muy difícil cancelación. En primer lugar a doña Esperanza López, directora del
Archivo Histórico Provincial hasta su jubilación, y a sus colaboradoras María,
Laura, Amparo, María de los Ángeles y Teresa, todas componentes de la
plantilla del mismo, cuya amabilidad, facilidades y amistad brindada me
hicieron sentir como uno más de la familia que formaban. A todas, mi eterna
gratitud y mi sincera amistad, agradecimiento que debo hacer extensivo a alguna
auxiliar de sala del actual Archivo.
En igual grado de endeudamiento expresado, cuando no superior, me hallo con
doña Susana Llorens, directora del Archivo Municipal, que, superando con
creces sus deberes profesionales, no sólo facilitó mi tarea sino que, en cuestiones
puntuales, aconsejó mi labor investigadora aportándome material propio y, sobre
todo, ofreciéndome uno de los sentimientos humanos más preciados: la amistad.
Este deudor espera poder pagarte con la misma moneda el débito contraído.
Asimismo, debo manifestar mi reconocimiento a todos los técnicos de la
biblioteca pública “Gabriel Miró”, cuya afable y diligente gestión hicieron
posible la pronta disponibilidad de cuantos artículos y documentación
bibliográfica les solicité.
A los profesores del Departamento de Historia Moderna de la Universidad de
Alicante, siempre receptivos a las dudas e incertidumbres planteadas; pero
reseñando especialmente la amabilidad, paciencia y comprensión de D. Enrique
Giménez López quien, además de orientarme en la investigación, se brindó a
9
dirigirme el trabajo, y cuyas críticas a cada uno de los capítulos que le fui
presentando han contribuido no sólo a la corrección de errores, sino a
proporcionarle unos contenidos más rigurosos de los que inicialmente
sustentaban.
Finalmente, no puedo olvidar a los seres queridos de mi familia que han sido
los auténticos acicates de mi tarea, en particular a mi esposa, que ha soportado
con estoica paciencia y fina ironía las vicisitudes y tiempo robado en los muchos
años que ha supuesto esta investigación y posterior redacción del presente
trabajo; pero en especial a mis pequeños queridísimos nietos Álvaro, Irene y
Miguel va dedicado este trabajo, con la ilusionada esperanza de que algún día
podamos compartirlo todos juntos.
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LAS REDES FAMILIARES: LOS AMORRICH
(1) A.M.A., Arm.7, Lib.4, “Vecindario-Padrón de 1733”. En este recuento ejecutado por el escribano Francisco
Hernández atendiendo a sus clases y grados, cumpliendo la carta-orden de D. Francisco Salvador de Pineda,
Intendente General del Reino, fechada el 28 de febrero, aparece Jaime Amorrich hijo relacionado en la 2ª clase
integrando los negociantes de Puerta Cerrada.
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matrimonio con la francesa Luisa Bigot, y la de su cuarto vástago Juan Bautista
que abrazaría la vida clerical permaneciendo, por tanto, soltero hasta el fin de
sus días, como iremos viendo en el desarrollo individualizado del devenir
familiar.
La primera constatación pública de la presencia de Jaime Amorrich padre en la
ciudad de Alicante data de julio de 1704, mes en el que adquiría una casa
propiedad de Tomasa Quesada, de cuyo precio quedaba adeudando 200 libras a
la vendedora, difiriendo su pago de común acuerdo en pensiones anuales de 10
libras, motivo por el que en el mes de octubre de 1709 testimoniaba ésta haber
recibido del comprador la cantidad de 50 libras, en diferentes partidas y
ocasiones, por cinco pensiones impagadas (2). Previamente a este pagamiento,
acaso con la finalidad de poderlo afrontar, el último día de junio de ese mismo
año imponía Jaime un crédito censal de 35 libras, con su rédito anual de 35
sueldos pagaderos en la festividad de San Juan, a favor del presbítero Cipriano
Campos, impuesto sobre una casa de su propiedad situada en la calle Mayor,
cerca del Portal de Elche, convertida en la residencia de la familia Amorrich,
hasta tanto no se produjera la emancipación de sus hijos, desde que el 30 de
diciembre de 1705 la comprasen los esposos Jaime y Luisa al doctor y canónigo
Carlos Morant y a su hermano Dionis por el precio de 842 libras, cargadas sobre
el propio inmueble y cuyos 842 sueldos de renta anual debía abonar por mitad
en las fiestas de San Juan y Navidad (3). Por ello, tras el obligado paréntesis de
la Guerra y una vez liberada la ciudad del dominio austracista, Jaime abonaría al
ciudadano Tomás Sans (4), como poseedor de los derechos de los hermanos
Morant, la cantidad de 168 libras y 8 sueldos correspondientes a las pensiones
de 42 libras y 2 sueldos devengadas en el cuatrienio de 1705 a 1709 (5), y cuyo
quitamiento efectuaría Jaime en julio de 1717 saldando el entero crédito al
abonar las 842 libras al procurador alicantino Pablo Navarro, apoderado
designado por Tomás Sans para esta ocasión (6).
Llama la atención la presteza con la que Jaime había adquirido estos bienes
inmuebles de una cierta entidad económica, sin que tengamos la constatación de
(2) A.H.P.A. Protocolo 844 de José Garriga , “Carta de pago”, 19-10-1709, ff. 14 r - 14 v.
(3) A.H.P.A. Protocolo 1318 de Jaime Navarro y Blanquer, “Reconocimiento de pago”, 30-6-1709, ff. 46r-47r.
(4) Tomás Sans, vecino de Alicante y residente en la villa de Polop, estaba casado con Ángela Botella. Mientras
residió en la ciudad, ejerció los oficios de maestro cordelero de esparto y tratante dedicado a la reventa de
productos de procedencia atlántica, sobre todo colonial, como azúcar, pimienta , cacao de Santo Domingo y de
Caracas, o suela, a una clientela generalmente de superior condición social a la suya con la que, en alguna
ocasión, actuaba de prestamista, llegando a gozar de la confianza de alguna de ellas. Tal fue el caso, por ejemplo,
de doña Manuela Escorcia, mujer del regidor noble don José Fernández de Mesa, que en 1711 le apoderaba para
cobrar de Juan Solbes 16 cahíces de trigo del precio de los dos últimos años de arrendamiento de una finca
llamada el Altet, situada en el Valle de Guadalest, adjudicada a su marido en parte de las pérdidas padecidas en
las presentes guerras como a bienes confiscados a Alejandro Buades, vecino del lugar de Benimagrell. Esta
relación con el patriciado urbano motivaría que los condes de Montealegre le designaran procurador general y
gobernador de su baronía de Polop. A.H.P.A. Protocolos 1763, ff. 97r-98v; 626, ff. 86r-86v, 108r-108v, 121v-
122v, 124r-124v y 263r-263v; 627, ff. 47r-48v, 100r-100v, 115r-115v y 189r-189v; 901, ff. 120r-120v; y 902, ff.
3r-3v.
(5) A.H.P.A. Protocolo 844 de José Garriga, “Carta de pago”, 22-1-1710, ff. 16r-16v.
(6) A.H.P.A. Protocolo 890 de Francisco Hernández, “Redempción”, 6-7-1717, ff. 194r-194v. La casa lindaba
con callejón de la Avella y casas de Diego Morant, del ciudadano Nicolás Arcayna y ermita de San Bartolomé.
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la previa formación del capital necesario para tales compras, más aún teniendo
en cuenta que la incertidumbre e inseguridad de los tiempos prebélicos y
posbélicos no propiciaban las condiciones más favorables para los negocios, lo
cual nos plantearía una doble hipótesis: que Jaime llegase a Alicante
disponiendo ya de suficientes recursos económicos propios provenientes, quizás,
de la liquidación de los bienes, o parte de ellos, poseídos en su lugar de
procedencia, o que esa necesaria liquidez la adquiriese a través de sus
actividades mercantiles desarrolladas estando ya establecido en la ciudad
lucentina, lo que supondría, a su vez, haberse asentado con anterioridad al inicio
del siglo XVIII.
A este respecto, nos hemos pronunciado con anterioridad; pero, en cualquier
caso, lo cierto es que el 24 de noviembre de 1705, un mes antes de comprar la
casa familiar de la calle Mayor, el viudo mercader francés (7) entregaba, como
dote matrimonial a su segundo hijo Gregorio, una casa ubicada en el barrio de
Nuestra Señora de Gracia o de San Francisco y Portal de Elche, que sería
enajenada cinco años después por el propio receptor en venta real a su padre
Jaime por el precio de 1.300 libras pagadas de contado (8).
Sin embargo, no sería esta la última propiedad inmobiliaria de Jaime, puesto
que, por el juzgado de confiscados y en remuneración a sus pérdidas motivadas
por el conflicto sucesorio, se le adjudicaba una casa en la calle Benito Arques
como bienes del disidente notario Lorenzo Verdiel, llamada antiguamente de
Miguel Ángel Pérez, cargada con un censo de 32 libras y anua pensión al 5 por
ciento a favor del cabildo y clero de San Nicolás, del que se adeudaban doce
pensiones y siendo especial hipoteca del mismo la propia vivienda adquirida,
razón por la que el presbítero Domingo Torres y Roca, síndico procurador de
dicha acreedora iglesia colegial, instaba auto ejecutivo contra la citada casa y
apercibido de remate Jaime como poseedor de ella, con quien proseguirían los
autos hasta la pronunciación de sentencia de remate por el Corregidor de la
ciudad a inicios del año 1719, mandando continuar la ejecución y que del valor
del inmueble se pagase a la parte ejecutante las pensiones y costas, ante lo cual
Jaime satisfaría al mencionado clérigo la cantidad 28 libras y 5 sueldos de
contado, de la que 20 libras y 16 sueldos correspondían a las trece pensiones
vencidas en Todos Santos de 1718 y las restantes 7 libras y 9sueldos a las costas
tasadas por el Corregidor en dichos autos (9).
(7) Bajo esta catalogación aparece Jaime Amorrich padre en los repartimientos de las 8.300 libras y 12.450
libras del Cuartel de Invierno correspondiente a los años 1712-13 y 1713-14, respectivamente, ejecutados por
despacho –orden de D. Rodrigo Cavallero y Llanes, caballero de Santiago, regidor perpetuo de la ciudad de
Cádiz, del Consejo de S.M., Alcalde de su Real Casa y Corte, y Superintendente General de Justicia, Policía,
Guerra y Hacienda del Reino de Valencia, con motivo de no haber podido “concluir en tiempo oportuno todas
las disposiciones necesarias para reducir a los rebeldes de Cataluña y antes del invierno hacer el sitio de aquella
Plaza …”. En ambas ocasiones, Jaime tributaba 16 libras. A.M.A. Arm.7, Lib. 2.
(8) A.H.P.A. Protocolo 844 de José Garriga, “Venta real de casa”, 3-2-1710, ff. 21r-22v. El inmueble colindaba
con la casa de Gondraf y las de los difuntos Diego Picó y Juan Bigot, su consuegro, teniendo a sus espaldas la
calle de la Balseta.
(9) A.H.P.A. Protocolo 66 de Francisco Andujar, “Carta de pago”, 26-1-1719, ff. 24r-24v.
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En realidad, la casa estaba algo derruida en alguna de sus partes y en otras
amenazaba ruina por habérsele abierto diferentes paredes, faltándoles los pies a
otras y debiendo hacer nuevos los “trespoles” por estar todos maltratados,
precisando obras de reparación que comenzaron por “tomar unos pies a la pared
del lindero de Beviá y a la que mira a la calle para hacer nueva escalera”, junto a
otras obras necesarias si las autorizaba el Corregidor a quien Jaime dirigía en
1720 petición de licencia de obras, exponiendo “que habiendo gastado 42 libras
para en el caso de que salieran acreedores contra dicha casa, tenga yo la prelacía
y anterioridad en la cantidad gastada”, incluyendo en la solicitud testimonio de
los albañiles ejecutores de ellas. Después de practicar las declaraciones
solicitadas por el peticionario, el Corregidor interino D. Francisco de Miravete y
Velasco, oidor de la Audiencia de Valencia, autorizaba la realización de dichas
obras mediante el pertinente auto fechado el día 10 de mayo de 1720 (10).
Esta casa no sería el único bien recibido por Jaime en compensación a sus
pérdidas, pues también el mismo juzgado de confiscados (11) le otorgaría la
posesión de una finca en la huerta alicantina sita en la partida de Benadaut,
plantada de viña y otros árboles, compuesta por 38 tahúllas y lindante con tierras
del negociante genovés Antonio Pavía y las del propio Jaime, la cual arrendaría
en diciembre de 1720 al labrador muchamelero Gregorio Pérez por tiempo de
seis años firmes principiados en la fiesta de San Miguel, por precio anual de 70
libras pagaderas por mitad en dicha fiesta y en la de Navidad (12).
Poco conocemos de la actividad profesional del mercader Jaime Amorrich
padre, sobre todo en la década inmediata posterior a la del retorno de la ciudad a
la autoridad de Felipe V, pues, al contrario de lo que pudiera parecer, los fondos
archivísticos locales ofrecen escasos datos al respecto, acaso porque realmente
Jaime no se prodigase en la práctica mercantil. No obstante, nos permiten
vislumbrar algunos retazos transaccionales del mercader francés en este período
posbélico.
Poseedor de una tienda o “botiga”, instalada en los bajos de su vivienda
habitual de la calle Mayor, dedicada a la venta al detall de géneros y mercancías,
principalmente textiles y ropas. Así, en noviembre de 1713, practicaba la venta
al fiado a Miguel Pérez de diferentes géneros consistentes en diez varas de
bombillar, ropas y otras diez varas de bayeta, a razón de 10 reales y medio la va-
(10) A.M.A., Pleitos, Arm.3, Leg. 17, nº. 26. Las obras fueron ejecutadas por el maestro albañil Francisco
Martínez auxiliado por los oficiales Fernando Martínez, Salvador Roca y Gerónimo Martínez.
(11) Restablecida la ciudad de Alicante al dominio borbónico, las autoridades implantaban un juzgado de bienes
confiscados a disidentes y desafectos austracistas para con ellos recompensar la fidelidad y pérdidas de los
filoborbónicos. Era su juez privativo D. Tomás Melgarejo y Gamboa, caballero de Santiago, del Consejo de S.M.
en el de Reales Órdenes y oidor más antiguo de la Audiencia de Valencia, siendo su depositario el ayorense
Pascual Rodenas. Para más ampliación del tema, ver Pradells Nadal, J., Del foralismo al centralismo. Alicante
1700-1725. Alicante, 1984.
(12) A.H.P.A. Protocolo 1715 de Antonio Sureddo, “Arrendamiento de heredad”, 16-12-1720, ff. 52r-53v. El
arriendo se efectúa con la condición de que el arrendatario cultive o haga cultivar las tierras y plantaciones, y
regar aquellas a sus tiempos, según “uso y costumbre de buenos labradores”. En caso contrario, lo ejecutaría
Jaime a expensas de aquel, siendo seguro el arriendo durante el tiempo fijado “si no es que S.M. – q. Ds. gde. –
se dignara volver dichas tierras a su dueño por haber sido, como son, de bienes confiscados a disidentes”.
14
ra, por lo que el importe de la venta ascendía a 34 libras, 9 sueldos y 11dineros
de cuya cantidad tan sólo había cobrado del deudor 20 reales de plata; es decir, 2
libras. En 1716, no habiendo percibido aún las restantes 32 libras y pico, el
acreedor iniciaba autos ejecutivos ante el Corregidor D. José Antonio de Chaves
y Osorio, Mariscal de Campo, solicitando la comparecencia del deudor para que
declarase ser verdad el débito y que mandase pagárselo. Cumpliendo la petición,
así lo mandaba el citado justicia mayor de la ciudad con el acuerdo de su asesor
D. Francisco Esteban Zamora y Canovas, abogado de los Reales Consejos y
Alcalde mayor de Alicante (13).
Entre tanto, a finales de junio de 1715, había atracado en el puerto de la ciudad
un pingue inglés llevando de pasaje a algunas familias alicantinas residentes en
Mallorca, emigradas en busca de mayor estabilidad y seguridad de la que
gozaban en la isla. El Corregidor y gobernador político-militar, el Brigadier D.
Fernando Pinacho del Río, ante la posible presencia de elementos rebeldes entre
los desplazados, no permitió su desembarco más que en la forma de fianzas
carceleras. Enterado Jaime de que entre el pasaje se encuentra la familia
formada por Mariano Pastor, su mujer y una sobrina, quiere por ella hacer la
fianza prometiendo que tendrían cárcel segura en esta ciudad y de ella no se
ausentarían sin la orden y autorización del mencionado gobernador (14).
Escasas noticias más tenemos en estos años del negocio del patriarca familiar,
excepto que, finalizando el año 1717, mantenía un esporádico trato mercantil
con la villa y baronía de Polop por mediación de su vecino José Aznar, labrador,
a quien vendía al fiado diferentes mercancías valoradas en 48 libras que se
obligaba a satisfacerlas, junto con las costas de la cobranza, por todo el mes de
noviembre del siguiente año (15). Así mismo, constatamos indirectamente su
actividad transaccional en este período porque Jaime sería conceptuado
fiscalmente por las autoridades del Concejo alicantino como “mercante francés
de puerta abierta”, resultando impositivamente alcanzado con una tributación de
100 libras anuales en el último trienio de la segunda década del siglo XVIII que,
a su vez, podría suponer una estimación media por año en torno a las 715 libras
gananciales (16).
A partir de 1721 se produciría una inflexión en los negocios de este mercader
al aumentar la frecuencia de sus transacciones, circunscritas estrictamente al
ámbito provincial alicantino, teniendo al territorio jurisdiccional de la ciudad de
15
Orihuela por principal centro neurálgico de sus operaciones. Dos años antes, en
el día y fiesta de San Juan, el juez de bienes confiscados de la ciudad episcopal
había librado en arrendamiento a Manuel Conca, yerno de Jaime, los derechos
dominicales del lugar de Benijófar por tiempo de 8 años y precio de 300 libras
en cada anualidad del primer cuatrienio, y de 340 libras en cada uno de los
cuatro últimos años, cuyo producto estaba cedido al colegio oriolano de Santo
Domingo, el cual poseía la facultad de pedir nuevos fiadores para la seguridad
del arrendamiento. Y habiéndole pedido a Conca nuevas fianzas, éste recurriría
a su suegro quien, queriéndolas hacer, apoderaría en 1721 al mercader oriolano
Pedro Miravete para que, ante el juzgado de dicha ciudad, constituyese a Jaime
por fiador de su yerno (17). Al parecer, el arrendatario Conca no podía afrontar
la excesiva renta anual, proponiéndole a Jaime que asumiera él dicho arriendo.
En tal sentido, en 1722 concedía Jaime poderes al oriolano Gerardo Xaraba,
cuyas diligencias ante el juez de confiscados de aquella ciudad D. Tomás
Martínez Galindo, del Consejo de S.M. y oidor de la Audiencia de Valencia, y
el convento de Santo Domingo se vieron, finalmente, recompensadas por el
éxito (18). En marzo de 1723, poseyendo Jaime el arrendamiento de los citados
derechos dominicales apoderaba a su yerno Conca, avecindado en Orihuela y
habitador de Benijófar, para que por él “ponga cobro en los frutos, los venda y
beneficie y rearriende las tierras del señorío”, además de representarle en todos
los pleitos y causas que tuviere en adelante como tal arrendatario (19).
Sin embargo, los tiempos que corrían eran poco favorecedores para los
negocios. La tercera década del siglo XVIII iba a presentar situaciones
problemáticas nada propicias para la práctica mercantil, siendo la primera de
ellas la gran epidemia de peste marsellesa de 1720, último brote padecido en el
occidente europeo, que situaba bajo mínimos al comercio valenciano en general
y alicantino en particular, hasta el extremo de quedar interrumpido el tráfico
marítimo entre Alicante y Marsella como consecuencia de las medidas
preventivas adoptadas por las autoridades locales y estatales, quedando sólo
activo el tráfico atlántico que mantendría su ritmo de normalidad, si bien “las
embarcaciones francesas e inglesas procedentes de Nantes y Saint Malô, con
productos coloniales como azúcar, cacao y pimienta fueron admitidas tras una
breve cuarentena” (20). El rigorismo de las cautelas y su persistencia provocaron
frecuentes protestas de comerciantes y capitanes de buques, motivadas por los
perjuicios que para ambos suponían los retrasos en el desembarco de las
mercancías. Tres años después de producirse la pestilencia marsellesa, aún
tenían plena vigencia las medidas preventivas para las embarcaciones
procedentes de la Provenza, pues habiendo llegado a Alicante el 25 de agosto de
1723 la urca “El Grande Cerrajero” proveniente de Marsella, cargada de azúcar,
(17) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Poder”, 28-6-1721, ff. 263r-264v .
(18) A.H.P.A. Protocolo 788 de ídem, “Poder para pleito”, 11-6-1722, ff. 159r-159v.
(19) A.H.P.A. Protocolo 789 de ídem, “Poder para cobrar y pleito”, 31-3-1723, ff. 73r-74v.
(20) Para una más amplia información sobre las cautelas municipales y estatales adoptadas ante la peste de
Marsella, ver Giménez López, E., “Alicante ante la peste de 1720”. Revista Canelobre, nº 4, 1985, pp. 98-104.
16
cacao y otros géneros consignados a los negociantes franceses Antonio Marzo,
José Benit compañía, Jaime Amorrich padre, José del Río y Arnoux y Chautan
compañía, tras cumplir las diligencias precisas para la práctica del comercio en
la ciudad mediante la cuarentena de diez días, llegando incluso hasta recurrir al
Capitán General del Reino, se le deniega el atraque y descarga “respecto de ser
preciso recurrir a puerto donde haya lazareto para la expurgación de las ropas y
demás géneros”, resolviendo pasar al de Valencia por ser el más inmediato y
próximo con la protesta de su capitán, el francés Antonio Bourdon, de que la
detención en la bahía alicantina y el viaje a la “playa” de Valencia le “siguen
notables gastos, perjuicios y menoscabos por el cargo que conduce, los cuales se
le abonen por sus interesados o en la estimación del propio cargo y que dichos
daños sean de cuenta de los cargadores” (21).
Una segunda circunstancia adversa para la buena marcha de los negocios fue,
paradójicamente, la firma de los tratados de paz hispano-austriacos de 1725,
conocidos genéricamente como la Paz General de Viena, acordados por el
entonces embajador español ante la Corte vienesa, el holandés barón de
Ripperdá, y Eugenio de Saboya, Lindendorff y Starhemberg, en cuyo capítulo
noveno estipulaban ambas partes, entre otros acuerdos, la mutua amnistía y
restitución de los bienes, cargos y honores perdidos a causa de la pasada Guerra
de Sucesión a la corona española. Esta cláusula afectaba a quienes habían sido
recompensados por el juez Melgarejo con bienes confiscados en remuneración
de sus pérdidas, entre ellos a Jaime Amorrich en alguna de sus propiedades
rústica y urbana; pero sobre todo en cuanto al arriendo de los derechos
dominicales de Benijófar porque, ese mismo año, en cumplimiento del citado
capítulo noveno y en virtud de Reales Ordenes y Decretos del rey Felipe V “se
le haya puesto en la posesión de dicho lugar a D. Jaime Gallego, vecino de la
ciudad de Orihuela, que ha pretendido que debería quedar rescindido y nulo tal
arrendamiento y gozar de los frutos de la cosecha de este año”; por cuyo motivo,
su yerno Manuel Conca había instado pleito contra el mencionado Gallego ante
la Audiencia de Valencia que resolvió dictando Reales Letras a su favor, ante lo
cual Gallego manifestaba su deseo de ajustarse, aceptándolo Jaime y a cuyo fin
apoderaba en marzo de 1726 a su hijo Gregorio (22).
La finalización del arrendamiento resultaba coincidente con la incidencia de
contrarias condiciones meteorológicas causantes tanto de las inundaciones en la
comarca de la Vega Baja durante el otoño de 1726, 27 y 28, como de la pertinaz
sequía desde 1725 hasta 1730 (23), provocando una notable merma en las
actividades mercantiles de Jaime reflejadas en una acusada retracción en sus
ganancias, a tenor de lo fiscalmente manifestado en los repartos del Equivalente
(21) A.H.P.A. Protocolo 789 de Antonio García, “Protesta”, 8-9-1723, ff. 262r-263v.
(22) A.H.P.A. Protocolo 628 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Poder para ajustar”, 21-3-1726, ff. 76r-76v.
(23) Un sólido estudio sobre los riesgos naturales en el Setecientos y su repercusión en la sociedad valenciana es
la obra de Alberola Romá, A., Catástrofe, economía y acción política en la Valencia del siglo XVIII, Institución
Alfonso el Magnánimo, Diputación Provincial de Valencia, Valencia, 1999. La cita referida se halla en el
capítulo II, pp. 49 y ss.
17
correspondientes al cuatrienio de 1727-30, en el que se le impone un gravamen
comprendido entre un mínimo de 2 libras y un máximo de 5 libras y 8 sueldos
(24).
Ante el evidente deterioro económico, acompañado también del físico, el
mercader francés realizaba un último intento por orientar su trato mercantil
hacia la incierta actividad crediticia, cuando no va sustentada sobre la pertinente
hipoteca para garantizar la seguridad del cobro, siendo probable que esto mismo
le sucediera a Jaime con el labrador ibense Marcelo Bastan, quien en el año
1727 manifestaba serle deudor de 137 libras 2sueldos y 2 dineros “que por
hacerle merced y buena obra graciosamente me ha prestado en dinero efectivo”,
prometiendo abonárselas en una paga la fiesta de San Juan de ese año (25). No
obstante, es posible que el citado labrador cumpliera con el tiempo su promesa,
pues no figuraba en la relación de deudores expresada por Jaime en sus últimas
voluntades. Sin embargo, no sucedió igual con su yerno Conca que, en abril de
ese mismo año, reconocía serle doblemente deudor obligándose, por un lado, a
liquidar 180 libras resultantes de “todas las cuentas y arrendamientos que hice
del lugar de Benijófar”, ofreciendo pagárselas el día de Navidad del siguiente
año 1728; y, por otro, a satisfacerle 190 libras procedentes de diferentes tratos
hasta el día del ajuste, acordando abonárselas en el largo plazo de una década
mediante iguales pagas anuales de 19 libras entregadas cada día 13 de abril,
comenzando por el de 1727 (26).
Exactamente un cuatrienio después, el 2 de abril de 1731, estando Jaime
enfermo (27) otorgaba su testamento, manifestando que Conca aún le adeudaba
187 libras “de resta de mayor cantidad”. Junto a éste, también citaba a otros
deudores, siendo todos familiares directos. Su hijo Jaime tenía contra sí un
crédito de 200 libras de “préstamo gracioso”, e igual cuantía y por idéntica causa
le era deudora la herencia de su hijo Gregorio, si bien éste le había entregado en
garantía 110 onzas de plata en diferentes alhajas que aún tenía Jaime en su poder
(28). En las cláusulas de mandas piadosas estipulaba que, amortajado con el
hábito de San Francisco de Asís, quería ser sepultado en el convento dominico
(24) A.M.A., Arm. 7, Lib. 2 y 4 . Las cargas exactas repartidas a Jaime fueron las siguientes: 4 libras y 13
sueldos en 1727, 5 libras y 8 sueldos en 1728, 2 libras en 1729, y 3 libras y 2 sueldos en 1730, alcanzando las
contribuciones repartidas en estos años las sumas de 28.571, 29.000, 28.950 y 29.000 libras, respectivamente.
(25) A.H.P.A. Protocolo 629 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 18-3-1727, ff. 95r-96r.
(26) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 13-4-1727, ff. 115v-117v y 118r-118v, respectivamente.
(27) Nos resulta imposible concretar la dolencia padecida por Jaime, ni por ningún otro personaje protagonista
de este trabajo, salvo que se exprese en el documento, dada la inexistencia de los registros de defunciones de esta
época en los archivos parroquiales de la ciudad de Alicante; pero, aunque existieran, tampoco hubiéramos
podido averiguarlo porque los párrocos responsables de ambas nos denegaron el acceso con banales excusas,
viéndonos obligados a recurrir para las cuestiones de nupcias, nacimientos y fallecimientos a otras fuentes
indirectas. En el caso que nos ocupa, es probable que la afección fuese la propia senectud, aunque también cabe
la posibilidad de que se tratase de paludismo, a tenor de los recurrentes brotes de tercianas registrados en la
ciudad a lo largo de esta centuria, siendo uno de ellos el del año 1731. Para un más completo conocimiento sobre
las fiebres del siglo XVIII, sus secuelas poblacionales y las medidas preventivas y curativas adoptadas por la
ciudad, vid. Alberola Romá, A., Op. cit, capítulo V.
(28) A.H.P.A. Protocolo 633 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Testamento”, 2-4-1731, ff. 117r-122r.
18
de la ciudad, asignándole un aniversario perpetuo de tres misas en el día y fiesta
de las almas del Purgatorio, dejando el entierro, misas, mandas forzosas y demás
funeral a la voluntad de sus albaceas, habiendo designado por tales a su clerical
hijo Juan Bautista, doctor y canónigo de San Nicolás, a su yerno Felipe Lerma y
a su sobrino José Reynaud, negociante francés.
Tras referenciar su matrimonio con la difunta Luisa Mossi y a los hijos
vivientes habidos del mismo, añadía que a todos les había dado 500 libras a
cuenta de sus legítimas, legando a su hija Magdalena una salvilla de plata.
Aduce que de dos escrituras de venta, una de la hoya de los Carratalans y otra de
unas tahúllas de tierra, no tenía más que el nombre acomodado por ser propias
de los herederos de su difunto hijo Gregorio, sus nietos Luis, Luisa y Gregorio, a
quienes instituye por sus universales herederos junto con sus restantes hijos e
hijas, a partes iguales; pero mejorando con el tercio de sus bienes, derechos y
acciones a su presbítero y canónigo hijo Juan Bautista a quien, a tal fin, asigna la
casa donde residía situada en el arrabal y calle de San Francisco (29) para que la
usufructuase de por vida a cambio de obligarse al pago de las tres misas del
aniversario. Prosigue la cláusula disponiendo que, a la muerte de su clerical hijo,
sucedan en ella mis herederos por iguales partes, así como en su congrua
consistente en la casa familiar de la calle Mayor.
Las disposiciones testamentarias concluían mejorando con el remanente del
quinto a su hija Magdalena, tras lo cual fallecía Jaime antes de finalizar el mes
de abril, puesto que en el momento de confeccionar el reparto del Equivalente de
1731 a resultas del edicto-bando de D. José Antonio Reguero, abogado de los
reales consejos y Alcalde mayor de la ciudad, ya no figura el mercader francés
en la relación de vecinos particulares de Alicante (30).
De los cinco hijos varones, cuatro siguieron los mercantiles pasos de su padre
dedicándose el quinto, Juan Bautista, a cumplir su vocación sacerdotal, llegando
a ocupar una canonjía en la insigne iglesia colegial de San Nicolás de Alicante,
como ya hemos referido antes; pero, en los años iniciales del Setecientos y hasta
pasado el conflicto sucesorio , sólo los dos mayores José y Gregorio tenían edad
para participar, posiblemente, en el negocio paterno atendiendo la actividad de
la tienda ubicada en la casa familiar al aparecer ambos identificados como
“botigueros de la calle Mayor” en las primeras fuentes fiscales existentes en
Alicante (31); o bien, más probablemente, practicando transacciones por cuenta
propia estando ya independizados de su padre.
Dejando de momento a José, a quien más adelante dedicaremos especial
atención, Gregorio Amorrich contrajo matrimonio en 1705 con la alicantina
Manuela Pérez, recibiendo por dote paterna una casa en el barrio de San
Francisco y que, pasado el conflicto bélico sucesorio en tierras valencianas inici-
(29) En 1726, Jaime abandonaba su casa de la calle Mayor, convertida desde entonces y hasta 1736 en la
vivienda y sede mercantil de su homónimo hijo, para trasladarse a esta vivienda donde residiría los últimos cinco
años de su existencia.
(30) A.M.A. Arm. 7, Lib. 4, “Repartimiento del Equivalente del año 1731”.
(31) A.M.A. Arm. 7, Lib. 2, “Repartimiento del Cuartel de Invierno de 1712 y 1713”
19
ado y concluido en tierras alicantinas entre 1706 y 1709, vendieron a su padre y
suegro en 1710 (32), con cuyas 1.300 libras del precio de venta adquirieron otra
vivienda en la calle Barranquet quedando aún remanente para, paulatinamente,
comenzar su independencia económico-profesional alcanzada plenamente en
1715, año en que efectuaba la compra de un esclavo turco llamado Ahmed, de
color moreno y con unos 35 años de edad, capturado en las costas españolas de
una fragata corsaria por el patrón ibicenco Francisco López, el cual lo vendía al
menorquín José Cambrises de quien lo adquiría Gregorio por el precio de 60
pesos o escudos de plata (33), empleándolo al servicio de sus actividades y
como símbolo de prestancia social al uso de la época, mientras la esposa de
Gregorio se esforzaba en la crianza de Luis, Luisa y Gregorio, los tres hijos
habidos en el matrimonio.
La conducta filantrópica de Gregorio se pondría de manifiesto en 1716 al salir
fiador del alicantino José Valero, que “se halla preso en la cárcel como uno de
los obligados a los reparos y obras de la iglesia y casa del capellán del Castillo”,
habiendo sido encarcelado por orden del Comisario de Guerra en Alicante, quien
le permitía salir de prisión al efecto de practicar las diligencias convenientes
para acordar el modo de reparar dicha iglesia, bajo la fianza de que si en el plazo
de tres días no estuviese hecho el ajuste volvería a prisión él o, en su defecto, su
fianza, pese a lo cual Gregorio se constituía en su fiador (34). Sin embargo,
serían sus actividades mercantiles quienes expresen con más realismo su “modus
vivendi”, más bien austero y poco holgado económicamente, según atestiguan
las fuentes consultadas (35).
No obstante, en abril de 1717 compraba a la viuda Bárbara Quesada un huerto
del vínculo fundado por Jaime Quesada, abuelo de la vendedora, sito en la
partida del Baver con su casa derruida, noria, balsa y dos jornales de tierra,
gravado con un censo redimible de 70 libras y rédito anual al 5% abonado cada
mes de marzo a la colegial de San Nicolás, así como 26 sueldos y 9 dineros de
anua pensión de señoría directa, censo, fadiga y luismo al hospital de San Juan
de Dios, debiendo ambos cargos correr de cuenta del comprador desde el
momento de la firma de la escritura, siendo el precio total de venta de 500 libras
satisfechas por Gregorio reteniéndose, de voluntad de la vendedora, 70 libras
para abonar los réditos del censo, además de otras 26 libras y 15 sueldos por el
llamado “doble march” en la lengua valenciana, quedando las restantes 403
libras y 5 sueldos impuestos a censo sobre dicho huerto para que, mientras no se
liquidase, quedase Gregorio obligado al pago en cada fiesta de Reyes de las
correspondientes pensiones con las costas de la cobranza a la vendedora o al su--
(36) A.H.P.A. Protocolo 890 de Francisco Hernández, “Venta real de huerto”, 6-4-1717, ff. 119r-123v. En esta
fecha, la vendedora Bárbara había enviudado de su marido Juan Pérez, pero en el transcurso del año volvería a
contraer un segundo matrimonio con Víctor Giner.
(37) A.H.P.A. Protocolo 891 de ídem, “Carta de pago”, 10-1-1718, ff. 8r-8v.
(38) A.H.P.A. Protocolo 890 de ídem, “Obligación”, 29-4-1717, ff. 131r-131v.
(39) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 9-11-1717, ff. 360r-360v. Los créditos no hipotecarios, resultantes de
operaciones al fiado, eran considerados inciertos por su dudoso cobro, existiendo la posibilidad de reclamarlos
por la vía judicial instando autos ejecutivos contra el deudor.
(40) A.H.P.A. Protocolo 444 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Poder para pleito”, 15-9-1719, ff. 383r-383v.
(41) A.H.P.A. Protocolo 789 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 20-6-1723, ff. 153r-153v.
(42) Este mercader tenía puesta tienda en la calle Mayor. Casado con Antonia Vale, tuvieron por hijos a
Sebastián, María Manuela, María Gertrudis y a fray Miguel Poyo, presbítero y religioso carmelita. A sus seglares
21
contencioso seguido por ambos ante el escribano Antonio García sobre
diferentes pretensiones que, en evitación de costas y ante la dudosa decisión
judicial, los litigantes se convinieron y ajustaron en la citada cantidad por
mediación de Antonio Delfino, hermano del acreedor y también negociante, y
Carlos Campos, presbítero y doctor en ambos derechos (43)
Llama la atención un hecho que, por sí mismo, corrobora la escasa fiabilidad
que merecen las fuentes fiscales. Se trata de que a mediados de agosto del año
1727, hallándose enfermo y a punto de redactar sus últimas voluntades, quiere
previamente Gregorio recuperar la casa de la calle Barranquet y la pieza de
tierra de la partida de Benadaut, vendidos ambos bienes con pacto de retroventa
a su padre a fines de octubre de 1719 por precio de 2.200 libras, además del
censo de 200 libras impuesto sobre la casa cuyo anual rédito al 5% se pagaba al
clero y beneficiados de la parroquia de Santa María, así como las 300 libras de
otro censo cargado sobre dicha pieza de tierra abonando las 15 libras de pensión
anual al convento de San Francisco de Padua, de la villa de Muchamiel, en la
fiesta de Todos Santos. Jaime Amorrich padre restituía a los esposos Gregorio y
Manuela, hijo y nuera respectivamente, las mencionadas casa y tierra tras
abonarle éstos las 2.200 libras (44), cantidad que no se corresponde en modo
alguno con la carga fiscal de 2 libras, 6 sueldos y 9 dineros soportada por
Gregorio en el reparto del Equivalente de ese mismo año y que supondría unas
ganancias anuales en torno a las 20 libras, cifra en cualquier caso incompatible
con el pago de la retroventa, aunque no es menos cierto que Gregorio no gozaba
de una situación económica desahogada, más bien al contrario, como reflejan las
cláusulas testamentarias redactadas instantes después de firmar la escritura de
retroventa.
El testamento de Gregorio comenzaba disponiendo su sepultura en el convento
de Santo Domingo, vestido con el hábito de San Francisco de Asís, dejando las
restantes mandas piadosas – entierro, misas, mandas forzosas y demás funeral –,
a la disposición voluntaria de sus albaceas, designando por tales a su padre, a su
consorte y a sus hermanos José y Juan Bautista. Después de manifestar tener
algunos créditos contra distintas personas para que los cobrasen sus herederos,
expresaba tener un débito con su padre de 200 libras de préstamo gracioso,
garantizadas con la entrega de diferentes alhajas de plata para que “estuviesen en
su poder hasta liquidar el préstamo y son las que constan escritas en un papel
hijos casaron con María Antonia Boix, José Xerez y el genovés Jacinto Ardizon, negociante de Puerta Cerrada,
respectivamente, dotando con 500 libras a María Manuela y con 400 a María Gertrudis, la que con su marido
renunciaron a ellas. Sebastián, en cambio, no recibió dotación alguna por cuya causa le mejorarían sus padres
con el tercio y remanente del quinto de todos sus bienes. Alejandro fallecía en 1731, siendo sepultado en el
convento alicantino de Nuestra Señora del Carmen, en donde cinco años antes había sido enterrado su yerno
Xerez que dejaba un montante patrimonial de 2.127 libras, 1sueldo y 5 dineros y huérfanas a sus menores hijas
Vicenta Antonia, Josefa María y Mariana. En 1743 moría María Gertrudis sin haber tenido descendencia.
A.H.P.A. Protocolo 633 de Francisco Ferrando y Roçelló, ff. 361r-366v; y protocolos 792 y 805 de Antonio
García, ff. 125r-128v y 22r-25v, respectivamente.
(43) A.H.P.A. Protocolo 1571 de Vicente Rovira, “Declaración”, 24-9-1723, ff. 59r-59v.
(44) A.H.P.A. Protocolo 629 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Retroventa de casa y tierra”, 17-8-1727, ff.
233r-235v.
22
que el dicho mi padre tiene en su poder”. Asímismo, declaraba ser deudor de
José Antón en 16 libras, al igual que de su hermano mayor José al que debía 50
libras que por él satisfizo al marsellés Purat “por debérselas yo a éste de
diferentes mercaderías, de que le firmé vale a su favor el que para en poder de
mi hermano”; y, finalmente, también adeudaba a su cuñado el tratante Felipe
Lerma un préstamo de 60 libras.
En otras cláusulas refiere las 400 libras de dote matrimonial aportadas por su
esposa, con la que procreó a Luis, Luisa y Gregorio (45), menores de edad en el
momento de testar, asignándoles por tutor y curador de sus personas y bienes a
su abuelo Jaime. Las últimas voluntades de Gregorio Amorrich concluían
legando, por vía de mejora, a su mujer Manuela “todos los muebles de casa …,
en atención a los agradables servicios que tengo recibidos y, en adelante, espero
recibir” (46).
La muerte de Gregorio acentuaba más todavía el débil estado económico-
financiero familiar hasta el extremo de que, pasados tres años, su viuda se veía
precisada en junio de 1730 a conceder poderes al lorquino Fulgencio Garre para
vender un esclavo cristianizado, propio de Manuela Pérez y empleado en el
servicio doméstico, llamado Sebastián de la Concepción, de trece años de edad,
color algo moreno y cabello negro crespo, y finalmente vendido a Salvador
García del Collar, vecino de la ciudad de Antequera (47).
Pedro Amorrich, tercer hijo varón de los esposos Jaime y Luisa, continuaría el
mercantil quehacer de su progenitor y de sus hermanos mayores, más acentuado
aún por su vinculación con la alicantina familia de los Cabanes (48). Casado con
Josefa María Cabanes, no tuvieron hijos en el matrimonio que se celebraba en
circunstancias poco favorables, calificadas por su padre Jaime en las cartas
dotales como “algunas causas y accidentes”, pero le valdría para relacionarse
con uno de los más destacados negociantes franceses afincados en Alicante,
Pedro Choly, convertido en su cuñado.
Esos inadecuados requisitos nupciales, probablemente se refiriesen a las
defunciones de Luisa Mossi y Cristóbal Cabanes, imposibilitando entonces
cumplir la dotación prometida por los respectivos padres de los contrayentes, la
(45) El primogénito Luis continuaría la profesión paterna, pero trasladándose a Valencia en donde se casaría con
Francisca Antonia Monte, con la que tendría un hijo al que dejaría huérfano a temprana edad. La hija Luisa
quedó residiendo en Alicante, contrayendo matrimonio con el mercader francés Diego Subirant. Gregorio, por su
parte, ingresaría en la milicia alcanzando el empleo de Teniente en 1735, siendo destinado a la compañía de
Ignacio Salafranca, una de las componentes del Regimiento de Infantería de Valencia. A.H.P.A. Protocolos 1581
de Vicente Rovira, y 909 de Francisco Hernández.
(46) A.H.P.A. Protocolo 629 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Testamento”, 17-8-1727, ff. 236r-239r. Por
testigos firmantes del documento figuran los comerciantes Sebastián Poyo y Alejandro Reynier, genovés y
francés respectivamente, además del oficial de cirugía Antonio Balmis, padre del célebre médico militar
alicantino Francisco Xavier Balmis Berenguer.
(47) A.H.P.A. Protocolo 632 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Poder para vender esclavo” y “Venta real de
esclavo”, 30-6-1730 y 22-7-1730, ff. 204r-205r y 242r-243r, respectivamente.
(48) El matrimonio formado por Cristóbal Cabanes, ya difunto, y María Roca Martínez procrearon cuatro hijos:
Mariana, Inés, Josefa María y Domingo que casarían con Pedro Choly, Bartolomé Picó y Pedro Amorrich,
respectivamente, mientras Domingo contraería matrimonio con una joven acomodada de la villa de Benisa. En
consecuencia, los Cabanes formaban una familia muy vinculada al mundo de los negocios.
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cual se haría efectiva a finales de mayo de 1717. En las correspondientes cartas
dotales, los viudos Jaime y María Roca entregaban a sus respectivos hijos un
capital de 500 libras en dinero efectivo al contado y 218 libras en ropas, algunas
alhajas de oro y plata y muebles de adorno y servicio de la casa (49). Aceptadas
por los cónyuges las 718 libras de capital y dote, Pedro,en el mismo acto,donaba
en arras a su esposa “por honra de su linaje y limpieza de su persona” la suma de
60 libras, décima parte de todo su caudal consistente, a la sazón, en las 500
libras donadas por su padre, más otras 100 libras suyas agenciadas con la
negociación, industria y trabajo propio, quedando integradas en el montante de
la dote administrada por Pedro, quien instantes después haría dotación o creix a
su mujer de 120 libras por idénticos motivos a los referidos en las arras (50),
aunque previamente Pedro había confirmado el alquiler de una casa propia de
Juan Jofriu, situada a extramuros de la ciudad en la calle del Valle, por tiempo
de un sexenio y 45 libras anuales de renta pagadas a medias añadas anticipadas,
en la que habitaban los esposos Pedro y Josefa María desde el día y fiesta de
Pascua del Espíritu Santo (51).
Todo lo antecedente fue posible porque Pedro, desde sus inicios y en especial
desde el año anterior de 1716, actuaba como un negociante en el sentido más
amplio del término, agenciando cualquier trato allá donde fuere con tal que le
reportase alguna ganancia o beneficio, por cuya razón no es posible determinar
un lugar concreto convertido en el nudo de sus transacciones, las que por ello
aparecen dispersas, si bien mostrando cierta predilección por la villa y baronía
de Polop, en la comarca alicantina de la Marina Baja, donde practicaría ventas
de géneros y mercancías al fiado por un importe global de 120 libras, 5 sueldos
y 1 dinero (52); pero también realizaría tratos de diferente entidad con un
“mercante” del lugar de Benejuzar, que saldaría la deuda pasado un cuatrienio
(53), con los consortes Juan Soler y Teresa Ubel, de la villa de Onil, cuyas 140
libras de compra a crédito serían satisfechas un bienio después (54), o con el
francés Juan Colin, de San Felipe, que garantiza la seguridad del crédito de 63
libras hipotecando un mulo cinqueño de pelo negro (55), aunque los negocios de
mayor enjundia de los practicados en 1716 tienen lugar en el ámbito
jurisdiccional de la ciudad de Alicante. En febrero, conseguía Pedro endosar al
(49) A.H.P.A. Protocolo 443 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Cartas dotales entre partes”, 28-5-1717, ff. 205r-
210v. El contenido material de la dote recibida por Josefa María Cabanes se halla en el apéndice documental.
(50) A.H.P.A. Ibid., “Dotación”, 28-5-1717, ff. 211v-213r.
(51) A.H.P.A. Ibid., “Arrendamiento de casa”, 28-5-1717, ff. 203r-204v.
(52) Son compradores los labradores polopinos Baltasar Pérez, Francisco Asnar y Matías Blau, cuyos
respectivos débitos de 43 libras, 5 sueldos y 1 dinero, 37 libras y 40 libras prometen abonar en Todos Santos de
1717. A.H.P.A. Protocolo 442 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Carta de pago” y “Obligación”, 23-1-1716, 25-11-
1716 y 4-12-1716, ff. 432r-432v, 481r-481v y 497r-497v, respectivamente.
(53) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 16-9-1716, ff. 380r-381v, y Protocolo 1765 de Vicente Cerdá y Sevillano,
“Carta de pago”, 13-2-1720, ff.60r-60v. El mercader Daniel López compraba a Pedro diferentes mercancías por
un valor de 260 libras “pagaderas a voluntad del vendedor y cada que cobrarlas quiera”.
(54) A.H.P.A. Protocolo 444 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Carta de pago”, 26-9-1719, ff. 394r-394v. La deuda
aquí satisfecha fue contraída el 13-8-1716, según reza la escritura de obligación ante Antonio Arques.
(55) A.H.P.A. Protocolo 783 de Antonio García, “Obligación”, 10-3-1716, ff. 43r-43v.
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doctor Matías López y al labrador Francisco Molina, ambos avecindados en la
universidad de San Juan, una deuda de 516 libras, 7 sueldos y 6 dineros al
venderles diferentes mercancías al fiado (56), y en mayo sería el alicantino
Pedro Pérez quien resultaría alcanzado con 109 libras, 15 sueldos y 7 dineros de
débito por los mismos motivos, prometiendo saldarlo a la voluntad del acreedor
y siempre que cobrarlas quiera (57).
Sin embargo, como la cobranza de buena parte de estos créditos era dudosa
debido a la incertidumbre del momento, pero siempre dilatada en el tiempo,
como acabamos de referir, el acreedor se veía precisado al uso de la vía judicial
para lograr su percepción teniendo, previamente, que conferir poderes para ello
a personas de su entorno merecedoras de su confianza. Así procedería Pedro,
nombrando por sus apoderados al ciudadano Tomás Sans, vecino de la baronía
de Polop, a los procuradores de causas alicantinos Jaime Martínez y José
Salazar, o al negociante francés Lorenzo Isniel, residente en la ciudad de San
Felipe (58), apoderados que, normalmente, conseguían solucionar el conflicto
favorablemente para su representado, bien mediante la renovación del crédito
por el deudor y/o sus herederos, o logrando del juez sentencia de ejecución y
remate de bienes e incluso obteniendo requisitoria de pago y posesión de bienes
ejecutados, en cuyo caso el acreedor solía nombrar un representante para que
pidiese a la justicia del lugar su cumplimiento y tomase posesión civil, real y
corporal de dichos bienes. De esta última manera actuaría José Viñas, ministro
ordinario de Alicante, a quien Pedro asignaba procuraduría para que tomase la
posesión de los bienes ejecutados a la villajonense Ana María Ibáñez (59).
En 1717 proseguiría Pedro realizando modestas ventas de mercancías a crédito
a los mismos clientes palopinos y a otros nuevos (60), así como utilizando
idéntico proceder jurídico para su cobranza al siguiente año de 1718 (61). Pero
las escasas y menguadas transacciones tenidas con los vecinos de esta villa rural
harían reflexionar a Pedro sobre el rumbo de sus actividades mercantiles,
optando a finales de 1718 por dirigirlas hacia la murciana población de Yecla en
donde, tan sólo en el mes de diciembre, obtenía tres ventas al fiado por un
importe total de 1.012 libras, 8 sueldos y 4 dineros. No obstante, había un
(56) A.H.P.A. Protocolo 442 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 15-2-1716, ff. 52r-52v. Los deudores
prometen saldar el crédito abonando 155 libras en la fiesta de San Juan y 361 libras 17sueldos y 6 dineros en el
último día de agosto, pagadas estas últimas en dinero efectivo o en almendras al precio que entonces corriere.
(57) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 26-5-1716, ff. 209r-209v. Esta dependencia económica del deudor con el
acreedor era frecuente en este período e indicadora del grado de pobreza en que quedó sumida gran parte de la
población por las secuelas de la guerra de Sucesión, particularmente intensas en Alicante.
(58) A.H.P.A. Ibid., “Poder para cobrar y pleitos” y “Poder para pleitos”, 26-1-1716 y 16-9-1716, ff. 31r-32v y
378r-379v, respectivamente, y Protocolo 443, “Poder para cobrar y pleito” y “Poder para pleitos”, 22-5-1717 y
10-6-1717, ff. 198r-199v y 222r-222v, respectivamente.
(59) A.H.P.A. Protocolo 443 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Poder”, 12-5-1717, ff. 193r-193v.
(60) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 13-4-1717 y 12-7-1717, ff. 159r-159v y 260r-260v, respectivamente. Baltasar
Pérez, cliente habitual de Pedro, generaba una deuda de 16 libras pagaderas en la fista de San Miguel, mientras
el labrador Francisco Linares, nuevo cliente, prometía pagar su crédito de 42 libras y 10 sueldos en Todos Santos
(61) A.H.P.A. Protocolo 1764 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Poder para pleitos”, 16-11-1718, ff. 389r-389v. En
esta ocasión, Pedro apoderaba a Mateo de la Cruz, procurador del número y juzgado de Alicante.
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inconveniente, el de que los deudores mostraban la misma debilidad económica
observada y padecida por Pedro con anterioridad, pues todos le prometen pagar
sus respectivos débitos a su voluntad y cada vez que cobrarlos quiera (62).
Al parecer, poco le importaba a Pedro la mala situación económica de los
yeclanos, ni tampoco los consiguientes obstáculos de dilación en la percepción
de los créditos, porque en 1719 intensificaba de tal modo sus actividades
mercantiles con esta población que la convertía en el foco exclusivo de sus
tratos, especialmente durante el otoño e invierno de ese año, contabilizándose
once ventas al fiado en las que los importes adeudados oscilaban entre un
mínimo de 90 pesos y un máximo de 280 pesos, cantidades apreciables sobre
todo considerando que Pedro era un mercader minorista que practicaba la venta
al detall, llegando a alcanzar en el conjunto de todas ellas un montante de 2.096
pesos, 18 sueldos y 9 dineros (63).
En los inicios de la tercera década de la centuria, Pedro continuaba explotando
el filón mercantil que para él suponía la citada villa murciana, con cuyo
vecindario prolongaría las transacciones hasta comienzos de los años treinta del
siglo XVIII; pero dando a sus tratos un sustancial matiz diferenciador respecto a
los practicados en tiempos pretéritos, consistente en una sensible disminución
del número de ventas e incrementar notablemente el importe o valor de ellas,
porque Pedro ya era consciente de las trabas padecidas para la cobranza de los
créditos resultantes (64). Corrobora esta argumentación el hecho de que en todo
el año 1720 sólo realizaría tres ventas con vecinos yeclanos, valoradas
conjuntamente en 882 pesos, siendo sus destinatarios los labradores José
Soriano, Francisco Ortiz y Cosme Azorín (65).
Pasado el paréntesis de 1721, año en el que no nos consta que Pedro hubiese
realizado actividad mercantil alguna, supuestamente por hallarse ausente de
Alicante y fuera del país, residiendo en Marsella o, tal vez, en Valencia, o bien
sucesivamente en ambas ciudades como haría en años venideros, acababa el de
1722 habiendo realizado cuatro operaciones crediticias durante el segundo
semestre del mismo globalmente valoradas en 1.322 pesos, 18 sueldos y 10
dineros, apareciendo la novedad de exigir fiador en dos de ellas (66). Al mismo
tiempo, había sondeado Pedro nuevos horizontes para sus negocios tratando de
localizar núcleos poblacionales alternativos y/o complementarios del apurado
(62) A.H.P.A. Protocolo 1764 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 15-12-1718, 16-12-1718 y 22-12-
1718, ff. 437r-437v, 438r-438v y 439r-439v, respectivamente. José Marco Carrión adeudaba 512 libras 8 sueldos
y 4 dineros; Francisco de Molina, 300 libras, y José Román, 200 libras.
(63) A.H.P.A. Protocolo 444 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación” en enero, febrero, marzo, septiembre,
octubre y diciembre de 1719, ff. 32r-32v, 52r-52v, 53r-53v, 54r-54v, 100r-100v, 163r-163v, 164r-164v, 380r-
380v, 381r-381v, 420r-420v y 498r-498v, respectivamente. Fueron los deudores Agustín Pérez, Luis Azorín,
Juan Marco, Antonio Zahué, Antonio Muñoz, Martín Azorín, Damián Azorín, Marcos Andrés, Francisco
Soriano y Pedro Ruiz.
(64) A.H.P.A. Protocolo 1765 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Poder para pleito”, 11-9-1720, ff. 275r-275v.
(65) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 13-2-1720, 13-5-1720 y 23-10-1720, ff. 150r-150v, 222r-222v y 284r-284v,
respectivamente. Los respectivos adeudos de José, Francisco y Cosme ascendían a 442, 350 y 90 pesos.
(66) A.H.P.A. Protocolo 446 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 4-8-1722, 22-10-1722 y 3-12-1722, ff.
273r-274v, 284r-284v, 285r-285v y 460r-460v, respectivamente.
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filón yeclano, hallándolo en el manchego lugar de Casas Ibáñez situado en la
provincia limítrofe de Albacete, en donde a comienzos de este último año
realizaría una operación a crédito valorada en 200 pesos, el mismo débito que
tendría otra practicada días después de la fiesta de Todos Santos de ese mismo
año (67), siendo el procedimiento de pago idéntico al empleado por los deudores
de Yecla; es decir, a la voluntad de Pedro Amorrich, que si bien en el aspecto
económico sometía al deudor al libre albedrío del acreedor, en realidad
demoraba mucho la cancelación del crédito, además de generar perjudiciales
inconvenientes al comerciante. Y sí para muestra, un botón, he aquí un ejemplo
sumamente demostrativo, que no sería el único, pero sí el más llamativo.
En marzo de 1723, Pedro ejercitaba tres ventas de diferentes mercancías a
otros tantos moradores de Yecla por un monto de 1.350 pesos, siendo uno de los
compradores Alonso Valiente (68), cuya deuda ascendía a 550 pesos. Habiendo
transcurrido más de once años, en julio de 1734, seguía Pedro pleito ejecutivo
contra él ante la real justicia yeclana cuando Valiente planteaba concurso de
acreedores ante la real justicia de la ciudad de Sevilla y, en consecuencia,
forzaba al mercader a conceder especiales poderes a los sevillanos Antonio
Jover, Florentino Figueroa y Francisco del Álamo para “hacer parte y deducir
sus derechos y que se opongan en los autos de dicho concurso” (69). Con ello, la
liquidación de la deuda todavía se dilataría un lustro más demorándose hasta
diciembre de 1739, fecha en la que Pedro se daba por satisfecho y pagado (70).
No obstante, estos inconvenientes no constituyeron un obstáculo que le
impidieran mantener sus relaciones mercantiles con la susodicha localidad
murciana durante el resto de sus días. En abril de 1723 se contabilizan otras
cinco operaciones crediticias ejecutadas con los yeclanos Miguel Soriano, Luis
Azorín, Juan y Gaspar Ruiz, Pedro Puche y Alonso Martínez de Ibáñez, quienes
compraban a Pedro mercancías por un importe de 1.250 pesos (71). Todavía
realizaría una última transacción más durante este año, vendiéndole en el último
día de junio al labrador José Azorín diversas mercancías al fiado valoradas en
424 libras, 3 sueldos y 3 dineros (72).
Nada favorable para el marido de Josefa Cabanes discurriría el siguiente año
1724, en el que sólo destacan sus quebraderos de cabeza derivados del
enfrentamiento con la compañía de comercio genovesa Sebastián y Herederos de
Bartolomé Noly, la cual seguía pleito ejecutivo contra Pedro para la cobranza de
(67) A.H.P.A. Protocolo 446 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 3-1-1722 y 5-11-1722, ff. 1r-1v y
405r-405v, respectivamente. Son los deudores José Gómez, Cristóbal Gómez y Josefa Gómez, hermanos.
(68) A.H.P.A. Protocolo 447 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 3-3-1723 y 16-3-1723, ff. 84r-84v,
85r-85v y 109r-109v, respectivamente. Los otros dos deudores fueron Marcos Soriano, en cantidad de 600 pesos,
y Luis Azorín Bellot , con un débito de 200 pesos.
(69) A.H.P.A. Protocolo 798 de Antonio García, “Poder especial”, 26-7-1734, ff. 379r-379v.
(70) A.H.P.A, Protocolo 1584 de Vicente Rovira, “Carta de pago”, 22-12-1739, ff. 292r-292v.
(71) A.H.P.A. Protocolo 447 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 8-4-1723, ff. 132r-132v, 133r-133v,
134r-134v, 135r-135v y 136r-136v, respectivamente. Los respectivos débitos individualizados fueron de 90, 210,
450, 140 y 360 pesos escudos de plata o libras valencianas, respectivamente.
(72) A.H.P.A Ibid., “Obligación”, 30-6-1723, ff. 227r-227v.
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101 libras, 16 sueldos y 2 dineros más las costas judiciales ocasionadas;
trabándose, finalmente, la ejecución en un cajón de madera de pino propio de
Pedro valorado en el citado débito y a la seguridad del pago, evitando con ello
ser encarcelado, se le exige presentar fianza de saneamiento que realizaría el
mercader alicantino Juan Bautista Baldo (73). Un trimestre después de
pronunciada la sentencia de remate por el Corregidor de la ciudad, el Conde de
Roydeville, finalizaba el conflicto mediante el pago efectuado por Pedro de 136
libras, 14 sueldos y 1 dinero a que ascendían las 118 libras, 9 sueldos y 11
dineros de deuda, además de las 18 libras, 4 sueldos y 2 dineros por las costas de
los autos ejecutivos (74).
En el segundo semestre de este año, más todo el siguiente de 1725, no hemos
hallado refrendo documental en relación a ninguna actividad mercantil
practicada por Pedro en su habitual ámbito geográfico de actuación, volviéndose
a plantear su hipotética ausencia de Alicante durante estos dieciocho meses,
pasados los cuales lo encontramos tratando con el labrador yeclano Benito Gil la
venta de mercancías valoradas en 75 libras, 6 sueldos y 7 dineros (75), además
de otra transacción practicada en marzo de 1729 con Simón Puche por un
montante de 355 libras, 1 sueldo y 9 dineros, resultante de la venta de
mercancías en cantidad de 290 libras, 2 sueldos y 5 dineros y de una casa en
dicha villa murciana, propia de Pedro, en cumplimiento de la sentencia de
remate contra José Ramón, por precio de 64 libras, 19 sueldos y 4 dineros, cuyo
total crédito sería diferido hasta ajustarse en febrero de 1731 (76). A estos
negocio seguirían, pasados cinco meses, otro de 150 libras con los moradores de
Yecla Juan Marco Soriano y Juan Soriano, hermanos, que liquidarían la deuda
en diciembre de 1729, si bien anteriormente, en el mes de julio de este último
año, Juan Marco Soriano le había comprado géneros por precio de 168 libras y
15 sueldos (77).
En la década de los años treinta, Pedro daría continuidad a las relaciones
comerciales con la localidad murciana en cinco ocasiones, todas ellas crediticias
derivadas de la venta de productos, cuya distribución temporal y naturaleza es
como sigue: una, con el arriero Simón Santa en cantidad de 284 libras de
mercancías, pero con la novedad de que el acreedor exigía garantías para la
seguridad de cobrar la deuda, las que cumplía el comprador hipotecando un
(73) A.H.P.A. Protocolo790 de Antonio García, “Fianza de saneamiento”, 16-3-1724, ff. 91r-91v. La relación de
Baldo con los Amorrich sería muy estrecha y con el devenir de los años se integraría en la misma como segundo
marido de Magdalena Amorrich.
(74) A.H.P.A. Ibid., “Carta de pago”, 17-6-1724, ff. 251r-251v. El aristócrata Conde de Roydeville fue un
flamenco al servicio de Felipe V, en cuyo ejército alcanzaría la graduación de Mariscal de Campo, participaría
en la expedición de 1717 a Sicilia por cuyo motivo, habiendo sido nombrado Corregidor de Morella, no pudo
tomar posesión de su cargo hasta tres años después. Tras su paso por el corregimiento alicantino, sería trasladado
al de Barcelona. Vid. Giménez López, E., “Los corregidores de Alicante. Perfil sociológico y político de una
élite militar”. Revista de Historia Moderna, Anales de la Universidad de Alicante, 6-7, Alicante, 1986, pp. 67-81.
(75) A.H.P.A. Protocolo 450 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 30-3-1726, ff. 113r-113v.
(76) A.H.P.A. Protocolo 796 de Antonio García, “Obligación”, 23-2-1731, ff. 83r-84r.
(77) A.H.P.A. Protocolo 1646 de Onofre Savater, “Obligación” y “Carta de pago”, 29-7-1729 y 23-12-1729, ff.
107r-107v y 187r-187v, respectivamente.
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pedazo de tierra en la partida de la Boca del Cántaro plantado con 2.280 cepas y
64 olivos (78); dos en el mismo día y mes de 1731, individualizadas en los
labradores Juan Ibáñez de Marco y Antón Palao, por un total de 192 libras, 14
sueldos y 4 dineros en géneros y mercancías fiadas (79); una, al iniciarse el año
1733 con Matías Azorín, importando el crédito 558 pesos “de a 8 reales de plata
antigua” resultante del ajuste de cuentas (80); y, una última en febrero de 1734,
con Luis Azorín de Martín en cantidad de 152 libras y 13 sueldos procedente del
impagado resto de la deuda de 260 libras provenientes del trato ejecutado en
1719 ante el ya difunto escribano alicantino Vicente Cerdá y Sevillano (81).
Ocho años habían de transcurrir antes de que Pedro realizase una nueva y
definitiva transacción en la villa de Yecla y también en la vida del propio
mercader. A mediados de enero de 1742, trataba con Antonio Palao de Carrión
la venta de mercancías por un importe de 234 libras, 12 sueldos y 6 dineros, las
que el deudor se comprometía a liquidar en una sola paga a la voluntad del
acreedor siempre y cuando las quisiere cobrar (82).
Además de en esta localidad, también Pedro sostuvo alguna relación mercantil
en otras dos poblaciones de la geografía murciana con desigual beneficioso
resultado. En septiembre de 1730, Bartolomé Canales, del lugar de Algezares,
adquiría mercancías por valor de 76 libras, 19 sueldos y 7 dineros que se
obligaba a pagar abonando el pico dentro de cuatro años, mientras las restantes
70 libras de la deuda las liquidaría en cinco iguales pagas anuales de 14 libras en
cada fiesta de San Juan a partir del año 1735 (83); es decir, toda una década para
saldar este crédito menor y que Pedro nunca vería finiquitado. No obstante, pese
a ello, en junio de 1740 practicaría otra transacción de 80 pesos con el
algezareño José Meseguer Carrión que aseguraba satisfacerlos dentro de un
cuatrimestre; pero Pedro ya había adquirido la experiencia necesaria y, en esta
ocasión, exigiría al deudor la seguridad del pago hipotecando éste una casa
propia en dicho lugar y tres tahúllas de tierra blanca (84). El otro municipio
murciano sería la villa de Jumilla, en donde Pedro efectuaría la última
transacción de su vida consistente en la venta de 30 quintales de acero efectuada
en abril de 1742 a cuatro vecinos de ella en precio de 307 libras y 10 sueldos(85)
Puede resultar llamativo el retroceso en el número de tratos efectuados por
Pedro en el municipio yeclano, más acusado en los últimos doce años de su
(78) A.H.P.A. protocolo 1647 de Onofre Savater, “Obligación con hipoteca”, 27-3-1730, ff. 32r-32v.
(79) A.H.P.A. Protocolo 796 de Antonio García, “Obligación”, 1-3-1731, 93r-93v y 94r-94v, respectivamente.
La deuda de Ibáñez era de 116 libras, 16 sueldos y 4 dineros, mientras la de Palao sumaba 75 libras y 18 sueldos.
(80) A.H.P.A. Protocolo 797 de Antonio García, “Obligación”, 6-1-1733, ff. 4r-4v.
(81) A.H.P.A. Protocolo 798 de Antonio García, “Obligación”, 27-2-1734, ff. 79r-80r.
(82) A.H.P.A. Protocolo 768 de Juan Galdó, “Obligación”, 19-1-1742, ff. 10r-10v.
(83) A.H.P.A. Protocolo 798 de Antonio García, “Obligación”, 3-9-1734, ff. 416r-416v.
(84) A.H.P.A. Protocolo 802 de Antonio García, “Obligación con hipoteca”, 22-6-1740, ff. 108r-108v. La casa
estaba situada en la calle Fulgencio Meseguer y la tierra, en la partida del riego de la acequia de Algivia.
(85) A.H.P.A. Protocolo 768 de Juan Galdó, “Obligación”, 17-4-1742, ff. 74r-74v. La deuda, resultante de la
venta del acero a 10 libras y 5 sueldos el quintal, se obligaron los compradores a liquidarla en el plazo de cuatro
meses; pero no la cobraría Pedro por fallecer con antelación a su vencimiento.
29
actividad mercantil. La causa explicativa se halla en el hecho de que el citado
núcleo poblacional ya no constituía el nudo exclusivo de sus negocios, puesto
que compartía protagonismo con otros lugares de la geografía alicantina,
valenciana e incluso nacional, siendo el más importante de estos últimos el
albaceteño lugar de Casas Ibáñez desde que, en 1722, iniciase allí sus primeras y
exploratorias operaciones crediticias. Más de seis años después, volvía Pedro a
convertir este lugar en uno de los centros destacados de sus actividades
mercantiles, practicadas, eso sí, en las mismas condiciones a las efectuadas en la
villa de Yecla.
En junio de 1728, estipulaba con los ibañenses Alonso Pérez Soriano, y los
hermanos Matías Navarro y Vicente Moncajo, la venta de géneros y mercancías
a crédito apreciadas en 950 libras, convenios que se escrituraban en marzo del
siguiente año 1729 (86), si bien en el precedente mes de febrero había tratado
con Juan Pérez Soriano la venta de productos al fiado valorados en 800 pesos
pagaderos, como en tantas ocasiones anteriores, a la voluntad de Pedro (87), el
cual no volvería a sostener actividades mercantiles en la mencionada localidad
manchega hasta pasado un bienio, cuando en el primer trimestre de 1731 lograba
endosar a sus vecinos Pascual García Ochando, Pedro Gómez Flor y Cristóbal
Gómez Mañez los respectivos créditos de 150, 300 y 350 libras (88).
Tras un prolongado período de ocho años en el que Pedro interrumpía
cualquier trato con moradores de Casas Ibáñez, este se reactivaba en marzo de
1739 mediante dos operaciones crediticias con la familia de los Soriano,
reflejadas en una transacción de mercancías apreciadas en 164 pesos, 3 sueldos
y 7 dineros ejecutada a Alonso Valiente Soriano, y en la liquidación de 1.500
reales de vellón provenientes del derecho que este deudor y sus hijos tenían
sobre una casa en dicho lugar propiedad de Pedro Amorrich, capital reclamado
por Juan Pérez Soriano en su calidad de tutor y curador de Alonso Valiente (89).
Como ya sucediera en Yecla, también en esta población manchega se cumplía
la morosidad de larga duración en la liquidación de los créditos, como ponen de
relieve dos operaciones de ajuste de cuentas atrasadas de todos los tratos tenidos
con nuestro francés mercader. Son los casos de los ibañenses Pascual García
Ochando que, nueve años después de haber generado la primera deuda,
concertaría todavía con Pedro un débito de 224 pesos, o el de Francisco López
(86) A.H.P.A. Protocolo 795 de Antonio García, “Obligación”, 30-3-1729, ff. 146r-146v y 147r-147v, respectiva
mente. Las respectivas ventas apreciadas en 400 y 550 libras se pactaron ante Vicente Cerdá y Sevillano, el cual
no redactó las correspondientes escrituras por verse afectado de una dolencia que le causaría la muerte, hecho
que, comunicado por el acreedor a los deudores, motivó que se escriturase en fecha posterior ante el presente
escribano.
(87) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 22-2-1729, ff. 41r-41v.
(88) A.H.P.A. Protocolo 796 de Antonio García, “Obligación”, 3-1-1731 y 9-3-1731, ff. 1r-1v, 2r-2v y 41r-42v.
(89) A.H.P.A. Protocolo 1584 de Vicente Rovira, “Obligación” y “Carta de pago y obligación”, 4-3-1739, ff.
40r-40v y 41r-42v, respectivamente. La casa, antigua propiedad de José Gómez, fue hipotecada por éste y
adjudicada a Pedro por sentencia de remate; pero aquél legó 1.000 reales a favor de Valiente por la dote de su
hija, esposa de éste, y 500 reales a sus nietos por la legítima de su difunta madre, resultando los 1.500 reales que
Pedro entregaba a Juan Pérez para que pagase las respectivas cantidades a sus legales destinatarios, a cambio de
hipotecar éste su casa como garantía del pago efectuado por Pedro.
30
Espinosa que, en diciembre de 1740, ajustaba deudas por un montante de 222
libras y 14 sueldos después de prolongado tiempo pendientes (90).
La postrera y, a su vez, sustanciosa actividad mercantil realizada por Pedro en
el manchego lugar de Casas Ibáñez data del día 10 de enero de 1742, fecha en la
que Cristóbal Gómez Manrique contraía una deuda de 600 libras procedentes del
precio de las mercancías adquiridas (91).
Resulta habitual en la documentación notarial de la época encontrar la
referencia a los productos que eran objeto de la actividad mercantil bajo el
común epígrafe de “géneros y mercaderías”, sin aportar mayor concreción como
se puede apreciar en el referido trato inmediato precedente, siendo infrecuente y
raro el caso contrario, por lo que parece procedente intentar responder a la
siguiente cuestión: ¿Qué comerciaba Pedro Amorrich? Al contrario de lo que
pudiera parecer, no resulta fácil ni sencilla la respuesta en base sólo a las actas
de escribanía, más aún si huimos, como debemos hacer, de la simplista
expresión “todo cuanto pudiese”; mas por fortuna, en esta ocasión y para el caso
de la ciudad de Alicante, existen fuentes fiscales aduaneras que, en este aspecto,
complementan las lagunas de las notariales.
La respuesta a la cuestión planteada está contenida en la certificación del año
1728 expedida por José Galdó, fiel de Rentas Generales de la Puerta de tierra, de
los cargos satisfechos por la entrada y salida de productos, y de los descargos
por haber satisfecho los derechos en otras aduanas (92). En ella, detallando
fechas, se declara que en enero pasaba a su casa 12 balones y medio de papel,
más 10 cajas de acero “despachadas en la Real Aduana”, al igual que las 16
cajas también de acero pasadas en la primera semana de abril. En el siguiente
mes de mayo fueron 85 quintales y medio de palo de Brasil, sacados de la
aduana local y comprados al negociante francés Pedro Laffore, mientras que en
los primeros días de julio entraba 10 arrobas de cacao de Caracas con guía de
Alcira, adquiridas a su francés morador Juan José Mayendia. En agosto,
introducía Pedro “9 baloncitos” de papel blanco y, en septiembre, volverían a ser
100 quintales de palo de Brasil sacados de la aduana portuaria, además de una
arroba de canela, introducida con testimonio de la villa de Yecla, que compraba
a Benito Gil, y a comienzos de octubre, introduciría una galerada de barrilla.
El anunciado descargo consistiría en 738 arrobas de acero, 391 arrobas y
media de palo“asurtido”, 1.491 resmas de papel, 189 libras de cacao de Caracas,
2 arrobas y 8 libras de pimienta, 69 arrobas de atún, 6 libras de hilo Salo y 18
cajitas de hilo de crea.
En otra certificación del mismo José Galdó correspondiente al año de 1730
(90) A.H.P.A. Protocolo 802 de Antonio García, “Obligación”, 3-6-1740 y 23-12-1740, ff. 92r-92v y 211r-211v.
(91) A.H.P.A. Protocolo 768 de Juan Galdó, “Obligación”, 10-1-1742, ff. 5r-5v.
(92) A.M.A. Arm. 7, Lib. 4. “Certificado de José Galdó, fiel de Rentas Generales de la Aduana de la Puerta de
tierra de esta ciudad de Alicante, del cargo de haber pagado Derechos en otras Aduanas. Año 1728. Cargo y
descargo a Pedro Amorrich”.
31
(93), manifestaba que en enero había introducido Pedro dos partidas de acero,
con un total de 34 cajas sacadas de la aduana alicantina; en febrero, una bota de
azúcar vendida “de cuenta” del negociante francés Claudio Lagier. Entre los
meses de marzo y abril, entraba otras 18 cajas de acero despachadas en la
aduana local, mientras en junio serían 60 quintales de palo campeche que,
sacado de la aduana en 1728 en cantidad de 129 quintales y pagados los
derechos en Canarias, estaba almacenado desde entonces. En julio, de nuevo
introducía 105 quintales de palo campeche y brasilete, abonando sus derechos en
la aduana, mientras que entre los meses de agosto, octubre y noviembre pasaría
tres partidas de algodón con un total de 24 balas, habiendo satisfecho sus
aranceles en la aduana de la ciudad; en septiembre, serían 50 sacos de avellanas,
cuyos derechos había pagado en Cataluña; y, también en noviembre, pasaría 6
botas de alcaparras.
A los mencionados productos, habría que añadir el vino que comercializaba
Pedro de forma ocasional y, probablemente, también el tabaco de contrabando, a
tenor de la causa de fraude imputada por la Real Renta del Tabaco que obligaría
al mercader a conferir poder especial a Julián Eugenio Ruiz Dávalos, abogado
residente en Madrid, para que asumiera su defensa ante el Consejo de Hacienda,
habiendo apoderado antes y después a los procuradores Luis Bernal y Bernardo
Fernández, ambos de Valencia, para que, supuestamente, hicieran lo propio ante
la Audiencia de esa ciudad (94).
Otra cuestión o aspecto a considerar sería el cuantitativo; es decir, el volumen
de mercancías manejado por Pedro en sus actividades comerciales. A este
respecto, el contador-interventor de las Rentas Reales y Generales de Alicante
expedía certificación sobre la valoración de los derechos satisfechos en el tráfico
comercial portuario, tanto de importación como de exportación, por cada uno de
los negociantes registrados durante el trienio 1728-30. En el primero de ellos,
aparece Pedro habiendo causado la suma de 216.691 maravedíes por la entrada
de artículos, mientras que la salida de géneros y frutos del país suponía un
caudal de 12.589 maravedíes. Sin embargo, en el siguiente año de 1729 no
parece que este mercader realizase ninguna exportación, pues no satisfacía nada
por tal concepto cuando, por el contrario, le pertenecía abonar 378.014
maravedíes por las importaciones practicadas, incrementadas en más del 74 por
ciento en relación con el año precedente. Paradójicamente, desconocemos la
cantidad de productos negociados en 1730, así como la utilidad producida,
puesto que Pedro no figura en la relación de negociantes de ese año expedida
por el administrador de la aduana local (95).
(93) A.M.A. Ibid., “Certificado de José Galdó, … . Año 1730. Cargo a Pedro Amorrich”. Aunque las
obligaciones arancelarias corresponden a las del año 1730, la certificación se redactaba en la ciudad de Alicante
el último día de marzo de 1731.
(94) A.H.P.A. Protocolo 800 de Antonio García, “Poder especial” y “Poder para pleitos”, 24-4-1736, 10-2-1736
y 1-6-1736, ff. 101r-101v, 37r-37v y 135r-135v, respectivamente.
(95) A.M.A. Arm. 7, Lib. 4. “Copia del Zertificado de D. Vicente Bonavida, comprensivo de los Derechos
satisfechos en la Real Aduana por los Comerciantes de esta Plaza en entrada y salida de géneros, años 1728-30”.
32
Lógicamente, sería en la ciudad de Alicante donde Pedro realizaría las
transacciones más importantes, resultantes de sus tratos con algunos integrantes
de la élite mercantil asentada en esta Plaza, con el fin de completar el
aprovisionamiento de los artículos necesarios y/o convenientes para su negocio,
tratos que, en alguna ocasión, superaron el estricto ámbito comercial para
adentrarse en el personal, como acontece en marzo de 1727 con los negociantes
franceses José Bouligny e Hijo, quienes apoderarían en tres ocasiones a Pedro,
que a la sazón residía en Marsella, para que ajustase cuentas y cobrase el crédito
adeudado por el marsellés Pedro Margarit y, así mismo, para que administrase y
arrendase unas casas que aquéllos poseían en la capital provenzal, percibiendo la
correspondiente renta de los inquilinos; apoderamiento reiterado en septiembre
del siguiente año 1728, cuando Pedro se hallaba temporalmente residiendo en la
ciudad de Valencia (96).
Bastante menos amigables fueron las relaciones puramente mercantiles tenidas
con la compañía de Gerónimo y Juan Bautista Fabiani, negociantes genoveses
de “Puerta Cerrada”, a los que adquiría productos por cuantía de 3.959 libras, 19
sueldos y 8 dineros y cuya demora en su pago llevaría a los hermanos Fabiani a
solicitar demanda de ejecución contra la persona y bienes de Pedro, obteniendo
sentencia favorable que preveía pena de cárcel para el deudor, el cual evitaría tal
oprobio hallando un fiador en la persona de Mariano Boix, maestro cirujano(97).
Igualmente tensas y complicadas se tornaron las relaciones comerciales
mantenidas con la compañía de negociantes franceses Debruges y Antoine a los
que Pedro, conjuntamente con el genovés Juan Antonio Benedicto, adeudaba
4.241libras y 17 sueldos contenidos en un vale firmado por ambos. Demandados
por la citada compañía de comercio, fueron encausados por impago, teniendo
Pedro que afrontar el proceso a través de su apoderado Jaime Martínez hasta su
resolución, concretada en una adversa sentencia de ejecución trabada en un
sombrero del deudor o, en su defecto, pena de cárcel, afrenta que de nuevo
eludiría gracias a su hermano mayor José que se constituía en su fiador (98).
El vínculo mercantil con su cuñado Pedro Choly, uno de los más destacados
negociantes mayoristas franceses de la primera mitad del Setecientos asentados
en Alicante, evidencia el acusado impacto económico causado por el conflicto
sucesorio en tierras alicantinas y, a su vez, pone de relieve las dificultades de las
actividades mercantiles en unas desfavorables circunstancias de manifiesta
pobreza. En julio de 1716, Pedro había vendido 101 libras, 11 sueldos y 4
dineros en mercancías al finestratense Maximiano Llorca, de quien Choly
asumía su fianza. Una década después, el acreedor tan sólo había logrado
percibir 43 libras, requiriendo a Choly le abonase las 58 libras, 11 sueldos y 4
(96) A.H.P.A. Protocolos 793 y 794 de Antonio García, “Poder para cobrar”, “Poder para arrendar” y “Poder
para cobrar y pleito”, 10-3-1727, 18-8-1727 y 19-11-1728, ff. 87r-87v, 228r-229v y 382r-382v, respectivamente.
(97) A.H.P.A. Protocolo 633 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Fianza de saneamiento”, 16-6-1731, ff. 210r-0.
(98) A.H.P.A. Protocolo 796 de Antonio García, “Poder para pleitos” y “Fianza de saneamiento”, 10-10-1731 y
26-11-1731, ff. 346r-346v y 397r-397v, respectivamente. El mercader y corredor de mar Juan Antonio Benedicto
emparentaba con el negociante genovés Ambrosio Delfino al convertirse en el primer marido de su hija Laura.
33
dineros restantes que, para evitar gastos y pleito de incierto resultado, las
liquidaba en enero de 1727 y, pasados seis años, pedía a Pedro el otorgamiento
del finiquito y lasto de aquellas (99).
Pedro, también intentaría beneficiar su negocio ejecutando prácticas
mercantiles en poblaciones cercanas a la ciudad de Alicante, su residencia
habitual, como Villajoyosa, villa capitalina de la Marina Baja, en donde a
comienzos de 1731 endosaba un crédito de 150 libras con la venta de artículos al
villajonense Vicente Sellés (100). Sin embargo, el hecho de que los tratos se
estipulasen cordialmente y a satisfacción de las partes, no garantizaba en modo
alguno que el acreedor percibiese la totalidad del débito, sobre todo en los
plazos acordados, viéndose entonces abocado al recurso de la vía judicial y
demás pertinentes trámites (101). Así ocurriría, en junio de ese año, con los
vecinos de la citada villa Jacinto Soler y Gerónimo Vaello, contra los cuales
precisaría interponer pleito ejecutivo por 500 libras que “de plazo vencido le
adeudan”, y por auto judicial se le manda pagar dicha cantidad dando antes la
fianza dispuesta en la Ley de Toledo, en previsión de apelación de la sentencia y
su revocación, parcial o total, por tribunal superior, saliendo por fiador su herma
no Jaime (102); pero el litigio no finalizaría aquí, porque a la demanda de
ejecución se opondría José Buforn como acreedor de mejor derecho en cantidad
de 900 libras, si bien en el momento de la sentencia declaraba éste tener un
crédito a su favor de 277 libras, por lo que también se le mandaba pagar esa
cantidad dando antes la fianza de la Ley de Toledo, presentando por su fiador al
cirujano alicantino Miguel Llopis (103).
No obstante, en ese mismo año, Pedro continuaría manteniendo actividades
mercantiles en el municipio villajonense, aunque de menor entidad, como el que
en marzo practicaría con José Mayor y Francisco Soriano que quedaban
deudores en 79 libras, 19 sueldos y 5 dineros, para cuya cobranza tendría de
nuevo Pedro que presentar demanda de apremio y ejecución, motivando a
Gerónimo Nogueroles, fiador de aquéllos, a asumir la obligación de pagar 32
libras, 18 sueldos y 7 dineros en dos iguales pagas por todo agosto de 1735 y 36,
mientras Soriano liquidaba también la deuda pendiente de 47 libras y 10 dineros
más las 3 libras, 5 sueldos y 8 dineros de las costas causadas por el pleito (104).
Una definitiva transacción acordaría Pedro, poco tiempo antes de su muerte,
con Francisco Lloret Adrián en cuantía de 37 libras y 4 sueldos, cuyo convenio
(99) A.H.P.A. Protocolo 797 de Antonio García, “Lasto”, 20-1-1733, ff. 11r-12v.
(100) A.H.P.A. Protocolo 796 de Antonio García, “Obligación”, 5-1-1731, ff. 4r-6r. Sellés fraccionaba la
liquidación de la deuda en dos pagas, abonando 74 libras a la voluntad de Pedro y haciendo cesión de las 76
libras restantes contra Francisca María Arques, de San Juan, y Vicente Uríos, de Villajoyosa, que ofrecieron
saldarlas en cuatro iguales pagas anuales de 19 libras.
(101) A.H.P.A. Protocolo 1646 de Onofre Savater, “Poder para cobrar”, 12-10-1729, ff. 144r-144v, y Protocolo
796 de Antonio García, “Poder para pleitos”, 11-2-1731, ff. 67r.67v. En estas actas, Pedro apodera para tales
fines a los procuradores de causas alicantinos Antonio Martínez Esquivel y José Navarro, respectivamente.
(102) A.H.P.A. Protocolo 796 de Antonio García, “Fianza de la Ley de Toledo”, 9-6-1731, ff. 210r-210v.
(103) A.H.P.A. Ibid., “Fianza de la Ley de Toledo”, 15-6-1731, ff. 220r-220v.
(104) A.H.P.A. Protocolo 1651 de Onofre Savater, “Obligación” y “Carta de pago”, 16-2-1735, ff. 31r-31v y
32r-32v, respectivamente.
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no se pudo escriturar por el fallecimiento del propio mercader; pero que el
deudor ajustaba y públicamente contrataba con Josefa María Cabanes en
noviembre de 1742, obligándose a liquidarlas a “voluntad de la viuda” (105).
Así mismo, en lugares del propio hinterland de la ciudad de Alicante y
limítrofes al mismo, sostendría Pedro, ya en el crepúsculo de su vida, algunas
operaciones crediticias conformadas por la venta de 4 charrionadas de vino al
tendero Pedro Gaya por un importe de 30 libras y 8 sueldos, y otras 21
charrionadas apreciadas en 174 libras a Vicente Toledo, que hipoteca una casa
propia situada en la calle del Barranco del Carmen para garantizar la seguridad
del pago establecido a voluntad del acreedor (106); la transacción de 4 balones
de papel ordinario convenida en 115 libras y 10 sueldos con el sanjuanero
Carlos Bertomeu (107), y el trato de 234 libras y 18 sueldos en mercancías
acordado en enero de 1742 con los ilicitanos Salvador Sánchez y Manuel Antón
(108), además de actuar como prestamista en dos ocasiones, ambas en
noviembre de 1739, concediendo sendos empréstitos graciosos de 40 libras, 17
sueldos y 9 dineros, y 58 pesos a los labradores Cristóbal Espinosa y Bautista
Gomis, moradores en las partidas de la Codomina y Santísima Faz,
respectivamente (109).
Completando las actividades desarrolladas por Pedro Amorrich, añadiremos
que la muerte le sobrevino cuando estaba desempeñando el cargo de arquero de
las Rentas Reales de la ciudad de Alicante “por lo perteneciente a los productos
dimanados del oficio de fiel ejecutor, luismos y fadigas”, en cuyo ejercicio debía
rendir cuentas anuales a la Contaduría General de la Corte, designando para tal
fin, en el balance de 1740, al abogado madrileño D. Francisco Javier de
Benavente (110).
Con las referidas actividades en sus negocios, Pedro conseguía beneficiar el
caudal suficiente para configurar un meritorio acervo patrimonial configurado
por la adquisición paulatina de bienes inmuebles y raíces. A la ya mencionada
compra por 806 libras y 18 sueldos de la casa en la calle del Valle, que Pedro
habitaba como inquilino abonando una renta anual de 45 libras, seguiría la
adquisición en julio de 1728 de un mesón “llamado de los Alonsos con su casa
accesoria para tienda de vendería”, componente del vínculo de D. Antonio
Pascual de Riquelme, vendido con pacto de retroventa por éste conjuntamente
con su esposa doña Leonor Pérez de Sarrió y el hijo de ambos D. Joaquín
(105) A.H.P.A. Protocolo 804 de Antonio García, “Obligación”, 13-11-1742, ff. 174r-174v.
(106) A.H.P.A. Protocolo 1584 de Vicente Rovira, “Obligación”, 3-4 -1739, ff. 69r-69v, y Protocolo 802 de
Antonio García, “Obligación”, 20-9-1740, ff. 164r-164v. La charrionada era la medida utilizada en la comarca
alicantina como múltiplo del cántaro de vino de 11´55 litros, siendo su equivalencia la de 25 cántaros. Suponía la
carga de un chirrión, galicismo que designaba a un carro de 2 ruedas y eje móvil usado para el transporte de los
cántaros. Vid. Giménez López, E., Alicante en el siglo XVIII…, p. 151, nota 172.
(107) A.H.P.A. Protocolo 802 de Antonio García, “Obligación”, 12-12-1740, ff. 202r-202v.
(108) A.H.P.A. Protocolo 768 de Juan Galdó, “Obligación”, 25-1-1742, ff. 14r-14v.
(109) A.H.P.A. Protocolo 1584 de Vicente Rovira, “Obligación”, 9-11-1739 y 23-11-1739, ff. 268r-268v y
277r-277v, respectivamente.
(110) A.H.P.A. Protocolo 803 de Antonio García, “Poder especial”, 24-5-1741, ff. 89r-89v.
35
Pascual Pérez de Sarrió, por precio de 3.000 libras satisfechas por el comprador
(111). Estas dos propiedades urbanas, más otras dos casitas “de tierra y piedra”
en el barrio de San Antón, camino del Castillo, compradas por 72 pesos,
constituían todo el bagaje patrimonial manifestado por Pedro en una declaración
jurada presentada en el Ayuntamiento en cumplimiento de un edicto, el cual
obligaba a exponer todas las propiedades explicando su situación, calidad, valor
y renta, apercibiendo de las penas en caso de ocultación, pues su fiscal finalidad
era la confección del padrón de 1731 (112). En ella, Pedro expresaba que la casa
no le rentaba nada por ser propia; en cambio, decía del mesón “que era posición
propia del Mayorazgo del señor D. Antonio Pascual” y que, entre tanto lo
poseyera, le rentaba 23 pesos mensuales que sumaban 276 libras al año,
mientras las dos casitas le pensionaban 4 reales de plata mensuales que hacían
12 libras por año (113), cuyo montante anual de rentas ascendía a 288 libras,
cifra no muy alejada de las 252 libras impuestas a Pedro en el reparto del
Equivalente correspondiente a ese año con una contribución de 29.000 libras.
En noviembre de 1732 adquiría, mediante venta judicial efectuada por el
licenciado D. José Antonio Reguero, Alcalde mayor de Alicante, una finca rural
con su casa en la partida de la Condomina justipreciada en 3.559 libras y 7
sueldos, rematada en pública subasta a favor de Pedro en 2.400 libras (114).
Finalmente, en octubre de 1739, este mercader completaría sus bienes
patrimoniales incorporando su última propiedad rural consistente en la compra
de una huerta en la partida del Bavel, fuera del arrabal de San Francisco, con “su
casa, noria, balsa y 3 jornales de tierra” tenida a señoría directa, luismo y fadiga
del convento-hospital de San Juan de Dios y gravada con tres censos de 26 libras
y 15 sueldos, 70 libras y 403 libras y 5 sueldos a favor del convento-hospital, de
la colegial de San Nicolás y del labrador Victor Giner, respectivamente,
comprada con pacto de retroventa a su cuñada Manuela Pérez, viuda de su
hermano Gregorio, por el precio de 1.000 libras abonadas por Pedro pagando
500 libras al contado y reteniéndose las otras 500 para afrontar las pensiones de
(111) A.H.P.A. Protocolo 361 de Pascual Bueno, “Venta condicional”, 4-7-1728, ff. 269r-272v. Vulgarmente
era conocido como el mesón del olmo, teniendo como lindes las casas de los religiosos de Nuestra Señora de la
Merced por Mediodía; las de María Roca Martínez, suegra de Pedro, por Tramontana; el Barranquet por
Poniente, y la muralla por Levante con la calle del Valle en medio. A.H.P.A. Protocolo 811 de Antonio García,
“Reconocimiento de censo”, 19-2-1750, ff. 24r-26v.
(112) A.M.A. Arm. 7, Lib. 3. “Vecindario íntegro de los vecinos de esta ciudad y huertos de regadío y secano
por el orden de las clases; agencias que por sus facultades y oficios ganan; propiedades que estos tienen y renta
líquida que al año les reportaba. Año 1731”.
(113) A.M.A. Ibid., “Relaciones de mercantes de Puerta Abierta : Relación jurada por Pedro Amorrich de los
bienes que actualmente posee. Alicante, a 6 de abril de 1731”.
(114) A.H.P.A. Protocolo 384 de Roque Castelló, “Venta judicial”, 14-11-1732, ff. 152r-172r. La heredad y una
casa grande con accesoria en la calle del Hospital valorada en 1.281 libras y 14 sueldos eran bienes de la
herencia de D. Tomás Roca, sometidos a pleito y causa de embargo iniciado por el canónigo D. José Benito
Tredós el 14 -8-1726 en representación de D. Nicolás Bartolomé Tredós, heredero de doña Josefa Manuela Roca
en los bienes dotales de doña Matilde Tredós, su madre, en cuantía de 197 libras, y ésta heredera del dicho D.
Tomás Roca, su esposo y padre de aquélla, en cantidad de 141 doblones de a ocho escudos de oro. Subastados
ambos bienes, la casa se remataba en 1.000 libras, 17 sueldos y 6 dineros pagadas por Sebastián Blasco en
nombre y a cuenta del regidor y abogado D. Antonio Colomina.
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los citados censos al rédito anual del 5 por ciento más las prorratas (115).
A la muerte de Pedro Amorrich, todos estos bienes con más los derechos y
acciones pasaban a poder de su heredera Josefa María Cabanes, su viuda, y, a su
fallecimiento en 1744, entraría en el dominio de ellos por derecho hereditario
María Roca Martínez, madre y suegra de los finados consortes, la que de este
modo participaría en la división de los bienes de José Amorrich, hermano de
Pedro, correspondiéndole un censo de 500 libras contra la ciudad de Alicante
que, en el día de Nochebuena de 1753, enajenaría en venta real a su hija mayor
Mariana Cabanes, viuda del difunto negociante francés Pedro Choly (116).
Jaime Amorrich hijo, el menor de los vástagos varoniles de los esposos Jaime
y Luisa, permanecería junto a su senil padre cuando sus tres hermanos mayores
se independizan, aportando su colaboración en el negocio paternal, a la vez que,
adquiriendo paulatinamente la experiencia necesaria en el ejercicio mercantil,
asumía la gerencia de la tienda paterna de la calle Mayor, en cuya familiar casa
habitaría mientras residió soltero en Alicante, aún después de fallecido su
progenitor. Al parecer, los años de entendimiento paterno-filial resultarían
beneficiosos para la buena marcha del negocio, según manifiestan los repartos
del Equivalente referidos al cuatrienio 1718-21, en los que la actuación de Jaime
hijo ayudaría a proporcionar una moderada prosperidad económica que,
siguiendo a esta fuente de marcado carácter fiscal, les obligaría a tributar hasta
119 libras en un contexto de 18.300 libras de contribución para la ciudad de
Alicante (117).
Jaime Amorrich hijo sería el único componente familiar que, sucesivamente,
desarrollaría sus actividades en los tres grados más significativos de la práctica
mercantil en su tiempo de residencia en la ciudad, actuando primero como
tratante, luego de mercader para, finalmente, ser catalogado de negociante de
“Puerta Cerrada”, aunque en esta última categoría no ocuparía una destacada
posición debido al corto volumen de sus intercambios comerciales y a las flacas
ganancias concordantes, cuestiones ambas constatadas por los responsables de la
fiscalidad en Alicante (118). En la certificación extendida por el contador-
interventor de la aduana local de las transacciones efectuadas por este
negociante en el trienio 1728-30, figuran las siguientes cantidades satisfechas en
concepto de derechos “de entrada y salida de géneros y mercaderías”: 39.211 y
124.286 maravedíes, en 1728; 6.400 y más de 44.000 maravedíes, en 1729; y, en
1730, no paga aranceles de importación y genera 34.348 maravedíes por las
(115) A.H.P.A. Protocolo 1584 de Vicente Rovira, “Retroventa de huerta”, 16-10-1739, ff. 237r-239v. Dos
meses antes, Manuela Pérez había comprado esta huerta con el mismo pacto de retroventa a su militar hijo
Gregorio y a su nuera Isabel Leonés.
(116) A.H.P.A. Protocolo 832 de Gregorio García, “Venta de censo”, 24-12-1753, ff. 163r-164v. Este crédito
era parte del censo de 2.300 libras que, por tercias, pagaba cada año la ciudad a Juan Bautista Paravecino
impuesto por el síndico de ella, Diego Pastor, por escritura ante el notario del Ayuntamiento Jaime Arcayna en
20-5-1649.
(117) A.M.A. Arm. 7, Lib. 2. “Repartimiento del Equivalente de Alcabalas, Cientos y Millones. Años 1718-21”.
Las citadas cantidades tributadas y repartidas son las reflejadas en el repartimiento del Equivalente de 1720.
(118) Supra, páginas 31 y 32, notas 92, 93 y 95.
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exportaciones. Estas exiguas cantidades, derivadas de sus actividades
comerciales, serían ratificadas por el propio Jaime hijo en su declaración jurada,
presentada en el Consistorio a requerimiento de un edicto de la alcaldía,
diciendo que “los negocios que hago son marítimos y de cosa parca, los cuales
son de propios y sólo consisten en las entradas y salidas que constan en los
libros de la Aduana; mi caudal sólo es de 1.100 pesos y la ganancia al año serán
200 libras, lo que no es seguro por las calamidades del tiempo, riesgos de la mar,
deudas que se pierden y menos precios que suelen tener los géneros, como me
ha sucedido este año próximo pasado que he perdido más de 200 libras del
caudal” (119).
Para entonces, Jaime hijo ya estaba casado con María Tomasa Sánchez y, en el
segundo semestre del año 1735, abandonaba la ciudad lucentina para
establecerse con su aspense esposa en la villa de Novelda, desde donde con
frecuencia se desplazaba a la capital para velar por sus intereses y visitar a su
hermana Catalina, casada con Manuel Conca, quienes pasarían a habitar la casa
familiar de los Amorrich en la calle Mayor, en una de cuyas estancias fallecería
repentinamente Jaime hijo en febrero de 1741 (120), dejando huérfanos a los
cuatro menores hijos nacidos del matrimonio: Francisco, Jaime, José y Teresa
Amorrich Sánchez, cuyos descendientes constituyen hoy la única rama familiar
que pervive asentada en la villa de Aspe.
A nivel profesional, el proceder de Jaime hijo consistía básicamente en actuar
como mayorista por cuenta propia, importando modestas partidas de productos
procedentes del Levante, especialmente trigo, valiéndose del transporte de
cabotaje, para su posterior redistribución y venta minorista a particulares,
operaciones que realizaba personalmente. Completaba su actividad comercial la
exportación, algo más dinámica que la importación, de productos agrícolas del
país. Si a ello se añade el aprovechamiento de cualquier ocasión para obtener
ganancias, se entenderá que resulte complejo deslindar su faceta de negociante
con las de mercader y tratante.
El marco geográfico de sus importaciones trigueras residía en el Mediterráneo
oriental, a través de la intermediación de negociantes franceses residentes en
(119) A.M.A. Arm. 7, Lib. 3, “Relaciones de mercantes de Puerta Zerrada: Relación jurada por Jaime Amorrich,
menor, negociante, vecino de Alicante, 6-4-1731”.
(120) A.H.P.A. Protocolo 409 de Adrián Cazorla, “Transportación de heredad”, 15-11-1743, ff. 113r-178v. El
documento contiene, entre otras cosas, una petición de 23-9-1743 de la viuda Tomasa Sánchez al juzgado de
Novelda solicitando certificación del óbito de su marido y sus circunstancias, con la finalidad de designar tutor-
curador y alegar el derecho de sus menores hijos a las herencias de su abuelo Jaime y de su tío José Amorrich.
D. José Sirera Pérez, abogado y alcalde de la villa, pide testimonios del luctuoso hecho al noveldense
Francisco Canicio y al negociante francés Claudio Lagier. El primero declara haber recibido carta a las 16 horas
del día 16-2-1741 por correo expreso de Alicante con la noticia de la muerte de Jaime, tan impensada que no dio
tiempo a ninguna disposición testamentaria. El segundo, más explícito, manifiesta que en dicho día, entre las 12
y las 13 horas, estando Jaime hijo en la casa de su cuñado Conca y en uno de sus cuartos, en presencia del
declarante, falleció “sin haber lugar a más que a recibir la Extremaunción y que no pudo disponer de sus bienes
por testamento alguno, ni tiene noticia de haberlo hecho antes”. El alcalde, para evitar la posible desaparición de
bienes del difunto, mandó recoger las llaves de la casa y papeles, depositando la viuda siete llaves en el juzgado
al tiempo que se la nombra tutora-curadora de sus hijos, con los que se traslada a Aspe para contraer segundas
nupcias con José Cerdán, enlace que nunca llegaría a celebrarse.
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Malta, pues en este contexto se sitúa el único trato tenido por Jaime hijo con un
negociante mayorista afincado en Alicante, el francés Luis Lombardón, al que
requiere el pago de una letra de cambio de 166 piastras, 5 sueldos y 5 dineros y
al que le protesta por no aceptarla (121). Los restantes tratos y transacciones se
desarrollarían en localidades vinculadas vitalmente a Jaime hijo : Alicante y
Novelda-Aspe, salvo alguna operación testimonial en la villa de Ibi expresada en
forma de préstamo gracioso al vecino de origen francés Marcelo Bastant (122).
No sería la antedicha, la última actuación prestamista de este negociante, puesto
que dos años más tarde repetiría la operación con el maestro tonelero Juan
Asensi, de Alicante, al que daba un préstamo menor de 22 libras y 4 sueldos el
mismo día en que el prestatario, conjuntamente con su consorte, le liquidaban
una deuda de 150 libras contraída en febrero de 1729 (123). El oficio artesanal
de este deudor es indicativo del estrato social de la clientela de Jaime hijo en la
ciudad de Alicante, pues si bien es cierto que integraban el llamado estamento
popular, no componían las capas de más baja condición socioeconómica, puesto
que con el citado tonelero engrosarían su clientela el polvorista José Jornet,
deudor de un crédito de 201 libras y 10 sueldos (124); el labrador Jaime
Navarro, que adquiere un caballo castaño por el precio de 35 libras (125); el
boticario José Martínez, que asumía una deuda de 200 libras por “géneros y
mercaderías” (126), o el médico Vicente Guillem y su homónimo hijo Vicente
Guillem Rico, abogado residente en Orihuela, a quienes Jaime hijo fíaba un
crédito de 234 libras, 9 sueldos y 8 dineros en mercancías (127).
Sin embargo, sería en las dos mencionadas villas de la comarca del Medio
Vinalopó en donde Jaime hijo realizaría el mayor número de operaciones
crediticias, sobre todo en la localidad de Aspe, en donde, a su vez, tendría más
dificultades para percibir su cobranza (128). Como muestra de lo dicho,
constatamos que tan sólo durante el mes de abril del año 1732, entre sus días 3 y
30, practicaba una decena de transacciones que implicaban a sesenta y dos
(121) A.H.P.A. Protocolo 630 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Requerimiento y protesto”, 19-4 -1728, ff.
177r-177v. El documento crediticio sacado en Malta el 12 de enero contra D. Luis Lombardón es, tras varios
endosos, cedido a favor de Jaime hijo, negándose Lombardón a pagarlo por falta de aviso del dador y por
debérsele una porción de trigo, que parece ser la causa motivadora de la letra. Piastra = Libra valenciana.
(122) A.H.P.A. Ibid., “Carta de pago”, 3-2-1728, ff. 48v-49r. El empréstito de 137 libras, 2 sueldos y 2 dineros
concedido el 18 de marzo de 1727 fue liquidado por el prestatario casi un año después.
(123) A.H.P.A. Protocolo 632 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Carta de pago” y “Obligación”, 23-8-1730, ff.
305v-306r y 306v-307r, respectivamente.
(124) A.H.P.A. Protocolo 1575 de Vicente Rovira, “Obligación”, 8-11-1728, ff. 108r-108v. El débito, causado
por la compra de mercancías, prometía el deudor saldarlo en marzo de 1729.
(125) A.H.P.A. Protocolo 631 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 21-1-1729, ff. 29r-29v. El deudor
se obligaba a liquidar el crédito en dos iguales pagas abonadas en las fiestas de San Juan y Navidad de ese año.
(126) A.H.P.A. Protocolo 632 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Carta de pago”, 8-2-1730, ff.36r-36v. La
obligación, generada el 9-3-1729 conjuntamente con su esposa Nicolasa Maluenda fue saldada pasado el año de
haberla contraído.
(127) A.H.P.A. Protocolo 450 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 16-6-1726, ff. 160r-160v. Padre e
hijo se comprometían a pagarlo en el plazo de cuatro meses.
(128) A.H.P.A. Protocolo 1575 de Onofre Savater, “Poder para pleitos”, 9-7-1728, ff. 46r-46v. Jaime apodera al
noveldense Gregorio Seller para que encause por impago a vecinos aspenses.
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vecinos aspenses, a quienes vendía diez partidas de trigo por un importe global
de 380 libras, 18 sueldos y 4 dineros que se obligaban a liquidarlas en un plazo
no superior a los tres ó cuatro meses (129).
Magdalena Amorrich, la mayor de las dos hijas de Jaime y Luisa, contrajo
matrimonio en la década de 1720 con el tratante Felipe Lerma Samper, hijo del
doctor ilicitano Bartolomé Lerma, médico, y de su esposa Antonia Samper, sin
que los nuevos consortes lograran tener descendencia alguna en el tiempo de su
convivencia conyugal, durante la cual habitarían una casa en la calle del
Barranquet y barrio de San Francisco, calle y barrio en los que vivirían la
mayoría de los Amorrich.
En consonancia con la menor categoría comercial de Lerma, los fondos
archivísticos alicantinos se muestran ralos en testimoniar sus actividades en los
años 20 de la centuria dieciochesca, mostrando sólo tres operaciones: una
transacción con el alicantino convento carmelita de San José, para recobrar la
herencia de sus padres y abuelos poseída por dicha comunidad que la estima en
600 libras, pagadas entregándole la propiedad de tres inmuebles apreciados en
500 libras con más 30 libras en metálico al contado y la cesión de otras 70 libras
contra Ana María Gondraf, viuda de Gregorio Gozálbez (130); la venta real de
dos de las tres casas que le han pertenecido de la herencia paterna al tratante
genovés Pedro Cavalo, por un montante de 377 libras (131); y, por último,
(129) A.H.P.A. Protocolo 1649 de Onofre Savater, “Obligación”, 3, 7, 9, 16, 22, 29 y 30 de abril de 1732, ff.
75r-75v, 77r-77v, 78r-78v, 80r-80v, 82r-82v, 83r-83v, 84r-84v, 93r-93v, 98r-98v y 99r-99v, respectivamente.
(130) A.H.P.A. Protocolo 1765 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Transacción entre partes”, 28-7-1720, ff. 224r-
235v. En 1698, el doctor Lerma instituyó por sus herederos a partes iguales a sus cinco hijos, con la condición de
que la parte del que muriese sin descendencia legítima recayese en los demás hijos y herederos, designando
curadores de sus menores hijos y bienes a sus suegros José Samper y Salvadora Mateu Calpena, quienes, tras
aceptarla, hacen inventario de los bienes y herencia de su difunto yerno estimándolos en 1.723 libras y 17
sueldos, caudal que se quedan en depósito. Mueren sin descendencia sus cuatro hermanos, quedando Felipe,
menor de edad, como único y legítimo heredero en 1714. A petición de Pascual Bueno, apoderado de Francisco
Álvarez que, como curador de Felipe, demanda al convento los bienes de la herencia de la abuela materna,
oponiéndose a ella Pablo Navarro, procurador del convento, considerando no estar obligado su representado a
dar cuenta ni pagar el importe de ciertos bienes muebles, “porque en la turbación que causaron las invasiones de
los enemigos en esta Plaza” se apoderaron de todos los muebles de la casa de los abuelos maternos de Felipe y
no sólo los inventariados de la herencia del doctor Lerma, sino otros muchos bienes, dinero y alhajas de valor
propios de los abuelos, por lo que Felipe, además de estar satisfecho y pagado de la herencia paterna, debía
restituir al convento el importe de la parte de los muebles de sus abuelos por haberse hallado sólo los raíces, a
causa de que “dichos menores habían ocultado los muebles que pudieron librarse del saqueo de los enemigos, en
que perecieron muchos, sin que bastase la prevención de haberlos ocultado en un oculto secreto de la casa”,
además de haber sido los menores alimentados por los abuelos durante muchos años y haberse casado algunos y
dotados. No obstante, Felipe, ya mayor de edad, prosigue el pleito por medio de Mateo de la Cruz hasta el 15-6-
1719 en que quedaba suspendido al convenir que el convento le entregaría 600 libras por toda la herencia
paterna, pagadas con 200 libras del valor de una casa en el callejón que desde la calle San Roque o Partición de
parroquias baja a la calle de Llop, habitada por Pablo Navarro y cuyas 10 libras de renta anual percibía Juan
Antonio Corsiniani, por cuya razón abonaría el convento igual pensión a Felipe; otras 200 libras del precio de
una casa en la calle San Roque, que es la primera a mano derecha entrando en dicha calle por la de las espaldas a
San Agustín; 100 libras en otra casa propia de dicho convento sita en la calle San Ginés; y las últimas 100 libras,
legado de su abuela Salvadora para cuando tomase estado, que no era el caso, satisfechas en el modo referido.
(131) A.H.P.A. Protocolo 790 de Antonio García, “Venta real de dos casas”, 12-8-1724, ff. 340r-342v. La casa
del callejón fue valorada en 237 libras y 10 sueldos, y la de la calle San Roque, en 139 libras y 10 sueldos.
Ambos inmuebles eran antigua propiedad de los abuelos maternos de Felipe y lindaban, a ambos lados y a
espaldas, con casas del convento de San José y, por enfrente, con casa del doctor Mariano Puerto, médico.
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siguiendo los pasos de su cuñado Pedro Amorrich, una venta de productos
endosada a los yeclanos Gaspar Ruiz y Juan Ortiz en cantidad de 240 libras, 3
sueldos y 5 dineros, percibidas veinticinco días después (132), utilizando como
productos de mercadeo papel y azúcar blanco que, a su vez, adquiría de los
negociantes mayoristas como Gerónimo Feliz, cual fue el presente caso.
La poca relevancia mercantil de Felipe Lerma resultaba evidenciada en el
padrón de 1731 que, con las debidas cautelas de ocultación e infravaloración por
su carácter fiscal, expresa unas ganancias anuales de 65 libras poseyendo unas
propiedades valoradas en 60 libras, que le proporcionaban una renta líquida de 6
libras (133), cantidades ratificadas por el vecindario de 1733 en cuanto a propie-
dades y renta líquida anual, pero sumamente decrecidas en relación a las
gananciales que ascendían a 6 libras, 7 sueldos y 9 dineros, sobre todo teniendo
en cuenta que se le computaba como negociante minorista o de “Puerta Abierta”
(134).
Lerma, también practicaría el préstamo gracioso repetidamente en pequeñas
cantidades, aunque, teniendo dificultades para percibir su cobranza, tuvo que
recurrir a la vía contenciosa a cuyo fin designaría los pertinentes apoderados
(135). Así, en 1733, instaba pleito civil contra la viuda de José de Lor, Francisca
María Casanova, y su religioso hijo mosén José de Lor para la cobranza de 122
libras prestadas en diferentes partidas, habiéndole garantizado el crédito
hipotecando un “azafate y una serenilla de plata”. No obstante, a fin de evitar los
crecidos costes de autos, sentencia y aplicación de la misma, acordaba con los
litigantes deudores el que le abonasen 150 libras más los objetos hipotecados,
cediendo su cobro contra José Antón, inquilino de una casa propia de la deudora
en la calle del Barranquet, barrio de San Francisco, para que las 15 libras de
alquiler anual las perciba Lerma por medias añadas en las fiestas de San Juan y
de Navidad (136).
Sin embargo, la actividad más singular de Felipe Lerma consistiría en
desempañar el cargo de depositario de Propios y Rentas del Consistorio
alicantino desde el mes de abril de 1735, en representación del ya enfermo
titular José Amorrich, su cuñado, hasta finalizar el año 1741, siendo el lustro de
1735-39 el período de más prolija documentación, contabilizando un total de
doce cartas de pago mediante las que D. Salvador Alegre, contador-interventor
de Rentas Generales y Reales Aduanas y administrador de los derechos “que por
lo antiguo” cobraba el Concejo en concepto de Sisa Mayor, Derecho Nuevo y
(132) A.H.P.A. Protocolo 900 de Francisco Hernández, “Obligación” y “Carta de pago”, 25-5-1729 y 30-6-1729,
ff. 51r-51v y 73r-73v, respectivamente.
(133) A.M.A. Arm. 7, Lib. 3, “Vecindario íntegro…, año 1731”
(134) A.M.A. Arm. 7, Lib. 4, “Vecindario…, año 1733”. Este padrón fue confeccionado por el escribano
Francisco Hernández, en ejecución de una carta-orden de 28 de febrero de ese año del Intendente General del
Reino D. Francisco Salvador de Pineda.
(135) A.H.P.A. Protocolo 630 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Poder para pleitos”, 8-3-1728 y 11-12-1728, ff.
114v-115r y 436r-436v, respectivamente. En estas actas otorga poderes al procurador de causas Juan Bautista
Matarredona y a Victoriano Barberá, escribano de la ciudad de Valencia y procurador de causas de su Audiencia.
(136) A.H.P.A. Protocolo 634 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 8-3-1733, ff. 85r-87v.
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Derecho de Saladura y que al presente estaban agregados de orden de S.M. a su
Real Patrimonio, abonaba al Ayuntamiento el importe de las pensiones que la
ciudad pagaba a sus acreedores censualistas y cuyo libramiento era ordenado por
D. Juan de Cañaveras, del Consejo de S.M. en el de Castilla, fiscal en la Sala de
Millones y subdelegado general de las Rentas Generales de España, quien sería
sustituido en 1738 y 1739 por el Marqués de Torrenueva y por D. Juan Bautista
de Iturralde, respectivamente, habiendo sido Alicante el anterior destino de éste
último.
Las cantidades por pensiones y prorratas de censos acreedores recibidas por
Lerma y liquidadas por tercias cuatrimestrales, autorizadas a favor de la ciudad
por el Corregidor de ella D. Felipe de Solís y Gante, caballero del hábito de
Calatrava y Brigadier, ascendieron en el conjunto del citado quinquenio a las
37.917 libras y 9 dineros, cifra que probablemente fuese bastante superior, sin
que podamos determinar una cantidad fija anual (137).
Felipe Lerma fallecía con antelación al verano de 1742 y su viuda Magdalena,
apenas habiendo transcurrido un año en tal estado, contraía segundas nupcias
con el también tratante y vecino Juan Bautista Baldo, con el que tampoco tendría
descendencia.
Algo más afortunado resultaría el casamiento de Catalina Amorrich con el
tratante Manuel Conca, habiendo procreado a Antonio, Jaime, Luisa e Inés
Conca Amorrich (138). Manuel era hijo del también tratante albaterano Diego
Conca, habiendo entrado en la órbita mercantil de los Amorrich después de
finalizada la Guerra de Sucesión, actuando de corresponsal de los tratos de su
padre en Alicante, entre ellos los realizados con Gregorio Amorrich.
En el año 1717, los Conca, padre e hijo, ajustarían las cuentas de
corresponsalía, incluyendo en ellas las 150 libras que el progenitor adeudaba al
negociante francés Diego Ortiga (139), resultando Manuel alcanzado en 412
libras, 14 sueldos y 7 dineros que empezaría a liquidar en 1732, año en que
abonaría a su padre Diego la cantidad de 352 libras, 14 sueldos y 7 dineros,
prometiendo pagar las restantes 60 libras en dos iguales pagas en los dos
siguientes años (140) y que, en efecto, saldaría entregando la última paga de 30
libras a su padre en 1734, cuando éste ya había abrazado la vida conventual e
ingresado en el de los trinitarios calzados de la ciudad de Orihuela (141).
Casado e independizado de su padre, Manuel pasaría a depender de su suegro
(137) A.H.P.A. Protocolos 364, 365 y 366 de Pascual Bueno, “Carta de pago”, 4 -4 -1735, 10-2-1736, 22-2-
1736, 28-5-1736, 2-10-1736, 3-10-1736, 13-10-1736, 13-2-1737 y 17-9-1737, ff. 89r-89v, 37r-37v, 66r-66v,
217r-217v, 343r-343v, 344r-344v, 348r-348v, 62r-62v y 235r-235v, respectivamente; y Protocolos 908 y 909 de
Francisco Hernández, “Carta de pago”, 10-11-1738, 16-2-1739 y 17-10-1739, ff. 72r-72v, 33r-33v y 151r-151v,
respectivamente. Nos resulta imposible determinar una cuota fija anual debido a la progresiva anualidad de las
cantidades libradas a la ciudad. Así, por ejemplo, en 1736 el depositario Lerma percibía un total de 13.893 libras,
7 sueldos y 8 dineros, mientras que el monto anual de 1738 alcanzaba las 14.851 libras, 5 sueldos y 6 dineros.
(138) A.M.A. Pleitos. Arm. 3, Leg. 27, nº 13, de 1760.
(139) A.H.P.A. Protocolo 890 de Francisco Hernández, “Carta de pago”, 29-4 -1717, ff. 130r-130v.
(140) A.H.P.A. Protocolo 903 de Francisco Hernández, “Carta de pago” y “Obligación”, 17-12-1732, ff. 179r-
179v y 180r-180v, respectivamente.
(141) A.H.P.A. Protocolo 764 de Juan Galdó, “Carta de pago”, 4-2-1734, ff. 27r-27v.
42
Jaime Amorrich padre, con cuya ayuda y fianza obtendría el arrendamiento de
los derechos dominicales del lugar de Benijófar el día de San Juan de 1719,
como hemos referido en páginas anteriores. Así lo reconocía el propio
interesado en un documento crediticio otorgado en diciembre de 1720 ante el
escribano José Tahuenga, expresando ser deudor a su suegro de 294 libras y 11
sueldos por el citado arrendamiento, cantidad que por él había pagado a
diferentes acreedores de Manuel, débito que, pasados siete años, tan sólo había
amortizado en 14 libras y 11 sueldos, quedando impagadas las restantes 280
libras, capital que abonaría a su suegro en febrero de 1729 liquidando así la
deuda (142).
Libre del arrendamiento y de la tutela económica de su suegro, proseguía
Manuel sus modestas actividades de tratante al amparo, en esta ocasión, de su
cuñado Pedro Amorrich, realizando transacciones en casi los mismos lugares
geográficos, si bien en menor frecuencia que éste, aunque superándole en la
cuantía de los tratos que efectuaría en las poblaciones de Yecla, Casas Ibáñez y
la propia ciudad de Alicante.
En la villa murciana comenzaba sus actividades crediticias el mismo año 1729,
endosando a los vecinos Gaspar Ruiz y Juan Ortiz una deuda de 240 libra, 3
sueldos y 5 dineros, liquidada por éstos en algo más de un mes cuando se habían
comprometido saldarla en el plazo de veinticinco días (143), pese a lo cual el
tratante quedaba satisfecho de la formalidad de los deudores procediendo, por
ello, a un nuevo trato con Juan Ortiz por cuantía de 161 libras que este yeclano
se comprometía a saldar en el término de un mes, cargando con las costas de la
cobranza valoradas en 10 reales de salario al día “de los que ocupare en la ida,
estancia y vuelta” (144); pero, en esta ocasión, Ortiz no cumpliría su promesa,
como así mismo harían Pascual Puche, José Marcos y José Soriano, quienes,
conjuntamente, debían a Manuel la cantidad de 442 libras, 11sueldos y 8 dineros
habiéndose obligado a pagarla el mismo día que lo hiciera Ortiz y con idéntico
plazo y condiciones (145), ante cuyas circunstancias le fue preciso al acreedor el
usar la vía judicial para la percepción de ambos créditos, a cuyo fin concedía
poderes al vecino de dicha villa Ginés Segura en septiembre de 1732 (146).
Un año antes, en mayo de 1731, el tratante Conca había entablado negocios en
la población albaceteña de Casas Ibáñez con los hermanos Pedro y Andrés
Villena, deudores en 232 libras y 5 sueldos que liquidaban medio año después
para volver a generar, de inmediato, otro crédito de 224 libras y 10 sueldos
comprometiéndose a satisfacerlo en cuarenta días (147). Pero la transacción más
relevante llevada a cabo en este lugar sería la practicada con los también herma-
(142) A.H.P.A. Protocolo 631 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Carta de pago”, 17-2-1729, ff. 64r-64v.
(143) A.H.P.A. Protocolo 900 de Francisco Hernández, “Obligación” y “Carta de pago”, 25-5-1729 y 30-6-
1729, ff. 51r-51v y 73r-73v, respectivamente.
(144) A.H.P.A. Protocolo 631 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 30-6-1729, ff. 249r-249v.
(145) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 30-6-1729, ff. 250r-251r.
(146) A.H.P.A. Protocolo 903 de Francisco Hernández, “Poder para pleitos”, 17-9-1732, ff. 151r-151v.
(147) A.H.P.A. Protocolo 633 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Carta de pago” y “Obligación”, 9-11-1731, ff.
354v-355r y 355v-356r, respectivamente.
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nos Juan y Fulgencio Descalzo que, junto al citado Pedro Villena, generarían un
débito de 319 libras, 8 sueldos y 8 dineros de las que, dos años más tarde, aún
quedaban pendientes 43 libras, 15 sueldos y 4 dineros y a finiquitarlas en un mes
se comprometía Juan Descalzo con su fiador, el labrador Jaime Muñoz (148).
¿Qué comerciaba Manuel Conca en sus tratos?. Sus actividades como tratante
se ceñían, en gran medida, en la venta de dos productos coloniales : el cacao de
Caracas y, sobre todo, el azúcar, adquiridos en pequeñas partidas a negociantes
mayoristas residentes en Alicante, como los franceses Antonio Marzo, Luis
Lombardón y Bernardo Bertholón, además de algunos artículos de cueros de
suela, acero, papel y algodón hilado de Malta, adquiridos en Salou y en la
aduana alicantina en calidad de negociante de “Puerta Abierta” (149), si bien los
derechos satisfechos por Conca en tales conceptos son puramente testimoniales
(150).
Consecuencia de estos raquíticos negocios eran las débiles ganancias
obtenidas por este tratante, como él mismo ratificaba en su declaración jurada
del 6 de abril de 1731, presentada en el Ayuntamiento, expresando que “el
arbitrio que tengo es tomar al fiado, por falta de caudal, algunas arrobitas de
acero, algodón, resmas de papel y bollvo (sic) a vender, en cuyo arbitrio he
beneficiado en los años pasados, en cada uno, de 60 a 70 pesos con los cuales
pago el alquiler de la casa y alimento a mi familia con bastante estrechez” (151).
Con estos anuales ingresos resultaba muy difícil poseer propiedades, ni disponer
de capital que le otorgase cierta liquidez y solvencia.
No obstante, arropado en cierta medida por los Amorrich, conseguiría
desarrollar en Alicante la mayor parte de sus actividades crediticias basadas
principalmente en la venta de azúcar al precio de 40 reales por arroba, aunque
también practicaría sorprendentemente algún préstamo gracioso (152) y
efectuaría la transacción de una galera corriente y un par de mulas herradas, de
pelo castaño oscuro, con el labrador Gaspar García (153), al cual le vendería, un
bienio después, 12 arrobas y 12 libras de azúcar, abonando el comprador la
deuda de 50 libras un cuatrimestre más tarde de su adquisición (154), usando el
(148) A.H.P.A. Protocolo 634 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 21-9-1733, ff. 254r-254v.
(149) A.M.A. Arm. 7, Lib. 3, “certificado de José Galdó…, años 1728 y 1730. Cargo a Manuel Conca”. Las
partidas concretas cargadas a Manuel fueron 105 cueros de suela y 25 arrobas de cacao, en 1728; y 2 botas y 15
arrobas de azúcar, más 6 sacas y 6 balas de algodón, en 1730.
(150) A.M.A. Ibid., “Copia del Zertificado de D. Vicente Bonavida… . Años 1728, 29 y 30”. En este trienio, los
aranceles causados en las entradas sumaron 34.068, 4.200 y 50.032 maravedíes, respectivamente; mientras que
en el mismo período se le imputaron por salidas 11.220, 1.968 y ningún maravedí, respectivamente.
(151) A.M.A. Arm. 7, Lib. 3, “Vecindario íntegro…, año 1731”. En este recuento, se le asignaban unos
gananciales de 70 pesos; mientras que en el padrón de 1733, se le rebajaban a 42 libras, 14 sueldos y 11 dineros.
(152) A.H.P.A. Protocolo 631 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 5-3-1729, ff. 87r-87v. El
prestatario Vicente Ortiz, maestro de hacer carros, recibía un empréstito de 40 libras “por hacerme merced y
buena obra”, prometiendo pagarlo en el transcurso del mismo mes de marzo.
(153) A.H.P.A. Protocolo 633 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 15-4 -1731, ff. 140r-140v. A la
seguridad del crédito, el labrador hipotecaba las tercias del arrendamiento del abasto de agua al Castillo.
(154) A.H.P.A. Protocolo 634 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación” y “Carta de pago”, 25-4 -1733 y
21-8-1733, ff. 113v-114r y 239r-239v, respectivamente.
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mismo proceder empleado anteriormente con el maestro cantero Tomás Terol
(155). Todavía tendría Manuel un último trato con Gaspar García del que
resultaría un crédito de 211 libras, a cuya seguridad hipotecaba el labrador dos
casas contiguas en el arrabal de San Antón, en la calle “por donde de la Puerta
de la Reina se va en derechura al convento de los Capuchinos”, gravadas con un
censo de 8 libras y 11 sueldos a favor de D. Nicolás Escorcia, además de las
tercias del arrendamiento del abasto de agua al Castillo de Alicante (156).
Otras dos prácticas mercantiles ejecutaba el tratante Conca con el labrador
José Espinosa, morador en la partida de la Almaxá, resultando éste deudor en 40
libras y 45 libras y 10 sueldos, respectivamente, producidas por la compra de
10 arrobas de azúcar y otras tantas mercancías (157). No serían estas las últimas
operaciones crediticias de Manuel, pues en 1741, ante la excesiva demora en la
cobranza de 26 libras, 2 sueldos y 1 dinero a los consortes D. Andrés Leonés y
doña Josefa María Mollá, interponía demanda de ejecución contra éstos y,
habiendo ganado sentencia de remate favorable, se obligaba al tratante a pagar la
antedicha cantidad y costas, dando la fianza prevenida en la Ley de Toledo, para
llegado el caso de que la sentencia fuese revocada en todo o parte por un
tribunal superior, constituyéndose por su fiador el carpintero Francisco Mira
(158).
Las actividades mercantiles ejercitadas por Manuel tenían un objetivo, común
por otra parte en el ambiente comercial de la época, que consistía en utilizar los
negocios para intentar alcanzar la máxima promoción económica y social
posible; pero, en el caso de Conca, era obvio que el volumen cuantitativo de sus
negocios no le permitirían conseguir ni lo uno ni lo otro, por más que intentase
relacionarse con otros tratantes mejor situados que él con los que,conjuntamente,
se oponía en 1743 a los agravios resultantes del repartimiento del Equivalente y
a los derivados de los derechos de sus negociados (159); pese a lo cual, Manuel
no renunciaría a su íntimo anhelo por ser propietario. En cómo lo conseguía y en
los problemas afrontados, indefectiblemente unidos a su cuñado José Amorrich,
tratando de conservar la propiedad reside, a nuestro parecer, el justificado
interés por este tratante que retomaremos en páginas venideras.
Como hemos apuntado anteriormente, el mercader José Amorrich, hijo mayor
(155) A.H.P.A. Protocolos 632 y 633 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación” y “Carta de pago”, 26-9-
1730 y 3-4 -1731, ff. 338r-338v y 124v-125r, respectivamente. El débito de 36 libras del precio de 9 arrobas de
azúcar prometía el deudor satisfacerlas en cuatro meses, pero en realidad las abonaría siete meses después.
(156) A.H.P.A. Protocolo 634 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 21-8-1733, ff. 240r-241r.
(157) A.H.P.A. Protocolos 634 y 635 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 24-7-1733 y 25-10-1734,
ff. 217r-217v y 376r-377v, respectivamente. Las 40 libras pretendía saldarlas pagando 17 libras o una carga de
almendrón, en septiembre de 1733, seguida de otra de 23 libras en el 24-11-1733; mientras las 45 libras y media
ofrece satisfacerlas en cuatro pagas anuales avalado por su fiador José Aracil, de Villafranqueza, quien
hipotecaba una casa en la calle de Arriba de dicha citada villa.
(158) A.H.P.A. Protocolo 803 de Antonio García, “Fianza de la Ley de Toledo”, 27-5-1741, ff. 93r-93v. Leonés
era capitán agregado al Estado Mayor en la plaza de Alicante y cuñado de su sobrino Gregorio Amorrich Pérez.
(159) A.H.P.A. Protocolo 1789 de José León, “Poder para agravios”, 17-5-1743, ff. 47r-47v. Además de Conca,
los comerciantes Tomás Catarla, Pedro Geraers, Gerónimo Ortiza, Pablo Bremond, Francisco Morelló, Bautista
Naspre, Pedro Villós, Bernabé Carratalá, Mariano Carreras, José Salazar, José Hernández, Sebastián Valles y
Sebastián Ximenez concedían este poder a los tratantes José Martínez y Manuel Hernández.
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de los esposos Jaime y Luisa, se hallaba en 1712 establecido, al parecer por
cuenta propia, en la calle Mayor de la ciudad regentando una tienda, al igual que
su hermano Gregorio (160). Casado con la francesa Luisa Bigot, cuya familia
residía en Alicante, no consiguió tener descendencia propia; pero, deseando
ampliar su negocio, alquilaría por seis años dos casas propias de Dionis Morant,
una en la calle Mayor y la otra en la calle Avella, las cuales compartían la
medianera trasera, autorizándole el arrendador a la apertura en ella de las puertas
convenientes para “comunicarse y usar de ambas como si fuera una”, haciendo
cuantas reformas “en tabiques, paredes, techos y demás” precisare para su mejor
uso y acomodo, pudiendo construir una alcoba para lo cual ofrecía el propietario
costear los gastos de la madera y dar 4 pesos en metálico, siendo por cuenta de
José el exceso que de más gastase en las obras, amén de las 85 libras de renta
anual en el primer trienio obligatorio, cuyo total de 225 libras eran abonadas al
contado por el inquilino, y que aumentaría a 100 libras al año en el segundo
trienio voluntario, que debían ser abonadas por semestres anticipados (161).
¿Podría asumir José estos dispendios?, cabría preguntarnos. La afirmativa
respuesta se debía a que en esta temprana fecha posbélica tenía asentados tratos
mercantiles con vecinos de Muchamiel, tres de los cuales, encabezados por
Vicente Poveda, le comprarían 116 arrobas y 9 libras de azúcar por un importe
de 576 libras, 17 sueldos y 6 dineros liquidadas un semestre después (162),
adquiriéndole el mismo Poveda, en el siguiente año de 1715, una porción de
pimienta en precio de 175 libras abonadas en septiembre de ese año (163),
volviendo a generar el mencionado cliente, en 1716, otro crédito de 241 libras,
17 sueldos y 6 dineros del precio de 35 arrobas y 18 libras de azúcar (164).
Antes de finalizar el año, José efectuaba una nueva transacción con Luis
Bernabeu, quien ofrecía pagar las 300 libras adeudadas “a la voluntad y siempre
que cobrarlas quisiera” el acreedor, expresando así la situación de penuria
económica soportada (165).
El año 1717 se saldaría con otras dos actividades mercantiles en esta villa de
L´Alacantí, siendo en esta ocasión los deudores Salvador Boix, en cuantía de
400 libras, y Eustaquio Torregrosa con 51 libras y media, subordinando ambos
la liquidación de sus respectivos créditos al libre albedrío del acreedor que,
además, exigía al segundo el aval de un fiador que lo fue José Sala y, quizás por
(160) A.M.A. Arm 7, Lib. 2, “Repartimiento del Cuartel de Invierno, año 1712-13”. De una contribución total de
8.300 libras, José tributa 16 libras y su hermano Gregorio, 6 libras.
(161) A.H.P.A. Protocolo 781 de Antonio García, “Arrendamiento de casas”, 12-2-1714, ff. 67r-68r. La casa de
la calle Mayor lindaba con la de su padre Jaime y con el muro.
(162) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 20-2-1714, ff. 76r-76v. Los otros dos muchameleros fueron Miguel Ivorra y
José Torregrosa.
(163) A.H.P.A. Protocolo 782 de Antonio García, “Obligación”, 7-3-1715, ff. 43r-43v. El deudor ofrecía pagar
el crédito en dinero efectivo o en almendra, según le pareciese a José.
(164) A.H.P.A. Protocolo 783 de Antonio García, “Obligación”, 4 -8-1716, ff. 169r-169v. En esta ocasión, el
acreedor vendía el azúcar a 45 reales por arroba y no a 40,como era habitual, para cobrar en el mes de diciembre.
(165) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 29-12-1716, ff. 313r-313v.
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ello, Torregrosa abonaría el total de la deuda en el término de diez meses (166).
Pasada una etapa de siete años de inactividad mercantil, coincidente con el
desempeño por vez primera del cargo de depositario de propios y rentas de la
ciudad de Alicante, en 1725 retomaría José sus operaciones crediticias en
Muchamiel tratando con Matías Torregrosa y Vicente Boix, su fiador, la venta
de un mulo herrado, de pelo pardo, por 57 libras (167). Tres años más tarde,
sería José quien satisficiese al presbítero muchamelero José Bernabeu, como
apoderado del ilicitano D. Francisco Xavier Tárrega, las 250 libras y media que
en su poder había depositado el mercader Antonio Gallart, después que la
Audiencia de Valencia despachase reposición de dicha cantidad a favor de
Tárrega, autorizada por su escribano de Cámara D. Salvador Alagón (168).
José Amorrich conocía el crítico estado económico existente por las secuelas de
la guerra, pero no podía desaprovechar cualquier opción para obtener beneficios.
Por ello, hallándose los lugares de Benimagrell y de San Juan en el mismo
itinerario y camino que la villa de Muchamiel, recalaría en ellos para intentar
hacer negocio que iniciaría en 1716 con el labrador Onofre Juan, alcanzado en
197 libras que asegura pagar con prontitud (169). Años más tarde, en 1719,
serían cuatro labradores de San Juan los deudores de 102 libras por la compra de
ropas y otras mercancías para satisfacerlas en el término de seis meses (170), e
igualmente ocurriría a inicios de ese mismo año con media docena de labradores
de ambas poblaciones que adeudaban a José 195 libras, 4 sueldos y 4 dineros
abonándoselas bastante más tarde de lo convenido (171).
Todavía sorprende más la morosidad en el total pago de las 180 libras debidas
por el presbítero Tomás Pastor y su madre Victoriana Gozálbez, de San Juan,
puesto que originadas en el trato efectuado en abril de 1719, no la saldarían
hasta transcurridos trece años (172). Receloso José de la excesiva demora en el
pago, exigiría la seguridad del crédito en la última operación practicada en estos
lugares, obligando a tres labradores de Benimagrell a garantizar el cobro de las
90 libras debidas por la compra de dos toneles de vino aloque, teniendo que
(166) A.H.P.A. Protocolos 784 y 785 de Antonio García, “Obligación” y “Carta de pago”, 18-4 -1717, 29-4 -
1717 y 15-10-1718, ff. 72r-72v, 85r-85v y 315r-315v, respectivamente.
(167) A.H.P.A. Protocolo 1054 de Francisco Linares, “Obligación”, 31-10-1725, ff. 50r-51v. El débito se
saldaría con dos iguales pagas anuales en el día de Todos Santos.
(168) A.H.P.A. Protocolo 1575 de Vicente Rovira,“Carta de pago”, 24-10-1728, ff. 96r-96v. Tras pleitear con
las compañías de comercio inglesas Hammond -Barker y Merret –Hall , por el recurso de apelación que
presentaron ante la Real Audiencia hasta dictar el auto de reposición a favor de Tárrega, pidiendo éste el cobro
de dicho capital con la rebaja del derecho de depósito valorado en 6 libras,5 sueldos y 3 dineros.
(169) A.H.P.A. Protocolo 783 de Antonio García, “Obligación”, 21-11-1716, ff. 281r-281v. El de Benimagrell se
obligaba a pagar el crédito dentro de tres meses.
(170) A.H.P.A. Protocolo 912 de Juan Bautista Hernández, “Carta de pago”, 6-2-1720, s/f. Los hermanos
Feliciano y Manuel Sala, junto a Salvador Llopis y Tomás Pérez, adquieren los géneros el día de San José de
1719, prometiendo abonarlos por todo septiembre de ese año, aunque en realidad tardarían casi un año en pagarla
(171) A.H.P.A. Ibid., “Carta de pago”, 12-2-1720, s/f. Los cinco deudores de Benimagrell y uno de San Juan
prometieron saldar el débito en abril de 1719, ejecutándolo diez meses más tarde.
(172) A.H.P.A. Protocolo 304 de Francisco Boix y Sevillano, “Carta de pago”, 1-4 -1732, ff. 197r-197v. En esta
fecha se abonaban las últimas 9 libras del crédito.
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hipotecar bienes raíces cada deudor (173).
Sin embargo, José, en sus comienzos, no se conformaba con las prácticas
mercantiles habidas en los lugares hasta aquí mencionados, pasando a explorar
nuevos horizontes comerciales siguiendo todas las rutas que partían desde
Alicante, su base de operaciones, excepto la que se dirigía hacia Murcia. Por
ello, lo hallamos en 1716 tratando con un vecino de la cercana población de
Monforte (174), con otro morador del lugar de La Nucia a finales del mismo año
(175) o también con José Mira, de Castalla, que abonaría el débito de 186 libras
a mediados de enero de 1718, fecha en la que junto a su mujer practicaría la
venta de 165 sueldos de censo anual impuesto sobre siete jornales de tierra, con
secano y regadío, en la partida de Almorra, término de dicha villa, por el precio
de 165 libras (176).
No obstante, sería en la ruta costera hacia Valencia donde José localizaría el
núcleo poblacional más propicio para su negocio, la marinera villa de
Villajoyosa, en donde recalaría en 1717, año en el que realizaría tres
transacciones con otros tantos villajonenses por un montante de 900 libras,
percibidas paulatinamente en el transcurso de los siguientes nueve años (177),
teniendo que recurrir al ajuste de cuentas con alguno de sus deudores (178).
Sin embargo, el auténtico centro neurálgico de las actividades de José sería la
propia ciudad de Alicante, tanto en las referidas a su oficio mercantil como las
correspondientes al cargo de depositario de propios y rentas de la ciudad,
responsabilidad desempañada durante casi quince años repartidos en dos etapas
que comprendieron los años de 1719 a 1726, y desde 1729 hasta el día 1de
agosto de 1735, fecha en que se produciría su muerte, siendo sustituido por su
cuñado Felipe Lerma, tal y como hemos referido en páginas antecedentes.
Las actividades mercantiles de José en la capital lucentina comenzarían, sin
duda, antes de iniciarse el “De bello rustico valentino”, en expresión de José
Manuel Miñana; pero, coincidiendo con la finalización de la contienda, sería
(173) A.H.P.A. Protocolo 634 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 4 -1-1733, ff. 6r-7v. Los deudores
José Juan, José Juan de Bernad y Antonio Juan hipotecan, respectivamente, 3 tahúllas de viña en la partida de
Alcalasí, 1 tahúlla de tierra blanca de regadío en el brazal del Povil y 6 tahúllas de viña en Alcalasí, pese a
obligarse a saldar el crédito por todo agosto de ese mismo año. Existe alguna opinión respecto a que el aloque
era un vino común resultante de mezclar diferentes variedades de uva obteniendo “a lo que salga”.
(174) A.H.P.A. Protocolo 783 de Antonio García, “Obligación”, 2-2-1716, ff. 12r-12v. Pedro Terol promete
pagar las 46 libras en la festividad de la Virgen de agosto de ese mismo año.
(175) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 13-11-1716, ff. 279r-279v. Pablo García se obligaba a saldar las 39 libras
del crédito en la fiesta de San Juan de 1717.
(176) A.H.P.A. Protocolo 785 de Antonio García, “Carta de pago” y “Venta real de censo”, 19-1-1718, ff. 22r-
22v y 23r-26v, respectivamente. De los 7 jornales, 2 eran de tierra campa con olivos y 5 de tierra blanca
conteniendo parras, con riego de balsa y del agua del río, comprendiendo un bancalito de media hora de labranza
con derecho de riego de media fanegada en cada tanda, siendo del río la demás agua necesaria.
(177) A.H.P.A. Protocolos 784, 788 y 792 de Antonio García, “Obligación” y “Carta de pago”, 10 y 14 -4 -1717,
30-12-1722 y 13-6-1726, ff. 60r-60v, 61r-61v, 65r-65v, 385r-385v y 212r-212v, respectivamente. Francisco
Lloret debía 200 libras; Jaime Lloret, 500 libras, pagadas en 1722; y José Buforn, otras 200 libras , abonadas en
junio de 1726.
(178) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Obligación”, 5-3-1721 y 17-4 -1721, ff. 119r-119v y 169r-
169v, respectivamente. En estas fechas, Francisco Lloret ajustaba un débito de 271 libras, 5 sueldos y 1 dinero,
mientras que la liquidación practicada a Pedro Nogueroles ascendía a 194 libras, 19 sueldos y 1 dinero de deuda.
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cuando tendríamos la constatación pública de sus quehaceres mercantiles con el
arrendamiento de dos casas en 1714, como hemos visto con anterioridad, a los
que daría continuidad a partir del siguiente año con transacciones a unos cuantos
artesanos locales, entre los que figuran el cordelero de cáñamo Vicente García,
deudor en 124 libras y 8 sueldos que prometía pagar en un dilatado plazo de
nueve años y cuatro meses (179); los zapateros Francisco Latorre y Felipe
Mateo, afectados con un débito de 64 libras, 9 sueldos y 10 dineros resultante de
una porción de suela (180), abasteciendo a ese gremio de pieles de macho
cuatreño procedentes del trato que, en agosto de 1718, efectuase José con el
tratante Manuel Ferrando y Roçelló por el que éste se obligaba a entregarle la
cantidad de 2.500 pieles al unitario precio de 7 reales, buenas, sin salar y puestas
a la puerta del matadero de abastos de la ciudad, recibiendo Amorrich una
partida de 1.000 pieles en febrero de 1720 (181); el cordelero de esparto Pedro
Antón Muñoz, demandado por José a fin de percibir el crédito de 130 libras
pendiente desde enero de 1721, o el tratante francés Pedro Campot que promete
pagar el saldo de 77 libras y 5 sueldos en el término de un año (182), así como el
jabonero Félix Penalva, que le adeudaba 45 libras del precio de un tonel de vino
aloque con más una porción de aceite (183).
El mercadeo de José con el azúcar le lleva a ser un entendido en esta sustancia
orgánica, siendo persuadido por el mayorista negociante genovés Antonio Pavía
para que declarase en qué condiciones se hallaban unas cajas de azúcar
compradas por éste a Vicente Nervi, manifestando el experto haber hallado una
caja con el azúcar mojado, sin poder determinar de qué agua, daño que otro
entendido valoraría en 10 libras que se rebajaron de su valor (184). Este hecho
atestigua las relaciones que José mantendría con algunos hombres de negocio
extranjeros, habitualmente basadas en su función redistribuidora de las
mercancías adquiridas de aquéllos, con los que quedaba deudor. Tal sería el caso
con la francesa Roze y compañía, cuyo representante en Alicante, Mateo
Cogordan, le vendía 2.000 barras de hierro al precio de 41 reales y 6 dineros el
quintal por mediación de Pedro Benedicto, corredor de mar, presentando el
acreedor instancia judicial para la cobranza de las 2.674 libras, 2 sueldos y 3
dineros que importaban los más de 668 quintales de hierro (185). Igualmente,
(179) A.H.P.A. Protocolo 782 de Antonio García, “Obligación”, 15-7-1715, ff. 162r-162v.
(180) A.H.P.A. Protocolo 786 de Antonio García, “Obligación”, 29-4 -1720, ff. 106r-106v.
(181) A.H.P.A. Protocolo 912 de Juan Bautista Hernández, “Recibo” y “Entrego”, 19-3-1719 y 11-2-1720, s/f.
Esta partida de pieles suponía para José un desembolso de 1.750 libras,por lo que exige fiadores al suministrador
para garantizar la entrega en los plazos fijados, siendo tales sus hermanos José y Miguel Ferrando y Roçelló,
presbítero y tratante, respectivamente.
(182) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Carta de pago” y “Obligación”, 15-10-1721, ff. 374r-374v y
375r-375v, respectivamente. El artesano abonaría realmente 147 libras, 6 sueldos y 10 dineros, resultantes de
añadir a la deuda las 17 libras, 6 sueldos y 10 dineros causadas por las costas del pleito para la cobranza.
(183) A.H.P.A. Protocolo 626 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 23-2-1724, ff. 45r-45v. Penalva
se obligaba a saldar la deuda dentro de siete meses, en septiembre de ese mismo año.
(184) A.H.P.A. Protocolo 442 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Declaración”, 23-4 -1716, ff. 158r-158v.
(185) A.H.P.A. Protocolo 894 de Francisco Hernández, “Carta de pago”, 18-10-1721, ff. 196r-196v. En total
Amorrich satisfizo 2.682 libras, 3 sueldos y 7 dineros, cuantía comprensiva del precio de la mercancía más 8
libras, 1 sueldo y 4 dineros por las costas del juzgado.
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José también quedaría deudor del negociante genovés Sebastián Noly, quien, en
nombre de su compañía de comercio titulada Sebastián y Herederos de
Bartolomé Noly, ajustaba las cuentas quedando acreedor en 517 libras, 11
sueldos y 3 dineros, las cuales liquidaría José en el año 1724 (186).
Sin embargo, sería el ejercicio de un empleo municipal el que le otorgaría a
José un ascendente prestigio en el sector mercantil y burgués de la sociedad
alicantina, que recurriría a él para actividades propias del cargo y otros auxilios
financieros manifestados cuando, actuando de depositario de los arrendamientos
del huerto “El Tartanell”, propiedad del abogado Juan Antonio Corsiniani,
abonaba al religioso Francisco Martínez, síndico y procurador del convento de
Santo Domingo, la cuantía de 98 libras, 4 sueldos y 4 dineros del importe de seis
pensiones de un censo de 200 libras y anua pensión 266 sueldos y 8 dineros,
redituado a 16 dineros por libra, con más 18 libras, 4 sueldos y 4 dineros por las
costas ocasionadas en la demanda de pagamiento (187). Así mismo, también
actuaría de prestamista con personas de distinta condición socioeconómica,
como el corredor de mar Honorato Bonet a quien prestaba 55 libras, 5 sueldos y
7 dineros, y cuya cancelación efectuaría mediante la cesión contra el inquilino
de una casa con horno de pan en la calle San José o Empedrada, propia del
prestatario, para que se las cobrase de los alquileres (188), procedimiento
utilizado también por el maestro cirujano Bautista Izquierdo para satisfacer un
empréstito de 50 libras, apoderando a José para que las cobrase del arrendatario
de una casa propia del prestatario en la calle Mayor, cerca de la plaza de la Fruta
(189).
Al parecer, este “modus operandi” era la forma habitual de saldar las
concesiones dinerarias que “por hacer merced y buena obra” realizaban
mercaderes y negociantes, soslayando bajo esta fórmula la prohibición legal del
préstamo, siempre, claro está, que los receptores de ellas tuviesen la posibilidad
de otros recursos financieros. Una clara muestra la ofrece Pedro Gálvez, de
Bocairente, que el día 20 de noviembre de 1729 acordaba con José Antón,
procurador de causas de la ciudad de Alicante y de las villas de Elche y Tibi,
abastecerle de carne de macho cabrío y de oveja para las carnicerías de esta
ciudad desde el primer día de Pascua de Resurrección de 1730 hasta la última
jornada de Carnaval de 1732, al precio de 26 dineros cada libra despachada para
Alicante y Elche, y de 27 dineros la destinada para la villa de Tibi. Al día
siguiente, Gálvez apoderaba a José Amorrich para que cobrase de Antón o, en su
(186) A.H.P.A. Protocolo 790 de Antonio García, “Carta de pago”, 20-3-1724, ff. 99r-99v.
(187) A.H.P.A. Protocolo 1323 de Vicente Navarro y Pastor, “Carta de pago”, 19-11-1725, s/f, contados 68r-
68v. El canón del arrendamiento le fue entregado a José por el arrendatario del huerto Félix Ortiz; pero llama la
atención que el interés del censo sea de 1 sueldo y 4 dineros, lo que supone el 6´67 %, cuando el legalmente
establecido era el de 1 sueldo por libra; es decir, el 5%.
(188) A.H.P.A. Protocolo 69 de Francisco Andujar, “Poder para cobrar y cesión”, 13-4 -1725, s/f. El préstamo se
liquidaría con tres medias añadas, dos de 19 libras y la tercera de 17 libras, 5 sueldos y 7 dineros.
(189) A.H.P.A. Ibid., “Poder para cobrar y cesión”, 14 -4 -1725, s/f. En consecuencia, José percibiría del
inquilino Andrés Sala, maestro cordelero de cáñamo, las rentas de dos anualidades de a 25 libras, pagadas en
cuatro medias añadas.
50
defecto, de los cortantes de la ciudad y villas los productos de las carnes
vendidas, así como las pieles de los machos cabríos sacrificados, de cuyas
cantidades sería depositario el tratante francés naturalizado de quien, tres días
después, recibía Gálvez el valor estimativo del abasto en forma de un empréstito
de 1.800 libras,utilizado por éste para afrontar el pago a sus propios proveedores
y procediendo a su cancelación con la cesión de sus derechos contra José Antón
(190). Además, la cesión como método utilizado para pagar cualquier débito
podía ser transferida cuantas veces fuere necesario, mientras existiere un deudor
contra el que cargar la cantidad cedida. Prueba de ello es que los esposos D.
Pablo Bastida, capitán agregado al Estado Mayor, y doña Bernarda Antón
adeudaban a Vicente Milot 200 libras por géneros y préstamo, garantizando su
paga con la cesión de un crédito de 300 libras que doña Bernarda debía cobrar
de la administración de Seablanca, abonados por la ciudad de Alicante a través
de su depositario de propios y rentas que, paradójicamente, es el propio José
Amorrich, a quien Milot le adeudaba otra igual cantidad, acordando saldar el
débito cediendo Milot a José los mismos derechos que a él antes le habían
cedido los cónyuges (191).
Naturalmente, no todos los prestatarios tenían la posibilidad de hacer uso del
mecanismo de la cesión para cancelar un préstamo, como le sucedía a la viuda
Ana María Lillo, cuyo difunto hijo había tomado y gastado 100 libras del dinero
de José estando empleado en su servicio doméstico, que carente de otros
recursos hipotecaba una casa en la calle Carnicerías, de la villa de Alcoy,
heredada de su padre (192), o el labrador José Pastor, morador en la partida de la
Santa Faz, que se obligaba a liquidar el préstamo de 161 libras y 5 sueldos en
dos iguales pagas anuales de 80 libras, 2 sueldos y 6 dineros satisfechas cada
primer día del mes de febrero (193).
Ahora bien, ¿cómo fueron las relaciones de José con sus familiares?
Excelentes y de total fraternidad, ayudándoles en todo cuanto a ello era
solicitado e incluso utilizando su cargo municipal cuando la ocasión lo requería.
Así, en 1721, su padre Jaime había apoderado al mercader oriolano Pedro
Miravete para que le constituyese fiador de su yerno Manuel Conca, a fin de
salvaguardar la seguridad del arrendamiento de los derechos dominicales de
Benijófar, que a éste se le había adjudicado por tiempo y espacio de ocho años.
A Miravete le exigen que haga tal fianza en nombre propio, además de cómo
apoderado, para lo cual está dispuesto siempre que le hagan indemnidad,
aviniéndose a ello José a solicitud de su padre (194). Transcurridos siete años,
padre e hijo liquidarían las cuentas pendientes entre sí, recibiendo José 500
libras por la legítima herencia de los bienes paternos y maternos “que permane
(190) A.H.P.A. Protocolo 631 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Convenio y ajuste”, “Poder para cobrar” y
“Obligación y cesión”, 20, 21 y 24-11-1729, ff. 406r-407v, 408r-409r y 423r-423v, respectivamente.
(191) A.H.P.A. Protocolo 1649 de Onofre Savater, “Cesión”, 19-1-1732, ff. 5r-8v.
(192) A.H.P.A. Protocolo 631 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 3-4 -1729, ff. 145r-146v.
(193) A.H.P.A. Protocolo 632 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 5-3-1730, ff. 73v-74r.
(194) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Indemnidad”, 28-7-1721, ff. 305r-306v.
51
cían pro indivisos”, mientras éste abonaba a su progenitor 400 libras del saldo de
todas las cantidades recibidas y tratos realizados entre ambos (195).
Una vez más, José, haciendo uso de la excelencia del cargo municipal
entonces ostentado, prestaría su auxilio moral y, sobre todo, económico a su
hermano Pedro, deudor de la compañía francesa de comercio Debruges y
Antoine que, en noviembre de 1731, instaba ejecución sobre un sombrero de
Pedro por cuantía de 941 libras y 17 sueldos contenidas en un vale firmado
conjuntamente con Juan Antonio Benedicto, además de las costas,
constituyéndose José por fiador de saneamiento de la ejecución (196).
Lógicamente, sería el propio José el más beneficiado del brillo de su empleo
municipal, no siendo este ajeno a la adjudicación del arrendamiento del abasto
de nieve a la ciudad a su hermano Gregorio, quien actuaba de testaferro de José,
como así se reconoce en un documento de 1728 (197). Adjudicado en pública su
basta el arriendo a Gregorio el 4 de noviembre de 1725, el abasto de nieve a los
vecinos de Alicante, fincas rurales de su término y partida de la Santa Faz debía
comenzar al iniciarse abril de 1727, por un período de nueve años al precio de 4
dineros la libra de nieve de 18 onzas, menos en los meses invernales –
diciembre, enero y febrero –, en que se rebajaría a 3 dineros la libra. Al día
siguiente de la adjudicación, José alquilaba una casa pozo para poner nieve en la
partida alcoyana de la Sierra del Carrascal, propiedad del ciudadano ibense
Francisco Sirvent, por el mismo plazo de nueve años y anua pensión de 130
libras, cuyo arriendo había pactado comenzar coincidiendo con el inicio del
abasto de nieve a la ciudad (198).
Sin embargo, al licitar Gregorio por orden y en nombre de su hermano José,
del labrador de Muchamiel Vicente Poveda, y de los hermanos ibenses Luis y
Bautista Rico, quedarían éstos por dueños del arriendo acordando formar
compañía dividida en tercias iguales, con la condición de que fuese obligación
de Amorrich y de Poveda el afianzar la seguridad del abasto hasta las 15.000
libras, y la de Luis Rico dar fianzas a la satisfacción de éstos hasta las 5.000
libras, cantidad correspondiente a la tercia de los hermanos Rico, estipulándose
el cumplimiento de ciertas condiciones (199). Pasado un año del arriendo, y
teniendo aseguradas las 6.000 cargas de a 10 arrobas de nieve cada una para los
(195) A,H,P.A. Protocolo 630 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Carta de pago”, 11-12-1728, ff. 433r-433v y
434r-434v, respectivamente.
(196) A.H.P.A. Protocolo 796 de Antonio García, “Fianza de saneamiento”, 29-11-1731, ff. 397r-397v.
(197) A.H.P.A. Protocolo 794 de Antonio García, “Poder”, 1-4 -1728, ff. 77r-80v. Su contenido manifiesta que
Gregorio Amorrich ya ha fallecido, siendo su hermano José Amorrich “uno en los que recae el arrendamiento
del abasto de nieve que tenía Gregorio desde el día 1 de abril de 1727”.
(198) A.H.P.A. Protocolo 1054 de Francisco Linares, “Arrendamiento de casa y pozo”, 5-11-1725, ff. 54r-56r.
(199) A.H.P.A. Protocolo 400 de Adrián Cazorla, “Escritura de convenio y compañía”, 28-2-1728, ff. 27r-30v.
Los seis capítulos que los socios debían guardar y cumplir eran como siguen: 1) Que cada uno deposite en poder
de José 300 libras para el gasto de recoger y resguardar la nieve en las sierras que se tuvieren por convenientes
para el abasto, facultando a José el poder gastar cuanto conviniere para su cumplimiento, y quien no entregare el
dinero al tiempo de hacer prevención de nieve quede excluido del arrendamiento y obligado a pagar los daños. 2)
Que todos los caudales del consumo de la nieve se entreguen al cajero de esta compañía José Amorrich, sin cuyo
consentimiento ninguno pueda vender nieve durante el arrendamiento, obligándose a rendir cuentas anuales para
el reparto de beneficios, al tercer día, o de pérdidas, a los 15 días, en proporción a sus respectivas tercias. 3) Que
52
dos primeros años, recogida de Aitana, Carrascal de Alcoy y Braseret, necesaria
para abastecer a Alicante y demás lugares estipulados en los capítulos del
arrendamiento, el mercader Bartolomé Picó y el labrador ibense José Rico, que
también había pujado por el arriendo en competencia con Gregorio, proponen a
José y a Poveda, quienes aceptan, el subarriendo de sus dos terceras partes del
abasto por el precio de 520 libras en que se estimaba el beneficio medio anual
que se podría obtener en los restantes ocho años del arrendamiento, corriendo
las 1.000 cargas de nieve del tercer año a cargo de los subarrendatarios que,
junto a los fiadores presentados para la seguridad del contrato, hipotecaban
diferentes bienes raíces valorados en 11.500 libras (200). Y dos años después,
cumpliendo lo pactado, los subarrendadores prometían dar a sus principales, de
la nieve caída en la noche del 23 de enero de 1730 en las sierras antedichas, toda
la necesaria para dos años más 1.000 cargas de 16 arrobas cada una para el
tercer año, puestas a las puertas de la nevería de Alicante, llenando el vacío del
año 1729 con el del inmediato 1731 a fin de que “siempre quede en ser la
obligación principal de dos años y 1.000 cargas para el tercero” (201).
Sin ninguna duda, este del abasto de nieve sería el negocio más lucrativo
realizado por José descontando, por supuesto, los beneficios reportados en el
ejercicio de depositario municipal de propios y rentas, siendo de su
competencia, entre otras funciones, la de abonar los saldos de los dependientes
de la ciudad, cual sería el caso de Pedro Vicente Romero que recibía de manos
para el abasto y conservación de la nieve cedan los hermanos Rico los 3 pozos o casas que poseen en la sierra de
Braseret, término de la villa de Ibi, sin que por ello reciban emolumento alguno, y de no cumplirlo paguen los
daños y perjuicios. 4) Que cada interesado queda obligado a acudir con puntualidad a recoger la nieve a las
sierras donde cayere y,no pudiéndolo hacer, pueda cada uno nombrar persona/s de su satisfacción para tal efecto.
5) Que si en las remesas de dinero enviadas por José para recoger nieve, desde Alicante a Ibi o a Aitana, sucedie-
se alguna desgracia de ladrones u otro cualquier riesgo, sea la pérdida de cuenta de la compañía con tal que la
remesa no exceda de 200 libras, justificando la pérdida con solo el juramento de José o persona que llevare el
dinero a dichos parajes. 6) Que los hermanos Rico se obligan, de hoy en 20 días, a dar fianzas para la seguridad
de Amorrich y Poveda a Luisa Vives, su madre viuda, a Agustina Guillem y Ana Victoria Izquierdo, sus esposas,
vecinas de Ibi, y que las susodichas de mancomún et insolidum con sus consortes hipotecarán suficientes bienes
sitios y raíces que, detallados, se expresarán en la escritura de fianza, habilitados por la real justicia de dicha villa
hasta en cantidad de las 5.000 libras y, faltándoles, darán otros fiadores con bienes suficientes. (200) A.H.P.A.
Protocolo 794 de Pascual Bueno, “Subarriendo de nieve”, 3-4 -1728, ff. 88r-107v. Los 10 capítulos exigidos por
el Concejo para librar el arrendamiento se hallan en el apéndice documental.
Los fiadores de los subarrendatarios fueron los esposos Bautista Gozálbez Pastor y Ana María Pérez, de San
Juan; los consortes José Gozálbez Sebastián y Teresa Rodrigo, de Muchamiel, y María Rico, viuda de Domingo
Picó, de Alicante. Bartolomé Picó, casado con Inés Cabanes y, por lo tanto, cuñado de Pedro Choly al igual que
Pedro Amorrich, hipoteca una hacienda con su casa, dos corrales de ganado y 100 jornales de tierra, parte
plantada de árboles y parte, de viña, en la partida de Campos del término de Ibi, valorada en 4.000 libras; 6
jornales de tierra, parte campa y parte con almendros y olivos en la partida del Derramador, término de dicha
villa, apreciada en 400 libras; otros 10 jornales , con almendros, olivos y tierra campa, en la partida de Alanuy de
dicha villa, estimados en 300 libras. Por su parte, José Rico hipoteca una jornada y media de tierra en la partida
del Alfaz, de dicha villa, que valdrá 400 libras; otros 2 jornales plantados de viña en la partida de la Devesa,
estimados en 100 libras; y María Rico, una finca rural con 4 días de agua de la Balsa y 30 jornales de tierra – 15
de huerta y 15 de secano –, en la partida de la Rambla, cerca de Ibi, apreciada en 4.000 libras; Bautista Gozálbez
y su mujer hipotecan una heredad con su casa, cubo, bodega y 100 tahúllas plantadas de viña, en la partida de
Maymonas, huerta y término de la ciudad de Alicante, valorada en 2.000 libras; y, finalmente, José Gozálbez y
esposa, una casa propia en la calle del Sol, de la villa de Muchamiel, estimada en 300 libras.
(201) A.H.P.A. Protocolo 1647 de Onofre Savater, “Obligación”, 26-1-1730, ff. 12r-12v.
53
del depositario José la cantidad de 9.619 libras por haber sido arrendatario del
ancoraje, sisa del aceite, del pan y pesos y romanas durante el bienio 1719-20, y
de pesos y romanas entre los años 1721 y 1724 (202), así como ser receptor de
las partidas entregadas por el administrador de rentas Generales y Reales
Aduanas de Alicante, D. Juan Bautista de Iturralde, correspondientes a los
“derechos que percibía antes la ciudad en la aduana del comercio con el título de
Sisa mayor, derecho nuevo y saladura que al presente están entregados, por
orden de S.M., a su Real Patrimonio” en concepto de las pensiones pagadas por
la ciudad a sus acreedores censualistas, recibiendo en 1732 el importe de 3.990
libras,13 sueldos y 4 dineros, por la tercia vencida en abril, y 3.990 libras, por la
cumplida en agosto de ese año (203). En febrero del siguiente año, José percibía
del mismo pagador 381 libras, 6 sueldos y 8 dineros que importaban las tres
tercias de la pensión pagada por la ciudad a los censualistas esposos D. Juan
Bautista Sancho y doña María Francisca Burlo (204), mientras que a mediados
de julio, el depositario José percibiría del administrador Iturralde dos abonos:
uno de 133 libras,6 sueldos y 8 dineros por la tercia vencida en el antecedente
mes de abril de la pensión de dos censos de capital 8.000 libras, que la ciudad
pagaba al acreedor censualista D. Jaime Miguel Paravecino, y otro de 4.417
libras, 12 sueldos y 2 dineros, importe de la tercia finiquitada también en abril
de las pensiones que soportaba la ciudad de sus acreedores censualistas (205).
A comienzos del mismo veraniego mes del año 1735,sería D. Salvador Alegre,
contador-interventor de rentas y aduanas de la ciudad, así como administrador
de los Derechos Marítimos que en época foral percibía el Consistorio en la
aduana local, quien entregase al depositario José las 4.411 libras,13 sueldos y 8
dineros por la tercia vencida en el primer cuatrimestre del año, a fin de liquidar
las pensiones de los acreedores de la ciudad (206), siendo esta la última partida
percibida por José Amorrich al sobrevenirle la muerte sin haber vencido la
segunda tercia del año, la cual cumplía el último día del mes de agosto.
Con las ganancias o utilidades obtenidas por su “trabajo, industria e ingenio”
(202) A.H.P.A. Protocolo 1573 de Vicente Rovira, “Carta de pago”, 2-4 -1726, ff. 67r-67v. De la cantidad
abonada, 155 libras, 3 sueldos y 4 dineros eran por la tercia del ancoraje; 534 libras, 3 sueldos y 4 dineros por las
tercias del aceite; 1.148 libras por las tercias de la sisa del pan, y 4.541 libras, 18 sueldos y 6 dineros por pesos y
romanas.
(203) A.H.P.A. Protocolo 362 de Pascual Bueno, “Carta de pago”, 17-11-1732 y 25-11-1732, ff. 388r-388v y
397r-397v, respectivamente. El pago se efectuaba por orden del señor D. Julián de Cañaveras, del Consejo de
S.M., fiscal de la Sala de Millones en el de Hacienda y asesor general del Excmo. Sr. D. José Patiño, del Consejo
de S.M., su Secretario en el Despacho Universal de Indias, Marina y Hacienda, y Gobernador de dicho Consejo.
(204) A.H.P.A. Protocolo 363 de Pascual Bueno, “Carta de pago”, 10-2-1733, ff. 42r-43v. Esta pensión la
generaban seis censos con un montante de 7.616 libras y 15 sueldos redituados al 5%, cuyo pagamiento se
ejecuta en virtud de un despacho del 9-12-1732 firmado por D. Julián de Cañaveras, refrendado por D. José
Antonio San Román y dirigido a D. Alejandro de la Motte, Mariscal de Campo, Corregidor y subdelegado de
rentas generales, salinas, tabaco y contrabando de Alicante, el cual, previo informe del contador de las Reales
Aduanas, autoriza el libramiento de la expresada cantidad en auto de 24-1-1733.
(205) A.H.P.A. Ibid., “Carta de pago”, 15-7-1733, ff. 221r-221v y 222r-222v, respectivamente.
(206) A.H.P.A. Protocolo 364 de Pascual Bueno, “Carta de pago”, 4-7-1735, ff. 166r-166v. D. Felipe Solís y
Gante, Brigadier y flamante Corregidor de la ciudad, autoriza el libramiento del importe de esta tercia
cumplimentando la orden despachada por el ínclito D. Julián de Cañaveras.
54
conseguía José disponer de la solvencia económica-financiera necesaria y
suficiente para conformar, con bastante celeridad, un apreciable patrimonio,
sobre todo teniendo en cuenta el punto de partida. Así, en febrero de 1716,
compraba del cirujano Francisco Álvarez, de San Juan, dos casas pequeñas y
derruidas situadas en la calle Entre muro y muro, de Alicante, por el precio de
300 libras pagadas por el comprador al contado (207). Era tal su buen estado de
liquidez que, en mayo de ese mismo año, abonaba anticipadamente a su casero
Morant las 300 libras de alquileres correspondientes a los tres años de arriendo
voluntario de las dos casas de la calle Mayor, habitadas por los consortes José
Amorrich y Luisa Bigot (208).
En septiembre del siguiente año, José adquiría a carta de gracia una hora de
agua del labrador Felipe Gozálbez, de San Juan, por precio de 309 libras con la
condición de retrovender media hora a los herederos de Lorenzo Baeza, siempre
que pagasen las 190 libras del precio de venta, un cuarto de hora a los herederos
de Manuel Sala, cuando abonasen 54 libras, y otro cuarto a los de Roque Baeza
si pagaban 65 libras. Y en cumplimiento del pacto, Feliciano Baeza, labrador de
Benimagrell e hijo del difunto Roque, quien en noviembre de 1718, también a
carta de gracia, había vendido otro cuarto de hora de agua a José en precio de
52 libras, solicitaba del mercader, en septiembre de 1722, la retroventa del
cuarto de hora que él le había vendido y del otro cuarto vendido por Felipe
Gozálbez, a cambio de entregarle la cantidad de 117 libras (209). Igual
requerimiento para la retroventa de la media hora de agua realizarían a José los
hijos de Lorenzo Baeza, mediante el pago de las 190 libras (210).
Resulta obvio que el agua era, y sigue siéndolo más aún, un bien valioso por sí
mismo; pero no lo es menos que su estimación y aprecio aumenta si es empleada
para beneficiar la sedienta tierra alicantina, alcanzando así una mayor
rentabilidad. Al parecer, esta era la intención de José cuando, a mediados de
octubre de 1720, arrendaba del cordelero de esparto Pedro Antón una finca en la
partida de la Condomina, con su casa, bodega con botas y toneles hasta en
cuantía de 30, 3 lagares y demás aderezos, conteniendo 100 tahúllas plantadas
de viña y diferentes árboles, por tiempo de cuatro años precisos, pagando una
renta anual de 205 libras. Sin embargo, por causas desconocidas, apenas
transcurrido un trimestre, arrendador y arrendatario acordaban la rescisión del
arriendo retornando la posesión de la hacienda a su propietario, que se obligaba
a satisfacer 130 libras a José, cantidad resultante de las 105 libras pagadas por
(207) A.H.P.A. Protocolo 783 de Antonio García, “Venta real de dos casas”, 21-2-1716, ff. 26r-28v. Dichos
inmuebles fueron adquiridos por el vendedor en pública subasta el 16 de enero de ese año, teniendo por lindes,
además de entre sí, con la ermita de San Bartolomé, el almacén municipal y las casas de Juan Pavía, a espaldas.
(208) A.H.P.A. Ibid., “Carta de pago”, 21-5-1716, ff. 125r-125v. Las casas fueron alquiladas el 11-2-1714 por 6
años, siendo los tres primeros obligatorios y el último trienio voluntario, empezando este el 1-2-1717 para
finalizar el mismo día y mes de 1720.
(209) A.H.P.A. Protocolos 784 y 788 de Antonio García, “Venta real de agua” y “Retroventa de agua”, 3-9-1717
y 24-9-1722, ff. 210r-213v y 282r-283v, respectivamente.
(210) A.H.P.A. Protocolo 450 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Retroventa de agua”, 2-5-1726, ff. 128r-130v. La
media hora estaba fraccionada en dos medios cuartos, más un cuarto de hora de agua.
55
éste a cuenta del primer año de arrendamiento, más las 25 libras invertidas en 30
horas de agua gastada en diferentes riegos (211).
Pese al inicial fracaso en la tenencia de tierras, José no cejaría en su empeño
por poseer bienes raíces, comenzando su adquisición en propiedad al iniciarse
1727, año en el que compraría 7 tahúllas y 8 brazas de tierra huerta plantadas de
viña en la partida de Alcalasí a los cónyuges Gregorio Arqués, labrador, y Ana
María Gozálbez, por el precio de 225 libras (212). Dos años más tarde,
compraría José al labrador José Juan, de Benimagrell, otras tres tahúllas de viña
compuestas de cinco “jaldas”, situadas en dicha partida rural, al precio de 40
libras por tahúlla; es decir, por el total precio de 120 libras (213).
Eran estos años tiempo de inversiones agrarias de José, no sólo convirtiéndose
en propietario con la compra de tierras, sino también practicando la financiación
crediticia para la adquisición de tierras de algún compañero de oficio, con la
esperanza de que, vencido el plazo e impagado el crédito, recayese lo comprado
en su poder. Así, al menos, actuaría José con el analfabeto tratante genovés
Pedro Fuerte por quien pagaba 600 libras a Francisco Santisteban, valor de una
hacienda con su casa, cubo, bodega, cisterna y safareig, conteniendo 41 tahúllas
de viña, situada en la partida del Campet que Fuerte compró de Santisteban;
pero se truncarían los deseos del naturalizado mercader francés por apropiarse
de la finca, pues, si bien Fuerte hipotecaba la mentada hacienda para la
seguridad del préstamo, en junio de 1728 le reintegraba la mitad del empréstito,
como veremos más adelante, que liquidaría en mayo del siguiente año (214).
Fracasado este intento, José insistiría en su pretensión de adquirir tierras en la
partida de Alcalasí y, en 1732, se adueñaba de 6 tahúllas, 1 cuarta y 19 brazas de
huerta conteniendo viña e higueras, compradas por 170 libras a los consortes
Vicente Bañuls, labrador, y Paula Orts, de San Juan (215). Pasados dos años,
José efectuaría su última compra adquiriendo de los esposos José Buades,
labrador, y Ana María Sala, también de San Juan, 3 tahúllas de huerta con viñas
en el Brazal de la Pasión, término particular de dicha universidad, en precio de
100 libras (216).
Sin embargo, aunque a simple vista pudiera parecer lo contrario, el interés de
José se centraba no tanto en los negocios de bienes rústicos, como en los de
naturaleza urbana, convencido de que estos le proporcionarían más rápidos
(211) A.H.P.A. Protocolo 912 de Juan Bautista Hernández, “Arrendamiento” y “Rescisión de arrendamiento y
obligación”, 15-10-1720 y 18-1-1721, s/f, contados 411r-412v y 1r-1v, respectivamente. Iniciado el arriendo el
día de San Miguel de 1720, su canon anual debía satisfacerse por mitad en las fiestas de Navidad y San Miguel,
estando delimitada la finca por los caminos de Benimagrell y de San Juan, las tierras de la Compañía de Jesús y
las de D. Julio Antonio Cheriguini.
(212) A.H.P.A. Protocolo 629 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Venta real de tierra”, 24-1-1727, ff. 27r-29v.
La superficie de la huerta, que no se especifica, fue medida por expertos usando la cadena agrimensora poseída
por el Ayuntamiento para tal fin.
(213) A.H.P.A. Protocolo 631 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Venta real de tierra”, 27-1-1729, ff. 31v-33v.
(214) A.H.P.A. Protocolos 630 y 631 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación” y “Carta de pago”, 8-6-
1728 y 17-5-1729, ff. 212v-213r y 195r-195v, respectivamente.
(215) A.H.P.A. Protocolo 304 de Francisco Boix y Sevillano, “Venta real de tierra”, 26-4-1732, ff. 241r-243v.
(216) A.H.P.A. Protocolo 305 de Francisco Boix y Sevillano, “Venta real de tierra”, 28-3-1734, ff. 161r-163v.
56
beneficios y más rico patrimonio. Por ello, a los bienes inmuebles poseídos
desde 1714 y referidos con anterioridad, se añadirían otros a partir de los últimos
meses de 1723, puesto que, en octubre de ese año, el canónigo D. Jacinto Milot
le vendía a carta de gracia una casa en la calle Mayor, de Alicante, confiscada al
doctor José Roldán, por el precio de 1.000 libras y acordando, entre otras
condiciones, su retroventa (217). Un mes después, sería el doctor en ambos
derechos y regidor perpetuo D. José Milot, hermano del canónigo, quien vendía
a Amorrich por precio de 370 libras un solar con 20 palmos de frontera y 94 de
hondo sito en la calle de la Portería del convento de Santo Domingo, poseyendo
uno de sus lindes una rinconada de 24 por 20 palmos, para que el comprador
fabricase casa o aquello que le fuese conveniente y con más la condición de
obligarse el vendedor a su evicción (218).
Pasarían cinco años antes de que José volviera a la actividad del negocio
inmobiliario, en esta ocasión comprando una casa en la calle Virgen de los
Ángeles propia de la herencia de José Piñuela y Elena Martí, adquirida a los
hermanos Francisca Antonia, Francisca María y Ambrosio Piñuela y cargada
con un censo de 100 libras a favor de Gerónimo Guedea, maestro zapatero, y
otro de 8 libras, 6 sueldos y 8 dineros con su anua pensión de 8 sueldos y 4
dineros abonada cada fiesta de San Miguel al canónigo D. Tomás Salafranca,
como beneficiado del beneficio de Corpus Christi, justipreciada en 230 libras y
12 sueldos, aunque vendida por sólo 208 libras, 6 sueldos y 8 dineros que el
comprador pagaba con 100 libras de contado, reteniéndose las restantes 108
libras, 6 sueldos y 8 dineros por el capital de los dos citados censos (219),
(217) A.H.P.A. Protocolo 1709 de Antonio Sureddo, “Venta real de casa”, 25-10-1723, s/f, contados 13r-18v. El
inmueble, producto de bienes confiscados, fue adjudicada a los consortes Vicente Milot y Luisa Cerdá y, por
herencia, a sus hijos Jacinto y Pedro Milot y, por fallecimiento de éste último, a sus hijos menores quedando
Jacinto como tutor-curador de ellos. Pero resultando el difunto Pedro ser deudor a la depositaría de propios y
rentas, desempañada entonces por José, en las cuentas del año 1719 y también lo era de D. Pedro de Hoyos
Marín y del regidor D. José Bravezin en ma´s de 300 libras, interpusieron ejecución contra dichos menores que,
no disponiendo de medios ni caudal para satisfacerlas, solicitaban permiso a la justicia para poder venderla a
José, pactando la retroventa por el mismo precio de compra a favor de los menores, los cuales se obligaban a la
evicción de la casa “para el caso de que S.M. la mandase volver al dueño que se confiscó” y devolver al
comprador las 1.000 libras en una paga y que, no pudiéndolo cumplir, quedarían impuestas a censo al 5% anual
sobre una hacienda de los menores en la partida de Orgegia con su casa, dos cubos, bodega, 57 tahullas de viña
y un huerto frutal, pudiéndose librar de esta obligación censal mediante pagas superiores a 200 libras con las que
José pueda mejorar dicho inmueble que está gravado a señoría directa, luismo y fadiga de 50 sueldos anuales
pagaderos en el día y fiesta de San Juan.
(218) A.H.P.A. Protocolo 1709 de Antonio Sureddo, “Venta real de solar”, 18-11-1723, s/f, contados 24r-26v.
Lindante con la casa del negociante francés Miguel Bosch, muro del mar por enfrente y a espaldas con casas del
comprador, confiscadas también al doctor Roldán al igual que el solar, por cuyo motivo se estipula la evicción
para “el caso que S.M. se dignase mandar volverlo a Roldán” obligarse el vendedor a reintegrarle al comprador
las 370 libras, imponiéndolas a censo redituado al 5% sobre una finca propia en el Camino de la Santa Faz con
su casa, cubo, bodega, 60 tahúllas de viña y almendros y un huerto de frutales cercado, pudiendo quitar el censo
en una paga.
(219) A.H.P.A. Protocolo 361 de Pascual Bueno, “Venta real de casa”, 13-3-1728, ff. 73r-80v. La casa, lindante
con el convento-hospital de San Juan de Dios, solar de D. Nicolás Pérez de Sarrió y la casa de Juan Pavía, fue
gravada con el censo de 100 libras por José Romero, maestro zapatero, como tutor-curador de los menores hijos
del difunto José Piñuela y de Elena Martí, para afrontar las impagadas costas del litigio de permuta de las partes
de la casa asignadas a la viuda Elena y a Francisca María Piñuela y que, en el momento de la venta, tanto el
censo como sus pensiones habían recaído en favor del comprador.
57
inmueble que, en junio de 1729, sería vendido por José a la vecina del mismo
doña Josefa María Gozálbez, viuda de D. Antonio Martín, por el mismo precio
de compra, el cual abonaba la compradora entregando 100 libras en efectivo,
otras 100 que se retuvo para quedar impuestas a censo sobre la misma casa,
hipotecada a la seguridad del pago de la anual pensión de 100 sueldos, y las
restantes 8 libras, 6 sueldos y 8 dineros también retenidas en poder de la viuda
para satisfacer la renta de 8 sueldos y 4 dineros al citado canónigo beneficiado
hasta su redención (220). Pasados seis meses, la compradora, usando de la
condición de censo redimible, pagaba al acreedor José 50 libras,mitad del censo,
pidiéndole redención y quitamiento en la dicha cantidad, así como libramiento
de la especial hipoteca sobre la casa en la misma cuantía (221). Casi un año
después, la censataria redimiría totalmente el censo liquidando a José las otras
50 libras, además de 14 sueldos por las prorratas, otorgando el acreedor
censualista la cancelación y quitamiento censal (222).
Con anterioridad, a mediados de 1728, José había comprado una casa en el
arrabal y calle de San Francisco “que hacía esquina a la calle por donde se baja a
la Plaza de las Barcas”, propiedad del tratante genovés Pedro Fuerte, en precio
de 300 libras que el comprador satisfacía reteniéndolas como parte del pago de
las 600 libras, entregadas a Francisco Santisteban por el valor de la hacienda del
Campet que Fuerte había comprado de éste (223).
En abril de 1731, poco más de un cuatrienio antes de fallecer, José
manifestaba en declaración jurada todas las propiedades constitutivas de su
patrimonio, así como los beneficios que le reportaban y que, en palabras del
propio interesado, consistían en “una casa en la plazuela de Elche, arrabal de
San Francisco, valorada en 4.000 libras que renta de alquiler de 145 a 150 libras
anuales; otra casa en la calle Mayor que vale 3.500 libras, cargada con un censo
a favor del convento de la Santísima Faz de 500 libras y anua pensión 25 libras,
más un señorío directo de 50 libras y pensión anual 50 sueldos, renta dicha casa
200 libras al año; dos casas en las calles Entre muro y Muro que valen 300 libras
cada una y rentan al año 22 libras cada una; otra casa en el arrabal de San
Francisco que vale 300 libras y de alquiler, 24 libras; un censo que me paga la
Ilustre Ciudad de 500 libras y anua pensión 25 libras; un pedazo de tierra
plantado de viña en la partida de Alcalasí con 16 tahúllas, a razón de 30 libras
por tahúlla valen 480 libras y renta al año 60 libras; medio hilo de agua que
tengo empeñado de Martín Almiñana, de los dos y medio que posee éste de D.
Nicolás Escorcia, en precio de 200 libras que no da renta anual respecto de
consumirse en dichas tierras; un pedazo de tierra que vale 60 libras que no da
(220) A.H.P.A. Protocolo 1646 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Venta real de casa”, 17-6-1729, ff. 93r-96v.
(221) A.H.P.A. Ibid., “Redempción y carta de pago”, 9-12-1729, ff. 177r-177v.
(222) A.H.P.A. Protocolo 1647 de Francisco Ferrando y Roçelló, Redempción y quitamiento”, 20-11-1730, ff.
151r-151v.
(223) A.H.P.A. Protocolo 630 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Venta real de casa”, 8-6-1728, ff. 213v-215r.
Fuerte adquiría esta casa a Bautista Canes el 16-6-1715 mediante pública escritura practicada por el difunto
escribano José Tahuenga.
58
renta alguna al año” (224).
El valor conjunto de estas propiedades ascendía a 9.640 libras, de las que
rebajadas las 550 libras por las deudas censales y de señorío, que afectaban al
inmueble de la calle Mayor, quedaban líquidas 9.090 libras, exactamente la
misma cantidad asignada al depositario José Amorrich por el escribano
Francisco Hernández al confeccionar el padrón de 1733, señalándole, además,
una rentabilidad anual de 325 libras y 10 sueldos (225).
Sin embargo, el verdadero interés histórico por la figura de José y, con él, el
de toda la familia Amorrich, no radica tanto en el devenir de su profesión
mercantil, aún siéndolo, como en el del ejercicio de un empleo municipal y,
sobre todo, en la impensable trascendencia que este tendría para la reforma del
gobierno de la ciudad a partir de su propio fallecimiento ocurrido el día 1 de
agosto de 1735, repentinamente de forma convulsiva cuando se disponía a
firmar su testamento acabado de redactar, en donde nombraba por herederos, no
teniéndolos forzosos, a sus hermanos y a Luisa Bigot, su esposa, por iguales
partes (226). Doce días después, todos los hermanos sobrevivientes a José
designaban a uno de ellos, Pedro Amorrich, para avenirse con su cuñada viuda
sobre la manera de proceder a la división extrajudicial y amigable de los bienes
y herencia del finado marido y hermano (227). Pero los acuerdos no parecían
fáciles de poderse alcanzar, aflorando nuevas disputas entre las partes que
paralizarían el proceso durante un trienio, al final del cual logran acordar
esperarse al resultado de los divisores y contadores en relación a las cuentas en
poder del francés Claudio Lagier, como administrador que fue de los bienes del
difunto José Amorrich (228).
No obstante, vuelven a aparecer controversias entre los componentes del clan
familiar causadas, en esta ocasión, por el reparto de la herencia de sus padres,
Jaime y Luisa Mossi, que, además de dificultar la concordia, degenerarían en
demandas interpuestas ante la Real Audiencia por el canónigo Juan Bautista
Amorrich, motivadas por considerarse agraviado en tal repartimiento. Y
habiendo ganado providencia favorable, con el fin de evitar costas y “malas
voluntades”, los demás familiares interesados solicitaban del clérigo que
expusiese su ofensa y pretensión para poder acomodarse (229).
(224) A.M.A. Arm. 7, Lib. 3. “Vecindario íntegro… de 1731. Relaciones juradas dadas por los caballeros
Regidores, demás oficiales y dependientes de la Ciudad”.
(225) A.M.A. Arm. 7, Lib. 4. “Vecindario… de 1733 por sus clases y grados”.
(226) A.M.A. Pleitos. Arm. 3, Lib. 25, Expte. 14, f. 50. “… y habiéndole levantado para efecto de firmar los
mencionados D. Lorenzo Figueroa y Fajardo y Antonio Balmis, recostándole sobre las almohadas de la cama, al
tiempo de tomar la pluma en la mano del tintero que estaba prevenido para ello, manifestó Amorrich no poderlo
ejecutar habiéndole sobrevenido temblores de manos y turbación de cabeza. Y con motivo de no fatigarle en su
accidente, se dispuso por los circunstantes volverle a acomodar en el lecho esperando se sosegase; y,…,
esperando por espacio de unos tres cuartos de hora, en este intermedio no se pudo lograr a causa de que el
accidente se fue agravando hasta haber fallecido”.
(227) A.H.P.A. Protocolo 405 de Adrián Cazorla, “Poder de transportación y concordia”, 13-8-1735, ff. 47r-49v.
(228) A.H.P.A. Protocolo 407 de Adrián Cazorla, “Poder para concordia”, 28-11-1738, ff. 81r-82v. Todos los
hermanos Amorrich, incluido Jaime que por entonces vivía en Novelda, apoderan de nuevo a su hermano Pedro
para concordarse con la viuda y cuñada Luisa Bigot.
(229) A.H.P.A. Protocolo 803 de Antonio García, “Ajuste”, 1-1-1741, ff. 1r-4v. Se basaba el agravio en que
59
En tales circunstancias familiares, la viuda Luisa iniciaba los trámites de
litigio contra el Consistorio alicantino para el cobro de los créditos adeudados
por la ciudad a su difunto marido, nombrando por su apoderado al procurador
Ignacio Cazorla en junio de 1742 (230). En el memorial presentado se alegaba la
cantidad reclamada por los herederos de José Amorrich, resultante del alcance
de cuentas de la depositaría de propios y rentas durante el tiempo que estuvo a
cargo del finado, cuyo balance general era como sigue:
habiendo sido mejorado el canónigo con el tercio de la herencia, no debía haberse incluido en la partición la casa
de la calle Mayor, la cual debía haber quedado libre del gravamen vitalicio y haber recaído este en el inmueble
de la calle San Francisco; mientras que la pretensión del clerical hermano consistía en que las 100 libras
adjudicadas a su hermana Catalina se reintegrasen al cuerpo de la herencia para su división.
(230) A.H.P.A. Protocolo 768 de Juan Galdó, “Poder para pleitos”, 4 -6-1742, ff. 102r-102v.
60
Cargo de Rentas desde el 1-1 hasta el 1-8-1735
-------------------------------------------------------------------------------------------------
Este finiquito contable, que incluía en data la cuantía de 4.791 libras, 3 sueldos
y 8 dineros abonadas a Pedro Vicente Romero, Miguel Roselló y Mariano
Seguer, tanto en razón del quindenio que pagaron como por haber justificado sus
pérdidas en los arrendamientos recogidas en sentencia favorable, había sido
ajustado el día 13 de octubre de 1740 por D. Lorenzo Figueroa y Faxardo,
contador mayor en representación del Consistorio, y Manuel Conca, como
apoderado nombrado por los herederos de José Amorrich, que finalizaba con
61
una nota correctora referida a la partida de la data del libramiento dado en 1732
a favor de José Cazorla, expresando que “por sentar 60 libras y 18 sueldos
pusieron 66 libras y 18 sueldos, por lo que se rebajan del alcance de los
herederos 6 libras, quedando el todo de su haber en 16.587 libras, 4 sueldos y 3
½ dineros”. Concluía Figueroa diciendo que en mayo de 1742 entregaba una
copia del finiquito a Conca “que sirve meramente para que Luisa Bigot… pueda
recobrar la parte que le pertenezca de su herencia y no para otro fin que
perjudique con el tiempo a los propios de la ciudad de Alicante” (231).
Sin embargo, no sería esta mínima rebaja la única que sufriría el crédito de los
herederos de José Amorrich, pues éste tuvo a su cargo, además de la
mayordomía de propios y rentas, la depositaría de los caudales del Equivalente,
productos de la sisa de la carne, bienes confiscados, regalías de San Juan y de
Muchamiel, y derechos de la media arroba de aceite, barchilla y cántaro de vino
pertenecientes al oficio de fiel almotacén. En consecuencia, siendo casi correcta
la liquidación de propios en la cuantía de 16.587 libras, 4 sueldos y 3 ½ dineros
favorable a la herencia, resultaba la misma alcanzada en 707 libras, 15 sueldos y
8 dineros de la cuenta de bienes confiscados que, por decreto de Felipe V
fechado en 20 de agosto de 1717, se adjudicaba a la ciudad el remanente de sus
efectos para destinarlos a obras públicas y pagos de justicia, perdurando hasta
finalizar el mes de octubre de 1725. Así mismo, la herencia resultaba deudora en
los alcances de la sisa de la carne, destinada a obras y reparos en las iglesias de
San Nicolás, Santa María y monasterio de la Santa Faz, en la cantidad de 2.984
libras, 5 sueldos y 2 dineros respecto a las reparaciones practicadas en la
Colegial en conformidad con las Reales Instrucciones de 29 de noviembre de
1729; en la de 1.372 libras, 11 sueldos y 5 ½ dineros invertidas en las obras y
reparos de Santa María, y en la de 227 libras, 8 sueldos y ½ dinero de los gastos
de reparaciones en el convento de la Santa Faz, resultando un total débito de
5.292 libras y 4 dineros de los rendimientos de bienes confiscados y sisa de la
carne que, deducidas del inicial crédito, darían un nuevo saldo de 11.295 libras,
3 sueldos y 11 dineros al que se añadirían 1.333 libras, 2 sueldos y 9 dineros del
alcance de las regalías de San Juan, deudas del Equivalente y demás cuentas,
resultando un definitivo crédito de 12.628 libras, 6 sueldos y 8 dineros
favorables a la herencia del difunto depositario (232).
Manuel Conca había aceptado representar a los herederos del finado José, para
la formación y liquidación de las cuentas, a cambio de cobrar por su trabajo el
12 por ciento del líquido total del crédito, quedando así estipulado en el capítulo
13 de la escritura de concordia entre partes celebrada en 1738 ante el escribano
Adrián Cazorla. En su consecuencia, Conca exigiría de la herencia el efectivo
pago de las correspondientes 1.515 libras y 8 sueldos; pero los interesados en
ella, careciendo del capital necesario para satisfacerlas, le traspasan en venta una
(231) A.M.A. Pleitos. Arm. 3, Lib. 25, Expte. 14, ff. 42r-45v. Esta certificación se expide a instancias de los
herederos de José Amorrich “para guarda del derecho de sus intereses”.
(232) A.H.P.A. Protocolo 409 de Adrián Cazorla, “Capítulo 4º de la concordia entre partes de 28-11-1738, en
Transportación de heredad”, ff. 113r-178v.
62
finca en la partida de Alcalasí con su casa, bodega, pozo de agua
manantial,soleador, toneles y arreos para fabricar y almacenar vino y 30 tahúllas
de tierra, rebajando un tercio del valor de su tasación para las necesarias obras
de reparación de la casa. Justipreciada toda la hacienda en 2.077 libras y 16
sueldos, se le rebajarían 225 libras, amén de otras 617 libras y media más,
cantidades detraídas por el valor de 7 tahúllas y media segregadas al precio de
30 libras por tahúlla y por el referido tercio destinado a reparaciones,
respectivamente, quedando finalmente apreciada la hacienda en 1.235 libras. Las
restantes 280 libras y 8 sueldos, que faltaban para el completo pago a Conca, se
obligaban los herederos a saldarlas en efectivo del primer dinero percibido de la
ciudad por los créditos resultantes a favor de la herencia o si, antes de ello,
prefiriese Conca la cesión sobre la ciudad a cuenta de lo que estaba debiendo a
la herencia, prometían otorgarle la correspondiente escritura en el instante que a
ello fuesen requeridos (233). Por entonces, nada hacía sospechar la brevedad
temporal que la propiedad de la hacienda de Alcalasí permanecería en poder de
Conca, como veremos más adelante, quien en septiembre de 1743 concedía
licencia a su esposa Catalina para que pudiese participar en la división de las
herencias de Jaime y José Amorrich, sus difuntos padre y hermano,
respectivamente. Tal actitud sería imitada, el mismo día, por su también tratante
cuñado Juan Bautista Baldo para con su consorte Magdalena, de quien era su
segundo marido.
Notificada la ciudad de la demanda de cobro interpuesta por la viuda Luisa
Bigot ante el juzgado del Alcalde mayor, daba inicio en 1742 un largo y
enconado proceso que superaría la década de los años ochenta prolongándose,
probablemente, toda la restante centuria dieciochesca afectando intensamente a
las partes litigantes, especialmente a la más débil, los Amorrich (234).
El Consistorio reaccionaba exigiendo a la demandante el previo pago de las
cantidades adeudadas por los productos de la sisa de la carne y de bienes
confiscados; es decir, de aquellas antedichas 5.292 libras y 4 sueldos que,
(233) A.H.P.A. Ibid., “Transportación de heredad”, 15-8-1743, ff. 113r-178v. Este extenso documento contiene,
entre otras cosas, una petición judicial de Tomasa Sánchez para participar en la división de los bienes de José
Amorrich representando los derechos de sus hijos menores en la parte perteneciente a su difunto padre Jaime
Amorrich hijo, uno de los herederos testamentarios de su también difunto hermano José. El Alcalde mayor de
Alicante, D. Vicente Verdú, iniciaba diligencias informativas al respecto, compareciendo los testigos D. Manuel
Pareja y D. Ignacio Maruenda, abogados de los reales consejos. Éste último, de 37 años, expondría la valoración
de los componentes de la finca apreciando las 30 tahúllas de tierra, compuestas por 27 de viña, 2 de huerta y 1 de
campa, en 807 libras y media, descontadas las 225 libras de las 7 tahúllas y media segregadas a razón de 30
libras por tahúlla, además de ser tierras poco rentables por estar distanciadas de la casa y separadas entre sí por
otras no pertenecientes a la heredad; la casa, bodega y arreos los evaluaba en 1.044 libras y 11 sueldos,
añadiendo que, según las cuentas dadas por Francisco Subiela y Pedro Amorrich como administradores que han
sido de los bienes de dicha herencia, la finca no ha dejado utilidad alguna siendo más el gasto que el líquido
producido.
(234) La documentación básica manuscrita utilizada en relación al litigio se encuentra en A.M.A. Pleitos. Arm.
3, Lib. 26, Expte. 4. “Certificación de D. Juan de Peñuelas, secretario de Cámara del Rey Ntro. Sr. y de gobierno
del Consejo por lo tocante a la Corona de Aragón”. Con respecto a la reforma del gobierno municipal de
Alicante de 1747, nos hemos basado en la anterior “Certificación de D. Juan de Peñuelas…” y en A.G.S.,
Secretaría y Superintendencia de Hacienda, leg. 70.
63
descontadas del montante de 16.587 libras, 4 sueldos y 3 dineros, daban el
líquido crédito de 11.295 libras, 3 sueldos y 11 dineros a favor de los herederos
del finado depositario José. Para su cobranza, sobre todo de las 707 libras, 15
sueldos y 8 dineros procedentes de la incautación de bienes a disidentes, el
Concejo alicantino llegaría a practicar apremios judiciales, entendiendo Luisa
Bigot que estaba siendo vejada e intencionadamente molestada, además de
ocasionarle crecidos dispendios y costas, más aún cuando la ciudad era deudora
en tan excesiva cantidad del crédito. Por ello, teniendo la convicción del
irregular proceder disuasorio del Ayuntamiento y de su estrategia dilatoria, que
tanto la perjudicaba, recurría al Consejo de Castilla con la finalidad de conseguir
las pertinentes providencias que instasen al licenciado D. Vicente Perler,
abogado de los Reales Consejos y Alcalde mayor de la ciudad, al cumplimiento
de su cometido en la función judicial.
Esta petición de la viuda Luisa Bigot al Consejo no tendría para él sólo la
consideración de una simple solicitud de amparo, sino un argumento más para
continuar profundizando en la tendencia política uniformista y centralizadora
preconizada por la nueva dinastía asentada en el trono español, concretada en el
llamado reformismo borbónico, iniciado para el ámbito territorial valenciano
con el abolicionista Decreto de Nueva Planta promulgado el 29 de junio de 1707
en el Buen Retiro madrileño, al menos en ese sentido parecía interpretarlo el
Consejo cuando, el 26 de octubre de 1743, remitía un despacho al alcalde Perler
para que oyese a los interesados y administrase justicia conforme a derecho. A
este, seguiría otro fechado en 18 de septiembre de 1744 con idéntico
destinatario, instándole a que por entonces no se molestase a los herederos de
José Amorrich, y que para determinar formalmente sobre la ejecución del
alcance resultante a su favor y en contra de los propios de la ciudad, según
constaba de las certificaciones dadas por el contador con citación del Procurador
Síndico General de la ciudad, por el escribano José Izquierdo se cotejasen con
los originales los alcances de dichas cuentas.
Este mandato del Consejo al escribano del Ayuntamiento para que certificase
la autenticidad de las cuentas, que fue cumplido con la urgencia requerida, no
debe entenderse como una medida arbitraria de abuso de su autoridad, sino más
bien como el uso de la misma ante las fundadas sospechas de irregularidades en
las contabilidades hacendísticas locales, o en las de existencia de fraudes y
prevaricaciones cometidas por los capitulares de diferentes municipios, al
parecer bastante frecuentes en este período secular, y la pervivencia, en
definitiva, de foralidad residual en el caso concreto de Alicante, sobre todo en lo
referente a la exacción de arbitrios por parte del Consistorio que llegaría a
conceptuarlos como bienes de propios, propiciándose así conductas poco éticas
por parte de los regidores “con perjuicio del público…, necesitando todo ello de
pronto remedio” (235).
(235) Alberola Romá, A., “Centralismo borbónico y pervivencias forales. La reforma del gobierno municipal de
la ciudad de Alicante (1747)”, en Estudis: Revista de Historia Moderna, nº 18, 1992, p. 153, nota 22. Según el
profesor Alberola, el caso alicantino no era singular aduciendo, en este sentido, el ejemplo de Valencia, donde en
64
Consecuencia de todo ello resultaba la llegada a Alicante, en mayo de 1744, de
D. José Javier de Solórzano, ministro honorario de la Audiencia de Sevilla,
comisionado por Felipe V y el Consejo de Castilla a fin de practicar una
pesquisa averiguadora sobre “el real valimiento de sisas y arbitrios de Alicante y
Orihuela y otros puntos pertenecientes a el Real Patrimonio” (236). Diligente y
eficaz debió resultar la indagación efectuada por Solórzano en Alicante, pues
transcurrido poco más de medio año, el monarca ordenaba, a través del Marqués
de la Ensenada, la formación de una Junta en el seno del Consejo de Castilla
responsable de analizar en detalle los resultados obtenidos por el pesquisidor,
recabando a tal fin las oportunas informaciones complementarias tanto al propio
Solórzano como al mismo Concejo alicantino, puesto que la finalidad no era otra
que la de confeccionar un reglamento que ordenara en adelante el
funcionamiento del cabildo alicantino (237).
Previamente, el propio rey marcando la línea de actuación, que posteriormente
sería expuesta por el juez pesquisidor en sus conclusiones, tendente a controlar y
gestionar con eficacia las recaudaciones y gastos de la hacienda local, publicaba
en el Buen Retiro con fecha 3 de febrero de 1741 una “Instrucción que se ha de
observar en la intervención, administración y recaudación de los arbitrios del
reyno” (238).
Mientras esto acontecía, la viuda de José Amorrich, acogiéndose a las
favorables provisiones despachadas por el Consejo de Castilla, acudía de nuevo
al alcalde Perler instándole al cumplimiento de lo mandado por el alto tribunal y,
en su consecuencia, le peticionaba que mandase ejecución en los propios, rentas
y efectos de la ciudad por la cantidad de 5.647 libras, 11 sueldos y 11 ¾ dineros,
que le pertenecían por la mitad del líquido crédito de 11.295 libras, 3 sueldos y
11 ½ dineros adeudadas por la ciudad a su difunto marido.
El Alcalde mayor, mediante auto proveído en el día 12 de enero de 1745,
mandaba resolver ejecución contra los propios y rentas municipales por la
referida mitad del total crédito. Sin embargo, el canónigo Juan Bautista
Amorrich y los demás herederos litigantes, insatisfechos por la resolución
judicial del titular del juzgado ordinario, recurrían el decreto de ejecución
alegando que igual cuantía les pertenecía a los recurrentes por la otra mitad del
1727 el intendente Rodrigo Caballero cesaba del gobierno municipal a los regidores que adeudaban dinero a la
ciudad, o el caso de la fraudulenta conducta de los ediles mataronenses desencadenante de un grave conflicto en
la población a comienzos de 1757. En Alicante, ya existían antecedentes de situaciones tensas, incluso
conflictivas, por el tema de la fiscalidad foral y el control de cuentas entre funcionarios de la administración
borbónica y el propio Concejo, descritas por el profesor Giménez López, E., “La acción política del humanista
Felipe Bolifón”, en Mayans y la Ilustración. Valencia, 1982, vol. II, pp. 613-627.
(236) Alberola Romá, A., “Centralismo borbónico y…”, p. 152.
(237) La Junta, integrada por tres consejeros y el Fiscal del Consejo, recabaría aclaraciones a la ciudad de
Alicante durante los años 1745 y 46, evacuadas por ésta mediante una comisión formada por dos regidores con
más el Síndico Procurador General, cargo de rotación anual entre los capitulares. La notable documentación,
oficial y epistolar, generada por esta comunicación entre el Consejo de Castilla y el cabildo de la ciudad está
contenida en A.M.A., Cabildos, Arm. 9, Lib.35; y en Cartas escritas y recibidas, Arm. 11, Lib. 69 y 70. Para una
más detallada información, Vid. Alberola Romá, A., “Centralismo borbónico y…”, pp.154-155.
(238) Novísima Recopilación, Libro VII, Título XVI, Ley XI.
65
líquido crédito, suplicando tuviese a bien admitirles en el concurso de la
ejecución para que se les satisficiese de los bienes ejecutados su crédito y costas,
al igual que a su cuñada Luisa, argumentando tener ambas mitades “un mismo
origen y ser uno mismo el derecho de su cobranza” (239).
Estudiada la petición, el licenciado Perler acuerda el 10 de mayo de ese año
mandar que la ejecución despachada a pedimento de Luisa se entendiese, así
mismo, por la otra mitad de idéntica cantidad comprendiendo el total crédito de
las 11.295 libras, 3 sueldos y 11 ½ dineros.
La ciudad, por su parte, se opone a la ejecución el día 1 de junio y dirige un
escrito a Perler donde argumenta que no se la podía precisar al absoluto pago del
crédito porque, de hacerlo, caería enteramente al estado de postración no
lícitamente establecido, añadiendo que se le debían regular aquellos precisos
alimentos para la forzosa subsistencia y manutención del gobierno económico,
pues al presente se hallaba reducida a la corta renta de unas 400 libras. El
recurso terminaba pidiendo al Alcalde mayor que mandase a Vicente Navarro y
Pastor, escribano del Ayuntamiento, poner testimonio de la extrema renta
retenida por tener embargadas las restantes pertenecientes a la ciudad con
motivo de los Reales Servicios de valimiento y 4 por ciento.
Enterada de esta petición de la ciudad, la parte ejecutante responde con un
recordatorio al doctor Perler, el de haber finalizado el plazo legal de 10 días de
que disponía la ciudad para el efectivo pago del total crédito, debiendo por ello
pronunciar sentencia de remate continuando la ejecución hasta la venta de los
bienes ejecutados y cumplido pago a los demandantes. Éstos, fundaban su
postura arguyendo que la ciudad, en todos sus escritos, reconocía la deuda del
crédito; que en semejantes juicios ejecutivos no cabían leves excepciones para
diferir el pago de tan legítimo débito; que no constaba no tener la ciudad más
rentas que las manifestadas en sus escritos (240); pero, aunque así fuese, no era
causa de impagar aquello que el difunto depositario había desembolsado y
adelantado de sus caudales para desempeñar las urgencias de la ciudad, y para
beneficio y utilidad del común; y, finalmente, que la excepción y el amparo
pedido era privativo de S.M. y Señores del Consejo de Castilla donde radicaba
la causa, mientras al Alcalde mayor tocaba sólo proceder a la ejecución por
todos los medios a su alcance.
Visto lo antecedente, el doctor Perler pronunciaba sentencia de remate el día 9
de junio de 1745. En su fallo ordenaba proseguir la ejecución de los propios y
rentas de la ciudad, avivar la voz del pregón y hacer trance y remate de aquellos,
para con su entero valor realizar el efectivo pago por mitad a Luisa Bigot y a los
(239) A.M.A. Pleitos, Arm. 3, Lib.26, Expte. 4, “Certificación de D. Juan de Peñuelas…”, ff. 262 y ss. El casi
centenar de folios componentes del documento constituyen el más completo, aunque inacabado, expediente de
este interminable contencioso entre la ciudad de Alicante y los herederos de José Amorrich.
(240) Para un más amplio conocimiento de las sisas y arbitrios, considerados como bienes de propios y
percibidos por la ciudad, Vid. “Relación puntual en que se explican los propios que pertenecen a la ciudad de
Alicante y de su distribución anual con todo lo demás de su aplicación y destino”, A.M.A. Arm. 2, Lib. 11, f.
121.
66
restantes herederos de su difunto marido, con más las costas causadas (241).
Embargados los bienes de propios de la ciudad, siendo reputados como tales
dos pequeños huertos llamados de Valladolid y Cabanes situados en la partida
de Rabasa, extramuros de ella, tasados al alza en 9.950 libras, 8 sueldos y 6
dineros y a la baja en 9.054 libras con el mismo pico, y cubiertos los
acostumbrados trámites de rigor, se procedía a su subastación no apareciendo
ningún postor dado el excesivo precio de partida. Un auto judicial fechado en el
5 de julio los adjudicaba a Luisa Bigot que, tres días después, tomaba posesión
de ellos en cumplimiento de otro decreto del Alcalde mayor testimoniado por el
escribano Juan Nadal.
Pronunciada la definitiva sentencia de remate, y previa a la posesión de los
huertos por la viuda de José, la ciudad, sintiéndose agraviada, apelaba al
Consejo de Castilla el primer día del citado mes de julio. En su recurso, tras
recordar los antecedentes de la causa ejecutiva y la sentencia de remate,
manifestaba su queja por entender que la ciudad debía haber sido absuelta de la
demanda, “en atención a no tener propios y arbitrios algunos por haberlos
asumido S.M. desde el año 1741 con motivo del valimiento y 4 por ciento y,
actualmente, subsistir embargados hasta extinguir más de 17.000 pesos que se
restaban por dicha razón, quedando a la referida Ciudad únicamente por
alimentos la reducida cantidad de 409 libras y 7 sueldos que producían las
heredades de Valladolid y Cabanes…, y no alcanzar ni aún para la sexta parte y
se necesitaba para los gastos inexcusables y precisos al gobierno público y
económico, que cesaría enteramente si dichos cortos alimentos o propios se le
vendiesen”, insistiendo que “no era culpa la morosidad por estar interpuesta la
reintegración de la Real Hacienda y que, deseando pagar dicho crédito y otros,
se estaba tratando en la Real Junta formada de orden de S.M. el modo de dotarla
de propios y arbitrios para su manutención y solvencia, sobre que se habían
expedido varias ordenes, hecho cierto Plan y remitido a dicha Real Junta”.
El recurso añadía un reproche al alcalde Perler pues, conociendo el privilegio
que gozaban los bienes de propios, con su fallo expuso a la ciudad “al bochorno
de la enajenación, en cuyo caso serían graves los perjuicios que se la siguiesen a
lo que no se debía dar lugar”. Concluía el escrito suplicando se admitiese la
apelación, se librase despacho de emplazamiento y, mientras tanto, “no se
molestase a dicha Ciudad por dicho crédito en manera alguna” (242).
Nos hemos permitido la licencia de transcribir tan extensa cita porque, sin
pretenderlo, el Concejo, en su escrito de apelación, evidenciaba el propósito del
viaje de Solórzano a Alicante y la fiscalidad de la Junta, siendo ambas
coincidentes en averiguar fielmente el nivel de endeudamiento de la hacienda
(241) A.M.A. Pleitos. Arm. 3, Lib. 26, Expte. 4, “Certificación de D. Juan de Peñuelas…”, ff. 264r-265v. El
fallo también ordenaba a la parte ejecutante dar la fianza de la Ley de Toledo, además de que el escribano
Vicente Navarro y Pastor librase a la ciudad el testimonio por esta solicitado en su escrito de fecha 1 de julio de
1745. Todo ello lo mandaba el Alcalde mayor Perler “administrando justicia”.
(242) A.M.A. Pleitos. Arm. 3, Lib. 26, Expte. 4, “Certificación de D. Juan de Peñuelas…”, f. 263.
67
local, el montante de sus gastos ordinarios y extraordinarios, así como la
procedencia y cuantía de sus ingresos. Al mismo tiempo, la apelación de la
ciudad orientaba al Consejo de Castilla, de manera inconsciente, sobre la
solución final a adoptar: la reforma del gobierno municipal. Por ello, dieciséis
días después de aceptado el recurso, el presidente del Consejo, el Marqués de
Lara, trasladaba a la ciudad el acuerdo de la Junta de remitirle el borrador de
reglamento elaborado para que, en el breve plazo de quince días, un plenario del
Cabildo alicantino opinase y alegase cuanto tuviese por conveniente (243)
Al objeto de poder celebrar el plenario se habilitaron, excepcionalmente para
la ocasión, a los capitulares encausados por fraude, pero no al escribano mayor o
secretario Tomás Bayona, cuyas funciones serían desempeñadas por quien
designase el Concejo que, finalmente, optaría por habilitar a Vicente Navarro y
Pastor como escribano de la sala.
Resueltos los mencionados asuntos administrativos y recibido el plan o
reglamento, previamente recabado a Solórzano, el Consistorio procedía con
urgencia a convocar sesión plenaria teniendo efecto el día 5 de agosto, donde se
examinaba el contenido del borrador de reglamento y se le incorporaban las
enmiendas correspondientes, acordándose su remisión al Marqués de Lara, no
sin antes sacar suficientes copias e informar cumplidamente al Corregidor de la
ciudad, el Marqués de Villarreal (244).
El borrador, complementado con las aportaciones consistoriales, recalaría en
manos del fiscal del Consejo y miembro de la Junta, D. Miguel Ric y Ejea, el
cual, tras estudiarlo con esmero, elaboraba un informe que ciñiéndose a las leyes
castellanas había de regir en el futuro el gobierno y la vida municipal de
Alicante. En su elaboración, el citado fiscal consideraba parte de los aspectos
aludidos por el Cabildo en su recurso de amparo, pues coincidía en la carencia
de bienes de propios, al igual que en el fuerte endeudamiento de la ciudad valora
do en más de 20.000 pesos, hecho sorprendente para el fiscal Ric considerando
las numerosas sisas y arbitrios que recaudaba motivado, a su parecer, por el
incorrecto uso de los fondos municipales (245) resolviendo, en consecuencia,
reestructurar el gobierno municipal a la vez que proponía los mecanismos
adecuados para dotar a la ciudad de los recursos necesarios, empezando por
reducir el número de capitulares e ingresos de los mismos, los cuales quedarían
fijados exclusivamente a la percepción de un aminorado sueldo anual de 50
libras, y continuando por acotar los importantes dispendios invertidos en
diferentes festividades en base a claros vestigios forales que, en teoría, debían
ser erradicados, además de otras consideraciones relativas a los papeles y actas
(243) A.M.A., Cabildos, Arm. 9,Lib.35, ff. 84r-84v. “El marques de Lara a la ciudad de Alicante. Madrid, 17 de
julio de 1745”. Cfr. en Alberola Romá, A., “Centralismo borbónico y…”, p.155.
(244) A.M.A. Ibid., ff. 88r-88v y 91r-92r. El profesor Alberola Romá, en su mencionado estupendo artículo,
describe con detalle este episodio, razón por la que hemos optado hacer aquí una sucinta reseña del mismo.
(245) A.G.S., Secretaria y Superintendencia de Hacienda, leg. 70, Dictamen de la Junta de Orihuela y Alicante,
30-7-1746. En el mismo, entre otras cosas, se expresaba: “…bien que se percibe el embolso de sus capitulares y
su dispendio sin cuenta ni razón”.
68
municipales.
Las conclusiones de Ric y Ejea, asumidas por la Junta y el Consejo de Castilla,
fueron comunicadas en consulta al nuevo monarca Fernando VI, quien remitía al
Consejo un Real Decreto al que el Marqués de la Ensenada adjuntaba una
Instrucción redactada tres meses antes, con la finalidad de normativizar el buen
gobierno de Alicante (246).
El Real Decreto, fechado el 4 de julio de 1747 en el Buen Retiro, comenzaba
recordando la abolición foral en los reinos de la antigua Corona de Aragón con
el mandato de establecer gobiernos reglados a las leyes de Castilla, pese a lo
cual, y al celo guardado por los tribunales de justicia, estaba enterado que las
ciudades de Orihuela y Alicante habían continuado el uso “de muchos de sus
fueros y estilos antiguos”, sobre todo en su económico gobierno, de donde había
derivado el perjuicio público. El soberano resuelve dotarlas, pero en evitación de
futuras pérdidas y malversaciones de caudales, como las producidas hasta
entonces, manda formar de inmediato las nuevas ordenanzas que,
perfeccionadas por ambas ciudades (247) fuesen remitidas al Consejo en el
plazo de sesenta días, siendo sus principales capítulos los integrantes de las dos
instrucciones acompañantes del decreto, sin poder alterar sus contenidos
ajustados en todo lo posible a las leyes de Castilla, debiendo estar siempre
dentro de la sala de sesiones. Asignaba 11.605 libras y 9 sueldos a la ciudad de
Alicante y 9.912 libras, a la de Orihuela, de dotación de rentas para sus gastos,
incluidas las dos casas de Misericordia, en concepto de propios y arbitrios
apropiados a los que declaraba libres a perpetuidad del Real valimiento por
mitad de arbitrios, condonando a su vez lo adeudado hasta entonces por este mo
tivo a la Real Hacienda.
La distribución y fines de la dotación económica se regulaban en las
respectivas instrucciones, no permitiendo ninguna trasgresión de ellas ni del
decreto. Considerando atendidos a los acreedores de justicia por los efectos a
ellos destinados en el nuevo reglamento, concedía a ambas ciudades una
moratoria de seis años desde el día en que comenzase la nueva administración,
durante los cuales no podrían ser molestadas por los acreedores censualistas a
los que, además, les reducía al 3 por ciento los réditos anuales de las pensiones
censales que, hasta entonces, se habían percibido al 5 por ciento.
Finalizaba el Decreto reconociendo la labor de Solórzano al que nombraba
titular del corregimiento oriolano, con el sueldo de 800 pesos anuales y el
encargo de acometer la reforma del gobierno municipal de aquella ciudad,
reservándose el monarca decidir su destino una vez concluido el encargo.
(246) A.M.A., Pleitos, Arm. 3, Lib. 26, Expte. 4. “Certificación de D. Juan de Peñuelas…”, ff. 300-329. Los
textos completos del Real Decreto y de la Instrucción se hallan insertos en el apéndice documental.
(247) El decreto fernandino disponía que, para una mayor reflexión y consenso, la ciudades elegirían cuatro de
sus capitulares, que en unión del abogado municipal y otro nombrado por el Corregidor, que también debía de
intervenir, propusieran los capítulos más justos y útiles. Finalizados sus trabajos, se presentarían al pleno de los
Ayuntamientos para que, oídos todos los pareceres, se eligiese mediante acuerdo lo mejor, fielmente, sin
parcialidad ni fraude alguno.
69
El contenido de la instrucción del Marqués de la Ensenada, auténtico
reglamento para el gobierno municipal, plasmaba las conclusiones del fiscal del
Consejo, reduciendo en un tercio a los regidores de la ciudad de Alicante que
pasaban de los doce existentes a ocho, mediante el mecanismo de no cubrir las
cuatro primeras vacantes que se produjesen por cualquier causa. También
rebajaba sus ingresos al exclusivo sueldo de 50 libras anuales, siempre que
hubiesen asistido al menos a la tercera parte de las sesiones anuales del Cabildo,
no pudiendo percibir ningún regalo o gratificación, ni siquiera refrescos, por el
desempeño de su oficio.
Considerando las cortas rentas anuales de la ciudad, no superiores a 500 libras,
la nueva dotación se ajustaba, con un mínimo desfase, a la cantidad de 11.605
libras y 9 sueldos asignada en el R.D., detraídas de las partidas de los bienes de
propios, sisas y arbitrios apropiados que figuran en el siguiente cuadro:
71
reglamento, debiendo observar su contenido “como leyes inviolables en todas
cláusulas y tenerle por principio y fundamento de las ordenanzas”, las cuales
mandaba imprimir hasta los 200 ejemplares.
Sin embargo, la Instrucción no hacía ninguna referencia al caso de corrupción
en el Consistorio alicantino detectado por Solórzano en 1744, el cual, ya por
entonces, había suspendido de sus empleos, extrañado a más de ocho leguas de
la ciudad e incomunicado a siete regidores, al escribano mayor y al
administrador, si bien tres capitulares fueron autorizados a retornar por necesitar
sus servicios la ciudad. Ni las prontas peticiones de clemencia de los
encausados, ni el memorial de desagravio de la propia ciudad (248) tuvieron el
resultado apetecido, pues el fiscal del Consejo, siguiendo en su dictamen la línea
de actuación trazada por el juez pesquisidor, solicitaba la suspensión de sus
cargos por un cuatrienio a los regidores Francisco Verdú, Juan Rovira y Antonio
Colomina, además del escribano mayor Tomás Bayona, a quienes les concedía
la facultad de poder recurrir ante la Sala del Crimen de la Audiencia de
Valencia, en cuyo caso deberían permanecer arrestados hasta la resolución de la
causa. El Consejo de Castilla, finalmente, resolvía definitivamente aplicando el
antedicho dictamen del fiscal Ric y Ejea y apartando de sus empleos a los cuatro
procesados, que podían retornar a sus domicilios y recuperar sus bienes
embargados si abonaban las costas de las pesquisas (249).
El Real Decreto, a la vez que designaba a Solórzano al frente de la
corregiduria y cabildo oriolano, le encargaba la planificación y establecimiento
del nuevo gobierno en dicha ciudad y en la de Alicante, a cuyo fin fue nombrado
en febrero de 1748; pero el juez pesquisidor tuvo que ausentarse de esta última
sin haber cumplido el encargo, siendo sustituido en su cometido por D.
Francisco Miguel Navarro, a la sazón Alcalde mayor de Orihuela, en marzo de
ese mismo año, el cual, aplicando la cláusula de la Instrucción que asignaba las
heredades de Valladolid y Cabanes a la dotación de rentas de la ciudad,
desposeía de su dominio y propiedad a Luisa Bigot y demás coherederos del
difunto José Amorrich para reintegrarlas en la posesión del Concejo alicantino
que, interesadamente, apoyaría el favorable fallo de Navarro mediante un
recurso de apelación ante el Consejo de Castilla solicitando la inclusión en los
autos de una certificación del Real Decreto, que concedía la moratoria de seis
años, y de la Instrucción, que señalaba por dotación a los mencionados huertos,
así como de la orden de 17 de julio de 1747 del Marqués de Lara remitida al
(248) A.M.A., Cartas escritas y recibidas, Arm. 11, Lib. 69, ff. 45r-48v. “La ciudad de Alicante al marqués de
Lara. Alicante, 11 de julio de 1745”.
(249) A.M.A., Cabildos, Arm. 9, Lib. 38, ff. 82r-86v. Para más detalles sobre este turbio asunto, Vid. Alberola
Romá, A., “centralismo borbónico y…”, pp. 160-164. Cumplidos los 4 años de sanción, los 3 regidores se
reintegraron al uso y manejo de sus oficios. Diferente fue para Tomás Bayona, destituido y sustituido en la
escribanía municipal, cargo que había desempeñado desde que en 1728 su padre José renunciase al mismo en su
favor. Tal fue la humillación padecida que su hijo Nicolás, quien ocuparía a finales de la década de los años
setenta el mismo cargo de escribano mayor desempeñado por su padre, avergonzado, repudiaría el apellido
Bayona signando todos los documentos oficiales como “Nicolás Pro, antes Bayona”. A.H.P.A. Protocolo 400 de
Adrián Cazorla, “Renuncia a cargo”, 28-4-1728, ff. 57r-57v, y A.M.A., Pleitos, Arm.3, Lib. 26, Expte. 4, ff. 393,
522 y ss.
72
Alcalde mayor para que suspendiese los procedimientos ejecutivos y demás
diligencias de remate, venta y adjudicación (250).
Inútil, a la vez que estéril, resultaba el recurso de amparo de Luisa Bigot ante
el Consejo. El alegato presentado rebatía todos y cada uno de los argumentos
esgrimidos en contrario por la ciudad, exponiendo, entre otras cosas, que la
sentencia de remate y demás diligencias de pago, subasta y posesión de las
heredades se ajustaban a razón, justicia y derecho, solicitando se le reintegrase
sin la menor dilación en la posesión de los huertos, adjudicados en parte de pago
del crecido crédito adeudado por la ciudad a su difunto marido, la cual había
reconocido por cierto y legítimo al haber pasado la “revista y aduana” del
contador, con la posterior supervisión del Ayuntamiento cotejando libros y
partidas hasta aprobarlas, no entendiendo el estado agraviado del Concejo por la
propiedad de Luisa de los huertos cuando aún le debía cerca de 2.000 libras, “no
pudiendo pedir restitución quien todavía estaba lucrado en mucha suma”, y
pretender la ciudad ahora su revisión por no estar satisfecha de los ajustes
efectuados implorando el beneficio de la restitución, no tenía otra finalidad que
la de dilatar la satisfacción del crédito, sobre todo olvidando haber alegado en su
última petición no tener dudas respecto a la autenticidad del mismo. Que las
fincas fuesen valoradas por peritos nombrados por la recurrente y el alcalde
Perler se debió a la contumaz rebeldía de la ciudad, siéndole adjudicadas por las
9.949 libras, 18 sueldos y 6 dineros justipreciadas. Que el recurso de la ciudad a
la Junta del Consejo encargada de sus dependencias para conseguir la orden de
17 de julio de 1745 del marqués de Lara, suspensiva de las providencias
relativas a los huertos, las diligencias de posesión y demás referidas en autos,
eran muy anteriores a dicha contra orden, más aún no habiéndose requerido con
ella hasta el día 21 por lo que no se podía suspender aquello ya ejecutado. Que
pretender convertir un juicio ejecutivo por su naturaleza en ordinario, como
pedía el Cabildo, precisando a la concurrencia de los muchos acreedores más
privilegiados que Luisa, era cosa difícil de creer que habiendo tantos acreedores
con más derechos no los hubiesen hecho valer ni saliesen en el tiempo del juicio
ejecutivo, evidenciándose la mala fe de la ciudad, encono y pasión en los
regulares y reglados procedimientos del alcalde Perler en la vía ejecutiva, no
entendiéndose el fundamento del vicio de nulidad de la sentencia de remate
porque la apelación en semejantes juicios sólo admite el efecto devolutivo, no el
suspensivo para evitar en dichos procesos y su substanciación dilaciones que
tanto aborrecen al derecho y a las leyes reales, no teniendo apoyatura ni
fundamento la previsión aportada en contrario por estar evacuadas las
diligencias y no demandar sobreseer la ejecución de la sentencia. Que infiriendo
(250) El secretario de la Cámara de Castilla, D. Juan de Peñuelas, practicaría las certificaciones peticionadas;
pero también certificaba que la ciudad faltaba a la verdad, pues “ni en los autos de la pesquisa de la ciudad de
Alicante, ni en lo actuado en dicha Real Junta se halla la orden que dicha ciudad dice se comunicó por el Ilmo.
Sr. Marqués de Lara en 17 de julio de 1747 a dicho D. José Xabier de Solórzano, ni nota ni razón de haberla
expedido…”. A.M.A., Pleitos, Arm. 3, Lib. 26; Expte. 4, f. 330. Tenía razón Peñuelas, puesto que la carta-orden
sí existía; pero su fecha era del mismo día y mes del año 1745.
73
no darse oposición alguna de acreedores en la adjudicación y posesión dada y
tomada por Luisa, sin contradicción de la ciudad que no podía pretender el
reamparo en el supuesto de hallarse descubierta la Real Hacienda, pues ya
estaba satisfecha como constaba por otra carta-orden del Marqués de la
Ensenada, fechada en 21 de julio de 1748, cesando la causa motivadora del
despojo y siguiendo el derecho adquirido por Luisa y demás coherederos. Que
no era apreciable la moratoria lograda de la real piedad, fundamento principal
para seguir esta causa, porque debe entenderse en aquellos acreedores y créditos
aún no satisfechos, pero no en aquellos que con antelación estaban “cubiertos y
extinguidos”, esperando Luisa el tiempo de seis años para recabar el pago de las
casi 2.000 libras (251).
A pesar de sus intentos, Luisa no podía refutar el real Decreto ni la Instrucción
cuyos contenidos, aún no disponiendo expresamente su carácter retroactivo,
fundamentaron la decisión del Consejo de Castilla que, en auto de 28 de
noviembre de 1752 firmado por el doctor Ximenez de Mesa, anulaba la
sentencia de remate y adjudicación “insolitum” dictada por don Vicente Perler el
5 de julio de 1745, rechazando la reintegración de las heredades pedidas por
Luisa Bigot, “la cual use de su derecho por su crédito fenecido el tiempo de la
moratoria concedida a dicha ciudad por S.M.” (252).
Previamente a este decreto expropiador acontecían circunstancias que,
propiciando una mayor complejidad y dilación del pleito por el incremento del
número de litigantes, evidenciarían la mezquina y rencorosa actitud del
Consistorio para con los Amorrich.
A mediados de junio de 1747, Luisa Bigot se hallaba acuciada por deudas.
Tenía contra sí un crédito de 786 libras y 14 sueldos y favorable al negociante
francés José Delaplaze – en adelante, Laplaze – procedente de las 500 libras de
gastos y gratificaciones invertidas en el pleito contra la ciudad, asumidas por su
sobrino Laplaze que también satisfaría las deudas particulares a D. Juan Bautista
Fabiani, y de otras urgencias precisas para su manutención por no ser bastantes
sus rentas a sus alimentos. Para pagar este crédito, incrementado con una renta
vitalicia de 50 libras que Laplaze le abonaría cada año en el mes de octubre,
acuerdan la venta real de dos casas y un censo de 600 libras, resultante de la
permuta de casas efectuada entre Luisa y el negociante José Salazar, deudor de
las pensiones anuales a razón del 5 por ciento. Entre las condiciones de la venta,
aceptada por Laplaze, se estipulaba la cesión al comprador de todos los derechos
y acciones que la vendedora tenía contra la ciudad por su impagado crédito.
Agradecido, Laplaze prometía pagar a su tía otras 25 libras vitalicias sumadas a
las anteriores 50, gratificándola con otras 100 libras si llegase a cobrar de la
ciudad el crédito de 5.647 libras y 11 dineros (253).
(251) A.M.A., Pleitos, Arm.3, Lib. 26, Expte. 4, “Alegato de Luisa Bigot, viuda y heredera de José Amorrich”,
ff. 332r-334v.
(252) A.M.A., Ibid., “Auto del Consejo de Castilla. Madrid, 28 de noviembre de 1752. Dr. Ximenez de Mesa”.
f. 350.
(253) A.M.A., Pleitos, Arm. 3, Lib., Lib. 26, Expte. 4, “Escritura de convenio, venta y obligación” y “Nota de
Laplaze”, 17-6-1747 y 4-6-1747, ff. 384r-387v y 388r, respectivamente.
74
En el siguiente año de 1748, los consortes Manuel Conca y Catalina Amorrich,
encausados por deudores a la ciudad, abrirían una nueva vía contenciosa con el
Ayuntamiento. El último día de 1747 se había rematado en pública subasta el
arrendamiento de la media arroba de aceite a favor de José Boix por 627 libras,
teniendo que dar fianzas admitidas por el depositario de propios y rentas, D.
José Paret, en los seis primeros días de enero, presentando por avalistas a
Manuel y Catalina que fiarían hipotecando su finca de Alcalasí. Moralmente
estaban obligados a ello, puesto que el auténtico arrendatario del arbitrio era
Manuel, siendo Boix su testaferro (254).
Llegado el mes de mayo, se adeudaba la tercia de 104 libras y media vencida
en abril y Gaspar Paret, en nombre de su padre, solicitaba al Corregidor
ejecución contra las personas y bienes de Boix y sus fiadores, alegando la
imposibilidad de la cobranza por medios extrajudiciales. El Corregidor, Marqués
de Alós, y su asesor, el alcalde Juan Bautista Vergara, dictaban auto de
ejecución el 21 de mayo y, tres días después, el alguacil Pedro Drix, en
compañía del escribano municipal y del juzgado Nicolás Puigserver, se
personaban en los domicilios de los ejecutados para cumplir el auto. En la casa
de Conca, quien se hallaba enfermo de cuidado en la cama, su mujer Catalina
designaría por bienes comunes embargables un armario y un arca de pino
existentes en el zaguán, que quedarían retenidos aunque sin depósito por su
corto valor, además de la hacienda de Alcalasí. Acto seguido, pasaban al
domicilio del negociante francés Juan Lantier, deudor de Conca en 30 libras por
los derechos del aceite introducido en dicho año hasta esa fecha, cantidad que
fue embargada y depositada en el propio Lantier, procediendo de igual modo
con las 61 libras y media que por idéntica causa adeudaba a Conca el mercader
francés Juan Bautista Belon, quedando también depositadas en éste. El 25 de
mayo se embargaba la finca de Alcalasí con todas sus pertenencias,
nombrándose por depositario de sus frutos pendientes al labrador José Buades,
casero de la vecina hacienda propiedad del escribano Antonio García.
A José Boix no se le localizaría, por cuya causa no se señalaba ningún bien
embargable.
Mientras tanto, Gaspar Paret delegaba la prosecución de la causa en José
Cazorla, el mismo procurador del Consistorio en su pleito con los Amorrich, que
pedía al Corregidor se procediese al remate de los bienes incautados y, por si
estos no equivalían para satisfacer el importe del arrendamiento, se nombrase un
interventor que recaudase los productos del mismo. El Marqués de Alós
nombraría el día 1 de junio a Estacio Aracil, arrendatario de la sisa del aceite,
para fiscalizar a Conca, el cual aceptaba que las 91 libras y media en poder de
Lantier y de Belon se cobrasen de su cuenta, pagando de inmediato al
depositario Paret las restantes 13 libras con más las costas legítimamente causa-
(254) A.M.A., Pleitos, Arm. 3, Lib. 25, Expte. 14, “Manuel Conca sobre la compensación solicitada de los 209
pesos y 6 reales con la ciudad de Alicante”, ff. 3r-4v. El arbitrio de la arroba del aceite pertenecía por mitad a la
ciudad y al Real Patrimonio, de ahí que las 627 libras de la subasta se repartiesen al 50% entre el Concejo y la
Real Hacienda, abonándose por tercias cuatrimestrales.
75
das, solicitando al Corregidor el sobreseimiento de la ejecución, se tasasen las
costas y se levantase el embargo. A esto último se oponía el procurador Cazorla
mientras no estuviese percibida el total de la deuda y costas, recordando al
Corregidor que su parte sólo pedía la mitad de la tercia vencida debiendo el
doctor don Juan Bautista Campos, abogado fiscal de la Real Hacienda,
demandar la otra mitad del Real Patrimonio.
El fiscal de Hacienda y Rentas Generales de Alicante interviene en la
ejecución para que se abone su parte a D. José Galant, depositario de las arcas
reales. El procurador Cazorla, por su parte, expone que no se había presentado
ningún postor en la subasta de los bienes ejecutados y solicitaba citación de
remate a los deudores encausados; pero, finalmente, a instancias de su
representado, instaba en el mes de agosto a efectuar los libramientos contra
Lantier y Belon para que pagasen a su parte lo debido por Conca, que aceptaba
su allanamiento. El fiscal se oponía a los libramientos para la ciudad sin que su
percepción beneficiase a la Real Hacienda, sobre todo teniendo derecho
preferente los haberes de esta, ante lo cual Conca pagaba al Fisco su parte y, en
unión del procurador Cazorla y del fiscal Campos, pedía al Corregidor Alós
practicar las libranzas para que la ciudad percibiese las 66 libras y 17 sueldos de
Belon, así como las 36 libras y 11 sueldos de Lantier, levantándose el embargo.
Alós ejecutaría la petición en los últimos días de agosto de 1748 (255).
Manuel Conca había conseguido salvar el primer embate de la ciudad; pero
pronto se producirían otros definitivos, pues con estas tribulaciones había
vencido la tercia de agosto si haberla satisfecho, volviendo el procurador
Cazorla de nuevo a la carga en octubre con los mismos fundamentos esgrimidos
en el pasado mayo, iniciándose otro proceso ejecutivo de la ciudad contra los
mismos reos que, en principio, lograrían paralizar la orden de ejecución
prometiendo Conca pagar la tercia al depositario Paret por todo el mes de
noviembre; pero, careciendo de liquidez, incumplía la palabra dada y, mientras
tanto, vencía la tercia de diciembre adeudando 209 libras y sin posibilidad
alguna de concordia. A finales de febrero de 1749, se instaba apremiante
demanda de ejecución al Corregidor, que expedía el correspondiente
mandamiento el día primero de marzo.
Ausente Conca de su domicilio, pues se había desplazado a Madrid para
tramitar el asunto ante el Consejo de Castilla, sería de nuevo su esposa Catalina
la que señalase los bienes muebles a embargar (256), siendo depositados en el
negociante genovés Carlos Antonio Noly. Incautada también la hacienda de
Alcalasí, en ella se confiscaban tres botas de vino aloque de tres charrionadas
cada una, dos toneles del mismo vino y otro de vino tinto, excepto todas las
(255) A.M.A., Pleitos, Arm. 3, Lib. 25, Expte. 14, ff. 5r-29v.
(256) A.M.A., Ibid., ff. 36r-36v. En esta ocasión, según testimonio del escribano Francisco Tomás, la relación de
enseres incautados estaba configurada por seis sillas grandes y otras tantas pequeñas del color fábrica de
Marsella, un espejo grande con marco dorado, una mesa redonda floreada, seis servilletas de lino usadas, cuatro
sábanas de lienzo, tres colchones de lana con telas azules y blancas, tres cuadros medianos y otro grande con
marcos dorados, y diferentes efigies.
76
vasijas por no ser propias de Conca al decir de su casero Salvador Gozálbez,
además de dos lagares, estando uno armado y el otro la cazuela sola, todos
depositados en el propio casero mencionado.
José Boix, por su parte, señalaba como único bien confiscable una capa azul
de escaso valor, tanto que el juez de comisión Navarro ordenaba su
apresamiento y encarcelación.
Los esposos Conca, a través del procurador Jaime Martínez, reclamaban la
compensación del crédito de las 209 libras adeudadas con el de las 1.129 libras
acreedoras a la ciudad, correspondientes a la quinta parte de la mitad del total
líquido de 11.294 libras del alcance de cuentas de José Amorrich, de quien eran
herederos. La demanda, al parecer fundada en un despacho del Consejo sobre
compensación de créditos, único resultado tangible del viaje de Conca a la
Corte, añadía “no ser conforme a derecho que la ciudad use de su crédito
teniendo contra sí la obligación de mayor paga, ni que les apremie cuando son
legítimos acreedores” (257). Finalizaba la exposición de motivos pidiendo
quedar libre de la ejecución, que se liberase de la cárcel a Boix y que se
justificasen los alcances del difunto depositario, al igual que su cláusula
hereditaria con testimonio de Rafael Medina, escribano de la comisión de
planificación del nuevo gobierno de la ciudad de Alicante.
La respuesta de la ciudad fue inmediata. A primeros de mayo, su Síndico
Procurador General, el regidor noble Luis Rotlá Canicia y Doria (258), recurría
al juez comisionado Navarro despreciando la pretensión de los cónyuges,
aunque hubiesen obtenido el despacho del Consejo porque este no mejoraba su
derecho respecto a los demás acreedores, ni podía ser amparo para evadir la
ejecución. Mantenía la insubsistencia de la compensación, arguyendo que siendo
el supuesto débito a los Conca una cantidad ilíquida no se podía compensar con
otra cierta y líquida de 209 libras; que la deuda contraída por los esposos era pos
terior a la moratoria, en cuyo tiempo no puede el acreedor compensar cantidad
alguna porque sería burlar la concesión, dejando al deudor sin gozar del
beneficio; que el nuevo reglamento para el gobierno de la ciudad destinaba
bienes de propios al pago de acreedores, y de consentir la pretendida
compensación sería invertir el orden del reglamento exponiendo a la ciudad a
nuevos disturbios. Por todo ello, afirmaba no proceder a lo demandado
continuando las diligencias hasta la satisfacción del débito a la ciudad, para cuya
seguridad convenía poner un interventor al arrendador Conca, siendo el idóneo
el antes mencionado Estacio Aracil.
(257) A.M.A., Pleitos, Arm. 3, Lib. 25, Expte. 14, ff. 40r-40v.
(258) Caballero de la orden de Nuestra Señora de Montesa y San Jorge de Alfama, pertenecía a una de las más
influyentes y poderosas familias de Alicante, cuya larga tradición en el desempeño de funciones de poder
municipal se remontaba al siglo XVI cuando el genovés Juan Bautista Canicia ocupaba el cargo de Jurat y
emparentaba, mediante enlace matrimonial, con la familia del Marqués del Bosch. Desde el advenimiento
borbónico, ocupaban una regiduría en el Concejo de la ciudad. En 1758, los Canicia mantendrían un conflicto
con el Marqués de Alós, Corregidor y gobernador militar de esta Plaza, que derivaría en un problema político.
Cfr. en Giménez López, E., “Los corregidores de Alicante. Perfil sociológico y político de una élite militar”,
Revista de Historia Moderna, 6/7, Alicante, 1987, pp. 76-78.
77
Los consortes y su procurador rebatían el alegato de la ciudad ratificando ser
procedente la compensación del débito con el crédito contra ella porque, además
de ser Catalina una de los cinco hermanos herederos de José Amorrich, la suma
del crédito era líquida y del mismo género que el débito compensatorio,
quedando suspensa la ejecutiva municipal en virtud de la compensación
mandada por el Consejo, no obstando decir que la deuda es posterior al tiempo
de moratoria porque nunca el acreedor, que a su vez es deudor de mayor crédito,
puede ser sólo eso si antes no paga su deuda porque lo contrario sería in
equitativo. Proseguían diciendo no perjudicar a los acreedores de la ciudad
porque no dañaba el derecho de terceros, ya que la compensación era paga,
concluyendo su recurso pidiendo testimonio de la división de bienes practicada
entre Luisa Bigot y los demás hermanos herederos de su difunto marido, y que
corriendo los vinos incautados el riesgo de perderse se les autorizase venderlos
con retención de sus productos.
El juez de comisión Navarro, en auto de 14 de mayo de 1749, mandaba al
escribano Adrián Cazorla testimoniar los herederos de José Amorrich y de la
partición de sus bienes, cumpliéndolo así cinco días después, y por otro decreto
judicial de 24 del mismo mes autorizaba la solicitada venta del vino.
Coincidente en estas fechas era una suplicatoria de José Boix donde, declarando
ser el testaferro de Conca, llevar más de tres meses encarcelado y ser mayor de
65 años que demostraba con una certificación de su partida bautismal, solicitaba
su excarcelación, más aún cuando en la última visita a prisiones del propio juez
Navarro ordenaba éste su soltura bajo la fianza carcelera, la que “de ningún
modo he podido encontrar a causa de mi notoria pobreza” (259). Finalmente,
Boix conseguía la libertad provisional presentando por fiador a su yerno
Mariano Más.
A resultas de la gestión de Conca ante el Consejo de Castilla, remitiendo un
memorial al monarca sobre los daños y perjuicios que padecía con motivo del
arrendamiento a su cargo de la media arroba de aceite por la prohibición de su
exportación marítima, el Marqués de la Ensenada remitía al juez Navarro una
carta orden fechada el 28 de abril de 1749 para que le informase al respecto y en
la que adjuntaba el citado memorial. Con presteza, Francisco Miguel Navarro
había practicado las diligencias precisas para la exacta averiguación de lo
ordenado y, justamente un mes después, enviaba su informe al Secretario del
Despacho Universal en el que detallaba las pesquisas realizadas: en 12 de mayo
decretaba que los dos escribanos numerarios de la ciudad, Nicolás Puigserver y
Dionisio Morato, en el plazo preciso y perentorio de dos días, librasen copia
auténtica y fehaciente de las escrituras del arriendo de José Boix del derecho de
la medida de aceite y la de renuncia y cesión a Conca. El escribano del
Ayuntamiento Puigserver cumple parcialmente su cometido en el plazo dado al
certificar sólo el acto de adjudicación del arriendo, pero no sus condiciones,
mientras el escribano decano Morato no testimonia nada, viéndose precisado el
(260) José del Campillo y Cossío desempeñó el cargo de Secretario de Hacienda en 1741, sustituyendo a Verdes
Montenegro. Durante dicho año también se encargaría de las secretarias de Marina, Guerra e Indias, falleciendo
dos años más tarde. Junto con Patiño y Ensenada forma la tríada de ministros españoles de los años finales del
reinado de Felipe V. De ellos, Ensenada sería el único que continuaría en el reinado de su sucesor Fernando VI.
(261) A.M.A., Pleitos, Arm. 3, Lib. 25. Expte. 14, ff. 65v-79v.
(262) Esta cantidad proviene de las 209 libras resultantes de las dos tercias de 1748 adeudadas por Conca, más
las 313 libras y 10 sueldos, mitad de las 627 libras anuales del arrendamiento, correspondientes a las tres tercias
de 1749, segundo año del arrendamiento.
79
admiten y confirman la petición en auto de 23 de agosto de 1751, mandando
subastar los bienes incautados y que se den los tres pregones de remate
acostumbrados, todo ello claro sin perjuicio de la Real Resolución. No
habiéndose presentado postor alguno, se solicitaba la citación de remate al
matrimonio Conca, oponiéndose a ello su representante Jaime Martínez que,
dudando de la jurisdicción del Corregidor que expresaba diciendo “…sin que
sea visto atribuir a V.S. más jurisdicción de la que por derecho le pertenece…”
(263), reclamaba la suspensión y que, declarándose por juez no competente,
remitiese la causa al juez comisionado por los Señores del Consejo.
Nuevamente parecía plantearse un conflicto de competencias que en años
pretéritos habían supuesto más de una seria fricción entre el alcalde mayor de
Orihuela y juez comisionado y el Corregidor y gobernador militar de Alicante.
Pero ahora, sin tener que enfrentarse a un representante del Consejo, contando
con el respaldo y argumentación en contrario de la ciudad representada por el
depositario, y herido en su orgullo, el Marqués de Alós dictaba sentencia el 12
de febrero de 1752 fallando continuar la ejecución, practicar trance y remate de
los bienes confiscados y de su valor pagar a la parte ejecutante, con más las
costas causadas hasta su efectivo pago, dando antes esta la fianza dispuesta en la
Ley de Toledo. El depositario Paret cumplía esta disposición nombrando fiador
al maestro cordelero de esparto Antonio Sala.
Pasados cinco días, los Conca apelaban esta sentencia condenatoria ante S.M.
y su Consejo de Castilla, aunque la dirigían al Corregidor para que éste, después
de incluir en ella su auto de 23 de agosto de 1751 acordado en vista del informe
realizado por el juez comisionado Navarro, la tramitase a su regio destinatario.
Efectuada la tasación, las costas ascendían a 255 reales y 2 dineros
valencianos (264), tras lo cual, por auto de 20 de marzo de 1752, el Corregidor
Alós expedía mandamiento de pago, apremio, posesión y mejora de ejecución en
cualesquiera bienes contra los consortes, practicándose en el mismo día el
requerimiento de pago y apremio a Catalina Amorrich por no hallarse su marido
con ella en la finca de Alcalasí. Catalina respondía no disponer de dinero para
efectuar el pago, pues para satisfacer la deuda sólo tiene el que le está debiendo
la ciudad. Y cumpliendo el precepto del Corregidor, el alguacil mayor Lázaro
Izquierdo ponía al procurador José Cazorla, en nombre del depositario Paret, en
la posesión real de la incautada hacienda de Alcalasí por ser bienes propios de
Manuel Conca, en señal de lo cual Cazorla abrió y cerró la puerta de la casa,
rompió ramas de árboles y tomó tierra esparciéndola al viento, realizando estas
acciones quieta y pacíficamente ante los caleseros Francisco Salinas y José
Muñoz, testigos, al igual que el escribano Francisco Navarro.
(263) A.M.A., Pleitos, Arm. 3, Lib. 25, Expte. 14, ff. 89r-90v. El escrito, firmado por el procurador de los Conca
y por el abogado de los reales consejos Juan Bautista Campos, doctor en ambos derechos y exfiscal de Rentas
Generales y Real Patrimonio en Alicante, aparece fechado la víspera de Nochebuena de 1751.
(264) A.M.A., Ibid., f. 99v. Las partidas integrantes de la cuantía por costas eran como sigue: El Marqués de
Alós, juez de los autos, por sus derechos y sentencia percibía 9 reales; su asesor jurídico Juan Ortiz Azorín,
Alcalde mayor de Alicante, por la vista de autos para sentencia cobraría 52 reales; el abogado, recibía 34 reales;
80
Expropiado Conca, el procurador Cazorla o la ciudad, que a fin de cuentas
viene a ser lo mismo, quería llegar hasta el final y, ante el impago del tratante,
demandaba la precisa venta de los bienes ejecutados a fin de cobrar la deuda;
pero necesitando previamente justipreciarlos, nombraba por expertos al labrador
de Benimagrell José Navarro, al maestro albañil Gerónimo Martínez y al
maestro carpintero José Valentí, requiriendo que los cónyuges nombrasen los
suyos en el plazo de tres días, pasado el cual sean nombrados de oficio por el
juez ordinario Ortiz Azorín. Además, solicitaba que Salvador Gozálbez,
depositario del vino embargado en la hacienda cuando la ejecución, rindiese
cuenta del producto de su venta o, en caso contrario, fuese declarado en rebeldía
y que se embargase la uva hallada en las viñas por ser el tiempo de la vendimia.
Así lo proveía el 25 de septiembre de 1752 un auto de Tomás Ferrando Ibáñez,
abogado de los reales consejos y juez de residencia en Alicante, que a la aszón
detentaba la jurisdicción ordinaria. Sin embargo, no se incautaría la uva de esa
cosecha, sino el vino producido en la finca de Alcalasí consistente en un tonel de
vino negro y otro tonel de aloque que fueron depositados en la persona lega,
llana y abonada de José Barber, casero de dicha finca y vecino de San Juan. El
anterior depositario Gozálbez, casero de la hacienda del difunto escribano
Antonio García, era declarado en rebeldía en octubre de ese mismo año porque
su mujer, Mariana Baeza, había declarado desconocer el paradero de su ausente
marido (265).
Llegado a este punto, no hay continuidad en la tramitación del expediente de
esta causa, existiendo un vacío superior a un sexenio durante el cual
desconocemos lo acontecido. Desde luego, no se resolvió definitivamente en
ningún sentido y, previsiblemente, se suspendiese de forma temporal esperando
ambas partes litigantes la Real Resolución en respuesta al memorial de Conca y
al informe elaborado por el juez comisionado Navarro, pues todos los indicios
apuntan en esta dirección, ya que el primer día de diciembre de 1760 se reunía la
Junta de propios y arbitrios de la ciudad y, en cabildo celebrado en ese día,
acordaba que el expediente de la causa fuese examinado por Francisco Verdú,
abogado consistorial, elaborando su dictamen sobre si la Junta podía hacer
compensación de la deuda de Conca a la ciudad con el crédito que contra ella
tenía Catalina como heredera de su hermano José Amorrich.
La opinión del abogado mantendría la línea trazada en su momento por Luis
Rotlá Canicia, manifestando que siendo la cantidad condenatoria y costas de la
sentencia de 12 de febrero líquida por su casación, parecía compensable una y
otra con la deuda; pero, en realidad, no lo era porque se hizo litigiosa y,
consiguientemente, ilíquida “en fuerza de haber recurrido Conca al Real y
Supremo Consejo de Castilla que, con despacho del 19 de octubre de 1753,
mandó emplazarla y que se remitiesen estos autos originales, aunque, como se
el procurador ejecutante, José Cazorla, 19 reales; el alcalde mayor y juez ordinario, 26 reales; el pregonero 2
reales; el escribano Nicolás Puigserver, 100 reales; el papel sellado suplido por el escribano y por el procurador
ejecutante se valoraba en 11 reales y 2 dineros; y, finalmente, por el derecho de tasación se pagaban 2 reales.
(265) A.M.A., Pleitos, Arm. 3, Lib. 25, Expte. 14, ff. 100r-109v.
81
ve, no se han remitido”. Es de observar la conducta de la ciudad ante un
requerimiento del Consejo formulado siete años antes; pero, si cabe, aún es más
de resaltar el final del dictamen de Verdú que, por sí solo, explica por qué fue
afectado por la depuración de Solórzano en 1744. El infame letrado concluía su
opinión el 22 de diciembre de 1760 diciendo: “Sin embargo, si los interesados
no renuncian expresamente a dicho Real Despacho y consienten la citada
sentencia, parece no se podrá ejecutar la compensación” (266).
En cualquier caso, los consortes barruntaban que, desde la inhibición del juez
de comisión Navarro traspasando los autos al Corregidor Alós, no les quedaba
más opción que concurrir al concurso de acreedores de la ciudad, mayormente
porque no sólo eran acreedores de las 1.129 libras, 10 sueldos y 4 dineros de la
herencia del difunto depositario, sino también de la mitad de otra igual cantidad
que el fallecido canónigo Juan Bautista Amorrich había adjudicado en su
testamento conjuntamente a sus hermanas Magdalena y Catalina (267), siendo
por tanto el total crédito contra la ciudad de 1.694 libras y 6 dineros. Por ello, el
17 de marzo de 1753, Conca comparecía en los autos de acreedores de la ciudad
pidiendo que se le pagasen de la tercera arca a ello destinada, mediante los
prorrateos prevenidos (268).
Seis meses después, Luisa Bigot, al igual que sus cuñados Conca, presentaba
instancia en el concurso de acreedores por medio de su procurador Ignacio
Cazorla en la cantidad de 5.647 libras, 11 sueldos y 10 dineros, mitad del líquido
alcance de aquellas 11.295 libras, 3 sueldos y 9 dineros y medio a favor de José
Amorrich, su difunto marido. El juez de residencia Ferrando Ibáñez admitía la
solicitud, mientras el escribano José Izquierdo y Sureddo la trasladaría al regidor
Juan Rovira y Torres, a la sazón Síndico Procurador General de la ciudad (269),
que pondría en práctica toda su habilidad para dificultar y dilatar el pago de los
créditos, como retardar al máximo la entrega del expediente a la parte contraria,
o reiterar la necesidad de revisar las cuentas con el reconocimiento
pormenorizado de sus partidas para admitir su justificación, o argumentar ahora
que las referidas cuentas no fueron judiciales, ni de juicio contradictorio y
formal, como se requería en las de propios y rentas, en cuya consecuencia no
eran ejecutables sus alcances, o recurrir a que no había finalizado la moratoria
de la que dependía la satisfacción de los créditos diferidos. Sin duda, el
consentimiento complaciente del Corregidor y de su asesor tuvieron la
(266) A.M.A., Pleitos, Arm. 3, Lib. 25, Expte. 14, ff. 110r-110v.
(267) A.M.A., Pleitos, Arm. 3, Lib. 26, Expte. 4. “Autos que se siguen…”, ff. 259r-259v. Las últimas voluntades
del clérigo, redactadas el 29 de julio de 1750, disponían en su cláusula hereditaria que nombraba por sus
herederas usufructuarias de todos sus bienes a sus hermanas Catalina, mujer de Conca, y a Magdalena, que lo era
de Juan Bautista Baldo, para que por iguales partes los usufructuasen y gozasen de por vida. Y muriendo
cualquiera de ellas, la mitad de la herencia que disfrutase la fallecida se reparta entre los herederos propietarios,
nombrando por tales a los hijos de Gregorio Amorrich, a los de Catalina Amorrich y a los de Jaime Amorrich,
varones y hembras, por iguales partes, mejorando en el tercio de ellos a los hijos e hijas de Gregorio y de Jaime,
sus hermanos, “por ser de mi apellido”. Y, faltando la otra mi hermana usufructuaria, sucedan en todo lo
recayente a su parte los mismos mis sobrinos y sobrinas en el modo, por el orden y mejora que queda prevenido.
(268) A.M.A., Ibid., ff. 260r-261r.
(269) A.M.A., Pleitos, Arm. 3, Lib. 25, Expte. 14, ff. 351r-353v.
82
responsabilidad última de esta conducta del Procurador General y de la ciudad.
Ciertamente, el tiempo de espera estaba vigente al haberse iniciado el 4 de
septiembre de 1747 y no haber trascurrido aún los seis años de demora. Mientras
se cumplía el plazo, los restantes legítimos herederos de José Amorrich fueron
designando paulatina y progresivamente a sus procuradores quienes presentaban
instancias en el concurso de acreedores de la ciudad (270), al tiempo que
presentaban al perito que por ellos revisaría las cuentas en cumplimiento de un
auto del Corregidor de 17 de agosto de 1754 proveído en tal sentido, resultando
curiosa, cuanto menos, la postura del Procurador General de la ciudad
sosteniendo que “hasta ahora no se han producido dichas cuentas, como parece
incumbe a la parte de dichos interesados”, cuando los originales de ellas se
hallaban depositados en las oficinas de la contaduría después de ser entregadas,
liquidadas, compulsadas y dados los finiquitos a los interesados, como así
constaba en la referida certificación de D. Juan de Peñuelas, razón por la que el
Corregidor Alós no debió consentir su revisión.
Todas las partes implicadas en reexaminar las cuentas coincidirían en señalar a
D. Juan Antonio Aguilar y Figueroa, contador de la ciudad designado por el rey,
como el idóneo experto, menos Catalina Amorrich que depositaría su confianza
en su esposo Manuel Conca (271).
La viuda Luisa Bigot fallecía antes del verano de 1754, propiciando la
comparecencia del negociante francés José Laplaze, sobrino de la difunta, en los
autos del concurso de acreedores en la cuantía de 5.647 libras, 11sueldos y 10
dineros como poseedor de los derechos de aquélla. En su instancia solicitaba la
revisión inmediata de las cuentas, corroborando el nombramiento del experto
efectuado por su difunta tía; testimonio del escribano Adrián Cazorla sobre la
adjudicación de la expresada cantidad a la fallecida en la división y partición de
la herencia de José Amorrich, y atestación del también escribano Joaquín Segura
sobre la posesión judicial del mencionado crédito para que la ciudad le
reconociese por su dueño. Cumplidas las peticiones, a mediados de abril de 1755
Laplaze instaba al Corregidor la satisfacción de su crédito dando las fianzas
necesarias (272).
Prueba fehaciente de la hostil actitud del consistorio para con los Amorrich
sería el auto del Corregidor de 22 de mayo de ese año, en el que el Marqués de
Alós, al tiempo que aún concedía un plazo de dos días para que el cabildo
determinase su experto en la revisión de las cuentas, mandaba librar a Laplaze
2.000 libras de los fondos de la tercera arca en parte del pago que de las
(270) A.M.A., Ibid., ff. 360 y ss. Luisa Bigot, representada por Ignacio Cazorla; Catalina Amorrich y esposo
apoderaron a Juan Bautista Matarredona; Magdalena Amorrich, los hijos del difunto Jaime Amorrich y María
Roca Martínez, heredera de los derechos de su fallecido yerno Pedro Amorrich, nombraban apoderado a Juan
Bautista Fuentes.
(271) Supra, página 63, nota 233. Conviene recordar que el tratante Conca fue comisionado por todos los
herederos de José Amorrich para liquidar el crédito de su difunto cuñado contra el cabildo alicantino, obteniendo
así la hacienda de Alcalasí como pago a su trabajo.
(272) A.M.A., Pleitos, Arm. 3, Lib. 25, Expte. 14, ff. 390r-391v.
83
cuentas ordenadas rever resultasen favorables a los herederos del finado José
Amorrich, siempre que el interesado diese la fianza depositaria. Al día siguiente,
el cabildo (273) acordaba autorizar el libramiento de las 2.000 libras a Laplaze
contra su fianza, y nombrar por perito a Aguilar Figueroa con intervención del
regidor Tomás Biar y Juan. El comerciante francés Pedro Laporte se constituía
fiador depositario del negociante francés en la citada cantidad y, el día 27 de ese
mismo mes, la ciudad expedía la correspondiente carta de pago.
Los restantes meses de 1755 transcurrirían con la notificación de sus
nombramientos a los expertos Aguilar y Conca, así como la aceptación y
juramento por parte de éstos, de todo lo cual se traslada comunicación judicial a
las partes interesadas. Por ello, pasado un tiempo prudencial, Laplaze, en su
nombre y en el de Magdalena Amorrich, junto con Juan Bautista Fuentes,
apoderado de María Roca Martínez, pedían al Corregidor en enero de 1756
mandamiento para que los peritos contadores presentasen la revisión de las
cuentas, incorporándola a los autos. Pero, enterado Laplaze que en febrero
habían ingresado nuevos capitales destinados al pago de acreedores, solicita
libramiento para el cobro de las restantes 3.647 libras, 11sueldos y 10 dineros
del crédito o la cantidad que fuere de justicia. Notificada esta petición al
contador de los propios y rentas, éste informaba que los caudales existentes en la
tercera arca ascendían a 2.665 libras, 19sueldos y 9 dineros. No obstante, en esta
ocasión, el negociante francés no obtendría más respuesta que el silencio judicial
a la espera del resultado de los peritos contadores.
El 18 de mayo de 1756, el contador Aguilar Figueroa emitía su informe de la
revisión de las cuentas entregadas en su día por José Amorrich. En el mismo
exponía que las cuentas estaban acordes con las partidas aportadas, salvo leves
errores en sumas mal llevadas y en la anotación de partidas que, calculadas, se
reducían a 1 libra, 10suelsos y 11 dineros que debían incrementar el alcance a
favor del difunto depositario. Sin embargo, en las partidas del haber o descargo
no cobradas, no podía juzgar su legitimidad si no le presentaban justificantes,
“cuya circunstancia contemplo precisa para la solvencia de los alcances que
resulten a favor de los herederos de Amorrich”, aduciendo como prueba el cargo
formado por Solórzano contra Carlos Moreau, arrendatario de una de las casas
incorporadas a la nueva del Ayuntamiento, incobrable por José Amorrich en
cantidad de 118 libras y media, de las que presentaba en un recibo 65 libras y
media y en otro, 48 libras y media, resultando por el libro racional de la
depositaría haberlas satisfecho a cuenta de aquella deuda, cuyas cantidades se
mandaron rebajar por auto definitivo del haber o data del depositario Amorrich.
(273) A.M.A., Ibid., ff. 392r-393v. Al plenario del mismo comparecían los capitulares siguientes: El Marqués
de Alós, Teniente General, Corregidor y gobernador militar; Juan Ortiz Azorín, alcalde mayor y teniente de
Corregidor; Juan Rovira y Torres, Síndico Procurador General; Ignacio Burgunyo y Ruiz, regidor noble; Luis
Rotlá Canicia y Doria, regidor noble; Pablo Salafranca Pascual de Bonanza, regidor noble; Tomás Biar y Juan,
regidor ciudadano; Antonio Colomina, regidor ciudadano; Francisco Verdú, regidor ciudadano; Vicente Beviá,
regidor ciudadano, y José Alcaraz, regidor ciudadano.
84
Al contador Aguilar no le constaba que las deudas procedentes de las cuentas
de bienes confiscados fueran asumidas por los depositarios sucesores de
Amorrich, “cuyo silencio no comprendo”. Finalizaba su dictamen reconociendo
no haber indagado si eran o no legítimos o admisibles los haberes o dataciones,
toda vez de que sólo había constancia de los libramientos, algunos sin estar
tomada la razón por la contaduría u otros que eran simples papeles, considerados
legítimos en el sentir y juicio de los regidores Tomás Biar y Antonio Colomina,
comisionados por la ciudad (274).
A mediados de junio de ese año 1756 y estando conforme con el dictamen del
contador, Laplaze rebajaba de su crédito 59 libras y 5 sueldos, mitad de las 118
libras y media que se le mandaron abonar a Moreau, pidiendo se le librasen
contra el caudal de la tercera arca las 3.588 libras, 6 sueldos y 10 dineros
impagadas por aquellas que se adjudicaron a Luisa Bigot. En nombre de la
ciudad, le respondía el regidor noble Ignacio Burguñyo y Ruiz, su nuevo Síndico
Procurador General, alegando que no procedía de momento tal petición porque
la revisión de las cuentas no sólo debía ser examinada por el contador, sino
también por el regidor noble Tomás Biar y Juan y el escribano Adrián Cazorla,
lo cual no constaba en autos el haberse producido.
También María Roca Martínez, viuda de Cristóbal Cabanes y detentadora por
su difunta hija del derecho a los bienes de su yerno Pedro Amorrich, haciéndose
eco del informe de Aguilar, aminoraba su crédito de 1.129 libras, 10 sueldos y 4
dineros en la cuantía de 11 libras y 17sueldos, quinta parte de la mitad del débito
de Moreau, instando por medio de su apoderado Fuentes se mandase orden de
pago contra la tercera arca de las 1.117 libras, 13 sueldos y 4 dineros. Idéntica
petición formulaba al Corregidor el procurador Fuentes en representación de
Teresa, José, Jaime y Francisco, los cuatro hijos y herederos de Jaime Amorrich
hijo. Mientras tanto, el día 18 de junio se daba traslado a Conca, en nombre de
su mujer, de la última instancia de Laplaze dedicándose, desde entonces, a
estudiar con su apoderado Matarredona los tres ramos o piezas separadas de los
autos al objeto de presentar su petición (275).
Pese a las objeciones planteadas por el Procurador General de la ciudad,
refutadas y desvanecidas, en opinión de Laplaze, por las peticiones presentadas
por alguno de los interesados sin sujetarse a la fianza depositaria, éste
reprochaba la ausencia de providencia judicial al libramiento pedido a causa del
pretexto usado por Conca de necesitar todos los ramos de autos para peticionar,
sin que nada hasta ahora hubiese hecho constar, “no siendo otra su maliciosa
idea que la de entretener este expediente con fines particulares en perjuicio de
terceros, no siendo justo prestar tolerancia”, solicitando de nuevo orden de pago
de las 3.588 libras, 6sueldos y 10 dineros, además de la restitución de los autos
al apoderado Matarredona bajo apercibimiento y apremio (276).
(274) A.M.A., Pleitos, Arm. 3, Lib. 25, Expte. 14, ff. 404r-405v.
(275) A.M.A., Ibid., ff. 406r-421v.
(276) A.M.A., Ibid., ff. 424r-425v.
85
Magdalena Amorrich y el apoderado de su hermana Catalina, Matarredona,
protestaban por el desconocimiento de la revisión de las cuentas, al tiempo que
presentaban tres libramientos por la suma de 519 libras y 2 sueldos (277),
avalando su petición de entero pago de sus créditos a proporción de las 2.000
libras concedidas al negociante Laplaze, firmando esta instancia el licenciado
Antonio Conca Amorrich. Un día después , el 17 de noviembre de 1756, el
Marqués de Alós, al objeto de evitar los retrasos en el prorrateo de los caudales
de la tercera arca, mandaba librar 1.000 libras a Laplaze a cuenta de su crédito y
otra igual cantidad a los herederos de José Amorrich, dando antes las fianzas
correspondientes, medida a la que presentaba sus reparos el contador Aguilar en
base a los argumentos manifestados en su informe, pero ahora no sólo en las
justificaciones de las cuentas del finado depositario, sino también en las del
crédito que al parecer resultaba a favor del depositario Felipe Lerma, no
cupiendo admitir por ahora a prorrateo. El negociante Laplaze arremetía contra
Aguilar, protestando la intromisión de éste por carecer de poder y facultad para
suspender los decretos judiciales, que debían ejecutarse una vez finalizado el
plazo legal (278).
A comienzos de julio de 1757, el Corregidor Alós, con el acuerdo de su asesor
Manuel Tomás Neri Villarroel, nuevo alcalde mayor de la ciudad, mandaba
practicar fianza depositaria a Laplaze y demás legítimos herederos en el plazo de
diez días perentorios. Nuevamente, el negociante francés Pedro Laporte se
constituía fiador depositario de Laplaze por las 1.000 libras, haciendo lo propio
el también negociante francés Pedro Faurie por María Roca Martínez en la suma
de 200 libras, quinta parte de las 1.000 prorrateadas entre los herederos, e igual
fianza hacía el negociante Bernardo San Martín por los hijos y herederos de
Jaime Amorrich hijo, en la misma cantidad de 200 libras (279).
En estas mismas fechas, Magdalena Amorrich se hallaba gravemente enferma,
según rezaba la diligencia practicada por el escribano José Izquierdo y Sureddo,
a resultas de lo cual fallecería antes de finalizar el mes de julio de 1757 (280).
Seguramente, los herederos que habían presentado fianza depositaria
percibirían el prorrateo de las 1.000 libras o la cantidad íntegra, cual fue el caso
de Laplaze, cuyo apoderado Ignacio Cazorla solicitaba a principios de septiem-
(277) A.M.A., Pleitos. Arm. 3, Lib. 25, Expte. 14, ff. 427r-429v. Las tres órdenes de pago eran las siguientes: un
acuerdo de 7 de octubre de 1720 del cabildo para que José Amorrich pagase a Adrián Cazorla y a José Martí,
oficiales de la secretaría del Ayuntamiento, 40 libras “a cuenta del excesivo trabajo que han tenido en despachar
los boletines de sanidad, tasado cada boletín a 18 dineros…”; otro acuerdo capitular del 12 de octubre de 1720
ordenando al depositario Amorrich pagar a José Fenoll, Gregorio Carratalá, Pedro Olario, Bartolomé Costa,
Andrés Carratalá y Gaspar Carratalá 52 libras y 4 sueldos por 29 días que estuvieron en cuarentena por orden de
la ciudad, a razón de 3 reales diarios cada uno y otros 3 reales el barco; y un tercer acuerdo consistorial de 1 de
diciembre de 1738 mandando a Felipe Lerma, depositario, pagar 426 libras y 18 sueldos a Pedro Amorrich por
los gastos causados en la descarga y almacenaje de los géneros y efectos incautados a los moros por los navíos
de S.M., según la relación formada por el comisario de marina y guerra D. Jacinto Navarrete, cuya cantidad se
pagó de los bienes del difunto José Amorrich.
(278) A.M.A., Ibid., ff. 433r-435r.
(279) A.M.A., Ibid., ff. 441r-449v.
(280) A.M.A., Ibid., f. 452.
86
bre de 1757 el pago de las 2.647 libras, 11sueldos y 7 dineros pendientes y, con
el fin de evitar retrasos, ofrecía dar fianza que, en efecto, cumplía el consabido
negociante Pedro Laporte.
Un decreto del Corregidor del 25 de ese mes autorizaba satisfacer lo
solicitado, bajo la condición de la fianza y previo informe de la contaduría de
propios y rentas, la que comunicaba haber una liquidez de 1.155 libras, 5sueldos
y 2 dineros en la tercera arca. Notificado el cabildo de lo antecedente, en reunión
de 16 de diciembre presidida por el alcalde Neri Villarroel, acordaba satisfacer a
Laplaze la cantidad demandada; mas la realidad demostraba que no se libraba el
finiquito demorándose el pago, motivos que justificaban el escrito del
negociante francés recordando al Corregidor el perentorio plazo de diez días
concedido para averiguar los reparos ofrecidos por el contador Aguilar, pasado
el cual se tomaría la providencia correspondiente, aseverando haberse cumplido
lo primero, pero no lo segundo, opinando que el proceso avanzaba con tediosa y
exasperante lentitud.
El último día de junio de 1758, el contador Aguilar daba a conocer los
resultados de la revisión de cuentas, cuyo contenido forzaba a Laplaze a
modificar su petición al quedar disminuido su crédito hasta las 5.590 libras,
7sueldos y 11 dineros, resultando sin abonar por el depositario Paret 1.435 libras
2sueldos y 9 dineros (281).
Reunido el cabildo, examinaba el memorial del negociante francés y el
informe de revisión de cuentas que se había adjuntado, acordando el día 14 de
julio su remisión al Corregidor para que resolviera en su conformidad. Un mes
después, éste ordenaba a la ciudad efectuar las alegaciones que tuviese por
convenientes, realizándolas el regidor noble Luis Rotlá Canicia, de nuevo
Sindico Procurador General de la ciudad, que, expresando la conformidad del
cabildo con las cuentas y débito a Laplaze manifestado en su acuerdo anterior,
aduce tener noticia de la existencia de instancia contra los bienes de la finada
Luisa Bigot dimanante de su obra pía y suscitada por sus albaceas, en cuyas
circunstancias el consistorio podría adherirse a su pretensión siempre y cuando
indemnizase cualquier riesgo contra los bienes y efectos de la difunta Bigot,
tomando Laplaze sobre sí la responsabilidad de gravar todos sus bienes. En su
respuesta de finales de agosto, éste aceptaba las duras exigencias de la ciudad
prometiendo sujetarse a la obligación y escritura de indemnidad en los términos
acotados por Rotlá Canicia. Y cumpliéndolo (282), el Corregidor decretaba el
(281) A.M.A., Ibid., ff. 467r-472v. El inicial crédito de 11.295 libras, 3 sueldos y 9 dineros favorable a los
herederos de José Amorrich quedaba rebajado en 115 libras, 18 sueldos y 1 dinero que, según Aguilar Figueroa,
erróneamente agraviaban a la ciudad, resultando un nuevo alcance de 11.179 libras, 4 sueldos y 11 dineros al que
debía añadirse 1 libra, 10 sueldos y 11 dineros no abonados al depositario Amorrich, quedando establecido el
líquido crédito en 11.180 libras, 15 sueldos y 10 dineros que por mitad correspondía a Laplaze como poseedor de
los derechos de la difunta Luisa Bigot; es decir, las expresadas 5.590 libras, 7 sueldos y 11 dineros.
(282) A.M.A., Pleitos, Arm. 3, Lib. 25, Expte. 14, f. 479v. En 14 de septiembre de 1758, el escribano del
Corregidor, José Izquierdo y Sureddo, testimoniaba ser cierto que Laplaze había hipotecado dos casas contiguas
en la plaza de la Yleta y una hacienda en la partida de la Condomina, plantada de viña y diferentes árboles, con
su casa, dos cubos, bodega y cerco de pared.
87
pago de la referidas 1.435 libras, 2 sueldos y 9 dineros de los capitales de la
tercera arca.
Conocida la cobranza de Laplaze, Catalina Amorrich, única hermana viva de
José y heredera de éste, del canónigo Juan Bautista y de Magdalena, exponía
que sólo quedaba por satisfacer la otra mitad del líquido crédito más las 519
libras y 2sueldos que importaban los tres libramientos presentados, de cuyas
sumas correspondían a Catalina 3.078 libras, 5 sueldos y 9 dineros que debían
abonarle sin prestación de fianza alguna, protestando en contrario los daños,
costas y perjuicios que se produjesen en su recurso ante el Consejo de Castilla.
El escrito, redactado por su abogado hijo y presentado por su apoderado
Matarredona, solicitaba además los testimonios de los escribanos Jaime Feliz,
sucesor de Adrián Cazorla, y de Vicente Gilgo Valle, en relación a la
adjudicación a su hermana Magdalena de las 1.129 libras, 10 sueldos y 4 dineros
en la división y partición de la herencia de José Amorrich, practicada por auto
definitivo del Marqués de Alós en 23 de julio de 1751, y sobre la cláusula
hereditaria de difunta hermana, respectivamente, siendo así proveído por el
Corregidor Alós (283).
Fallecida María Roca Martínez en octubre de 1757, sus expresados hijos y
herederos (284), y también los de Jaime Amorrich hijo, todos representados por
Juan Bautista Fuentes, reconocían tener abonadas 200 libras de sus respectivos
créditos de 1.129 libras, 10 sueldos y 4 dineros rebajados en 11 libras y 17
sueldos, quedándoles a deber la ciudad poco más de 918 libras a cada rama
familiar que suplicaban la expedición de las pertinentes libranzas, sobre todo en
atención a tener dadas fianzas depositarias, y la devolución del testamento de
María Roca presentado en testimonio de su cláusula hereditaria. En los términos
solicitados era despachado un decreto judicial el 19 de julio de 1759.
Resultaba llamativo el prolongado silencio de Manuel Conca, unido al hecho
de que fuesen su consorte Catalina y su hijo Antonio quienes, junto con el
apoderado Matarredona, interviniesen en estos autos de acreedores de la ciudad.
Ello, sin duda, se debía a las secuelas de la severa dolencia padecida por Conca
que afectaron a sus facultades mentales. Tal aseveración viene corroborada por
dos escritos remitidos por el tratante al Marqués de Alós a finales de septiembre
de 1759. Por el primero, comparecía en el cuarto ramo de acreedores de la
ciudad para oponerse a la pretensión de los herederos de María Roca de
apropiarse de 920 libras, 2sueldos y 3 dineros del alcance de cuentas a favor del
depositario Felipe Lerma, de quien Pedro Amorrich había sido su fiador,
alegando tener él más y mejor privilegiado derecho por ocuparse de la
liquidación de las cuentas de propios y arbitrios en los años 1741 y 42 a cargo de
aquél, además de las del Equivalente que no pudo finalizar a causa de la
enfermedad sobrevenida, solicitando en refrendo de su gradación de derecho una
(283) A.M.A., Pleitos. Arm. 3, Lib. 25, Expte. 14, ff. 480r-484v.
(284) Supra, página 23, nota 48. Aquí nos limitamos a dejar constancia que Mariana e Inés Cabanes Roca habían
enviudado del negociante francés Pedro Choly y del comerciante ibense Bartolomé Picó, respectivamente.
88
serie de testimonios, entre otros los de Dionisio Morato, escribano que fue de la
comisión de Solórzano, y del escribano Melchor Aracil, regente de la escribanía
del difunto Vicente Navarro y Pastor, junto a otros escritos, notificaciones y
autos referidos al año 1745, así como la petición de mandar al depositario José
Paret suspender el pago a los citados herederos para evitar la extracción de dicho
capital.
En su segundo escrito, manifestaba que su mujer Catalina había quedado
incapacitada como heredera de sus difuntos hermanos por haberle él revocado el
poder dado ante Fabián Matarredona y, en caso necesario, le revocaba de nuevo,
y también el concedido a su abogado hijo Antonio ante Dionisio Morato,
peticionando al Corregidor que mandase revocarlos.
En vista de la pretendida revocación de poderes, Catalina alegaba necesitarlos
en defensa de sus derechos, más aún cuando “V. Exª. me ha encargado a mi y a
dicho D. Antonio la administración insolidum de todos mis bienes, derechos y
acciones en atención a la incapacidad para ello en que está constituido mi
marido por el accidente que padece”. Y, presentando testimonio acreditativo,
suplicaba al Corregidor no admitir la pretensión de su marido, ni pedimento
alguno, “con cuyo precepto se lograría la paz y quietud de mi familia” (285).
La solicitud de Catalina contaría con el apoyo del Procurador General de la
ciudad, a quien el Corregidor Alós había notificado las peticiones de los
esposos. El regidor noble Rotlá Canicia manifestaba que los alcances crediticios
sólo podían satisfacerse a los interesados una vez justificada su legítima
pertenencia, bajo las fianzas debidas para resguardo de la ciudad y sus derechos
de las particulares contiendas que los interesados en los alcances podían tener
entre sí. En consecuencia, el Marqués de Alós, en auto fechado el 23 de
noviembre de 1759, resolvía la nulidad de las peticiones de Manuel Conca.
Apenas seis días después, antes de que acabase el mes, el Corregidor,
siguiendo la tesis expuesta por el representante de la ciudad, procedía a la
liquidación prorrateada de los alcances entre los Amorrich. Justificada la
legitimidad de sus personas y pertenencias a los hermanos herederos del difunto
depositario en la mitad de los alcances de éste, y atendiendo al consentimiento
del Procurador General, mandaba el día 29 de ese mismo mes y año que, hechas
las fianzas con su indemnidad, mediante la obligación hipotecaria de los bienes
raíces de los interesados equivalentes al resguardo de la cantidad, se pagase
parte de la mitad del líquido alcance hasta la cuantía de 4.666 libras, 17sueldos y
7 dineros, distribuida en el modo y forma siguiente:
- A Catalina Amorrich, por sus cuatro pertenencias acreditadas, 2.930 libra, 14
sueldos y 3 dineros.
- A los hijos herederos de Jaime Amorrich hijo, 918 libras, 1 sueldo y 7 dineros
que, junto a las 200 libras cobradas, componían su total capital.
- A los hijos herederos de María Roca Martínez, sucesora en los derechos de su
(285) A.M.A., Pleitos, Arm. 3, Lib. 25, Expte. 14, ff. 502r-506v. Las citas de Catalina Amorrich están
contenidas en los ff. 505r-505v.
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yerno Pedro Amorrich, 918 libras, 1 sueldo y 7 dineros que, unidas a las 200
libras percibidas, configuraban su total haber.
Revocaba los derechos a los demás herederos del canónigo Amorrich en
relación a las 423 libras, 10 sueldos y 3 ½ dineros restantes de su alcance, que
completaban las 5.590 libras, 7 sueldos y 11 ¼ dineros correspondientes a la otra
mitad del alcance liquidado a Laplaze, mientras no adoptaba resolución alguna
sobre las 519 libras y 2 sueldos comprendidas en los tres libramientos
presentados, porque “el caballero Síndico” no se había pronunciado al respecto
pese a los traslados efectuados, exhortando a ello en el primer cabildo (286).
El efectivo cumplimiento de la antecedente distribución dependía de los
caudales existentes en la tercera arca, siendo preceptivo el informe previo del
contador Aguilar que practicaría el 15 de diciembre, en el que, admitiendo la
legitimidad de los créditos y personas, notificaba la existencia en caja de 3.561
libras, 12 sueldos y 9 dineros correspondiendo, en distribución equitativa a los
alcances, 2.188 libras, 17 sueldos y 7 dineros a Catalina; 686 libras, 7 sueldos y
7 dineros a los herederos de Jaime Amorrich hijo, e igual cantidad a los de
María Roca Martínez. Sin embargo, una resolución consistorial de 22 de marzo
de 1760 ordenaba al depositario pagar las 550 libras invertidas en acondicionar
el camino hacia Madrid que, en virtud de la orden recibida del Intendente,
acordaba realizar el concejo en su reunión del 20 de agosto de 1759, ante la
posible contingencia de que el nuevo monarca Carlos III desembarcase en
Alicante, circunstancia que, finalmente, no se produjo porque la comitiva real
llegaría a Barcelona a mediados de octubre de 1759. En consecuencia, el
contador procedía a una nueva liquidación el 16 de julio de 1760, fecha en la
que emitiendo un nuevo informe repartía las 3.585 libras y 15 sueldos existentes
en la tercera arca, asignando 2.203 libras a Catalina; 691 libras, 7 sueldos y 6
dineros a los herederos de Jaime Amorrich hijo, y otro tanto a los de María Roca
Martínez, habiendo presentado todos ellos a sus respectivos fiadores: Catalina,
al labrador Isidro Pastor, lugareño de Benimagrell; los sucesores de Jaime
Amorrich hijo, al negociante Bernardo San Martín; y los de María Roca, a Juan
Gaya, por cuyo motivo y el haber otorgado obligación hipotecaria, se les
expidieron los correspondientes libramientos entre los días 16 y 28 de ese
mismo mes (287).
En los primeros días de este mes de julio, fallecía en Valencia Luis Amorrich
Pérez, uno de los dos hijos varones de Gregorio, dejando huérfano a su
homónimo hijo de corta edad, en cuyo nombre su madre Francisca Antonia
Monte anulaba los poderes para cobrar y pleitos concedidos por su fallecido
marido al murciano Agustín Valverde y al alicantino Juan Bautista Fuentes,
respectivamente, para otorgárselos a su tío José Monte Ruggi, escribano en
Alicante al que el fallecido se los había revocado (288), a fin de liquidar las
(286) A.M.A., Pleitos, Arm. 3, Lib. 25, Expte. 14, ff. 508r-510r.
(287) A.M.A., Ibid., ff. 510v-513v.
(288) A.H.P.A., Protocolo 909 de Francisco Hernández, “Revocación y poder”, 2-10-1739, ff. 140r-140v.
90
cuantas con Valverde y, sobre todo, las herencias del canónigo Amorrich y de su
hermana Magdalena, difuntos tíos de su finado marido. Por ello, José Monte
junto al procurador Fuentes, en representación de los tres hijos herederos de
Gregorio Amorrich, reclamaban el pago de aquellas 423 libras, 10 sueldos y 3
dineros pendientes del total crédito del clérigo, protestando petición de la parte
alícuota de las 519 libras y 2 sueldos procedentes de los tres libramientos
presentados en autos. Recordaban, además, que su tía Catalina sólo era
usufructuaria del canónigo y de Magdalena, con cuyo fallecimiento les
pertenecía a ellos el capital de ambas haciendas, las cuales, afirmaban, no
estaban seguras en poder de Conca “por ser notorio no poseer bienes propios
ningunos”, pidiendo que no se le abonase ninguna cantidad de dichos bienes, ni
los de su mujer, a menos que les otorgase fianza de restitución a su satisfacción.
El nuevo Corregidor y gobernador militar de Alicante, el Teniente General D.
José Juan Ladrón de Guevara, con su asesor Bernardo Oscoz Larrianzar, alcalde
mayor, admitían la citada instancia en septiembre de 1760 incorporándola a los
autos del tercer ramo de acreedores de justicia contra la ciudad (289).
Transcurridas casi dos décadas, habiendo fallecido los esposos Conca, su
yerno Juan Bautista Almansa, como marido de Luisa Antonia Conca Amorrich,
solicitaba el 4 de junio de 1778 al Corregidor D. Jorge Dunant, Teniente General
de los Reales Ejércitos de S.M., la entrega de los autos de acreedores. El
escribano Nicolás Pro, antes Bayona, notificaba a Almansa la aceptación del
Corregidor y de su asesor Juan Antonio Sanjuán Elgueta. Estudiados los autos
en profundidad, Almansa manifestaba que la ciudad no hizo ninguna alegación
en el primer cabildo realizado el 22 de marzo de 1760, como mandaba el auto
del Marqués de Alós de 29 de noviembre de 1759, en relación a las 519 libras y
2 sueldos que importaban los tres libramientos, no habiendo hecho ninguna
contradicción hasta el presente causando, con ello, la suspensión de toda
resolución con grave perjuicio para los interesados, por cuya razón acusaba de
rebeldía a la ciudad para la que pedía un plazo de dos días perentorios en los que
practicase sus alegaciones.
En marzo de 1779, el regidor Antonio Espering, en su calidad de Procurador
General, respondía a la pertinente providencia solicitando que el escribano
mayor del Ayuntamiento, Nicolás Pro, poseedor de las cuentas de 1720,
testimoniase sobre los dos libramientos de ese año y que el caballero contador
certificase el tercer libramiento de 1738. Almansa, conocedor de las tácticas
dilatorias de la ciudad, recordaba al Corregidor que habiendo concedido tres días
de término habían pasado más de siete meses sin alegar nada, constándole que
en ese tiempo habían registrado el Archivo sin haber hallado estar pagada dicha
cantidad. El Corregidor Dunant y su nuevo asesor Francisco Javier Gascón
concedían un plazo de ocho días para las certificaciones del escribano y del
contador, que se convertiría en más de dos meses para Nicolás Pro y en medio
(289) A.M.A., Pleitos, Arm. 3, Lib. 25, Expte. 14, ff. 514r-515v.
91
año para Aguilar Figueroa, tras los cuales ambos funcionarios atestiguaban, en
lo concerniente a cada uno, no constar que José Amorrich y Felipe Lerma
hubiesen cobrado sus respectivos créditos contenidos en los tres libramientos
presentados en autos (290).
Pasado más de un mes, la ciudad no había respondido nada a los desfavorables
testimonios; pero, sin embargo, habían quedado en su poder los autos. Almansa,
la acusaba de rebeldía pidiendo que se la apremiase a alegar y a la devolución de
los autos, accediendo a ello el Corregidor Dunant. Diez días más tarde, el
Procurador General Espering pedía nueva certificación del escribano Pro y del
contador Aguilar, que se producirían en enero de 1780, evidenciando una
conducta efugista, dilatoria y morosa de la ciudad. Almansa era consciente de
ello y, anticipándose, remitía el 28 de noviembre de 1779 un memorial al
Intendente del Reino poniéndole en antecedentes y aclarándole por qué el
reclamante era él (291), para finalizar solicitando que, después de informar la
ciudad aquello que le pareciese sobre el particular, constando ser ciertos y no
estar bonificados los créditos contenidos en los tres libramientos, mandase
disponerle pago sin costas de las 519 libras y 2 sueldos.
El Intendente General Pueyo decretaba el día 11 de diciembre de 1779 que la
Justicia y la Junta de Propios de la ciudad, con asistencia de los diputados y
personero del común, informase dentro de ocho días por qué no se definían los
autos y se le abonaban los importes de los tres libramientos estando
competentemente justificados.
Tres días antes de que la ciudad emitiera su informe, el Procurador General
(292) respondía al traslado del Corregidor en relación a la devolución de los
autos a Almansa. Opinaba que debía denegarse la petición porque el asunto en
ellos contenido pendía ante el Intendente General del Reino, en virtud de la
instancia interpuesta por Almansa en aquel superior tribunal, sin cuya resolución
no procedía entender en este juzgado y, por ello, no se le debía dar audiencia ni
comunicación de los autos.
El 22 de enero de 1780, el cabildo redactaba su informe con una
argumentación perfecta para sus morosos planes. En su exposición, tildaba de
infundada la instancia del reclamante porque el largo tiempo transcurrido prescri
bía cualquier acción, anulando los derechos para recobrar las cantidades en ellos
consignadas por no haberlas solicitado oportunamente, cuando órdenes
superiores trataron el pago de los acreedores de la ciudad destinando los
capitales estimados suficientes, que quedaron depositados en arca separada y
(290) A.M.A., Pleitos, Arm. 3, Lib. 25, Expte. 14, ff. 516r-530v.
(291) A.M.A., Ibid., ff. 538r-539v. Almansa argumentaba ser el autor de la instancia por “no haber en la familia
quien lo solicitare por ser la mayor parte de los interesados mujeres y dos de los hombres sirviendo la Milicia,
Jaime Conca Amorrich, capitán del Real Cuerpo de Artillería y comandante en la plaza de Vigo, y Gregorio
Amorrich Pérez, teniente de infantería agregado al Estado Mayor en la ciudad de Valencia”.
(292) A.M.A., Ibid., f. 537r. En enero de 1780 ocuparía este cargo el regidor noble Nicolás Francisco Scorcia
Pascual del Pobil, maestrante de la Real Maestranza de la ciudad de Valencia y comandante de las Milicias
urbanas de la Plaza y Gobernación de Alicante.
92
extinguidos, tanto estos como los arbitrios aplicados a dicho fin por haberse
cubierto todos los créditos, motivando que el último Reglamento – 1766 – no
señalase cantidad alguna para semejantes pagos. A mayor abundamiento en su
argumentación, añadía que los ofrecidos en los tres libramientos fueron gastos
del resguardo de la Salud pertenecientes a los efectos de Sanidad, consistentes
en los derechos percibidos por visitar las embarcaciones venidas a este Puerto,
los cuales no se podían disponer sin expresa orden de la Suprema Junta de
Sanidad (293).
Almansa, en su réplica, explicaba al Corregidor que fueron las dilaciones de la
ciudad en evacuar el traslado de los autos, concedidos en distintas providencias,
las que motivaron su recurso ante el Señor Intendente e interesándole, por ahora,
usar de su derecho en el tribunal de Su Excelencia para evitar la detención del
curso de los autos y, presentando Memorial e Informe, solicitaba de nuevo la
evacuación por la ciudad del traslado pendiente en el plazo de un día perentorio,
término ampliado por Dunant a tres días con apercibimiento de apremio.
El mencionado Procurador General insistía en su último razonamiento,
oponiéndose al solicitado traslado de autos porque no parecía pertinente acceder
la ciudad, por carecer el tribunal del Corregidor de la jurisdicción necesaria para
tratar de ellos y sí tenerla el de la Suprema Junta de Sanidad, sin cuya expresa
orden no puede disponer de capitales pertenecientes a Sanidad, que eran los
afectados por el pago de los libramientos pretendidos por Almansa; de suerte
que, aún en el caso de adeudarse a la mujer del reclamante las cantidades
expresadas en ellos, lo que negaba la ciudad, no podía el Corregidor mandar su
pago, ni dar audiencia a Almansa, ni evacuar la ciudad dicho traslado.
En esta ocasión, última conocida, Almansa agudizaba su ingenio para replicar
al representante de la ciudad, utilizando el resorte del supuesto orgullo herido
del Corregidor, aludiendo a la teoría de la ciudad sobre la no competencia de su
tribunal para entender la causa y substanciarla, sin poder para compeler a la
ciudad al pago “tan justo como debido”. Afirmaba que la ciudad tomaba esta
evasión para conseguir demoras, arguyendo ser probatorio que la ciudad se
arrogó facultad para que José Amorrich satisficiera las deudas sin orden superior
de la Suprema, al igual que la autoridad de poder mandar pagarlas, sin que le
hayan faltado, ni falten, a la ciudad para abonarlas de los propios diarios
disponibles sin orden superior, pagando de sus fondos mensuales a los
dependientes de Sanidad y diputados de ella nombrados por la ciudad cada año,
no esperando orden, ni resolución de la Suprema para percibir sus salarios y
efectuar los gastos extraordinarios que se ofrezcan. Sin embargo, para reintegrar
aquello tan debidamente librado y no satisfecho, quieren valerse de tan
“inmaduros pretextos” que no debía admitir el Corregidor, antes sí declararse
juez competente para ello y obligarla con fuerza al pago (294).
(293) A.M.A., Pleitos, Arm. 3, Lib. 25, Expte. 14, ff. 540r-541r.
(294) A.M.A., Pleitos, Arm. 3, Lib. 25, Expte. 14, ff. 345r-345v.
93
A pesar de la coherente refutación de su escrito, el resultado para Almansa fue
igual de ineficaz que en las restantes ocasiones anteriores, porque la primera
autoridad judicial, política y militar de Alicante, mostrando una prudencia
extrema rayando en el temor, quizás queriendo evitar un probable conflicto con
la ciudad o, tal vez, presionado por ella, evacuaba el 27 de mayo de 1780
consulta a D. Manuel Ventura Figueroa, gobernador del Consejo de Castilla.
Expuestos los precedentes de la causa, Dunant refería la última alegación
interpuesta por la ciudad, en cuya atención había suspendido la causa hasta la
providencia de la Suprema Junta, a la cual y al presidente del Consejo expresaba
su parecer de que su tribunal debía oír a las partes y, en base a sus exposiciones,
determinar lo procedente, y si ello fuese el pago de las 519 libras y 2 sueldos
podría efectuarse del sobrante existente en el Arca de Sanidad de esta
diputación, o del fondo al que perteneciese, atendidas todas las razones
concurrentes (295).
Con este suspense concluye el voluminoso y extenso expediente, sin que
hayamos podido averiguar bastantes incógnitas pendientes de resolver. ¿Hubo o
no respuesta del Consejo de Castilla o de su Suprema Junta de Sanidad? Si la
hubo, ¿en qué sentido se manifestaría? ¿Cómo reaccionarían las partes, incluido
el Corregidor? En síntesis, se trataría de conocer si se resolvieron
definitivamente estos autos o, por el contrario, quedaron suspendidos “sine die”
al igual que sucediese el 22 de marzo de 1760. Probablemente no lleguemos
nunca a conocerlo, pero todos los indicios apuntan a que Juan Bautista Almansa
y, consecuentemente, todos los Amorrich interesados jamás percibirían nada del
caudal comprendido en los referidos tres libramientos.
(295) A.M.A. Pleitos. Arm. 3, Lib. 25, Expte. 14, s/f, al final del expediente.
94
95
LAS REDES FAMILIARES : LOS BOULIGNY
Son, sin ninguna duda, una de las familias de negociantes más notorias que la
inmigración francesa de finales del Seiscientos y comienzos del Setecientos en
el antiguo Reino de Valencia dejó establecida en la “Ilustre y siempre fiel”
ciudad de Alicante, no ya tanto por el desarrollo y volumen alcanzado en sus
negocios – en absoluto desdeñables como veremos –, cuanto por la proyección
nacional e internacional conseguida por alguno de sus componentes.
La estirpe de la familia Bouligny aparece ligada, según los conocimientos
genealógicos existentes (1), al de un soldado mercenario de principios del siglo
XV llamado Gian Matteo al servicio del condotiero milanés Francisco Attendolo
Sforza, del que llegó a obtener cierta estimación, y siendo natural de Bolonia
unió a su nombre el del gentilicio “Bolognino” que, con el tiempo, se convertiría
en el apellido del linaje. Más de dos siglos después, Francisco Bolignini,
descendiente de aquél y también dedicado a la vida militar, participó en la
guerra de los Treinta Años como integrante del Arma de Caballería del bando
hispánico-imperial cayendo prisionero en manos del enemigo francés y, como
tal, confinado a la región de la Provenza en cuya capital conocería a Cecilia
Germain con la que contraería matrimonio en 1649, una vez que la paz
westfaliana diese por finalizada la contienda. Su suegro, Pedro Germain, poseía
una casa comercial en Marsella lo que fue determinante en la futura trayectoria
vital de Francisco, pues no sólo cambió su oficio de militar por el de mercader
sino también su nombre que, afrancesándose, se tornó en François Bouligny,
fijando su residencia definitiva en dicha ciudad del mediodía francés.
Un descendiente directo de Francisco y Cecilia, su hijo José Bouligny y
Germain (2), casado con la también marsellesa e hija de una familia de
comerciantes Inés Larchier, sería el protagonista del salto migratorio familiar a
tierras alicantinas, probablemente como corresponsalía de la casa de comercio
principal, de ahí que Ribes Iborra se permita afirmar que “ los intereses
mercantiles de los Bouligny marselleses en el puerto alicantino aparecen ya
firmemente establecidos antes de la Guerra de Sucesión”, aunque erróneamente
atribuye el protagonismo migratorio a Juan Bouligny y Larchier (3), nieto de
Francisco e hijo único de José e Inés (4), nacido en 1696 y bautizado en la
(1) Fontaine Martin, A. History of the Bouligny family and allied families. Lafayette, Louisiana , 1990. El hilo
conductor de este trabajo, sobre todo los capítulos VIII al XXII,son las “ Noticias de los papeles relativos a la
familia Bouligny antes Bolognini oriunda de Milán de Juan Bouligny Bertholón escritas en París el 26 de julio
de 1917”. H.N.O.C., B.B.P., f. 118. Estos papeles constan de 142 documentos cuyos artículos abarcan desde
1710 hasta 1921. Vid. Ribes Iborra, Vicent. Comerciantes, esclavos y capital sin patria. Generalitat Valenciana,
Valencia, 1993.
(2) A.H.P.A. Protocolo 786 de Antonio García, “Testamento de Joseph Bouligny, mercader francés”,13-7-1720
ff. 70r-72v.
(3) Ribes Iborra, Vicent. Op. cit., p. 29.
(4) A.H.P.A. Protocolo 786 de Antonio García, “Testamento... .”, f. 71. “... y sólo nos ha sobrevivido un hijo
95
iglesia de San Martín de la capital provenzal el día 28 de octubre de ese mismo
año, en aseveración del citado autor no compartida por otras fuentes
documentales (5); pero que, paradójicamente, quedó viviendo en Marsella hasta
cumplir la mayoría de edad de 25 años y contraer matrimonio con María
Antonia Paret y Vivet, como veremos en su momento. La única constatación
documental de los archivos lucentinos es que la primera noticia referida sobre
los Bouligny en Alicante data del año 1717, fecha en la que una rama familiar
formada por los consortes José Bouligny e Inés Larchier asienta de forma
permanente su sede comercial en esta ciudad, una vez concluidas ya las
tribulaciones producidas por la primera contienda civil española – la Guerra de
Sucesión –, particularmente intensas en tierras valencianas y que en Alicante
motivaron el exilio voluntario de buena parte de sus habitantes proborbónicos,
entre ellos los negociantes, buscando refugio en tierras reales limítrofes más
seguras “ desde 1706 en que por haber ocupado los enemigos esta ciudad la
abandonaron y se pasaron a los dominios del Rey Nuestro Señor hasta el 23 de
septiembre del año 1716 ...” (6), y que cuando retornaron lo hicieron al amparo
de la seguridad y facilidades que la francesa dinastía borbónica, recién
instaurada en España, concedía para el asentamiento de sus compatriotas.
El aludido documento, fechado en marzo de 1717, debe su autoría a Joseph
Bolini (sic) – en adelante José Bouligny -, quien, conjuntamente con los también
negociantes franceses José Benit, José Binera y José Valiente, otorgaba su
poder al procurador de causas alicantino Vicente Villegas (7). Al parecer, el
pleito no se resolvió definitivamente ante la real justicia alicantina y su fallo
debió ser apelado a instancias judiciales superiores, puesto que a mediados del
mes de octubre existe otro idéntico documento en acta notarial mediante el cual
José Bouligny y demás citados negociantes conceden poderes jurídicos para el
mismo fin al escribano de la ciudad de Valencia Miguel Calvo (8).
Abundando sobre el equívoco de Ribes Iborra, aducimos otro testimonio
documental de José Bouligny, fechado en mayo de 1718, encargando al vecino
marsellés Luis Larchier, negociante y primo hermano de su cónyuge Inés (9), el
cobro de a “cualquier inquilinos de casas del otorgante cualquier alquileres,
rentas y otras cantidades de moneda que le deban hasta hoy y debieren en adelan
llamado Juan Bouligny porque los demás murieron en menor edad ...”.
(5) Esta fecha natalicia y bautismal sustentada por Ribes Iborra (Op. cit. pág. 29) no aparece fundamentada en
documento alguno, mientras que el Vecindario de 1754 refiere que Juan Bouligny contaba, en ese año, 54 años
de edad por lo que, según esta fuente, habría nacido en el año 1700 y no en el año 1696. A.M.A., Arm.7, Lib.8
(6) A.H.P.A. Protocolo 443 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Carta de pago”, 9-10-1717, f. 470 r – 470 v. En ella
refiere Vicente Milot como su homónimo acreedor padre abandonó Alicante en 1706 por haber caído en manos
enemigas, no regresando de los dominios del Rey hasta 1716. Igual hicieron sus deudores Pedro Sigaud,
negociante francés, y los hijos y herederos de Antonio Gassen, razón por la que no se pudo practicar el ajuste
hasta esta última fecha.
(7) A.H.P.A. Ibid. “Poder para pleitos”, 9-3-1717, f. 97 r - 97 v.
(8) A.H.P.A. Ibid. “Poder para pleitos”, 15-10-1717, f. 489 r - 489 v.
(9) Fue uno de los hijos de Nicolás Larchier, hermano de Luis Larchier padre de Inés, y de Juana Voligrana.Ins-
talado en Alicante, formó compañía comercial que se dedicó, sobre todo, al negocio textil. A.H.P.A. Protocolo
659 de Vicente Fons, ff. 277r-277v, 326r-326v y 329r-329v.
96
te …” (10), demostrando que, si bien José estaba avecindado en Alicante,
todavía poseía fuertes intereses en su lugar de origen por lo que no es de
extrañar la práctica de frecuentes viajes a Marsella para interesarse por sus
bienes allí establecidos, además de aquellos derivados de su propia actividad
mercantil, por cuyos motivos, previniendo que pudieran ocurrirle vicisitudes y
circunstancias adversas inherentes a los mismos, dispuso sus primeras últimas
voluntades el día 13 de marzo de 1720 siendo complementadas al año siguiente
mediante el correspondiente codicilo (11), si bien su fallecimiento no ocurriría
hasta catorce años después, en junio de 1734, tras haber formulado un segundo y
definitivo testamento.
Redactadas las primeras disposiciones testamentarias estando “ sano y libre de
toda enfermedad corporal” – siguiendo la moda impuesta entre los negociantes
foráneos a la vez que ratificando la hipótesis viajera -, disponía ser amortajado
con el hábito de San Francisco de Asís “ que usan los capuchinos”, siendo
sepultado “sin pompa y con la mayor moderación” en la parroquial de San
Nicolás, a cuyos pobres vergonzantes “por ser parroquiano” legaba 10 libras
para ser distribuidas a su muerte por el cura más antiguo de ella. Designaba
albacea a su mujer Inés Larchier, hija de los difuntos Luis Larchier y Catalina
Bernard, que, según cláusula testamentaria, recobraría su dote estimada en 1.500
libras tornesas “que hacen 500 libras valencianas”, además de otras 100 libras de
moneda corriente adjudicadas por su madre a su muerte, según constaba en
escritura de 21 de julio de 1689 ante el escribano marsellés Jucin, y añadiendo a
ello la ropa de vestir y joyas de su adorno donadas por su marido, así como una
renta vitalicia de 100 pesos de plata o libras valencianas que debían ser
satisfechas por su único hijo Juan Bouligny, por cuya razón le instituía por su
universal heredero sin proveer curaduría debido,quizás, a haberse independizado
pues “a más de no ser mayor de 25 años tiene su habitación y morada en
Marsella”; pero imponiéndole que, sin autoridad de juez y ante cualquier
escribano de Alicante con la “ precisa intervención de Lázaro Guiran y José
Debruges, negociantes franceses residentes en esta ciudad, haga inventario
general de todos sus bienes ” para que sus caudales proindivisos los administre
Inés, aunque dejando abierta la posibilidad de lo contrario “si por cualquier
acontecimiento no les fuera conveniente correr de conformidad ”.
De las restantes cláusulas cabe reseñar el legado de 5 reales ó 10 sueldos
hecho a las mandas que “comúnmente llaman forzosas” (12), hecho este que de
nuevo induce a error a Ribes Iborra al considerarlo la única obra pía del testador,
bien por desconocer o bien por desdeñar el referido codicilo, en base a lo cual le
(10) A.H.P.A. Protocolo 912 de Juan Bautista Hernández, “Poder para cobrar”, 6-5-1718, f. 42r-42v.
(11) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Codicilo de Joseph Boligni, mercader francés natural de
Marsella...”, 26-7-1721, ff. 321 r- 322 v.
(12) Se trata de la limosna voluntaria para la redención de cristianos cautivos y a la protección de los Lugares
Santos de Jerusalén, estipuladas en todos los testamentos de la época con el fin de apartarlas del derecho que
pudieran tener sobre la herencia del/de la testador/a. Su nombre se debe a que el notario debía advertir de su exis
97
atribuye ser desafecto a la institución eclesiástica, antipatía que hace extensiva a
toda su descendencia directa hasta el segundo grado, fundándose en la postura
anticlerical expresada por su homónimo nieto mayor en carta dirigida a su
hermano Francisco, en relación al futuro destino del rico patrimonio de la
marquesa del Bosch (13). Pero lo cierto es que en el aludido codicilo, fechado a
finales de julio de 1721, “para mayor sosiego y descargo de su conciencia”,
modifica dos cláusulas testamentarias, aquellas que hacían referencia a las
mandas piadosas y al inventario patrimonial. En testamento había dejado a la
voluntad de Inés Larchier, su mujer y albacea, las misas indeterminadas e
inconcretas a celebrar por su alma y la de sus fieles difuntos; ahora, en el
codicilo, “ por causas que a ello le mueven ”, señala un total de sesenta misas de
réquiem rezadas, siendo su voluntad que se digan y celebren diez en la iglesia
colegial del señor San Nicolás con limosna de 4 sueldos, e igual cantidad en los
conventos alicantinos de los Capuchinos, de Santo Domingo, de San Francisco
de Asís, de San Agustín y de Nuestra Señora del Carmen, dando por cada una de
ellas 3 sueldos de limosna.
En otra disposición testamentaria mandaba a su mujer, “por no ser su hijo Juan
mayor de 25 años teniendo su habitación y morada en la ciudad de Marsella”,
hacer inventario general de todos sus bienes ante escribano, sin autoridad de
juez, pero con la precisa intervención de los negociantes Guiran y Debruges,
mientras que en codicilo “teniendo motivos suficientes para no faltar a la
confianza que siempre ha tenido y tiene de su mujer, revoca la intervención y
aparta de ella a dichos negociantes, sin ánimo de injuriarlos ni perjudicar la
buena opinión y fama en que los tiene”, y que dichos inventarios los haga por sí
sola ante escribano aprobado por Inés, su mujer (14).
Asentados ya en Alicante, los consortes José e Inés se instalan en una casa de
la calle Mayor, “una de las que componen las cuatro esquinas de ella” (15), que
les arrienda su propietario don José Pascual de Bonanza Girón de Rebollo en los
primeros días de octubre de 1722, por un período de nueve años siendo los cinco
primeros obligatorios y los cuatro últimos voluntarios o de “respit” por el
inquilino, abonando una renta anual de 125 libras satisfechas por medias añadas
anticipadas en los meses de abril y de octubre, “conforme al estilo de alquileres
de casas”; mas cumpliendo la casa los requisitos vitales de los Bouligny no sólo
no la dejarían ya, sino que, convertidos en sus propietarios, se trasformaría en la
sede familiar casi veintidós años después de ocuparla por primera y única vez.
Durante los primeros años de la década de 1720 disponemos de escasas
noticias sobre el quehacer del patriarca familiar, lo cual no resulta extraño si
consideramos que debieron ser años difíciles de inicial formación de un negocio
comercial en la ciudad, como denotan los antedichos litigios de José, al tiempo
98
que se preocuparía y ocuparía de sus intereses marselleses. Iniciales dificultades
puestas de manifiesto, por un lado, con el hecho de que en las actas notariales
aparezca con el oficio de mercader y, por otro, con un documento crediticio de
septiembre de 1723 en el que José reconoce adeudar 200 libras a la orden del
negociante alicantino Martín Almiñana (16), corresponsal en esta ciudad de
Pedro Carreras, negociante de Valencia, “por el valor recibido de los señores
Tornier y Guillot hermanos”, que no es aceptada para pagar a su tiempo “por las
razones que dirá al sacador de ella”, utilizando, en este caso, la consabida y
socorrida estrategia comercial motivada por la falta de liquidez consistente en
dilatar el pago del débito el mayor tiempo posible para, mientras tanto, intentar
el cobro de algún crédito con el que poder afrontar la impagada deuda. Así lo
reconoce el propio José que no acepta pagar la cuantía de la letra al uso, pero,
sin embargo, sí está dispuesto “para aceptarla pagar por todo el mes de octubre”
(17).
Por su parte, su hijo Juan Bouligny y Larchier, que permaneció en Marsella
durante estos años, contrajo allí matrimonio con María Antonia Paret y Vivet,
hija del hornero marsellés Domingo Paret y de su esposa Francisca Vivet (18).
Después de sus esponsales celebrados en 1723, los nuevos consortes se
trasladaron a la casa paterna de Alicante de modo que, en los primeros meses de
1724, toda la familia de José se halla establecida definitivamente en esta ciudad,
en donde se hará efectiva la dotación de los padres y suegros a los desposados
(19). A Juan se le hace entrega de 2.000 libras “por capital de bienes comunes”
de sus padres “en géneros y mercaderías valiosos a la dicha cantidad”; mientras
sus suegros otorgaban a su mujer María Antonia, “por su dote y por cuenta de
legítima que de ambos ha de haber”, una total cantidad de 742 libras fraccionada
en las siguientes tres partidas: 396 francos de moneda tornesa ó 132 libras valen-
(16) Martín Almiñana casó con la francesa de origen provenzal Inés Bigot, a través de la cual emparentó con la
también francesa y mercantil familia de los Amorrich. Los hijos habidos del matrimonio fueron Luis, que abrazó
el orden sacerdotal, Juan y Josefa María quienes con sus respectivos enlaces nupciales entroncaron a los
Almiñana con una de las más conspicuas casas de comercio extranjeras afincadas en Alicante, la de los Fabián/i.
(17) A.H.P.A. Protocolo 789 de Antonio García, “Protesta de letra”, 26-9-1723, f. 299r-299v.
(18) Domingo era natural de Cuigia (Provenza) y Francisca lo era de Marsella, en donde quedarían al ciudado
de sus abuelos maternos sus hijos Domingo, María Antonia Josefa, Juana Clara y Ana Rosa, todos constituidos
en menor edad de 25 años, hasta el casamiento de sus dos primeras hijas con Juan Bouligny y con Juan Bautista
Rimbaud, negociante francés residente en Alicante, respectivamente. Mientras tanto, sus padres emigraban a
tierras valencianas hallándose establecidos en la ciudad alicantina en 1720 en donde Paret, ejerciendo el oficio de
tendero-panadero, poseyó el arriendo del abasto y sisa de “pan español de cuernas y francés” hasta el último día
de 1729. Este monopolio que subarrendó, aunque reservándose para sí el barrio de la Villavieja más los dos hor-
nos de pan francés cerca del Muelle y el suyo propio junto a las puertas de la Reina y de la Huerta que, con la
casa, compró al tratante José García por 600 libras, fue el rentable medio de subsistencia que le permitió formar
un patrimonio valorado en unas 4.400 libras compuesto, sobre todo, por su casa de dos portales con horno, dos
casas más y un almacén en la calle Liorna, contando para ello con la colaboración de socios con los que no
siempre estuvo de acuerdo llegando a litigar contra ellos, motivo que, a la postre, haría fracasar el negocio cuan-
do su principal asociado Juan Bournet le abandonó para retornar a su Marsella natal. Domingo Paret fallecía an-
tes de mayo de 1741. A.H.P.A. Protocolos 786, 787, 790 a 794, 796, 1577, 1578 y 1657. A.M.A. Arm.7 lib.5.
“Vecindario íntegro de 1734” y “Repartimiento del equivalente. Año 1741”.
(19) A.H.P.A. Protocolo 790 de Antonio García, “Dote y recepción”, 17-4-1724, ff. 135r - 137v.
99
cianas en ropa, otras 66 libras en la misma especie de ropa y 544 libras en dinero
efectivo. La dotación, realizada “para que pudiesen sustentar sus obligaciones y
cargas del matrimonio”, más bien pronto que tarde, iba a ser necesaria ante la
numerosísima descendencia de Juan y María Antonia, pues ese mismo año nacía
su primogénito al que impusieron el nombre del abuelo paterno, José, y con una
cadencia bianual casi matemática nacerían su primera media docena de
hermanos a los que siguiendo la tradición familiar impondrían nombres de los
ascendientes, llamándose Juan al nacido en 1726; Domingo al de 1728; Inés a la
de 1730; Francisca a la de 1732; Cecilia a la de 1734, y Francisco al de 1736. A
éste seguirían seis hermanos más de nombres María Antonia, nacida en 1739;
Lorenzo, en 1740; Ana, en 1743; Teresa o Clara Teresa, en 1744, Luis y
Esperanza (20). Sus progenitores, intencionadamente o, acaso, siguiendo la ante-
dicha costumbre familiar, les realizaron unos compromisos nupciales que ponen
de relieve el rasgo más característico de la nación francesa, el chauvinismo,
practicando unos enlaces matrimoniales que bien podríamos denominar
“endogamia mercantil francesa” siendo, por ello, una de las familias de
negociantes extranjeros paradigmáticas de la no integración en la sociedad
alicantina a través de la vía matrimonial causante, a su vez, de un débil
entramado de relaciones sociales y del casi aislamiento grupal que, con el correr
de los años, acarrearían no pocos problemas a los Bouligny, en especial a su hijo
mayor José, coadyuvando al declive y posterior ocaso del negocio familiar. Así,
dejando por el momento e intencionadamente al margen a los dos primeros hijos
varones y a Francisco, de cuyas singulares trayectorias vitales nos ocuparemos
en su momento, las restantes hijas casamenteras ajustaron bodas con vástagos de
negociantes foráneos de procedencia francesa, al igual que ellas. Inés, la hija
mayor, contrajo matrimonio con el negociante oriolano de ascendencia francesa
Diego Tala (21), Francisca casó con Lorenzo Mabily menor (22),Cecilia con To-
(20) Los años de nacimiento deben tomarse en sentido relativo y referencial, puesto que no se nos ha permitido
acceder a ninguno de los dos archivos parroquiales de la ciudad de Alicante y, en consecuencia, no se han obte-
nido de los Libros de Bautismo, sino de la documentación manuscrita e impresa manejada en la que se expresa
disparidad de fechas. Las aquí reseñadas corresponden a las expresadas por Ribes Iborra, mientras que el “Vecin
dario de 1754” manifiesta que, a la sazón, José tenía 28 años; Juan, 27 años; Francisco, 20 años; Lorenzo,6 años,
y Ana, 4 años, por lo que sus correspondientes años natalicios serían los de 1726, 1727, 1734, 1748 y 1750, res-
pectivamente; pero dado el carácter fiscal del documento no podemos asegurar su total fiabilidad. Ribes Iborra,
Vicent, Op. cit., p. 30. A.M.A. Arm.7, Lib. 8.
(21) Tala no resultó ser un buen partido para Inés, pues sus ruinosos negocios le llevaron a trasladarse a Alicante
buscando el amparo económico de su suegro Juan para quien llegó a ser un auténtico lastre. Fallecería en 1763
dejando por sus universales herederos a su hijo Juan y al póstumo o póstumos que nacieran de su embarazada
viuda que, como tutora, curadora y administradora de los bienes de su hijo/s, se encargaría de afrontar las deudas
y créditos de su difunto marido. A.H.P.A. Protocolos 641, ff. 107r-108v; 648, ff. 62r-63v; 656, ff. 142r-142v;
1817, ff. 170r-170v; 1663, ff. 14r-14v; 1664, ff.126r-128v.
(22) De mayor calidad que Tala, era hijo del negociante francés Lorenzo Mabily mayor y de su mujer Teresa
Larchier, hermana de Luis Larchier y, como éste, prima hermana de Inés, siendo, por tanto, pariente de los
Bouligny. Los Mabily, al igual que éstos, también practicaron matrimonios patrioteros casando a sus hijas con
negociantes franceses residentes en Alicante que veremos en otro capítulo de este trabajo. Mabily hijo se encargó
del negocio familiar cuando sus padres retornaron a su oriunda Marsella en la primavera de 1753, por cuyo moti
vo realizó asiduos viajes y estancias a dicha ciudad, hallándose en ella en febrero de 1756 mediando con el mar-
sellés Pedro Touche para saldar con éste una deuda de Tala. A.H.P.A. Protocolos 800, ff.377r-378v; 803, ff.165r
-167v; 659, ff. 12r-12v; 776, ff. 197v-198r; 1663, ff. 14r-14v.
100
más Bremond (23), María Antonia con el murciano de orígen galo Francisco
Longua (24), y Teresa o Clara Teresa con el comerciante Antonio Carguet, de
Alcira. Su hijo Domingo, al igual que su hija Ana, murieron en edad infantil,
mientras que Lorenzo y Luis permanecieron solteros y la pequeña Esperanza,
tan pronto como alcanzó la adolescencia, abrazó la vida religiosa ingresando en
un convento de la ciudad de Alicante donde profesó el noviciado (25).
Llegados a este punto, dedicamos las siguientes páginas a glosar
específicamente a José, Juan y Francisco Bouligny y Paret, merecedores por sus
singulares e importantes trayectorias vitales. El primogénito José, de homónimo
nombre que su abuelo paterno, fue un intelectual teorizador del comercio, más
que pragmático del mismo, cuya idealista personalidad fue definida en palabras
de Ribes Iborra diciendo que “su preparación intelectual y sus afanes patrióticos
fueron, sin embargo, el detonante de su desgracia económica” (26); pues, en
efecto, la sólida formación comercial de José Bouligny cimentada en la
observación directa de la práctica mercantil y acrisolada con una vasta
experiencia en los negocios fundada, por una parte, en la propia tradición
familiar y, por otra, en sus enriquecedores viajes y estancias en el extranjero
habiendo conocido Hamburgo, Holanda y Marsella, le indujeron a profundizar
en las posibles medidas a adoptar para el desarrollo de la industria popular
mediante la dinamización del comercio español, en general, y el alicantino, en
particular, tratando de eliminar o, al menos, limitar al máximo el que denominó
comercio pasivo y, por el contrario, favorecer el desarrollo del comercio activo
(27). Opinaba que el pasivo era el único comercio practicado en Alicante, mien--
(23) Cecilia contrajo nupcias en mayo de 1752 con el hijo del negociante francés Pablo Bremond y de Francisca
Linares, su mujer, aportando 2.500 libras efectivas de dote en cuenta de ambas legítimas, excepto 271 libras que
de voluntad de Cecilia y Tomás se extrajeron de ellas para el pago de un par de manillas, un collar de perlas y
arracadas de diamantes para uso de la desposada. Juan Bouligny desea que su consuegro salga fiador por la do-te
de su hija hasta que incluya y ponga en la compañía de su casa de comercio a su hijo Tomás, aceptándolo Pablo.
Tomás utilizará las relaciones comerciales como trampolín que le permita acceder al ejercicio diplomático,
llegando a desempeñar el cargo consular en Marruecos entre los años 1767 y 1774. Llegado el momento que su
primogénito, el doctor José Bremond y Bouligny, quiera continuar y ascender a las Sagradas Ordenes le harán
una donación o “congrua” de 1.509 libras de capital y anua renta 78 libras consistente en una casa principal con
su accesoria en la calle Teatinos valorada en 830 libras, que rentará 40 libras, y 3 casas más en el arrabal y barrio
de San Antón apreciadas en 335, 228 y 116 libras, respectivamente, y que rentarían 18, 12 y 8 libras. A.H.P.A.
Protocolo 1661 de Onofre Savater, “Carta matrimonial”, 9-7-1753, ff. 93r-97v; Protocolo 854 de Vicente Gilgo y
Valle, “Escritura de patrimonio”, ff. 4r-5v; Pradells Nadal, Jesús. Diplomacia y comercio.La expansión consular
española en el siglo XVIII. U.A., 1992, pág. 96.
(24) Casada en mayo de 1757, se trasladó casi de inmediato a la ciudad de Murcia donde su marido tenía su do-
micilio y comercio. María Antonia recibió en dote 2.700 libras a cuenta de las legítimas paterna y materna, 2.500
libras efectivas en especie de oro y plata, y 200 libras en valor de ropa nueva fuera de la del uso. A.H.P.A.
Protocolo 1664 de Onofre Savater, “Constitución y recepción de dote”, 14-5-1757, ff. 56r-58v.
(25) En el exhaustivo vaciado documental de los Bouligny praticado hasta la década de 1760 en los fondos archi
vísticos públicos de Alicante, no existen indicios de este matrimonio ni de Antonio Carguet. La referencia es de
Ribes Iborra, Vicent. Op. cit., pág. 31.
(26) Ribes Iborra, Vicent. “Bouligny, la vigilia de la raó”, en Quaderns de Migjorn, 2, 1995, p. 88.
(27) Para José Bouligny el comercio pasivo tiene lugar cuando una nación importa todos los géneros que
necesita para su consumo utilizando embarcaciones extranjeras, siendo los consignatarios de aquellos negocian
tes foráneos que extraían en rama y con sus propios navíos los efectos manufacturables. Según él, el comercio
activo se produce cuando una nación exporta sus producciones elaboradas e importa la materia prima precisa
para sus manufacturas, siendo ambas operaciones efectuadas por negociantes naturales o extranjeros
naturalizados y establecidos, empleando navíos nacionales y mejorando la calidad de sus producciones para darle
101
tras debería ejercitarse sólo el activo para ser una nación rica, fuerte y respetada,
para cuya plasmación su proyecto contemplaba una serie de propuestas, entre las
que figuran el establecimiento de cámaras consulares en todas las principales
plazas marítimas de comercio de la monarquía; la formación en todos los lugares
de comercio, que fueren cabeza de partido, de una Sociedad Económica de
Amigos del País para que, en su provincia, fomentara las artes, las fábricas, la
industria popular y la agricultura, intercambiando adelantos y descubrimientos
de los que se darían cuenta inmediata a la establecida en Madrid; nombrar
intendentes de comercio en todas las provincias marítimas con residencia en su
plaza principal con sueldo a cargo del Consulado, teniendo subdelegados en las
principales ciudades comerciales de ellas y cuyo desempeño sería por honor a la
patria; el envío de un diputado consular a la Corte para formar cuerpo común
con la Junta de Comercio, cuya elección debe recaer sobre los negociantes más
hábiles y de reconocido talento; la designación consular de un comisario de
comercio con residencia en las provincias interiores del país; la dotación
económica de los consulados para sufragar los gastos de todos sus cargos
remunerados se obtendría del derecho marítimo, según y como está establecido
en Barcelona, Valencia y Alicante consistente en 2 dineros por cada libra
gravados sobre el valor de las mercancías introducidas, aunque sería más natural
cobrar por mitad en lo que se extrae colaborando así los extranjeros en nuestros
menesteres, y no haríamos sino imitarlos en lo que ellos hacen con nosotros.
Este muestreo de propuestas, junto con otras muchas más, conforman un
manuscrito proyecto de José titulado “Medios para fomentar el comercio activo
y la industria popular: el caso de Alicante.” (28), previsiblemente escrito entre
los años 1756 y 1757, no sólo con el patriótico deseo de fomentar el comercio
nacional, otorgando protagonismo a los comerciantes españoles en detrimento
del monopolio detentado por las casas comerciales extranjeras, sino también con
el anhelo de conseguir alguno de los cargos propuestos por él o alguna esperada
prebenda oficial que jamás llegaría. A pesar de todo, José no se conformó con
teorizar e intentó llevar a la práctica sus medidas comenzando por la
restauración de los Consulados de Comercio, contando para ello con la anuente
colaboración inicial de su hermano Juan quien en unión de José Salazar, José
Hernández y Mariano Carreras, “como agentes y diputados del comercio
español de Alicante”, y representando a los demás negociantes del Cuerpo de
Comercio “en fuerza de las facultades concedidas en la Junta que celebraron con
permiso del señor Alcalde mayor en el día de hoy”, otorgaban poder general en
fama y reputación. Esta concepción, catalogada de “mercantilismo tardío” o “mercantilismo liberal”, término
acuñado por W. Grampp, guarda un cierto paralelismo con la arbitrista del siglo XVII español.
(28) El título de este inédito tratado es circunstancial y debe su autoría a Ribes Iborra que lo publicó como
anexo en su citada obra. El original, carente de la cubierta y de la última hoja, se halla en Nueva Orleáns debido
a que, dada la similitud entre las propuestas de José con las preconizadas por Campomanes y esperando obtener
alguna recompensa de éste, se lo entregó a su hermano Francisco para que se lo presentase al ministro en 1776,
durante su estancia en Madrid; pero aquél no cumplió el encargo quedándose con el manuscrito con el que
retornó a Nueva Orleáns. Ribes Iborra, Vicent. Op. cit., pp. 107-139, y H.N.O.C., D.B.P., f.163.
102
febrero de 1756 al procurador de causas alicantino Vicente Romero para todos
los pleitos de dicho comercio español (29), preludiando la larga disputa que años
después enfrentaría a la ciudad de Valencia con la de Alicante, en torno a la
jurisdicción del Consulado de Comercio creado en la ciudad del Turia entre los
años 1762 y 1765, disputa que ha sido espléndidamente descrita por el profesor
Giménez López (30).
Al parecer, las diligencias judiciales practicadas por el apoderado Romero
tanto a nivel local como, sobre todo, regional no darían los resultados apetecidos
al Cuerpo de Comercio alicantino, en vista de lo cual tres meses después, en
mayo de ese año, los cuatro antedichos diputados de la “nación y comercio
español”,a excepción de Juan Bouligny menor que por razones prematrimoniales
fue sustituido por su hermano José, junto con José Laplaza y Pedro Laviña como
diputados de la nación y comercio francés, optaron por recurrir a instancias
superiores apoderando para ello a Pedro Pascual Escolano y Peñuelas, agente de
negocios residente en Madrid (31).
También en esta ocasión, los mismos infructuosos trayectos siguieron las
gestiones de Escolano porque tampoco hallaron en la Corte la sensibilidad y
predisposición necesarias para atender a las demandas de los negociantes lu-
centinos, máxime cuando estas eran coincidentes con el tiempo en que se
estaba fraguando la concesión del Consulado de Comercio a la ciudad de
Barcelona, cuyo acontecimiento era conocido en Alicante durante el verano de
1757 y, de inmediato, la mayoría de comerciantes españoles, naturales y
naturalizados, asentados en el comercio alicantino encabezados por los
hermanos José y Juan Bouligny menor reaccionaron de forma que, en agosto de
ese año, apoderaban de nuevo a Escolano especialmente para que representando
al Cuerpo de Comercio español, “con la noticia que tienen de la gracia hecha por
Su Majestad al de Barcelona concediéndole su Consulado, impetre y solicite de
la Real Persona la misma en consideración a ser como es este el único medio de
fomentarse y adelantarle, para lo cual acuda ante Su Majestad, su Real y
Supremo Consejo de Castilla y demás donde convenga, suplicándole igual
gracia” (32).
Resulta obvio decir que el destino de esta petición rogatoria fue el mismo que
tuvieron las anteriores, obteniendo igual negativa respuesta politico-
administrativa, pues es sobradamente conocido que Alicante no dispondría de
(29) A.H.P.A. Protocolo 1663 de Onofre Savater, “Poder para pleitos”, 18-2-1756, f. 13r-13v.
(30) Giménez López, Enrique. Op. cit., capítulo VII, “Los comerciantes y la organización comercial”, pp. 237-
255.
(31) A.H.P.A. Protocolo 1663 de Onofre Savater, “Poder para pleitos”, 11-5-1756, ff. 49r-49v.
(32) A.H.P.A. Protocolo 1664 de Onofre Savater, “Poder para solicitar”, 29-8-1757, ff. 83r-84v.Firmaban este
poder, además de los hermanos Bouligny, los negociantes José Salazar, José Hernández, Mariano Carreras,
Domingo Picó, Pedro Ferrer, Francisco Piqueres, Bernabé Ferrer, José Lagier, Esteban Beltrand, Gerónimo Ruiz,
Juan Bautista Sessé, José Simó, Tomás Bremond, Bernabé Carratalá, Gerónimo Risso, Pedro Villós, Gerónimo
Cardounel, Agustín Calabuig, Agustín Amérigo, José Martínez Irles, Antonio Marquez menor, Fernando Gómez
y José Barceló,“todos negociantes españoles establecidos en el comercio de esta clase, vecinos de esta ciudad,
siendo la mayor y más sana parte de los que le componen”, apostillaba el documento.
103
Consulado propio hasta su creación por Real Cédula de 26 de junio de 1785
(33), después y a consecuencia de ser habilitado su puerto para comerciar con
América mediante el decreto de 1778, de libertad comercial.
Sin embargo, no sucedió lo mismo con José Bouligny cuya vida daría un
trascendental giro a partir de entonces. Empeñado en que se conociese su tratado
al objeto de “sacar de la inanición en que yacía el cuerpo de españoles” (34) y, a
ser posible, obtener de paso alguna sinecura, lograba en 1758 que el secretario
de Estado se interesase por su manuscrito y cuyo contenido parece que satisfizo
al irlandés Ricardo Wall, al contrario de lo que ocurrió con los negociantes
extranjeros de Alicante quienes iniciaron una terrible persecución sobre su
persona, al tiempo que conspiraban tratando de obstaculizar y hundir los
negocios de la casa de comercio Bouligny. Fue tal la inquina desatada y el feroz
encono generado por el escrito de José entre sus enemistades, calificadas de
mortales por su hermano Juan posiblemente por haber sido amenazada de
muerte toda la familia, que le forzaron a buscar su salvación en el destierro a la
heredad de la Alcoraya convertida, desde entonces, en el refugio del mayor de
los hermanos y de su familia, mientras Juan Bouligny menor buscaba labrar su
futuro en los ambientes políticos de Madrid, lejos de Alicante, y Francisco
Bouligny, sin ninguna esperanza de futuro en el negocio familiar, iniciaba su
carrera militar que también le llevaría lejos de su ciudad natal (35).
El mismo José Bouligny, pasados unos años, describiría la angustiosa
situación vivida diciendo “experimenté la más injusta persecución de los
extranjeros, que me redujo al extremo de haber de usar del ostracismo voluntario
para no ser su víctima, retirándome a mi heredamiento de la Alcoraya a cultivar
los terrones que no pudieron quitarme” (36). En adelante, a intentar rentabilizar
las secas tierras de la hacienda con las que sustentar a su familia (37) y a su
padre se dedicaría prioritariamente José; pero no siendo este su oficio no
conseguirá cuantiosas cosechas que unidas a “las obligaciones en que vivo
constituido” terminarían por arruinar su precaria economía, viéndose precisado,
tras recolectar la cosecha de 1770, a gravar la finca con una hipoteca de 90.000
reales – 9.000 libras – con cuyo capital confiaba liquidar antiguas deudas y
comenzar de nuevo (38). Sin embargo, el infortunio no le abandonaría y la dura
(33) Real Cédula expedida por S.M. para la erección de un Consulado marítimo y terrestre comprehensivo de
esta ciudad de Alicante y pueblos del Obispado de Orihuela, Valencia 1785. A.M.A., Arm. 1, Lib. 64, ff. 197-
220. Giménez López, E. Op. cit., p. 249, nota 28.
(34) Archivo del Conde de Campomanes. Madrid., Leg. 18/34.
(35) Ribes Iborra, Vicent., Op. cit., p. 36.
(36) Archivo del Conde de Campomanes. Madrid., Leg. 18/34. Ribes Iborra, Vicent. Op. cit., p.37.
(37) José Bouligny se había casado con Francisca María Bertholón, de cuyo matrimonio nacieron media docena
de hijos: Juan, José, Antonio, María Manuela, Manuel y Francisco. A.H.P.A. Protocolo 1817 de Onofre
Savater,”Testamento común … .”, f. 4v contado; y Fontaine Martin, Op. cit., p. 338.
(38) Carta de José Bouligny a su hermano Francisco. Alicante, 25 de agosto de 1770. H.N.O.C., D.B.P., f. 6. En
ella comunica la buena cosecha habida de cereal, llegando a recolectar más de 300 cahíces de cebada y 140
cahíces de trigo, aunque las almendras se perdieron por las heladas sin quedar siquiera medio celemín.
104
realidad, en esta ocasión manifestada por una climatología adversa que afectó a
la comarca alicantina en el quinquenio 1770-1775, acabaría imponiéndose
truncando toda expectativa de recuperación económica. Al rigor invernal de
1771-72, que cubrió de nieve los campos de la heredad (39), le siguió una sequía
persistente en 1773 que terminó arruinando los árboles y sembradíos de ella
(40).
Esta deplorable situación presentaba la hacienda cuando, en 1776, Francisco
Bouligny llegaba a Alicante desde Nueva Orleáns; pero, ese mismo año, las
circunstancias comenzaron a cambiar favorablemente inculcando en José un
momentáneo optimismo, reafirmado al encontrar un aplicado mediero que, con
sus animales y demás arreos de labor, empezó a modificar el paisaje agrario de
la finca preparando las tierras para albergar un plantío de 700 ú 800 olivos de
estaca, estando animado, además, por las copiosas lluvias otoñales de dicho año
que hicieron brotar con fuerza las aguas de la llamada fuente de Beviá,
aprovechadas por José para beneficiar sus cultivos e incrementar los de regadío
(41).
No obstante, las numerosas deudas no permitían levantar cabeza a José,
desesperándolo, pues todo el producto resultante de la abundante cosecha
previsible “está destinada para los acreedores y si pudiese con ella salir a orilla
lo tuviese por suma dicha, mas no es posible” (42). A ello se añadía, además, la
existencia de otro insoluble problema. La propiedad de la hacienda no era
exclusiva de José, compartiéndola con su hermano Juan a quien le rendía
periódicamente cuentas y siendo económicamente imposible adquirir la parte de
su hermano, del que cada vez estaba más distanciado, por lo que, en
consecuencia, no podía manejar la finca a su antojo ni tampoco emplear
plenamente en ella a su segundo hijo José, al no tener el consentimiento de la
otra parte (43).
Hastiado de su infortunio y acuciado por su ruinoso estado económico, José se
había dedicado desde 1776 a redactar un lúcido memorial, concluido en enero de
1782, titulado “Disertación sobre la utilidad de los billetes de Estado” y también
publicado como anexo en la obra de Ribes Iborra (44).
(39) Carta de Juan Bouligny mayor a su hijo Francisco. Alicante, 21 de enero de 1772. H.N.O.C., B.B.P., f. 38.
(40) Giménez López, Enrique., Op. cit., p. 283. Describe el autor los apuros de Alicante para abastecerse de
cereal ante la mala cosecha de ese año, y cómo la falta de agua en los molinos de la ciudad hizo necesario
trasladar el escaso grano almacenado a los de Elche y Novelda para su molienda.
(41) Carta de José Bouligny a su hermano Francisco. Alicante, 2 de octubre de 1776. H.N.O.C., B.B.P., f. 46.
Tanto gozo produjo en José el copioso manantial de Beviá que, de su puño y letra, escribió en una columna del
arco de piedra del zaguán de la casa la siguiente leyenda conmemorativa: “En el año 1776 salió la fuente y llegó
a regar el huerto y las viñas de casa el día 15 de septiembre y permaneció hasta el 31 de enero de 1777”. Cfr. en
Ribes Iborra, Vicent., Op. cit., p.38, nota 33.
(42) Carta de José Bouligny a su hermano Francisco. Alcoraya, 21 de marzo de 1777.H.N.O.C., B.B.P., f.47
(43) Carta de José Bouligny a su hermano Francisco. Alicante, 24 de mayo de 1777. H.N.O.C., D.B.P., f. 9
(44) Ribes Iborra, Vicent., Op. cit., pp. 183-190. En octubre de 1776, José escribía a Francisco: “Otra obrita que
tengo trabajada, digna si el amor propio no me engaña de presentársela a Campomanes, tampoco me atrevo a
remitírsela”. Pero, finalmente, sí la remitió al gobernador del Consejo de Castilla adjuntándole una atrevida carta
de presentación, fechada en Alicante el 1 de abril de 1783, afirmando: “Yo he llegado a saber que fue Vuestra
105
El escrito ensalzaba el beneficio que al Estado y a la Nación producían los
billetes o vales reales, cuando las dos emisiones de papel moneda autorizadas
por Carlos III a propuesta de Francisco Cabarrús, para recabar fondos con que
afrontar la guerra contra Inglaterra, se hallaban inmersas en un desprestigioso
proceso de rápida depreciación y en cuyo contexto, los esfuerzos de José
tuvieron el mismo nulo resultado de la vez anterior. Ni Campomanes, cuyo
“Discurso sobre el fomento de la industria popular”, escrito en 1774, guarda
cierta reminiscencia titular con el primer tratado de José,ni tampoco el nuevo
secretario de Estado Floridablanca,ante quien intercedió su hermano Juan prome
tiéndole emplearle según sus méritos y talentos, hicieron nada, acaso porque el
conde murciano olvidase su promesa agobiado por las tensiones políticas con
arandistas y campomanistas o, tal vez, porque su propósito encontrase fuerte
resistencia en los ámbitos cortesanos. Diez años después, en 1792, en una
comunicación epistolar a su hermano Francisco, Juan Bouligny menor achacaba
la culpa de la incumplida promesa del conde a “sus rivales o enemigos del país,
pues cuando tú vinistes a Alicante los teníamos mortales, y sí yo no hubiese
salido de la patria nos hubieran destruido a todos” (45).
Entre tanto, José Bouligny soportaba estoicamente su cada vez más precaria
situación económica, agravada por un nuevo ciclo de malas cosechas durante el
lustro 1787-1792 que acabó por hundirle. Arruinado, se vio precisado a poner en
arrendamiento su casa de la ciudad para poder subsistir, viviendo “precaria
mente, sin poderme presentar delante de las gentes, falto de lo más preciso”
(46). Avanzado a su tiempo en sus concepciones y conocimientos económicos
puestos de manifiesto en sus dos memoriales, tenía motivos más que sobrados
para estar amargado y resentido con los políticos gobernantes de turno.
A las secuelas de las tercianas padecidas por José desde siempre (47), se
añadían ahora los achaques propios de su avanzada edad para la época que él
comunicaba a Francisco diciendo: “No seré muy largo en mi escrito, pues no me
ayuda ni el pulso ni la cabeza. Todo en mi indica decadencia, ya he cumplido los
68 y entrado desde el 14 de septiembre en los 69…” (48). Una década después,
el 20 de enero de 1802 (49), fecha en la que curiosamente se firmaría la paz de
Amiens, fallecía José Bouligny pobre de solemnidad en el aspecto económico e
injustamente infravalorado en el plano social, como consecuencia de las
brillantes trayectorias diplomática y militar de sus hermanos Juan y Francisco,
respectivamente, más aún habiendo sido el auténtico soporte intelectual y
afectivo de éstos.
Ilustrísima uno de los ínclitos protectores de mi susodicho hermano – Juan –, y que éste debe a tan poderosa
protección el honor que en el día disfruta, y me he dicho ¿por qué no he de reproducirme por una noble
emulación al útil de la patria?”. Carta de José a Francisco. Alicante, 2 de octubre de 1776. H.N.O.C., B.B.P., f.
46; y Archivo del conde de Campomanes. Madrid. Leg. 18/34, respectivamente.
(45) Carta de Juan Bouligny menor a su hermano Francisco. Constantinopla, 15 de junio de 1792. H.N.O.C.,
B.B.P., f. 68.
(46) Carta de José Bouligny a su hermano Francisco. Alcoraya, 22 de agosto de 1792. H.N.O.C., D.B.P., f. 17.
(47) Ibid. Alcoraya, 20 de septiembre de 1777. H.N.O.C., B.B.P., f. 49.
(48) Ibid. Alcoraya, 18 de septiembre de 1792. H.N.O.C., B.B.P., f. 72.
(49) Fontaine Martin. Op. cit., p. 338.
106
Juan Bouligny menor, por su parte, se había casado en Cartagena a comienzos
de junio de 1755 con Elena Viviana Marconié, hija del francés Juan Bautista
Marconié, natural de Montauban y dedicado a la actividad diplomática, y de la
sevillana María Magdalena de Peñarroja,de cuyo matrimonio tuvieron por hijos
a María Antonia, Juan, José Heliodoro, Elena y Dionisio (50). El fuerte y adusto
carácter de Elena propició que, desde un principio, no congeniara con su cuñado
José con quien las relaciones se irían deteriorando con el tiempo hasta agriarse
completamente, motivando que en 1756 su marido Juan abandonara la casa
familiar de los Bouligny y subarrendara por tres años una casa en la Plaza del
Mar al negociante Juan José Revel, a donde se trasladó a vivir con Elena en abril
del siguiente año (51).
En febrero de 1757 Juan era elegido diputado del Cuerpo de Comercio espa
ñol en Alicante, en cuya representación se traslada a Madrid para gestionar la
creación de un Consulado propio para su ciudad; pero la esterilidad de su ges
tión no le impidió contactar con los círculos políticos cortesanos, en especial con
el del secretario de Estado Wall gracias a las influencias e intrigas de su mujer
Elena, llegando a relacionarse con Agustín Sánchez Cabello, a la sazón cónsul
español en el puerto de El Havre-Rouen, con quien trató el proyecto de
establecer “agentes de fomento del comercio y la navegación española” en
puertos atlánticos franceses (52).
Restituido a Alicante, sobrellevó el tenso episodio de aversión y enemistad
con los negociantes extranjeros residentes en la ciudad generado por la activi
dad proyectista de su hermano José hasta que, fallecido ya su padre y constatada
la decadencia del negocio familiar que fundara su abuelo José, se traslada
definitivamente a Madrid en busca de nuevos horizontes en los ambientes po-
líticos de la capital. La correspondencia epistolar entre sus hermanos José y
Francisco revela las dificultades pasadas por Juan al principio de su residencia
madrileña, expresadas con la frase: “Juan se mantiene en Madrid esperando sin
adelantar cosa”, especialmente las estrecheces económicas hasta el extremo de
considerar los 16 pesos mensuales aportados por su hijo José Heliodoro,
colocado de plumista en la Marina merced a los buenos oficios de D. Alfonso de
(50) A.H.P.A. Protocolo 1817 de Onofre Savater, “Renuncia y donación”, 3-6-1755, ff. 87r-88v. Decía Juan
padre refiriéndose a su homónimo hijo: “… y éste próximo a contraer matrimonio con Dª. Elena Marconié,
vecina de la ciudad de Cartagena… ”. La fecha del enlace y los hijos en Fontaine Martin. Op. cit., pp. 109 y 339.
Sus dos hijos mayores también desempeñaron cargos diplomáticos, pues José Heliodoro sería encargado de
negocios en Constantinopla cuando su padre se retire y, años después, en 1805 ocuparía el consulado español en
Suecia; mientras Juan Ventura será el cónsul español en Livorno durante los períodos de 1803 a 1811 y de 1814
a 1822. Vid. Pradells Nadal, Jesús., Diplomacia y comercio. La expansión consular española en el siglo XVIII.
Alicante, 1992, pp. 49 y 548, y 147 y 624, respectivamente.
(51) A.H.P.A. Protocolo 1274 de Agustín Navarro, “Rearrendamiento de casa”, 6-11-1756, ff. 435r-435v. El
propietario D. José Ansaldo le arrendó a Revel dicha casa, lindante con la de Pedro Laviña y callejón por donde
se va al peso del carbón, por tiempo de 6 años y anuo precio de 120 libras pagaderas en medias añadas
anticipadas, la misma que rearrienda a Juan Bouligny menor por los 3 años “que han de principiar el 1-4 -57 y
cumplirán el 1-4 -60”, por el mismo precio que pagará Juan a Ansaldo y “sacará los recibos de éste a favor del
otorgante” Revel.
(52) Pradells Nadal, Jesús., Op. cit., pp. 229 y 541.
107
Alburquerque, la única tabla de salvación para la exigua economía familiar
(53).
Antes de finalizar el año 1776, es muy probable que Juan ya hubiese iniciado
los contactos con el conde de Floridablanca que culminarían llevándole a
Constantinopla, con el encargo de explorar las posibilidades de establecer
relaciones diplomáticas y comerciales con la Sublime Puerta Otomana; pero
entre tanto llegaba ese momento, Juan dedicó buena parte del año 1777,
siguiendo los pasos de sus hermanos José y Francisco, a concluir la redacción de
su proyecto “Sobre establecimiento de cambio o Banco Real” (54), al objeto de
“corregir el daño que sufre el Estado” debido a la superioridad de los extranjeros
en el comercio nacional y colonial, sustentada por la práctica de un comercio
activo, en clara alusión reivindicativa de la postura formulada por su hermano
mayor.
La designación ministerial de Juan Bouligny menor, un negociante alicantino
de ascendencia francesa, de formación cosmopolita y aventajado en los
negocios, pero no vinculado a la carrera diplomática, ni tan siquiera a la Admi-
nistración, fue considerada “un desliz diplomático” (55) por los adversarios de
Floridablanca, que fue objeto de duros escarnios pese a que Juan no llegaba a
Constantinopla con la acreditación de ministro plenipotenciario, sino como
simple comerciante y agente de la orden franciscana. Allí permanecería desde su
llegada en la tarde del último día de abril de 1779 hasta el de su partida hacia
España en enero de 1793, quedando sus actividades cotidianas realizadas hasta
tres días después de la firma del tratado de 1782 registradas en su “Diario de mis
operaciones desde el día de mi arribo a Constantinopla que fue a las cuatro horas
de la tarde del día 30 de abril de 1779” (56), estupendamente compendiado por
Pradells Nadal al igual que las restantes gestiones practicadas por Juan durante
el desempeño de su misión en Turquía (57) que, en orden de prelación,
estuvieron dirigidas a la consecución de tres objetivos principales: El tratado de
paz, seguridad y comercio entre el Imperio Otomano y España firmado el 11 de
noviembre de 1782, ratificado por Carlos III el día de Nochebuena y culminado
con la presentación de credenciales ante el Gran Señor el día 5 de octubre de
1783; la formación de una red consular, sin previa autorización de Floridablanca
y practicando la política de hechos consumados, con el quimérico propósito de
potenciar el comercio español con Levante y cuyo origen es un informe del
propio Juan denominado “Antecedentes sobre el establecimiento de cónsules y
(53) Cartas de José Bouligny a su hermano Francisco. Alcoraya, 21 de marzo de 1777, y Alicante, 2 de octubre
de 1776. H.N.O.C., B.B.P., ff. 47 y 46, respectivamente.
(54) Este memorial de Juan Bouligny menor, concluido el 17 de septiembre en San Ildefonso, se halla pu-
blicado como anexo en Ribes Iborra, V. Op. cit., pp. 191-200. Es innegable la relación entre este manuscrito de
Juan y la aparición del Banco de San Carlos,creado en 1782 a iniciativa de su protector Floridablanca, con quien
mantuvo buena amistad, en base a un proyecto presentado por Cabarrús en 1781.
(55) “Mala elección de Buligni para Constantinopla. Daños que causa al decoro del Rey y de la nación y la real
hacienda” en Obras originales del conde de Floridablanca. Madrid, 1952, vol. LIX, pp. 284 - 285.
(56) A.H.N., Estado, Leg. 2.912.
(57) Para un mayor y detallado conocimiento de la trayectoria diplomática de Juan en Estambul, vid. Pradells
Nadal, Jesús. Op. cit., pp. 540-549.
108
vicecónsules en las escalas de Levante …”, remitido al conde el 1 de agosto de
1788 (58); y, por último, el establecimiento de un cuerpo de dragomanes o intér-
pretes y traductores de la lengua turca para cubrir los diferentes trámites
político-administrativos en las relaciones con la Sublime Puerta, a imitación de
otras legaciones extranjeras, cuyo desempeño recayó al principio en turcos no
musulmanes o en individuos italianos (59), así como la creación de una escuela
de jóvenes nacionales de lengua en la propia legación española, necesidad
comunicada por Juan Bouligny menor a Carlos III con la esperanza cumplida de
su real licencia y autorización (60), siendo uno de sus primeros estudiantes
Lorenzo Mabily y Bouligny, sobrino del propio embajador (61), mientras que
los primeros intérpretes nacionales de lengua turca lo fueron un tal Francisco
Bautista, cuyo cautiverio en Argel durante nueve años le permitió aprender el
moro, el turco y otros idiomas (62), y un joven valenciano llamado Luis José de
la Torre, que, con tan sólo 23 años, estuvo al servicio del enviado turco Vasif
Efendi en su viaje realizado a España en 1787 (63). Ambos intérpretes habían
llegado a Estambul en 1784 con la expedición del navío San Pascual
capitaneado por Gabriel de Aristizábal, coincidiendo con el famoso viaje del
académico José Moreno que aparece integrando el pasaje del navío, al igual que
Elena Marconié, mujer del ya embajador Juan Bouligny menor, de cuyo séquito
formaba parte Luis José de la Torre en calidad de acompañante y hombre de ho-
nor, ocupación que cambiaría llegado a su destino donde trabajaría a las órdenes
de D. Dionisio Aguilar en la custodia de los regalos de Carlos III al Gran Señor,
trabajo que le valdría para que el embajador le propusiera “estudiar las lenguas
turca y griega como también la italiana y la francesa por espacio de dos años
…”(64). Al igual que Francisco Bautista, también Luis José solicitaría
reiteradamente una ocupación compensatoria por los servicios prestados al
Estado (65); pero como a aquél, nunca fueron atendidas sus peticiones, ni tan
siquiera la ayuda requerida para trasladarse a Valencia con motivo de su
enfermedad (66), perdiéndose desde entonces todo rastro de él.
(58) A.H.N., Estado, Leg. 3.443-2. Además de en este legajo, la correspondencia oficial entre Juan Bouligny
menor y el conde de Floridablanca se contiene en los legajos 2.912, 3.429-2, 3.430-1 y 3.443-1 de esta sección.
(59) Jurado Aceituno, A., “Jovenes de lengua, dragomanes o intérpretes de turco en Estambul a finales del siglo
XVIII”. Revista del Instituto Cervantes de Mánchester, nº 3, enero de 2002, pp. 16-22.
(60) A.H.N., Estado, Leg. 4.761, carta i. La misiva lleva fecha del 10 de julio de 1783.
(61) Ibid., Leg. 4.797. Al igual que su tío, Lorenzo se dedicó a la carrera diplomática ejerciendo su labor durante
largo tiempo en la isla de Corfú, llegando incluso a adquirir la nacionalidad helénica y fundando una familia
entre cuyos miembros destacó el poeta Lorenzo Mavilis. Ioannis K. Hassiotis, “España y el Sureste de Europa en
la Edad Moderna: Cuatro siglos de dilemas diplomáticos” en España y la Cultura Hispánica en el Sureste
Europeo. Atenas, 2000, p. 43.
(62) Ibid., Leg. 4.750. Carta fechada el 12 de enero de 1791 y dirigida a Floridablanca en solicitud de un empleo
oficial a cambio de los servicios prestados.
(63) Ibid., Leg. 4.788. Documento “Nota de lo que ocurrió en el convite…”, y documento de fecha 6 de febrero
de 1788.
(64) Ibid., Leg. 4.788. Documento fechado el 16 de septiembre de 1787.
(65) Ibid. En esta fecha, estando aún al servicio de Vasif Efendi, solicita el cargo de “comisario de Guerra o de
Marina”. Cuatro meses después, el 6 de febrero de 1788, pide “la gracia de aquel consulado – Constantinopla –
o de uno de aquellos puertos de Levante o de otro cualquier Ministerio”, para cuatro días más tarde demandar el
puesto de “registrador del Real Sello” que había quedado vacante en Valencia.
(66) Ibid., Leg. 4.750.
109
El éxito en la carrera diplomática de Juan Bouligny menor, así como las de sus
dos hijos mayores, se debe a las excelentes relaciones de amistad tenidas con su
valedor, el conde de Floridablanca, llegando aquel a su punto cenital cuando su
mujer Elena experimentó “la grande satisfacción de oir de boca de nuestro
Augusto Soberano, que Dios guarde, que estaba contento y satisfecho de la
conducta de su marido, nuestro hermano, y por otra parte haber manifestado el
excelentísimo señor conde de Floridablanca, ministro de Estado, que si todos los
ministros del Rey en las cortes extranjeras procediesen con la entereza y caudal
que procede Bouligny, ahorraría mucho el erario. En fin, confio que con el
tiempo, si Dios da vida y salud al ministro y conserva la vida a nuestro Juan, ha
de ser éste el amparo de toda la familia…” (67).
Si de este encumbramiento disfrutaba Juan en el plano profesional, el contra
punto venía dado en el aspecto familiar comenzando un largo período de dis-
gustos culminado con la ruptura de relaciones con su hermano mayor. Los
principales desencuentros se centraban en la liquidación de la antigua compa-
ñía Bouligny Hermanos, y en la reiterada insistencia de José para que Juan
acomodase a sus hijos con alguna prebenda cortesana. Respecto al primer
asunto, las diferencias se evidenciaron con prontitud ocasionando que Juan
pasase a residir fuera de la casa familiar, como ya hemos referido, motivadas por
la influencia de Elena con su carácter altivo, irascible e intrigante, maqui-
nadora de habituales enredos. Esta situación generaría que la comunicación
entre ambos hermanos se fuera espaciando hasta provocar su ruptura en 1792.
Desde bastante antes, José no había tenido ninguna noción directa de Juan,
cuando en el verano de ese año se entera de que su cuñada había obtenido au-
torización para el regreso de su hermano a España, siendo interinamente susti
tuido por su sobrino José Heliodoro que se trasladó a Alicante para embarcar se
hacia Estambul sin dar noticia alguna a su tío José, como también haría Juan al
desembarcar en Cartagena a comienzos de abril de 1793 procedente del Imperio
Otomano; pero desde Murcia le comunica por carta su inmediato traslado a
Madrid, a donde podía escribirle sí lo tenía por conveniente.
José, temeroso de que su correspondencia cayese en manos de Elena, así se lo
confesaba a su hermano Francisco (68), escribió alguna misiva que, en efecto,
fue interceptada por su cuñada precipitando la ruptura, definitivamente
consumada con la afrenta hecha por Elena a su sobrino José Bouligny Bertho
lón, quien empleado de guardia de corps quiso visitar a sus tíos en febrero de
1794, no pudiendo pasar de la puerta al impedírselo su tía. Enterado José, pensó
que “han llegado a tal punto las insolencias, las ingratitudes, las alevosías de la
indigna familia de Juan, que ya no hay remedio. No quiero que mis hijos los
reconozcan ni tengan por parientes” (69).
(67) Carta de José Bouligny a su hermano Francisco. Alicante, 17 de julio de 1790. H.N.O.C., D.B.P., f. 13
(68) Ibid. Alcoraya, 21 de julio de 1793. H.N.O.C., B.B.P., f. 73. Decía José refiriéndose a Elena: “¿Qué puedo
esperar de ella?. Un desvío tras de otro y que sin duda me tiene urdido el último para despacharme. Venga lo que
Dios quiera, pues a todo estoy dispuesto; y al paso que he olvidado todos los agravios espero que nuestro Juan se
acordará de mi si llega a verme”.
(69) Carta de José Bouligny a su hermano Francisco. Alicante, 15 de febrero de 1794. H.N.O.C., B.B.P., f. 80.
110
Al liquidar los negocios en común, la heredad de la Alcoraya se reparte entre
José y Juan sin poder determinar qué porción correspondió a cada uno, pero
teniendo, en consecuencia, que rendir cuentas períodicas el primero al segundo,
situación desgradable para ambos, pues a José le recordaba constantemente su
angustiosa pobreza que le imposibilitaba comprar la parte de su hermano para
poder gobernar la finca a su antojo, y a Juan porque la vieja hacienda familiar no
entraba en los nuevos derroteros que había tomado su vida. Esta difícil situación,
agravada por los malos entendidos, la distancia y el mal carácter de Elena, fue
rematada por ésta cuando en 1792, deteniéndose en Alicante a su regreso de
Turquía, le pidió a José un préstamo de 240 pesos a cuenta de los rendimientos
de la heredad, cantidad que jamás le reintegró (70). Por otro lado, considerar el
presunto desinterés de Juan por ayudar a los hijos de José en mejorar sus
condiciones de vida como otro motivo de fricción entre ambos hermanos, no
parece tener fundamentos sólidos, aunque en opinión de José no pusiese Juan el
suficiente énfasis por beneficiar a sus sobrinos, pues parece cierto que éste
intentó auxiliar económicamente a Francisco Bouligny y Bertholón en la
escaramuza militar de Orán, ayuda que probablemente interceptara su mujer
Elena (71).
Asentado definitivamente en Madrid desde el año 1793, Juan Bouligny me-
nor no volvería a ejercer ningún otro empleo hasta su fallecimiento ocurrido el 9
de enero de 1798, pues falto de su protector Floridablanca no contó con la
confianza del nuevo equipo de la secretaría de Estado encabezado por el
aragonés conde de Aranda, rival político del conde murciano.
Francisco Bouligny y Paret supo, al iniciarse el año 1756, que su vida no tenía
futuro en el negocio familiar y, menos aún, en la nueva compañía de comercio
Bouligny Hermanos que acababan de constituir sus dos hermanos mayores, en la
que tan sólo participaba con un 10% “sobre las ganancias de cien libras” (72).
Por entonces, contaba Francisco con 20 años de edad, habiendo nacido el 4 de
septiembre de 1736 y bautizado 48 horas después en la iglesia parroquial de San
Nicolás, siendo sus padrinos su sexagenaria abuela paterna Inés Larchier,y su
hermano mayor José,a la sazón un púber de 13 años (73). Por ello, teniendo
cursados estudios de gramática en Orihuela durante un trienio (74), optó por
truncar la tradición comercial familiar e incorporarse a la milicia, a cuyo fin in-
(70) Carta de José Bouligny a su hermano Francisco. Alcoraya, 22 de agosto de 1792. H.N.O.C., D.B.P., f. 17.
(71) Carta de Juan Bouligny a su hermano Francisco. Constantinopla, 15 de julio de 1792. H.N.O.C., B.B. P., f.
68.
(72) A.H.P.A. Protocolo 1817 de Onofre Savater, “Testamento común de D. Juan Bouligny mayor y Dª María
Paret, consortes.”, 4-1-1758, s/f, f. 5v contado.
(73) H.N.O.C., D.B.P., f. 126. El documento contiene una copia de la partida bautismal de Francisco, cuyo
original se halla en el Archivo Parroquial de San Nicolás de Bari, libro 28 de Bautismos, f. 167v. De Molina
Bautista, José Manuel., Historia de Alhaurín de la Torre en la Edad Moderna, 1489-1812. Ayuntamiento de
Alhaurín de la Torre, 2005, capítulo VII.
(74) H.N.O.C., B.B.P., f. 11, 18 de marzo de 1750. El niño Francisco Bouligny debió ser uno de los 179
alumnos que se graduaron en el Estudio General oriolano entre los años 1746 a 1750. Vid. Martínez Gomis,
Mario, “La función social de una universidad menor durante los siglos XVII y XVIII. El caso del Estudio
General de Orihuela” en Universidades españolas y americanas. Valencia, 1987, pp. 361-394.
111
gresaba como cadete de infantería del regimiento de Zamora el día y fiesta de
San José de 1758, custión difícil para un jóven de 22 años sin antecedentes
familiares en el oficio pese a no ser este una agrupación de reconocido prestigio
castrense (75). Tras prestar sus servicios en este regimiento durante un bienio, es
trasladado al de Reales Guardias de Infantería Española en donde alcanzaría la
graduación de oficial a comienzos de 1762 y, en cuya consecuencia, se le
adjudica nuevo destino recayendo en el Fijo de La Habana hacia donde partiría
en el verano de ese año desde el puerto de Cádiz rumbo a las islas Canarias.
Mientras tanto, en el panorama internacional, acontecían los episodios béli-
cos de la guerra de los Siete Años mediante los cuales Inglaterra, enfrentada a
las coronas borbónicas de Francia y España firmantes del Tercer Pacto de
Familia, se apoderaba de La Habana y Manila forzando, de paso, el retraso
expedicionario de la compañía de Francisco, pues la previsible escala técnica en
las Islas Afortunadas se convirtió en una larga estancia de casi un año, hasta que
la firma de la paz de París restituyó la ciudad caribeña al dominio de la
monarquía de Carlos III. A mediados de junio de 1763, libre de obstáculos, la
expedición prosiguió su viaje desde Tenerife hacia el puerto habanero de San
Cristóbal, embarcado Francisco en la fragata Corazón de Jesús capitaneada por
José Gutierrez (76).
Trancurrido un tedioso e interminable sexenio en la guarnición cubana,
estando tentado en demandar el cambio de destino, Francisco fue convocado a
integrar el expedicionario contingente de tropas del irlandés Alejandro O´Reilly
enviado, a comienzos de julio de 1769, para sofocar la insurrección de los
colonos franceses contra Antonio de Ulloa, gobernador de la Luisiana
Occidental desde 1765, territorio ofrecido por Francia en el tratado de
Fontainebleau de 3 de noviembre de 1762 en compensación por la pérdida de
Florida, cedida por España a Inglaterra ocho meses después en la anglofrancesa
paz de París firmada el 10 de febrero de 1763, y en la que Francia también
transfirió a los ingleses la Luisiana Oriental, entre otras posesiones americanas.
Aunque Francisco tenía sólo el grado de teniente, su dominio de la lengua
francesa hizo que O´Reilly le designara su interlocutor en la misión pacifica-
dora encomendada, especialmente en sus encuentros con Charles Phelippe
Aubry, capitán del ejército francés de Nueva Orleáns enviado por el Consejo
Supremo rebelde de la ciudad para enfrentarse a los españoles, que se puso a las
ordenes y a disposición del general español (77). Este hecho le supondría al
militar alicantino obtener el empleo de ayudante mayor con rango de capitán,
graduación concedida oficialmente tres años después al asignarle el mando de
una compañía de granaderos que, junto con otras ocho de fusileros,configuraban
(75) A.G.S., Secretaría de Guerra, leg. 7.292, X, 1. Contiene las hojas de servicios de Francisco, fechadas el 31
de diciembre de 1795 y el 30 de junio de 1797, y firmadas por el barón de Carondelet, inspector del regimiento.
(76) Certificación testimonial de D. Pedro Catalán, contador de la Real Hacienda en las islas Canarias. Santa
Cruz de Tenerife, 17 de junio de 1763. H.N.O.C., D.B.P., f. 127.
(77) Rodríguez Casado, Vicente. Primeros años de dominación española en la Luisiana. Madrid, 1942, pp. 321-
326, y Ribes Iborra, Vicent. Op. cit., p. 44.
112
un batallón del nuevo regimiento de infantería de Luisiana.
Sin embargo, Francisco Bouligny ya había enraizado su vida totalmente en la
colonial provincia española al vincularse con una influyente familia de Nueva
Orleáns, mediante el matrimonio contraído con Marie Louise Le Senéchal
D´Auberville el 29 de diciembre de 1770 que, con el tiempo, le permitió
convertirse en el propietario de una riquísima hacienda cercana a la ciudad
denominada Barataria hasta entonces, pero en adelante sería conocida como
Bouligny (78).
En el verano de 1776, Francisco decide viajar a España para solventar, entre
otros temas, todos sus intereses familiares. Llegado a su destino, su estancia se
centraría en tres ciudades concretas: Cádiz, Alicante y Madrid, tratando de
resolver los asuntos que realmente motivaron su viaje, uno de los cuales era
concluir un largo contencioso causado por una cuestión sucesoria del barón de
Pontalba, de Nueva Orleáns, que afectaba directamente a los intereses
económicos de sus suegros. Pero, sin duda, era en Cádiz donde debía solucionar
uno de los principales motivos de su traslado a nuestro país, entrevistarse con el
capitán general de Andalucía, su antiguo protector O´Reilly, tratando de
averiguar cómo ascender en la escala de oficiales reales y, aprovechando la
ocasión, posiblemente también intercediese ante el general por alguno de sus
familiares militares, como su hermano Lorenzo y sobrinos. Así mismo, debió
aprovechar su estancia gaditana para sondear entre los comerciantes la
posibilidad real de llevar a la práctica el proyecto de dedicarse, junto a sus dos
hermanos mayores y otros asociados,al tráfico de esclavos negros (79), lucrativo
negocio que es probable hubiese planificado antes con José y Juan en Alicante,
concibiéndolo como la única vía de escape posible para eludir la inevitable ruina
comercial de la casa Bouligny.
Parece ser que el origen de considerar su posible participación en el tráfico
negrero radica en unas reflexiones de José sobre su propia penuria, no exentas
de reproches, epistolarmente comunicadas a su hermano Francisco con la in-
tención, nada extraña por su parte, de aprovechar comercialmente la preemi-
nente posición de éste en la colonia americana. Y así, en el verano de 1770, le
hacía saber que no podía “pensar en hacer empresas por mi cuenta, ni menos
solicitar de nadie para que las haga por la suya para ese país, pues no tenemos
navegación propia ni podemos hacer ese comercio en derechura, ni tú tampoco
te has querido darte el trabajo de instruirme de los géneros y líquidos de ésta
(78) En dicha plantación trabajaban 33 esclavos negros que fueron vendidos al enajenarse la misma por 100.000
pesos en el año 1792. Gilbert C. Din, “The Death and Succession of Francisco Bouligny”, The Journal of
Louisiana Historical Association, verano 1981, vol. XXII, nº 3, pp. 307-315. El matrimonio tuvo seis hijos
llamados Joséphine, Dominique, Rémy, Ursino, Luis y Celeste, llegando a ser Ursino y Luis dueños conjuntos de
una hacienda en Plaquemines Parish, y Luis en solitario de otra en Jefferson Parish. El hijo mayor, Dominique,
se dedicó a la política llegando a ser senador en 1824, e igualmente hizo su sobrino John Edward, hijo de Luis,
notable congresista contrario a la Secesión. Cfr. en Ribes Iborra, Vicent. Op. cit., p. 45, nota 58.
(79) A.H.P.A. Protocolo 1664 de Onofre Savater, “Poder para comprar”, 23-8-1757, f. 74r-74v. En cualquier
caso, los Bouligny solicitaron en 1776 un asiento estatal para importar 100 esclavos negros africanos a Nueva
113
que son a propósito para esa colonia” (80). Tras permanecer aparcado el
proyecto durante un lustro, vuelve a retomarse puliéndose con ocasión de la
llegada a Alicante de Francisco, al que se asocia con el negociante irlandés
Kearney, representante y administrador de los intereses de éste en la ciudad
lucentina, con quien Francisco mantenía unas fluidas relaciones a través de
varias casas comerciales parisinas y de la madrileña Hermanos Joyes y
compañía (81).
La recíproca correspondencia escrita entre los Bouligny durante el otoño de
1776 revela asiduas alusiones al proyecto, unas veces escuetas, “adjunto tienes
la copia del Memorial que pides sobre asunto de negros”; otras enigmáticas, “el
asunto de los n. lo contemplo remoto, nunca he esperado en ello”, y las más de
ellas con referencias abreviadas o simples iniciales como “n” por negros, “K”
por Kearney, “O” por O´Reilly o “C” por Campomanes (82). Esta última
consideración de José en relación a la trata de negros parece que fue
premonitoria ya que en el siguiente año 1777 el socio Kearney, aquejado de una
grave y larga dolencia que puso en peligro su vida, se vió forzado a abandonar
los negocios y a disolver la compañía comercial formada con Cornelio
Coppinger porque para Kearney “no era favorable”, en opinión de José
comunicada a su militar hermano (83), coincidiendo con el momento en que más
decididos estaban los hermanos a intervenir activamente en el comercio negrero
que, finalmente, quedó sin concreción alguna.
Sin embargo, sí hay datos reveladores de la trama alicantina maquinada en el
entorno de los Bouligny con notable participación en el tráfico negrero con La
Habana, siendo su figura capital el petrerense Juan Miralles Troyllón, afincado
en La Habana y relacionado, cuanto menos, con el negociante alicantino de
origen francés Pedro Montengon, tío político de los hermanos y cuñado de su
padre Juan Bouligny, surgiendo de ahí la posible vinculación de los Bouligny
con ese tipo de comercio, puesto que Miralles poseía una gran experiencia en la
trata de negros pues, no en vano, había sido socio accionista de la compañía
gaditana de negros durante seis años hasta que, afectada en 1772 por una
profunda crisis en la que Miralles resultaría deudor de 70.000 pesos, fue
excluido de la nueva relación de socios concebida como consecuencia de la
remodelación efectuada para conseguir reflotarla (84).
Orleáns a través de Cuba. Carta de José y Juan Bouligny a su hermano Francisco. Alicante, 3 de septiembre de
1776. H.N.O.C., B.B.P., f. 45.
(80) Carta de José Bouligny a su hermano Francisco.Alicante, 25 de agosto de 1770. H.N.O.C., D.B.P., f. 6
(81) Ribes Iborra, Vicent., Op. cit. p. 51.
(82) Cartas de José Bouligny a su hermano Francisco. Alicante, 10 de septiembre y 2 de octubre de 1776.
H.N.O.C., D.B.P., f. 8, y B.B.P., f. 46, respectivamente.
(83) Carta de José Bouligny a su hermano Francisco. Alicante,24 de mayo de 1777. H.N.O.C., D.B.P., f. 9.
Coppinger, residente en La Habana desde 1763 donde poseía una casa de contratación de negros, fue uno de los
asentistas a los que la Real Hacienda compró 972 negros en 1764, y otros 1.000 a José Villanueva Picó, cuyo
precio osciló entre 130 y 158 pesos por esclavo. A.G.I., Contratación, leg. 5083, y Santacruz y Mallén, Javier,
Historia de familias cubanas. La Habana, 1940, t. VII, pp. 108-112.
(84) A.G.I., Indiferente general, leg. 2.820. Torres Ramirez, Bibiano. La compañía gaditana de negros. Sevilla,
1973, pp. 49-50 y 80-95.
114
El tercer y último destino de Francisco en España fue la Corte. En Madrid,
tuvo la posibilidad de conocer las opciones reales existentes para la autorización
del asiento de negros solicitado y, probablemente, de intrigar sobre la creación
de un Consulado de Comercio propio para Alicante, independiente del de
Valencia, tema este que causaba honda preocupación entre los negociantes
alicantinos y sobre el que bien pudiera haber reflexionado Francisco, o, incluso,
haber elaborado un plan. Esto, al menos, parece desprenderse de la alusión que
sobre el asunto hace su hermano José: “No entiendo lo que me dices del
Consulado. ¿En tu Plan había algo relativo a esto? Lo ignoro y tú lo debes
saber” (85).
Además, Francisco tuvo tiempo para escribir su “Memoria histórica y política
sobre la Luisiana” (86), concluida en su redacción el 16 de agosto de 1776 y
presentada tres días después por el propio autor al secretario de Indias José
Gálvez, describiendo en ella el estado del comercio y población de la provincia
colonial de Luisiana, así como los medios de adelantarla, siendo su propósito y
finalidad frenar los progresivos avances realizados por los ingleses en
Manchack.
La gestación de esta “Memoria” quizás pudo deberse a la influencia de su
hermano José, quien en una de sus misivas le pedía que “cuando tengas un poco
de vago dame noticias de ese país, su situación, clima, temple, calidad de tierras,
frutos, comercio, y si la dominación se extiende muy adentro. Cómo estáis con
las naciones circunvecinas, si tenéis paz y comercio con ellas, sus géneros y
costumbres, y finalmente si se puede con libertad y seguridad internar en sus
países.” (87) o, acaso, fuere producto de las orientaciones que en tal sentido
recibiera de Campomanes, para quien Francisco traía el encargo de José de
entregarle su manuscrito sobre Alicante. Sea cual fuere la motivación, es lo
cierto que a partir de la estancia madrileña de Francisco se produce un cambio
en la política española con respecto a la lejana colonia, que adquiere mayor
importancia al igual que la insurrección de los colonos angloamericanos. Buena
prueba de ello es que, en enero de 1777, partía del puerto de La Coruña rumbo al
de La Habana un paquebote con géneros destinados al gobernador de Cuba, pero
con la orden de que éste los remitiese al de Luisiana y, en marzo de 1778, el
Congreso Continental de los insurgentes colonos americanos ordenaba al capitán
Willing desplazarse a Nueva Orleáns para recoger el envio español (88).
Finalizada su estancia en Madrid, Francisco emprendía el viaje de retorno a
Nueva Orleáns a donde llegaba al inicio de la primavera de 1777; pero sus
(85) Carta de José Bouligny a su hermano Francisco. Alicante, 24 de mayo de 1777. H.N.O.C., D.B.P., f. 9
(86) H.N.O.C., B.B.P., f. 44. El documento que figura aquí es una copia que ha sido transcrita por Ribes Iborra,
Vicent. Op. cit. pp. 141-182. En la Biblioteca Nacional se conserva otra copia mutilada del manuscrito de
Francisco Bouligny. B.N., ms. 19.265.
(87) Carta de José Bouligny a su hermano Francisco.Alicante, 20 de noviembre de 1770. H.N.O.C., B.B.P.,f. 31.
(88) Yela Utrilla, Juan Francisco., España ante la independencia de los Estados Unidos.Madrid, 1988, pp. 149-
150. Los géneros embarcados en la nave correo consistían en 9.000 varas de paño azul, 18.000 de paño tinto,
1.710 de paño blanco y 2.992 de estameña blanca, procedentes mayoritariamente de la industria pañera alcoyana.
115
gestiones en la Corte tuvieron un doble resultado inmediato. Por un lado, su
nombramiento de teniente coronel graduado en agosto de ese mismo año y, por
otro, la llegada de un nuevo gobernador sustituyendo al pacificador Luis Unzaga
, el general malagueño Bernardo Gálvez, protegido por su tío el secretario de
Indias José Gálvez, cuya labor colonizadora estaría centrada en tres aspectos
basados en la “Memoria” de Francisco: políticas de incremento demográfico,
fomento del comercio y control territorial mediante la creación de una frontera
estable.
A favorecer la consecución de los mismos se orientaran las actividades del
militar alicantino en los próximos años, a pesar de los tensos problemas surgi
dos entre Bernardo Gálvez y Esteban Rodríguez Miró, teniente coronel del
regimiento de Luisiana que llegaría a sustituir a Gálvez en la gobernación, con
Francisco Bouligny por una cuestión de competencias al no determinarse con
claridad qué lugar correspondía a Francisco en el escalafón militar,como lo
demuestra el hecho de que, siendo el responsable Bouligny de establecer un
asentamiento colonial, durante una salida para inspeccionar fuertes fronterizos
surgió un conflicto entre éste y diferentes subordinados que no reconocen su
autoridad puesto que, en ausencia de Gálvez, es vicegobernador el coronel
Manuel González, además de sufrir por ello una agria reprimenda del
gobernador Gálvez en la junta de gobierno celebrada el 3 de diciembre de 1778
(89). Las discrepancias y enfrentamientos llegaron hasta Madrid, donde el
ministro tío del gobernador Gálvez zanjó el litigio fallando en contra de
Francisco y cerrando así oficialmente el caso, pero no la enconada enemistad
que Gálvez sentía por el militar alicantino reiteradamente manifestada en los
años venideros (90).
Durante el verano de 1778 habían llegado colonos canarios y malagueños a
Nueva Orleáns y, de inmediato, Gálvez encarga a Francisco la tarea de localizar
su asentamiento, lugar que, en su opinión, es la región del río Ouachitas (91). El
gobernador rechaza su propuesta a causa de su lejanía para socorrerla en caso de
ataque indio, o de prestar ayuda a la capital sí esta sufriera un ataque inglés, ante
lo cual Bouligny efectúa un reconocimiento del territorio fronterizo durante el
que sucede el incidente de insubordinación que hemos referido. Francisco
redacta un extenso informe en defensa de su tesis, que concluye quejándose del
desamparo en que se halla ante la enemistad del gobernador (92) quien,
atendiendo a otros informes, le ordena establecer a los malagueños junto al río
Iberville provocando con ello la dimisión de Francisco que es rechazada,
llegándose al compromiso de acordar otro lugar situado en el Bayou Teche o
(89) Gilbert C. Din, The Spanish Presence in Louisiana, 1763-1803 (The Louisiana Purchase Bicentennial
Series in Louisiana History, vol. II). University of Louisiana at Lafayette, 1996.
(90) Ribes Iborra, Vicent., Op. cit., p. 46.
(91) A.G.I., leg. 2.358. Bouligny calificaba el lugar de bello paraje, muy apto para cultivar tabaco y cáñamo e
idóneo para proveer de harina.
(92) La animadversión personal entre Gálvez y Bouligny es reflejada en el artículo de J.H.Nunemaker, “The
Bouligny affair in Louisian”, The Hispanic American Historical Review, XXV, nº 3, Baltimore, agosto 1945, pp.
339-345.
116
Bayú Theis, en la región de la tribu de los Chetis Machas, de la nación de los
Atakapas, aceptando Bouligny dirigir la colonización. La consiguiente
expedición llegaría a su destino el 12 de febrero de 1779 y, tras elegir Bouligny
el lugar apropiado, comenzarían los trabajos de construcción de una ciudad que
pasará a denominarse Nueva Iberia.
En los meses siguientes, Francisco centraría su labor en organizar y avituallar
la nueva fundación; pero, sobre todo, a intentar solventar los graves reveses
sufridos a causa de las copiosas lluvias primaverales que le obligaron a
abandonar el paraje y trasladar la ubicación del asentamiento, generándose con
ello nuevos problemas e incrementándose notoriamente el gasto, causante de un
profundo desagrado en Gálvez, el cual reaccionará marginando a Francisco
hasta el extremo de no responder a sus cartas, crítica situación resumida por éste
que, afligido, le dirige a Gálvez una carta el 25 de agosto de 1779 diciendo: “El
silencio de V.S. conmigo en esta ocasión me tiene contristado más allá de toda
exposición y sí mis súplicas, mis ardientes súplicas pueden contribuir a mitigar
en V.S. tanto enojo, humildemente las dirijo a V.S. cuya benegnidad imploro
gracia, gracia, gracia, sería yo sólo quién hallaría cerradas las puertas de un
corazón que tanto se complace en hacer felices y en el que he fundado
constantemente mis esperanzas” (93).
Mientras tanto, aludiendo a las cláusulas del parisino Tercer Pacto de Familia,
de 15 de agosto de 1761, se renovaba en Aranjuez la alianza hispano-francesa el
día 12 de abril de 1779, por la que España se involucraba en la segunda fase de
la Guerra de Independencia americana apoyando a los insurgentes colonos
contra Gran Bretaña, circunstancia aprovechada por el gobernador Gálvez para
intensificar los lazos entre españoles y acadianos franceses, al tiempo que
contactaba con los revolucionarios colonos con la finalidad de concertar
acciones militares coordinadas contra las posiciones inglesas. En tal sentido, el
petrerense Juan Miralles, como encargado de negocios, se dirigió al Congreso
Continental en carta del 17 de febrero de 1779 pidiendo que se atacaran las
guarniciones inglesas de Georgia y las Carolinas, mientras que, desde la
Luisiana y Cuba, España atacaría las posesiones británicas en el valle del
Mississippi y de las Floridas (94).
La indecisión del general George Washington retardaba su respuesta a Juan
Miralles, en tanto que el impaciente Gálvez ya preparaba acciones contra la
línea de fortificaciones inglesas en la frontera, no sin antes enviar al capitán
Jacinto Pamís a reconocer las posiciones enemigas para asegurar el éxito de las
operaciones. El subordinado le informa de la necesidad de contar con una fuerza
de 7.000 hombres, que el gobernador solicita de inmediato a Cuba y que, de
momento, es rechazada, ante lo cual, reuniendo a 700 soldados, comenzaba
Gálvez en septiembre de ese año sus ataques fronterizos (95).
(93) De Molina Bautista, José Manuel., Op. cit., capítulo VII, apartado “Francisco Bouligny”.
(94) Montero de Pedro, J. Españoles en Nueva Orleáns y la Luisiana. Ed. De Cultura Hispánica, Madrid, 1979,
p. 44.
(95) Serrano Sanz, Manuel., “Relación de la campaña de Gálvez” en Documentos históricos de la Florida y la
117
En este contexto, Francisco suplica licencia a Gálvez para incorporarse al
frente y, sin esperar respuesta pues éste ha emprendido ya su campaña militar,
parte con un pequeño contingente de 40 hombres (96) llegando a tiempo de
participar en el asalto de Fuerte But de Manchak, en la Florida Occidental
inglesa. Asimismo, intervendría Bouligny en la toma de Baton Rouge, en la
orilla oriental del Mississippi, y en el sitio y toma de Mobile en 1780, donde al
frente de una compañía de granaderos es enviado por Galvéz a pedir la rendición
de los ingleses de Fuerte Carlota (97). Sin embargo, su acción bélica más
relevante sería la toma de Penzacola en 1781 al mando de la mencionada
compañía de granaderos dotada con dos piezas de artillería.
Inspecciona el terreno donde está enclavado el reducto de la Media Luna,
abriendo trincheras para cercar al fuerte inglés. Posteriormente, asaltaría
personalmente el llamado Fuerte Quemado, tomando en sus manos la bandera
inglesa, acciones que le valdrían en marzo de 1782 su ascenso a sargento mayor
del regimiento de Luisiana (98).
En 1784, el cargo de gobernador pasaba temporalmente a manos de Esteban
Rodríguez Miró por ausencia de su titular Gálvez y, en el tiempo de su
sustitución, envió varias partidas y expediciones contra los negros cimarrones
consiguiendo capturar a 120 de ellos, acciones en las que participó Bouligny y
que le supondrían obtener el grado de teniente coronel en julio de 1785, al que
cuatro años después seguiría el de coronel graduado y un trienio más tarde, el 4
de septiembre de 1791, se le concedería el de coronel, culminando así su carrera
militar (99).
No obstante, aún con los ascensos conseguidos y la buena opinión y estima de
sus superiores, Francisco Bouligny fue una persona insatisfecha por diferentes
motivos. Su enemistad con Gálvez le acarreó muchos sinsabores hasta la década
de 1790 en que, en palabras de su hermano José, “has salido, en cierto modo, del
barranco en que te puso Gálvez”, disgustos dimensionados a causa de su propio
carácter apocado, de esa “nimia sensibilidad tuya, que siempre has tenido, de
entregarte pusilánime sobradamente a las penas y sentimiento de esta vida”
(100). A ello, podría añadírsele, quizás, un componente de naturaleza política
motivado por su amistad con O´Reilly McDowel y familiares allegados que,
como militantes del “partido aragonés” del conde de Aranda, intrigaron contra
Floridablanca a resultas de lo cual el general fue relevado como capitán general
de Andalucia y encargado a supervisar las fortificaciones de Cantabria, lo que de
118
hecho equivalía al destierro hasta su muerte ocurrida en 1794. El yerno de éste,
Luis de las Casas, otro activo conspirador, era viejo conocido de Francisco, ya
que ambos fueron integrantes de la tropa expedicionaria que llegó con O´Reilly
a Nueva Orleáns en 1769, y su hermano Simón de las Casas, que llegó a
desempeñar el cargo de embajador en Venecia, mantuvo estrechas relaciones
con Juan Bouligny menor cuando éste ocupaba la legación de Constantinopla
(101). Aunque no existen indicios, ni menos aún hechos, que puedan involucrar
a Francisco en la conspiración, era indudable que sus consecuentes resultados
afectarían el ánimo del militar alicantino, ya de por sí consternado por otros dos
motivos más.
Las disensiones familiares, culminadas con la ruptura de relaciones entre sus
hermanos mayores José y Juan, acabarían por salpicar directamente a Francisco,
muy a su pesar, con el desaire causado por su cuñada Elena a su yerno Pedro de
la Roche cuando en 1789 viajó éste a la capital madrileña. En palabras de su
hermano José, sucedió que “tu yerno se presentó el año pasado en Madrid a
nuestra cuñada Helena y ésta no le quiso recibir, excusó y eludió la visita.
Conoció tu yerno y sintió este desvío.” (102).
El último motivo que afligiría las dos últimas décadas de la vida de Francisco
Bouligny sería su inestabilidad económica que, si bien no le ocasionó una
apremiante necesidad, como a su hermano mayor José, sí le obligó a pasar
estrecheces y apuros hasta el punto de tener que recurrir a su oponente Gálvez
en solicitud de un préstamo, cuya deuda le fue reclamada por éste en junio de
1779, con ocasión de una petición de fondos hecha por Bouligny para sufragar
los gastos ocasionados por las catastróficas lluvias en el primer enclave de
Nueva Iberia. Cierto es que Francisco disfrutaba de una paga militar de 8.500
pesos anuales, considerada suficiente para poder seguir habitando su casa “la
mieux installée qu´il y a dans tout le pays” – la mejor instalada que hay en todo
el país – (103); pero no lo es menos que dicha pensión no le libró de ir
cambiando con frecuencia de residencia, al menos durante el último decenio de
su vida, viéndose precisado a desprenderse de algunos bienes entre los que se
incluye su plantación de Barataria o Bouligny.
En agosto de 1796, estando próximo a cumplir los sesenta años, Francisco
solicitaba licencia para viajar temporalmente a España por segunda vez, con la
pretensión de arreglar cuentas e intereses de familia y el deseo de ver a sus
hermanos mayores José y Juan, a quienes no abrazaba desde hacía veinte años.
La solicitud fue inicialmente desestimada; pero ante una nueva petición de
Francisco, era aceptada en esta ocasión y se le autoriza el viaje bajo la condición
de no poderlo iniciar hasta no firmarse la paz con Gran Bretaña, traba que
(101) Cartas de Juan Bouligny menor a su hermano Francisco. Constantinopla, 1 de febrero de 1990, 15 de junio
y 15 de julio de 1792. H.N.O.C., B.B.P., ff. 63 y 68.
(102) Supra, página 118, nota 100.
(103) Carta de Francisco Bouligny a Mr. Leclerc. Nueva Orleáns, 24 de octubre de 1789. H.N.O.C., D.B.P.,
f.13. Ribes Iborra, Vicent. Op. cit., p. 48.
119
le impediría definitivamente visitar de nuevo España, puesto que la paz-tregua
firmada el 25 de marzo de 1802 en Amiens se alcanzaba demasiado tarde.
El militar y hacendado alicantino moría ab intestato el día 25 de noviembre de
1800, siendo sepultado en la catedral de San Luis, en el Vieux Carrée o popular
barrio francés de Nueva Orleáns, donde existe una placa funeraria
conmemorativa, como recordatoria es también la placa fundacional de New
Iberia en donde comparte honores con su enemigo gobernador Gálvez.
Habiendo fallecido Francisco sin haber otorgado testamento, en cumplimiento
de la legislación española, se ejecutó un minucioso inventario de sus bienes y
herencia que ascendieron a la cantidad patrimonial de 29.038 pesos, cuyo mayor
componente era la servidumbre doméstica constituida por 31 esclavos negros
valorados en 21.275 pesos, equivalente al 73% del monto total (104).
Con la muerte de estos tres hermanos Bouligny desaparecía todo vestigio de
una casa comercial alicantina fundada por un inmigrante marsellés, el abuelo
José, consolidada y prestigiosamente engrandecida por la segunda generación de
su hijo Juan, y completamente liquidada por la tercera generación de sus nietos,
todo ello en el espacio y tiempo inferior al de la centuria dieciochesca.
120
principalmente a la adquisición de géneros y mercancías (106), para su
posterior redistribución mediante la práctica de la venta al detall. En esta doble
tarea de compra-venta se distribuyeron los papeles entre el padre y el hijo,
asumiendo el primero la responsabilidad de la tienda, la venta directa del género
y el posterior cobro de créditos a la clientela (107); mientras el segundo,
desempeñando la gerencia por poderes, protagoniza las transacciones y ajustes
convenientes con proveedores nacionales o extranjeros para abastecer de
productos a la tienda de la susodicha compañía (108).
Siguiendo el espíritu imperante en la burguesía mercantilista de la época, la
casa de comercio José Bouligny e Hijo, como buenos mercaderes, tenía un claro
y prioritario objetivo: amasar una cuantiosa fortuna invirtiendo en ello el menor
tiempo posible, que les posibilitase la formación de un considerable patrimonio
que, además de promocionarles socialmente, les permitiese vivir de rentas y, a
ser posible, alcanzar algún grado de ennoblecimiento, constituyendo estas dos
últimas metas la máxima aspiración de la burguesía Setecentista imitando el
“modus vivendi” del estamento nobiliario.
En su intento por alcanzar esos sucesivos estadios, los Bouligny actuarán
como auténticos negociantes, en el más amplio sentido del término,
diversificando su actividad mercantil en todo aquello que les reportase
beneficios o ganancias, abarcando no sólo el comercio de los más variados
géneros y mercaderías (109), que reflejamos a lo largo del capítulo, propios del
país y, sobre todo, de importación en esta primera etapa (110) consistentes en
artículos textiles como telas indianas, lienzo blanco de Alemania, lienzo
alistado, estameñas, piezas de carrosequier, lamparillas, piezas de escarlatina y
(106) A.M.A. Arm.7 Lib.3 “Vecindario íntegro…de 1731.Negociantes de puerta abierta”. A.H.P.A. Protocolo
757 de Juan Galdó, “Obligación”, 18-12-1725, ff. 86r-86v.
(107) A.H.P.A. Protocolo 791 de Antonio García, “Obligación”, 23-6-1725, f. 201r-201v. Este documento
expresa que el mercader Bernardo Alberola, de la universidad de Monforte del Cid, adeuda a José Bouligny e
Hijo 87 libras, de las que 26 libras,10 sueldos y 6 dineros son de ropas vendidas en el día de hoy y las restantes
60 libras, 9 sueldos y 6 dineros del saldo “de cuentas ajustadas hoy de otros géneros y mercaderías fiadas en el
año pasado de 1724”.El total de la deuda promete pagarse en cuatro iguales pagas trimestrales a razón de 21
libras y 15 sueldos, haciendo el primer pago dentro de un mes contado desde el día de la fecha en adelante.
(108) A.H.P.A. Ibid. “Laudo”, 25-9-1725, f. 319r-319v. José Bouligny, por tratos y negocios habidos con el
difunto negociante marsellés León Alamel, le resultó ser deudor entregándole de fianza diferentes prendas y
alhajas y Juan, hallándose en Marsella con poder de sus padres, ajustó las cuentas resultando los herederos de
aquél acreedores en 1.300 francos de moneda tornesa abonados por éste; pero no le devolvieron la fianza debido
a que Domingo Paret se obligó a que los padres de Juan debían ratificar el ajuste de su hijo.
(109) Con esta denominación inespecífica suelen aparecer en los documentos. Para muestra, un ejemplo. D.
Bernardo Castillo manifiestaba deber a los Boluigny, padre e hijo, 188 libras de géneros y mercaderías que de su
orden entregaron a Társila Pascual, viuda de Gaspar Castillo, obligándose a pagar 150 libras en tres iguales
pagas en los meses de abril, agosto y diciembre, y las 38 libras restantes, la mitad en el día de San Juan y la otra
mitad en el día de Navidad, todo del corriente año. A.H.P.A. Protocolo 792 de Antonio García, “Obligación”, 5-
1-1726, f. 2r-2v.
(110) A.M.A. Arm.7 Lib.4. “Copia del Certificado de D. Vicente Bonavida, contador.-interventor por S.M. de
las Rentas Reales y Generales de Alicante y su partido, comprensivo de los Derechos de Diezmos satisfechos por
los Negociantes de esta Ciudad en la entrada y salida de géneros, año 1728”. En el mismo se especifica que el
volumen causado por Bouligny e Hijo en entradas asciende a 108.162 mrs, mientras que el producido por salidas
tan sólo era de 1.134 mrs. Sin embargo, considerando que la fiscalidad era del 15%, el montante real de las
entradas y salidas alcanzaría 721.080 mrs. y 7.560 mrs., respectivamente.
121
medias de crea (111), sino también a la actividad prestamista como hacen con el
vecino alicantino Juan Bautista Machi (112).
Resulta lógico pensar que cualquier empresa mercantil, en su inicial período de
formación, cual es el caso que nos ocupa, disponga de unos fondos de creación,
pero no tenga la solvencia económica necesaria para afrontar con inmediatez los
gastos y pagos generados en el abastecimiento de productos para su posterior
venta, razón por la cual, normalmente, se recurría al procedimiento de aplazar
los pagos mediante el mecanismo de rechazar las letras de cambio, bien en su
aceptación o bien en su pagamiento (113) para, en el interin, procurar cobrar las
ventas efectuadas. Pero este “modus operandi” generaba no poca conflictividad,
porque no siempre se conseguía cobrar el género vendido en los plazos
acordados, se rechazaban las cantidades o el pago de las letras, o ambas cosas
por motivos diversos (114) o, inclusive, no se cancelaba momentáneamente la
deuda por pura insolvencia pasajera. Por ello, con el fin de evitar en lo posible
los siempre molestos e inciertos viajes de la época, los mercaderes solían tener
correspondientes y/o apoderados residentes en el mismo lugar o cercanías que el
deudor para, en nombre de sus representados, tratar de percibir el crédito de
manera judicial o extrajudicial. Generalmente, eran designadas personas de su
estima y confianza ligadas, de una u otra forma, a su negocio, por cuyo motivo
nos son de mucha utilidad a la hora de conocer la estructura de sus actividades
comerciales.
En los años de 1727 y 1728 parece ser el mercader francés Pedro Amorrich el
hombre de confianza y apoderado de José Bouligny e Hijo, en especial por lo
que se refiere a solventar las dificultades habidas en sus negocios marselleses y
así, en los primeros días de marzo de 1727, apoderan a Amorrich con el fin de
que “tome cuentas y razón con pago” al marsellés Pedro Margarit de los géneros
y mercancías, que en diferentes tiempos y con varias embarcaciones le han
remitido, así como de todos “los tratos, negocios y correspondencias” tenidas
hasta entonces (115). Cinco meses después, en agosto de ese año, vuelven a
apoderarle; pero en esta ocasión para que pueda “administrar y arrendar unas
(111) A.M.A. Ibid. “Certificado de D.Vicente Bonavida de lo que han introducido los negociantes de esta
Ciudad por este Puerto y despachado en esta Real Aduana. Año 1728”. Con la misma signatura, “Certificado de
Juan Galdó, fiel de Rentas Generales de la Aduana de la Puerta de tierra de esta Ciudad de Alicante,del cargo de
haber pagado Derechos en otras Aduanas. Año 1728. Cargo a Juan Bouligny”.
(112) A.H.P.A. Protocolo 757 de Juan Galdó, “Obligación”, 18-12-1725, f. 86r-86v. Las 30 libras adeudadas
por Machi a Juan Bouligny son del valor de tanta mercadería y dinero prestado, prometiendo pagarlas en el plazo
de cuatro meses.
(113) A.H.P.A. Protocolo 1324 de Vicente Navarro y Pastor, “Protesta de letra” y “Protesta de no pagamiento”,
24-4 y 2-5-1726, ff.19r-19v y 20r-20v, respectivamente. En fecha 23 de marzo de 1726, el negociante marsellés
Juan Gautier endosa a su hermano Claudio, residente en Alicante, una letra de cambio de 250 “pistolles de
España” para su aceptación y pago por José Bouligny e Hijo, los cuales ni la aceptan ni la pagan por no estar
conformes con la cantidad contenida en ella. El equivalente monetario de las “pistolles” es la libra valenciana.
(114) A.H.P.A. Protocolo 794 de Antonio García, “Protesta de letras”, 6-6-1728, ff. 202r-203v. Juan Bouligny
pretende cobrar a los franceses Boudie y Petely, de Alicante, tres letras sacadas por el marsellés Aubert en
cantidad de 260, 340 y 150 “pistolles”, respectivamente, que no son aceptadas por falta de aviso del dador.
(115) A.H.P.A. Protocolo 793 de Antonio García, “Poder para cobrar”, 10-3-1727, f. 87r-87v.
122
casas de morada” que los Bouligny poseían en Marsella, por el tiempo y precio
que concertare y bien visto le fuere, otorgando las correspondientes escrituras de
arriendo y carta de pago por el cobro de la renta a los inquilinos (116).
Finalmente, en noviembre de 1728, estando Amorrich residiendo en la ciudad de
Valencia, se le daba procuraduría para cobrar cualquier dinero, géneros y
mercancías que a los Bouligny les debiesen cualquier persona/s de Marsella, y si
para ello fuere necesario contienda de juicio, la haga ante las justicias y jueces
de dicha ciudad (117).
Todo esto viene a corroborar cuán habituales eran las desavenencias y disputas
entre los negociantes en el desempeño de su oficio, si bien es cierto que, en
alguna ocasión, para evitar la excesiva duración temporal del proceso y, sobre
todo, los cuantiosos gastos que podían resultar de los mismos, los litigantes
solían alcanzar un acuerdo, convenio arbitral o laudo que resolviera el conflicto
mediante la intervención de terceras personas ajenas – árbitros o jueces árbitros
arbitradores y amigables componedores, según los documentos – designados por
las partes que se obligan al cumplimiento de la sentencia arbitral o laudo. Así
sucede en 1730 con el pleito entre las compañías Bouligny e Hijo y la marsellesa
Samari y Gondar, representada esta última por su apoderado Sebastián Simand,
negociante francés avecindado en Alicante, el cual puso instancia en el juzgado
real de esta ciudad pretendiendo el cobro de 958 francos y 16 sueldos, moneda
tornesa, del precio de una bala de paños remitida por la compañía provenzal,
aduciendo los Bouligny haberlos satisfecho en una porción de barrilla, y
“deseando la decisión más breve y menos costosa (sic)” comprometieron dicho
pleito en Francisco Munier, francés designado por Simand, y Gaspar Welter,
negociante suizo nombrado por los Bouligny (118). Tras la aceptación de los
cargos, revisar papeles y ajustar las cuentas, Munier y Welter resolvieron
fallando sentencia contraria a los Bouligny que satisficieron a Simand la
antedicha deuda, además de 39 libras, 10 sueldos y 2 dineros de las costas del
pleito “por mano de su mozo de tienda” (119), así como 18 libras abonadas al
prior del convento hospital de San Juan de Dios de esta ciudad, fray Ginés
Hernández, que “por pena convencional se impuso” en dicho compromiso (120).
Naturalmente, no concluían aquí los problemas afrontados por José Bouligny e
Hijo porque los procesos también se generaban, con más frecuencia si cabe, al
pretender cobrar los créditos, de ahí que dicha compañía se viera precisada a
apoderar al procurador de causas alicantino José Izquierdo (121) y al regidor
ilicitano Carlos Gil (122), aunque alguna vez resultase más beneficioso hacer
(116) A.H.P.A. Protocolo 793 de Antonio García, “Poder para arrendar”, 18-8-1727, ff. 228r-229v.
(117) A.H.P.A. Protocolo 794 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 19-11-1728, f. 382r-382v.
(118) A.H.P.A. Protocolo 1577 de Vicente Rovira, “Compromiso”, 16-11-1730, ff. 336r-337v.
(119) A.H.P.A. Protocolo 1578 de Vicente Rovira, “Carta de pago”, 24-4-1731, f. 56r-56v.
(120) A.H.P.A. Ibid., “Carta de pago”, 18-7-1731, f. 124r-124v.
(121) A.H.P.A. Protocolo 902 de Francisco Hernández, “Poder para pleito”, 5-12-1731, f. 94r-94v.
(122) A.H.P.A. Protocolo 905 de Francisco Hernández, “Poder para cobrar y pleito”, 8-1-1734, f. 7r-7v.
123
cesión del crédito a otros comerciantes recibiendo el cesionista, en contrapartida,
algún codiciado producto como acontece en diciembre de 1732, en que los
Bouligny traspasan a la compañía de comerciantes Francisco Asnar y José
Martínez diferentes créditos por un montante de 1.575 libras contra varios
deudores, que los comerciantes alicantinos “aceptan y toman por su cuenta y
riesgo para su cobranza sin que los Bouligny queden obligados a evicción
alguna con tal de que sólo sean ciertas las deudas y no las hayan remitido ni
perdonado” y, a su vez, los cesionarios se obligan al pago del total crediticio en
1.500 costales de filete al precio de 10 reales y medio el costal – 1 libra y 1
sueldo –, para entregárselos obligatoriamente en un año, de manera que en el
primer semestre darán 50 costales mensuales y en el segundo plazo semestral,
200 costales en cada mes (123).
No obstante, de entre las actividades crediticias, es la hipoteca la modalidad
más frecuente exigida por los negociantes como salvaguarda y garantía para
recuperar el débito. Así lo imponía Juan Bouligny, en nombre de su compañía,
al deudor Francisco Carbonell quien para afrontar 249 libras y 1 sueldo debidas
“de todas las cuentas y traviesas” habría de aportar fiador, saldar la deuda en dos
iguales pagas de nueve en nueve meses, e hipotecar una casa suya propia que
poseía en la calle Cabezol de la villa de Tibi, cargada con un censo de 70 libras
de principal que corresponde al convento de religiosas de la ciudad de Jijona
(124).
En los primeros años de la década de 1730, la compañía de negociantes
franceses José Bouligny e Hijo parece tener la suficiente liquidez como para
poner en práctica otra modalidad crediticia más inusual por su carácter ilícito, el
préstamo gracioso, otorgado en enero de 1734 al negociante suizo Juan Diego
Sulgberger, avecindado en Alicante, el cual se obliga a pagarles las 468 libras
prestadas en un plazo de seis meses (125), que nunca pudo cumplir a causa de su
fallecimiento; pero sí los satisfizo por él, en mayo de 1734, el también
negociante suizo Manuel Fesch, como administrador testamentario de sus bienes
y herencia (126).
Al socaire de esa bonanza crematística, Juan Bouligny, en cuyas exclusivas
manos estaba ya la empresa familiar, asume las 50 libras debidas por su
compatriota Pablo Rimbaud, sobre cuya persona y diferentes prendas de plata
depositadas en poder de Juan ha instado ejecución el presbítero Ignacio
Puigserver, como cesionario de los derechos de Domingo Beltrand; y, para librar
(123) A.H.P.A. Protocolo 903 de Francisco Hernández, “Obligación y cesión”, 20-12-1732, ff. 186r-188v.
(124) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 28-2-1732, f. 30r-30v. El fiador de Carbonell y pricipal obligado fue
Francisco Cortés, vecino de dicha villa.
(125) A.H.P.A. Protocolo 905 de Francisco Hernández, “Obligación”, 18-1-1734, f. 13r-13v. A la sazón,
Sulgberger tenía formada en Alicante compañía de comercio con los sucesores del difunto negociante suizo
Gaspar Welter bajo el nombre de Herederos de Welter y Sulgberger.
(126) A.H.P.A. Ibid., “Carta de pago”, 11-5-1734, f. 36r-36v.También fue Fesch quien reemplazó a Sulgberger
en la compañía de comercio que éste había formado con los herederos de Gaspar Welter.
124
a Pablo de la vejación de cárcel, se constituye Juan por su fiador (127); pero no
descuidando en ningún momento los negocios de su casa de comercio(128), a
pesar de la infausta situación familiar y personal sobrevenida a Juan en junio de
1734 con la muerte de su padre José Bouligny, teniendo su continuidad en
febrero del siguiente año con la grave enfermedad padecida por el propio Juan,
que le mantuvo postrado en la cama y que le motivó a redactar su primer
testamento (129) en donde, ante todo, manda su obra pía consistente en
determinar su entierro en la sepultura de la capilla del dominico convento de
Nuestra Señora del Rosario, naturalmente amortajado con el hábito de Santo
Domingo; 300 misas rezadas distribuidas entre los conventos del Rosario – 70 –
, San Francisco – 25 – , del Carmen – 25 –, San Agustín – 25 –, y capuchinos –
25 –, así como en las parroquias de Santa María – 30 –, y de San Nicolás – 100
–, a cuyos pobres vergonzantes legaba 10 libras. A las mandas forzosas legaba 5
reales por cada una y por una sola vez. Nombra por sus albaceas a su esposa
María Antonia Paret, a su madre Inés Larchier y a su suegro Domingo Paret,
declarando tener por hijos a José, Juan, Inés, Francisca y Cecilia. Manifiesta que
por voluntad de su difunto padre, quedaron pro indivisos los bienes de su
herencia entre él y su madre con los cuales prosiguió el comercio de su casa,
siendo su deseo el que así continúen para que viviendo juntas y de buena fe su
madre y su mujer, prosigan su negocio bajo el título de “Viuda y herederos de
Bouligny y Compañía”; pero si llegare el caso de división y partición de bienes
entre sus herederos, su madre y su viuda, quiere que la liquidación y
ajustamiento de sus cuentas sea efectuada por los comerciantes franceses
Lorenzo Antoine y Juan Bautista Rimbaud, su cuñado, a quienes designa jueces
árbitros. En tal caso, manda restituir la dote y mitad de los gananciales a su
mujer a la que encarga, conjuntamente con Domingo Paret, la tutoría y curaduría
de sus hijos a quienes nombra por sus universales herederos, si bien “por
motivos a mi bien vistos” mejora a sus hijos mayores José y Juan con el tercio y
remanente del quinto de todos sus bienes y herencia.
Esos “motivos” de mejora aluden a la colaboración y ayuda de dichos dos
hijos en las actividades mercantiles del negocio familiar, antes y durante la
enfermedad de su padre, teniendo su continuidad después, que les reportará no
sólo la tenencia y disfrute de bienes, sino también la adquisición de un completo
conocimiento de las relaciones económicas entretejidas en el comercio nacional
e internacional, que les proporcionaron sus viajes y el desempeño de
(127) A.H.P.A. Protocolo 1650 de Onofre Savater, “Fianza de saneamiento”, 22-9-1734, f. 143r-143v. Pablo era
hijo del negociante francés Bonifacio Rimbaud y hermano de Juan Bautista Rimbaud, marido de Juana Clara
Paret y Vivet, cuñada de Juan Bouligny.
(128) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, “Carta de pago” y “Obligación”, 6-1-1734, 21-7-1734 y 17-2-1734, ff. 20r-
20v, 108r-108v y 32r-32v, respectivamente. En enero de 1734, el oriolano Jaime Cousté adeuda a Juan 234
libras, 1 sueldo y 5 dineros de géneros y mercaderías pagaderas dentro de 4 meses, pero que saldará en julio
de ese año. Por su parte, el también negociante de Orihuela José Beneditto le adeudaba, en febrero y por las
mismas causas, 906 libras, 19 sueldos y 1 dinero de a 8 de plata cada una.
(129) A.H.P.A. Protocolo 906 de Francisco Hernández, “Testamento”, 20-2-1735, ff. 45r-48v.
125
corresponsalías y que, a la postre, orientarían su quehacer futuro.
Pasados cinco meses de inactividad, Juan Bouligny padre – en adelante sólo
Juan Bouligny –, restablecido de su dolencia se reintegraba a la cotidianidad a
inicios de julio de 1735 (130), fecha a partir de la que propiciará una paulatina
participación en el negocio de sus hijos José y Juan, quienes irán acumulando
experiencia durante más de una década hasta que Juan Bouligny los considere
con la formación adecuada para, siguiendo el ejemplo de su difunto padre José,
formar con ellos compañía de comercio bajo el nombre de “D. Juan Bouligny
Padre e Hijos” a comienzos del año 1746 y sobre la que nos ocuparemos más
adelante.
Durante los dos lustros referidos, las actividades mercantiles de Juan Bouligny
se centrarían básicamente en tierras de la provincia de Alicante, especialmente
en su capital, con alguna ramificación dirigida a la ciudad de Lorca y hacia la
Villa y Corte de Madrid (131) llegando, ocasionalmente, hasta la capital
provenzal, Marsella (132).
Especial relevancia tuvieron las relaciones mercantiles con la ciudad de Lorca,
a tenor de las causas sostenidas por los Bouligny con distintos negociantes y
casas comerciales avecindadas en dicha ciudad murciana. Cronológicamente se
inician contra la compañía de Juan y Francisco Subirand, negociantes franceses
afincados en dicha población, a quienes Juan Bouligny les reclama en julio de
1735 las cantidades debidas por medio de Pablo Rimbaud (133), cuyas gestiones
no debieron dar el resultado apetecido, puesto que el primer día de mayo del
siguiente año sería el negociante lorquino Claudio Chabri y compañía el
encargado de intentar llevar a efecto el cobro del débito pendiente con los
susodichos hermanos (134).
Si dificultosos fueron los tratos tenidos con los Subirand, no lo fueron menos
los establecidos con la firma “Armengol, Moxica y Compañía” pese a ser la casa
comercial lorquina que más tiempo estuvo vinculada a los Bouligny. A finales
del año 1736, Gerónimo Armengol reconocía una deuda por géneros de 2.309
(130) A.H.P.A. Protocolo 1056 de Francisco Linares, “Protesto de letra”, 23-7-1735, ff. 51v-52r. El 6 de julio
Juan Bouligny acepta pagar en 30 días los 7.986 reales de plata vieja – 798 libras y 12sueldos- de una letra de
cambio sacada en Nantes a la orden de Francisco Farrouich y endosada por éste a favor de Pedro Laffora,
negociante francés residente en Alicante.
(131) A.H.P.A. Protocolo 1654 de Onofre Savater, “Poder para cobrar” y “Poder para pleitos”, 25-6-1738 y 26-
8-1738, ff. 130r-131v y 167r-167v, respectivamente. Juan Bouligny apodera a la compañía Besson y Pascaly,de
Madrid,para que cobre “todas las cantidades de maravedíes que me deban cualquier persona/s de dicha Villa y
Corte…”. A.H.P.A. Protocolo 1581 de Vicente Rovira, “Poder para cobrar y pleito”, 23-11-1735, f. 247r-247v.
En junio de 1738 se reitera a la misma compañía un nuevo poder jurídico que la faculta para cobrar, ajustar
deudas, nombrar árbitros y pleitear, y, dos meses después, Juan Bouligny junto con Juan Bautista Belon, éste en
nombre de la compañía Belon y Cabanes como apoderados de la lionesa Rogier y Compañía, designaban a Juan
de Rimbau,abogado de los Reales Consejos y vecino de Madrid, para comparecer en los autos de concurso
contra Guillermo Simón ante la Real Junta de Comercio y Moneda.
(132) A.H.P.A. Protocolo 1653 de Onofre Savater, “Poder para cobrar”, 9-8-1737, f. 123r-123v. Juan Bouligny,
en los primeros días de agosto de 1737, apodera al negociante José Jouvé, de Marsella, para que cobre las
cantidades de moneda adeudadas por Luis Bremont, vecino de la misma.
(133) A.H.P.A. Protocolo 906 de Francisco Hernández, “Poder para cobrar y pleito”, 29-7-1735, f. 64r-64v.
(134) A.H.P.A. Protocolo 1652 de Onofre Savater, “Poder para cobrar y pleito”, 1-3-1736, f. 19r-19v.
126
libras y 15 sueldos de a 8 reales de plata antigua, “que prometía pagar en otras
tantas arrobas de lana blanca sucia al precio que corriere entre los negociantes
de Lorca”. En el caso de incumplir el pago en este género, ofrecía dos
alternativas, consistentes en saldarla en barrillas del término y contornos
lorquinos, bien quemada, fabricada y de calidad, de la cosecha de ese año,
puesta a bordo en el puerto de Águilas o, sí tampoco disponía de ellas, pagaría
en dinero efectivo por todo el mes de noviembre de ese mismo año (135); pero
sobrepasando el plazo comprometido, saldaría la deuda en marzo de 1738 con
porciones de ambos géneros (136).
Tan beneficiosa había resultado esta relación, que los Bouligny prosiguieron
los negocios con esta compañía a través del tratante lorquino Damián Moxica,
que en el mismo mes de marzo admitía haber recibido géneros y mercancías por
valor de 4.711 libras, 5 sueldos y 2 dineros, obligándose a abonarlas dentro de
un año en especie de barrilla fina para Poniente que, a satisfacción de Bouligny,
entregaría por todo enero de 1739 en el puerto de Águilas, libre de todos los
gastos y derechos para el negociante francés, “con la calidad de tener cada sera
medio capacito de grano menudo de dicha barrilla, sin mezcla de tierra ni polvo,
al precio de 1 real de plata menos por quintal del que corriere al contado en la
ciudad de Cartagena en los dos últimos meses de 1738, sin ser el más alto ni el
más bajo, y si Bouligny quisiera tres seras en cada bala sean dos de cuenta de
Damián y la otra suya”. Si por algún contingente no pudiere satisfacer la deuda
en dicho género, lo haría y cumpliría en moneda efectiva durante todo marzo de
1739 (137); mas parece ser que las contingencias fueron numerosas, tanto como
que pasados más de diez años aún no había saldado Damián toda la deuda, razón
por la que Bouligny Padre e Hijos Compañía, asociados con importantes
negociantes alicantinos, en julio de 1752 tuvieran que litigar en defensa de sus
intereses (138), logrando que se hipotecasen todos los bienes de Damián y su
consorte por cuyo motivo, en noviembre de ese mismo año, mancomunados de
nuevo los Bouligny con parte de los anteriores negociantes y con otros más que
actúan de apoderados (139), todos ellos y los principales acreedores de Damián,
apoderan a la compañía de negociantes franceses Honorato Habeu y Sobrino, de
Lorca, facultándoles a que releven judicial o extrajudicialmente todos los bienes
de Damián y su cónyuge hipotecados a sus respectivos créditos y los puedan
(135) A.H.P.A. Protocolo 1652 de Onofre Savater, “Asiento y obligación”, 31-10-1736, f. 135r-135v. La sede
principal de la compañía Armengol y Moxica residía en Atur-Lorca.
(136) A.H.P.A. Protocolo 1654 de Onofre Savater, “Carta de pago”, 8-3-1738, f. 50r-50v.
(137) A.H.P.A. Ibid., “Obligación y contrata”, 21-3-1738, ff. 59r-60v.
(138) A.H.P.A. Protocolo 657 de Vicente Fons, “Poder para pleitos”, 15-7-1752, ff. 175r-176v. Los Bouligny
en unión del relevante hombre de negocios Juan Bautista Fabian/i, de Juan Lostau, de Jaime Lostau, de
Francisco Laora, de Long y Berau, de Samper y Bertoldo, de Lorenzo Mabily padre e hijo, de Jaime Samper, de
Juan Bautista Terán, de Miguel Costilla, de Pablo Bremond, de Luis Larchier y de Pedro Montengon – padre del
homónimo escritor jesuita –, apoderan al procurador alicantino Pascual Llobregat.
(139) A.H.P.A. Ibid., “Poder”, 9-11-1752, f. 286r-286v. En esta ocasión, los Bouligny se asocian con los Mabily
padre e hijo, Luis Larchier y compañía; Pedro Laviña, apoderado de Juana Ana Vidal, de Valencia; Lorenzo
Antoine, apoderado de Pedro Layus y viuda de Sombiela compañía, deValencia; José Rey, apoderado de Juan
Manzanero Sánchez, de Lorca; Pedro Montengon, José Champoursin, y Revel y Beraud.
127
vender sin hipoteca.
La respuesta de Damián Moxica fue inmediata, pues al siguiente día se
obligaba al pago de 772 libras y 5 sueldos a Lorenzo Mabily padre; 2.450 libras
y 12 sueldos a Pedro Laviña; 258 libras, 19 sueldos y 3 dineros a Luis Larchier y
compañía; 539 libras y 1 sueldo a Lorenzo Mabily hijo; 102 libras, 3 sueldos y 6
dineros a Pedro Montengon; 1.093 libras y 4 sueldos a José Champoursin; 811
libras y 12 sueldos a Revel y Beraud compañía; 48 libras, 13 sueldos y 6 dineros
a Bouligny Padre e Hijos; 1.032 libras y 19 sueldos a Juana Ana Vidal; 1.973
libras y 8 dineros a Layus, viuda de Sombiela y compañía, y 1.904 libras,16
sueldos y 7 dineros a Juan Manzanero Sánchez, prometiendo abonar la mitad de
cada crédito dentro de tres meses y la otra mitad en tres iguales pagas en los
años 1753, 54 y 55, en el día y fiesta de Navidad (140). Todos los datos indican
que Bouligny compañía consiguió cobrar el total de su crédito, no así los
restantes negociantes acreedores que, en enero de 1755, otorgaban nuevo poder
al negociante lorquino Honorato Abassy, sobrino, para que “cobre de Damián
Moxica, negociante, vecino de Lorca, todas las cantidades de maravedíes que les
estuviere debiendo y a sus principales” (141).
Mucho más sosegados y provechosos resultarían a Juan Bouligny los negocios
practicados con la compañía lorquina de los hermanos Juan y Gracián Alemán, a
quienes en enero de 1737 había fiado géneros en cantidad de 6.336 pesos/libras,
16 sueldos y 1 dinero de a 8 reales de plata antigua, pagaderas en enero del
siguiente año en barrilla fina para Poniente, al precio y condiciones idénticas a
las especificadas con Damián Moxica y, en su defecto, prometía abonarlas en
dinero efectivo en un plazo de 14 meses (142). En esta ocasión, y a diferencia de
Moxica, los Alemán cumplieron fielmente su obligatorio contrato satisfaciendo
el pago en los primeros días de marzo de 1738 (143), mostrando una seriedad y
honradez comercial del agrado del negociante galo, tanto que en el mismo mes
vendía géneros y mercaderías a la fraternal compañía apreciados en 7.807 libras,
4 sueldos y 6 dineros, bajo el mismo referido contrato y condiciones con
vencimiento del plazo monetario a un año vista (144).
En cuanto a las actividades mercantiles de Juan Bouligny en la provincia de
Alicante durante el decenio que nos ocupa, podemos decir que fueron
esporádicas y puntualmente focalizadas en la universidad de San Juan, villas de
Elche, Callosa de Ensarriá y Muchamiel, así como en la baronía de Sella,
(140) A.H.P.A. Protocolo 657 de Vicente Fons, “Obligación”, 10-11-1752, ff. 287r-288v.
(141) A.H.P.A. Protocolo 660 de Vicente Fons, “Poder para cobrar”, 16-1-1755, ff. 18r-19v. En esta ocasión,
eran acreedores de Damián Moxica los negociantes franceses Pedro Laviña, apoderado de Juana Ana Vidal; Luis
Larchier, apoderado de Lorenzo Mabily padre; José Rey, apoderado de Juan Manzanero Sánchez; Francisco
Labarrda, apoderado de Lorenzo Mabily hijo; Cristóbal Belones por corresponderle la mitad del crédito de
Layus, viuda de Sombiela y compañía; Juan Francisco Bensor, dueño de la otra mitad del crédito anterior; José
Champoursin, José Revel, José Beraud y Pedro Montengon.
(142) A.H.P.A. Protocolo 1653 de Onofre Savater, “Contrata y obligación”, 22-1-1737, f. 23r-23v. El peso
de a 8 reales de plata vieja era una moneda castellana, cuya equivalencia era la libra valenciana.
(143) A.H.P.A. Protocolo 1654 de Onofre Savater, “Carta de pago”, 8-3-1738, f. 49r-49v.
(144) A.H.P.A. Ibid., “Obligación y contrata”, 21-3-1738, ff. 57r-58v.
128
generalmente con el fin de agenciar productos agropecuarios y/o cobrar los
créditos impagados.
En febrero de 1736, el tratante José Aracil, de San Juan, saldaría a Juan
Bouligny un débito de 3.147 libras, 3 sueldos y 4 dineros haciéndole entrega de
30 haces o costales de filete a razón de 9 reales el costal, mientras que algunos
años después, en febrero de 1745, serían los labradores de dicha universidad
Miguel Ferrándiz y Jaime Sala quienes acordarán liquidar la deuda de 200 libras
“dejadas” por Bouligny, pagándole “en tanta lana fina cuanto baste” en el día y
fiesta de San Juan, al precio de 16 reales la arroba (145). También los
negociantes ilicitanos de origen francés Juan Bautista Laborda y Domingo
Larriu liquidarían a Bouligny, en diciembre de 1736, una deuda de 121 libras, 5
sueldos y 3 dineros contraída en junio de ese mismo año (146).
En septiembre de 1744, el labrador sellano Francisco Zaragoza y el también
labrador callosino Miguel Blanquer acordaban con Juan Bouligny entregarle 50
y 66 cargas de almendrón calidad planeta, respectivamente, de a 10 arrobas la
carga y de 24 libras cada arroba, que pondrían en el plazo de un mes y libre de
cargas en su almacén de Alicante, por precio de 16 libras la carga, entregando a
cuenta Bouligny 300 libras en oro al primero y 1.000 pesos en letras para
Murcia al segundo, y cuya liquidación de cuentas concluiría en enero de 1745,
fecha en la que Blanquer había entregado 62 cargas, 8 arrobas y 22 libras del
expresado género (147). Por último, en octubre de 1745, Juan Bouligny otorgaba
poder jurídico a Tomás Bernabeu, procurador de causas del juzgado de
Muchamiel, para que se ocupase de sus intereses en dicha villa (148).
Y es que, en definitiva, el auténtico centro neurálgico de la actividad mercantil
de Juan Bouligny, durante el decenio de 1735 a 1745, sería la propia ciudad
lucentina, lugar en donde desarrollaría los negocios de mayor entidad y de más
provechosos beneficios que podrían catalogarse en dos principales bloques:
patrimoniales y crediticios. Los primeros, constituidos por la compra-venta de
bienes inmuebles de naturaleza urbana y/o rústica y tierras, eran la tangible
manifestación del poder económico que posibilitaba el reconocimiento, prestigio
y ascenso social; los segundos, resultantes de los tratos y transacciones de
géneros y mercancías, proporcionaban los recursos económico-monetarios
necesarios para conseguir los primeros. A ambos se dedicó afanosamente Juan
Bouligny para lograr equipararse y/o superar, a ser posible, a las más grandes
firmas del comercio alicantino de la época y en cuyo desarrollo, en aras a una
mejor exposición causal, se ha optado por seguir el orden cronológico de sus
(145) A.H.P.A. Protocolo 1582 de Vicente Rovia, “Obligación”, 8-2-1736, f. 12r-12v; y protocolo 1657 de
Onofre Savater, “Obligación y contrata”, 1-2-1745, f. 13r-13v. El filete era un cordoncillo de esparto retorcido
formado por dos hilos, utilizado para enjuncar las velas de las naves latinas. También lo usaban los zapateros
para unir el cuero con la suela. Su abastecimiento a la ciudad era arrendado por el Consejo.
(146) A.H.P.A. Protocolo 1652 de Onofre Savater, “Carta de pago”, 13-12-1736, f. 156r-156v.
(147) A.H.P.A. Protocolo 1656 de Onofre Savater, “Contrata”, 3-9-1744 y 15-9-1744, ff. 126r-126v y 132r-
132v, respectivamente; y protocolo 1657de ídem, “Carta de pago”, 8-1-1745, f. 2r-2v.
(148) A.H.P.A. Protocolo 1657 de Onofre Savater, “Poder”, 10-10-1745, f. 230r-230v.
129
negocios.
Días antes de la festividad de San José del año 1736, Juan Bouligny había
trabado trato mercantil con Pascual Elver, hijo del difunto negociante suizo
Enrico Elver, que quedaba deudor en 180 libras de “efectos y mercaderías al
fiado” a satisfacer en dos iguales pagas trimestrales, pero habiendo abonado en
el mes de julio la mitad de la deuda y no pudiendo liquidar la total cantidad en el
plazo semestral comprometido, motivando que Bouligny quisiese ejecutarle en
cantidad de 89 libras y 12 sueldos, consiguía, en presencia y asistencia de su
curador y administrador José Izquierdo provocada por ser menor de 25 años,
prorrogar el plazo hasta el último día de dicho año,además de obtener otras 90
libras del negociante francés pagaderas en el mismo dilatado plazo, y que le
servirían para saldar diferentes débitos (149). Sin embargo, llegado junio de
1737 todavía Elver adeudaba a Bouligny la cantidad de 176 libras, 10 sueldos y
4 dineros por lo que éste, a través de su apoderado Pascual Llobregat, insta autos
contra aquél y, previendo que la favorable sentencia de remate fuere apelada
ante tribunal superior que la pudiere revocar, presentaba por su fiador a Ignacio
Jasso, cumpliendo lo dispuesto en la Ley de Toledo (150); pero, al parecer, no
hubo necesidad de llegar a tal extremo porque, cuatro meses después, Elver
hacía venta real a Bouligny de una casa suya propia heredada de su padre en la
calle Mayor, cargada con dos censos de 200 y 100 libras de principal y cuyos
otros tantos sueldos de rédito se pagaban al convento de la Purísima Sangre de
Cristo y a los herederos del genovés Pedro Ravasquino, respectivamente.
Apreciada en 718 libras, el comprador se retuvo las 300 libras para el pago de
las anualidades y redimir los dichos dos censos, entregando de contado al
vendedor las 418 libras restantes con las que satisfizo la deuda pendiente (151).
En esta ocasión, satisfechas ambas partes de la solución del conflicto,
prosiguieron sus relaciones transaccionales de bienes inmuebles a causa, sobre
todo, del acuciante estado de endeudamiento en que se hallaba Elver quien,
ahora, hacía a Bouligny venta real con pacto de retrovendendo de trece casas,
cinco principales en la calle mayor de Buda y ocho accesorias sitas en el
Parador, todas contiguas que tenía en el arrabal de San Francisco y parroquia de
San Nicolás, por precio de 2.000 libras que el comprador entrega al vendedor de
contado en especie de oro, plata y menudos con la expresada condición y no sin
ella (152). Cinco meses después de cerrada esta venta, Bouligny arrendaba a
(149) A.H.P.A. Protocolo 1652 de Onofre Savater,“Obligación”,9-3-1736 y 19-7-1736, ff. 22r-22v y 86r-87v,
respectivamente. Pascual Elver adeudaba a doña Luisa, la marquesa del Bosch, 37 libras y 10 sueldos del
alquiler y media añada de la casa habitada propia de dicha Señora; otras 27 libras y 10 sueldos al genovés
Ignacio Luxoro por vencimiento de vale; 15 libras a la viuda de Gaspar Nobles y 10 libras por las costas de las
instancias suscitadas contra él por estos acreedores. En total, las 90 libras “obtenidas” de Juan Bouligny.
(150) A.H.P.A. Protocolo 1653 de Onofre Savater, “Fianza de la Ley de Toledo” y “Poder para pleito”, 3-6 y
26-7-1737, ff. 96r-96v y 117r-117v, respectivamente.
(151) A.H.P.A. Ibid., “Venta real de casa”, 30-10-1737, ff. 172r-174v. La casa lindaba por un lado con las del
platero Bartolomé Amérigo, por otro con la de José Hernández, por las espaldas con las de D. Nicolás Juan y,
por enfrente, con las del Dr. D. Tomás Fabian/i, deán de la colegial de San Nicolás.
(152) A.H.P.A. Protocolo 1654 de Onofre Savater, “Venta real de casas”, 21-1-1738, ff. 13r-17v. Las trece casas
130
Elver las referidas trece casas por tiempo de un año, que debía comenzar el día
cuatro de marzo para finalizar otro tal día de 1739, por precio de 173 libras
anuales pagadas en medias añadas anticipadas; pero al finalizar el primer
semestre, el arrendatario quiere alargar el plazo del arriendo ampliándolo un
lustro y manteniendo el precio anual, deseo correspondido por el arrendador que
recibe las 865 libras correspondientes al total del arrendamiento “por especial
convención” de Elver quien, no obstante, apenas transcurridos un par de meses y
por razones que nos son desconocidas, acuerda con Bouligny minorar el
quinquenal arriendo limitando su duración a cuatro años, aunque manteniendo
intactas todas las restantes condiciones del mismo (153).
Al tiempo que el negociante galo iniciaba las relaciones comerciales con el
suizo, también lo hacía con el tratante alicantino José Martínez Armengol,
componente de la compañía José Martínez y Francisco Asnar, el cual reconocía
deberle 2.214 libras, 14 sueldos y 11 dineros del valor de géneros y 503 libras
cedidas por Bouligny, con cláusula de evicción contra el tratante francés
Ambrosio Laugier o Lagier, que debía abonarlas en iguales pagas semestrales, y
cuyo monto ascendía a 2.717 libras, 14 sueldos y 11 dineros, que satisfaría en 60
costales de filete semanales de a 144 madejas de 24 varas cada costal o, en su
defecto, le entregaría la cuantía de 48 libras equivalente al importe de los 60
costales semanales a razón de 8 reales el costal (154). Óptimo debió ser este
trato, al menos para la compañía Martínez y Asnar, pues a pesar de que las 503
libras cesionadas con evicción contra Laugier/Lagier estaban aplazadas a cuatro
años de espera, José Martínez “por motivos que le mueven y bien vistos le han
sido” exoneraba a Bouligny, a comienzos de 1737, de la zozobra y obligación en
que había quedado en razón de la dicha cláusula de evicción, además de saldarle
toda la deuda el 11 de octubre de ese mismo año, día en el que, habiéndose
prorrogado por seis años más la compañía Martínez y Asnar, resolvieron vender
a Bouligny 6.880 costales de filete de las mismas cualidades referidas, puestos a
las puertas de su casa almacén en las sesenta y cuatro semanas inmediatas
siguientes, al precio de 8 reales el costal que importaban 55.040 reales ó 5.504
libras que debía abonar Bouligny en géneros y mercancías, así como cederles, en
parte del pago, 1.000 libras contra la herencia y bienes de Francisco Puigserver
y otras 394 libras, 17 sueldos y 10 dineros, satisfechas en ocho anuales pagas el
día de Navidad, contra Juan Bregón siendo la cobranza de todas ellas a cuenta y
tenían por confines las de Antonio Morelló menor por poniente, la plaza de las Barcas por levante, las casas de
los herederos de Francisco Guillem por mediodía, y el Parador y la calle San Francisco por tramontana. Le
pertenecieron a Pascual Elver en el laudo de partición de la herencia de su padre realizada entre él y su hermano
Enrique ante el escribano Francisco Hernández, el cual, como apoderado de Luisa Marta Chaute de Chareli –
mujer de Julio Antonio Cheriguini, cónsul de la República de Génova en la ciudad de Cartagena –, se las vendió
a su hermano Enrique bajo el mismo pacto de retrovendendo en diciembre de 1730, habiéndosele adjudicado a la
susodicha por sus bienes dotales.
(153) A.H.P.A. Protocolo 1654 de Onofre Savater, “Arrendamiento de casas” y “Declaración”, 2-6-1738 y 4-8-
1738, ff.117r-118v y 153r-153v, respectivamente.
(154) A.H.P.A. Protocolo 1652 de Onofre Savater, “Contrata y obligación”, 9-8-1736, ff. 93r-94v.
131
riesgo de Martínez y Asnar (155).
Mientras tanto, Juan Bouligny no obviaba ninguna posibilidad que le
permitiese incrementar sus caudales con la venta de géneros y mercancías al
fiado, sin hipoteca y a corto plazo. Tales fueron los casos de Pedro Francisco
Bertholón, que se obligó en enero de 1737 a pagarle 98 libras, 5 sueldos y 8
dineros dentro de los seis meses siguientes (156); el del genovés Ignacio
Luxoro, que prometía, en agosto de ese año, pagarle por todo noviembre 195
libras del precio de 200 costales de filete a razón de 9 reales y 18 dineros cada
uno (157); el del maestro cordelero de esparto Francisco Medina que le
adeudaba 100 libras, en febrero de 1738, del valor de 100 costales de filete al
precio de 10 reales el costal para satisfacerlas en la fiesta de San Juan (158), o el
de los alicantinos José Bribón y Bautista Gozálbez Pastor, que en el año 1741
adeudaban 105 libras y 105 libras y 16 sueldos, respectivamente, del precio de
50 piezas de cairines a razón de 21 reales la pieza, pagaderas por el primero en
el plazo de cuatro meses, y que el segundo ya había liquidado en junio del
mismo año (159).
Otras veces, sobre todo cuando el crédito resultante de los “tratos y traviesas”
alcanzaba una apreciable cantidad, Juan Bouligny demandaba garantía
hipotecaria al deudor para la seguridad del cobro. Así acontecía con las 648
libras y 15 sueldos procedentes de la fianza que José Santo mayor, labrador
alicantino residente en la partida de Fuencaliente – Fontcalent –, hizo por el ya
difunto Bautista Molina en el subarriendo del abasto de pan español que a éste le
hizo Domingo Paret, también ya difunto, en agosto de 1727, y que “no habiendo
tenido disposición no pudo satisfacer dicha cantidad a Paret”, el cual transfirió
este crédito a su negociante yerno Bouligny dándole los instrumentos para su
exacción, motivo por el que los Santo, padre e hijo, en abril de 1741, se obligan
a abonárselas en pagas de 60 libras anuales en el día de San Miguel,“empezando
en el viniente de 1742 y así sucesivamente hasta que esté enteramente satisfecho
y pagado dicho crédito, del que alcanza el último plazo sólo 48 libras y 15
sueldos”, siendo condición que cumplido el primero o cualquiera de ellos no
habiéndolo pagado pueda el acreedor, como si todos hubiesen vencido,
ejecutarles por toda la cantidad. “Y sin que la especialidad derogue a la
generalidad, ni por el contrario, porque de ambos derechos se ha de poder usar,
hipotecan al seguro de este crédito José Santo, mayor y menor, una hacienda que
tienen y poseen con su casa de morada y corral de cerrar ganado, que se
compone de 180 jornales de tierra comprendidas las costeras o malladares – sic
–, parte plantada de viña, parte de algarrobos, almendros y otros árboles, y parte
(155) A.H.P.A. Protocolo 1653 de Onofre Savater, “Desestimamiento y renuncia”, “Carta de pago” y “Contrata”,
3-1-1737 y 11-10-1737, ff. 1r-1v, 158r-158v y 159r-161v, respectivamente.
(156) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 21-1-1737, f. 20r-20v
(157) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 6-8-1737, f. 121r-121v.
(158) A.H.P.A. Protocolo 1654 de Onofre Savater, “Obligación”, 19-2-1738, f. 40r-40v.
(159) A.H.P.A. Protocolo 1655 de Onofre Savater, “Obligación” y “Carta de pago”, 18-5-1741 y 9-6-1741, ff.
57r-57v y 62r-62v, respectivamente.
132
tierra campa, sita en el pago que llaman de la Fuencaliente…, tenida y obligada
a un censo de capital 120 libras y pensión 120 sueldos que se paga a Leonor
Ángela Lillo, viuda de Vicente Santo, y otro de capital 40 libras y anuo rédito 40
sueldos que se paga a la Iglesia Colegial Insigne del Señor San Nicolás de esta
dicha ciudad…” (160). Sin embargo, estas exigentes condiciones hipotecarias no
supondrían ningún impedimento para que en el futuro continuaran las relaciones
mercantiles entre ambos, como veremos más adelante.
El mismo “modus operandi” siguió Juan Bouligny con las 588 libras
procedentes de la venta de 37 arrobas y 8 libras de pimienta que, al precio de 15
libras y 15 sueldos la arroba, hizo en julio de 1745 al negociante alicantino de
origen genovés Gerónimo Maricone, el cual, además de obligarse a pagarlas por
todo el mes de diciembre de ese año, hipotecaba “una heredad suya propia con
todos sus frutos pendientes, situada en el pago del Moralet, con su casa y demás
anexos, plantada de viña y diferentes árboles que en sí tendrá 100 jornales,
tenida a un censo de 400 libras…”. Maricone no pudo saldar esta deuda en el
plazo comprometido; pero sí la satisfizo medio año después, en junio de 1746
(161).
No obstante, también era bastante usual que Bouligny percibiese créditos
derivados de actos transaccionales mediante el procedimiento de la cesión, en
especial cuando aquellos provenían de negocios habidos con quienes ya eran
cesionarios y, por lo general, pertenecientes socialmente al patriciado alicantino.
La cesión, como forma de pago, consistía en que el deudor cedía y traspasaba al
acreedor el cobro de la deuda sobre el importe de uno o más créditos a terceros
de los que, a su vez, era acreedor. Entre los negociantes cesionarios solían ser
considerados como créditos inciertos y de dudosa cobranza, ante lo cual el
primer deudor se obligaba en la escritura de cesión, mediante las cláusulas de
evicción y saneamiento, a satisfacer el débito a la vez que facultaba para poder
emprender acciones jurídicas para su cobranza.
Así actuaría, en octubre de 1737, el regidor alicantino Pablo Salafranca
Fernández de Mesa, quien para pagar a Juan Bouligny las 314 libras, 6 sueldos y
8 dineros por géneros le cede el importe de cuatro tercias, a razón de 78 libras, 6
sueldos y 8 dineros cada una, contra la “Ilustre ciudad de Alicante y su
depositario mayordomo de propios y rentas”, que le pagaba 51libras, 13 sueldos
y 4 dineros en cada tercia como acreedor censualista, y 26 libras, 13 sueldos y 4
dineros en cada una de ellas por su salario de regidor (162). Otro tanto hacen, al
año siguiente, D. Diego Leopoldo Moxica y D. Francisco Moxica Sánchez de
Torres, su hijo, para satisfacer al negociante francés las 291 libras, 13 sueldos y
8 dineros procedentes del precio de 6 barriles de hojalata a 36 libras el barril, así
(160) A.H.P.A. Protocolo 1655 de Onofre Savater, “Obligación”, 23-4-1741, ff. 51r-54v.
(161) A.H.P.A. Protocolo 1657 de Onofre Savater, “Obligación con hipoteca”, 13-7-1745, f. 118r-118v; y
protocolo 1816 de Onofre Savater, “Carta de pago”, 6-6-1746, f. 164r-164v.
(162) A.H.P.A. Protocolo 1653 de Onofre Savater, “Cesión”, 8-10-1737, f. 156r-156v. El importe de las tercias
cedidas para que las cobre el acreedor a su vencimiento correspondían a los plazos de diciembre de 1737, y abril,
agosto y diciembre de 1738.
133
como reintregrarle el dinero efectivo que les había prestado, cediendo tal
cantidad contra el Concejo alicantino y su depositario de propios y rentas, para
que las percibiera Bouligny en cinco tercias iguales de 58 libras, 6 sueldos y 8
dineros que les pagaban como acreedores censualistas (163).
No serán estos los únicos casos de utilización de la cesión como forma de
pago; pues, en 1741, el alicantino D. Feliciano Canicia de Franqui adeudaba a
Bouligny 92 libras del valor de 175 libras de cacao de Caracas vendido a 10
sueldos y 6 dineros por libra, para cuyo pagamiento le cesionaba otra igual
cantidad contra el conde de Montealegre y el común y particulares de la baronía
de Polop, parte de las 100 libras de pensión anual percibidas en la festividad de
San Juan y que, efectivamente, fueron liquidadas en septiembre de dicho año
(164). Por otro lado, en enero del mismo año, nuevamente D. Diego Leopoldo
Moxica cesionaba el pago de 46 libras a Bouligny con otra tal cantidad contra la
villa de Callosa de Segura, parte de las 50 libras de anua pensión fenecida
también en cada día y fiesta de San Juan (165).
Por su parte, a comienzos de 1744, el citado D. Feliciano Canicia de Franqui
adquiría de Bouligny 30 piezas de sangalas al precio de 3 pesos la unidad,
traspasándole la percepción de las 92 libras de la compra con otra igual cuantía
contra los condes de Montealegre, regimiento y común de sus baronías, parte de
las 100 libras anuales de pensión pagadas en el día de San Juan “respecto de
quedarse 8 libras para el Equivalente”, que fueron realmente abonadas en el mes
de septiembre de ese mismo año (166). Al año siguiente, de nuevo D. Feliciano
vuelve a comprar a Bouligny otras 175 libras de cacao de Caracas a razón de 10
sueldos y 6 dineros por libra, cediéndole cobrar las 92 libras del crédito
resultante en otras tantas contra el referido egregio personaje, el común y
particulares de su baronía de Polop, parte de la citada pensión de 100 libras
percibidas cada 24 de junio (167).
Si todos estos tratos resultaron rentables para Juan Bouligny, ninguno de ellos
le proporcionó las ganancias que le reportaron los sostenidos con José Santo,
tantas como nefastos fueron para éste hasta el extremo de quedar sometido a la
voluntad de aquél. A resultas del endeudamiento de Santo con el negociante
francés en 1741 en los términos ya descritos (168), también ahora, al igual que
ocurriera en 1727, sus disponibilidades económicas no le permitieron a Santo
afrontar el anual pago de 60 libras al que se había obligado para liquidar el crédi
(163) A.H.P.A. Protocolo 1654 de Onofre Savater, “Obligación y cesión”, 4-9-1738, ff. 172r-173v. Las cinco
tercias cesionadas eran las de los plazos de agosto y diciembre de 1738, y abril, agosto y diciembre de 1739.
(164) A.H.P.A. Protocolo 1655 de Onofre Savater, “Cesión” y “Carta de pago”, 8-2-1741 y 4-9-1741, ff. 17r-17v
y 85r-85v, respectivamente.
(165) A.H.P.A. Ibid., “Cesión”, 5-6-1741, f. 60r-60v. Bouligny cobró el crédito el mismo día 24 de junio.
(166) A.H.P.A. Protocolo 1656 de Onofre Savater, “Cesión para cobrar” y “Carta de pago”, 24-2-1744 y 5-9-
1744, ff. 44r-44v y 127r-127v, respectivamente. Los egregios condes de Montealegre eran señores de las
baronías de Polop, Benidorm, La Nucía y Chirles, cuyos regimiento y común se impusieron un censo de
propiedad 2.000 libras y anuo rédito al 5% por medio de D. Francisco Bourgunyo y Ramiro, procurador general
de los condes, ante el escribano Francisco Verdiel en 30-3-1679 y perteneció a D. Feliciano por justos títulos.
(167) A.H.P.A. Protocolo 1657 de Onofre Savater, “Cesión”, 19-2-1745, f. 17r-17v.
(168) Supra, página 133, nota 160.
134
to, puesto que hasta el año 1743 tan sólo había abonado 87 libras y 10 sueldos
de las 648 libras y 15 sueldos adeudadas a Bouligny por lo que éste, en
cumplimento de la condición de impago estipulada en la escritura de obligación,
ejecutaba a Santo por toda la cantidad pendiente viéndose precisado, para evitar
males mayores, a venderle al negociante su hipotecada hacienda de Fuencaliente
– Fontcalent – el día de Nochebuena de 1743. Denominada Els Racons, por estar
situada en esta partida, se componía de 78 jornales y medio de secano con
algunos árboles, casa algo derruida, corral de ganado y demás anexos, cargada
con dos censos de capital 120 y 40 libras ya explicitados con anterioridad, por
precio del saldo pendiente; es decir, por 561 libras y 5 sueldos. Pero Bouligny
no era labrador, y en su oficio de negociante le interesaban mucho más los
beneficios que la propiedad, los cuales era consciente no poder obtener de la
explotación de unas tierras de menguados rendimientos, por lo que 20 días
después revendería a Santo dicha hacienda por 1.075 libras en que fue
justipreciada, las que pagaría el nuevo comprador con 200 libras al contado,
mientras las 875 libras restantes, que incluían las porciones del crédito de
Domingo Paret y el capital de los dos censos que Bouligny se encargaba y
obligaba a pagar, quedaban impuestas a censo del 5% para pagarle el anual
rédito cada día de Navidad empezando por el de 1744, hasta que Santo o los
suyos redimiesen y quitasen de 100 en 100 libras el principal del censo.
Bouligny, conocedor de las dificultades que tendría el comprador para pagar los
875 sueldos de pensión del censo y más aún para redimirle, efectuaba esta venta
imponiendo seis condiciones a él ventajosas, más propias de un arrendamiento
que de una venta, destacando la última de ellas que obligaba a Santo y los suyos
a “plantar 10 millares de viñas en el tiempo y espacio de ocho años, a uso y
costumbre de buen labrador” (169).
Bouligny, cumpliendo su cargo y obligación convenida en la reventa de Els
Racons, comenzó a liquidar los censos impuestos sobre dicha finca campestre y
prueba de ello es que en abril de 1744, en presencia de Santo, redimió con
dinero propio el capital del censo cargado a favor de la iglesia colegial de San
Nicolás, abonando las 40 libras de principal más 2 libras y 10 sueldos por la
prorrata discursa (170).
(169) A.H.P.A. Protocolo 1656 de Onofre Savater, “Venta real de heredad”, 13-1-1744, ff. 4r-9v. Las restantes
cinco condiciones establecían que la heredad, sus rentas y mejoras quedaban especial y expresamente
hipotecadas a la paga del censo y sus réditos, sin poderla vender ni enajenar hasta su redempción, debiendo estar
bien labrada y reparada de lo necesario de manera que vaya siempre en aumento y nunca venga en disminución,
y si Santo o los suyos no lo hicieren lo haya de poder ejecutar Bouligny a costa de aquél; que mientras no se
redima el censo no se pueda dividir la heredad, ni poner otro censo ni otra hipoteca bajo pena de comiso; que no
podrá Santo pedir descuento alguno de los réditos, antes bien se pagarán por entero y podrán señalarse nuevas
hipotecas si por cualquier caso fortuito, pensado o impensado, de piedra, fuego, agua u otro, aunque no fuere
visto, se perdiere y diluyere la heredad hipotecada; que todas las veces que la heredad pase a un nuevo poseedor
por cualquier título, reconocerán a Bouligny y a sus herederos por dueños de este censo y obligarse a la paga de
sus réditos, y, finalmente, que cuando Santo o los suyos pagaren las 875 libras de principal más los réditos
vencidos, Bouligny o sus herederos las recibirán de 100 en 100 libras otorgando redempción en forma con
rebaja de pensión a proporción del quitamiento, liberando a la heredad de la parte que se redimiere.
(170) A.H.P.A. Ibid., “Redempción”, 21-4-1744, ff. 72r-73v. La escritura de redención le fue otorgada por el
135
El natural deseo de prosperar con rapidez disponiendo de líquida solvencia
llevaría a Bouligny a la práctica habitual de la compra de censos, bastante usual
entre los hombres de negocio en el Antiguo Régimen. Este negocio crediticio, en
cierto modo parecido al crédito hipotecario actual, se basaba en la compra por
alguien de bienes raíces e inmuebles de otro a un cierto precio en dinero
efectivo, por la cual el comprador tenía derecho a percibir cierta anua pensión
del vendedor dueño de los bienes, que seguían quedando de su propiedad. La
“redempción o quitamiento” del censo se producía cuando el deudor-vendedor
restituía al acreedor-comprador el precio, capital o principal que éste le había
dado a aquél al tiempo de su imposición o constitución (171).
Al respecto, en enero de 1738, Bouligny compraba al citado D. Feliciano
Canicia de Franqui un censo de 300 libras y anual pensión 300 sueldos, cargado
sobre un pedazo de 9 tahúllas de tierra en la partida de Benitía, término de la
villa de Muchamiel, plantado con diferentes árboles, sobre otras 14 tahúllas con
diferentes árboles en la misma partida y sobre una casa sita en la calle Mayor de
dicha villa, por precio de 300 libras pagadas de contado en especie de menudos
(172). Tres meses después, sería el cónsul de los Estados Generales de Holanda
en Alicante, D. Juan Bautista Vanhalen, quien le hacía a Bouligny venta real de
un censo de 1.000 libras de capital y anuo rédito 50 libras, cargado sobre una
casa con tres puertas en la calle Mayor de esta ciudad, “que hace esquina a las
cuatro de dicha calle”, lindando con las casas de D. Manuel Forner, calle del
Porche de Ansaldo en medio, casa de José Hernández, la de D. Bernardo Juan, la
del buhonero Juan Gómez y la de D. Antonio Rotlá y Canicia (173), por precio
de 720 libras de las que 512 fueron pagadas de contado y 207 libras y 4 sueldos
que Bouligny le cedía, sin evicción ni riesgo, contra el genovés Ignacio Luxoro
que, junto a su mujer María Cecilia Vensana, se obligaban a pagárselas de 5 en 5
el presbítero Pedro Guillem,colector de San Nicolás,como apoderado de su Ilustre Cabildo y Reverendo Clero.
(171) Sebastiá, E. y Piqueres, J.A. Pervivencias feudales y revolución democrática. Valencia, 1987, pp.155-173.
(172) A.H.P.A. Protocolo 1654 de Onofre Savater, “Venta de censo”, 9-1-1738, ff. 2r-5v; y protocolo 1657 de
ídem, “Subrogación”, 19-2-1745, ff. 18r-19v. Originalmente este censo fue impuesto por los hermanos
Francisco, Roque y José Rodrigo, labradores de Muchamiel, a favor del negociante genovés Juan Antonio
Beneditto, primer marido de Laura Delfino, hija del también negociante genovés Ambrosio Delfino, que lo
trasportó al cura Nicolás Beneditto, su hermano, quien, a su vez, lo traspasó a D. Feliciano en parte del pago de
una heredad con su casa y anexos que éste vendió al cura. En julio de 1734, Canicia lo hipoteca con cláusula
inalienable al negociante francés Francisco Subiela en la venta a carta de gracia que le hizo de un almacén en la
calle Caldereros, arrabal de San Francisco, que aquél poseía como bienes dotales de Dª. Rosa Castillo, sin cuyo
acuerdo y pese a la prohibición judicial de la hipoteca, vendió D. Feliciano dicho censo a sabiendas, por cuyo
motivo le pidía Bouligny, sabedor de ello, resguardo para cualquier incertidumbre resultante, resolviendo
Canicia subrogar a Bouligny en otro censo de capital 225 libras y pensión al 5%, mitad del de 450 libras que a
favor de Esperanza Campos, mujer de Diego Picó y Soler, se impuso Francisco Boix, habiendo pertenecido a
Canicia por donación que ésta le hizo en junio de 1699. La tahúlla es una medida agraria equivalente a 11 áreas y
18 centiáreas; esto es, a 1.118 metros cuadrados.
(173) A.H.P.A. Ibid., “Venta real de censo”, 11-4-1738, ff. 83r-86v. Esta mansión era propiedad del presbítero
Nicolás Puigserver, por enajenación que de ella le hizo el negociante alicantino José Martínez el día 26 de
noviembre de 1737 por precio de 2.000 libras, de las que 1.000 se cargaron en censo sobre el inmueble para
percibir la pensión anual correspondiente y que, en 11 de diciembre de 1738, dicho Martínez, en su nombre y en
el de su compañía Martínez y Asnar, permutó,entre otros créditos y bienes, por un huerto “circunvalado de pared
plantado de viña y árboles con su casa principal y demás anexos situado en la partida de San Blas y Tartanell,
136
libras de a 32 dineros en cada semana a partir de julio de ese mismo año (174).
Bouligny, habitador inquilino con su familia de esta casa-mansión,
complementaría seis años después, en abril de 1744, el principal del censo
abonando voluntariamente al cónsul Vanhalen 280 libras “a cumplimiento de las
expresadas 1.000 libras” (175).
En febrero de ese mismo año, el escribano Juan Bautista Pavía vendía al
negociante 35 sueldos de censo anual, gravado “sobre la parte de la casa
recayente en la herencia de sus padres” en cantidad de 305 libras, más la que le
cupo sobre la misma casa como uno de los herederos de su hermana Clara Pavía,
situada en la Plaza del Mar enfrente de la calle de la Pelota, en la parroquia de
Santa María, lindando por un lado con casas de D. Pedro Laffore, por otro con
las del Dr. José Cerdá y por las espaldas con las de Dª. Crescencia Vaillo de
Llanos, por precio de 35 libras que Bouligny pagaba de contado en monedas de
oro (176).
En marzo de 1744, apenas transcurrido un mes, Juan Bouligny compraba a los
hermanos Vicente y Antonia Santo, viuda ésta de Roque Aracil, un censo de
propiedad 120 libras y otros tantos sueldos de anuo rédito vencido en el día de
San Miguel, impuesto sobre un pedazo de 10 jornales de tierra con algunos
algarrobos, situado en el pago dels Racons y del que era hipoteca la heredad del
mismo nombre, por precio de 120 libras que los vendedores reciben de contado;
mas a la seguridad de esta venta, Vicente Santo hipotecaba dos casas propias
que tenía en el arrabal de San Antón, parroquia de San Nicolás, una en la calle
del Pohuet colindante con la que él habitaba y la otra en la calle San José (177).
A finales de marzo de 1745, Juan Bouligny redimía un censo al quitar de 115
libras de capital y 115 sueldos de pensión anual, que su pariente Luis Larchier
cargó sobre una casa de la calle San Antonio de la ciudad de Marsella, previo
pago en especie de oro al censualista del principal, pensiones devengadas y
prorrata (178). En julio del mismo año, el presbítero Nicolás Puigserver era
quien le vendía 200 sueldos de anua pensión impuestos sobre una hacienda con
su casa, huerto cercado, cubo y demás anexos que tenía en el pago de Alcalasí
137
conteniendo 80 tahúllas plantadas de viña y árboles, colindante por tramontana
con la hacienda de Francisco Marabeuf, y tenida a otro censo de propiedad 150
libras con otros tantos sueldos de rédito anual pagados a D. Joaquin Madroño,
vecino de Valencia, comprado por 200 libras abonadas de contado en especie de
oro, y estableciendo el cumplimiento de las mismas cinco condiciones
doblemente referidas con anterioridad (179).
Esta compra de censos, a tenor de lo antecedente, representó un negocio de
destacada rentabilidad para Bouligny a quien reportó sustanciosas ganancias,
pero que también le ocasionarían preocupaciones, motivando el tener que
justificar, en 1749, la compra de alguno de ellos en Madrid ante el Consejo de
Hacienda, de lo cual dejamos aquí constancia y sobre cuyo particular
incidiremos un poco más adelante.
Mientras tanto, el día y fiesta de Año Nuevo de 1746 comenzaba una nueva
etapa en los negocios y casa de comercio de los Bouligny, pues el progenitor
Juan Bouligny consideró que había llegado el momento de que sus dos hijos
mayores aplicasen la formación comercial adquirida, y “discurriendo el medio
más proporcionado para adelantar y poner en la carrera del comercio a sus hijos
José y Juan – en adelante, Juan Bouligny hijo –, en los términos que a sus padres
reportasen también su peculiar utilidad, pareciéndoles el más adecuado la
Compañía con el otorgante, para que con este nombre se acreditasen más y
fuere mayor estímulo en ellos de aplicarse el granjearse para sí parte de los
caudales que se adquiriesen”. Así nacía la nueva compañía de comercio titulada
Juan Bouligny Padre e Hijos, constituida “en la forma acostumbrada en lo
mercantil, en papel privado que firmaron triple”, con un fondo de 15.000 pesos
de los que 10.000 eran de cuenta del padre y 5.000 de parte de sus dos hijos, los
que les había facilitado su padre a razón de 2.500 pesos para cada uno, pero con
la firme voluntad paternal de que al tiempo de disolverse la compañía no se
separarían en la liquidación los 5.000 pesos donados a sus dos hijos, pues
querían que les tuviesen en cuenta de ambas legítimas (180). Esta compañía
perduraría en su actividad durante un decenio, finalizando al concluir el último
día del año 1755, en afirmación del propio Juan Bouligny expresada en su
testamento común redactado en los primeros días del año 1758 (181).
En estas nuevas circunstancias, la intervención de los hermanos José y Juan en
el negocio familiar fue siendo cada vez mayor, más activa y participativa en las
tareas de colaboración con su padre, quien de manera paulatina fue dejándolo en
sus manos para, a su vez, ir retirándose a su recién comprada hacienda alcorayen
(179) A.H.P.A. Protocolo 1657 de Onofre Savater, “Imposición”, 3-7-1745, ff.110r-112v. D. Francisco
Marabeuf es el más sobresaliente hombre de negocios del comercio francés en Alicante durante la primera mitad
del Siglo de las Luces. Supo utilizar el negocio comercial como medio lucrativo para conseguir sus fines
sociales. Negociante de “Puerta Cerrada”, terrateniente, burgués, cónsul y, finalmente, rango nobiliario que le
permitió fundar un vínculo o mayorazgo. A su muerte, todo lo forjado por él se fue desvaneciendo, hasta
desaparecer completamente con las desamortizaciones practicadas en el siglo XIX.
(180) Supra, página 107, nota 50.
(181) A.H.P.A. Protocolo 1817 de Onofre Savater, “Testamento común”, 4-1-1758, s/f, f. 5v contado.
138
se, a pesar de tener casa abierta en la ciudad lucentina, hasta convertirse en su
residencia permanente en la misma medida en que languidecía el negocio y
disminuían los beneficios comerciales.
Sin embargo, por entonces, Juan Bouligny debía hacer frente a los gastos
inherentes en la compra de su finca campestre hecha a Ginés Gozálbez, además
de una cantidad de 3.000 libras, al tiempo que intentaba cancelar los censos que
gravaban su hacienda; y así, en marzo de1746, liquidaría aquel impuesto a favor
de Agustina Gaitán Chico, abonando en monedas de oro de contado las 60
libras del principal a Domingo García de Alcaraz, capitán de infantería y
comandante del real castillo de Alicante, como apoderado de Leonarda de Roda
y Gaitán, hija y heredera de Agustina (182). En consecuencia, necesitaba
compensar el notable estipendio realizado, más aún sí quería ampliar la
extensión de su estimada finca rústica incrementando, de paso, su riqueza
patrimonial, para lo cual siguió ejerciendo sus habituales actividades
mercantiles, comenzando por las de mayor y más inmediata rentabilidad: la
práctica de negocios crediticios mediante la compra de censos, sin olvidar las
transacciones mercantiles y sus consecuentes resultados crediticios, que
permitían la inversión en la compra de bienes raíces sobre los que, a partir de
ahora, Bouligny introducirá una variante a la que aspira todo negociante
aburguesado: la percepción de rentas para, a ser posible, vivir de ellas.
Veamos, pues, cómo acontecieron las actividades profesionales de la sociedad
Bouligny Padre e Hijos en su nueva singladura de negocios y comercio.
Juan Bouligny, cuyas manos controlaban aún el rumbo de la empresa familiar,
compraba en abril de 1746 a José Santo de Félix, labrador de Muchamiel, un
rédito anual de 400 sueldos cargado sobre 3 piezas de tierra, una de 27 tahúllas
de viña en el pago de Benadaut, otra de 6 tahúllas en la misma partida plantadas
de almendros y, por último, otro de 7 tahúllas con almendros en el pago de las
Vueltas, todas en la huerta de la ciudad de Alicante, por precio de 400 libras
entregadas de presente en monedas de oro e imponiendo las consabidas cinco
duras condiciones, la primera de las cuales especificaba que el quitamiento “ha
de permitir Bouligny al vendedor que le pueda hacer en el todo o a pagas de 100
libras, según y cuando le pareciere”, estando las tahúllas bien cultivadas y
reparadas para que siempre fueran en aumento y nunca en disminución, y si
Santo “no lo cumpliere lo pueda hacer Bouligny y los suyos a su costa y por lo
que montare se le ejecute” (183).
Sin embargo, no todas las compras de censos fueron tan seguras y rentables
como la referida, pues alguna le ocasionó verdaderos quebraderos de cabeza
viéndose obligado a justificarlo ante el Consejo de Hacienda, como ya hemos
reseñado anteriormente. El hecho sucederería como consecuencia de la compra
(182) A.H.P.A. Protocolo 1816 de Onofre Savater, “Redempción de censo”, 10-3-1746, f. 67r-67v.
(183) A.H.P.A. Ibid., “Imposición”, 20-4-1746, ff. 88r-91v. La pieza de tierra sita en la partida de Benadaut
lindaba con la propiedad de D. Antonio Colomina, abogado de los reales consejos y regidor, y la del arrendatario
negociante Juan Esteban Pavía, de la genovesa familia de los Pavía Belando afincada en Alicante.
139
por Bouligny de una parte del censo propiedad de Josefa María Malla, vendida
por su marido Andrés Leonés, capitán agregado al estado mayor de la plaza de
Alicante, cargado sobre la ilustre ciudad y cuyos réditos, pagados por tercias de
sus propios y rentas, se repartían entre ambos acreedores censualistas. El hecho
que un mismo censo tuviese dos titulares distintos motivó el “real despacho de
Su Majestad y Señores del Consejo de Hacienda” para la justificación de la
propiedad compartida otorgando, a tal fin, poderes a Honorato Pascali,
negociante residente en la Villa y Corte, para que ante dicho Consejo practicase
las diligencias oportunas y presentase “todos los papeles justificativos” (184).
Esta actitud del Consejo de Hacienda no arredró ni fue cortapisa para
Bouligny, que continuó con esta práctica en años sucesivos de modo que, en
1753, compraba, por medio de su apoderado Pascual Llobregat, a Francisca
Antonia Leonés un censo de 2.000 libras y anua pensión al 3% heredado de su
madre Josefa María Malla, cargado sobre el conde de Montealegre y sus
baronías de Polop, La Nucia, Chirles y Benidorm, por precio de dichas 2.000
libras que satisfizo Bouligny con 521 libras, 13 sueldos y 3 dineros en efectivo,
y la restante cantidad mediante la cesión de los siguientes créditos: 367libras y 3
dineros contra la viuda de Ortiza y Berguerot; 403 libras, 6 sueldos y 6 dineros a
Vicente Marín, y 708 libras por el principal y costas contra Antonio Sala, Jaime
Selfa y Luis Soler (185). En marzo del siguiente año, ordenaba Bouligny al
procurador de causas Pascual Llobregat, su apoderado y persona de su confianza
en asuntos jurídicos, que pasando a las citadas baronías tomase posesión del
censo y pidiese su reconocimiento como dueño y señor del mismo (186).
Dos años más tarde, en julio de 1755, compraría a Juan Bautista Campos,
abogado de los reales consejos, y a su mujer Francisca María Bayona, un censo
de 300 libras y rédito anual 180 sueldos impuesto sobre la hacienda de la
Torreta, término de la villa de Muchamiel, conteniendo “50 jornales de secano y
regadío con su casa, bodega, corral de ganado, balsa y demás anexos con
derecho de agua del Pantano”, por precio de las dichas 300 libras pagadas
mediante la cesión de 93 libras contra José Aracil, tratante de San Juan, 36 libras
al escribano Pascual Bayona resultantes de préstamo gracioso, y 171 libras
efectivas en monedas de oro (187).
Esta citada sería la última compra de censos practicada por el negociante galo
(184) A.H.P.A. Protocolo 1659 de Onofre Savater, “Poder para pleitos” y “Poder para justificar censo”, 23-4-
1749 y 30-7-1749, ff. 44r-44v y 102r-102v, respectivamente.
(185) A.H.P.A. Protocolo 1661 de Onofre Savater, “Poder para compra-venta” y “Venta”, 24-11-1753, ff. 143r-
145v y 146r-153v, respectivamente. La herencia de dicho censo por Francisca Antonia estuvo precedida por
contradictorio juicio interpuesto por Gregorio Amorrich, marido de su hermana Isabel Leonés, resolviéndose
amigablemente mediante sentencia arbitral pronunciada por Manuel Pareja y Agustín Ansaldo, abogados de los
reales consejos, ante el escribano Domingo Bueno el día 16 de septiembre de 1753.
(186) A.H.P.A. Protocolo 1662 de Onofre Savater, “Poder para censo”, 9-3-1754, ff. 20r-21v.
(187) A.H.P.A. Protocolo 1817 de Onofre Savater, “Venta real de censo”, 19-7-1755, ff. 96r-99v. Este censo fue
heredado por Francisca María de los bienes de José Bayona y Ana María Morera, sus padres, y cuyas 300libras
debía satisfacerle su hermano Tomás Bayona, escribano mayor que fue del Ilustre Ayuntamiento de Alicante, el
cual, no disponiendo de dinero efectivo, se impuso dicha cantidad a censo sobre la citada heredad en febrero de
1748. A.H.P.A. Protocolo 1658 de Onofre Savater, “Imposición”, 10-2-1748, ff. 11r-14v.
140
acaso porque la rebaja de los réditos del 5 al 3% ya no los hacían tan
económicamente atractivos; pero, aún así, no consiguió librarse de ser encau-
sado de nuevo ante las autoridades judiciales por un asunto relacionado con el
tema de los censos. Corría el año de 1747cuando el ciudadano Tomás Sans, de la
villa de Polop, administrador de las rentas de su señor conde de Montealegre,
interpuso autos ante el juzgado ordinario del alcalde mayor de Alicante, D.
Joaquin de Anaya, y oficio del escribano Juan Bautista Ortiz – sustituido a su
fallecimiento por Agustín Navarro –, contra el negociante Julio Antonio
Cheriguini sobre la justificación de un censo cargado sobre una casa situada en
la calle de Buda, arrabal de San Francisco, que supuestamente era del genovés
Chiriguini, pero que en realidad pertenecía a Bouligny, siendo por ello preciso
inmiscuirse en dichos autos y apelar las providencias en contrario, dadas por el
alcalde mayor ante la Real Audiencia de Valencia y la Escribanía de Cámara de
D. Tomás Román, mediante petición en 3 de junio del procurador de la misma el
escribano Pascual Fita, su apoderado, quien ofreció presentar los poderes
necesarios dentro de ocho días. Una real provisión de la Sala ordena emplazar a
las partes y librar compulsorio de los autos, que se presentaron en Valencia al
mes siguiente, alegando Fita los méritos y justicia del apelante en enero de 1748,
mandándose dar traslado a las partes para sus alegaciones que al no producirse
quedaban suplantados los autos hasta el día 4 de febrero de 1750, fecha en la que
Fita pide emplazamiento de las partes litigantes, que es concedido, y
reconocidos los autos se encuentra no haberse aportado los poderes ofrecidos
presentar Fita en la petición de apelación, otorgándolos Bouligny a él y al
escribano de Valencia Cristóbal Palos, en marzo de 1758, para que prosigan
dichos autos y litigio (188).
Mientras todo esto sucedía, Bouligny no descuidaba sus otros tratos y
transacciones mercantiles generadoras de sustanciosos créditos, reflejadas en
una variada tipología documental, que le facilitaban la adquisición de aquellos y
de otros bienes.
Aunque, en términos generales, la percepción de los créditos adeudados se
conseguía recurriendo a la vía judicial, alguna vez se lograba pacífica y
amistosamente, como lo fue el crédito contra la viuda de Laffore y Boussac,
comerciantes de Alicante, en cantidad de 1.106 libras, 6sueldos y 3dineros según
las letras de cambio sacadas contra ellos por Lapierre y compañía, negociantes
de Nimes, endosadas a Bouligny para su cobranza y aceptadas por los deudores
el día 18 de abril de 1744. Después de dos años sin haber logrado la percepción
del crédito, resolvieron la cesión del mismo a Lapierre para que lo cobrase a su
cuenta y riesgo a cambio de recibir Bouligny 1.670 “aunas sempiternas de
sevenas – sic –”, valoradas en 2.922libras y 10sueldos, moneda tornesa, que le
entregaría la compañía de Nimes en el transcurso de un año (189). No sería esta
(188) A.H.P.A. Protocolo 1664 de Onofre Savater, “Poder para autos”, 6-3-1758, ff. 18r-19v.
(189) A.H.P.A. Protocolo 1816 de Onofre Savater, “Contrata”, 30-5-1746, f. 126r-126v.
141
la única ocasión en que hiciese un trato amistoso, aunque procurando resultar
beneficiado como en el practicado con el citado D. Ginés Gozálbez, al que le
cedió con evicción 145 libras de pensiones atrasadas debidas por Margarita
Abril de las 1.050 libras de censo impuesto sobre la heredad de Fabraquer, que
le vendió a Bouligny reservándose dichos atrasos y éste cede a aquél, sin
evicción, 125 libras y 6 sueldos que le adeudaba el arriero Juan García,
compensándole, además, con 40 libras (190).
Sin embargo, no era esto lo cotidiano, puesto que la cobranza de la mayoría de
deudas y créditos se solventaban con causas ejecutivas ante la justicia que
resolvía con sentencias de remate; pero que precisaba al acreedor, en primer
lugar, a designar apoderado de su absoluta confianza para que, en su nombre y
representación, hiciese y presentase petición de demanda ante los jueces y
tribunales pertinentes, hiciese las oportunas diligencias, alegase el derecho y
justicia del demandante siguiendo la causa hasta su conclusión y, en segundo
lugar, nombrar a fiador lego, llano y abonado en cumplimiento de la Ley de
Toledo por si la sentencia favorable era revocada, en cuyo caso estaba obligado
el acreedor al pago del doble de lo cobrado “en nombre de intereses” (191). Tal
primera parte aconteció para el cobro de los réditos del censo de 1.050 libras de
que era hipoteca la heredad de Fabraquer, que debían abonarle los poseedores de
ella; pero que en realidad satisfaría su fiador, el labrador Carlos Ferrándiz, que
pagaba a Bouligny 247 libras y 3 sueldos anuales hasta que dejó de hacerlo en
1756, pidiendo entonces el negociante francés causa de ejecución contra él,
teniendo que abonar 261 libras y 13 sueldos por pensiones y costas (192).
Esa segura confianza en los apoderados procedía de las relaciones comerciales
tenidas con Bouligny, que entretejían lazos de vinculación mercantil y/o
familiar, siendo por ello elementos válidos para conocer la estructura de las
actividades de su negocio. Así, designaba a su yerno Diego Tala para el cobro de
cualquier cantidad a él debida por cualquier vecino de la ciudad de Orihuela y su
huerta (193), o a su consuegro Lorenzo Mabily y compañía, comerciante de Mar
(190) A.H.P.A. Protocolo 1658 de Onofre Savater, “Cesión recíproca”, 8-7-1748, f. 97r-97v. Margarita Abril
era viuda de Vicente Serrano Aguado, abogado de los reales consejos, que falleció tras prolongada dolencia y
cuyos gastos, entre otras cargas, sufragó su suegro el negociante Juan Bautista Abril para lo cual cargó el citado
censo sobre su casa familiar de la calle Labradores y que su hija Margarita subrogó en la hacienda de Fabraquer
a favor del ciudadano Tomás Sans, quien lo donó a su hijo el Dr. Tomás Sans “en contemplación de
matrimonio”, transportándolo éste a Domingo Picó quien lo vendió a Gozálbez en 30 de diciembre de 1746 y
éste a Bouligny. Vid. en Seguí Romá, V. “El ámbito familiar y profesional de Juan Bautista Abril, negociante
alicantino de la primera mitad del siglo XVIII”. Revista Canelobre, núm. 29-30. Instituto de Cultura “Juan Gil-
Albert”, Alicante, 1995.
(191) La Ley de Toledo es la promulgada por los RR.CC. en el año 1480, a resultas de las Cortes celebradas en
dicha ciudad. La Ley 44 es la que hace referencia a los juicios ejecutivos, aunque toda ella está incorporada en la
Novísima Recopilación de Carlos IV hecha en 1805. Al respecto ver Lib. XI, tit.28, ley 1ª. El fiador lego, llano y
abonado es aquel que no tiene derechos eclesiásticos ni privilegios de nobleza, pero con riqueza suficiente para
pagar lo cobrado por el acreedor, en defecto de éste y en el caso de revocación de sentencia de remate.
La reseña aquí expresada hace referencia a la concesión de poderes hecha por Bouligny al procurador alican-
tino Jaime Martínez. A.H.P.A. Protocolo 1659 de Onofre Savater, “Poder para pleitos”, 18-4-1749, f. 43r-43v.
(192) A.H.P.A. Protocolo 1661 de Onofre Savater, “Carta de pago”, 10-2-1753, f. 38r-38v; y protocolo 1663 de
ídem, “Carta de pago”, 6-8-1756, f. 96r-96v.
(193) A.H.P.A. Protocolo 656 de Vicente Fons, “Poder para cobrar”, 29-7-1751, f. 142r-142v.
142
sella para la percepción de cantidades adeudadas por personas de dicha ciudad
provenzal (194), aunque para estos menesteres solían ser habitualmente
designados negociantes no vinculados a Bouligny por lazos de parentesco, sino
mercantiles, cual sucede con el comerciante dianense Pedro Torner para el cobro
de 863 libras que el ondareño Dr. D. Francisco Giner Pastor le adeudaba desde
enero de 1754, y las 529 libras debidas por el labrador Fernando Boronat menor,
del lugar de Benimantell (195), o el otorgado a los negociantes holandeses
Roquete y Vanteylingen, de Rótterdam, para que cobrasen de Pedro Tunibart,
comerciante de dicha ciudad, las deudas pendientes (196).
Cuando la finalidad de la potestad consentida era litigiar, siempre fue otorgada
por Bouligny a procuradores de causas y/o escribanos, en algún caso asociado
con otros negociantes por comunes intereses, pero generalmente en solitario. En
el primer caso, tenemos a su leal procurador Pascual Llobregat designado
conjuntamente por Loch y Desoí compañía, Juan Bouligny Padre e Hijos y
Pedro Montengon (197), o el dado a Juan Bautista Fuentes, procurador del
número y juzgado de Alicante, para que se personase en los autos de división de
bienes suscitados por los eldenses José Rico y Salvador Guarinos “por el
juzgado real de dicha villa” y se incaute de los bienes, efectos, mercancías y
créditos que hubiese, para el pago de los respectivos créditos de los numerosos
acreedores otorgantes (198); si bien era la individual el modo de operar habitual
de la compañía Bouligny Padre e Hijos apoderando,en este caso, a procuradores,
escribanos y agentes de negocios, en función de la correspondiente autoridad
jurídica competente en el pleito para su definitiva resolución (199).
No sólo los apoderados debían ser de la confianza de los Bouligny estando, de
una u otra forma, ligados a sus negocios, sino también las personas de diferente
condición socio-económica utilizadas como fiadores de las sentencias de remate,
según lo proveído en la Ley de Toledo para las causas ejecutivas, tal y como
hemos reseñado con anterioridad, lo cual acontece con el embalador José Dols
en la causa seguida por los Bouligny contra “la hipoteca al censo de propiedad
de 300 libras y 300 sueldos de pensión que se impusieron los consortes Roque
Urios y Josefa María Rodrigo, vecinos de la universidad de San Juan”, o con el
comerciante francés José Superviela, fiador en la causa seguida contra el tratante
de la misma universidad José Aracil por las 323 libras, 17 sueldos y 4 dineros
(194) A.H.P.A. Protocolo 1663 de Onofre Savater, “Poder para cobrar”, 15-9-1756, f. 108r-108v.
(195) A.H.P.A. Protocolo 1662 de Onofre Savater, “Poder para cobrar”, 4-10-1754, f. 112r-112v.
(196) A.H.P.A. Protocolo 1817 de Onofre Savater, “Poder para cobrar”, 16-12-1755, f. 186r-186v.
(197) A.H.P.A. Protocolo 658 de Vicente Fons, “Poder para pleitos”, 1-2-1753, f. 22r-22v. El negociante
francés Pedro Montengon Larraux casó con Vicenta Paret en 1743.Tuvieron 15 hijos, siendo el 2º Pedro
Montengon y Paret, notable novelista jesuita desterrado a Italia por la expulsión jesuítica de Carlos III.
(198) A.H.P.A. Protocolo 658 de Vicente Fons, “Poder para división de bienes”, 7-12-1753, ff. 262r-263v.
Fueron los acreedores otorgantes Bouligny, Padre e Hijos compañía; Pedro Laviña; Juan Lantier menor; Luis
Larchier compañía; Carreras y Berge compañía; Juan Bautista Belon menor; Pedro Bordonave; Antonio Marques
menor; Juan Chevalier; Bernardo Sanmartín; Francisco Laora, y la viuda de Choly, Faurie y Samper compañía.
(199) Si para muestra, un botón, he aquí un par. En 1755, otorgaban poder al citado Pascual Llobregat, y a éste
con el escribano Vicente Segura, de Valencia. En 1757, designarán al agente de negocios matritense Pedro
Pascual Escolano y Peñuelas. A.H.P.A. Protocolos 1817 y 1664 de Onofre Savater, “Poder para pleitos”, 26-11-
143
impagados más las costas (200).
En una ocasión, el propio Juan Bouligny se constituía fiador de la Ley de
Toledo de un negociante marsellés, con el que debía mantener estrechos
vínculos comerciales. Fue este el caso de los autos suscitados, en diciembre de
1754, por el procurador de causas Pascual Llobregat, en representación de
Espíritu Monier, ante el escribano Onofre Savater “en fuerza de la requisitoria
librada circularmente por el tribunal de Cónsules de Marsella, para asegurar y
embargar cualquier géneros y efectos que de Sanguins hermanos, confiteros de
dicha ciudad, se encuentren en estas Reales Aduanas consignados por ellos a los
negociantes Fabiani y compañía” (201).
Esta constelación de apoderados y fiadores eran consecuencia de la existencia
de abundantes créditos insatisfechos resultantes de los negocios y que, en su
mayor parte, sólo se percibían mediante la vía judicial, aunque también es cierto
que había excepciones, las menos, de deudores íntegros y honestos que
efectuaban el pago en el plazo convenido, o que pagaban para que su fama y
honor no quedara en entredicho.
Los créditos de más complicado y dilatado cobro solían ser los consignados en
las letras de cambio que, casi de manera sistemática, eran protestados por los
deudores y en muy raras ocasiones aceptados para pagar en el plazo establecido.
Esta sería la actitud adoptada por Francisco Lyon en nombre de la compañía
Juan y Francisco Lyon, hermanos y negociantes franceses, que no aceptan pagar
a 40 días las 885 piastras de plata vieja, 2 reales y 5 maravedies (202) de una
letra, sacada por el lionés Zelvere Creer y compañía a la orden de Bouligny
Padre e Hijos, “por no tener haberes del sacador” (203), o la postura del
negociante francés Juan Belestá ante los 500 pesos de a 15 reales y 2 maravedíes
de vellón, pagaderos dentro de 15 días en oro o plata, tirada en Valencia por
Pedro y Juan Labaig a la orden de Luis Bubaud compañía, y endosada por éste a
Bouligny Padre e Hijos para su cobranza. Belestá la acepta, pero presentada para
su pagamiento aduce “que no podía pagarla por falta de fondos del tirador”
(204).
En menor grado de dificultad, aunque no exenta de ella, se hallaba la
percepción de créditos mediante el procedimiento de la cesión. Esta fue la
situación planteada a Bouligny por el ciudadano Tomás Colomina para
satisfacerle 94 libras y 10 sueldos adeudadas de alquileres de casa,
comprendidas 4 libras y 10 sueldos de costas en la ejecución que le instó para su
cobranza, cediéndoselas contra José Picó, arrendatario de su finca rural del
144
Barranco de Colomina (205). Otro tanto, y por el mismo motivo de “alquileres
de una casa que le habitó”, además de todos los tratos y traviesas tenidos con
Bouligny, le hizo el maestro sarriero Nicolás Gentil para abonarle las 87 libras,
6 sueldos y 8 dineros debidas, obligándose a pagarlas del producto de dos
cuartones que tiene de su oficio, a razón de 20 libras anuales en medias añadas
vencidas; pero teniéndolos “por administración Vicente Gil, también maestro
sarriero, cede contra éste la expresada cantidad” (206).
La misma práctica cesionadora siguió, en 1755, el cónsul genovés en
Cartagena, Gerónimo Gambini, para liquidar a Bouligny Padre e Hijos las 3.452
libras, 7 sueldos y 7 dineros adeudados “por líquido alcance de cuentas ajustadas
hasta el día de hoy”, traspasándoles 2.992 libras, 6 sueldos y 7 dineros en tres
diferentes créditos y prometiendo satisfacer las restantes 460 libras y 1 sueldo a
la voluntad de dicha compañía, siempre que quiera percibirlas con más las
costas de la cobranza (207). Y al siguiente año, el mismo proceder utilizaría el
negociante alicantino Bernardo Sanmartín para satisfacer a Juan Bouligny
18.457 reales de vellón, “en cuenta de mayor cuantía adeudada de géneros y
mercaderías tomados de su casa de comercio”, cediendo otra igual cantidad
contra Vicente Bernabé, a la sazón administrador de las rentas del conde de
Puñorrostro en el condado de la villa de Elda, en virtud de la cesión que el conde
hizo a favor de Sanmartín ante el escribano Dionisio Cerezo, de la villa de
Alcobendas, para que las cobrare Bouligny en cantidad de 100 pesos mensuales
hasta su total liquidación (208).
Las deudas o créditos de más fácil percepción, a priori, eran las contenidas en
las obligaciones, ya fuesen de poca o mucha cuantía, sobre todo porque la
acreedora compañía Bouligny Padre e Hijos, rectificando errores del pasado,
exigirá la garantía hipotecaria para la seguridad del cobro, excepto cuando el
deudor fuese persona de probada confianza con la que se han tenido tratos o
negocios pretéritos. Prueba de ello fue que Nicolás Sala, maestro cordelero de
esparto y corredor, debía a Bouligny 24 libras de “año y medio de alquiler de
una casa propia de aquél en el arrabal de San Francisco”, prometiendo
liquidarlas en tres iguales pagas y plazos en cada día y fiesta de la Virgen de
agosto de los años 1750, 51 y 52, sin hipoteca (209). Sin embargo, a comienzos
de 1753, al labrador Mariano Fries, residente en la partida de Fontcalent, deudor
en la misma cuantía de 24 libras del precio y valor de 8 cahíces de cebada, “que
(210) A.H.P.A. Protocolo 1661 de Onofre Savater, “Obligación”, 20-1-1753, f. 192r-192v. El real valenciano
equivalía a 2 sueldos, de ahí que los 30 reales del precio del cahíz de cebada sean 60 sueldos ó 3 libras.
(211) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 20-6-1753, f. 90r-90v. Los hermanos Vicente y Tomás Serrano Abril eran
hijos de Vicente Serrano Aguado, ya difunto, y de Margarita Abril, hija del también difunto negociante Juan
Bautista Abril. Después del fallecimiento de su marido, Margarita se trasladó con sus hijos a la vecina villa de
Elche, de donde era oriundo el fallecido abogado de los Reales Consejos y padre de Vicente y Tomás.
(212) A.H.P.A. Protocolo 1663 de Onofre Savater, “Obligación”, 22-7-1756, f. 90r-90v.
(213) A.H.P.A. Protocolo 1664 de Onofre Savater, “Obligación”, 27-4-1757, f. 51r-51v.
146
retablo en donde están colocados”, colindante con la del escribano Antonio
García, por precio de 400 libras que el negociante francés abonaría del siguiente
modo: 93 libras y 2 sueldos que se retiene por otras tantas debidas por el
vendedor; 90 libras, 1 sueldo y 2 dineros en dos vales conteniendo 50 libras y 40
libras,1 sueldo y 2 dineros contra José Severio, Dr. en medicina, y José Brezón,
respectivamente, y las 216 libras, 16 sueldos y 10 dineros restantes en dinero
efectivo de contado. Y al seguro de esta transacción exigido por Bouligny, el
vendedor hipotecaba dos censos de capital 400 pesos y 60 libras,
respectivamente, impuestos sobre tierras sitas en la partida de las Cuevas,
término de Alicante, amén de dos solares para fabricar casas en la calle de los
Sastres, a espaldas de su casa principal de la calle Labradores (214).
Siete años después, en 1753, Bouligny compraba, en el término de la
universidad de San Juan y partida de la Moleta de dentro, cinco tahúllas de tierra
huerta con derecho de agua del riego del Pantano vendidas por el labrador
Sebastián Verdú, residente en la Alcoraya, por precio de 180 libras abonadas de
contado (215).
Los Bouligny, en general, y Juan Bouligny, en particular, fueron negociantes
en el sentido más amplio del término, aprovechando cualquier circunstancia
favorable o coyunturalmente propicia para hacer negocio, obteniendo
rentabilidad económica o aumento patrimonial, aunque fuese a costa de su
propia familia, como ocurrió con su yerno Diego Tala. Ya hemos señalado que
el marido de su hija Inés resulto ser una carga familiar (216), ocasionando a
Bouligny no pocas preocupaciones con escasos beneficios.
Dedicado Tala a los negocios en la ciudad de Orihuela, sus actividades parece
que fueron poco afortunadas de modo que, en 1753, poco después de haber
contraído matrimonio, estaba técnicamente arruinado viéndose obligado a
recurrir al amparo de su suegro, a cuyo fin se trasladó con su mujer Inés a
Alicante pasando a ocupar una casa de la calle Labradores. Avecindado en esta
ciudad, contando con el apoyo de su suegro, logra obtener el arrendamiento del
filete (217), cuyo desempeño llevaba implícita la obligación de subvencionar a
la Casa de Misericordia con la cantidad de 250 libras mensuales, lo que debió
sumir a Tala en nuevos agobios económicos, incrementados por acuciantes
deudas a negociantes marselleses. Probablemente para acordar su liquidación
con los acreedores e intentar mejorar la suerte en sus negocios pasó a Francia, en
donde permanecería la mayor parte del año 1755 y por cuyo motivo la compañía
Bouligny Padre e Hijos tuvo que hacerse cargo del arrendamiento del filete,
desembolsando las cantidades correspondientes tanto para la compra y abasto
(214) A.H.P.A. Protocolo 1816 de Onofre Savater, “Venta condicional de casa”, 18-5-1746, ff. 122r-125v.La
compra-venta de bienes inmuebles y raíces en la modalidad de retroventa y/o a carta de gracia consiste en que
siempre figura en la escritura la condición “sine quanon” que siempre y cuando el vendedor, sus sucesores y
herederos entreguen al comprador la cantidad pagada por el bien, este retornará inmediata y obligatoriamente a
la propiedad de su antiguo dueño, el vendedor.
(215) A.H.P.A. Protocolo 1661 de Onofre Savater, “Venta de tierra”, 14-1-1753, ff. 4r-6v.
(216) Supra, página 99, nota 19.
(217) Supra, página 109, nota 66.
147
del mismo como para el canon de la Casa de Misericordia, según testimonio
dado por su administrador D. Nicolás Pascual del Povil y Forner en agosto de
ese mismo año. Por ello, cuando en el mes de octubre regresa Tala a Alicante,
reconoce el dispendio realizado por dicha compañía y ser de ella todos los
intereses producidos y que se pudieren producir en el arrendamiento del filete,
que le subarrienda “para que prosiga en el hasta su conclusión” (218).
En realidad, la estancia en tierras galas resultó bastante infructuosa para Tala,
puesto que su prioridad de renegociar la importante deuda de 26.243 libras,4
sueldos y 3 dineros de moneda tornesa a favor del negociante marsellés Pedro
Touché ya no era necesaria al haber sido saldada por Lorenzo Mabily hijo y
compañía, bajo las ordenes y responsabilidad de Bouligny Padre e Hijos “por
hacerle merced a Tala”, el cual se obligaba a pagárselas a ésta compañía
abonando 8.500 libras, 3 sueldos y 3 dineros el día 28 de agosto de 1756; otras
8.747 libras, 14 sueldos y 9 dineros en otro tal día de 1757; y, finalmente, 8.995
libras, 6 sueldos y 3 dineros en el mismo citado día de 1758 (219).
Diego Tala no dispone de los recursos propios adecuados, ni de la necesaria
liquidez para afrontar el pago de estas cuantías a los plazos comprometidos,
optando por satisfacer 4.798 libras, 2 sueldos y 6 dineros a la compañía de su
suegro y cuñados “que les debe de diferentes tratos y comercio”, cediéndoselas
contra el negociante oriolano Ramón Turón, que acepta abonarlas en dos iguales
pagas en los meses de agosto de los años 1757 y 1758 (220). Pero con todo, no
terminaron aquí las inquietudes que a Bouligny le ocasionaría su yerno Tala,
pues en abril de 1753, poco antes de abandonar la ciudad episcopal para
mudarse a la de Alicante, deseando liquidar los pocos bienes que allí le
quedaban para poder disponer de capital en efectivo, vendía a su suegro “una
heredad de tierra campa de 20 fanegas por pedazo incluida una pieza de viña y
olivar con su casa, balsa y algunas paleras sita en el campo de dicha ciudad
llamado de San Ginés”, que Tala había comprado un mes antes a la compañía
oriolana Navarrina y Luzetta por venta que le hizo el negociante Juan Luzetta,
por precio de 310 libras que Tala ha recibido de su comprador suegro (221).
Cuatro meses más tarde, Bouligny conseguía que Domingo Llor, labrador del
campo de Orihuela, recibiera a partido dicha hacienda de 36 fanegadas
comprendidas 7 tahúllas de majuelo y una tahúlla y media de olivar,
diferenciándose las 16 fanegas cultivadas de las 20 fanegas incultas, por tiempo
de tres años que empezarían en el día de Todos Santos de ese año, estipulando
las siguientes seis condiciones:
(222) A.H.P.A. Protocolo 1661 de Onofre Savater, “Partido”, 24-8-1753, ff. 116r-118v.
(223) A.H.P.A. Protocolo 1817 de Onofre Savater, “Venta real de heredad”, 27-7-1755, ff. 124r-126v.
(224) A.H.P.A: Protocolo 1664 de Onofre Savater, “Venta de heredad”, 21-11-1757, ff. 126r-128v.
149
comprador como sigue: 500 libras que se retiene del capital de un censo cargado
sobre la heredad, para responder a las 37 libras, 16 sueldos y 4 dineros de dos
años de pensión y prorrata, siendo las restantes 448 libras, 13 sueldos y 8
dineros abonadas al contado (225). Ubicada la finca en zona apreciada de dicha
partida, teniendo allí posesiones prohombres de la sociedad alicantina como el
negociante genovés Miguel Ángel Lavarelo o el ciudadano y regidor D. Tomás
Biar y Juan con cuya heredad y tierras, respectivamente, lindaba dicha finca,
habiendo sido ella misma pretérita propiedad de D. Antonio Rotlá y Canicia,
caballero de la orden de Montesa y San Jorge de Alfama, apenas tardaría
Bouligny un cuatrimestre en arrendarla a Miguel Pastor, labrador de la Cañada
del Fenollar, por tiempo de cuatro años precisos a comenzar el día y fiesta de
San Miguel de ese año al precio de 52 libras y 10 sueldos anuales, haciendo la
primera paga en San Miguel de 1756 e imponiendo media docena de exigentes
condiciones como que Pastor cultive las tierras a uso y costumbre de buen
labrador; que Bouligny pueda plantar en los cuatro años y en cualquiera de ellos
hasta 5 ó 6 millares de viñas a su costa; que durante el tiempo del arrendamiento
o en cualquier tiempo que le parezca al arrendador pueda éste plantar árboles,
almendros u otros que le conviniesen, siendo de su cuenta los pies y obligación
de Pastor hacer los hoyos y cultivarlos;que el arrendatario no pueda pretender
mejoras acabado el arrendamiento, sólo si excediesen algunos bancales de
barbecho a los que ahora se le entregan los pagará Bouligny; que las 150 cargas
de estiércol que hoy hay en la heredad las consuma Pastor en ella, así como el
que se vaya haciendo sin que pueda extraerlo para otra parte y,concluido el
arrendamiento, haya de dejarle las mismas cargas amontonadas y sí más hubiere
las pagará el arrendador, y que Pastor haya de componer la casa de la heredad de
manera que la habite, para que así no pierda de vista la hacienda y cuide mejor
de ella (226). Al año siguiente, en septiembre de 1756, Bouligny ampliaría la
superficie de la finca por el linde de la partida del Cachajo con 2 jornales de
tierra campa compradas al labrador Pedro Juan Pastor, hermano de su
arrendatario, por el precio de 50 libras pagadas en efectivo por adelantado (227).
El arrendamiento beneficiaba doblemente a Bouligny. Por un lado, mejoraba
sus fincas mediante las condiciones exigidas al arrendatario con lo que,
finalmente, incrementaba su patrimonio; y, por otro lado, conseguía las
anheladas rentas. Por ello, un día antes de comprar las tierras del Cachajo,
(225) A.H.P.A. Protocolo 1817 de Onofre Savater, “Venta real de heredad”, 20-4-1755, ff. 41r-44v. Esta finca
campestre fue comprada por Piqueres al labrador Mariano Fries el mismo día en que la vendió a Bouligny –
ff.36r-40v –, y que dicho labrador había hipotecado dos años antes para responder a la deuda de 24 libras a favor
del negociante galo – Supra. Ver página 126, nota 131 – . El labrador Fries heredó la finca de su madre Lucía
Marco que le había tocado en la amigable división judicial de los bienes de Andrés Fries, su difunto marido, al
cual se la pasó el caballero D. Antonio Rotlá en fecha 5 de marzo de 1728 ante el escribano Vicente Navarro y
Pastor. La finca tenía sobre sí cargado un censo de 500libras y anua pensión 15libras pagadas en San Miguel al
convento y religiosas de la Purísima Sangre de Cristo, de Alicante.
(226) A.H.P.A. Protocolo 1817 de Onofre Savater, “Arrendamiento de heredad”, 31-8-1755, ff. 147r-150v.
(227) A.H.P.A. Protocolo 1663 de Onofre Savater, “Venta real de tierra”, 30-9-1756, ff. 118r-120v. Estos 2
jornales de tierra, entre otros, le fueron vendidos a Pedro Juan por su hermano Miguel en esta misma fecha ante
el escribano Vicente Navarro y Pastor.
150
arrendaba a Manuela Climent, vecina de San Juan, 10 tahúllas y media de tierra
blanca plantada con algunas higueras y con su derecho de agua del Pantano que
poseía en la partida del Campello, por tiempo de seis años precisos al precio de
12 libras anuales pagaderas en dos iguales plazos por los días de San Juan y de
San Miguel, comenzando a satisfacerlos en 1757. En este caso, Bouligny
impondría una única condición, la de cultivar la arrendataria dichas tierras a
“uso y costumbre de buen labrador de manera que vayan en aumento y no en
disminución y, de lo contrario, será responsable de los daños, perjuicios y
menoscabos que se siguieren” en dicho pedazo de tierra (228).
De los posibles bienes raíces, Juan Bouligny había adquirido todos menos uno,
el agua de riego, muy apreciada en una comarca como la alicantina de gran
déficit secular en recursos hídricos y muy necesitada de ellos para el cultivo,
especialmente en época estival. Por ello, su posesión era un bien patrimonial
ansiado por todos los propietarios de tierras de regadío, terratenientes o no,
teniendo un elevado valor económico que oscilaba en función de su
disponibilidad siempre escasa. Y, por fin, Bouligny compraría, a carta de gracia,
al tratante José Hernández tres cuartos de hilo de agua del Pantano de la Huerta,
discorriente por la acequia real del Concejo, con su día y partidor anotado en el
“Libro del Gobierno de las Aguas” o “Giradora”, por precio de 337 libras y 10
sueldos, con la expresa condición de no poderlos redimir el vendedor hasta la
festividad de San Miguel de cada año (229).
Esta sería la última adquisición de bienes y transacción mercantil efectuada
por el negociante Juan Bouligny y Larchier, de la que tengamos constancia
documental, acaso porque a su sexagenaria edad se unió la postración de ánimo
que debió producirle el fallecimiento de su mujer María Antonia Paret y Vivet, a
la que daba sepultura en el alicantino convento de los dominicos sólo una
semana después de la citada transacción. Seguramente fuese esto último la causa
que le indujo a retirarse definitivamente de la actividad comercial, y refugiarse
en su finca campestre de la Alcoraya.
También es cierto que, después de efectuada la donación o mejora en los
primeros días de junio de 1755 de aquellos 5.000 pesos, con igualdad y sin
prelación, entre sus hijos José y Juan, mayores ambos de 25 años, estando éste
último próximo a contraer matrimonio y declarar el propio Bouligny haber
llegado el caso de estar cercana la disolución y liquidación de la compañía
Bouligny Padre e Hijos, la intervención pública de Bouligny en las actividades
específicas del negocio y compañía familiar sería muy limitada, reduciéndose
(228) A.H.P.A. Protocolo 1663 de Onofre Savater, “Arrendamiento de tierra”, 24-11-1756, ff. 144r-146v.
(229) A.H.P.A. Protocolo 664 de Vicente Fons, “Retroventa de agua”, 13-9-1758, ff. 237r-239v. Los cuatro
cuartos de hilo de agua le correspondieron al tratante por herencia de su difunta madre Francisca Palomares, que
los compró a carta de gracia con pacto de retrovendendo y conformidad de José Hernández, su difunto marido,
de D. Juan y D. Diego Escorcia y Ladrón, padre e hijo, por escritura ante el escribano Vicente Rovira, ya
difunto, en fecha 21 de enero de 1732, habiendo redimido sólo un cuarto de hilo de los dos medios hilos de agua
del Pantano, por cuya razón vende a Bouligny con el mismo pacto los tres cuartos de hilo de agua no redimidos.
151
solamente a un otorgamiento de poder (230) en septiembre de 1757, designando
al negociante cartagenero Francisco Savi para el cobro a los deudores de las
cantidades cedidas por Gerónimo Gambino, cónsul genovés en la ciudad de
Cartagena, para saldar 3.452 libras, 7 sueldos y 7 dineros debidas desde
septiembre de 1755 a la antigua compañía Bouligny Padre e Hijos (231).
A partir de este apoderamiento desaparece todo vestigio documental referido a
la participación de Juan Bouligny en los negocios. La causa se fundamenta en la
formación por los hermanos José y Juan Bouligny menor de una nueva
compañía de comercio al iniciarse el año 1756, en la que “aunque no hay papel
de ella, hemos corrido bajo la buena fe del interés por lo respectivo a nosotros de
repartirlo de esta suerte: 30% por mi dicho Bouligny padre, otro 30% por D.
José, otro 30% por D.Juan menor, y 10% por D. Francisco que componen sobre
ganancias de 100 libras, e igualmente dejamos a la confianza de dichos D.José y
D.Juan las resultas y ajustamiento de cuentas de esta dicha última Compañía”,
según manifestaba Bouligny en el testamento común con su consorte María
Paret redactado a comienzos de enero de 1758, con motivo de hallarse ésta “con
accidente en la cama, aunque leve” (232); pero de cuya desfavorable evolución
ya no se recuperaría hasta producirse su muerte en septiembre de ese año, siendo
sepultada con el sudario de Santo Domingo en su convento de Alicante, como
igualmente lo será a su fallecimiento su esposo Juan, cumpliendo la disposición
de estas últimas voluntades. En ellas se aludía a la extinta compañía Bouligny
Padre e Hijos, ratificando la donación o mejora hecha en 1755 a sus dos hijos
mayores “por si quisieren oponerse los demás hermanos, así casados como
solteros, a esta disposición por cualquier acción que pudiesen pretender sobre
deber recaer en todos las ganancias, si las hubiere, de dicha primera compañía,
bien entendido que esta mejora y exceso que pueden tener sobre los demás
únicamente debe comprender las ganancias que en el tiempo de solteros
hubiesen podido tener y adquirir” (233).
Nombraban por herederos de sus bienes a sus once hijos vivientes por iguales
partes, especificando los seis casados a quienes les habían entragado 2.500 libras
propter nupcias a cuenta de ambas legítimas, que debían traer a colación y
partición, y los cinco solteros menores de 25 años, designándoles por tutores a
sus hermanos José y Juan hijo que, a su vez, también serían albaceas
conjuntamente con los otorgantes, los cuales mandaban practicar inventario
(230) A.H.P.A. Protocolo 1664 de Onofre Savater, “Poder para cobrar”, 7-9-1757, f. 87r-87v.
(231) A.H.P.A. Protocolo 1817 de Onofre Savater, “Cesión”, 17-11-1755, ff. 171r-173v. El débito de Gambino
procedía en parte de escrituras ante el escribano cartagenero Vicente Manuel Tauste, y, en parte, del líquido
alcance de cuentas para cuya satisfacción traspasa a Bouligny Padre e Hijos un crédito de 20.507 reales de vellón
contra la viuda María Meresino, de Cartagena; otro de 11.850 reales de vellón contra los consortes de dicha
ciudad Ginés Alcaraz y Francisca Antonia Valentín y Cazorla, y un tercero de 12.702 reales de vellón contra
Francisco Besut, que reducidos todos a moneda valenciana importaban 2.992 libras, 6 sueldos y 7 dineros,
quedando pendientes 460 libras y 1 sueldo que promete Gambino satisfacer a dicha compañía a su voluntad y
siempre que quiera percibirlas con más las costas de la cobranza.
(232) A.H.P.A. Protocolo 1817 de Onofre Savater, “Testamento común…”, 4-1-1758, s/f. Supra, p.111, nota 72.
(233) A.H.P.A. Ibid., ff. 5v-6r contados.
152
extrajudicial de todos sus bienes ante el presente escribano, o el que por su
muerte, sí aconteciere, eligiesen los referidos albaceas y tutores, sin que
interveniera en modo alguno la justicia “por la mucha entereza que
comprendemos y consideramos en ellos”; pero en el caso de que los jueces no
quisieren abstenerse ni conformarse con esta su voluntad, protestaban las veces
en derecho necesarias que “las costas, daños y perjuicios” no fueran de cuenta
de sus herederos y sí de quien las ocasionase, haciendo los requisitos necesarios
para impedir dicho inventario judicial (234).
Además de las cláusulas piadosas enunciadas, disponían la ejecución de tres
misas cantadas de cuerpo presente, mientras el restante rito funerario de
acompañamiento, número de misas, mandas forzosas y demás obra pía las
dejaban al arbitrio de sus citados albaceas, salvo la celebración de un septenario
de misas de San Vicente Ferrer por cada uno de los testadores en el convento de
Santo Domingo, amén del expreso legado piadoso de 200 libras tornesas dejado
por Bouligny al hospital del Espíritu Santo, de la ciudad de Marsella, al tiempo
que su mujer, en correspondencia, donaba 50 libras valencianas al hospital de
San Juan de Dios, de Alicante. Poca cosa más de relevancia anotaban estas
conjuntas últimas voluntades, a no ser la referencia a las cartas de boda de 1724
en relación al capital y dote, incrementada esta por las herencias paterna y
materna de María Paret, y que sus legítimas deudas fuesen saldadas al igual que
cobrados sus créditos (235).
No sería este el último testimonio público de Bouligny, ya que al mes
siguiente, en nombre de la antigua compañía José Bouligny e Hijo, apoderaba al
procurador alicantino Luis Calatayud para la cobranza a Ginés Valero, de la
villa de Nuestra Señora de los Dolores, fundación Reales Pías, las cantidades
adeudadas del arrendamiento de las tierras de huerta sitas en la partida de la
Florida, término de dicha villa, que le hizo el día de San Juan de 1755 ante
Gregorio Giménez Morón, por tiempo de seis años al precio de 55 libras
anuales, pagaderas en dos iguales porciones por San Miguel y Todos Santos,
estando debiéndole hasta San Miguel del año en curso (236).
Lógicamente, en base a la total confianza demostrada por su padre y al
porcentaje de participación asignado a cada hijo mayor, la compañía recién
constituida quedaba en manos de José y Juan hijo, detentadores del 60% de la
misma, razón por la que pasaría a denominarse Bouligny Hermanos Compañía,
que también asumiría los créditos de la extinguida Bouligny Padre e Hijos. Sin
embargo, la documentación parece atestiguar que los hermanos gerentes de la
nueva compañía no se esforzaron demasiado por la línea comercial y de
negocios trazada por su padre, pues el escaso volumen transaccional, especial-
(234) A.H.P.A. Protocolo 1817 de Onofre Savater, “Testamento común de D. Juan Bouligny mayor y Dª. María
Paret, consortes.”, 4-1-1758, s/f, ff. 6v-7r contados.
(235) A.H.P.A. Ibid., ff. 3r-7v contados.
(236) A.H.P.A. Protocolo 664 de Vicente Fons, “Poder para cobrar”, 8-10-1758, ff. 264r-265v. Las tierras
arrendadas lindaban por mediodía con las de Ana María Benit, hija del ya difunto negociante francés José Benit
y viuda del también negociante francés Antonio Marzo, ambos avecindados en Alicante.
153
mente concentrado en la segunda mitad del año 1757, viene a ratificar tal
aseveración, limitándose poco más que a percibir créditos propios o de terceros.
En este sentido, en julio de ese año, los Bouligny Hermanos compañía, como
apoderados de los también hermanos franceses Nicolás y Todos Santos
Camusach, de la ciudad de Troyes, venden un crédito de 11.690 libras, 6 sueldos
y 2 dineros de moneda tornesa al negociante Domingo Picó, como albacea
depositario y administrador de los bienes de la herencia del difunto negociante
Jaime Samper, quien quedó debiendo dicha cantidad a los Camusach, y cuya
venta se efectúa por resultar difícil la exacción a causa de la incertidumbre de
los bienes de Samper, considerada forzosa debido a la existencia de muchos
acreedores y considerarse indispensable hacer concurso de ellos, haber de tolerar
la dilación en las cobranzas y recobros de los efectos de dicha herencia por
hallarse dispersos los bienes, quedando expuestos a litigar y a que salgan
acreedores de mejor derecho que dejasen sin recursos a Picó (237).
En los primeros días de agosto de ese mismo año cobraban 100 libras del
débito de D. José Fernández de Mesa, por medio y dinero del ya difunto José
Baeza, arrendatario de su heredad, que ambos confesaron adeudar a Bouligny
Padre e Hijos ante el escribano Francisco Boix y Sevillano en diciembre de
1755, y que Fernández cedía su pago contra Baeza, el cual aceptaba pagarla el
último día de agosto de 1756 (238).
Antes de acabar dicho mes de agosto de 1757 se produciría el único trato
estrictamente comercial del que tenemos constancia, pues el día 23 Juan
Bouligny hijo, en nombre y representación de Bouligny Hermanos compañía,
apodera a los negociantes Enrique Loubier, Lewis y Schweighauser, residentes
en la ciudad de Londres, para que les compren un navío listo, apto y bien
aparejado para navegar, regulándose el precio entre 800 y 1.000 libras esterlinas
sin exceder y, adquirido, se comunique al embajador español en dicha ciudad
para que “se sirva conceder los pasaportes necesarios, le alisten y tripulen
conforme al ordenamiento de la Marina de esta monarquía bajo cuya bandera ha
de navegar” (239), dándole el destino más conveniente a los intereses de sus
compradores, sin que conozcamos con exactitud cuáles fueron estos, si bien es
posible que su inicial destino fuese el tráfico negrero.
Tres meses después, en noviembre, era José Bouligny quien percibía, también
en nombre de Bouligny Hermanos, la cantidad de 120 libras de los ilicitanos
(237) A.H.P.A. Protocolo 663 de Vicente Fons, “Venta de crédito”, 5-7-1757, ff. 148r-150v. El total del
crédito adeudado por Samper procedía de dos partidas; una de 11.550 libras, 9sueldos y 9dineros de moneda
tornesa en valor de géneros y mercaderías que le habían remitido los Camusach, y otra de 139 libras, 16sueldosy
5dineros de moneda regional por los gastos de retorno de letras de cambio que contra Samper le libraron el 20 de
diciembre de 1756, pagaderas en Madrid y que se protestaron por falta de pago.
(238) A.H.P.A. Protocolo 1664 de Onofre Savater, “Carta de pago”, 4 -8-1757, f. 70r-70v.
(239) Supra, página 113, nota 79. A los hermanos José, Juan y Francisco Bouligny se les ha relacionado con una
trama alicantina de trata de negros para introducirlos en Luisiana vía Cuba, siendo la figura clave el petrelense
Juan Miralles, afincado en La Habana, que llegó a ser el encargado de negocios ante el Congreso Continental
americano y al que el general George Washington distinguió con su amistad. Vicent Ribes Iborra, Op. cit., pp.
49-50 y 52.
154
Tomás Serrano y Tomás Maciá, deudor y fiador respectivamente, prestadas
graciosamente el día 29 de enero de 1757, fecha en la que se obligó el
prestatario a pagarlas por todo el mes de octubre de ese año (240).
En el último mes de 1757, los Bouligny Hermanos compañía volvían, de
nuevo, a cancelar un crédito generado por la antigua compañía de su padre. En
esta ocasión, sería Juan Bouligny hijo quien recibiría del cartagenero Miguel
Pérez y del murciano José Albaladejo las 1.115 libras, 9 sueldos y 10 dineros,
del valor de una porción de hierro compuesta por 234 barras de plantilla y 137
barras de cuadrajón, pesando ambas partidas 135 quintales y 10 libras vendidas
a razón de 7 libras el quintal; 8 paquetes de verganilla de a 8 el paquete y otros 8
paquetes de lo mismo de a 12 verganillas el paquete, una y otra con un peso de
50 arrobas y 9 libras, y 22 quintales, 2 arrobas y 13 libras, respectivamente, al
precio de 7 libras y 10 sueldos el quintal que les vendió la compañía Bouligny
Padre e Hijos el 25 de abril de 1755, y a la seguridad de esta venta Pérez
hipotecaba una casa en el lugar de San Javier con su patio y poza, mientras
Albaladejo gravaba otra casa situada en dicho lugar y diferentes bancales con
una noria de agua viva que los riega, obligándose los deudores a liquidar el
crédito por todo octubre de 1757 y que ahora abonaban con barrilla (241).
Las mencionadas actividades fueron el exiguo bagaje comercial y de negocios
practicados por Bouligny Hermanos en los años siguientes a la formación de la
compañía hasta la finalización de la década de los cincuenta, constriñéndose
cada vez más en los años sesenta, hasta llegar a la inexistencia real de los
mismos en el transcurso de esta década, al tiempo que en mimético paralelismo
sincrónico languidecía la fraternal sociedad hasta su total desaparición,
esencialmente motivada por los distintos derroteros existenciales de José y Juan
hijo, a las que se añadían las malas relaciones personales entre ambos
imputables, en gran medida, a la esposa de éste último.
Si bien a finales de la secular década de los años treinta Juan Bouligny había
adquirido, por deudas y a carta de gracia, inmuebles en la calle Mayor y en el
arrabal de San Francisco (242), no sería hasta mediados de la siguiente década
(240) A.H.P.A. Protocolo 1664 de Onofre Savater, “Carta de pago”, 4 -11-1757, f. 122r-122v.
(241) A.H.P.A. Protocolo 1664 de Onofre Savater, “Obligación con hipoteca”, 24 -4-1755, f. 46r-46v, y
Protocolo 1664 de ídem, “Carta de pago”, 4 -11-1757, f. 122r-122v. El quintal es una medida de peso
equivalente a 4 arrobas – vocablo de origen árabe que significa cuarta parte –, mientras estas pueden serlo de
capacidad y/o de peso, teniendo diferentes valores según las regiones españolas y así, por ejemplo, una arroba
castellana equivale a 25 libras de a 16 onzas ó 460 gramos que corresponden a 11´5 Kg., cuando una arroba
aragonesa supone 12´5 Kg., y una arroba valenciana representa 12 Kg.
(242) Supra, página 130. Ver el texto correspondiente a las notas 151 y 152.
155
de los cuarenta cuando afloraría la etapa de mayor actividad inversora del
negociante marsellés en la adquisición de bienes urbanos y rústicos.
Sí en el año 1744 ya había mostrado un especial interés por formalizar un
sólido patrimonio, sería en el de 1745 cuando el negociante francés alcanzaría
en buena medida sus anhelados deseos que, acaso, viera colmados al adquirir la
hacienda de la Alcoraya, convertida en la auténtica joya de los Bouligny por el
trascendental papel a desempeñar en el futuro devenir familiar.
Antes de ello, en septiembre de 1744, Bouligny había tratado con Juan
Bautista Fabiáni (243), componente de la compañía Gerónimo y Juan Bautista
Fabiáni, apoderados de las hermanas Dª. Rosa y Dª. Teresa Boniceli, de Génova,
la compra de una casa propia de las susodichas heredada de su padre Juan
Domingo Boniceli, que poseían a carta de gracia en la parroquia de Santa María.
Habiéndose acordado el precio, calidades y circunstancias, no se pudo efectuar
la compra venta por insuficiencia de poderes, solicitando nuevos poderes
especiales de las citadas dueñas y de sus respectivos maridos, que fue concedido
el día 5 de noviembre de 1744.
En el ínterin, Bouligny pasó a habitar la casa de buena fe en base al trato y
palabra contraída con Fabiáni, continuando ocupándola cuando el día 24 de
julio de 1745, llegados los poderes de Génova, se formaliza el contrato mediante
pública escritura por la que aquéllas, representadas por Fabiáni, hacen venta real
con pacto de retrovendendo a Bouligny de la casa situada en la calle del
Postiguet, haciendo esquina al callizo que de esta vía pasa a la escalera de Santa
María, lindando por un lado con casas de la herencia del presbítero Juan Bautista
Pavía; por otro, con el almacén de D. Jacinto Forner; por enfrente, con el
almacén de la misma herencia del cura Pavía y, a las espaldas, la casa principal
y accesoria de la marquesa del Bosch, por precio de 4.205 libras, 2 sueldos y 8
dineros de las que Bouligny paga 2.950 libras en efectivo, reteniéndose 640
libras para la redempción de un censo y sus anuos réditos cargado sobre ella a
favor de la administración del difunto Juan Bautista Musiteli, y las restantes 615
libras, 2 sueldos y 8 dineros fueron donadas graciosamente por las vendedoras al
comprador para que usare de ellas como propias, cuando llegare el caso de la
restitución y retroventa de la casa por los herederos del presbítero Pavía,
siempre que abonaren el precio real de 3.565 libras, 2 sueldos y 8 dineros en tres
iguales pagas (244).
(243) Juan Bautista Fabián formaría con su hermano Jerónimo una compañía y casa comercial de importación
muy destacada en Alicante durante la primera mitad del Setecientos, equiparable en este aspecto a la de D.
Francisco Marabeuf, y como éste llegó a ostentar un cargo consular, el de la República de Génova en Alicante.
Otros importantes miembros de esta genovesa familia fueron sus hermanos Tomás, que desempeñó el deanato en
la “iglesia colegial insigne del señor San Nicolás”, y el jesuita padre José Fabiani.
(244) A.H.P.A. Protocolo 1657 de Onofre Savater, “Venta de casa”, 24-7-1745, ff. 123r-136v. La mansión fue
propiedad del presbítero Juan Bautista Pavía, a quien le cupo como heredero universal del negociante genovés
Antonio Pavía, su difunto hermano; y, en pago de una crecida deuda contraída por su hijo Francisco Antonio, la
vendió a carta de gracia al genovés Juan Domingo Boniceli mediante escritura de transacción y concordia
celebrada el día 11 de enero de 1732 ante el escribano Francisco Linares. A.H.P.A. Protocolo 1055 de Francisco
Linares, “Escritura de transacción y concordia”, 11-1-1732, ff. 6r-19v.
156
En el otoño de 1745, Juan Bouligny compraba el activo familiar más
importante, la hacienda en la partida de la Alcoraya, término y jurisdicción de
Alicante. Situada al oeste de la ciudad, su ondulado terreno, al que hace
referencia su toponimia árabe, estaba constituido por tierras de secano
salpicadas con el arbolado de algún pequeño pinar que cubrían sus 86 hectáreas
de superficie pertenecientes al real patrimonio, siendo su mayor riqueza la
existencia de cinabrio en su subsuelo, al decir del viajero inglés Bowles en 1752,
pero cuya explotación minera fue de corta duración, según puntualiza el profesor
Alberola Romá (245).
La heredad, en expresión documental, fue comprada por los esposos Bouligny,
Juan y María, el día 25 de noviembre al doctor Ginés Gozálbez, abogado de los
Reales Consejos y ciudadano militar de inmemorial, de la que era propietario
desde el 11 de febrero de 1742, fecha en que le hicieron escritura de venta los
hermanos Mateo y José Alberola ante el escribano Jaime Feliz. Contenía en sí la
finca “80 jornales de tierra con poca diferencia plantados parte de viña y árboles
y parte de tierra campa, con su casa, cubo, bodega, fuente de agua viva y balsas,
incluyendo todos los arreos de hacer y fabricar vino, de labrar y demás”,
lindando con tierras de “Vicente Martí, Félix Canicia, Margarita Mas, Sebastián
Ripoll, Andrés Alberola y montes reales”, y gravada con 526 libras, 14 sueldos y
8 dineros de capital de tres censos con los sueldos de sus réditos anuales, que
corresponden a Agustina Gaitan 60 libras cuya pensión vencía en ese presente
mes; a Francisco Orts, de San Juan, 80 libras cuyo rédito se paga en agosto y,
finalmente, a Micaela Gozálbez, mujer de Miguel Pérez, 386 libras, 14 sueldos y
8 dineros con sólo 18 libras y 4 sueldos de anua pensión vencida en el mes de
diciembre.
Fue vendida por el precio de 3.000 libras, las que Bouligny saldó reteniéndose
en sí el principal de los tres censos y pagando 504 libras, 11 sueldos y 8 dineros
en efectivo en monedas de oro, liquidando las restantes 1.968 libras, 13 sueldos
y 8 dineros mediante la cesión de créditos, censos y bienes parafernales de su
mujer, María Antonia Paret, procedentes de la herencia de sus padres Domingo
Paret y Francisca Vivet. Estos últimos consistían en “la tercera parte de una casa
sita en la población de esta ciudad entre las dos puertas de la Huerta y Reyna”,
apreciada en 500 libras; un almacén en la calle Liorna, extramuros de la
parroquia de San Nicolás, lindante por enfrente con casas del escribano Vicente
Fons y, a las espaldas, con el Picadero o Barranquet, también valorada en 500
libras. Al vendedor también se le cedía un crédito contra Pedro Balestá, vecino
de San Felipe o Játiva, de 248 libras, 1 sueldo y 8 dineros, y otro contra
Guillermo Simón de 215 libras y 12 sueldos. El total del precio se saldó con 300
libras contra los administradores de la pía memoria fundada por Luisa Campos,
cedidas a Bouligny por los fallecidos Nicolás Tredós y Alfonsa Castillo, consor-
(245) Guillermo Bowles, Introducción a la historia natural y a la geografía física de España, Madrid, 1775, pp.
34-35. Alberola Romá, A. Jurisdicción y propiedad de la tierra en Alicante (ss. XVII y XVIII). Alicante, 1984,
pp. 408-409.
157
tes, que pagará aquél en un censo de 300 libras cargado sobre esta “Ilustre
ciudad” si transcurridos dos años no los hubiera cobrado Gozálbez; 70 libras de
un censo contra Pedro Doménech, 35 libras de otro censo contra el escribano
Bautista Pavía y, por último, 100 libras de un censo de José Santo, de
Muchamiel, también recayente en la herencia de Domingo Paret y de su mujer
(246).
Esta finca rural de la Alcoraya sería el núcleo territorial de una mayor
hacienda futura conformada por Bouligny con las sucesivas compras de tierras
aledañas, teniendo la previsible intención de constituir un mayorazgo, si bien tal
institución no aparece mencionada en ninguna documentación de los fondos
archivísticos consultados. No obstante, a este respecto, Bouligny adquiría, en
marzo de 1748, 30 jornales de tierra campa de secano con algunos almendros y
algarrobos sitas en dicha partida, lindando a las espaldas con tierras del
comprador, pertenecientes al labrador alicantino Sebastián Ripoll por precio de
325 libras cobradas en monedas de oro, plata y menudos; hipotecando, para la
seguridad de la venta, una heredad propia con su casa, corral de ganado, fuente y
demás anexos en el Clot de Rebolledo, donde residía, gravada con dos censos de
principal 467 libras y 5 sueldos y 45 libras, respectivamente, a favor de la
colegial de San Nicolás (247).
En abril del siguiente año, compraba 38 jornales – 34 de tierra blanca con
algunos almendros y 4 de viñedo –, con su casa y bodega a los esposos José y
Francisca Alberola, moradores en la Alcoraya, con lindes en tierras de su
hermano Mateo Alberola compradas por Bouligny, en las de Sebastián Ripoll
que poseía el comprador, en la Foyeta del Rebentó y en parte de la punta de
loma que cruza el Hondo y da cabo a la loma dels Algepsarets, por precio de
790 libras recibidas de contado en monedas de plata (248).
Deseando el mayor engrandecimiento posible de la finca campestre de la
Alcoraya, Juan Bouligny continuaría agregándole tierras compradas cada vez
que tenía oportunidad, la que se presentó en septiembre de 1756 comprando al
labrador Mariano Más y a Francisca Mena, consortes residentes en la Alcoraya,
un pedazo de tierra con 16 jornales, parte plantados de higueras y viñas y la
demás tierra campa, limitando por levante con tierras del comprador, por precio
de 460 libras de las que Bouligny abonó 200 al contado, reteniéndose las
restantes 260 mientras el vendedor no redimiese 47 libras, 15 sueldos y 6
dineros de capital de un censo impuesto a favor de sus hermanos y no empleasen
(246) A.H.P.A. Protocolo 1657 de Onofre Savater, “Venta y permuta”, 25-11-1745, ff. 248r-254v.
(247) A.H.P.A. Protocolo 1658 de Onofre Savater, “Venta real de tierra”, 31-3-1748, ff. 34r-36v. Cuando Ripoll
compró la finca al eldense José Linares tan sólo contenía 23 jornales. Los 7 restantes, hasta completar los 30 que
le vendió a Bouligny, los obtuvo el propio Ripoll con su esfuerzo y trabajo.
(248) A.H.P.A. Protocolo 1659 de Onofre Savater, “Venta real de tierra”, 25-4-1749, ff. 45r-47v. Este pedazo
de tierra del labrador José Alberola era herencia de su difunto hermano Andrés, vecino de la universidad de
Monforte, a quien le correspondió en la partición que de la heredad de sus padres, Andrés Alberola e Isabel Juan
Caudet, se efectuó con sus demás hermanos el 20 de septiembre de 1736 ante el escribano José Ramón.
158
las otras 212 libras, 4 sueldos y 6 dineros en comprar tierras u otras propiedades
que debían quedar hipotecadas al seguro de esta venta . Sin embargo, sea como
fuere, no había transcurrido un mes cuando Bouligny les había entregado ya las
260 libras por él retenidas (249).
La última ampliación agraria de la mencionada hacienda la practicaba
Bouligny adquiendo, en enero de 1758, al labrador Joaquín Agulló 22 jornales
en la partida de la Alcoraya ocupados por viña, diferentes árboles y tierra
campa, lindantes por mediodía con tierras del comprador, apreciados en 1.050
libras pagadas en efectivo (250). Con esta compra, Juan Bouligny había logrado
configurar una hacienda de 186 jornales de superficie equivalentes, según la
Real Orden de 9 de diciembre de 1852, a 89 hectáreas, 35 áreas y 72,5138
centiáreas, que le habían supuesto un desembolso de 5.625 libras.
Dos años antes de iniciar las ampliaciones de esta finca, Bouligny adquiría en
retroventa una casa en la calle dels Agullons, mientras que en la década de 1748
a 1758 en que perduraron las agregaciones de tierras, el negociante compraba a
la par otra parcela de huerta en el término de San Juan, además de fincas con
piezas de secano, como la del oriolano campo de San Ginés, adquirida a su
yerno Tala, y con tierras mixtas como las de Fontcalent y El Campello,
alcanzando también a ser propietario de agua del Pantano en el último año
decenal (251)
Sin embargo, ese mismo año traería acusados contrastes y significativos
acontecimientos que marcarían el devenir de la familia Bouligny, pues al tiempo
que lograban el punto más álgido de su desarrollo comercial alcanzando, en
palabras de Bouligny y Bertholón, “el más alto grado de riqueza y prosperidad
entre las casas de Alicante, tanto que ella sola hacía una séptima parte de los
negocios de la ciudad” comenzaba, paradójicamente, a despuntar el imparable
declive de la propia casa comercial hasta el extremo que en 1767, un informe
remitido a la Junta de Comercio por el Administrador General de Rentas de
Alicante, la calificaría como “dudosa de solvencia y crédito” (252).
Y como preludio, a la vez que presagio, de los malos tiempos venideros que
determinarían la desaparición de esta casa comercial y de negocios, fallecía
María Antonia Paret y Vivet el 21 de septiembre de ese año 1758.
(249) A.H.P.A. Protocolo 1663 de Onofre Savater, “Venta real de tierra” y “Carta de pago”, 30-9-1756 y
22-10-1756, ff. 121r-124v y 137r-138v, respectivamente.
(250) A.H.P.A. Protocolo 1664 de Onofre Savater, “Venta real de heredad”, 12-1-1758, ff. 8r-11v. El 22 de
octubre de 1751, ante el escribano Antonio Espinosa, Agulló compraba esta finca rústica a Vicente Martí
constando sólo de 13 jornales. Los 9 jornales restantes los obtuvo el labrador alicantino panificando tierras
incultas de la misma finca rústica.
(251) Supra. Ver el texto referido a las notas 214, 221, 225, 228 y 229.
(252) Juan Bouligny y Bertholon, H.N.O.C., B.B.P., 1917, f. 118. Giménez López, E. Alicante en el siglo
XVIII. Economía de una ciudad portuaria en el Antiguo Régimen. Valencia, 1981, p. 244.
159
.
160
161
LAS REDES FAMILIARES: PEDRO CHOLY
(1) Para una más detallada información ejemplificada de las “reales gracias” otorgadas a mercaderes galos, ver
el capítulo dedicado a los Maricone, especialmente en los apartados versados sobre el comercio y los negocios.
(2) Giménez López, E., Alicante en el siglo XVIII. Economía de una ciudad portuaria en el Antiguo Régimen.
Valencia, 1981, p. 66.
(3) La región provenzal y su capital Marsella serían los centros emisores de la mayor parte de la emigración
francesa a Alicante durante esta centuria. Carriere manifiesta que la ciudad lucentina albergaba 16 de las 34
casas marsellesas establecidas en la fachada mediterránea peninsular, situando las restantes 18 repartidas entre
Granada con 9, Cartagena con 3, Valencia con otras 3, Denia con 2 y Gandia con 1. Vid. Carriere, Charles.
Négociants marsellais au XVIIIe siècle. Marseille, 1973, p. 979.
(4) A.P.S.N. “Libros de Desposorios, año 1722, f. 54v ”. Maldonado, Leonor. “Negocios e integración social
160
dían aunar sus esfuerzos formando compañía comercial a los pocos días de
haber llegado Choly; pero, acaso, decepcionado por sus propios resultados y
sintiendo añoranza por los suyos, motivaron el retorno de Achy a Marsella en
los meses siguientes, no sin antes apoderar a su compañero Choly en los
primeros días de febrero (5) que, desde entonces, comenzaría su autónoma
trayectoria prolongada en el tiempo durante casi cuatro décadas. Sin embargo,
ello no supondría el fin en las relaciones mercantiles entre ambos, pues en
declaraciones del propio Choly realizadas en agosto de 1726 informaba haber
formado por tres veces, y disuelto otras tantas, compañía de comercio con Achy
en el período comprendido entre 1711 y 1722, al margen de otros comercios,
tratos y cuentas particulares desde 1722 hasta junio de 1726 (6), y a través de
éste y de otros negociantes continuaría manteniendo relaciones mercantiles con
la capital provenzal. El carácter intermitente de la mencionada compañía
presupone que sólo se constituía para un comercio muy específico,
probablemente relacionado con el envío de barrilla y sosa a la ciudad marsellesa.
La intención de Choly por repatriarse se evidenciaría en el hecho de que nunca
quisiera poseer casa en propiedad, residiendo siempre en viviendas arrendadas o
subarrendadas en la calle Labradores, una de las principales y céntricas vías de
la ciudad, que albergaba algunos de los destacados inmuebles habitados por la
burguesía y la baja nobleza local. Así, en mayo de 1711, ante el inminente
retorno de Achy a su patria, rearrendaba por tres años al negociante francés
Miguel Bosch una casa en la citada calle que, en 1709, a él le habían alquilado
por un lustro los hermanos Vert, a quienes pertenecía por herencia paterna,
pagando 60 libras de alquiler en medias añadas (7).
Sin embargo, no sería esta la residencia definitiva del marsellés, puesto que en
diciembre de 1721 alquilaba por seis años una casa vinculada perteneciente a D.
Gaspar Rovere y Moxica, situada en la calle Labradores teniendo por lindes las
casas herencias de Pedro Lombardon y de D. José Vert y confrontada con las de
D. Diego Escorcia, para habitarla al comenzar el mes de marzo del siguiente año
pagando 95 libras de pensión anual por medias añadas anticipadas, según era
costumbre en semejantes arrendamientos (8). El hecho de retrasar su ocupación
se debía a que iba a ser el nuevo hogar del arrendatario y su futura esposa, como
así sucedió, ya que a mediados de noviembre de 1724 el arrendador le hacía
cesión al mercader Domingo Paret de 200 libras contra Choly, para liquidar un
crédito de la misma cuantía contraído con aquél, y que éste le adeudaba por
alquileres de casa (9). Y, cuatro años más tarde, acordaría con este mismo ciuda
del comerciante marsellés Pedro Choly ”, en Aspectos de la vida cotidiana en la España moderna (II). Revista de
Historia Moderna nº 11. Alicante, 1992, p. 79.
(5) El poder jurídico para cobrar y pleitos fue otorgado ante el notario Antonio García el día 3 de febrero de
1711, según se especifica un lustro después en la substitución del mismo en el notario valenciano Evaristo
Alcoriza. A.H.P.A. Protocolo 783 de Antonio García, “Substitución de poder”, 25-10-1716, ff. 259r-260v.
(6) A.H.P.A. Protocolo 792 de Antonio García, “Laudo”, 28-8-1726, ff. 340r-341v.
(7) A.H.P.A. Protocolo 1763 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Rearrendamiento”, 19-5-1711, ff. 66r-67v. D.
Melchor Vert dejaría en herencia la casa a sus hijos José Antonio, Tomás, Francisco y Micaela, todos menores
de 25 años de edad.
(8) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Arrendamiento de casa”, 11-12-1721, ff. 431r-432v.
(9) A.H.P.A. Protocolo 793 de Antonio García,“Carta de pago”, 16-9-1727, f. 252r-252v. En esta fecha abonaba
161
dano militar el arrendamiento de otra casa ubicada en la mencionada calle, por
tiempo de un sexenio que comenzaría el primer día de marzo, pagando 108
libras anuales de pensión por medias añadas anticipadas; pero, habiendo
anticipado el futuro inquilino 243 libras, 12 sueldos y 8 dineros para obras y
reparos precisos del inmueble, acordarían arrendador y arrendatario que éste se
reintegrase la cantidad adelantada reteniéndose 29 libras en cada media añada y
pagando al propietario tan sólo 25 libras de pensión (10). No obstante, tampoco
iba a ser esta la definitiva residencia habitada por el marsellés que, en diciembre
de 1741, alquilaba por nueve años una casa en la misma calle propiedad de D.
Tomás Colomina para ocuparla desde el último día de mayo del siguiente año,
pagando 150 libras de anual pensión en medias añadas anticipadas abonadas
cada último día de los meses de mayo y noviembre (11); y que, desde entonces,
sería el definitivo domicilio de este negociante, que como tal aparece así
tempranamente catalogado en el repartimiento contributivo efectuado para el
pago del Cuartel, en los meses de diciembre de 1712 y de enero a abril de 1713,
por el que correspondía a la ciudad abonar una carga impositiva de 8.300 libras
(12).
Todos estos sucesivos traslados domiciliarios no estaban motivados por las
necesidades inherentes a la propia actividad profesional de Choly, sino
promovidos por los cambios producidos en su propia situación personal. Las
mudanzas practicadas en la década de los seculares años veinte se debieron al
cambio de estado civil del negociante, pues en 1722 contraería matrimonio con
Mariana Cabanes, componente de una alicantina familia de mercaderes (13) y
causante del asentamiento permanente en la ciudad del comerciante marsellés.
El último traslado residencial de los años cuarenta estaría relacionado con la
natural aspiración en ocupar una vivienda más acorde con la posición
socioeconómica alcanzada por el francés.
Los desposados no tendrían descendencia directa, motivando que Choly
tratase de encontrar colaboradores de toda confianza en sus círculos más
cercanos, hallándolos en su nueva familia política y en el ámbito de las propias
actividades mercantiles de ella. Sus cuñados Domingo Cabanes y, sobre todo,
Bartolomé Picó (14), con quien el marsellés trabaría una más estrecha relación,
acaso por compartir las mismas inquietudes al ser ambos negociantes mayoristas
siguiente 1726, habitando en la llamada calle del Diezmo, muy cercana a la de los Santos Médicos a la que se
trasladaría pasado un trienio, posiblemente después de casarse con Inés Cabanes, pasando a ser este su domicilio
habitual. Desde su asentamiento en la capital, y durante el transcurso de los años 30 y parte de los 40,
desarrollaría las actividades propias de un negociante de puerta cerrada, conceptuado como tal en las relaciones
practicadas por los responsables de la administración aduanera local en el trienio de 1728 a 1730, y en los
cómputos poblacionales de 1731-32 a 1734, formando con su paisano Jaime Samper una compañía comercial
que destacaría por su vertiente importadora más que por la exportadora, siendo el año 1729 la más sobresaliente
anualidad en la que entraría géneros y mercancías valorados en 133.100 maravedíes de vellón, entre los que
descuellan 72 palas de hierro, 50 quintales de palo campeche y 9 pares de botines de bayeta, todos adquiridos en
la Ciudad Condal; mientras el año anterior había introducido desde Cartagena 880 piezas de bayeta y 70 de
chalones, así como 50 piezas de droguetes apañados, 24 de escarlatinas, 10 de anascotes, 50 de sempiternas y 40
de chales. Combinando la distribución de estos productos con otras actividades especulativas y crediticias, Picó
logró formar un patrimonio que en 1731 estaba compuesto por su residencia familiar, más dos casas arrendadas
en la calle de Benito Arques y un censo de 130 libras, que le proporcionaban una renta anual de 55 libras y 7 suel
dos, además de 22 tahúllas – 2´64 Ha. –, plantadas de viña en la partida de la Condomina, cuyos derechos
pagaba en la población de San Juan.
Con la liquidación de la citada sociedad en los años 30, declinaría la actividad mercantil del ibense,
emergiendo una vigorosa actividad especulativa iniciada ya en 1728, en unión de su paisano José Rico, tomando
en subarriendo de José Amorrich y José Poveda sus partes del arriendo del abasto de nieve a la ciudad de
Alicante, avalado hipotecando los fiadores sus bienes y también los poseídos por los subarrendatarios en su villa
natal. Con el devenir de los años asumirían la obligación de cubrir las níveas necesidades de la ciudad de
Orihuela y de las villas de Elche y Alcoy. Esta actividad, que continuaría en manos familiares después de su
muerte, constituiría el nudo gordiano de sus negocios a los que añadiría los arrendamientos del abasto de naipes
y de carnes a la capital alicantina, obteniendo de ellos apreciables beneficios coadyuvantes, en buena medida, a
engrosar su masa patrimonial con bienes inmuebles en Muchamiel, Alcudia, San Juan y Alicante, y bienes raíces
de agua y tierras en Muchamiel y San Juan, entre ellas 30 tahúllas – 3´60 Ha. – de huerta y un jornal de secano
en la apreciada partida rural de la Condomina.
Los esposos Picó-Cabanes redactaban su testamento el día 9-6-1747 en un cuaderno cerrado y sellado, el que
entregarían al notario Antonio García para que, mantenido así mientras vivieren, se abriera y publicara al fallecer
uno de los testadores, lo que sucedió el día 25-3-1748 con el óbito de Bartolomé Picó. En sus cláusulas
funerarias disponían que amortajados con el hábito franciscano fuesen enterrados en San Nicolás en su propia
sepultura, situada cerca del presbiterio del altar mayor junto a la “cluxia”, a la parte del Evangelio, con losa y
marco de piedra negra y comprada en enero de 1742 a su tía Tomasa Mora, viuda de Diego Picó, por 70 libras.
Así mismo mandaban un memorial de 250 misas rezadas en la Colegial a 2 reales de limosna, además de 200
libras para la obra pía de cada uno, de cuyo remanente legaban 25 libras al hospital de San Juan de Dios,
disponiendo una perpetua fundación al encargar a su hijo varón que entregase 220 libras al clero parroquial de
Ibi para que, impuestas a censo seguro, de sus 11 libras de pensión celebrase por sus almas una misa rezada
todos los sábados en el altar de Nuestra Señora de los Desamparados, después de dadas las 9 horas. Tras
nombrarse mutuamente por albaceas, designaban a sus hermanos Domingo Cabanes y Pedro Choly para que
éstos lo fueran conjuntamente con el sobreviviente, en aras a la formación del inventario de bienes. Las cláusulas
hereditarias manifestaban las dotes matrimoniales aportadas por Picó, 12.000 libras, y por su mujer, 2.500 libras
incluyendo la décima de arras, así como los 5 hijos vivientes llamados Bartolomé, Tomasa, Domingo, Antonio y
Pedro, asignando el tercio de mejora y remanente del quinto, consistente en la casa familiar, a su primogénito
Bartolomé con la obligación de dar a su hermana Tomasa 300 libras por una vez. Con el tercio de libre
disposición mejorarían a sus hijos Bartolomé, Antonio y Pedro, conjuntamente con la ibense casa principal de la
calle Empedrada en la que tendría derecho vitalicio de habitarla su otro hijo Domingo, e individualmente a cada
uno de los tres con un pozo de nieve situado, respectivamente, en el Carrascal de Alcoy, villa de Ibi y en el lugar
de Torremanzanas, los cuales deberían compensar de por vida a su hermano Domingo con 100 libras del abasto
de nieve a Alicante, con 40 libras más cada uno por el de Orihuela; pero no teniendo ambas concesiones del
abasto y sí nieve en los pozos, le entregarán 60 libras. Finalmente disponían que, en el caso de muerte sin descen
163
su familia política, así como las cordiales y cariñosas – caso de los Picó –
relaciones que éste mantuvo con aquélla, no conociéndose el más mínimo roce
y/o disputa entre sus componentes, ni siquiera en momentos de tanta tensión y
sensibilidad como en los repartos hereditarios de los bienes indivisos de su
fallecido suegro, dejando constancia de ello el hecho de que entre los mismos se
hallaba un tinte de paños, con su balsa y demás componentes, que el finado
Cristóbal Cabanes poseía en la valenciana villa de Bocairente, situado debajo del
puente, acordando toda la familia proceder a su venta otorgando para ello el
pertinente poder a su hermano Domingo Cabanes (15).
Como resultado de su dilatada vida profesional, el comerciante marsellés
consiguió alcanzar una acomodada situación económica que le colocaban en una
posición media-alta en relación con el conjunto de la burguesía comercial de la
ciudad, llegando a situarse entre los diez primeros negociantes mayoristas por el
valor y rentabilidad de sus posesiones, y entre los cinco primeros en el negocio
de puerta abierta (16), lo que permitiría a este marsellés su ascenso social
gozando del reconocimiento y prestigio a que aspiraba constantemente la
burguesía.
Durante el primer tercio secular, la propiedad de esclavos era uno de los
signos externos utilizados para evidenciar una cierta relevancia económico-
social, de la que bien pronto participaría Choly, puesto que en octubre de 1713
apoderaba al lorquino Isidro Salvatierra con el fin de lograr que las autoridades
judiciales de la murciana ciudad ordenaren a su vecino, el oranés Diego Romero,
la efectiva entrega de un esclavo moro propio del negociante que, sin su
consentimiento ni autorización,aquél había sacado de la cárcel y llevado consigo
dencia algún hijo mejorado, la mejora fuese íntegra a Domingo, y falleciendo los cuatro pasen los bienes a
Tomasa.
Fallecido Picó, su viuda asumía de inmediato los negocios de su consorte con la ayuda de su hijo mayor, quien
obtendría el abasto de azufre del lugar de Busot, y de su hermano Domingo Cabanes al que concedía poder
general destacando el cuidado de su ganadería lanar formado por un rebaño de más de 100 ovejas, y los abastos
de nieve a la villa ilicitana y a las ciudades de Orihuela y Alicante, a cuyo fin formaría Inés sociedad con cuatro
vecinos ibenses. Este proceder de Inés Cabanes, además de ser paradigmático para su hermana Mariana llegado
el momento, constituye uno de los anómalos casos para la época de empresariado femenino alicantino.
A.M.A. Arm. 7, Lib. 2, 3, 4 y 5. “Repartimiento del Equivalente. Años 1718-1743”, “Vecindarios íntegros de
1731, 1733 y 1734”, “Certificados de D. Vicente Bonavida… .Años 1728-1730”, “Certificados de José Galdó…
.Años 1728-1730” y “Relaciones juradas dadas por los mercantes de Puerta Cerrada desde 1731 hasta 1734”, y
A.H.P.A. Protocolo 633 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 21-5-1731, f. 174r-174v; protocolo 634
de Francisco Ferrando y Roçelló, “Venta de tierra”, 22-9-1733, ff. 260r-264v; protocolo 764 de Juan Galdó,
“Venta real de tierra”, 15-9-1734, ff. 137r-144v; protocolo 386 de Roque Castelló, “Poder para vender casa”, 26-
5-1735, ff. 70r-71v; protocolo 794 de Pascual Bueno, “Subarriendo de nieve”, 3-4-1728, ff. 88r-107v; protocolo
802 de Antonio García, “Poder ”, 29-4 -1740, f. 74r-74v; protocolo 803 de Antonio García, “Obligación”, 30-8-
1741, f. 156r-156v; protocolo 804 de Antonio García, “Venta de sepultura”, “Poder especial” y “Venta
condicional de agua”, 12-1-1742, 30-1-1742 y 26-5-1742, ff. 17r-18v, 36r-36v y 110r-112v, respectivamente;
protocolo 1747 de Antonio García, “Venta de nieve”, 28-2-1747, ff. 63r-64v; protocolo 808 de Antonio García,
“Entrego de testamento”, 9-6-1747, ff. 61r-90v; protocolo 809 de Antonio García, “Venta de tierra”, “Poder”,
“Escritura de compañía” y “Carta de pago” 28-1-1748, 26-4 -1748, 10-5-1748, 28-6-1748 y 3-9-1748 ff. 37r-
39v, 117r-117v, 134r-137v, 151r-151v y 183r-183v, respectivamente; protocolo 810 de Antonio García, “Poder
general”, “Ajuste de medios” y “Obligación”, 5-1-1749, 5-6-1749 y 28-7-1749, ff. 31r-31v, 117r-118v y 148r-
148v, respectivamente, y protocolo 811 de Antonio García, “Declaración”, 17-4 -1750, f. 118r-118v.
(15) A.H.P.A. Protocolo 796 de Antonio García, “Poder para vender”, 6-4 -1731, ff. 116r-117v.
(16) Maldonado, L., Op. cit., pp. 89-90.
164
(17). Pasados dos meses, el marsellés mediaría en la venta del púber Mahomet,
otro esclavo moro propiedad del capitán del puerto D. Pedro Martínez Barea,
comprado por el canónigo setabense D. Felipe Ros por el precio de 90 libras,
pagadas por manos del intermediario (18).
La honesta conducta en sus quehaceres iría generando su respetabilidad social,
manifestada en un grado de confianza cada vez mayor que distintos elementos
estamentales depositarían en él. De esta forma, en 1717 un setabense
matrimonio le solicitaba que asumiera la tutoría de su hijo, menor de edad,
mientras perdurase su estancia en la ciudad para el artesanal aprendizaje de la
“cerería y sucrería” (19), o la designación de albacea efectuada por Martín
García en sus últimas voluntades, en donde también le adjudicaba la tutoría y
curaduría de su única hija Mariana (20). En el mismo sentido se expresarían los
diferentes requerimientos recibidos por el comerciante para su intervención
como “árbitro arbitrador y amigable componedor”, en la habitual costumbre
entre los negociantes de recurrir al arbitraje en caso de discordia, siendo dos sus
participaciones más relevantes como compromisario. Una, en el laudo entre los
genoveses negociantes Juan Bautista Felipe Maricone, Antonio Bocardo,
Antonio Pavía y Francisco Niecco con Juan Bautista Delfino, capitán de un
buque de la misma nación, por discrepancias en el ajuste de cuentas, resultando
un proceso tan complejo que la sentencia tuvo que demorarse un trimestre con
sucesivas prórrogas, pero que evidenciaría el dominio de Choly en las técnicas
contables de la época (21), a la vez que fomentaría las relaciones con otros
componentes de su misma profesión, razón por la que su otra destacada
intervención la referiremos más adelante.
La misma orientación expresa el poder jurídico que la francesa compañía de
los hermanos Juan y Antonio Carbonell le otorgaron en 1717, para todas sus
cobranzas y litigios (22), teniendo igual consideración la facultad concedida por
el caballero D. Manuel Pascual Martínez de Vera, residenciado en la villa de
Castellón de la Plana, ante el notario de ella Francisco Mañes en junio de 1720
para que abonare la pensión alimenticia establecida en 25 libras mensuales a su
madre doña Manuela, viuda de D. Tomás Pascual Pérez de Sarrió, a que estaba
(17) A.H.P.A. Protocolo 780 de Antonio García, “Poder”, 9-10-1713, f. 206r-206v. El esclavo, de nombre
Amar, era de buena estatura, de color amulatado y, por su aspecto, de 36 ó 40 años de edad.
(18) A.H.P.A. Ibid., “Venta de esclavo”, 12-12-1713, ff. 276r-277v. El esclavo, de 12 ó 13 años, cristianizado
como José de San Luis, estaba sometido a tal condición hasta que pudiera comprar su libertad pagando 115
reales de a 8 de plata doble, precio con el que, en unión de su madre Sultana y de su hermano Axmi, fue
adquirido por Martínez Barea.
(19) Maldonado, L., Op. cit., p. 90, nota 76. Aunque el tutelado tenía 18 años, conviene recordar que en aquélla
época la mayoría de edad se alcanzaba al cumplir los 25 años.
(20) A.H.P.A. Protocolo 807 de Antonio García, “Testamento”, 9-3-1746, ff. 55r-57v. Resulta obvio la minoría
de edad de la tutelada, estando esta comprendida entre los 14 y los 25 años, además de darse la circunstancia de
ser ahijada del negociante.
(21) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Acuerdo entre partes”, “Prorrogación de término” y
“Sentencia de compromiso”, 15-2-1721, 5-4-1721, 25-4 -1721 y 17-5-1721, ff. 84r-85v, 151r-152v, 175r-0 y
202r-203v, respectivamente. Para una información pormenorizada de este laudo, ver el capítulo dedicado a los
Maricone en el apartado de los negocios, notas 186 y 187.
(22) A.H.P.A. Protocolo 784 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 31-3-1717, ff. 44r-45v.
165
obligado por escritura de transacción y concordia, amén de defenderle en el
pleito de ejecución instado contra él ante el corregidor de la ciudad por la
Colegial de San Nicolás, como propietario de un inmueble cargado con un censo
a favor de la citada parroquial iglesia. Sin embargo, siendo el negociante
acreedor de la parte ejecutada se opondría a la ejecución por la cantidad de 386
libras en vales presentados en los autos, previa substitución del poder recibido
en el notario Francisco Ferrando y Roçelló y en el procurador José Soler y Rico,
la parte de aquel relativa a los pleitos. El veredicto del corregidor mandaba
pagar a Choly, en cuarto lugar, la mencionada deuda y costas si depositaba la
fianza prevenida en la Ley de Toledo, en cuyo cumplimiento presentaría al
mercader Francisco Jover por su fiador (23).
También entre la nobleza titulada gozaría el negociante de una aureola de
absoluta fiabilidad, concretada en el hecho de que D. Jacinto Forner Sans de la
Llosa y Alboy, barón de Finestrat y señor de Benasau y Agost, le haría cesión en
tres ocasiones y años diferentes de la cobranza de todas las rentas pertenecientes
a sus derechos dominicales, como detallaremos más adelante. Incluso las propias
autoridades municipales de la ciudad depositarían su confianza en éste
marsellés, ya en los postreros años de su vida, nombrándole depositario de la
considerable cantidad de 3.343 libras, 8 sueldos y 9 dineros, importe de dos años
y una tercia del arrendamiento del arbitrio del filete de esparto asignado
privativamente, mediante la Real Provisión de fecha 13 de noviembre de 1742, a
los efectos de la alicantina Casa de la Misericordia que, por entonces, se hallaba
en proceso de construcción (24), sobre cuyo asunto volveremos a tratar en
páginas venideras.
El 8 de septiembre de 1749, Pedro Choly redactaba las disposiciones de última
voluntad ante su notario Antonio García (25) que, paradójicamente, fallecería en
el siguiente año. Encabezaban su escueto testamento las esteriotipadas fórmulas
religiosas que, siguiendo al profesor Franch Benavent, responden a
preconcebidos esquemas derivados de formularios notariales, más que a los
sentimientos personales del testador (26). Iniciado con las invocaciones a Dios,
en su cualidad de Todopoderoso, y a la Virgen, bajo la advocación de la
Inmaculada Concepción, expresaba su personal estado físico de hallarse
encamado por enfermedad para, seguidamente, reafirmar su fe con la adhesión
al misterio de la Santísima Trinidad y al resto de las creencias defendidas por la
Iglesia Católica, manifestando su personal sentir religioso con la designación de
intercesores que medien ante Dios, eligiendo por tales mediadores a la Virgen,en
(23) A.H.P.A. Protocolo 786 de Antonio García, “Carta de pago”, “Substitución de poder” y “Substitución de
poder para pleito”, 26-5-1720, 28-6-1720 y 23-7-1720, ff. 138r-138v, 156r-157v y 176r-176v, respectivamente;
y protocolo 790 de Antonio García, “Fianza de la Ley de Toledo”, 10-11-1724, f. 457r-457v.
(24) A.H.P.A. Protocolo 808 de Antonio García, “Depósito”, 25-2-1747, ff. 57r-58v.
(25) A.H.P.A. Protocolo 810 de Antonio García, “Testamento de Pedro Choly”, 8-9-1749, ff. 187r-190v.
(26) Franch Benavent, R., “Muerte y religiosidad en la burguesía comercial valenciana del siglo XVIII”, en
Iglesia y sociedad en la Valencia Moderna (siglos XVI-XVIII). Estudis: Revista de Historia Moderna, nº 23,
1997, p. 326.
166
su condición de reina de los ángeles y madre de Dios, al ángel de su guarda y a
los santos de su nombre y devoción.
Como integrante de la nutrida colonia francesa de la ciudad, Choly
determinaba la mortaja del hábito religioso de los mínimos de San Francisco de
Paula con el que deseaba ser enterrado, en ataúd de madera cubierto de negro, en
la Colegial de San Nicolás y sepultura perteneciente ahora a los herederos de su
finado cuñado Bartolomé Picó, donde yacía su cadáver, circunstancia esta que
evidencia los fuertes vínculos afectivos de esta familia de “buena condición”, en
expresión de Philippe Ariès (27) que, como pone de relieve, se traducirá en la
costumbre de adquirir capillas en las que ubicar las tumbas familiares, con el fin
de buscar tanto la proximidad física entre los vivos y los difuntos de una misma
familia, como de sacar las tumbas del anonimato y convertirlas en monumentos
conmemorativos al servicio de la memoria de los antepasados.
El sepelio, responsos, cortejo fúnebre, misas de cuerpo presente o vísperas de
difuntos y demás funerario ceremonial lo dejaba a la voluntad de sus más
allegados familiares, su esposa Mariana y su cuñado Domingo, a quienes
también designará por sus albaceas ante la ausencia de descendientes directos.
Siguiendo la costumbre de consignar un número de misas en función de los
recursos económicos del testador, como sufragios por el bien de su alma y la de
sus fieles difuntos, manda que “con toda brevedad” se celebren un total de 400
de réquiem rezadas, lo que denota una confortable posición económica, de las
que 150 mandaba celebrar en San Nicolás con limosna de 2 reales valencianos
por cada una; es decir, 4 sueldos o derecho de “cuarta” que le correspondía
percibir a la iglesia parroquial de los gastos del funeral. Las restantes 250 misas
las asignaba de forma equitativa entre las cuatro comunidades religiosas de la
ciudad (28), más la del convento de san Francisco de Paula en la villa de
Muchamiel, dando la limosna de 3 sueldos por cada una.
Al parecer, la voluntad de inmediatez para la celebración de los sufragios
expresaba, como señaló Vovelle, la importancia que se daba en la época al juicio
individual que se producía después de la muerte, y al deseo de expiar
rápidamente las penas para abandonar cuanto antes el purgatorio (29). En este
sentido, el testador concedió más importancia a la influencia de los conventos, a
los que destinó el 62´5 % de los sufragios, que a la de la parroquia, reflejada con
la asignación del 37´5% de las misas demandadas.
Con el propósito de obtener más méritos y mayores garantías para su salvación
personal, y también para la rehabilitación de los “temporalia” y retroactiva
justificación de la “avaritia”, en expresiones de Ariés (30), el negociante,
(27) Ariès, Philippe., El hombre ante la muerte. Madrid, 1983, pp. 240-243. Vid. también Franch Benavent, R.,
“Muerte y religiosidad…”, p. 332.
(28) Los establecimientos de religiosos mendicantes ubicados en Alicante estaban representados por las
congregaciones conventuales de Santo Domingo, San Francisco de Asís, San Agustín y el de capuchinos de
Nuestra Señora del Carmen.
(29) Vovelle, M., Minutes notariales et histoire des cultures et des mentalités ,en La documentación notarial y la
historia. Actas del II Coloquio de Metodología Histórica Aplicada. Santiago de Compostela, 1984, pp. 111-112.
(30) Ariés, Philippe., Op. cit., p. 165. Vid. Franch Benavent, R., El coste de la muerte entre los comerciantes va-
167
olvidándose por el momento de las fundaciones perpetuas, estipulaba los
legados piadosos considerados “forzosos” no porque el testador tuviere la
obligación de realizarlos, sino porque el notario estaba obligado a advertirle de
su existencia, pudiendo voluntariamente el otorgante atender o no sus demandas.
Estas mandas pías consistían en la asignación de cantidades monetarias
concretas, destinadas habitualmente a entidades benéficas o asistenciales que, en
el caso de Alicante, eran el Hospital de San Juan de Dios, la Casa de la
Misericordia, el Hospital Militar, la Casa Santa o los Lugares Santos de
Jerusalén y la redención de cautivos cristianos. Estas dos últimas serían las
favorecidas por el testador, pero sin asignación determinada, pues dejaba a la
voluntad de sus albaceas la cantidad que quisieran darles.
Cubiertos los cometidos religiosos del testamento tendentes a proclamar la fe,
reparar las faltas cometidas y disponer lo necesario para la salvación eterna,
comenzaba la dimensión socioeconómica destinada, no tanto a cuantificar el
montante patrimonial como a determinar su distribución entre los familiares.
Tras declarar el único y filialmente infructuoso matrimonio con Mariana, legaba
a su sobrino Bartolomé Picó 3.000 libras con el fin de que “trabaje en
comisiones y otros negociados”. Así mismo, atendiendo a sus buenos servicios
en las dependencias de su comercio, convertía en legatario a su mancebo francés
Pedro Fauríe haciéndole manda de 300 libras, además de su correspondiente
salario estipulado en 40 libras en el primer año y 60 libras en las restantes
anualidades, debiendo dar cuenta de lo que tenía tomado anticipadamente por tal
concepto.
Cumplidas y pagadas las cláusulas precedentes, designaba como sus legítimos
y universales herederos de todos sus restantes bienes, derechos y acciones a su
cónyuge Mariana y a su hermano y cuñado Domingo Cabanes, a quien asignaba
la cuarta parte de la herencia. Beneficiada su esposa con las tres cuartas partes
restantes, le imponía la obligación de incluir como beneficiarios en su
testamento a Tomasa, Domingo, Antonio y Pedro Picó, a quienes el testador les
asignaba individualmente 500 libras.
Después de unir su alabanza a la bendición del Todopoderoso en el voluntario
disfrute por los herederos de los bienes recibidos, apercibía a sus universales
herederos de las cuentas que por tratos, negocios, correspondencias o en otra
manera tenía pendientes con diferentes personas, recordándoles que eran dueños
de sus bienes en virtud de la mencionada institución y del albaceazgo y que,
como a tales, poseían la facultad para ajustar las cuentas por sí mismos; pero,
para mayor abundamiento, les aprobaba este derecho concediéndoles cualquier
otro que fuere requerido.
Antes de finalizar las cláusulas testamentarias con la revocación y anulación
de todas sus anteriores últimas voluntades en cualquier forma expresadas,
específicamente las que por escrito cerrado y sellado entregó al mismo notario
en el 14 de mayo de 1742,y siguiendo la costumbre abrumadoramente extendida
lencianos del siglo XVIII”, en Estudis: Revista de Historia Moderna, nº 24, 1998, pp. 415-430.
168
entre los testadores burgueses de evitar crecidos gastos no precisos, Choly
consideraba innecesario hacer inventario judicial de sus hereditarios bienes y, en
el caso de ser conveniente, expresaba su voluntad de que se practicase ante el
fedatario público elegido por sus herederos.
El testador no signaría sus últimas voluntades por el motivo de “embarazárselo
el temblor de la mano derecha”, lo cual nos hace presuponer que la dolencia que
le mantenía postrado en la cama con afectación del sistema nervioso fuere,
quizás, resultante de una afección apoplética, sin que por ello podamos descartar
un posible proceso alzheimico habida cuenta del apuntado olvido memorístico
sobre las fundaciones perpetuas, siendo este una de las causas modificadoras de
sus disposiciones testamentarias.
Apenas 20 días después de haber testado, estando ya en el umbral de su muerte
que acontecía con anterioridad al día 10 del siguiente mes de octubre,
enmendaba su testamento por vía codicilar ente el notario Gregorio García (31),
sustituto temporal en el oficio de Antonio García que también empezaba a
mostrar síntomas de su quebrantada salud. En la nueva escritura adicional, el
testador refería, en primer lugar, la testamentaria disposición que facultaba a sus
herederos a ajustar las cuentas pendientes con distintas personas, cuyo derecho
les aprobó, pasando ahora a una más precisa concreción al mandarles que las
que tiene con la francesa compañía Antoine y Fernaud, y las antecedentes con la
extinguida Debruges y Antoine, las ajusten su esposa y cuñado con la
intervención del negociante francés Juan Bautista Belón, menor.
Acto seguido expresa su olvidada fundación perpetua, consistente en la
celebración de una misa de aniversario oficiada en el altar de la patrona de la
ciudad, Nuestra Señora de los Remedios, ubicado en la Colegial de San Nicolás,
dando 2 reales valencianos de limosna, a cuyo fin legaba a dicha capilla una
renta de 70 libras anuales resultante del interés al 5% de un censo de 1.400 libras
de capital impuesto sobre los bienes que determinaren sus herederos, quienes,
además, debían pagar el derecho de amortización y Real Sello con que se halla
privilegiada la citada iglesia parroquial con el fin de evitar la pena de comiso,
debiendo destinarse esta fundación perpetua a servir de sufragio por su alma, la
de su esposa y las de los demás parientes y sucesores.
Finalmente, completaba su obra pía en los siguientes términos. A la Casa de
Misericordia, a la sazón en fase constructiva, donaba todos los beneficios del
arbitrio del filete de esparto que le perteneciesen hasta ese mismo día (32). Al
(31) A.H.P.A. Protocolo 827 de Gregorio García, “Codicilo de Pedro Choly”, 28-9-1749, ff. 62r-63v.
(32) A.H.P.A. Protocolo 808 de Antonio García, “Depósito” y “Obligación”, 25-2-1747 y 9-3-1747, ff. 57r-58v,
59r-59v, 60r-62v y 80r-82v, respectivamente. Los beneficios del arbitrio del filete de esparto eran asignados
privativamente por una década, mediante Real Provisión de fecha 13-11-1742, a la construcción de esta benéfica
institución. En enero de 1747, los caballeros administradores de la obra y casa, D. Nicolás Pérez de Sarrió y D.
Nicolás Pascual del Pobil, subastan el arriendo del filete por el que pujan Pedro Villós y Pedro Choly quienes,
por intercesión del obispo de Orihuela, acordarían presentar por arrendatario a José Martínez Armengol y
partirse por mitad los filetes recogidos en los 5 años del arriendo. El comerciante nada quería para él, sino partir
los beneficios por mitad, siendo una parte para Armengol y la otra a beneficio de la Casa, debiéndose anticipar
los importes de los dos últimos años y la primera tercia del año en curso que ascendían a 3.266 libras, 13
sueldos y 4 dineros, siendo utilidades y ganancias por mitad, con cuyas condiciones los mencionados
169
convento y hospital de San Juan de Dios hace manda de 30 libras suplicando a
sus religiosos le encomienden a Dios. Habiendo desempeñado el cargo de
síndico del convento de las madres capuchinas, le condonaba cualquier cantidad
que se le adeudare por razón del cargo y, en el caso de no resultar ninguna, le
legaba 200 libras destinadas a lo que su congregación tuviere por conveniente.
En relación a los pobres, no realiza ninguna referencia concreta, aunque bien
pudiera entenderse que son indirectamente aludidos en la última cláusula
codicilar, en la que destina 150 libras para que su consorte las distribuya a su
voluntad entre sus criados y “demás personas que bien visto le fueren”.
Su viuda y heredera consorte, en cumplimiento del “anual” de misas
estipuladas en el codicilo por su difunto marido, se oneraba un capital de 1.400
libras redituable en 70 libras anuales con la prevención de deberse amortizar,
proponiendo por ello a la iglesia de San Nicolás la forma de destinar dicho
capital, acordándose en diciembre de 1749 la transportación de cinco censos a
favor de la citada iglesia (33). De los cuatro primeros, que suponían un montante
de 1.124 libras, tres de ellos valorados en 844 libras procedían de la herencia del
alicantino negociante Juan Bautista Abril, los que habían pasado a la propiedad
de su heredera nieta Francisca Dupin Abril desposada con Domingo Picó,
sobrino del fallecido Bartolomé, y que ésta utilizó junto a otro censo más para
satisfacer un crédito superior a las 946 libras que sus finados padres, Simón
Dupin y Teodora Abril, adeudaban desde julio de 1724 a Choly, quien para su
cobranza había interpuesto demanda de ejecución que, por falta de bienes
muebles, había recaído en una casa jabonería, siendo recurrida en vía de
apelación ante la Audiencia de Valencia en donde aún seguía pendiente; pero
que, en evitación de mayores gastos, Francisca, por mediación de su marido, y el
comerciante habían convenido el primer día de 1745 liquidar el crédito, costas
del juicio y la prorrata de las pensiones en la forma expresada (34).
El cuarto censo aportado por Mariana Cabanes alcanzaba las 280 libras, siendo
parte de mayor cantidad que los esposos Francisco Navarro y Pascuala Costa
cargaron en hipoteca sobre una hacienda con su casa, corral de ganado y 100
jornales de tierra – 48 Ha. –, situada en la ilicitana partida del Saladar. Las
restantes 276 libras, complementarias del total capital de 1.400 libras, las
sujetaba la viuda a un censo a favor de la parroquial imponiéndolas sobre tres
casas ubicadas en la subida de la calle de la Huerta, en el callejón de la ermita y
en la calle de los Platos, respectivamente, todas en el arrabal de San Antón, cuya
administradores otorgaban el arrendamiento a Armengol el día 25 de ese mes, depositándose hasta 3.343 libras, 8
sueldos y 9 dineros en manos de Choly, cantidad que sería aportada por Villós con 1.549 libras, 9 sueldos y 7
dineros, y por Armengol que abonaría 1.793 libras, 19 sueldos y 2 dineros íntegramente sufragados por el
negociante marsellés, conviniéndose en recobrarlas en filetes durante los dos últimos años del arrendamiento al
precio de 9 reales y 18 dineros el costal de filete delgado y a 12 reales y 18 dineros el de filete gordo, puestos a
bordo de la embarcación que Choly designare al efecto.
(33) A.H.P.A. Protocolo 810 de Antonio García, “Transportación de censos”, 18-12-1749, ff. 221r-227v.
(34) A.H.P.A. Ibid., “Transportación de censos”, 3-3-1749, ff. 51r-58v. El documento refleja con detalle los
cuatro censos, la cuantía de cada uno cuyo sumatorio ascendía a 1.034 libras y, sobre todo, su procedencia.
170
pensión empezaría a correr en el plazo de un año, reservándose la censataria el
poderla pagar por mitad o enteramente, según le conviniere.
Ejecutando las cláusulas hereditarias del testamento de Pedro Choly, los
herederos hermanos Mariana y Domingo Cabanes, determinaban a principios de
marzo de 1750 proceder a la formación del inventario de bienes del finado
negociante, que sería practicado por los franceses Juan Bautista Belón, menor, y
Pedro Fauríe, resultando un capital de 38.633 libras, 11sueldos y 8 dineros que
serían repartidas entre los hermanos a proporción de las partes gerenciales
asignadas por el testador, correspondiendo a Domingo la cantidad de 9.658
libras, 7 sueldos y 11 dineros, el cual acordaba con Mariana recibirlas en la
forma siguiente: 3.814 libras, 5 sueldos y 6 dineros que se le habían abonado
con anterioridad a esta partición; otras 2.000 libras que le entregaba fraccionada-
mente en ese momento (35); otras 1.931 libras rebajadas por Domingo a causa
de los inciertos que pueden resultar las cobranzas de los créditos adeudados; y,
por último, 1.913 libras, 2 sueldos y 5 dineros a satisfacer en dos iguales pagas
anuales en el mismo día de la fecha en los años de 1751 y 1752 (36).
En realidad, Domingo resultaría ser el más favorecido heredero de los
hermanos Cabanes. En julio de 1740 moría sin descendencia su primera esposa
Gertrudis Ghesi, que en testamento nuncupativo ante cinco testigos dejaba
herederos por iguales partes a Antonio y Vicente Ghesi, sus hermanos, y a su
marido Domingo, mejorado éste con algún recuerdo para llevar en el bolsillo,
terminando el asunto en litigio ante la real justicia de la ciudad al pretender sus
cuñados ser únicos herederos ab intestato de su hermana y, declarados por tales,
se les diese la posesión de la legítima y mejora del tercio que, situado sobre una
casa de la Plaza del Mar, recibió la fallecida de su madre Mariana Burlo, y se
practicase inventario de los muebles, dinero y efectos para su liquidación
debiendo quedar en depósito; inventario protestado por Domingo que se
constituyó en depositario de aquellos. Por sentencia del alcalde mayor de 29 de
julio de 1740, apelada por Domingo ante la Real Audiencia, se declaraba a los
Ghesi herederos ab intestato de su hermana dándoles la posesión de la casa. La
Audiencia deniega la apelación, recurriendo Cabanes ante la misma instancia
judicial que, en esta ocasión, manda informase el alcalde mayor y peticionasen
las partes en el plazo de diez días, pasados los cuales sentenciaba guardar y
cumplir la testamentaria y anulando el auto del alcalde mayor. Los Ghesi
interpusieron suplicación a dicha sentencia y Cabanes la contradijo. Y, por
intercesión de personas desinteresadas, convenían los litigantes que cada parte
se quedara con los bienes muebles que tenía en su poder y, por los alquileres de
la casa, abonarían a Domingo 140 libras en siete iguales pagas anuales,
quedando a beneficio de éste la tercera parte de la legítima y mejora que su
difunta esposa tenía sobre la mencionada casa (37).
(35) Mariana hacía entrega de 1.500 libras en dinero efectivo pagadas en doblones, y las otras 500 libras en un
vale al portador también en doblones a cobrarlo en el plazo de un trimestre.
(36) A.H.P.A. Protocolo 811 de Antonio García, “Transacción o Concordia”, 5-3-1750, ff. 47r-49v.
(37) A.H.P.A. Ibid., “Transacción”, 23-1-1750, ff. 11r-14v.
171
Por otra parte, María Roca Martínez, la madre viuda de Domingo, Mariana e
Inés Cabanes, en la redacción de sus últimas voluntades el 5 de enero de 1747
ante el ya difunto notario Vicente Terol, instituía herederos por iguales partes a
sus tres hijos sobrevivientes; pero tres años más tarde, por vía codicilar,
mejoraba a su hijo con el tercio y remanente del quinto de sus bienes
hereditarios por regir, administrar y cuidar de ellos y, utilizando el mismo
instrumento de enmienda testamentaria, pedía a sus hijas que no le exigiesen
cuentas a su hermano por tener pérdidas y no beneficios (38).
También en el testamento de su hermana Mariana, viuda del negociante
marsellés, que cerrado y sellado entregó en agosto de 1750 al notario Gregorio
García, aparece Domingo como heredero junto a su otra hermana Inés y los hijos
de ésta, pero en menor derecho que su madre María Roca, siendo relevante
dejada a sus sobrinos, en lugar de legado, cumpliendo la obligación impuesta en
el suyo por su difunto marido, consistente en 1.000 libras individuales y el tercio
de libre disposición. Sin embargo, un cuatrienio después enmendaba el error
rectificando la cláusula de herederos por la de legatarios, especialmente con su
ausente sobrino Domingo Picó a quien deshereda anulando el legado de las
1.000 libras y la parte del tercio correspondiente, que serán redistribuidas
beneficiando con 333 libras, 6 sueldos y 8 dineros a su sobrina Tomasa Picó,
mujer de Miguel Costilla, con la obligación desde el siguiente año al de su
recepción de donar 10 libras anuales al franciscano convento de Nuestra Señora
de Orito para que celebren, por el bien de su alma y la de su fallecido esposo,
tantas misas a 3 sueldos cuantas quepan en la cantidad donada. De las 600 libras
restantes, las legaba a partes iguales a los hijos de ésta, sus resobrinos Micaela y
Benito Costilla, encargando a sus albaceas repartiesen a su voluntad 400 libras
del tercio anulado a Domingo Picó entre los pobres que les pareciese (39).
EL C O M E R C I O
(38) A.H.P.A. Protocolo 811 de Antonio García, “Codicilo”, 13-2-1750 y 6-3-1750, ff. 23r-23v y 54r-54v,
respectivamente.
(39) A.H.P.A. Protocolo 833 de Gregorio García, “Codicilo”, 26-5-1754 , ff. 92r-94v. Domingo Picó Cabanes,
casado con la alicantina Josefa Teresa Martín Sancho, estaba residenciado en la ciudad de Valencia desde hacía
bastantes años. Protocolo 807 de Antonio García, “Testamento”, 10-8-1746 , ff. 197r-198v.
172
el genérico nombre de negociantes de “puerta abierta” o minoristas.
Este negociante al por mayor, en el desempeño de su oficio al igual que otros
compañeros de profesión, desarrollaría sus diversas actividades en diferentes
campos, relacionando las típicas del comercio con otras de naturaleza crediticia
y especulativa, abordadas más adelante al tratar de los negocios, derivadas con
frecuencia de las propias relaciones comerciales.
La praxis comercial de importar y/o exportar serán realizadas simultáneamente
, pese a lo cual se pueden diferenciar una de otra y que, valoradas, reflejan un
balance claramente favorable a las salidas sobre las entradas de productos. Sin
embargo, paradójicamente, la primera noticia sobre sus operaciones comerciales
mayoristas hace referencia a la entrada de productos manufacturados. En
concreto, se trataba de 1.239 piezas de tela que en el mismo año de 1711
importaba desde su Marsella natal (40), a las que, probablemente, acompañarían
otros géneros y mercancías muy demandados habida cuenta de la acusada
carestía, amén de la enorme pobreza, originada por la pasada Guerra de
Sucesión particularmente intensa en el Campo de Alicante.
A fines de 1713, que tengamos constancia, se produciría una de las iniciales
actividades exportadoras relevantes del negociante que, en unión de otros
compatriotas de la misma profesión, fletaría a mediados de noviembre el buque
“Genins” capitaneado por el inglés Juan Bautista Trillet, por mediación del
corredor de mar nombrado por el Ayuntamiento José de Lor que convino con el
escribano de dicho navío, Juan Bautista Molinaro, el cargar ciertas porciones de
barrilla destinadas a Marsella y consignarla a los correspondientes de los
negociantes en aquella ciudad provenzal, pagando por los fletes 18 sueldos de
moneda tornesa cada quintal en limpio. Aceptado el acuerdo, surgirían
complicaciones, pues al firmar el capitán las pólizas de cargo añadiría en ellas,
con distinta letra y pluma, condiciones no estipuladas en el contrato (41). No
obstante, la cuestión no pasó a mayores porque cargada la embarcación con la
barrilla y sosa, el citado Molinaro, reconociendo que el añadido en las pólizas no
era lo convenido, prometía guardar y cumplir lo pactado por medio de Lor (42).
La materia prima barrillera suponía tanto la propia planta quenopodiácea, de
normal crecimiento en los adecuados terrenos salinos de toda la fachada
mediterránea peninsular, pero particularmente abundante en una amplia área
comprendida entre Alicante y Almería, como el carbonato sódico o sosa,
compuesto químico resultante de la calcinación de la barrilla desecada, e
imprescindible en la época para la obtención de un producto industrial alcalino
obtenido mediante el tratamiento de las cenizas con cal viva, la sosa cáustica,
producto utilizado básicamente para la fabricación de jabón duro y de vidrio,
motivando que en el transcurso de la centuria experimentase una fuerte demanda
(40) A.M.A. Arm. 18, s/n., “Sisa mayor de las entradas por mar en el año 1711”.
(41) A.H.P.A. Protocolo 780 de Antonio García, “Declaración”, 22-11-1713, ff. 244r-245v. Los demás
negociantes implicados en el fletamento fueron los también franceses Pedro Lombardon, Francisco Nas y la
compañía Boviñan y Guiran. Las añadiduras del capitán determinaban que el tiempo de descarga sería de 4 días
a cuenta de los cargadores, además de pagarle el 5% de los fletes.
(42) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 25-11-1713, f. 249r-249v.
173
exterior, que sería cubierta por la producción del sudeste peninsular convertido
en el abastecedor de Europa. Por ello, la barrilla y/o su ceniza, la sosa, sería uno
de los destacados artículos de exportación del comercio alicantino, en dura
competencia portuaria por conseguir la hegemonía en la salida de estos
productos, quedando Alicante desde 1780 convertido en el único puerto del
antiguo reino habilitado para el embarque de los mismos (43). En su
comercialización estuvieron interesados un buen número de comerciantes
extranjeros, entre los que se incluía Pedro Choly cuyas totales adquisiciones
durante su dilatada vida profesional para su posterior remisión a Marsella
rondarían los 20.000 quintales, siendo los lugares abastecedores Guardamar,
Villena, Alicante-Elche, los Alfaques de Tortosa y el Campo de Murcia-
Cartagena (44). Si principales eran estas materias primas en la balanza
exportadora del comerciante, no menos importantes serán los vinos de
producción local y, en menor medida, las fibras textiles de origen animal.
La compra y saca de barrilla y sosa la practicaría, como acabamos de ver,
desde 1713. En la primavera del siguiente año, el negociante marsellés
combinaría la acumulación de lana y barrilla aprovechando la cobranza de dos
créditos adeudados por el cartagenero Bartolomé García Ballester, morador en la
rural partida de Roda en el Campo de Murcia : uno de 207 libras, 7 sueldos y 7
dineros, procedente de la venta al fiado de géneros y mercancías que el deudor
promete saldar con 400 arrobas valencianas de lana blanca sucia de Castilla al
unitario precio de 28 reales de vellón, colocada en el muelle de la ciudad a costa
del vendedor que también corría con los derechos de aduana, por lo que el
débito era tenido como anticipo del valor de la total cantidad de lana (45). Esta
deuda, producida a principios de mayo, debía estar satisfecha por todo el
venidero mes de julio siguiente, cumpliendo el deudor su compromiso puesto
que el negociante la consideraba liquidada a comienzos de ese mes en que le
daba el correspondiente finiquito (46).
El otro crédito que, por los mismos conceptos, superaba las 555 libras debía
saldarse por todo el mes de octubre de ese año; pero en esta ocasión con barrilla
buena y de calidad, puesta por el deudor a las puertas de la casa del comerciante
al precio corriente en la ciudad de 13 reales y medio el quintal (47). También
ahora cumplía su palabra el deudor quedando satisfecho el acreedor del género
entregado, tanto que dos años más tarde acordaban la compraventa de 100
quintales de barrilla por el antedicho precio unitario de 1 libra y 7 sueldos,
embalada y libre de derechos pagados por el vendedor, puesta en el muelle de
Cartagena o en el de Alicante sin variación del precio; pero, en este último caso,
el embalaje y los impuestos aduaneros correrían por cuenta del comprador.
(43) A.M.A. Arm. 1, Lib. 61,“Privilegios y provisiones reales”, f. 53. Cfr. en Giménez López, E., Op. cit., p.384
(44) Maldonado, L., Op. cit., p. 82.
(45) A.H.P.A. Protocolo 781 de Antonio García, “Obligación”, 2-5-1714, f. 139r-139v.
(46) A.H.P.A. Ibid., “Carta de pago”, 2-7-1714, f. 166r-166v. El valor de la lana, al precio acordado, ascendía a
unas 700 libras.
(47) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 2-7-1714, f. 167r-167v.
174
Convenían, además, que la entrega sería por todo el mes de diciembre, cuyo in-
cumplimiento acarrearía el pago de todos los perjuicios causados al negociante,
quien a su vez, pagaría al vendedor todos los que le ocasionaren la no recepción
de la mercancía tras recibir el aviso de estar lista, así como su valor, entregando
a cuenta la cantidad de 100 pesos (48).
Los precitados convenios y ajustes eran el procedimiento habitual en las
transacciones barrilleras entre el negociante comprador y los vendedores
labradores, en donde se consignaban las condiciones de la compraventa casi
siempre favorables a los intereses comerciales del primero. Dado el desfase
temporal existente entre la aceptación del pacto de compraventa y la efectiva
ejecución del mismo, motivado por el propio ciclo vegetativo de la planta
quenopodiácea, el negociante solía anticipar una cantidad a condición de que el
vendedor mantuviese fijo el inicial precio, lo cual le resultaba casi siempre
perjudicial, salvo en los años de excepcional cosecha. Además, en el contrato se
especificaba la fecha de la entrega, las costas del traslado, embarque y fiscales, y
el lugar de la entrega, siendo los habituales el muelle y/o el almacén del
comprador.
En otras ocasiones, los vendedores se obligaban a no vender la barrilla a otro
comprador distinto al del pacto, a quien consideraban preferencial, como acaeció
en 1717 con el alicantino Jaime Pastor, arrendatario de la sosa del saladar de
Villena, que pactaba con Choly la entrega de 600 quintales de la cosecha de ese
año, puesta por todo el mes de agosto en la puerta del almacén del comprador al
unitario precio de 8 reales valencianos, más toda la que de exceso obtuviere,
“prefiriendo en la venta al dicho Pedro Choly” (49).
Un año después, en octubre de 1718, tres vecinos ilicitanos, que tenían en
arrendamiento cuatrienal el corte de barrilla de la villa de Guardamar,
concertaban con el marsellés la venta anual de 1.300 quintales colocados en el
muelle alicantino por el precio de 7 reales y medio que suponían 975 libras,
habiendo anticipado el negociante 120 libras a cuenta y el resto según se fuere
entregando la mercancía, condicionado a que éste cargara con los gastos fiscales
y prometiera anticipar otras 100 libras en la fiesta de San Miguel de 1719, a
cuenta de la barrilla del segundo año del arriendo, y otra igual cantidad en la
misma fiesta de 1720 por el valor de la barrilla de ese año, a cambio de que en
ese tiempo “no le aumentaremos el precio sobre el establecido” (50). Cada parte
cumplió su compromiso; pero el negociante, con los distintos anticipos
realizados, había entregado a los vendedores 127 libras, 17 sueldos y 7 dineros
de exceso sobre el valor de la sosa, procediendo judicialmente para su cobranza
ante la justicia ilicitana, motivando que uno de los vendedores le pagara en 1724
(48) A.H.P.A. Protocolo 783 de Antonio García, “Ajuste entre partes”, 24-11-1716, f. 290r-290v.
(49) A.H.P.A. Protocolo 784 de Antonio García, “Obligación”, 27-7-1717, f. 156r-156v. El total dispendio de
esta compra ascendía a 480 libras.
(50) A.H.P.A. Protocolo 785 de Antonio García, “Venta de sosa”, 10-10-1718, ff. 311r-312v. De los quintales
comprometidos, 50 serían de barrilla delgada y los restantes de la variedad común, buena y bien quemada,
aseguraban los vendedores Miguel Soler, Luis Esteve y Antonio Brotons.
175
esa cantidad excedentaria, más 2 libras, 11 sueldos y 11 dineros de las costas del
pleito (51).
Algunas veces, los vendedores de barrilla y/o sosa no podían cumplir el
suministro pactado, viéndose precisados a concertar de nuevo la devolución de
las cantidades anticipadas por el negociante, como le sucedió al labrador de San
Juan José Urios que, habiendo recibido 115 libras y 2 sueldos a cuenta de una
porción de barrilla, no la pudo entregar por sobrevenirle algunos contratiempos,
teniendo que acordar con el comprador su liquidación fraccionada en tres
diferentes plazos (52).
El año 1737 sería singularmente relevante en la adquisición de productos
barrilleros, comenzando en marzo por comprar 3.000 quintales de sosa, de la
cosecha de ese año, al vinarocense Agustín Sabater y al alicantino Basilio
Minguez, de buena calidad, quemada y amasada al estilo de Elche, procedente
de los Alfaques de Tortosa y cargada a bordo de las naves enviadas por el
comprador a los embarcaderos de Portnou o Fangars, que concederían diez días
de estarías desde la llegada de las embarcaciones, corriendo los que excedieren a
cargo de los vendedores, los cuales tendrían dispuesta la mitad de la total venta
para mediados de agosto y un mes después los restantes 1.500 quintales, al
precio único de 8 reales del que por precisión el comerciante había adelantado
200 pesos al comenzar el mes de mayo, abonando los complementarios 2.200
conforme entregaren la mercancía (53).
Apenas transcurrido un mes, acordaba con el ilicitano José Martínez y el
crevillentino Jaime Mas la compra de otros 4.000 quintales de sosa, de la misma
cosecha y procedencia que la antecedente, y con iguales condiciones, excepto
que las seras y lías del embalaje debían ser por cuenta del comprador. Los
vendedores, por su parte, se obligaban a tener listos el día 15 de julio 1.500
quintales para cargar en aquellos mismos parajes, debiendo tener dispuestos por
todo el siguiente mes de agosto los restantes 2.500 quintales, al precio único de
8 reales y medio, de cuyo total importe de 3.400 pesos anticipaba el comerciante
700, pagando la restante cantidad conforme los vendedores fueren entregando el
producto. Y, habiendo cumplido las partes el tenor de este contrato, liquidarían
la transacción en noviembre de ese mismo año (54).
La última adquisición de una partida de 220 quintales de sosa en ese año, la
acordaba el negociante en el mes de septiembre con el gandiense Miguel Vidal y
el crevillentino Carlos Mas, avecindados en Alicante, quienes de la anual
cosecha cogida en los saladares de la ciudad, bien quemada, amasada y
acondicionada al estilo de ella, prometían entregarlos en la capital por todo el
siguiente mes de octubre al unitario precio de 13 reales, a cuyo fin habían
(51) A.H.P.A. Protocolo 790 de Antonio García, “Carta de pago”, 23-3-1724 , ff. 109r-110v. El pagador de la
excedente cantidad y costas fue Miguel Soler.
(52) A.H.P.A. Protocolo 788 de Antonio García, “Obligación”, 18-2-1722, f. 51r-51v. Las cantidades y plazos
convenidos fueron de 20 libras el 24-6-1722, 60 libras el 8-9-1722, y restantes 35 libras y 2 sueldos el 8-9-1723.
(53) A.H.P.A. Protocolo 801 de Antonio García, “Venta de sosa”, 16-3-1737, ff. 68r-70v.
(54) A.H.P.A. Ibid., “Venta de sosa” y “Carta de pago”, 22-4 -1737 y 21-11-1737, ff. 83r-85v y 273r-273v,
respectivamente.
176
recibido del comprador 40 pesos a cuenta y los pendientes 246 pesos según la
fueren entregando (55).
En el veraniego mes de julio de 1744 era el ilicitano Jaime Fluxá quien le
vendía 100 quintales de sosa de la cosecha pendiente de Cartagena, limpia de
tierra y pura de mal quemada, por precio de 11 reales y 18 dineros entregada en
Alicante a las puertas del almacén del comprador, quien debía asumir los gastos
del peso y barra más el derecho de sueldo de la ciudad, anticipando con tal
motivo 200 libras que excedían al importe de la sosa valorada en 117 libras y
media. Por ello, pasados dos meses, Fluxá le hacía venta, con las mismas
condiciones y precio, de otros 1.000 quintales de la cosecha producida en el
término de Villena, sobre los que el comprador le había adelantado crecidas
cantidades de dinero de forma que, deducidas en el ajuste de cuentas las 1.175
libras que importaba la sosa, aún le adeudaba 450 libras que prometía pagar por
todo diciembre a Pedro Segarra, ilicitano agente del negociante, en aceite propio
de la venidera cosecha (56). Sin embargo, el vendedor no cumplió su
compromiso y una década más tarde, fallecido ya Pedro Choly, todavía tenía
pendiente una deuda de 200 libras, por lo que la viuda y heredera Mariana
facultaba al negociante vinarocense Juan Bautista Lasala para que pudiera
ajustarse y convenirse con el deudor, que se hallaba cortando sosa en las
cercanías de aquella villa, y en cualquier forma cobrare el referido crédito (57).
Otro vecino de Elche, el labrador Vicente Serrano, arrendatario del corte de
barrilla de las “Pías Fundaciones”, pactaba a comienzos de junio de 1745 con el
negociante la venta de 4.500 quintales de sosa de la cosecha pendiente en esos
lugares, con las mismas antedichas condiciones, por precio de 13 reales y 6
dineros el quintal, pesado con “romana buena” de Elche o de Crevillente y
entregándolos al citado agente ilicitano en el propio saladar y quemadero,
debiendo el comprador anticipar la cantidad que le pareciere a cuenta de las
7.155 libras del importe de la sosa (58). A diferencia del caso inmediato
precedente, esta vez ambas partes contratantes satisficieron plenamente sus
obligaciones y, llegada la primavera del siguiente año, mutuamente se definen
dando por finalizado el convenio (59).
Objeto de exportación por el comerciante marsellés sería también el vino,
artículo de creciente demanda secular en Europa que estimuló el aumento de la
superficie cultivada y de su producción en el término municipal alicantino,
concentrándose una y otra, mayoritariamente, en la Huerta de la ciudad, especial
(55) A.H.P.A. Protocolo 801 de Antonio García, “Venta de sosa”, 18-9-1737, ff. 196r-197v.
(56) A.H.P.A. Protocolo 1773 de Antonio García, “Venta de sosa” y “Obligación”, 25-7-1744 y 26-9-1744, ff.
146r-147v y 196r-197v, respectivamente.
(57) A.H.P.A. Protocolo 833 de Gregorio García, “Poder para cobrar ”, 6-9-1754 , ff. 158r-159v.
(58) A.H.P.A. Protocolo 806 de Antonio García, “Venta de sosa”, 1-6-1745, f. 130r-130v. Las “Pías
Fundaciones” son la genérica denominación de las localidades de San Fulgencio, Dolores y San Felipe Neri, que
deben su existencia a la acción colonizadora del cardenal Belluga, a partir de su nombramiento en 1706 como
Capitán General de Valencia y Murcia. Situadas en la meridional comarca alicantina del Bajo Segura, se asientan
ocupando un antiguo enclave pantanoso del curso bajo del río Segura, desecado y repoblado con colonos
múrcianos, siendo limítrofe a la laguna del Hondo de la que es ribereña la población de San Felipe Neri.
(59) A.H.P.A. Protocolo 807 de Antonio García, “Definición”, 5-4 – 1746, f. 58r-58v.
177
mente en la rural partida de la Condomina donde Choly poseería una finca desde
1722, al igual que gran parte del patriciado y la burguesía locales, por lo que en
la exportación del producto introduciría una parte de su propia cosecha,
obteniendo de esta manera un doble beneficio en su comercialización al
combinar sus actividades de negociante y vinicultor.
Los vinos producidos en la ciudad, el fondillón y el aloque, gozaron desde el
siglo XVI de privilegios y otras medidas proteccionistas, tendentes a beneficiar a
los cosecheros locales en su práctica monopolista de controlar el mercado,
impidiendo con ello la entrada y libre circulación de otros caldos obtenidos en
lugares foráneos a la jurisdicción de la ciudad (60).
Desde 1727, año en que iniciaba el comercio de este producto, hasta 1747, en
el que ejerció de proveedor real, el negociante cosechero introdujo en la ciudad
algo más de 35.200 cántaros de vino, de los cuales la documentación reflejaba
“para embarque” sólo 4.225, representando una proporción muy baja en relación
a la total producción por lo que es de suponer que la cantidad exportada debió
ser mayor, viéndose incrementada probablemente con el vino que en ella
aparece con la específica anotación “para colar”, concentrando su mayor
volumen exportador del período en el intervalo comprendido entre 1736 y 1740,
lustro en el que dio salida a 2.282 cántaros. En el último año del expresado
período, el negociante ejerció de asentista, suministrando un centenar de
cántaros a la Corte y el quíntuplo a las reales galeras de Su Majestad (61).
Otro artículo exportado por el comerciante de manera esporádica fue la lana,
como antes hemos aludido. En 1742, de nuevo practicaría este comercio
entregando 5.100 pesos al labrador agostense José Iborra, quien debía
satisfacerlos vendiéndole tanta lana sucia con su 10% de añinos equivalente al
valor de la mencionada cantidad, procedente de los términos de Alicante,
Novelda, Elda, Petrel y otros lugares de la Hoya de Castilla, al precio de 8 pesos
y medio por quintal, que el vendedor aseguraba tener guardada en los almacenes
de Villajoyosa, de cuyo término no podía venderle ninguno de los 562 quintales
y medio de lana ni aceptarlo el comprador que, además, quedaba exonerado de
todo derecho aduanero y gastos, incluido su embarque en la playa villajoyense
sobre las naves fletadas por Choly, quien debía avisar al vendedor con tres días
de antelación al envío de las embarcaciones. El contrato también estipulaba que,
si finalizado el embarque no hubiere sido suficiente la lana almacenada para el
total pago de los 5.100 pesos, quedaba a la voluntad del negociante reintegrarse
la cantidad excedente en dinero efectivo o concederle al vendedor un plazo de
quince días, desde el siguiente al del último embarque, para suministrar la lana y
añinos que faltaren (62).
(60) Giménez López, E., Alicante en el siglo XVIII…, pp. 312 y ss.
(61) A.M.A. Arm. 17. “Manifiestos del vino”. Son 71 volúmenes que, con escasas interrupciones anuales,
abarcan de forma correlativa desde 1711 hasta 1799, en los que cada año se anotaba la producción del cosechero,
las cantidades introducidas en la ciudad y el teórico destino del vino: para embarcar o para colar. El cántaro de
vino en la ciudad se computaba a 11´55 litros. Vid. Giménez López, E., Op. cit., p. 94, nota 63, y p. 150, nota
170.
(62) A.H.P.A. Protocolo 804 de Antonio García, “Venta de lana”, 26-8-1742, ff. 145r-146v. Los 5.100 pesos lo
178
Anteriormente a este contrato, el negociante también se había ocupado de
exportar seda bruta procedente de la producida en la comarca del Bajo Segura,
llegando a ostentar en 1738 la supremacía entre los negociantes dedicados a este
menester al registrar 8.128 libras en el tráfico exterior, lo que representaba cerca
del 15% del total producto sacado en ese año (63).
Así mismo, comerció con trigo, sin poder determinar si el cereal fue destinado
al comercio interior o exterior. Sea como fuere, en abril de 1732, convenía con
los antedichos José Martínez y Basilio Minguez la venta y entrega de 4.500
arrobas procedentes del término de Tortosa, ajustándose las cuentas nueve
meses más tarde en las que el negociante resultaba acreedor en 1.146 libras, 19
sueldos y 1 dinero, para cuya cobranza instaría autos ejecutivos resueltos con
pronunciamiento favorable de sentencia de remate, que mandaba hacerle pago
del principal y costas precediendo la fianza dispuesta en la Ley de Toledo, a
cuyo cumplimiento presentaba por fiador al campanero alicantino Mateo
Sánchez (64). Finalmente, a resultas de este proceso judicial, conseguía que los
deudores liquidaren el crédito en el verano de 1734 (65).
Necesitando el negociante enviar y enviado embarcaciones a diferentes lugares
para transportar los diversos productos adquiridos para la exportación, se le
presentaría la oportunidad de comprar una balandra nombrada “La Purísima
Concepción” apta para navegar, conteniendo todos sus aparejos y pertrechos,
vendida en 1.015 pesos por el genovés Bernardo Conte que, a su vez, la había
adquirido en pública subasta y remate de ella que a su favor hizo D. Tomás de
Idiaquez en marzo de 1720, a resultas de la causa ejecutiva substanciada contra
el negociante gaditano Diego Jaquêt, su anterior propietario, y el inglés
Guillermo Pleyter, capitán de la nave a la sazón llamada “San Antonio”,
acusados de contrabando al haberse aprehendido a su bordo diferentes géneros
de ilícito comercio, declarándola incursa en pena de comiso. El marsellés
nombraría por su nuevo capitán al francés Miguel Rebatu, natural de la villa de
Martega, y por sobrecargo al citado Conte, a quien autorizaba fletar la balandra
a las personas y para los puertos que le pareciere por los precios que pactare y,
de presentarse la ocasión, la vendiere a quien le interesare por el precio que
pudiere concertar (66), decisión con la que el negociante trataba de compensar el
precio satisfecho por su compra y los considerables gastos que suponían
mantenerla activamente navegable.
eran de a 15 reales y 2 maravedíes de vellón cada uno, que el negociante adelantó entregando 100 pesos en plata
y los otros 5.000 pesos en oro, mientras que los 8 pesos y medio de la venta lo eran de a 16 reales y 2 maravedíes
de vellón cada uno, saliendo beneficiado el vendedor que cubrió la masa monetaria con 562´5 quintales en vez
de los 600 correspondientes, de haber sido equivalentes el precio y la paga.
(63) A.M.A. Arm. 5, Lib. 81, “Certificaciones del contador de Aduanas”.
(64) A.H.P.A. Protocolo 797 de Antonio García, “Obligación” y “Fianza de la Ley de Toledo”, 26-1-1733 y 22-
9-1733, ff. 20r-21v y 565r-565v, respectivamente.
(65) A.H.P.A. Protocolo 798 de Antonio García, “Carta de pago”, 30-7-1734, f. 392r-392v.
(66) A.H.P.A. Protocolo 786 de Antonio García, “Venta de balandra” y “Poder para fletar y vender”, 2-11-1720,
ff. 374r-375v y 376r-376v, respectivamente. El Teniente General Tomás de Idiaquez era gobernador de la plaza
de Cádiz y Superintendente de los Reales Almojarifazgos y demás rentas Generales de dicha ciudad y su
jurisdicción.
179
Acaso, la reducida capacidad de carga de la balandra no cubría las exigencias
del negociante, decidiendo, en consecuencia, desembarazarse de ella; pero no de
sus deseos de ser dueño de un navío. Pasada una década, Choly encargaba y
pagaba a los barceloneses astilleros de Arens de Mar la construcción de un
pinque al que bautizaría con el nombre de “El Portillón de Alicante”,
designando por su patrón al marino alicantino José Sevila, padre (67). Con la
aquiescencia del negociante, Sevila obtendría la patente de corso para el buque
concedida por el Almirante General de la Armada, el infante D. Fernando, para,
una vez armado, proceder al apresamiento de navíos de transporte de los países
enemigos de la Monarquía, sobre todo de Gran Bretaña, sin desdeñar a la
piratería berberisca. Las municiones y demás pertrechos del pinque eran
autorizados por el gobernador de la ciudad, tal como manifestaba un decreto del
Teniente General D. Alejandro de la Motte firmado en los primeros días de
diciembre de 1741, mandando al guarda del almacén de artillería José Breson
entregar al capitán de “El Portillón de Alicante” el armamento necesario, con la
condición de restituirlo o pagarlo, y que, en esta ocasión, consistió en 4 quintales
de pólvora, 1 quintal de cuerda mecha, 100 granadas de vidrio y 100 balas del
calibre 2 libras (68).
Con la finalidad de satisfacer estos y otros gastos necesarios del buque, el
negociante solía entregar a su capitán algunas cantidades de dinero en forma de
préstamos que éste prometía pagar a la voluntad de aquél, aunque, generalmente,
Choly se resarcía con el valor de la venta autorizada que practicaba de los
apresamientos en corso efectuados por José Sevila (69).
El nombre impuesto al corsario pinque no era casual para el comerciante, a
quien se le había grabado en la memoria por las disputas que, en unión de otros
negociantes, tuvo en 1721 con el francés Andrés Maggi, capitán de un
homónimo navío procedente de Génova, cargado de ropas y géneros para
consignar en las ciudades de Alicante y Cartagena que, por no ser admitido a li--
(67) A.H.P.A. Protocolo 1578 de Vicente Rovira, “Declaración”, 13-1-1731, f. 8r-8v. Este relevante hombre de
mar por sus acciones corsarias era el tercero de los hijos habidos en el matrimonio de Tomás Sevila y Escolástica
Gil, siendo los demás hermanos Nicolás, Gregorio, Joaquín, Antonio y Leonardo. En sus años mozos,
establecido en el Lugar Nuevo – ¿Daya Nueva? –, junto a sus hermanos Nicolás, Gregorio y Joaquín, ejercería el
oficio de labrador como ellos, si bien éste último también actuaría de tratante de ganado ovino; mientras sus dos
últimos hermanos, establecidos en Alicante serían tenderos y tratantes de ganado caprino, en especial Antonio.
Casado en 1720 con Antonia García, hermana de un tratante de la ciudad, tendría dos hijos – José y Ramón –,
y otras dos hijas, trasladándose a la capital a mediados de esta década para, cambiando el terruño por la mar,
poder dotar a su esposa con 82 libras antes de finalizar la misma, cuando su cuñado le entregaba a su hermana
500 libras. Este hecho, con la sustancial diferencia económica, parece decisivo en la futura dedicación corsaria
de José durante las siguientes décadas, a resultas de la cual sería recompensado en los años 50 con el
nombramiento de capitán del puerto de la ciudad. Protocolo 625 de Francisco Ferrando y Rocelló, “Renuncia”,
4-12-1723, ff. 145v-146v; protocolo 626 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 25-2-1724, ff. 46r-47v;
protocolo 628 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Carta de pago”, 22-3-1726, f. 80r-80v; protocolo 629 de
Francisco Ferrando y Roçelló, “Arrendamiento de heredad”, 29-4 – 1727, ff. 130r-132v; y protocolo 631de
Francisco Ferrando y Roçelló, “Recepción de dote”, 12-11-1729, ff. 388v-389v. A.M.A. Arm. 7, Lib. 8,
“Vecindario de 1754”. En el, aparece habitando una casa situada en la calle del Diezmo.
(68) A.H.P.A. Protocolo 803 de Antonio García, “Obligación”, 6-12-1741, f. 230r-230v.
(69) A.H.P.A. Protocolo 804 de Antonio García, “Obligación” y “Poder para cobrar”, 1-3-1742, ff. 50r-50v y
51r-51v, respectivamente. El último día de septiembre de 1736, Choly le había entregado dinero que ahora
repetía con 176 libras, 6 sueldos y 4 dineros, facultándole Sevila para que las cobrare en la galera “Hope” y su
180
bre comercio debido a las estrictas medidas preventivas adoptadas ante el brote
pestífero marsellés de 1720, pese a venir con la patente de sanidad y otros
instrumentos precisos, protestaría pretendiendo fuere a cuenta de los negociantes
consignatarios las averías, detención, gastos de cuarentena y demás perjuicios
que se le produjeren hasta estar admitido a comercio. Los negociantes afectados
negarían, con rotundidad y unanimidad, ser ellos ni sus productos los causantes
de tales daños (70).
En noviembre de ese año, el negociante cargaba sobre el buque “El Real”,
capitaneado por el inglés Enrique Marimoth, 42 balas de almendrolón destinadas
a la ciudad de Ámsterdam; pero el capitán había partido sin firmarle las pólizas,
razón por la que Choly apoderaba a sus compañeros de aquella ciudad, los
hermanos Abraham e Isaac de Rochas, para que a la llegada del navío recibieren
el cargamento e iniciaren su cobranza o, si se negare el dicho capitán, le
compelieren judicialmente (71).
Estos hechos evidencian que las actividades de importación y exportación eran
practicadas simultáneamente por el comerciante, al igual que la generalidad de
sus compañeros de profesión, pero la documentación permite evaluar la balanza
comercial del marsellés resultando un nítido saldo favorable a las salidas. En un
septenio seriado, que abarca el trienio de 1728 a 1730 y el cuatrienio de 1738 a
1741, sobre los aranceles aduaneros satisfechos por los negociantes, Choly
aparece catalogado como un destacado exportador por el valor de los derechos
generados, singularmente en el bienio 1738-39 en el que los aranceles
satisfechos por salidas suponen 790.804 y 975.693 maravedíes de vellón,
respectivamente, situándolo entre los tres primeros negociantes exportadores de
la ciudad. Por el contrario, las cantidades arancelarias resultantes del comercio
de importación fueron mucho más modestas, en correspondencia con el menor
volumen de entradas, destacando un máximo de 174.935 maravedíes – 365
libras – producidas en 1730, mientras que en el trienio de 1739 a 1741 las
importaciones fueron nulas, al igual que las de algunos otros negociantes
residenciados en la ciudad (72).
Esta documentación fiscal, elaborada por los responsables de la administración
aduanera local, también proporciona un cabal conocimiento sobre la naturaleza,
procedencia y destino de los géneros importados por el marsellés durante los
cargamento, apresada en el “canal de Orán”, vendiendo la embarcación y sus géneros en pública subasta o sin
ella, y cobrando sus productos.
(70) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Protesta”, 12-8-1721, ff. 312r-316v. En el momento de este
desencuentro, el buque nominado “El Portillón de Alicante” llevaba 22 días varado en la Bahía de la ciudad. Los
demás consignatarios implicados en el cargamento del navío eran Juan Antonio Corsiniani, compañía Pavía y
Risso, Gerónimo Fabiani, Ambrosio Delfino, Domingo Gras, Herederos de Bernardo Bertholon, compañía de
Sebastián y herederos de Bartolomé Noly, Alberto Niecco, Viuda y herederos de Pedro Lombardon, Miguel
Ángel Lavarelo y Jacinto Ardizone.
(71) A.H.P.A. Ibid., “Poder para cobrar y pleito”, 29-11-1721, f. 424r-424v.
(72) A.M.A. Arm. 7, Lib. 4, “Copia del certificado de D. Vicente Bonavida, comprensivo de los Derechos
satisfechos en la Real Aduana por los comerciantes de esta Plaza en entrada y salida de géneros, años 1728, 29 y
30”, y Arm. 5, Lib. 81, “Certificaciones del contador de Aduanas de los Derechos que causaron las mercaderías
en diferentes años”. Las cantidades pagadas en derechos aduaneros de entradas y salidas equivalían,
aproximadamente, a 1.647´5 y 2.033 libras valencianas, respectivamente.
181
años de 1728 a 1730, reflejando principalmente productos manufacturados y
alimenticios. En el primero de los años trienales, desde Génova entraría un
címbalo y 795 libras de dulces en tránsito para Madrid. Procedentes de Mallorca
importaría productos de las islas consistentes en 4 mantas grandes y 2 pequeñas,
un cajoncito de sobrasadas, 3 frasqueras de agua de murta, 4 frasqueras de
rosoli, 7 barrilitos de alcaparras, un casco de aceite, 24 quesos, 12 tinajas de
bizcocho, una barrica de salchichas y 18 medias de anascotes, todos destinados
para la Corte. Del mismo origen, pero con tránsito para Lorca, le llegarían 4
piezas de anascote llano, 12 tinajas de bizcocho, una cama de nogal, 10 pipas
conteniendo 995 cuarterolas de aceite, 10 pares de medias de anascotes llanos y
2 frasqueras de aguardiente. Procedentes de Cádiz, de tránsito para la capital del
Reino, importaría productos coloniales consistentes en 11 barricas de azúcar
blanco con 178 arrobas y otras 17 barricas de azúcar mascabado conteniendo
275 arrobas. A fines de ese año, con origen de Valencia, entraba por la puerta de
tierra un fardo con 6 piezas de burra hilos para el comercio local.
Entre 1729 y 1730, procedente de Génova y Marsella, importaría básicamente
textiles y tejidos de lujo en tránsito hacia la Corte: 16 dengues de grana
bordados de seda, 16 sabanas de lienzo casero, 12 docenas de servilletas, 6
arrobas de licores, 400 cueros, 5 quesos parmesanos, 2 cortes de vestidos de
tafetán doble bordados de seda, 6 guardapiés de lienzo bordado, una basquiña de
tafetán bordado, 100 libras de dulces, 2 arpas, 800 libras de hilo de saló, una
arroba de queso, 4 vestidos femeninos de terciopelo bordado y otros 2 de raso
liso, 3 casacas de seda bordadas, 2 delantales de gasa bordados, 200 pares de
medias de seda femeninas y otros 56 pares de medias masculinas de la misma
calidad, 150 mazos de cuerdas de vihuela, una cajita de droguete y 16 libras de
salchichones. De estos mismos puertos ligur y provenzal le llegarían 14.360
libras de acero con destino a la ciudad de Cádiz, de cuyo puerto le entrarían
productos coloniales como 183 arrobas de azúcar, 3.343 libras de cacao, 1.282
libras de canela y 3.410 libras de pimienta (73).
También en esta década de los años veinte, el comerciante había recibido
algunas partidas de bacalao suministradas por la compañía de Fisher Esteban y
Jorge Jackson, negociantes de Liorna o Livorno, que le acarrearon alguna
dificultad, puesto que en 1723 pleitearía contra los ingleses Salomón Merret y
Ezequiel Hall en sus bienes o dinero embargado de la venta del bacalao, que esta
compañía había recibido por equivocación del buque “Leal Jorge” en nombre de
los negociantes toscaneses, y que por auto de 23 de diciembre se le mandaba al
marsellés pagar las 1.010 libras del anual producto del bacalao, deducidas las
costas y el derecho de depósito, obligándose a satisfacerlas en la siguiente
jornada, día de Nochebuena (74).
En el siguiente año de 1724 importaría una partida de cobre, vendiendo al
fiado una porción de la misma a los caldereros franceses Agustín Trocal y Juan
(73) A.M.A. Arm. 7, Lib. 4, “Copia del certificado de D. Vicente Bonavida…, años 1728, 29 y 30”.
(74) A.H.P.A. Protocolo 789 de Antonio García, “Obligación”, 24-12-1723, f. 446r-446v.
182
Baules, naturales de la provincia de Aubernia y avecindados en la villa de
Alcoy, cuyas 172 libras, 19 sueldos y 9 dineros del precio de venta prometían
liquidar en dos pagas de 50 libras y 122 libras, 19 sueldos y 9 dineros satisfechas
en los meses de marzo y junio, respectivamente, de 1725 (75).
Como queda constatado de forma documental, la mayoría de los productos de
importación pasaron por Alicante “de tránsito” hacia la Corte, siguiendo
idénticos parámetros a los de los restantes negociantes establecidos en la ciudad,
pudiendo afirmar que el comportamiento importador de Choly, como el de los
demás, era el de redistribuidor hacia la capital del Reino.
LOS NEGOCIOS
(76) A.H.P.A. Protocolo 779 de Antonio García, “Obligación” y “Poder para cobrar y pleito”, 8-3-1712 y 7-5-
1712, ff. 24r-24v y 67r-67v, respectivamente.
(77) A.H.P.A. Ibid., “Obligación” y “Carta de pago”, 31-3-1712 y 15-9-1712, ff. 38r-39v y 125r-125v,
respectivamente.
(78) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 25-4 -1712, 24-5-1712 y 29-11-1712, ff. 49r-49v, 76r-76v y 178r-178v,
respectivamente.
(79) A.H.P.A. Protocolo 781 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 1-2-1714, f. 55r-55v. El facultado
para la ocasión sería el alicantino Juan Picó, a la sazón residente en la villa de Castellón de la Plana.
(80) A.H.P.A. Protocolo 779 de Antonio García, “Obligación”, 5-7-1712 y 30-11-1712, ff. 95r-95v y 179r-179v,
respectivamente. 395 libras, 5 sueldos y 1 dinero y 100 libras, 13 sueldos y 4 dineros eran las respectivas deudas
concretas de Gerónimo y Gregorio Llorca.
(81) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 26-11-1712, f. 174r-174v, y protocolo 780 de Antonio García, “Carta de
pago”, 21-4 -1713, f. 79r-79v.
(82) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 14 -7-1712, f. 97r-97v.
184
tabla:
1712 Localidad/Comarca o provincia Nº de ventas Valor de las ventas (L.,s. y ds.)
Altea/Marina Alta ----------------------------------- 1 ---------------------- 113: : 11
Aspe/Vinalopó Medio ------------------------------ 1 ---------------------- 600: 1: 4
Castalla/ L´Alcoiá ----------------------------------- 1 ---------------------- 1.050:
Cúllar/Granada -------------------------------------- 1 ---------------------- 175: 5: 5
Finestrat/Marina Baja ------------------------------ 3 ---------------------- 690:
Novelda/Vinalopó Medio -------------------------- 2 ---------------------- 413: 18: 4
Totales: 6 9 3.042: 6: 5
Fuente: A.H.P.A. Protocolo 779 de Antonio García. Elaboración propia.
Antes de finalizar 1712, Esteban Castelló, notario del lugar de Agost, encargaba
la cobranza de sus créditos al negociante quien, a su vez, se dirigía al también
notario José Jerónimo Grau autorizándole para la cobranza de los suyos en la
ciudad de San Felipe – Játiva – (83).
Los años 1713 y 1714 resultarían los más dinámicos de todo el período
cuatrienal, singularmente el primero de ellos en el que efectuaría un total de 36
operaciones crediticias, que suponen un apreciable ritmo mensual de 3
actividades, todas ellas distribuidas en poblaciones provinciales alcanzando un
montante de 11.327 libras, 9 sueldos y 8 dineros, y cuya localización, frecuencia
y valor de las ventas se reflejan en la siguiente tabla:
Tanto por su frecuencia como por su volumen, resaltan los negocios a crédito
realizados en el enclave señorial de Finestrat con más de la cuarta parte de los
mismos, en concreto el 27´77 % de las ventas, destacando las tres transacciones
practicadas con Juan Picó y José Llorca que, junto con una cuarta habida con
éste último en el siguiente año, alcanzarían un total importe de 2.217 libras, 16
sueldos y 4 dineros y que, si bien los deudores incumplirían todos los plazos
(83) A.H.P.A. Protocolo 779 de Antonio García, “Poder para cobrar”, 14-10-1712 y 26-11-1712, ff. 136r-136v y
173r-173v, respectivamente.
185
acordados, finalmente el acreedor conseguía la cobranza íntegra del crédito
después de dos prolongadas décadas de morosidad (84).
Significativa resulta también la facturación producida en el hinterland de la
ciudad lucentina, donde con media docena de tratos obtenía un saldo de 2.408
libras, 2 sueldos y 9 dineros, sin contabilizar el crédito agostense porque,
excepto casi 45 libras adeudadas por el labrador Gaspar Iborra, las restantes 870
libras del total débito correspondían a un solo deudor, el antedicho notario del
lugar Esteban Castelló, que pagaría algo más de 282 libras de su deuda haciendo
cesión a Choly de tres partidas por dicha suma contra Melchor Viñedo, de quien
era acreedor (85). Pasado un trienio, lograba cobrar 1.533 libras, 16 sueldos y 3
dineros; es decir, el 63´67 % del total crédito originado en las poblaciones de
Alicante y San Juan.
Asimismo, llama la atención el hecho de que entre los deudores del negociante
se encuentren poblaciones enteras, representadas por sus corporaciones
municipales, cuando habitualmente eran particulares y tratantes los que
generaban los créditos adquiriendo modestas partidas para su propio consumo, o
para su redistribución mercantil al por menor. Recién estrenado el año en curso,
el Común de Castilla se endeudaba con Choly por cuantía de 1.240 libras y, un
cuatrimestre después, aún en mayor crédito con otro negociante genovés, deudas
que lograrían cobrar ambos acreedores veinte años más tarde tras arduas
gestiones jurídicas (86). Tras la hoyada villa, hacia mediados del año, seguía sus
pasos la de Elche con un débito de 989 libras, 7 sueldos y 4 dineros contraído
por su representante Alejandro Quintana, que se comprometía a liquidarlo antes
de acabar la anualidad mediante dos iguales pagas abonadas en los meses de
septiembre y octubre; pero que, en realidad, le fueron satisfechas al acreedor en
los invernales meses de enero y febrero de 1715 (87). Exactamente cumplida
una semana, el Consistorio de la villa de Calpe también se convertía en deudor
del negociante en cantidad de 545 libras, crédito tampoco percibido por el
acreedor en el convenido plazo de Todos Santos de ese año; pero que, acaso por
su menor cuantía y la mayor diligencia municipal, saldarían a comienzos del
mes de marzo del siguiente año (88).
Finalmente, conviene precisar que el 87´38 % del notable crédito obtenido en
la villa de Aspe era imputable a un solo deudor, José Cerdán, que en junio abona
(84) A.H.P.A. Protocolo 797 de Antonio García, “Carta de pago”, 25-5-1733, f. 259r-259v
(85) A.H.P.A. Protocolo 780 de Antonio García, “Obligación”, 9-3-1713, 18-3-1713 y 10-5-1713, ff. 55r-55v,
59r-60v y 94r-94v, respectivamente.
(86) A.H.P.A. Protocolo 780 de Antonio García, “Obligación”, 11-1-1713, f. 3r-3v; y protocolo 797 de Antonio
García, “Carta de pago”, 6-11-1733, ff. 606r-607v. Bartolomé Noly era el otro acreedor de la villa por un
importe de 1.691 libras, 7 sueldos y 7 dineros generado el día 3 de abril de 1713. Pasados tres lustros, se
practicaría un nuevo ajuste de cuentas resultando todavía un débito al marsellés de 403 libras y 6 sueldos, y de
741 libras, 16 sueldos y 8 dineros a favor de Sebastián Noly, hermano de Bartolomé, en quien habían recaído los
derechos de éste a causa de su óbito.
(87) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 4 -6-1713, ff. 110r-111v; y protocolo 782 de Antonio García, “Carta de
pago”, 23-1-1715 y 28-2-1715, ff. 21r-0 y 41r-41v, respectivamente.
(88) A.H.P.A. Protocolo 781 de Antonio García, “Carta de pago”, 3-3-1714, f. 90r-90v. Los munícipes
responsables del crédito fueron Pedro Boronat, antiguo alcalde, y los regidores Antonio García y Diego Morato,
que diligenciaron la escritura de obligación el 11-6-1713 ante el notario de la villa Pedro Cabrera.
186
ba un débito de 96 libras, 19 sueldos y 1 dinero, generado en el antecedente mes
de enero, a la par que efectuaba dos compras valoradas, respectivamente, en 317
libras, 17 sueldos y 1 dinero y 799 libras, 1 sueldo y 5 dineros y que, como
práctica habitual, también sobrepasaría el plazo de liquidación establecido por
todo el mes de septiembre; pero, de forma excepcional, sólo se demoraba cinco
meses en satisfacer su apreciable deuda de 1.116 libras, 18 sueldos y 6 dineros
(89).
Los resultados del comercio redistribuidor minorista del negociante en el año
1714, aún siendo beneficiosamente favorables, no fueron tan productivos como
los del año precedente, ni en el volumen de tratos reducidos de facto a la mitad
con sólo 19 operaciones, ni en sus facturaciones drásticamente rebajadas en un
59 % en relación a las de 1713, alcanzando por ello un menguado montante de
3.516 libras, 18 sueldos y 6 dineros, datos que ponen de manifiesto la
diversificación de los negocios del marsellés tendentes hacia otras actividades
especulativas, siendo la localización, distribución y cuantificación de aquellos la
expresada en la siguiente tabla:
(89) A.H.P.A. Protocolo 780 de Antonio García, “Obligación”, 19-1-1713 y 11-6-1713, ff. 4r-4v, 118r-118v y
119r-119v, respectivamente; y protocolo 781 de Antonio García, “Carta de pago”, 20-2-1714, f. 75r-75v.
187
valle de Cela perteneciente a la comarca del Comtat o Condado de Cocentaina.
El negociante iniciaba las actividades de este año autorizando al finestratense
Juan Picó para la cobranza de la cantidad adeudada por Roque Juan, vecino de
Rubielos de Mora, resultante de la compra de bayetas (90), acabando el ejercicio
crediticio en Alicante con la manifestación del enfermo cirujano Juan Bautista
Sival Mordella, expresando serle deudor en 70 libras que por equivocación había
atribuido en su testamento al negociante francés Miguel Bosch, y que el doctor
en ambos derechos Juan Bautista Sival, hijo del testador, después de
interminables litigios y apelaciones, convenía en 1748 con Choly en pagarle la
deuda más las 18 libras y 16 sueldos de las costas, sí el negociante le concedía
un año de plazo (91), además de una pequeña venta al fiado de dos piezas de
laval y otra de tela de Tríos a su paisano mercader Esteban Mosi (92).
La mayor parte de estos deudores aceptaban pagar los créditos en el transcurso
de esta anualidad. Algunos lo hicieron cumpliendo lo pactado; pero otros
aplazaron su liquidación por un período mínimo de dos años, caso de los de
Jávea o San Juan, y un máximo de cinco años, como hicieron los deudores de
Sella y Orcheta (93).
En el último año cuatrienal realizaba el negociante cuatro transacciones, de las
que tres se localizaban en las respectivas poblaciones de Finestrat, Alicante y
San Juan, mientras los deudores de la cuarta eran conjuntamente de Muchamiel,
San Juan y Villajoyosa que, pese a disponer de un mayor plazo,
sorprendentemente liquidaban el débito de 96 libras en una semana (94).
El total importe de estas ventas a crédito ascendía a 1.109 libras, 18 sueldos y
8 dineros, sobresaliendo las 802 libras, 18 sueldos y 7 dineros producidos en la
baronía por los hermanos Gerónimo y Montserrat Llorca, quienes asumían
saldarlas en dos iguales pagas anuales (95). Resalta la predisposición de los
deudores para satisfacer los créditos al más corto plazo posible, según sus
disponibilidades, actitud mantenida también por el sanjuanero Victoriano Aracil
que pagaría su deuda de 120 libras una semana después de haberla generado
(96), con lo cual el negociante había percibido más de la mitad del total crédito,
en concreto el 55´63 % , obtenido en 1715 con antelación a la finalización del
año, siendo probablemente esa la postura adoptada por el negociantes; es decir, a
la par que diversificaba sus actividades especulativas, seleccionar en lo posible a
compradores más solventes y fiables.
(90) A.H.P.A. Protocolo 781 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 1-2-1714, f. 56r-56v.
(91) A.H.P.A. Ibid., “Declaración”, 23-10-1714, f. 236r-0; y protocolo 809 de Antonio García, “Obligación”,
19-7-1748, f. 165r-165v.
(92) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 27-10-1714, f. 241r-241v.
(93) A.H.P.A. Protocolo 783 de de Antonio García, “Carta de pago”, 15-2-1716 y 30-4-1716, ff. 54r-54v y
110r-110v, respectivamente; y protocolo 786 de Antonio García, “Carta de pago”, 8-2-1720, ff. 45r-46v.
(94) A.H.P.A. Protocolo 782 de Antonio García, “Obligación” y “Carta de pago”, 7-11-1715 y 15-11-1715, ff.
245r-245v y 248r-248v, respectivamente.
(95) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 13-6-1715, f. 116r-116v. En octubre de ese año, los deudores pagarían 401
libras, 9 sueldos y 3 dineros, y otra igual cantidad en febrero de 1716.
(96) A.H.P.A. Ibid., “Obligación” y “Carta de pago”, 7-11-1715 y 15-11-1715, ff. 246r-246v y 249r-249v,
respectivamente.
188
Resumiendo. En estos referidos cuatro años, Choly había practicado más de
las tres cuartas partes de sus ventas a crédito con un total de 68 tratos, mediante
los cuales había despachado mercancías al fiado valoradas en 18.996 libras, 13
sueldos y 3 dineros, cantidad holgadamente superior a la mitad del total importe
adeudado por este tipo de operaciones a lo largo de su vida profesional.
Esta modalidad de venta sufriría una drástica contracción desde 1716, año en
el que los dos pares de tratos realizados ascendían a un global valor de 819
libras y 2 dineros, destacando las 500 libras generadas en la episcopal ciudad de
Segorbe y que el deudor Juan Martínez liquidaría pasados los dos años (97). De
hecho, en el siguiente lustro comprendido entre 1717 y 1721, apenas se registran
un par de operaciones transaccionales de mercancías a cuenta; una, en cuantía de
60 libras y media, a tres vecinos de San Juan, y otra, de mayor entidad, al
Común de la villa de Altea, cuyos representantes se endeudaban en 754 libras,
15 sueldos y 5 dineros que serían satisfechas después de un largo aplazamiento
de cinco años (98); tiempo en el que el negociante, además de mostrarse experto
en géneros textiles y tejidos (99), tomará mayor conciencia de la morosidad
sufriendo en su propia persona los efectos de la misma.
En el primer trimestre de 1717, apoderaba a los gaditanos negociantes
franceses Coig y Lesponne para la cobranza de sus créditos en aquella ciudad
(100), siendo esta la primera de una larga serie de diligencias jurídicas y
judiciales, ya que, al poco tiempo, substituiría en el madrileño Francisco García
Tagle el poder que desde hacía un sexenio le tenía otorgado Bartolomé Achy,
con el fin de que embargase los efectos y capitales poseídos por los negociantes
Beson y Ginós y pertenecientes al marsellés Pedro Juan Roca, deudor de Achy
en 600 pesos (101). Semejante finalidad judicial con los deudores de Játiva –
San Felipe –, perseguía el negociante al facultar al setabense mercader francés
Lorenzo Isniel, que pasados algunos años y después de fallecer éste, renovaba en
el autóctono mercader Jaime Guerola (102).
Una esclarecedora muestra de las dificultades para vencer a la morosidad,
cuando esta además va unida a la insolvencia, la constituye el caso de Baltasar
García Martínez, avecindado en la rural partida de la Calavera del Campo de
(97) A.H.P.A. Protocolo 785 de Antonio García, “Carta de pago”, 5-10-1718, f. 297r-297v. La obligación se
había escriturado el 25-3-1716. De las otras tres deudas, dos produjeron en Alicante y una en la baronía de
Finestrat, que fue precedida de embargo.
(98) A.H.P.A. Protocolo 784 de Antonio García, “Obligación”, 20-3-1717, f. 32r-32v; y protocolo 787 de
Antonio García, “Carta de pago”, 19-10-1721, f. 383r-383v. El crédito se había escriturado el 25-7-1717 ante el
notario de la villa Juan Ortiz.
(99) A.H.P.A. Protocolo 785 de Antonio García, “Declaración”, 17-8-1718, f. 252r-252v. Martín Almiñana, uno
de los primeros negociantes alicantinos de la época junto con Vicente Irles y Juan Bautista Abril, requiere a los
negociantes franceses José Volaire y Pedro Choly con el tratante Bartolomé Picó para testificar que 9 de las 100
piezas de calamaco, recibidas de la londinense compañía de Jacobo Enriquez Ferreira y transportadas por el
buque “Harcourt” del capitán Jorge Tigner, poseen 26 varas en lugar de las 32 facturadas; es decir, unos 5 metros
menos de los cerca de 27 metros de longitud que debían de medir.
(100) A.H.P.A. Protocolo 784 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 8-3-1717, ff. 29r-30v.
(101) A.H.P.A. Ibid., “Substitución de poder ”, 10-5-1717, ff. 96r-98v.
(102) A.H.P.A. Ibid., “Poder para pleitos ”, 14-11-1717, f. 296r-296v; y protocolo 788 de Antonio García,
“Poder para cobrar y pleito”, 22-2-1722, f. 54r-54v.
189
Murcia, al que en julio de 1717 el negociante le había entregado mercancías al
fiado por un valor de 176 libras, 1 sueldo y 5 dineros. Un año más tarde,
autorizaba su cobranza al notario murciano Juan López Duro, cuyas diligencias
no dieron ningún resultado tangible, lo que motivaría que facultase a un nuevo
representante designando por tal al negociante pimentonero Manuel de Lusa,
quien obtendría los mismos nulos resultados prácticos que el fedatario público
(103); pero con una sustancial diferencia, pues lograba que la justicia de Murcia
encarcelara al deudor, en cuya situación se hallaba en el año 1720. Por tal
motivo, su hermano Bernardino García Martínez, morador habitual en la
también rural partida murciana de la Roda, deseando satisfacer el débito para
librar al deudor de la cárcel, se convino con Choly en pagarle 27 libras anuales
hasta liquidar enteramente el crédito, estipulando la condición de que si en
cualquier tiempo se hallaren bienes de su deudor hermano, el acreedor pueda
proceder contra ellos. Acuerdo que debió satisfacer a ambas partes, puesto que,
instantes después, cerraban entre ellos un transacción valorada en 70 libras, 12
sueldos y 8 dineros (104), pasando así Bernardino a integrarse entre la clientela
mercantil del negociante, el cual, pasados cuatro años y cumpliendo la condición
pactada, llegando a conocer que 400 reales de vellón pertenecientes al deudor
Baltasar estaban en manos del murciano José Bermúdez, autorizaba a
Bernardino su cobranza como parte de aquel total crédito (105).
Laboriosa resultaría también al negociante la morosidad del almeriense Juan
Espinaza, para cuya cobranza tuvo que otorgar sucesivos poderes a los
cartageneros negociantes franceses Nicolás Amiel y Juan Oliva (106), o la de un
deudor de la desértica población almeriense de Tabernas, Juan Esteban
González, autorizando a cobrar su crédito de 4.720 reales de vellón a Antonio
Rodulfo, avecindado en la granadina villa de Güevéjar (107).
Con todo, el paradigma dilatorio en saldar una deuda viene a ser, sin duda
alguna, el jumillano Lorenzo Guardiola Abellán que en 1722, a resultas del
ajuste de tratos y cuentas tenidas con el negociante durante todo el año 1719,
quedaba deudor en 561 libras, 7 sueldos y 7 dineros, saliendo por su fiador el
alicantino mercader galo Francisco Loza, prometiendo ambos pagar el débito en
iguales cantidades semestrales de 93 libras, 11 sueldos y 3 dineros, con la
condición de que dejando impagado algún plazo se les ejecutase por la total
deuda (108). Transcurridos siete años, en 1729, el deudor sólo había pagado 50
(103) A.H.P.A. Protocolo 785 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 29-8-1718 y 5-10-1718, ff. 263r-
264v y 295r-296v, respectivamente.
(104) A.H.P.A. Protocolo 786 de Antonio García,“Obligación”,6-3-1720, ff. 62r-63v y 64r-64v, respectivamente
(105) A.H.P.A. Protocolo 790 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 24-3-1724, f. 113r-113v. Los 400
reales de vellón podían suponer entre 26 libras, 13 sueldos y 4 dineros ó 25 libras, según que la libra valenciana
se apreciase a 15 ó 16 reales de vellón, respectivamente.
(106) A.H.P.A. Protocolo 786 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 23-7-1720 y 29-12-1720, ff.
174r-175v y 458r-459v, respectivamente.
(107) A.H.P.A. Protocolo 800 de Antonio García, “Poder para cobrar”, 21-11-1736, ff. 337r-338v. La deuda, que
por los motivos antedichos oscilaba entre las 314 libras, 13 sueldos y 4 dineros y las 295 libras, se escrituraba el
3-2-1721 ante José Francisco González, notario de la ciudad de Baza.
(108) A.H.P.A. Protocolo 788 de Antonio García, “Obligación”, 20-9-1722, ff. 278r-279v.
190
libras y, presionado por el acreedor, renovaba esta obligación en sus mismos
términos, rebajando del total crédito y pagos semestrales la cantidad abonada;
pero, ahora, hipotecando una labor de secano en la rural partida de la Cañada de
la Albatana, de dicha villa, con su casa, era de trillar, balsa de agua de lluvia,
pozo de agua viva y 200 fanegadas, equivalentes a 128 Ha. Una copia de esta
escritura era presentada por el acreedor, catorce años más tarde, en el juzgado de
la ciudad con petición de que, vencidos todos los plazos sin haber conseguido
cobrar las 511 libras, 7 sueldos y 7 dineros adeudadas y reservándose sus
derechos contra el fiador Loza, se despachase ejecución contra los bienes
hipotecados por la cantidad debida y costas. Con diligencia judicial, se libraba
requisitoria a la justicia de Jumilla que, mediante otros despachos, hacía citación
de remate y pronunciaba sentencia en noviembre de 1744, dándose antes la
fianza prevenida en la Ley de Toledo por parte del negociante, quien
peticionaba la tasación de las costas así como mandamiento de pago de los
bienes del fallecido deudor. Entre los meses de enero y febrero de 1745 se
practicaron todas estas diligencias, además de justipreciar los bienes ejecutados.
Después de realizados los treinta pregones de venta pedidos por el acreedor sin
aparecer postor, se prorrogaron otros cuatro más hasta que Juan Bautista Belón
mayor hizo postura a la labor de secano, a la mitad de un molino de aceite, a 7
fanegadas de sembradura y a dos bancales conteniendo 7 tahúllas de viña con
plantones de olivo, la que le fue admitida en cantidad de 10.240 reales de vellón
ó 680 libras valencianas que fueron afianzados/as por el negociante,
mandándose pregonar por tres días y señalando el remate para el 30 de agosto de
ese año. En el ínterin, Francisco Martínez Guardiola, hermano del finado deudor
y poseedor de parte de la labor de secano por la legítima paterna, se personó en
la causa proponiendo a Choly suspender las diligencias judiciales a cambio de
asumir la paga de la deuda y costas, abonando las 145 libras, 5 sueldos y 5
dineros de las costas en el plazo de medio año y las 493 libras, 7 sueldos y 7
dineros del crédito, descontadas ya las 18 libras pagadas por el fallecido deudor,
en pagas anuales de 100 libras entregadas a partir de agosto de 1746 (109),
oferta aceptada de inmediato por el negociante.
En definitiva, el originario deudor Lorenzo Guardiola tan sólo satisfizo 68
libras del crédito en el transcurso de casi un cuarto de siglo, en concreto durante
23 años, no viendo el acreedor en vida liquidada esta deuda; pero, por el
contrario, ganaba un dócil cliente en el pagador jumillano Francisco Martínez
que, cumpliendo órdenes del negociante, el día 1 de agosto de 1748 entregaría
2.000 reales de vellón a Blas Guardiola condicionados a que presentase fiador
de saneamiento, siéndolo Lorenzo Lozano que pagaría los 1.400 reales de vellón
pendientes en tres pagas anuales, por lo que tampoco el marsellés percibiría en
vida la totalidad de este crédito (110).
(109) A.H.P.A. Protocolo 806 de Antonio García, “Obligación”, 28-8-1745, ff. 168r-172v. La moneda castellana
se contabiliza aquí a 15 reales y 2 maravedíes por libra valenciana.
(110) A.H.P.A. Protocolo 809 de Antonio García, “Obligación”, 25-8-1748, f. 180r-180v. Blas Guardiola había
pagado 600 reales de vellón, razón por la que sólo quedaba un débito de 1.400 reales de vellón. Contabilizada la
191
Tampoco quedaban rezagados en su morosa conducta los alicantinos
cordeleros de esparto Pedro y Francisco Sánchez que, en octubre de 1724,
resultaban deudores en 514 libras, 2 sueldos y 9 dineros, acordando abonarlas a
mediados del mes de enero del siguiente año; pero el ya precavido acreedor les
exige la presentación de un fiador, asumiendo tal función Diego Sánchez,
pariente de los deudores, presbítero y doctor en ambos derechos (111). Pasados
tres lustros, el acreedor promovería causa de ejecución para su cobranza,
rematada en un sombrero usado por Francisco Sánchez y en la persona de éste
por no poder aportar fiador de saneamiento, encarcelándole por ello la justicia
de la ciudad durante veinte días, hasta que el negociante se convino en
suspender las diligencias judiciales consintiendo la liberación del preso. En
junio de 1737, trece años después de originado el crédito, los deudores habían
satisfecho 236 libras, cantidad inferior a la mitad del mismo, por lo que Choly
peticionaba la continuación de los autos proveyéndose nueva ejecución en los
bienes de los deudores y, por el mismo defecto de fiador de saneamiento, se
sentenciaba a ambos a la pena de cárcel en donde ya cumplía condena Francisco
Sánchez por otra causa, quedando libre Pedro Sánchez mediante la presentación
de fianza carcelera, tras lo cual éste deudor y el clérigo fiador ajustaban las
cuentas con el negociante, resultando un débito de 278 libras y 9 dineros que
prometían satisfacer en cuatro iguales pagas anuales de 69 libras, 10 sueldos y 9
dineros, de las que el fiador abonaría 50 libras y el deudor la restante cantidad de
la paga. En cualquier caso, el acreedor no conseguiría la cobranza del total
crédito hasta pasados tres lustros, como mínimo (112).
Por fortuna para Choly, aunque asidua, no era esta la conducta habitual y
cotidiana de los deudores. El mencionado Francisco Loza también finiquitaba
las cuentas de los tratos habidos con el negociante en 1719, de las que había
quedado deudor en 660 libras que durante un trienio no había podido saldar,
acordando renovar la obligación y abonar la deuda en pagos de 25 libras
mensuales de forma inmediata (113).
Una postura similar a la precedente mostrarían los villeneros Alonso García,
padre e hijo, declarando en diciembre de 1722 ser deudores por un importe de
332 libras y 2 sueldos, las que abonarían paulatinamente hasta haber finalizado
su total pago en un sexenio (114), o la de su conciudadano Alonso de Ferris que
asumiendo liquidar al negociante un débito de 152 libras, 5 sueldos y 7 dineros
en un cuatrimestre, finalmente lo cumpliría con una demora de dos años (115).
También, como un botón de muestra más, los deudores alteanos José Rostoll y
libra a 16 reales, los 2.000 reales equivalen a 125 libras, y los 600 reales a 37 libras y media.
(111) A.H.P.A. Protocolo 790 de Antonio García, “Obligación” y “Fianza”, 10-10-1724, ff. 411r-411v y 412r-
412v, respectivamente.
(112) A.H.P.A. Protocolo 801 de Antonio García, “Ajuste entre partes”, 2-8-1737, ff. 145r-146v.
(113) A.H.P.A. Protocolo 788 de Antonio García, “Obligación”, 20-9-1722, ff. 276r-277v. La primera entrega de
25 libras se efectuaría al día siguiente de renovar el acuerdo.
(114) A.H.P.A. Protocolo 446 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 5-12-1722, f. 463r-463v; y protocolo
794 de Antonio García, “Carta de pago”, 14-10-1728, f. 345r-345v. Antes del mes de agosto de 1728 fallecía el
notario Vicente Cerdá y Sevillano, ante quien se escrituró la obligación del presente crédito.
(115) A.H.P.A. Protocolo 792 de Antonio García, “Carta de pago”, 22-8-1726, f. 331r-331v. El crédito se
adeudaba desde el 15 de septiembre de 1724.
192
Pedro Juan Sellés le pagarían al negociante las 302 libras y 8 sueldos debidos en
menos de un año (116).
En los últimos 25 años de ejercicio profesional se le reconocerían al marsellés
31 escrituras o cartas de obligación, excluidas las hasta aquí referidas, valoradas
por un global importe de 16.647 libras, 5 sueldos y 1 dinero, siendo su
localización, número y cuantía como se especifica en la siguiente tabla:
(116) A.H.P.A. Protocolo 792 de Antonio García, “Obligación”, 20-12-1726, f. 481r-481v; y protocolo 793 de
Antonio García, “Carta de pago”, 17-11-1727, f. 348r-348v.
(117) A.H.P.A. Protocolo 803 de Antonio García, “Obligación”, 4 -1-1741, ff. 9r-10v. Cada uno de los cuatro
hermanos aportaría 185 libras y media, siendo la anual paga individual de 26 libras y 10 sueldos.
(118) A.H.P.A. Protocolo 807 de Antonio García, “Obligación”, 17-10-1746, ff. 243r-245v. Resulta imposible
193
Montserrat, José y Gerónimo Llorca manifestaban adeudarle al negociante
1.299 libras, 4 sueldos y 11 dineros por adquisiciones efectuadas en los otoñales
meses de 1745 y 1746, comprometiéndose a liquidarlas en la fiesta de la Virgen
de agosto de 1747 (119); y los cinco hermanos se imponían conjuntamente pagar
en 1749 a Mariana y Domingo Cabanes, como herederos del fallecido acreedor,
la suma de 2.512 libras, 13 sueldos y 2 dineros resultantes del ajuste de los tratos
mantenidos con el finado negociante, cantidad que comprendía tanto la parte de
deuda impagada que su padre produjo en 1732 como la de poco más de 1.299
libras originada por ellos, realizando pagas anuales de 200 libras en la fiesta de
la Natividad (120).
En el año 1750, el crédito se había escasamente rebajado quedando todavía
impagados 2.426 libras, 18 sueldos y 8 dineros que Jaime Llorca, tras el
fallecimiento de su hermano Gerónimo, se obligaba a satisfacer a los herederos
de Choly en pagas anuales de 100 libras abonadas en la misma antedicha
festividad (121).
El notable crédito generado en Alicante no era producto de la media docena de
operaciones practicadas, sino al ajuste de cuentas realizado al finalizar los tratos
mantenidos con el negociante francés Lázaro Guiran, reconociendo éste ser
deudor del marsellés en 3.042 libras cuando se disolvió la compañía de
comercio formada con su compatriota José de Laplace, garantizando el pago de
la deuda mediante la hipoteca de un almacén de su propiedad en la calle San
Francisco, más el beneficio de la venta en Génova de una cantidad de sosa en
poder del negociante Juan Bautista Fabiani (122).
Del restante crédito alicantino, cabe mencionar las 93 libras y 3 dineros que en
1744 le adeudaba María Antonia Martínez, resto de un mayor débito generado
en 1723 por el fallecido notario Vicente Cerdá y Sevillano, su marido, que serán
satisfechas por su mercader yerno Pedro Gimbeu tras la defunción de la deudora
(123); así como la hipoteca de 16 jornales de tierra de sembradura, viña y
árboles practicada por Francisco Jover, vecino de Villafranqueza, a fin de
garantizar el pago de las 170 libras, 12 sueldos y 7 dineros debidas al negociante
(124). Igual proceder tendrían dos deudores de Altea alcanzados con 1.074
libras, 9 sueldos y 8 dineros, hipotecando un almacén en la playa, dos casas y
tres huertos en el término de dicha villa conteniendo en conjunto 9 jornales de
averiguar el exacto número de jornales de tierra porque la finca “El Albesil”, propiedad de Gerónimo, contiene
“6 jornales de tierra huerta y algunos de secano”.
(119) A.H.P.A. Protocolo 807 de Antonio García, “Obligación”, 18-11-1746, f. 259r-259v. La deuda de 1745
ascendía a 680 libras, 8 sueldos y 2 dineros contenidos en tres vales firmados por los deudores, mientras el
débito de 1746 importaba las restantes 618 libras, 16 sueldos y 9 dineros.
(120) A.H.P.A. Protocolo 810 de Antonio García, “Obligación”, 13-11-1749, ff. 210r-211v.
(121) A.H.P.A. Protocolo 811 de Antonio García, “Obligación”, 3-5-1750, ff. 42r-43v.
(122) A.H.P.A. Protocolo 792 de Antonio García, “Obligación”, 7-3-1726, ff. 74r-75v. Al genovés linaje de los
Fabiani le dedicamos un capítulo específico en este trabajo.
(123) A.H.P.A. Protocolo 1773 de Antonio García, “Obligación”, 1-4-1744, f. 67r-67v; y protocolo 807 de
Antonio García, “Carta de pago”, 26-2-1746, f. 45r-45v.
(124) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 18-1-1744, ff. 20r-21v. La hacienda de 7´68 hectáreas estaba situada en la
rural partida del Brazal Redondo.
194
tierra (125). Pero diez años más tarde, por impago Choly instaba autos de
ejecución ante el notario Antonio García hasta el remate y venta de una huerta
de 7 jornales llamada La Foyeta, situada en la partida de la Carbonera del
término de Altea, con su casa y corral de ganado, apreciada en 1.000 libras,
quedando por liquidar las restantes 74 libras, 9 sueldos y 8 dineros que doce
años después, a la muerte del negociante, todavía no se habían satisfecho como
tampoco las 61 libras, 13 sueldos y 3 dineros de las costas causadas en los autos,
cuyo montante de 136 libras, 2 sueldos y 11 dineros cedía la viuda Mariana a su
hermano Domingo para que por sí y para sí las cobrare de los deudores o de sus
herederos (126).
Idéntica conducta a la expresada siguieron los setabenses Jaime Guerola y los
esposos Lorenzo Lagier y Luisa María Novella para garantizar el pago de sus
respectivas deudas de 311 libras, 17 sueldos y 2 dineros y 1.200 libras,
hipotecando el primero una finca con 60 fanegadas en la partida del Almetler,
término de Villanueva de Castellón, seguidas de otras tantas en el término de
Beneixida conteniendo arrozal, moreras y tierra campa (127), sobre las que por
impago se ejecutó la hipoteca pasando estas tierras – tenidas a señorío mayor y
directo de D. Manuel Forner Sans de la Llosa, señor del lugar de Señera, en los
censos y partición de frutos –, a manos del negociante, las cuales constituirían
parte del cuerpo de la herencia recibida por la viuda Mariana Cabanes que, en
julio de 1750, apoderaba al setabense Vicente Buchón para que pudiera vender
una finca conteniendo 28 fanegadas, 37 brazas y 3 palmos de huerta, con
derecho a dos horas de agua en cada tanda, ante el aviso de tener comprador
(128) que no era otro más que su propio suegro José Barthelemy, que la adquiría
en agosto de ese año y se demoraba un trienio en liquidar su precio de 641 libras
y 12 sueldos a la vendedora (129).
Por su parte, los mencionados consortes deudores, apremiados jurídicamente
por Choly, acordaban con éste pagarle la deuda más las costas con el precio de
una hacienda nombrada “Doménech”, y lo que quedare pendiente se saldaría a
los plazos convenidos, excepto la cantidad de 100 libras que graciosamente les
rebajaba el acreedor. Pero, oponiéndose a este convenio otros acreedores del
(125) A.H.P.A. Protocolo 793 de Antonio García, “Obligación”, 17-11-1727, ff. 346r-347v. Pasada un década,
los deudores venderían 4 fanegadas de huerta – 2´56 Ha. – de los 9 jornales hipotecados – 4´32 Ha. – , pidiendo
al acreedor la gracia de renunciar al derecho privativo que tenía sobre ellos, accediendo a lo peticionado, en
protocolo 801 de Antonio García, “Renunciación”, 16-10-1737, ff. 245r-246v.
(126) A.H.P.A. Protocolo 832 de Antonio García, “Cesión”, 5-11-1753, ff. 145r-146v. Gravada con censo,
luismo y fadiga de 2 libras, 6 sueldos y 10 dineros anuales a favor del Excmo. Sr. Almirante de Aragón, el
Marqués de Ariza, señor directo de la villa y sus tierras, la huerta fue confiscada por impago saliendo a pública
subasta en la que Domingo Cabanes hizo postura por 1.000 libras, cantidad con la que se remató el 15-9-1744,
siendo en diciembre de ese año adjudicada en venta judicial hecha por el Marqués de Villarreal, Mariscal de
Campo y corregidor de Alicante. Al día siguiente, Domingo apoderaba al finestratense Monserrate Llorca para
que, en su nombre, tomase la tenencia y posesión de la huerta, casa y corral de ganado, en protocolo 1773 de
Antonio García, “Venta judicial” y “Poder especial”, 18-12-1744 y 19-12-1744, ff. 242r-247v y 248r-249v,
respectivamente.
(127) A.H.P.A. Protocolo 800 de Antonio García, “Obligación”, 9-3-1736, ff. 61r-62v. Las poblaciones
reflejadas en el documento eran Castellón de San Felipe y Benimixí, que pensamos corresponden hoy a las
expresadas en el texto.
(128) A.H.P.A. Protocolo 811 de Antonio García, “Poder para vender”, 3-7-1750, ff. 185r-186v.
(129) A.H.P.A. Protocolo 832 de Gregorio García, “Carta de pago”, 17-9-1753, f. 112r-112v.
195
matrimonio, Lorenzo Lagier resolvía peticionar concurso de acreedores ante el
juzgado de D. José Alegret, Alcalde mayor de Játiva, y el de los notarios
Francisco Navarro y Vicente Aliaga, a cuyo fin el negociante designaría por su
representante al citado Vicente Buchón, al que también facultaría para poder
arrendar la finca “Doménech” a Pedro Navarro, labrador del lugar de Señera
(130).
La vía jurídica sería, parcialmente, el medio utilizado por el negociante para
cobrar un crédito de 589 libras, 2 sueldos y 2 dineros, incluidas las 68 libras y 17
sueldos de costas, adeudado por el benisero José Ivars en el año 1721, del que
dos décadas después se había liquidado en un 70 %, debiendo satisfacer las 178
libras y 2 dineros restantes su hijo Juan Ivars contra quien el acreedor no instaría
causa alguna, antes al contrario, para evitar crecidos gastos, convenían en el
pago al contado de 50 libras quedando el resto para ser abonado en tres iguales
pagas anuales (131), siendo la causa de esta deferencia del acreedor el hecho de
que Juan Ivars fuera casi de la familia, pues se trataba del suegro de su cuñado
Domingo Cabanes. Idéntica consideración hacía extensiva el marsellés, aunque
por otras razones que veremos más adelante, a la viuda María Ramón, esposa
del difunto notario Francisco Andujar y residenciada en la ciudad de Murcia
desde 1726 en que falleció su marido, esperando pacientemente el negociante
los tres años que la deudora tardaría en pagar un crédito de 70 libras (132),
mientras que con otro deudor murciano procedía judicialmente contra él por la
cobranza de 40 libras, si bien es cierto que transcurridos casi diez años
continuaba adeudando la misma cantidad, cuando se había comprometido a
saldarla en el plazo de quince días (133).
Otro lugar de beneficiosos negocios para el negociante fue la ciudad de
Villena, en donde los vecinos Pedro Simón Fernández y Juan García Peña
producían, en 1727, cerca de las tres cuartas partes del total crédito de este
período. En ese año, ajustadas las cuentas con el proveedor, resultaban
alcanzados con un desfavorable saldo de 1.965 libras, 13 sueldos y 7 dineros
pagaderas al acreedor “a su voluntad, siempre y cuando cobrarlas quiera”,
aunque después de 16 años aún quedaba pendiente parte de la deuda, motivando
la concesión de poderes al villenero mercader Andrés Labalma para el ajuste de
los adeudado y proceder a su cobranza (134). Cuatro años más tarde, el acreedor
volvía a requerir los servicios de Labalma para la venta de una casa en la villa de
Sax, adjudicada a Choly por 4.500 reales de vellón – 300 libras – en el concurso
de acreedores formado contra los bienes del fallecido sajeño Jaime de la Torre,
(130) A.H.P.A. Protocolo 810 de Antonio García, “Poder especial” y “Poder para arrendar”, 25-4-1749, 2-5-
1749 y 27-6-1749, ff. 99r-100v, 101r-102v y 128r-129v, respectivamente.
(131) A.H.P.A. Protocolo 803 de Antonio García, “Obligación”, 19-10-1741, ff. 183r-184v.
(132) A.H.P.A. Protocolo 797 de Antonio García, “Carta de pago”, 11-5-1733, f. 212r-212v.
(133) A.H.P.A. Protocolo 803 de Antonio García, “Obligación”, 20-11-1741, f. 211r-211v. Juan García Molero
debía las 40 libras desde enero de 1732, pactando con el acreedor en 1741 en pagarle 10 libras al contado y
dándole éste un año de moratoria para satisfacer las 30 libras restantes.
(134) A.H.P.A. Protocolo 793 de Antonio García, “Obligación”, 14-8-1727, ff. 219r-220v; y protocolo 805 de
Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 21-1-1743, ff. 10r-11v.
196
deudor del negociante en 851 libras, 6 sueldos y 9 dineros provenientes de las
cuentas ajustadas en 1726 y que en el momento de su muerte ascendía a 7.988
reales de vellón y 30 maravedíes; es decir, aproximadamente 533 libras
valencianas (135).
Estos poderes jurídicos a Labalma son, en realidad, una mínima muestra de los
muchos otorgados, a causa de las numerosas acciones jurídicas y judiciales
emprendidas por el negociante contra la prolongada morosidad de los deudores
y cobrar los débitos, contabilizándose 34 poderes que sumados a las 11 fianzas
establecidas por ley suponen un total de 45 procesos iniciados por el marsellés
durante el susodicho período de 25 años. No obstante, evitando la prolijidad,
sólo mencionaremos aquellos considerados más relevantes, bien por sus actores
o bien por sus repercusiones.
Poco antes de iniciarse el citado período temporal, el negociante encargaba a
la francesa compañía de los Vasserot, establecida en Ámsterdam, tomar cuenta y
razón con pago de todos los negocios mantenidos con los comerciantes de esa
holandesa ciudad Servat e Hijos, hacer balance de los alcances, aprobarlos o
reprobarlos y, sobre todo, cobrarlos en juicio o fuera de el. Igualmente procedía
para percibir sus créditos en Marsella autorizando, en este caso, a su antiguo
compañero Bartolomé Achy (136), con quien había formado intermitente
compañía de comercio a lo largo de 11 años, hasta la integración de Choly en la
mercantil familia de los Cabanes mediante su matrimonio con Mariana en 1722.
Por ello, cuatro años después, con el fin de liquidar las cuentas de las tres
compañías constituidas y disueltas con su conciudadano y las de otros comercios
particulares habidos entre ambos, apoderaba al también negociante marsellés
Juan Bautista Roqueta que ajustaba todas las cuentas, siendo estas elevadas a
escritura pública el 27 de junio de 1726 ante el notario de aquella ciudad Pedro
José Pons y ratificadas por Choly en el plazo de un trimestre, resultando éste
deudor en ellas por 2.460 libras que prometía satisfacer a Achy en tres iguales
pagas anuales de 820 libras (137).
En los restantes seculares años veinte, instaría media docena de procesos
cobratorios contra otros tantos deudores de diferentes lugares, contando con la
participación de sus más allegados colaboradores de confianza encabezados por
su cuñado Domingo, destacando entre las diligencias causales la practicada
contra Juan Bautista Abril en la que solicitaba ejecución contra su persona y
bienes por cuantía de 1.200 reales de vellón ú 80 libras, materializada en 40
libras efectivas y un velón grande de plata (138); o el embargo de 4.988 reales y
4 maravedíes de vellón en manos del negociante galo Lorenzo Antoine instado
(135) A.H.P.A. Protocolo 792 de Antonio García, “Obligación”, 24-1-1726, f. 25r-25v; y protocolo 796 de
Antonio García, “Poder para vender”, 3-11-1731, ff. 361r-362v.
(136) A.H.P.A. Protocolo 789 de Antonio García, “Poder para cuentas” y “Poder para cobrar”, 24-10-1723 y 6-
7-1723, ff. 367r-368v y 174r-174v, respectivamente.
(137) A.H.P.A. Protocolo 791 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 3-9-1725, ff. 304r-305v; y
protocolo 792 de Antonio García, “Laudo”, 28-8-1726, ff. 340r-341v.
(138) A.H.P.A. Protocolo 793 de Antonio García, “Fianza de saneamiento”, 8-8-1727, f. 213r-213v. En esta
misma serie aparecen “poderes para cobrar” a deudores de Lorca, Finestrat, Alicante y Cartagena.
197
ante el juzgado de la ciudad, como apoderado de Alejandro Lesbros, contra el
cartagenero mercader Antonio Fornals y que un auto de 6 de febrero de 1728 le
mandaba afianzar su petición, constituyéndose por tal fiador el “cerero y
sucrero” Francisco Chapuli (139).
De las actuaciones jurídicas y, sobre todo, judiciales emprendidas por Choly,
en solitario o en unión de otros, durante la década de los años treinta, resaltamos
aquellas en las que también participan familiares y allegados directos. A
mediados de 1734, el negociante sigue ejecución contra el mercader francés
Claudio Lagier y, habiendo ganado sentencia de remate, se le manda afianzar el
valor ejecutado presentándose por su fiador Bartolomé Picó, su cuñado (140).
Los dos cuñados del negociante, en unión del carpintero Gaspar Palomares,
autorizaron al notario valenciano Manuel Casaña a que cobrare de los herederos
y bienes de D. Vicente Bonavida las deudas debidas a cada uno al tiempo de su
fallecimiento, cobranza que terminaría dilucidándose ante la Audiencia de
Valencia (141).
El hermano de su mujer también saldría fiador del negociante en otro pleito
ejecutivo iniciado contra el ilicitano Miguel Soler, que le adeudaba 130 libras, 9
sueldos y 5 dineros desde el año 1724, habiendo garantizado su paga con una
hipoteca sobre 9 jornales de tierra en la partida de la Hoya, con su casa, pozo de
agua y ermita. El veredicto de 10 de marzo de 1736 sentenciaba pagar al
negociante el citado crédito más las costas, si antes éste depositaba la fianza
prevenida en la Ley de Toledo, lo que haría Domingo Cabanes (142). Otra
parecida fianza por el marsellés realizaría, en 1737, el también paisano
negociante Juan Bautista Belón menor, ante la sentencia de remate favorable
dictada en el pleito ejecutivo instado por aquél contra Vicente Ferrándiz en
cantidad de 120 libras (143). En ese año, Choly llevaría la procuraduría del
monfortino Jaime Martínez para la cobranza de 240 libras a sus convecinos los
hermanos Juan y José Pérez, adeudadas por el precio de venta de un par de
mulas y una galera con todos sus aderezos practicada ante el notario del lugar
Martín Miralles el 28 de junio de 1737, obligándose a liquidarlas en dos plazos;
uno de 60 libras abonadas por todo el mes de agosto, y otro de 180 libras
entregadas el 29 de septiembre, fiesta del arcángel San Miguel (144).
Iniciada la década de los 40, la más conflictiva de todo el antedicho secular
período temporal de 25 años concentrando el 50 % de los litigios, el negociante
apoderaba al monovero Antonio de Cañas para que, trasladándose a la ciudad de
(139) A.H.P.A. Protocolo 794 de Antonio García, “Fianza”, 7-2-1728, f. 41r-41v. La cantidad embargada
equivalía a poco más de 332 libras valencianas.
(140) A.H.P.A. Protocolo 798 de Antonio García, “Fianza de la Ley de Toledo”, 2-6-1734, f. 319r-319v.
(141) A.H.P.A. Protocolo 799 de Antonio García, “Poder para cobrar” y “Poder para pleitos”, 7-6-1735 y 9-9-
1735, ff. 233r-234v y 350r-350v, respectivamente. El difunto deudor, natural de Valencia, había ejercido el
cargo de contador-interventor de las Rentas Reales y Generales de Alicante en el trienio de 1728 a 1730.
(142) A.H.P.A. Protocolo 790 de Antonio García, “Obligación”, 24-3-1724, ff. 111r-112v; y protocolo 800 de
Antonio García, “Fianza de saneamiento”, 15-9-1736, f. 276r-276v. El deudor, en el momento de contraer el
crédito, aseveraba liquidarlo por todo el mes de septiembre de 1724.
(143) A.H.P.A. Protocolo 801 de Antonio García, “Fianza de la Ley de Toledo”, 22-3-1737, f. 73r-73v.
(144) A.H.P.A. Ibid., “Poder en causa propia”, 22-8-1737, ff. 157r-158v.
198
Játiva, ajustase las cuentas de todos los negocios mantenidos, y cobrase del
citado negociante francés Lorenzo Lagier la tercera parte de los beneficios
producidos en los cuatro años del arriendo de los derechos dominicales del lugar
de Señera, que obtuvieron junto con Jaime Guerola, a quien también debía
cobrar 1.611 libras, 7 sueldos y 2 dineros resultantes del saldo de todas las
cuentas practicado ante el notario Antonio García, en marzo de 1736 (145).
Con la misma finalidad de cobrar adeudos en la ciudad de Cádiz, en 1744
autorizaba a la gaditana compañía comercial de Lostau y Orellana (146), año en
el que Choly seguía dos causas ejecutivas ante el juzgado de la ciudad. Una
contra los bienes del difunto Basilio Rodríguez por una total deuda de 718
libras, 7 sueldos y 10 dineros, que por resolución judicial de 23 de mayo debía
pagarse al acreedor con más 24 libras, 7 sueldos y 11 dineros de las costas,
dándose al efecto libramiento contra la francesa compañía de Rey y Seillac en
cuyo poder se embargaron 750 libras para la seguridad del crédito, oponiéndose
a ello Juan Belerta y otros, pese a lo cual otro auto del 7 de noviembre declaraba
procedente dicho libramiento si el ejecutante daba fianza de acreedor de mejor
derecho, la que hizo suya el escriturario galo Lorenzo Somaire con quien el
marsellés había formado sociedad mercantil (147). Y la otra, por cuantía de 511
libras, 7 sueldos y 7 dineros, contra los bienes del finado jumillano Lorenzo
Guardiola Abellán, proceso referido en páginas anteriores, que en virtud de
sentencia de remate en los bienes ejecutados debía pagarse al negociante el
débito más las costas, si antes éste entregaba la fianza establecida por ley,
saliendo por su fiador el mencionado Juan Bautista Belón menor (148), quien
también sería fiador de Choly por idéntico motivo en el pleito ejecutivo instado
por éste ante el juzgado del Alcalde mayor de la ciudad, D. Vicente Perler,
contra los consortes monfortinos Juan Pérez y Concordia Mirambell para la
cobranza de 3.508 libras, 7 sueldos y 3 dineros, adeudadas desde agosto de
1733, más las costas, cuya ejecución se concretó en los siguientes bienes: una
finca rural en la partida del Lentiscar con su casa, corral de ganado, eras de
trillar y derecho de agua, conteniendo 200 tahúllas en parte plantadas de
arbolado y en parte tierra de pan llevar; un bancal de 3 tahúllas en la partida de
la Canal, y una casa situada en la Plaza Mayor de la población de Monforte del
Cid. Pronunciada sentencia de remate en 1747, y presentada por el ejecutante la
fianza de la Ley de Toledo en 21 de octubre, se procedió a dar los pregones de la
almoneda y, habiéndose publicado once, Domingo Cabanes pujaba en el juzgado
con 606 libras por los rurales bienes ejecutados. A las 10 horas del día 25 de
noviembre, D. Juan Bautista Vergara y Paravecino, regidor decano de la clase de
nobles, celebraba el remate consumida la candela sin aparecer otro postor, sien-
(145) A.H.P.A. Protocolo 803 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 25-1-1741 y 9-11-1741, ff. 18r-
19v y 199r-199v, respectivamente.
(146) A.H.P.A. Protocolo 1773 de Antonio García, “Poder para cobrar”, 15-7-1744, f. 136r-136v. En este año,
también facultaría al murciano Andrés García Benito, al notario Juan Cánovas, de Cartagena, y al notario
alicantino Gregorio García.
(147) A.H.P.A. Ibid., “Fianza de mejor derecho”, 7-11-1744, f. 206r-206v.
(148) A.H.P.A. Ibid., “Fianza de la Ley de Toledo”, 12-11-1744, f. 208r-208v.
199
do adjudicados a Domingo a favor del cual se hizo la venta judicial (149).
Dieciocho días después de tomar posesión de dichos bienes, el cuñado de Choly
arrendaba en aparcería la mencionada finca de 44´5 jornales – 21´36 Ha. –, de
tierra al lugareño Francisco Limiñana, estipulando ocho condiciones
contractuales (150).
Pedro Fauríe, asistente francés de Choly, también actuaría de fiador de éste en
el proceso ejecutivo seguido contra los bienes del fallecido notario agostense
Esteban Castelló por deuda de 350 libras, como consecuencia de haber ganado
sentencia de remate favorable (151).
En esta misma década, el propio marsellés representaría también los intereses
de su conciudadano negociante Baltasar Lesbros, siendo su apoderado en el
pleito promovido en el juzgado real de la ciudad y ante el notario Vicente
Navarro y Pastor contra Lorenzo Somaire por un importe de 601 libras, 17
sueldos y 2 dineros que, por indicación del tío del demandante Alejandro
Lesbros, se ajustaría la deuda conviniéndose el demandado en hacer cesión de
tres créditos, cuyo montante ascendía al total débito (152). Asimismo, Choly
sería fiador legal del negociante genovés Carlos María Risso, residenciado en
Cartagena, en la causa ejecutiva interpuesta por medio de su apoderado
Pompeyo Romero contra los bienes hereditarios del difunto mosén Juan Bautista
Pavía, como heredero universal de su fallecido hermano negociante Antonio
Pavía, para la cobranza de 2.000 libras debidas resultantes del balance de
liquidación de la extinta compañía de Antonio Pavía y Carlos María Risso,
disuelta por común acuerdo entre sus componentes, en cuyos autos recayó
sentencia de remate pese a la oposición hecha por Cecilia y Francisco Antonio
Pavía, hijos y herederos del finado clérigo (153).
Otra forma no habitual, pero tampoco inusual, de cancelar las deudas era
mediante una cesión, como acabamos de exponer en páginas precedentes,
mecanismo consistente en que el deudor traspasaba al acreedor el derecho de co-
(149) A.H.P.A. Protocolo 808 de Antonio García, “Fianza de la Ley de Toledo”, 21-10-1747, f. 189r-189v; y
protocolo 809 de Antonio García, “Venta judicial”, 22-1-1748, ff. 29r-34v. El regidor decano era abogado de los
Reales Consejos, al igual que el Alcalde mayor, actuando de asesor en estos autos por la comisión conferida el
23-11-1747 por el Marqués de Alós, Mariscal de Campo, gobernador y corregidor de la ciudad de Alicante.
(150) A.H.P.A. Protocolo 809 de Antonio García, “Heredad a partido”, 9-2-1748, ff. 41r-43v. Las condiciones
del arriendo fueron las siguientes: 1) Arrendamiento por tiempo de 6 años, desde San Miguel de 1747 al de 1753.
2) El anticipo de 50 libras al arrendatario lo satisfará con la cosecha de 1749, al igual que cualquier otro
préstamo que se concediere. 3) La aparcería será por mitad en los frutos de los árboles, y en la sembradura de
cualquier semilla a razón de 1:6 para el arrendador de las 7 partes practicadas. 4) Obligación del arrendatario de
vivir y habitar la casa de la finca, utilizando en las tierras todo el estiércol producido sin poder sacar la más
mínima cantidad. 5) El arrendatario debe tapar y componer los portillos de las tierras, siendo común el gasto y
por mitad. 6) Obligación del arrendatario de construir a su costa los demás portillos que se hicieren en las tierras,
las que debe cultivar, barbechar y cuidar a uso y costumbre de buen labrador. 7) La limpieza y conreado de todos
los árboles será por cuenta del arrendatario. 8) Al acabar el arriendo, los barbechos que se hubieren hecho y
existieren serán pagados por el arrendador en su justo valor.
(151) A.H.P.A. Ibid., “Fianza de la Ley de Toledo”, 26-8-1748, f. 181r-181v.
(152) A.H.P.A. Protocolo 806 de Antonio García, “Finiquito”, 31-5-1745, ff. 128r-129v. Los créditos cedidos lo
eran contra Basilio Minguez por valor de 304 libras y 18 sueldos; contra Vicente Milot en cuantía de 215 libras,
1 sueldo y 5 dineros, y contra Vicente Verdú por un importe de 81 libras, 17 sueldos y 9 dineros.
(153) A.H.P.A. Protocolo 412 de Adrián Cazorla, “Fianza de la Ley de Toledo”, 9-3-1747, f. 21r-21v.
200
bro sobre un tercero con el que, a su vez, tenía pendiente uno o varios créditos.
Así procedía el tratante Antonio Ferrándiz para zanjar su deuda de 1.202 libras,
9 sueldos y 10 dineros, procedente del ajuste de las compras realizadas en la
“casa de negocios” de Choly entre los días 8 y 18 de junio de 1718, ofreciendo
por especial hipoteca un crédito de 1.720 libras tenido contra el benisero Juan
Ivars, para cuya cobranza mantiene un proceso ejecutivo en el que ha ganado
sentencia de remate, transportando esta cantidad a sus acreedores (154).
El también tratante Manuel Ferrándiz, hermano del anterior, satisfacía al
negociante una deuda de 112 libras y 17 sueldos, por compras al fiado
practicadas en 1720, transfiriéndole la cobranza de igual cuantía pendiente de un
crédito de 192 libras y 17 sueldos debido por el setabense Pedro Camí,
liquidadas un sexenio más tarde junto con las costas por Manuel Llinas Gil en
dos pagas de 50 libras y de 72 libras y 17 sueldos (155).
En 1736, el ilicitano convento de San José, de franciscanos descalzos, le
adeudaba 321 pesos y medio a su síndico Bernardo Bertholón y, por motivos de
fervor religioso, asume el pago del conventual débito el alicantino Juan Salinas.
Pero siendo el síndico deudor a su vez de Choly en la misma suma, cedía a éste
el cobro de su crédito sobre la comunidad religiosa, razón por la que el devoto se
obligaba en ese año a pagar al marsellés la conventual deuda en tres iguales
pagos anuales, lo que cumpliría religiosamente (156).
El propio negociante también usaría la fórmula de la cesión para liquidar el
ajuste de cuentas producido al finalizar un trato tenido con otros negociantes,
habiendo resultado deudor. El villenero Roque Lillo declaraba en diciembre de
1727 deber al marsellés algo más de 7.109 libras del saldo de todas las cuentas,
cantidad reducida a 3.623 libras, 18 sueldos y 7 dineros en el balance practicado
en octubre de 1733, habiendo éste convenido con la genovesa compañía de los
hermanos Gerónimo y Juan Bautista Fabiani hacerles cesión de esta última suma
por tenerla comprometida en el ajuste de cuentas con éstos (157); o también la
cesión practicada de un crédito de 143 libras y 1 sueldo, por deuda principal más
costas, al vecino de San Juan José Ferrándiz, verdadero pagador del mismo, para
que suspendiendo el negociante los autos ejecutivos contra su deudor pudiera
aquél cobrar de éste vecino de Benimagrell la por él satisfecha cantidad
adeudada (158).
En 1724, el doctor Pedro Guillem, médico asalariado de la ciudad, había
adquirido de Choly azúcar por valor de 57 libras y 15 sueldos, firmando un vale
pagadero en un cuatrimestre; pero, incumpliendo su compromiso, 22 años más
(154) A.H.P.A. Protocolo 786 de Antonio García, “Obligación”, 8-11-1720, ff. 394r-395v; y protocolo 787 de
Antonio García, “Cesión”, 10-5-1721, ff. 189r-191v. Las iniciales compras del deudor ascendían a 1.492 libras,
15 sueldos y 10 dineros, que fueron reducidas a 1.202 libras, 9 sueldos y 10 dineros por las cantidades
entregadas a cuenta, motivo por el que también la deuda de Ivars se redujo de 3.848 libras y 14 sueldos a 1.720
libras. Además de a Choly, el tratante también debía 966 libras, 18 sueldos y 6 dineros a la francesa compañía de
José Debruges y Lorenzo Antoine.
(155) A.H.P.A. Ibid., “Obligación y cesión”, 24-11-1720, ff. 418r-419v; y protocolo 792 de Antonio García,
“Carta de pago”, 10-3-1726, f. 79r-79v.
(156) A.H.P.A. Protocolo 800 de Antonio García, “Obligación y cesión”, 24-11-1720, ff. 418r-419v.
(157) A.H.P.A. Protocolo 1773 de Antonio García, “Poder y cesión”, 13-11-1744, ff. 209r-210v.
(158) A.H.P.A. Ibid., “Cesión”, 9-12-1744, ff. 236r-237v.
201
tarde apoderaba al negociante cediéndole sus derechos contra el depositario de
propios y rentas municipales, D. José Paret, para que de su salario se le librare
esa cantidad en tres iguales pagas anuales de 19 libras y 5 sueldos (159).
Menor trascendencia, por su cuantía que no por sus protagonistas, tuvieron en
los negocios crediticios del marsellés los documentalmente llamados “préstamos
graciosos”, así denominados con el indudable ánimo de enmascarar su usurera
finalidad, evadiendo de ese modo las prohibiciones legales (160). Estas
circunstancias evidencian el recurso habitual del préstamo en el Antiguo
Régimen ligado a las necesidades cotidianas, y cuya devolución se produciría en
bastantes casos empleando el mecanismo de la cesión.
Muy pronto comenzaría Choly con esta práctica usuraria. Apenas cumplidos
cuatro años de su arribo y asentamiento en la ciudad, daba al monfortino Juan
Pérez un préstamo de 276 libras pagaderas mediante cesión de éste contra el
almanseño Bartolomé López Preciado, quien se las adeudaba por la mitad del
valor de una galera y un tiro de 5 mulas que le vendió, ofreciendo pagarlas en
Todos Santos de 1715 (161). Sin embargo, en marzo del siguiente año, el
manchego deudor había satisfecho al negociante 132 libras, 18 sueldos y 6
dineros y, para afrontar el pago del débito pendiente, vendía al labrador
alicantino José Martínez un par de mulas, de pelo pardo y herradas, cuyo precio
de venta abonaría el comprador directamente al negociante entregándole 40
libras cuando tuviera cargo para su galera con destino a Castilla, y las otras 103
libras, 1 sueldo y 6 dineros por todo mayo de 1716 (162).
En octubre de 1717, entregaba graciosamente 34 libras a doña Manuela
Martínez de Vera, viuda del caballero D. Tomás Pascual Pérez de Sarrió, que las
devolvería por medio de los labradores de Muchamiel José Ramos y Lorenzo
Forner del canon de arrendamiento de una hacienda llamada el Conchell (163).
Las relaciones crediticias del negociante con esta distinguida familia de la
ciudad se prolongarían por más de una década, pues en mayo de 1720 daba a la
viuda señora 50 libras ordenadas por su noble hijo D. Manuel Pascual Martínez
de Vera, avecindado en Castellón de la Plana, correspondientes a dos “mesadas
de alimentos” en cumplimiento de los acuerdos materno-filiales recogidos en
una escritura de transacción y concordia, además de designar a Choly por su
apoderado para todo tipo de cobranzas y pleitos, poder que éste substituiría en
los en los meses siguientes en el notario Francisco Ferrando y Roçelló, para las
cobranzas, y en el procurador José Soler y Rico para las causas (164). No
obstante, cuatro años después, D. Manuel Pascual se hallaba inmerso en un plei-
(159) A.H.P.A. Protocolo 807 de Antonio García, “Cesión”, 16-2-1746, ff. 42r-43v.
(160) Vázquez de Prada, V., “Protocolos notariales e historia económica: crédito, comercio e industria”, en
Actas del II Coloquio de Metodología Histórica Aplicada. Universidad de Santiago de Compostela, 1984, p. 193.
(161) A.H.P.A. Protocolo 782 de Antonio García, “Obligación y cesión”, 23-9-1715, ff. 219r-220v.
(162) A.H.P.A. Protocolo 783 de Antonio García, “Obligación”, 31-3-1716, ff. 75r-76v.
(163) A.H.P.A. Protocolo 784 de Antonio García, “Obligación y cesión”, 24-10-1717, ff. 282r-283v.
(164) A.H.P.A. Protocolo 786 de Antonio García, “Carta de pago”, “Substitución de poder para cobrar” y
Substitución de poder para pleitos”, 26-5-1720, 28-6-1720 y 23-7-1720, ff. 138r-138v, 156r-157v y 176r-176v,
respectivamente.
202
to ejecutivo, ante el juzgado del Corregidor de la ciudad, promovido por la
iglesia de San Nicolás como poseedor de una casa constituida por especial
hipoteca de un censo, oponiéndose a tal ejecución el negociante, entre otros
acreedores del ejecutado, por un capital de 386 libras comprometidas por el
noble mediante vales presentados en los autos, los que se resolvían en
noviembre de 1724 con una sentencia del Corregidor mandando pagar al
marsellés, en cuarto lugar, esa cantidad más las costas, depositando antes la
fianza de la Ley de Toledo que realizaría el mercader Francisco Jover (165).
Ello, sin embargo, no supondría interrupción alguna en sus relaciones,
continuando el negociante concediendo préstamos graciosos al noble que, en
1728, reconocía con su consorte ser deudores de 387 libras y 4 dineros
entregadas en tres diferentes ocasiones “para satisfacer los alimentos por
mesadas” suministrados a su madre viuda, además de subvencionar otras
urgencias. Y, a su cobranza, procedió judicialmente el negociante en concurso
de acreedores mediante autos iniciados ante el notario Antonio García y, por
acumulación, continuados ante el también notario Vicente Cerdá y Sevillano;
pero considerando imposible percibirlas con inmediatez por estar la hacienda del
deudor gravada con otras anteriores cargas, motivaría ello el preciso arriendo en
septiembre de 1726 de la finca El Conchell al presbítero Jaime Riera, por tiempo
de 8 años, cediendo sus rentas al pago de aquella deuda, mientras el negociante
beneficiaría a los cónyuges concediéndoles moratoria para percibir su crédito
hasta finalizar el dicho arrendamiento (166).
También a comienzos de los años veinte del siglo, el capitán D. Miguel
Morelló, ayudante mayor de la Plaza, había solicitado y recibido del negociante
diferentes préstamos que en conjunto ascendían a 400 libras, destinadas a
reparar los daños producidos por las tropas austracistas en un huerto de la
partida de Baver con su casa, balsa y noria, así como a recomponer algunas
casas propias muy derruidas en el arrabal de San Francisco, librándole su
devolución por manos del arrendatario del citado huerto con una anual renta de
80 libras, más la del inquilino de una casa junto a la Lonja de los Caballeros con
una pensión anual de 50 libras (167). Mas, en 1724, habiendo realizado el
capitán y su hijo algunas mejoras en los citados bienes raíces que poseían pro
indivisos, las cantidades prestadas aumentaron a 900 libras por lo que D.Miguel
y D. Diego Morelló, padre e hijo, para pagar este crédito que tanto “beneficio les
ha hecho”, convenían con el negociante hacerle venta real de la casa alquilada
en la calle de San Agustín, gravada con un censo redimible de 50 libras y anuo
rédito del 5 % a favor del convento de religiosas clarisas de la Santa Faz, en
precio de 950 libras retenidas por el comprador a fin de liquidar el censo y
(165) A.H.P.A. Protocolo 790 de Antonio García, “Fianza de la Ley de Toledo”, 10-11-1724, f. 457r-457v.
(166) A.H.P.A. Protocolo 794 de Antonio García, “Obligación”, 16-5-1728, ff. 161r-163v. Las 3 partidas, con
sus fechas de entrega, fueron como sigue: 335 libras, 7 sueldos y 10 dineros en 20-10-1723; otras 24 libras,16
sueldos y 8 dineros en 3-8-1724; y, por último, 26 libras, 15 sueldos y 10 dineros en 6-10-1724, firmando el
deudor un vale de cada cantidad percibida en el mismo día de la entrega.
(167) A.H.P.A. Protocolo 786 de Antonio García, “Obligación”, 7-12-1720, ff. 431r-432v.
203
cobrarse su crédito (168). Sin embargo, el inmueble enajenado, proveniente de
la adjudicación hecha a D. Miguel por el juez privativo de bienes confiscados en
recompensa a las pérdidas padecidas en la Guerra de Sucesión, fue restituido a
su antigua propietaria en cumplimiento del capítulo noveno de la Paz General de
1725, viniendo D. Diego Morelló, por muerte de su padre, obligado a satisfacer
al negociante las 900 libras prestadas lo que conseguiría culminar tres años más
tarde, en 1728 (169).
A Jaime Llop y Briosco, ayudante del puerto de la ciudad, prestaría 260 libras
ofreciendo devolverlas a la conveniencia del negociante (170), quien haría otro
tanto con su francés mozo Bernardo Lalana al que había entregado mayor
cantidad de 268 libras, 3 sueldos y 7 dineros, habiendo acordado pagarle este
capital con una cesión contra Juan Bautista Abril que, reconociendo debérsela al
prestatario, prometía satisfacerla en la fiesta de San Juan (171).
El caballero D. José Pascual de Ivarra Fernández de Mesa, al objeto de
remediar necesidades acuciantes, le había solicitado al marsellés cantidades
diversas en diferentes ocasiones hasta alcanzar la suma de 520 libras concedidas
por “hacerle merced y buena obra”, poniéndose a disposición del prestamista
para su devolución (172). De esta manera se iniciaba, en 1731, una relación
mercantil entre el noble y el negociante prolongada aún después de morir D.
José, cuyo hecho acaecería en 1745, manteniendo los socorros económicos a sus
familiares. En cualquier caso, el noble prestatario hacía honor a su compromiso
y, en 1734, abonaba a Choly 284 libras a cuenta del antedicho empréstito (173),
prosiguiendo aminorando este con sucesivas pagas en los subsiguientes años
hasta las últimas 22 libras y media, liquidadas con una cesión contra el condado
de Elda efectuada en agosto de 1738 ante el notario valenciano José Gargallo,
debiéndolas de satisfacer el real Colegio del Corpus Christi de la ciudad del
Turia como depositario y pagador del citado condado, misión para la que el
negociante facultaba a Tomás Lostau, negociante francés residenciado en esa
ciudad (174). Al fallecimiento del caballero, su viuda doña Micaela Bojoni y
Forner y su huérfano hijo D. Francisco, teniente del Regimiento de Infantería
Cataluña, reconocen deberle al marsellés un préstamo de 100 libras necesitadas
para sufragar ineludibles urgencias; a saber, 49 libras y 19 sueldos para costear
el funeral y obra pía de finado marido, pagadas por el propio prestamista; otras
30 libras para pagar el viaje de su hijo desde la Ciudad Condal hasta Alicante, y
(168) A.H.P.A. Protocolo 790 de Antonio García, “Venta real de casa”, 17-6-1724, ff. 253r-258v. La vivienda
vendida fue adjudicada al vendedor por D. Tomás Melgarejo y Gamboa, caballero de la orden de Santiago, del
Consejo de S.M., oidor de la real Audiencia de Valencia y juez privativo de bienes confiscados de Alicante y su
jurisdicción, en remuneración a sus pérdidas según testimonio de Francisco Antonio Gallego di Monte, escribano
de Cámara de la Audiencia y de la comisión de confiscados, habiendo pertenecido antes a Patricia Egea, viuda
del confiscado doctor Basilio Colomer.
(169) A.H.P.A. Protocolo 630 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Carta de pago”, 5-2-1728, f. 54r-54v.
(170) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Obligación”, 3-2-1721, f. 66r-66v.
(171) A.H.P.A. Protocolo 795 de Antonio García, “Cesión en causa propia”, 2-4-1729, ff. 148r-149v.
(172) A.H.P.A. Protocolo 902 de Francisco Hernández, “Obligación”, 17-4-1731, f. 20r-20v.
(173) A.H.P.A. Protocolo 798 de Antonio García, “Carta de pago”, 9-12-1734, f. 501r-501v.
(174) A.H.P.A. Protocolo 802 de Antonio García, “Poder para cobrar”, 15-1-1740, f. 14r-14v.
204
20 libras y 1 sueldo para sufragar el retorno a reintegrarse éste a su batallón de
guarnición en la Ciudadela de Barcelona, acordando pagárselas por tercias
anuales de 16 libras, 13 sueldos y 4 dineros abonadas por el noveldense José
Marco, arrendatario de un molino harinero denominado “de Espuch” propio de
los prestatarios (175). En realidad, madre e hijo no hicieron sino continuar la
cesión que contra el citado arrendatario había efectuado su difunto marido y
padre, en noviembre de 1743, para satisfacer al negociante un crédito de 654
libras, 13 sueldos y 3 dineros, parcialmente invertido en la obtención por su hijo
del grado de Teniente en el tercer batallón del Regimiento de Infantería Zamora,
que debía pagar el citado molinero liquidando 352 libras, 3 sueldos y 3 dineros
por tercias entre abril de 1744 y diciembre de 1746, lo que realmente ejecutó,
mientras la restante deuda iría pagándola en el transcurso del siguiente sexenio
(176). En 1747, componían esta tres partidas en cantidades de 219 libras, 3
sueldos y 4 dineros; 33 libras , 6 sueldos y 8 dineros, y 50 libras, provenientes
del crédito paterno, del generado por la viuda y su hijo y del préstamo recibido
por el noble militar, respectivamente, cuyo sumatorio supondría una total deuda
de 302 libras y media que éste último ofrecía pagar al negociante con otra cesión
contra Francisco Navarro, nuevo arrendatario noveldense del expresado molino,
quien efectuaría el pagamiento a razón de 50 libras anuales satisfechas por
tercias en los meses de enero, mayo y septiembre (177).
En ese mismo año, el regidor de la clase de ciudadanos Vicente Beviá y su
esposa Josefa María Tredós peticionaban al marsellés un empréstito de 188
libras, 16 sueldos y 6 dineros, comprometiéndose a su devolución en media
docena de iguales pagas anuales, de las que Choly percibiría en vida las dos
primeras (178). Pero, con anterioridad, el ciudadano militar Pedro Vicente Altet
también le había demandado un préstamo de 25 libras, las que ofrecía devolver
con la pensión del arrendamiento de un huerto de su propiedad pagada por el
labrador Bautista Jorro, arrendatario del mismo (179).
Las precedentes líneas no deben inducir a una idea equivocada, pues, aunque
hayamos resaltado la condición social de los prestatarios, ello no significa que el
marsellés tuviera reticencias a la hora de practicar este tipo de negocios
crediticios con personas de inferior categoría, ya que también concedería
empréstitos, entre otros, a un sarriero alicantino, a la viuda de un notario o a un
vecino de Altea (180).
Otra de las actividades crediticias practicadas con cierta asiduidad por los
(175) A.H.P.A. Protocolo 806 de Antonio García, “Obligación y cesión”, 15-1-1745, ff. 189r-190v.
(176) A.H.P.A. Protocolo 807 de Antonio García, “Carta de pago”, 12-2-1746, ff. 41r-41v.
(177) A.H.P.A. Protocolo 808 de Antonio García, “Obligación y cesión”, 26-9-1747, ff. 179r-182v.
(178) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 24-3-1747, ff. 87r-88v. Las anuales pagas de 31 libras, 9 sueldos y 5 dineros
coincidirían con esta fecha de escrituración del préstamo, comenzando a correr desde otro tal día de 1748, razón
por la que el negociante cobraría sólo dos plazos.
(179) A.H.P.A. Protocolo 807 de Antonio García, “Obligación y cesión”, 13-12-1746, f. 267r-267v.
(180) José Puigserver recibía 60 libras, asegurando su paga con una hipoteca sobre una casa propia en el barrio
de San Francisco y calle del Parador; María Ramón, viuda del notario Francisco Andujar, adeudaba más de 56
libras prestadas, al igual que el alteano Juan Silvestre que le debía 35 libras y media, prometiendo ambos
satisfacerlas “a voluntad” del prestamista. A.H.P.A. Protocolos 796, 800 y 806 de Antonio García, “Obligación”,
4-5-1731, 11-12-1736 y 3-9-1745, ff. 168r-168v, 360r-360v y 173r-173v, respectivamente.
205
negociantes fueron las letras de cambio, a las que Choly no prestó excesivo
interés, acaso por considerar que los beneficios resultantes no compensaban las
dificultades y gastos producidos para obtenerlos. Lo cierto es que no llegarían a
la media docena de estos documentos crediticios en los que participaría el
negociante, nunca como librador ni librado y sí como tomador del crédito
durante la década de los años veinte.
En el último trimestre de 1723, el gaditano Casimiro García libraba una letra
de 100 doblones contra la compañía del francés Bernardo Peyralon y a favor de
sus paisanos Lasala y Juárez, quienes la traspasaban a Miguel Alapont y éste la
cedía a Choly para su cobranza; pero el librado negociante francés no la
aceptaba “por las razones que escribe” al librador de ella (181).
Un trienio más tarde era el marsellés Andrés Fithon quien sacaba una letra de
132 piastras, 8 sueldos y 3 dineros a la orden de su conciudadano negociante
Alejandro Lesbros, que la endosaba a Choly para su cobranza del librado
mercader galo Juan Bautista Amy, quien a la presentación del tenedor rechazaba
su aceptación por razones que comunicaría a su dador, las mismas que utilizaría
para no pagarla a su vencimiento (182).
En 1728, el mallorquín Rafael Enrique Cortés giraba una letra de 450 pesos
para cobrarla el tomador José Esquier del librado negociante francés Pedro
Geraers, gerente y administrador de la compañía de Clara María de Negri,
endosándola aquél a Choly. Geraers aceptaba pagarla a su plazo y, vencido este,
(181) A.H.P.A. Protocolo 789 de Antonio García, “Protesta de no aceptación de letra”, 9-10-1723, f. 328r-328v.
(182) A.H.P.A. Protocolo 792 de Antonio García, “Protesta de no aceptación” y “Protesta de no pagamiento”,
29-8-1726 y 31-8-1726, ff. 342r-342v y 343r-343v, respectivamente. Una piastra equivale a una libra o un peso.
Alejandro Lesbros fue el primero de una familia de provenzales negociantes mayoristas, formada también por su
hermano Gaspar y su sobrino Baltasar, en asentarse temporalmente en Alicante antes de iniciarse la guerra de
Sucesión, soportando los avatares sufridos por la ciudad y recompensado por ello con una casa en la calle
Labradores confiscada a Gaspar Puigserver. Su labor de factor de la casa central le llevó a enviar a Marsella
remesas de productos del país, en especial una partida de 25 botas de aceite en mayo de 1710 y, como integrante
de la nación francesa, a participar, junto a Raimundo Boviñan, Antonio Dupin y el cónsul general francés D.
Juan Bigodet, en la negociación para liberar a los escribanos de dos barcas, una francesa y otra genovesa,
encarcelados por orden de D. Felipe Bolifón a causa de no pagar los derechos de la carga de sosa realizada en el
embarcadero del Mojón, de la ciudad de Orihuela, siendo Lesbros el interlocutor ante el abogado napolitano
responsable de las Rentas Reales y Generales de Alicante. Alejandro, contrario al pago de las contribuciones del
Cuartel de Invierno al igual que su cónsul Bigodet, se repatrió a su ciudad natal, vendiendo antes la casa de la
calle Labradores al alicantino D. Antonio de Riviera. En 1720, aparecen establecidos en la ciudad Gaspar y
Baltasar Lesbros, padre e hijo, residiendo en la calle Carnicerías; pero, poco tiempo después, retornarían también
a su capital provenzal. A.H.P.A. Protocolo 778 de Antonio García, ff. 116r-116v y 135r-136v; protocolo 779 de
Antonio García, ff. 28r-31v; protocolo 784 de Antonio García, ff. 279r-281v; A.M.A. Arm. 7, Lib. 2,
“Repartimiento del Equivalente. Años 1720 y 1721”.
Por su parte, el negociante de puerta abierta Juan Bta. Amy aparece establecido en Alicante residiendo en la
calle de la Balseta, en donde posee tienda de ropas, telas y tejidos abastecida desde Génova y Marsella. En 1729
se hallaba viviendo con su hijo Juan en la calle Barranquet, inmediaciones de la plaza del Portal de Elche,
trasladándose luego a la calle de San Nicolás, teniendo formada sociedad con el malagueño Arnaldo Courrad en
la que quedó pendiente un crédito de 5.500 reales de vellón adeudado por Juan Luminati, tratante de Motril
reconvertido en sacerdote. Posteriormente, formaría nueva compañía con el francés Pedro Olive, avecindado en
Murcia a donde se trasladó en 1721 desde Alicante, denominada Juan Bautista Amy, Hijo y Olive, siendo uno de
sus proveedores el negociante marsellés Esteban Lespian con quien ajustaba cuentas en 1733 a través de su
apoderado Lorenzo Antoine, resultando alcanzados en 1.525 libras, 19 sueldos y 2 dineros que ofrecieron
satisfacer al acreedor en el plazo de un lustro. En 1736 se ausentaría definitivamente de Alicante. A.H.P.A.
Protocolo 901 de Francisco Hernández, ff. 62r-63v y 99r-101v, y protocolo 797 de Antonio García, ff. 272r-
274v. A.M.A. Arm. 7, Lib. 2, 4 y 5, “Repartimiento del Equivalente. Años 1727-1736”.
206
el librado afirmaba tener pagado el crédito cumpliendo el recado del endosatario
transmitido por su ayudante Bernardo Lalana, acompañado por Agustín de
Suazo y Juan Bautista Jiménez, para que le diera una “carta de crédito” sobre un
deudor de Murcia, lo que ejecutó al instante entregándola a Jiménez, pese a lo
cual el tenedor le protestaba el impago de la cantidad contenida en la letra (183).
Además de las mencionadas, el negociante sería tomador de otras dos letras de
cambio datadas en agosto de 1721 y julio de 1733, cuyos contenidos se
estructuran siguiendo los modelos descritos, razón por la que obviamos su
reiteración. Después de la común actitud de no aceptación de los deudores,
comenzaban los verdaderos y costosos inconvenientes para la percepción de los
créditos contenidos en estos documentos, iniciados con la consiguiente protesta
(183) A.H.P.A. Protocolo 794 de Antonio García, “Protesta de letra”, 27-8-1728, ff. 284r-285v. La sociedad
comercial de Clara María de Negri tenía por titular a la homónima fémina genovesa que, en el último tercio del
siglo XVII, contrajo nupcias con su compatriota Nicolás Risso con quien tuvo a sus hijas Candia e Isabel Risso
y, habiendo enviudado, volvía a desposarse con el francés Ignacio Geraers del que también enviudaría, no sin
antes procrear a sus hijos Pedro, Ignacio y Ana María Geraers, permaneciendo la mayoría solteros, excepto los
dos últimos citados que se casarían, respectivamente, con la alicantina Javiela Pérez y con el negociante
marsellés Enrique Voullonne, componente de la compañía Luis Long y Voullonne dedicada al comercio
exportador de barrilla y sosa entre 1725 y 1731, que retornaría a su ciudad natal en 1732. Los primeros datos en
torno a la genovesa sociedad arrancan en 1718, cuando Pedro Geraers, habiendo superado la mayoría de edad de
25 años, actuaba representando a su viuda madre que no sabía firmar. Sus operaciones se encuadran en el
comercio mayorista practicado por los negociantes de puerta cerrada, compaginando las actividades de entradas
y salidas de géneros con otras de carácter crediticio y especulativo, siguiendo patrones de conducta similares a
los que singularizan a esta categoría de comerciantes. Como empresa mayorista, sus importaciones y
exportaciones estuvieron bastante equilibradas con un ligero predominio de las entradas sobre las salidas de
productos, pues de las primeras satisfizo unos derechos aduaneros máximos de 423.343 maravedíes, mientras
que las mayores cargas arancelarias pagadas por las mercancías exportadas ascendieron a 325.224 maravedíes.
Génova, Barcelona y Hamburgo serían los principales puertos abastecedores de los artículos importados,
predominando los textiles y telas como lienzos de la Rosa, de Holanda, de Alemania, lienzos blancos, hilo, cotin,
bocaranes, tapices adamascados, terlises, mantelerías, tapicerías, brocatelos de seda, sedas, pañuelos de seda y
terciopelos; pero también piedras de genoviscos, mármoles, ramos de flores naturales y artificiales, pimienta,
hierro y acero alemán, además de cobre en pasta y en calderas. Procedente de Mallorca llegarían paños y
alcaparras y sangalas, importando azúcar rosado y de la Habana a través del puerto de Cádiz. La mayor parte de
estos productos entraron en Alicante “de tránsito” hacia Madrid y Granada, evidenciándose la función
redistribuidora hacía la Corte de los comerciantes, actividad que compaginaban con la venta minorista a
particulares. Las exportaciones, basadas en barrilla, almendras, almendrolón, vino, anís y sal, se dirigían hacia el
puerto normando de El Havre y, sobre todo, al de Hamburgo.
Esta empresa comercial tuvo diferentes sedes en la ciudad durante sus 35 años de existencia. Mientras vivió su
fundadora estuvo ubicada en las inmediaciones portuarias, ocupando primero un inmueble en la calle del Muelle
y pasando después a la del Postiguet. Al fallecimiento de Clara María de Negri, acaecido en 1734, la compañía
pasó a denominarse Pedro e Ignacio Geraers, estableciéndose en la calle Labradores durante el siguiente trienio
para, posteriormente, desplazarse a la plazuela de doña Antonia Escorcia, en la calle de la Pelota, en donde
permaneció hasta 1745 y, finalmente, asentarse en la calle Mayor.
Con los beneficios de su comercio y negocios, los hermanos Geraers compraron en 1731 a los muchameleros
esposos Nicolás Jofriu y Josefa Gozálbez una finca con su casa y cisterna en la rural partida de Almaja,
conteniendo 17 tahúllas de huerta plantadas de viñas y frutales, además de un jornal y medio de tierra campa,
apreciada en 700 libras.
Pedro Geraers moría en 1754 a la edad de 63 años y, siete años después, en 1761 fallecía su hermano Ignacio
cuando contaba 65 años, dejando viuda y huérfanos a tres hijas y un hijo.
A.H.P.A. Protocolo 901 de Francisco Hernández, “Promisión de dote” y “Recepción de dote”, 1-12-1730 y 16-
12-1730, ff. 114r-114v y 129r-129v; protocolo 903 de Francisco Hernández, “Testamento”, 30-5-1732, f. 83r-
83v; protocolo 905 de Francisco Hernández, “Codicilo” y “Poder”, 4-8-1734 y 27-8-1734, ff.82r-82v y 91r-91v,
respectivamente; protocolo 909 de Francisco Hernández, “Venta real de heredad”, 24-1-1739,, ff. 18r-20v.
A.M.A. Arm. 7, Lib. 2 a 10, “Copia de la certificación de D. Vicente Bonavida…, años 1728-30” y
“Repartimiento del Equivalente. Años 1719 a 1761”.
207
jurídica del acreedor y culminados con causas judiciales para su cobranza, de
imprevisible duración temporal, todo lo cual justificaría el pronto abandono por
el marsellés de esta práctica crediticia.
En su diversificación de actividades, Choly también se ocuparía bien pronto de
otras operaciones especulativas, tales como el arrendamiento de derechos
dominicales y el del medio diezmo.
D. Jacinto Forner Sans de la Llosa y Alboy, barón de Finestrat y señor de
Benasau y Agost, le cedía al comerciante en 1714 la cobranza de sus derechos
dominicales en su baronía por tiempo de tres años, en base a lo cual cobraría 100
libras a los egregios condes de Montealegre adeudadas al cesionista por la
pensión de un censo de capital 2.000 libras, que fueron pagadas por su polopino
representante Tomás Sans (184). Al siguiente año, el negociante percibía igual
cantidad de los mismos deudores satisfecha, en esta ocasión, por Patricio López
y Alejandro Such, regidores de su baronía de Polop (185).
Satisfecho el noble D. Jacinto de las actuaciones del negociante, y
reconociendo hallarse muy empeñado y precisada su casa, en 1717 prorrogaban
por cinco años la percepción de sus rentas, conviniendo que Choly le
suministrara lo necesario para el sostenimiento de su casa y que del remanente,
descontados los beneficios del negociante, pagara a sus acreedores (186). Como
representante del valenciano caballero con poderes para las cobranzas y pleitos,
substituía el marsellés los de cobrar en los múrcianos procuradores Miguel
García y Pedro Valverde para la liquidación de las cantidades adeudadas por el
finestratense Juan Mayor, a la sazón avecindado en Murcia, como arrendatario
de los derechos dominicales de esa baronía (187). En 1721, el negociante
practicaría el mismo procedimiento jurídico en la persona del tratante setabense
Jaime Guerola, para el cobro de las pensiones debidas por el arriendo de un
molino harinero situado en el lugar de Canals perteneciente al barón de Finestrat
(188), además de continuar percibiendo el anual rédito de los barones de la villa
de Polop, esta vez por manos de su vecino Donato Sánchez (189).
En septiembre de 1723, el barón de Finestrat ajustaba con el negociante las
cuentas del recién acabado lustro de arrendamiento de derechos, resultando el
noble deudor en 2.410 libras, 1 sueldo y 9 dineros, cantidad que incluía también
una partida de 354 libras y 3 sueldos del precio de los granos para simiente
suministrados por Choly a los vasallos de la baronía; pero no habiendo podido
D. Jacinto satisfacer los débitos a sus acreedores a causa de la “esterilidad e
(184) A.H.P.A. Protocolo 782 de Antonio García, “Carta de pago”, 1-3-1715, f. 42r-42v. La cesión de derechos
del noble caballero de la orden de Nuestra Señora de Montesa y San Jorge de Alfama se practicó por escritura
ante Esteban Castelló, notario de Agost, el día 16 de marzo de 1714.
(185) A.H.P.A. Protocolo 783 de Antonio García, “Carta de pago”, 18-12-1716, f. 310r-310v. Los condes de
Montealegre eran los señores barones de Polop de la Marina, La Nucía, Chirles y Benidorm.
(186) A.H.P.A. Protocolo 789 de Antonio García, “Ajuste entre partes”, 29-9-1723, ff. 296r-298v. El convenio
se firmaba en Valencia el 12 de abril de 1717 ante el notario José Bru.
(187) A.H.P.A. Protocolo 785 de Antonio García, “Substitución de poder”, 14-3-1718, ff. 53r-55v.
(188) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Substitución de poder”, 25-1-1721, ff. 45r-46v.
(189) A.H.P.A. Protocolo 788 de Antonio García, “Carta de pago”, 1-9-1722, f. 247r-247v. La cantidad abonada
fue de 124 libras comprendidas las 100 libras del rédito y las 24 libras por las costas de la cobranza.
208
infortunio de los tiempos”, manifestaría su voluntad de que Choly continuara
administrando sus rentas y hacienda en las mismas condiciones convenidas en
1717; es decir, entregarle de sus rentas aquellas cantidades precisas para su
auxilio, mantenimiento de su casa y familia, y que del sobrante se satisficiere el
negociante y pagare a sus demás acreedores, aceptándolo el marsellés. Esta
relación perduraría en el tiempo otros cinco lustros, prolongándose más allá del
fallecimiento del barón acontecido en el primer semestre de 1735. Tanto fue así
que el labrador Andrés Espinosa, residente en la partida del Almajá y
responsable, entre otros encargos, de los cultivos de la hacienda del difunto
noble, de la distribución del agua de riego y de la venta de los vinos, ajustaba en
diciembre de 1735 las cuentas con el negociante de las que obtendría un saldo
deudor en julio de 1736 (190). A mayor abundamiento, en octubre de 1737
recibía el negociante poder especial de los albaceas testamentarios del finado
barón, para que vendiera al mencionado labrador una pieza de tierra de 6
jornales con algunos almendros y un aljibe, situada a la parte de debajo de la
Cruz de Piedra, por precio de 168 libras y 15 sueldos a satisfacer en dos iguales
pagas anuales entregadas en noviembre 1739 y 1740 (191).
Así mismo, en octubre de 1748, el citado albaceazgo cedía al negociante sus
derechos a la cobranza de un crédito de 846 libras, 15 sueldos y 10 dineros
contra los bienes del fallecido notario Esteban Castelló, por no embarazarse en
un litigio de concurso de acreedores y verse precisado a proceder contra el
finestratense Vicente Ortuño, quien en unión de Antonio Sebastiá como marido
de María Castelló, hija del finado notario, se habían opuesto al pleito instado por
el marsellés contra los bienes del fedatario público por un débito de 650 libras,
11 sueldos y 7 dineros más las costas, cuya sentencia, que gradaba al negociante
como acreedor de mayor derecho, se hallaba apelada por Ortuño ante la
Audiencia y pendiente de veredicto (192).
Durante el cuatrienio comprendido entre 1736 y 1739, también el negociante
participaría por tercias, junto a los anteriormente citados Lorenzo Lagier y Jaime
Guerola, en el arrendamiento de los derechos dominicales del lugar de Señera –
Játiva –, pertenecientes a su señor D. Manuel Forner Sans de la Llosa y Alboy,
hermano del finado barón de Finestrat, pretendiendo liquidar las cuentas con sus
socios arrendatarios dos años después de finalizado el arriendo, como queda
referido en páginas precedentes (193).
Por otra parte, Choly accedía también en 1718 al arrendamiento del medio
diezmo y regalías de Monforte del Cid por tiempo de tres años, abonando al
clavario de propios y rentas del lugar, Ignacio Albeza, la pensión de 316 libras y
2 sueldos correspondiente al primer semestre de ese año, que sería satisfecha
(190) A.H.P.A. Protocolo 800 de Antonio García, “Obligación”, 27-7-1736, ff. 215r-216v.
(191) A.H.P.A. Protocolo 801 de Antonio García, “Venta real de tierra”, 1-12-1737, ff. 285r-288v. El presbítero
Dr. Muedra y D. Joaquín Monsoriu y Castelví fueron los albaceas del difunto noble, a quien perteneció este
pedazo de tierra como legatario de su tía doña Ángela Ladrón, la que se adueñó de ella en pago de un crédito
contra Bartolomé Riera.
(192) A.H.P.A. Protocolo 809 de Antonio García, “Aceptación de cesión”, 5-10-1748, ff. 202r-203v.
(193) Supra, página 199, nota 145.
209
con 121 libras y 15 sueldos en dinero efectivo más 194 libras y 7 sueldos
entregadas al francés Bonifacio Rimbau, apoderado de la localidad desde
octubre de 1717, siendo ambas partidas pagadas por mano y caudal propio del
médico D. Vicente Guillem, en quien el negociante lo había subarrendado
verbalmente, bajo palabra de buena fe, sin mediar escritura pública ni privada y,
cumpliendo la palabra empeñada, el facultativo le abonaría todas las cantidades
adeudadas por las pensiones del subarriendo (194).
Otro negocio inversor practicado por el negociante sin profusión ni
convicción, de forma coyuntural, fue la compra de censos. En 1734, el caballero
D. José Pascual Fernández de Mesa, necesitado de recursos crematísticos, le
vendía 500 libras de censo redituado al 5 % anual pagado por tercias por la
propia ciudad, parte de un mayor censo de 3.000 libras de capital que se impuso
el Concejo alicantino a favor del padre del vendedor, al que le perteneció en la
partición hereditaria de los bienes paternos y maternos realizada con su hermano
D. Pablo, al cual le transportó las citadas 500 libras en los primeros días de 1732
ante el notario valenciano Bartolomé Villarroya. De esta manera, el marsellés se
convertía en acreedor censualista de la ciudad, cobrando los intereses pertinentes
a partir de la tercia de diciembre de ese año (195).
Transcurridos dos cuatrienios, realizaba una nueva tentativa inversora de
escasa cuantía comprando a los hermanos Pedro, María Luisa y Josefa María
Milot, casada ésta con Lorenzo Fajardo, 100 libras de censo redimible con sus 5
libras de anua pensión, mitad de las 200 libras que el curtidor Bautista Almansa
impuso en 1722 a favor del canónigo D. Jacinto Milot, como tutor y curador de
sus menores sobrinos, sobre una casa situada en la calle del Pull, arrabal de San
Antón, y con posterioridad vendida por el censatario al notario Pascual Bayona,
quien como propietario del inmueble censado reconocía al negociante como
titular censualista del crédito (196).
Cinco años más tarde, en 1747, Choly haría la tercera y última intentona
inversora en este tipo de negocios, adquiriendo un censo al quitar de 280 libras
con sus 280 sueldos de rédito anual vendido por el tratante Manuel Hernández,
parte de otro de capital 981 libras, 11 sueldos y 6 dineros que a su favor
cargaron, en 1744, el sarriero Francisco Navarro y su esposa Manuela Cortés
sobre una hacienda con su casa y corral de ganado, conteniendo 100 jornales de
tierra, situada en la partida ilicitana del Saladar (197).
En su dilatada trayectoria profesional, el negociante actuaría de manera
individual y solitaria, siguiendo la tendencia predominante durante la centuria en
(194) A.H.P.A. Protocolo 1764 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Carta de pago”, 5-12-1718, f. 430r-430v, y
protocolo 444 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Carta de pago”, 18-3-1719, f. 143r-143v.
(195) Supra. páginas 204 y 205, notas 172 a 177. A.H.P.A. Protocolo 798 de Antonio García, “Venta real de
censo”, 29-8-1734, ff. 409r-410v. Los progenitores del vendedor fueron D. Francisco Pascual de Ibarra, del
Consejo de S.M. en el de Aragón, y doña Alfonsa Martínez de Vera. La Ilustre Ciudad pagaba las tercias el
último día de abril, agosto y diciembre.
(196) A.H.P.A. Protocolo 804 de Antonio García, “Venta de censo” y “Reconocimiento de censo”, 11-8-1742,
ff. 137r-140v y 141r-142v, respectivamente.
(197) A.H.P.A. Protocolo 827 de Gregorio García,“Venta de censo”, 15-9-1747,ff. 96r-97v.100 jornales = 48 Ha
210
otras ciudades marítimo comerciales (198), con tan sólo tres excepciones. Por un
lado, la empresa comercial formada con Bartolomé Achy y mantenida con
carácter intermitente desde 1711 hasta 1722, año de sus esponsales con Mariana
Cabanes, ya referida con anterioridad; y, por otro, las sociedades establecidas en
1738 y 1740 con los hermanos Subirand, negociantes minoristas de Lorca. Con
bastante antelación a estos años, el marsellés conoció de la existencia de los
Subirand con los que había mantenido relaciones mercantiles, pues en 1724 la
francesa compañía de Antonio Beltrand y Diego Subirand, asentada entonces en
Alicante, le adeudaba 2.065 libras, 5 sueldos y 8 dineros de los tratos y ventas
practicadas, ofreciendo los deudores satisfacerlas pagando 565 libras, 5 sueldos
y 8 dineros a la voluntad del acreedor y las otras 1.500 a percibir, sin esperar
plazo alguno, de la entonces subsidiaria sucursal establecida en la ciudad de
Lorca, regida por Juan y Francisco Subirand (199). De esta manera daban inicio
las relaciones profesionales de los tres hermanos con el marsellés, cada vez más
fluidas con el devenir de los años, hasta el punto de autorizarles pasados dos
años el cobro de todos sus créditos debidos por cualquier vecino de esa ciudad
murciana (200).
Sin embargo, pasada una década, en 1736, se conoce la noticia sobre la
bancarrota de la compañía lorquina, así como la formación de la relación de
acreedores con sus respectivos créditos y del balance de fondos disponibles para
pagarlos, pretendiendo Juan y Francisco Subirand hacer cesión jurídica de ellos.
Ante ello, los cuñados Pedro Choly y Bartolomé Picó, en unión de Pedro José
Lombardon, apoderaban al lorquino Andrés García Ojos para admitir la citada
cesión o intervenir en el concurso de acreedores, sin solicitar para ello la pena de
cárcel de los arruinados deudores (201).
En el año 1738 parecía haberse superado la crisis económica de los Subirand y
ganado, de nuevo, la confianza del negociante hasta el punto de participar en las
dos terceras partes de una fraternal tienda de ropas, a la que en mayo de ese año
surtía con su propio caudal empleando 360 libras, 9 sueldos y 3 dineros al
contado, y constituyéndose pagador de las restantes 1.783 libras, 18 sueldos y 10
dineros a satisfacer a los proveedores mercaderes, a quienes les firmó vales y les
remitió otras mercancías mientras subsistió la tienda. Formado inventario
general de ella y ajustadas las cuentas, el negociante resultaba acreedor en 2.954
libras, 11 sueldos y 2 dineros pagados por todos los géneros remitidos, además
(198) Carriere, Charles., Op. cit., pp. 875 y 879. Franch Benavent, R., Crecimiento comercial y enriquecimiento
burgués en la Valencia del siglo XVIII. Valencia, 1986, pp. 242-245.
(199) A.H.P.A. Protocolo 790 de Antonio García, “Obligación y cesión”, 18-12-1724, ff. 533r-534v. Los
negocios de Beltrand y Subirand no fueron nada halagüeños, hasta el extremo de haber quebrado 6 años después,
según manifestaba el propio Diego en el día 7 de abril de 1731, diciendo “no tengo bienes raíces en esta ciudad
de que soy vecino, ni caudal alguno como es público por haberlo perdido, y su mantenimiento puede del favor y
gusto que sus hermanos, que se hallan domiciliados en la ciudad de Lorca, le socorren para poder mantener sus
obligaciones”. A.M.A. Arm. 7, Lib. 3, “Relaciones de mercantes de puerta cerrada desde el año 1731 hasta el de
1734”.
(200) A.H.P.A. Protocolo 792 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 13-8-1726, f. 323r-323v.
(201)A.H.P.A. Protocolo 800 de Antonio García, “Poder para concurso”, 14-12-1736, ff. 363r-364v. El
negociante Pedro José Lombardón era hijo del difunto negociante francés Pedro Lombardón y, como éste,
211
de 956 libras, 2 sueldos y 3 dineros correspondientes a las 2/3 partes de los
beneficios obtenidos en la tienda, los cuales ascendían a 1.434 libras, 3 sueldos y
5 dineros, lo que suponía un total débito de 3.910 libras, 13 sueldos y 5 dineros
en géneros y créditos retenidos por los Subirand; pero con la obligación de
constituir el fondo de una nueva sociedad creada en Lorca al comenzar junio de
1740 bajo el nombre de “Lorenzo Somaire y Cía”. Los Subirand aportaban
como fondo 478 libras, 1 sueldo y 2 dineros resultantes de su parte de ganancias
de la tienda, mientras el tercer componente, que daba la razón social, realizaría
su prestación con trabajo llevando la contabilidad y aportando el nombre a la
mercantil empresa, acaso por ser de mayor relevancia en Lorca al del propio
marsellés. En consecuencia, Somaire no participaría de manera directa en la
sociedad constituida en terceras partes, continuando la proporción practicada en
la susodicha tienda, en la que Choly, como socio mayoritario en sus dos terceras
partes, determinaría lo que debiera percibir éste por su aportación, quedando la
tercera parte restante para los franceses hermanos.
En los capítulos de la escritura de formación de la sociedad se establecía que
los créditos perdidos se rebajarían proporcionalmente entre las partes. Los
socios debían pagar del fondo común todos los dispendios relativos a “alquiler
de casa, comidas, salarios de los sirvientes, alcabalas y otros gastos de
comercio”, conceptuándolos como anticipo de sus futuros beneficios, para lo
cual Somaire formaría del común fondo una cuenta particular a cada uno de los
dos socios, en la que se anotarían las cantidades gastadas. Sin embargo, Choly,
como socio económico principal, circunstancia reforzada por su condición de
acreedor, impondría sus propias condiciones a los asociados minoritarios que
coartaban su capacidad de gestión, al tiempo que demostraba el poder otorgado
por el dinero, cumpliéndose la satírica sentencia al respecto preconizada por
Quevedo en la anterior centuria. Por ello, “ningún socio podía sacar porción
alguna para pagar créditos sin el expreso consentimiento de Choly”, ni tampoco
“empeñar la Compañía en ningunas compras, ni en otra manera, sea de la
calidad que fuere” sin preceder carta orden del negociante, quien en exclusiva
estaba facultado para firmar vales. Así mismo, los socios quedaban obligados a
presentarle anualmente, en los últimos días de abril, inventario del estado de los
negocios y, además, el tiempo de existencia de la sociedad dependía de la única
voluntad del negociante “… tal que siempre que le pareciere disolverla, con
motivo y sin el, lo pueda practicar sin que por razón alguna se le pueda poner
embarazo” (202).
El interés del documento contractual radica en que, por una parte, combina
rasgos típicos de las habituales compañías generales o colectivas – como utilizar
los socios en sus relaciones con el público, el común nombre de la firma o razón
social formada por un solo nombre seguido de la palabra “y compañía”, o la res-
(203) Uría, R., Derecho mercantil. Marcial Pons, ediciones jurídicas. Madrid, 1995, pp. 138 y 151. Petit, C., La
compañía mercantil bajo el régimen de las Ordenanzas del Consulado de Bilbao, 1737-1829. Sevilla,
Universidad, 1980, p. 50.
(204) El corto número de este tipo de contratos disponibles por Petit en Bilbao para el siglo XVIII representaba
el 8 %, siendo aún menor los 4 localizados en Valencia por Franch Benavent para el mismo período secular, que
suponían el 7´5 % de las sociedades comerciales. Por su parte, el malogrado García-Baquero expresaba su
inexistencia en el Cádiz del Setecientos, afirmando que sólo había dos tipos de sociedades, “las colectivas o
generales y las anónimas o por acciones”. Carrasco González, M. G., Los instrumentos del comercio colonial en
el Cádiz del siglo XVII (1650-1700). Banco de España, Servicios de Estudios de Historia Económica, nº 35,
1996, p. 26.
(205) A.H.P.A. Protocolo 799 de Antonio García, “Protesta de letra”, 27-4 -1735, ff. 161r-162v; protocolo 810
de Antonio García, “Poder para pleitos”, 1-7-1748, f. 152r-152v, y protocolo 668 de Vicente Fons, “Obligación”,
7-1-1763, f. 3r-3v.
(206) Este mercader provenzal iniciaba la ruta migratoria alicantina con posterioridad a la firma de la Paz
General de 1725, de modo que a fines de los años veinte se establecía en la ciudad, sin poder determinar si el
traslado desde su Marsella natal estuvo motivado por el reclamo de su homónimo hermano mayor o vino
acompañando a éste. En cualquier caso, los dos hijos de los cónyuges José Belón e Isabel de Ribes se
encontraban residiendo en Alicante al comenzar 1733, año en el que el menor de ellos formaría sociedad
colectiva con Domingo Cabanes por medio del cual entrarían ambos hermanos Belón en la órbita de los negocios
de Pedro Choly, hecho referido en páginas anteriores, además de representar los intereses de diferentes
compañías francesas y ser endosatario de su conciudadano Lorenzo Somaire quien, finalizada su labor para
Choly en la sociedad formada por éste en Lorca con los hermanos Subirand, trabajaría como escriturario para
Belón residiendo en la propia casa familiar de éste y al que, puntualmente, designaría administrador general de
213
Por su parte, la viuda Mariana Cabanes gestionaba en 1750 individualmente
los atrasados negocios de su fallecido marido; pero no en solitario, si no con la
inestimable colaboración del francés de 31 años Pedro Fauríe, encargado de la
su compañía. En septiembre de 1741, este negociante de puerta abierta ampliaba sus expectativas mercantiles al
casarse con Inés María Mabily, emparentando así con la también mercantil familia marsellesa de los Mabily-
Larchier dedicada, principalmente, al comercio minorista de textiles, tejidos y telas.
Su suegro, Lorenzo Mabily, había emigrado a Alicante a principios de los años veinte del siglo, encontrándose
establecido en la ciudad en 1721 residiendo en una casa de la calle Mayor propiedad de D. Pedro Maltés de
Vera, que habitaría en régimen de alquiler hasta su repatriación en 1753, después de haber enviudado en el año
anterior. En 1725 contrajo matrimonio con Teresa Larchier, hija del marino Clemente Larchier y de Juana
Voligrana, que aportaría una dote de 500 pesos más otros 250 de la mitad de la dote de sus fallecidas madre y
abuela, pues la otra mitad correspondía a su hermano Luis Larchier que también se asentaba en la misma calle
principal de la ciudad, en donde abriría una tienda de ropa. Con este caudal, sumado a los 1.000 pesos aportados
por Lorenzo, comenzaba la trayectoria vital y mercantil de este matrimonio que engendraría a Ángela María,
Lorenzo, Inés María, Francisca María, Juan Ramón y María Magdalena. A todos ellos, salvo los dos últimos por
tener edad infantil, desposarían con comerciantes franceses o descendientes de estos, y así Ángela María casaría
con Pedro Laviña, Lorenzo emparentaba con los Bouligny mediante su enlace nupcial con Francisca Boulgny, y
a Francisca María la unirían con Pedro Bordonave. En este entorno de francesa endogamia mercantilista se
desenvolvería el matrimonio de Juan Bautista Belón menor e Inés María Mabily, en cuya formalización se
estipulaban las respectivas dotes de los contrayentes. La desposada aportaría 1.200 libras, de las que 800 sería en
dinero efectivo y 400 en ropa de vestir y uso, además de las arras consistentes en la décima parte de las 4.000
libras de capital aportado por Belón en dinero y mercancías propias de su actividad de negociante, la que
sobrepasa los límites temporales del presente trabajo. Desde el holandés puerto de Ámsterdam traía bayetas
holandesas, aceite de ballena, bacalao o abadejo, cacao de Caracas, de Cayena y de Belvisa, azúcar blanco y
moreno, pimienta y zumaque. Pero también importaba de Marsella cera y manufacturas textiles como lienzos de
crea, lienzos de cáñamo e hilos de crema, además de cueros de suela inglesa y cobre viejo y en pasta. Los
productos de exportación más frecuentes fueron la sosa y los vinos, estos en unión con su suegro.
En 1745, los hermanos Belón autorizaban al negociante de Marsella Pedro Roux para el arriendo o venta de los
bienes hereditarios poseídos en la capital provenzal por sus difuntos padres, recibiera las rentas o capitales
devengados y los tuviera a su disposición, además de cobrar los créditos impagados por los deudores
avecindados en aquella ciudad.
En 1750, dos años después de constituirse la nueva sociedad Pechier, Belón y Cabanes, éstos dos últimos
liquidaban las cuentas de su pretérita compañía, en cuyo ajuste de cuentas ninguno resultaría ni deudor ni
acreedor, si bien con anterioridad la nueva empresa mercantil había adquirido por medio de Belón a los esposos
Antonio Raxo y Nicolasa Bertholón un almacén propio de ésta, situado en la calle Parador del barrio de San
Francisco, apreciado en 650 libras pagadas entregando 216 libras, 18 sueldos y 6 dineros en el acto, 300 libras en
mercancías anticipadas, otras 100 libras en el valor de una casa de Belón en la calle Nuestra Señora de los
Desamparados, del mencionado barrio, gravada con un censo de 100 libras de capital y 5 libras de anua pensión
que compró por 200 libras a la viuda Vicenta Baldó en 1749, y, finalmente, reteniéndose 33 libras, 1 sueldo y 6
dineros por los 5 meses de refacción en el arrendamiento del almacén a razón de 80 libras anuales de alquiler.
Su mediano patrimonio, resultante de invertir los beneficios obtenidos en sus negocios y no como
consecuencia de los mismos, se componía hasta finales de los años cincuenta de las siguientes propiedades en
bienes raíces e inmuebles: una hacienda con su casa, bodega, cubo y cisterna, compuesta de 100 tahúllas con
viñas y árboles frutales regados con agua del Pantano, además de 40 toneles con cércoles de hierro, 3
ochentenas, 10 aportaderas y 4 trascoladoras, situada en la partida de Fabarquer o Cotella y comprada a su viudo
suegro en 1753, excepto el hilo de agua gravado con un censo de 525 libras y anual rédito de 15 libras y 15
sueldos a favor del beneficiado de la capellanía poseída por el difunto Mariano Salinas, por precio de 5.000
libras retenidas por Belón a la orden y disposición de su suegro como parte del pago de la hijuela materna
perteneciente a su hijo menor Juan Ramón, cuando éste alcance la mayoría de edad o tomase estado, en cuyo
ínterin el comprador debía pagar el 3 % del anual rédito, lo que efectuó hasta 1757. También poseía tres cuartos
hilos de agua del Pantano, igualmente vendidos por Mabily, apreciados en 215 libras, así como el mobiliario de
la hacendada casa por precio de 680 libras, 17 sueldos y 10 dineros. Una casa en la calle del Marchante, en la
villa de Jumilla, adjudicada judicialmente en pública subasta por 105 libras como bienes ejecutados de los
consortes Marcos Abad y Catalina Abellán, contra los que Choly tenía un crédito de 163 libras, 17 sueldos y 1
dinero. Otra casa en el barrio de San Antón y calle de la Fuente “por donde se sube a la ermita”, comprada en
1754 al chocolatero Pedro Damián García por precio de 240 libras. Finalmente, sus bienes se completaban con
un rebaño de 111 cabezas de ganado ovino adquirido al castallense José Rico en cantidad de 219 libras, 4
sueldos y 6 dineros, a razón de 19 reales y 18 dineros por cabeza, pagadas por mediación de José Beviá que sería
su ovejero, explotando el rebaño a medias en la lana y crías anuales en esta forma: las crías de oveja en la décima
214
casa comercial y residiendo en la vivienda habitual de la supérstite (207). Sin
embargo, en el siguiente año, Mariana, acaso abrumada por la responsabilidad o,
tal vez, siguiendo los pasos de su hermano Domingo, se asociaría con los dos
legatarios de Choly, su sobrino Bartolomé Picó y el antedicho Pedro Fauríe,
formando una compañía general bajo la razón social de Viuda de Choly, Picó y
Fauríe que permanecería activa durante un trienio, en cuyo tiempo destacaron
los negocios crediticios derivados de la venta de productos coloniales traídos
desde Cádiz, sobre todo cacao y pimienta, telas de lana basta o bayeta y la
compra por 1.155 libras de 70 cargas de almendrolón de la variedad “planeta” a
un vecino de Agost (208).
Mariana confería facultad especial a Fauríe para posesionarse de una casa en
la calle Labradores, embargada a Francisco Gómez y vendida judicialmente por
la Audiencia de Valencia, además de vender en la Nochebuena de 1753 al presbí
tero José Mates dos censos de 500 libras cada uno, cargados sobre la ciudad y
heredados de su difunto marido, y una casa a carta de gracia en la calle del Valle
por precio de 1.400 libras, pagando el comprador estas cantidades en parte con
la de un préstamo gracioso de 1.920 libras concedido por la vendedora y a
devolver en el plazo de tres años (209).
parte y por mitad en las de carnero, al igual que la lana que dieran unas y otros. Consecuentemente, el conjunto
de sus propiedades suponían un montante valor de 6.460 libras.
Sin embargo, pese a disponer de propiedades inmobiliarias, Belón no residiría en ninguna de ellas, si no que,
imitando el ejemplo de su suegro y en consonancia con su status socioeconómico, habitaría viviendas alquiladas
en las principales vías de la ciudad: calle Labradores, calle Mayor y Plaza del Mar. Éste negociante marsellés
fallecerá en el último tercio de la centuria, dejando por descendencia a una hija y tres hijos nacidos todos a partir
de 1743, siendo los remotos antepasados de los actuales alicantinos apellidados Bellón.
A.H.P.A. Protocolo 797 de Antonio García, “Testamento”, 24-3-1733, ff. 111r-113v; protocolo 799 de Antonio
García, “Protesta de letra”, 27- 4 -1735, f. 161r-161v; protocolo 1584 de Vicente Rovira, “Carta de pago”, 12-
8-1738, f. 191r-191v; protocolo 802 de Antonio García, “Declaración”, 19-9-1740, f. 163r-163v, y “Carta de
pago”, 14-10-1740, ff. 174r-175v; protocolo 803 de Antonio García, “Recepción de dote”, 16-9-1741, ff. 165r-
167v; protocolo 806 de Antonio García, “Poder”, 13-4 – 1745, ff. 113r-114v; protocolo 808 de Antonio García,
“Reconocimiento”, 3-9-1747, f. 166r-166v; protocolo 809 de Antonio García, “Reconocimiento” y
“Declaración”, 9-3-1748 y 3-7-1748, ff. 57r-57v y 153r-153v, respectivamente; protocolo 810 de Antonio
García, “Venta de almacén”, 1-8-1749, ff. 151r-158v; protocolo 811 de Antonio García, “Poder general”, 26-2-
1750, ff. 33r-35v, y “Testamento”, 3-3-1750, ff. 38r-41v; protocolo 657 de Vicente Fons, “Poder para pleitos”, 4
-9-1752, f. 210r-210v; protocolo 658 de Vicente Fons, “Venta real de heredad”, 20-6-1753, ff. 126r-128v, y
“Venta a carta de gracia”, 23-6-1753, ff. 129r-131v; protocolo 832 de Gregorio García, “Venta judicial”, 23-7-
1753, ff. 80r-83v; protocolo 659 de Vicente Fons, “Venta real de casa”, 16-7-1754, ff. 217r-219v; protocolo 660
de Vicente Fons, “Carta de pago”, 31-7-1755, f.189r-189v; protocolo 1817 de Onofre Savater, “Arrendamiento
de casas”, 12-5-1755, ff. 66r-67v; protocolo 663 de Vicente Fons, “Carta de pago”, 14 -4 -1757, ff. 85r-86v, y
protocolo 668 de Vicente Fons, “Obligación”, 7-1-1763, ff. 3r-4v. A.M.A. Arm. 7, Lib. 4 -13, “Repartimiento
del Equivalente. Años 1734 -1768”, “Vecindario íntegro de 1734” y “Vecindario de 1754”. Arm. 3, Leg. 25,
Expte. 7, Pleitos. “Gaspar Gomis contra Juan Bautista Bellón, menor, comerciante, sobre venta de vino. Año
1751. Juez: D. Juan Bautista Ortiz Azorin , Alcalde mayor. Escribano: Vicente Vidre”.
(207) A.M.A. Arm. 7, Lib. 8, “Vecindario de todas las personas residentes en esta Cdad y término de Alicante,
con expresión de los nombres, edad y número de que se compone cada familia. Año 1754, 27 de junio”.
(208) A.H.P.A. Protocolo 832 de Gregorio García, “Obligación”, 19-2-1753, 22-2-1753, 31-7-1753, 22-8-1753 y
19-9-1753, ff. 39r-39v, 43r-43v, 85r-85v, 91r-91v, 109r-109v y 125r-125v, respectivamente.
(209) A.H.P.A. Ibid., “Poder especial”, “Venta de censos”, “Retroventa” y “Obligación”, 17-11-1753 y 24-12-
1753, ff. 156r-156v, 165r-167v, 168r-170v y 171r-171v, respectivamente. La casa había sido adquirida por la
viuda en septiembre de 1750 del negociante francés Lorenzo Antoine, quien, a su vez, la compró a carta de
gracia del tratante galo Francisco Subiela en el mismo mes de 1738, habiéndola éste comprado un cuatrienio
antes a Manuel Galant que la obtuvo por venta del contestano José Reig, su suegro.
215
Finalizado ese mismo año, Bartolomé Picó hijo abandonaba la compañía
quedando esta disuelta, pero no la sociedad entre los otros dos componentes que
formarían nueva empresa bajo la firma de Viuda de Choly y Fauríe Compañía.
En el transcurso de las precedentes páginas ha quedado constancia de que
Pedro Choly, mediante sus actividades negociadoras, mercantiles y comerciales,
mantuvo relaciones profesionales con la mayor parte de los más destacados
componentes de las colonias de negociantes foráneos de la ciudad; pero con
aquellos que no tuvo transacciones directas, también se relacionaría a través de
su intervención en sentencias arbitrales para dilucidar las discordias surgidas
entre negociantes o, sobre todo, entre éstos y capitanes de buques, con una única
excepción: D. Francisco Marabeuf, el más conspicuo negociante extranjero
residenciado en Alicante con el que nunca tuvo contacto alguno de cualquier
índole.
Cumplido el primer cuarto del siglo XVIII, además de reconocido hombre de
negocios, el marsellés había adquirido una consumada experiencia en gestión
contable que le proporcionaría un consolidado prestigio en cuestiones de
contabilidad, pareja a una merecida reputación de honestidad, cualidades que
motivarían el ser designado albacea de algún compatriota negociante al objeto
de coadyuvar a practicar el inventario extrajudicial de sus bienes y herencias,
como en los casos ya referidos, incluido el de su propio cuñado Picó o el del
comerciante marsellés Enrique Voullonne (210). Pero, especialmente, sirvieron
las citadas cualidades para que fuera requerido como “juez árbitro arbitrador y
amigable componedor” destacando su intervención, entre otras, en dos
solicitudes por la complejidad de la cuestión. Una, a petición del negociante
linaje genovés de los Maricone, esbozada aquí y pormenorizada en el
correspondiente capítulo, y otra, la referida seguidamente en la que se hallan
involucrados buena parte del negociado extranjero de la ciudad.
A comienzos de julio de 1734, mediante escritura de compromiso, el capitán
inglés Juan Rowlinson del buque “La María”, representado por su compatriota
compañía comercial Merret, Hall y Reveley, elegía como jueces a D. Samuel
Tucker, negociante y cónsul ingles en la ciudad, y al francés Juan Lión, mientras
por parte de las sociedades Antoine y Fernaud, Gerónimo y Juan Bautista
Fabiani, Pavía y compañía, Lavarelo y compañía y Pedro Scipión Román
designaban a los franceses Pedro Choly y Diego Lespiault, a fin de resolver
sobre las pretensiones del capitán a las que se oponen las relacionadas casas de
comercio. Finalmente, los jueces nombrados declaran no ser del todo justa la
exigencia del marino sobre el prorrateo de los gastos padecidos y avería; pero
tampoco lo era la contradictoria postura de los negociantes con los géneros a
ellos consignados, y los que debía entregar en Cádiz, acordando por unanimidad
los cuatro jueces que el capitán perciba aquello que justamente se le deba por un
(210) A.H.P.A. Protocolo 899 de Francisco Hernández, “Codicilo”, 19-7-1728, ff. 73r-74v. El otro albacea
nombrado fue el también negociante francés Lorenzo Antoine, así mismo experto en cuentas, encargándoles el
testador que después de su muerte “hagan inventario de todos los bienes, géneros y mercancías, libros y papeles
de mi comercio y compañía que tengo con D. Luis Long, de la dicha ciudad de Marsella, sin intervención
jurídica ni de otra persona alguna…”.
216
mes de detención, deterioro del navío y sus aparejos, cuarentena, gastos de
manutención de la tripulación y de su admisión a comercio, fletes y salarios,
ascendiendo la deuda a 237 libras y 19 sueldos que se deben ratear y ratean
sobre los productos destinados para la ciudad gaditana y los consignados a los
antedichos negociantes de Alicante, importando el repartimiento de la avería
237libras, 10 sueldos y 1 dinero de moneda provincial (211).
EL PATRIMONIO
Bajo este epígrafe incluimos a todos aquellos bienes raíces que, de una u otra
forma, bien fuere como consecuencia de sus negocios crediticios o bien por el
interés personal de la compra, el negociante Pedro Choly gozó de su posesión y
dominio.
Con anterioridad, hemos aludido al escaso afán del marsellés por las
propiedades urbanas, puesto de manifiesto con el hecho de no haber residido
nunca en casa propia, viviendo siempre de alquiler en las dos principales vías de
la ciudad, las calles Mayor y Labradores. En este sentido, la postura de este
negociante contrasta con la común tendencia de los comerciantes foráneos de la
ciudad de invertir en la compra de bienes rústicos y, sobre todo, urbanos, que les
proporcionasen una mayor seguridad y, especialmente, les sirviesen de
trampolín para su promoción social, como pone de manifiesto el profesor
Giménez López (212) y confirman las relaciones juradas practicadas por los
negociantes entre 1731 y 1734, cumpliendo un edicto del Alcalde mayor D. José
Antonio Reguero , apercibiendo de confiscar cualquier ocultación u omisión de
bienes, para confeccionar los padrones de 1731-32 y 1734, así como los pagos
del Equivalente, resultando que el 59´5 % del valor de las propiedades
declaradas correspondían a fincas urbanas y el restante porcentaje a rústicas,
bienes que en su conjunto alcanzaron un capital de 99.560 libras y cuyo
principal componente fueron las 74 casas manifestadas por los 24 negociantes
de puerta cerrada, entre los que destacaban 8 de ellos como dueños de más de 5
casas cada uno (213).
Sin embargo, ese menor interés inversor del marsellés por los bienes urbanos,
no significa que sólo adquiriese la propiedad de inmuebles como resultado de
negocios con deudas impagadas. Un sexenio después de asentarse en la ciudad,
compraba en la villa de Elche una casa acensuada a los hermanos Francisco y
(211) A.H.P.A. Protocolo 798 de Antonio García, “Laudo y avería”, 19-7-1734, ff. 367r-371r. Considerando ser
esta sentencia arbitral bastante esclarecedora para apreciar la contabilidad de la época, aparece íntegramente
transcrita en el apéndice documental.
(212) Giménez López, E., “La burguesía mercantil y la propiedad en el siglo XVIII”, en la Ilustración Española.
Alicante, 1985, pp. 477-496.
(213) A.M.A. Arm. 7, Lib. 3, “Relaciones juradas dadas por los mercantes de Puerta Cerrada desde 1731 hasta
1734”. Vid. también Maldonado, L., Op. cit. pp. 88-89. El auto del Alcalde mayor data del 30 de marzo de 1731,
fundado en un acuerdo del Cabildo celebrado el 19 de febrero, siendo rubricado por el notario del Ayuntamiento
Onofre Savater y pregonado el bando por Manuel Jaca.
Los ocho negociantes destacados por el número de sus propiedades urbanas fueron José Reynaud, Pedro
Arnoux, Enrico Elver, Pablo Vanhalen, Antonio Morelló hijo, Juan Antonio Benedicto, Francisco Marabeuf y
Bernardo Bertholón.
217
Miguel Morel. Situada en la calle de la Morera, fue adquirida por 115 libras
pagadas por el comprador entregando 74 libras en dinero efectivo y reteniéndose
las restantes 41 libras del capital del censo, impuesto a favor de las religiosas
clarisas del convento de la Encarnación para el pago de su anual rédito (214).
Cinco años más tarde, el negociante vendería este inmueble al ilicitano labrador
Vitorino Berenguer por 118 libras, satisfechas en igual forma que lo hiciera el
vendedor cuando la compró, que obtenía muy menguados beneficios en este
negocio (215). El mismo proceder tendría Choly en 1730 con una casa de su
propiedad, sita en la plaza de las Barcas del arrabal de San Francisco y vendida
por 200 libras a su almacenero vecino Tomás Caturla (216).
Pasarían trece años antes de que este hombre de negocios realizara otra
inversión urbanística. En 1735 adquiría a Francisca Antonia Mora y Moxica,
viuda de D. Bernardo Bertholón, un solar en la calle del Hospital apreciado en
270 libras, al parecer con el ánimo de construir su propia vivienda que nunca
edificaría, puesto que, tres lustros después, sería vendido por su viuda Mariana
al doctor D. Carlos Campos, canónigo penitenciario de la colegial de San
Nicolás, que pagó por el 255 libras; es decir, 15 libras menos sobre el precio de
compra, entregando 205 libras en doblones y las 50 restantes en dos iguales
pagas anuales durante los siguientes dos venideros años (217). Tampoco
resultaría demasiado rentable esta transaccional operación, aunque no siempre se
daría esta circunstancia, pues en noviembre de 1737 el tratante Antonio
Ferrándiz, heredero universal de su difunta hija Vicenta, le vendía al negociante
por 700 libras tres casas, colindantes entre sí y con la iglesia del Carmen, la
plazuela de San Elías y las casas de las religiosas conventuales de la Santa Faz,
gravadas con un censo de 400 libras y anual rédito al 5 % a favor del citado
convento, habiendo vendido la filial fallecida una de ellas a carta de gracia a D.
Juan Fajardo por 151 libras y estando todas ejecutadas por el comprador por un
débito de 120 libras, que al vendedor le resultaba imposible de satisfacer junto
con las costas. Del justipreciado valor de venta, el comprador tan sólo pagó 2
libras al retener en sí las 416 libras, 2 sueldos y 8 dineros por el principal del
censo y prorrata de sus pensiones, las 151 libras del precio de la casa vendida a
carta de gracia, las 120 libras del crédito adeudado más 10 libras, 17 sueldos y 4
(214) A.H.P.A. Protocolo 784 de Antonio García, “Venta real de casa”, 11-10-1717, ff. 264r-267v.
(215) A.H.P.A. Protocolo 788 de Antonio García, “Venta de casa”, 25-2-1722, ff. 287r-289v.
(216) A.H.P.A. Protocolo 1577 de Francisco Hernández, “Venta de casa”, 7-12-1730, ff. 350r-351v. El
comprador abonaba el precio de venta de este inmueble, que también lindaba con una casa de Juan Bautista
Abril, entregando al vendedor 25 doblones de a 8 también conocidos como onzas de oro, “cuádruple de España”
o “la pelucona”debido a que los acuñados en el reinado de Fernando VI aparece su cabeza portando la peluca.
(217) A.H.P.A. Protocolo 779 de Antonio García, “Venta real de solar”, 24-9-1735, ff. 361r-363v, y protocolo
811 de Antonio García, “Venta real de solar”, 18-6-1750, ff. 173r-176v. El solar, colindante con las casas de D.
Pablo Salafranca Fernández de Mesa, las de la herencia de D. Teodoro Vinch poseídas después por D. Antonio
Colomina, y lindando por enfrente con la iglesia de San Nicolás, era propio de la original vendedora a la que
perteneció en la división y partición realizada, junto a sus hijos ante el notario José Segura en enero de 1733, de
los bienes hereditarios del fallecido Bertholón, dueño del solar por haberlo comprado en marzo de 1700 a su
suegro Francisco Mora y Moxica que, a su vez, lo había adquirido en junio de 1691 siendo casa a Luisa Quesada,
viuda de Francisco Moxica, y a sus hijos clérigos José y Severino Moxica, a quienes perteneció por herencia de
su padre y abuelo Tomás Quesada.
218
dineros por las costas de los autos ejecutivos (218).
En el año 1744, volvía a practicar un trato inmobiliario con la mencionada
viuda de Bertholón y sus hijos comprándoles dos casas, que antes eran cuatro,
situadas una en la calle “que baja desde la Puerta de la Reina a la calle Nueva de
San Nicolás”, y otra en la calleja de San Blas “que está entre las casas y el muro
de circunvalación”, colindantes entre sí y con las casas del agustino convento de
la Purísima Sangre de Cristo, gravadas con dos censos de 50 y 150 libras más
sus respectivas pensiones de 50 y 150 sueldos pagadas a D. Jaime Castillo,
apreciadas en 520 libras de las que el comprador pagaría 320 y retendría las 200
por el principal de los dos censos (219). En esta compraventa, los vendedores se
obligaban a la evicción de las casas enajenadas y el comprador, al pago de las
pensiones de los dos censos; pero, pasados cuatro días, el negociante convenía
con los cónyuges D. Bernardo Bertholón hijo y doña María Ignacia Ducos en
que éstos, de forma mancomunada, tomarían a su costa la evicción en el caso de
producirse, otorgando el marsellés la retroventa de dichas casas, no obstante
haberlas comprado sin esa condición, siempre que le pagasen las 320 libras y el
capital de los censos, si los hubiere redimido (220). No hubo necesidad de
ejecutar dicho pacto, ya que al siguiente año Choly vendía las citadas dos casas
al valenciano cura D. Juan Ducos por el mismo precio de compra (221).
Finalmente, en 1746, realizaría la postrera adquisición inmobiliaria a los
consortes Francisco Chapuli, cerero, y Rita Bocón. Éstos, apremiados por el
comprador con un pleito ejecutivo para la cobranza de un crédito de 600 libras,
enajenaban al negociante una casa en la plaza de la Puerta de la Huerta, lindante
con otras de D. Benito Arques, D. Francisco Vergara y las del presbítero doctor
Domingo Tredós, comprada en 1725 al fraile Joaquín Gozálvez, carmelita
observante residenciado en Játiva y aprobada la misma dos años después por
Margarita Gozálvez, viuda del ciudadano militar José Norma, como sucesora en
los bienes de su difunto hermano religioso. El inmueble, hipotecado con dos
censos, uno de 400 libras impuesto al 5 % a favor de la dicha Margarita y otro,
de 200 libras y pensión anual de 200 sueldos pagados a la colegial de San
Nicolás, fue vendido por 950 libras que el marsellés no pagó al retenerlas en su
totalidad por las 600 libras de los censos, las 103 libras y 18 sueldos redituados
por los censos y las 246 libras y 2 sueldos en parte de pago del débito de 600
(218) A.H.P.A. Protocolo 801 de Antonio García, “Venta de casas”, 27-11-1737, ff. 279r-282v.
(219) A.H.P.A. Protocolo 1773 de Antonio García, “Venta real de casas”, 28-4 -1744, ff. 77r-81v. Además de la
vendedora, firmaron esta venta sus hijos D. Bernardo Bertholón y Mora, casado con doña María Ignacia Ducos;
doña Nicolasa Bertholón y Mora, casada con D. Antonio Raxo, y doña Isabel Ana Antón como apoderada de su
marido D. Pablo Bertholón y Mora, capitán de granaderos del Regimiento de Infantería Zamora. Estas casas eran
propiedad del difunto marido y padre de los susodichos vendedores, las que compró en marzo de 1724 a los
esposos Bautista Sánchez y Francisca Aznar dejándolas en herencia a su hermana Nicolasa que, al morir sin
descendientes directos, revirtieron en la familia de su testador hermano. Al principio, las pensiones de los dos
censos se abonaban, respectivamente, a la herencia del Juan Bautista Escot, negociante y cónsul romano en la
ciudad, y a la Ilustre Ciudad.
(220) A.H.P.A. Ibid., “Ajuste entre partes”, 2-5-1744, ff. 83r-85v.
(221) A.H.P.A. Protocolo 806 de Antonio García, “Venta real de casas”, 20-11-1745, ff. 192r-194v. El nuevo
dueño era doctor en Teología y capellán y crucero del Ilmo. y Rvdmo. Arzobispo de Valencia, además de tío de
María Ignacia Ducos.
219
libras. Al día siguiente, el nuevo propietario satisfacía a los censualistas sus
respectivas pensiones, pagando 61 libras a la iglesia de San Nicolás y 42 libras y
18 sueldos a Margarita, abonadas ambas rentas en onzas de oro y libras de plata
(222).
Frente a la apatía por ser propietario de bienes urbanos, Choly mostraría un
vivo interés en poseer bienes de naturaleza rústica centrando sus inversiones, al
igual que una docena de negociantes de puerta cerrada de los que el 66´66 %
eran extranjeros como él, en adquirir tierras y agua de riego en la principal zona
vinícola de la huerta alicantina, la partida de la Condomina, donde también
concentraban buena parte de sus propiedades la baja nobleza y la burguesía
locales, con la finalidad de convertirse en cosecheros pudiendo así controlar
parte de la producción del vino comercializado por ellos y que, en el caso de
Choly, hemos esbozado con anterioridad en referencia a los productos de su
comercio de exportación. Pero en el Campo de Alicante, caracterizado por unas
condiciones climáticas de muy escasos recursos hídricos provocados por una
acentuada sequía que conlleva a elevados índices de aridez, tan importante como
la tierra era poseer, a ser posible en propiedad, la necesaria agua para el riego de
aquella que, además de constituir un bien de gran riqueza en sí misma,
posibilitaba aumentar el valor del terruño y de su producción en la proporción de
4 a 1 en términos generales, salvo los contados años de excepcional cosecha en
los que los frutos del viñedo de secano podían equipararse al de regadío (223).
Por ello, en 1722, año de su matrimonio con Mariana Cabanes y posiblemente
aconsejado por su nueva familia, el negociante agenciaba las primeras parcelas
de tierra en la nombrada partida rural. En las iniciales semanas de enero, invertía
867 libras, 19 sueldos y 5 dineros en comprar a la vecina de Benimagrell Josefa
Pérez, poseedora de la previa licencia del Alcalde mayor por enfermedad de su
marido Alejandro Buades, y también la del jesuita Pablo Inglés como rector del
real colegio de la ciudad, una pieza de 17 tahúllas, 1 cuarta y 7 brazas plantadas
de viña y almendros, gravada a señoría directa con 2 libras y media anuales de
censo, luismo y fadiga a favor de dicha institución jesuítica (224).
En el siguiente mes de febrero, eran los esposos de San Juan José Pastor de
Miguel y Vicenta Maruenda quienes por 586 libras y 15 sueldos le vendían 7
tahúllas, 1 cuarta, la mitad de media cuarta y 27 brazas de tierra plantada de
viña, majuelo y tierra blanca, con la mitad de la casa, cubo, bodega y cisterna
existentes en dichas tierras que formaban parte de la hacienda poseída por el no-
(222) A.H.P.A. Protocolo 807 de Antonio García, “Venta real de casa” y “Carta de pago”, 25-9-1746 y 26-9-
1746, ff. 224r-228v, 229r-229v y 230r-230v, respectivamente.
(223) A.H.P.A. Giménez López, E., Alicante en el siglo XVIII…, pp. 86 y ss. Aquí se describen, con claridad y
concisión, las condiciones físico-ambientales de la Huerta de Alicante, sus cultivos de tierra campa y de riego,
así como la propiedad del agua adscrita a la tierra o desvinculada de ella.
(224) A.H.P.A. Protocolo 446 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Venta real de tierra”, 10-1-1722, ff. 6r-11v. Esta
suerte de tierra, lindante con la de los notarios Francisco Andujar y Vicente Cerdá además de con las de D.
Ignacio Bojoni y Escorcia, le fue adjudicada a la vendedora en pago de su dote por D. Tomás Melgarejo y
Gamboa, juez privativo de confiscaciones, quien se las había incautado a Alejandro Buades, su consorte.
220
tario Francisco Andujar (225). Antes de finalizar ese mismo año, incorporaba a
su finca otra tahúlla y 1 cuarta de viñedo compradas por 40 libras al labrador
José Pastor de la Llosa quien, desde entonces hasta su muerte en mayo de 1729,
abandonaba su vecindad de San Juan para habitar en la media casa de la finca
del negociante, encargándose de su cuidado y cultivo (226). Al fallecido
“heretero” o mediero le sustituiría de inmediato el labrador de Benimagrell
Vicente Juan, que permanecería como responsable de la finca durante más de un
lustro, cobrando por su salario 60 libras y 6 sueldos de todo ese tiempo (227).
Finalizada esta relación laboral, un nuevo casero se encargaría por mucho más
tiempo de la hacienda de la Condomina, cobrando el anual salario de 12 libras, 6
sueldos y 9 dineros, prácticamente el mismo que su antecesor. Se trataba del
labrador de San Juan Francisco Pérez, sobre el que volveremos a referirnos más
adelante.
Con estas mencionadas adquisiciones lograba componer una propiedad
superior a las 3 Ha. de almendros y viña, cultivos para los que era prioritario
conseguir agua de riego a fin de asegurar el incremento de su producción. Por
ello, en otoño de ese año 1722, adquiría por venta real del notario Antonio Soler
y Rico, como heredero de su hermano el también notario Antonio Soler y Seva,
un cuarto de hora de agua vieja y mitad de otro cuarto confiscados a Esteban
Morales y a Juan Berenguer, respectivamente, y adjudicados al finado fedatario
público por D. Tomás Melgarejo y Gamboa, juez privativo de confiscaciones, en
recompensa por sus pérdidas en la pasada contienda civil. La venta, apreciada en
130 libras, sería ratificada siete meses más tarde por la viuda Leonor Ángela
Mira, usufructuaria de los bienes de su fallecido marido (228).
En el transcurso del siguiente bienio, el negociante se dedicaría a sucesivas
compras de tierras. El año 1724 gastaba 542 libras, 3 sueldos y 9 dineros en
adquirir al mencionado labrador José Pastor de la Llosa una parcela de 12
tahúllas, media cuarta y 4 brazas de viñedo en la Condomina, lindantes con las
tierras de la herencia de D. Francisco Escorcia y Mercadal, las del propio
comprador y las del notario Francisco Andujar por las estaba vivamente
interesado el negociante, pero que aún tardaría algunos años en conseguirlas
(229).
(225) A.H.P.A. Protocolo 788 de Antonio García, “Venta real de tierra”, 24-2-1722, ff. 59r-62v. Esta parcela y la
colindante del notario Andujar componían la antigua finca rural de los cónyuges Máximo Pérez, ciudadano, y
Celedonia Pastor, siendo adjudicada por la real justicia a los vendedores como pago de un crédito contra Pérez.
(226) A.H.P.A. Protocolo 446 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Venta de tierra”, 26-9-1722, ff. 360r-362v, y
protocolo 301 de Francisco Boix y Sevillano, “Testamento”, 11-5-1729, ff. 159r-160v.
(227) A.H.P.A. Protocolo 798 de Antonio García, “Obligación”, 22-7-1734, f. 374r-374v. El período en que este
labrador estuvo al frente da la hacienda fue de 5 años, 2 meses y 10 días, los que median entre el 22-5-1729 y el
31-7-1734.
(228) A.H.P.A. Protocolo 447 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Ratificación de venta de agua”, 28-4 -1723, ff.
166r-167v. El agua vieja, libre o no sujeta a la tierra, era la natural y pluvial que alimentaba el escaso caudal del
río Monnegre, mientras que, por el contrario, el agua nueva vinculada a la tierra era la procedente del pantano de
Tibi. Vid. Giménez López, E., Op. cit., pp. 95-98.
(229) A.H.P.A. Protocolo 790 de Antonio García, “Venta real de tierra”, 7-6-1724, ff. 223r-225v. El vendedor
era deudor de Choly en cuantía de 119 libras, para cuya liquidación vendió en 1729 a su hijo Joaquín 4 tahúllas y
10 brazas de viñedo en la partida de Los Pozos, término de San Juan, acensuada con 82 libras y 82 sueldos de ré-
221
El deseo del marsellés por convertirse en un destacado hacendado; pero, sobre
todo, en un importante cosechero, le llevaría a comprar cualquier parcela
colindante que se vendiere y, en los meses finales de 1725, adquiría al labrador
Vicente Carbonell, vecino de San Juan y residenciado en Villafranqueza, una
pieza de 2 tahúllas y algunas brazas de tierra limítrofes a las del comprador, a las
del citado notario y a las de D. Nicolás y D. Álvaro Escorcia, por el precio de
132 libras pagadas de contado (230).
Mediante estas dos últimas compras, el comerciante había conseguido ampliar
su finca rural con unas 16 tahúllas – 1´92 Ha. – más de viñedo situadas bajo el
brazal de Alfadramí, en la mejor partida vitícola de la Huerta, estando obligadas
a censo perpetuo de luismo, fadiga y señoría directa a favor del jesuítico real
Colegio de la ciudad, al que pagaba 2 libras y media anuales en cada fiesta de
San Miguel, como así lo reconocía el propio marsellés en 1728 a petición del
rector del colegio y señor directo de dichas tierras, el Reverendísimo Padre
Joaquín Burgunyo (231).
La cantidad de agua de riego disponible en propiedad era insuficiente para
cubrir las necesidades requeridas por las sucesivas ampliaciones realizadas,
motivo por el que se dedicaría a la compra del líquido elemento al comenzar la
secular década de los años treinta. Y así, en noviembre de 1730, el negociante
alicantino Juan Bautista Abril le hacía venta de medio hilo de agua vieja
fluyente por la acequia mayor, con su tanda y partidor en la martava del segundo
lunes, por el precio de 300 libras más la condición de disponer el vendedor de
seis meses de retracto pagando el precio de venta. Superado el plazo y no
pudiendo Abril pagar el valor del agua vendida, convenían la venta definitiva
añadiendo 25 libras más al inicial precio pagado por el comprador (232).
Continuando con la compra de agua, en agosto de 1731 adquiría por venta
condicional del tratante genovés Pedro Fuerte tres octavos hilos de agua vieja
por el total precio de 225 libras; esto es, la mitad de un cuarto que por 65 libras
el vendedor había comprado, a carta de gracia, al ciudadano militar José Linares,
y otro cuarto que, con pacto de retroventa adquirió a los esposos José Gozálvez,
también ciudadano militar, y a Josefa María Vanhalen por precio de 150 libras.
Ambas partidas de agua vieja discurrían por la acequia mayor del Concejo,
disponiendo de sus días de turno y partidores y estando inscritas en el libro del
sequiero denominado la Giradora; a saber, el medio cuarto situado en la martava
del último lunes y el cuarto, en la martava del último martes (233).
dito anual, por precio de 201 libras que se destinaron a la cancelación del censo y a la satisfacción del crédito.
A.H.P.A. Protocolo 301 de Francisco Boix y Sevillano, “Venta de tierra” y “Obligación”, 24-10-1729, ff. 310r-
311v y 312r-312v, respectivamente.
(230) A.H.P.A. Protocolo 791 de Antonio García, “Venta real de tierra”, 21-11-1725, ff. 383r-385v.
(231) A.H.P.A. Protocolo 451 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Reconocimiento de censo perpetuo”, 23-4 -1728,
s/f, contabilizados ff. 140r-141v. Las tierras vecinales eran propias de D. Ignacio Bojoni y Escorcia, de la
herencia del notario Francisco Andujar y de los también notarios Antonio García y Vicente Cerdá y Sevillano.
(232) A.H.P.A. Protocolo 796 de Antonio García, “Venta de agua”, 30-6-1731, ff. 230r-232v. El vendedor
poseía el agua desde diciembre de 1719 en que la compró al doctor José Acacio Torregrosa mediante escritura
ante el notario Esteban Pastor, ya difunto.
(233) A.H.P.A. Protocolo 633de Francisco Ferrando y Roçelló,“Venta condicional de agua”, 6-8-1731,f. 265r-v.
222
Entrada la primavera de 1733, Choly vería cumplido su anhelado deseo de
posesionarse de las vecinales tierras del difunto notario Francisco Andujar,
recuperando así toda la finca que otrora fuera conjunta propiedad del ciudadano
Máximo Pérez y de su mujer. El labrador Luis Sala, de San Juan, apoderado de
las herederas de Andujar, le vendía en el mes de mayo una parte de casa con 25
tahúllas y media cuarta de tierra blanca plantada de viña y algunos árboles. En
realidad, esta venta se había fraguado en los meses precedentes, pues en febrero
el negociante pactaba con la viuda doña María Ramón, residenciada en Murcia a
donde se había trasladado ya viuda desde Alicante con ocasión del matrimonio
de su hija mayor con el murciano Pedro José Mariscote, la adquisición de esos
bienes raíces por el justipreciado valor de 1.271 libras, 5 sueldos y 10 dineros,
en el que se incluían las 334 libras del capital de tres censos cargados sobre la
finca por la vendedora: uno de 122 libras, 18 sueldos y 9 dineros a favor de la
primogénita hija Ana María; otro de 182 libras, 18 sueldos y 9 dineros a
beneficio de su menor hija Manuela, y el tercero de 28 libras, 2 sueldos y 6
dineros favorable a la viuda, cuya cantidad acensuada sería retenida por el
comprador al igual que otras 182 libras, 18 sueldos y 9 dineros impuestas a
censo para pagar su anual pensión al 5 % a dicha Manuela hasta que cumpliese
la mayoría de edad o tomase estado, más otras 97 libras, 8 sueldos y 4 dineros de
otro censo a favor de la vendedora, cuya tripartita sumatoria ascendía a 614
libras, 7 sueldos y 1 dinero que deducidas del valor de la venta daban un líquido
resultante de 656 libras, 18 sueldos y 9 dineros, pagadas por el comprador
entregando 534 libras a la viuda y otras 122 libras, 18 sueldos y 9 dineros a la
huérfana Ana María por el principal de su censo, la cual autorizaba en los
primeros días de marzo el acuerdo de compra-venta establecido entre el
comprador y su viuda madre (234). El comerciante, cumpliendo las condiciones
pactadas en esta venta, satisfacía en 1736 a la vendedora, en su condición de
tutora y curadora de su menor hija Manuela, la cantidad de 42 libras y 2 sueldos
por las tres anuales pensiones del montante capital de 280 libras, 7 sueldos y 1
dinero de los censos pertenecientes a cada una de las mencionadas féminas(235).
Con todas las parcelas de tierra compradas hasta ahora, el propio negociante
manifestaba poseer, en agosto de 1734, una hacienda con su casa, cubo y
bodega, compuesta de 63´5 tahúllas – 7´62 Ha. –, en su mayor parte plantadas
de viñedo, de las cuales 17´5 tahúllas ó 2´1 Ha. pagaba el Equivalente en la
población de San Juan, tributando en la ciudad las restantes 46 tahúllas. De
estas, tenía 37 plantadas de viña apreciadas a 50 libras cada una y las 9 restantes
de tierra blanca valoradas unitariamente a 36 libras, resultando un montante
valor de 2.174 libras, a las que se añadían el precio de 2 y 1/3 hilos de agua vieja
en propiedad para el riego de la finca estimado en 1.350 libras, suponiendo una
conjunta valoración de 3.524 libras. Su dueño consideraba que de arrendar la
(234) A.H.P.A. Protocolo 797 de Antonio García, “Venta real de tierra y casa”, 9-5-1733, ff. 196r-209v. El
convenio de venta se realizaba el 5 de febrero ante el murciano notario Juan Antonio Mercante, siendo ratificado
por Ana María Andujar y Ramón el 3 de marzo ante el fedatario público Estaban Gil Martínez de Ulloa.
(235) A.H.P.A. Protocolo 800 de Antonio García, “Carta de pago”, 11-12-1736, f. 359r-359v.
223
finca obtendría una rentabilidad media anual de 150 libras, de las que,
descontadas las 21 libras de cargos de justicia, quedarían líquidas 129 libras
(236).
La superficie hortícola de la finca rural se había incrementado sustancialmente
haciendo insuficiente la cantidad de agua de riego disponible, razón por la que
Choly compraba a carta de gracia, el primer día del último mes de ese mismo
año, al labrador de Muchamiel Gregorio Pérez un cuarto de hilo de agua vieja
fluyente por la acequia mayor del Ayuntamiento de la ciudad, con su día y
partidor anotado en el libro de gobierno de las aguas o Giradora en la martava
del tercer sábado de día con el número 328, que el vendedor recibió en herencia
de su padre. La venta, valorada en 110 libras pagadas de contado, se
condicionaba a que siempre que al comprador se le devolviera el precio pagado,
éste se obligaba a retrovender a su antiguo dueño el bien enajenado (237).
Prosiguiendo con la política de apropiación de la necesaria agua de riego, seis
años más tarde adquiría por 226 libras, 11 sueldos y 7 dineros, también a carta
de gracia, de Rosa Milot, viuda del negociante francés Jacinto Isniel, dos cuartos
hilos de agua en propiedad y un cuarto de hora de agua nueva corrientes por la
acequia mayor de la Huerta, perteneciente al Concejo de la ciudad, y anotados
en la Giradora como sigue: un cuarto, en la martava del primer domingo de día
con el número 225; otro cuarto, en la del tercer lunes de noche bajo el número
255; y, por último, el cuarto de hora en la tanda del primer lunes con el número
21. Del total precio de venta de esta agua, propias de Rosa Milot como bienes
hereditarios de sus padres, la vendedora no percibiría nada por retenerlo todo el
comprador a causa de un crédito a su favor de 126 libras, 11 sueldos y 7 dineros
por préstamos graciosos, además del pago de 100 libras por la cesión que contra
ella realizó el oriolano Juan Francisco Viudes en octubre de 1735. No obstante,
en la escritura de venta se establecía la condición de retroventa (238).
La última adquisición de bienes raíces practicada por el marsellés también
sería de agua. Poco más de año y medio ante de morir, compraba a D. Vicente
Pascual del Povil y Rebolledo un hilo de agua vieja fluyente de la acequia mayor
con su tanda y partidor, registrado en el libro de la Giradora en la martava del
tercer viernes de noche con el número 319, propiedad de doña Jacinta Boacio y
Pascual, tía abuela del vendedor, de la que éste lo había recibido en herencia. La
venta, pactada así mismo a carta de gracia, se apreció en 200 libras pagadas de
contado por el comprador en moneda de plata; esto es, en libras (239).
No parece que a nuestro personaje le interesase la posesión de otras tierras
distintas a las situadas en la partida rural de la Condomina, sobre todo sí estas
eran de inferior calidad y rendimiento por ser tierras campas o de secano, ya que
(236) A.M.A. Arm. 7, Lib. 3, “Relación jurada de Pedro Choly. 13-8-1734”. Los cargos de justicia soportados
por la hacienda eran dos censos provenientes de la última compra de tierras: uno de capital 140 libras y anuo
rédito de 7 libras pagadas a Bautista Riera, y otro de 280 libras de principal y 14 libras de pensión anual
satisfechas a doña María Ramón, viuda del citado difunto notario Francisco Andujar.
(237) A.H.P.A. Protocolo 798 de Antonio García, “Venta condicional de agua”, 1-12-1734, ff. 483r-484v.
(238) A.H.P.A. Protocolo 802 de Antonio García, “Venta condicional de agua”, 9-12-1740, ff. 188r-201v.
(239) A.H.P.A. Protocolo 808 de Antonio García, “Venta condicional de agua”, 24-3-1747, ff. 87r-88v.
224
en noviembre de 1733 vendía el negociante por 234 libras al alicantino Vicente
Pastor, galerero de la carrera de Madrid, un pedazo de tierra campa en la partida
del Raspeig compuesto de 13 jornales de sembradura – 6 Ha. y 24 a. –, propio
de la herencia de D. Vicente Bonavida y que había adquirido en pago de créditos
adeudados que culminaron en procesos judiciales ante la real justicia de la
ciudad y de la Audiencia de Valencia (240).
En efecto, aquello que terminando 1733 parecía un indicio se convierte en
manifiesta evidencia pasada una década, durante la cual el negociante se
desprenderá de las tierras poseídas fuera de la Condomina y también del término
alicantino, comenzando por estas últimas.
Entre los meses de abril y julio de 1739, Choly había comprado en la partida
de La Daya, en el término de la villa de Monóvar, un tahúlla con moreras a
María Juan y otras 4 tahúllas, un jornal y medio de tierra conteniendo 16 olivos
y más la quinta parte de una casa y corral de ganado situados en esta propiedad a
los monoveros esposos Estanislao Pérez y Antonia Julbe. Un lustro después,
vendía estos bienes al también vecino de dicha villa Ignacio Martínez por un
total precio de 245 libras, 15 sueldos y 7 dineros, satisfechas por el comprador
en el siguiente trienio con diferentes pagas anuales, además de garantizar su
pago mediante la hipoteca de las propiedades adquiridas. En cualquier caso, y
con cierto retraso en los plazos, la deuda estaba liquidada en los últimos meses
de 1748 (241).
Anteriormente, hemos aludido a los hermanos Belón como componentes del
círculo más cercano, casi familiar, del comerciante con quien les unía, además
del paisanaje, una estrecha relación mercantil; pero, sobre todo, personal que
llevaría a Juan Bautista Belón mayor a designar legatario a Choly en sus últimas
voluntades, redactadas ante el notario José Soler y Rico en la primera semana de
octubre de 1745. El legado del testador comprendía dos parcelas de tierra a él
adjudicadas, a fines de junio de ese año, por venta judicial de los bienes
pertenecientes a su fallecido deudor Vitoriano Sala, de Muchamiel, y que el
legatario enajenaría sucesivamente en el mismo día un trienio más tarde.
Pasados dos días de marzo de 1748, vendía Choly a Francisco Pérez, su casero
en la finca de la Condomina, una pieza de 14 tahúllas situadas en la alicantina
partida del Trachio, vulgarmente denominada La Senia, con su balsa, noria y
agua nueva del Pantano por precio de 363 libras pagaderas en once anuales
pagas de 33 libras, abonadas en cada fiesta de Todos Santos (242). Pasado un
bienio, habiendo fallecido ya el negociante, el comprador ajustaba con la viuda
Mariana Cabanes las cuentas pendientes de los dieciséis años de casero en la
hacienda de la Condomina, resultando acreedor en 197 libras, 8 sueldos y 5
dineros, cantidad que dejaba en manos de Mariana a cuenta y en parte de pago
(240) A.H.P.A. Protocolo 1580 de Vicente Rovira, “Venta de tierra”, 12-11-1733, ff. 233r-235v.
(241) A.H.P.A. Protocolo 1773 de Antonio García, “Venta de tierra”, 13-1-1744, ff. 8r-11v, y protocolo 809 de
Antonio García, “Carta de pago”, 20-11-1748, f. 230r-230v.
(242) A.H.P.A. Protocolo 809 de Antonio García, “Venta real de tierra”, 3-3-1748, ff. 51r-53v.
225
del precio de la tierra comprada (243).
La segunda pieza de tierra de la manda testamentaria estaba compuesta por 6
jornales de secano, conteniendo diferentes árboles, situados en la partida de la
Coveta Fumada próxima a El Campello que el marsellés vendía, inmediatamente
después del trato precedente, a los hermanos de San Juan Luis y Jacinto Baeza
por el precio de 172 libras y media, a liquidar en cinco iguales pagas anuales de
34 libras y media abonadas también en cada fiesta de los difuntos (244). Esta
sería la última transacción de bienes raíces efectuada por Pedro Choly, cuyo
fallecimiento acontecería seis meses más tarde.
En definitiva, a la luz de los datos manejados, vislumbramos dos etapas
diferenciadas en la trayectoria personal y profesional del negociante marsellés
delimitadas por el año 1722 y que, por otra parte, se ajusta a los patrones
económicos seguidos por sus compañeros de profesión. Una inicial, con
periodicidad temporal de once años, no totalmente exitosa en su prioridad por
conseguir una rápida y fulgurante fortuna que le posibilitase su repatriación; y
otra segunda fase, comenzada a partir de sus nupcias con Mariana Cabanes,
donde, además de integrarse en la sociedad alicantina, alcanzaría sus mayores
logros económicos consiguiendo una notable fortuna en relación con el conjunto
de la burguesía local, valorada por sus herederos en unas 38.632 libras de
capital, merced a su agudeza negociadora y mercantil tanto como a su sagacidad
para rodearse de leales y eficaces colaboradores.
Se trata, en suma, de un negociante mayorista cuya labor más sobresaliente fue
la actividad crediticia en su múltiple variedad de formas, así como su inusual
habilidad contable para la época, utilizadas como trampolín para su ascenso
económico y social en la secular década de los años veinte, posición que logró
consolidar en la siguiente década como cosechero y comerciante, contando para
ello con el inestimable sostén proporcionado por su católico matrimonio con una
alicantina, componente de una familia de mercaderes de la ciudad.
(243) A.H.P.A. Protocolo 811 de Antonio García, “Ajuste de cuentas”, 6-7-1750, ff. 189r-190v. Los 16 años de
casero se cumplirían el día primero del siguiente mes de agosto.
(244) A.H.P.A. Protocolo 809 de Antonio García, “Venta real de tierra”, 3-3-1748, ff. 54r-56v.
226
227
LAS REDES FAMILIARES: LOS FABIANI BOTTARI
(1) Martín de Viciana, Crónica de la ínclita y coronada ciudad de Valencia. Valencia, 1980, parte III, p. 394.
(2) Braudel, F. y Romano, R., Navires et marchandises a l´entrée du Port de Livourne (1547-1611). París,
Armand Colin, 1951, p. 36. De las 328 embarcaciones que, procedentes de España, arribaron a este puerto
italiano entre los años 1573 y 1593, de ellas 161 partieron desde Alicante lo cual supone el 49´1 % del total
tráfico.
(3) Ruiz Martín, F. Lettres marchandes échangées entre Florence et Medina del Campo. París, SEVPEN, 1965,
p. 138.
227
de la propia capital, lo cual explicaría que, cuando las Cortes de 1626 acordaron
permitir el comercio exterior del Reino sólo a través de Vinaroz, Valencia,
Denia y Alicante, el volumen y valor de las mercancías desembarcadas en el
puerto lucentino fuera superior a las estibadas en Valencia (4), tendencia que
continuaría durante toda la primera mitad del siglo XVIII debido, en gran
medida, a la cotidiana actividad mercantil de los negociantes extranjeros entre
los que figuraba una importante colonia genovesa, como testimonia el
repartimiento practicado para el pago de las 8.300 libras del cupo del Cuartel de
1713 donde aparecen siete negociantes de aquella república italiana, número que
se vería incrementado en cuatro componentes más pasado un bienio (5).
Uno de los primeros componentes de esa colonia genovesa fue la familia
Fabiani (6), oriunda del lugar de Voltri, en la Ribera de Génova, donde residía el
matrimonio formado por Juan Fabiani y Magdalena Canega quienes tuvieron a
Juan, Gerónimo, Juan Bautista y Magdalena, todos nacidos en el último tercio
del siglo XVII. Antes de finalizar esta centuria, los dos primeros hijos emigraron
hacia tierras valencianas pretendiendo mejorar sus condiciones de vida y, si era
posible, hacer fortuna. El mayor, Juan, casado con María Gerónima Carrera, se
establecería en Alicante con su consorte y su única hija, la cual ingresaría en
1710 como religiosa clarisa en el convento de la Santa Verónica o Santa Faz
bajo el nombre de sor Ana del Santísimo Sacramento Fabiani, llegando a
desempeñar el cargo de abadesa de esa comunidad religiosa durante el cuatrienio
de 1753 a 1756. Sus progenitores fallecían en los años veinte de esta centuria,
siendo su padre el primero en morir al que seguirá, pocos años más tarde, su
madre después de haberla designado por su heredera universal en sus últimas
voluntades (7).
Por su parte, Gerónimo Fabiani – en adelante Gerónimo padre –, se
emancipaba en la postrera década del Seiscientos al abandonar el hogar paterno
para asentarse también en tierras valencianas, concretamente en Vinaroz, villa en
la que se había establecido la familia de los Bottari, natural de Génova, con cuya
hija María Margarita se casaría en septiembre de 1698. La desposada aportaría al
matrimonio una dote de 1.000 libras, cantidad donada por su tío paterno Carlos
María, pues aunque su padre Juan Bautista le prometió constituir una dote de
500 libras, pasadas dos décadas nunca había llegado el momento de cobrarlas (8)
(4) Casey, J., El Reino de Valencia en el siglo XVII. Ed. Siglo XXI. Madrid, 1983, p. 83.
(5) A.M.A. Arm. 7, Lib. 2, “Repartimientos del Equivalente y Real de la Sal hechos en la M.I. Ciudad de
Alicante desde el año 1712 hasta 1714, y de 1718”, y Arm. 8, Lib. 23, “Arrendamientos, 1714 – 15”. Cfr. en
Giménez López, E., Alicante en el siglo XVIII. Economía de una ciudad portuaria en el Antiguo Régimen.
Valencia, 1981, p. 65.
(6) Aunque en la documentación manejada, generalmente, será mencionada con el apellido castellanizado
suprimiendo la última vocal – Fabián –, no sucede siempre lo mismo al firmar un documento motivo, entre otros,
por el que hemos preferido mantener el original apellido familiar.
(7) A.H.P.A. Protocolo 629 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Testamento”, 18-8-1727, ff. 239v-240v. En
sencillas y breves cláusulas, la testadora disponía que su funeral y sepultura fuera a voluntad del tratante genovés
Nicolás Malagamba, a quien designaba por su albacea. Además, especificaba no tener deudas ni créditos, ni
haber aportado dote nupcial.
(8) A.H.P.A. Protocolo 65 de Francisco Andujar, “Testamento”, 19-7-1718, f. 246r-246v. La escritura dotal se
228
Los nuevos consortes permanecerían en la villa castellonense menos de un par
de años porque, teniendo noticias por su hermano Juan del mayor dinamismo
mercantil de Alicante y convencido que allí tendría mejores posibilidades de
realizar negocios, a la par que mejores perspectivas de futuro, se trasladarían en
los meses finales de 1699 a la ciudad lucentina donde estrenarían paternidad.
Al parecer, la realidad superaría a las expectativas de los cónyuges,
evidenciándolo dos hechos. Por un lado, la formación casi inmediata de una
“compañía y sociedad en todo género de negocios con su hermano Juan
Bautista” (9), residente habitual en Génova salvo alguna esporádica y breve
estancia en Alicante, teniendo la sociedad una duración de por vida de los
socios; y, por otro, la decisión de establecerse definitivamente en la ciudad,
fijando su residencia en la calle del Valle a la par que estrenaban paternidad con
el nacimiento de su primer hijo, de nombre Juan Bautista en honor a su querido
hermano, al que seguirían Gerónimo, Tomás, Rosa María, José, María Gerónima
y Margarita Teresa Fabiani y Bottari.
Iniciada la Guerra de Sucesión, el convulso ambiente bélico y social padecido
por Alicante durante más de tres años, desde enero de 1706 hasta octubre de
1709, afectaría plenamente a este linaje a causa de la tibieza pro borbónica
mostrada por el progenitor familiar, a resultas de la cual se vería inmerso en el
proceso de confiscaciones practicado en Alicante por las autoridades borbónicas
desde diciembre de 1708 a través de Benito Arques y Mingot; y, desde enero de
1709, por el juez privativo de confiscaciones Tomás Melgarejo y Gamboa (10).
A consecuencia de estas medidas represoras el fisco le incautaba la casa de la
calle del Valle, motivando el traslado familiar a un inmueble del arrabal de San
Francisco situado en el Portal de Elche convertido, desde entonces, en la
residencia definitiva de los Fabiani-Bottari, ya que el bien confiscado no le sería
reintegrado hasta pasados quince años a cuyo fin, en abril de 1723, Gerónimo
padre facultaba a su fiel colaborador jurídico, el procurador de causas Bernabé
Monte, para que en su nombre y representación tomara posesión judicial de la
casa otrora confiscada (11).
Sin embargo, en esa fecha, nada era igual en el ámbito familiar del negociante
genovés debido a los sucesos acontecidos en su seno. El más trascendente fue la
grave dolencia padecida por su consorte Margarita, que la obligaría a
permanecer postrada en cama y a redactar su testamento aunque, finalmente,
conseguiría restablecerse de la aguda afección llegando a sobrevivir a su marido.
Pero, en julio de 1718, convencida la doliente de estar próximo el fatal desenlace
229
redactaba sus últimas voluntades ante el notario Francisco Andujar (12). Las
breves disposiciones comenzaban con las cláusulas confesionales mediante la
esteriotipada fórmula religiosa de invocar la figura de Dios, destacando su
cualidad de todopoderoso, y la de los santos apóstoles Pedro y Pablo,
catalogados de príncipes y cabeza de la Iglesia. Reafirmaba su fe con la firme
creencia en el misterio de la Santísima Trinidad y su adhesión a las demás
creencias confesadas por la Iglesia Católica, eligiendo por sus intercesores a
María Santísima como “soberana reina de los ángeles” y madre de Dios, y a su
esposo amantísimo San José considerado como “el patrón de la buena muerte”
(13). Ante la incertidumbre de la muerte y temerosa de ella, designaba albacea a
su marido “por la gran satisfacción y confianza que tengo de su cristiano modo
de obrar”; determinaba el hábito religioso con el que deseaba ser amortajada,
siendo este el franciscano del que era hermana, y señalaba su sepultura en el
convento dominico y capilla de Nuestra Señora del Rosario.
El ceremonial funerario era una de las circunstancias propicias para mostrar
el/la difunto/a su condición social; pero, en esta ocasión, la testadora exige la
celebración durante su entierro de una misa cantada de cuerpo presente, si es por
la mañana, o vísperas de difunto si tiene lugar por la tarde. El restante ritual de
acompañamiento, funeral de entierro, sufragios y número de misas “pro anima”
dejaba su ejecución al arbitrio y disposición de su albacea marido, salvo las
mandas pías comúnmente llamadas “forzosas” a las que asignaba, de manera
independiente y por una sola vez, un real a los Santos Lugares de Jerusalén y a
la redención de cautivos cristianos.
Las restantes disposiciones testamentarias incluidas en las cláusulas
declarativas de carácter económico ya han sido reseñadas con anterioridad,
excepto aquella que refiere otro acontecimiento familiar al expresar que de los
bienes comunes matrimoniales se había satisfecho el gasto del noviciado de su
hija menor Margarita Teresa en el convento de capuchinas de la ciudad, así
como la limosna o donativo entregado a dicha comunidad religiosa, importando
todo el dispendio unos 100 doblones de a 2 escudos de oro, cantidad que debía
entenderse a cuenta de su posible legítima herencia (14). Por lo demás, después
de nombrar a su marido como tutor-curador sin fianza de todos sus hijos, por
entonces menores de 25 años, designaba a éstos por sus universales herederos a
partes iguales.
La mencionada Margarita Teresa, si bien fue la primera de los hijos en seguir
los religiosos pasos de su tía, no sería la única puesto que a ella le seguirán otros
tres hermanos más. A mediados de 1724, su hermana Rosa María ingresaba bajo
el nombre de sor María Francisca como novicia clarisa en el convento-
monasterio de la Santa Verónica o Santa Faz y, estando próxima a profesar, en
(15) A.H.P.A. Protocolo 298 de Francisco Boix y Sevillano, “Testamento”, 14-5-1725, ff. 146r-148v.
(16) A.H.P.A. Protocolo 628 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Cesión”, 16-2-1726, ff. 50r-51r. La escritura de
imposición de este censo a favor de Gerónimo padre aparece datada en 29-1-1726, realizando la cesión “por lo
mucho que estima a su hija”.
(17) A.H.P.A. Protocolo 632 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Testamento”, 5-12-1730, f. 429v.
231
1733 el doctor Tomás Fabiani era nombrado coadjutor del deanato de dicha
iglesia parroquial, prebenda perteneciente al deán Martí en virtud de bulas
pontificias. La toma de posesión estuvo acompañada de gran ceremonial ya que,
después de presentado por su mentor, los canónigos José Benito Tredos y José
Pascual de Bonanza, consulares nombrados para el acto, salieron del aula
capitular llevando en medio al presbítero Tomás vestido con ropas de corporal
que, acompañados por el maestro de ceremonias, el sacristán mayor, el
pesteguero, el clero de dicha iglesia colegial y un numeroso concurso de
personas de toda condición social, fueron hasta el altar mayor y sobre el ara del
mismo el aspirante a coadjutor desplegó los corporales, volviéndolos a plegar,
para luego abrir el misal del lado de la Epístola leyendo la oración de San
Nicolás. Acto seguido, con el mismo acompañamiento, pasaron al coro donde
Tomás tomaba asiento en la silla de su pertenencia al tiempo que el maestro de
ceremonias le daba unas monedas de estipendio, como era costumbre, tras lo
cual volverían al aula capitular, donde habían permanecido los capitulares ante
quienes el nuevo coadjutor prestaría el juramento acostumbrado (18).
A partir de ese instante, el ascenso del coadjutor fue meteórico debido al
deteriorado estado físico del deán Martí. Antes de acabar ese mismo año, Tomás
accedería a una canonjía y, poco tiempo después, el cabildo le elegía como
nuevo deán de la iglesia colegial bajo el amparo de su humanista protector, el
cual le designaría por albacea en sus últimas voluntades redactadas tres años más
tarde, a comienzos de septiembre de 1736 (19).
En el desempeño de esta jefatura capitular y relacionada con ella, el deán
Tomás Fabiani intervendría en asuntos diversos, siendo los siguientes una
muestra de ello. En 1742, como uno de los administradores de la pía fundación
del doctor Bartolomé Juan, adquiría por 154 libras un censo de anua pensión al 5
% vendido por doña Luisa Rotlá y Canicia, hermana de D. Antonio y viuda de
José Pascual de Bonanza, impuesto sobre una casa situada en la calle Labradores
perteneciente a la vendedora desde mayo de 1699 como uno de los bienes de la
dote aportada a su matrimonio, cuyo precio de venta fue pagado al contado por
mano del doctor Juan Bautista Díaz con 30 doblones y medio de oro más 32
libras de plata (20). Pasados dos años, desempeñando la mayordomía de los
frutos de la colegial de San Nicolás en unión de los canónigos Domingo Torres
y Roca, su predecesor en los años de 1740 a 1742, el Chantre Joaquín Canicia y
Doria, como mayordomo de las 1.000 libras de dotación en el bienio de 1742-43,
y Jacinto Milot, antecesor de éste último en el año 1741, apoderaban al madrile-
(18) A.H.P.A. Protocolo 797 de Antonio García, “Posesión de la coadjutoría del deanato de la iglesia colegial”,
23-3-1733, ff. 98r-99v.
(19) A.H.P.A. Protocolo 800 de Antonio García, “Testamento de don Manuel Martí, Deán”, 2-9-1736, ff. 260r-
262v; y protocolo 801 de ídem, “Obligación”, 11-8-1737, ff. 150r-152v. Sobre la figura y obra de este insigne
humanista. Vid. Mestre Sanchís, A., Manuel Martí, el Deán de Alicante. Alicante, Diputación, 2003.
(20) A.H.P.A. Protocolo 804 de Antonio García, “Venta real de censo”, 28-4-1742, ff. 92r-94v. Los restantes
administradores eclesiásticos fueron los doctores D. Luis Canicia y Juan, Chantre; D. Carlos Campos, canónigo
penitenciario, y D. Nicolás Benedito, cura más antiguo de San Nicolás. Por su parte, los Rotlá y Canicia fueron
una familia linajuda componente de la oligarquía local.
232
ño Antonio María Fava al objeto de alegar sus legítimos derechos ante la
Nunciatura apostólica en España y, en caso necesario, ante el monarca y sus
Supremos Consejos (21). Para tales funciones administradoras, el cabildo
designaba cada año en el mes de enero al mayordomo, pudiendo ratificar o
sustituir a quien la ejercía con la obligación siempre de afianzar la mayordomía.
De esta manera fue como el deán Tomás ejercería la administración de los frutos
al menos hasta 1746, año en el que tuvo que recurrir a su hermano mayor para
afianzar la mayordomía de frutos, accediendo éste pues no en balde habitaba en
su casa formando parte de su propia familia (22). Pero con todo, al parecer fue
más relevante, por su trascendencia a nivel local, su probable intervención en la
designación de su hermano José como uno de los predicadores en los tres días de
rogativas de la Santa Faz decididas por el Consistorio alicantino en 1760, cuyo
extenso y documentado sermón en defensa del culto, de la devoción pública y de
la autenticidad de la reliquia, asegurando ser una de las tres impresas en el lienzo
verónico, generaría una Polémica Ilustrada descrita con claridad por el
inolvidable cronista Cutillas Bernal (23) la que, superando el ámbito
estrictamente intelectual o cultural, trascendería al terreno religioso y social.
José Fabiani, único componente familiar que mantendría su original apellido,
ingresaba en 1730 como religioso novicio en los jesuitas de la ciudad llegando,
tres décadas después, a ser mínimo de los moradores de su Real Colegio. Su
sermón completo y documentado de 5 de marzo de 1760 sería, pasados tres
años, publicado por el Ayuntamiento (24) con más de 300 copias, iniciándose así
el contraste de opiniones entre un clérigo regular, el jesuita José, y otro secular,
Agustín Sales, cronista de la ciudad de Valencia y de su Real Monasterio de la
Santísima Trinidad.
La Polémica adquiere su verdadero significado enmarcada en el panorama
político-religioso español imperante en la secular década de los años sesenta,
cuyas circunstancias serían factores determinantes en su desarrollo y
repercusión. Iniciada la década con la entronización de Carlos III, largo tiempo
reinante en Nápoles y cuyos más allegados colaboradores tendrían esa
procedencia, a los cuales se culparía de los males padecidos por España en 1766.
El jesuita José era de ascendencia genovesa, no napolitana; pero, en definitiva, sí
italiana, lo cual motivaría no sólo la ausencia de apoyos entre las demás ordenes
regulares de la ciudad, sino más bien todo lo contrario manifestado en un cierto
resentimiento, ya que la designación del hermano del deán había supuesto
eliminar un puesto de predicador para las otras ordenes, además de provocar la
(21) A.H.P.A. Protocolo 1773 de Antonio García, “Poder para pleitos”, 16-10-1744, ff. 201r-202r.
(22) A.H.P.A. Protocolo 807 de Antonio García, “Fianza”, 6-1-1746, f. 3r-3v.
(23) Cutillas Bernal, E., “La Polémica Ilustrada sobre la reliquia de la Santa Faz de Alicante: un ataque a la
Compañía de Jesús”. Revista de Historia Moderna Nº 15, Universidad de Alicante, 1996, pp. 47-72.
(24) Fabiani, José. Disertación Histórico-Dogmática sobre la Sagrada Reliquia de la Santísima Faz de Nuestro
Señor Jesu Christo. Murcia, 1783. Vid. Cutillas Bernal, E. Op. cit., p. 70, nota 7.
233
convicción del dominio de la familia Fabiani dentro de la iglesia alicantina.
Desde la óptica cultural corrían en la Península vientos antijesuíticos
procedentes de Europa, pretendiendo socavar su hegemonía en la enseñanza con
sus cátedras universitarias, Colegios Mayores y escuelas, de enorme influencia
en la esfera política, pues en ellos estudiaba la nobleza y se formaban los futuros
gobernantes del país. De ahí la pugna, en el ámbito de la política nacional, entre
colegiales y manteístas que, como representantes de la pequeña nobleza,
lograrían finalmente triunfar tras conseguir del monarca la orden de expulsión de
la Compañía de todos los territorios de la monarquía en 1767. Este hecho, a
nivel local, se manifestaría con la inauguración de la ampliación del convento de
los dominicos que, tres años más tarde, obtenían la concesión de las cátedras de
Filosofía y Latin, hasta entonces ostentadas por los jesuitas.
En el plano estrictamente religioso afloraba la contraposición entre dos
filosofías distintas, exponentes, a su vez, de otras tantas concepciones religiosas
diferentes: la escolástica medieval frente al racionalismo ilustrado; esto es, las
creencias y cultos religiosos fundados en la tradición de la autoridad eclesiástica
frente a las basadas en la convicción personal de la razón. Estas irreconciliables
posiciones ideológicas se plasmarían plenamente en la polémica, pues no en
balde el humanista deán de San Nicolás, D. Manuel Martí, uno de los próceres
de la Ilustración valenciana, a su regreso de Roma pondría los cimientos de una
escuela sustentada en el criticismo histórico y acrisolado antijesuitismo (25),
rasgos transmitidos a sus discípulos y heredados por el más sobresaliente de
todos ellos, el ilustrado erudito de Oliva Gregorio Mayans y Siscar quien, en
realidad, sería el iniciador de la mencionada disputa.
Según Cutillas Bernal, el desarrollo de la polémica duraría apenas un año,
aunque las disputas se prolongarían hasta 1774. El sermón pronunciado por el
padre jesuita en 1760 era un panegírico, pues trataba de incrementar la fama del
Monasterio de la Santa Faz y de la Reliquia custodiada por miembros de su
familia, justificando la ausencia de escritos sobre el Monasterio (26) porque la fe
en la Reliquia se transmitía entre los alicantinos de generación en generación,
calando así más que cualquier escrito. En su laudatorio deseaba agradar a las
clases dirigentes, glosando las bondades de esta tierra como diáfana constatación
de la elección divina de Alicante, donde dejó “…en prenda de su Amor el propio
Retrato de su único Hijo hecho Hombre…”, así como los prodigios acontecidos
en 1489, para lo cual esgrimía la documentación testimonial de los escritos del
Dr. Pedro Maltés, del General de la orden de menores fray Marcos de Lisboa,
del padre dominico Vicente Doménech y de los padres franciscanos Juan
Andreu y Francisco Gonzaga, si bien a éste último le desautorizaba en su
afirmación de que la reliquia de Alicante estaba impresa sobre tela de seda o
(25) Mestre Sanchís, A., Humanismo y Crítica Histórica de los Ilustrados Alicantinos. Alicante, 1980, p. 17.
(26) Hasta entonces sólo existía la Crónica de Bendicho, que permanecía olvidada en la colegial de San Nicolás,
y se estaba elaborando el Discurso Histórico-Jurídico del Dr. Pedro Maltés, al que le faltaba el placet eclesiástico
del obispo oriolano Sánchez del Castellar. Vid. Cutillas Bernal, E., Op. cit., p. 70, nota 11.
234
tafetán, negándolo José para quien se veía impresa en tela de lino o, a lo sumo,
de finísimo algodón a modo de gasa, lo cual era patente para todos los que
miraban de cerca a la Santísima Faz. Añadía, además, que esta reliquia era la
tercera y original tanto como la de Roma y Jaén-Baeza, olvidándose de la de
Turín; pero, dando un paso más, afirmaba que se trataba de la que se hallaba en
Jerusalén (27).
Estas últimas aseveraciones se convertirían en el nudo gordiano de la
polémica, pues implicaba que la reliquia alicantina era una de las estampadas en
el velo de la Verónica y ello suponía aceptar la existencia histórica de éste
personaje, pese a su inexistencia en los Evangelios y en el Martirologio Romano,
aunque sí en la tradición de los Santos Padres, en opinión del jesuita quien
superaba estos inconvenientes recurriendo a autores que lo admitían en sus
obras, como acontece con el teólogo jesuita Teófilo Raimundo, así como a los
testimonios de Pero Subetto, San Antonio o del padre Bolando, incluso a misales
alemanes del siglo XVI y a Jaime Gretrer, el cual aseguraba existir en Alemania
la tradición de colocar pinturas de la Verónica a espaldas del altar mayor.
Además, el jesuita refutaba el Martirologio aduciendo que en él no aparecían
todos los santos, como sucedía con San Nicolás Peregrino que, sin ser citado, era
reconocido por el cardenal Beronio.
Pero, ¿por qué esa imperiosa necesidad del jesuita por demostrar la existencia
de la Verónica? Porque era sabedor que la Iglesia Católica admitía como
auténtica y verdadera la faz divina de Roma; pero no como impresa en el velo de
la Verónica, sino en la tela con que Cristo enjugó el sudor de sangre durante la
Oración del Huerto y, de ser así, sólo podría existir una Santa Faz verdadera,
siendo las restantes veneradas simples copias de la romana (28).
En carta fechada el 19 de agosto de 1763, Mayans comunicaba al presbítero
Sales tener noticia de la publicación en Alicante de la Disertación del jesuita
pidiéndole, si era posible, conseguir un ejemplar y emitir un juicio sobre ella.
Pasados cuatro días, Sales poseía el sermón de José y, tras su lectura, escribía su
opinión al erudito de Oliva manifestándole su incredulidad en la mujer Verónica,
su creencia en la Vera Icon impresa en el Huerto como describía el evangelista
San Lucas y la convicción de ser el verdadero sudario el de San Pedro de Roma,
fundada en el testimonio de su docto archivero Jacobo Grimaldi, a la par que en
las disertaciones de Honorato Santa María, Gerardo Casteel y, con anterioridad,
del obispo Simón Marjolo, de cuyo original se sacaron las copias veneradas en
Francia, Rusia y España (29), incluida la adorada reliquia de Alicante traída a la
ciudad por mosén Pedro Mena antes de 1489, según escribía Martín Viciana y
afirmaba el padre Jerónimo Sánchez del Castellar en su sermón predicado en
235
1635 a las monjas de la Santa Faz (30).
Pasado poco más de un mes, el 26 de septiembre, el presbítero recibía la
respuesta epistolar de D. Gregorio, alabando en ella la erudición y maduro juicio
de Sales; pero disentía en lo esencial, pues para él no había desde el principio
ninguna Santa Faz como verdadera efigie de Jesucristo porque así lo dejó escrito
San Agustín y no lo referían los Evangelistas, ni las Epístolas Canónicas, ni
tampoco los Santos Padres; es decir, las fuentes primigenias. A continuación,
argumentaba su posición con el siguiente razonamiento: “…es inverosímil que
nuestro Redentor se limpiase su sagrado rostro de manera que la efigie saliese
entera. Esto no es modo de limpiarse el sudor”. Además, añadía, en el Segundo
Concilio de Nicea asistieron más de 600 obispos que citaron todas las imágenes
antiguas conocidas, sin relatar la Santa Faz. Y concluía preguntándose, “¿acaso
ignoraba su existencia y conservación toda la Iglesia Católica?” (31). De lo
antedicho, resulta obvio que, dentro de una misma línea de pensamiento, Sales
representaba la fe y Mayans, la razón.
Antes de finalizar ese mismo mes, algunas ordenes religiosas interesadas en
socavar el dominio escolar de los jesuitas se interesaban por el sermón del padre
Fabiani, cual fue el caso de los carmelitas; pero sería el fraile Tomás de
Calabuig, prior del convento setabense de los Trinitarios, sobre cuya historia
estaba escribiendo Sales, quien solicitaba del presbítero su dictamen sobre la
disertación del jesuita. La respuesta, similar a la remitida a Mayans, le llegaría el
día 27, haciendo el trinitario copias de ella para entregarlas a la familia Albornoz
que las repartiría a los carmelitas, quienes a la sazón habían fundado en su
convento de la ciudad una escuela de primeras letras, y a otras comunidades
religiosas que prometieron distribuirlas en Alicante, haciendo llegar la polémica
hasta la misma ciudad (32).
Así fue como la controversia tomaría un cariz distinto del inicial, pues ya no se
trataba de un juicio crítico sobre la predicación del jesuita, sino que el objetivo
era acusarle de laxo como miembro de la Compañía y, por extensión, a ella
misma con el fin de desacreditar a sus componentes.
Intuyendo el padre José que, en el fondo, el ataque iba dirigido contra toda la
orden, en su intento por evitarlo, trataría de rebatir la crítica de Sales y sus
argumentos escribiendo “La Disertación de la Santa Faz de Alicante, con
Reflexión sobre Reflexiones”, bajo el seudónimo de Dr. Basilio Ponce de León,
presbítero (33). Este autor, que declaraba su formación jesuítica, daba la razón al
padre José al que defendía en una obra dividida en nueve reflexiones con las que
trataba de refutar los alegatos críticos de Sales. En su introducción admitía los
contrarios juicios del presbítero valenciano como “achaques de la edad en que
vivimos, donde se gradúan de ingeniosos aquellos genios que, mal contentadizos
(30) Cutillas Bernal, E., Op. cit., pp. 56-57 y 71, nota 26.
(31) Ibid., Op. cit., pp. 57-58 y 71, nota 28.
(32) Ibid., Op. cit., pp. 59-60 y 71, nota 29.
(33) Ponce de León, B., La Disertación de la Santa Faz de Alicante, con Reflexión sobre Reflexiones. Murcia,
1764. Cfr. en Cutillas Bernal, E., Op. cit., p. 71, nota 35.
236
con lo que escriben otros, dedican toda su ciencia y estudio a mendigar
opiniones de meras probabilidades…” (34).
A la negación por Sales de la Verónica, porque San Buenaventura o los Santos
Padres no la referían en sus escritos, la contradecía el autor con que tampoco
constataban que la Virgen “saliese al encuentro de Jesús en la calle de la
Amargura y, no obstante esto, todos creemos este encuentro y suceso…” (35),
pues tal personaje era citado por San Metodio muchísimo antes del nacimiento
de San Buenaventura, así como por Adricomio y Juan Bolando en su
voluminosa obra. Aprovechaba la ocasión el Dr. Basilio para señalar que los
jesuitas de la escuela de Amberes habían sido los abanderados en la justificación
histórica de la hagiografía, iniciada por Iteriberto Rosveydo con su Acta
Santorum y continuada por Henschenio, Papebrochio, Bolando y otros
bolandistas hagiógrafos.
Rechazaba que Henschenio quedara en 1661 desengañado de la existencia de
la Verónica por las demostraciones de Juan Holstenio, bibliotecario del
Vaticano, y su eliminación por imaginaria del Martirologio tras la corrección del
cardenal Baronio, pues le resultaba singular que aquél no hubiera transmitido su
desengaño a su compañero de trabajo Bolando que, en su Historia de la Santa
Verónica, aseguraba era tradición cristiana. Igualmente, le parecía increíble que
Baronio hubiese realizado la corrección, cuando el propio cardenal citaba, en el
tomo I Annual ad annum Christi, 34. Tiberii autem, 18 nº. 138, que era distinto
del sudario que cubrió la cabeza de Cristo en el sepulcro (36).
Mayor empeño dedicaba el autor en desmontar la creencia de Sales en la Vera
Icon, achacándola al resultado de un anagrama; esto es, que del juego de letras
del vocablo Verónica se había obtenido Vera Icon, en similitud al caso de la casa
de la Anunciación de la Virgen trasladada por los ángeles a Italia en 1294, la
cual no se conocería como “casa de la Virgen”, sino que tomaría el nombre de su
asentamiento en tierras de Loreta, llamándose Casa o Santa Casa de Loreto. Más
aún, paradójicamente fundamentaba su argumentación tomando ejemplos de
metonimia utilizados por Mayans en su Orador Christiano, nº 25, diálogo I (37).
Seguidamente pasaba a rebatir la creencia de Sales en el sudario de la Faz de
Cristo impreso cuando sudó sangre en la Oración del Huerto, según expresaba el
evangelista San Lucas. Con sarcasmo, el Dr. Basilio reconocía ser la primera vez
que tenía noticia sobre tal hecho, lamentando que no mencionara autor y obra
que asegurara semejante suceso, el cual contradecía con dos alegaciones. Una,
fundada en el relato del propio San Lucas, capítulo 22, cuando describía que
acompañando los discípulos a Jesús, éste les conminó a orar para no caer en
tentación y alejándose de ellos a un tiro de piedra, hincado de rodillas, comenzó
a orar; pero entrando en agonía, oraba más prolijamente hasta sudar gotas de
239
padre a partir de 1720.
Desde ese año, una vez superada la grave dolencia materna, hasta el de 1724 se
sucederían de modo anual los alternativos traslados a Génova de los hermanos
Juan Bautista y Gerónimo, comenzando en esta ocasión el segundo que
permanecería en la capital ligur durante todo el año 1721, siendo sustituido al
año siguiente por su hermano mayor. El que no se desplazaba, permanecía junto
a su padre asumiendo la casa y negociación de éste, poniendo en práctica los
conocimientos y experiencias mercantiles acumuladas en aquella república.
La estancia genovesa de Juan Bautista hijo no sólo le resultaría fructifera en el
plano profesional, sino también en el personal, ya que allí conocería a su futura
esposa Ángela María Dulcini con la que se casaría el 8 de agosto de 1724. Hija
del negociante de aquella ciudad Juan Miguel Dulcini o Dolsini, fallecido un año
después, y de María Caterina Ghersi, aportaría al matrimonio una dote de 2.000
libras en dinero efectivo que el homónimo tío del desposado prometía asegurar
con sus propios bienes, en cumplimiento de los poderes que le había otorgado en
Alicante su hermano Gerónimo padre; pero enterado éste de la obligación y
fianza contraídos por su hermano para posibilitar el casamiento de su hijo, le
liberaría de ellos poco tiempo después para que no pagara ni lastara cantidad
alguna (45).
Ese capital de 2.000 libras de dote las depositaría Juan Bautista hijo en manos
de su padre, pasando a integrar los caudales de su empresa y empleándolas en su
comercio y negocios. Por ello, en febrero de 1730, reconocía este hecho
considerando razonable que su hijo y nuera tuvieran algún beneficio por esa
participación, obligándose a entregarles 100 libras anuales desde el día de la
aportación hasta el de su restitución, en razón de las ganancias y utilidades
conseguidas con esos “caudales empleados en la navegación” (46).
Desde su retorno a Alicante en 1725, Juan Bautista hijo y su esposa vivirían
ininterrumpidamente en la casa paterna del Portal de Elche, perdurando la
convivencia matrimonial por espacio superior a las tres décadas, durante las
cuales no consiguieron tener descendencia. El primogénito del negociante
genovés fallecería a fines de 1756, cuando recién había cumplido los 54 años,
después de haber ejercido el empleo de cónsul de la República de Génova en
Alicante por espacio de 22 años, puesto que su nombramiento tuvo lugar en
enero de 1734 para sustituir al anciano negociante Gaspar Bustanzo (47).
Gerónimo padre autorizaba a su hermano Juan Bautista para que pudiera aprobar y ratificar cualquier obligación
que su hijo mayor hubiera contraído en Génova, otorgándola en su nombre como principal obligado y
garantizando el pago con su persona y bienes.
(45) A.H.P.A. Protocolo 791 de Antonio García, “Obligación y fianza”, 18-9-1725, ff. 313r-314r. En esta fecha
ya se había producido el óbito del consuegro genovés del otorgante.
(46) A.H.P.A. Protocolo 632 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 11-2-1730, ff. 42r-43v. Gerónimo
padre consideraba que en la ciudad de Alicante, como en todas las portuarias, los capitales invertidos en el
comercio exterior eran los que mayor rendimiento producían.
(47) A.M.A. Arm. 7, Lib. 9, “Repartimiento del Equivalente. Año 1757”. La edad cronológica en el momento de
la defunción se ha determinado en base a una fuente fiscal, el “Vecindario de 1754”, existente en este mismo
fondo archivístico y confeccionado a finales de junio de ese año, donde figura Juan Bautista hijo como cabeza de
familia contando 52 años. Por su parte,Gaspar Bustanzo fue el padre de otro conocido genovés, José Octavio Bus
240
Por su parte, Gerónimo hijo sería el primer componente de este linaje en
integrarse en la sociedad alicantina mediante la práctica del enlace matrimonial.
Dos años después que su hermano mayor se desposaba con una alicantina de
media ascendencia francesa, Josefa María Almiñana, única hija del negociante
mayorista Martín Almiñana y de su francesa consorte Inés Bigot (48), con la
que en los veinte años de vida conyugal tendría, al menos, dos hijos llamados
tanzo que ejercería funciones diplomáticas en Sevilla y Madrid , en cuyo tiempo entraría en la órbita mercantil de
los hermanos Fabiani con quienes tendría fluidas relaciones en las décadas de los años treinta y cuarenta.
(48) Martín Almiñana fue, junto a Juan Bautista Abril y Vicente Irles, uno de los más destacados negociantes
mayoristas autóctonos , coetáneos de esa importante inmigración de comerciantes extranjeros producida durante
las dos primeras décadas del siglo XVIII alicantino, con cuyos relevantes hombres de negocio mantendría
relaciones mercantiles.
Al igual que su consuegro, en los postreros años del siglo XVII contraía nupcias con Inés Bigot, hermana de
Luisa que, a su vez, se casaría con José Amorrich; pero, a diferencia de éste que no tuvo descendencia directa, de
su unión marital nacerían tres hijos llamados Luis, Juan y Josefa María. El primero abrazaría el sacerdocio
ingresando en 1718, a cuyo fin sus padres, el último día de agosto, le donarían en congrua el valor de una casa en
la calle Mayor, más el rédito al 5 % de un censo de 600 libras pagado por D. Francisco Marabeuf hasta su
redención. El segundo hijo continuaría los negocios paternos y, tanto él como su hermana, emparentaría con los
Fabiani.
Los negocios y comercio realizados por Martín, parte con capital propio y parte a comisión según expresaba en
declaración jurada, motivaron que los Almiñana-Bigot cambiaran varias veces de residencia desde la inicial en la
calle Labradores, casa natalicia de sus hijos que habitarían hasta 1713, pasando en ese año y hasta 1718 a su casa
de la calle Mayor, la que dejarían en el segundo semestre de ese año en razón de la congrua sacerdotal de su hijo
Luis, trasladándose al arrabal de San Francisco para residir en la calle Barranquet donde permanecerían hasta
1727 y en la que, dos años antes, moría su consorte Inés. Acaso por ello, abandonaban esa vivienda para
trasladarse de nuevo otros dos años a la calle Labradores, desplazándose en 1729 a residir durante tres años en la
Escalera de Santa María para, finalmente, volver otra vez al barrio de San Francisco para establecer su residencia
definitiva en la calle San Javier o Teatinos en la que fallecía Martín llegado abril de 1737.
Desde sus inicios como mercader Martín fue ascendiendo, de forma paulatina y gradual, a los siguientes
estadios comerciales, ya que si bien al comenzar la década de los años veinte era catalogado fiscalmente como
tratante, antes de finalizar la misma aparecerá integrando la relación de negociantes de puerta cerrada en las
certificaciones practicadas durante el trienio de 1728 a 1730 por D. Vicente Bonavida, contador-interventor de
las Rentas Reales y Generales de la ciudad. Estas evidencian que, dentro de sus actividades comerciales, las
importaciones eran ligeramente superiores a las exportaciones, alcanzando aquellas un montante de 328.568
maravedíes durante el período frente a los 276.023 maravedíes generados en derechos de diezmos por la salida
de géneros y frutos del país, destacando en las entradas el año 1728 con 136.512 maravedíes, mientras el cenit de
las salidas se centraba en el año 1729 con 142.741 maravedíes, no detallando la naturaleza de los productos
exportados ni el de las mercancías importadas al no existir ningún cargo ni descargo individual y específico
sobre este negociante. No obstante, una declaración de diciembre de 1728 efectuada por dos negociantes
mayoristas franceses permite vislumbrar el predominio textil en las importaciones de Martín. En ella, los
expertos en reconocimiento de telas Ambrosio Lagier y Juan Pichier observaron una bala de lienzo de la Rosa
con 20 piezas recibidas del buque “La Concordia”, capitaneado por el holandés Tyerk Sown, que le eran
remitidas por los negociantes de Ámsterdam Giménez y Vieira. Después de reconocerla, manifestaron que 11
piezas estaban dañadas por haberse mojado con agua del mar, valorando su daño en la sexta parte de su valor real
que debía rebajarse; y siendo su tiro de 823 aunas griegas – equivalentes a 1.097 varas y dos tercios –, y su
precio corriente el de 3 sueldos la vara, se debía descontar 6 dineros por vara lo que suponía un total perjuicio de
27 libras, 8 sueldos y 10 dineros.
Los rendimientos de sus actividades mercantiles le posibilitarían comprar con pacto de retroventa cada casa
habitada, excepto la de la calle Mayor, además de otros bienes rústicos, de modo que en abril de 1731 disponía
de un moderado patrimonio compuesto por su casa en la Escalera de Santa María, adquirida a carta de gracia al
negociante Juan Bautista Abril por 1.600 libras; una finca en la partida del Llogaret, del término de Benimagrell,
con su casa, cubo y bodega, conteniendo 80 tahúllas plantadas de viñedo y otros árboles regadas con 2 hilos y un
cuarto de agua, cuyo total valor ascendía a 5.300 libras; además de otros 2 hilos de agua comprados también a
carta de gracia por 800 libras a doña Ana María Escorcia y a su hijo D. Nicolás. Esta masa patrimonial alcanzaba
las 7.700 libras que rentaban unas 300 libras, al margen de las 110 libras agenciadas en su oficio, según reflejaba
el padrón de 1731-32. Pero si este era su patrimonio oficial con un elevado número de omisiones, el real transmi-
241
Lorenzo y Tomás; pero sin que podamos determinar su exacto número ni fechas
natalicias debido a los impedimentos para acceder a los archivos parroquiales
alicantinos y, además, porque los esfuerzos por localizar los testamentos de
Gerónimo y de Josefa María han resultado estériles por su inexistencia en los
archivos de la ciudad, motivo por el que suponemos que, probablemente, el
consorte moriría de forma repentina ab intestato en el año 1746, cuando contaba
unos 42 años de edad, habiendo disfrutado durante más de tres lustros de los
beneficios inherentes al nombramiento, en los años treinta del siglo, de Familiar
tido a sus hijos, un sexenio más tarde, lo superaba en casi un 50 % hasta alcanzar más de 11.500 libras
procedentes de las mejoras realizadas en la antedicha hacienda con la construcción de un nuevo cubo y bodega,
más la incorporación de 4 tahúllas y la edificación del cercado del huerto, apreciado todo en 1.187 libras; de la
omisión de censos de dudoso cobro por un capital mayor al de 863 libras; de no contabilizar las más de 1.196
libras del valor de la casa de la calle Mayor, así como las 1.335 libras en dinero efectivo.
En cualquier caso, los bienes indivisos hereditarios de los cónyuges Almiñana-Bigot eran valorados en casi
13.639 libras, resultantes de añadir al anterior capital las 256 libras del menaje de la casa, 193 libras de ropa
blanca, 484 libras de ropa de uso y alhajas de la casa, 539 libras en joyas de plata labrada y otras 192 libras en
prendas de oro, perlas y piedras preciosas.
Ocho meses después de fallecido Martín, que en su codicilo había mejorado a su hijo Juan con el tercio y
remanente del quinto de sus bienes, sus tres herederos procedían a practicar inventario extrajudicial para su
posterior partición y división, en la que Juan, lógicamente, resultaría beneficiado al percibir 4.345 libras, 15
sueldos y 7 dineros por la mejora y 3.097 libras, 14 sueldos y 9 dineros por la tercera parte de la restante
herencia, siendo esta última la misma cantidad percibida por sus hermanos Luis y Josefa María, por lo cual su
hijuela superaba las 7.443 libras cobradas, principalmente, con la mayor parte de la hacienda y dinero en
efectivo. El capital de la hijuela de mosén Luis se reintegraba con 26 tahúllas de la finca rústica, más el cubo
nuevo y bodega, así como los 2 hilos y un cuarto de agua; mientras el caudal perteneciente a Josefa María fue
percibido con el valor de la casa de la calle Mayor, más el censo de 600 libras cargado sobre la finca comprada
en julio de 1720 por D. Francisco Marabauf a los consortes Antonio Brusquito y Ana María Rodrigo. Además de
las partidas de su hijuela, Josefa María y su marido percibirían de sus hermanos y cuñados 200 libras cada uno,
en razón a sus propuestas pretensiones por haber estado ambas herencias, materna y paterna, indivisas formando
una masa común.
Pasado un lustro, en septiembre de 1742, redactaba sus últimas voluntades el presbítero Luis gozando de buena
salud, evidenciando la finalidad testamentaria de determinar la distribución de sus bienes. Sus sencillas cláusulas
piadosas precisaban su voluntad de ser enterrado, con los hábitos sacerdotales, en la sepultura de los sacerdotes
de la iglesia en que fuera feligrés a su fallecimiento, y si llegado el momento fuere residente de alguna parroquia
de la ciudad, su funeral y entierro se efectúe conforme a las concordias celebradas por los residentes de ambas
iglesias. Las misas “pro-ánima” consistían en una cantada de cuerpo presente, más una veintena rezadas en la
parroquia de su feligresía pagando la limosna acostumbrada, legando por mandas forzosas 10 sueldos a la Casa
Santa de Jerusalén y destinando otros tantos para redimir a pobres cautivos cristianos. Después de nombrar a su
hermano Juan y al sacerdote José Casajus como sus albaceas, donaba su breviario al obispo de Orihuela y
mandaba pagar sus deudas, al igual que cobrar sus créditos.
En sus cláusulas patrimoniales legaba 100 libras, por una sola vez, a su doncella sobrina María Luisa Almiñana
y Fabiani por sus buenos y gratos servicios, los que esperaba seguir recibiendo, pasando a designar a su hermano
Juan como heredero universal de todos sus bienes, derechos y acciones; pero que, en el caso de sobrevivirle, los
transmitía íntegramente a su sobrino Nicolás Juan Almiñana y Fabiani.
A.M.A. Arm.7, Lib. 3, “Relaciones juradas de mercantes de Puerta Zerrada desde el año 1731 hasta el de 1734”
A.M.A. Arm.7, Lib. 2, “Repartimiento del Quartel de Invierno. Diciembre de 1712 a marzo de 1714”.
A.M.A. Arm.7, Lib. 2,4 y 5,“Repartimiento del Equivalente y Real de la Sal. Años 1718-28, 1729-34 y 1735-43”
A.M.A. Arm.7, Lib. 4, “Certificaciones de D. Vicente Bonavida,… . Años 1728-30”.
A.M.A. Arm.7, Lib. 3, “Vecindario íntegro de los vecinos de esta Ciudad y Huertos de regadío y secano por el
orden de las clases; agencias que por sus facultades y oficios ganan, propiedades que éstos tienen y renta líquida
que al año les reportaba. Año 1731”.
A.H.P.A. Protocolo 794 de Antonio García, “Declaración”, 20-12-1728, f. 449r-449v; protocolo 801 de idem,
“División y partición que quedaron por la fin y muerte de Martín Almiñana”, 5-12-1737, ff. 291r-299v;
protocolo 768 de Juan Galdó, “Testamento”, 12-9-1742, ff. 147r-149v.
242
del Santo Oficio de la Inquisición de Murcia y, en la década de los cuarenta,
Alguacil mayor de la misma institución en Alicante (49).
En cuanto a la menor componente de la saga, María Gerónima, contraería
matrimonio en 1731 con Juan Almiñana, resultando así una doble unión que
reforzaría el vínculo de parentesco entre ambas familias y, en los nueve escasos
años de relación conyugal nacerían ocho hijos, cinco mujeres y tres varones, a
los que impondrían los nombres de María Luisa, María Margarita, Nicolás Juan,
Martín, Juana María, Ángela María, Juan Bautista y Rafaela, tras lo cual
fallecería María Gerónima en enero de 1740 seguramente a consecuencia del
último parto.
Las mandas piadosas de su testamento, redactado a comienzos de ese año,
disponían que su cuerpo amortajado con el hábito franciscano de las capuchinas,
puesto en ataúd de madera cubierto de negro, fuera sepultado en el convento de
esas religiosas, a cuya madre abadesa imploraba por caridad su consentimiento;
pero, en el caso de no conseguirlo, señalaba como sepultura alternativa la del
convento dominico de Nuestra Señora del Rosario. Determinaba 30 misas de
réquiem rezadas en la iglesia colegial de San Nicolás, dando la limosna de 4
sueldos por cada una, dejando las demás misas – víspera de difuntos,
aniversarios, etc. –, sepelio, exequias, incluso las llamadas “mandas forzosas”, a
la voluntad de sus albaceas que por tales designaba a su esposo y a sus
hermanos, el Dr. Tomás Fabiani, deán, y a Juan Bautista Fabiani, cónsul.
Después de manifestar haber contraído matrimonio sólo con Juan, sin que en
su tiempo se hicieran cartas de boda; pero que sus bienes correspondientes
debían constar en su hijuela de división y partición de la herencia de su padre,
cuyas partidas ascendían a 4.963 pesos, 1 sueldo y 4 dineros, los cuales
transmitía hereditariamente a partes iguales a sus ocho hijos, encargando a su
esposo que, como buen padre, además de su derecho de tutor-curador, procurase
la mejor educación en su crianza, como así lo esperaba del amor que siempre les
había mostrado (50).
Ante tan funesto suceso, Juan Almiñana, que a la sazón contaba con 32 años,
debió sentirse en extremo agobiado tratando de compatibilizar la ardua tarea de
criar en solitario a su numerosa prole, de edades comprendidas entre los 8 años y
apenas meses de vida, con las cotidianas actividades continuadoras del comercio
y negocios de su padre, cuya gerencia y administración había asumido desde
hacía cinco años. En consecuencia, este negociante y Familiar de la Inquisición,
en consideración a la memoria de su difunta esposa y, sobre todo, de respeto a la
posición social de sus cuñados, guardaría el duelo y la viudez durante dos años,
pasados los cuales volvía a contraer matrimonio con Vicenta Díaz, también
viuda del tonelero Felipe Bernabeu, a la que habría conocido con anterioridad
(49) Sirva de muestra que en la división y partición de los bienes de su suegro, practicada en 1737, comparece
como Familiar y, en la compra de una casa-almacén efectuada en 1745, actúa como Alguacil mayor del Santo
Oficio. A.H.P.A. Protocolo 801 de Antonio García, “División y partición…”, 5-12-1737, ff. 291r-299v, y
protocolo 1657 de Onofre Savater, “Venta de casa almacén”, 26-5-1745, ff. 78r-80v.
(50) A.H.P.A. Protocolo 802 de Antonio García, “Testamento”, 10-1-1740, ff. 8r-10v.
243
aún en vida de su fallecida cónyuge a través de relaciones mercantiles
mantenidas con un familiar de la susodicha, la cual aportaría al matrimonio sus
huérfanos hijos y con la que tendría común descendencia varonil (51).
No acabaron aquí los nexos de unión entre los linajes Fabiani y Almiñana,
pues aún quedaba por acontecer el consanguíneo matrimonio, consumado en
1748, entre Lorenzo Fabiani Almiñana y su jovencísima prima María Margarita
Almiñana Fabiani, que constituye un claro exponente de endogamia familiar. En
septiembre de ese año, una vez celebrados los esponsales, los nuevos consortes
demandaban como dote a su suegro y padre Juan la octava parte de los bienes
hereditarios de la difunta madre de la desposada, cuya cantidad alcanzaba las
620 libras, 7 sueldos y 8 dineros pagados en ajuar de ropa, prendas de oro y
plata, medio hilo de agua y diferentes créditos, ascendiendo su monto a 663
(51) Los datos referidos a la edad de Juan y a la situación familiar de su segundo matrimonio se han obtenido de
una misma fuente fiscal: el Vecindario de 1754, el más demográficamente fiable y completo de todos los
confeccionados hasta entonces, reseñando que tenía “4 hijos, el mayor de 14 años”, lo cual sólo resulta posible
con el penúltimo nacido de su primer matrimonio, Juan Bautista, y los 3 restantes del segundo matrimonio,
además de un hijastro llamado José Bernabeu, de 13 años de edad.
En cuanto a sus actividades mercantiles consignamos que, en 1736, cobraba del murciano Juan Carrasco 306
libras del precio de 9 toneles de vino producido en la finca del Llogaret y vendido el año anterior. Éste
comprador le abonaba, en octubre de ese año, más de 340 pesos resultantes de una mayor partida de caldos
vendida un año antes y, el mismo día que saldaba esta cuenta, le compraba una porción de hierro valorada en
algo más de 253 pesos. Este metal será un asiduo producto mercantil en los negocios de Juan y así, en mayo de
1742, venderá al labrador José Soler, de Benimagrell, una pequeña cantidad de hierro equivalente a 28 libras
pagaderas en 5 meses, igual cantidad que la comprada por el alicantino José Colomina para liquidar en medio
año, o los 20 quintales de ese metal adquiridos en 112 libras por el también labrador de Muchamiel Nicolás
Jofriu, que aseguraba liquidarlas en un semestre hipotecando una casa con su almazara y 30 tahúllas de viña
situadas en la partida del Brazal de la Cruz.
Sin embargo, sería el comercio vinícola el que llevaría a Juan a relacionarse con Diego Díaz al venderle, en
agosto de 1736, 3 toneles de vino aloque, 1 de vino blanco y otro de vino tinto, de a 4 charrionadas el tonel, por
el total precio de 120 pesos que debía satisfacer en un cuatrimestre y quedando los 5 toneles depositados en la
bodega de la finca a cuenta y riesgo del comprador, quien prometía desocuparlos a tiempo de que el vendedor los
pudiera utilizar para el vino de la siguiente cosecha. Diego Díaz cumpliría su obligación a la entera satisfacción
de Juan que, en mayo de 1737, le endosaría 240 pesos del valor de 4 toneles de vino tinto, 3 de vino blanco y 3
de vino aloque, de la misma antedicha capacidad y con idénticas condiciones a las pactadas en la anterior venta.
Menos afortunada le resultaría la operación mercantil efectuada con el tonelero José Alonso, con quien fue
preciso interponer autos de ejecución para cobrar el crédito que se ajustó en una galera y un par de mulas con
todos sus arreos, bienes que fueron incautados y vendidos un lustro después, comprando la galera el vecino de
Benimagrell Vicente Juan por 26 libras; y una de las mulas, el labrador sanjuanero Bautista Moñinos en precio
de 46 libras. Tal adversidad fue compensada con la cobranza de 148 libras, 8 sueldos y 2 dineros pagados por
Domingo Cabanes, cuñado de Pedro Choly, saldando la deuda que su difunto padre debía al fallecido Martín
Almiñana.
A.M.A. Arm. 7, Lib. 8, “Vecindario de todas las personas residentes en esta ciudad y término de Alicante con
expresión de los nombres, edad y número de que se compone cada familia. Año 1754”.
A.H.P.A. Protocolo 800 de Antonio García, “Carta de pago”, 29-8-1736, f. 252r-252v; Ibid., “Carta de pago”, 6-
10-1736, f. 305r-305v; Ibid., “Obligación”, 6-10-1736, f. 306r-306v; Ibid., “Obligación”, 29-8-1736, f. 253r-
253v; protocolo 801 de idem, “Obligación”, 26-5-1737, f. 109r-109v; Ibid., “Fianza de saneamiento”, 16-10-
1737, f. 247r-247v;Ibid., “Carta de pago”, 16-11-1737, f. 272r-272v.
A.H.P.A. Protocolo 768 de Juan Galdó, “Obligación”, 20-2-1742, f. 38r-38v; Ibid., “Obligación”, 11-5-1742, ff.
91r-92v; Ibid., “Obligación”, 16-5-1742, f. 96r-96v; Ibid., “Obligación”, 17-5-1742, f. 97r-97v; Ibid.,
“Obligación”, 21-8-1742, f. 136r-136v; Ibid., “Poder para pleitos”, 19-12-1742, ff. 196r-197v.
A.H.P.A. Protocolo 805 de Antonio García, “Poder especial”, 2-1-1743, f. 1r-1v; protocolo 1773 de idem, “Carta
de pago”, 8-1-1744, f. 2r-2v; protocolo 808 de idem, “Concordia entre partes”, 8-3-1747, ff. 75r-79v.
244
libras, 16 sueldos y 9 dineros que superaban en 43 libras, 9 sueldos y 1 dinero el
haber correspondiente a la herencia materna, motivo por el que Lorenzo pagaba
de contado a su suegro la mencionada excedente cantidad (52).
El progenitor del linaje Fabiani disponía su testamento el 23 de diciembre de
1726 que, cerrado y en forma de plica, entregaba al notario Francisco Ferrando y
Roçelló para su custodia. Pasados tres años, en mayo de 1729, añadía un
codicilo ante el mismo fedatario público mediante el cual legaba a su esposa
María Margarita todos los enseres: muebles, ropas de vestir y uso, alhajas de
oro, plata, perlas, diamantes y de cualquier otra calidad propias de él, excepto el
dinero, ropas y géneros de su negocio, que se encontrasen en su herencia y
domicilio al tiempo de su fallecimiento (53).
Los achaques derivados de la avanzada edad de Gerónimo padre no sólo
impedían a éste viajar, sino que imposibilitaban realizar largos desplazamientos
a su consorte e hijos ante el temor de que, mientras tanto, se produjera el fatal
desenlace. Por ello, sucediendo que la hermana de su nuera Ángela María,
residente en Génova, estaba en avanzado estado de gestación y próxima a dar a
luz, habiéndose convenido que los esposos Fabiani-Bottari apadrinarían a
cuantos nacieran en el parto, Juan Bautista hijo y su madre facultaban al
dominico padre Basilio Boero y a su consuegra Caterina Ghersi,
respectivamente, a fin de que en su lugar y representación pudieran concurrir
como tales padrinos en el sacramento bautismal del/de los nacido/s (54).
Un año más tarde, el fundador del linaje ejecutaba su último acto público
redactando un segundo codicilo a fines de noviembre de 1730. En su contenido,
además de manifestar tener dispuesto y ordenado su testamento en la forma
citada y entregado en fecha concreta al antedicho notario, mandaba hacer
inventario de sus bienes, derechos y acciones y que, pagadas sus deudas, se
dividiese según disponía en su testamento. Sin embargo, proseguía, en vista de
la confianza depositada en sus hijos Juan Bautista y Gerónimo, unido a la
rentable administración que su consorte y su hijo mayor han presentado de los
negocios y comercio durante el tiempo en que él, por su crecida edad, no ha
(52) A.H.P.A. Protocolo 772 de Juan Galdó, “Carta de pago y recepción de dote”, 17-9-1748, ff. 205r-206v. Los
bienes y su valor recibidos en dote consistieron en un guardapiés de princesa blanco, 25 libras; otro de persiana
encarnado, 20 libras; otro de tafetán pajizo, 5 libras; unas basquiñas de damasco negro, 6 libras; otras de pelo
efebo, 4 libras; un cobertor de brocatelo y sobrecama , 8 libras y 10 sueldos; ropa blanca de uso y servicio de la
casa, 61 libras y 18 sueldos; unos desalinos de diamantes, 36 libras; un collar de perlas finas, 32 libras; una
sortija de diamantes, 6 libras; una cruz de cristal con cabos de oro, 5 libras; mitad de un hilo de agua de los 16
vendidos en pública subasta para la reparación del Pantano, rematado a favor del dotador el 22-9-1735 por
escritura ante Adrián Cazorla – protocolo 405, ff. 204r-213v –, apreciado en 250 libras; un crédito contra
Cristóbal Sereix de 30 libras, 13 sueldos y 3 dineros; otro de 55 libras, 15 sueldos y 9 dineros contra José Aracil;
otro contra Bartolomé Martí en cuantía de 52 libras; otro de 21 libras y 4 sueldos contra Pascual Barber, de
Benidorm, y un último contra D. Pedro Alejandro del Castillo de 44 libras, 15 sueldos y 9 dineros. Todos estos
créditos eran parte de los adjudicados bienes de su difunto abuelo a su fallecida madre.
(53) A.H.P.A. Protocolo 631 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Codicilo”, 24-5-1729, ff. 211r-212v.
(54) A.H.P.A. Protocolo 900 de Francisco Hernández, “Poder para apadrinar”, 24-9-1729, f. 91r-91v. La
gestante era Ana Cecilia Dulcini, hija también del difunto negociante Juan Miguel Dulcini y de Caterina Ghersi,
casada con el también genovés Juan Bautista Carlón. Aunque en el documento también figura Gerónimo padre,
en realidad fueron sus otorgantes su esposa y su primogénito hijo, cuñado de la futura madre.
245
podido atenderlos, estando convencido que actuarán de igual modo mientras
persista la compañía dispuesta en sus últimas voluntades, mudaba la referida
disposición testamentaria mandando efectuar inventario privado, sin solemnidad
judicial, practicado sólo por su esposa y sus dos mencionados hijos con la
intervención del negociante francés Pedro Choly, debiendo aceptar el dicho
inventario los demás hijos herederos (55).
Seis días después de esta rectificación, el 5 de diciembre fallecía el fundador
del linaje de muerte natural. Su viuda, ese mismo día, dirigía petición al Alcalde
mayor de la ciudad, D. Antonio Reguero, para que autorizara abrir el testamento
y ordenase su cumplimiento al notario quien, ejecutándolo, certificase su muerte
e iniciase los autos informativos a los testigos testamentarios, entre ellos a sus
compañeros de profesión Dionisio Morato y Antonio Sureddo (56).
Encabezaba el testamento las consabidas y esteriotipadas fórmulas religiosas
declaratorias, más propias del notario de turno que de los sentimientos
confesionales del testador. Tras ellas, disponía el denominado legado “pro-
ánima” donde manifestaba ser natural de la República de Génova, del lugar de
Voltri, y vecino de Alicante, especificando que amortajado con el hábito
franciscano fuera enterrado en la iglesia y sepultura elegida por sus albaceas,
designando por tales a su esposa, a su hermano residente en la capital ligur y al
negociante francés experto en cuentas Pedro Choly, aunque sí concretaba parte
del ceremonial funerario como manifestación de la posición socio-económica
alcanzada por el testador, ordenando unas exequias ostentosas con la asistencia
del clero de las dos parroquias de la ciudad y el de las cuatro comunidades
mendicantes de la misma, más la de San Francisco de Paula, de la cercana
población de Muchamiel. Además de la de cuerpo presente, estipulaba la
cantidad de misas de sufragio en 1.320 donando por cada una la limosna de 3
sueldos y 6 dineros, sobrepasando en su conjunto el valor de 201 libras, cuya
distribución con asignación numérica a diferentes instituciones religiosas era
realizada según su conveniencia y/o conciencia (57).
Otra cifra similar, 200 libras, legaba para el culto de la Virgen del Agua Santa
venerada en su natalicio lugar de Voltri, mientras a las “mandas forzosas”
asignaba 10 libras destinadas a los Santos Lugares de Jerusalén.
Los gastos de todo el ritual funerario y obra pía serían sufragados por su
esposa, beneficiaria con la quinta parte de libre disposición, la cual dispondría de
1.000 libras procedentes de esa mejora para este fin, teniendo igual origen las
(55) A.H.P.A. Protocolo 632 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Codicilo”, 29-11-1730, ff. 411r-412v.
(56) A.H.P.A. Ibid., “Petición”, 5-12-1730, ff. 420r-426v. Además de los citados fedatarios públicos, también
fueron testigos al otorgamiento de las últimas voluntades Nicolás Puigserver, Francisco Carbonell, José Ramos y
Ventura Soler.
(57) De la total cantidad de misas de sufragio, mandaba celebrar 400 en la parroquial de San Nicolás de donde
era feligrés, 200 en la de Santa María, 120 en el convento de San Francisco y otras 100 en cada uno de los
conventos de Capuchinos, Nuestra Señora del Rosario, San Agustín, Nuestra Señora del Carmen, San Francisco
de Paula y Nuestra Señora de Orito, de la localidad de Monforte.
246
2000 libras que legaba a la viuda durante su vida, porque el demás remanente
que quedase al fallecimiento de ésta lo partía por mitad entre sus dos hijos
mayores, a quienes, además, mejoraba con el tercio de sus bienes del que
asignaba la cuarta parte a Gerónimo hijo, correspondiendo las restantes tres
cuartas partes sólo a su primogénito Juan Bautista.
En los demás bienes, derechos y acciones instituía por herederos a todos sus
hijos, exceptuando a las dos religiosas que habían testado renunciando a su
legítima herencia en favor de su padre.
Estas precedentes cláusulas patrimoniales evidencian que, como apunta el
profesor Franch Benavent (58), junto a la siempre presente dimensión religiosa
aparecen las disposiciones económicas tendentes a determinar el patrimonio y,
sobre todo, a controlar su transmisión hereditaria motivando que cada vez tengan
mayor peso testamentario, así como que el testador anticipe su redacción cuando
aún está sano y con todas sus facultades completas, como procede Gerónimo
padre al disponer sus últimas voluntades en 1726. Para él, su mayor interés
económico se centraba en su compañía comercial. A ella y a su futuro dedicaría
gran parte de sus disposiciones. En consecuencia, después de considerar el
enorme provecho experimentado por el comercio de su compañía, y los graves
inconvenientes a sus intereses que sufriría al dividirse entre sus herederos los
capitales de su sociedad, determinaba que a su muerte prosiga durante una
década una compañía con el nombre de Juan Bautista y Gerónimo Fabiani
Hermanos, bajo las normas y condiciones siguientes:
1ª.- Que a su muerte se practiquen legítimos inventarios de sus bienes y
herencia, que serán extrajudiciales según la referida modificación codicilar de 29
de noviembre, se paguen sus deudas y liquidado el cuerpo de bienes se proceda a
la partición, de cuyos instrumentos o copia autorizada se informe a su hermano
de Génova para que conozca el estado de su casa comercial y el paradero de los
intereses que tiene en ella, confiando que continuaría la hermandad con sus
hijos, a los cuales mandaba atenderle en todo como era justo.
2ª.- Que pongan por fondo de la compañía los bienes hereditarios que hubieran
correspondido a su esposa y a sus dos hijos mayores, partiendo los beneficios
obtenidos por quintas partes, de forma que dos quintos pertenezcan a su
primogénito y las tres quintas partes por mitad a su esposa e hijo Gerónimo.
3ª.- Que la dirección comercial de la sociedad esté a cargo de Juan Bautista, el
cual tenga obligación de comunicar a su madre y hermano las principales
operaciones de importación y exportación; pero el manejo de la caja de caudales
debe quedar siempre en manos de su esposa y madre, como siempre ha estado y
trabajado con tanto aumento y beneficio y la sabrá continuar para provecho de
sus hijos, los cuales deben retribuirle lo pertinente por sus desvelos en dicha
(58) Franch Benavent, R., “Muerte y religiosidad en la burguesía comercial valenciana del siglo XVIII”, en
Iglesia y sociedad en la Valencia Moderna (ss. XVI-XVIII). Estudis, nº 23, 1997, p. 323.
247
administración.
4ª.- Que los dispendios del comercio, alquileres, sede de la compañía, almacén,
salarios de mozos y demás gastos deban detraerse de las ganancias y beneficios a
proporción del interés participativo de cada socio.
5ª.- Que meditando los inconvenientes derivados de habitar todos los socios en
la misma casa, y que separados serían mayores los gastos de cada uno para
mantenerse con la debida decencia, determinaba que aquello que prudentemente
precisara cada uno para la manutención de su casa y familia se le suministrase
del fondo de la sociedad, a proporción de los beneficios mensuales obtenidos
para evitar tanto daño a la empresa, y lo que cada uno percibiese se le rebaje de
los correspondientes haberes de ella, cuyas cuentas deberán rendirse anualmente
por su administrador principal; esto es, su hijo Juan Bautista.
6ª.- Que si en el término de los 10 años falleciese su hijo mayor, fuese
principal administrador su hijo Gerónimo, debiendo convenir en ello su madre y
su tío Juan Bautista, si éste aún viviese.
7ª.- Que si antes o después de cumplido el plazo de vigencia de la compañía,
por no congeniar o por cualquier otro motivo, todos los socios acordaran
disolverla, debían pedir para ello el consentimiento de su hermano de Génova si
sobreviviese, nombrando los socios a las personas que les pareciese expertas en
el comercio, con facultad de nombrar a terceros en caso de discordia, para la
completa liquidación de las cuentas; pero si alguno de sus dos hijos se apartase
de esta forma de ajuste e intentase para ello valerse de la justicia, era su voluntad
que quien así actuase perdiese la mejora testamentaria, quedando obligado a
pagar a los otros socios las costas y daños ocasionados por las instancias y
pleitos del que no cumpliese este reglamento y disposición.
8ª.- Que durante la existencia de dicha compañía, ningún socio pueda
comerciar por cuenta propia, siendo todo a beneficio de ella. Y si alguno de sus
dos hijos tuviera dinero no procedente de sus bienes y herencia, ni de la propia
compañía, pueda invertirlo en ella al interés del 5 %, y si esta no lo necesitase o
no lo quisiese admitir pueda, en tal caso, invertirlo a interés fuera de ella; pero
bajo ningún pretexto negociar por cuenta propia con dichos caudales sin el
completo consentimiento de todos los socios.
9ª.- Finalmente, prevenía que todo el capital de la sociedad quedaba obligado
por el total de cualquier deuda contraída por uno u otro socio, sin distinción
alguna, en nombre de ella.
Todas estas disposiciones sobre la formación, dirección, funcionamiento y
permanencia de la compañía mandaba el testador guardar, cumplir y ejecutar sin
contravenir cosa alguna, bajo pena de quedar privado de la dispuesta mejora
testamentaria del tercio de sus bienes y herencia cualquiera de sus dos hijos que
repugnase su entero cumplimiento, o intentase soslayar este precepto, de suerte
que su cumplimiento y el del reglamento de la sociedad se entienda condición
indispensable para la mejora de sus dos citados hijos, y no de otra manera (59).
(59) A.H.P.A. Protocolo 632 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Testamento”, 5-12-1730, ff. 428r-433v.
248
Todos los indicios confirman que las disposiciones capitulares del testador
fueron cumplidas por sus destinatarios, puesto que la compañía se constituyó
según las directrices paternas perdurando más de una década, como veremos
más adelante. Por ahora, sirva como muestra las fraternales relaciones que Juan
Bautista y Gerónimo siguieron manteniendo con su tío de Génova al que, en
diciembre de 1731, facultaban para cobrar, arrendar, practicar transacciones y
pleitear en relación a los bienes genoveses de sus abuelos paternos, pudiendo
realizar esas actividades tanto por sí mismo como en nombre de la compañía de
los hermanos Fabiani (60).
EL COMERCIO
(60) A.H.P.A. Protocolo 633 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Poder para varios asuntos”, 29-12-1731, ff.
411v-416r.
(61) A.M.A. Arm. 7, Lib. 2, “Repartimiento del Quartel de Invierno, 1712-13 y 1713-14”. Citando sólo a
compatriotas suyos, sirvan de ejemplo los casos de Jacinto Ardizón/e, Antonio Bocardo, Ambrosio Delfino,
Bartolomé Noly, Antonio Pavía, etc.
249
propias de los negociantes mayoristas consistentes en ejercitar actividades muy
diversas en las que, habitualmente, conjugaban las propias del comercio
internacional con las de interior y otras de carácter crediticio e incluso
especulativo, con frecuencia derivadas de las dos primeras.
Lógicamente, las dos facetas del comercio internacional se desarrollarían a la
par, pero la documentación manejada permite distinguir entre la importación y la
exportación, reflejando una tendencia comercial nítidamente importadora, sobre
todo la practicada por los dos hermanos, puesto que no existen datos referidos a
su progenitor que nos posibilite tal aseveración en uno u otro sentido.
Así, en el trienio comprendido entre 1728 y 1730, la sociedad Fabiani
hermanos satisfizo por derechos de diezmos en la Real Aduana una tributación
de 1.361.643 maravedíes en entradas de géneros y productos, siendo el último
año trienal donde generaron una mayor carga fiscal valorada en 802.651
maravedíes, cantidad que les situaba en el séptimo lugar entre las compañías
importadoras residenciadas ese año en Alicante (62); mientras el importe fiscal
por salidas de frutos y mercancías adeudados en la aduana en el mismo período
trienal apenas alcanzaba un moderado montante de 255.756 maravedíes,
teniendo al inicial año del trienio como el de mayor volumen exportador
produciendo un débito arancelario de 126.507 maravedíes, contrariamente a lo
acontecido con las importaciones, cifra que les colocaba en puestos muy
alejados de las empresas alicantinas que ostentaban la supremacía exportadora
(63).
Teniendo en cuenta que el gravamen aduanero establecido, durante el
mencionado período, alcanzaba el 15 % sobre el total valor de los géneros
entrados en la ciudad y sacados de ella, podemos averiguar con alguna
certidumbre las cuantías absolutas conseguidas en sus actividades importadoras
y exportadoras en el referido trienio, así como el volumen monetario alcanzado
en los años de mayor actividad en entradas y salidas de géneros.
En cuanto a las primeras, estas fueron de 9.077.620 maravedíes en productos
de importación frente a 1.705.040 maravedíes en géneros exportados, o lo es
igual, si acaso resulta más inteligible, unas 28.367 libras y media frente a tan
sólo 5.328 libras y 5 sueldos, lo que representa un porcentaje superior al 532 %
en entradas con relación a las salidas. Por lo que respecta a los años punteros en
este tipo de actividades comerciales, los derechos satisfechos en 1730 por
entradas supondrían una total actividad cifrada en 5.351.006 maravedíes,
equivalentes a 16.722 libras aproximadamente, mientras que el gravamen
abonado por salidas en 1728 ascendería a la global cantidad de 843.380 marave--
(62) En 1730 le superaban en impuestos arancelarios adeudados por importaciones las compañías inglesas
Merret, Hall y Ball; Jordan, Staniford y Timberland; Tucker y Beawes, más la de Juan Bermingham, así como la
francesa Debruges y Antoine y la genovesa de Esteban y Antonio Bocardo, superando todas ellas el millón de
maravedíes.
(63) A.M.A. Arm. 7, Lib. 4, “Certificación de D. Vicente Bonavida, contador-interventor de Rentas Reales y
Generales de Alicante y su partido, de los Derechos de Diezmos satisfechos por los negociantes de esta ciudad en
entradas y salidas de géneros. Años 1728-1730”.
250
díes, equivalentes a unas 2.635 libras y 10 sueldos, cifras que todavía agrandan
más si cabe la desproporción entre ambas actividades comerciales hasta
alcanzar, en estos años extremos del trienal período, más del 634 % desfavorable
a las exportaciones (64).
Más aún, la información expedida por el nuevo contador de las aduanas
locales, Antonio de Obregón, para el sexenio de 1737 a 1742 indica una brusca
tendencia alcista en las importaciones que situarían a la compañía entre las
hegemónicas de la ciudad en esta faceta comercial, no así en las exportaciones
que continuarían ofreciendo una baja intensidad.
El sexenio comenzaba con peores perspectivas que había terminado el período
precedente, ya que los derechos pagados por las entradas en el puerto local, más
los generados en la Puerta de Tierra y los satisfechos en otras aduanas foráneas,
ascendían a la exigua cantidad de 16.786 maravedíes, al tiempo que los diezmos
liquidados por entradas alcanzaban la ridícula cifra de 3.958 maravedíes. Sin
embargo, la situación mudaría radicalmente en la siguiente anualidad al generar
una carga arancelaria de 355.680 maravedíes por entradas, superando en ese
concepto a empresas tan renombradas como Marabeuf y compañía, si bien los
228.793 maravedíes de derechos aduaneros en exportaciones quedaban muy
alejados de 1.026.859 maravedíes generados por la mencionada sociedad
francesa.
El año 1739, la compañía Fabiani hermanos tendría un extraordinario
dinamismo importador, puesto de manifiesto con los 847.447 maravedíes
arancelarios que la catapultaban a ocupar ese año el segundo lugar de las
empresas importadoras ubicadas en la ciudad, siendo sólo superada por el
1.058.002 maravedíes producidos por la sociedad francesa Cogordan y
compañía. También sus exportaciones sufrirían un apreciable incremento al
generar la mitad del gravamen aduanero de las entradas.
El siguiente año de 1740, la empresa de Juan Bautista y Gerónimo hijos
lograría alcanzar el punto álgido de su actividad importadora al satisfacer en
derechos 2.036.491 maravedíes, cifra que le otorgaba la primacía entre las
empresas alicantinas del sector, aunque sus salidas de mercancías y frutos
retrocederían algo más del 25 % en relación al año inmediato precedente.
Como normalmente acontece en la generalidad de las actividades económicas,
suelen concurrir en ellas una serie de circunstancias que les confieren un carácter
cíclico, sucediendo a períodos o años de abundancia otros de mayor o menor
intensidad recesiva, aspectos que también se dan en el comercio y prueba de ello
era que después del extraordinario año de 1740, donde el total volumen de las
importaciones superarían con largueza las 42.000 libras, aconteciese un acusado
retroceso superior al 55 % en pagos arancelarios por entradas, mientras
mantenían el moderado ritmo exportador de antaño, pese a lo cual los 910.720
maravedíes satisfechos en la aduana local les confería el tercer lugar importador,
(64) Estas equivalencias entre la moneda castellana y la valenciana se han efectuado contabilizando 320
maravedíes de vellón por cada libra.
251
superados por las sociedades marsellesas de Lorenzo Mabily padre y de Juan
Bouligny, las cuales abonarían por el mismo concepto 1.056.191 y 919.843
maravedíes, respectivamente (65).
Esa misma documentación que ha posibilitado conocer la cuantía comercial de
de la compañía Fabiani hermanos, también ha permitido averiguar la
procedencia y naturaleza de los efectos importados, así como su destino, puesto
que estos negociantes, siguiendo el mismo patrón de conducta que las restantes
sociedades comerciales de la ciudad, actuarían como redistribuidores de aquellos
generalmente hacia Madrid, aunque también hacia otras ciudades; es decir, casi
todos los efectos recalaban en Alicante “de tránsito” hacia otras partes.
En 1728, desde Génova, predominaron la entrada de artículos de madera y
decoración, textiles y algún comestible: 46 marcos de plata labrada, una cama
imperial con su colgadura de damasco nacarado, una silla bordada en oro con
todos sus aderezos, una docena de flores artificiales, un manguito y una paletina
de pluma, un horno de cocina para asar, un molinillo para café, 34 docenas de
pinceles, un reloj de faltriquera de plata, un molinillo de latón, un gorro de
tafetán bordado en plata, media docena de guantes, 3 pares de chinelas, 12 libras
de polvos para pelucas, 2 ollas de plomo, 6 manguitos de vidrio para las luces, 1
barrilito de hongos, 12 libras de dulces y 1 cajita de aguas compuestas fueron
remitidas para la Corte teniendo como destinatario a la nobleza, principalmente
el Conde de Montes y la Condesa de Lemos. A la princesa Pío se remitieron 3
pares de medias de seda para hombre, 6 pañuelos de seda grandes, 2 violines, 1
cajita de quintaesencias, 3 arrobas de aceite y medio quintal de queso. Al
embajador veneciano se destinaron 2 cajas de vino de Florencia, y el Excmo. Sr.
D. Lelio Carrefa recibió 3 cajas del mismo vino, 1 quintal de queso, 4 pelucas y
3 varas de tela de damasco. También para Murcia fueron enviadas 14 cajas
conteniendo más de 49 docenas de pequeños marcos ordinarios de madera con
sus estampas, además de diferentes marcos de madera de pino con talla.
En el transcurso de ese año, importarían abundantes productos textiles: 40
piezas dobles y 444 sencillas de genoviscos, 600 piezas de alemaniscos, 2 cajas
de hilo de crema, 54 piezas de lienzo chavalí, 96 piezas de bocamanes, 240
piezas de sangalas, 30 piezas de bayetas, 100 piezas de sargas, 60 piezas de
calamaco y 40 piezas de chalones, y a través del puerto de Cartagena conectarían
con el comercio colonial entrando 64 arrobas de pimienta (66).
Finalmente, por vía terrestre, importaban desde Valencia 1 caja conteniendo
149 “pesotes” de bocadillos ordinarios en el último día de marzo; y, en
diciembre, entrarían 4 fardos de a 25 piezas de calamaco cada uno remitidos
desde Cartagena por Alonso Ríonegro (67).
(65) A.M.A. Arm. 5, Lib. 81, “Certificaciones del contador de Aduanas de los derechos que causaron las
mercaderías en diferentes años”. Las exportaciones de los hermanos Fabiani, durante el último bienio
quinquenal, alcanzaron las cantidades de 342.032 y 325.297 maravedíes de vellón.
(66) Supra, página 250, nota 63, año 1728.
(67) A.M.A. Arm. 7, Lib. 4, “Certificación de José Galdó, fiel de Rentas Generales de la Aduana de la Puerta de
252
Los productos introducidos en Alicante en el transcurso de 1729 fueron
básicamente textiles y alimentos. Desde Génova y Mallorca traerían 6 docenas
de toallas de mano, 2 docenas de toallas pequeñas, 4 varas de paño grana, un
vestido de terciopelo bordado para hombre, un vestido de nobleza bordado para
mujer, 1 barrilito de hongos y otro de anchoas, 12 libras de salchichones, 6 libras
de hongos secos, 2 piezas de queso parmesano, un juego delantero para coche
con sus guarniciones y 4 piedras de mármol, artículos que pasaron por la ciudad
“de tránsito” hacia la capital de España. Asimismo, desde Cádiz y de paso hacia
la ciudad del Turia, introducían 6.913 millares de cacao de Guayaquil (68).
Este mismo producto colonial continuaban importándolo en los primeros
meses de 1730, de modo que en febrero entraban 200 zurrones conteniendo otros
6.913 millares de cacao ecuatoriano con guía de la aduana gaditana,
despachando para Valencia la mitad de los zurrones antes de finalizar esa
mensualidad, mientras la otra mitad quedaría en Alicante. En los meses
siguientes, introdujeron de paso hacia la Corte artículos varios de procedencia
genovesa y mallorquina, con predominio de los textiles y tejidos: 105 pares de
medias para mujer, 12 varas de estameña Dumans, 50 varas de damasco carmesí,
una estampa de San Juan Bautista, 3 cajas medicinales, arrobas de pastas, 6
arrobas de aceite común y resmas de papel blanco de Génova (69).
Al igual que aconteciera en el año 1728, en este de 1730 también entrarían en
el mes de noviembre por la Puerta de Tierra de la ciudad, con guía de Cartagena,
24 arrobas de calderas de cobre y 3 fardos conteniendo 45 arrobas de sartenes
(70).
Resulta llamativo el hecho de que siendo este último año trienal el de mayor
actividad importadora de todo ese período, a tenor de la cuantía generada por
derechos del diezmo, sea el menos explícito en cuanto a la cantidad y naturaleza
de los efectos entrados en la ciudad. Acaso esto sea debido a que los documentos
de la administración aduanera local de este período sólo especifiquen aquellos
productos introducidos en la ciudad “en tránsito” hacia otros lugares.
Sin embargo, no sucede igual en el referido sexenio a caballo entre los años
treinta y cuarenta del siglo, donde el nuevo contador de aduanas detalla la
cantidad, naturaleza y procedencia de los efectos entrados en la ciudad, si pagó
los aranceles en el puerto de embarque, así como sólo el destino en aquellos “de
tránsito” junto con los derechos satisfechos por cada partida, los cuales omitimos
por excesiva prolijidad. Una clara muestra de lo expresado en primer lugar sería
el año 1737, especificando el número, la naturaleza y el puerto de origen,
figurando sólo tres: Mallorca, Cartagena y Cádiz. Desde el fondeadero balear
entraron 2 pipas albergando 110 cuarteras de aceite cada una, mientras de los
muelles cartageneros importaban 5 balas conteniendo 25 piezas de tejidos
(71) Supra, página 252, nota 65, año 1737. La cuartera era una medida catalana equivalente a unos 70 litros
habitualmente usada para áridos, aunque también se emplease ocasionalmente para líquidos como en el presente
caso. Por su parte, la vareta hace referencia a una lista de color distinto al del principal del tejido.
(72) Ibid., año 1738. Un balón de papel contenía 32 resmas, cada una de las cuales equivalía a 500 pliegos; esto
es, un balón de papel se componía de 16.000 pliegos de papel.
254
julio, agosto y diciembre exportaban tres partidas de esta apreciada fibra textil
que componían una cantidad de 1.110 libras, cargadas en las embarcaciones de
los capitanes ingleses Chefrens, Talbott y Reatt, y por cuya salida abonaron
88.800 maravedíes en derechos del diezmo que presuponían un valor real cifrado
en unas 1.850 libras valencianas.
El bienio de 1740 a 1741 mostraría el mayor dinamismo importador de todo el
sexenio, reflejado en una más activa redistribución de los efectos hacia los
centros destinatarios que, en su mayoría, coincidirán con los ya mencionados,
siendo de nuevo Madrid el principal y más acaparador centro receptor. No
obstante, comenzaba el año 1740 remitiendo hacia Aranjuez 10 balas con 6
medias piezas de paños, 52 medias que por mitad eran medias grana y medias al
grana, franela en media varita estampada con una longitud de 539 varas, 11
arrobas de atún, 1 caja con mostachones y queso más 75 libras de mostachón, 5
quintales de tierra almagre, una luna para espejo además de diferentes
menudencias de cristal y 9 balones de papel con un total de 288 resmas.
Destinados a la Villa y Corte partirían diferentes ropas de seda que devolvió
beneficiada en el bordado, 6 pares de medias de seda, 36 paños de tripe y otro
falso, 12 varas de tafetán, ropa nueva de lencería, 4 quesos parmesanos, 9
quintales y medio de queso con más 48 arrobas y 15 quesos, 91 arrobas de
pastas, 182 libras de salchichones, 200 libras de azúcar de pilón, 380 libras de
azúcar ordinario, diferentes envíos de comestibles, 154 libras de café, 70 libras
de chocolate, 80 libras de dulces, 1 cajita y 15 libras de conservas, 8 arrobas de
aceite en 2 barricas, media arroba de “suquesegril”, 24 cajas de vino de
Florencia, 18 cajas y 12 canastas de vino conteniendo unas 1.700 botellas, más
de 2 arrobas de hongos, 1 barril de anguilas en escabeche, 108 balones y 43
balotes de papel con un total de 4.428 resmas, 12 pares y medio de zapatos
bordados, 1 caja de flores y 6 ramitos, 1 cajita con su fusil, un belén en su urna,
una sera y un saco con un total de 16 arrobas de farro, 1 espejo, 1 caja de coche,
guarniciones de madera con sus remates para espejos, 23 violines, 16 docenas y
media de tapas de vihuela, 1 libra de triaca, 1 fuelle creos para polvos y 300
libras de cera obrada.
Hacia Málaga saldrían 10 cajas con 1.000 libras de acero, y para Novelda, 160
libras de hilo crema. A la episcopal ciudad de Orihuela remitían 40 varas de
“prodetur”, mientras a Salamanca enviaban 48 piezas de “bocaranes” y 192
resmas de papel. A la ciudad de Murcia destinaban 550 libras de cera en pan, 2
arañas de cristal, 1 espejo de cuatro cuartos y otro de tres cuartos con su marco
dorado, además de 2 espejos más pequeños; y, por último, hacia Valencia
dirigían un paquete de galones y 50 quintales de palo de Brasil (73).
En el año 1741 pasaron por Alicante “en tránsito” hacia la capital de España 4
(73) Supra, página 252, nota 65, año 1740. Cada caja de vino solía contener 32 botellas; mientras la canasta, de
mayor capacidad, albergaba entre 93 y 94 botellas, habiéndolas contabilizado por defecto con la primera
cantidad.
La triaca, por su parte, era una droga compuesta principalmente por opio y otros aditivos, empleada en las
picaduras venenosas.
255
piezas de terciopelo, 18 paños de tripe floreado en oro falso, 20 arrobas de
pastas, 1.195 unidades de dulces, 28 piezas de queso parmesano, 1 cajita de
hongos más otras 2 de hongos secos y en sal, 1 caja de hongos y alcachofas, 3
barrilitos de anchoas con otros víveres, 4 cajas de vino y comestibles, 60 lotes de
salchichón con otras 140 unidades del mismo embutido, 6 cajitas de conservas
más 50 libras de lo mismo, 11 quintales y tres cuartos de queso, trufas o
criadillas de tierra, 3 canastas más 25 cajas y 2 barrilitos de vino, 32 arrobas de
aceite, 5 arrobas de azúcar en un barrilito, 60 unidades de café, 2 reinos de cera,
24 pares de zapatos para hombre y 12 pares de mujer, 125 unidades de polvos
para pelucas, 17 piezas de “prodetur” y 23 de “tani”, 72 balones de papel
conteniendo 2.304 resmas más otras 20 resmas remitidas en un balote, 36
violines, 18 docenas de tazas de vihuela, 4.800 libras de acero embaladas en una
docena de cajas, 144 sombreros y 2 cajas con diferente maderaje. Este último
género, en cantidad de 3 cajas, fue enviado también a Orihuela.
De paso por Alicante en dirección a Játiva salieron camisas finas, pañuelos,
guantes y un sombrero, remitiendo a Valencia 15 medias piezas de crea o
cretona.
Asimismo, conocemos también otros efectos introducidos ese año en Alicante
por la sociedad Fabiani hermanos, mediante el asiento practicado por Pedro
Lucena, fiel administrador de la Puerta de Tierra, donde se expresa que durante
los meses de octubre y noviembre entraron por vía marítima desde Gandia 53
palos del Brasil y, desde Cartagena por vía terrestre, 44 arrobas de agalla o piña
de ciprés. Por su parte, el contador Obregón apuntaba que desde Cádiz entraron
10 balas conteniendo 120 piezas estrechas de cretona y 6 sacos con 345 millares
de cacao de Caracas; desde Mallorca introducían 200 quesos y, desde Gandia,
otros 14 quintales de palo del Brasil.
Este último funcionario constataba en 1742 el brusco retroceso de las
importaciones realizadas por la citada compañía, la que rebajaba drásticamente
sus pagos en derechos de diezmo hasta los 13.287 maravedíes, pese a lo cual
sólo era superada por la del marsellés Lorenzo Mabily padre, describiendo una
corta entrada de efectos en la ciudad compuestos por 100 quintales de palo
campeche, 432 resmas de papel y 432 unidades de hilo de saló (74).
En las remesas de 1740 y 1741 de productos en tránsito hacía Madrid se puede
apreciar que uno de los más demandados y en mayor cantidad redistribuido,
sobre todo en la primera de las dos anualidades, fue el vino, cuya producción y
comercialización se incrementaría de manera paulatina, pero constante, a lo
largo del siglo XVIII, acompasando a la extensión del predominante cultivo de
la vid en el Campo de Alicante, motivada por la fuerte demanda exterior
causante, a su vez, del incremento de las tierras cultivadas con posterioridad a la
reparación del pantano de Tibi.
El cultivo del viñedo se concentraba sobremanera en los terrenos de huerta,
(74) Supra, nota 65, años 1741-42. El palo de Brasil y el de campeche se usaban como materiales de tintorería.
256
donde la nobleza titulada, baja nobleza y patriciado local acumulaban sus
propiedades, de las que obtenían gran parte de sus rentas mediante su profusa
cesión en arrendamiento para su explotación, entre cuyos arrendatarios figurarán
negociantes que sin precisar invertir en la compra de tierras de viñedo disponían,
con cierta inmediatez, del producto vinícola con el que practicar su controlado
comercio que les proporcionaba notables beneficios (75).
Actuando de arrendatarios por carecer de tierras propias y comprando partidas,
los hermanos Juan Bautista y Gerónimo hijos obtendrían el volumen de vino
suficiente para cubrir las necesidades de su práctica comercial, en la que se
distinguen claramente dos etapas delimitadas por el año 1733, puesto que hasta
esa fecha los Fabiani, siguiendo un modelo comercial vinícola implantado por el
fundador del linaje, adquirían pequeñas partidas de tintos a cosecheros,
propietarios y/o arrendatarios, de diferente condición social, siendo habituales
las compras entre 1 y 2 charrionadas destinadas probablemente al consumo
doméstico y a la venta minorista, y que de forma ocasional podían alcanzar hasta
las 4 ó 6, con la única excepción del año 1725 en cuyo mes de agosto Francisco
Gómez introducía en la ciudad procedentes de su finca rústica de Fabraquer 42
charrionadas en dos partidas destinadas a los Fabiani, tal vez a causa de la
activación del comercio internacional como consecuencia de la Paz General de
ese mismo año. El total volumen de vinos adquiridos por los negociantes del
linaje en la última década de esta primera etapa alcanzaba la reducida cifra de 68
charrionadas, que suponían 1.700 cántaros ó 19.635 litros (76).
A partir de 1733 se iniciaba una nueva etapa, que finalizaría con la muerte del
último de los dos hermanos negociantes, caracterizada por el radical cambio en
el método de aprovisionamiento y comercialización de vinos. Juan Bautista y
Gerónimo hijos dejarían de ser sólo meros compradores de caldos para
convertirse fundamentalmente en cosecheros y proveedores empleando la táctica
del arriendo de tierras, siendo ambos hermanos arrendatarios de tres fincas
rústicas: las Rejas, de Ivarra y en la partida de Fabraquer, los dos primeras
situadas en la más importante partida vinícola de la Huerta alicantina, la
Condomina, y la tercera, en el término de la población de San Juan.
Esta segunda etapa, a su vez, comprende dos períodos nítidamente diferencia--
(74) Giménez López, E., Alicante en el siglo XVIII… . En este sentido, ver el cuadro de la página 123.
(75) Esta práctica del arrendamiento de viñedos era bastante asidua desde la segunda década secular. El propio
D. Francisco Marabeuf se sirvió de ella en los años anteriores a ser cosechero, incluso siéndolo aparece como
arrendatario de la finca que el capiscol Sánchez poseía en la Condomina, produciendo en ella 725 cántaros en
1732, o el inglés Samuel Tucker que en 1727 obtenía 400 cántaros en la arrendada hacienda de D. Melchor
Miguel y Sánchez, o el también inglés Cristóbal Hall que en la misma cosecha lograba una producción de 1.800
cántaros en la finca del Conde de Villafranqueza. A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Lib. 21, ff. 5r y 8v, y
Lib. 17, f. 25v.
(76) Los vinos procedían de diferentes partidas rurales y productores, entre los que figuraban plebeyos
propietarios como el municionero José García, en Rabasa; plebeyos arrendatarios eran el susodicho en la finca de
Bautista Martí, o Blas Buades en la hacienda del beneficiado José Altet, en la Condomina; caballeros como D.
Nicolás Pérez de Sarrió, Señor de Formentera del Segura; religiosos como la Compañía de Jesús, también en la
Condomina, y oligarcas como D. Pedro Burgunyo. A.M.A. Ibid., Lib. 12, f. 269r; Lib. 14, f. 13v; Lib. 15, f.
133v; Lib. 16, ff. 9r y 24r; Lib. 18, ff. 34v, 51r y 66r; Lib. 19, f. 65r; Lib. 20, f. 62v, y Lib. 21, f. 23r.
257
dos. El primero de ellos abarcaría los doce años que median entre 1734 y 1746,
tiempo de vigencia de la sociedad de ambos hermanos que finalizaría con la
muerte de Gerónimo hijo. En su devenir, obtendrían una producción de 27.875
cántaros, aunque cada uno de los hermanos se ocupaba de la cosecha de la finca
que tenía en arriendo: Juan Bautista, las Rejas, y Gerónimo, la de Ivarra,
mientras la de Fabraquer fue propiedad entre 1735 y 1740.
El segundo período se extendería diez años, los comprendidos entre 1746 y
1756, hasta producirse el fallecimiento de Juan Bautista hijo en el otoño de esta
última anualidad, en la que de manera individual éste cosecharía mucho más
vino que en el período anterior, llegando a obtener una producción global
valorada en 46.900 cántaros, y cuyas peculiaridades anuales en ambos períodos
se especifican en las siguientes tablas:
Año Cosechero Cosecha Mar/ Colar Casa Clientes Lugar Compra Exceso
embarca /Ventas
1734en Juan Bta. 151 71 4 64 5* 2 7
1735 taberna
1735en Gerónimo 68 3 3 2 20 2 40
1736
1736en Juan Bta. 64 4 16 27 2 15
1737
1737en Juan Bta. 60 2 2 35 21
1738
1738en Juan Bta. 60 8 36 16
1739
1739en Juan Bta. 74 4 4 70 119 -4
1740
1740en Gerónimo 56 16 4 18 18
1741
1741en Juan Bta. 68 54 13 Mu 1
1742 Gerónimo 70 53 12 Elx 5
1742en Juan Bta.y 68 5 20 9 Mu 34
1743 Gerónimo
1743en Juan Bta.y 64 6 2 44 12
1744 Gerónimo
1744en Gerónimo 67 4 58 12 5
1745
1745en Juan Bta. 101 1 62 32 Orán 6
1746 Gerónimo 144 5 116 23
Totales……………… 1.115Chs 106 Chs 21 Chs 66 Chs 652 Chs 71 Chs 141 Chs 199 Chs
Totales en cántaros… 27.875 Cs 2.650 Cs 525 Cs 1.650 Cs 16.300 Cs 1.775 Cs 3.525 Cs 4.975 Cs
* Estas charrionadas las vendió Juan Bautista a la taberna de San Juan, tras la visita cursada en junio de 1735.
Fuente: A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Libs. 22 a 33. Elaboración propia.
Año Cosechero Cosecha Mar/ Colar Casa Clientes/ Lugar Compras Exceso
embarcar Ventas
1746en Juan 148 8 56 84
1747 Bautista
1747en Idem 72 6 3 23 3 37
1748
1748en Idem 138 4 10 5 118 1
1749
1749en Idem 133 1 132
1750
1750en Idem 202 3 12 4 170 13
1751
1751en Idem 250 249 1
1752
1752en Idem 111 119 -8
1753
1753en Idem 232 6 4 81 141
1754
1754en Idem 319 2 167 79´8* 70´2
1755 Orihuela
1755en Idem 271 1 6 136 57 Orán 69
1756 2 Orihue
Totales……………… 1.876 Chs 20 Chs 25 Chs 53 Chs 1.231 Chs 138´8 Chs 408´2
Totales en cántaros… 46.900 Cs. 500 Cs. 625 Cs. 1.325 Cs. 30.775 Cs. 3.470 Cs. 10.205
* En realidad, las ventas efectuadas a clientes oriolanos ascendieron a 77 charrionadas y 20 cántaros; y otras 2
charrionadas a un vecino del lugar de Bacarot.
Fuente: A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Libs. 34 a 43. Elaboración propia.
259
Los datos muestran una mayor actividad exportadora en la primera mitad de la
conjunta etapa de doce años, durante la cual sacaron “para la mar” 2.100
cántaros que representan más del 79 % de la total exportación de todo el período,
y ello sin contabilizar la totalidad de los caldos entrados “para colar” que debían
tener el mismo destino. Otros hechos corroboran este aludido dinamismo
exportador puesto que, en este primer sexenio, el volumen de vinos almacenados
en sus bodegas de la ciudad, que era introducido bajo el epígrafe “para su casa”,
suponía algo más del 68 % de toda la etapa, mientras las cantidades destinadas a
la venta directa a compradores se redujeron hasta el 38 %, siendo sólo un
pequeño porcentaje del 7 % el vino despachado a la taberna de la cercana
localidad de San Juan. Por otra parte, la insuficiente producción para atender la
demanda del referido sexenio motivaría la compra del 87 % de todo el vino
adquirido durante la etapa, sobre todo en la cosecha de 1739-40 donde
precisaron un excedente de 2.975 cántaros para abastecer en esa y venideras
campañas las peticiones cursadas desde la capital de la monarquía.
Pasado este primer sexenio se producía un cambio de tendencia en el comercio
vinícola de los hermanos Fabiani motivada, probablemente, por su
concienciación de que era más ventajosa, rentable y segura la venta directa de
los caldos a una clientela más o menos estable, que la arriesgada aventura de su
exportación marítima, la cual decrecería acusadamente coincidiendo con la
producida cosecha de 1740 y venideras, donde sólo tendrían salida marítima 550
cántaros, que alcanzaban menos del 21 % del total vino embarcado en toda la
etapa, a los cuales no se añadieron nada “para colar” y sólo el 25´75 % del vino
introducido “para sus casas”. Por el contrario, crecerían muchísimo las ventas
directas a compradores hasta alcanzar los 10.625 cántaros, lo que supone algo
más del 65 % del total vendido a clientes, al tiempo que también se disparaban
las ventas directas a lugares concretos como acontece con los abastos de Orán –
800 cántaros –, Murcia – 550 cántaros –, y Elche – 300 cántaros –, cantidades
que sumadas suponen el 93 % de los tintos contabilizados en este apartado.
En el transcurso de este segundo sexenio su presbítero hermano, el deán
Tomás, también participaría en los tratos del vino, aunque su intervención
revistiera escasa entidad. En 1741 compraba 50 cántaros al modesto cosechero
Roque Urios, que los introducía en la ciudad en mayo de 1742, después de haber
consignado un trimestre antes otra igual cantidad para su hermano cónsul. Pero
sería en la siguiente cosecha de 1742 cuando el cabeza del cabildo de San
Nicolás se convertía, por una sola vez, en pequeño cosechero al obtener 450
cántaros del arriendo de la finca de Fabraquer, de los cuales transportaba a la
ciudad 350 “para su casa”, 25 consignados a la iglesia colegial y otros 75
sobrantes que quedaban almacenados en la propia hacienda (77).
Similares peculiaridades a las inferidas para la conjunta etapa de doce años
resultan aplicables a la etapa de once años en solitario del negociante, cónsul y
(77) A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Lib. 29 y 30, ff. 56v y 14v, respectivamente. Todo el vino comercia-
260
cosechero Juan Bautista hijo (78).
Al igual que en la etapa precedente, en esta también se aprecian dos partes
nítidamente diferenciadas, abarcando un lustro la primera y el mismo tiempo la
segunda. En el período quinquenal se concentra la mayor actividad comercial,
tanto exportadora como minorista, del negociante puesta de manifiesto con los
325 cántaros embarcados, el 65 % del total vino destinado “para la mar”, a los
que debían sumarse los 625 cántaros “para colar”; es decir, el 100 %. La asidua
venta al por menor aparece reflejada con rotundidad en los 1.025 cántaros
introducidos “para su casa”, el 77´36 %, desechando la consideración del
exclusivo consumo familiar principalmente por una doble obviedad: o se
corrompen los 11.838 litros y tres cuartos antes de consumirlos o, por el
contrario, todos los componentes de su familia deben acabar afectados de
alcoholismo tras consumir un promedio de 6´5 litros diarios durante los cinco
años. Todo ello sin olvidar la venta directa a granel a negociantes, mercaderes y
tratantes particulares a quienes despacharía el 38´91 % de la total cosecha
obtenida en el lustro, alcanzando la apreciable cantidad de 11.975 cántaros (79).
No obstante, sería en el siguiente y último quinquenio cuando se reforzaría
notablemente esta modalidad de mayorista venta directa de cosechero a
comerciantes, por motivos parecidos a los aducidos en el último período de la
etapa precedente, en menoscabo de la personal actividad exportadora de Juan
Bautista hijo. La consecuencia queda perfectamente reflejada en la
correspondiente tabla donde se contabilizan 175 cántaros, el 35 %, sacados “para
la mar” sin añadir tinto alguno “para colar” y otros 300 cántaros, el 22´64 %,
entrados en la ciudad con destino “para su casa”, cuyos resultantes menos de dos
litros diarios bien pudieran servir para el consumo propio si no se hubieran
almacenado en los últimos tres años del período.
Por el contrario, la columna referida a la directa clientela mayorista sufriría un
acusado incremento hasta alcanzar los 18.800 cántaros, que representan el 61 %
del total vino así vendido, con la particularidad de que durante el último bienio
proveería a la ciudad de Orihuela a través de mercaderes abastecedores de ella,
así como también a la rural partida alicantina de Bacarot (80); y, al igual que
sucediera en la conjunta etapa anterior, en el último año de cosechero y de su
do por el deán fue transportado en 1743 en diferentes partidas. Entre el 19 de enero y el 25 de septiembre entraba
250 cántaros “para su casa”, más otros 25 para la colegial de San Nicolás introducidos en esta última fecha,
entrando “para su casa” los 100 cántaros restantes el 21 de octubre; pero su casa era la familiar, ahora
perteneciente a su hermano mayor, ya que en ella vivía el eclesiástico formando parte del núcleo familiar del
cónsul.
(78) Aunque formaría compañía de comercio con Lorenzo Fabiani en 1748, perdurando el traslado de su socio a
Valencia en 1751, éste no tuvo una conjunta participación en la explotación y tratos de los vinos, ya que sólo en
la cosecha de 1749-50 aparece como productor independiente con 900 cántaros, de los cuales introdujo 700 en la
ciudad entre los meses de julio y septiembre de 1750 consignados a Vicente Ferrer y Lorenzo Garrigós. A.M.A.
Manifiesto del vino. Arm. 17, Lib. 37, f. 167r-167v.
(79) Entre la clientela de Juan Bautista cabe citar a los negociantes ingleses Cristóbal Hall y Juan Macdonell, o
al alicantino Juan Almiñana, su ex cuñado.
(80) A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Lib. 42, ff. 23v-25r. De abril a octubre de 1755 salieron para la
ciudad episcopal un total de 1.850 cántaros, 150 de los cuales fueron consignados directamente a la ciudad y los
261
vida surtiría a la ciudad y presidio de Orán exportando 1.425 cántaros, de forma
que la cantidad de vino entrada en la ciudad con destino “para la mar” o
“embarcar” fue de 58 charrionadas.
El riguroso control de la producción y comercio de los vinos alicantinos era
efectuado por la llamada “Junta de Inhibición del vino forastero”, organismo
municipal responsable de vigilar el cumplimiento del privilegio proteccionista
concedido a la ciudad en 1510 por Fernando el Católico, cuyo intrincado
desarrollo normativo se traduce en una seriada documentación denominada
“Manifiesto del vino”. El minucioso intervencionismo de la Junta sobre la
producción y comercio vinícola mediante comisionados y funcionarios,
pormenorizado en el capítulo dedicado a Francisco Marabeuf por cuyo motivo
obviamos su reiteración, tenía por principal finalidad mantener la total
observancia del citado privilegio evitando que el cosechero entrara en la ciudad
más cantidad de la cosechada, pues de lo contrario quedaría constancia
fehaciente de haber cometido fraude. A este respecto, llaman la atención los
datos de las tablas relativos a las cosechas de los años 1739 y 1752, resultando
ambas deficitarias para cubrir las necesidades de las demandas recibidas, lo que
posibilitaría haber cometido un probable dolo.
En la primera de las campañas referidas, el cosechero Juan Bautista hijo
obtendría una producción cifrada en 1.850 cántaros cuando en el correspondiente
libro del “Manifiesto” queda constancia de haber entrado en la ciudad 1.950
cántaros (81); esto es, 100 más de los cosechados resultando, a tenor del
prioritario objetivo de la Junta, ser causante de engaño e incumplimiento del
privilegio. Sin embargo, no hemos podido constatar ninguna apertura de
diligencias informativas, expediente sancionador, ni acción coercitiva o
represiva alguna de la Junta, como sí se adoptaron en contra de algún plebeyo
cosechero llegando a embargar su finca (82), lo cual nos induce a concluir que
con los más prohombres cosecheros se tenía una tolerante condescendencia en
este aspecto, más aún considerando su condición de negociante y cónsul como
también sucedía con Marabeuf, siempre que compensase el exceso de vino
introducido en la ciudad con el excedente de la cosecha inmediata anterior o
posterior a la del irregular hecho. Y esto, sí lo cumplía sobradamente Juan
Bautista hijo en las campañas de 1738 y 1740, en las cuales resultaban sobrantes
400 y 450 cántaros, respectivamente, que permanecían almacenados en las
bodegas de las correspondientes fincas rústicas, puesto que de no ser así le
hubiera resultado más problemático justificar el posible fraude cometido por el
negociante, cónsul y cosechero en 1752.
En ese año, no adquirió ni un solo cántaro de vino al margen de los
restantes a sus mercaderes vecinos Pedro Villena – 775 –, Vicente Gilabert – 50 –, Joaquín Valero – 350 – , y
Salvador Bañuls – 525 –. La pedanía de Bacarot sería surtida con 50 cántaros a través de Bautista Ginza.
(81) A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Lib. 27, ff. 6v, 15r-15v, 16v, 20r, 26v, 30v, 40r, 41r, 69v, 73v, 83v,
85r-85v, 87r, 93r, 94v, 101v, 102r, 104v, 110v y 130r.
(82) A.M.A. Inhibición del vino forastero. Arm. 17, Lib. 82, Leg. 1/3,s/f. “Sobre el embargo de una heredad de
vendimia en el lugar de Monforte a Pedro Antón y Pedro Campot. Alicante, 30 de septiembre de 1721”.
262
producidos, contrariamente a lo sucedido en 1739 donde compraría 2.975
cántaros de cosecha ajena, mientras duplicaba la presunta cantidad estafada, ya
que habiendo obtenido una producción de 2.775 cántaros entraría en la ciudad
2.975 consignados a diferentes clientes mercaderes; es decir, 200 cántaros de
vino más del cosechado, exceso que en esta ocasión no podía compensar con el
excedente de producción de la campaña antecedente, de la que tan sólo disponía
de 25 cántaros; pero sí resarcirlos con los 3.525 cántaros sobrantes de la cosecha
inmediata posterior, la de 1753.
En los iniciales años del siglo, después de establecerse en Alicante, Gerónimo
padre había formado compañía de comercio por tiempo ilimitado con su
hermano Juan Bautista, residente en Génova. En noviembre de 1720, el genovés
Ángelo María de Voltri cargaría en el puerto de la ciudad ciertos efectos a bordo
del buque “San Antonio de Padua”, capitaneado por el francés Jean Benoit al
haber fallecido días antes en Cartagena su propietario y capitán Carlos Pitaluga,
para transportarlos a la capital ligur a la consignación y entrega de su socio
hermano, a cuyo fin había firmado Gerónimo padre la póliza acostumbrada con
el citado Benoit. Pero éste, faltando a la lealtad del compromiso y buena fe de su
viaje, haciendo engaño lo había mudado tomando rumbo hacia las partes del
Norte. En consecuencia, el fundador del linaje substituía en el negociante
londinense Francisco Wiatt la facultad concedida por su hermano a fin de que,
compareciendo en su nombre ante la pertinente autoridad judicial de Londres y
de otras partes de Inglaterra o fuera de ellas donde se hallase el francés, pidiese
por pronta providencia el arresto del marino galo y el embargo del navío, efectos
y haberes que se le encontrasen, en cantidad suficiente para la exacción y
reembolso de los efectos a su hermano Juan Bautista con más los intereses,
costas, pérdidas y daños sufridos.
Al parecer, el notario había omitido constatar el notable perjuicio que el fraude
de Benoit había causado en los derechos del consignatario, motivo por el que
Gerónimo padre volvía a escriturar el mismo día otra idéntica substitución a
favor del mismo comerciante inglés, haciendo constar ahora los lesionados
derechos de su hermano (83).
No serían los Fabiani los únicos negociantes en tener problemas comerciales
con miembros de esta saga de marinos galos, los Benoit, pues también los
hermanos negociantes genoveses Maricone guardarían un penoso recuerdo de su
relación con ellos (84); pero estos podían tener una consideración trivial en
comparación con otro de mucho mayor calado próximo a emerger: el brote de
peste en Marsella, que afectaría gravemente a las actividades marítimo-
comerciales por el Mediterráneo, hasta el extremo de conseguir su práctica
paralización en el puerto alicantino desde agosto de 1720 a abril de 1722, debido
(83) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Poder y substitución” y “Substitución de poder”, 19-1-1720,
ff. 32r-33v y 36r-37v, respectivamente. Gerónimo era apoderado de su hermano desde el 17 de mayo de 1713,
fecha en la que éste hizo el apoderamiento ante Cayetano Pino, genovés notario público y colegial.
(84) Vid. el capítulo del presente trabajo dedicado a los hermanos Juan Bautista Felipe y Gerónimo Maricone,
en especial el texto de referencia a la nota 71 en adelante.
263
a las medidas sanitarias municipales y estatales adoptadas para aislar a Francia
en evitación del contagio bubónico (85).
No obstante, el 21 de julio de 1721 llegaba a la bahía de la ciudad “El Portillón
de Alicante”, al mando del francés Andrés Maggi, cargado de géneros y
mercancías procedentes de Génova para entregar a diferentes negociantes de
Alicante y de Cartagena. Después de permanecer 22 días de cuarentena, el 12 de
agosto protestaba su capitán que, habiendo venido con la patente de sanidad y
demás papeles necesarios, no había sido admitido al libre comercio, antes lo
contrario se le daba a entender por parte de algunos negociantes consignatarios
de ropas y géneros quienes, pretextando tener noticias de que él pretendía pasar
a Cartagena, le habían protestado por ello ante el notario Vicente Rovira,
motivando su petición de que los interesados en el cargo de su navío debían
costear las estarías, gastos, detenciones, perjuicios, daños y menoscabos
producidos y que se produjesen hasta su admisión a libre comercio, protestando
contra sus consignatarios de la ciudad para que así lo tuvieran entendido y que, a
prorrata de los géneros pertenecientes a cada uno, debían concurrir a la avería
que a su tiempo haría de todas las estarías (86).
La respuesta de los negociantes interesados en el cargamento de la nave, entre
los que se hallaban los hermanos Juan Bautista y Gerónimo hijos, no se hizo
esperar. Al día siguiente, notificada la protesta de Maggi por el notario Antonio
García, los hermanos Fabiani responderían que ni los géneros de a bordo, ni los
negociantes de su consignación eran causantes de la detención y cuarentena del
navío, protestando no estar obligados a la avería que pretendía practicar el dicho
capitán, ni menos todavía a pagarle ninguna cantidad (87).
Además de los efectos comerciales referidos, los hermanos Fabiani también
importarían cereal, tanto del Norte como de Levante, y salazones, al tiempo que
no lograrían mantenerse al margen del comercio barrillero.
Superado el período de severas dificultades en el comercio mediterráneo, en
abril de 1724 Gerónimo hijo trataba con el genovés Enrique Bregante,
sobrecargo del buque “Nuestra Señora del Rosario y San Francisco Javier”, la
compra de todo su cargamento de trigo que ascendía a 1.500 cahíces al precio de
5 libras la unidad, prometiendo pagar todo su valor en plata de buena calidad;
pero imponiendo tres condiciones al cumplimiento del trato: que el trigo del
(85) Para una más pormenorizada información sobre las medidas preventivas aplicadas en Alicante y su
repercusión en el tráfico marítimo, Vid. Giménez López, E., “Alicante ante la peste de 1720”, en Canelobre, nº 4,
Dossier, 1985, pp. 98-104.
(86) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Protesta”, 12-8-1721, ff. 312r-313r. La llegada desde Génova
de este buque de pabellón francés con su documentación en regla, suscitaría que la ciudad plantease a la Junta de
Sanidad la cuestión de si debían admitirse navíos franceses procedentes del puerto ligur. La decisión de la Junta
fue que toda embarcación con pabellón francés debía quedar excluida del comercio. Vid. Giménez López, E.,
Op. cit., p. 100.
(87) A.H.P.A. Ibid., “Notificación y respuesta”, 13-8-1721, f. 316r. Además de los Fabiani, había otros once
negociantes afectados por la protesta del capitán galo, siendo estos Juan Antonio Corsiniani, Pavía y Risso
compañía, Ambrosio Delfino, Juan Domingo Grassi, Herederos de Bernardo Bertholón, Sebastián y herederos de
Bartolomé Noly, Alberto Necco, Viuda y herederos de Pedro Lombardón, Miguel Ángel Lavarelo, Pedro Choly
y Jacinto Ardizón/e.
264
cargo coincidiese con el del saquito de muestra en poder del sobrecargo, que el
total valor se pagaría enteramente al finalizar el desembarco sobre el muelle de
todo el trigo contenido a bordo, y que su compañía quedase exenta de pagar 5
sueldos por cahíz. Aceptadas por el vendedor, en esta ocasión la transacción
quedaría convenida (88).
Un trienio más tarde, en los primeros días de 1727, se les presentaría a estos
hermanos negociantes la posibilidad de importar bacalao, a la par que adquirir la
embarcación que lo transportaba. El negociante inglés Wydndham Beawes,
componente de la sociedad Tucker y Beawes, manifestaba estar facultada su
compañía, desde el 1 de diciembre de 1726, para la venta de una balandra por
orden de su propietario, otorgada según estilo viejo de Londres. Dicha
embarcación, de 2 mástiles y 80 toneladas con todos sus arreos, sana de quilla y
costado, libre de carga, hipoteca y obligación, se encontraba cargando 1.300
quintales de bacalao en Terranova para traerlo a la Bahía de Alicante a la
consignación de su empresa. Y, sin haber llegado al puerto local, ajustaba con la
compañía de los hermanos Fabiani la venta de la embarcación con su
cargamento de salazón por un importe de 7.537 libras y media; esto es, 2.500
libras por el valor de la balandra, más 5.037 libras y 10 sueldos en que fue
apreciada la carga del abadejo a razón de 3 libras y 8 reales y medio el quintal.
La transacción fue ejecutada, ya que el comprador pagaba de contado las
estipuladas cantidades en moneda corriente de plata en presencia del fedatario
público (89).
Acaso los compradores precisasen la embarcación para su comercio marítimo,
habida cuenta de los obstáculos que les presentaba el comisario real de Guerra
en Alicante, pues ya era casualidad que los buques fletados por los Fabiani
fuesen destinados al Real Servicio. Pasados cuatro meses de la transacción,
Vicente Garay ordenaba al francés Miguel Guillem, patrón del ganguil “San
Juan Bautista”, pasar al puerto de Cartagena para cargar en el una porción de
pólvora y conducirla al puerto malacitano. Gerónimo hijo protestaría al citado
comisario porque la nave había venido desde Marsella, consignada a su
compañía con los fletes de ida y vuelta ajustados por contrato público, que era
preciso ejecutar al tener dispuesto el cargamento para su retorno; pues, en caso
contrario, le sobrevendrían graves daños y perjuicios a su sociedad, motivos por
los que suplicaba fuese servido permitir al mencionado patrón cumplir el
referido contrato de fletamento.
Garay replicaría hallarse con órdenes superiores para la inmediata remesa de la
pólvora y, no disponiendo a la sazón de otra embarcación válida, era preciso
emplearla en el mencionado viaje no pudiendo acceder a la petición.
Ante tal denegación, el negociante declaraba jurídicamente que, por la
obligación del contrato, los daños derivativos no fuesen de su cuenta, sino de
(88) A.H.P.A. Protocolo 65 de Francisco Andujar, “Confirmación”, 18-4-1724, ff. 21r-23v. El cahíz es una
medida usada para áridos, teniendo diferente capacidad según las regiones españolas. Así, por ejemplo, su valor
en Madrid equivale a 666 litros; en Valencia, 201 litros, y en Alicante, 249´3 litros.
(89) A.H.P.A. Protocolo 898 de Francisco Hernández, “Venta real de balandra y bacalao”, 15-1-1727, ff. 4r-6v.
265
quien los ocasionase, pidiendo testimonio para su descargo que mandaría darle
Garay firmándolo (90).
El mismo día, el negociante volvía a manifestarle al comisario que el ganguil
“San Pedro”, patroneado por el también francés Pedro Donodio, había arribado
al puerto de la ciudad desde el Grao de Valencia fletado para que su compañía
embarcase el cargamento prevenido para la isla de Cerdeña; pero el dicho patrón
le había comunicado que Garay le ordenaba fletarse a un viaje del Real Servicio,
pasando a Cartagena para estibar un cargamento de pólvora destinado a Málaga.
Nuevamente, el negociante suplicaba al comisario diese licencia a Donodio para
el cumplimiento del contrato de fletamento. La respuesta de éste ante la humilde
petición fue un calco de la anteriormente referida, motivo por el que la actuación
de Gerónimo hijo también sería idéntica a la realizada en los instantes previos,
obteniendo el mismo negativo resultado (91).
No serían dos sino tres las veces que, en la misma jornada, los Fabiani se
verían afectados por las “requisas” de navíos con pabellón extranjero para el
Real Servicio, pues también a Pedro Meaus, patrón del ganguil “El Espíritu
Santo”, le ordenaría el comisario Garay fletar su buque para idéntico servicio
que el realizado por sus compatriotas Guillem y Donodio.
Los tres cargamentos de pólvora tomados en Cartagena suponían 2.800
quintales, habiéndose ajustado los fletes al precio de 4 reales y medio de vellón
por unidad, pagando la mitad anticipadamente en Alicante y la otra mitad una
vez producida la descarga en los muelles de Málaga y retornado al lugar de
partida. Sin embargo, a ruego de Gerónimo hijo, atendido en esta ocasión, Garay
les pagaría a los mencionados patrones sus enteros fletes con la condición de
comprometerse el negociante a presentarle las tornaguías o, en su defecto,
costear la mitad de los fletes por cuenta propia (92).
A pesar de todo, los inconvenientes en la práctica comercial marítima de los
Fabiani no habían concluido todavía. Pasados tres meses, declaraba Sebastián de
Gregorio, capitán del navío imperial “La Santísima Concepción, Santa Rosalea y
San Antonio de Padua”, poseer una carta orden del fletador y cargador de su
buque, el negociante de Génova José María Bonarrota que entregaba otra al
sobrecargo Carlos Belando, disponiendo en ellas que llegando al puerto
alicantino entregasen todas las mercancías a Gerónimo hijo, según rezaban las
pólizas de cargo. Entregadas por el capitán las cartas a su destinatario, en su
virtud comenzaría el desembarco de un cargamento de arroz consignado al
negociante, el cual practicaría su venta; pero excusándose de recibir el entero
entrego de las restantes mercancías que dejaba a bordo de la embarcación,
produciendo esta retención notables daños y perjuicios al capitán que, en
consecuencia, requería al negociante a continuar recibiendo los productos aún
(93) A.H.P.A. Protocolo 360 de Pascual Bueno, “Protesta y contra protesta”, 21-8-1727, ff. 342r-343v. Bonarrota
debía venir a bordo de este buque acompañando al cargamento, pero resolvería quedarse en Génova por hallarse
ocupado en otra embarcación con más géneros.
(94) A.H.P.A. Ibid., “Protesta”, 29-8-1727, ff. 349r-350v.
267
je expresado en el balance, quedando para beneficio y pago de los acreedores el
25´6 % según el reglamento entonces practicado, reducido posteriormente a 21
pesos, 14 sueldos y 6 dineros porcentuales en razón de haber incluido en el
balance 4.000 libras adeudadas a Juan Bautista Bava, de Valencia, las que, en
juicio contradictorio con los demás acreedores, se declararían estar exentas de la
rebaja y remisión por ser caudal de cruzada, del que el susodicho era tesorero,
mandando satisfacerlas íntegramente de los bienes del deudor, al cual se le
concedían 4 años de cadencia para liquidar las deudas porcentuales a los
restantes acreedores. Y, en su cumplimiento, Maricone satisfacía en los primeros
días de marzo de 1729 a Juan Bautista hijo, portador de las dos letras de Méndez
con sus respectivos valores, 968 libras y 10 sueldos más 925 libras, 13 sueldos y
1 dinero resultantes de aplicar la mencionada cantidad porcentual sobre los
correspondientes créditos originales (95).
Al comenzar la década de los años treinta, los Fabiani habían tomado
conciencia de la rentabilidad comercial del vino evidenciada, además de lo
antedicho, con la manifestación del vinarocense Miguel Albiol, al expresar que
la compañía estaba interesada en la mitad del cargamento de vino y aguardiente
embarcado sobre su londro, consistente en 50 libras efectivas pagadas en
monedas de oro, y cuya nave estaba próxima a viajar hacia Poniente con el fin
de vender los vinos obteniendo beneficios, prometiendo el de Vinaroz entregar a
la dicha sociedad la utilidad más el beneficio del viaje, asegurando su
cumplimiento mediante la hipoteca de la embarcación (96).
No obstante, las provechosas plantas manufactureras también fueron objeto del
comercio por la compañía de Juan Bautista y Gerónimo hijos. Sirvan de muestra
los dos siguientes casos. En febrero de 1731, convenían con el noveldense José
Amorós la entrega por todo el venidero mes de junio de 400 costales de esparto
gordillo, de caña gorda y larga, que fuera de color dorado y no verde, teniendo
cada costal el peso de 4 arrobas, por el precio unitario de 5 sueldos y 3 dineros
puestos a la puerta del almacén de los compradores, los cuales anticipaban al
vendedor 30 libras de contado en monedas de plata para que pudiese comenzar a
cosecharlo (97). Ocho meses más tarde, ajustarían con los crevillentinos
Francisco Lisián y Pedro Martínez el entrego por todo el mes de octubre de
2.000 quintales de barrilla, en buenas condiciones y de calidad , procedente de
los términos murcianos de Yecla, Jumilla y Cieza al precio unitario de 15 reales,
puesta y pesada ante la puerta del almacén de la compañía en Alicante, la cual
pagaría en efectivo los importes de los quintales que en cada viaje se pesasen,
además de entregarles 100 libras por adelantado según lo acordado (98).
(95) A.H.P.A. Protocolo 900 de Francisco Hernández, “Carta de pago”, 5-3-1729, ff. 17r-18v y 19r-20v,
respectivamente.
(96) A.H.P.A. Protocolo 632 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Declaración y obligación”, 2-6-1730, ff. 181r-
182v.
(97) A.H.P.A. Protocolo 633 de idem, “Obligación”, 28-2-1731, ff. 66r-67v.
(98) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 10-10-1731, ff. 323r-324v. El convenio y ajuste de la venta fue acordado por
los vendedores con Honorato Bonet, correspondiente de los Fabiani en la villa de Crevillente.
268
Otro de los productos comerciados en 1731 fue el tabaco. El 18 de julio,
convenían en Madrid con el barcelonés José Vidal Botella, conforme a la
contrata de éste con los directores generales de la Real Renta, la venta de 600
rollos de tabaco de hoja de Brasil, de los cuales habían desembarcado y entrado
200 rollos en los almacenes de la factoría alicantina, cuyo factor Juan de
Goyeneche desechaba 7 rollos y 2 seras con 8 arrobas y 6 libras castellanas por
no ser conformes a la contrata, permitiendo su extracción para Génova
embarcados en el buque “San Francisco de Paula” del capitán Luis Cauvin; pero
con la obligación de traer la tornaguía de su desembarco en ese puerto,
certificada por el representante español allí residente en el término de un
semestre o, en su defecto, pagar todos los daños, perjuicios y menoscabos que
tuviesen los responsables de la Real Renta del Tabaco (99).
Pasado un año, Juan Bautista hijo entraría en el puerto local una lápida de
mármol italiano destinada al convento de la Trinidad, redención de cautivos, de
Alcalá de Henares. Debiéndola sacar de la Real Aduana, su administrador Juan
Bautista de Iturralde le exigirá la obligación de traer en el plazo de 30 días la
tornaguía firmada por el prior de aquella comunidad religiosa, certificando que
la lápida era para su servicio. En el caso contrario, el negociante pagaría los
derechos reales correspondientes a las 40 libras en que la lápida había sido
justipreciada por el veedor aduanero (100).
Tampoco desaprovecharía el negociante la oportunidad de participar, aunque
fuese como intermediario, en el comercio de esclavos. A comienzos de 1734,
casi coincidiendo con su designación consular, el negociante marsellés Pedro
Choly le encargaba adquirir en Portugal a una esclava púber, encargo que Juan
Bautista hijo transmitía a Mauricio Aragonés quien, en su representación,
compraba de Luis Aleixos una esclava negra, de 13 años según su aspecto,
mediana de cuerpo y robusta, bautizada con el nombre de Catalina. A fines de
marzo, el ya cónsul practicaba la venta a Choly por el precio de 183 libras, 1
sueldo y 1 dinero, cantidad en que se valoraba su compra, derechos abonados y
conducción hasta Alicante (101).
La mayoría de las relaciones comerciales no concluían de manera tan
provechosamente armoniosa como la precedente, pues eran frecuentes los
desacuerdos entre las partes por distintos motivos. Así acontecía cuando en
mayo de ese año Juan Rowlinson, capitán del navío “La María”, cargaba en
Venecia diferentes efectos consignados a varias empresas de negociantes
lucentinos, entre ellas la de los Fabiani, además de otros géneros destinados a
Cádiz y Lisboa. Llegado a Alicante el 2 de junio, se le ordenaba hacer la
cuarentena durante 30 días, pasados los cuales era admitido a libre comercio otro
tal día del mes de julio, pretendiendo dicho capitán por medio de su
representante Jorge Reveley, negociante inglés componente de la compañía
269
Merret, Hall y Reveley, cobrar los gastos de la cuarentena en base a que los
géneros transportados para los negociantes de la ciudad eran los causantes de la
detención y gastos ocasionados, cuyo montante ascendía a 364 libras y 6
sueldos, además de prevenirlo así las pólizas de cargo y, por ende, poder
practicar la avería de los efectos embarcados.
Naturalmente, los negociantes locales interesados en la carga del buque
rehusarían tal pretensión alegando sus razones, a pesar de haber mantenido
durante un mes algunas entrevistas sobre este asunto con la citada compañía
inglesa para tratar de los reparos y contradicciones entre las partes. No obstante,
en aras a evitar costas y detenciones, por el “bien de paz y de concordia”,
convinieron en comprometer tales pretensiones nombrando jueces árbitros a los
también negociantes Samuel Tucker, cónsul inglés en la ciudad, y el francés
Juan Lyón, por parte de la compañía anglosajona, y a los franceses Pedro Choly
y Diego Lespiault designados por los negociantes, para que a la mayor brevedad
determinasen y sentenciasen de palabra las razones de cada parte en apoyo de
sus exigencias, consintiendo las partes su juicio y sentencia aplicada de
inmediato, sin guardar plazo alguno, incurriendo la parte desobediente en la
multa de 500 pesos cobrada con apremio y aplicada a la voluntad de la parte
obediente (102).
En septiembre de 1734 surgiría otra nueva divergencia con el capitán de “El
Delfín”, Pablo Winston, quien había fletado la embarcación al napolitano
Baltasar Farina para transportar géneros consignados a Juan Bautista hijo, el
cual, en nombre del fletador, había ajustado con el marino inglés pagar los 400
ducados del flete a su llegada al puerto alicantino, pudiendo ser percibidos en
sus equivalentes sequíes venecianos, o a razón de 27 carlinos napolitanos o en
72 de moneda portuguesa. Pero, en realidad, Winston quería cobrarlos al cambio
de 45 carlinos por doblón, resultando así sobre valorado el carlín en detrimento
de la áurea moneda española, originando la protesta jurídica del negociante por
el daño que le ocasionaría la diferencia de moneda ajustada en Nápoles.
Notificado el capitán, respondía que se remitía al contenido del contrato en el
que no constaba lo expresado por el negociante en su protesta, provocando la
resolución del desacuerdo por vía judicial (103).
A mediados de ese mismo mes y año, el negociante fletaba en Génova al
buque “La Amistad” capitaneado por Guillermo Bishop, firmando el pertinente
contrato para embarcar 1.070 minas de trigo, cargadas por Miguel Ángel Basso,
y trasladarlas hasta Alicante a la consignación de su compañía. Descargado y
entregado el cereal a su destinataria, debía seguir el pago de los fletes que no
había podido conseguir el capitán inglés por negarse el negociante a satisfacerlos
(102) A.H.P.A. Protocolo 798 de Antonio García, “Compromiso entre partes”, 6-7-1734, ff. 348r-350v. Los
restantes negociantes implicados fueron Lorenzo Antoine, Francisco María Raggio, Francisco Pavía y Pedro
Scipión Román, componentes y representantes de las compañías de comercio Antoine y Fernaud, Lavarelo
compañía y Pavía y Risso, respectivamente. El monto exigido por el capitán lo constituían las siguientes partidas:
gastos del puerto, 42 libras y 16 sueldos; gastos de visita, 21 libras y 10 sueldos, y 30 días de estancia a razón de
10 libras diarias sumaban 300 libras.
(103) A.H.P.A. Protocolo 635 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Protesto”, 24-9-1734, f. 339r-339v.
270
, exigiendo el marino la pronta entrega de su importe o, en su defecto, le
protestaba todo aquello que fuese lícito y permitido.
Juan Bautista hijo respondía al requerimiento manifestando que de las 1.070
minas de trigo contenidas en la póliza, sólo le había entregado 507 cahíces y 2
barchillas, más otras 4 barchillas de trigo de sentina, faltando cereal por
entregarle y requiriendo a su vez al capitán a su pronto entrego, pues mientras
esto no sucediese retenía en su poder el flete por importar su valor, poco más o
menos, el del trigo no recibido.
Conocida la postura del negociante, el capitán aclaraba que la partida
entregada era todo el trigo contenido a bordo del navío, motivo por el que en
octubre cobraría el importe del flete proporcional a la cantidad del cereal
entregado (104), aunque tuvo como consecuencia su destitución al mando de la
mencionada embarcación.
En el devenir de las actividades de importación triguera surgieron otros
enquistados desacuerdos, cuya resolución definitiva dependería de la inevitable
vía judicial.
Iniciado el mes de abril de 1735, la compañía de los hermanos Fabiani cerraba
el contrato con el inglés Juan Gray, capitán del “Hilby”, signando la póliza de
cargo que contenía los estipulados flete y capa a cobrar por éste para transportar
desde Génova una porción de trigo cargada por Domingo Cavanna. Al llegar a la
Bahía de Alicante, el buque fue obligado a cumplir la preventiva cuarentena
antes de ser admitido a comercio, de modo que al desembarcar y entregar el
cereal a la destinataria sociedad se hallaron 14 cahíces de trigo en malas
condiciones, motivo por el que los hermanos negociantes se negaron a pagar el
importe del flete y capa si no se rebajaban en el valor del cereal estropeado.
Permaneciendo inamovibles las firmes posturas de las partes, el marino optaría
por llevar el caso ante la justicia de la ciudad apoderando al procurador Vicente
Villegas, que presentaría demanda contra los negociantes pidiendo el pago no
sólo del flete y capa, sino también de los gastos de la detención, daños y
perjuicios (105). El litigio, de manera inusual, se resolvería en menos de dos
semanas sentenciando veredicto favorable a Gray que mandaba a la parte
contraria pagar la totalidad de la capa y flete, además de ordenarles depositar la
cantidad íntegra; hecho lo cual, los Fabiani pedían que no se le librase al capitán
sin la fianza lega, llana y abonada, que sí haría al presentar por su fiador al
tonelero Simón Pérez (106). Ante la desfavorable resolución, los hermanos
recurrirían la sentencia interponiendo apelación ante el Consejo de Castilla,
provocando con ello una dilación del conflicto y precisando a Villegas a sustituir
el poder a él otorgado por Gray en el madrileño Manuel Nicolás Escoto (107).
(104) A.H.P.A. Protocolo 798 de Antonio García, “Protesta”, 23-10-1734, f. 445r-445v. El intérprete que
posibilitó la comunicación y entendimiento final entre Bishop y el negociante fue Gerónimo Marques, vicecónsul
inglés experto en las lenguas inglesa y castellana.
(105) A.H.P.A. Protocolo 799 de Antonio García, “Poder especial”, 24-4-1735, f. 157r-157v.
(106) A.H.P.A. Ibid., “Fianza”, 3-5-1735, f. 179r-179v.
(107) A.H.P.A. Ibid., “Substitución de poder”, 24-5-1735, ff. 229r-230v.
271
Las relaciones comerciales de los hermanos con el genovés Miguel Ángel
Basso eran fluidas, hasta el extremo de que la discordia de éstos con el inglés
capitán Bishop le acarrearía a éste el fulminante cese en el mando del buque “La
Amistad”, siendo substituido en dicha función por su compatriota Roberto Akers
quien, a fines de 1736, autorizaba a Juan Bautista hijo y al negociante francés
Lorenzo Antoine a pedir la formación de la avería y prorrateo que debía
ejecutarse con motivo del daño, gastos y perjuicios de su navío, así como del
cargamento de trigo embarcado en la isla de Sicilia y en el puerto alicantino para
trasladar al de Lisboa, resultante todo de haber encallado la embarcación en la
“barra del Podrimel de la Albufera de Murcia” en la noche del 5 de abril de 1736
(108).
Pasados tres años sería Gerónimo hijo quien, en nombre de su conjunta
sociedad y representando al antedicho Basso, convenía con el también citado
factor de la Renta del Tabaco en la ciudad y puerto, D. Juan de Goyeneche, el
contrato de venta de 300 rollos de tabaco hoja de Brasil en pie para efectuar la
transacción con arreglo a las siguientes estrictas calidades pactadas:
1ª.- Que la compañía, en dicha representación, se obligaba a entregar en la
factoría la cantidad de tabaco acordada en un cuatrimestre, salvo imponderables
contingencias de mar o de guerra.
2ª.- Que los 300 rollos debían ser en pie de los más frescos venidos de Brasil, sin
estar avinagrados, podridos ni de mal olor, de hoja sana y buen consumo, cuyo
reconocimiento y entrega sería supervisada por dos expertos nombrados al
efecto, y por un tercero en caso de discordia.
3ª.- Que si al reconocerlos se hallase algún/os rollo/s deteriorado/s, en todo o en
parte, por corrupción o avería, sólo se admitirán los aptos para el consumo,
mientras los restantes quedarán en poder de la compañía para sacarlos fuera de
estos reinos, con la obligación de presentar la tornaguía firmada por la autoridad
española residente en el lugar del depósito.
4ª.- Que para regular la tara de cada rollo se abrirán tres de distinto tamaño,
grande, mediano y pequeño, quitándoles las corachas, brozas y palos, y pesado
todo junto se detraerá la tercera parte que se regulará por tara en cada rollo.
5ª.- Que a costa de la compañía se desembarcarán y conducirán los rollos dentro
de los almacenes de la factoría, pagando los gastos hasta la conclusión de su
peso y cualquier otro ocasionado.
6ª.- Que la compañía se obliga, en nombre de su representado, a los 300 rollos
en pie al precio de 22 cuartos y medio de vellón por cada libra castellana de 16
onzas en limpio, sin descuento alguno ni obligación de pagarle derechos de
entrada u otros impuestos.
7ª.- Que conforme se entreguen los rollos, el factor debe dar a la compañía los
reales correspondientes a su número, con su peso en bruto y en limpio, para que
(108) A.H.P.A. Protocolo 800 de Antonio García, “Poder para avería”, 1-12-1736, ff. 350r-351v. La
comunicación entre el capitán y sus representantes sería posibilitada por la función interpretativa del negociante
inglés Tomás Coxson que, con el tiempo, substituiría a Gerónimo Marques en el viceconsulado anglosajón.
272
cuando los presenten en la Dirección General de dicha Renta se despachen los
libramientos pagando su importe en Alicante o en Madrid, mitad al contado y la
otra mitad en cuatro iguales mesadas siguientes, en plata u oro.
8ª.- Que entregados los 300 rollos en la factoría por la compañía en la forma
expresada, será por cuenta de la Real Renta cumplir los pactos y condiciones
antecedentes sin que falte nada de lo estipulado (109).
La venta tuvo efecto, entregándose en la factoría los 300 rollos de tabaco en el
plazo acordado, puesto que en los primeros días de febrero de 1740 la compañía
facultaba al negociante genovés Juan Andrés Necco, residente en la Villa y
Corte, a fin de poder cobrar del monarca y, en su nombre, del tesorero de la
Dirección General de la Renta el total importe de la expresada cantidad de
tabaco hoja de Brasil en pie (110).
Finalizada la compañía de comercio y negocios Juan Bautista y Gerónimo
Fabiani Hermanos en 1746 por defunción de éste último, continuaría aquél en
solitario sus actividades profesionales por espacio de dos años hasta que, en
1748, formaría una nueva sociedad con su sobrino Lorenzo Fabiani bajo la razón
social del nombre de ambos seguido del común apellido, permaneciendo activa
su sede alicantina al menos durante un trienio, pasado el cual su nuevo socio,
que había contraído endogámico matrimonio con su joven prima María
Margarita Almiñana Fabiani, se trasladaría en 1751 a Valencia significando ello,
tal vez, el final de esta segunda y última sociedad comercial del negociante y
cónsul Juan Bautista hijo (111), cuyas escasas actividades veremos en el
siguiente apartado dedicado a los negocios.
(109) A.H.P.A. Protocolo 1584 de Vicente Rovira, “Contrata de venta”, 14-9-1739, ff. 205r-207v.
(110) A.H.P.A. Protocolo 1585 de idem, “Poder para cobrar”, 2-2-1740, f. 27r-27v.
(111) A la luz de la documentación manejada, no podemos afirmar con rotundidad si el cambio residencial de
Lorenzo a la ciudad del Turia estuvo causado por el intento expansionista de la nueva empresa o, contrariamente,
por la frontal oposición de los religiosos componentes familiares – el deán, el jesuita, las monjas, sus tíos/as –, a
su consanguíneo casamiento, en cuyo caso habría terminado la citada empresa mercantil. De cualquier modo,
estas causales circunstancias del traslado de Lorenzo exceden los límites cronológicos acotados para el presente
trabajo, debiendo ser objeto de futuras tareas de investigación.
273
LOS NEGOCIOS
Los tratos y transacciones del comercio interior practicados por los Fabiani
fueron desarrolladas con intensidad en la propia ciudad de Alicante, pero
también en el ámbito provincial como abastecedores de efectos a diversas
poblaciones rurales, llegando a extender su radio de acción por núcleos de la
actual Comunidad Valenciana, la región murciana y hasta alguna ciudad
andaluza.
Teniendo en cuenta el desolador panorama económico y social de extrema
pobreza y acuciante necesidad causado por la Guerra de Sucesión,
particularmente intensa en el área y urbe alicantina, era habitual que la mayoría
de las transacciones de los Fabiani fueran practicadas mediante la modalidad de
venta al fiado, convertida en la principal actividad crediticia reiterada de forma
permanente en el transcurso de sus trayectorias mercantiles, constatada a través
de las “obligaciones” y/o “cartas de pago” que generarían los tratos de la
compañía de los hermanos Juan Bautista y Gerónimo hijos.
Sus negocios al fiado aparecen ubicados en un área geográfica que abarca las
comarcas del Campo de Alicante, Vinalopó y Marina Baja, con ramificaciones
extra provinciales, destacando por el valor o frecuencia de las compras los
núcleos urbanos reflejados en la siguiente tabla:
274
Conviene precisar que los datos expresados en la precedente tabla
corresponden exclusivamente a los negocios al fiado realizados por la sociedad
de los hermanos Fabiani, a partir de la secular década de los años veinte, pues
con anterioridad la documentación referida a la compañía que su progenitor tenía
formada con su hermano de Génova, Juan Bautista, no refleja actuaciones
crediticias, sino autorizaciones de representación concedidas por prestigio, al
igual que acontece con las primeras acciones de la empresa filial.
En este sentido, en enero de 1715 el genovés tío Juan Bautista era facultado
por el negociante alicantino Lorenzo Antón para cobrar, del también genovés
José Andria, las 257 libras adeudadas por la mitad del importe de un cargamento
de anís, espartería y libánes valorado en 514 libras, que el deudor patrón cargó
en su barca para vender en reinos extraños (112).
Pasados dos meses, Gerónimo padre autorizaba al negociante de Valencia
Cristóbal Rato para la cobranza de 103 libras que le debía Tomás Cortés,
canónigo de la iglesia de Gandia, con facultad de plantear juicio ante el Vicario
General diocesano, demás jueces y tribunales eclesiásticos para la exacción de
dicho crédito (113).
Siete años más tarde, estando ya constituida la sociedad de los hermanos Juan
Bautista y Gerónimo hijos, las actividades ejecutadas lo serían por consideración
profesional. Así, Juan Bautista hijo era designado, junto al también negociante
genovés Jaime Pavía, como expertos para reconocer y regular 200 balones de
papel que Gerónimo Maricone había vendido a Agustín Ramirez, quien los había
recibido con el buque del capitán Marcos Cazola, habiendo encontrado alguna
diferencia con el de la muestra que sirvió para la compra-venta. Reconocidos,
encontraron y regularon 45 pesos en contra del vendedor y favorables al
comprador (114). Un par de días después, hallándose nuestro personaje en
posesión cumplimentado y firmado, en abril de 1712, por el lionés Honorato
Calveri a favor de Francisco Galiano, Coronel del Regimiento de Osuna de
guarnición en Gerona, con orden de reintegrarle al gerundense Pedro Pérez
Moreno para su cobranza, a tal fin entregaría el mismo al francés Lorenzo Pérez,
capitán del navío “San Antonio de Padua” en tránsito hacia aquellos parajes
(115).
A partir de 1723 se constata el comienzo de las ventas a crédito de la compañía
de los hermanos Fabiani, en las que la antigua Gobernación de Alicante ocuparía
el lugar preeminente en su ejecución albergando 43 de las 75 operaciones
efectuadas, que representan el 57´3 % de las mismas, pero cuyo valor ascendía a
44.748 libras, 18 sueldos y 5 dineros sobre un global importe de 65.826 libras,
18 sueldos y 2 dineros; esto es, el 67´98 % del total facturado.
En marzo de ese año, confirmando su experiencia en el negocio del papel,
(112) A.H.P.A. Protocolo 62 de Francisco Andújar, “Poder para cobrar”, 4-1-1715, f. 4r-4v.
(113) A.H.P.A. Ibid., “Poder para cobrar y pleito”, 28-3-1715, f. 34r-34v.
(114) A.H.P.A. Protocolo 895 de Francisco Hernández, “Declaración”, 12-10-1722, f. 227r-227v.
(115) A.H.P.A. Protocolo 446 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Entrego y recibo de vale”, 14-10-1722, f. 378r-
379v.
275
Gerónimo hijo vendía una docena de balones de papel a Francisco Asnar y otros
seis sarrieros por un importe de 408 libras, las que los maestros artesanos
prometían satisfacer en la venidera festividad de Todos Santos, con más las
costas de la cobranza; pero, en esta ocasión, el plazo se dilataría un poco hasta el
mes de enero del siguiente año en que liquidarían la deuda (116).
Esta escasa demora de dos meses, no habitual en los tiempos que corrían, fue
considerada por los acreedores como probatoria de la honradez de los deudores,
porque pasados cinco años, en enero de 1728, practicarían con el citado Asnar y
con José Martínez otra operación de mucho mayor valor, vendiéndoles 290
quintales, 1 arroba y 22 libras de zumaque en polvo al precio de 32 reales el
quintal alcanzando su importe las 929 libras, 10 sueldos y 8 dineros, cantidad
que los deudores afirmaban liquidar en dos iguales pagas abonadas en el mes de
junio y en la fiesta del 1 de noviembre de ese mismo año, además de ofrecer a
los vendedores la posibilidad de cobrar el crédito, en su totalidad o parcialmente,
en filetes puestos sobre el muelle a cargo de los deudores al precio de 12 reales
el costal de 60 docenas.
Tampoco ahora los compradores cumplirían la forma de pago ni los términos
pactados, ya que el primer pago se haría en mayo de 1729; es decir, justamente
cumplido el año, abonando 584 libras, 9 sueldos y 9 dineros que excedían en 119
libras, 14 sueldos y 5 dineros a la mitad del precio de venta, mientras el segundo
plazo lo satisfacían siete meses después pagando 345 libras y 11 sueldos,
cantidad inferior en 119 libras, 4 sueldos y 4 dineros a la mitad del total importe
que ascendía a 464 libras, 15 sueldos y 4 dineros (117).
Al parecer de los hermanos acreedores, estos desajustes y retrasos en el pago
eran considerados normales puesto que, el mismo día en que los deudores
efectuaban el primer pago, les endosaban una venta de géneros y mercancías
valoradas en 691 libras, 8 sueldos y 7 dineros que debían liquidarlas a razón de
60 libras mensuales, comenzando las pagas en ese mes de mayo, con la
condición de que si la compañía acreedora necesitase porciones de filete se las
entregarían puestas a sus costas sobre el muelle al mismo precio anterior.
Además, reconocían serles deudores todavía del remanente de 345 libras y 11
sueldos de la precedente compra. Coincidiendo con la liquidación de este débito,
en atención a que los deudores pagaban sus convenidas mensualidades, la
empresa acreedora les efectuaba una nueva venta de géneros apreciados en 529
libras, 16 sueldos y 10 dineros que serían reintegrados con 80 libras mensuales
desde el primer mes de 1730, en cuyas mesadas quedaba incluida la deuda
residual del inmediato trato antecedente (118). Los deudores cumplirían su
(116) A.H.P.A. Protocolo 625 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 26-3-1723, f. 38r-38v, y
protocolo 626 de idem, “Carta de pago”, 26-1-1724, f. 36r-36v. La mitad de los balones eran de papel floreto
apreciados a 36 libras cada uno y la otra mitad, de papel ordinario estimados en 32 libras la unidad.
(117) A.H.P.A. Protocolo 630 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 20-5-1728, ff. 200r-201v, y
protocolo 631 de idem, “Carta de pago”, 12-5-1729 y 15-12-1729, ff. 188r-188v y 445r-445v, respectivamente.
(118) A.H.P.A. Protocolo 631 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 12-5-1729 y 15-12-1729, ff.
189r-190v y 446r-446v, respectivamente.
276
compromiso hasta satisfacer por entero el total débito.
Un mes más tarde de finalizada la venta al fiado de papel a los artesanos
sarrieros, los hermanos Fabiani hacían lo propio con los mesoneros franceses
Blas Richard y Diego Larriba, a quienes traspasaban por medio de su fiador, el
mercader genovés Pedro Fuerte, un total de 19 balones de papel valorados en
624 libras pagaderas dentro de siete meses, en noviembre de 1723. Tampoco
estos deudores cumplirían el plazo, que se demoraría dos años hasta satisfacer la
deuda el 26 de abril de 1725 (119), en cuya fecha los mismos actores
protagonizaban otra transacción de 16 balones de papel ordinario y 8 arrobas de
pimienta por un global importe de 602 libras, que los compradores debían pagar
en la fiesta de la Natividad de ese año (120).
Los deudores debieron liquidar el crédito, pues no existe constancia
documental que permita afirmar lo contrario; pero, seguramente, no en el límite
temporal convenido, lo cual pone de manifiesto una constante inherente a las
actividades crediticias del período: la morosidad, más o menos pertinaz en
función del grado de relación mercantil con el/los acreedor/es y, en
consecuencia, de la presión jurídica y/o judicial ejercida por estos, a la par que
delataba la depauperación y bajo poder adquisitivo de la población. Sirvan de
muestra estos últimos citados deudores que, en junio de 1722, adquirían
mercancías de la compañía de los hermanos Fabiani en cantidad de 331 libras y
media, debiendo pagarlas en un anualidad; pero, en realidad, la tardanza en
satisfacerlas se retrasaría durante 36 meses (121).
El mismo Pedro Fuerte sería más claro ejemplo aún de la demora en el pago,
pues habiéndoles comprado, en junio de 1725, a los hermanos diferentes géneros
y mercancías apreciadas en 207 libras, a pagar en dos iguales cantidades anuales
abonadas en dicho mes de 1726 y 1727, se retrasaría más del doble del plazo
estipulado liquidando la deuda en diciembre de 1729 (122).
La permisividad dilatoria de los acreedores era debida a los frecuentes
negocios al fiado mantenidos con el deudor, siendo probatorio de ello el hecho
de que, dos días antes de liquidar el último crédito referido, el negociante Pedro
Fuerte, en unión del chocolatero José Carbonell, ajustaba con los hermanos las
cuentas de todos los tratos y negocios de diferentes géneros y mercancías tenidos
hasta esa fecha, resultando un desfavorable saldo de 4.548 libras que pagarían a
la compañía “siempre que quiera y sea su voluntad cobrarlas”, quedando así los
deudores sometidos a la conveniencia o el interés de los acreedores, aunque
(119) A.H.P.A. Protocolo 625 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 9-4-1723, f. 48r-48v, y protocolo
627 de idem, “Carta de pago”, 26-4-1725, f. 93r-93v. Había 4 balones de papel floreto y 15 del ordinario, a los
mismos respectivos precios referidos en la nota 116.
(120) A.H.P.A. Protocolo 627 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 26-4-1725, f. 94r-94v. El precio
vigente del condimento alimenticio era el de 7 libras y 5 sueldos la arroba.
(121) A.H.P.A. Protocolo 757 de Juan Galdó, “Carta de pago”, 27-4-1725, f. 15r-15v. La escritura de obligación
se redactaba ante el notario Esteban Pastor, ya fallecido en 1725, cuyo protocolo correspondiente al año 1722 no
ha sido localizado.
(122) A.H.P.A. Protocolo 627 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 22-6-1725, ff. 149v-150r, y
protocolo 631 de idem, “Carta de pago”, 15-12-1729, f. 443r-443v.
277
también era frecuente que éstos cobraran en función de las disponibilidades
económicas de aquéllos, como harían por caso con Fuerte y Carbonell que en
agosto de 1731 pagaban 200 libras a cuenta del antedicho finiquito (123).
Fuerte no sería el único negociante en quedar subyugado a la conveniencia de
los hermanos Fabiani, pues el también compatriota y compañero de profesión
Esteban Bocardo, que con su hermano Antonio tenía formada compañía de
comercio, les adeudaba 1.525 libras, 6 sueldos y 9 dineros procedentes de la
compra al fiado de géneros y mercancías, de cuyo débito les había firmado dos
vales en abril y junio de 1725 conteniendo 1.061 libras y 9 sueldos y 339 libras,
respectivamente, pagaderos en los plazos y moneda expresados en ellos,
exceptuando la cantidad de 124 libras, 17 sueldos y 9 dineros derivada del ajuste
de cuentas con la sociedad de los acreedores hermanos para pagarlas “a su
voluntad”. No obstante, los altibajos negocios de los Bocardo permitirían a
Esteban, en esta ocasión, liquidar íntegramente el crédito antes de cumplirse el
año (124).
(123) A.H.P.A. Protocolo 631 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 13-12-1729, ff. 439v-440r, y
protocolo 633 de idem, “Carta de pago”, 25-8-1731, ff. 286v-287r.
(124) A.H.P.A. Protocolo 896 de Francisco Hernández, “Obligación”, 29-6-1725, f. 123r-123v, y protocolo 897
de idem, “Carta de pago”, 27-4-1726, f. 75r-75v. Juan Bautista, Antonio y Esteban, los 3 hijos del genovés
Jacinto Bocardo, compondrán este linaje de negociantes. El mayor de los hermanos residiría en su Génova natal
formando compañía con sus hijos, mientras Antonio y Esteban emigrarían hacia tierras alicantinas
estableciéndose en la ciudad en años diferentes. El primero en llegar y asentarse fue Antonio, que ya en junio de
1710 abastecía de tabaco de Brasil a la Real Renta del Reino de Valencia, formando su propia compañía. Su
comercio de importación cimentado en textiles, tejidos, comestibles y otros variados artículos: sempiternas,
escotes, lienzos de Cambray, calamacos, holandillas, verdete, hilo pulsereta, bayetas, sangalas, atún, sardinas,
bacalao, clavillos, canela, cobre y tabaco, fue más importante que el de exportación de vinos y frutos del país;
pero poco rentable por sufrir las actividades corsarias del navío “La Perfecta” mandado por el francés Conde de
Sigunde, o verse afectados sus fletamentos por los Reales Servicios. Tampoco le resultaría muy beneficiosa su
comprada participación de la octava parte de la barca “Nuestra Señora de Montenegro y San Antonio de Padua”
a su genovés propietario y patrón Juan Antonio Biale. Sus negocios al fiado, localizados en las poblaciones de
Alicante, Castalla, Crevillente, Finestrat, Ibros – Jaén –, Monóvar y Muchamiel, además de no contemplar
crecidos importes, salvo las ventas practicadas al común de las villas de Castalla, Crevillente y Monóvar en
cantidades comprendidas entre las 1.265 y las 2.806 libras, resultarían de dudosa y dilatada cobranza pese a
generar subidos gastos jurídicos y judiciales. Sirva de ejemplo el hecho de que para ajustar las cuentas entre
Antonio y Ambrosio Delfino, compatriotas, con motivo de “haber éste asistido durante mucho tiempo la casa de
negocios” de aquél, tuvo que intervenir el Brigadier D. Fernando Pinacho del Río, Corregidor de la ciudad, para
convenirles en nombrar a Juan Bautista Lavañini/o y Antonio Joanes como jueces árbitros, resultando un laudo
favorable a Delfino superior a las 766 libras. La razón de fondo del despido era la llegada de Esteban Bocardo,
quien supliría las funciones contables de Delfino en la dicha compañía hasta que ambos hermanos se asociaran
en 1720, después de que Esteban contrajera matrimonio con la alicantina Francisca María Mingot del que
nacerían Domingo, en 1720; José, en 1726; Bautista, en 1738; y Francisco, en 1739.
La nueva sociedad titulada Esteban Bocardo Compañía tendría a éste por su gerente y administrador, mientras
Antonio asumiría la responsabilidad operativa. Por ello, sus actividades comerciales de importación continuarían
superando a las de exportación, ocupando la quinta posición entre las empresas importadoras de la ciudad
durante el trienio de 1728 a 1730 y alcanzando un máximo de 1.258.428 maravedíes en derechos aduaneros,
destacando en la entrada de palo campeche, azúcar, bonito salado y cacao de Caracas introducidos desde los
puertos canarios, el Puerto de Santa María y Ceuta que, en 1733, le proporcionarían unas ganancias de 1.035
libras y media no invertidas en la adquisición de propiedades.
En cuanto a los negocios, Antonio prosiguió los inseguros tratos de costosas cobranzas con particulares de la
ciudad y de los lugares de Alcantarilla, Agost, Algezares – Murcia –, Benidorm, Elda, Muchamiel, Villajoyosa y
Yecla que, inevitablemente, llevarían a la quiebra de la compañía tres sexenios después de su formación, dejando
a Esteban sumido en tal estado de necesidad que, en 1738, sólo pudo pagar 51 de las 137 libras y 11 sueldos del
Equivalente, pues “ aunque se le ha apremiado por las restantes, no se han podido exigir por su pobreza y no
278
El mercader de la ciudad Francisco Marín mantenía transacciones con los
hermanos Fabiani desde hacia algún tiempo y, en abril de 1726, les facultaría
para la cobranza de 225 libras que el francés Juan Tousi y su fiador Francisco
Ros, vecinos de Villena, le debían de mayor cantidad escriturada en enero de
1725 ante el notario de aquella ciudad Alonso Benito Domené. Pero siendo a su
vez deudor de los hermanos en mayor cuantía, les cedía la dicha cantidad como
parte del pago de su débito. Sin embargo, Marín anulaba la cesión un bimestre
después, pero mantenía su autorización para proceder contra Tousi y Ros (125).
Un par de meses más tarde, los hermanos eran acreedores del mencionado
mercader y de su esposa Margarita Abril en más de 1.279 libras procedentes del
valor de diferentes géneros y mercancías, a pagar “siempre que quiera y sea
voluntad de dicha compañía el cobrarlas”. Esta voluntad se plasmaría en la
deferencia de dilatar el cobro casi cinco años sin conseguirlo, motivando que los
Fabiani adoptaran medidas jurídicas contra el deudor matrimonio instando
contra el autos de espera ante el notario Ferrando y Roçelló y, en unión de la
compañía suiza Elver y Welter, autos ejecutivos ante Francisco Hernández,
mediante los cuales se embargaron de la consorte diferentes géneros textiles que
se mandaron depositar en poder de la acreedora empresa genovesa, teniendo su
justipreciado valor a disposición del Alcalde mayor y a derecho de los
interesados en ellos.
Sin embargo, Juan Bautista hijo manifestaría que los textiles almacenados se
estaban apolillando y deteriorando, no pudiendo él beneficiarles por ser géneros
de venta minorista resolviendo, para su mayor provecho y el de los en derecho
interesados, el practicar su venta al fiado a la susodicha Margarita Abril, de
modo que la deuda quedaría incrementada en el judicial justiprecio tasado por el
experto francés Claudio Lagier que alcanzaba las 267 libras, 14 sueldos y 6
dineros (126).
Mientras esto acontecía, los hermanos adelantaban sus negocios con otros
particulares y asociaciones de la ciudad. El tratante Francisco Galant ajustaba las
y no haberse encontrado bienes”, continuando en esa extrema situación en los años cuarenta del siglo. De hecho,
su primogénito Domingo no ejercería la profesión paterna, aunque la de corredor de mar tuviera alguna relación
con aquella; pero tampoco José, dedicado a la abogacía. Casado con Cecilia Pavía, cobijaría en su domicilio del
callizo de las Almas a su viuda madre y a sus tres hermanos.
A.H.P.A. Protocolos 778 a 804 de Antonio García; protocolos 896 a 899 y 902 a 906 de Francisco Hernández;
protocolos 1576 a 1580 de Vicente Rovira; protocolo 64 de Francisco Andujar; protocolos 1765 y 444 de
Vicente Cerdá y Sevillano; protocolo 356 de Pascual Bueno; protocolos 631 y 635 de Francisco Ferrando y
Roçelló; protocolo 301 de Francisco Boix Sevillano; protocolo 660 de Vicente Fons, y protocolo 1817 de Onofre
Savater.
A.M.A. Arm. 7, Lib. 4, “Certificación de los Derechos de Diezmos de D. Vicente Bonavida…” y “Vecindario de
1733 executado por Francisco Hernández, escribano, por orden del Sr. Intendente General. Por sus clases y
grados”. Arm. 7, Lib. 5, “Repartimiento del Equivalente. Año 1738 y ss.”; Arm. 7, Lib. 8, “Vecindario de 1754”.
(125) A.H.P.A. Protocolo 897 de Francisco Hernández, “Poder y cesión” y “Declaración”, 24-4-1726 y 5-6-
1726, ff. 73r-73v y 92r-92v, respectivamente.
(126) A.H.P.A. Protocolo 628 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 10-8-1726, ff. 224r-225v, y
protocolo 633 de idem, “Obligación”, 6-7-1731, ff. 221r-224v. Entre los textiles había paños de Alcoy, sargas
francesas, bayetas inglesas verde y blanca, lienzos de Irlanda y Cambray, genoviscos, chamelotes, cobertores
castellanos, medias castellanas de mujer y de hombre, calamacos negros, encarnados y azules, hiladillo verde
para delantal, etc. El exacto débito de los consortes en 1726 ascendía a 1.279 libras, 9 sueldos y 7 dineros.
279
cuentas de los tratos mantenidos con la compañía, resultando un adverso
finiquito de 304 libras, 19 sueldos y 1 dinero a satisfacer en tres iguales pagas
anuales comenzando su abono dentro de un año (127).
Por otra parte, en febrero de 1728, el gremio de toneleros a través de su
clavario José Bernabeu les compraban mercancías valoradas en 496 libras y 12
sueldos, comprometiendo su liquidación para el mes de octubre de ese año; pero
si entretanto la compañía quisiese alguna porción de pipas tengan que
entregárselas buenas y de recibo al precio imperante en el momento de la venta
(128).
En septiembre de ese año, los hermanos Fabiani obtenían un substancioso
crédito de 2.432 libras, producido del saldo en el ajuste de cuentas de los
negocios habidos con los también hermanos villeneros José y Roque Lillo,
quienes ofrecían abonarlas en una paga “siempre que quiera y sea voluntad de la
referida compañía el cobrarlas”, aflorando de nuevo la sumisión de los deudores
a la conveniencia o interés de los acreedores (129). Al mes siguiente, el también
vecino de Villena Alonso García Navarro generaba una deuda de 532 libras y
media a favor de los hermanos, derivada del ajuste y finiquito del valor de
géneros y mercancías que éstos habían entregado al deudor y a su homónimo
hijo desde hacía tres años, comprometiendo pagarlas con el entrego de 100 libras
efectivas pasados dos meses, y abonando la cantidad residual en cuatro iguales
pagas anuales, desde diciembre de 1729 en adelante (130).
El reconocimiento socio-profesional que gozaban los Fabiani negociantes a
fines de la tercera década secular, aspecto que profundizaremos más adelante, les
serviría en alguna que otra ocasión para continuar nuevos negocios. En marzo de
1729, el alicantino Pedro Antón sería apoderado para cobrar y pleitos por su
pariente Agustín Isidro Antón, residente en Madrid, mediante escritura ante el
escribano de la Corte Dionisio Herranz, autorizándole a percibir todas las
cantidades devengadas y que se devengasen de su salario de 12 reales
valencianos diarios, consignados sobre las rentas de Alicante, por su empleo de
“maestre de las góndolas del Real Sitio del Buen Retiro”, que dos meses después
substituía en la compañía de los hermanos para todos los casos y cosas, sin
exceptuar ni reservar en sí mismo cosa alguna. El mismo día de la substitución,
y tal vez a causa de ella, los parientes Pedro Antón y Vicente Luis Milot, en
nombre de Agustín Isidro Antón y como fiadores de éste, compraban de los
Fabiani 50 piezas de bocadillo, 12 piezas de sargas, 20 piezas de sangalas y 6
balones de papel ordinario, cuyo conjunto valor importaba 486 libras y 15
sueldos a satisfacer en una paga dentro de un semestre. Los deudores cumplían
su promesa liquidando el crédito en marzo de 1730, con una ligera demora con
respecto al plazo acordado (131), probablemente motivada porque en enero de
(127) A.H.P.A. Protocolo 628 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 26-9-1726, ff. 266v-267r.
(128) A.H.P.A. Protocolo 899 de Francisco Hernández, “Obligación”, 5-2-1728, f. 8r-8v.
(129) A.H.P.A. Protocolo 630 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 6-9-1728, ff. 354r-355r.
(130) A.H.P.A. Protocolo 794 de Antonio García, “Obligación”, 14-10-1728, f. 346r-346v.
(131) A.H.P.A. Protocolo 631 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Substitución de poder” y “Obligación”, 30-5-
280
ese año ajustaba las cuentas de los tratos y negociados tenidos hasta entonces
con la acreedora sociedad, resultando un negativo saldo para Milot de 928 libras
pagaderas de una sola vez “siempre que quiera y sea voluntad de la referida
compañía el cobrarlas”. Pasados diez meses, el deudor y su esposa María Ana
Antón manifestaban las deudas contraídas con diferentes acreedores, alcanzando
sus débitos las siguientes cantidades: 915 libras, 10 sueldos y 3 dineros a los
Fabiani; 294 libras y 1 sueldo a los suizos Elver y Welter compañía, más 931
libras y 19 sueldos a la empresa inglesa Merret, Hall y Ball, cifras que ofrecían
liquidar en tres iguales pagas anuales proporcionales al crédito adeudado a cada
compañía, según se había convenido en el mes de abril, haciendo el primer
abono el último día de 1731 y así en el mismo día de los consecutivos años hasta
quedar las acreedoras sociedades enteramente satisfechas de sus respectivos
créditos (132). Seguramente, a cambio de este tiempo de espera, José Antón,
padre y suegro de los deudores, hacía cesión a los Fabiani de sus derechos de
abastecedor de carnes a la ciudad, siendo a costa y riesgo de los cesionarios el
cobro de los productos cárnicos en las carnicerías, porque el Concejo sólo
pagaba al abastecedor la cantidad de una semana, en el caso que dejase de
cobrarla. En consecuencia, la cesionaria compañía exigirá a los cortantes que
aseguren el pago de sus abastos y, por ello, Vicente Juan, que regía una de las
tablas de carne de cordero por enfermedad de su titular suegro Mariano Guerra,
aseguraba por medio de su fiador, el también cortante Vicente Galdó, que
pagaría a dicha compañía los importes de la carne de carnero entregadas y que se
entregasen en el futuro (133).
El año de 1729 fue especialmente prolijo en el ajuste de cuentas practicadas
por los Fabiani, y en el consiguiente sometimiento de la mayoría de los deudores
a los intereses de los acreedores, mediante la consabida y reiterada fórmula de
“siempre que quiera y sea su voluntad el cobrarlas”. Eso mismo le sucedía, en
agosto de ese año, al tratante genovés Sebastián Poyo que en la liquidación de
las transacciones resultaba alcanzado por un importe de 1.360 libras. Sin
embargo, los esfuerzos del deudor y de su padre, Alejandro Poyo, fueron
notorios por satisfacer tan apreciable crédito de modo que el último día de 1731;
esto es, dos años y cuatro meses después de haberse generado, había pagado el
83´5 % de la deuda quedando sólo pendientes 225 libras, además de otras 375
libras que “graciosamente les han prestado” para pagar un crédito debido al
genovés Gerónimo Gambino. A la seguridad en la cobranza del total débito de
600 libras, Alejandro Poyo hipotecaba 5 toneles de vino almacenados en su finca
de la partida de Fabraquer (134).
1729, ff. 215v-217r y 217v-218v, respectivamente, y protocolo 632 de idem, “Carta de pago”, 7-3-1730, ff. 75v-
76r. El precio de venta de estos efectos era como sigue: bocadillos, a 21 reales y 18 dineros la pieza; sargas, a 11
libras y 5 sueldos la pieza; sangalas, a 27 reales la pieza; papel ordinario, a 31 libras y 10 sueldos el balón.
(132) A.H.P.A. Protocolo 632 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 10-1-1730 y 11-11-1730, ff. 4r-
4v y 381r-382v, respectivamente.
(133) A.H.P.A. Protocolo 633 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 17-2-1731, ff. 32r-33v.
(134) A.H.P.A. Protocolo 631 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 24-8-1729, f. 297r-297v, y
protocolo 633 de idem, “Obligación”, 31-12-1731, ff. 422r-423v.
281
Otra de las liquidaciones acometidas afectaría al tratante Juan José Ricau, que
sería deudor de un saldo algo superior a las 828 libras a liquidar a la compañía
acreedora “siempre que quiera y sea su voluntad el cobrarlas”. Más afortunado
resultaría el ilicitano Juan Miguel Espuig que pudo finiquitar, una semana antes
de endeudarse aquél, el débito de 144 libras adeudadas a los Fabiani a tenor de la
correspondiente escritura redactada ante el notario de Elche Antonio Sansano
(135). La misma suerte tuvieron los también vecinos de Elche Severino Ordóñez
y Carlos Gil que, en mayo de 1733, se endeudaban por un importe de 1.500
libras resultantes del valor de 176 cahíces de trigo, vendidos por los hermanos
acreedores al precio de 8 libras y media la unidad mediante escritura ante Miguel
Lloret Arcayna, notario de dicha villa. Nueve meses más tarde, en febrero de
1734, pagarían en su totalidad ese apreciable débito al cobrar los acreedores 600
libras entregadas por Ordóñez y las 900 libras restantes abonadas por Gil (136).
Finalizando el año 1729, los hermanos Agustín y Dionisio Barceló, naturales
de Alicante y residentes en la villa de Biar, ajustaban las cuentas de todos los
tratos y negocios tenidos con la compañía desde marzo de 1726, produciéndose
un negativo saldo de 2.000 libras que los deudores ofrecían liquidar en cuatro
iguales pagas, abonadas en las fiestas de San Juan y de Navidad de las dos
siguientes anualidades (137). No obstante, vencido el primer plazo sin que los
deudores hubieran pagado cantidad alguna, y teniendo noticia los acreedores de
que se habían desplazado a Cádiz, se vieron éstos precisados a facultar al
negociante genovés Ángel María Necco, establecido en la ciudad gaditana, para
la cobranza jurídica y judicial de la cantidad adeudada. Parece que éste no logró
el primordial objetivo de reintegrar la deuda, pero la presión jurídica ejercida
sobre los deudores les obligaría, a mediados de enero de 1731, no sólo a ratificar
la obligación contraída, sino también a asegurar su pago hipotecando una casa,
con su huerto de media “fanecada”, situada en la calle La Barrera de la citada
villa, más una pieza de tierra huerta en su término conteniendo 16 peonadas y
media plantadas de viñedo. En septiembre de ese año, los hermanos tratantes se
verían obligados a enajenar los bienes hipotecados a fin de evitar causa de
ejecución, vendiendo la casa con su huerto por el precio de 300 libras y por el
valor de 50 libras la pieza de viñedo, importando toda la venta real 350 libras
que la compradora y acreedora compañía retenía en su poder en parte del pago
de mayor cantidad adeudada (138).
Esta complicada relación mercantil con los Barceló posibilitaría a sus
acreedores iniciar otros negocios con vecinos biarenses a partir de ese mismo
mes y año, sobre todo con Francisco Martínez a quien el día 1 de septiembre le
(135) A.H.P.A. Protocolo 631 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación” y “Carta de pago”, 22-12-1729 y
15-12-1729, ff. 469r-469v y 444r-444v, respectivamente. La exacta deuda de Ricau ascendía a 828 libras, 3
sueldos y 10 dineros.
(136) A.H.P.A. Protocolo 635 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Carta de pago”, 20-2-1734, ff. 53v-54r.
(137) A.H.P.A. Protocolo 631 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 31-12-1729, ff. 480r-481v.
(138) A.H.P.A. Protocolo 632 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Poder para cobrar y pleitos”, 4-8-1730, ff.
269r-270v, y protocolo 633 de idem, “Ratificación de obligación” y “Venta real de casa”, 19-1-1731 y 21-9-
1731, ff. 7r-8v y 306r-308v, respectivamente. La “fanecada”, fanega o hanegada de tierra es una medida agraria
282
vendían al fiado papel y acero valorados en 148 libras, 7 sueldos y 6 dineros a
satisfacer en el plazo de un cuatrimestre y, como era habitual, este no lo
cumpliría el deudor al demorarlo por espacio de quince meses, hasta liquidar el
total débito en enero de 1733 (139).
La no adopción de medidas legales contra la morosidad de este tratante se
debían por un lado a su formalidad y, por otro, a la realización de nuevos tratos
durante el ínterin, puesto que en el verano de 1732 adquiría de sus acreedores
efectos y mercancías apreciadas en 181 libras y 8 sueldos, prometiendo saldarlas
en una paga por la fiesta de Navidad de ese año y añadiendo la condición de que,
si vencido el plazo no hubiera pagado la deuda, fuese ejecutado en su persona y
bienes por el dicho débito más las costas. Pero no hubo necesidad de llegar a tal
extremo porque el deudor cumpliría lo acordado (140).
El mismo día en que los Fabiani cobraban de este deudor el anterior crédito de
poco más de 148 libras, volvían a venderle 3 balones de papel ordinario más 6
arrobas de acero por un total importe de 124 libras y media, liquidables dentro
de cuatro meses. Nuevamente el deudor cumplía su compromiso al finiquitar la
deuda sólo dos semanas más tarde de vencido el plazo. Inmediatamente después,
en unión con su vecino Diego Valdés, compraba de los acreedores otra partida
de papel y acero estimada en 230 libras, 12 sueldos y 6 dineros, cantidad de la
que Martínez debía poco más de 190 libras siendo las 40 libras restantes de la
deuda propias de Valdés, que ofrecieron pagarlas en el reiterado plazo de cuatro
meses (141). Vencido el mismo, los deudores no habían pagado el crédito que
demorarían durante seis meses más. Finalmente, a finales de marzo de 1734
pagarían toda la deuda para, instantes después, negociar Martínez la compra-
venta de 2 balones de papel floreto, medio balón del ordinario, 6 quintales de
acero, más 25 libras y 2 onzas de “hilo de quema o pulsereta”, alcanzando los
artículos un global precio de 185 libras, 13 sueldos y 8 dineros que prometía
pagar en el habitual plazo cuatrimestral; pero que, como también era costumbre,
se retrasaría en algunos meses (142).
En enero de 1730, pasado un mes de comenzados los negocios con los
Barceló, la sociedad de los Fabiani ajustaba las cuentas de los tratos de géneros
y mercancías habidos con el tratante de San Juan José Aracil, que resultaba
deudor en un crédito de 1.264 libras, 17 sueldos y 5 dineros pagaderos en una
sola vez por todo septiembre de ese año, bien en dinero efectivo o bien en
almendrón, si llegase el caso de quererle la acreedora compañía. Llegado el
momento, el tratante saldaría su deuda pagando la misma en ambas especies
equivalente a unos 1.926 metros cuadrados, de ahí que la extensión del huerto rondara los 963 metros cuadrados.
(139) A.H.P.A. Protocolo 633 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 1-9-1731, f. 289r-289v, y
protocolo 634 de idem, “Carta de pago”, 16-1-1733, ff. 12v-13r.
(140) A.H.P.A. Protocolo 362 de Pascual Bueno, “Obligación”, 30-8-1732, f. 322r-322v.
(141) A.H.P.A. Protocolo 634 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, “Carta de pago” y “Obligación”,
16-1-1733 y 30-5-1733, ff. 13v-14r, 147r-147v y 148r-148v, respectivamente.
(142) A.H.P.A. Protocolo 635 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Carta de pago” y “Obligación”, 27-3-1734, ff.
68r-68v y 69r-69v, respectivamente.
283
(143).
En febrero de ese mismo año, los carniceros de la ciudad Francisco Domingo y
Gerónimo Archent compraban de la compañía una porción de tocino salado
valorada en 70 libras, las que ofrecieron satisfacer con cuatro pagas de 15 libras
cada una más una quinta y última de 10 libras, comenzando su abono el día 15
de cada último mes del año hasta liquidar toda la deuda en diciembre de 1734
(144). Finalizando el siguiente mes, la fraternal compañía vendía al fiado 151
libras, 3 sueldos y 9 dineros en géneros y mercancías a los cónyuges José
Rodrigo, artesano sarriero y espartero, y María Ana Puigserver, quienes se
subyugaban a la vendedora sociedad prometiendo satisfacer la deuda en una sola
paga “siempre que quiera o sea voluntad de dicha compañía el cobrarlas”, la cual
exigiría a los esposos garantizar el pago hipotecando una casa de morada de su
propiedad, libre de tributos, cargas y gravámenes, situada en el arrabal y calle de
San Francisco (145).
Sin embargo, el más importante negocio al fiado de ese año realizado por los
Fabiani llegaría en el mes de abril, estando centrado en la villa de Elda. El
tratante Gabriel Amat, a fines de ese mes, les compraba diferentes cantidades de
los antedichos genéricos productos por el precio de 5.984 libras, 1 sueldo y 5
dineros, cuya liquidación se estipulaba con las tres siguientes pagas: 135 libras
entregadas a mediados de octubre, 4.242 libras, 9 sueldos y 10 dineros al
cumplirse el año de la transacción, y las complementarias 1.606 libras, 11
sueldos y 7 dineros pagadas un semestre después (146). Gabriel, que había
acordado el trato por sí mismo y en nombre de sus hijos Vicente y Gaspar,
incumpliría los plazos y pagos a base de entregar pequeñas cantidades
simbólicas para así poder efectuar nuevos tratos con sus acreedores, de modo
que, a su fallecimiento en 1733, su viuda Antonia Navarro en unión de sus hijos
Pedro, abogado de los Reales Consejos, Gabriel y Vicente, más la esposa de éste
Teresa Amat, reconocían deber a la compañía acreedora 6.100 libras del ajuste
de todas las cuentas, ofreciendo su liquidación pagando 1.200 libras en
diciembre de ese año y repartiendo las 4.900 libras restantes en seis iguales
pagas anuales, que comenzarían a ser abonadas desde el día de Navidad de 1734.
Pero, ahora los socios acreedores forzaban a los deudores a garantizar el pago de
la enorme deuda, ante lo cual estos hipotecaban los siguientes bienes raíces
ubicados en dicha villa y su término: 31 tahúllas de tierra huerta plantadas de
viñas y olivos, en la partida de Lumbis; 21 tahúllas de igual condición, con su
derecho de agua, plantadas de viñedo y olivos más parte de tierra blanca, en la
partida de la Carrasca; 21 tahúllas de lo mismo, con su derecho de agua,
conteniendo viña y diferentes árboles, en la partida de Agualejas; 24 tahúllas de
huerta, con su derecho de agua, plantadas de viñedo y otros árboles, en la misma
(143) A.H.P.A. Protocolo 632 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 31-1-1730, ff. 25v-26r.
(144) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 9-2-1730, f. 38r-38v. En la documentación notarial de la época, los
vendedores minoristas de carnes se designaban con el genérico nombre de “cortantes”, no el de carniceros.
(145) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 31-3-1730, ff. 103v-105v.
(146) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 28-4-1730, ff. 135v-139v.
284
precedente partida rural; 20 tahúllas de tierra huerta con olivos y distintos
árboles, en la partida de San Blas; 8 tahúllas de lo mismo, con su derecho de
agua, plantadas de moreras, en la partida de los Puentes; 2 tahúllas de huerta,
con su derecho de agua, plantadas de moreras, en la partida de los Huertos; 4
tahúllas de tierra huerta plantadas de olivos, en la partida del Jardin; 7 tahúllas
de huerta, con su derecho de agua, conteniendo higueras, en la partida de la
hacienda del doctor Antonio Rico; 2 tahúllas de huerta, con su derecho de agua,
plantadas de viñedo, en la misma precedente partida rural; 26 tahúllas de tierra
huerta plantadas de viña, en la partida de Almafra; y, finalmente, 4 casas de
morada y la cuarta parte de otra ubicadas en la calle Nueva, con su corral de
encerrar ganado y su huerto cercado. En definitiva, los deudores aseguraban a
los acreedores la cobranza de su crecido crédito con una hipoteca superior a las
166 tahúllas de huerta, además de los citados inmuebles (147).
Al día siguiente, la vecina de Monóvar Francisca Rico, consorte del también
deudor Gaspar Amat, hijo del difunto Gabriel, confirmaba la escritura de
obligación otorgada por su viuda suegra, hijos y nuera de ésta a favor de los
Fabiani por las referidas 6.100 libras, asumiendo que se les pueda ejecutar por
toda la cantidad en el caso de impuntualidad en el pago, adhiriéndose a la
hipoteca de los diferentes bienes sitios y raíces citados, así en la villa de Elda y
su huerta como en la de Monóvar, entre los que se incluían las tahúllas de tierra
huerta que la ratificadora aportó en dote al matrimonio contraído con su esposo
(148). En cualquier caso, la deuda contraída con los hermanos acreedores no
había concluido todavía, ya que, pasada la primera semana de diciembre de
1733, la viuda Antonia Navarro con sus hijos Pedro y Gaspar reconocían estar
debiendo la cantidad de 1.123 libras, 6 sueldos y 6 dineros a la inglesa compañía
Merret y Hall, resultantes del ajuste de cuentas de todos los negocios tenidos
hasta entonces de diferentes productos comprados al fiado firmándoles dos
vales, uno en 23 de junio de 1731 por cuantía de 2.755 libras, y el otro de 190
libras al día siguiente. Sin embargo, el 6 de diciembre de 1733 la anglosajona
sociedad ajustaba las cuentas de tratos habidos con los Fabiani, resultando
aquélla deudora de éstos y acordando ambas compañías que la deudora haría
cesión a la acreedora del crédito adeudado por la viuda e hijos, a cuyo fin Merret
y Hall les remitieron una carta-orden en ese mismo día y, en su cumplimiento,
los deudores eldenses ofrecían pagar a los hermanos acreedores la mencionada
cantidad para abonarla en los mismos seis anuales plazos, condiciones y
garantías con que prometieron liquidar el anterior crédito de 6.100 libras (149).
Por su parte, Gabriel Amat hijo continuaría los negocios al fiado de géneros y
mercancías con la empresa de los hermanos, de manera que, a mediados de
1734, debía afrontar un crédito de 809 libras, 14 sueldos y 1 dinero que
(147) A.H.P.A. Protocolo 634 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 3-11-1733, ff. 290v-296r. El total
de bienes hipotecados eran 17, de los que hemos refundido las tahúllas situadas en la misma partida y con
idéntico cultivo.
(148) A.H.P.A. Ibid., “Ratificación”, 4-11-1733, ff. 296v-299r.
(149) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 8-12-1733, ff. 343r-344v.
285
aseguraba pagar por todo el mes de febrero del siguiente año, a cuyo fin el
tratante hipotecaba de nuevo todos los antedichos bienes ya hipotecados que él y
sus hermanos poseían, tanto en la villa de Monóvar como en la de Elda y su
huerta (150).
El año 1730 fue para los hermanos Fabiani especialmente intenso desde la
óptica mercantil. Acababan de comenzar en abril su gran negocio eldense,
cuando en mayo ajustaban con el sarriero y espartero alicantino Sebastián
Cazorla las cuentas de los tratos tenidos desde el año inmediato anterior,
quedando el maestro artesano deudor en 743 libras, 11 sueldos y 3 dineros para
pagar “siempre que quiera y sea voluntad de dicha compañía el cobrarlas”. Los
acreedores, en principio, mostraron su conformidad; pero pasados tres meses
exigían plazos al deudor y garantía de pago, motivando que éste y su madre
viuda, Teresa Rodrigo, determinasen pagos anuales de 125 libras hasta quedar
enteramente liquidada la deuda, además de hipotecar el deudor un cuartón que
tenía en su oficio, más otro cuartón que gozaba su madre de su difunto marido
Blas Cazorla (151).
Mientras tanto, el curtidor de Onteniente Francisco Fuset compraba al fiado de
los Fabiani en el mes de julio 72 quintales, 3 arrobas y 18 libras de zumaque al
precio de 26 reales y 12 dineros el quintal, importando la total adquisición 193
libras, 5 sueldos y 8 dineros que el artesano deudor prometía satisfacer en quince
meses; pero que en realidad se dilataron hasta los dos años, en cuyo instante los
acreedores le vendían de nuevo a crédito otros 71 quintales, 2 arrobas y 4 libras
de la misma curtiente sustancia rebajada en 1 sueldo su precio, razón por la que
el total importe ascendía ahora a 186 libras y 2 dineros que fueron pagados al
término del anual plazo establecido (152).
El año 1731 no resultaría tan prolijo en tratos mercantiles como lo había sido
su antecedente debido, quizás, a que durante su primer semestre, los hermanos
negociantes estuviesen ocupados en impulsar autos de ejecución contra el
tratante Pedro Amorrich, por cuantía de 3.959 libras, 19 sueldos y 8 dineros que
les estaba debiendo del precio de géneros y mercancías con más las costas
producidas. El auto del Alcalde mayor, José Antonio Reguero, resolvía también
el encarcelamiento del deudor salvo que presentase fiador del crédito, motivo
por el que el maestro cirujano Mariano Boix, a fin de evitarle la prisión a Pedro,
fiaba de todo saneamiento la ejecución de forma que los conocidos bienes
ejecutados eran ciertos, seguros y valiosos en el débito más las costas, afirmando
haber postor sin contradicción alguna al tiempo del remate; pero si faltase lo uno
o lo otro, ofrecía el fiador pagar la deuda y las costas, autorizando proceder
contra su persona y bienes por vía de apremio (153).
(150) A.H.P.A. Protocolo 635 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 17-6-1734, ff. 159v-161v.
(151) A.H.P.A. Protocolo 632 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 25-5-1730 y 8-8-1730, ff. 168r-
168v y 272r-273r, respectivamente.
(152) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 18-7-1730, f. 241r-241v, y protocolo 634 de idem, “Carta de pago”, 20-7-
1733, f. 209r. El débito de la primera compra la saldaba Fuset el 12-7-1732, fecha en la que adquiría la segunda
partida de la sustancia tánica.
(153) A.H.P.A. Protocolo 633 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Fianza de saneamiento”, 16-6-1731, ff. 210v-
211r.
286
A finales de agosto de ese año, la compañía de los Fabiani practicaría una
suculenta venta al fiado al gremio de sarrieros y esparteros de la ciudad, a cuyo
clavario y mayorales les endosaban diferentes productos valorados en 1.266
libras, 18 sueldos y 8 dineros, cuyo pago comprometían ejecutar el día de
Navidad. Pero llegada tan señalada festividad cristiana, no se liquidaba la deuda
en su totalidad aunque se había aminorado sustancialmente, motivando ello la
continuidad de los negocios entre ambas partes hasta que llegado enero de 1733
ajustarían las cuentas de los tratos practicados en 1732, resultando el gremio
afectado por un contrario crédito de 162 libras, 16 sueldos y 10 dineros, cantidad
liquidada con prontitud por los representantes gremiales, quienes volvían a
endeudarse en 1.717 libras y 18 sueldos del valor de géneros y mercancías
compradas al fiado, débito que prometían pagar en el transcurso de esa anualidad
(154).
El prestigio profesional de Juan Bautista y Gerónimo hijos estaba sobrada-
mente consolidado a estas alturas de la centuria, por cuyo motivo algunos
compañeros y compatriotas recurrirían a ellos en busca de auxilio. Sirva, por
ahora, como muestra que el negociante francés Francisco Loza debía entregar en
los Reales Almacenes de la ciudad 4.865 arrobas castellanas de paja, sirviéndose
para ello de la porción que estaba destinada para la expedición que se había
prevenido en 1730 y, para la seguridad de su entrego, le reconvino el comisario
real de guerra Vicente Garay con quien ajustaba, a mediados de noviembre, la
entrega de la paja en el término de 20 días o pagar su valor, obligándose
formalmente a ello y a afianzarlo, pues en caso contrario procedería con apremio
contra Loza, el cual recurría a Gerónimo hijo para que se constituyese en su
fiador a fin de evitar el apremio, accediendo a ello el negociante genovés.
Cumplido el plazo establecido, el cargador y su fiador habían satisfecho el
entrego presentando un cargareme del factor de la paja Salvador Rodrigo, en
nombre del proveedor general de dicho género Antonio Pau de Simancas, en
cantidad de 3.000 arrobas valencianas y pagados 1.304 reales valencianos en oro
y plata por el importe de 1.304 arrobas valencianas, sumando ambas partidas las
4.865 arrobas castellanas de paja (155).
Tres días después, Juan Bautista hijo se convertía en acreedor de Leonardo
Sevilla y de su fiador Sebastián Blasco en cantidad de 444 libras, procedentes de
las siguientes partidas: 150 libras adeudadas por Sevilla al negociante Lorenzo
Antoine y que Juan Bautista hijo, de su propio dinero, depositó en poder de éste
en razón de mayor suma que el deudor y Pedro Fuerte debían al gremio de
toneleros del precio de 220 medias pipas de castaño, según escritura redactada
en marzo de ese año 1731 ante José Soler y Rico, por las que, habiendo
pertenecido a la Real Hacienda, fueron ambos ejecutados en virtud de orden
especial del Capitán General Príncipe de Campoflorido; 52 libras de las costas
(154) A.H.P.A. Protocolo 633 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 30-8-1731, ff. 287v-288v, y
protocolo 634 de idem, “Carta de pago” y “Obligación”, 27-1-1733, ff. 15v y 16r, respectivamente.
(155) A.H.P.A. Protocolo 796 de Antonio García, “Obligación y fianza” y “Carta de pago”, 17-11-1731 y 20-
12-1731, ff. 383r-383v y 428r-428v, respectivamente.
287
ocasionadas en la ejecución que, corriendo a cargo de Sevilla, también pagó de
su propio caudal el negociante genovés, y las 242 libras que Sevilla debía a
Fuerte del saldo de cuentas de todos los tratos habidos entre ambos, y que
igualmente fueron pagadas por Juan Bautista hijo.
Sevilla y su fiador ofrecían a su acreedor satisfacer toda la deuda en dos pagas,
abonando 202 libras dentro de un año y las restantes 242 libras en el plazo de un
trienio después, garantizando su cobranza con la hipoteca efectuada por Sevilla
de dos mulas de pelo pardo de edad 30 meses y otra de pelo castaño, mediana de
cuerpo, con 8 años de edad; mientras Blasco hipotecaba una casa comprada a
Sevilla, situada en el arrabal y calle de San Francisco, lindante con la jabonería
de Francisco Marabeuf, cargada con un censo de 200 libras y pensión anual del
5 % a favor de los herederos de Luisa Campos (156).
Aciago debió resultar el año 1732 para las actividades mercantiles de los
hermanos Fabiani, ya que la documentación no evidencia la práctica de ninguna
transacción, siendo probable que tan negativa circunstancia no fuese ajena a los
preparativos y ejecución de la campaña expedicionaria contra Orán. Sea como
fuere, una vez superado este episodio bélico y estrenado 1733, la compañía
vendía al fiado a los representantes del gremio de zapateros 16 cueros de suela
inglesa con un peso de 327 libras y media al precio unitario de 5 sueldos y 9
dineros, alcanzando un total importe de 94 libras, 3 sueldos y 1 dinero que los
deudores ofrecían pagar dentro de cuatro meses que sí cumplirían, al liquidar el
crédito en menos de medio año (157).
En febrero de este último año, la compañía, a través de su socio gerente,
iniciaba sus escasos negocios en la villa de Monóvar vendiendo a sus vecinos
Antonio Ochoa y Juan Sánchez, tío y sobrino, 5 balones de papel floreto al
precio de 40 libras cada uno, más 1 balón de papel ordinario apreciado en 30
libras, resultando una venta valorada en 230 libras pagaderas por todo el mes de
agosto; pero cuya total satisfacción se dilataría tres meses del plazo establecido
(158).
Precisamente a comienzos de noviembre, el mismo Juan Bautista hijo
practicaba un segundo trato en la citada población del Medio Vinalopó,
endosando a los monoveros José Juan y el ya citado Juan Sánchez, su fiador,
diferentes porciones de papel, paja y acero valoradas en 170 libras y 5 sueldos
que el principal deudor satisfacía a finales de marzo de 1734; es decir, en poco
más de cuatro meses, en cuyo día el mismo deudor, en unión de sus hijos José y
Patricio, le compraban 2 botas de sardina inglesa, 17 quintales de bacalao, 2
balones de papel floreto, medio balón de papel ordinario y 2 quintales de acero
por un total importe de 220 libras y 5 sueldos, cantidad que ofrecieron liquidar
(156) A.H.P.A. Protocolo 633 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 23-12-1731, ff. 407r-408v. Una
breve, pero completa, síntesis biográfica del siciliano Luis Reggio Branciforte, Príncipe de Campoflorido, en
Giménez López, E., Los servidores del rey en la Valencia del siglo XVIII. Valencia, 2006, pp. 291-292.
(157) A.H.P.A. Protocolo 634 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación” y “Carta de pago”, 13-1-1733 y 1-
6-1733, ff. 10r-11r y 149r-149v, respectivamente.
(158) A.H.P.A. Ibid., “Obligación” y “Carta de pago”, 20-2-1733 y 16-11-1733, ff. 57v-58v y 316v, respectiva-
288
en un término de cuatro meses, como en el trato anterior (159).
La referida operación mercantil sería la última realizada por la casa Fabiani en
la susodicha villa, pero no en la ciudad de Alicante donde, en marzo de 1733,
trataban de nuevo con el clavario y mayorales del gremio de sarrieros y
esparteros la venta de 10 balones de papel floreto al precio de 41 libras la
unidad, cuyas 410 libras del débito prometían cancelar por todo diciembre de ese
año (160).
Pasados dos meses y llegado el mes de mayo, también el gremio de toneleros,
por mediación de su clavario Domingo Galdó y de su mayoral Bautista Asensi,
le compraban cueros de suela y papel en la notable cantidad de 3.651 libras y 4
sueldos a pagar por todo el último mes de ese año; pero, mientras tanto, le irían
entregando a la compañía todas las cantidades obtenidas de las manufacturas y
obrajes que fuesen fabricadas y vendidas por dicho gremio (161).
A mediados de ese mismo año, habiendo realizado una única y simbólica
tentativa mercantil en la cercana población de Monforte, vendiendo 40 libras en
mercancías al labrador Pascual Navarro, los Fabiani centrarían sus negocios al
fiado en el alicantino Pedro Vicente Romero, que les compraba efectos
valorados en 340 libras pagaderas por todo el mes de septiembre; pero el plazo
trimestral se dilataría por espacio de diez meses, hasta mediados de abril de 1734
en que liquidaría la deuda. En ese mismo día, volvía a adquirirles 24 quintales de
acero al unitario precio de 10 libras, 9 sueldos y 3 dineros y un cuarto generando
un débito importe de 251 libras, 2 sueldos y 6 dineros, que prometía abonar en el
término de cuatro meses (162).
En líneas precedentes hemos referido una pincelada del prestigio profesional
de los Fabiani, en alusión a la persona de Gerónimo hijo. Veamos ahora otra
muestra relativa a su hermano mayor, donde un compatriota requiere su
autorizada intervención. En agosto de 1733, Juan Bautista Viliani, natural del
lugar de Loano, en la Ribera de Génova, debía viajar a Gibraltar con su buque
“La Princesa de Loano” que se hallaba anclado en Cartagena habiendo sido
capitaneado por su fallecido hijo Gerónimo. Y, realizado el viaje, presentaría el
pasaporte al gobernador de la colonia británica, más para en ello tener la debida
seguridad debía contar con la providencia del cónsul inglés en Alicante,
recurriendo para ello a la intercesión de Juan Bautista hijo, quien prometía al
negociante inglés y cónsul Samuel Tucker que Viliani cumpliría lo mencionado,
pues en caso contrario ofrecía, como su fiador, pagarle 100 doblones de oro en
moneda corriente. A su vez, el genovés se obligaba a restituir de inmediato a
Juan Bautista hijo la citada cantidad más las costas causadas en su ejecución y
mente.
(159) A.H.P.A. Protocolo 635 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Carta de pago” y “Obligación”, 27-3-1734, ff.
70r-70v y 71r-71v, respectivamente.
(160) A.H.P.A. Protocolo 634 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 28-3-1733, ff. 95v-96r.
(161) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 5-5-1733, ff. 120v-121v.
(162) A.H.P.A. Protocolo 904 de Francisco Hernández, “Obligación”, 21-5-1733, f. 92r-92v; protocolo 634 de
Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 2-6-1733, ff. 152v-153r, y protocolo 635 de idem, “Carta de pago”
y “Obligación”, 17-4-1734, ff. 98r-98v y 99r-99v, respectivamente.
289
cobranza, siempre que por incumplimiento de lo prometido se los hicieren pagar
a su fiador, garantizando a éste su reintegro con la hipoteca de todos los bienes
poseídos tanto en Loano como en Gibraltar, además de su navío y de 230 libras,
cantidad integrada por 120 libras que el también genovés Antonio Basigalupo le
debía en virtud de escritura de ese mismo mes ante Pascual Bueno, y 110 libras a
percibir de Su Majestad por los fletes adeudados de un Real Servicio (163).
Unos cuantos días después, otro genovés, Benedicto Ferro, acudía a Juan
Bautista hijo autorizándole a cobrar de Juan Bautista Viliani un crédito de 70
libras, que éste manifestaba deberle y ofrecía pagarle en la mencionada escritura
redactada el 13 de agosto ante Pascual Bueno, además de poder percibir del
mismo deudor otras 107 libras del importe de 450 libras genovesas, que el
difunto capitán Gerónimo Viliani le quedó debiendo como resto de 1.518 libras
y 15 sueldos de moneda de Génova fuera de banco, consignando por ello el
deudor 1.100 libras genovesas contra su convecino José Macache que se
comprometió pagarlas en el plazo de un semestre, razón por la que seguía
debiéndole a Ferro las dichas 450 libras genovesas (164).
En los primeros días de noviembre, la empresa de los hermanos Fabiani
comenzaba sus tratos en otra destacada localidad del Medio Vinalopó: Novelda,
en donde José Juan y su fiador Juan Sánchez le adeudarían 170 libras y 5
sueldos del valor de tanto papel y acero que el deudor principal había comprado
al fiado, prometiendo satisfacerlas en una paga dentro de un plazo cuatrimestral.
Seguramente se liquidaría la deuda, aunque resulta probable la demora en el
plazo. Exactamente esto último haría el noveldense Melchor Sala, que durante
más de 26 años retrasaría el pago de una deuda. En septiembre de 1707 había
producido un débito de 212 libras, 14 sueldos y 2 dineros a favor de José
Octavio Bustanzo que, con el devenir de los años, mantendría relaciones
mercantiles con los negociantes hermanos Fabiani en las que resultaba deudor de
éstos en 90 libras, para cuya cobranza les otorgaba cesión y poder en causa
propia contra Sala. Iniciadas las pertinentes diligencias a tal fin por Juan
Bautista hijo, en diciembre de 1733 lograba cobrar las 90 libras de éste deudor
que también liquidaría las restantes 122 libras, 14 sueldos y 2 dineros debidas a
José Octavio por manos del cónsul genovés en Alicante D. Gaspar Bustanzo,
padre del acreedor, en cuyo empleo le substituiría Juan Bautista hijo pocos días
después a causa de su avanzada edad (165).
Los negocios en la susodicha villa quedarían interrumpidos por espacio de un
lustro hasta que, en el año de 1738, se retomarían de nuevo con la familia de los
Canicio. A mediados de enero, los cónyuges Francisco Mira y Margarita Canicio
manifestaban deber a la compañía un crédito de 266 libras, 13 sueldos y 1dinero,
(163) A.H.P.A. Protocolo 634 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Declaración y obligación” y “Obligación”, 13-
8-1733, ff. 229v-230v y 231r-232v, respectivamente.
(164) A.H.P.A. Protocolo 363 de Pascual Bueno, “Poder para cobrar y pleito”, 6-9-1733, ff. 269r-270v.
(165) A.H.P.A. Protocolo 634 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 2-11-1733, ff. 289v-290r, y
protocolo 797 de Antonio García, “Carta de pago”, 17-12-1733, f. 676r-676v.
290
cantidad resultante del precio de diferentes efectos comprados al fiado y que
ofrecían pagar en el término de un año. Pero superado este con largueza, la
menguada parte del crédito amortizado acompañada de una manifiesta
morosidad de los deudores, provocaría la reacción de los acreedores que
autorizaban al procurador Jaime Martínez a instar autos de ejecución ante el
notario Jacinto Belando Dongo, a resultas de lo cual los consortes liquidarían el
crédito más las 19 libras, 8 sueldos y 10 dineros de las costas ejecutivas,
abonando 60 libras, 6 sueldos y 8 dineros al contado y las otras 225 libras, 15
sueldos y 3 dineros en tres anuales pagas justificadas por otros tantos recibos
(166).
En mayo de 1738 era el yeclano José Palau y su fiador Pedro Canicio quienes
reconocían una deuda de 24 libras y 15 sueldos a favor de la casa comercial,
mediante un vale firmado por Palau el día 23 de dicho mes. Casi cuatro años
tardarían la acreedora compañía en cobrar este pequeño crédito hasta que, tras
varios intentos fallidos y ante la amenaza jurídico-judicial de ejecución, el fiador
pagaría la deuda en febrero de 1742 (167).
Estos esporádicos negocios practicados con particulares de Novelda concluían
dos décadas después de haberse iniciado, cuando el 6 de mayo de 1753
Francisco Canicio asumía en escritura pública ante Mariano Hernández una
deuda de 800 libras, que ofrecía pagar a Juan Bautista hijo en dos iguales pagas,
abonando 400 libras por todo agosto de ese año y otra igual cantidad en el
mismo mes de la siguiente anualidad. No resulta extraño que el deudor pagase
con tal parsimoniosa lentitud que, cumplido el plazo de liquidación de todo el
débito, todavía abonaba las últimas 10 libras del primer pago por medio del
francés Juan Bautista Ortiza (168).
A su vez, Juan Bautista hijo por sí mismo, en nombre de su compañía y como
representante del genovés Antonio María Otoneli, había dejado pendiente en
1733 un conflictivo crédito con su paisano Ambrosio Delfino, cuya solución se
prolongaría por espacio de siete años. Éste debía 629 libras, 12 sueldos y 6
dineros a aquél y otras 2.385 libras a Otoneli, para cuya cobranza los acreedores
habían movido ejecuciones contra el deudor, que se paralizarían con la
concordia convenida entre las partes ante Onofre Savater en abril de ese año, en
la cual se establecían los pagaderos plazos y otras condiciones entre las cuales
figuraba que, incumplido el primero o cualquiera de los plazos, se pudiese
continuar las ejecuciones pendientes o iniciar otras nuevas.
Sin embargo, para el cumplimiento de dicha conformidad, era preciso liquidar
antes las recíprocas pretensiones del deudor y de Juan Antonio Benedito, primer
marido de su única hija Laura Delfino como heredera de su abuelo Sebastián
Rolando, sobre la posesión de 19 tahúllas y de una casa contigua a estas en la
partida de Fabraquer y que, a fin de evitar más dilaciones, debía firmarse el
(166) A.H.P.A. Protocolo 1657 de Onofre Savater, “Carta de pago”, 11-6-1745, ff. 98r-98v.
(167) A.H.P.A. Protocolo 768 de Juan Galdó, “Carta de pago”, 13-2-1742, ff. 31r-32v.
(168) A.H.P.A. Protocolo 659 de Vicente Fons, “Carta de pago”, 26-8-1754, f. 245r-245v.
291
compromiso entre éstos en el término de 15 días. Pero, aunque lo firmaron ante
el citado notario, no se cumplió porque la actitud del yerno motivó que el suegro
pidiese el amparo judicial de su posesión, que le fue concedida en cuanto a la
tierra pero no sobre la casa, generando ello mayores discordias y pleitos que
precisaban su continuidad ante Onofre Savater.
Los acreedores habían consentido la concordia de abril por hacerle merced y
buena obra al deudor, dejándole el tiempo de los plazos para que cómodamente,
sin grandes dispendios que lo empobrecieran totalmente, pudiera ir satisfaciendo
las deudas porque de otro modo los acreedores poseían favorables documentos
públicos y guarentigios que conllevarían ejecución, como la ya instada, proveída
y ejecutada ante Francisco Ferrando y Roçelló. No obstante, continuar la
ejecución por incumplimiento de dicha concordia equivalía negarle por completo
al deudor la misericordia dispensada, afligirle y ponerle en suma pobreza por no
alcanzar todos sus bienes intrínsecamente el valor de las 3.014 libras, 2 sueldos
y 6 dineros, mientras esperar los efectos y sentencias pendientes entre suegro y
yerno sería eternizar la cobranza.
Además, el deudor estaba accidentado, sin caudal ni comercio alguno; pero
con vivos deseos de satisfacer a los acreedores en aquello que pudiese, evitando
así la imposibilidad de continuar litigio con su yerno, beneficiar sus alimentos y
contentar a sus acreedores. Por todo ello, deudor y acreedores convenían y
ajustaban las siguientes condiciones:
1ª.- Que la escritura de concordia, su contenido y la ejecución pendiente contra
el deudor fuesen de ningún valor y efecto, dándolas por nulas y canceladas.
2ª.- Que las 42 tahúllas y media cuarta de tierra en la antedicha partida rural,
divididas en dos parcelas de 19 y 23 tahúllas, plantadas de viña y frutales, con su
casa, cubos, bodega, safareig, cisterna, 19 toneles de almacenar vino en su
mayor parte con senos de hierro y demás arreos de fabricar tintos, no alcanzaban
el valor para pagar las abundantes cantidades debidas, aunque podrían estar
cerca de ellas si lograse sentencias favorables en los contenciosos planteados
contra su yerno, si no fuese por sus costosos e inciertos resultados. Pero
deseando liquidar los créditos en su total pago, como si les entregase las 3.014
libras, 2 sueldos y 6 dineros, cedía y traspasaba a la compañía Fabiani, para sí y
como apoderada de Otoneli, las expresadas tahúllas y casa para que entre en su
dominio y posesión, refiriendo que la parcela de 19 tahúllas y casa, objeto de las
discordias entre suegro y yerno, lindaban con la finca perteneciente a su única
hija Laura por ser propiedad de su abuelo.
3ª.- Que el deudor también cedía y traspasaba a los acreedores todas las acciones
y derechos competentes contra su yerno, movidos en los litigios pendientes o por
mover, para que los continuasen o suscitasen de nuevo según les conviniese, a
cuyo fin les daba el poder en derecho requerido y necesario con tal de que los
gastos y costas fuesen de su cuenta y riesgo, excepto que las citadas tierras y
casa les salieran inciertas.
4º.- Que los acreedores, para la manutención del deudor, le darían 100 libras
anuales de por vida pagadas por meses anticipados, siendo ahora la primera
entrega y las restantes el día 15 de cada mes, excepto en el caso de enfermedad
292
grave en la que, mientras perdurase, será a voluntad de los acreedores
considerarle alguna cosa más en esta asistencia y alimentos.
A la muerte del deudor, tengan los acreedores la obligación de entregar a sus
albaceas la cantidad de 200 misas rezadas a 3 sueldos de limosna, así como el
importe de su funeral, todo lo cual quedaría sin efecto en el caso de resultar
inciertas las dichas tierras y casa. Pero no siendo justo que, pese a no ser
pagados, quedasen los acreedores comprometidos a prestarle alimentos y hasta
el sufragio de su alma después de su muerte, el deudor cedía, renunciaba, y
traspasaba a la compañía las mencionadas hacienda, casa y lo demás con todos
los derechos y acciones de propiedad y posesión para que, como propias, las
posea, goce, venda y disponga a su voluntad, con tal que desde ahora en adelante
fuesen de cuenta de los acreedores los dos pequeños censos cargados sobre la
finca, cuyas pensiones anuales de 1 libra y 15 sueldos y 12 sueldos y 6 dineros
se pagaban a la iglesia de Santa María y a la población de San Juan,
respectivamente (169).
Instantes después de finalizada esta última concordia, Delfino autorizaba a
Juan Bautista hijo para cobrar de su yerno Juan Antonio las cantidades que, en
razón de las pretensiones tenidas contra éste, le incumbían sobre las mejoras
hechas en las tierras poseídas por Juan Antonio en la partida de Fabraquer como
marido de su hija Laura, así como los demás derechos y acciones que también
tenía y le pertenecían contra el susodicho. Igualmente, le facultaba para
comparecer en junio ante cualquier juez o tribunal haciéndole procurador, actor
y negociador en hecho y causa propia, en el de su compañía y en el de Otoneli a
cuenta de mayor cantidad debida del ajuste y saldo de los negocios practicados
con sus acreedores (170).
En estas circunstancias, deseando todos los implicados rebajar las discordias,
aminorar los litigios pendientes y anular futuras exigencias, Juan Bautista hijo,
en nombre de los acreedores y con la anuencia de Delfino, firmaba en 1735 un
compromiso con los consortes Juan Antonio y Laura mediante escritura privada,
en la que las partes designaban jueces árbitros a los doctores y abogados de los
reales consejos D. Antonio Colomina, regidor, y D. Leopoldo Izquierdo, que
resolverían las diferencias existentes, sobre todo las referidas a las tierras y casa
(171).
El laudo de 15 de junio de ese año adjudicaba a los acreedores sólo la parcela
de 23 tahúllas y media cuarta de tierra, sentenciando pertenecer a los esposos
Juan Antonio y Laura las restantes 19 tahúllas y la casa. Aceptada la sentencia
arbitral, los acreedores anulaban la escritura de concordia de 1733 con Delfino
(169) A.H.P.A. Protocolo 634 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Escritura de concordia”, 15-11-1733, ff. 305r-
311v. El deudor, viudo de su esposa Laura Rolando, residía ya desde algún tiempo en la finca de Fabraquer. Su
hija Laura, tras enviudar, contraería segundas nupcias con el negociante francés Juan Seillac, componente de la
compañía Rey y Seillac. Por su parte, Juan Bautista hijo era apoderado de Otoneli desde el 6-5-1726, mediante
escritura otorgada en Génova ante el notario Francisco Ognio.
(170) A.H.P.A. Ibid., “Poder para cobrar, pleito y causa propia”, 15-11-1733, ff. 315r-316r.
(171) A.H.P.A. Protocolo 1260 de Dionisio Morato, “Compromiso entre partes”, 15-6-1735, ff. 206r-213v.
293
quien, en consecuencia, traspasaba en julio a Juan Bautista hijo las 23 tahúllas y
media cuarta en el estimado precio de 600 libras, como parte del pago de su total
débito para cuya íntegra satisfacción también le cedía el crédito de 112 libras
contra el labrador Luis Séller, de Muchamiel, adeudadas desde octubre de 1723
por escritura ante el ya fallecido Vicente Cerdá y Sevillano; otro crédito de 380
libras contra los cónyuges Alonso Pérez y Sebastiana García, de Casas Ibáñez,
que en abril de 1726 prometieron pagárselo mediante escritura ante Ginés de
Villanueva; y, finalmente, un tercer crédito de 311 libras con los gastos
producidos en los autos ejecutivos pendientes para su cobranza.
Sin embargo, para el entero pago de la deuda, además de las 1.403 libras
cedidas en tierras y créditos, al deudor le quedaba por pagar la notable cantidad
de 1.611 libras, 12 sueldos y 6 dineros y, ante la imposibilidad de afrontarla por
entonces, pactaba con Juan Bautista hijo que las fuese pagando siempre que
mejorase su fortuna (172).
Pasados casi dos años, el genovés yerno del deudor abonaría 171 libras, 18
sueldos y 2 dineros en monedas de oro y plata a la compañía de los Fabiani, con
las que liquidaba un crédito de 835 libras, 18 sueldos y 2 dineros resultante de
las 809 libras, 18 sueldos y 10 dineros a cumplimiento de una deuda de 1.152
libras, 18 sueldos y 10 dineros, las que ofrecía satisfacer con el pagaré que
principiaba los autos ejecutivos instados para su cobranza ante el juzgado
ordinario de D. Juan Miguel Díez, Alcalde mayor de la ciudad, y presencia del
notario Ferrando y Roçelló, más las 25 libras, 19 sueldos y 4 dineros de las
costas causadas en dichos autos (173).
Finalmente, en febrero de 1740, cuando ya había fallecido Ambrosio Delfino,
el cónsul genovés Juan Bautista hijo, en nombre de su compañía y de Otoneli,
vendía al labrador Roque Urios, de San Juan, las 23 tahúllas y media cuarta de
tierra de la partida de Fabraquer que le pertenecieron en fuerza del laudo de
1735, en precio de 600 libras que de su voluntad y expreso consentimiento
quedaban reservadas en el comprador para satisfacerlas en dos iguales pagas,
abonadas el día de Navidad de ese año y en la misma festividad de 1741, con la
condición de reservarse el vendedor toda la uva valensí que fructificasen 3 cepas
existentes en dichas tierras, durante el tiempo de vida del vendedor y del
comprador quien, así mismo, debía obligarse con prontitud al cumplimiento de
los pactado, como haría el labrador inmediatamente después de finalizada la
compra-venta (174).
Hasta finalizar la década de los años veinte del siglo, la compañía de los
hermanos negociantes no había practicado negocio alguno en ninguna población
(172) A.H.P.A. Protocolo 364 de Pascual Bueno, “Convenio y transportación de bienes”, 4-7-1735, ff. 162r-
165v.
(173) A.H.P.A. Protocolo 1653 de Onofre Savater, “Carta de pago”, 23-5-1737, f. 91r-91v.
(174) A.H.P.A. Protocolo 311 de Francisco Boix y Sevillano, “Venta real de tierra” y “Obligación”, 15-2-1740,
ff. 93r-94v y 95r-95v, respectivamente. El deudor negociante genovés Ambrosio Delfino fallecía en el año 1739.
A.M.A. Arm. 7, Lib. 5, “Repartimiento del Equivalente. Año 1740: Inciertos y fallecidos en el repartimiento de
1739”.
294
comarcal de la Marina Baja. En el transcurso del año 1733 iniciarían las
primeras ventas al fiado en la capital comarcal, realizando algunas transacciones
con el villajoyense Manuel Lloret y cuyas cuentas se ajustaban en febrero de
1734, resultando un crédito desfavorable a éste de 181 libras, 14 sueldos y 4
dineros que, al igual que otros deudores precedentes, ofrecía pagarlas “siempre
que quiera y sea voluntad de dicha compañía el cobrarlas” (175). Más de cuatro
años tardarían los hermanos en practicar otro trato en Villajoyosa hasta que, a
finales de mayo de 1738, endosaban a Gerónimo Nogueroles y Vicente Zaragoza
un débito de 516 libras, 7 sueldos y 7 dineros en el valor de mercancías, que los
deudores prometían liquidar en los siguientes cuatro meses (176).
Estos intermitentes y ocasionales tratos en la mencionada villa concluirían en
octubre de 1744, cuando Pedro Llorca pagaba en su totalidad a la acreedora
sociedad la debida cantidad de 729 libras, 15 sueldos y 10 dineros que, el primer
día de marzo del año inmediato anterior, se comprometía a abonarla dentro de un
plazo anual ante el notario Juan Comeres y que, como se puede deducir, el
término se demoraría hasta los diecinueve meses (177).
A la par que tenían lugar estos negocios villajoyenses, los negociantes
hermanos Fabiani desarrollaban otros tratos de desigual trascendencia
económica. El último día de mayo de 1738 vendían a Manuel Berenguer,
clavario del gremio de cordeleros de esparto, un total de 130 cahíces de trigo, de
los cuales 86 eran de cereal procedente del Norte y 44 de Levante, al precio
unitario de 8 libras que producían un montante de 1.040 libras pagaderas con los
obrajes que les fuera abasteciendo, satisfaciendo de este modo la deuda en un
plazo inferior a los veinticuatro meses (178).
A los dos meses de culminado este negocio triguero, la compañía endosaba al
yeclano José Rubio una docena de balones de papel floreto apreciados en 34
pesos, 3 sueldos y 4 dineros cada uno, cuyos 410 pesos de su importe prometía
el deudor liquidar con una sola paga en el término de una mensualidad,
resultando bastante improbable que cumpliera con el plazo establecido (179).
Superado el ecuador de la década de los cuarenta acontecía el fallecimiento de
Gerónimo hijo, causante de la finalización de la conjunta compañía de comercio
en 1746 y, después de operar dos años en solitario, su hermano Juan Bautista
formaría en 1748 una nueva sociedad con su sobrino Lorenzo Fabiani que, como
mínimo, mantendría su efectiva operatividad en Alicante durante cuatro años. En
este tiempo de plena vigencia en la ciudad, sus cortas actividades mercantiles
estarían fundadas principalmente en la venta de dos productos: el acero y el
bacalao.
El caudetano Ginés Amorós en unión del alicantino Francisco Ramos les
(175) A.H.P.A. Protocolo 635 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 9-2-1734, f. 44r-44v.
(176) A.H.P.A. Protocolo 908 de Francisco Hernández, “Obligación”, 31-5-1738, f. 29r-29v.
(177) A.H.P.A. Protocolo 653 de Vicente Fons, “Carta de pago”, 24-10-1744, f. 69r-69v.
(178) A.H.P.A. Protocolo 1585 de Vicente Rovira, “Carta de pago”, 12-3-1740, f. 57r-57v.
(179) A.H.P.A. Protocolo 908 de Francisco Hernández, “Obligación”, 4-7-1738, f. 47r-47v.
295
compraban 7 quintales y medio de acero a razón de 11 libras y 10 sueldos la
unidad, generando un débito de 86 libras y 5 sueldos que ofrecieron pagar en un
semestre. Los deudores cumplirían lo estipulado, finiquitando la deuda a
mediados de julio de ese año 1748. No obstante, un mes antes de la liquidación
volvían a adquirirles 9 quintales del mismo metal a idéntico unitario precio, que
producía una venta de 103 libras y media a abonar también dentro de medio año;
pero, en esta ocasión, se demoraría con largueza el plazo sobrepasando los
cuatro años (180).
La víspera de Nochebuena de ese año, la nueva compañía vendía al fiado al
galerero alicantino Vicente Gerónimo 3 quintales de acero apreciados en 11
libras cada uno, prometiendo saldar las 33 libras del valor de la venta en el
siguiente semestre, asegurando su reintegro a los acreedores mediante la
hipoteca de una galera de su propiedad con su par de mulas. Sin embargo,
superado el plazo establecido sin que al deudor le fuera posible pagar el crédito,
antes que los acreedores instaran diligencias jurídico-judiciales para su cobranza,
el tratante Nicolás Graso se constituía en fiador del galerero ofreciendo, en los
primeros días de septiembre de 1749, satisfacer la deuda en una sola paga dentro
de dos meses y medio, plazo que no llegaría a consumir al liquidar el débito en
el primer día de diciembre de ese año (181).
Mientras se cumplía el plazo concedido al galerero, los nuevos socios
efectuaban en marzo de 1749 otro transacción de poca cuantía en la
castellonense villa de Onda, donde hacían venta a los hermanos Francisco y José
Aguilella de 5 quintales de bacalao al precio de 47 reales la unidad, ascendiendo
su total importe a 23 libras y media que los deudores ofrecieron cancelar en una
sola paga abonada por todo el mes de junio de ese año (182).
Estos referidos fueron los pocos y cortos asuntos mercantiles ejecutados por la
nueva compañía a la luz de la documentación manejada, completados con la
última e inacabada actividad transaccional del negociante y cónsul Juan Bautista
hijo a causa de su propia muerte. En la primavera de 1756, los caldereros
hellinenses Juan Vázquez, Juan Lescura y Pedro Texedo solicitaban a nuestro
personaje el suministro de una partida de cobre y de sartenes, que no les pudo
abastecer por falta de existencias suficientes para cubrir las cantidades
demandadas, quedando a la espera de recibir el negociante las remesas
peticionadas. Pero, para cuando estos géneros entraban en sus almacenes, Juan
Bautista había fallecido, motivando que fuera su viuda Ángela María Dulcini
quien en octubre vendiera a los citados caldereros 34 arrobas y 18 libras de
cobre al precio de 14 libras y 8 sueldos la arroba, más 9 quintales, 2 arrobas y 8
(180) A.H.P.A. Protocolo 655 de Vicente Fons, “Obligación” y “Carta de pago”, 25-1-1748, 7-6-1748 y 18-7-
1748, ff. 20r-20v, 55r-55v y 72r-72v, respectivamente.
(181) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 23-12-1748, f. 132r-132v; y protocolo 1770 de Vicente Fons, “Obligación”
y “Carta de pago”, 4-9-1749 y 1-12-1749, ff. 84r-84v y 113r-113v, respectivamente.
(182) A.H.P.A. Protocolo 1770 de Vicente Fons, “Obligación”, 12-3-1749, f. 24r-24v. Los 47 reales valencianos
del precio de venta equivalían a 4 libras y 14 sueldos de la misma moneda.
296
libras de sartenes a razón de 21 libras y media el quintal, produciendo un total
valor superior a las 706 libras que los deudores ofrecieron pagar en medio año,
compeliendo a sus personas y bienes muebles y raíces habidos y por haber a la
seguridad de su cumplimiento (183).
En páginas anteriores, hemos referido alguna muestra de actividades
mercantiles protagonizadas por los hermanos Fabiani en base a su requerida
intervención fundada en su reconocimiento y prestigio profesional, que
retomamos con mayor pormenor.
Las peticiones de ayuda y/o representación comenzaban tempranamente, pues
ya en febrero de 1720 el Excmo. D. Felipe María Lomelini y el Ilmo. D.
Bartolomé Lomelini, hermanos residentes en Génova, les facultaban ante el
notario de ella Juan Ambrosio Rebegón para la cobranza, entre otras cosas, de
créditos a deudores y pleitos. Tres meses más tarde, los apoderados cobraban del
francés Bernardo Bertholón la cantidad de 2.462 libras, 16 sueldos y 10 dineros
resultantes de las 2.456 libras, 6 sueldos y 8 dineros libradas, mediante despacho
de D. Francisco Miravete Velasco, por ser el remanente líquido poseído por éste
de la venta del bacalao de Juan Jaime y Lorenzo Viviani, el cual se ordenaba
entregar a los representantes de los Lomelini en pago de 2.407 libras, 3 sueldos y
8 dineros a cuenta del principal crédito de 22.718 libras y 4 sueldos, cuya
cobranza pidieron judicialmente los hermanos negociantes en nombre de sus
representados despachándose ejecución, más 49 libras y 3 sueldos de las costas
ocasionadas en el litigio. A estas cifras se añadirían 6 libras, 10 sueldos y 2
dineros que el encausado negociante galo manifestaba poseer como propias de
los Viviani.
El mismo día de la antedicha cobranza, los hermanos Fabiani notificarían a la
compañía genovesa titulada Sebastián y herederos de Bartolomé Noly que las
cantidades de dinero que debía percibir como apoderados de Luchi y Cosso, en
los autos de ejecución que como tales seguían contra los bienes de los Viviani
ante Vicente Cerdá y Sevillano, notario público y del juzgado, las retuvieran en
su poder sin entregarlas a sus representados ni a otra persona delegada por ellos,
pues en caso contrario les protestaban todos los daños, perjuicios y costas que
causasen a los Lomelini. Recibida la notificación jurídica por sus destinatarios
Sebastián y Carlos Antonio Noly, éste último, como heredero del difunto
Bartolomé, manifestaba al primero que respondería cuando lo hiciese, e invitado
por el notario a firmarla, añadía que respondería cuando la firmase (184).
Seis años más tarde, en agosto de 1726, Juan Bautista hijo se constituía en
fiador del francés Carlos Pallera, capitán del buque “El Portillón de Alicante”,
compareciendo en el domicilio de D. Juan Fernando de Roydeville para poner de
(183) A.H.P.A. Protocolo 662 de Vicente Fons, “Obligación”, 15-10-1756, f. 260r-260v. La deuda precisa de los
caldereros ascendía a 706 libras, 8 sueldos y 10 dineros.
(184) A.H.P.A. Protocolo 67 de Francisco Andújar, “Carta de pago” y “Protesta”, 28-5-1720, f. 86r-86v y 90r-
90v, respectivamente. El toledano Miravete era del Consejo de Su Majestad, su Oidor en la Real Audiencia de
Valencia y, a la sazón, Corregidor interino de Alicante. Información más detallada en Giménez López, E., Los
servidores del rey… . p. 416.
297
manifiesto ante el propio Corregidor de la ciudad, estando presentes el
Comisario de Guerra Vicente Garay y el Teniente Coronel Juan Rafael Silby,
que el expresado capitán había embarcado diferentes pertrechos de artillería con
un total de 25 cureñas de marina de distinto calibre para transportarlas al puerto
de Cartagena, fiando el negociante que el marino francés haría el viaje de buena
fe y entregaría dichas piezas de cañones a su destinatario, que justificaría
trayendo la tornaguía; pero que, en el caso de incumplimiento de la póliza de
cargo, el fiador ofrecía pagar de sus propios caudales todos los perjuicios que se
ocasionasen (185).
Pasados otros dos meses, nuestro personaje fiaba al negociante genovés
Ambrosio Delfino para evitarle la cárcel, prometiendo que a cualquier orden del
Brigadier Eugenio Neulant presentaría a su fiado allí donde mandara el
comandante militar de la plaza de Alicante; y no cumpliéndolo, pagaría 2.000
libras a la misma orden del Brigadier, las que aseguraba con su persona más sus
bienes muebles y raíces presentes y futuros (186).
También su tío de Génova, Juan Bautista, sería requerido a intervenir en mayo
de 1727 por Nicolasa del Río para el cobro de créditos. Ésta, hija única y
heredera del fallecido mercader José del Río, le facultaba para percibir del
marino catalán Bartolomé Dillat la cantidad que su difunto padre le entregó para
la compra de la cuarta parte de una barca, más los productos e intereses
resultantes a su favor hasta el día del naufragio y pérdida de la nave estando
patroneada por el catalán, pudiendo además ajustar y concertar con éste y, si
fuere necesario, pleitear contra él (187).
Por su parte, Juan Bautista hijo recibía, el 24 de marzo de 1729 ante Bernabé
Monte, poderes del Coronel Álvaro Escorcia y Ladrón para administrar sus
bienes, cobrar y conceder finiquitos, tomar posesión de los bienes castellonenses
de Tomás Escorcia, pleitos y otras cosas, con facultad de substituirlos en todo o
en parte. Cinco días más tarde, substituía en el vecino de Castellón de la Plana
Mateo Cebrián los correspondientes a cobrar, otorgar cartas de pago, tomar
posesión de los mencionados bienes y pleitos, reservando para sí todo lo demás
contenido en dicha escritura, si bien cuatro meses después volvía a sustituir la
facultad de pleitear en el procurador alicantino José León (188).
El mismo Juan Bautista hijo, después de representar los intereses crediticios de
los patrones genoveses José Lepián y Benito Ferro a inicios de la década de los
(185) A.H.P.A. Protocolo 792 de Antonio García, “Fianza”, 7-8-1726, ff. 313r-314v. El Teniente Coronel era
comisario provincial de Artillería y Comandante de ese Cuerpo en los reinos de Valencia y Murcia. El número y
calibre de las cureñas cargadas era como sigue: 4 del calibre 30; 16 del calibre 18; 3 del calibre 13; 1 del calibre
12, y 1 del calibre 8.
(186) A.H.P.A. Protocolo 1324 de Vicente Navarro y Pastor, “Obligación y fianza”, 18-10-1726, f. 46r-46v.
(187) A.H.P.A. Protocolo 629 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Poder para cobrar y otros”, 12-5-1727, ff.
141r-144v. Nicolasa, casada con el negociante francés Pedro Arnoux, fue declarada heredera universal de su
padre, fallecido ab intestato, en 27-8-1726 por auto de la real justicia de la ciudad, la cual también había
practicado el inventario de los bienes del difunto. El marino catalán era natural de la barcelonesa localidad de
Canet de Mar.
(188) A.H.P.A. Protocolo 1646 de Onofre Savater, “Substitución”, 29-3-1729, f. 42r-42v, y protocolo 1576 de
Vicente Rovira, “Substitución de poder”, 6-7-1729, f. 109r.
298
años treinta, intervendría a ruego en la fianza de un embargo instado por
Francisco Echevarria, delegado en la ciudad del administrador general de las
rentas del reino de Murcia D. Luis Giménez de Cisneros. Éste, en mayo de 1731,
despachaba una guía a favor del murciano Patricio Sánchez concediéndole dos
días de plazo para transportar hasta Alicante, con 8 galeras de Francisco
Ferrándiz y otros, los 250 quintales de barrilla recogida en Santomera. Sin
embargo, en la noche del día 29 de diciembre de ese año, parte de dicha barrilla
era introducida en la ciudad por 2 galeras con 9 mulas del ilicitano Antonio
Ferrándiz, motivando ello la pretensión de Echevarria de haber incurrido este
galerero en delito de fraude a causa de que no era él si no Francisco quien
figuraba en la guía, además de haberse conducido y entrado fuera de plazo,
pidiendo en consecuencia el decomiso de las 2 galeras y 9 mulas. Ante este
hecho, en enero de 1732 se desplazaba hasta Alicante el cargador Sánchez que,
previendo el tiempo necesario para averiguar lo sucedido y los graves perjuicios
que acarrearían el mantenerse embargadas mulas y galeras, pedía al negociante
la merced de constituirse en fiador de derecho y pagase lo que por tal motivo
fuese juzgado y sentenciado, bien contra él o contra el galerero ilicitano (189).
Ante el incesante goteo de apoderamientos concedidos a los socios de la
compañía Fabiani en el bienio 1732-33, estos optarían por delegarlos en otras
personas de su confianza; pero de mejores condiciones o favorables
circunstancias para ejecutar sus contenidos.
En noviembre de 1732, la compañía del valenciano Juan Bautista Saetón les
autorizaba para pleitos y otros efectos ante el notario de la ciudad del Turia
Pascual Vidal, con la facultad de poderlo sustituir, lo que hacían medio año
después en la persona del procurador Juan Bautista Matarredona (190).
Antes que éste, en el mes de agosto, el magnífico Jaime María Allexome, de
Génova, les había facultado ante el notario Domingo Bacigalupo para cobrar,
pleitos y otros efectos instados contra el capitán Luciano Bozzo, con el propósito
de conseguir la exacción y cobranza de 1.000 libras genovesas que le debía de
plazo vencido; pero, pudiéndolo sustituir, el 19 de mayo de 1733 determinaban
transferirlo en todo y por todo, sin reservar en su compañía circunstancia alguna,
en el hombre de negocios genovés afincado en Sevilla José Octavio Bustanzo a
quien, en el mismo día, también traspasaban el poder que habían recibido en el
anterior mes de abril de otro genovés, Jaime Carabela, en nombre de su sociedad
José y Jaime Carabela, para cobrar de Tomás Luxoro y Mario Parodi el débito
contenido en la escritura de poder redactada ante el fedatario público de aquella
República José Honorato Boasi. En esa misma citada fecha, asimismo los
hermanos negociantes substituían en el residente oranés José Sánchez Peña, para
todos los casos y cosas, el poder que les otorgara dos meses antes el genovés
Juan Bautista Lantero mediante escritura ante Jaime Recagno, para el cobro de la
(189) A.H.P.A. Protocolo 632 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Poder para cobrar y pleito”, 6-10-1730, f.
346r-346v, y protocolo 362 de Pascual Bueno, “Fianza a embargo”, 8-1-1732, ff. 10r-11v.
(190) A.H.P.A. Protocolo 634 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Substitución de poder para pleito”, 8-5-1733, f.
126r-126v.
299
cantidad reseñada en el mismo y otros efectos (191).
No obstante, cuatro meses más tarde, volvían a sustituir también los poseídos
poderes de Allexome y de los Carabela en Carlos María Risso, su compatriota
negociante establecido en la ciudad de Cartagena, siendo el del primero
igualmente traspasados sus derechos a la compañía genovesa Bensi y Merizano,
asentada en la ciudad Condal, ya en enero de 1734 (192).
También era natural y lógico que Juan Bautista hijo aceptara intervenir
representando los intereses de sus parientes y, por ello, asumía el poder
concedido por su cuñado genovés Juan Bautista Carlón Escorcia en mayo de
1733 ante Alejandro Alfonso, notario de Génova y de los negocios de la
Embajada de España en aquella República, para pleitos y peticionar a cualquier
autoridad administrativa y/o judicial competente que fuera admitido y asentado
su representado a la percepción de dos juros, uno de 4.000 reales anuales
impuesto sobre las rentas de la seda de Granada, juntamente con los atrasos y
futuras pensiones, y otro de 500 ducados cargado sobre las alcabalas de Jaén,
cuyos juros fueron asignados por el fallecido Juan Bernardo Escorcia a favor de
su hijo el capitán Juan Antonio Escorcia y sus descendientes legítimos. Catorce
meses más tarde, lo transfería a los procuradores madrileños de los reales
Consejos Antonio Bustamante Zavallos, señor de la Torre de Juan Abad, y a
Gabriel Pedrerós con las mismas cláusulas y firmezas poseídas por él.
Su cuñado genovés moría pasado el verano de 1738; pero, presintiendo su fin,
en junio de ese año autorizaba a su esposa Ana María Cecilia Dulcini, hermana
de la consorte del negociante y cónsul, para que, en su condición de albacea,
tutora y curadora temporal de su hijo único Juan, se hiciese admitir en la
posesión de los dos citados vínculos, pretendiendo obtener el pertinente decreto
real que declarase la pertenencia de ellos a su hijo mediante causa instada ante la
Corte. A tal fin, Ana María otorgaba poder a su cuñado quien, llegado marzo de
1739, lo substituía en los también procuradores de los Reales Consejos Diego
Alfonso Merino, Manuel Nicolás Escoto y Pedro López Fraile (193).
Pasados cinco meses del otorgamiento de su cuñado Carlón, el también
genovés Juan Francisco Salimani daba poder a D. Salvador Castelino, Vicario
General y Prepósito de la genovesa iglesia colegial de la Virgen de las Viñas,
para diferentes cosas y entre ellas disponer de sus bienes aún después de su
muerte, según contenía la pertinente escritura ante Antonio María Tasso; y, en
fuerza de ella y de las otorgadas por Castelino ante el mismo notario en junio de
1737 y marzo de 1738, fue substituido el poder de Salimani en la compañía de
los hermanos Fabiani que, en virtud de sus cláusulas, aceptaba distintos bienes a
(191) A.H.P.A. Protocolo 904 de Francisco Hernández, “Substitución de poder”, 19-5-1733, ff. 86r-86v, 88r-
88v y 87r-87v, respectivamente.
(192) A.H.P.A. Protocolo 634 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Substitución de poder para cobrar”, 3-9-1733,
ff. 242v-243r y 243v-244r, respectivamente; y protocolo 635 de idem, “Substitución de poder”, 20-1-1734, ff.
33v-34r.
(193) A.H.P.A. Protocolo 635 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Substitución de poder”, 13-7-1734, f. 193r-
193v, y protocolo 909 de Francisco Hernández, “Substitución”, 24-3-1739, ff. 65r-67v.
300
cuenta del pago de ciertos créditos debidos al ya difunto otorgante, los cuales
debían venderse en cumplimiento de las órdenes recibidas y a cuyo fin
substituían, en agosto de 1738, el susodicho poder en el abogado de Yecla
Pedro Díaz Muñoz (194).
Después de aceptar el poder para cobrar y pleito que al genovés Ángel
Domingo Tini, asentado en Madrid, le habían otorgado sus hermanos de Génova
Pedro María y Julio Antonio Cayetano ante el mencionado notario Alejandro
Alfonso, el negociante Gerónimo hijo, como apoderado de D. Juan Francisco
Melgarejo y Quiroga, Marqués de Quiroga, había arrendado en febrero de 1741
una huerta propiedad de éste al labrador de Benimagrell Nicolás Buades,
estipulando entre otras cláusulas y condiciones la última referente a que
cumplido el plazo debía ser Buades el preferido en el trato, al igual que sus
herederos en el caso de producirse su defunción, acordando ahora anular la
preferencia para los herederos a la muerte del arrendatario (195).
Las últimas actividades por prestigio de los hermanos negociantes correrían a
cargo del cónsul Juan Bautista hijo. En líneas precedentes hemos mencionado el
apoderamiento mutuo realizado entre éste y José Octavio Bustanzo (196),
circunstancia que continuaba vigente en la década de los años cuarenta del siglo,
cuando un auto definitivo en el concurso de acreedores seguido contra los bienes
del vecino de Muchamiel Francisco Santo, proveído el 2 de mayo de 1743 por el
Alcalde mayor Vicente Perler, graduaba en segundo lugar de los acreedores al
cura de dicha villa Francisco Gozálbez por las 150 libras de rédito, más las 34
libras, 4 sueldos y 6 dineros de las costas, a cuenta de cuyo montante había
recibido 19 libras, 5 sueldos y 11 dineros de Francisco Quesada, depositario de
mayor cuantía, debiendo cobrar por apremio la restante cantidad de Esteban
Bocardo que se constituyó fiador del acreedor de mejor derecho; es decir,
Bustanzo, el cual había recibido 355 libras, 6 sueldos y 6 dineros que se le
mandaban restituir. Pero, por evitarle este perjuicio dado el estado de pobreza en
que se hallaba Bocardo, sería el negociante y cónsul quien en enero de 1744
satisfacía al sacerdote las 164 libras, 18 sueldos y 7 dineros en su calidad de
apoderado de Bustanzo.
Tres meses más tarde acontecía una situación similar con el regidor perpetuo
de la ciudad Ignacio Burgunyo, heredero y sucesor de su difunto padre y regidor
Pedro Burgunyo y Ramiro, a quien el auto de Vicente Perler posicionaba en
tercer lugar de los acreedores por las 469 libras y costas producidas, para cuya
percepción se mandaba apremio contra el citado Bocardo por los expresados
motivos. Y Juan Bautista hijo, por idénticas referidas razones, pagaría a éste
acreedor las 190 libras, 7 sueldos y 11 dineros sobrantes de las 355 libras, 6
sueldos y 6 dineros que Bustanzo había cobrado como otro de los acreedores,
(197) A.H.P.A. Protocolo 1773 de Antonio García, “Carta de pago”, 13-1-1744 y 28-4-1744, ff. 12r-12v y 82r-
82v, respectivamente.
(198) A.H.P.A. Protocolo 1657 de Onofre Savater, “Venta condicional de casa”, 24-7-1745, ff. 123r-136v. El
poder especial para vender que las hermanas Boniceli y sus respectivos maridos, José Carosio y Arman Schierhn,
otorgaron en Génova el 5-11-1744 aparece inserto en esta acta, entre los folios 123r a 130r.
(199) A.H.P.A. Protocolo 808 de Antonio García, “Fianza de administración”, 18-2-1747, ff. 49r-50r. Juan
302
Los hermanos Juan Bautista y Gerónimo hijos, imitando a la mayoría de sus
compañeros de profesión, también practicarían otra actividad crediticia de
menores beneficios económicos, pero de gran trascendencia social: el préstamo,
habitual en todas las etapas históricas desde la invención de la moneda, pero
particularmente arraigado en las sociedades del Antiguo Régimen, sobre todo en
el período estudiado acuciado por la pobreza y la necesidad cotidianas, bajo la
denominación documental de “préstamos graciosos” para ocultar su carácter
usurario evitando así su ilegalidad, solapada en las actas con la frase atribuida al
prestatario de “por hacerme merced y buena obra”.
A mediados de 1726, el labrador de Muchamiel José Torregrosa acumulaba un
empréstito de 1.196 libras, 13 sueldos y 5 dineros procedentes de las diferentes
cantidades entregadas por los hermanos prestamistas en distintas ocasiones,
quedando aquél sometido al interés o conveniencia de éstos al ofrecer su
reintegro “siempre que quiera y sea voluntad de dicha compañía el cobrarlas”,
fórmula harto frecuente repetida que hemos reflejado en páginas anteriores. Pero
exigiendo los prestamistas la seguridad de su cobranza, el labrador hipotecaba
todos los frutos pendientes, tanto los de sus tierras propias como los de la finca
de Antonio Pascual, situada en la rural partida del Brazal del Alfas de dicha
villa, de la cual era por entonces arrendatario.
Al parecer, la voluntad de los hermanos prestamistas fue la de facilitar el
cómodo pago del préstamo, según las disponibilidades del prestatario, el cual
sería liquidado en tan solo diez meses. Inmediatamente después, los Fabiani le
venderían 13 quintales de acero apreciados en 11 libras cada uno dándole,
además, 7 libras en dinero efectivo que hacían ascender el valor de la venta a
150 libras y que el prestatario deudor prometía cancelar por todo septiembre de
ese año, siendo este mismo mes de 1727 el plazo establecido también para
abonar el labrador otro crédito de 374 libras, resultante del valor de otros 34
quintales de dicho duro metal que le habían vendido al fiado en enero de ese año
(200).
Antes de finalizar el último año citado, el presbítero y doctor Francisco Beviá,
de San Juan, confesaba deber al socio Gerónimo hijo 30 libras dadas en
préstamo dos años antes, para cuyo pagamiento le cedía al prestamista todos sus
derechos y acciones contra su vecino Tomás Ramos, arrendatario de su hacienda
ubicada en la partida rural de Caselles, para que cobrase el empréstito a cuenta
del canon de 80 libras pagaderas en la fiesta de San Miguel de 1728 (201).
En mayo de 1733, después de firmada un mes antes la primera concordia entre
Juan Bautista hijo, en representación de varios, y Ambrosio Delfino, como
hemos referido con anterioridad, le prestaba a éste 70 libras para que pudiese
Gómez declaraba por su padre que la tienda proporcionaba una anual utilidad de 180 libras. A.M.A. Arm. 7, Lib.
3, “Relaciones juradas…, 7-4-1731”.
(200) A.H.P.A. Protocolo 628 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 3-6-1726, f. 153r-153v, y
protocolo 629 de idem, “Carta de pago” y “Obligación”, 26-4-1727, ff. 126r-126v y 127r-127v, respectivamente.
(201) A.H.P.A. Protocolo 759 de Juan Galdó, “Cesión”, 14-11-1727, ff. 82r-83v.
303
regar y escardar 50 tahúllas de viñedo poseídas en la partida de Fabraquer,
ofreciendo devolverlas “siempre que quiera y sea voluntad de dicha compañía el
cobrarlas”, y asegurando su pago con la hipoteca de dichas tahúllas libres de
toda carga, además de la cosecha de uva de ese mismo año. Pasado un mes, los
hermanos negociantes le daban otras 20 libras en efectivo, cantidad que volvían
a entregarle en septiembre de ese año, cuyas 40 libras iban destinadas a la
compra de agua para el riego de las citadas tahúllas de viña, prometiendo la
misma antedicha forma de pago que aseguraba con idéntica hipoteca de bienes
(202).
Asimismo, en septiembre de 1733, el mayordomo de la cofradía de Santiago
Apóstol, de pescadores y marineros del barrio de la Villavieja, Pedro Galant, con
el clavario de ella y el cabo del muelle de las barcas de barquear, obtenían de la
compañía un préstamo de 337 libras, 18 sueldos y 4 dineros en moneda al
contado de oro y plata, que prometieron satisfacer en el término de cinco meses.
Los prestatarios no demorarían en exceso la devolución del dinero prestado, lo
que ejecutaban en abril de 1734; esto es, tan sólo dos meses después de
cumplido el plazo (203).
En los iniciales días de ese mismo mes, los hermanos Fabiani prestaban en
efectivo 147 libras, 19 sueldos y 3 dineros al militar Pablo Bastida y a Antonia
Díaz, yerno y suegra, al objeto de pagar las costas producidas en el pleito y autos
ejecutivos suscitados por la prestataria contra el difunto Juan Bautista Martí y
sus bienes, ante el juzgado ordinario de la ciudad. Para la devolución del dinero
tomado, se subyugaban a la voluntad de la compañía prestamista garantizando su
pagamiento con la hipoteca del propio domicilio con su accesoria situado en la
plaza del Portal de Elche, gravado con un censo de 40 libras y anua pensión al 5
% que percibía el clero y beneficiados de la iglesia de Santa María, así como las
cantidades que en virtud del pleito debían cobrar de la hacienda propia de Martí,
en la cual se substanció la ejecución. Con todo, los prestatarios reintegraban el
empréstito ocho meses después de tomarlo vendiendo, a carta de gracia, a la
empresa prestamista la casa accesoria del hipotecado domicilio por el precio de
200 libras pagadas al contado, estipulándose las siguientes tres condiciones:
1ª.- Que mientras estuviese alquilada, los vendedores pagarían 16 libras a la
sociedad compradora, como pagaba su inquilino maestro armero Vicente
Alberola.
2ª.- Que las obras y reparos a realizar, durante el tiempo en que la compañía
tuviese su posesión, serían a cuenta y cargo de los vendedores.
3ª.- Que siempre y cuando le reintegrasen a la compañía compradora el precio de
venta de la casa accesoria, esta volvería a la propiedad de los vendedores como
si esta transacción no se hubiera realizado.
(202) A.H.P.A. Protocolo 634 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 5-5-1733 y 22-9-1733, ff. 119v-
120r y 259r-259v, respectivamente.
(203) A.H.P.A. Protocolo 763 de Juan Galdó, “Obligación”, 14-9-1733, ff. 148r-149v, y protocolo 764 de idem,
“Carta de pago”, 5-4-1734, f. 67r-67v.
304
No obstante, pasado un trienio, continuaba la acuciante necesidad crematística
de los vendedores, que precisando 25 libras para reparos en su propio domicilio
las requerían a la compañía, la cual se las concedía e instaba a cancelar las dos
primeras condiciones de la anterior escritura de venta condicional, dejándola en
su vigor sólo en la del precio que ascendería a 225 libras en su nueva redacción
(204).
Seis meses antes del préstamo a Bastida y Díaz, o sea en marzo de 1734, el
negociante y cónsul Juan Bautista hijo percibía 345 libras pagadas por el
ilicitano Joaquín Román, arrendatario del derecho de la sisa mayor de Elche, que
el perceptor había anticipado por dicha villa y su común al Comisario General
de Marina Jacinto Navarrete, a cumplimiento del asignado cupo de 3.000 libras
del Equivalente correspondiente al año 1733. El mismo mes y día en que esto
acontecía, la empresa de los hermanos Fabiani entregaba un pequeño préstamo
de 28 libras en dinero efectivo al tratante Leonardo Sevilla, quien supeditaba su
reintegro al interés o conveniencia de la empresa prestamista (205).
En junio de 1734, el menor de los hermanos negociantes prestaba 449 libras y
8 sueldos al tratante Vicente Irles, quien ofrecía su devolución en dos pagas de
234 libras y 4 sueldos, más otra de 215 libras y 4 sueldos, abonadas en el mes de
agosto de los años 1735 y 1736, respectivamente, con facultad para reintegrar de
inmediato todo el préstamo antes de cumplirse cualquiera de los plazos
estipulados, si cobrase la cantidad debida por la herencia de los difuntos esposos
Simón Dupin y Teodora Abril, sobre cuya exacción y cobranza había instado
autos ejecutivos (206).
Pocos días antes de terminar ese año, la compañía prestaría aún 43 libras, 14
sueldos y 1 dinero al genovés Esteban Berri, que se comprometía a su
satisfacción en un corto plazo de tres meses (207). A partir de entonces,
desaparecía este tipo de negocio crediticio de entre las cotidianas actividades
mercantiles de los hermanos negociantes, con la única excepción de la suma
prestada en 1739 a Maximiano Pavía para sus urgencias, que sería reintegrada en
su totalidad en el mes de noviembre haciéndoles cesión contra Salvador Alegre,
recaudador de los antiguos derechos de sisa mayor, derecho nuevo y saladura
percibidos por la ciudad y cobrados ahora por la Real Hacienda, de sus derechos
y acciones para el cobro de las últimas 365 libras, 14 sueldos y 8 dineros que por
(204) A.H.P.A. Protocolo 635 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, “Carta de pago” y “Venta
condicional de casa”, 6-4-1734 y 11-12-1734, ff. 81v-82v, 423r-423v y 424r-426v, respectivamente, y protocolo
907 de Francisco Hernández, “Venta condicional de casa”, 19-12-1737, ff. 75r-77v. El prestatario era capitán
agregado al Estado Mayor de la Plaza, casado con Bernarda Antón, hija de Antonia Díaz y del ya fallecido Pedro
Antón.
(205) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, “Carta de pago” y “Obligación”, 24-3-1734, ff. 66r-66v y 67r-67v,
respectivamente.
(206) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 11-6-1734, f. 152r-152v. Para más extensa información sobre la trayectoria
vital y profesional del matrimonio Dupin-Abril, Vid. Seguí Romá, V., “El ambiente familiar y profesional de
Juan Bautista Abril, negociante alicantino de la primera mitad del siglo XVIII”, en Vida cotidiana en el siglo
XVIII. Revista Canelobre, núm. 29/30, 1995, pp. 230-231.
(207) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 20-12-1734, ff. 438r-439r.
305
tercias de 91 libras, 8 sueldos y 8 dineros le pagaba el Concejo de la ciudad por
las pensiones de seis censos de montante capital 5.611 libras, según había
ordenado el monarca a favor de los censualistas y ratificado el despacho de D.
Julián de Cañaveras (208).
También Lorenzo Fabiani dejaría constancia testimonial de la práctica de estas
actividades crediticias prestando, en 1751 estando residenciado en Valencia, al
comerciante alicantino Antonio Estelardo y a su esposa Inocencia Graso la
cantidad de 338 libras, 15 sueldos y 5 dineros para que subsistieran con ella a
pérdida y ganancia de cuenta y mitad del prestamista, ofreciendo los prestatarios
satisfacerla en una paga dentro de una anualidad y a cuya seguridad hipotecaban
una finca con su casa y corrales de ganado, situada en la partida del Contraste en
el término de Muchamiel, más conocida popularmente como la Hoya de Pérez
(209).
Tal como acabamos de referir, no era extraño que la liquidación de una deuda
se resolviera con una cesión, mediante la cual el deudor transfería al acreedor el
derecho de cobro sobre un tercero con el que tenía pendiente un crédito. En el
caso de la compañía de los hermanos Fabiani constatamos esta modalidad de
cobro sólo en cuatro ocasiones, no cumpliéndose en todas ellas la finalidad
perseguida.
En marzo de 1726, el negociante inglés Tomás Adams debía 91 libras y media
a la antedicha sociedad comercial, cuyo pagamiento traspasaba sobre el
cordelero de esparto Francisco Sánchez, deudor de Adams en la misma cantidad
pagadera en tres iguales porciones anuales, según la escritura acordada en el mes
de febrero ante José Martí (210).
Pasados nueve años, en julio de 1735, la compañía Merret, Hall y Reveley de
negociantes ingleses ajustaba las cuentas de los negocios tenidos con la de los
hermanos negociantes, resultando aquella deudora en más de 3.500 libras, para
cuya liquidación el socio Jorge Reveley aprobaba media docena de escrituras de
cesión y poder en causa propia contra el negociante suizo Enrique Elver, su
hermana Manuela y el marido de ésta José Peteli por un crédito de 400 ducados,
más 43 libras, 12 sueldos y 6 dineros, contra Antonio de Obregón y Juan
Bautista Abril por una deuda de 200 libras; contra Ignacio Bojoni en cantidad
de 227 libras, 19 sueldos y 8 dineros; contra Pedro Fuerte y Nicolás Graso por
un débito de 747 libras; contra Pedro de Hoyos Marín por las impagadas 1.244
libras, 11 sueldos y 9 dineros; y, finalmente, contra Manuel Pascual Martínez de
Vera por un debido importe de 646 libras y media. Aceptados por la empresa
acreedora los expresados poderes y cesiones, habiendo practicado algunas
diligencias para sus cobranzas, no consiguió percibir ningún numerario efectivo
por resultar “unas cantidades dilatadas y otras casi inciertas”, motivando
(208) A.H.P.A. Protocolo 909 de Francisco Hernández, “Poder y cesión”, 17-11-1739, f. 188r-188v.
(209) A.H.P.A. Protocolo 656 de Vicente Fons, “Obligación”, 8-3-1751, f. 33r-33v.
(210) A.H.P.A. Protocolo 792 de Antonio García, “Poder en causa propia”, 28-3-1726, f. 101r-101v.
306
en junio de 1737 la devolución de los referidos créditos a la compañía inglesa
(211).
Cumplido un año de la antedicha retrocesión, José Pascual Fernández de Mesa
apoderaba a la compañía de los hermanos Fabiani para que, por sí y para sí,
cobrasen 179 pesos, 19 sueldos y 1 dinero de Felipe Lerma, como depositario y
administrador de los bienes pro indivisos de su difunta madre doña Josefa
Alfonsa Martínez de Vera, que le debía satisfacer en septiembre de 1738; esto
es, 128 pesos dispuestos a su beneficio del libramiento de 361 pesos concedido
por decreto de la Audiencia de Valencia sobre los citados bienes embargados, y
51 pesos, 19 sueldos y 1 dinero de los 100 pesos de pensión anual que el
Consistorio de la ciudad pagaba por tercias y el censualista cobraba del citado
Lerma, en su calidad de depositario mayordomo de los propios y rentas de ella, y
cuyo débito había contraído el caballero alicantino por 153 pesos, 4 sueldos y 1
dinero de “habérselos entregado y anticipado graciosamente”, más otros 26
pesos y 15 sueldos “que igualmente les debía de otros préstamos” (212).
En los meses finales de 1744, Pedro Choly practicaba el ajuste de cuentas con
la sociedad de los Fabiani, produciéndose un crédito favorable a esta de 3.623
libras, 18 sueldos y 7 dineros, cantidad que el negociante marsellés había
convenido en pagar dando poder en causa propia y cesión contra Roque Lillo, de
Villena, quien en diciembre de 1727 le confesaba deber poco más de 7.109
libras también del ajuste de cuentas; pero seis años más tarde, en el nuevo
balance practicado en octubre de 1733 y presentado en autos de ejecución ante el
notario Francisco Hernández, todavía no había satisfecho la mitad de la deuda,
quedando pendiente la cantidad que Choly cedía a la empresa acreedora para que
la cobrase de su cuenta y riesgo (213).
La función mercantil de los hermanos negociantes también desarrollaría otros
negocios crediticios operados mediante las letras de cambio, contabilizándose
más de dos decenas de estas cartas de crédito, en las que actuarían
principalmente desempeñando el papel de últimos endosados, tenedores y
portadores de ellas, apareciendo en dos ocasiones como librados, pero nunca
como libradores, dadores o tiradores de estos instrumentos mercantiles, cuyo
próspero desarrollo estaba fundado en la posibilidad de ocultar el cobro de
intereses prohibidos por la Iglesia Católica, unido a la inseguridad que sufría el
transporte de capitales. Además, en el caso que nos ocupa, también resultan
útiles para rastrear las relaciones comerciales mantenidas por los Fabiani con
otros negociantes extranjeros, mayoritariamente genoveses.
Gerónimo padre fue el iniciador de este tipo de actividades que le llevaron a
contactar por dos veces con la paisana compañía de los hermanos Maricone. En
abril y mayo de 1718 eran libradas en Sevilla y Cádiz sendas letras domiciliadas
(211) A.H.P.A. Protocolo 801 de Antonio García, “Retrocesión”, 7-6-1737, ff. 116r-117v.
(212) A.H.P.A. Protocolo 908 de Francisco Hernández, “Cesión”, 8-6-1738, ff. 36r-37v. De la total cantidad
librada por la Real Audiencia, Fernández de Mesa ya había cedido 110 pesos a su esposa doña Micaela Bojoni
por escritura de 23-8-1737 ante Vicente Navarro y Blanquer.
(213) A.H.P.A. Protocolo 1773 de Antonio García, “Poder y cesión”, 13-11-1744, ff. 209r-210v.
307
valoradas en 7.762 reales y medio la primera, y 149 doblones y 27 reales y
medio la segunda, a la respectiva orden de Francisco del Río Soto y de
Margarita Sales Dédalos contra la dicha compañía genovesa. Presentadas por el
portador de ellas, ante la ausencia de los socios titulares, serían los
administradores Bottaro y Castely quienes no las aceptaban por falta de aviso de
sus tiradores (214).
A partir de 1722, sus dos hijos mayores seguirán los pasos de su progenitor en
la utilización de estos documentos crediticios. Así, en agosto de ese año, su
primogénito Juan Bautista presentaba a Ambrosio Delfino para su aceptación y
pago una letra de 50 “doppies” o doblones, sacada el mes anterior en Génova por
los hermanos Multidis a la orden de los también hermanos Causa, compatriotas
establecidos en Valencia. El librado no la aceptaría aduciendo no deber nada a
los tiradores de ella, como le constaba al mismo requeriente por cuya mano les
satisfizo la deuda.
Pasados siete años, los mismos protagonistas debían resolver una letra de 100
libras de procedencia genovesa girada a favor de Juan Bautista Masucco e Hijo.
El tenedor de ella la presentaría jurídicamente; pero personado el notario en el
domicilio del librado no le encontró, averiguando que se había mudado a vivir
regularmente en la huerta de la partida de Fabraquer; pero, al objeto de
asegurarse, preguntaba por Ambrosio a su pariente Francisco Rolando quien
replicaría que hacía 4 ó 5 días había partido para Yecla y el lugar de los
Algezares – Murcia –, a cobranzas de créditos (215).
El mayor número de relaciones mercantiles de esta modalidad las tendrían
durante cinco años con la compañía de negociantes genoveses titulada Antonio y
Juan Esteban Pavía, cuyos inicios se remontaban a principios de mayo de 1725,
cuando Juan Bautista hijo les requería que aceptasen pagar a su tiempo una letra
de 66 doblones, 6 sueldos y 7 dineros, girada en Génova por Cavagnaro y Berio
a la orden de la compañía de los hermanos Fabiani y contra la de los Pavía.
Después de la pertinente notificación jurídica a esta en la persona del socio Juan
Esteban, éste respondía que no la admitía por las razones que escribiría al dador
de la misma. Parecidas circunstancias concurrían un trienio más tarde entre
ambas casas comerciales con respecto a una letra de 25 doblones, sacada en
agosto a 60 días vista en Guigno de Génova por Antonio Moro contra los Pavía
y a la orden de Masucco e Hijo, quienes la endosaban al genovés tío Juan
Bautista y éste a la compañía de sus sobrinos Juan Bautista y Gerónimo hijos,
que requerían a Juan Esteban Pavía a su satisfacción y pago, respondiendo éste
que “no podía pagarla ni pagaba por las razones y motivos que le tiene escrito a
(214) A.H.P.A. Protocolo 785 de Antonio García, “Protesta de letra”, 1-5-1718, f. 145r-145v; y protocolo 65 de
Francisco Andujar, “Protesto”, 31-7-1718, ff. 249r-250v. A la sazón, a causa de una sentencia del Supremo
Consejo de Guerra, Gerónimo Maricone estaba encarcelado, confiscados los bienes de su casa comercial y
administrativamente prohibida toda actividad de ella.
(215) A.H.P.A. Protocolo 895 de Francisco Hernández, “Requerimiento y protesto”, 23-8-1722, f. 189r-189v; y
protocolo 900 de idem, “Protesto”, 15-2-1729, ff. 13r-13v. En adelante, supliremos el monetario término doppie
por su equivalente, el doblón de oro.
308
su dador” (216).
Pasados otros dos años más, los hermanos negociantes eran tenedores y
portadores de dos letras de cambio valoradas en 400 pesos cada una que, con
una diferencia semanal, presentaban a los Pavía en abril de 1730 para su
respectivo pago y aceptación, puesto que la primera de ellas había sido aceptada
a mediados de marzo de ese año. Notificado Juan Esteban, manifestaba respecto
a la primera que no podía pagarla al contado, pero que la abonaría al día
siguiente de la Pascua de Resurrección. En relación al segundo documento
crediticio, replicaba que lo rechazaba por no existir aviso de sus genoveses
sacadores Domingo y Carla Cestini; mas ello no paralizaba el corto plazo de 20
días para el vencimiento del plazo desde su presentación, por lo que,
transcurridos los mismos, sus tenedores la presentarían de nuevo para su
pagamiento, expresando el librado que no la podía pagar ni pagaba por la misma
razón que dejó de aceptarla, motivando la pertinente protesta jurídica.
Finalmente, en junio de ese mismo año, se giraba en Guigno de Génova una
letra de 500 pesos contra los Pavía y a la orden del genovés Juan Jacobo
Bernabó, que la endosaba en julio a José Octavio Bustanzo, residente a la sazón
en Madrid, que a su vez la endosaría en el mismo mes a los hermanos Fabiani,
quienes la presentarían a los Pavía para que la aceptasen pagar a 8 días vista,
aceptación que tenía lugar el 19 de agosto. Pero al día siguiente de su
vencimiento, la compañía librada por medio de Juan Esteban manifestaba que en
esos momentos no la podían satisfacer y que la pagarían en breves días (217).
A mediados de febrero de 1726 se sacaban en París dos letras de cambio
conteniendo un conjunto valor de 500 doblones de oro, la que tendrían por su
tomador al negociante gaditano Francisco Magón, a la compañía Elver y Welter
de negociantes suizos como librada-pagadora y a la de los hermanos Fabiani y
de Marabeuf y Martel como portadoras-cobradoras de ellas. Los pagadores no
satisfacen el mencionado montante en la misma especie, sino en moneda
corriente de plata como era usual en Alicante, al no especificar las cartas de
crédito que el pagamiento se hiciera en igual especie monetaria; pero, pasado un
trimestre, para su mayor tranquilidad y seguridad, la empresa suiza pedía a las
perceptoras que expresaran bajo juramento el tenor de ambas letras con sus
endosos y el haberlas cobrado a razón de 4 pesos el doblón de 32 reales de plata,
cumpliéndolo así Juan Bautista hijo y Pedro Martel por sus respectivas
sociedades que habían recibido 300 y 200 “pistolles” de oro por ese orden (218).
(216) A.H.P.A. Protocolo 896 de Francisco Hernández, “Requerimiento y protesto”, 4-5-1725, f. 84r-84v; y
protocolo 630 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Requerimiento y protesto”, 3-9-1728, ff. 339r-340r. El
requerimiento se notifica a Juan Esteban porque era el socio residenciado en la ciudad, siendo el otro
componente de la sociedad su hermano Antonio, que vivía en Génova.
(217) A.H.P.A. Protocolo 632 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Requerimiento y protesto”, 8-4-1730, 14-4-
1730, 5-5-1730 y 27-8-1730, ff. 112v-113r, 116v-117r, 148r-148v y 316r-317r, respectivamente.
(218) A.H.P.A. Protocolo 896 de Francisco Hernández, “Declaración”, 12-5-1726, f. 86r-86v. Los “doppie”
italianos, las “pistolles” francesas y los doblones españoles tienen el mismo significado crematístico, siendo su
equivalencia la de 4 libras valencianas. La primera letra de 300 doblones era girada a la orden del parisino
Domingo Laisne que la endosaba a Francisco Morel quien la traspasa a Elver y Welter, endosándola éstos a los
309
En abril de 1738, el negociante londinense Antonio Méndez libraba una letra
de 1.000 pesos para que los hermanos negociantes la pagaran a su orden por el
valor en cuenta, siendo portador de ella la empresa inglesa Merret y Hall que, en
el siguiente mes, la presentaba para su aceptación a Gerónimo hijo quien, oído el
requerimiento jurídico y vista la letra, respondía deber al librador mayor crédito
que el tirado; pero no la aceptaba por falta de aviso, lo cual haría después de
tenerlo.
No sería esta la única ocasión en que los hermanos Fabiani aparezcan como
librados, ya que pasados cuatro años se repetía la misma circunstancia con otra
letra de cambio girada en Génova un 11 de septiembre por Carla Cestini,
valorada en 89 doblones, 19 sueldos y 10 dineros pagaderos en 66 días a la
orden de Masucco e Hijo. Era su portadora la compañía genovesa de los
hermanos Jacinto y Vicente Ardizon/e, que la presentarían para su aceptación
dos días después de sacarla a los también hermanos negociantes, los cuales
dijeron no aceptarla por “no haber embolsado todavía efectos de su dador”.
Cumplido el vencimiento, Jacinto les requería notarialmente su pagamiento,
respondiendo los librados “no haber embolsado el haber del deudor que
pertenece al dador de la letra, y siempre y cuando suceda el embolse le harán la
debida remesa” (219).
El canónigo de la colegial de San Nicolás Felipe Capurro, de ascendencia
genovesa, debía abonar en 15 días a la vista los 350 pesos contenidos en una
letra sacada en Génova, a principios de julio de 1729, por su hermano Antonio a
la orden de su paisano José Novelles, que la endosaba al barcelonés Jaime
Fábregas por el valor en cuenta, transfiriéndola éste a los hermanos Juan
Bautista y Juan Causa, de Valencia, también por el valor entendido con ellos, los
cuales la endosarían a los hermanos Fabiani por idéntico motivo del valor en
cuenta. Éstos, antes de finalizar ese mes, requerían al prebendado eclesiástico a
su admisión y pago a su tiempo, replicando éste no aceptarla ni pagarla de
momento a causa de no hallarse con efectos de su tirador, los cuales tendría para
la venidera fiesta de Todos Santos, en cuyo día la pagaría porque en el vencían
diferentes plazos de cantidades crediticias. No obstante, vencido el quincenal
plazo, la compañía tenedora solicitaba al notario que requiriese al eclesiástico
residenciado en dicha iglesia colegial su pagamiento; pero, no hallándole,
preguntaría por él a su criado Félix Ivorra, respondiendo éste que “su amo estaba
ausente de la ciudad, ignorando cuando se reintegraría a ella” (220).
Esta modalidad de operaciones crediticias de los hermanos negociantes
perduraría hasta mediados de los años treinta del siglo debido, probablemente,
Fabiani. La segunda, de 200 doblones, era sacada a la orden de José Magón que la endosaría a Laisne pasando
éste su propiedad a Morel, del cual la recibirían Elver y Welter quienes la endosarían a Marabeuf y Martel.
(219) A.H.P.A. Protocolo 794 de Antonio García, “Protesta de letra”, 10-5-1728, f. 152r-152v; protocolo 362 de
Pascual Bueno, “Requerimiento y protesta”, 13-11-1732, f. 385r-385v; y protocolo 363 de idem, “Requerimiento
y protesta”, 9-1-1733, f. 4r-4v.
(220) A.H.P.A. Protocolo 631 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Requerimiento y protesto”, 22-7-1729 y 8-8-
1729, ff. 265r-266r y 275v-276v, respectivamente.
310
a que los gastos derivados de las dificultades para su cobranza, resultando
algunas letras de dudoso cobro y también inciertas, no compensaban los
previsibles beneficios que de ellas pudieran obtenerse, al menos eso parece
deducirse de las siguientes muestras:
En febrero de 1731 se giraba en Génova una letra de casi 147 pesos pagaderos
en 30 días a la vista contra Juan Domingo Grassi, negociante de aquella
República asentado en Alicante y que emparentaría por matrimonio con los
Marabeuf, resultando ser portadora de ella la sociedad de los hermanos
negociantes quienes, pasado un mes, hacían su presentación jurídica al librado
para que la aceptase pagar a su tiempo, lo cual acontecía el día 13 de marzo;
pero queriendo que en la aceptación se comprometiera a pagarla en la madrileña
casa de Rodulfo Firidolfi y compañía, negándose a ello. Por ello, al ser requerido
a su pago, Grassi adujo no querer ejecutar el pagamiento de manera distinta a la
contenida en su aceptación para salvaguardar sus derechos.
A mediados de ese año, era Miguel Bosch el librado de una maltesa letra de
cambio valorada en 500 pesos a pagar en 15 días a la vista, sacada por Francisco
Piza a la orden del mencionado Firidolfi y compañía, y endosada por éste a la de
los hermanos Fabiani que practicaban el formal requerimiento de aceptación,
respondiendo el negociante francés no aceptarla por no tener efectos de su
librador, a causa de estar aún retenidas en la aduana local las 6 botas de azúcar
que de su orden le entregó José Terol, maestro cirujano, por no quererlas
despachar su administrador sin cobrar los derechos aduaneros, no obstante
haberle mostrado un despacho de su colega de Palma de Mallorca que expresaba
estar pagados los aranceles del citado azúcar. Vencido el término contenido en la
letra, Bosch era requerido a su pago, el cual rechazó aduciendo los mismos
motivos expresados en la respuesta de no aceptación (221).
Mucho más gravoso, sin duda, le debió resultar a la compañía de nuestros
personajes, por ser la portadora, el cobro de una letra genovesa valorada en
4.800 pesos sacada contra la compañía de Pedro Tarrolugui Fornettía quien, a
mediados de enero de 1733, era formalmente requerido a su aceptación y pago,
comenzando a tal fin sus diligencias el fedatario público sin conseguir con ellas
localizar a Pedro y a sus dos socios. Pocos días más tarde, teniendo noticias de
que una casa situada en la calle de la Pelota albergaba a algunos genoveses, se
desplazaba hasta ella preguntando por los susodichos a Juan Bautista Bugni, el
cual respondía que Pedro era su amo y se hallaba en Murcia, mientras los otros
dos socios contenidos en la letra se habían reintegrado a Italia (222).
Acaso un ligera satisfacción les produjera a los hermanos negociantes la
presunta cobranza, hacia mediados de 1733, de una corta cantidad de 12
doblones y medio contenidos en una letra de cambio para pagar a 4 días vista, li-
(221) A.H.P.A. Protocolo 633 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Requerimiento y protesto”, 14-3-1731, 4-7-
1731 y 20-7-1731, ff. 97r-97v, 216v-217v y 236r-236v, respectivamente.
(222) A.H.P.A. Protocolo 634 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Requerimiento y protesto”, 16-1-1733, ff. 14v-
15r.
311
brada en Génova contra el patrón Nicolás Juacaluga y a la orden de José Causa,
el cual la transfería a su hermano y cónsul en Valencia Juan Bautista Causa y
éste a la compañía de los hermanos Fabiani, quienes practicarían el pertinente y
formal requerimiento de aceptación y pago, respondiendo el marino genovés que
no la podía aceptar ni pagar por desconocer si su agente en la capital ligur,
Cotardo Parodi, los había satisfecho a quien le había ordenado; pero, pese a
todo, la pagaría puntualmente (223).
Sin embargo, la satisfacción, si la hubo, sería fugaz porque al iniciarse el mes
de diciembre de ese año los hermanos negociantes eran tomadores, por el valor
en cuenta, de una letra de 250 “piastras” o libras valencianas pagaderas a 20 días
vista, sacada tres meses antes en Cannes por Bufett Buterendet contra el
marsellés negociante de puerta abierta Juan Bautista Ami e hijos que, ante el
legal requerimiento, reaccionaban diciendo no aceptarla ni pagarla por los
motivos y razones que escribirían al librador de ella (224).
Finalmente, en mayo de 1734, se giraba en Alejandría una letra de cambio a 30
días vista, valorada en 16 doblones contra Domingo Gotta y compañía
Piamontesa y a la orden de Crosa y Blanchi que, tras un par de endosatarios,
llegaba a ser propiedad de los hermanos Fabiani, quienes en el mes de julio la
presentaban formalmente requiriendo su aceptación y pago; pero conocedor el
notario de que el librado habitaba en la casa de Ambrosio Camborini a ella se
dirigió, manifestándole éste que Gotta se había desplazado a Madrid y en la
Villa y Corte permanecía (225).
Este último caso bien podría considerarse como ilustrativo de la común
dificultad de los negociantes para la cobranza de los créditos, motivada por la
excesiva morosidad derivada, a su vez, de la general pobreza y escasa capacidad
adquisitiva de la población. Tantas eran las trabas para recuperar los créditos que
estos solían ser clasificados en tres categorías: dudosos, inciertos y fallidos.
En uso de su legítimo derecho por recuperarlos, los hermanos negociantes
precisarían las vías jurídica y judicial, al igual que la generalidad de sus
compañeros de profesión, a cuyo fin otorgarían poderes jurídicos a personas de
su máxima confianza surgida, de forma habitual, a través de una frecuente
relación comercial o personal, motivo por el que los apoderamientos también
posibilitan un cierto conocimiento de sus redes mercantiles.
El fundador del linaje, habida cuenta de que el área geográfica de sus negocios
apenas rebasaron el ámbito local, tuvo por exclusivo hombre de confianza y
apoderado a Bernabé Monte, procurador de causas en el juzgado real de la
ciudad que llegaría a ejercer el oficio de notario, utilizado tanto en los litigios
como en la cobranza de créditos. Cuando la resolución definitiva de una causa
pasaba a depender de la Real Audiencia, designaba por su representante y defen-
(223) A.H.P.A. Protocolo 634 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Requerimiento y protesto”, 26-6-1733, f. 181r-
181v.
(224) A.H.P.A. Ibid., “Protesto”, 1-12-1733, ff. 337v-338r.
(225) A.H.P.A. Protocolo 635 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Protesto”, 2-7-1734, ff. 178v-179r.
312
sor al valenciano Antonio Albert, doctor en ambos derechos (226).
No sucedería lo mismo con sus hijos negociantes, que nombrarían por sus
procuradores a personas leales dependiendo del lugar y asunto concreto, dado
que sus actividades mercantiles superaron los actuales límites locales,
provinciales y autonómicos. Así, en noviembre de 1720 designarían a Juan
Tomás Quesi, negociante residenciado en Madrid, para cobrar de Patricio Joyes
y compañía, también asentado en dicha Villa y Corte, la cantidad de 3.530 pesos
y 3 reales que les debía por cuentas, remesas de efectos y otros negocios habidos
entre ellos, autorizándole además a comparecer en juicio si preciso fuere para la
cobranza; pero si el asunto competía resolverlo a alguno de los Reales y
Supremos Consejos, el representante de su confianza elegido fue Pedro Crespo
(227).
A finales del siguiente año, Gerónimo hijo se hallaba en Génova, desde donde
apoderaba ante Cayetano Pino a su hermano mayor para cobrar créditos al
gaditano Tomás Montano, que Juan Bautista hijo substituiría a tal fin en Ángel
María Gnecco, negociante genovés residente en esa ciudad andaluza. En
reciprocidad, motivada por el sentido de unidad y apoyo mutuo entre los
negociantes para la defensa de sus intereses, el presbítero alicantino Alberto
Gnecco también substituiría en Juan Bautista hijo y en Ambrosio Delfino el
poder que, ante el notario de Cádiz Juan Luis de Vergara, le había otorgado su
hermano negociante para cobrar de Bocardo y compañía las cantidades debidas
por Antonio Bocardo, pudiendo instar litigio si se viesen precisados a ello.
Facultades que, en su transmisión, el sacerdote hacía extensivas a otros deudores
de la ciudad y de fuera de ella (228).
Si el asunto a resolver de modo favorable a sus intereses debía solventarse en
la ciudad de Murcia, la compañía de los hermanos Fabiani confiaba su
representación en dos apoderados distintos en función del socio que hiciera el
otorgamiento, pues para Juan Bautista hijo sus más leales colaboradores eran los
negociantes Decugis y Cayron; mientras que para Gerónimo hijo lo sería el
murciano Pedro Valverde (229). Igual sucedía en los casos de Alicante, donde
para el menor de los dos hermanos sería Antonio Sureddo su procurador
favorito, en tanto que para el mayor de los hermanos fue su colaborador
preferido el procurador José Izquierdo (230).
Sin embargo, ambos hermanos y socios coincidían si se trataba de cobrar al
(226) A.H.P.A. Protocolo 894 de Francisco Hernández, “Poder para pleitos”, 28-9-1721 y 25-10-1721, ff. 185r-
185v y 208r-208v, respectivamente; y protocolo 625 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Poder para cobrar”, 9-4-
1723, f. 47r-47v.
(227) A.H.P.A. Protocolo 67 de Francisco Andújar, “Poder para cobrar y pleito”, 24-11-1720, f. 205r-205v; y
protocolo 635 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Poder para pleito”, 29-6-1734, f. 172r-172v.
(228) A.H.P.A. Protocolo 895 de Francisco Hernández, “Substitución de poder” y “Substitución y poder”, 12-1-
1722 y 23-3-1722, ff. 14r-14v y 83r-86v, respectivamente.
(229) A.H.P.A. Protocolo 1573 de Vicente Rovira, “Poder para pleito”, 5-2-1726, f. 32r-32v; y protocolo 633 de
Francisco Ferrando y Roçelló, “Poder para pleito”, 26-10-1731, ff. 335v-336r.
(230) A.H.P.A. Protocolo 628 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Poder para pleitos”, 21-8-1726, f. 232r-232v; y
protocolo 899 de Francisco Hernández, “Poder para pleito”, 7-6-1728, f. 58r-58v.
313
malacitano Juan Herrera y compañía la deuda pendiente, en cuyo caso
designaban a los negociantes Gaspar y Agustín Vanesvik establecidos en
Málaga; o en el caso de precisar defenderse o demandar ante el juzgado de
Elche, para lo cual concordaban en nombrar al ilicitano Carlos Gil (231).
La conformidad era total entre los dos hermanos negociantes cuando la materia
judicial o crematística se trasladaba a Valencia, en donde sus más firmes
representantes fueron los hermanos Causa, si bien con un cierto matiz
preferencial respecto de ellos, puesto que para los litigios se designaba al cónsul
Juan Bautista Causa y para el cobro de créditos, como el correspondiente al
genovés Francisco Ferro, eran nombrados conjuntamente apoderados Juan
Bautista y Juan Causa. Esto mismo practicarían también en Barcelona con los
negociantes Bensi y Merizano para idéntica finalidad económica, resultando
infructuosos los nombramientos en ambas ciudades porque, al parecer, el citado
Ferro permanecía poco tiempo en cada lugar; pero enterados los hermanos
Fabiani de la posibilidad de localizarle en la ciudad sarda de Caller, designaban
sucesivamente a sus vecinos Juan Benedito Ysola y Antonio Simón Ysquinto
para intentar conseguir la cobranza del escurridizo deudor (232).
Si la pretensión de los hermanos negociantes era recuperar las cantidades de
los créditos impagados por deudores residentes en localidades provinciales,
nombraban a representantes específicos del lugar en cuestión y, por tanto,
diferentes a los de la capital. De este modo, en febrero de 1733, facultaban a
Juan Francisco Alemán, de Lorca, para cobrar de su arriero conciudadano
Andrés Olivares las 294 libras debidas del importe de 3 balones de papel floreto
y 6 balones del ordinario, vendidos al fiado en el año inmediato anterior por el
respectivo precio de 39 libras y 29 libras y media la unidad. La eficaz gestión del
apoderado daría óptimos resultados, ya que en los cuatro meses siguientes el
deudor había satisfecho 125 libras y ofrecía pagar la deuda restante en el plazo
de dos meses.
Otro tanto hacían con el abogado yeclano Pedro Díaz Muñoz, al que
autorizaban en mayo de ese año para la cobranza extrajudicial y/o judicial del
crédito adeudado por José Soriano “el soldado”, José y Nicolás Puche, todos
vecinos de esa murciana villa, a la compañía de los hermanos; o el poder
jurídico concedido al oriolano Francisco Mesples para recibir del deudor de esa
ciudad José Rodríguez las 642 libras, 12 sueldos y 3 dineros, cantidad debida y
contenida en dos vales firmados a favor de la compañía acreedora por el valor de
los efectos vendidos al fiado (233).
Idéntico motivo al último referido propiciaría, ya en 1734, la concesión de
(231) A.H.P.A. Protocolo 897 de Francisco Hernández, “Poder para cobrar”, 11-8-1726, f. 116r-116v; y
protocolo 900 de idem, “Poder para pleito”, 11-2-1729, f. 9r-9v.
(232) A.H.P.A. Protocolo 898 de Francisco Hernández, “Poder para pleitos”, 17-8-1727, f. 95r-95v; y protocolo
904 de idem, “Poder para cobrar”, 13-3-1733 y 25-4-1733, ff. 41r-41v, 40r-40v, 42r-42v y 67r-67v,
respectivamente.
(233) A.H.P.A. Protocolo 634 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Poder para cobrar y pleito” y “Obligación”, 20-
2-1733, 9-5-1733, 3-8-1733 y 19-6-1733, ff. 55v-57r, 130r-131r, 227v-228r y 167r-167v, respectivamente.
314
poder al crevillentino Bautista Amorós para que cobrase 22 libras al doctor
Ambrosio Guillem, y otras 22 libras, 1 sueldo y 2 dineros a Francisco Manchón,
deudores avecindados en dicha villa, cantidades que en sus respectivos vales
manifestaron deber a la compañía de los hermanos negociantes; o también la
designación del notario de Alcoy José Mataix como su representante para recibir
del tratante de esa villa Francisco Claver 258 libras, las que expresó deber y
prometió pagar en escritura de obligación redactada ante el mismo apoderado
notario (234).
A pesar de ser habitual que los hermanos socios otorgasen los poderes en
solitario, en tres ocasiones distantes en el tiempo se unirán con otros varios
negociantes de la ciudad para, a modo de corporativismo profesional, proceder a
los apoderamientos. A finales de la década de los años veinte, conjuntamente
con otros cinco negociantes en representación de otras tantas casas comerciales,
designaban por sus representantes a los también hermanos negociantes Agustín y
Antonio Ramírez, residentes en la capital del Reino, para la defensa judicial de
sus intereses (235).
Pasados más de quince años, en unión de una decena de comerciantes y
compañías, facultaban a su compañero de profesión Pedro Montengón para
cobrar créditos de los bienes hereditarios del murciano Alejandro Labrerio y
compañía, contenidos en las letras de cambio giradas a favor de los otorgantes,
se incautase de ellos ante fedatario público mediante inventario y los retuviese
en su poder en nombre de sus representados (236).
Una vez finalizadas las dos compañías de comercio y negociación formadas
por Juan Bautista hijo, a causa de la muerte de su hermano Gerónimo la primera
y del traslado de su sobrino Lorenzo a Valencia la segunda, conectaba aquél con
otra quincena de hombres de negocios y compañías para defender sus derechos
ante la justicia de la ciudad, a cuyo fin apoderaban al procurador de causas
Pascual Llobregat (237).
Al fallecimiento del negociante y cónsul genovés, su viuda Ángela María
Dulcini se uniría también a media docena de comerciantes para facultar al
murciano Agustín Poey a la incautación depositaria, en sí mismo o en poder de
un tercero, de los efectos, deudas, libros, derechos y acciones pertenecientes a
Pedro Roby, negociante de la ciudad de Murcia ausente de ella, como acreedores
(234) A.H.P.A. Protocolo 635 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Poder para cobrar y pleito”, 27-6-1734 y 7-5-
1734, ff. 168r-169v y 104v-105v, respectivamente.
(235) A.H.P.A. Protocolo 899 de Francisco Hernández, “Poder para pleito”, 7-4-1728, f. 45r-45v. Además de
Juan Bautista hijo, fueron otorgantes los genoveses Sebastián Noly, Juan Domingo Grassi, Esteban Bocardo y
Francisco María Raggio, así como el suizo Gaspar Welter.
(236) A.H.P.A. Protocolo 770 de Juan Galdó, “Poder para cobrar”, 18-5-1745, ff. 69r-70v. Junto al cónsul
genovés, fueron firmantes Juan Bouligny, Pavía y compañía, Pedro e Ignacio Geraers, Lorenzo Mabily e Hijo,
Juan y Francisco Lyón, Jacinto Ardizón/e, Juan Pechier, Miguel Costilla, Juan Labadie y compañía, y Samper y
Bertholdi compañía.
(237) A.H.P.A. Protocolo 657 de Vicente Fons, “Poder para pleitos”, 15-7-1752, ff. 175r-176v. Los restantes
signatarios fueron Juan Bautista y Jaime Loustau, Francisco Lahora, Long y Beraud compañía, Samper y
Bertholdi compañía, Jaime Samper, Juan Bouligny Padre e Hijos compañía, Juan Bautista Tiran, Lorenzo Mabily
Padre e Hijo, Miguel Costilla, Ravel y Jaume compañía, Pablo Bremond, Luis Larchier y Pedro Montengon.
315
que eran a todo ello en virtud de sus respectivos créditos impagados ofreciendo
su justificación mediante escrituras, vales y otros instrumentos, cuyo depósito de
aquellos bienes debía el apoderado pedir y hacer, tanto judicial como
extrajudicialmente, a cuenta y riesgo de los signatarios del poder (238).
Finalmente, en los iniciales meses de 1756, el cónsul genovés junto a Ignacio
Geraers, de quien era administrador judicial de sus bienes, habían facultado a
Jacinto Ripoll, de Busot, para que les representase y defendiese en los litigios
civiles instados ante el notario del lugar Tomás Brotons contra el vecino del
mismo Simón Giner. El fallo resultaría favorable a los demandantes; pero el reo
interpondría recurso de apelación ante la Real Audiencia, motivando que los
negociantes revocaran el poder a Ripoll y otorgasen uno nuevo al procurador
Ignacio Cazorla, quien estando autorizado para poderlo sustituir así procedería
en la persona del notario y procurador valenciano Francisco Comes (239).
Los negociantes del linaje de los Fabiani mostraron escasa inclinación por las
actividades especulativas, siendo por ello mínimas incluso sus participaciones en
la compra de censos; pero dando la sensación de que las pocas operaciones
censales practicadas lo fueron por compromiso y/o precisión, sin la pretensión
exclusiva de obtener lucro.
Gerónimo padre sería, lógicamente, el primero en relacionarse con este tipo de
operaciones, en cierto modo parecidas a los actuales créditos hipotecarios, al
redimir en el último trimestre de 1721 un censo de 23 libras de capital impuesto
sobre una finca rústica, situada en la partida del Raspeig, y demás bienes del
labrador Bautista Maruenda a favor del Marqués del Bosch, caballero de la
orden de Montesa y San Jorge de Alfama, a quien el censatario le debía 29
pensiones atrasadas a razón del 5 % que sumaban la cantidad de 33 libras y 7
sueldos, motivando que el censualista hiciese oposición en la causa de ejecución
seguida por el convento de la Santísima Faz contra dichos bienes, en cuyos autos
participó el fundador del linaje como fiador del censatario. En la consiguiente
sentencia de remate se le adjudicarían al Marqués tierras de la citada finca
valoradas en 44 libras, pagando el fiador por manos de su procurador Bernabé
Monte la restante cantidad hasta las 59 libras, 9 sueldos y 4 dineros que
importaban censo, pensiones y costas.
La mencionada comunidad religiosa de monjas clarisas había seguido
ejecución contra la persona y bienes de Maruenda por un débito de 591 libras y
10 sueldos, el cual incluía las 400 libras de capital del censo que se impuso por
la dote de sor Ana Fabiani, sobrina del fiador, más las cantidades derivadas de
las pensiones, prorratas y costas de la ejecución, la cual se remató en la mitad de
la antedicha finca del ejecutado y que, por ausencia de postor, era justipreciada y
(238) A.H.P.A. Protocolo 663 de Vicente Fons, “Poder para incautar”, 21-7-1757, ff. 158r-158v. Junto a la
viuda, eran firmantes de esa facultad jurídica Pedro Bordonave, Francisco Loustau como apoderado de Luis
Dabadie, José Ravel, Pedro Laviña, Juan Bautista Belón menor y Domingo Picó en calidad de albacea,
depositario y administrador de los bienes hereditarios de Jaime Samper.
(239) A.H.P.A. Protocolo 662 de Vicente Fons, “Poder para pleitos” y “Substitución de poder”, 24-2-1756 y 15-
7-1756, ff. 55r-55v y 171r-171v, respectivamente.
316
adjudicada en 400 libras que Gerónimo padre depositó como fiador del
censatario labrador (240).
Cinco años más tarde, el progenitor familiar invertía 600 libras en la compra
de un censo de ese capital y pensión anual 600 sueldos cargado sobre todos los
bienes del convento dominico de Nuestra Señora del Rosario, siendo especial
hipoteca una hacienda situada en la partida de la Condomina con su casa, cubo,
bodega y cisterna, conteniendo 54 tahúllas y una cuarta de tierra plantadas en
parte de viña y en parte tierra campa con diferentes árboles, además de gravar 6
casas habitables poseídas en la calle de los Frailes del arrabal de San Antón,
contiguas unas con otras y con la ermita de Santo Domingo (241).
Las contadas actividades censales de sus hijos negociantes comenzaban en
marzo de 1731, con la venta real del notario Juan Linares de 50 sueldos de anual
rédito impuestos sobre una propia finca rural con su casa, cubo, cisterna y corral
de encerrar ganado, situada en la partida de la Fuente Caliente – Fontcalent –,
con parte de ella plantada de viñedo y distintos árboles y parte de tierra campa,
por el precio de 50 libras pagadas de contado en monedas de plata para cobrar
los censualistas la anua pensión, mientras no se redimiese esta cantidad principal
del censo (242).
Dos años después, la genovesa Clara María de Negri, viuda de su segundo
marido el francés Ignacio Geraers, y sus hijos Pedro e Ignacio Geraers tenían la
propiedad de un censo de 1.650 libras con su anual pensión del 5 % pagada por
la ciudad en cada 21 de mayo, que les fue vendido por Pablo Fernández de Mesa
mediante escritura ante Adrián Cazorla en diciembre de 1732, el cual fue
cargado por el caballero Francisco Mojica como síndico especial de la ciudad
sobre los propios y rentas de ella a favor de los herederos de Pedro Bojoni en
cantidad de 3.000 libras, de las que pertenecieron al dicho Pablo 2.000 libras y
de ellas sólo vendió las citadas 1.650 que, a mediados del año 1733, transferían
su propiedad a la compañía de los hermanos Fabiani por el precio del mismo
capital principal, pagado de contado en monedas de oro o doblones (243).
La última operación censal de los hermanos negociantes correría a cargo de
Gerónimo hijo, un año antes de su muerte y en calidad de consorte de Josefa
María Almiñana, cobrando del ennoblecido negociante francés Francisco
Marabeuf las 617 libras, 3 sueldos y 4 dineros que importaban el capital y
prorratas de un censo redimible de 600 libras, impuesto al 5 % de rédito por los
cónyuges Antonio Brusqueto y Ana María Rodrigo en agosto de 1716 ante
Antonio Sureddo a favor de Martín Almiñana, del cual era especial hipoteca una
hacienda con su casa, cubo, bodega y pozo manantial situada en la Condomina,
compuesta por 60 tahúllas plantadas de viñedo y diferentes árboles, que fue
comprada por el negociante bretón en julio de 1720 mediante escritura ante
(240) A.H.P.A. Protocolo 894 de Francisco Hernández, “Redempción”, 7-10-1721, f. 190r-190v; y protocolo 354
de Pascual Bueno, “Carta de pago y redempción”, 20-10-1721, ff. 372r-373v.
(241) A.H.P.A. Protocolo 628 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Cargar censo”, 29-1-1726, ff. 29r-32v.
(242) A.H.P.A. Protocolo 633 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Imposición de censo”, 2-3-1731, ff. 69r-72v.
(243) A.H.P.A. Protocolo 634 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Cesión de censo”, 10-6-1733, ff. 154v-159r.
317
el notario Antonio García con el gravamen de dicho censo, el cual le fue
adjudicado a la esposa de Gerónimo hijo en la división y partición de los bienes
de sus difuntos padres, Martín Almiñana e Inés Bigot, que celebraron ante el
último citado fedatario público en diciembre de 1737 con la concurrencia del
alguacil mayor del Santo Oficio y su cónyuge, más los hermanos de ésta mosén
Luis y Juan Almiñana (244).
EL PATRIMONIO
(244) A.H.P.A. Protocolo 806 de Antonio García, “Redempción de censo”, 22-3-1745, ff. 37r-39v.
(245) Supra, página 240, nota 46.
318
Fenollar y que, a comienzos de 1750, ampliaba con otros 3 jornales plantados de
almendros, olivos y otros árboles, conteniendo su casa pequeña, noria y balsa,
transferidos por su testaferro albañil Francisco Gadea quien, en octubre de 1749,
las compraba del cantero José Guillem y de sus hermanas Josefa y Mariana,
como bien pro indiviso de la herencia de su padre por el precio de 400 libras
pagadas de contado, cantidad propia del religioso jesuita aportada como
administrador de la administración de Martí fundada en el mismo Real Colegio
de la Compañía, en cuya transacción el comprador sólo tuvo el nombre
acomodado “por justos motivos que entonces ocurrieron” (246).
En cuanto a la propiedad inmobiliaria, el progenitor familiar poseería 3 casas
en la ciudad, no todas propias, siendo la primera de ellas la situada en la calle
Nueva de San Nicolás, también llamada de Liorna quizás por el desorden
urbanístico de sus edificaciones, que le sería confiscada en 1710 y reintegrada a
su dominio en 1723. A finales del siguiente año, deseando dotarla de mayor
comodidad, pretendía construir una cisterna para llenarla del agua que abastecía
a las fuentes de la ciudad, que conseguiría sacando y formando una acequia
derivada de la principal, la cual debería pasar por debajo de una casa situada
entre las puertas de la Huerta y de la Reina habitada por el inquilino carpintero
Bautista Doménech, perteneciente al vínculo fundado por Esperanza Campos y
poseída por Carlos Castillo, el cual pactaría con Gerónimo padre el permitirle
pasar dicho conducto por debajo de su casa sólo durante su voluntad o la de sus
sucesores, sin que en tiempo alguno adquiera servidumbre ni pueda por el
tiempo prescribir, sino que cuando quiera el permitidor y/o sus sucesores puedan
quitar la acequia de la citada casa sin que nadie se lo pueda obstaculizar (247).
Conseguido el objetivo de abastecer de agua a la casa bajo la enunciada
condición, era su propósito ampliar su superficie a cuyo fin trataba, en febrero de
1725, con el cordelero de esparto y palero José Sánchez la compra de 20 palmos
de un solar colindante conteniendo 43 palmos, que el artesano adquirió a censo
por 100 libras del cabildo de San Nicolás mediante escritura ante José Tahuenga
en septiembre de 1722. El precio de la adquisición alcanzaba las 80 libras, que
incluían unas tapias valoradas en 35 libras y edificadas por el vendedor con la
finalidad de levantar ciertas obras (248). Esta casa con el suelo agregado sería
justipreciada en 515 libras y destinada al alquiler, para así obtener la renta
vitalicia de 30 libras adjudicadas a su hija sor María Francisca.
El segundo inmueble poseído sin título de propiedad por Gerónimo padre sería
el situado en el Portal de Elche, ocupado, como veremos más adelante, a modo
de arrendamiento enfitéutico como consecuencia de la antedicha confiscación
inmobiliaria y convertido, desde entonces, en el domicilio permanente de los
Fabiani-Bottari; mientras el tercero y último inmueble conocido era una casa de
su propiedad en la calle Mayor, consignada en congrua de 1.500 libras donada a
(246) A.H.P.A. Protocolo 774 de Juan Galdó, “Transportación”, 16-1-1750, ff. 74r-76r.
(247) A.H.P.A. Protocolo 626 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 22-12-1724, ff. 271r-272v.
(248) A.H.P.A. Protocolo 896 de Francisco Hernández, “Venta real de solar”, 6-2-1725, ff. 14r-15v.
319
su hijo Tomás para su ingreso en el sacerdocio y transmitida en patrimonio a
éste como parte de su legítima, siendo apreciada en algo más de 1.658 libras.
El progenitor familiar también poseía, como bien hereditario paterno, una casa
situada en la plaza de Santa Limbania de su natalicio lugar de Voltri, en la
Ribera de Génova, cuya propiedad compartía con su hermano Juan Bautista. En
mayo de 1728, ambos hermanos la vendieron a su hermana Magdalena por 1.300
libras genovesas, recibiendo Gerónimo padre la mitad del precio de venta que
incluía también pensiones y demás beneficios obtenidos de ella (249).
En cuanto a sus hijos negociantes, ninguno de los dos alcanzaría a disponer de
inmueble urbano de su propiedad hasta la secular década de los años treinta; si
bien su homónimo descendiente, a causa de las circunstancias personales de su
padre motivadas por su avanzada edad sumadas a la residencia de su hermano
mayor y consorte en la casa paterna, más la de su doncella hermana María
Gerónima y a su reciente matrimonio con Josefa María Almiñana, tomaba en
subarrendamiento a mediados de 1727 una casa propiedad del caballero
Gerónimo Frígola Brizuela y de su esposa doña Teresa Ferrer Escorcia,
residentes en Valencia, situada en la calle comúnmente llamada Escalera de
Santa María, y que su tratante procurador Valero Duart había arrendado al
negociante genovés y familiar del Santo Oficio Pedro María Ravasquino por
tiempo de seis años, que comenzarían el día primero de mayo de 1725 al precio
anual de 125 libras pagadas en medias añadas, según el estilo de alquileres de
casas imperante en la ciudad, pensión y condición con las que su citado inquilino
la realquilaba a Gerónimo hijo por los cuatro años que aún restaban del
arrendamiento (250).
Este citado inmueble sería el nuevo hogar del realquilado y familia durante
algún tiempo, tal y como atestigua la correspondiente documentación de carácter
fiscal (251); pero no llegaría a consumir el cuatrienio disponible porque, en
octubre de 1730, volvía a subarrendar del inquilino maestro de armas Juan
Bautista Tallafigo una casa, convertida en solar desde los tiempos de la Guerra
de Sucesión por la falta de medios económicos de la propiedad, que éste tomó en
arriendo el 1 de septiembre de 1729 de la doncella doña Vicenta Castillo,
poseedora del vínculo fundado por Luisa Campos en el que recaía dicha casa
solar situada en la calle Barranquet del arrabal de San Francisco, por tiempo de
20 años comenzados el primer día de diciembre con la anual pensión de 28
libras, pagando 8 libras por añadas anticipadas y las restantes 20 libras anuales,
que en todo el tiempo del arrendamiento producían un montante de 400 libras,
siendo invertidas por el arrendatario espadachín en reedificar y dejar habitable la
(249) A.H.P.A. Protocolo 899 de Francisco Hernández, “Carta de pago”, 29-5-1728, f. 53r-53v.
(250) A.H.P.A. Protocolo 1054 de Francisco Linares, “Rearrendamiento de casa”, 4-6-1727, ff. 23r-24v. El día 2
de mayo de 1725 ante el notario de Valencia Tomás Cebolla los linajudos consortes apoderaban a Duart, quien
firmaría con Ravasquino el contrato de alquiler el día 13 del citado mes y año, en el cual se estipulaba que el
arrendamiento empezaba a correr desde el día 1. A.H.P.A. Ibid, “Arrendamiento de casa”, 13-5-1725, ff. 33r-35v
(251) A.M.A. Arm. 7, Lib. 2, “Repartimiento del Equivalente. Año 1728”. Gerónimo hijo figura en este año
residenciado en la dirección de este inmueble.
320
casa solar mediante los trabajos del maestro albañil Nicolás Puerto. Y, en este
estado, la realquilaba a Gerónimo hijo durante los 19 años restantes de su
arrendamiento apreciados en 550 libras, pagadas de contado por el nuevo
inquilino en doblones y pesos sacados de los beneficios de su casa de comercio y
negociación (252).
Pasados siete meses de haber ocupado esta nueva residencia, la propietaria del
inmueble ratificaba el subarrendamiento del mismo y sus condiciones; pero, en
opinión del realquilado, necesitaba la casa algunas reformas para su mayor
perfección y más cómoda habitabilidad, además de resultar estas más
beneficiosas para la propiedad, estando dispuesto a realizarlas con su propio
dinero con tal de que finalizado el plazo del realquiler se prorrogase su duración
en proporción al importe de las obras, según se conviniese. El inquilino,
contando con el consentimiento de la propietaria, ejecutaba las reformas por un
importe de 252 libras, 10 sueldos y 9 dineros, cantidad que en su mayor parte
procedía de la fraterna sociedad comercial y de negocios, prorrogándole doña
Vicenta Castillo 4 años más el arriendo de dicha casa (253).
En marzo de 1732, su hermano el deán compraba de Vicente Milot y su esposa
una casa en el arrabal de San Francisco y calle del mismo nombre, ubicada
frente al almacén de Francisco Marabeuf, cuyo precio de venta también pagaba
el comprador con dinero de la compañía comercial, motivo por el que sería
integrada en la división y partición de los bienes hereditarios de su difunto
padre, aunque las 200 libras de su justiprecio no se computarían en la masa
patrimonial de éste (254).
Gerónimo padre fallecía el 5 de diciembre de 1730 y, llegado el día del cuarto
aniversario de su muerte, su viuda junto con sus tres hijos seglares y dos
religiosos, estando el jesuita representado por su hermano mayor, comparecieron
ante el notario Antonio García para proceder a la división y partición de los
bienes hereditarios de su difunto esposo y progenitor, de acuerdo con el
siguiente inventario confeccionado privadamente por Margarita Bottari y Juan
Bautista hijo con más la intervención del negociante francés Pedro Choly, en
cumplimiento de lo dispuesto por el fallecido en su último codicilo redactado
seis días antes de su defunción:
(252) A.H.P.A. Protocolo 632 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Rearrendamiento y traspaso de casa”, 23-10-
1730, ff. 361v-364v. Con el precio del realquiler, la pensión subía desde las 25 hasta las casi 29 libras anuales.
(253) A.H.P.A. Protocolo 633 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Arrendamiento de casa”, 26-5-1731, ff. 185r-
188v. Resulta extraño que la cuantía invertida en reformas sólo supongan 4 años de prorroga, salvo que se trate
de un error de transcripción o convenio entre las partes, ya que en el caso contrario supondría una subida anual
del alquiler superior al 217 % en esa prorroga, lo cual nos parece desorbitado e irreal.
(254) A.H.P.A. Protocolo 798 de Antonio García, “Renunciación”, 15-12-1734, f. 500r-500v.
321
° Por mitad de gastos de diferentes géneros y mercancías con
su hermano Juan Bautista, de Génova………………………... 796: 17:11
° Valor de las mercancías existentes justipreciadas en………….11.343: 19: 1
° Gastos de diferentes mercancías de los negociantes
correspondientes……………………………………………… 717: 4: 8
° Valor de la almendra en poder de Carli, de Ámsterdam…….... 783: 14: 0
° Dinero hallado al hacer el inventario…………………………. 7.806: 11: 8
° Valor de los muebles de casa encontrados……………………. 2.447: 6: 6
° Valor de los muebles en poder de Gerónimo hijo…………….. 949: 14: 0
° Valor de la casa de la calle Mayor……………………………. 1.658: 9: 0
° Valor de la casa de la c/ Nueva de San Nicolás………………. 515: 5: 0
° Créditos perdidos y con poca esperanza de cobrarse…………. 4.246: 11: 1
° Capital del censo de sor Mª Fca. impuesto a los dominicos**.. 600: 0: 0
Total activo o haberes*………………………………………....107.205: 8: 1
José hijo. El padre jesuita recibió las mismas 3.089 libras y 5 sueldos de la
legítima que su hermano eclesiástico, siéndole satisfechas en el valor de los
323
bienes siguientes que, en su nombre, percibió su hermano mayor:
° En créditos aplazados……………………. 1.049 libras, 1 sueldos y 7 dineros
° En créditos de poca esperanza y perdidos.. 452 libras 19 sueldos y 4 dineros
° En dinero y créditos corrientes…………... 1.523 libras, 4 sueldos y 1 dineros
° En parte del censo de sor Mª Fca.……….. 64 libras, 0 sueldos y 0 dineros
Total……………………………………….. 3.089 libras, 5 sueldos y 0dineros
María Gerónima hija. A la hija menor del fallecido le pertenecieron las 3.089
libras y 5 sueldos de la pertinente legítima, que fueron cobradas de la forma
siguiente:
° En el valor de 2 casas……………………. 820 libras, 10 sueldos y 9 dineros
° En créditos de poca confianza y perdidos.. 452 libras 19 sueldos y 4 dineros
° En dinero efectivo……………………….. 1.751 libras,14 sueldos y 11dineros
° En parte del censo de sor Mª Fca.……….. 64 libras, 0 sueldos y 0dineros
Total……………………………………….. 3.089 libras, 5 sueldos y 0dineros
En relación a esta hijuela, debemos precisar que los dos inmuebles, uno en la
calle Nueva de San Nicolás estimado en 515 libras y el otro en la calle San
Francisco apreciado en 200 libras, a cuya propiedad renunciaría de inmediato su
hermano el deán, tenían un conjunto valor de 715 libras, pero fueron
justipreciados en la cantidad reflejada en la hijuela por no querer la coheredera
tomar los créditos aplazados (255).
La vivienda familiar del Portal de Elche no fue computada en el cuerpo de
bienes del difunto progenitor porque, en el momento de practicar el inventario,
no era de su propiedad al no haberse escriturado en los días de su vida por
problemas judiciales ajenos al fallecido. Después de ejecutada la confiscación de
su casa de la calle Nueva de San Nicolás, Gerónimo padre acordaba con los
consortes Francisco Galant y Margarita Aznar la compra aplazada de su
inmueble situado en el Portal de Elche; esto es, una especie de régimen de
alquiler con opción o derecho de compra, pues al no poder pagar su precio de
contado las pensiones sirvieron de señal de pago a la vez que de cómodos plazos
diferidos de su total valor, pasando así a ocupar y habitar la vivienda en
cuestión.
Los vendedores fallecían antes de cobrar el total pago de los 437 pesos, 2
sueldos y 8 dineros del precio de la casa, por lo que esta cantidad con el resto de
sus bienes pasaría en herencia a su única hija Luisa Galant, casada con Juan
Bautista Piqueres y madre de Luisa, Leocadia, Margarita y Romualda, que
también moría sin haber testado, recibiendo su viudo sus bienes hereditarios
como padre y legítimo administrador de sus hijas, entre ellos el total valor de la
casa poseída por la familia Fabiani y Bottari. Sin embargo, los desacuerdos en el
(255) A.H.P.A. Protocolo 798 de Antonio García, “División y partición de bienes que quedaron por la fin y
muerte de Gerónimo Fabiani”, 5-12-1734, ff. 489r-499v.
324
reparto del valor de la casa entre padre e hijas acarrearían un litigio que el
juzgado de D. Juan Miguel Díez, abogado de los Reales Consejos, agente fiscal
del de Indias y Alcalde mayor de Alicante, resolvería el 17 de junio de 1736
sentenciando que el padre y viudo percibiera 114 libras y 8 sueldos por su
legítima, y que los restantes 322 pesos y 16 sueldos se distribuyeran a partes
iguales entre las cuatro hijas y herederas, razón por la que la compañía de los
hermanos negociantes pagaría en el siguiente año 80 pesos y 14 sueldos a cada
una de éstas y/o a sus maridos, en presencia y consentimiento del procurador de
causas Juan Bautista Matarredona, curador ad litem de las hermanas Luisa,
Margarita y Romualda, al tiempo que todas ellas satisfacían 5 pesos, 6 sueldos y
3 dineros a la referida sociedad de comercio y negocios por el luismo de las
cantidades percibidas (256).
Obtenida la propiedad de la vivienda familiar del Portal de Elche, esta pasaría
al dominio del cónsul genovés por derecho de primogenitura, quien acogería en
ella a su madre viuda y a su hermano el deán. Pero su hermano y socio vivía con
su familia en un inmueble arrendado, demandando también una casa en
propiedad, razón por la que en marzo de 1737 compraba al negociante genovés
Jacinto Ardizón/e una casa con su almacén accesorio situada a extramuros de la
ciudad, en el arrabal de San Francisco y calle Barranquet con la que hacía
esquina al igual que con la denominada calle Teatinos o San Javier, a la cual
sacaba puerta el citado almacén que era colindante con el mesón de José Pascual
de Bonanza, gravada con un censo de 200 libras y anua pensión al 5 % de rédito
a favor del clero y beneficiados de la iglesia de Santa María, además de la
obligación de pagar 700 libras a la anterior propietaria Manuela Pérez, viuda de
Gregorio Amorrich.
El precio de venta de la casa se cifraba en 1.450 libras, de las que el comprador
retenía en su poder 900 libras para pagar las cargas del inmueble, abonando al
vendedor las restantes 550 libras de contado. Y, en efecto, al comenzar el
siguiente mes de abril, Gerónimo hijo satisfacía a la mencionada viuda las 700
libras que Ardizón/e aún le debía de las 1.100 libras en que se valoró la casa
cuando dos años antes se la vendió ante el notario Pascual Bueno (257).
Al parecer, el inmueble adquirido no reunía las dimensiones apetecidas por el
comprador. De ahí que, en septiembre del siguiente año, comprase a los
hermanos Blas, Jacinta y Enrique Castillo un solar edificable de 50 palmos de
frontera por 80 palmos de profundidad que por terceras partes les perteneció
como herencia de su madre doña Társila Pascual, situado en la calle Barranquet
y apreciado en 195 pesos que el comprador abonaba de manera individual a cada
uno de los vendedores, bien de contado como en el caso de Blas Castillo
(256) A.H.P.A. Protocolo 1583 de Vicente Rovira, “Carta de pago”, 1-2-1737 y 13-7-1737, ff. 31r-31v, 32r-32v
y 121r-121v, respectivamente. De las cuatro hermanas, sólo la doncella Luisa era mayor de 25 años y menores
las otras tres, de las cuales Leocadia y Margarita estaban casadas con el cordelero de esparto Nicolás Sala y con
el platero José Pérez, respectivamente.
(257) A.H.P.A. Protocolo 907 de Francisco Hernández, “Venta real de casa” y “Carta de pago”, 30-3-1737 y 1-4-
1737, ff. 14r-16v y 17r-17v, respectivamente. La casa le fue vendida a Ardizón/e el 20 de abril de 1735.
325
residenciado en la villa de Aspe, o bien de forma anticipada como realizaba con
los cónyuges Tomás Franqui Paulin y Jacinta Castillo, y con el hermano de ésta
Enrique Castillo (258).
Siete años más tarde, el negociante y alguacil mayor del Santo Oficio realizaba
una de sus últimas inversiones inmobiliarias al comprar de Joaquín Soler, hijo
del médico D. Vicente Soler, una casa almacén en la antedicha calle Teatinos o
San Javier, en el arrabal de San Francisco, recibida con otros bienes en la hijuela
de división y partición de la herencia paterna aprobada el 5 de mayo de 1745 en
autos de inventario ante el notario Onofre Savater.
Esta casa almacén, colindante con la del comprador, era vendida por el valor
de 1.176 libras y 18 sueldos en que estaba justipreciada en el citado inventario, y
que el vendedor recibía del siguiente modo: 500 libras y 8 sueldos pagados al
contado en doblones de oro; 240 libras en el valor de 24 quintales de acero
apreciados en 10 libras la unidad; 186 libras y 10 sueldos del precio de 373
libras de cacao a razón de 10 sueldos por libra, y las últimas 250 libras en dinero
efectivo a cobrar en el plazo de un año. El vendedor, por su parte, debía cumplir
la condición de cerrar a su costa la puerta y reja que tenía su casa principal sobre
la azotea del almacén por todo el mes de octubre de ese año, siendo a cargo del
comprador derribar la citara en línea recta hasta la pared norte, de manera que el
comedor de la casa quedase delante de donde estaba dicha pared, modificación
que debía ejecutar el vendedor; pero si no quisiere practicarla, podrá realizarla el
comprador a su voluntad, quien también sufragará el sacar por donde fuese de su
conveniencia las aguas que pasaban por encima de la azotea del almacén y las
del terrado formado desde la nueva citara hasta la reja del comedor (259).
Aunque como adquiriente de la mencionada casa almacén sólo aparece
Gerónimo hijo, debemos suponer que tal compra la realizara en nombre de la
sociedad comercial y mercantil formada con su hermano mayor, suposición
bastante verosímil teniendo en cuenta la parte del pago en especies que son
propias de la compañía y, sobre todo, en la información proporcionada por una
imposición de censo realizada en el año 1749, un trienio después de fallecido el
comprador, por el vendedor Joaquín Soler y su consorte Xaviera Blasco a favor
del cabildo de la colegial de San Nicolás, cargado sobre el domicilio de los
censatarios que era colindante con un almacén del negociante y cónsul Juan
Bautista hijo (260).
Probablemente, la última compra inmobiliaria urbana de Gerónimo hijo fuese
(258) A.H.P.A. Protocolo 908 de Francisco Hernández, “Venta real de solar”, 18-9-1738, ff. 61r-62v; y
protocolo 1325 de Vicente Navarro y Pastor, “Venta real de solar”, 18-9-1738, s/f. La calle Barranquet también
era conocida como la del Picadero.
(259) A.H.P.A. Protocolo 1657 de Onofre Savater, “Venta de casa almacén”, 26-5-1745, ff. 78r-80v. Esta
propiedad inmobiliaria perteneció al galeno cuñado de D. Francisco Marabeuf en el compromiso y división que
de las herencias de Esteban Soler y Feliciano Soriano, sus padres y suegros del dicho negociante ennoblecido,
practicó D. Felipe Bolifón mediante laudo de 9 de enero de 1731 en autos ante el notario Vicente Navarro y
Pastor.
(260) A.H.P.A. Protocolo 810 de Antonio García, “Imposición de censo”, 4-8-1749, ff. 167r-171v.
326
adquirir la propiedad de una casa situada en la calle Valencia, del arrabal de San
Antón, cuyo documento de compra-venta no se ha podido localizar; pero que, no
obstante, aparece expresada en la enajenación de un inmueble propio del notario
Francisco Ferrando y Roçelló vendido al artesano curtidor Bautista Coloma, el
cual lindaba “a sus espaldas con las casas de Pablo Mallol y la de los herederos
de Gerónimo Fabiani” (261).
Por otra parte, el 27 de julio de 1740 su socio y cónsul hermano mayor
también escrituraba ante el notario Jaime Feliz la compra de dos casas contiguas
propias de los cónyuges Francisco Navarro y Pascuala Cortés, situadas en la
calle Barranquet y frente a la tapia de circunvalación del arrabal de San
Francisco las que, doce años más tarde, vendería a Antonio Samper con el
gravamen de un censo de 20 libras y anual rédito 12 sueldos pagados a la
administración de la pía memoria fundada por el canónigo D. Marcos Antonio
Pascual de Riquelme que, a la sazón, ejercía el padre rector del Real Colegio de
los jesuitas, apreciadas en 135 libras de las que el comprador retenía 20 libras en
su poder para responder a las pensiones del censo hasta su redención, ofreciendo
satisfacer las restantes 115 libras en tres iguales pagas anuales de 36 libras, 6
sueldos y 8 dineros abonadas durante el venidero trienio (262).
Esta referida sería la última y definitiva operación urbanística y patrimonial
practicada por Juan Bautista hijo, quien fallecía sin descendencia cuatro años
después y una década más tarde que su hermano y socio Gerónimo.
(261) A.H.P.A. Protocolo 636 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Venta real de casa”, 18-12-1748, ff. 183r-184v.
(262) A.H.P.A. Protocolo 657 de Vicente Fons, “Venta real de dos casas”, 21-2-1752, ff. 37r-38v. En este fondo
archivístico no existe el protocolo de Jaime Feliz correspondiente al año 1740. El comprador era hijo del
fallecido negociante Jaime Samper, oriundo de la comarca de L´Alcoià. Una Real Orden del monarca Fernando
VI modificó el interés de toda operación crediticia rebajándolo del 5 al 3 %.
327
328
LAS REDES FAMILIARES: LOS LOMBARDÓN
(1) En 1680, la España de Carlos II parecía haber alcanzado el punto más bajo de su decadencia. Políticamente,
carecía de un gobierno constituido a causa de las luchas cortesanas y, económicamente, la moneda de vellón
sufría una drástica deflación que obligaría a depreciarla a la mitad de su valor anterior, lo cual provocaría una
grave crisis.
328
ba practicar la liquidación de las cuentas para después dividir por mitad el
resultante capital entre su viuda consorte y su socio Mateo, como en efecto se
ejecutaría; pero precisando éste reintegrarse con diligencia a la capital
provenzal, le era urgente disponer de los caudales que le habían correspondido
motivando que, juntamente con el notario alicantino Timoteo Carbonell,
practicase diferentes diligencias tendentes a encontrar comprador para su media
compañía, resultando infructuosas las gestiones al no hallarlo.
En estas circunstancias, Mateo le propondría a Pedro Lombardón entrar en la
sociedad adquiriendo su parte, propuesta aceptada con prontitud por éste que
mediante ajuste y contrato compraría la mitad de la compañía integrándose en
ella (2). Desde ese momento, dispondremos de mayores referencias
documentales sobre la trayectoria alicantina personal y profesional de Pedro
Lombardón – en adelante Pedro –, prolongada en el tiempo a lo largo de tres
décadas.
La posición del negociante en la sociedad era novedosa y singular como
integrante de una casa de comercio y negociación formada por tres socios: él y
sus infantiles sobrinos Luis y Juan Bautista, los cuales poseían cada uno la
cuarta parte de la empresa como herederos de su difunto padre, y cuya conjunta
mitad era administrada por su madre viuda como tutora y curadora testamentaria
de sus hijos menores. En consecuencia, por sapiencia, conveniencia y posición
dominante en la compañía, Pedro asumiría la gerencia y dirección de la misma;
pero, también por necesidad y obligación, mantendría asiduas relaciones con la
representante legal de sus dos infantes socios, produciéndose entre las partes tal
profunda sintonía que culminaría con el casamiento entre Pedro y la viuda
Jerónima Cadoní, antes de que la Liga de Augsburgo desencadenase la tercera y
última Guerra de Conquista en 1690, pero después de que se hubiesen otorgado
cartas matrimoniales ante el notario Beltrán Campos, en cuya conyugal
convivencia superior a los dos lustros no tendrían ninguna descendencia, ni
tampoco gananciales a causa del “frangente que padeció esta ciudad en 1691”
(3); aunque, por razón del matrimonio, Pedro dispondría del manejo y
administración de los bienes de la sociedad hasta alcanzar sus sobrinos hijastros
la mayoría de edad.
En los iniciales años del siglo XVIII fallecería Jerónima Cadoní, debiendo
ocuparse su consorte viudo de la compañía y de sus dos adolescentes sobrinos
hijastros, el mayor de los cuales, Luis, interesado en los negocios, solía
acompañarle en su cotidiano quehacer profesional a fin de adquirir las
estrategias y destrezas propias del oficio de negociante en base a la experiencia.
Concienciado Pedro de la necesidad de una nueva compañera, la hallaría en la
doncella alicantina Luisa Antonia Cerdá (4) con la que se casaría en 1704,
(2) A.H.P.A. Protocolo 1765 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Testamento”, 13-1-1720, f. 5r-5v.
(3) A.H.P.A. Ibid, f.5r. El testador hace referencia al pertinaz y destructivo bombardeo infringido a Alicante por
la escuadra francesa del Almirante D´Estrees durante los días 22, 23 y 24, más el 28 y 29 de julio de ese año,
contextualizado en el marco de la mencionada guerra concluida con la toma de Barcelona por tropas francesas y
la posterior firma de la paz de Rijswick. A.C.A., Consejo Supremo de Aragón, Secretaría de Valencia, Leg. 674.
(4) Era ésta hija de Roque Cerdá que, casualmente, había tenido una trayectoria conyugal paralela a la de su yer-
329
una vez otorgadas las cartas nupciales ante el notario Lorenzo Verdiel. Fruto de
este segundo matrimonio llegarían sus dos únicos descendientes llamados Pedro
José nacido en 1705 – en adelante José –, y seis años después nacería su
hermana Margarita a causa de las vicisitudes vividas por sus padres en la Guerra
de Sucesión y las resultantes de ella.
La memoria de Pedro debía conservar con nitidez las imágenes de los
acontecimientos derivados de las manifestaciones y protestas antifrancesas
producidas en los días posteriores al bombardeo de 1691, desencadenadas en
esencia contra la privilegiada posición de los comerciantes galos en el control de
los precios de la barrilla y del esparto, productos sobre los que ejercían el
monopolio de su exportación a Marsella (5). A su condición de negociante
francés, más aún marsellés, unía Pedro su honda convicción personal de
fidelidad al Borbón, razones por las que, temeroso a las represalias austracistas
de los maulets siendo tildado de botifler, abandonaría Alicante con su familia
entre enero y agosto de 1706, sin que la documentación manejada permita
determinar la fecha concreta, buscando refugio seguro en tierras bajo el dominio
borbónico, al igual que harían otros comerciantes y familias acomodadas de la
ciudad, pasando el resto de la Guerra de Sucesión residenciado en la cercana
ciudad de Murcia a donde trasladaría su casa de comercio, no retornando a la de
Alicante hasta los finales meses de 1709 (6). Junto a la propia familia, que
incluía un niño de un año, también le acompañarían una parte del servicio
doméstico haciéndolo así la aya de su hijo José, la tibeña María Castelló, que
permanecería a su servicio hasta mediados de 1711 cuando ya se habían
restituido a Alicante y, probablemente, hubiese nacido su hija Margarita (7).
no Pedro, habiéndose casado también dos veces por idéntico motivo que éste. De su primera esposa Josefa Noria
nacería su hijo Damián Cerdá Noria que, dedicado a la vida pública, alcanzaría a formar parte del Consejo de
S.M. ostentando el cargo de Oidor en la Real Audiencia de Valencia desde 1713 hasta 1725. Fallecida su madre,
su viudo progenitor contraería segundas nupcias con Jerónima Martí que le daría otros tres hijos: Luis, que
abrazaría la vida eclesiástica alcanzando el presbiterado en la colegial de San Nicolás donde disfrutaría de una
canonjía, falleciendo a comienzos de los anos veinte; la citada Luisa Antonia, segunda esposa de Pedro
Lombardón, y Francisca Antonia que casaría con el militar milanés Cristóbal de Espinosa, capitán en el segundo
batallón de Infantería de España. Precisando Jerónima ayuda para el cuidado y crianza de los cuatro hijos de su
marido entraría Ángela Blasco a soldada de nodriza y, finalizada esta tarea, continuaría muchos años en el
servicio doméstico de la casa de Roque Cerdá, aún después de casarse con el maestro albañil Francisco
Verdegal, puesto que ambos cónyuges daban por liquidadas, a principios de diciembre de 1726, las cantidades
debidas a Ángela Blasco por su soldada y salario. A.H.P.A. Protocolo 447 de Vicente Cerdá y Sevillano,
“Traspaso y otros condicionales traslados”, 3-6-1723, ff. 193r-200v; protocolo 450 de ídem, “Carta de pago”, 1-
12-1726, f. 378r-378v; y protocolo 1579 de Vicente Rovira, “Poder para testar”, 3-6-1732, f. 140r-140v. Esta
facultad era otorgada por Cristóbal de Espinosa a su consorte con ocasión de su inminente incorporación a la
expedición militar contra Orán.
(5) Pradells Nadal, Jesús. Del foralismo al centralismo. Alicante 1700-1715. Alicante, 1984, p. 49.
(6) A.H.P.A. Protocolo 443 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Declaración”, 1-6-1717, ff. 217r-218v. Estas
manifestaciones eran realizadas por el también negociante genovés Jerónimo Maricone.
(7) A.H.P.A. Protocolo 1763 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Carta de pago”, 17-6-1711, f. 84r-84v. El labrador
Andrés Castelló, padre y administrador de su hija María, manifestaba en presencia del regidor Fernando
Salafranca y Mingot de Rocafort, Padre de Pobres de la ciudad, que había recibido del negociante 4 libras en
dinerillo al contado “por razón del tiempo en que ésta habitó la casa de D. Pedro en su servicio, así en esta
ciudad como en otras partes fuera de ella”, prometiendo al regidor distribuir la paga en sustentar y vestir a su
hija.
330
En la permanencia de su exilio murciano, Pedro continuaría con sus
actividades de negociación y comercio gracias, sobre todo, a la intervención
mediadora de otro colega, Antonio Pavía, exiliado como él en Murcia por
“hallarse Alicante en poder de los enemigos” (8), asunto que retomaremos más
adelante; pero sí constatamos que sus preventivos exilios murcianos no
resultaron baladíes, pues cuando ambos retornaron a su común punto de partida
lo hacían llevando consigo el codiciado título de familiar del Santo Oficio de la
Inquisición de Murcia (9).
Asentado definitivamente en Alicante a comienzos de 1710, se alojaría en
alquiler en una casa de la denominada calle Escalera de Santa María, propiedad
del convento de religiosas Madre de Dios de la ciudad de Murcia; pero
quedando aún dos meses de arriendo que expiraban el 24 de junio de 1711, la
propiedad daría la posesión del inmueble a su procurador en la ciudad, Antonio
de Santiago, dejando de habitarla anticipadamente el negociante y su familia que
no debía entregarle la llave hasta el día y fiesta de San Juan, pese a lo cual se la
ofrecería desde el primer instante de mudarse, declinando el procurador recibirla
para que Pedro la custodiase mientras no la necesitase. Sin embargo, en la
víspera de San Juan, el presbítero Juan Berenguer con su familia, de su propia
autoridad, había ocupado la vivienda, lo que llegaría al conocimiento de
Santiago que se dispuso a pleitear contra el sacerdote y el negociante, motivo
que llevaría a éste a depositar la llave en el notario Vicente Cerdá y Sevillano
ante quien protestaba la actitud del poseedor, usando también de su oficio para
conminar a mosén Berenguer a que de inmediato dejase la casa libre a
disposición de su poseedor, pues en caso contrario le protestaba todos los daños
y costas que por dicha causa se le ocasionasen. La respuesta de Santiago a la
protesta de Pedro no se hizo esperar. El último día de junio, “amigablemente por
lo mucho que le estimaba”, que era a él a quien debía entregar la llave del
mismo modo que le había pagado los alquileres, y que si consintió en que él
guardase la llave fue porque le expresó tener en la casa algunas ropas y géneros
no traspasados todavía a su almacén, al igual que el sacerdote tenía en ella unas
pinturas grandes por no tener donde guardarlas, permitiéndole tenerlas allí
hasta haber nuevo inquilino y aún después si se convenía con él; pero al
(8) A.H.P.A. Protocolo 443 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Declaración de Antonio Pavía”, 1-6-1717, f. 215r-
215v.
(9) La familiatura inquisitorial nace para la protección del inquisidor en el desempaño de su cargo, el cual les
consideraba de su familia, de ahí su nombre. El propio Torquemada iba custodiado por 250 acompañantes
armados más otros 50 a caballo. Con el tiempo cambiaría su función, pasando a ser representantes laicos del
Santo Oficio en localidades pequeñas, o bien, en las de mayor entidad, eran confidentes y delatores anónimos de
herejes. Nombrados por el inquisidor provincial, su número creció tanto que, en Aragón, las Cortes de Monzón
de 1512 trataron de regular su abundancia, al igual que años más tarde lo intentaría una cédula de Felipe II
fechada el 10-3-1563. El cargo, que llegaría a venderse como título honorífico entre fines del siglo XVI y
mediados del XVII para sufragar la debilitada economía de la monarquía hispánica, era anhelado por los
privilegios anexos al mismo ya que implicaba el reconocimiento de la limpieza de sangre, la libre tenencia de
armas, la exención de algunos tributos locales y de sufragar los gastos de alojamientos de tropas, así como cierta
independencia jurisdiccional e incluso se les permitía esculpir en las fachadas de sus casas la medieval cruz flor
delisada de los dominicos, más usado por los labradores en medios rurales a modo de timbre de nobleza que por
los comerciantes en las urbes portuarias, en donde el cargo llegaría a otorgar el prestigio social equiparable al de
la baja nobleza. Vid. Cerrillo Cruz, Gonzalo. Los familiares de la Inquisición Española. Valladolid, 2000.
331
haber el cura ocupado y habitado la casa, él, aconsejado por sus abogados, había
recurrido al juzgado de Francisco Esteban Zamora y Cánovas, Alcalde mayor de
la ciudad, para lograr la devolución de la llave (10).
Desalojado de esa casa, se trasladaría a una de las vías principales de la ciudad
al residir en un inmueble de la calle Labradores, convertido en su domicilio
permanente donde se completaría su familia con el nacimiento de Margarita y
desde donde proseguiría sus actividades comerciales y mercantiles, contando
para ello con la colaboración del mercader francés José Binera que estaría
muchos años a su servicio en el manejo de sus libros de negociación, según
manifestaría el propio negociante en sus últimas voluntades, cuya actividad
administrativa y contable continuaría ejerciendo al servicio de su hijo José casi
hasta el fin de sus días (11).
(10) A.H.P.A. Protocolo 1763 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Protesta” y “Respuesta”, 27-6-1711, 28-6-1711 y
30-6-1711, ff. 89r-90v, 91r-92v y 93r-95v, respectivamente.
(11) A.H.P.A. Protocolo 1765 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Testamento”, 13-1-1720, f. 5r. El también
marsellés José Binera fue uno de los integrantes de la oleada de inmigración provenzal llegada a la ciudad una
vez restituida al dominio borbónico. Establecido en 1711, residiría en la calle del Diezmo en una casa arrendada
por seis años al ciudadano Constantino Gozalbez, renovando el contrato por un igual período en enero de 1717 al
precio de 50 libras anuales. Bien situado el inmueble, haciendo esquina a tres calles y lindante con las
confiscadas a Tomás Roca y al capiscol Félix Sánchez, abriría una tienda de ropas y telas que aprovisionaría con
el comercio de Pedro y el de su hijo José, motivo por el que en la documentación figura con el oficio de
botiguero, tratante y negociante de puerta abierta. Pasados dos años, acaso pareciéndole excesiva la pensión en
relación a su ritmo de ingresos, intentaría alquilar otra casa en la misma calle necesitada de reformas por 35
libras de anual renta; pero sus propietarios, la viuda Ana María Pastor y su hijo Sebastián Riera, le exigirían el
abono anticipado de las 70 libras de dos anualidades que motivaría la rescisión del contrato. Sus escasos
negocios, fundados en la venta al fiado de los géneros referidos, tendrían por destinatarios a clientes de la propia
ciudad, Muchamiel, San Juan y Villafranqueza, incluso de la villa de Elche y de la ciudad de Murcia. Sin
embargo, el general escaso poder adquisitivo de su clientela unido a la morosidad y pleitos para el cobro de sus
créditos harían poco rentable su negocio, aunque consiguiese reintegrarse alguno de ellos en tierras. En este
sentido, sirva de muestra el caso del labrador José Séller, de Muchamiel, que le adquiría ropas y vestidos en abril
de 1716 para el ajuar matrimonial de una hermana de su vecino colega Matías Planelles, valorados en 50 libras a
pagar en Navidad de ese año; pero vencido el plazo sin haber cobrado e iniciadas las diligencias a tal fin, Matías
le haría venta condicional de sus dos partes poseídas sobre dos tahúllas de tierra situadas en la partida de San
Antonio, a la salida de la calle del Rastro de dicha villa, por precio de 77 libras con las que saldaba la deuda
contraída, cantidad por la que poco después Binera las vendería a carta de gracia a José Séller quien hasta su
muerte, acaecida un sexenio más tarde, lograría abonarle 72 libras siendo las 5 últimas satisfechas por su hijo, el
licenciado y subdiácono Jaime Séller. El propio mercader daba cuenta del estado de su negocio en 1731,
expresando bajo juramento que adeudaba 1.176 libras a diferentes negociantes de la ciudad desde los años 1726
y 1727, teniendo por bienes 600 libras en la poca ropa de la tienda y en créditos impagados que rebajadas de la
deuda quedaba atrasado en 576 libras. Todas sus ganancias anuales ascendían a 325 libras, así en la tienda como
en el salario percibido en la casa de José Lombardón, con ellas que “voy pagando poco a poco las 1.176 libras
adeudadas, y de lo que me queda alimento a mi familia de 12 personas con harta penalidad por no ser suficiente
para acudir a las muchas obligaciones que tengo”. La parte mayoritaria del numeroso grupo familiar estaba
constituida por su descendencia directa formada por varias hijas y un homónimo hijo que, junto a su consorte
Josefa Mollá y dos hermanas, fijarían su residencia en la calle Nuestra Señora de los Desamparados después del
fallecimiento de su mercader padre ocurrido en 1750.
A.H.P.A. Protocolos 442, 443, 444 y 447 de Vicente Cerdá y Sevillano, especialmente los documentos
“Arrendamiento de casa”, 30-1-1717, ff. 44r-45v; “Arrendamiento de casa” y “Rescindimiento entre partes”, 12-
2-1719 y 20-10-1719, ff. 107r-109v y 434r-435v, respectivamente; “Obligación”, 4-4-1716, f. 32r-32v; “Venta
condicional”, 25-1-1717, ff. 36r-38v, y “Venta de tierra”, 19-9-1723, ff. 308r-310v.
A.M.A. Arm. 7, Lib. 2, “Repartimiento del Cuartel de 1712-13” y “Repartimiento del Equivalente. Años 1718-
28”; Arm. 7, Lib. 3, “Vecindario íntegro de 1731” y “Relación jurada de José Binera, tratante francés, 6-4-
1731”; Arm. 7, Lib. 4, “Repartimiento del Equivalente. Años 1729-34”; Arm. 7, Lib. 5, “Vecindario íntegro de
1734” y “Repartimiento del Equivalente. Años 1735-42”; Arm. 7, Lib. 7, “Repartimiento del Equivalente. Años
1750-51”, y Arm. 7, Lib. 8, “Vecindario de 1754”.
332
Habiendo cumplido los hijastros sobrinos Luis y Juan Bautista los 25 años de
la mayoría de edad, Pedro practicaría las pertinentes diligencias para ajustar las
cuentas de la compañía y repartir entre las partes el líquido capital resultante, lo
cual no pudo conseguir por omisión, descuido y negativa de los susodichos a
intervenir en el ajuste, cuestión que preocuparía hondamente al negociante hasta
el extremo de plasmarla en sus últimas voluntades por considerar que, de
persistir la falta de ajuste, resultaría perjudicial para sus hijos y herederos
amenazados con litigios en los que, además de las excesivas costas, “nacerían
malas voluntades entre personas tan conjuntas”. En un último intento por evitar
sus premonitorias convicciones, que en breve plazo se cumplirían, pedía en
disposición testamentaria a Luis y a sus hijos, o a la tutora de estos, que
resolvieran las diferencias en este asunto al igual que las pretensiones de aquél
por la administración de los caudales de la sociedad realizada por él, con el fin
de lograr un pacífico amistoso acuerdo, para lo cual encargaba encarecidamente
a su cuñado Damián Cerdá, Oidor de la Audiencia de Valencia, compusiera esas
diferencias contando con la intervención de su cónyuge Luisa Antonia y la de
José Binera “por la inteligencia y noticia que éste tiene de mis libros y papeles”.
Sin embargo, esta petición expresaba más su anhelado deseo que su bien
diferente convicción, razón por la cual advertía y precisaba que “si al tiempo de
decidirse las diferencias se quisiere hacer cargo a mis hijos de un crédito que
tengo a mi favor contra Antonio Penalva, pretendiéndole Luis como caudal
suyo, hago saber que el susodicho no tiene interés en ello por ser mío propio”
(12).
Llegado el otoño de 1719 enfermaba el comerciante, dolencia causante de su
muerte ocurrida en enero del siguiente año. Algunos días antes de su óbito
redactaría su testamento, verdadero modelo no de un acto religioso realizado con
el propósito de proclamar la fe, reparar las faltas y ordenar las disposiciones
precisas para la salvación eterna de su alma, sino de salvaguarda patrimonial
para controlar su transmisión y distribución entre sus herederos, como con
acierto apuntaba Franch Benavent haciéndose eco de una anterior afirmación de
García Cárcel en el mismo sentido (13). Esta finalidad abarcaba las tres cuartas
partes de las últimas voluntades, parcialmente desgranadas en líneas
precedentes, completando la parte restante las esteriotipadas fórmulas religiosas
iniciales, resultantes de preestablecidos formularios notariales más que de la
plasmación de los sentimientos propios del testador, y la cláusula final
revocatoria de cualquier otro documento legatario anterior, que también
respondía al mismo procedimiento notarial.
Encabezaba su testamento la invocación el nombre de Dios, del que resaltaba
su cualidad de todopoderoso, y el de la Virgen María en su papel de madre de
(12) A.H.P.A. Protocolo 1765 de Antonio Cerdá y Sevillano, “Testamento”, 13-1-1720, ff. 7v-8v.
(13) Franch Benavent, R., “Muerte y religiosidad en la burguesía comercial valenciana del XVIII”, en Iglesia y
sociedad en la Valencia Moderna (siglos XVI-XVIII). Estudis, Revista de Historia Moderna, Nº 23, 1997, p.
123; García Cárcel, R., “La muerte en la Barcelona del Antiguo Régimen. (Aproximación metodológica)”. Actas
del II coloquio de Metodología Histórica Aplicada. La documentación notarial y la historia. Santiago de
Compostela, 1984, vol. II, p. 120.
333
Dios y defensora de los pecadores, resaltando su Inmaculada Concepción.
Proseguía con las cláusulas declaratorias de identificación y descripción de su
estado físico y mental, continuando brevemente con las confesionales
reafirmando su fe fundada en su adhesión al misterio de la Santísima Trinidad y
en las restantes creencias postuladas por la iglesia católica, pasando a
encomendar su alma a Dios redimida por la preciosísima sangre de Jesucristo, y
la remisión del cuerpo a la tierra de la que fue formado.
Seguidamente expresaba unas cortas disposiciones sobre el rito funerario,
destacando la referida al nutrido cortejo del pomposo acompañamiento
integrado por los numerales de las dos parroquias de la ciudad, más las
comunidades de los cuatro conventos mendicantes de ella, dejando el hábito
religioso de su mortaja y de la sepultura a la voluntad de sus albaceas; pero
determinando un legado de 400 misas rezadas en sufragio de su alma, que
distribuía asignando 60 a cada parroquia con la limosna de 2 reales valencianos
cada una, otras 50 a cada uno de los conventos a 3 sueldos de limosna y
señalando las 80 restantes para el lugar donde fuese sepultado con la limosna
correspondiente, según fuese parroquia o convento. A las mandas llamadas
forzosas destinaba 5 reales por una sola vez, a repartir por mitad entre la defensa
de los Lugares Santos de Jerusalén y la redención de cautivos cristianos.
Después de manifestar las circunstancias generadoras de su compañía e
intentar controlar la transmisión pacífica a sus hijos, aspectos que conforman la
mayor parte del cuerpo testamentario, designaba por albaceas a su consorte, a su
cuñado Luis Cerdá, presbítero, doctor y canónigo, y a su sobrino hijastro Luis,
pasando con posterioridad a determinar las cláusulas hereditarias disponiendo
que, por la mucha estimación que le tenía y profesaba, mejoraba a su hijo con el
tercio y remanente del quinto de sus bienes; mas, en contrapartida, le cargaba
tácitamente todas las costas funerarias, sufragios y mandas piadosas. Designaba
a sus dos descendientes por sus herederos universales, aunque precisando que a
su muerte los restantes bienes, créditos, derechos, acciones y capitales de su
comercio y negocio se entregasen a su cónyuge, a la cual nombraba por
administradora, tutora y curadora de sus menores hijo e hija, de 15 y 9 años de
edad respectivamente.
Expresaba su deseo sobre la continuidad de su casa de comercio y la
conservación de sus caudales por considerarlo beneficioso para sus hijos,
especificando que las dependencias del comercio junto a todo género de
contratación debían devengar bajo el nombre de José Lombardón, su hijo;
mientras que cuando fuera precisa la intervención en documentos públicos y/o
en litigios, esta correría a cargo de su madre Luisa Antonia, dejando el manejo
de los libros y papeles existentes en las dependencias de su negociado al cuidado
de José Binera, a quien requería asistiese a su esposa e hijo igual que hasta
entonces había hecho con él (14).
La natural aflicción familiar por la defunción de Pedro pronto se vería compen
(14) A.H.P.A. Protocolo 1765 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Testamento”, 13-1-1720, ff. 4r-9v.
334
sada con la incorporación de un nuevo componente, María Pascuala Bertholón
Mora. En el transcurso del luctuoso 1720, el huérfano José, con apenas 16 años
recién cumplidos, se había comprometido en matrimonio con la citada doncella,
cuyos padres – el ciudadano negociante francés Bernardo Bertholón y la
alicantina Francisca Antonia Mora Moxica –, le otorgaban su dote propter
nupcias el 5 de noviembre ante el notario Juan Bautista Morato, prometiéndole
3.000 libras de sus bienes gananciales, de las cuales 2.000 serían donadas en
dinero de contado y 1.000 en ropa y alhajas de oro y plata (15).
La situación familiar de la prometida no era nada favorable para el matrimonio
a causa de la enfermedad de su progenitor, quien otorgaría sus últimas
voluntades el día 16 de ese mes, pese a lo cual se consumaban los esponsales
pocos días más tarde, recibiendo José la efectiva dote de su esposa sin la
contrapartida escritura de recepción debido al deteriorado estado físico que
presentaba su suegro. La dotación de la desposada se completaría, casi doce
años después, con la percepción de otras 1.500 libras procedentes de la legítima
paterna, mediante las cuales renunciaban los cónyuges a cualquier otra cantidad
que les pudiese pertenecer en la división y partición de la herencia de su padre y
suegro (16).
En plena luna de miel, José promovía gestiones ante los madrileños Reales
Consejos para el reconocimiento de sus derechos, sin que la documentación
determine si se refería al honorífico título de familiar del Santo Oficio poseído
por su difunto padre, para su prestigio personal y agrado de su joven esposa, o si
aludía al incumplimiento de la disposición testamentaria paterna relativa a la
continuidad de la casa de comercio y negocios con el título de José Lombardón.
En cualquier caso, autorizaba a tal fin al madrileño Juan Tomás Queri antes de
finalizar el dicho mes de noviembre. Más aún, en los primeros días de
diciembre, el alicantino José Olivares emprendía un viaje hacia la Villa y Corte,
facultándole José verbalmente a que pudiese comparecer ante el Consejo de
Castilla para pedir “aquel derecho que conozca le pertenece a su persona”,
autorización que en escasas fechas posteriores convertía en poder jurídico y que
Olivares, debiendo retornar a Alicante, substituiría en el también madrileño
Tomás Ovejero. La diligente respuesta del Consejo resultaría desfavorable a la
pretensión del peticionario, quien al parecer quería acelerar el ritmo vital, ya que
el cargo inquisitorial no lo podría ostentar ni ejercer hasta alcanzar la mayoría de
edad, lo que no sucedería hasta 1730, y que la compañía titulase a su nombre
dependía de que su tutora madre le otorgase la emancipación, cosa que por
entonces no estaba dispuesta a concederle. Por ello, seis meses después de
iniciadas las citadas diligencias, el joven negociante revocaría a sus apoderados
y sustitutos (17).
(15) Para más detallada información sobre la dote de María Pascuala y sobre el linaje de los Bertholón, vid.
nota 101 del capítulo del presente trabajo referido a Francisco Marabeuf .
(16) A.H.P.A. Protocolo 903 de Francisco Hernández, “Carta de pago”, 22-6-1732, ff. 104r-105v.
(17) A.H.P.A. Protocolo 445 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Poder para pleitos” y “Poder para pedir”, 24-11-
1720 y 8-12-1720, ff. 494r-494v y 549r-549v, respectivamente; y protocolo 354 de Pascual Bueno, “Revocación
335
Sin embargo, el hecho de que la compañía no operase con la razón social de
José Lombardón y sí con la de “Viuda y herederos de Pedro Lombardón” sería
el primer punto de fricción entre madre e hijo, al que seguirían la intromisión de
Luis en el rumbo de la sociedad donde sus opiniones influían en las decisiones
de la viuda, y el acercamiento entre ambos rematado en 1721 con su enlace
matrimonial, quebrantando todo ello la relación materno-filial hasta su definitiva
ruptura, evidenciada en la judicial división y partición de los bienes hereditarios
del fallecido comerciante.
El primer síntoma de distanciamiento entre madre e hijo se evidenciaría en
febrero de 1721 cuando, después de la muerte de su suegro, abandonaba José la
casa familiar de la calle Labradores y se trasladaba con su esposa al domicilio de
su suegra situado en esa misma importante vía urbana, donde residiría hasta
principios del año 1724. En el transcurso de esos dos años y once meses de
convivencia con Francisca Antonia Mora, su yerno invertiría parte de la dote de
su esposa en proporcionarle a ésta una ama de leche para la crianza de su primer
hijo nombrado Pascual, nacido en 1722, además de abastecer de alimentos a la
familia de su suegra que así lo reconocería pasada una década (18).
Al mismo tiempo, la casa de comercio y negocios de su difunto padre
satisfacía la contribución del Equivalente de 1721 con el nombre de “Herederos
de Pedro Lombardón”, pasando a denominarse “Viuda y herederos…” en el
pago del impuesto único de 1722, mientras que en 1723 esa tributación figura
sólo a nombre de Luis Lombardón por ser éste el nuevo cabeza de familia,
después de consumado el matrimonio con la viuda de su fallecido tío (19).
Acaso el hecho provocador del definitivo desencuentro entre madre e hijo y
del abandono por éste de la casa familiar fuese el estricto cumplimiento de una
manda testamentaria, aquella en base a la cual, y al auto proveído el 23 de
febrero de 1720 por el Corregidor interino Francisco Miravete Velasco,
mandaba depositar en manos de Luisa Antonia el contenido del inventario de
bienes de su fallecido marido, elaborado durante 23 días ante el notario Cerdá y
Sevillano con asistencia del propio Miravete, que firmaría las 35 hojas
numeradas del mismo. La viuda se daba por entregada y satisfecha de los bienes,
efectos y caudales reflejados en el, hallados en las casas del difunto, pese a lo
cual, quizás orientada por Luis, apostillaba “sin perjuicio de cualquier derecho
que tenga y pueda tener contra dichos menores y herencia, que quiere le queden
salvos e ilesos” (20).
(21) A.H.P.A. Protocolo 786 de Antonio García, “Substitución de poder”, 17-9-1720, f.318r-318v. Damián
había otorgado el apoderamiento el 28 de agosto ante el notario de Valencia Miguel Merino.
(22) A.H.P.A. Protocolo 447 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Traspaso y otros condicionales traslados”, 3-6-
1723, ff. 193r-200v. El inmueble de la Plaza del Mar estaba ubicado frente a la calle de la Pelota y lindando con
la casa del cabildo de San Nicolás, que anteriormente había pertenecido al doctor Juan Bautista Canicia Franqui.
337
esposa, la Audiencia designaba por su curador ad litem a Juan Boria, que sería
revocado por José en diciembre de 1722 aduciendo rebeldía y defecto de
nombramiento, siendo sustituido por Victoriano Barberá, procurador de causas
de dicho tribunal y notario de la ciudad de Valencia (23).
La demora de José en el nombramiento de su curador valenciano fue causada
por su intervención en el ajuste de cuentas de la sociedad nombrada Bernardo
Bertholón y compañía, que su difunto suegro había formado en 1696 con
Francisco María Sogui, estando activa durante cuatro años hasta la muerte de
Sogui acontecida el 14 de octubre de 1700, el cual había aportado por fondo y
caudal de la empresa 3.043 libras, 18 sueldos y 5 dineros en moneda efectiva,
efectos y mercancías. Pasados dos meses de la muerte de su socio, Bertholón
prometía, en escritura ante el notario Juan Bautista Pagán Rodríguez, restituir a
sus herederos el citado capital más la mitad del importe de pérdidas y ganancias
producidas en dicho tiempo; pero nunca cumpliría su pública obligación “por las
continuas inquietudes, sitios y asedios que esta ciudad ha padecido en los
pasados contratiempos de la guerra desde 1700, en que es notoria la pérdida de
papeles, especialmente en el tiempo que le entraron los enemigos en 1706”.
En consecuencia, pasados quince años, los herederos de los antiguos socios,
entre los que figuraba la consorte de José, después de numerosos encuentros,
considerando las incomodidades, perjuicios y enemistades que seguirían a la
solución judicial, acordaban zanjar las diferencias nombrando a dos jueces
árbitros en las personas de los negociantes franceses Pedro Choly y Lorenzo
Antoine, para que en el plazo de 6 meses prorrogables sentenciasen las cuentas,
con facultad de poder nombrar, en caso de discordia, a un tercero sorteado de
entre cuatro personas de su satisfacción que no fuesen parientes ni adherentes a
las partes en conflicto, las cuales acatarían el laudo incurriendo en la pena de
200 libras la parte desobediente a favor de la obediente (24).
Antes de la designación del curador valenciano por José, su madre y su
hermana Margarita se habían anticipado. La primera, como tutora de sus hijos y
administradora de la casa de comercio y negocios “Viuda y herederos de Pedro
Lombardón”, a mediados de noviembre de 1722, había concedido poder para
litigar a Francisco Alfonso y Manuel Cantó, notarios de Valencia y procuradores
del número de la Real Audiencia (25). Por su parte, Margarita, niña de once
años, tenía curador designado por el Alcalde mayor Zamora desde principios de
octubre de 1721, cargo recaído en el procurador Mateo de la Cruz para la
división y partición de la herencia paterna; pero trasladada la definitiva
(23) A.H.P.A. Protocolo 895 de Francisco Hernández, “Nombramiento de curador y poder”, 6-12-1722, f. 266r-
266v.
(24) A.H.P.A. Protocolo 446 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Compromiso entre partes”, 30-8-1722, ff. 299r-
304v. Integraban la parte de los Bertholón la viuda Francisca Antonia, como tutora de sus cinco hijos y curadora
de ellos y de la esposa de José, así como el licenciado mosén Francisco Bertholón, como responsable de los
negocios y comercio familiar; mientras la parte de los Sogui la componían su único hijo Carlos Francisco, doctor
en Derecho, y su tutor-curador Carlos Verdú, doctor en Medicina y tío materno.
(25) A.H.P.A. Ibid., “Poder para pleitos”, 18-11-1722, ff. 422r-422v y 423r-423v, respectivamente.
338
resolución hereditaria al órgano jurisdiccional superior, el propio curador
sustituiría su función en uno de los notarios representantes de su madre, Manuel
Cantó (26).
La sentencia de la Audiencia sería favorable al demandante, pues mandaba a
la madre el efectivo entrego inmediato a sus hijos del contenido de sus hijuelas;
pero Luisa Antonia, que por su segundo matrimonio había perdido el ejercido
derecho de tutora testamentaria de la persona y bienes de su hija, solicitaría a la
justicia que fuese de su satisfacción la persona en la que recayese dicha tutela, al
no tener Margarita edad suficiente para hacerlo por sí misma y precisar cuidar
de su honesta educación, además de administrar los bienes de su herencia. El 4
de agosto de 1723, el Alcalde mayor Zamora, considerando a su padrastro
persona capaz, le nombraba tutor-curador ad regenda bona de Margarita,
siempre que lo aceptase, jurase y afianzase. Luis ejecutaba las dos primeras
condiciones, faltándole la fianza necesaria a proporción de la cuantía hereditaria
de la tutelada, hallando finalmente sus fiadores en los negociantes Francisco
Quesada y Vicente Irles, así como en el boticario José Martínez, en el corredor
de mar y cambios Francisco Fons y en el labrador de Muchamiel Carlos García,
cada uno de los cuales hipotecaba los bienes precisos para que en conjunto
cubriesen la fianza (27).
En cumplimiento del auto de la Audiencia, cuya ejecución debía supervisar el
juzgado ordinario de Alicante, Luisa Antonia comenzaba, por manos de su
marido Luis, el entrego de los bienes contenidos en el haber de la hijuela de
José. No obstante, el traspaso de bienes quedaría interrumpido a causa de haber
surgido alteraciones y diferencias entre las tres partes implicadas, motivando la
intervención del citado Alcalde mayor que decidía apremiar a los consortes
colocando dos ministros de guardia en la casa de Luis, medida que provocaría la
pronta súplica al juez para la retirada de dicha guardia, el cual mediante auto de
16 de septiembre de 1723 accedería al suplicatorio; pero, a cambio, mandaba
(26) A.H.P.A. Protocolo 446 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Substitución de curaduría para pleitos”, 3-12-1722,
f. 461r-461v.
(27) A.H.P.A. Protocolo 447 de ídem, “Obligación de los fiadores”, 7-8-1723, f. 277r-282v. Los bienes
hipotecados por cada fiador fueron como sigue: Quesada, dos casas poseídas en la Plaza de las Barcas a espaldas
del almacén de Marabeuf, otra casa de su propiedad sita en el mismo sitio a espaldas de la casa de Juan Bautista
Abril, más un almacén y un solar de casa en el barrio de Buda; Irles garantizaba la fianza con dos casas en el
citado barrio, una frente al baluarte de San Carlos y la otra lindando con un almacén de Abril, además de un
tercer inmueble situado en la calle San Francisco y arrabal del mismo nombre; el boticario la sujetaba con 12
jornales de pan llevar propios en la partida del Espartal, otros 52 jornales de tierra con su casa y corral de ganado
poseídos en el Llano de Nadal, dos casas pequeñas contiguas sitas en el Barranco del Carmen y, finalmente, las
mejoras hechas con dinero propio en la finca del Moralet, aportación dotal de su cónyuge María Nicolasa
Maruenda , valoradas en 1.000 libras; Fons hipotecaba una casa en la Plaza de San Cristóbal o Puerta de la
Huerta, lindante con la del negociante francés José Benit y haciendo esquina a la calle por donde se subía a la de
Benito Arques, más otra casa de su propiedad en la calle Barranquet, arrabal de San Francisco, lindante con la
casa-mesón del genovés Antonio Pavía; y, por último, García hipotecaba una finca con su casa y corral de
ganado situada en la partida de Almajá conteniendo 15 tahúllas plantadas de viña, dos casas contiguas en dicha
villa, 12 tahúllas plantadas de moreras y una alquería con 18 tahúllas plantadas de diferentes árboles sita en la
muchamelera partida de San Antonio. En conjunto, el valor de los bienes hipotecados superaba con largueza las
8.000 libras.
339
que el suplicante, en su propio nombre y en el de su esposa, diese fianza
notoriamente abonada y a entera satisfacción del notario judicial, Vicente Cerdá
y Sevillano, de entregar todo cuanto faltaba satisfacer a José del contenido de su
hijuela perteneciente a sus derechos, siendo esto dinero, liquidación de las
cantidades gastadas, intereses de ellas, prorrateo y compensación de lo gastado,
apercibiendo al matrimonio que de incumplir la total entrega de bienes sin
ninguna interrupción procedería al apremio contra sus personas. En estas
circunstancias, el negociante francés Bernardo Peyralón se constituía fiador de
los esposos en tal manera que los fiados cumplirían el decreto judicial, haciendo
la efectiva entrega a José de todo aquello que les faltase satisfacer en
cumplimiento del haber de su hijuela y, en su defecto, él como fiador cumpliría
todo lo que incumpliesen los consortes, pagando a José así las cantidades como
todo aquello que dejase de abonar Luis, por sí y por su mujer, además de los
gastos, menoscabos y perjuicios que se le ocasionasen al perceptor (28).
Las verdaderas causas interruptoras del traspaso de bienes, que motivaron el
duro auto judicial, fueron las alteraciones en las cuentas practicadas por Luis,
ocasionando sustanciales diferencias de capital entre el haber de la hijuela y su
pretensión de detraer del dinero a entregar aquella parte que le perteneciese en la
liquidación de la compañía del difunto Pedro, pues no en balde a fines del mes
de agosto había instado demanda de rendición de cuentas de aquella sociedad
contra los hijos herederos de su tío y padrastro, provocando el 2 de septiembre la
provisión de un auto del Alcalde mayor nombrando al procurador Jaime
Martínez curador ad litem de Margarita, curaduría que en febrero de 1724
sustituía en Mateo de la Cruz (29). Sin embargo, dos semanas más tarde, el
riguroso auto de Francisco Esteban Zamora junto a las medidas de apremio
adoptadas por él, devolverían a Luis a la realidad de sus obligaciones,
prosiguiendo sin demora el complementario traspaso de bienes, sin que hubiese
necesidad de intervenir su fiador negociante. En este sentido y a tal fin, el
notario Vicente Fons, que ostentaba la curaduría de José tras la solicitud de éste
concedida por Zamora en 23 de noviembre de 1724 y afianzada por el botiguero
padre del curador, Lorenzo Fons, facultaba al abogado Pedro Gonzalo para
percibir de Luisa Antonia todas las cantidades pertenecientes a su hijo que le
faltaban entregar en el entero cumplimiento de su hijuela (30).
Una semana después del apoderamiento a Gonzalo se había completado la
entrega a José de bienes raíces, muebles, dinero efectivo, joyas de oro y plata,
créditos, derechos y acciones por manos de su padrastro, que pediría y obtendría
el correspondiente finiquito justificativo (31).
Finalizado el traspaso a José de sus bienes hereditarios, también se procedía al
ajuste y saldo de las cuentas de la antigua compañía del difunto Pedro, percibien
(28) A.H.P.A. Protocolo 447 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación y fianza”, 16-9-1723, f. 305r-307v.
(29) A.H.P.A. Protocolo 448 de ídem, “Substitución de curaduría”, 21-2-1724, ff. 91r-93v.
(30) A.H.P.A. Ibid., “Poder para cobrar” y “Fianza”, 3-3-1724 y 25-11-1724, ff. 95r-96v y 400r-401v,
respectivamente.
(31) A.H.P.A. Ibid., “Carta de pago”, 11-4-1724, ff. 163r-164v.
340
do Luis su interés en ella cifrado en la cuarta parte, ya que otra igual proporción
pertenecía a su jesuítico hermano Juan Bautista.
La disolución de la casa de negociación y comercio titulada Pedro Lombardón
y compañía aparejaría también la finalización de la sociedad “Viuda y herederos
de Pedro Lombardón” que, a su vez, generaría la formación de otras dos
empresas en el transcurso de 1724, las cuales operarían de manera independiente
bajo las respectivas razones sociales de Luis Lombardón y de José Lombardón,
como veremos más adelante.
Entre los bienes raíces contenidos en su hijuela y entregados a José figuraba la
casa familiar de la calle Labradores que pasaba a su propiedad, razón por la que
pasaría a ocuparla con su mujer e hijo antes del verano de ese año, desalojando
de ella a su madre, a su hermana y a su padrastro que fijaban su residencia en la
casa de éste situada en la calle de los Ángeles (32). En el nuevo y permanente
domicilio de la importante vía alicantina nacerían bastante espaciados entre sí, a
excepción del segundo y tercero, los restantes cuatro hijos de los jóvenes
esposos, de los que tres serían varones y sólo una fémina, a quienes se les
impondrían los nombres de José, Pedro, María Pascuala y Francisco, nacidos en
los respectivos años de 1728, 1730, 1734 y 1740 (33).
Antes del nacimiento de su segundo hijo, José, que a la sazón contaba con 22
años, realizaba un intento por conseguir el honorífico título de familiar del Santo
Oficio, a cuyo propósito autorizaba a Félix Dieguez López, jurado de Murcia y
familiar de la Inquisición, a comienzos de febrero de 1727 para su
comparecencia ante el Santo Tribunal, solicitando al notario correspondiente la
expedición de copias autorizadas o simples de las probanzas de su difunto padre
para la obtención de su título, así como de todos los demás despachos y papeles
conducentes a su familiatura y convenientes a sus derechos, fines y efectos (34).
Poco conocemos de las gestiones de su apoderado murciano, salvo que las
mismas no tuvieron el efectivo resultado apetecido, puesto que José no obtendría
el privilegiado cargo hasta la década de los años treinta.
Comenzada esa década, su esposa alumbraba al tercero de sus hijos debiendo
asumir la ardua tarea de criar y educar a niños de ocho, dos y cero años, motivo
por el que José contrataría a Inocencia Cabot como ama de servicio de la casa en
febrero de 1731, siendo ésta la encargada de criar a toda la prole del matrimonio
al permanecer en el desempeño de esa función de manera continuada durante 20
años, 10 meses y 22 días, percibiendo un salario de 10 libras en el primer año y
de 11 libras en cada uno de los restantes y cuyo montante ascendía a 228 libras,
6 sueldos y 9 dineros. El día 8 de enero de 1752, Inocencia dejaría el servicio
(32) A.M.A. Arm 7, Lib. 2, “Repartimiento del Equivalente. Año 1724”. Los caballeros Bartolomé Francisco
Martín y Tomás Doménech fueron los comisionados por el Ayuntamiento para repartir el cupo de 22.725 libras,
asignado a la ciudad por el Intendente Luis Antonio Mergelina y Mota.
(33) A.M.A. Arm 7, Lib. 8, “Vecindario de todas las personas residentes en esta Cdad. y término de Alicante con
expresión de los nombres, edad y número de que se compone cada familia. Año 1754, 27-6”. El conjunto
familiar en esta fecha se componía de 10 personas: padre, madre, 4 hijos, 1 hija, 2 criadas y 1 criado piamontés,
José Galo, nacido en 1730.
(34) A.H.P.A. Protocolo 898 de Francisco Hernández, “Poder para titular”, 3-2-1727, f. 17r-17v.
341
doméstico ante la necesidad de atender la prolongada enfermedad de su esposo
Gaspar Mayor, de la que fallecería a finales de verano de ese año, pues su viuda
volvería a reintegrarse en el servicio de la casa de José el 20 de noviembre,
prolongando este segundo período exactamente un año, hasta el 20 de
noviembre de 1753, cobrando un anual sueldo de 9 libras y media aunque, en
realidad, percibiría 10 libras que ella misma confesaba al haber recibido la
global suma de 238 libras, 6 sueldos y 9 dineros, satisfechas por José
abonándole 182 libras, 7 sueldos y 7 dineros en distintas partidas durante el
transcurso de sus años de servicio, más 55 libras, 19 sueldos y 2 dineros de
liquidación en dinero de contado (35).
Por su parte, Margarita, que mantendría su soltería durante toda su existencia,
conviviría siempre con su madre y su padrastro quien desempeñaría la tutoría y
curaduría durante su minoría de edad, representándola en todos los documentos
públicos relacionados con los negocios o derivados de esta actividad. Alcanzada
la edad de 25 años, continuaría cobijada en la casa de Luis compaginando
algunas actividades mercantiles con el cuidado de éste y de su madre, los cuales
no tendrían ninguna descendencia directa en las dos décadas de vida conyugal.
Luisa Antonia fallecía en 1743 (36), y su herencia inmobiliaria, consistente en
una casa situada en el arrabal de San Francisco y calle de la Balseta, recibida en
parte del pago de su dote y bienes gananciales de su primer matrimonio, pasaría
a sus hijos quienes renunciarían a su propiedad en julio del siguiente año, como
veremos al tratar el apartado patrimonial.
Luis sobreviviría una década a su consorte, falleciendo entre la segunda mitad
julio y la primera quincena de agosto de 1753 (37), ya que Margarita, a la sazón
con 42 años, apoderaba el 18 de agosto a su hermano José para que solicitase la
posesión judicial de todos los bienes raíces y semovientes que le pudiesen
pertenecer de la herencia del fallecido Luis, en calidad de otra de sus herederos
y sucesores (38).
En cuanto a los hermanos José y Margarita, la longevidad de ambos sería bien
diferente, pues mientras el primero fallecía en el otoño de 1756 cuando apenas
había cumplido los 51 años (39), Margarita sobrepasaría con largueza esta edad
(35) A.H.P.A. Protocolo 659 de Vicente Fons, “Carta de pago”, 23-9-1754, f. 271r-271v.
(36) A.M.A. Arm 7, Lib. 5, “Repartimiento del Equivalente. Año 1743”. En la distribución de las 8.611 libras y
16 sueldos del cupo asignado por Francisco Driget y Fabre, Marqués de Malaspina, figura Luis Lombardón y
herederos de Luisa Cerdá con una tasa impositiva de 35 libras y media. Para más información sobre el citado
Marqués, Corregidor e Intendente de Valencia desde 1741 hasta 1754, Vid. Giménez López, E., Los servidores
del rey en la Valencia del siglo XVIII. Valencia, Diputación, 2000, pp. 401-402.
(37) A.M.A. Arm 7, Lib. 7, “Repartimiento del Equivalente. Año 1753”. La repartición al detalle de los 7.716
pesos del cupo se iniciaba el día 2 de julio, tributando Luis 14 pesos, 16 sueldos y 5 dineros; pero, sin embargo,
no llegaría a recolectar la vendimia y posterior producción vinícola de la cosecha de 1752 en 1753. A.M.A.
Manifiesto del vino, Arm. 17, Lib. 41, f. 66r.
(38) A.H.P.A. Protocolo 658 de Vicente Fons, “Poder para heredar”, 18-8-1753, f. 175r-175v.
(39) A.M.A. Arm 7, Lib. 9, “Repartimiento del Equivalente. Año 1757”. El cupo de 7.716 libras, constante desde
1745, asignado en ese año por el Intendente interino Juan Diego Verdes Montenegro debido a una dolencia del
titular cántabro Pedro Rebollar de la Concha, fue repartido por Manuel Soler y Vicente Ghesi asignando una
tributaria partida de 18 libras, 18 sueldos y 6 dineros a los herederos de José. Para una más amplia referencia del
Corregidor e Intendente Rebollar, Vid. Giménez López, E., Op. cit., p. 476.
342
falleciendo en el último tercio del siglo XVIII .
EL COMERCIO
(40) Sobre este particular también incide el profesor Pradells Nadal, lamentando la desaparición de la
documentación municipal en el período de gobierno austracista de la ciudad. Vid. Pradells Nadal, J., Del
foralismo al centralismo. Alicante 1700-1725. Alicante, Universidad, 1984, p. 76.
(41) A.M.A. Arm. 7, Lib. 2, “Repartimiento de 8.300 libras del Cuartel de Invierno por los meses de diciembre
de 1712 y enero, febrero, marzo y abril de 1713”. El despacho orden del Superintendente Rodrigo Caballero,
fechado el 20-12-1720, asignaba cupo a la ciudad, motivando la reunión del Cabildo a comienzos de enero de
1713 para su detallada distribución.
(42) A.M.A. Arm. 7, Lib. 4, “Certificados de D. Vicente Bonavida, contador interventor por S.M. de las Rentas
Reales y Generales de esta Ciudad y su Partido. Años 1728-30”; y Arm. 5, Lib. 81, “Certificaciones del contador
de Aduanas de los Derechos que causaron las mercaderías en diferentes años”.
343
Las angustiosas jornadas de julio de 1691 estaban frescas en la memoria y
presentes en el animo del marsellés, tanto a nivel personal como profesional, por
la negativa repercusión sobre su comercio y negocios hasta dejarle sin
gananciales, cuando en enero de 1706 se producía el asedio austracista a la
ciudad. Ahora, sus circunstancias habían variado sustancialmente, pues no sólo
peligraban sus negocios, sino también su propia familia entre la que se hallaba
un hijo de corta edad, motivos sobrados para no dudar en abandonar Alicante
buscando la seguridad en tierras bajo el dominio borbónico, siendo las más
próximas las de la ciudad de Murcia protegida por las tropas del cardenal
Belluga, obispo de Cartagena.
En ese refugio murciano permanecería más de tres años (43), tiempo que
dedicaría a refundar allí su casa comercial y de negocios a la par que, valiéndose
de la intermediación de otro negociante exiliado de Alicante, el genovés Antonio
Pavía, la consolidaba y fortalecía manteniendo corresponsalía con la casa Cambi
y Spineli, afincada en Madrid. Así lo testimoniaba el propio Pavía pasada una
década, a petición de parte interesada, con ocasión del desacuerdo entre la citada
casa comercial y Pedro, al que acusaban de infidelidad en la corresponsalía,
expresando que en 1707 “hallándose él en Murcia, donde estaba también Pedro,
a causa de hallarse Alicante en poder de los enemigos, por su mediación e
intervención entró éste en correspondencia, relación y negocio sobre el comercio
con Cambi y Spineli”, añadiendo que “dicha correspondencia sobre negociación
y comercio, desde entonces hasta el presente, continua sin que él sepa que Pedro
tenga otra en la Villa y Corte sobre tratos y negocio que con los expresados”
(44).
La acusación, que para el marsellés tenía la gravedad de afectar a su honor y
honra profesional, le indujo a solicitar el mismo día otros tres testimonios
favorables de personas versadas en su profesión. El del también genovés
Jerónimo Maricone expresaba que en sus siete años de residencia alicantina, no
había sabido ni sabía que Pedro tuviese otra correspondencia en Madrid que la
mencionada, la cual continuaba al presente, pues lo conocía por su profesión y
tener noticia de ello a causa de la correspondencia que concurre entre
negociantes (45). En parecidos términos se manifestaban el corredor de mar y
cambios Francisco Fons y el mercader José Binera. El primero argumentaba que
desde 1710 en que Pedro, “desde los dominios de S.M. donde se hallaba”, se
restituyese a la ciudad, “recuperada del poder de los enemigos”, hasta ahora
había corrido con los cambios ofrecidos en su casa de comercio, motivo por el
que sabía que en todo ese tiempo ha tenido y continúa teniendo correspondencia
con la citada casa madrileña, a favor de la cual y ordenado por el marsellés “ha
sacado y corrido algunas letras pagadas con dinero de éste y manos de él”, sin
(43) A.H.P.A. Protocolo 442 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Revocación de poder”, 3-10-1716, f. 406r-406v. El
23 de agosto de 1709, Pedro concedía al ilicitano Antonio Samper un poder para cobrar ante el notario de Murcia
Nicolás Gómez Capel, apoderamiento que sería revocado pasados los siete años.
(44) A.H.P.A. Protocolo 443 de ídem, “Declaración”, 1-6-1717, f. 215r-215v.
(45) A.H.P.A. Ibid., “Declaración”, 1-6-1717, f. 216r-216v.
344
saber de otra corresponsalía en la capital (46). El segundo, empleado como
mozo de escritorio del negociante, expresaría que desde 1707 “en que se hallaba
D. Pedro con su casa de comercio en la ciudad de Murcia por estar esta de
Alicante ocupada de los enemigos”, había establecido correspondencia de
negociación y comercio con Cambi y Spineli, de Madrid, mediante la
intervención de Pavía, continuándola al presente sin tener ninguna otra (47).
Mientras Pedro permanecía exiliado en Murcia, Felipe V decretaba en enero
de 1708 la unificación de los derechos aduaneros, de enorme repercusión en
Alicante por su importancia portuaria y por los negativos efectos sobre el
comercio. Un semestre después, el 29 de junio, el Consejo de Hacienda
aprobaba un nuevo arancel que suponía el 15 % sobre el valor de los efectos
importados y exportados, tributo que en enero de 1709 fue implantado en la
ciudad por abogado napolitano Felipe Bolifón, administrador de Rentas Reales,
que lo complementaría en noviembre de ese año aplicando el 2 % sobre los
víveres introducidos por la puerta de tierra para proveer a la ciudad. Con ello,
considerando que se mantenían las cargas fiscales de la época foral, en especial
la nombrada General y Doble tarifa que gravaba un 7´5 %, las nuevas tarifas
portuarias alcanzarían el 22´5 %, incremento desproporcionado y considerado
abusivo por las autoridades y comerciantes (48).
En esta nueva situación fiscal retornaba Pedro a Alicante desde su exilio
murciano, siendo una de sus primeras actuaciones convenir con el negociante
francés Francisco Nas la formación de una compañía con el propósito de
implantar una corresponsalía en Valencia regentada por éste para, seguidamente,
denunciar ambos la implantación del nuevo arancel en abril de 1710, a cuyo fin
facultaban a los diputados franceses en Madrid Francisco Salles y Beltrán Pascal
para que, compareciendo ante Felipe V y su Consejo de Castilla, pidiesen que
los nuevos derechos aduaneros no afectasen a los comerciantes galos en base a
las franquicias y privilegios reales concedidos con anterioridad (49). Pasado un
mes sin que la onerosa situación hubiese sufrido positiva modificación,
apoderaban con mayor acritud a Portier, también negociante francés residente en
la capital, para reclamar al monarca los derechos en el comercio de la nación
francesa, haciendo notoria la “necedad de D. Felipe Bolifón” introduciendo en la
ciudad e implantando la percepción de un nuevo arancel por la última regulación
hecha para los derechos de las ventas de la mar, sobre todo género de
mercancías adelantando su ejecución, particularmente en los de la nación
francesa en Alicante y su comercio, alterando las franquicias y privilegios
poseídos, provocando daños causantes de que se extinga y enerve el comercio
francés de la ciudad, lo que provocaría domiciliarlo en puertos menos gravosos
(46) A.H.P.A. Protocolo 443 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Declaración”, 1-6-1717, f. 217r-217v.
(47) A.H.P.A. Ibid., “Declaración”, 1-6-1717, f. 218r-218v.
(48) Kamen, H., La Guerra de Sucesión en España, 1700-1715. Barcelona, 1974, p. 362. Giménez López, E.,
Alicante en el siglo XVIII. Economía de una ciudad portuaria en el Antiguo Régimen. Valencia, 1981, pp. 223-
224.
(49) A.H.P.A. Protocolo 441 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Poder general de comercio”, 8-4-1710, ff. 38r-39v.
345
= Cartagena –. Después del improperio, reivindicación y amenaza, finalizaba el
poder solicitando la regia clemencia para que los nuevos impuestos se rebajasen
a los comerciantes franceses, en virtud de las exenciones y privilegios que
gozaban por merced del propio monarca (50).
Tampoco la oposición de los negociantes franceses encabezados por su cónsul
Pedro Bigodet tendría efectos inmediatos en la voluntad del rey; pero unida a las
reiteradas peticiones de los munícipes locales en el mismo sentido, lograrían
mudar el ánimo del monarca que el 14 de agosto de 1711 publicaba un Real
Decreto rebajando las tarifas aduaneras desde el 22´5 % hasta el 15 % en todo el
reino de Valencia.
Poco antes del último apoderamiento, Pedro autorizaba al procurador de
Marsella Luis Michel para reclamar al vecino de ella José Espanet sus géneros,
efectos y mercancías que éste había poseído y administrado por cuenta del
negociante; pero, sobre todo, para que incidiera en el reconocimiento, ajuste y
saldo de cuentas entre ambos (51), lo cual evidenciaba que las relaciones
comerciales con su ciudad natal las simultaneaba Pedro, como mínimo, con la
importación de atún procedente de Cádiz y Ceuta. En este sentido, el primer día
de julio facultaba a Juan Agustín y Juan Esteban Pagamino, de Génova, para
levantar el secuestro y embargo judicial ejecutado a favor del fraile Antonio
María Mione en cuantía de 7.130 libras, 1 sueldo y 7 dineros de moneda
genovesa, como capital propio del genovés residente en Cádiz José María Pereli
Burlo, que en los citados puertos había practicado una carga de atún sobre la
barca del patrón genovés Jaime Germano, consignada a la sede valenciana de la
compañía fundada por Pedro con Francisco Nas. Pero, habiendo arribado
Germano a Alicante, vendería toda la carga pasando con su producto a la ciudad
ligur cuando la tercera parte de cargazón era propiedad del negociante, por cuyo
motivo sus mencionados apoderados estuvieron presentes en el referido
secuestro y embargo. Dos semanas más tarde, el notario de Valencia Evaristo
Alcoriza era autorizado para reclamar el caudal del tercio del cargamento de
atún perteneciente al marsellés.
No obstante, en previsión de que esta vía no surtiese los efectos deseados,
pasados dos días, daba poder al gaditano negociante francés Diego Lorión para
la cobranza de todo el dinero y mercancías que Burlo le adeudase en razón de
los tratos y negocios habidos entre ambos, haciendo especial hincapié en el
referido cargamento. No parece que las actuaciones del representante francés
fuesen diligentes y eficaces porque, casi un año después, Pedro concedía poder
jurídico al negociante gaditano Agustín Pedezina para que, judicial o
extrajudicialmente, interviniese en el ajuste de cuentas de los negocios habidos
con Burlo, cobrando de cualquier forma los alcances favorables, ya fuese
nombrando jueces árbitros o utilizando la vía judicial (52).
(50) A.H.P.A. Protocolo 441 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Poder para reclamar”, 5-5-1710, ff. 48r-49v.
(51) A.H.P.A. Ibid., “Poder para reclamar”, 2-5-1710, f. 47r-47v.
(52) A.H.P.A. Ibid., “Poder antisecuestro” , “Poder para reclamar” y “Poder para cobrar”, 1-7-1710, 13-7-1710
y 15-7-1710, ff. 72r-73v, 81r-81v y 82r-82v, respectivamente; y protocolo 1763 de ídem., “Poder”,18-6-1711, ff.
346
Al parecer, el atún fue asiduo género en el comercio de Pedro, pues en cierta
ocasión resultaba acreedor en 17 libras y 7 sueldos del marino alicantino José
Moreno, patrón de la barca “Jesús, María y José” en la que el negociante
participaba en un tercio de su valor, de las cuentas del viaje realizado a por un
cargamento de atún a las almadrabas de Poniente, habiendo anticipado el
comerciante 450 libras para la compra de la carga de las que, a su retorno, le
solicitaba la rendición de cuentas por medio del francés Mateo Cogordan,
reclamando a su vez el deudor que el marsellés le pagase 70 libras que de su
cuenta y orden había satisfecho a José López, por los fletes de un viaje hecho a
Valencia con un cargo de cebada. El desacuerdo entre las partes desembocaba
en un pleito, cuya definitiva sentencia pronunciaba el 20 de abril de 1720
Francisco Miravete Velasco, Oidor de la Audiencia y Alcalde mayor interino de
Alicante, mandando abonar a los herederos del negociante las 70 libras
rebajadas en el citado crédito y que, pese a la apelación interpuesta, acabarían
pagando al marino 52 libras y 13 sueldos (53).
En cuanto al comercio de productos textiles importados por Pedro, que hemos
aludido en líneas precedentes, hacia mediados de mayo de 1711 llegaba al
puerto de la ciudad el buque “San Luis” del capitán francés Luis Curet, llevando
a bordo una bala de crea que desde Marsella le remitía el negociante Raimundo
Boviñan; pero viendo dañada la bala, pedía su reconocimiento a los franceses
expertos en tejidos Francisco Nas y Miguel Bosch más al romano Juan Bautista
Escot, quienes habiéndola reconocido hallaban 12 piezas deterioradas a causa de
haberse mojado con agua del mar, valorando el daño recibido por la docena de
piezas de cretona en 55 pesos (54). Esto no sería la única ocasión que le
sucedería al comerciante, ya que pasados dos meses recibiría una bala de lienzo
“lucarnans” estrecho, remitido en el navío del capitán genovés Genaro Rapalo
de orden de Trofhene Lombardón, de Marsella, para tenerla a disposición del
ilicitano Francisco Cossen; mas reconocidas por los negociantes prácticos en
estos géneros Juan Bautista Escot, Bonifacio Rimbau y José Bouligni,
encontrarían 4 piezas y media en mal estado por el mismo motivo antedicho,
estimando que el aún visible daño de ellas podía valorarse en 12 pesos (55). Sin
embargo, aquello sucedido con Boviñan, aunque subsanado en el pago del
género, sería el origen de unas frías relaciones personales y comerciales entre
los dos compatriotas, si bien ambos colaborarían en defensa de sus comunes
intereses, puesto que ellos, en unión de Francisco Nas y de Pedro Choly,
ordenarían al corredor de mar José de Lor que tratase con el capitán del
“Génesis”, el inglés Juan Bautista Trillet, o con el escribano de a bordo, Juan
Bautista Molinaro, el cargo y flete de unas porciones de barrilla que todos ellos
querían remitir a sus correspondientes en Marsella y, a mediados de noviembre
de 1713, el corredor convenía con Molinaro el embarco de la planta barrillera
85r-86v.
(53) A.H.P.A. Protocolo 1765 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Carta de pago”, 29-6-1720, ff. 209r-210v.
(54) A.H.P.A. Protocolo 1763 de ídem, “Declaración”, 14-5-1711, f. 63r-63v.
(55) A.H.P.A. Ibid., “Declaración”, 14-7-1711, f. 101r-101v. Escot era también cónsul romano en Alicante.
347
pagando por fletes 18 sueldos de moneda tornesa por cada quintal limpio, trato
aceptado por los negociantes que en su ejecución enviarían el cargamento a
bordo del navío, estando prestos a firmar las pólizas conforme a lo acordado.
Pero Francisco Fons, también corredor público nombrado por el Ayuntamiento,
añadía que Molinaro le había pedido las pólizas para llevándolas al buque fuesen
firmadas por su capitán, lo cual acontecía el día 21 de dicho mes, devolviéndolas
firmadas aunque con un añadido hecho con otra letra y pluma, especificando que
las estarías de descarga serían de 4 días a cargo de los dueños del cargazón,
además de llevar los fletes a bordo del navío pagando al capitán el 5 % de ellos.
Por esas razones, ambos agentes de cambios expresaban que, según lo tratado,
los negociantes sólo debían abonar por fletes los 18 sueldos torneses sin otro
cargo, porque las demás pretensiones eran injustas y fuera de lo convenido. Los
negociantes, presentes a estas manifestaciones, las aceptarían pidiendo traslados
autorizados con los que, finalmente, lograrían que el capitán cumpliera
estrictamente lo convenido (56).
Los tratos comerciales entre las casas de Pedro y de Boviñan proseguirían
cada vez con mayor dificultad durante tres años más, hasta que el primero
decidía concluirlos al comenzar octubre de 1716 apoderando a su familiar
marsellés Baltasar Bruno Lombardón para que, en su nombre y representación,
se incautase y recibiese todos los efectos de su pertenencia en manos de Boviñan
en razón de los negocios habidos hasta entonces entre ambos, procediendo a su
justa liquidación conforme a las instrucciones que le suministrase,
demandándole vía judicial o extrajudicial, tomando en data las partidas pagadas,
nombrando jueces árbitros y otorgando los oportunos finiquitos. En definitiva, el
propósito de Pedro era que su representante cobrase todos los créditos debidos
por el negociante de Marsella, y si para ello fuese necesario comparecer en
juicio lo hiciese ante los jueces de la capital provenzal, practicando las
diligencias precisas y aportando la documentación necesaria a tal fin (57).
Si pensaba Pedro que este ajuste y saldo de cuentas se resolvería con
prontitud, se equivocaba. Baltasar Bruno trataría de rematar las cuentas de forma
pacífica y amistosa; pero las dilaciones y trabas del negociante le concienciarían
de la necesidad de optar por la vía judicial; hecho lo cual, la resolución del pleito
iría pasando por diferentes jueces jurisdiccionales hasta terminar ante los jueces
cónsules de mercaderes nombrados por Luis XV, quienes en octubre de 1718
proveían que, para poder emitir un justo veredicto, el demandante debía
demostrar la veracidad de los créditos reclamados con la aquiescencia del
demandado. A tal efecto, y en su cumplimiento, el 25 de ese mes Pedro
entregaba a Pedro Dupuy, canciller del cónsul francés en Alicante, los cinco
libros de su negociación y comercio a la par que requería al negociante Lázaro
Guiran, como apoderado de Boviñan, “a tomar la satisfacción que le pareciese
(56) A.H.P.A. Protocolo 780 de Antonio García, “Declaración”, 22-11-1713, ff. 244r-245r.
(57) A.H.P.A. Protocolo 442 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Poder para recibir y liquidar cuentas”, 1-10-1716,
ff. 401r-402v.
348
más conveniente en orden a los intereses de su representado” (58).
La víspera de Nochevieja de ese año; esto es, pasados más de dos meses del
entrego de los libros a Dupuy, el citado apoderado no sólo no había visionado
los libros, sino ni tan siquiera había pasado por el domicilio del cónsul francés
Pedro Bigodet, perjudicando con ello sus derechos por no custodiar los citados
libros. En consecuencia, le volvía a requerir para que en el término de tres días
pasase por la casa del cónsul “tomando con libertad la satisfacción que a su parte
le conviniere en orden a sus intereses”, añadiendo que si no lo hiciese retomaría
dichos libros por serles precisos, protestando contra su representado todos los
gastos, perjuicios y costas que su falta le pudiese ocasionar, protesta reiterada al
tercer día de 1719, lo cual evidenciaba que el apoderado no se había personado
en casa del mencionado cónsul, además de constatar la nula voluntad de la parte
contraria por resolver el pleito usando de la táctica dilatoria (59).
El litigio todavía se prolongaría por más de cuatro años, tanto que el propio
Pedro no vería su resolución antes de su fallecimiento, siendo su viuda Luisa
Antonia quien ratificaría a Baltasar Bruno para la continuación de la causa, aún
pendiente en Marsella, “en fuerza del poder que le otorgó el 1 de octubre de
1716” su difunto marido (60).
Otro artículo importado por el marsellés fue la porcelana francesa, puesto que
en agosto de 1716 solicitaba a los mercaderes franceses José Binera y Gaspar
Nobles su presencia en la aduana portuaria, para retirar tres cajas de “vidriado de
tierra” que conducirían al almacén del comerciante donde Nobles, en presencia
de su colega, las abriría hallando un tercio de la llamada porcelana hecha
pedazos en las mayores piezas contenidas en las cajas, de manera que no
pudiéndose aprovechar perdieron todo su valor (61).
Sin embargo, el producto comercial por excelencia durante el último lustro de
su existencia sería el vino, que le proporcionaría sustanciosos beneficios al
comercializar de forma mayorista y minorista su propia producción. El
negociante, por su propio oficio, conocía el auge en la demanda que en los
mercados europeos del Norte tenían los tintos alicantinos que, además, gozaban
de medidas proteccionistas que permitían a los cosecheros locales monopolizar
su comercio, impidiendo la entrada de caldos obtenidos fuera de la jurisdicción
de la ciudad (62). En consecuencia, Pedro sería uno de los pioneros en la
práctica, seguida por la mayoría de los negociantes extranjeros asentados en la
ciudad, de intentar aunar su condición de comerciante con la de cosechero, al
objeto de conseguir un doble beneficio en la comercialización de su vino. En
aras a intentar lograr este propósito, en el transcurso de 1714 adquiría una finca
(58) A.H.P.A. Protocolo 1764 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Requerimiento”, 25-10-1718, ff. 337r-338v. Los
libros aportados por Pedro fueron el mayor, el manual y el borrador o jornal en número de tres.
(59) A.H.P.A. Ibid., “Requerimiento y protesta”, 30-12-1718, ff. 449r-451v; y protocolo 444 de ídem,
“Protesta”, 3-1-1719, ff. 8r-10v.
(60) A.H.P.A. Protocolo 1765 de ídem, “Poder para pleito”, 25-5-1720, ff. 186r-188v.
(61) A.H.P.A. Protocolo 442 de ídem, “Declaración”, 20-8-1716, f. 306r-306v.
(62) Giménez López, E., Alicante en el siglo XVIII. … ., pp. 312-331. “El control del mercado vinícola
alicantino: La defensa de los privilegios frente a las medidas liberalizadoras”.
349
rústica situada en la partida de Boñany, comenzando desde 1715 hasta 1719 su
corta trayectoria de comerciante cosechero, siendo su producción en cántaros y
comercialización vinícola la manifestada en el siguiente cuadro:
• Este incompleto dato aparece en el Libro 5, que sólo expresa el nombre del
cosechero y su producción por partidas rurales desde 1715 hasta 1734, motivo
por el que desconocemos el destino de esos vinos que, por ello, computamos
como excedentes.
•• La producción de 1717 fue de 2.150 cántaros a los que se añadirían 100
cántaros de vino viejo; esto es, del sobrante de la cosecha anterior almacenado.
(63) Labrousse, Ernest. Fluctuaciones económicas e historia social. Madrid, 1962, p. 446. Giménez López, E.,
Op. cit. p. 154.
350
hasta la campaña vinícola de 1719 que, en su conjunto, suponían la nada
despreciable cifra de 1.075 cántaros; y ello, pese a la existencia en los libros 8 y
9 del Manifiesto del vino, correspondientes a los años 1718 y 1719, de un anexo
específico dedicado a los cosecheros poseedores de vino viejo y aguardiente,
donde no figura Pedro. Este sorprendente escamoteo de vino, que también
sucedería en menor medida con su hijastro Luis, superior a los 12.400 litros no
tiene explicación lógica; pero admite dos hipotéticas respuestas. Si admitimos el
férreo y exhaustivo control de la Junta inhibidora del vino forastero en la entrada
de caldos a la ciudad por los cosecheros, para evitar el fraude y mantener el
privilegio, debemos concluir que el escaso celo de los funcionarios permitía la
introducción furtiva de vinos cometiendo fraude; o que el negociante no era
buen cosechero y sus bodegas no reunían las necesarias condiciones para
almacenar sus vinos excedentes, que se le estropeaban de un año para otro (64).
Otro destacable asunto reside en la actividad exportadora del marsellés. En la
documentación del Manifiesto aparecen con la anotación “para embarcar” o
“para la mar” aquellas partidas entradas en la ciudad destinadas a la exportación
por vía marítima, tal como refleja el cuadro con los 400 cántaros introducidos el
13 de noviembre, dos meses antes de su muerte, cantidad que apenas
representaba el 8´5 % de los 4.675 cántaros con destino conocido. Por otra parte,
las partidas entradas “para su casa” entre marzo y abril de 1717, y desde
septiembre de ese año hasta febrero de 1718, alcanzaban la conjunta cifra de
2.500 cántaros que parecen excesivos para un consumo doméstico (65). En
consecuencia, parece más probable que la mayor parte de estos caldos
almacenados en las bodegas domésticas tuviesen salida a través del puerto local,
al igual que el tinto entrado en la ciudad bajo la anotación “para colar”,
circunstancia esta no producida en el caso del comerciante.
Fallecido Pedro, su casa de comercio y negocios continuaría sus actividades
bajo el título de Viuda y herederos de Pedro Lombardón, incumpliendo la
disposición testamentaria del difunto que determinaba su continuidad con el
nombre de José Lombardón, su hijo. En cualquier caso, la nueva sociedad
asumiría los asuntos profesionales dejados pendientes por el finado negociante,
al tiempo que tomaría sus propias decisiones comerciales, las cuales se verían
afectadas por las medidas sanitarias implantadas en la ciudad por las autoridades
locales y nacionales, tendentes a evitar el contagio del brote pestífero marsellés
de 1720. Así, en julio de 1721, llegaba a la bahía alicantina “El Portillón de
Alicante” del capitán francés Andrés Maggi, cargado con diferentes géneros y
mercancías embarcadas en el puerto de Génova para consignar, entre otros
(64) También computamos como evaporados los 400 cántaros sobrantes de 1719 porque en 1720, además de
fallecer el negociante, la documentación no contiene a ningún Lombardón cosechero. A.M.A. Manifiesto del
vino. Arm. 17, Lib. 10.
(65) Teniendo en cuenta los 11´55 litros del cántaro en Alicante, ello supondría destinar al consumo del grupo
familiar integrado por 7 personas, de las que 5 eran familia propia con dos hijos de entre 12 y 7 años, más 2 del
servicio doméstico, una ración diaria superior a los 2 litros y tres cuartos por persona durante 1.460 días
consecutivos. El sentido común rechaza como factible este hecho por las graves consecuencias que para la salud
acarrearía esta continua y notable ingesta alcohólica.
351
negociantes de la ciudad, a la Viuda y herederos y a otras casas de Cartagena.
Pese a venir el capitán con la patente de sanidad, testimonios y demás papeles e
instrumentos necesarios, incluso superabundantes en opinión personal del
susodicho, para que desde su arribo fuese admitido a libre comercio, lo cual no
ha conseguido hasta el presente, antes lo contrario le han dado a entender
algunos negociantes con ropa y géneros a bordo del navío, quienes afirmando
conocer que el capitán quería pasar a Cartagena, le habían protestado ante el
notario Vicente Rovira cualquier daño, perjuicio y menoscabo que se les
ocasionase. Pero, en su opinión, siendo que él partió de Génova con la buena fe
de que al llegar a Alicante y presentar la pertinente documentación sería
admitido a comercio, debían correr por cuenta de los interesados en el
cargamento las estarías, gastos, detenciones, perjuicios, daños y menoscabos que
se hayan producido hasta su admisión a libre comercio. Por ello, protestaba
contra dichos negociantes para su conocimiento y que entendiesen que a prorrata
de los géneros pertenecientes a cada uno debían concurrir a la avería practicada
en un próximo futuro. El 13 de agosto llegaba la notificación a manos de la
Viuda y herederos, que respondería manifestando que de ninguna manera
entendía estar obligada su compañía, ni los géneros y mercancías a bordo del
buque para su consignación, debiendo ser de su propia cuenta y de los
interesados de su embarcación, pues ni los respondientes ni los géneros
causaban su detención, en base a lo cual le contra protestaban (66).
Pasado algún tiempo, a final de enero de 1723, Luisa Antonia, casada ya en
segundas nupcias con Luis, recibía en representación de su compañía
correspondencia epistolar del marsellés Juan Resman, autorizándola a la venta
del cargamento de trigo embarcado en “El pequeño Vendôme” capitaneado por
el francés Agustín Brueé, en especial la mitad del cargo a él perteneciente. El
buque, con su cargazón de cereal, llegaba a la bahía de la ciudad en los finales
días de marzo y, pasados cuatro días de cuarentena, Luisa requería al capitán a
que, en cumplimiento de la carta que le manifestaba, se valiese de ella y de su
casa de comercio para la venta del trigo, lo que rehusaría el marino excusándose,
motivando que la requeriente le formulase la pertinente protesta jurídica (67).
Las actividades de la mencionada casa de comercio y negocios finalizaban en
los primeros meses de 1724, momento a partir del cual emergerían por separado
dos nuevas casas de comercio y compañías de negociación, la de Luis y la de
José, padrastro e hijastro, coincidiendo en un mismo año la aparición de ambas
en el panorama comercial.
La primera noticia sobre trato comercial de Luis, orientadora de sus
actividades en este campo, data del 6 de agosto de 1726 con la llegada al puerto
(66) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Protesta”, 12-8-1721, ff. 312r-316r. Los demás negociantes
consignatarios de la ciudad eran Juan Antonio Corsiniani, Pavía y Risso compañía, Jerónimo Fabiani, Ambrosio
Delfino, Domingo Grassi, Herederos de Bernardo Bertholón, Sebastián y herederos de Bartolomé Noly, Alberto
Necco, Miguel Ángel Lavarelo, Jacinto Ardizon/e y Pedro Choly.
(67) A.H.P.A. Protocolo 447 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Requerimiento y protesta”, 31-3-1723, ff. 110r-
111v. Esta notificación y reserva de derecho la practicaba Luisa en la casilla del morbo y guarda de Salud del
muelle, siendo su intérprete el francés José Beltrand, hijo del vicecónsul de aquella nación.
352
de la ciudad del navío “La María” mandado por el inglés Juan Gotinson, cargado
con una gran bala que contenía a otras menores de bayetas blancas inglesas,
remitidas desde Málaga a su consignación por los negociantes Bronvner y
Carguet. Pasados más de tres meses, solicitaba de los mercaderes Antonio
Gallard y Honorato Blasco el reconocimiento de esa gran bala por si tenía algún
daño y, desembalándola, descubrirían la cubierta de una menor bala dañada
desde hacía tiempo, hallando en su interior dos piezas podridas al parecer de
agua, considerando que una tenía la pérdida y daño en la mitad de su valor,
mientras la otra era apreciada su pérdida y daño en la tercera parte (68).
Sin embargo, la documentación fiscal sería la que aportaría información sobre
la tipología de su comercio practicado en dos períodos distintos, así como la
naturaleza y procedencia de los efectos importados que, en esencia,
correspondían a productos manufacturados y alimenticios.
La primera etapa, de extensión trienal, abarcaba desde 1728 hasta 1730 donde
se evidenciaba una neta primacía de las exportaciones sobre las importaciones,
manifestada en los derechos aduaneros satisfechos por la salida y entrada de
géneros y mercancías que supondrían, en el conjunto del período, un global
valor de 1.103.589 maravedíes en salidas frente a los 643.470 maravedíes en
entradas, que supondrían un alcance porcentual del 58´3 % de aquellas (69).
Este predominio exportador se debía en gran medida al comercio de un
producto del país: la lana. La incidencia de la materia prima textil en el volumen
de salidas variaría durante el período trienal, comenzando en 1728 por generar
una deuda arancelaria de 10.780 maravedíes sobre un total derecho aduanero de
587.366 maravedíes, lo que apenas representaba el 1´84 % de las salidas, para
incrementar extraordinariamente su importancia en la siguiente anualidad hasta
alcanzar los 157.164 maravedíes sobre una suma de 347.232 maravedíes
satisfechos en derechos de aduana; esto es, más del 45 % del total de las
exportaciones realizadas en 1729 por el negociante de puerta cerrada. Sin
embargo, el volumen de salidas de lanas decrecería en el último año del período
un 17´69 % respecto al año inmediato precedente, llegando a producir en
impuestos de aduana 129.369 maravedíes de los totales 168.991 satisfechos, lo
que suponía que, pese al retroceso experimentado, este género aún constituía el
76´5 % de las exportaciones practicadas en 1730.
Por el contrario, la importancia vinícola en el global valor de las exportaciones
de este trienio resultaría nula, salvo que hubiese sacado algún volumen de tintos
en la desconocida cosecha de 1730 por inexistencia documental, al menos eso
parece confirmar la observación del siguiente cuadro, que expresa más de tres
décadas de la trayectoria de Luis como cosechero arrendatario en la partida de
Almajá y otras hasta 1730 y, desde ese año, en su finca de la partida del
(68) A.H.P.A. Protocolo 450 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Declaración”, 29-11-1726, f. 373r-373v.
(69) A.M.A. Arm. 7, Lib. 4, “Certificación de D. Vicente Bonavida, contador interventor por S.M. de las rentas
Reales y Generales de Alicante y su partido, de los Derechos de Diezmos y sus agregados que han adeudado los
negociantes de esta Ciudad en la entrada y salida de géneros”. Como el arancel satisfecho era el 15 % de las
importaciones y exportaciones, resulta sencillo calcular el valor absoluto de las entradas y salidas en la etapa.
353
Conchell:
• Esta cosecha y excedentes los producía en el arriendo de una finca de Tomás Pavía situada
en la partida de Boñany; mientras que en 1728, los 300 cántaros de vino viejo los adquiría de
una hacienda de la Condomina propiedad de Antonio Colomina.
•• La cantidad precedida del signo + y seguida, o no, de la letra v se refiere al vino viejo o
excedente de la cosecha inmediata anterior. Por otra parte, las letras M y Vs de la columna
Lugar significan Muchamiel y Varios, que lo componen la citada villa con 364 cántaros
vendidos, la villa de Elche con 75 cántaros y la ciudad de Orihuela con otros 25 cántaros.
FUENTE: A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Libs. 11 a 40. Elaboración propia.
Francamente curioso resulta que, de los cuatro conceptos bajo los cuales entraba
en la ciudad el vino destinado a la exportación; esto es, “la mar”, “embarcar”,
354
“colar” y “casa”, no figure ninguno de ellos en los años del referido trienio,
cuando en anualidades anteriores de los mismos años veinte había evidencia de
la salida de tintos ejecutada por el negociante, aunque fuese casi de forma
testimonial con 500 cántaros en todo un período de siete años.
Más llamativo parece la falta de correlación entre las cantidades de tinto
excedente de algunas añadas con el vino viejo de los años inmediatos siguientes.
Centrándonos en los años del período trienal, los 575 cántaros sobrantes en
1727desaparecieron por completo de la cosecha de 1728, ya que los 300
cántaros de vino viejo de ese año los adquiría Luis en la finca de Antonio
Colomina situada en la más vitivinícola de las partidas de la huerta y término
alicantino, la Condomina; pero esta anomalía sería aún más palmaria si nos
remontásemos a años anteriores. Sirvan de muestra los años 1722 y 1726. En
ellos, los respectivos caldos excedentes del negociante cosechero alcanzaban
los 300 y 805 cántaros, mientras que el vino viejo añadido a las respectivas
cosechas de 1723 y 1727 tan sólo ascendían a los 50 y 300 cántaros, lo que
suponía la desaparición de 250 y 505 cántaros respectivamente, sin ninguna
evidencia de haberlos destinado a la fabricación de vinagre ni aguardiente.
También el cuadro refleja el caso contrario, añadiendo a la cosecha ordinaria
más vino viejo del que había de sobrante, como sucedía en los años de la
muestra donde aparecen unas respectivas partidas de tinto añejo de 1.100 y 600
cántaros, cuando el excedente de las respectivas cosechas de los años inmediatos
anteriores habían sido 825 y 500 cántaros, siendo posible que las cantidades de
exceso, 275 y 100 cántaros, fuesen el resultados de compras de este tipo de vino
realizadas por Luis, posibilidad no contemplada en los correspondientes libros
del Manifiesto.
Asimismo, llama la atención la regular alternancia bianual con que abastecía a
su tienda establecida desde el primer año como cosechero y que, por los datos
expresados en el cuadro, tenía muy buen rendimiento con mayores ventas en
cada año, según parece deducirse de las cada vez mayores cantidades bianuales
de tinto suministrado y que, junto a la venta directa a sus clientes comerciantes y
mercaderes y a las poblaciones, era una vía de introducir su propia producción
en el comercio vinícola, evitando así en lo posible la inseguridad del comercio
marítimo de exportación. Por ello, resulta más sorprendente su total desaparición
en 1727, año a partir del cual no volvería a abastecerla de caldos.
Finalmente, además de resaltar su improductividad vinícola durante el bienio
de 1728-29, añadimos que el negociante y/o su entorno familiar debía ser un
aficionado bebedor de los excelentes vinos de la tierra, lo cual explicaría la
compra para el propio consumo de los 50 cántaros en 1728 e igual cantidad en el
siguiente año, adquirida esta última partida en dos porciones de 25 cántaros
procedentes de las partidas rurales alicantinas productoras de los tintos de mejor
calidad: la Condomina y Alcalasí.
(69) Las 2 charrionadas de 1728 fueron compradas a Bautista Gozálbez Pastor, arrendatario de la finca Las
Rejas en la Condomina; mientras las dos partidas de 1729 eran adquiridas: una el 7 de diciembre de la finca de
355
En cuanto a las importaciones practicadas por Luis en el citado período trienal,
consistirían sobre todo en manufacturas y productos alimenticios básicos como
el trigo y el azúcar. En el primer trimestre de 1728, procedente de Cartagena
entraba 180 piezas y 70 pares de sangalas, 60 pares de genoviscos y 100 pares
de Cambray, parte de cuyos géneros eran vendidos en abril al genovés Pedro
Fuerte que adquiría 57 piezas de sangalas. A mediados de septiembre, y con la
misma procedencia, introducía en la ciudad 2 piezas de paño grana por las que
no pagaría el arancel correspondiente a las 160 libras de su valor al haberse
devaluado en origen, según el certificado emitido en 1729 por el fiel de la puerta
de tierra. Desde Cádiz llegaría azúcar, vendiendo en abril una bota al
almacenero Antonio Morelló, hijo. Del puerto de Génova arribarían 250 libras
de maná, 2 cajas de vino de Florencia, 250 docenas de manguitos de madera con
sus estampas más 3 cajas con diferente maderaje de talla, una silla poltrona, 200
macitos de cuerdas de vihuela, 2 libras de huevas de mújol y 506 libras de
dulces, efectos que pasarían por Alicante “de transito” hacia Madrid (70),
evidenciando una conducta importadora de Luis como redistribuidor de
productos para la capital y otros lugares, al igual que la práctica totalidad de sus
compañeros de profesión.
Esta faceta de comerciante intermediario continuaría en 1729, año en el que
procedentes de Génova, Marsella y Mallorca recibiría 100 libras de dulces, 80
resmas de papel blanco, 2 cajas de vino de Florencia, 1 caja de vino francés, 4
docenas de tafiletes, 1 caja de agua del Carmen, 25 libras de hilo casero, 2
barrilitos de hongos y una docena de mapas, que seguidamente los reenviaría
con destino a la Villa y Corte. También desde el puerto gaditano entraría 8
piezas de barragán y lamparillas (71).
En el último año trienal remitiría hacia la capital de España dulces, botecitos
de hongos, hilo de Saló, mazos de cuerdas de vihuela, 4 mojamas, flores
artificiales, resmas de papel blanco y 17 libras de piedras falsas de Bohemia,
productos que procedentes de los mismos antedichos puertos pasarían por la
ciudad hacia su destino, estando valorados en algo más de 900 libras puesto que
los gastos producidos por derechos de aduana ascenderían a la cantidad de
43.240 maravedíes de vellón. El 14 de enero, y en diferentes jornadas de
febrero, entraría por la puerta de tierra varias partidas de aceite hasta un total de
287 arrobas (72).
El segundo y último período con información fiscal de este negociante abarca
José Pastor de la Llosa situada también en la citada partida rural, y la otra el 27 de septiembre a Antonio Lledó,
arrendatario de la hacienda de Bautista Gozálbez Pastor en la partida de Alcalasí. A.M.A. Manifiesto del vino.
Arm.17, Libs. 18 y 19, ff. 33r, y 14r y 67r, respectivamente. En la primera mitad de la centuria, no existen los
libros de esta serie relativos a los años 1730 y 1733.
(70) A.M.A. Arm.7, Lib. 4, “Relación hecha por D. Vicente Bonavida… Año 1728” y “Certificación de José
Galdó, fiel contador de Rentas Generales de la Aduana de tierra de la ciudad de Alicante, a cuyo cargo están los
libros de entradas y salidas de los mercaderes de ella y sus arrabales. Año 1728”.
(71) A.M.A. Ibid., “Relación hecha por D. Vicente Bonavida… Año 1729”.
(72) A.M.A. Ibid., “Relación hecha por D. Vicente Bonavida… Año 1730” y “Certificación de José Galdó….
Año 1730”.
356
el sexenio comprendido desde 1737 hasta 1742, cuyos anuales derechos
aduaneros generados por entradas y salidas de géneros y mercancías fueron los
manifestados en el siguiente cuadro:
• Los aranceles de estos años, expresados en libras, corresponden sólo a los producidos en la
aduana terrestre, no en la portuaria; mientras en los restantes años en que coinciden ambos
derechos están separados por el signo +.
FUENTE: A.M.A. Arm. 5, Lib. 81, “Certificaciones del contador de Aduanas de los derechos
que causaron los mercaderes en diferentes años”. Elaboración propia.
357
El total derecho aduanero generado por dichas tres partidas ascendía a 140.490
maravedíes de vellón (73).
En años posteriores también importaría trigo, cebada, azúcar y canela.
Por su parte, José también aparecía en la escena comercial en 1726, cuando a
principios de mayo el francés Simón Espinasi, capitán del pinque “San Pedro”,
le consignaba un cargo de trigo traído desde el “Archipiélago” conforme a las
órdenes recibidas de su cargador, la compañía Carrayre e hijos, de Marsella.
Llegado el momento de pagar los fletes al capitán que, según el ajuste de
cuentas practicado, importaban 1.332 pesos, 17 sueldos y 4 dineros, cantidad
que incluía otra de 131 pesos, 10 sueldos y 9 dineros conformada por 95 pesos,
7 sueldos y 9 dineros resultantes del valor de las 310 libras tornesas, que
quedaron en poder del capitán como residuales del fondo entregado en Esmirna
para la compra del cereal, más los complementarios 36 pesos y 3 sueldos
derivados de los gastos de la cuarentena efectuada en la bahía alicantina, cuyo
total importe se había depositado de común acuerdo en manos de Pedro Choli, a
derecho de ambos en espera de resolver sus respectivas pretensiones
consistentes, la del capitán en no pagar los gastos de la detención por haber
realizado la cuarentena en el puerto de Tolón; mientras José mantenía que, pese
a todo, las debía satisfacer en cumplimiento de las condiciones del fletamento,
habiendo remitido ambas pretensiones a Marsella para su resolución por el
cargador. Sin embargo, el marino había sido requerido y protestado por éste al
tiempo de practicar la cuarentena en Tolón a causa de los notables perjuicios
acarreados a su sociedad, hallándose José con órdenes expresas de esta para
repetir las protestas al abonar los citados fletes, lo cual ejecutaría al tiempo de
satisfacer el alquiler del buque (74).
Este hecho podría inducir a equivoco, dando por sentado que la tendencia
importadora manifestada era la preeminente entre las actividades comerciales
del hijo del finado Pedro. Pero ello, no respondería fielmente a la realidad, al
menos en el primer bienio del total período de nueve años en los que se
disponen de datos fiscales testimoniados por la administración aduanera local,
cuyo contenido arancelario referido a José se expresa en el siguiente cuadro:
Derechos de aduana generados por José en maravedíes y libras (1728-30 y 1737-42).
• En estos años sólo constan los aranceles en libras de la puerta de tierra, que incluyen los derechos causados en
aduanas foráneas precedidos del signo +.
FUENTE: A.M.A. Arm. 7, Lib. 4, “Relación hecha por D. Vicente Bonavida…Años 1728-30”; y Arm. 5, Lib.
81, “Certificaciones del contador de Aduanas…”. Elaboración propia.
(73) A.M.A. Arm.5, Lib. 81, “Certificaciones del contador de Aduanas… Años 1738 y 1741”.
(74) A.H.P.A. Protocolo 897 de Francisco Hernández, “Protesto y carta de pago”, 7-5-1726, f. 84r-84v.
358
El cuadro pone de relieve que, en sus inicios, la faceta imperante en el
comercio de José era la salida de productos, en lugar de la entrada de géneros y
mercancías, que en los dos primeros años del trienio alcanzaban el 85´79 % del
total exportado en dicho período o, dicho de otro modo, suponían más de la
mitad de todo el comercio practicado durante el trienio, tendencia que pudiera
deberse a la imitación de la trayectoria exportadora de su primo y padrastro,
pues parece sintomático que, pese a priorizar cada cual una de las dos facetas
comerciales contrapuestas, ambos coincidieran en no exportar nada en 1739. Sin
embargo, el último año trienal se producía la inflexión iniciadora del cambio de
tendencia comercial dándose, por vez primera, un ligero superávit de las
importaciones.
Otro aspecto reseñable consiste en que las dos anualidades más destacadas por
su volumen y valor comercial aparecen ubicadas en cada uno de los dos
períodos que componen el ciclo de nueve años, si bien contrapuestas desde la
óptica de la actividad comercial. La primera en el tiempo, aunque segunda en
importancia, fue la de 1728 donde los derechos aduaneros producidos suponían
el 15´82 % de todos los causados en el ciclo, alcanzando las actividades
comerciales de ese año un valor de 1.450.106´6 maravedíes equivalentes a unas
4.531 libras y media. La segunda temporal, pero primera en trascendencia
económica, sería la de 1740 en la que José practicaría el mayor volumen
comercial de todo el ciclo apreciado en 2.621.200 maravedíes o, si se prefiere,
unas 8.191 libras, que representan el 28´60 % de todo el ciclo, sumando las
referidas dos anualidades el 44´42 % de todo el comercio realizado en dicho
ciclo (75).
Los efectos importados por este negociante durante todo el ciclo serían
productos alimenticios y manufacturados principalmente, siendo sus puertos
aprovisionadores los de Barcelona y Cádiz, a través del cual adquiriría productos
coloniales proveyéndose de 84 sacos conteniendo 5.017 millares de cacao de
Caracas que, en su mayor parte y siguiendo el consabido comportamiento
redistribuidor, transitarían con destino a la capital del país, al igual que 100
medias piezas estrechas de cretona y una caja con 150 libras de dulces. Desde la
Ciudad Condal entraría 18 balones de papel de estraza más 12 docenas de
gamuzas, que también serían remitidas hacia la Villa y Corte. Asimismo fueron
despachados hacia Valencia 421 medias piezas estrechas de cretona y 12 sacos
con 606 millares de cacao de Caracas. Sin embargo, la mayor parte del azúcar
gaditano sería usado para el consumo en la ciudad, lo mismo que la sardina
inglesa.
Si una parte de las salidas de su padrastro estaban cimentadas en las lanas, el
de José se basaría en la seda; pues, a mediados de julio de 1738, cargaba sobre la
nave del patrón Pascual dos balas de esta natural fibra textil en cantidad de 360
libras de peso, valoradas en unas 600 libras que ocasionarían un arancel de
(75) Las equivalencias entre las monedas castellanas y valencianas mencionadas era la siguiente: 1 peso = 1
libra; 1 libra = 10 reales; 1 real = 2 sueldos = 32 maravedíes, de donde 1 libra = 320 maravedíes.
359
28.800 maravedíes de vellón (76).
No existe constancia de que este negociante alcanzase la condición de
cosechero, ni tampoco que tuviese una activa participación en la
comercialización de los caldos alicantinos, pese a que la familia de su esposa
fuese propietaria viticultora en la partida de la Condomina, como también lo
sería con poca fortuna su hermana Margarita en los primeros años de tenencia de
la finca heredada de su padrastro Luis (77).
LOS NEGOCIOS
(76) A.M.A. Arm.5, Lib. 81, “Certificaciones del contador de Aduanas…”. Antonio de Obregón certificaba este
embarque el 11 de marzo de 1739, casi un año después de haberse producido.
(77) A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Libs. 1 a 44. Margarita aparece como cosechera en las campañas de
1753 y 1754, obteniendo una total producción de 1.350 cántaros de los que 800 fueron vendidos a diferentes
clientes mercaderes. Libs. 41 y 42, ff. 66r y 110r, respectivamente.
(78) A.H.P.A. Protocolo 1765 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Testamento”, 13-1-1720, ff. 4r-9v. La cita en f. 5r.
(79) A.H.P.A. Protocolo 442 de ídem, “Revocación de poder”, 3-10-1716, f. 406r-406v. La anulación del poder
le sería notificada al interesado el día siguiente por el notario de Elche Pascual Antón. “Notoriedad”, 4-10-1716,
f. 412r-412v.
360
beneficioso y ejecutado íntegramente en y desde Alicante, como abastecedor de
productos a la propia ciudad y a otras poblaciones rurales de su Gobernación,
llegando a extender su radio de acción a lugares de la región murciana.
La documentación notarial no especifica, habitualmente, la naturaleza de los
efectos negociados que aparecen expresados comúnmente como “géneros y
mercaderías”, salvo raras excepciones que tendremos ocasión de constatar. No
obstante, el contenido de sus importaciones indica que en su mayor parte
podrían tratarse de manufacturas textiles y de algún producto alimenticio básico,
además de negociar con barrilla, anises e incluso animales de tiro y carga.
El acusado nivel de pobreza de la población, especialmente grave en la
alicantina de este período posbélico, repercutiría en su bajo poder adquisitivo
que obligaría a una práctica mercantil basada en el sistema de la venta al fiado,
resultando ineludible tratar de la actividad crediticia de los negociantes de este
linaje que, en el caso de su fundador, aparece refrendada por más de un centenar
de escrituras de obligación generadoras de un global montante de 13.147 libras,
16 sueldos y 9 dineros, cuya concreta localización, valor de la compra-venta y
frecuencia de las mismas se expresan en la siguiente tabla:
En la venta a crédito era frecuente que los deudores quedasen en una situación
de dependencia económica con el acreedor, abonando sus débitos en función de
sus disponibilidades o, más usualmente, acatando el interés o conveniencia del
negociante plasmada en las cartas de obligación con la fórmula de pagar “a su
voluntad” o “siempre y cuando lo quiera cobrar”. Paradójicamente, esta cuestión
no se expresa en ninguna de las 118 obligaciones generadas por Pedro, como
tampoco en las de los demás negociantes del linaje, acaso debido al empleo de
una táctica mercantil consistente en conceder un corto plazo para la cancelación
de la deuda, normalmente un cuatrimestre, cumplido el cual sin haberla
liquidada el negociante hacía uso de la vía jurídico-judicial para su cobranza.
Los clientes de Pedro serían particulares y/o mercaderes que adquirían
pequeñas o medianas partidas para el propio consumo, o para su distribución en
361
la praxis del comercio minorista; si bien, en alguna ocasión, la acumulación de
sucesivas compras podía llegar a representar importantes deudas.
Las ventas al fiado en este tercer período, segundo alicantino, las iniciaba el
negociante en los lugares de Catral y Algezares, como testimoniando la
continuidad de sus negocios en el anterior período de exilio murciano, pues de
nexo entre ambos se puede considerar el cobro de un crédito de 32 libras y
media en junio de 1710 al catralense Bautista Más seguido, en el siguiente mes,
por dos tratos practicados en un mismo lugar de la huerta murciana con los que
endosaría el mismo día a cuatro vecinos algezareños un global débito superior a
las 969 libras, las que prometían satisfacer en el término de cuatro meses (80).
La última transacción ejecutada en este núcleo murciano tenía lugar en mayo de
1711, cuando por el valor de diferentes mercancías vendidas al fiado producía
un favorable crédito algo superior a las 311 libras; pero en esta ocasión
precisaría a los tres conjuntos deudores a satisfacerlo en un más corto plazo de
tres meses, siendo este el término que en agosto de 1710 ya había exigido al
labrador de Villafranqueza Vicente Moreno para abonar las 82 libras, 9 sueldos
y 6 dineros en que fueron valoradas las mercancías adquiridas del negociante
(81).
Finalizada la venta en el citado lugar murciano, el negociante recalaría en la
villa ilicitana, donde ya había tenido algunos negocios durante su etapa de
exilio, realizando ahora una pequeña venta de productos a sus vecinos Pedro
Estaras y Vicente Micó, quienes ofrecían saldar las 24 libras del alcance dentro
de los siguientes tres meses. Pedro continuaría teniendo tratos en Elche, pero no
tendremos evidencia de ello hasta pasado un lustro, con ocasión del ajuste de
cuentas en noviembre de 1716 de los negocios mantenidos hasta entonces con el
negociante francés Domingo Larrin, que resultaría alcanzado con la oronda cifra
de 400 libras (82). Con todo, este apreciable crédito quedaría superado tres años
después con otro trato de venta al fiado de géneros y mercancías apreciadas en
poco más de 905 libras a los onilenses hermanos Bartolomé y Francisco Rico
que, mancomunada y solidariamente con el petrolanero Francisco Agramunt,
prometían su reintegro para dentro de un año, plazo incumplido con largueza al
demorar su liquidación hasta diciembre de 1716; esto es, más de tres años
después de efectuada la compra (83), evidenciando la grave debilidad
económica del período manifestada por la copiosa y habitual morosidad
existente que, a su vez, concienciaría al negociante de la necesidad de recurrir a
la cobranza jurídica y judicial de aquellos créditos impagados a su tiempo.
(80) A.H.P.A. Protocolo 441 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Carta de pago” y “Obligación”, 12-6-1710 y 19-7-
1710, ff. 66r-66v y 84r-85v, respectivamente.
(81) A.H.P.A. Protocolo 1763 de ídem, “Obligación”, 25-5-1711, f. 79r-79v; y protocolo 441 de ídem,
“Obligación”, 13-8-1710, f. 96r-96v. Los deudores de Algezares eran Pedro Almansa, Francisco Clarés y
Antonio Jerez.
(82) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 15-6-1711, f. 83r-83v; y protocolo 442 de ídem, “Obligación”, 16-11-1716, f.
471r-471v.
(83) A.H.P.A. Protocolo 442 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Carta de pago”, 10-12-1716, f. 510r-510v. La
deuda, generada el 3 de octubre de 1713, ascendía a 905 libras, 9 sueldos y 6 dineros.
362
Además, otra negativa experiencia vivida con el labrador villajoyense Lorenzo
Lloret, por el reintegro de un crédito producido en 1713 con la venta al fiado de
mercancías y que, a la muerte del deudor ocurrida en 1716, su hijo Vicente
prometía satisfacer las 110 libras pendientes del débito a razón de 15 libras
anuales abonadas en Todos Santos (84), moverían el ánimo de Pedro a desplazar
sus prácticas mercantiles a lugares más cercanos y accesibles, condiciones que
cumplían a la perfección los núcleos de población ubicados en el territorio de la
antigua Gobernación de Alicante. Esto provocaría que el año 1714 comenzase a
ejecutar sus negocios centrados en la propia ciudad, donde sólo practicaría el
25´4 % de sus tratos; pero que, a cambio, le proporcionarían los mayores
teóricos ingresos que alcanzarían el 35´6 % del total valor de sus ventas. En el
mes de abril convenía con su compatriota colega Ambrosio Lagier la venta de
diferentes productos valorados en 148 libras, 11 sueldos y 6 dineros, pagaderos
por todo agosto de ese año asumiendo también las costas de la cobranza (85).
Antes de finalizar el año, realizaría otra transacción mediante la que endosaba
a Francisco Aznar un débito mayor a las 120 libras para liquidarlas en el primer
trimestre de 1715, además de exigir el negociante fiadores del deudor que lo
serían Fernando y Gaspar Pérez, padre e hijo. Sin embargo, el comprador
incumpliría el plazo motivando que el vendedor instase autos ejecutivos contra
él que, a la sazón, se hallaba residiendo en Murcia, razón por la que la sentencia
de remate se ejecutaría en dicha ciudad, así como pleito contra los fiadores para
el cobro de la deuda que, no pudiendo afrontar su inmediato pago, conllevaría en
1716 la prisión para el mayor de ellos y para cuya liberación prometían pagar el
crédito, más 7 sueldos y 1 dinero resultantes de los derechos de remate y costas
procesales, en tres pagas abonando 40 libras, 8 sueldos y 9 dineros en Navidad
de 1716 y las restantes 80 libras en dos iguales pagas entregadas el día de San
Juan y el de la Natividad de 1717, todo ello a cambio de paralizar el proceso
contra la persona y bienes del deudor. Pero tampoco los fiadores cumplirían
exactamente el compromiso al ralentizar los pagos, demorando en una anualidad
la cancelación de la deuda completada en Todos Santos de 1718 (86).
La complicada y dilatada cobranza referida no causaría desaliento en Pedro
que, en febrero de 1715, trataba con el mercader genovés Alejandro Poyo la
venta de mercancías apreciadas en 196 libras, 5 sueldos y 6 dineros, contenidas
en un vale firmado por el deudor que debía abonarse en 120 días, término no
cumplido por Poyo, lo que llevaría al acreedor a promover causa judicial para la
cobranza del vale que, finalmente, conseguiría su reintegro en mayo del
siguiente año (87). En cualquier caso, esta dificultad resultaría intrascendente
frente a la sufrida con Aznar y sus fiadores; pero, sobre todo, frente a la que se
(84) A.H.P.A. Protocolo 442 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 11-12-1716, f. 513r-513v.
(85) A.H.P.A. Protocolo 781 de Antonio García, “Obligación”, 10-4-1714, f. 121r-121v.
(86) A.H.P.A. Protocolo 442 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 24-7-1716, f. 181r-182v; y protocolo
1764 de ídem, “Carta de pago”, 1-11-1718, f. 353r-353v. La exacta deuda inicial generada por el tratante Aznar
el 9 de noviembre de 1714 ascendía a 120 libras, 1 sueldo y 8 dineros.
(87) A.H.P.A. Protocolo 442 de ídem, “Carta de pago”, 18-5-1716, f. 192r-192v. La fecha concreta del vale era
el 23 de febrero de 1715.
363
le avecinaba. Cerrado el trato con Poyo, dos días después acordaría con los
alicantinos Damián Ferrándiz y Félix Ortiz la venta de productos por precio de
220 libras, a satisfacer al cumplirse un semestre en el venidero mes de agosto;
pero las dificultades económicas, traducidas en una pertinaz morosidad, harían
que llegados los primeros días de octubre de 1716 le hubiesen reintegrado sólo
84 libras, 14 sueldos y 8 dineros, equivalentes al 38´5 % del total crédito, por
cuya causa el negociante instaría autos ejecutivos contra los dos tratantes ante el
notario del juzgado Cerdá y Sevillano, en los que ganaría sentencia de remate de
bienes de los encausados, pese a lo cual Pedro no percibiría la parte adeudada
del crédito porque, aunque continuaría el proceso hasta la subastación y
pregones, fallecería sin haberse resuelto definitivamente la ejecución que
quedaría en suspenso por dicho motivo y más aún por las referidas disputas
entre sus familiares, derivadas de las disposiciones hereditarias de su testamento.
Practicado el inventario de bienes del fallecido negociante, se contabilizarían las
135 libras, 5 sueldos y 4 dineros adeudados del crédito que serían adjudicados
en la hijuela de su hijo José, el cual proseguiría los autos contra los tratantes y
sus bienes llegándose a despachar ejecución, en cuyo estado quedaría de nuevo
paralizado el proceso a causa de los sucesivos óbitos de los deudores y no se
reanudaría hasta 1740, año en que Domingo Ortiz se haría cargo de la deuda,
ejecutándole por ello una finca propia de su difunto padre situada en la partida
de la Fabrica; pero Domingo también fallecía y el negociante francés José
Loustau, por el reintegro de un crédito contra el difunto, amén de las muchas
cantidades pagadas por deudas de los Ortiz a la Real Hacienda, tomaría en pago
la citada finca cuyo valor no cubría el crédito más los pagos efectuados. Por ello
y con el fin de evitar más costas y dilaciones, José transigiría en que después de
abonar su colega 31 libras a cuenta de su crédito, quedando este reducido a 104
libras, 5 sueldos y 4 dineros que con más las 6 libras en costas ascendía a 110
libras, quedaría satisfecho de esta deuda con las 80 libras de contado entregadas
por Loustau a quien le otorgaría poder, cesión y lasto para su debido resguardo
(88).
Retomando los negocios de Pedro, a finales de septiembre de 1715 conseguía
endosar al artesano correero Francisco González dos ventas al fiado por un
importe de 45 libras cada una, cuya total deuda de 90 libras debía abonarse por
todo el inicial mes de 1716; pero, una vez más, se pondría de manifiesto la
pobreza y bajo poder adquisitivo de la población en general y de su clientela en
particular causante de la abundante morosidad, pues ante el impago del
comprador en el término establecido, el vendedor adoptaría las medidas
jurídicas conducentes a la percepción de su crédito, lo cual conseguiría pasados
más de tres años de efectuadas las operaciones transaccionales (89).
Llegado el año 1716, el negociante intensificaría su actividad mercantil
(88) A.H.P.A. Protocolo 442 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Carta de pago”, 3-10-1716, f. 403r-403v; y
protocolo 656 de Vicente Fons, “Carta de pago, poder y lasto”, 4-10-1751, ff. 189r-190v.
(89) A.H.P.A. Protocolo 1764 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Carta de pago”, 5-11-1718, f. 363r-363v.
364
ampliando su radio de acción que, además de Alicante, abarcaría otros núcleos
situados bajo la jurisdicción de la ciudad, como los lugares de Benimagrell y de
la Santa Faz, también denominado en la época de la Santa Verónica, y la villa de
Muchamiel; pero prosiguiendo con las desarrolladas en la capital lucentina, en la
primera semana de enero Damián Torregrosa, junto con dos vecinos de San
Juan, le adquirían géneros y mercancías apreciadas en 58 libras y 15 sueldos
para satisfacerlos por todo el venidero mes de julio, pero que no cancelarían
hasta febrero de 1717 con una demora de siete meses. Dos semanas más tarde,
sería el alicantino de origen genovés Antonio Brusqueto quien le compraría los
mismos efectos en cantidad de 26 libras y 8 sueldos, los que debía reintegrar al
vendedor durante todo agosto de 1716 (90).
El labrador Baltasar Antón, morador en la partida rural del Raspeig,
comenzaría en febrero de 1716 una serie de tratos con el negociante que
perdurarían tres años. El día 20 de ese mes le compraría diversos productos
valorados en 64 libras y media, las que debía satisfacer con las costas de la
cobranza en el término de 5 meses; pero que, como venía siendo habitual, se
demoraría un trimestre más del plazo señalado liquidando esta deuda en el mes
de septiembre, en cuyo día 28 volvería a adquirir otra semejante partida a tenor
del precio de 64 libras y 16 sueldos estipulado por ella, reintegrable en el mismo
plazo mencionado que ahora cumpliría el deudor escrupulosamente al liquidar
este crédito antes de mediados de febrero de 1717, no sin antes practicar el día 9
de ese mes una tercera compra de 60 libras, las cuales prometía pagar en los
antedichos plazos; pero, como en el primer trato, se demoraría tres meses
abonándolas a principios de septiembre, tras lo cual realizaría una última
adquisición de la misma especie valorada en 100 libras antes de finalizar ese
mes, ofreciendo saldarlas en dos iguales pagas abonadas en las fiestas de San
Juan y Navidad de 1718; pero, no obstante, dilataría su liquidación hasta marzo
de 1719 (91).
Al también labrador alicantino residente en la citada partida Manuel
Torregrosa le vendería Pedro, en agosto de 1716, una partida de géneros y
mercancías estimadas en 75 libras y 12 sueldos que ofrecería pagar entregando
20 libras en cada uno de los dos meses siguientes, para finiquitar la restante
deuda en la Natividad de ese año. Tampoco este deudor ejecutaría el
cumplimiento de su obligación, demorando unos dos meses el total pago del
crédito (92).
El año 1717 sería el más prolífico en los negocios alicantinos de Pedro que, a
mediados de enero, vendería al fiado a José Lacanda y a Juan Ángel un lote de
(90) A.H.P.A. Protocolo 442 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 6-1-1716 y 21-1-1716, ff. 2r-2v y
22r-22v, respectivamente; y protocolo 443 de ídem, “Carta de pago”, 6-2-1717, f. 61r-61v. Los deudores
sanjuaneros fueron el diácono mosén Jaime Lledó y el labrador Miguel Bernabé.
(91) A.H.P.A. Ibid., “Obligación” y “Carta de pago”, 20-2-1716 y 6-9-1716, ff. 63r-63v y 333r-333v,
respectivamente; y protocolo 443 de ídem, “Carta de pago”, 11-2-1717 y 2-9-1717, ff. 65r-65v y 357r-357v,
respectivamente; y protocolo 444 de ídem, “Carta de pago”, 18-3-1719, f. 144r-144v.
(92) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 9-8-1716, f. 292r-292v; y protocolo 443 de ídem, “Carta de pago”, 6-2-1717,
f. 62r-62v.
365
sus habituales efectos en precio de 60 libras que los deudores le asegurarían
abonar en cuatro meses, plazo dilatado en cinco meses más hasta principios de
septiembre. No obstante, a fines de diciembre, el negociante volvería a tratar con
Lacanda la venta por el mismo precio de otra igual partida a la precedente y con
idéntico plazo de liquidación que, lógicamente, tampoco cumpliría aplazándolo
hasta julio de 1718, a pesar de lo cual, a fines de agosto de ese año, endosaría al
mismo cliente una mayor venta apreciada en 144 libras pagaderas en el
consabido término, “sin pleito ni contienda de juicio y con más las costas de la
cobranza”, que probablemente cumpliría con su correspondiente morosidad
puesto que no existe evidencia en contrario (93).
A pesar del conflicto desatado con Damián Ferrándiz y Félix Ortiz, aún
estando en pleno apogeo el pleito ejecutivo instado por Pedro contra éstos y sus
bienes, ello no supondría ningún obstáculo para que ambas partes continuasen
con más intensidad sus tratos mercantiles, evidenciando el marsellés su talante
de negociante en la más amplia acepción del término. Así, al comenzar 1717 los
tratantes se empeñaban en 433 libras y 15 sueldos por la compra al fiado de
diferentes mercancías, prometiendo amortizar el crédito en mayo de ese año.
Seguramente lo cumplirían, aunque con cierta demora, ya que finalizando dicho
año volvían a generar un nuevo débito de 500 libras por el mismo concepto,
ofreciendo liquidarlas en el siguiente semestre lo que cumplirían, pero dilatando
el plazo diez meses más del señalado. Con todo, resultaría factible un nuevo
trato en septiembre de 1718 con Pedro que les endosaría 360 libras por el valor
de las mercancías adquiridas, pagaderas por todo mayo de 1718 que también
sobrepasarían en exceso (94).
Prosiguiendo con sus negocios en la ciudad, en febrero de 1717 trataría la
venta a crédito de una partida de sus tópicos productos valorada en 200 libras,
que los deudores Margarita Ana Vega, viuda de Vicente Romero, y su hijo José
comprometían satisfacer en agosto, mes en el que también aseguraba saldar su
deuda el tonelero Jaime Pérez que, en unión del labrador de Busot Sebastián
Brotons, había efectuado una pequeña compra de 20 libras un mes después de la
citada viuda y que liquidarían un mes más tarde de cumplido el término (95).
Entre abril y noviembre de ese mismo año, Pedro operaba otra media docena
de ventas al fiado por las que obtendría un global montante cercano a las 1.000
libras. Comenzado abril, le generaba al labrador Tomás Gonzálbez de Cunedo
una deuda de 200 libras a satisfacer en dos iguales pagas entregadas en las
fiestas de Todos Santos y Navidad, mientras veinte días después era el
carpintero Pedro Olmos quien se endeudaba con un crédito de 102 libras
(93) A.H.P.A. Protocolo 443 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación” y “Carta de pago”, 14-1-1717, 2-9-
1717 y 29-12-1717, ff. 17r-17v, 356r-356v y 568r-568v, respectivamente; y protocolo 1764 de ídem,
“Obligación”, 26-8-1718, f. 169r-169v.
(94) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 21-1-1717, y 30-12-1717, ff. 25r-25v y 569r-569v, respectivamente;
protocolo 1764 de ídem, “Obligación”, 7-9-1718, f. 301r-301v; y protocolo 444 de ídem, “Carta de pago”, 9-4-
1719, f. 169r-169v.
(95) A.H.P.A. Ibid., “Obligación” y “Carta de pago”, 14-2-1717, 18-3-1717 y 10-9-1717, ff. 66r-66v, 113r-113v
y 394r-394v, respectivamente.
366
pagaderas durante todo el mes de agosto. El negociante no ejercitaría ningún
otro trato en la ciudad hasta llegado septiembre, en cuyo día 26 haría una
modesta venta crediticia al labrador José Soriano, residente en la partida de
Loxía, que también prometía abonar las 40 libras y media en la fiesta de la
Natividad. Asimismo, Pedro actuaría por única vez como tratante de animales de
tiro vendiendo, el primer día de octubre, por 140 libras un par de mulas al
ordinario de la carrera de Madrid Bartolomé Maruenda que, habiendo anticipado
12 libras, reintegraría las 128 restantes en una paga de 28 libras satisfecha
igualmente el día de Navidad, más otra de 100 libras a cancelar en el plazo de un
año. En el mes de noviembre, practicaría los dos últimos tratos del año
endosando los días 3 y 22 a los labradores Lorenzo Vich y Jaime Martínez,
mancomunado con Pedro Martínez, sendas ventas apreciadas en 58 libras, 10
sueldos y 8 dineros y 427 libras, que los respectivos deudores asegurarían
cancelar en la fiesta de San Juan y en el mes de abril de 1718 (96).
El último comprador mencionado acordaría con el negociante, a mediados de
1719, una nueva relación de la que saldría deudor en 116 libras, 11 sueldos y 4
dineros, cantidad resultante del valor de mercancías diversas a satisfacer por
todo el mes de septiembre; pero antes, a finales de febrero, había ejecutado otra
venta similar al artesano bolsero Nicolás Ferrer, que resultaba alcanzado en 114
libras a pagar en el término de seis meses y medio. Otro bolsero, José Aracil,
sería casualmente el protagonista del último negocio al fiado practicado en la
ciudad por el negociante que, en el mes de noviembre, le vendería mercancías
valoradas en 259 libras, 12 sueldos y 7 dineros a reintegrar en cuatro meses que
Pedro no percibiría, como bastantes otros débitos, a causa de su muerte (97).
Pedro había comenzado pronto sus negocios al fiado en el cercano lugar de
Benimagrell donde, el 20 de julio de 1714, generaría una deuda de 96 libras, 5
sueldos y 8 dineros al labrador Jerónimo Ripoll, cantidad que el acreedor no
cobraría en vida porque el comprador, dando muestras de una pertinaz
morosidad, incumpliría su satisfacción en el plazo determinado, forzando al
negociante a iniciar un proceso judicial para su cobranza que no se resolvería
hasta después de su muerte. En marzo de 1720, el labrador liquidaría la deuda
abonando su importe a la sociedad hereditaria del negociante, además de 13
libras, 16 sueldos y 8 dineros por las costas judiciales (98).
Esta negativa experiencia paralizaría sus negocios en este lugar durante tres
años hasta que, en enero de 1717, practicaba un venta conjunta al labrador
Alejandro Buades y a Vicente Ribes, carnicero del lugar de la Santa Faz,
(96) A.H.P.A. Protocolo 443 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 1-4-1717, 20-4-1717, 26-9-1717, 1-
10-1717, 3-11-1717 y 22-11-1717, ff. 126r-126v, 172r-172v, 441r-441v, 463r-463v, 501r-501v y 541r-541v,
respectivamente.
(97) A.H.P.A. Protocolo 444 de ídem, “Obligación”, 1-6-1719, 28-2-1719 y 21-11-1719, ff. 240r-240v, 123r-
123v y 479r-479v, respectivamente.
(98) A.H.P.A. Protocolo 1765 de ídem, “Carta de pago”, 12-3-1720, ff. 97r-98v. La transacción fue escriturada
ante el ya difunto notario Vicente Salazar, siendo satisfecha con un global pago de 110 libras, 2 sueldos y 4
dineros.
367
quienes ofrecían pagarlas por todo agosto como en efecto cumplirían con una
pequeña demora de dos meses, tras lo cual el citado carnicero adquiría
mercancías por valor de 100 libras pagaderas en 5 meses que se prolongarían
por más de dos años y medio, motivando que el negociante tampoco cobrase en
vida este crédito, que sería finiquitado por el deudor abonándolo a su viuda y
herederos a mediados de junio de 1720 (99).
Mientras tanto, otro labrador de Benimagrell, Ginés Soler, efectuaba en el mes
de septiembre una modesta compra a Pedro estimada en 44 libras, 18 sueldos y
10 dineros, que se obligaba a pagarle por mitad en las fiestas de Navidad de ese
año y de Cuaresma de 1718; pero la falta de pago al vencimiento del primer
plazo, llevaría al acreedor a iniciar pleito ejecutivo contra el deudor para la
cobranza del débito, proceso que retardaría un año su percepción hasta que en
septiembre de 1718 el negociante José Amorrich se haría cargo de la deuda,
pagando también 11 libras, 12 sueldos y 2 dineros de costas causadas en el
proceso (100).
La villa de Muchamiel tendría para el negociante la consideración de tercer
centro mercantil, tanto por el número de tratos realizados – el 17´8 % del total –,
como por el importe obtenido con ellos que suponía el 17´7 %. Se iniciarían casi
a mediados de enero de 1716 cuando los hermanos Francisco y Pedro Rodrigo,
con respectivos oficios de labrador y carpintero, quedaban deudores en 61 libras
y 2 sueldos por la compra a crédito de géneros y mercancías que debían abonar
en los siguientes 6 meses; pero retrasarían su total finiquito en más de un año
(101). A finales de febrero, el muchamelero Bautista Ramón junto con los
vecinos de San Juan José Gozálbez y Joaquín Sevila, por idéntica causa, se
endeudaban en 51 libras y 12 sueldos pagaderas también en un plazo semestral,
pese a lo cual demorarían su liquidación en un período superior al año y medio
(102).
La morosidad manifestada por los deudores era un rasgo inherente a la
depauperada situación económica del país y, con más motivo, de esta comarca,
con independencia del importe adeudado. Sirva de muestra el citado Bautista
Ramón que, ahora, en unión del labrador de San Juan Jerónimo Sevila,
quedaban afectados a principios de septiembre de 1719 con una deuda de 30
libras para reintegrar en la fiesta de Navidad; pero que el negociante no cobraría
en vida, siendo su viuda y herederos los perceptores de este modesto crédito en
septiembre de 1722; esto es, tres años después de realizada la compra-venta,
pese a lo cual el negociante volvería a practicar una nueva venta de 26 libras y
media a Ramón en octubre de 1719. O el caso del labrador Tomás Ramos que,
(99) A.H.P.A. Protocolo 443 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación” y “Carta de pago”, 16-1-1717 y 5-11-
1717, ff. 19r-19v, 503r-503v y 506r-506v, respectivamente; y protocolo 1765 de ídem, “”Carta de pago”, 15-6-
1720, f. 204r-204v.
(100) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 22-9-1717, f. 428r-428v; y protocolo 912 de Juan Bautista Hernández,
“Carta de pago”, 10-9-1718, s/f, 62r-62v contados.
(101) A.H.P.A. Protocolo 442 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 13-1-1716, f. 11r-11v; y protocolo
443 de ídem, “Carta de pago”, 15-3-1717, f. 101r-101v.
(102) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 26-2-1716, f. 74r-74v; y protocolo 443 de ídem, “Carta de pago”, 17-9-
1717, f. 427r-427v.
368
en mayo de 1717, se endeudaba con 15 libras con Pedro a quien prometía
pagarlas en un plazo de tres meses, que sería demorado hasta convertirlo en
semestral, pasado el cual volvía a deber 36 libras y 14 sueldos que el acreedor
debía percibir en junio de 1718, aunque en realidad nunca las cobraría porque su
liquidación se produciría pasados los dos años y medio de generarse la deuda,
cobrándola también la viuda e hijos del negociante en junio de 1720 (103).
Asimismo, en julio de 1716, los hermanos José y Vicente Alemany adquirían
mercancías valoradas en poco más de 60 libras, con el compromiso de pagarlas
al llegar la fiesta de Navidad, término que sería incumplido y ampliamente
superado al abonarlas en agosto de 1718 (104).
No obstante, el labrador Vicente Poveda sería el más destacado y rentable
cliente del negociante en la citada villa, pues su corto número de compras iría
acompañado por el gran valor de las mismas que llegarían a suponer el 62´79 %
de los importes obtenidos en la cercana población. El último día de julio de 1716
adquiría mercancías por valor de 307 libras, 5 sueldos y 5 dineros que debía
satisfacer en seis meses; pero en marzo de 1717 aún no había saldado el débito,
pese a lo cual el negociante le vendería otra partida de la misma especie
apreciada en 686 libras, 14 sueldos y 2 dineros liquidables en los 5 meses
siguientes, aunque pasarían 16 meses antes de que Pedro fuese reintegrado del
importe de los dos citados créditos, hecho acontecido el 10 de diciembre de
1718, en cuya fecha sucedía un nuevo contrato de compra-venta entre ambos
actores valorado en 469 libras, 4 sueldos y 2 dineros que incluía novedosas
condiciones de pago, mediante las cuales el deudor prometía cancelar el crédito
en cinco iguales pagas anuales abonadas en el mes de septiembre y, por vez
primera, el acreedor exigía garantías sobre la seguridad del cobro a cuyo fin
hipotecaba el labrador 9 de las 30 tahúllas de su propiedad, plantadas de viñedo
y situadas en la partida de la Cruz de Vidal del término de dicha villa (105).
También serían relevantes las transacciones mantenidas con el labrador
Francisco Santo, cuyo montante deudor representaría el 8´76 % del capital
crediticio generado en dicho municipio. Su relación mercantil comenzaría en la
última semana de agosto de 1716 con una fiada compra de 64 libras y 16 sueldos
redimibles en los siguientes cuatro meses que finalizaban el día de Navidad, si
bien sería demorado por el deudor en tres meses hasta mediados de marzo de
1717. Sin embargo, la confianza del negociante en la honradez de este labrador
posibilitaría que diez días antes de cancelar la deuda practicasen otro trato, por
el que Santo resultaría alcanzado en 40 libras pagaderas por todo el mes de
(103) A.H.P.A. Protocolo 444 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 4-9-1719 y 25-10-1719, ff. 373r-
373v y 443r-443v, respectivamente; protocolo 446 de ídem, “”Carta de pago”, 18-9-1722, f. 337r-337v;
protocolo 443 de ídem, “Obligación” y “Carta de pago”, 15-5-1717 y 5-11-1717, ff. 196r-196v y 504r-504v,
respectivamente; y protocolo 1765 de ídem, “Carta de pago”, 23-6-1720, f. 205r-205v.
(104) A.H.P.A. Protocolo 442 de ídem, “Obligación”, 25-7-1716, f. 283r-283v; y protocolo 1764 de ídem,
“Carta de pago”, 19-8-1718, f. 271r-271v.
(105) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 31-7-1716, f. 284r-284v; protocolo 443 de ídem, “Obligación”, 6-3-1717, f.
93r-93v; y protocolo 1764 de ídem, “Carta de pago” y “Obligación”, 10-12-1718, ff. 434r-434v y 435r-435v,
respectivamente.
369
agosto, término dilatado un trimestre más hasta el 8 de noviembre, día en que se
realizaría la tercera compra-venta en cantidad de 100 libras liquidables en dos
iguales pagas a satisfacer en la fiesta de Navidad y en el mes de junio de 1718
(106).
El segundo día de 1717, el negociante practicaría con el doctor y presbítero
José Doménech una corta venta de 13 libras amortizables en el período
cuaresmal de ese año, que sí cumpliría el único cliente sacerdote de Pedro.
Pasados dos días de cerrado este trato, acordaría otro en cantidad de 20 libras
con el labrador José Ramos quien prometía pagarlas en el mes de junio, aunque
retrasaría su cancelación hasta iniciarse el mes de septiembre, si bien un día
antes el marsellés convendría un sustancioso negocio de 120 libras con Gregorio
Casanova que ofrecería cancelarlas en el día y fiesta de la Navidad (107).
Superado 1718, año sin constancia sobre cualquier actividad mercantil de
Pedro en esta villa del Campo de Alicante, reanudaría sus negocios en ella a
mediados de febrero de 1719 provocando una deuda de 70 libras al labrador
Tomás Martínez, que se obligaba a saldarla por mitad en los consecutivos meses
de mayo y junio; pero que, como en otros casos anteriores, el acreedor no
cobraría en vida a causa de demorar su pagamiento 13 meses hasta junio de
1720 (108). Igual sucedería con las 30 libras de crédito producido por la venta
realizada a Luciano Pastor inmediatamente después de finalizada la precedente,
pese a que el deudor ofrecía pagarlas en la festividad de San Juan, y también con
las 50 libras debidas por Jacinto Ayela del precio de la compra efectuada en
septiembre, cuya satisfacción prometía ejecutar en el término de los siguientes
cuatro meses (109).
Al tiempo que operaba en la ciudad y demás antedichas poblaciones, Pedro
ampliaba la práctica de sus negocios a otro lugar de la jurisdicción alicantina,
San Juan, donde realizaría cerca del 45 % de sus ventas al fiado concentradas
principalmente en los años 1716 y 1718, que le proporcionarían un montante
deudor equivalente al 23´18 % del valor de todos los tratos efectuados por el
negociante, y cuya desequilibrada relación manifiesta el empobrecimiento y bajo
poder adquisitivo de los clientes de este lugar.
En los dos meses finales de 1715 iniciaría aquí sus negocios, acordando en
noviembre una venta de 79 libras y 18 sueldos con el maestro cerrajero Bautista
Llopis que, debiendo pagarlas a mediados de 1716, no las saldaría en toda esa
anualidad, pues en su lugar efectuaría en enero de 1717 otra compra de 100
libras que liquidaría, conjuntamente con el citado crédito anterior, en noviembre
de este último año en lugar de agosto como había prometido, pese a lo cual
(106) A.H.P.A. Protocolo 442 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 26-8-1716, f. 307r-307v; y protocolo
443 de ídem, “Carta de pago” y “Obligación”, 15-3-1717, 5-3-1717 y 8-11-1717, ff. 102r-102v, 91r-91v, 512r-
512v y 513r-513v, respectivamente.
(107) A.H.P.A. Protocolo 443 de ídem, “Obligación” y “Carta de pago”, 2-1-1717, 19-4-1717, 1-9-1717 y 30-8-
1717, ff. 4r-4v, 170r-170v, 345r-345v y 342r-342v, respectivamente.
(108) A.H.P.A. Protocolo 444 de ídem, “Obligación”, 18-2-1719, f. 110r-110v; y protocolo 1765 de ídem,
“Carta de pago”, 12-3-1720, f. 99r-99v.
(109) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 18-2-1719 y 27-9-1719, ff. 111r-111v y 395r-395v, respectivamente.
370
tendría con él otros negocios en años venideros. El otro cliente de 1715 sería el
labrador Salvador Llopis que en diciembre quedaría deudor en 200 libras, a
satisfacer en el transcurso del siguiente año, pero que no reintegraría al acreedor
hasta septiembre de 1717 (110).
El negociante incrementaría en 1716 sus actuaciones en este lugar superando
la media docena, las que iniciaba con el año recién estrenado el labrador Manuel
Orts comprando por valor de 70 libras y media para abonarlas en siete meses, al
que seguirían Bautista Gozálbez Pastor y José Gozálbez quienes, a fines de
enero, le adquirían géneros y mercancías valoradas en 130 libras y 12 sueldos
para liquidar por todo el mes de agosto; pero que, finalmente, serían satisfechas
en abril del siguiente año por mano del primer deudor quien le había comprado,
en el mes de febrero, otra partida apreciada en 31 libras y media también
pagaderas en agosto, aunque en definitiva el plazo sería demorado en todo un
año. En cualquier caso, no terminarían aquí los tratos entre este deudor y su
acreedor que, en abril de 1717, le vendería productos en cuantía de 114 libras y
11 sueldos a satisfacer en septiembre de ese año, aunque exigiendo ahora al
deudor la fianza del crédito que obtendría del negociante francés Francisco Rul.
Los últimos tratos convenidos entre ambos datan de los años 1718 y 1719, los
cuales producirían un total montante deudor de 297 libras, 14 sueldos y 2
dineros resultantes de los débitos más las costas ocasionadas para su cobranza,
que no percibiría el negociante aunque sí sus sucesores y herederos en
noviembre de 1722 (111).
En este lugar, Pedro se toparía con uno de los más pertinaces morosos de su
trayectoria profesional en la persona de Tomás Gozálbez, hermano del citado
José, que a principios de marzo de 1716 le compraba una pequeña porción de
productos en cantidad de 32 libras y 5 sueldos para finiquitar en cinco meses,
plazo convertido en un sexenio por el deudor que satisfacía el débito a la viuda e
hijos del negociante en agosto de 1722, a pesar de los medios jurídico-judiciales
utilizados por el finado para su reintegro (112).
Por el contrario, también hallaría asiduos y buenos clientes como Feliciano
Sala que, entre abril y julio de ese mismo año, se endeudaría con un monto de
387 libras, 3 sueldos y 5 dineros procedente de dos respectivas compras a
crédito estimadas en 79 libras y 18 sueldos y 307 libras, 5 sueldos y 5 dineros,
cantidades que abonaría al acreedor en dos consecutivos días de marzo del
siguiente año. En consecuencia, ante la probada formalidad del deudor y la
favorable perspectiva de negocios, el negociante proseguiría los tratos con este
labrador que, en febrero de 1717,le adquiría otra porción de productos por precio
(110) A.H.P.A. Protocolo 443 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación” y “Carta de pago”, 21-1-1717, 8-11-
1717 y 1-9-1717, ff. 24r-24v, 511r-511v y 344r-344v, respectivamente.
(111) A.H.P.A. Protocolo 442 de ídem, “Obligación”, 2-1-1716, 28-1-1716 y 21-2-1716, ff. 1r-1v, 33r-33v y
71r-71v, respectivamente; protocolo 443 de ídem, “Carta de pago” y “Obligación”, 27-2-1717 y 12-4-1717, ff,
84r-84v, 151r-151v y 152r-152v, respectivamente; y protocolo 446 de ídem, “Carta de pago”, 18-11-1722, f.
424r-424v.
(112) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 3-3-1716, f. 81r-81v; y protocolo 446 de ídem, “Carta de pago”, 26-8-1722,
f. 298r-298v.
371
de 63 libras para reintegrar en los seis meses siguientes que serían demorados en
un trimestre más, motivo por el que finalizando enero de 1718 el deudor le
tomaría 35 libras en mercancías para liquidarlas por todo el mes de agosto, si
bien el término se dilataría tres meses hasta la primera semana de noviembre.
Por ello, once días después, efectuaría una nueva compra de los mismos efectos
valorados en 138 libras que ofrecía satisfacer en la venidera Cuaresma, pese a lo
cual se retrasaría el finiquito hasta octubre de 1719, fecha en la que realizaría
otra adquisición de 50 libras liquidables dentro del siguiente cuatrimestre, pero
que ya no percibiría el negociante a causa de su defunción en este plazo (113).
Con todo, no sería este deudor el más formal de 1716, pues le había precedido
su convecino colega José Planelles, que habiendo hecho una compra en marzo
de 37 libras y 12 sueldos ofrecía pagarlas en agosto, lo cual al parecer cumpliría
aunque la escritura de lasto llevaría fecha de 1 de septiembre (114).
Después de practicar una minúscula venta de 6 libras a José Berenguer en el
penúltimo día de 1716, comenzaría el año más prolífico en número de tratos
realizados en este lugar ejecutando 24 cartas de obligación, que suponen más del
45 % del total de ventas reconocidas al negociante en esa población, además de
encontrar leales clientes y al paradigma de la cabal formalidad deudora en la
persona de Feliciano Baeza que, a principios de febrero de 1717, le haría una
compra de 90 libras pagaderas en la fiesta del arcángel San Miguel. Y, en efecto,
llegado el 29 de septiembre el acreedor escrituraba el finiquito de la deuda
(115); si bien los primeros negocios de ese año, consistentes en una corta venta
de 20 libras a José Ramos o las 50 libras adeudadas por Matías Nomdedeu, que
ambos prometían abonar en mayo y dilatarían hasta septiembre, no auguraban
este hallazgo ni tampoco los beneficiosos resultados obtenidos al final de la
anualidad, cuyo global montante de 871 libras, 13 sueldos y 2 dineros equivalían
a más de la cuarta parte de los importes de todas las ventas ejecutadas en este
lugar, llegando a representar el 28´59 % de las mismas (116).
Antes de finalizar enero practicaría una venta de 89 libras y 6 sueldos a Felipe
Gozálbez que ofrecía abonarlas en el mes de agosto, mensualidad en la que
también prometerían liquidar sus débitos los tres deudores, excluido el citado
Feliciano Sala, que en febrero realizaban compras al negociante, siendo la
mayor de ellas la de 75 libras practicada por los labradores Bautista Ferrándiz y
Salvador Lledó (117)
(113) A.H.P.A. Protocolo 443 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Carta de pago” y “Obligación”, 5-3-1717, 6-3-
1717 y 28-2-1717, ff. 89r-89v, 92r-92v y 85r-85v, respectivamente; protocolo 1764 de ídem, “Carta de pago” y
“Obligación”, 7-11-1718 y 18-11-1718, ff. 368r-368v y 394r-394v, respectivamente; y protocolo 444 de ídem,
“Carta de pago” y “Obligación”, ff. 7-10-1719, ff. 418r-418v y 419r-419v, respectivamente.
(114) A.H.P.A. Protocolo 442 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 9-3-1716, f. 86r-86v; y protocolo
443 de ídem, “Carta de pago”, 1-9-1717, f. 347r-347v.
(115) A.H.P.A. Protocolo 443 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación” y “Carta de pago”, 6-2-1717 y 29-9-
1717, ff. 60r-60v y 462r-462v, respectivamente.
(116) A.H.P.A., Ibid., “Obligación” y “Carta de pago”, 4-1-1717, 14-1-1717 y 1-9-1717, ff. 5r-5v, 18r-18v y
346r-346v, respectivamente.
(117) A.H.P.A., Ibid., “Obligación”, 24-1-1717, 4-2-1717, 10-2-1717 y 11-2-1717, ff. 36r-36v, 52r-52v, 63r-
63v y 64r-64v, respectivamente. Los otros dos clientes en este mes fueron los también labradores Miguel
372
Asimismo, los ocho deudores del mes de marzo, cuyas conjuntas
adquisiciones valoradas en 225 libras, 13 sueldos y 2 dineros colocarían a este
mes en la primacía anual, tanto por el número de operaciones como por el global
importe de ellas, también determinarían el mes de agosto como plazo para
satisfacer sus deudas al acreedor, siendo el primero de ellos José Orts que
acordaba con el marsellés reintegrar su crédito de 59 libras, 15 sueldos y 2
dineros en dos distintas pagas, entregando 32 libras, 10 sueldos y 2 dineros en
dicha mensualidad y las restantes 27 libras y 5 sueldos en al fiesta de Todos
Santos. Le seguiría Juan Senia con su deuda de 32 libras, incrementada en otras
15 libras del precio de otra compra efectuada en abril, que serían canceladas no
en el citado plazo comprometido, sino en enero de 1719. Mayor demora en el
término, exactamente dos años, requerían Bautista Orts y Esteban Sellés para
saldar 40 libras adeudadas, lo que motivaría para su cobranza la adopción de
medidas judiciales por el acreedor y cuya resolución les obligaría al pago del
débito en marzo de 1719, además de 21 libras y 6 sueldos de las costas
producidas en la causa ejecutiva seguida contra los susodichos. Las últimas
ventas de marzo las efectuaría el negociante endosando unos respectivos
modestos créditos de 20, 30 y 20 libras a los labradores Andrés Bañuls, José
Sevila y Esteban Marco (118).
De las restantes ocho ventas al fiado cabe reseñar tres de ellas, no tanto por la
cuantía de su valor como por demostrativas de las dificultades económicas de
los deudores en rembolsar el crédito al negociante. Así le acontecía al labrador
Diego Buades, quien tardaría siete meses en cancelar una deuda de 20 libras
generada en el mes de abril; o las 100 libras debidas en septiembre por su colega
Bautista Sala que debía saldarlas por toda la Cuaresma de 1718, pero en realidad
lo haría en diciembre de ese año, mes en el que causaría otra deuda de 52 libras
y 6 sueldos, para cuya liquidación planteaba una moratoria de dos años al
convenir reintegrarlas en dos iguales pagas anuales abonadas por septiembre de
1719 y 1720, que aceptadas por el acreedor no terminaría de cobrarlas debido a
su fallecimiento. El tercer ejemplo lo constituía el crédito de 43 libras y 4
sueldos producido por Matías Orts en el mes de octubre y que demoraría catorce
meses en pagar, cuando se había comprometido hacerlo en un trimestre (119).
También podría servir de muestra la última venta de 1717 practicada, próximo
a expirar el año, con el mencionado cerrajero Bautista Llopis por un importe de
50 libras pagaderas en la fiesta de San Juan del año venidero, aunque se
demoraría en el pago hasta fines de octubre. Por esa razón, hasta el siguiente
(120) A.H.P.A. Protocolo 443 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 28-12-1717, f. 567r-567v; protocolo
1764 de ídem, “Carta de pago” y “Obligación”, 26-10-1718 y 23-11-1718, ff. 340r-340v y 408r-408v,
respectivamente; protocolo 444 de ídem, “Obligación” y “Carta de pago”, 9-1-1719, 22-11-1719 y 21-10-1719,
ff. 11r-11v, 480r-480v y 436r-436v, respectivamente; y protocolo 446 de ídem, “Carta de pago”, 5-1-1722, f. 2r-
2v.
(121) A.H.P.A. Protocolo 1764 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación” y “Carta de pago”, 12-7-1718, 7-11-
1718, 19-8-1718 y 13-10-1718, ff. 222r-222v, 367r-367v, 270r-270v, 272r-272v y 330r-330v, respectivamente.
Otros deudores del lugar en este año fueron los labradores Pedro García con 23 libras, 13 sueldos y 8 dineros,
más Esteban Orts y Andrés Bañuls con 36 y 18 libras respectivamente.
374
pagaría en agosto las costas judiciales el mismo día en que le reconocía como
dueño del censo para el pago de sus réditos, los cuales no cobraría Pedro en vida
porque el censatario satisfacía en agosto de 1720 a la viuda e hijos del
negociante 48 libras de las doce pensiones que vencían en marzo de 1721, más
10 libras, 16 sueldos y 8 dineros por las costas del pleito ejecutivo proseguido
desde abril hasta julio de 1720 para el cobro de las citadas pensiones, para cuyo
pago vendía el labrador 14 tahúllas de huerta propias en dicha partida cargadas
con los citados censo y rédito a su colega de Muchamiel Jaime Berenguer, por
precio de 150 libras cobradas 70 de contado, con las que pagaba las pensiones, y
80 por el capital del censo impuesto (122).
Menos de media docena serían los negocios al fiado de Pedro en este lugar
durante 1719, iniciados con los antedichos tratos habidos con el maestro
cerrajero y otros, que serían los más rentables reportándole un crédito mayor a
las 206 libras, pues las tres últimas ventas tendrían cortos alcances no superiores
a las 22 libras y alguno de ellos, como el debido por Victoriano Aracil, no
llegaría a cobrarlo a causa del fallecimiento del propio negociante (123).
Otra actividad crediticia, de menor frecuencia y trascendencia económica,
tardíamente practicada por Pedro fue la de los “préstamos graciosos”, llamados
así con vistas a eludir su carácter de usura ilegal, utilizados por los prestatarios
para sufragar necesidades y urgencias cotidianas. A principios de mayo de 1716,
entregaba 201 libras, 8 sueldos y 8 dineros a José Pastor, morador en la partida
de la Cañada del Fenollar, destinadas a la casa fabricada por el labrador en la
ciudad de Alicante, cantidad que le sería reintegrada doce días después en el
valor de tanto yeso apreciado a 11 reales el camino de 34 barchillas (124).
Sea por las razones que fuesen, Pedro paralizaría su actividad de prestamista
por espacio de tres años para retomarla en el último año de vida, pero dándose la
circunstancia que 3 de los 5 préstamos los efectuaría el mismo día y serían
satisfechos de la misma forma. A mediados de abril de 1719 daría 100 libras
efectivas a los labradores Félix Iborra y José Bernabeu, de Busot, quienes
ofrecían pagarlas en igual cantidad de barrilla que importase al primer precio
fijado en la próxima cosecha de ese año. Instantes después, prestaría 130 libras
de contado al alicantino Baltasar Antón y otras 200 a los hermanos Francisco y
Tomás Sogorb, de Villafranqueza, prometiendo los tres reintegrarle sus
respectivos empréstitos en otro igual valor de barrilla con las mismas
condiciones de los prestatarios antecedentes. Pasados tres días, volvía a prestar
70 libras al citado labrador Antón con el compromiso de liquidarlas con el
(122) A.H.P.A. Protocolo 1764 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Carta de pago” y “Reconocimiento”, 24-8-1718,
290r-290v y 291r-294v, respectivamente; y protocolo 1765 de ídem, “Carta de pago” y “Venta de tierra”, 28-8-
1720, ff. 258r-258v y 259r-261r, respectivamente.
(123) A.H.P.A. Protocolo 444 de ídem, “Obligación”, 16-4-1719 y 15-6-1719, ff. 176r-176v y 235r-235v,
respectivamente; y protocolo 1765 de ídem, “Carta de pago”, 29-10-1720, f. 287r-287v. Amén de los referidos
Bautista Llopis y Victoriano Aracil, fueron sus postreros clientes de San Juan José Sevila, Esteban Marco y
Esteban Sellés.
(124) A.H.P.A. Protocolo 442 de ídem, “Obligación” y “Carta de pago”, 6-5-1716 y 18-5-1716, ff. 176r-176v y
193r-193v, respectivamente.
375
mismo antedicho producto y modalidad. Finalmente, cuatro meses más tarde, la
vecina de Monóvar Josefa Cortés sería subvenida con 25 libras, 9 sueldos y 4
dineros para costear los gastos del funeral, sepelio y obra pía de su difunto
marido Tomás Poveda, cantidad que se obligaría a satisfacer en septiembre con
la misma cuantía de barrilla y anises estimados al precio corriente (125).
Menor aún sería la participación del negociante en las letras de cambio, pues
su actuación se limitaría a ser el último endosatario, tenedor y portador del
pertinente documento crediticio; pero a diferencia de los préstamos, comenzaría
pronto a operar con ellas, puesto que a los nueve días de junio de 1710 el
cartagenero Oliver libraba una letra a la vista en cantidad de “28 piezas de 4
reales cada una” contra Pedro Frotons y a la orden de José Soler y compañía que
la endosaba al marsellés, el cual la presentaría una semana después al librado
para su aceptación y pago, pero este la rechazaría aduciendo “ser el tiempo malo
y haber escrito a Oliver la espera de algunos días”, razón por la que el tenedor
practicaba el formal protesto (126).
En el siguiente lustro, Pedro no tendría ninguna participación en este tipo de
instrumentos de crédito hasta 1716, en el que se vería precisado por compromiso
con el endosatario de una letra girada en Génova el 11 de febrero por Ginés
Puigserver, conteniendo 150 doblones a 40 días vista contra el doctor Honorato
Gozálbez y a la orden de la casa madrileña de Cambi y Espineli por su valor en
cuenta, de la que el negociante era su corresponsal en Alicante motivando por
ello su endoso en marzo por el mismo concepto, mes en el que la presentaba
para su aceptación al librado sacerdote que la repudiaba por motivos avisados a
su dador, ocasionando el protesto jurídico del portador, quien volvía a reiterarlo
el 1 de mayo cuando vencido el plazo el librado no satisfizo el valor de la letra
(127).
Coincidente en el tiempo y en la causa acontecería la siguiente intervención de
Pedro en este tipo de negocio, pues el último día de febrero los lioneses
comerciantes Peyson, tío y sobrino, sacaban a 8 días vista una letra valorada en
253 pesos, 13 sueldos y 6 dineros contra Mateo Cogordan y a la orden de
Aniffon, Posuel y Rigaud quienes, en la primera semana de marzo, la endosaban
a Cambi y Espineli que, a su vez, la endosarían al negociante para su
presentación en abril al librado, el cual no la aceptaba en su total valor sino sólo
hasta la cuantía de 146 pesos, 12 sueldos y 6 dineros por ser esta la porción
retenida en su poder de cuenta de los libradores, pues los 107 pesos y 1 sueldo
restantes eran deudas no cobradas y de ellas debían detraerse los gastos de
comisión y otros, afirmando el librado que siempre que los cobrase cumpliría el
entero contenido de la letra pese a no tener aviso. Esta negativa a aceptarla en su
totalidad produciría el protesto del portador, que sería reiterado ante el
(125) A.H.P.A. Protocolo 444 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 18-4-1719, 21-4-1719 y 14-8-1719,
ff. 177r-177v, 178r-178v, 179r-179v, 180r-180v y 346r-347v, respectivamente.
(126) A.H.P.A. Protocolo 441 de ídem, “Protesta de letra de cambio”, 16-6-1710, f. 67r-67v.
(127) A.H.P.A. Protocolo 442 de ídem, “Protesta de no aceptación” y “Protesta de no pagamiento”, 23-3-1716 y
1-5-1716, ff. 108r-108v y 170r-170v, respectivamente.
376
incompleto pago a su vencimiento (128).
Cuatro meses antes de morir tendría su última participación en estas cartas de
crédito, siendo portador de una letra de 820 pesos sacada en Barcelona el 8 de
julio de 1719 contra Pedro Antonio de Risso a quien, mediante notario,
intentaría presentarla para su aceptación; pero el fedatario público, no hallando
al librado, la presentaba a su consorte Teodora Soler que la rehusaría “por
hallarse ausente su marido y no haberle dejado caudales, ni tenerlos de su cuenta
en su casa”, respuesta causante del formal protesto (129).
Generalmente era frecuente que el pago de una deuda se realizara con una
cesión, mediante la cual el deudor transfería al acreedor el derecho de cobro
sobre un tercero con el que tenía pendiente un crédito mayor o igual a su débito.
Esta operación sería en los negocios del marsellés una excepción testimonial al
producirse en una sola ocasión. En junio de 1710, la viuda Felicia Antón del
Olmet debía al negociante 84 libras por réditos de un censo de 560 pesos que le
correspondían de los bienes de Juan y Mariana Escorcia, a quienes la deudora y
su difunto marido Blas Maltés les pagaban en el momento de la confiscación
efectuada por Tomás Melgarejo, siéndole adjudicado en compensación a parte
de sus pérdidas justificadas ante el dicho juez privativo de confiscaciones de
bienes de disidentes de la ciudad de Alicante y lugares de su jurisdicción, según
constaba por autos ante Francisco Antonio Gallego de Montemayor, escribano
de Cámara de la Audiencia de Valencia. Y la viuda ofrecía pagárselas por manos
del catalán Francisco Marín, negociante de puerta abierta e inquilino de una casa
propiedad de la deudora situada en la calle Mayor de la ciudad (130).
Más usuales resultarían las cortas especulaciones en forma de censos
practicadas por Pedro en 1717. En líneas precedentes hemos aludido a la
adquisición de un censo de 80 libras vendido por los hermanos Gozálbez de
Cunedo en abril de ese año, siendo su pormenor como sigue: El 13 de marzo de
1711, la viuda María Frontera López reconocía, mediante escritura ante el
notario murciano José Granado, una deuda de 180 libras a favor del negociante
generada en su viudez. Sin embargo, el convento dominico de Nuestra Señora
del Rosario, de Alicante, por créditos censales y sus devengadas pensiones,
había instado autos ejecutivos contra la deudora que se remataron en una casa de
su propiedad situada en la calle de la Balseta, arrabal de San Francisco, como
especial hipoteca de dichos censos, oponiéndose Pedro por su crédito y por las
mejoras realizadas en ella a sus propias expensas de orden de la viuda, siguiendo
con este concurso la causa hasta el remate y venta judicial del inmueble a favor
de Lorenzo Antón padre por su postura de 425 libras depositadas en poder de
Pedro Milot, con cuyos alcances serían satisfechas a Pedro 117 libras, 17sueldos
(128) A.H.P.A. Protocolo 442 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Protesta de no aceptación” y “Protesta de no
pagamiento”, 6-4-1716 y 13-4-1716, ff. 133r-134v y 150r-151v, respectivamente. El negociante francés
Cogordan era socio y responsable de la alicantina casa de comercio titulada Rose y compañía.
(129) A.H.P.A. Protocolo 444 de ídem, “Protesta de no aceptación”, 14-8-1719, f. 345r-345v. Teodora era
hermana de Margarita Soler, esposa del negociante bretón Francisco Marabeuf.
(130) A.H.P.A. Protocolo 441 de ídem, “Cesión”, 4-6-1710, f. 60r-61v.
377
y 5 dineros a cuenta de su principal y costas; esto es, 94 libras y 14 sueldos por
resta de las 187 libras y 14 sueldos a que ascendieron las obras y reparos
efectuados por éste, más 23 libras, 3 sueldos y 5 dineros de las costas causadas
por su oposición a la ejecución, quedándole a deber 35 libras, 18 sueldos y 6
dineros con otras 4 libras, 11 sueldos y 10 dineros que por cuenta de la viuda
anticipaba el negociante de costas de la ejecución, de las cuales la deudora le
otorgaría el pertinente poder para su cobranza, en cuya virtud y nombre pediría
éste causa ejecutiva contra Félix Alemany, de San Juan, por las pensiones
devengadas del censo de 80 libras que el labrador pagaba al matrimonio
Escorcia, a quienes les fue confiscado y adjudicado a la viuda en remuneración
de sus pérdidas, en cuyo tiempo fallecería ésta. Y pretendiendo Pedro cobrarlas,
en nombre propio seguiría la causa ejecutiva contra los hijos y herederos de la
difunta, originándoles unas costas que sumadas a la cantidad adeudada
importaban 48 libras y 5 sueldos que, queriéndolas abonar, excepto las 4 libras,
11 sueldos y 10 dineros que debían cargarse al labrador como costas por su
omisión, convenían con el marsellés en traspasarle el censo de 80 libras dándole
poder en hecho y causa propia para demandar el cobro de sus réditos cumplidos,
importando ambos conceptos 112 libras, cantidad establecida como precio de
esta venta (131).
En el ajuste de cuentas efectuado en diciembre de 1704 entre el negociante y
Antonio Penalva, vecino de Jijona, éste resultaría deudor en 235 libras, 3
sueldos y 6 dineros que no pudo satisfacer a causa de su óbito acaecido en 1705,
motivando que el acreedor iniciase para su cobranza un proceso ejecutivo ante el
juzgado de Francisco Esteban Zamora Cánovas, Alcalde mayor de Alicante,
contra la herencia del fallecido, de cuyos hijos menores y herederos era tutor y
curador testamentario el notario jijonenco Timoteo Carbonell, en especial contra
un censo de 150 libras que le pagaba el caballero Tomás Pascual Pérez de Sarrió
cargado como especial hipoteca sobre diferentes casas de su propiedad, siendo la
del remate y ejecución la situada en la calle San Agustín, lindante con el
convento de la Purísima Sangre de Cristo. En el ínterin, fallecería también el
noble; pero su viuda Manuela Martínez de Vera declaraba que la herencia de su
difunto marido, asignada a ella en fideicomiso para fundar un mayorazgo en
cumplimiento de las últimas voluntades del testador, respondería por la de
Penalva y, en consecuencia, el negociante procedía por vía ejecutiva contra la
susodicha y su citado inmueble del que llegaría a tomar posesión, aunque el
proceso quedaría suspendido al cuarto pregón debido al efectivo pago de las 90
libras procedentes de las pensiones devengadas del referido censo. Sin embargo,
quedaba por satisfacer el entero crédito del jijonenco al que debían añadirse dos
cantidades, una de 37 libras y media más otra de 27 libras y 6 sueldos que por
(131) A.H.P.A. Protocolo 63 de Francisco Andujar, “Carta de pago”, 8-8-1716, f. 181r-181v; y protocolo 443 de
Vicente Cerdá y Sevillano, “Venta y poder en fecho y causa propia”, 23-4-1717, ff. 173r-177v. Los vendedores
fueron los hermanos Jesualda, viuda de José Falcó, José, Francisco y María Artemisa, hijos y sucesores de los
bienes hereditarios de Nicolás Gozálbez de Cunedo y María Frontera, sus difuntos padres, todos residentes en la
ciudad de Murcia.
378
las costas del proceso había anticipado el marsellés, sumando todas las
adeudadas partidas 299 libras, 19 sueldos y 6 dineros. Ante ello, el notario
Carbonell, con vistas a paralizar toda nueva causa ejecutiva instada por Pedro
para su cobranza, en nombre de sus tutorados convenía en noviembre con el
acreedor la venta y traspaso del mencionado censo de 150 libras (132).
Alrededor de estas fechas e incluso con anterioridad a ellas, la contumaz
morosidad de muchos deudores propiciada en buena medida por el modus
operandi de Pedro en sus tratos y negocios, pues movido por la cándida
confianza en la rectitud general de sus clientes no les exigía la seguridad del
cobro mediante la pertinente hipoteca de bienes, hecho que serviría de
experiencia en los demás negociantes del linaje para evitar el mismo error,
precisando conceder poderes jurídicos a personas de su confianza para que
cuidaran del cobro de sus créditos. Así, a modo de muestra, en julio de 1711
facultaba al oriolano escribiente de notario Francisco Santacruz, para que le
defendiese en los pleitos civiles y ejecutivos instados contra los deudores de esa
ciudad; o al notario Juan Lloret, de la villa y baronía de Finestrat, que en
septiembre de 1716 le autorizaba a personarse en la población de Villajoyosa
para percibir de sus vecinos deudores cualquier cantidad “que de plazo vencido
le estuviesen debiendo”; o bien el poder dado al mercader francés Marcelo
Carbó, procurador de la compañía titulada Boviñan y Guiran, encargándole
acudir a algunas ciudades, villas y lugares del reino de Valencia y fuera de el
donde tenía créditos contra personas, individual y colectivamente, procedentes
de la venta al fiado de géneros y mercancías de que se le debían crecidas
cantidades, sin tener persona de confianza que procurase su reintegro; o, por
último, el otorgado en enero de 1717 al canónigo lorquino Fulgencio Egea Mula
para la cobranza, judicial o extrajudicial, del correero alicantino Vicente Miguel,
a la sazón residente en Lorca, las cuantías que le debiese por cualquier causa y si
para su cobranza fuere necesario comparecer en juicio, lo haga ante cualquier
juez y tribunal demandando el reconocimiento y ejecución de sus derechos(133).
Finalmente, practicaría algunas actividades derivadas del prestigio profesional
y reconocimiento social de que disfrutaba a estas alturas de su vida, actuando de
intermediario pagador por cuenta ajena y/o de procurador de terceros.
El negociante Pablo Mirasol recibía, en mayo de 1716, por mano y dinero
propio de Pedro 500 pesos que su difunto hermano Diego Mirasol, cónsul
francés en la ciudad y costas de Cádiz, le había legado en sus últimas voluntades
y ordenado su pago su cuñada viuda María Pascuala Rogelio que, pasado un
(132) A.H.P.A. Protocolo 443 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Confesión y recibo de haberes”, “Venta de dos
casas” y “Venta de censo”, 11-4-1717, 27-8-1717 y 18-11-1717, ff. 141r-149v, 324r-339r y 527r-537v,
respectivamente. En agosto, la viuda del noble, con el fin de que el citado Alcalde mayor le autorizase la venta
de dos casas del mayorazgo al negociante Juan Bautista Abril, manifestaba que entre las cargas soportadas por
los bienes vinculados figuraban 11 libras de las pensiones del censo correspondiente al marsellés, quien había
instado ejecución para su cobranza.
(133) A.H.P.A. Protocolo 1763 de ídem, “Poder para pleitos”, 13-7-1711, f. 100r-100v; protocolo 442 de ídem,
“Poder para cobrar y pleito”, 17-9-1716 y 23-11-1716, ff. 385r-386v y 477r-478v, respectivamente; y protocolo
443 de ídem, “Poder para cobrar y pleito”, 30-1-1717, ff. 42r-43r.
379
trimestre, también pedía al marsellés hiciese entrega a su sobrina Ventura
Rogelio, monja en el convento agustino de la Preciosísima Sangre de Cristo, de
125 libras que por vía de limosna y manda piadosa ordenaba pagar su difunto
marido en su testamento. En la primera semana de septiembre de 1717, Pedro,
también por su mano y dinero propio, pagaría las 250 libras correspondientes a
cinco tercios de sus alimentos a Carlos Forner Sans de la Llosa, hermano del
barón de Finestrat, en nombre y representación del arrendatario de los derechos
dominicales de dicha villa Juan Mayor. Una semana más tarde, el también
negociante francés José Lanza le apoderaba para que pudiese vender, ceder y
enajenar unas tahúllas de tierra situadas en la huerta de la villa de Elda, además
de una casa propia ubicada en la ciudad de Alicante. En el mismo día, el citado
Lanza substituiría en el marsellés el poder que para cobrar y arrendar le había
otorgado su compatriota mercader Claudio Simón, residente en Cartagena; pero
concediendo ambos apoderamientos la facultad de substituirlos, en todo o en
parte, así lo haría Pedro substituyendo el de Lanza en el procurador de causas
Pablo Navarro en lo referente a pleitos, y el substituido por Lanza que era propio
de Simón también lo substituiría dos años después en los procuradores
murcianos Miguel García Olate, Pedro Baluarte y Juan Martínez Carrasco para
los mismos efectos antedichos (134).
Al fallecimiento de Pedro a mediados de enero de 1720, sus actividades
profesionales serían continuadas hasta el año 1723 por su consorte e hijos
menores, constituidos en casa de comercio y negociación bajo el nombre de
“Viuda y herederos de Pedro Lombardón”, cuyos ejes de actuación estarían
regidos por dos principales prioridades, consistentes en intentar recuperar los
pendientes créditos generados por el difunto negociante y aprovechar en lo
posible a sus antiguos clientes para proseguir los tratos y negocios.
En cuanto al cobro de deudas, se han esbozado varias muestras de finiquitos
en páginas precedentes que serían ratificadas por las dos primeras actuaciones
públicas de la nueva sociedad, realizadas simultáneamente días después de
fallecer Pedro. Una, facultaba al murciano Félix Díaz López para el cobro a
vecinos de Murcia de cualquier cantidades debidas a la herencia del difunto
negociante, y si en razón de ello o por cualquier causa y negocio fuese preciso
comparecer en juicio lo hiciese ante los jueces de ambos fueros, practicando
cuantas diligencias fuesen necesarias para hacer prevalecer sus derechos. La
otra, autorizaba al procurador Pablo Navarro para representar la defensa y
amparo de sus dos hijos menores, en todos los pleitos y negocios que tuviesen
en razón de dicha herencia paterna (135).
En relación a los tratos y negocios, que seguirían el modelo practicado por
(134) A.H.P.A. Protocolo 442 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Carta de pago”, 30-5-1716 y 3-9-1716, ff. 211r-
211v y 321r-322v, respectivamente; protocolo 443 de ídem, “carta de pago”, “Poder para vender” y
“Substitución de poder”, 6-9-1717, 14-9-1717 y 23-11-1717, ff. 367r-367v, 395r-399v, 400r-402r y 542r-543v,
respectivamente; y protocolo 444 de ídem, Substitución de poder”, 20-2-1719, ff. 112r-117v.
(135) A.H.P.A. Protocolo 1765 de ídem, “Poder para cobrar” y “Poder para pleitos”, 25-1-1720, ff. 20r-21v y
22r-23v, respectivamente.
380
Pedro, se centrarían en tres núcleos del Campo de Alicante donde el
desaparecido esposo y padre realizara sus actividades mercantiles: la propia
ciudad, el lugar de San Juan y, sobre todo, la villa de Muchamiel.
Las ventas al fiado consumadas en la capital lucentina podrían tener la
consideración de testimoniales, puesto que en número de dos acontecerían en los
años extremos del período cuatrienal. En mayo de 1720, el ciudadano Sebastián
Riera compraba productos valorados en 36 libras pagaderas en cuatro meses,
plazo que también ofrecían el labrador Tomás Ferrándiz y el correero Vicente
Aracil para satisfacer las 106 libras y 8 sueldos en que fueron apreciadas las
mercancías adquiridas conjuntamente en julio de 1723 (136).
Más trascendentes serían la casi decena de tratos ejecutados con vecinos de
San Juan, repercutiendo un global importe de 581 libras, 6 sueldos y 6 dineros y
en los que el término cuatrimestral sería una constante en todos ellos, los cuales
comenzarían también en el antedicho mes y año cuando el labrador Gregorio
Gramaje y dos compañeros más producían un débito de 54 libras y 8 sueldos por
la fiada compra de mercancías, a los que darían continuidad los dos destacados y
conocidos clientes de este lugar: el labrador Feliciano Sala y el maestro cerrajero
Bautista Llopis. El primero haría una compra de 68 libras a fines de octubre de
1721, reintegradas once meses más tarde pese al referido plazo establecido para,
seguidamente, efectuar otra compra de 102 libras con idénticas condiciones. Por
su parte, el artesano se endeudaba con 68 libras en los primeros días de 1722 por
el valor de su compra, y con otro mayor crédito de 121 libras y 6 dineros a fines
de abril del siguiente año, siendo obvio que en ninguno de los casos pagaría en
el plazo determinado. Asimismo, otro labrador, Esteban Sellés, realizaría una
compra en julio y otra en diciembre de 1722, pero sus respectivas deudas de 16
y 41 libras y 8 sueldos no eran significativas respecto a los mayores créditos de
los antedichos clientes (137).
La villa de Muchamiel se convertía en centro neurálgico de los negocios a
crédito de la nueva empresa mercantil, pues en ella ejecutaría 24 de las 34 cartas
de obligación practicadas en sus cuatro años de vigencia, con las que obtendría
un montante deudor de 2.259 libras, 5 sueldos y 2 dineros, que representaban el
75´75 % del total importe de las ventas que ascenderían a 2.982 libras, 19
sueldos y 8 dineros.
A diferencia de los tratos practicados en el vecino lugar, los efectuados en esta
villa no mantendrían el mismo monolítico plazo cuatrimestral para cancelar las
deudas que aún persistiría con carácter general, si bien variaría en función de la
cuantía del crédito o de la confianza que les mereciese el deudor. Ejemplo de lo
primero, las sucesivas compras hechas por Vicente Alemany que en abril de
(136) A.H.P.A. Protocolo 1765 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 11-5-1720, f. 149r-149v; y
protocolo 447 de ídem, “Obligación”, 3-7-1723, f. 228r-228v.
(137) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 6-5-1720, f. 140r-140v; protocolo 446 de ídem, “Carta de pago” y
“Obligación”, 16-9-1722, 5-1-1722, 3-7-1722 y 7-12-1722, ff. 333r-333v, 334r-334v, 3r-3v, 254r-254v y 464r-
464v, respectivamente; y protocolo 447 de ídem, “Obligación”, 30-4-1723, f. 169r-169v. Otros dos deudores del
lugar, además de los referidos, fueron Felipe Gozálbez y José Soriano que generaron créditos superiores a las 50
libras en 1722 y 1723, respectivamente.
381
1720 tomaba diferentes mercancías por 37 libras y media pagaderas en el mes de
agosto, operación que repetía en octubre junto a Jaime Rodrigo ascendiendo la
deuda a 82 libras y 5 sueldos liquidables en los siguientes cuatro meses,
volviendo en marzo de 1722 a comprar los mismos productos valorados en 17
libras a cancelar en el mismo citado plazo, término que igualmente ofrecía en
unión de José Oliver para saldar el débito de 37 libras y media producido en
abril de 1723 por la compra de similares efectos (138).
Como muestras de lo segundo aducimos al deudor Jaime Berenguer, quien
prometía saldar las 58 libras, 16 sueldos y 8 dineros, resultantes de la compra
practicada a fines de agosto de 1720, en una paga de 14 libras, 16 sueldos y 8
dineros abonados dentro de siete meses y las restantes 44 libras, en once pagas
anuales de 4 libras entregadas cada día 30 de marzo; o el compromiso de pagar
en medio año las 500 libras del valor de géneros y mercancías compradas, a
últimos de febrero de 1722, por los alcaldes ordinarios Vicente Poveda y José
Torregrosa junto con otros regidores, quienes en septiembre de ese año
producían por idéntico motivo un mayor crédito de 580 libras pagaderas en un
más amplio término de ocho meses, pasados los cuales volverían a generar, en
junio de 1723, otras 350 libras, 11 sueldos y 6 dineros del precio de diferentes
mercancías liquidables dentro de siete meses, obligando a su seguridad los
propios y rentas de la villa con sus correspondientes bienes propios, a cuyo fin
otorgaban el mismo día cesión y poder en causa propia de la acreedora
compañía y contra el arrendatario de carnes de la villa Pedro García (139).
De los restantes tratos efectuados en esta villa, cabe reseñar un par que rompen
la habitual norma de las actas notariales de la época de no especificar la
naturaleza de los productos objetos de la transacción, que genéricamente
aparecen mencionados como “géneros y mercaderías”; además, cada uno
representa el modelo de los plazos liquidables aplicados en esta población. El
labrador Tomás Boix, en mayo de 1722, adquiría un balón de papel ordinario
valorado en 34 libras que prometía pagar llanamente dentro de cuatro meses, sin
pleito ni contienda de juicio con más las costas de la cobranza, y a su
cumplimiento obligaba su persona y bienes presentes y futuros. Nueve meses
más tarde, su convecino y colega Nadal Terol compraba una porción de cahíces
de almendra en cáscara apreciada en 58 libras y media, a satisfacer durante todo
agosto de 1723 con las mismas antedichas condiciones aceptadas por la
acreedora sociedad (140).
En los dos últimos años de su existencia, esta compañía actuaría en otras cinco
operaciones crediticias practicadas mediante las letras de cambio, en las que su
(138) A.H.P.A. Protocolo 1765 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 29-4-1720 y 23-10-1720, ff. 139r-
139v y 283r-283v, respectivamente; protocolo 446 de ídem, “Obligación”, 21-3-1722, f. 107r-107v; y protocolo
447 de ídem, “Obligación”, 13-4-1723, f. 145r-145v.
(139) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 28-8-1720, f. 262r-262v; protocolo 446 de ídem, “Obligación”, 28-2-1722 y
7-9-1722, ff. 78r-80r y 316r-317v, respectivamente; y protocolo 447 de ídem, “Obligación” y “Cesión y poder”,
11-6-1723, ff. 209r-211v y 212r-214v, respectivamente.
(140) A.H.P.A. Protocolo 446 de ídem, “Obligación”, 18-5-1722, f. 186r-186v; y protocolo 447 de ídem,
“Obligación”, 17-2-1723, f. 72r-72v.
382
participación como último tenedor estaría causada por su corresponsalía con la
libradora casa de comercio y negocios. Así, en marzo de 1722, la viuda
administradora de la empresa como portadora de una letra sacada en Ámsterdam
contra la compañía de Bernardo Peyralón y Pedro Lafore, negociantes franceses,
la presentaba para su aceptación al primero de los librados citados, manifestando
éste que era su socio quien debía aceptarla y pagarla en razón de que ya habían
finalizado su comercial sociedad, y porque fue éste quien retiró de la aduana las
mercancías procedentes de la ciudad holandesa. Esta engañosa y negativa
respuesta motivaría el correspondiente protesto formal (141).
Pasados tres meses, era de nuevo portadora de una letra valorada en 800
reales, librada en Málaga a principios de junio por Geens y Welans contra el
francés Alejandro Reynier y a la orden de la compañía madrileña de Rodulfo
Firidolfi, que la endosaba a la compañía hereditaria de Pedro por el valor en
cuenta, obligando a esta como último tenedor a presentarla al librado para su
aceptación, siendo rechazada por éste al carecer de la carta de aviso de su
sacador, propiciando el protesto jurídico. Pero siendo su vencimiento a 15 días
vista, y cumplido el plazo sin satisfacer el tomador la cantidad de 80 libras por
las mismas razones que dejaba de aceptarla, motivaría otro formal protesto del
tenedor (142).
Esta letra de cambio, por otra parte, evidenciaba la correspondencia existente
entre la sociedad de la “Viuda y herederos de Pedro” con la del cambista
establecido en Madrid quien, a fines de marzo de 1723, libraba a la orden de la
correspondiente compañía alicantina dos distintas letras pagaderas a un mismo
(141) A.H.P.A. Protocolo 446 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Protesta de no aceptación”, 4-3-1722, ff. 81r-82r.
La compañía Peyralón y Lafore perduraría hasta el año 1730, así lo atestiguaba en su mes de octubre un poder
otorgado conjuntamente por ambos en nombre de su sociedad autorizando a Cornelio Lambreth Protzen,
compañía de negocios residenciada en Málaga, para el cobro de deudas. De las actividades de Bernardo, casado
con Francisca Antonia Sigaud, hija de su colega compatriota Pedro Sigaud, resultan llamativos dos hechos, uno
competente al ámbito privado y el otro, al profesional, acotados ambos en 1729. En el invierno de 1728-29,
había padecido una dolencia de la que fue asistido y tratado por el médico Antonio Bernabeu a quien, en marzo
de 1729 le debía 12 libras por las consultas y asistencias recibidas, motivando que el galeno instase ante José
Antonio Reguero, Alcalde mayor de la ciudad, juicio verbal contra Bernardo quien presentaba recurso
pretendiendo estar comprendido en la Real Cédula de la conservación de la Nación Francesa y, en consecuencia,
exento de la jurisdicción ordinaria, ante lo cual Francisco León Henríquez Araujo, del Consejo de S.M. y Oidor
en la Audiencia, como juez conservador y para la inhibición en el conocimiento del juicio verbal libraba tres
exhortos a Reguero, quien denegaba el cumplimiento por las justificadas razones de sus respuestas en orden a no
perjudicar la jurisdicción de su cargo, dando Araujo cuenta de ello al Consejo de Castilla, lo que propiciaría que
el doctor facultase al madrileño José Alejo Espinosa para que le ayudase, defendiese e introdujese cualquier
recurso, queja y nulidad de los procedimientos del Oidor y juez conservador de la Nación Francesa.
En el plano profesional, Bernardo era antiguo acreedor del Ilmo. D. José Espejo y Cisneros, a la sazón obispo
de Calahorra (1717-1747) y que antes había ocupado la sede oriolana (1714-1717), a causa de un “préstamo
gracioso” de 807 libras y media recibidas por el prelado que había firmado un vale para satisfacer a voluntad del
prestamista, el cual concurría en los autos del concurso de acreedores pendientes contra los bienes del prestatario
en la Villa y Corte estando representado por el madrileño Gregorio Martín de Haro, y en noviembre de ese año
apoderaba al cambista y negociante Rodulfo Firidolfi para la cobranza del citado empréstito a su Ilustrísima.
A.H.P.A. Protocolo 901 de Francisco Hernández, “Poder para cobrar”, 6-10-1730, f. 94r-94v; protocolo 1576 de
Vicente Rovira, “Poder para pleito”, 7-3-1729, f. 36r-36v; y protocolo 900 de Francisco Hernández, “Poder para
cobrar”, 2-11-1729, ff. 106r-107v.
(142) A.H.P.A. Protocolo 446 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Protesta de no aceptación” y “Protesta de no
pagamiento”, 22-6-1722 y 6-7-1722, ff. 243r-243v y 255r-255v, respectivamente. Los 800 reales de plata nueva
equivalían a 80 libras, practicando el cambio legal existente a razón de 10 reales por cada libra valenciana.
383
semanal vencimiento: una de 908 doblones y 17 cuarentavos contra el
negociante francés Simón Dupin, yerno de Juan Bautista Abril; y la otra, en
cuantía de 85 doblones y medio, contra el negociante genovés Antonio Bocardo.
Ambos librados rehusarían el aceptarlas a su presentación en los primeros días
de abril, argumentando idénticas razones que escribían al librador de ellas, las
mismas que también pretextarían para excusar su pagamiento siete días más
tarde. Por último, antes de finalizar ese mes, el valenciano Pedro Carreras giraba
a 10 días vista una letra conteniendo 400 libras a la orden de la susodicha
sociedad por el valor recibido de los hermanos Guillot, y contra el tomador
mercader francés José Bouligny padre, quien tres días después la aceptaba pagar
a su tiempo en Alicante aduciendo que, por tener dispuesta la expresada
cantidad para su pagamiento, no consentía en los protestos ni en pagar gasto
alguno (143).
La irrupción de Luis en el panorama mercantil alicantino acontecía en el
verano de 1723 cuando, en nombre de su consorte y en el de tutor-curador de su
hijastra Margarita, percibía la modesta cantidad de 16 libras y 9 sueldos debida
por los labradores Matías Vidal y José Pastor, de Muchamiel, a la compañía
administrada por su cónyuge Luisa Antonia (144). Desde entonces, y de modo
continuado durante tres décadas de ejercicio profesional, sería no sólo el
negociante de este linaje que más negocios al fiado efectuaría, sino que también
superaría a los comerciantes extranjeros estudiados en este presente trabajo,
ejecutados casi en las mismas poblaciones de la antigua Gobernación de
Alicante que utilizara su difunto tío y padrastro, aunque con una abismal
diferencia en frecuencia e importe deudor, tal y como manifiesta la siguiente
tabla:
Localidad/Comarca Nº de ventas Valor de las ventas (L.,s. y ds.)
Alicante/Campo de Alicante --------------------- 29 ------------------ 3.881: 18: 7
Aguas-Busot/Campo de Alicante• --------------- 18 ------------------ 1.636: 17: 0
Benimagrell/Campo de Alicante ----------------- 44 ------------------ 2.820: 13: 0
Monforte del Cid/Medio Vinalopó -------------- 1 ------------------ 63: 0: 0
Muchamiel/Campo de Alicante ------------------- 177 ------------------ 13.999: 15: 5
Petrel/Medio Vinalopó ---------------------------- 1 ------------------ 30: 3: 0
Relleu/Marina Baja -------------------------------- 1 ------------------ 30: 0: 0
San Juan/Campo de Alicante ---------------------- 147 ------------------ 14.741: 17: 4
Totales: 418 37.204: 4: 4
• Incluye un deudor de Callosa d´Ensarriá y a otro de Relleu.
FUENTE: A.H.P.A. Sección Protocolos (1723-1752). Elaboración propia. (145).
(143) A.H.P.A. Protocolo 447 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Protesta de no aceptación” y “Protesta de no
pagamiento”, 5-4-1723, 12-4-1723 y 5-5-1723, ff. 118r-118v, 119r-119v, 143r-143v, 144r-144v y 180r-180v,
respectivamente. La expresión 17 cuarentavos proviene de la equivalencia monetaria, pues el doblón de a 2
escudos de oro suponía el valor de 4 libras que, a 10 reales cada una, hacían los 40 reales el doblón.
Por otro lado, Pedro Carreras, ante el fracaso de Luisa Antonia Cerdá en la cobranza de la letra al progenitor
del linaje Bouligny, elegiría como tenedor a Martín Almiñana para la cobranza de otra letra girada cuatro meses
más tarde, obteniendo éste el mismo negativo resultado que aquélla.
(144) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 7-4-1723, f. 122r-122v; y protocolo 447 de ídem, “Carta de pago”, 8-9-
1723, f. 298r-298v.
(145) Existe evidencia de que los tratos de Luis superan a los expresados en la tabla, y el no reflejarlos se debe a
que la actual dirección de este fondo nos vetó el visionado de los protocolos que los contienen, aduciendo su
384
La visión de conjunto ofrecida por los datos de la tabla posibilita inferir
algunas conclusiones generales sobre la actividad crediticia practicada por este
hombre de negocios. En primer lugar permite concretar el área geográfica donde
se desarrollarían tales operaciones, acotándola básicamente al territorio
comarcal del Campo de Alicante, ya que las restantes localidades del Medio
Vinalopó y de la Marina Baja no representan más que meros testimonios de
fracasados intentos muy próximos de expandirse. En consecuencia, parece que
el principal factor dinamizador de sus ventas al fiado sería el de la proximidad
del núcleo poblacional a la ciudad de su residencia.
Si la cercanía hubiese sido el único factor, lógicamente el grueso de sus tratos
debían haberse centrado en la inmediatez de la propia ciudad, más aún
considerando que su mayor población posibilitaba en teoría la ejecución de más
abundantes ventas; pero los datos no confirman la proximidad como solitario
factor, aunque acaso determinante, sino que muestran la conjunción de múltiples
factores aseverantes de que los auténticos bastiones de los negocios de Luis
fueron, en cuanto a la frecuencia de los mismos, la villa de Muchamiel y el lugar
de San Juan, seguidos a gran distancia por el lugar de Benimagrell y la propia
ciudad lucentina, si bien estas posiciones se invierten desde la óptica de los
resultados económicos, quedando determinadas por el lugar de San Juan y la
villa de Muchamiel con enorme diferencia sobre la capital y Benimagrell.
En cualquier caso, extraña la relegada posición de Alicante, sobre todo
atendiendo a sus condiciones demográficas, que como mínimo cuadruplicaban a
las de San Juan y Muchamiel (146), y económicas. Acaso las causas residan en
la excesiva competencia mercantil con el resto de negociantes de la ciudad, y en
la diferente confianza que para la seguridad de la deuda estimaba Luis entre un
medio urbano y otro rural que, además, le ofrecía la posibilidad de adueñarse de
tierras como resultado del impago de débitos para, de este modo, poderse
convertir en cosechero, ambición muy frecuente entre los comerciantes
extranjeros establecidos en la ciudad a excepción de los Fabiani.
Sobre esta última causa si parecen orientarse los datos reflejados, pues
sorprenden las 18 ventas al fiado practicadas en Busot, lugar de señorío secular
con jurisdicción alfonsina que en 1714 contaba con unas 600 almas; pero, sobre
todo, las 44 ejecutadas en Benimagrell, lugar de realengo que teniendo poco
menos de la mitad de habitantes que Busot le superaría en más del doble de
operaciones crediticias, cuya conjunta suma representa el 14´69 % del total de
las obligaciones reconocidas a Luis.
Finalmente, la comparativa de esta frecuencia de negocios a crédito con los 29
efectuados en la ciudad, el 6´89 % del total, permite situar el empobrecimiento
de la población, en cuanto a disponibilidad de liquidez traducida en el bajo
385
poder adquisitivo, más en el medio rústico que en el urbano. De ahí, el hecho de
que habiendo practicado en Benimagrell más del 151 % de las ventas realizadas
en Alicante, su producto no alcance el montante deudor de la ciudad debido a
los pequeños importes de sus compras. O el caso de Aguas-Busot, en donde
siendo sus ventas el 62 % de las ejecutadas en la capital, su importe deudor
apenas alcanza el 42´15 % del obtenido en la ciudad.
Sin embargo, el contenido de la tabla no posibilita conocer el ritmo evolutivo
de las ventas al fiado del negociante, que sería inteligible reestructurando sus
datos en fracciones temporales como las expresadas en el siguiente cuadro:
Lugar Década años 20 (1723-29) Década años 30 (1730-39) Década años 40 y 50 (1740-52)
Número Valor(L:s:d) Número Valor(L:s:d) Número Valor (L:s:d)
Alicante 11 1.174: 5: 3 17 2.582:13: 4 1 125: 0: 0
Benimagrell 4 149:13: 0 33 2.315: 0: 0 7 356: 0: 0
Busot-Aguas 12 1.118: 0: 0 6 518:17: 0
Monforte 1 0.063: 0: 0
Muchamiel 125 9.662: 8: 3 52 4.337:10: 2
Petrel 1 30: 3: 0
Relleu 1 30: 0: 0
San Juan 40 2.661: 6: 0 75 9.694:19: 8 32 2.385:11: 8
Totales 180 13.647:12: 6 192 20.171: 6: 2 46 3.385: 8: 8
(147) A.H.P.A. Protocolo 447 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 9-9-1723, f. 299r-299v; protocolo
449 de ídem, “Obligación”, 24-10-1725 y 3-12-1725, ff. 406r-406v y 439r-439v, respectivamente; y protocolo
450 de ídem, “Fianza de saneamiento”, 10-5-1726, f. 140r-140v. Los Vidal, padre e hijo, efectuarían en abril de
1724 una compra de 23 libras y 9 sueldos pagaderos llanamente en 4 meses; mientras el padre en solitario y con
las mismas condiciones realizaría dos pequeñas adquisiciones, una en marzo de 1725 y otra en febrero de 1726,
estimadas en 21 libras y 6 sueldos y 10 libras respectivamente. A.H.P.A. Protocolo 448 de ídem, “Obligación”,
6-4-1724, f. 157r-157v; protocolo 449 de ídem, “Obligación”, 6-3-1725, f. 79r-79v; y protocolo 450 de ídem,
“Obligación”, 1-2-1726, f. 45r-45v.
387
villa: 17 tahúllas plantadas de almendros, contenidas en dos iguales pedazos de
tierra, situadas en la partida de San Antón; 3 tahúllas de viñedo en la partida de
la Costera; 9 tahúllas también con almendros en la partida de Benitía; otras 9
tahúllas plantadas con los mismos árboles situadas en la partida del Brazal del
Salt; 4 tahúllas de secano con sembradura de “pan llevar” en la partida de
Vergieret; y, finalmente, una casa de morada sita en el cabo de debajo de dicha
villa (148).
Por su parte, el citado cirujano deudor también adquiría en solitario por junio y
noviembre de 1725 sendas porciones de mercancías valoradas, respectivamente,
en 74 libras y media y 70 libras y media, para liquidar ambos créditos en las
mismas condiciones y plazos antes aludidos, practicando en marzo de 1726 una
tercera compra de dichos productos, junto con los labradores Victoriano
Alberola y Jaime Gomis, estimada en 86 libras y 8 sueldos abonables llanamente
en julio de ese año, aunque el incumplimiento del plazo llevaría al acreedor a
presentar causa ejecutiva contra los deudores para su cobranza, recayendo
sentencia de remate a favor del demandante a quien mandaba dar la fianza
prevenida en la ley de Toledo, constituyéndose por tal fiador Diego Montagud,
al tiempo que se despachaba ejecución contra las personas y bienes de los
sentenciados (149).
Estos deudores no serían los últimos encausados de la villa durante esta
década, pues los labradores José Rodrigo y Francisco Varó, tío y sobrino, que a
principios de diciembre de 1724 debían al negociante 90 libras y 9 sueldos
demorando en meses su pago cuatrimestral, compraban en julio del siguiente
año una nueva porción de diferentes mercancías en 120 libras liquidables en el
consabido plazo, si bien finalizaba 1725 sin que Luis hubiese reintegrado el
crédito confirmando sus sospechas sobre la morosidad de estos clientes, contra
los cuales presentaba pleito ejecutivo en los primeros meses de 1726 ante el
dicho Serrano Salvaje, el cual resolvía en sentencia de remate despachar en
mayo ejecución contra los deudores centrada en 14 tahúllas de tierra propias de
Varó, quien obtendría la pertinente fianza de su convecino colega Ginés Ramos.
Con todo, el propio Varó, en unión de su suegra la viuda María Rodrigo, volvía
a endeudarse en 78 libras, 3 sueldos y 7 dineros del precio de otra partida de los
mismos productos que, en este caso, ofrecían abonar en un más amplio plazo de
medio año (150).
(148) A.H.P.A. Protocolo 448 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 27-1-1724, 19-3-1724, 11-4-1724,
20-4-1724, 21-7-1724 y 27-10-1724, ff. 41r-41v, 140r-149v, 165r-165v, 166r-166v, 174r-174v, 261r-261v y
346r-346v, respectivamente; protocolo 449 de ídem, “Obligación”, 16-1-1725, 22-3-1725, 24-4-1725, 12-7-
1725, 14-7-1725, 17-8-1725 y 16-12-1725, ff. 12r-12v, 91r-91v, 127r-127v, 242r-242v, 251r-251v, 313r-313v y
455r-455v, respectivamente; protocolo 450 de ídem, “Obligación”, 24-3-1726, 2-5-1726, 3-6-1726, 7-6-1726 y
10-12-1726, ff. 111r-111v, 124r-124v, 147r-147v, 155r-155v y 388r-390v, respectivamente; protocolo 451 de
ídem, “Carta de pago”, 23-1-1728, s/f, contados 24r-24v; y protocolo 795 de Antonio García, “Obligación”, 3-3-
1729, f. 45r-45v.
(149) A.H.P.A. Protocolo 449 de ídem, “Obligación”, 26-6-1725 y 15-11-1725, ff. 219r-219v y 429r-429v,
respectivamente; y protocolo 450 de ídem, “Obligación” y “Fianza de la ley de Toledo”, 11-3-1726 y 19-11-
1726, ff. 90r-90v y 369r-369v, respectivamente.
(150) A.H.P.A. Protocolo 448 de ídem, “Obligación”, 2-12-1724, f. 407r-407v; protocolo 449 de ídem, “Obliga-
388
Finalmente, los últimos deudores de la villa demandados en este período
serían Victoriano Sala y Bernardo Bernabeu, auténticos prototipos de la más
acérrima morosidad. A los 7 días de enero de 1729, los susodichos practicaban
una pequeña compra de 30 libras que prometían saldar dentro de los siguientes
cuatro meses, garantizando la seguridad del crédito hipotecando Sala un huerto
plantado de frutales con su casa; y Bernabeu, 2 tahúllas plantadas de viña,
bienes que ambos poseían en el término de dicha villa y que no venderían ni en
otra manera enajenarían hasta finiquitar la deuda. Sin embargo, trascurriría todo
ese año, más el de 1730 y la mayor parte de 1731 sin que éstos hubiesen
satisfecho dicha cantidad, provocando con ello la demanda de ejecución
interpuesta por el paciente negociante ante el juzgado del nuevo Alcalde mayor,
el cántabro José Antonio Reguero, quien sentenciaba el 3 de octubre de este
último año condenando a los deudores a pagar al acreedor la mencionada deuda
más las costas, dando antes el demandante la fianza de la ley de Toledo ante la
posibilidad de que la sentencia fuese revocada, en todo o en parte, por un
tribunal de superior jurisdicción, fianza que por el negociante realizaría Juan
Sangerman (151).
En general, los clientes de esta villa solían adquirir sucesivas compras de
pequeña o mediana cuantía habitualmente destinadas al consumo propio, aunque
también se daba el caso de mayores compras con más notables créditos para su
distribución en el negocio minorista, como ocurría con el referido Carlos García.
Otro caso similar acontecía con el labrador Tomás Bernabeu que con sólo
cinco tratos, la mayoría realizados en solitario, generaba una global deuda de
876 libras y 1 sueldo. En septiembre de 1724, comenzaba por adquirir del
negociante mercancías en cantidad de 71 libras, 19 sueldos y 6 dineros que
ofrecía pagar por todo el mes de diciembre, lo cual cumpliría con un ligero
retraso puesto que, en abril del siguiente año, Luis le vendía otra superior partida
apreciada en 133 libras y 4 sueldos pagaderos, “sin pleito ni contienda de
juicio”, dentro de cuatro meses con más las costas de la cobranza, que no
llegarían a producirse por la paciente espera del acreedor quien, a mediados de
enero de 1726, le endosaría una mayor venta estimada en 197 libras y 2 sueldos
para satisfacerlos en el mismo citado plazo que el deudor dilataría en tres meses
más, razón por la que cuando a mitad de julio repetía una más grande compra
valorada en 253 libras y 16 sueldos liquidables en el referido término, el
vendedor le exigiese garantías sobre la seguridad del crédito, a cuyo fin
hipotecaba el labrador una finca propia, con sus “tierras bien plantadas y
laboradas”, situada en el pago de Aguas del particular término de dicha villa que
tenía por linderos la torre situada a la falda del citado pago y el camino de
ción”, 21-7-1725, f. 273r-273v; y protocolo 450 de ídem, “Fianza de saneamiento” y “Obligación”, 10-5-1726 y
23-5-1726, ff. 139r-139v y 144r-144v, respectivamente.
(151) A.H.P.A. Protocolo 795 de Antonio García, “Obligación”, 7-1-1729, f. 2r-2v; y protocolo 796 de ídem,
“Fianza de la ley de Toledo”, 12-11-1731, f. 379r-379v. El habitual notario de los Lombardón, Vicente Cerdá y
Sevillano, pariente de Luisa Antonia Cerdá, fallecía en 1728 motivando que los papeles y documentos de su
escribanía pasaran a la regencia del notario Antonio García.
389
Relleu. Por último, en la primera semana de mayo de 1728, el deudor, junto con
sus colegas Francisco Ayela y Francisco Sala, producía un débito de 220 libras
del precio de géneros y mercancías, que prometía satisfacer en dos iguales pagas
anuales abonadas en la fiesta de Todos Santos de ese año y del siguiente,
garantizando la seguridad del reintegro mediante la hipoteca de dos casas
habitables sitas en la calle de Abajo de dicha villa, más una alquería con 4
tahúllas plantadas de frutales poseída por Tomás en la partida del Censal;
mientras Ayela hacía lo propio con 19 tahúllas de viñedo en la partida de El
Campello, y Sala hipotecaba 4 tahúllas de su propiedad situadas en las cercanías
del convento de San Francisco de Paula. Pero habiendo fallecido en el verano de
ese año el notario Vicente Cerdá Sevillano, el negociante pedía al regente de
esta escribanía, el también notario Antonio García, copia de esta escritura para
salvaguardia de sus derechos, no teniendo efecto el libramiento debido a no
encontrarla extendida en el correspondiente lugar del protocolo donde sólo se
hallaba una sucinta minuta, motivando la petición de Luis a Tomás para que
confirmase la aserción del negocio, a lo que éste accedería (152).
En el polo opuesto, el más corriente, hallamos entre otros muchos a los
hermanos José y Ginés Ramos que practicando nueve tratos, casi el doble que el
deudor precedente, producirían un total débito de 570 libras y 4 sueldos que
suponen el 65 % del generado por Tomás. Las cuatro compras consumadas por
José entre enero de 1725 y el último día de septiembre de 1728 tendrían unos
importes comprendidos entre las 30 y 60 libras, excepto la realizada en unión de
Félix García, en febrero de 1726, que alcanzaría las 102 libras y 12 sueldos
pagaderos en el reiterado término de cuatro meses, si bien resulta llamativo que
en la primera de sus compras el vendedor le concediese un más largo plazo
semestral. En cualquier caso, el deudor los incumpliría todos causando que en su
modesta última compra de 30 libras, el negociante le exigiese garantía
hipotecaria y a su cumplimiento hipotecase una suerte de tierras compuesta por
22 tahúllas de viñedo y almendros situadas en la huertana partida de Benitía.
Por su parte, los importes devengados por los tratos de Ginés ejecutados entre
julio de 1725 y abril de 1728 oscilarían entre las 30 y 70 libras, con la única
salvedad del acordado en julio de 1726 que alcanzaría hasta las 151 libras y 12
sueldos para pagar en el plazo habitual, que había cumplido con bastante
regularidad; pero no el de esta compra, ocasionando que en la última de 70
libras el acreedor, pese a conceder un plazo de seis meses, demandase a los
deudores José Aracil, Ginés Gozálbez y Ginés Ramos garantizar la cobranza del
crédito, a cuyo fin el primero hipotecaba 6 tahúllas propias plantadas de
almendros en la partida de Orgegia, del término de Villafranqueza; y el segundo,
otras 3 tahúllas de su propiedad con viñedo situadas en la partida de entre
brazales, de Muchamiel, teniendo por uno de sus lindes las tierras del
(152) A.H.P.A. Protocolo 448 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 22-9-1724, f. 305r-305v; protocolo
449 de ídem, “Obligación”, 4-4-1725, f. 98r-98v; protocolo 450 de ídem, “Obligación”, 15-1-1726 y 15-7-1726,
ff. 34r-34v y 174r-174v, respectivamente; y protocolo 795 de Antonio García, “Ratificación de escritura”, 12-3-
1729, ff. 135r-136v.
390
comerciante Francisco Marabeuf. Sólo la inicial compra fue hecha por Ginés
Ramos en solitario, siendo sus compañeros deudores en las restantes que,
además de los citados, también lo serían su otro hermano Francisco y, sobre
todo, Salvador Boix (153).
Los clientes de Muchamiel durante esta etapa, en buena medida, lo habían sido
de su difunto tío y padrastro al igual que de su hereditaria casa de comercio y
negocios. Sirva de muestra el caso de José, Jerónimo y Francisco Alemany, en
especial del primero, que solos o en unión del jijonenco José Aracil y de
Salvador Bernabeu consumarían una docena de compras cuyos conjuntos
importes ascenderían hasta las 564 libras, de las que 447 serían generadas por
José a través de ocho adquisiciones realizadas en el cuatrienio de 1725 a 1728,
oscilando sus habituales importes entre las 13 libras y media y las 54, con dos
excepciones cuantificadas una en 127 libras y 2 sueldos producidos en la compra
efectuada a mitad de abril de 1726, y la otra de 131 libras y 8 sueldos
ocasionados medio año después junto con los citados Aracil y Bernabeu, quienes
garantizaban la seguridad del crédito hipotecando el jijonenco una finca propia
compuesta por 12 jornales de tierra en la partida de la Cenia, término de dicha
ciudad; y Alemany, una pieza de tierra formada por 10 tahúllas de “pan llevar”
situadas en la partida de Alluser, pieza que por este deudor también eran
garantía hipotecaria de la última deuda de 40 libras, a la que añadía 12 jornales
con almendros en la partida del Llano de la Olivera, al tiempo que Aracil hacía
lo mismo con otra hacienda de 25 jornales de almendros situada en la jijonenca
partida de la Legua.
En cuanto a Jerónimo Alemany, practicaría una compra en octubre de 1726 de
51 libras en unión del dicho Bernabeu para saldar en cuatro meses, lo mismo
que otras dos posteriores practicadas individualmente en mayo de 1729 con unos
respectivos cortos importes de 21 y 15 libras, aunque sería el único componente
familiar no obligado a efectuar garantía hipotecaria, ya que Francisco Alemany,
apodado “el bello”, sería requerido a garantizar la única compra de 30 libras
ejecutada en abril de 1728, la cual cosa haría hipotecando 10 tahúllas de viñedo
poseídas en la partida de El Campello (154).
Al igual que los Alemany, componentes de otras familias de Muchamiel se
contarían entre los clientes del negociante como los Alberola, los Ayela, los
Gozálbez entre los que figuraría el ciudadano Lidoro, los Ivorra, los Marco con
un notario en la villa y un eclesiástico en Alicante, los Martínez, los Rodrigo o
(153) A.H.P.A. Protocolo 449 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 22-1-1725, 12-7-1725, 7-11-1725 y
10-12-1725, ff. 28r-28v, 243r-243v, 422r-422v y 441r-441v, respectivamente; protocolo 450 de ídem,
“Obligación”, 6-2-1726, 12-2-1726 y 24-7-1726, ff. 54r-54v, 70r-70v y 197r-197v, respectivamente; protocolo
451 de ídem, “Obligación”, 30-4-1728, s/f contados 150r-151r; y protocolo 794 de Antonio García,
“Obligación”, 30-9-1728, ff. 323r-324v.
(154) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 26-5-1725, 15-10-1725, 16-11-1725 y 15-12-1725, ff. 153r-154r, 400r-
400v, 430r-430v y 452r-452v, respectivamente; protocolo 450 de ídem, “Obligación”, 15-4-1726, 16-7-1726, 2-
10-1726 y 5-10-1726, ff. 121r-121v, 176r-176v, 308r-309v y 312r-312v, respectivamente; protocolo 451 de
ídem, “Obligación”, 11-4-1728 y 18-4-1728, s/f contados 127r-128v y 136r-136v, respectivamente; y protocolo
795 de Antonio García, “Obligación”, 16-5-1729 y 30-5-1729, ff. 197r-197v y 206r-206v, respectivamente.
391
los Sala, etc., etc. En aras a evitar la excesiva prolijidad, sirva de ejemplo y
representación de ellas la primera citada, los Alberola, nombre familiar
representativo de Bautista, Félix, Jerónimo, José, Leonardo, Manuel y Melchor
Estos labradores serían autores y/o coautores de quince compras al fiado
desarrolladas en casi el lustro comprendido entre junio de 1725 y abril de 1729,
produciendo un montante deudor de 793 libras y 17 sueldos que supone un
promedio entre las 52 y las 17 libras por transacción, dato bastante cercano a la
realidad aunque esta contenía un abanico crediticio oscilante entre un mínimo de
14 y un máximo de 118 libras. Del total de compras, el 80 % de ellas fueron
hechas en exclusividad por componentes de esta familia, bien a título individual
o con la participación máxima de dos familiares, mientras que el restante 20 %
contaría con la colaboración de una persona ajena a la saga. Así fue como
Melchor Alberola, en unión de su colega Jaime Rodrigo, iniciaría las relaciones
mercantiles familiares con el negociante a quien le compraría diferentes
mercancías apreciadas en 56 libras y media. En los siguientes quince meses
quedaría excluida toda participación extraña en sus tratos con Luis hasta que, al
comenzar septiembre de 1726, Manuel Alberola junto con Antonio Sala repetían
la anterior operación crediticia en una menor cuantía de 42 libras y 15 sueldos,
habiendo que esperar hasta abril de 1728 para que otra persona ajena, el labrador
y alcalde de la villa Vicente Poveda, participara en compañía de Leonardo
Alberola en la adquisición de una partida del mismo producto apreciada en 55
libras. Pero estas compras no suponían en modo alguno que los negocios al fiado
con Luis se interrumpiesen durante esos intervalos temporales, antes al
contrario, como demostraría Félix Alberola que en solitario realizaría sendas
compras en julio de 1725 y febrero de 1726, valoradas en una similar respectiva
cantidad de 40 libras y 2 sueldos y 40 libras y 10 sueldos, para en julio de este
último año, en unión con su pariente José Alberola, repetir el trato con un mayor
alcance de hasta las 80 libras y 16 sueldos, débito que superaría con amplitud en
diciembre de ese año cuando, junto a su hermano Jerónimo, efectuaría una
compra valorada en 115 libras pagaderas dentro de ocho meses, que
garantizarían hipotecando Félix 12 tahúllas de tierra propia plantada de viña en
la partida de El Campello; mientras Jerónimo haría lo mismo con 4 tahúllas de
tierra blanca en la antedicha partida de Benitía, más otras 3 tahúllas de la misma
calidad con viñedo en la partida campellera. Ambos hermanos serían coautores
de dos compras más ejecutadas en septiembre de 1728 y enero de 1729, en las
que asimismo el acreedor les exigiría la correspondiente garantía hipotecaria. En
la primera, cuyo importe ascendía a 50 libras, los hermanos repetían hipoteca
sobre los antedichos bienes hipotecados; mientras que en la última, apreciada en
100 libras, Félix volvía a hipotecar su campellera propiedad doblemente
hipotecada e igual hacía Jerónimo con la suya de Muchamiel, aclarando que 2
tahúllas contenían viñedo y las otras 2 tierra blanca. Por su parte, Jerónimo por
sí solo efectuaría una única compra de 29 libras en julio de 1726, e igual modus
operandi tendría Bautista Alberola al comprar, en marzo de 1728, una porción
de diferentes productos por precio de 50 libras. También en solitario actuaría
José Alberola al realizar con el negociante los últimos cuatro tratos de la etapa,
392
dos en 1728 que generarían una conjunta deuda de 95 libras y 4 sueldos, más
otros tantos en 1729 de pequeña cuantía que producirían un global crédito de 39
libras, a cuya seguridad hipotecaría una pieza de tierra conteniendo 2 tahúllas y
una cuarta plantada de viña en la partida del Señal, término de dicha villa (155).
De todos los clientes de la villa en esta etapa fueron muy pocos quienes le
realizaron una sola compra, como los esposos Salvador Santo y Ana María Boix
que, en marzo de 1728, le adquirían una modesta porción de mercancías
estimadas en 40 libras, asegurando su pago con la hipoteca de 3 tahúllas y una
cuarta de tierra de viñedo poseída en la partida del Salt. Otro ocasional deudor,
Adrián Lledó, aparecía en el siguiente mes comprando una corta cantidad de los
mismos productos valorados en 27 libras y 6 sueldos, que también garantizaba
reintegrar hipotecando 4 tahúllas de tierra propias plantadas de viña en la partida
del Alluser. Antes de finalizar ese mes, el labrador Joaquín Berenguer Pagés
efectuaría una única compra de 70 libras que garantizaba al acreedor su
percepción con la hipoteca de 5 tahúllas y media de su propiedad, conteniendo
viñedo, en la partida de la Costera. Por último, Vicente Poveda, cliente no
ocasional citado en líneas precedentes, sería el único en solicitar y recibir del
negociante un préstamo gracioso en cuantía de 147 libras y 3 sueldos en mayo
de 1729, ofreciendo devolverlo durante todo el siguiente mes sin necesidad de
garantizar la seguridad de su reintegro pues, al parecer, las armoniosas
relaciones con la autoridad suponían desde siempre apriorísticos resultados
beneficiosos (156).
El mismo itinerario conducente a dicha villa pasaba por San Juan, razón por la
que el negociante recalaría en este lugar antes de iniciar sus negocios en
Muchamiel. Además, allí residían viejos conocidos por haber sido clientes del
difunto Pedro y también de su cónyuge Luisa Antonia, que le hacían presagiar
beneficiosos tratos. Así acontecía con el cerrajero Bautista Llopis que, en
octubre de 1723, le efectuaba una compra aplazada de 101 libras en mercancías
a satisfacer dentro de cuatro meses, plazo ampliado por el acreedor hasta el
medio año para que el labrador José Aracil y el cirujano Gaspar Álvarez
pudiesen liquidar la deuda de 119 libras, 3 sueldos y 6 dineros, resultante de la
(155) A.H.P.A. Protocolo 449 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 7-6-1725 y 29-7-1725, ff. 168r-168v
y 294r-294v respectivamente; protocolo 450 de ídem, “Obligación”, 4-2-1726, 8-7-1726, 23-7-1726, 1-9-1726 y
8-12-1726, ff. 47r-47v, 168r-168v, 195r-195v, 274r-274v y 385r-386v, respectivamente; protocolo 451 de ídem,
“Obligación”, 26-2-1728, 2-3-1728 y 10-4-1728, s/f contados 61r-61v, 65r-65v y 120r-120v, respectivamente;
protocolo 794 de Antonio García, “Obligación”, 5-7-1728 y 14-9-1728, ff. 234r-234v y 293r-294v,
respectivamente; y protocolo 795 de ídem, “Obligación”, 7-1-1729, 14-3-1729 y 11-4-1729, ff. 3r-3v, 137r-137v
y 168r-168v, respectivamente. En aquellos tratos en los que no se expresa el plazo de pagamiento, debe
entenderse el archirepetido término cuatrimestral.
(156) A.H.P.A. Protocolo 1645 de Onofre Savater, “Obligación”, 24-3-1728, f. 27r-27v; protocolo 451 de
Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 3-4-1728 y 21-4-1728, s/f, contados 107r-107v y 137r-137v,
respectivamente; y protocolo 1576 de Vicente Rovira, “Obligación”, 16-5-1729, f. 73r-73v. Otros clientes
ocasionales en esta etapa fueron Andrés García en 1725 y Francisco Aracil al año siguiente, adquiriendo únicas
pequeñas partidas apreciadas en 13 libras y 4 sueldos y 24 libras y 8 sueldos, respectivamente.
393
venta ejecutada en marzo del siguiente año (157).
Sin embargo, a partir de esa fecha, las iniciales halagüeñas perspectivas
económicas se verían truncadas por la contracción en las compras de los nuevos
clientes, como evidenciarían en el siguiente mes de abril los hermanos José y
Francisco Orts, endeudándose en 16 libras y 16 sueldos del precio de 3 cahíces
de trigo vendido a razón de 5 libras y 12 sueldos la unidad; y tres días después,
éste último, en unión de Bautista Moñinos más otros dos labradores, adquirían 6
cahíces y medio del mismo cereal al citado precio alcanzando el valor de 36
libras y 8 sueldos. Pasarían cuatro años sin que ningún Orts fuese cliente de Luis
hasta que, en abril de 1728, el cirujano Bautista Orts y su hermana viuda Josefa
producían un débito de 39 libras en mercancías, cantidad asegurada al acreedor
hipotecando todos sus bienes raíces poseídos en dicho lugar y su huerta,
inmuebles y tierras que con las mismas condiciones servirían para garantizar
otro corto crédito de 20 libras generado en enero de 1729, cuando un mes antes
el negociante no había demandado ninguna exigencia a Bautista que, en
solitario, había comprado una pequeña porción por 21 libras (158).
Prosiguiendo con esta general tónica de escasa actividad transaccional, al igual
que en la antedicha villa, también en San Juan varios integrantes de un mismo
clan familiar serían deudores del negociante. En junio de 1724, el labrador
Matías Lledó producía una deuda de 58 libras y media que saldaría en el término
convenido, puesto que en noviembre volvía a deber 12 libras y 12 sueldos para
pagar en los cinco venideros meses que también cumpliría, pues en abril de
1725, junto con su colega Bautista Ferrándiz, adquiría una superior compra
valorada en 68 libras que, una vez canceladas, repetirían ambos con otro igual
trato en el mes de septiembre por un menor alcance de 39 libras satisfechas en
enero del siguiente año, tras lo cual volvían a adquirir una mediana partida de
diferentes productos apreciados en 67 libras y media, cantidad reintegrada con
una ligera demora, ya que hasta julio de 1726 no efectuarían una nueva
operación mercantil valorada en 80 libras y 16 sueldos pagados al acreedor en el
plazo acordado, hecho lo cual Bautista, en unión de sus hijos menores Carlos y
Bautista, compraba en el mes de diciembre una mayor porción de dichos
productos valorados en 100 libras, deuda que aseguraban hipotecando una suerte
de tierras propias con 18 tahúllas de viñedo y almendros situadas en la partida
del Campet. Mientras se desarrollaban estas compras, Salvador Lledó asumía
dos débitos, uno mediano y otro pequeño, en dos meses consecutivos de 1726,
adquiriendo en marzo diferentes mercancías en cuantía de 50 libras y 8 sueldos,
generando al mes siguiente otra pequeña deuda de 15 libras y media.
Finalmente, el presbítero Jaime Lledó, junto con el cirujano Jaime Tortosa,
(157) A.H.P.A. Protocolo 447 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 25-10-1723, f. 343r-343v; y
protocolo 448 de ídem, “Obligación”, 13-3-1724, f. 126r-126v.
(158) A.H.P.A. Protocolo 448 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 12-4-1724 y 22-11-1724, ff. 167r-
167v y 170r-170v, respectivamente; protocolo 451 de ídem, “Obligación”, 15-4-1728, s/f, contado 135r-135v;
protocolo 794 de Antonio García, “Obligación”, 1-12-1728, f. 404r-404v; y protocolo 795 de ídem,
“Obligación”, 14-1-1729, f. 4r-4v.
394
realizaría un trato con Luis en septiembre de 1728 por el que resultarían
deudores en un importe de 40 libras y 12 sueldos (159).
Otro modesto buen cliente del negociante en San Juan sería Feliciano Sala
que, en un intervalo de nueve meses comprendidos entre noviembre de 1725 y
julio de 1726, ejecutaría cuatro fiadas compras con un monto deudor de 133
libras, 9 sueldos y 6 dineros, cuyos parciales importes abonaría con la debida
honradez (160).
Sin embargo, el más importante cliente del lugar en esta etapa por el número
de tratos y débitos sería, sin ninguna duda, el labrador José Pastor de la Llosa
que a partir de 1728 realizaría un total de nueve transacciones cuya conjunta
deuda ascendería a 945 libras y 16 sueldos, que suponían más de la tercera parte,
el 35´5 % en concreto, de los créditos obtenidos en el lugar por el negociante. Su
habitual modo de actuar sería en solitario, pues sólo en dos ocasiones haría
dispares tratos en unión de otros convecinos colegas. A destacar de su actuación
individual una adquisición en abril de ese año estimada en 129 libras y 12
sueldos, a la que seguiría diez meses después otra de 360 libras pagaderas en
Todos Santos de 1729, que aseguraba mediante la hipoteca de una pieza de tierra
poseída en el término de Muchamiel, compuesta por 14 tahúllas y tres cuartas
plantadas de viña, continuada ocho días más tarde por un nuevo débito de 100
libras a liquidar en la misma mentada festividad y que, asimismo, garantizaba
con otra hipoteca sobre la antedicha propiedad. En diciembre d 1728, este
deudor se uniría con Bautista Gozálbez Pastor y Vicente Bañuls para comprar
conjuntamente diferentes géneros y mercancías estimadas en 165 libras
liquidables en un año, para lo cual Bañuls hipotecaba especialmente una pieza
de tierra propia formada por 5 tahúllas situadas en la partida dels Pous. Instantes
después de ese mismo día, junto a Francisco Pérez, de Benimagrell, adquiría una
corta partida de dichos productos por precio de 28 libras abonables dentro de
ocho meses, previa la correspondiente garantía cumplida por Pérez mediante la
hipoteca de un pedazo de tierra propio constituido por 12 tahúllas y puesto en el
particular término de Benimagrell (161).
Puede sorprender que en los anteriores negocios, Luis sólo demandase la
garantía hipotecaria a Vicente Bañuls. La causa era su desconfianza del deudor
(159) A.H.P.A. Protocolo 448 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 22-6-1724 y 15-4-1724, ff. 228r-
228v y 398r-398v, respectivamente; protocolo 449 de ídem, “Obligación”, 17-4-1725 y 14-9-1725, ff. 122r-122v
y 329r-329v, respectivamente; protocolo 450 de ídem, “Obligación”, 23-1-1726, 16-3-1726, 26-4-1726, 11-7-
1726 y 18-12-1726, ff. 38r-38v, 103r-103v, 122r-122v, 171r-171v y 413r-414v, respectivamente; y protocolo
794 de Antonio García, “Obligación”, 24-9-1728, f. 312r-312v.
(160) A.H.P.A. Protocolo 448 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 7-11-1724, f. 363r-363v;
protocolo 449 de ídem, “Obligación”, 12-6-1725 y 30-10-1725, ff. 186r-186v y 408r-408v, respectivamente; y
protocolo 450 de ídem, “Obligación”, 29-7-1726, f. 204r-204v. Las parciales deudas producidas en cada compra-
venta fueron de 28 libras, 17 sueldos y 6 dineros, 21 libras, 54 libras y 29 libras y 12 sueldos, respectivamente.
(161) A.H.P.A. Protocolo 451 de ídem, “Obligación”, 7-2-1728 y 15-4-1728, s/f, contados49r-49v y 133r-
133v, respectivamente; protocolo 794 de Antonio García, “Obligación”, 9-9-1728, 11-12-1728 y 17-12-1728, ff.
290r-290v, 427r-428v, 429r-429v y 437r-437v, respectivamente; y protocolo 795 de ídem, “Obligación”, 8-2-
1729, 16-2-1729 y 16-3-1729, ff. 34r-34v, 35r-35v y 138r-138v, respectivamente. Hacemos notar la ausencia de
negocios de Luis en 1727 debido a la inexistencia en este fondo del protocolo de Vicente Cerdá y Sevillano
correspondiente a ese año, cuya existencia física y paradero desconocemos.
395
que tres años antes, en mayo de 1725, había hecho una compra de 49 libras y 6
sueldos no abonados al finalizar el plazo de cuatro meses, motivando que el
acreedor instase autos ejecutivos para su cobranza en los que recaería sentencia
de remate, que mandaba al negociante dar la fianza lega, llana y abonada
conforme a la ley de Toledo, constituyéndose por su fiador su ayudante tratante
francés Juan Sangerman. Idénticos procedimientos, con los mismos resultados,
seguiría contra Bautista López por un crédito de 112 libras y media generado en
enero de 1725 para satisfacer en la fiesta de San Juan; y contra Roque Urios y
Bautista Pastor, deudores de 37 libras y media desde principios de junio de ese
año y cuyas resoluciones judiciales se producían en febrero y mayo de 1726,
conteniendo la de Urios el remate de una capa de paño pardo de su propiedad
fiada por Manuel López (162).
Los escasos negocios ejecutados en Benimagrell, pequeño lugar situado
próximo del anterior en el corazón de la Huerta, resultarían muy espaciados ya
que, en abril de 1725, Bautista Gozálbez, apodado “Chocau”, realizaba una
pequeña compra de 14 libras para liquidar en el habitual consabido plazo y hasta
casi un año después, a fines de febrero de 1726, los parientes José y Antonio
Juan, junto con los hermanos Francisco y Juan Urios, no practicarían otra
ocasional adquisición valorada en 60 libras y 16 sueldos, no satisfechos en el
común término convenido, motivando la demanda de causa ejecutiva contra los
deudores en la que el negociante ganaría sentencia de remate y ejecución, dando
antes la fianza de la ley de Toledo que cumpliría presentando por su fiador a
Diego Montagud. Esta ingrata experiencia suspendería por dos años la
continuidad de sus negocios en este lugar hasta que, en 1728, le haría dos
modestas ventas a José Buades en los meses de abril y diciembre apreciadas en
44 libras y 17 sueldos y 30 libras, respectivamente; pero exigiendo garantías
para su cobranza ante lo cual respondía el deudor hipotecando, en ambas
ocasiones, 5 tahúllas propias de viñedo situadas en la partida de Alcalasí (163).
En cuanto a los negocios al fiado ejecutados en la propia ciudad, principiados
casi a la par que en Muchamiel, contarían con una variada clientela acorde con
los diferentes estadios del pueblo llano entre los que descuellan algún tratante,
abogado y notario, siendo los más numerosos los labradores y arrendatarios.
Uno de estos, José Pérez, que lo era de la hacienda del caballero Jaime Llop y
Briosco, le hacía una ocasional compra en mayo de 1724 estimada en 100 libras
y media. A éste le seguiría, nueve meses más tarde, Andrés López, residente en
la partida de la Santa Faz y finca de Nicolás Escorcia, que se endeudaría en 63
libras y 16 sueldos pagaderos en la fiesta de San Juan de 1725, cantidad muy
pareja a las 63 libras del débito generado en ese mismo mes por Vicente Pastor,
(162) A.H.P.A. Protocolo 449 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 23-1-1725, 29-5-1725 y 2-6-
1725, ff. 29r-29v, 160r-160v y 166r-166v, respectivamente; y protozoo 450 de ídem, “Fianza de la ley de
Toledo” y “Fianza de saneamiento”, 6-2-1726 y 10-5-1726, ff. 55r-55v, 56r-56v y 139r-139v, respectivamente.
(163) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 27-4-1725, f. 129r-129v; protocolo 450 de ídem, “Obligación” y “Fianza
de la ley de Toledo”, 26-2-1726 y 19-11-1726, ff. 85r-85v y 370r-370v, respectivamente; protocolo 451 de ídem,
“Obligación”, 3-4-1728, s/f; y protocolo 794 de Antonio García, “Obligación”, 14-12-1728, f. 431r-431v.
396
comúnmente conocido por el de “les Portelles”, pero bastante alejado de las 243
libras y 11 sueldos debidas desde julio de ese año por el doctor en derecho
Vicente Guillem Rico, que ofrecía pagarlas al mes siguiente de haberla causado,
o más aún de las 350 libras producidas por el notario Vicente Cerdá y Sevillano
en octubre de 1726, las que prometía abonarlas dentro de los siguientes ocho
meses y que, pese a la habitual relación profesional y de parentesco con la
consorte del acreedor, precisaba asegurar mediante la hipoteca de una finca
propia con su casa y 36 tahúllas de tierra, parte plantadas de viña y almendros y
parte de tierra blanca, situada en la partida de la Condomina y lindante con las
de la herencia de su fallecido colega Francisco Andujar. Sin embargo, no
demandaría Luis la misma garantía de seguridad a los hermanos Ivorra sobre el
pago de las 151 libras adeudadas, generadas antes de finalizar ese año y
pagaderas en agosto de 1727 a causa de aportar como fiador a Bautista Gozálbez
Pastor. Finalmente, en abril de esta última anualidad el tratante Antonio Gallart
debía un montante de 816 libras, 2 sueldos y 11 dineros a varios comerciantes de
la ciudad del que sólo 30 libras y 13 sueldos correspondían al crédito del
negociante que, junto a los restantes acreedores, convenía en conceder al deudor
siete años de moratoria en atención a las pérdidas, menoscabos y otros
inconvenientes sobrevenidos, a cambio de que reconociese los débitos
individualizados e hipotecase su casa de morada situada en la calle Mayor,
lindante con el convento de Nuestra Señora del Rosario, la que heredaría a la
muerte de su tía Luisa Alonso (164).
Llegado mayo de 1727, el negociante intervenía, como procurador de la
extinta compañía titulada Rose, Cogordan y Voullonne, cuya liquidación estaba
pendiente, en el pagamiento a Pedro Lafore, como representante del comerciante
de Nantes Agustín de Layne, de 464 libras, 6 sueldos y 6 dineros satisfechas por
mano de Lorenzo Antoine en calidad de depositario de los efectos de la disuelta
sociedad francesa, siendo residuales del saldo de 1.729 libras, 16 sueldos y 6
dineros en que fueron apreciadas las 33 barricas de azúcar, que por cuenta de
Layne remitió y consignó el marsellés Claudio Rose a su alicantina compañía
para ser vendidas a Pedro Choly. Pasado casi año y medio, era Lázaro Guiran,
antiguo componente de la compañía Guiran y Laplace, quien liquidaba las
cuentas de todos los tratos tenidos con la madrileña compañía de Rodulfo
Firidolfi, de la que el corresponsal en la ciudad era Luis, con quien el deudor
convenía satisfacer el resultante saldo desfavorable de 2.036 pesos y 5 sueldos
(164) A.H.P.A. Protocolo 448 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 4-5-1724, f. 183r-183v; protocolo
449 de ídem, “Obligación”, 22-2-1725, 1-6-1725, 8-7-1725 y 24-7-1725, ff. 64r-64v, 164r-164v, 235r-235v y
274r-274v, respectivamente; protocolo 758 de Juan Galdó, “Obligación”, 26-10-1726, ff. 50r-51v; protocolo 450
de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 21-12-1726, f. 417r-417v; y protocolo 1644 de Onofre Savater,
“Obligación”, 3-4-1727, ff. 21r-22v. Los demás acreedores del tratante eran Bernardo Peyralón con 195 libras;
Antonio Marzo y compañía con 139 libras y 14 sueldos; Cogordan y Voullonne compañía con 135 libras, 8
sueldos y 3 dineros; Jerónimo Maricone con 92 libras y 18 sueldos; Pedro Lafore con 70 libras; Pedro Geraers
con 63 libras, 6 sueldos y 8 dineros; Miguel Bosch con 57 libras, 12 sueldos y 6 dineros; y Jordan, Stanford y
Timberland compañía con 31 libras, 10 sueldos y 6 dineros.
Asimismo fueron deudores de Luis los labradores Bautista Gozálbez Pastor y Bautista Gozálbez “Chocau”,
moradores en la huerta de la ciudad, en cantidad de 70 libras, 6 sueldos y 8 dineros.
397
en pagas anuales de 70 pesos entregadas desde 1729 en cada mes de agosto,
salvo la última que sería en cuantía de 76 pesos y 5 sueldos (165).
En cualquier caso, no era esta la primera vez que el negociante participaba en
actividades por prestigio o derivadas de su reconocimiento profesional, ya que
en octubre de 1710 la religiosa del convento de la Santa Faz sor Josefa María
Cerdá, en presencia de su abadesa Dorotea Escorcia Pascual, le facultaba para
cobrar de Bernardo Bertholón, a la sazón administrador de los bienes
confiscados a los disidentes de la ciudad, las 15 libras que se le debían por justos
títulos, además de para todos sus pleitos y causas. Pasados nueve años, sería
María Ana Burlo, viuda del negociante genovés Jaime Ghesi, la que le confería
poder general para intervenir en todas sus dependencias, casos y cosas que se
ofreciesen, así en los tratos, negocios y comercio como en cualquier otros
efectos que aconteciesen por alguna razón. Otro tanto hacía en 1722 el marino
genovés Juan Bautista Marques, capitán del buque “Nuestra Señora de
Belvedere”, para el cobro de dos libranzas de 2.480 pesos cada una debidas por
el Real Servicio que con su navío hizo en la campaña y expedición a la isla de
Sicilia, autorización que el negociante substituiría en octubre del siguiente año a
favor del madrileño agente de los Reales Consejos Miguel de Llaneras, a fin de
que intentase cobrarlos directamente de los de Guerra y/o Hacienda; si bien
meses antes, en marzo de 1723 y en nombre del valenciano José Guillot, había
pagado Luis con dinero propio, en papeletas de 20 y 30 reales, a los esposos
José Martí y Rosa Serrano las 16 libras, 13 sueldos y 4 dineros a ésta
pertenecientes por cierta pía memoria que por ella había cobrado aquél.
Igualmente, en agosto de ese año, substituía en el procurador de causas Pablo
Navarro la cláusula de enjuiciar y pleitos contenida en el poder que le había
otorgado el mercader marsellés Nicolás Labaume, como tutor de su sobrino Luis
Miguel Gimón, hijo del difunto capitán Juan Gimón y heredero testamentario de
su difunto tío Claudio Gimón. Finalmente, en el otoño de 1726, el genovés Juan
Esteban Pavía, en nombre de su compañía y representando a sus compatriotas
Alejandro María y Federico Scagliosi, substituía en Luis el poder que estos
hermanos le concedieron el 18 de agosto de 1725 ante el notario de Génova
Cayetano Pino, para aceptar y convenir el ajuste del crédito que sus
representados tenían contra Jerónimo Maricone y el labrador Juan Sala en
cantidad de 2.213 pesos, resultantes de la total deuda de 8.142 pesos a razón de
25 pesos y tres cuartos de rebaja acordada por sus acreedores ante las pérdidas y
quiebra de su compañía, deuda que prometía pagar Jerónimo pasado mes y
medio de estar en el libre comercio de su casa, según rezaba la escritura de 9 de
agosto de 1726 ante el notario Vicente Rovira en la que Sala se constituía fiador
del deudor negociante genovés (166).
La década de los años treinta marcaría la etapa álgida en la cotidiana actividad
(165) A.H.P.A. Protocolo 898 de Francisco Hernández, “Carta de pago”, 24-5-1727, f. 76r-76v; y protocolo 794
de Antonio García, “Obligación”, 27-10-1728, f. 357r-357v.
(166) A.H.P.A. Protocolo 440 de Antonio Cerdá, “Poder para cobrar”, 5-10-1710, f. 149r-149v; protocolo 444 de
Vicente Cerdá y Sevillano, “Poder general”,14-8-1719, ff. 348r-349v;protocolo 446 de ídem,“Poder para cobrar”
398
profesional de Luis, coincidente con la de mayor apogeo en el desarrollo de sus
negocios al fiado manifestado a través de las 196 cartas de obligación
reconocidas, que representan el 45´93 % de todas las practicadas en su dilatada
labor de negociante, recompensadas con más de la mitad – el 54´22 % -, del
total montante deudor obtenido en el transcurso de sus treinta años de profesión.
La principal causa, entre otras, de esos espléndidos resultados mercantiles quizá
resida en un cambio de estrategia en los negocios, consistente en el casi total
abandono del constreñido plazo cuatrimestral que sería sustituido por otro más
amplio no inferior al medio año, a cambio de exigir la garantía hipotecaria por
pequeña que fuese la deuda. Acaso su designación, en los primeros años de esta
década, como administrador del derecho del Tiraje y Barcaje de Poniente
existente en el puerto alicantino también contribuyese a lograr los magníficos
resultados alcanzados, cuya evolución por anualidades aparece expuesta en el
siguiente doble cuadro:
Década 1730-39. Número de obligaciones anuales.
Lugar\Año 1730 1731 1732 1733 1734 1735 1736 1737 1738 1739 Total
1.Alicante 2 3 1 2 5 2 2 17
2.Benimagrell 2 6 6 5 7 5 2 33
3. Busot-Aguas 1 1 1 4 3 2 12
4. Monforte 1 1
5. Muchamiel 3 18 4 11 5 4 6 1 52
6. Petrel 1 1
7. Relleu 1 1
8. San Juan 1 23 6 9 7 5 7 8 4 5 75
Total 7 48 11 30 23 20 26 16 6 5 192
28-7-1722, f. 271r-271v; protocolo 447 de ídem, “Substitución de poder” y “Carta de pago”, 19-10-1723 y 10-3-
1723, ff. 334r-336v y 95r-95v, respectivamente; protocolo 449 de ídem, “Substitución de poder”, 25-8-1725, f.
320r-320v; y protocolo 450 de ídem, “Substitución”, 25-10-1726, ff. 698r-670v digitalizados. Para más amplia
información de este último episodio, incluido en el contexto de bancarrota y balance de acreedores acaecido en
1725, ver el capítulo del presente trabajo dedicado a los Maricone.
399
fiado de manera intensa durante los primeros años de esta etapa,
proporcionándole en teoría excelentes rendimientos, sobre todo en el primer año
en el que, por extraño que parezca, obtendría el mayor índice de rentabilidad del
secular decenio, con una relación superior al 1: 290 no superada en ninguna de
las restantes anualidades decenales. Ese año comenzaba con buenas
perspectivas, concretadas en su primer trimestre con la venta al fiado a José
Pastor de la Llosa y Bautista Gozálbez de diferentes productos apreciados en
229 libras, pagaderas en la fiesta de Todos Santos, y consolidadas con el
sustancioso crédito superior a las 1.400 libras adeudado por el muchamelero
Carlos García y sus fiadores contra los cuales instaba el acreedor autos de
ejecución, motivando con ello que el ciudadano alicantino Juan Bautista Riera,
habitador en su finca de la partida de Almajá, prometiese entregar 350 libras de
esa deuda en dos pagas de 100 libras abonadas en la Navidad de 1733 y 1734,
más 150 libras en la misma fiesta de 1735, las que aseguraba con la hipoteca de
un hilo de agua de su propiedad. Idéntico proceder tendrían los cónyuges
Salvador Alemany y Josefa Santo, de Muchamiel, ofreciendo satisfacer otras
300 libras del crédito en tres iguales pagas entregadas también en los mismos
días y años que Riera, con hipoteca de 4 tahúllas de huerta en la partida del
Alluser y de una casa de morada en el Ravalet de dicha villa, aunque Luis se
vería precisado a peticionar autos ejecutivos contra los consortes por el impago
del primer plazo, ganando sentencia de remate que le mandaba practicar la
fianza contenida en la ley de Toledo, la que haría su colaborador Juan
Sangerman. Otro ciudadano lucentino, Francisco Alfonso Berenguer, residente
en su hacienda de la partida de la Costera, ofrecía pagar 200 libras más del
citado crédito en dos iguales cantidades satisfechas en Navidad de 1737 y 38,
con la garantía hipotecaria de su mencionada propiedad. Por último, los esposos
Juan Bautista Bernabeu Verdú y Luisa Soler se obligaban a liquidar 618 libras
de dicho crédito en seis iguales pagas de 100 libras, abonadas desde la Navidad
de 1739 hasta la de 1744, más las restantes 18 libras en una paga única
satisfecha en la misma festividad de 1745, hipotecando una finca compuesta por
27 tahúllas de viñedo que poseían en la partida de la Costera del término de
Muchamiel (167).
Acaso por estas dificultosas circunstancias, unidas al hecho de que su primer
negocio ejecutado con varios clientes de San Juan en abril de 1730 le
proporcionase un crédito de 300 libras, liquidables el último día de septiembre y
avalado con la hipoteca de diferentes bienes de los deudores, como una finca
con su casa y 8 tahúllas de huerta en la partida de Benialí, más otra pieza de
tierra en la misma partida formada por 4 tahúllas de viñedo, además de otras 5
tahúllas de viña en la partida de Alcalasí y una pieza con 2 tahúllas de pan
sembrar en la partida de Benialí (168), determinase su paulatina preferencia por
(167) A.H.P.A. Protocolo 1647 de Onofre Savater, “Obligación”, 5-3-1730, f. 25r-25v; protocolo 1577 de
Vicente Rovira, “Obligación”, 6-7-1730, f. 228r-229v, 230r-231v, 237r-237v y 238r-238v, respectivamente; y
protocolo 796 de Antonio García, “Fianza de la ley de Toledo”, 28-4-1731, f. 152r-152v.
(168) A.H.P.A. Protocolo 302 de Francisco Boix Sevillano,“Obligación con hipoteca”, 23-4-1730, ff. 192r-193v
400
este lugar del Campo de Alicante en detrimento de la villa de Muchamiel, en
donde ni el número de tratos, salvo el año de 1733, ni sobre todo sus montantes
importes deudores igualarían a los conseguidos en San Juan en cada una de las
restantes anualidades del decenio a partir de la mencionada, hasta el extremo de
que en el bienio final sólo prevalecerían las actividades de tráfico interior
practicadas en este lugar, acompañadas por el par de transacciones realizadas en
Benimagrell durante el penúltimo año decenal, aunque sin alcanzar el grado de
rentabilidad logrado en San Juan ese mismo año, donde la relación entre el
negocio practicado y el importe deudor conseguido era de 1: 134 libras y 15
sueldos frente al 1: 117 libras y 10 sueldos de Benimagrell. No obstante, resalta
el esfuerzo efectuado por la clientela benimagrellí para mantener un similar
número de compras al fiado en los años centrales de la etapa, con unos saldos
deudores comprendidos entre las 250 y 521 libras equiparables, en los años de
1735 y 36, a los alcanzados por los deudores de Busot-Aguas, a pesar del menor
poder económico de aquéllos evidenciado en su comprobable menor índice de
endeudamiento en todos los coincidentes años de la etapa.
A comienzos de esta década, el negociante, una vez consolidado el dominio de
sus negocios en sus dos principales feudos, San Juan y Muchamiel, pretendería
expandirlos hacia la villa de Relleu y, a mediados de la etapa, hacia el lugar de
Monforte, aspiración que quedaría en el mero intento como constatan las
modestas únicas ventas llevadas a cabo en ambas poblaciones.
Otra llamativa cuestión manifestada en los datos proviene del coincidente
importe deudor producido en 1736 entre los negocios a crédito efectuados en
Alicante y San Juan; pero que, observadas ambas idénticas cantidades en su
conjunto, existe una gran diferencia entre ellas, puesto que la conseguida en la
ciudad supone la de más alta rentabilidad decenal y una de las mayores jamás
logradas por Luis, con una relación entre negocio e importe deudor de 1: 387
libras y media, muy superior a la de 1: 110 libras y 14 sueldos de San Juan. Ello
fue debido a dos compras de 300 y 475 pesos practicadas por el regidor
Francisco Puigserver, quien ofrecía pagar el primer débito en la fiesta de Todos
Santos de ese año y el segundo, mediante un vale firmado de su puño y letra;
pero teniendo a su vez un crédito de 400 libras contra el negociante, como
administrador del derecho de Tiraje y Barcaje de Poniente, cedido por Juan
Bautista Abril de su censo de 1.600 libras impuesto sobre el citado derecho. Sin
embargo, el regidor fallecía en los siguientes cuatro meses de generar las deudas
y Luis compensaba los 300 pesos de deuda con los 400 de la cesión; pero la
liquidación de los 457 pesos restantes tuvo que afrontarla el presbítero Nicolás
Puigserver, hermano y heredero del difunto regidor, prometiendo satisfacer 58
pesos en la Navidad de ese año y los demás 417 en seis iguales pagas anuales,
abonadas en el mismo festivo día del año 1737 hasta el de 1742 (169).
Entre los deudores figuraban los esposos Bautista Moñinos y Jacinta Llopis, de quienes eran la mayor parte de
los citados bienes hipotecados.
(169) A.H.P.A. Protocolo 1652 de Onofre Savater, “Obligación”, “Carta de pago”, “Protesta de carta de pago” y
“Obligación”, 14-4-1736,13-8-1736 y 30-8-1736, ff. 37r-37v, 96r-96v, 104r-104v y 105r-105v, respectivamente.
401
Finalmente, añadir que los resultados económicos de los negocios de Luis en
esta etapa, a tenor de los totales importes anuales, muestran un comportamiento
parecido al de los rendimientos agrícolas, donde resulta habitual que a años de
buenas o excelentes cosechas sigan otros regulares o malos, tal como
manifestaba Labrousse al referirse a la producción vinícola francesa de esta
centuria (170), puesto que los montantes créditos del negociante ofrecen una
acusada fluctuación anual, más o menos brusca según los años, en los primeros
ocho del decenio para culminar en el bienio final con una moderada, pero
continua, contracción anual preludiando la tendencia de sus negocios en la
última etapa de su actividad profesional. Acaso este paralelismo en su conducta
entre los importes deudores y los rendimientos agrícolas sea debido a la fuerte
interacción entre unos y otros, ya que la inmensa mayoría de sus clientes eran
labradores; mientras que el continuado progresivo retroceso en el último bienio
sería achacable al estado físico imperante por la propia madura edad del
negociante. En cualquier caso, el aludido comportamiento económico de sus
negocios en las anualidades de esta etapa se explicitan en los siguientes gráficos
de barras y lineal que, por su elocuencia, no precisan comentario:
4000
4000
3500
3500
3000
3000
2500
2500
2000 Líneas 1
2000 Colum nas 3D 1500
1500 1
1000
1000 500
500 0
0
30
32
34
36
38
17
17
17
17
(172) A.H.P.A. Protocolo 796 de Antonio García, “Obligación”, 1-3-1731, 14-4-1731 y 22-9-1731 ff. 92r-92v,
130r-130v y 330r-330v, respectivamente; y protocolo 903 de Francisco Hernández, “Obligación”, 11-11-1732, f.
173r-173v.
(173) A.H.P.A. Protocolo 902 de Francisco Hernández, “Obligación”, 4-7-1731, ff. 41r-41v; y protocolo 304 de
Francisco Boix Sevillano, “Obligación”, 14-3-1732, ff. 157r-158v.
403
de dos años sin que el nuevo débito fuese reintegrado hasta que, a comienzos de
1735, el acreedor instaría pleito ejecutivo contra los matrimonios deudores con
pronunciamiento de sentencia de remate favorable al demandante, que le
mandaba proceder a la fianza prevista en la ley de Toledo presentando por tal
fiador a su asistente Juan Sangerman (174).
Inusualmente, casi con carácter excepcional, como llevamos dicho, aparecían
en los documentos notariales la naturaleza de los productos objeto de compra
ventas, siendo buena prueba de ello el hecho de que de las 192 actas de
obligación reconocidas al negociante en esta década, sólo cinco de ellas, que
representan el 2´6 %, expresan cual fue la sustancia de la transacción. En
diciembre de 1733, con el único negocio practicado en el lugar de Petrel, vendía
al labrador Silverio Grau un caballo de pelo castaño y herrado por precio de 30
libras y 3 sueldos, que el comprador ofrecía pagar sin obstáculos en un mes.
Pasados nueve más, en septiembre de 1734, sus colegas de San Juan Bautista
Gozálbez Pastor y Juan Bautista Carratalá le adquirían una partida de algarrobas
valorada en 30 libras, 15 sueldos y 4 dineros liquidables dentro de los cuatro
meses siguientes. El alicantino de origen genovés Raimundo Drix también le
compraba, en mayo de 1735, una pollina de pelo blanquinoso estimada en 14
libras a satisfacerlas llanamente en el plazo de medio año. No sucedería igual
con los cónyuges del Llogaret Vicente y Máxima Buades que, en unión con su
hijastro Feliciano Baeza, asumían en noviembre una deuda de 204 libras del
valor de 62 cahíces de almendra reintegrables en una paga en el término de un
año, la que garantizaban hipotecando los esposos una pieza de huerta de 6
tahúllas con viñedo en el pago lucentino de Lamborga; y el hijastro, otra pieza
de huerta con 12 tahúllas, parte plantada de viña y parte con tierras de pan
sembrar, situada en el Brazal de la Pasión del término de San Juan. Algo
parecido le ocurriría a su convecino Roque Urios al adquirir, en octubre de
1739, 23 cahíces de almendras apreciadas en 103 libras y media para abonar en
diez meses, aunque en realidad fueron once, que también debía asegurar
mediante la hipoteca de una pieza de huerta compuesta por 14 tahúllas, parte
conteniendo viñedo y parte con tierras de pan sembrar, sitas en la partida de la
Moleta de dentro del término de San Juan (175).
A los beneficios resultantes de los numerosos negocios crediticios ejecutados
en este decenio, habría que añadir los rendimientos anuales obtenidos con el
ejercicio de una actividad especulativa practicada desde 1730 hasta su muerte,
(174) A.H.P.A. Protocolo 303 de Francisco Boix Sevillano, “Obligación”, 7-6-1731, ff. 306r-307v; protocolo
304 de ídem, “Obligación”, 13-1-1732, ff. 39r-40v; y protocolo 799 de Antonio García, “Fianza de la ley de
Toledo”, 23-3-1735, f. 113r-113v.
(175) A.H.P.A. Protocolo 797 de Antonio García, “Obligación”, 17-12-1733, ff. 679r-679v; protocolo 798 de
ídem, “Obligación”, 15-9-1734, ff. 423r-423v; protocolo 799 de ídem, “Obligación”, 20-5-1735, f. 217r-217v;
prootcolo 306 de Francisco Boix Sevillano, “Obligación con hipoteca”, 30-11-1735, ff. 345r-346v; protocolo
310 de ídem, “Obligación con hipoteca”, 25-10-1739, f. 367r-367v; y protocolo 311 de ídem, “Carta de pago”,
27-9-1740, f. 277r-277v. El precio de la almendra varió al alza 1libra y 5 sueldos en el cuatrienio transcurrido
entre las dos citadas ventas de este fruto seco, lo cual suponía una subida anual acumulada de 6 sueldos y 3
dineros que representan un porcentaje anual acumulativo del 9´62 %.
404
consistente en su actuación como administrador del derecho de Tiraje y Barcaje
de Poniente existente en el puerto y aduana de Alicante, que gravaba a todos los
efectos que entraban y/o salían de la ciudad por vía marítima. El propio
interesado así lo manifestaba en inicial declaración jurada, efectuada en abril de
1731, expresando: “También administro el derecho de Tiraje y Barcaje de
Poniente, que en un año con otro se sacará de 700 a 800 libras y no se puede dar
punto fijo porque depende de lo que se embarca y desembarca, pero tiene sobre
sí muchos censos y hay pleito pendiente en la Real Audiencia” (176). En una
posterior declaración complementaria efectuada en diciembre de 1733 precisaría
más su rentabilidad que rondaba entre las 750 y 800 libras anuales, así como los
censualistas y el litigio diciendo que “a la condesa de Faura le pertenecen tres
censos de principal 3.140 libras y anua pensión 157 libras; al colegio de
Vergara, de la Compañía de Jesús, otros tres de capital 2.500 libras y pensión
anual 125; a Juan Bautista Abril un censo de 1.600 libras y 80 de rédito anual; a
don Antonio Pascual de Riquelme otro de 800 libras y anua pensión 40; a don
Nicolás Escorcia otro de propiedad 100 libras y pensión anual 10; a la iglesia de
Santa María otro de 100 libras con pensión anual 5; al convento de San
Francisco, por limosnas de misas y aniversarios que dejó el fundador del
Derecho perpetuamente, 11 libras y 3 sueldos. Son los cuales 428 libras y 3
sueldos. Se previene que hay otro censo que no se paga por no haberse
justificado, y discurro es de propiedad 800 libras estando los interesados
haciendo sus diligencias” (177).
Respecto a este último censo, tampoco en esta ocasión fue del todo explícito
Luis que sí conocía que su dueño era el menor Manuel Joaquín Lasa Aristizabal,
hijo del difunto Lorenzo y de Francisca Antonia Alcahín, sucesor y poseedor por
muerte de su hermano mayor José Joaquín del vínculo fundado el 17 de
diciembre de 1566 ante Juan Ochoa Irigoyen, notario de la guipuzcoana villa de
Villamal, por Miguel Martínez Aristizabal, hermano y heredero del Maestre de
Campo Juan Martínez Arriaran y Aristizabal, a cuyo mayorazgo pertenecía
dicho Derecho que el rey emperador Carlos V hizo merced al citado Maestre,
confirmada después con su real título dado en Barcelona el 30 de mayo de 1735,
del que había tomado posesión en su nombre y representación el procurador de
causas alicantino Juan Bautista Riera el 23 de marzo de 1722 ante el notario
Francisco Hernández, en virtud del poder otorgado por la citada madre viuda,
tutora y curadora de su menor hijo. El problema residía no tanto en el
reconocimiento legal de la propiedad, cuestión que se había solventado en marzo
de 1735, cuanto a la negativa del comercio local en pagar dicho Derecho no
obstante la inmemorial costumbre de haberlo satisfecho, motivando que a tal
efecto la viuda Alcahín apoderase al negociante el 23 de septiembre de 1736
ante el notario Francisco Antonio Sempertegui, para que demandase al comercio
(176) A.M.A. Arm. 7, Lib.3, “Relación jurada de Luis Lombardón. Alicante y abril, a 6 de 1731”.
(177) A.M.A. Ibid., “Relación jurada de Luis Lombardón como administrador del Derecho de Tiraje y Barcaje
de Poniente. Alicante y diciembre, a 5 de 1733”.
405
local a la paga del citado Derecho ante la Real Justicia de la ciudad, facultad que
el apoderado substituía cinco meses más tarde en el procurador de los Reales
Consejos Luis de Ribas, substitución que sería ratificada quince días después
(178).
En el ejercicio de esta función administradora hasta su muerte, el negociante
cambiaría en esta etapa su papel de acreedor por el de deudor al abonar a los
censualistas del mencionado Derecho los intereses de sus censos respectivos.
Como muestra, apuntamos algunos ejemplos. En noviembre de 1732 pagaba a
Antonio Pascual de Riquelme 40 libras por las pensiones devengadas de su
censo de 800 libras, del que era especial hipoteca el dicho Derecho, cantidad que
volvía a satisfacer a este censualista por idéntico motivo en abril de 1735. El
también censualista Juan Bautista Abril adeudaba 400 libras al regidor Francisco
Puigserver a comienzos de 1734 y para satisfacerlas las cedía, en el mes de
febrero, contra Luis que se las debía por las impagadas pensiones de su censo de
1.600 libras, motivando que el administrador del Derecho pagase 50 libras al
regidor y también a su heredero hermano, el licenciado mosén Nicolás, en cada
fiesta de la Natividad de los años 1735 hasta 1739, paga que continuaría
abonando en la década de los cuarenta (179), al igual que las pensiones de otros
censualistas del Derecho como Vicenta Ferrer Escorcia, esposa del egregio
conde de Faura José Vives de Cañamás, que en febrero de 1740 percibía por
mano de su doctor y presbítero procurador José Salazar 622 libras y 10 sueldos,
de las que 150 procedían de la última paga de atrasos de los réditos de sus tres
censos, cantidades que concordaban con el contenido de la escritura de
concordia entre la egregia condesa y el jesuita Manuel Francisco Pizarro,
procurador general del mencionado Derecho residente en Salamanca, estipulada
ante el notario de Valencia Juan Bautista París en enero de 1733; mientras las
restantes 472 libras y media correspondían a tres anualidades atrasadas de 157
libras y media en los años de 1736 a 1738, pensión que proseguiría pagando al
negociante José Salazar a partir de 1747 hasta el fin de sus días (180).
Finalmente, señalar que la propiedad de algún censo cambiaría de titularidad
en los años cuarenta, como el de Antonio Pascual de Riquelme que desde
octubre de 1737, en virtud de escritura de concordia ante José Soler y Rico,
poseía su caballero yerno Nicolás Francisco Escorcia Ladrón a quien el
negociante pagaba, en enero de 1746, las 40 libras de la pensión vencida en
(178) A.H.P.A. Protocolo 364 de Pascual Bueno, “Carta de pago”, 5-3-1735, f. 61r-61v; y protocolo 1325 de
Vicente Navarro Pastor, “Substitución” y “Substitución de poder”, 5-2-1737 y 20-2-1737, s/f.
(179) A.H.P.A. Protocolo 362 de Pascual Bueno, “Carta de pago”, 30-11-1732, f. 418r-418v; protocolo 1581 de
Vicente Rovira, “Carta de pago”, 20-4-1735, f. 62r-62v; protocolo 1632 de Onofre Savater, “Carta de pago”, 31-
1-1736, f. 9r-9v; protocolo 1653 de ídem, “Carta de pago”, 21-1-1737, f. 22r-22v; protocolo 1654 de ídem,
“Carta de pago”, 8-1-1738, f. 1r-1v; protocolo 909 de Francisco Hernández, “Carta de pago”, 21-3-1739, f. 64r-
64v; y protocolo 1655 de Onofre Savater, “Carta de pago”, 11-1-1741 y 30-12-1741, ff. 5r-5v y 135r-135v,
respectivamente.
(180) A.H.P.A. Protocolo 802 de Antonio García, “Carta de pago”, 18-2-1740, ff. 34r-35v; protocolo 1581 de
Vicente Rovira, “Carta de pago”, 20-4-1735, f. 62r-62v; protocolo 1632 de Onofre Savater, “Carta de pago”, 31-
1-1736, f. 9r-9v; protocolo 808 de ídem, “Carta de pago”, 9-2-1747, f. 45r-45v; protocolo 810 de ídem, “Carta de
pago”, 30-5-1749, f. 113r-113v; y protocolo 811 de ídem, “Carta de pago”, 16-3-1750, f. 75r-75v.
406
marzo del año anterior, más otras 10 libras como apoderado de su madre Ana
María Escorcia, a la que pertenecían como sucesora del vínculo de 20.000 libras
de donación que Julio Escorcia el Antiguo hizo a su hijo Adrián (181).
En relación a sus negocios a crédito, la quinta década secular evidenciaría un
acusado declive de la actividad profesional de Luis centrada en los lugares de
Benimagrell, Busot-Aguas y San Juan, en los que practicaría unas reducidas 42
ventas al fiado manteniendo una estrategia mercantil similar a la utilizada en el
decenio precedente; esto es, exigiendo la garantía hipotecaria, pero dilatando el
plazo de liquidación que por lo general oscilaría entre los ocho meses y el año.
La única sorprendente novedad vendría dada por el notario Francisco Boix
Sevillano, de San Juan, que de manera inusual especificaría en sus documentos
la naturaleza de los productos vendidos, aunque también resulta llamativo la
desaparición de la villa de Muchamiel y de la ciudad de Alicante como centros
de negocios de Luis, pues la única venta de 125 libras del precio de tres piezas
de bayeta negra holandesa realizada en abril de 1746 a Manuel de Hoyos para
reintegrar en ocho meses, podemos catalogarla de meramente testimonial (182).
En los iniciales días de 1740 comenzaba el negociante sus tratos en el
Llogaret, donde de forma discontinua practicaría siete ventas hasta 1747, siendo
su distribución temporal la de tres en el primer año decenal, una en 1746 y otras
tres en el último año referido, con unos moderados importes comprendidos entre
las 13 y 39 libras al no cumplirse las expectativas que no preveían estos
resultados, puesto que la primera venta a los labradores Bautista Gomis Baeza y
Francisco Juan Gomis, yerno y suegro, ascendería a 50 libras; mientras la
siguiente, practicada diez días después a José Navarro y Miguel Ferrándiz,
alcanzaría las 114 libras pagaderas en once meses, que los deudores aseguraban
con la especial hipoteca de una finca con su casa y 18 tahúllas de viñedo en la
partida de Oliveros o Moleta de afuera, del término de San Juan (183).
Cinco días después de comenzar sus negocios en Benimagrell, recalaría en el
lugar de Busot donde realizaría media docena de tratos, de los que cuatro
tendrían al mismo protagonista deudor, Pedro Iborra, que individual o en unión
de otros produciría un monto importe deudor de 442 libras, destacando las 94
generadas en enero de 1741 junto a Miguel Jerónimo García, ambos moradores
en la partida de Aguas, liquidables en la fiesta de San Miguel de ese año, si bien
serían satisfechas en febrero de 1742, con hipoteca de una pieza de tierra propia
de García conteniendo 8 jornales de viña y diferentes árboles situada en la dicha
partida, lindante con tierras de su compañero y de los Marqueses del Bosch. No
obstante, la compra más importante la realizaría en unión de su hermano
Francisco Iborra, en septiembre de 1742, al adquirir productos valorados en 240
libras a satisfacer dentro de un año, hipotecando Pedro una hacienda propia en la
antedicha partida con su casa y corral de encerrar ganado, más 60 jornales conte-
(181) A.H.P.A. Protocolo 807 de Antonio García, “Carta de pago”, 27-1-1746, f. 21r-21v.
(182) A.H.P.A. Protocolo 1816 de Onofre Savater, “Obligación”, 25-4-1746, f. 93r-93v.
(183) A.H.P.A. Protocolo 311 de Francisco Boix Sevillano, “Obligación”, 4-1-1740 y 14-1-1740, ff. 10r-10v y
49r-49v, respectivamente.
407
niendo viñedo, diferentes árboles y tierra campa que lindaba por Levante con los
términos de Relleu y Orcheta; mientras Francisco hipotecaba una pieza de tierra
con 24 jornales plantados de almendros y algarrobos, situada en la partida de la
Hoya de Cabeçó del término de Busot, lindando con el camino de
Torremanzanas . El negociante finalizaba sus negocios en Busot allá por octubre
de 1746, mes en el que vendía a José Torregrosa, labrador de Muchamiel
residente en dicho lugar, 40 libras de ballena a razón de 1 libra y 2 sueldos la
unidad, ofreciendo abonar en una paga las 44 libras debidas dentro de diez
meses, que garantizaba con la hipoteca de dos piezas de tierra propias, una de 2
tahúllas y media de huerta plantadas parte de viña y parte tierra de sembradura,
situadas en la partida de entre los dos brazales del término de su natalicia villa; y
la otra, una besana con 6 jornales de arar plantados de diferentes árboles poseída
en la partida de la Ballestera del término de dicho lugar (184).
Con todo, el auténtico centro mercantil de Luis sería el lugar de San Juan, en
donde practicaría más del 60 % de las ventas al fiado del decenio, fundadas en
productos de variada naturaleza vendidos a quienes habían sido sus clientes en
años pretéritos. Los tratos comenzaban en abril de 1740, y cinco meses después
vendía a José Bañuls un tonel de vino aloque apreciado en 30 libras pagaderas al
contado en Todos Santos del siguiente año lo que, en efecto, cumpliría el deudor
quien, en mayo de 1746, le adquiría dos piezas y media de bayeta negra
holandesa valoradas en 100 libras, reintegrables de igual forma en el término de
un año para lo cual hipotecaba una pieza de huerta con 10 tahúllas de viñedo en
la partida de la Moleta de afuera, propiedad que también hipotecaría para
garantizar el pago a un año vista de las 68 libras del coste de dos toneles del
mismo tinto comprados a principios de julio de 1747 (185). Otras siete piezas
del mismo color y tela de lana holandesa le vendería a Miguel Ferrándiz en
1746, a razón de 41 libras cada una de las cuatro primeras y a 40 libras cada una
de las tres restantes, cuya deuda de 284 libras prometía pagar por mitad en
noviembre de ese año y en mayo de la siguiente anualidad, hipotecando para su
seguridad una finca con su casa y 16 tahúllas de huerta plantadas de viñedo en la
partida de Oliveros o Brazal de Salt. Pasados cuatro meses, vendía a Pedro
Buades 20 libras de canela al precio de 1 libra y 6 sueldos la unidad, con un
importe de 26 libras que ofrecía pagar de una sola vez en siete meses, y a cuyo
fin hipotecaba una pieza de tierra formada por 5 tahúllas y media de huerta
plantadas de viña poseídas en la partida de Fabraquer (186).
Mientras tanto, en septiembre de 1743, había vendido a Simeón Gozálbez y a
(184) A.H.P.A. Protocolo 803 de Antonio García, “Obligación”, 21-1-1741, f. 12r-12v; protocolo 804 de ídem,
“Obligación” y “Carta de pago”, 24-9-1742 y 21-11-1742, ff. 162r-163v y 182r-182v, respectivamente; y
protocolo 315 de Francisco Boix Sevillano, “Obligación con hipoteca”, 26-10-1746, ff. 419r-420v.
(185) A.H.P.A. Protocolo 311 de Francisco Boix Sevillano, “Obligación con hipoteca” y “Obligación”, 8-4-
1740 y 27-9-1740, ff. 130r-130v y 278r-278v, respectivamente; protocolo 312 de ídem, “Carta de pago”, 22-11-
1741, f. 395r-395v; protocolo 315 de ídem, “Obligación con hipoteca”, 15-5-1746, f. 246r-246v; y protocolo 316
de ídem, “Obligación con hipoteca”, 4-7-1747, f. 186r-186v.
(186) A.H.P.A. Protocolo 315 de ídem, “Obligación con hipoteca”, 23-5-1746 y 7-9-1746, ff. 257r-257v y 356r-
356v, respectivamente.
408
Félix Juan 40 arrobas de almendras estimadas en 128 libras pagaderas en diez
meses, hipotecando Simeón una pieza de 5 tahúllas de huerta con viñedo en la
partida de Benipaxaró; y Félix, una casa propia situada en el Llogaret, más una
pieza de tierra con una tahúlla de huerta plantada de diferentes árboles en la
partida de la Hijuela. Con anterioridad, en julio de ese año, el negociante había
endosado la misma cantidad de dicho fruto seco por idéntico precio a Jaime Sala
y José Bañuls, quienes prometían satisfacer el crédito de 128 libras dentro de un
año – plazo que incumplirían con cuatro meses de demora –, salvaguardando la
paga con la hipoteca de una pieza de tierra propia de Sala compuesta por 6
tahúllas de viñedo en la partida de Fabraquer, y otra pieza de tierra de Bañuls
conteniendo 10 tahúllas de viña en la partida del Campet. El valor de la garantía
excedía bastante al del débito y por ello, antes de liquidarlo, Luis les vendería en
septiembre de 1744 dos toneles de vino por 114 libras a reintegrar en el mismo
plazo anual, garantizando la seguridad del cobro con los mencionados bienes. Y
el propio Jaime Sala, tres años más tarde en solitario, le compraría cuatro toneles
de vino aloque valorados en 58 libras que ofrecía liquidar en una paga pasado el
año, en la fiesta de San Juan de 1748, garantizándola mediante la hipoteca de
una pieza de tierra huerta, con su derecho de agua de riego, compuesta por 19
tahúllas parte plantadas de viña y parte de almendros con otros árboles, situadas
en la antedicha partida de la Moleta de afuera (187).
Tintos de cosecha propia serían también vendidos por el negociante a los
esposos Roque López y Gertrudis Bañuls que, en septiembre de 1744, producían
una deuda de 58 libras del precio de un tonel de vino a finiquitar en ocho meses
dilatados hasta los diecisiete, previa hipoteca de una casa de su propiedad
situada en la plaza del huerto del cerro de dicho lugar de San Juan. Días antes de
su liquidación, los cónyuges deudores adquirían otro tonel de caldo por 39 libras
pagaderas en los siguientes diez meses, plazo que cumplirían con una demora
bimensual, hipotecando otra casa propia sita en la plaza del huerto del horno,
inmueble con el que también se garantizaría el pago de las 45 libras del valor de
un tonel de vino tinto comprado en octubre de 1747 y que ofrecían abonar en un
año. Tres meses antes, el negociante vendía a José Orts dos toneles de vino
aloque apreciados en 70 libras liquidables en el término de un año, mediante la
garantía hipotecaria de una pieza de tierra huerta con su derecho de agua de
riego, compuesta por 8 tahúllas y media de viñedo en la citada partida de la
Moleta de afuera. Saldada esta deuda en el plazo convenido, el labrador
compraría en noviembre de 1748 otro tonel del mismo vino por 50 libras a
satisfacer dentro de nueve meses, a cuya seguridad hipotecaría otra pieza de
tierra de 6 tahúllas y media en la misma partida rural de idénticas características
a la anterior, propiedad esta con la que el deudor garantizaba la seguridad del
pago de otras 40 libras generadas por la adquisición de cebada y almendras en
(187) A.H.P.A. Protocolo 313 de Francisco Boix Sevillano, “Obligación con hipoteca”, 8-9-1743 y 21-7-1743,
ff. 268r-268v y 237r-237v, respectivamente; protocolo 1759 de ídem, “Carta de pago” y “Obligación con
hipoteca”, 3-11-1744 y 19-9-1744, ff. 295r-295v y 207r-207v, respectivamente; y protocolo 316 de ídem,
“Obligación con hipoteca”, 2-7-1747, f. 179r-179v.
409
noviembre de 1749, las cuales debían saldarse en una paga al cumplirse el año.
Este mismo cereal sería objeto de venta, en enero de 1746, a los hermanos Pedro
y Miguel Buades en cantidad de 5 cahíces y 10 barchillas con un coste de 19
libras, 16 sueldos y 8 dineros, prometidos abonar llanamente en una paga el
último día de agosto de ese año; mientras Pedro por sí solo adquiría, en julio del
siguiente año, 10 arrobas de almendrón valoradas en 30 libras pagaderas en una
vez dentro de nueve meses, hipotecando a su cumplimiento una pieza de tierra
con su derecho de agua de riego, formada por 5 tahúllas y media de viñedo en la
partida de Fabraquer. Sin embargo, la muerte del deudor impediría liquidar este
débito a su plazo, lo cual efectuaría en enero de 1751 su viuda Josefa Marco
(188).
Los últimos tres años de vida del negociante constatarían la caducidad de sus
negocios al fiado con la sola práctica de cuatro tratos, los cuales principiaban en
marzo de 1750 con un préstamo gracioso de 92 libras a Agustín Juan y
Victoriana Bendicho, matrimonio de Benimagrell o Llogaret, quienes prometían
su devolución en cinco iguales pagas anuales con hipoteca de su propia casa en
la calle principal de dicho lugar, una pieza de tierra de secano con su casa de
campo y un jornal de arar en la partida de Nadal, más otra pieza de secano con 2
jornales de arar en el cabo de la Huerta. Cuatro días después, su cliente Jaime
Sala, de San Juan, le adquiría dos toneles de vino aloque por 50 libras abonables
en la venidera fiesta de Todos Santos, hipotecando una pieza de 14 tahúllas de
tierra huerta con majuelo en la partida de Fabraquer. Antes de terminar ese año,
José Orts, otro conocido cliente, le compraba 10 cahíces de cebada estimados en
60 libras pagaderas por entero dentro de una anualidad, garantizando su pago
mediante la hipoteca de las antedichas 6 tahúllas y media de huerta con viñedo
en la Moleta de afuera, hipoteca que igualmente aseguraba al acreedor el cobro
de otras 60 libras producidas por la adquisición, en julio de 1752, de un tonel de
vino aloque que el deudor ofrecía saldar totalmente en el término de quince
meses (189), siendo esta venta a crédito la última practicada por el negociante.
En contadas ocasiones, Luis percibiría mediante una cesión el crédito al
finalizar un negocio, siendo este el caso del escultor Juan Bautista Borja y del
cantero José Terol que le adeudaban 219 libras, más 8 libras y 11 sueldos de
intereses de demora, dándole poder en causa propia y cesión para cobrarlos del
arrendatario de la sisa de la carne Pedro Vicente Romero a razón de 8 libras
(188) A.H.P.A. Protocolo 1759 de Francisco Boix Sevillano, “Obligación”, 25-9-1744, ff. 208r-209v; protocolo
315 de ídem, “Carta de pago”, “Obligación con hipoteca” y Obligación”, 21-10-1746, 5-10-1746 y 11-1-1746, ff.
410r-410v, 382r-383v y 15r-15v, respectivamente; protocolo 316 de ídem, “Carta de pago”, “Obligación” y
“Obligación con hipoteca”, 13-10-1747, 3-10-1747, 2-7-1747 y 18-7-1747, ff. 100r-100v, 289r-290v, 178r-178v
y 203r-203v, respectivamente; protocolo 317 de ídem, “Obligación con hipoteca”, 14-11-1748, f. 279r-279v;
protocolo 318 de ídem, “Obligación”, 9-11-1749, 258r-258v; y protocolo 320 de ídem, “Carta de pago”, 14-1-
1751, f. 20r-20v. La documentación también refiere que, coincidiendo con la primera compra de los citados
esposos, Roque Urios adquiría asimismo un tonel de vino por 58 libras pagaderas llanamente en un año.
Protocolo 1759 de ídem, “Obligación”, 25-9-1744, f. 210r-210v.
(189) A.H.P.A. Protocolo 319 de ídem, “Obligación” y “Obligación con hipoteca”, 6-3-1750, 10-3-1750 y 20-
11-1750, ff. 113r-114v, 120r-120v y 402r-402v, respectivamente; y protocolo 321 de ídem, “Obligación con
hipoteca”, 24-7-1752, f. 184r-184v.
410
semanales que por sus salarios y el de sus oficiales, ocupados en las obras de
reparación de las iglesias de la ciudad a cuyo fin estaban destinados los
productos de dicho impuesto, les debía pagar cada domingo mediante
libramiento de los regidores o del notario del Ayuntamiento.
También el ciudadano Lidoro Gozálbez, de Muchamiel, como apoderado de su
esposa Ana María Sala, le hacía cesión de las 75 libras que por nueve meses de
arrendamiento de un molino harinero le pagaba por tercias su arrendatario
Manuel García, para así pagar al negociante una deuda de 250 libras, cantidad
que asimismo debía a Luis el mercader alicantino Honorato Blasco, y para cuya
liquidación convenía con el acreedor traspasarle dicha cifra contra su deudor
monfortino José Valero (190).
Todavía menos inusuales que las cesiones serían sus inversiones especulativas
en la adquisición de censos practicadas en los años 30 y 40 de la centuria. En
abril de 1737 compraba a Feliciano Baeza, labrador del Llogaret, 236 sueldos de
censo anual cargado especialmente sobre una pieza de tierra huerta, compuesta
por 13 tahúllas y una cuarta plantadas de viña en el Brazal de la Pasión del
término de San Juan, por precio de 236 libras pagadas al contado que el
censatario impondría sobre dicha propiedad. Algún tiempo más tarde, este
pedazo de tierra sería vendido al negociante francés Juan Labastía quien,
después de plantar algunos almendros, añadirle un cuarto de hora de agua y
destinarla a la siembra de trigo, la enajenaba en marzo de 1745 a favor de
Caterina Lledó, viuda del benimagrellí Nicolás Juan, por precio de 795 libras
reservadas en poder de la compradora en parte del principal del censo y pagar
sus pensiones hasta que no fuese redimido; mientras las 559 libras restantes
debía satisfacerlas en cuatro iguales pagas anuales abonadas en cada fiesta de
San Juan de los venideros años de 1745 hasta 1749. Pasados dos meses, el
censualista demandaba de la nueva propietaria su reconocimiento como dueño
del censo y de sus anuas pensiones pagadas cada último día de abril, a lo que
accedería la viuda propietaria. Dos años más tarde, el negociante compraría por
25 libras a Vicente Pastor, de San Juan, 25 sueldos de anual rédito, mitad de los
50 sueldos que cada primer día de julio le pagaba Adrián Lledó y demás
herederos de su fallecido padre Mariano, de quienes debía cobrarlos, habiendo
pertenecido al vendedor por título de venta hecha en agosto de 1728 por José
Lucas Alcázar, como procurador de su consorte María Magdalena Bernabeu
(191).
Desde su comienzo profesional en 1724, Luis tendría la corresponsalía en
Alicante de la casa y compañía madrileña de Rodulfo Firidolfi, y como tal
intervendría, en su mayor parte y durante una década, en otras prácticas
(190) A.H.P.A. Protocolo 898 de Francisco Hernández, “Poder y cesión”, 24-5-1727, ff. 77r-78v; protocolo 451
de Vicente Cerdá y Sevillano, “Cesión”, 28-1-1729, s/f.; y protocolo 901 de Francisco Hernández, “Cesión”, 9-
2-1730, f. 11r-11v.
(191) A.H.P.A. Protocolo 308 de Francisco Boix Sevillano, “Imposición de censo”, 3-4-1737, ff. 99r-101v;
protocolo 314 de ídem, “Venta de tierra y derecho de agua” y “Reconocimiento de censo”, 22-3-1745 y 8-5-
1745, ff. 122r-125v y 179r-180v, respectivamente; y protocolo 310 de ídem, “Venta de censo”, 23-2-1739, ff.
81r-82v.
411
crediticias como último endosatario, tenedor y portador de letras de cambio de
su correspondiente. Hacia la mitad de enero de ese año, presentaba a Juan
Bautista Abril una letra de 7.890 reales de vellón girada contra él tres meses
antes en Barcelona por Matías Blázquez a la orden de Firidolfi y compañía, que
la endosaría a Luis. El librado aceptaría pagar sólo 452 pesos y 18 sueldos que
debían quedar en su poder, ofreciendo abonar la mitad a fines de marzo y el
resto a últimos de mayo; pero negándose a satisfacer todo el valor de la letra, lo
que llevaría al portador a la protesta jurídica por la falta de 1.097 reales de
vellón para completar su total valor. Luis requería al negociante alicantino el
cumplimiento de su aceptación, respondiendo el librado que no pagaba por no
haber terminado de cobrar los créditos a los deudores que se fiaron las barrillas
causantes de dicha letra; pero confiaba en satisfacerlas en la venidera Pascua de
Resurrección, motivando la protesta formal del negociante francés que, medio
año más tarde, sería portador de otra letra de 360 libras a ocho días vista librada
unas jornadas antes en Mataró por Félix Franquis contra Pedro Geraers y a la
orden de la citada casa y compañía madrileña, que la cedía a su corresponsal
alicantino. Presentada al librado, éste respondía no aceptarla por falta de aviso
de su tirador aún teniendo presto el dinero para satisfacerla, ocasionando a su
vencimiento la formal protesta del portador de ella.
En el mes de agosto, Luis presentaba a Ana María Pérez, viuda del negociante
y cónsul romano en Alicante Juan Bautista Escot, y a su compañero de comercio
y negocios Francisco Clavería una carta de 100 doblones sacada en Nantes a la
orden de Claudio Groux, quien la traspasaba al negociante francés. Clavería
rechazaría su aceptación, tanto por no tener aviso de su sacador como por no
haber cobrado de los deudores que tomaron al fiado su ropa, además de no
importar tanto el saldo de cuentas como el valor contenido en la letra,
argumentada respuesta que conllevaría la pertinente protesta jurídica (192).
Estos mismos deudores, el día de San José de 1725, rehusaban aceptar y pagar a
cuarenta días vista otra letra de 303 piastras, 1 sueldo y 8 dineros portada por
Luis como endosatario de Firidolfi, a cuya orden se había librado en Lyón. El
motivo de su rechazo e impago era por haberles girado mayor cantidad de la que
presumían adeudar al librador y que, siendo cuentas viejas y largas, precisaban
ocho días para verificarlas, estando prestos para satisfacer el saldo resultante
que, según Clavería, ascendía a 273 libras, 16 sueldos y 3 dineros.
En mayo de ese año, era su compatriota colega Jaime Lespiault quien
desechaba pagar a treinta días una letra de 1.000 doblones por el valor en cuenta,
sacada en Madrid por Firidolfi a la orden del tomador, portador y presentador
Luis, arguyendo las razones escritas al dador de ella; pretexto también utilizado
al mes siguiente por el mismo librado para no aceptar el valor de 1.000 ducados,
contenidos en una letra librada en Venise por Juan Martino a la orden de
(192) A.H.P.A. Protocolo 448 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Protesta de no aceptación” y “Protesta de no
pagamiento”, 17-1-1724, 1-4-1724, 19-6-1724, 26-6-1724 y 11-8-1724, ff. 25r-26v, 155r-155v, 220r-220v, 229r-
229v y 287r-287v, respectivamente. Ana María Pérez y el negociante minorista Francisco Clavería dejarían de
ser socios para convertirse en consortes.
412
Firidolfi y endosada por éste al negociante que, llegado el mes de agosto,
portaba un par de letras pagaderas al uso valoradas en 1.057 ducados, 6 sueldos
y 6 dineros y 1.000 ducados, sacadas en Ámsterdam por Gille Tomaso y Juan
Teÿler a las respectivas órdenes de Jaime Tomaso Teÿler y de Cornelio Abram y
Pedro Van der Bosch contra el librado Jerónimo Maricone, siendo ambas
protestadas por no hallarse el deudor en su domicilio, y sí refugiado en el
convento de San Agustín para evitar el acoso de los acreedores ante la quiebra
de su casa de comercio y negocio, en declaraciones realizadas por la criada del
negociante genovés Josefa Martínez.
El día 24 de septiembre, el francés Lázaro Guiran aceptaba pagar a diez días
vista una letra de 226 doblones y 8 cuarentavos girada en Madrid por Firidolfi a
la orden de Luis; pero el día de su vencimiento no la satisfacía, consintiendo la
formal protesta del tomador (193).
Después de la nutrida muestra del bienio 1724-25, la participación del
negociante en este tipo de actividades crediticias decrecería mucho, de modo
que en la década comprendida entre 1726 y 1735 apenas intervendría en siete
operaciones, destacando algunas de ellas como la letra de 45 “pistolles” o
doblones librada en Marsella por Resson contra Mateo Cogordan, como
componente de la compañía Rose, Cogordan y Voullonne, y a la orden de Bruno
Baltasar Lombardón que la traspasaba a Luis para su presentación al librado a
mediados de 1728, quien la rechazaba por falta de aviso y por otros motivos que
escribiría a su sacador. O el requerimiento hecho al negociante irlandés Juan
Birmingham para que aceptase pagar las 654 “piastras” o libras contenidas en
una letra girada contra él en Venise por Gabriel Jornet a la orden de Beni Jornet;
pero estando ausente el deudor por sus negocios y dependencias, sería su mozo
de escritorio Juan Pablo Bremón quien rechazaría la carta por tal motivo y no
tener aviso de ella. Sin embargo, las relaciones más asiduas lo serían con los
hermanos genoveses Antonio y Esteban Bocardo, a quienes en junio de 1734 les
presentaba una letra de 325 pesos a treinta días vista, sacada en Génova por
Tomás Donicelli a la orden de Firidolfi y compañía que la endosaba a su
corresponsal lucentino. Esteban, como administrador de la conjunta compañía,
rehusaba aceptarla por las razones que escribiría a su librador, las mismas
esgrimidas para no pagarla cumplido el plazo mensual, siendo idénticas a las
argüidas para rechazar dos letras de 1.000 y 750 pesos, tiradas el mismo día en
Génova por Bartolomé Dozano a la orden de Cristóbal Spínola para abonar a
ochenta días vista (194).
(193) A.H.P.A. Protocolo 449 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Protesta de no aceptación” y “Protesta de no
pagamiento”, 19-3-1725, 26-3-1725, 21-5-1725, 4-6-1725, 6-8-1725 y 3-10-1725, ff. 90r-90v, 92r-92v, 152r-
152v, 167r-167v, 305r-305v y 383r-383v, respectivamente. El ducado equivalía a 375 maravedíes de vellón,
mientras el valor de la libra valenciana era de 320 maravedíes. Por tanto, el ducado excedía a la moneda regional
en 3 sueldos y 6 dineros, aproximadamente.
(194) A.H.P.A. Protocolo 794 de Antonio García, “Protesta de letra”, 4-6-1728, f. 198r-198v; protocolo 796 de
ídem, “Protesta de letra”, 1-8-1731, f. 260r-260v; protocolo 798 de ídem, “Protesta de no aceptación” y “Protesta
de no pagamiento”, 9-6-1734 y 9-7-1734, ff. 323r-323v y 355r-355v, respectivamente; y protocolo 799 de ídem,
“Protesta de letras”, 9-2-1735, f. 60r-60v.
413
En el intervalo de doce años de practicar esta modalidad crediticia, en una sola
ocasión sería Luis el librado. En abril de 1728 le presentaba el portador Jaime
Amorrich una letra de 160 piastras, 15 sueldos y 9 dineros, librada en Malta a la
orden del marsellés Pedro Girondin por el valor en cuenta, que la endosaría a
Pedro Amorrich y éste al portador. Requerido Luis a que la aceptase pagar a su
tiempo, la rechazaba por falta de aviso y por estarle debiendo una cantidad del
producto del trigo causante de dicha letra, motivando la formal protesta (195).
Por su parte, José desarrollaría su labor profesional en el transcurso de poco
más de tres décadas que discurriría de forma paralela a la de su primo y
padrastro, aunque tendría menos enjundia que la de éste. Pasadas las disensiones
hereditarias, parece que ambos eludieron cualquier roce en el plano mercantil
ocasionando que José, auxiliado por su colaborador José Binera, centrara sus
negocios allí donde los del marido de su madre no estuviesen asentados con
solidez, como sucedía con la ciudad de Alicante; pero aplicando sus iniciales
estrategias de vencimientos a corto plazo y con garantía hipotecaria. Sin
embargo, no sería en la capital, sino en la cercana villa de Muchamiel donde
principiaba sus actividades mercantiles en abril de 1724, con la venta al fiado a
José Sellés de un tonel de vino aloque apreciado en 36 libras pagaderas en la
fiesta de Todos Santos de ese año, en cuyo último mes endosaba a Vicente
Poveda diferentes productos valorados en algo más de 194 libras a reintegrar en
anuales pagas de 32 libras, 7 sueldos y 4 dineros, abonados en cada fiesta de San
Miguel de los venideros años hasta satisfacer la entera deuda, que garantizaba
con la hipoteca de una finca propia con su casa y corral de ganado más 30
jornales de tierra plantados de almendros y otros árboles, situada en la partida
del Molino Nuevo de dicha villa. En efecto, el deudor cumpliría lo convenido,
pues en febrero de 1732 había liquidado el total débito a su acreedor (196).
Antes de finalizar 1724, tres vecinos de San Juan ofrecían liquidarle 60 libras
en otras tantas iguales pagas anuales entregadas el día de Todos Santos, cantidad
debida a su difunto padre y adjudicada al negociante en su hijuela de la herencia,
terminando sus negocios en el hinterland alicantino con una venta de 173 libras,
14 sueldos y 9 dineros ejecutada en febrero del siguiente año a tres labradores de
Muchamiel, que prometían satisfacer la deuda en cuatro meses (197). Estas
mismas condiciones consentía a los lucentinos Francisco Sánchez y Juan
Bautista Morelló en la venta por 84 libras y 14 sueldos, practicada en mayo de
1724 y saldada en el mes de octubre, con la que iniciaba sus negocios a crédito
en la ciudad, continuados en la citada última mensualidad con la venta al fiado a
Tomás Gozálbez de dos cajas de azúcar valoradas en 171 libras, 16 sueldos y 5
(195) A.H.P.A. Protocolo 630 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Requerimiento y protesto”, 19-4-1728, f. 177r-
177v.
(196) A.H.P.A. Protocolo 790 de Antonio García, “Obligación”, 9-4-1724, f. 146r-146v; protocolo 1572 de
Vicente Rovira, “Obligación”, 1-12-1724, f. 146r-146v; y protocolo 1579 de ídem, “Carta de pago”, 23-2-1732,
f. 71r-71v. La deuda exacta de Poveda ascendía a 194 libras, 4 sueldos y 2 dineros.
(197) A.H.P.A. Protocolo 1769 de Vicente Fons, “Obligación”, 17-12-1724, f. 31r-31v; y protocolo 896 de
Francisco Hernández, “Obligación”, 7-2-1725, f. 16r-16v. Los deudores de San Juan fueron Matías Nomdedeu,
Pablo Martí y Carlos Pastor; mientras los de la villa eran Manuel Pastor, Ginés Martínez y Victoriano Alberola.
414
dineros pagaderos en tres meses, término incumplido sobradamente por el
labrador al no abonar el crédito hasta el último día de junio de 1725. Con todo,
uno de sus asiduos clientes sería el citado artesano correero Juan Bautista
Morelló que, en octubre de 1724, le compraba también 12 botas de azúcar en
cantidad de 152 libras y 19 sueldos a liquidar en los siguientes cuatro meses;
pero, “por haber venido a peor fortuna”, en agosto del año siguiente no había
pagado nada del débito, ofreciendo entonces junto a su padre Antonio
reintegrarlo al acreedor pagando 30 libras en Todos Santos de ese año, 40 libras
en la misma festividad de 1726 y 1727, más las restantes 42 libras y 19 sueldos
en el mismo día de 1728, plazos que ahora cumplirían con escrupulosidad
teniendo finiquitada la deuda en diciembre de este último año, aunque con
antelación José había efectuado, a mediados de 1725, un modesto trato con los
hermanos canteros Felipe y Vicente Terol, consistente en la venta de cinco botas
de sardina inglesa por un importe de 21 libras y 5 sueldos a pagar en tres meses,
que aseguraban con la hipoteca de dos casas contiguas poseídas por Vicente en
la calle camino de la Huerta del arrabal de San Antón, pese a lo cual liquidarían
la deuda al medio año de contraerla (198).
Hasta aquí sus negocios habían evolucionado con normalidad, incluso siendo
José, en septiembre de 1724, deudor de 80 libras al francés Juan Bautista
Subiron que, por convenio, debía pagarle el bearnés Juan Casau Domech en
virtud de donación escriturada dos meses antes (199); pero en adelante
efectuaría arriesgadas operaciones mercantiles que le moverían a unirse con
otros acreedores para conseguir recuperar sus créditos. Así, en los primeros
meses de 1729, junto a Pedro Choly y Francisco Peronier, residente en Valencia
este último, presionaban a Francisco Gómez al pago de 1.200 pesos que les
adeudaba a cuenta de mayor cantidad, suplicando el deudor le demorasen seis
meses el pago a causa de hallarse con una precisa urgencia, a cuyo fin
presentaba por sus fiadores a José Santo, Vicente García y Bautista Molina. Los
negociantes, sabedores de la situación de quiebra del deudor, que tres años antes
había practicado escritura de cesión de bienes a favor de una relación de
acreedores, aceptaban la suplica con calidad de que éste y sus fiadores otorgasen
solidariamente carta de obligación, en la que éstos hiciesen de deuda ajena suya
propia. Pasados siete años, pocos avances se habían producido, quedando
pendiente en grado de apelación ante la Real Audiencia un interminable litigio
sobre la cobranza de los créditos, en orden a si debían continuarse los autos por
vía del concurso peticionado por Gómez, o siguiendo el tenor de la citada cesión
de bienes a sus acreedores; pero, en cualquier caso, las dilaciones, gastos e
(198) A.H.P.A. Protocolo 1769 de Vicente Fons, “Obligación”, 20-5-1724 y 20-8-1725, ff. 14r-14v y 36r-36v,
respectivamente; protocolo 1572 de Vicente Rovira, “Obligación” y “Carta de pago”, 13-10-1724, ff. 114r-114v
y 115r-115v, respectivamente; protocolo 448 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 10-10-1724, f. 334r-
334v; protocolo 449 de ídem, “Carta de pago”, 30-6-1725, f. 222r-222v; protocolo 627 de Francisco Ferrando y
Roçelló, “Obligación” y “Carta de pago”, 9-6-1725 y 9-12-1725, ff. 127r-127v y 264r-264v, respectivamente; y
protocolo 630 de ídem, “Carta de pago”, 12-12-1728, f. 435r-435v.
(199) A.H.P.A. Protocolo 1572 de Vicente Rovira, “Carta de pago”, 5-10-1724, ff. 104r-104v. El negociante
pagaría esa cantidad con 20 doblones de oro.
415
inquietudes ocasionadas por el pleito, cuya resolución podría demorarse mucho
más, habían supuesto un gran coste para los negociantes, motivando que José,
Choly e Isidro Sala, doctor en Teología, canónigo de la catedral oriolana y
examinador sinodal de su obispado, por sí y en representación de los demás
acreedores de la relación convenían con Gómez renunciar y anular el pleito
pendiente entre sí, gradando el orden de sus respectivos créditos en que debían
partirse todos los haberes del deudor conforme a lo prevenido en la escritura de
cesión, teniendo cada uno por capital el que en ella confesó Gómez y
entendiendo que el expresado pertenecer a José Antonio Chávez Osorio debe
estimarse propio del canónigo, si bien el prorrateo se ejecutaría después de
ajustar las cuentas de los utensilios que a su cargo tenía el deudor, aunque si
estas se retrasasen no debían causar la privación de participar de los demás
bienes. Asimismo, acordaban que todas cuantas diligencias se practicasen, tanto
por el alcance de cuentas como por el todo o parte de los bienes, se hiciesen en
buena conformidad hasta estar enteramente pagados y que las partidas que Juan
Bautista Fabiani, administrador judicial de los bienes del deudor, hubiese
entregado y entregase al canónigo debía admitirlas a cuenta de aquello que le
tocase en dicho prorrateo, reservándose cada acreedor su derecho en el caso de
que los bienes de Gómez no alcanzasen para el total pago de los créditos, o
apareciesen nuevos acreedores ( 200).
Estos inconvenientes obstaculizarían la plena dedicación de José a sus
negocios, hasta el extremo de que en la década de los años treinta tan sólo
constatamos un trato practicado en 1733 con los esposos alicantinos Marcos
Peral y Josefa Antón, a quienes vendía 109 cahíces de trigo al precio de 45
reales la unidad ascendiendo el coste hasta las 490 libras y media pagaderas en
nueve meses, garantizando su seguridad con la hipoteca de dos casas contiguas
en la calle del Pohuet, otras dos en la calle camino de la Huerta y la mitad de un
solar llamado de Suxian, todos ellos situados en el arrabal de San Antón que
principia desde la antedicha calle hasta la llamada calle de Valencia (201).
Las ingratas experiencias serían poco aleccionadoras para el negociante que,
en la década de los cuarenta, continuaría con embrollados negocios. En
septiembre de 1741, Ginés Gozálbez, apoderado general de José Fernández por
escritura ante el notario Joaquín Ferrándiz, hacía cesión de cierta cantidad a
Lorenzo Amérigo para que la cobrase de Pedro Puerto, antiguo arrendatario de
un molino nuevo propio de Fernández, que jurídicamente la aceptaba en el
siguiente mes. A principios de noviembre, Amérigo trasportaba al negociante
dicha cesión en pago de sus deudas, entre otras cantidades, ante Nicolás
Puigserver, la cual sería admitida por Puerto once días más tarde; pero por falta
de entero pago, el cesionario instaba contra el arrendatario autos ejecutivos ante
el citado notario, en cuyo estado Juan Sebastián abonaba al negociante 42 libras,
(200) A.H.P.A. Protocolo 795 de Antonio García, “Obligación”, 6-3-1729, ff. 50r-51v; y protocolo 800 de ídem,
“Poder para concursar” y “Ajuste entre partes”, 14-12-1736 y 15-12-1736, ff. 363r-364v y 367r-369r,
respectivamente.
(201) A.H.P.A. Protocolo 1580 de Vicente Rovira, “Obligación”, 22-7-1733, ff. 177r-178v.
416
17 sueldos y 5 dineros, cantidad que comprendía 26 libras pendientes de la
cedida contra Puerto, más 16 libras, 17 sueldos y 5 dineros de costas
ocasionadas en los mencionados autos. A fines de ese mes, Amérigo también
cedía a José 82 libras contra la villa de Monóvar ante el notario José Ramón,
cesión aceptada por los representantes de la villa en abril de 1744 ante José
Izquierdo, traspasándola su Ayuntamiento contra José Pastor mediante escritura
ante Pablo Antonio Mira en enero de 1746 y que, finalmente, cobraría el
negociante en abril del siguiente año por manos del fraile sacerdote Ignacio
Pérez, procurador del convento de la Santa Faz (202).
Mientras tanto, el negociante había pleiteado contra Laura Delfino, en su
condición de madre y tutora de María Antonia Benedicto, heredera de su difunto
padre Juan Antonio, y su segundo marido Juan Seillac, como tutor dativo de la
menor hijastra, sobre la obligación de admitir 35 tahúllas de tierra en la partida
del Conchell pertenecientes a la herencia del difunto, para de su valor resarcirse
José de las 387 libras, 7 sueldos y 3 dineros adeudados por el fallecido; pero,
habiendo intervenido personas de autoridad, acordarían la forma de pagar la
deuda, previa autorización judicial solicitada por Seillac y concedida en octubre
de 1744 por el juez de comisión José Javier de Solórzano, tras lo cual convenían
saldar el débito con cuatro iguales pagas anuales pasada la Navidad de ese año,
pudiendo el negociante ejecutarles por la falta de todas y cada una de ellas, las
que garantizaban hipotecando dos fincas propias de la menor, la citada en la
antedicha partida y otra situada en la partida de Benitía. Pasados cuatro años,
Seillac había satisfecho una sola paga de las cuatro convenidas, instando José
autos ejecutivos contra él ante el juzgado real y su notario Nicolás Puigserver en
cuantía de 290 libras, 10 sueldos y 6 dineros, en los cuales también demandaba
el encarcelamiento del deudor; pero, de nuevo, la intervención de personas de
autoridad harían que consintiera la excarcelación del padrastro con calidad de
satisfacer el total débito de las pagas del arrendamiento de las fincas ejecutadas,
estando arrendada la de Benitía a Gozálbez y la del Conchell a Doménech,
cuyos dos arrendatarios debían abonarle 116 libras anuales hasta cubrir el total
crédito siendo, finalmente, Gozálbez quien liquidaría la deuda (203).
Antes de solucionar este conflictivo negocio, el comerciante se vería
comprometido en otro litigio contra Ginés Ramos, de Muchamiel, sobre la
posesión de media tahúlla de tierra en la partida de Valensí, situada en la huerta
y término de dicha villa, que por vía de apelación se resolvería ante la Real
Audiencia cuya sentencia condenaba al negociante al pago de las costas
causadas valoradas en 60 libras, al tiempo que otorgaba la posesión de la tierra
al labrador (204).
Dos años más tarde ajustaba las cuentas con Jerónimo Llorca, de Finestrat,
(202) A.H.P.A. Protocolo 771 de Juan Galdó, “Carta de pago”, 4-7-1747, ff. 152r-153v; y protocolo 827 de
Gregorio García, “Carta de pago”, 14-4-1747, f. 39r-39v.
(203) A.H.P.A. Protocolo 1656 de Onofre Savater, “Obligación”, 6-10-1744, ff. 140r-141v; y protocolo 658 de
Vicente Fons, “Carta de pago”, 14-4-1753, f. 219r-219v.
(204) A.H.P.A. Protocolo 656 de Vicente Fons, “Carta de pago”, 9-7-1751, f. 120r-120v.
417
que resultaba deudor en 460 libras, 2 sueldos y 2 dineros, cantidad que incluía
las pensiones del arrendamiento del molino de Monserrate poseído por el
acreedor en la villa de Muchamiel, reintegrables con una paga de 260 libras
abonada el día de Todos Santos de 1753 y el resto entregado en agosto del
siguiente año, asegurando su cumplimiento con la hipoteca de un pedazo de
tierra de 12 tahúllas de viñedo en la partida de Cahuets, más otro pedazo con 30
brazales de tierra plantados de almendros, higueras y tierra campa en la partida
de la Hoya, ambas partidas en el término de la citada villa (205).
En marzo de ese citado año practicaría una de sus mayores ventas al fiado,
endosando conjuntamente a Joaquín Soler y a los consortes Salvador Rodrigo y
Teresa Pérez una total venta de 2.556 libras de cacao de Caracas estimadas en
958 libras y media, a liquidar en una paga dentro de nueve meses que los
deudores cumplirían con una demora de cuatro meses, si bien un trimestre antes
de finiquitar la deuda volvía a vender a los cónyuges 6.000 arrobas de algarrobas
valoradas en 1.288 libras, 4 sueldos y 3 dineros, incluidos los gastos de compra,
puertas y almacén, que prometían abonar en Todos Santos de 1754, en cuyo mes
de marzo aún percibiría el negociante 360 libras del canónigo oriolano Francisco
Maseras, deuda que prometía pagarle su fallecido padre en febrero de 1742 ante
el notario de aquella ciudad José Santacruz Cantó, habiéndole pertenecido al
acreedor en mayor cantidad por su hijuela hereditaria (206).
La candidez del negociante le impediría adoptar en sus negocios las oportunas
medidas preventivas para evitar la morosidad de sus clientes, viéndose precisado
a recurrir a medios jurídicos y judiciales en los últimos años de su vida. Así,
finalizando julio de 1752 apoderaba a Francisco Santisteban para todos sus
pleitos civiles, ejecutivos y criminales habidos y por haber, a fin de que en su
nombre compareciese ante la Real Cancillería de Granada, presentando los
instrumentos necesarios para obtener su aprobación a la cobranza de un crédito
debido por el vecino de Sax Cristóbal Selva Gazquez. Si parece que las
diligencias de su representante fuesen satisfactorias en el tiempo, puesto que en
mayo de 1755 facultaba a Benito Carrión de la Torre, también residente en dicha
villa, para la cobranza a su convecino deudor de la cantidad debida al
negociante, a cuyo pago fue condenado en los autos ejecutivos seguidos ante la
justicia de Sax y ratificada tres años después por la Cancillería granadina; pero
si sobre dicha cobranza fuese necesario parecer en juicio, lo haga ante juez y
tribunales.
Mientras tanto, en mayo de 1753, nombraba por su procurador al cartagenero
Juan Ignacio Llobregat Calderón, también familiar del Santo Oficio, para la
cobranza a deudores de aquella ciudad de las cantidades debidas compareciendo
en juicio si para ello fuese necesario y, pasados dos meses, facultaría al
procurador Pascual Llobregat para que le representase en todos sus litigios
418
contra cualquier persona, bien vecino de la ciudad o de fuera de ella,
demandando o defendiéndole. Al parecer, la labor profesional de su apoderado
no sería suficiente y, en los primeros días de 1754, autorizaba para el mismo fin
al también procurador Agustín Tomás, sin que por ello se entendiese revocado el
poder concedido a Llobregat (207).
A José no se le reconoce la práctica de ningún crédito menor en la forma de
“préstamo gracioso”, ni tampoco sería partidario de actuar con las letras de
cambio como instrumento crediticio, de las que dejaría un único testimonio en
junio de 1748, momento en el que, como último tomador y portador, presentaba
a su colega Jaime Loustau una letra a veinte días vista de 192 piastras y 3 reales,
librada en Perpiñan por Meríc a la orden de Juan Bautista Estopiña, negociante
del Grao de Valencia, por su valor en cuenta, que la endosaría por la misma
causa a Luis Huband y compañía quien, por idéntico motivo, la traspasaba al
negociante para su cobranza. El librado francés la rechazaría por los motivos
que escribiría a su librador, argumento también utilizado para cumplido el plazo
no pagar su valor, originando la formal protesta del portador de la letra (208).
La última componente del linaje, Margarita, se incorporaba plenamente al
mundo de los negocios en la década de los años cuarenta, sobre todo hacia
finales de ella después del fallecimiento de su madre Luisa Antonia, pues hasta
entonces estuvo representada por ésta o por su padrastro Luis en todos los
hechos públicos propios de su incumbencia. Su actuación personal en este
campo, apenas esbozada por superar con creces el marco cronológico del
presente capítulo y trabajo, comenzaba a mediados de mayo de 1747 comprando
a los esposos de San Juan Miguel Ferrándiz y Francisca María Gozálbez un
censo de 80 libras y otros tantos sueldos de rédito anual pagados en cada día 10
de octubre, cargado a favor del vendedor por Francisco Sala sobre una pieza de
tierra de 4 tahúllas en la partida de Fabraquer, que Ferrándiz le vendía a Sala en
dicho día y mes de 1728, quedando en manos de éste el precio de la venta para
abonar la anua pensión mientras no se redimiese. Una década más tarde aún
persistían 8 libras, 17 sueldos y 9 dineros de ese censo a favor de Margarita
redituados al 3 % en cada 29 de septiembre, gravados sobre las antedichas
tahúllas de huerta con su derecho de agua del pantano que Tomás Sala vendía a
su hermano Bautista, ambos hijos del censatario Francisco Sala, por precio de 38
libras recibidas por el fraternal vendedor, pero rebajadas en las censales que
quedarían en poder del comprador para satisfacer los réditos devengados (209).
A fines de agosto del citado año 1747 Francisco Navarro, de San Juan,
traspasaba a Margarita una casa en la calle San Antón de dicho lugar, poseída en
(207) A.H.P.A. Protocolo 657 de Vicente Fons, “Poder para pleitos”, 28-7-1752, f. 182r-182v; protocolo 658 de
ídem, “Poder para cobrar y pleito” y “Poder para cobrar”, 9-5-1753 y 17-7-1753, ff. 94r-94v y 153r-153v,
respectivamente; protocolo 659 de ídem, “Poder para pleito”, 7-1-1754, f. 6r-6v; y protocolo 660 de ídem,
“Poder para cobrar”, 21-5-1755, f. 128r-128v.
(208) A.H.P.A. Protocolo 1658 de Onofre Savater, “Protesta de no aceptación” y “Protesta de no pagamiento”,
14-6-1748 y 20-6-1748, ff. 63r-63v y 72r-72v, respectivamente.
(209) A.H.P.A. Protocolo 316 de Francisco Boix Sevillano, “Venta de censo”, 15-5-1747, ff. 135r-137v; y
protocolo 326 de ídem, “Venta de heredad y reconocimiento de censo”, 1-12-1757, ff. 403r-405v.
419
virtud de venta a carta de gracia efectuada por Luis Pastor en diciembre de 1741.
Tres años después, Navarro y su consorte se la venderían al alicantino Francisco
Morelló, quien la enajenaría a la fémina mediante escritura ante el notario José
León, siendo Navarro el que la restituiría por precio de 58 libras pagadas por
mano de su padrastro Luis en dos doblones de 20 libras cada uno, más pesos
duros de plata. En septiembre de 1747, Margarita vendería el citado inmueble a
su antiguo propietario Luis Pastor por precio de 130 libras, las que debían
quedar impuestas a censo redituable al 5 % y redimible en seis iguales pagas
anuales, para percibir los 130 sueldos de pensión en cada día 11 de septiembre
de 1748 en adelante, con calidad de quedar la casa hipotecada al pago del censo
cuya propiedad debía reconocerse por cualquier nuevo poseedor de ella (210).
Finalizando este apunte sobre Margarita referimos que, en julio de 1760,
vendía al tonelero José Bernabeu un solar de fabricar casa estimado en 855
libras y 11 sueldos por escritura ante José Martí, en la cual ofrecía liquidar la
deuda en medio año, razón por la que en enero del siguiente año vendería a la
acreedora 22 tahúllas y 20 brazas de tierra plantadas de viña y algunos árboles,
con su derecho de agua del pantano, situadas en la partida de Llobera y
apreciadas en 993 libras y media satisfechas por la compradora reteniéndose el
total débito del solar, abonando las restantes 137 libras y 19 sueldos en dos
iguales pagas anuales entregadas el 24 de julio de 1762 y 1763. Instantes
después de practicada esta venta, la propietaria arrendaría la tierra adquirida al
vendedor y a Mateo Verdú por tiempo de cuatro años principiados el día de San
Miguel de 1760, con su anual canon de 60 libras pagadas por mitad en las fiestas
de Navidad de 1761 y de San Juan del siguiente año, y así mientras perdurase el
arriendo, no pudiendo los arrendatarios pedir descuento alguno de su pensión
por ningún caso fortuito de piedra, fuego, agua o viento que sucediese durante el
arrendamiento, con más la obligación de cultivar las tierras, viñedos y frutales al
estilo y costumbre de buen labrador (211).
EL PATRIMONIO
Sin las últimas voluntades, excepto el caso de Pedro; pero sobre todo con la
ausencia de los inventarios, división y partición de bienes hereditarios, como
acontece con los fallecidos componentes de este linaje de negociantes, resulta
imposible a priori averiguar en detalle el conjunto de los bienes patrimoniales
poseídos por cada uno de ellos y, menos aún, la masa líquida resultante de su
valoración. Sin embargo, el conocimiento fragmentado de algunos bienes
individuales posibilita la formación de una idea genérica patrimonial
(210) A.H.P.A. Protocolo 316 de Francisco Boix Sevillano, “Retroventa” y “Venta a censo de casa con
hipoteca”, 25-8-1747 y 11-9-1747, ff. 247r-248v y 258r-258v, respectivamente.
(211) A.H.P.A. Protocolo 667 de Vicente Fons, “Venta real” y “Arrendamiento de tierra”, 23-1-1761, ff. 24r-26v
y 27r-28v, respectivamente.
420
propiciando, en algún caso, que nos adentremos en la aventura de cuantificar su
masa monetaria.
Pedro forjaría su hacienda, consolidada durante los últimos cinco años de su
existencia, mediante la adquisición de bienes rústicos y urbanos. Centrándonos
en estos últimos, y al margen de su propio domicilio familiar en la calle
Labradores, las escasas posesiones de bienes raíces en la ciudad serían
conseguidas como consecuencia de la cobranza de créditos resultantes de las
ventas al fiado, aunque en enero de 1715 compraba a los consortes Melchor
Martí y Josefa Blasco una casa de su propiedad en la calle de la Balseta, arrabal
de San Francisco, valorada en 600 libras comprendido el gravamen de un censo
de 400 libras con su pensión anual al 5 % pagada en cada día 29 de octubre,
impuesto por los vendedores a favor del convento de la Santísima Faz mediante
escritura ante Casimiro Diego Tredos en octubre de 1698. Al fallecimiento de
Pedro, este inmueble sería adjudicado en 1724 a su viuda Luisa Antonia como
parte de su dote y gananciales; pero, pasados quince años, el censualista instaría
autos ejecutivos ante el notario del juzgado Vicente Navarro Pastor contra este
bien de los censatarios, como especial hipoteca del censo y pensiones
devengadas hasta 1726, a cuyos autos se opondría Luis como actual marido de la
adjudicataria y, contra la desfavorable sentencia del juzgado de la ciudad,
interpondría apelación ante la Audiencia de Valencia que resolvería, en julio de
1741, condenando al opositor al reconocimiento del censo con pago de las
pensiones vencidas y que venciesen, o que dimitiese la especial hipoteca del
mismo con reserva de su derecho sobre las mejoras efectuadas en dicha casa.
Notificada la resolución del tribunal superior, el condenado no realizaba la
renuncia en el término prescrito, librándose real provisión ejecutiva por nueve
pensiones y media, en cuya situación fallecía Luisa Antonia pasando su derecho
a sus herederos hijos que facultarían de palabra a su padrastro y a Bernardo
Bertholón para conferenciar con el apoderado del censualista, lo cual acontecía
en enero de 1743 en presencia del abogado y regidor Antonio Colomina,
conviniendo que, a pesar de haber finalizado el tiempo de la dimisión y estar en
el del pago, se admitiría aquella por el citado convento con la condición de ser la
renuncia de los frutos que no se pedirían a los hermanos por sus derechos, pero
tampoco éstos debían pretender ninguna mejora, acordando justipreciar la casa
por expertos que la valorarían en 313 libras y 15 sueldos que pasarían al
convento en parte del pago de su crédito, el cual vendía por la dicha cantidad al
tratante José Martínez Armengol, en enero de 1744 ante Juan Galdó, sus
derechos para que la dimisión de la casa se hiciese directamente a este
comprador. Los hermanos cumplirían lo convenido en julio de ese año, y dos
días más tarde el convento ratificaba la dimisión mediante escritura de laudo
(212).
En febrero de 1719,Pedro hacía venta real al doctor Bartolomé Juan, presbítero
(212) A.H.P.A. Protocolo 1773 de Antonio García, “Dimisión de casa” y “Escritura de laudo”, 22-7-1744 y 24-
7-1744, ff. 131r-135v y 143r-145v, respectivamente
421
de la parroquial de la villa de Elda, de media casa propia situada en la calle que
baja de la Hoya de abajo al Portal del Ángel de dicha villa, que obtuvo por
permuta con la mitad de otra casa poseída en la villa de Monóvar, siendo dueño
de la otra mitad el eldense Pedro Amat, que ambos compraron a los hermanos
Blanes en cantidad de 300 libras por escritura ante Damián Cortés en mayo de
1711 previa licencia de Antonio Ochoa Brotons, gobernador de Monóvar y
procurador general del señor de ella, vendiendo su mitad por precio de 100
libras retenidas por el comprador para el pago anual del pecho o censo perpetuo
a Su Majestad (213).
Las inversiones del marsellés en la adquisición de tierras tampoco serían
frecuentes, pues no se le reconoce otra finca rural distinta a la de Boñany que le
permitiría convertirse en cosechero y participar así, por poco tiempo, en la
comercialización de sus propios vinos. La preferencia rústica del negociante no
sería la tierra, si no un bien más escaso y pujante que esta: el agua de riego.
En la fiesta de San Miguel de 1717 adquiría de Feliciano Baeza medio hilo de
agua de riego apreciada en 200 libras, propia del labrador de San Juan que había
comprado a retroventa un cuarto a Caterina Pastor por escritura ante Tomás
Lapuente en noviembre de 1695 y haberle adquirido, cuatro años después, el
derecho de carta de gracia ante su difunto marido Sebastián Poveda, cuyo
cuarto regaba en la martava del primer lunes de noche estando anotado en la
giradora a nombre del vendedor con el número 28; y el otro cuarto, propio de la
herencia de su padre Tomás Baeza, que lo compraba en diciembre de 1641 de
Ana Planelles mediante escritura ante Juan Bautista Carbonell, siendo asentado
en el libro de gobierno de las aguas con el número 258 a favor de su progenitor
por Ginés Arcayna el día de Nochebuena, regando en la tanda del tercer martes
de día (214).
Pasados quince meses, volvería a comprar de Juan Senia, su colega en la
familiatura de San Juan, media hora de agua vieja discurrente por la acequia
mayor de la huerta de la ciudad, anotada en el libro del cequiero en el último
martes de noche y estimada en 140 libras, siendo propia del vendedor por
haberla comprado a carta de gracia del ciudadano José Riera y hermanos, ante el
notario de Muchamiel Mateo Verdú en abril de 1694 ante quien también
compraría el derecho de retroventa, según constaba en la escritura de diciembre
de 1696 ante José Garriga, notario ante quien Francisco Riera padre la vendía en
abril de 1683 al generoso Cristóbal Martínez de Vera, Baile de la ciudad, cuyo
hijo Pablo, que asimismo desempeñaría dicho cargo, la retrovendía a los
hermanos Riera ante el susodicho fedatario público (215).
En el mes de febrero de su postrer año de vida, Pedro compraría otra media
hora de agua al ciudadano de San Juan José Planelles, a la sazón residente en la
(213) A.H.P.A. Protocolo 444 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Venta real de casa”, 25-2-1719, ff. 118r-121v. La
media casa propia de Pedro Amat sería también vendida a Juan Bautista Abril en los primeros días de octubre de
1715 mediante escritura ante Juan Mateo Grau.
(214) A.H.P.A. Protocolo 443 de ídem., “Venta real de agua”, 29-9-1717, ff. 459r-461v.
(215) A.H.P.A. Protocolo 444 de ídem., “Venta de agua”, 12-1-1719, ff. 15r-18v.
422
villa de Ibi, como heredero universal de su hermano mosén Bautista Planelles,
valorada en 133 libras, 6 sueldos y 8 dineros pagados de contado por el
comprador, cuya compra manifestaba públicamente el vendedor al mes siguiente
para que se registrase en la giradora a nombre de su nuevo propietario. Pasados
dos meses, a principios de abril, efectuaba el negociante la última adquisición de
agua comprando por 110 libras un cuarto de hilo a Nicolás Jofriu, de
Muchamiel, anotado en el libro de gobierno con el número 198 en la tanda del
segundo viernes de día (216).
A su muerte acaecida en enero de 1720, se practicaría judicial inventario de
los bienes, efectos, caudales, créditos, derechos y acciones del negociante que
sería entregado a la viuda, privacidad causante de la no localización del
documento, procediendo a la división y partición ejecutada por Juan Domingo
Corsiniani y Pedro González, abogados contadores nombrados por las partes
interesadas, quienes formarían las respectivas hijuelas de las que sólo
conocemos el montante de la perteneciente a su hijo José, que alcanzaba las
35.539 libras, 14 sueldos y 7 dineros conformado por su haber del capital de
21.000 libras a que, supuestamente, ascendían los efectos y caudales de su
compañía de comercio y negocios, más la mejora del tercio y remanente del
quinto de los bienes, créditos, derechos y acciones incluidos en la mitad de los
gananciales de su difunto progenitor, que cuantificados alcanzarían poco más de
44.000 libras y cuyo total de gananciales llegaría en torno a las 88.500 libras, las
que sumadas a las 21.000 libras posibilitan cifrar el capital patrimonial del
negociante marsellés en unas 110.000 libras (217).
Las preferencias inversoras de Luis también se centrarían en el ámbito rural
desde los finales años de la década de los veinte, no reconociéndole la
documentación ninguna otra posesión urbana distinta a su vivienda habitual en
la calle de los Ángeles, ya que una casa propia en la valenciana villa de
Onteniente, adquirida por impago de deudas y gravada con 5 sueldos anuales de
censo, luismo y fadiga, intentaría venderla facultando con este propósito al
sacerdote jesuita Severino Claret (218).
Cumpliendo su inversora predilección, en la primavera de 1729 compraba a
Quiteria Tomás, viuda del cordonero Miguel Campos, una pieza de 2 tahúllas,
media cuarta y 4 brazas de tierra plantada de viña sita en la partida de Valensí y
valorada a 50 libras la tahúlla, cuyo importe fue abonado de contado por el
negociante quien, en diciembre de ese año, adquiría de José Gozálbez otras 5
tahúllas y 250 brazas de tierra huerta con algunas higueras en la misma citada
partida, gravadas con un censo redimible de 50 libras y anua pensión al 5 %
pagadera en cada mes de junio a favor del monasterio y convento de la Santa
Faz, por precio de 239 libras, 1 sueldo y 3 dineros aminorado en el capital del
censo retenido por el comprador, mientras el labrador de Muchamiel aseguraba
(216) A.H.P.A. Protocolo 444 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Venta de agua”, 7-2-1719, 15-3-1719 y 3-4-1719,
ff. 70r-74v, 136r-140v y 165r-167v, respectivamente.
(217) A.H.P.A. Protocolo 448 de ídem., “Carta de pago”, 11-4-1724, ff. 163r-164v.
(218) A.H.P.A. Protocolo 797 de Antonio García, “Poder para vender”, 20-7-1733, ff. 341r-342v.
423
esta venta hipotecando 6 tahúllas y media de tierra huerta en la misma partida
lindantes con tierras de Luis, más otras 36 tahúllas plantadas de viñedo en la
partida de Benitía del particular término de dicha villa (219).
Dos años después, el negociante vendería a Francisco Pastor una tahúlla y 26
brazas de viñedo situadas en los Llanos de la antedicha villa, apreciadas en 65
libras pagadas de contado por el comprador, propias del negociante que en julio
de 1730, por escritura ante Bernabé Monte, las había adquirido del doctor
Francisco Sirera quien, a su vez, dos años antes las había comprado de José
Pastor ante el mismo notario. Antes de finalizar el año 1731, Luis arrendaba a
Adrián Lledó la pieza de tierra comprada a la viuda Quiteria por tiempo de
nueve años, desde San Miguel de ese año hasta la misma festividad de 1740, al
canon anual de 9 libras y cuyo montante de 81 libras fueron pagadas
anticipadamente por el arrendatario que, además, aceptaría las tres habituales
condiciones impuestas por el arrendador (220).
En los iniciales días de abril de ese mismo año, el negociante declaraba
parcialmente los bienes poseídos consistentes en su vivienda familiar no
valorada, argumentando que en caso de alquiler pagarían unos 60 pesos
expresando, sin embargo, los gravámenes de un censo de 400 libras y anual
pensión 20 libras a favor del convento de la Santísima Faz, más otros dos censos
a favor de la iglesia colegial de San Nicolás con 100 libras de capital y 5 libras
de rédito anual. También manifestaba ser censualista de la ciudad con renta
anual de 50 libras, deduciéndose por ello que el principal del censo ascendía a
1.000 libras. Sobre los negocios de comercio se remitía a los libros de la
Aduana, mientras respecto a los de tierra aducía que “siendo inciertos los que se
pueden hacer, no es fácil hacer ningún juicio”. Esta expresión, junto con el resto
de la declaración jurada cuya finalidad era de carácter fiscal, resulta reveladora
de un elevado índice de ocultación – aspecto abordado en otro capítulo del
trabajo obviando aquí su reiteración –, hasta tal extremo que el receptor notario
le demandaba expresar el valor de sus propiedades, motivando dos años después
otra declaración complementaria a esta donde la única novedad consistía en
apreciar su casa en unas 1.200 libras. Mayor verosimilitud mostraba su relación
sobre los bienes propios de su consorte Luisa Antonia, consistentes en un censo
de 25 libras de rédito anual satisfecho por Juan Bautista Sancho que la
censualista había heredado de sus difuntos padre y hermano (221), otro de anua
pensión 16 libras satisfecha por Pedro Doménech, más las 20 libras del alquiler
de la casa sita en la calle de la Balseta. De los propios de su hijastra Margarita,
(219) A.H.P.A. Protocolo 900 de Francisco Hernández, “Venta real de tierra”, 12-4-1729, ff. 35r-36v; y
protocolo 1576 de Vicente Rovira, “Venta real de tierra”, 9-12-1729, ff. 261r-263v.
(220) A.H.P.A. Protocolo 796 de Antonio García, “Venta de tierra” y “Arrendamiento de tierra”, 13-2-1731 y
20-11-1731, ff. 70r-72v y 389r-390v, respectivamente.
(221) A.H.P.A. Protocolo 1054 de Francisco Linares, “Reconocimiento de censo”, 23-5-1729, ff. 27r-28v. El
censatario poseía una casa con accesoria en la calle de la Pelota, heredada de su padre y gravada por éste con un
censo de 500 libras y anua pensión 500 sueldos en cada día 7 de marzo a favor de Roque Cerdá que, a su muerte,
pasaría a su presbítero y canónigo hijo Luis y, al fallecimiento de éste, lo heredaría su hermana Luisa Antonia,
esposa del negociante.
424
sólo mencionaba un censo sobre la ciudad redituable en 120 libras, 11 sueldos y
3 dineros y que, en la citada declaración complementaria, especificaría su capital
de 2.417 libras y 5 sueldos; mientras manifestaba que los bienes de su cuñada
Antonia Cerdá, residente en Valencia, se componían de tres casas y una
accesoria que cada año producían una global utilidad de 134 libras, pero
abonando una renta anual de 9 libras a Alfonsa Pascual y otra de 10 libras al
convento de Santo Domingo (222).
Sorprende que en parte alguna mencione el negociante a su finca de la partida
del Conchell, la cual le permitía su condición de cosechero, más aún cuando en
el Vecindario de 1733 aparecería con unas ganancias de 249 libras, 2 sueldos y
10 dineros sin disponer de ninguna propiedad ni renta, mientras en el Padrón
confeccionado en el siguiente año figuraría con 4.650 libras en posesiones que le
proporcionarían una anual renta de 170 libras, 17 sueldos y 3 dineros (223).
La penúltima compra de tierras realizada por Luis data de febrero de 1737,
teniendo su origen en un largo pleito por deudas y el empleo de un testaferro. A
mediados de diciembre de 1733, instaba causa ejecutiva por 120 libras contra los
esposos de San Juan Carlos Pastor de la Llosa y Antonia Urios, demandando su
pago que se remataba en 4 tahúllas y una braza de tierra de viñedo. Pero
acusados los deudores de rebeldía, el Alcalde mayor de la ciudad Juan Miguel
Díez, abogado de los Reales Consejos y agente fiscal en el de Indias,
pronunciaba sentencia de remate en julio de 1735 y, en agosto del siguiente año,
el carpintero Francisco Mira haría postura de 41 libras la tahúlla con un global
montante de 164 libras, 3 sueldos y 2 dineros, presentando por su fiador al
tratante José Binera, estrecho colaborador de los Lombardón. Pasados cinco
meses, en enero de 1737, se practicaría la venta judicial de dicha pieza de tierra,
gravada con un censo de 80 libras y pensión anual 80 sueldos pagados el día de
San Miguel al Real Colegio de los jesuitas, a favor del postor que un mes más
tarde la vendería al negociante por el precio de la citada postura rebajada en el
capital del censo (224).
En septiembre de ese mismo año, Luis practicaría la única compra de agua a la
viuda Matilde Gozálbez y a su ciudadano hijo Francisco Berenguer, quienes le
vendían a carta de gracia un cuarto de hilo discurrente por la acequia mayor de
riego o del Concejo, anotado en el libro de gobierno o giradora con el número 93
en la tanda del primer viernes de noche, más medio cuarto de hora de agua
inscrito en la martava del segundo viernes de noche bajo el número 206,
apreciado todo en 125 pesos pagados de contado, con calidad de que siempre y
cuando los vendedores reintegrasen al comprador el precio de esta venta, éste
debe recibirlo otorgando escritura de retroventa entendida de San Miguel a San
(222) A.M.A. Arm. 7, Lib. 3, “Relaciones juradas de Luis Lombardón, 6-4-1731 y 4-12-1733”.
(223) A.M.A. Arm. 7, Lib. 4, “Vecindario de 1733 ejecutado por Francisco Hernández…” y “Vecindario
íntegro… Año 1734”. Ambos recuentos fueron ordenados por el Intendente Francisco Salvador de Pineda.
(224) A.H.P.A. Protocolo 800 de Antonio García, “Fianza”, 30-8-1736, f. 256r-256v; y protocolo 801 de ídem,
“Venta judicial de tierra “ y “Venta real de tierra”, 11-1-1737 y 18-2-1737, ff. 25r-32v y 47r-49v,
respectivamente.
425
Miguel, fiesta en que comenzaban las tandas del año en cuyo transcurso
variaban los precios del líquido elemento (225).
Dos años después efectuaba la última adquisición de tierras conocida,
comprando del labrador José Juan 4 jornales de arar en la partida de los
Balsares, y otros 8 jornales de tierra de las mismas características situados en la
partida de Estopoza, ambas en el término de la villa de Elche, cuyas dos piezas
de secano de pan sembrar enajenaría cinco meses después al mismo vendedor
que, en unión de su hermano y fiador Félix Juan, ofrecían satisfacer las 105
libras y media del precio de venta en seis iguales pagas anuales, abonadas desde
la fiesta de San Juan de 1741 en adelante hasta cancelar la deuda (226).
La formación del patrimonio de José principiaba en 1724 con la recepción de
su parte de la herencia paterna valorada en poco más de 35.539 libras, y entre
cuyos bienes se hallaba la casa de la calle Labradores convertida desde entonces
en su vivienda habitual. Pasados tres años, el dinero efectivo de esa herencia le
posibilitaba adquirir de la villa de Elda una tahúlla de tierra huerta con su pecho
y agua en la partida de los Dos Puentes; otra tahúlla y media de tierra de la
misma calidad y condición perteneciente otrora a Luis Juan, y tres cuartas
tahúllas de tierra huerta con su tributo y agua en la partida de la ermita de San
Blas, que habían pertenecido a Ginés Rico, tierras que dos años más tarde
vendería al labrador eldense José Vidal por precio de 126 libras, cantidad que el
comprador debía liquidar con una paga de 32 libras en efectivo o su valor en
aceite entregado durante la Cuaresma de 1730, haciendo cesión a favor del
vendedor de las 94 libras restantes en su derecho contra Tomás Torregrosa,
Antonia Sival y el abogado Juan Bautista Sival para su cobranza de éstos.
Asimismo, José había comprado a su propietario Juan Ángel Amat una casa
situada en la calle del Mesón de dicha villa, la que pretendía vender un lustro
después, a cuyo fin facultaba al procurador José Izquierdo finalizando el año
1732 (227), pasado el cual este inmueble no figuraría en su declaración jurada
realizada en abril de 1733, donde sólo manifiesta como bien propio su domicilio
valorado en 7.000 libras que podría rentar 150 libras de alquiler, estando
gravado con 5 sueldos anuales a favor del obispo y cabildo de Orihuela por el
señorío directo sobre su casa. Añadía que de su comercio por mar se remitía a
los libros de la administración aduanera, previniendo que de la mayor porción
resultante, así de entradas como de salidas, existían 4.000 libras de comisión
siendo el resto capital propio, para concluir diciendo que con respecto a los
tratos y negocios de tierra no había hecho ninguno. Bien poco o nada se
esforzarían las autoridades locales en indagar la veracidad de lo declarado bajo
juramento, pues se limitarían a reflejar literalmente en los antedichos padrones
(225) A.H.P.A. Protocolo 801 de Antonio García, “Venta condicional de agua “, 17-9-1737, ff. 192r-195r.
(226) A.H.P.A. Protocolo 311 de Francisco Boix Sevillano, “Venta de tierras y obligación”, 3-5-1740, ff. 148r-
150v.
(227) A.H.P.A. Protocolo 900 de Francisco Hernández, “Venta real de tierras, poder y cesión”, 26-8-1729, ff.
88r-89v; y protocolo 903 de ídem, “Poder para vender”, 31-12-1732, f. 193r-195v. El negociante adquiría estas
tierras el 25 de agosto de 1727 mediante escritura ante el notario de dicha villa Antonio Monllor.
426
municipales los bienes valorados por el propio interesado con una ligera
variación a la baja, puesto que en el de 1733 le otorgaban 6.995 libras en
propiedades que producían una renta anual de 319 libras y 14 sueldos,
obteniendo unos gananciales de 247 libras, 7 sueldos y 2 dineros; mientras el de
1734, le asignaba 7.000 libras en posesiones que generaban al año 180 libras de
renta líquida (228).
Hacia mediados de la década de los treinta, José realizaría inversiones en la
compra de agua de riego. Así, en agosto de 1736, adquiría al señor de
Formentera del Segura, Nicolás Pérez de Sarrió, dos hilos de agua, componentes
de los 16 añadidos a los que formaban el turno de veintiún días para que su
venta coadyuvase a reparar la rotura del pantano de Tibi, que fueron rematados y
vendidos judicialmente once meses atrás ante Adrián Cazorla; uno, el cuarto de
los 16, designado con la letra D a favor del abogado y regidor Juan Bautista
Vergara Paravecino que lo traspasaba al vendedor, y el otro, el décimo tercero
de los 16, cuya venta judicial y reconocimiento se practicaba en septiembre de
1735 ante el citado notario, con el derecho de retroventa en los casos y tiempos
prevenidos en las pertinentes Reales Ordenes, siendo el precio de venta
estipulado de 1.000 pesos de a 8 reales de plata antigua con pacto de retroventa.
Trece días más tarde compraba, también con la misma condición, a su cuñado
Bernardo Bertholón por 250 pesos medio hilo de agua compuesto por media
hora en la tanda del primer lunes de noche, que fue vendida en forma de dos
cuartos a mosén Francisco Bertholón por José Gozálbez en marzo y diciembre
de 1713, más un cuarto de hora en la tanda del tercer domingo de día anotado en
la giradora con el número 227, vendido asimismo a su sacerdote tío por Ana
Mencia Torregrosa en diciembre de 1714, cuyas tres escrituras de venta pasaron
ante Juan Bautista Morato. Y por declaración efectuada en noviembre de 1720
ante el ya difunto notario Vicente Cerdá y Sevillano, el citado presbítero
expresaba que dicha agua, más otras porciones hasta en cantidad de 3 hilos y un
cuarto que le habían vendido, no era de su propiedad, sino perteneciente a la
herencia de su difunto hermano Bernardo, padre del vendedor, y a su hermana
Pelegra Bertholón en cantidad de un hilo y un cuarto, razón por la que los
restantes 2 hilos pasarían, mediante la división y partición hereditaria hecha en
enero de 1733 ante José Segura, a manos de Francisca Antonia Mora Moxica,
madre del vendedor, que en unión con su cuñada harían donación de dicha agua
al vendedor (229).
También hay constancia de su compra a los herederos de Nicolasa Bertholón
de una casa con su almacén, que pisaba una sobre el otro, situada en la calle
Bavel del arrabal de San Francisco mediante escritura ante Dionisio Morato,
inmueble que vendería en agosto de 1753 al tratante José Portes por precio de
629 libras, satisfechas con una paga de 379 libras de contado y las 250 restantes
(228) A.M.A. Arm. 7, Lib. 3, “Relación jurada de Pedro José Lombardón, 6-4-1731”; y Arm. 7, Lib. 4,
“Vecindario… Años 1733 y 1734”.
(229) A.H.P.A. Protocolo 800 de Antonio García, “Venta condicional” y “Retroventa de agua”, 25-8-1736 y 7-
9-1736, ff. 245r-248v y 270r-273r, respectivamente.
427
abonadas de una vez por todo octubre del siguiente año, pero que el tratante
liquidaría en enero de 1755, meses antes de acontecer la muerte de José (230).
Por último, antes de finalizar la década de los cuarenta, compraría en el
término de Muchamiel un molino harinero llamado de Monserrate, de una sola
piedra con todos sus arreos corrientes y tierras anexas plantadas de almendros,
gravado con un censo de 252 libras y media redituables al 5 % cada día 9 de
enero a favor del ciudadano dianense Francisco Tomás Gavilá Martorell, cuyo
apoderado José Verdú cobraría del negociante 37 libras, 15 sueldos y 4 dineros
en mayo de 1753; esto es, 19 libras, 9 sueldos y 3 dineros por las pensiones y
prorratas vencidas hasta el día 24 de julio de 1750, fecha en la que una Real
Orden de Fernando VI rebajaría del 5 al 3 % el interés de los censos, y 18 libras,
6 sueldos y 1 dinero por las vencidas desde el siguiente día hasta el 9 de enero
de 1753. Un mes más tarde, José precisaría comprar de Josefa María Doménech,
viuda de Gaspar Poveda, una cuarta de tahúlla de su propia finca lindante con la
acequia mayor de riego de la huerta, a fin de que el comprador pudiese
encaminar y transitar por ella el agua en derechura a su molino, debido a que el
rigor de las aguas pluviales habían producido algunos derribos, de modo que
impedían guiar y correr las aguas al molino a no ser por dicha cuarta de tierra,
que sería vendida por 15 libras pagadas de contado.
Pasados diez días de haber satisfecho las citadas pensiones, arrendaría el
molino al alicantino Antonio Vicent, quien presentaba por su fiador a su
homónimo padre, por tiempo de cinco años obligatorios principiados el día 4 de
marzo de 1753 y perdurando hasta otro tal día y mes de 1758, arriendo que no
vería finalizado el arrendador a causa de su defunción, al precio anual de 180
libras pagadas por tercias anticipadas e imponiendo media docena de
condiciones aceptadas por el arrendatario y su fiador, confesando haber cobrado
60 libras de la primera tercia por los siguientes conceptos y cantidades: del corte
de los tablones utilizados en la presa del agua, 14 libras y 11 sueldos; del precio
de la cuarta de tahúlla de tierra comprada a la viuda más la gratificación por la
conducción del agua, 19 libras; de la limpieza de toda la acequia del molino
realizada por otros arrendatarios, 10 libras; y, finalmente, en dinero efectivo a
cumplimiento de esta tercia, 16 libras y 9 sueldos (231).
(230) A.H.P.A. Protocolo 658 de Vicente Fons, “Venta real de casa con almacén”, 8-8-1753, ff. 162r-164v; y
protocolo 660 de ídem, “Carta de pago”, 28-1.1755, f. 32r-32v.
(231) A.H.P.A. Ibid., “Carta de pago”, “Venta real de tierra” y “Arrendamiento”, 13-5-1753, 19-2-1753 y 25-5-
1753, ff. 100r-100v, 49r-50v y 110r-111v, respectivamente. Las seis condiciones fijadas en el contrato de
arrendamiento fueron las siguientes: 1ª.- Que el arrendatario y su fiador no pedirán rebaja ni descuento alguno
del precio convenido bajo ninguna circunstancia. 2ª.- Que al finalizar el arriendo, dejarán la acequia y molino
corrientes para poder moler, según una y otro se les entrega. 3ª.- Que será por cuenta del arrendatario cualquier
obra para la conservación de la casa, siempre que no excedan de 20 dineros, y a costa del arrendador levantar
cualquier derrumbe de la acequia. 4ª.- Que las tierras anexas al molino han de cultivarse a uso y estilo de buen
labrador, sin poder sembrar barrilla en ellas. 5ª.- Que si algún árbol de las tierras anexas se secase, no lo podrán
cortar ni arrancar sin permiso del arrendador, quien como dueño dará otro pie para que lo planten en su lugar.
6ª.- Que dejarán el molino corriente como se le entrega al presente y, en su defecto, serán los gastos y costas de
sus reparos a cargo y cuenta del arrendatario y su fiador.
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LAS REDES FAMILIARES: D. FRANCISCO MARABEUF Y
BEAUMANOIR
Nos hallamos, sin ninguna duda, ante el más sagaz y sobresaliente hombre de
negocios, tanto nacional como extranjero, residenciado en la ciudad de Alicante
durante la primera mitad del siglo XVIII y, probablemente, a lo largo de todo el
Setecientos alicantino, pues fue el único que consiguió colmar la máxima
aspiración de la burguesía, en general, y específicamente de la comercial en este
caso particular: alcanzar y gozar el “modus vivendi” del estamento nobiliario
local; es decir, poseer la preeminencia social propia de la nobleza, en cuya clase
de los caballeros llegaría a integrarse, obtener ciertas prerrogativas regias y, al
igual que la nobleza titulada, vivir de las rentas.
En consecuencia, considerando a este personaje como el paradigma de los
negociantes alicantinos de su tiempo, hemos singularizado esta circunstancia
anteponiendo con propiedad, siguiendo la mentalidad de la época, el distintivo
de don a su nombre.
Ahora bien, ¿cómo consiguió situarse en esa privilegiada posición nobiliaria?.
En las siguientes páginas intentaremos dar respuesta a esta trascendental
cuestión, comenzando por su trayectoria vital y familiar.
Originario de la provincia francesa de Bretaña, en cuya villa de San Lormel,
perteneciente al obispado de Brieuc, nacía un once de abril de 1687 el
primogénito del matrimonio formado por don Francisco Marabeuf y Aragón y
doña Oliva de Beaumanoir quienes, además, tendrían a su hija Oliva y a su otro
hijo Marcos, si bien éste último nacería en la cercana ciudad portuaria de Saint
Maló y, con el devenir de los años, se trasladaría a París fijando allí su
residencia.
Por su parte, Francisco Marabeuf y Beaumanoir – en adelante Marabeuf (1) –,
se emanciparía con apenas veinte años, emprendiendo la aventura migratoria en
busca de hacer fortuna en España mediante el ejercicio de actividades
mercantiles en los centros marítimo-comerciales del litoral mediterráneo
peninsular. Acaso su original intención fuera recabar en Alicante, uno de los
centros portuarios más dinámicos del momento; pero, teniendo noticias de la
inestabilidad e inseguridad imperantes en todo el territorio del reino de Valencia
a causa de las acciones bélicas derivadas del conflicto sucesorio, se detuvo de
manera temporal en el Principado de Cataluña, en donde aparece localizado en
1707 residiendo en la tarraconense villa de Ulldecona, prácticamente limítrofe
con las tierras valencianas de la provincia de Castellón (2).
(1) La documentación, de forma abrumadora, identifica a este personaje con el apellido Marabeuf, el que él
mismo usa para signarlos. Sin embargo, a partir de finales de la secular década de los años treinta aparece
modificado en bastantes actas notariales, sobre todo en las testamentarias y codicilares, al omitir una vocal
intermedia quedando reducido a Marbeuf, que sería en adelante el más frecuente utilizado por él y por su
descendencia. No obstante, hemos optado por mantener el original dado su mayor período temporal de uso.
(2) En el año 1716 manifestaba que, hallándose en dicha villa, hizo un modesto préstamo al alicantino Basilio
Mancebón. A.H.P.A. Protocolo 783 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 23-5-1716, ff. 126r-127v.
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La pacificación, dos años más tarde, del territorio alicantino con su capital por
la fuerza de las armas del Caballero D´Asfeld, unido al desplazamiento hacia
tierras catalanas de la resolución armada de la Guerra, serían las causas
motivadoras del traslado de Marabeuf hacia los centros costeros más
meridionales y seguros hasta, finalmente, llegar a Alicante en donde se asentaría
definitiva y permanentemente, constituyendo uno de los pioneros de la escasa
inmigración de negociantes bretones a esta ciudad a lo largo de toda la centuria
dieciochesca (3).
Negociante de puerta cerrada o mayorista desde el principio y residiendo en un
inmueble de la calle Postiguet – actual Gravina –, no pasaría mucho tiempo,
apenas dos años, antes de contraer matrimonio el día 4 de noviembre de
1711con una doncella alicantina. Ella era Francisca María Soler y Soriano, hija
del también negociante valenciano de puerta abierta o minorista Esteban Soler,
natural de la villa de Agullent, y de la alicantina Feliciana Soriano, siendo la
menor de cuatro hermanos (4). Sus padres la dotarían con 2.000 libras a cuenta
(3) El profesor Giménez López, que pudo indagar algo en los archivos parroquiales de la ciudad, contabiliza en
los libros de desposorios de San Nicolás a tan sólo 4 cónyuges bretones para un período de 60 años, el
comprendido entre los años de 1709 y 1769, siendo dos de ellos nuestro personaje y su hermana. Vid. Giménez
López, E., Alicante en el siglo XVIII. Economía de una ciudad portuaria en el Antiguo Régimen. Valencia,
1981, p. 68.
(4) Estos consortes tuvieron a Nicolás, fallecido ya en 1725; Teodora, casada con el negociante genovés Pedro
Antonio de Risso; Vicente, doctor en ambos derechos que moriría en la década de los años treinta, y a Francisca
María. La familia Soler-Soriano residió en la calle de los Ángeles hasta mediados de 1713, en una casa
confiscada al ciudadano Cirilo Pérez y adjudicada al mercader como garantía hipotecaria de un crédito de 750
libras, generado en 1705 por la venta de pimienta y en parte de la remuneración de las pérdidas padecidas con la
guerra. Antes de finalizar el año de 1713, esta familia trasladaría su definitiva residencia a la calle Teatinos,
llamada también de San Francisco Javier o de los jesuitas, donde Esteban instalaría su tienda de venta detallista.
Viudo desde 1717, redactaba sus últimas voluntades en 1725 en las que estipulaba ser sepultado en el convento
de San Agustín amortajado con el hábito de San Francisco de Asís, mandando celebrar 820 misas de réquiem
distribuidas entre las parroquias de San Nicolás (270) y de Santa María (100), así como en los conventos de San
Francisco (100), del Carmen (110), de San Agustín (120), y del Rosario (120). Tras designar por albaceas a su
yerno Marabeuf y a su hijo Vicente, manifiesta las donaciones otorgadas a sus hijos destacando la dote de 400
libras a Teodora, más otras 1.000 libras efectivas prestadas a su marido que nunca las reintegró, amén del dinero
que suministraba a su viuda hija para su manutención y la de su familia; la dote de Francisca María, así como las
220 libras entregadas a su hijo Vicente, cantidad en que resultó alcanzado de la administración de las arcas y
rentas de la ciudad durante el tiempo en el que el testador fue nombrado depositario de ella. Prosigue declarando
adeudar 1.274 libras, 3 sueldos y 2 dineros a Marabeuf para que las satisfagan sus herederos, mandándoles que
cobren sus créditos constatados en los libros de su negociación. Lega a su homónimo nieto Esteban Soler, hijo de
Vicente, la cantidad de 400 libras por una sola vez, legando también 25 libras a los cónyuges Francisco
Carbonell y María Plá, sus domésticos sirvientes. A su nieto mosén Pedro Antonio de Risso, con el fin de
obtener las sagradas órdenes, le haría donación vitalicia del usufructo y renta de un censo de 2.000 libras con su
anual interés de 8 dineros por libra ó 3´3% satisfecha por su natalicia villa de Agullent. Nombra por sus
herederos a sus hijos vivos y a su nieto Manuel Soler, hijo del difunto Nicolás, a quien mejora con el tercio y
remanente del quinto que señala sobre la casa familiar de la calle San Francisco Javier, además de asignarle por
su tutor y curador, dada su minoría de edad y para cuando llegue su muerte, a su yerno y tío Marabeuf. El
testador fallecía un trienio después, durante el otoño de 1728; pero al parecer los bienes hereditarios motivaron
ciertas dificultades, puesto que en junio de 1730 los hermanos Vicente, Francisca María y Teodora, cuyo marido
se hallaba “ausente y legítimamente retraído”, autorizaban litigios al procurador Francisco de Santisteban. La
cuestión resultaría compleja dilatándose los procesos judiciales de modo que, un lustro más tarde,eran Marabeuf,
en representación de su consorte, Vicente y Manuel Soler quienes, como herederos de sus padres y abuelos,
facultaban a Juan Bautista Pérez para todas las causas pendientes y las que de nuevo se suscitasen, ratificándolo
cinco meses después.
A.M.A. Arm. 7, Lib. 2, “Repartimiento del Cuartel, años 1712-174” y “Repartimiento del Equivalente, años
1718-1728”. A.H.P.A. Protocolo 627 y 629 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Testamento” y “Restitución de
430
de su legítima como ayuda para sostener las cargas matrimoniales, prometiendo
satisfacer la cantidad con el entrego de 1.000 libras en joyas de oro y plata y
dinero después de haberse consumado los esponsales, y otras 1.000 libras
pagaderas en el plazo de dos años contados desde el efectivo casamiento. Sin
embargo, los suegros del comerciante bretón demorarían el plazo con largueza,
además de incumplir las antedichas cantidades estipuladas en las cartas dotales,
ya que pasados seis años del enlace nupcial confirmaba Marabeuf, mediante
documento público, haber cobrado la total dote de su esposa; pero no en dos
iguales pagas, sino habiendo percibido por un lado 600 libras en alhajas y ropa
de uso y, por otro, 1.600 libras en dinero efectivo (5), igualando de esta manera
la dote y préstamo entregado a su otro yerno Pedro Antonio de Risso.
Por su parte, la aportación matrimonial de capital realizada por el desposado
negociante ascendía a 3.000 libras.
Marabeuf, como la generalidad de los negociantes “en grueso”, realizaría
habituales viajes relacionados con su profesión ejercida a lo largo de 47 años.
Este hecho de tener que ausentarse de Alicante “por importantes negocios”
acontecía, por vez primera después de desposado, en abril de 1717 y temiendo
por su seguridad personal, habida cuenta de los peligrosos imponderables de los
tiempos coincidentes, además, con el ambiente prebélico causado por las expedi-
ciónes contra Cerdeña y Sicilia ejecutadas, la última, por una escuadra formada
en el puerto de la ciudad (6), concedía a su cónyuge la administración de sus
negocios pendientes y futuros con facultad para tratar y contratar los que se
ofrecieren, pudiendo sacar de la Aduana local géneros y mercancías procedentes
de cualquier partes estando en poder de capitanes, patrones u otros que vinieren
a su consignación o a la de otros, vendiéndolas de contado o al fiado por el
precio y tiempo que le pareciese, cobrando las transacciones y pagando los
aranceles, pudiendo hacer cesión y traspaso en trueque de frutos y mercancías
otorgando, a quienes lo tomasen, poder en causa propia para su cobranza. El
desempeño de la gerencia también incluía el poder comprar mercancías, géneros
y frutos de cualquier índole por el precio que concertase, pudiéndolos embarcar
y navegar por cuenta y riesgo del otorgante, tomando cualquier crédito a cambio
marítimo, daño o barate y librando de ello letras de cambio que le obliguen a su
aceptación y pago, así como cobrar cualquier crédito como le pareciese
otorgando los correspondientes finiquitos o usar la vía judicial (7).
Esta concesión, a la vez que confirma una absoluta confianza mutua entre los
esposos, presupone una ausencia prolongada de Marabeuf en un viaje de verda--
casa”, 28-12-1725 y 25-10-1727, ff. 273r-278v y 305r-307v, respectivamente; protocolo 796 de Antonio García,
“Poder para pleito”, 25-6-1730, f. 92r-92v, y protocolo 1651 de Onofre Savater, “Poder para causas”, 29-1-1735
y 11-5-1735, ff. 17r-17v y 119r-120v, respectivamente.
(5) A.H.P.A. Protocolo 784 de Antonio García, “Recepción de dote”, 2- 4 -1717, ff. 47r- 48v.
(6) Alberola Romá, A., “En torno a la política revisionista de Felipe V: Los fletamentos de buques extranjeros en
el puerto de Alicante y su empleo en la expedición a Sicilia del año 1718”, en Aspectos de la vida cotidiana en la
España Moderna (I). Revista de Historia Moderna, nº 10. Anales de la Universidad de Alicante, 1991, pp. 263-
285. La de Cerdeña se realizó en 1717 desde Barcelona con 12 buques de guerra, 100 transportes y 9.000
soldados. Vid. Domínguez Ortiz, A., Sociedad y Estado en el siglo XVIII español. Barcelona, Ariel, 1981, p. 57
(7) A.H.P.A. Protocolo 784 de Antonio García, “Licencia y poder general”, 2- 4 -1717, ff. 49r-52v.
431
dero riesgo para su integridad que le tenía seriamente preocupado, tanto que el
mismo día redactaban ambos su primer testamento conjunto iniciado con la
designación de albacea, nombrando por tal al que de los dos sobreviviese para
que, después de fallecido el primero de ellos, vendiese sus bienes de mejor
calidad y, de su valor, pagase el funeral, entierro, misas y demás obra pía
dispuesta a voluntad del albacea, incluidas las 10 libras de limosna legadas a las
“mandas forzosas” a fin de que se las dividieran entre sí a partes iguales.
Las últimas voluntades prosiguen con la cláusula dolosa, manifestando en ella
su voluntad de pagar con prontitud las deudas si alguna dejasen a su muerte,
para seguidamente expresar sus respectivas aportaciones al matrimonio del que,
hasta entonces, habían nacido sus tres primeros hijos: Francisco José, María
Felicia y Esteban Vicente, todos menores de corta edad , razón por la que
nombraban tutor, curador y administrador de sus personas y bienes al cónyuge
sobreviviente, a quien legaban el usufructo vitalicio de todos los bienes del
consorte fallecido, siempre que permaneciese en el estado de viudedad, cesando
tal beneficio desde el momento que contrajese segundas nupcias y obligándole a
practicar el inventario extrajudicial acostumbrado, aunque se le eximía de rendir
cuentas siempre que durante la tutela y administración permaneciese viudo/a
cuidando de los antedichos menores y sus bienes, pues si se casaba de nuevo
debía de rendir cuentas jurídicas y rigurosas.
Finalmente, la cláusula hereditaria designaba a sus tres mencionados hijos por
sus herederos universales a partes iguales en el remanente de todos sus bienes,
derechos y acciones (8).
Retornado a la ciudad, habiendo superado el episodio viajero sin aparentes
contingencias relevantes, Marabeuf, que tenía formada compañía desde el año
1715, continuaría ocupado en su cotidiano quehacer practicando actividades
comerciales y negocios que, pasados unos pocos años, le habían de proporcionar
un notable prestigio y una importante ascendencia social, no sólo en el ámbito
profesional sino también en el personal y familiar, siendo requerida su
intercesión por unos y otros tendente a gestionar situaciones mediante la
aceptación de apoderamientos, fianzas y albaceazgos de negociantes, marinos,
militares, viudas y allegados, de los que nos ocuparemos más adelante, excepto
el par de ejemplos de muestra referidos a un sobrino y al capitán de un buque.
En abril de 1721, el subdiácono Pedro Antonio de Risso, hijo de su cuñada
Teodora, ante la expectativa de obtener algún beneficio eclesiástico, autorizaba a
su comerciante tío para que llegado el caso pidiese a jueces y demás personas
con derecho la efectiva posesión de la prebenda (9). También el mismo mes y
año, el francés Adrián Boeux Deslondetes, natural de la ciudad de Havre de
Gracia y capitán del navío “El Gabriel Andrés”, le nombraba albacea a fin de
garantizar el justo cobro y reparto hereditario de sus ganancias y bienes, confian
(8) A.H.P.A. Protocolo 784 de Antonio García, “Testamento”, 2- 4 -1717, ff. 53r-55v.
(9) A.H.P.A. Protocolo 912 de Juan Bautista Hernández, “Poder para posesión”, 2- 4 -1721, s/f, contabilizados f.
438r-438v.
432
do en el dominio que de las técnicas contables de la época poseía el negociante
bretón (10).
Superado el último año referenciado y antes de cumplirse el primer cuarto de
la centuria, nuevos y gratos acontecimientos se producirían en la vida personal,
privada y profesional, del negociante. En el año 1722 aumentaba la familia con
el nacimiento de su cuarto hijo, el tercer varón, al que impondrían el nombre de
Marcos en honor de su tío paterno (11). Si feliz fue este hecho en el ámbito
familiar, no lo sería menos el acaecido en el plano personal recién iniciada la
siguiente anualidad y que le posibilitaría alcanzar, a largo plazo, el status
nobiliario, ya que en enero de 1723 se le nombraba “agente de la Sacra Religión
de San Juan de Jerusalén y cónsul de Malta en Alicante”, en cuya condición el
francés Scipión Blanc, patrón del pinque “Jesús, María y José” de 70 toneladas,
armado y con diez tripulantes, hallándose con una orden fechada el día 17 de ese
mes por el Teniente General Excmo. Sr. Frey Pedro Dávila y Guzmán, Baile de
dicha Religión y su embajador en la Villa y Corte de Madrid, fletaba el último
día de enero su embarcación a Marabeuf para realizar un viaje de ida y vuelta a
la isla de Malta, en derechura y sin escala en puerto alguno salvo caso de
extrema necesidad, llevando a bordo “por subdirector” al capitán maltés Pablo
Publio Jaya acompañado de dos criados con más todo su equipaje, cumpliendo
en la navegación y viaje las órdenes que de éste recibiese hasta llegar a la isla,
donde esperaría el tiempo necesario (12).
Los sucesos acontecidos en 1724, contemplados desde la óptica personal y
profesional, tendrían un sabor agridulce. En el aspecto personal y privado
volvería a disfrutar de la felicidad proporcionada por la llegada de su quinto
vástago. En esta ocasión, se trataba de una niña a la que cristianizaron como
Isabel Oliva, aunque habitualmente la nombrarían sólo Oliva en honor de su
abuela y de su tía paterna; pero sobre todo en memoria de la madre de su
progenitor que fallecería en ese mismo año por lo que, muertos sus padres, su
hermana Oliva se trasladaría hasta Alicante para ayudar a su cuñada en la
crianza de sus cinco sobrinos, de edades comprendidas entre los doce y los cero
años, lo cual no significa que no contasen con el cuidado del servicio doméstico
entre el que se hallaban Francisca María Oliver y Jaime Martínez (13).
(10) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Testamento”, 19- 4 -1721, ff. 170r-171v. El marino normando
disponía también ser sepultado sin pompa en la parroquia de Santa María y, sin descendientes directos, legaba a
su consorte Genoveva Lourdes su ropa de uso, alhajas y créditos debidos por su sueldo y salario de capitán,
legando sus bienes raíces a las personas que por derecho les pertenezcan a tenor de la legislación francesa.
(11) A.M.A. Arm. 7, Lib. 8, “Vecindario de todas las personas residentes en esta ciudad y término de Alicante
con expresión de los nombres, edad y número de que se compone cada familia. Año 1754, 27-6”. En este
vecindario-censo se describe que en la calle del Llop está ubicada la casa de don Marcos Marbeuf, quien cuenta
con 32 años de edad, siendo su nombre completo el de Marcos Espíritu Pascal.
(12) A.H.P.A. Protocolo 789 de Antonio García, “Fletamento”, 31-1-1723, ff. 7r-8v. El flete quedaba convenido
por meses que empezarían el 1 de febrero hasta su retorno a Alicante, al precio de 200 pesos mensuales más
otros 10 pesos de capa por una sola vez pagados anticipadamente, debiendo el patrón quedar exento de satisfacer
en Malta cualquier derechos por razón de su llegada, incluyendo los de ancoraje.
(13) A.H.P.A. Protocolos 793 y 797 de Antonio García, “Carta de pago” y “Testamento”, 16-10-1727 y 28-3-
1733, ff. 307r-307v y 99r-101v, respectivamente. Por el primer documento se satisface a Francisca Oliver la
cantidad de 27 libras y media por su soldada como criada hasta cumplir los 20 años, edad en la que dejó el emple
433
Profesionalmente, el año tuvo mejores perspectivas que el del ámbito privado,
pues en el último cuatrimestre de 1723, y habiendo pasado tres años desde que
finalizara su primera compañía de comercio a causa del fallecimiento en 1720 de
su compañero, el marsellés Juan Reynier, confluían las circunstancias propicias
que posibilitaron la aparición en su escenario vital de otro negociante galo,
Pedro Martel, quien tendría trascendental importancia para el comerciante
bretón a todos los niveles y con el que, de manera inmediata, formaría su
segunda y tercera sociedad mercantil. La compenetración entre ambos resultaría
tan absoluta, rápida y efectiva que, en el primer testamento redactado por
Martel, pasados sólo dos años, beneficiaba ya a familiares de su bretón socio.
En sus primeras últimas voluntades, Pedro Martel manifestaba estar sano y ser
uno de los cinco hijos del fallecido Honorato Martel y de su esposa Juana
Constant, nacido en la ciudad de Nimes situada en la provincia del Languedoc,
ordenando para cuando llegase el momento que amortajado con el hábito de San
Agustín fuese sepultado en Santa María, con la pompa de entierro general
mediante la asistencia de las dos parroquias más las cuatro comunidades de
religiosos mendicantes de la ciudad, todas las cuales serían las encargadas de
celebrar las 550 misas rezadas de réquiem. Designaba albacea a su socio para
que, a la muerte del testador, de los bienes y caudales de éste cumpliese y
pagase su funeral y obra pía, la cual también contemplaba 4 libras para las
“mandas forzosas” y otras 50 libras para los pobres de la ciudad. En otro orden,
disponía que la quinta parte de sus bienes, caudales, derechos y acciones las
legaba a Oliva Marabeuf, la hermana de su compañero, en el caso de que ésta le
sobreviviese; pues si no fuere así, la legataria sería la homónima hija de su
amigo y socio. De su restante total fortuna, detraído el quinto, instituía heredera
a su madre; pero si ésta hubiese fallecido, fuesen sus herederos sus hermanos
Juan, Juana, Catalina y Diego Martel, correspondiendo la mitad a Catalina y la
otra mitad dividida en tercias iguales para cada uno de sus otros hermanos.
Era tal la confianza existente entre los socios, que Martel obligaba a sus
herederos a admitir el balance que de las cuentas de la sociedad les ajustase y
presentase Marabeuf, sin poderlas contradecir ni pedir judicialmente, debiendo
actuar de igual manera los herederos de su bretón compañero si era éste quien
primero fallecía (14).
El motivo de beneficiar a Oliva Marabeuf y Beaumanoir era porque ésta y el
testador mantenían formales relaciones de noviazgo, las que cristalizaron poco
tiempo después de testar contrayendo ambos católico matrimonio, razón por la
que a últimos de agosto de 1728 modificaba Martel la cláusula hereditaria del
testamento referida a su ya esposa disponiendo que, “no teniendo herederos for--
o para casarse con el muchamelero Vicente Blanes; mientras que en el segundo, el criado Jaime Martínez
nombra a su amo Marabeuf por su albacea, conjuntamente con su mujer Magdalena García.
(14) A.H.P.A. Protocolo 792 de Antonio García, “Testamento”, 26-1-1726, ff. 27r-30v. El total de sufragios los
distribuía en la forma siguiente: 50 misas en San Nicolás, 100 en Santa María y otras 100 en cada uno de los
conventos de San Francisco, Santo Domingo, San Agustín y Nuestra Señora del Carmen, pagando por cada una
3 sueldos de limosna. De los cuatro hermanos del testador, sólo Juana estaba casada con Gaspar Baux.
434
zosos descendientes y por permitirlo las leyes de España para los ascendientes”,
legaba el tercio de todos sus bienes a su cónyuge “en atención a la buena
compañía tenida con ella” (15).
Transcurridos unos pocos años de unión conyugal, los esposos Pedro y Oliva
otorgaban conjuntamente sus últimas voluntades en abril de 1733 en las que,
después de exponer su respectiva filiación y procedencia, disponían ser
sepultados en la iglesia de Santa María amortajados él con el hábito agustino y
ella con el franciscano, “según lo visten los padres capuchinos”, dejando el
entierro y demás funeral con la menor ostentación posible a la voluntad de sus
albaceas, que se designaban mutuamente el uno a la otra y viceversa, y para el
último en fallecer nombraban mancomunadamente a Marabeuf, al abogado
Manuel Soler y al negociante José Loustau, su sobrino político. No obstante,
exigían durante el funeral la celebración por diácono y subdiácono de una misa
cantada de cuerpo presente por cada uno de ellos, los responsos acostumbrados
y la absolución sobre sus cadáveres y sepulturas, ordenando que por el sufragio
de sus almas se celebrasen 500 misas de réquiem rezadas por cada uno, a 4
sueldos de limosna, dentro de los veinte días siguientes de producirse el óbito,
facultando a sus albaceas para que allí donde se incumpliese el plazo se anulen y
celebren en cualquier otra parte. A las mandas pías llamadas “forzosas”
asignaban 4 libras, para que se dividiesen por iguales partes entre los Santos
Lugares de Jerusalén y la redención de cautivos cristianos, disponiendo a su
muerte la fundación de dos legados piadosos: uno a favor de la religiosa
franciscana Francisca María de la Verónica consistente en tomar 100 libras de
sus bienes, 50 de cada testador, e imponerlos a censo para entregar de por vida a
la monja su anual rédito de 5 libras, y a su fallecimiento pasase perpetuamente la
pensión al Hospital de San Juan de Dios para mantenimiento de sus pobres
enfermos; y otro en beneficio del mencionado Hospital y sus religiosos cargando
400 libras de sus bienes, 200 de cada uno, a censo para que su anua renta de 20
libras siempre se destinase a la manutención de los pobres enfermos.
Las cláusulas patrimoniales y distributivas comenzaban señalando que del
común capital, 2.500 libras eran privativas del testador, además de la mitad de
todo el restante patrimonio, detrayendo 100 libras del perteneciente a cada uno
para en cantidad de 200 libras legarlas al abogado Manuel Soler, “por su buena
voluntad y estimación”, facultándole a que las pudiese entregar a cualquiera de
sus hijos. No teniendo descendientes los testadores ni herederos forzosos, pues
aunque todavía vivía la madre de Pedro Martel no estaba éste obligado a su
designación hereditaria a tenor de las leyes francesas por estar emancipado, se
nombran recíprocamente por sus herederos vitalicios condicionado a no volverse
a casar, asignando Pedro a su madre por toda su vida las 2.500 libras por vía de
mejora, amén de la mitad del capital y beneficios resultantes de su compañía
comercial, detrayendo previamente 1.000 libras que legaba a los hijos de su
cuñado y socio Marabeuf y, a la muerte de su madre, legaba estos bienes sin nin
(15) A.H.P.A. Protocolo 794 de Antonio García, “Codicilo”, 28-8-1728, ff. 286r-287v.
435
guna disminución a sus hermanas Juana y Catalina o a sus hijos, si éstas
hubiesen fallecido.
Por su parte, la testadora nombraba por sus herederos a partes iguales a todos
sus sobrinos, los hijos de su hermano Marabeuf; pero mejorando a los varones
Esteban y Marcos con 100 libras a cada uno.
Finalmente, concluían estas últimas voluntades revocando cualesquier otras
otorgadas con anterioridad, especialmente las redactadas por el testador en
marzo de 1726 (16).
Tres años más tarde, el negociante Pedro Martel, a la sazón procónsul, pro
agente y donado de la Sagrada Religión de San Juan de Jerusalén, y su esposa
Oliva, alegando natural olvido, completaban sus últimas voluntades añadiendo
una disposición codicilar con el fin de “dejar más sosegadas sus conciencias”,
mediante la cual nombraban a su cuñado y hermano Marabeuf, cónsul, agente y
donado de la citada Religión, como persona de mayor confianza, probado cariño
y experto en todos los negocios y procesos, para que él mismo, o por medio de
su sobrino José Massu o de su hijo Francisco José, aclarasen a los interesados
todo lo dispuesto en su testamento, a los cuales obligaban a aceptar las cuentas
extrajudiciales formadas por cualquiera de los tres sin juicio, inventario ni otra
prueba ni averiguación alguna, y sin recurrir nada de lo que hiciesen aquéllos
(17).
Pedro Martel y Constant fallecía en la segunda quincena de enero de 1737, lo
que le impediría realizar su anhelada aspiración de verse integrado entre los
componentes de la clase de los caballeros de la ciudad, como sí lograría su
negociante cuñado quien, además de fundar por razones obvias su tercera
compañía de comercio en febrero de ese mismo año (18), cumpliendo las
testamentarias mandas piadosas de sus difuntos hermanos compraba a mediados
de mayo de 1744, una vez fallecida también su hermana Oliva en el año
inmediato precedente, al oriolano don Gerónimo Pizana y Ruiz un censo de
capital 100 libras impuesto sobre una hacienda con su casa situada en la partida
rural de la Condomina, para que su anual pensión de 5 libras se pagase de por
vida en cada mes de enero a la franciscana monja Francisca María de la
Verónica, religiosa en el convento de Santa Clara de la localidad murciana de
Caravaca de la Cruz, traspasándola a su muerte al alicantino Hospital de San
Juan de Dios (19), conventual y benéfica institución que también recibiría las 20
libras del rédito de las 400 libras legadas por los consortes Pedro y Oliva para
sustento de sus pobres enfermos, a cuyo fin Marabeuf satisfacía en febrero del
(16) A.H.P.A. Protocolo 797 de Antonio García, “Testamento”, 6- 4 -1733, ff. 125r-129v. El medio millar de
misas en sufragio del alma de cada testador las distribuían asignando 125 a su parroquia de Santa María, 25 a la
de San Nicolás, 150 al convento de los padres capuchinos, 100 al de San Agustín, 38 al de Nuestra Señora del
Carmen, 37 al de San Francisco de Asís y 25 al de Santo Domingo.
(17) A.H.P.A. Protocolo 800 de Antonio García, “Codicilo”, 13-12-1736, f. 361r-361v.
(18) A.H.P.A. Protocolo 801 de Antonio García, “Poder general”, 10-2-1737, ff. 42r-43v. Marabeuf otorgaba
este documento en nombre de su extinguida compañía Marabeuf y Martel, así como en el de la vigente
Marabeuf, Hijos y Massu.
(19) A.H.P.A. Protocolo 806 de Antonio García, “Testamento”, 11-3-1745, f. 44r-44v, 8ª disposición.
436
año 1747 la susodicha cantidad al reverendo padre fray Pascual López, su prior,
el cual las entregaría al alicantino Manuel Hernández quien, a su vez, le vendía
al prelado conventual 400 sueldos de renta redimibles gravados sobre una finca
ubicada en la partida del Raspeig, con su casa y 80 jornales de tierra plantados
de viña, moreras y otros árboles (20).
El negociante José Loustau, uno de los integrantes de la compañía Marabeuf y
Martel, y futuro yerno del comerciante bretón al casarse con su hija María
Felicia, también redactaría sus testamentarias disposiciones a fines de octubre de
1734, en las cuales comenzaba por declarar haber nacido en la francesa ciudad
bearnesa de Oloron siendo sus progenitores Juan Loustau y Juana Superviela,
deseando ser sepultado en la iglesia de Santa María por “ser parroquiano de
ella” amortajado con el hábito religioso de Nuestra Señora del Carmen. En el
restante ceremonial funerario destaca su voluntad de que la procesión de su
entierro sea general, contando con la asistencia de los dos cleros parroquiales y
el de las cuatro comunidades religiosas mendicantes de la ciudad. A las “mandas
forzosas” legaba 4 reales valencianos, señalando 200 misas de réquiem rezadas a
celebrar en Alicante y otras tantas en su ciudad natal en sufragio por el bien de
su alma, confiando su distribución, limosna y ejecución a la decisión de sus
albaceas, designando por tales a sus dos negociantes socios más a su hermano
Juan Bautista Loustau.
En las cláusulas patrimoniales aclaraba su pertenencia a la compañía Marabeuf
y Martel, a los cuales encargaba que después de su óbito formasen las cuentas
generales por sí solos, sin intervención de persona ajena, practicando la
liquidación de lo que le perteneciese, debiendo sus herederos aceptarlas de esa
manera sin que después de presentadas las puedan contradecir, comprobar ni
averiguar, amenazando al que lo hiciese con desheredarlo pasando su parte al
heredero siguiente de mayor edad.
En las disposiciones hereditarias enunciaba que, permaneciendo soltero e
independizado de sus padres, no tenía herederos forzosos a tenor de las leyes de
Francia por lo que distribuía su fortuna asignando a sus progenitores los bienes
raíces y muebles, derechos y acciones, transmitiendo los gananciales resultantes
del inventario extrajudicial practicado por sus negociantes socios “en forma de
balance al estilo de comercio” sin fianza a sus seis hermanos, debiéndose hacer
ocho partes de ellos de las que tres eran de mejora para el hermano mayor Pedro,
en gratitud por lo bien que se había portado con el testador haciendo las veces de
padre, y las otras cinco partes para cada uno de los restantes hermanos con la
condición de entregar a sus padres el 5% anual del capital que a cada uno
correspondiese (21).
Hacia mediados de esta secular década de los años treinta, Marabeuf se había
(20) A.H.P.A. Protocolo 1557 de Nicolás Rovira, “Carta de pago”, 6-2-1747, ff. 26r-29v.
(21) A.H.P.A. Protocolo 798 de Antonio García, “Testamento”, 28-10-1734, ff. 453r-456v. Además del
primogénito Pedro Loustau, los otros hermanos varones del testador fueron Juan Pedro; Juan Bautista,
negociante mayorista avecindado en Alicante y residenciado en la plaza de Ramiro; Diego, Francisco y Tomás
Loustau.
437
convertido en un destacado terrateniente con propiedades en la Huerta de la
ciudad, pero también en la comarca de la Vega del Bajo Segura con haciendas
en los términos de Guardamar del Segura, Almoradí y Rojales, todas las cuales
le permitirían ser uno de los mayores terratenientes de la ciudad, además de un
destacado cosechero por la producción y comercialización de sus vinos.
En esta última finca, durante el invernal mes de febrero de 1736, ocurriría un
incidente que colateralmente afectaría a su propietario, pues hallándose en ella
su encargado Fernando Barriga Orozco en unión de los alicantinos hermanos
toneleros José, Antonio y Agustín Diego, surgía una discusión entre Barriga y el
primero de éstos que derivaba en una agresión de Antonio Diego al responsable
de la finca, quien resultaría herido. Sin embargo, la intercesión mediadora del
comerciante bretón lograría que su colaborador desistiese de iniciar procesos
judiciales contra el agresor y sus hermanos, consiguiendo que les perdonase “por
hacer servicio y obsequio a Dios”, a condición de pagarle el importe de la
curación y demás gastos y perjuicios ocasionados desde el día de la agresión
(22).
No obstante, a Marabeuf no le eran novedosas acciones con resultado de
lesión, ya que unos tres lustros antes él mismo se vio involucrado en un hecho
fortuito de previsibles mayores consecuencias. El 26 de junio de 1720, el
abogado de los reales Consejos don Miguel Ochoa y Concha, Corregidor de
Lorca y capitán de guerra en ella a la par que Corregidor interino y juez de
comisión en Alicante, proveía un auto redactado por el notario de su juzgado
Vicente Navarro y Pastor, y publicado en el mismo día en forma de bando. En el
argumentaba que cada día sucedían irremediables desgracias debido al poco
cuidado de los galereros, llevando los carros corriendo por las calles y guiando
las mulas desde los pescantes, lo que les dificultaba detenerlas con facilidad
resultando atropellada la gente “como sucedió ayer con un niño del cirujano
Bautista Izquierdo”, y para prevenir en adelante tan fatales desgracias mandaba
que en el futuro las galeras o carros fueran guiadas por dos galereros, uno arriba
y otro a pie llevando a los mulos del cabestro. Y en el caso de ir sólo uno, deba
ir con tal cuidado que de ocurrir una desgracia “no alegue que tal ha sido”
porque, además de pagar todos los daños y perjuicios, procedería contra ellos
con todo el rigor del Derecho imponiéndoles 10 libras de sanción.
Habían pasado cinco meses desde que el pregonero Manuel Jaca publicara el
bando cuando, siendo las 10 horas del día 19 de noviembre, estaba en la puerta
de la casa de Marabeuf una galera con un par de mulos de su propiedad,
custodiados por un muchacho que fue llamado para darle el almuerzo, entrando
éste en la casa al mismo tiempo que los estudiantes del colegio de los jesuitas
salían en tropel gritando a la calle Llop – hoy, Maldonado –, espantando a las
bestias que echaron a correr desbocadas arrastrando la galera hacia la calle de
San Agustín hasta desembocar en la plaza de la Fruta, la que se hallaba con gen-
(22) A.H.P.A. Protocolo 800 de Antonio García, “Perdón”, 11-6-1736, ff. 156r-157v. El acometimiento se
producía el día 11 de febrero.
438
tío por ser hora de mercadeo, intentando algunas personas detenerlas sin
conseguirlo llegando, finalmente, a atropellar a dos muchachos llamados Miguel
Baldo y Nicolás Toreny, tras lo cual los animales siguieron corriendo hasta el
muelle. Conocido el suceso por el juez de comisión, ordenaba abrir diligencias
informativas para averiguar la verdad de lo acontecido, tendentes a la buena
administración de la justicia y castigar a los culpables conforme al Derecho,
designando a cualquier cirujano aprobado de la ciudad para el reconocimiento
de los accidentados, curación de las heridas y contusiones recibidas e informar
sobre sus contenidos, sitios y calidades de las mismas. Pero estando ocupado en
el real servicio de su comisión (23), asignaba esta tarea al alguacil mayor Ginés
Ruiz Espejo y a Juan Bautista Hernández, notario del juzgado.
Practicado el proceso declarativo a ocho testigos, cuyos testimonios coincidían
con los referidos hechos, el alguacil ordenaba embargar la galera y mulos
depositándolos en persona abonada que los tuviese a la orden y disposición del
juez Ochoa. El ministro ordinario Pedro García ejecutaría el embargo, confiando
su depósito al mesonero francés Blas Richart. El maestro cirujano de 31 años
Carlos Balaguer manifestaba haber curado a los citados dos accidentados,
concretando que el primero tenía una herida en el pie derecho producida por
contusión con llaga, mientras el segundo padecía dos heridas en la cabeza,
estando una en el occipucio motivada por contusión con llaga, y otra en el
frontal también de contusión con llaga, más cuatro pequeñas heridas craneales a
modo de rasguños. Este cirujano aseguraba, el día 5 de diciembre, que los dos
heridos estaban totalmente curados, libres y fuera de todo peligro, pese a lo cual
el gentilhombre don José Fernández de Mesa, nuevo Corregidor interino de la
ciudad, mandaba con el acuerdo de su asesor, el doctor en derechos Antonio
Colomina, dar traslado de los autos al fiscal para presentar la acusación y, no
habiéndolo, designaba por su promotor a Melchor Bernabé de Escamilla quien,
argumentando el incumplimiento del bando, denunciaba a Marabeuf acusándole
en todas las penas civiles y criminales, siendo recurrida por éste que solicitaba
se declarase “nula, mal fundada e ilegítima” por no contemplarse semejante caso
en fuero, leyes ni pragmáticas de estos Reinos, no resultando cargo inculpatorio
contra él debido a que el suceso fue motivado por la inquietud y continuo
alboroto que constantemente provocaban los estudiantes en las entradas y salidas
del colegio, situado en la misma calle en que se hallaba su vivienda.
El recurso no prosperaría al mantener el promotor fiscal la acusación de
culpabilidad “por estar sin ninguna custodia los dichos mulos y galera”, siendo
el comerciante declarado culpable por negligencia y condenado a pagar las 10
libras de sanción, los gastos de curación y cuidado de los atropellados, los
perjuicios producidos y las costas de la causa, recuperando así el carruaje y los
híbridos cuadrúpedos (24).
(23) La tarea encomendada por el Supremo Consejo de Guerra al comisionado Ochoa y Concha era la
confiscación de los bienes del negociante genovés Gerónimo Maricone y su encarcelamiento, bajo la acusación
de “tráfico y comercio ilícito con los enemigos de Gibraltar”. Vid. el capítulo de este trabajo sobre los Maricone.
(24) A.M.A. Pleitos. Arm. 3, Leg. 20, Expte. 12. Los testigos declarantes fueron, por este orden, José Juan Agui-
439
Con todo, la posición de prestigio social y solvencia económica de Marabeuf
era incuestionable en 1736, circunstancias por las cuales la abadesa y religiosas
clarisas del real convento capuchino de “El triunfo del Santísimo Sacramento”,
en presencia de su vicario don Isidro Sala, doctor en Teología y canónigo de la
catedral de Orihuela, representando al obispo de la diócesis don José Flores
Osorio, del Consejo de S.M., nombraban al comerciante por su síndico y
procurador general autorizándole para el cobro de todos los créditos, para tratar
de obtener reales privilegios, títulos o escrituras, así como para todos sus pleitos
(25). Conteniendo este poder la cláusula de substitución sólo para los litigios, el
flamante síndico lo substituía pasado un año en Pascual Linares, notario público
y apostólico de Orihuela, para todo lo judicial y extrajudicial que le conviniese a
su empleo con la misma facultad a él concedida; otorgamiento que una semana
después también hacía extensivo, en los mismos términos, a los oriolanos
Francisco Crespo y Francisco Santacruz (26).
No parece que las monjas clarisas se equivocaran en la elección de su síndico,
pues sus gestiones hasta en las más altas instancias resultarían benéficamente
provechosas para esta comunidad religiosa, logrando en 1740 que el propio
monarca le diese la limosna de 100 fanegas de trigo detraídas de las tercias del
Real Patrimonio en el partido de la villa de Albacete, dádiva ratificada por una
Real Cédula expedida en Aranjuez el 20 de abril de 1741 y asentada cuatro días
más tarde en la contaduría general de valores y distribución de la Real Hacienda,
y efectivamente entregada un mes después por el regidor y administrador de las
tercias reales de dicha villa don Francisco Alfaro Munera (27).
En la trayectoria personal y profesional de Marabeuf, el año 1737 sería de vital
importancia para él al conseguir culminar su anhelado ascenso social ostentando
una posición privilegiada. Desde que a comienzos de 1723 recibiese el
nombramiento de “agente y donado de la Sagrada Religión de San Juan de
Jerusalén”, que conllevaba la representación consular de Malta, el comerciante
había intentado que las autoridades regionales le reconociesen como caballero
donado de la orden de Malta, puesto que las autoridades locales no tardaron en
hacer efectiva esa condición tanto en él como en Pedro Martel. Por ello, el
vecindario de 1731-32, en la clase de caballeros integrada por la nobleza local
titulada y no titulada, manifestaba que “D. Francisco y D. Pedro Martel,
Cavalleros Donados de la Religión de San Juan, se remiten al señor Intendente
para que les proporcione su asiento en este Padrón en consecuencia de sus
ordenes (sic)” (28).
rre, de 40 años y vecino de Alicante; el alicantino Jaime Seva, de 20 años; el también vecino Juan García, de 60
años, que intentó detener a los mulos; Bautista Requena, vecino de la ciudad de 34 años, que también quiso parar
a las bestias sin lograrlo; Pedro Grau, de 24 años y jornalero local; Tomás Sirvent, labrador de Jijona con 66
años; José Sirvent, de 24 años y también labrador jijonenco, y Andrés Bernabeu, vecino de Alicante con 36 años.
(25) A.H.P.A. Protocolo 365 de Pascual Bueno, “Sindicado y poder”, 5-9-1736, ff. 310r-312v.
(26) A.H.P.A. Protocolo 366 de Pascual Bueno, “Substitución de poder”, 4 -9-1737 y 11-9-1737, ff. 219r-219v y
223r-223v, respectivamente.
(27) A.H.P.A. Protocolo 369 de Pascual Bueno, “Carta de pago”, 24 -5-1741, f. 41r-41v. La fanega albaceteña
equivale a 56´6 litros.
(28) A.M.A. Arm. 7, Lib. 3, “Vecindario íntegro de los vecinos de esta Ciudad y Huertas de regadío y secano por
440
Al contrario que los Corregidores de la ciudad, los mariscales Conde de
Roydeville y don Alejandro de la Motte, el Intendente General del Reino don
Francisco Salvador de Pineda, mientras permaneció desempeñando el cargo,
nunca quiso admitir en el “status” nobiliario al comerciante bretón ni a su socio
y cuñado, motivando que en el padrón de 1733 confeccionado por el notario
Francisco Hernández, en donde catalogaba a los vecinos por clases y grados
cumpliendo una carta-orden del propio Intendente fechada el 25 de febrero,
apareciesen Marabeuf y Martel relacionados en el último lugar de la clase
primera de los caballeros, pero con la misma antedicha petición dirigida a
Pineda para que dispusiese su oficial lugar en el recuento poblacional “en
consecuencia de sus ordenes” (29).
Las insistentes peticiones de ambos comerciantes no sólo fueron desechadas
por Pineda, sino que su respuesta sería aún más negativa y perjudicial para las
pretensiones de aquéllos, pues en 1734 ordenaba al Concejo de la ciudad la
elaboración de un nuevo recuento municipal, probablemente con vistas a la
redacción y publicación del Vecindario General del Reino de 1735 (30), que,
confeccionado con idénticos criterios fiscales y estamentales al del año
inmediato anterior, situaba al comerciante como componente de la primera
clase, si bien integrado en los 21 negociantes de puerta cerrada cuya relación
encabeza él mismo bajo el epígrafe de “D. Francisco Marabeuf y compañía”,
habiendo desaparecido por completo de la relación de la clase de los caballeros,
pero especificando el total capital en que se valoraban sus propiedades y su renta
anual, disminuida esta en la cantidad abonada en pensiones por censos o “cargos
de justicia” (31).
En el año 1735 se producían cambios en la administración regional que
afectarían favorablemente a las interesadas aspiraciones nobiliarias del
comerciante bretón, ya que antes de terminar ese año Pineda era acusado de
prevaricar y cesado en el cargo que había desempañado durante ocho años,
siendo sustituido por don Juan Diego Verdes Montenegro, caballero de la orden
de Santiago y contador mayor de las tropas y reinos de Valencia y Murcia, quien
asumía interinamente la Intendencia del Reino manteniéndose en ella a lo largo
de dos años, en cuyo tiempo permanecería inalterable el cupo de 30.000 libras
el orden de las clases, agencias que por sus facultades y oficios ganan, propiedades que estos tienen y renta
líquida que al año les reportaba. Año 1731”.
(29) A.M.A. Arm. 7, Lib. 4, “Vecindario de 1733”. El ejecutor del recuento también reflejaba el valor de las
propiedades y rentas anuales obtenidas por el estamento nobiliario, además de los ingresos profesionales
alcanzados por ciudadanos, abogados, escribanos y procuradores, negociantes y particulares, con sólo dos
excepciones: Marabeuf y Martel, cuyas agencias o ingresos, valor patrimonial y beneficios no existen.
(30) A.R.V. “Relación de los vecinos que contienen las ciudades, villas y lugares del Reino de Valencia”.Varia,
833. Este cómputo poblacional fue datado, extractado y publicado por Camarena Mahiquez, J., Padrón
demográfico-económico del Reino de Valencia. Valencia, 1986.
(31) A.M.A. Arm. 7, Lib. 5, “Vecindario íntegro…con la distribución de Clases y Grados. Año 1734”. De las
cuatro clases estamentales contempladas, la primera incluía a los caballeros, ciudadanos, profesiones liberales,
empleados municipales y de la Corona, tras los cuales aparecen los 21 negociantes mayoristas y los 17 de puerta
abierta, todos los cuales vuelven a citarse en la segunda clase formada “aquellos que tuvieran trato y negociación
justificadas por el Administrador de la Aduana…”, contabilizándose un total de 95 negociantes distribuidos en
51de puerta cerrada y 44 minoristas, entre los que paradójicamente no aparece relacionado Marabeuf.
441
del Equivalente asignado a Alicante en 1733 por el destituido Pineda, además de
reconocer los necesarios requisitos que concurrían en Marabeuf para, ratificando
sus peticiones, concederle en 1737 el honor de caballero donado de la orden de
San Juan; de modo que ya era poseedor del ansiado título nobiliario cuando en
1739 ocupaba la Intendencia el nuevo titular D. José Fonsdeviela, Marqués de la
Torre y señor del abadiato de Lees (32). Desde entonces, el escudo de armas de
Marabeuf, que en adelante se tornaría usualmente en Marbeuf, incorporaría el
blasón de la cruz de Malta, como aún hoy puede contemplarse en su emblema
heráldico colocado en el frontispicio de su derruida casa familiar, sita en la
actual calle Maldonado y conocida en la ciudad como el “palacete Marabeuf”.
Sin embargo, el comerciante nobiliario nunca vería cumplida su ilusión de
aparecer inserto en un recuento vecinal formando parte de la clase de los
caballeros, puesto que el siguiente vecindario local tardaría dos décadas en
practicarse y para entonces, 27 de junio de 1754, Marabeuf ya había fallecido
hacía unos pocos meses; pero este cómputo poblacional sí reflejaría en su
descendiente linaje la condición de noble (33).
Investido del rango de nobleza, que reforzaba su consolidado prestigio social y
preeminencia económica, nuestro personaje era elegido en 1739 síndico del azud
de Rojales, sin sueldo alguno y cobrando sólo 8 reales valencianos diarios
cuando estuviese defendiendo sus derechos en juicio, o la mitad si se ocupaba de
vigilar alguna obra o reparación practicada en dicha presa. Lógicamente tal
designación no era de su interés y, estando facultado para ello, catorce meses
después delegaba estas funciones en su citado colaborador Fernando Barriga
Orozco en las mismas condiciones que él tenía, ratificando todo cuanto en su
nombre por si mismo hiciese el responsable de su finca rojalense (34).
Mientras tanto, en el devenir de esos años, la vida familiar de Marabeuf había
sufrido cambios sustanciales. Su primogénito Francisco José había renunciado a
la vida mundana ingresando como monje cartujo en el real monasterio de la Vall
de Crist de la ciudad de Valencia, al tiempo que su hija mayor María Felicia
había contraído matrimonio con su antiguo compañero de sociedad José
Loustau, y su segundogénito varón Esteban Vicente, que había pasado a ocupar
el primer lugar en la línea sucesoria, estaba comprometido para desposarse a
mediados de noviembre de 1741 con la señora doña Ana de Haro Ludeña y
Herreros, natural de la conquense villa de San Clemente e hija de los señores
consortes don Diego de Haro Ludeña y doña Gerónima Herreros; pero que
(32) A.M.A. Arm. 7, Lib. 5, “Repartimiento del Equivalente. Años 1736-1739”. Fue Alcalde mayor de Valencia
(33) A.M.A. Arm. 7, Lib. 8, “Vecindario de todas las personas residentes en esta Ciudad y término de Alicante
con expresión de los nombres, edad y número de que se compone cada familia. 27-6-1754”. Dos meses antes, el
Capitán General Duque de Caylus había ordenado su confección en los propios términos del título,
contabilizando por vez primera a individuos y no vecinos, pudiendo por ello ser catalogado de vecindario-censo;
pero las autoridades locales cumplirían parcialmente la orden al relatar el nombre, edad, individuos por familia y
profesión sólo de los varones mayores de 15 años. De las mujeres especifica el nombre, estado y parentesco con
el cabeza de familia, excepto las empleadas domésticas de las que no se cita ni el nombre, sólo su número.
(34) A.H.P.A. Protocolo 802 de Antonio García, “Substitución”, 4 -4 -1740, ff. 56r-57v. La Junta y Consejo
General de herederos del azud aprobaba unánimemente la propuesta de nombramiento el día 1 de febrero de
1739.
442
hallándose “con precisas ocupaciones y encargos” no podía desplazarse para
asistir personalmente a su casamiento, debiéndolo hacer por medio de apoderado
que lo sería el corregidor de aquella villa don Salvador Antonio de Barnuevo,
caballero de la orden de Calatrava y capitán de guerra (35).
Un trimestre antes del enlace nupcial, los padres del contrayente, con el fin de
que Esteban Vicente “pueda mantenerse con el lustre y esplendor
correspondiente a su estado y calidad, y al que igualmente reside en doña Ana”,
le dotaban utilizando el mecanismo de la donación con un conjunto de bienes
gananciales integrado por una hacienda en la huerta de Orihuela y término de la
villa de Guardamar denominada Villoríen, con su casa, ermita y otras
dependencias anexas, conteniendo 690 tahúllas regadas por el río Segura
mediante las acequias de la Alcudia y de los Huertos, cuyo valor se estimaba en
39.000 ducados de vellón, pero estando la casa acensuada por un capital de
4.500 reales de vellón a favor del convento de Nuestra Señora de la Merced de
la villa ilicitana. La vivienda familiar de la calle Llop más nueve casas
accesorias colindantes entre sí, a las que se accede por la calleja de Marbeuf y
por la del Forat, tasadas todas ellas en 17.000 ducados de vellón y cargadas con
un censo de 24.000 reales de vellón, cuyo anual rédito al 5% se paga a don
Gerónimo Ruiz de Vallebrera. Otra finca rural situada en la partida de las
Huertas del término de Agost, con su casa y corral de ganado separado de ella,
compuesta de 27 tahúllas en su mayor parte de viña y almendros regadas cada
22 días con el agua de la fuente de su Señoría, apreciada en 1.800 ducados de
vellón y cargada con la anual responsión de 6 libras, 17 sueldos y 7 dineros,
estando franca y libre de diezmo, censos y pechos de Señoría. Y, por último, 3
censos por un capital global de 900 libras, equivalentes a 1.228 ducados, 8 reales
y 28 maravedíes de vellón, impuestos al interés anual del 5% abonado por la
ciudad de Alicante.
Esta donación en su conjunto ascendía a un capital líquido de 56.444 ducados,
8 reales y 28 maravedíes de vellón, una vez detraídos los gravámenes de los
censos, asegurando los donadores que esa cantidad cabía en el tercio y
remanente del quinto de sus bienes comunes y se reservaban el usufructo de esta
donación por vía de mejora, a cambio de compensar a su hijo y a su futura nuera
subrogando su asistencia y mantenimiento con la debida decencia en la casa
familiar, ocupando los cuartos principales de ella y sin faltarles cosa alguna. Y si
llegado el caso, por algún motivo, optasen vivir independientes fuera de ella les
pagarían 1.500 ducados por tercias anticipadas que aseguraban sobre la finca de
Villoríen, casa solariega y las nueve accesorias, sus frutos y rentas.
Sin embargo, los esposos Marabeuf constituían un mayorazgo sobre una parte
de los bienes donados, quedando específicamente afectadas por este gravamen
la finca de Guardamar y la vivienda familiar con sus accesorias para que en ellos
(35) A.H.P.A. Protocolo 803 de Antonio García, “Poder para desposar”, 17-11-1741, f. 208r-208v. El corregidor,
en el desempeño de su cargo, también ejercía las funciones de subintendente general de Rentas y servicios de
Millones en la citada villa conquense.
443
perpetuamente sucedieran su hijo Esteban Vicente, los hijos de éste y sus
descendientes con preferencia del varón a la mujer y de mayor a menor edad,
reservándose la facultad de hacer otros llamamientos a la sucesión del vínculo
en los demás hijos en el caso de que el casado no tuviese herederos forzosos. La
hacienda del lugar de Agost y los 3 censos cargados sobre la Ilustre Ciudad
quedaban desvinculados, con el fin de que Esteban Vicente pudiera donarlos
libremente, alguno de ellos o los dos, en arras a su prometida dado que su global
valor cabía en la décima parte del total de esta donación (36).
Esta demostración de amor paterno manifestada a través de esa donación y
mejora con fundación de mayorazgo, al contrario de lo que pudiera parecer, no
suponía que las relaciones paterno-filiales con su hijo Esteban Vicente fueran las
más óptimas, pues existen suficientes indicios que fundamentan la existencia de
unas relaciones frías y distantes entre ambas partes, continuando así con más o
menos acusados altibajos durante los siguientes años venideros. Supuestamente,
el mal entendimiento y consecuente distanciamiento se iniciaba en 1737, cuando
el comerciante formaba su cuarta compañía bajo la razón social de Marabeuf:
Padre , Hijos y Massu que perduraría hasta 1741, siendo esta la primera vez en
que sus hijos Esteban Vicente y Marcos Espíritu Pascal participaban en la
empresa familiar, sobre todo Esteban que, estando en posesión de la cultura y
conocimientos precisos adquiridos en “colegios y otras partes”, ejercería la
función administrativa y contable de la sociedad siendo el responsable de los
caudales de ella hasta descubrirse irregularidades a él imputables, las que su
progenitor se encargaría de subsanar. Pasada una década, el negociante bretón
condonaría este desliz de Esteban ordenando a sus otros hijos que “no puedan
pedir cuenta del tiempo que tuvo compañía conmigo y el difunto D. José
Massu…, ni obligarle traer a colación lo que quedó alcanzado a la caja de dicha
compañía mientras estuvo a su cargo” (37).
A pesar de este infeliz suceso y al no menos lamentable óbito del socio Masu,
el negociante ennoblecido fundaba en el año 1743 una nueva empresa comercial
con el nombre de Marabeuf: Padre, Hijo y Massu, en la que de nuevo admitía
como socio a su hijo mayor apartando de ella a su otro hijo Marcos, pese a que
Esteban se había auto concedido poder general para administrar la sociedad
formada con su progenitor en 1742, sin el conocimiento ni menos aún el
consentimiento del socio capitalista de ella (38), hecho que provocaría tal
desasosiego y enojo en sus progenitores que, todavía tres años más tarde, le
obligaban en las cláusulas hereditarias de sus últimas voluntades traer “a
colación y partición también lo suministrado en el tiempo que ha estado fuera de
nuestra casa, en colegios y otras partes desde el año 1723, según constará por
(36) A.H.P.A. Protocolo 803 de Antonio García, “Donación con mejora”, 1-8-1741, ff. 128r-133v. En este
documento, los cónyuges donadores enunciaban la intención de solicitar al monarca Felipe V su licencia y real
facultad para fundar uno o más mayorazgos. Por otra parte, la responsión que gravaba la finca del lugar de Agost
era un tributo pagado al tesoro de la orden de San Juan por aquellos componentes que percibían rentas.
(37) A.H.P.A. Protocolo 811 de Antonio García, “Codicilo”, 16- 4 -1750, f. 107v.
(38) A.H.P.A. Protocolo 804 de Antonio García, “Poder general”, 5-3-1742, ff. 54r-55v.
444
la cuenta que dejaremos” (39); aunque reconsiderada con posterioridad, esta
disposición testamentaria sería anulada en codicilo con la finalidad de evitar
contenciosos entre sus hijos al fallecimiento de los testadores. Sin embargo, este
comportamiento de Esteban Vicente avivaría en su tiempo la tirantez y
desconfianza en las relaciones paternas con su primogénito, hasta el extremo de
optar el comerciante por alejarlo de la casa central al enviarle a la vecina villa de
Elche, en donde fijaría su residencia y actuaría como correspondiente comisiona
do de la sociedad, lo cual explicaría la jefatura familiar en Alicante de su
hermano Marcos tras el fallecimiento de Marabeuf. Pero, hasta entonces, éste
mantendría una postura firme y no exenta de dureza con aquél, pues si bien le
agregaba 81 tahúllas y tres cuartas de regadío a la hacienda de Villoríen,
comprendida en la antedicha donación, le advertía que si él o su esposa se
opusieran moviendo pleito “quede revocada la agregación de dicha tierra, y se
entiendan agregadas al vínculo fundado en nuestro hijo D. Marcos” (40).
En cuanto a los dos hijos menores del comerciante y su esposa, el segundo hijo
varón Marcos Espíritu Pascal, que contaba con 19 años cuando por poderes se
casaba su hermano Esteban, vivía con sus progenitores en la casa familiar
permaneciendo soltero y en ese estado continuaría hasta pasado el mes de marzo
de 1745, si bien para entonces mostraba su voluntad de contraer matrimonio lo
que coincidía con el deseo de sus padres, quienes para dicho fin, o “el que
tuviere por conveniente”, le mejoraban en su testamento con 2.500 libras
procedentes del tercio y remanente del quinto de sus bienes de libre disposición,
“para que lo pueda tratar y aspirar a contraerle con persona de lustre y calidad”
(41). Y, en efecto, Marcos Espíritu Pascal cumpliría su propósito casándose con
posterioridad a la fecha señalada con doña Ana Díaz y así aparece en el
vecindario-censo de 1754, donde figura como cabeza de familia del linaje
Marabeuf en la ciudad, con pertenencia a la clase noble (42).
Por lo que se refiere a la hija menor Isabel Oliva, ésta, al igual que su hermano
mayor fraile, también sentiría la vocación religiosa que haría realidad el mismo
año en que alcanzaba la mayoría de edad cumpliendo los 25 años. En 1748,
ingresaba como novicia tomando el hábito de religiosa de coro en el agustino
convento oriolano de San Sebastián, a cuyo fin su ennoblecido padre facultaba a
su esposa y madre para desplazarse a la capital comarcal del Bajo Segura, y allí
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dotar a su hija en la cantidad establecida por aquella conventual comunidad,
conforme a la paga efectuada en el ingreso del último noviciado, para llegado el
caso de profesar una vez pasado el año de prueba, pudiendo cargar a censo la
dotación si fuere menester sobre todos los bienes comunes y teniendo por
especial hipoteca a la finca de Bonañy, en el término de Muchamiel (43).
Cumplido el preceptivo tiempo de noviciado, Isabel Oliva redactaba sus
últimas voluntades el 12 de noviembre de 1749 en las que renunciaba a sus
bienes hereditarios a favor de sus padres, a los cuales encargaba el cumplimiento
de sus mandas pías. Al día siguiente, profesaba el hábito agustino en el
mencionado convento. Sus padres, por su parte, le asignarían una renta vitalicia
de 150 libras anuales para su decente manutención y asistencia, además de
proporcionarle a su conveniencia los enseres de su celda, pagar la dotación al
tiempo de su profesión y costear los demás gastos derivados de la función,
motivos por los que la apartaban de los bienes hereditarios reasignando aquellos
que le habían correspondido; y, en este sentido, agregaban al vínculo de su otra
hija María Felicia la hacienda de la Condomina apreciada en 6.000 libras,
traspasándole también la obligación de pagar las 150 libras de alimentos y
sufragar las obras pías de su hermana monja, en el caso de fallecer ésta después
que sus padres, a cuyo fin se hipotecaba la susodicha finca y todos los bienes de
su mayorazgo; mientras que otras dos casas, valoradas en 2.000 libras y
anteriormente componentes del vínculo de la monja, quedaban ahora añadidas al
vínculo fundado a favor de su hijo Marcos Espíritu Pascal (44).
Seis años antes de profesar Isabel Oliva, otro pariente renunciaba a los bienes
terrenales para abrazar el monacato. En esta ocasión, se trataba de Esteban Soler
González, primo hermano de la religiosa e hijo de sus difuntos tíos el doctor en
ambos derechos Vicente Soler Soriano y de doña Josefa González Sánchez de
Cueto, quien, habiendo quedado huérfano durante su minoría de edad, estuvo
bajo la tutela y curaduría del comerciante bretón, que le asistió y suministró
diversas cantidades mientras estuvo interno en el colegio de San Fulgencio, de la
ciudad de Murcia, y que también se había comprometido a sufragar todos los
gastos de la congrua y del restante ceremonial (45).
Marabeuf, comerciante mayorista y hacendado cosechero vinícola, integrante
de la baja nobleza local y proximo a cumplir los 58 años, escrituraba sus últimas
voluntades hacia mediados de marzo de 1745 conjuntamente con su esposa
Francisca María. En un extenso documento de 49 folios a doble cara redactado
ante el notario Antonio García, los testadores no sólo manifestarían su
religiosidad proclamando la fe, ni repararían las faltas terrenales cometidas, ni
ordenarían las disposiciones precisas conducentes a la salvación eterna, sino que
(43) A.H.P.A. Protocolo 1658 de Onofre Savater, “Poder para dotar”, 24-10-1748, ff. 146r-147v. La hacienda,
conteniendo casa, cubos, bodega, ermita, safareig, 200 tahúllas de regadío plantadas de viña, 96 de secano con
árboles y huerto cercado con frutales, estaba valorada en 16.000 libras y vinculada en virtud de real facultad,
pese a lo cual debía subsistir el gravamen hasta redimirlo en su totalidad.
(44) A.H.P.A. Protocolo 811 de Antonio García, “Codicilo”, 16- 4 -1750, ff. 105v-106r, 107r-0 y 108v-109r.
(45) A.H.P.A. Protocolo 805 de Antonio García, “Testamento”, 30-1-1743, ff. 15r-17v. En la cláusula hereditaria
legaba el usufructo de sus bienes a su único hermano Joaquín, nombrando por sus herederos a los hijos de éste.
446
junto a todas ellas las cláusulas legatarias y, sobre todo, hereditarias en forma de
mayorazgos para su perpetua memoria, con la pretensión de establecer con
claridad su fortuna patrimonial y las determinaciones exactas sobre su
distribución, componían el núcleo fundamental del cuerpo testamentario
conforme a la manifiesta voluntad de los protagonistas al expresar su intención
de “… disponer de los bienes que Dios Nuestro Señor ha sido servido darnos,
así propios de cada uno – dote o capital nupcial y herencias –, como
gananciales…” (46).
Encabezaban el testamento las consabidas cláusulas confesionales aludiendo a
la figura de Dios, destacando su cualidad de todopoderoso, y de la Virgen bajo
la advocación de la Inmaculada Concepción, resaltando su papel de madre de
Dios. El carácter esteriotipado de estas invocaciones religiosas permite inferir
que son el resultado derivado de los formularios notariales para este tipo de
documentos, más que la manifestación de los sentimientos personales de los
testadores (47). El documento proseguía con las cláusulas declarativas sobre sus
respectivas filiaciones, origen, vecindad y reafirmación de la fe cristiana,
mediante la adhesión al misterio de la Santísima Trinidad y a todas las restantes
creencias pregonadas por la iglesia católica, para a continuación, expresando su
personal sentimiento religioso, solicitar la intercesión mediadora ante Dios de la
Virgen como reina de los ángeles, a los ángeles de su guarda y a los santos de su
nombre y devoción para que la infinita misericordia divina remitiera la gravedad
de sus penas, llevando sus almas al descanso eterno. Después de expresar su
deseo de que todos sus bienes se entiendan y sean tenidos por comunes entre los
testadores, encomendaban sus almas a Dios aludiendo a la redención de Cristo y
remitían sus cuerpos de naturaleza corrupta a la tierra amortajados con el hábito
religioso de San Bruno; pero en el caso de no encontrarle en la ciudad al tiempo
de sus muertes, elegían el de San Francisco de Asís que visten los capuchinos
(48), determinando su eclesiástica sepultura en su propia iglesia parroquial de
Santa María movidos por la estrecha vinculación que con ella tenían por su
condición de parroquianos, además del factor económico de aminorar costes
(46) A.H.P.A. Protocolo 806 de Antonio García, “Testamento con fundación de vínculos”, 11-3-1745, ff. 41r-
90r. La cita en f. 41v. Resulta evidente la primacía testamentaria de los intereses económicos sobre los
escatológicos, cumpliéndose la afirmación de García Cárcel: “…La trascendencia escatológica deja paso a la
trascendencia económica de los intereses creados…”, que explican por qué estando sanos anticipan largamente la
redacción testamentaria a los instantes finales de sus vidas al objeto de controlar mejor la transmisión
patrimonial. García Cárcel, R., “La muerte en la Barcelona del Antiguo Régimen (Aproximación
metodológica)”,en La documentación notarial y la historia. Actas del II Coloquio de Metodología Histórica
Aplicada. Santiago de Compostela, 1984, vol. II, p.120. Cfr. en Franch Benavent, R., “Muerte y religiosidad en
la burguesía comercial valenciana del siglo XVIII”. Estudis: Revista de Historia Moderna, Nº 23, 1997, p. 323,
nota 4.
(47) Franch Benavent, R. Op. cit., p. 326.
(48) Desconocemos las razones concretas que motivaron la elección del hábito de San Bruno; pero acaso se
debiera a que el monje benedictino francés fuere el fundador de la orden de los cartujos, profesada por su
primogénito Francisco José, o quizás por ser el santo de festividad – 6 de octubre –, más cercana al cumpleaños
de la testadora, o tal vez por ambos motivos al unísono. El hábito franciscano resulta más obvio ante la creencia
de que su fundador actuaba de intercesor de las almas del purgatorio, en especial de las vestidas con su hábito,
siendo el capuchino el de más estricta observancia de la pobreza y la humildad.
447
habida cuenta del derecho de “cuarta” que le pertenecía cobrar de los gastos del
funeral.
En relación al ceremonial funerario disponían que fuese ostentoso, decidiendo
entierro general con acompañamiento procesional del clero parroquiano y el de
la colegial de San Nicolás, más la asistencia de los cuatro conventos
mendicantes de la ciudad, celebrando por diácono y subdiácono durante el
funeral si es por la mañana, o vísperas de difuntos si es por la tarde, tres misas
cantadas de réquiem con cuerpo presente por cada uno de los testadores (49), así
como los responsos y absoluciones sobre sus cuerpos y sepultura.
En cuanto a los sufragios por sus almas, disponían la celebración de 1.000
misas de réquiem rezadas por cada uno de ellos, en el caso de no haberse
celebrado todas o parte de ellas durante sus vidas como era su intención,
distribuidas entre las iglesias parroquiales de Santa María – 250 ó cuarta parte –,
San Nicolás – 100 –, Muchamiel – 68 –, Guardamar – 100 –, Rojales – 36 –, así
como el convento de franciscanos capuchinos – 100 –, y los de San Agustín,
Nuestra Señora del Carmen, San Francisco, Santo Domingo y San Francisco de
Paula, de la villa de Muchamiel, con 68 misas en cada una de las cinco
comunidades, haciendo donación de 4 sueldos de limosna por cada misa a
celebrar en los 30 días siguientes a sus defunciones, facultando a sus albaceas a
egresar los sufragios asignados de aquellos lugares religiosos que incumpliesen
el plazo y puedan celebrarse en cualquier otra parte. Esta voluntad de inmediatez
en realizar los sufragios refleja, en opinión de Franch Benavent haciéndose eco
de Vovelle, la importancia concedida entonces al juicio individual que se
producía tras la muerte, junto con el deseo de expiar rápidamente las penas para
abandonar cuanto antes el purgatorio (50).
Rememorando la bienaventuranza referida a los pobres, estos tenían la
consideración de intercesores privilegiados ante el Juez Supremo, motivando
que los testadores intentasen conseguir sus plegarias por medios económicos, a
cuyo fin disponían que en la mañana del primer domingo siguiente al día del
entierro de cada uno se repartieran 30 libras entre los pobres vergonzantes más
necesitados, y a cada pobre mendigo que acudiese a su casa se le entregase 12
dineros ó 1 sueldo de limosna, al igual que 10 libras en dicho día al convento de
religiosas capuchinas de la ciudad. La obra piadosa alcanzaba también a las
llamadas “mandas forzosas”, a las que legaban la individual cantidad de 5 libras
para que entre ellas se las distribuyesen a partes iguales, apartándolas así de todo
derecho que sobre sus bienes pretendiesen tener (51).
(49) El profesor Franch Benavent apunta una doble teoría en torno a la dilación de la sepultura. Por un lado,
basándose en prestigiosos investigadores de la talla de Vovelle, Arìes o Deluneau, argumenta que se trataría del
temor a ser enterrado vivo debido a las noticias que se tenían sobre la catalepsia; y por otro, siguiendo a
Bourgeon, expone que la dilación tiene claras connotaciones religiosas motivadas por el temor a las mandas
negativas o defensivas entre las que no aluden a velar el cuerpo y las que explícitamente se refieren a ello. Vid.
Franch Benavent, R. Op. cit., p. 335, nota 25.
(50) Franch Benavent, R. Op. cit., p. 339, nota 34.
(51) En otro capítulo del trabajo ya hemos referido el significado de “forzosas”. Aquí nos limitamos a recordar
las instituciones alicantinas de acogida y/o asistencia de pobres, menesterosos y enfermos destinatarias de esas li
448
Después de manifestar la plena confianza existente entre los esposos
testadores, se designaban mutuamente respectivos albaceas de las disposiciones
hasta aquí ordenadas, para de inmediato declarar haber cumplido el día 16 de
mayo de 1744 con el legado vitalicio dispuesto en sus últimas voluntades por
sus difuntos cuñado y hermana, Pedro Martel y Oliva Marabeuf, a favor de la
religiosa franciscana del convento caravaqueño de Santa Clara sor Francisca
María de la Verónica y que, a su fallecimiento, debía pasar al alicantino Hospital
de San Juan de Dios, detallando con minuciosidad su ejecución al igual que la
cesión realizada en provecho de la mencionada institución benéfica, obviando
aquí su reiteración por estar ya explicitado con anterioridad.
En el mismo sentido, el testador expondría que el militar José de Corte de
Weste le designaba albacea testamentario conjuntamente con el capitán del
Estado Mayor don José Boerio, además de especial depositario de sus efectos.
Y, estando planteado litigio entre los herederos del antiguo coronel del
regimiento La Comería y el del actual cuerpo de tropas de Brabante ante el
Supremo Consejo de Guerra, en el que estaba implicado el oficial de Corte con
motivo de haber ejercido por algún tiempo el cargo de habilitado en el
regimiento de La Comería, Marabeuf no ha querido desprenderse del depósito a
menos que le entregasen suficiente cautela que le sirviese de legitimo descargo.
Sin embargo, conociendo estar ajustadas las controvertidas cuentas y faltando
sólo la decisión del Consejo de Guerra, la que encargaba se solicitase, entregaría
los efectos depositados a quien correspondiese si después del esperado
pronunciamiento tuviese suficiente libertad y seguridad para ello, ordenando al
presente se entregasen a los herederos del oficial militar “las especies halladas
en la cuenta formada”, siempre que no lo hubiesen hecho en vida él mismo o su
cónyuge (52).
En cuanto al cobro de créditos atrasados a deudores, los esposos testadores
aconsejaban a sus herederos que procedieran con la misma justa rectitud con la
que ellos habían actuado, de manera que aquéllos que no pudiesen pagar sin
grave daño de sus bienes y que malvendiéndolos pudiesen quedar arruinados,
procuren asegurar el crédito dándoles los plazos necesarios para su alivio a
proporción de la deuda y disponibilidad del deudor. Ciertamente, en términos
generales, esa sería la habitual forma ecuánime de obrar del comerciante bretón.
Sirva de muestra el caso del guardamarenco Domingo López, labrador quintero
de su hacienda del Ginebral, quien en julio de 1743 ajustaba las cuentas con
Marabeuf después de trabajar la finca durante once años resultando deudor en la
cantidad de 263 libras, 14 sueldos y 4 dineros, de las que el acreedor, de su
propia voluntad “en atención a los malos tiempos”, le condonaba 103 libras, 14
mosnas misericordiosas: el Hospital de San Juan de Dios, el Hospital Militar, la Casa de la Misericordia, los
Santos Lugares o Casa Santa de Jerusalén y la redención de cautivos cristianos, siendo estas dos últimas las
comúnmente beneficiadas en la mayoría de los legados testamentarios.
(52) A.H.P.A. Protocolo 806 de Antonio García, “Testamento…”, 11-3-1745, ff. 44v-45r, cláusula 9. El difunto
militar era capitán del regimiento de Henau, llamado antes de La Comería, y conocido en tiempos de Marabeuf
con el nombre de Brabante, el cual estaba de guarnición en el castillo-fortaleza de Santa Bárbara, de Alicante.
449
sueldos y 4 dineros; además de convenir en satisfacerle el débito de las 160
libras en diez iguales pagas anuales abonadas por mitad en las fiestas de San
Juan y Todos Santos (53).
Las cláusulas legatarias a parientes ascendientes y descendientes principiaban
con don Francisco Marabeuf Dutertre, homónimo primo del testador
residenciado en San Lormel, que había regido hasta entonces una finca
denominada “El Etanquihocas” (sic), propia del testador heredada de sus
difuntos padres. Y considerando varios motivos, además de la buena voluntad y
estimación a su primo y familia, le legaba la susodicha hacienda con todos sus
gravámenes, pudiendo disponer libremente de ella y relevándole de rendir
cuentas del tiempo de su administración (54).
A su nieta Francisca María Lostau Marabeuf, en base al cariño profesado, le
legaban por una vez 500 libras detraídas del quinto de los bienes libres que la
legislación castellana, vigente en todo el reino de Valencia, concedía a los
testadores. Dicha cantidad legataria se le entregaría después de tomar estado,
religioso o matrimonial, o alcanzar la mayoría de edad de 25 años; pero si
muriese sin haber cumplido ninguna de las dos citadas condiciones, este legado
debía recaer en su hermana mayor viva o, de no existir ninguna hermana, en su
hermano de más edad (55).
Tras declarar los testadores los cinco hijos procreados en el matrimonio y
especificar que los dos últimos eran menores de edad, pudiéndose dar la
posibilidad de que los dos o alguno de ellos no hubiese cumplido los 25 años a
la defunción del primero de sus progenitores, asignaban la tutela a Marabeuf que
le correspondía por derecho; pero si éste no sobreviviese, recaería en su esposa y
madre en concurrencia con don Nicolás Pascual del Pobil, a quien suplicaban
admitiese la tutoría “por la buena ley que nos profesa”, mas si la rechazase por
cualquier causa quedaba facultada la viuda a nombrar, si le fuese conveniente, a
otro tutor de su confianza y satisfacción.
Redactadas las disposiciones precedentes, los testadores procedían a la
fundación de mayorazgos con el fin de perpetuar no sólo los bienes vinculados
sino, sobre todo, el apellido y linaje Marabeuf. A su consecución, antes de
efectuar la prematrimonial donación con mejora a su hijo Esteban Vicente a
comienzos de agosto de 1741, habían solicitado a Felipe V licencia y real
facultad para la institución de vínculos a sus dos hijos, y que el monarca
otorgaría desde el Buen Retiro en 31 de octubre de ese año. No obstante,
deseando los testadores conceder a sus dos hijas la misma nobiliaria institución,
(56) A.H.P.A. Protocolo 806 de Antonio García, “Testamento…”, 11-3-1745, ff. 52r-56v y 75r-78r,
respectivamente.
(57) No resulta fácil practicar el cómputo exacto debido a las fluctuantes equivalencias entre la moneda
castellana y la valenciana. Sirva de ejemplo conocer que la libra valenciana se computó, antes de alcanzar la
primera mitad del siglo XVIII, a 15 reales y 2 maravedíes y también a 16 reales y 2 maravedíes de vellón. Para
realizar estos cálculos hemos equiparado 1´3638 ducados por libra, así como 15 reales y 2 maravedíes por libra.
(58) A.H.P.A. Protocolo 806 de Antonio García, “Testamento…”, 11-3-1745, ff. 58v-59v.
451
mencionada monja Francisca María de la Verónica durante toda la vida de esta
religiosa franciscana del convento caravaqueño de Santa Clara (59). Además, se
le gravaba a Marcos, y a sus sucesores en el vínculo, con los gastos de
mantenimiento de la ermita dedicada a San Bruno con “sus ornamentos
decentes”, edificada en una finca rural componente de su vínculo, para
perpetuamente celebrar misa los domingos y fiestas de guardar como sufragio
por las almas de los testadores. En esto, Marcos no se diferenciaba de Esteban al
que también imponían, para el mismo fin, los costes de conservación de otra
ermita erigida en honor del Santo Cristo en una hacienda de su mayorazgo (60).
Con todo, el monto de las obligaciones impuestas a Marcos no representaba ni la
mitad del valor de las cargadas sobre su hermano mayor.
Este discriminatorio trato hacia los hijos sería parcialmente subsanado por los
testadores, enmendando las cláusulas referentes a las respectivas aportaciones a
la vitalicia renta del hermano monje cartujo, que se estipulaba ahora en la igual
cantidad de 60 libras anuales cada uno, legado que los testadores hacían a la real
cartuja de Vall de Crist donde se hallaba su hijo religioso y que si éste cambiaba
de cartuja, se pagaría la cantidad de 120 libras a aquella donde estuviese. Así
mismo, disponían los esposos que, cesando este legado al fallecer su hijo monje,
por el afecto sentido hacia la cartuja de Vall de Crist donde éste recibió “ su
santo hábito” se le entregasen 2.120 libras por una sola vez, cantidad en que se
valoraban nueve inmuebles integrantes de los bienes libres de los testadores, con
la obligación de realizar anual y perpetuamente dos aniversarios en sufragio de
sus almas a celebrar en los respectivos días de sus nacimientos, debiendo
obtener esa institución a sus costas el privilegio del derecho de amortización y
real sello (61).
En el caso de carecer de descendencia Marcos Espíritu Pascal, su mayorazgo
debía vincularse al de su hermano Esteban Vicente; pero si esto sucediese y
llegasen a unirse los dos vínculos en un solo linaje, si en el existiesen dos hijos
varones suceda el mayor en el establecido en su línea descendiente, y el segundo
en el que se hubiese agregado por extinción de su titular. Mas si sólo hubiese un
hijo varón, sea este el titular de los dos mayorazgos; y si no lo hubiese, recaigan
ambos vínculos en la hija o hijas, sucediendo así perpetuamente siempre que
hubiese dos hijos o dos hijas. Si se extinguiesen las dos descendencias de sus
hijos, era voluntad de los cónyuges que si sus hijas viviesen sucedan María
Felicia en el de Marcos, e Isabel Oliva en el de Esteban, continuando en sus
respectivas legitimas descendencias con la ya mencionada regular prelación,
siguiéndose también el orden establecido en el caso de faltar sucesores en una de
las hijas (62).
Inexistentes los legítimos linajes de los hijos e hijas, los consortes llamaban a
452
la sucesión de todos los bienes vinculados, y de los que se pudiesen agregar, a la
descendencia bastarda de éstos y éstas, excluyendo a los adulterinos,
incestuosos, espurios y otros de “ dañado y punible ayuntamiento de la madre ”.
Y faltando todas las líneas sucesorias, tanto la legítima como la natural
mencionada, quieren los testadores que sucedan en los bienes vinculados a
Esteban los cartujos de Vall de Crist, con la obligación de mantener y conservar
en todas las casas y vallado de las tierras el escudo de armas de Marabeuf “ para
memoria de esta obra pía ”, llamándose de Marabeuf en adelante y
perpetuamente a este mayorazgo, quedando la dicha institución cartujana
obligada desde ese momento a celebrar dos sufragios anuales y perpetuos de
misas cantadas, con el Santísimo Sacramento descubierto, en los respectivos
días natalicios de los testadores, así como un aniversario y un trecenario por
cada uno de ellos en los días de sus respectivos óbitos y en la forma
acostumbrada, además del perpetuo gravamen de remitir cada mes de enero al
titular del obispado de Brieuc la suma de 3.000 reales de vellón, de los que
2.250 se destinarían para ser distribuidos a partes iguales entre los parientes más
próximos de los padres del testador, disposición modificada cinco años después
en previsión de “ ser muchos los parientes y escasa la cantidad ”, determinando
que se repartiera entre los dos parientes más próximos; otros 375 reales serían
entregados a la iglesia de San Salvador de la villa de Plancoet para que en ella se
celebrasen dos perpetuos aniversarios por sus almas, y la parte sobrante se
invirtiese en su manutención y ornamentos, siendo los últimos 375 reales
asignados para los mismos fines a la iglesia de la villa de San Lormel. No
obstante, también disponían que faltando la susodicha parentela recibiesen 1.500
reales el párroco de cada una de las citadas dos iglesias, destinando la mitad del
capital para los mismos referidos fines y la otra mitad para repartirla entre los
pobres de cada parroquia (63).
Respecto a los bienes asignados al mayorazgo de Marcos Espíritu Pascal,
ocurriendo las mismas circunstancias de faltar toda su descendencia legítima y
bastarda en los términos descritos, los testadores llamaban como sucesor de este
vínculo a su sobrino Manuel Soler y Verdú y a su legítimo linaje, excluyendo a
toda bastardía admitida sólo en su propio linaje, con todos los gravámenes que
sobre sí tenía este vínculo, además de que si alguno de sus descendientes
profesase la orden de San Bruno en cualquiera de las tres cartujas del reino de
Valencia, ya como monje o bien como converso “barbudo”, deba entregarle en
dicha ciudad 50 libras vitalicias cada primer día del año; pero si hubiesen dos
descendientes cartujos al mismo tiempo, reciba esa renta el más antiguo en la
profesión mientras viviese pasando luego al que tuviese mayor antigüedad
cartujana. Pero si el profeso no fuese del linaje de Manuel Soler, pero sí nacido
en Alicante, o en las poblaciones de Muchamiel, San Juan, Benimagrell, Villa--
(63) A.H.P.A. Protocolo 806 de Antonio García, “Testamento…”, 11-3-1745, ff. 70v-71v, y protocolo 811 de
Antonio García, “Codicilo”, 16- 4 -1750, f. 105v. Los 3.000 reales de vellón equivalían a 200 libras valencianas,
destinándose 150 para la parentela de sus progenitores y 25 para cada una de las dos iglesias, las que, faltando
los parientes, recibirían 100 libras cada una para ser distribuidas como va referido.
453
franqueza, Busot y Agost sometidas a la jurisdicción de la ciudad, también deba
darle la misma cantidad anticipada al más antiguo profeso. Por lo demás, los
testadores obligaban a su sobrino y sucesores a llevar perpetuamente el apellido
Marabeuf, colocando su escudo de armas en todos los inmuebles y cercas de las
tierras del mayorazgo (64).
Supuesta la carencia de sucesores de Manuel Soler, dispondrían sus tíos que
los bienes de este vínculo pasaran a su otro sobrino Vicente Risso y a su
descendencia, con la regular preferencia y obligaciones antes enunciadas. Y
llegado el caso de también agotarse esta sucesión, recaería este mayorazgo en su
hermana y sobrina Rosa Risso y su legítimo linaje, con las mismas antedichas
condiciones y cargas (65). Si también llegase a desaparecer el linaje de su
sobrina, quieren los testadores que estos bienes vinculados queden en
administración colegiada a cargo del Corregidor, el Alcalde mayor o el regidor
decano, en ausencia de los dos anteriores; el vicario foráneo y el cura más
antiguo de cada iglesia parroquial de la ciudad, encargándoles la distribución de
los capitales y rentas producidas. A cada uno de los cuatro gestores asignaban un
salario de 25 libras anuales con la obligación de reunirse cada cuatro meses, o
siempre que fuese necesario, en casa de la máxima autoridad local, o del Alcalde
mayor o del vicario foráneo, por este orden según las ausencias o impedimentos,
pero siempre con el conocimiento del Corregidor, mandando entregar a los
capuchinos de la ciudad la limosna de 150 libras anuales depositadas en manos
del padre guardián al comenzar cada mes de enero, destinada a ornamentos y
otras conveniencias de la sacristía, pero con la obligación de celebrar cada año
150 misas en sufragio de sus almas.
Asimismo, los administradores debían detraer de las rentas producidas otras
250 libras para con ellas celebrar 1.250 misas anuales, a razón de 2 reales
valencianos de limosna por cada una, asignando el 60% de la limosna y
sufragios a beneficio de sus almas a su parroquia de Santa María y el 40 % a la
de San Nicolás. Igualmente les mandaban que siempre y cuando una alicantina,
o nacida en cualquiera de las villas y lugares de su jurisdicción citadas con
anterioridad, tomase como novicia el religioso hábito capuchino y profesase
después deban entregar, por una vez al año, 500 libras de limosna a la abadesa
para cubrir los gastos de la ceremonia de ingreso, y si quedase cantidad residual
se emplee a la discreción de la madre superiora en las más perentorias
necesidades del convento, su iglesia y adornos; pero aconteciendo el ingreso de
(64) A.H.P.A. Protocolo 806 de Antonio García, “Testamento…”, 11-3-1745, ff. 71v-72r. El abogado Manuel
Soler y Verdú era hijo de los fallecidos esposos Nicolás Soler y Lucrecia Verdú y, en consecuencia, sobrino de
Francisca María Soler, consorte del comerciante bretón, con quien colaboraría intensamente Manuel en los
postreros años de éste. Por otro lado, de la antigua Gobernación de Alicante, los testadores excluyeron a los
cartujos nacidos en la universidad de Monforte.
(65) A.H.P.A. Ibid., f. 72r. Los hermanos Risso fueron los hijos habidos en el matrimonio del genovés Pedro
Antonio de Risso y Teodora Soler, hermana de Francisca María y cuñada de Marabeuf. Rosa Risso casaría con
el también genovés Domingo Grassi, que a la sazón contaba con 61 años de edad, habiendo alumbrado a 4 hijas
y teniendo la residencia familiar en la calle Villavieja. A.M.A. Arm. 7, Lib. 8, “Vecindario de todas las personas
residentes en esta ciudad y término de Alicante con expresión de los nombres, edad y número de que se compone
cada familia. Año 1754, 27-6”.
454
dos religiosas a un mismo tiempo, o en el mismo año, tenga preferencia la de
origen noble, seguida por la hija de cualquier oficial militar de tierra o mar,
nacional o extranjero, del grado de alférez en adelante, situando en tercer lugar
de la prelación a la hija del ciudadano y, finalmente, a la plebeya. En el caso de
coincidir dos monjas de igual condición social sería preferida la que primero
hubiese profesado, imponiendo a la comunidad capuchina la perpetua obligación
de rezar el oficio de difuntos cuatro veces al año, coincidiendo con los
respectivos días natalicios y de defunción de los testadores.
No obstante, si algún año no profesase ninguna monja capuchina y sí se
produjese en el convento agustino de la Sangre de Cristo, sean para éste las 500
libras de limosna cumpliéndose las mismas condiciones, prelación y obligación
mencionadas, entendiéndose también esta manda piadosa para el cenobio de la
Santísima Faz situado en la Huerta siempre que no se produjera ningún ingreso
en el precedente convento.
Si en el devenir de una anualidad no se producía ingreso alguno en ninguna de
las tres citadas comunidades, mandaban los testadores que la cantidad de 500
libras se distribuyera entre ellas a partes iguales para los mismos fines y
obligaciones dispuestas (66).
Del mismo modo, ordenaban a los administradores detraer de los beneficios
producidos 1.000 libras al año, para casamientos “ decentes de hijas de
caballeros y ciudadanos pobres ” residentes en la ciudad que celebrasen en ella
su boda, dotándolas con 500 libras pagaderas al día siguiente de efectuarse el
enlace nupcial, y en cuya percepción participaban también las hijas de oficiales
militares con la graduación mínima de alférez, de la nación que fuesen, siempre
que residiesen en Alicante con un año de antelación a su matrimonio y se
desposasen con un hijo de la ciudad. La entrega de la dote comenzaría por la
primera que de las referidas clases se casase, siguiendo la prelación en base a la
antigüedad residencial de las contrayentes; pero a cambio los recién casados
quedaban obligados a ofrendar, vitalicia y anualmente, una comunión por las
almas de los testadores en el día de indulgencia plenaria (67).
Llegado el caso de que los bienes vinculados y sus beneficios disminuyesen,
tanto que no llegasen a la entera paga de las demás obras pías una vez deducidos
los gastos acensuados y los cargados a favor de los alicantinos que tomasen el
hábito cartujano, así como los de la conservación de la ermita de San Bruno
dado que los testadores querían su perpetua subsistencia, era la voluntad de éstos
que la mengua no afectase al salario de los gestores, como tampoco a la limosna
de misas en el convento de capuchinas y a las parroquias de Santa María y de
San Nicolás, sufriéndola las obras misericordiosas de profesar religiosas y
casamientos a prorrateo de la cantidad asignada a cada una. Por el contrario, de
producirse un incremento en las rentas, una vez satisfechas por entero todas las
referidas obras piadosas, se distribuya una cuarta parte del excedente para
subsidio de los pobres enfermos de la ciudad y su jurisdicción, otra cuarta parte
(66) A.H.P.A. Protocolo 806 de Antonio García, “Testamento…”, 11-3-1745, ff. 72r-73v.
(67) A.H.P.A. Ibid., f. 74r.
455
fuera destinada a los pobres vergonzantes, mendigos impedidos y lisiados, con
especial preferencia a los más necesitados y de mayor distinción, reservando las
dos cuartas partes restantes para su equitativo reparto entre los alicantinos
conventos de San Francisco, San Agustín y del Carmen, así como en el de San
Francisco de Paula, de la villa de Muchamiel, y en todos aquellos que pudiesen
celebrar misas a 4 sueldos de limosna en sufragio de sus almas (68).
Los testadores esposos, habiendo conseguido nueva licencia y real facultad
otorgada por Felipe V el 14 de abril de 1744 en Aranjuez (69), fundaban otros
dos mayorazgos para sus hijas. Los bienes vinculados al de su hija mayor María
Felicia estaban constituidos por una hacienda conteniendo casa con su torre y
tierras, las que se verían precisadas a preparar para reponer arbolado y viñas,
dotarlas de agua de riego y cercarlas con una pared. También la casa precisaría
ser reconstruida, ampliada y dotada de lo necesario para producir y almacenar
vino. Por su parte, la torre precisó igualmente de reparación para consolidarla
por amenazar ruina. La finca, incluidos los trabajos de reparación, reforma y
mejora, era valorada en 8.000 libras estando libre de toda carga y gravamen(70).
A su hija menor Isabel Oliva le constituyeron otro vínculo integrado por una
finca rural estimada en 6.000 libras, situada en la mejor partida vinícola de la
Huerta de la ciudad, más dos inmuebles urbanos contiguos a la casa familiar
apreciados en 2.000 libras por haber sido edificados de nueva planta, de modo
que el conjunto valor de este mayorazgo ascendía a un capital de 8.000 libras,
exactamente igual al de su hermana (71). Sin embargo, la profesión religiosa de
Isabel Oliva provocaría la reasignación de estos bienes vinculados en la forma
referida con anterioridad.
En ambos mayorazgos, los testadores llamaban a la sucesión a sus respectivas
hijas y sus legítimos linajes con la regular preferencia referenciada, permitiendo
también la bastarda sólo cuando faltase la legítima y en el modo dispuesto en los
vínculos de sus hijos. Planteada la posibilidad de faltar la descendencia de una
de sus hijas – como en realidad sucedería –, expresaban su voluntad de que los
bienes vinculados a ella pasasen a su otra hija o a su descendencia; pero si se
extinguiese el linaje de sus dos hijas, sean agregados al mayorazgo de su hijo
menor los bienes vinculados a su hija mayor y los de su hija menor al de su hijo
mayor. Si llegase el caso de la total extinción del linaje de los testadores, habida
cuenta de tener llamados a la sucesión del vínculo de su hijo mayor a la real
cartuja de la Vall de Crist y en el de su hijo menor a Manuel Soler y demás
nombrados después de éste, mandaban que en estos dos mayorazgos sucedieran
respectivamente sólo la citada real cartuja y el mencionado Manuel Soler,
disponiendo que en el vínculo de su hija mayor sucediere Vicente Risso y los
(68) A.H.P.A. Protocolo 806 de Antonio García, “Testamento…”, 11-3-1745, ff. 74v-75r. Recordamos que los
testadores excluían a la universidad de Monforte de la jurisdicción alicantina, sin que conozcamos qué les indujo
a ello.
(69) A.H.P.A. Ibid., “Real Cédula”, ff. 75r-78r.
(70) A.H.P.A. Ibid., ff. 78v-80r.
(71) A.H.P.A. Ibid., ff. 80v-81v.
456
suyos, mientras que en el de su hija menor lo hiciese Rosa Risso y su línea
legítima con la misma regular preferencia expresada, substituyendo
recíprocamente a los hermanos Risso en el caso de faltar el linaje de uno u otra.
No obstante, si aconteciese el caso de que Vicente Risso o su descendencia
sucediese en el vínculo de Marcos Espíritu Pascal y, al mismo tiempo o con
posterioridad, también en el de María Felicia por estar llamado a ambos, era
voluntad de los testadores que los bienes vinculados a su hija mayor pasen de
inmediato a Rosa Risso y su linaje, aunque haya sucedido o sucediese más
adelante en el mayorazgo de Isabel Oliva.
En el supuesto de faltar el linaje de los dos hermanos Risso, disponían los
esposos Marabeuf la fundación de dos beneficios con los bienes vinculados a sus
hijas: uno en la iglesia colegial de San Nicolás con los bienes agregados al de
María Felicia, y otro en la iglesia de Santa María con los del mayorazgo
instituido a favor de Isabel Oliva, al objeto de que los hijos de la ciudad
doctorados en Teología, habiendo superado exámenes y oposiciones ante el
Ilustrísimo Obispo de Orihuela, puedan los más doctos y beneméritos poseer los
beneficios, teniendo la prelación los de origen noble; pero no concurriendo
ninguno de esta clase a las pruebas, se concedan a hijos de militares con
graduación mínima de alférez nacidos en Alicante, aunque sus padres fuesen
extranjeros de cualquier nación; y faltando éstos, se confieran a los hijos de
ciudadanos. Pero, en defecto de todos los antedichos, pasen los beneficios a los
más eruditos y meritorios hijos de plebeyos. Asimismo, disponían los testadores
que, para los derechos de desamortización y demás necesarios en la fundación
de estos beneficios, se tomase el dinero de las rentas vencidas o, en su defecto,
lo que bastase del corriente de ambos mayorazgos para estos gastos, rogando al
prelado oriolano y a sus vicarios generales cuidasen que los beneficiados
mantuviesen y conservasen los bienes de sus beneficios eclesiásticos, facultando
al obispo y a sus substitutos para que pudiesen tomar porciones de las rentas de
estos bienes vinculados y aplicarlas a su conservación, siempre que en ello
fuesen negligentes los beneficiados, los cuales quedaban obligados a celebrar,
por sí o por otro mientras no obtuvieran el grado sacerdotal, 300 misas anuales
durante sus vidas en sufragio de las almas de los fundadores de los patronatos
(72).
Los testadores, además de reservarse el usufructo vitalicio de todos los bienes
vinculados, deseando su perpetua memoria y el cabal cumplimiento de las
cláusulas estipuladas, imponían una serie de condiciones comenzando por
establecer que los sucesores en los cuatro mayorazgos, sin distinción de género,
tuvieran la precisa obligación de llevar “ nuestro apellido y poner nuestras armas
en sus escudos y edificios ”, amenazando con perder su derecho de sucesión y
excluirle al que así no lo hiciere. Si los sucesores de estos vínculos tuviesen
hermanas legítimas, las pongan en estado de casada o de religiosa, dotándolas
como le pareciese del usufructo y de las rentas, pero no de la propiedad. Éstos
(72) A.H.P.A. Protocolo 806 de Antonio García, “Testamento…”, 11-3-1745, ff. 82r-83v.
457
también quedaban compelidos a tener siempre los bienes vinculados labrados y
reparados de todo lo necesario a costa de las rentas, de manera que siempre
fueran en aumento y nunca en disminución, quedando incorporado en el
mayorazgo aquello que lo incrementase pudiéndoles obligar a ello. Sucediendo
en los vínculos persona menor de 25 años, tenga el deber su curador “ad lites o
ad regenda bona”, además de cuidar de su educación y crianza, a pedir
judicialmente que de sus frutos y rentas se le señale cantidad adecuada para
alimentarse y mantenerse con la decencia correspondiente a su edad y calidad, y
la de la familia que tuviese, depositando el sobrante de las rentas en el
depositario general o en otra persona abonada a satisfacción de la justicia hasta
cumplir el menor los 25 años o tomase estado antes de alcanzarlos, empleando el
excedente depositado en propiedades agregadas a su mayorazgo con
intervención judicial. Que los titulares de los vínculos ni sus sucesores hayan
recibido ordenes sacerdotales, ni profesado hábito religioso, pero si antes de ello
hubieran tenido hijos legítimos, pasen a estos los derechos y sucedan por su
llamamiento; y si los ordenados o profesos recibieran dispensa para abandonar y
casarse, sucedan así y sus linajes, no afectando esta prohibición a los caballeros
del hábito de Santiago, ni tampoco a los de otras ordenes que, según sus
estatutos, puedan estar casados y tener hijos legítimos (73). Los sucesores de los
mayorazgos debían ser de legítimo matrimonio, católicos, no incursos en delito
de traición a la corona, ni en los de herejía, incendio violento o de lesa majestad;
y si hubieran cometido cualquiera de ellos, o se casasen con autor de semejantes
crímenes, o que tuviera mancha de sangre de judío o de moro, o que ejerciera un
oficio vil o mecánico o lo hubieran ejercido sus padres, queden “excluidos
totalmente como si no fueren llamados” pasando el vínculo al siguiente sucesor;
pero si después se les devolviese el honor, sucedan sus descendencias legítimas
y bastardas en la forma “que llevamos dispuesta”. Cuando se obtuviese dinero
de la redención de los capitales de los juros, censos, hilos de agua y otros
redimibles de los bienes agregados a los vínculos, vedaban que el poseedor o el
sucesor recibieran cantidad alguna, debiendo intervenir la justicia y quedar esta
en manos del depositario general del lugar donde se redimiese o en otra persona
lega, llana y abonada de designación judicial, permaneciendo en depósito hasta
imponerse sobre fincas seguras, con abono y aprobación de la justicia.
Remataban las condiciones con una amenazadora advertencia de que “el que lo
contrario hiciere, pierda la sucesión pasando al siguiente llamado” (74).
Finalmente los testadores, con las condiciones y gravámenes referidos,
instituían los mayorazgos en sus cuatro hijos y sus respectivos linajes para que a
su tiempo gozasen del usufructo de los bienes vinculados, cobrándolos para sí
como señores de ellos y con facultad de aprehender su posesión unos después de
otros, y otros de otros para siempre jamás.Todo lo cual debían guardar y cumplir
(73) Un hecho probatorio de que era voluntad de los testadores el cumplir y hacer cumplir estas condiciones,
sobre todo la presente, lo constituye su propia hija menor Isabel Oliva, excluida del mayorazgo asignado por
abrazar el habito agustino en el oriolano convento de San Sebastián.
(74) A.H.P.A. Protocolo 806 de Antonio García, “Testamento…”, 11-3-1745, ff. 84v-85v.
458
cumplir los sucesores, sin que contra ello o parte pudiesen alegar excusa o
excepción favorable, aunque fuere legítima por derecho o por las leyes de estos
Reinos, porque en virtud de las facultades reales les apartaban de ese remedio y
recurso. Y si alguno lo hiciese o intentase hacer de hecho, lo anulaban y
revocaban dando a los autos por rotos y cancelados, siendo los daños e intereses
que de ello se derivasen por cuenta de quien contraviniese estas disposiciones,
ejecutándole por ello sólo con el juramento del interesado.
La valoración que de los bienes vinculados efectuaron los testadores ascendía
a 120.000 libras, cuyo tercio y quinto alcanzaban las 56.000 libras, reconociendo
que los bienes de mejora donados a su hijo Esteban Vicente suponían 56.444
ducados líquidos equivalentes a 41.400 libras, faltando aún 14.600 libras para
completar la total cantidad del tercio y quinto de esos bienes, lo que motivaría la
agregación de nuevas tierras a su vinculada finca rural apreciadas en 2.600 libras
(75). Pero, de inmediato, mostrando los esposos Marabeuf sus claras
preferencias por su hijo Marcos Espíritu Pascal le mejoraban en 2.500 libras
procedentes del tercio y remanente del quinto de todos sus bienes libres, como
dotación para un futuro matrimonio “con persona de lustre y calidad”, o para el
fin que “hallara por conveniente”.
Estas disposiciones redundaban en mantener el desigual trato económico que a
sus hijos varones daban los testadores, los cuales conscientes del discriminatorio
hecho intentarían paliarlo de alguna manera mediante una específica cláusula
hereditaria en la que, después de nominar por herederos a partes iguales de todos
sus bienes libres a sus cuatro hijos, agregaban “como buenos padres” a la finca
rural vinculada a Esteban Vicente los instrumentos necesarios para vendimiar,
fabricar vino y almacenarlo hasta en cantidad de 2.500 cántaros, así como los
utensilios precisos para trabajarla, obtener aceite, recolectar y custodiar los
frutos. Todo ello se incorporaba a la dicha hacienda como parte de la legítima de
su hijo mayor, justipreciada amistosamente; pero obligado a traerlos a colación y
partición con sus restantes tres hermanos. Además, la casa familiar – otro bien
vinculado a Esteban Vicente –, estaba gravada con un censo de capital 1.600
libras que era intención de sus padres redimir en vida; mas por si acaso no lo
hacían, mandaban que su quitamiento se sufragase con el sobrante del tercio y
remanente del quinto de sus bienes libres, y en el supuesto de no existir debía
suplirlo el propio Esteban Vicente de la renta y producto obtenidos de su
mayorazgo, en los cuatro años siguientes al de tomar posesión, cuyo gravamen
“le imponemos por ser en su beneficio” (76).
Concluían sus últimas voluntades anulando cualquier testamento y codicilo
hecho con anterioridad, especialmente el que dispusieron ante el mismo notario
en 2 de abril de 1717, para que no valgan ni hagan fe judicial ni
extrajudicialmente, salvo este presente ahora otorgado (77).
(75) A.H.P.A. Protocolo 806 de Antonio García, “Testamento…”, 11-3-1745, f. 57r. En esta cuantía se
valoraban las 81 tahúllas y tres cuartas incorporadas a la hacienda denominada Villoríen, con cuya ampliación
pasaba de tener las 690 tahúllas iniciales a contar con 771 tahúllas y tres cuartas.
(76) A.H.P.A. Ibid., ff. 87v-89r.
459
Con el propósito de cumplir su voluntad de recibir sepultura en su parroquia
de Santa María, en el año 1750, pasado un mes de practicadas las enmiendas
codicilares, Marabeuf adquiría una sepultura al abogado de los Reales Consejos
Juan Bautista Roig Lope de Aguirre. Estaba situada en medio de la citada
iglesia, frente al altar de Santiago Apóstol y bajo la araña de bronce que solía
haber en ella, por precio de 85 libras satisfechas por el comprador entregando 25
libras en doblones de contado y reteniendo las 60 libras complementarias para
cobrarse su crédito (78).
Cuatro años más tarde, recién iniciado el invierno de 1753-54, fallecía el
ennoblecido comerciante bretón cuando estaba próximo a cumplir la edad de 67
años. Poco tiempo después del óbito, a principios de marzo de 1754, su viuda se
reunía con sus hijos Esteban y Marcos e hijo político José Loustau para facultar
conjuntamente a Manuel Soler Verdú, sobrino y primo respectivamente, la
administración y gobierno de todas las propiedades indivisas, percibiendo sus
frutos y rentas, cobrando las deudas y defendiéndoles en todos sus pleitos y
negocios. Al día siguiente, el flamante gerente substituía el poder para pleitos
recibido en el valenciano procurador de la Audiencia José Huguet, e igual haría
pasados dos meses con el alicantino Pedro Agustín Tomás (79).
Tres días antes de finalizar el citado mes de marzo, los mencionados familiares
entregaban a Gregorio García el inventario extrajudicial de los bienes muebles
poseídos por el finado, practicado por ellos de común acuerdo en el día 19 del
mes antecedente, con la finalidad de que el citado notario asentara en documento
público la relación de bienes y efectos contenidos en el mismo (80).
Fallecido el comerciante, su viuda Francisca María Soler se convertía en la
albacea testamentaria y poseedora usufructuaria del enorme patrimonio creado
por su difunto marido, al que sobreviviría una década como mínimo; pero
igualmente sería, sin pretenderlo, testigo privilegiado del inexorable languidecer
del espléndido fulgor detentado en otro tiempo por el linaje Marabeuf (81).
(77) A.H.P.A. Protocolo 806 de Antonio García, “Testamento…”, 11-3-1745, f. 90r. Los testigos firmantes del
documento fueron el Teniente Coronel D. Francisco Antonio de Torres, el capitán D. José Bodrio, ambos
militares agregados al Estado mayor de la Plaza, y D. Santiago Gourly, negociante irlandés residente en la
ciudad.
(78) A.H.P.A. Protocolo 811 de Antonio García, “Venta de sepultura”, 17-5-1750, ff. 162r-164v. El crédito de
60 libras procedía de dos partidas que Marabeuf había entregado a doña Antonia Lope de Aguirre, difunta tía
materna del vendedor quien tenía admitida su herencia a beneficio de inventario: una de 39 libras contenida en
un vale fechado el 30-4-1739, cantidad utilizada para pagar 3 balcones de hierro puestos en la casa de la
fallecida, y otra de 21 libras de préstamo gracioso para el sustento de la difunta deudora y reparaciones en su
casa. La sepultura era propia de D. Miguel Lope de Aguirre y de su esposa doña Josefa Vigo, quienes la
transmitieron en herencia a su hijo D. Cristóbal de quien la recibió su heredera hija doña Vitoriana, madre del
abogado, en cuya representación practicó éste la venta.
(79) A.H.P.A. Protocolo 833 de Gregorio García, “Poder general” y “Substitución de poder para pleitos”, 6-3-
1754, 7-3-1754 y 4 -5-1754, ff. 34r-35v, 36r-36v y 79r-79v, respectivamente.
(80) A.H.P.A. Ibid., “Inventario extrajudicial de los bienes muebles de D. Francisco Marabeuf”, 28-3-1750, ff.
49r-69v.
(81) A.H.P.A. Protocolo 811 de Antonio García, “Codicilo”, 16-4-1750, f. 101r. En anotación marginal reseña el
notario Gregorio García que en 30-1-1764 libró copia codicilar a doña Francisca Soler y Soriano y a su hijo D.
Marcos Marbeuf y Soler en cumplimiento de auto del día 24 de ese mes y año. Pasados 14 años, el 31-12-1778,
era el hijo de éste y nieto de aquélla Antonio Marbeuf Díaz quien solicitaba copia de la escritura de últimas
voluntades de sus abuelos, según testimoniaba el notario Esteban Pastor Castellanos, el cual también libraría el 2
460
EL COMERCIO
-5-1812 copia testamentaria a D. Tomás Pro, descendiente de los Bayona, como marido de doña Francisca
Marbeuf , llamada anteriormente Loustau Marabeuf. Otro tanto solicitaría y obtendría el 3-6-1817 D. Juan
Sanmartín en representación de su esposa doña Carmen Marbeuf Díaz, dando fe de su libramiento el notario
Pedro Fuentes Sánchez.
(82) A.M.A. Arm. 7, Lib. 2, “Repartimiento del Cuartel de Invierno, diciembre 1712-abril 1713”. Es la primera
relación administrativa que disponemos de los vecinos de Alicante, en la que Marabeuf figura inscrito con el
oficio de negociante y soportando una carga fiscal de 24 libras del total cupo de 8.300, asignado a la ciudad por
Rodrigo Caballero y Llanes, repartido entre el último mes de 1712 y el primer cuatrimestre de 1713.
(83) El número de escrituras de fedatarios públicos manejadas en el presente capítulo supera las 440.
461
En el comercio marítimo simultaneaba la exportación y la importación,
pudiéndose acotar con claridad las actividades de una y otra en las que se daba
un nítido predominio de la primera sobre la segunda, tanto más acusado cuando
más nos aproximamos a los años iniciales de ejercicio profesional del
comerciante bretón.
La documentación, que nos permite cuantificar el valor de su comercio
exterior por vía marítima, versa sobre los derechos satisfechos por los
negociantes en la aduana de la ciudad entre los años de 1728 a 1730 y de 1738 a
1742. Los datos correspondientes al primer período trienal se contienen en las
relaciones practicadas por el valenciano D. Vicente Bonavida, contador-
interventor de las Rentas Reales y Generales de Alicante (84). En el inicial año
del trienio, aparece la compañía de comercio Marabeuf y Martel habiendo
satisfecho unos aranceles de 1.095.049 maravedíes en salidas de productos
frente a los 846.367 maravedíes por entradas de mercancías, gravámenes que la
situaban en el cuarto lugar entre los exportadores y en séptima posición de las
importaciones, siendo superada en ambas facetas comerciales por empresas
también extranjeras, principalmente inglesas como Merret y Hall; Hamond,
Barker y Reveley ; Jordan, Stanford y Timberlan o la de Tucker y Beawes,
aunque la detentadora de la posición hegemónica en su conjunto era la suiza
formada por Enrico Elver y Gaspar Welter. Además, como los derechos
abonados suponían el 15% del valor comercial practicado, nos permite este dato
extrapolar el total valor de las exportaciones e importaciones realizadas por la
sociedad en 1728 alcanzando, respectivamente, las cifras de 7.300.326 y
5.642.446 maravedíes, notables sumas que superaban las 22.000 y 17.000 libras
valencianas, respectivamente.
Ese año de 1728 sería, considerado en su conjunto, el más activo y rentable de
las tres anualidades en cuanto al volumen y valor transaccional, puesto que en
1729 los derechos abonados por entradas alcanzarían los 212.608 maravedíes,
cantidad que posicionaba a la compañía en décimo tercer lugar, lejos de los
puestos de cabeza ocupados por las sociedades inglesas de Hamond, Barker y
Reveley y Merret, Hall y Ball, mientras casi cuadruplicaba las salidas de géneros
por las que satisfacía al fisco 788.414 maravedíes, cifra que la aupaba a la cuarta
posición de la actividad exportadora, estando precedida por el genovés Lavarelo
y compañía, los suizos Elver y Welter y los franceses Debruges y Antoine (85).
La práctica comercial de la sociedad Marabeuf y Martel manifestaría su más
acusado retroceso en el último año del período, ya que en 1730 la cantidad
(84) A.M.A. Arm. 7, Lib. 4, “Derechos y sus agregados que han adeudado los negociantes de esta Ciudad en las
entradas de géneros y mercaderías por la Real Aduana, y los Derechos de Diezmos por las salidas en géneros y
frutos del País”.
(85) Las compañías que lideraban el tráfico de importación habían generado una deuda arancelaria de 2.875.237
y de 2.245.180 maravedíes, respectivamente, y cuya privilegiada posición no era sino la continuación de la
detentada el año anterior y por el mismo orden. Por su parte, las tres sociedades que encabezaban las
exportaciones pagaron en derechos de aduana 9.537.931 maravedíes, por salidas de lanas, 1.181.652 y 799.524
maravedíes, respectivamente, cuya hegemónica posición ya detentaban por el mismo orden en 1728.
462
adeudada por derechos de importación alcanzarían sólo los 101.239 maravedíes,
que representaban el 11´96 % de lo pagado por el mismo concepto dos años
antes, mientras tanto los aranceles de los productos exportados ascendían a
539.805 maravedíes, que suponían el 49´29 % de lo abonado por el mismo
motivo en 1728, relegándola a la octava posición entre los negociantes
exportadores residenciados en la ciudad.
Después de ocho años de interrupción, volvemos a disponer de datos referidos
a los derechos aduaneros generados por los negociantes en el tráfico portuario,
contenidos en las relaciones certificadas efectuadas por D. Antonio de Obregón,
contador de Rentas Generales de la aduana local, durante los cuatro años
comprendidos entre los años de 1738 y 1741 (86), en los que el comerciante
bretón pondría de manifiesto ser un exportador nato, bien por sí mismo o bien
por medio de su nueva compañía denominada Marabeuf: Padre, Hijos y Massu.
En el primer año, se había recuperado el coyuntural bache padecido al inicio de
la secular década de los años treinta, retomando otra vez el dinamismo
exportador de antaño, puesto de manifiesto con la cantidad de 1.026.859
maravedíes abonados por la salida de productos, lo que suponía una global
exportación teórica para ese año valorada en 6.845.726 maravedíes al
permanecer fijo el canon arancelario del 15 %, permitiéndoles detentar la
primacía en esta faceta comercial. Por el contrario, las importaciones se
mantenían algo superiores a los niveles mostrados en los pretéritos años,
alcanzando un pago aduanero de 164.234 maravedíes.
Los años centrales de este período resultarían ser los más activos, mostrando
con total claridad cuál era la verdadera faceta comercial de nuestro personaje,
particularmente el año 1739 en el que su citada sociedad alcanzó la más elevada
cota exportadora de los ocho años documentados, llegando a satisfacer unos
derechos de 1.255.583 maravedíes a los que debían añadirse los 4.590 generados
por el propio comerciante en solitario, resultando un conjunto gravamen
arancelario por exportación de 1.260.128 maravedíes que, a su vez, suponía un
considerable total valor teórico superior a los 8.400.000 maravedíes en la salida
de productos, equivalentes a más de 26.200 libras. Tampoco resultaría nada
desdeñable la cifra de 638.404 maravedíes pagados en impuestos aduaneros por
la entrada de géneros y mercancías, que les situaban entre los puestos punteros
de los negociantes importadores, aunque sólo representase alrededor del 50 % de
las exportaciones practicadas en ese año por el comerciante y su compañía,
aspecto comercial en el que sus antiguos competidores quedaban muy
rezagados, además de haber desaparecido algunos de ellos del panorama
comercial alicantino, como los ingleses Hamond o Beawes, o reasociándose para
formar nuevas compañías buscando mantener su competitividad, cual era el caso
de los también ingleses Samuel Tucker y Roberto Barker (87).
(86) A.M.A. Arm. 5, Lib. 81, “Certificaciones del Contador de Aduanas de los Derechos que causaron las
mercaderías en diferentes años”.
(87) Una vez liquidadas sus antiguas sociedades, estos negociantes tenían formada en este año una nueva bajo el
nombre de Tucker, Barker y Compañía; pero su actividad comercial distaba mucho ahora de alcanzar los niveles
463
Similares cotas exportadoras obtendría Marabeuf en el siguiente año de 1740
llegando a pagar una total deuda arancelaria de 1.238.570 maravedíes, si bien
conviene precisar un particular matiz diferenciador con respecto a 1739,
consistente en que del referido total gravamen aduanero correspondían a su
compañía 639.203 maravedíes, mientras el propio comerciante en solitario había
generado los restantes 599.367 maravedíes arancelarios (88). Tan intensa y
continuada actividad exportadora debía necesariamente incidir de forma
negativa en la opuesta faceta comercial, como en efecto aconteció resultando,
comparativamente, unas menguadas importaciones reflejadas en los 7.032
maravedíes pagados de gravamen aduanero, la más baja de todo el período, de
los que el 65´19 % habían sido generados por la compañía y el 34´81 % eran
imputables a la individual actuación del comerciante; es decir, que del exiguo
valor de las importaciones cifrado en 46.880 maravedíes, la sociedad introdujo
mercancías valoradas en 30.560 maravedíes; mientras el bretón, por cuenta
propia, lo habría hecho en cantidad de 16.320 maravedíes.
La última anualidad cuatrienal traería un ligero retroceso en las exportaciones
del comerciante, apreciado en un 24´43 % inferior en relación al total valor del
año inmediato anterior, no obstante haber alcanzado la considerable cantidad de
935.973 maravedíes pagados en la aduana, equivalentes a una global
exportación estimada en 6.239.820 maravedíes que representaban más de 19.500
libras. Sin embargo, las importaciones crecieron hasta situarse en el 880´8 %
respecto al conjunto de todo el año 1740, llegando a pagar 61.939 maravedíes
arancelarios pero que, pese a ello, continuaría bastante alejado de quienes
encabezaban la actividad importadora (89), aunque preservaría la primacía
exportadora entre los negociantes locales sin necesidad de contabilizar los
16.371 maravedíes abonados en derechos por su compañero José Massu, ni
tampoco los 83.565 maravedíes pagados por Francisco José Massu.
Otros datos fiscales proporcionados por los fieles administradores de la Puerta
de Tierra, D. Pedro Rodríguez de Lucena y D. Juan Francisco de Echeverría,
ratifican al comercio exportador como la principal actividad profesional de
Marabeuf confirmando, además, su abrumadora superioridad sobre cualquier
otra faceta estrictamente comercial, no considerando como tales las mercantiles
transacciones de compraventa de bienes raíces que, en su conjunto, superarían el
valor de las exportaciones, al conseguir amasar un considerable patrimonio,
como veremos en páginas posteriores.
Esta documentación, procedente de los fondos archivísticos públicos de la
ciudad, nos ha permitido disponer de esta fiscalidad sólo en los años de 1737,
conseguidos por la de Marabeuf, pues los derechos aduaneros pagados por la entrada y salida de géneros y
productos ascendieron a 233.781 y 73.000 maravedíes, respectivamente.
(88) En estos derechos de exportación devengados por Marabeuf y su compañía no se hallan computados los
17.167 maravedíes satisfechos por su socio José Massu.
(89) En este año, el marsellés Lorenzo Mabily alcanzaba la hegemonía importadora pagando unos derechos de
1.056.191 maravedíes, seguido por su conciudadano Juan Bouligny con 919.843 maravedíes y los hermanos
genoveses Jerónimo y Juan Bautista Fabiani ocuparían el tercer lugar abonando 910.720 maravedíes.
464
1741 y 1742, manifestando todos ellos un aplastante predominio de las
exportaciones sobre las importaciones (90). En el primero de ellos, el
comerciante y su empresa abonaron 13.587 maravedíes por la salida terrestre de
géneros frente a los 8.355 maravedíes generados en derechos reales por la
entrada de productos utilizando la misma vía, cantidad que representaba el 61´49
% de la anterior, a la que debemos añadir 589 maravedíes por los derechos
pagados en aduanas de otros lugares.
La cifra de 8.355 maravedíes satisfechos por entradas en 1737 sería,
paradójicamente, la abonada en 1741 por la salida de mercancías de la ciudad
por la puerta de tierra, mientras por el mismo control aduanero entraba tan
exiguo volumen de productos que sólo produjeron unos derechos de 60
maravedíes, a los que se sumarían otros 25 abonados en otras foráneas aduanas.
El último de los años citados constituye la quintaesencia demostrativa de lo
que venimos afirmando sobre la exportación, como principal actividad
profesional de Marabeuf, puesto que frente a unos pagos por derechos de salida
de 12.234 maravedíes sólo satisfizo al fisco 810 maravedíes por entradas, más
15 pagados en aduanas de fuera de la ciudad, cantidades que representan en
teoría una proporción de 15:1 suponiendo mercancías de igual precio de
mercado, evidenciando con rotundidad su verdadera vocación profesional: la
exportación mayorista. Ante este incuestionable hecho, debemos preguntarnos:
¿Cuál era la base de su comercio exportador, responsable de tan elevados
derechos aduaneros? Previamente a cualquier respuesta sobre esta cuestión,
debemos tener en consideración que los referidos derechos aduaneros de los
siete años documentados abarcan los años finales de la tercera década secular,
incluido el primero de la cuarta, más los dos últimos de esta y los dos primeros
de la siguiente, tiempo en el que Marabeuf ha logrado consolidarse como un
destacado terrateniente, cuyas diferentes propiedades rurales se extienden no
sólo por la Huerta alicantina, sino por el Campo de Alicante con tierras propias
en los términos de Agost y de Muchamiel, llegando a poseer bienes raíces en la
vecina comarca de la Vega del Bajo Segura, además de ser uno de los mayores
propietarios de casas de la ciudad, notable patrimonio que le posibilitaría
posicionarse en la elite del patriciado local y su integración en la nobiliaria clase
de los caballeros.
En consecuencia, los fundamentos de su comercio exportador en el referido
período estarían constituidos, en su mayor parte, por frutos y productos agrícolas
de cosecha propia como almendras, aceites, pasas, cereales – panizo, trigo y
cebada –, incluso agrios, además de plantas y productos industriales como la
barrilla con su derivada sosa cáustica (91), el esparto, jabones de fabricación pro
pia, y seda en bruto procedente de sus posesiones en la citada comarca
(90) A.M.A. Arm. 5, Lib. 81, “Certificaciones del Contador de Aduanas de los Derechos que causaron las
mercaderías en diferentes años”.
(91) La barrilla, por su volumen y valor, ocupó el primer lugar de las exportaciones realizadas entre 1729 y
1744 por el puerto de la ciudad, único habilitado para la extracción de la planta halófita hasta 1781. De su quema
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meridional alicantina como la exportada en 1738, en cuyos meses de enero,
febrero y agosto embarcaría tres porciones distintas con una total facturación en
peso de 1.742 libras, por las cuales satisfizo unos derechos aduaneros de
139.360 maravedíes (92). Además de los referidos géneros, el vino será con
mucha diferencia el producto estelar en todo el tráfico comercial de Marabeuf,
pues no en balde figura como uno de los importantes productores de vino de la
ciudad en el referido período, habiendo obtenido durante ellos una total cosecha
de 30.923 cántaros de los que introdujo en la ciudad para su comercio 29.207
cántaros, equivalentes a 1.168 charrionadas y 7 cántaros que suponen un
promedio anual superior a los 4.172 cántaros, sin contabilizar los 500 cántaros
de vino entrados en la ciudad con destino a su socio y cuñado Pedro Martel,
especificando el siguiente cuadro la anual cosecha e introducción de caldos del
septenio:
* En estos años, 3 menores cosecheros y otro mediano entraron 4 partidas para Martel que sumaban 500 cántaros
** De su propia cosecha, Marabeuf entró 2.599 cántaros en 1729 y 3.183 cántaros en 1731. Las cantidades de
exceso en ambos años se deben a compras realizadas por el comerciante a pequeños cosecheros.
Fuente: A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Libs. 18-20 y 26-29 Elaboración propia (93).
do en hoyos preparados al efecto se obtenía una masa líquida al cabo de dos días que, tras ser removida, se
dejaba enfriar durante diez días habiendo colmatado los hoyos con tierra. Pasado este tiempo, se extraía la piedra
de sosa solidificada que, una vez troceada, era objeto de lucrativas exportaciones por ser imprescindible para la
fabricación de jabones y vidrios, además de esencial componente para el tratamiento abrasivo de la lana en bruto,
motivo por el que las manufacturas pañeras europeas generaron una elevada demanda barrillera que, al ser
insuficiente con la silvestre, estimuló la extensión de su cultivo en secanos y baldíos habida cuenta de las escasas
exigencias hídricas de esta planta. Vid. a Alberola Romá, A. y Pradells Nadal, J., Historia de la ciudad de
Alicante. Alicante, 1990, t. III, pp. 81 y 110.
(92) A.M.A. Arm. 5, Lib. 81, “Certificaciones del Contador de Aduanas …”.
(93) En esta documentación serial falta el cómputo de la cosecha de 1730 que debía contenerse en el libro 20, en
el cual consta la relativa al año 1731, por cuya causa hemos tomado estos datos como referidos al año inmediato
anterior. La equivalencia entre la charrionada y el cántaro era 1: 25, y siendo la capacidad de éste la de 11´55
litros en Alicante, la total producción del período ascendería a 357.160 litros, mientras la porción de cosecha
introducida/comercializada alcanzaría los 337.202 litros.
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do el vino, nombraba cada año en la primera quincena de octubre a un
comisario, designación que solía recaer en un regidor cosechero, y a un fiel de la
puerta del vino – puerta o portal de Elche –. El comisionado, acompañado por
un escribano municipal y un experto maestro tonelero, cursaba visita o “visura”
a las partidas rurales y lugares pertenecientes a la jurisdicción de la ciudad,
anotando la producción vinícola obtenida junto al nombre del cosechero. Al
tener el nombramiento duración anual, aquel comisario celoso de su obligación
solía cursar una segunda visita pasado el mes de junio, anotando la porción de la
cosecha que aún quedaba almacenada, comprobando de esta manera si coincidía
con la total cosecha una vez descontados los cántaros entrados en la ciudad. Pero
lo cierto es que esta segunda visita raramente se practicó, quizás debido a que
tanto el comisionado como el fiel no percibían con regularidad su asignación
salarial, al menos así lo manifestaba Francisco Alfonso Berenguer, fiel de la
Puerta del vino de la cosecha de 1738 en 1739, expresando literalmente que él y
el doctor D. Francisco Verdú, regidor y comisario, “no han cobrado de presente
el salario por estar la bolsa del vino abrasada, y han de cobrar cuando esté
desempeñada, que así está acordado”, pudiendo también ser esta la causa de la
inexistencia de libros de “Manifiesto del vino”en algunos determinados años
(94). El escribano consignaba estos iniciales datos del cosechero y de su
producción en un libro de “visura” o libro mayor, ordenando alfabéticamente a
los productores de tintos por la inicial de su nombre, sin especificar en los
primeros años la partida rural o el lugar, que sí aparecerán detallados años
después, aunque sin variar el sistema de ordenación. El fiel, por su parte, con un
salario de 150 libras, debía permanecer continuamente en la Puerta del vino para
recoger y asentar en un libro diario los preceptivos albalanes, que estaban
obligados a entregarle los carreteros que entraban el vino en la ciudad, debiendo
contener el nombre del conductor del chirrión, la cantidad introducida y el de
su/s destinatario/s. Todos los datos del libro diario, excepto el relativo al
carretero, eran vertidos por el fiel al libro mayor anotando, debajo del nombre
del productor y de su cosecha, las cantidades o partidas introducidas con su
fecha y el destino de las mismas. Rara vez el fiel sumaba las partidas, que
aparecen arbitrariamente expresadas en charrionadas, en cántaros o en ambas
medidas al mismo tiempo, para comprobar que la cantidad introducida no
sobrepasaba a la cosechada. Sólo, de manera excepcional, alguno de estos
funcionarios practicaba la adición de las partidas entradas en la ciudad,
expresando su resultado en cántaros o en charrionadas.
En cuanto a la actividad importadora practicada durante el septenio, la misma
referida documentación fiscal nos ofrece datos sobre los efectos entrados en la
ciudad por Marabeuf o, más bien, por sus sociedades comerciales. En general, se
(94) A.M.A. Arm. 17, “Manifiesto del vino”. La cita aparece inserta en el libro 26, “Cosecha del vino del año
1738 en 1739”, f. 1r. Esta serie comprende 71 libros que abarcan desde 1711 hasta 1799, faltando, de la primera
mitad del siglo, los años 1715, 1730 y 1733, mientras la frecuencia de ausencias se quintuplica en su segunda
mitad no existiendo los años 1757, 1764, 1766, 1778, 1779, 1783, 1785, 1786, 1787, 1789, 1790, 1793, 1795,
1796, 1797 y 1798.
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trata de productos manufacturados y alimenticios provenientes de diferentes
abastecedores puertos. Entre los años 1728 a 1730, desde Génova y Marsella
importaría artículos diversos como 200 piezas de lienzo de algodón pintado, un
tocador acharolado con su mesa, 24 resmas de papel blanco de Francia, 2
arrobas de licores, una cama de palisandro, 6 cajitas de vino de Francia, vino de
Florencia y dulces. También traería especias, drogas y sustancias medicinales en
pequeñas cantidades, tales como una libra de canela, media libra de aceite de
moscada, otra media libra de flor de moscada, una libra de clavo, una libra de
goma Lerni, media libra de oropimente, una libra de opio y una libra de
ruibarbo. De Mallorca llegarían encurtidos, salazones y productos
agroalimentarios: 48 barriles de aceitunas y alcaparras, 4 cajitas de aguardiente,
12 arrobas de aceite, 2 barriles de atún, 12 barrilitos de anchoas y 400 botellas
de vino. Y, finalmente, del gaditano Puerto de Santa María entrarían 1.250
millares de cacao de Guayaquil (95).
Las importaciones realizadas en el sexenio de 1737 a 1742 serían de
naturaleza similar a la de los géneros descritos, si bien eliminaría las drogas,
aumentaría el volumen de entradas y ampliaría los puertos de abasto
incorporando a Barcelona, además de sustituir el Puerto de Santa María por el de
Cádiz. De éste le llegarían 580 millares de cacao de Caracas, 16.951 millares de
cacao de Guayaquil, 192 libras de canela, 9 arrobas de añil, 80 cueros de suela,
2.140 arrobas de azúcar blanco y 408 arrobas del mascavado, una arroba y 50
unidades de chocolate, media arroba de vainilla, 120 medias piezas estrechas y
12 medias piezas anchas de crea – cretona –, 2 balas con 23 bultos conteniendo
34 piezas y media de estameñas francesas y 16 balas de algodón con 4.987
unidades. Desde la Ciudad Condal entraría 24 taburetes de vaqueta en tijeras y 2
visicudes, más 60 resmas de papel blanco. De las Baleares traería 3 tinajas de
bizcocho y otra de alcaparras, 16 burras con el guaron – garañón –; un barril, 4
damasanas y una caja de vino, un barril y 2 barrilitos de aceitunas, 2 quintales de
queso, 100 unidades de cera y otras 80 de cera obrada, 3 barrilitos de atún y
diferentes comestibles incluyendo 9 cajas de naranjas. Finalmente, procedente
de los citados puertos provenzal y ligur importaría 35 cajas de dulces con un
total de 7.250 unidades, más 8 cajas conteniendo 2.100 libras de dulces y otros
71 botes de dulces, una pieza de queso de Francia, 145 unidades de café y 75
unidades de azúcar (96)
Todos estos productos transitaron por el puerto alicantino con destino hacia
otros lugares peninsulares, tanto del interior como del litoral, y aunque en su
mayor parte se reexportaron a Madrid, también lo fueron para Valencia, Cuenca,
Seseña, Córdoba, Málaga y San Felipe – Játiva –, evidenciándose que el
comerciante no fue ajeno al habitual comportamiento importador de los
negociantes de la ciudad, quienes actuaron como redistribuidores de productos
hacia la Corte y otros relevantes núcleos poblacionales (97).
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La próspera situación en que se hallaba el ya ennoblecido comerciante difería
totalmente de la de sus comienzos profesionales, si bien ambas presentaban un
común nexo: el vino. Aún antes de establecerse en Alicante, Marabeuf debió
conocer el aprecio y bien ganada fama que los tintos y aguardientes de la ciudad
adquirieron en el centro y norte de Europa durante la Edad Moderna, donde eran
utilizados para dar color y fortaleza a los vinos propios. La variedad de tintos de
producción alicantina: fondillón, aloque, moscatel o malvasía fueron objeto de
una gran demanda por irlandeses y franceses, pero sobre todo por ingleses y
holandeses, que impulsó una fuerte actividad exportadora de vino, convertido
entonces en el principal producto local del comercio exterior y cuya
preeminencia estaba reforzada, además, por el proteccionismo que gozaba
mediante un real privilegio de 1510 concedido por Fernando el Católico,
prohibiendo introducir en la ciudad vinos foráneos hasta no haber sido
consumida la producción local (98). Esa fuerte demanda externa, unida a la real
protección, motivaría un cambio sustancial en la economía alicantina
propiciando una profusa extensión del cultivo de la viña en la Huerta de la
ciudad y lugares de su Gobernación, alcanzando en el siglo XVIII las mayores
cotas de cultivo, producción y exportación, hasta tal extremo que el profesor
Giménez López cifraba en un 80 % la superficie agraria dedicada a la viticultura
(99), convertida así casi en un monocultivo en detrimento de otros, pero que
proporcionaba pingües rentas a los grandes cosecheros y elevados beneficios a
los exportadores negociantes mayoristas.
Conocedor de estas favorables circunstancias, resulta lógico que Marabeuf se
dedicara desde el principio al comercio vinícola. Aunque no disponemos de
fehacientes datos que lo aseveren, puesto que el “Manifiesto del vino” principia
en 1711, es posible que el bretón practicara en 1710 algunas operaciones en el
comercio del vino, a través de las cuales se relacionaría con el negociante y
cosechero Esteban Soler y miembros de su familia, entre ellos su hija Francisca
María con la que contraería matrimonio en noviembre de 1711. Un mes después
de desposado, sorprende encontrarlo formando parte de la relación de
cosecheros de la ciudad (100), cuya explicación bien pudiera provenir de su
condición de cesionario y/o arrendatario de parte de la cosecha de su suegro, o
de cualquier otro cosechero, extremo este no reflejado en la documentación,
dado que no adquiriría propiamente la condición de cosechero hasta pasada una
década. En cualquier caso, de la cosecha de 1711 se le adjudicaba una
producción de 1.865 cántaros de vino, de los que introducía en la ciudad 66
charrionadas ó 1.650 cántaros destinados, en su mayor parte, a ser almacenados
en su domicilio de la calle Postiguet y también “para colar”, excepto dos
partidas que sumaban 300 cántaros, entradas en los días 9 y 10 de diciembre,
consignadas a Bernardo Bertholón (101). Además de la cantidad cosechada,
(98) Giménez López, E., Op. cit., p. 150 ; Alberola Romá, A. y Pradells Nadal, J., Op. cit., pp. 70 y 108.
(99) Giménez López, E., Op. cit., p. 102. De un total de 937´12 Ha. de viñedo, el 68 % eran regadío y el 10´98
% de secano.
(100) A.M.A. Arm. 17, Lib. 1, “Manifiesto del vino”, f. 30r.
(101) Esta familia de negociantes franceses se establecía en Alicante durante las décadas finales del Seiscientos,
469
en enero de 1712, compraba cinco pequeñas partidas a otros tantos menores
productores y, en septiembre de ese año, una última partida de 200 cántaros a
doña Josefa Escorcia que, añadidas a las anteriores, suponían una total cantidad
pasando a residir en la calle Labradores. El patriarca formaría casa de comercio que, a su muerte, tendría su
continuidad con el mayor de sus cuatro hijos, Bernardo Bertholón, mediante la incautación de todos los bienes,
efectos y caudales pertenecientes también a sus hermanos Pelegra, Nicolasa y Francisco Bertholón, valorándose
cada una de sus partes hereditarias en 1.000 libras. En 1696, Bernardo formaba compañía con Francisco María
Sogui que aportaba más de 3.043 libras por capital inicial. Pasado un lustro, finalizaba la sociedad por muerte de
Sogui acaecida en octubre de 1700, sin que Bernardo hubiera rendido cuentas ni descargos del capital aportado,
pese a su compromiso de restituirlo y abonar la mitad de los beneficios. Pero las vicisitudes sufridas por la
ciudad en la guerra de Sucesión provocaron la pérdida de papeles en 1706 con la entrada de los austracistas,
imposibilitando liquidar las cuentas a los herederos de Sogui, cuestión que se resolvía en 1723 mediante el
arbitraje de los franceses Lorenzo Antoine y Pedro Choly. En el ínterin, Bernardo aportaba 4.000 libras a su
matrimonio con Francisca Antonia Mora y Moxica, cuya dote no percibida fue de 300 a 400 libras.
Finalizada la guerra, éste proborbónico era designado administrador general de los bienes confiscados a los
disidentes, cargo desempeñado en el bienio 1709-10, y como tal arrendaría fincas incautadas, como la de Alonso
Marcos, además de integrar la administración borbónica municipal, razón por la que en los primeros documentos
fiscales aparece inserto en la clase de los ciudadanos. Entre 1711 y 1717, bajo las órdenes del Superintendente
Rodrigo Caballero y las del Comisario de Guerra en Alicante, Francisco Sánchez de Pedraza, asumía Bernardo la
Tesorería de Guerra realizando funciones de depositario de las fianzas de los capitanes de buques extranjeros con
contrato de fletamento para el real servicio, de las aportaciones de otras tesorerías como los 178.163 reales y 7
maravedíes de Murcia para los gastos de la escuadra fletada en Alicante bajo el mando del Marqués de
Valdecañas para la expedición a la isla de Mallorca en 1715, o pagador de los fletes y pérdidas de navíos en el
real servicio, al igual que de los gastos en la provisión de pertrechos, utillajes y vituallas de la guarnición militar,
así como los derivados de las reparaciones del castillo-fortaleza de la ciudad. Su desempeño, le producirían
algún sobresalto basado, al parecer, en irregularidades contables que le precisaron defenderse en un juicio de
cuentas en cuantía de 28.078 reales de vellón., por los alcances de 1711 y 1712, instado por el Tesorero General
de Valencia D. Carlos de Albornoz y Folc, o la apelación dirigida a la Tesorería General del Consejo de Guerra
para suplicar la condonación de los 20.627 reales de vellón de las cuentas formadas por la tesorería valenciana en
1717. Estos quehaceres los compaginó con actividades mercantiles y negocios, endosando a la compañía de José
Beltrand y Diego Subirant un débito superior a 1.842 libras, cuyo pago cargarían sobre los fondos de su casa de
negocios en Lorca, propiciando el comienzo de su quiebra y la de los deudores, o adquiriendo también una finca
rural en la partida de la Condomina dotada con 6 ¼ hilos de agua y destinada al cultivo de la vid, cuyo posterior
comercio vinícola reforzará su posición económica y la de su casa comercial, en cuyo funcionamiento contaría
con la ayuda de su sobrino Pedro Francisco Bertholón y la de Jaime Becqueria.
En su testamento, redactado el 16-11-1720, declaraba por hijos a Pascuala, casada con Pedro José Lombardón
y dotada con 3.000 libras en dinero y alhajas como una joya de diamantes valorada en 300 libras, Bernardo,
Francisco, Pablo, Mariana y Nicolasa, todos menores de 25 años. Manda se le pague a su hermana Pelegra,
heredera a su vez de su otra hermana Nicolasa, las 2.000 libras de la herencia de sus padres salvo que quisiera
invertirlos en su compañía a pérdida y ganancia, destinando un quinto de los beneficios obtenidos a remunerar
los trabajos de sus ayudantes en las cantidades expresadas en sus libros de negocio y comercio. Ordena que este
continúe en su hijo Bernardo bajo el título de Bernardo Bertholón y Compañía, encargando a su clérigo hermano
Francisco, cura de San Nicolás, su administración y gerencia hasta la mayoría de edad de su hijo al que mejoraba
con el tercio y remanente del quinto de sus bienes, derechos y acciones. Tras designar albaceas a sus dos
hermanos vivientes y a su esposa, nombraba a ésta tutora-curadora de sus hijos y administradora de todos sus
bienes, efectos y caudales, los que debían serle entregados tras su defunción, estando obligada a rendir cuentas y
asistida por su presbítero cuñado.
Fallecido en el inicial trimestre de 1721, mosén Francisco asumía la responsabilidad de la compañía auxiliado
por el citado sobrino Pedro Francisco quien, en diciembre de 1728,compraba una casa en la calle Santos Médicos
al carpintero Gaspar Palomares que,a su vez, la había obtenido por venta judicial. El nuevo propietario transmitía
el inmueble a su primo Bernardo en 1753 siendo, desde entonces, el domicilio de éste y su familia formada por
su consorte María Ignacia Ducos, 2 hijas y su homónimo hijo.
Las actividades comerciales de Bernardo Bertholón y compañía fueron las propias de una sociedad mayorista
que, en el trienio de 1728 a 1730, superaba a la de los Fabiani o a la de Choly, con un neto predominio de las
importaciones sobre las exportaciones reflejado en el valor de los derechos aduaneros generados, pagando unas
máximas cantidades por entradas de 349.359 maravedíes, en 1728,y de 168.902 maravedíes por salidas, en 1729.
Los productos principales exportados fueron lanas y vinos, mientras importaría sobre todo manufacturas textiles
y tejidos llegados desde el Puerto de Santa María y Cádiz, tales como lienzo estampado de algodón, piezas de
lamparilla, medias de lana para mujer y calamaco o droguete. Sin embargo, no parece que el comercio y los nego
470
adquirida de 650 cántaros, resultando que de la cosecha de 1711 Marabeuf
introdujo en la ciudad y, de una u otra manera, comercializó una global cantidad
de 2.300 cántaros (102), alcanzando niveles similares a los que obtendría
veintisiete años después.
cios tuvieran excelentes resultados económicos para los Bertholón, según se deduce de la relación jurada
realizada por el propio Bernardo en 28-5-1734, donde hacía constar los bienes familiares que, en esencia,
derivaban de la partición hereditaria paterna practicada en 1733. Él poseía la hacienda de la Condomina con 3 ¼
hilos de agua, donados por su madre y su tía Pelegra, más la cosecha de vino, si bien padece las avenidas del
Barranquet los años que se producen. Valorada en 3.000 libras, renta 150 libras anuales, estando gravada con un
censo de 1.600 libras y anua pensión 80 libras a favor de los menores de Nicolasa Casañy, quedando líquidas 70
libras. Una casa y horno en la calle Empedrada apreciados en 1.000 libras que pueden rentar 70 libras, pero
sujetos a señoría directa, luismo y fadiga a favor de S.M. con 5 sueldos de pensión anual, más un censo de 600
libras redituadas al 5% a favor de la colegial de San Nicolás, quedando líquidas 39 libras y media, y un censo
100 libras que renta 5 libras contra el muchamelero Ginés Ramos, quedándole una total liquidez de 114 libras y
media. Su viuda madre poseía la casa de la calle Labradores estimada en 3.000 libras que por habitarla no tenía
rentabilidad, más otra casa en San Antón valorada en 150 libras que rentan 10 libras, y dos censos con un monto
capital de 260 libras, cuyas 13 libras de réditos pagan Vicente Pérez y Vicente Milot. Su tía Pelegra poseía una
casa y almacén en el barrio de Buda tasados en 600 libras que rentaban 40 libras, más otras dos casas en la
Puerta de la Reina valoradas en 500 libras dando una utilidad de 34 libras, pero gravadas con 200 libras censales
al 5%, quedaban líquidas 24 libras. Por último, su hermana Nicolasa tenía propio un almacén con su tinajero
justipreciado en 800 libras que rentaba 50 libras, y un censo de 148 libras contra José Boix que pagaba 7 libras y
8 sueldos anuales.En definitiva, la total estimación de la renta líquida familiar ascendía a 261 libras y 18 sueldos.
Cesaba la gestión empresarial de mosén Francisco casi al tiempo que Bernardo vendía, a carta de gracia, medio
hilo de agua a su cuñado Pedro José por 250 pesos, y compartía con el labrador Nicolás Jofriu el arriendo de los
derechos dominicales de Villafranqueza. Iniciada la década de los cuarenta, el tío clérigo redactaba su testamento
donde refería la deuda hereditaria impagada por su difunto hermano, habiendo acordado con su sobrino Bernardo
saldarla con el cobro de 45 libras anuales de renta vitalicia, incluidos sus desvelos al frente de la compañía,
habiéndole firmado un recibo de 610 libras en junio de 1726 expresando estar pagado hasta 1745, pero sin
ajustar las cuentas y sólo por complacer a su sobrino, en cuya reciprocidad esperaba que éste sufragare los gastos
de su funeral y misas dispuestas por su hermana Pelegra; pero si actuara ingratamente, se le forme ajuste y
liquidación de cuentas por su hermana y albacea.
En el devenir de esa década, Bernardo formaría compañía con el negociante Jaime Samper quien, una vez
disuelta la sociedad a mediados de los años cincuenta del siglo, sería el habitual proveedor de aquél en artículos
textiles, abasteciéndole de lienzo de batista fina, clarín floreado, clarín fino, lienzo laval, chamelotes de toda lana
o lienzos de osuna anchos y estrechos, mediante la venta al fiado que evidencia el declive económico-comercial
de Bernardo Bertholón y Compañía continuado hasta la defunción de éste allá por la década de los setenta.
A.H.P.A. Protocolo 441 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Declaración”, 17-10-1710, f. 116r-v; protocolo 446 de
idem, “Compromiso”, 30-8-1722, ff. 299r-304v; protocolo 781 de Antonio García, “Obligación” y “Poder para
cobrar y pleito”, 3-1-1714, 10 y 26-4-1714, ff.11r, 119r-v y 136r-v, respectivamente; protocolo 782 de idem ,
“Poder”,10 y 22-8-1715, ff. 172r-173v y 216r-217v; protocolo 783 de idem, “Obligación”, “Ajuste y obligación”
y “Carta de pago”, 11-7-1716, 7-8-1716, 17-9-1716 y 24-10-1716, ff.153r-v, 171r-172v, 215v-216v y 258r-v,
respectivamente; protocolo 784 de idem, “Carta de pago”, “Obligación”, “Poder especial”, “Poder para rendir
cuentas” y “Fletamento”, 9-1-1717, 13,25 y 26-7-1717, 2-8-1717, 18 y 21-10-1717, ff. 1r-v, 136r-137v, 148r-v,
152r-v, 165r-166v, 274r-275v y 276r-277v, respectivamente; protocolo 1765 de Vicente Cerdá y Sevillano,
“Testamento”, 16-11-1720, ff. 313r-321v; protocolo 791de Antonio García, “Obligación y cesión”, 8-1-1725, ff.
5r-6v; protocolo 629 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Venta de casa”, 22-12-1727, 355v-357v; protocolo 800
de Antonio García, “Retroventa de agua”, 7-9-1736, ff. 270r-273v; protocolo 1583 de Vicente Rovira, “Carta de
pago”, 22-11-1737, ff. 195r-196r; protocolo 802 de Antonio García, “Testamento”, 18-6-1740, ff. 105r-107v;
protocolo 807 de idem, “Obligación”,17-10-1746, ff. 246r-247v; protocolo 660 de Vicente Fons, “Obligación”,
16-10-1755, f. 258r-v; protocolo 662 de idem, “Obligación”, 2-7-1756, f. 155r-v.
A.M.A. Arm. 7, Lib. 2, “Repartimiento del Cuartel de Invierno. Años 1712-14” y “Repartimiento del Equiva--
lente. Años 1718-21”; Arm. 7, Lib. 3, “Relaciones juradas. Años 1731-34”; Arm. 7 Lib. 4, “Certificación de D.
Vicente Bonavida de los Derechos del Diezmo. Años 1728-30”; Arm. 5, Lib. 81, “Certificaciones del contador
de Aduanas. Años 1737-42”; Arm. 7, Lib. 8, “Vecindario de 1754”; Arm. 7, Lib. 15-19, “Repartimiento del
Equivalente. Años 1771-79”.
(102) Las pequeñas partidas en cántaros compradas en enero de 1712 y sus vendedores fueron: 100 de Diego
Guijarro, 100 de Francisco Urios, 75 de José Sentana, 75 de Gaspar Gomis y 100 de la viuda de José Pastor.
A.M.A. Arm. 17, Lib. 1, ff. 44v, 67v, 84r, 106r y 180v, respectivamente. Opinamos que los vinos introducidos
bajo los conceptos de “para su casa” o “para colar” tenían el mismo destino que los entrados bajo la anotación
471
Por lo general, resulta bastante axiomático que en las producciones agrícolas
se sucedan los años de buenas cosechas con los de regulares o malas, no siendo
la vinícola una excepción a estas cíclicas variaciones (103). En consecuencia, el
volumen de caldos de la cosecha de 1712 manejados por Marabeuf resultaría
sensiblemente inferior al del año inmediato precedente, comenzando por la
sorprendente y continuada producción propia valorada en 425 cántaros, de los
cuales entraría en la ciudad casi un 50 % en cuatro pequeñas partidas de entre
100 y 25 cántaros, que le forzarían a practicar, desde noviembre de ese año a
mayo de 1713, varias compras de vino a una docena de medianos y pequeños
productores, entre los que figuraba su suegro, hasta alcanzar la cifra de 1.600
cántaros (104), que computados con los de producción propia suponían un total
volumen de 1.825 cántaros.
Contabilizadas las cantidades introducidas en la ciudad durante el bienio 1711-
12 resultaba un promedio anual superior a los 2.000 cántaros o, dicho con mayor
precisión, 23.821´8 litros, que le permitían situarse entre los destacados
negociantes vinateros de la ciudad, superando a los Pedro Amorrich, Choly o
Fabiani, estando a la par con sus compatriotas Mabily o Antoine; pero aún muy
alejado de quienes entonces detentaban la primacía comercial de los caldos
alicantinos, los negociantes genoveses Juan Bautista Felipe Maricone y Antonio
Pavía, constituidos en paradigmas del tráfico vinícola a imitar por nuestro
personaje y demás compañeros de profesión, dentro de sus posibilidades. La
siguiente tabla nos permite apreciar con mayor nitidez la abismal diferencia de
Marabeuf con esas dos casas comerciales:
Fuente: A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Libs. 1 y 2. Elaboración propia
“para la mar” o “para embarcar”, no siendo otro distinto al de la exportación. Vid. Giménez López, E., Op. cit.,
pp. 153-154.
(103) Labrousse, Ernest., Fluctuaciones económicas e historia social. Madrid, 1962, p. 446. Este autor,
refiriéndose a las cosechas vinícolas francesas del Setecientos, decía que “las buenas y malas cosechas se siguen
en pelotón”.
(104) A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Lib. 2, ff. 17r y ss.
472
caballero de inmemorial y señor de Formentera del Segura; D. Vicente Pascual
del Pobil; D. Antonio Canicia y Doria; D. Antonio Pascual de Riquelme; D.
Fernando Salafranca; D. José Pascual de Bonanza o D. Gabriel Paravecino(105).
Por su parte, Pavía practicaría 30 adquisiciones en la primera anualidad y 48
en la segunda a productores de menor enjundia social, salvo D. Pedro Burgunyo
y D. Cristóbal Martínez de Vera.
En consecuencia, emulando a los dos genoveses con los que había coincidido
en la compra de vino a un mismo cosechero, el bretón adquiría en la cosecha de
1713, donde ya no figura como productor, un total de 25 partidas a tan sólo 5
vinicultores todos pertenecientes al patriciado local (106), transportando a la
ciudad una global cantidad de 7.225 cántaros para su comercialización.
Evitando la prolijidad reiterativa anual, mostramos la trayectoria vinícola de
Marabeuf en el siguiente cuadro, diferenciando la producción de la comercializa
ción y en esta, distinguiendo las cantidades de cosecha propia de las compradas.
(105) Para un más amplio conocimiento de estos ilustres personajes alicantinos y sus linajes, Vid. Arques Jover,
F.A., Nobiliario alicantino. Alicante, 1966, pp. 40 y ss., y Martínez Morella, V., Linajes y blasones de la ciudad
de Alicante. Alicante, 1956, pp. 23 y ss.
(106) Sus abastecedores y las partidas vendidas, entre diciembre de 1713 y abril de 1714, fueron: D. Bernardo
Juan, 1; D. Nicolás Vergara, 5; D. Nicolás Pérez de Sarrió, 5; D. José Pascual del Pobil, 12; D. José Paravecino,
2. A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Lib. 3, ff. 16r-20v.
473
era “para colar”, por entender que todo el introducido en la ciudad tenía como
destino final su comercialización para obtener beneficios, exceptuando las
mínimas cantidades de entre 25 y 100 cántaros que, algún año, se entraban con
la anotación “para consumir” y que, en parte, también pudieron expenderse
como venta al detall ; puesto que la actividad comercial, que engloba a la
exportación como una de sus facetas principales, puede manifestarse tanto en la
salida de vinos como en su venta personal y directa que solía, en términos
generales, proporcionar mayores beneficios al contar con una rentabilidad más
inmediata y segura, exenta de los riesgos inherentes a la exportación de la época
por vía marítima. Además, este será el habitual proceder de Marabeuf en el
comercio del vino, hecho constatado con su actuación desde que en 1721 se
convertía en cosechero; ya que, con anterioridad a ese año, la documentación le
señala como consignatario de diferentes partidas introducidas por distintos
productores vinícolas. Sin embargo, en el referido año de 1711 se le asigna una
cosecha de 1.865 cántaros, entrando 1.650 y de estos, 1.050 se destinarían “para
su casa”, otros 300 “para colar” y otra igual cantidad vendida a Bertholón, como
queda dicho. Pero, ¿qué fin podía tener guardar 1.350 cántaros ó 15.592´5 litros
en sus bodegas? Obviamente, no era el de almacenarlo largo tiempo hasta
estropearlo. Si la lógica respuesta es negativa, entonces su finalidad no podía ser
otra distinta al de comerciarlo, bien en el mercado interior o en el exterior, allí
donde obtuviere más alta rentabilidad y beneficio. A mayor abundamiento,
veamos su comportamiento en el comercio vinícola durante los dos primeros
años como cosechero. En 1721 producía 1.400 cántaros, entrando “para su casa”
1.125 en distintas partidas y destinando sólo 100 cántaros a la exportación o
“para la mar”.
Al año siguiente, obtendría 2.100 cántaros con más 200 sobrantes de la cosecha
anterior o “vino viejo”, resultando una total producción de 2.300 cántaros, de los
cuales 1.775 introdujo a la consignación del inglés Samuel Tucker, otros 300
“para la mar” y 75 “para su casa” (107).
No sería este negociante inglés el único, aunque sí el más asiduo, de esa
nacionalidad en comprar los caldos de Marabeuf que también abastecieron a sus
compatriotas hombres de negocio Miguel Birmingham, Juan Wonwell, Reveley,
Curson, el propio cónsul D. Nicolás Herne y, sobre todo, Salomón Merret, su
más importante cliente. Asimismo, proveería a mercaderes galos como Juan
Rible, José Laplaza, el cónsul francés y, particularmente, a su yerno José
Loustau al que, a partir de 1745, le proporcionaría un total de 3.125 cántaros
(108) en los años iniciales de haber formado éste sociedad con su hermano Juan
Bautista, quien se convertiría en un modesto cosechero mediante la compra de
una finca de moderada producción vinífera. Igualmente, en ese año, Marabeuf
sería proveedor del monarca al que suministraría una global cantidad de 2.500
(107) A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Lib. 1, 11 y 12, ff. 30r, 45v-46r y 95v, respectivamente.
(108) A.M.A. Ibid., Arm.17, Libs. 33, 35, 36, 38, 39 y 40, ff. 19v, 11v, 13v, 80r, 45v-46r y 11r,
respectivamente. Estas fueron las seis partidas introducidas en la ciudad a nombre de su yerno.
474
cántaros (109). Además, esta anualidad contiene unos rasgos vinícolas, observa-
bles en el cuadro, que le confieren una singular peculiaridad, pues en ella
acontece la segunda mayor cosecha – 7.500 cántaros –, obtenida por el
comerciante, sólo superada por los 8.400 cántaros producidos en la siguiente
cosecha de 1746, y que, a la luz de las cifras reflejadas en el cuadro, induce a
sospechar que el bretón bien pudiera haber cometido una actuación irregular
incumpliendo el privilegio al introducir mayor cantidad de vino – 8.975cántaros
–, del cosechado.
Este mismo aparente comportamiento fraudulento se repetiría en al cosecha de
1749, donde la producción alcanzó los 5.375 cántaros, mientras él introdujo en
la ciudad 5.625 cántaros. No podemos pronunciarnos sobre la presunta estafa
con afirmativa rotundidad porque sí hay constancia de que el fiel de la puerta del
vino, en una misma cosecha y cuando la cantidad introducida de una finca
excedía a su producción, la compensaba con la cosecha obtenida en otra finca
del mismo cosechero, siendo entonces la cantidad de vino introducida inferior al
de la conjunta cosecha obtenida. Así lo manifestaba el funcionario de la Junta de
Inhibición anotando en 1741 que “los nueve toneles y medio que tiene aquí
vaciados de exceso pertenecen a la otra heredad de la Condomina”, en referencia
a que el cosechero había obtenido 1.698 cántaros en su primera parcela de esa
partida rural y de ella introducido 2.550 cántaros, excedente compensado con la
producción de 1.650 cántaros en la segunda parcela, de los que sólo entraría 350
cántaros (110).
Esto mismo se practicó con el cosechero Marabeuf en más de una ocasión,
pudiendo comprobarlo en las cosechas de los años 1728, 1736, 1738, 1741,
1742, 1744, 1746, 1747, 1748, 1752 y 1753. De todos ellos, sirva de ejemplo la
cosecha de 1753 por ser la última obtenida en vida por el comerciante. De las
dos haciendas, la de la Condomina y la de las Torres, había cosechado
respectivamente 1.900 y 1.100 cántaros, a los que se añadieron los 4.350
producidos en su finca de Bonañy, resultando una global cosecha de 7.350
cántaros. A la hora de comercializar esos caldos, de la primera finca introducía
en la ciudad 1.975 cántaros, excediendo en 75 a la producción; de la segunda,
entraba 1.575 cántaros que superaba en 475 a la obtenida en ella y, finalmente,
del vino conseguido en el término de Muchamiel transportaba 1.850 cántaros,
quedando sobrantes 2.500 cántaros por lo que el volumen de vino introducido en
Alicante, 5.400 cántaros, no excedía al producido por las tres fincas. Sin
embargo, desconocemos si ello se podía realizar con el vino cosechado e
introducido en dos años consecutivos, cuestión esta no aclarada en la
documentación (111), ya que de ser factible no habría cometido ninguna
irregularidad pues, como se expresa en el cuadro, considerando en conjunto las
cosechas del bienio 1745-1746 y detraídas del volumen obtenido el vino entrado
(109) A.M.A. Ibid., “Manifiesto del vino”, Lib. 33, ff. 11v, 19v y 142v.
(110) A.M.A. Arm. 17, “Manifiesto del vino”, Lib. 29, ff. 7v y 10r.
(111) Entre la documentación manejada se halla la de las Juntas de Inhibición del vino que, entre otros asuntos,
contiene denuncias por fraude en las que no figura Marabeuf, pues todas datan del año 1744. A.M.A. Arm. 17,
Lib. 83, “Juntas del vino”.
475
en esos años, resultarían prácticamente igualadas ambas partidas (112).
Más evidente resulta todavía con las cosechas de los años 1749 y 1750,
sumando ambas la cifra de 9.850 cántaros que rebajados en los 9.625
introducidos entre las dos anualidades, quedaba aún una excedentaria cantidad
cosechada de 225 cántaros.
Al margen de este asunto, y en el plano meramente profesional, Marabeuf,
imitando los pasos de sus paradigmáticos negociantes vinateros, en especial los
hermanos Maricone que en 1713 forman nueva conjunta casa comercial y de
negocios (113), también se asociaría en 1715 con el marsellés Juan Reynier para
constituir su primera compañía de comercio, la cual estaría operativa durante un
lustro con el nombre de Marabeuf y Compañía (114). Su socio y casi vecino, ya
que residía en la Plaza de la Sangre, era una avezado negociante experto en el
manejo de los libros contables pues, no en vano, había asistido hasta entonces al
despacho de la casa de comercio denominada Rosse y Dupin, formada en 1710 e
integrada por el caballero marsellés D. Nicolás Rosse y su conciudadano
Antonio Dupin (115),actividad que también ejercería ahora de manera prioritaria
En los primeros días de abril de 1715, Mateo Lee, negociante inglés residente
en Marsella, ordenaba a Marabeuf y Compañía embarcar en el buque Hays Galli
del capitán Jaime de Senne una carga compuesta por 24 pipas y media de
alcaparras, 132 pipas de vino tinto y 24 de vino blanco, consignada al
negociante londinense Juan Macarell que debía abonarla a su recepción. A
mediados de ese mes, el bretón pedía a la madrileña casa de comercio Haster y
Crean librar una o más letras de cambio por valor de 6.742 pesos contra
Macarell; pero, recelando de éste su no aceptación ni pagamiento, facultaba al
también negociante de Londres Francisco Lynch a que gestionase el arresto del
navío, embargando su cargo o su valor que mantendría en depósito seguro hasta
que el librado aceptara y pagara la cantidad contenida en la/s letra/s (116). El co-
(112) Los 50 cántaros de exceso introducidos bien pudieran imputarse a un error de cálculo o de anotación de las
numerosas partidas transportadas de la cosecha de 1745 en 1746.
(113) Para más amplia y detallada información, ver el capítulo del presente trabajo dedicado a este linaje.
(114) Los esposos Miguel Reynier y Caterina Bruna tuvieron por hijos a Juan, Honorato y Alejandro que, como
su progenitor, se dedicaron a los negocios. Juan fallecía en 1720, muriendo también en esta década su hermano
Honorato, mientras les sobrevivían su hermano Alejandro y su madre a la que ambos difuntos dejaban por
heredera de sus bienes. Por su parte, Alejandro, otro de los acreedores de la compañía Bertrand y Subirant,
tendría poca fortuna en los negocios hasta llegar a arruinarse, quedando en una situación económica tan extrema
de no poder sustentar a su familia, motivo por el que su madre le facultaría a continuar los negocios bajo su
nombre usando los efectos recibidos de sus difuntos hijos. Esta medida tampoco resolvería la precaria situación
de Alejandro, quien retornaría temporalmente a Marsella en 1730. A.M.A. Arm. 7, Lib. 2, “Repartimiento del
Equivalente. Años 1720-21”, y A.H.P.A. Protocolo 900 de Francisco Hernández, “Poder”, 5-5-1729, ff. 41r-42v.
(115) Este negociante llegaba a Alicante con la inmigración francesa de comienzos de la centuria, poco después
de la entronización de Felipe V, pasando en la ciudad las vicisitudes del conflicto sucesorio por las que sería
recompensado en las posteriores confiscaciones. Sin demasiada fortuna en los negocios, fallecería en 1718
provocando esta nefasta circunstancia la llegada desde Barcelona de su hermano Juan Simón Dupin que, después
de emparentar con el alicantino negociante Juan Bautista Abril casándose con su hija Teodora, iniciaría una
desenfrenada actividad mercantil pronto finalizada con su bancarrota y temprana muerte de los cónyuges, cuyas
negativas consecuencias repercutirán en su suegro Abril teniendo que afrontar los elevados débitos de su difunto
yerno, además de hacerse cargo de sus menores nietos huérfanos. Vid. Seguí Romá, V., “El ámbito familiar y
profesional de Juan Bautista Abril, negociante alicantino de la primera mitad del siglo XVIII”, en Vida cotidiana
en el siglo XVIII. Revista Canelobre, nº 29/30. Alicante, Diputación, 1995, pp. 225-232.
476
bro urgía para poder afrontar el pago de débitos insatisfechos a otros acreedores
y, además, porque antes de finalizar el mes habían remitido con el buque
“Uptar”, capitaneado por Patricio Moore, otro cargamento destinado a Juan
Macarell hijo, residente en Dublín. En esta ocasión era Juan Reynier quien
apoderaba al citado Lynch para que cobrase el valor del cargamento o, en su
defecto, demandase judicialmente su percepción (117). En ningún caso dieron
resultados positivos las gestiones de Lynch motivando que, a fines del mes de
agosto, Marabeuf revocara los poderes otorgados a éste y redactara nuevo
apoderamiento en la persona de su hermano Marcos, residente en París, a fin de
que se trasladara a Londres y Dublín para cobrar de los Macarell los adeudos,
además de ajustar y percibir las cuentas resultantes de las actuaciones de Lynch,
recuperando al mismo tiempo la documentación remitida (118).
Al parecer, las diligencias de Marcos Marabeuf tuvieron óptimos resultados o,
cuanto menos, fueron de la satisfacción de su comerciante hermano puesto que,
a mediados de septiembre de 1716, le designaba como administrador general de
todos sus negocios realizados en el extranjero pudiendo, en consecuencia,
adoptar cualquier medios contra los deudores tendentes a cobrar el valor de las
mercancías, débitos, tratos y correspondencias, haciendo y deshaciendo en su
nombre y finalizar cualquier causa que tuviese planteada (119). Ciertamente, en
ese año, el comerciante precisaba liberarse de las responsabilidades inherentes a
su negociación y comercio en el exterior, dejándolas en manos seguras y fiables,
ya que se hallaba ocupado y preocupado por las instancias judiciales incoadas
contra él generadas por su comercio de importación.
A finales de noviembre de 1715 había entrado en el puerto local, procedente
de Samali, el capitán Adrián Vincent Desmarets con su buque “San Francisco
Javier” llevando a bordo una carga de bacalao embarcado en la isla del Cabo
Bretón, consignada a Marabeuf por orden de los armadores de la embarcación
Plusinais Lebretón y Enrique Poitevin. Iniciada la descarga del género para su
venta, se fue depositando en un almacén propio del comerciante situado en la
calle San Francisco Javier, popularmente llamada de los jesuitas, y regentado
por Antonio Morelló a quien se le fue entregando a peso en presencia de un
oficial del buque y del escribano de la aduana, almacenando el primer día 346
quintales de buena calidad y saliendo muy húmedo el del día siguiente, tanto
más húmedo y mojado cuanto más se estibaba, desembarcando mucho podrido
que se iba apartando conforme se pesaba, hallando en esta condición 240
quintales que el capitán, viéndolos, justificaba por los malos temporales
padecidos en los dos meses de travesía afectando al navío que “hacía mucho
agua”. Comprobada su veracidad, antes de descargar todo el bacalao, fue preciso
llevar el barco al paraje del Baver para carenar y adobar, hecho lo cual prosiguió
(116) A.H.P.A. Protocolo 782 de Antonio García, “Poder para cobrar”, 15-4-1715, ff. 82r-83r. La pipa era una
especie de tonel para transportar líquidos, especialmente vino, teniendo una capacidad de 4´771 Hl. ó 477´1litros
(117) A.H.P.A. Protocolo 782 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 19-5-1715, f. 100r-100v.
(118) A.H.P.A. Ibid., “Substitución y poder para cobrar”, 25-8-1715, ff. 192r-193v.
(119) A.H.P.A. Protocolo 783 de Antonio García, “Poder general”, 15-9-1716, f. 207r-211v.
477
el desembarco de la restante carga tan corrompida y hedionda que se echaron a
la mar 60 quintales, lavando el resto y dejándolo secar en la playa, a pesar de lo
cual fue necesario arrojar a la mar 10 quintales pudiendo almacenar otros 50, de
modo que la cantidad de género estropeado alcanzó los 690 quintales vendidos a
4 pesos y medio, mientras los 708 quintales no dañados lo fueron al precio de 6
pesos y medio, reconociendo unas pérdidas de 1.353 pesos de los 690 quintales
podridos, además del valor de los 70 quintales arrojados a la mar (120).
Al menoscabo económico le siguió la querella formulada contra el comerciante
en noviembre de 1716 por los arrendatarios de los derechos de la Sisa mayor,
pesca y saladura, Lorenzo Antón y Antonio Chapuli, como autor de un fraude
por haber comprado el bacalao al capitán Vincent y no haberlo manifestado ni
pagado más derechos que le pertenecían, solicitando su condena al pago de esos
derechos y de las multas correspondientes, además de exigir la declaración del
capitán, del comerciante, de un testigo y del almacenero. El juez de la causa y
Alcalde mayor de la ciudad, el abogado de los Reales Consejos Francisco
Esteban Zamora y Canovas (121), la admite y ordena al escribano Francisco
Andujar abrir diligencias informativas sobre el hecho doloso denunciado. El
marino francés manifestaba bajo juramento, a través de Juan Reynier, ser
incierta la venta del bacalao desembarcado por venir todo el cargo a la
consignación del comerciante por orden de los dueños del buque, con libre
autorización de descargar en Alicante la cantidad que le pareciere al destinatario,
llevando la restante carga allí donde quisiere éste quien, en su declaración,
ratificaba lo expresado por el capitán, aclarando que al no poderse vender el
género a bordo del navío en el mismo puerto optó por descargar 400 ó 500
quintales en la ciudad, del inferior y del de mayor calidad, pues el capitán quería
saber qué cantidad de 1ª, 2ª y 3ª suerte estibaba para informar a los dueños del
buque a su vuelta, llevando recibo del declarante, hecho lo cual pasase con la
embarcación a la costa de este Reino para vender el resto de la carga o, en su
defecto, consignarlo a sus correspondientes.
El tratante Gregorio Amorrich, testigo de la venta según la denuncia,
comparecía diciendo que en la mañana del día 23, estando en el almacén del
encausado viendo la descarga de una porción de bacalao, observó a un capitán,
que estaba sobre una pilada del género, manifestando gran sentimiento al
almacenero Morelló, quien no le entendía por expresarse en francés,
ofreciéndose el declarante a servir de intérprete, por lo que supo que el agravio
de aquél se debía a que la pilada en que se hallaba era de 2ª suerte y en ella
había género de 1ª suerte, cuando estaba acordado hacer venta de la 3ª suerte a
(120) A.H.P.A. Protocolo 1321 de Jaime Navarro y Blanquer, “Declaración”, 24-7-1716, f. 42r-43v.
(121) Este caravaqueño fue designado en el cargo en 1709 por el primer Corregidor de la ciudad, el Coronel
Patricio Miset, ejerciéndolo hasta 1724 tras ser ratificado por los también corregidores Pinacho del Río, en 1710,
y Chaves Osorio, en 1716. Dos años después sería acusado de soborno, lucro personal con las rentas de Propios
de la ciudad y otras irregulares conductas. Investigado por Francisco Miravete, Oidor de la Audiencia de
Valencia, sería cesado y encarcelado; pero la Sala de Mil y Quinientas del Consejo, considerando las
irregularidades cometidas por el investigador, reabrió la causa y le absolvió en 1721, reintegrándose en el cargo.
478
razón de dos quintales por uno; de la 2ª suerte, tres quintales por dos, y de la 1ª
suerte, quintal por quintal. Preguntándole el tratante si había intervenido un
corredor, le respondió el capitán que no porque sólo había un papel de él al
comerciante.
Conocidas estas declaraciones por los denunciantes, persistían en mantener la
existencia de la transacción y el fraude de sus derechos arrendados, en base a lo
dicho por el tratante y otras probanzas que “a su tiempo ofrecemos aportar”,
pidiendo se comunicase la instancia al comerciante y a su cómplice Morelló, los
cuales, el día 28, facultaban al procurador de causas José Segura que comparecía
en la querella civil pidiendo, en justicia, la absolución de sus representados de
los cargos de venta y fraude imputados por la acusación, así como de las penas y
costas porque, añadía, los denunciantes no podrán probar la veracidad de la
acusación (122). Un auto fechado en 5 de diciembre de 1716 daba por
presentada la petición con testimonio del apoderamiento, mandando dar traslado
a la parte contraria, finalizando así el expediente y, puesto que la documentación
no ofrece otra referencia, suponemos el archivo del caso por falta de pruebas en
los iniciales meses del siguiente año con la libre y total absolución de los
encausados, suposición corroborada por el hecho de que en abril de 1717,
precisando el comerciante ausentarse de la ciudad “por importantes negocios”,
concedía a su cónyuge poder general para administrar sus negocios al tiempo
que el matrimonio Marabeuf redactaba su primer testamento.
Y en efecto, Francisca María Antonia Soler y Soriano, ante la ausencia de su
esposo y usando de la facultad concedida, embarcaba en el buque anglosajón
“Consen”, del capitán Burhill Nix, un cargamento de 40 pipas de vino aloque
para entregar en Ámsterdam al negociante Juan Banal; pero, conviniéndole que
el producto no se le entregase al citado destinatario, facultaba al también
negociante de aquella ciudad Luis Bienfait para que recibiera para sí el vino a la
llegada del barco, pese a las pólizas firmadas, y lo comercializase por cuenta de
los remitentes teniendo el caudal resultante a su disposición, sin permitir que
Banal se apropiara de el. No obstante, si el poder llegase después de haber
recibido Banal el vino, manda que lo recobre o su producto para de el hacer lo
referido (123).
Este tipo de contingencias no eran infrecuentes en el comercio de exportación,
más aún cuando coincidía con la requisa de buques extranjeros practicada por
las autoridades borbónicas, mediante el subterfugio de los contratos de
fletamento para el Real Servicio, resultando esta actuación lesiva para el
comercio y sus protagonistas. Una de las embarcaciones requisadas era la “San
Luis”, mandada por el francés Luis Masfredy con quien el bretón había hecho
contrato de fletamento, además de tener una carta-orden fechada el 28 de julio
Fallecería en 1728. Cfr. en Giménez López, E., Los servidores del rey en la Valencia del siglo XVIII. Valencia,
Diputación, 2006, pp. 215-216 y 338-339.
(122) A.M.A. Arm. 3, Leg.16, Expte.52, “Autos civiles. Los arrendadores de los derechos de Sisa Mayor, pesca
y salazón de esta Ciudad contra D. Francisco Marabeuf, negociante de la misma”.
(123) A.H.P.A. Protocolo 784 de Antonio García, “Substitución de poder”, 24-5-1717, ff. 101r-102v.
479
de su marsellés propietario Tomás Durand, para cargar 900 quintales de barrilla
en Cartagena más otros 400 quintales sin determinar el cargador, cumpliendo la
orden epistolar de Durand y que ya tenía dispuestas en esa ciudad. Habiendo
pasado seis días desde que el buque llegase a Alicante, y haciendo viento
favorable, requería al capitán levar velas pasando al puerto cartagenero,
protestándole que de no cumplirlo quedaba libre para vender la barrilla o
cargarla en otra embarcación, según tuviese por más conveniente, además de
responder por los perjuicios resultantes. Masfredy respondía que, antes de
conocer el contenido de la carta, había ordenado notificar al cartagenero
cargador como por orden real se le embargaba el buque para el Real Servicio
viéndose, por dicha causa, precisado a suspender el viaje a El Havre de Gracia,
requiriéndole guardase la barrilla para concluido el viaje del rey continuar hacia
el puerto francés llevando dicha carga y que, en caso contrario, le protestaba
reservarse el derecho de cobrar vacío por lleno, requiriendo lo mismo al
comerciante (124). El conflicto se resolvía por mediación de la compañía de
José Debruges y Lorenzo Antoine, a quienes el capitán había designado por sus
representantes.
Sin embargo, no sería este el único roce en las relaciones comerciales entre el
bretón y Masfredy, cuyo navío parecía estar agraciado con la requisitoria
implantada, ya que idéntica situación se repetía en 1718 con ocasión de
componerse en Alicante la expedición naval contra Sicilia, pues en el mes de
julio cargaba en Marsella de Tomás Durand 3 cajas de jabón y 6 balas de
algodón hilado para conducir, por cuenta de Marabeuf, a El Havre de Gracia y
entregarlos allí al portador de la póliza, dándole al comerciante su valor al
regresar a Alicante. Pero, a su llegada a la ciudad, de nuevo se le requisaba el
navío para el Real Servicio, teniendo sus mencionados procuradores que
entregar al bretón el valor de los citados géneros (125). Igual sucedería con los 6
balotes y 60 balas de algodón en pelo embarcados en el mismo puerto provenzal
por los negociantes Guirand y Constant y Castellau y Compañía, respectivamen-
te, para llevarlos al mismo destino portuario por cuenta del bretón, cuyo valor
pagarían a éste los representantes Debruges y Antoine (126).
Los desacuerdos con capitanes y patrones de embarcaciones parecen una
constante que jalone las actividades comerciales de Marabeuf, puesto que en
septiembre de 1718 acontecía otra tensa relación, esta vez con el genovés
Francisco Pagliano, patrón del pinque “Nuestra Señora de la Concepción”. Éste,
en agosto, durante su estancia en Barcelona, entregó en depósito al negociante
Francisco Elías una cantidad de dinero equivalente a 375 doblones en moneda
inusual en Valencia, al objeto de poderla recobrar en moneda corriente al llegar
a Alicante, a donde emprendía viaje. Elías, que calificaba al comerciante de
“muy amigo”, remite a éste una carta-orden a últimos de agosto donde, tras
(124) A.H.P.A. Protocolo 784 de Antonio García, “Protesta de fletamento”, 17-8-1717, ff. 189r-190v.
(125) A.H.P.A. Protocolo 785 de Antonio García, “Carta de pago”, 30-10-1718, f. 326r-326v.
(126) A.H.P.A. Ibid., “Carta de pago”, 21-11-1718, f. 348r-349v.
480
exponerle el caso, manda pagar al patrón la citada cantidad o su valor – 1.500 li-
bras –, en el plazo de ocho días, y satisfacerle cualquier otra cosa que se le
ofreciere al marino genovés. El comerciante no aceptará entregar los 375 doblo--
nes por razones comunicadas al autor de la carta; pero, a cambio, ofrece al
patrón sacar una letra de cambio de 600 pesos para Madrid de cuenta del
barcelonés, ante lo cual el marino genovés protestaría la no aceptación del
comerciante, protesta que volvería a ejecutar días más tarde por el impago de la
expresada cantidad (127). En ese mismo día, 9 de octubre, Pagliano apoderaba a
Rafael Bensi, cónsul genovés en la Ciudad Condal, para la cobranza judicial o
no a Elías de aquella cantidad en su poder y cuyo reembolso debía efectuarse en
Alicante por manos de Marabeuf, consiguiéndolo, por lo que también exigía a
aquél el pago de los intereses y detenciones de su buque en el puerto alicantino.
Pasados cuatro días, el patrón autorizaba a su compatriota mercader Jaime Pavía
a que pudiera comprometer cualquier pleito o diferencias resultantes de dichas
cobranzas (128), por lo que estas, probablemente, se resolverían jurídicamente.
No acababa de concluir una controversia cuando el comerciante se veía
inmerso en otra. A las 9 horas del 13 de mayo de 1719 se declaraba en el puerto
un incendio a bordo de una tartana francesa patroneada por Juan Lunel Riviere,
acudiendo a los muelles bastantes personas entre las que se hallaba Marabeuf
quien, conociendo al patrón y movido por la compasión, ofrecía públicamente
pagar 20 doblones a quien apagase el fuego que se propagaba por la barca, la
cual había sido abandonada por toda su tripulación. No hallando eco su
ofrecimiento, finalmente, convenía con el genovés Juan Bautista Garibaldo, a
quien conocía de vista, y otros dos hombres más el pagarles 150 libras si
lograban salvar del incendio a la embarcación, acuciándoles a ejecutarlo.
Después de comprobar que no se conseguía sofocar el fuego y que la nave se
perdía, siendo las 12 horas y 45 minutos, el comerciante marchó a su casa para
comer. Tres días después recibía notificación del juzgado del Alcalde mayor,
Francisco Miravete y Velasco, de una denuncia presentada contra él, citándole a
declarar. El denunciante Garibaldo manifestaba que, tras el acuerdo alcanzado
con el comerciante, pasó a la barca con dos compañeros comprobando que el
incendio era mayor del que aparentaba, volviendo al muelle a por más gente y
algunos instrumentos de hierro, pasando de nuevo a bordo de la nave y,
arriesgando sus vidas, libraron del fuego “la entena y vela mayor con todos sus
pertrechos, 4 fardos de seda, 3 cajas de medias, un arca de sombreros finos, un
saco de tabaco en polvo, una fuente de plata, 2 barriles de pólvora y diferentes
piezas de nácar de Gaza”, cuyo valor excedía a las 2.000 libras, todo lo cual
hubiera perecido de no haberlo remediado él y sus compañeros. Este era el
argumento principal de su delación, para concluir pidiendo se obligase a
Marabeuf al pago de las 150 libras convenidas, más otras 400 en que valoraba el
peligro y riesgo de sus vidas en remuneración del considerable beneficio propor-
(127) A.H.P.A. Protocolo 785 de Antonio García, “Protesta”, 12-9-1718 y 9-10-1718, ff. 281r-281v y 308r-
308v, respectivamente.
(128) A.H.P.A. Ibid., “Poder”, 9-10-1718 y 13-10-1718, ff. 309r-310v y 313r-314v, respectivamente.
481
cionado al comerciante.
El escribano Francisco Andujar, comisionado por Miravete, que a la sazón se
hallaba indagando la irregular conducta del depuesto y encarcelado titular
Zamora y Canovas, tomaba declaración al bretón que, puntualizando no tener
ningún interés comercial en la tartana, refiería como llegado a la puerta de su
domicilio encontró al genovés que le pidió un refresco por haber ido a bordo de
la barca incendiada, respondiéndole ante testigos que si hubiera cumplido lo
convenido – apagar el fuego evitando que la barca fuera a pique –, razonándole
no haberlo hecho, le pagaría las 150 libras, a lo que se excusó Garibaldo por
haberle fallado los compañeros, replicando el comerciante no tener él la culpa,
además de conocer que sobre las 14 horas, estando inundada la barca, subieron a
bordo un grupo de sujetos que, junto con el patrón, trataron de salvar cuanto les
fue posible. Y pretendiendo el genovés, aquella misma tarde, el cobro de las 150
libras argumentando haber apagado el fuego, el declarante le razonó lo contrario
ante testigos con asentimiento del denunciante, el cual le pidió que al menos
pagase su trabajo y el de sus compañeros, aceptándolo el declarante con la
condición de traerle un papel del patrón especificando el trabajo realizado. Éste
no quiso dar el informe sobre los genoveses alegando la desaparición de dinero,
sombreros y cintas de oro y plata, habiendo quitado a alguno de ellos un
sombrero nuevo escondido en sus calzones, y que esa misma tarde o en la
mañana del siguiente día convocaría, en el lugar donde se hallaban los arreos, a
todos los sujetos que ayudaron a salvarlos y que conocido en conciencia, por
quienes estaban presentes, el trabajo de cada uno se les pagaría (129). Ante esta
evidencia, la denuncia no prosperó y la causa fue sobreseída.
En los venideros años tampoco se libraría el comerciante de sobresaltos y
situaciones embarazosas, comenzando por la referida causa incoada contra él
acusado de atropellar sus mulas a dos muchachos en el otoño de 1720, año
maléfico para el comercio marítimo a causa del brote pestífero marsellés y las
consiguientes medidas sanitarias implantadas por las autoridades borbónicas
centrales y locales, que constriñeron al máximo las importaciones y
exportaciones internacionales, tanto que no hay constancia de ninguna operación
comercial practicada por el comerciante en esta anualidad. No obstante, los
inicios de 1721 le resultarían prometedores desde la perspectiva comercial
puesto que, antes de finalizar febrero, el inglés Jaime King, capitán del buque
“La sociedad de Dublín”, le entregaba unas cartas de crédito de algunos
negociantes dublineses (130), por las que Marabeuf cargaba en el navío 65 pipas
y media de vino tinto y blanco con un importe de 2.105 pesos y 12 sueldos,
además de suministrarle 185 pesos y 12 sueldos para los gastos y necesidades
del buque durante su permanencia en el puerto de la ciudad, todo lo cual hacía
un monto de 2.291 pesos y 4 sueldos para cuya satisfacción le entregaría el capi-
(129) A.M.A. Arm.3, Leg. 19, Expte.36, “Juan Bautista Garibaldo, genovés domiciliado en Alicante, contra
Francisco Marabeuf, negociante francés, por deuda de 150 libras de a 8 por unos trabajos realizados”.
(130) Las cartas de “crehencia” o crédito eran cuatro, siendo sus autores Juan Aigoint y compañía, Andrés
Ruinad, Daniel Guión y Roberto Penetres.
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tán 100 doblones que, al cambio marítimo del 2´5 %, suponían 410 pesos, así
como tres letras de cambio por un total valor de 377 libras esterlinas libradas
contra el negociante londinense Gedeón Leglise, garantizadas con la hipoteca
del navío y su cargamento (131).
Sin embargo, el panorama comercial sufría un drástico cambio cuando el
transporte marítimo utilizado para la entrada de mercancías procedía de la costa
atlántica francesa, por estar obligado a cumplir una cuarentena. Esto le sucedería
al comerciante, en la segunda mitad de ese año, con el navío “La Isabel de
Londres” regido por Juan Long que, por orden de su armador Morgan, había
partido de la ciudad del Támesis para pasar a Cork y desde allí a Nantes, donde
embarcó un cargamento de azúcar de Shiell con destino a Livorno, pero con
orden del armador de seguir las disposiciones del cargador que resolvía
desplazarlo a Alicante para entregar a Marabeuf, o a Livorno consignado a los
hermanos Francisco y Antonio Damiano. Pero el buque llega al puerto alicantino
sin tener el capitán orden expresa del dueño, que ignora este viaje y en Livorno
le tiene dispuesto un viaje, por cuyas razones Long le protestaría al bretón todos
los perjuicios y menoscabos producidos a él y al armador, por la detención o
cuarentena en la Bahía de la ciudad y la tardanza en estibar el cargamento,
computando las estarías a 85 libras esterlinas mensuales a razón de 45 por
salario y comida, más 40 por gastos del navío. El comerciante enuncia estar listo
para descargar y recibir los azúcares, pagando los justos fletes; pero argüía,
intentando convencer al marino, que la detención en la Bahía dimanaba de la
orden general expedida por S.M. Católica y observada en todo el Mediterráneo,
para impedir la entrada y no admitir a comercio a ningún buque con cualquier
género de carga sin hacer primero su cuarentena, a cuyo fin procedía el
magistrado o comisionado al reconocimiento de los documentos y siendo
legítimos se admitían a cuarentena, reteniéndose aquellos hasta finalizar esta.
Proseguía el bretón explicando que “si quieren abandonar la Bahía sin sujetarse
a la cuarentena no se les concede la patente de Salud, sí sólo les devuelven los
papeles y ponen en el dorso una nota explicando cómo dejan ir a la embarcación
con lo que se le negará la entrada en Livorno o en cualquier puerto del
Mediterráneo”, de ello se infiere que la detención era precisa y no la podía
excusar él u otra persona, motivos por los que ni los Damiano ni Shiell estaban
obligados a pagar las pretendidas estarías, contra protestando los daños
ocasionados de no someterse Long a la cuarentena (132).
No era este el único frente jurídico que requería la atención de Marabeuf, pues
desde el mes de julio mantenía diferencias en el ajuste de cuentas con el genovés
Jacinto Ardovino, patrón del pinque “Nuestra Señora del Carmen”, desacuerdos
(131) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Obligación”, 2-3-1721, ff. 106r-107v. La cantidad en que se
apreció el contenido de las pipas supone que los 31.250 litros se vendieron a 1 sueldo y 4 dineros de promedio.
Por otro lado, el valor contenido en cada letra, todas a 45 días de vencimiento, fue de 200, 120 y 57 libras
esterlinas que, en conjunto, equivalían a 1.885 pesos o libras valencianas lo que representa una paridad de 5
pesos o libras por cada unidad monetaria inglesa. Las dos primeras letras se libraron el 16 de febrero y la tercera,
el 2 de marzo de 1721.
(132) A.H.P.A. Ibid., “Protesta”, 29-7-1721, ff. 308r-309v.
483
que se dirimían ante la real justicia de la ciudad, pretendiendo el marino que le
abonase el bretón, como destinatario de 1.100 fanegas de trigo que en el río
Guadalquivir cargaron en su embarcación Marín, Reynaud y Compañía el día 19
de ese mes, el valor de dos anclas y 2 cables perdidos en la playa de Barbate
para lo cual solicitaba avería, así como los 188 pesos y 6 reales que importaban
los fletes de los que sólo ha percibido 100 pesos de los cargadores, pidiendo por
ello ejecución contra el comerciante quien, por su parte, aspiraba a que se
rechazase tal avería, se reputase el impago de cualquier cosa o cantidad y se le
admitiese la renuncia del cereal por estar mojado y dañado. Finalmente, ambos
se protestaban los daños y perjuicios. Después de casi tres meses de litigio, sin
que ninguna de las partes consiguiera ventajas jurídicas, el 25 de octubre
resolvían arreglar sus diferencias mediante sentencia arbitral, acordando que
quien la incumpliese o la apelase incurriría en la sanción de 40 doblones, la
mitad destinados al Hospital de San Juan de Dios y la otra mitad para los pobres
y vergonzantes de la ciudad que, así mismo, se entregaría por mitad a los curas
más antiguos de las parroquias de San Nicolás y de Santa María. Los jueces
árbitros, quienes disponían de un plazo de seis días renovables, al cuarto día
emitían su dictamen, determinando que Marabeuf admita los 449 cahíces y 8
barchillas de trigo descargadas y depositadas el 13 de septiembre en manos de
Pedro Galant o su valor, en el caso de haberlas vendido éste en virtud de
facultad judicial concedida el 7 de octubre, siendo a su costa el descargar,
conrear, palear, almacenar y vender el cereal sin que pueda pretender ninguna
cantidad por el daño padecido por el trigo en su depósito; mientras Ardovino
perciba 50 pesos de los depositados judicialmente el 26 de septiembre por el
bretón en poder de José Amorrich, depositario general de la ciudad, al igual que
otros 138 pesos y 6 reales con los que quedan pagados los fletes, sin poder
aspirar a más cantidad (133).
Comenzado el año 1722, Marabeuf acordaba con su compatriota David Laisne
capitán de “El Gabriel Andrés”, el fletamento del buque para embarcar en
Nantes un cargamento de hierro, azúcar y cacao que, transportado hasta
Alicante, le entregaría al comerciante pagando éste los fletes convenidos. Pero al
llegar a la Bahía alicantina, el consignatario descargaría el azúcar y el cacao
colocados encima del hierro que, como género más pesado, se había depositado
a modo de lastre en el fondo de la nave, permaneciendo allí preparado para su
descarga sin que se haya producido, pese a las insistentes peticiones del capitán
en tal sentido, ocasionándole ello notable perjuicio al no poder recibir en estas
circunstancias un cargamento de jabones y otros frutos del país que, de su cuenta
y de la de los armadores, debía llevar en su viaje de retorno. En consecuencia, le
protestaba al comerciante las estarías valoradas en consonancia con el porte del
navío, su tripulación de 50 hombres, sueldo de los oficiales, salario de los
(133) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Sentencia de compromiso”, 29-10-1721, ff. 394r-397v. Los
denominados “árbitros arbitradores y amigables componedores” fueron los negociantes genoveses Juan
Domingo Grassi, de 37 años casado con Rosa Risso, designado por Marabeuf, y Ambrosio Delfino, viudo que
fallecería en 1730, nombrado por Ardovino.
484
marineros y merma de los jabones y demás frutos. Marabeuf se excusaba
replicando que por mediación de Francisco Fons, corredor de mar y cambios,
había vendido el hierro embarcado al negociante mayorista Luis Lombardón, al
que se le había persuadido a través del citado corredor y requerido mediante el
notario Vicente Cerdá y Sevillano la descarga del metal, contra protestando no
ser de su cuenta los consiguientes daños y perjuicios que se causasen (134).
Resultaban lógicas las urgencias y preocupaciones de Laisne ante la demora en
cargar el jabón, así como en reclamar daños y perjuicios, al igual que el
comerciante en no asumirlos, porque el valor de este género destinado a la
exportación iba a verse en poco tiempo sustancialmente incrementado a causa de
un nuevo impuesto implantado en el devenir del año 1723, consistente en gravar
con 4 maravedíes por libra a todo jabón embarcado en el puerto de la ciudad,
ocasionando notable perjuicio a los negociantes, tanto si eran productores y
exportadores, caso de Marabeuf, como exportadores sólo, hasta el extremo de
manifestar “haber cesado e interrumpido casi enteramente el comercio de dicho
género por lo insufrible del impuesto” por considerar que, sumado a las demás
Generalidades, suponía una carga fiscal sobre el producto del 33 ó 34 % . Por
ello, en marzo de 1724, una representación de los negociantes componentes del
comercio de la ciudad, argumentando el grave daño resultante para el mismo y
el perjuicio para los intereses del rey, facultaban a D. Guillermo Olives,
caballero de la orden de Montesa y gobernador de Elche, para que en sus
nombres expusiese al monarca y a su Consejo de Hacienda lo lesivo de tal
impuesto, suplicando su cesación y derogación (135).
A resultas de esas trabas arancelarias, el comerciante interrumpía, al menos
esa anualidad, la producción y exportación de jabones dedicándose en su lugar a
dar salida a la barrilla que se hubiese empleado en la fabricación de estos, pues
el 22 de enero cargaba 40 balas de esta halófila planta con un peso de 232
quintales, 1 arroba y 11 libras en el buque “La Diana”, comandado por Diego
Canno, para conducir al puerto de El Havre de Gracia de orden y por cuenta del
parisino Pedro Lebaillif. Pasados once meses del envío, no habiendo el
consignatario satisfecho su valor, el remitente se veía precisado a facultar al
también parisino Pedro Protais Desbarres para recuperar de aquél la citada
porción o percibir su producto (136), pero que en enero de 1725 aún no había
cobrado en su totalidad.
No obstante estos inconvenientes, Marabeuf o su socio Pedro Martel
continuarían con el comercio barrillero, pues no en balde su cosecha era
calificada como “la tercera en grado superlativo útil” de cuantas se producían en
el reino de Valencia, constituyendo su salida uno de los soportes fundamentales
(134) A.H.P.A. Protocolo 788 de Antonio García, “Protesta y contra protesta”, 15-1-1722, ff. 15r-16r.
(135) A.H.P.A. Protocolo 790 de Antonio García, “Poder de los comerciantes de esta Ciudad de Alicante”, 7-3-
1724, f. 80r-80v. Los negociantes diputados otorgantes de este apoderamiento fueron las compañías de Enrico
Elver y Gaspar Welter, suizos; Lázaro Guiran y José Laplace, franceses; y Francisco Marabeuf y Pedro Martel,
también galos.
(136) A.H.P.A. Ibid., “Poder para cobrar”, 18-11-1724, ff. 468r-469v.
485
del comercio alicantino hasta tal punto que, entre los años 1729 y 1744, la
barrilla ocupó la primacía, en volumen y valor total, de las exportaciones
practicadas por el puerto de la ciudad (137). Por ello, dos años más tarde, Pedro
Martel, que a la sazón compatibilizaba la sociedad comercial del bretón con otra
compañía de negocios formada en Cartagena con Enrique Sayras, embarcaba en
la polacra “Nuestra Señora de la Guardia”, del capitán francés Andrés Celle,
unas porciones de almagra y barrilla destinadas a Marsella; pero el buque era
arrestado en Barcelona, forzando a Martel a autorizar a los barceloneses
negociantes Dalmasses, Catta y Piria para recobrar los efectos retenidos dando
las fianzas necesarias, venderlos si pudiesen convenir precio o, en su defecto,
volver a cargarlos para llevarlos a su provenzal destino (138).
Acaso impelidos por este último incidente o, quizás, por pura estrategia
comercial, la empresa Marabeuf y Martel adquiría un buque nombrado”El Jorge
de Topshan”, sano de quilla y costado, libre de toda carga y gravamen, de 110
toneladas de carga, con arboladura de tres mástiles, bauprés hasta la bandera,
timón de dos cubiertas, gumenas, gubias, cañones y bombas, construido en los
astilleros ingleses y comprado a su capitán Jorge Meaffield que, al mismo
tiempo, era su propietario en dos terceras partes por precio de 2.075 libras más
otras 80 por capa para el vendedor, quedando fijado el precio definitivo en 2.155
libras. El mismo día de la transacción, Martel, en representación de la sociedad,
ratificaba en el cargo de capitán a su vendedor para que como tal fuese aceptado
y obedecido por la tripulación, recibiendo los cargamentos con los que navegue
a los puertos de destino, firmase pólizas, realizase las descargas, consignaciones
y demás diligencias que los capitanes de navíos acostumbran hacer y les está
permitido por las reglas del Consulado marítimo (139).
Ahora bien, llegado a este punto y en relación con el cuñado y socio de
Marabeuf, debemos reseñar aquello que, a nuestro modo de ver y con todas las
reservas posibles, podría constituir una conducta delictiva por fraude jurídico
mediante falsedad documental. Desconocemos las motivaciones reales que le
impulsaron a realizarlo, pero conocemos a los implicados y que ello salpicaría la
hasta entonces impoluta trayectoria profesional de Martel. Lo cierto es que en
agosto 1726, nueve días después de comprar el buque, el francés Scipión Blanc,
capitán de la saetía “Nuestra Señora del Rosario y San Antonio de Padua”, se la
vendía a Martel en cantidad de 2.000 pesos y apoderaba a su anterior propietario
,el capitán Jaime Luxoro, para percibir la parte de la venta que le perteneciese
como dueño. A partir de este instante surgen diferencias entre comprador y
apoderado en el ajuste y liquidación de cuentas, mantenidas en el tiempo durante
tres años hasta que,en abril de 1729, convenían resolverlas con el nombramiento
(137) Alberola Romá, A. y Pradells Nadal, J., Op. cit., pp. 81 y 110.
(138) A.H.P.A. Protocolo 792 de Antonio García, “Obligación y fianza”, 10-11-1726, ff. 428r-429v. La
almagra o el almagre es un arabismo con el que se designa al óxido rojo de hierro, usado en la fabricación de
pinturas y también como abrasivo en el pulimento de metales.
(139) A.H.P.A. Ibid., “Venta de navío” y “Nombramiento de capitán”, 2-8-1726, ff. 308r-310v y 311r-311v,
respectivamente.
486
de jueces árbitros recayendo la elección en D. Nicolás Beneditto, doctor en
Teología y cura de San Nicolás, en representación de Luxoro, y Juan Domingo
Grassi designado por Martel que, en fuerza de escrituras de 1726, pretendía
cobrar 419 libras de resta de mayor crédito adeudado a su compañía y a cuyo fin
reconvino al deudor ante la justicia de la ciudad de Tolón, la cual le apremiaría a
depositar 1.600 francos ó 400 libras, suponiendo éste habérselos pagado al
también genovés Bartolomé Samengo, por haber recibido orden verbal de
Martel de descontarle 100 pesos de los 280 que le adeudaba por fletes de su
nave, según rezaba el contrato de 16 de abril de 1727 acordado entre Samengo y
el capitán de su embarcación , Claudio Gay, ante el notario Francisco Hernández
para hacer un viaje a Nápoles. Finalmente, Luxoro recuperaba las 400 libras
depositadas, ante lo cual Martel declaraba que la venta de la saetía y el poder
concedido a Luxoro no tuvieron ni han tenido efecto, porque no hubo tal venta,
y el apoderamiento lo realizó por complacerle para el resguardo de sus intereses,
según le confesó el genovés (140).
Este turbio asunto no alteró, en apariencia, el funcionamiento y operatividad
de la compañía Marabeuf y Martel, salvo que éste asumiría una nueva faceta de
su actividad comercial relacionada con el tráfico de tabaco, no en su vertiente
importadora, sino para dar salida de la factoría alicantina a aquellas partidas que
no cumplían las exigidas condiciones de calidad. Así, coincidiendo con el inicio
de la secular década de los años treinta y durante los años previos a su
fallecimiento, Martel comenzaba estas operaciones cargando en el navío “Ana
Francisca”, capitaneado por Tomás Kensbear, 106 rollos de tabaco de hoja de
Brasil correspondiendo 1 rollo a los desembarcados por la galera “Mini” del
capitán Pastón Beauves, y 105 rollos de los entrados en la nave “Gilberto” del
anglosajón Guillermo James, rechazados por el factor de la Renta del Tabaco en
la ciudad, D. Juan de Goyeneche, por incumplir las condiciones de calidad
contratadas por el madrileño asentista D. Francisco Álvarez Vanales,
concediendo aquél permiso y guía para la extracción del tabaco fuera de los
dominios de España, salvo Gibraltar y Menorca, a cambio de obligarse con
fianza Martel a presentarle dentro de medio año la guía, firmada por el
representante español en el puerto de destino (141).
En otras cuatro ocasiones se produciría una operación similar a la descrita,
aunque cambiarían algunos de sus protagonistas. A mediados de abril de 1731,
el factor Goyeneche rehusaba admitir en sus almacenes 28 rollos de tabaco de la
(140) A.H.P.A. Protocolo 897 de Francisco Hernández, “Venta de nave”, “Carta de pago”, “Obligación” y
“Poder”, 11-8-1726, ff.117r-118v, 119r-119v, 120r-120v, 121r-121v y 122r-122v, respectivamente, y protocolo
900 de idem, “Aprobación y renunciación de derechos” y “Declaración”, 3-6-1729 y 4-6-1729, ff. 57r-59v y 63r-
63v, respectivamente. El 25-1-1724, en la cancillería francesa de Génova, Luxoro vendía la saetía a Blanc quien
la traspasaría a Martel dos años después por 2.000 pesos, con cuyo cobro pagaría los 107 doblones al 10 % de
rédito adeudados a la sociedad Marabeuf y Martel, más otros 120 doblones a Luxoro de préstamo con las que
éste pagaría a Martel 115 doblones y medio por el mismo concepto, que le apoderaba para administrar los
intereses producidos por la saetía acabada de comprar, resultando que no existió tal compra ni poder jurídico.
(141) A.H.P.A. Protocolo 1577 de Vicente Rovira, “Fianza de tornaguía”, 2-8-1730, f. 255r-255v, y protocolo
1578 de idem, “Cancelación de fianza”, 25-1-1731, f. 18r-18v.
487
misma clase del nuevo asentista D. Diego Antonio de Ulloa y Cadorniga, al
estar dañado y no ajustarse a las estipulaciones contractuales del asiento, en
cuyas condiciones se permitía sacar fuera de los territorios de la Monarquía,
excepto las posesiones inglesas mencionadas, cargándolos en el buque de
Ricardo Lemon nombrado “Lemon” y librando la pertinente tornaguía, que el
negociante se comprometía a devolver firmada en medio año (142).
A principio de 1732, el capitán Juan Bowles con su nave “El folly” descargaba
en el puerto local por cuenta de Ulloa 200 rollos de tabaco de la clase citada con
destino a los depósitos de la factoría, no admitiendo Goyeneche 40 rollos que
dejaba para embarcar cuando surgiera la ocasión, habiendo concedido licencia a
Martel como representante de su sociedad a cambio de la obligación y fianza de
la tornaguía, lo cual se cumpliría en el término de un cuatrimestre (143).
Pasados dos meses, Ulloa remite de nuevo a la monopolística factoría alicantina
50 rollos de tabaco de hoja de Brasil, de los cuales no se almacenarían 16 por
“no ser de recibo”, solicitando a Goyeneche la pertinente autorización y guía
para extraerlos en el buque “La Piza” de Guillermo Hunter, debiendo presentarla
firmada por ministro español en el puerto de atraque dentro del siguiente
semestre (144).
En el último mes de ese año, el factor alicantino repudiaba 51 rollos de la
partida enviada por el madrileño Juan Trivino, proveedor de tabaco del Brasil, y
pudiéndolos sacar Martel en la nave “El Donativo”, gobernada por Juan
Sullivan, pedía la licencia y guía bajo la promesa de presentarla firmada en el
mencionado plazo, el cual no se cumpliría porque el factor le eximía de tal
obligación en los primeros meses de 1733 (145).
Esta fue la última participación de Martel en este tipo de operaciones, pero no
de Marabeuf. A partir de entonces, el socio y cuñado de éste, más preocupado
por su futuro a corto plazo, intentaba arreglar su vida profesional y también la
personal. En lo tocante al comercio y negocios, formalizaría el ajuste y
liquidación de la compañía Marabeuf y Martel fundada el 26 de septiembre de
1723 por un período de 13 años, con una respectiva participación de dos tercios
y un tercio en gastos, beneficios y pérdidas, bajo ciertas condiciones que no se
han cumplido, ni menos aún hecho inventario y balance hasta el último día de
1731 por considerar ambos la dificultad y casi imposibilidad de averiguar “a
punto fino” el balance, y ello realizando un inmenso trabajo en perjuicio de su
salud. En consecuencia, convenían el último día de 1731, ratificándolo de nuevo
ahora, que desde esa fecha finalizaba enteramente su sociedad al tiempo que se
instituía otra por 4 años bajo el nombre de Marabeuf, Martel y Compañía, cuyas
actividades empezarían el primer día de 1732 y en la que también participaría Jo
(142) A.H.P.A. Protocolo 1578 de Vicente Rovira, “Fianza a Ulloa”, 2-6-1731, f. 97r-97v.
(143) A.H.P.A. Protocolo 1579 de Vicente Rovira, “Fianza a Ulloa” y “Cancelación de fianza”, 5-1-1732 y 9-4-
1732, ff. 5r-5v y 107r-107v, respectivamente.
(144) A.H.P.A. Ibid., “Obligación de tornaguía”, 26-6-1732, f. 171r-171v.
(145) A.H.P.A. Ibid., “Obligación de tornaguía”, 2-12-1732, f. 296r-296v, y protocolo 1580 de Vicente Rovira,
“Cancelación de obligación”, 27-2-1733, f. 49r-49v.
488
sé Loustau. Siendo escasos los caudales de la sociedad liquidada por los
costes de los repetidos viajes de Marabeuf, pese a lo mucho trabajado por Martel
en los 8 años y 3 meses de su existencia, pero mediando la amistad y parentesco
que quieren mantener de por vida, se cuantificaron los gastos viajeros en 2.000
libras garantizando Marabeuf, con todos los bienes propios y los de la cancelada
compañía, que la restante cantidad se pondría como capital de su cuñado por
fondo de la nueva empresa comercial, dándose éste por satisfecho de todas sus
acciones y pretensiones contra aquél con la sola reserva del interés que tienen,
compartido con los negociantes Francisco Laviña, de San Felipe, y Pedro
Loustau, de Valencia, en el subarriendo del comercio de aguardiente y licores
del reino de Murcia por un período de 6 años comenzado el primer día de 1730,
corriendo su recaudación a cargo de Manuel Soler Verdú, sobrino de su socio,
amigo y cuñado (146). Además, facultaba al bretón para percibir cualquier
crédito a él adeudado, tomando cuentas y razón con pago, utilizando o no la vía
judicial para lograr su cobranza (147).
En el plano personal, anhelando el ansiado título oficial de caballero de la
orden de Malta y estando habilitado por S.A. Eminentísima el Gran Maestre de
la Sagrada Religión de San Juan de Jerusalén, Príncipe de Malta, mediante
Breves Pontificios para gozar de diferentes inmunidades, privilegios, pensiones
sobre bailiajes y otras rentas, autorizaba a su cuñado para suplicar ante los
Consejos y Audiencias el cumplimiento de dichas prerrogativas, percibiendo sus
rentas (148). En el plano privado, siendo consciente de su madura edad,
redactaría poco tiempo después sus referidas últimas voluntades con su esposa.
Continuando las actividades comerciales, en estas mismas fechas, la nueva
sociedad importaba desde Ámsterdam diferentes géneros y mercaderías que,
conjuntamente con las de otros negociantes de Alicante, cargaba en “La galera
Valencia” del capitán Nicolás de Oude quien, cumpliendo las disposiciones de
los Estados Generales, debía cobrar 2 reales por cada ducado de los fletes y su
cuantía depositarla en manos del alicantino cónsul holandés. Sin embargo,
considerando hallarse vacante dicho empleo en ese tiempo sin haber persona
legítima a la que entregar dicha cantidad, consentía en no cobrar esa comisión
que se habían negado a pagar los destinatarios, a los que requería desembarcasen
el cargamento (149).
Habiendo ya fallecido Martel, el factor Goyeneche recibía 90 rollos de tabaco
de hoja del Brasil enviados por el asentista D. Luis de Castilla, desechando una
porción por estar podrido, no siendo apto para el consumo y la quería sacar para
Sevilla vía Cádiz, obligándose el bretón por sí mismo y por su nueva empresa a
(146) A.H.P.A. Protocolo 797 de Antonio García, “Ajuste entre partes”, 8-4-1733, ff. 134r-138v. La liquidación
de beneficios a Martel correspondía al período comprendido entre el 26-9-1723 y el 4-4-1733; esto es, 9 años, 6
meses y 8 días.
(147) A.H.P.A. Ibid., “Poder para cobrar y pleito”, 8-4-1733, ff. 132r-133v.
(148) A.H.P.A. Ibid., “Poder para pedir”, 8-4-1733, f. 139r-139v.
(149) A.H.P.A. Ibid., “Protesta”, 14-7-1733, f. 313r-314v. Los negociantes alicantinos que con Marabeuf,
Martel y Compañía habían fletado la embarcación holandesa fueron Clara María de Negri, Miguel Bosch, Pedro
Choly, Juan Lyón, Jaime y Juan Bautista Loustau, Luis Lombardón, Carlos Antonio y Jaime Noly, y Lorenzo
Antoine.
489
embarcar 24 seras de esparto atadas con sus cuerdas conteniendo 82 arrobas y
17 libras en bruto, que resultaban 76 arrobas y 23 libras en limpio, en el buque
“La Anna” capitaneado por Tomás Shalltock y devolviéndole a aquél, en el
término de dos meses, el resguardo de la guía firmado por el responsable del real
monopolio en la ciudad gaditana (150).
Antes de finalizar enero de 1737, el comerciante formalizaba nueva compañía
comercial con la participación de sus hijos Esteban y Marcos, al igual que un
sobrino de su difunto cuñado llamado José Massu, motivo por el que la razón
social de la empresa sería Marabeuf: Padre, Hijos y Massu, cuyo ámbito
operativo estaría centrado básicamente en el comercio internacional, ya por
cuenta propia o bien por comisión, puesto que en el comercio interior cada uno
de los socios principales actuaba por su cuenta en función de sus intereses. Una
de las primeras acciones emprendidas por la nueva sociedad consistiría en
intentar cobrar los créditos marselleses adeudados a la extinta empresa Marabeuf
y Martel Compañía, con el propósito de dotar a la actual de la necesaria liquidez,
para lo cual concedían a los negociantes provenzales Gouffre, Padre e Hijos
amplios poderes (151). En la misma línea y con el fin de cobrar los capitales
debidos por comerciantes de la Ciudad Condal, se concedían plenos poderes a la
barcelonesa empresa mercantil Fort y Velada compañía (152).
Con esta provisión de fondos, la nueva sociedad pudo afrontar la compra, a los
genoveses hermanos negociantes Gerónimo y Juan Bautista Fabiani, de 2.600
esteras de trigo de Cerdeña contenido a bordo de la barca “Santa María
Magdalena” del capitán galo Luis Michel, por precio de 7 pesos, 12 sueldos y 6
dineros el cahíz y libre de todo gasto adicional para los vendedores incluido el
de la medida, abonando su valor con 1.000 pesos al contado y el resto pasado un
término de dos meses, cuya compra realizaba en cumplimiento de la carta-orden
entregada por los cartageneros hermanos Llobregat quienes, en realidad,
cumplían orden de su convecino Antonio Cervantes que pagaría a su plazo y, a
sus expensas y riesgo, conduciría Michel el trigo a Cartagena (153).
Mientras tanto, Marabeuf en solitario comercializaba sus vinos. En 1737, año
de trascendental importancia a nivel personal y social al conseguir el hidalgo
título de caballero de la orden de Malta, como hemos referido en los apuntes
biográficos, exportaba 500 cántaros por vía marítima, además de vender a los
ingleses Curson y Reveley las respectivas cantidades de 400 y 525 cántaros de
su producción obtenida en la hacienda de la Condomina. En la siguiente
anualidad embarcaría un total de 2.025 cántaros, vendería 1.125 cántaros “para
colar” a diferentes mercaderes de la ciudad como Francisco López y Bautista Or
(150) A.H.P.A. Protocolo 1583 de Vicente Rovira, “Obligación de tornaguía”, 15-1-1737, f. 14r-14v.
(151) A.H.P.A. Protocolo 801 de Antonio García, “Poder general”, 10-2-1737, ff. 42r-43v. Las facultades
otorgadas comprendían percibir todas las deudas de cualquier cuantía; tomar cuenta y razón con pago a los
deudores de todas las mercancías, negocios, tratos y correspondencias; nombrar árbitros arbitradores que
resuelvan las diferencias, y otorgar cartas de pago, así como ser sus procuradores en todas las causas que se
presentaren.
(152) A.H.P.A. Ibid., “Poder general”, 7-3-1737, ff. 59r-60v.
(153) A.H.P.A. Protocolo 368 de Pascual Bueno, “Declaración y obligación”, 6-3-1739, ff. 46r-47r.
490
tuño, entre otros, a la par que depositaría 2.525 cántaros en sus diferentes
almacenes y/o casas de la ciudad, sobre todo la principal de la calle Llop (154).
Intensas resultarían en ese año las relaciones comerciales vinícolas con el
tratante Francisco López; pues, además de lo antedicho, antes de acabar 1738
éste y su esposa Rosa Yrazogui le compraban 17 toneles de vino viejo, tanto
blanco como tinto y aloque, debiendo sacar 12 charrionadas de la bodega del
vendedor en su finca de Bonañy, otras 30 de la poseída por su hacienda de la
Torre y las restantes 21 que en vasijas tenía almacenadas en su vivienda
habitual, corriendo por cuenta de los compradores los gastos de sacar los toneles
de sus depósitos, que prometían dejar libres antes de finalizar febrero del
siguiente año. El precio de la venta alcanzaba las 306 libras, que acordaban
satisfacerlas en dos iguales pagas abonadas en las fiestas de Pascua de
Resurrección y de San Juan, garantizadas mediante la hipoteca de una casita
propia que con el número 28 poseían en el convento del Hospital de San Juan de
Dios para “ver las comedias que se representan en su patio” (155).
Menos rentables y sosegadas serían las transacciones sostenidas con el
también alicantino Bautista Ortuño quien, en 1739, todavía le adeudaba 77
libras, 17 sueldos y 6 dineros del valor de los vinos que le vendiera el año
anterior y que, ante las dificultades para su cobranza, tuvo que recurrir a la vía
judicial pidiendo la ejecución del deudor en su persona y bienes, en cuya causa
obtendría el demandante favorable sentencia de remate, necesitando para su
cumplimiento presentar la fianza prevenida en la Ley de Toledo, por si llegase
en grado de apelación a ser revocada en todo o en parte, obligación asumida por
el abogado Manuel Soler Verdu, sobrino y colaborador del comerciante (156).
Esta evidente dualidad en la trayectoria comercial de Marabeuf, también
reflejada en estos años con los derechos aduaneros generados y antes referidos,
nos permite singularizar sus actividades como principal componente de la
sociedad, de aquellas practicadas a título particular. Es por ello que, de
momento, sólo mencionaremos las desarrolladas por la compañía, dejando para
más adelante incidir sobre las desenvueltas privativamente por el comerciante al
abordar los negocios.
No había pasado un trimestre desde su constitución cuando, además de otras
acciones citadas, la compañía Marabeuf: Padre, Hijos y Massu importaba una
partida de creas francesas, vendiendo al fiado a los sarrieros Mateo Sánchez,
padre e hijo, una bala de cretona estrecha apreciada en 152 pesos y medio, que
los compradores ofrecían liquidar en el término de tres meses y, aunque con un
poca demora, liquidaban el débito a primeros de agosto quedando satisfechas las
partes y por cuyo motivo realizaban, diez días después y con idénticas condicio-
(154) A.M.A. Arm. 17, “Manifiesto del vino”, Lib. 25 y 26, ff. 8r-8v y 20v-21v-74r, respectivamente. Los vinos
exportados y adjudicados al cosechero Marabeuf no todos fueron sacados por él, pero sí vendidos por él. En
realidad, facturaría 1.100 cántaros, entrando en la ciudad 100 cántaros a nombre del capitán Langle “para la mar”
y otros 825 cántaros asignados a Francisco López “para embarcar”.
(155) A.H.P.A. Protocolo 367 de Pascual Bueno, “Obligación”, 11-12-1738, ff. 303r-305r.
(156) A.H.P.A. Protocolo 368 de Pascual Bueno, “Fianza de la Ley de Toledo”, 18-3-1738, f. 61r-61v.
491
nes, otra transacción de una bala de la misma tela de algodón valorada en 150
pesos, cuyo importe prometían los deudores liquidar a últimos de noviembre, en
la fiesta de San Miguel (157).
Mayor operación crediticia realizaba la sociedad del bretón con el ilicitano
ciudadano Carlos Gil, al que le endosarían en géneros una deuda superior a las
2.088 libras las que, no pudiendo pagar de contado, se veía precisado afianzar
Carlos Gracia por medio de su persona logrando, en último término, liquidarlas
el deudor mediante una partida de jabón y dinero en efectivo (158).
Cualquier objeto comerciable era objetivo de la actividad empresarial del
comerciante, prueba de ello sería que en 1739 vendía dos piezas de molino
harinero al yeclano Pedro Zaplana por un importe de 63 pesos, cantidad
debitaría no liquidada en su totalidad hasta septiembre del siguiente año (159); o
la venta a crédito de una galera preparada para transportar vinos, más un par de
mulas con sus guarniciones, al labrador muchamelero José Llofriu por el global
precio de 305 libras afianzadas por sus vecinos Cayetano Aracil y Bautista
Rodrigo y con el compromiso de saldarlas en tres iguales pagas anuales; pero
poco después de esta adquisición, Francisco Sala, pariente del comprador,
ajustaba las cuentas con la compañía acreedora en diciembre de 1739 resultando
alcanzado, incluyendo la deuda de Llofriu, en 548 libras, 16 sueldos y 11
dineros de las cuales, a principios de febrero de 1741, sólo quedaban pendientes
83 libras, 16 sueldos y 11 dineros que, al igual que su familiar, ofrecía liquidar
en tres pagas anuales hasta el año 1744 (160).
Sin embargo, será el comercio triguero uno de los pilares esenciales del
dinamismo empresarial, particularmente en los años de transición entre las
seculares décadas de los años treinta y cuarenta, pero también para el propio
comerciante. A mediados de 1739, la compañía practicaba otra venta de trigo al
francés Joaquín Guillart a quien generaba una deuda de 371 pesos, pagados a
José Massu en el decurso de enero de 1740. Tres días después, los mismos
protagonistas repetían la operación transaccional con 100 cahíces trigales
apreciados en 77 reales y medio valencianos la unidad, alcanzando su producto
los 775 pesos que el deudor prometía pagar en tres iguales pagas abonadas en
los meses de marzo, mayo y julio de ese año, aunque en realidad fueron
satisfechas en el mes de octubre (161).
Las compañías formadas por el comerciante con su difunto cuñado y con sus
hijos y Massu también practicaron otras operaciones crediticias, en general de
(157) A.H.P.A. Protocolo 801 de Antonio García, “Obligación” y “Carta de pago”, 18-3-1737, 2-8-1737 y 12-8-
1737, ff. 71r-71v, 144r-144v y 153r-153v, respectivamente.
(158) A.H.P.A. Ibid., “Carta de pago”, 6-11-1737, 259r-259v. El total crédito ascendía a 2.088 libras, 11 sueldos
y 5 dineros.
(159) A.H.P.A. Protocolo 802 de Antonio García, “Carta de pago”, 15-9-1740, f. 157r-157v.
(160) A.H.P.A. Protocolo 803 de Antonio García, “Obligación”, 2-2-1741, ff. 33r-33v y 34r-34v. La galera
contenía su tienda, arcos, cañizo, charrioneras, aportadera, embudo y un juego de capazos. Llofriu se obligaba a
pagar 101 libras, 3 sueldos y 4 dineros en Año Nuevo de 1742,43 y 44; mientras las pagas fraccionadas de Sala,
en los mismos días y años, serán de 23 libras, 16 sueldos y 11 dineros, 30 libras y 30 libras, respectivamente.
(161) A.H.P.A. Protocolo 802 de Antonio García, “Carta de pago”, “Obligación” y “Carta de pago”, 27-1-1740,
15-2-1740 y 11-10-1740, ff. 16r-16v, 29r-29v y 171r-171v, respectivamente.
492
menor cuantía que las comerciales, que la documentación denomina “préstamo
gracioso” con el propósito de evitar sus componentes de ilícita usura; pero, así
mismo, manifestando su subsidiariedad con el cumplimiento de perentorias
necesidades cotidianas, que hicieron del préstamo un recurso social frecuente en
todas las etapas históricas, también claro está en el Antiguo Régimen. Sirva de
ejemplo el préstamo de algo más de 297 libras entregadas por la compañía
Marabeuf y Martel al alicantino Pedro Vicente Romero para cubrir diferentes
urgencias, las cuales serían reintegradas a voluntad del prestamista (162). Este
modelo devolutivo consistente en satisfacer el prestatario el crédito recibido a
conveniencia del prestamista constituía una práctica habitual en esta época.
Aunque más inusuales, también había otras modalidades de liquidar el
préstamo, pues como cualquier crédito podía saldarse mediante una cesión sobre
terceros, como realizarían los herederos del joyero valenciano José García de la
Cañada para pagar las 70 libras prestadas por la sociedad del comerciante y su
cuñado en noviembre de 1730, cediendo 35 libras sobre el Teniente Coronel D.
Alejandro de la Motte, Corregidor de Alicante, por el valor de unas joyas, y
otras 35 libras sobre Nicolás Bruscio, inquilino de una casa del prestatario,
siendo satisfechas al final por el negociante José Bertrand (163).
Lógicamente, existía una tercera vía para el reintegro del préstamo tenida hoy
en día por habitual, consistente en liquidar el crédito recibido al cumplimiento
del plazo convenido. Así lo acordaba el ilicitano prestatario Andrés Selva con la
prestamista compañía Marabeuf; Padre, Hijos y Massu, para pagar el día de
Navidad de 1738 los 50 pesos de préstamo gracioso recibidos catorce meses
antes (164).
Las dos citadas sociedades del comerciante intervendrían también en otras
actividades crediticias, las letras de cambio, cuya cobranza de sus valores era
habitual obtenerla por medio de la vía judicial ejecutiva que, en alguna ocasión,
podía dilatar mucho su cobro. Esto mismo le sucedió a la última compañía
mencionada en su pretensión de cobrar ciertas letras al librado Francisco
Bayllón, avecindado en Saint Malò, que las había protestado, debiendo en 1739
promover la compañía causa ejecutiva ante la real justicia de Alicante, la cual
fallaba sentencia favorable para los demandantes que el perjudicado se
apresuraba a apelar en 1740 ante el Consejo de Guerra, forzando a la prestamista
empresa a designar sucesivamente a los madrileños agentes de negocios Juan
Antonio de la Portera y Miguel de Castro para la defensa de sus derechos,
nombramientos realizados en abril de ese año por el socio Massu (165). Pasados
siete años el Consejo no había dictaminado resolución alguna, motivando que la
sociedad nombrase ahora al también agente madrileño Lorenzo José de la Cáma-
(162) A.H.P.A. Protocolo 790 de Antonio García, “Obligación”, 28-6-1724, f. 282r-282v. El exacto valor del
crédito ascendía a 287 libras, 2 sueldos y 4 dineros.
(163) A.H.P.A. Protocolo 798 de Antonio García, “Carta de pago”, 12-6-1734, f. 324r-324v.
(164) A.H.P.A. Protocolo 801 de Antonio García, “Obligación”, 24-10-1737, f. 251r-251v. La cantidad prestada
la recibió en 2 doblones de a 8 escudos de plata vieja cada uno; esto es 48 pesos, más 2 “semillos” – sic –.
(165) A.H.P.A. Protocolo 802 de Antonio García, “Poder para pleito”, 4-4-1740 y 19-4-1740, ff. 58r-58v y 66r-
66v, respectivamente.
493
ra, ratificado por el propio comerciante dos meses después, aunque previendo
que el Consejo pudiera derivar la resolución de la causa a la Audiencia
valenciana apoderaba también, diez días más tarde, al procurador de la misma
Martín Ximeno (166).
Acaso esta negativa experiencia coartara el deseo de la sociedad por tener una
más activa participación en las letras de cambio; pero resulta cierto que de los 30
documentos crediticios de este tipo constatados desde 1724 hasta 1739, sólo un
pequeño porcentaje del 13´3 % eran atribuibles a Marabeuf: Padre, Hijos y
Massu, correspondiendo el protagonismo del 86´6 % restante a la sociedad
Marabeuf y Martel, cuya anual distribución con la cuantía de ellas contiene en el
siguiente cuadro:
* En este año, al igual que en el trienio de 1731-33, no hay constancia de letras de cambio.
** El número de letras es inferior al de actas notariales de protesto, ya que pueden serlo por no
ser aceptadas o por no ser pagadas, duplicando las actas una misma letra.
(166) A.H.P.A. Protocolo 808 de Antonio García, “Poder para pleitos”, 18-4-1747, 27-6-1747 y 7-7-1747, ff.
100r-100v, 140r-140v y 143r-143v, respectivamente.
494
dor; pero Marabeuf la protesta por contabilizar el doblón a 25 francos torneses
cuando en París corría a 26 francos y 11 sueldos, pretendiendo que esta fuese la
equivalencia de cada uno de los 500 doblones correspondientes al valor de la
letra (167). En octubre, el negociante suizo Enrico Elver no aceptaba por falta de
aviso una letra de 1.000 piastras tirada en Nantes hacía un mes por Louis
Jovancavix, a favor de la compañía La Bergerie Laine y contra la sociedad
helvética Elver y Welter, protestada por Marabeuf y Martel como tercer
endosatario (168). El 19 de noviembre había sacado José Llós y compañía, de
Benicarló, una letra de 150 libras a la orden del valenciano José Vidal contra el
alicantino negociante inglés Tomás Adams y compañía, siendo endosada a
Marabeuf y Martel en el mismo día, quienes como tenedores la presentaban el
día 26 para su aceptación y pago, aceptándola Adams, que sin embargo no la
pagaba por falta de líquido y estar esperando una cantidad de dinero que, al
demorarse, movió a los portadores a protestarla en el mes de diciembre (169).
La casi decena de letras de 1725 generaron una acta notarial más, porque la
primera en el tiempo fue protestada por no aceptarla y no pagarla el librado
mercader Jacinto Audibert en el valor de 75 pistolles, que el marsellés Bonnet
había girado en su ciudad a favor de su conciudadano José Amabrie quien la
endosaría a la sociedad lucentina, siendo el pretexto del deudor para rechazarla
no poseer fondos del sacador porque, aunque había instado autos ejecutivos
contra Francisco Buades como deudor de Bonnet, no había conseguido cobrarle
(170). Por el contrario, se han contabilizado como una sola dos letras contenidas
en una única acta notarial, aunque sus valores se han computado de forma
independiente. Se trata de dos de las tres letras de cambio libradas contra
Gerónimo Maricone, en los momentos de quiebra del negociante genovés (171),
por los negociantes de Ámsterdam Viuda de Matías Van Bru y Juan Germán
Van Bru a la orden de Claudio Le Maire y compañía, de Madrid, de quien las
tendrían Marabeuf y Martel que, como portadores de ellas, las presentarían al
genovés para que aceptase pagar a su plazo sus respectivos valores de 960 y
1.750 ducados. No hallando al pagador en su domicilio a causa de haberse
“retraído a la Iglesia por estar molestado de sus acreedores”, las letras serían
objeto de protesto jurídico (172). La tercera letra, primera cronológica, de 516
libras, 1 sueldo y 6 dineros contra Maricone tomada por Marabeuf y Martel,
había sido girada en Génova por los hermanos Scagliosi a favor de los también
fraternales conciudadanos Juan Lorenzo y Juan Bautista Paretti, quienes inician
(167) A.H.P.A. Protocolo 790 de Antonio García, “Protesta de letra”, 13-2-1724, f. 55r-55v. La piastra era una
moneda francesa equivalente al peso castellano y a la libra valenciana; mientras el valor del doblón de oro, cuya
moneda equivalente era la pistolle d´Espagne, se contabilizaba a 4 libras de moneda regional.
(168) A.H.P.A. Ibid., “Protesta de letra”, 2-10-1724, f. 404r-404v.
(169) A.H.P.A. Ibid., “Protesta de letra”, 10-12-1724, f. 513r-513v.
(170) A.H.P.A. Protocolo 791 de Antonio García, “Protesta de letra”, 6-2-1725 y 28-3-1725, f. 44r-44v y 107r-
107v, respectivamente. Como uno de sus endosantes aparece la marsellesa sociedad Marabeuf y Leriche.
(171) Para una más detallada información, ver en este trabajo el capítulo dedicado a los Maricone.
(172) A.H.P.A. Protocolo 791 de Antonio García, “Protesta de letras”, 22-7-1725, f. 247r-247v. Esta
manifestación la hacía su criada Josefa Martínez al propio notario.
495
su endoso, siendo la empresa de los cuñados el cuarto endosatario y último
tenedor de la letra que, presentada al ausente tomador para su aceptación y pago,
era recibida por su cuñado Andrés Gassen aduciendo que “éste estaba ausente de
Alicante” y no teniendo orden suya no la aceptaba ni pagaba (173).
Los restantes documentos crediticios de este año, cuyo interés radica en
permitirnos reconstruir parcialmente las redes en las relaciones comerciales de
las compañías y, por ende, del comerciante bretón, tienen su origen en las
ciudades de Marsella (1), París (1), Cádiz (2), Ámsterdam (1) y Madrid (1), que
implicaban como tomadores de ellas a los alicantinos negociantes franceses
Lorenzo Antoine, componente de Debruges y Antoine compañía, en dos
respectivas letras valoradas en 150 y 90 pistolles; a Pedro Jaume, socio de la
compañía Revel y Jaume, en valor de 250 doblones; a Alejandro Reynier,
hermano del primer socio de Marabeuf, pagador de 200 pistolles; y a Jaime
Lespiault, miembro de la sociedad Bertrandi y Lespiault, en cantidad de 600
ducados (174); además de la propia sociedad Marabeuf y Martel, lo cual sería
llamativo por inusual, pues no resulta frecuente en la documentación mercantil
encontrar un tomador que, a la vez, sea tenedor y portador de la misma letra de
cambio. Acaecía que Palome Rouband libraba en Cádiz una letra de cambio de
500 pesos contra la sociedad de los cuñados y a la orden de la compañía de
Bernardo Lasala, quien, desde la misma ciudad, la endosaba al valenciano Pedro
Verges que hacía lo propio con la empresa alicantina, cuyos socios estaban
ausentes y era recibida por José Loustau, a la sazón mozo de escritorio de dicha
casa comercial, expresando no tener capitales de su librador y que como
portadores de ella la protestaba contra ellos mismos por defecto de aceptación
(175).
La media docena de actas notariales de 1726 contienen sólo cinco letras de
cambio, debido a que el protesto de no aceptación y de no pagamiento de una de
ellas genera dos actas distintas. Sucedía con la tirada, a fines de febrero, en la
ciudad gaditana por Jacques Peyró conteniendo 600 piastras a la orden de Lynch
y Lapayesse contra el librado Pedro Laffora, que no la aceptaba del portador
Marabeuf y Martel por “motivos que escribiría a su dador”. Pasadas dos
semanas y cumplido su vencimiento, el francés tampoco la pagaba por idéntica
razón que dejó de aceptarla. El mismo negociante pagador rehusaba, dos meses
más tarde, otra letra de 450 piastras girada en París por Laborde aduciendo a la
misma portadora sociedad “no tener efectos de su dador” (176).
La otra tríada de letras de cambio atañían a los librados negociantes franceses
Pedro Scipión Román, perteneciente a la compañía Román y Lagier, en 85
pistolles; a Bernardo Lalana, afectado en el valor de 25 pistolles; y a la genovesa
compañía de Clara María de Negri, regida por su segundo esposo Pedro Geraers,
(173) A.H.P.A. Protocolo 791 de Antonio García, “Protesta de letra”, 1-7-1725, f. 215r-215v.
(174) A.H.P.A. Ibid., “Protesta de letra”, 15-4-1725, 10-6-1725, 24-9-1725, 8-10-1725 y 21-10-1725, ff. 139r-
139v, 188r-188v, 318r-318v, 328r-328v y 339r-339v, respectivamente.
(175) A.H.P.A. Ibid., “Protesto de letra”, 1-7-1725, f. 214r-214v.
(176) A.H.P.A. Protocolo 792 de Antonio García, “Protesto de no aceptación” , “Protesto de no pagamiento” y
“Protesta de letra”, 17-3-1726, 30-6-1726 y 19-8-1726, ff. 90r-90v, 103r-103v y 168r-168v, respectivamente.
496
que le incumbían 620 reales de vellón de la malacitana Joannis y compañía, pre-
textando todos ellos“no tener aviso o efectos”de sus respectivos sacadores (177).
La única letra de 1727 librada en Marsella por Natte contenía 50 pistolles
d´Espagne en contra de Juan Lyón, padre e hijo, y a la orden de Roussells y
compañía que la endosaba a la alicantina Marabeuf y Martel, rechazándola los
librados “por defecto de fondo de su tirador” y no pagándola por lo mismo que
no la aceptaron (178).
La solitaria letra de 1728 procedía de Madrid, donde Francisco Hernández
había librado 1.500 reales de vellón a la orden de la parentesca sociedad, siendo
el librado Gregorio Galant que aceptaba pagarla a su vencimiento; pero
requerido a ello, no la pagaría por no disponer de dinero en efectivo (179).
Desde Gibraltar se giraba, en julio de 1730, una letra de 350 “dollars” – sic –,
a la orden de los gaditanos negociantes Ryan y Purcell, que la endosaban al
madrileño Patrick Joyes quien la traspasaría a Marabeuf y Martel la que, como
portadora, la presentaba al pagador negociante irlandés Juan Birmingham que la
rechazaba al faltarle el aviso del librador (180).
Tras permanecer inactiva en esta modalidad crediticia durante tres años
consecutivos, la sociedad alicantina reanudaba la actividad mercantil de las
letras de cambio, albergando el año 1734 más del 19 % de las cartas crediticias
de todo el período de doce años con el 26´8 % del total valor librado. La media
docena de documentos notariales contienen las cinco letras de cambio, de las
que cuatro están sacadas en Francia – París, Soleune, Lyón y Beaunais –,
afectando a los librados negociantes Pedro e Ignacio Geraers, hijos y gerentes de
la compañía Clara María de Negri, en el valor de poco más de 181 pistolles que
aceptaban pagar sólo en la cantidad de 2.000 libras tornesas; Claudio Fougase,
pagador de 758 piastras, 18 sueldos y 8 dineros que son aceptados, pero no
pagados a su vencimiento; y el genovés Juan Bartolomé Bugny con el maltés
Juan Domingo Gotta, tomadores de 228 pistolles y media que no aceptaban por
haber pagado dicha cantidad (181). El único pagador no negociante era el
habilitado del regimiento suizo de Arrengger, contra quien su coronel había
girado 500 piastras el 8 de mayo a 40 días vista, cuyo vencimiento cumplía el 17
de junio. El día anterior la presentaba la portadora compañía Marabeuf y Martel,
no aceptándola el librado en razón de la inmediatez del pago, motivo en el que
excusó también su impago al día siguiente (182).
(177) A.H.P.A. Ibid., “Protesto de letra”, 10-2-1726, 30-6-1726 y 12-8-1726, ff. 42r-42v, 257r-257v y 322r-
322v, respectivamente.
(178) A.H.P.A. Protocolo 793 de Antonio García, “Protesto de letra”, 22-6-1727 y 29-7-1727, ff. 179r-179v y
204r-204v, respectivamente.
(179) A.H.P.A. Protocolo 794 de Antonio García, “Protesta de letra”, 24-12-1728, f. 457r-457v.
(179) A.H.P.A. Protocolo 794 de Antonio García, “Protesta de letra”, 24-12-1728, f. 457r-457v.
(180) A.H.P.A. Protocolo 1647 de Onofre Savater, “Protesta de letra”, 2-8-1730, f. 108r-108v.
(181) A.H.P.A. Protocolo 798 de Antonio García, “Protesta de letra”, 6-1-1734, 16-11-1734 y 1-12-1734, ff. 1r-
1v, 477r-477v y 482r-482v, respectivamente. La libra tornesa o de Tours tenía escaso valor, pues 4 de ellas
completaban 1 libra valenciana. En consecuencia, las 2.000 libras tornesas equivalían a 500 libras de moneda
provincial; mientras las 181 pistolles, 9 sueldos y 4 dineros de la letra ascendían a 724 libras valencianas, 9
sueldos y 4 dineros.
(182) A.H.P.A. Ibid., “Protesta de letra”, 16-6-1734 y 17-6-1734, ff. 329r-329v y 330r-330v, respectivamente.
497
Sólo una letra no era de origen francés, sino irlandés, dándose la circunstancia
que su pagador sería la sociedad de los cuñados. Librada en Waterford por Louis
Simón y Peter Bacón en valor de 2.000 pesos a la orden de George FiztGerald y
compañía, de Londres, contra la de Marabeuf y Martel, endosándola la empresa
londinense a la madrileña de Patrick Joyes para pagar a su orden y que la
presentaría a la del comerciante bretón, la cual no la aceptaría por falta de aviso
de su tirador, pero la admitía como valor en cuenta de FitzGerald para domiciliar
su pago a Joyes en Madrid (183).
La última y única letra de cambio de 1736, con un valor de 148 pistolles y 24
reales, fue tirada en Nantes por Bertrandi e Hijos a la orden de Marabeuf y
Martel contra los tomadores hermanos Ignacio y Juan Bautista Rimbaud.
Presentada por los portadores, ante la ausencia de Juan Bautista como
responsable de los negocios de la casa, la recibía un doméstico nombrado José
Atiramont que no la aceptaba, expresando que “su amo estaba días hace retraído
en la Iglesia por haber quebrado” (184).
Por su parte, la sociedad Marabeuf: Padre, Hijos y Massu tendría una menor
participación en este tipo de operaciones crediticias; pues al margen de la
reseñada antes en relación con Francisco Bayllón, negociante de Saint Malò, y
quizás por ello, sólo contabilizamos tres letras de cambio durante el bienio de
1738-39, en las cuales la sociedad asume la función pagadora. El 26 de octubre
de 1738, desde la ciudad londinense, Pedro Nosuer libraba dos letras a 60 días
vista por unos respectivos importes de 1.000 y 977 piastras a la orden de
Loubier y Tressier, valor en cuenta con ellos, y contra la compañía de Alicante,
que no las aceptaba debido a “razones que escriben” a su librador. Sin embargo,
las aceptarían pagar en Madrid a su vencimiento “en cuenta y por el honor” de la
firma Loubier y Tressier (185).
Tres días después de librarse las dos citadas letras, la empresa de los Marabeuf
y Massu giraba a 90 días vista una letra valorada en 1.014 florines y 15 sueldos
contra Pedro Fesquet, negociante de Ámsterdam, y a favor del alicantino
negociante genovés Jacinto Ardizon por el valor recibido. El tomador neerlandés
la rehúsa dejándola protestar el 31 de enero de 1739, generando una cuenta, por
el valor principal más los gastos de la resaca practicada en Amiens por Adrián
Morgan, cuyo monto alcanzaba las 2.250 libras y 19 sueldos de moneda tornesa
pagadas en Lyón, pagando el librador las equivalentes 583 libras y 16 sueldos en
moneda valenciana al tenedor de la letra, quien prometía devolverle la segunda y
tercera letras de 1.014 florines y 15 sueldos consignadas en cuanto las recibiera,
y relevarle de todo daño o perjuicio que pudiere producirle la falta o el uso
hecho de ellas (186).
La compañía de los Marabeuf y Massu finalizó esta primera etapa en 1741, a
raíz de conocerse las irregularidades contables de ella imputables a Esteban
(183) A.H.P.A. Protocolo 798 de Antonio García, “Protesta de letra”, 1-12-1734, f. 481r-481v.
(184) A.H.P.A. Protocolo 800 de Antonio García, “Protesta de letra”, 24-11-1736, f. 346r-346v.
(185) A.H.P.A. Protocolo 367 de Pascual Bueno, “Protesto”, 3-12-1738, ff. 293r-294r.
(186) A.H.P.A. Protocolo 368 de Pascual Bueno, “Carta de pago”, 2-4-1739, ff. 66r-67v.
498
Marabeuf como responsable directo de su administración, siendo su progenitor
el que subsanaría el “error” reponiendo los detraídos dineros, a pesar de lo cual
le otorgaría, manteniendo las apariencias, la referida donación propter nupcias
para posibilitar sus esponsales. Pero este “error” contable motivaría el abandono
de la compañía por parte de José Massu, quien se asociaba con su hijo Francisco
José en 1742, año en el que el comerciante ennoblecido haría lo propio con su
primogénito, el cual ya había contraído matrimonio (187). Sin embargo, la
desconsiderada actuación de Esteban al auto concederse poder general para
administrar la sociedad paterno filial a los tres meses de su formación, sin el
conocimiento ni menos aún el consentimiento de su progenitor y socio principal,
demostraría a éste no ser merecedor de su confianza, además de provocarle una
irascible reacción pasajera junto a un profundo resquemor durante el resto de sus
días. A pesar de ello, habiendo sucedido la defunción de José Massu, el
comerciante bretón formaría su última compañía de comercio titulada Marabeuf:
Padre, Hijo y Massu, siendo éste último Francisco José, hijo del fallecido
negociante, mientras el componente filial continuaría siéndolo Esteban; pero, en
esta ocasión, apartado de la casa central en aras a evitar desleales tentaciones,
aunque no muy alejado de ella para poderle supervisar, decidiendo su
establecimiento en la vecina localidad ilicitana como correspondiente a
comisión de la sociedad (188).
En esta última etapa, Marabeuf, casi sexagenario, atareado en asuntos privados
como la consecución de las reales facultades para la institución de mayorazgos a
sus hijos e hijas, la formación de los mismos, el noviciado y posterior profesión
religiosa de su hija menor y la redistribución del vínculo de ésta, no podía
abastecer todas las operaciones inherentes a las actividades propias de la
compañía, requiriendo la activa colaboración participativa de su hijo Marcos en
el que descargaría la responsabilidad burocrática y financiera de aquella (189).
(187) A.M.A. Arm. 7, Lib. 5, “Repartimiento del Equivalente. Año 1742”. Los Massu son prácticamente vecinos
de los Marabeuf, puesto que en este documento fiscal aparecen residiendo en la misma calle Llop.
(188) A.H.P.A. Protocolo 809 de Antonio García, “Poder para pleitos”, 17-4-1748, f. 105r-105v. Con esta fecha
Esteban Vicente Marabeuf, residente en la villa de Elche, concedía poderes jurídicos al cartagenero Diego Saenz
de Sansano.
(189) A.H.P.A. Ibid., “Poder para cobrar y pleito” y “Poder general”, 5-9-1748, ff. 186r-187r y 188r-189v,
respectivamente.
499
LOS NEGOCIOS
(190) En septiembre de ese año, con un intervalo de 10 días, facultaba al entonces procurador de causas
Francisco Andujar para que, compareciendo ante cualquier juez superior e inferior de ambos derechos, le
defendiera en todos sus pleitos y negocios. A.H.P.A. Protocolo 778 de Antonio García, “Poder para pleitos”, 15-
9-1710 y 25-9-1710, ff. 211r-211v y 220r-220v, respectivamente.
(191) A.H.P.A. Protocolo 1264 de Juan Bautista Morato, “Poder para ajustar”, 30-10-1714, ff. 84r-85r.
Centelles y compañía firmaron el contrato de asiento en Madrid el día 28 de septiembre con los proveedores
generales Goyeneche y compañía.
500
la fábrica de pan que le tenía encargada en Orihuela por cuenta de Su Majestad,
siendo deudor el demandante, como podía demostrar si fuese necesario, por
diferentes vales suyos en poder del declarante firmados por testigos a ruego de
Fillol por no saber escribir, recordando además que en el ajuste le condonó una
porción de dinero atendiendo a su pobreza y miseria.
En auto judicial del día 1 de febrero, el alcalde Zamora ordenaba embargar las
240 libras del demandado depositadas en Milot, teniéndolas a la orden y
disposición del juzgado, hecho que hizo reaccionar al negociante apoderando al
procurador José Segura (192), que en sus alegaciones, además de ratificar la
declaración de su defendido, aportaba dos documentos fechados el 4 de mayo de
1710 en los que Fillol reconocía adeudar al demandado 116 sacos vacíos,
pagaderos en el plazo de 8 días, y 89 pesos y medio del valor de otras tantas
arrobas de harina, también pagaderas en el mismo término y recibidas ante los
testigos Vicente Arques y Bartolomé Úbeda, quien firmaba a su ruego los vales
redactados por Pedro Lalana, colaborador de Marabeuf. Finalizaba el procurador
Segura pidiendo el levantamiento del embargo y la absolución del negociante.
Por su parte, el representante de Fillol, que el día 5 de ese mes había
apoderado a Francisco Hernández, contradecía las alegaciones de la parte
contraria afirmando estar bien justificado el embargo y se le condene en las 80
libras y 16 sueldos, más costas de la cobranza, por “pretender engaño con abono
y vales”. Un auto judicial de 27 de febrero concedía tres días de término para
alegaciones y seis días para la causa a prueba con todos los cargos, ante lo cual
Segura se reafirma en sus argumentos, rebate los contrarios considerando que en
base al abono Fillol resultaría deudor de Marabeuf y concluía pidiendo el
testimonio del demandante, accediendo de inmediato a ello el Alcalde mayor
que daba un plazo de ocho días para “evitar dilaciones”.
El procurador Hernández, esgrimiendo que su representado debía desplazarse
a esta ciudad desde la de Orihuela, solicitaba ampliar el plazo en seis días más
que se irían renovando sucesivamente hasta el mes de junio, en cuyo día 8
testimoniaba Fillol, de 54 años, negando saber nada de los vales, ni conocer a
Úbeda a quien no rogó, ni menos consintió que los firmara por él, a resultas de
lo cual su nuevo procurador Gregorio Asensi, substituto de Hernández por estar
éste ocupado en otra causa cursada ante el escribano Juan Bautista Morato,
después de solicitar los autos, peticionaba que el demandado pagase a su cliente
la cantidad requerida por entender que abono y vale equivalían a una misma
cosa, argumento refutado por la otra parte al esgrimir que con el abono se
constituye en acreedor del abonador, mientras que con el vale o pagaré se
declara deudor, siendo el abono posterior a los vales.
El 7 de febrero de 1716, pasado un año de iniciada la causa, el Mariscal de
Campo D. José Antonio de Chaves Osorio (193), Corregidor de la ciudad,
(192) A.H.P.A. Protocolo 911 de Juan Bautista Hernández, “Poder para pleitos”, 9-2-1715, f. 154r-154v. Este
escribano, que testimoniaría el apoderamiento, además de público lo era también del juzgado ordinario del
Alcalde mayor.
(193) Capturado por los austracistas y encarcelado en el alicantino castillo fortaleza de Santa Bárbara, era
nombrado primer Corregidor de Alcoy con el grado de Coronel en 1708, participando en el sitio de Alicante. Des
501
decretaba citar a las partes para la determinación de los autos. El procurador
Segura aducía que pidió declaración de Hernández sobre el contenido de los
vales, de la cual no se le dio traslado como tampoco del testimonio de Fillol,
motivando haber caducado el plazo para presentar testigos, y siendo citado a
sentencia para el día 11 de ese mes implora que la causa se retrotraiga al tiempo
de la declaración de Fillol, llevándose la reprimenda del Corregidor por
incumplir su obligación de acudir al escribano para conocer el estado de la causa
y participarla a su defendido, imponiéndole, por ello, una multa de 40 reales
depositados de inmediato para los pobres de la cárcel; pero, sin embargo,
accedía a abrir un plazo de nueve días para practicar pruebas.
Los testigos Arques, agostense de 32 años; Lalana, francés de 27 años, y
Úbeda, alicantino de 27 años, respondiendo a las cuestiones planteadas por
Segura que componían el interrogatorio, manifestaban en síntesis conocer a las
partes, no ser pariente ni tener enemistad con ninguna, estar presentes en los
hechos y ser autor o firmante de los vales, siendo verdad lo declarado.
Año y medio después de iniciado el pleito, el Corregidor mandaba con
apercibimiento al negociante presentar, dentro de tres días, el ajuste de cuentas
con Fillol de todos los encargos de que resultaban los abonos y vales, sin omitir
ninguna partida tanto de cargo como de data. El procurador Segura respondía al
auto alegando que su parte nunca tuvo cuentas formales con el demandante,
pues conociendo su analfabetismo se formaba una cuenta en cada toma de
harina, de lo que pagaba y debía, la cual se llevaba Fillol para su “gobierno”,
quedando deudor en el último viaje de 116 sacos vacíos, diciendo haberlos
perdido, y de una cantidad de dinero del valor de una partida de raciones de pan,
que le hurtaron los soldados, cuyo monto ascendía a 100 pesos; pero que por los
aludidos motivos, y atendiendo a su ignorancia y pobreza, convino su
representado en no demandarle. Concluía el alegato pidiendo se tomase nueva
declaración al panadero oriolano.
Un auto judicial de 11 de agosto de 1716 accedía a la petición, comisionando
para ello al escribano del juzgado Juan Bautista Hernández, ante quien al día
siguiente Fillol manifestaba ser cierta y verdadera su falta de instrucción, al
igual que deudor del negociante en el contenido de los dos vales aportados en la
causa (194).
Aunque el expediente judicial no contiene ninguna resolución, resulta obvio, a
tenor de lo antecedente, que su orientación no puede ser distinta a la absolutoria
tinado a Sicilia, ascendería a Mariscal de Campo en 1711 con cuyo grado conseguía la gobernación y
corregimiento de Alicante en 1715, cargos que no ocuparía hasta pasado más de un año por hallarse con el
ejército de ocupación en Cataluña, retraso castigado con 60 ducados de multa impuesta por la Cámara de
Castilla. En 1719, el Marqués de Castelrodrigo, Capitán General de Cataluña, le encomendaría el cargo de los
cuarteles asentados entre Martorell y Lleida, con residencia en Igualada. Ascendido en 1721 a Teniente General
era designado Capitán General interino de Mallorca, cargo que dejaría en 1727 para ser consejero de Guerra.
Fallecería en 1749. Cfr. en Giménez López, E., Los servidores del rey en la Valencia del siglo XVIII. Valencia,
Estudis Universitaris, 2006, p. 327.
(194) A.M.A. Arm. 3, Leg. 16, Expte 23, “Juan Bautista Fillol, residente en la ciudad de Orihuela, contra
Francisco Marabeuf, negociante francés de esta ciudad, sobre embargos. Año 1715”. s/f ,contabilizados ff.1r-33v
502
para el demandado, sin poder determinar el grado de resolución ajustada al
perjuro cometido por el demandante.
Quizás la excesiva prolijidad descriptiva del pleito quede justificada si lo
consideramos paradigma de las numerosas causas en que se verá involucrado el
negociante, bien por desacuerdos en los ajustes de cuentas o bien por la excesiva
demora en la cobranza de los créditos adeudados, además de mostrarnos de
forma diáfana y significativa no sólo la lentitud procedimental del mecanismo
judicial, sino también el abanico de subterfugios jurídicos utilizados para dilatar
enormemente la resolución judicial.
La proveeduría del pan de munición debió serle rentable logrando suculentos
beneficios, además de la tranquilidad en la seguridad del cobro, con más o
menos retraso, de las provisiones suministradas, porque estando avanzado el
mes de septiembre de 1724 intentaría conseguir el asiento para la provisión de
las siete galeras de España, componentes de la real escuadra que en su provisión
debían contabilizarse como ocho sencillas, para lo cual ordenaba al madrileño
D. Juan de Echenique, por mediación de Carlos Maupas residente también en la
Villa y Corte, la presentación del correspondiente pliego en el concurso de
arriendo, el cual afianzaría, conjuntamente con su suegro, hipotecando el
negociante los bienes y censos propios valorados en 50.262 pesos, mientras los
bienes gravados por Esteban Soler ascendían a 20.815 libras. El conjunto monto
de 71.077 libras con que se garantizaba el arriendo de asentista prueba la
importancia económica, y también social, que Marabeuf concedía al empleo de
contratista de suministros para la Monarquía.
Anterior a producirse la adjudicación del asiento, del que finalmente resultaría
adjudicatario (195), tranquilizaba a su suegro Esteban de la especial hipoteca
efectuada en los bienes poseídos en la ciudad y huerta, “por darle gusto y
desempeñarle en este particular”, prometiéndole que no pagará ni lastará cosa o
cantidad alguna en razón de la obligación de Echenique, por ser esta
exclusivamente suya propia (196).
Pasada una década del asiento, Marabeuf, que participaba en el 75 % del
mismo, pretendía ajustar las cuentas y pretensiones pendientes con el cartagene-
ro Francisco Martínez con el fin de liquidarlas, así como “resecar” todos los
pleitos instados por los mismos motivos, apoderando para ello a Francisco
Antonio de Risso a quien también facultaba, un mes después, para el cobro de
todas las cantidades que Carlos Maupas le estuviere adeudando (197).
Días antes de optar el negociante por concurrir al concurso del mencionado
(195) A.H.P.A. Protocolo 797 de Antonio García, “Poder para cobrar”, 17-7-1733, ff. 326r-327v. En esta fecha,
el comerciante, representando a su compañía Marabeuf y Martel, facultaba al Administrador de Rentas Reales de
la ciudad de Lorca, José Balaguer, para que en virtud del asiento de provisión de las siete galeras de España, que
tenía hecho con Echenique y Maupas, cobrare de los herederos del lorquino José Francisco de Loasa las
cantidades adeudadas a su compañía.
(196) A.H.P.A. Protocolo 790 de Antonio García, “Poder para afianzar”, “Poder para declarar” e “Indemnidad”,
24-9-1724, ff. 389r-393v, 394r-395v y 396r-397v, respectivamente.
(197) A.H.P.A. Protocolo 364 de Pascual Bueno, “Poder para transigir” y “Poder para cobrar”, 27-4-1735 y 11-
5-1735, ff. 112r-113v y 119r-120v, respectivamente.
503
asiento, su amigo, socio y cuñado Pedro Martel también había autorizado al
citado Carlos Maupas para que presentase el memorial participativo en el
asiento de proveer, a la orden y disposición de Su Majestad, la cantidad de
30.000 ó más fanegas de trigo de Levante de la mejor calidad para el Real
Servicio, que pondría en los puertos de Málaga, Cádiz y otros de España en los
plazos, condiciones y precios que aquél conviniese. Este pliego y concurrencia
contaría con la seguridad avalista de Marabeuf que, como fiador, hipotecaba una
jabonería con 2 calderas, arreos y almacenito situada en la ilicitana calle de los
Árboles estimada en 3.000 pesos, además de otra jabonería con 3 calderas, sus
arreos de fábrica y almacenes ubicada en la alicantina Plaza de las Barcas – hoy
de Gabriel Miró –, valorada en 14.000 pesos (198).
Como se ha evidenciado, las peculiares características de las actividades
transaccionales de Marabeuf responden mucho más a los perfiles propios de un
negociante mayorista que al de un mercader o tratante minorista, aspecto este
ratificado por las 22 letras de cambio protagonizadas por él en exclusiva en su
doble aspecto de tomador- acreedor y de pagador-deudor, con independencia de
las realizadas por sus compañías, durante las más de dos décadas que median
entre los años 1715 y 1735, que manifiestan cuáles eran los auténticos intereses
profesionales al mostrarnos sus relaciones comerciales.
Cinco años después de establecerse en Alicante comenzaba a operar por vez
primera con las cartas de crédito, presentando al francés Pedro Sigaud una letra
de 1.200 libras librada en la ciudad por Andrés Gassen a la orden de José Vague
por su valor recibido para pagar a 8 días vista, endosándola éste al bretón desde
Dénia. El librado no la aceptaba por no tener dinero del librador (199). Antes de
finalizar la primavera de 1715, los irlandeses Fagan y Knowles giraban en
Waterford una letra de 663 pesos y un tercio contra el negociante para pagar a
30 días vista a la orden de los hermanos Daniel y Juan Arthur, quienes la
endosaban a Moses de Medina y éste a Terry y Ximenez, los cuales la
traspasarían a la inglesa compañía Blach, Tucar y Blach que la protestó por
rehusarla el bretón, pero que sería pagada por Bernardo Bertholón teniendo
orden para ello de los negociantes gaditanos Gough y Browne, y “por honra de
los Arthur” (200).
En diciembre de ese año, el negociante había recibido una carta-orden del
marsellés Beneset para que pagase de 36 a 40 doblones al alicantino negociante
galo José Donat por cuenta de doña Matea García, de Madrid, tomando letra de
cambio éste por igual valor contra el también provenzal Mouren; pero Donat no
quiso librar dicha letra, resolviendo Marabeuf sacar una suya propia de 40
doblones contra Honorato Reynier, de Marsella, y a la orden de Beneset envián-
(198) A.H.P.A. Protocolo 790 de Antonio García, “Poder para asiento”, “Poder fiador”, 3-9-1724, ff. 372r-373v
y 374r-375v, respectivamente.
(199) A.H.P.A. Protocolo 782 de Antonio García, “Protesta de letra”, 24-3-1715, f. 51r-51v. El librador era
hermano de la futura esposa de Gerónimo Maricone, Ventura Gassen.
(200) A.H.P.A. Ibid., “Carta de pago”, 12-8-1715, f. 179r-179v. La letra está fechada el 4-4-1715. El pagador
también satisfacía 2 pesos y 10 sueldos por los gastos de las dos protestas, la de no aceptación y no pagamiento.
504
dola el 17 de marzo de 1716 con la barca del patrón Brive, remitiendo una
segunda letra cinco días más tarde con el último correo mensual al puerto
provenzal, fecha en la que asimismo escribía a Madrid comunicando a la
susodicha Matea lo realizado. Mientras tanto, Beneset libraba el día 5 de ese
mes y año una letra valorada en 60 pistolles a la orden de Matea sobre
Marabeuf, que éste no aceptaba del portador Juan Bautista Roqueta en razón de
lo referido, ni pagaba los 20 doblones de diferencia por falta de bastante
mandato de la beneficiaria (201).
Por estos años, el bretón había ganado prestigio y renombre como experto y
honesto negociante, sobre todo entre sus compatriotas compañeros de profesión,
motivos por los que en septiembre de 1715 el negociante de El Havre de Gracia
Jorge Tanquerey le apoderaba al objeto de percibir las cuentas pendientes con
los también franceses Diego Ricart y Claudio Brunet, residenciados en
Cartagena, del alcance de todos los tratos, negocios y correspondencias que de
cuenta de aquél hubieran tenido a su cargo, a cuyo fin le dejaba una cierta
cantidad de dinero. Cinco meses después, Tanquerey tiraba en Lyón una letra de
338 piastras, 5 sueldos y 4 dineros a la orden de los citados negociantes de
Cartagena y contra Marabeuf que no se la tomaba, ni aceptaba, ni pagaba en
razón a haber pagado su valor en cuenta del librador del líquido remanente de
aquel total importe consignado (202).
En junio de 1717, de nuevo Tanquerey se relacionaba indirectamente con
nuestro hombre de negocios al sacar en Rouen, a la orden de Michel Nas Judde,
una letra valorada en 154 piastras, 8 sueldos y 8 dineros contra el negociante y
tesorero de Guerra en Alicante Bernardo Bertholón, que sería endosada por
Judde a Marabeuf quien la presentaba al pagador, rechazando éste el aceptarla y
pagarla “por razones que escribiría al dador de ella” (203).
Los efectos de la campaña y expedición naval contra Sicilia se dejarían sentir
en Alicante afectando, sobre todo, a los conspicuos negociantes ingleses sobre
los que se practicó la retención de bienes y fortunas, así lo manifestaba en 1718
el negociante D. Jaime Bleckley, cónsul inglés en la ciudad, no aceptando una
letra de cambio de 350 pesos girada contra él en Londres por James Pattison a
favor de Marabeuf, por no tener con qué pagarla al “habérsele embargado todos
sus bienes y efectos” (204).
En el siguiente trienio, intervendría el bretón como último tenedor y portador
de cuatro documentos crediticios por un global valor cercano a las 5.000 libras,
con procedencia de Cádiz, Lyón, Madrid y Nantes que le pondrían en relación
con la compañía de los genoveses hermanos Antonio y Esteban Bocardo; con el
(201) A.H.P.A. Protocolo 783 de Antonio García, “Protesta de letra” 20-3-1716, ff. 64r-65v. El marsellés
Honorato Reynier era hermano de Juan, el socio de la primera compañía del bretón, falleciendo ambos hermanos
en los años veinte del siglo.
(202) A.H.P.A. Protocolo 782 de Antonio García, “Poder para cuentas” 24-9-1715, ff. 221r-222v, y protocolo
783 de idem, “Protesta de letra”, 24-5-1716, f. 129r-129v.
(203) A.H.P.A. Protocolo 784 de Antonio García, “Protesta de letra” 14-8-1717, f. 179r-179v.
(204) A.H.P.A. Protocolo 785 de Antonio García, “Protesta de letra” 26-9-1718, f. 286r-286v. El inglés, además
del empleo consular, tenía formada compañía de comercio bajo el nombre de Bleckley y Hamond.
505
suizo Enrico Elvers, mencionado componente de la suiza sociedad Elvers y
Welter; con el francés Pedro Scipión Román, con el cónsul genovés en
Cartagena Julio Antonio Chereguini, o con el también negociante galo Mateo
Cogordan, corresponsal en Alicante de la marsellesa empresa Claudio Rosse y
compañía (205).
El año de 1722 concentraba la mitad de las 22 letras de cambio del período,
acaso propiciado por la mayor regularidad en la llegada del correo marítimo
favorecido por la mayor laxitud del cordón sanitario, implantado en la ciudad a
causa del brote pestífero marsellés de 1720. Por su crecido valor, llama la
atención una letra de 14.000 piastras librada en Nantes, cargada sobre el parisino
Francisco Dupin y a la orden de Loftus Bray, de Madrid, endosada por éste al
bretón para cobrarla de Simón Dupin, quien la aceptaba expresando que por la
considerable cantidad de dinero no la había podido satisfacer, pero que la
pagaría en cuanto reuniese el dinero. Pasados tres meses, el mismo portador y
pagador pretendían zanjar otra parisina letra de 250 piastras, sacada por
Francisco Dupin a la orden de Felipe Gartrines, quien en Saint Malò la
traspasaba a Loquet de Granduille y éste a Marabeuf. En esta ocasión, Simón
Dupin rehusaba la letra por los motivos escritos a su librador hermano (206).
En el transcurso de los meses de abril, mayo y junio de ese año, Marabeuf
sería portador de una letra de 225 pistolles tirada a 60 días vista en París por
Morin de Tourville, para pagar en el madrileño domicilio de Rodolfo Firidolfi y
compañía a la orden de Tomás Planterose, que la traspasaba a Laussat y éste,
desde Oleron, a Pedro Marciaq el cual se la remitió al bretón para su aceptación
y pago, pero que éste rechazaba aduciendo “falta de aviso del dador”.
Finalmente, Marabeuf se protestaba a sí mismo la letra resguardando sus
derechos a que todos los daños, costas, perjuicios y corretajes derivados de la no
aceptación fuesen de cuenta de quien hubiese lugar.
Nada beneficiosa le resultaría esta modalidad crediticia con Morin de
Tourville que, en mayo, libraba cinco letras con un total valor de 1.400 pistolles
contra el bretón, pagaderas en el citado domicilio de Firidolfi a la orden de Bois,
siendo rechazadas por aquél a causa de no tener aviso del sacador, pero como
portador de ellas se las protestaría (207). Para colmo, en ese mismo día y mes,
Lázaro Guiran, componente de la compañía Boviñan y Guiran, le presentaba
otra letra de 200 pistolles del mismo antecedente librador, origen, domiciliación
y beneficiario que el bretón no aceptaría por la misma antedicha razón (208).
(205) A.H.P.A. Protocolo 444 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Protesta” 11-12-1719, f. 497r-497v; protocolo
786 de Antonio García, “Protesta de letra”, 22-1-1720, 10-3-1720, 11-11-1720 y 18-11-1720, ff. 24r-24v, 67r-
67v, 407r-407v y 417r-417v, respectivamente. Las cantidades consignadas en las letras aparecen expresadas en
diferentes unidades monetarias: escudos de plata, piastras o doblones de a 2 escudos de oro, en función de su
origen.
(206) A.H.P.A. Protocolo 788 de Antonio García, “Protesta de letra” 11-4-1722 y 22-7-1722, ff. 99r-99v y 206r-
206v, respectivamente.
(207) A.H.P.A. Ibid., “Protesta de letra” 26-4-1722, 25-5-1722 y 1-6-1722, ff. 108r-108v, 132r-132v, 133r-133v
y 139r-139v. Las 1.400 pistolles o doblones equivalían a 5.600 libras, siendo los parciales valores de cada una de
las cinco letras 300, 280, 150, 350 y 320 pistolles, respectivamente.
(208) A.H.P.A. Ibid., “Protesta de letra” 25-5-1722, f. 134r-134v.
506
A fines de octubre tendría el negociante un ligero alivio al resultar endosatario
de una letra de 100 doblones, sacada en Madrid por Eduardo Banry contra el
inglés Cristóbal Hall a la orden de Juan Elías Vasne, que la traspasaba a
Marabeuf. Sin embargo, el negociante anglosajón no la aceptaría, ni pagaría
porque las mercancías a él consignadas por el librador no habían producido
dinero alguno (209).
La solitaria operación crediticia practicada en 1735 se producía a mediados de
enero, mediante una letra de 287 pistolles contra el genovés Miguel Ángel
Lavarelo y compañía, librada en Marsella por Mialon a 60 días vista para abonar
en Madrid a la orden de Casaubon, valor recibido al contado de Teaufortiè. La
empresa madrileña se la endosaba a Marabeuf que, como portador de ella, la
presentaba jurídicamente al negociante italiano que la rehusaba alegando
razones que escribía a su dador (210).
No obstante, estas relaciones comerciales al por mayor, que constituirán el
nudo gordiano de su ejercicio profesional, otorgándole las mayores ganancias
con las que engrosar sus caudales y cimentar su posición económico social, le
posibilitaron desarrollar también el comercio minorista con el remanente de los
productos de aquel, generalmente indeterminados en la documentación bajo el
nombre de “géneros y mercaderías”, practicado no sólo en el solar alicantino si
no que, superando el ámbito provincial, extendería su radio de acción a las
regiones andaluza, castellano-manchega, murciana y valenciana.
La base de sus negocios estaba configurada por las transacciones,
habitualmente al fiado, de artículos de primera necesidad, aunque sin desdeñar
cualquier mercancía, lo cual nos lleva a una doble conclusión apriorística: la
fuerte demanda de estos productos en una época de gran escasez y miseria
causados por los efectos del conflicto sucesorio, junto a la mísera pobreza y, por
ende, escaso poder adquisitivo de la población, circunstancias favorecedoras de
la actividad crediticia de nuestro hombre de negocios y la de sus compañeros de
profesión, provocando, de paso, una situación de dependencia económica de los
compradores-deudores en relación a los vendedores-acreedores, siendo aquéllos
generalmente individuos del común, particulares, tratantes o mercaderes,
adquirientes de partidas pequeñas o medianas en cantidad y valor para su propio
consumo o distribución al detall, aunque, de forma excepcional, las sucesivas
compras les acarrease acumular importantes débitos.
Estas conclusiones serán plenamente ratificadas con el detallado conocimiento
de sus operaciones crediticias que, dicho sea de paso, no fueron excesivamente
intensas o cuantiosas habida cuenta de las 69 cartas de “obligación” producidas
en los 45 años de actividad profesional, generando un monto de 21.275 libras,
cantidad superada con amplitud por la que obtuvieron otros coetáneos
negociantes extranjeros.
(213) A.H.P.A. Protocolo 783 de Antonio García, “Poder para cobrar” y “Poder para cobrar y pleito”, 23-3-1716
y 26-9-1716, ff. 57r-60v y 227r-227v, respectivamente.
(214) A.H.P.A. Ibid., “Poder para concertar”, 28-8-1716, f. 190r-190v.
(215) A.H.P.A. Protocolo 890 de Franciscoa Hernández, “Obligación”, 24-5-1717, f. 160r-160v.
(216) A.H.P.A. Protocolo 784 de Antonio García, “Carta de pago”, 4-12-1717, f. 303r-303v. El hidalgo
alicantino cancelaba los 652 pesos del total crédito debido, cumpliendo la orden del baztetano D. Baltasar Pablo
de Castro.
(217) A.H.P.A. Protocolo 785 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 11-9-1718, f. 279r-280v.
509
meses del plazo establecido (218).
El penúltimo día de febrero de ese año, convenía con el tratante de Parcent
Antonio Oliver el cobrar las 78 libras y 11 sueldos adeudados por éste, mediante
tres iguales pagas anuales abonadas conforme él las percibiese de su deudor
Lorenzo Tomás, avecindado en Tárbena (219).
En pleno verano de 1721, vendía a crédito 15 arrobas de azúcar blanco a los
hermanos de Muchamiel Francisco y José Alemany por precio de 49 reales
valencianos la arroba, quedando deudores en 73 libras y media pagaderas el día
de Navidad de ese año; pero, en esta ocasión, adelantarían su pago unas pocas
fechas liquidando la deuda en los primeros días del mes de diciembre (220).
Antes de finalizar el mes de junio, ajustaba las cuentas de los tratos tenidos
con el notario Antonio García, que resultaba afectado con un contrario crédito
de 633 libras, acordando saldarlo al negociante en cinco iguales pagas de 126
libras y 12 sueldos abonadas el mismo día del ajuste durante los cinco venideros
años (221). Al siguiente mes, el bretón conseguía el ajuste de las cuentas de las
transacciones de “géneros y mercaderías” practicadas con el calasparreño Juan
Fernández, resultando deudor en 128 pesos que ofrecía liquidarlos en dos
iguales pagas, entregando 64 pesos en la fiesta de San Miguel de ese año y
posponiendo otra igual paga para dentro de un año (222).
El murciano Manuel Onofre le adeudaba, en septiembre, 40 libras del precio al
fiado de una piedra de molino a satisfacer en la festividad de San Juan del
siguiente año 1722; mientras que, en el mismo mes de septiembre, el impresor
alicantino Andrés Clemente le debía 100 libras del precio de dos fundiciones de
letra de impresión, una llamada parangona y otra lectura, que le había importado
de Francia y pagado a su costa el negociante por hacerle beneficio, prometiendo
su reintegro en el plazo de un año mediante cuatro iguales pagas satisfechas
trimestralmente (223).
Al comenzar el último mes de 1721, los ilicitanos José Martínez Agulló y
Carlos Gil entregaban al negociante dos calderas de jabón cumpliendo el
compromiso asumido ocho meses antes cuando quedaron deudores, mediante
escritura de venta al fiado ante el notario de la villa Carlos Gracia, de un crédito
superior a las 2.137 libras. Sin embargo, excediendo el valor del jabón a la
cantidad adeudada, el bretón les pagaba el exceso por mediación de su correspon
(218) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Obligación” y “Carta de pago”, 28-1-1721 y 23-6-1721, ff.
57r-57v y 260r-260v, respectivamente. El precio del bacalao ascendió a 250 libras, 16 sueldos y 3 dineros.
(219) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Obligación”, 27-2-1721, f. 101r-101v. Parcent es una
pequeña localidad de la alicantina comarca de la Marina Alta, en el valle del Pop; mientras que Tárbena es otra
diminuta población de la Marina Baja., muy próximas una de la otra.
(220) A.H.P.A. Ibid., “Obligación” y “Carta de pago”, 2-7-1721 y 9-12-1721, ff. 265r-265v y 428r-428v,
respectivamente.
(221) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 24-7-1721, f. 300r-300v. Este escribano público y del juzgado de la ciudad
era el fedatario habitual del negociante, por lo que no resulta extraño el dilatado término concedido dada la fluida
relación existente entre ambos.
(222) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 22-8-1721, f. 320r-320v. El alcance de las cuentas se expresaba en moneda
castellana, ascendiendo el crédito resultante a 1.920 reales de vellón.
(223) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 12-9-1721 y 28-9-1721, ff. 340r-340v y 351r-351v, respectivamente. La
parangona era un tipo de letra grande en grado superior al gran canon e intermedio entre la atanasia y el misal.
510
diente en la villa Carlos Portes (224).
En el transcurso de ese año, el negociante practicaría el único trato mercantil –
excepto la venta de vinos –, tenido con cualquier compañero de profesión,
autóctono o foráneo, residenciado en Alicante. Corría el penúltimo día de enero
cuando convenía con Gerónimo Maricone la venta de tantos quintales de barrilla
cuantos fuesen equivalentes a la cantidad de 3.000 pesos, estipulando que se la
entregaría siempre que se la pidiera, libre para el comprador de todos los
derechos y gastos de traslado hasta la orilla del mar para embarcarla en la playa
de Águilas, permitiéndolo el tiempo meteorológico, o en el puerto de Cartagena
la que no se pudiese cargar en el anterior paraje, debiendo en un trimestre estar
entregada toda la barrilla por el vendedor y recibida por el comprador, por
precio de 13 reales valencianos el quintal que se embarcase en Águilas o de 14
reales el quintal, peso en limpio de Castilla, la que se cargase en el puerto
cartagenero. Los 3.000 pesos, los pagaría Gerónimo entregando 300 pesos de
contado y otros 276 pesos, 15 sueldos y 8 dineros en el plazo trimestral
convenido, haciendo cesión de 1.442 pesos contra el alicantino Lorenzo Antón
que se los debía, y de otros 981 pesos, 4 sueldos y 4 dineros contra su
muchamelero deudor José Torregrosa. Ambos deudores del genovés cumplirían
sus obligaciones, aunque tardíamente, ya que Antón, que ofrecía saldar el total
crédito en dos iguales pagas abonadas en junio de ese año y del siguiente 1722,
pagaba a Marabeuf la primera mitad de su crédito en febrero de 1722. Por su
parte, Torregrosa, que prometió liquidar su deuda en el transcurso de 1721, lo
cumplía un trienio más tarde pagando al bretón poco más de 981 libras en
noviembre de 1724 (225).
No era infrecuente el uso de la cesión como modalidad de pago para redimir
las deudas, como evidenciaba Gerónimo, además de los hermanos D. Tomás, D.
Francisco y doña Micaela Vert, los cuales en 1724 debían a la compañía del
negociante 240 libras de “géneros y mercaderías” al fiado que, con los
beneficios de su posterior venta al detall, remediaron algunas urgencias,
acordando su reintegro mediante cesión contra el tonelero Diego Bernabeu que,
a su vez, adeudaba a los Vert más de 355 libras del precio de unas casas
vendidas a éste en marzo de ese año, habiendo ofrecido pagarlas por mitad en el
mismo día de la venta de los dos siguientes años, anualidades de 177 libras, 16
sueldos y 3 dineros que ahora servirían para satisfacer el crédito de la sociedad
Marabeuf y Martel. El tonelero deudor, después de admitir esta cesión,
reintegraría las 240 libras a la citada compañía pocos días después de pasada la
fiesta de San Juan de ese año, mientras el total precio de las casas lo liquidaría a
La lectura, por su parte, resultaba ser un grado de letra pequeña de doce puntos, pudiendo existir lectura chica y
lectura gorda, ambas con el mismo cuerpo y diferenciándose por el ojo más pequeño de la chica.
(224) A.H.P.A. Protocolo 354 de Pascual Bueno, “Carta de pago”, 1-12-1721, ff. 410r-410v. El documento
público de venta aparece fechado el 20 de abril de 1721.
(225) A.H.P.A. Ibid., “Venta de barrilla”, 30-1-1721, ff. 58r-61v; protocolo 788 de Antonio García, “Carta de
pago”, 7-2-1722, f. 41r-41v, y protocolo 790 de Antonio García, “Carta de pago”, 23-11-1724, f. 478r-478v.
Gerónimo, que acababa de pasar una penosa situación a todos los niveles, intentaba rehacerse rápidamente con
estos negocios al por mayor, los que acabarían por arruinarle. Vid el capítulo de este trabajo dedicado a los
Maricone.
511
los Vert pasados siete años (226).
En el mes de julio de ese año, el bretón efectuaba la mayor venta a crédito en
un solo trato mercantil endosando a Escolástica Gil, viuda de Tomás Sevilla, y a
Antonio y Leonardo Sevilla, hermanos y cuñados de la anterior, 220 cahíces de
trigo que importaron 880 libras al precio unitario de 4 libras, ofreciendo pagarlas
en esparto surtido con dos partes de cocido y una de crudo, de la mejor calidad,
medida regular y largaria acostumbrada, apreciado a 47 reales y 15 dineros el
millar que suponían 185 millares entregados en el muelle de la ciudad, en
cantidad de 40 millares hasta septiembre de ese año y 145 millares dentro de los
once meses siguientes, conforme la compañía del comprador lo fuese
demandando. Como era habitual, los plazos de entrega del esparto no se
cumplieron, puesto que los deudores cancelaban el total crédito pasado un
trienio de demora (227).
Hasta pasados tres años, Marabeuf no obtendría otro destacado crédito en la
ciudad, resultante del ajuste de cuentas. El difunto canónigo D.Eugenio Alberola
había tenido diferentes tratos con la compañía del negociante, y su heredero
sobrino Victoriano, en 1727, ajustaba con Pedro Martel los mismos resultando
deudor en 351 libras, 9 sueldos y 8 dineros que pagaría “a voluntad de dicha
compañía”, la cual, escarmentada de la morosidad y de los consiguientes pleitos
para cobrar sus créditos, le exigía asegurar su percepción, cumpliéndolo el
deudor que garantizaba su pago mediante la hipoteca de la hacienda heredada de
su tío, situada en la partida rural del Conchell y compuesta de casa y huerto, más
70 tahúllas de tierra (228).
La asiduidad de las causas jurídico-judiciales instadas por el bretón para la
cobranza de deudas a los morosos no era un tema menor, evidenciándose en este
año de 1727, por ejemplo, cuando en julio debe facultar al malacitano Damián
Valentín Rosique para el cobro, por cualquier medio lícito, de la módica
cantidad de 343 reales y medio de vellón que Joannis y compañía adeudaban a la
suya (229).
Marabeuf, como aventajado hombre de negocios, conocía que el poder del
dinero y la riqueza era necesario para lograr todas sus personales aspiraciones,
precisando obtener el primero para alcanzar lo segundo consiguiendo una
abundancia de bienes, mediante los cuales promover su ascenso social hasta
detentar una privilegiada posición. Por ello, no desdeñó ningún negocio que le
reportara beneficios,aunque este fuese a actuar como tratante de animales de tiro
(226) A.H.P.A. Protocolo 790 de Antonio García, “Obligación y cesión” y “Aceptación de cesión”, 29-6-1724,
ff. 283r-285v y 286r-286v, respectivamente, y protocolo 796 de Antonio García, “Carta de pago”, 4-4-1731, f.
114r-114v. La venta de las casas se realizaba el 28 de marzo ante el notario Pascual Bueno por el precio de 355
libras, 12 sueldos y 6 dineros.
(227) A.H.P.A. Protocolo 790 de Antonio García, “Obligación”, 7-7-1724, ff. 292r-294v, y protocolo 793 de
Antonio García, “Carta de pago”, 29-5-1727, f. 150r-150v. Los Sevilla fueron una numerosa familia de tenderos
y tratantes de ascendencia genovesa.
(228) A.H.P.A. Protocolo 793 de Antonio García, “Obligación”, 15-6-1727, f. 214r-214v.
(229) A.H.P.A. Ibid., “Poder para cobrar y pleito”, 13-7-1727, f. 194r-194v. La reducida deuda reclamada
equivalía a 23 libras valencianas.
512
y carga traídos desde Mallorca. Así, entre los meses de octubre y noviembre de
ese año, realizaría tres operaciones de venta al fiado de otros tantos cuadrúpedos
a galereros y labradores de la ciudad por un global importe de 220 libras,
repitiendo de cuando en cuando este tipo de tratos en años posteriores (230).
No acabaría el año 1727 sin conseguir el negociante otro notable crédito,
cobrado por su amigo y socio Martel que a la sazón residía en Cartagena,
resultante del ajuste de las cuentas practicadas con el negociante de esa ciudad
Francisco Despuig, quien quedaba alcanzado en cantidad de 6.580 reales de
vellón, parte de los cuales abonarían José Pinto Carnero y los herederos de José
Manzanares, su difunto fiador, terminando la liquidación del crédito el regidor
de aquella ciudad Francisco Xavier González de Rivera en calidad de cesionario
del negociante cartagenero (231).
Ocho años deberían pasar para conseguir otro apreciable crédito, cercano a las
400 libras, del crevillentino Manuel Lledó que, en febrero de 1734, recibía un
préstamo de 200 pesos a cambio marítimo del 20 % concedido por Luis Merven,
natural de Saint Malò y capitán del buque “El Enrique”, para los gastos en la
compra y embarque de esteras y “arimadillos” en dicha nave con destino a El
Havre de Gracia, debiendo el prestatario satisfacerlas, junto con el interés y los
fletes, en el plazo de los siguientes ocho días al de arribada a su destino,
ampliándose el término a los dos meses si no le fuese conveniente practicar la
venta en el citado puerto francés, en cuyo caso dejaría hipotecada en poder del
prestamista la parte del cargamento suficiente para el pago del referido débito y,
si pasados los dos meses el deudor no hubiese pagado, facultaba al capitán para
vender la carga y cobrarse de su producto. No queriendo Lledó malvender los
géneros, no pudo pagar al capitán la deuda que se vio incrementada en otros 146
pesos que por él pagó David Laisne, acumulando un montante débito de 386
pesos que debía pagar en Alicante a la sociedad Marabeuf y Martel, ofreciendo
liquidarlas en la fiesta de San Miguel de 1735 e hipotecando, a la seguridad del
pago, una casa propia sita en la calle de arriba a la calle Mayor de su natal
población, más 7 jornales de tierra en la partida del Broche del término
crevillentino, gravados ambos bienes con el luismo de un real anual (232).
Desde hacía algún tiempo, el alcireño mercader Juan José Mayendía realizaba
tratos y negocios al fiado con el negociante bretón, cuyos impagados débitos se
(230) A.H.P.A. Protocolo 793 de Antonio García, “Obligación”, 23-10-1727, 12-11-1727 y 14-11-1727, ff.
318r-318v, 342r-342v y 345r-345v, respectivamente. Fueron los deudores el galerero Vicente Navarro y el
tonelero Simón Pérez, compradores de un macho mular por 36 libras; el labrador Gregorio Arques, adquiriente
de una mula de pelo pardo oscuro en 104 libras, y el también labrador Casimiro Guzmán adquiridor de una mula
herrada por 80 libras. En el verano de 1736 vendía por 85 libras, a los esposos José Coloma y Francisca Soriano
una silla volante con todos sus arreos y un caballo castaño cuatreño herrado. A.H.P.A. Protocolo 800 de Antonio
García, “Obligación”, 26-7-1736, ff. 208r-209v.
(231) A.H.P.A. Ibid., “Carta de pago”, 24-11-1727, ff. 355r-355v. El débito suponía un alcance de 438 libras,
13 sueldos y 4 dineros de moneda valenciana.
(232) A.H.P.A. Protocolo 799 de Antonio García, “Obligación”, 27-1-1735, ff. 31r-33v. El corresponsal de
Marabeuf en El Havre, David Laisne, pagó por el deudor un total de 584 francos distribuidos así: 120 por su
pasaje, el de su hijo y el de Juan Pons; 264 por los fletes, y 200 de gastos de las esteras y alimentos, cantidades
que sumadas a los 200 pesos del préstamo y 40 pesos de intereses, resultaban el montante crédito mencionado.
513
iban acumulando hasta componer, en 1736, una notable deuda de 1.682 libras y
15 sueldos, que propiciaría la adopción de medidas por parte del acreedor,tenden
tes a forzar su satisfacción por lo que, a principios del mes de agosto, daba poder
jurídico al negociante Pedro Loustau, avecindado en Valencia, para que
diligenciase la cobranza judicial o no de tan crecida deuda (233).
Mayor crédito obtendría de los castellano-manchegos Bernardo Peralta Oñate
y García Núñez de Aro, respectivos vecinos de las conquenses poblaciones de
Quintanar del Rey y Villagarcía del Llano, quienes le habían realizado compras
al fiado de “géneros y mercaderías” valoradas en 2.640 libras, 8 sueldos y 6
dineros que prometieron pagar mediante un vale firmado por ambos en marzo de
1731, pero cuyo cumplimiento demorarían los deudores de manera abusiva
alegando continuados pretextos de imposibilidad y excusas, ante la tolerante
actitud comprensiva del acreedor mantenida durante siete años, pasados los
cuales sin haber percibido nada del generoso crédito decidía adoptar medidas
legales, autorizando al contador de Rentas Reales de la villa de San Clemente,
Alonso Sánchez Pando, a iniciar el procedimiento para su cobranza (234).
Las gestiones de éste dinamizaron el proceso y, en dos meses, obtenía la
predisposición de los deudores a pagar en presencia de Marabeuf, motivando su
desplazamiento hacia aquellas poblaciones en fechas próximas a la Navidad de
1738, probablemente acompañado de su hijo Esteban Vicente, ya que el 22 de
diciembre se hallaba en Quintanar del Rey donde lograba percibir poco más del
89 % del crédito mediante escritura pública ante Francisco Antonio Cifuentes
Mazo, escribano y contador de Rentas Reales de San Clemente, estipulando en
ella el modo y la forma en que se liquidarían los pendientes 4.312 reales de
vellón y que, en síntesis, se reducían a dos iguales pagas trimestrales entregadas
en mano del negociante o persona allegada a él.
Sin embargo, en el ínterin del primer semestre de 1739, tiempo en el que debía
satisfacerse la deuda pendiente, acontecía el fallecimiento de Bernardo Peralta y
la designación de García Núñez como alcalde ordinario de su villa,
circunstancias que harían económicamente estériles los viajes de Esteban
Marabeuf a esas localidades; pero muy rentables desde el punto de vista
sentimental, pues en ellos conocería a su futura esposa. Llegado el mes de
septiembre, habiéndose cumplido sobradamente los plazos estipulados para el
finiquito del crédito sin haberse producido, el negociante apoderaba al citado
Cifuentes Mazo para demandar la definitiva cobranza de las 287 libras, 9
sueldos y 4 dineros a Beatriz Espinosa, Agustín y Pedro Peralta Espinosa, viuda
y herederos del difunto deudor, y al alcalde ordinario de Villagarcía (235).
Esta no es sino una muestra, tal vez significativa, de la costosa tarea trabada de
(233) A.H.P.A. Protocolo 800 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 3-8-1736, ff. 220r-221v. Pedro
Loustau era hermano de José quien, hasta entonces, tenía formada sociedad con Martel y Marabeuf, en cuya
familia se integraría al casarse con su hija María Felicia. Finalizada esta compañía, José fundaría otra con su
hermano Juan Bautista Loustau, domiciliado en la alicantina Plaza de Ramiro.
(234) A.H.P.A. Protocolo 367 de Pascual Bueno, “Poder para cobrar”, 28-10-1738, f. 279r-279v.
(235) A.H.P.A. Protocolo 368 de Pascual Bueno, “Poder para cobrar y pleito”, 9-9-1739, f. 241r-242v.
514
obstáculos que suponía para nuestro hombre de negocios, al igual que para sus
colegas, el cobro de sus créditos a causa de la morosidad generalizada de los deu
dores motivada por las adversas condiciones socioeconómicas aludidas y que,
irremisiblemente, le precisaban a otorgar poderes jurídicos a personas de su
confianza pertenecientes o muy vinculadas al ámbito de sus actividades y
negocios, los cuales se hallan jalonados por un rosario de causas y pleitos.
Iniciada la tercera década del siglo, Marabeuf requería los servicios del
madrileño Eduardo Crean para su auxilio en los litigios surgidos con respecto a
la proveeduría del pan de munición a las tropas borbónicas. Sin embargo, éste
apoderado bien pronto le adeudaría algunas sumas de dinero provenientes de los
tratos practicados por cuenta y orden de sus amigos y corresponsales,
necesitando el bretón la concurrencia del matritense Juan Zacarías de Bebían
para gestionar sus cobros (236). Al mismo tiempo, recurría al negociante de
Valencia Juan Bautista Vague para liquidar, con los herederos del difunto
marsellés Francisco Nas, las cuentas de los tratos y correspondencias
mantenidas con el fallecido, cobrando los pertinentes créditos; a la vez que, ante
la real justicia de Alicante, interponía demanda civil contra Hércules Peresato, al
cual reclamaba 1.000 doblones contenidos en una letra de cambio protestada por
el madrileño librado Pedro de Aguirre y Undona, que el demandado había
endosado al demandante (237)
En 1722 apelaba a las instancias judiciales de Lorca, a través de su lorquino
representante Pedro Juan Carreras, pretendiendo el reintegro de los créditos
adeudados por vecinos de esa ciudad murciana (238), aspiración también
manifestada un trienio después con los débitos impagados en la portuaria ciudad
de El Havre de Gracia, a cuya consecución apoderaba a los vecinos negociantes
de ella Eusthache e Hijo (239).
A mediados de los años treinta cambiarían los escenarios y, por tanto, sus
colaboradores; pero no las pretensiones del negociante que se ven
incrementadas, porque a las económicas se añadirían las honoríficas y de
privilegio inherentes en la condición de caballero imperiosamente anhelado. En
este sentido, los socios y cuñados Marabeuf y Martel concedían en mayo de
1735 amplios poderes para diferentes cosas y casos al procurador Juan Bautista
Pérez, el cual, un bienio más tarde, substituiría el poder para pleitos en su colega
Antonio Espinosa, cuya diligente y eficaz actuación parece que influyó
notablemente en el reconocimiento y nombramiento de caballero a su
representado. En cualquier caso, sus gestiones resultaron tan satisfactorias para
el bretón que, posiblemente en compensación, lo mantendría en su nómina de
colaboradores hasta el año 1746 mediante sucesivas ratificaciones de apodera-
(236) A.H.P.A. Protocolo 786 y 787 de Antonio García, “Poder para pleito” y “Poder para cobrar”, 2-9-1720 y
6-2-1721, ff. 304r-304v y 68r-69v, respectivamente.
(237) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito” y “Poder para pleito”, 24-1-1721
y 2-2-1721, ff. 42r-43v y 64r-64v, respectivamente.
(238) A.H.P.A. Protocolo 788 de Antonio García, “Poder para pleito”, 22-7-1722, f. 205r-205v.
(239) A.H.P.A. Protocolo 791 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 7-1-1725, ff. 3r-4v.
515
mientos, pese a designar a otros representantes jurídicos como a Nicolás Ferrer
(240).
En julio de 1746, el propio Espinosa sería el responsable de instar, en nombre
de su representado, auto ejecutivo por deudas contra los bienes del maestro
albañil Juan Bautista Guedea y los de su difunta consorte Ana María Assín, en el
que ganaría favorable sentencia de remate y cuya ejecución requería la previa
presentación de un fiador, como prevenía la Ley de Toledo, compareciendo
voluntariamente como tal el embalador José Díaz quien, ocho años antes, había
sido conjuntamente apoderado por el negociante y el capitán D. José Boerio,
como albaceas del difunto militar José Corte de Weste, para la cobranza del
Regimiento de Infantería La Comería, que a la sazón se hallaba al servicio del
rey de Nápoles, de las pagas y demás emolumentos debidos al fallecido, que
estuvo prestando sus servicios en el mismo hasta el día de su muerte acaecida en
abril de 1734 (241).
Los positivos resultados de las diligencias del embalador, que convirtieron al
negociante en depositario de la cantidad percibida, como manifiesta en su
testamento, le valdrían a Díaz el permanecer tantos años integrando el reducido
círculo de hombres de confianza del bretón, del que también formaban parte
Fernando Barriga Orozco, responsable de sus haciendas en la Vega del Bajo
Segura, y Manuel Soler Verdú, sobrino, abogado y gestor de sus negocios,
aunque puntualmente tendría otros acólitos como su futuro socio José Massu, o
el procurador malacitano Salvador de Osuna en el intento por cobrar
judicialmente el crédito adeudado por Joannis y compañía durante más de una
década (242).
En la liquidación de deudas, no siempre actuaría Marabeuf desde la
preeminente posición de acreedor, puesto que también en seis ocasiones
resultaba deudor en los ajustes de cuentas al finalizar un trato con otros
negociantes. En septiembre de 1724 recibía el negociante la carga del buque “El
Moro”, propiedad del negociante de Nantes Agustín de Laynes y capitaneado
por Antonio Balleteste, cargado en el estuario del Loira por el negociante de
aquella ciudad Juan Behotte, para venderla en Alicante o, en su defecto,
permitirle continuar viaje hasta Valencia, como así sucedió. Pero, iniciada la
navegación rumbo a la ciudad del Turia, el mal tiempo que sobrevino rompió un
mástil, obligándole a retornar al puerto local para su reparación y pasar luego a
Valencia en donde Pedro Loustau, cumpliendo órdenes de Marabeuf, trataría de
vender la carga consistente en 113 saquitos de cacao de Santo Domingo, entre
(240) A.H.P.A. Protocolo 801,1773 y 807 de Antonio García, “Substitución de poder” y “Poder para pleitos”,
14-9-1737, 21-7-1744 y 10-2-1746, ff. 191r-191v, 140r-140v y 37r-37v, respectivamente. Espinosa sería
confirmado con sucesivos poderes en diciembre de 1739, julio de 1744 y febrero de 1746.
(241) A.H.P.A. Protocolo 807 de Antonio García, “Fianza de la Ley de Toledo”, 1-7-1746, f. 166r-166v, y
protocolo 367 de Pascual Bueno, “Poder para cobrar”, 3-8-1738, ff. 221r-222v. El citado Regimiento también
recibió los nombres de Henau y de Brabante. José Boerio era militar agregado al estado mayor de la plaza
alicantina, y hoy tiene el rótulo de capitán Boerio una calleja que confluye con la calle Maldonado, colindante al
palacete Marabeuf.
(242) A.H.P.A. Protocolo 800 y 801 de Antonio García, “Poder para cobrar” y “Poder para pleito”, 13-7-1736 y
11-7-1737, ff. 196r-196v y 122r-122v, respectivamente.
516
otras mercancías, cuyo género le reclamaba el armador por medio de Alejandro
Reynier quien estaba facultado para ello por carta-orden fechada el 30 de agosto
de ese año, en fuerza de la cual interpuso instancia judicial contra el bretón. No
obstante, considerando que el cacao se vendería mejor en aquella ciudad que en
esta, produciendo mayores beneficios al armador, convenían Marabeuf y
Reynier tener en Valencia a disposición de Laynes o de su representante el
mencionado género o su producto, que el negociante aseguraba con sus propios
bienes y los de su compañía.
Sin embargo, poco después de practicada la citada diligencia judicial, Reynier
recibía nueva carta-orden del armador para que dejase dicho género en poder del
bretón, en el caso de haberlo recibido éste, ante lo cual Reynier cancelaría la
petición judicial y la promesa con obligación del negociante (243).
Un trienio más tarde, el suizo Gaspar Welter, como apoderado de los ruáneses
Alejandro Minet y Carlos Bournesien, así como de los gaditanos hermanos
Sarrebouse, ajustaba las cuentas con Martel de los negocios finalizados que sus
representados habían mantenido con éste, quien resultaría deudor en la cantidad
de 896 libras pagadas por su socio y cuñado (244).
El último día del año 1731 finalizaba la sociedad Marabeuf y Martel para
comenzar una nueva al día siguiente bajo el nombre de Marabeuf, Martel y
Compañía, formada para el comercio del aguardiente y licores en el reino de
Murcia que habían subarrendado por un cuatrienio de Pedro Loustau y del
setabense Francisco Laviña, arrendatarios de dicha Renta, motivo por el que
José Loustau se incorporó a la compañía constituida, corriendo la recaudación
del subarriendo a cargo del abogado Manuel Soler Verdú, sobrino del bretón.
El 31 de enero de 1732 se redactaba la escritura de transportación ante el
notario valenciano Manuel Casañes, estipulándose en su capítulo tercero las
condiciones para pagar a Laviña 400 libras anuales en los seis años de duración,
al tiempo que éste se obligaba a aportar a dicha Renta 10.000 reales de vellón de
sus propios caudales y efectos, cantidades que debían serle reintegradas por todo
agosto de 1735, como en efecto cumplió Manuel Soler a los tiempos y plazos
convenidos (245).
El mismo mes en que terminaba este negocio, el procurador Jaime Martínez,
representante del negociante valenciano residenciado en Madrid Juan Leconte,
había suscitado demanda ejecutiva contra Marabeuf “por las crecidas
cantidades” adeudadas a la antigua compañía Pelicot y Leconte de los tratos
mantenidos; pero reconsiderando Martínez los inconvenientes que podrían
aflorar durante el transcurso de la causa propuso, con menos costes y mejores
resultados, comprometer el resultado nombrando a Jaime Lespiault por juez
(243) A.H.P.A. Protocolo 357 de Pascual Bueno, “Obligación” y “Declaración y cancelación”, 1-10-1724, ff.
324r-325v y 362r-362v, respectivamente.
(244) A.H.P.A. Protocolo 793 de Antonio García, “Carta de pago”, 23-10-1727, f. 313r-314v. El débito ascendía
a 896 libras, 2 sueldos y 7 dineros, de las que los ruáneses eran acreedores en 578 libras, 9 sueldos y 1 dinero,
perteneciéndoles a los gaditanos las 317 libras, 13 sueldos y 6 dineros restantes.
(245) A.H.P.A. Protocolo 800 de Antonio García, “Carta de pago”, 13-3-1736, ff. 63r-64v. Soler abonó a
Laviña los 10.000 reales de vellón más 2.400 libras, formándose un monto de 3.066 libras, 13sueldos y 4dineros.
517
árbitro, resistiéndose el negociante hasta no presentarle la cuenta final y la
anulación judicial, hecho lo cual designaba a José Loustau. Pasados dos meses,
la sentencia arbitral declaraba deudor al bretón, pero le proporcionaría un nuevo
cliente en la persona del procurador Martínez con el cual tendría tratos hasta
producirse su muerte dos años más tarde, siendo su viuda Magdalena García la
que liquidaría de contado la deuda de 96 libras, 15 sueldos y 6 dineros (246).
La honradez, solvencia económica y condición nobiliaria de hecho, a nivel
local, del negociante determinaron que la doncella doña Luisa Bosch, familiar
de los marqueses de igual título, le entregara en depósito a Marabeuf, Martel y
Compañía la cantidad de 4.000 libras en enero de 1732, para reintegrarlas a
voluntad de dicha dama con la condición de tener que avisar al depositario con
un mes de antelación; pero, habiéndose disuelto la sociedad por el fallecimiento
de Martel y formada otra nueva titulada Marabeuf: Padre, Hijos y Massu, la
citada doña Luisa pidió al negociante la renovación de la escritura de obligación
o su otorgamiento de nuevo en su nombre y en el de su actual compañía (247).
El último crédito contra el negociante se presentaba en enero de 1738, cuando
el presbítero José Salazar, representante y administrador de la condesa viuda de
Faura doña Vicenta Ferrer y Escorcia, le reclamaba el pago de las pensiones
vencidas, en septiembre del año anterior, de los dos censos de 300 y 250 libras
pertenecientes a la egregia señora impuestos sobre una jabonería con dos
calderas en la villa de Elche, vendida con dichas cargas por los hermanos
ilicitanos Vicente, mosén Felipe y Francisco Areco al bretón y traspasada por
éste en julio de 1730, con los mismos censos, al también vecino de la villa
Francisco Cozen, por cuyo motivo liquidaría la deuda de poco más de 92 libras
haciendo cesión de ella contra el actual propietario de la jabonería (248).
Comenzada la cuarta década del siglo, sus negocios a crédito serán más
sosegados al centrarse la mayor parte de sus ventas al fiado en dos artículos
principales: los cuadrúpedos de tiro y carga y cereales de producción propia,
vendidos entre la clientela de los lugares de la jurisdicción de la ciudad y/o la
última localidad de la Marina Baja, pero con fácil acceso desde la capital.
En los meses de febrero y noviembre de 1741 practicaba cuatro tratos de
bestias con un total de 6 mulas, 1 mulo y 2 machos, vendidos a labradores del
Raspeig, los Balzares de Elche, Alicante y San Juan por un total importe de 674
libras, ofreciendo los compradores abonar sus deudas generalmente en dos
iguales pagas semestrales, como así lo cumplían el ilicitano José Fuentes y el
alicantino Vicente Pastor al liquidar su débito de 104 pesos del precio de 2
machos capones y herrados, uno de pelo castaño oscuro y otro tordillo claro,
entregando una paga de 52 pesos en la Navidad de ese año y otra igual cantidad
(246) A.H.P.A. Protocolo 1652 de Onofre Savater, “Compromiso entre partes”, 23-8-1736, ff. 99r-103v, y
protocolo 368 de Pascual Bueno, “Carta de pago”, 16-3-1739, f. 60r-60v.
(247) A.H.P.A. Protocolo 801 de Antonio García, “Obligación”, 2-3-1737, ff. 56r-57v.
(248) A.H.P.A. Protocolo 1654 de Onofre Savater, “Carta de pago y cesión”, 13-1-1738, f. 7r-7v. La deuda
ascendía a 92 libras, 17 sueldos y 5 dineros, de las cuales 88 libras correspondían a pensiones vencidas el 21 y 29
de septiembre de 1737, y 4 libras, 17 sueldos y 5 dineros por las costas producidas en los autos seguidos contra
el negociante para su cobranza.
518
el día de San Juan del siguiente año (249).
Asimismo, en los dos meses finales de ese año comenzaría la venta al fiado de
granos cosechados en su hacienda de Guardamar, realizando ocho transacciones
en este período bimensual repartidas por igual entre las poblaciones de
Muchamiel y de San Juan, si bien los beneficios obtenidos por el vendedor se
decantaron claramente a favor de la primera localidad, donde el valor de las
ventas alcanzó las 230 libras y 8 sueldos, mientras en la segunda se quedaba en
las 190 libras y 16 sueldos, sobresaliendo de todas ellas la practicada con los
muchameleros Salvador Rodrigo, Bautista Rodrigo y José Torregrosa que
importaría las 144 libras (250).
En el devenir del año 1742, continuaría con la práctica de pequeñas ventas a
crédito de granos propios, recolectados en la referida finca rural, a particulares
para su consumo y/o su distribución en el comercio minorista, aunque su radio
de acción se extendería a los núcleos poblacionales de Benimagrell, Busot y
Monforte, además de las mencionadas Muchamiel, San Juan y Alicante. Las 9
operaciones ejecutadas, que suponían un monto de 942 libras, 4 sueldos y 11
dineros, se distribuían correspondiendo 2 a Benimagrell, 3 a Monforte y 1 a las
localidades de Alicante, Busot, Muchamiel y San Juan, resaltando por su
volumen y valor de las ventas las de la capital, Monforte y Muchamiel, a las que
hacemos referencia con brevedad.
El labrador alicantino, habitador en la partida de los Ángeles, Francisco Antón
compraba en marzo una porción de granos valorada en 222 libras y 8 sueldos
pagaderos dentro de cinco meses; pero, como era habitual, demoraría la
cancelación de la deuda hasta agosto de 1744.
En la población del Medio Vinalopó, el monfortino José Crespo tomaba al
fiado en los meses de febrero, marzo y abril tres porciones de granos, pero no de
cereal sino de cominos y anís, produciendo una total deuda de 358 libras, 2
sueldos y 11 dineros a pagar por todo septiembre de 1742.
Finalmente, el labrador de Muchamiel Agustín Abad, morador en la huertana
partida alicantina de la Condomina, obtenía una cantidad de cebada apreciada en
224 libras y vendida por el negocinate en su hacienda de Guardamar, parte de la
cual revendería el deudor en dos porciones: una a su convecino Nicolás Llofriu
por 112 libras y la otra, valorada en 19 libras y 4 sueldos, a Joaquín Domenech,
de Benilloba.
Todos los deudores ofrecían pagar sus respectivos débitos en agosto de 1742,
pero lo cierto es que Abad zanjaría su deuda en el último mes de 1746
(249) A.H.P.A. Protocolo 803 de Antonio García, “Obligación”, 6-2-1741, 14-2-1741, 1-6-1741 y 20-11-1741,
ff. 37r-37v, 41r-41v, 95r-95v y 212r-212v, respectivamente, y protocolo 805 de Antonio García,“Carta de pago”,
10-5-1743, f. 67r-67v. Resaltan los 470 pesos del precio de las 4 mulas vendidas a los hermanos Vicente y
Mariano Llopis, moradores en la partida del Raspeig, y a Vicente Pastor, de Alicante, siendo esta la primera de
las ventas realizadas.
(250) A.H.P.A. Protocolo 803 de Antonio García, “Obligación”, 14-11-1741, 15-11-1741, 20-11-1741, 23-11-
1741, 25-11-1741, 12-12-1741 y 19-12-1741, ff. 203r-203v, 204r-204v, 209r-209v, 210r-210v, 220r-220v, 221r-
221v, 236r-236v y 237r-237v, respectivamente. Los 19 deudores efectados prometían pagar sus débitos entre las
fiestas de San Juan y San Miguel de ese año, pero de forma abrumadora concentraron el plazo para el mes de
agosto.
519
(251).
El procurar dar salida a las producciones de las plantas gramíneas cultivadas
en sus fincas de Gardamar, Rojales y Almoradí, constituirán el fundamento de
las más asiduas actuaciones mercantiles del negociante en los diez últimos años
de su vida, utilizando siempre la modalidad de la venta al fiado en los negocios
realizados con vecinos de Muchamiel, Benimagrell, Guardamar, Alicante y
Villajoyosa; pero, muy por encima de todos ellos, destacarán los practicados en
la última localidad de la Marina Baja, Altea, donde hallaría un auténtico tesoro
mercantil en su vecino y doctor en medicina José Rostoll, quien le haría una
compraventa anual de granos, especialmente de panizo, entre 1742 y 1750 por
una global facturación de 3.648 libras, 13 sueldos y 3 dineros, que representaban
una cantidad vendida de este cereal no inferior a los 467 cahíces, teniendo en
cuenta que el precio unitario de venta establecido era de 78 reales ó 7 libras y 16
sueldos.
Las parciales transacciones anuales oscilaron entre un mínimo importe de 180
libras y un máximo de 702 libras, aunque el promedio de la mayor parte de ellas
se situó alrededor de las 500 libras que el galeno deudor prometía siempre
satisfacer en la festividad de San Miguel, o al siguiente día, de cada año
correspondiente; pero que, siguiendo el habitual moroso proceder del deudor,
jamás cumpliría, aunque siempre pagaría sus débitos con cierta demora.
En aras a evitar la excesiva prolijidad, exponemos a título de ejemplo aquella
compraventa de mayor cuantía, siendo esta la practicada en 1749. En el mes de
febrero, Marabeuf vendía al médico 90 cahíces de panizo en su guardamarenca
finca de Villoríen, a razón de 78 reales valencianos por cahíz generando un
crédito de 702 libras que el comprador ofrecia saldar el día de San Miguel y que,
con medio año de retraso, llevaría a término en marzo del siguiente año, el
mismo día en que acreedor y deudor practicaban su último trato mercantil (252).
Marabeuf, en esta su final década existencial, no dejaría al margen los
negocios con los animales de labor que ya había practicado con anterioridad,
como evidencia la venta al fiado de una mula de pelo pardo, herrada, endosada
en marzo de 1745 al labrador José Soler, de Benimagrell, apreciada en 32 libras
pagaderas por mitad en el mismo mes de los dos siguientes años (253); no
obstante, sus últimos negocios continuarían cimentados en sus propios productos
(251) A.H.P.A. Protocolo 804 de Antonio García, “Obligación”, 23-1-1742, 24-1-1742, 30-1-1742, 5-2-1742,
17-2-1742, 2-3-1742, 5-3-1742 y 19-4-1742, ff. 27r-27v, 28r-28v, 31r-31v, 32r-32v, 38r-38v, 42r-42v, 52r-52v,
58r-58v y 85r-85v, respectivamente; protocolo 805 de idem, “Carta de pago”, 4-1-1743 y 24-8-1743, ff. 4r-4v y
111r-0, respectivamente; protocolo 1773 de idem, “Carta de pago”, 8-8-1744, f. 152-152v, y protocolo 807 de
idem, “Carta de pago”, 19-12-1746, f. 271r-271v.
(252) A.H.P.A. Protocolo 1773 de Antonio García, “Carta de pago”, 20-1-1744, f. 24r-24v; protoclo 806 de
idem, “Obligación”, 12-2-1745, 24r-24v; protocolo 807 de idem, “Carta de pago” y “Obligación”, 28-2-1746, ff.
49r-49v y 50r-50v, respectivamente; protocolo 808 de idem, “Carta de pago” y “Obligación”, 14-5-1747 y 17-5-
1747, ff. 111r-111v y 112r-112v, respectivamente; prptocolo 809 de idem, “Carta de pago” y “Obligación”, 24-
4-1748, ff. 112r-112v y 113r-113v, respectivamente; protocolo 810 de idem, “Carta de pago” y “Obligación”,
16-3-1749, ff. 64r-64v y 65r-65v, respectivamente, y protocolo 811 de idem, “Carta de pago” y “Obligación”,
18-3-1750, ff.76r-76v y 77r-77v, respectivamente. Este deudor compró panizo y alguna porción de trigo, si bien
el vendedor también cosechaba cebada.
(253) A.H.P.A. Protocolo 806 de Antonio García, “Obligación”, 1-3-1745, f. 31r-31v.
520
agrícolas, como el practicado en 1753 con el villajoyense Pedro Nogueroles al
que vendía panizo en cantidad de 373 libras y media, prometiendo pagarlas por
todo septiembre de ese año; pero, incumpliéndolo, el negociante no alcanzaría a
percibirlas en vida (254).
En una de las anuales ventas efectuadas con el galeno alteano, en concreto la
de marzo de 1747 aunque escriturada en mayo, la deuda de 450 libras y media
resultante lo era por panizo, trigo y dinero de “préstamo gracioso”, manifestando
con ello que el negociante también actuaría en este campo del crédito menor
utilizado de forma habitual, tanto en las sociedades del Antiguo Régimen como
en las actuales, para subvenir necesidades cotidianas.
Así, en diciembre de 1720, los cónyuges Melchor Miguel Sánchez y doña
Tomasa Gefrey reconocían deberle 860 libras prestadas en diferentes ocasiones
para financiar urgencias, reintegrables dentro de año y medio con una paga en
dinero efectivo conviniendo que, no pudiéndolo cumplir, venderían los
prestatarios una casa con horno de pan cocer situada en la calle del Hospital,
contigua a su domicilio, justipreciada en 725 libras y gravada con media libra
anual de censo, luismo y fadiga, que sería hipotecada para la seguridad de la
paga. Vencido el plazo, no liquidaron el préstamo por falta de medios, ni
tampoco vendieron el inmueble por estar acensuado a favor de la colegial de San
Nicolás, motivos por los que el prestamista presentaba demanda ante la justicia
ordinaria de la ciudad cuyo titular, Francisco Esteban Zamora y Canovas,
proveía un auto en abril de 1723 notificando a los deudores la concesión de tres
días de plazo para el cumplimiento de lo peticionado por el demandante, con
apercibimiento de aquello a que hubiese lugar en derecho.
Ante tal advertencia, los esposos explicaban al negociante su falta de medios a
causa de las crecidas costas ocasionadas por juicios pendientes y “otras
urgencias”, necesitando prestamistas para afrontarlas por lo que obtendrían del
negociante una ampliación del anterior préstamo en otras 240 libras, con la
condición de obligarse a su paga y al de las 860 libras el día 10 de octubre de ese
año, aceptándolo los deudores que a su seguridad hipotecaban ahora una
hacienda situada en la partida de las Torres o Benipaixaró con su casa, torre,
bodega y cubo, compuesta por 160 tahúllas de viñedo y arbolado, de las que sólo
poseía 90 por disponer de las otras 70 el regidor D. Esteban Rovira y Torres con
quien tenían litigio pendiente.
Llegado el mes de octubre, tampoco pagaban los deudores las 1.100 libras
prestadas, ni Marabeuf instaba ejecución sobre la hipotecada finca rural por no
haberse resuelto el pleito entre los consortes y el regidor; más bien todo lo
contrario; pues, desde entonces, el negociante había continuado prestándoles
dinero hasta en cantidad de 800 libras para cubrir “varias urgencias”, como
confesaban los prestatarios en documento público redactado en noviembre de
1724. Aún sorprende más, a primera vista, que sin aminorar y mucho menos
liquidar tan crecido préstamo, un cuatrienio después los deudores percibieran de
521
Marabeuf 80 libras más, entregadas por medio de Pedro Martel, para “la
subvención de algunas urgencias” y que pagarían a la voluntad del prestamista;
pero tal sorpresa desaparece al constatar que el total crédito de 1.980 libras servi
ría al negociante para adquirir, a mediados de agosto de 1729, la hipotecada
hacienda de Benipaixaró, reducida a menos de 75 tahúllas una vez resuelto el
contencioso y sobre la que los vendedores habían cargado un censo de 460 libras
al 5 % de rédito (255), como veremos posteriormente.
Entre los años 1722 y 1744, más de una docena de prestatarios de diferentes
lugares y condición social obtendrán el auxilio económico de Marabeuf para
subsanar necesidades acuciantes o gastos ineludibles, siendo considerable su
clientela entre los componentes del patriciado urbano. Además del precedente, el
caballero oriolano Gerónimo Ruiz y Vallebrera recibía 100 libras en 1722,
prestadas por “hacerle beneficio” y reintegrar en el plazo de nueve meses; pero
si llegado el término no las satisfacía, cedía su cobranza contra el común y
particulares del lugar de Cox para que las percibiera de las 40 libras anuales
redituadas por un censo de capital 800 libras impuesto a su favor (256).
En febrero de 1723 era el alicantino Ignacio Bojoni y su consorte, doña
Mariana Forner, quienes reconocían un total préstamo de 1.075 libras entregado
por el negociante para “salir de algunos empeños y urgencias”, comprometiendo
su liquidación en dos pagas de 550 y 525 libras abonadas en el mismo mes de
los dos inmediatos años venideros (257).
En mayo del siguiente año, el setabense Tomás Jacinto Cebriá ofrecía al
negociante satisfacer un empréstito de 125 libras el día de San Miguel de ese
año; mientras en el anual mes de dicembre eran los cónyuges alicantinos
Ignacio Pelegrin y doña Isabel Arques quienes adeudaban al bretón 800 libras,
de las cuales 620 correspondían a dos préstamos concedidos para “pagar la ropa
de su desposorio”, comprada a los mercaderes de la ciudad Bonifacio Rimbau y
José Bouligny más al valenciano Pedro Loustau, y para “diferentes urgencias
sobrevenidas”, siendo las 180 libras restantes por los trienales alquileres de la
casa que habitaban, propiedad de D. Patricio Miset y administrada por el
prestamista, al que aseguraban su pago mediante la hipoteca de los bienes que a
la consorte le adjudicasen de la herencia de su difunta madre, doña Josefa
Polonia Brimón, y le correspondiesen por la legítima de su padre D. Benito
Arques y Núñez (258).
No finalizarían aquí los prestatarios de la baja nobleza local, ya que, a
mediados de 1725, los hijos del caballero D. Tomás Vert convenían con
Marabeuf pagarle las 115 libras, 12 sueldos y 6 dineros prestados mediante su
(255) A.H.P.A. Protocolo 786 de Antonio García, “Obligación”, 10-12-1720, ff. 433r-435v; protocolo 789 de
idem, “Obligación”, 12-3-1723, ff. 124r-127v; protocolo 790 de idem, “Obligación con hipoteca”, 14-11-1724,
ff. 461r-462v; protocolo 794 de idem, “Obligación”, 24-11-1728, f. 394r-394v, y protocolo 796 de idem,
“Reconocimiento de censo”, 3-5-1731, ff. 166r-167v.
(256) A.H.P.A. Protocolo 788 de Antonio García, “Obligación y cesión”, 15-9-1722, ff. 266r-267v.
(257) A.H.P.A. Protocolo 789 de Antonio García, “Obligación”, 3-2-1723, ff. 12r-13v.
(258) A.H.P.A. Protocolo 790 de Antonio García, “Obligación”, 11-5-1724 y 10-12-1724, ff. 177r-177v y 511r-
512v, respectivamente.
522
cesión contra el tonelero Diego Bernabeu, el cual les adeudaba 355 libras, 12
sueldos y 6 dneros del precio de unas casas que le habían vendido en marzo de
1724 ante el notario Pascual Bueno, pagaderas por mitad en el mismo mes de los
años 1726 y 1727, cesión aceptada cinco días después por el artesano (259).
Casi dos décadas más tarde, Teodoro Martín y Peris le reconocía un crédito de
795 libras, 2 sueldos y 10 dineros prestados para “su manutención”, el cual
también saldaría con otra cesión contra la ciudad de los efectos y haberes
debidos a su deán tío D. José Anastasio Martín, adeudados al prestatario como
heredero de su madre doña Dionisia Peris, a la que se le adjudicó en parte del
pago de su dote como otro de los efectos de su marido D. Bartolomé Francisco
Martín, caballero y padre del deudor, a quien le perteneció por herencia de los
bienes de su difunto hermano el citado deán de San Nicolás . Pasado un lustro,
el prestatario liquidaba el empréstito abonando las últimas 250 libras por medio
de Antonio Espering Arcayna, parte de las 800 libradas por la ciudad a Teodoro
del crédito debido por los salarios de su difunto tío el deán (260).
El siguiente grupo social beneficiado por los socorros financieros del
negociante sería el de los labradores, como el de Callosa d´Ensarriá Miguel
Sellés que, conjuntamente con su hermanastra Rosa, le solicitaban y obtenían en
1723 un préstamo de 40 libras y media para pagar “la obra pía” de la difunta
Rosaura Plana, madre de Rosa (261); o el muchamelero Eustaquio Torregrosa,
que aseguraba saldar las 100 libras de préstamo hipotecando 6 tahúllas plantadas
de viña, cargadas con un censo de 60 libras y anual rédito de 30 reales
valencianos a favor del regidor alicantino Juan Fernández; o el labriego de San
Juan José Buades, que invertía las 60 libras, 14 sueldos y 10 dineros prestados
en abonar el precio de una galera nueva que le había encargado construir al
ilicitano Antonio Zaplana, cuya cancelación pasado un trimestre aseguraba
hipotecando la propia galera y un par de mulas, pese a lo cual no liquidaría el
empréstito hasta finales de febrero de 1736; o al igual que haría el oriolano José
Martínez Espinosa, pagando en abril de ese año un préstamo de 101 libras
recibido a últimos de agosto de 1733 del negociante (262).
Así mismo, Marabeuf contaría entre sus prestatarios con algún representante
de la administración local guardamarenca, como su regidor José Sánchez García
a quien el día de Nochebuena de 1742 le entregaba 350 libras “por hacerle
merced y buena obra”, que el deudor garantizaba finiquitar en un semestre
hipotecando los emolumentos de su oficio de regidor, más 6 tahúllas de huerta
(259) A.H.P.A. Protocolo 791 de Antonio García, “Obligación y cesión” y “Aceptación de cesión”, 24-6-1725 y
29-6-1725, ff. 202r-204v y 286r-286v, respectivamente. Los hijos del finado eran D. Tomás, D. Francisco y doña
Micaela Vert, esposa de D. Adriano Riera y Peris.
(260) A.H.P.A. Protocolo 1744 de Antonio García, “Obligación y cesión”, 30-8-1744, ff. 170r-171v, y
protocolo 810 de idem, “Carta de pago”, 3-8-1749, f. 166r-166v.
(261) A.H.P.A. Protocolo 789 de Antonio García, “Obligación”, 4-5-1723, ff. 109r-110v. Ambos prestatarios
prometían pagar la deuda por mitad en el mismo día y mes de los dos siguientes años.
(262) A.H.P.A. Protocolo 797 de Antonio García, “Obligación”, 9-7-1733 y 16-8-1733, ff. 310r-310v y 448r-
448v, respectivamente, y protocolo 800 de idem, “Carta de pago”, 28-2-1736 y 18-4-1736, ff. 55r-55v y 93r-93v,
respectivamente.
523
plantadas de moreras, otra pieza de 150 tahúllas de tierra blanca de secano y 8
tahúllas más de viñedo en la partida del Algibe, término de aquella villa; pero
que, siguiendo la normal morosidad de los deudores reforzada, en este caso, por
la comprensión bondadosa e interesada del acreedor, saldaría el jugoso préstamo
casi pasados tres anualidades (263).
Finalmente, aunque en realidad no lo fueron cronológicamente hablando, a dos
marinos extranjeros les anticiparía el dinero necesario para afrontar sus gastos
precisos. En noviembre de 1719 adelantaba a Eduardo Dowding, capitán del
buque “La Betty de Bristol”, la cantidad de 770 pesos, 12 sueldos y 6 dineros
empleados en terminar de pagar un cargamento de pasas estibado en Dénia,
además de proveer algunas urgencias para la nave de la que era su armador el
negociante Lorenzo Hollister. Para reintegrar el dinero adelantado, el capitán
libraba una letra de cambio a la orden del madrileño Eduardo Crean y compañía
valorada en 160 libras esterlinas, 10 chelines y 7 peniques contra el armador
para pagar a la vista en Londres, que el bretón en pago de su deuda a Crean la
remitía a éste, quien la endosaba al londinense Diego Busteel para su
presentación a Hollister, el cual la dejaría protestar, iniciando así la letra el
recorrido inverso hasta llegar a Marabeuf, motivando que éste satisfaciera a
Crean lo adeudado. Sin embargo, no teniendo Marabeuf a persona de confianza
en Inglaterra para recobrar el préstamo, bien del capitán o del armador que
recibió las pasas y las vendió, recurrió a la mencionada sociedad madrileña a la
que devolvió la letra y su protesta, las que remitió de nuevo a Busteel para su
cobranza sin que se sepa si se ha ejecutado o no, motivo que impulsaría al bretón
a facultar al bristoliano Nataniel Urraxal para el cobro del préstamo por
cualquier medio, judicial o no (264).
Cinco años más tarde era el francés Escipión Blanc, el mismo que falsamente
vendió su saetía “Nuestra Señora del Rosario y San Antonio de Padua” a Martel,
quien adeudaba 107 doblones de a 2 escudos de oro que “por hacerle merced y
buena obra” le había prestado Marabeuf, al cambio marítimo del 10 % por
tiempo de un cuatrimestre, para en su decurso viajar donde le pareciese
corriendo el riesgo el prestamista que, vencido el plazo recuperaría su crédito de
481 libras y media, más las 48 libras del rédito (265).
Igualmente, nuestro hombre de negocios también se dedicó a la compra de
censos, negocio jurídico bastante parecido a los actuales préstamos hipotecarios
que, además de manifestar su poderío y solvencia económica hasta el extremo
de calificarlo de “banquero” en un documento crediticio (266), le proporcionaba
una rentabilidad anual garantizada. Por ello, en 1721, compraba al caballero
Pablo Martínez de Vera en su calidad de tutor-curador de los hijos de su difunto
(263) A.H.P.A. Protocolo 804 de Antonio García, “Obligación”, 24-12-1742, ff. 187r-188v, y protocolo 806 de
idem, “Carta de pago”, 2-12-1745, f. 200r-200v.
(264) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 26-1-1721, ff. 49r-50v. El valor
de la libra esterlina se contabilizaba a razón de 5 libras valencianas.
(265) A.H.P.A. Protocolo 792 de Antonio García, “Dinero a riesgo”, 9-3-1726, ff. 76r-77v. En este tiempo, los
doblones de a 2 escudos de oro se contabilizaban a razón de 4 pesos y medio.
(266) A.H.P.A. Protocolo 788 de Antonio García, “Protesta de letra”, 26-4-1722, f. 108r-108v.
524
hermano Cristóbal, cuya herencia no disponía de bienes muebles para satisfacer
las 200 libras de su obra pía, más otras cantidades adeudadas siendo molestado
por los acreedores, un censo de 340 libras redituado al 5% anual recayente en
dicha herencia e impuesto sobre dos inmuebles situados, uno en la calle por
donde se baja a la de los Porchens, y el otro en la calle de la Puerta de la Reina,
cuyo censal importe pagaría el comprador con 40 libras anticipadas, otras 118
libras y media retenidas en su poder como pago de un igual débito contenido en
dos vales firmados por el fallecido, más 171 libras y media en dinero efectivo
(267).
El caballero oriolano Gerónimo Ruiz de Vallebrera, residenciado en Alicante,
poseía un censo de 1.600 libras con su anual pensión de 1.600 sueldos sujeto
sobre una finca rural con su casa, cubo, bodega, ermita, huerto cercado y tierras
en la partida de Bonañy, propia de su tío el también caballero Jaime Llop y
Briosco, único bien residual de la herencia de sus padres D. Jaime Llop y doña
Diamante Briosco, quienes lo impusieron en parte de la dote de su hija doña
Luisa Llop y Briosco al desposarse con Carlos Ruiz de Vallebrera en abril de
1694, y transmitido en septiembre de 1705 al vendedor Gerónimo mediante
escritura de donación propter nupcias ante el notario Jaime Tahormina, al
tiempo de su matrimonio con doña Gregoria Ruiz y Rocamora. Sin embargo, la
ausencia de otros bienes que asegurasen el cuantioso capital del censo a causa de
la notable ruina de la citada hacienda, causada tanto por el deterioro de sus
cultivos como por su división en varias parcelas conseguida por la madre del
vendedor y otros acreedores de su tío, considerando expuesto el capital y
dificultoso el cobro de sus réditos, salvo que se vendiesen las tierras de dicha
hacienda, peticionó y obtuvo decreto judicial del corregidor para vender, en
agosto de 1721, el censo a Marabeuf con más los derechos de percibir 400 libras
de los bienes de su tío a la muerte de éste, más 160 libras por dos pensiones
vencidas y otras 28 libras, 17 sueldos y 10 dineros por las costas del pleito
ejecutivo instado para sus cobranzas contra su tío, que reconocía al bretón como
nuevo poseedor del censo, resultando un montante precio de esta venta de 2.188
libras, 17 sueldos y 10 dineros.
No obstante, el vendedor, aprovechando la facultad judicial, exigiría mejores y
mayores fincas para la seguridad en el cobro de las pensiones, obligando a los
esposos Marabeuf a hacerle venta real de 1.600 sueldos anuales impuestos sobre
una hacienda situada en la partida de la Condomina, cargada de 4 censos con un
monto de 1.790 libras, y sobre el inmueble del domicilio familiar en la calle
Llop, por el precio de 1.600 libras pagadas de contado a Gerónimo en especie
de plata y menudillos con aceptación, además, de cinco condiciones exigidas por
el hidalgo oriolano.
Desde entonces y durante siete años, vendedor y comprador mantuvieron
(267) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Venta real de censo”, 24-5-1721, ff. 214r-218v. El censo
sobre el par de casas fue cargado en 1694 por el notario Jaime Garriga a favor del difunto mediante escritura ante
Juan Bautista Pagán Rodríguez y, en junio de 1715, los herederos del censatario vendieron las casas censuadas a
mosén Tomás Fuentes, presbítero de San Nicolás.
525
litigio en torno a la legalidad de la venta del censo y a la legitimidad de los
derechos incluidos en ella, declarándose sentencia favorable a las pretensiones
de Marabeuf incluyendo las costas judiciales, la cual sería apelada por Carlos
Ruiz de Vallebrera, hijo del vendedor e inmediato futuro sucesor del vínculo
y fideicomiso instituido por sus abuelos paternos, y cuya prosecución no
reportaría beneficio alguno a los apelantes, en el caso de obtener resolución
favorable, por estar la propiedad del censo sujeta y subrogada en el vínculo con
mejora de derechos de sus titulares, al estar impuesto sobre mejores y más sanas
fincas. En el ínterin fallecía Jaime Llop y Briosco, practicándose subasta y venta
judicial de su hacienda de Bonañy a favor de Tomás Caturla para el pago del
censo, incluyendo 22 tahúllas y media circundantes a la casa, huerto y ermita
pertenecientes al derecho de los Ruiz de Vallebrera, aunque sujetas a la hipoteca
del censo por cuyo motivo, más el de la obligación a la evicción y saneamiento
de la venta, no constituían derecho hábil para su recobro.
Si a todo esto, se añaden las considerables sumas de dinero que el negociante
suplía por el vendedor en los pleitos que, sobre el pago del censo, se seguían
ante la Real Audiencia en el concurso de acreedores, se comprende que
propiciaran el ajuste entre las partes efectuado en octubre de 1728 en evitación
de más litigios y debates, ratificado ocho años después por Carlos Ruiz de
Vallebrera mediante sentencia arbitral, por la cual padre e hijo desistían de la
apelación y renunciaban a los derechos pertenecientes al hijo en favor de
Marabeuf, quien les ofrecía el puntual pago de los réditos del censo abonando,
en ese momento, 105 libras correspondientes a las 80 libras de la pensión
vencida en abril, más otras 25 libras anticipadas a cuenta de la pensión de 1729
(268).
En 1722, el matrimonio de San Juan formado por el herrero Bautista Llopis y
Josefa Giner vendía a Marabeuf por 120 libras otros tantos sueldos anuales de
pensión censal, que cargaban sobre 22 tahúllas plantadas de viña situadas en la
alicantina partida de Alcalasí, libres de toda otra carga y gravamen, exigiendo el
comprador las mismas cinco condiciones a él impuestas el año inmediato
anterior (269). Este mismo proceder seguirían, un lustro más tarde, los consortes
(268) A.H.P.A. Protocolo 894 de Francisco Hernández, “Venta real de censo y otros derechos”, “Imposición de
censo” y “Reconocimiento de censo”, 5-8-1721, 6-8-1721 y 18-8-1721, ff. 120r-123v, 125r-129v, 130r-134v y
144r-144v, respectivamente; protocolo 794 de Antonio García, “Ajuste entre partes” y “Carta de pago”, 27-10-
1728, ff. 358r-362v y 363r-363v, respectivamente, y protocolo 800 de Antonio García, “Escritura de laudo” 21-
10-1736, ff. 315r-320v. Las cinco condiciones impuestas a los Marabeuf consitían en: 1) Que los bienes sujetos a
este censo y sus rentas, mejoras y frutos quedaban especial y expresamente hipotecados a su paga y a la de sus
réditos, no pudiéndolos vender ni enajenar hasta redimirlo. 2) Que, mientras no se redimiere el censo, los bienes
hipotecados no se puedan partir ni dividir aunque sea entre herederos, ni imponer otro censo o hipotecarlos de
nuevo. 3) Que si por cualquier circunstancia adversa, fortuita, pensada o no, los bienes hipotecados se
destruyeren o perdieren, no pedirán los cónyuges rebaja de los créditos si no que los pagarán por entero,
pudiéndoles obligar a nuevas hipotecas en el plazo de 15 días. 4) Que cuantas veces pasaren los bienes
hipotecados a nuevo poseedor por cualquier título, éste ha de reconocer a D. Gerónimo como dueño y señor del
censo y obligarse a sus pagos. 5) Que cuando los esposos, sus herederos o poseedores de los bienes hipotecados
pagaren las 1.600 libras del censo, más los réditos hasta ese día, el vendedor deba recibirlas en 1 ó 2 pagas y
otorgar escritura de redempción en forma.
(269) A.H.P.A. Protocolo 788 de Antonio García, “Venta real de censo”, 10-1-1722, ff. 11r-14v.
526
Miguel Melchor Sánchez y doña Tomasa Gefrey vendiendo una censal pensión
anual de 2.100 sueldos por el precio de 2.100 libras, pagadas de contado por
Pedro Martel en doblones de oro y libras de plata, que sujetaban especial y
expresamente su pago hipotecando la referida hacienda de las Torres o
Benipaixaró y su casa de morada situada en la calle Postiguet, ofreciendo pagar
el rédito a su costa y riesgo hasta redimir el principal del censo, reservándose el
derecho de poderlo liquidar de 400 en 400 libras (270).
Pasados dos años, Marabeuf compraba un censo notablemente rentable al más
que duplicar el valor invertido. En 1729, Gerónimo Martínez recibía por manos
de Pedro Martel 233 libras del precio de venta de 233 sueldos anuales de rédito
censal, impuesto sobre el inmueble de su domicilio en la calle de la Partición, la
cual comunicaba el convento de San Agustín con la ermita de San Roque,
prometiendo satisfacer la anual pensión en cada mes de enero desde el siguiente
año. Pero el maestro albañil incumpliría su compromiso a partir de 1737, por lo
que en 1746 el censualista instaba pleito ejecutivo contra él por un débito de 110
libras, 13 sueldos y 6 dineros correspondientes a 9 pensiones y media
adeudadas, en el cual obtendría favorable sentencia de remate que le ordenaba
dar la fianza establecida en la Ley de Toledo, motivo por el que el bretón
presentaba como tal al referido embalador José Díaz.
El censatario se opondría al remate alegando tener un crédito de 548 libras y
18 sueldos contra la parte ejecutante, practicando la conveniente justificación,
pese a lo cual se pronunciaba la sentencia de remate en junio de ese año y, por
defecto de pago, se le otorgó a Marabeuf la posesión del inmueble justipreciado
en algo más de 597 libras; pero, habiéndose pregonado su venta, se opuso el
convento del Carmen por la propiedad de un censo de 150 libras de capital,
aunque ello no impidió continuar el proceso de venta judicial en el que hizo
postura José Barriga Orozco en 425 libras, cantidad que incluía a los capitales de
los dos censos, la cual fue admitida mandándole afianzarla como así hizo, tras lo
cual se sacaba el pregón de remate por 3 días, señalándose para las 15 horas del
12 de diciembre ante el domicilio del Alcalde mayor D. Joaquín de Anaya y
Aragonés, como en efecto se ejecutó sin que apareciera otro postor distinto a
Barriga, a quien se le adjudicaría la propiedad de la casa un mes y medio
después. Apenas pasados dos meses y medio, Barriga vendía por la cantidad
pujada la casa a Marabeuf, el cual retenía en su poder el precio de venta para el
pago de las pensiones de los dos censos (271).
Su propia cuñada Teodora Soler, en agosto de 1733, le traspasaba 600 libras,
pagadas de contado por el comprador, del capital de un censo de su propiedad
heredado de su mercader padre y cargado sobre la ciudad, que le pagaba 30
(270) A.H.P.A. Protocolo 793 de Antonio García, “Venta real de censo”, 18-8-1727, ff. 230r-234v. El domicilio
de los vendedores tenía por vecindario lateral al de D. Antonio Pascual de Riquelme y al de los Condes de Faura,
confrontando con almacén del Marqués del Bosch.
(271) A.H.P.A. Protocolo 795 de Antonio García, “Venta real de censo”, 23-1-1729, ff. 12r-14v; protocolo 807
de idem, “Fianza de la Ley de Toledo”, 30-6-1746, f. 165r-165v, y protocolo 808 de idem, “Venta judicial” y
“Venta de casa”, 24-1-1747 y 8-4-1747, ff. 22r-28v y 93r-95v, respectivamente.
527
libras de anua pensión por tercias en el último día de abril, agosto y diciembre,
cediéndole al comprador todos los derechos y acciones, a fin de que percibiese
para sí los réditos mientras no se redimiese el censo (272).
Otra mujer, la vecina de Muchamiel Francisca Torregrosa, viuda de José Sala,
le transfería un censo de principal 120 libras con sus 6 libras de pensión anual,
pagadas en la fiesta de San Miguel por el doctor y presbítero Alberto
Torregrosa, quién se lo impuso a favor de la vendedora en septiembre de 1736
mediante escritura ante Raimundo Marco y libre de toda otra carga, que ahora
vendía por precio de 120 libras recibidas de contado por manos de Manuel
Soler, para que el comprador cobrase del censatario las pensiones devengadas
hasta su real enfranquecimiento (273).
El último negocio censal de Marabeuf no será realizado por iniciativa propia,
sino que le vendrá dado por su matrimonio con Francisca María Soler. El padre
de ésta, Esteban Soler, compró un censo de 250 libras redituado al 5 % a Nicolás
Carratalá, que lo cargó sobre una casa de la Plaza de las Orcas o de las Barcas –
hoy, de Gabriel Miró –. A su muerte, el censo pasó a su hija Francisca a la que
correspondió en la partición de los bienes hereditarios del censualista y, en
consecuencia, al negociante en nombre y representación de su esposa. Pues bien,
al comenzar 1746, el censatario adeudaba el rédito de 8 anualidades
comprendidas entre 1737 y 1745 por lo que el bretón le pidió reconocimiento de
la propiedad del censo, a cambio de concederle un nuevo plazo para el pago de
las 100 libras adeudadas, que deberían ser satisfechas en dos iguales pagas de 50
libras abonadas en mayo de 1749 y en el mismo mes de 1753. Mediante este
acuerdo jurídico, el bretón esperaba haber terminado con la abusiva morosidad
del deudor y que éste pagara a su tiempo la pensión correspondiente a aquel año
de 1746; pero vencido el mes de mayo sin que Carratalá hubiese satisfecho el
rédito de 12 libras y media, Marabeuf instaba pleito ejecutivo contra él ante la
real justicia de la ciudad, que pronunciaba sentencia de remate favorable al
ejecutante en el mes de noviembre, la cual le mandaba otorgar la fianza prevista
en la Ley de Toledo y, cumpliéndola, el negociante presentaba a José Escolano
por su fiador (274).
Marabeuf, como insaciable hombre de negocios, también practicaría otras
operaciones especulativas y actividades de representación.
Antes de cumplirse una década desde su llegada a la ciudad, el negociante ya
había alcanzado cierto renombre y prestigio, no sólo entre sus compañeros de
profesión, fuesen o no paisanos, sino también entre marinos compatriotas y
paisanajes particulares de su país, tanto que llegado marzo de 1718 doña María
Catalina Tausiede, vecina de La Rochelle y viuda de D. Patricio Miset (275), le
(272) A.H.P.A. Protocolo 797 de Antonio García, “Venta real de censo”, 23-8-1733, ff. 478r-481v.
(273) A.H.P.A. Protocolo 803 de Antonio García, “Venta real de censo”, 2-2-1741, ff. 26r-28v.
(274) A.H.P.A. Protocolo 807 de Antonio García, “Reconocimiento de censo” y “Fianza de la Ley de Toledo”,
8-1-1746 y 12-11-1746, ff. 6r-7v y 258r-258v, respectivamente.
(275) Éste militar francés al servicio del primer Borbón había logrado el grado de Coronel cuando Felipe V le
nombraba Corregidor de Alicante en mayo de 1709, un mes después que las tropas borbónicas de D´Asfeld
ocuparan la ciudad tras la rendición de la guarnición inglesa, en abril de ese año, causada por la explosión de una
528
facultaba para diferentes casos y cosas, entre ellas hacer el exacto inventario de
los bienes pertenecientes a la herencia del fallecido ubicados en Alicante y zonas
próximas, buscar compradores para ellos e informar de sus gestiones a la viuda,
que se reservaba el derecho de conceder al negociante el poder jurídico para
vender y pedir cuentas a los señores Martín y Burguñyo, así como a cualquier
otros, de los capitales, precios de arriendos de tierras, alquileres de casas y
haciendas que recibieron, hicieron y rigieron por la sucesión de Miset, antes y
después de su muerte.
Pasados tres años, el bretón substituía íntegramente este poder en el
procurador de causas Mateo de la Cruz, y sólo para pleitos en los valencianos
Juan Bautista Vague, negociante, y Victoriano Barberá, procurador de causas,
además de en el noveldense José Martínez (276) porque, satisfecha de las
diligencias e informes practicados, la viuda había designado al negociante
procurador general y especial de todos los bienes hereditarios de Miset
localizados en tierras alicantinas, poderes que, de hecho, equivalían al cargo de
gestor y administrador general y, como tal, sin revocar las antedichas
substituciones de poder, volvía a substituirlo en el eldense capitán Juan Ángel
Amad para arrendar, alquilar, cobrar los frutos y rentas, además de administrar
los siguientes bienes poseídos por Miset en la villa de Elda: 10 tahúllas
plantadas de viña y 4 sembradas de cebada en la partida de la Agualera, 6 en la
partida de Alfarafis plantadas de olivos que se hallaban sembradas de trigo y
cebada, 3 tahúllas y media plantadas de higueras en la partida de Amafra y una
casa, todos los cuales bienes se confiscaron a Pedro Juan Bernat; 3 tahúllas y
media plantadas de viñedo en la partida de Amafra, otras 6 tahúllas de tierra
blanca y una pieza de tierra campa sembrada de barrilla en la misma partida
rural, además de una casa como bienes incautados a Antonio Juan Bernat; 6
tahúllas sembradas de cebada y habas en la partida de los Abolexos, 12 tahúllas
de viña en la partida de Lumbos y una casa, confiscados a Simón Candel; tahúlla
y media de tierra llamada Agualexos con su agua en la partida de Lumbos y una
casa, incautados a Gerónimo y Antonio Rodríguez; media tahúlla con su azud de
agua confiscada a Luis Esteban, y otra casa en la villa incautada a Mateo Pérez.
No obstante, pasados poco más de dos años, Marabeuf revocaría esta
substitución al eldense capitán (277).
En ese año de 1721, el negociante arrendaba a Francisco Morel una casa en la
Plaza del Mar, también propiedad de Miset, por tiempo de un cuatrienio
comenzado al día siguiente de firmar el contrato, al anual precio de 40 libras
pagadas en medias añadas anticipadas, según costumbre de alquileres de casas
mina en las entrañas de la roca donde se asienta el castillo fortaleza de Santa Bárbara. Miset será, por tanto, el
primer militar en ocupar el corregimiento alicantino y el último nombrado por el monarca.
Meses después de su nombramiento será ascendido a Brigadier y trasladado al ejército de Extremadura. Ocho
años más tarde, había fallecido. Vid. Giménez López, E., Los servidores del rey en la Valencia del siglo XVII.
Estudis universitaris, 105. Valencia, 2006, pp. 416-417.
(276) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Substitución de poder”, 26-4-1721, 14-5-1721, 8-6-1721 y
15-11-1721, ff. 176r-177v, 194r-196v, 237r-238v y 411r-411v, respectivamente.
(277) A.H.P.A. Protocolo 789 de Antonio García, “Revocación de poder”, 8-10-1723, f. 318r-318v.
529
en la ciudad (278).
En 1722, Marabeuf había interpuesto demanda de ejecución ante la real justicia
de la ciudad contra la persona y bienes de José Alfonso, vecino de Novelda, por
impago de las pensiones del arriendo que le tenía hecho de los bienes de Miset
en aquella villa; pero, coincidiendo la misma circunstancia y motivo con los
también noveldenses Bartolomé Camarasa y Magdalena Puez, viuda de Antonio
Fuentes, cuya causa ejecutiva se sustanciaba ante el juzgado de ella, autorizaba
al procurador Onofre Rodríguez para que, en su representación y la de su parte,
le auxiliara y defendiese sus derechos en dicho litigio.
Continuando en el juzgado de Alicante el proceso ejecutivo pendiente contra
José Alfonso y sus bienes, así como los de su esposa Rita Fuentes, por la
cantidad de 88 libras de las pensiones adeudadas del arrendamiento de una casa
y diferentes piezas de tierra, se resolvió sentencia de remate favorable a la parte
ejecutante en agosto de 1723, la que le mandaba cumplir la fianza prevenida en
la Ley de Toledo, en cuya virtud Juan Bautista Llobregat se constituía en su
fiador. Sin embargo, no llegaría a efectuarse el remate, porque el día 1 de
octubre los ejecutados pagaban al bretón un monto de 110 libras, 9 sueldos y 8
dineros con las que saldaban todo el débito conformado por 40 libras de atrasos
en las pensiones, 48 libras por dos anualidades de los arrendamientos y 22
libras, 9 sueldos y 8 dineros por las costas de la cobranza y del pleito (279).
En octubre de 1724 era Mateo de la Cruz, substituto del negociante, quien
daba en arriendo al noveldense Juan Navarro Fuentes los siguientes bienes
radicados en dicha villa y pertenecientes al fallecido Miset: una casa situada en
la calle Bodega de la Señoría, 6 tahúllas de tierra blanca en la partida de las
Horcas, 11 tahúllas y tres cuartas plantadas de olivos y viñedos con 2 azudes de
agua para riego en la partida del Camino de Aspe, otra pieza de tierra natural en
la misma partida, más 3 tahúllas y media plantadas de viña en la partida del
Campet, todos ellos confiscados a Antonio Fuentes y adjudicados a Miset en
compensación de los 5.000 doblones que el monarca hizo merced al Coronel D.
Francisco Faroles. El arriendo se establecía por un sexenio, con 4 años
obligatorios y 2 de “respir”, iniciado en la fiesta de San Miguel de ese año por
precio de 24 libras de pensión anual (280).
Una semana después de solventado el contencioso con los consortes
noveldenses, Marabeuf, en nombre de la viuda de Miset, comparecía de nuevo
en el juzgado real de la ciudad y ante su escribano manifestaba que Juan
Bautista Sancho adeudaba a su representada 773 libras, 17 sueldos y 8 dineros
de las pensiones vencidas en el arriendo de una hacienda sita en la partida de
Loixa, cercana a la Santa Faz, propia del cuerpo hereditario de Miset que, con
anterioridad, había pertenecido al padre del arrendatario deudor.
(278) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Arrendamiento de casa”, 31-10-1721, f. 398r-399v.
(279) A.H.P.A. Protocolo 788 de Antonio García, “Substitución de poder”, 18-11-1722, f. 336r-337v, y
protocolo 789 de idem, “Fianza de la Ley de Toledo” y “Carta de pago”, 12-8-1723 y 1-10-1723, ff. 240r-240v y
315r-315v, respectivamente.
(280) A.H.P.A. Protocolo 790 de Antonio García, “Arrendamiento”, 16-10-1724, f. 416r-418v.
530
Hecho esto, presentaba una doble petición judicial; por una parte, demandaba
ejecución contra la persona y bienes del deudor por la referida cantidad más
costas y, por otra, para salvaguardia de los derechos de su parte ante cualquier
dilación y bajo la fianza de responder a todos los daños y perjuicios que se
ocasionasen, instaba el embargo de todos los frutos y cosecha de vino de la finca
arrendada depositándola en persona abonada a la orden del juzgado.
Un auto judicial mandaba que, otorgándose dicha fianza, se practicase el
embargo para la seguridad de la causa y, en cumplimiento del mismo, el
embalador José Díaz, persona de la total confianza del negociante, se constituía
en su fiador (281).
Por los motivos expresados, al año siguiente, el negociante, usando las
facultades concedidas por la viuda de Miset, arrendaba en 200 libras anuales al
labrador de San Juan Gregorio Gramaje esta misma hacienda en la partida de
Loixa, formada por casa, cubo y bodega en donde había diferentes arreos para
fabricar y almacenar vino, conteniendo 70 tahúllas de tierra, parte de regadío
con 2 hilos y medio de agua y parte de secano, plantadas de viñedo y arbolado.
El tiempo del arriendo era de 4 años, 2 precisos y 2 voluntarios, condicionados a
cultivar las tierras a uso y costumbre de buen labrador, iniciados el día de San
Miguel de 1723 aunque escriturado en abril del siguiente año, pagando el anual
canón en el día de Navidad (282).
Como se puede apreciar, el cuatrienal período comprendido entre 1721 y 1724
sería el de mayor dinamismo en actividades derivadas del prestigio del
negociante; pues, además de llevar la representación de la viuda de Miset y de
su hija Juana, también defendería los intereses de otros personajes extranjeros,
principalmente compatriotas, que recurrieron a él en busca de ayuda.
Este era el caso, entre otros que desgranaremos, de su casi conciudadano
Fernando Paul de Coeur du Bocage, natural de Sant Malò y capitán del buque
“El Amable” que, en abril de 1721, había llegado a la bahía de la ciudad
proveniente de Barcelona negándosele la entrada al puerto a causa de no traer en
regla los requeridos certificados sanitarios de las ropas de Levante, cargadas en
aquella ciudad para entregar en esta a la consignación de Juan Lyón hijo,
resultando haber permanecido 23 días de cuarentena con los gastos de la
manutención y salarios de la tripulación compuesta de 28 hombres, más un
correo enviado a la Ciudad Condal para traer nuevos despachos y
certificaciones. Pero, debiendo partir de Alicante, le convenía tener a persona de
confianza para el cobro de los dispendios producidos por los motivos
manifestados, además de los fletes causados por las ropas, autorizando al bretón
a la cobranza de las cantidades adeudadas por el negociante Lyón (283).
Apenas dos meses más tarde, otro paisano, Jacobo Riqueur Desgaseaux,
antiguo proveedor general de los ejércitos borbónicos, expresaba que el rey,
(281) A.H.P.A. Protocolo 789 de Antonio García, “Fianza de daños”, 8-10-1723, f. 319r-320v.
(282) A.H.P.A. Protocolo 790 de Antonio García, “Arrendamiento de heredad”, 28-4-1724, f. 158r-160v.
(283) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Poder para cobrar”, 19-5-1721, ff. 206r-207v. El apellido
original del deudor era el reflejado, aunque en algunas actas como la presente aparezca en su forma
castellanizada, León.
531
para satisfacerle los saldos resultantes contra la Real Hacienda del tiempo que
tuvo a su cargo la citada provisión general, expidió una real cédula para que le
liquidasen dichos alcances en sal; pero, no pudiendo acabar de solicitar la
extracción, venta y beneficio de ella por emprender viaje fuera de la ciudad,
necesitando a persona de su satisfacción que en su ausencia ejecutase el
contenido del regio despacho, facultaba al negociante para que en virtud de su
contenido, presentado al administrador de las salinas de la Mata D. Antonio de
Obregón, demandase de éste el efectivo pago de los alcances en los
correspondientes modines de sal (284).
El también francés Carlos Maupas, futuro socio de Marabeuf junto con Juan
de Echenique en la proveeduría de las Galeras de España, se hallaba en Alicante
al día siguiente de la festividad de los Reyes Magos de 1722 portando dos
libranzas de la Tesorería General de las Salinas de España, fechadas en Madrid
el 14 de noviembre de 1720 y firmadas por el tesorero mayor D. Juan García
Sanromán e intervenidas por el contador de ella D. Manuel de Secada Veneras,
contra el expresado administrador de las salinas de la Mata y Orihuela, una de
240.963 reales de vellón y otra de 120.000 reales de la misma moneda, para que
Obregón satisficiese ambas cantidades en los pertinentes modines de sal al
unitario precio de 32 reales de plata doble. Pero, debiendo dejar la ciudad para
trasladarse a Madrid, precisaba dejar persona fiable que presentara las libranzas
a Obregón, recibiese la sal, la vendiese y tuviese los beneficios resultantes a su
orden y disposición, para todo lo cual otorgaba poder jurídico al negociante
(285).
En febrero de ese año, Marabeuf se constituía en fiador carcelario de Luis
Aubin, patrón de la tartana “San Juan Bautista”, apresado en la cárcel real de la
ciudad por orden del Teniente General D. José Antonio de Chaves Osorio, a
causa de hallarse entre el pasaje de su embarcación a cinco marineros de la
Armada embarcados en Cádiz sin tener permiso del Intendente General, los
cuales también estaban encarcelados bajo la acusación de deserción. Sin
embargo, Aubin presentaría al Corregidor por medio de D. Pedro Bigodet
Desvarennes, cónsul francés en la ciudad, testimonio de poseer los marineros
licencia verbal del Intendente General de la Marina de España para retirarse a
sus casas, suplicando la excarcelación de todos para continuar viaje a Barcelona
a donde iba destinada la tartana cargada de trigo o, al menos, bajo la fianza de
presentar a los marineros al Intendente General residente en aquella ciudad.
El Corregidor de Chaves ordenaba liberar a todos para que, prosiguiendo viaje,
presentase a los marineros a la dicha autoridad de marina, dando antes la fianza
abonada de ejecutarlo y traer o remitir el correspondiente certificado y, en su
defecto, incurra en la multa de 100 pesos con la obligación de presentar en 40
días el dicho certificado al Corregidor. El patrón, evitando que el fiador recelase
(284) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 4-7-1721, ff. 273r-274v.
(285) A.H.P.A. Protocolo 788 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 7-1-1722, ff. 4r-5v. Los 32
reales del precio de venta del modin de sal equivalían a 2 libras valencianas y, siguiendo en esta línea, las 22.560
libras contenidas en las dos cartas orden proporcionarían una total cantidad de sal estimada en 11.280 modines.
532
con pagar la multa de sus propios caudales, ofrecía que siempre y cuando
tuviese lugar le pagaría, con solo su aviso, todas las cuantías gastadas por este
motivo, más las costas, intereses y perjuicios, a cuya seguridad hipotecaba la
embarcación con todos sus arreos (286).
Antonio Bourdon, capitán de la urca “El Gran Cerrajero”, le facultaba en
octubre de 1723 para la cobranza del importe de los fletes producidos por los
géneros y mercancías que, desde Marsella, había traído para diferentes
negociantes residenciados en Alicante, además de los daños y perjuicios
ocasionados por no habérsele admitido a comercio, con motivo de denegar las
autoridades de la ciudad la entrada de la carga transportada por no llevar reglada
la documentación exigida (287).
La anualidad de 1724 será la que Marabeuf fue más requerido, comenzando
por D. Tomás Corbalán Pardo, comisario de guerra y del regimiento de
Inválidos de Huelva, y Juan Blanco, negociante onubense, que le autorizaban en
el mes de febrero, conjuntamente con el capitán de puertas de la ciudad Pedro
Matínez Barea, a comparecer en juicio ante cualquier autoridad judicial o
tribunal solicitando la devolución y posesión de su gabarra “Jesús Nazareno”,
así como su carga de sardina o el valor de ella en el caso de haberla vendido
Nicolás de los Santos, persona que la gobierna y al que se la entregaron para tal
efecto, pidiendo ante todo bastante prisión para el susodicho mientras no
devolviese la embarcación con todos sus pertrechos, al igual que la sardina o su
producto. Parte del cargo de sardina, que hasta Alicante condujo dicha gabarra,
se remitió a Vinaroz junto a la porción que también llevaba el londro de Albiol a
la consignación de Antonio María Maltés, resultando conveniente tener en la
villa castellonense a persona fiable para el cobro del pescado o su valor, así
como para la recuperación de la gabarra patroneada por Isidro Bays, por cuyo
motivo Marabeuf substituía este poder en el vinarocense José Vidal.
Sin embargo, no parece que la actuación de éste produjera los apetecidos
resultados, razón por la que, pasado un trimestre, volvía a substituirlo en el
valenciano Victoriano Barberá, procurador de causas de la Real Audiencia, para
los mismos fines sin reservar en sí cosa alguna.
También en el mismo mes de junio D. Mario Testaferrata, Marqués de San
Vicente Ferrer y de Testaferrata, apoderaba al negociante para la cobranza
judicial y extrajudicial de todos sus créditos (288).
El borgoñón Sebastián de Boucaud, natural de la villa de Noceroy y capitán
del Regimiento de Infantería La Comerie, que había permanecido en prisión casi
cuatro años siendo, durante este tiempo, asistido por el bretón en todo aquello
(286) A.H.P.A. Ibid., “Fianza carcelera” e “Indemnidad”, 22-2-1722, ff. 55r-56v y 57r-57v, respectivamente.
Los cinco marineros presuntos desertores eran Pedro Pérez, Jaime Guibert, Pedro Guitar, Pedro Chupix y José
Pablo.
(287) A.H.P.A. Protocolo 789 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 29-10-1723, ff. 371r-372v. Los
negociantes de la ciudad destinatarios de los artículos cargados en la urca eran José del Río, Antonio Marzo y
compañía, Jaime Amorrich hijo y la sociedad Arnous y Chautar, todos franceses.
(288) A.H.P.A. Protocolo 790 de Antonio García, “Substitución de poder”, 6-3-1724, 5-6-1724 y 25-6-1724, ff.
77r-79v, 217r-218v y 259r-261v, respectivamente.
533
que ha precisado en alimentos y manutención. Puesto en libertad en julio de ese
año, ajustaban las cuentas de las que el militar resultaba deudor en 360 pesos, las
que prometía pagar sin dilación ni contienda de juicio.
Tres meses más tarde, en octubre, el negociante genovés Juan Domingo
Grassi, de edad 40 años y casado con Rosa Risso y Soler, sobrina del bretón,
concedía a éste poder general con facultad para la cobranza de todos sus
créditos, dando finiquitos y cartas de pago, ajustar cuentas con cualquier deudor,
nombrar jueces árbitros y para pleitos (289).
En un receso de este tropel de peticiones de representación, el comerciante
volvía a ocuparse de sus propios negocios instando ante la justicia de Murcia
pleito contra el vecino de ella Juan Bautista Lozano que, mediante carta fechada
en junio de 1722, le había avisado tener dispuesta para su envío 120 quintales de
barrilla de la mejor calidad, limpia y sin defecto alguno. Ante el interés
mostrado por el bretón, se la remitía a comienzos del mes de julio y viéndola,
observó que era de calidad inferior por estar mal quemada, braseada, negra y en
parte hecha ceniza, no queriendo por ello admitirla el negociante; pero los
carreteros se negaron a llevársela, siendo preciso guardarla en almacenes del
comprador que, para salvaguardia de sus derechos, practicó sumaria información
de testigos con la que proceder a las demás diligencias de justicia,
despachándose requisitoria para la de Murcia con el objeto de citar a Lozano que
no hizo ninguna diligencia, resultando haber reducido a cenizas toda la barrilla
cuyo dueño Ginés Guerrero, vecino de Espinardo por quien se empeñó Lozano,
se desplazó hasta Alicante a fin de entrevistarse con el comprador y componerse
de la mejor forma posible y, después de varias reuniones y ajustar el importe de
las costas y perjuicios, convinieron que Guerrero pagase 104 quintales de
barrilla, que había ya satisfecho, más 52 pesos entregados de contado (290).
El poderío económico y el prestigio social del negociante eran ya evidentes a
estas alturas del siglo, no pudiendo o no queriendo eludir su ostentación con el
propósito de mantener el reconocimiento social, utilizando para ello el lujoso
símbolo externo de la esclavitud. Con esa finalidad, aprovechando la
intermediación de su socio y cuñado Pedro Martel, a la sazón residenciado en
Cartagena, que, en representación de doña Julia Peralado de Alcaraz, le hacía en
1728, por 70 pesos pagados de contado, venta real de un esclavo moro llamado
Mohamet, de 30 años de edad según su aspecto, moreno, pelinegro, propiedad
de doña Julia que lo obtuvo por venta del cartagenero D. Ginés de Osorio, sujeto
a servidumbre y no hipotecado ni obligado por ninguna deuda, estando limpio
de delito merecedor de pena corporal y sano de toda enfermedad pública y
secreta, de mal corazón y demás defectos, sin vicio de fugitivo, ladrón, borracho
(289) A.H.P.A. Protocolo 790 de Antonio García, “Obligación” y “Poder general”, 5-7-1724 y 8-10-1724, ff.
291r-291v y 328r-330v, respectivamente. El mencionado Regimiento tuvo varias denominaciones, siendo la
original la aquí expresada, aunque también se llamó de “Henau” y de “Brabante”. Sería trasladado a Nápoles
prestando servicio a las órdenes de su monarca, el futuro Carlos III.
(290) A.H.P.A. Ibid., “Ajuste” y “Carta de pago”, 6-5-1724, ff. 169r-170r y 170v-171v, respectivamente.
534
ni otra tacha que le impida servir bien (291).
La primera operación especulativa del negociante tendría lugar en 1725. El
barón de Finestrat y Cortes, además de señor de Benasau y de Agost, D. Jacinto
Sans de la Llosa y Alboy, tenía arrendados sus derechos feudales del lugar de
Agost al marsellés Pedro Choly, finalizando el mismo en 1723. La situación
económica del noble valenciano era ruinosa, precisando con urgencia recursos
monetarios para el mantenimiento de su casa, su manutención y la de su familia,
así como para pagar las deudas a los acreedores, acuciantes motivos por los que
el 24 de agosto de 1724, ante el notario de Valencia Juan Bautista Navarro,
facultaba al procurador de causas alicantino Juan Bautista Matarredona para el
arriendo de los derechos decimales y dominicales del citado lugar, lo cual
ejecutaría en la persona del embalador José Díaz el día 4 de septiembre ante el
notario de Alicante José Segura, estipulándose un contrato por 10 años con los
seis primeros obligatorios y voluntarios los cuatro últimos que principiarían el
primer día del año 1726, pagando una renta anual de 1.110 libras abonadas a los
plazos y en la forma determinada en las condiciones de la escritura de
arrendamiento, la cual también especificaba los derechos señoriales objeto del
mismo. Ahora bien, aunque el arriendo se libró al embalador y éste lo aceptó en
la debida forma, en realidad actuaba como testaferro de Marabeuf y así lo
reconocía nueve meses más tarde al manifestar que no tenía ningún interés en el
arrendamiento, prestando sólo el nombre por el negociante que era el verdadero
arrendatario y quien le había afianzado con su propio dinero, en cuya
consecuencia le cedía y traspasaba a éste el arriendo, pese a lo cual aún tendría
que concederle poder jurídico en los primeros días de julio de 1725 para
administrar y beneficiar dicho arrendamiento (292).
La segunda y última operación especulativa, bastante menos pretenciosa que la
anterior, se producía seis años después. El vecino de la ciudad Bautista
Izquierdo había tomado en arrendamiento 12 hilos y un cuarto de agua vieja de
la iglesia colegial de San Nicolás, por tiempo de un año que comenzaría a correr
el día de San Miguel de 1731 al precio de 67 libras y 2 sueldos el hilo, que
suponían un total importe de 821 libras, 19 sueldos y 6 dineros satisfechos de
contado. Pero Izquierdo sería el hombre de paja de Marabeuf, por quien asumía
el arriendo y pagó su importe de los caudales de éste, renunciando en el mismo
día a los derechos y arrendamiento, que cedía y traspasaba al negociante para
que lo siguiese y beneficiase en su propio provecho (293).
(291) A.H.P.A. Protocolo 794 de Antonio García, “Venta real de esclavo”, 24-1-1728, ff. 27r-30v.
(292) A.H.P.A. Protocolo 791 de Antonio García, “Reconocimiento de arrendamiento” y “Poder para
administrar”, 29-6-1725 y 9-7-1725, ff. 211r-112v y 233r-235v, respectivamente. Los derechos dominicales
arrendados en la escritura racaían sobre los frutos, censos, pechos, regalías, diezmos, casas, términos, hornos,
tiendas, bodega, granero, huerta, almazara, carnicería, mesón, laudemio – luismo –, la venta de Agost con sus
tierras anexas, los herbajes de todo el término y cualquier otros derechos pertenecientes a su señoría.
(293) A.H.P.A. Protocolo 796 de Antonio García, “Renuncia de derechos”, 20-9-1731, f. 322r-322v. Cada hilo
de agua equivalía a un riego de hora y media, por lo cual el arriendo le proporcionaba una disponibilidad de agua
para riego de 18 horas, 22 minutos y 30 segundos de duración, tiempo que representaba más de las tres cuartas
partes del total de horas diarias de riego que, naturalmente, eran 24; es decir, 16 hilos diarios distribuidos en dos
tandas de mañana y tarde.
535
EL PATRIMONIO
(294) Giménez López, E., “La burguesía mercantil y la propiedad en el siglo XVIII”, en La Ilustración
Española. Alicante, 1985, pp. 477-496.
(295) A.M.A. Arm. 7, Lib. 2, “repartimiento del Equivalente. Años 1719-1720”, y A.H.P.A. Protocolo 626 de
Francisco Ferrando y Roçelló, “Carta de pago”, 26-6-1724, f. 119r-119v. La casa, tranzada y rematada por la real
justicia, fue escriturada en venta judicial el 26-9-1719 ante el escribano Juan Bautista Morato. Pasado un lustro,
el comprador adeudaba todavía al reverendo clero de Santa María 300 de las 900 libras del censo y, en este
documento satisfacía al doctor Damián Ferrándiz, presbítero en dicha iglesia, 120 libras del débito pendiente.
536
case a Llop el estado del pleito para posibilitarle salir a voz y defensa del
mismo, como así hizo el último día de ese estival mes, acordando Llop y
Marabeuf que éste continuara por sí mismo la apelación con la condición de
pagarle aquél todas las costas causadas hasta su finalización (296).
Recién posesionado de su definitivo domicilio, compraba a los cónyuges
Antonio Brusqueto y Ana María Rodrigo una hacienda con su casa, huerto, 2
cubos, bodega, pozo de agua manantial, 20 toneles para vino y otros arreos de
producirlo, compuesta de 62 tahúllas plantadas de viñedo y arbolado en la
vinícola partida de la Condomina, cargada con cinco censos a favor de
diferentes censualistas cuyo monto de capitales ascendía a 1.990 libras, pagando
por ella el precio de 4.225 libras de las que el comprador entregaba de contado
1.515 y se reservaba otras 2.710 libras para pagar el principal y pensiones de los
censos, más otras 720 libras acensuadas como capital de las 36 libras anuales de
rédito que de usufructo vitalicio pagaban los vendedores a sor Rita Brusqueto,
religiosa profesa en el alicantino convento de la Purísima Sangre de Cristo y
hermana del vendedor, hasta producirse la renuncia de ésta a sus derechos tras lo
cual debía el comprador abonar dicha cantidad (297).
El cuerpo de la propia escritura de venta contenía el finiquito del capital
líquido satisfecho por el comprador; pero, deseando éste tenerlo en documento
separado de aquella, los vendedores le renovarían de nuevo el finiquito a los 15
meses de efectuada la compraventa. Sin embargo, la esperada renuncia de la
monja agustina no sólo no se produjo, sino que ella y el propio citado convento
instaron pleito, ante la real justicia y el escribano Vicente Navarro y Pastor,
contra su vendedor hermano cinco meses más tarde de producirse la venta, ante
lo cual éste pedía al comprador que las 720 libras retenidas en depósito se las
impusiese como especial censo, accediendo Marabeuf con la condición de
poderlo redimir siempre que le fuese conveniente y que, siendo aceptada por los
hermanos Brusqueto, se cargaba dicha cantidad en censo sobre la propia finca
comprada (298). Con ello, el número de censos impuestos sobre la finca no
variaron, aunque sí su conjunto capital que ahora ascendía a 2.510 libras porque
el nuevo propietario había redimido, en septiembre de 1720, el de 200 libras de
capital y 10 libras de anual rédito que los esposos vendedores habían impuesto
sobre la finca a favor del sacerdote agustino Tomás Pérez,por otra igual cantidad
(296) A.H.P.A. Protocolo 786 de Antonio García, “Obligación”, 2-9-1720, ff. 302r-303v.
(297) A.H.P.A. Ibid., “Venta de heredad”, 23-7-1720, ff. 177r-183v. La finca fue bien hereditario de Jaime
Brusqueto y Silvia Miguel, padres de Antonio y sor Rita, que la compraron por partes entre 1702 y 1703. En el
testamento de la monja, redactado el 13-1-1713 ante Jaime Navarro y Blanquer, nombraba por heredero a su
hermano que, un mes más tarde, se obligaba ante el mismo escribano a pagarle las 36 libras de renta y usufructo
vitalicio. Las 720 libras retenidas por el comprador no eran para que éste pagare nada a la religiosa, si no como
prenda y seguridad entretanto se producía su renuncia a la propiedad de la finca enajenada, cuyas cargas censales
y censualistas eran: 2 censos de respectivos capitales 500 y 100 libras a favor de la iglesia de Santa María; otro
de 600 libras a favor del negociante local Martín Albiñana; otro más de 500 libras en beneficio del citado
convento de religiosas agustinas; y, finalmente, otro de 200 libras a favor del presbítero religioso agustino
Tomás Pérez.
(298) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Carta de pago”, 15-11-1721, f. 412r-412v, y protocolo 788
de idem, “Imposición de censo”, 2-6-1722, ff. 140r-147v.
537
recibida el 9 de junio de 1713 mediante escritura ante Antonio Sureddo (299).
Pasadas más de dos décadas, en abril de 1742, cuando el comerciante gozaba
de la distinción nobiliaria hacía ya siete años, éste cancelaba otro censo de 300
libras y anua pensión al 5 % que, como parte de aquel de capital 720 libras
reducidas a 600 por redención de 120 libras practicada en abril de 1731 ante
José Soler y Rico, los hermanos Brusqueto transportaron a favor del convento de
la Sangre en parte del pago de la dote, entrada, alimentos y propinas de la
religiosa Josefa María Brusqueto, hija de Antonio y sobrina de sor Rita, cuyo
finiquito realizaba Marabeuf entregando 90 libras en doblones, 10 libras en
reales de a ocho de plata y 200 libras en papeletas. Este mismo procedimiento
había usado, dos días antes, el comerciante para redimir el censo de principal
500 libras con anual rédito 25 libras a favor de la mencionada comunidad
religiosa, impuesto por Antonio Brusqueto en febrero de 1713 ante Jaime
Navarro y Blanquer sobre una casa propia situada en la calle Mayor, lindante
con las del Conde de Peñalva, como dote de su hermana sor Rita y que,
posteriormente, cargaría sobre la hacienda de la Condomina. En consecuencia,
Marabeuf asumió el pago de las pensiones y prorrata hasta el 12 de febrero de
1742 en que, dada su condición de censo al quitar, resolvía cancelarlo pagando
su capital a D. Luis Canicia y Juan, vicario de dicha comunidad conventual, con
100 libras en doblones, 50 libras en reales de a ocho de plata y 350 libras en
papeletas o dinerillo (300).
En los primeros días de agosto de ese año, el caballero bretón cancelaba las
últimas 300 libras de aquel censo al quitar de capital 720 libras que, a favor de
Antonio Brusqueto, cargó sobre la finca de la Condomina, percibiendo
vitaliciamente sus pensiones su hermana sor Rita, a la cual pagaba dicha
cantidad en especie de oro, plata y dinerillo ocasionando a ésta la pérdida de
toda vital renta, por cuyo motivo solicitó y obtuvo del obispo Gómez de Terán la
oportuna licencia para invertir las 300 libras, con el fin de tener más provecho
de ellas. En consecuencia, un año después compraba a carta de gracia de los
esposos Pedro Bueno y Vicenta Mancebón, en presencia de la madre superiora
del citado convento sor Caterina de Cantos, una casa de morada situada en la
calle Portal de San Vicente, en el arrabal de San Antón, cargada con un censo de
principal 100 libras al 5 % anual de pensión reditual pagada a la colegial de San
Nicolás en la fiesta de Todos Santos, por el precio de 250 libras pagadas de
contado (301).
(299) A.H.P.A. Protocolo 786 de Antonio García, “Redempción de censo”, 18-9-1720, ff. 319r-320v. Además
de liquidar este censo, el comprador también satisfacía por el vendedor 10 libras al matrimonio del labrador
Antonio Pastor y Alfonsa Varó, cantidad legada a ésta por Jaime Brusqueto en atención a los buenos servicios
recibidos de ella mientras estuvo de criada en su casa. A.H.P.A. Protocolo 1765 de Vicente Cerdá y Sevillano,
“Carta de pago”, 31-7-1720, f. 236r-236v.
(300) A.H.P.A. Protocolo 804 de Antonio García, “Redempción de censo”, 5-4-1742 y 7-4-1742, ff. 75r-77v y
78r-80v, respectivamente. D. Luis Canicia, miembro de una prestigiosa familia de la oligarquía local, era chantre
de la colegial de San Nicolás, comisario del Santo Oficio de la Inquisición de Murcia y vicario foráneo de
Alicante y su partido, así como del valle y villa de Elda nombrado por el obispo oriolano D. Juan Elías Gómez
de Terán.
(301) A.H.P.A. Protocolo 804 de Antonio García, “Redempción de censo”, 7-8-1742, ff. 130r-132v, y protocolo
805 de idem, “Retroventa de casa”, 12-8-1743, 101r-105v.
538
Acaso todas estas cancelaciones de censos las realizara con vistas a revalorizar
la finca de la Condomina de cara a la institución de mayorazgos y por ello, un
trienio más tarde, en 1745, Marabeuf liquidaba el censo de capital 600 libras y
pensión anual 30 libras que los vendedores consortes cargaron sobre ella a favor
de Martín Almiñana el 26 de agosto de 1716 mediante escritura ante Antonio
Sureddo, cuyo censo y pensiones pasaron a ser propiedad de Josefa María
Almiñana por haberle pertenecido en la partición, celebrada con sus hermanos
mosén Luis y Juan Almiñana ante el escribano Antonio García el 8 de diciembre
de 1737 con la concurrencia de su marido Gerónimo Fabiani, de los bienes
hereditarios de sus fallecidos padres Martín e Inés Bigot. En consecuencia, el
ennoblecido comerciante pagaba al matrimonio Fabiani-Almiñana las 600 libras,
más 17 libras, 3 sueldos y 4 dineros por unos siete meses de prorrata (302).
Volviendo a los iniciales años veinte del siglo, en los cuales comienza la
gestación del considerable acervo patrimonial de los esposos Marabeuf, éstos no
poseían más que dos preciados bienes: la casa familiar y la finca de la
Condomina, pues aunque Melchor Miguel y Sánchez les había vendido, en
diciembre de 1720, un inmueble situado en la calle de Debajo de la villa de
Muchamiel apreciado en 100 libras, el propio vendedor les recompraría dicha
casa por la misma cantidad pasados casi tres años (303). Por ello, resulta
comprensible que cuando se impusieron las 1.600 libras de censo a favor de
Ruiz de Vallebrera lo aseguraran, tanto el principal como el pago de las
pensiones, cargándolo sobre estos bienes raíces, pero especial y expresamente
sobre la casa familiar debido a que la hacienda rural ya soportaba la carga de
cinco censos.
Las escasas e irregulares precipitaciones de la zona han supuesto, desde
siempre, el más acuciante problema del agro alicantino, obligando a los
agricultores a cubrir la necesidad hídrica para la Huerta mediante el uso
exhaustivo de las exiguas aguas vivas y naturales discurrientes por el río
Monnegre – agua vieja – que, si bien en principio quedaba adscrita a la tierra, el
incremento poblacional de la ciudad y la necesidad de ampliar la superficie
cultivable provocaron que este agua se convirtiera en propiedad desvinculada de
la tierra, teniendo la consideración de un bien en sí mismo capaz de generar
riqueza por los elevados precios alcanzados en su constante revalorización,
como veremos bien pronto. Por ello, además de casas y tierras, el interés
inversor de Marabeuf también contempló la compra de agua de riego en su
doble aspecto de necesidad y de negocio.
El día 13 de diciembre de 1721, Vicente Milot vendía a carta de gracia al
comerciante por 400 libras un hilo de agua formado por dos medios hilos que,
con anterioridad, su homónimo padre había comprado de igual modo al
muchamelero Pedro Rodrigo y al alicantino Cosme Martí, respectivamente. Los
(302) A.H.P.A. Protocolo 806 de Antonio García, “Redempción de censo”, 22-3-1745, ff. 37r-39v.
(303) A.H.P.A. Protocolo 445 de Pascual Bueno, “Venta real de casa”, 11-12-1720, ff. 554r-555v, y protocolo
789 de Antonio García, “Venta de casa”, 8-7-1723, ff. 177r-179v.
539
Rodrigo, con necesidad económica, solicitaban licencia judicial para recuperar
el medio hilo pagando las 200 libras y venderlo, con la misma condición de
retroventa, al doctor Jaime Riera que ofrecía 250 libras, con cuyo aumento del
25 % esperaban salir del apuro, autorización concedida por el Alcalde mayor en
auto de fecha 2 de febrero de 1722. Conocedor Marabeuf del decreto, lo acataba
y ofrecía las 250 libras, acordando que en el caso de venta absoluta tuviera
preferencia en el mismo precio dado por otro comprador, quedando las 50 libras
añadidas por más precio de venta del citado medio hilo.
Hasta el 30 % revalorizaba el ciudadano Juan Bautista Martí, hijo y heredero
de Cosme, el otro medio hilo de su propiedad proponiéndole al bretón que, a
carta de gracia, añadiese 60 libras por más precio porque de no entregárselas,
buscaría financiación para su desempeño y retroventa, accediendo el
comerciante al pronto entrego de dicha cantidad quedando establecido en 260
libras el nuevo precio para su desempeño, que sólo se podría efectuar para usarla
su dueño en el riego de sus tierras propias (304).
Tampoco estaría exenta de dificultades la formación de la considerable fortuna
patrimonial de Marabeuf. El Concejo de la ciudad le adjudicaba el 18 de mayo
de 1722, libre de todo gravamen, mediante escritura ante Francisco Andujar y
testimonio de José Bayona, secretario del Ayuntamiento, contando con el
permiso del corregidor Chaves Osorio concedido el 4 de abril y el de D. Felipe
Bolifón, juez superintendente de Rentas Reales y del Patrimonio, otorgado el 13
de mayo, según consta por otro testimonio del citado Bayona en 8 de agosto, un
solar para edificar sito en el rincón comúnmente llamado el Tracho de la Plaza
de las Barcas, en el arrabal de San Francisco, lindante, entre otras propiedades,
con el mesón de Nicolás Pérez de Sarrió, señor de Formentera del Segura.
Marabeuf comenzaba con prontitud a construir en dicho lugar una jabonería,
pero la cofradía de San Pedro y Santos Apóstoles de los marineros y navegantes
de la ciudad intentó impedir su fábrica, además de otras obras, instando proceso
judicial ante la real justicia en defensa de los derechos que entendía poseer sobre
el solar manifestados ante José Segura, escribano del juzgado, oponiéndose el
comerciante que obtuvo resolución favorable para continuar las obras, contra la
cual apelaría la cofradía ante la Real Audiencia.
No obstante, el clavario Bautista Guillen y los dos mayorales, en los primeros
días de diciembre de ese año representando a la cofradía, desistían de cualquier
derecho que contra el referido solar pudiera tener y, por ende, contra el
comerciante, pretendiendo con ello eliminar cualquier disturbio y evitar costas a
la cofradía, cuya renuncia testimoniaba el 25 de mayo de 1723 D. Francisco
(304) A.H.P.A. Protocolo 68 de Francisco Andujar, “Adimiento del precio de venta de agua”, 29-3-1722 y 29-
10-1722, ff. 32r-35v y 83r-84v, respectivamente. Las urgencias de los Rodrigo provenían del pago de las
pensiones de tres censos impuestos sobre una pieza de tierra a favor de la colegial de San Nicolás, cuya iglesia
había instado ejecución para su cobranza, además de los crecidos gastos del proceso. Su medio hilo se componía
de dos cuartos de hilo anotados en la Giradora en la martava o tanda del primer domingo de día, con el número
3, y en el primer miércoles de noche bajo el número 61. Por su parte, al medio hilo de Martí le correspondía la
martava del segundo jueves de noche y el número 187.
540
Casas, escribano de Cámara de la Audiencia valenciana (305).
Concluidas las obras, el comerciante había fabricado un edificio con salas y
cuartos altos dispuestos a propósito para construir vivienda principal, pero hasta
entonces servirían de almacenes y de fábrica de jabón, la cual dispondría de tres
calderas útiles con sus suelos de hierro, más otros dos de reserva estando uno
nuevo y el otro usado, pozo de agua manantial con su pila, 4 trulls o trujales para
destilar sosa, barrilla u otros materiales, 7 pozuelos para recibir las lejías, 10
maimonas, 35 tablones y 5 llaves para jarcias, 4 canales grandes para recibir el
jabón, 2 cazos, 4 yobells – sic –, un tixar, una pala, 4 martillos para picar
materiales, 2 canales pequeños para la lejía de los trujales, una mesa de cortar
jabón, una medida de rayar, una romana grande con un pilón de 36 arrobas, 2
pesos de cruz con sus balanzas siendo uno grande y otro pequeño, 15 pesas de
hierro de 2 arrobas, una pesa del mismo material de una arroba y 6 pesas que
alcanzan juntas 45 libras, todo en buen estado y de uso corriente (306).
Esta jabonería valorada en 14.000 pesos, junto a otra adquirida en la villa de
Elche y apreciada en 3.000 pesos, constituirán la fianza a la petición de arriendo
de asentista para la provisión de trigo de Levante efectuada por Pedro Martel.
No menos complicado le resultaría, en ese año de 1722, la construcción de un
almacén en una esquina de la calle San Francisco del homónimo arrabal, “por
donde se sube a la de San Francisco Xavier”, más conocida como Teatinos o de
los jesuitas, cuya fábrica realizaría en unión del doctor en Sagrada Teología Juan
Bautista Aragonés sobre el terreno ocupado por un almacenillo propio de éste;
los solares de dos casas derruidas compradas por el presbítero en 231 libras con
dinero del comerciante; otra casa solar de Esteban Soler que se le adjudicó en
remuneración de sus pérdidas como bienes confiscados por defección al
abogado José Franqui, quien la recuperaba por donación graciosa de Soler para
venderla al cura Aragonés por 405 libras, y sobre otro solar contiguo a los
mencionados, confiscado también a Franqui y adjudicado en compensación de
sus pérdidas a mosén Isidro Escorrihuela, que lo vendía a Aragonés por un final
precio de 165 libras (307).
La fábrica del almacén fue iniciada por el clérigo con los comunes capitales
propios y aportados por el bretón que anticipaba, además de lo pagado por los
solares, 1.423 libras y 13 sueldos más otras cantidades durante las obras
gastadas en maderas y otros materiales precisos para el almacén, cuatro bóvedas,
aljibes, tinajeras, granero, piedra fuerte traída de Mallorca para su fábrica,
trabajos de los lapidarios y maestros albañiles de esta obra, corriendo la
contabilidad a cargo de Aragonés.
(305) A.H.P.A. Protocolo 355 de Pascual Bueno, “Renuncia de derechos”, 6-12-1722, ff. 368r-369v.
(306) A.H.P.A. Protocolo 806 de Antonio García, “Testamento…”, 11-3-1745, ff. 59v-60v.
(307) A.H.P.A. Protocolo 895 de Francisco Hernández “Venta de casa y solar”, 26-2-1722 y 28-2-1722, ff. 58r-
60v y 61r-63v, respectivamente. El precio de venta pactado entre Escorrihuela y Aragonés era de 100 libras, pero
el comprador quiso que Franqui lo ratificara para llegado el caso de que Felipe V restituyere a los desafectos sus
bienes confiscados, aumentando el abogado el precio del solar en 65 libras. El almacenillo propio de Aragonés lo
adquirió de Ignacio Piqueres, en marzo de 1721, por venta judicial ante Juan Bautista Morato, ratificada 3 días
después ante Pascual Bueno; mientras que los solares comprados con dinero de Marabeuf los obtenía de los
herederos de Antonio Llopis, también por venta judicial ante el citado Morato en diciembre de 1721.
541
Finalizada la obra, comenzarían los problemas en torno a la distribución en la
permanencia de la propiedad o sus beneficios, intereses y perjuicios que
acabarín suscitando pleito en el juzgado de la ciudad; pero, considerando las
crecidas costas previsibles, la larga y dudosa resolución judicial, el deseo de
mantener las partes su buena amistad y, sobre todo, la mediación del canónigo y
vicario foráneo D. Luis Canicia y Juan, finalmente acordaban que el presbítero
tomase posesión del almacén por el precio que tasase pagando al comerciante,
en este caso, las cantidades entregadas o, por el contrario, cediese la propiedad a
Marabeuf abonándole éste el exceso del justiprecio, sin otra gratificación por sus
personales trabajos y asistencia.
El cura optaría por esta última propuesta, nombrando expertos alarifes que
apreciaron el almacén, su fábrica y terrenos en 5.341libras, 18 sueldos y 6
dineros, incluidas las 400 libras del valor del almacenillo de Aragonés,
ajustándose las cuentas ante D. Luis Canicia que dieron como resultado un cargo
contra el presbítero de 3.487 libras, 18 sueldos y 6 dineros anticipadas por el
comerciante, quien quedaba deudor en 1.854 libras satisfechas con antelación al
otorgamiento de la correspondiente escritura de venta y título de propiedad
(308).
Durante las dos siguientes décadas permanecería en manos de Marabeuf la
posesión y dominio de este almacén hasta que, en agosto de 1741, lo traspasaba
perdiendo dinero al autóctono negociante Tomás Caturla por el precio de 4.200
libras, cantidad de la que el comprador satisfacía 200 libras de contado y ofrecía
pagar las restantes 4.000 entregando 2.000 en el último día de febrero de 1742,
otras 1.000 en la postrer jornada de agosto de ese año y las últimas 1.000 libras
en el último día de febrero de 1743. No obstante, y pese a lo estipulado, el
comprador liquidaría todo el valor de la venta con una antelación superior a un
semestre, lo cual no deja de ser una excepción dentro de la habitual regla de
morosidad en el pago de débitos (309).
El incremento en el precio de los bienes no se producía sólo en aquellos sobre
los que por necesidad recaía una fuerte demanda economico especulativa, caso
del agua vieja para riego, sino también sobre los que el comprador manifestaba
un vivo interés, como sucederá en la compra inmobiliaria.
El maestro albañil Gerónimo Martínez y su esposa Margarita Soler, en enero
de 1723, hacían venta real con pacto de retroventa al genovés Pedro Cavalo,
tendero de especiería, de una casa propia de Margarita adquirida por dote y
donación propter nupcias efectuada por su viuda madre Bárbara Cremades, en
noviembre de 1712 al tiempo de desposarse con su marido, por precio de 61
libras con calidad de que las obras precisas surgidas en la duración del contrato
fuesen por cuenta de los vendedores.
La casa estaba situada en la calleja de Marabeuf, que desde la calle Llop sube
(308) A.H.P.A. Protocolo 895 de Francisco Hernández “Transición entre partes”, 22-12-1722, ff. 275r-280v.
(309) A.H.P.A. Protocolo 803 de Antonio García, “Venta real de almacén”, 22-8-1741, ff. 146r-149v, y
protocolo 804 de idem, “Carta de pago”, 21-7-1742, f. 127r-127v.
542
a la del Forat y plazuela de D. Gaspar, confrontada con la vivienda principal del
comerciante, que evidenciaba su interés por adquirirla; pero, de momento, no
pudo porque en febrero de ese año fallecía Bárbara Cremades, cuya disposición
testamentaria mandaba integrarla en el cuerpo de la herencia para la partición y
adjudicación de la misma entre los herederos, quienes seguían autos para ello
ante la real justicia. El 6 de agosto de 1723 se producía la división hereditaria
que sería aprobada por la justicia una semana después, mediante la cual
Margarita se apropiaba, entre otros bienes, de dicho inmueble, y su hermano
Jorge Soler de un solar con cisterna para fabricar casa situado en la esquina de la
mencionada calleja, conteniendo unas dimensiones de 19 palmos de ancho en la
fachada, 32 en la parte posterior y 62 de profundidad.
El mismo día en que la real justicia confirmaba la partición y adjudicación
hereditaria, los cónyuges, que previamente habían desempañado las 61 libras, en
unión de su cuñado y hermano trataban con Marabeuf la venta de las referidas
propiedades, ejecutada en venta real apreciando la casa en 140 libras, que
supone una revalorización del 229´5 % respecto al precio pagado por Cavalo, y
en 208 libras el solar, cantidades satisfechas de contado en dinerillo por el
comprador, quien receloso de que apareciese persona de mejor derecho sobre los
bienes adquiridos, quitándoselos con las mejoras que en ellos realizase, pedía a
los vendedores que ofrecieran en documento público la seguridad de que si la
venta resultase incierta y por ella sufriese el comprador algún daño o perjuicio,
lo salvaguardarán y defenderán en pleito instado y seguido a su costa y riesgo,
hasta dejarle en la quieta y pacífica posesión de los bienes vendidos (310).
Este año de 1723 fue especialmente prolífico en inversiones inmobiliarias,
puesto que al comenzar el mes de mayo compraba al ilustre señor D. Luis Juan
de Torres, el cual le vendía en nombre de su egregia madre la condesa viuda de
Penalva, doña Juana Manuela Mingot de Rocafort y Rocafull y de Torres, tres
casas de morada situadas en la antedicha calle del Forat por precio de 190 libras
y 4 sueldos en que fueron justipreciadas por expertos, pagados de contado por el
comerciante (311).
Este tipo de adquisiciones proseguirían en el siguiente año de 1724
aprovechando las relaciones mercantiles mantenidas con los Soler, pero sus
caudales no se invertirán exclusivamente en la compra inmobiliaria porque,
llegado el mes de marzo, D. Tomás Jacinto Cebriá, en representación de su
consorte doña Mariana Berenguer, le vendía un hilo de agua, propiedad de la
esposa en cumplimiento del pago de las 2.000 libras de dote paterna, anotado en
la Giradora con el número 165 en la martava del segundo miércoles de día por
precio de 580 libras satisfechas al contado, cuando su valoración dotal era de
550 libras, lo que representaba un aumento del 5´45 % en el transcurso de una
anualidad (312).
(310) A.H.P.A. Protocolo 447 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Retroventa de casa”, 22-1-1723, ff. 44r-47v, y
protocolo 356 de Pascual Bueno, “Venta real de casa y solar” e “Indemnidad y guarda de daño”, 13-8-1723, ff.
281r-284v y 285r-288v, respectivamente.
(311) A.H.P.A. Protocolo 356 de Pascual Bueno, “Venta real de casas”, 1-5-1723, ff. 160r-163v.
(312) A.H.P.A. Protocolo 790 de Antonio García, “Venta de hilo de agua”, 29-3-1724, ff. 120r-128v. Cebriá re-
543
Cuatro meses después, el maestro cantero Francisco Mingot, nombrado por la
real justicia tutor, curador y administrador de la persona y bienes del menor
Vicente Soler, hijo y heredero del fallecido Baltasar Soler, le hacía venta real de
una casa propia del menor que le correspondió, por derechos de su padre, en los
antedichos autos de partición y adjudicación de los bienes hereditarios de sus
abuelos paternos Vicente Soler y Bárbara Cremades, situada en la mencionada
calleja de Marabeuf y lindando con el solar de esta herencia adjudicado a su tío
Jorge Soler, poseído ahora por el comprador que fabricaba una casa sobre el.
La actual venta inmobiliaria fue apreciada por expertos de ambas partes en
376 libras y 6 sueldos, de las cuales pertenecían al vendedor 171 libras, 9
sueldos y 2 dineros y a los coherederos hermanos Damián y Jorge Soler, tíos
paternos del menor, las respectivas cantidades de 191 libras, 9 sueldos y 2
dineros y 13 libras, 7 sueldos y 8 dineros, los cuales habían interpuesto demanda
judicial contra su sobrino para su efectivo pago, que cumpliría Mingot con el fin
de evitar costas. Finalmente, se realizaba la venta contemplando la condición de
que la parte del valor perteneciente al menor quedase en poder del comprador,
quien debía abonarle por ello el 5 % anual de sus intereses hasta tanto dicho
menor pudiera regir y administrar por sí mismo sus bienes (313).
Pasados 14 meses, el valor de la venta depositado en el comerciante quedaba
reducido a 141 libras, 7 sueldos y 9 dineros, con cuya cantidad Mingot tenía
tratado comprar a los consortes Juan Bautista Morato, escribano, y Ana María
Berenguer una casa situada en la calle principal del arrabal de San Antón,
inmediata al portal de la Reina, obteniendo facultad de la real justicia mediante
auto del Corregidor Conde de Roydeville, fechado en 3 de noviembre de 1724
para que el comprador le entregase la citada cantidad a cambio de quedar
subrogado e hipotecado el inmueble adquirido en salvaguardia de los derechos
de éste. Escriturada esta condición, Marabeuf entregaba a Mingot la cantidad
retenida en su poder, más 8 libras, 12 sueldos y 4 dineros por su pensión al 5 %
de un año, dos meses y veinte días, importando ambas partidas la suma de 150
libras y 1 dinero (314).
sidía a la sazón en San Felipe – Játiva –, habiendo sido antes vecino de Xixona, ciudad natal de su cónyuge,
vendiendo este riego de hora y media de agua vieja que perteneció en su día al doctor y cura Pedro Juan
Berenguer, pasando por herencia a su sobrino Juan Crisóstomo Berenguer y de éste a su hijo Cristóbal
Berenguer, padre de doña Mariana, recayendo en ésta en virtud de la transportación hecha por su madre doña
Rosa Picó, como tutora testamentaria de sus menores hijos, para satisfacer las 2.000 libras donadas por su
difunto padre en sus últimas voluntades redactadas ante Raimundo Marco, escribano de Muchamiel, en el 4-10-
1715 e integradas en las 4.000 libras dotales que en bienes muebles y raíces, mitad paternos y mitad maternos, su
madre le donó el 14-1-1723 por su matrimonio con Cebriá.
(313) A.H.P.A. Protocolo 357 de Pascual Bueno, “Venta real de casa”, 5-7-1724, ff. 214r-218v.
(314) A.H.P.A. Protocolo 358 de Pascual Bueno, “Carta de pago y redempción”, 22-9-1725, ff. 322r-324v. El
flamenco Juan Fernando de Roydeville nació en Mons durante el último tercio del siglo XVII, pero un lustro
antes que su hermano el Teniente General Alejandro de la Motte, cuyas biografías guardan un evidente
paralelismo. Ambos cursaron la carrera militar en las Guardias Walonas con cuyo Regimiento intervendrían en
la guerra de Sucesión, llegando a ejercer sucesivamente el Corregimiento de Alicante y falleciendo en el mismo
año de 1749, aunque en meses diferentes, puesto que el mayor moría en abril estando en el Puerto de Santa
María y el menor, en diciembre al frente de la norteafricana plaza de Orán.
544
Ciertamente, antes de finalizar ese año, el comerciante había logrado
componer una estimable fortuna patrimonial, pues cuando en septiembre
licitaba, en unión de los madrileños Juan de Echenique y Carlos Maupas, el
arrendamiento de asentista para la provisión de las Siete Galeras de España
presentaba el pliego afianzado con la especial hipoteca de los siguientes bienes :
una vivienda principal en la calle Llop, con ocho accesorias, albergando los
almacenes enlosados de piedra labrada, dos tinajeros y dos pozos de agua viva,
estimadas en 12.500 pesos; otra casa de nueva fábrica en la misma calle, que
antes era solar de Jorge Soler, valorada en 2.600 pesos con su almacén y pozo de
agua; otra casa en la misma vía urbana apreciada en 600 pesos; un almacén
grande en cuyo suelo existían 4 aljibes de piedra fuerte de Mallorca para poner
aceite y en sus altos, otro almacén con sus arcos de piedra labrada, situados en la
calle San Francisco y tasados en 5.800 pesos; una jabonería en la Plaza de las
Barcas, en cuya planta baja existían 3 calderas de fábrica con todo lo demás
necesario para producir jabón más su almacén, y en la planta superior contiene
otro almacén con marcos de piedra labrada, valorado el conjunto en 14.000
pesos; una hacienda en la Condomina con su casa de morada, pozo de agua
manantial y aljibe para la dula, 3 cubos, bodega, safareig, 3 lagares, toneles para
almacenar 2.500 cántaros de vino y demás arreos precisos para fabricarlo,
compuesta por 62 tahúllas plantadas de viña regadas con dos hilos de agua vieja,
apreciada en 7.300 pesos; un censo de capital 340 pesos con su anual rédito al
5% que le pagaba el presbítero Tomás Fuentes; otro de 122 pesos y anua
pensión 122 sueldos abonados por los esposos Bautista Llopis y Josefa Giner;
otro de principal 2.000 pesos con 100 pesos de interés anual satisfechas por
Jaime Llop y Briosco e impuesto sobre la finca de Bonañy; una jabonería con 2
calderas y lo demás necesario para fabricar jabón, incluido un almacenito,
situado en la calle Árboles de la villa ilicitana y apreciada en 3.000 pesos; y,
finalmente, un almacén con sus cuartos altos en la ciudad del Turia, junto al
convento de las religiosas capuchinas, valorado en 2.000 pesos.
En consecuencia, la expresada fortuna patrimonial del comerciante se cifraba
en 50.262 pesos, de los cuales debían rebajarse 2.920 pesos correspondientes a
los censos cargados sobre sus bienes, con la siguiente distribución: un censo de
capital 1.100 libras, cuyo anual rédito de 55 libras pagaba a la Condesa de
Faura, impuesto sobre la jabonería de Elche; otro de principal 1.220 libras
cargado sobre la vivienda familiar con las ocho accesorias, así como sobre la
finca de la Condomina, cuyos intereses anuales del 5 % satisfacía a las religiosas
agustinas del convento de la Sangre; y, por último, otro censo de 600 libras
correspondiendo su rédito anual de 30 libras al negociante Martín Almiñana,car-
El Conde de Roydeville era nombrado corregidor de Morella en 1718, cargo que no ocuparía por su
participación en las expediciones a Sicilia y norte de África que le valdrían su ascenso a Mariscal de Campo.
Desde 1723 hasta agosto de 1727, mes en el que le substituiría su hermano, ocuparía el Corregimiento de la
ciudad con alguna interrupción. Trasladado a la Ciudad Condal como corregidor-gobernador de ella, sería
ascendido a Teniente General pasando a asumir la Capitanía General de la Costa de Andalucía. Cfr. en Giménez
López, E., Los servidores del rey… ., pp. 428-429 y 493-494.
545
gado también sobre la misma finca de la Condomina (315).
Antes de finalizar el año 1724, Marabeuf aumentaría su patrimonio con la
incorporación de otra líquida propiedad. Llegado el mes de noviembre, el doctor
en ambos derechos Juan Bautista Campos, apoderado de la jijonenca doña Rosa
Picó, le vendía en su nombre medio hilo de agua discurrente por la acequia
mayor del Concejo de la ciudad y anotado en la Giradora en la martava del
último domingo de día, por precio de 290 libras de las que el comprador sólo
pagaba 175 que estaban en poder de su amigo y socio Pedro Martel,
conservando las 115 restantes como parte del pago de otras 125 libras a él
debidas por la vendedora. Sin embargo, una semana después debía escriturarse
de nuevo esta venta por equivocación en la inscripción del medio hilo en el libro
de gobierno de las aguas ya que, según manifestaba la viuda del caballero
Francisco Enrique Escorcia y Mercader, doña Ana María Escorcia y Ladrón, que
retrovendió a doña Rosa Picó dicha agua de riego, estaba anotado en la tanda del
segundo sábado de noche con el número 211 (316).
Superado un bienal paréntesis de no amasar riqueza en tierras, aguas o casas,
el comerciante compraba a Tomás Caturla, durante el verano de 1726, una finca
rural en la partida de Bonañy con su casa, cubo, bodega, huerto cercado y
ermita, compuesta por 54 tahúllas y media en parte plantadas de viñedo y en
parte de almendros, la cual integraba la hacienda poseída por el citado difunto
caballero Jaime Llop y adquirida por Caturla en venta judicial ante Francisco
Hernández en junio de ese año. La venta se remataba en 3.560 libras que el
comprador pagaba de contado por manos de Martel en monedas de oro y plata
(317).
A Marabeuf le atraía la antigua hacienda del difunto caballero Llop y Briosco,
sobre todo por el rendimiento de sus tierras que le reportaban crecidos
beneficios con la producción y posterior comercialización vinícola. Por ello, no
sólo intentaría poseerla en su totalidad a través de sucesivas compras, sino
ensanchar sus originales dimensiones con nuevas incorporaciones de tierras
aledañas. Con esa intención, en julio de 1728, adquiría de la viuda doña Mariana
Pascual de Riquelme, como tutora-curadora de sus hijos y herederos de su
difunto esposo Ignacio Berenguer de Marquina, 16 tahúllas recayentes en dicha
herencia plantadas de viña situadas en la referida partida del término de
Muchamiel, lindantes con tierras del propio comprador, justipreciadas por
expertos labradores en 42 libras y media la tahúlla, resultando un total importe
de 680 libras pagadas también por Martel quien, así mismo, acordaba esta venta
en nombre de su socio y cuñado (318).
(315) A.H.P.A. Protocolo 790 de Antonio García, “Poder para fianza”, 24-9-1724, ff. 389r-393v. Es probable
que, considerando la finalaidad de la fianza, Marabeuf sobre valore alguna de sus proiedades como la hacienda
de la Condomina, apreciada con 7.300 pesos en esta ocasión cuando dos décadas después, disfrutando de una
hora y cinco minutos más de agua de riego, sería estimada en 6.000 libras formando parte del mayorazgo de su
hija menor.
(316) A.H.P.A. Protocolo 357 de Pascual Bueno, “Venta real de agua”y “Venta y transportación”, 12-11-1724 y
18-11-1724, ff. 385r-390v y 403r-404v, respectivamente.
(317) A.H.P.A. Protocolo 792 de Antonio García, “Venta de heredad”, 12-7-1726, ff. 277r-279v.
(318) A.H.P.A. Protocolo 361 de Pascual Bueno, “Venta real de tierra”, 8-7-1728, ff. 273r-277v. Las tahúllas
546
En el siguiente mes, el bretón compraba en la misma partida rural al
muchamelero Salvador Rodrigo una pieza de tierra plantada de viña conteniendo
3 tahúllas y una cuarta menos 7 brazas, lindante a mediodía y poniente con
tierras del comprador, por el precio de 161 libras, 2 sueldos y 7 dineros pagadas
de contado en moneda de plata, y cuya propiedad obtuvo el vendedor mediante
herencia de su padre quien, a su vez, la compró del notario José Valor en 29 de
julio de 1694 por escritura ante Miguel Forner (319).
Nuestro personaje realizaría dos nuevas incorporaciones patrimoniales en el
devenir del siguiente año 1729, en cuyo inicial mes los cónyuges D. Tomás
Doménech y doña Ana Alonso le hacían venta real de una casa situada en la
misma domiciliaria calle del comprador, confrontada con la comunidad de
religiosas agustinas de la Purísima Sangre de Cristo y lindante, por un lado y a
sus espaldas, con inmuebles de Marabeuf, apreciada en 450 libras entregadas de
contado en dinero efectivo (320).
Pasados siete meses, el 16 de agosto compraría el bien más importante de esta
anualidad cuando los censatarios consortes Miguel Melchor y Sánchez y doña
Tomasa Gefrey que, desde hacía dos años le adeudaban un crédito censal de
2.100 libras, no pudiendo satisfacer su anual rédito de 105 libras, le vendían una
finca campestre con su casa de morada, torre, bodega, cubo y safareig,
compuesta de 90 tahúllas de las que 12 contenían almendros y las otras 78 eran
de viñedo, situada en la partida de las Torres – que dará el nombre a esta
hacienda –, más comúnmente conocida por Benipaixaró, cargada con un censo
de capital 460 libras redituado al 5 % anual, que los vendedores impusieron el
14 de abril de 1727 a favor de la administración de la obra pía fundada por D.
Esteban Torregrosa, canónigo y maestro de escuelas, mediante escritura ante
Adrián Cazorla.
Pasados dos años, el doctor en Teología y cura de San Nicolás D. Manuel
Salinas, administrador de la pía fundación nombrado en noviembre de 1728 por
el prelado oriolano D. José Flores Osorio en el transcurso de su visita a Alicante,
le pedía al comprador su reconocimiento con vistas a la paga de las pensiones
del referido censo, las que serán abonadas por éste durante catorce años hasta
que en marzo de 1745, once días después de redactar los Marabeuf su extenso
testamento con fundación de vínculos para sus hijos, lo redimía abonando al
vendidas fueron bienes dotales aportados por Isabel Ana Berenguer en sus esponsales con Marco Antonio
Berenguer de Marquina, según cartas dotales otorgadas ante Cipriano Campos en 27-7-1683, en cuyo derecho
sucedió el hijo de ambos Francisco Berenguer que no tuvo descendencia, sucediendo en ellas el fallecido D.
Ignacio y por éste, sus hijas y herederas doña Francisca y doña Margarita en cumplimiento de las disposiciones
testamentarias de Marco Antonio e Isabel Ana redactadas ante José Boix en 8-11-1718.
Los grandes dispendios causados por el ingreso de doña Francisca como novicia en el convento “Los triunfos
del Santísimo Sacramento” de capuchinas clarisas y por el próximo casamiento de doña Margarita, que la
herencia no puede afrontar, obligaron a la vendedora a buscar dinero a censo al 5 % y, no hallándose, tuvo por
más útil y beneficioso esta venta, para la cual pidió permiso judicial concedido por auto de 6-7-1728.
(319) A.H.P.A. Protocolo 794 de Antonio García, “Venta real de tierra”, 17-8-1728, ff. 279r-281v. Esta tierra se
vendía por unas 50 libras la tahúlla, representando un incremento en el precio superior al 17´5 % en relación con
la comprada un mes antes.
(320) A.H.P.A. Protocolo 795 de Antonio García, “Venta real de casa”, 25-1-1729, ff. 15r-17v.
547
citado Salinas y al también doctor D. Abdón Baeza, cura de Santa María y
coadministrador nombrado por el nuevo titular de la diócesis de Orihuela D.
Juan Elías Gómez de Terán, la global cantidad de 482 libras y 11 sueldos
correspondientes al capital principal más la prorrata de once meses y doce días
de la anua pensión, que sería liquidada entregando 340 libras en doblones y 142
libras y 11 sueldos en dinerillo (321).
Después de permanecer dos años inactivo desde la perspectiva patrimonial, en
1731 volvería a engrosar los bienes gananciales incorporando una parcela de 12
tahúllas plantadas de almendros, comprada a Francisco Vicente Buades y
Máxima Buades, matrimonio avecindado en el lugar de Benimagrell, y situada
en la partida de la Moleta de adentro, también llamada de Alcalasí, que les
vendieron los hermanos José y Jaime Orts con sus respectivas consortes en los
días 1 de mayo y 22 de diciembre de 1730, mediante sendas escrituras ante el
escribano de San Juan Francisco Boix y Sevillano, 8 de cuyas tahúllas fueron
vendidas a carta de gracia a favor del labrador Vicente Juan que las tenía
embargadas por 110 libras, cantidad que debía desempeñarse el día de San
Miguel de 1731.
El precio de la pieza de tierra se estimaba en 253 libras, de las que el
comprador pagaba en efectivo 143, reteniendo en su poder las 110 embargadas
en base a lo cual el comerciante requería al embargado, un día antes de vencer el
plazo, para que le otorgara escritura de retroventa de las citadas 8 tahúllas (322).
En el mes de abril de 1731, Alfonso Cuquerella le hacía venta real, por precio
de 150 libras efectivas, de un cuarto de hilo de agua vieja circulante por la
acequia mayor del riego de la ciudad, registrado en el libro de la Giradora en la
martava del segundo lunes de noche con el número 144, el cual era parte de un
hilo que poseía en la misma tanda y bajo el mismo número heredado de sus
padres (323).
Pasado este año, las operaciones del comerciante tendentes a componer su
hacendado patrimonio se ralentizaban notablemente durante los siguientes seis
años, en cuyo tiempo sólo haría dos nuevas incorporaciones inmobiliarias al
(321) A.H.P.A. Protocolo 398 de Adrián Cazorla, “Imposición de censo”, 14-4-1727, ff. 72r-78v; protocolo 796
de Antonio García, “Reconocimiento de censo”, 3-5-1731, ff. 166r-167v, y protocolo 806 de idem, “Redempción
de censo”, 22-3-1745, ff. 91r-93v. No ha sido posible concretar el precio de venta porque el correspondiente
protocolo 795, en lamentable estado de conservación durante mucho tiempo, está incompleto datando su última
acta el día 1 de junio. No obstante, considerando las circunstancias motivadoras de la venta y la deuda
acumulada, no sería un despropósito aventurar el precio en torno a las 3.700 libras que, probablemente,
satisficiera el comprador con 1.000 libras en efectivo y reteniendo las demás por los capitales de los censos.
Marabeuf, en la fundación de mayorazgos la valoraba en 8.000 libras con muchas reformas y mejoras.
Esta era la finca cuya superficie fue objeto de litigio entre el vendedor y el regidor D. Esteban Rovira y Torres
con sentencia favorable para el cargo municipal, motivo por el que su extensión varía, según el tiempo, entre un
mínimo de 75 tahúllas menos 13 brazas y un máximo de 100 tahúllas. Nosotros le hemos asignado las 90
tahúllas reflejadas en las últimas voluntades de los esposos Marabeuf.
(322) A.H.P.A. Protocolo 796 de Antonio García, “Venta real de tierra” y “Retroventa de tierra”, 26-1-1731 y
28-9-1731, ff. 43r-47v y 334r-335v, respectivamente. En fecha 30-11-1718 el labrador de Benimagrell Vicente
Juan, embargado, compraba a carta de gracia ante Jaime Martínez por 110 libras 19 tahúllas al sanjuanero
Bautista Llopis quien, a su vez, las había adquirido con el mismo condicional pacto de Josefa Navarro, viuda de
Isidoro Orts y madre de José y Jaime.
(323) A.H.P.A. Ibid., “Venta real de agua”, 21-4-1731, ff. 142r-143v.
548
cuerpo de los bienes comunes de su matrimonio. Una, en el bienio de 1732-33,
cuando, en mayo de 1732, el secretario y escribano mayor del Ayuntamiento
José Bayona vendía a carta de gracia a Pedro Martel, que actuaba de testaferro
de su socio y cuñado, una casa de morada en la calle de la Portería de San
Agustín por el precio de 500 libras. Once meses más tarde, el 4 de abril de 1733,
el propio Martel reconocía no tener otro interés en la casa más que su nombre
acomodado, declarando haberla comprado, entre otros bienes, para el bretón con
dinero propio de éste y ratificándolo así pasados cuatro días (324).
La segunda adquisición del sexenal período tendría lugar el último día de
mayo de 1734 al comprarle, también a carta de gracia a su cuñada Teodora
Soler, representada por su hijo Vicente Risso Soler, una casa propia de la
herencia de Esteban Soler, padre y abuelo de los vendedores y suegro del
comprador, apreciada en las satisfechas 220 libras y situada en la calle de la
Pelota del barrio de Buda, en el arrabal de San Francisco, sobre la cual no se
aplicaría jamás el pacto de retroventa pasando a integrarse en el cuerpo de la
herencia de los esposos Marabeuf (325).
El hecho de que su cuñada le hubiera enajenado la referida casa se debía a que
medio año antes, en diciembre de 1733, había tenido lugar la partición y
adjudicación de la herencia de los difuntos esposos Esteban Soler y Feliciana
Soriano, padres de Teodora como asimismo de la consorte del comerciante, a la
que en su hijuela le asignaban tres casas contiguas situadas la principal en la
plazuela de San Antón y las otras dos a espaldas de esta, valoradas en 510 libras,
más otra casa en la misma plazuela, frente a la ermita de San Antón, estimada en
150 libras (326). Estos cuatro inmuebles recibidos en herencia serían
transmitidos de la misma forma, aunque no como bienes vinculados y con una
desmesurada revalorización.
El bretón practicaría una operación más dentro de este citado período
conducente no tanto a engrosar el robusto cuerpo patrimonial, como a
beneficiarlo. Las muchas tierras ahora poseídas por el comerciante padecían el
sempiterno e inveterado problema de la zona: la escasez de agua, y a la
consecución del líquido elemento se orientaría esta actividad. En mayo de 1733
conseguía del canónigo de San Nicolás D. José Pascual Martínez de Vera el
arriendo de 2 hilos y medio – 3 horas y tres cuartos de hora –, de agua vieja para
riego, cuya distribución en el libro del gobierno de las aguas o Giradora era
como sigue: medio hilo en la martava del primer domingo de noche, anotado
con el número 14; un hilo en la tanda del segundo sábado de noche, bajo el
número 217, y otro hilo en al martava del segundo domingo de noche con el
mismo número 217. La duración del arrendamiento, que principiaba el día de
San Miguel, se establecía en un cuatrienio por el precio “más bajo que dicha igle
(324) A.H.P.A. Protocolo 811 de Antonio García, “Codicilo”, 16-4-1750, ff. 101v-102r.
(325) A.H.P.A. Protocolo 798 de Antonio García, “Venta condicional de casa”, 31-5-1734, ff. 305r-309v.
(326) A.H.P.A. Protocolo 811 de Antonio García, “Codicilo”, 16-4-1750, f. 102v. La partición se celebró ante el
escribano Vicente Navarro y Pastor el día 23-12-1733, sin que el protocolo de este fedatario público correspon-
549
sia colegial y la de Santa María” dieran en arriendo anual sus hilos de agua,
entregando el arrendatario a cuenta del primer año 335 libras, 11 sueldos y 8
dineros en doblones, libras y menudillos (327).
Hasta aquí hemos manejado una única fuente informativa, la notarial, para
conocer la formación y composición del acervo patrimonial de los Marabeuf;
pero llegados a este punto, nos parece conveniente abordar las fuentes fiscales
para constatar la concordancia o discrepancia, y su grado, existente entre ambas.
Un auto del Alcalde mayor, José Antonio Reguero, publicado el 30 de marzo
de 1731, cumpliendo las órdenes del Intendente General D. Francisco Salvador
de Pineda, instruía a la formación del “padrón de todos los vecinos y
terratenientes exceptuando sólo a los eclesiásticos y señores de jurisdicción”
acordado por el Cabildo en su sesión de 19 de febrero, en cuya virtud
despachaba un edicto para que en el plazo de nueve días los vecinos presentasen
“relaciones juradas, no declaraciones” en las casas del propio Ayuntamiento,
apercibiendo decomisar cualquier ocultación u omisión maliciosa con
imposición de severas penas, en el caso de contabilizar censos y otros créditos
de justicia indebidos para aminorar sus patrimonios (328).
Con este amenazador antecedente eran previsibles exposiciones, en cantidad y
valor, ceñidas o, cuanto menos, ajustadas a la realidad personal de cada cual.
Pues bien, en este sentido, la relación jurada presentada por el “cónsul de Malta,
Agente y Donado de la Sagrada y Militar Orden de San Juan de Jerusalén”, el
ínclito comerciante Marabeuf, fechada el 8 de julio de 1733, contenía los
siguientes bienes valorados y su rentabilidad: La casa familiar con diez
accesorias pequeñas a las espaldas de ella, en el callejón situado a las faldas del
Castillo, valoradas en 7.000 libras, siendo el alquiler de las accesorias, menos
dos ocupadas por sus criados, 65 libras anuales de las que rebajado el 10 %
quedan líquidas 58 libras y media; otra casa inmediata al domicilio familiar con
su accesoria estimada en 2.000 libras, que rentaba 80 libras de las que detraídas
el 10 % restan líquidas 72 libras; cinco casitas, una a espaldas del convento del
Carmen y cuatro en el arrabal de San Antón, apreciadas todas en 650 libras y
cuando están alquiladas rentan 45 libras que, rebajado el 10 %, quedan en 40
libras y media; un almacén con aljibes para aceite en el arrabal de San Francisco
valorado en 3.000 libras y ocupado por mi cuenta, aunque estima su alquiler en
90 libras menos la rebaja del 10 %, quedando líquidas 81 libras; otro almacén en
la Plaza de las Barcas del citado arrabal con 3 calderas para cocer jabón,
ocupándolo con leña, cal viva, sosa, barrilla y demás materiales y utensilios para
fabricar jabón de loza durante el invierno de la mayoría de los años, por cuyo
género se pagan los derechos reales de aduanas, Equivalente y demás al tiempo
de su extracción, valorado el almacén y fábrica – estando la obra sin terminar –,
(329) A.M.A. Arm. 7, Lib. 3, “Relación jurada de Dn. Francisco Marabeuf, cónsul de Malta en la ciudad de Ali-
551
Los datos fiscales de las relaciones juradas constituyeron la base para
confeccionar el vecindario de 1731-32, con la finalidad de evitar ocultaciones y
omisiones en el correspondiente repartimiento del Equivalente, supervisado por
el autor del edicto, 2 regidores y 4 componentes de la clase de los caballeros
(330). Sus resultados, sin embargo, serán los que el decreto trataba de evitar,
pero incrementados por contener un índice de ocultación anormalmente elevado,
tanto que su valor demográfico resulta difícilmente aceptable hasta el extremo
de que, en opinión del profesor Giménez López, sus inverosímiles cifras “hacen
aconsejable prescindir de el”. Pero su valor económico no le va a la zaga, pues
las arbitrarias simulaciones de infravalorar los bienes y rentas anuales que
producían evidencian la falta de escrúpulo en su realización, mencionando el
referido autor un dato ejemplificador de cómo la renta líquida apreciada por los
realizadores del padrón no guarda correlación con el monto del valor de las
propiedades; y así, las 804.869 libras en que eran estimados los bienes de la baja
nobleza local rentaban sólo 28.484 libras, que suponían el 3´54 % del valor de
aquellas, mientras las 9.282 libras en que se apreciaban las propiedades de los
jornaleros agrícolas producían 706 libras; es decir, el 7´6 % de rentabilidad
anual (331).
En el caso que nos ocupa, todavía resulta mayor la discrepancia de los datos,
puesto que las 32.827 libras, 7 sueldos y 6 dineros del valor patrimonial sólo
producen un beneficio de 907 libras, 15 sueldos y 4 dineros; esto es, el 2´76 %
de anual rendimiento, inferior en más de tres cuartos de punto al promediado
para la baja nobleza local. Si a esto añadimos la abismal diferencia entre los
50.262 pesos en que el comerciante valoraba su acervo patrimonial en 1724,
cuando pretendía y conseguía el arriendo para la provisión de las Galeras de
España, con las 32.827 libras del valor de sus bienes comunes manifestado en la
relación jurada, resultaría un detrimento de sus propiedades valorado en 17.435
libras que representan un 34´68 % de pérdida patrimonial, porcentaje mínimo en
que estimamos el índice de omisión practicado por Marabeuf con la
aquiesciencia de los supervisores del vecindario porque, como hemos visto, la
masa de bienes gananciales no ha hecho sino engrosar en el devenir de la década
de 1724 a 1734, razones descabelladas que muestran con absoluta claridad la
deshonestidad de este cómputo poblacional que, para mayor despropósito, no
contiene los datos referidos al comerciante, ni tampoco los de su socio y cuñado
Pedro Martel, reflejando en su lugar de la clase de los caballeros una anotación
justificativa, argumentando que los susodichos “cavalleros Donados de la
Religión de San Juan se remiten al Señor Intendente para que les proporcione su
Asiento en este Padrón, en consecuencia de sus órdenes” – sic –. Idéntico apunte
literal aparece también inserto en el mismo estamento nobiliario del recuento po
552
blacional practicado en 1733 (332), razón por la que tampoco contiene sus datos,
y será en el confeccionado en el siguiente año de 1734 donde, no apareciendo
Martel, sí se expresen fielmente los datos económicos manifestados en la
relación jurada bajo el epígrafe de “Don Francisco Marabeuf y Compañía”, pero
eliminado del estamento nobiliario y relegado a la segunda clase de los
negociantes de puerta cerrada (333), motivos que inducen a pensar en la
perseverancia de un elevado número de omisiones que, en nuestra opinión,
hacen merecedores a estos cómputos de la misma deleznable fiabilidad
económica que el recuento de 1731-32.
Resulta probable que el obsesivo anhelo del comerciante por conseguir el
reconocimiento oficial del título de caballero de la orden de Malta, le tuviera tan
ocupado hasta el punto de no realizar ninguna adquisición de bienes durante un
trienio, lo cual ponemos en tela de juicio pensando que más bien no le salió la
oportunidad; pero es lo cierto que, coincidencia o no, el mismo año en que el
Corregidor e Intendente de Valencia, el Marqués de la Torre, admitía su calidad
nobiliaria volvía el bretón a ocuparse de sus asuntos patrimoniales, de modo que
a finales de abril de 1737 compraba por 500 reales de vellón a Juan García
Cuartero, avecindado en la partida murciana de El Pinatar, a través de su
pimentonero representante jurídico José García Pérez, una pieza de tierra blanca
situada en la guardamarenca partida del Pósito de Torner que, en el año 1700, la
Justicia y Regimiento de la villa de Guardamar le habían donado al vendedor
mediante escritura ante Constantino García, notario de dicha villa (334).
En septiembre de ese año, seguramente el más dichoso de su existencia por su
ascenso oficial a la categoría nobiliaria, quiso desprenderse de una finca rústica
con su casa, tierras de labranza y aguas de riego poseída en la partida del
Losarejo, término jurisdiccional de la ciudad de Lorca, a cuyo fin facultaba al
Administrador de las Rentas provinciales de ella, D. José Balaguer, para la venta
del citado cortijo y demás anexidades con sus gravámenes a las personas que le
pareciese y por el precio que acordase, de contado o al fiado, ejecutándolo así
dicho representante (335).
Dos meses más tarde, adquiría del agostense labrador Vicente Iborra dos días
naturales de agua, cada 30 de abril y 25 de junio, de la fuente principal y balsa
para el riego de las tierras de su propiedad, situadas en la partida de las Huertas
del término del lugar de Agost, por el precio de 58 pesos pagados de contado por
el comprador entregando 55 pesos en doblones de oro y otros 3 pesos en moneda
(332) A.M.A. Arm. 7, Lib. 4, “Vecindario-padrón de 1733 ejecutado por Francisco Hernández, escribano, por
orden del Señor Intendente General en carta de 28-2-1733. Por sus clases y grados”.
(333) A.M.A. Arm. 7, Lib. 5, “Vecindario íntegro que de orden del Señor D. Francisco Salvador de Pineda, del
Consejo de S.M., Intendente General de este Reino y el de Murcia, formó esta Ciudad con distinción de Clases y
Grados. Año 1734”.
(334) A.H.P.A. Protocolo 801 de Antonio García, “Venta real de tierra”, 27-4-1737, ff. 89r-91v. El precio de la
venta equivalía a poco más de 33 libras valencianas. Sobre aspectos biográficos de José de Fonsdeviela Lostal,
Marqués de la Torre, en Giménez López, E., Los servidores del rey… , p. 349.
(335) A.H.P.A. Ibid., “Poder para vender”, 13-9-1737, ff. 189r-190v. Esta labor no vuelve a aparecer más en la
documentación manejada, lo cual confiere un grado de certidumbre respecto a la ejecución del mandato.
553
de plata (336).
Conseguida la máxima aspiración social posible, el siguiente último y
vanidoso objetivo del bretón será alcanzar un rico patrimonio semejante, como
mínimo, al de las más conspicuas familias de la ciudad. No tardarían mucho
tiempo en presentársele las ocasiones, las que el avispado comerciante
ennoblecido no desaprovecharía.
En mayo de 1738, se enteraba que la real justicia oriolana estaba diligenciando
la subasta y remate de una hacienda propiedad de D. Gerónimo Roca de Togores
y, con la intención de apropiarse de ella, autorizaba al responsable de sus
propiedades de la comarca de la Vega del Bajo Segura, Fernando Barriga
Orozco, encargándole, además de la cobranza de los créditos adeudados por
cualquier persona de aquella diocesana ciudad, especialmente que pujase en la
subasta que de la finca se practicaba con la cantidad, condiciones, forma y modo
que bien visto le fuese, pagando el importe del remate de contado o como se le
ofreciese y, si necesario fuese, hipotecando todos sus bienes y rentas de ellos
para la seguridad de la puja. Ningún postor superó la postura de Barriga y, de
esta guisa, el comerciante se convertía en el nuevo propietario de una hacienda
de más de 1.000 tahúllas de regadío denominada Ylletas, situada en la huerta de
la villa de Guardamar (337).
Sin embargo, no parece que Barriga tuviera demasiado éxito en el otro encargo
de cobrar débitos a los morosos deudores de Orihuela habida cuenta de que,
pasados seis meses, de nuevo encomendaría la misión al oriolano Andrés
Ximenez de Masón; pero, sobre todo, le asignaba como principal cometido tratar
la compra con el viudo D. José Pizana Buitrón, en su calidad de padre y
administrador de sus hijos herederos de los bienes de su difunta madre y esposa
doña Josefa Ruiz de Vallebrera y Llop, de una finca campestre de 42 tahúllas,
una cuarta y media más 31 brazas de regadío plantada parte de viñedo con olivos
y parte de tierra blanca, así como 13 jornales de secano con parte plantados de
almendros y parte también de tierra blanca, dividida en cinco parcelas situadas
en las partidas dels Plans y de Bonañy del término de Muchamiel, por precio de
1.250 libras pagadas por el comerciante una vez cerrado el trato abonando 450
libras de contado, empleadas por el vendedor para satisfacer los gastos y
alimentos de una hija novicia en el convento de religiosas descalzas de la villa
de Mula y próxima a profesar, reteniendo en su poder el comprador las otras 800
libras para que constituyan la dote o “congrua”de la hija monja antes de profesar
, una vez cumplido el año de noviciado, con calidad de que si por muerte u otra
circunstancia no profesase el convento entregaría dicha cantidad al vendedor o a
quien él designase (338).
(336) A.H.P.A. Protocolo 801 de Antonio García, “Venta real de agua”, 15-11-1737, ff. 270r-271v.
(337) A.H.P.A. Protocolo 367 de Pascual Bueno, “Poder para cobrar y otros”, 27-5-1738, ff. 173r-174v.
(338) A.H.P.A. Ibid., “Poder para varios efectos”, 27-11-1738, ff. 286r-289v. El matrimonio de D. José Pizana y
doña Josefa Ruiz tuvieron cuatro hijos a quienes llamaron José, Gerónimo, Gerónima y Ana María, de los cuales
el mayor y la penúltima abrazaron la vida religiosa, alcanzando José la dignidad canonical en la catedral de
Orihuela y tomando Jerónima el hábito de las descalzas en el muleño convento.
554
La escritura de venta se realizaba cuatro días más tarde ante el oriolano
escribano Bautista Ramón y, en los últimos días de 1739, la novicia profesaba el
hábito de franciscana descalza de la primera regla de Santa Clara en el muleño
convento de Nuestra Señora de la Encarnación, motivando que en febrero de
1740 Marabeuf pagase las 800 libras al hermano Francisco de San Bernardino,
donado limosnero de dicho convento, en representación de la madre abadesa y
demás religiosas conventuales en virtud del poder concedido ante José Marín
Falcón, escribano de la villa de Mula, en el penúltimo día de enero de ese año
(339).
No acabaría el año de 1738 sin engrandecer la superficie de la hacienda de
Bonañy con nuevas tierras, ya que en los primeros días de diciembre compraría
por 22 libras, pagadas de contado en menudillos, una pieza de 4 jornales de
secano situada en la partida dels Plans vendida por el carretero Vicente Navarro
y su esposa María Antonia Calvo quienes, a la seguridad de la venta,
hipotecaban una casa propia sita en la calle San Roque, subiendo desde la
esquina del convento de San Agustín a la ermita de San Roque, cuyo inmueble
conjuntamente con otro y un horno de pan cocer estaban cargados con dos
censos de 45 y 100 libras de capital, con sus anuas pensiones al 5 %, a favor de
las respectivas conventuales comunidades religiosas de la Santísima Faz y de la
Purísima Sangre de Cristo (340).
Pasada la inactividad patrimonial del comerciante mantenida durante todo el
año de 1739, tiempo invertido en largos desplazamientos a poblaciones
conquenses y a otras partes tratando de percibir los crecidos débitos impagados,
retornaba a la compraventa de bienes raíces situados tanto en la jurisdicción de
la ciudad como fuera de ella, con el único fin de componer las mayores y más
extensas haciendas posibles mediante sucesivas ampliaciones.
Así, en abril de 1740, anexaba a la finca rústica de Bonañy una pieza de tierra
de secano con algarrobos vendida por el muchamelero Félix García al precio de
32 libras y media, que el comprador pagaba por manos de Félix Terol, su
correspondiente en Muchamiel (341).
A mediados de ese año, la misma hacienda se ampliaba con otra media tahúlla
plantada de olivos con la pertinente porción de agua propia, según la
adjudicación efectuada en el reparto del agua de la Dula nueva, adquirida a los
hermanos labradores Carlos y Bautista Alemany, de Muchamiel, por precio de
20 libras pagadas de contado con 12 libras en moneda menuda y 8 libras en plata
(339) A.H.P.A. Protocolo 802 de Antonio García, “Carta de pago”, 2-2-1740, ff. 24r-25v. En esta fecha, el
canónigo D. José Pizana Ruiz, hijo primogénito del vendedor, ya había fallecido.
(340) A.H.P.A. Protocolo 367 de Pascual Bueno, “Venta real de tierra”, 4-12-1738, ff. 297r-300r. La pieza
enajenada, colindante con otras tierras del difunto caballero D. Jaime Llop y Briosco, era propiedad del vendedor
por herencia de su madre María Climent que, a su vez, la recibió de su padre Melchor Climent mediante
transportación efectuada en mayo de 1695 ante el notario Andrés Alcocer Caro, en pago de las residuales 30
libras de la dote aportada por ésta a su matrimonio con Pedro Navarro, también fallecido.
(341) A.H.P.A. Protocolo 311 de Francisco Boix y Sevillano, “Venta real de tierra”, 10-4-1740, ff. 125r-126v.
Terol abonaba el precio de venta entregando un doblón de a 8 escudos valorado en 20 libras, otro doblón de a 8
escudos apreciado en 10 libras, más 2 libras y 10 sueldos en reales de plata de la nueva fábrica de Castilla.
555
(342).
Sin embargo, en el anual mes de diciembre era su agostense hacienda la
beneficiada con la anexión de 9 tahúllas de regadío en la partida de las Huertas,
que disponían de dos días anuales de riego, cada 4 y 22 de febrero, con el agua
de la fuente principal y balsa, vendidas en cantidad de 340 libras por el eldense
Bonifacio Vidal que, un año antes, las había comprado a mitad de precio de los
lugareños Vicente Navarro, labrador, y Constantino Maciá, cura, por sendas
escrituras ante José Segura, escribano de Alicante (343).
Las compras de bienes practicadas por Marabeuf en el devenir del siguiente
trienio beneficiarían a sus posesiones de Bonañy y de Guardamar. No obstante,
el año 1741 comenzaba para el comerciante no comprando, sino permutando una
pieza de tierra de 3 tahúllas, dos cuartas y 9 brazas poseida en la partida de
Bonañy por otra de 3 tahúllas, cuarta y media y 9 brazas de tierra que en la
misma partida rural eran propiedad de José Torregrosa, a quien perteneció en la
división y partición de la herencia paterna realizada en agosto de 1712 ante
Raimundo Marco, escribano de Muchamiel, cargada con un censo de 31 libras
de capital y anuo rédito de 1 libra, 10 sueldos y 8 dineros a favor de doña
Manuela Escorcia, viuda de D. José Fernández de Mesa (344).
Alcanzado el primer trimestre del año, su acólito Fernando Barriga Orozco le
haría venta real de 47 tahúllas de huerta plantadas de moreras con el agua de
riego de la acequia de los Huertos, situadas en la partida de la Media Luna de la
villa de Guardamar y apreciadas a 26 libras la tahúlla, que suponen un monto de
1.222 libras pagadas por el comprador con anterioridad a la adquisición (345).
Llegado el otoñal mes de noviembre, Marabeuf compraba de Vicente Boix,
vecino de Muchamiel, una pieza de tierra campa conteniendo 4 jornales de arar
plantados de almendros y algarrobos, situada en la partida dels Plans y
colindante con tierras del comprador, valorada en 120 libras pagadas de contado
en doblones de oro (346).
El año intermedio y el último del trienal período resultarían menos prolíficos
que el inicial en la adquisición de propiedades, contabilizando sólo tres operacio
(342) A.H.P.A. Protocolo 802 de Antonio García, “Venta real de tierra”, 6-6-1740, ff. 94r-96v. Los vendedores
se refieren al nuevo turno en el riego del agua vieja producido por el aumento de 16 hilos extra, vendidos a carta
de gracia por la ciudad para sufragar parcialmente las más de 21.000 libras invertidas en 1738 para reconstruir el
pantano de Tibi, con lo que este tipo de agua tendría 352 hilos ampliando su martava a 22 días y 7 horas. Las
reales ordenanzas de 1740 recogían este incremento, cuya distribución realizaba el 11 de febrero D. Marcelino
Gimeno de Samper, juez de comisión nombrado al efecto, a razón de un hilo de hora y media de agua por cada
83 tahúllas de tierra.
(343) A.H.P.A. Ibid., “Venta real de tierra”, 3-12-1740, ff. 184r-186v.
(344) A.H.P.A. Protocolo 803 de Antonio García, “Trueque de tierra”, 3-1-1741, ff. 5r-8v.
(345) A.H.P.A. Ibid., “Venta real de tierra”, 13-3-1741, ff. 55r-58v. Barriga había poseído las 47 tahúllas
mediante tres diferentes compras: una de 21 tahúllas y una cuarta a los consortes Jaime Pastor y Tomasa
Masquefa, de Bigastro, y a los esposos Francisco Morante y Josefa Ximenez, de Aspe, en 12-7-1727, ante el
escribano guardamarenco Pascual Ramón; otra de 20 tahúllas y una cuarta que a su nombre remataron en pública
subasta, el 19-7-1729 ante el mismo escribano, el síndico y electos del azud de Rojales, y las restantes 5 tahúllas
y dos cuartas a Francisco Alfocea, vecino de Guardamar, en 14-9-1730 ante el mismo citado escribano.
(346) A.H.P.A. Ibid., “Venta real de tierra”, 21-11-1741, ff. 213r-215v. El vendedor obtuvo estos jornales de
tierra mediante enajenación practicada, en fecha 27-10-1739, por su convecino Manuel Torregrosa ante el
escribano de la villa Raimundo Marco.
556
nes patrimoniales, todas ellas referidas a la hacienda de Bonañy.
En el transcurso del primer cuatrimestre de 1742 compraba a Bautista
Planelles, de Muchamiel, un pedazo de tierra de secano con 2 jornales de
labranza, situado en la partida dels Plans del término de dicha villa y lindante
con tierras del comprador, estimado en 16 libras pagadas de contado con 3
doblones en valor de 12 libras y el restante precio en reales de plata (347).
Ocho meses más tarde, Salvador Bernabeu, también vecino de Muchamiel, le
haría venta real de otro pedazo de tierra campa conteniendo 3 jornales de labrar,
limítrofe con tierras del adquiriente en la antedicha partida rural del término
muchamelero, apreciado en 30 libras pagadas igualmente por Marabeuf con
dinero contante (348).
La última compra del trienio la realizaba en marzo de 1743 al también
labrador de Muchamiel Francisco Pastor, quien le vendía otra pieza de tierra de
secano en la referida partida rural dels Plans, compuesta por 2 jornales y medio
de labranza valorados en 18 libras, satisfechas de contado por el comprador
mediante el entrego de 4 doblones y 20 reales valencianos de plata (349).
El año de 1744 sería de los más activos en el acopio de bienes llevado a cabo
por el bretón, siendo probable que ello estuviese motivado por dos razones
principales; en primer lugar, el deseo de perpetuar su memoria y linaje
conservando intacto su patrimonio mediante la institución de mayorazgos, a
cuyo fin en ese año había ya solicitado y obtenido licencia de Felipe V para sus
hijos, peticionándola de nuevo para sus hijas; y, en segundo lugar, precisaba
completar las dimensiones de la hacienda de Bonañy para convertirla en una
gran finca, así como suministrar más agua de riego a la deficitaria propiedad de
Benipaixaró, en la cual había finalizado los trabajos de acondicionamiento
productivo.
Precisamente, comenzaría por esto último recién iniciado marzo comprando, a
carta de gracia, un hilo de agua vieja fluyente por la acequia mayor de la Huerta
a los ilustres cónyuges D. Miguel Pascual de Bonanza y Canicia y doña Josefa
Fernández de Mesa. Procedente de la herencia de D. Vicente Zaragoza, constaba
de 2 medios hilos registrados en la Giradora como sigue: medio hilo en la
martava del segndo martes de noche con el número 159; y el otro medio, en el
segundo jueves de noche bajo el número 190. El precio de ambos se acordaba en
250 libras pagadas de contado por el comerciante, con la condición de que
siempre que los vendedores o sus herederos le devolvieran al comprador o a los
suyos dicha cantidad, éstos queden obligados a retrovender a aquéllos el citado
hilo de agua (350).
(347) A.H.P.A. Protocolo 804 de Antonio García, “Venta real de tierra”, 28-4-1742, ff. 90r-91v.
(348) A.H.P.A. Ibid., “Venta real de tierra”, 9-12-1742, ff. 184r-185v. La pieza era propia del vendedor,
adjudicada en la división y partición de los bienes hereditarios de sus padres, efectuada en el 20-9-1742 ante el
escribano de la villa Raimudo Marco.
(349) A.H.P.A. Protocolo 805 de Antonio García, “Venta real de tierra”, 23-3-1743, ff. 32r-34v. El vendedor, a
su vez, había adquirido el 24-3-1737 este pedazo a su convecino Francisco Seva por escritura de compraventa
ante el reiterado escribano Raimundo Marco.
(350) A.H.P.A. Protocolo 1656 de Onofre Savater, “Venta de agua a carta de gracia”,2-3-1744, ff. 48r-50v. Este
557
Pasados dos meses, completaba Marabeuf su hacienda de Bonañy con la
agregación de 32 tahúllas, más su correspondiente agua de riego, plantadas de
viñedo con parte de tierra blanca, lindante por tres partes con tierras del
comprador y vendidas por el hidalgo oriolano Gerónimo Pizana y Ruiz de
Vallebrera por el precio de 792 libras, 3 sueldos y 8 dineros pagado de contado,
con calidad que el actual arrendatario de esta pieza de tierra debía mantenerse en
ella por todo el año de 1744 hasta la recolección de la cebada, vino y demás
frutos que le pertenecieren, sin que el comprador pudiera pedir cosa alguna
porque el canon del arriendo le pertenecía a Carlos Ruiz de Vallebrera (351).
El penúltimo día de agosto, precisando mayor abundancia de agua de riego
para su finca de la Condomina, doña Josefa Manuela Escorcia y Ladrón, viuda
del gentilhombre de Cámara de S.M. D. José Fernández de Mesa, le hacía venta
real de un hilo de agua de su propiedad discurrente por la acequia mayor de la
Huerta, inscrito en el libro de gobierno de las aguas y anotado en la tanda del
primer miércoles de día con el número 56, habiéndolo poseído en parte del pago
de las 2.000 libras de dote propter nupcias que le constituyeron sus padres, D.
Nicolás Escorcia y Ladrón y doña Josefa Escorcia y Nogueroles, el 7 de febrero
de 1703 en escritura ante el notario Antonio Soler y Seva. El precio de venta se
fijaba en 300 libras; esto es, un 20 % más que cinco meses antes, pagadas en
dinero contante por el comprador que exigía seguridad de la venta, a lo cual
respondía la vendedora hipotecando un finca en la misma partida rural con su
casa, ermita, bodega y cubos para hacer vino, compuesta de 150 tahúllas de
viñedo y otros árboles, suya propia heredada de su citado padre que la obtuvo de
doña Plácida Mingot y Rocafort, viuda de D. Bartolomé Zaragoza y Mingot,
como heredero suyo (352).
A mediados de este mismo mes, se le presentaría la oportunidad, no
desaprovechada, de ampliar la extensión de sus guardamarencas haciendas
incorporando 6 tahúllas y tres cuartas de tierra blanca, situadas en la partida de
hilo junto con otro hilo y medio más recayeron, con el resto de la hacienda, en el referido Zaragoza y en los
consortes D.Francisco Escorcia Mercader y doña Ana Escorcia, mediante la transacción celebrada el 17-9-1717
con los conspicuos esposos D. José Fernández de Mesa y doña Josefa Manuela Escorcia ante Vicente Cerdá y
Sevillano, pasando los 2 hilos y medio, un lustro después, a manos del negociante Martín Almiñana por venta a
carta de gracia el 15-1-1722 ante Antonio García en virtud de decreto judicial. Desempeñados del negociante, la
viuda doña Ana Escorcia y Ladrón con su primogénito D. Nicolás Francisco vendían 1 hilo y medio a doña
Josefa Manuela Escorcia, su hermana y tía, el 29-1-1727 ante Onofre Savater; y, por escritura de 10-5-1740 ante
el mismo fedatario público, declaraba ésta ser dicho hilo y medio propiedad de su hija doña Josefa Fernández de
Mesa, y por otra escritura de recepción de dote ante Onofre Savater el 27-6-1740 aceptaba dicha agua su
vendedor esposo.
(351) A.H.P.A. Protocolo 1773 de Antonio García, “Venta real de tierra”, 16-5-1744, ff. 90r-93v. La pieza de
tierra era propia del caballero D. Jaime Llop padre, habiendo pertenecido después al muchamelero Manuel
Torregrosa y a D. José Pizana Buitrón, pasando a poder del vendedor mediante escritura de traspaso a su favor
otorgada el 11-5-1744 por su primo D. Carlos Ruiz de Vallebrera y Ruiz ante Bautista Ramón, escribano de
Orihuela, concertando que la pensión del arriendo la percibiría el traspasador.
(352) A.H.P.A. Ibid., “Venta real de agua”, 30-8-1744, ff. 166r-169v. El padre de la vendedora tenía derecho a
la cuantía dotal, que incluía el hilo de agua, por el legado que de ella le hizo su tía doña Josefa Escorcia a su
madre doña Ana Escorcia, transportándolo al finado marido de la vendedora como parte de la dote de ésta por
escritura de concordia de 11-4-1726 aprobada por su apoderado, el abogado D. Tomás Fernández de Mesa, con
los egregios Condes de Faura como herederos de doña Josefa Escorcia ante el escribano de Valencia Timoteo
Gesberto.
558
los Hoyos del término de Guardamar con el riego de la acequia de la Alcudia y
colindantes por los cuatro costados con tierras del comprador, las cuales le
vendieron los esposos de dicha villa Bautista Valentí, marinero, y María García
por el precio de 18 libras la tahúlla, cuyo total importe de 121 libras y media
pagaba Marabeuf en dinero efectivo (353).
La última operación patrimonial, antes de redactar su testamento los esposos
Marabeuf, la practicaría el comerciante ennoblecido con uno de sus más fieles e
íntimos colaboradores, Fernando Barriga Orozco, responsable de sus posesiones
en la Vega del Bajo Segura y a la sazón residente en la hacienda de Villoríen,
quien al día siguiente de la festividad de los Reyes Magos de 1745 le entregaba
en venta real 18 tahúllas y media braza de tierra blanca de regadío, situadas en la
partida del Corrales del término de Guardamar, con el riego del agua de la
acequia de la Alcudia mediante la hila de los Arnets, por el precio de 425 libras
y media abonadas por el comprador (354).
LOS MAYORAZGOS
Todos los bienes hasta aquí acopiados por los Marabeuf, conformadores de su
notable patrimonio, serán distribuidos mayoritariamente, con reserva de su
usufructo, entre sus cuatro hijos seglares a través de sus últimas voluntades
redactadas el 11 de marzo de 1745 donde los testadores instituían cuatro
vínculos o mayorazgos. Sin embargo, los bienes acaparados con posterioridad a
esa fecha y, sobre todo, la profesión en diciembre de 1749 de su hija Isabel
Oliva como religiosa agustina en el convento oriolano de San Sebastián,
motivarán la modificación de los vínculos testamentarios mediante el
complementario codicilo correspondiente, el cual hemos procurado integrarlo en
los pertinentes mayorazgos al objeto de darles un sentido de unidad, y cuya
composición descriptiva y valoración a común estimación de cada uno de ellos
era como sigue:
Mayorazgo de Esteban Vicente. Habiéndose concertado y ejecutado el día 1
de agosto de 1741 su matrimonio con la doncella doña Ana María de Haro
Ludeña y Herreros, natural de la conquense villa de San Clemente, sus
progenitores le hacían donación de los siguientes bienes vinculados
perpetuamente: Una hacienda situada en la huerta de Orihuela y término de la
villa de Guardamar denominada Villoríen con su casa de morada, 4 accesorias,
parador, granero, bodega, sequero de uva, almazara, ermita con su soto y
alameda, una barraca y tres barracones grandes para criar gusanos de seda con
tornos para hilarla, más otra casilla separada de la casa, compuesta de 690
(353) A.H.P.A. Protocolo 1773 de Antonio García, “Venta real de tierra”, 19-8-1744, ff. 158r-161v. La pieza de
tierra era propiedad de los consortes como dote aportada al matrimonio por la desposada, quien la había recibido
en herencia de sus padres.
(354) A.H.P.A. Protocolo 806 de Antonio García, “Venta real de tierra”, 7-1-1745, ff. 4r-6v. Esta parcela era
propiedad de Barriga que la había comprado, en los meses de septiembre y noviembre de 1744, a los herederos
de Bautista Rodríguez mediante sendas escrituras ante el guardamarenco escribano Francisco Nieves.
559
tahúllas regadas con agua del río Segura por las acequias de la Alcudia y de los
Huertos, de las cuales 330 tahúllas estaban plantadas de moreras, 66 de viñedo,
26 de olivos y 268 dedicadas a hortalizas y pan llevar, valorada en 39.000
ducados de vellón y cargada con un censo de 4.500 reales de vellón, cuyo anual
rédito al 5 % se pagaba a las religiosas del convento ilicitano de Nuestra Señora
de la Merced.
No obstante, teniendo la hacienda mucha plantación y poca sembradura por
falterle tierra blanca, los testadores tuvieron por conveniente agregarle 81
tahúllas y tres cuartas con algunas de ellas plantadas de moreras, unos pocos
olivos y viña, siendo la mayor parte de tierra blanca, que después de efectuada la
donación incorporaron comprando 63 tahúllas y una cuarta de la viuda de Pedro
Torres, Ana Isabel Aldeguer y sus hijos por tres escrituras fechadas en 19de
febrero, 11 de marzo y 5 de mayo de 1744 ante el escribano Pascual Ramón, de
Guardamar, y 18 tahúllas y media a Fernando Barriga Orozco mediante escritura
ante Antonio García en fecha 7 de enero de 1745, pasando a disponer la finca de
774 tahúllas. Pero, ante el aumento de las moreras, no siendo suficientes para su
hoja la barraca y tres barracones poseídos al tiempo de la donación, edificaban
otros dos barracones nuevos contiguos a los existentes y una casa de habitación
nueva capaz de albergar a un labrador residente con dos pares de mulas, a causa
de asolarse la casilla accesoria existente por el deterioro de sus paredes de piedra
y lodo, siendo la techumbre de tierra y rollizos totalmente podridos.
Toda la agregación y reformas se apreciaban en 2.600 libras, resultando un
definitivo valor de la hacienda estimado en 42.536 ducados de vellón; es decir,
unas 31.276 libras y media valenciana que, rebajadas en el capital del censo,
suponían un líquido caudal de 30.976 libras y media (355).
También en la donación vinculaban la casa principal y domicilio familiar de
los testadores, con sus almacenes enlosados de piedra labrada, 2 tinajeros para
aceite y 2 pozos de agua, comprada al caballero D. Jaime Llop y Briosco el 6 de
octubre de 1719 mediante venta judicial ante Juan Bautista Morato, con nueve
casas accesorias, sacando la principal puerta a la calle de Llop y las accesorias a
una calleja llamada de Marabeuf – hoy, capitán Boerio –, y a la calle del Forat,
todas las cuales lindan entre sí y la principal por un lateral y también lindaba con
casas de su propiedad, cuyo conjunto inmobiliario se valoraba a justa estimación
en 17.000 ducados de vellón; esto es, 12.500 libras, soportando la casa principal
la carga de un censo de capital 24.000 reales de vellón a favor del oriolano D.
Gerónimo Ruiz de Vallebrera, que percibía la anual pensión de 80 libras. En
consecuencia, detraídas del total valor inmobiliario las 1.600 libras acensuadas,
producía un líquido capital de 10.900 libras (356).
(355) A.H.P.A. Protocolo 806 de Antonio García, “Testamento con fundación de vínculos”, 11-3-1745, ff. 46r-
48v y 57r-58v, y protocolo 811 de idem, “Codicilo”, 16-4-1750, f. 108r. Para estos cálculos, hemos utilizado las
siguientes equivalencias entre las monedas de Valencia y de Castilla: 1 libra = 1´36 ducados de vellón, y 1 libra
= 15 reales de vellón.
(356) A.H.P.A. Ibid., “Testamento con fundación de vínculos”, 11-3-1745, f. 48v. Esta misma valoración le
concedía Marabeuf en 1724 cuando aspiraba a proveer las Galeras de España, mientras en su relación jurada de
1733 su valor era depreciado en un 40 %.
560
Integrada en la donación, pero no vinculada, figuraba una hacienda situada en
la partida de las Huertas del término de Agost, con su casa y corral de ganado
separado de ella, compuesta de 27 tahúllas de tierra plantadas de viñedo en su
mayor parte, almendros y para horticultura, aunque también contenía tierra
blanca de pan llevar, regadas con 22 días naturales de agua de la fuente de la
Señoría en los días anotados en el libro del gobierno de ellas, cuyo estimado
valor era de 1.800 ducados de vellón; o sea, 1.323 libras y media, gozando de
franquicia de diezmo, censos y pechos de señoría que no deben reducirle su
valor.
Igualmente, la donación contenía no vinculados tres censos que juntos hacían
un monto capital de 900 libras, equivalentes a 1.228 ducados, 8 reales y 28
maravedíes de vellón, de cuyos anuales intereses al 5 % respondía la ciudad de
Alicante (357).
Por consiguiente, toda la donación representaba un global capital bruto cifrado
en 62.564 ducados, 8 reales y 28 maravedíes, incluída la agregación y mejora de
Villoríen, de los que deducidos los 2.584 ducados del capital de los censos
quedaba un líquido valor de 59.980 ducados, 8 reales y 28 maravedíes,
equivalentes a 44.103 libras, y si bien el total capital bruto del vínculo era
similar a esta última cantidad llegando a los 59.536 ducados, quedaba reducido a
56.952 ducados una vez detraídos los 2.584 ducados de capital de los censos,
puesto que con los bienes no vinculados de la donación, valorados en 3.028
ducados, 8 reales y 28 maravedíes, le permitían a su primogénito poder dar en
arras y donación propter nupcias a su esposa hasta 3.000 ducados (358).
Mayorazgo de Marcos Espíritu Pascal. A su segundogénito varón le
fundaban un mayorazgo constituido por un edificio con salas y cuartos altos,
dispuestos para formar casa principal de habitación y que, a la sazón, servía así
de almacenes altos y bajos como de fábrica de jabón, disponiendo de 3 calderas
corrientes con sus suelos de hierro más dos suelos de reserva, uno nuevo y otro
usado, pozo de agua manantial con su pila, 4 trujales para destilar sosa, barrilla y
otros materiales, 7 pozuelos para recibir lejías, 10 maimonas, 35 tablones y 5
llaves para jarcias, 4 canales grandes para recibir el jabón, 2 cazos, 4 llobells, 1
tixar, 1 pala, 4 martillos para picar materiales, 2 canales pequeños para la lejía
de los trujales, 1 mesa de cortar jabón, 1 medida de rayar, 1 romana grande de
36 arrobas con su pilón, 2 pesos de cruz, grande y pequeño, con sus balanzas, 15
pesas de hierro de a dos arrobas, 1 de arroba y otras 6 que componen 45 libras,
todo en buen estado y uso, situado en el rincón llamado el Tracho de la Plaza de
las Barcas, en el arrabal de San Francisco, que les fue adjudicado por el Concejo
y Ayuntamiento de la ciudad el 18 de mayo de 1722 como debe constar en su
Archivo y en escritura ante Francisco Andujar, así como del testimonio dado el
(357) A.H.P.A. Protocolo 806 de Antonio García, “Testamento con fundación de vínculos”, 11-3-1745, ff. 48v-
49r.
(358) Los testadores cifraban en 56.444 ducados, 8 reales y 28 maravedíes el total valor líquido de la donación,
a causa de no contabilizar las 2.600 libras ó 3.536 ducados en que fueron apreciadas las tahúllas agregadas y
reformas practicadas en la hacienda de Villoríen.
561
28 de junio de 1722 por el secretario del Ayuntamiento José Bayona,
precediendo licencia del Corregidor Chaves Osorio otorgada en 4 de abril de ese
año y de D. Felipe Bolifón, juez patrimonial y superintendente de las Rentas
Reales de la ciudad, en 13 de mayo, según constaba por otro testimonio librado
por dicho Bayona en 8 de agosto de 1722; y respecto de oponerse a su
edificación la cofradía de San Pedro de los marineros y navegantes, habiendo
seguido pleito y apelado ante la Audiencia de Valencia, desistió de el dicha
cofradía según el testimonio del escribano de Cámara D. Francisco Casas en 25
de mayo de 1723, cuyo valor a justa tasación en el estado en que se halla el
edificio con su relacionado contenido vendría a ser de 600 libras (359).
Una hacienda en la partida de Bonañy, término de la villa de Muchamiel, con
su casa de morada, granero, sequeros de uva, 4 cubos, bodega, aljibe, balsa
grande con su acueducto de mampostería, huerto de frutales cercado de pared,
ermita en condiciones para celebrar misa, un lienzo de pared donde está formada
la portalada que cierra la casa, con toneles nuevos de 6 arcos de hierro, una
prensa grande con todo su armazón y barrones de hierro, 3 lagares,
trascoladoras, embudos, aportaderas grandes y pequeñas con otros utensilios
para fabricar y almacenar vino, una galera y un carro de cuatro ruedas, un par de
mulas con sus aparejos de galera y de labor, arados, traillas y demás utensilios
de labrar y cultivar la tierra, una mesa de billar y todo el menaje de la casa para
su decente habitabilidad y comodidad. Así mismo, poseía un corral de ganado
con su casita para pastores, que se edificaba en un bancal de secano llamado la
Montañeta.
Su superficie constaba de 286 tahúllas, de las cuales 90 eran de secano
plantadas, en parte, de almendros y algarrobos y las otras restantes de tierra
blanca de sembradura, con sus vertientes abiertas, y las restantes 196 tahúllas de
regadío plantadas de viña mayormente, almendros, olivos y frutales con unas
pocas de tierra blanca para hortalizas y pan llevar, con el riego de 2 hilos y 55
minutos a razón de hora y media de agua cada hilo que, en virtud de las
ordenanzas de 1740 y distribución realizada el 11 de febrero por D. Marcelino
Ximeno de Samper, agregó perteneciendo a esta hacienda que regaba por tres
brazales llamados de los Plans, d´Enmig y de l´Alfas, advirtiéndose que parte de
las tahulladas fueron vendidas el 8 de junio de 1728 por doña Mariana Pascual
de Riquelme mediante escritura ante Pascual Bueno, con sus entradas y salidas
por tierras de D. Joaquín Pascual de Riquelme mediante senda vecinal que va de
la casa al camino de Muchamiel.
Poseía, además de los 2 hilos y 55 minutos de agua que componen 4 horas de
riego, otros 2 hilos y tres cuartos de agua vieja del pantano que le añadieron
comprados; a saber, medio hilo inscrito en la martava del segundo jueves de
noche y anotado en la Giradora con el número 187, a Juan Bautista Martí; un
cuarto de hilo registrado en la tanda del segundo lunes de noche bajo el número
(359) A.H.P.A. Protocolo 806 de Antonio García, “Testamento con fundación de vínculos”, 11-3-1745, ff. 59v-
60v.
562
144, a Alfonso Cuquerella, y 2 hilos de los 16 que se añadieron para la fábrica
de dicho pantano, anotados en la jornada 22 bajo las letras A y B, redimibles por
500 libras cada uno.
Esta finca campestre con sus tierras, casa, agua, muebles y todo lo demás
expresado valía a común estimación y justa tasación 16.000 libras, franca de
todo gravamen excepto algunas tahúllas llamadas vulgarmente pecheras en
razón de estar cargadas con leves repartos que, sobre esta clase de tierras, solía
hacer algunos años la villa de Muchamiel.
El último día de octubre de 1749 se agregaban 5 tahúllas menos 16 brazas, con
la correspondiente agua vieja del pantano, compradas a Alberto Torregrosa,
doctor y cura de Muchamiel, por escritura ante el escribano de ella Bautista
Alberola y Ramón, así como un molino para sacar aceite fabricado en la casa de
la finca (360).
Una hacienda llamada Ylletas, situada en la huerta oriolana y término de
Guardamar, con su casa principal, 2 barracones grandes para criar seda, 5 pares
de mulas de labor con sus aparejos, arados, traillas y restantes utensilios e
instrumentos en buen estado necesarios para cultivarla, conteniendo 1.088
tahúllas de huerta que se riegan con el agua de la acequia de la Alcudia, de
donde se toma y corre por el brazal o hijuela mediera con tierras de D. Pedro
Saavedra, antes de D. Gerónimo Roca de Togores, que atraviesa por medio las
tierras de éste hasta otras mías más abajo en la partida del Puente de la Losa,
agregadas a esta hacienda, regando siempre por el mismo brazal sobre todo
desde la escritura de permuta y concordia estipulada el 19 de febrero de 1735
con Roca de Togores ante Domingo Soler, escribano de Orihuela, de las cuales
293 tahúllas estaban plantadas de moreras, 53 de olivos y 742 eran de tierra
blanca de pan llevar, cuya hacienda y cuanto en ella se contiene valía a común
estimación y justa tasación 22.000 libras, libre de todo gravamen, aunque se
permutaron 25 tahúllas del saladar del Puente de la Losa por 13 tahúllas y 16
brazas propias de María García, contenidas en dos pedazos de tierra, mediante
escritura de 11 de noviembre de 1748 ante el escribano Pascual Ramón, de
Guardamar (361).
Una finca campestre con su casa, granero, pajiza y corral de ganado en el
centro de ella, compuesta de 783 tahúllas de tierra blanca de pan llevar y
algunos saladares con barrilla, llamada El Ginebral y sita en el término de
Guardamar, con dos pares de mulas y sus aparejos corrientes, arados y demás
utensilios precisos para labrar y cultivarla, toda ella de riego con el agua de la
acequia de la Alcudia que se reparte por brazales llamados de El Ginebral,
Ylletas y otros, cuya hacienda con todo lo descrito se estimaba en justa tasación
(360) A.H.P.A. Protocolo 806 de Antonio García, “Testamento con fundación de vínculos”, 11-3-1745, ff. 60v-
62v, y protocolo 811 de idem, “Codicilo”, 16-4-1750, f. 103r. El coste de la reconstrucción, en 1738, de la pared
del pantano destruida por un sabotaje superaba las 21.000 libras, sufragadas parcialmente con la venta de 16
hilos extra de agua vieja resultando un total de 352 hilos, que aumentaron su martava a 22 días y 7 horas. Vid.
Alberola Romá, A., “Propiedad agraria, explotación de la tierra y producción en el Campo de Alicante durante la
Edad Moderna”, en Historia de la ciudad de Alicante, t.III. Alicante, 1990, pp. 77-78.
(361) A.H.P.A. Ibid., “Testamento…”, 11-3-1745, ff. 63r-65r, y “Codicilo”, 16-4-1750, f. 105r.
563
por 8.000 libras, respecto de que en ella todavía quedaban tierras incultas y
saladares sin ningún valor. Por este motivo, el 14 de abril de 1750 mediante
escritura ante el citado Pascual Ramón, permutaría Marabeuf 16 tahúllas y tres
cuartas de saladar en al partida del Puente de la Losa, anexas a las tierras de la
hacienda de Ylletas, por 8 tahúllas, una cuarta y 31 brazas de Tomás del Río en
la partida de El Ginebral, más abajo del cabo de la acequia de la Alcudia.
También en el mismo día, ante el dicho escribano guardamarenco, recibía de
Francisco Pons de Balaguer 5 tahúllas, tres cuartas y 21 brazas en la misma
partida de El Ginebral, a cambio de 10 tahúllas y tres cuartas del mencionado
saladar del Puente de la Losa (362).
Una finca rústica de secano situada en los Campos de Guardamar y de
Almoradí, en la Gobernación de Orihuela, con 4 casas de las que la principal,
denominada El Torrejón y asentada el el término de Guardamar, estaban los
testadores acabando de edificar con su pajar, alfolines para guardar granos,
cubos, bodega, pozo, aljibe, ermita dedicada a San Bruno con su campana y
ornamentos para celebrar misa, tres pares de mulas con sus aparejos, arados y
restantes utensilios para la labranza; otra casa en el mismo término nombrada de
Oltra, con su pajar, dos pares de mulas y arreos corrientes de labor.
La tercera casa, en el referido término, llamada Pósito de Torner, también con
su pajar, pozo y dos pares de mulas con sus pertinentes arreos de labrar; y, la
cuarta y última casa, denominada de Los Escuderos, se hallaba en el término de
Almoradí.
Esta hacienda contenía en su conjunto 4.000 tahúllas de tierra; a saber, 70
plantadas de viña y majuelo, 40 de olivos con sus vertientes abiertas y 3.890 de
tierra panificada, excepto algunas tahullas incultas. El valor de esta finca, casas,
7 pares de mulas y cuanto va referido se cuantificaba a común estimación en
10.000 libras, cantidad superada con varias agregaciones a El Torrejón
efectuadas con posterioridad a la redacción testamentaria.
Con fecha 30 de agosto de 1745, incorporaban los testadores una cañada de
tierra con 61 tahúllas y media comprada de José Menarquez Vázquez por
escritura ante Manuel Giner, escribano de Guardamar, al igual que una pieza con
100 tahúllas de tierra, situada en la guardamarenca partida de la Talaya,
adquirida en febrero de 1746 de los esposos Pedro Vázquez y Manuela Grima
por escritura ante Francisco Nieves, también escribano de dicha villa; y, así
mismo, un pedazo de 8 tahúllas en la misma partida rural comprado el 28 de
marzo de 1747 a los consortes Damián Juárez y Josefa Valentí, vecinos de Daya
Nueva, mediante escritura ante el escribano de la villa Tomás Aracil (363).
Además de las propiedades y agregaciones referidas, también componían el
mayorazgo de su segundogénito hijo varón un censo de capital 40 libras
comprado en 18 de febrero de 1747 a los cónyuges Bernardo Alberola y
(362) A.H.P.A. Protocolo 806 de Antonio García, “Testamento con fundación de vínculos”, 11-3-1745, ff. 65r-
66v, y protocolo 811 de idem, “Codicilo”, 16-4-1750, f. 104v.
(363) A.H.P.A. Ibid., “Testamento…”, 11-3-1745, ff. 66v-68v, y “Codicilo”, 16-4-1750, ff. 103v-104r.
564
Magdalena Boix, de Muchamiel, por escritura ante el escribano de ella Bautista
Alberola y Ramón, así como un jornal y medio de tierra con algunos almendros,
situado en la partida dels Plans y vendidos por el citado matrimonio en la misma
antedicha escritura.
Igualmente, se integraba en este vínculo una caja fuerte de hierro para
custodiar dinero y alhajas preciosas, fabricada en Holanda, que tenían los
testadores en su domicilio familiar y cuyo valor se apreciaba en 150 libras (364).
Hasta aquí, el total valor documentado de este mayorazgo ascendía a 62.190
libras de capital líquido, por cuanto ninguno de los bienes componentes tenía
sobre sí carga o gravamen alguno, aunque de contabilizarse las agregaciones
llevadas a cabo su real estimación rondaría las 63.000 libras, cantidad
sobrepasada con las nuevas anexiones realizadas en 1750.
Mayorazgo de María Felicia. La mayor de las hijas, desposada con el
negociante francés José Loustau, recibía un vínculo integrado por una hacienda
nombrada La Torre sita en la partida de Benipaixaró de la Huerta de Alicante,
compuesta de 90 tahúllas de regadío con 12 de ellas plantadas de almendros y 78
de viñedo, que los testadores compraron el 16 de agosto de 1729 a los cónyuges
D. Melchor Miguel y Sánchez y doña Tomasa Gefrey por escritura ante Antonio
García, conteniendo entonces una casa con su torre, pozuelo, bodega, cubo
redondo pequeño, un pedazo de safareig y 75 tahúllas parte plantadas de viña y
parte con arbolado, ampliadas comprando 3 tahúllas de viñedo a los hermanos
Sebastián, Nicolás, Roque y Josefa María Juan mediante escritura del 25 de julio
de 1730 ante Pascual Bueno, y otras 12 tahúllas plantadas de almendros a los
consortes Vicente Buades y Máxima Buades el 26 de enero de 1731 por
escritura ante Antonio García.
Los fundadores del vínculo hacían constar, en declaración testamentaria, que
los árboles existentes eran algunos algarrobos que producían más perjuicio que
utilidad, estando la viña tan estropeada que apenas le quedaban cepas y estas,
inútiles; y la tierra, desigual y cansada, resultaba preciso componerla arrancando
las cepas de raíz, traillarla, estercolarla y ponerla en perfecto estado para
plantarla toda de viña nueva, como estaba, siendo también necesario reponer la
mitad de los almendros que faltaban.
Amenazando ruina la casa y torre fue menester repararlas, haciendo las obras
más precisas para mantener la casa y todas las necesarias para dejar la torre
firme, segura y en buen estado, e igualmente renovar enteramente el cubo que
estaba arruinado por completo. En cuanto al pedazo de safareig estaba tan
maltratado que hubo de fabricarse otro nuevo, en el mismo sitio, con capacidad
para toda la uva de la hacienda, la que compraron sin haber toneles, lagares ni
otros arreos para fabricar y almacenar vino, de tal manera que, además de las
susodichas mejoras, fue necesario, para poner esta hacienda en el estado de
mayor utilidad, construir un cubo nuevo con capacidad para 2.000 cántaros que
se tuvo por más conveniente partirle, proveer la bodega con 18 toneles nuevos
565
de 6 arcos de hierro y capacidad para 150 cántaros cada uno, más 2 toneles de
las mismas características y de capacidad 100 cántaros, 4 lagares corrientes, una
prensa completa con sus barrones de hierro, 4 trascoladeras, 3 quitaderas
grandes y otras tantas pequeñas y 2 embudos.
También se añadió a la casa un cuarto bajo que servía de cocina y, dentro del
zaguán, un aljibe grande de agua de la dula, además de un dilatado cercado de
pared por el exterior de la hacienda para mayor resguardo de ella y de sus frutos,
la cual estaba regada con hora y media más medio cuarto de hora de agua en
cada martava que, en virtud de las ordenanzas de 1740 y distribución practicada
el 11 de febrero por D. Marcelino Gimeno de Samper, se agregó a las 90
tahúllas de esta hacienda a razón de 1 hilo de agua de hora y media de duración
por cada 83 tahúllas de tierra, a la que los testadores le añadieron de agua vieja
del pantano 1 hilo y tres cuartos de hilo de su propiedad; esto es, medio hilo
registrado en la tanda del segundo sábado de noche y anotado con el número
211, comprado el 12 de noviembre de 1724 a doña Rosa Picó por escritura ante
Pascual Bueno; un cuarto de hilo inscrito en la martava del último jueves de día
bajo el número 289, adquirido el 7 de abril de 1732 de los consortes José
Gozálbez y Josefa María Vanhalen como consta por escritura ante Antonio
García; y 1 hilo de agua formado por dos medios hilos, uno anotado en al
martava del segundo martes de noche con el número 159 y el otro, en la tanda
del segundo jueves de noche bajo el número 190, vendidos a carta de gracia el 2
de marzo de 1744 en cantidad de 250 libras por los consortes D. Miguel Pascual
de Bonanza y doña Josefa Fernández de Mesa mediante escritura ante Onofre
Savater (365).
Esta hacienda con todo su contenido, según queda referido, valía a común
estimación 8.000 libras, libre de toda carga y gravamen. No obstante, esta
cuantía también se verá incrementada con nuevas aportaciones a partir de 1750.
Mayorazgo de Isabel Oliva. A la hija menor de los testadores le asignaron
por su mayorazgo y vínculo perpetuo una hacienda denominada La Condomina,
situada en la homónima partida rural de la Huerta y término de Alicante, con su
casa de morada, pozo de agua manantial y aljibe para la de la dula, 3 cubos,
bodega, safareig y toneles suficientes para la cabida de 2.500 cántaros de vino, 3
lagares y demás arreos corrientes necesarios para producirlo, compuesta de 60
tahúllas y media de regadío plantadas de viñedo con su cerco de pared a la orilla
de los caminos carreteros.
Comprada el 23 de julio de 1720 a los esposos Antonio Brusqueto y Ana
María Rodrigo por escritura ante Antonio García, le correspondía una hora y
cinco minutos de agua nueva del pantano, en virtud de las mencionadas reales
ordenanzas de la ciudad de 1740 y distribución realizada el 11 de febrero por D.
Marcelino Gimeno de Samper, a razón de un hilo de hora y media de agua por
cada 83 tahúllas, a la que los fundadores añadieron 2 hilos suyos propios de
agua vieja del pantano; es decir, 1 hilo inscrito en la martava del segundo
(365) A.H.P.A. Protocolo 806 de Antonio García, “Testamento…”, 11-3-1745, ff. 78v-80v.
566
miércoles de día con el número 165, vendido el 29 de marzo de 1724 por D.
Tomás Jacinto Cebriá, por sí y en nombre de su esposa doña Mariana
Berenguer, mediante escritura ante Antonio García; y el otro hilo, anotado en la
martava del primer miércoles de día bajo el número 56, vendido como suyo
propio por doña Josefa Manuela Escorcia y Ladrón, viuda de D. José Fernández
de Mesa, por escritura de 30 de agosto de 1744 ante el mismo citado escribano.
La hacienda con más su casa de morada, tierras y todo lo demás referido que
en ella se contenía se valoraba a común estimación en 6.000 libras, franca de
carga y gravamen.
Más otras dos casas de morada contiguas con cisterna común a ambas,
situadas en la calle que desde la plazuela nombrada de D. Gaspar va a la de
Llop, de las cuales la mayor hacía esquina y era colindante por un lado con el
domicilio familiar de los testadores, vinculada a su hijo Esteban Vicente, calleja
llamada de Marabeuf en medio; por el otro lado, con casa de Francisco Salazar;
por enfrente, con casa de la herencia de Cipriano Campos, calleja en medio; y a
las espaldas, con casas de Tomás López que antes eran de Pedro Cavalo; cuyas
casas, siendo solares, compraron el 13 de agosto de 1723 de los esposos
Gerónimo Martínez y Margarita Soler por escritura ante Pascual Bueno, y de
Vicente Soler mediante escritura otorgada el 5 de julio de 1724 por su tutor y
curador, Francisco Mingot, ante el mismo referido escribano, cuyas dos casas
eran justipreciadas en 2.000 libras sin ninguna carga ni gravamen (366).
Sin embargo, el día 13 de diciembre de 1749 Isabel Oliva profesaba el hábito
de religiosa agustina en el oriolano convento de San Sebastián, revocando sus
padres el vínculo testamentario instituido a cambio de asignarle una renta
vitalicia de 150 libras anuales “para su decente manutención y asistencia”,
agregando al mayorazgo de su hija María Felicia la finca de La Condomina que
hipotecaban a la seguridad de la pensión vitalicia de su hija monja, así como a
los cargos por el bien de su alma y demás obra piadosa; mientras las dos casas
vinculadas quedaban, en un primer momento, libres a disposición de los
progenitores quienes, posteriormente, las agregaron al mayorazgo de su hijo
Marcos Espíritu Pascal (367), quedando incrementado en 2.000 libras y el de su
hermana en 6.000 libras rebajadas en la renta vitalicia y obra pía de la religiosa.
En resumen, la totalidad de los bienes donados y vinculados suponían, como
mínimo, un monto capital líquido estimado en 122.293 libras, cifra que bien
podría redondearse a 123.000 libras teniendo en cuenta las agregaciones y
mejoras realizadas, pero no valoradas, en el vínculo perpetuo de su
segundogénito hijo varón, el más beneficiado de sus descendientes puesto que
las 62.190 libras en que se valoraba su mayorazgo superaba el 50 % de todos los
bienes vinculados.
En cualquier caso, el montante capital de 122.293 ó de 123.000 libras
representaba la mayor parte de la fortuna patrimonial de Marabeuf, aunque no su
(366) A.H.P.A. Protocolo 806 de Antonio García, “Testamento…”, 11-3-1745, ff. 80v-81v.
(367) A.H.P.A. Protocolo 811 de Antonio García, “Codicilo”, 16-4-1750, ff. 105v-107r y 108v.
567
totalidad, ya que los propios esposos testadores afirmaban quedarles todavía
“bienes libres de que disponer como son varias casas, muebles, censos, créditos
y otros derechos y acciones” (368).
En efecto, procedentes del tercio y remanente del quinto de los bienes libres
mejoraban en 2.500 libras a su hijo Marcos, con el fin de que éste pudiera mudar
su estado de soltero por el de casado o usarlas en aquel que tuviera por
conveniente. También era intención de los cónyuges Marabeuf, antes de su
fallecimiento, redimir las 1.600 libras de capital del censo cargado sobre la casa
principal donada y vinculada a su hijo Esteban que, en el caso de no haberlo
hecho, quedaban agregadas al vínculo de éste; pero, dándose la circunstancia
contraria, debía liquidarse con los fondos del tercio y remanente del quinto de
los bienes libres, entendiendo haber cantidad suficiente para ello; pues, de no
haberla, debía suplirla su hijo mayor de la renta y producto de su mayorazgo
durante el siguiente cuatrienio al del año en que hubiese tomado posesión del
mismo.
Así mismo, deben ser patrimonialmente contabilizadas las 500 libras del
remanente del quinto legadas a su nieta Francisca María Loustau y Marabeuf,
hija de José Loustau y María Felicia Marabeuf, “en atención al cariño que la
tenemos” (369).
Cinco años más tarde, en previsión de que cesare, por muerte de su hijo monje
Francisco José, el anual legado de 100 libras asignado a la valenciana Real
Cartuja de la Vall de Crist por el “afecto que la tenemos”, los esposos Marabeuf
le hacían donación de 2.120 libras en que se valoraban los siguientes bienes
inmuebles de libre disposición:
Una casa en al calle de la Partición valorada en 600 libras, vendida el 8 de
abril de 1747 por José Barriga Orozco mediante escritura ante Antonio García.
Otra casa de morada en la calle de la Portería de San Agustín estimada en 500
libras, por cuyo precio la vendió José Bayona a carta de gracia el 9 de mayo de
1732 a Pedro Martel con escritura ante el mismo citado fedatario público,
reconociendo el comprador mediante otra escritura del 4 de abril de 1733
haberla adquirido para Marabeuf con dinero de éste.
Otro inmueble en la calle de la Pelota, en el barrio de Buda del arrabal de San
Francisco, que les perteneció por venta a carta de gracia otorgada el 21 de mayo
de 1734 por su sobrino Vicente Risso, como apoderado de su madre Teodora
Soler, hermana y cuñada de los compradores, ante el mismo citado escribano en
valor de 230 libras.
Otras dos casas, una situada en la calle del Abret del barranco del Carmen y la
otra, abría puerta en la calle de la espalda de San Roque pisando parcialmente
sobre la caballeriza de la anterior, vendidas el 7 de diciembre de 1741 por José
Barriga Orozco a Marabeuf ante el escribano Jaime Feliz en precio de 130
(368) A.H.P.A. Protocolo 806 de Antonio García, “Testamento…”, 11-3-1745, ff. 86v-87r.
(369) A.H.P.A. Ibid., “Testamento…”, 11-3-1745, ff. 86v-89r y 45r-45v. Las agregaciones a la hacienda de
Villoríen contenidas en las cláusulas hereditarias del folio 88r-88v, avalan nuestra fundada sospecha de que el
montante valor de las propiedades donadas y vinculadas ronda, si no supera, las 123.000 libras.
568
libras.
Otras tres casas contiguas, la principal en la plazuela de San Antón y las otras
dos, a espaldas de esta, apreciadas en 510 libras y pertenecientes al cónyuge del
comerciante por la hijuela de división de los bienes de sus padres, practicada el
23 de diciembre de 1733 ante Vicente Navarro y Pastor.
Finalmente, otra casa en la mencionada plazuela de San Antón, enfrente de la
homónima ermita, valorada en 150 libras y también propiedad de la consorte del
bretón, a la que perteneció por la misma antedicha hijuela de división y
adjudicación de bienes hereditarios (370).
Con respecto al patrimonio mobiliario de Marabeuf, este será conocido a
través del inventario extrajudicial que, de común acuerdo y buena fe, iniciaban
su confección el 19 de febrero de 1754 su viuda, hijos varones y yerno.
La extensa relación, contiene todos los enseres existentes en cada una de las
dependencias que componían tanto la vivienda principal de la ciudad como las
casas campestres de Bonañy, Villoríen y El Torrejón, cuyo montante valor de
sus respectivos moblajes se estimaba en 6.980 pesos y 14 sueldos, destacando el
domicilio familiar urbano por su menaje y ornamentos apreciados en 6.283
pesos y 10 sueldos, cantidad que incluía un conjunto de alhajas de oro y plata,
más joyas de oro, tasado por el platero Bartolomé Amérigo en 1.828 libras, 6
sueldos y 10 dineros.
Del mobiliario existente en las masías, el de Bonañy era el de mayor valor
llegando a alcanzar los 490 pesos y 2 sueldos, seguido por el de El Torrejón
apreciado en 125 pesos y 8 sueldos, resultando la menos dotada la de Villoríen,
perteneciente al mayorazgo de su hijo mayor Esteban, con sólo 81 pesos y 14
sueldos.
Igualmente, el inventario también contenía el dinero en efectivo, diferentes
créditos y censos no manifestados en las últimas voluntades.
En relación a la masa monetaria encontrada, esta se cuantificó en valor de
2.512 libras, de las que el 99´4 % fueron localizadas en la casa principal de la
ciudad en cantidad de 2.200 libras en monedas de oro, hallándose las restantes
15 libras en la casa de Bonañy.
A 3.513 libras, 9 sueldos y 1 dinero ascendía el monto de los créditos no
satisfechos por los ocho deudores nominados en la memoria mobiliaria, de los
cuales cinco eran alicantinos, bien residentes en la ciudad o bien provinciales,
dos murcianos y uno valenciano, sobresaliendo de entre todos por su crecida
deuda el cartagenero D. Nicolás Montanaro con un débito de 2.390 libras, 12
sueldos y 6 dineros.
Finalmente, el monto capital de los nueve censos relatados en el asiento
sumaba 2.152 libras y 5 sueldos, figurando como deudores de pensiones con una
total cuantía 493 libras, 12 sueldos y 1 dinero sólo los tres primeros censatarios
que, en nuestra opinión, induce a los autores a cometer un error de cálculo al
computar la citada renta censal adeudada con los capitales de la siguiente media
(370) A.H.P.A. Protocolo 811 de Antonio García, “Codicilo”, 16-4-1750, ff. 101v-102v.
569
docena de censos, resultando así un equívoco valor nominal censal de 1.880
libras, 9 sueldos y 7 dineros, cual refleja el inventario, inferior en 271 libras, 15
sueldos y 5 dineros a la sumatoria de los capitales, y en 765 libras, 7 sueldos y 6
dineros a la de capitales más réditos censales.
En cualquier caso, los autores del inventario, que finalizaban y signaban el
documento con fecha 23 de marzo de 1754, expresaron que el valor del dinero,
créditos y censos ascendía a 7.905 pesos, 18 sueldos y 8 dineros, apreciando
todo el restante conjunto mobiliario en 14.886 pesos, 2 sueldos y 8 dineros,
salvo el dinero efectivo de más que perteneciendo a la herencia se encontrase en
cualquier parte, y cuantos créditos, derechos y acciones apareciesen entre los
libros y papeles depositados en poder del abogado Manuel Soler Verdú, sobrino
y primo de los firmantes quienes, cinco días más tarde, elevaban este inventario
a documento público (371).
En consecuencia, la total valoración de los bienes de libre disposición
poseídos por Marabeuf y su esposa alcanzaban la estimable cifra de 22.792
libras, 1 sueldo y 4 dineros, que añadidas a las 122.393 libras de valor mínimo
en que se apreciaban los bienes donados y vinculados, proporcionaban una
fortuna patrimonial valorada por defecto en 145.185 libras, 1 sueldos y 4
dineros, en nada despreciable para la época.
Sin embargo, pronto empezaría el deterioro de esta notable fortuna afectando,
sobre todo, la de los bienes raíces ya que sus hijos, especialmente Marcos quien
de hecho detentaría la jefatura familiar, no se ocuparía personalmente de ellos
como hiciera su fallecido padre, menoscabándolos en su nobiliaria pretensión de
vivir de las rentas y beneficios, continuando así hasta la completa desaparición
de los mismos y de los mayorazgos con las desamortizaciones decimonónicas.
(371) A.H.P.A. Protocolo 833 de Gregorio García, “Inventario extrajudicial de los bienes muebles de Dn.
Francisco Marabeuf”, 28-3-1754, ff. 49r-69v.
570
571
LAS REDES FAMILIARES: LOS MARICONE
(1) En toda la documentación notarial de los fondos archivísticos públicos lucentinos se les identifica con la
versión castellanizada de su apellido; es decir, Maricón, aunque las signaturas consignadas en las actas sean la
italianizante Maricone. Por esta razón, además de las connotaciones ofensivas que pudiese tener el termino
castellano, hemos optado por usar en este trabajo el original apellido italiano.
(2) A.H.P.A. Protocolo 790 de Antonio García, “Poder para herencia”, 27-6-1724, ff. 279r – 281v, y Protocolo
1580 de Vicente Rovira, “Carta de pago” y “Poder para cobrar”, 30 -7-1733 y 11-12-1733, ff. 182r – 182v y
253r – 253v, respectivamente.
571
genovesa, constatando su estancia alicantina una operación crediticia de
comienzos de 1706, mediante la que ajustaba todas las cuentas anteriores con
Carlos Portes, avecindado en la villa de Elche, resultando un saldo de 833 libras,
18 sueldos y 9 dineros favorable al genovés que, pasados ocho años, intentarían
cobrar sus hermanos Juan Bautista Felipe y Gerónimo Maricone (3).
Sin duda, la turbación bélica de los tiempos aceleraría el proceso de
repatriación de Bartolomé que, seguramente, retornaría a su Génova natal antes
de que en agosto la ciudad sufriera el asedio de las tropas austracistas y que la
fortaleza fuese bombardeada por la armada aliada, obligando a capitular a su
guarnición mandada por el irlandés coronel Mahony (4). A partir de entonces se
pierde todo rastro en la actividad personal de Bartolomé Maricone, con la única
excepción referida a los primeros días de mayo de 1726 en que, con cargo al
Conde de Oropesa, embarcaba en Génova sobre el navío “Santa María y San
Roque” dos coches bien acondicionados y con todos sus arreos consignados a la
orden de don Juan Bautista de Iturralde, a la sazón administrador de la Aduana
de la ciudad, según expresaba la correspondiente póliza de cargo (5).
La recuperación felipista de la ciudad y su restitución al dominio borbónico en
abril de 1709 posibilitaría, en los meses inmediatos siguientes, la llegada a
Alicante de Juan Bautista Felipe Maricone – en adelante Maricone –,
permaneciendo en ella durante doce años en los que, siendo inicialmente
comisionado de la casa central, asentaría su propio negocio formando compañía
y casa comercial bajo el nominativo título de su nombre completo, a la que
incorporaría en 1713 a su hermano Gerónimo Maricone – en adelante Gerónimo
-, al concederle tan amplias facultades que de facto se convertía en el gerente o
administrador general de su negocio (6) para, poco tiempo después, asociarse
(3) A.H.P.A. Protocolo 781 de Antonio García, “Obligación”, 23-1-1714, ff. 49r – 50v. Este crédito fechado en
3-1-1706, con los demás que en España tuviere Bartolomé, correspondería hereditariamente a sus hermanos Juan
Bautista Felipe y Gerónimo que para su cobranza procedieron apremio contra Portes, resultando fallido al
constatar la insolvencia del deudor que era condenado a pena de cárcel. Y estando en prisión, acordarían que
otorgase escritura de obligación a favor de los hermanos acreedores pagando siempre que mejorase su fortuna y
contase con medios, para lo cual se ofrecía a diligenciar comisiones para la compra de frutos y otras cosas
dejando el derecho de comisión en poder de los hermanos como parte de pago del adeudado crédito.
(4) Miñana, J.M., De bello rustico valentino. Institución Alfonso el Magnánimo, 1985. 15-II, pp. 144 y ss.
Pradells Nadal, J., Del foralismo al centralismo. Alicante 1700-1725. Universidad de Alicante, 1984, pp. 72-73.
El asedio terrestre a la capital alicantina daba comienzo el 6 de enero, perdurando las escaramuzas entre
sitiadores y sitiados hasta el 31 de julio en que la armada aliada comenzaba el bombardeo de la fortaleza por
espacio de ocho días hasta lograr su rendición, aproximadamente un año después de que Juan Bautista Basset y
Ramos hubiese desembarcado en la villa de Altea con su destacamento con el que se iniciaba la Guerra de
Sucesión en el Reino de Valencia.
(5) A.H.P.A. Protocolo 792 de Antonio García, “Protesta”, 9-7-1726, f. 272r – 272v. Ambos coches, de
diferente tamaño, fueron desembarcados en el muelle del puerto hallando Iturralde al más pequeño totalmente
inservible por tener hundido el techo, roto el cristal y las correas cortadas por no haberlas despasado de las
hebillas. Por ello, protestaría que todos estos daños debía satisfacerlos el francés Pedro Gay, capitán del buque,
que respondería no estar obligado a pagar nada por no haber firmado la póliza.
(6) A.H.P.A. Protocolo 780 de Antonio García, “Poder general”, 20-6-1713, ff. 130r – 135v.Con el le autorizaba
para cobrar deudas; sacar de la Aduana, capitanes y patronos toda clase de géneros y mercancías, comprarlas y
venderlas; tomar cuentas y razón con pago; comprometer pleitos y deudas, ceder y traspasar, tomar dinero a
cambio marítimo y librar letras; revocar poderes generales y/o particulares, pleitos, causas y apelaciones hasta en
cantidad de 1.500 doblas/doblones; es decir, 6.000 libras valencianas.
572
los dos hermanos formando nueva compañía y casa de comercio con el conjunto
título de sus respectivos nombres y común apellido.
Mientras tanto, en este último año, se había producido el fallecimiento de su
padre don Octavio y de su tío paterno don Juan Bautista quien, redactando sus
últimas voluntades ante el notario genovés Alejandro Alfonso a primeros de
noviembre de 1711 y dejando la casa comercial de Génova bajo la gerencia de
sus sobrinos Bartolomé y José, se trasladaría a Francia con el objetivo de
establecer una sucursal, a cuyo fin compraría un inmueble en París convertido
en la sede delegada. No conocemos con detalle el testamento de don Juan
Bautista, pero sí sabemos que dejaba a su viuda doña María Victoria el usufructo
de sus bienes incluida la casa parisina, nombrando por sus universales herederos
a partes iguales a sus cuatro sobrinos, motivo por el que en febrero de 1716
Maricone y Gerónimo apoderarían a los hermanos parisinos don Francisco
Octavio y don Marco Antonio Verzura para la cobranza del tesorero real francés
de los caudales de las rentas pertenecientes a su finado tío y a sus herederos,
constituidos ante el preboste de mercaderes de París, sobre los subsidios y
derechos de Francia, en conformidad con el edicto real de diciembre de 1713,
además de percibir los frutos de dichas rentas producidos hasta esa fecha y
adquirir nuevas rentas de la casa de París con reserva del usufructo a favor de la
viuda (7).
Llegado el mes de octubre no parecían haber progresado las gestiones de los
Verzura en el encargo recibido, decidiendo los dos hermanos genoveses
desplazarse personalmente a la capital francesa para intentar dinamizar el
asunto; pero no podían ausentarse de Alicante sin dejar persona/s responsable/s
al frente de su común compañía y casa de comercio, tomando la determinación
de nombrar por administradores y cuidadores de sus alicantinos negocios a sus
genoveses mozos de escritorio Francisco María Bottaro y Antonio María
Castelly (8).
Previniendo futuras e imponderables adversidades que pudiesen acontecer
durante el viaje y estancia parisina, Maricone y Gerónimo redactarían sus
últimas voluntades pocos días después de designar a sus administradores. Sus
sencillas cláusulas disponían que la eclesiástica sepultura, misas y demás
mandas piadosas fueren a voluntad de aquél que sobreviviese debiendo ser
albacea del que primero falleciese, siendo el funeral del último en morir a la
voluntad y disposición de “nuestro hermano José, vecino de Génova, que será su
albacea”. Después de mandar pagar todas sus deudas que estuviesen justificadas,
nombrarían por sus herederos el uno al otro y viceversa, además de designar
como heredero de ambos a su mencionado hermano para cuando sucediese el
caso de fallecer los testadores sin descendencia legítima (9).
(7) A.H.P.A. Protocolo 783 de Antonio García, “Fe de vida y poder”, 24-2-1716, ff. 30r – 31v.
(8) A.H.P.A. Ibid., “Poder general”, 10-10-1716, ff. 243r – 249v. A sus apoderados les facultaban para
cobranzas, pleitos, tratos, negocios y correspondencias con cualquier entidad pública y privada, así como con los
particulares.
(9) A.H.P.A. Ibid., “Testamento”, 16-10-1716, ff. 241r – 242v.
573
Desconocemos el resultado del viaje y estancia en París; pero, en cualquier
caso, sería de breve duración para Maricone que en los primeros días de
noviembre ya se había reintegrado a Alicante, no sucediendo igual con
Gerónimo, que permanecería ausente los restantes meses de 1716 no retornando
a la ciudad hasta marzo del siguiente año. A su llegada conocería la peor de las
noticias, de gravísimas consecuencias personales para el propio Gerónimo. En el
transcurso de 1716 se había propagado el rumor de que la, hasta entonces,
espléndida trayectoria mercantil de los fraternales negocios eran objeto de
especial seguimiento por la administración borbónica bajo la sospecha de
connivencia con el enemigo inglés, rumor convertido en certidumbre para las
autoridades a finales de ese año al encausar a los hermanos genoveses,
imputándoles haber tenido “trato y negocio ilícito con los enemigos de
Gibraltar”, que se vieron precisados a preparar su defensa ante los Supremos
Consejos otorgando poderes jurídicos al agente de negocios José César Quiroga
y a los procuradores de los Reales Consejos Blas Hernández Villalpando, Pedro
Valentín de Aragón y Francisco Pastor, todos residenciados en Madrid, y para el
mismo fin ante la Audiencia de Valencia nombrarían por su representante al
procurador de causas de aquella ciudad Victoriano Barberá (10).
La comprensión de este turbio asunto sólo es posible si se contempla en el
contexto del cambio de orientación italianizante adoptado por la política exterior
del primer Borbón en este año, preconizada por su ministro el cardenal Julio
Alberoni cumpliendo los ambiciosos deseos de su parmesana segunda esposa
Isabel de Farnesio, y cuyos inmediatos resultados fueron la exitosa expedición
contra Cerdeña en julio de 1717, seguida al año siguiente con otra contra Sicilia
preparada mediante la argucia legal del contrato de fletamento que, en la
práctica, enmascaraba una requisa de naves con pabellón extranjero, en acertada
opinión del profesor Alberola Romá (11), y que tras su ocupación provocaría la
intervención de la Cuádruple Alianza, celosa por salvaguardar el equilibrio
europeo de los tratados de Utrecht-Rastatt, y la posterior derrota naval española
frente al cabo Passaro en agosto de 1719 a manos de la escuadra británica, a
resultas de la cual se produciría la destitución de Alberoni y la adhesión
española a la Cuádruple Alianza, previa devolución de Cerdeña y la retirada de
Sicilia.
Las sombras de sospecha sobre el comercio ilícito habían sido vertidas
intencionadamente desde los estamentos oficiales, no habiendo surgido por
envidia o animadversión en el seno del círculo mercantil alicantino donde el
buen nombre, prestigio y excelentes relaciones que los hermanos genoveses, en
particular Gerónimo, tenían con la mayoría de los hombres de negocios extranje-
(10) A.H.P.A. Protocolo 783 de Antonio García, “Poder para pleitos”, 9-11-1716 y 6-12-1716, ff. 274r – 274v y
308r – 308v, respectivamente.
(11) Alberola Romá, A., “En torno a la política revisionista de Felipe V: Los fletamentos de buques extranjeros
en el puerto de Alicante y su empleo en la expedición a Sicilia del año 1718”, en Aspectos de la vida cotidiana
en la España Moderna (I). Revista de Historia Moderna, nº 10. Anales de la Universidad de Alicante, 1991, pp.
263-285.
574
ros, practicasen o no negocios, tratos y correspondencias con ellos, era un hecho
probado y de capital trascendencia en el futuro devenir personal del citado
negociante, siendo demostrativo de ello una manifestación realizada por éste a
petición del negociante francés Pedro Lombardón quien, a mediados de 1717, le
requería testimoniase sobre si conocía a la compañía extranjera con la que el
peticionario mantenía tratos y correspondencias en Madrid con el fin de eliminar
cualquier duda de veracidad, declarando el manifestante para los efectos que
más favoreciesen al francés que “desde su llegada a esta ciudad hacía siete años,
no ha sabido ni al presente sabe que éste tenga otra correspondencia sobre
negociación y comercio en la Villa y Corte que la de Camby y Spinelly …, la
que continua al presente”, lo cual alegaba conocer por ser negociante y por
motivo de la correspondencia lícita concurrente entre los hombres de negocio,
pasándose unos a otros letras de cambio y otros intereses (12).
Más aún. Resultaba incuestionable que el volumen de negocios y tratos
mercantiles practicados por los hermanos genoveses en esos dos cuatrienios,
sobre todo en el sexenio de 1712 a 1717, les reportarían tan excelentes
beneficios económicos como para catapultarles a ocupar la posición hegemónica
entre las casas comerciales afincadas en la ciudad por sus cuantiosos
gananciales, al tiempo que alcanzaban el punto más álgido de su actividad
comercial, hechos ambos reflejados y refrendados por la mayor carga impositiva
que hubieron de tributar en el reparto del Equivalente de 1718, ordenado por el
Superintendente Luis Antonio de Mergelina y Motta en su instrucción de 21 de
febrero, donde imponía a la ciudad un cupo de 16.300 libras (13), en el caso de
que admitamos la fiabilidad de esta fuente por su exclusivo carácter fiscal.
Sin embargo, por causas ajenas a los hermanos, comenzaría desde entonces un
proceso desacelerado en sus negocios conducente a un irrefrenable declive de la
común compañía y casa de comercio que, iniciado en 1718, alcanzaría su más
baja cota siete años después. La bonancible situación económica pareció
súbitamente evaporarse y la idílica prosperidad pronto se tornaría en humillante
y angustiosa tribulación vital para Gerónimo, bruscos y radicales cambios a los
que no sería ajena la desfavorable resolución de la causa pendiente ante los
Supremos Consejos.
Los inicios del año 1718 coincidían con la ausencia alicantina de Maricone,
presumiblemente desplazado hasta Madrid para gestionar asuntos relacionados
con la causa judicial abierta, recabando todo posible asesoramiento y ayuda ante
las perspectivas de una sentencia condenatoria, al tiempo que aprovecharía su
estancia en la capital para ajustar negocios con la compañía de Firidolfi y
Galeote con la que tenían habituales tratos y correspondencias. En cualquier
(12) A.H.P.A. Protocolo 443 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Declaración”, 1-6-1717, f. 216r – 216v.
(13) A.M.A., Arm. 7, Lib. 2, “Repartimiento del Equivalente. Año 1718”. La exacción tributaria de los
hermanos ascendía a 600 libras, lo que en teoría supondrían unos gananciales por encima de las 4.200 libras para
el año 1717, contribuyendo el séxtuplo que tan relevantes negociantes como Francisco Marabeuf, Gerónimo
Fabiani o Antonio Bocardo con 100 libras cada uno, el cuádruplo que Pedro Choly, Enrique Elver o Carlos
Antonio Noly con un gravamen de 150 libras, y casi el doble que la inglesa compañía Blech, Tucar y Blech con
350 libras tributadas. Vid. García Trobat, P. El equivalente de alcabalas, un nuevo impuesto en el Reino de
575
caso, llegado el mes de abril se comunicaba el veredicto que resolvía declarar
culpables a los hermanos del imputado delito de “trato y comercio ilícito con los
enemigos de Gibraltar”, condenándoles a la confiscación de todos sus bienes y
efectos, además de la pena de cárcel a Gerónimo por el tiempo de dos años,
durante los cuales no podría la común compañía y casa comercial realizar
ningún trato y negocio, si bien se concedía al reo la posibilidad de su indulto
valorado en 6.000 doblones ó 24.000 libras, desorbitada cantidad que en modo
alguno podía pagar (14).
Así mismo, el auto conminaba al gobernador al pronto y cabal cumplimiento
de la sentencia en cuya virtud ejecutaría de inmediato lo ordenado, encarcelando
al penado en el mismo mes de abril y suspendiendo jurídicamente poco después
a los administradores Bottaro y Castelly en sus funciones, con el fin de impedir
cualquier actividad mercantil que, en efecto, quedaría paralizada a partir del mes
de julio de ese año hasta el extremo de que, en las restantes mensualidades de
1718 y en todas las de 1719, desaparecía de todas las fuentes existentes en la
ciudad, incluida la de carácter estrictamente fiscal (15), cualquier vestigio
documental referido a la genovesa compañía y casa de comercio de los
hermanos Maricone.
En un intento por remediar o, al menos, mitigar la degradante situación
carcelaria, sus procuradores Bottaro y Castelly dispondrían la substitución de la
parte del poder general de 1716 relativa a “todo género de pleitos, causas y
negocios civiles, criminales y ejecutivos” en el mercader Francisco Loza, cuyas
diligencias en tal sentido resultarían del todo estériles (16). Pero si la alevosa
situación personal y, sobre todo, económica de Gerónimo no tenía ya de por sí la
suficiente gravedad, esta aún se vería agudizada con las exigencias jurídicas de
bastantes acreedores para la cobranza de sus créditos, presentando contra su casa
y compañía un aguacero de letras de cambio, que no serían aceptadas ni pagadas
por los administradores Bottaro y Castelly en base a esgrimir diferentes
pretextos argumentales, como veremos más adelante.
Maricone estaría ausente de Alicante durante el tiempo de estancia de su
hermano en prisión, trasladándose desde Madrid a su Génova natal en donde
permanecería hasta la liberación de éste acontecida a comienzos de abril de
1720, retornando entonces aquél a la ciudad por algún tiempo pese a que su
hermano pronto casaría con la alicantinaVentura Gassen, de ascendencia franco-
576
española, pasando los nuevos consortes a instalarse en un inmueble de la Plaza
del Mar, desde donde autorizarían a su cuñado y hermano Andrés Gassen para el
cobro de las deudas, bienes y efectos pertenecientes a la desposada como uno de
los hijos y herederos de sus fallecidos padres (17); lógica medida, por otra parte,
ante la delicada situación crematística de Gerónimo unida a la perentoria
necesidad de disponer de solvente liquidez. Esto impulsaría al negociante
genovés a su pronta reincorporación a la cotidiana actividad mercantil,
valiéndose para ello de la participación de sus colaboradores Bottaro y Castelly,
quienes conservaban íntegramente las facultades concedidas en el poder general
antedicho, en uso de las cuales Bottaro litigaría contra el negociante inglés John
Reynell, representante de Hamond y compañía, sobre el incumplimiento de una
venta de 300 modines de sal apreciados cada uno en 3 pesos y 6 reales, libres de
todo gasto de sobrecargo, pala y mitad del flete para el genovés vendedor, que
habían celebrado el 24 de julio de ese mismo año por mediación del corredor
público Antonio Marquez hijo. Pasado un mes, el vendedor había conseguido
auto favorable del Corregidor interino don Miguel de Ochoa y Concha
mandando a Reynell manifestar el importe de la sal, apercibiéndole de ejecución
en el caso de incumplimiento. Tres días más tarde, el negociante inglés apelaría
ante la Audiencia al tiempo que el corregidor dictaba nueva instrucción para
que, constando haber pagado la sal, se le oyese dándole testimonio y no de otro
modo, respondiendo el inglés al tercer día con la petición de consentir declarar
el importe si este se dejaba en poder del depositario de la ciudad hasta la
resolución del tribunal de apelación o, al menos, se le mandase a Gerónimo
afianzar la seguridad del mismo. Otro auto del justicia mayor admitía el
consentimiento, mandando entregar el valor de la venta al negociante genovés,
al que ordenaba dar fianza de restitución para el caso que así lo determinase la
Audiencia y, cumplido el auto, se le testimoniase a Reynell para que prosiguiera
con su apelación. Hallándose en este estado el litigio intervendría el corredor
Pedro Benesio, cuya mediación lograría convenir y ajustar a las partes,
acordándose la renuncia del inglés a la apelación a cambio de recibir del
genovés libranzas de sal, para poder cargar una de 60 modines sobre el navío
inglés “Tomás y Juan” del capitán Richard Evans; una segunda de 210 modines
para embarcar en el buque “John Goodwil” capitaneado por Robert Bland, y una
tercera de 20 modines, siempre que se la pidiese, para llevar en la nave de su
interés, quedando eximido Reynell de tomar los 10 últimos modines de la total
partida vendida, quien entregaría de inmediato el importe de 1.078 libras y
media a Benesio, que las retendría en su poder y entregaría a Gerónimo luego
que la sal de las dos primeras libranzas estuviese a bordo de los mencionados
buques (18), trato que al parecer no dejaría satisfecho al negociante genovés.
(17) A.H.P.A. Protocolo 786 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 26-4-1720, ff. 102r – 103v. Los
finados progenitores de Andrés y Ventura Gassen habían sido el francés Antonio Gassen y la alicantina Josefa
Colomina. Andrés, abrazando la soltería, desempeñaría un destacado papel ayudando a su cuñado y hermana,
con la que conviviría siempre hasta su muerte producida en el último año de la década de los cincuenta.
(18) A.H.P.A. Ibid., “Ajuste entre partes”, 29-8-1720, ff. 295r-296v. El referido corregidor interino era abogado
577
Acaso como consecuencia de la nefasta experiencia carcelaria y económica
padecida por Gerónimo o, tal vez, influenciado por su nueva situación familiar,
a mediados de abril de 1721, después de casi una década de existencia,
finalizaría la común compañía y casa de comercio de los hermanos genoveses
conocida con el título de Juan Bautista Felipe y Gerónimo Maricone, iniciando
cada uno su andadura mercantil en solitario al conformar separadamente su
exclusiva compañía bajo sus propios nombres respectivos, el primero en Génova
a donde regresaría y el segundo en Alicante; pero ello no supondría en modo
alguno la interrupción de sus fraternales vínculos comerciales, pues continuarían
manteniéndose dinámicos y fluidos, siendo un hecho probatorio los fletamentos
de navíos efectuados por Gerónimo para remitir a Génova diferentes productos a
su hermano.
Siguiendo los pasos dados por su ausente hermano en octubre de 1716,
también Gerónimo otorgaría ahora poder general a su cuñado Andrés Gassen y a
su genovés ayudante Antonio María Castelly para todos los negocios y
correspondencias de su propia compañía, revocando previamente cualesquier
otros concedidos con anterioridad a cualquier persona, apartando así de su
compañía al que hasta entonces también fuese su genovés colaborador Francisco
María Bottaro, con cuyas pasadas gestiones en la venta de sal se sentía
insatisfecho (19). Por si quedaba alguna duda sobre las verdaderas intenciones
del negociante genovés, siete meses más tarde revocaría el poder general que
para la administración y cuidado de la extinguida casa y negocio de los
Maricone habían otorgado ambos negociantes a Bottaro y Castelly en 1716, con
motivo de ausentarse de la ciudad para desplazarse a París; pero habiéndose
reintegrado Gerónimo a ella, cesaban ahora las causas de aquel otorgamiento
que anulaba en su totalidad sin reservar cosa alguna, y con la protesta de
tomarles cuentas del tiempo que lo habían poseído (20), en clara alusión a
contabilizar no sólo el que estuvo en la cárcel por orden real, sino también de
aquel otro que, una vez lograda su libertad, continuaron administrando la extinta
casa de comercio, sus negocios, cobranzas y convenios.
La pretensión del negociante por liquidar estas cuentas le enfrentaría a sus
antiguos mozos de escritorio, aunque realmente la reciproca desconfianza se
venía arrastrando desde hacía tres años, cuando el 27 de abril de 1718, estando
privado de libertad, sus entonces administradores le presentaban cabalmente las
cuentas por mediación del notario Vicente Navarro y Pastor a fin de que, una
vez reconocidas y admitidas, las diese por formalmente liquidadas librándoles el
correspondiente finiquito, excusándose el negociante no hacerlo en vista del
alcance pretendido por aquellos, los cuales presentarían nueva petición ante la
real justicia de la ciudad a través del notario Francisco Hernández en enero de
1722, habiendo seguido litigando desde entonces debido a la irreconciliable
578
diferencia de alcances de unos al otro hasta que, reconociendo ambas partes los
beneficios y mutuos servicios prestados, la mediación del negociante genovés
Antonio Bocardo en el mes de agosto posibilitaría ajustar y liquidar las cuentas
pagándose sus respectivos alcances (21), a la par que concluía toda relación
mercantil de Gerónimo con sus compatriotas Bottaro y Castelly.
En la segunda mitad de ese año, los cónyuges y Andrés se trasladarían a una
nueva y definitiva residencia en el callizo de Forner, situado entre la calle de
San Agustín y la Plaza de la Fruta, donde nacerían los tres hijos habidos del
matrimonio: Juan Bautista Felipe, en 1724; y, posteriormente, sus hermanas
Cecilia y Ventura. El primogénito tendría sólo descendencia femenina, habiendo
enviudado con el nacimiento de su hija (22), mientras Cecilia no abandonaría la
soltería durante los días de su vida y Ventura procrearía hijas de su matrimonio
con Lorenzo Antoine hijo (23), circunstancias que acarrearían la desaparición
del linaje de los Maricone alicantinos antes de finalizar el siglo XVIII.
Sin embargo, a comienzos de ese año 1722, quizás en desagravio por la pena
carcelaria padecida, una Real Orden fechada el 20 de febrero, participada en
carta al día siguiente, concedía licencia a Gerónimo para poder introducir por el
puerto de la ciudad 3.000 arrobas de cacao procedentes de fuera de los dominios
portugueses, abonando los correspondientes derechos y el de habilitación,
además de los 50 doblones del donativo, permitiéndole así mismo traspasar esta
real gracia a cualquier otro negociante establecido en la ciudad, como finalmente
haría el negociante genovés pasados ocho meses porque le “han ocurrido
circunstancias que le imposibilitan la dicha introducción” (24). Esta operación,
como veremos más adelante, acabaría a medio plazo en disputa judicial,
provocando la discordia entre cesionista y cesionario.
Llaman intrigantemente la atención esas “circunstancias” aludidas por
Gerónimo, causantes de la cesión del real permiso a importar la expresada
cantidad del citado producto colonial, más aún no habiendo ninguna constancia
documental de ellas, desconociendo, en consecuencia, cuáles pudieron ser con
precisión; pero resulta sintomático que esta cesión fuese su última actividad de
1722 y que durante todo el siguiente año fuese extremadamente parco desde la
óptica mercantil, realizando sólo tres operaciones entre abril y junio de 1723,
para permanecer inactivo la segunda mitad de ese año que se prorrogaría hasta
febrero de 1724, lo que nos induce a pensar que pudieran deberse a un
impedimento físico causado por alguna severa dolencia o grave enfermedad de
persistentes efectos y lenta curación, síntomas que bien pudieran referirse a las
(21) A.H.P.A. Protocolo 895 de Francisco Hernández, “Carta de pago”, 27-8-1722, ff. 193r – 194v.
(22) A.M.A. Arm. 7, Lib. 8. “Vecindario de 1754”. En este año convivían con Juan Bautista Felipe, de 30 años ,
su huérfana hija, su también viuda madre Ventura; su soltero tío Andrés, de 65 años; un criado soltero de 20 años
llamado Francisco Roberto, y dos criadas más.
(23) A.H.P.A. Protocolo 666 de Vicente Fons, “Venta real de casas”, 22-7-1760, ff. 166r – 167v. El documento
pone de relieve, entre otras cosas, que Cecilia, habiendo sobrepasado con largueza la mayoría de edad
establecida en los 25 años, permanecía en estado de doncella, y A.M.A. Arm. 7, Lib.8. “Vecindario de 1754”.
(24) A.H.P.A. Protocolo 895 de Francisco Hernández, “Poder y cesión”, 20-10-1722, f. 232r – 232v.
579
fiebres tercianas, habida cuenta de que las epidemias de paludismo azotarían de
forma recurrente a la sociedad alicantina en el transcurso de esta centuria (25).
Por otra parte, la propia fiscalidad alicantina ofrece datos que ponen en tela de
juicio la orientación dada hasta ahora a esas aludidas “circunstancias”. Sin entrar
en consideraciones sobre la dudosa fiabilidad de la fuente por su propia
finalidad, manifiesta que, pese a todo, las ganancias obtenidas por el negociante
genovés en 1723 le situaban al nivel alcanzado un lustro antes al soportar una
carga fiscal de 627 libras, 19 sueldos y 9 dineros en el Equivalente de ese año,
cuya cuantía impositiva derivada de repartir un cupo de 22.080 libras resulta
comprensible puesto que su repartición, efectuada por los caballeros don Nicolás
Pascual del Pobil y don Tomás Doménech durante el primer cuatrimestre del
año (26), se hacía tomando como base los ingresos obtenidos por el
contribuyente en el año inmediato anterior, al igual que hoy en día, en el que
Gerónimo sí tuvo una activa vida mercantil. Sin embargo, resulta cuanto menos
paradójico que la misma fuente manifieste una carga impositiva de 960 libras, 5
sueldos y 2 dineros en el reparto del mismo impuesto en 1724, practicado por
los también caballeros don Bartolomé Francisco Martín y don Tomás Doménech
sobre un cupo de 22.725 libras (27), similar al del año precedente,
contradiciendo claramente no sólo el sentido etiológico otorgado a las referidas
“circunstancias”, sino también a las exiguas operaciones mercantiles exhibidas
en documento público, lo que supondría replantearnos el principio de causalidad
de las mismas abriendo un abanico de probabilidades sobre las que no
incidiremos en exceso por ser meras hipótesis, pero remarcando entre ellas la de
que el volumen de negocios realizados en 1723 fuese bastante superior al
constatado en 1722, para cuya práctica no cabría estar afectado su autor por
ningún impedimento físico, llevándonos a la conclusión de una voluntaria y
continuada ausencia alicantina de Gerónimo por más de ocho meses, tiempo en
que debería haber practicado tal ingente número de negocios o tan sumamente
rentables como para proporcionarle unos ingresos próximos a las 5.000 libras.
Sin embargo, opinamos que no resulta lógico en un negociante renunciar a ese
beneficioso comercio de importación de cacao, sobre todo cuando sus 36
toneladas estaban principalmente destinadas a su redistribución en la Villa y
Corte estando por ello su venta prácticamente asegurada, si no es por algún
impedimento físico de cualquier índole y se prefiriese abandonar casa y familia
durante tantos meses para practicar otras arriesgadas e inseguras actividades
(25) Alberola Romá, A., “Fiebres, ciencia médica y política sanitaria en el Alicante del Setecientos”, en Revista
Canelobre, Diputación Provincial de Alicante, verano 1985, pp. 84-89, y Perdiguero Gil, E., “Con medios
humanos y divinos: la lucha contra la enfermedad y la muerte en Alicante en el siglo XVIII”, en Dynamis nº 22,
Universidad de Granada, 2002, pp. 121-150.
(26) A.M.A. Arm. 7, Lib. 2, “Repartimiento del Equivalente. Año 1723”. Existe una diferencia fundamental con
respecto al año 1718, consistente en que entonces ocupaba la primacía entre los negociantes tributarios, mientras
que ahora ocupaba una posición algo distanciada de los Marabeuf, Choly o Noly, por citar algunos, cuya carga
tributada rondaba y/o superaba las 1.000 libras.
(27) A.M.A. Ibid., “Repartimiento del Equivalente. Año 1724”. Con esta tributación, Gerónimo se colocaba al
nivel impositivo de Choly, por debajo de Marabeuf y superando a los Noly o Fabiani.
580
tales como la efectiva partición y cobranza en Génova de los bienes hereditarios
de sus difuntos padre y tío.
Sea como fuese, Gerónimo se reincorporaría con renovados bríos a su
alicantina cotidiana actividad en marzo de 1724, mostrando todas las virtudes y
defectos que atesoraba este avispado comerciante, habida cuenta de la facilidad
con que se prodigaba en los tratos; pero regular negociante, porque la casi
totalidad de ellos eran de un enorme riesgo debido a la escasa solvencia de los
deudores y a la no exigencia del acreedor de las correspondientes garantías para
asegurar el cobro de sus créditos, lo cual le reportaría no pocos quebraderos y
agobios financieros ante la falta de liquidez, como el acontecido en ese mismo
año, cuando el último día del mes de julio su cuñado Andrés salía por su fiador
para evitarle la prisión ante la reclamación de un impagado crédito de 4.991
reales de vellón (28). Esta misma carencia de liquidez provocaría en 1725 la
desconfianza de sus acreedores, entre los que se incluía su propio hermano
Maricone, de que Gerónimo pudiese afrontar los compromisos crediticios
contraídos, produciéndose un aluvión de letras de cambio a las que no podría
responder, provocándose la quiebra de su compañía y casa comercial a
comienzos de julio de ese mismo año.
En evitación de ser acosado y molestado por los acreedores o sus
representantes, el negociante genovés se ausentaría de la ciudad, según
manifestaría su cuñado Andrés ante los requerimientos notariales (29), aunque
en realidad se había refugiado en el alicantino convento de San Agustín, como
posteriormente reconocería el propio Andrés Gassen al igual que Josefa
Martínez, criada de la casa del negociante (30); pero esto no le libraría de
ingresar nuevamente en la cárcel.
El hecho de que Maricone fuese uno de los acreedores que le apremiaban al
pago de créditos, produciría un efecto inmediato en el enfriamiento de las
relaciones entre ambos hermanos, llegando incluso a la ruptura temporal de las
mismas como pone de manifiesto el siguiente hecho. A finales de junio de 1724,
Gerónimo, necesitado de recursos crematísticos, deseaba que se practicase entre
los cuatro hermanos la división y adjudicación de los bienes hereditarios de sus
fallecidos padre y tío paterno, que todavía permanecían pro indivisos, pensando
así percibir la parte que de ellos le correspondiese; pero no pudiendo asistir
personalmente debido al nacimiento de su primogénito, entre otras razones,
necesitaba nombrar a la persona que legítimamente le representase apoderando
para tal efecto a su hermano Maricone, poderes que le serían drásticamente
revocados en los primeros días de julio de 1725 (31).
Mientras tanto, varios de sus acreedores solicitaban a la justicia el embargo
(28) A.H.P.A. Protocolo 790 de Antonio García, “Fianza de saneamiento”, 31-7-1724, f. 314r – 314v. Dada la
equivalencia entre esta moneda castellana y la libra valenciana en la proporción 15:1, la cantidad expresada
suponía un débito exacto de 332 libras y 11 reales de vellón.
(29) A.H.P.A. Protocolo 791 de Antonio García, “Protesta de letra”, 1-7-1725, ff. 213 y ss.
(30) A.H.P.A. Ibid., “Protesta de letra” y “Protesta de no aceptación”, 9-7-1725, ff. 232r-232v y 236r-236v,
respectivamente.
(31) A.H.P.A. Protocolo 896 de Francisco Hernández, “Revocación de poder”, 6-7-1725, ff. 128r – 131v.
581
de los bienes de Gerónimo, siendo sobradamente cumplida la solicitud puesto
que no sólo se retendría judicialmente su hacienda, sino que, además, se
decretaba su encarcelamiento, permaneciendo en prisión algo más del año que
media entre noviembre de 1725 y el día 12 de diciembre de 1726, fecha en la
que otro auto judicial le devolvería la libertad, anularía el embargo y le
restituiría sus bienes (32), medidas en las que pudieron haber influido las
diligencias practicadas en la capital del Reino por el abogado de los reales
consejos y antiguo Alcalde mayor de Alicante don Francisco Esteban Zamora y
Canovas, a la sazón residenciado en Madrid, a quien el encarcelado negociante
genovés había otorgado poderes antes de finalizar el mes de junio del último año
referido (33), siendo esta la única actividad realizada por el negociante desde su
encierro carcelario.
La primera y directa consecuencia de su bancarrota sería la paralización de
hecho de la casa de comercio, para posteriormente ir languideciendo hasta
quedar reducida a la tienda de un botiguero, tratante o mercader ocasional,
motivos por los que no aparecería catalogado como negociante en las
certificaciones practicadas por el responsable de la administración de la aduana
local, don Vicente Bonavida, y el fiel de la aduana terrestre, José Galdó, en el
trienio 1728-1730 sobre el comercio de importación y exportación realizados en
estos años (34), ni tampoco se hallaría entre los negociantes residenciados en la
ciudad obligados en 1731, como los restantes vecinos no eclesiásticos ni señores
de jurisdicción, por un edicto del licenciado don José Antonio Reguero, Alcalde
mayor, a presentar en el Ayuntamiento una declaración jurada de sus
propiedades urbanas y rústicas, manifestando su situación, calidad, valor y
rédito, bajo apercibimiento de comiso en caso de incurrir en ocultación u
omisión (35), aunque sí se expresaría su filiación en el padrón de 1731-32 entre
los componentes de la primera clase como integrante de los vecinos particulares
de la ciudad (36).
La puesta en libertad de Gerónimo y el reintegro de sus bienes estaba
condicionada al firme compromiso de afrontar las obligaciones contraídas con
(32) A.H.P.A. Protocolo 898 de Francisco Hernández, “Carta de pago”, 25-1-1727, f. 13r – 13v.
(33) A.H.P.A. Protocolo 897 de Francisco Hernández, “Poder para pleitos”, 28-6-1726, f. 105r – 105v. Zamora
y Canovas había desempeñado el citado cargo municipal en años de la segunda y tercera década del Setecientos
y, como tal cargo, también ejerció el asesoramiento jurídico del corregidor de la ciudad y gobernador militar de
la plaza don José Antonio de Chávez y Osorio.
(34) A.M.A. Arm. 7, Lib. 4. “Copia del Certificado de D. Vicente Bonavida, comprensivo de los Derechos
satisfechos en la Rl. Aduana por los Comerciantes de esta Plaza en la entrada y salida de géneros, años 1728, 29
y 30”, y “Certificado de José Galdó, fiel de rentas generales de la Aduana de tierra de esta Ciudad.”
(35) A.M.A. Ibid., “Auto del Sr. Lcdo. D. José Antonio Reguero, Abogado de los Rls. Consejos, Alcalde mayor
por S.M. de la ciudad de Alicante, 30 de marzo de 1731.” Este edicto se instruía para la formación del padrón de
ese año acordado por el Cabildo en sesión de 19 de febrero. En parecidos términos se expresaba el bando de 24
de abril para el reparto del Equivalente; pero, ante la pertinaz negligencia de los alicantinos a su cumplimiento,
sería sucesivamente repetido en fechas posteriores hasta el “último y perentorio término de seis días”, que se
decretaba el día 10 de septiembre de 1731.
(36) A.M.A. Arm. 7, Lib. 3, “Vecindario íntegro de los vecinos de esta ciudad y huertos de secano y regadío por
el orden de las clases, agencias que por sus facultades y oficios ganan, propiedades que estos tienen y renta
líquida que al año les reportaba. Año 1731”.
582
sus acreedores, para lo cual también se le concedía un período de cadencia de
cuatro años. A ello orientaría básicamente sus actividades durante poco más de
la siguiente década, que iniciada en 1727 finalizaría en 1737, intentando recabar
los necesarios fondos mediante la realización de tres prácticas procedimentales
que, por otra parte, serían las únicas operativamente factibles. Por un lado,
reducir la excesiva morosidad padecida apremiando a los deudores al pago de
los créditos largamente aplazados, en cuyo proceso también practicaría la
petición carcelaria para alguno de ellos (37); por otro lado, liquidar las
almacenadas existencias de géneros y mercancías mediante modestas
operaciones transaccionales y, finalmente, intentar acometer la definitiva
consecución del remanente y bienes a él pertenecientes de las herencias de sus
padres y tío paterno, para lo cual, necesitando en Génova a persona que
legítimamente le representase, sería ineludible hacer las paces con su hermano
Maricone retomando la fraternal concordia entre ambos, conseguido lo cual le
apoderaría doblemente en 20 de febrero de 1728 para que, por una parte,
procediera a la cobranza en los bancos de la ciudad de Venecia de todas las
deudas que por réditos cumplidos le pertenecieren a Gerónimo como heredero
de su difunto padre y, por otra, para que, cumpliendo lo decretado por el Senado
genovés en noviembre de 1727, interviniese en la rendición de cuentas que debía
dar su hermano Bartolomé del tiempo en que había administrado las haciendas y
bienes de sus fallecidos padre y tío paterno, mediante el nombramiento de
expertos peritos contadores que lo serían Juan Perazo, designado por Maricone,
y Juan Benedito Crita en representación de Bartolomé (38).
Este amistoso intento de liquidación hereditaria no prosperaría, motivando que
ambos hermanos interpusiesen demanda judicial ante el Senado de Génova
contra su hermano mayor Bartolomé y que siete meses más tarde, aprovechando
la última estancia de Maricone en Alicante, Gerónimo le renovase el
apoderamiento a éste para el reparto hereditario de los bienes de su tío paterno,
así como “tomar cuenta y razón con pago” a Bartolomé del producto y rentas
obtenidas de sus herencias durante el tiempo de su administración (39).
El Senado genovés intervendría de nuevo decretando que las pretensiones de
ambos hermanos sobre las tierras de sus ascendientes gestionadas por
Bartolomé, así como por los intereses, provechos y utilidades de sus rentas,
tratos, comercios y correspondencias, se resolvieran extrajudicialmente,
nombrando las partes litigantes a sus respectivos jueces “árbitros arbitradores y
amigables componedores”, quienes concederían permiso a Maricone para
recoger en persona los libros de comercio formados en Alicante o enviar por
ellos a persona de su confianza. Habiendo optado por la primera alternativa,
Maricone llegaría a esta ciudad el 17 de septiembre acordando con su hermano
(37) A.H.P.A. Protocolo 1644 de Onofre Savater, “Obligación”, 3-12-1727, f. 141r – 141v. En este caso sería
Andrés López el deudor apremiado, ejecutado y encarcelado.
(38) A.H.P.A. Protocolo 899 de Francisco Hernández, “Poder para cobrar y pleito” y “Poder para cuentas y
pleito”, 20-2-1728, ff. 18r – 18v y 19r – 19v, respectivamente.
(39) A.H.P.A. Protocolo 794 de Antonio García, “Poder para partición de herencia”, 17-9-1728, ff. 305r – 306v.
583
el traspaso de la contabilidad de la primera y segunda compañías formadas
durante su estancia en la ciudad. Tres libros componían las cuentas de la
formada por Maricone en solitario: el mayor con su pandecta, encuadernado en
pliegos enteros en papel de marca mayor, compuesto de 252 hojas útiles y de
cubiertas de cartón forradas con pergamino; el manual, encuadernado en folio
entero sin foliar con cubiertas de pergamino conteniendo 97 hojas útiles; y el
borrador o jornal encuadernado a lo largo con también cubiertas de pergamino.
Por su parte, la gestión administrativa de la conjunta compañía fraternal había
generado más abundante volumen burocrático que conformaban un libro mayor,
idéntico al anterior excepto las cubiertas forradas de “burdana colorada”,
conteniendo 446 hojas útiles; el libro manual y tres libros borradores o jornales,
además de 11 tomos de libros contestadores o borradores de cartas y 20 paquetes
de cartas originales, pertenecientes a la casa de Génova según manifestaban
ambos hermanos (40).
Pasada una semana, tendría lugar una intensa actividad jurídica entre los dos
hermanos. Gerónimo, aprovechando la buena concordia y estancia de su
hermano en la ciudad, le redesignaba por su representante en el pleito seguido
contra su otro hermano Bartolomé por los sobredichos bienes hereditarios de sus
antepasados, así como de cualesquier otras herencias de todos sus ascendientes,
no sólo para la causa abierta en Génova, sino para cualquier otros suscitados en
otras partes del mundo facultándole, además, para tomar posesión y administrar
los bienes, caudales y efectos que se le adjudicasen (41).
Sin duda que el recobrado buen clima entre los dos hermanos, propiciado por
la común causa contra su hermano mayor, favorecía la predisposición de éstos a
liquidar amistosamente los diferentes tratos, negocios y correspondencias
habidos entre ellos desde la llegada por vez primera a Alicante. Es por ello que,
el mismo día del otorgamiento de poderes jurídicos, ambos hermanos se
entregarían extrajudicialmente las cuentas formales quedando ajustadamente
iguales y definiéndose mutuamente, para seguidamente liquidarlas
cancelándolas al igual que cualquiera otros papeles justificativos de ellas (42).
El mismo día, Maricone, correspondiendo a la confianza demostrada por su
hermano, apoderaría a éste para la cobranza de los créditos que por cualquier
forma le debiesen, tanto vecinos de la ciudad como de otros lugares del Reino,
usando si ello fuere necesario la contienda de juicio (43); pero previniendo el
otorgante que las instancias judiciales podrían ser las vías habituales recurridas
para las cobranzas y frecuentes las apelaciones ante la Audiencia, apoderaría al
procurador valenciano Luis Bernat el día 21 de octubre cuando ya estaba
(40) A.H.P.A. Protocolo 794 de Antonio García, “Entrego de libros”, 17-9-1728, ff. 308r – 309v.
(41) A.H.P.A. Ibid., “Poder para pleitear” y “Poder para administrar”, 25-9-1728, ff. 313r – 314r y 315r – 316v,
respectivamente.
(42) A.H.P.A. Ibid., “Finiquito y definición” y “Finiquito entre partes”, 25-9-1728, ff. 317r – 317v y 319r –
319v, respectivamente.
(43) A.H.P.A. Ibid., “Poder para cobrar y pleito”, 25-9-1728, ff. 321r – 322v.
584
embarcado en el navío “Mottuno”, del capitán inglés Diego Jolis, con el que se
repatriaría definitivamente a Génova (44).
Gerónimo haría uso inmediato de la facultad concedida por su hermano,
permitiéndole ir paulatinamente remontando su aguda crisis financiera al
disponer así de cierto remanente con el que poder saldar, de manera
intermitente, los débitos a sus acreedores contando, además, con la ayuda
solidaria de algún antiguo compañero y el inestimable auxilio económico de su
cuñado Andrés. A primeros de marzo de 1730, el negociante genovés Juan
Bautista Lavañini/o, antiguo compañero de negocios de Maricone con quien
llegó a poseer una conjunta tienda de ropas en Génova hasta 1714 y cuya
liquidación, aunque amistosa, llegaría a deteriorar sus relaciones personales,
como veremos más adelante, había conseguido la administración general de la
renta y derechos de nieve y naipes del reino de Valencia perteneciente a las
Generalidades y, cuatro meses después, apoderaría a Gerónimo para la
recaudación y administración de los mismos en las ciudades de Alicante y
Orihuela, así como en las demás villas de sus respectivas jurisdicciones durante
el cuatrienio del arrendamiento; pero Gerónimo, manifestando no poder pasar
personalmente a la ciudad episcopal ni a otras partes, substituiría el poder
recibido, que estipulaba la cobranza a razón de 1 real la arroba de nieve
consumida en esas poblaciones, a 4 sueldos cada baraja de naipes finos y a 3
sueldos la de naipes comunes, en el alicantino de origen genovés Gabriel
Puigserver (45), amigo personal de Andrés Gassen quien junto a su hermana
Ventura, esposa del negociante genovés, apoderarían a éste a mediados de
agosto de ese mismo año para todos sus pleitos, causas y negocios (46) que no
serían otros distintos que los de conseguir en Madrid la concesión del
arrendamiento de la renta de correos y estafetas del reino de Valencia, cuya
subasta tendría lugar en el siguiente mes de septiembre para que surtiera efecto
desde el primer día.
La subasta era rematada y adjudicada en favor de Puigserver por un importe
anual de 229.199 reales de vellón, equivalentes a 15.279 libras, 18 sueldos y 8
dineros, en cada uno de los cinco años del arriendo con la obligación de hacer
depósito anticipado de una anua renta, fianza realizada con dinero propio de
Andrés a cuyo cargo debía de quedar el interés, desempeño y administración del
mismo, pues Puigserver sólo intervino como testaferro por agradar a aquél debi-
(44) A.H.P.A. Protocolo 1645 de Onofre Savater, “Poder para causas”, 21-10-1728, f. 157r – 157v.
(45) A.H.P.A. Protocolo 901 de Francisco Hernández, “Substitución de poder”, 28-7-1730, ff. 75r – 77v y 78r –
78v. En las actas notariales aparece unas veces con el original apellido italiano, Lavañini, y en otras ocasiones
con el castellanizado Lavañino. La concesión administrativa a este negociante, que había residido en Alicante
antes de trasladarse a Valencia, se producía el 7 de marzo y el 17 de julio apoderaba a Gerónimo ante el notario
valenciano Lorenzo García. No obstante la substitución efectuada por éste a favor de Puigserver, sería el
negociante genovés quien percibiría de Bartolomé Picó, su predecesor en Alicante y su jurisdicción, por cuenta
del negociante francés avecindado en Valencia Pedro Lostau, la cantidad de 849 libras, 3 sueldos y 5 dineros por
el desempeño ejercido entre el 7 de marzo y el 13 de julio, así como por las 107 docenas y 4 barajas de naipes
que el 29 de julio entregaba a Puigserver como substituto de Gerónimo, en “Carta de pago”, 30-10-1730, f. 109r
– 109v de este mismo protocolo notarial.
(46) A.H.P.A. Ibid., “Poder para pleitos”, 14 -8-1730, f. 79r – 79v.
585
do a la amistad habida entre ambos, motivo por el cual a finales de octubre éste
haría cesión a Andrés del citado arriendo (47); el cual, usando de su potestad,
designaría por su procurador en el mes de diciembre a su cuñado Gerónimo para
que se encargase de dicho arrendamiento en el ámbito territorial de Alicante y
sus partidos (48), mientras que para la jurisdicción de Valencia nombraría al
mencionado negociante Juan Bautista Lavañini/o (49).
Sorpresivo, por enigmático y obscuro en la vida del negociante genovés,
resulta el lustro 1730-34 con escasas actividades para tan largo compendio
temporal, en donde existen prolongados períodos de inactividad en los que
desaparece todo rastro de él, no existiendo ni siquiera en una fuente tan
exhaustivamente pormenorizada como la fiscalidad, pues no figurará en los
repartos del Equivalente correspondientes a los años 1731 y 1734 al decir
testimonial de su propio autor, el notario alicantino Adrián Cazorla (50). No
obstante, como queda referido, su filiación aparecería reflejada entre los vecinos
particulares de la primera clase comprendidos en el padrón de 1731-32 donde se
expresaban unas propiedades valoradas en 1.150libras, que proporcionaban una
renta líquida anual de 57 libras y media sin estipular ganancias algunas (51); en
vista de lo cual, podemos inferir que Gerónimo continuaba manteniendo casa
abierta en la ciudad, pero que en este misterioso prolongado lapsus temporal se
hallaba ausente de ella. El problema radica en la más absoluta carencia de datos
que nos posibiliten averiguar su paradero, sobre todo en los trece largos meses
comprendidos entre diciembre de 1730 y enero de 1732, cupiendo, a nuestro
entender, una doble hipotética alternativa: que se hubiese desplazado a Génova
intentando la definitiva solución al problema hereditario, o bien que se
trasladase a Madrid para diligenciar asuntos relacionados con el arrendamiento
de correos en curso, aunque en este hipotético caso consideramos que su
estancia madrileña habría sido excesivamente prolongada.
Sea como fuese, sí parecen verosímiles los cortos recursos disponibles por este
negociante, extremo este corroborado en el siguiente bienio recaudatorio del
Equivalente que pone de relieve la escasa carga tributaria de 5 y 6 libras
soportada por este contribuyente, cuyos nulos aprovechamientos mercantiles,
masa patrimonial y rentabilidad de la misma permanecían inalterables en el
recuento poblacional elaborado por el notario Francisco Hernández el 8 de
octubre de 1732 y publicado en 1733, en cumplimiento de una carta-orden del
Intendente Salvador de Pineda fechada el último día de febrero de ese año (52),
(47) A.H.P.A. Protocolo 1577 de Vicente Rovira, “Traspaso de arrendamiento”, 30-10-1730, ff. 313r – 315v.
(48) A.H.P.A. Ibid., “Poder para administrar”, 13-12-1730, ff. 354r – 355v.
(49) A.H.P.A. Protocolo 902 de Francisco Hernández, “Poder para recaudar”, 16-2-1731, ff. 10r – 11v.
(50) A.M.A. Arm. 7, Lib. 4. “Repartimiento del Equivalente. Año 1731 y 1734”. D. Francisco Salvador de
Pineda, del Consejo de S.M., Intendente de los reinos de Valencia y de Murcia, había librado en estos años un
cupo de 29.000 y 30.000 libras, respectivamente, para la ciudad de Alicante.
(51) Supra, página 582, nota 36.
(52) A.M.A. Arm. 7, Lib. 4. “Repartimiento del Equivalente. Año 1732 y 1733” y “Vecindario de 1733”. Los
respectivos cupos de 29.000 y 30.000 libras fueron repartidos por los caballeros D. José Pascual de Bonanza y D.
Nicolás Francisco Scorcia y Ladrón, nombrados por el Cabildo alicantino.
586
aunque en el padrón de 1734 practicado por el también notario Adrián Cazorla
se expresaba un ligero incremento patrimonial de 450 libras con respecto al
precedente, llegando a alcanzar las 1.600 libras generadoras de un rendimiento
de 80 libras anuales quedando reducidas a 58 libras y 15 sueldos efectivas o
líquidas, una vez descontadas las 21 libras y 5 sueldos que importaban los
llamados “cargos de justicia” (53).
Las actividades desarrolladas en la segunda mitad de los años treinta del siglo
acompasaban la baja solvencia y menguados recursos del negociante genovés,
siendo a la vez causa y efectos de los mismos, que eran utilizados para afrontar
los gastos producidos por las causas aún pendientes de la antigua conjunta
compañía formada con su hermano Maricone (54), acarrear inciertos negocios
con el mercader valenciano Lucas Bocos (55) y esforzarse por liquidar, junto a
Tomás Colomina, la importante cantidad de 4.000 libras adeudada a José García,
director del Hospital militar de la ciudad, e indirectamente al negociante
genovés Juan Bautista Fabiani (56).
Pasados doce años de su bancarrota, su maltrecha economía conseguiría
liquidar el último de aquellos impagados créditos abonando 503 libras a los
herederos de su finado acreedor Jacobo de Prado, negociante sevillano
establecido en Ámsterdam, cantidad porcentual resultante de los negocios
habidos entre ellos y la extinguida conjunta compañía y casa de comercio de los
hermanos Maricone (57).
Lógicamente, si había respondido a las obligaciones contraídas era porque su
todavía deteriorada situación económica no alcanzaba los deplorables mínimos
niveles padecidos, lo cual hacía renacer en el negociante las añoradas
expectativas de recuperar su pasado esplendor comercial y, en este sentido,
realizaría una última tentativa en 1745, adquiriendo de un negociante mayorista
una considerable partida de pimienta por un importe cercano a las 600 libras;
pero no disponiendo de los fondos necesarios se vería precisado a garantizar el
valor de la compra hipotecando su finca rústica situada en la alicantina partida
del Moralet (58).
(53) A.M.A. Arm. 7, Lib. 5. “Vecindario íntegro de 1734”. Al igual que en el padrón anterior, los vecinos
aparecen agrupados en clases y grados, situándose a Gerónimo en la primera de las cuatro clases existentes y
ubicado en el grado de los vecinos particulares.
(54) A.H.P.A. Protcolo 906 de Francisco Hernández, “Poder para pleitos”, 1-2-1735, f. 35r – 35v. En este caso,
además de aprobar la actuación del procurador José Cazorla, le ratificaría como su apoderado en todas las
demandas judiciales presentes y futuras.
(55) A.H.P.A. Protocolo 799 de Antonio García, “Ajuste entre partes”, 22-2-1735, ff. 72r – 73v. Bocos tenía
convenido con D. Jacinto Forner Sans de la Llosa y Alboy, señor de las baronías de Finestrat, Benassau y Agost,
el arriendo de los derechos dominicales de este último lugar por precio de 1.600libras dando fianzas abonadas
anticipadas con bienes raíces. Interesándole a Gerónimo, Bocos convendría con él hacerle cesión del arriendo
con las condiciones citadas que suponían el total patrimonio del negociante genovés.
(56) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 15-6-1735, f. 244r – 244v. Los deudores prometían saldar el notable crédito
por todo el segundo semestre del año si García demostraba haber pagado la misma cuantía al cónsul Fabiani.
(57) A.H.P.A. Protocolo 907 de Francisco Hernández, “Carta de pago”, 25-9-1737, ff. 49r – 50v. La cantidad
satisfecha procedía de aplicar las 21libras, 14sueldos y 6dineros porcentuales sobre las 2.315libras, 10sueldos y
2dineros de crédito real.
(58) A.H.P.A. Protocolo 1658 de Onofre Savater, “Obligación”, 13-7-1745, f. 118r – 118v. La cantidad de especi
587
Esta transacción sería la última actividad de Gerónimo, probablemente porque
sabía que su fulgido tiempo había ya acabado y, por ello, poco después
transfería la responsabilidad de sus negocios a su hijo Juan Bautista Felipe,
quien en adelante gestionaría la administración de los asuntos paternos, aunque
bajo la supervisión del progenitor (59).
Gerónimo no conseguiría sobrepasar la primera mitad de la centuria,
falleciendo en el otoño de 1749 este genovés a quien las fuentes notariales no
dejaron de catalogar como negociante u hombre de negocios, así como de
anteponer a su nombre el honorífico título de don, ni siquiera en las más
cruciales situaciones personales y profesionales por él padecidas (60).
EL COMERCIO
(63) A.H.P.A. Protocolo 778 de Antonio García, “Poder para cobrar” y “Carta de pago”, 20-4 -1710 y 24 -8-
1710, ff. 90r – 90v y 201r – 201v, respectivamente.
(64) A.H.P.A. Protocolo 779 de Antonio García, “Carta de pago”, 4 -4 -1712, f. 44r – 44v. Este marino era
hermano de Ambrosio Delfino, negociante residenciado en la ciudad. Sus servicios y los del navío serían
requeridos por Maricone en más de una ocasión.
(65) El Consejo de Hacienda aprobaría el 28-6-1708 el nuevo arancel del 15% sobre las importaciones y
exportaciones marítimas que D. Felipe Bolifón, juez administrador de Aduanas y Rentas Reales de la ciudad de
Alicante, implantaría en enero de 1709 y que superpuesto al foral denominado General y Doble Tarifa, valorado
en un 7´5%, supondría un elevado arancel del 22´5%. Cfr. en Giménez López, E., Op. cit., p.223.
589
vos derechos establecidos por S.M., sorprendiéndose, además, que se haya
requerido al capitán a cargar las mercancías desembarcadas en el muelle, cuando
debían saber que ello no sería posible sin su licencia que nunca habría dado (66).
Resultaba obvio que la finalidad de los comerciantes no era otra distinta a la
de conseguir el máximo beneficio posible en esta operación importadora,
tratando de evitar la alta fiscalidad del 22´5% impuesta en el reino de Valencia,
bastante más elevada que la del 15% imperante en el vecino reino de Murcia.
Esta considerable fiscalidad unida al estado de postración económica del país
en estos años posbélicos, particularmente intensa en el área y sociedad
alicantina, dificultaban sobremanera la práctica comercial, especialmente la
marítima, que todavía le quedaba por superar un escollo más: el corso, al
margen de los causados por la Naturaleza, siendo Maricone uno de los
negociantes perjudicados por sus acciones cuando, antes de finalizar el año
1710, el buque francés “La Perfecta” al mando del Conde de Ligunde, escoltado
por otro navío de la misma nación, apresaban al genovés “San Antonio de
Padua” obligando a su capitán Juan Bautista Calcaño a entregar su carga, la que
incluía 2 balas de clavillos y otras tantas de canela con más 36 paquetes de
dinerillo conteniendo 144 pesos que le venían consignados al negociante desde
Génova. Maricone encargaría al cónsul de su República en la ciudad de
Cartagena, D. Agustín Merano, gestionar ante las autoridades de esa ciudad, a la
que se había conducido el navío apresado, la efectiva devolución de sus
incautados géneros (67).
Naturalmente que este negociante mantenía habituales relaciones comerciales
con su ciudad natal, en donde su linaje gozaba de prestigio y reputación, no
siendo por ello extraño que tuviese cierta ascendencia sobre sus compatriotas al
mando de embarcaciones que realizaban la ruta marítimo comercial desde
Alicante hasta la capital ligur o viceversa, recurriendo algunos a él cuando
tenían alguna dificultad o conflicto como Bartolomé Maldilly, capitán del navío
“Nuestra Señora del Carmen y San Antonio de Padua”, que en septiembre de
1710 concedía al negociante poderes jurídicos para que le defendiese en todas
las causas y litigios que tenía planteados (68).
Además de con Génova, también desarrollaría Maricone una fluida actividad
comercial con ingleses de Gibraltar y de Bristol, para quienes actuaría de
corresponsal. A comienzos de 1712, el inglés Bartolomé Haydee, capitán de “La
fragata Sthanope”, confesaba tener a bordo de su navío 865 quintales de pasa de
Denia, 40 balas de jabón de piedra y 33 botas de vino negro cargados por el
negociante genovés cumpliendo ordenes del inglés Carlos Strupe, residente en
Gibraltar, por cuenta y riesgo de Lorenzo Holostor y compañía, negociante de
Bristol, habiendo pagado Maricone 4.024 pesos, 4 reales y 1 cuartillo valenciano
(66) A.H.P.A. Protocolo 778 de Antonio García, “Requerimiento”, 11-5-1710, ff. 107r – 108r. Firmaban el
documento, además de Maricone, los también negociantes genoveses Antonio Pavía y Carlos María Risso
compañía, Bartolomé Noly, Tomás y Felipe Rogerio, y Antonio Bocardo.
(67) A.H.P.A. Ibid., “Poder para reclamar”, 8-12-1710, f. 312r – 312v.
(68) A.H.P.A. Protocolo 1709 de Antonio Sureddo, “Poder para pleitos”, 21-9-1710, f. 33r – 33v.
590
que importaban los gastos de embarque, además de abonar, también cumpliendo
instrucciones de Strupe, la cantidad de 799 pesos, 5 sueldos y 8 dineros
invertidos en diferentes menesteres (69), entre ellos un litigio que Haydem
dejaba pendiente en grado de apelación contra los Benoit, padre e hijo,
respectivos capitanes de las navíos franceses “El caballero Marín” y “El Feria”
armados en corso, por su pretensión de corresponderles como presa legítima la
nave inglesa, en el que el capitán inglés tiene ganada sentencia favorable dictada
por el gobernador de la ciudad D. Fernando Pinacho del Río; pero estando aquél
próximo a emprender viaje y ante la posibilidad de que los Benoit sean
condenados al pago de las costas del pleito, además de las detenciones,
perjuicios y menoscabos que le han producido, facultaba a Maricone para el
cobro de las indemnizaciones en el caso de condena firme de los corsarios
franceses (70).
Las pretensiones de ambas partes litigantes se fundamentaban en argumentos
radicalmente antagónicos. Los Benoit esgrimían que la fragata inglesa era navío
enemigo dado que, si bien el bélico conflicto sucesorio estaba en su fase final a
nivel internacional, todavía no se habían firmado los futuros tratados de Utrecht-
Rastatt; mientras el marino inglés y el negociante genovés postulaban que la
nave apresada había atracado en el puerto de la ciudad con real pasaporte de Su
Majestad Católica, motivo por el que no se la podía considerar presa enemiga,
debiéndole dar por libre con devolución del incautado cargo de bacalao o su
valor. Sin embargo, ante la apelación de los Benoit, el gobernador remitía los
autos al Supremo Consejo de Guerra para su inapelable pronunciamiento, razón
por la que Maricone y Haydem designaban el mismo día por su representante al
procurador madrileño Blas Hernández Villalpando, ratificado una semana
después, para que siguiese la causa ante tal estamento jurisdiccional esgrimiendo
los argumentos y favorables precedentes jurídicos (71).
No obstante, para infortunio del negociante genovés, este asunto tendría su
continuidad debido a la morosidad de Strupe, que se había establecido en
Málaga, en reintegrarle los referidos dispendios desembolsados en cargar al
navío inglés y demás necesidades, precisando encargar la liquidación de estas
cuentas y las de todas las operaciones comerciales practicadas entre ambos a los
hermanos malacitanos Juan y Pedro Casamayor, facultándoles incluso al uso de
la vía judicial si fuere necesario (72).
(69) A.H.P.A. Protocolo 779 de Antonio García, “Recibo”, 8-1-1712, f.1r - 1v. El cuartillo equivalía a 3dineros.
Algo más de 799 pesos suponía el monto de las partidas siguientes: 131pesos, 4sueldos y 8 dineros gastados en
bizcocho para la manutención de la marinería y reparos del buque; 259 pesos y medio invertidos en el pleito
pendiente y correos despachados, 408 pesos y 11sueldos en dinero efectivo entregado a Haydem, el cual
manifestaba tener embarcados por orden de Strupe 3 balas de jabón, 20 quintales de pasa de Denia y 1 bota de
vino negro por su propia cuenta y riesgo.
(70) A.H.P.A. Ibid., “Poder para cobrar y pleito”, 8-1-1712, f. 2r – 2v.
(71) A.H.P.A. Ibid., “Poder para pleito”, 8-1-1712 y 15-1-1712, ff. 6r-6v, 8r – 8v y 19r – 19v, respectivamente.
En el juicio sustanciado ante el tribunal del gobernador, corregidor y justicia mayor de la ciudad, los Benoit
estuvieron representados por sus paisanos el caballero Urquier y Enrique Guiol, estándolo la parte contraria por
el procurador de causas alicantino Pablo Navarro.
(72) A.H.P.A. Protocolo 782 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 6-1-1715, ff. 4r – 5v.
591
Pero, en cualquier caso, los problemas de los hermanos genoveses con los
Benoit no se habían diluido substanciando la causa en 1712, quedando pendiente
un último episodio que comenzaría ocho años después, afectando a la fraterna
conjunta compañía comercial, cuando en noviembre de 1720 Ángel María de
Voltri cargaba en el puerto alicantino “ciertos efectos” sobre el “San Antonio de
Padua”, gobernado por el francés Jean Benoit a causa del inesperado óbito de su
propietario capitán Carlos Pitaluga ocurrido días antes en Cartagena, para
conducirlos a Génova donde se entregarían a Maricone, hallado a la sazón en
aquella ciudad, habiendo firmado Benoit el acostumbrado contrato, pese a lo
cual éste mudaría el viaje tomando rumbo “a las partes del Norte” causando con
ello grave perjuicio a los negociantes hermanos. Por dicha razón, Gerónimo,
habiendo conocido la noticia en 1721, substituía la parte propicia del poder
general poseído en el negociante londinense Francisco Wiatt a fin de
comparecer ante las justicias de su capital y reinos de Inglaterra o, fuera de ella,
donde se hallare el capitán francés, pidiendo su arresto y el embargo de la
embarcación, efectos y haberes suficientes para la exacción y reintegro de los
efectos pertenecientes a los hermanos Fabiani, así como los intereses, costas,
pérdidas y demás daños ocasionados (73).
En los comienzos de su actividad comercial mayorista, Maricone recurría
habitualmente a los servicios de buques ingleses para sus operaciones
mercantiles con el Norte europeo, particularmente si estas tenían como origen o
destino a Inglaterra, no siendo por tanto inhabitual los tensos conflictos con los
corsarios navíos franceses a causa de las referidas razones precedentes.
En abril de 1712, el francés Todos Santos Grason, capitán de “La galera
Bristol”, presentaba pleito ante el juzgado del gobernador Pinacho contra el
negociante genovés y el inglés Juan Gerof, capitán de la balandra “Annover”
que cargada de sardina había sido apresada en marzo, demandando la validación
del apresamiento; pero conocedor Grason de lo sucedido a los Benoit ante el
mismo juez del Real Almirantazgo y contrabando, apoderaría a su compatriota
Estaban Forestier para que se ajustase con la otra parte encausada, cobrase si se
producía sentencia favorable y apelase en el caso contrario (74).
Las excelentes relaciones de Maricone con marinos y mercaderes ingleses,
generadoras de un acusado grado de confianza, tendrían una vía bidireccional
como pondría de manifiesto el capitán inglés Juan White que, en 1712 “con real
pasaporte de S.M.”, había partido de Londres con su nave “La Heroína” cargada
de sardina para transportarla hasta Alicante, en donde debía tomar frutos del país
antes de efectuar el viaje de retorno; pero durante la travesía se vio alcanzado
por una borrasca que le llevaría hacia las costas catalanas hasta refugiarse en
Barcelona, donde sería obligado a desembarcar la carga. A la llegada a su
destino, el gobernador Pinacho procedía a su arresto hasta comprobar si había o
(73) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Substitución de poder”, 18-1-1721, ff. 34r – 35v. El genovés
linaje de los Fabiani alicantinos llegarían a poseer la más poderosa casa comercial de la ciudad en el devenir de
la centuria, ocupando sus componentes un lugar preeminente entre la élite comercial y social de Alicante.
(74) A.H.P.A. Protocolo 779 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 1-4 -1712, ff. 41r – 42v.
592
no cumplido “el tenor de dicho real pasaporte”, en cuyas circunstancias recurría
al negociante genovés para que le ayudase y defendiese en el juzgado del
gobernador y, llegado el caso, ante el Supremo Consejo de Guerra, justificando
lo sucedido por cualquier medio a su alcance (75).
Generalmente, igual simetría manifestarían las mantenidas con capitanes y
patrones de embarcaciones de su misma nación, siendo especialmente
armoniosas las tenidas con Domingo Bañasco, patrón del pinque “Santa Ana y
San Juan” sobre el que Maricone cargaría en enero de 1712 unas 20 botas de
vino llenas al precio unitario de 26 pesos y 6 reales, para conducir al puerto de
Mahón donde Bañasco podría venderlas a su mayor beneficio entregando,
inmediatamente después de la venta, la cantidad de 595 pesos en que se
valoraban las botas a la persona que por escrito ordenase su correspondiente
Pedro María Ravasquino, corriendo el riesgo del viaje de ida Maricone siempre
que no hubiese mudanza del viaje, además de comprometerse a comprarle las 20
botas vacías por su precio de coste si se hallasen en buenas condiciones (76).
El mismo día en que Bañasco y el negociante genovés liquidaban sus cuentas,
en los instantes previos, el patrón haría unas manifestaciones demostrativas de la
amistad y confianza existente entre ambos desde hacía algún tiempo. Declaraba
que en diciembre de 1709 había cargado en el puerto de la ciudad sobre la
susodicha embarcación “12 balas de anís en peso de 21 arrobas, 21 cántaros de
miel, 10 millares de esparto, 33 docenas de libánes temblados, 5 docenas de
libánes, 64 cestos, 6 palomeras, 28 crisas, 2 docenas de boliches y 300 mazos de
filete” para llevarlos a Cerdeña haciendo escala en Mallorca, en donde
desembarcaría el anís y la miel por un total importe de 665libras y 3sueldos,
prosiguiendo luego viaje hacia su destino en cuya cercanía naufragaría la nave,
estimándose su valor en 1.600 pesos (77). Bañasco, de 28 años de edad,
recelando que cuando el hecho fuese conocido dañaría su imagen repercutiendo
en su interés por la avería que debía realizar, obtendría de Maricone el
compromiso de que si por lo declarado padeciese algún daño y le hiciesen pagar
alguna cantidad en dicha avería, él los abonaría de su propio capital siempre que
justificase uno y otra (78).
El último día de junio de ese año, el negociante genovés embarcaría en la nave
de Bañasco 30 pipas llenas de vino tinto y blanco, más 3 balas de anís con un
peso de 70 arrobas y 5 libras, cuyo valor global algo superior a las 996 libras
reconocía el patrón adeudar al negociante, prometiendo su pago después de
(75) A.H.P.A. Protocolo 799 de Antonio García, “Poder para pleitos”, 20-5-1712, f. 77r – 77v.
(76) A.H.P.A. Ibid. “Obligación y seguro”, 8-1-1712, ff. 3r – 4v. Ravasquino también era un comerciante
genovés avecindado en Alicante, pero que a la sazón residía en Palma de Mallorca ejerciendo la corresponsalía
de la compañía Maricone en las Baleares.
(77) A.H.P.A. Protocolo 780 de Antonio García, “Declaración”, 24-5-1713, f. 102r – 102v. Los libánes eran
cuerdas de esparto al igual que el filete, diferenciándose este de aquel en el menor número de hilos que
componían la retorcida cuerda. Por su parte, las crisas vienen a ser el apócope del vocablo crisálidas o estadio
evolutivo intermedio de los insectos lepidópteros anterior a convertirse en mariposa – gusanos de seda – ,
mientras el boliche hace referencia a una red de pesca semejante a la jábega, pero de menores dimensiones.
(78) A.H.P.A., Ibid., “Indemnidad”, 24 -5-1713, f. 103r – 103v.
593
arribar al puerto mahonés en donde las debía consignar a la orden de Juan Oliver
o, ausente éste, de José Bou, corriendo el negociante con el riesgo de la travesía
(79).
Una predisposición similar mostraría Maricone con su compatriota Clemente
Alegre, cuya respuesta sería bien diferente a la de Bañasco. También era éste
patrón del pinque “Jesús, María y José” que, con su carga conseguida en los
puertos de Faro y de Gibraltar, sería apresado por el comandante de las galeras
del Rey, ancladas por entonces en el puerto de Alicante preparadas para partir, y
entregado al brigadier Pinacho del Río, gobernador de la ciudad, quien mandaba
depositar la carga en la aduana y arrestar la nave mientras practicaba consulta al
Consejo de Guerra, además de encausar de inmediato al patrón por “tener S.M.
prohibido el comercio con los genoveses y porque los géneros de su carga serían
de enemigos”, veda que ejecutándose había provocado en 1711 la incoación de
causa por las autoridades murcianas al propio Maricone, junto con otros
negociantes genoveses (80).
Estando pendiente la resolución de la consulta y causa, Alegre, ante la
certidumbre de que los géneros en depósito se depreciasen y se perdiese la nave
por estar en playa abierta, solicitaba al gobernador el reintegro de la carga y del
pinque, el cual accedería en su auto de 9 de septiembre con la condición de tener
que afianzar el valor de una y otro apreciado por personas expertas designadas
por él, pues en caso contrario géneros y embarcación serían decomisados.
Maricone afianzaría la embarcación pagando los 545 pesos de su aprecio,
mientras las mercancías serían fiadas por el negociante conjuntamente con
Ambrosio Delfino, pudiendo así continuar Alegre su viaje hacia Génova al
tiempo que prometía reintegrarle la totalidad de la fianza abonada (81). Pasados
cuatro años, el negociante no había percibido absolutamente nada de las fianzas
y, precisando recurrir al uso de los procedimientos jurídicos, designaría al
vecino de la capital ligur Domingo María Carleto para que cobrase de Alegre los
adeudados créditos (82).
Los episodios enunciados bien pudieran representar la inseguridad que recaía
sobre las operaciones marítimo comerciales; pues, en contra de lo que pudiera
parecer, con alguna frecuencia no todas ellas terminaban exitosas
proporcionando beneficios al comerciante, dado los múltiples factores incidentes
en el resultado final de la operación destacando, entre ellos, los imponderables
fenómenos naturales del mar y la inestabilidad de los tiempos, cuyo rasgo más
(79) A.H.P.A. Protocolo 780 de Antonio García, “Obligación y seguro”, 30-6-1713, ff. 137r – 138v. El precio
de la partida de vinos alcanzaba las 870libras al precio de 29libras por pipa embarcada, mientras el anís se
vendía a razón de 18 reales por arroba siendo su coste el de 126libras, 1sueldo y 3dineros.
(80) A.H.P.A. Protocolo 779 de Antonio García, “Poder para causas”, 6-6-1712, f. 86r – 86v. A fines de 1711,
el juez comisionado D. Francisco de Montenegro abría causa al negociante genovés, a Antonio Pavía en nombre
de Pavía y Risso compañía, a Ambrosio Delfino por sí y por la compañía Bocardo y Delfino, y a Carlos Antonio
Noly representando a la compañía de Sebastián y Herederos de Bartolomé Noly, así como a las mujeres de los
casados, ante lo cual apoderaban al murciano Gerónimo Blanco para su defensa y apelación ante D. Antonio de
la Pedrosa, Superintendente de Rentas Reales en el reino de Murcia, con jurisdicción en la causa.
(81) A.H.P.A. Ibid., “Indemnidad”, 2-7-1712, ff. 92r – 93v.
(82) A.H.P.A. Protocolo 783 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 13-9-1716, ff. 203r – 205v.
594
destacado era la abundante morosidad e insolvencia, como veremos más
adelante en otro apartado. Ciñéndonos aquí a los primeros, el 27 de noviembre
de 1711, Maricone junto con otros negociantes de la ciudad aseguraban en 600
pesos con la compañía Olanier y Rosier, de San Felipe, géneros y mercancías
destinadas a Marsella que fueron cargadas en el buque “San Juan Bautista” del
capitán genovés Telmo Rapalo; pero habiendo cobrado la prima correspondiente
y naufragado la nave con toda su carga el día de Nochebuena, la aseguradora les
exigiría el pago de la mencionada cantidad en virtud de la póliza contratada (83).
No sería esta la última ocasión en la que el comercio marítimo del negociante
genovés se viera afectado por fenómenos meteorológicos. En el verano de 1713
se hallaba Maricone atareado en la adquisición de granos en el Levante,
utilizando comúnmente los servicios de buques ingleses para el transporte,
siendo esta la causa de que el capitán Jaime Whislad hubiese fletado su galera
“Stharemberg” al genovés José María Cavanaro con el fin de navegar hasta la
isla de Tabarca, en Berbería, en donde cargaría cebada para llevarla a Alicante
consignada al negociante genovés, depositándola en los muelles del puerto, o a
la villa de Vinaroz a la consignación de quien se le ordenase. Cargado el cereal e
iniciada la travesía, al tercer día, estando a la altura del cabo Ferro, fue
sorprendida la nave por una fuerte borrasca con viento mistral en la madrugada
del 19 de julio, levantando grandes olas cuyos golpes sobre el casco abrirían una
grieta que obligaría a usar la bomba de forma continua, consiguiendo de esta
manera llegar al puerto alicantino en donde, por no hacer información judicial,
no se le autorizaría a la práctica comercial debido a las dudas sanitarias que se
tenían sobre aquellos parajes de procedencia, mandándole pasar de inmediato a
Vinaroz para entregar la carga a los factores de la Real Proveeduría, protestando
Whislad por tal motivo, así como por no quedar perjudicado en el caso de
haberse mojado la cebada (84).
Entregado el cereal en la villa castellonense, de cuya gestión se ocuparía el
vecino de ella José Vidal (85), Whislad retornaría a Alicante para cobrar sus
fletes y, en cumplimiento del contrato, cargar en las salinas de Santa Pola la
cantidad de salífera sustancia correspondiente a la capacidad del buque; pero el
día 12 de agosto, el gobernador embargaría los fletes y la propia nave para que
hiciese un real servicio, apercibiendo a Maricone de que si satisfacía los
alquileres de la embarcación sin orden suya lo haría de sus propios caudales, que
podrían ser confiscados por desobediencia. Gerónimo dejaría constancia al
(83) A.H.P.A. Protocolo 779 de Antonio García, “Abandono de seguro”, 4 -4 -1712, f. 46r – 46v. Con Maricone
cuya prima era de 200 pesos, fueron los restantes asegurados José Benit, Juan Bautista Abril, Pascual Sáez y
Bernardo Bertholón, los cuales aseguraron 100 pesos cada uno, habiéndose tramitado el seguro en Alicante por
medio del corredor de mar Francisco Fuentes en la citada fecha, firmándose la póliza en la jornada siguiente.
(84) A.H.P.A. Protocolo 780 de Antonio García, “Declaración y protesta”, 27-7-1713, ff. 159r- 160v. Estas
manifestaciones las realizaba Whislad, de edad 31 años, por mediación de su intérprete Tomás Coxon,
vicecónsul inglés en la ciudad, contando con la autorización del gobernador Pinacho y la de los comisarios del
morbo.
(85) A.H.P.A. Ibid., “Substitución de poder”, 3-10-1713, ff. 200r – 201v. El substituidor sería Gerónimo como
administrador general de la compañía de su hermano, según el poder general otorgado por éste cuatro meses
antes, al objeto que el vinarocense pudiera cobrar, otorgar cartas de pago y peticionar litigios.
595
capitán inglés del por qué no le abonaba los fletes, pero que lo efectuaría tan
pronto recibiese la autorización gubernativa, entregándole entonces la pertinente
orden para cargar la sal, después de finalizado el real servicio, y de no cumplirla
le protestaba todos los daños que le causase. Notificada a Whislad en presencia
del cónsul inglés en la ciudad, D. Nicolás Herne, aceptaría la propuesta de
Gerónimo referida a los fletes, pero se negaría a cargar la sal para llevarla a
Génova porque “en fuerza de dicho embargo quedaba nulo el contrato con
Maricone”, contra quien protestaría como consignatario del genovés Cavanaro
todos los daños causados y que se le ocasionaren, por no haberle entregado antes
del embargo la orden de carga y pagado los fletes. Conocida esta postura,
Gerónimo contra protestaría al capitán inglés (86).
El mencionado real servicio se circunscribía a la necesidad de llevar los
pertrechos y vituallas necesarias para abastecer al ejército borbónico en su lucha
contra Cataluña y que, como toda guerra, dificultaba la navegación constriñendo
el comercio; mientras la retención judicial de bienes de los capitanes era la
estrategia utilizada por las autoridades felipistas para forzar a estos a la firma del
contrato de fletamento, argucia legal que en la práctica disfrazaba la auténtica
requisa de buques con pabellón extranjero, como acertadamente afirma el
profesor Alberola Romá (87).
El mismo infortunio que Whislad correrían los capitanes genoveses José María
Passaro y José Sapio, cuyos respectivos navíos “La Santísima Trinidad y
Nuestra Señora del Rosario” y “La Inmaculada Concepción y San Juan
Bautista” serían incautados al real servicio, para transportar víveres y demás
vituallas a las tropas del Caballero D´Asfeld que asediarían, asaltarían y
ocuparían la Ciudad Condal, encargando a Maricone que cobrase del Intendente
General de Guerra el importe de las mesadas del real servicio conforme al
contenido de los contratos de fletamento, así como el estipulado valor de los
navíos en el caso de acontecer su pérdida (88).
Apenas dos meses después del desencuentro con Whislad, a comienzos de
octubre sería otro capitán inglés Juan Luscumb el que plantearía dificultades al
gerente Gerónimo. El 28 de septiembre había llegado al puerto con su buque “El
príncipe de Asturias”, cargado de trigo embarcado en Livorno por el mercader
Franco a la consignación del gerente, comunicando al mismo su llegada y estar
lista la carga para su entrega. Pasarían unos días sin que el capitán recibiera la
orden de descarga, entendiendo por ello que la pretensión de Gerónimo era que
él descargase el grano a sus costas, aduciendo no estar obligado a ello en
cumplimiento del convenio hecho con el cargador. Conocida la actitud de
Luscumb, el gerente manifestaría en contrario que siendo “estilo corriente” entre
(86) A.H.P.A. Protocolo 780 de Antonio García, “Requerimiento”, 13-8-1713, ff. 178r – 179v.
(87) Alberola Romá, A., “En torno a la política revisionista de Felipe V: Los fletamentos de buques extranjeros
en el puerto de Alicante y su empleo en la expedición a Sicilia del año 1718.”, en Revista de Historia Moderna,
nº 10, Universidad de Alicante, 1991, p. 263.
(88) A.H.P.A. Protocolo 780 de Antonio García, “Poder para cobrar”, 29-12-1713, ff. 287r-287v y 290r-290v,
respectivamente.
596
los mercaderes y los capitanes y patrones de las embarcaciones procedentes de
Levante que estos desembarcasen los géneros a sus expensas, le requería a que
así lo ejecutase por ser de su obligación en virtud de la citada costumbre (89).
Al precedente incidente seguirían otros que afrontarían los hermanos Maricone
en sus tratos con marinos ingleses, algo inhabitual considerando las buenas
relaciones comerciales “en grueso” mantenidas con los negociantes anglo-
sajones, en general, y con los de la ciudad de Bristol, en particular. Sin embargo,
en el mismo mes de octubre, Samuel Hunt y Josiah Cole compañía, negociantes
de esa ciudad inglesa, remitirían a Maricone una carga de bacalao, manteca y
otros productos a bordo del navío “El Mercurio” del capitán John Wotton, que
en su viaje de retorno llevaría aceite, barrilla y más géneros del país remitidos
por el negociante genovés a la expresada compañía. Ajustadas las cuentas del
envio y remesa entre Gerónimo y el negociante Juan Blech, componente de la
compañía inglesa Blech, Tucar y Blech asentada en Alicante, como
representante de la de Bristol que resultaría deudora en algo más de 2.875libras,
requiriéndose su pagamiento a Blech por tener para ello bastantes efectos de sus
representados quien, confirmando este extremo, manifestaría “no poderlo
ejecutar sin que dicha compañía las haya aprobado para lo cual las ha enviado a
Bristol”, postura que provocaría la protesta jurídica de Gerónimo (90).
Antes de concluir 1713, Maricone y el administrador general de su compañía,
su hermano Gerónimo, acordarían privadamente asociarse formando de esta
manera la nueva compañía y casa de comercio, en donde las funciones ejercidas
por ambos estarían nítidamente delimitadas: el primero asumiría las actividades
del comercio mayorista, mientras el segundo sería el responsable de los negocios
y administración de la empresa.
Parece ser que al iniciarse 1714 Maricone continuaría ejerciendo como factor
de la Real Proveeduría, razón por la que mostraría estar interesado en la
adquisición de cereales destinados a abastecer a las tropas que asediaban
Barcelona. Por ello, en enero de ese año, el inglés Juan Lou, capitán del buque
“El Caballero”, había embarcado trigo y cebada en Bizerta por cuenta y orden
del negociante genovés Juan Francisco María Scorza para entregarlo a Maricone
en el puerto de Vinaroz y en el de Alicante, en donde comenzada la descarga de
los granos ordenaría el capitán paralizarla pidiendo el previo pago de las estarías
y demoras, por haber gastado en el puerto castellonense los seis días concedidos
para la descarga culpando de ello al sobredicho vecino José Vidal, pero sin
aportar ningún documento demostrativo de la justicia o notario de aquella villa.
En su consecuencia, Maricone le conminaría a completar la descarga de cereales
en los tres días de plazo aún existentes, pues de no hacerlo le protestaría, pese a
lo cual Lou se ratificaría en su negativa postura inculpando al negociante del
impedimento de la descarga, debido a verse precisado a custodiar su trigo toda la
(89) A.H.P.A. Protocolo 780 de Antonio García, “Protesta”, 2-10-1713, ff. 198r – 199v.
(90) A.H.P.A. Ibid., “Requerimiento y protesta”, 31-10-1713, ff. 215r – 216v. El crédito importaba exactamente
2.875 libras y 19 sueldos.
597
noche por estar desembarcado en el muelle desde el mediodía, habiendo
detenido la estiba desde las 15 horas para que el restante grano, aún acomodado
en el navío, le sirviese de lastre. No sería este incidente, sin embargo, el más
singular de los acontecidos a Maricone en el comercio de granos, ya que el 23 de
abril de ese año fletaría el buque “Minerva” de 120 toneladas, armado con 4
cañones y 10 tripulantes, para cargarlo de 414 cahíces de cebada y llevarla a
Vinaroz pagando el flete a razón de 16 reales por cahíz, según lo estipulado en
las pólizas de cargo que debían firmarse, a lo que se negaría su inglés capitán
Juan Dosell que pretendía, además de la convenida rebaja del 2% en el caso de
carga incompleta, firmar las pólizas por las cantidades expresadas en los recibos
entregados a los barqueros que trasladaron el grano a bordo del navío, pero
rehusaría admitir los 414 cahíces bajo el argumento de que muchos sacos
estaban rotos y, en consecuencia, mucha cebada derramada en las barcas.
Finalmente, el negociante genovés accedería a los deseos de Dosell (91).
Por otro lado, al comenzar el año 1714, perdurando todavía la contienda
dinástica en el escenario bélico del territorio español, la administración
borbónica continuaría poniendo en práctica los forzosos contratos de fletamento
para el real servicio a buques foráneos mediante su consabida incautación,
prosiguiendo también Maricone representando y defendiendo los intereses de
sus capitanes, más aún tratándose de compatriotas. El 13 de enero, el embargo y
contrato recaería sobre el “Nuestra Señora de San Nicolás y San Antonio de
Padua” para, escoltado por la escuadra del Marqués de Valdecañas, conducir a la
isla de Mallorca la cebada estibada en el Grao de Valencia, facultando su capitán
genovés Juan Bautista Grosso al negociante a percibir la mitad de los fletes,
capa y estarías del Intendente General de Guerra Rodrigo Cavallero y Llanes
(92).
Nueve días más tarde, otro buque genovés nombrado “La Purísima
Concepción y San Nicolás de Bolentino” sería el agraciado con idéntico
embargo y contrato para transportar a las inmediaciones del río Llobregat la
carga de cebada tomada también en el Grao de Valencia, habilitando
jurídicamente su capitán Juan Bautista Riccio al negociante para cobrar la mitad
de los fletes del viaje al negociante francés Bernardo Bertholon, a la sazón
desempeñando el cargo de tesorero de Guerra en Alicante (93).
Además de ocuparse mayormente de la importación de géneros, Maricone,
como hombre de negocios que era, también se dedicaba a la adquisición de
productos del país para su habitual exportación directa, o bien para su
redistribución mediante la venta al detalle, a cuyo fin, en los primeros días de
1716, entregaría al noveldense Pedro Crespo de Ginés 407 libras y 4 sueldos en
efectivo amén de otras 620 libras en el valor de diferentes mercancías, cuyo total
crédito de 1.027 libras y 4 sueldos debía satisfacer el deudor en una caldera de
(91) A.H.P.A. Protocolo 781 de Antonio García, “Protesta”, 12-1-1714, ff. 29r – 30v. El contrato de fletamento
fue realizado por el corredor de mar José de Lor, siendo Benjamín de la Fontaine el intérprete del capitán inglés.
(92) A.H.P.A. Ibid., “Poder para cobrar y pleito”, 13-1-1714, f. 33r – 33v.
(93) A.H.P.A. Ibid., “Poder para cobrar y pleito”, 22-1-1714, f. 43r – 43v.
598
jabón conteniendo 170 quintales para embalar, fabricado al estilo de Elche y
depositado en el almacén del negociante en el término de un trimestre, debiendo
el acreedor correr con los derechos que se llegaren a pagar en la villa ilicitana.
Cumpliendo ambas partes lo convenido, darían por finalizada la mercantil
relación a mediados del mes de mayo (94).
Eventualmente, de forma excepcional, ese comercio mayorista se vería
potenciado por el prestigio del propio negociante genovés al recibir la cesión de
algún real privilegio, que Felipe V graciosamente concedía a los mercaderes
franceses. En este sentido, el primero de abril de ese año, Maricone sería
facultado por el patrón francés residenciado en Cartagena Nöel Barthellon que,
revocando el poder dado cuatro días antes a su compatriota negociante Claudio
Brunet, le autorizaba a percibir “todas las mercaderías y géneros que vinieren de
Francia a esta ciudad, y los frutos y géneros que de esta se embarcaren para
aquel Reino”, a cuenta y consignación del propio patrón o del negociante
genovés, hasta que los derechos de lo enviado y remitido importasen 12.998
reales de vellón como parte de los 354 doblones concedidos por una Real
Cédula, cuya cantidad serviría para satisfacer a Nöel otro igual crédito contra la
Real Hacienda por las causas y motivos expresados en un Real Despacho de 15
de julio de 1709, refrendado por otro fechado en 29 de septiembre de 1714 (95).
De este modo, las beneficiosas medidas promulgadas por el monarca para
intensificar los lazos económico comerciales con su país de origen y favorecer,
al mismo tiempo, el asentamiento en suelo español de los comerciantes galos,
serían aprovechadas en buena medida por éstos para liquidar sus créditos, o
iniciar relaciones mercantiles con negociantes y casas comerciales de
consolidada solvencia y prestigio, siguiendo el modelo de actuación practicado
con anterioridad por patrones de la misma nación, como veremos más adelante.
Ante la proximidad de emprender ambos hermanos negociantes viaje hacia
París, que preveían les llevaría a estar ausentes de Alicante por algún tiempo, el
día 10 de octubre otorgarían poder general a sus también genoveses mozos de
escritorio Francisco María Bottaro y Antonio María Castelly que, desde
entonces y durante un lustro, participarían en el devenir y administración de la
compañía y casa comercial de los Maricone alicantinos (96). Casi una semana
más tarde de este otorgamiento, considerando la inseguridad de los viajes
(94) A.H.P.A. Protocolo 783 de Antonio García, “Obligación” y “Definición”, 11-1-1716 y 13-5-1716, ff. 2r –
3v y 122r – 122v, respectivamente.
(95) A.H.P.A. Protocolo 1321 de Vicente Navarro y Blanquer, “Poder en causa propia”, 1-4-1716, ff. 22r – 23v.
El Real Despacho de septiembre contenía una cláusula del siguiente tenor: “Por Real Orden mía de 29 de junio
de 1714 fui servido resolver se le pague la referida cantidad en los derechos de entrada y salida, Aduanas,
Alcabalas, Diezmos y otros que causaren los géneros que de Francia vinieren a Cartagena, a Alicante y a Murcia,
y los que de estas ciudades se remitiesen a aquel Reino pertenecientes al comerciante o comerciantes a quien o
quienes el referido patrón Nöel le diere y transportare este crédito.”
(96) A.H.P.A. Protocolo 783 de Antonio García, “Poder general”, 10-10-1716, ff. 243r – 249v. Les concedía las
facultades de cobrar; sacar productos de la Aduana y de los que estuvieren en poder de tesoreros, receptores y
depositarios; pedir y cobrar géneros y mercancías de cualquier calidad y cantidad a capitanes y patrones; tomar a
los deudores cuenta y razón con pago; efectuar tratos, negocios y correspondencias; y, finalmente, comprometer
cualquier pleito, duda o diferencia.
599
acrecentada por la instabilidad de aquellos tiempos, redactarían conjuntamente
los hermanos sus últimas voluntades, cuyas cláusulas testamentarias más
relevantes ya han sido referidas en líneas precedentes (97).
En torno a los meses estivales de 1716, aparecería el rumor de que los
hermanos genoveses mantenían cierta asidua connivencia con los negociantes
ingleses de Gibraltar, con los que presuntamente practicarían clandestinas
relaciones comerciales, rumor convertido en maledicencia con ocasión del
mencionado viaje parisino, pasando de la murmuración a la certidumbre para las
autoridades borbónicas antes de finalizar ese año, motivo por el que los
hermanos negociantes serían encausados imputándoseles haber tenido “trato y
comercio ilícito con los enemigos de Gibraltar”, viéndose precisados a
defenderse de tal acusación ante los Supremos Consejos, dando para ello
poderes jurídicos al agente de negocios José César Quiroga y a los procuradores
de los reales consejos Blas Hernández Villalpando, Pedro Valentín de Aragón y
Francisco Pastor, todos residenciados en Madrid, facultando además para el
mismo fin ante la Audiencia de Valencia al procurador de causas de esa ciudad
Victoriano Barberá (98)
Mientras tanto, aún sin acabar el año 1716, Maricone tendría que solventar una
disputa mercantil más principiada a causa de encontrados pareceres interesados.
En la última semana de octubre llegaría al puerto alicantino el capitán francés
Jacobo Stap, con su buque de 300 toneladas “La Fortuna” a disposición del
negociante genovés ordenada por Pablo Casanova, representante de la fletadora
compañía del negociante sevillano Pedro de Prado, pero sin que el galo marino
le hubiese mostrado el contrato de fletamento para, en su ejecución, darle la
carga convenida que ya tenía dispuesta, protestándole en presencia de Francisco
María Bottaro y de Domingo Casony que entre tanto no corriesen las estarías
concedidas. El capitán, a su vez, le contra protestaría arguyendo que los días de
varado en Cartagena sin recibir la debida carga, más los empleados en el tránsito
a esta ciudad, se contasen como estarías para pedir su pago en el caso de
sobrepasar los contratados. Esto, sin embargo, no zanjaría la cuestión pues,
según el tenor del contrato, el navío de 300 toneladas, no de 320 en errónea
opinión de Maricone, debía cargar en su viaje de ida – venida a Alicante –, 200
balas de a 10 arrobas de lana limpia en Cartagena, pasando luego a esta ciudad
para recibir la carga del negociante genovés y, en su retorno hacia la ciudad
hispalense, embarcar en Almería otras 340 balas del mismo peso y calidad de
lana que debían entregarle Juan Bautista y Francisco Pavía. No habiendo
recibido Stap la convenida carga en Cartagena, confiaba en hallarla en esta
ciudad en donde, por mediación del negociante suizo Enrique Elver, cargaría
frutos hasta en cantidad de 40 lastres con más 50 balas de barrilla cargadas por
el negociante José Jordan, componente de la compañía inglesa Jordan, Staniford
(99) A.H.P.A. Protocolo 783 de Antonio García, “Protesta”, 24-10-1716 y 5-11-1716, ff. 257r – 257v y 270r –
270v, respectivamente.
(100) A.H.P.A. Protocolo 784 de Antonio García, “Protesta”, 22-9-1717 y 25-9-1717, ff. 235r – 236v y 237r –
238v, respectivamente. La patente sanitaria del navío databa del 28 de abril, habiendo caducado cinco meses
después, motivando que el capitán gestionase en la casilla de los morberos, situada al extremo del muelle, la
entrada a puerto del navío y su admisión al comercio utilizando como intérprete a Pablo Pagés, mientras que en
la requisitoria hecha a Gerónimo actuaría de intérprete el negociante inglés Ezequiel Hall. Por su parte, el
semanario de cartas exhibidas por el negociante genovés tenían las datas de 25-4 -1717; 2, 9,23 y 30 de mayo de
1717; 4 y 25 de julio de 1717.
601
hasta el primer trimestre de 1718, tiempo en que comenzaría también la primera
grave adversidad de enorme calado para los negocios de la casa comercial de los
fraternos negociantes genoveses que, en esos momentos, atravesaba una
envidiable situación económica, comercial y financiera que la catapultaría a
ocupar la primacía entre las casas de comercio extranjeras o nacionales
acreditadas en Alicante, como veremos más adelante.
Iniciado 1718, Maricone se encontraría ausente de la ciudad habiéndose
desplazado hasta Madrid para gestionar, presumiblemente, asuntos relativos a la
abierta causa judicial, recabando toda posible ayuda ante el más que previsible
veredicto desfavorable, además de ajustar otros acuerdos con la compañía
Firidolfi y Galeoti de la que los hermanos negociantes eran sus corresponsales
en Alicante. En cualquier caso, llegado el mes de abril se publicaría la sentencia
declarando culpables a los Maricone del imputado delito de “trato y comercio
ilícito con los enemigos de Gibraltar”, condenándoles al embargo de todos sus
bienes y efectos, así como al encarcelamiento de Gerónimo por un período de
dos años durante el cual les prohibía realizar nuevos tratos y negocios, no
obstante conceder la posibilidad del indulto valorado en 6.000 doblones (101).
Así mismo, el auto judicial conminaría al gobernador a la inmediata y efectiva
ejecución de la condena en cuya virtud cumpliría con diligencia lo mandado,
además de suspender jurídicamente a los apoderados Bottaro y Castelly en la
administración de la casa de comercio de los reos. Pese a todo, éstos, intentando
remediar o cuanto menos mitigar la humillante situación del negociante,
dispondrían el último día de abril la substitución en el mercader Francisco Loza
de la parte del poder general poseído referente a “todo género de pleitos, causas
y negocios civiles, criminales y ejecutivos” (102).
Los administradores de los Maricone utilizarían la suspensión gubernativa
como principal pretexto para inaceptar e impagar las cuantiosas letras de cambio
libradas contra la compañía a su cuidado entre los meses de mayo y julio, pues
finalizado este último, habiéndose cumplido poco más de un trimestre del
encarcelamiento de Gerónimo en el castillo-fortaleza de Santa Bárbara,
desaparecería todo vestigio sobre cualquier actividad de la casa de comercio de
los hermanos negociantes, no habiendo localizado al respecto ninguna
constancia documental en los fondos archivísticos de la ciudad, ni tan siquiera
en aquella fuente de marcado carácter fiscal cual era el reparto del Equivalente
del año 1719, lo que nos permite suponer la total paralización de los negocios y
comercio de esta casa durante casi un bienio, tiempo en el que Gerónimo perma-
(101) A.H.P.A. Protocolo 444 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Protesta”, 18-12-1719, ff. 499r – 500v. En esta
fecha, D. Pedro Lombardón, negociante francés y familiar del Santo Oficio de la Inquisición de Murcia, requería
a D. Gerónimo del Berme y Acuña, gobernador comandante de la plaza, aceptase una orden y endoso de D.
Miguel Fernández Durán, del Consejo de S.M. y su Secretario, del siguiente tenor: “El Rey ha resuelto que de
los 6.000 doblones de oro en que se ha ajustado el indulto de D. Gerónimo Maricone disponga V.S. se entreguen
1.000 doblones efectivos al procurador para que los reciba en Madrid el Padre fray Eugenio de la Llave, prior del
real monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Madrid, 1-12-1719”. El gobernador no lo aceptaría
argumentando que el reo no podía pagar los 1.000 doblones ó 4.000 libras valencianas.
(102) A.H.P.A. Protocolo 785 de Antonio García,“Substitución de poder para pleitos”,30-4 -1718, ff.143r-144v.
602
necería en prisión confirmando la rigurosa y escrupulosa aplicación de la
resolución judicial, ya que el negociante genovés sería excarcelado a principios
de abril de 1720, apareciendo en el reparto impositivo de ese año donde figura
con una carga tributaria de 12 libras para un cupo de 18.300 libras (103).
Sin duda alguna que, desde una perspectiva personal, dos de los hechos más
trascendentales en la vida de Gerónimo acaecerían en ese mismo año, siendo el
primero su libertad carcelaria y, el segundo, el también citado matrimonio con
Ventura Gassen, en base al cual el negociante abandonaría su residencia de la
calle Mayor para instalarse con su cónyuge en un inmueble de la Plaza del Mar,
desde donde paulatinamente se reincorporaría a la cotidiana actividad mercantil
valiéndose de la participación de sus colaboradores Bottaro y Castelly, quienes
conservaban intactas las facultades concedidas cuatro años antes con el poder
general, en virtud de las cuales Francisco María Bottaro, representando al
negociante, mantenía litigio con el negociante inglés Juan Reynell, apoderado de
Hamond y compañía, por el incumplimiento de una venta de 300 modines de sal
que, al unitario precio de 3 pesos y 6 reales libre de todo gasto de sobrecargo,
pala y mitad del flete para el vendedor genovés, habían acordado el 24 de julio
por mediación del corredor público Antonio Marques hijo. Pasado un mes de la
venta, Gerónimo había conseguido auto favorable del Corregidor interino D.
Miguel de Ochoa y Concha mandando a Reynell declarar el importe de la sal,
apercibiéndole de ejecución en caso de incumplirlo. Tres días después, el
negociante inglés apelaría ante la Audiencia, al tiempo que el corregidor proveía
otra instrucción para que, constando haber pagado la sal, se le oyese y diese
testimonio y no de otro modo, respondiendo el inglés al tercer día con otra
petición de avenirse a manifestar el importe de la compra si este se dejaba en
poder del depositario de la ciudad hasta resolverse la apelación o, al menos, se le
mandase al vendedor afianzar la seguridad del mismo. Un nuevo auto de Ochoa
admitía la conformidad del inglés, mandando entregar el valor de la venta a
Gerónimo al que también ordenaba dar fianza de restitución para llegado el caso
de que así lo resolviese la Audiencia y, cumplido el auto, se le diese testimonio a
Reynell para seguir su apelación.
Estando así el litigio intervendría el corredor Pedro Benesio, cuya mediación
lograría convenir y ajustar a las partes, acordándose renunciar el comprador a su
apelación a cambio de recibir del vendedor, por manos de Bottaro, tres libranzas
de sal para que las pudiera cargar: una de 60 modines sobre el navío inglés
“Tomás y Juan” del capitán Ricardo Evans; otra de 210 modines para embarcar
en el “Juan Goodwill” gobernado por Roberto Bland, y la tercera de 20 modines,
siempre que la pidiese, para estibarlos en la nave que le conviniese, quedando
eximido el inglés de tomar los últimos 10 modines de la total partida de sal, el
cual entregaría de inmediato el importe de 1.078libras y media a Benesio quien
las retendría en su poder y entregaría al vendedor después de que la sal de las
603
dos primeras libranzas estuviese a bordo de los mencionados navíos (104).
No parece que el acuerdo alcanzado por su colaborador Bottaro satisficiese por
completo al negociante genovés que prescindiría de su ayuda, pese a percibir
casi íntegramente el valor de la sal apreciada en 1.080 libras y a que sus
menguados caudales recibieran una apreciable inyección de capital,
encargándose en adelante y/o supervisando personalmente sus negocios y
operaciones mercantiles, razón por la que antes de finalizar enero de 1721
practicaría la única relación comercial tenida con el francés Francisco Marabeuf,
el más sobresaliente negociante de entre los extranjeros establecidos en la
ciudad, consistente en comprarle tantos quintales de barrilla cuantos fueren
equivalentes a la cantidad de 3.000 pesos, que serían satisfechos por Gerónimo
pagando el 10% de contado; otros 276 pesos, 15 sueldos y 8 dineros en el plazo
de un trimestre, abonando la cuantía restante mediante la cesión de créditos
contra Lorenzo Antón padre por un importe de 1.442 libras pagaderas por mitad
en junio de 1721 y 1722, y también contra José Torregrosa que le debía dos
créditos por un monto valor de 981 libras, 4 sueldos y 4 dineros (105).
Este trato mercantil debió resolverse de modo satisfactorio para ambas partes,
pues no existe constancia en contrario, al igual que sucedía con la disolución de
la compañía y casa comercial de los fraternos negociantes genoveses a mediados
de abril de este mismo año, como precedentemente hemos referido. Sin
embargo, no finalizaría el año 1721 sin que acontecieran dos nuevos sucesos de
carácter jurídico-judicial. En el primero, acaecido en noviembre, Gerónimo
afrontaría otro nuevo conflicto con el capitán inglés Diego Talbot, cuyo navío
“Londres” había fletado en Génova su hermano Maricone para cargar en las
salinas de La Mata 420 modines de su salífero producto destinados a su
consignación, por el precio estipulado en el contrato de fletamento; pero el
capitán, en lugar de fondear en Torrevieja, anclaría su buque en Cartagena para
cargarlo de barrilla causando ello grave perjuicio a ambos hermanos
negociantes, razón por la que Gerónimo apoderaría a los negociantes franceses
de esa ciudad Nicolás Amiel y Juan Bautista Ribier con el fin de requerir a
Talbot el inmediato cumplimiento del contrato y, en caso contrario, le
protestasen todos los perjuicios que les hubiere causado (106).
El segundo, comenzaría en la jornada siguiente a la de este otorgamiento,
cuando Geronimo procedería a la revocación total del poder general concedido
cinco años antes en unión de su hermano a sus antiguos mozos de escritorio
Bottaro y Castelly, lo cual desencadenaría un proceso judicial prolongado en el
(104) A.H.P.A. Protocolo 786 de Antonio García, “Ajuste entre partes”, 29-8-1720, ff. 295r-296v. El corregidor
interino Ochoa y Concha era abogado de los reales Consejos y titular del corregimiento de la ciudad de Lorca.
(105) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Venta de barrilla”, 30-1-1721, ff. 58r – 61v.El precio de la
barrilla, franco de gastos y derechos para el comprador, variaba según se cargase en la playa de Águilas en cuyo
caso era a 13 reales de plata vieja por quintal – 1 peso, 12sueldos y 6dineros –, o se embarcase en el puerto de
Cartagena en donde el quintal costaría 14 reales – 1 peso y 15sueldos –. En cualquier caso, el precio total del
género debía pagarse dentro de los tres siguientes meses.
(106) A.H.P.A. Protocolo 894 de Francisco Hernández, “Poder para requerir y protestar”, 10-11-1721, f. 216r –
216v. Maricone fletaba este buque utilizando los servicios de Juan María Oliveri, genovés corredor de mar.
604
tiempo por más de nueve largos meses, cuya final resolución sucedería en
agosto de 1722 debido a la intercesión del negociante genovés Antonio
Bocardo, como queda referido en páginas anteriores (107).
La disolución de la conjunta empresa mercantil de los hermanos Maricone no
supondría la erradicación de los vínculos comerciales entre ellos, que
continuarían manteniendo su dinamismo por el momento, constituyendo un
hecho probatorio los fletamentos realizados por Gerónimo para remitir a Génova
diferentes productos mercantiles destinados a su hermano. Así, en marzo de
1722, propondría al capitán genovés Pablo Gerónimo Guillino el alquiler de su
buque “Santa Ana” para cargar en Cartagena 3.000 quintales de barrilla y 150
docenas de libánes cinqueños, o la porción que le cupiese, cuyos géneros le
serían entregados por su correspondiente en esa ciudad murciana Carlos María
Risso, al igual que las pólizas de cargo, para ser llevados a la capital ligur y
consignados a la persona expresada en dichas pólizas; es decir, su hermano
Maricone. El capitán aceptaría el contrato concediendo los diez siguientes días
al de su llegada al puerto cartagenero para realizar el mercantil embarque, más
otros seis de prorroga, cobrando por cada uno 20 pesos de estarías debiendo
percibir también por el flete y conducción 2 reales por quintal y 13 reales por
cada docena de libánes, después de haber practicado la consignación a su
destinatario en Génova (108).
Cinco meses más tarde, en agosto, contrataría el negociante genovés el pinque
“Santo Cristo y las Almas del Purgatorio” al patrón maltés Francisco Bonet para
que, navegando hasta el puerto de Denia, recibiera en el la cantidad de añiles
aportados por su vecino Gerónimo Miguel Contri, pasando luego a la villa de
Jávea para embarcar de 100 a 150 quintales de lana sucia y 100 quintales de
pasa entregados por Mariano Bañuls y transportarlo todo al puerto de Génova.
El patrón estipularía seis días laborales para cargar y otros tantos de estancia, si
fueren necesarios, pagados a 6 pesos cada uno de estos últimos, además de
percibir en concepto de flete y conducción 3 reales de plata por quintal de lana y
añiles y 20 sueldos por cada uno de pasa, en moneda genovesa fuera del Banco,
así como recibir extracontrato 100 pesos pagados por el negociante bajo el
pretexto de sufragar la expedición del pinque, aunque en realidad eran para
entregarlos a Maricone en Génova con el 10% del interés o cambio marítimo
(109).
No resulta comprensible esta actitud del Gerónimo, máxime cuando el patrón
cobraba por el alquiler y conducción de la nave, a no ser que adeudase los 100
pesos a su hermano o que, hipotéticamente, fuese el subterfugio practicado para
sacar de España su apreciada moneda de oro y plata ya que, sin poder
determinar la precisa intención del negociante genovés, no sería la primera vez
que actuaría con este anómalo proceder puesto que, tres meses antes, a mitad del
605
mes de abril prometía al inglés Jorge Long, como capitán de “El Licabet”,
entregarle 200 modines obtenidos en las salinas de La Mata, puestos a bordo del
buque al unitario precio de 2 pesos y medio que importaban 500 pesos,
pagándole hasta 640 pesos de contado bajo la condición de obligarse Long a
declarar haber recibido del negociante los 140 pesos de exceso y a cargar en
dicho lugar la citada cantidad de sal por el importe de 640 pesos que, con más el
10% de cambio marítimo, debía asegurar pagarlos en doblones fuera del Banco
a su hermano Maricone tan pronto como llegase a la ciudad de Génova (110).
Remotamente cabría, dentro de lo probable, que esta conducta del negociante
genovés tuviese por finalidad incentivar a los capitanes de embarcaciones, para
que accedieran a la contrata y a superar las rígidas trabas de atraque y partida de
buques imperantes en el puerto de la ciudad, como consecuencia del brote
pestífero marsellés de 1720, cuyas repercusiones sobre el comercio portuario
alicantino, al igual que las medidas preventivas de contagio adoptadas y
mantenidas por las autoridades nacionales y locales han sido certeramente
descritas por el profesor Giménez López (111), afectando intensamente al
tráfico marítimo de buques y pasajes del que, sin duda, resultaría perjudicado
Gerónimo, además de involucrarse en la defensa de naves afectadas. Prueba de
ello sería que, en septiembre de 1722, el capitán genovés del navío “Gibraltar”,
Marcos Cazola, facultaba a su compatriota negociante para que arreglase la
avería o daño padecido por las mercancías, que debía practicarse entre los
interesados en la carga del buque, embarcadas en el último viaje realizado a
causa de las detenciones por la cuarentena y otros gastos producidos para su
práctica mercantil y descarga, cobrándoles aquella porción monetaria que les
correspondiese abonar a cada uno de ellos (112).
En el siguiente mes de octubre acontecía la citada cesión de la “real gracia”
para poder importar 3.000 arrobas de cacao, procedente de territorio colonial no
portugués, al cesionario negociante Agustín Ramírez, así como las desconocidas
“circunstancias imposibilitadoras” que la motivaron y sobre las que hemos
vertido algunas hipótesis a la luz del fidedigno conocimiento disponible (113);
pero que, en cualquier caso, apenas sí le permitirían mantenerse activo por
espacio de quince meses durante los cuales tan sólo practicaría tres operaciones,
de las que sólo una tendría un marcado carácter comercial la que realizaría el día
2 de junio de 1723, fecha en la que el capitán inglés Juan Whytehead fletaría su
navío “Rudlan” al negociante genovés, en calidad de comisionado del proveedor
del presidio ceutí D. Pedro Travessí, granadino avecindado en Madrid, para
navegar al Grao de Valencia a la consignación de D. José Matías Castilla y Segrí
y cargar en su playa 4.000 quintales de harina e higos, o tanta cuanta pudiese
transportar el buque, para conducirlos al presidio de Ceuta; pero, habiendo
(110) A.H.P.A. Protocolo 895 de Francisco Hernández, “Obligación”, 15-4 -1722, f. 101r – 101v.
(111) Giménez López, E., “Alicante ante la peste de 1720”, en Revista Canelobre, Dossier. Diputación
Provincial de Alicante, verano de 1985, pp. 98-104.
(112) A.H.P.A. Protocolo 895 de Francisco Hernández, “Poder para cobrar y pleito”, 20-9-1722, f. 214r – 214v.
(113) Supra, página 579, nota 24.
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llegado al Grao y no teniendo el mencionado factor la entera carga de harina, el
capitán se vería precisado a embarcar 2.517 fanegas de trigo cobrando 3 reales
de vellón por fanega, el 5% de capa más 10 pesos de gratificación, asegurando
Gerónimo que le serían satisfechos en Málaga después de descargado el cereal
en la africana ciudad española, y si pasados dos días de la estiba no hubiese
cobrado él mismo le abonaría el flete, capa y gratificación en nombre de
Travessí (114).
La exacción fiscal establecida por el nuevo sistema tributario de Felipe V
implantado en el reino de Valencia con posterioridad a los Decretos de Nueva
Planta, descritos rigurosamente por los profesores Franch Benavent y Giménez
López para los respectivos ámbitos urbanos de Valencia y de Alicante (115),
superpuesto a las tributaciones regionales ya existentes, afectaría onerosamente
al comercio con imposiciones del 22´5% en aranceles aduaneros de mar,
quedando reducidas al 15% desde agosto de 1711; pero pagando el 14% de toda
venta, menos el pan, en el reparto del Equivalente que también gravaba el
consumo de carne, vino, aceite o vinagre al igual que hacían los Millones en
Castilla, además de soportar los monopolios reales o estancos del real de la sal,
renta del tabaco, renta del aguardiente y papel sellado. Por todo ello, los
comerciantes residenciados en la ciudad consideraban los gravámenes
perjudiciales en exceso para sus actividades, ante lo cual Gerónimo, en unión de
otros negociantes representantes de las distintas nacionalidades implicadas en el
comercio alicantino, nombrarían en octubre de 1724 por su diputado y agente en
Madrid al negociante Antonio Ramírez para todos sus pleitos, causas y
negocios, pero especialmente para que en su representación y el de su comercio
recurriese ante el monarca y sus reales Consejos, por vía de recurso y agravio,
suplicando cuanto conviniere “al alivio y franqueza del comercio y en prueba
del agravio que nos tiene en el repartimiento de imposiciones” (116).
Desconocemos los positivos efectos de tal designación, si los hubo; pero sí
sabemos que el negociante genovés no volvería a practicar ninguna operación
comercial hasta finales de marzo de 1725, vendiendo al valenciano D. Jaime
Marco un cargamento de trigo de Levante que había recibido del capitán francés
Pedro Peyllón, cuyo navío “Nuestra Señora de Loreto y San Antonio de Padua”
habían contratado en Génova para tal fin los negociantes de esa ciudad Maricone
(114) A.H.P.A. Protocolo 789 de Antonio García, “Obligación”, 27-6-1723, ff. 166r – 167v. La comisión al
negociante genovés se la otorgaba Travessí ante el notario de Madrid Diego Antonio Castellanos el día 4-3-1723.
La fanega era una medida de áridos utilizada en Castilla equivalente a 12 celemines de 4´625 litros de capacidad,
por lo que la fanega contenía 55´5 litros.
(115) Franch Benavent, R., “Fiscalidad y manufacturas en la Valencia de Felipe V”, en Revista de Historia
Moderna, nº 20. Anales de la Universidad de Alicante, 2002. Varia, pp. 1-67; y Giménez López, E., Alicante en
el siglo XVIII. Economía de una ciudad portuaria en el Antiguo Régimen. Valencia, Institución Alfonso el
Magnánimo, 1981, pp. 218 y ss.
(116) A.H.P.A. Protcolo 357 de Pascual Bueno, “Nominación de diputado y agente”, 28-10-1724, ff. 360r –
361v. Conjuntamente con Gerónimo Maricone y Sebastián Noly, diputados de la nación genovesa, firmaban este
otorgamiento Pedro Choly y Juan Bautista Amy, diputados de la nación francesa; Samuel Tuckar y Ezequiel
Hall, diputados de la nación inglesa; Gaspar Welter y la compañía Elver y Welter, negociantes suizos, y Agustín
Ramírez, negociante español.
607
y los hermanos Alejandro María y Federico Scagliosi. Cumpliendo con la venta,
Gerónimo ordenaría al marino francés llevar el cereal a la playa del Grao y allí
estibarlo conforme a la obligación establecida en el contrato, negándose Peyllón
a su ejecución pretendiendo que se le pagasen los fletes de vacío por lleno al no
haberse completado el cargo del buque, sobre cuya cuestión se practicarían las
partes diferentes protestas seguidas de un litigio ante la justicia de la ciudad.
Sin embargo, previendo los mutuos perjuicios resultantes del pleito, acordarían
cumplir el capitán lo ordenado a cambio de recibir del negociante 150 doblones,
además de la cantidad de Minas contratadas con tal que, correspondiendo a los
fletadores el pagar o no la pretensión de Peyllon, se conviniese con aquéllos o lo
consiguiese jurídico-judicialmente, pues de no lograr lo uno ni lo otro debía
formalmente obligarse a restituir los doblones con más el cambio marítimo de
Génova, abonándolos en esa ciudad o en esta de Alicante; mientras el
negociante también se obligaría a garantizar que los fletadores no moverían
ningún proceso judicial hasta que el capitán no se restituyese a la capital ligur y
estuviese presente (117). La firma del acuerdo se efectuaría por separado a causa
de que Peyllon no podía salir del puerto, por no estar autorizado a la práctica
comercial, y hallarse Gerónimo imposibilitado de concurrir al muelle por tener
quebrantada seriamente su salud, en tal manera que transcurriría todo un mes
antes de poder realizar una nueva operación mercantil.
En los últimos días de abril de ese año, el negociante genovés ajustaría con los
también genoveses Juan Bautista Boto y Benito Manfredi, sobrecargo y oficial
respectivamente del navío “Nuestra Señora del Orito”, entregarles en comisión
541 libánes cinqueños y una bala con 12 piezas de paño inglés de diferentes
colores para que, a cuenta y riesgo del negociante, los vendiesen allá donde
obtuviesen su mayor beneficio y del producto obtenido empleasen hasta 1.500
pesos en comprar “tanto trigo de buena calidad en aquellas partes de Levante”
donde le encontrasen y, cargándole en la nave a expensas y riesgo del negocian-
te, lo consignasen a su nombre y orden en las ciudades de Alicante, Valencia o
Cartagena, empleando las restantes mercancías a voluntad de los contratados en
géneros de Turquía con los que invirtiesen sus propios capitales, los cuales
vendidos del mismo modo donde les fuese posible teniendo su importe a
disposición del negociante genovés. Así mismo, el contrato contemplaba que en
el caso de no hallar comprador para los libánes los hipotecasen los susodichos
marinos a su voluntad, siempre asegurando la compra del mencionado cereal
hasta en la expresada cantidad de pesos, percibiendo los contratados por este
encargo el 2´5% de las ventas e igual porcentaje por las compras (118).
A estas alturas, Gerónimo había superado no sólo la terrible experiencia perso-
nal vivida hacía un sexenio, sino también el deplorable estado económico en que
quedó sumido. Ahora, habiendo aumentado la familia con el nacimiento de su
(117) A.H.P.A. Protocolo 896 de Francisco Hernández, “Convenio”, 28-3-1725, ff. 57r – 59v. Mina era el
nombre de una antigua moneda griega equivalente en peso a 100 dracmas, de curso legal en Génova; pero
inusual ya en la centuria dieciochesca.
(118) A.H.P.A. Ibid., “Contrato de comisión y obligación”, 27-4 -1725, ff. 76r – 77v.
608
hijo, soplaban tan benefactores vientos que los beneficios obtenidos por los
conceptos de tratos y granjerías más el de utilidades, gravados por el impuesto
del Equivalente, le permitían equipararse con los más conspicuos hombres de
negocios coetáneos y casas comerciales existentes en la ciudad (119), más aún
cuando no se atisbaba en su horizonte profesional ningún indicio que presagiara
la huracanada tempestad económica que, súbita y bruscamente, le iba a
sobrevenir, aunque tal vez fuese un síntoma premonitorio el conflicto surgido
con el negociante Agustín Ramírez.
En octubre de 1722, Gerónimo acordaría con el negociante alicantino hacerle
cesión de la “real gracia” de poder introducir por el puerto de la ciudad 3.000
arrobas de cacao, siempre que su procedencia no fuese del dominio colonial
portugués, debido a las “circunstancias imposibilitadoras” surgidas al negociante
genovés sobre cuya etiología hemos apuntado algunos hipotéticos argumentos
en páginas precedentes (120). Quince meses después, en enero de 1724,
amparándose en la cesión, Ramírez introducía en tránsito para Madrid 18.000
libras de cacao de Caracas que la contaduría de Rentas Reales y Generales de la
aduana portuaria registraría, erróneamente en su opinión, a nombre de Gerónimo
, motivo por el que pensaba se le cargaría al genovés el pertinente gravamen en
el Equivalente de 1725, estando él exento por hallarse en posesión de una real
provisión del Consejo de Hacienda, fechada en Madrid el día 6 de abril, que le
exoneraba del pago de cualquier carga de ese impuesto en razón de los géneros
que de tránsito entrase en la ciudad hasta nueva orden de dicho Consejo, la cual
no se había producido. En consecuencia, Ramírez, entendiendo ser injusto, le
requería al negociante genovés que fuese a su cargo y riesgo en el caso de pagar
tal carga impositiva, protestándole también los daños que se le produjesen así
como que no hiciese constar ser la introducción del género realizada por el
requeriente. Conocido uno y otra por Gerónimo, contra protestaría a Ramírez los
perjuicios que le recreciesen y ocasionasen con motivo de su divergente opinión
(121), puesto que en el Equivalente de 1725 se le repartirían 114 libras, 16
sueldos y 6 dineros, de las 1.314 libras totales tributadas, en razón de la citada
partida de cacao entrada bajo el concepto de tránsito que aún no había
justificado esa condición, entendiendo el genovés que habiendo satisfecho él las
cargas impositivas era de su pertenencia toda la expresada cantidad de cacao.
El asunto derivaría en litigio al pretender Ramírez, basándose en el aludido
despacho de Hacienda, apropiarse de la introducción de la partida de cacao a
pesar de no figurar su nombre en la certificación de entradas de la aduana,
(119) A.M.A. Arm. 7, Lib. 2. “Repartimiento del Equivalente. Años 1724 -1725”. Comparando las cargas
fiscales de Gerónimo con las soportadas por los más destacados negociantes de la ciudad en el reparto impositivo
de estas dos anualidades, resulta que el negociante genovés tributaría 960 y 1.314 libras respectivamente, cuando
Marabeuf soportaría unos gravámenes de 1.461 y 885 libras; Choly, 925 y 887 libras; Fabiani, 439 y 398 libras;
Elver y Welter compañía, 1.461 y 1.129 libras; Hamond, Barker y Reveley compañía, 1.004 y 1.916 libras;
Merret y Hall compañía, 699 y 1.883 libras; o los Noly, 892 y 290 libras.
(120) Supra, notas 24 a 26 y 113.
(121) A.H.P.A. Protocolo 358 de Pascual Bueno, “Requerimiento y protesta”, 9-6-1725, ff. 183r – 184v. Las
18.000 libras de cacao importadas representaban 720 arrobas, contabilizadas a razón de 25 libras por arroba.
609
estando cuatro años después aún pendiente de resolución, al igual que la parte
impositiva cargada al negociante genovés con motivo de esta operación
comercial (122).
Pasados nueve días de la notificación de Ramírez, como si de un aldabonazo
se tratara, los acreedores de Gerónimo reclamaban sus créditos prácticamente al
unísono, demandando su pago mediante la presentación de un aguacero de letras
de cambio, contabilizándose diecinueve en sólo los meses de julio y agosto de
1725, siendo las tres primeras las libradas por su hermano Maricone y
presentadas el día 18 de junio por el negociante tomador Luis Lombardón. Estos
instrumentos crediticios, que serán pormenorizados más adelante, fueron libra-
dos mayoritariamente al uso o a la vista, con alguno también domiciliado, pero
todos a corto plazo, representando un monto superior a las 22.000 libras que el
negociante genovés no podía satisfacer por carecer de la suficiente liquidez en
ese tiempo, viéndose precisado a la suspensión de pagos acreditado mediante el
protesto de los documentos mercantiles (123), declarándose en quiebra y
solicitando judicialmente el concurso de acreedores, además de ausentarse de su
domicilio para no ser molestado por los acreedores quienes, de forma
excepcional, demostrarían su solidaridad profesional con el negociante genovés.
La inmediata consecuencia de la bancarrota sería la confiscación judicial de
los bienes de Gerónimo a petición de los acreedores, a la que seguiría su
encarcelamiento por segunda vez, permaneciendo en prisión por espacio de
catorce meses, motivo por el que no existe ningún vestigio documental de este
negociante durante todo el año 1726, no obstante figurar como contribuyente en
el reparto impositivo de ese año con una carga fiscal por encima de las 544
libras (124), resultando de todo ello su ruina económica de la que con ayuda
sobreviviría; pero de la que nunca ya se repondría, como sucediera en la anterior
ocasión, al no conseguir el nivel de confianza de antaño, concluyendo de este
modo su faceta de negociante mayorista. En adelante, su actuación mercantil
asemejaría a la de un tratante con tienda propia dedicado, sobre todo, a la
cobranza de sus créditos para poder satisfacer las crecidas deudas a sus
acreedores, lo cual practicaría a lo largo de dos sexenios.
Sin embargo, Gerónimo añoraría su esplendoroso pasado comercial y, cuatro
años antes de su fallecimiento, haría un último intento por actuar como
negociante de puerta abierta o minorista; pues, sin el prestigio ni el crédito
personal y financiero de otrora, tenía que abastecerse de un negociante “en grue-
(122) A.M.A. Arm. 7, Lib. 4. “Repartimiento del Equivalente. Año 1729. Cantidades inciertas en los años 1725
y 1727 repartidas a las casas de Pavía y compañía, Lavarelo y compañía y Gerónimo Maricone, negociantes.
Año 1725”.
(123) A.H.P.A. Protocolo 449 de Vicente Cerdá y Sevillano, y protocolo 791 de Antonio García. Las actas de
estas dos series documentales ordenadas contienen las referenciadas letras de cambio y sus protestos.
(124) A.M.A. Arm. 7, Lib. 2. “Repartimiento del Equivalente. Año 1726”. Del total cupo de 24.000 libras
repartidas por los caballeros D. José Pascual de Bonanza y D. Nicolás Pascual del Povil, se le cargarían al
negociante 544 libras y 11 sueldos resultantes de los tratos, granjerías y utilidades practicadas en el año anterior.
Por otro lado, la pena carcelaria se iniciaría a mediados de octubre de 1725 finalizando en la primera quincena de
diciembre del siguiente año 1726, en A.H.P.A. Protocolo 898 de Francisco Hernández, f. 13r -13v.
610
so”, siendo el elegido para la ocasión el francés Juan Bouligny a quien, en la
única relación comercial habida entre ambos, compraría 37 arrobas y 8 libras de
pimienta apreciada a 15 libras y 15 sueldos por arroba, prometiendo abonar de
contado las 588 libras de su valor pasados cinco meses, garantizando el pago del
importe mediante la hipoteca de su finca campestre situada en la alicantina
partida del Moralet, con más todos los frutos producidos en ella pendientes de
recolectar (125).
LOS NEGOCIOS
(125) A.H.P.A. Protocolo 1657 de Onofre Savater, “Obligación”, 13-7-1745, f. 118r – 118v.
(126) A.H.P.A.Protocolo 778 de Antonio García, “Poder para cobrar”, 10-4 -1710, f. 90r – 90v.
(127) A.H.P.A. Ibid., “Carta de pago”, 24 -8-1710, f. 201r – 201v.
611
misma calidad de tabaco apreciados a razón de 4 sueldos por libra de peso (128).
El monarca Felipe V favorecería el asentamiento de franceses en aquellas
áreas del litoral mediterráneo, fielmente mantenidas bajo su dominio o recién
incorporadas al mismo por la fuerza, casos de Cartagena o de Alicante, mediante
la concesión a marinos y comerciantes galos de “reales gracias” consistentes en
la exención de aranceles aduaneros, que serían aprovechadas por éstos para
saldar sus deudas o entrar en relación con algún prestigioso negociante y casa
comercial que les sirviese de trampolín para introducirse en las actividades
mercantiles. En este sentido, resultaría modélica la actuación de los marinos
marselleses Francisco Tiran, capitán del buque “San José y los delfines
colorados”, y Esteban Sicart, patrón del pinque “Santa Ana”, a quienes una Real
Cédula de 15 de julio de 1709 les facultaba para cobrar 608 doblones de los
derechos de entrada y salida de géneros, aduanas, alcabalas y diezmos. A
comienzos de diciembre de 1710, Maricone daba al negociante francés
Raimundo Boviñan, apoderado de aquéllos, 300 doblones que debía entregar a
sus representados, los cuales traspasarían al negociante genovés los derechos
adquiridos en virtud del expresado Real Despacho, para que se cobrase la citada
cantidad de los derechos que causase en la entrada y salida de géneros por la real
aduana de la ciudad (129).
Otro caso modélico ocurriría seis años más tarde con la actuación del también
patrón francés Nöel Barthellon, avecindado en la ciudad de Cartagena que, a
fines de marzo de 1716 revocando el poder concedido a su compatriota
negociante Claudio Brunet, se lo otorgaría a Maricone para que percibiese
12.998 reales de vellón del derecho de los géneros entrados en la ciudad
alicantina procedentes de Francia y de los frutos que de ella se sacasen para
aquel Reino, en virtud de otra Real Cédula de la misma fecha que la antecedente
, refrendada por una segunda de 29 de septiembre de 1714, facultándole a cobrar
354 doblones de los mismos derechos aduaneros aludidos (130).
No todas las relaciones mercantiles desarrolladas por Maricone tuvieron el
componente de cordialidad como las referidas hasta ahora, pues no sería
inhabitual la disputa no exenta de animosidad incluso en aquellas ejercidas con
sus paisanos, destacando en estos iniciales años la mantenida con el capitán
genovés Sebastián Grandona y su entorno familiar, la que se prolongaría por
espacio de cinco años. Iniciadas en agosto de 1711, cuando el capitán
jurídicamente requería al negociante que aceptase pagar a su plazo una letra de
cambio de 800 pesos, librada a fines de julio en Valencia por Carlos Scasso.
Protestada y notificada por el tomador ante la no aceptación del librado, este re-
(128) Supra, p. 589, nota 64. Los 4 rollos de tabaco de Brasil pesarían 36 arrobas y 17 libras en bruto de las que,
realizada la rebaja de 36 libras y media a razón de libra por arroba, quedaban en limpio 884 libras, siendo su
importe abonado con 1.000 reales de oro y los restantes 689 en moneda corriente.
(129) A.H.P.A. Protocolo 778 de Antonio García, “Cesión”, 6-12-1710, ff. 296r – 297v. El documento regio,
firmado por el monarca y refrendado por su secretario D. Francisco de Sanjuán, sería mandado guardar y cumplir
por D. Felipe Bolifón, Administrador General de Aduanas y Rentas Reales, el día 2 de abril de este año, tomando
razón del mismo la contaduría de la ciudad pasados dos días.
(130) Supra., página 599, nota 95.
612
plicaría que “daría su respuesta en forma al capitán o al escribano” (131). Los
tratos entre los Grandona, residenciados en Cartagena, y el negociante genovés
proseguirían con el paso de los años resultando los primeros deudores del
segundo; pero ante la dilatada morosidad en satisfacer los créditos, Gerónimo, a
quien su hermano había designado en 1713 gerente-administrador de su
compañía mediante el mencionado poder general (132), facultaría al genovés de
aquella ciudad Juan Domingo Casony, substituyéndole parte de las potestades
recibidas, para que pidiese y tomase cuentas con pago a los hermanos Domingo
y Ángel Agustín Grandona, demandándoles ante la justicia sí el caso lo
precisaba (133).
La gestión de Casony resultaría poco diligente e ineficaz, porque pasado un
año Gerónimo volvería a otorgar en los mismos términos y para idénticos fines
una nueva substitución en la persona del negociante genovés Carlos María
Risso, también avecindado en Cartagena y componente de la compañía Pavía y
Risso (134). Sin embargo, tampoco las diligencias de éste darían los resultados
apetecidos, motivo por el que en septiembre de 1715 se vería precisado a
designar un nuevo apoderado; mas ahora no recurriría a ningún comerciante,
agente de negocios o procurador de causas, sino a una prelacía al designar por su
representante al obispo murciano D. Juan Manuel (135), quien parece ser
conseguiría, finalmente, solventar las diferencias entre las partes enfrentadas.
La dilación en el pago de los créditos, convertida con harta frecuencia en
exagerada morosidad, sería otro de los rasgos representativos de la inseguridad
económica de unos tiempos posbélicos y de la acentuada pobreza en que la
guerra había sumido al país, más acusada en aquellos ámbitos territoriales, como
el alicantino, directamente afectados por el desarrollo de la contienda dinástica.
Esta característica, con especial incidencia de la morosidad, impregnaría de
forma constante los negocios de los hermanos Maricone, motivada por su propia
dejadez en practicar operaciones insolventes que no garantizaban la seguridad
del cobro de los créditos, lo cual les obligaría al uso de la vía jurídica y judicial
para conseguir su cobranza, otorgando poderes a gente vinculada personal y/o
profesionalmente con ellos y, en principio, de su entera confianza, como actuaría
Maricone apoderando a Pedro María Ravasquino para todas las cobranzas en
Baleares y a su tío paterno Juan Bautista para idénticos fines en Génova (136).
Sin embargo, el hecho de nombrar apoderados no garantizaba en modo alguno
la inmediata y segura cobranza del crédito a los deudores, como acabamos de
(131) A.H.P.A. Protocolo 1763 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Protesta”, 3-8-1711, f. 129r – 129v. La letra,
librada el día 27 de ese mes, concedía un plazo de 10 días para abonar al capitán los 800 pesos de a 8 reales de
plata vieja.
(132) Supra, página 572, nota 6.
(133) A.H.P.A. Protocolo 780 de Antonio García, “Substitución de poder”, 7-8-1713, ff. 172r – 173v.
(134) A.H.P.A. Protocolo 781 de Antonio García, “Substitución de poder”, 7-7-1714, f. 168r – 168v.
(135) A.H.P.A. Protocolo 782 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 2-9-1715, ff. 197r – 198v.
(136) A.H.P.A. Protocolo 779 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 26-4 -1712, ff. 53r – 55v y 65r –
58v, respectivamente.
613
ver con los Grandona y también sucedería con los lugareños de Ibros Antonio
Garrido Rodríguez y Francisco Cabrera, a quienes en mayo de 1711 el
negociante genovés les vendería al fiado 7 balones de papel floreto por un
importe de 215libras y 15sueldos y un quintal de acero apreciado en 18 libras y
15sueldos, respectivamente, cantidades no percibidas transcurrida una anualidad
y a su consecución apoderaría al alicantino Pascual Tomás (137), cuyas
actuaciones producirían escasos resultados, puesto que un trienio después
Maricone, en unión del también paisano negociante Antonio Bocardo,
nombrarían nuevo apoderado en la persona del baztetano Baltasar Pablo de
Castro para la cobranza de las respectivas cantidades adeudadas por el iberiense
Antonio Garrido (138). Tampoco las gestiones practicadas por este bastiteno
durante un año darían los frutos apetecidos, motivo por el que después de
revocarle el poder se lo concedería al zujareño Domingo de Morales (139), el
cual obtendría los mismos nulos resultados que sus predecesores. Por ello,
Gerónimo, usando del referido poder general de 1713, revocaría en 1717 a de
Morales designando en su lugar al baztetano/bastiteno Manuel Prieto (140),
quien al parecer lograría por fin cobrar los créditos adeudados por los ibreños
Garrido y Cabrera.
Estos casos nada tenían de insólito, pues la morosidad era tan crecida y los
impagos tan habitualmente frecuentes que incluso hasta negociantes, que en
años pretéritos habían gozado de la confianza de Maricone, se convertirían en
pertinaces deudores como el murciano Gerónimo Blanco, quien el día 5 de
septiembre de 1714 le adquiría mercancías valoradas en 922 escudos y, pasado
un año, el negociante genovés recabaría de nuevo la intervención del citado
prelado murciano D. Juan Manuel para conseguir el cobro del mencionado
crédito (141).
Esta quiebra de confianza generaría en el negociante genovés un profundo
recelo que le impulsaría, a corto plazo, a otorgar poderes jurídicos sólo entre los
miembros de su propia familia, como lo eran su susodicho tío paterno Juan
Bautista, para los asuntos concernientes a los negocios en su natalicia ciudad, y,
sobre todo, a su hermano Gerónimo para que se ocupase por los desenvueltos en
el ámbito alicantino (142), cuya positiva actuación satisfaría sobremanera a
(137) A.H.P.A. Protocolo 779 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 6-5-1712, f. 65r – 65v. El papel
floreto costaba a 30 libras y 10 sueldos por balón, a cuyo importe se añadían los gastos de los derechos que
ascendían a 2 libras y 5 sueldos.
(138) A.H.P.A. Protocolo 782 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 4-2-1715, ff. 33r – 34v. El
monto adeudado ascendía a 274 pesos y 6 reales, de los que 215 pesos y 6 reales eran debidos a Maricone, lo que
suponía haber rebajado la deuda el ibreño a razón de sueldo por año, y los restantes 59 pesos correspondían al
crédito perteneciente a Bocardo.
(139) A.H.P.A. Protocolo 783 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 10-5-1716, ff. 114r – 115v.
(140) A.H.P.A. Protocolo 784 de Antonio García, “Substitución de poder”, 10-5-1717, ff. 93r – 95v.
Supuestamente, Prieto debió liquidar el débito de los citados ibericenses, puesto que la documentación notarial
no expresa otras referencias sobre este asunto.
(141) A.H.P.A. Protocolo 782 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 12-8-1715, ff. 180r – 181v. La
deuda procedía de un vale firmado por Blanco en cantidad de 338 pesos, además de una escritura de obligación
conteniendo 584 pesos efectuada ante el notario murciano Miguel de las Peñas Torralba.
(142) A.H.P.A. Protocolo 779 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 4-8-1712, f. 103r – 103v.
614
Maricone hasta el extremo de que, ocho meses más tarde, le designaría gerente-
administrador general de su compañía y casa comercial otorgándole el poder
general anteriormente citado, pasando, poco tiempo después, a convertirse en
socio de la nueva compañía constituida bajo el título de los respectivos nombres
de ambos fraternos negociantes. Al mercader Francisco Loza le trasladaría, en
noviembre de 1712, la responsabilidad de representarle en los negocios
desarrollados en el territorio murciano, a través del poder general concedido
para todas las cobranzas en dicho ámbito (143).
Decepcionado, a la vez que aleccionado por el caso Blanco, Maricone optaría
en adelante por rehuir lo más posible del apoderamiento a los protagonistas de
negocios para centrarse en los fedatarios públicos, al menos eso decidiría para la
percepción de los créditos producidos en el área valenciana designando, en
agosto de ese mismo año, a Lorenzo Lop, notario de la ciudad del Turia, para la
cobranza judicial o no de un crédito superior a las 832 libras que, desde el
antecedente mes de mayo, le debía el fallecido vecino alteano Antonio María
Chapuli (144).
Apenas habían pasado seis días cuando el negociante genovés requería de
nuevo los servicios del mismo notario valenciano, substituyéndole el poder
especial que a él le había otorgado Jaime María Miconi, en su condición de
compañero y administrador-depositario de los bienes de los herederos de los
difuntos genoveses César y Mariano Miconi, ante el notario de la capital ligur
Juan Bautista Bocardo en el primer día de agosto, al objeto de cobrar todo
cuanto Francisco María Oliva, también genovés residenciado en Mallorca,
adeudaba a los dichos herederos, particularmente las cantidades consignadas en
tres letras de cambio cuya suma importaba algo más de 949 escudos (145). No
obstante, en esta ocasión, un atisbo de camaradería corporativista salvaría al
deudor del contencioso que se le venía encima, ya que diez meses más tarde
Cristóbal Rato, genovés avecindado en Valencia, comunicaría a Maricone que
Oliva no podía por entonces liquidar el débito a consecuencia de haber padecido
“diferentes pérdidas y ruinas”, proponiéndole ser él el fiador de éste y abonar en
su lugar los 250 pesos, con la condición de que le concediera la moratoria de un
año a partir del 15 de junio de 1713, en cuyo plazo de demora ningún
representante de la mencionada herencia le pediría cantidad alguna. El
negociante genovés, que en el pasado había mantenido tratos con el deudor,
aceptaría la proposición indicando que el fiador efectuase el pago al notario Lop
(143) A.H.P.A. Protocolo 779 de Antonio García, “Poder general para cobrar”, 22-11-1712, ff. 167r – 170v.
Este comerciante de origen francés estaba a la sazón avecindado en la ciudad de Murcia y residenciado en la de
Alicante.
(144) A.H.P.A. Ibid., “Poder para cobrar”, 28-8-1712, f. 120r – 120v. La exacta deuda importaba la suma de
832 libras, 2 sueldos y 9 dineros contenidas en dos vales, uno de 532 libras, 2 sueldos y 9 dineros y otro de 300
libras, fechados ambos el día 10 de mayo y firmados por el finado.
(145) A.H.P.A. Ibid., “Substitución de poder”, 25-8-1712, f. 121r – 122v. Los tres instrumentos crediticios
expresaban las siguientes fechas y cantidades: uno de 12-10-1708 con 597 escudos y 8 sueldos, y los otros dos
de 31-10-1708 figurando 125 escudos en uno y 226 escudos, 18 sueldos y 6 dineros en el otro, siendo el
montante de las tres letras 949 escudos, 6 sueldos y 6 dineros.
615
para que le hiciese entrega del correspondiente finiquito, quedando revocado
desde ese instante el poder que le tenía substituido (146).
Era obvio que las actividades transaccionales al por mayor practicadas por
Maricone, durante los algo más de tres años que llevaba establecido en Alicante,
superaban de forma abrumadora a las minoristas de las que tan sólo realizaría
dos operaciones crediticias en la segunda mitad de 1712, en cuyo mes de agosto
vendería al beneficiado mosén Juan Berenguer una galera con todos sus arreos y
un par de mulas “a uso de feria y mercado franco”, apreciado todo en 180 pesos
que el presbítero prometía saldar con 30 charrionadas de vino aloque, cubierto y
de buena calidad, procedente de la cosecha de ese año en la huerta alicantina
(147). El segundo trato mercantil al por menor se concretaría en el mes de
noviembre con el gremio de curtidores de la ciudad, endosando a su clavario y
mayorales 15 cueros de suela inglesa valorados en poco más de 99 libras, que
los deudores se comprometían liquidar en unos pocos meses (148).
Continuando con sus habituales negocios “en grueso”, Maricone trataría en
febrero de 1713 un crédito de 922 libras en géneros y mercancías con la villa de
Petrel a través de su representante Francisco Montesinos, quien se imponía
abonarlas el día de Todos Santos de ese año y a la seguridad del pago presentaba
por fiador al alicantino D. Pedro de Hoyos Marín (149), hecho insólito hasta
ahora en los negocios de los hermanos negociantes que no solían exigir la
garantía de sus créditos, lo cual les acarrearía los graves quebrantos referidos
con anterioridad. Pasados dos meses, el negociante genovés realizaría la misma
operación con la villa de Tibi por medio de su síndico Melchor Pérez,
endosando un crédito de 923 libras que importaran 130 arrobas de suela inglesa
vendidas al precio de 7 libras y 2 sueldos, prometiendo liquidarlas en el plazo de
medio año (150), sin fiador ni fianza alguna, siendo esta la principal causa de la
crecida morosidad padecida por los fraternos negociantes de la que ellos eran
únicos culpables, como lo atestiguan los mismos antedichos créditos que
permanecían adeudados a mediados de diciembre de 1714 cuando el negociante
alicantino Juan Bautista Abril, previamente facultado por Maricone, intentaría
cobrarlos en su propio beneficio (151).
Lógicamente, no serían las dos expresadas villas con algunos de sus vecinos
los únicos, ni tampoco los primeros deudores morosos con los que el negociante
(146) A.H.P.A. Protocolo 780 de Antonio García, “Obligación y promesa”, 4 -6-1713, ff. 108r – 109v. El caudal
crediticio que en ese año Oliva adeudaba a la herencia de César y Mariano Miconi sumaba 5.653 libras y 1
sueldo de moneda genovesa.
(147) A.H.P.A. Protocolo 779 de Antonio García,“Venta real de galera y par de mulas”,8-8-1712, ff. 106r-107v.
(148) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 26-11-1712, f. 155r – 155v. Los citados cargos gremiales estaban
desempeñados por el correero Isidro Alonso, el curtidor Bautista García y el zurrador Manuel Piñuela. Por otra
parte, los cueros se habían vendido a 7 sueldos por libra y, habiendo pesado 284 libras, su importe alcanzaba las
99 libras y 8 sueldos.
(149) A.H.P.A. Protocolo 780 de Antonio García, “Obligación”, 17-2 -1713, f. 36r – 36v.
(150) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 11-4 -1713, f. 72r – 72v.
(151) A.H.P.A. Protocolo 781 de Antonio García, “Poder en causa propia”, 14-12-1714, ff. 277r – 278r y 279r –
280r, respectivamente.
616
genovés debía confrontar sus derechos, puesto que con anterioridad ya había
agotado todos los recursos amistosos para reclamar el pago de sus créditos
obtenidos en los negocios practicados en las áreas valenciana y oriolana,
viéndose precisado al recurso de la vía judicial como último medio de conseguir
su cobranza, a cuyo fin había facultado en febrero de 1713 a un notario de
Valencia, Vicente Vázquez, y a un procurador de causas de Orihuela, Juan
Canovas (152).
La demora en liquidar los créditos no era, por otra parte, un rasgo exclusivo y
monopolista del país, si no común a cualquier nacionalidad del deudor afectado
por las adversas circunstancias histórico-económicas del momento. Sirva de
muestra la actitud del genovés Juan Bautista Rapalo, que jamás había rendido
cuentas de los viajes, fletes y ganancias del tiempo en que capitaneaba la nave
“Nuestra Señora de Gracia”, sobre la que Maricone poseía derechos y acciones
valoradas en 500 pesos y, en defensa de ellos, se vería impelido a nuevamente
otorgar poderes a su mencionado tío paterno Juan Bautista para, entre otras
cosas, ajustar las cuentas y cobrar su saldo (153). Pues, en definitiva, resulta
que la tardanza intencionada en pagar los débitos dependía en última instancia
de la cabal integridad personal del deudor, por encima de cualquier otra adversa
consideración, como demostraría el mercader genovés Bartolomé Mandillo
sobre el que recaía un crédito de 1.000 pesos, cantidad que el negociante
genovés había por él satisfecho a la compañía francesa Rose y Dupin como
representante legal del negociante marsellés Bartolomé Odón. El deudor
abonaría el capital debido a su acreedor antes de transcurrido medio año (154).
Cinco días después de liquidado este crédito, el negociante genovés concedía a
su hermano Gerónimo la gerencia de sus negocios y, satisfecho de su dirección-
administración, formarían una nueva compañía mercantil antes de acabar el año
1713, siendo una de las primeras actuaciones del flamante administrador general
manifestar que el genovés Bartolomé Ferro, patrón de la barca “Nuestra Señora
de la Asunción y Almas del Purgatorio”, había entregado a su negociante
hermano 347 pesos procedentes de los interesados en su embarcación y de
cambios marítimos para su guardia y custodia a disposición del patrón, capital
que Gerónimo le había devuelto el 23 de abril de ese mismo año, día en el que
las autoridades borbónicas de la ciudad embargarían a Ferro y a su barca “para
librarse de los riesgos de los contrarios de mar y para cargazón de sal” (155); es
decir, el consabido pretexto con el que se requisaban naves extranjeras para el
real servicio.
En la segunda mitad de 1713, Maricone mostraría un vivo interés por la adqui-
(152) A.H.P.A. Protocolo 780 de Antonio García, “Poder para pleitos”, 12-2-1713 y 14 -2-1713, ff. 33r – 33v y
35r – 35v, respectivamente.
(153) A.H.P.A. Ibid., “Poder para cobrar y otros”, 22-4 -1713, ff. 82r – 83v. Además de para la cobranza, el
negociante genovés facultaba a su familiar para nombrar contador, revocar a Rapalo nombrando otro capitán,
vender el buque en pública subasta o privadamente y, finalmente, para pleitos.
(154) A.H.P.A. Ibid., “Carta de pago y lasto”, 15-6-1713, f. 121r – 121v. El negociante genovés avalaba a su
paisano mercader el 19 de enero de ese año ante el notario alicantino Antonio Sureddo.
(155) A.H.P.A. Protocolo 1320 de Jaime Navarro y Blanquer, “Declaración”, 17-7-1713, f. 86r – 86v.
617
sición de cereales, acaso con el fin de aprovechar el tirón mercantil que suponía
el abastecimiento del ejército borbónico en su asedio a la Ciudad Condal,
motivo por el que aceptaría en el mes de diciembre cobrar parte de una deuda en
cebada de la cosecha correspondiente al siguiente año (156); pero, como buen
negociante ocupado en amasar una rápida fortuna, expresaría todavía una mayor
inclinación por conseguir cualquier operación que le proporcionase los máximos
beneficios, aunque los créditos resultantes fuesen mayoritariamente de dudoso
cobro y de constante aplazado pago y que, de manera habitual, terminarían por
dirimirse en contenciosos judiciales.
Así, el villajoyense Jaime Lloret bien pudiera representar el prototipo del pago
diferido, pues adeudando al negociante genovés más de 119 libras a inicios de
diciembre de 1713, las que se había comprometido saldar en dos iguales pagas
abonadas en Navidad de ese año y por todo enero de 1714, terminaría liquidando
la deuda en abril de ese último año (157); mientras el vecino setabense
Ambrosio Hidalgo podría considerarse un claro exponente del cobro litigioso,
puesto que habiéndose compelido al pago de 404 libras y 2 dineros en partidas
de 50 libras cada mensual día 13 a partir de diciembre de 1713, llegado junio de
1717 adeudaría el mismo capital, lo cual movería a Gerónimo a encargar su
cobranza judicial al alcireño Pedro Rodríguez de Lucena, antiguo administrador
de la Renta del Tabaco en Alicante (158).
La dificultad en el cobro lo era sobre cualquier cantidad crediticia y por parte
del deudor más inesperado. En los últimos días de 1713, Maricone había tomado
una letra de cambio librada por Bernardo Saetone, negociante genovés
residenciado en Mallorca, contra el también negociante de la misma nación
avecindado en la ciudad alicantina Bartolomé Noly, quien rechazaría su
aceptación y pago “por no tener efectos de su dador”, ofreciéndose a lo contrario
cuando los tuviese, siendo por dicho motivo protestada jurídicamente por el
tomador (159).
Con estas inciertas perspectivas de rentabilidad iniciaría el nuevo año el
negociante genovés. Sin embargo, bien pronto se tornarían en halagüeñas
expectativas, aunque fugaces, al conseguir a comienzos de enero una fiada
transacción con el muchamelero Vicente Poveda, a quien endosaría un crédito
de 740 libras provenientes de una venta de géneros y mercancías, débito que
aceptaría pagar el deudor durante el transcurso de ese mismo año de 1714 y así
lo cumpliría, pues con este mismo responsable cliente realizaría el negociante
genovés un segundo trato mercantil dos años más tarde,vendiéndole una porción
(156) A.H.P.A. Protocolo 780 de Antonio García, “Obligación”, ff. 255r – 256v. El labrador ilicitano Francisco
Reinoso le adeudaba 278 libras, a cuyo pagamiento consignaba la cebada sembrada en 8 tahúllas situadas en la
partida de Resemblanch, en el riego de Nafis, del término de Elche, para que la tomara a su tiempo al precio
corriente en la era, pagándole a voluntad del acreedor la parte del crédito que aún quedare pendiente.
(157) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 5-12-1713, f. 258r – 258v, y protocolo 781 de Antonio García, “Carta de
pago”, 19-4 -1714, f. 129r – 129v.
(158) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 5-12-1713, f. 257r – 257v, y protocolo 784 de Antonio García, “Poder en
causa propia”, 23-6 -1717, f. 129r – 130v.
(159) A.H.P.A. Ibid., “Protesta de letra”, 29-12-1713, f. 292r – 292v.
618
de cacao apreciada en 75 libras y 5 sueldos pagaderas en el plazo de siete meses
(160).
Sin embargo, un notable inconveniente no tardaría en aparecer, concretándose
a medidos de ese año con la finalización de los mercantiles tratos y negocios
mantenidos entre Maricone y Juan Bautista Lavañini/o. Asociados ambos
negociantes genoveses establecieron una tienda de ropa en Génova gestionada
por el segundo, surgiendo diferencias entre ellos a causa de las cuentas, tratos y
negociados practicados que serían sustanciadas mediante sentencia laudatoria
pronunciada por los jueces árbitros Antonio Jovannis y Bartolomé Noly,
designados por las partes enfrentadas con asistencia del Brigadier Fernando
Pinacho del Río en su condición de corregidor y justicia mayor de la ciudad,
después de examinar ponderadamente los documentos aportados por cada
litigante, resultando Maricone deudor en la cantidad de 1.999 libras, 9 sueldos y
9 dineros de moneda genovesa (161).
De esta manera, quedarían zanjadas por el momento las diferencias
económicas entre los dos negociantes; pero no las personales, en base a las
cuales Maricone aprovecharía cualquier oportunidad para molestar a Lavañino,
presentándose esta dos años más tarde con ocasión de adeudar éste un crédito de
1.460 escudos de oro al genovés Cosme María Blanco representado por
Maricone, quien comenzaría el hostigamiento interponiendo demandas
judiciales ante el citado corregidor de la ciudad contra su antiguo socio, el cual
protestaría argumentando que, en fuerza de estatutos y leyes municipales de
Génova, ninguno de sus ciudadanos podía ni debía extraer a otro en juicio de un
reino a otro en aquellos tratos, negocios y comercio contraídos en aquella
República, debiendo ser solventado ante uno de sus magistrados y cuya práctica
rigurosamente se había observado desde tiempo inmemorial, incurriendo en
penas estatutarias aquel de dicha clase que lo incumpliese, siendo así que Blanco
seguía causa ejecutiva ante la magistratura genovesa y el notario Domingo de
Ponte por la expresada deuda, contenida en una escritura de obligación que por
sí mismo y como apoderado de Francisco Bertorino hiciese ante el notario
Federico de Cella, cuando además por justos motivos no eran deudores, sino
acreedores.
Conocida la protesta, el demandante replicaría no saber del establecimiento y
observancia en Génova del estatuto y leyes referidas en ella, teniendo por cierto
que los deudores establecidos en otros reinos deben ser demandados ante un juez
de su residencia, en cumplimiento de la ley común aceptada por todos dudando,
además, de que las mismas causas se estén siguiendo en Génova contra el
demandado, sobre todo por desconocer que en aquella República resida alguna
(160) A.H.P.A. Protocolo 781 de Antonio García, “Obligación”, 5-1-1714, f. 17r – 17v, y protocolo 1133 de
Raimundo Marco, “Obligación”, 14 -1-1716, f. 4r – 4v. El labrador de Muchamiel prometía saldar el primer
crédito de 740 libras en dos iguales pagas, la primera por todo el mes de agosto y la segunda, el día y fiesta de
Navidad de ese mismo año.
(161) A.H.P.A. Ibid., “Compromiso entre partes”, 9-6-1714, f. 161r – 161v. La discusión documental y
consiguiente sentencia tendría lugar en la propia casa del Corregidor, en presencia de éste y con intervención
mediadora del mismo.
619
compañía capaz de representarle. Concluía su alegato manifestando no entender
haber incurrido en pena alguna por haber promovido las demandas (162).
En el transcurso de los meses siguientes debieron tensionarse bastante las
relaciones entre los litigantes, tanto como para que el demandado optase por
ausentarse temporalmente de Alicante, pues cuando en septiembre de 1716
Maricone pretendía la cobranza de 300 pesos contenidos en una letra de cambio,
librada a su orden en Mataró por la compañía de Francisco Peramás contra
Lavañino, el criado de éste Bartolomé Rossy justificaría su impago declarando
que su amo hacía muchos días que se encontraba en la ciudad de Valencia (163).
En consecuencia, resulta previsible suponer que los pleitos pasaran a resolverse
en Alicante primero y, en grado de apelación, en la Audiencia de Valencia
después, a cuyo propósito substituía Maricone la parte del poder que para cobrar
y pleito le tenía otorgado Blanco en el procurador alicantino Pablo Navarro y en
el notario valenciano Vicente Vázquez, cuyos servicios ya había solicitado el
negociante dos años antes en unión del mercader alicantino Pascual Sáez (164).
Cabe la posibilidad de que en estas escabrosas relaciones entre Maricone y
Lavañino también resultaran implicados otro u otros negociantes genoveses,
como Bartolomé Noly que rechazaría pagar los 224 pesos de una letra de
cambio librada por Blanco y presentada por su tomador Maricone (165).
Mientras tanto, 1714 pasaría por ser el año en el que intensificarían las
operaciones crediticias con los naturales del país, realizando transacciones tanto
mayoristas, las más numerosas, como al detalle. En marzo, Maricone adjudicaría
fiadamente al labrador muchamelero Victorino Sala 54 barriles de manteca
valorados en más de 322 libras, que el deudor ofrecía saldar en la fiesta de San
Juan de ese año; pero que en realidad liquidaría en el mes de enero del siguiente
año (166). Hacia mediados del mismo mes de marzo, sería el vecino de Jijona
Andrés Bernabeu quien le adeudaría poco más de 75 libras y media del precio de
géneros y mercancías adquiridas, para abonarlas en el plazo de seis meses que
probablemente cumpliría (167).
En este tipo de operaciones, alguna vez los hermanos Maricone dejaban de ser
acreedores para convertirse en deudores y, cuando ello acontecía, su conducta
difería bien poco del habitual comportamiento manifestado por estos últimos; es
decir, el impago, la demora y el pleito, al menos así sucedería cuando en 1713
adquirían una partida de aguardiente al mercader alicantino Antonio Marques
padre, a quien entregarían una señal por la compra quedando pendientes 3.702
(162) A.H.P.A. Protocolo 783 de Antonio García, “Protesta”, 6-4 -1716, ff. 82r – 84v. El demandado firma los
documentos con el apellido Lavañini, aunque los fedatarios públicos lo escriben tal y como lo transcribimos.
(163) A.H.P.A. Ibid., “Protesta de letra”, 13-9-1716, f. 202r – 202v.
(164) A.H.P.A. Ibid., “Substitución de poder”,10-3-1716 y 5-7-1716, ff. 42r – 0 y 152r – 152v, respectivamente.
(165) A.H.P.A. Ibid., “Protesta de letra”, 20-7-1716, f. 159r – 159v. La letra, librada a la orden de Giacomo
Bohmi Pezzi, no se aceptaría “por las razones que avisaba a su dador”, siendo protestada por el tomador.
(166) A.H.P.A. Protocolo 781 de Antonio García, “Obligación”, 3-3-1714, f. 89r – 89v, y protocolo 782 de
Antonio García, “Carta de pago”, 9-1-1715, f. 10r – 10v. El valor exacto de la manteca importaba 322 libras, 1
sueldo y 2 dineros, por lo que cada barril se vendería al precio de 5 libras, 19 sueldos y 3 dineros.
(167) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 18-3-1714, f. 101r – 101v. El caudal crediticio ascendía a 75 libras, 13
sueldos y 9 dineros a los que debían sumarse las costas de la cobranza, en el caso de que se produjesen.
620
libras, 14 sueldos y 5 dineros las que, bajo promesa, acordarían liquidar en junio
de ese año; pero los hermanos compradores interpondrían demanda judicial de la
venta ante el juzgado del Alcalde mayor de la ciudad, demorándose los autos del
litigio y su veredicto por más de un año, de modo y manera que el finiquito de la
mencionada deuda se efectuaría en junio de 1714, con una demora de doce
meses en relación al plazo prometido (168), aunque también pudiera ser que la
adopción de esta postura estuviera directamente condicionada por los altibajos e
incertidumbres de resultados, con que la inseguridad del momento histórico
afectaría a los tratos y negocios de los hermanos genoveses, como podemos
verificar en la síntesis seguidamente realizada.
En mayo de 1714, los hermanos Maricone encargarían al negociante
londinense Diego Méndez ajustar las cuentas, aprobarlas o reclamarlas y
cobrarlas de los deudores Josias Cole, Juan Simon, Lorenzo Holister y Juan
Templeman, todos mercaderes de la ciudad de Bristol interesados en el buque
“La Sirena” del capitán Juan Bambury, resultantes de las mercancías, tratos y
correspondencias habidas entre ellos (169). Cinco meses más tarde, nuevamente
Maricone designaría al antedicho negociante de Londres para que verificase si
su letra de cambio de 1.000 pesos, librada por vez primera en diciembre de 1712
a la que seguirían otros tres libramientos más, contra los también londinenses
Guillermo Jhonson y Juan Ludlow y a la orden del bristoliense Holister y
compañía, se había pagado y cobrado o, en caso contrario, les requería su
cobranza, puesto que el negociante bristoliano avisaría al librador de no haberla
cobrado a pesar de la protesta en contrario de los librados, los cuales afirmaban
haberla pagado al primer libramiento (170).
Llegado el mes de enero de 1715, todavía Maricone facultaría por tercera vez
a Méndez para que recabase del inglés Jacobo Wacther, negociante de Londres,
las cuentas de los negocios y contrataciones realizadas entre ambos, las aprobase
o reprobase y, de cualquier manera legal, las cobrase (171).
Si este era el sombrío panorama internacional que se les presentaba a los
hermanos negociantes en 1714, el nacional y, sobre todo, el provincial y local no
ofrecía perspectivas muy distintas, a pesar del buen ritmo de sus operaciones
crediticias que no se veían acompañadas de los pertinentes beneficios debido a
la modalidad transaccional de “al fiado” empleada, acaso obligados por las
coyunturales circunstancias de los tiempos. Cierto era que alguna operación tuvo
dificultosos resultados positivos, como la convenida en el mes de julio con los
tratantes Manuel Ferrando y Roçelló y Francisco Loza, quienes entregarían a
Gerónimo durante todo el siguiente mes 1.000 arrobas de anís, pesadas en la
casa de los hermanos genoveses, al precio unitario de 13 reales y medio
recibiendo a cuenta 200 libras, con la condición de imponerse la pena de esa
cantidad a la parte que incumpliese lo pactado. Incumplida la entrega de la mer-
(168) A.H.P.A. Protocolo 781 de Antonio García, “Carta de pago”, 7-6-1714, f. 160r – 160v.
(169) A.H.P.A. Ibid., “Poder para cobrar y pleito”, 7-5-1714, ff. 143r – 144v.
(170) A.H.P.A. Ibid., “Poder para cobrar y pleito”, 12-10-1714, f. 234r – 234v.
(171) A.H.P.A. Protocolo 782 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 6-1-1715, ff. 6r – 7v.
621
cancía en los plazos fijados, los hermanos negociantes demandarían a los
proveedores en el juzgado del Alcalde mayor y éstos, ante la certeza de
sentencia condenatoria, acordarían abonar a los demandantes 200 libras de la
“bistrecha” más otras tantas de la pena convenida (172). Pero, la mayoría de las
operaciones practicadas en ese año lo serían de dudoso resultado o, al menos, de
trabajosa e incierta cobranza, sobre la que aún incidiría algún sustancioso
desembolso realizado por Jerónimo, como depositario de la tripulación de la
saetía “Nuestra Señora de Montenegro” patroneada por Juan Antonio Biale, a la
que devolvería en los primeros días de agosto los 240 pesos custodiados (173).
En los meses de agosto y octubre efectuarían dos transacciones, una al por
menor y otra mayorista, en géneros y mercancías con vecinos de las cercanas
poblaciones de San Juan y de Villajoyosa por un conjunto monto próximo a las
424 libras (174), intercalando en septiembre otra de mucha mayor cuantía con el
villenero Julián Jiménez al endosarle un crédito de 1.491 libras, 14 sueldos y 3
dineros, las que debía pagar abonando el pico en diciembre y las restantes 1.000
libras en el plazo de medio año (175).
Probablemente fuese éste último uno de los escasos deudores probos, cumpli-
dores de la obligación contraída aunque con algún retraso, motivo por el que los
hermanos genoveses harían lo posible por no perderle dando continuidad a los
tratos. Por ende, saldado el antecedente crédito, en febrero de 1716 volverían a
traspasarle mercancías valoradas en 306 libras pagaderas el día de la Virgen de
agosto de ese mismo año; pero, esta vez, excedería el plazo en más de doce
meses al liquidarlas en septiembre de 1717 (176), mes en el que acordarían
ambas partes otra operación crediticia por un importe de 679 libras y 19 sueldos
a liquidar en el término de un cuatrimestre que, en esta ocasión, se demoraría
casi un lustro (177), circunstancia esta que modificaría la postura de los
hermanos negociantes genoveses interrumpiendo cualquier trato con Jiménez.
Todo lo contrario sucedería, movidos por su propio interés, con el deudor Juan
Urios por quien saldrían fiadores los hermanos Maricone. En diciembre de 1714,
acontecía que este labrador de San Juan, residenciado en la villa de Elche, junto
(172) A.H.P.A. Protocolo 781 de Antonio García, “Ajuste entre partes” y “Carta de pago”, 14-7-1714 y 9-9-
1714, ff. 170r – 171v y 211r – 211v, respectivamente. Las cantidades y plazos pactados para la entrega de la
tonelada de anís eran de 400 arrobas entre los días 15 y 21 de agosto, debiendo entregar las restantes 600 arrobas
en los 10 últimos días de ese mismo mes. El tratante Manuel era hermano del notario alicantino Francisco
Ferrando y Roçelló.
(173) A.H.P.A. Ibid., “Carta de pago”, 4-8-1714, f. 181r – 181v. Este capital se distribuiría en porciones entre el
siguiente pasaje: Alberto Biale, 30 pesos; Agustín Biale, 30 pesos; Juan Bautista Mordella, 16 pesos; Bartolomé
Prato, 40 pesos; Jacomo Giara, 24 pesos; Miguel Ángel Beltrane, 74 pesos, más 26 pesos de interés a cambio
marítimo.
(174) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 18-8-1714 y 10-10-1714, ff. 188r – 188v y 235r – 235v, respectivamente.
Los sanjuaneros José Perol y Juan Sala adeudaban 48 libras y 18 sueldos pagaderas en diciembre, mientras el
débito del villajoyense Tomás Galiana ascendía hasta las 375 libras a liquidar en enero de 1715.
(175) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 17-9-1714, f. 219r – 219v.
(176) A.H.P.A. Protocolos 783 de Antonio García, “Obligación”, 8-2-1716, f. 13r – 13v, y protocolo 784 de
Antonio García, “Carta de pago”, 22-9-1717, f. 232r – 232v.
(177) A.H.P.A. Protocolo 784 de Antonio García, “Obligación”, 22-9-1717, f. 233r – 233v, y protocolo 788 de
Antonio García, “Carta de pago”, 25-1-1722, f. 19r – 19v.
622
con su hermano José adeudaban 1.540 libras, 16 sueldos y 7 dineros que
Maricone pretendía cobrar judicialmente, suspendiendo la causa porque los
sanjuaneros Francisco Urios y Manuel Orts con el muchamelero Tomás
Bertomeu se comprometieron a saldar el crédito, fraccionándolo en diferentes
plazos comprendidos entre agosto de 1715 y la fiesta de Todos Santos de 1718
(178). Sin embargo, en enero de 1715 los hermanos deudores iniciarían un
litigio ante la justicia de Barcelona contra la compañía Llerisa y Belvitges por el
valor de las galeras y mulas empleadas en los trabajos, sueldos y salarios
devengados cumpliendo ordenes de aquélla, practicando las iniciales diligencias
del caso el mercader barcelonés Juan Maciá; pero, ante la posibilidad de que los
expresados fiadores de los demandantes dejasen de pagar los plazos de la deuda
para auxiliar económicamente en el pleito a los hermanos Urios, en 1718 los
acreedores hermanos genoveses se ofrecían costear la causa judicial de sus
deudores , a cuyo fin darían la pertinente orden a la compañía Dalmazes, Catalá
y Pira imponiendo la condición de obligarse los demandantes al pago de la
cantidad costeada y expedida a la Ciudad Condal (179). Aceptado el requisito,
desde 1721 proseguiría las diligencias judiciales el negociante barcelonés Juan
Catalá y, un trienio más tarde, se obligaría Juan Urios al pago de las cantidades
invertidas en el pleito, así como de las deudas producidas en los tratos
practicados con los hermanos genoveses, hipotecando el crédito que a su favor
tenía contra la demandada compañía catalana, tras lo cual los hermanos
Maricone le prestarían poco más de 57 libras para costear los gastos del viaje
que éste debía realizar a Barcelona con el fin de solicitar el juicio pendiente
contra Llerisa y Belvitges, garantizando el préstamo recibido con los frutos de la
próxima cosecha, tanto de granos como de barrilla (180).
En febrero de 1725 y en virtud de la hipoteca hecha por Urios garantizando las
cantidades gastadas en el litigio, Gerónimo autorizaría a los negociantes
barceloneses Francisco Jofree y José Vilar para que, ajustadas las cuentas con la
compañía demandada y condenada, cobrasen la parte correspondiente a su
crédito quedando el remanente para los demandantes (181). Un mes después,
conocida la sentencia condenatoria pronunciada contra la compañía barcelonesa,
mandándole pagar a los hermanos demandantes “una considerable porción de
dinero” hallado en depósito, José Urios facultaría a Gerónimo con el fin de que
legítimamente la pudiere percibir por y para sí mismo (182), liquidándose de
esta manera la deuda contraída por los Urios.
Mas volviendo al año 1714, no finalizaría este sin antes recibir Maricone un
(178) A.H.P.A. Protocolo 781 de Antonio García, “Obligación”, 14 -12-1714, ff. 275r – 276v. En realidad eran
dos plazos anuales, agosto y Navidad, pagando en cada uno 200 libras, excepto en agosto de 1718 que serían 170
libras y en Todos Santos de ese año las restantes 170 libras,16sueldos y 7dineros que completaban el total débito.
(179) A.H.P.A. Protocolo 785 de Antonio García, “Obligación”, 12-3-1718, f. 51r – 51v.
(180) A.H.P.A. Protocolo 790 de Antonio García, “Obligación”, 23-11-1724, ff. 481r – 483v. El préstamo de 57
libras prometía el deudor Juan Uríos pagarlo a la “voluntad de los Maricone, siempre y cuando cobrarlo
quisieren”.
(181) A.H.P.A. Protocolo 791 de Antonio García, “Poder para cobrar”, 2-2-1725, ff. 42r – 43v.
(182) A.H.P.A. Ibid., “Poder para cobrar y pleito”, 2-3-1725, ff. 78r – 80v.
623
nuevo contratiempo en sus negocios, al intentar autorizadamente que su paisano
negociante Antonio Bocardo aceptase una letra de cambio con 450 pesos y
señalase casa comercial en Madrid para su pagamiento, rechazándola el librado
por no tener aviso de sus libradores, los hermanos Leonardo y Juan Esteban
Frugoni (183). A partir de entonces, los pequeños roces que pudieren existir
entre ambos negociantes se tornarían en abiertas discrepancias, hasta el punto de
litigar Bocardo contra Maricone y otros negociantes por las cantidades del
seguro de los géneros embarcados en 1712 sobre el navío “Santa Cruz”,
capitaneado por el maltés Pablo Scarfany (184). Con el devenir de los años,
parece que las diferencias entre ellos se ahondarían, terminando por liquidar los
comunes intereses que, en unión de sus compatriotas negociantes Antonio Pavía
y Ángel Bartolomé Francisco Niecco, tenían en el buque “Nuestra Señora de
Loreto y San Antonio de Padua” del capitán Juan María Delfino, con cuyo
familiar Ambrosio Delfino formaría Bocardo compañía comercial.
Transcurriendo noviembre de 1715, el capitán Delfino, de 39 años de edad,
declararía que, en los cuatro meses y diez días en que su buque estuvo fondeado
en la bahía alicantina, había gastado en manutención y pagas de la tripulación
1.750 pesos, más otros 200 en una gumena, cables y reparos de la nave, además
de otros 400 en el litigio sobre la defensa de la embarcación (185). Con el
tiempo, la desconfianza hacia este capitán crecería ante las dificultades de
ajustar y convenir las cuentas, así como por la posible connivencia con Bocardo
a causa de haber formado éste sociedad mercantil con el familiar de aquél. En
consecuencia, seis años más tarde, ante la imposibilidad de liquidar las cuentas
entre ellos, los cuatro negociantes interesados y partícipes en dicho navío con
más el propio capitán decidirían resolverlo mediante laudo, a cuyo fin el 15 de
febrero de 1721 las partes designarían por jueces árbitros al francés Pedro Choly
y al genovés Ambrosio Delfino, respectivamente, concediéndoles después de
aceptar el cargo un inicial plazo de 15 días para resolver las diferencias, que
hubo de prorrogarse con otros tres más de 20 días cada uno (186) hasta que,
finalmente a mediados de mayo, se pronunciaría el veredicto declarando al
capitán Delfino acreedor en cantidad de 3.606 libras y 1 sueldo que debían
abonarse por los negociantes deudores “a prorrata de los quirates que cada uno
tenía en dicho navío”, pagándose 3.136 libras y 1 sueldo en dinero efectivo y
470 libras en el valor de sal (187).
(183) A.H.P.A. Protocolo 781 de Antonio García, “Protesta de no aceptación”, 24-9-1714, f. 222r – 222v.
(184) A.H.P.A. Protocolo 782 de Antonio García, “Poder para pleito”, 11-10-1715, f. 236r – 236v. También
serían demandados el genovés Pedro Antonio de Risso y los alicantinos Pascual Sáez y Lorenzo Antón padre,
quienes designarían al procurador de causas Bautista Mas para su defensa ante el juzgado del Corregidor de la
ciudad, juez competente en el caso.
(185) A.H.P.A. Ibid., “Declaración”, 15-11-1715, f. 247r – 247v. El buque estaría anclado desde el 29-9-1711
hasta el 12-2-1712. Estando presente Gerónimo en las manifestaciones del capitán, pediría al notario que
protocolizase lo declarado dándole los testimonios debidamente autorizados que necesitare.
(186) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Acuerdo entre partes” y “Prorrogación de término”, 15-2-
1721, 5-4-1721 y 25-4-1721, ff. 84r – 85v, 151r – 152v y 175r – 0, respectivamente.
(187) A.H.P.A. Ibid., “Sentencia de compromiso”, 17-5-1721, ff. 202r – 203v. Los negociantes interesados en el
buque y su respectiva participación era como sigue: Maricone, 6 quirates; Antonio Bocardo, 6 quirates; Antonio
624
Si en el cotidiano ejercicio profesional cosecharía Maricone algunas
enemistades, en igual o mayor grado lograría adhesiones de otros agentes
comerciales que depositarían en él su plena confianza, como el alicantino Pedro
Barceló que le encargaría la venta de un inmueble poseído en la ciudad de
Villena por el precio que bien le pareciese, además de facultarle para que le
representase en todos sus contenciosos (188); o el mercader Lorenzo Antón
padre que, después de haber mantenido tratos durante seis años, ajustaría las
cuentas con el negociante en 1721 resultando deudor en el valor de 1.442 libras,
las que prometía saldar en dos iguales pagas abonadas en el mes de junio de ese
año y del siguiente (189).
En cualquier caso, estos aspectos de mutua recelosa antipatía y/o cordial
empatía suelen ser habituales en las relaciones personales desarrolladas en la
actividad cotidiana de cada grupo socio-profesional.
A Maricone, en su praxis laboral ejercitada en 1715, le aguardaban por realizar
tres operaciones crediticias de desigual resultado. En septiembre, le protestaría
al romano Juan Bautista Escot el impago de 600 piastras o pesos de una letra de
cambio librada contra él en Lyón por Bonavendre Rusch y a favor de la
compañía madrileña de Firidolfi y Galeoti, de la que era correspondiente el
negociante genovés (190). Exitosa resultaría la segunda, consistente en la
cobranza de 338 libras adeudadas por el murciano Esteban Palazón que, en el
pasado mes de mayo, había convenido pagarlas en un cuatrimestre, a cuyo
término intentaba el negociante genovés proceder jurídicamente a su cobranza
cuando Nicolás Portalot, fiador del deudor al que le había embargado algunos
bienes en nombre del acreedor, satisfaría el total crédito (191). Finalmente, en
octubre, trataría con el gremio de canteros y albañiles de la ciudad el despacho
de mercancías apreciadas en poco más de 119 libras, importe que los
adquirientes deudores se comprometían a liquidar en el plazo de cinco meses
(192).
Practicando similar operación a la última precedente, pero sustancialmente
más beneficiosa como queda mencionado (193), principiaba el negociante
genovés el año 1716 en el que prodigaría esta modalidad transaccional con
resultado diverso, llegando a alcanzar durante su transcurso un total de 27
actividades crediticias, de las cuales 22 serían obligaciones por tan sólo 5 cartas
Pavía, 3 quirates; Ángel Bartolomé Francisco Niecco, 6 quirates; y el propio capitán Delfino, 3 quirates.
Ausente Gerónimo de su domicilio, el contenido del laudo le sería comunicado a su apoderado Antonio María
Castelly al segundo día de haberse pronunciado.
(188) A.H.P.A. Protocolo 782 de Antonio García, “Poder para vender y pleito”, 17-8-1715, ff. 188r – 189v.
(189) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Obligación”, 14-1-1721, f. 22r – 22v.
(190) A.H.P.A. Protocolo 782 de Antonio García, “Protesta de letra”, 2-9-1715, f. 196r – 196v. Escot excusaba
el impago alegando estar presto para satisfacerla en esta ciudad “por no haber hallado, por vía de corredores,
letra para Madrid”. Este negociante, casado con la alicantina Ana María Pérez, ejercería el cargo de cónsul de
Roma en Alicante hasta su fallecimiento ocurrido en la década de los años veinte.
(191) A.H.P.A. Ibid., “Carta de pago y lasto”, 11-9-1715, ff. 204r – 205v.
(192) A.H.P.A. Protocolo 592 de Francisco Hernández, “Obligación”, 3-10-1715, f. 106r – 106v. Los cargos
gremiales contratantes estaban desempeñados por Felipe Perol, cantero y clavario, más Tomás Baldó y Nicolás
Puerto, albañiles y mayordomos.
(193) Supra, página 599, nota 94.
625
de pago, realizadas mayoritariamente en tierras alicantinas con alguna puntual
incursión en la limítrofe provincia de Valencia.
Pasados trece días del año, la compañía de los hermanos genoveses generaba
un crédito por encima de las 1.028 libras en la venta de mercancías a seis
vecinos de Muchamiel, los que se comprometían pagarlas enteramente por todo
el mes de julio (194). En febrero, Gerónimo, representando a su hermano,
endosaría al benidormí Vicente Morales dos cajas de acero apreciadas en 117
libras y 5 sueldos, que debían abonarse de contado en septiembre, mes en el que
también debían satisfacer al negociante genovés 55 libras y media, valor de otra
caja de acero vendida a fines de marzo a cinco habitantes de San Juan, al igual
que las 61 libras debidas por el cordelero de cáñamo alicantino Vicente García,
resultantes del saldo de las mercancías adquiridas en los últimos días también de
marzo (195). Así mismo, terminando febrero, el alicantino Jaime Mataix les
compraría diferentes géneros valorados en 702 libras, 18 sueldos y 4 dineros,
debiendo pagar 122 libras, 2 sueldos y 4 dineros pasado un mes y la restante
cantidad de 580 libras y 16 sueldos dentro del siguiente cuatrimestre; pero,
finalizados los plazos sin haber saldado el débito, el deudor, que había
trasladado su residencia a Murcia, firmaría el 20 de agosto un vale de 798 libras,
2 sueldos y 8 dineros para cuya cobranza procedería Gerónimo por vía judicial
hasta que, después de una prolongada demora de cuatro años, liquidaría la deuda
en julio de 1720 abonando al administrador Francisco María Bottaro las últimas
61 libras, 13 sueldos y 2 dineros (196).
Entre los días 28 de marzo y 1 de abril convendría el negociante genovés cinco
diferentes transacciones de mercancías con habitantes de San Juan por un global
importe de 205 libras y 5 sueldos, comprometiéndose todos los deudores a pagar
sus respectivos créditos en el mes de agosto (197). No serían estos los últimos
tratos practicados en abril con vecinos de dicha población, pues el día 3
acordaría otro par de operaciones estableciendo los deudores satisfacer también
sus débitos en agosto: uno con Matías Nomdedeu en cuantía de 39 libras, y otro
de 78 libras cargadas a José Pérez de Loysa, Tomás Giner y Roque Sala, quienes
demorarían hasta mediados de febrero de 1717 su cancelación (198).
(194) A.H.P.A. Protocolo 1133 de Raimundo Marco, “Obligación”, 14-1-1716, f. 3r – 3v. Eran los deudores
muchameleros José Torregrosa, Cristóbal Ivorra, Vicente Sala, Vicente Poveda, Ginés Ramos y Juan Bautista
Alberola, superando la deuda en 1 sueldo a la cantidad citada.
(195) A.H.P.A. Protocolo 783 de Antonio García, “Obligación”, 11-2-1716, 3-3-1716 y 26-3-1716, ff. 15r –
15v, 36r – 37v y 63r – 63v, respectivamente. Los cinco deudores sanjuaneros eran Bautista Sala, Feliciano y
Leandro Baeza, Pedro Bendicho y Gregorio Arques.
(196) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 28-2-1716, f. 32r – 32v, y protocolo 786 de Antonio García, “Carta de
pago”, 26-7-1720, f. 202r – 202v.
(197) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 28-3-1716, 29-3-1716, 30-3-1716 y 1-4 -1716, ff. 66r – 66v, 67r – 67v, 68r
– 68v, 72r – 72v y 77r – 77v, respectivamente. Los deudores con sus respectivos débitos eran José Sala y
Francisco Navarro, 39 libras; Felipe y Tomás Gozálbez y José Baeza, 57 libras y 5 sueldos; Ginés Álvarez y
Matías Lledó, 39 libras; José Planelles y Luis Llopis, 39 libras; y, por último, Nicolás Llopis y Francisco Sala,
39 libras.
(198) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 3-4 -1716, ff. 78r – 79v, y protocolo 784 de Antonio García, “Carta de
pago”, 15-2-1717, f. 24r – 24v.
626
Antes de acabar el citado mes, repetiría dos actividades crediticias con varios
sanjuaneros, generándoles un global débito de 96 libras en ropas y mercancías,
las que convenían en pagar entre los meses de agosto y septiembre, si bien con
uno de ellos, Feliciano Sala, mantendría duraderas relaciones mercantiles como
testimonian las 65 libras endosadas en la jornada siguiente y que, en 1722, le
vendiese mercancías valoradas en 70 libras y 3 sueldos, aunque previamente
intercalaría otro trato con el alicantino Bautista Marco que adquiría dos piezas
de calamaco apreciadas en 26 libras, así mismo pagaderas en el veraniego y
tradicional mes vacacional (199).
Animado Gerónimo por esta decena de transacciones consumadas en la
población de San Juan durante los primaverales meses de 1716, que le habían
reportado un producto superior a las 478 libras, trataría de probar fortuna en la
villa de Muchamiel, municipio vecino situado a corta distancia del anterior,
donde paradójicamente sólo lograría expedir a su vecino Francisco Rodrigo
géneros valorados en 26 libras que, supuestamente, se correspondan con dos
piezas de calamaco, pagaderas una vez más en el mes de agosto, además de un
trato en el mes de julio por un importe de 107 libras, 2 sueldos y 11dineros a
liquidar dentro de cinco meses y en el que los deudores, Victoriano Aracil y José
Torregrosa, procedentes de cada una de las mencionadas localidades en el orden
citadas, retrasarían el pago otros cuatro meses saldando la deuda a fines de abril
de 1717 (200).
El último trato de ese año 1716 acontecería en el mes de noviembre, cuando
vendía mercancías apreciadas en 250 libras conjuntamente al aspense Andrés
Terol, al sanjuanero doctor en ambos Derechos Tomás Aracil y al alicantino
José Valiente, quienes diferían el pago en un trimestre (201).
Lógicamente, estos negocios al fiado tenían intrínsecamente un añadido
inconveniente, consistente en la sistemática demora del pago que, las más de las
veces, se convertía en pura morosidad contra la cual no cabía alternativa
diferente a la de otorgar poderes jurídicos a personas de la máxima confianza del
acreedor. Por consiguiente, en marzo de 1716 Gerónimo facultaba a Pedro
Barceló a que cobrase de los herederos del difunto villenero Pascual Esteban las
237 libras y 15sueldos de deuda aún pendiente, bien en dinero efectivo o bien en
bienes inmuebles y raíces, en cuyo caso los pueda vender reintegrando el
crédito. Antes de finalizar este mes, encargaría al mercader valenciano Jaime
Escasso la cobranza también de 215 libras adeudadas por el alicantino Jaime
Sierra, contenidas en un vale firmado por el deudor en junio del año precedente,
(199) A.H.P.A. Protocolo 783 de Antonio García, “Obligación”, 8-4 -1716, 24 y 25-4 -1716 y 6-4 -1716, ff. 85r-
85v, 105r – 105v, 107r – 107v y 80r – 80v, respectivamente, y protocolo 895 de Francisco Hernández,
“Obligación”, 29-4 -1722, f. 116r – 116v. Deudores con sus créditos figuran Esteban Orts, Tomás Ruzafa,
Bautista Moñinos y Tomás Rubio, 39 libras; Feliciano y Salvador Sala, 39 libras. Aunque la documentación no
lo precise, suponemos que los créditos de 26 ó 39 libras proceden de la venta de calamaco – tejido de lana – al
precio de 13 libras por pieza.
(200) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 24 -4 -1716 y 22-7-1716, ff. 106r – 106v y 163r – 163v, respectivamente, y
protocolo 784 de Antonio García, “Carta de pago”, 29-4 -1717, f. 86r – 86v.
(201) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 10-11-1716, f. 276r – 276v.
627
pudiendo recurrir a juzgados y demás tribunales en caso necesario (202).
En los siguientes meses, el negociante genovés continuaría asignando
apoderamientos en solitario o en unión de otros negociantes, como el efectuado
en agosto conjuntamente con el negociante francés Francisco Marabeuf,
nombrando al dianense Juan Andrés Corner a fin de que, adoptando cualquier
medio legal, cobrase del tarbenero Lorenzo Tomás las 40 libras impagadas a
Maricone y las 203 libras debidas al negociante bretón (203).
Las incidencias por las cobranzas de créditos proseguirían en 1717,
manteniendo los hermanos Maricone por dicho motivo dos litigios contra el
alicantino Dionis Morant para los que asignarían su representación, apoderando
en enero al procurador de causas Vicente Rovira. Siete meses más tarde se
resolverían ambas causas, abonando el deudor la cantidad de 153 libras y 3
sueldos que englobaban las 80 debidas a Maricone, otras 50 adeudadas a
Gerónimo y las 23 libras y 3 sueldos por las costas producidas en los pleitos
(204). Pero estas dificultades en el cobro a morosos no sólo se daban con los
naturales del país, también en el ámbito internacional europeo se producirían
idénticas adversas circunstancias, para cuya solución los hermanos genoveses
otorgarían en marzo facultades al negociante sevillano Jacobo del Prado,
residenciado en la holandesa ciudad de Ámsterdam y hermano del nombrado
Pedro del Prado con quien mantenían fluidas relaciones comerciales (205).
Continuando sus negocios, esta alicantina empresa mercantil realizaría tres
actividades crediticias, las únicas de ese año, practicadas en los meses de abril,
mayo y agosto con particulares de otras tantas diferentes poblaciones que,
cronológicamente citadas, serían Muchamiel, Lorca y Alicante. En la comarcal
villa produciría una deuda de 239 libras, 12 sueldos y 9 dineros “por géneros y
mercancías” a Salvador Boix de Florencio que las debía pagar en septiembre,
mientras que en la ciudad murciana realizaría la más provechosa de las
transacciones al endosar, con los mismos productos, un crédito de 1.254 libras, 6
sueldos y 8 dineros al lorquino Fulgencio Garre para liquidarlas en cinco meses,
pagando 272 libras, 14 sueldos y 8 dineros antes de la festividad de San Juan,
otras 587 libras y media pasada la Virgen de agosto y las complementarias 394
libras y 2 sueldos en el mes de octubre. Finalmente, en la capital lucentina
generaría, por idénticos motivos, un saldo de 336 libras a Pedro Martínez que
fijaba aplazar su abono hasta el mes de noviembre (206).
Llegados a este punto, debemos resaltar un hecho que evidencia el prestigio y
las excelentes relaciones que los hermanos genoveses, pero particularmente
Gerónimo, tenían con la mayor parte de los hombres de negocios foráneos esta-
(202) A.H.P.A. Protocolo 783 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleitos”, 10-3-1716 y 22-3-1716, ff. 44r
– 46v y 55r – 56v, respectivamente.
(203) A.H.P.A. Ibid., “Poder para cobrar y pleito”, 30-8-1716, f. 190r – 190v.
(204) A.H.P.A. Protocolo 784 de Antonio García, “Poder para pleitos” y “Carta de pago”, 18-1-1717 y 24 -7-
1717, ff. 4r – 4v y 147r – 147v, respectivamente.
(205) A.H.P.A. Ibid., “Poder para pleitos”, 29-3-1717, f. 43r – 43v.
(206) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 23-4-1717, 24-5-1717 y 18-8-1717, ff. 77r – 77v, 100r – 100v y 191r –
191v, respectivamente.
628
blecidos o no en la ciudad y tuvieren o no tratos, negocios y correspondencias
directas con ellos, siendo su consecuencia de trascendental importancia para el
devenir personal y profesional futuro del propio Gerónimo. Nos referimos a una
manifestación efectuada por éste en junio de ese mismo año, respondiendo a una
petición del negociante francés Pedro Lombardón, el cual le requería
testimoniase sobre si conocía a la compañía extranjera residenciada en Madrid
con la que tenía tratos a fin de eliminar malos entendidos. El negociante genovés
declaraba, “para los efectos que más favorezcan a D. Pedro”, que desde su
llegada a la ciudad hacía siete años “no ha sabido ni al presente sabe que éste
tenga otra correspondencia sobre negociación y comercio en la Villa y Corte que
la de Camby y Spinelly …, la que continua al presente”, lo cual decía conocer
por ser negociante y con motivo de la correspondencia lícita concurrente entre
los hombres de negocios, pasándose unos a otros letras de cambios y otros
intereses (207).
Esas buenas relaciones no suponían, en modo alguno, la inexistencia de
discrepancias entre negociantes fundadas en la defensa de sus respectivos
legítimos intereses. Prueba de ello sería que, pese a la fluida comunicación de
los hermanos negociantes con los Miconi de Génova, la compañía de los
Maricone por medio de Gerónimo rehusaría en julio aceptar una letra de cambio
de 125 doblones, librada por los herederos de César y Marino Miconi a favor de
la compañía Pavía y Risso para pagarlos a veinte días vista, excusando su
rechazo por razones que comunicaba a sus libradores, motivo por el que Antonio
Pavía, negociante y familiar del Santo Oficio de la Inquisición de Murcia, “por
honra de la firma de los dadores” se daría por satisfecho de la cantidad
expresada en la letra, cediendo a los libradores los derechos que a ellos les
competían para la reclamación de los daños y recambios (208).
Con todo, era evidente que el volumen de tratos y negocios practicados por los
hermanos Maricone en los referidos años precedentes, en especial durante el
quinquenio 1712 a 1716, iban a reportarles tan notables beneficios económicos
que les catapultarían a convertirse en la más destacada casa comercial
establecida en la ciudad, al tiempo que alcanzaban el techo de su actividad
mercantil, hechos ambos reflejados y refrendados en la fuerte carga impositiva
tributada en el reparto del Equivalente de 1718, ordenado por el superintendente
D. Luis Antonio de Mergelina y Motta en su instrucción de 21 de febrero, en la
que imponía a la ciudad 16.300 libras de cupo (209).
(207) A.H.P.A. Protocolo 443 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Declaración”, 1-6-1717, f. 216r – 216v.
(208) A.H.P.A. Ibid., “Protesta de no aceptación”, 7-7-1717, ff. 254r – 255v.El valor de los doblones contenidos
en la letra era de 2 escudos de oro; es decir, de a 4 libras cada uno, por lo que la cantidad librada alcanzaba las
500 libras valencianas.
(209) A.M.A. Arm. 7, Lib. 2. “Repartimiento del Equivalente. Año 1718”. La exacción fiscal a los hermanos
negociantes alcanzó las 600 libras que, teóricamente, supondrían unos gananciales cercanos a las 4.300 libras. En
cualquier caso, tributarían el séxtuplo que tan relevantes negociantes como Francisco Marabeuf, Gerónimo
Fabiani o Antonio Bocardo que lo harían con 100 libras, o el cuádruplo de Pedro Choly, Enrique Elver y Carlos
Antonio Noly con 150 libras cada uno, y casi el doble que la inglesa compañía Blech, Tucar y Blech con 350
libras.
629
Desde entonces, comenzaría un acelerado declive económico de los Maricone
alicantinos que, iniciado en esa misma anualidad, alcanzaría su más baja cota
siete años después.
La bonancible situación económica pareció súbitamente esfumarse y la idílica
prosperidad pronto se tornaría en angustiosa y humillante tribulación vital para
Gerónimo, bruscos cambios a los que no sería ajeno el desfavorable veredicto de
la causa pendiente en el Supremo Consejo de Guerra, que resolvía la
culpabilidad de los hermanos negociantes, la pena de cárcel para el menor de
ellos y la incautación de sus bienes y efectos, además de prohibir toda actividad
a esta empresa mercantil.
No obstante, los administradores Bottaro y Castelly, con anterioridad a la
suspensión gubernativa de actividades, ajustarían las cuentas pendientes desde
1716 entre José Villalba y los hermanos genoveses, resultando deudor el
mercader gandiense en cuantía de 138 libras, 14 sueldos y 7 dineros que
prometía liquidar a la voluntad de los acreedores o de sus apoderados, “siempre
que cobrarlas quieran” (210).
Si la desdichada situación personal y económico-financiera de Gerónimo no
tenía la suficiente gravedad, esta se vería incrementada con el aluvión de letras
de cambio vertidas sobre la sociedad mercantil de los hermanos genoveses.
Cinco días antes de acabar el mes de abril de 1718, el negociante ingles
Salomón Merret, representando a su endosada compañía, presentaba una letra de
1.500 pesos librada en Londres por Diego Méndez para pagar al uso en Madrid a
favor del caballero D. Francisco Arthur, quien la endosaría a la orden de Merret
y Hall compañía. Los citados administradores la rechazarían e impagarían por
“las razones que ya tienen escritas a Méndez” (211).
El primero de mayo era el mercader genovés Gerónimo Fabiani el que, como
apoderado de D. Francisco del Río Soto, requería a Bottaro y Castelly aceptasen
los 7.762 reales y medio de vellón contenidos en una letra librada en la ciudad
hispalense por Pedro del Prado, que sería rehusada aduciendo ahora no tener
aviso de su librador (212). Pasada una semana, de nuevo Salomón Merret
demandaría a los hermanos genoveses admitiesen pagar en el plazo de dos
meses una letra de 1.500 pesos, librada en la ciudad del Támesis por José
Campo Verde a favor de Henry Neale y por éste endosada al citado negociante
inglés residenciado en Alicante. Los mencionados genoveses apoderados de los
hermanos negociantes la repudiarían “por habérseles mandado jurídicamente no
usasen del dicho poder general…”. El plazo bimensual se cumplía el último día
de mayo, motivo por el que superada la primera decena de junio Merret
protestaría su impago a los citados representantes, que manifestarían no pagarla
(210) A.H.P.A. Protocolo 785 de Antonio García, “Ajuste entre partes”, 24 -4 -1718, ff. 133r – 134v. Este
crédito resultaría del cargo de 4.852 libras, 12 sueldos y 9 dineros aprobado por el deudor, y del descargo de
4.713 libras, 18sueldos y 2 dineros presentado por éste y aceptado por Bottaro y Castelly.
(211) A.H.P.A. Protocolo 65 de Francisco Andujar, “Protesto”, 25-4 -1718, ff. 196r – 197v.
(212) A.H.P.A. Protocolo 785 de Antonio García, “Protesta de letra”, 1-5 -1718, f. 145r – 145v. La cantidad de
630
por la misma causa que la dejaron de aceptar (213).
A mediados de mayo, otra vez el mismo negociante inglés solicitaría a los
hermanos genoveses el pago de los 900 pesos de una letra librada en la ciudad
londinense por el referido Diego Méndez, pagadera al uso a favor de D. Juan
Sáenz de Buruaga que la endosaría a Merret, siendo aceptada por los Maricone
en marzo; pero su pago debía efectuarse a través de la madrileña casa comercial
de Rodulfo Firidolfi y Galeoti. No habiéndola cobrado, Merret la protestaría a
Bottaro y Castelly que denegarían su pago por “no constarles no haberla pagado
Firidolfi y Galeote”, así como por su inhabilitación jurídica ordenada por el
Corregidor de la ciudad (214).
En el siguiente mes de junio, el negociante y cónsul inglés en la ciudad D.
Jaime Blechley, en nombre de su compañía Blechley y Hamond, presentaría a la
sociedad mercantil de los hermanos genoveses dos instrumentos crediticios para
que fuesen admitidos pagar a su plazo: una letra de 1.500 piastras o pesos
pagaderos en 30 días, y otra de 1.000 piastras para abonar a la vista, siendo el
librador de ambas el londinense Juan Lambert e hijos a favor de Jorge Hamond,
quien la endosaría a Blechley y Hamond. Requeridos a su pago los citados
coadjutores y factores de los hermanos negociantes, las rechazarían por “hallarse
sin efectos de los dichos hermanos por habérselos embargado el señor
gobernador de esta Plaza de orden de S.M., y los respondientes suspendidos por
mandato del mismo en la administración de dicha casa y comercio” (215).
En adelante, esta suspensión jurídica se convertiría en el recurrente motivo
esgrimido por los expresados administradores para no aceptar y/o impagar
cualquier documento de crédito cargado sobre la común empresa de los
hermanos genoveses, como la letra que en julio presentaría Pedro Lombardón
conteniendo 170 doppies o doblones librada dos meses antes en Madrid por
Maricone a favor de Juan Bautista Maricone, que la contenta a Boggiaro y Bensi
quienes la endosan a Salomón Levi, del Banco de Venecia, que, a su vez, la
traspasaba a Juan Tomás Teÿler, de Ámsterdam, y éste a la compañía Camby y
Spinelly, de Madrid, que la remitiría a su correspondiente en Alicante (216); o
las dos letras que también en el mismo mes de julio presentaba Antonio Pavía
en nombre de su sobredicha compañía, libradas en Génova por Maricone a
principios de mayo: una de 208 doppies pagaderos en tres meses a Juan Bautista
Maricone, que la contenta a César Sardi y compañía, de Ámsterdam, quien la
endosaba a su conciudadano Melchor Van Susteren y éste al vecino de Corella
Agustín de Sesma, que la endosaba a José Antonio de Flor Zurraran de quien
(217) A.H.P.A. Protocolo 1764 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Protesta no aceptación letras”, 18-7-1718 y 31-
7-1718, ff. 228r – 229r y 241r – 242v, respectivamente.
(218) A.H.P.A. Protocolo 65 de Francisco Andujar, “Protesta”, 31-7-1718, ff. 249r – 250r. En esta ocasión, cada
doblón se valoraba a 2 escudos de oro, mientras los reales eran de plata vieja de Castilla. Todo ello supondría un
capital de 600 libras valencianas.
(219) A.H.P.A. Protocolo 786 de Antonio García, “Obligación”, 5-4 -1720, f. 79r- 79v. El deudor prometía
pagar 85 libras, 9 sueldos y 3 dineros en la fiesta de San Juan, otras 58 libras y media en Navidad y la misma
cantidad en el día de Pascua de 1721.
(220) A.H.P.A. Ibid., “Poder para cobrar y pleito”, 12-4 -1720, ff. 85r – 86v. En el mismo acto, Sigaud revocaba
el poder que para el mismo caso y efecto había concedido al genovés Juan Bautista Rovereto el día 7-7-1719.
(221) A.H.P.A. Protocolo 891 de Francisco Hernández, “Requerimiento” y “Protesto”, 14 -4 -1720 y 26-4 -
1720, ff. 72r – 72v y 81r – 81v, respectivamente.
632
cobro de deudas, bienes y efectos pertenecientes a la desposada como heredera
de sus fallecidos padres (222). Lógica actuación ante el delicado estado
económico financiero del negociante genovés y la perentoria necesidad de
disponer cuanto antes de solvente liquidez, a cuya consecución apoderaría a D.
Francisco Corsiniani, avecindado en Madrid, a fin de que en nombre de la
mercantil empresa de los hermanos negociantes cobrase del patrón maltes Pablo
Joya, también residenciado en la Villa y Corte, los 300 doblones de la multa
impuesta por Su Majestad y que por él había satisfecho su compañía (223).
A este apreciable capital se le agregaría por estas fechas una importante suma,
proveniente de la referida venta de sal al inglés Juan Reynell practicada por
Bottaro que, si bien no resultó de la plena satisfacción de Gerónimo, contribuyó
sobremanera a engrosar sus raquíticos caudales, que se verían incrementados en
septiembre con la cobranza de las 693 libras de un crédito generado un trienio
antes a Bautista Orts, antiguo alcalde de San Juan, y a seis vecinos más de esta
comarcal población (224). Una mayor morosidad arrastraban las 244 libras, 6
sueldos y 1 dinero que el labrador Juan Bautista Ramón le adeudaba del ajuste
de todas las cuentas impagadas desde 1716 y que, presionado judicialmente por
el procurador Pablo Navarro en representación del negociante genovés, prometía
ahora liquidar en dos iguales pagas abonadas en las fiestas de San Juan y de
Navidad del venidero año 1721, posibilitando también su cobranza en bienes
inmuebles y raíces poseídos por el deudor en la villa de Muchamiel y su término
(225).
Idéntico caso plantearía el también labrador de la misma localidad José
Torregrosa con el impagado débito de 825 libras desde 1716, prometiendo
saldarlas de la misma forma y plazos precedentes, si bien ofrecía la alternativa
de cobrarlas en un hilo de agua y otros bienes raíces, garantizando la seguridad
de su percepción mediante la hipoteca del mencionado hilo de agua, lo cual
debió congratular al negociante acreedor porque, antes de pasado un trimestre,
realizaría con este deudor otra transacción apreciada en 156 libras, 4 sueldos y 4
dineros, pagaderas conjuntamente con el primer plazo del anterior crédito (226).
Todo lo contrario acontecería con Hércules Peragalo, contra quien Gerónimo
había suscitado pleito para recobrar 50 doblones que el cartagenero residenciado
en Alicante había recibido de los hermanos genoveses, librando una letra de
cambio por esa cantidad en favor de éstos y contra el madrileño D. Pedro de
Aguirre y Uncona, que sería endosada por Gerónimo a favor de D. Simón de la
Canzela, también de Madrid, protestándola después por inaceptarla Aguirre. El
deudor, por mediación del tratante alicantino José García, le peticionaba la sus-
(222) A.H.P.A. Protocolo 786 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 26-4 -1720, ff. 102r – 103v.
(223) A.H.P.A. Ibid., “Poder para cobrar y pleito”, 22-7-1720, ff. 172r – 173v.
(224) A.H.P.A. Protocolo 912 de Juan Bautista Hernández, “Carta de pago”, 9-9-1720, f. 407r – 407v. El crédito
se adeudaba desde el primer día de junio de 1717.
(225) A.H.P.A. Protocolo 786 de Antonio García, “Poder para pleitos” y “Obligación”, 21-10-1720 y 29-10-
1720, ff. 345r – 345v y 360r – 360v, respectivamente.
(226) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 4 -11-1720, f. 377r-377v, y protocolo 787 de Antonio García, “Obligación”,
27-1-1721, f. 51r – 51v.
633
pensión del proceso judicial, a cambio de pagarle al instante 50 pesos y aplazar
los otros 150 pesos para abonarlos dentro del término de un mes (227).
Este episodio había dejado patente a los ojos de Gerónimo que, en general, los
deudores no saldaban los créditos por propia voluntad, sino impelidos por
procesos judiciales promovidos por el acreedor mediante la designación de
apoderado que actuase en su representación y defensa de sus derechos. A tal fin,
el negociante genovés había facultado al alicantino Pablo Navarro; pero, al
parecer, sus servicios no serían de la entera satisfacción del negociante,
motivando su substitución por los también procuradores de causas Tomás y José
Cazorla (228), cuyas diligencias lograrían que su representado percibiese las 76
libras y 4 sueldos debidas por el tratante Domingo Picó, como resultado de los
tratos mantenidos con los hermanos Maricone (229), y que el alicantino Antonio
Ferrándiz conviniese en ajustar las cuentas de los negocios realizados hasta abril
de 1718, generándose un crédito desfavorable al tratante de 4.568 libras, 13
sueldos y 4 dineros, sin que en el mismo se incluyesen las 2.000 libras que por
los acreedores se obligó a pagar al ya fallecido D. Pedro Lombardón,
comprometiéndose a liquidarlo en el término de ocho años y dieciséis iguales
pagas de 285 libras, 10 sueldos y 10 dineros abonadas en las anuales
festividades de San Juan y de Navidad (230). Sin embargo, el tratante no sólo
incumpliría el compromiso no entregando siquiera la primera paga en la
Navidad de 1721, si no que, para eludirla, se ausentaría de la ciudad
trasladándose a la de Valencia, por cuyo motivo Gerónimo se vería precisado a
autorizar al negociante valenciano José Vague para que jurídicamente solicitase
la cobranza de todas las pagas (231).
Las excelentes relaciones mercantiles que el negociante genovés mantenía con
sus homólogos de Cádiz se pondrían de manifiesto en marzo de 1722, cuando se
convertiría en avalista de la gaditana compañía Gambino y Pallares con ocasión
de la libranza por éstos de una letra de cambio, conteniendo 42 doblones y 14/32
reales, contra el contador-interventor de la Aduana alicantina D. Vicente
Bonavida que a la vista debía pagarla al capitán genovés Jaime Felipe Carminati
, el cual efectuaría para su cobranza requerimiento y protesto al librado quien la
rechazaría por haberla sacado fuera de orden, no estar liquidada la cuenta tenida
con los libradores y no haberle abonado el valor de 107 pañuelos de seda
fabricados en Valencia pertenecientes al negociante de ella Manuel Ángel, que
había ordenado incluir dicho valor en la compra de cacao que a su cuenta
hiciesen los libradores en el puerto de Cádiz. En estas circunstancias, Gerónimo,
por honor de la firma de la letra, la tomaría y aceptaría pagarla al capitán que, a
su vez, se obligaría a restituir en cacao la expresada cantidad al negociante
genovés siempre que los libradores de ella no la pagasen (232).
(227) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Obligación”, 10-2-1721, ff. 80r – 81v.
(228) A.H.P.A. Ibid., “Poder para pleito”, 19-2-1721, ff. 91r – 91v y 92r – 92v.
(229) A.H.P.A. Ibid., “Carta de pago”, 4 -4 -1721, f. 148r – 148v.
(230) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 5 -4 -1721, ff. 153r – 154v.
(231) A.H.P.A. Protocolo 788 de Antonio García, “Poder para cobrar y pleito”, 20-2-1722, f. 53r – 53v.
634
Acaso, esta postura del negociante genovés fuese pertinente con vistas a
asegurar sus propios y particulares negocios, puesto que desde hacía casi un año
se había disuelto la común compañía de los hermanos Maricone y formado la
suya propia, aunque entre ellos proseguirían con dinamismo los lazos
comerciales. Conocedores de ello, algún compatriota negociante intentaría
cobrar de Gerónimo los créditos impagados por la extinta sociedad mercantil de
los hermanos genoveses. Así, en abril de 1722, D. Antonio Pavía, representando
a su compañía, le presentaría para su aceptación una letra de 492 pesos y 17
sueldos librada por el lionés Melchor Filiberto pagadera en el plazo de ocho días
a la orden de su paisano Francisco Loquet, que la endosaría a la matritense
compañía de Roberto Baccio quien, a su vez, haría lo propio a favor de Pavía y
Risso. El negociante genovés la rehusaría a causa de las razones comunicadas a
su librador, además de faltarle la correspondiente orden de su hermano Maricone
desde Génova autorizándole a su admisión y pago (233).
No obstante, el auténtico propósito de Gerónimo consistiría en prodigar sus
negocios para, recuperando el tiempo de inactividad, volver a situarse en los
parámetros económico financieros previos a su encarcelamiento. Por ello, en
julio de ese año, realizaría una transacción con media docena de maestros del
alicantino gremio de sarrieros y esparteros por un importe de 1.167 libras, 18
sueldos y 8 dineros, que los deudores prometían saldar antes de finalizar el año,
pagando 115 libras y 11 sueldos en el día 13 de septiembre y demorando las
complementarias 1.061 libras, 7 sueldos y 8 dineros para liquidarlas en el
noveno día del siguiente mes. Sin embargo, lo que parecía un pronto pago se
aplazaría por algo más de siete años (234), coadyuvando a provocar un
gravísimo perjuicio a Gerónimo como consecuencia de no adoptar éste las
pertinentes medidas garantizadoras de la solvencia del pago.
Llegado el otoño de ese mismo año practicaría otras cuatro operaciones
crediticias entre las localidades de Alicante y de Villajoyosa, comenzando con
los alicantinos Vicente Villegas y Pedro Bueno, procurador de causas y
ordinario de la carrera de Madrid, respectivamente, a quienes vendería
mercancías valoradas en 72libras a pagar en dos iguales partidas cuatrimestrales.
Seguidamente serían el villajoyense Francisco Lloret y el tratante alicantino
Joaquín Ferrándiz quienes, por idénticos motivos, adeudarían 1.000 libras al
negociante genovés, liquidables en cinco meses mediante una primera entrega
de 200 libras por manos del negociante valenciano Juan Bautista Vague, en la
primera visita que hiciesen a la ciudad de Valencia al regresar de la de San
Sebastián hacia la que emprendían viaje, y las restantes 800 libras abonadas en
Alicante una vez cumplido el plazo. Apenas dos semanas después de cerrado es-
(232) A.H.P.A. Protocolo 895 de Francisco Hernández, “Requerimiento y protesta” y “Pago por honor de firma
y obligación”, 11-3-1722, ff. 68v-0 y 69r-69v, respectivamente. Esta cantidad equivalía a 170 libras valencianas.
(233) A.H.P.A. Protocolo 446 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Protesta de no aceptación”, 19-4 -1722, f. 144r –
144v.
(234) A.H.P.A. Protocolo 895 de Francisco Hernández, “Obligación”, 3-7-1722, f. 150r – 150v, y protocolo 900
de Francisco Hernández, “Carta de pago”, 11-7-1729, f. 77r – 77v.
635
te trato, el comerciante genovés efectuaría otro inseguro negocio con estos
mismos deudores por un valor de 237 libras y 8 sueldos pagaderas en un
trimestre y, en el mismo día, endosaría al alicantino José Soler y Rico un crédito
de 138 libras y 15 sueldos en mercancías para saldar en dos iguales pagas,
abonadas el día 24 de enero y de abril de 1723, con la novedad de que por vez
primera el acreedor exigiría la presentación de un fiador, siéndolo el carnicero
Vicente Puzol, aunque ni el deudor ni su fiador hipotecarían ningún bien para
garantizar la seguridad del cobro (235).
No obstante, con la realización de todos los tratos y negocios precedentes,
Gerónimo volvía fiscalmente a ubicarse en los niveles económicos alcanzados
en 1718, si bien ahora no ostentaría la posición hegemónica entre los
negociantes residenciados en la ciudad; pero, al igual que entonces, comenzaría
una mala racha profesional motivada por las citadas “circunstancias
imposibilitadoras” (236), siendo las culpables de la total inactividad del
negociante genovés durante el último trimestre de 1722 y el primero de 1723,
pasados los cuales retornaría a su laboriosa actividad con dos transacciones
practicadas en la primavera del último año citado, ya que a comienzos del mes
de abril efectuaría una de tantas insolventes operaciones crediticias con la
familia de Antonio Ferrándiz a la que producía una deuda de 2.200 libras que,
impagadas en los plazos comprometidos, serían liquidadas con una demora de
nueve años (237), contribuyendo así a ocasionar tan grave quebranto financiero
al negociante genovés que terminaría por hacer suspensión de pagos a sus
acreedores.
Pasados los primeros diez días de junio, Gerónimo pagaría un crédito al
capitán Simón Bregante, genovés naturalizado francés, entregando a su
representante D. Juan de Goyeneche, factor de la renta del Tabaco en Alicante,
366 libras como parte de mayor cuantía que el negociante genovés había
percibido por cuenta del capitán a quien debía habérselas pagado, sobre cuya
cuestión el factor había interpuesto demanda judicial contra el depositario
deudor en 1721, motivo por el que éste apoderaría a los procuradores Cazorla. Y
siendo el veredicto adverso al negociante, había continuado la causa en grado de
apelación ante la Audiencia de Valencia. Finalmente, el asunto se zanjaría
extrajudicialmente mediante laudo, pese a lo cual el negociante había salido por
fiador del capitán a favor de los agentes de los tenderos franceses Bertrandi y
Faure, “por ciertas pretensiones que éstos contra aquél tienen” (238).
(235) A.H.P.A. Protocolo 895 de Francisco Hernández, “Obligación”, 1-10-1722, 8-10-1722 y 24-10-1722, ff.
217r – 217v, 220r – 220v y 234r – 234v, respectivamente, y protocolo 1716 de Antonio Sureddo, “Obligación”,
24 -10-1722, f. 32r – 32v.
(236) Supra, página 579, nota 24.
(237) A.H.P.A. Protocolo 903 de Francisco Hernández, “Carta de pago”, 24-7-1732, f. 114r – 114v. La familia
del deudor estaba conformada por él mismo, su esposa Vicenta Valls, ya fallecida cuando se liquida el crédito, y
su hijo mosén Antonio Ferrándiz Valls, presbítero.
(238) A.H.P.A. Protocolo 356 de Pascual Bueno, “Carta de pago”, 11-6-1723, f. 199r – 199v. De la cantidad
satisfecha, 314 libras correspondían a la parte impagada del total de 436 libras cobradas por el negociante como
depositario del capitán, y 52 libras del importe de la sentencia arbitral.
636
Antes de acabar este mismo mes, el negociante genovés concertaría un
mencionado fletamento por encargo del proveedor del presidio de Ceuta para
abastecimiento del mismo (239).
En cualquier caso, el año 1723 sería infame para los intereses mercantiles de
Gerónimo, porque nuevamente desaparecía todo vestigio profesional en los seis
últimos meses anuales que se prolongarían casi un trimestre más, largo ínterin
tal vez imputable a una hipotética agudización de las mencionadas
“circunstancias imposibilitadoras”.
Sea como fuese, el negociante genovés reaparecía en marzo de 1724 para
rechazar, “por razones que escribía a su dador”, una letra de cambio presentada
por el negociante Juan Esteban Pavía conteniendo 300 pesos pagaderos en
Madrid dentro de 70 días, que en Londres había librado Salomón Dacosta a la
orden de Isaac Tartas, de Ámsterdam, el cual la endosaría a D. Francisco Irnegas
Bárcena y éste a favor de Pavía que la protestaría (240). Dos meses después,
rehusaría pagar en el plazo de tres meses otra letra de igual cuantía librada en la
ciudad del Támesis por Pedro de Ramos a favor de Moses Fields, quien la
endosaba a la madrileña casa comercial de Rodulfo Firidolfi y compañía que, a
su vez, lo hacía a la orden del negociante francés Luis Lombardón, que
protestaría su impago (241).
Los impagados débitos de estos instrumentos crediticios pronto trataría
Gerónimo de compensarlos, produciendo el día de San Juan un crédito de 1.002
pesos al genovés Juan Bautista Bañasco y al ibicenco Antonio Martín, patrón del
jabeque “Jesús, María y José”, que los pagarían en el término de un trimestre
cuando la nave retornase de la isla de Cerdeña a donde emprendía viaje, cuyo
riesgo debía correr por cuenta del acreedor, si bien el patrón garantizaba el pago
hipotecando su embarcación. Pero vencido el plazo y faltando 65 pesos para
liquidar la deuda, motivaría que el negociante genovés impulsara su cobro con
autos ejecutivos ante el notario Francisco Hernández, peticionando el ibicenco
dos meses de espera para saldar el restante débito, afianzado esta vez por el
sanjuanero Esteban Morales. Aceptada la petición, no se producirían más
dilaciones liquidando Martín el total crédito en el mes de diciembre, mediante el
pago de los complementarios pesos mencionados (242).
Sin embargo, los negocios realizados por el negociante genovés en el
transcurso de ese mismo año le harían experimentar las angustiosas tribulaciones
soportadas por los deudores judicialmente acosados. Gerónimo, habiendo ajusta-
do las cuentas con el negociante madrileño Andrés Parodi, a través de su apode-
(243) A.H.P.A. Protocolo 790 de Antonio García, “Fianza de saneamiento” y “Carta de pago”, 31-7-1724 y 31-
8-1724, ff. 314r – 314v y 367r – 367v, respectivamente.
(244) A.H.P.A. Protocolo 1572 de Vicente Rovira, “Carta de pago”, 8-8-1724, f. 75r – 75v. Los Biale eran
oriundos del lugar de Cely, situado en la Ribera de Génova.
(245) A.H.P.A. Ibid., “Poder para cobrar y pleito”, 13 y 14 -8-1724, ff. 77r – 77v y 80r – 80v, respectivamente.
(246) A.H.P.A. Protocolo 790 de Antonio García, “Carta de pago”, 19-8-1724, f. 353r – 353v. La deuda había
sido generada por el tratante el día 5 de abril de 1720.
(247) A.H.P.A. Protocolo 1572 de Vicente Rovira, “Obligación”, 12-12-1724, f. 156r – 156v.
638
plazo de ella hasta que esté pasado y cumplido el día, no tiene obligación” (248).
Antes de pasado un mes, excusaría aceptar el pago a su plazo, varias veces
requerido por la genovesa compañía de Gerónimo y Juan Bautista Fabiani, de
otra letra superior a los 675 pesos de valor efectivo alegando no tener aviso del
librador y poder estar falsificada su firma, sin atender a la consideración de que
si este extremo se justificase no estaría obligado a pagarla, motivo por la que
sería protestada. Conocido este hecho jurídico por el librado, respondería que
había pedido a los Fabiani esperasen la aceptación hasta el siguiente correo,
estando dispuesto a aceptarla pese a no tener aviso para usar la firma de su
hermano Maricone (249).
Este segundo instrumento crediticio haría tomar conciencia al negociante
genovés de su precario estado financiero para cubrir el efectivo pago de sus
deudas, intentando en el mes de abril recabar la cobranza de un crédito aplazado
por el moroso deudor genovés Domingo Guartarino, utilizando para ello los
servicios de José Salazar apoderado nombrado al efecto (250), e igualmente
acometería sin éxito que su paisano negociante Juan Esteban Pavía aceptase
pagar, en el plazo de un trimestre, una letra de cambio de 250 pesos librada en
Génova por Ponte y Bologne a favor de los hermanos Ferrari y por éstos a él
endosada (251).
Atravesando esta conturbadora situación sucedería la sobredicha disensión con
el negociante Agustín Ramírez, causada por la pretensión de éste de eludir el
pago del Equivalente correspondiente a la importación de 720 arrobas de cacao
en tránsito consignadas a Gerónimo (252). Quizás se tratase de una simple
coincidencia, pero lo cierto es que poco más de una semana después de este
hecho, como si hubiese servido de reclamo, se concitarían sobre el negociante
genovés un intenso aguacero de letras de cambio, al presentarle en menos de dos
meses diecinueve de estos documentos mercantiles para su aceptación y/o
pagamiento a corto plazo, alcanzando un efectivo monto de 22.162 libras que le
obligaría a la suspensión de pagos, declarándose en quiebra al no disponer de la
necesaria liquidez para el pronto pago de esta abrumadora cantidad y solicitando
de la justicia el consiguiente concurso de acreedores, además de ausentarse de su
domicilio para evitar ser molestado por éstos.
La justicia, admitiendo la petición de los acreedores, procedería a confiscar los
bienes del negociante genovés y a decretar su ingreso en prisión, permaneciendo
por segunda vez privado de libertad desde mediados del mes de octubre de 1725
(248) A.H.P.A. Protocolo 896 de Francisco Hernández, “Requerimiento y protesta”, 7-2-1725, f. 17r – 17v.
(249) A.H.P.A. Ibid., “Requerimiento y protesta”, 12-3-1725, f. 37r – 37v. La letra de 675 pesos de 560
maravedíes de plata vieja, 9 sueldos y 10 dineros, había sido librada en Génova por los hermanos Juan Bautista y
Juan Jacobo de Ferrari para pagar en marzo en Medina del Campo a la orden de Simón de Bagnario, quien la
endosaría a la compañía de los hermanos Fabiani.
(250) A.H.P.A. Ibid., “Poder para cobrar”, 30-4 -1725, f. 83r – 83v.
(251) A.H.P.A. Ibid., “Requerimiento y protesta”, 14 -5-1725, f. 86r – 86v. Notificado Pavía, rechazaría su
aceptación por “no tener aviso del dador de ella”.
(252) Supra, páginas 579 y 606, notas 24 y 113.
639
hasta mediados de diciembre de 1726. En la formación del correspondiente
balance de bienes, Gerónimo aduciría documentación relativa a los “justos
motivos de desgracias y atrasos” que le habían llevado a la bancarrota, pidiendo
por ello remisión porcentual de la total deuda y la moratoria en el pago a los
acreedores, quienes mostrando una inusual solidaridad con el afectado
admitirían aminorar sus créditos en un 74 y 2/5 por ciento, que posteriormente
aún se rebajarían hasta las 78 libras, 5 sueldos y 6 dineros, quedando para la
paga de los créditos 21 libras, 14 sueldos y 6 dineros por ciento sobre la total
cantidad de ellos, debido a haberse contabilizado en el balance 4.000 libras
adeudadas al tesorero valenciano D. Juan Bautista Bava que, por ser caudales de
cruzada, se declararon judicialmente no estar afectadas por la primera rebaja
porcentual; mientras la justicia le concedería una moratoria de cuatro años,
comenzando a liquidar porcentualmente los créditos en 1729.
Esta dramática situación, sucintamente referida, arrancaría hacia mediados de
junio de 1725 al presentarle el negociante francés D. Luis Lombardón para su
aceptación tres diferentes letras de cambio, libradas en Génova por Maricone en
el anterior mes, conteniendo en conjunto un valor superior a los 908 doppies o
doblones, pagaderas en parte a la vista y en parte a sesenta días que Gerónimo
rechazaría por no tener cartas de aviso de su librador, pese a lo cual manifestaba
que al tiempo de su pagamiento se acudiese a Rodulfo Firidolfi y compañía, de
Madrid, que darían razón de ello (253).
Estrenado el mes de julio, era el también negociante francés Lorenzo Antoine
quien le requería aceptase pagar en 15 días una letra de 1.100 libras, librada a
últimos de junio por Carlos Scassa a favor de Raimundo Casanova y endosada
por éste a la compañía Debruges y Antoine. El negociante genovés, consciente
de la bancarrota que le sobrevenía había abandonado la ciudad, según
manifestaría Andrés Gassen, quien la rechazaría por no tener orden de su
cuñado. En realidad, Gerónimo no se había ausentado de la ciudad, si no que se
había retraído en la Iglesia por estar siendo molestado por los acreedores,
circunstancia ratificada por su criada Josefa Martínez cuando cumplido el plazo
se le exigía el puntual pagamiento del valor de la letra (254).
Idéntica respuesta negativa de su cuñado Andrés recibiría la sólida compañía
francesa Marabeuf y Martel al exhibir, también el primero de julio para su
aceptación y pagamiento, dos letras de cambio conteniendo un monto global
conjunto de 1.069 escudos y 14 sueldos libradas en Génova a fines de junio
(255). La misma engañosa manifestación y excusado del cuñado obtendría, dos
(253) A.H.P.A. Protocolo 449 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Protesta de no aceptación”, f. 208r – 208v. La
primera letra, fechada en 8 de mayo, importaba 338 doppies, 8 sueldos y 1 dinero para pagar a la vista en Medina
del Campo a los hermanos Juan Lorenzo y Juan Bautista Pareti, que la endosarían a Simón de Bagnano. La
segunda, del 19 de ese mes, con 259 doppies y 13 sueldos pagaderos a 2 meses de la fecha a la orden de lso
también hermanos Leonardo y Juan Esteban Trugoni. La tercera, de igual fecha y plazo que la anterior, estaba
valorada en 311 doppies, 11 sueldos y 8 dineros a la orden de los mismos tomadores Trugoni.
(254) A.H.P.A. Protocolo 791 de Antonio García, “Protesta de no aceptación” y “Protesta de no pagamiento”, 1-
7-1725 y 17-7-1725, ff. 213r – 213v y 244r – 244v, respectivamente.
(255) A.H.P.A. Protocolo 791 de Antonio García, “Protesta de letra”, 1-7-1725, f. 215r-215v y 216r-216v, res-
640
días después, el negociante francés Lorenzo Antoine al comparecer para el cobro
de otra letra de 1.000 libras, sacada el 21 de junio en Valencia por el librador
José Vague a favor de Raimundo Casanova que la endosaría a la compañía
Debruges y Antoine, habiendo sido aceptada por el negociante genovés al tercer
día de su libranza (256).
El día nueve de julio era el negociante genovés Sebastián Noly quien
presentaría para su aceptación una letra de 260 escudos, librada el doce de mayo
en Génova por Maricone a la orden de su paisano Pablo Maistre, que la
endosaría a los herederos del también genovés Tomás Rouseto y éstos al
villenero Domingo de Cortazar, el cual haría lo mismo con Juan Tomás Query.
En esta ocasión, al preguntarle a Andrés Gassen por su cuñado respondería que
se había retirado al alicantino convento de San Agustín, añadiendo que no la
podía aceptar por haber quebrado su cuñado y no tener orden de éste (257).
También el mismo día 9 del citado mes sería el hombre de negocios francés
Luis Lombardón quien exhibiera tres letras para que Gerónimo las aceptase
pagar a su tiempo. Las dos primeras, valoradas respectivamente en 200 y 207
doppies, 14 sueldos y 4 dineros, pagaderas en el plazo de dos meses; y la tercera,
conteniendo 1.000 doblones, para abonar a ocho días vista. Ausentes el
negociante genovés y su cuñado Andrés del común domicilio, sería la criada de
la casa, la mencionada Josefa Martínez, quien explicase que “su amo por las
dependencias de la casa se hallaba y halla refugiado en el convento de San
Agustín de esta ciudad”, manifestaciones que volverían a reproducirse una
semana más tarde al expirar el vencimiento de la última de las letras e intentar el
acreedor sin éxito conseguir su pagamiento (258).
Así mismo, en el mencionado día 9 de julio, la compañía genovesa de Antonio
y Juan Esteban Pavía, por medio de éste último, presentaría para su aceptación
otra letra de 597 ducados, 14 sueldos y 3 dineros sacada en Ámsterdam por la
casa Gillis, Tomás y Juan Teÿler para pagar a la vista a la orden de Roberto
Baccio, recibiendo la misma referida respuesta de la mencionada sirvienta do-
pectivamente. La primera, de 516 escudos, 1 sueldo y 6 dineros, era librada por Alejandro María y Federico
Scagliosi a la orden de los hermanos Pareti que la endosaban a Abraham Levi, del Banco de Venecia, quien la
traspasa a Guillermo Luis Desurmont, de Ámsterdam, el cual la endosaría a Pedro José Galart, de Bayona, quien
a su vez lo haría a la compañía Colonus, Colomer y Comer. La segunda, de 553 escudos, 12 sueldos y 6 dineros,
tenía los mismos libradores, tomador y endosatarios hasta Galart que la primera. Ambas letras libradas el 28 de
junio vencían a los dos meses. El valor del escudo de 565 maravedíes castellanos de plata vieja era el de una
libra valenciana.
(256) A.H.P.A. Protocolo 791 de Antonio García, “Protesta de letra”, 3-7-1725, f. 226r – 226v.
(257) A.H.P.A. Ibid., “Protesta de no aceptación”, 9-7-1725, f. 232r – 232v. Los escudos de esta letra, pagadera
en Medina del Campo, estaban valorados en 568 maravedíes de plata vieja que suponía una apreciación de 53
centésimas porcentuales en poco más de un mes, indicadora del inicio de una fase comercial expansiva motivada
acaso por los tratados de la Paz General firmada en Viena entre los meses de abril y junio de ese mismo año.
(258) A.H.P.A. Protocolo 449 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Protesta de no aceptación” y “Protesta de no
pagamiento”, 9-7-1725 y 17-7-1725, ff. 236r – 236v, 237r – 237v, 238r – 238v y 272r – 272v, respectivamente.
La primera era librada en Génova por Maricone a la orden de Domingo y Antonio Gispert, quienes la endosarían
a favor de los hermanos Pareti. La segunda, de igual origen, era tirada a la orden de los hermanos Trugoni y
endosada por éstos a favor de Rodulfo Firidolfi. La tercera, la mas cuantiosa, sería librada en Madrid por
Firidolfi y compañía a la orden del presentador de ellas, Luis Lombardón.
641
méstica (259), idéntica a la que obtendría el expresado Luis Lombardón cuando
superada la primera quincena del mes, de nuevo comparecía con otros dos
instrumentos crediticios para que el deudor los aceptase pagar en su plazo de
sesenta días, conteniendo el primero 342 escudos, 5 sueldos y 8 dineros tirado
en Génova por Maricone a favor de los Scagliosi que lo endosaban al también
genovés José María Monteverde, el cual lo traspasaría a los hermanos Pareti y
éstos hacían lo mismo a la orden de Juan de Lastre; mientras el segundo,
valorado en 400 escudos, tenía la misma procedencia, origen y endosados que el
anterior (260).
Apenas transcurridos seis días de que Lombardón protestase jurídicamente la
inaceptación del deudor, la mencionada compañía de Marabeuf y Martel
realizaría el mismo cometido ante la no aceptación por el negociante genovés de
dos letras de cambio que representaban un conjunto capital de 1.710 ducados,
libradas en la holandesa ciudad de Ámsterdam por los hermanos Matías y Juan
Germán Van Bru a la orden de Claudio Le Maire y compañía, y tras recibir la
consabida respuesta de la criada Josefa Martínez de que “su amo se había
retraído a la Iglesia por estar molestado de sus acreedores” (261). Parecida
explicación a la que, en los primeros días de agosto, recibiría el citado
Lombardón al exhibir otras dos letras de cambio sacadas en la antedicha capital
neerlandesa por la misma compañía de Gilles, Tomás y Juan Teÿler. La primera,
de fecha 4 de julio, presentando un efectivo importe de 1.057 ducados, 6 sueldos
y 6 dineros pagaderos a la vista a la orden de Jaime Tomás Teÿler; y la segunda,
fechada al siguiente día, valorada en 1.000 ducados a pagar de igual modo a la
orden de la viuda de Cornelio Abram y de Pedro Van der Bosch, que serían
protestadas por impago el mismo día de su presentación y no aceptación por el
genovés deudor (262).
En el mes de septiembre acontecía un hecho que pudiera ser bastante
esclarecedor de la también repentina desaparición domiciliar del cuñado Andrés
Gassen, como habrá podido observarse. Éste, el día 14 de mayo, había librado
dos letras de cambio, una valorada en 400 doblones y la otra, en 250 doblones,
contra el madrileño Juan de Lastari y a la orden de Gerónimo que las endosaría a
favor de la gaditana compañía de Francisco Magón, quien no alcanzaría
cobrarlas debido a producirse la bancarrota del tomador, motivando que el
negociante gaditano facultase a su conciudadano Juan Severo Baritaud para la
cobranza del valor de las letras.Y, en virtud de los poderes recibidos, éste se des-
(259) A.H.P.A. Protocolo 449 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Protesta de no aceptación”, 9-7-1725, f. 239r –
239v. Habitualmente el ducado equivalía a un doble escudo ó 2 libras valencianas por lo que, consecuentemente,
el efectivo valor de la letra sería de 1.194 libras, 14 sueldos y 3 dineros.
(260) A.H.P.A. Ibid., “Protesta de no aceptación”, 16-7-1725, ff. 268r – 269r.
(261) A.H.P.A. Protocolo 791 de Antonio García, “Protesta de letras”, 22-7-1725, f. 247r – 247v. Ambas letras,
sacadas el día 28 de junio, contenían un respectivo valor de 960 y 750 ducados; es decir, 1.920 y 1.500 libras
valencianas.
(262) A.H.P.A. Protocolo 449 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Protesta de no aceptación” y “Protesta de no
pagamiento”, 6-8-1725, ff. 305r – 305v, 306r – 306v y 307r – 307v, respectivamente. Los más de 2.057 ducados
expresados entre ambos documentos crediticios suponían un capital de 4.114 libras, 6 sueldos y 6 dineros.
642
plazaría hasta Alicante donde trataría con el librador y tomador de ellas,
conviniendo que el primero le pagaría de contado 1.200 pesos y
comprometiéndose ambos a pagar, conjunta o individualmente, los restantes
1.400 pesos en el término de cinco meses (263).
Pasadas doce jornadas del mes de octubre sería el turno de la compañía inglesa
Merret y Hall que, por mediación del negociante Ezequiel Hall, requería al
negociante genovés el pronto pago de una letra de cambio de 400 pesos librada
en la ciudad londinense por el negociante Antonio Méndez, cuyo vencimiento
cumplía en la susodicha jornada; pero, recibiendo la misma conocida noticia por
parte de la sirvienta doméstica, manifestaba que su compañía pagaría la letra
protestada por honra del librador haciendo de ello responsable al librado (264).
Un auto de la real justicia de la ciudad, proveído el día 12 de diciembre de
1726, restituía a Gerónimo su libertad, bienes y manejo de ellos tras permanecer
en prisión por más de un año; pero algo esencial había cambiado en la vida del
negociante genovés: su hundimiento económico financiero y las crecidas deudas
por saldar, causantes ambos de la pérdida de su categoría profesional real como
hombre de negocios. Cierto era que todavía conservaba su casa comercial, pero
pronto quedaría convertida en botiga como la de cualquier tendero o, a lo sumo,
tratante, función que con más asiduidad ejercería durante el resto de sus días,
aunque añorando la grandeza mercantil de antaño intentaría recuperarla parcial--
mente actuando como verdadero comerciante en una sola operación crediticia,
teniendo que hipotecar su única finca rural para garantizar la seguridad del pago
de la deuda, como más detalladamente hemos referido en el apartado dedicado a
las actividades comerciales de los hermanos Maricone (265).
No obstante, la primera actividad desarrollada por Jerónimo, pasado más de un
mes de recuperada su libertad, no hacía presagiar la antedicha cruda realidad,
pues con ella saldaba las 1.155 libras del alcance de las cuentas sostenidas con la
francesa sociedad Debruges y Antoine reflejadas en tres letras de cambio de
469, 375 y 300 libras, libradas contra el negociante genovés en los meses de
enero, abril y julio de 1724, además de las 11 libras resultantes de las costas
judiciales (266).
Sin embargo, la nefasta experiencia recién vivida y las causas desencadenantes
de ella, que le habían abocado a padecer la actual situación, no sirvieron de nada
ya que no dotaron al negociante de una mayor prudencia, ni le enriquecieron en
su mercantil “modus operandi”, pues proseguiría practicando las mismas
inseguras y poco solventes operaciones crediticias que en tiempos próximos
pretéritos le provocaron su ruina, lo cual nos induce a la doble conclusión de que
esta era su natural forma de proceder, cándida y bondadosa, o que era un pésimo
negociante. Prueba evidente de ello sería el hecho de que a fines de febrero de
(263) A.H.P.A. Protocolo 896 de Francisco Hernández, “Obligación”, 16-9-1725, ff. 170r – 171v.
(264) A.H.P.A. Ibid., “Protesta de no pagamiento”, 12-10-1725, f. 385r – 385v. Esta letra a la propia orden era
sacada el 12 de julio teniendo un plazo de vencimiento de 3 meses, siendo más tarde endosada por el librador-
tomador a la orden de Salomón Merret y por éste a favor de la compañía Merret y Hall.
(265) Supra, página 611, nota 125.
(266) A.H:P.A. Protocolo 898 de Francisco Hernández, “Carta de pago”, 25-1-1727, f. 13r – 13v.
643
1727 le había generado al trajinante villajoyense Pedro Llorca un crédito de 400
libras procedente de transacciones al fiado, comprometiéndose el deudor a
satisfacerlas en la fiesta de San Juan de ese año, plazo largamente incumplido
pues la deuda se liquidaría dos años después del término estipulado (267); o el
caso del tratante Antonio Gallart que, por idénticos motivos, tenía contra sí un
total crédito de 816 libras, 2 sueldos y 11 dineros en diferentes partidas
adeudadas a varios acreedores, siendo de 92 libras y 18 sueldos el débito a
Gerónimo quien, conjuntamente con los restantes negociantes acreedores, le
concedían siete años de moratoria en atención a los “menoscabos, pérdidas y
otros inconvenientes sobrevenidos” que imposibilitaban al deudor efectuar los
pagos, prometiendo liquidar la deuda a cada acreedor en tres iguales pagas a
partir de pasado un cuatrienio para lo cual hipotecaba, quizás por exigencia de
los demás negociantes, una casa situada en la calle Mayor de la ciudad, frente al
convento de Nuestra Señora del Rosario, que heredaría al fallecimiento de su tía
Luisa Alonso (268). También acontecería algo parecido con el villajoyense
labrador Vicente Nogueroles que, en los primeros días de septiembre, adeudaba
al negociante genovés 178 libras y media por las mismas causas e iguales
condiciones a las descritas en su conciudadano trajinante, prometiendo abonarlas
en el plazo de seis meses que terminaron siendo demorados en catorce meses
más, hasta mayo de 1729 en que sí liquidaría el débito (269).
Estos hechos resaltan, a nuestro entender, la carencia de astucia en los
negocios de Gerónimo, pues a comienzos del mes de diciembre convendría con
el labrador de San Juan José Pastor de la Llosa, fiador de Andrés López que se
hallaba ejecutado y encarcelado por las 125 libras, 13 sueldos y 2 dineros
adeudadas al negociante genovés, la liquidación de este crédito cobrándolo en
dos iguales pagas en las fiestas de San Juan y de Navidad del siguiente año
1728, cuando en realidad el fiador demoraría saldar la deuda más de tres años y
medio (270). Igual moroso proceder había manifestado el tratante alicantino
Joaquín Ferrándiz, dejándole a deber un capital de 572 libras, 1 sueldo y 6
dineros resultante de los tratos mantenidos hasta junio de 1724 y que ahora,
después de pasados otros tres años y medio, satisfacía completamente (271).
Aunque este tipo de conductas morosas eran el común denominador entre los
deudores, afortunadamente para el negociante genovés existía alguna excepción
(267) A.H.P.A. Protocolos 1574 y 1576 de Vicente Rovira, “Obligación” y “Carta de pago”, 27-2-1727 y 9-5-
1729, ff. 29r – 29v y 68r – 68v, respectivamente.
(268) A.H.P.A. Protocolo 1644 de Onofre Savater, “Obligación”, 3-4 -1727, ff. 21r – 22v. Los restantes
acreedores con sus respectivos créditos eran los negociantes franceses Bernardo Peyralon, 195 libras; Pedro
Lafore, 70 libras; Pedro Geraers, 63 libras, 6 sueldos y 8 dineros; Antonio Marzo y compañía, 139 libras y 14
sueldos; Miguel Bosch, 57 libras, 12 sueldos y 6 dineros; Mateo Cogordan y Voullonne compañía, 135 libras, 8
sueldos y 3 dineros; Luis Lombardón, 30 libras y 13 sueldos; y la compañía inglesa Jordan, Stanford y
Timberland, 31 libras, 10 sueldos y 6 dineros.
(269) A.H.P.A. Protocolos 898 y 900 de Francisco Hernández, “Obligación” y “Carta de pago”, 5-9-1727 y 9-5-
1729, ff. 104r – 104v y 43r – 43v, respectivamente.
(270) A.H.P.A. Protocolo 1644 de Onofre Savater, “Obligación”, 3-12-1727, f. 141r – 141v, y protocolo 902 de
Francisco Hernández, “Carta de pago”, 4 -7-1731, f. 40r – 40v.
(271) A.H.P.A. Protocolo 898 de Francisco Hernández, “Carta de pago”, 16-12-1727, f. 129r – 129v.
644
confirmante de la regla general, como el muchamelero José Gozálbez que
reconociendo, a mediados del mes de septiembre, adeudarle en géneros y
mercancías la nada despreciable cantidad de 309 libras, 16 sueldos y 3 dineros,
las liquidaría el último día de ese mismo mes cumpliendo su compromiso (272),
mensualidad en la que también Gerónimo saldaría todos los negocios
mantenidos con D. Francisco López de Lara, secretario del Rey y su contador de
resultas, abonando a su representante D. Juan de Goyeneche, factor de la Renta
del Tabaco y del puerto de la ciudad, las 75 libras pendientes del ajuste y
alcance de las cuentas (273).
Gerónimo, teniendo el horizonte fijado en los ineludibles dispendios
necesarios para pagar a sus acreedores, intentaría jurídicamente rebajar la
morosidad de sus deudores, sobre todo de aquellos con residencia alejada de
Alicante, comenzando en ese mismo año por el gandiense tendero José Villalba
para lo cual facultaría al administrador de la aduana de aquella valenciana
ciudad Domingo de Puente (274), medida continuada en 1730 nombrando por su
representante a Guillermo Blanc, cónsul español en Agde, para que lograse del
juez Teniente del Almirantazgo de esa francesa ciudad del Languedoc el
favorable veredicto al reintegro de 62 docenas de libánes de esparto que, en
enero de 1724, había cargado en Cartagena sobre la tartana del patrón francés
Pedro Bertrand, o su valor en venta (275). Y también en 1734, otorgando poder
especial a D. Pedro Mitre, administrador de las Rentas Generales de la villa de
Castellón de la Plana, para la cobranza a Vicente Urios de las 545 libras, 19
sueldos y 5 dineros adeudadas desde julio de 1727 por escritura ante el
villajoyense Francisco Juan Llorca, así como las 130 libras debidas por Miguel y
Gaspar Lloret, José Nogueroles y Bautista Orts, según rezaba otra escritura de
obligación redactada en enero de 1729 ante el mismo notario (276).
No parece que esta medida resultase eficaz para aminorar la morosidad ni las
deudas. Sin embargo, sí mostraría su eficiencia en cuanto al efecto intimidatorio
sobre los deudores en reconocer, asumir y satisfacer sus débitos. Así, el
carretero ordinario Vicente Pastor reconocía en enero de 1728 ser deudor de
Gerónimo en 72 libras que prometía saldar en el término de cinco meses,
reconocimiento reiterado de nuevo en la última semana del siguiente mes de
febrero (277), mensualidad en la que el sanjuanero José Valiente asumía un
desfavorable crédito de 197 libras, 8 sueldos y 8 dineros resultante de las “contra
(272) A.H.P.A. Protocolo 898 de Francisco Hernández, “Obligación”, 17-9-1727, f. 106r – 106v.
(273) A.H.P.A. Ibid., “Carta de pago”, 26-9-1727, f. 108r – 108v.
(274) A.H.P.A. Protocolo 1574 de Vicente Rovira, “Poder para cobrar”, 6-3-1727, f. 37r – 37v.
(275) A.H.P.A. Protocolo 901 de Francisco Hernández, “Poder para cobrar”, 6-10-1730, f. 93r – 93v. El
cartagenero José Soler cargó, el 3 de enero de 1724, sobre la dicha embarcación el citado género por cuenta y
orden del negociante genovés para entregar en Génova a su hermano Maricone. En el transcurso del viaje, una
borrasca hizo que el patrón echase al mar una parte del cargamento frente a las costas del puerto de Agde,
motivando la formación de autos de avería por el juez del Almirantazgo de esa masaliota ciudad que, seis años
después, aún no había pronunciado sentencia.
(276) A.H.P.A. Protocolo 905 de Francisco Hernández, “Poder para cobrar”, 26-11-1734, f. 143r – 143v.
(277) A.H.P.A. Protocolo 899 de Francisco Hernández, “Obligación”, 5-1-1728 y 23-2-1728, ff. 3r – 3v y 21r –
21v, respectivamente.
645
taciones tenidas en tiempos pasados”, las que abonaría en cuatro iguales pagas
anuales en cada último día de Cuaresma principiando por el del año 1729,
obligación que volvería a reasumir pasados los nueve meses (278).
En el verano del año 1728, eran los hermanos muchameleros Jaime y José
Sellés Pérez, presbítero y labrador respectivamente, quienes declaraban ser
deudores del negociante genovés en cantidad de 65 libras procedentes de la
compra de un mulo, comprometiéndose a liquidarlas en dos iguales pagas de 32
libras y media satisfechas en la fiesta de la Natividad de 1728 y 1729 (279).
Sin duda, Gerónimo no había olvidado la todavía cercana vejación carcelaria
padecida, ni menos aún su bancarrota que sufría como tampoco la benevolencia
mostrada por sus acreedores. Por ello, dado su natural carácter bondadoso,
concurriendo ahora tan desfavorables circunstancias en el deudor negociante
murciano Juan Auveli, su ánimo compasivo le llevaría a concederle una
moratoria de cuatro años, además de una rebaja de la mitad del crédito que
ascendía a 6.045 reales de vellón. En consecuencia, Auveli reconocía adeudarle
3.022 reales y medio de vellón que prometería satisfacer en cuatro iguales pagas,
una vez sobrepasado el cuatrienal tiempo de espera (280).
No obstante, con todo y con eso, el negociante genovés lograría cobrar algún
que otro crédito como el de 420 libras, adeudado desde principios de diciembre
de 1724 por los consortes Bautista Llopis y Josefa Giner, avecindados en la
población de San Juan (281), con los que poder ir satisfaciendo a sus acreedores.
Así, el mismo día en el que los referidos cónyuges sanjuaneros saldaban su
deuda con el negociante genovés, éste haría lo propio con su acreedor
londinense Antonio Méndez al haberle abonado a su paisano negociante Juan
Bautista Fabiani, como representante de su compartida compañía poseedora de
la carta-orden de crédito de aquél, la cantidad de 925 libras, 13 sueldos y 1
dinero resultante de aplicar las 21 libras, 14 sueldos y 6 dineros porcentuales
sobre las 4.260 libras, 14 sueldos y 8 dineros de capital adeudado al tiempo de la
quiebra, proveniente del alcance de los tratos y contratos realizados
particularmente por Gerónimo y también por la conjunta sociedad de los
hermanos Maricone (282).
Generalmente, la labor desarrollada por el negociante genovés en el transcurso
de ese año 1729 sería la más parecida a la de un intermediario, cobrando en lo
posible los créditos a sus deudores para con esa corriente liquidez pagar los
propios a sus acreedores. En los primeros días de mayo, Gerónimo percibiría del
deudor villajoyense Vicente Nogueroles un débito de 178 libras y media
producidas a comienzos de septiembre de 1727 por los tratos mantenidos entre
(278) A.H.P.A. Protocolo 300 de Francisco Boix y Sevillano, “Obligación por alcance de cuentas”, 19-2-1728 y
30-11-1728, ff. 45r – 45v y 423r – 423v, respectivamente.
(279) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 19-7-1728, f. 229r – 229v.
(280) A.H.P.A. Protocolo 361 de Pascual Bueno, “Obligación”, 29-9-1728, f. 388r – 388v. Habitualmente, cada
libra valenciana se contabilizaba por 15 reales de vellón, por lo que el original crédito ascendía a 403 libras,
quedando reducido a 201 libras y 10 sueldos tras descontarse el 50% rebajado.
(281) A.H.P.A. Protocolo 900 de Francisco Hernández, “Carta de pago”, 5-3-1729, f. 16r – 16v.
(282) A.H.P.A. Ibid., “Carta de pago”, 5-3-1729, ff. 19r – 20v.
646
ambos; aunque el negociante genovés efectuaría otro crediticio negocio en ese
florido mes, produciendo al alicantino maestro curtidor Juan Bautista Almansa
una deuda de 176 libras y 6 sueldos, este no se saldaría hasta febrero de 1730 en
cumplimiento del acordado plazo de nueve meses (283).
Casi a mediados de julio cobraría Gerónimo dos saldos procedentes de sendas
operaciones crediticias; uno de 1.176 libras, 18 sueldos y 8 dineros en que
fueron apreciadas diferentes mercancías adquiridas por el gremio de sarrieros y
esparteros, satisfechas por el gremial maestro Mateo Sánchez, y otro de 298
libras, 9 sueldos y 8 dineros del valor de unas tierras vendidas al sanjuanero
labrador Damián Orts a mediados de octubre de 1722 (284). Con el capital
recibido, tres días después, el negociante genovés pagaría al inglés Guillermo
Ball, componente de la acreedora compañía Merret, Hall y Ball, las 1.144 libras,
6 sueldos y 11 dineros de crédito producido por la imputación de la sobredicha
cantidad porcentual sobre la total deuda de 5.267 libras, 8 sueldos y 7 dineros,
debidas al tiempo de la bancarrota y causadas por los mismos susodichos
conceptos (285).
También usaría Gerónimo la cesión para liquidar las deudas con sus
acreedores, siempre que estos no exigieran el pago de contado. En octubre de
1727, Ginés Meseguer Rosales, lugareño murciano de los Algezares, reconocía
deberle al negociante genovés 4.026 libras, 17 sueldos y 4 dineros generadas por
la transacción de géneros y mercancías al fiado, prometiendo pagarlas a la
voluntad de su acreedor. Pasados dos años, tan sólo había satisfecho 993 libras y
14 sueldos del total crédito por lo que continuaba deudor en 3.033 libras, 3
sueldos y 4 dineros, cantidad que Gerónimo cedería al negociante suizo Gaspar
Welter en su calidad de apoderado del gaditano Francisco Magón y compañía;
de Gilles, Tomás y Juan Teÿler, de Ámsterdam, y del también neerlandés Juan
Adrián Witers, para que la cobrase de Meseguer haciendo pago con ella a sus
tres citados acreedores a proporción y prorrata de sus créditos. El negociante
genovés liquidaría la totalidad de estas deudas abonando a Welter las
complementarias 850 libras y 12 sueldos en dinero efectivo al contado (286).
Así mismo, Gerónimo dispondría de suficientes recursos crematísticos para
saldar el crédito debido al gaditano Cristóbal Prieto, abonando a su representante
legal D. Juan Bautista de Iturralde las 76 libras contenidas en un pagaré del
deudor que éste tenía en su poder (287).
En los meses venideros, esta labor de intermediar entre sus deudores y acreedo
(283) A.H.P.A. Protocolo 900 de Francisco Hernández, “Carta de pago” y “Obligación”, 9-5-1729 y 27-5-1729,
ff. 43r – 43v y 52r – 52v, respectivamente.
(284) A.H.P.A. Ibid., “Carta de pago”, 11-7-1729, ff. 77r – 77v y 78r – 78v, respectivamente.
(285) A.H.P.A. Ibid., “Carta de pago”, 14 -7-1729, ff. 80r – 80v.
(286) A.H.P.A. Protocolo 1574 de Vicente Rovira, “Obligación”, 13-10-1727, f. 163r – 163v, y protocolo 900
de Francisco Hernández, “Cesión y poder” y “Carta de pago”, 18-7-1729, ff. 82r – 83v y 84r – 85v,
respectivamente.
(287) A.H.P.A. Protocolo 1576 de Vicente Rovira, “Carta de pago”, 20-10-1729, f. 101r – 101v. Iturralde no
firmaría el correspondiente finiquito por impedírselo un accidente padecido en su mano diestra.
647
res continuaría siendo la primordial labor cotidiana de Gerónimo,
además de intentar expedir las existencias de géneros almacenados encontrando
un magnífico filón en la familia Guill-Sirvent, moradores en la alicantina partida
del Moralet, con la que efectuaría dos transacciones por un total débito de 347
libras pagaderas “siempre que quiera y sea su voluntad cobrarlas” (288). No
serían estos los únicos tratos mantenidos entre ambas partes, como veremos más
adelante; pero, mientras tanto, el negociante genovés percibiría de su botero
deudor gandiense José Vicente Olivencia la cantidad de 36 libras y media, con
las que liquidaría el crédito debido desde hacía más de dos años (289).
A partir del verano de 1730, Gerónimo alternaría sus habituales actividades
mercantiles con otros menesteres más burocráticos, gracias al apoyo de su
paisano negociante Juan Bautista Lavañini/o y al de su cuñado Andrés Gassen;
pero, al mismo tiempo, también mostraría evidentes señales de padecer un
acusado quebranto físico a lo largo de ese año, que le mantendría inactivo largas
temporadas cuatrimestrales sólo interrumpidas de manera muy puntual,
inactividad prolongada en los diez primeros meses de 1731 desde que el día 3 de
enero practicase una operación crediticia de 72 libras, 13 sueldos y 6 dineros con
el lugareño de Tabernes José Grau (290).
Al margen de hipotéticas teorías, más o menos justificativas, de la pertinaz
inactividad del negociante genovés, en el otoño de ese mismo año saldaría el
crédito debido a otro de sus acreedores, la compañía francesa Peyralon y Lafore,
pagando al negociante Pedro Lafore las 117 libras, 10 sueldos y 6 dineros
producidas por la aplicación de aquella porcentual cantidad de 21 libras, 14
sueldos y 6 dineros sobre la total deuda de 541 libras (291); e igualmente
procedería a liquidar, a mediados de febrero de 1732, el débito de 823 libras, 7
sueldos y 4 dineros generado por su hermano Maricone en el valor, derechos
aduaneros y demás gastos producidos por 18 balas de “añinos” remitidas desde
Valencia por Ángela María Moyselo, la cual había instado pleito para su
cobranza. Y habiéndose pronunciado sentencia desfavorable a Maricone, para
evitar su providencia, Gerónimo satisfacía 400 libras a la viuda de Tomás
Jacinto Belando que le concedería cuatro meses de espera para abonar la restante
deuda, comprometiéndose a ello el negociante genovés (292).
Entre las escasas actividades desarrolladas por este negociante en el referido
(288) A.H.P.A. Protocolo 901 de Francisco Hernández, “Obligación”, 3-1-1730, f. 2r – 2v, y protocolo 632 de
Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 19-1-1730, ff. 14v – 16v. Esta familia la integraban el labrador
Pedro Guill, su esposa Esperanza Sirvent y Esperanza Cabrera, suegra y madre de los consortes. El trato
practicado con los cónyuges ascendía a 162 libras, mientras el realizado con todos los miembros familiares
alcanzaría las 185 libras, cuya cobranza garantizaban hipotecando la parte de las tierras, casa, corral de ganado y
pozo de agua manantial de la finca ubicada en dicha partida perteneciente a Esperanza Cabrera por sus dote y
gananciales tenidos con su finado marido Vicente Sirvent, además de todo el vino, almendra, algarroba, trigo,
cebada, barrilla y demás frutos que se cogiesen en la hacienda durante la presente y futuras cosechas.
(289) A.H.P.A. Ibid., “Carta de pago”, 6-7-1730, f. 58r – 58v. La deuda se había generado el 30 de abril de
1728, según manifestaba la escritura otorgada por el deudor ante su conciudadano notario Bartolomé Ramón.
(290) A.H.P.A. Protocolo 902 de Francisco Hernández, “Obligación”, 3-1-1731, f. 1r – 1v. El deudor prometía
pagar este débito, procedente del precio de las mercancías adquiridas, por todo el mes de noviembre de 1732.
(291) A.H.P.A. Ibid., “Carta de pago”, 2-10-1731, f. 66r – 66v.
(292) A.H.P.A. Protocolo 1579 de Vicente Rovira, “Obligación”, 15-2-1732, f. 62r – 62v.
648
quinquenio 1731-34, con toda probabilidad una de las más gratificantes sería la
practicada en julio de 1732, en la cual el tratante Joaquín Ferrándiz se constituía
por fiador de la crecida deuda de 2.200 libras producida nueve años antes por
sus padres y religioso hermano, prometiendo satisfacer las aún adeudadas 140
libras en tres idénticas pagas anuales contadas pasado el plazo de un año. Sin
embargo, Gerónimo no tendría que esperar tan dilatada demora, pues el último
día de ese mismo mes los progenitores del fiador liquidarían no sólo el total del
crédito, sino además la cantidad de 216 libras, 19 sueldos y 10 dineros que
importaron 32 piezas genovesas de “cana” y una pieza de “sangala”, así como
otras 500 libras a cuenta de negocios atrasados (293).
No siendo, al parecer, suficientes las tribulaciones acarreadas por sus propios
problemas, el negociante genovés asumiría también alguno ajeno auxiliando a su
necesitado paisano y colega Antonio Bocardo con apuros económicos, pues
siendo éste deudor en 600 libras a la inglesa compañía Hamond, Barker y
Reveley se había instado en el juzgado ordinario litigio contra él para la
cobranza del crédito, y el Alcalde mayor, a petición del demandante Jorge
Reveley, le mandaba afianzar el juicio, lo que haría Gerónimo a ruego del
demandado (294).
Este período quinquenal de ralos negocios concluiría tratando el negociante
genovés la venta de un par de mulos a los ibenses labradores Francisco Picó y
José Bernabeu, quienes se comprometían a pagar las 90 libras debidas abonando
la mitad entre los meses de agosto y octubre de 1734, aplazando la otra mitad
para dentro de un año (295). El escaso volumen de negocios desenvueltos
tendría su traducción en la exigua fiscalidad gravada en el impuesto del
Equivalente correspondiente al referido lustro, en los que no se le carga nada o
ni tan siquiera aparece relacionado, caso de los años 1731 y 1734, o bien los
gravámenes tributarios suponen mínimas cantidades de 5 y 6 libras concordantes
con las escasas transacciones practicadas en los años 1732 y 1733,
respectivamente (296).
La ansiada inflexión en la actividad mercantil de Gerónimo no llegaría en los
años venideros, desconociendo la causa o cúmulo de ellas que imposibilitaron
(293) A.H.P.A. Protocolo 903 de Francisco Hernández, “Obligación” y “Carta de pago”, 24-7-1732 y 31-7-
1732, ff. 115r – 115v y 130r – 130v, respectivamente.
(294) A.H.P.A. Protocolo 797 de Antonio García, “Fianza al juzgado”, 16-1-1733, f. 9r – 9v. En ese tiempo, los
hermanos Antonio y Esteban Bocardo tenían formada compañía comercial que evidenciaba tener problemas
financieros, los cuales se agravarían en el transcurso de un lustro provocando su ruina hasta tal límite que de las
135 libras y 11 sueldos cargadas en el reparto del Equivalente de 1737, sólo se pudieron cobrar 51 libras y
aunque se le apremiaría a Esteban por las restantes, no se pudieron exigir “por su extrema pobreza y no haberse
encontrado bienes”. A.M.A. Arm. 7, Lib. 5. “Repartimiento del Equivalente. Años 1737 y 1738”.
(295) A.H.P.A. Protocolo 905 de Francisco Hernández, “Obligación”, 28-4 – 1734, f. 33r – 33v.
(296) A.M.A. Arm. 7, Lib. 4. “Repartimientos del Equivalente. Años 1730-34” y “Vecindario de 1733”, y Arm.
7, Lib. 5. “Vecindario íntegro… de 1734”. Ambos recuentos demográficos se realizaron por los notarios
Francisco Hernández y Adrián Cazorla, respectivamente, ejecutando órdenes del Intendente General D.
Francisco Salvador de Pineda, apareciendo Gerónimo como integrante de los vecinos particulares de la primera
clase; pero mientras en el primer padrón figura con unas propiedades de 1.150 libras que le rentan 57 libras y
media, en el segundo los mismos conceptos ascienden a 1.600 libras y 58 libras y 15 sueldos, respectivamente,
sin adjudicarle ninguna ganancia en ambos casos.
649
un favorable cambio de tendencia; pero suponemos que la edad y el cansancio
junto con problemas judiciales (297), debieron tener su negativa influencia en su
laxo quehacer profesional, al que cada vez dedicaría menos atención en el
inmediato trienio de 1735-37, dejando constancia de ello con las mezquinas
aportaciones tributarias satisfechas en los respectivos repartos del Equivalente
(298), e intentando conseguir más cómodos ingresos como arrendatario de
derechos dominicales. El mercader valenciano Lucas Bocos tenía firmemente
apalabrado con D. Jacinto Forner Sans de la Llosa y Alboy, barón de Finestrat y
señor de Banasau y Agost, en arrendarle los derechos dominicales del lugar de
Agost por el anual precio de 1.600 libras con la calidad de pagarle
anticipadamente la mitad del arriendo, condición revocada por el arrendador
exigiendo fianzas abonadas que dispongan de bienes raíces. Y, hallándose la
cuestión en este estado, en febrero de 1735 Bocos convenía con el negociante
genovés no cerrar el trato, renunciando al arrendamiento para traspasarlo a la
conveniencia de Gerónimo, siempre que éste diese las fianzas establecidas,
siendo nula la cesión del arriendo en el caso contrario (299).
Al ejercicio de arrendatario dedicaría el negociante, presuntamente, todos sus
esfuerzos en ese año y en el siguiente, pues no hemos podido localizar ningún
vestigio sobre cualquier otra ocupación hasta llegado el año 1737, en cuyo mes
de septiembre liquidaría el crédito del último de sus acreedores de 1725 pagando
a los hermanos comerciantes en Ámsterdam Juan y Francisco de Prado, únicos
hijos y herederos del fallecido negociante sevillano Jacobo de Prado,
representados por el francés Luis Lombardón, el importe de 503 libras
resultantes de aplicar la susodicha cantidad porcentual sobre las 2.315 libras, 10
sueldos y 2 dineros adeudadas al tiempo de producirse su quiebra (300).
En la última década de vida del negociante genovés, sus negocios tuvieron una
cierta revitalización a tenor de las cargas fiscales del Equivalente tributadas en el
decenio de 1738-48 que, en cualquier caso, eran cuotas más propias de
mercaderes minoristas y/o tratantes que de negociantes “en grueso”, puesto que
en ninguna de las anualidades sobrepasarían las 25 libras impositivas con
independencia de la progresiva disminución del cupo impuesto a la ciudad (301)
(297) A.H.P.A. Protocolo 906 de Francisco Hernández, “Poder para pleitos”, 1-2-1735, f. 35r – 35v, y protocolo
1325 de Vicente Navarro y Pastor, “Poder para pleitos”, 18-1-1737, f. 2r – 2v. En febrero de 1735, el negociante
genovés ratificaba al procurador José Cazorla como su apoderado en todas sus causas y, dos años más tarde,
hacía lo propio con el notario Francisco Hernández, que a la sazón se hallaba residenciado en Valencia, para
apelar ante la Audiencia.
(298) A.M.A. Arm. 7, Lib. 5. “Repartimiento del Equivalente. Años 1735, 36 y 37”. Las cargas impositivas
satisfechas por Gerónimo en estos años alcanzaron las 8, 6 y 7 libras y 12 sueldos, respectivamente, sobre un
mismo cupo de 30.000 libras cargado a la ciudad.
(299) A.H.P.A. Protocolo 799 de Antonio García, “Ajuste entre partes”, 22-2-1735, ff. 72r – 73v. Las
propiedades poseídas por el negociante en 1734 alcanzaban fiscalmente el exacto importe del arrendamiento, que
también era el de la fianza exigida.
(300) A.H.P.A. Protocolo 907 de Francisco Hernández, “Carta de pago”, 25-9-1737, ff. 49r – 50v. Muerto
Jacobo de Prado en 1725, sus mencionados hijos apoderarían al citado hombre de negocios francés mediante
escritura otorgada el 22 de noviembre de ese año ante el notario de aquella ciudad neerlandesa Cornelio
Vanaihthonen.
(301) A.M.A. Arm. 7, Lib. 5 y 6. “Repartimiento del Equivalente. Años 1738-48”. La cuota contributiva reseña-
650
, aunque sin poder determinar a ciencia cierta si esta tenue reactivación de los
negocios se debía en exclusividad a la actuación de Jerónimo, o a la intervención
cada vez más protagonista de su único hijo varón Juan Bautista Felipe Maricone
y Gassen, puesto que constancia documental existe en ambos sentidos (302).
Además de las mencionadas operaciones crediticias derivadas de actividades
transaccionales, los Maricone alicantinos también practicarían otra modalidad
crediticia denominada “préstamo gracioso”, en la que no fueron especialmente
profusos, acaso debido a las connotaciones eclesiásticas prohibitivas de la usura.
Maricone, poco proclive a actuar de prestador en el sentido estricto del
término, efectuaría un tardío empréstito en solitario aunque, quizás, resultase
paradigmático para la futura actuación de su hermano Gerónimo. En septiembre
de 1716 entregaba al genovés Jaime Ferro, patrón de la saetía “Nuestra Señora
de la Misericordia y San Francisco”, 100 pesos de plata al cambio marítimo de 3
pesos y 6 reales mensuales por el riesgo de la mar que Maricone debía correr en
cualquier navegación realizada por dicha nave, habiendo convenido pagar los
intereses al también genovés Domingo María Carleto en tanto el patrón no
liquidase el préstamo, cosa efectuada por el prestatario pasados quince meses
entregando a Bottaro y Castelly, administradores de la empresa y casa comercial
de los hermanos genoveses, la cantidad de 140 pesos correspondientes al capital
prestado más los 40 pesos del interés mercantil (303).
Superada la vejatoria experiencia padecida en 1718-19, la compañía de los
hermanos negociantes prestaría 50 doblones a Hércules Peragalo, cartagenero
avecindado en Alicante, quien para su pago libraba con fecha 13 de enero de
1721 una letra de cambio de 200 libras a la orden de la prestamista sociedad y
contra el madrileño Pedro de Aguirre y Uncona, la que endosaría Maricone a
favor del también matritense Simón de la Canzela; pero no siendo aceptada por
el librado Uncona, se protestaría el día 25 de ese mes tras lo cual se promovería
litigio contra el prestatario para recobrar el capital, intereses y demás daños. En
estas circunstancias, el tratante José García, habiéndose subrogado por el
prestatario, pedía la suspensión del proceso judicial que los prestamistas
condicionarían a la inmediata paga de 50 libras, más el compromiso de abonar
los 150 pesos restantes en el plazo de un mes (304).
da, la mayor de la década, sería doblemente satisfecha por Gerónimo en los años 1743 y 1744, si bien conviene
precisar que el cupo asignado a la ciudad fue oscilando en sentido decreciente desde las 30.000 libras, en 1738,
hasta las 7.716 libras en 1745, año en el que esta cantidad quedaría convertida en cupo fijo de este impuesto para
Alicante.
(302) En el año 1745, Gerónimo realizaba una compra al negociante francés Juan Bouligny cuyo importe
aseguraba hipotecando su hacienda del Morales. Un trienio después, su hijo se niega a pagar las 20 libras de
pensión anual del censo impuesto sobre dicha hacienda, si previamente los censualistas no otorgaban el finiquito
de todas las pensiones abonadas. A.H.P.A. Protocolo 1657 de Onofre Savater, “Obligación”, 13-7-1745, f. 118r
– 118v, y protocolo 827 de Gregorio García, “Carta de pago”, 31-10-1748, f. 44r – 44v.
(303) A.H.P.A. Protocolos 783 y 784 de Antonio García, “Riesgo” y “Carta de pago”, 13-9-1716 y 18-12-1717,
ff. 200r – 201v y 306 – 306v, respectivamente. La saetía, de origen medieval, era una embarcación de vela latina
con 2 ó 3 palos y una cubierta o puente de mayor capacidad que la galeota, pero menor que el jabeque,
generalmente usada en el Mediterráneo para transportar mercancías, aunque también se empleaba en la guerra
del corso.
(304) Supra, página 634, nota 227. La equivalencia entre el doblón y la libra resulta obvia: 4 libras por doblón.
651
Antes de finalizar la sociedad de los hermanos Maricone, comenzaría
Gerónimo su individual trayectoria prestamista en 1722, concediendo
“graciosamente” 60 libras al francés Juan Rieunier, patrón de su tartana
“Nuestra Señora del Rosario y Santa Ana”, al interés marítimo corriente del
10% ; es decir, el 5% por la ida y otro igual porcentaje por el retorno, pagaderas
una semana después de que el prestatario volviese con su embarcación de la isla
de Mallorca o del lugar al que la fortuna le llevase. En principio, no parecía el
negociante tener asegurada su cobranza y, sin embargo, dos meses más tarde
percibiría 66 libras resultantes de la cantidad prestada con más los intereses
estipulados (305).
Gerónimo no volvería a prestar numerario hasta pasados dos años, forzado por
las circunstancias. En mayo de 1724, el ciudadano militar José Gozálbez
adeudaba al genovés Ginés Puigserver 770 libras del crédito originado por su
homónimo difunto padre, deuda que sería cedida por Ginés al negociante
genovés quien interpondría demanda de ejecución contra la persona y bienes del
deudor ante la justicia de la ciudad, la que pronunciaría sentencia de remate
apelada por el condenado ante la Audiencia al entender no ser de su
responsabilidad el pago de la deuda, por no poseer bienes de la herencia paterna
y provenir el crédito de su progenitor. No obstante, Gozálbez consentiría en
liquidar el débito, a cuyo fin Gerónimo le haría un préstamo gracioso de 170
libras sin interés que el prestatario prometía satisfacer, a partir de 1725, en
cuatro iguales pagas de 42 libras y media anuales abonadas cada último día de
febrero (306).
Antes de concluir ese mismo año, la compañía de estos hermanos genoveses,
representada por Gerónimo, efectuaría la última operación de esta modalidad
crediticia entregando 57 libras, 1 sueldo y 6 dineros de préstamo gracioso a Juan
Urios, labrador sanjuanero avecindado en la villa de Elche, sufragando con ellos
los gastos del viaje que el prestatario debía realizar a Barcelona para efectuar la
demanda de juicio contra Llerisa y Belvitges, como hemos referido más
extensamente, prometiendo pagarlas “a la voluntad del prestamista siempre que
cobrarlas quisiera” y que aseguraba hipotecando tanto los granos como la
barrilla de la próxima cosecha (307).
Superado el forzado período de inactividad provocado por la bancarrota de
Gerónimo y parcialmente rehecho del consiguiente debacle económico
financiero padecido, el negociante practicaría algunos préstamos graciosos más,
generalmente entre su rústico vecindario del Moralet, siempre solapados bajo el
pretexto de “por hacerles merced y buena obra” a los prestatarios, constituyendo
la única excepción el sanjuanero labrador Nicolás Gozálvez que, en diciembre
de 1732, recibía prestadas 48 libras para liquidarlas en el plazo de once meses
(305) A.H.P.A. Protocolo 895 de Francisco Hernández, “Obligación” y “Carta de pago”, 10-2-1722 y 18-4 -
1722, ff. 45r – 45v y 107r – 107v, respectivamente.
(306) A.H.P.A. Protocolo 357 de Pascual Bueno, “Poder y lasto” y “Obligación”, 15-5-1724 y 16-5-1724, ff.
147r – 148v y 149r – 149v, respectivamente.
(307) Supra, página 623, nota 180.
652
(308).
Un año antes, a fines de 1731, el labrador Pedro Guill y su suegra Esperanza
Cabrera manifestaban haber recibido un total empréstito de 122 libras, 4 sueldos
y 8 dineros en diferentes partidas, sujetando su pago a la voluntad del
prestamista (309). Un año más tarde, el también labriego de la misma partida
rural Juan Marco se declaraba deudor del negociante en 57 libras por otras tantas
prestadas graciosamente, comprometiendo su pago en el día de Todos Santos del
siguiente año 1733 (310), en cuyos inicios Gerónimo prestaría a este mismo
labrador otras 50 libras y 15 sueldos para recobrarlas en la festividad de San
Miguel de ese mismo año, siendo esta una de las dos actividades anuales
realizadas por el negociante genovés (311). Con el mismo prestatario finalizaría
el negociante la práctica de esta modalidad crediticia en noviembre de 1734,
haciéndole un préstamo gracioso de 40 libras que Marco se imponía satisfacer
en el término de diez meses, concretamente el 29 de septiembre de 1735,
festividad del arcángel San Miguel (312).
EL PATRIMONIO
(308) A.H.P.A. Protocolo 903 de Francisco Hernández, “Obligación”, 18-12-1732, f. 185r – 185v.
(309) A.H.P.A. Protocolo 633 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 21-12-1731, ff. 398r – 399r.
(310) A.H.P.A. Protocolo 903 de Francisco Hernández, “Obligación”, 20-10-1732, f. 160r – 160v.
(311) A.H.P.A. Protocolo 904 de Francisco Hernández, “Obligación”, 14 -2-1733, f. 26r – 26v. La otra actividad
consistiría en afianzar a Antonio Bocardo en el pleito instado contra él por Jorge Reveley en nombre de su
inglesa compañía. Vid. Supra, p. 649, nota 294.
(312) A.H.P.A. Protocolo 905 de Francisco Hernández, “Obligación”, 13-11-1734, f. 136r – 136v. Este
prestatario era yerno de Esperanza Cabrera y cuñado de los esposos Pedro Guill y Esperanza Sirvent.
(313) Supra, páginas 605 y 606, notas 109 y 110.
653
más interés por tener un inmueble de su propiedad. Un sexenio después de
establecerse en Alicante, Maricone adquiría la propiedad de una casa en la
ciudad de Villena recibida como pago ejecutivo por deudas de su anterior
villenero dueño Francisco Esteban, encargando al alicantino Pedro Barceló la
venta del inmueble por el precio que conviniese y bien le pareciese, facultándole
también en 1716 para que pudiera recibir de los herederos del fallecido Pascual
Esteban, en pago de un crédito de 237 libras y 15 sueldos, cualesquier bienes
muebles y raíces que le entregasen o adjudicasen para poderlos enajenar a las
personas interesadas en adquirirlos (314). Estos serían los únicos bienes raíces
de los que Maricone dispondría temporalmente su propiedad durante el
transcurso de su estancia alicantina.
Parecida tendencia comercial a la descrita, en relación a la propiedad de bienes
raíces, la continuaría su hermano Gerónimo hasta el inicio de la década de los
años 30 de la centuria dieciochesca, resultando significativo que hasta el año
1722 no poseyera, ni siquiera de manera transitoria, la propiedad de esta clase de
bienes. En el verano de esa anualidad, no con el ánimo de conformar un
incipiente patrimonio, sino por el interés meramente especulativo y mercantil,
adquiría en diferentes parcelas un total de 6 tahúllas y 56 brazas de tierra
plantadas de almendros y huerta en precio de 37 libras por tahúlla, compradas al
embalador Francisco Abellot que las poseía en virtud de remate judicial,
transacción que sería ratificada siete años más tarde por la heredera del
vendedor, su hija Teresa casada con el carpintero Francisco Ballester (315).
Pasados tres meses, Gerónimo vendería estas tierras al labrador de San Juan
Damián Orts al precio de 40 libras por tahúlla, pese a lo cual haría un
desafortunado negocio, al consentir que el comprador pagase las 298 libras, 9
sueldos y 8 dineros del valor de la venta en cuatro iguales pagas anuales de 74
libras, 12 sueldos y 4 dineros vencidas cada primer día de Cuaresma contados
desde 1723, por lo que teóricamente el precio de la compra-venta se liquidaría
en 1726, un año después de producirse la bancarrota del negociante genovés,
aunque en realidad el comprador incumpliría los plazos prometidos demorando
la cancelación de la deuda hasta julio de 1729 (316).
A comienzos de 1730, acaso previendo la futura seguridad y sostén familiar o,
tal vez, por socorrer a la necesitada familia Guill – Cabrera con la que mantenía
(314) A.H.P.A. Protocolos 782 y 783 de Antonio García, “Poder para vender y pleito” y “Poder para cobrar y
pleito”, 17-8-1715 y 10-3-1716, ff. 188r – 189v y 44r – 46v, respectivamente.
(315) A.H.P.A. Protocolos 895 y 900 de Francisco Hernández, “Venta real de tierra” y “Venta de tierra”, 22-7-
1722 y 4 -4 -1729, ff. 167r – 168v y 32r – 33v, respectivamente. La total superficie de tierra la componían 4
tahúllas y 30 brazas con almendros situadas en la sanjuanera partida del Braçals dels Pous, propias de Roque y
José López; 1 tahúlla y 19 brazas en la partida de la hijuela de Mingot, de dicho término, pertenecientes a Alonso
López; y 1 tahúlla y 7 brazas y media en la misma última partida rural, propiedad de Roque López, todas las
cuales les fueron confiscadas, subastadas y rematadas a favor del vendedor Abellot ante el notario Vicente
Navarro y Pastor para pagar el crédito adeudado a conjunta compañía de los hermanos Maricone y las costas del
proceso ejecutivo. La heredera Teresa Abellot depositaría las cerca de 230 libras del importe de esta venta en
poder de Francisco Fons, otorgándole la real justicia la pertinente escritura ante dicho notario del juzgado el día
11 de marzo de 1729, motivo por el que se ratificaría esta venta a principios de abril de ese año.
(316) A.H.P.A. Ibid., “Venta real de tierra” y “Carta de pago”, 15-10-1722 y 11-7-1729, ff. 229r – 230v y 78r –
78v, respectivamente.
654
asiduos tratos y negocios, Gerónimo compraría a carta de gracia 17 jornales de
tierra a esta referida familia del Moralet en dos piezas componentes de la finca
campestre de Esperanza Cabrera, parte de ellos plantados de árboles frutales y
parte conteniendo tierra campa, que importarían 150 libras pagadas de contado
por el comprador (317) quien, un trimestre más tarde, enajenaría un jornal de
tierra de labrar con su derecho de agua que poseía en la partida de las Huertas,
término de Villajoyosa, apreciado en 236 libras pagadas por el villano
comprador Maximiano Llorca (318).
Hasta este momento, los hermanos Maricone no habían invertido en un
negocio generalmente habitual entre los negociantes: la compra de censos, que
por primera y única ocasión realizaría Gerónimo a fines de ese mismo año,
resultando ser una beneficiosa operación mercantil al reportarle un notable
incremento patrimonial convirtiendo, de paso, al negociante genovés en un
hacendado.
A mediados del mes de noviembre, el negociante y cónsul holandés en la
ciudad Pablo Vanhalen (319) le vendía un censo redimible de 400 libras, hereda-
(317) A.H.P.A. Protocolo 632 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Venta condicional de tierra”, 1-2-1730, ff. 28r
– 31v. El valor estimado de cada jornal rondaba las 8 libras, 16 sueldos y 6 dineros.
(318) A.H.P.A. Protocolo 901 de Francisco Hernández, “Venta de tierra”, 10-6-1730, ff. 48r – 49v. Resulta
destacable la abismal diferencia de precio entre este jornal de tierra de regadío en relación con los anteriores 17
jornales de tierra de secano, más o menos marginales.
(319) Los Vanhalen constituyen uno de los contados linajes de negociantes neerlandeses, de la primera mitad
del siglo XVIII, establecidos en la ciudad desde las finales décadas del Seiscientos en las que Pablo había
ejercido el cargo consular y casado con la ilicitana Josefa María Portes. Al estallar la guerra de Sucesión, por
motivos obvios, se trasladaría con su familia a Mahón desde donde retornaría viudo a Alicante a fines de enero
de 1715, a bordo de la barca “San José” patroneada por el mahonés Martín Hernández, acompañado de sus hijos,
tres esclavos y su hermano Juan Bautista que fallecería en julio de 1724. El gobernador de la ciudad, Brigadier
D. Fernando Pinacho del Río, permitiría su desembarco y temporal aposento en una casa campestre confiscada a
Gaspar Castillo para, posteriormente, autorizar su asentamiento en la ciudad, instalándose en la calle Mayor
donde residirían hasta 1721, trasladándose en el siguiente año al definitivo domicilio familiar en la Plaza de
Ramiro. A la sazón, estando ocupado el alicantino consulado de las Provincias Unidas por el nuevo titular D.
Tomás Vert, formaría pronto Pablo compañía y casa comercial con su primogénito Pedro, iniciándose su
trayectoria como negociantes de “Puerta Zerrada” y logrando su mayor esplendor en la década de 1720
culminada con la nueva titularidad consular de Pablo en torno a 1726, cargo mantenido sin interrupción hasta su
fallecimiento acaecido en enero de 1733 y que en su testamento, para consuelo de sus hijos porque sus
infortunios le impedían dejarles suficientes bienes para su decente manutención y la estimación de su nombre y
familia, suplicaba a sus herederos “el continuar la honra de dicho consulado en causa y nombre de Pedro
Vanhalen”, bajo la condición de que sí se lograba esta gracia partiera su hijo mayor los beneficios y
emolumentos del cargo con su hermano Juan Bautista para mantenimiento de éste.
Tres años antes de su muerte, el patrimonio de Pablo había decrecido notablemente, enajenando una casa en la
Plaza del Mar, otra en el barrio de San Antón, una casita en la Villavieja y otra en el camino de Valencia, más 7
jornales de tierra campa en el Cabo de las Huertas, quedando reducido a la referida vivienda familiar, a un huerto
en la partida del Tartanell, situada en el actual barrio de San Blas, y dos casitas en la Villavieja, con un total
valor de 4.730 libras que rentaban poco más de 39 libras y media frente a unos ingresos superiores a las 208
libras de renta líquida anual de antaño.
Efectivamente, Pedro Vanhalen sustituiría a su progenitor al frente del consulado holandés durante tres años,
pues moría en los meses finales de 1736, siendo lo más reseñable de su corta trayectoria la venta, al valenciano
D. Enrique Castelví, de esclavos moros y turcos cristianizados que el día 10 de septiembre de 1733 fueron
aprehendidos en la ensenada de Túnez por el galeón “La Castilla” y embarcados en el queche holandés “La Ana
Caterina”. Su hermano Juan Bautista Vanhalen le sucedería en el cargo, ocupándolo en los seculares años 40 y
nombrando por vicecónsul al alicantino Francisco López en recompensa a los muchos servicios prestados, con
legalidad y entereza, a sus predecesores familiares fallecidos. Al comenzar la década de los años 50, Juan
Bautista sería reemplazado en el consulado por D. Gaspar Vernet.
655
do de su hermano Juan Bautista Vanhalen y cargado sobre una hacienda
compuesta de “casa , corral de ganado, pozo de agua manantial y 40 jornales de
tierra”, en parte plantados de viña y almendros con otros árboles y en parte
conteniendo tierra campa, con otros 6 jornales en una parcela separada de la
finca conocida por “la talayeta”, cuyo censo era la mitad de las 800 libras que
sobre la misma propiedad impusieron sus consortes dueños Vicente Sirvent y
Esperanza Cabrera en el año 1723. El censo sería comprado por el precio de 300
libras, habida cuenta de los apuros económicos de los Vanhalen, abonadas de
contado por el adquiriente, más 24 libras de una pensión y prorrata que al
vendedor le debían la hija heredera y la viuda del finado Vicente Sirvent (320).
Con esta compra, el negociante genovés se convirtía en uno de los dos
censualistas, siendo el otro la viuda Josefa Altet y sus herederos como dueños de
las otras 400 libras, a percibir la anual pensión de 20 libras, pagadas por mitad
en las fiestas de San Juan y de San Miguel, de manos de unos censatarios que,
amén de no poderla satisfacer por su perentorio estado económico, ya eran
deudores de “préstamos graciosos” de su negociante acreedor y censualista.
Sin embargo, en esta ocasión, la única en su trayectoria profesional, Gerónimo
tendría asegurada la percepción de los réditos mediante la garantía de la finca
hipotecada y, por lo mismo, los restantes créditos. Y estando decidido a
cobrarlos, ante la evidente insolvencia de los deudores censatarios, manifestaría
su derecho a instar causa ejecutiva de remate y venta de la hacienda censada,
De las tres hijas de D. Pablo Vanhalen, las dos menores nombradas Antonia María y Ventura permanecerían
solteras, mientas la mayor Josefa María se casaría con el ciudadano militar José Gozálbez Castillo con quien
procrearía tres hijos, falleciendo en julio de 1750, año en el que desaparece cualquier vestigio en Alicante
referido a la holandesa familia de los Vanhalen.
A.M.A. Arm. 7, Lib. 2, 3, 4, 5, 6 y 7. “Repartimiento del Equivalente. Años 1718-1753.”, “Vecindarios íntegros
de 1731-32 y 1734”, “Copia del Zertificado de D. Vicente Bonavida…. Años 1728-30.”, “Certificado de José
Galdó…. Años 1728-30.” y “Relaciones juradas dadas por los mercantes de Puerta Zerrada desde 1731 hasta
1734.”, y A.H.P.A. Protocolo 782 de Antonio García, “Fianza”,28-1-1715, f. 28r – 28v; protocolo 904 de
Francisco Hernández, “Testamento”, 17-1-1733, ff. 4r – 6v; protocolo 794 de Antonio García, “Venta de
esclavo”, 28-3-1735, ff. 118r – 121v; protocolo 1729 de Francisco Tomás, “Carta de pago”, 16-1-1735, f. 3r –
3v; protocolo 1789 de José León, “Nombramiento de vicecónsul”, 28-1-1743, f. 7r – 7v; protocolo 636 de
Francisco Ferrando y Roçelló, “Poder para pleito”, 14-1-1748, f. 9r – 9v, y protocolo 637 de Francisco Ferrando
y Roçelló, “Testamento”, 7-7-1750, ff. 116r – 119v.
(320) A.H.P.A. Protocolo 356 de Pascual Bueno, “Reconocimiento de censo”, 19-11-1723, ff. 438r – 441v, y
protocolo 1577 de Vicente Rovira, “Venta de censo”, 15-11-1730, ff. 332r – 334v. El matrimonio Sirvent-
Cabrera adquirió la expresada finca a las hermanas Leonor y Josefa Ribanegra, religiosas del agustino convento
alicantino de la Purísima Sangre de Cristo, cargando 800 libras complementarias de su precio en censo redimible
sobre ella a favor de las reverendas madres e hipotecando la propia hacienda a la seguridad del censo que, a la
muerte de sus dueñas, heredaría doña Gerónima Patucio Miñó, casada con el regidor oriolano D. José de
Rocafull, y sus hermanos.
Juan Bautista Vanhalen, hermano de Pablo, por créditos contra los bienes hereditarios de las difuntas
religiosas, instaría ejecución resuelta en la mitad del referido censo y pensiones. Tras litigiar doña Gerónima y
sus hermanos con Vanhalen y apelar la adversa sentencia definitiva ante la Audiencia, la parte ejecutada,
después de la intercesión de personas de autoridad, el día 2 de septiembre de 1723 traspasaría el censo de 400
libras a favor del acreedor holandés por escritura ante el notario valenciano Félix García, practicando dos meses
después los censatarios esposos Sirvent reconocimiento del nuevo dueño de la mitad del total censo y que, por su
fallecimiento, pasaría en herencia a su mencionado hermano D. Pablo Vanhalen.
La otra mitad del total censo de 800 libras sería comprado por los cónyuges José Sirvent y Josefa Altet a los
hermanos Patucio Miñó, quedando impuestos sobre la finca hasta su redención que no se efectuaría en la primera
mitad del Setecientos.
656
ante lo cual los ejecutados, en evitación de más crecidos gastos, optaban por
convenir su enajenación a favor del acreedor, apreciándola en el valor del censo
y la condonación de las restantes deudas cuando su fiscal valoración superaba
las 1.000 libras, pasando así a constituir la joya patrimonial de la familia
Maricone-Gassen.
Con el paso de los años, los negocios de Gerónimo se contraerían primero y
decaerían después hasta llegar a padecer apuros económicos, a pesar de los
cuales el negociante genovés conseguiría mejorar y ampliar la finca
incorporando nuevas parcelas de tierra, de modo que en 1745, cuando la
hipotecaba en garantía del pago de una importante transacción practicada con el
francés Juan Bouligny, esta contenía una superficie de 100 jornales que lindaban
con tierras de Juan Marcos, de la viuda Altet y de Adrián Antón (321).
No obstante, a consecuencia del decaimiento en sus actividades y de la
consiguiente recesión en sus ganancias, Gerónimo no pudo liberar a su finca
campestre del censo de 400 libras poseído ahora por los herederos de Josefa
Altet, su hijo Vicente Sirvent y su yerno Matías Antón en nombre de su esposa,
a quienes estuvo pagando el anual rédito de 20 libras durante dieciocho años, sin
que los censualistas firmasen ningún documento justificativo del cobro realizado
hasta que, llegado el año 1748, el hijo del negociante genovés, cumpliendo
órdenes de éste, se negaría al pago de la cuota si aquéllos no otorgaban el
finiquito de todas las pensiones percibidas hasta ese mismo año (322).
(321) A.H.P.A. Protocolo 1657 de Onofre Savater, “Obligación”, 13-7-1745, f. 118r – 118v. Para una
información más minuciosa, Vid. Supra., páginas 611 y 651, notas 125 y 302, respectivamente.
(322) A.H.P.A. Protocolo 827 de Gregorio García, “Carta de pago”, 31-10-1748, f. 44r – 44v.
657
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LAS REDES FAMILIARES: LOS PAVÍA
(1) Sobre estos personajes, remitimos al capítulo de este trabajo dedicado a Francisco Marabeuf y Beaumanoir.
(2) A.H.P.A. Protocolo 354 de Pascual Bueno, “Declaración”, 6-4-1721, f. 126r-126v.
(3) A.H.P.A. Protocolo 625 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 1-2-1723, ff. 118v-119r. En esta
fecha, junto a Juan Urios, adeudaba al tendero Leonardo Sevilla 49 libras y media procedentes de 15 reales
prestados, más 48 libras del precio de una porción de cáñamo.
658
la orden de Felipe V; pero, no hallando queso, se darían de bacalao al precio de
58 maravedíes la ración siendo por cuenta del proveedor todos los gastos hasta
embarcarlas, al igual que la pipería necesaria para el vino, agua, aceite y
vinagre, así como la saquería precisa para el bizcocho y menestras; pero dándole
cuanta sal fuese menester para salar la carne y componer las raciones sin pagar
derechos reales, municipales ni otros algunos (4).
Gregorio, por su parte, ejercería el oficio de sastre llegando al grado de
maestro, en cuyo gremio alcanzaría el cargo de clavario en 1724 motivando que
la asociación le fuese deudora en 100 libras, como reconocían sus responsables
cuatro años más tarde, ofreciendo reintegrárselas pasada una anualidad en tres
iguales pagas, lo que cumplirían con demora en mayo de 1730. En cualquier
caso, este crédito serviría dos años después para pagar las 77 libras debidas a
Josefa María Arcayna y a sus sobrinos Ana María y José Gironés mediante
cesión practicada contra la gremial deuda. Sin embargo, seis años antes, el sastre
había adquirido de Ignacio Piqueres, como tutor, curador y administrador de los
menores hermanos Pedro y Luis, hijos de José Pina y Antonia Fons, una casa
perteneciente a dicha herencia situada en la calle Teatinos del arrabal de San
Francisco, acensuada con 70 libras y anua pensión 70 sueldos pagados, mientras
no se redimiese, en la fiesta de San Miguel a favor del Colegio de los jesuitas y
apreciada en 150 libras, satisfechas abonando 80 libras en efectivo y
reteniéndose el comprador de voluntad del vendedor las restantes 70 libras para
el pago de los réditos. Al día siguiente, el sastre redimía y quitaba el censo
entregando 70 libras de contado en reales de 8 a Joaquín Burgunyo, rector del
colegio jesuítico de la ciudad.
Casado Gregorio con Bernarda Llopis – copropietaria de una casa con dos
accesorias y tres pedazos de tierra de secano en la villa de Carcagente en unión
de sus hermanos Antonio y Valero, encargando a éste último el arriendo de los
bienes indivisos; pero habiendo fracasado, otorgarían la misión al negociante
José Hernández, alicantino residente en dicha villa –, tendrían por hijos a
Bautista, Carlos, Gregorio, Francisca María y Clara Antonia, quienes venderían
a carta de gracia a Vicente Claver el inmueble de la calle Teatinos estimado en
140 libras pagadas en efectivo, con posterioridad a la muerte de su progenitor
acaecida en 1735, en cuyo mes de mayo el sastre aún tomaba en arriendo el
estanco de pólvora de San Juan por tiempo de 28 meses, que obviamente no
cumpliría, con obligación de sacar y pagar cada año por tercias anticipadas 100
libras de la Administración de la ciudad, regentada por Juan Bautista Vera, al
precio de 6 sueldos y 9 dineros la unidad (5).
(4) A.H.P.A. Protocolo 1318 de Jaime Navarro Blanquer, “Poder para cobrar”, 2-6-1709, f. 33r-33v; protocolo
785 de Antonio García, “Obligación” y “Poder para cobrar”, 3-3-1718 y 13-10-1718, ff. 43r-44v y 313r-314v,
respectivamente; y protocolo 895 de Francisco Hernández, “Declaración”, 12-10-1722, f. 227r-227v. Este abasto
supondría un montante de 36.250 libras. Jaime fallecería en los últimos meses de 1722.
(5) A.H.P.A. Protocolo 630 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 15-3-1728, f. 124r-124v; protocolo
632 de ídem, “Carta de pago”, 8-5-1730, f. 149r-149v; protocolo 362 de Pascual Bueno, “Declaración y carta de
pago”, 10-7-1732, f. 210r-210v; protocolo 359 de ídem, “Venta real de casa” y “Redención y quitamiento”, 9-7-
659
Los continuadores del linaje Pavía-Llopis serían sus dos hijos mayores, pues el
tercero abrazaría la vida religiosa profesando la orden del Carmelo en el
convento lucentino de Nuestra Señora del Carmen. Su hermana Francisca María
contraería primeras nupcias con José Portes, de cuya unión nacería su hijo José;
pero habiendo enviudado, practicaría nuevos esponsales con Vicente Díaz;
mientras la pequeña Clara Antonia, siendo menor de edad a la muerte de su
progenitor, conviviría con su hermana y su segundo marido (6), falleciendo a
edad temprana.
El primogénito Bautista se movería al principio en los ambientes judiciales,
ejerciendo el empleo de procurador de causas, representando como tal los
intereses de los negociantes Honorato Blasco o Guillermo Simón, del labrador
ilicitano Juan Martínez e incluso los de sus propios hermanos, entre otras
personas, aunque más tarde mudaría esta profesión por la de sastre como su
padre. Desde la óptica de los negocios, resalta la venta real al francés Juan
Bouligny de 35 sueldos de anual censo redimible, impuesto especialmente sobre
la parte de una casa recaída en la herencia de sus padres valorada en 305 libras,
situada en la Plaza del Mar frente a la calle de la Pelota, habiéndole pertenecido
al censatario como uno de los herederos de su hermana Clara Antonia, por
precio de 35 libras en oro de contado redituables a mediados de febrero de cada
año a partir de 1745, con calidad de hipotecar expresamente dicha parte de la
casa, sus rentas y mejoras al pago de los réditos y capital censal, que mientras no
se redimiese prometía no imponer otro ni hacer ninguna otra hipoteca, además
de no pedir descuentos de los réditos por ningún caso, debiendo practicar
reconocimiento del censo y de su dueño siempre que la parte del inmueble
gravado pasase a un nuevo poseedor; pero si el censatario y sus herederos
pagasen las 35 libras, sus pensiones y prorratas al censualista, éste practicará
formal redención y quitamiento.
A fines de julio de 1760, estando enfermo y pobre, Bautista redactaba sus
escuetas últimas voluntades disponiendo que con la mortaja franciscana fuese
enterrado en la sepultura que el gremio de sastres poseía en la colegial de San
Nicolás, previa licencia de su clavario y mayorales. El restante funeral y demás
obra pía por su alma, respecto a no disponer de bienes ni caudal alguno,
suplicaba por caridad a su cuñado Vicente Díaz y a su sobrino José Portes los
dispusiesen a su voluntad, a cuyo fin les nombraba sus albaceas pidiéndoles que
cancelasen sus deudas, pese a lo cual legaba 5 sueldos por mitad a las mandas
1726 y 10-7-1726, ff. 179r-182v y 192r-193v; protocolo 357 de ídem, “Poder para arrendar”, 17-7-1724, ff.
231r-233v; protocolo 449 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Poder para arrendar”, 10-4-1725, ff. 104r-108v;
protocolo 365 de Pascual Bueno, “Venta condicional de casa”, 22-2-1736, ff. 69r-74v; y protocolo 1581 de
Vicente Rovira, “Arrendamiento de pólvora”, 6-5-1735, f. 72r-72v. Josefa María Arcayna y su difunta hermana
Antonia, madre de sus huérfanos sobrinos, eran herederas de los fallecidos consortes Juan Bautista Canicia de
Franqui y Josefa María Sujeto.
(6) A.H.P.A. Protocolo 636 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Obligación”, 16-2-1748, f. 30r-31v; protocolo
365 de Pascual Bueno, “Venta condicional de casa”, 22-2-1736, ff. 69r-74v; A.M.A., Arm. 7, Lib. 8,
“Vecindario… Año 1754”. El fraile carmelita en 1748 poseía casa en la calle San Vicente, arrabal de San Antón,
lindante con la de Águeda Martínez, viuda del mesonero francés Blas Richard, y la de mosén Tomás Fuentes.
Por su parte, Francisca María ya había enviudado de su primer marido José Portes en 1736.
660
forzosas destinadas, en este caso, a conservar los Santos Lugares de Jerusalén y
a la redención de cautivos cristianos. Manifestaba estar casado con Francisca
Antonia Campos, que había aportado una dote de 200 libras en ropa de uso,
alhajas de oro y plata para su adorno con otras bastagas de casa, sin celebrar
cartas matrimoniales y sí un simple papel firmado por el testador, en cuya
convivencia tendrían por descendientes a Antonia, casada con Manuel
Llobregat; a Micaela, desposada con José Hernández; y a María, doncella menor
de edad, motivo por el que designaba a sus curadores y administradores en las
personas de su esposa y de sus albaceas. En cláusula hereditaria estipulaba que,
si quedase algún bien, se practicase inventario extrajudicial ante fedatario
público, así como división y partición entre sus hijas y herederas universales a
partes iguales, una vez cumplido y pagado todo lo referido (7).
Su hermano Carlos pasaría por diferentes ocupaciones profesionales,
comenzando como contable al servicio de la casa de comercio y compañía
inglesa de negocios titulada Jordan, Staniford y Timberland, encargándose de
sus cobros y pagos teniendo por ello a su cuidado la caja de la sociedad durante
algún tiempo, motivo por el que la compañía pedía al padre de su empleado, y
éste accedería, a que afianzase a su hijo por cualquier resultas, alcances o faltas
que se pudiesen hallar en el tiempo de servicio en tales labores hasta dejar el
empleo por propia voluntad o la de dicha sociedad, lo cual sucedería dos años
después cuando le hallamos practicando una venta al fiado valorada en 30 libras
a los toneleros Jaime Pérez y Lorenzo Fons, quienes ofrecían satisfacerlas en
cuatro meses, actividad que le permitiría fiar de saneamiento a José Aracil, de
San Juan, encarcelado a petición del negociante suizo David Selonf que había
instado autos ejecutivos por un débito de 130 libras, decretándose ejecución en
un sombrero del deudor por dicha cantidad más las costas.
En abril de 1738, Carlos sería nombrado juez de comisión por el Consejo de
Guerra para la venta judicial y traspaso a favor de Santos Fernández Piñero, de
Cehegin, de los bienes confiscados por el salmantino Felipe Solís y Gante,
Corregidor de la ciudad, al vecino de dicha villa Juan de Cares, caballero de
Calatrava y Brigadier de Infantería, por los créditos concernientes al inglés
Daniel Neuland, después de un largo proceso generador de un dilatado
expediente de 31 folios en el que también intervendría el napolitano Felipe
Bolifón como juez privativo del caso.
En los últimos cinco años de su existencia, participaría Carlos como hombre
de paja en la subasta, remate y adjudicación por venta judicial de dos casas
propias de la herencia de los esposos Juan Gozálbez y Francisca Montagud,
situadas en el arrabal de San Francisco; una en la calle de Buda, lindante con el
(7) A.H.P.A. Protocolo 764 de Juan Galdó, “Poder para pleitos”, 15-4-1734, f. 73r-73v; protocolo 651 de
Vicente Fons, “Poder para pleitos”, 30-4-1735, f. 25r-25v; protocolo 1651 de Onofre Savater, “Poder para
pleitos”, 27-11-1735, f. 151r-151v; protocolo 364 de Pascual Bueno, “Poder para pleitos”, 28-3-1735, f. 85r-85v;
protocolo 1581 de Vicente Rovira, “Substitución de poderes”, 22-9-1735, f. 174r-174v; protocolo 1656 de
Onofre Savater, “Imposición de censo”, 15-12-1744, ff. 40r-42v; y protocolo 666 de Vicente Fons,
“Testamento”, 28-7-1760, ff. 174r-175v.
661
almacén de la herencia de Pedro Choly, y la otra en la calle de Nuestra Señora
de los Desamparados, apreciadas en 211 libras y siendo ejecutadas por el
Alcalde mayor Juan Ortiz de Azorín a instancias del procurador Jaime Martínez
en representación de Magdalena Benito, viuda del cirujano José Ximeno, como
tutora, curadora y administradora de sus hijas menores Manuela y Catalina por
un crédito de 200 libras. Dos años más tarde, Carlos cedía, renunciaba y
traspasaba a favor de dichas menores y su madre todos los derechos adquiridos
sobre las mencionadas casas en razón de la citada venta judicial, e igualmente
renunciaría a favor de José Simó el arriendo de los derechos dominicales del
lugar de Villafranqueza, que ambos habían tomado de su señor Conde (8).
Afectado de grave dolencia que le tenía postrado, redactaría Carlos su
testamento en agosto de 1757 en cuyas mandas piadosas disponía su rito
funerario idéntico al de su hermano Bautista, pero con más pompa al demandar
la asistencia y acompañamiento de las cuatro comunidades de religiosos
mendicantes de la ciudad, dejando su ejecución a voluntad de su consorte, su
hermano Bautista, su cuñado José Aracil y su sobrino José Portes nombrándoles
sus albaceas, a los cuales pedía que pagasen sus deudas, en especial el crédito de
José Hernández a quien había entregado a cuenta una berlina con su par de
mulas, unas prendas de oro y plata, así como la casa de la Plaza del Mar por no
estar ajustado ni liquidado su valor. También expresaba tener en su poder todo el
producto correspondiente al mes de julio del derecho del bacalao que la ciudad
remitía a Castilla, por estar encargado de su administración, añadiendo poseer
una berlina con cuatro mulas en el viaje de la carrera de Madrid, además de
encarecer a sus albaceas y herederos la aceptación del ajuste y convenio,
practicado ante Vicente Gilgo con su cuñado José Aracil, sobre la casa de su
suegro Vicente Navarro habitada por éste, teniendo instados autos judiciales
ante dicho notario por un libramiento de 250 libras recaído sobre la ciudad y sus
rentas. Manifestaba estar casado con Rita Navarro, que aportó cierta dote al
matrimonio del que nacerían Francisco, Rosalía, Rita, Margarita, Antonia, Inés y
Carlos, todos menores de edad, razón por la cual nombraba como sus tutores,
curadores y administradores a su madre y a José Portes, quienes debían practicar
ante notario el inventario de sus bienes justipreciados y dividir su remanente,
una vez pagadas las disposiciones de últimas voluntades, entre sus hijos y
herederos a partes iguales (9).
El hijo menor de los cónyuges Pavía-Murta, José, acaso fuese el único de los
tres hermanos en emigrar durante las últimas décadas del siglo XVII a Alicante,
(8) A.H.P.A. Protocolo 904 de Francisco Hernández, “Obligación y fianza”, 14-4-1733, f. 60r-60v; protocolo
1729 de Francisco Tomás, “Obligación”, 2-8-1735, f. 145r-145v; protocolo 800 de Antonio García, “Fianza de
saneamiento”, 8-8-1736, f. 231r-231v; protocolo 1325 de Vicente Navarro Pastor, “Venta judicial y traspaso”,
12-4-1738, s/f, contados 31 folios por anverso y reverso; protocolo 657 de Vicente Fons, “Venta judicial”, 9-9-
1752, ff. 216r-218v; protocolo 659 de ídem, “Escritura de traspasos de derechos de 2 casas”, 19-1-1754, f. 15r-
15v; y protocolo 658 de ídem, “Renuncia”, 1-6-1753, ff. 114r-115v.
(9) A.H.P.A. Protocolo 663 de Vicente Fons, “Testamento”, 9-8-1757, ff. 179r-181v. Su viuda apoderaba, en
1761, al madrileño Antonio Estrada para el cobro de Juan Imperial de todas las cantidades debidas por cualquier
instrumento a su difunto marido. Protocolo 667 de ídem, “Poder para cobrar”, 4-6-1761, f. 109r-109v.
662
donde contraería matrimonio que le daría una fémina, Catalina, y cuatro hijos
varones: Agustín, Sebastián, Juan o Juan Gregorio y José, quienes en 1712
facultaban al mercader de Génova Juan Francisco Moyselo para la venta real por
220 reales de a ocho de una parte de casa, la última estancia de los altos de ella,
que habían recibido de su abuela Francisca de Murta mediante la herencia
paterna, situada en la parroquia de San Nicolás y San Telmo del lugar de Voltri,
lindante por Poniente con las casas de Jerónimo Fabiani y de Juan Esteban
Moyselo; y que conteniendo cuatro portales su abuela la dividió en cuatro
estancias, reservándose para ella los entresuelos y donando las otras a sus tres
hijos en orden de nacimiento (10).
Todos estos cuatro hermanos fallecerían entre las décadas de los años veinte y
treinta, siendo el primero de ellos el de menor edad, José, que en 1700 había
obtenido el doctorado en Teología ejerciendo de presbítero en la parroquia de
Santa María. Cuatro años más tarde, apoderaba al también doctor y sacerdote
Diego Sánchez para el cobro de cualquier cantidad que se le debiese, y si en
razón de ello necesitase de contienda de juicio pueda comparecer ante cualquier
juez, audiencia y tribunales eclesiásticos o seglares, además de poder vender por
el precio que concertase cualquiera de sus patrimoniales bienes muebles y
raíces. En 1705, se hallaba el clérigo encausado, como fiador de su hermano
Juan, en el pleito ejecutivo instado contra ellos por los administradores de la
difunta Luisa Campos, viuda que fue de Mateo Blanch, en cuantía de 1.040
libras que prometieron pagar en mayo de 1700 ante el notario José Bayona; pero
no teniendo Juan ningún bien conocido, se centraría la ejecución en una casa de
la calle Mayor como propia del sacerdote, lindante con la ermita de San
Bartolomé y casas del señor de Formentera Nicolás Pérez de Sarrió, sus rentas y
alquileres que serían depositados en los mercaderes franceses Antonio Bertrand
y José Bolayre compañía, sus arrendatarios inquilinos. Sin embargo, dicho
inmueble pertenecía a su hermano Sebastián siendo especial hipoteca de un
censo de 2.000 libras, todo lo cual ocasionaría notables perjuicios que deseaban
evitarlos por lo que, habiendo satisfecho algunas cantidades a cuenta,
solicitarían de los administradores el pago de la deuda restante en partidas de 60
libras cobradas de las rentas y alquileres de ella, más 8 libras en la primera paga
por los gastos ocasionados en los autos de ejecución y derechos de escritura, con
calidad de cobrar las 60 libras en medias añadas anticipadas, así como ratificar
la consignación de esa cantidad hasta liquidar las 576 libras pendientes del total
crédito (11).
Seis años más tarde, el clérigo, estando encamado, redactaba su testamento el
17 de octubre de 1721 en forma de plica que al día siguiente sería firmado por
(10) A.H.P.A. Protocolo 845 de José Garriga, “Venta de parte de casa”, 15-7-1712, ff. 60r-61v.
(11) A.H.P.A. Protocolo 911 de Juan Bautista Hernández, “Poder para cobrar y pleito”, 22-7-1714, ff. 64r-65v;
y protocolo 62 de Francisco Andujar, “Consignación”, 25-5-1715, ff. 56r-58v. Sebastián Pavía era discapacitado
de nacimiento, motivando que a la muerte de sus padres fuese nombrado por su tutor y curador judicial su
hermano mayor Agustín, el cual aprobaría la escritura de consignación hecha por sus dos hermanos.
663
el testador junto con siete sacerdotes testigos y, cerrada con siete sellos por cada
parte, entregada al notario para su lectura y publicación después de su muerte, la
cual acaecería en la madrugada del día 30. Pasadas unas pocas horas, sus
hermanos Agustín y Juan instaban a Francisco Esteban Zamora Cánovas
proceder a la información y reconocimiento de firmas por los testigos, hecho lo
cual otro auto del Alcalde mayor citaba a todos los que abintestato pudiesen ser
sus herederos, ante los cuales mandaba abrir, publicar y protocolizar la plica que
principiaba nombrando por albaceas a sus citados hermanos, para que de sus
bienes tomasen los necesarios y pagasen las obras pías, eligiendo eclesiástica
sepultura en la parroquia de Santa María donde amortajado con las vestiduras
sacerdotales fuese depositado en el sepulcro propio de los residentes,
disponiendo el entierro y demás funeral conforme a la concordia hecha por las
dos parroquias de la ciudad.
Cargado a censo el producto de sus bienes, según practicaba la iglesia de Santa
María, se harían seis partes todos los años de las rentas habidas, entregando una
parte al eclesiástico portador de la Cruz en la procesión del Jueves Santo, otra
parte para el que llevase la Cruz en la procesión del Viernes Santo realizada para
quitar el Santísimo Sacramento, dos partes a los portadores de los incensarios en
la procesión de la Domina infraoctava del Corpus, y otras dos partes para
quienes llevasen esos braserillos en la procesión del Sacramento conmemorativa
del incendio padecido por dicha iglesia parroquial. Mandaba pagar sus deudas y
celebrar “pro ánima” 150 misas rezadas de réquiem distribuidas 50 en cada una
de las dos parroquias a 4 sueldos de limosna, dejando las restantes 50 a voluntad
de sus albaceas, además de mandar un bonete al señor Obispo o a la Cámara
Apostólica, y legar 5 sueldos a las mandas forzosas de redención de cristianos
cautivos y conservación de los Santos Lugares de Jerusalén.
En los restantes bienes, derechos y acciones de su hacienda instituía por su
heredero general y universal a su hermano Agustín, para que de los bienes
muebles más 500 libras patrimoniales dispusiese a su voluntad; mientras de las
restantes 1.500 libras patrimoniales y demás hacienda debía poseerlas durante su
vida, pasando a su muerte a los hijos de su hermano Juan, dejando a voluntad de
su heredero el que lo pueda transmitir a un solo sobrino, a algunos o a todos,
según más bien visto le fuese. Finalmente, condonaba a su hermano Juan cuanto
le estaba debiendo de la administración de la herencia de su progenitor (12).
La trayectoria vital del mayor de los hermanos, Agustín, estaría salpicada de
conflictos jurídico-judiciales, pues ya en 1714 se vería afectado, como tutor-
curador del discapacitado Sebastián, en la causa ejecutiva interpuesta por el
procurador José Segura, representante de los administradores de Luisa Campos,
contra sus hermanos Juan y José en la que resultaba implicada la casa de la calle
(12) A.H.P.A. Protocolo 354 de Pascual Bueno, “Declaración y reconocimiento”, 30-10-1721, ff. 380r-391r. El
testamento aparece inserto entre los ff. 388r y 391r. Los testigos firmantes a ruego del testador fueron el doctor
Jaime Chautar, de 42 años; el doctor Alejandro Campos, de 35 años; el doctor Carlos Campos, de 25 años; el
doctor Miguel Almela, de 26 años; el doctor Francisco Ortí, de 31 años; el presbítero Fernando Escorcia, de 60
años; y el presbítero José Belando, de 26 años, todos residentes en la iglesia de Santa María.
664
Mayor, propiedad de su tutorando, gravada con un censo de 2.000 libras por la
congrua y demás gastos eclesiásticos del clérigo doctor. Y para salvaguardar las
1.500 libras de renta sacerdotal, Agustín, a petición de su hermano presbítero,
consignaba dicha cantidad sobre una casa propia con su almacén situada en la
Plaza de Ramiro, lindante por Poniente con la iglesia de Santa María, habiéndole
pertenecido de la herencia paterna por transportación que de ella le hiciera su
hermano Juan en febrero de 1700 ante el notario José Garriga, valorada en 5.000
libras e hipotecada con un censo de 500 libras y anua pensión 500 sueldos
pagados cada mes de abril al monasterio y convento de la Santísima Faz (13).
Tres años después, en su nombre y en el de su discapacitado hermano,
facultaba al procurador valenciano Juan Boria a que siguiese ante la Real
Audiencia, en grado de apelación, un litigio que contra él en dichos nombres
habían promovido ante la justicia de Alicante los hijos y herederos de Antonio
Gasen y del cónsul inglés Nicolás Herne, principiado ejecutivamente contra los
inexistentes bienes de su hermano Juan por el convento dominico de Nuestra
Señora del Rosario a causa de las pensiones vencidas de un censo de 200 libras,
sobre el que había pronunciado auto de sentencia condenatoria el Alcalde mayor
Zamora Cánovas. A mediados de noviembre de 1721, volvería a recurrir a los
servicios del mismo procurador de Valencia, ahora como heredero de su
hermano clérigo, para que apelase la adversa resolución dictada por la citada
autoridad de la ciudad en el pleito pendiente, que contra el fallecido presbítero
habían seguido los administradores de Luisa Campos (14).
Seis años más tarde, a petición del alicantino Pedro Barceló, se constituía su
fiador en la demanda ejecutiva presentada por éste contra el navegador
Francisco Asensi por el crédito de 100 libras más costas, en la cual se había
pronunciado favorable sentencia de remate que le mandaba practicar la fianza
establecida en la ley de Toledo, en previsión de que pudiese ser revocada en
todo o en parte por algún tribunal superior. Pasado otro bienio, Ángela María
Moyselo, viuda de Tomás Jacinto Belando, residente en Valencia, le apoderaba
para cobrar cualquier cantidad debida en Alicante, otros lugares del antiguo
reino, en la villa de Yecla y otras partes, así como para arrendar sus bienes de
esta ciudad por el tiempo y condiciones que bien le pareciesen, además de
autorizarle a comparecer en juicio si fuese necesario, poder que otros tres años
después substituiría íntegramente en el procurador de la ciudad Juan Bautista
Matarredona (15).
Agustín Pavía mantendría la tutoría del discapacitado Sebastián, función en la
que también colaboraría su hermano Juan, conviviendo los tres hermanos en
(13) A.H.P.A. Protocolo 61 de Francisco Andujar, “Consignación de bienes”, 18-11-1714, ff. 116r-118v.
(14) A.H.P.A. Protocolo 443 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Poder para pleito”, 18-3-1717, ff. 110r-111v; y
protocolo 354 de Pascual Bueno, “Poder para pleitos”, 15-11-1721, f. 402r-402v.
(15) A.H.P.A. Protocolo 629 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Fianza de la ley de Toledo”, 11-8-1727, ff.
229r-229v; protocolo 1576 de Vicente Rovira, “Poder para cobrar y otros efectos”, 27-1-1729, f. 13r-13v; y
protocolo 1579 de ídem, “Substitución de poder”, 26-4-1732, f. 121r-121v.
665
domicilios de la calle Labradores, plaza de la Puerta de la Reina y calle Empedrá
en diferentes años hasta el de 1728 en que fallecía Sebastián, para desde
entonces pasar a residir los dos hermanos vivos en el definitivo domicilio de
Juan en la calle Muro y Entremuro, siendo Agustín el de mayor longevidad
superando a Juan en siete años, falleciendo en 1739 (16).
Sin embargo, Juan o Juan Gregorio sería el único de los hermanos
conceptuado en los medios oficiales como mercader, alcanzando además el
honorífico título de familiar del Santo Oficio y el único desposado al contraer
matrimonio con la alicantina María Magdalena Blasco, de cuya unión nacerían
cinco varones nombrados José, Juan Bautista, Nicolás, Luis y Dionisio Pavía
Blasco. Sus escasas actividades profesionales estarían más subordinadas a
procesos jurídico-judiciales que a los negocios, aunque en febrero de 1712 el
labrador Bautista Ferrer le adeudaba 118 libras procedentes de la venta al fiado
de una mula de pelo tordillo valorada en 48 libras, más otras 70 libras del ajuste
y saldo de cuentas habidas entre ambos, que el deudor ofrecía satisfacer en una
paga de 70 libras abonadas en la venidera fiesta de San Juan y otra de 48 libras
entregadas por todo septiembre de ese año; pero dos meses después de la venta,
facultaría al notario de Valencia Francisco Alfonso para la cobranza de
cualquier cantidad que le debiesen por cualquier razón, compareciendo en juicio
si fuese necesario a dicha finalidad. Antes de acabar ese año, entregaría 80 libras
al cerero y sucrero Pedro Juan Botella por los cuatro años de su soldada en los
que estuvo trabajando en la casa de la difunta Timotea Bernabeu, viuda de
Dionisio Blasco y suegra del pagador (17).
Al comenzar 1720 había fallecido su esposa María Magdalena y también la
hermana de ésta Catalina, cónyuge del biarense Pedro Barceló Pareja,
motivando que a finales de enero Juan apoderase a su cuñado para que solicitase
de cualquier modo la división y partición de los bienes hereditarios de sus
suegros; pero dichos bienes y sus herederos habían sido demandados, hacía casi
cinco años ante el Alcalde mayor Zamora Cánovas y su notario Vicente Salazar,
por el sacerdote fraile carmelita Elías Pérez, a quien su tío Dionisio Blasco le
había legado 20 libras vitalicias en su testamento otorgado el 29 de abril de 1698
ante Ginés Gozálbez, oponiéndose Juan ocho días más tarde por duplicidad de
juicio que ya constaba en 1707 ante José Tahuenga. En efecto, un auto de 31 de
julio de 1715 del citado juez ordinario sentenciaba probada la demanda y
ordenaba a los condenados al pago de 360 libras de las 18 pensiones
devengadas. En diciembre de 1719 Bernabé Monte, procurador del carmelita,
presentaba al Corregidor interino Francisco Miravete Velasco, Oidor de la Real
Audiencia, petición de ejecución de sentencia en los bienes de los consortes
(16) A.M.A. Arm. 7, Lib. 2, “Repartimiento del Cuartel de Invierno. Años 1712-14” y “Repartimiento del
Equivalente. Años 1718-1728”; Arm. 7, Lib. 4, “Repartimiento del Equivalente. Años 1729-1734”; y Arm. 7,
Lib. 5, “Repartimiento del Equivalente. Años 1735-1740”.
(17) A.H.P.A. Protocolo 845 de José Garriga, “Obligación”, “Poder para cobrar” y “Carta de pago”, 5-2-1712,
3-4-1712 y 2-8-1712, ff. 13r-13v, 28r-28v y 71r-71v, respectivamente. Dionisio Blasco había fallecido en 1698
y su consorte, en 1707.
666
Dionisio y Timotea que, por defecto de bienes muebles, se centrarían en los
raíces consistentes en una casa en la calle Mayor, confrontada con el convento
de Santo Domingo y lindante con las de Nicolás Pérez de Sarrió y de José
Reynaud, dos casas en el arrabal de San Antón situadas a espaldas del
“huertecico” de Calpena, más un jornal y medio de tierra otrora huerta en la
calle y arrabal de San Francisco, con citación al tiempo del remate a los cuñados
Juan y Pedro que se opondrían mediante sus respectivos procuradores Vicente
Villegas y Juan Bautista Ortiz, solicitando los autos – entregados en enero de
1720 –, y alegando que en virtud del poder y cesión otorgado por Juan ante
Francisco Hernández en noviembre de 1715 al carmelita, éste había cobrado
diferentes cantidades de Nicolás Carratalá, de la viuda de Francisco March, de
Vicente Aracil, del sacerdote Juan Berenguer, de los herederos de Bernardo Juan
y de otros inquilinos y deudores de la encausada herencia que, en su mayor
parte, había gastado el fraile en las costas producidas por la curia eclesiástica de
Orihuela en la causa contra mosén Juan Berenguer, instando a que el carmelita
fuese apartado de dicho poder para impedir el cobro de cantidad alguna y que se
incoasen diligencias informativas para averiguar lo percibido por el demandante,
cuyos gastos entre 1715 y 1719 importaban 593 libras, 19 sueldos y 6 dineros.
Mientras tanto, el procurador Monte había interpuesto otra demanda ante el
juzgado ordinario y su notario Antonio García reclamando 80 libras, importe de
las anualidades de los cuatro años precedentes, a la cual también se opondrían
los demandados. Con todo, proseguiría la ejecución contra los citados bienes
sobre los que Juan había impuesto tres censos con un global capital de 1.000
libras y pensión anual 1.000 sueldos, solicitando al citado Corregidor decreto
judicial facultativo para vender la casa de la calle Mayor, y de su producto
subvenir las necesidades familiares por ser todos sus hijos menores de edad,
accediendo a ello Miravete con reserva de 50 libras del precio de venta para
gastos de las causas y de otras 250 libras en poder del comprador, como mayor
cantidad que podía corresponder al fraile si ganase sentencias y costas, al tiempo
que por auto de de 21 de marzo de 1720 mandaba al notario Vicente Navarro
abrir diligencias informativas sobre la causa seguida por el convento de la Santa
Faz como censualista de la difunta María Magdalena, así como respecto de la
mejora que Timotea había legado a su hija Catalina en su codicilo de 21 de
febrero de 1707, dando por dote a ésta 500 libras y 1.000 a María Magdalena.
La casa sería justipreciada en 1.615 libras y 3 sueldos por expertos y sacada a
subasta durante cinco días, sin hallar postor por la oposición de su inquilino
Nicolás Carratalá a causa de las pensiones pagadas; pero el 2 de mayo de 1720
el doctor Francisco Navarro hacía postura de 1.300 libras no admitida por
inadecuada, siendo admitida la de 1.330 libras manifestada por Carlos Milán y
apercibido el remate para las 16 horas del día 15, en cuyo ínterin Félix Carratalá
ofrecería 1.510 libras procediendo a dar fianza abonada para la seguridad de la
puja, la cual ejecutaba presentando por fiador a Gregorio Amorrich, hecho lo
cual se remataba la casa a su favor mandándole depositar dicha cantidad en José
Amorrich, de quien cobraría el fraile 370 libras. Juan solicitaría al Corregidor la
667
libranza de 50 libras para costear urgencias, que le serían concedidas a cambio
de hipotecar la casa y almacén que, junto con su difunta esposa, poseía en la
Plaza de Ramiro, otra casa en la calle Mayor frente al Portal de Elche, más un
tercer inmueble en la calle de mosén Real que atraviesa la calle Mayor (18).
Aquejado de enfermedad, Juan o Juan Gregorio otorgaba sus últimas
voluntades el 19 de septiembre de 1726, disponiendo sólo la mortaja del hábito
de San Francisco de Asís, pues la sepultura, iglesia, entierro, acompañamiento
procesional y demás funeral por su alma lo dejaba a la voluntad de su hermano
Agustín, a quien nombraba albacea. Después de manifestar el desposorio con su
difunta esposa y la descendencia habida del matrimonio, aducía la dote de 1.000
libras aportada por aquélla que especificaba haberse consumido con los
contratiempos de la guerra. Señalaba adeudar diferentes cantidades a algunas
personas, en especial a su nombrado albacea del que también era deudor como
curador de su hermano Sebastián, al tiempo que expresaba ser acreedor de
algunas cuantías que constaban en sus libros. Encargaba a su hermano que, si
acaso pudiese, entregase 2 reales por una vez a las mandas forzosas para la
conservación de los Santos Lugares de Jerusalén. Finalmente, designaba por sus
herederos universales a sus cinco hijos por partes iguales, suplicando a su
albacea cuidar de ellos como lo había realizado hasta entonces. No obstante
haber testado, Juan fallecería en 1732 (19).
En cuanto al linaje Pavía Blasco, José reclamaría en 1726, a través de su
apoderado Cayetano Benito, el cobro de los administradores de la pía memoria
fundada para la redención de cautivos cristianos naturales de Alicante de la
cantidad que por dicha limosna le correspondía, al cumplir las condiciones
expresadas en ella. Poco más conocemos de él, salvo que en julio de 1775 se
constituía fiador de Ramón Segura en el auto de ejecución que contra las
personas y bienes de los cónyuges Manuel Navarro y Feliciana Juan, de
Benimagrell, había decretado un mes antes Juan Antonio de San Juan Elgueta,
Alcalde mayor de Alicante (20).
Del resto de los hermanos Pavía Blasco, cabe reseñar que Juan Bautista
ejercería la profesión de notario, falleciendo hacia los años sesenta de la
centuria, una década después que aconteciese la muerte de Luis estando en la
hacienda de Fabraquer, propiedad de su hermano Nicolás, donde doliente
redactaba su testamento “para descargo de su conciencia, bien de su alma y de
(18) A.H.P.A. Protocolo 1765 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Poder”y “Venta”, 9-2-1720 y 23-5-1720, ff. 43r-
43v y 159r-185v, respectivamente; protocolo 592 de Francisco Hernández, “Poder y cesión”, 29-11-1715, f.
158r-158v; y protocolo 357 de Pascual Bueno, “Poder para pleitos”, 23-4-1724, f. 114r-114v. Los expertos que
por especialidades justipreciaron la casa fueron el cantero Francisco Mingot, que valoraba su parte en 125 libras;
el carpintero Jerónimo Teuler, estimaba el maderaje en 187 libras y 9 sueldos; el albañil Sebastián Bernabeu,
apreciaba el sitio y obras en 1.234 libras; y Luis Giner asignaba a la cerrajería el importe de 68 libras y 14
sueldos.
(19) A.H.P.A. Protocolo 1769 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Testamento”, 19-9-1726, ff. 14r-15v; y A.M.A.
Arm. 7, Lib. 4, “Repartimiento del Equivalente. Años 1731-1733”.
(20) A.H.P.A. Protocolo 359 de Pascual Bueno, “Poder para cobrar”, 24-8-1726, f. 404r-404v; y protocolo 647
de Francisco Ferrando y Roçelló, “Fianza de Toledo”, 21-7-1775, ff. 50r-51v. Para mayor información sobre el
Alcalde San Juan Elgueta, Vid. Jiménez López, E. Los servidores del rey en la Valencia del siglo XVIII.
Valencia, Diputación, 2006, pp. 514-515.
668
su eterna salvación”, encomendando a la voluntad de Nicolás todo el funeral y
sufragios pro ánima, así como el ajuste de todas sus cuentas pagando sus deudas
y cobrando sus créditos, para, finalmente, designarle heredero universal del
remanente de los bienes, derechos y acciones que quedasen, una vez cumplidas
las últimas voluntades y satisfechos los gastos del funeral y obra pía.
En cuanto a Nicolás, el más relevante de los hermanos desde el prisma
comercial y mercantil, como veremos más adelante, se licenciaría en Teología
abrazando la vida sacerdotal cuya función ejercería en la iglesia de Santa María,
razón por la cual aparece identificado en la documentación como licenciado,
mosén y presbítero hasta su fallecimiento en 1756, año en el que su hermano
Dionisio contaba 42 años habiendo vivido, desde la muerte de sus padres, en el
domicilio de su hermano cura situado en la Plaza de la Sangre (21).
También constatamos la presencia en la ciudad de otra rama de este linaje
derivada del matrimonio genovés formado por Tomás Pavía y Susana Borsa,
quienes tendrían una pareja de hijos llamados Tomás y Ana María. La consorte
del hijo, ya fallecida en el otoño de 1723, se apellidaba Rato, de ahí que el
nombre familiar de sus hijos Leopoldo, futuro abogado en Madrid de los Reales
Consejos a quien el Conde de Villafranqueza, estando en la casa y hacienda de
la Marquesa del Bosch en la partida de la Santa Faz, otorgaría poder en 1756
para representar y defender sus intereses ante el consejo de Castilla, y su
hermano Maximiano, el más interesante desde la óptica del presente trabajo,
fuese Pavía Rato, siendo el tutor y curador de estos menores el doctor Antonio
Colomina, también abogado de los Reales Consejos y regidor perpetuo de la
ciudad, casado con su tía Ana María y cuya numerosa descendencia estaría
integrada por Tomás, futuro consorte de Antonia Sancho; Micaela, desposada
con Bautista Bosch; Beatriz, Juana, Josefa, Teresa, Bautista y Antonio Colomina
Pavía. En octubre de 1723, el regidor Colomina facultaría al genovés de Voltri
Jerónimo Pavía, llamado antes José, para la incautación de todos los libros y
papeles relativos a los negocios de Tomás Pavía, padre e hijo, como abuelo y
padre de sus tutorados, que se hallasen en poder de cualquier persona y en
cualquier parte de Génova u otros reinos y lugares, remitiéndolos; así como
cobrar las deudas, practicando ajustes, transacciones y concordias, convenir
cualquier compromiso nombrando jueces árbitros, vender bienes otorgando
escrituras públicas, autorizándole a comparecer en juicio si fuese preciso sobre
cualquier cosa o parte de lo referido (22).
Una docena de años después, Tomás Colomina Pavía era nombrado curador
judicial de su primo hermano Maximiano Pavía Rato, instando petición ante el
notario Vicente Rovira en probación de la necesidad del menor para vender una
(21) A.H.P.A. Protocolo 319 de Francisco Boix Sevillano, “Testamento”, 17-9-1750, ff. 318r-320v; A.M.A.
Manifiesto del vino. Arm. 17, Lib. 44, de 1756 en 1757”; y Arm. 7, Lib. 8, “Vecindario de… 1754”.
(22) A.H.P.A. Protocolo 447 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Poder para retirar libros y papeles de negociación”,
10-10-1723, ff. 329r-332v; y protocolo 325 de Francisco Boix Sevillano, “Poder para pleitos”, 17-10-1756, ff.
255r-256v. En concreto, el tutor judicial solicitaba la remisión de libros mayores, libros de jornal, borradores,
libros de caja, cartas misivas, letras de cambio y otro cualquier documento existente bajo el título de Tomás
Pavía, mayor y menor.
669
casa de su herencia situada en la calle Mayor, lindante con la de la herencia del
suizo Enrico Elver y confrontada con la del deán Tomás Fabiani, gravada con un
censo al quitar de 600 libras y anual rédito de 30 libras satisfechas en la fiesta de
San Miguel a los herederos del generoso Cristóbal Martínez de Vera,
justipreciada por expertos en 1.121 libras y media y vendida al tratante José
Hernández por precio de 1.300 libras incluido el gravamen, para con las 700
libras libres poder sufragar la dispensa eclesiástica obtenida para desposarse con
su prima hermana Beatriz Colomina Pavía y demás dispendios de la boda.
Habiendo procedido el Alcalde mayor Juan Miguel Díez, abogado de los Reales
Consejos y agente fiscal del de Indias, a incoar diligencias informativas de
comprobación y del justiprecio del inmueble, concedía licencia en agosto de
1735 para la venta real de la casa, cuyo citado comprador se retenía las 600
libras por el capital del censo y pensiones, pagando de contado las 700 libras
restantes (23).
En los primeros meses de 1744 fallecía el regidor Colomina y su viuda, Ana
María Pavía, ante el notario José Segura afianzaba con sus bienes la tutoría y
curaduría de su sobrino yerno; pero éste, no queriendo perjudicarla en modo
alguno, invalidaría la fianza renunciando a cualquier derecho, acción o
pretensión que pudiese instar en razón de ella. Instantes después, su tía y suegra,
doliente en la cama, otorgaría sus últimas voluntades nombrando por albaceas a
su hijo Bautista, beneficiado de Santa María, y a sus yernos Bautista Bosch y
Maximiano Pavía. En las mandas piadosas disponía que cubierto su cuerpo con
el hábito franciscano fuese enterrado en la sepultura o iglesia dispuesta por sus
albaceas, dejando a su voluntad la barroca procesión de su entierro con
asistencia de las cuatro comunidades de religiosos mendicantes de la ciudad,
fijando 90 misas rezadas de réquiem en sufragio de su alma y fieles difuntos
distribuidas 30 en Santa María, 20 en San Nicolás y 10 en cada uno de los cuatro
conventos mendicantes con la limosna acostumbrada. A las mandas forzosas
legaba 15 reales distribuidos con equidad entre el Hospital de San Juan de Dios,
la conservación de los Lugares Santos y la redención de cristianos cautivos.
Manifestados sus esponsales, cartas matrimoniales y descendencia, aclaraba que
ninguno de sus tres hijos casados había recibido dote alguna, pidiendo a sus
albaceas pagasen sus deudas y cobrasen sus créditos, al tiempo que especificaba
haber percibido su legítima más la parte correspondiente de la herencia de sus
padres. En cláusula hereditaria, mejoraba con el tercio y remanente del quinto de
todos sus bienes, derechos y acciones a sus seglares hijos solteros Juana, Josefa,
Teresa y Antonio a partes iguales, nombrando por sus universales herederos de
la restante herencia a sus ocho hijos por partes iguales.
Un año y medio más tarde, la testadora, continuando encamada, modificaba
mediante codicilo el albaceazgo testamentario, revocando del mismo a sus dos
(23) A.H.P.A. Protocolo 1581 de Vicente Rovira, “Venta”, 4-9-1735, ff. 154r-157v. Los réditos censales eran
percibidos por Francisco Javier Tárrega, como legítimo administrador de sus hijos y de su difunta esposa
Hipólita Martínez de Vera, heredera de su padre Cristóbal. Los expertos tasadores de la casa fueron los albañiles
Jerónimo Martínez y Nicolás Puerto, que valoraban el sitio y obras en 961 libras y 10 sueldos; y el carpintero
Gaspar Palomares, que estimaba en 160 libras el hierro y maderaje.
670
yernos y nombrando a su hijo Tomás para que con su hermano Bautista
ejecutasen la obra pía testamentaria, pagándola con la venta en almoneda o fuera
de ella de sus bienes de mejor calidad después de su muerte, la que sucedería en
la segunda mitad de 1746 (24).
Sin embargo, desde la perspectiva comercial y mercantil, el linaje más
relevante sería el Pavía Belando con sus cuatro descendientes llamados
Francisco Antonio o Antonio, Juan Bautista, María Magdalena y Sebastián,
quienes por mitad permanecerían en los dominios de Génova o emigrarían a
España en las décadas finales del Seiscientos, figurando entre los primeros la
única fémina, desposada con Francisco de Ante, llamado Roque en otro tiempo,
del que ya había enviudado en 1723, que fallecería también una década más
tarde; y Sebastián, que casaría con María Restan naciendo de su unión dos hijos
nombrados Antonio y Juan Esteban, quienes con el tiempo formarían compañía
de comercio bajo la razón social de sus respectivos nombres y apellido,
trasladándose el menor hasta Alicante y quedando el mayor junto a su padre, el
cual fallecería hacia 1728 (25). En consecuencia, los Pavía Belando desplazados
a tierras españolas peninsulares serían Antonio, antes llamado Francisco
Antonio, que recalaría en Alicante, y Juan Bautista, establecido al principio en la
ciudad de Cádiz, ambos con anterioridad al inicio del siglo XVIII.
La trayectoria vital y profesional de Antonio Pavía Belando – en adelante
Antonio –, tiene cierta analogía con la del negociante francés Pedro Lombardón,
pues al igual que en éste también se distinguen en el genovés tres etapas
diferenciadas: prebélica y posbélica separadas por el cuatrienal período bélico
del conflicto sucesorio en Alicante traducido, en ambos casos, en su migración y
estancia en la ciudad de Murcia, de la que retornarían en 1710 con el honorífico
título de familiar del Santo Oficio. A mayor abundamiento, los dos negociantes
fallecerían en la década de los veinte con una diferencia de tres años.
Establecido en la ciudad, Antonio trabajaría en la asistencia a la casa de
comercio y negocios de Bernardo Burlo, donde ampliaría su experiencia
completando su preparación profesional, dejando constancia de ello una partida
del 26 de octubre de 1704 referida a la venta de tabaco de Brasil, escrita en
italiano de su puño y letra en el folio 161 vuelto del libro mayor de Burlo, como
así lo ratificaría el genovés Juan Jaime Bangón, experto conocedor de la letra
personal de Antonio a causa de haberle visto escribir muchas veces con ocasión
“de haber asistido a la casa de su comercio” (26), evidenciada su existencia
mediante las relaciones transaccionales mantenidas con negociantes de la Villa y
Corte; pues sólo así se explica su intervención mediadora en 1707, durante su
(24) A.H.P.A. Protocolo 1656 de Onofre Savater, “Renuncia” y “Testamento”, 6-4-1744, ff. 62r-62v y 63r-65v,
respectivamente; y protocolo 1816 de ídem, “Declaración de última voluntad y codicilo”, 16-1-1746, f. 11r-11v.
(25) A.H.P.A. Protocolo 447 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Poder para arrendar, vender y pleito”, 4-10-1723,
ff. 344r-346v; protocolo 1575 de Vicente Rovira, “Convenio y obligación”, 23-10-1728, ff. 94r-95v; y
protocolo 1580 de ídem, “Carta de pago”, 6-5-1733, f. 122r-122v. Ver genealogía de las sagas Pavía al final del
capítulo.
(26) A.H.P.A. Protocolo 442 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Declaración”, 24-7-1716, f. 280r-280v. Estas
manifestaciones las hacía a petición del capitán Guesi y de los herederos de Bernardo Burlo compañía.
671
segura permanencia en Murcia, para que su colega Pedro Lombardón entrase en
“correspondencia, trato y negocio sobre comercio” con Cambi y Spineli,
negociantes asentados en Madrid. En cualquier caso, durante su exilio murciano,
Antonio formaría en 1709 compañía de comercio y negocio con su primo Carlos
María Risso bajo el título Pavía y Risso, que tendría una sede en Cartagena a
cargo de Carlos María y otra en Alicante regida por Antonio, permaneciendo
activa por tiempo de trece años hasta su disolución el primer día de octubre de
1722, fecha en la que Antonio compondría una nueva sociedad con su sobrino
Juan Esteban, de corta pervivencia semestral a causa de la muerte del negociante
en el siguiente año (27).
Habiendo retornado a Alicante desde su refugio murciano a mediados de mayo
de 1710, alquilaría a Antonio Pascual de Riquelme, apoderado de su hermano
José por escritura ante el notario de Murcia Manuel Fernández Ayala, una casa
llamada “la Puerta Negra” en la calle de la Escalera de Santa María que sacaba
esquina a la calle bajante desde la susodicha a la del Postiguet, por tiempo de
dos años al anual canon de 250 libras, y cuyas 500 libras de su importe total
había anticipado el arrendatario para los reparos del inmueble. Tal esmero era
lógico, pues debía servir de domicilio conyugal con su consorte Mariana Pérez,
hija de Tomás Pérez y Felicia Doménech y hermana de Tomasa, desposada con
Tomás Biar, regidor por la clase de ciudadanos, que aportaría en dote 1.000
libras al matrimonio celebrado en febrero de 1711 a cambio de recibir en
donación propter nupcias 1.500 libras; esto es, la décima parte de los bienes y
caudales de Antonio que ascenderían a 15.000 libras; pero, sin embargo, no
pudieron aportar hijos al matrimonio, como tampoco lo hicieron los
mencionados hermana y cuñado (28).
Apenas llevaba meses de casado cuando el juez de comisión en Murcia
Francisco Montenegro escribía contra varios negociantes residentes en Alicante
y sus esposas, moviendo a éstos a litigar contra aquél, a cuyo fin apoderarían en
junio de 1712 al murciano Jerónimo Blanco para que en su defensa
compareciese ante el Superintendente de Rentas Reales de la ciudad y reino de
Murcia, Antonio de la Pedraza, conocedor de la causa (29). Tres años más tarde,
regresaban a Alicante desde Mallorca algunas familias que buscaron refugio en
la isla huyendo del asedio y entrada austracista en la ciudad. Entre ellas se
encontraban las familias de Jaime Giessi, integrada por su esposa, dos hijos, un
criado y cuatro criadas, y la de Juan Bautista Sancho formada por su mujer, una
hermana y dos hermanos, dos criadas y un criado, que llegaron a la ciudad a
bordo de la balandra inglesa “La Diligencia” del capitán Elías Astudd,
(27) A.H.P.A. Protocolo 443 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Declaración”, 1-6-1717, f. 215r-215v; y protocolo
447 de ídem, “Testamento”, 8-4-1723, ff. 123r-131v, cláusula décima.
(28) A.H.P.A. Protocolo 778 de Antonio García, “Arrendamiento de casa”, 16-5-1710, ff. 113r-114r; A.M.A.
Arm. 7, Lib. 8, “Vecindario… de 1754”; y protocolo 447 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Testamento”, 8-4-1723,
ff. 123r-131v, cláusula novena. Tomasa Pérez y Tomás Biar vivirían en un inmueble de la calle San Agustín.
(29) A.H.P.A. Protocolo 779 de Antonio García, “Poder para pleitos”, 6-6-1712, f. 86r-86v. Los negociantes
ofendidos fueron Juan Bautista Felipe Maricone, Antonio Pavía en nombre de la compañía Pavía y Risso,
Ambrosio Delfino en nombre de Delfino y Bocardo compañía, y Carlos Noly por la compañía Sebastán y
herederos de Bartolomé Noly.
672
permitiendo el Corregidor Fernando Pinacho del Río su desembarco en la forma
de fianzas, las que daría el negociante por ambas familias prometiendo que
vivirían quieta y pacíficamente en la ciudad, no ausentándose de ella sin orden
de su señoría o de otro ministro de Su Majestad (30).
El prestigio de Antonio como experto contable estaba por entonces
consolidado, siendo por ello nombrado albacea en alguna ocasión al objeto de
garantizar la exacta valoración patrimonial de los testadores y su transmisión
hereditaria. En 1716 lo sería, junto al cónsul genovés de la ciudad Gaspar
Bustanzo, de Jerónimo Montano llamado antes Pedro, natural del lugar de Nervi,
para el cumplimiento de sus disposiciones relativas a los bienes poseídos en
Alicante; y, dos años más tarde, lo sería de su ciudadano tío Jaime Pérez que
para el mismo encargo también designaría a su otro sobrino Tomás Biar y a su
primo el doctor Honorato Gozálbez (31).
Movido por intereses filantrópicos más que de cualquier otra índole, en marzo
de 1717 se dirigía al fraile Baltasar Esparza, provincial de la orden de Nuestra
Señora de las Mercedes y depositario general de la Santa Redención, con el
deseo de que en la próxima redención de cautivos de Argel se obtuviese la
libertad de los esclavos hermanos almerienses José y Alonso Benet,
prometiendo que una vez rescatados, libres y embarcados en el navío de regreso
pagaría 100 pesos por cada uno de ellos (32).
Tres años después, los esposos Pavía Pérez habían erigido una capilla en la
iglesia de Santa María, con expreso permiso de su clero, bajo la advocación de
San Liborio obispo costeando los reparos precisos, gastos ornamentales y lo
demás conveniente a la decencia del culto y adorno de ella, fabricando a sus
expensas el sepulcro para sus entierros, el de sus descendientes y demás
personas de su voluntad y devoción, perpetuamente con tres doblas: una el 23 de
julio, festividad del santo titular, a las horas prima y tercia, dando 20 sueldos de
limosna por las horas y 100 sueldos por la dobla; otra el 9 de febrero, fiesta de
Santa Apolonia, con limosna de 40 sueldos; y la tercera, en la fiesta de San
Antonio de Padua del 13 de junio, con donativo también de 40 sueldos,
celebrando dos misas cantadas de réquiem con diácono y subdiácono, así como
tres responsos de pías memorias y sufragios en Todos Santos con la anual y
perpetua limosna de 228 sueldos, pagando los consortes el derecho de
amortización, clero y diligencias necesarias para que sirviesen de sufragios,
conservando la capilla los ornamentos poseídos, el adorno del retablo y poderla
adornar de reja y loza (33).
(34) A.H.P.A. Protocolo 1765 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Testamento”, 2-8-1720, f. 237r-247v; protocolo
447 de ídem, “Testamento”, 8-4-1723, ff. 123r-131v; y A.M.A. Arm. 7, Lib. 8, “Vecindario…de 1754”. En este
padrón figura Mariana Pérez casada con Antonio Colomina, abogado y regidor, domiciliado en la calle del
Hospital. No tienen descendencia y Colomina cuenta con 65 años de edad.
675
dispusiese de ellas a su voluntad. A su criado, Antonio María Durante, por el
mismo concepto dado el especial cariño y amor con que le ha asistido en su
penosa, larga y grave enfermedad, le legaba 20 libras a su libre disposición.
También mandaba que, después de su muerte, se le entregasen 10 libras al padre
Antolín, sacristán del convento de San Agustín, para los efectos que le tenía
comunicados. Manifestaba adeudar 500 doblones a Luis Canicia y Juan de
préstamo gracioso, habiendo firmado un vale de ellos a favor del acreedor
presbítero, chantre, dignidad y canónigo de San Nicolás, mandando a sus
albaceas se le paguen de su herencia.
Asimismo expresaba que Pedro Juan Boig había servido con entera legalidad,
satisfacción y confianza en las dependencias de su negocio y comercio, tanto en
la permanencia de la compañía Pavía y Risso como después de finalizada, y
habiendo ajustado las cuentas con él quedaba alcanzado en alguna cuantía,
mandando que después de satisfechos sus salarios no se le pidiese cantidad
alguna porque de ellas le hacía gracia y donación. Por último, las 60 libras
legadas al convento de San Francisco de Asís para fines de su capilla, mandaba
ahora que se invirtiesen en la barandilla de hierro de la capilla mayor de la
nación genovesa, situada en el presbiterio de los dos arcos de dicho convento.
Dos días después de redactar el codicilo, el 12 de abril de 1723, fallecería el
negociante, no siendo las relaciones entre la viuda y su cuñado tan pacíficas ni
cariñosas como deseaba el difunto, pues el día 14 Mariana otorgaba poder para
pleitos al procurador Jaime Martínez; mientras Juan Bautista Pavía haría lo
propio tres días más tarde, facultando, como heredero de su hermano, al también
procurador de causas Pablo Navarro. Por ello, pasados once meses, sólo su
heredero hermano, en virtud de un auto de 3 de marzo de 1724 del Corregidor,
el Mariscal de Campo Juan Fernando Conde de Roydeville, con acuerdo de su
asesor el Alcalde mayor Eusebio Serrano Salvaje, practicaría el inventario
extrajudicial de los bienes muebles, raíces, créditos, derechos y acciones (35).
Juan Bautista Pavía Belando – en adelante Juan Bautista –, emigraba también
de su natalicio lugar para establecerse en Cádiz durante las décadas finales del
XVII, al menos en esta ciudad andaluza se hallaba en 1696 girando la citada
letra de cambio de 75 doblones contra su hermano Antonio. En torno a esos años
contraería nupcias con la gaditana María Cecilia Castro Sotomayor, que no
llevaría dote matrimonial alguna, pero sí aportaría una numerosa descendencia
formada por María Jerónima, María Martina, Francisco Antonio, María
Magdalena, María Antonia, Antonio Joaquín y Pedro Manuel, sin poder
determinar la causa de su temprano fallecimiento.
Liquidado el conflicto sucesorio en Alicante, habiendo retornado a ella su
hermano Antonio, también se trasladaría a esta ciudad el viudo Juan Bautista
con toda su prole, pasando a residir en una casa de la calle Escalera de Santa
María convertida en el permanente domicilio familiar, al tiempo que le sobre-
(35) A.H.P.A. Protocolo 447 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Codicilo” y “Poder para pleitos”, 10-4-1723 y 14-
4-1723 y 17-4-1723, ff. 137r-138v, 150r-150v y 153r-153v, respectivamente; y protocolo 448 de ídem,
“Inventario”, 6-3-1724, ff. 97r-116v. El extenso contenido del inventario figura en el Apéndice documental.
676
vendría al viudo la vocación religiosa, obteniendo la licenciatura teológica para
después ingresar en el clero de Santa María con el orden presbiteral; de ahí, que
la documentación anteponga a su nombre y apellido el título de licenciado y el
de mosén, rematado con su oficio de presbítero.
Mientras esto sucedía, algunas de sus hijas emprendían su propio derrotero
abandonando el hogar paterno, comenzando por María Jerónima que casada con
Pascual Navarro pasaría a residir en San Felipe o Játiva, a la que seguiría María
Magdalena desposada con Juan Julio Tomaseo, oficial del regimiento de
Infantería de Milán guarnecido en Cádiz, y María Martina que en los años veinte
casaría con su primo hermano Juan Esteban Pavía residenciado en la calle
Postiguet, al igual que María Antonia convertida en la esposa del notario mayor
del Ayuntamiento Tomás Bayona, domiciliado en la calle Portería de San
Agustín de la que después mudaría a la del Bayle. De sus tres hijos varones, el
mayor Francisco Antonio permanecería toda la dicha década en la casa paterna y
del cual trataremos más adelante, mientras su hermano Antonio Joaquín
marchaba a Valencia para estudiar derecho y el hijo menor, Pedro Manuel,
ingresaba como novicio en los jesuitas (36).
Al margen del aspecto religioso, la vida del sacerdote Juan Bautista a partir de
1723 estaría mediatizada por la herencia de su fallecido hermano y,
posteriormente, por las actividades comerciales de su hijo Francisco Antonio
que le causarían un acusado quebranto económico patrimonial, además de otras
adversas circunstancias, como la ocupación de un mesón nuevo de su propiedad
por parte de las tropas de guarnición en la ciudad a las que servía de cuartel,
precisando facultar a los negociantes genoveses Juan Bautista y Juan Causa,
asentados en Valencia, para el cobro de las cantidades debidas por esta razón.
Cuatro meses más tarde, siendo titular del beneficio fundado por su difunto
hermano en la iglesia de Santa María bajo la advocación de San Liborio obispo,
autorizaba al oriolano José Martínez Masa al objeto de averiguar ante el juez de
visitas de amortizaciones, o persona responsable de ello, los efectos e
insinuaciones concurrentes en la visita de amortización a dicho beneficio,
requiriéndole a ejecutarla. Sin apenas lapso, pagaría al murciano Juan Bautista
Broch, apoderado de su esposa Javiera de Viar y a sus hermanos caravaqueños
José y Manuel, la suma de 400 libras que fueron depositadas en poder del
fallecido Antonio, sobre cuya cobranza habían pleiteado ante la real justicia y
continuado en grado de apelación ante la Audiencia de Valencia, que había
resuelto a favor de los acreedores.
Antes de finalizar 1725, en unión de sus sobrinos Antonio y Juan Esteban,
apoderaría al negociante de Voltri Juan Carlos Baglieto, llamado antes Esteban,
para que aceptase cualquier herencia y derecho hereditario, parafernal o
cualquier otro que les perteneciese por línea forzosa o trasversal, incautándose
de todos los bienes muebles, raíces, semovientes, créditos, derechos y acciones
(36) A.H.P.A. Protocolo 1577 de Vicente Rovira, “Testamento”, 27-3-1730, ff. 89r-94r.
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correspondientes a sus respectivos difuntos padres (37).
Pasado un período de relativa tranquilidad, finalizando enero de 1728,
habiendo estipulado dos meses antes su hijo Francisco Antonio contrato de
compañía y casa de comercio en Alicante con el negociante genovés residente
en Madrid Juan Domingo Boniceli, concedía a su vástago emancipación de su
patria potestad facultándole para tratar, contratar y efectuar todos los negocios
inherentes a dicha sociedad, sin límite ni reserva alguna para cumplir todas las
condiciones, obligaciones, requisitos y demás cláusulas convenidas y, a mayor
abundamiento, se obligaba bajo cualquier circunstancia que pudiese acontecer a
pagar a Boniceli la mitad que incumbiese a su hijo, según las cláusulas
contractuales (38). Este compromiso paterno, motivado por la confianza ciega
en las futuras actuaciones profesionales de su primogénito varón, le costaría un
alto precio al progenitor cura, como veremos más adelante.
Nueve meses más tarde, el presbítero facultaba a Lorenzo Schiafino, genovés
natural del lugar de Camulles hallado en Alicante, para la cobranza de cualquier
crédito que en razón de sus posesiones en Almería le debiese cualquier persona
de esa ciudad o de cualquier parte, usando de contienda de juicio si fuese
necesario para tal fin. Trasladado el apoderado a la ciudad andaluza, en
diciembre compraría de su representado una hacienda propia situada en el
término almeriense llamada “la Ortichuela”, con todos los gravámenes y tributos
adeudados que quedarían a cargo del comprador satisfacerlos, por precio de 800
pesos de los que se daba por entregados el vendedor en razón del tiempo que
Lorenzo había servido su casa de Alicante como la de Almería, venta que sería
ratificada cinco años después (39).
En el ínterin de ambos hechos acontecía el reparto hereditario entre el
presbítero y Mariana Pérez, casada en segundas nupcias con Antonio Colomina,
también participante en este acto, de los bienes muebles y raíces, caudales,
créditos, derechos, acciones, libros y papeles de la negociación y tratos de la
compañía Pavía y Risso pertenecientes al difunto Antonio, cumpliendo la
disposición testamentaria que prevenía a ambos la incautación de todo ello a su
muerte y que, junto con su sobrino Juan Esteban, ajustasen las cuentas con todos
los correspondientes sin poder tocar ni desmembrar ningún bien ni caudal hasta
no haberlo ejecutado, para después repartirse por mitad los gananciales
resultantes una vez detraídas por Mariana las 1.500 libras en arras propter
nupcias y las 15.000 de capital del difunto por el presbítero, recibiendo los
consortes 7.813 libras, 2 sueldos y 6 dineros en bienes más 200 libras en dinero
efectivo. En el mismo día, Juan Bautista, como heredero universal de su
hermano, cumpliría la modificación codicilar de éste referida a la deuda de 500
(37) A.H.P.A. Protocolo 449 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Poder para cobrar”, “Poder para visita”, “Carta de
pago” y “Poder para recibir”, 24-2-1725, 18-6-1725, 15-7-1725 y 15-9-1725, ff. 69r-71v, 207r-207v, 253r-254v
y 330r-334v, respectivamente.
(38) A.H.P.A. Protocolo 1575 de Vicente Rovira, “Emancipación y poder”, 31-1-1728, f. 9r-9v. Francisco
Antonio había alcanzado la mayoría de edad, pues contaba con 25 años.
(39) A.H.P.A. Ibd., “Poder para cobrar” y “Venta real de hacienda”, 27-9-1728 y 3-12-1728, ff. 83r-83v y 148r-
148v, respectivamente; y protocolo 1580 de ídem, “Ratificación de venta”, 10-4-1733, f- 77r-77v.
678
doblones de préstamo gracioso, a cuyo fin hacía venta real a Luis Canicia y Juan
de 2.000 sueldos anuales de censo pagaderos desde ese día de 1729 en adelante
hasta su redención, cargados especialmente sobre una finca con su casa y demás
anexos sita en la Condomina compuesta de 70 tahúllas plantadas de viña y tierra
blanca, gravada con un censo de 678 libras y media y pensión anual 33 libras, 18
sueldos y 6 dineros pagados a Juan Bautista Beviá, más otro de 300 libras y anua
pensión 15 libras a favor del convento de la Santísima Faz, por precio de 2.000
libras satisfechas por el comprador con la entrega al vendedor del vale en
presencia del notario. Pasados siete años, el canónigo acreedor hacía traspaso y
cesión del censo a favor de los hermanos Micaela y Bartolomé Juan Martín,
manifestando no tener en el mismo y en la escritura de imposición más que el
nombre acomodado por pertenecer enteramente a los susodichos, los cuales
pedirían al censatario les reconociese como dueños de aquel para el pago de sus
réditos (40).
Aciago resultaría el año 1730 poniendo en dificultades al cura de Santa María,
pues aunque se iniciaba con el compromiso de Francisco Antonio para
desposarse con la doncella Salvadora Campos, hija del entonces administrador
del derecho de Tiraje y Barcaje de Poniente José Campos, a cuyo propósito
autorizaba al mercader de Orihuela Juan Laviña para la obtención de las
pertinentes dispensas y amonestaciones eclesiásticas, pronto sobrevendría la
crisis causada por una grave dolencia que afectaría tanto al presbítero como a su
ama de servicio. Esta, la viuda Manuela Albert, otorgaba su testamento el 29 de
marzo nombrando por albacea a su amo para que, junto a su cuñado cordelero
Tomás Jover, ajustase la cuenta de su salario y controlase sus alcances, así como
cualquier otro bien tocante a la testadora en la villa de Ibi o en otra parte.
Albaceazgo de difícil cumplimiento para Juan Bautista que, dos días antes
estando postrado, redactaba sus últimas voluntades en las que disponía ser
enterrado con vestiduras sacerdotales en la sepultura de la capilla de San Liborio
obispo en la iglesia de Santa María. En su obra pía, mandaba celebrar 100 misas
rezadas de réquiem en dicha parroquial a 4 sueldos de limosna, más otras 50 en
cada uno de los cuatro conventos mendicantes y en el de los capuchinos a razón
de 3 sueldos, legando a las mandas forzosas 30 reales repartidos con equidad
entre el Hospital de San Juan de Dios, la conservación de los Santos Lugares y
la redención de cautivos cristianos. Declaraba deber al canario Antonio Navarro
más de 100 pesos, a pesar de haber escrito vía Cádiz por conducto del cónsul
genovés para que los cobrasen sus herederos por tener noticias del óbito de su
acreedor. Después de ordenar el pago de sus deudas y el cobro de sus créditos,
refería no haber podido cumplir las respectivas mandas de 1.000 libras y de 400
libras legadas por el difunto Antonio a su hermana María Magdalena, ya difunta,
(40) A.H.P.A. Protocolo 794 de Antonio García, “Transacción y ajuste”, 13-10-1728, ff. 333r-344r; protocolo
1645 de Onofre Savater, “Imposición de censo”, 13-10-1728, ff. 151r-154v; y protocolo 1651 de ídem,
“Declaración” y “Reconocimiento”, 26-5-1735 y 29-10-1735, ff. 75r-76v y 140r-140v, respectivamente. Los
nuevos censualistas eran hijos y herederos de Antonio Martín y Josefa María Gozálbez, los auténticos
prestamistas de los 500 doblones al difunto Antonio por manos de Luis Canicia.
679
y a su sobrino yerno Juan Esteban, respectivamente, debido a los atrasos dejados
por aquél y diferencias sobrevenidas a su casa, siendo su voluntad que se les
pague.
En cláusulas hereditarias, mandaba ajustar a su antiguo criado Tomás Peris y
pagarle los restantes alcances de su soldada del tiempo que estuvo en la
hacienda del Conchell, además de especificar las dotes matrimoniales de sus
hijas recibiendo María Jerónima 743 libras a cuenta de su legítima, según
escritura ante el notario de San Felipe Vicente Llobregat; la finada María
Martina sólo aportaría los vestidos de su uso, mientras a María Magdalena la
dotaba con 800 libras en dinero, alhajas, prendas, ropa y alimentos entregados a
su marido en la casa del testador por el mucho amor profesado, buenos
servicios, asistencias y cuidados sin que por ello le cuente nada al hacerle gracia
y remisión; por el contrario, María Antonia no recibiría dote alguna.
A su hija María Jerónima y marido les nombraba curadores de su hijo
estudiante Antonio Joaquín, a la par que designaba por sus albaceas al presbítero
Juan José Casajús, a su hijo Francisco Antonio y a su sobrino yerno Juan
Esteban, dándole a su hijo novicio en los jesuitas el usufructo de la parte de
herencia que le tocase hasta hacer los votos de profesión a los 17 años de
ingreso en la Compañía y 33 de edad, retornando después al cuerpo de la
herencia y herederos entre quienes repartía los bienes y créditos poseídos en
Almería a partes iguales. La parte de la herencia que pudiese corresponder a su
desposado hijo Francisco Antonio la situaba en una hacienda propia en la partida
de la Condomina con su casa, bodega y otras pertenencias. Finalmente,
nombraba por sus legítimos herederos universales a sus hijas e hijos y a su nieta
María Cecilia, hija de la fallecida María Martina y de Juan Esteban,
señalándoles por legítima 1.500 libras a cada uno, si bien mejoraba a Francisco
Antonio con el tercio y remanente del quinto valorados en la dicha hacienda(41).
El testador superaría por completo la dolencia, puesto que en julio del
siguiente año haría donación a su hijo primogénito de 4.000 libras por vía de
legítima y mejoras; a saber, 3.000 libras en el valor de la finca de la Condomina,
gravada con diferentes censos cuya anual pensión global ascendía a 146 libras, 6
sueldos y 2 dineros, y las 1.000 libras restantes del precio de su domicilio de dos
puertas saliendo una a la calle del Postiguet y la otra a la Escalera de Santa
María, entendido este don en cuanto a la propiedad con reserva para el donante
del derecho y dominio de estos bienes para su usufructo, cultivo y gobierno (42).
El destino exacto de este cuantioso beneficio nos es desconocido; pero, pasada
una anualidad, el donatario compraba cuatro piezas de tierra con su casa,
cisterna y corral de ganado a los consortes de Muchamiel José Gozálbez y
Teresa Rodríguez, aunque declaraba un mes más tarde que toda la compra la
había hecho con dinero propio de su suegro José Campos, teniendo él sólo el
(41) A.H.P.A. Protocolo 1577 de Vicente Rovira, “Poder para casarse” y “Testamentos”, 25-1-1730, 29-3-1730
y 27-3-1730, ff. 21r-21v, 98r-99v y 89r-94r, respectivamente.
(42) A.H.P.A. Protocolo 1578 de ídem, “Donación”, 8-7-1731, ff. 110r-112r.
680
nombre acomodado sin ningún otro derecho ni interés, motivo por el que
renunciaba a su propiedad y dominio traspasándolos al padre de su esposa quien,
el mismo día en privado y de palabra, prometía sanear a su yerno de la
obligación de fiador que por convenio y ajuste se había constituido para
garantizar el pago de 1.450 libras que, en diciembre de 1732, resultaba deudor
José Campos del tiempo en que administró el derecho de Tiraje y Barcaje de
Poniente para satisfacerlas a Francisca Antonia Alcahín como madre, tutora y
curadora de Manuel de Lasa Aristizabal, su hijo menor y del difunto Lorenzo, de
quién provenía dicho derecho. Y a la seguridad del saneamiento, el suegro
hipotecaba la misma finca comprada por su yerno, compuesta por 32 tahúllas de
tierra plantadas de viñedo y diferentes árboles, con su casa, cisterna, cubo,
bodega, safareig y corral de ganado, situada en la partida de Benitía del término
de dicha villa (43).
Los cónyuges Tomás Bayona y María Antonia Pavía tuvieron una equitativa
descendencia formada por dos hijas, María Antonia y María Magdalena, y dos
hijos, Nicolás y Manuel, cuyo progenitor con el devenir de los años sería
investigado por el comisionado del Consejo de Castilla Francisco Miguel
Navarro, Alcalde mayor de Orihuela, y acusado de prácticas ilícitas en el
desempaño de su cargo en el Consistorio alicantino y, finalmente, condenado
junto con otros regidores de la ciudad, hecho causante de tanta vergüenza entre
sus hijos que alguno, caso de Nicolás, mudaría el apellido paterno. Otros, como
la primogénita María Antonia, dejaría de utilizar el nombre familiar Bayona
pasando a usar sólo el materno de Pavía, con cuyo apellido había tratado casarse
con el francés Dionisio Bouche, viudo de Magdalena Colom, y para sustentar
sus obligaciones matrimoniales se constituía por dote 210 libras, 1 sueldo y 8
dineros en tantos bienes muebles, alhajas de oro y plata, más ropa de seda, lino y
lana una vez consumado el enlace nupcial que tenía lugar el 2 de noviembre de
1735. Al día siguiente, su esposo, por causas bien vistas y razones que le
movían, le prometía en arras propter nupcias la décima parte de los bienes libres
poseídos al tiempo de la disolución matrimonial, por carecer al presente de ellos,
e instantes después recibiría el valor de la dote de su esposa, compuesta por un
ajuar con predominio de mobiliario de habitación y demás enseres, ropa de uso
personal de diferentes calidades y pocas joyas, como eran dos relicarios de plata,
unos desaliños de oro y una cruz del mismo metal precioso (44).
Juan Bautista prolongaba su longevidad una década después de padecer la
enfermedad falleciendo en 1741, evitando así saborear el gozo por el
nombramiento de Francisco Antonio como cónsul de las Dos Sicilias en la
ciudad y, sobre todo, sufrir el perdurable dolor de la muerte de su hijo abogado
Antonio Joaquín ocurrida antes de terminar mayo de 1744, redactando hacia
(43) A.H.P.A. Protocolo 363 de Pascual Bueno, “Declaración y renuncia” e “Indemnidad y saneamiento”, 8-9-
1733, ff. 271r-273v y 274r-276r, respectivamente. Información complementaria sobre los Lasa Aristizabal figura
en el capítulo dedicado a los Lombardón, en el apartado negocios de Luis.
(44) A.H.P.A. Protocolo 364 de ídem, “Constitución dotal”, “Arras” y “Recepción de dote”, 28-10-1735 y 3-11-
1735, ff. 306r-306v, 312r-312v y 313r-318r, respectivamente.
681
mediados del mes su testamento en el que designaba por sus albaceas a su
hermano cónsul y a su cuñado Tomás Bayona, a quienes encargaba el
cumplimiento de su obra pía. Disponía su entierro en su propia capilla y
sepultura de la iglesia de Santa María vestido con el hábito franciscano,
ordenando un barroco funeral con la celebración de tres misas cantadas de
cuerpo presente y el acompañamiento general del clero de las dos parroquias con
asistencia de las cuatro comunidades mendicantes, más una celebración pro
ánima de 440 misas rezadas de réquiem repartidas 200 en cada parroquial y 10
en cada uno de los conventos de San Francisco, Santo Domingo, San Agustín y
Nuestra Señora del Carmen con las limosnas acostumbradas. A las mandas
forzosas de conservación de los Lugares Santos y redención de cautivos
cristianos legaba 2 reales a cada una. Expresaba deber 44 libras a Bautista Negro
y otras 42 a Lorenzo Schiafino para que las pagasen de sus bienes, mandando
asimismo cobrar sus créditos y satisfacer sus deudas. También manifestaba
haber pagado algunas deudas de la herencia paterna, justificadas con los papeles
y recibos guardados en el escritorio.
Su hermano mayor y cónsul, después de la grave dolencia de su padre, había
gastado diversas sumas para desempeñar la casa familiar de las que aún no tenía
recibos, pasando por lo que aquél decidiese, e igual había hecho el testador
rescatando diferentes prendas empeñadas a Bartolomé Amérigo por 25 libras
que se las remató por 14 pesos y 8 sueldos más, con un total importe de 39 libras
y 8 sueldos, aclarando que todavía en poder de Francisco Clavería estaba una
cruz de diamantes propia de la herencia paterna, además de unos pendientes de
oro engarzados en diamantes propios de su hermana María Antonia en cuantía
de 45 libras. Especificaba, además, tener interés en la mitad del arriendo de la
piedra introducida en la ciudad a razón de sueldo por quintal, siendo la otra
mitad de José Barceló.
En cláusulas hereditarias, legaba 12 libras a su criada doméstica Francisca
María Ayela por los buenos servicios y asistencias recibidas, amén de renunciar
a un llavero y otra “prendecita” empeñadas en vida de su padre. Igualmente
legaba 30 libras al cura más antiguo de Santa María para distribuirlas en los
fines que comunicase al padre Jaime Pérez de Sarrió, presbítero jesuita, por
espacio de 60 años o menos, si en ellos certificasen la cesación de dichos fines.
Nombraba heredero universal de la parte de la herencia paterna recibida a su
muy amado hermano mayor, y en el remanente de sus bienes, derechos y
acciones designaba por heredera universal a su hermana María Antonia (45).
El 26 de mayo de 1744 había fallecido el testador, y su heredera hermana, por
motivos bien vistos, renunciaba a favor de Carlos Francisco Sogui, doctor en
ambos derechos, el interés y derecho poseído en el arrendamiento de la piedra
introducida por la ciudad para edificar la casa de su Ayuntamiento. No obstante,
en previsión de los conflictos que surgiesen en la herencia de su finado hermano
(45) A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Lib. 28, cosecha de 1740 en 1741. A.H.P.A. Protocolo 1656 de
Onofre Savater, “Testamento de Antonio Joaquín Pavía”, 12-5-1744, ff. 79r-82v.
682
y beneficio de inventario, apoderaba al procurador Pascual Llobregat para todas
sus causas ante cualesquiera tribunales y audiencias donde alegue su derecho y
justicia (46).
Cuatro años más tarde fallecía María Jerónima, la mayor de los hermanos
Pavía Castro, y en septiembre de 1748 su viudo Pascual Navarro como padre y
legítimo administrador de su hijo Mariano, heredero de su abuelo Juan Bautista
por derecho materno, pedía la remoción del tratante francés Pedro Gimbeu de la
administración de los bienes tocantes a la herencia de su suegro y abuelo,
proponiendo en su lugar al también tratante galo Francisco Clavería que
aceptaría y juraría el encargo, presentando por sus fiadores al labrador
Bartolomé Maruenda y al propio Francisco Antonio (47), quien, un trienio antes,
había liquidado las pensiones de un censo que afectaba a su domicilio conyugal,
ya que en 1731 el doctor y presbítero Jaime Chautar, como síndico y procurador
del convento agustino de la Purísima Sangre de Cristo, instaba ejecución ante el
notario Roque Castelló contra las especiales hipotecas de un censo de 500 libras
y anua pensión 25 libras, impuesto por Tomás Rogerio para pagar la dote de
María Ventura Rogerio, su hija religiosa en dicho convento, por un importe de
237 libras y media resultante de nueve anualidades y media. Prosiguiendo el
curso ejecutivo, serían justipreciados los bienes hipotecados y sacados al pregón
en venta, entre ellos la casa de la Plaza de la Sangre en que vivía el cónsul
apreciada en 1.348 libras y 9 sueldos y por la que se daría una admitida postura
de 909 libras, 19 sueldos y 9 dineros, apercibiendo el remate para el 10 de junio
de 1741, en cuyo estado Francisco Antonio redimiría la vejación como marido
de Salvadora Campos, otra de los herederos de Tomás Rogerio, depositando en
ese día 356 libras, 7 sueldos y 10 dineros bajo la protesta de salvaguardar sus
derechos, anulando así el procedimiento ejecutivo en contradicción con el citado
síndico que, no obstante, transigía al año siguiente con el cónsul por escritura
ante Jacinto Belando en la modalidad de pago del adeudo al dicho convento,
bajo la reserva de liquidar las pensiones vencidas desde 1705 hasta 1723,
acordando el pago de las del año 1724 en adelante hasta la de 1742 en cuantía de
234 libras, 1 sueldo y 8 dineros, a satisfacer por el cónsul abonando 84 libras, 1
sueldo y 8 dineros de contado y las otras 150 en tres iguales pagas anuales,
además de 25 libras de la pensión del año en curso, sobre cuyas cantidades
también pagaba las 102 libras, 8 sueldos y 2 dineros por costas, de modo que en
el último plazo debía desembolsar 391 libras, 9 sueldos y 10 dineros de
pensiones más 40 libras de las costas, bajo cuyo supuesto ofrecía el síndico darle
carta de pago, cesión y lasto una vez cumplidos y pagados los plazos
escriturados; pero el cónsul le solicitaba la cesión para recuperarse de sus
pensiones anticipadas, accediendo el doctor y presbítero por haberle adelantado
(46) A.H.P.A. Protocolo 1656 de Onofre Savater, “Renuncia”, 26-5-1744, f. 90r-90v; y protocolo 1657 de ídem,
“Poder para causas”, 30-4-1745, f. 69r-69v. Los motivos en la renuncia de María Antonia estaban relacionados
con la condena a su marido Tomás Bayona. Sobre los asuntos delictivos de los regidores de la ciudad, ver el
capítulo dedicado a los Amorrich.
(47) A.H.P.A. Protocolo 1658 de ídem, “Fianza”, 28-9-1748, f. 133r-133v.
683
las 65 libras del corriente año exponiendo, asimismo, haber recibido todas las
pagas del ajuste en la suma de 411 libras, 9 sueldos y 10 dineros, cancelando la
escritura de depósito de las 356 libras, 7 sueldos y 10 dineros para que,
rebajadas en las costas de 102 libras, 8 sueldos y 2 dineros se le reintegrasen al
cónsul las restantes 253 libras, 19 sueldos y 8 dineros. Acaso esta fuese la última
acción realizada por el cónsul en beneficio de su esposa Salvadora que fallecería
poco después, ya que en 1754 hallamos a Francisco Antonio casado en segundas
nupcias con Luisa María Milot y residiendo en la calle Mayor con una hija y una
sobrina. Pasados otros cuatro años y habiendo ocupado de nuevo la casa de la
Plaza de la Sangre, el cónsul general de Su Majestad Napolitana facultaba al
napolitano Salvador Viñals, con motivo de haberse dignado la piedad de dicho
monarca librarle 200 escudos de aquella moneda para ayuda de costa en los
gastos de su consulado, ordenando a la tesorería general pagarlos al sujeto que
con suficiente poder acudiese a ella para cobrarlos (48).
En los iniciales años de la década de los sesenta fallecía Tomás Bayona
debiendo a José Martínez 393 libras, procedentes de la mitad de 30 libras
adeudadas desde marzo de 1747 y de una porción de azúcar vendida cinco años
después, habiendo cobrado el acreedor 129 libras, 15 sueldos y 9 dineros
justificados con recibos, más 100 libras satisfechas a Francisco Martínez, hijo y
apoderado del negociante madrileño, según escritura de diciembre de 1760 ante
Antonio Badiola; y, en febrero de 1762, la viuda del deudor y el representante
del acreedor acordaban pagar y cobrar el restante débito en una paga de 50 libras
abonada en San Miguel de ese año, más otra de finiquito de la deuda en la
misma fiesta del siguiente año, aunque quizás la viuda se demorase porque en
agosto de 1763, en unión del agustino Francisco Boronat y de Andrés Sogorb, se
vería precisada a intentar rescatar los bienes raíces hipotecados y que el
Intendente Andrés Gómez de la Vega había ejecutado por 3.000 ducados,
cantidad afianzada a su tiempo por los difuntos José Bayona y Esteban Piqueres
para resguardo del empleo de Jaime Bresón como guarda de almacén del castillo
fortaleza de la ciudad. Mandado el pregón y venta real de los bienes, no hubo
postor por tan elevada suma, suplicando al monarca que les hiciese gracia de
pagar a su Real Hacienda 1.500 ducados del crédito y la mitad de las costas
hasta las 200 libras en cada año hasta su cancelación, pues habían bienes raíces
suficientes para satisfacer la otra mitad del débito. En consecuencia, los
deudores ofrecían pagar anualmente, a proporción de los bienes hipotecados
poseídos por cada uno, 100 libras hasta su total liquidación al fisco (49).
(48) A.H.P.A. Protocolo 1657 de Onofre Savater, “Cesión”, 12-6-1745, ff. 99r-102v; A.M.A. Arm. 7, Lib. 8,
“Vecindario de… 1754”; y A.H.P.A. Protocolo 1664 de ídem, “Poder para cobrar”, 15-2-1758, s/f, contados 13r-
13v.
(49) A.H.P.A. Protocolo 640 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Convenio y obligación”, 17-2-1762, f. 19r-19v;
y protocolo 668 de Vicente Fons, “Obligación de conformidad”, 5-8-1763, f. 140r-140v. José Bayona fue el
padre de Tomás, Felipe y Pascual Bayona, suegro por tanto de María Antonia Pavía Castro; el fraile agustino era
el apoderado de Felipe Bayona por escritura de 8-1-1763 ante el notario gaditano Francisco Javier Soldevilla
Cabezón; y Sogorb poseía los bienes hipotecados del difunto Pascual Bayona. Más información sobre el
Intendente Gómez de la Vega en Giménez López, E. Los servidores…, pp. 361-362.
684
Los exiguos datos personales existentes de su primo y futuro cuñado Juan
Esteban Pavía Restán indican que, desde su llegada a la ciudad allá por la
segunda década de la centuria, viviría con su tío Antonio en la casa de la calle
del Postiguet aún después de la muerte de éste en 1723, año a partir del cual
emergería en el panorama comercial y de negocios de la ciudad asociado con su
hermano Antonio, quien permanecería en el natalicio lugar de Voltri. Hacia
mediados de los años veinte, casaría con su prima hermana María Martina Pavía
Castro sin abandonar el domicilio de la calle Postiguet por voluntad y expreso
deseo de su presbítero suegro, pues la viuda del difunto tío Antonio, Mariana
Pérez, pasaría a residir de forma transitoria en la calle San Nicolás. En dicha
casa nacería, antes de terminar la citada década, su única hija a la que
impondrían el nombre de la fallecida abuela materna, Cecilia, probable causante
de la muerte posparto de su madre, que en el futuro contraería matrimonio con el
corredor de mar Domingo Bocardo, de ascendencia genovesa, domiciliado en el
callizo de las Almas (50).
En 1725 autorizaba a su hermano y socio para que, mancomunada y
solidariamente, pudiese vender y enajenar a cualquiera todos y cualquier bienes
muebles, raíces y semovientes, créditos, derechos y acciones indivisos
pertenecientes a ambos por las legítimas y herencias de sus padres por el precio
que ajustase; además de poder practicar, con intervención de jueces partidores,
la división y partición de los bienes pro indivisos, pudiendo también comparecer
en juicio ante jueces de ambos fueros si para ello o cualquier otra particularidad,
dependencias y negocios se viese precisado. Probablemente su hermano
cumpliese el principal cometido pues, pasados cuatro años, Juan Esteban trataría
de adquirir en Voltri una finca o “massaria” llamada la partida de Carnoli,
gravada con un censo de 8.000 libras genovesas, a su propietaria compatriota Na
María Chiosa, consorte del tratante Tomás Belando, que, deseando liquidar el
censo y las pensiones devengadas, apoderaba a Domingo Certino para la venta
de dicha hacienda reintegrando al negociante las 50 libras valencianas
entregadas como señal de la compra (51).
Hasta el año 1737, Juan Esteban residiría en la antedicha calle del Postiguet
para mudarse al año siguiente a un inmueble de la calle Escalera de Santa María
donde permanecería hasta 1742, perdiéndose todo vestigio de él desde 1743, sin
poder determinar si la causa fue motivada por su defunción o bien por el retorno
a su natal lugar de Voltri (52).
(50) A.H.P.A. Protocolo 447 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Testamento” y “Codicilo”, 8-4-1723 y 10-4-1723,
ff. 123r-131v, cláusulas 11 y 19, y 137r-138v, disposición 1ª; protocolo 1577 de Vicente Rovira, “Testamento”,
27-3-1730, ff. 89r-94r; y A.M.A. Arm. 7, Lib. 2, “Repartimiento del Equivalente. Años 1724-1726”.
(51) A.H.P.A. Protocolo 449 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Poder para vender y otros”, 4-5-1725, ff. 133r-
136v; y protocolo 1576 de Vicente Rovira, “Poder para vender y pagar”, 6-12-1729, ff. 255r-257v. Chiosa
recibió la finca por herencia de sus padres Juan Tomás Chiosa y Paula María Frabega, ordenando también a su
apoderado cómo ajustar las cuentas de sus arriendos, productos y pagas con los herederos de Juan Agustín
Bozano, antiguo casero de ella.
(52) A.M.A. Arm. 7, Lib. 5, “Repartimiento del Equivalente. Años 1737-1743”. En 1742, del cupo de 29.100
libras asignadas a la ciudad, el negociante tributaba 1 libra.
685
EL COMERCIO
Antonio y su primo Carlos María Risso habían constituido en 1709 una casa
de comercio y negocios en Cartagena, que operaría durante los siguientes 13
años bajo el nombre de compañía Pavía y Risso. En ese mismo año, Alicante era
definitivamente recuperada al dominio borbónico por las tropas del Caballero
D´Asfelt hasta tal punto que, en el mes de enero, el napolitano Felipe Bolifón,
juez administrador general de las Aduanas y Rentas Reales de la ciudad,
aplicaba el decreto de 29 de junio de 1708, del Consejo de Hacienda, por el que
se producía la reforma de unificación aduanera implantando un nuevo arancel
del 15 %, aplicado sobre los efectos introducidos en ella y sobre los géneros y
frutos del país que se embarcasen, complementado con un 2 % sobre las
vituallas entradas por tierra para su abastecimiento, sin exceptuar a hidalgos y
eclesiásticos del pago de dicho gravamen. Sin embargo, este arancel se
acumulaba a otro existente desde la época foral y no suprimido, el llamado
General y Doble Tarifa, que suponía un 7´5 %. En consecuencia, el nuevo tipo
arancelario de la aduana portuaria ascendía hasta el 22´5 % (53).
Este sería el panorama de tribulación marítimo comercial que se encontraría
Antonio, cuando en 1710 se reintegraba a la ciudad desde su refugio murciano
para establecer en ella la otra sede de su recién formada sociedad. Su reacción
fue lógica y natural. En unión de sus compatriotas negociantes Juan Bautista
Felipe Maricone, Bartolomé Noly, Tomás y Felipe Rogerio y Antonio Bocardo,
más el cónsul francés Pedro Bigodet Desvarennes, protestaban a Bolifón por lo
que consideraban abusiva subida arancelaria del 15 %, que hacía inviable poder
asumir su pago sumado al 7´5 % del General y Doble Tarifa, amenazándole con
trasladar sus casas y negocios a Cartagena que contaba con un menor derecho
aduanero. La firmeza de la amenaza tendría su constatación el 10 de mayo
cuando habiendo llegado al puerto el buque “Nuestra Señora de Laredo y San
Nicolás de Tolentino”, mandado por el genovés Juan Esteban Sanguineto, su
capitán descargaba sobre el muelle los géneros y mercancías que a los citados
negociantes les habían remitido sus correspondientes desde Génova, con la
buena fe de que en Alicante se pagaban los antiguos derechos aduaneros; pero
respecto a estar aplicado el nuevo arancel del 15 % sobre la entrada y salida de
todos los géneros, mercancías y frutos, cuya alteración de derechos había
motivado a los correspondientes de Madrid y otras partes a ordenarles que no
permitiesen desembarcar sus efectos en esta ciudad, haciéndolos pasar a
Cartagena o a Escombreras, añadiendo al flete la cantidad correspondiente al
tránsito. Por tanto, desaprobaban el citado desembarco y requerían al capitán
volviese a embarcarlos para conducirlos a cualquiera de los dos fondeaderos
murcianos, estando prestos a pagar el alquiler del navío, pues en caso contrario
(53) Giménez López, E. Alicante en el siglo XVIII. Economía de una ciudad portuaria en el Antiguo Régimen.
Valencia, 1981, pp. 219-223.
686
le protestaban todos los daños, pérdidas, intereses y menoscabos que a ellos y a
los demás interesados se les pudiese ocasionar.
Notificada la protesta a Sanguineto, respondía que no pudo evitar el
desembarco de los efectos cargados en Génova para consignarlos en Alicante, ni
podía pasarlos al puerto cartagenero ni a parte alguna por tener orden de los
interesados en el navío de hacerlo en esta ciudad, como así lo había ejecutado.
Ante las excusas del capitán, los negociantes dirigían formal escrito a Bolifón
notificándole el protesto hecho al capitán y su motivo de fondo, cual era la
nueva imposición de aranceles, al tiempo que le requerían la incautación de
dichos efectos para que sus dueños pudiesen disponer cómo resolver este
impensado accidente, y hacía dónde debían embarcarse como ropas de tránsito
sin pagar derecho alguno por no deberse en semejante caso. Resulta obvio cuál
era la finalidad de los negociantes genoveses: eludir a toda costa la nueva tarifa
aduanera. Pasados dos días recibía la notificación el administrador de Rentas
Reales, el cual manifestaba a su recepción no entender a qué fin se le notificaba,
pues bien sabían o debían saber los requeridores comerciantes que los géneros
introducidos en esta aduana, no obstante la notificación, no saldrían de ella sin
antes abonar los últimos derechos establecidos por las nuevas Ordenes de Su
Majestad, admirándose mucho que hayan requerido al capitán el embarque de
los géneros desembarcados en el muelle, cuando debían saber que tal cosa no era
posible sin su licencia que nunca la habría concedido (54).
Este conflicto comercial de intereses contrapuestos se diluiría en agosto de
1711, cuando el global arancel del 22´5 % quedaba definitivamente reducido a
la nueva tarifa del 15 %; pero, mientras tanto, Antonio precisaría afrontar nuevas
disensiones comerciales. El 19 de mayo de 1710 llegaba al puerto local la galera
“La Santísima Concepción” al mando del genovés Juan Bautista Grosso, que
había cargado en Lisboa 50 rollos de tabaco del Brasil por cuenta de Juan
Bautista Rogliano y otros 20 rollos del mismo producto a cargo de Benedito
Ricardo, estando ambas partidas destinadas a la consignación del comerciante
según el tenor de las pólizas de cargo firmadas por dicho capitán que, ejecutando
su cumplimiento, pretendía su entrego a Antonio que no se efectuaría porque,
ante el conjunto cotejo de las pólizas, éste insinuaría algunos reparos
motivadores de la protesta jurídica del capitán con dos principales argumentos:
la no recepción contra toda razón y los muchos daños que tendrían el llevarlos a
otras partes o devolverlos a Lisboa, siendo su pérdida la principal contingencia.
Notificado el comerciante precisaba que para responder necesitaba copia del
protesto y hasta no conocerla que no le corriese término ni perjuicio alguno; mas
no pudiéndola tener, le contra protestaba los daños y perjuicios que se
produjesen. Recibida la copia al día siguiente, argumentaba no poder recibir los
70 rollos porque, según contenían las pólizas, estaban consignados a Juan
Rogliano y a Juan Domingo Boniceli, negociantes residentes en Génova a cuya
(54) A.H.P.A. Protocolo 778 de Antonio García, “Requerimiento y protesta” y “Requerimiento”, 11-5-1710, ff.
105r-106v y 107r-108v, respectivamente.
687
cuenta y riesgo habían sido cargados, no pudiendo el capitán entregarlos en
parte alguna sin el endoso de éstos, pues aunque los cargadores le ordenaron su
descarga y venta en el caso de hallar comprador por precio de 2 reales y 3
cuartillos la libra de 16 onzas ó 3 reales y 21 dineros la libra de 18 onzas, no por
estar estancado por cuenta del rey ni introducirlo en la ciudad y reino sin la
expresa licencia del estanquero, ni tampoco podía desembarcarlo y adquirirlo
ninguna persona sin este permiso, habiendo ordenado al corredor público
Francisco Fuentes diligenciase con el estanquero si los quería comprar al
referido precio, rechazando este la oferta. Pero teniendo orden de los cargadores
de desembarcarlos y almacenarlos hasta conseguir el citado precio de venta,
estaba presto a ello si se conseguía permiso del estanquero; pero si se vendiese
al fiado al precio fijado por sus dueños, no debía correr a su riesgo el pago de los
tabacos, sino al del capitán (55).
Dos años más tarde volvería a tener dificultades con otro marino genovés,
Simón Traversa, capitán del buque “Nuestra Señora de la Asumpta, San
Gregorio y las Almas del Purgatorio” sobre el que diversos negociantes de
Génova habían cargado diferentes géneros para entregar en Cartagena a la
compañía Pavía y Risso. No obstante, el capitán pretendía incumplir el ajuste y
descargarlos en Alicante a la consignación de Juan Bautista Felipe Maricone,
produciendo un grave daño al comerciante y a sus cargadores dueños por cuya
causa hacía notorio el requerimiento al marino para que, al punto el tiempo lo
permitiese, pasase a Cartagena entregándoselos a Carlos María, porque de no
hacerlo y practicar la entrega a Maricone le protestaba para salvaguarda de sus
derechos y los de su compañía (56).
En alguna ocasión, tampoco los meteoros coadyuvarían al comercio de la
sociedad, pues en octubre de 1713 salía de Esmirna el navío “La Águila” –
motivo por el que se le denegaría la entrada en el puerto lucentino –, con un
cargazón de trigo para entregar en Alicante o Cartagena a su compañía; pero
hallándose el 21 de noviembre a cuarenta leguas de la isla de Malta, se movería
una fuerte tempestad con viento entre Poniente y Mistral provocando grandes
olas durante casi un día, entrando mucha agua por el borde del buque con
inundación de su cubierta que, penetrando en la estiba, dañaría el cargamento de
cereal (57).
Este suceso no suponía el final de los problemas para el comerciante que, en
marzo del siguiente año, tenía que afrontar una nueva protesta del capitán
genovés Carlos Azereto, quien había fletado en Génova su embarcación “Santa
Rosolea, San Antonio de Padua y San Pascual” a Ginés Puigserver para pasar a
Alicante a tomar la carga de sal de La Mata, que debía entregarle Antonio en
(55) A.H.P.A. Protocolo 1709 de Antonio Sureddo, “Fletamento y protesta” y “Contra protesta”, 19-5-1710 y
20-5-1710, ff. 17r-18v y 19r-20r, respectivamente.
(56) A.H.P.A. Protocolo 779 de Antonio García, “Protesta”, 15-7-1712, f. 98r-98v.
(57) A.H.P.A. Protocolo 780 de ídem, “Declaración”, 18-12-1713, f. 283r-283v. Estas manifestaciones las
realizaba el capitán del navío Guillermo Winderand, inglés de 24 años, en la casilla de sanidad del muelle y
presencia de Ricardo Stevens, de 30 años y maestro de Axa.
688
cumplimiento de los contratos escriturados ante Juan Bautista Bocardo, notario
de la capital ligur. Sin embargo, llegado al puerto lucentino y entregadas las
ordenes del fletador en manos del comerciante, éste excusaría el cumplirlas
derivando en grave perjuicio para el capitán y para todos los interesados en el
navío, motivando su protesta que sería notificada el mismo día, llegando la
respuesta de Antonio dos días después, en la cual expresaba que siendo verdades
el hecho de estar en poder de Azereto el fletamento requerido y puesto de
manifiesto en su requerimiento, no le había mostrado la carta para arreglarse a
su contenido por cuya razón, para defender sus derechos y los que pudiesen
competer a su principal Puigserver, le notificaba al capitán la exhibición
manifiesta de la carta de fletamento para a su vista deliberar, contradecir y
contra protestar cuanto le había requerido (58).
El más importante y mayor activo comercial de Antonio sería, sin duda, el
vino alicantino, a cuyo comercio se dedicaría con voracidad desde el retorno de
su exilio. Muestra de ello lo constituía el enorme volumen de tinto adquirido en
el bienio de 1711-1712 a medianos y pequeños cosecheros, alcanzando en dicho
período la global cifra de 981 charrionadas equivalentes a 24.525 cántaros que,
en teoría, representaban un elevado promedio anual de 12.262 cántaros y medio,
aunque en realidad los 16.775 cántaros comprados a 48 cosecheros en 1712
suponían más del doble de los 7.750 cántaros adquiridos a 30 cosecheros en el
año anterior, siendo sólo superado en este tiempo por su compatriota Juan
Bautista Felipe Maricone con unas astronómicas compras totales de vino que
alcanzarían los 57.175 cántaros, si bien las practicaría en orden inverso a
Antonio dado que las realizadas en 1711 llegarían a los 37.075 cántaros,
retrocediendo las efectuadas en el siguiente año hasta los 20.100 cántaros (59).
En cualquier caso, ello no le privaría de ser conceptuado como uno de los
grandes comerciantes del momento exportadores de vinos de la ciudad, no
siendo cosechero, motivo por el que acaso en 1715 Esteban de Mari y Sanjurión,
Marqués de Mari y Capitán General de las escuadras navales de S.M. Católica,
le facultase para que, en su nombre y representación, ejecutase todas las
compras de vinos y demás bastimentos necesarios para abastecer a dichas
escuadras y, embarcándolos en el puerto de la ciudad, los remitiese a su orden
practicando todas las convenientes providencias conducentes al servicio de la
citada Armada, a cuyo fin le concedía los mismos derechos y facultades que el
monarca le había otorgado por el asiento; pero advirtiéndole que debía obrar
siempre y dar las disposiciones adecuadas con arreglo a las ordenes que le iría
comunicando (60).
Su actuación como asentista de la Armada marcaría el cenit comercial de
Antonio, particularmente el vinícola, ya que en los años posteriores hasta
adquirir la condición de cosechero en 1720 tendría escasa participación en la
(61) A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Libs. 8 y 9, ff. 38v y 205r, 31r y 168r, respectivamente.
(62) A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Lib. 11, ff. 26r, 81v y 115r, respectivamente.
(63) A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Lib. 12, ff. 4r y 196r, respectivamente.
690
primera suerte se vendía a 22 reales. A los huesos no se les daba valor alguno
por su inferior calidad, y si algo se obtuviese de ellos vendiéndolos al precio que
se pudiese no se sacaría el costo de este reconocimiento (64).
Dos meses más tarde, por mediación del corredor de mar Antonio Márquez,
acordaría con Vicente Nervi la compra de una partida de cajas de azúcar
previamente depositadas en el almacén de Pedro Antonio de Risso, en la Plaza
del Mar. Días después, el comerciante pedía la presencia del maestro sucreño
Francisco Samper Moxica que, presentado en dicho almacén donde se hallaba
Márquez y otros, dilucidaría el diferente daño de tres cajas de azúcar compradas
por José Casajús y reconociéndolas hallaba estar mojadas, practicando la prueba
que por experiencia tenía para conocerlas no encontrando gusto a salobre,
determinando no estar húmedo de agua del mar y sí de la mala calidad del
azúcar, en sí mismo humedecido. Por el perjuicio manifiesto, se le rebajaría al
comprador 7 libras de una caja, 3 libras de otra y una arroba de la tercera; pero
se encontraría, además, gran quiebra sobre la tara en una de ellas, pues teniendo
facturado un peso de 10 arrobas pesaba 4, motivando que de su valor se
rebajasen 4 doblones. En el presente día reconocía otra caja de la misma partida
adquirida por Bartolomé Lloret, repitiendo la experiencia con más de una arroba
de azúcar mojado, llegando a la misma precedente conclusión y por el daño se le
rebajaban 20 libras al mercader. E igualmente, el negociante Antonio Galant
compraba el mismo día de Nervi unas cajas de azúcar, hallando en dos de ellas
la sustancia mojada en sus extremos, sin poder determinar de qué agua y,
calculando su daño, se le descontaban 8 libras, manifestando esta verdad a
petición del comerciante, y lo mismo haría José Amorrich, que también había
comprado de Nervi unas cajas de azúcar hallándolo mojado en el extremo de
una de ellas sin conocer el agua causante; pero no siendo conforme a la muestra,
se designaría experto que rebajaría en 10 libras su valor.
En septiembre de 1719, de nuevo los veedores de la saladura comestible,
Mateo Jiménez y Jerónimo Sánchez, acudían llamados por el comerciante a su
almacén de la calle San Francisco para reconocer una partida de sardina
embotada, hallando 89 botas de igual tamaño, especie y calidad, y reconociendo
de 3.500 a 3.600 sardinas separarían 57 botas para echar al mar por ser pescado
de mala condición, sin provecho para el consumo por perjudiciales para la salud,
quedando vendibles sólo 32 botas (65).
En junio de ese año había llegado al puerto local el buque del capitán genovés
Jaime Germán cargado con 775 salmas de trigo, medida de Sicilia, cargado en
Palermo por Juan Bautista y Pedro Chusmundi por orden y cuenta del
negociante de Génova Juan Bautista Cambiaso, antes llamado José María, que
había comisionado al comerciante a disponer lo más conveniente para el
despacho y venta del cereal. Considerando éste que en Valencia tendría más
pronta salida y mejor venta, requería al capitán trasladase su embarcación a la
(64) A.H.P.A. Protocolo 442 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Declaración”, 29-2-1716, ff. 75r-76v.
(65) A.H.P.A. Ibid., “Declaración”, 23-4-1716, ff. 155r-156v, 157r-157v y 158r-158v, respectivamente; y
protocolo 444 de ídem, “Declaración”, 3-9-1719, ff. 370r-371v.
691
ciudad del Turia y entregase el trigo a su correspondiente en ella con los gastos
del flete, no accediendo el marino a este requerimiento y sí sólo a cumplir lo
convenido con Cambiaso o, en su defecto, consentir su entrega a Esteban
Bocardo en descarga de su obligación, además de no dar formal respuesta sin la
copia autorizada del requerimiento quedando, hasta entonces, a salvo sus
derechos sin que le perjudicase su negativa, motivos que incitarían al
comerciante a presentar formal protesta contra el capitán (66).
Ajetreado año resultaría 1721 para Antonio que, en unión de sus compatriotas
colegas Jerónimo Maricone, Necco y Antonio Bocardo, eran partícipes del
buque “Nuestra Señora de Loreto y San Antonio de Padua” capitaneado por
Juan María Delfino, también interesado en el mismo, habiendo tratado muchas
veces los negociantes de ajustar las cuentas con el marino del tiempo de su
capitanía, sin haberlo logrado en razón de los reparos que una parte a la otra y
viceversa habían expresado en algunas partidas, tanto del cargo como de la data;
pero en evitación de crecidos gastos forzosos y costas inherentes al ajuste
judicial, además de por bien de paz y concordia, decidirían comprometer las
diferencias delegando en Pedro Choly y Ambrosio Delfino, a quienes
designarían “jueces árbitros arbitradores y amigables componedores” en los
respectivos nombres de los negociantes y del capitán, concediéndoles poder para
que en el término de 15 días desde su aceptación el 20 de febrero, con facultad
de prorrogarse, viesen, decidiesen y sentenciasen las cuentas sin más orden
judicial, que acatarían sin apelar ni reclamar por motivo ni pretexto alguno.
Finalizado el plazo concedido, se prorrogaría en 30 días más que no serían
suficientes para el ajuste y saldo de cuentas, ampliando los jueces el término en
otros 20 días que tampoco bastarían, motivando la tercera prórroga por otros 30
días al cabo de los cuales dictarían el laudo que contenía una cuenta con cargo y
data, en la que el capitán resultaba acreedor en 3.606 libras y 1 sueldo a
satisfacer por los deudores negociantes a prorrateo de los quirates con que cada
uno participaba en el navío, abonando 470 libras en sal y 3.136 libras y 1 sueldo
en dinero efectivo (67).
Pasados dos meses del laudo, el 21 de julio, en plena vorágine de medidas
sanitarias contra el brote pestífero marsellés, llegaría a la bahía lucentina “El
Portillón de Alicante” mandado por el francés Andrés Maggi, a quien ordenaban
cumplir la cuarentena. Veintidós días después, próximo a la casilla de sanidad
situada en el extremo del muelle, manifestaba que había cargado diferentes
géneros y mercancías en Génova para consignar a varios negociantes de la
ciudad, entre ellos Antonio, y de la de Cartagena; pero pese a llegar con la
patente de sanidad, testimonios, papeles e instrumentos necesarios y superabun-
(66) A.H.P.A. Protocolo 444 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Requerimiento y protesto”, 16-6-1719, ff. 237r-
238v.
(67) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Compromiso entre partes”, “Prorrogación de término”,
“Prórroga de término” y “Sentencia de compromiso”, 15-2-1721, 5-4-1721, 25-4-1721 y 17-5-1721, ff. 84r-85v,
151r-152r, 175r-0 y 201r-203v, respectivamente. Maricone, Ángel Bartolomé Francisco Necco y Bocardo
poseían una cuarta parte del buque cada uno ó 6 quirates, mientras Antonio y el capitán participaban en una
octava parte ó 3 quirates cada uno.
692
dantes para ser admitido a libre comercio de inmediato, no lo ha podido
conseguir hasta el presente, habiéndose dado a entender todo lo contrario por
algunos negociantes con ropas y géneros a bordo del navío, quienes refiriendo
tener noticias de que quería pasar a Cartagena le han protestado hoy ante el
notario Vicente Rovira. Sin embargo, habiendo navegado con la buena fe de que
al arribo a este puerto, presentando la patente y demás papeles, sería admitido a
comercio y no siendo así, debían correr los interesados en el cargo con las
estarías, gastos, detenciones, perjuicios, daños y menoscabos producidos hasta
estar admitido a libre comercio, protestándoles por ello para que a prorrata de
los géneros que a cada uno pertenezcan deban satisfacer la avería que a su
tiempo practicará. Notificada la formal protesta al comerciante en la persona de
su apoderado sobrino Juan Esteban, respondería que en modo alguno entendía
estar obligado a pagar al capitán aquello que pretendía en su protesta, antes al
contrario pedía que la practicada por los interesados en el cargo del navío
quedase en su fuerza y vigor (68).
El hecho de que la notificación y respuesta la protagonizase su sobrino en
lugar del propio Antonio, evidencia que ya estaba afectado de la larga y grave
dolencia causante de su muerte. No obstante, un año más tarde, su comercio
seguía padeciendo las medidas profilácticas adoptadas contra la peste marsellesa
de 1720, como declaraba el comerciante al manifestar que Domingo Chaparra
había cargado en Génova sobre la nave “Nuestra Señora del Rosario y San
José”, del capitán Claudio Audibert, 22 cajones de cristales venecianos para
conducir hasta Cartagena y consignar allí a su pariente y socio Carlos María,
pues en caso contrario pagaría el capitán 60 pesos con más avería y capa al 10
%, según el contenido de la póliza firmada en el puerto ligur a fines de mayo de
1722; pero llegado a la bahía de Alicante, el marino excusaba cumplir la
consignación y entrego comprometido a causa de la cuarentena por la que no
serían admitidos a libre comercio los efectos de su cargazón, excluidos los 22
cajones por existir orden superior para su desembarco como probaba el
testimonio de José Bayona, notario mayor del Ayuntamiento, certificando que el
10 de agosto la ciudad recibía una carta del monarca fechada el día 1, a petición
de Pablo Antonio Gozami en consideración al grave daño que podrían sufrir los
dichos cristales al desembarcarlos de mudarse en otros nuevos cajones
manoseando el algodón entrometido en Venecia, concediéndole la gracia de que
sus cajones viniesen cerrados hasta el puerto más cercano a Madrid, donde se
abrirían quemando el algodón y embalaje e introduciéndolos en otros cajones
cuidando así el mayor riesgo. Cuatro días después, el comerciante, en nombre de
su compañía, instaba al cumplimiento de la misiva real a la par que requería al
capitán su inmediata ejecución, respondiendo éste que en el primer día laborable
(68) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Protesta”, 12-8-1721, ff. 312r-316r. La respuesta del
representante del comerciante en ff. 313v-314r. Los restantes negociantes interesados eran Juan Antonio
Corsiniani, Jerónimo Fabiani padre, Ambrosio Delfino, Domingo Grasi, Herederos de Bertholón, Sebastián y
herederos de Bartolomé Noly, Alberto Necco, Viuda y herederos de Pedro Lombardón, Miguel Ángel Lavarelo,
Jacinto Ardizone y Pedro Choly.
693
– 17 de agosto –, entregaría los 22 cajones a Pavía y Risso; pero la compañía
debía pagarle el importe de la avería y demás gastos sobre el valor de los
restantes efectos de su cargamento desde el día 5 de julio, fecha en la que las
autoridades locales le admitieron a la práctica comercial, hasta el citado día de
su desembarco, cuyas cuentas especificaría en avería practicada ante el cónsul
de Francia, a todo lo cual el comerciante mostraría su conformidad (69).
Acaso esta fuese la última actividad comercial de Antonio como socio de la
compañía Pavía y Risso, que durante 13 años había mantenido abierta una casa
en Cartagena y otra en Alicante, puesto que, movido por su deterioro personal
causado por la enfermedad, en los primeros días de septiembre ambos
compañeros acordaban finalizar en paz y amistad su sociedad llegado el último
día de ese mes, y si entre tanto se practicase alguna negociación esta tendría la
consideración de particular (70).
Los dieciocho años de praxis comercial ejercitados por el presbítero Juan
Bautista estuvieron impelidos por dos insoslayables factores: el testamento de su
difunto hermano Antonio y su predilecto hijo Francisco Antonio. El primero le
otorgaba la herencia universal de los bienes del fallecido, entre los que se
hallaban dos fincas situadas en las partidas del Conchell y de la Condomina, que
le catapultarían a la condición de cosechero interviniendo en el comercio del
vino propio, cuya producción y destino manifiesta el siguiente cuadro:
Cántaros de producción y comercialización vinícola de mosén Juan Bautista (1723-1740).
(71) A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Lib. 17, ff. 61r y 74v, respectivamente.
(72) A.M.A. Ibid. Arm. 17, Lib. 24, f. 46r.
(73) A.M.A. Ibid. Arm. 17, Lib. 28, ff. 17v-18r.
695
Asimismo resultan llamativos los 1.300 cántaros, entre ellos 50 para vinagre,
representativos del 4´36 % de la global producción, fuesen introducidos a la
consignación de la tienda de venta directa minorista durante tan sólo 4
anualidades, lo que supondría una media anual de 325 cántaros equivalentes a
una teórica venta diaria superior a los 10 litros, por ello sorprende todavía más
que este rentable establecimiento sólo se mantuviese en la primera etapa,
desapareciendo por completo en la segunda, siendo la única explicación causal
viable de esta anómala circunstancia el hecho de que la tienda, componente del
mesón en la calle Valle, también se incluiría entre los bienes asignados a
Mariana Pérez en el ajuste hereditario practicado en octubre de 1729.
Finalmente, a la luz de los datos reflejados en el cuadro, tenemos nuestra
reserva sobre el eficaz cumplimiento de las medidas de control implantadas por
la Junta de la inhibición del vino forastero, tendentes a preservar el privilegio
proteccionista de 1510 sobre la producción y comercialización de vinos de la
antigua Gobernación de Alicante, ya que, pese a la aparente exhaustiva
supervisión prohibitiva para impedir que la suma de tintos entrados por los
cosecheros en la ciudad no excediese, en ningún caso, la cantidad total
producida en evitación de fraude e incumplimiento del privilegio, resulta
evidente su infracción en este caso como constatan los años 1729 y 1736 en los
que se entraron más caldos de los cosechados, aunque pudieron compensarse
con los excedentes de las cosechas inmediatas anterior o posterior, como pone
de relieve la columna del vino sobrante en todas los años del período menos en
tres, lo cual también hace aflorar la negligente visura cursada a este cosechero a
mediados de octubre y junio por los comisionados de la Junta; pues, en caso
contrario, debía aparecer en cada cosecha el vino producido más el viejo
sobrante de la añada anterior, hecho que en el caso del productor Juan Bautista
sólo aparece expresado en las cosechas de 1738 y 1739, donde los respectivos
75 y 50 cántaros de vino viejo no se corresponden con los excedentes 100 y 325
cántaros de los años inmediatos precedentes (74), sobre todo con estos últimos.
Este hecho continuaría acaeciendo en la explotación de la finca de la
Condomina practicada por su hijo Francisco Antonio, bajo el nombre de
herederos del presbítero Juan Bautista desde su muerte en 1741, siendo la
producción y destino de sus vinos la manifestada en el siguiente cuadro:
(74) A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Libs. 26 y 27, ff. 28v y 13r, respectivamente.
696
Año Cosecha Casa Mar/colar Clientes Sobrante
1748/1749 1.700 1.325 375
1749/1750 1.275 1.250 25
1750/1751 1.150 1.050 100
1751/1752 1.700 1.150 550
1752/1753 1.450 1.350 100
1753/1754
1754/1755 225 225
1755/1756
Totales 21.950 2.350 1.500 14.950 3.150
FUENTE: A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Libs. 29 a 42. Elaboración propia.
La columna de vino excedente expresa que en cada uno de los doce años
(1741-52), en mayor o menor cuantía, queda tinto sobrante sin comercializar,
resaltando los 925 cántaros de 1743 y los 550 de 1751. Pues bien, sólo en las
añadas inmediatas siguientes aparecen contabilizados 400 y 200 cántaros de
vino viejo, respectivamente, que apenas representaban el 19 % de la totalidad de
caldos excedentes, y en nada equivalentes a los sobrantes vinos mencionados sin
que se tenga información de los desaparecidos 525 y 350 cántaros, al igual que
sucede con los demás caldos sobrantes de las restantes añadas.
Por otra parte, reseñar que, a diferencia del fallecido progenitor, sus herederos
entrarían en la ciudad mayor cantidad de tintos para su teórico almacenaje en las
bodegas domésticas que los 1.500 cántaros destinados al embarque, más aún
cuando 1.000 de ellos fueron introducidos bajo la anotación “para colar”, que
sumados a los de almacenamiento directo en casa darían un cómputo de 3.825
cántaros exportados; esto es, poco más del 17 % de la producción total del
período (75). Acaso la columna de las salidas marítimas podría haber reflejado
otros dígitos de haberse incluido en ella parte del contenido de la de los clientes,
como los 1.600 cántaros remitidos a Orán en los años 1745 y 1749 mediante dos
respectivas partidas de 1.400 y 200 cántaros, además de los 150 que abastecerían
en 1746 a las galeras reales; no así los 50 cántaros que aprovisionarían en 1748
al castillo fortaleza de Santa Bárbara (76).
Finalmente, añadir que la producción vinícola de los herederos del presbítero y
su comercio se ha computado en un período de doce años comprendidos entre
1741 y 1752, puesto que en la añada de 1753 no existe constancia documental
de ellos en la serie del Manifiesto, a excepción de Francisco Antonio que, a
título individual, figura sólo en la cosecha del siguiente año con una producción
testimonial de 225 cántaros obtenidos en la partida de la Alcoraya, la misma
cantidad que ya había aportado en 1750; pero con la sustancial diferencia de que
mientras el 88´88 % de esta fue comercializada, el 100 % de aquella quedaría
(75) La total cantidad de vinos de ambas columnas se ha rebajado en 25 cántaros entrados en 1745 por Francisco
Antonio, en razón del almacenaje en su casa y ser factible su destino para el consumo propio.
(76) A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Libs. 32, 33, 34, 36 y 37, ff. 53v, 22r, 15r-15v, 17r-17v y 14v-15r,
respectivamente.
697
como excedente (77).
El segundo factor familiar incitador de la praxis comercial del cura Juan
Bautista afloraba, con su aprobación y complacencia, el 29 de noviembre de
1727, fecha en la que su hijo Francisco Antonio constituía contractualmente
compañía de comercio con el negociante genovés Juan Domingo Boniceli,
establecido entonces en Madrid, a cuyo fin el presbítero concedía la
emancipación a su hijo a finales de enero del siguiente año “para la
permanencia, estabilidad y mejores efectos de dicha compañía, sin que por
ninguna razón se le pudiese objetar ni impugnar su gobierno, manejo y libre
contratación”, prometiendo pagarle al socio de su hijo aquello que éste debiese
pagar en virtud del contrato (78), lo que de facto le convertía en fiador de su
primogénito pasando a depender del resultado de sus operaciones comerciales.
Boniceli, que en el instante de su formación había capitalizado a la compañía
con 6.000 pesos en dinero efectivo, letras y efectos entregados a su socio, a
quien remitiría otras 1.006 libras y 7 sueldos en efectos y fondo de otros
negocios en razón de sus comisiones, se trasladaría en 1729 desde la Villa y
Corte a la ciudad de Cádiz donde fallecería el 25 de octubre de 1730, hecho
luctuoso que no conocería hasta fines de enero del siguiente año su socio quien,
mientras tanto, dispondría de la mitad del primer fondo con el que prestaría a sus
parientes Antonio y Juan Esteban la cantidad de 2.826 libras más otras 124, que
completaban la suma de 2.950 libras, destinadas a gastos, empeños y
necesidades de la casa de su progenitor, el cual ofrecía reintegrar en una paga a
la voluntad de su hijo el empréstito a sus citados sobrinos, aunque en realidad
asumiría toda la deuda incluyendo el débito de su hijo a los herederos de su
difunto socio, a pesar del acuerdo en contrario entre el presbítero y su hijo (79).
Pasados dos meses, aquél concedía a éste poder especial para el ajuste y
liquidación de cuentas de la extinta compañía con Juan Tomás Boniceli, hijo de
su difunto socio y representante legal de su viuda madre María Victoria, tutora y
curadora de sus hijos herederos de su difunto marido. Francisco Antonio y Juan
Tomás, para evitar litigios por sus diferentes pretensiones, comprometerían el
ajuste y saldo en el abogado napolitano Felipe Bolifón designándolo juez árbitro
el 10 de septiembre de 1731; el cual, después de analizar los documentos
presentados y escuchar las razones de ambas partes, emitiría su dictamen el
mismo día de Nochebuena. En síntesis, el laudo exponía las circunstancias sobre
la formación de la compañía, el fallecimiento de Boniceli, así como sus
aportaciones de capital que ascendían a un total de 7.006 libras y 7 sueldos, que
sumadas con las 375 libras resultantes de la mitad del primer fondo redituado
al 5 % durante dos años y medio, más las 492 libras, 4 sueldos y 1 dinero de
(77) A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Libs. 38 y 42, ff. 124r y 208r, respectivamente. En esta finca, el
cónsul de las Dos Sicilias tenía por vecino a su colega holandés Gaspar Vernet.
(78) A.H.P.A. Protocolo 1576 de Vicente Rovira, “Obligación”, 1-6-1729, ff. 84r-85r. El contrato estipulaba que
el caudal, pérdidas y ganancias serían por mitad.
(79) A.H.P.A. Protocolo 1578 de ídem, “Convenio e indemnidad”, 8-7-1731, f. 113r-113v. Francisco Antonio
relevaba a su padre de la obligación, asumida en la escritura de emancipación, de pagar a Boniceli la mitad del
capital de la compañía y demás deudas que por el contrato le correspondiese.
698
ganancias en los negocios practicados durante la permanencia de la compañía
“así en el Norte como en Génova”, incrementadas con las 179 libras, 11 sueldos
y 8 dineros procedentes de la mitad del rédito al 8 % generado en poco más de
trece meses por el préstamo de las 2.950 libras y adicionadas las 216 libras, 6
sueldos y 8 dineros por los once meses de ese empréstito, componían un total
crédito de 8.269 libras, 9 sueldos y 5 dineros favorable a los Boniceli, que sería
rebajado en las siguientes partidas de débito: 225 libras adeudadas por el difunto
a su socio, más varias sumas de moneda genovesa que computadas a 4 libras y 8
sueldos por libra valenciana equivalían a 1.536 libras, 11 sueldos y 1 dinero,
otras 12 libras, 1 sueldo y 1 dinero a que ascendían la mitad de las pérdidas por
encomiendas y cambios, además de 8 libras, 15 sueldos y 7 dineros por la mitad
de la pérdida en el negocio de 2 balas de lienzo y, finalmente, 150 libras por la
mitad de las 300 de gastos comunes computados por el juez del pretendido
montante de 604 libras, 16 sueldos y 16 dineros, importando todas las partidas
del cargo la cantidad de 1.932 libras, 7 sueldos y 9 dineros que detraídos del
antedicho haber producían un saldo líquido de 6.337 libras, 1sueldo y 8 dineros,
en cuya satisfacción se cedían por mitad los créditos existentes en la compañía
repartidos equitativamente entre los solventes y los dudosos, correspondiendo a
Francisco Antonio cobrar 772 libras y 8 sueldos a los deudores, mientras a los
Boniceli les asignarían la cobranza de 771 libras y 19 sueldos, además de
adjudicarles por entero las 2.000 libras de capital aportadas por el socio viviente
en el contrato de sociedad convenido el 7 de diciembre de 1731 con Seillac y
Rey, negociantes franceses de puerta abierta, con las que participaba en un tercio
del negocio de la tienda y sus ganancias.
El laudo no computaba el préstamo privado de 2.950 libras, que de forma
voluntaria Francisco Antonio había concedido mayormente a sus primos
Antonio y Juan Esteban y, en menor cuantía, a su padre porque su pago debía
correr a cargo de éste último, al tiempo que la cobranza de los intereses
devengados al 8 % debían ser de cuenta y cargo de Francisco Antonio. En
consecuencia, descontadas del líquido crédito de los Boniceli las satisfechas
2.771 libras y 19 sueldos, quedaban todavía acreedores en 3.565 libras, 2
sueldos y 8 dineros que debían reintegrarles mancomunadamente el presbítero y
su hijo, como respectivos fiador y deudor, en el plazo de quince días (80).
Cumplido el término, aprobando y homologando las partes el contenido del
laudo, comenzaría su ejecución el 11 de enero de 1732 expresando el deudor que
los vales y cuentas ajustadas a los deudores de la compañía adjudicadas a los
Boniceli estaban en poder del notario Francisco Linares, aunque estuviesen
hechos a su nombre, en especial el de las 2.000 libras entregadas a Seillac y Rey
con todas sus ganancias, sobre los cuales cedía sus derechos y acciones dándoles
poder para que en su nombre o en el suyo propio cobrasen de los deudores los
(80) A.H.P.A. Protocolo 1055 de Francisco Linares, “Transacción y concordia entre partes”, 11-1-1732, ff. 6r-
21v.El laudo en ff. 7v-13v. Los deudores de la compañía a quienes se refiere la sentencia eran Francisco Mari,
Juan Tausi, Carlos María Risso, Tomás Blanco, Juan Dufau, Benito Pavía, Marian Mancebón, Francisco Pérez,
Pedro Bueno, José Gozálbez, Pedro Brez, Lorenzo Schiafino, Pavía y sobrinos de Madrid y Pedro Juan Baig.
699
créditos consignados.
Sin embargo, los Boniceli aún eran acreedores de las 3.565 libras, 2 sueldos y
8 dineros cuyo pago debía afrontar el presbítero que, no disponiendo de ese
crecido alcance en dinero efectivo, les vendería a carta de gracia uno de los
inmuebles de su propiedad poseídos en la calle de los Espejos o del Postiguet,
tratándose de una casa que hacía esquina con el callejón de acceso a la calle
Escalera de Santa María, lindante con otras propiedades del vendedor, con el
almacén del Barón de Finestrat y, a sus espaldas, con la casa principal y
accesorias del Marqués del Bosch, la cual estaba arrendada a Alejandro de la
Motte, Mariscal de Campo y Corregidor de la ciudad, por el precio de 250 libras
anuales, además de las 70 libras que también le pagaba por el alquiler de un
almacén adyacente a la casa, la cual estaba gravada con un censo de 640 libras y
32 de anua pensión a favor de la administración fundada por Juan Bautista
Musiteli, debiendo pagarla los compradores desde el primer día del venidero
mes de marzo en adelante al igual que percibir los alquileres del inmueble; y
hasta ese día, lo uno y lo otro estarían a cargo del vendedor debido a haber
cobrado el presbítero la media añada en curso del arriendo de la casa, que
finalizaba a últimos del mes de febrero.
El precio de la venta se estipulaba por el total alcance del crédito; esto es, las
3.565 libras, 2 sueldos y 8 dineros con calidad de poderla recuperar
perpetuamente siempre y cuando el vendedor o los suyos reintegrasen dicha
cantidad a los Boniceli, devolución que podían realizar en tres veces y porciones
iguales valoradas cada una en un tercio del precio de venta, debiendo los
compradores al recibir una ó dos de dichas terceras partes abonar al presbítero y
los suyos la misma proporción del alquiler corriente de la casa, previa deducción
de la contribución del Cuartel de Invierno o del Equivalente, así como cargarles
en la misma medida los gastos que ocasionasen los reparos y conservación del
inmueble.
Ambas partes, finalmente, convenían que en el término de veintiún días el
vendedor debía aportar formal aprobación y consentimiento a esta venta del
negociante cartagenero Carlos María Risso, declarando que por razón de la
extinta compañía habida con el difunto Antonio, hermano y tío de los deudores
de cuya herencia provenía la citada casa entre otros bienes, no demandaría
prelación ni otro derecho sobre el inmueble en tiempo alguno, debiendo
desistirse y apartarse de cualquier acción, derecho y alcance que a su favor
tuviese por tal motivo sobre dicha casa y, en su defecto, ambas partes quedaban
libres sólo en cuanto a este contrato de compraventa. Pero esto último no
sucedería, porque el día 27 de ese mes el negociante genovés afincado en
Cartagena manifestaba formalmente, ante el notario de ella Enrique Madrid
Tacón, el estricto cumplimiento de todos y cada uno de los condicionantes
requeridos para la efectiva ejecución de esta compraventa (81).
(81) A.H.P.A. Protocolo 1055 de Francisco Linares, “Transacción y concordia entre partes”, 11-1-1732, ff. 6r-
21v. La venta condicional de la casa y la aceptación de los compradores en ff. 15r-19v, mientras la pública y for-
700
Este inmueble jamás retornaría al dominio del presbítero y sus herederos por
dos motivos. En primer lugar porque el vendedor y los suyos, carentes de la
necesaria liquidez como evidenciaban en 1730 (82), nunca reembolsarían el
precio de venta a estos compradores por lo que no tendría lugar la retroventa del
inmueble; más aún, y en segundo término, cuando una vez en poder de los
Boniceli era adjudicada a las hermanas Rosa y Teresa en la división y partición
de la herencia de su difunto padre, las cuales, con el consentimiento de sus
respectivos maridos, facultarían en noviembre de 1744 a su representante
alicantino, la compañía de los hermanos Fabiani y por ella a Juan Bautista
Fabiani, a practicar su venta condicional con el interesado comprador Juan
Bouligny que, en efecto, se produciría en julio de 1745 y desde entonces
convertida en el principal domicilio urbano de este linaje marsellés (83).
Al mes de liquidar con la referida venta el notable crédito de los Boniceli, el
presbítero y su hijo cancelarían jurídicamente las 2.826 libras que del caudal de
la finalizada compañía de comercio éste, al comenzar el mes de junio de 1729,
había prestado a cambio marítimo a la de sus primos Antonio y Juan Esteban,
cantidad componente principal de un mayor empréstito de 2.950 libras cuyo
reintegro había asumido su progenitor, que así lo había saldado con sus intereses
a los Boniceli al abonarles todo su antedicho crédito de 3.565 libras, 2 sueldos y
8 dineros (84).
Asumiendo Juan Bautista la negativa repercusión, significativa en cuanto a la
merma patrimonial, generada por las actividades comerciales de Francisco
Antonio unidas a su carencia de suficientes recursos monetarios en efectivo,
decidiría remediar en lo posible esta última situación negativa con la
enajenación de algunos alejados bienes, a cuyo fin facultaría en marzo de 1733
al genovés Lorenzo Schiafino, negociante establecido en Almería, para la venta
de la mitad de una casa suya propia comprada a Francisco Martínez mediante
escritura ante Miguel Antón Romero, situada en esa ciudad andaluza y colación
de la parroquia de San Pedro, siendo la otra mitad del inmueble propiedad de la
viuda Antonia Dehesa. Y, además, un almacén reedificado perteneciente al
presbítero por título de venta a su favor otorgado por Sebastián de Castro
Molina, estando ubicado a extramuros de aquella ciudad en las cercanías del
castillo de Roquetas que dista unas 4 leguas de Almería. Estando ambos bienes
libres de toda carga y gravamen, mandaba a su representante que la venta fuese
al contado por el precio que ajustase, cobrando sus productos con la promesa de
701
evicción y saneamiento de las mismas (85).
Sin embargo, un trienio después seguiría mostrando idéntica debilidad
crematística al tratar de satisfacer una deuda de su difunto hermano, ya que en
noviembre de 1736 Juan María Delfino, capitán de fragata de la Real Armada ,
exigía el crédito de 1.122 pesos, 1 sueldo y 5 dineros ordenado por el fallecido
Antonio del tiempo que tenía formada compañía de comercio con su sobrino
Juan Esteban; esto es, 1.026 pesos y 1 sueldo del valor de 656 modines y tres
octavos de sal entregadas al difunto negociante, más 96 pesos y 5 dineros de
cuenta corriente, cantidades demandadas por su representante Jerónimo
Maricone, según el poder concedido en septiembre ante el notario gaditano
Manuel Domínguez Leal, al presbítero como heredero de su hermano, el cual
con su doctor hijo en ambos derechos Antonio Joaquín ofrecían liquidar el
débito pagando 200 libras por todo ese año, y el resto en cinco iguales pagas
anuales comenzadas a abonar también antes de finalizar esa anualidad,
hipotecando a la seguridad del pago el mismo censo de 1.000 libras impuesto a
su favor por los consortes Antonio Colomina, asimismo doctor en ambos
derechos, abogado de los Reales Consejos y regidor perpetuo de la ciudad, y
Mariana Pérez, cargado en octubre de 1728 sobre la finca de la partida del
Conchell, término de Muchamiel, que había pertenecido al difunto negociante
(86).
Francisco Antonio, por su parte, continuaría sus operaciones comerciales
iniciadas antes de constituir compañía con el difunto Boniceli, como
testimoniaba el reparto del Equivalente de 1729 que expresaba las cantidades
inciertas repartidas en 1725 a diversas casas comerciales, entre las que figuraba
Pavía y compañía como adjudicataria de 228 libras, 8 sueldos y 3 dineros en
nombre de herederos del difunto Antonio, de las cuales abonarían 183 quedando
debiendo 45 libras, 8 sueldos y 3 dineros que les fueron repartidas por razón de
“tránsitos”, cantidad que quedaría en suspenso su cobranza en virtud de real
provisión del Consejo de Hacienda, en tanto no se resolviese el pleito pendiente
sobre ello en la Intendencia General de Valencia desde donde pasaría al propio
Consejo en grado de apelación, sin que en 1729 se tuviese constancia de haberse
cobrado (87). Igualmente, otra fuente de carácter fiscal permitiría conocer la
naturaleza y procedencia de los efectos importados por este negociante en 1728,
así como el destino de buena parte de ellos. Desde Génova y en tránsito hacia
Madrid, bajo la razón social de herederos de Pavía y Risso, entraría 6 arrobas de
agua de la reina de Hungría, 144 libras de aceite de jazmín, 200 libras de dulces,
36 libras de conservas de Rosa, 2 quesos parmesanos y 13 arrobas de pastas,
generando por ello unos escasos derechos aduaneros de 8.115 maravedíes de
vellón. Del mismo puerto ligur traería clavazón y balones de papel blanco,
géneros que en parte vendería en febrero y abril al mercader francés Pedro
(85) A.H.P.A. Protocolo 1055 de Francisco Linares, “Poder”, 19-3-1733, ff. 51r-52r.
(86) A.H.P.A. Protocolo 800 de Antonio García, “Obligación”, 12-11-1736, ff. 334r-336v.
(87) A.M.A. Arm. 7, Lib. 4, “Repartimiento del Equivalente. Año 1729”. Las otras casas comerciales afectadas
eran las también genovesas de Lavarelo y compañía, más la de Jerónimo Maricone.
702
Fuerte a quien también endosaría, en diciembre, 12 arrobas de pimienta de las
2.700 libras importadas desde el gaditano puerto de Santa María. Finalmente,
entre julio y septiembre, introducía por vía terrestre procedentes de Cartagena un
fardo con 24 piezas de lienzo marca la Rosa, otro fardo conteniendo 60 piezas
de genoviscos prensados y un tercer fardo con 50 piezas de indianas partidas,
que el contador de aduanas dataría erróneamente en 1729 valorándolas
globalmente en 780 libras y 18 sueldos, cantidad sobre la que debía cargarse el
15 % de impuesto arancelario (88).
Francisco Antonio no había tenido en sus relaciones comerciales de esos años
ninguna desavenencia conocida; pero a comienzos de 1734 arribaba a la bahía
lucentina el buque “La María” al mando del capitán inglés Juan Rowlinson,
cargado con diferentes géneros y mercancías embarcadas en Venecia a la
consignación de varias casas comerciales de la ciudad, entre ellas la compañía
del negociante. El capitán sería obligado a cumplir una preventiva cuarentena
mensual, pasada la cual era admitido a libre comercio motivando su pretensión
de cobrar los gastos de la cuarentena que importaban 42 pesos y 16 sueldos, los
del puerto y visita que ascendían a 22 pesos y medio, más los 30 días de estarías
que regulados por él a 10 pesos diarios hacían 300 pesos, sumando 364 pesos y
6 sueldos toda su pretensión, fundada en que los géneros conducidos eran los
causantes de la detención y gastos ocasionados debido a los defectos de los
certificados de sanidad, además de prevenir las pólizas lo suficiente para su
pretensión y practicar avería en dichos géneros. Ante la negativa de los
destinatarios negociantes, el marino facultaba a su compatriota Jorge Reveley –
componente de la compañía Merret, Hall y Reveley –, quien mantendría sobre
este asunto algunos encuentros con sus afectados colegas sin llegar a ningún
acuerdo; mas para evitar costas y detenciones convinieron en comprometer
dichas pretensiones nombrando jueces árbitros, designando al cónsul inglés
Samuel Tucar o Tucker por parte de Reveley y el capitán, y a Pedro Choly junto
con Diego Lespiault por los negociantes, para que a la mayor brevedad en
atención a la detención del navío analizasen las pretensiones, las decidiesen y
sentenciasen definitivamente para su inmediata ejecución sin más orden judicial;
y a la parte no obediente, además de no admitirla en juicio aun teniendo legítimo
derecho, incurriese en la pena de 500 pesos aplicados a la voluntad de la parte
obediente (89).
A esta contingencia se le añadiría otra de mayor calado acaecida un lustro más
tarde. En enero de 1739, Francisco Antonio había instado auto de prisión contra
(88) A.M.A. Arm. 7, Lib. 4, “Certificaciones de D. Vicente Bonavida, contador-interventor de las Rentas Reales
y Generales de Alicante sobre los Derechos de Diezmos… Año 1728” y “Certificado de José Galdó, fiel de
Rentas Generales de la Aduana de la Puerta de tierra de la ciudad de Alicante. Año 1728”. Ambas certificaciones
también incluyen los años 1729 y 1730 en los que no figura Francisco Antonio; y A.M.A. Arm.5, Lib. 81,
“Certificaciones del contador de Aduanas de los Derechos que causaron las mercaderías en diferentes años”.
(89) A.H.P.A. Protocolo 798 de Antonio García, “Compromiso entre partes”, 6-7-1734, ff. 348r-350v. Los
demás negociantes y casas implicadas eran Lorenzo Antoine, representando a su compañía Fernaud y Antoine;
Juan Bautista Fabiani en nombre de la suya; Francisco María Raggio por Lavarelo y compañía, más Pedro
Scipión Román.
703
el holandés Lorenzo Couzebant, capitán de la embarcación “La Gracia María”,
por el extravío y no entrega a Pavía y compañía de una caja de géneros
embarcada en Ámsterdam por Pedro Wolf destinada para el Marqués Scoti,
residente en la Corte al servicio de la familia real, y a la seguridad de la caja
había ofrecido el capitán fianza de arraigo durante el tiempo en que se
practicaban las diligencias convenientes para su hallazgo; pero siendo por ahora
impracticables, convenía en conceder al marino holandés un término de cuatro
meses para que en ellos entregase la caja a su compañía en Alicante, o en la de
Ámsterdam a su cargador; o, en su defecto, pagase en una u otra ciudad 1.619
florines y 16 placas del valor de los géneros contenidos en ella, según una
factura fechada el 21 de agosto de 1738 presentada por el demandante al capitán
en aquella ciudad holandesa y firmada por el cargador, afianzando su
cumplimiento en Alicante a satisfacción de Pavía y compañía a fin de dejar en
libertad al marino para la continuación de su viaje, todo lo cual ratificaba y
mandaba un auto del Alcalde mayor Juan Miguel Díez proveído el 22 de enero
de 1739. En consecuencia, el capitán pedía al comerciante Juan Almiñana que
fuese su fiador, accediendo éste a quien aquél saneaba con su obligación de
pagar el valor de la caja. Un mes después se encontraría la caja en la aduana de
Cartagena, siendo entregada al corresponsal de Pavía y compañía en dicha
ciudad murciana, dándose por entregada esta sociedad que, a cambio, daría por
libre al capitán de las obligaciones contraídas (90).
Quizás estas contingencias u otras ocultas razones influyesen en el cambio de
orientación comercial mantenido hasta entonces por Francisco Antonio,
mostrando un claro predominio de las entradas sobre las salidas de efectos; pero
lo cierto es que las certificaciones del contador de aduanas Antonio de Obregón,
referidas a los años finales de la década de los treinta, evidenciaban una
indiscutible supremacía de las exportaciones, manifestando que las
importaciones durante el trienio de 1737 a 1739 brillarían por su ausencia siendo
del todo nulos los aranceles satisfechos por este concepto, mientras que las
salidas producirían en el mismo tiempo unos globales derechos de 12.018
maravedíes, destacando la arancelaria partida de 5.890 maravedíes generados en
el último año trienal por los siguientes productos en tránsito hacia Madrid: 1
caja y 1 valote con diferente droguería, 18 docenas de bonetes de lana, 72 piezas
de genoviscos, 6 camisas de Holanda, 139 pares de medias para mujer y un par
de hombre, 300 millares de tachuelas de latón y 50 mazos de limas, 100
frasquitos de vino fondillón, 2 arrobas y 15 quesos y medio, 36 arrobas de
pastas, 4 quesos parmesanos, 6 arrobas de aceite, 24 botes de pistachos, 8
unidades de caviar, 160 botes y 338 unidades de dulces, 40 botes de salchichas,
17 barrilitos de anchoas y otros comestibles, 150 unidades de pasas de Corinto,
1 caja de vino de Champaña, 25 botes de azúcar rosado y 10 arrobas de azúcar,
varias cajitas de comestibles, 2 quintales de ciruelas, 5 cajitas con 181 botellas
(90) A.H.P.A. Protocolo 909 de Francisco Hernández, “Fianza” y “Libertad de sus respectivas obligaciones”, 23-
1-1739 y 16-2-1739, ff. 14r-15r y 32r-32v, respectivamente.
704
de vino, 2 arrobas de hongos secos, 1cajita de jarabe, 12 arañas de cristal, 12
cuadritos, 12 cornucopias, 4 capiteles para espejos, 28 cajas con cristales para
espejos y cornucopias, 62 balones con 1.845 resmas de papel común y 32
resmas de marca mayor, 2 cajas con 40 gruesas pipas, 1 cajita con 180 marcos
galones de plata y oro, 120 docenas de botones de plata y oro para casaca, 96
docenas de idéntica botonadura para chupas, 12 chupas bordadas de plata y oro,
56 puños de espadín de metal dorado, 288 sombreros entrefinos, 12 docenas de
navajas, 1 cuchillo de 4.000 tantos de latón, 100 docenas de collares de perlas
falsas, 1 envuelto con diferente ropa, 1 caja con 156 biricúes de seda, 1
peluquín, algunas cajitas de flores, 500 millares de tachuelas, 1 caja con 19
paletines, 2 pares de zapatos, 8 pañuelos, 2 excusalíes y, por último, 1 caja con
diferentes menudencias.
El año 1740 marcaría otra vez una nueva tendencia en el comercio de este
negociante, que se mostraría contradictorio en función de la fuente fiscal
informadora, ya que según el fiel administrador aduanero de la puerta de tierra,
Juan Francisco Echeverría, Francisco Antonio no produjo ningún derecho por
entradas y sólo 77 libras por salidas; mientras el citado contador, que recaudaba
por cuenta de Ambrosio María Andriani, testimoniaba en su resumen de ese año
que Pavía y compañía había causado un arancel de 20.981 maravedíes en
importaciones y 153 en exportaciones, cuya credibilidad aparece contrastada y
corroborada por los siguientes géneros y mercancías que en ese año pasarían por
Alicante con destino a diferentes lugares: a Madrid enviaba 1.975 libras de
dulces, 4 barriles con 16 arrobas de aceite; 50 libras de aceite de jazmín, árboles,
frutas verdes y otras menudencias, 1 barril con 2 quintales y medio de queso,
medio queso parmesano, 6 barrilitos de anchoas y atún, 10 cajas de vino y
comestibles; 6 canastas, 4 damasanas, 2 barrilitos y 60 botellas de vino, 1 cajita
de vino de Florencia, 3 cajitas de hongos y “suquesigul”, 2 cajitas de licores, 68
libras de azúcar rosado en 2 cajitas y 12 arrobas del común, 40 arrobas de
pastas, 121 libras de conservas, 3 quintales de jabón, 1 fardito con 3 quintales de
barba de ballena, 24 docenas de tafiletes, 75 libras de agrio de sidra, 1 barril y 1
cajita con alcachofas en aceite y hongos en salmuera, 7 balones con 224 resmas
de papel ordinario, 1 fardo con 12 arrobas de hierro, 5 cajas de cristales, 3 cajas
con 2 cristales y 4 cornucopias, 3 cajas con diferentes cristales; 6 cajas con
variados marcos para espejos, lunas para ellos y cornucopias, 44 pares de medias
de seda, 72 pares de filibusela para hombre, 288 varas de filibusela en 8 piezas,
7 millares de agujas de coser, 2 tablas de mármol para mesa y 1 cajita de flores
artificiales.
A Murcia remitía 1 caja con 20 botellas de vino, 2 cajas de tafiletes de Génova
y 5 canastas de tacones. A Salamanca mandaba 3 balones con 96 resmas de
papel ordinario; y a Valdemoro, 19 balones con 602 resmas de papel ordinario
más 2 arrobas de queso.
El bienio de 1741-42 mostraría la consolidación de la nueva orientación
comercial de Pavía y compañía, expresando las dos fuentes fiscales referidas un
neto predominio de las entradas sobre las salidas, pues el contador Obregón
705
testimoniaba en su resumen de 1741 que los aranceles causados por las
exportaciones alcanzaban el 61´8 % de los generados por las importaciones,
cuyos respectivos valores ascendían a los 47.210 y 76.370 maravedíes, notable
diferencia también plasmada en los productos remitidos ese año hacia
Guadalajara, Madrid y Murcia. A la ciudad manchega transitarían 2 balones con
64 resmas de papel común; mientras que destinados a la capital viajaban 12
hormas de hacer papel, 71 balones con 2.300 resmas de papel ordinario, 2
barrilitos de anchoas y otros 2 de alcaparras, 125 unidades de aceite de jazmín,
300 unidades de cascarilla, 1 bota y 4 cajitas con diferente droguería y
comestibles, 60 unidades de conserva, 50 unidades de confitura, 1 queso
parmesano, 1 barrilito de alcachofas, 4 arrobas de pastas, 2.075 unidades de
dulces en 10 cajas, 24 botellas de vino, 8 cajas de arañas de cristal, 1 piedra de
argila/arcilla, 3 cajas de cristales, 2 marcos dorados y diferentes cornucopias, 4
piezas de muebles del tamaño 68 y medio más 38 piezas de nobleza, 150
unidades de polvos para peluca, 1 caja de ferralla, 288 sombreros y 1 bala con
72 pares de medias abatanadas. Finalmente, destinadas a Murcia saldrían 36
docenas de tafiletes.
Esta preponderante función redistribuidora del comerciante la certificaba
Obregón en 1742, año para el que sólo existe la escueta información fiscal
ofrecida por el fiel de la puerta de tierra, Pedro Rodríguez Lucena, aseverando
que los derechos satisfechos en esa aduana por Pavía y compañía durante esa
anualidad ascendían a 998 libras en entradas y a 617 libras en salidas (91).
Superado este sexenio fiscal, la actividad comercial de Francisco Antonio se
ralentizaría en grado sumo hasta quedar prácticamente paralizada, ya que en el
siguiente período temporal de seis años sólo se le adjudicaría una entrada de
géneros procedentes de Venecia datada en 1748, en cuyo mes de junio pagaba a
Juan Bautista Fabiani, apoderado del vendedor negociante veneciano Juan de
Lasta, las 41 libras y 6 sueldos complementarias del total importe de una partida
de sartenes, para cuya cobranza el cónsul genovés había instado autos ejecutivos
contra su colega de las Dos Sicilias (92). Acaso el nombramiento y desempeño
del oficio consular motivase el fuerte declive comercial de este personaje, desde
el instante mismo de su designación practicada por el futuro monarca Carlos III.
Juan Esteban Pavía Restán – hasta ahora y en adelante Juan Esteban –, desde
su llegada a la ciudad fue acogido en la casa de su tío Antonio con quien
conviviría, colaborando en las actividades de la casa Pavía y Risso en su sede
alicantina. Por ello, finalizada esta sociedad al comenzar octubre de 1722 debido
a la pertinaz dolencia de su ascendiente pariente, éste le pediría que asumiese la
gestión de sus intereses profesionales naciendo así la compañía de Antonio y
Juan Esteban Pavía, tío y sobrino, de corta duración temporal comprendida entre
el primer día de octubre de 1722 y la primera quincena de abril de 1723. La
(91) A.M.A. Arm. 5, Lib. 81, “Certificaciones del contador de aduanas de los Derechos que causaron las
mercaderías en diferentes años”. Abarcan los seis años comprendidos entre 1737 y 1742, con una inicial
referencia al año 1729.
(92) A.H.P.A. Protocolo 1658 de Onofre Savater, “Carta de pago”, 17-6-1748, f. 69r-69v.
706
intachable conducta de Juan Esteban en sus cometidos de pretérito colaborador y
presente socio gestor de su doliente tío, le valdrían el afecto y reconocimiento de
éste expresados en su codicilo donde “en atención a los beneficios recibidos de
Juan Esteban, que tiene en su casa, el amor que le ha tenido y su honrado
proceder, mando se le paguen 400 libras de mis bienes y herencia para que
disponga de ellos a su voluntad”, como queda referido en páginas precedentes
(93).
Escasos días después del fallecimiento de su tío, el probo Juan Esteban
formaría una homónima compañía con su hermano Antonio, residente en
Génova, cuyas iniciales actuaciones no presagiaban un pacífico desarrollo
comercial por su colateral implicación en la defensa de los intereses de su
moribundo ascendiente, puesto que en marzo de 1723 José María Buonarrota,
negociante genovés de Lisboa, había remitido una carta orden a su compatriota
colega de Cádiz Juan Bautista Burone para su entrega a Jaime Pitaluga, capitán
del buque “Fénix y Nuestra Señora del Carmen”, y que el gaditano había
participado a Juan Esteban en previsión de que el navío atracase en Alicante. En
ella se mandaba al marino francés navegar con el cargamento de trigo siciliano
hasta Cádiz a la consignación de Burone, cuyo presentimiento se cumpliría
pasado un mes al recalar la embarcación en la bahía alicantina el 20 de abril, día
en el que Juan Esteban trataría de entregar al capitán la carta orden desde las 7
de la mañana hasta las 5 de la tarde, por medio de José Beltrand, vicecónsul
francés, y de Nicolás Bosch sin conseguirlo porque Pitaluga, que se hallaba en
una de las casillas de sanidad situada al extremo del muelle, se excusaba de
recibirla por no estar admitido a libre comercio, siendo preciso devolver dicho
papel a Juan Esteban quien, de inmediato para no perjudicar los derechos de
Buonarrota y de Burone, requería el cumplimiento de su contenido al marino y,
en su defecto, formalmente le protestaba. El protestado respondía requiriéndole
que él fuese el depositario del cargo de cereal, a lo que rehusaría. Pasados cuatro
días, Juan Esteban volvía a utilizar el mismo procedimiento jurídico ante la
noticia de que, a causa de la no navegabilidad del buque, su capitán pretendía
depositar el cargazón de trigo en poder de la compañía Sebastián y herederos de
Bartolomé Noly, requiriéndole a que de ser cierto el motivo lo depositase a
disposición del segundo consignatario, como era práctica de calidad entre
negociantes.
La pronta respuesta del capitán llegaba dos días más tarde manifestando que,
siendo justo el motivo y ante su rechazo de custodiar el grano, formalmente ante
Francisco Hernández lo había depositado en los Noly como corresponsales de
Canavaro y Berio, fletadores del navío, volviéndolo a cargar cuando su
embarcación estuviese hábil para navegar (94).
Superada la cuestión del cereal, proseguía con sus operaciones comerciales
centradas en la entrada de cristales, género cuya demanda había aumentado en
707
los ambientes madrileños. En julio de 1725 llegaban al puerto de la ciudad los
navíos “Sara y Juana” y “Catarina” mandados por sus respectivos capitanes
ingleses Walter MacDaniel y Juan Reylli, llevando a bordo 18 cajones de
cristales la primera embarcación y 3 cajones la segunda que, junto a otros
géneros, habían cargado respectivamente en Génova Juan Antonio Chiapara y
Jaime Brentano Monticheli, por cuenta y cargo respectivo de la viuda de
Francisco Cleresi y de Lorenzo Tarsi y hermanos, ambos de Madrid, para
consignar en Cartagena a Carlos María Risso; pero hallándose Juan Esteban con
carta orden de los fletadores, fechadas ambas el día 1 de junio, para recibir los
susodichos géneros y que trasladaría a los dos citados capitanes, quienes
opondrían el reparo de que en las pólizas de cargo iba incluida la carta de los
cargadores destinada al negociante cartagenero, aunque finalmente convenían en
efectuar la descarga y entrega a Juan Esteban, si éste se comprometía a pagar
todos los daños, costas, menoscabos y perjuicios que les pudiesen sobrevenir por
ejecutar lo contrario a dichas pólizas (95).
Estos y otros géneros estaban destinados a transitar hacia Madrid y, mientras
tanto, el negociante y su compañía eran sus depositarios, aunque en el reparto
del Equivalente de ese año serían computados como efectos de su propio
comercio, motivando una tributación de 228 libras, 8 sueldos y 3 dineros. Este
hecho, que también afectaría a las casas comerciales de Lavarelo y compañía,
más las de Jerónimo Maricone y de Agustín Ramírez en razón de las 18.000
libras de cacao entradas bajo el concepto de transito no justificado según la
Administración, motivaría que el negociante pagase sólo 183 libras quedando
pendiente por razón de tránsitos la restante asignación impositiva repartida, cuya
cobranza quedaría suspensa en virtud de una Real Provisión del Consejo de
Hacienda fechada el 26 de abril, resolviendo que “el Superintendente de
Valencia, dentro de 15 días perentorios, substanciase con apelaciones al Consejo
los autos que Agustín Ramírez tenía pendientes, y los que las dichas compañías
también seguían por el reparto del Equivalente”, añadiendo que hasta no
producirse la determinación del Consejo, el Superintendente no les molestase ni
exigiese cantidad alguna por dicha causa, dando la fianza prevenida en el citado
despacho (96), cuyo contenido no sería ejecutado por el nuevo Intendente
Clemente de Aguilar en el bienio de su mandato, acaso debido a sus
tempestuosas relaciones con la Audiencia y el Capitán General Príncipe de
Campoflorido, ya que el almacenero Martín García, fiador de la compañía de
Juan Esteban, expresaba en julio de 1727 que sus fiados seguían pleito ante el
Superintendente y, “en grado de apelación, recurso y agravio”, ante el Consejo
de Hacienda, sobre y en razón de que dicha casa de comercio y negocio no
(95) A.H.P.A. Protocolo 449 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 13-7-1725, ff. 244r-245v y 246r-
246v, respectivamente.
(96) A.H.P.A. Protocolo 791 de Antonio García, “Fianza a lo juzgado”, 4-8-1725, f. 263r-263v; y A.M.A. Arm.
7, Lib. 2, “Repartimiento del Equivalente. Año 1725”. El pleito Maricone-Ramírez está descrito en el capítulo
del presente trabajo dedicado al negociante genovés. El cupo de 23.000 libras asignado a la ciudad por el
Intendente General interino Juan Francisco de Vega, contador del Ejército, fue repartido por los caballeros José
Pascual de Bonanza y Antonio Francisco Martín.
708
debería ser molestada con apremios militares al pago del impuesto cargado por
los caballeros repartidores de la ciudad, que grava los derechos de los géneros
introducidos en ella por dicha compañía en transito, porque estos deberían estar
exentos de tal impuesto en Alicante, más aún habiendo ganado Real Cédula de
Su Majestad y Consejo de Hacienda ordenando suspender los apremios hasta
que por él se determinase el pleito, siempre que la citada compañía diese la
fianza a satisfacción del Alcalde mayor de estar a derecho y abonar aquello que
contra ella se juzgase y sentenciase. Este despacho, fechado el 7 de mayo de
1727, estaba dirigido al Superintendente que mandaba aplicarlo el día 4 del
siguiente mes y, una semana después, un auto del Alcalde mayor José Antonio
Reguero ordenaba su cumplimiento (97).
Esta nueva provisión del Consejo era motivada ante el recurso presentado por
la compañía contra la carga de 523 libras, 8 sueldos y 6 dineros que, Nicolás
Pascual del Pobil y Vicente Vergara Paravecino, le habían repartido el 21 de
junio de ese año del cupo de 28.571 libras asignadas a la ciudad por Clemente de
Aguilar en su carta orden de 29 de enero. Pasados dos años, la sociedad de los
hermanos Antonio y Juan Esteban no había satisfecho esta cuota, ni tampoco la
parte adeudada de 1725, hasta no resolverse el pleito que sobre este particular
pendía en grado de apelación ante el citado Consejo y, pese a catalogarlas de
cantidades inciertas, la administración municipal no las olvidaba recordando “no
consta que hasta ahora se hayan cobrado, ni menos se han considerado por
muertas” (98).
Mientras tanto, al contrario de lo que cabría suponer, el comercio de estos
hermanos genoveses mostraría casi un equilibrio en la doble faceta importadora
y exportadora, si bien con un ligero balance favorable a esta última, como
evidenciaban dos de los resúmenes de derechos causados en las entradas y
salidas de géneros, mercancías y frutos practicados por el contador-interventor
de la Aduana durante el trienio de 1728 a 1730, ya que en el inicial año del
período se adjudicaban a los Pavía Restán unos globales aranceles de 71.574
maravedíes por entradas frente a los 85.733 maravedíes por salidas, de los que
30.600 correspondían a fianzas y 49.013 a lanas, materia prima que junto a su
producto fabricado fueron objeto de comercio por esta sociedad desde 1726, en
cuyo mes de diciembre Juan Esteban, en nombre de Carlos María Risso y de los
madrileños Lorenzo Tarsi y hermanos, requería al capitán francés Esteban
Bartolomé Eyrier a que, cumpliendo la póliza firmada en Génova a mediados de
octubre, condujese el cargo de telas y lanas al puerto de Cartagena para la
consignación a sus propietarios, y en su defecto le protestaba. Notificado el
marino y exhibida la póliza, respondía que la causante de haber descargado las
telas y lanas había sido la falta del certificado de dichos géneros, además de
(97) A.H.P.A. Protocolo 360 de Pascual Bueno, “Fianza a lo juzgado y sentenciado”, 12-7-1727, ff. 295r-296v.
(98) A.M.A. Arm. 7, Lib. 2, “Repartimiento del Equivalente. Año 1727”; y Arm. 7, Lib. 4, “Repartimiento del
Equivalente. Año 1729. Cantidades inciertas en los años 1725 y 1727”. El punto 7 de la carta orden del
Intendente Aguilar especificaba que las Alcabalas y Cientos consistían en pagar el 14 % de todas las cosas y
géneros vendidos o permutados, menos el pan cocido; mientras los Millones y sus nuevos impuestos lo eran por
el consumo de los pueblos y sus términos en vino, aceite, vinagre y carne, excepto la de oveja.
709
beneficiar a los interesados en ellos por la orden real de no admitir géneros sin
certificado, quedando depositados en la Aduana a la orden de la compañía
Sebastián y herederos de Bartolomé Noly para consignarlos a sus dueños (99).
Lógicamente, Génova sería el principal y casi exclusivo puerto proveedor de
los productos importados con predominio de las manufacturas, además de
bastantes variados artículos de uso y decoración con escasos alimentos que, en
1728, pasaban por Alicante en transito hacia Madrid, pues a la capital del Reino
remitirían 20 varas de tafetán doble más otras tantas sencillas, 160 libras de hilo
de Saló, 32 pares de medias de cotanza, 144 sombreros ordinarios, una docena
de guantes, 6 corbatines con sus vueltas, 6 pañuelos blancos, 2 birretes de seda,
2 barriles de hongos, 2 cajas de vino de Florencia, 320 libras de aceite de
jazmín, 3 balones de clavazón, diferente quincalla de madera y figuras de piedra,
100 docenas de marquitos de madera, 176 espejos con marcos de madera
guarnecidos de latón, 20 cofrecitos de madera con sus frasquitos de cristal, 82
docenas de espejos pequeños, 24 gruesas estampas de papel, 228 espejitos de
faldriquera con sus manguitos de madera guarnecidos de latón, 76 gruesos
botones de estaño y chupas, 25 cajitas con colores para pintores, 186 docenas de
pipas de madera, 7 cuchilleras con sus cuchillos, 7 violines ordinarios, 120
bandejas grandes y pequeñas de hojalata, 20 cofrecitos y botes de hojalata, 37
cajitas con figuras de cera y piedra, 36 linternas con sus cristales, 9 docenas y
media de cepillos, 131 cuadritos de vitelas guarnecidos de latón, 12 flautas
dulces, 184 mapas de papel ordinario, 22 docenas de relicarios de vidrio
guarnecidos de latón, 4 docenas de juguetes de madera con sus carcasas, 22
campanillas de bronce, 9 almireces con sus marcos de bronce, 10 docenas de
palillos de lápiz, 4 docenas de cornucopias, 44 candeleritos de bronce, 5 docenas
y media de cajitas de latón para tabaco, 3 relojitos de arena guarnecidos de latón,
10 docenas de navajas, 10 docenas de tijeras ordinarias, 4 docenas de estuches
con su cuchillo y tenedor, 6 efigies de madera, 5 docenas de compases, 18
tinteros de metal, una plancha de metal, 3 libros de dibujos, 4 libras de lacre, 6
cajitas con figuras de alabastro, 12 libritos de memoria, 8 braseritos de latón, 8
cajas de concha y una embutida de nácar, 15 belloticas y 6 palilleros de plata
con peso de 7 marcos, 12 campanas de vidrio para luces, una caja con diferentes
flores artificiales, bastantes más de 596 cristales de distintos tamaños y medidas,
y una imagen de mármol. Desde el gaditano Puerto de Santa María entrarían 900
libras de pimienta (100).
En 1729 continuaría la misma tendencia comercial manifestada en el año
precedente, mostrando una mínima ventaja de las exportaciones cifradas en un
derecho aduanero de 27.773 maravedíes frente a los 20.349 maravedíes
arancelarios generados por las importaciones que, asimismo procedentes del
puerto de la capital ligur, transitarían hacia la Villa y Corte 3 manguitos y 2
(99) A.M.A. Arm. 7, Lib. 4, “Relación hecha por D. Vicente Bonavida…Año 1728”; y A.H.P.A. Protocolo 1573
de Vicente Rovira, “Protesta”, 9-12-1726, f. 253r-253v.
(100) A.M.A. Ibid., “Relación hecha por D. Vicente Bonavida…Año 1728. Derechos causados por de tránsitos
para diferentes partes”.
710
paletinas, 2 arrobas de pastas, resmas de papel blanco y de marquilla, 162
cristales para coche, 6 pares de medias de seda para hombre, un azafate de
cristal, un ramito de flores ordinarias, 6 pares de guantes, 142 birretes de seda
acolchados, y 24 medias piezas de cotanza (101).
Resulta paradójica la ausencia de esta compañía en la relación del referido
contador-interventor de Rentas relativa a 1730, cuando en ese año producía
722.000 maravedíes en derechos aduaneros derivados de los siguientes efectos
redistribuidos hacia la capital de España: 54 libras de azúcar rosado, 2 barriles
de anchoas, 2 quesos parmesanos, 50 libras de salchichones, 14 arrobas de
pastas, 160 resmas de papel blanco de Génova, un quintal de jabón, 320 libras
de hilo de Saló, 200 gruesos bolones de hilo, 1.632 jícaras y platillos, 800 libras
de aceite de jazmín, 6 arrobas de agua de olor, 3 arrobas de agua de la reina de
Hungría, 168 birretes de tafetán y otros 48 acolchados, 8 docenas de gorros de
tafetán acolchados, gorros de lienzo, 42 docenas de palillos de marfil, 4 docenas
de gafetes de hierro, 16 piezas de lienzo ordinario, 24 medias piezas de cotanza,
12 docenas de bandejitas acharoladas, una papelera acharolada, 10 espejitos, un
escritorio, una caja con juego de porcelana para mesa, 2.680 vidrios ebrios y
cristales de diferentes medidas fraccionarias (102).
El hermetismo mostrado por esta fuente fiscal sobre la naturaleza de los
géneros sacados en esos años sería en parte compensado por la serie del
Manifiesto del vino, al permitir conocer la breve, pero intensa, actividad vinícola
de Juan Esteban sintetizada en el siguiente cuadro:
FUENTE: A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Libs. 17 a 23. Elaboración propia.
(101) A.M.A. Arm. 7, Lib. 4, “Relación hecha por D. Vicente Bonavida…Año 1729. Derechos causados por de
tránsitos para diferentes partes”.
(102) A.M.A. Ibid., “Relación hecha por D. Vicente Bonavida…Año 1730. Derechos causados por de tránsitos
para diferentes partes”.
711
debieron destinarse a la exportación pudiendo por ello computarse en la
columna “mar/colar”, serían conseguidos mediante 50 compras de moderadas
partidas (103) efectuadas a propietarios y arrendatarios cosecheros, mostrando la
intensidad con que Juan Esteban iniciaba el comercio vinícola de exportación,
coadyuvante al ligero superávit arancelario de salidas sobre el de entradas. Sin
embargo, de manera drástica y sorprendente, dejarían de introducir en la ciudad
partidas de caldos a su consignación en 1729 y, seguramente, también en 1730,
pues aunque no hay constancia del Manifiesto de ese año, la antedicha fuente
fiscal no le asignaba ningún derecho aduanero generado en esa anualidad, sin
que alcancemos a vislumbrar la génesis de tal anómala circunstancia, salvo que
estuviese relacionada con alguna desventura familiar.
En cualquier caso, superada esta bienal interrupción de su actividad vinícola,
el negociante retomaría la misma en calidad de arrendatario cosechero durante
los cinco años siguientes, si bien sólo tenemos constancia de un cuatrienio
habida cuenta de la inexistencia del Manifiesto de 1733. Los restantes años del
período, agrupados de dos en dos, podrían conformar dos fases distintas en
función de la orientación comercial atorgada por el productor a sus tintos, puesto
que la cosechas obtenidas en 1731 y 1732 del arriendo de una finca en la partida
del Conchell, propiedad de la viuda de Gaspar Poveda, serían destinadas
mayormente a la venta directa a clientes; mientras la producción de 1734, la más
abundante del período alcanzada con el arrendamiento de una finca en la partida
de la Condomina, y la de 1735, la menos cuantiosa de las conseguidas en la
arrendada finca del Conchell, serían principalmente consumidas en la
exportación por vía marítima ante la creciente demanda exterior, particularmente
intensa en 1735 cuya corta añada no resultaría suficiente para abastecerla,
viéndose precisado a la compra de más de 2.200 cántaros para tal fin, a la que
también se uniría la demanda interior plasmada en los 600 cántaros vendidos en
la villa de Muchamiel (104).
Al igual que sucediera con la producción vinícola de su tío Juan Bautista y la
de sus herederos, tampoco en este caso aparece contabilizado como vino viejo
en el Manifiesto los tintos excedentes de las cosechas antecedentes, como puede
apreciarse en el cuadro, con lo que la “desaparición” de 867 cántaros durante el
lustro de cosechero arrendatario debemos atribuirla a la falta de rigor en la
visitas cursadas por el síndico de vinos que, acompañado por un notario y un
experto vinatero comisionados todos por la Junta, practicaban dos visuras en el
transcurso de la campaña: una en la primera quincena de octubre para conocer la
(103) Existe una cierta diferencia entre las 30 compras de 1727 y las 20 del siguiente año, pues las primeras
oscilarían entre un mínimo de 50 cántaros y un máximo de 650 obtenidos de su tío clérigo, siendo habituales las
partidas de 75 a 100 cántaros; mientras las comunes adquisiciones de 1728 estarían comprendidas entre los 100 y
los 200 cántaros, estando sus límites extremos situados en los 25 y 500 cántaros comprados con dos días de
diferencia en septiembre a José Gozálbez de Roque y al cura Andrés Sáez, respectivamente. A.M.A. Manifiesto
del vino. Arm. 17, Libs. 17 y 18.
(104) A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Libs. 19 a 23. El volumen de caldos embarcados por el negociante
en 1735 a través del puerto de la ciudad ascendería en torno a los 2.400 cántaros, cantidad integrada por los
reflejados en la columna “mar/colar” del cuadro, más la mayor parte de los tintos entrados para su casa.
712
producción obtenida, y otra en el mes de junio para constatar que las cantidades
del tinto remanente complementaban a las introducidas en la ciudad.
Finalizada la campaña de 1735-36, súbitamente cesa y desaparece todo
vestigio sobre esta actividad del negociante, del cual no tendremos ninguna
noticia comercial hasta 1739, año en el que el resumen del contador de aduanas
Antonio de Obregón certificaba que los derechos causados por Juan Esteban en
las salidas ascendían a 21.947 maravedíes, mientras que por entradas no había
generado ningún arancel, al igual que otros colegas (105). Más allá de esta
anualidad y dato se pierde cualquier huella sobre este comerciante, sin poder
precisar si ello obedece a su repentina muerte, o a su definitiva repatriación.
Entre los restantes numerosos componentes de las sagas de los Pavía
alicantinos sobresalía Nicolás Pavía Blasco, descendiente de la originaria rama
familiar de los Pavía Murta de quienes era bisnieto. Desde nuestra perspectiva,
su importancia no radica en la trayectoria de su personal vocación clerical,
llegando a ejercer el presbiterado en la iglesia parroquial de Santa María, donde
asumiría la función recaudatoria como colector y capsuero de ella durante el
quinquenio de 1729 a 1734, sino en su condición de cosechero propietario de
una finca situada en la partida de Fabraquer, término del lugar de San Juan, que
le proporcionaría un rendimiento medio anual de 2.217 cántaros que, además de
convertirle en un productor medio alto respecto a los grandes cosecheros de la
nobleza y patriciado urbano, le permitirían comportarse durante 22 años como
un comerciante más en controlar la producción y comercialización de sus vinos,
siendo estas las reflejadas en el siguiente cuadro:
(105) A.M.A. Arm. 5, Lib. 81, “Certificaciones del contador de Aduanas… Año 1739”. Los demás negociantes
con nulas importaciones en ese año fueron su primo Francisco Antonio, bajo el nombre de Pavía y compañía, y
el francés Pedro Choly.
713
1749/50 1.650 + 1.400 v. 450 2.000 600
1750/51 2.300 + 400 v. 350 975 1.375
1751/52 2.800 + 975 v. 475 2.900 400
1752/53 3.350 + 600 v. 275 2.775 900
1753/54 3.200 + 550 v. 1.500 2.250
1754/55 2.200 + 1.550 v. 2.200 1.550
1755/56 2.800 + 1.900 v. 4.350 350
Totales 48.775 8.950 400 24.669 14.756
FUENTE: A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Libs. 22 a 43. Elaboración propia.
(106) A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Libs. 29, 32 y 35, ff. 83r, 53v y 60v-61v, respectivamente.
714
destinarla al uso propio por suponer un diario consumo de casi 13 litros, salvo
que mosén Nicolás hubiese establecido tienda abierta en alguno de sus
inmuebles, extremo este no confirmado en la documentación manejada.
En cualquier caso, el grueso de la producción, que suponía el 50´5 % de la
misma, sería destinada a la más rentable venta directa a negociantes y
mercaderes principalmente, aunque en menor medida también tendrían por
destinatarios algunas poblaciones e instituciones eclesiásticas y de beneficencia.
El lugar de San Juan sería receptor de 425 cántaros en dos partidas, una de 225
en 1735 y otra de 200 en 1746, además de los 375 cántaros colados en dicha
población por José Rey en 1747, los 111 asignados en ese año a Mariano
Carreres para la fábrica de aguardiente, o los 25 cántaros llevados a la fábrica de
Jaime Sala en 1748. La villa de Elche recibiría 175 cántaros en 1743, año en el
que consignaba 25 cántaros a la iglesia de San Nicolás, la misma cantidad que
recibiría su palacio eclesiástico en 1754 y el doble la Casa de Misericordia, la
cual volvería a ser receptora de otros 50 cántaros en la última añada del
productor (107).
Finalmente, otro relevante componente familiar de los Pavía en el campo de la
vinicultura y su comercio sería Maximiano Pavía Rato, descendiente de la saga
Pavía Borsa que fueron sus abuelos, al igual que los de su esposa. La trayectoria
vinícola comercial de este cosechero mediano, con una producción anual media
de unos 969 cántaros, iniciada en 1737 continuaría más allá de la década de los
sesenta, excediendo el marco cronológico fijado para el presente trabajo, razón
por la que ha sido acotada al comenzar esa década al objeto de que el compendio
temporal fuese comparativamente similar al de los casos precedentes, y cuyo
resumen productivo y comercial aparece expresado en el siguiente cuadro:
(107) A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Libs. 23, 34, 35, 36, 31, 42 y 43, ff. 79r, 64v-65r, 60v-61v, 149v,
60v, 75r-75v y 91v-92r, respectivamente.
715
1752/53 875 600 275
1753/54 1.300 950 350
1754/55 900 + 100 v. 925 75
1755/56 900 800 100
1756/57 950 900 50
1757/58 1.450 975 475
1758/59 900 475 425
1759/60 500 500 0
1760/61 550 400 150
Totales 23.000 + 250 v. 100 0 18.954 4.196
FUENTE: A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Libs. 25 a 48. Elaboración propia.
En este productor persiste el desajuste, aún más acusado que en los casos
anteriores, entre el vino excedente de las añadas y el registrado como viejo,
resultando obvio al comparar los 4.196 cántaros sobrantes en el período
contemplado con los 250 de caldo añejo contabilizados en los mismos 24 años,
además de cometer un supuesto fraude e incumplimiento del privilegio que
gozaban los tintos de la ciudad desde 1510, al haber entrado en ella más de los
producidos en las cosechas de 1742 y 1745, aunque probablemente serían
compensados con los excedentes de los años inmediatos anteriores.
También pudiese extrañar que las cosechas de los cuatro primeros años,
descontado el año improductivo, fuesen superiores a las del siguiente lustro y
que ambos ciclos comenzasen albergando sendas partidas de vino viejo. El
motivo radica en que las cuatro primeras añadas serían obtenidas mediante el
arriendo anual de una finca en la partida de Boñany, de ahí los 50 cántaros de
caldo añejo y el año sin producción; mientras desde 1741 obtendría las cosechas
en su propia hacienda de la partida de Almajá. Convertido en cosechero
propietario y alcanzada la mayoría de edad, nombraría por su administrador a
Pedro Gimbeu a quien arrendaría su finca en el bienio de 1746-47, obteniendo la
mayor cosecha de todo el período con sus 2.900 cántaros, de los que 2.000
corresponderían al diezmo y los restantes a la producción del administrador.
Asimismo, en los dos siguientes años, daría la finca en arrendamiento a Lorenzo
Fabiani, únicas anualidades en las que este joven negociante aparece dedicado a
la vinicultura comercial (108), antes de trasladarse a Valencia.
Significativo resulta también que los tutores curadores de Maximiano, los
arrendatarios, ni el mismo cosechero destinasen un solo cántaro para embarcar
en el puerto local, salvo que por tales sean conceptuados el centenar de cántaros
introducidos para su casa en dos iguales partidas que, en esta ocasión, sí eran
susceptibles por su cantidad a ser destinadas al propio consumo, o quizás al
intento fracasado de establecer tienda. En cualquier caso, resulta evidente que el
81´5 % de la global producción sería destinada a la más segura y beneficiosa
venta directa a clientes negociantes, entre los que descuellan Samuel Tucar o
(108) A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Libs. 34, 35, 36 y 37, ff. 123v-124r, 68v y 86r, 122v y 107r-107v,
respectivamente.
716
Tucker, Juan Lyon o León, Pablo María Maltés, el cónsul de Holanda e incluso
el propio monarca a quien proveería de 900 cántaros, mediante dos respectivas
partidas de 500 y 400 cántaros introducidas en la ciudad a la real consignación
en los meses de agosto y septiembre de 1745 (109). También algunos lugares del
Campo de Alicante serían destinatarios de modestas partidas de tintos del
cosechero, como la consignada a la tienda de Villafranqueza en la campaña de
1752-53, y los 100 cántaros asignados para el consumo del lugar de San Juan en
julio de 1756 pertenecientes a la cosecha de 1755 (110).
LOS NEGOCIOS
(109) A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Lib. 33, f. 126r.
(110) A.M.A. Ibid. Arm. 17, Libs. 40 y 43, ff. 81v y 132r, respectivamente.
(111) A.H.P.A. Protocolo 1709 de Antonio Sureddo, “Poder para cobrar”, 22-7-1709 y 5-8-1709, ff. 11r-11v y
16r-16v, respectivamente.
(112) A.H.P.A. Protocolo 781 de Antonio García, “Obligación”, 18-3-1714, f. 98r-98v.
717
cobrar en especies los débitos de sus clientes si ello era factible. Así ocurría con
el pariente de su esposa Miguel Pérez, que en el ajuste de cuentas resultaba
alcanzado en 204 libras, ofreciendo satisfacerlas en dos iguales pagas anuales en
equivalentes cantidades de vino de las cosechas de 1714 y 1715 (113).
Sin embargo, en esos años, eran más frecuentes sus actividades en negocios
por representación, derivados del prestigio y confianza generados entre sus
compatriotas y colegas, como manifestaba el genovés Juan María Delfino,
capitán del buque “San Antonio de Padua”, que en julio de 1714 le autorizaba
para cobrar cualquier suma de sus deudores, con facultad de comparecer ante
jueces y tribunales si para ello fuese necesario usar de contienda de juicio.
Satisfecho quedaría el marino con las actuaciones del negociante porque,
pasados seis años y ejerciendo de capitán de mar y guerra, le otorgaría un nuevo
poder para idénticos fines (114).
Antes de finalizar 1714, Antonio, en nombre del asentista del papel sellado
Pedro Gonzalo, prometía pagar al administrador general de Aduanas y Rentas
Reales de la ciudad, Felipe Bolifón, los reales derechos del papel despachado en
la forma que resolviese el Consejo de Hacienda, y de aquel que no trajese
correspondencia abonaría los derechos ordinarios (115).
Alguna intervención mercantil del negociante vendría determinada por puro
filantropismo. Al comenzar febrero de 1715, su paisano colega Antonio Bocardo
seguía ejecución contra el común y particulares de la villa de Monóvar por
cuantía de 2.806 libras debidas de plazo vencido, la cual se había concretado en
algunos bienes de los deudores y, últimamente, estaba mandado mejorar en los
del monovarense Pablo Brotons que, por defecto de bienes, se mejoraba en su
persona encarcelada por falta de fianza de saneamiento, conviniendo el acreedor
con éste que le libraría de prisión bajo la fianza de Antonio de tener cárcel
segura en la ciudad y en ella se presentaría siempre que se le pidiese al fiador,
quien, en su defecto, pagaría la referida deuda más las costas. Antonio accedía a
la fianza y obligación requerida y, tres días más tarde, el acreedor acordaba con
el deudor que pagándole 100 libras de contado, más otras 300 en la venidera
fiesta de San Miguel conjuntamente con su fiador, levantaría la mano de la
mejora pretendiendo sólo de los demás deudores el débito restante. Recibidas las
100 libras, el acreedor le daba soltura de cárcel al tiempo que deudor y fiador
firmaban el compromiso de abonar las 300 libras en el día señalado (116).
La mayor parte de los negocios al fiado de Antonio serían practicados en
1716, circunscritos a lugares de la antigua Gobernación de Alicante. El vecino
de Muchamiel Vicente Poveda le adquiría en febrero mercancías valoradas en
150 libras, las que ofrecía liquidar en tres iguales pagas anuales abonadas en
718
Navidad de ese año y en la de los dos consecutivos siguientes. Este labrador,
pasados cuatro años, produciría por idéntico motivo otro crédito de 100 libras
pagaderas llanamente por todo septiembre de 1720, con más las costas de la
cobranza (117). Su convecino colega José Sellers ofrecía satisfacer en la fiesta
de San Juan el débito de 31 libras, generado de igual modo en el mes de marzo;
mientras el labrador Ginés Soler, de Benimagrell, que en noviembre quedaría
alcanzado por una deuda de 240 libras por la compra de géneros y mercancías,
prometía abonarla al negociante en una paga entregada en la Navidad del
siguiente año (118).
Acaso los efectos de la morosidad experimentada por el negociante fuesen el
principal factor causante de la cortedad de sus ventas a crédito, siendo buena
muestra de ello la transacción efectuada en octubre de 1716 con José Pastor hijo
y su fiador padre José Pastor de la Llosa, naturales de San Juan, quienes le
compraban mercancías apreciadas en 204 libras pagaderas entregando 100 libras
el último día de mayo de 1717, más las restantes 104 libras en la Nochevieja de
ese año. Sin embargo, la posible candidez del vendedor, no exigiendo ninguna
específica garantía sobre la seguridad del cobro, ocasionaría la falta del reintegro
durante el resto de sus días, siendo percibido el crédito por su sobrino Juan
Esteban pasada una década de efectuada la venta, como parte de las 400 libras
del legado codicilar de su difunto tío (119). A partir de esta operación crediticia,
el negociante sólo realizaría otras dos ventas al fiado muy espaciadas entre si
por más de un lustro, pues en marzo de 1717 había vendido al cortante Lorenzo
Galdó y a su consorte Josefa María Navarro un sardinal de pesquera formado
por 21 filamentos valorado en 147 libras, reintegrables en el plazo de 8 meses;
mientras el último negocio al fiado reconocido era practicado en diciembre de
1722 con el labrador Ginés Martínez, de Muchamiel, que le adquiría 3 cahíces
de cebada apreciados en 36 libras amortizables en la fiesta de San Juan del
siguiente año, deuda que tampoco llegaría a percibir Antonio en vida (120).
Mientras tanto, el genovés continuaría con sus actividades por representación
y, en tal sentido, sería apoderado en 1717 por el Marqués de Paterna José de
Federigui, caballero de la orden de Calatrava, Brigadier de los Ejércitos 24 de
Sevilla, Gobernador y Corregidor de Almería, para cobrar de la Tesorería
General de Valencia las cantidades debidas y que en adelante le debiesen de su
sueldo, a cuyo fin el negociante substituiría este poder en el mes de mayo a su
paisano colega Juan Bautista Causa, cónsul genovés en Valencia (121).
Llegado el verano de ese año, en el puerto local acontecía la confiscación
(117) A.H.P.A. Protocolo 442 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 12-2-1716, f. 37r-37v; y protocolo
1765 de ídem, “Obligación”, 22-4-20, f. 134r-134v.
(118) A.H.P.A. Ibid., “Obligación”, 30-3-1716 y 27-11-1716, ff. 118r-118v y 485r-485v, respectivamente.
(119) A.H.P.A. Ibid., “Obligación y fianza”, 28-10-1716, f. 435r-435v; y protocolo 450 de ídem, “Carta de
pago”, 23-3-1726, f. 110r-110v.
(120) A.H.P.A. Protocolo 443 de ídem, “Obligación”, 31-3-1717, ff. 124r-125v; y protocolo 446 de ídem,
“Obligación”, 3-12-1722, ff. 458r-459v. La palabra cortante usada en la jerga notarial de la época equivalía a la
de carnicero actual.
(121) A.H.P.A. Ibid., “Substitución de poder”, 2-5-1717, ff. 184r-185v.
719
ordenada por Rodrigo Cavallero de algunos buques de pabellón extranjero para
el Real Servicio, que no era otro diferente a la formación de la flota
expedicionaria que partiría desde Barcelona a la conquista de Cerdeña. En este
contexto, a mediados de agosto, el francés Pedro Francisco Cavalieri, capitán del
navío “La Concepción” de 350 toneladas de porte, armado con 16 cañones y 22
marineros de tripulación, apoderaba al negociante para que pudiese entregar a
sus dueños, o representantes legítimos, el cargazón de palo campeche, alpiste y
lana embarcados por diferentes negociantes de Cádiz y Málaga para conducir a
los puertos de Génova y Livorno; pero que, a causa de la confiscación de su
buque para el Real Servicio, las autoridades borbónicas de la ciudad le habían
precisado a su descarga y almacenamiento (122).
Era lo habitual que el acreedor intentase cobrar su crédito del deudor o que,
con bastante asiduidad, fuese utilizado en cesión como mecanismo de
liquidación crediticia; pero era bastante inusual la práctica de un negocio basado
en la compra venta de derechos sobre deudas, siendo una práctica rara en su
constatación documental. En julio de 1718, Antonio compraba del doctor en
ambos derechos Juan Bautista Hervás los derechos litigiosos poseídos, en virtud
de perpetua escritura de enajenación otorgada una semana antes por el
negociante Eduardo Bleck ante el notario Francisco Hernández, contra la
persona y bienes de Juan Bautista Abril para demandárselos hasta en la cantidad
de 3.331 libras y 4 sueldos contenidos en dos vales firmados de su puño y letra.
El precio del trato era tasado en 2.800 libras, pagadas de contado en especie de
oro y plata, pudiendo así el comprador proseguir el pleito y ejecutar los bienes
del citado deudor. Sin embargo, pasadas dos semanas, el negociante vendería
estos derechos litigiosos a su primer poseedor, componente y representante de la
compañía inglesa Bleck, Tucker y Bleck, por las mismas 2.800 libras que le
habían costado (123).
Finalmente, un año más tarde, el genovés, en nombre de su compañía,
substituía en el galo Francisco Loza el poder habiente de Carlos Felipe Spínola
Colona, Marqués de los Balvases, residente en Madrid, como representante del
Excmo. Domingo María de Mari, y para mayor seguridad de dicho señor 1.000
escudos contenidos en una letra de cambio fechada el 3 de febrero contra Juan
Jacobo y Lorenzo Viviani, pagadera a su orden en la feria de marzo de Medina
del Campo, librada sobre Juan Tomás Queri y todavía no abonada. Instantes
después, también substituiría en su citado colega el poder recibido del madrileño
(122) A.H.P.A. Protocolo 784 de Antonio García, “Carta de pago” y “Poder”, 16-8-1717, ff. 183r-184v y 185r-
185v, respectivamente. La requisa de la embarcación fue ordenada por el Corregidor Chaves Osorio cumpliendo
el mandato del Intendente Rodrigo Cavallero Llanes. Justipreciado el navío, aparejos, armas y pertrechos en
7.000 pesos, el capitán era conminado a la aceptación del contrato de fletamento por tiempo de un cuatrimestre
al precio mensual de 1.050 pesos, más 105 pesos de capa por una sola vez, líquidos unos y otros y sin descuento
por razón de inválidos, con calidad de pagarle por adelantado 2.345 pesos; esto es, 2.100 por los dos primeros
meses de alquiler del buque, 105 pesos por la capa y 140 pesos por los gastos de descarga y almacenaje de su
cargo, cantidad recibida del citado Intendente por manos de Bernardo Bertholón, tesorero de guerra en Alicante.
(123) A.H.P.A. Protocolo 1764 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Venta real de derechos”, 22-7-1718 y 3-8-1718,
ff. 230r-234r y 244r-247r, respectivamente. Bleck vendía estos derechos al doctor Hervás el 15 de julio.
720
Carlos Francisco Rosi. No parece que, en los siguientes cuatro meses, las
diligencias del sustituto resolviesen los fines de ambos poderes, provocando la
revocación de estas substituciones y practicando otra nueva en la persona de
Victoriano Barberá, notario y procurador de la Real Audiencia, quien once
meses después tampoco había logrado conseguir los objetivos de los
apoderamientos del Marqués y de Rosi, lo que llevaría al negociante a practicar
una tercera substitución de ambos poderes en el procurador alicantino Juan
Bautista Matarredona (124).
Cansado y afectado por los síntomas de su prolongada grave dolencia, Antonio
dejaba todas estas cuestiones en manos de su sobrino Juan Esteban al que, en
julio de 1721, le concedía amplios poderes para cobranzas y pleitos (125).
Frente a sus escasos negocios al fiado, Antonio mostraría una notable
actividad con las letras de cambio, manifestada a través de 27 cartas
concentradas en los últimos siete años de su vida, que posibilitan vislumbrar el
entramado de sus relaciones mercantiles con sus compañeros de profesión. En
general, su participación en estos instrumentos crediticios sería mayormente el
de último tomador, portador y presentador de la letra, siendo más escasamente el
librado y el librador en un par de ocasiones.
La práctica de este tipo de actividades comenzaría poco después de su retorno
murciano, pues a mitad de septiembre de 1710 presentaba a Juan Bautista Felipe
Maricone para su aceptación una letra de 97 doblones y medio, librada en
Génova por Juan Lucas Masnata en abril y a la orden del capitán Pablo Luigetti,
que la endosaba a Ángel Pavía quien la traspasaría a Antonio. El librado no la
aceptaría aduciendo no poseer efectos ni dinero alguno de su librador,
motivando la pertinente protesta jurídica del portador (126). Esta sería la
primera de las relaciones de esta modalidad que nuestro hombre de negocios
tendría con sus paisanos colegas los hermanos Maricone, sobre todo a raíz del
embargo en 1718 de su casa de comercio y compañía de negocios, la prohibición
de sus actividades y el encarcelamiento de Jerónimo Maricone, todo ello
causado por la acusación de negocio ilícito con los enemigos de Gibraltar (127).
No obstante, antes de ese fatídico año, mostraba a Jerónimo Maricone, en su
calidad de gerente administrador de la fraternal sociedad, una letra con 120
escudos de oro que el librado rechazaría por las razones que escribiría a su
tirador. Un año más tarde, llegaba a poder de Antonio, después de media docena
de endosos, otra letra de la misma procedencia sacada en mayo de 1718 contra
los hermanos genoveses y conteniendo 208 “soldi” o “solidus” de 32 reales de
plata cada uno que, en ausencia de los hermanos, fue presentada a Antonio
(124) A.H.P.A. Protocolo 444 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Substitución de poder”, 28-8-1719 y 7-12-1719,
ff. 365r-366v, 367r-368v, 491r-492r y 493r-494v, respectivamente; y protocolo 1765 de ídem, “Substitución de
poder”, 1-11-1720, ff. 292r-293v y 294r-295v, respectivamente.
(125) A.H.P.A. Protocolo 264 de José Boix, “Poder para cobrar y pleitos”, 19-7-1721, ff. 49r-50v.
(126) A.H.P.A. Protocolo 778 de Antonio García, “Protesta de no aceptación”, 15-9-1710, f. 211r-211v. El valor
de la letra aparece expresado con la voz italiana “doppies” que significa doble, e interpretado por doblones.
(127) Para más amplia información sobre este asunto, ver el contenido referido a la nota 10 y el apartado
mercantil del capítulo dedicado a los Maricone en este trabajo.
721
María Castely, uno de los encargados de la casa y negocios de éstos junto con
Francisco María Botaro, quien respondía no aceptarla ni pagarla por hallarse sin
efectos de los librados, por el embargo del Corregidor Chaves Osorio de orden
de Su Majestad y suspendida su administración. Idéntica negativa respuesta del
mismo colaborador recibiría al presentarle otra letra girada dicho mes y año en
la capital ligur, valorada en 1.100 pesos pagaderos a 60 días vista.
La última relación de este tipo con los Maricone ocurría en abril de 1722 con
ocasión de repudiar Jerónimo una letra livornesa de 492 pesos y 17 sueldos
portada por Antonio, en base a las razones escritas a su librador, además de
faltarle la orden de su hermano reintegrado a Génova (128).
Por otra parte, a comienzos de 1716 el mencionado Corregidor de la ciudad,
que había sido destinado a Sicilia en donde sería ascendido a Mariscal de
Campo, le entregaba una letra abierta; esto es, una carta orden de crédito y orden
fechada dos meses antes en Palermo mediante la cual debía pagar al militar 40
doblones, 30 reales y 4 maravedíes, equivalentes a 145 escudos sicilianos, por
orden y mandato de Diego Merino de Rojas que se los debía por su sueldo de
octubre de 1713. Pasados diez meses de este hecho, Antonio, en nombre de su
compañía, libraría por única vez en Alicante una letra de 307 libras y 14 sueldos
contra el genovés Ángel Risso y a la orden de Francisco María Lusoro como
procurador de Juan Bautista Gionola, heredero de su hermano ingeniero Juan
Gionola, por saldo de la cuenta con el fallecido ingeniero, siendo entregada la
letra a Marcos Solerio, nuevo procurador genovés de Gionola en sustitución de
Lusoro. Antes de finalizar ese año, requería al cónsul inglés Nicolás Herne a que
aceptase pagar a su tiempo una letra tirada en Londres por Jonatan Gurnell
valorada en 328 pesos, 17 sueldos y 6 dineros, que el representante anglosajón
en Alicante rehusaría por no conocer a su librador ni deberle cantidad alguna,
aunque reconocía adeudar la misma cantidad a Tomás Tyrer, uno de sus
endosatarios, a quien estaba presto para pagarle (129).
Asimismo, tampoco el doctor en derecho Honorato Gozálbez aceptaría, a
mediados de agosto de 1717, una letra de 50 doblones sacada un mes antes
contra él en Génova, fundando su negativa “en las razones que avisaba al dador
de ella”. Una similar adversa respuesta obtendría dos meses después del francés
Claudio Brunet, ante su requerimiento para la aceptación y pago de 50
“pistolles” de 10 escudos de oro cada una contenidas en una letra girada en
Madrid; pues, ante la ausencia del librado de la ciudad, su casa y negocios
quedaban a cargo de su paisano colega Pedro Arnoux, quien respondería no
tener orden del ausente para aceptarla ni pagarla (130).
(128) A.H.P.A. Protocolo 443 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Protesta”, 7-7-1717, ff. 254r-255r; protocolo 1764
de ídem, “Protesta de no pagamiento”, 18-7-1718 y 31-7-1718, ff. 228r-229r y 241r-242v, respectivamente; y
protocolo 446 de ídem, “Protesta de no aceptación”, 19-4-1722, f. 144r-144v. En este contexto, los “soldi” se
contabilizan como doblones, que también equivalían a 32 reales castellanos de plata vieja o antigua.
(129) A.H.P.A. Protocolo 442 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Carta de pago”, “Recibo de letra de cambio” y
“Protesta de no aceptación”, 26-1-1716, 7-10-1716 y 15-11-1716, ff. 10r-11r, 420r-420v y 467r-468v,
respectivamente.
(130) A.H.P.A. Protocolo 443 de ídem, “Protesta”, 15-8-1717 y 25-10-1717, ff. 282r-282v y 493r-494r, respec--
722
En agosto de 1718 portaba tres letras de las que dos, sacadas un mes antes en
Londres por Rafael Méndez Dacosta y apreciadas en 300 y 1.000 pesos, serían
exhibidas al inglés Salomón Merret que las rehusaría por no poseer suficientes
efectos de su librador; pero, siendo posible recibirlos antes de su mensual
vencimiento, ofrecía pagarlas a su tiempo. Por su parte, la tercera letra, tirada en
Murcia a diez días vista por Lorenzo San Pedro a la orden de Pavía y Risso por
su valor en cuenta, tenía por librado a Bartolomé Francisco Martín que
rechazaba su contenido de 22.000 reales de vellón por las razones que escribiría
a su tirador, las mismas que motivarían no pagarla a su vencimiento. Pasados
dos meses y representando a su compañía, Antonio volvía a tomar otra letra
londinense valorada en 1.250 pesos y librada por el citado Méndez a la orden de
Diego y Francisco de Ray, quienes la traspasarían a la sociedad del negociante
contra la empresa inglesa de Merret y Hall. A la presentación de la carta,
Ezequiel Hall, responsable de la compañía en ausencia de su socio, respondía
rechazando su aceptación por las causas que comunicaría a su dador, induciendo
al portador a formalizar la preceptiva protesta (131).
En el último trimestre de 1719, el negociante retomaría esta actividad
crediticia con sus compatriotas colegas requiriendo, en los primeros días de
octubre, a Juan Domingo Grassi la aceptación de una letra genovesa de 75
doppies tirada a veintiún días vista. El librado argumentaba su recusación
expresando no tener aviso de su dador, al que le había remitido una cantidad a
cuenta, ofreciendo pagar los restantes 120 pesos adeudados, razones que
pretextaría para su impago a la caída del plazo. Antes de acabar ese mes, la
sociedad de Antonio libraba en Cartagena una letra a su orden por 100 doblones
contra Julio Antonio Chereguini, cónsul genovés en dicha ciudad, que no la
aceptaría por no tener noticia ni contraorden de su librador. Malos tiempos
corrían para el cónsul, que acuciado por las deudas terminarían llevándole a la
bancarrota diez meses después, inoportuno momento en el que Antonio le
requería aceptase pagar a ocho días vista una letra genovesa de 65 doblones,
girada contra el cónsul por Juan Antonio Vacaro y a la orden de Domingo
Francisco Cambiaso por el valor recibido, endosándola éste a la empresa de
Antonio por el valor en cuenta. Personado el requeridor notario en la casa del
librado no fue hallado en ella, aclarando Pablo Rimbau, interventor de la Renta
del Tabaco y asistente en dicha casa, que se encontraba refugiado en el convento
de San Francisco de Asís, a la par que repulsaba la carta por las razones escritas
a su dador, las que también usaría para su impago (132).
En noviembre de ese año y simbolizando a su compañía, formulaba protesta
jurídica contra la de sus paisanos compañeros de profesión Antonio y Esteban
tivamente.
(131) A.H.P.A. Protocolo 1764 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Protesta de no aceptación” y “Protesta de no
pagamiento”, 8-8-1718, 19-8-1718, 30-8-1718 y 31-10-1718, ff. 248r-249r, 313r-313v, 321r-321v y 352r-352v,
respectivamente.
(132) A.H.P.A. Protocolo 444 de ídem, “Protesta”, 2-10-1719 y 23-10-1719, ff. 414r-414v, 438r-438v y 437r-
437v, respectivamente; protocolo 445 de ídem, “Requerimiento”, 26-8-1720, f. 316r-316v; y protocolo 786 de
Antonio García, “Protesta de letra”, 2-9-1720, f. 301r-301v.
723
Bocardo por entender que rehusaban una letra, tirada dos meses antes en Génova
por valor de 1.500 pesos, porque a pesar de aceptarla pagar Antonio el día 14 de
octubre, se estaba demorando en exceso. Pasados once meses, presentaba contra
los mismos dos letras conteniendo 1.367 pesos con 11 sueldos y 575 pesos
pagaderos a ocho días vista, giradas a la vez por Ángel María Coney a la orden
de José Ferrari y endosada por éste a favor de Pavía y Risso. Recibida la de
mayor cuantía por Esteban, expresaba su denegación a admitirla por las razones
que escribiría al dador, las cuales también servirían para no pagarla. La letra de
inferior valor sería mostrada a Antonio Bocardo, que la aceptaba pagar en
Alicante al establecido plazo del 21 de septiembre de 1720; pero casi cuarenta
días más tarde no se había satisfecho, motivando la protesta jurídica del portador
(133).
En una sola ocasión, la compañía del negociante actuaría como librado. Tal
circunstancia acontecía en los primeros meses de 1721, cuando en enero el
gaditano Damián Tamat giraba una letra de 451 pesos, 17 sueldos y 2 dineros a
ocho días vista, a la orden de la casa genovesa de Sebastián y Herederos de
Bartolomé Noly por el valor en cuenta, la cual requería al librado negociante su
aceptación, replicando este que aceptaba pagar a su tiempo 173 libras, 18
sueldos y 4 dineros, mientras la restante cantidad la cedía contra Esteban
Bocardo en un vale recibido con el importe de la pimienta que le fue vendida de
cuenta del librador, de cuyo producto resultaba la letra sacada. Pero, paradojas
del destino, quince meses después a modo de réplica se invertían los papeles con
una letra de 400 doblones, tirada por el mismo librador a la orden de Pavía y
Risso y contra la antedicha de los Noly, que aceptarían pagarla a su plazo sólo
hasta en cantidad de 659 libras, 16 sueldos y 4 dineros por ser los poseídos como
propios de Tamat (134). Todavía en el mes de agosto sería portador de una letra
de 1.000 doblones endosada por el madrileño Antonio Treisani, a cuya orden
había librado el malacitano Nicolás Nolvay por el valor recibido y contra la
sociedad de Bernardo Peyralón y Pedro Lafora, que se hallaba próxima a su
disolución, para pagarla en Madrid a voluntad del tomador. Presentada a
Bernardo, la rechazaría aduciendo motivos que comunicaría al dador de Málaga.
Por otra parte, Pedro confirmaría meses más tarde la finalización de esta
compañía francesa, al rehusar otro instrumento crediticio presentado contra ella
por el mismo tenedor, manifestando que no iba dirigido a él ni tenía compañía
alguna con Bernardo (135).
En enero de 1722, la empresa del negociante sería último tomador y tenedor
de una letra de 30 doppies librada en Roma y endosada por Domingo Fini, que
Antonio protestaría formalmente contra su propia compañía al rechazarla por
(133) A.H.P.A. Protocolo 444 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Protesta de no aceptación”, 5-11-1719, f. 453r-
453v; y protocolo 1765 de ídem, “Protesta de no aceptación” y “Protesta de no pagamiento”, 21-10-1720, 30-10-
1720 y 28-10-1720, ff. 282r-282v, 288r-288v y 285r-285v, respectivamente.
(134) A.H.P.A. Protocolo 787 de Antonio García, “Protesta de letras”, 17-2-1721, f. 88r-88v; y protocolo 446 de
Vicente Cerdá y Sevillano, “Protesta de no aceptación”, 4-5-1722, f. 161r-161v.
(135) A.H.P.A. Protocolo 354 de Pascual Bueno, “Protesta”, 4-8-1721, f. 275r-275v; y protocolo 446 de Vicente
Cerdá y Sevillano, “Protesta de no aceptación”, 9-3-1722, f. 86r-86v.
724
falta de aviso y no tener efectos de su librador, además de por otras razones
escritas a su endosante (136).
En el transcurso de ese año, último en la vida del negociante, se producía una
situación parecida a la acontecida con los Noly; pero en esta ocasión lo sería con
Andrés Gasen, cuñado y representante de Jerónimo Maricone, quien en mayo le
presentaba dos letras de 1.500 y 600 doblones pagaderos a ocho días vista,
sacadas en Madrid por Antonio Pando contra el negociante y a la orden de
Rodulfo Firidolfi por el valor recibido, quien las endosaría a Maricone por el
valor en cuenta. Requerido Antonio a sus pagamientos, las rehusaría por falta de
aviso de su librador. Por el contrario, un mes más tarde era el negociante el
tenedor, portador y presentador de otra letra madrileña valorada en 250
doblones pagaderos al antedicho plazo, librada a su orden por Firidolfi y
compañía contra Gasen, quien tampoco la aceptaba ni pagaba por no disponer de
fondos del dador, al que se le había remitido en letra esa cantidad en el pasado
correo (137).
Las dos finales participaciones del negociante en esta modalidad crediticia las
practicaría en fechas cercanas a su muerte, siendo librado en una y tenedor en la
otra. En la primera semana de 1723, Gaspar Salicofre tiraba en Marsella una
letra a quince días vista, valorada en 350 doppies contra Pavía y Risso y a la
orden de Pavía y Maracci que la endosaban a la de Rubini y Andriani por el
valor recibido, los cuales la traspasaban a Clara María de Negri cuyo esposo
Pedro Geraers la presentaba a Antonio, quien la rechazaría por las razones que
escribiría a sus dadores. Pasados treinta días, era el negociante quien exhibía a
Pedro Cresafida una letra abierta tirada en Livorno por Carlos Facio y Domingo
Fini, endosada antes al genovés Juan María Facio por el valor en cuenta y a la
compañía madrileña de Juan Bautista Laghi. El librado cónsul veneciano en
Alicante no la aceptaría ni pagaría por no poseer dinero u otros efectos de los
libradores de la carta orden, y por las demás razones que tenía presentes para
repugnar y comunicar epistolarmente a Facio y Fini (138).
Las pocas operaciones especulativas practicadas por Antonio se centrarían en
la compra de un par de censos realizada en el final lustro de su actividad
profesional. En noviembre de 1718, Gaspar Poveda le vendía por 100 libras
otros tantos sueldos de rédito anual pagaderos cada mes de abril, impuestos a su
favor por el carretero Manuel Pull del precio de venta de una casa propia
derruida e inhabitable, poseída en la calle situada a la subida de la puerta de la
Reina en el arrabal de San Antón. Nueve meses después, Gabriel Paravecino
sería quien, como heredero de su madre Ana María Domínguez, le hacía venta
real por 228 libras de 228 sueldos de anua pensión, parte de los 650 redituables
del censo de 650 libras impuesto a su favor por el confitero Juan Francisco
(136) A.H.P.A. Protocolo 895 de Francisco Hernández, “Requerimiento y protesto”, 25-5-1722, f. 137r-137v.
(137) A.H.P.A. Protocolo 446 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Protesta de no aceptación” y “Protesta de no
pagamiento”, 8-6-1722 y 15-6-1722, ff. 232r-232v y 236r-236v, respectivamente.
(138) A.H.P.A. Protocolo 447 de ídem, “Protesta de no aceptación” y “Protesta de no pagamiento”, 1-2-1723 y
22-2-1723, ff. 61r-61v y 76r-76v, respectivamente.
725
Ximenez, en pago de igual suma debida del precio de un solar y casa derruida
por las “invasiones de la guerra padecida en 1691” adquirida por el artesano,
cargada con un censo de 150 libras y rédito 150 sueldos pagados cada diciembre
a la iglesia de Santa María, según escritura de marzo de 1694 ante el ya difunto
notario Cipriano Campos, con el derecho de cobrarlos al confitero cada mes de
marzo desde 1720 (139).
Más cortos todavía fueron los negocios efectuados por su hermano y heredero
Juan Bautista, al que estrictamente se le reconoce un único ajuste y saldo de
cuentas, por el que el labrador de Muchamiel Vicente Poveda resultaba deudor
en 83 libras y 15 sueldos, satisfechos a mediados de diciembre de 1726 (140).
Sin embargo, algo más podemos atisbar de sus escasas relaciones mercantiles a
través de los poderes jurídicos concedidos a personas de su confianza.
En 1725 ejercía de síndico apostólico del real convento franciscano de Nuestra
Señora de Gracia, según escritura de sindicado otorgada por el Maestro
provincial de Mallorca y Cataluña Pedro Polo, y como tal facultaba al madrileño
fraile sacerdote Salvador Ximeno para la cobranza de 4.000 pesos en sal de las
salinas de La Mata u otras que, en nombre del monarca, debiesen pagar
cualquier persona a dicha comunidad religiosa; y si acerca de ello fuese
necesario, parezca en juicio ante el rey o sus reales Consejos (141). Pasados más
de dos años, autorizaba al oriolano José Martínez Maza para el cobro de
cualquier cantidad de dinero y otros efectos, así debidos por vecinos de la ciudad
como por los de su Huerta y Campo, compareciendo ante los tribunales
seculares y eclesiásticos de la ciudad si fuese necesario. También el mismo día,
designaría por representante para todos sus pleitos y causas civiles, criminales y
ejecutivas en curso o por comenzar al procurador Vicente Vidre (142).
La alternancia de apoderamientos descritos continuaría en la década de los
treinta, concediéndolo en 1731 a su hijo abogado Antonio Joaquín, residenciado
en Valencia hasta obtener el doctorado, para la cobranza en dinero y/o efectos de
cualquier cantidad de la tesorería de la Intendencia General o de cualquier
particular; y, pasados otros dos años, facultaría para todos sus litigios y causas
comenzadas o por empezar, siendo actor o reo, a Ignacio Cazorla (143).
Tampoco la documentación manifiesta profusión en los negocios al fiado de su
hijo Francisco Antonio, acaso por su preferencia a la faceta comercial sobre la
mercantil. Con todo y con eso, en septiembre de 1730 vendía al galerero
Mariano Mancebón géneros y mercancías apreciadas en 102 libras, pagaderas
por entero el último día de ese año. Este sería el único trato reconocido al hijo
del presbítero en todos los años treinta; pero, lógicamente, debió practicar
(139) A.H.P.A. Protocolo 1764 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Venta real de censo”, 6-11-1718, ff. 364r-366v;
y protocolo 444 de ídem, “Venta real de censo”, 12-8-1719, ff. 341r-344v.
(140) A.H.P.A. Protocolo 1573 de Vicente Rovira, “Carta de pago”, 16-12-1726, f. 258r-258v.
(141) A.H.P.A. Protocolo 358 de Pascual Bueno, “Poder para cobrar”, 11-3-1725, ff. 81r-82v.
(142) A.H.P.A. Protocolo 1574 de Vicente Rovira, “Poder para cobrar” y “Poder para pleitos”, 1-8-1727, ff.
121r-121v y 122r-122v, respectivamente.
(143) A.H.P.A. Protocolo 1578 de ídem, “Poder para cobrar”, 12-1-1731, f. 6r-6v; y protocolo 1055 de Francisco
Linares, “Poder para pleitos”, 17-4-1733, f. 64r-0.
726
algunos tratos más para cuyos indicios precisamos recurrir también a los
apoderamientos efectuados. Así, quizá como resultado de su papel redistribuidor
hacia Madrid de efectos importados, en julio de 1730 autorizaba al madrileño
Pedro de Iruela para el cobro de dinero, trigo, cebada, aceite y otros frutos,
efectos y cosas que le debiesen tanto vecinos de la Villa y Corte como de otras
partes (144). Pasados dos años, facultaba al procurador valenciano Juan Bautista
Navarro para que le ayudase y defendiese en todos sus pleitos y causas,
presentes y futuras, contra personas de cualquier edad, grado, calidad y
condición compareciendo ante los jueces de la Audiencia (145).
Superado el ecuador de esa década, protagonizaba la única actividad mercantil
por representación y causa propia reconocida al recibir, en agosto de 1736,
autorización del labrador Pedro Bueno para cobrar de Nicolás Jofriu, también
labrador residente en la partida de Almajá, las 133 libras, 6 sueldos y 8 dineros
debidos desde marzo, a cuyo fin le concedía suficiente poder con general
administración y facultad de sustituir, actuando en causa propia por cuanto para
sí debía cobrarla en parte de pago de otra mayor que le adeudaba por escritura
ante Pascual Bueno (146).
En la segunda mitad de los cuarenta, Francisco Antonio operaría con lana
lavada de Segovia, que introducía en la ciudad para embarcarla con destino a
Italia motivando que adeudase, en septiembre de 1747 junto con su fiador
Marcos Perales, 7.418 reales y 13 maravedíes a la Dirección General de Rentas
de lana de los aranceles generados por 370 arrobas que en 50 de las 102 sacas
entraron en Alicante, remitidas por la compañía madrileña de Mafón y Avansino
para embarcar hacia Livorno sobre el buque del capitán holandés Shus,
ofreciendo abonarlos en Madrid a Fermín de Vicuña, Director General de dicha
Renta, en medio año con una paga en especie de oro y plata, más la condición
que a su incumplimiento pagarían 500 maravedíes diarios. Este tráfico lanero se
intensificaría en el siguiente mes, produciendo unos derechos aduaneros de
7.990 reales y 10 maravedíes resultantes de 409 arrobas y 12 libras que, en 52 de
las 122 sacas, entraron en la ciudad con guía de Madrid para estibar en el navío
del también capitán holandés Andrés Dons con destino al citado puerto italiano,
prometiendo con su fiador Bartolomé Maruenda satisfacerlos en Madrid al
mencionado Director General, en el plazo y condiciones referidas (147).
A mediados del siguiente año, convendría con el comerciante Bernabé
Carratalá en ajustar y saldar las cuentas de los tratos habidos entre ellos durante
muchos años, resolviendo cancelarlas y otorgarse reciproco finiquito. Antes de
finalizar esa anualidad, Francisco Antonio no desperdiciaría la ocasión de
negociar con esclavos, vendiendo al regidor perpetuo Ignacio Burgunyo uno
cautivo de guerra, natural de Trípoli, de color moreno claro, frente ancha, cejas
(144) A.H.P.A. Protocolo 1577 de Vicente Rovira, “Obligación” y “Poder para cobrar”, 10-9-1730 y 4-7-1730,
ff. 292r-292v y 227r-227v, respectivamente.
(145) A.H.P.A. Protocolo 362 de Pascual Bueno, “Poder para pleitos”, 23-8-1732, f. 363r-363v.
(146) A.H.P.A. Protocolo 1582 de Vicente Rovira, “Poder y cesión”, 6-8-1736, f. 121r-121v.
(147) A.H.P.A. Protocolo 343 de Domingo Bueno, “Obligación”, 12-9-1747 y 9-10-1747, ff. 137r-138v y 146v-
148v, respectivamente.
727
negras y ojos grandes del mismo color, con una cicatriz en el cuello y otra en el
brazo, no muy alto y ancho de espaldas, de 25 años de edad, adquirido en
diciembre de 1746 del Marqués de Salas, miembro del Consejo de Estado, que
ahora enajenaba sano de toda enfermedad sin estar sujeto ni hipotecado a deuda
alguna, libre de todo delito criminal merecedor de pena corporal, así como del
vicio de la embriaguez y de otros defectos que le impidiesen servir bien, por
precio de 90 libras recibidas del comprador (148).
La persona de su mayor confianza en asuntos judiciales sería el procurador
Vicente Izquierdo, a quien le había encomendado varios casos desde mediados
de los años cuarenta. Muestra de ello es que los amplios poderes, con facultad de
sustituir, recibidos en septiembre de 1746 de su hermana María Magdalena,
viuda del militar Juan Julio Tomaseo, mediante escritura ante el notario gaditano
Matías Rodríguez, decidía en enero de 1750 substituirlo en Izquierdo sólo en
cuanto a pleitos. Sin embargo, no parece que las diligencias del procurador, en
esta ocasión, respondieran a la confianza depositada en él por su asiduo cliente
provocando que, tres meses después, le revocase el poder jurando no hacerlo con
malicia y dejándole en su buena opinión y fama, designando por sus nuevos
representantes judiciales a Pascual Llobregat y a Leandro Pérez conjuntamente
(149).
Al contrario que su primo, la trayectoria mercantil de Juan Esteban sería
bastante más activa. Tres meses después de la muerte de su tío Antonio,
habiendo formado compañía con su homónimo hermano, iniciaba las
operaciones crediticias siendo tenedor de una letra de 50 doblones, librada a
quince días vista en Málaga por Geens y Willam contra Rose y compañía y a la
orden de Agüero y Belveder por su valor en cuenta, quienes la endosarían a la
sociedad de los hermanos por el mismo concepto. Presentada a su vencimiento a
Enrique Voullonne, encargado de la casa Rose y compañía, expresaría su
negativa a pagarla por las mismas razones que la rechazó (150).
El grueso de los negocios al fiado los desarrollaría en una reducida área
geográfica, que en forma triangular tendría sus vértices en la ciudad de Alicante,
el lugar de San Juan y la villa de Muchamiel, con un par de testimoniales
ramificaciones hacia la alicantina villa y baronía de Polop y hacía la ciudad de
Almería, seguramente aprovechando su desplazamiento a ella representando los
intereses de su tío presbítero.
La cercana villa de Muchamiel sería su primer centro de operaciones, hallando
en ella a su más asiduo cliente en la persona del cirujano Ginés Martínez, al que
en 1724 le vendía a crédito dos balones de papel ordinario apreciados en 60
libras, que el deudor ofrecía pagar dentro de dos meses con más las costas de la
(148) A.H.P.A. Protocolo 1658 de Onofre Savater, “Carta de pago reciproca” y “Venta”, 17-6-1748 y 15-11-
1748, ff. 68r-68v y 151r-152v, respectivamente.
(149) A.H.P.A. Protocolo 1660 de ídem, “Substitución” y “Poder y revocación”, 16-1-1750 y 17-4-1750, ff.
19r-19v y 76r-76v, respectivamente.
(150) A.H.P.A. Protocolo 447 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Protesta de no pagamiento”, 7-6-1723, f. 205r-
205v.
728
cobranza. Liquidado este crédito, un año después le endosaría diferentes
mercancías valoradas en 117 libras, 6 sueldos y 10 dineros, a satisfacer en el
término de cuatro meses cumplido en enero de 1726, año en el que el comprador
generaba un débito de 129 libras y 17 sueldos por el importe del mismo referido
concepto, prometiendo abonarlo en doce días coincidiendo con la festividad de
San Juan Bautista (151).
El notario de la villa y baronía de Polop Vicente Terol, a mediados de 1725, le
adquiría una porción de mercancías por 90 libras, que prometía pagar en cuatro
meses por todo octubre de ese año. Supuestamente, este deudor cumpliría lo
prometido; pero no así el alicantino Pedro Bueno, ordinario de la carrera de
Madrid, que en la jornada siguiente compraba del negociante idéntica ración de
mercancías por el mismo importe de 90 libras, que igualmente difería su pago en
el plazo de un cuatrimestre, aunque en realidad sería ampliado hasta los 39
meses por la acusada morosidad del deudor, que reintegraba el total crédito en
septiembre de 1728 (152). Esta abusiva dilación en cancelar el crédito produciría
una cierta modificación conductual del negociante, exigiendo al deudor afianzar
el débito, sobre todo cuando este alcanzaba una apreciable cuantía. Este cambio
de actitud la comprobaría en enero de 1730 el polvorista José Jornet, precisado a
presentar por fiador al tonelero José Alonso, en la compra al fiado de mercancías
valoradas en 261 libras, que ambos comprometían saldar en dos pagas de 170
libras con 9 sueldos y 90 libras con 11 sueldos abonadas, respectivamente, en las
fiestas de San Juan y de San Miguel de ese año. El resultado no fue el esperado,
si bien conseguiría reducir el excesivo aplazamiento que sería de cuatro meses
en este caso, hasta enero del siguiente año. Sin embargo, mantendría la inicial
postura mercantil cuando la deuda fuese moderada y se conociese al deudor,
condiciones aplicadas en el mes de abril al galerero Mariano Mancebón que le
compraba a crédito mercancías por un importe de 69 libras, pagaderas
llanamente en el plazo de dos meses que, unilateralmente por el deudor, se
prorrogarían en un semestre más hasta comenzar el año 1731 (153).
Estos casos de continuada morosidad quizás hiciesen mella en Juan Esteban,
que resolvía en agosto de 1730 finalizar sus negocios al fiado generando un
favorable crédito mixto de 222 libras y 6 sueldos, de las que 160 libras y 6
sueldos procedían de la venta de géneros y mercancías, siendo las 62 libras
restantes del préstamo gracioso en dinero efectivo, practicados al deudor
Antonio Marco, labrador de San Juan, que ofrecía satisfacer el empréstito en el
venidero septiembre con cuatro cargas de almendrón, y el valor de la compra
para dentro de un semestre con paga única. No sería esta la primera vez que el
(151) A.H.P.A. Protocolo 448 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 14-7-1724, f. 246r-246v; protocolo
449 de ídem, “Obligación”, 3-7-1725, f. 227r-227v; y protocolo 450 de ídem, “Obligación”, 12-6-1726, f. 156r-
156v.
(152) A.H.P.A. Protocolo 449 de ídem, “Obligación”, 18-6-1725 y 19-6-1725, ff. 209r-209v y 210r-210v,
respectivamente; y protocolo 1575 de Vicente Rovira, “Carta de pago”, 3-9-1728, f. 72r-72v.
(153) A.H.P.A. Protocolo 1577 de Vicente Rovira, “Obligación”, 22-1-1730 y 20-4-1730, ff. 19r-19v y 122r-
122v, respectivamente; y protocolo 1578 de ídem, “Carta de pago”, 11-1-1731 y 12-1-1731, ff. 5r-5v y 7r-7v,
respectivamente.
729
negociante practicase esa conjunta modalidad crediticia, pues tenía por
precedente que en marzo de 1725 había endosado al labrador almeriense
Francisco Rodríguez Ballesteros un total débito de 179 libras, 6 sueldos y 11
dineros, compuesto por 100 libras, 6 sueldos y 11 dineros del importe de la
venta de trigo y otras mercancías, más 79 libras en dinero efectivo de préstamo
gracioso (154).
La compañía de los hermanos Antonio y Juan Esteban tendría una activa
participación en las letras de cambio, sin duda como resultado de la influencia
ejercida en este campo por su fallecido tío Antonio, interviniendo en 20
instrumentos crediticios que en su mayor parte, el 65 %, se concentrarían en los
años 1725, 1729 y 1730, en los que la sociedad y en su nombre Juan Esteban
actuaría como librado, tenedor y presentador de la letra, pero nunca sería su
librador. En aras a evitar la excesiva prolijidad, anunciaremos aquellas
consideradas de más interés bien por el valor contenido, bien por la relevancia
de sus actores.
En 1724 portaría tres letras destinadas a otros tantos paisanos y colegas, siendo
los librados Antonio Noly, Juan Bautista Lavesolo y, en especial, Jerónimo
Maricone, a quien en marzo requería aceptase pagar los 300 pesos contenidos en
la letra londinense sacada por Salomón Dacosta a la orden de su pariente Isaac,
el cual la traspasaba al presentador. El librado la rechazaría aduciendo razones
que escribiría a su dador (155).
El primer trimestre del siguiente año presentaría una complicada negociación
de una letra valorada en 110 libras esterlinas, librada en Falmouth por Tolmo
Pye contra Tomás Adams, de Alicante, y a la orden de los ingleses residentes en
Madrid Gausen y Fresnay, quienes la endosaban al comerciante madrileño
Francisco Irnega Bárcena. El librado la aceptaría pagar en Alicante, motivando
que Irnega la traspasase a favor de la compañía de Juan Esteban por el valor en
cuenta. Sin embargo, éste practicaría formal protesta de no pagamiento ante el
notario José Soler y Rico, al tiempo que le requería la presentase para su paga a
Adams, quien en relación al protesto manifestaba haberse practicado fuera de
plazo contra protestando por ello, aunque pasadas las fiestas pagaría su importe.
Ante la protesta de Juan Esteban, Irnega, mediante contraorden, endosaba la
letra a Miguel Ángel Lavarelo y compañía, en cuya virtud uno de sus
componentes, Francisco María Raggio, requería a la sociedad de los hermanos
genoveses a correr con su pagamiento, por no haber compelido a Adams al pago
en el plazo permitido, cometiendo omisión y negligencia; pero Juan Esteban
justificaría haber cumplido su obligación porque después de aceptarla el librado,
la remitía a Isnega que la retenía ocho días, pasados los cuales la enviaba a su
compañía que a su recibo practicaría las necesarias diligencias para su cobranza
y, en su defecto, protestarla, lo que no pudo hacer por hallarse el librado ausente
(154) A.H.P.A. Protocolo 1577 de Vicente Rovira, “Obligación”, 9-8-1730, f. 269r-269v; y protocolo 449 de
Vicente Cerdá y Sevillano, “Obligación”, 14-3-1725, f. 86r-86v.
(155) A.H.P.A. Protocolo 448 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Protesta de no aceptación”, 14-2-1724, 7-11-1724
y 13-3-1724, ff. 85r-85v, 364r-364v y 127r-127v, respectivamente.
730
de la ciudad a la que no se restituiría hasta pasados ocho días, momento en que
la protestaba. Por tanto, concluía, no habiendo sido culpa y negligencia suya, la
contra protestaba al endosatario Isnega (156).
Apenas pasados quince días, presentaba a Bartolomé Samengo una letra a
sesenta días vista conteniendo 552 pesos y 14 sueldos, librada en Génova por los
hermanos Nicolás y Ángel Tralli Reig a la orden del madrileño Juan Bautista
Laghi y compañía por el valor en cuenta, quien la endosaba a la sociedad de
Juan Esteban. El librado, que se hallaba preso en las cárceles reales de la ciudad,
la rehusaría por las razones que escribiría a sus libradores. Cinco días más tarde,
sería requerido el negociante para aceptar el pago a tres meses vista de una letra
genovesa valorada en 250 escudos de oro, tirada por Ponte y Bologne a favor de
Juan Bautista y Juan Jaime de Ferrari, quienes la traspasarían a la compañía de
los Maricone. La respuesta de Juan Esteban para repudiarla era la de no tener
aviso de sus sacadores. En contrapartida, un tres meses después, sería él el
requeridor a Jerónimo Maricone del pago de una letra tirada en Ámsterdam y
valorada en 597 ducados, 14 sueldos y 3 dineros a la orden de Roberto Baccio y
compañía, que la endosaba al portador, el cual, ante la ausencia del librado de su
domicilio que por haber quebrado estaba refugiado en el convento de San
Agustín huyendo de sus acreedores, practicaría formal protesta para
salvaguardar los derechos de la cobranza. Mientras tanto, Juan Esteban había
tenido que afrontar el pago a la vista de una letra genovesa de 66 doppies, 6
sueldos y 7 dineros, librada por Cavagnaro y Berio a favor de la compañía
alicantina de los Fabiani. El argumento de nuestro hombre de negocios para no
admitirla sería idéntico al que Samengo le había esgrimido. Antes de concluir
1725 era tenedor de una letra de 250 doblones, pagaderos a ocho días vista en
Madrid a la orden de Esteban Rouz a cuenta del valor recibido por el gaditano
Casimiro Gadini, que la tiraba contra Bernardo Peyralón. Rouz traspasaría su
propiedad a la compañía de Roberto Piti por el valor en cuenta, endosándola éste
al portador de ella. El librado negociante francés la rechazaría aduciendo faltarle
la carta de aviso de su librador (157).
Después de rehusar en 1726 una letra de poca monta presentada por Lázaro
Guiran y girada en Brest por Carlos Antonio Bairler todavía contra Pavía y
Risso, en base a que de orden del librador se había pagado en abril de 1719 más
de su valor a Antonio Marzo y compañía, en 1727 requería a los Noly el pago a
quince días vista en Madrid de los 621 pesos del valor de una letra gaditana,
tirada en su contra por Querengo y Blanco y a la orden de Juan Pablo Johanni
por el valor en cuenta. En este caso, era Bartolomé Noly el responsable de su no
admisión, aduciendo causas que comunicaría a sus sacadores (158).
(156) A.H.P.A. Protocolo 358 de Pascual Bueno, “Requerimiento y protesta”, 19-3-1725, ff. 83r-85v.
(157) A.H.P.A. Protocolo 449 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Protesta de letra” y “Protesta de no aceptación”,
2-4-1725, 9-7-1725 y 13-7-1725, ff. 94r-94v, 239r-239v y 308r-308v, respectivamente; y protocolo 896 de
Francisco Hernández, “Requerimiento y protesto”,4-5-1725 y 14-5-1725, ff. 56r-56v y 84r-84v,
respectivamente.
(158) A.H.P.A. Protocolo 792 de Antonio García, “Protesta de letra”, 27-7-1726, ff. 286r-286v; y protocolo
1574 de Vicente Rovira, “Requerimiento y protesto”, 28-4-1727, f. 66r-66v. El importe de la letra bretona
ascendía a 54 piastras, mientras la suma entregada a Antonio Marzo alcanzaba las 163 libras, 13 sueldos y 10 ds.
731
El francés Jorge Anglés, capitán del navío “San Jorge”, estando próxima su
partida del puerto de la ciudad en abril de 1729, necesitaba representante legal
que a su tiempo requiriese a su paisano negociante Juan Laborda el pago a tres
días vista de una letra con 67 piastras y un cuarto, librada a su orden en Almería
por Espinase, facultando para este fin a Juan Esteban que, pasados otros tres
días, la exhibía al librado quien se negaría a pagarla por las mismas razones que
dejó de aceptarla, provocando la formal protesta del portador con todos los
daños, costas, intereses y demás perjuicios que se le causasen a su representado
(159).
En el verano de ese año, tras practicar formal protesta contra los hermanos
Bocardo por su pretensión de pagar 100 de los 200 pesos de una letra genovesa,
debía efectuar el pagamiento a ocho días vista de los 110 pesos de otra letra
girada contra él en Gibraltar por Benedicto Pavía a la orden de Bartolomé
Dagnino, quien la endosaba por el valor en cuenta al vicecónsul inglés en
Alicante Tomás Coxson que la presentaría al negociante, el cual no la aceptaría
por falta de aviso de su dador, argumento también utilizado para no pagarla a su
vencimiento (160).
Llegado 1730, Juan Esteban mostraba síntomas de hallarse con dificultades de
liquidez y, en tal situación, debía afrontar la liquidación de los 1.300 pesos del
montante de tres letras genovesas parcialmente aceptadas por el librado
negociante. La primera en orden cronológico, valorada en 400 pesos pagaderos a
veinte días vista, era tirada por Domingo y Carlos Cestini a favor de los Fabiani
por el valor en cuenta. Aceptada por Juan Esteban en la segunda mitad de
marzo, era requerido a su pago al vencimiento del plazo, expresando no poderla
abonar de contado, lo que ofrecía ejecutar al día siguiente de pasadas las fiestas
de Pascua. A mitad de abril, el citado tomador le presentaba una segunda letra
de igual valor y término sacada por los mismos libradores, la que entregada al
librado en su persona negándose a admitirla por falta de aviso, razón con la que
también excusaría el no satisfacerla. Por último, a fines de agosto expresaba su
voluntad de abonar “dentro de breves días” los 500 pesos de una letra aceptada
en el mes anterior, girada a sesenta días vista por Carlos Lomellino a favor de
Juan Jerónimo Bernabó por el valor en cuenta, el cual la endosaba al secretario
de la Embajada de Génova en Madrid, José Octavio Bustanzo, traspasando éste
su propiedad a la tenedora y presentadora sociedad de los Fabiani (161).
Tampoco Juan Esteban, siguiendo los pasos de su paradigmático tío Antonio,
mostraría interés por las actividades especulativas fundadas en la compra de
censos, pues en toda su trayectoria adquiría uno sólo en 1726 como parte de
pago de mayor crédito. En su mes de agosto, los cónyuges Francisco Buades y
(159) A.H.P.A. Protocolo 795 de Antonio García, “Poder para cobrar” y “Protesta de letra”, 22-4-1729 y 25-4-
1729, ff. 172r-172v y 173r173v, respectivamente.
(160) A.H.P.A. Protocolo 1576 de Vicente Rovira, “Requerimiento y protesto”, 6-7-1729, f. 108r-108v; y
protocolo 1054 de Francisco Linares, “Protesta de letra” y “Protesto de letra”, 13-8-1729 y 20-8-1729, ff. 39r-
39v y 41r-41v, respectivamente.
(161) A.H.P.A. Protocolo 632 de Francisco Ferrando y Roçelló, “Requerimiento y protesto”, 8-4-1730, 14-4-
1730, 5-5-1730 y 27-8-1730, ff. 112v-113r, 116v-117r, 148r-148v y 316r-317r, respectivamente.
732
María Roca Barceló le debían 180 libras contenidas en un vale firmado de puño
y letra del deudor, quien convenía con su acreedor en satisfacerle parte del
débito con el traspaso y cesión de derechos en la venta de 80 sueldos de pensión
anual, que por el precio de 80 libras del capital fueron impuestas por el doctor
José Torregrosa a favor de José Penalva, mediante escritura ante José Garriga
en mayo de 1698, hipotecando a su seguridad una finca con su casa y fuente de
agua, plantada con diferentes árboles en el paraje llamado La Horadada de la
partida de Fontcalent, pertenecientes al vendedor por haberlos comprado de
Antonio Penalva Calatayud, apoderado de su hermano José, mediante escritura
ante Máximo Verdiel en septiembre de 1703. Y en su virtud, vendían al
negociante los 80 sueldos de réditos pagados en cada mes de mayo por precio de
80 libras, que el comprador retenía en su poder en parte de pago de las 180,
mientras las 100 complementarias las debía por pensiones devengadas el
poseedor de la finca contra quien Buades seguía pleito ejecutivo, hallándose la
causa en fase de ejecución de dicha hacienda por autos ante Juan Bautista Ortiz
(162).
Pronto comenzaría también Juan Esteban a la práctica de actividades por
representación, ya que en marzo de 1717 el fraile Elías Pérez, sacerdote
carmelita del convento de San José, teniendo los poderes para cobrar y pleitos de
Juan Pavía, por sí y como tutor-curador de sus hijos menores y herederos por su
madre de Dionisio Blasco, y de sus cuñados Pedro Barceló y Caterina Blasco,
vecinos de Biar, en conformidad con sus cláusulas los substituía en el
negociante sólo en cuanto a los pleitos (163).
Cuatro años después, el religioso valenciano Cristóbal Martínez, maestro
provincial y doble lector de Filosofía de los frailes menores de la regular
observancia franciscana, le designaba subsíndico del convento de Nuestra
Señora de Gracia, percibiendo como tal de José Campos, administrador del
derecho de Tiraje y Barcaje de Poniente, 22 libras y 6 sueldos que importaban
dos iguales pensiones vencidas en la fiesta de San Juan de 1719 y 1720, del
censo que dicha administración acostumbraba a pagar en esa fecha. La función
sindical sería ejercida durante los siguientes cinco años, en cuyo devenir
sustituiría en noviembre de 1724 su poder en el franciscano sacerdote madrileño
Salvador Ximeno, para cobrar del monarca, sus ministros o correo mayor las
cantidades devengadas y corrientes de las 14 libras anuales legadas por
Margarita Molina Corbera, viuda de Baltasar Gozálbez de Cunedo, al citado
convento en la redacción de su testamento ante Cipriano Campos, señalando que
dicha manda por vía de limosna sirviese para celebrar la fiesta de San Antonio
de Padua, asignándola sobre los correos mayores de Alicante, Orihuela, San
Felipe y villa de Elche por ser propios de la testadora. Las gestiones del
(162) A.H.P.A. Protocolo 450 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Venta real de censo”, 22-8-1726, ff. 269r-272v.
José Penalva apoderaba a su hermano ante el notario ilicitano Diego de la Fuente en la semana anterior de la
venta a Buades.
(163) A.H.P.A. Protocolo 443 de ídem, “Substitución de poderes”, 17-3-1717, ff. 106r-109v. Los poderes de
Juan Pavía y el de sus cuñados figuran insertos en este documento notarial.
733
fraile presbítero fueron tan diligentes y exitosas que un Real Decreto de Felipe
V mandaba abonar las mandas vencidas y corrientes; y en su cumplimiento, el
arquero general de las Rentas de Estafetas de España, Diego García Sanromán,
satisfacía al negociante las 231 libras de pensiones vencidas desde 1708 hasta
enero de 1725, entregadas por manos de Juan Domingo Corsiniani,
administrador de la estafeta de Alicante, según carta orden de Juan de Aspiazu,
del Consejo de Su Majestad y Superintendente General de las estafetas y postas
de España. En marzo de 1726, Corsiniani abonaría en dichos nombres las 14
libras correspondientes a la pensión caída en enero de ese año (164).
En la última anualidad citada, nuevas preocupantes actuaciones jurídicas se
sumarían a las existentes en la ajetreada vida del negociante, quien era poseedor
del poder dado por Alejandro María y Federico Scagliosi en agosto de 1725 ante
el notario genovés Cayetano Pino, para el ajuste y saldo de cuentas que sus
representados tenían contra Jerónimo Maricone, que en el balance de su quiebra
había reconocido públicamente a sus acreedores deber a sus principales 8.192
pesos, 2 sueldos y 8 dineros, más otros 456 pesos, 14 sueldos y 2 dineros que
por olvido no había incluido en dicho balance, cuyo monto había convenido con
Juan Esteban liquidarlo con el pago de 2.213 pesos a que ascendía el total de la
deuda a razón de 25 pesos y tres quintos por ciento, pasado mes y medio de
haberse reintegrado el deudor a su casa estando en quieta y pacífica posesión de
sus bienes y créditos, además de abonarse las partes en igual proporción
cualquier partida que por omisión o error de cuentas resultasen deudoras. A fin
de garantizar la seguridad del crédito, Juan Sala, labrador de San Juan, se
constituía fiador llano y abonado de los 2.213 pesos mediante escritura del mes
de agosto ante Vicente Rovira. En esta situación, de forma inesperada, Juan
Esteban recibía en septiembre carta orden de sus representados mandándole
traspasar sus derechos a nombre de Luis Lombardón, sustituyendo todo el poder
a su favor, lo cual cumpliría un mes más tarde. Sin embargo, al margen de la
moratoria de 4 años concedida por la justicia al deudor para afrontar los pagos a
sus acreedores, las diligencias del nuevo apoderado despertarían el recelo entre
los Scagliosi quienes, en la primera semana de 1728 ante el notario de Génova
Domingo Bacigalupo, renovarían el poder a Juan Esteban con revocación
expresa del concedido a Luis Lombardón, con cuya fuerza requería el 2 de
septiembre al deudor el pago del crédito a sus representados, pues de lo
contrario le protestaba las veces en derecho necesarias cuanto le fuese lícito y
permitido. Notificada al día siguiente, el deudor expresaba tener afianzado el
crédito reclamado por escritura pública, en la que constaba la condición de que
dándose el caso de aparecer equivocación en las cuentas una parte debía
satisfacer a la otra y viceversa, en cuya virtud tenía ciertas pretensiones que
ofrecía justificar a su tiempo para la detención del pago, pidiendo copia del
(164) A.H.P.A. Protocolo 912 de Juan Bautista Hernández, “Carta de pago”, 8-7-1721,s/f, contados 460r-460v;
protocolo 357 de Pascual Bueno, “Poder para cobrar y otros efectos”, 27-11-1724, ff. 413r-415v; protocolo 449
de Vicente Cerdá y Sevillano, “Carta de pago”, 26-3-1725, f. 93r-93v; y protocolo 450 de ídem, “Carta de pago”,
30-3-1726, f. 112r-112v.
734
protesto, respuesta y contra protesta (165).
Mientras tanto, Juan Esteban seguía recibiendo apoderamientos como el
otorgado en 1723 por el madrileño José de Carvajal para cobrar de José
Agramunt, administrador del almoden setabense, los productos de las porciones
de trigo candeal y arisnegro que había dejado en su poder. Pasados cuatro
meses, el negociante lo sustituía en el procurador Pedro Bueno que se
desplazaría hasta Játiva donde realizaba una diligente gestión ante el deudor,
pues en cuatro días resolvería el problema trayendo consigo 1.743 libras, 15
sueldos y 4 dineros pagadas por el administrador del valor de las cantidades de
trigo recibidas de Carvajal (166).
El bienio siguiente sería particularmente intenso desde la perspectiva jurídica,
y también judicial, para el negociante debido al reparto del Equivalente
practicado por los comisionados del Ayuntamiento, asignando una cuota
tributaria que también contemplaba el valor de los efectos transitados, medida
con la que Juan Esteban mostraría su disconformidad al igual que los restantes
compañeros de profesión afectados. Por ello, a mediados de octubre de 1724,
facultaba para todos sus pleitos, causas y negocios civiles y ejecutivos, presentes
y futuros, al negociante residente en Madrid Antonio Ramírez, cuyo hermano
Agustín era uno de los afectados. Previamente, en unión de éste y de Francisco
María Raggio en representación de Miguel Ángel Lavarelo y compañía, había
apoderado al procurador de la Audiencia Juan Boria para impugnar un auto
proveído en el citado mes por el Intendente Juan Antonio Mergelina y Mota,
sobre la apertura del término de pruebas por segunda vez con quince días. La
actuación de Boria no satisfizo a sus principales que le revocarían el poder antes
de cumplirse una mensualidad, dejándole en su buen honor y fama porque no lo
hacían con ánimo de injuriarle, designando para la prosecución de la causa al
notario de Valencia Salvador Alagón, al que ordenaban renunciar a la apelación
interpuesta en noviembre de 1724 por su predecesor ante la citada Intendencia,
sobre el litigio seguido contra el Consistorio alicantino por el reparto del
Equivalente y su pago. El motivo de la renuncia era porque, sin dejar de
continuar la causa ante la Intendencia nombrando nuevo apoderado en el notario
Manuel Casañes, se quería recurrir a instancias jurisdiccionales superiores
asentadas en Madrid, a cuyo fin apoderarían en octubre de 1726 al madrileño
José López de Contreras, siendo sus actuaciones intrascendentes en cuanto a la
resolución del conflicto, como también lo serían dos años después las de su
sustituto Antonio Ramírez, puesto que en 1729 el Consejo de Hacienda aún no
se había pronunciado para dirimir este pleito, motivando en ese año la
revocación de sus apoderados madrileño y valenciano que, respectivamente,
(165) A.H.P.A. Protocolo 450 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Substitución de poder”, 25-10-1726, f. 342r-342v;
protocolo 1573 de Vicente Rovira, “Fianza”, 9-8-1726, f. 115r-116v; y protocolo 1575 de ídem, “Protesto”, 2-9-
1728, f.71r-71v. En relación a la bancarrota de Maricone y liquidación de sus deudas, vid. el correspondiente
capítulo de este trabajo, en especial sus apartados de comercio y negocios.
(166) A.H.P.A. Protocolo 447 de ídem, “Substitución de poder” y “Carta de pago”, 13-7-1723 y 17-7-1723, ff.
241r-243r y 245r-245v, respectivamente.
735
serían reemplazados por Pedro de la Iruela y por Juan Antonio Briz, siendo éste
substituido dos años después por el notario Victoriano Barberá, cuyos servicios
ya había utilizado en 1726 (167).
También en ese complejo año jurídico de 1726, el negociante precisaba
disponer de apoderado en la cercana villa de Elche para la cobranza a
particulares vecinos de los créditos debidos en la práctica de negocios al fiado,
para lo cual facultaría el primer día de junio al ilicitano procurador de causas
Antonio Sempere, que en el siguiente semestre no conseguía satisfacer las
expectativas del poderdante quien, por tal motivo, designaba por su nuevo
apoderado al presbítero y doctor en ambos derechos Diego Cazorla en febrero
del siguiente año, autorizándole a poder transigir, componer y convenir
cualquier pretensiones y pleitos pendientes, nombrando jueces árbitros y
terceros en caso de discordia, además de poder vender cualquier tipo de bienes
poseídos en dicha villa y cobrar las cantidades resultantes de ello a toda persona
deudora, compareciendo si fuese necesario en juicio donde con derecho pudiese,
debiese y conviniese. Al parecer, este trabajoso reintegro de créditos dejaría
escasa impronta en la conciencia del acreedor, que persistiría en realizar ventas
al fiado sin las garantes contrapartidas a clientes ilicitanos de escasa solvencia,
viéndose por ello precisado seis años más tarde al uso de la vía judicial contra la
morosidad, como se desprende del poder concedido en tal sentido al también
procurador de dicha villa Vicente Linares en junio de 1733, debiendo iniciar
igual procedimiento con clientes alicantinos de la misma condición a tenor de
los poderes otorgados en diferentes años a los procuradores Vicente Vidre,
Pablo Navarro y Pedro Linares (168).
El licenciado mosén Nicolás cumpliría su función sacerdotal en la parroquial
de Santa María, donde ejercería el cargo de colector y capsuero durante el
septenio de 1728 a 1734, percibiendo aquellas subsidiarias cantidades propias de
dicha iglesia de la ciudad. Sirva de muestra que en octubre de 1728 recibía de
Bartolomé Fernández de Arango, a la sazón administrador del derecho de Tiraje
y Barcaje de Poniente, 5 libras a cuenta de los atrasos de la pensión anual que en
dicho mes pagaba el citado derecho a la administración de la referida iglesia; o
la percepción en agosto de 1734 de 500 reales de la Duquesa de Arcos y
Maqueda, Marquesa de Elche y Crevillente, satisfechos por el colector y
mayordomo de sus rentas en esta última villa José Sol, correspondientes a la
(167) A.H.P.A. Protocolo 357 de Pascual Bueno, “Poder para pleitos” y “Revocación de poder”, 15-10-1724 y
12-11-1724, ff. 338r-338v y 385r-385v, respectivamente; protocolo 358 de ídem, “Poder para renunciar”, 1-7-
1725, f. 218r-218v; protocolo 359 de ídem, “Poder”, 9-7-1726 y 12-10-1726, ff. 278r-278v y 461r-461v,
respectivamente; protocolo 1575 de Vicente Rovira, “Poder para pleitos”, 1-9-1728, f. 69r-69v; protocolo 1576
de ídem, “Poder para pleito”, 5-12-1729, f. 254r-254v; protocolo 1577 de ídem, “Poder para pleito”, 10-11-1730,
f. 322r-322v; protocolo 1055 de Vicente Linares, “Poder”, 11-1-1732, f. 22r-22v; y protocolo 450 de Vicente
Cerdá y Sevillano, “Poder para pleitos”, 22-8-1726, f. 268r-268v.
(168) A.H.P.A. Protocolo 450 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Poder para cobrar”, 1-6-1726, ff. 145r-146v;
protocolo 1574 de Vicente Rovira, “Poder”, 13-2-1727, ff. 25r-26v; protocolo 1580 de ídem, “Poder para pleito”,
26-6-1733, f. 164r-164v; protocolo 447 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Poder para pleitos”, 30-4-1723, f. 168r-
168v; protocolo 1574 de Vicente Rovira, “Poder para pleitos”, 2-7-1727, f. 96r-96v; y protocolo 1577 de ídem,
“Poder para pleito”, 15-6-1730, f. 200r-200v.
736
pensión vencida en junio de 1732 del censo de capital 1.000 libras que todos los
años pagaba de su patrimonio. Sin embargo, no todas las cobranzas serían tan
bonancibles para el presbítero como las referidas, ya que en 1731 seguía autos
de tesorería y oposición en los ejecutivos instados por Felipe Rogerio contra los
herederos de Pedro Vicente Norma por el principal de tres censos, sus pensiones
y prorratas, amén de las costas judiciales, que los encausados pagaban a la
mencionada iglesia parroquial; esto es, uno de 26 libras, 13 sueldos y 4 dineros
con su pensión anual de 1 libra, 6 sueldos y 8 dineros en cada siete de mayo,
impuesto por el ciudadano Jaime Norma, en su nombre y en el de albacea y
heredero de sus hijos Francisco y José, por la limosna de dos doblas y dos
aniversarios celebrados por el alma de los susodichos, hipotecando para su
seguridad una casa con ocho portales situada en la calle Villavieja por escritura
de imposición ante Gaspar Juan de Vázquez en mayo de 1593; otro censo de 20
libras con su anuo rédito de 20 sueldos en cada primero de agosto, que se
impuso el citado ciudadano por la limosna de dos doblas a celebrar por el alma
de su esposa Catalina Ángela Antón, hipotecando a tal fin dos cahizadas de
tierra plantadas de diferentes árboles en la partida de la Condomina con escritura
de agosto de 1608 ante Francisco Pérez Trabesaño; y un tercero de capital 30
libras y otros tantos sueldos de pensión, que el sacerdote Francisco Norma
mandaba por bien de su alma en sus últimas voluntades, cargado sobre sus
bienes patrimoniales y los de su mencionado padre sirviendo sus rentas por
limosna de dos doblas, hipotecando para ello seis tahúllas y media plantadas de
viñedo en la Condomina, más parte de unas casas en la calle Villavieja valoradas
en 200 libras, según escritura ante Jaime Arcayna en septiembre de 1611. Por
todo ello, el Alcalde mayor José Antonio Reguero, en sus autos ejecutivos, hacía
gradación a dicha iglesia en primer lugar sobre los demás acreedores, por cuanto
los bienes ejecutados eran especiales hipotecas de los antedichos censos, sus
pensiones y prorratas, en base a lo cual recibiría, de las 411libras de la subasta
depositados en Francisco Fons, la cantidad de 199 libras, 8 sueldos y 10 dineros
comprendidas las 164 libras, 15 sueldos y 4 dineros por el capital de los tres
censos, pensiones y prorratas caídas hasta diciembre de ese año, más las 34
libras, 13 sueldos y 6 dineros por las costas causadas en los autos (169).
Sin embargo, al sacerdote cosechero se le reconocían escasos negocios en
sentido estricto, si se exceptúan las operaciones de compra-venta realizadas para
obtener su patrimonio, que veremos más adelante al abordar este apartado.
En pleno ejercicio de recaudador de Santa María, en enero de 1731 entregaría
al genovés Juan Antonio Benedito, a la sazón marido de Laura Delfino que
pronto enviudaría, la cantidad de 165 libras en dinero efectivo para cubrir unas
urgencias ofreciendo reintegrarlas mediante una cesión contra Pablo Mallol,
quien debía al cesionista igual suma por la compra al fiado de una galera con su
(169) A.H.P.A. Protocolo 1576 de Vicente Rovira, “Carta de pago”, 17-5-1729, f. 75r-75v; protocolo 635 de
Francisco Ferrando y Roçelló, “Carta de pago”, 12-8-1734, ff. 301v-302r; y protocolo 362 de Pascual Bueno,
“Redención y quitamiento”, 28-3-1732, ff. 124r-126v.
737
par de mulas en febrero de 1730, prometiendo satisfacerlas en cuatro iguales
pagas anuales que cumpliría, recibiendo el presbítero su total crédito en febrero
de 1734. Éste, pasados trece años, vendía al fiado a los consortes Jaime Sala y
Francisca Peiró, de San Juan, ocho toneles de vino aloque apreciados en 82
libras, pagaderas de contado el último día de agosto de 1748 (170).
Mosén Nicolás también dedicaría su actividad a la compra de censos por una
sola vez, en un tiempo en que se afanaba por convertir su finca de Fabraquer en
una notable hacienda, ante la posibilidad de llegar a incautarse de las tierras
acensuadas por el impago de las pensiones. Así, en junio de 1750, los cónyuges
Francisco Lapuente y Josefa María Giner, vecinos de San Juan, le hacían venta
real de 60 sueldos de censo anual, impuesto sobre una pieza de 6 tahúllas de
tierra huerta plantada de viña, propia de los censatarios en la antedicha partida
rural y limitada de tierras del censualista por sus cuatro partes. Las 60 libras del
precio de esta venta serían satisfechas de contado por el cura comprador (171).
Algo más prolífico en asuntos mercantiles se mostraría Maximiano hasta
mediados del Setecientos, tiempo en el que se ha indagado la trayectoria del
personaje en esta materia.
Supuesto que su nacimiento acontece en el umbral de los años veinte, no se
tendría ninguna noticia de él hasta finales de la siguiente década, cuando
emergía como uno de los censualistas de la ciudad en septiembre de 1739,
siendo poseedor de media docena de censos contra ella por un monto capital de
5.611 libras cuya anua pensión, percibida por tercias de 91 libras, 8 sueldos y 8
dineros en los meses de abril, agosto y diciembre, recibía por manos de Salvador
Alegre, administrador recaudador de los derechos de Sisa mayor, derecho nuevo
y saladura que cobraba la ciudad y ahora recaudaba la Real Hacienda, en
cumplimiento de la real voluntad expresada mediante despacho de D. Julián de
Cañaveras. Pero, al mismo tiempo, también aparece como carente de la
suficiente liquidez para solventar sus urgencias, teniendo necesidad de recurrir
al préstamo. Así, al menos, lo evidenciaba el débito de 365 libras, 14 sueldos y 8
dineros, complementario de una mayor cantidad, que le había prestado la
compañía de los hermanos Fabiani, para cuya satisfacción les hacía cesión de la
renta de cuatro de las tercias censualistas abonadas por el citado Alegre (172).
Esa carencia efectiva de disponibilidad monetaria sería un acusado rasgo del
negociante en este período, pese a la práctica de algún moderado negocio en
forma de venta al fiado como la efectuada en marzo de 1743 al mercader Pedro
Ferrer, a quien vendía géneros y mercancías valoradas en 61 libras reintegrables
llanamente en un plazo de cuatro meses con más las costas de la cobranza; pero,
sin embargo, esa negativa característica también le obligaría catorce meses
(170) A.H.P.A. Protocolo 1647 de Onofre Savater, “Obligación”, 28-2-1730, f. 22r-22v; protocolo 1648 de
ídem, “Obligación”, 10-1-1731, f. 8r-8v; protocolo 1650 de ídem, “Carta de pago”, 26-2-1734, f. 40r-40v; y
protocolo 316 de Francisco Boix Sevillano, “Obligación”, 6-12-1747, ff. 411r-412v.
(171) A.H.P.A. Protocolo 319 de Francisco Boix Sevillano, “Imposición de censo”, 28-6-1750, ff. 250r-252v.
(172) A.H.P.A. Protocolo 909 de Francisco Hernández, “Carta de pago” y “Cesión”, 4-9-1739 y 17-11-1739, ff.
179r-179v y 188r-188v, respectivamente.
738
después a la adquisición al fiado de 6 piezas de lienzo blanco apreciadas a 7
libras y 10 sueldos la unidad que, “por hacerle merced y buena obra”, le
vendería la compañía francesa de los hermanos Pedro e Ignacio Geraers,
ofreciendo el deudor liquidar las 45 libras del importe en una paga entregada al
cabo de un semestre (173). A mayor abundamiento, en junio de 1744,
peticionaba a Pablo María Maltés un préstamo gracioso de 105 libras en dinero
efectivo, necesario para el cultivo de su vinícola finca en la partida de Almajá
que, concedido, prometía liquidar en una paga el día de Navidad, la que
aseguraba hipotecando la anual cosecha de vinos de la citada propiedad; pero en
el transcurso de los siguientes cuatro meses, el prestamista le había entregado
otras 70 libras en diferentes porciones acreditadas mediante documentos
privados, alcanzando el total empréstito las 175 libras, para cuya satisfacción se
vería precisado el prestatario a venderle siete toneles de vino aloque de esa anual
cosecha al precio de 25 libras cada uno a todo riesgo, asegurando el prestamista
almacenarlos en la propia bodega del vendedor hasta necesitarlos éste en la
siguiente cosecha, a cuyo tiempo si no los hubiese sacado le donaría dos de los
siete toneles. Liquidado de este modo ese crédito, medio año más tarde debía al
tratante francés Juan Bautista Sessé otro de 96 libras, 13 sueldos y 6 dineros,
resultante de la porción de dinero prestado graciosamente y de géneros
entregados para su uso y el de su familia, pagándolo mediante una cesión contra
Pablo Bremond, inquilino de su casa principal situada en la calle de La Balseta,
para que de la pensión de 100 libras que debía entregarle el 9 de diciembre de
1745 por la media añada vencida en esa fecha se cobrase Sessé su crédito (174).
Seguramente fuese esa ausencia de solvencia inmediata, unida quizá a su
deseo por mantener un modo de vida acorde con el de la familia Colomina
Pavía, en la que estaba integrado como sobrino y yerno, las circunstancias
motivadoras del arrendamiento de su finca del Almajá por tiempo de cuatro años
agrupados en dos plazos bianuales, teniendo por primer arrendatario a su
administrador mercader Pedro Gimbeu, mientras el segundo lo sería el joven
negociante Lorenzo Fabiani (175).
(173) A.H.P.A. Protocolo 804 de Antonio García, “Obligación”, 28-3-1742, f. 73r-73v; y protocolo 653 de
Vicente Fons, “Obligación”, 22-5-1743, f. 80r-80v. El tratante Pedro Ferrer adquiría la condición de mercader a
raíz de su matrimonio con Pelegra Ventura, viuda del negociante genovés Simón Risso.
(174) A.H.P.A. Protocolo 1656 de Onofre Savater, “Obligación” y “Venta y pago”, 10-6-1744 y 23-10-1744, ff.
95r-95v y 147r-147v, respectivamente; y protocolo 1657 de ídem, “Cesión”, 12-3-1745, f. 34r-34v.
(175) A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Libs. 34, 35, 36 y 37, ff. 123v-124r, 86r, 122v y 197r-107v,
respectivamente.
739
El PATRIMONIO
Antonio era conocedor del modelo social alicantino a imitar, pues no en vano
había convivido en tiempos prebélicos en una sociedad dominada por la
primacía de la nobleza local y el patriciado urbano sustentada, además de por su
privilegiado status jurídico, por el valor de sus patrimonios configurados con sus
propiedades urbanas y rústicas que les posibilitaba, de facto estas últimas,
ejercer el privilegiado control sobre la producción de tintos influyendo en su
distribución y, sobre todo, en vivir de rentas, reforzando su posición con un
eficaz entramado de enlaces matrimoniales (176).
El negociante, al retornar a la ciudad desde su exilio murciano, era consciente
de sus ilusas aspiraciones a integrarse en este grupo superior; pero también lo
era de que las ganancias obtenidas por su actividad profesional, estimadas por
entonces en 15.000 libras, unidas a su honorífico título de familiar del Santo
Oficio, podrían darle acceso a la intermedia clase social de los Ciudadanos que,
junto a la antedicha de los Caballeros, conformaban la oligarquía local. Su
integración en ella, y por ende entre la elitista sociedad alicantina, se produciría
mediante la alianza matrimonial contraída en febrero de 1711 con Mariana
Pérez, perteneciente a una familia probablemente emparentada con los Pérez de
Sarrió, caballeros de inmemorial (177), y muy vinculada con este eslabón
intermedio entre la nobleza y la plebe, formando parte del mismo su ciudadano
tío Jaime o su regidor cuñado Tomás Biar, hasta el extremo de que al enviudar
en 1723 celebraría su segundo enlace nupcial con el doctor en derecho y regidor
perpetuo de la ciudad por la clase de ciudadanos Antonio Colomina.
Cinco meses después de casarse, el genovés comenzaba sus inversiones en la
adquisición de bienes urbanos, comprando de Francisco Vergara Vallebrera, de
su madre Ana María y de su esposa Jacinta María Paravecino un almacén
situado en la calle Postiguet por precio de 640 libras pagadas al vendedor, quien
instantes antes había recuperado el edificio mediante formal escritura de
retroventa otorgada por el licenciado presbítero Juan Bautista Esteve, canónigo
penitenciario de San Nicolás y su Vicario Foráneo, y el doctor Francisco Sala,
cura más antiguo de dicha iglesia, como administradores de la pía memoria
fundada por el fallecido caballero Juan Bautista Musiteli. Todas las partes
convenían que el importe de la venta quedase en poder del negociante, hasta la
redacción y firma de la escritura de imposición de censo acostumbrada,
señalando por especiales hipotecas el citado almacén, junto con otro contiguo y
unos solares para fabricar casas propiedad del vendedor (178).
En septiembre del siguiente año, el procurador de causas Bautista Más,
curador judicial en la minoridad de mosén Nicolás Arques y Núñez, le hacía
(179) A.H.P.A. Protocolo 1711 de Antonio Sureddo, “Venta de casa”, 6-9-1712, ff. 32r-35r. La curaduría de
Más le sería proveída por un auto del Alcalde mayor Francisco Esteban Zamora Cánovas fechado el 11 de agosto
de 1712.
(180) A.H.P.A. Protocolo 443 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Poder para pleito”, 26-9-1717, f. 440r-440v; y
protocolo 447 de ídem, “Arrendamiento de mesón”, 21-1-1723, ff. 41r-42r.
741
Continuando con sus inversiones inmobiliarias urbanas, pasados casi tres años
y medio, el regidor Fernando Salafranca Mingot le vendía por 250 libras un
solar de casa suyo propio situado en la calle Barranquet del arrabal de San
Francisco, lindante por un lado con una casa de Juan Bautista Abril y, por el otro
lado y a sus espaldas, con solares del comprador adquiridos dos años antes a los
herederos de Simón Blanch. No tardaría mucho el negociante en aumentar sus
bienes comprando, a comienzos de septiembre de 1717, de José Salazar,
procurador de los consortes Juan de Zúñiga y Laura Ferreto según el poder dado
en Cieza en el mes de agosto, un almacén y casa poseídos por sus representados
en la calle San Francisco Javier o de los jesuitas, también en el arrabal de San
Francisco, siendo la última de las nueve casas existentes en dicha vía,
habiéndoles pertenecido por la adjudicación judicial practicada en la ejecución
seguida contra los esposos Francisco Mora Moxica y Antonia Pérez, sobre la
cobranza de 1.426 reales valencianos que, mediante escritura ante Cipriano
Campos en marzo de 1693, prometieron pagar al generoso Eusebio Salafranca
quien, por otro documento público ante el mismo notario en julio de 1696,
declaraba reconocer a dicho crédito como propio de Cosme Ferrero del que era
heredera la citada Laura Ferrero. Ambos edificios serían valorados en 1.115
libras satisfechas por el comprador entregando a Salazar 615 libras de contado
con más la formal obligación, escriturada al día siguiente, de abonar a sus
propietarios las 500 libras residuales en el término de una anualidad (181).
Frente a las nutridas adquisiciones urbanas, la más tardía inversión del
negociante en el medio rural también sería copiosa a partir de 1716, en cuyo mes
de agosto compraba al tío de su esposa, el ciudadano Jaime Pérez, la tercera
parte del agua de las fuentes de San Jaime y Santa Ana obtenidas por el
vendedor para el riego de tierras de su propiedad en la finca de la Saborida,
apreciada en 200 libras que con anterioridad el comprador le había prestado
graciosamente, acordando en cuanto al riego, acequia y balsa que debían
fabricarse guardar la media docena de condiciones siguientes: 1ª) El vendedor
debía tapar con arcaduces, cal y canto la acequia para la conducción del agua de
riego hasta el lugar donde se construyese la balsa, que debía ubicarse unos 200
pasos más arriba de la casa de dicha finca. 2ª) Que fabricada la balsa, el
vendedor debía trabajar la acequia necesaria más debajo de ella hasta el camino
de Elche, cuyos costes correrían de su cuenta en dos partes y una a cargo del
comprador. 3ª) Que el comprador debía hacer bistreta o anticipar con dinero
propio los costes de la balsa y acequia en sus dos terceras partes, que le
correspondía pagar al vendedor. 4ª) Que las tierras del hondo de la finca, propias
del vendedor, no se puedan regar con el agua enajenada al comprador. 5ª) Que si
(181) A.H.P.A. Protocolo 63 de Francisco Andujar, “Venta real de solar”, 25-2-1716, ff. 39r-40v; y protocolo
443 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Venta de almacén y casa” y “Obligación”, 2-9-1717 y 3-9-1717, ff. 348r-
355v y 358r-359r, respectivamente. Juan de Zúñiga era caballero de la orden de Santiago, Teniente Coronel de
los Ejércitos y Teniente de las Guardias Reales de Infantería. Su esposa era natural de Caravaca, pero residían en
la villa de Cieza donde Zúñiga ostentaba el cargo de Gobernador. El almacén lindaba con un solar de Francisco
Mora y con otro almacén propiedad de Laura Morelló.
742
desde la acequia a construir en donde queda el permiso de riego, sin llegar al
camino de Elche, le conviniese al comprador abrir 1 ó 2 hijuelas para poder
regar a derecha o izquierda, no pueda oponerse el vendedor. 6ª) Que la
fabricación de balsa y acequias debía ejecutarse con intervención del comprador.
(182).
Siguiendo con la apropiación de tan escaso y vital líquido en esta área
geográfica, de ahí su necesidad y aprecio en el terrazgo del Campo de Alicante,
compraría, hacia mediados de 1718, de los consortes Miguel Pérez y Mariana
Norma un cuarto de hora de agua discurrente por la acequia mayor del Concejo
anotado en la Giradora en la martava del segundo jueves, más otra media hora
de agua a carta de gracia que el fallecido Francisco Norma había empeñado al
comprador por 90 libras, con reserva de poderla enfranquecer cuando lo
estimase conveniente, fluyente por el mismo citado acueducto con su día y
partidor registrado en el libro del sequiero en la tanda del tercer lunes, cuyo
derecho de retroventa y cuarto de hora recayeron en la vendedora como otra hija
y heredera de su padre, en la división y partición de sus bienes realizada en
agosto del año precedente ante el notario Esteban Pastor. El precio total de la
venta ascendía a 110 libras; esto es, 66 libras, 13 sueldos y 4 dineros por el valor
del cuarto de hora y 43 libras, 6 sueldos y 8 dineros por el derecho de carta de
gracia de la media hora, cuyo monto fue satisfecho de contado por el negociante
(183).
Apenas dos meses después, el licenciado sacerdote de San Juan Tomás Pastor,
hijo de José Pastor y especial apoderado de su madre viuda Victoriana
Gozálbez, vendería al genovés un cuarto de hora de agua vieja corriente por la
acequia mayor del Ayuntamiento, anotado en el libro de gobierno de las aguas
en la jornada del primer domingo de noche bajo el número 192, valorado en 45
libras. Pero habiendo acudido el negociante con la escritura al Consistorio de la
ciudad para registrar el cambio de propiedad, encontraría equivocada la martava
de dicha agua, hallando el número 192 registrado en la jornada del segundo
jueves de noche, hecho que comunicaría al vendedor quien, cinco años más
tarde, reconocería el error peticionando a los responsables la enmienda de su
contenido (184).
Este no sería el último trato acuífero practicado con los Pastor, ya que dos
meses después de la anterior transacción y con vista a la probable compra de
tierras en el término de Muchamiel, el vecino de ella Luciano Pastor le hacía
venta real de un cuarto de hilo de agua de su propiedad, fluyente por la acequia
mayor de riego de la Huerta alicantina y registrado en la Giradora en la martava
del primer lunes de noche, por precio de 100 libras pagadas en efectivo por el
(182) A.H.P.A. Protocolo 442 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Venta de agua”, 9-8-1716, ff. 293r-296v.
(183) A.H.P.A. Protocolo 352 de Pascual Bueno, “Venta condicional de agua”, 11-6-1718, ff. 29r-31v. En
realidad, el precio final del agua comprada alcanzaría las 200 libras al contabilizar las 90 libras adeudadas y no
reintegradas por Francisco Norma.
(184) A.H.P.A. Protocolo 1764 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Venta de agua”, 21-8-1718, ff. 219r-220v; y
protocolo 447 de ídem, “Declaración”, 1-2-1723, ff. 59r-60v.
743
comprador. No obstante, el derecho de propiedad de esta agua vendida también
recaía sobre sus sobrinos, los hijos menores de su difunto hermano Francisco,
pues ambos lo habían recibido en herencia pro indivisa de su padre Melchor
Pastor. Por tal motivo, el comprador solicitaría al labrador de dicha villa
Cristóbal Ivorra que, como tutor y curador de dichos menores, ratificase la
mencionada venta, lo cual ejecutaría en abril de 1719 (185).
Igual sucedería con los Norma alicantinos con quienes Antonio mantendría
habituales tratos principiados en 1717, anualidad en la que el negociante iniciaba
la adquisición de tierras por mediación de su regidor cuñado Tomás Biar, el cual
compraba del subdiácono Vicente Norma y de sus hermanos Jaime, Mariana,
Francisca Antonia, Luisa y Florinda, todos hijos y herederos de Pedro Vicente
Norma y Luisa Sala, once tahúllas de tierra plantadas de viñedo en la partida de
la Condomina estimadas en 373 libras abonadas por el regidor, quien en enero
del siguiente año volvía a adquirirles otras siete tahúllas de tierra, de las que tres
contenían viña y las cuatro restantes tierra campa, situadas en la misma partida
rural y apreciadas en 199 libras también satisfechas por el testaferro cuñado que,
pasado un año, expresaría su condición en estas compras manifestando no tener
interés alguno en ellas, habiendo actuado por orden y cuenta de su negociante
cuñado. En cualquier caso, sería el propio Antonio quien efectuaría al trato más
importante con los mencionados hermanos Norma, quienes acuciados por las
deudas le practicarían, en mayo de 1720, venta real de treinta y dos tahúllas y
media cuarta de tierra que conformaban diez tahúllas plantadas de viñedo,
veintiuna tahúllas y cinco octavos de tierra pan llevar más dos jornales de
secano, situadas en la antedicha rústica partida y parciales integrantes de las
tierras de la hacienda recaída en la herencia de sus difuntos padres. Afectadas
por el gravamen de dos censos, uno de 626 libras redituables al 5 % que cada
agosto se pagaba al licenciado Bautista Beviá, y otro de 300 libras con su anua
pensión 300 sueldos abonados cada abril al convento de Santa Verónica de
religiosas clarisas, eran valoradas en 926 libras retenidas por el comprador a
voluntad de los vendedores para satisfacer las rentas censales mientras no se
redimiesen sus capitales. Un par de días más tarde, volvería a comprar de los
citados vendedores otras dos tahúllas de viñedo en la Condomina, lindantes por
Levante y Poniente con tierras de Antonio enajenadas anteriormente por los
mismos vendedores, añadiendo ahora medio hilo de agua anotado en la jornada
del tercer viernes de noche, alcanzando el total importe las 270 libras; es decir,
200 por el precio del agua y 70 por las tierras, liquidadas de inmediato por el
negociante comprador (186).
Estas reiteradas transacciones con los Norma concluirían en 1721, en cuyo
mes de agosto el ciudadano Máximo Pérez y su consorte Josefa María Norma le
harían venta por 70 libras de otras dos tahúllas de viña, incluidas en la parte de
(185) A.H.P.A. Ibid., “Venta real de agua”, 20-10-1718, ff. 333r-334v; y protocolo 444 de ídem, “Ratificación”,
27-4-1719, ff. 190r-192v.
(186) A.H.P.A. Protocolo 444 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Declaración”, 16-1-1719, ff. 33r-35v; y protocolo
1765 de ídem, “Venta de tierra”, 20-5-1720 y 22-5-1720, ff. 151r-155v y 156r-158v, respectivamente.
744
la finca poseída en la Condomina por los herederos de Pedro Vicente Norma,
pertenecientes a la vendedora en cumplimiento de las siete tahúllas y media de
su dote señaladas por su madre viuda, Luisa Sala, en las escrituras de boda
celebradas con su ciudadano marido y ratificadas, cinco días antes de esta venta,
por los demás herederos hermanos ante el notario Vicente Rovira. Y estando
presente a este otorgamiento Felipe Rogerio, representando a sus hermanos y
herederos de Tomás Rogerio, por tener causa pendiente en grado de apelación
ante la Audiencia contra los herederos de Pedro Vicente Norma, se le pediría por
los vendedores, para que tuviese efecto esta venta sin ningún recelo del
comprador, que renunciase a cualquier derecho que pudiese tener contra las
citadas dos tahúllas, accediendo a tal solicitud “por hacer merced y buena obra”.
Así lograba Antonio la propiedad de una finca compuesta por unas 55 ó 56
tahúllas, ubicadas en la mejor zona vinícola de la Huerta de la ciudad, que en la
cosecha de ese mismo año le rentarían una producción de 600 cántaros (187).
Entretanto, el negociante se dirigía a la captación de tierras en otra zona del
Campo alicantino con las que compondría otra hacienda. En marzo de 1719
compraba de los recién desposados Jaime Roca Escrivá y María Manuela
Pascual Martínez de Vera veinticinco tahúllas de tierra blanca con algunos
árboles, divididas en dos parcelas separadas de 22´5 y 2´5 tahúllas, propias de la
novia recibidas en la dotación propter nupcias efectuada el día 24 del
antecedente mes de febrero por su madre Manuela Martínez de Vera y Pascual,
viuda de Tomás Pascual Pérez de Sarrió, formando parte de las que componían
la mayor hacienda de la dotadora en la partida del Conchell, en el término de la
villa de Muchamiel. El precio estipulado se fijaría en 1.000 libras, que el
comprador satisfacía entregando la mitad en dinero efectivo de contado,
reteniendo en su poder las otras 500 libras para imponerlas a censo al quitar a
razón del 5 % sobre las dichas veinticinco tahúllas, abonando a los vendedores
las 25 libras de anual rédito cada 13 de marzo desde tal día de 1720, bajo pena
de ejecución mientras no se redimiese, prometiendo guardar y cumplir las
siguientes condiciones: 1ª) Mantener el comprador labradas y cultivadas las
tahúllas vendidas para que vayan en aumento y no en disminución,
apremiándome a ello. 2ª) Las dichas tahúllas sólo se podrán vender, donar,
trocar o enajenar a personas legas, llanas y abonadas de las que este tributo se
pueda cobrar cumplidamente a dicho plazo, notificándolo siempre antes de la
venta al dueño del censo para que si quisiere las tome por el tanto que otro diere,
y no ejecutándolo así caiga en comiso. 3ª) Sobre dichas tahúllas no se podrán
imponer censo ni tributo alguno, y lo que en contrario se hiciese quede sin
ningún efecto. 4ª) Aunque las tahúllas se dividan entre herederos, o se separen
para satisfacción de dote, o por cualquier otro motivo, no por eso se paraliza la
exacción de las pensiones sin prorratear ni dividir su paga entre los poseedores
(187) A.H.P.A. Protocolo 894 de Francisco Hernández, “Venta de tierra”, 18-8-1721, ff. 145r-146v; y A.M.A.
Manifiesto del vino. Arm. 17, Lib. 11, f. 81v.
745
de ellas, pues todos ellos quedan obligados a la entera satisfacción de este
tributo. 5ª) Siempre que las tahúllas pasen a nuevo poseedor, debe reconocer
este censo obligándose en forma a la satisfacción de sus pensiones, entregando a
su costa traslado autorizado al censualista y a ello se le ha de apremiar. 6ª)
Aunque no se cobren las pensiones del censo en mucho tiempo, no por ello ha
de prescribir la vía ejecutiva ni el derecho de cobrarlas, porque siempre ha de
estar su dueño en tiempo hábil para usar de esta acción, sobre lo cual por el
comprador y sus sucesores en dichas tahúllas se renunciaba perpetuamente a las
leyes de las prescripciones y el beneficio de la vía ordinaria en la forma
prevenida en el derecho. 7ª) Siempre que el comprador y sus sucesores quisiesen
redimir este censo lo puedan hacer, entregando al dueño las 500 libras de su
capital en una paga con las pensiones y prorratas adeudadas, otorgando a favor
del censatario carta de pago y finiquito en forma. Y en caso de omisión, debe
tenerse cumplido con hacer depósito judicial de lo referido haciéndose notorio al
censualista, con cuya diligencia debemos quedar exonerados de satisfacer las
pensiones que fuesen cayendo, pero con la obligación de costear los gastos
ocasionados hasta dicha redención inclusive, siempre que no haya omisión
culpable del dueño del censo, en cuyo caso deben ser de su cuenta y riesgo
conforme a lo tratado (188).
Frente a estas exigentes calidades, Antonio se esforzaría por aminorar el
capital y pensión del censo antes del vencimiento de la primera paga con la
intención, si fuere posible, de redimirlo en su totalidad. A tal fin, pasados 16
días de la venta, entregaría a los cónyuges 100 libras con más 2 sueldos y 2
dineros por las prorratas para que éstos otorgasen quitamiento y redención en
igual cuantía del principal y rentas anuales del tributo. Un mes y medio después,
se desplazaba hasta la finca llamada “La Fábrica”, en el término de Muchamiel,
para depositar en manos de los censualistas otras 200 libras a cuenta del capital
del censo, más las prorratas devengadas desde su imposición, enfranqueciéndole
los consortes en la misma porción del censo y sus pensiones. Llegado el mes de
octubre, liquidaría el censo satisfaciendo a sus dueños las otras 200 libras que
faltaban por redimir, requiriéndoles la pertinente carta de quitamiento (189).
Mientras tanto, diez días antes de la segunda reducción censal y pretendiendo
unificar las dos separadas parcelas de tierra adquiridas, compraría de Manuela
Martínez de Vera y Pascual otras diecisiete tahúllas y media cuarta de tierra
plantadas con diferentes árboles, las cuales eran parte de su hacienda llamada
“El Conchell” poseída en la homónima partida rural, lindantes por Levante y
Tramontana con tierras de la misma finca propias del comprador, gravadas con
(188) A.H.P.A. Protocolo 66 de Francisco Andujar, “Venta real”, 12-3-1719, ff. 60r-72v. La dote de la
vendedora ascendía a 1.500 libras, de las que 1.000 percibiría en el valor de las 25 tahúllas estimadas en 40 libras
cada una, precio con el que se venderían al negociante; mientras las restantes 500 libras las recibiría en parte de
la legítima si la hubiese al fallecimiento de la dotadora. En base a esta condicional dote, el valenciano marido de
la dotada le donaba en arras 2.500 libras si recibía la entera dotación; pero si finalmente la dote se reducía en
500 libras de la legítima, también la donación menguaría en la misma cantidad.
(189) A.H.P.A. Ibid., “Aceptación de parte del tributo”, “Redención de censo” y “Carta de redención”, 28-3-
1719, 10-5-1719 y 22-10-1719, ff. 80r-82v, 110r-112v y 212r-214v, respectivamente.
746
cuatro censos de total capital 551 libras y otros tantos sueldos de anual rédito,
que Antonio debía obligarse a pagar en la aceptación de esta venta por quedar
subrogadas en las diecisiete tahúllas y media cuarta, sobre las cuales no podía
prorratear el arrendamiento que de toda la hacienda tenía practicado la
vendedora hasta la venidera fiesta de San Miguel. Vendidas también a 40 libras
la tahúlla, su importe alcanzaba las 685 libras que rebajadas en el montante
capital censal quedaban reducidas a 134 libras líquidas, satisfechas de contado
por el comprador (190).
En noviembre de 1720 había muerto esta vendedora, y su primogénito
heredero Manuel Pascual Martínez de Vera practicaría venta real al negociante
de cinco tahúllas, una cuarta y trece brazas de tierra blanca, parte de su heredada
finca “El Conchell”, limitadas por Levante con tierras del comprador y por
Tramontana con las del vendedor, por un total precio de 179 libras y 8 sueldos; a
saber, 130 libras por las primeras tres tahúllas y una cuarta a razón de 40 libras
la unidad, más 49 libras y 8 sueldos del valor de las dos últimas tahúllas y trece
brazas estimadas en 24 libras la tahúlla, cuyo global importe satisfacía el
comprador, mientras el vendedor garantizaba la venta hipotecando un censo de
198 libras comprado al convento de la Encarnación de la villa de Mula,
mediante escritura otorgada a fines del mes precedente por el mercader Juan
Casajús, apoderado de dicho convento, ante el notario Antonio García, cuya
anual renta de 198 sueldos pagaban los hermanos Jerónimo y José Berenguer,
vecinos de Muchamiel (191).
Las dos últimas adquisiciones posibilitarían al negociante conformar una
compacta propiedad rústica de unas cuarenta y ocho tahúllas en la partida del
Conchell, término de Muchamiel, que, acondicionadas en lo posible y plantadas
de viña y majuelo, darían sus primeros frutos en 1721 con una inicial producción
cosechera de 100 cántaros de vino (192).
Cuantificar con exactitud la fortuna de Antonio no resulta factible, pues
aunque conozcamos el precio de adquisición de la mayor parte de sus bienes,
(190) A.H.P.A. Protocolo 66 de Francisco Andujar, “Venta real”, 1-5-1719, ff. 101r-107v. Las cargas
soportadas por la hacienda de la vendedora, y subrogadas en las tierras compradas por el negociante, consistían
en un censo de 121 libras con 121 sueldos de pensión anual pagados cada 7 de enero a la iglesia de San Salvador
de dicha villa, al cual estaba obligada la herencia de su difunto marido por haber recaído en ella y poseer sus
herederos 6 tahúllas incorporadas en la finca “El Señal”, propiedad de la misma herencia, con cuyo tributo las
compró su suegro Francisco Pascual a Silvestre Vicente y Diego Gozálbez en diciembre de 1653 ante el notario
Francisco Verdú; otro censo de 150 libras y otros tantos sueldos de anua pensión abonados cada 20 de julio a
Pedro Lombardón, habiéndole pertenecido por el traspaso efectuado por el notario Timoteo Carbonell ante su
colega Vicente Cerdá y Sevillano, siendo especial hipoteca 2 casas situadas en la calle San Agustín de dicha villa
que, por título hereditario, pertenecieron a su difunto marido; otro censo de 100 libras y 100 sueldos de rédito
anual pagados cada 10 de enero al convento de la Santa Faz, que en mayor cantidad impuso su citado suegro en
enero de 1650 ante Domingo Larrea sobre una casa ubicada en la calle Labradores comprada de Antonio
Carratalá, que traspasó las 100 libras censales a favor de dicho convento en agosto de 1674 mediante escritura
ante Ildefonso Planelles, correspondiendo su pago a la dicha herencia por haberse vendido sin este gravamen a
Juan Bautista Abril una casa recaída en ella; y, por último, un censo de 180 libras redituables al 5 % anual
abonado cada mes de diciembre al mencionado convento, que su difunto marido se impuso en ese mes de 1688
ante Honorato Boyer, obligándose a su pago mientras no redimiese el principal.
(191) A.H.P.A. Protocolo 786 de Antonio García, “Venta real de tierra”, 7-11-1720, ff. 391r-393v.
(192) A.M.A. Manifiesto del vino. Arm. 17, Lib. 11, f. 26r.
747
carecemos de datos sobre su valor añadido con las reformas y mejoras
practicadas en ellos por el negociante, que impiden conocer su precio real de
mercado, al igual que desconocemos el referido a los bienes muebles, ajuares,
capitales y demás créditos, derechos y acciones debido, fundamentalmente, a
que el inventario de ellos ejecutado por su hermano presbítero Juan Bautista a
comienzos de marzo de 1724 fue estrictamente eso, el asiento sin valoración de
los bienes y efectos del difunto en forma más o menos ordenada, ya que su
finalidad era cumplir la manda testamentaria de su incautación, no de su división
y partición, tal como puede apreciarse en el apéndice documental.
No obstante, disponemos de algún indicio y estudio que podrían posibilitar la
aventura de intentar obtener una mera estimación genérica del conjunto de sus
bienes. Por un lado, en sus últimas voluntades legaba a su esposa y a su hermano
sacerdote el reparto por mitad de los gananciales resultantes, una vez ajustadas
las cuentas con los correspondientes y detraídas las 1.500 libras de la dote de
Mariana, más las 15.000 aportadas por capital del testador al matrimonio. En
octubre de 1728 se repartían los gananciales, resultando Mariana y su segundo
marido Antonio Colomina agraciados en 8.013 libras, 2 sueldos y 6 dineros, de
las que 7.813 pertenecían al valor del mesón y tienda en la calle del Valle, más
el de la finca del Conchell, cantidad que también percibiría Juan Bautista por ser
esta partición por mitad, lo que supondría que el total repartido ascendía a
16.026 libras que sumadas a las otras 16.500 libras previamente rebajadas por la
dote y capital matrimonial, resultaría un mínimo montante de gananciales
oscilante entre las 32.500 y 33.000 libras.
Por otra parte, el profesor Franch Benavent, en un estudio sobre los gastos
mortuorios entre los comerciantes valencianos de la centuria, basado en 36
documentos de últimas voluntades, analizaba la relación existente entre los
gastos funerarios y la posición socioeconómica del testador, tratando de
averiguar el porcentaje que representaban aquellos sobre las respectivas
fortunas, apreciando que en los casos en que la fortuna superaba las 50.000
libras líquidas, el valor del legado nunca era inferior a las 200 libras, deduciendo
que la proporción de este sobre el capital líquido era bastante homogénea,
oscilando entre el 0´19 y el 4´17 por ciento (193).
Aplicando esta conclusión al caso que nos ocupa, y considerando un error la
limosna de 4 libras y media las misas parroquiales y otras 3 libras y media las
conventuales cuando las acostumbradas eran 4 y 3 sueldos respectivamente,
podemos establecer un cálculo aproximado del coste de su ritual funerario
estimando su valor en un mínimo de 236 libras y un máximo de 300 libras,
habida cuenta que desconocemos la limosna legada a todo el clero secular de la
ciudad, al regular de las cuatro comunidades mendicantes de ella y al del
convento paulista de Muchamiel. Aplicando sobre estos valores las
apreciaciones y deducciones referidas, podríamos inferir que la líquida hacienda
(193) Franch Benavent, R., “El coste de la muerte entre los comerciantes valencianos del siglo XVIII”. Estudis:
Revista de Historia Moderna, Nº 24, 1998, pp. 420-421.
748
del fallecido negociante no era inferior a las 50.000 libras y que, utilizando el
menor porcentaje, rechazando el mayor por sus inaceptables resultados con
cantidades inferiores a los gananciales, su probable valor patrimonial podría
oscilar entre las 124.210 y las 157.894 libras (194).
En cualquier caso, el referido cuerpo patrimonial de bienes sería transmitido a
sus sucesores mujer y hermano, en especial a éste último como heredero
universal del finado que, junto a este notable beneficio, también recibiría las
cargas y algunos inconvenientes como, por ejemplo, la mencionada ocupación
en 1725 de un mesón nuevo en la calle Barranquet, fabricado por el difunto
Antonio sobre un solar de casa adquirido al regidor Fernando Salafranca, por
parte de las tropas de guarnición en la ciudad que lo convirtieron en su cuartel,
forzándole a facultar a sus paisanos negociantes de Valencia los hermanos Juan
Bautista y Juan Causa para cobrar de la Tesorería de Guerra las cantidades
adeudadas por tal motivo (195), o como los presentados con los hermanos
Norma, que veremos más adelante.
Entre los bienes patrimoniales heredados figuraba una esclava nombrada
Antonia, de buena estatura, poco morena, de ojos negros y de 26 años, que en
atención a los buenos servicios prestados a su fallecido hermano y también a él
durante cuatro años, en enero de 1727 le concedía voluntariamente la libertad
para que no estuviese más tiempo sujeta a servidumbre (196).
El presbítero Juan Bautista incrementaría escasamente el patrimonio recibido,
más bien casi todo lo contrario, menguándolo con tributos y ventas para
satisfacer urgencias propias o de su predilecto hijo Francisco Antonio, lo cual,
por otra parte, no resulta tan infrecuente con los bienes graciosamente recibidos.
El único incremento se producía en la herencia agraria por intereses vinícolas y
motivos económicos, ampliando de 56 a 70 tahúllas la finca de la Condomina
con la aportación de otras trece tahúllas y media en dos parcelas, parte plantadas
de viña, parte con higueras y parte tierra de secano, lindantes con tierras propias,
de Tomás Biar y de los hermanos Norma, compradas por 398 libras, 13 sueldos
y 11 dineros, tres meses después de liberar a la esclava, del embalador Martín
García, quien, a su vez, las había adquirido once días antes del trato por venta
judicial ante el notario Pascual Bueno (197).
Las halagüeñas perspectivas de vida para el presbítero, gestionando la fortuna
recibida que le convertiría en cosechero, se verían truncadas a finales de 1727
por la confianza ciega depositada en su hijo Francisco Antonio, cuyas
actividades profesionales, primero con la compañía Boniceli Pavía y con la suya
(194) Si aceptamos las limosnas de las misas en los valores expresados en el testamento, los gastos funerarios
alcanzarían cifras comprendidas entre 3.015 y 3.050 libras, debiendo aplicarse mayores porcentajes incluyendo
el máximo del 4´17 %, en cuyo caso el acervo patrimonial oscilaría entre las 72.302 y las 73.141 libras
respectivamente, cifras que resultan posibles pero poco probables, siendo acaso más acertado el uso del
porcentaje promedio con el que resultarían valores de 138.302 y 139.908, cantidades bastante cercanas a 141.052
resultante de promediar las referenciadas en el texto.
(195) A.H.P.A. Protocolo 449 de Vicente Cerdá y Sevillano, “Poder para cobrar”, 24-2-1725, f. 69r-71v.
(196) A.H.P.A. Protocolo 1574 de Vicente Rovira, “Libertad”, 22-1-1727, f. 10r-10v.
(197) A.H.P.A. Ibid., “Venta”, 16-4-1727, ff. 56r-57v.
749
propia después, le endeudarían sobremanera teniendo que recurrir a los bienes
heredados para afrontarlas. Así, tras el laudo de Felipe Bolifón, se vería
precisado a vender a los Boniceli una de las casas heredadas en la calle Postiguet
para saldar el débito de 3.565 libras, la cual estaba arrendada por 250 libras
anuales al Corregidor Alejandro de la Motte quien, asimismo, poseía en alquiler
un almacén adyacente por 70 libras para, entre otras cosas, abonar el arrendador
las 1.000 libras a su ya difunta hermana María Magdalena y las 400 a su sobrino
yerno Juan Esteban legadas por su hermano Antonio, así como los 500 doblones
que a éste le había prestado Luis Canicia y Juan, cantidades todas ellas
adeudadas siete años después de la muerte del negociante. En el mismo o
parecido propósito alquilaba, en septiembre de 1731, al negociante José Laplaza
el antiguo domicilio de Antonio en la calle Postiguet, compuesto de sala
principal, cuadra, oratorio, 3 alcobas, comedor con su cocina y otra alcoba
pequeña a la entrada del mismo comedor, escritorio con su cuarto y 2 alcobas,
almacén, caballeriza, entrada y cuartos debajo del escritorio, por tiempo de seis
años, con los tres primeros obligatorios y voluntarios los del último trienio, que
habían comenzado el primer día de ese año al anual canon de 150 libras, si bien
el inquilino le anticiparía 500 libras correspondientes a las 450 por el trienio
obligatorio y otras 50 a cuenta del voluntario. Pasados cuatro años, el inquilino
francés complementaba el total arrendamiento de 900 libras, entregando al
arrendador 400 libras anticipadas “por hacerle merced y buena obra” (198).
Finalizado este arriendo, Laplaza dejaría la casa al no convenirle las nuevas
condiciones pretendidas por el arrendador que, en mayo de 1737, la alquilaba la
los negociantes ingleses Juan Curson y Abraham Stephens por tiempo de nueve
años, siete precisos y dos voluntarios, que se iniciarían al comenzar el siguiente
mes por el precio anual de 300 pesos pagados en medias añadas anticipadas,
según era costumbre en los alquileres de casas en la ciudad, habiendo convenido
las partes iniciar las siguientes obras y reparos en la casa bajo la dirección del
maestro albañil Nicolás Puerto: 1) Componer el almacén pequeño situado a
mano izquierda de la entrada de ella, de modo que sirva para dormir los criados.
2) Derribar el entresuelo del almacén principal tapiando su puerta. 3) Practicar
en los entresuelos dos reparaciones de tabique, cada una con su puerta, y
enlucirlo todo. 4) Blanquear la luna o claro del patio. 5) Trasladar la puerta
principal de la sala al recibidor, cerrándolo de pared y tapiando el surtidor que
desemboca en el del cuarto de la cuadra, donde debe agrandarse la ventana que
tiene. 6) Fabricar en la cuadra una cocinita a la romana y otra ventana igual a la
que tiene, derribando los tabiques de la alcoba y oratorio, continuando la
techumbre de modo que forme una pieza entera que servirá de comedor con su
puerta a la escalera excusada, a construir desde el rincón del entresuelo a mano
derecha de su entrada hasta la azotea, debiendo tener la capacidad y decencia
que permita el lugar. 7) En la actual cocina dormitorio y escritorio con sus
(198) A.H.P.A. Protocolo 1577 de Vicente Rovira, “Arrendamiento de casa”, 2-9-1731, ff. 281r-283v; y
protocolo 1581 de ídem, “Carta de pago”, 6-8-1735, f. 127r-127v.
750
puertas y comedor debe formarse un salón y ventanas proporcionadas, según
juzgase el maestro de obras; y en el escritorio, otra cocinita a la romana. 8) En el
desván situado sobre las referidas estancias se edificarán dormitorio y escritorio,
después de cerrar las tres puertas de la pared maestra que dividirá por entero esta
casa habitada por su dueño, formándose cocina y despensa con sus puertas. 9) El
actual pajar se tabicará formando dos cuartos con sus puertas, quedando dentro
del más cercano a la escalera la ventana que mira al patio de la casa habitada por
el Corregidor Felipe de Solís y Gante, y para la comunicación del desván que
mira al mar quedará su actual pasadizo, formándose de tabiques en dicho desván
tres cuartos, cada uno con su puerta al pasadizo, quedando como está la
despensa, aunque agrandando las dos ventanas que tiene al claro del patio,
además de enladrillar los suelos de los nuevos dormitorio, escritorio y cocina
(199).
Por otro lado, Juan Bautista cumpliría una parte de las cláusulas hereditarias
de su testamento redactado en marzo de 1730, la tocante a la legítima y mejora a
su predilecto hijo Francisco Antonio, ya que la disposición de repartir a partes
iguales entre sus herederos los bienes y créditos almerienses no tendría efecto,
dada su inexistencia tras la venta en 1733 de media casa, un almacén y la finca
“La Ortichuela”, únicos bienes estrictamente propios del presbítero, a su antiguo
colaborador Lorenzo Schiafino. Ejecutando dichos beneficios a su hijo, le hacía
donación de 4.000 libras en julio de 1731 asignados sobre la propiedad, que no
el dominio y usufructo reservados para si por el donador, de la finca de la
Condomina valorada en 3.000 libras rebajados los censos que la gravaban, más
otras 1.000 libras por el valor de la casa que habitaba y un horno de pan cocer
situado en la calle de la Palmereta, en el barrio de la Villavieja, gravado con 5
sueldos de laudemio a favor del monarca, que el donado vendería, en virtud de
la licencia concedida por el Corregidor de la Motte en marzo de 1732, al
abogado y regidor Antonio Colomina por precio de 320 libras, más otras 10 del
importe de las 100 libras en que se reputaba la olla y sitio del horno por el
derecho de licencia (200).
El importe de esta venta sería invertido meses después en la adquisición de
cuatro piezas de tierra, conteniendo veintinueve tahúllas y tres cuartas plantadas
por partes de viña y majuelo, de olivar y de tierra blanca con algunos árboles,
con su casa mediana, cisterna y corral de ganado, situadas en la partida de
Benitía del término de Muchamiel, compradas en junio de 1732 de los esposos
José Gozálbez y Teresa Rodrigo por José Campos, suegro de Francisco Antonio,
con un importe de 1.200 libras que, rebajadas en las 416 de los capitales de los
censos cargados sobre ellas, resultarían líquidas 784 libras de las que 400 serían
pagadas de contado por el comprador, quien pasado un mes reconocía haber
ejecutado la compra por cuenta, orden y dinero de su yerno al que transportaba
(199) A.H.P.A. Protocolo 801 de Antonio García, “Arrendamiento de casa”, 4-5-1737, ff. 96r-100r.
(200) A.H.P.A. Protocolo 1649 de Onofre Savater, “Venta real”, 15-3-1732, ff. 53r-55v.
El horno limitaba por sus cuatro costados con las casas patrimoniales del presbítero Vicente Norma, las de
Nicolasa Norma, la casa de los herederos de Francisco Galdó y con la de los herederos de Francisco Sevilla.
751
estos bienes, siendo el negociante quien abonaría en enero de 1733 las restantes
384 libras del precio de la venta (201).
Correspondería al nuevo propietario de la hacienda de la Condomina concluir
los litigiosos inconvenientes de los hermanos Norma, representados por el
sacerdote Vicente Norma, quienes habían seguido causa judicial ante el Alcalde
mayor José Antonio Reguero contra Juan Bautista, como heredero de su difunto
hermano, sobre la nulidad de diferentes escrituras de venta firmadas a favor del
fallecido Antonio siendo menores de edad, sin haber precedido las diligencias en
derecho prevenidas para tales casos, cuyos vicios causantes de la nulidad de las
dichas escrituras procuraron los demandantes deducir esforzando su derecho
contra Juan Bautista, quien con iguales razones contradijo oponiéndose a esa
pretensión, documentos y probanzas, dictándose resolución de la causa en enero
de 1732, que declaraba improbada la demanda de los Norma y por justificadas
las excepciones y defensas del clérigo Juan Bautista, que seguiría manteniendo
la propiedad y posesión del agua y tierras vendidas.
Disconformes los demandantes con el auto, interponían apelación en tiempo y
forma ante el Corregidor Alejandro de la Motte que les fue admitida,
mandándoles librar el correspondiente testimonio y, no habiéndolo practicado,
se les notificaba, a instancia de la parte demandada, que presentasen la mejora
en el término de nueve días con apercibimiento ordinario. Y estando el pleito en
este estado, considerando las dilaciones, gastos inexcusables y dudas sobre los
vencimientos de la causa, convendrían las partes, por la interposición de bien
intencionas personas celosas de paz, en ratificar y confirmar las susodichas
escrituras de venta al difunto Antonio, de quien era heredero su hermano Juan
Bautista, conteniendo todas ellas las 56 tahúllas de viñedo y tierra campa con
medio hilo de agua y dos jornales de secano, por los mismos importes,
circunstancias y calidades, cediendo sus derechos a favor de Francisco Antonio
en quien habían recaído esas propiedades en virtud de donación, cuya
ratificación y desistimiento hacían por 220 libras pagadas de contado por su
actual propietario al que, en fuerza del contenido de esta contrata, por 60 libras
le hacían venta real de una casilla y cisterna pequeña derruidas con una hora de
labor de tierra de secano situada en la Condomina, siendo la última propiedad
que les quedaba a los Norma en dicha partida, hipotecando a su seguridad los
vendedores su casa principal y accesoria ubicadas en el barrio de la Villavieja
(202).
Juan Esteban, sobrino y primo de los referidos clérigo e hijo, será el auténtico
desconocido en el plano patrimonial, pues la ausencia de noticias de cualquier
índole en este sentido imposibilita vislumbrar el más mínimo atisbo sobre su
(201) A.H.P.A. Protocolo 362 de Pascual Bueno, “Declaración y transportación”, 13-7-1732, ff. 211r-213v; y
protocolo 363 de ídem, “Carta de pago”, 29-1-1733, f. 22r-22v.
(202) A.H.P.A. Protocolo 1649 de Onofre Savater, “Transacción”, 15-3-1732, ff. 56r-60v. El documento
relaciona las ventas practicadas por los Norma al fallecido Antonio y a su testaferro regidor y cuñado Tomás
Biar, con expresión de las fechas y tahúllas o tahúllas y agua vendidas. El domicilio de los hermanos Vicente,
Jaime, Francisca Antonia, Luisa, Mariana y Florinda Norma limitaba a la sazón con las casas de Nicolasa Norma
y la de Jacinta Norma, sus hermanas desposadas, así como la del presbítero Nicolás Pavía.
752
fortuna. Muestra de ello sería su repentina desaparición de la relación de los
derechos del Diezmo practicada en 1730 por el contador interventor de Rentas
Reales y Generales de la ciudad, Vicente Bonavida, sobre todo cuando figuraba
en las confeccionadas por el mismo funcionario en el bienio precedente.
Tampoco aparecería entre los negociantes avecindados en la ciudad y
componentes de la segunda clase del padrón de 1731-32, elaborado con criterio
estamental, pero poco riguroso y con notable ocultación, aspectos ya tratados en
otro capítulo del trabajo (203), motivando en consecuencia que el negociante
incumpliese la obligación de practicar declaración jurada de sus ingresos
personales del trabajo, capital estimado de sus bienes y renta líquida anual
resultante de dicho capital para presentarla en el Consistorio de la ciudad, en
ejecución de un edicto del Alcalde mayor publicado con vistas a confeccionar el
citado vecindario y que, además, apercibía de las penas en caso de ocultación
(204).
Contrariamente, en esos mismos años, aparecía plenamente identificado en
otra fuente fiscal, la del Equivalente, figurando en el reparto del cupo de 29.000
libras para 1730 residenciado en la calle Postiguet con una tributación asignada
de 46 libras y 6 sueldos, carga que aumentaría en 10 libras y 8 sueldos más al
año siguiente con la misma carga tributaria impuesta a la ciudad, aunque ahora
localizado en la Plaza de Ramiro, lugar en el que permanecía en 1732
afrontando un retraído tributo de 16 libras, 11 sueldos y 9 dineros, sin haber
variado la cuantía del cupo a la ciudad. Sin embargo, de manera inexplicable,
desaparecía del impuesto único de 1733 repartido a mediados de julio, cuando
cinco meses antes el notario Francisco Hernández, en su elaboración del padrón
de ese año por clases y grados, le había relacionado en la segunda clase formada
por los negociantes de puerta cerrada, sin asignación de capital estimativo de
bienes, ni renta líquida anual percibida; pero sí con unos ingresos personales del
trabajo o gananciales que ascendían a 81 libras, 15 sueldos y 9 dineros que,
supuestamente, constituían todo su valor patrimonial (205).
El clérigo Nicolás Pavía Blasco, al margen de sus bienes urbanos consistentes
en una casa en la Villavieja, otra situada en la Plaza de la Sangre, convertida en
el domicilio habitual hasta su muerte en 1756, y una tercera en la calle “dels
Porchens”, poseía dos propiedades rústicas en el término del lugar de San Juan,
siendo su predilecta la hacienda situada en la partida de Fabraquer, la que le
posibilitaría alcanzar su condición de cosechero. A su adquisición y formación
con sucesivas ampliaciones destinaría la casi totalidad de sus inversiones
(206) A.H.P.A. Protocolo 385 de Roque Castelló, “Venta judicial”, 10-4-1734, ff. 50r-52v.
(207) A.H.P.A. Protocolo 305 de Francisco Boix Sevillano, “Venta real de tierra”, 19-9-1734, ff. 298r-300v; y
protocolo 306 de ídem, “Venta real de tierra”, 4-1-1735, ff. 2r-4v.
754
disposición testamentaria de abril de 1705 ante Juan Bautista Hernández, y por
muerte de su hijo Francisco pasarían a su nieto cura Bautista Perales. El importe
satisfecho por Barriga ascendía a 240 libras que serían distribuidas en función de
los intereses y derechos de cada cual en el inmueble, adjudicándose 175 libras a
mosén Nicolás, otras 40 libras repartidas por mitad entre los Perales tío y
sobrino, más 25 libras del principal del censo retenidas por el comprador para el
pago anual de sus réditos (208).
Tres meses más tarde, el cura de Santa María reanudaría las obsesivas
incorporaciones de tierras a su finca de Fabraquer, comprando de los esposos
José Bañuls y Clara Cabrera, de San Juan, una lindante pieza de tierra huerta
compuesta de ocho tahúllas plantadas de viña, cargadas con un censo de 30
libras y anuo rédito de 30 sueldos pagados cada agosto a Bautista Planelles,
residente en la villa de Tibi. El precio de 190 libras sería aminorado en el
principal del censo para pagar sus pensiones al censualista, a quien el comprador
reconocía por dueño y señor del tributo (209).
En otoño de 1737 ampliaría la superficie de la finca anexando más de dieciséis
tahúllas obtenidas mediante un par de compras. En octubre, el labrador vecino
de San Juan Francisco Giner le haría venta real por 106 libras, 4 sueldos y 3
dineros de una pieza de tierra huerta de pan sembrar, conteniendo ocho tahúllas,
tres cuartas y veinticinco brazas limitadas por dos partes con tierras del
presbítero, quien en el mes precedente había adquirido del matrimonio
alicantino formado por el maestro zapatero Vicente Romero y Josefa María
Barber otra pieza de tierra huerta con algunos árboles, compuesta por siete
tahúllas y tres cuartas y media pertenecientes a la vendedora por herencia de sus
padres, apreciadas en 78 libras y 15 sueldos y lindantes con la otra mitad de
tierras de su propiedad y con las del comprador que, seis años más tarde,
adquiría por el mismo importe la otra igual superficie de tierras que le quedaban
a la vendedora en dicho paraje de Fabraquer, plantadas de viña y majuelo con el
riego de agua del nuevo establecimiento o agua nueva procedente del pantano de
Tibi (210).
Cinco años después, el labrador Jaime Sala y su mujer Francisca Peiró debían
al clérigo 82 libras desde hacía siete meses, y para satisfacerlas le hacían venta
real de doce tahúllas, cuarta y media y dieciséis brazas de tierra huerta
contenidas en una pieza, parte plantada de viñedo y parte de tierra pan sembrar,
con agua de riego del nuevo establecimiento y limitadas por dos partes con
tierras del comprador, valorada en 198 libras, 11 sueldos y 7 dineros saldadas
por éste abonando 116 libras más el pico, reservando en su poder las 82 libras a
voluntad y expreso consentimiento de los vendedores para de ellas reintegrarse
(208) A.H.P.A. Protocolo 364 de Pascual Bueno, “Venta real de casa”, 23-12-1735, ff. 356r-361v.
(209) A.H.P.A. Protocolo 307 de Francisco Boix Sevillano, “Venta de tierra”, 6-3-1736, ff. 85r-88v.
(210) A.H.P.A. Protocolo 308 de ídem, “Venta real de tierra”, 12-10-1737 y 30-9-1737, ff. 243r-244v y 217r-
219v, respectivamente; y protocolo 313 de ídem, “Venta real de tierra”, 10-3-1743, ff. 104r-106v. La total finca
de la vendedora, heredada de sus padres José Barber y Ángela Vera, que adquirió por mitad mosén Nicolás,
contenía 15 tahúllas y tres cuartas.
755
su crédito (211).
Las tres últimas agregaciones de tierras serían efectuadas en la década de los
cincuenta, en cuyo inicial año incorporaba doce tahúllas y una cuarta plantadas
de higueras y viñedo en una pieza con su derecho de agua nueva, limítrofes por
dos partes con tierras del cura, vendidas por los consortes Juan Sellers y Teresa
Llopis siendo justipreciadas en 211 libras, 1 sueldo y 9 dineros por Félix
Planelles y Jaime Sala, expertos labradores nombrados por las partes, si bien sus
dimensiones serían sogueadas por Agustín Bonmatí. Trece meses después, en
mayo de 1751, sería el labrador de San Juan Bautista Buades Ripoll quien por
53 libras, 6 sueldos y 9 dineros le practicaba venta real de tres tahúllas, media
cuarta y tres brazas de tierra huerta en una pieza, medida y sogueada por el
agrimensor de Muchamiel Leonardo Alberola, plantada de viña y algunas
higueras con su derecho de agua de riego del nuevo establecimiento, lindando
por dos partes con tierras del adquiriente (212).
Pasarían cuatro años antes de realizar la última compra de tierras en abril de
1755, consistente en una pieza de siete tahúllas y media cuarta de tierra huerta
plantadas de viñedo con su derecho de riego del agua nueva, confinantes por dos
partes con tierras del sacerdote y estimadas por el vendedor labrador José Lledó
en 163 libras, 16 sueldos y 4 dineros, que serían satisfechas de contado por el
comprador mediante la entrega de 6 doblones de 20 libras cada uno, un doblón
de 10 libras, 6 doblones de 5 libras cada uno, 2 pesos duros de plata, 3 pesetas, 2
reales y medio de plata y 4 menudillos (213).
En poco más de dos décadas había conseguido ampliar en más de setenta y
seis tahúllas la dimensión original de la finca de Fabraquer, además de haber
constancia de la propiedad de mosén Nicolás sobre otra finca rústica con su
casa, corral de ganado y demás anexos poseída en la partida de la Olivera,
término de San Juan, que en los años treinta era especial hipoteca de un censo de
800 libras a favor de Francisca Gozálbez, cuya anual pensión de 40 libras
pagaba cada día 20 de diciembre a Gaspar González Serralta, como apoderado
de su mencionada consorte y dueña del tributo (214).
(211) A.H.P.A. Protocolo 317 de ídem, “Venta real de tierra”, 24-7-1748, ff. 180r-182v.
(212) A.H.P.A. Protocolo 319 de Francisco Boix Sevillano, “Venta de tierra”, 26-4-1750, ff. 209r-211v; y
protocolo 320 de ídem, “Venta real de tierra”, 19-5-1751, ff. 106r-107v.
(213) A.H.P.A. Protocolo 324 de ídem, “Venta real de tierra”, 6-4-1755, ff. 100r-101v.
(214) A.H.P.A. Protocolo 366 de Pascual Bueno, “Carta de pago”, 1-2-1737, f. 41r-41v. Este finiquito era
generado por el pago de los 800 sueldos de pensión vencidos en los citados día y mes de 1736.
756
SAGAS GENEALÓGICAS DE LOS PAVÍA ALICANTINOS
Fco. Fca Mª –Benedito Jaime Gregorio – Bernarda Agustín Sebastián José Dr. Pbro. Juan o J.Gregorio- Mª Magdalena
(Aspe) (1704) Conte (1709) Llopis (incapacitado) (1718) (1732) Blasco (+1719)
Bautista – Fca. Antª Campos Carlos – Rita Navarro Fca Mª – José Portes Gregorio Clara Ant.ª José Juan Bta. Nicolás Luís Dionisio
(1757) – Vte. Díaz doncella (+1760) Pbro. (+1750)
Antonia – Manuel Micaela – José Hernández María Fco. Rosalia Rita Margarita Antª – Pedro Inés Carlos
Llobregat doncella Botella
Leopoldo Maximinano - - Beatriz Tomás – Antª Sancho Micaela – Bautista Boch Juana Josefa Teresa Bautista Antonio
(abogado) (beneficiado)
757
Fco. Antº. Pavía – Gerónima Belando (Voltri)
Antonio – Mariana Pérez Juan Bautista – Mª Cecilia María Magdalena – Francisco de Aste Sebastián – María Restan
(Presbítero) Castro Sotomayor (Camulli)
Mª Antonia – Tomás Bayona Fco. Ant.º - Salvadora Campos María Gerónima – Pascual Navarro Mª Magdalena – Juan Julio Antº Joaquín Pedro Manuel Mª Martina Juan Esteban Antonio
(Ayto) Cónsul – Luisa Mª Milot (Játiva) Tomaseo (1745) (Jesuita) 1731
(Militar Cádiz) Abogado
Mª Cecilia -
Mª Antonia – Dionisio Bouche Nicolás Manuel Josefa Domingo
(Viudo)
758
CONSIDERACIONES FINALES
(1) Merecedores de estudio son también, entre otros muchos, los franceses Lorenzo Antoine, Mateo Cogordan,
Lorenzo Mabily, Lázaro Guiran, Francisco Nas, Pedro Sigaud o Claudio Brunet; genoveses como Gaspar
Bustanzo, Ambrosio Delfino, Miguel Ángel Lavarelo, los hermanos Ardizone o los Bocardo; los ingleses
Samuel Tuckar, Alejandro Blech, José Jordan, Salomón Merret, Cristóbal Hall o el irlandés Miguel Birmingham;
los suizos Enrico Elver y Gaspar Welter, el romano Juan Bautista Escot; el veneciano Pedro Cresafida; el
holandés Pablo Van Halen, … .
(2) Franch Benavent, R. Crecimiento comercial y enriquecimiento burgués en la Valencia del siglo XVIII.
Valencia, 1986, p. 296, cuadro núm. 2. En los 30 casos de comerciantes computados sobre la acumulación de
capital conseguido, sólo figuran con fecha de inicio 1710 el ya citado más Blas Emperador, habiendo un tercero,
Pedro Layus, cuyo indeterminado año es anterior a 1720.
(3) Pérez Aparicio, C. La Guerra de Sucesión en el País Valenciano. S.P.I.C.E. Valencia, 1963.
759
otorgadas por Felipe V a sus compatriotas mercaderes con el fin de evitar el
aislamiento, intentando activar y hermanar el comercio hispano francés. Pero, en
realidad, ¿qué les movió a desplazarse desde sus lugares de origen para afrontar,
a priori, unas situaciones llenas de incertidumbres?
En el transcurso de las distintas etapas evolutivas de la Humanidad han tenido
lugar traslados de gentes, en mayor o menor medida, originados por causas
diferentes, entre otras, biológicas, políticas o geopolíticas, militares o religiosas.
Ninguna de ellas provocaría esta migración de negociantes extranjeros, ya que
en el paso del Seiscientos al Setecientos no existe período de hambruna ni otra
condición perentoria que obligue a la imperiosa necesidad de aprovisionarse;
tampoco hay mortíferas epidemias que precisen evitar su contagio, ni la
pretensión de conformar o mantener vastos imperios, ni siquiera luchas
religiosas que habían finalizado hacia mediados del XVII. Cierto es que en sus
décadas finales estaban vigentes intermitentes conflictos bélicos con las
llamadas “guerras de conquista”, promovidas por la Francia de Luis XIV
principalmente contra le decadente España de Carlos II, pero en las que también
se vieron implicadas Inglaterra, Suecia, Holanda, Saboya y el Imperio alemán.
Ello no favorecía el comercio marítimo que se muestra muy sensible en los
momentos de crisis, los que repercuten negativamente en su actividad
estancándola o retrayéndola, como aconteció con el puerto de Alicante a
principios de los años veinte del siglo XVIII y, después, de 1733 a 1735 debido,
respectivamente, al brote pestífero marsellés y al foco epidémico norteafricano.
En consecuencia, estos no eran momentos propicios para el tráfico marítimo, ni
para quienes lo realizaban, participaban o, en gran medida, dependían de el.
Descartadas las aludidas causas, resulta bastante obvio que el factor impulsor
de su inmigración a tierras ajenas en busca de mejorar sus condiciones de vida
fue el económico; esto es, el hacer fortuna con más o menos prontitud, ya que sí
era el momento adecuado para aprovecharse de una moneda española de oro y
plata muy apreciada por su valor intrínseco, pero continuamente depreciada a
nivel internacional, proporcionando siempre beneficios al cambiarla por sus
respectivas monedas nacionales. A este respecto, nos parece una muestra
bastante elocuente las estrategias practicadas por Jerónimo Maricone hijo, en
mayo y agosto de 1722 con el capitán inglés Jorge Long y con el patrón maltés
Francisco Bonet, para hacer llegar a su hermano Juan Bautista Felipe,
reintegrado a Génova, dos porciones monetarias de 140 y 100 pesos a cambio
marítimo del 10 por ciento (4).
Una vez establecidos los comerciantes, todos participan de dos características
mayoritariamente comunes: su rápida adaptación a la ciudad y el proceso de
naturalizarse españoles castellanizando sus apellidos – Bouligny por Bolini,
Maricone por Maricón, Fabiani por Fabián, etc. –, tratando de evitar así los
inconvenientes y desventajas que su condición de extranjeros pudiese suponer
(4) Ver los contenidos textuales referidos a las notas 109 y 110 del capítulo de este trabajo dedicado a los
Maricone.
760
para el desarrollo de sus actividades. Estas principiarían de forma individual,
aunque también se darían a posteriori la conjunta y la mixta en función de que el
capital inicial disponible les capacitase o no para asociarse, pues las tres
modalidades se cumplen entre las ocho dinastías de hombres de negocios a las
que hemos rastreado su trayectoria profesional. Veamos, a modo de ejemplo,
cada opción relacionada con alguno de estos comerciantes. Sirvan los Amorrich
como muestra de los negocios practicados de manera individualizada, que por
otra parte sería el modelo generalizado, pues ninguno de sus miembros llegaría a
participar en sociedad alguna. En el extremo opuesto, tendríamos al marsellés
Pedro Choly que, recién llegado a la ciudad en 1711, formaría de inmediato
compañía con su paisano y colega Bartolomé Achy. La tercera opción que
hemos denominado mixta; esto es, aquella que describe un comienzo en solitario
de las propias actividades para asociarse pasados unos años, sería practicada por
casi todos en algún momento de su profesión y, por tanto, en ella tienen cabida
los Choly, Fabiani, Lombardón, Marabeuf, etc. Un caso particular de esta opción
intermedia lo constituye Antonio Pavía quien, además de practicar sus negocios
en solitario durante los años anteriores a su exilio murciano, compaginaba su
actividad mercantil con su labor de factor o dependiente en la casa comercial de
Bernardo Burlo, a la que asistía en el manejo de su contabilidad.
Pasado ese variado período inicial todos, menos los Amorrich, se asociarían
formando casas de comercio y compañías de negocios, cuyas cláusulas sobre su
constitución, funcionamiento y disolución resultan casi desconocidas por
completo en el Alicante de la primera mitad del XVIII, contando sólo con
algunos datos aislados, no esenciales, contenidos en testamentos, inventarios y
división de bienes, más el inhabitual contrato jurídico, tanto que le hemos
calificado de rareza, realizado en 1740 por Pedro Choly con los hermanos
Subirand y Lorenzo Somaire, sobre el que incidiremos más adelante, acaso en
cumplimiento de este requisito exigido por las Ordenanzas del Consulado de
Bilbao de 1737.
A nuestro entender, la ausencia de contratos de formación de las compañías en
la documentación notarial manejada deriva de una triple razón. Primero, porque
se trataba de convenios entre particulares, que en el caso de plasmarse por
escrito lo sería mediante escrituras privadas, sin intervención de fedatario
público. En segundo término y debido a que la mayor parte de nuestros
comerciantes – seis de los ocho que suponen el 75 % –, constituyen compañías
familiares con padres e hijos, cuñados, primos y sobrinos asociados sobre los
que recaía el asumido compromiso de confianza y fiabilidad; y, en tercer lugar,
porque la mayoría de los convenios de formación acontecen en los primeros
treinta años del siglo XVIII, tiempo en el que no existió en España ningún tipo
de regulación en torno a los rasgos que debían informar los contratos de
compañías de comercio y negocios, habida cuenta de que el código de comercio
de 1829 está muy alejado en el tiempo. Cierto es que en la década de los treinta
aparecen datadas las citadas Ordenanzas, que demandan los contratos notariales
en las actas de formación de sociedades mercantiles; pero los linajes de
761
Marabeuf y de Choly, únicos afectados por dicho requisito, tendrían una dispar
respuesta, no cumpliéndolo el bretón y acatándolo el marsellés.
En consecuencia, no podemos conocer de primera mano las formas de
asociación adoptadas por nuestros linajes de negociantes, así como las
características básicas de las sociedades constituidas; pero, basándonos en la
tipología establecida por Petit y utilizada por otros autores (5), podemos concluir
que la forma más comúnmente habitual de asociarse estos hombres de negocios
era la general o colectiva, fundándonos en el único modelo contractual que ha
llegado a nuestras manos (6) y que, por otra parte, era la más abundante con
diferencia sobre las demás en otras ciudades portuarias españolas de la época,
como Cádiz o Valencia (7).
Las compañías formadas por la mayoría de nuestros comerciantes poseen un
marcado carácter familiar, reducida en algunos casos a la de un padre con sus
hijos como sucede con los Bouligny, Fabiani o Marabeuf, acaso con el propósito
de experimentarles en el mundo del comercio para que sus casas tuviesen futura
continuidad, llegando a reglamentar la misma como hacía Fabiani padre;
también entre hermanos y cuñados, como acontece con los Maricone, Fabiani o
Antonio y Juan Esteban Pavía, más el de Marabeuf con sus futuros cuñado y
yerno, Pedro Martel y José Loustau, con el fin de aunar esfuerzos y capitales en
una causa común; o entre los primos Antonio Pavía y Carlos María Risso para
aprovechar las ventajosas oportunidades en dos ciudades portuarias distintas –
Cartagena y Alicante – con notables intercambios mercantiles; y también entre
tío y sobrino como la de corta duración constituida por el dicho Antonio Pavía
con Juan Esteban Pavía, en la que éste actuaría como factor y gestor. Así mismo
disponemos igualmente de ejemplo asociativo entre suegro y yerno, como
Lorenzo Mabily y Juan Bautista Belón, o José Benit y Antonio Marzo, que si
bien no han tenido un seguimiento exhaustivo son dignos merecedores del
mismo, al igual que otros muchos aludidos que por ahora quedan en la
penumbra del anonimato.
Esta misma componente familiar confiere a la empresa el carácter de negocio
individual, supuesto que el fondo o capital social de la misma procede de las
aportaciones realizadas, en exclusividad o mayoritariamente, por el principal
asociado o, a lo sumo, por dos en los casos de hermanos, cuñados, primos y
padre e hijo político; aunque también era normal que siendo un único socio
capitalista, este hiciese cesión de parte de sus beneficios a sus familiares
directos, dependientes y factores, como puede apreciarse en Pedro Lombardón
con José Binera, o a su sobrino Luis con Juan Sangermán, incluso a los
(5) Petit, C. La compañía mercantil bajo el régimen de las Ordenanzas del Consulado de Bilbao, 1737-1829.
Sevilla, 1979. El autor clasifica en cinco modelos las diferentes formas contempladas en los contratos de
sociedades comerciales: generales o colectivas, comanditarias, anónimas, atípicas y por acciones. Esta misma
tipología también es la utilizada por Franch Benavent, R. Op. cit., p. 241.
(6) A.H.P.A. Protocolo 802 de Antonio García, “Escritura de compañía”, 1-6-1740, ff. 86r-89v.
(7) García-Baquero, A. Cádiz y el Atlántico (1717-1778). Sevilla, 1976, pp. 399-453; y Franch Benavent, R.
Op. cit., pp. 241-242.
762
Maricone con sus factores Bottari y Castely antes de su enfrentamiento y
separación definitiva. Ello permite inferir que se trata de una burguesía
mercantil que actúa de manera individual e individualista, tendencia que
también prevalecía en otras partes durante la centuria dieciochesca (8).
La posición predominante del socio capitalista le permitía elegir a los restantes
miembros de la sociedad, en los que trataba de hallar no las aportaciones
personales en metálico, sino sus cualidades de honradez y fidelidad o, si se
prefiere, confianza y fiabilidad en grado suficiente y necesario para el buen
funcionamiento de la empresa, encontrándose en grado sumo estos sentimientos
en las sociedades de tipo familiar. Un ejemplo clarificador es el testamento de
Antonio Pavía en las cláusulas de liquidación de cuentas de la extinta compañía
tenida con su primo Risso, y aún más evidente lo sería la compañía formada por
dicho Pavía con su sobrino Juan Esteban que, por dichas virtudes, fue merecedor
de un legado de 400 libras.
Esta trascendencia de las cualidades personales o personalismo, que junto al
nexo de parentesco, la razón social, la gestión colectiva y la responsabilidad
subsidiaria, ilimitada y solidaria identifican a las sociedades generales, según
expresan Petit y García-Baquero (9), es puesta de relieve por Martínez Gijón
afirmando que la condición de socio no se transmite mediante actos “inter-
vivos”, ni tampoco se hereda, disolviéndose la compañía al fallecimiento de uno
de los socios (10). Sin embargo, de estos tres indicadores, el primero no se
cumple en el linaje de los Lombardón, ya que Pedro adquiere la inicial
condición de socio por transmisión de compra venta, práctica al parecer común
en Bilbao, según apunta Petit (11); pero la condición personal de parentesco del
nuevo asociado, contando con el beneplácito de los demás socios, reforzaría el
carácter personalista puesto de manifiesto en su testamento, expresando su
voluntad de que sus herederos continuaran la sociedad a su fallecimiento.
En cuanto al distintivo de la firma comercial o razón social con que la
sociedad era conocida y bajo la cual realizaba sus operaciones mercantiles, todas
las constituidas menos una llevaban los nombres propios y los apellidos de los
asociados, seguidos normalmente de la palabra compañía, como “Gerónimo y
Juan Bautista Felipe Maricone, compañía”, “Gerónimo y Juan Bautista Fabiani,
compañía” o “Antonio Pavía y Carlos María Risso, compañía”. Cuando los
miembros familiares eran más de dos, la firma también contenía esta condición,
como se aprecia en las sociedades formadas por Francisco Marabeuf con sus
hijos y José Massu, sobrino del fallecido cuñado Pedro Martel, que titularía
“Marabeuf. Padre, Hijos y Massu, compañía”, y aquella otra en la que se agrega
Francisco José Massu, hijo del finado José, alejando de ella a su hijo Marcos,
(8) La característica de ser negocio familiar a la vez que individualista también domina en Bilbao, Valencia o
Marsella, según conclusiones de Petit, C. Op. cit., p. 33; Franch Benavent, R. Op. cit., p. 245, o Carriere, C.
Négociants marsellais au XVIIIe siècle. Marseille, 1973, pp. 885 y 889.
(9) Petit, C. Op. cit., pp. 44-49 ; y García-Baquero, A. Op. cit., pp. 405-412.
(10) Martínez Gijón, J. La compañía mercantil en Castilla hasta las Ordenanzas del Consulado de Bilbao de
1737. Legislación y doctrina. Sevilla, 1979, pp. 67-78.
(11) Petit, C. Op. cit., pp. 33-43
763
sería nombrada “Marabeuf. Padre, Hijo y Massu, compañía”. La antedicha
excepción viene dada con la formada en Lorca por Pedro Choly con Juan y
Francisco Subirand más Lorenzo Somaire, en la cual el término “compañía”
englobaría a tres de los cuatro socios, ya que su firma conocida sería “Lorenzo
Somaire y compañía”, quizás debido a que el escriturario francés era el que
gozaba de mayor renombre en la ciudad murciana (12), pues el reconocimiento
social unido a la solvencia económica serían factores determinantes para el
óptimo desarrollo de los negocios. No obstante, además de esta connotación en
la que el preponderante socio capitalista no figura en la razón social, el acta
constitutiva de esta mercantil empresa presenta otras características más propias
de las definidas por Petit (13) para las sociedades comanditarias que para las
colectivas, puesto que existe un evidente comanditario que aporta el capital y
aparece desvinculado de la gestión directa de la sociedad, y unos claros
complementarios encargados de la negociación que aportan menos capital, pero
mucha más experiencia , sobre todo, su trabajo, con responsabilidad limitada a
sus respectivos intereses en la sociedad.
Por el contrario, en las sociedades colectivas derivadas de negocios
individuales y/o familiares no prima tanto la concentración de capital,
mayoritariamente aportado por el socio fundador o socios cofundadores, en cuyo
caso procede generalmente de herencias recibidas, cuanto la promoción de
familiares y allegados en el mundo de los negocios, quienes aportan su trabajo
en el terreno mercantil y/o administrativo e incluso pequeñas cantidades de
dinero participadas por aquél o aquéllos, cual es el caso por ejemplo de los
Bouligny. Por lo tanto, el fondo común o capital de este tipo de compañías se
nutre de todo aquello que tenga una valoración económica, como el dinero, los
efectos – géneros y mercancías –, los créditos y el trabajo. Una vez constituido
el fondo común, este no podía repartirse en tanto perdurase la compañía, pues
debía servir para sufragar los dispendios cotidianos de los asociados, tales como
la manutención, indumentaria, alquileres, salarios, etc., como establecen los
Fabiani, gastos que se detraerían de los beneficios correspondientes a cada uno,
que habitualmente eran distribuidos a partes iguales salvo estipulación en
contrario, como acontece en la referida sociedad de Choly formada por tercias
en la que a él le pertenecían las dos terceras partes como socio comanditario, si
bien asumía los emolumentos del socio administrador que además aportaba la
firma, y la tercera parte para los complementarios hermanos Subirand.
No obstante, en las compañías familiares formadas por padres e hijos, cual es
el caso de Juan Bouligny con sus dos hijos o la de Marabeuf con los suyos, se
aprecia la asignación de cantidades concretas y limitadas, pese a lo cual resultan
beneficiados por su mera aportación laboral en detrimento del progenitor y
único socio capitalista; o bien, en el caso de no percibir una asignación concreta,
resultarán favorecidos con la mejora hereditaria, como por ejemplo ocurre en el
(12) Ver el contenido del texto referido a la nota 202 del capítulo correspondiente a Pedro Choly.
(13) Petit, C. Op. cit., pp. 49-56.
764
caso de Pedro Lombardón con su hijo Pedro José, o en el de los Fabiani.
En términos generales, las tareas de negociación en las sociedades familiares
eran desarrolladas por cada miembro en nombre de la compañía, no debiendo
ejercer otros negocios individuales al margen de ella en tanto permaneciese
asociado y no se independizase, lo cual resulta lógico para evitar la mengua de
los esfuerzos conjuntos y de la previsible competencia desleal. En la práctica,
cuando los socios son duales se atisba como uno de ellos ejerce más funciones
de administración o supervisión de los libros de contabilidad y demás papeles,
ya que esta labor era ejecutada en realidad por factores o dependientes
asalariados de la compañía, control que en las sociedades de padres e hijos
ejercía el progenitor socio fundador, aunque con matices diferenciadores entre
ellas. Por ejemplo, en la citada “Marabeuf. Padre, Hijos y Massu” era el hijo
primogénito del negociante bretón el responsable administrativo, dándose con
ello una cierta similitud con la gestión repartida señalada por Petit (14); pero
cuyo desajuste en la caja de caudales le valió ser compelido a la cercana villa de
Elche, o el caso de Pedro Lombardón donde la gestión administrativa corría a
cargo de su segunda esposa, pidiendo a sus herederos hijos la continuidad de su
madre en las mismas funciones de la nueva compañía con la firma de José
Lombardón, lo cual no llegaría a producirse.
Bastante diferente era la administración en la referida sociedad de Choly,
donde el socio comanditario limitaba mucho la capacidad de gestión de sus
asociados, hasta el extremo de necesitar éstos el explícito consentimiento de
aquél para cualquier negocio, ya fuese pagar créditos o practicar alguna
transacción, además de ser su voluntad la que arbitrase la permanencia de la
compañía, estando obligados sus complementarios a presentarle rendición anual
del estado del negocio y de las cuentas. En la práctica del balance anual, no
había diferencia con las sociedades de los demás negociantes del presente
trabajo.
Con la salvedad de Choly, que podía disolver su citada sociedad “siempre que
le pareciese, con motivo y sin el, lo puede practicar sin que por razón alguna se
le pueda poner embarazo”, la finalización de las restantes compañías de nuestros
personajes ocurría por una de las dos siguientes causas: el común acuerdo entre
los socios, cual es el caso, entre otros, de la compañía Pavía y Risso o la del
propio Choly con Bartolomé Achy, o por defunción de uno de los socios o del
socio fundador, siendo esta la forma más común de disolución de las compañías
de nuestros negociantes, razón por la que la duración de las mismas es una
cuestión totalmente aleatoria. A modo ilustrativo, veamos el tiempo de
permanencia de las cuatro distintas sociedades formadas por Francisco
Marabeuf. En 1715 constituía su primera compañía con Juan Reynier, cuya
actividad perduraría cinco años hasta producirse la muerte de éste en 1720; tres
(14) Petit, C. Op. cit., pp. 157 y ss. Este autor clasifica la gestión de las sociedades en tres tipos: disyuntiva,
todos los socios negocian aisladamente en nombre de la firma; conjunta, requiere la participación de todos los
socios en un mismo trato; y repartida, asignándole a cada miembro una tarea específica.
765
años después formaría la segunda con su futuro cuñado Pedro Martel, a la cual
se asociaría como factor su también futuro yerno José Loustau, perdurando poco
más de trece años hasta fallecer Martel en enero de 1737, año del inicio de su
tercera empresa incorporando a ella a sus hijos Esteban y Marcos más a
José Massu que, después de cuatro años de vigencia, finalizaría en 1741 por
asociarse éste último con su hijo Francisco José, haciendo lo mismo Marabeuf
con su hijo Esteban durante el año 1742, en cuyo transcurso fallecería José
Massu, hecho que marcaría el inicio de la última iniciativa empresarial del
negociante bretón, que comenzaba su andadura en 1743 teniendo una década de
actividad, concluida poco antes de morir el propio Marabeuf.
La disolución y, sobre todo, posterior liquidación de una compañía, aunque
sea individual como en nuestros casos, supone un proceso complejo por los
trámites a realizar, además de difícil por la existencia de intereses diversos a
conjugar. En teoría, la primera consecuencia de la disolución era la paralización
de la actividad empresarial, quedando inmovilizados los efectos adquiridos y los
almacenados, así como los créditos no cobrados, lo cual acarreaba
invariablemente perjuicios para la sociedad, aunque no siempre resultaba esto
inevitable como ponen de relieve los casos de los Fabiani, o el de Pedro
Lombardón, en el que sin interrupción alguna continuarían los negocios bajo la
firma de “Viuda y herederos…”. La prioridad vendría dada por el pago de las
deudas, al menos así se especifica en las últimas voluntades siendo la más
clarificadora de todas ellas la del genovés Antonio Pavía, utilizando para tal fin
los bienes más preciados disponibles, hecho lo cual, el resto de los bienes tras
ser inventariados eran distribuidos a modo de beneficios. Los propios
negociantes pedían que los inventarios fuesen privados y extrajudiciales, como,
entre otros, manifestaban con rotundidad los esposos Juan Bouligny y María
Antonia Paret en su conjunto testamento, tal vez por su mayor fiabilidad sin
correr el riesgo de la posible ocultación por la intervención judicial, pero
seguramente para evitar la intromisión de personas ajenas en el conocimiento de
sus libros de negociación, considerados la parte más privada y privativa
reservada en exclusividad a las personas más allegadas e imprescindibles. Entre
los bienes a repartir estaban los créditos, en especial los de largo plazo que,
clasificados como solventes o buenos, inciertos o dudosos y perdidos, fallidos o
malos, eran repartidos equitativamente entre los interesados, como puede
apreciarse en la división de bienes de Jerónimo Fabiani padre.
Ningún momento del proceso estaba exento de tensión y recelo; pero
especialmente sensible era el ajuste y liquidación, instante en el que podían
aflorar discordias y conflictos que tendían a resolverse en procesos judiciales
(15), que los interesados pretendían evitar por los antedichos motivos; pero
alegando la tardanza del resultado, la incertidumbre del mismo, los elevados
gastos y costas, más la mediación de personas de buena fe, con autoridad y
(15) Un claro exponente de ello es la división de bienes de Pedro Lombardón dirimido ante la real justicia,
significando no sólo el enfrentamiento entre la madre viuda y el hijo, sino también su distanciamiento definitivo.
766
amantes de la pacífica concordia. Por todo ello, no era inusual que las partes
recurriesen al arbitraje obligatorio, designando a personas expertas como
árbitros “arbitradores y amigables componedores” que, en caso de discordia
entre estos, serían ellos quienes nombrasen a un tercero que
dictaminaría la resolución definitiva, siendo una evidente muestra de este
procedimiento el laudo de Felipe Bolifón sobre el ajuste y saldo de cuentas en la
liquidación de la sociedad formada entre Juan Domingo Boniceli y Francisco
Antonio Pavía, motivada por la muerte del primero, así como los arbitrajes
efectuados por algunos negociantes, en especial Marabeuf y Choly.
En prueba de acatamiento de estos dictámenes, las partes en conflicto
convenían en imponer sanciones en metálico a la desobediente, pudiendo
ascender las multas a penas de hasta 500 libras pagadas a voluntad de la parte
obediente que, normalmente, destinaba a instituciones de beneficencia.
En nuestros casos, al tratarse de negociantes individualistas, el mayor grado de
conflictividad se presentaba en la partición de bienes o de la fortuna acumulada
por el comerciante en el ejercicio de su actividad profesional. Su cuantificación
no resulta tarea fácil, porque su principal fuente procedente de los archivos
privados de las propias compañías no está accesible, debiendo recurrirse a la
documentación notarial. En primer lugar, a los inventarios valorados como el de
Francisco Marabeuf que, frente al de Antonio Pavía, relata con minuciosidad los
bienes muebles de su domicilio junto con el de sus haciendas de Boñany,
Villoríen y Torrejón, cuya global valoración ascendía a 148.866 reales y 8
dineros (16).
La inexistencia en el mismo de los bienes raíces – inmuebles, tierras y agua de
riego –, nos obliga a recurrir a las complementarias escrituras de división y
partición de bienes o, en este concreto caso, a la de formación de vínculo o
mayorazgo, averiguando con ellas dos la cabal fortuna del negociante en un
tiempo concreto. Sin embargo, aún siendo abundante la información
proporcionada, esta no resulta completa al no permitir conocer los beneficios
obtenidos, ni tampoco el ritmo de acumulación del capital comercial
conseguido, ya que para ello sería preciso averiguar el capital inicial disponible,
como con acierto apunta Franch Benavent (17), que debieran albergar los
contratos de formación. Pero las connotaciones de privacidad de estos, unida a la
de negociantes individualistas, impiden esa visión panorámica completa.
Aunque, en alguna ocasión, esta deficiencia podría paliarse en cierta medida
complementándola con las cartas matrimoniales, que expresan las dotaciones de
los esposos o la dote de la desposada y la donación propter nupcias o arras del
marido, lo cual posibilitaría conocer los gananciales; así como el recurso a los
testamentos que manifiesten esos mismos conceptos, al margen de cartas de
obligación, de pago, poderes y substituciones que contengan noticias provecho-
(16) A.H.P.A. Protocolo 833 de Gregorio García, “Inventario extrajudicial de los bienes muebles de Dn.
Francisco Marbeuf”, 28-3-1754, ff. 49r-69v. Esta notable cantidad equivalía a 14.886 pesos o libras, 12 sueldos
y 8 dineros.
(17) Franch Benavent, R. Op. cit., pp. 291 y 295.
767
sas para la referida finalidad.
Con independencia del capital inicial y su grado de acumulación en nuestros
hombres de negocios genoveses y franceses, en su mayoría provenzales, esta se
produjo mediante la práctica del comercio de importación de productos
manufacturados, alimenticios, químicos o droguería, decorativos, suntuarios
y utensilios que después redistribuían como negociantes de puerta cerrada, por
ser en buena medida comerciantes a comisión dependientes de casas
matrices extranjeras como Cambi y Spineli, Rodulfo Firidolfi, Haster y Crean,
Scagliosi, etc., y también como negociantes de puerta abierta o minoristas a
labradores, tratantes y mercaderes, residentes en núcleos del territorio provincial
e incluso de las provincias limítrofes con alguna escasa irradiación a tierras
andaluzas, a quienes les vendían al fiado sobre todo trigo, harina, alimentos y
tejidos. A la par que entraban esos efectos, también sacaban productos del país
por vía marítima desde el puerto de la ciudad, sobre todo materias primas – seda
y lana en bruto –, y productos agrícolas o frutos del país como la barrilla, la
sosa, el esparto, aceite, almendras, pasas y vinos con destino a Francia,
Inglaterra, Italia y Holanda.
El propio sistema de venta a crédito utilizado, mayormente sin exigir las
contrapartidas garantías que asegurasen el reintegro de los deudores, unido a la
abundante morosidad de estos y a las oscilaciones en la demanda internacional
de los productos exportados, conllevaba un elevado riesgo en la viabilidad del
negocio por el peso que los débitos podían alcanzar en relación a los activos de
la compañía, pudiendo provocar en cualquier momento una falta de liquidez
inmediata que acarreaba la suspensión de pagos, quiebra y concurso de
acreedores, como les sucedería, entre otros, a Jerónimo Maricone, a Julio
Antonio Chereguini, a Pedro Cresafida, a los hermanos Subirand o a los
Bocardo. Otro de los efectos del imperante sistema de negocios al fiado era el de
propiciar entre los negociantes, en mayor o menor medida, la práctica ineludible
de otro instrumento crediticio: las letras de cambio, que no sólo gravaban el
activo sino que, al ser habitualmente rechazadas por los librados y protestadas
por el portador, terminaban por generar un cierto grado de conflictividad.
Si, por el contrario, la sociedad mercantil conseguía librarse de la bancarrota y
se consolidaba, era el momento adecuado para promocionar en la actividad
comercial a los familiares directos y/o a otros parientes inmigrados con
posterioridad, facilitándoles la acumulación de capital mediante su participación
en la misma como factores asociados, capital aprovechado después de fallecido
el negociante para la propia continuidad de la empresa, en algunos casos, o, en
otros, para independizarse formando su propia compañía. Este “modus
operandi” sería practicado entre los negociantes mayoristas con sus más
allegados familiares y parientes, como puede comprobarse con los Maricone, los
Fabiani, los Marabeuf o Antonio Pavía, por citar algunas muestras.
Al tratarse de negociantes en la más estricta acepción del término,
desarrollaron otras actividades muy diversas, no exentas de riesgos económicos
que eran compensados por los beneficios obtenidos. En general, aunque en
grado diferente, ejecutaron la compra de censos en un afanoso intento de esta
768
burguesía mercantil por imitar a la rentista clase dominante local o que, por
aparentar prestancia social, fueron dueños de esclavos y traficaron con ellos,
significándose en este aspecto sobre los demás a los hermanos Bouligny; pero
también realizarían otras operaciones especulativas, como el “préstamo
gracioso” u ordinario, el de cambio marítimo o a riesgo de mar, siendo unos
pocos quienes llegaron a practicar el arrendamiento de derechos dominicales o
feudales.
En cuanto a su comportamiento social, todos en conjunto unidos con los
comerciantes autóctonos componían el cuerpo de comercio de la ciudad; pero
individualmente estaban integrados en su propio grupo o “nación” local,
encabezada por su representante consular en Alicante, existiendo tantas
“naciones” como contingentes de negociantes inmigrados de una misma
procedencia, de modo que aparecen citadas en los documentos las “naciones”
francesa, genovesa, inglesa, etc., o sus representantes diputados.
Normalmente, su conducta social tendía a reforzar los lazos consanguíneos o
los económicos de un grupo familiar dentro de la misma “nación”, dando ello
lugar a lo que hemos denominado “endogamia mercantil”. Pruebas hay en
ambos sentidos y, para muestra, he aquí algunas de ellas. En el primer caso,
Lorenzo Fabiani Almiñana se casa con su prima hermana María Margarita
Almiñana Fabiani, aún contando con la oposición de la clerical parte familiar
que motivaría el traslado a Valencia de los jóvenes esposos; Juan Esteban Pavía
también casaría con María Martina, hija de su tío sacerdote Juan Bautista, e
igual procedería Maximiano Pavía con la hija de su tía María Antonia. En el
caso más habitual de primar los intereses económico-mercantiles, existen
numerosos ejemplos como el matrimonio de José Amorrich con Luisa Bigot, el
de José Loustau con María Felicia Marabeuf, el de Lorenzo Antoine hijo con
Ventura Maricone, reseñados todos ellos en el apartado biográfico de nuestros
personajes; pero, sin duda, la quintaesencia de esa “endogamia mercantil
francesa” está representada por los marselleses Juan Bouligny, casado a su vez
con María Antonia Paret, y Lorenzo Mabily desposado con Teresa Larchier,
quienes pretendieron apuntalar la solidez de sus negocios a través de su
respectiva numerosa descendencia, formando con ella un amplio entramado de
alianzas matrimoniales con sus hijos e hijas, desposándolas directamente con
inmigrados negociantes franceses o con vástagos de estos (18).
También hay negociantes cuya conducta social pretende al mismo tiempo
aunar los lazos familiares y económicos, teniendo por sus máximos exponentes a
Pedro y Luis Lombardón, casado el primero con la madre viuda del segundo y a
la vez socia de la compañía en representación de los intereses de sus huérfanos
hijos, y al segundo desposado con la viuda de su tío Pedro para tutorar a los
hijos menores de éste y velar por sus intereses en la conjunta sociedad.
En cualquier caso, ello no significa que buena parte de estos hombres de nego-
(18) Ver las notas 21 y ss. de los Bouligny, así como la nota 206 del capítulo dedicado a Pedro Choly.
769
cios extranjeros no buscasen también el arraigo e integración en la ciudad y
sociedad que los había acogido; pero anteponiendo siempre la prioridad
económica y la consolidación de sus negocios, como ponen de relieve los
enlaces de Choly con Mariana Cabanes, de Marabeuf con Francisca Soler o la
doble conexión matrimonial de los Fabiani con los Almiñana, al margen de que
sus desiguales inversiones inmobiliarias puedan constituir un dato justificativo
de ello. Además, era lógico que así fuese, porque la finalidad del negociante
consiste en lograr la utilidad de sus actividades; esto es, que sus diversos
quehaceres cotidianos produzcan los mayores beneficios posibles en forma de
acumulación de capital o fortuna, normalmente reinvertida en la
adquisición de bienes que avalen la sólida solvencia de su empresa a la par que
su seguridad futura y la de su familia, aspecto este que hemos tratado de reflejar
en los capítulos bajo el epígrafe “Patrimonio”, siempre que los datos
documentales nos lo han permitido. Por ello, pensamos que sería procedente
concluir con una somera recapitulación sobre su genérica composición o
estructura.
La naturaleza de los bienes integrantes de la fortuna patrimonial de estos
comerciantes clasifica a aquellos en muebles y raíces, englobando los primeros
al moblaje de la/s casa/s, ropas, joyas, menaje y demás efectos domésticos, así
como géneros y mercancías almacenadas, dinero, créditos, censos, derechos y
acciones; mientras los inmuebles urbanos y rústicos, tierras y agua de riego
compondrían los segundos.
Analizando los inventarios disponibles, valorados o no, parece deducirse que
esta burguesía comercial disponía de unos enseres que le proporcionaban una
vida doméstica cómoda y confortable, pero sin la excesiva ostentación y lujo
que podría esperarse de una clase de nuevos ricos, ya que en general su ajuar
consistía en camas de madera de pino, mobiliario del mismo maderaje con
alguna decoración de nogal, sillas de vaqueta, colchones de lana; cortinajes,
sábanas, manteles y servilletas confeccionados con tejidos de lienzo o de
algodón; ropaje de lana, seda, lino y algodón; menaje de hierro, latón o peltre,
además de objetos decorativos en cristal y vidrio. Acaso la pomposa ostentación
se hiciese patente con las joyas y demás objetos fabricados de oro y plata con
añadiduras de piedras preciosas y/o semipreciosas, pues entonces como ahora no
sólo suponían un signo externo de riqueza, sino también de atesoramiento.
El profesor Franch Benavent (19), a través de una fiable muestra formada por
56 inventarios de comerciantes establecidos en Valencia, manifiesta que su valor
mobiliario oscilaba entre las 1.000 y 5.000 libras, no superando en ningún caso
las 10.000 libras, cantidades que respecto al activo patrimonial suponían entre el
2 y el 7 %, siendo raro sobrepasar el 10 %. En nuestra muestra, bastante menos
cuantiosa, la generalidad de los negociantes ciertamente se ajustan a las cifras
consideradas comunes; pero las dadas como excepcionales son superadas con
largueza por Francisco Marabeuf, cuyos bienes muebles alcanzaban el valor
(20) A.H.P.A. Protocolo 833 de Gregorio García, “Inventario extrajudicial de los bienes muebles de Dn.
Francisco Marbeuf ”, 28-3-1754, ff. 49r-69v.
771
del propio grupo o “nación”, siendo el caso más ilustrativo el de los Bouligny
que, también a causa de ello, permanecerían aislados hasta el fin de sus días, no
lo es menos que la mayoría trataría de integrarse a través de ortodoxos
casamientos católicos con doncellas alicantinas o españolas.
Desde el punto de vista económico, estos comerciantes extranjeros lograron
acumular importantes fortunas en general, si bien estas fueron mayoritariamente
invertidas en la propia ciudad, beneficiándola, siendo testimoniales aquéllos que
retornaron a sus lugares de origen, como en los años veinte hicieron Juan
Bautista Felipe Maricone o Alejandro Lesbros, éste por disconformidad con las
nuevas imposiciones fiscales; o Juan Bautista Amy y su hijo en la siguiente
década secular, al igual que los hermanos Lyón por deudas en los años cuarenta,
así como Lorenzo Mabily padre en 1753, entre otros, aunque en algún caso,
como los de Maricone y Mabily, sus negocios tendrían continuidad en Alicante
con su hermano Jerónimo o con su homónimo hijo Lorenzo, constatando así una
postura cada vez más acusada de alejamiento y desvinculación con sus países de
origen, como ya evidenciaban los Fabiani, Marabeuf o los Pavía con la
liquidación efectuada de los bienes hereditarios paternos radicados en sus
respectivos lugares de nacimiento.
No disponemos de elementos de juicio para valorar la repercusión productiva
que sobre la ciudad tuvieron los capitales comerciales de los negociantes
extranjeros en la segunda mitad del siglo XVIII; pero todo parece indicar que no
tuvieron el suficiente calado para propiciar una vigorosa respuesta de Alicante a
la concesión del libre comercio con América, degenerando en crisis y posterior
colapso económico-comercial con los acontecimientos del siglo XIX que
arrastrarían consigo a la ciudad. Por el contrario, sí podemos aseverar que
algunos formaron notables patrimonios de bienes muebles y raíces que, el
tiempo y los herederos se encargarían de liquidar, con los cuales se llegarían a
fundar mayorazgos que, muy menguados, pasarían a engrosar la hacienda real
con las desamortizaciones decimonónicas, siendo cosa distinta el
aprovechamiento que de ellos se hiciese; que componentes de estas sagas de
negociantes extranjeros fueron responsables indirectos de las Ordenanzas
Municipales de 1747, que sanearon el Consistorio alicantino de prácticas ilícitas
y fraudulentas realizadas por algunos regidores y por su escribano mayor; que
monopolizarían la jefatura del clero de la ciudad durante tres décadas, lo cual
generaría rencorosas envidias y no pocas animadversiones; que aportaron un
incomprendido teórico económico por su ferviente defensa del proteccionismo
arbitrista de España frente a la libertad comercial, postura que ha venido en
denominarse “mercantilismo liberal”; que representarían dignamente a la
diplomacia española, ofreciendo al primer embajador de España ante el Imperio
Otomano; y, finalmente, aportarían a un militar benemérito ostentador de la
bizarría del Ejército de su país en América, teniendo una activa participación en
la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, razón por la cual los
habitantes de Nueva Orleáns no le han olvidado pues, además de estar sepultado
en su catedral de San Luis, le dedicaron una placa funeraria para su perpetua
memoria.
772
773
APÉNDICE DOCUMENTAL
775
“Capítulos y condiciones del arrendamiento del abasto de nieve a la ciudad de
Alicante, su Distrito, Heredades de sus vecinos y Pago de la Santa Faz.
776
la Ciudad facultad de mandar recoger la nieve que cayere y acomodarla en
ventisqueros de cuenta, costa y riesgo de los arrendadores, para que con ningún
motivo ni pretexto falte el preciso abasto de nieve en esta Ciudad, sucediendo el
caso de nevar en cualquiera de dichas Sierras.
5º. Otro sí. Que de dicha obligación de dar nieve se entienda desde primero de
abril de mil setecientos veintisiete, por acabar los actuales arrendadores su
obligación el día último de marzo de dicho año. Y que las nevadas que hubiere
en cualquier tiempo del año se entiendan así mismo desde primero de abril para
quedar obligados a lo que va expresado en los capítulos antecedentes.
6º. Otro sí. Que dicha obligación de dar nieve se entienda en todo el Distrito de
esta Ciudad, Heredades de los vecinos de ella y Pago de la Santa Faz; y si faltare
dicho abasto a cualquier hora del día o de la noche incurra en pena de diez libras
moneda de este Reino dentro de una hora después de la falta de dicha nieve, y si
faltare más por cada hora después que faltare, incurra en pena de dos libras, y si
continuare la falta desde las diez de la noche hasta las siete de la mañana en cada
una de dichas horas sólo incurra en pena de una libra, y si faltare un día natural
que son veinticuatro horas, por todas ellas no pueda exceder la pena de
veinticinco libras de dicha moneda.
7º. Otro sí. Que si dicha falta procediere por alguna desgracia ya sea de caer
algún mulo, o cualquier otra contingencia de ladrones, aguas, nieves, u otro justo
embarazo, le hayan de justificar ante la Justicia de esta Ciudad para librarse
según procediere.
8º. Otro sí. Que ninguna otra persona pueda vender nieve en el Distrito que
comprende la obligación de dicho arrendador, si no es las personas que
destinare.
9º. Que las fianzas que dará el arrendador hayan de tener sus bienes en esta
Ciudad y su término y contribución.
10. Que el arrendador haya de satisfacer los alquileres de las casas que se
necesitaren para la venta y despacho de la nieve de este abasto, y sean de su
cuenta todos los otros gastos, y dispendios de escrituras, remates y los demás
que se ofrezcan.
777
Real Decreto de Fernando VI.
778
ren celebrar los cabildos porque muchas veces será preciso tenerlas presentes y
registrarlas; y para que esta obra y su formación se haga con la mayor reflexión
y acierto, elegirá la Ciudad cuatro de sus capitulares los que juntos con el
abogado de ella y otro que nombre el corregidor, interviniendo la asistencia de
éste, propongan y asienten los capítulos que tengan por justos y útiles y luego,
que a su satisfacción esté finalizado el trabajo, se presente en Ayuntamiento
pleno para que oídos los pareceres de todos los capitulares se elija y acuerde lo
mejor, fielmente y sin parcialidad ni fraude alguno, y pueda ser de este modo
más seguro el conocimiento para la confirmación. Pero, respecto de que no
puede conseguirse la felicidad de un buen gobierno sin conservar, al mismo
tiempo, el honor y lustre del cuerpo de la Ciudad sin tener los fondos
correspondientes a sus gastos comunes y desempeño de atrasos, he venido en
asignarles en calidad de propios una competente dotación, después de haber
considerado con atención todas sus circunstancias, gastos, cargas y otros
extraordinarios dispendios, con cuya inteligencia asigno y concedo a la ciudad
de Alicante 11.605 libras y 9 sueldos moneda valenciana, como por menor se
expresa en la instrucción que remito respectivamente a esta ciudad, y 9.912
libras de la propia moneda a la ciudad de Orihuela, con el método y distribución
que se comprende en otra igual instrucción, siendo ambas las principales
ordenanzas de gobierno que, sin la menor dilación, se han de empezar a cumplir
y observar, así ahora como en lo sucesivo, arreglándose siempre a cuanto en ella
va prevenido y ordenado, así en lo particular de dotación y efectos señalados en
calidad de propios y arbitrios con destino a sus respectivas clases como en su
distribución y fines a que se destinen, debiéndose siempre considerar todo lo que
en las referidas instrucciones se ordena y manda como parte principal de esta mi
resolución, en que también quedan atendidas las dos casas de misericordia
fundadas por el actual Reverendo Obispo de Orihuela, en las que igualmente se
han de observar las circunstancias prevenidas en las respectivas instrucciones
para todo lo que el Consejo dará todas las providencias y despachos
conducentes, no permitiendo trasgresión alguna de lo que mando por esta
Decreto y las referidas instrucciones que se han de tener, como queda dicho, por
parte suya, entendiéndose que el total de la dotación de rentas señalado a estas
ciudades es y ha de ser siempre bajo el concepto de propios y arbitrios
apropiados, aunque crezcan sus valores, pues si acaso hubiere sobrantes deberán
servir de repuesto a favor de la respectiva aplicación a que corresponda y, en su
consecuencia, los declaro por libres perpetuamente del Real valimiento por
mitad de arbitrios, perdonando todo lo que las ciudades estuvieran debiendo por
esta razón a mi Real Hacienda hasta el presente; y por considerar que con la
disposición del nuevo reglamento son atendidos los acreedores de justicia que
contra sí tuvieren, supuesto que con absoluta independencia tienen la seguridad
de los efectos que se les destinan, hago y concedo a las mencionadas ciudades la
gracia y merced de una moratoria por el tiempo de seis años, que se han de
contar desde el día en que se diere principio a la nueva administración y
cumplimiento de mi Real Orden. Y mando que los acreedores censualistas sólo
779
cobren, por ahora, los réditos de sus capitales a razón de 3% hasta tanto que
resuelva por punto general la Ley o Pragmática que contemplare más justa y
conveniente para los dominios de la Corona de Aragón; y por la satisfacción que
tengo de la acertada conducta, prudencia y experiencias del expresado don José
Xavier de Solórzano, he venido en nombrarle para que sirva el corregimiento de
Orihuela con el salario de 800 pesos, por ahora, y en el ínterin que practica el
establecimiento y nueva forma de gobierno, que es mi voluntad se le cometa
tanto el de esta Ciudad como el de la de Alicante, reservando para después que
haya fenecido estos encargos el tomar la providencia que juzgare oportuna,
sobre si debe continuar el corregimiento en sujeto de letras y el salario que han
de gozar los que le sucedieren en él, extinguiendo en este caso el sobrante que
resultare de los 1.415 pesos señalados en la citada instrucción para un
Gobernador y su Alcalde mayor del arbitrio más gravoso en Orihuela. Y
mediante estar así mismo informado que contra los actuales no resulta cargo
alguno, quedo en ánimo de emplear a uno y otro en mi Real Servicio a
proporción de su mérito y grado: tendrase entendido en el Consejo para su
puntual cumplimiento: en Buen Retiro, a 4 de julio de 1.747 = Al Obispo
Gobernador del Consejo (sic).”
780
“Instrucción y principales reglas que ha de guardar la ciudad de Alicante para
las Ordenanzas que, en conformidad con lo resuelto por Su Majestad, se han de
formar para su mejor gobierno y el de la administración de sus propios y
rentas, según la nueva dotación que Su Majestad se ha servido concederla:
Los doce regidores actuales se reducirán a ocho, resumiéndose para ello los
cuatro primeros oficios de regidores que vacasen por muerte, dejación, privación
o por otra cualquier causa, y han de gozar en cada un año 50 libras moneda
valenciana de salario, el que no de otro modo ganen ni pueda abonárseles que
constando haber asistido a los cabildos ordinarios celebrados en las tres partes
del año entero, menos si estuviere el regidor legítimamente impedido por
enfermedad o por algún encargo o comisión de la Ciudad, la que no se entienda
de la Diputación a la Corte sin licencia del Consejo, aunque se diga haber sido la
causa urgente y necesaria, pues en caso de ocurrir semejante precisión debe
primero la Ciudad obtener el permiso como lo mandan las Leyes del Reino;
fuera del mencionado salario no puedan gozar otro sueldo o emolumento por
razón de sus oficios y, en su consecuencia, han de servir sin especial estipendio
todas las comisiones del Ayuntamiento dentro de la ciudad y sus arrabales, y
esto no sólo se entienda del caudal de la Ciudad, sino también por lo respectivo
a cualquier particular con quien se trate la dependencia, administración, arriendo
o alguna comisión, pues todo esto ha de servir por el salario de 50 libras y, así
mismo, no han de poder llevar regalos ni gratificaciones, aunque sean por
visitas, posturas de géneros, comestibles, tanto en especie como en dinero,o cosa
equivalente, pues así está mandado por auto acordado, y tampoco ha de poder la
Ciudad dar a los regidores refrescos con motivo de funciones u otra cualquier
asistencia, como lo había estipulado.
Se ha de hacer y formar un libro en que se escriban sus acuerdos ordinarios y
extraordinarios de la Ciudad, firmándolos antes de salir del Ayuntamiento, y
otro de asiento para las penas de cámara y ordenanzas, advirtiéndose que las
hojas de estos libros han de ser del sello cuarto, según la Real Pragmática.
Se ha de disponer pieza competente para el Archivo, si no la hubiere, en la cual
se pongan todos los papeles pertenecientes a la Ciudad, así antiguos como
modernos, formando de todos ellos cabal Inventario con distinción y claridad, y
que este Archivo esté custodiado con tres llaves de las que se encarguen el
Gobernador o Corregidor, el regidor decano y el escribano del Ayuntamiento.
Que desde ahora tenga la Ciudad para su dotación, en calidad de propios y
arbitrios apropiados, libres perpetuamente del Real valimiento de mitad los
efectos siguientes, en atención a que la renta anual que hoy goza como propios
no excede de 500 libras cada un año: el primero es el arbitrio de sosa y barrilla,
que se le concedió en 11 de julio de 1742, cuyo actual valor es de 2.629 libras y
11 sueldos; el segundo es el derecho de saladura, que en la misma forma le está
concedido para exigir 4 dineros de arroba de la saladura que se extrae de la
Ciudad, y renta en cada año 1200 libras; el tercero es el derecho de pesas y
781
romanas, que al presente produce 1.909 libras y 10 sueldos; el cuarto es la sisa
de la puerta de tierra, que reditúa cada año 1.634 libras y 2 sueldos; el quinto es
la sisa de aceite, estimada por su presente valor en 588 libras y 15 sueldos; el
sexto es los partidos del matadero, estimados del mismo modo en 550 libras; el
séptimo es el corte de Atún, en 40 libras y 2 sueldos; el octavo es los tres ramos
de ropas, de sebo y pieles lanares del matadero, que valen 2.120 libras anuales;
el noveno es la mitad de los tres arbitrios de cántaro, media arroba y barchilla,
valuados en 523 libras por mitad, pues la otra media parte pertenece a la Real
Hacienda, entendiéndose esta regulación aunque se justifique ser más su renta;
el décimo es la Heredad de Valladolid, que rinde 373 libras y 7 sueldos; el
undécimo es el Almacén de entre muro y muro, que produce 36 libras y no se
estima para esta dotación, cuyo producto en los efectos señalados es de 11.605
libras y 9 sueldos; la casa que sirvió de Hospital nuevo a los militares, las tres
casillas accesorias a las del Ayuntamiento, la del almacén de la Asegurada que
sirve ahora para celebrar los cabildos por no ser efectos que reditúan al presente
renta alguna.
La expresada renta de dotación que queda asignada a la Ciudad se ha de repartir
en tres clases, siendo la primera clase los gastos ordinarios y extraordinarios
con la distribución siguiente: al Corregidor por el ejercicio y cuidado de su
empleo, incluido el término de la jurisdicción de la Ciudad y la de San Juan, 847
libras, no pudiendo ya percibir las 143 libras que antes se le daban por la villa de
Muchamiel, Villafranqueza y otros lugares separados de la jurisdicción de
Alicante, con lo cual es hoy menos el trabajo del oficio; al Alcalde mayor, 263
libras y no más por la propia razón de los referidos pueblos segregados, para
cuya cantidad el lugar de San Juan ha de contribuir con el repartimiento que
acostumbra; a cada uno de los doce regidores, que por ahora se consideran,50
libras; al contador con gastos de escritorio y oficial, si se le quiere tener, 400
libras de salario anual sin otro emolumento, permitiéndose sólo la gratificación
de cuatro de plata al escribiente por cada finiquito que se diere a los
Depositarios; pero al contador don Lorenzo de Figueroa y Fajardo se le hace la
especial gracia de que goce el sueldo de 500 libras con las propias condiciones,
en atención a pertenecerle por la exacción de este empleo, a su especial mérito y
al mayor trabajo que le ha de ocasionar la planta de este nuevo reglamento. Al
escribano del Ayuntamiento, otras 400 libras, incluso el coste de papel común y
sellado, quedando de su cargo escribir y responder las cartas de la Ciudad si
algún regidor no quisiere hacerlo o fuere particularmente encargado, y en este
salario se incluyen los derechos de cualquiera copias y testimonios que haya de
dar de orden de la Ciudad, pues en todo lo perteneciente a ella y al Real Servicio
debe de hacerlo de oficio sin otro estipendio que el de su salario ordinario, dure
o no dure el aumento de precio que tiene el papel sellado, pero no se entienden
comprendidos en esto los libros de cabildo, de que ya se ha hablado, y en todo lo
demás que fueren negocios de partes como son contratos de arrendamientos y
otras diligencias, se arregle a los Reales Aranceles de Castilla y no a los del
tiempo de Fueros, ni otros algunos establecimientos. Al capellán de la Ciudad,
782
haya dentro de su casa o no oratorio, 25 libras. Al abogado de pobres, 12 libras.
Al procurador y agente en Valencia, 10 libras, satisfaciéndole por otra parte las
diligencias extraordinarias y demás gastos que justificare. Al Depositario,
cobrador y pagador de las rentas de la Ciudad, 300 libras respecto al gravamen
de fianzas y aumento de trabajo con el nuevo reglamento. Al abogado de
Valencia, 6 libras, pagándole también lo que legítimamente mereciere su trabajo
en cualquier pleito o dependencia; a los cuatro porteros de la Ciudad, 200 libras
que importan los 2 reales diarios de salario que cada uno de ellos debe gozar, sin
otro emolumento que el de 80 reales al que cuidare de la tarasca de un año para
otro; al trompeta, 60 libras por todas las funciones de la Ciudad; a los tres
médicos, 300 libras por iguales partes, con la precisa obligación de asistir al
Hospital por turno de meses sin que éste pague cosa alguna, y también en casos
graves. Al tambor mayor, 12 libras por todas las funciones de la Ciudad. Al
agente de Madrid, 5 libras, no incluyendo el trabajo de procurador; al relojero, 4
libras; al impresor, por los estados mensuales de las embarcaciones, 14 libras; a
los maestros de Gramática y Filosofía de la Compañía de Jesús, 204 libras para
todos; a los maestros de Santo Domingo, 60 libras; a la capilla de Música, que
tiene trece individuos, 601 libras* en esta forma: al maestro de capilla, 100
libras; arpista y organista, 65 libras; tenor, 60 libras; primer violín, 66 libras;
segundo, 58 libras; contra alto, 60 libras; bajonista primero, 60 libras; segundo,
50 libras; sochantre, 30 libras; bajo, 36 libras; corneta, 16 libras; triple primero,
25 libras; segundo, 25 libras, con cuyos salarios han de asistir a todas las
funciones de la Ciudad sin otro estipendio o agasajo en dinero o en especie; a la
matrona, 10 libras; al cirujano de pobres, otras 10 libras; al maestro de primeras
letras, otras 10 libras; al barrendero de plazas y longuetas, 6 libras; al
sepulturero, 16 libras; en la fiesta del Corpus y su octava se ha de hacer el gasto
siguiente: para toda la cera,130 libras, dando sólo vela de a libra a los individuos
de los cabildos eclesiásticos y secular en lugar de las hachas que antes tomaban;
a la danza del Paloteado con el dulzainero, medias, zapatos y vestuario, 44
libras; a la de la tarasca y dragón y el dulzainero, 20 libras; a la de los enanos,
otras 20 libras, incluso el cuidador y el coste de zapatos y vestuario; a los
representantes del misterio, 33 libras; a las comunidades de Santo Domingo, San
Agustín y del Carmen, por el Altar que ponen y custodia que llevan, 18 libras, 6
a cada una; a las de San Francisco, Capuchinos y Tercera Orden, 2 libras a cada
una por la custodia que llevan y otro santo a la capilla de los Ángeles por el
Altar, y 4 libras al Hospital de San Juan de Dios por lo mismo; a los mozos de
timbales, galereros de los misterios, folgos y zapatos de los angelitos, 18 libras,
y 26 libras para la enramada de la Colegial y composición de calles y solares en
todas las funciones; al carpintero, por todo su trabajo, 14 libras; al polvorista por
los fuegos, 30 libras; en los sermones acostumbrados, 15 libras, y para otros
gastos inciertos, 20 libras, quedando desde ahora reformado otro cualquier
dispendio como superfluo y, en consecuencia, se prohíben los refrescos, dulces y
confituras como lo que se daba con título de oficiales de la escribanía y para
dentro de las iglesias, cuyos prelados deben hacer por obligación propia que
783
sean bien solemnizadas estas festividades con campanas, adornos de templo y
todo lo demás que corresponde al mayor aplauso de tan elevado misterio y, por
lo mismo, debe asistir la música por el salario ordinario que va consignado, y
por el suyo ha de trabajar la composición de villancicos el maestro de capilla, al
que nada se le pague de su salario si rehusare esta ocupación y la de las otras
fiestas que fueren expresadas, con lo cual importa lo señalado en esta partida la
cantidad de 400 libras; el gasto de la festividad de la Santa Faz se ha de hacer
con 40 libras, distribuyendo 8 libras a los eclesiásticos y regulares por la
asistencia a la procesión peregrina, 3 libras al predicador, 12 libras al
Monasterio para ayuda a la comida, 9 libras para cera y 8 libras para los
diputados y subalternos del Ayuntamiento, y a la música nada como se dijo en la
antecedente; en la de San Vicente Ferrer, 34 libras, de las que se han de dar 16
libras a la Colegial por la asistencia de su cabildo y clero a la procesión, y 5
libras por la cera que se gasta en la festividad del día, al clero de la parroquial de
Santa María por lo mismo, 5 libras, al predicador 3 libras, y para cuatro hachas
que acompañan al Santo y su extrema, 5 libras, y se reforma la cera de mano que
se daba a los dos cabildos; en la de San Roque se asignan 31 libras en esta
forma: a la Colegial de San Nicolás, por la asistencia de su cabildo y clero a la
procesión, 16 libras;; al clero de la parroquial de Santa Máría por lo mismo, 5
libras; a la misma iglesia para cera, otras 5 libras; para cuatro hachas y su
estrena que acompañan al Santo, otras 5 libras, y también se reforma la cera de
mano; con la misma reforma, ha de gastar la Ciudad sólo 5 libras de cuatro
hachas y su estrena que han de acompañar en la procesión de San Nicolás, titular
de la de la Colegial; se señalan 35 libras para la fiesta de la Inmaculada
Concepción, al predicador 6 libras, a las iglesias Colegial y parroquial de Santa
María 16 libras por su asistencia, para la cera del Altar 8 libras y 5 libras para las
cuatro hachas y sus estrenas que van en la procesión, sin que se reparta cera
alguna de mano, con la música y su maestro de capilla que deben asistir han de
pedir ni poder llevar el menor estipendio, como tampoco se ha de gastar en
dulces con la Ciudad, porteros y dependientes; en la festividad de San Gregorio
Ostiense, sólo se han de gastar 5 libras para la limosna y asistencia, y por ahora
se excusa el gasto de procesión; para la de Nuestra Señora de los Remedios, 33
libras**, cuya distribución ha de ser de 2 libras para el sermón, 5 libras para
cuatro antorchas que han de ir a la procesión, a la cofradía de la Virgen por el
sermón del tercer domingo de agosto 2 libras, a la misma cofradía 3 libras de
ayuda de costa, a la Colegial por misa y asistencia al coro 5 libras, para la
lámpara de la capilla de Nuestra Señora (según se acostumbra) 15 libras; el
gasto de Cuaresma y Semana Santa se ha de ejecutar con 87 libras y de ellas, se
han de dar 20 libras al predicador de la iglesia parroquial de Santa María y otras
tantas para el de la Colegial, 28 libras para la cera de las procesiones de Jueves y
Viernes Santo, dando vela de a libra y no hachas a las personas que conforme el
estilo hayan de alumbrar, 8 libras para la comunión de Regla y se ha de guardar
para las enciriadas entre año, 6 libras a los porteros por las bayetas de las mazas
y medias negras, y 5 libras para el monumento de la Santa Faz y debe asistir la
784
música sin coste por sus salarios, para la cera del oratorio y reales cárceles 10
libras, para limosnas de la Ciudad por Semana Santa 30 libras entre las
comunidades a quienes ha estilado atender con la caridad de dinero o harina,
aunque en mayor cantidad para las fuentes 50 libras y no más, pero siempre que
pueda mejorarse el asiento deberá bajar; al alguacil de cruzada, 5 libras por la
conducción de la bula haciéndose el gasto de la publicación por la Santa
Cruzada; para la visita de la Heredad de Valladolid sólo se han de gastar 12
libras; para recoger los niños expósitos y conducirlos a la casa de Valencia,
entrando en este primer tránsito según la presente disposición, se regulan 200
libras por prudente computación de un año con otro; para vestir a los cuatro
porteros y trompeta que debe hacerse de dos en dos años, se asignan a este
respecto la cantidad de 59 libras en cada año. Por el alquiler de las casas de
Ayuntamiento 50 libras, hasta que se fenezca la que se está fabricando para cuyo
tiempo se suspende esta partida; también se señalan 77 libras en esta forma: 15
libras para el corral de Tría, 14 libras para el arrendamiento de la casa del peso
de harina, 30 libras por el salario del basurero, 5 libras para el conductor del
papel sellado y 12 libras para zapatos de los porteros en las tres fiestas
principales; para portes de cartas 24 libras en cada año; para el riego de
alamedas 20 libras; otras 20 libras al abogado asalariado que ha de tener la
Ciudad para que asista en los negocios consistoriales, cuando fuere necesario o
convenga oírle su parecer; 137 libras anuales para satisfacer los réditos (que
quedan reducidos a 3%) de los capitales de 4.562 libras que importan los censos
redimibles, que la Ciudad tiene contra las rentas de tierras a favor de los
conventos de Santo Domingo, San Francisco, Colegiata, parroquial de Santa
María, condesa de Almenara, don Isidro Llanos y don Joaquín Perpiñan para los
perpetuos o cargas de esta clase, 22 libras; para el procurador de pobres en
Alicante, 6 libras; para gastos extraordinarios se consideran 1.000 libras anuales
que, sin duda, son muy suficientes respecto de que en las antecedentes partidas
van incluidas algunas de esta especie, además de haberse regulado su gasto por
quinquenios y quedar reformadas todas las gratificaciones, regalos, refrescos y
otros dispendios de pura superfluidad. Y para que esta partida sea bien gastada,
sin que se consienta el menor exceso o gasto voluntario, formará la Ciudad una
copia o resumen de todas las partidas que se pueden excusar, teniendo presente
la data o datas de gastos extraordinarios en las cuentas antecedentes, para que de
esta forma pueda ejecutarse la más extensiva reforma a cuyo plan se arregle
perpetuamente. Importa la suma de todas estas partidas, hasta aquí propuestas,
de gastos ordinarios y extraordinarios 7.125 libras, y los efectos señalados a esta
primera clase que son la sosa y barrilla, pesos y romana, sisa de la puerta de
tierra, la del aceite, heredad de Valladolid y almacén de entre muro y muro
reditúan, según el producto presente, 7.169 libras por lo que sobran 44 libras en
cada un año y, en adelante, será mayor el sobrante con la reducción de los cuatro
regimientos, la del salario del contador después del que ahora sirve y lo que se
excusare del arrendamiento de las casas de Ayuntamiento fabricadas las propias,
declarándose que los mencionados efectos han de servir precisamente para los
785
destinos y pagamentos de esta primera clase y no para otro, para lo cual no se
han de poder exceder de lo distribuido en sus partidas con pretexto alguno.
Segunda clase. A la segunda clase de gastos se asignan, desde ahora, 2.060
libras anuales en el derecho de la saladura, que son cuatro dineros en cada
arroba de la que extrae de la Ciudad, en los partidos del matadero, en el
producto del corte de atún y en la mitad de los tres arbitrios de cántaro, media
arroba y barchilla hasta en cantidad de 270 libras, con la que quedan completas
las 2.060 libras que deben gastarse en las obras y reparos siguientes, con
determinación de cantidad en cada una; es a saber, 1.000 libras para proseguir
con actitud la fabrica de las casas de Ayuntamiento, cuya obra se ajustará con la
posible conveniencia y cualquier contrato, asiento o remate que de ella se
ejecute, guardando todas las solemnidades del derecho, se remitirá al Consejo
para su aprobación; en los reparos de la ruina que amenaza el monasterio de la
Santísima Faz, se gasten cada año hasta su conclusión 490 libras, haciéndose
sólo lo preciso para la seguridad y se revoca y prohíbe cualquier idea o planta
ostentosa, que sólo puede servir para la hermosura y adorno; para la fabrica
material del templo de la Colegial, sus reparos y otros gastos piadosos 330 libras
por vía de limosna, sin reconocimiento de obligación alguna, y 240 libras para
los mismos fines a la parroquial de Santa María, con la condición de que uno y
otro clero no puedan excusarse de concurrir a las festividades que celebra la
Ciudad con motivo de la presente reforma propuesta en la primera clase, pues se
han de portar sin que se advierta diferencia en sus asistencias y concurrencia, y
también se entienden las referidas condiciones con tal que se aparten de las
instancias que en el Consejo tenían pendientes, sobre que debía existir la sisa de
ocho dineros en libra de carne, la que como gravosa queda desde ahora
extinguida y se previene que el caudal de esta segunda clase ha de ser
administrado con separación del antecedente. Tercera Clase: la tercera clase o
destinación de gastos es la paga de los acreedores legítimos que la Ciudad tiene
contra sí, a cuyo favor se asignan con la propia independencia 2.120 libras
anuales que rentan cada año los tres ramos de ropas, sebo y pieles lanares del
matadero, la mitad que pertenece a la Ciudad de los tres arbitrios de cántaro,
media arroba y barchilla, deducidas primero las 270 libras que van expresadas
en la segunda clase de gastos de fabricas, también se aplica todo el caudal que
debe haber existente y depositado en la sisa de 8 dineros en libra de carne, que
queda extinguida como en su lugar se dijo y se contempla que su importe, si no
excede, llega a 8.000 libras; de este ramo se declara deber ser pertenencia todas
las deudas y acciones que a su favor tenga la Ciudad por sus derechos, contratos,
alcances líquidos de cuentas, quiebras de fianzas o por otro cualquier motivo
hasta el día en que empezare la práctica del nuevo reglamento. Y, en su
consecuencia, se harán los prorrateos necesarios según la calidad de la renta,
pero se debe entender que luego que la Ciudad se haya desempeñado de todo
género de deudas legítimas, ha de cesar el arbitrio de los tres ramos de ropas,
sebo y pieles lanares a favor del abasto de carnes para que, con este alivio,
pueda el público sentir conveniencia en el precio, quedando sólo existentes para
786
el socorro de la casa de Misericordia los despojos con que se la debe asistir
siempre y, verificándose el referido caso de su desempeño, se dará conveniente
destino a las cantidades asignadas a esta joya de acreedores. Reglas de
administración: las rentas aplicadas a las tres clases de gastos referidos se han
de recaudar y distribuir con total separación, y para ello se fabricarán desde
luego tres arcas fuertes con cuatro cerraduras y sus llaves de distintas guardas,
echando en cada arca lo producido de los efectos por el orden de su destino, sin
mezclarse los unos con los otros, de modo que ni por vía de empréstito con la
obligación de reintegro, ni en otra forma, se han de poder sacar dineros de un
arca por la urgencia de la otra. De las cuatro llaves, una la ha de tener el
Corregidor y, en su falta, el Alcalde mayor o quien administrare la justicia
ordinaria; la segunda, un regidor diputado de arcas, cuyo nombramiento se hará
un día antes de empezarse la práctica del nuevo reglamento y, en lo sucesivo, al
principio del año y pueda sustituirla, con impedimento personal, en otro regidor
de su cuenta y riesgo, y de la misma Ciudad; la tercera, el administrador que es o
fuere, pudiéndola sustituir por la propia razón en el escribano del Ayuntamiento;
la cuarta, en el depositario cobrador y pagador de las rentas de la Ciudad, que
también ha de poderla sustituir en quien fuere de su satisfacción, de su cuenta y
riesgo; este depositario ha de dar la cuenta del caudal que entrare y saliere con
distinción de Arca; el escribano del Ayuntamiento siempre se ha de hallar
presente al tiempo de entrar o sacar caudales; en cada Arca ha de haber un libro
encuadernado, compuesto de papel de sello cuarto, según la Real Pragmática, en
todas sus hojas, el cual, según la misma, debe gastarse todo aunque haya pasado
el año para que dicho papel se selló, y el gasto de este libro lo ha de pagar el
Arca a que sirve; en este libro se ha de poner el asiento de las partidas que
entraren y salieren con separación, su fecha correspondiente y causa de su
entrada y salida, aunque sea caudal de depósito o de otra interinidad. Los
arrendatarios y deudores de estas rentas consignadas, no de otro modo, pueden
pagar legítimamente entregando el dinero en el Arca de cuatro llaves,
declarando que no se cumple con entregarlo al depositario o a otra persona, sea
la que fuere, aunque manifieste recibo suyo. Para sacar dinero de cualquiera de
las tres Arcas ha de proceder libramiento formal de la Ciudad, y no ha de poder
este hacerse sin pedir antes informe a la contaduría y si de el resultare no haber
caudal competente, se suspenda el libramiento hasta que lo haya y, si con efecto
se mandare despachar en estas circunstancias, lo firme; el escribano del
Ayuntamiento ha de dar dos testimonios de las rentas rematadas, con distinción
de la clase y arca a que pertenece, dentro de tres días que se haya ejecutado el
remate, entregando el uno al contador y el otro, al depositario o cobrador, de
cuya satisfacción han de ser las fianzas, las que debe aprobar la Ciudad y antes
de esta solemnidad no se entregue el recudimiento al arrendatario. Las justicias
y Procurador General de la Ciudad han de facilitar al depositario cobrador todas
las diligencias que pida y necesite, pues no de otro modo ha de ser admisible su
descargo que con la efectiva cobranza o diligencias bastantes hechas en tiempo y
forma hasta la última excursión conforme a derecho. El escribano del
787
Ayuntamiento, ni otra persona, no pueda dar cédula ni ordenes para percibir
caudal del público. Para excusarse del gasto de cartas de pago y el uso de
cautelas y papeles no formales, sea del cargo del depositario cuando pagare
algún libramiento recogerle con recibo a su continuación; porque puede acaecer
alguna urgencia, se permite al regidor semanero despachar cédula para que se
pague no excediendo de la cantidad de 3 pesos, con la obligación de dar cuenta
en el primer Ayuntamiento para que se forme la libranza y se recoja la cédula.
Los salarios del Gobernador y Alcalde mayor y de los sirvientes han de ser
librados por tercios, y el de los regidores al fin del año constando haber
cumplido con las cargas y asistencias que se expresaron al principio. En cada
mes se ha de celebrar un hacimiento de Arcas, al que ha de poder asistir
cualquiera de los regidores o interesado en alguna de las tres clases de la
dotación que va hecha, y la forma de esta solemnidad mensual ha de ser
asistiendo las personas que tuvieren las cuatro llaves y el escribano de
Ayuntamiento que, llevando formada por su libro una minuta de lo que quedó
existente en el reconocimiento anterior y de lo que hubiere posteriormente
entrado o salido, hará cotejo de ella con la que llevare el contador. De los
caudales de esta dotación ha de dar cuentas generales el depositario dentro de
dos meses de cómo se ha fenecido el año, entregando en la contaduría relación
jurada con los recados legítimos para que el contador la tire y forme a estilo de
contaduría; y si hubiere omisión en el tomar y dar dichas cuentas, sean privados
del oficio los responsables en esta obligación y siendo la culpa de parte del
depositario, se le condene desde luego en la pena del cuatro tanto. Las tres arcas
de la nueva dotación han de estar dentro de las casas del Corregidor, con la
mayor seguridad. Que las fianzas de cualquier arriendo de estas rentas se hayan
de presentar y aprobar antes que se entregue el recaudamiento; y si
conocidamente no fueren abonados los fiadores, se ha de entregar anticipada una
tercera parte de la renta por vía de fianza y seguro, la que no se ha de poder
extinguir hasta la última paga, y a los hacimientos y remates ha de estar presente
el Depositario para que se entere de la idoneidad respecto de su responsabilidad,
con advertencia que el regidor que se interesare en la aprobación de fianzas y en
las posturas y mejoras ha de ser privado de oficio, y para que no haya embarazo
en mejorar la postura se oculte el nombre del postor. Para pagar cualquier deuda
que se pida a la Ciudad como propia se ha de justificar judicialmente la causa y
su existencia del crédito, en todo o en parte, en cuya consecuencia se debe
proceder con riguroso cuidado en el crédito de los 3.000 pesos que se dice tener
contra sí la Ciudad, contraído en el año pasado de 1706 por advertirse falto de
justificación suficiente en cuanto al modo de percibirle y acuerdo del
Ayuntamiento para contraerle, en cuyo supuesto deberá también hacerse la
liquidación o prorrateo que fuere necesario hasta el día en que tenga principio el
nuevo reglamento, sin que por la sentencia que acaso se diere a favor del crédito
se estime ser este privilegiado para cobrar con anterioridad, pues en estos casos
siempre se habrá de obrar conforme a derecho; en los créditos que la Ciudad
tenga a su favor, se ha de formar una noticia individual entregando copia de ella
788
al Procurador General y Depositario, los que cada mes han de dar cuenta en el
Ayuntamiento de las cobranzas y estado de los pleitos, y se declara que los
gastos que causaren las cobranzas de las deudas a favor de la Ciudad, que van
destinadas a la tercera clase, se han de satisfacer del Arca de estos efectos, y si el
pleito o cobranza se originare por alguno de los efectos consignados a la primera
clase y segunda deberá, asimismo, pagar cualquier gasto el arca a que
pertenezca. Para el socorro de las casas de Misericordia, fundadas por el actual
Reverendo Obispo de Orihuela, se señalan tres despojos diarios de carnero
entero de veinte, livianos, pies, hígado, cabeza y piel, concediendo a dichas
casas desde ahora para siempre el arbitrio de que se valen y consiste en la
fabrica privativa de soguillas de esparto, con tal que se hayan de recibir los
pobres y peregrinos, prefiriéndose éstos, en caso necesario los inválidos y
naturales fatuos o dementes y las mujeres mandadas recoger por la Justicia
eclesiástica o secular, debiendo también subsistir la referida limosna de los tres
despojos enteros aún en el caso de haberse extinguido este arbitrio, que sólo
queda concedido a la Ciudad por causa temporal como queda dicho.
Y por tener entendido que el arrendador de la nieve impide el que se venda
agua fría por las calles, si primero no se le paga la cantidad en que se ajusta, se
prohíbe desde luego semejante abuso por ser en la realidad una estafa, y si en
esto no hubiere enmienda por pedirles a los vendedores y llevarles maravedíes o
cosa equivalente, pague el arrendador por la primera vez 10 libras; por la
segunda, 20 libras y por la tercera, 30 libras, en cuya pena incurran igualmente
los tratantes de pescado que no permitiesen a los compradores llevar sogas para
enfardar, precisándoles a que tomen las que ellos tienen, y todas las dichas penas
se aplican por iguales a Cámara, Juez y denunciador; también los pesos de
esparto, que hay suficiente número con los que se hayan de hacer de hierro con
sus pesas del caudal de Joya de Acreedores, por lo que cada vendedor ha de
contribuir con 2 dineros a beneficio de dicha Joya por ahora. Y para que más se
asegure este nuevo Gobierno y no se experimenten los abusos que hasta aquí, se
ordena que de tres en tres años ha de enviar la Ciudad al Consejo un estado de
sus cuentas, con expresión de los recados de cargo y data para que, examinados,
se reconozca la puntual observancia de lo establecido y pueda el Consejo, si
conviniere, pedir las cuentas originales para enterarse de su cumplimiento. El
presente nuevo reglamento ha de empezar a correr desde el día primero en que
se cumpliere el mes de su presentación y publicación en el Ayuntamiento pleno
de la Ciudad; y sobre él y contra él no se admita glosa, adición, extensión ni
interpretación alguna con pretexto de que no se han tenido presentes estatutos,
acuerdos, concordias con aprobación real o sin ella, ni por otro cualquier
motivo, pues desde luego queda abolido todo lo que en algún modo sea adverso
o contrario, debiendo observar lo contenido en este nuevo reglamento por leyes
inviolables en todas sus cláusulas y tenerle como principio y fundamento de las
ordenanzas que se mandan hacer, las cuales se han de imprimir hasta en cantidad
de 200 ejemplares concordados con el original por el escribano de
Ayuntamiento, y a cada uno de los capitulares se entregará el suyo como
789
también a los interesados principales en la distribución de los caudales públicos,
y cualquiera de estos ejemplares formalizados con la dicha solemnidad puede
servir y presentarse en juicio. Y remitiendo al Consejo el número necesario para
todos los ministros de él, a fin de tenerle presente en lo que ocurra; se colocarán
en el Archivo de la Ciudad los que sobraren. Madrid, 4 de abril de 1747. El
Marqués de la Ensenada (sic).”
A.M.A., Pleitos, Arm. 3, Leg. 26, Expte. 4, de 1753. “Certificación de don Juan
de Peñuelas, Secretario de Cámara del Rey nuestro Señor y de gobierno del
Consejo por lo tocante a la Corona de Aragón”, ff. 302-329.
790
“Laudo y avería hecha por D. Samuel Tucker y otros peritos nombrados por las
partes en ella expresados.
En primer lugar, han examinado los daños que pretende el dicho capitán de un
mes de detención contado desde el día de su arribo hasta el día en que se le dio
la entrada, que son treinta días cabales; y les reducen a dieciséis días, los cuales,
y el salario de un mes para el piloto y marineros, importan sesenta y cinco pesos
los dichos dieciséis días por reputarse el mes a razón de ciento veinticinco pesos
-------------------------------------------------------------------------------------- 65 ps.
Más le conceden a dicho capitán por lo que puede haberse menoscabado el
navío y sus arreos, en el tiempo de la detención cuarenta y cinco pesos-- 45:
Más por los gastos de su cuarentena que le admiten por entero ------------ 42:16
791
Más por la comida de dicho capitán y la demás gente de su equipaje en el tiempo
de los dieciséis días de su detención, que se le han considerado a razón de un
real de plata al día por cada uno comprendido el capitán, veinte pesos --- 20:00
172:16
Por los gastos hechos por los señores Lavarelo y compª, que los debe rembolsar
por haberlos expedido en los correos que se despacharon a Valª para solicitar la
entrada del navío, seis pesos y quince sueldos -------------------------------- 6:15
Más por los gastos hechos por los Sres. Pavía y compª, que los debe rembolsar
por haberles expendido en Madrid para el mismo fin, treinta y dos ps. --- 32:00
Por los gastos hechos por los señores Antoine y Fernaud, que los deben
rembolsar por haberles expedido en gastos judiciales ----------------------- 6:08
Más al presente escribano por los derechos del compromiso, notificaciones, la
presente avería y un tanto que debe dar de ella, con el papel sellado ----- 8:00
Más al Sr. Juan Lión por el justiprecio del navío y sus aparejos------------ 4:00
Más al Sr. Diego Lespiault por el trabajo especial en el arreglamento de esta
avería, ocho pesos ---------------------------------------------------------------- 8:00
Importan los daños de que se ha de reintegrar el capitán y los gastos ----- 237:19
ocasionados para su admisión a comercio doscientos treinta y siete pesos y
diecinueve sueldos, las que se deben repartir y reparten en los géneros y
mercaderías de su cargo, consignadas para negociantes de Cádiz y de esta
ciudad; y en el navío, fletes, salarios y avería en la forma siguiente =
Géneros para Alicante
Sres. Pavía y Compª
1 caja espejos de Venecia grandes
estimada por pesos ---------------- 150:
4 cajas cristales a 250 ps.
estimada cada una ----------------- 1000:
10 cajas espejos ordinarios
estimados todos en ---------------- 450:
1600: a 25 s.9ds.1/8 p.% ------------ 20:15:04
Sres. Antoine y Fernaud.
2 cajas cristales estimados
por 250 pesos cada una ---------- 500:
4 cajas dichos --------------------- 1000:
1 caja mercería valuada en ------ 100:
1 caja espejos dorados en ------- 150:
1750: a 25 s.9ds.1/8 p.% ------------ 22:14:10
Sres. Lavarelo y compª
2 botes cobre valuadas por ------ 700:
6 cajas de acero en peso de 250
qs. a 7 pesos cada uno ----------- 1750:
3 botas sartenes en peso de 50
qs. a 14 pesos cada uno ---------- 700:
6 cajas cristales estimados por
250 pesos cada una --------------- 1500:
792
4650: a 25 s.9ds.1/4 p.% ------------ 60:02:02
Para el Sr. Roman
2 balas libros estimadas en ------ 300: a 25 s.9ds.1/4 p.% ------------ 3:18:02
Sres.Germo y Juan Bª. Fabiani
1 caja grande espejos estimada - 200: a 25 s.9ds.1/4 p.% ------------ 2:10:09
Géneros para Cádiz
Sres. Bianchi y Polony
3 cajas cristales valuadas a
250 pesos cada una ------------- 750:
1caja pequeños espejos dorados 100:
12 cajas lastre de vidrio de 600:
por -------------------------------- 200:
20 cajas dichos de 400: -------- 240:
1 caja salsa negro por ---------- 25:
1 caja tornilopías por ---------- 50:
3 cajas espejos cristales a 200
pesos cada una ------------------ 600:
1 caja dichos por --------------- 250:
2285: a 25 s.9ds.1/4 p.% ------------ 28:19:03
Sres. Bertrany y Marchaly
1 bala salsa por ----------------- 100: a 25 s.9ds.1/4 p.% ------------ 1:06:02
Sr. Pablo Capitanachi
1 caja con dos lunas cristales- 20:
2 cajas libros por --------------- 300:
320: a 25 s.9ds.1/4 p.% ------------ 4:03:05
Sres.Vda. de Juan Tourcin e hijo
20 cajas acero en 100 qs. a 7
pesos cada uno ------------------ 700: a 25 s.9ds.1/4 p.% ------------ 9:03:06
Sr.D.Juan Jourdan y compª
2 balas mercería por ------------ 400: a 25 s.9ds.1/4 p.% ------------ 5:05:02
Sres.Gabury y Guilly
2 cajas espejos valuados por -- 300:
1 caja ----------------------------- 25:
325: a 25 s.9ds.1/4 p.% ------------ 4:05:06
Sr.D.Juan Bta.Negri
3 cajas espejos por 150 pesos
cada una ------------------------- 450:
2 cajas droguería la una grande
y la otra pequeña por ---------- 300:
10 cajas las tres de vidrio ----- 120:
870: a 25 s.9ds.1/4 p.% ------------ 11:14:04
Para quien enseñare pólizas
3 cajas mercancías diversas
valuadas por defecto de defecto
de facturas en ------------------- 600:
793
10 cajas libros por 150 pesos
cada una ------------------------- 1500:
8 cajas espejos dorados a 150
pesos cada una caja ------------ 1200:
12 cajas lastre de 600 a 18 ps.
cada una caja ------------------- 216:
3516: a 25 s.9ds.1/4 p.% ------------ 45:07:09
Para el Capitán
Por mitad del valor del navío
que el todo de el y sus arreos
en el estado que se hallan lo
justiprecian por 2.000 pesos
y hace dicha mitad 1.000 ps.
que se ponen por fondo para
la avería ------------------------ 1000:
Por mitad de los fletes y avería
de los géneros consignados en
Alicante, que todos ellos mon-
tan 382:18:3 ------------------- 191:9:1
Por mitad de los fletes y avería
de los géneros destinados para
Cádiz que importan en el todo
459:18 -------------------------- 229:19
Por mitad de los 200 ps. que
importan en un mes los salarios
del capitán y equipaje -------- 100:
1521:8:1 a 25 s.9ds.1/4 p.% ----------- 17:12:09
237:19:01
Inventario
795
antecedente que sirve de almacén en el mismo cuarto se hallaron los géneros y
mercaderías siguientes: mercaderías: 72 piezas de lienzo casero fábrica de
Génova que dijo el presbítero pertenecer a D. Carlos Lomelini quondam
Agustín, de Génova; 21 piezas de lienzo cambrayes; 23 resmas papel de escribir
floreto. Almacén: En el almacén grande que está en el zaguán de dichas casas se
hallaron 16 sacos de anís que dijo el presbítero pertenecían a D. José Felipe de
Pinedo, residente en la Corte de Madrid. Zaguán: En el zaguán de dichas casas
que por grande también sirve de almacén se halló lo siguiente: Mercaderías: 5
sacos de anís que dijo el presbítero pertenecía al mismo Pinedo; un furlón viejo
sin ser de servicio entendiéndose ser silla volante de 4 asientos; una galera a
medio servir. Caballeriza: En la caballeriza que está en el mismo zaguán se
hallaron 2 mulas pelo castaño serradas. Almacenito: En un almacenito entrando
por la puerta del zaguán a mano izquierda se halló lo siguiente: 11 seras de
piedra lápiz para embarcar; 8 botas para poner vino para el consumo de la casa y
las 3 con fajas de hierro, todas viejas; una portadera y un embudo viejos. Sala:
En la sala principal que cae a la parte del mar se hallaron los bienes siguientes: 8
sillas de vaqueta de respaldo con franja de seda y clavazón dorado a medio
servir; una mesa o bufete madera de nogal mediano a medio servir con trabas de
hierro. Cuadra. En la cuadra de dicha sala principal se hallaron los bienes
siguientes: un escaparate de color verde y dorado grande del adorno de la sala
que dijo el presbítero pertenecer a los herederos de Burlo; 12 lienzos medianos y
pequeños, países y otras pinturas, con guarniciones doradas los 8, y los 4 con
guarnición negra; un lienzo mediano de San Liborio con guarnición dorada; 2
espejos grandes del adorno de la sala y otro pequeño de la cuadra, todos con
guarnición dorada; 5 bufetes o mesas, el uno grande, otro redondo y otro
ocharcado de diferente maderaje a medio servir todos; 6 taburetes con respaldo
de brocatel a medio servir; 12 taburetes de lo mismo sin respaldo, a medio
servir; 3 cenefas de madera doradas y pintadas de las puertas de sala y alcoba a
medio servir; un lienzo pequeño sin guarnición del Niño Jesús usado; otro lienzo
grande con diferentes personajes del país, con guarnición dorada y negra, usado;
un lienzo grande de San Antonio de Padua, con guarnición dorada, usado; otro
lienzo grande de la invocación de San José, la Virgen y San Joaquín, con
guarnición dorada, usado; otro país como el de arriba; otro de la misma forma;
otro lienzo grande de la Virgen Nuestra Señora y otras efigies, con guarnición
dorada, usado; otro lienzo grande de la Santísima Trinidad y coronación de
Nuestra Señora, con guarnición dorada, usado; otro lienzo de la Sagrada
Familia, con guarnición dorada, usado; 4 países medianos, con guarnición
dorada, usados; 4 lienzos medianos con diferentes pinturas y dorados, usados.
Oratorio: En el oratorio que está en dicha cuadra se hallaron los ornamentos
siguientes: un Santo Cristo con su dosel de Damasco colorado que dijo el
presbítero pertenecer a los herederos de Burlo; 5 lincecitos pequeños del adorno
de dicho oratorio, los 3 con guarniciones doradas y los demás, negra; un cáliz de
pié de bronce dorado y la copa de plata sobredorada con su patena de lo mismo;
un frontal y casulla de Damasco blanco con su guarnición de oro; una alba con
encajes y todo lo demás concerniente para la celebración del Santo Sacrificio de
796
la misa; un escritorio pequeño negro embutido con diferentes cajoncillos dentro
de los cuales se hallaron algunas cintas, encajillos y otras cosillas de poca
entidad. Alcoba: En la alcoba de dicha cuadra se halló un dosel de madera
dorado y pintado, usado. Cuarto: En un cuarto que hay en la misma cuadra,
entrando por la sala a mano derecha, se hallaron los bienes siguientes: una
mesita redonda del juego de naipes, usada; un arca mediana de nogal que se
halló vacía y dijo el presbítero pertenecer a los herederos de Burlo; otra arca de
nogal grande dentro de la cual se halló la ropa siguiente: un vestido entero de
hombre de pelo de camello a medio servir; una capa de grana a medio servir;
una chupa de grana vieja ojaleada de plata; otra chupa de paño azul bordada de
plata usada; otra chupa de tisú de oro ojaleada de lo mismo, usada; una casaca
de hombre de terciopelo negro con broches de oro a medio servir; una casaca y
chupa de terliz amusco viejas; una chupa de espolín azul ojaleada de plata a
medio servir; un vestido de hombre de estameña Amiens, usado; una casaca y
chupa de hombre de paño amusco usadas; una chupa de paño color oliva vieja
con 34 broches de plata de martillo; una chupa y calzones de gamuza viejos; 2
batas, la una de seda y la otra de indiana y ambas viejas; una chupa de raso
blanco a flores muy vieja; 15 pares de calzones de pana y otras ropas, todos
viejos; un vestido entero de hombre de paño negro y otra chupa de lo mismo,
todo a medio servir; 3 casacas de hombre y una chupa de diferentes ropas, todo
viejo; 2 cortes de casaca para hombre, el uno de estameña Amiens y el otro de
droguete; un escritorio madera de caja de azúcar usado con diferentes
cajoncillos en los cuales se hallaron cintas sobrepuestas, abanicos y otras cositas
de poca entidad del uso de doña Mariana Pérez, y con especialidad una cajita
con 2 monterillas de tafetán de rosa carmesí nuevas; un tocador a la inglesa con
su luna, usado; un espejo pequeño con marco negro; una arquilla pequeña de
madera de pino de poner chocolate; un armario de 4 ventallas sobre la pared en
el que se hallaron diferentes alhajas de plata y se dejó para después, respecto de
haberse de pesar; un lienzo mediano de pintura con su guarnición dorada a
medio servir; un baúl viejo vacío; un San Antonio de Papua en estatua grande de
macedonia; un reloj de agua; las vidrieras del balconcito de la cuadra.
Corredor: En el corredor por donde desde la sala se entra en el comedor se
hallaron 4 piedras labradas para mesas de primor. Comedor: En el dicho
comedor se hallaron y manifestaron los bienes siguientes: una mesa redonda
madera de pino, usada; 2 taburetes de vaqueta fábrica inglesa, usados; una
mesita madera de caja de azúcar, usada; un armario grande madera de caja de
azúcar con 4 ventallas y 2 cajones, que sirven de poner los manteles y otros
recados del servicio de la mesa. Cocina: En la cocina inmediata al comedor se
hallaron los bienes siguientes: una mesa vieja madera de pino; otra más
pequeña; 3 velones de latón, el uno grande de 6 luces, el otro con su ventalla de
4 luces y el otro también de 4 luces; 4 candiles; un torno de hierro de asar carne.
Escalera: En la escalera subiendo a los cuartos de más arriba se halló una
alfombra grande a medio servir. Falsa: En la falsa cubierta que mira al mar se
hallaron y manifestaron los bienes siguientes: una cama entera de granadillo
fábrica de Portugal a medio servir; 3 colchones poblados de lana a medio servir;
797
una colgadura de cama entera y nueva de Damasco carmesí; 4 almohadas sin
fundas, al parecer pobladas de lana; 2 alfombras a medio servir; una silla de
manos nueva; una colcha de cama a medio servir; 4 blandones de madera negra;
un brasero de madera sin copa. Despensa: En la despensa al lado de dicha falsa
se hallaron los bienes siguientes: un alambique de destilar agua, de cobre; una
frasquera con un frasco grande de estaño; un garrafón grande de arambre; una
sartén grande; un cuenco de arambre; un fornelo de arambre. Falsa: En la falsa
de en medio se hallaron y manifestaron los bienes siguientes: una media mesa
madera de pino, pié de altar de Belén, usada; un arca de madera dicha dentro de
la cual se hallaron los bienes siguientes: 6 cortinas de Damasco carmesí nuevas;
5 enaguas de lienzo ordinario sin coser; un rodapié de raso bordado, usado; un
escaparate mediano con su vidriera. Alcoba: En una alcoba de dicha falsa se
hallaron los bienes siguientes: un tablado de cama madera de pino; 2 colchones
poblados de lana, usados; 2 sábanas de lienzo de casa, usadas; 2 silletas fábrica
de Marsella, usadas; 3 cortinas de lienzo ordinario de los balcones. Alcoba: En
otra alcoba al lado de la antecedente se halló media cama dorada. Amasador:
En el amasador que está al entrar en la falsa que mira a la escalera de Santa
María se hallaron los bienes siguientes: 2 artesas, una nueva y otra vieja, de
madera de pino; 3 cedazos y 2 cernederas; 2 arquillas de madera de pino para
poner harina. Falsa: En la falsa que mira la escalera de Santa María se hallaron
2 mesas, una de madera de pino y otra de madera de caja de azúcar, usadas.
Almacén: En uno de los almacenes de dichas casas se hallaron los bienes
siguientes: una berlina a medio servir; otra berlina deshecha; 92 piedras
mármoles grandes labradas; 43 piedras pequeñas de lo mismo; 2 cenefas
doradas; una silla de vaqueta; un brazo de hierro de peso con sus piedras de
hierro y plomo; 2 lienzos grandes, el apostolado con guarniciones negras,
usados; un lienzo con la invocación de Nuestra Señora de Monserrate,
guarnición dorada, usado; otro lienzo de la Sagrada Familia, guarnición negra y
dorada, usado; 2 países medianos, guarnición corlada, usados; 2 lienzos con
diferentes pinturas, guarniciones negras y doradas, usados; un lienzo pequeño
del Salvador, guarnición dorada, usado; 9 mapas con su guarnición corlada.
Cuartico: En un cuartico a espaldas de la alcoba de la cuadra principal se
hallaron y manifestaron los bienes siguientes: un baúl grande forrado de vaqueta
colorada con clavazón de hierro, dentro del cual se halló la ropa siguiente: 2
cobertores lienzo alemanesco a medio servir; 39 servilletas lienzo dicho a medio
servir y 9 más lienzo de casa; unos manteles y 2 toallas, blancos, de lienzo
delgado, a medio servir; 4 fundas para almohadas a medio servir; 4 corbatas
lienzo muselina a medio servir; 2 camisas lienzo como las antecedentes a medio
servir; un arca pequeña madera de nogal dentro de la cual se halló la ropa
siguiente: una colgadura de cama de Damasco verde y pajizo a medio servir; 6
fundas de los taburetes de respaldo que van inventariados, de terciopelo carmesí,
nuevas; 12 fundas de Damasco carmesí nuevas de los 12 taburetes que van
inventariados; un tapete de terciopelo carmesí para un bufetito de estrado nuevo;
2 cobertores de cama de catalufa a medio servir; una pieza de arambre para
calentar la cama grande con mango de madera; una mosquitera de seda colorada
798
y blanca a medio servir; una arquilla vieja madera de pino vacía. Sala: En la sala
que mira a la escalera de Santa María se hallaron los bienes siguientes: un
armario grande de nogal con sus 4 ventallas y 2 cajones a medio servir vacío y
sólo se hallaron 2 docenas y media de platos de peltre, las 2 docenas ordinarios y
la media docena grandes; un cantaral con sus cajones madera de pino que dijo el
presbítero pertenecía a los herederos de D. Bernardo Burlo, dentro de los cuales
se halló alguna ropa de color, del uso y servicio de las criadas de la casa, según
dijo el presbítero. Alcoba: En la primera alcoba de dicha sala se hallaron los
bienes siguientes: una cama entera a medio servir de granadillo; 2 colchones
poblados de lana, usados; 2 sábanas de lienzo casero a medio servir; una colcha
indiana a medio servir; un baúl grande forrado y claveteado dentro del cual se
halló la ropa siguiente: 2 jubones y 2 armillas de seda de diferentes colores a
medio servir; 5 casacas de mujer a medio servir, las 2 de terciopelo negro y las
otras de seda de diferentes colores; 3 basquiñas, las unas saja de reina, otras de
nobleza negra y las otras de Damasco negro, todas a medio servir; un rodapié,
casaca y mantilla de brocato blanco guarnecido de galón de oro a medio servir; 3
rodapiés a medio servir de Damasco y raso; 4 escursalinas o faralanes de seda,
los 3 bordados y el otro llano, de diferentes colores; con declaración que hizo el
presbítero que la expresada ropa que se incluye en dicho baúl es propia de doña
Mariana Pérez, viuda de D. Antonio Pavía, y de su uso y servicio, la misma que
en su testamento le ha mandado el dicho su marido; un arca madera de pino
dentro de la cual se halló la ropa siguiente: 12 camisas de mujer de lienzos
delgados, algunas con encajes y otras sin ellos, a medio servir; 8 enaguas
blancas de lienzos delgados con encajes a medio servir; 8 pares de calcetas de
mujer a medio servir; 2 pañuelos de gasa bordados; 8 pañuelos de lienzo
delgado llanos. Y la expresada ropa declaró el presbítero ser del propio uso y
servicio de doña Mariana Pérez y que como tal se le debía entregar, en
conformidad de la disposición de dicho su marido, y como recayendo en la
herencia se prosigue el inventario en la demás ropa que se incluye en dicha arca
en la forma siguiente: 6 sábanas de lienzo casero a medio servir; 2 manteles de
lienzo alemanesco a medio servir; 6 servilletas de dicho lienzo a medio servir;
una alba nueva lienzo Cambray con encajes; 3 camisas de hombre lienzo
delgado y 2 calzoncillos a medio servir; 2 pares de calcetas; 2 corbatas de
muselina; un jubón de lana de hombre, usado. Alcoba: En la otra alcoba de
dicha sala se hallaron los bienes siguientes: un tablado de cama de madera de
pino, usado; 3 colchones poblados de lana a medio servir; 2 sábanas lienzo
ordinario a medio servir; un cobertor blanco a medio servir; una colcha de
indiana a medio servir; 4 almohadas, 2 grandes y 2 pequeñas, con sus fundas.
Cuartico: En un cuartico pequeño en la misma sala se hallaron los bienes
siguientes: un arca grande madera de pino forrada por fuera de encerado, dentro
de la cual se hallaron los bienes y ropas siguientes: 12 sábanas diferentes lienzos
delgados y ordinarios a medio servir; 3 sábanas de cresponcines, lienzos
ordinarios, a medio servir; una toalla de mesa con randa; 6 jubones de hombre
de diferentes lienzos a medio servir; 4 camisas de hombre y unos calzoncillos de
lienzo delgado a medio servir; 11 servilletas lienzos de casa y alemanescos a
799
medio servir; 2 manteles y 2 toallas de servicio de la mesa, lienzo ordinario, a
medio servir; 6 almohadas lienzo ordinario a medio servir; 2 cortinas de indianas
de puertas de las alcobas; unos paños de afeitar con encaje. Una arca vieja
madera de pino vacía. Un catre fábrica inglesa, 5 paños fábrica de Flandes para
el servicio de una cuadra, viejos. Un bufetito embutido, viejo. Una mesita de
pino vieja, un baulito de palmo y medio de largo y proporcionadamente de alto,
viejo, forrado de badana y claveteado, dentro del cual se hallaron y manifestaron
las alhajas de oro, plata y perlería siguientes: una hoja grande con un remate de
corazón de oro y perlas finas con un cordoncillo de oro, que dijo el presbítero
era propia de doña Mariana Pérez adquirida por regalo que le hizo D. Carlos
María Risso cuando se casó con dicho D. Antonio Pavía y al tiempo de la boda;
otra hoja con su pendiente remate a modo de una rosa de oro y perlas finas, que
asimismo dijo el presbítero era propia de la susodicha, adquirida en la
celebración de su boda por regalo que le hizo D. Pedro Burgunyo y Ramiro; una
cazuela mediana de oro de tomar tabaco con su muelle, que así mismo dijo el
presbítero ser propia de dicha señora, adquirida en la celebración de su boda por
regalo que le hizo D. Antonio Pavía, sobrino del dicho su marido; una cazuela
de plata burilada de tomar tabaco con su espejito en medio en lo exterior, que
según el presbítero era propia de la susodicha por habérsela regalado el capitán
Contesini; un reloj pequeño de plata con su cadenilla de lo mismo propio de
dicha señora y que le regaló el difunto D. Antonio Pavía antes de su casamiento;
un San Antonio de Padua de oro esmaltado con 4 piedras, al parecer cristones;
una cruz para el cuello de oro con una corona por remate en que se incluyen 6
diamantes y 3 chupas; unos desaliños de oro con 2 perlas grandes y 2 piedras
verdes ordinarias; otro par de desaliños de oro con 6 esmeraldas; otro par de
desaliños de oro con 12 diamantes pequeños; un relicario pequeño de plata con
su cadenilla de lo mismo; otro relicario pequeño de cristal con(ilegible)de plata
sobredorado; una cruz para el cuello con su remate con 6 diamantes grandes y 7
chupas montados sobre plata; una sortija de oro esmaltada con un diamante
grande en medio y 3 pequeños a cada lado montada sobre plata; 2 sortijas de
arambre y cristones que contienen 18 piedras; una sortija de oro pequeña; un
collar y manillas de perlas finas de cuentas; otro par de manillas de perlas de
aljófar; un rosario de perlas finas de cuentas; un collar de perlas finas. Cuyas
alhajas de oro, plata y perlería dijo el presbítero ser propias de doña Mariana
Pérez y de su uso, y como tales se le debían entregar en conformidad de la
disposición testamentaria del dicho su marido, y así hecha esta declaración se
prosiguió en las demás alhajas que se incluyen en dicho baulito, propias y
recaídas en dicha herencia en la forma siguiente: 2 veneras de oro esmaltadas, la
una con su cadenilla de oro, con las armas del Santo Tribunal de que era familiar
el difunto; una cazuela de plata sobredorada por dentro, de 3 onzas de peso; un
reloj de faltriquera con su cadenilla todo de plata. Sala: En la sala que mira al
mar se hallaron los bienes siguientes: 17 sábanas de lienzo de diferentes suertes
y un cobertor con randa, todo a medio servir. Un armario sobre la pared en otro
cuarto de la cuadra principal, en el cual está contenida la plata labrada y de esta
se hallaron las alhajas siguientes: un velón grande de 4 luces con su ventalla de
800
plata; otro velón grande de 6 luces con sus españiladeras, todo de plata; 8
candeleros ordinarios y uno pequeñito de plata; 5 cuchillos con los mangos de
plata; 11 cucharas y 9 tenedores, parte de ellos a la moda, todo de plata; 3
piececitas de una pimentera, todo de plata; 19 vasos grandes y 3 pequeños, de
plata; un salero de plata sobredorado; 2 salnellas, una grande y otra mediana, de
plata; otra salnella pequeña de plata; 2 palanganas, una grande y otra pequeña,
de plata; un azafate de plata; una fuente de plata sobredorada; un braserito de
plata; un pichel de plata sobredorado; un espadín con su cabo de plata; unas
españiladeras de plata. Que todas las referidas alhajas pesaron 708 onzas de
plata. Un azafate mediano de plata propio de Ángela Mira, viuda de Antonio
Soler, que empeñó al difunto Pavía en 40 reales. Otro azafate de plata propio de
Aniceto Hervás empeñado por medio de mi dicho escribano en 8L.Una fuente
grande y un azafatito de grana, una pilita de plata y 2 espadines, y estas alhajas
declara el presbítero pertenecieron a D. Domingo Contesini, quién con los 2
baúles que constan al principio de este inventario se las dejó en rehenes de 50
doblones que el difunto Pavía le dio a quién pertenecen siempre que devuelva
dicha cantidad. Una hoja de oro montada de plata con San PíoV rodeada toda de
chupas de diamantes con 23 piedras al encargo, y no habiéndola querido, le dijo
el dicho difunto Pavía a su mujer la tomase. Cuarto: En uno de los cajones del
cuarto del despacho, en donde están custodiados y cerrados los libros de la
negociación y comercio del dicho difunto D. Antonio Pavía, se halló un
volumen de papeles que reconocidos se manifiestan ser títulos de la hacienda
que compró y poseía, de los cuales se fue tomando nota por el orden de este
inventario en la forma siguiente:
Instrumentos: Una venta judicial y demás títulos pertenecientes a un solar de
casas y almacén a favor del dicho difunto Pavía como a bienes de doña Ana
María Vallebrera, en que hay diferentes títulos en esta razón, todos en un legajo
de 90 hojas útiles; otra escritura de venta de 25 tahúllas de tierra otorgada por D.
Jaime y doña María Manuela Pascual, su mujer, a favor del difunto Pavía en que
se incluyen instrumentos de otras compras, todas en un legajo de 99 hojas útiles;
los títulos y escrituras de compras de 3 casas en la calle del Valle de Alicante, en
un legajo de 19 hojas útiles; otra escritura de venta de una casa otorgada por
Fabián Romero en favor del difunto Pavía y otros instrumentos, todos en un
legajo de 9 hojas útiles; una escritura de venta de una barca descubierta otorgada
en favor de Pavía por Pedro Juan Tonda, con un testimonio en cabeza del legajo
que se compone todo de 6 hojas útiles; los títulos y escrituras pertenecientes a
una casa que Pavía compró de D. Nicolás Arques, en un legajo de 30 hojas
útiles; los títulos y escrituras de otra casa que Pavía compró del curador de doña
María Vert, en un legajo de 18 hojas útiles; en otro legajo de 34 hojas útiles
diferentes escrituras pertenecientes a algunas propiedades compradas por Pavía;
una escritura de medio hilo de agua otorgada por Laura Alberola en favor de
Pavía que se compone de 2 hojas útiles; las escrituras instrumentos de un cuarto
de hilo de agua que Pavía compró de Luciano Pastor, en un legajo de 6 hojas
útiles; una escritura de retroventa de un cuarto de hora de agua otorgada por José
Torregrosa en favor de José Sala, en un legajo de 3 hojas útiles; una escritura de
801
retroventa de un cuarto de hilo de agua otorgada por Ginés Ramos en favor de
José Sala y, junto con esta, una venta otorgada por éste y otros a favor de Pavía
de un cuarto de hilo de agua, ambas compuestas de 10 hojas útiles; las escrituras
y títulos de un cuarto de hora de agua que Pavía compró del Dr. José Candeal y
del clero iglesia de San Salvador de la villa de Muchamiel, en un legajo de 9
hojas útiles; una escritura de 2 tahúllas de tierra en favor de Pavía otorgada por
los herederos de Pedro Vicente Norma, en que se incluye medio hilo de agua y
se compone de 4 hojas útiles; la escritura y títulos de un cuarto de hora de agua
que compró Pavía de Victoriana Gozálbez y se compone de 6 hojas útiles; una
escritura de medio hilo de agua que compró Pavía de Francisco Colomina y se
compone de 4 hojas útiles; las escrituras y títulos de un almacén que compró
Pavía de D.Juan de Zúñiga, en un legajo de 18 hojas útiles; las escrituras y
títulos de media hora de agua que compró Pavía de Francisco Norma, en un
legajo de 14 hojas útiles; una escritura de obligación de 150L otorgada por
Vicente Poveda a favor de Pavía que se compone de 2 hojas útiles; las escrituras
y títulos de unas tierras que compró Pavía de los herederos de Norma, en un
legajo de 31 hojas útiles.
Ropa blanca: En un cuarto de dichas casas se halló la ropa blanca siguiente: 16
almohadas llanas de diferentes lienzos a medio servir; 2 calzoncillos lienzo de
buena suerte a medio servir; 2 jubones blancos de hombre a medio servir; 8
sábanas lienzo de casa a medio servir; 2 toallas de sobremesa lienzo Cambray a
medio servir; 4 toallas de limpiarse las manos lienzo ordinario a medio servir;
12 servilletas lienzo ordinario a medio servir; 3 toallas para la cocina y 1 de
amasar lienzos ordinarios a medio servir; 8 paños de cocina lienzos ordinarios a
medio servir; 3 camisas de hombre lienzo delgado, usadas; una toalla de tapar la
mesa lienzo Cambray, usada; 18 paños blancos del servicio del difunto Pavía en
su enfermedad; 6 servilletas lienzo ordinario a medio servir; una toalla
sobremesa lienzo delgado, usada; otra toalla de sobremesa, usada; un paño para
limpiarse las manos lienzo ordinario, usado. Y habiéndose concluido este
inventario en los expresados bienes y demás de que va escrito arriba el
presbítero le hizo de todos los bienes raíces recaídos en dicha herencia, los
mismos que jurídicamente fueron inventariados, y son los siguientes:
Bienes raíces: Una casa principal, la misma en que vivía y murió el difunto
Pavía, situada en la calle del Postiguet que linda por un lado con otra casa suya y
por otro con almacén de la herencia de D. Gabriel Paravecino; otra casa
principal al lado de la antecedente con la que linda por un lado y por el otro con
almacén del mismo; un almacén enfrente de dichas casas que está arrimado al
muro del mar; otro almacén anexo a la segunda casa principal; otra casa enfrente
de la Puerta negra de San Nicolás, la misma que el difunto mandó por su
testamento para el resto de su vida a doña Mariana Pérez, su mujer, que linda
por un lado con casa de D. Fernando Salafranca y otros; un mesón con su casa
accesoria para tienda con 2 puertas principales, la una en la calle del Valle y la
otra en la del Barranquet, que linda con casas de Francisco Galant y con casas
del mismo Pavía; 2 casas a la parte de arriba del dicho mesón que están
contiguas en dicha calle del Valle, que lindan con el expresado mesón; un
802
almacén con una casa accesoria en la calle San Francisco Javier, arrabal de San
Francisco, que linda con casas del colegio de la Compañía de Jesús y con otras;
otra casita en el barrio de la Villavieja, en la calle de la Valenciana; 3 hilos de
agua que se riegan y discurren por la acequia mayor de la huerta de esta ciudad,
parte comprada bajo el pacto de retroventa y parte perpetuamente, de diferentes
personas como consta de los instrumentos inventariados; una barca descubierta
de que es patrón Jaime Aracil, vecino de Alicante.
En un cajón del cuarto del despacho se hallaron los libros de negociado
siguientes: Un libro mayor con cubierta de badana que su primera hoja toma por
principio 100L, moneda de Génova, y la última de su escrito 2 distintas
numeraciones, ambas de una misma suma que es 364 libras y 16 sueldos.Y todo
el se compone de 145 hojas; a saber, las 124 útiles y las 21 blancas, y habiéndole
reconocido parece ser libro de cuentas que tomó principio en el año 1714, en el
intermedio del cual se halla cosido un papelito que parece cuentas de lana,
manifestándose ser de derechos y gastos de mercaderías recibidas de diferentes
correspondencias de la casa de Pavía y su Compañía; otro libro con cubiertas de
pergamino que en lo exterior sobre la cubierta se lee Pavía y Risso, compuesto
de 70 hojas útiles y 15 blancas, que parece cuentas, cargos y datas con diferentes
correspondientes negociantes, que toma principio en la primera hoja = 1714 a 30
abril en Alicante. Se acaba lo escrito de él con una suma de 561 libras, 8sueldos
y 2dineros; un cuaderno papel común que en su exterior se hallan las letras PR
que dijo el presbítero denominaban la Compañía Pavía Risso, compuesto de 29
hojas útiles y 19 blancas, que parece ser cuentas de diferentes negociantes y
toma principio en 1722 Antonio e Gio Stephano Pavía, y acaba en 1722 Andrés
Bernabeu, digo el haber de Angelo Risso; otro cuaderno papel común que en el
exterior se halla la letra P, que dijo el presbítero denominaba sólo ser de Pavía
ya después de deshecha la Compañía, compuesto de 15 hojas útiles y 19 blancas
y principia en 1722 Casa a Caxico di Gio Stephano Pavía, y acaba en 1722 apro
xbre D.Juan Strati, y su contenido manifiesta ser de cuentas de la negociación;
un libro papel de marca mayor con una cubierta colorada que en lo exterior se
halla MDCCV, y después de ella otra cubierta de pergamino que se lee “libro
magre B”, y después de una hoja blanca se lee “libro maggiore di me Antonio
Pavía che dio prosperi principiato a 30 marzo anno 1706”, que se compone de
81 hojas útiles y de 204 blancas, conteniéndose en las dos penúltimas una cuenta
y balance en fecha de 10 de febrero de 1708, y lo demás escrito de él toma
principio en el día 30 de marzo de 1706 con una cuenta de barrilla, y concluye
en 1709 con un pagamento hecho por Tomás García (sic).”
804
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