H5 - Unidad 3 - El Canto Gregoriano

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Unidad 3 – El canto gregoriano

La notación musical occidental nació en torno al año 800 dC en el Imperio carolingio.


Con este hito se inicia una larga cadena de perfeccionamientos técnicos que conducirán poco
a poco al sistema de notación musical que conocemos y utilizamos hoy en día, y que estaría
prácticamente completado hacia el siglo XVII.
La notación musical -originada en el ámbito eclesiástico- se utilizará en primer lugar
para preservar el canto litúrgico de la Iglesia de Roma, un vasto repertorio musical formado
a lo largo de varios siglos: El canto gregoriano.

El nacimiento de la notación musical


Los sistemas de notación musical desarrollados por los carolingios fueron de tipo
neumático: un conjunto de signos escritos sobre cada sílaba de un texto que ayudaban a
recordar cómo debía ser interpretada la melodía. Nada que se asemeje a una partitura tal
como la entendemos hoy en día. De hecho, era (y es) imposible interpretar dichas partituras
si no se tenía una idea previa de la melodía que se pretendía entonar, pues la cultura musical
de la época seguía basándose en la tradición oral.

Con el tiempo, el dibujo de la melodía se hizo más preciso y se apoyó en una o dos
líneas horizontales que representaban alturas fijas de la escala, y que desembocaron en el
tetragrama (s.XI) y el pentagrama (s.XIII), sistemas que coexistieron durante siglos. Por fin
fue posible representar con exactitud el movimiento melódico y las alturas (aunque no el
ritmo), lo cual permitirá preservar para los siglos venideros repertorios musicales que, en
ausencia de la notación, habrían perecido para siempre.
La iniciativa carolingia no fue la primera en intentar registrar los sonidos con signos
gráficos -los antiguos griegos habían desarrollado sistemas alfabéticos para explicar los
intervalos o transcribir eventualmente alguna melodía-, pero sí fue la primera vez en la que
la notación se empleará de forma masiva para transmitir un inmenso legado musical:
el canto llano -popularmente conocido como canto gregoriano-, marcando así el inicio de la
historia de la música occidental.
Ejemplos de notación neumática

Notación sangalense
Ejemplo de notación neumática no diastemática (Suiza, s.X)

Notación beneventana
Ejemplo de notación neumática diastemática con una línea horizontal
(Italia, segunda mitad s.XII)
Notación francesa
Ejemplo de notación neumática sobre tetragrama (norte de Francia, s.XII)

Notación eslovaca
Ejemplo de notación neumática diastemática cuadrada con tetragrama (Eslovaquia, s.XV)
Música y oración
Las liturgias cristianas orientales y occidentales comparten un ancestro en la liturgia
sinagogal judía. El canto gregoriano es el canto litúrgico de la iglesia católica romana. El
canto gregoriano se inserta en una tradición milenaria que los primeros cristianos heredaron
de la liturgia sinagogal judía, una liturgia basada fundamentalmente en la lectura de textos
sagrados y la entonación de los salmos.
Al extenderse el cristianismo por el Imperio romano, la liturgia fue
diversificándose según se tradujo a las distintas lenguas habladas en el Imperio: latín,
griego, siríaco, copto, etc. Los mecanismos que sustentaron el desarrollo y crecimiento del
repertorio musical cristiano durante estos primeros siglos fueron los propios de la tradición
oral: La intercambiabilidad de melodías y textos, la ornamentación de las melodías por los
solistas y el préstamo permanente de influencias entre las distintas regiones del Imperio
hicieron del canto gregoriano y de sus liturgias hermanas un verdadero compendio del arte
musical mediterráneo, desde Hispania y las Galias hasta el Oriente Medio.
El canto ligado a estas liturgias comparte una característica fundamental: procede de la
recitación más o menos adornada de un texto sagrado. Es decir, no se entiende como
música en sí misma, sino como oración. El canto entendido como soporte de un texto cumple
tres funciones esenciales:
1 Memoria. En una cultura de tradición oral en la que los textos deben aprenderse de
memoria, la coincidencia de ritmo y acentuación entre melodía y texto ayuda a retener
con mayor exactitud ambos, reforzándose mutuamente.
2 Amplificación. En ausencia de medios artificiales de amplificación del sonido, el
canto es la forma más eficaz de hacer audible un texto ante asambleas amplias. Es el
mismo fenómeno que encontramos en la recitación de los números del “Gordo” de
Navidad, de los antiguos romances del ciego o las lecturas de los bandos
municipales por los alguaciles en las plazas principales de los pueblos.
3 Emoción. Por muy simples que sean las fórmulas melódicas utilizadas en la
recitación, el canto sitúa instantáneamente al oyente en el plano de las emociones. En
el caso de un texto sagrado, el canto puede transfigurar el texto asemejándolo con la
palabra de dios, conseguir que cobre sentido un texto incomprensible, o que adquiera
una cualidad mística uno repetitivo.

La función de soporte textual de la música litúrgica la convierte en algo parecido a una


lectura musical que podemos distinguir a través de dos rasgos característicos y recurrentes:
1) El canto llano es fundamentalmente monódico (una sola voz real), aunque puede ser
interpretado tanto de forma solista como coral;
2) el canto llano presenta un ritmo libre (no existe un pulso estable) asemejándose a una
prosa musical en la que la longitud de las frases musicales viene dada directamente por la
longitud de las frases textuales.
Las liturgias de las grandes religiones monoteístas originadas en el Oriente
Próximo están emparentadas en una extensa y tupida red de herencias, préstamos e
intercambios que afectarán de lleno a su componente musical. Ilustraremos algunas de ellas
mediante una breve serie de audiciones.

La liturgia sinagogal judía -consistente en esencia en la recitación de textos sagrados


y el canto de los salmos-, constituye la fuente de todas las liturgias cristianas, orientales y
occidentales. La diáspora, la aculturación de las comunidades judías y, finalmente, el paso
del tiempo y la dependencia de la tradición oral, hacen imposible una reconstrucción exacta
de la liturgia judía de estos primeros tiempos.

Canto sinagogal judío – Salmo 137. Esta reconstrucción de la


salmodia hebrea muestra un estilo solista, ornamentado, ritmo libre
y flexiones microtonales.

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El más importante de los ritos cristianos orientales es el bizantino, vigente en


el Imperio bizantino con sede en Constantinopla y que utilizó el griego como lengua
vehicular. Se distingue por el empleo del ison, o sonido grave fundamental entonado por
el paraphonista y que sustenta el canto del solista y del coro.

Canto bizantino – Tropario para el servicio de la Gran


Paráclesis. La pieza seleccionada es un himno, un tipo de canto
estrófico de carácter popular que se cree originario de Siria en el
siglo IV.

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Por canto romano antiguo se entiende el canto litúrgico desarrollado en Roma,


atribuido por la leyenda al papa Gregorio Magno (ca.600) y anterior a la reforma carolingia
(ca.800). Este repertorio apenas se ha conservado a través de unos pocos manuscritos. El
canto romano antiguo utilizó el latín como lengua vehicular y se cree muy influido por las
liturgias orientales y mediterráneas.

Canto romano antiguo – Aleluya “Dominus dixit ad me”. En este


ejemplo apreciamos la primacía del canto solista, la rica
ornamentación, el empleo del ison bizantino o el temperamento
cromático y/o microtonal.

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Por canto gregoriano entendemos el canto romano que ha llegado a nuestros días a
través de los carolingios. Se cree que el canto romano preservado por los carolingios heredó
características del canto galicano, el canto litúrgico autóctono de los francos del que no se
conoce fuentes directas. El canto gregoriano es más diatónico y simple (menos
ornamentado) que el romano, y tiene un ritmo más plano y homogéneo.

La reforma carolingia
Tres siglos después del colapso del Imperio romano, las liturgias latinas de Europa
Occidental estaban fragmentadas en numerosas variantes locales, como la romana (o
gregoriana), la ambrosiana (o milanesa), la visigótica o mozárabe (reino visigodo), o
la galicana (reino franco), entre otras. Es entonces cuando los artífices del Imperio carolingio
se proponen recuperar la unidad de la liturgia para el Occidente cristiano.
La reunificación de las liturgias latinas por parte de Carlomagno obedece a una
estrategia cuyo objetivo político consistió nada menos que en refundar el Imperio romano
de Occidente: En efecto, el pujante reino franco abarcaba por entonces la casi totalidad del
occidente cristiano y se erigía además como el único poder político capaz de frenar
al expansionismo islámico que amenazaba desde el Mediterráneo y los Pirineos.
Sin embargo, para restaurar el Imperio era necesario que el papa de Roma reconociese
(y coronase) al nuevo emperador, como antaño había hecho con los césares. Mediante
la imposición de la liturgia gregoriana a todos sus súbditos y dominios, Carlomagno no
solo se ganaría la alianza del papa sino que además dotaría a su Imperio de una unidad con
un altísimo valor simbólico.

Dado el inmenso volumen del repertorio litúrgico cristiano -consistente en


varios cientos de melodías-, los carolingios pusieron en marcha un ambicioso programa para
difundir el canto romano a lo ancho de todo el Imperio en un proceso que se extendería
durante un siglo aproximadamente. De esta formidable empresa resultarían tanto
la invención de la notación musical como la concreción del canto gregoriano tal como lo
conocemos.
Por un lado, la transmisión de las melodías romanas -probablemente similares a las
francas, pero mucho más ornamentadas y afectadas por matices cromáticos y microtonales
característicos de la cultura mediterránea- obligó a crear y desarrollar un sistema de notación
musical que pudiera registrar estos exóticos matices lo más fielmente posible.
Por otro lado, este ímprobo esfuerzo no pudo evitar que en el proceso de transmisión
y preservación se incorporasen numerosos rasgos idiosincráticos germánicos -simplicidad
melódica, fraseo regular, diatonismo, etc.-, especialmente tras el declive del Imperio
carolingio durante las invasiones normandas (siglo IX).
Ello explica que el canto supuestamente “romano” que acabó instaurándose en
Occidente (y en la propia Roma) tuviera las características mixtas que ha exhibido el canto
llano hasta nuestros días: Exuberantes melodías orientales diatonizadas y sometidas a la
disciplina de un ritmo “plano”.
La Misa y el Oficio
Las dos principales liturgias de la religión cristiana son la misa y el oficio. Cada una
de estas liturgias cuenta con un repertorio de melodías que varía según el momento del
año litúrgico en el que se lleve a cabo la celebración.

La misa es la celebración a la que acudían diariamente los fieles para recibir la palabra
de dios y obtener el perdón de los pecados mediante la recreación de la Última Cena
(eucaristía), y a la que también se acudía para la celebración de ritos especiales, como la
coronación de un rey o un pontífice o las exequias de un personaje ilustre.
La misa se celebraba con distinto grado de esplendor (también en lo musical) según
la importancia de la celebración, y estaba prácticamente toda ella cantada en latín.

El oficio divino (o liturgia de las horas) es el ritual de oración intensiva que se


llevaba a cabo diariamente (de día y de noche) en los monasterios y cuya función primordial
era interceder ante dios para obtener la salvación de las almas. Así, los pecados de señores y
los plebeyos serían perdonados si los monjes rezaban por ellos (a cambio de privilegios y
diezmos, respectivamente).
El oficio se rige por un calendario litúrgico extremadamente exigente que establece
la oración (y el canto) según lo comandado en el Libro de los salmos (“Siete veces al día te
alabaré”) a lo largo de las denominadas horas canónicas: Los laudes, prima, tercia, sexta,
nona, vísperas y las completas, a los que deben añadirse los maitines, rezo nocturno que hace
honor de nuevo al Libro de los salmos (“A media noche me levantaba para darte las gracias”),
de tal modo que a lo largo de la semana se recitasen los 150 salmos completos.

Las celebraciones de la misa y del oficio actuales han abandonado en su mayor parte
el canto llano. Sin embargo, aún es posible encontrar reductos y ocasiones especiales en los
que no ha perdido su vigencia. Ni el canto gregoriano (ni el la lengua latina) son de uso
obligado en la liturgia católica desde el Concilio Vaticano II (1962-65). Sin embargo, en
ocasiones especiales sigue practicándose el rito gregoriano.

Misa de la Asunción de la Virgen


Evangelio “Intravit Jesus in quoddam castellum”
Este concierto recrea las principales partes cantadas de una misa mediaval.
La parte que escuchamos es la lectura del Evangelio (según San Lucas)

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Estilos del Canto Gregoriano
El estilo de los distintos géneros gregorianos varía dependiendo de su origen (romano
antiguo, germánico, etc.) y de la función que cumplen dentro de la liturgia.

En primer lugar cabe destacar los recitativos (como la lectura del Evangelio, más
arriba) de los cantos propiamente dichos. El estilo de los cantos suele clasificarse de este
modo:

- El estilo melismático (cantos con largas vocalizaciones) es característico de los


cantos de carácter contemplativo, asignados a un solista, y de origen romano,
como los Graduales, los Aleluyas o los grandes Responsorios.

Misa de difuntos –
Gradual “Requiem aeternam” [s.VI-IX].

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- El estilo silábico (canto en el que cada sílaba es entonada con una única nota), en
cambio, predomina en las lecturas y los recitativos, así como en cantos asignados
al coro, de carácter popular -como los Himnos- o de origen germánico -como las
Secuencias-.

Venancio Fortunato –
Himno Pange lingua gloriosi [s.VII-XIII].

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- El estilo neumático es de carácter intermedio, y se denomina así porque cada


sílaba corresponde con un neuma, que puede representar un solo sonido o
agrupaciones de dos, tres o cuatro sonidos. Es característico de los Introitos y las
Comuniones.

Misa del día de Navidad – Introito “Puer natus est” [s.VI-IX].


Los introitos son cantos de estilo neumático con tonos de
recitación estandarizados en los versículos

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Introito “Puer natus est”

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