Dogma Y Ritual de Alta Magia Eliphas Levi

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Dogma y Ritual de la Alta Magia

ELIPHAS LÉVI
Dogma y Ritual de la Alta Magia
© y traducción 2020 por Daniel C. Bernardo

Tercera Edición - Agosto 2020

https://abraxas.publiebook.com

Traducido de:

Dogme et rituel de la haute magie

Todos los derechos reservados bajo las convenciones


Internacional y Pan-Americana de copyright.

ISBN: 978-1-989586-25-9
Prefacio
Dogma y Ritual de la Alta Magia fue originalmente publicado en dos
volúmenes, cada uno de los cuales está compuesto de veintidós capítulos,
número que se corresponde tanto con el número de arcanos mayores del
Tarot como con las letras del alfabeto hebreo.

Eliphas Lévi –su autor– fue el nombre de pluma de Alphonse Louis Constant,
uno de los principales impulsores del renacimiento del conocimiento
hermético en occidente.

Dogma y Ritual de la Alta Magia es de una de las obras más importantes de


Eliphas Lévi, cuya influencia en los movimientos espiritualistas y herméticos
de Inglaterra y Francia, no puede ser enfatizada lo suficiente. Su influencia
todavía se siente, y su obra ha atraído recientemente la atención de los
estudiosos por sus opiniones sobre el estudio de la magia, la religión y las
ciencias naturales.

Este libro nos ofrece un vistazo en profundidad a la simbología del Tarot, la


Cábala y la Magia Ceremonial. Es una obra indispensable para aquellos que
quieren comprender estos campos del conocimiento oculto. Un verdadero
clásico, y obra fundacional del pensamiento hermético occidental.

La presente traducción incluye un Glosario, que se encuentra al final del


libro, que ayuda a explicar algunos términos que aparecen repetidas veces en
el texto.
Indice
Portada

Copyright

Prefacio

Indice

Dogma de la Alta Magia

Introducción

I ‫ א‬A El recipiendario

II ‫ ב‬B Las Columnas del Templo

III ‫ ג‬C El Triángulo de Salomón

IV ‫ ד‬D El Tetragrámaton

V ‫ ה‬E El Pentagrama

VI ‫ ו‬F El Equilibrio Mágico

VII ‫ ז‬G La Espada Flamígera

VIII ‫ ח‬H La Realización

IX ‫ ט‬I La Iniciación

X ‫ י‬K La Cábala

XI ‫ כ‬L La Cadena Mágica

XII ‫ ל‬M La Gran Obra


XIII ‫ מ‬N Nigromancia

XIV ‫ נ‬O Las Transmutaciones

XV ‫ ס‬P La Magia Negra

XVI ‫ ע‬Q Los Hechizos

XVII ‫ פ‬R La Astrología

XVIII ‫ צ‬S Sortilegios y Filtros

XIX ‫ ק‬T La Piedra Filosofal – Elagabalus

XX ‫ ר‬U La Medicina Universal

XXI ‫ ש‬X La Adivinación

XXII ‫ ת‬Z Resumen y Clave General de las Cuatro Ciencias Ocultas

Ritual de la Alta Magia

Introducción

I – Preparaciones

II – Equilibrio Mágico

III – El Triángulo de los Pantáculos

IV – La Conjura de los Cuatro

V – El Pentagrama Flamígero

VI – El Médium y el Mediador

VII – El Septenario de los Talismanes

VIII – Advertencia a los Imprudentes


IX – El Ceremonial de los Iniciados

X – La Clave del Ocultismo

XI – La Triple Cadena

XII – La Gran Obra

XIII – Necromancia

XIV – Las Transmutaciones

XV – El Sabbat de los Hechiceros

XVI – Hechizos y Conjuros

XVII – La Escritura de las Estrellas

XVIII – Filtros y Magnetismo

XIX – El Magisterio del Sol

XX – La Taumaturgia

XXI – La Ciencia de los Profetas

XXII – El Libro de Hermes

Glosario
Dogma de la Alta Magia

El doble triángulo de Salomón


El doble triángulo de Salomón, representado por los dos ancianos de la cábala; el macroprosopo y
el microprosopo; Dios de la luz y el Dios de los reflejos; el misericordioso y el vengador; el
Jehová blanco y el Jehová negro. Las pequeñas figuras de cada lado son análogas al sujeto
principal.
Introducción

Detrás del velo de todas las alegorías hieráticas y místicas de los antiguos
dogmas, más allá de la oscuridad y las extrañas pruebas de todas las
iniciaciones, bajo el sello de todas las escrituras sagradas, en las ruinas de
Nínive o Tebas, en las piedras roídas de los antiguos templos y en el rostro
ennegrecido de las esfinges de Asiria o Egipto, en las monstruosas o
maravillosas pinturas que traducen para los creyentes de la India las páginas
sagradas de los Vedas, en los extraños emblemas de nuestros viejos libros de
alquimia, en las ceremonias de recepción practicadas por todas las sociedades
misteriosas, encontramos rastros de una doctrina –en todas partes la misma y
siempre cuidadosamente escondida. La filosofía oculta parece haber sido la
niñera o madrina de todas las religiones, la palanca secreta de todas las
fuerzas intelectuales, la clave de todas las oscuridades divinas, y la reina
absoluta de la sociedad, en las épocas en que estaba exclusivamente reservada
para la educación de sacerdotes y reyes.

Reinó en Persia con los Magos,1 que un día perecieron, como perecen al fin y
al cabo los amos del mundo, por haber abusado de su poder; dotó a la India
de las más maravillosas tradiciones y de una increíble abundancia de poesía,
gracia y terror en sus emblemas; civilizó a Grecia al son de la lira de Orfeo;
ocultó los principios de todas las ciencias y de todos los progresos del espíritu
humano en los audaces cálculos de Pitágoras; la fábula estaba llena de sus
milagros, y la historia, cuando se propuso juzgar este poder desconocido, se
confundió con la fábula; sacudió o fortaleció los imperios con sus oráculos,
hizo palidecer a los tiranos en sus tronos y dominó todas las mentes por la
curiosidad o el miedo. Para esta ciencia, dijo la multitud, nada es imposible:
domina los elementos, conoce el lenguaje de los astros y sigue la marcha de
las estrellas; cuando habla, la luna cae ensangrentada del cielo; los muertos se
levantan en sus tumbas y pronuncian palabras fatales, mientras el viento de la
noche silba en sus cráneos. Maestra del amor o del odio, la ciencia puede dar
a voluntad a los corazones humanos el cielo o el infierno; tiene a su
disposición todas las formas y distribuye la belleza o la fealdad a su antojo;
cambia a su vez, con la varita de Circe, los hombres en bestias y los animales
en hombres; ¡incluso tiene la vida o la muerte a su disposición, y puede
conferir a sus seguidores la riqueza por la transmutación de los metales, y la
inmortalidad por su quintaesencia y su elixir compuesto de oro y luz! Así fue
la magia desde Zoroastro hasta Manes, desde Orfeo hasta Apolonio de Tiana,
cuando el cristianismo positivo, triunfando por fin sobre los bellos sueños y
las gigantescas aspiraciones de la escuela de Alejandría, se atrevió a fulminar
públicamente esta filosofía con sus anatemas, reduciéndola así a ser más
oculta y misteriosa que nunca antes.

Además, corrían extraños y alarmantes rumores sobre iniciados o adeptos;


estos hombres estaban rodeados por todas partes de una influencia fatal;
mataban o enloquecían a los que se dejaban llevar por su dulce elocuencia o
por el prestigio de sus conocimientos. Las mujeres a quienes amaban se
convertían en espíritus nocturnos malignos, que asumían la forma de
lechuzas, sus hijos desaparecían en sus convenciones nocturnas, y la gente
hablaba en voz baja, y temblando, de orgías sangrientas y fiestas
abominables. Se habían encontrado huesos en las cámaras subterráneas de los
templos antiguos, se habían oído gritos por la noche; las cosechas se
marchitaban y los rebaños se volvían lánguidos cuando el mago pasaba cerca
de ellos. Las enfermedades que desafiaban el arte de la medicina, solían
aparecer en el mundo, y siempre, se decía, bajo la mirada venenosa de los
adeptos. Finalmente, un grito universal de desaprobación se levantó contra la
magia, cuyo solo nombre se convirtió en un crimen, y el odio de los vulgares
se expresó en esta sentencia: “¡Magos al fuego!” como se había dicho unos
siglos antes: “¡Cristianos a los leones!”

Ahora la multitud nunca conspira excepto contra los poderes reales. No


tienen conocimiento de lo que es verdad, pero tienen el instinto de lo que es
fuerte.

Se reservaba para el siglo XVIII, el tiempo para reírse tanto de los cristianos
como de la magia, al mismo tiempo que se encaprichaban con las homilías de
Jean-Jacques y las ilusiones de Cagliostro.

Sin embargo, en las profundidades de la magia hay ciencia, así como en las
profundidades del cristianismo hay amor; y en los símbolos evangélicos
vemos al Verbo Encarnado adorado en su infancia por tres magos dirigidos
por una estrella (el ternario y el signo del microcosmos), y recibiendo de ellos
oro, incienso y mirra: otro misterioso ternario bajo cuyo emblema están
contenidos alegóricamente los más altos secretos de la Cábala.

El cristianismo, por lo tanto, no le tiene un odio obligado a la magia; pero la


ignorancia humana siempre teme lo desconocido. La ciencia se vio obligada a
esconderse de los apasionados ataques de la ciega pasión; se envolvió en
nuevos jeroglíficos, ocultó sus esfuerzos, disfrazó sus esperanzas. Entonces
se creó la jerga de la alquimia, un continuo engaño para el lenguaje vulgar,
dorado y vivo sólo para los verdaderos seguidores de Hermes.

¡Cosa singular! Entre los libros sagrados de los cristianos, hay dos obras que
la Iglesia infalible no pretende comprender y nunca trata de explicar: la
profecía de Ezequiel y el libro del Apocalipsis; dos clavículas2 cabalistas,
probablemente reservadas en el cielo para los comentarios de los Reyes
Magos; libros cerrados con siete sellos para los creyentes fieles, y
perfectamente claros para los infieles iniciados en las ciencias ocultas.

Otro libro existe todavía; pero éste, aunque es de alguna manera popular y
puede encontrarse en todas partes, es el más oculto y el más desconocido de
todos, porque contiene la clave de todos los demás; es de dominio público sin
ser conocido por el público; no es prudente encontrarlo donde está, y se
perdería mil veces el tiempo buscándolo donde no está si se sospechara su
existencia. Este libro, tal vez más antiguo que el de Enoc, nunca ha sido
traducido, y todavía está escrito en su totalidad en caracteres primitivos y en
páginas separadas como las tablas de los antiguos. Un distinguido erudito ha
revelado, sin ser notado, no precisamente el secreto, sino su antigüedad y su
singular conservación; otro erudito, pero de una mente más fantasiosa que
juiciosa, ha pasado treinta años estudiando este libro, y sólo ha sospechado su
plena importancia. Es, en efecto, una obra monumental y singular, tan simple
y fuerte como la arquitectura de las pirámides, y tan duradera como ellas; un
libro que resume todas las ciencias, y cuyas infinitas combinaciones de
sonidos pueden resolver todos los problemas; un libro que habla y estimula el
pensamiento; un libro que inspira y regula todas las concepciones posibles;
quizás la obra maestra del espíritu humano, y ciertamente una de las cosas
más bellas que nos ha dejado la antigüedad; la clavícula universal, cuyo
nombre sólo fue comprendido y explicado por el sabio iluminado Guillaume
Postel; un texto único, cuyos primeros personajes deleitaron en éxtasis el
espíritu religioso de Saint-Martin, y habrían devuelto la razón al sublime y
desafortunado Swedenborg. Este libro, del que hablaremos más tarde, y su
explicación matemática y astuta será el complemento y la corona de nuestro
concienzudo trabajo.

La alianza original del cristianismo y la ciencia de los Magos, si alguna vez


surge a la luz claramente, no será un descubrimiento de importancia
mediocre, y no tenemos ninguna duda de que el resultado de un estudio serio
de la magia y la cábala llevará a las mentes serias a la conciliación, hasta
ahora considerada imposible, de la ciencia y el dogma, de la razón y la fe.

Hemos dicho que la Iglesia, cuyo asignación especial es la custodia de las


Llaves, no pretende tener las del Apocalipsis ni las de las visiones de
Ezequiel. Para los cristianos y en su opinión, las clavículas científicas y
mágicas de Salomón están perdidas. Sin embargo, es cierto que, en el campo
de la inteligencia gobernada por el Verbo, nada de lo que está escrito se
pierde. Sólo las cosas de las que los hombres dejan de tener inteligencia ya no
existen para ellos, al menos como un verbo; entonces entran en el reino de los
enigmas y el misterio.

Además, la antipatía e incluso la guerra abierta de la Iglesia oficial contra


todo lo que cae dentro del ámbito de la magia, que es una especie de
sacerdocio personal emancipado de la Iglesia, se debe a causas que son
necesarias e inherentes incluso en la constitución social y jerárquica del
sacerdocio cristiano. La Iglesia ignora la magia, porque debe ignorarla o
perecer, como demostraremos más adelante; sin embargo, reconoce que su
misterioso Fundador fue saludado en su cuna por los Tres Reyes Magos, es
decir, por los embajadores hieráticos de las tres partes del mundo conocido, y
de los tres mundos análogos de la filosofía oculta.

En la escuela de Alejandría, la magia y el cristianismo casi llegan a


encontrarse bajo los auspicios de Ammonio Saccas y de Platón. El dogma de
Hermes se puede encontrar casi en su totalidad en los escritos atribuidos a
Denis el Areopagita. Synesius trazó el plan para un tratado de los sueños, que
más tarde sería comentado por Cardan, y compuso himnos que podrían ser
utilizados en la liturgia de la iglesia de Swedenborg, si una iglesia de los
iluminados pudiera tener una liturgia. También debemos vincular a esta era
de ardientes abstracciones y apasionadas logomaquias, el reinado filosófico
de Juliano, llamado el Apóstata, porque en su juventud hizo, a regañadientes,
la profesión del cristianismo. Todo el mundo lo sabe. Juliano tuvo la mala
suerte de ser un héroe de Plutarco fuera de temporada, y fue, si podemos
hablar así, el buen Quijote de la caballería romana; pero lo que todos ignoran
es que Juliano fue un hombre ilustrado y un iniciado de primera categoría;
que creía en la unidad de Dios y en el dogma universal de la Trinidad; en una
palabra, que solo lamentaba del viejo mundo sus magníficos símbolos y sus
imágenes demasiado seductoras. Juliano no era un pagano, era un gnóstico
que estaba encaprichado con las alegorías del politeísmo griego y que tuvo la
desgracia de encontrar el nombre de Jesucristo menos sonoro que el de Orfeo.
El emperador en él pagó los gustos universitarios del filósofo y del retórico; y
después de haber dado el espectáculo y tenido la satisfacción de expirar como
Epaminondas con frases de Catón, recibió de la opinión pública, ya
completamente cristianizada, anatemas por oración fúnebre y un epíteto
oprobioso para su último memorial.

Ignoremos las pequeñeces del Imperio decadente y vayamos a la Edad


Media… Toma este libro; léelo, luego siéntate en el manto que yo extenderé,
y cubriremos nuestros ojos con sus esquinas… La cabeza te da vueltas, ¿no
es así, y te parece que la tierra se está moviendo bajo tus pies? Mantente
firme y no mires… El mareo se detiene; aquí estamos. Levántate y abre los
ojos, pero ten cuidado de no hacer ninguna señal ni decir ninguna palabra
cristiana. Estamos en un paisaje de Salvator Rosa.3 Es un desierto
atormentado que parece estar descansando después de la tormenta. La luna ya
no brilla en el cielo, pero ¿no ves pequeñas estrellas bailando en el brezo?
¿No oyes pájaros gigantes volando a tu alrededor que parecen susurrar
palabras extrañas al pasar?

Acerquémonos silenciosamente a ese cruce de caminos entre las rocas. Se


oye una ronca trompeta fúnebre; se encienden antorchas negras por todos
lados. Una tumultuosa asamblea presiona alrededor de un asiento vacío; la
gente mira y espera. De repente todos se postran y susurran: ¡Ahí está! ¡Ahí
está! ¡Es él! Un príncipe con cabeza de cabra viene saltando; se sube al trono;
se da la vuelta y se presenta ante la asamblea, inclinándose; una figura
humana a la que todos acuden, vela negra en la mano, dando un saludo y un
beso, luego se levanta con una risa estridente y distribuye oro, instrucciones
secretas, medicinas ocultas y venenos a sus seguidores. Mientras tanto, se
encienden fuegos, se queman en ellos madera de aliso y helechos, mezclados
con huesos humanos y la grasa de criminales ejecutados. Sacerdotisas druidas
coronadas con perejil silvestre y verbena, sacrifican niños que no han sido
bautizado con hoces de oro y preparan un ágape horrible. Se colocan las
mesas; hombres enmascarados se sitúan al lado de las mujeres semidesnudas,
y comienza la fiesta de las bacanales; no falta nada, excepto la sal, que es
símbolo de virginidad e inmortalidad. El vino fluye y deja manchas como la
sangre; comienzan las palabras obscenas y las caricias salvajes; toda la
congregación está borracha de vino, crímenes, lujuria y canciones; se
levantan en desorden y corren para formar rondas infernales… Luego vienen
todos los monstruos de la leyenda, todos los fantasmas de la pesadilla;
enormes sapos que tocan flautas invertidas y soplan mientras presionan sus
flancos con sus piernas; escarabajos cojos que se mezclan con la danza,
cangrejos de río que tocan las castañuelas, cocodrilos llevan el ritmo con sus
escamas, elefantes y mamuts que llegan vestidos de Cupido levantan sus
piernas mientras bailan. Entonces las rondas perdidas se rompen y se
dispersan… Cada bailarín agarra a una bailarina desaliñada… Lámparas y
velas de sebo humano se apagan, humeando, en las sombras… Aquí y allá
oímos gritos, risas, blasfemias y quejas… Vamos, despierta y no hagas la
señal de la cruz; te he llevado de vuelta a tu casa y estás en tu cama. Estás un
poco cansado, incluso algo quebrantado, por tu viaje y tu noche; pero has
visto algo de lo que todos hablan sin saberlo; fuiste iniciado en secretos
terribles como los de la guarida de Trofonio: ¡has asistido a un Sabbat!
¡Ahora os queda no volveros locos, y manteneros en un sano temor de la
justicia, y a una distancia respetuosa de la Iglesia y sus piras!

¿Quieres ver algo menos fantástico, más real y verdaderamente más terrible?
¿Te haré testigo del tormento de Jacques de Molay y sus cómplices o sus
hermanos en el martirio? Pero no se equivoquen, y no confundan al culpable
con el inocente. ¿Amaron los templarios realmente a Baphomet? ¿Se
humillaron aclamando el trasero del macho cabrío de Mendés? ¿Qué era
entonces esta poderosa y secreta asociación que puso en peligro a la Iglesia y
el Estado, y que está siendo aniquilada sin permitirles decir palabra? No
juzguen nada a la ligera; son culpables de un gran crimen: han permitido que
el santuario de la antigua iniciación sea visto por los profanos; han vuelto a
reunir y compartir entre ellos los frutos del conocimiento del bien y del mal
para convertirse en los amos del mundo. El juicio que los condena se remonta
a la corte del Papa o del Rey Felipe el Hermoso. “El día que comas de este
fruto, serás seguramente condenado a muerte”, dijo Dios mismo, como
vemos en el libro del Génesis.

¿Qué está pasando en el mundo, y por qué se estremecen los sacerdotes y los
reyes? ¿Qué poder secreto amenaza a las diademas y coronas? Aquí hay
algunos locos que corren de país en país, y que esconden, dicen, la piedra
filosofal bajo los harapos de su miseria. ¡Pueden convertir la tierra en oro, y
carecen de asilo y pan! ¡Sus frentes están ceñidas con un halo de gloria y un
reflejo de ignominia! Uno ha encontrado la ciencia universal, y no sabe cómo
morir para escapar de las torturas de su triunfo: es el mallorquín Raimundo
Lulio. Otro cura las enfermedades imaginarias con remedios fantásticos, y
niega formalmente el proverbio que afirma la ineficacia del cauterizador en
una pata de palo: es el maravilloso Paracelso, siempre borracho y siempre
lúcido como los héroes de Rabelais. Aquí, está Guillaume Postel, quien
ingenuamente escribe a los padres del Concilio de Trento porque ha
encontrado la doctrina absoluta, escondida desde el principio del mundo, y
espera compartirla con ellos. El consejo ni siquiera se preocupa por el loco,
no se digna a condenarlo y pasa a examinar las serias cuestiones de la gracia
efectiva y la gracia suficiente. Al que vemos morir pobre y abandonado es
Cornelio Agripa, el menos mago de todos, y el que el hombre común se
empeña en tomar por el más hechicero, porque a veces era satírico y
desconcertante. ¿Qué secreto se llevan todos estos hombres a sus tumbas?
¿Por qué los admiramos sin conocerlos? ¿Por qué son condenados sin
escucharlos? ¿Preguntaste por qué? ¿Y por qué se inician en esas terribles
ciencias ocultas que la Iglesia y la sociedad temen? ¿Por qué saben aquello
que los demás hombres ignoran? ¿Por qué disimulan lo que cada uno arde por
saber? ¿Por qué están investidos de un poder terrible y desconocido? ¡Las
ciencias ocultas! ¡Magia! ¡Son palabras que te dicen todo y pueden hacerte
pensar aún más! De omni re scibili et quibusdam aliis.4

¿Qué era la magia? ¿Cuál era el poder de estos hombres que eran tan
perseguidos y tan orgullosos? ¿Por qué, si eran tan fuertes, no salieron
victoriosos de sus enemigos? ¿Por qué, si eran tan tontos y débiles, se les
temía tanto? ¿Existe la magia, existe una ciencia oculta que es
verdaderamente poderosa y que funciona como un prodigio que puede
competir con los milagros de las religiones autorizadas?
A estas dos preguntas principales responderemos con una palabra y un libro.
El libro será la justificación de la palabra, y esta palabra es esta: sí, ha habido
y sigue habiendo una magia poderosa y real; sí, todo lo que las leyendas han
dicho sobre ella era cierto; sólo que aquí, y al contrario de lo que suele
suceder, las exageraciones populares no sólo estaban a la altura, sino que
estaban por debajo de la verdad.

Sí, hay un secreto formidable, cuya revelación ya transformó al mundo una


vez, como atestiguan las tradiciones religiosas de Egipto, resumidas
simétricamente por Moisés al principio del Génesis. Este secreto constituye la
ciencia fatal del bien y del mal, y su resultado, cuando se revela, es la muerte.
Moisés lo representa en la forma de un árbol que está en el centro del paraíso
terrenal, y que está cerca del árbol de la vida, unido incluso al mismo por sus
raíces; los cuatro ríos misteriosos tienen su fuente al pie de este árbol, que
está custodiado por la espada de fuego y por las cuatro formas de la esfinge
bíblica, los Querubines de Ezequiel… Aquí debo detenerme, y ya temo haber
dicho demasiado.

Sí, existe un dogma único, universal, imperecedero, fuerte como la razón


suprema, simple como todo lo grande, inteligible como todo lo universal y
absolutamente verdadero, y este dogma ha sido el padre de todos los demás.

Sí, hay una ciencia que confiere al hombre prerrogativas sobrehumanas; aquí
están tal como las encuentro enumeradas en un manuscrito hebreo del siglo
XVI:

Aquí están los privilegios y poderes de quien tiene en su mano derecha las
clavículas de Salomón, y en la izquierda la rama de almendro en flor:

‫ א‬Alef. Ve a Dios cara a cara, sin morir, y conversa familiarmente con los
siete genios que comandan toda la hueste celestial.

‫ ב‬Bet. Está por encima de todas las aflicciones y temores.

‫ ג‬Guímel. Reina sobre todo el cielo y es servido por todo el infierno.

‫ ד‬Dálet. Dispone de su propia salud y vida y también puede disponer de la de


los demás.

‫ ה‬Hei. No puede ser sorprendido por la desgracia, ni abrumado por los


desastres, ni derrotado por sus enemigos.

‫ ו‬Vav. Conoce la razón del pasado, el presente y el futuro.

‫ ז‬Dzain. Tiene el secreto de resucitar a los muertos y la clave de la


inmortalidad.

Esos son los siete grandes privilegios. Estos son los que vienen después:

‫ ח‬Jet. Encontrar la Piedra Filosofal.

‫ ט‬Tet. Poseer la medicina universal.

‫ י‬Yod. Conocer las leyes del movimiento perpetuo; y poder demostrar la


cuadratura del círculo.

‫ כ‬Caph. Convertir en oro no sólo todos los metales, sino también la tierra
misma, y la suciedad de la tierra misma.

‫ ל‬Lámed. Domar a los animales más feroces, y saber decir las palabras que
adormecen y encantan a las serpientes.

‫ מ‬Mem. Poseer el arte notorio que da la ciencia universal.

‫ נ‬Nun. Hablar con conocimiento de todas las cosas, sin preparación ni


estudio.

Finalmente, aquí están los siete poderes menores del mago:

‫ ס‬Sámej. Conocer a primera vista las profundidades del alma de los hombres
y los misterios del corazón de las mujeres.

‫ ע‬Ayin. Forzar, cuando así lo desee, a la naturaleza a someterse.


‫ פ‬Pei. Prever todos aquellos acontecimientos futuros que no dependen de un
libre albedrío superior, o de una causa intangible.

‫ צ‬Tzadi. Dar, sin vacilación, los consuelos más eficaces y los mejores
consejos.

‫ ק‬Qof. Triunfar sobre la adversidad.

‫ ר‬Resh. Conquistar tanto el amor como el odio.

‫ ש‬Schin. Tener el secreto de las riquezas, ser siempre su amo, y no su


esclavo. Disfrutar incluso de la pobreza, y nunca caer en la abyección o la
miseria.

‫ ת‬Thau. Añadamos a esto tres septenarios. ¡El sabio gobierna los elementos,
calma las tormentas, cura a los enfermos tocándolos y resucita a los muertos!

Pero hay cosas que Salomón selló con su triple sello. Los iniciados lo saben y
eso les basta. En cuanto a los demás, ya sea que rían, crean, duden, amenacen
o teman, ¿qué le importa a la ciencia y qué nos importa a nosotros?

Estos son, en efecto, los resultados de la filosofía oculta, y somos capaces de


evitar una acusación de locura o una insinuación de charlatanismo al afirmar
que todos estos privilegios son reales.

Esto es lo que todo nuestro trabajo sobre la filosofía oculta intentará


demostrar.

La piedra filosofal, la medicina universal, la transmutación de los metales, la


cuadratura del círculo y el secreto del movimiento perpetuo no son, pues, ni
mistificaciones de la ciencia ni sueños de locura; son términos que deben ser
comprendidos en su verdadero sentido, y que expresan todos los diferentes
usos de un mismo secreto, los diferentes caracteres de una misma operación,
que definimos de manera más general llamándola, simplemente, la gran obra.

También existe en la naturaleza una fuerza mucho más poderosa que el


miedo, y por medio de la cual un solo hombre, que se apoderase de ella y
supiera cómo dirigirla, podría alterar y cambiar la faz del mundo. Esta fuerza
era conocida por los antiguos: consiste en un agente universal cuya ley
suprema es el equilibrio y cuya dirección está inmediatamente relacionada
con el gran arcano de la magia trascendente. Por la dirección de este agente,
se puede cambiar el orden mismo de las estaciones, producir en la noche los
fenómenos del día, comunicarse en un instante de un extremo al otro de la
tierra, ver, como Apolonio, lo que sucede al otro lado del mundo, curar o
herir a distancia, dar a la palabra un éxito y una resonancia universales. Este
agente, que apenas se revela bajo el ensayo y error de los discípulos de
Mesmer, es precisamente lo que los adeptos de la Edad Media llamaron la
materia prima de la gran obra. Los gnósticos lo convirtieron en el cuerpo
ígneo del Espíritu Santo, y fue lo que era adorado en los ritos secretos del
Sabbat o del templo, bajo la figura jeroglífica de Baphomet o la Cabra
Andrógina de Mendés. Todo esto será demostrado.

Estos son los secretos de la filosofía oculta, tal es la magia que aparece en la
historia; veámoslo ahora en libros y obras, en iniciaciones y ritos.

La clave de todas las alegorías mágicas se encuentra en los documentos que


hemos señalado, y que creemos son obra de Hermes. Alrededor de este libro,
que puede ser llamado la piedra angular de todo el edificio de las ciencias
ocultas, están dispuestas innumerables leyendas que son, o bien la traducción
en parte o el comentario constantemente renovado en mil formas diferentes.
A veces estas ingeniosas fábulas se unen armoniosamente y forman una gran
epopeya que caracteriza una época, sin que la multitud pueda explicar cómo o
por qué. Así es como la fabulosa historia del Vellocino de Oro resume,
velándolos, los herméticos y mágicos dogmas de Orfeo, y si volvemos sólo a
los misteriosos poemas de Grecia, es porque los santuarios de Egipto y la
India nos asustan de alguna manera, con su lujo, y nos dejan avergonzados,
en medio de tanta riqueza; y luego anhelamos llegar a la Tebaida, esa
aterradora síntesis de todos los dogmas presentes, pasados y futuros, esa
fábula, por así decirlo, infinita, que toca, como el dios de Orfeo, ambos
extremos del ciclo de la vida humana. ¡Cosa extraña! Las Siete Puertas de
Tebas, defendidas y atacadas por siete jefes que juraron sobre la sangre de las
víctimas, tienen el mismo significado que los Siete Sellos del Libro Sagrado
explicados por siete Genios, y atacados por un monstruo de siete cabezas
después de ser abiertos por un cordero vivo e inmolado en el libro alegórico
de San Juan. El misterioso origen de Edipo, que se encuentra colgado como
una fruta sangrienta en un árbol de Citera, recuerda los símbolos de Moisés y
las historias del Génesis. Lucha contra su padre y lo mata sin conocerlo; una
profecía espantosa de la emancipación ciega de la razón sin ciencia; ¡luego
llega frente a la Esfinge! La Esfinge, el símbolo de los símbolos, el eterno
enigma de lo vulgar, el pedestal de granito de la ciencia de los Sabios, el
monstruo devorador y silencioso que expresa con su forma invariable el
único dogma del gran misterio universal. ¿Cómo se convierte el cuaternario
en binario y cómo lo explica el ternario? En otros términos más emblemáticos
y vulgares, ¿cuál es el animal que por la mañana es cuadrúpedo, bípedo al
mediodía y tiene tres patas en el atardecer? Filosóficamente hablando, ¿cómo
el dogma de las fuerzas elementales produce el dualismo de Zoroastro, y se
resume en la tríada de Pitágoras y Platón? ¿Cuál es la razón última de las
alegorías y los números, la última palabra de todos los simbolismos? Edipo
responde a una palabra simple y terriblemente sencilla que mata a la esfinge y
convertirá al adivino en rey de Tebas: ¡la respuesta al enigma es el hombre!
Desgraciadamente, ha visto demasiado y no lo suficientemente claro, y tarde
o temprano expiará su desastrosa e incompleta clarividencia con una ceguera
voluntaria, y luego desaparecerá en medio de una tormenta como todas las
civilizaciones que un día habrán adivinado, sin comprender todo el alcance y
el misterio, la palabra del enigma de la Esfinge. Todo es simbólico y
trascendental en esta gigantesca epopeya de los destinos humanos. Los dos
hermanos enemigos expresan la segunda parte del gran misterio divinamente
completado por el sacrificio de Antígona; luego la guerra, la última guerra,
los hermanos enemigos muertos el uno por el otro, Capaneo fulminado por el
rayo que desafió, Amfirao devorado por la tierra, son tantas alegorías que
llenan de asombro por su verdad y su grandeza a los que penetran en el triple
sentido hierático. Esquilo, comentado por Ballanche, sólo da una idea muy
débil, cualquiera que sea la majestad primitiva de la poesía de Esquilo y la
belleza del libro de Ballanche.

El libro secreto de la antigua iniciación no era ignorado por Homero, que


trazó su plan y las principales figuras del escudo de Aquiles con meticulosa
precisión. Pero las graciosas ficciones de Homero pronto parecen hacernos
olvidar las simples y abstractas verdades de la temprana revelación. El
hombre toma la forma y deja la idea atrás; los signos, al multiplicarse,
pierden su poder; la magia también, en ese momento, se corrompe y baja con
las brujas de Tesalia a los encantos más profanos. El crimen de Edipo
produjo sus frutos mortíferos, y la ciencia del bien y del mal erigió al mal
como una divinidad sacrílega. Los hombres, cansados de la luz, se refugian
en la sombra de la sustancia corporal; el sueño del vacío que Dios llena
pronto les parece más grande que el propio Dios, y se crea el infierno.

Cuando, en el curso de este trabajo, hacemos uso de las conocidas palabras:


Dios, Cielo e Infierno; que se sepa, de una vez por todas, que estamos tan
alejados del significado que le da a estas palabras el profano, como la
iniciación está separada del pensamiento vulgar. Dios, para nosotros, es el
Mercurio de los Sabios, el principio eficiente y final de la gran obra.
Explicaremos más adelante lo que es oscuro acerca de estos términos.

Volvamos a la fábula de Edipo. El crimen del rey de Tebas es no haber


comprendido a la Esfinge, es haber destruido la plaga de Tebas sin ser lo
suficientemente puro para completar la expiación en nombre de su pueblo; así
que pronto la plaga venga la muerte de la Esfinge, y el rey de Tebas, obligado
a abdicar, se sacrifica a los terribles manes del monstruo, que está más vivo y
es más devorador que nunca, ahora que ha pasado del dominio de la forma al
de la idea. Edipo ha visto lo que es el hombre, y se saca los ojos para no ver
lo que es Dios. Ha divulgado la mitad del gran arcano mágico, y para salvar a
su pueblo, debe llevarse al exilio y a la tumba la otra mitad del terrible
secreto.

Después de la colosal fábula de Edipo, encontramos el gracioso poema de


Psique, del cual Apuleyo no es ciertamente el inventor. El gran arcano
mágico reaparece aquí bajo la figura de la misteriosa unión entre un dios y
una débil mortal abandonada sola y desnuda sobre una roca. Psique debe
ignorar el secreto de su realeza ideal, y si mira a su marido, lo pierde.
Apuleyo aquí actúa e interpreta las alegorías de Moisés; pero, ¿no salieron
también los Elohim de Israel y los dioses de Apuleyo de los santuarios de
Menfis y Tebas? Psique es la hermana de Eva, o más bien es una Eva
espiritualizada. Ambas quieren saber, y pierden la inocencia para ganar el
honor del juicio. Ambas merecen descender al inframundo, una para traer de
vuelta la antigua caja de Pandora, la otra para buscar y aplastar la cabeza de
la antigua serpiente, que es el símbolo del tiempo y el mal. Ambas cometen el
crimen que debe ser expiado por el Prometeo de la antigüedad y el Lucifer de
la leyenda cristiana, uno entregado, el otro sometido por Hércules y el
Salvador.

El gran secreto mágico es, pues, la lámpara y el puñal de Psique, es la


manzana de Eva, es el fuego sagrado robado por Prometeo, es el cetro
ardiente de Lucifer, pero también es la santa cruz del Redentor. Saber lo
suficiente para abusar o divulgarlo es merecer todos los tormentos; conocerlo
como debemos conocerlo, usarlo y esconderlo, es ser amo de lo absoluto.

Todo está contenido en una palabra, y en una palabra de cuatro letras: es el


Tetragrámaton de los hebreos, es el Mercurio de los alquimistas, es el Thoth
de los Bohemios, o el Tarot de los cabalistas. Esta palabra, expresada de
tantas maneras, significa Dios para el lego, el hombre para el filósofo, y da a
los adeptos la última palabra en las ciencias humanas y la clave del poder
divino; pero sólo quien sabe usarla comprende la necesidad de no revelarla
nunca. Si Edipo, en lugar de matar a la Esfinge, la hubiera domesticado y la
hubiera llevado en su carroza a Tebas, habría sido rey sin incesto, sin
calamidades y sin exilio. Si Psique, a fuerza de sumisión y caricias, hubiera
comprometido al Amor a revelarse, nunca lo habría perdido. El amor es una
de las imágenes mitológicas del gran secreto y el gran agente, porque expresa
tanto la acción como la pasión, el vacío y la plenitud, la flecha y la herida.
Los iniciados deben entenderme, y para los profanos, no hay que decir
demasiado.

Después del maravilloso burro dorado de Apuleyo, ya no encontramos épicas


mágicas. La ciencia, derrotada en Alejandría por el fanatismo de los asesinos
de Hipatia, se vuelve cristiana, o más bien se esconde bajo velos cristianos
con Ammonio, Sinesio y el seudónimo autor de los libros de Dionisio el
Areopagita. En ese momento, los milagros tenían que ser perdonados por las
apariencias de la superstición, y la ciencia por un lenguaje ininteligible. Se
resucitó la escritura jeroglífica y se inventaron pancartas y personajes que
resumían toda una doctrina en un signo, toda una serie de tendencias y
revelaciones en una palabra. ¿Cuál era el propósito de los aspirantes a la
ciencia? Buscaban el secreto de la gran obra, o la piedra filosofal, o el
movimiento perpetuo, o la cuadratura del círculo, o la medicina universal;
fórmulas que a menudo les salvaban de la persecución y el odio, al hacer que
los tomaran por locos, pero todas expresaban uno de los rostros del gran
secreto mágico, como demostraremos más adelante. Esta ausencia de épica
dura hasta nuestra novela de la Rosa; pero el símbolo de la rosa, que también
expresa el significado misterioso y mágico del poema de Dante, se toma
prestado de la alta cábala, y es hora de que nos acerquemos a esta inmensa y
oculta fuente de la filosofía universal.

La Biblia, con todas las alegorías que contiene, expresa sólo de manera
incompleta y velada la ciencia religiosa de los hebreos. El libro del que
hemos hablado, y cuyos caracteres hieráticos explicaremos, este libro que
Guillaume Postel llama el Génesis de Enoc, ciertamente existió antes que
Moisés y los profetas, cuyo dogma, idéntico en sustancia al de los antiguos
egipcios, también tuvo su exoterismo y sus velos. Cuando Moisés habló al
pueblo, dice alegóricamente el libro sagrado, puso un velo sobre su rostro, y
se quitaba este velo para hablar con Dios; tal es la causa de estas supuestas
absurdidades de la Biblia, que tanto han despertado el verbo satírico de
Voltaire. Los libros fueron escritos sólo para recordarnos la tradición, y
fueron escritos en formas simétricas ininteligibles para el lego. El Pentateuco
y los poemas de los profetas eran sólo libros elementales, ya sea de dogma,
moral o liturgia; la verdadera filosofía secreta y tradicional sólo fue escrita
más tarde, bajo velos aún menos transparentes. Y así nació una segunda
Biblia, desconocida, o más bien incomprendida por los cristianos; una
colección, dicen, de absurdos monstruosos (y aquí los creyentes, confundidos
en la misma ignorancia, hablan como incrédulos); un monumento, decimos,
que recoge todo lo que el genio filosófico y religioso ha sido capaz de hacer o
imaginar sublime; un tesoro rodeado de espinas, un diamante escondido en
una piedra cruda y oscura: nuestros lectores ya habrán adivinado que nos
referimos al Talmud.

¡Extraño destino el de los judíos! ¡Los chivos expiatorios, los mártires y los
salvadores del mundo! una familia robusta, una raza valiente y dura, que las
persecuciones siempre han mantenido intacta, porque aún no ha cumplido su
misión. ¿No dicen nuestras tradiciones apostólicas que después de la
decadencia de la fe entre los gentiles, la salvación todavía debe venir de la
casa de Jacob, y que entonces el judío crucificado al que los cristianos
adoraban pondrá el imperio del mundo en las manos de Dios su padre?

Cuando uno entra en el santuario de la Cábala, se llena de admiración al ver


un dogma tan lógico, simple y a la vez tan absoluto. La necesaria unión de
ideas y signos; la consagración de las realidades más fundamentales por los
caracteres primitivos; la trinidad de palabras, letras y números; una filosofía
tan simple como el alfabeto, tan profunda e infinita como la Palabra;
teoremas más completos y luminosos que los de Pitágoras; una teología que
se puede resumir contando con los dedos; un infinito que se puede hacer
caber en la palma de la mano de un niño; diez números y veintidós letras, un
triángulo, un cuadrado y un círculo: estos son todos los elementos de la
cábala. Estos son los principios elementales de la Palabra escrita, ¡un reflejo
de la Palabra hablada que creó el mundo!

Todas las religiones verdaderamente dogmáticas han salido de la Cábala y


vuelven a ella; todo lo que es científico y grandioso en los sueños de todos
los iluminados, Jacob Boehme, Swedenborg, Saint-Martin, etc., se toma
prestado de la Cábala; todas las asociaciones masónicas le deben sus secretos
y símbolos. Sólo la Cábala consagra la alianza de la razón universal y el
Verbo Divino; establece, a través de los contrapesos de dos fuerzas
aparentemente opuestas, el equilibrio eterno del ser; sólo ella reconcilia la
razón con la fe, el poder con la libertad, la ciencia con el misterio: ¡tiene las
llaves del presente, del pasado y del futuro!

Para iniciarse en la Cábala no basta con leer y meditar los escritos de


Reuchlin, Galatinus, Kircher o Pico de la Mirándola; hay que estudiar y
comprender también a los escritores hebreos de la colección de Pistorius,
especialmente el Séfer Jezirah, y luego la filosofía de amor de Leo el hebreo.
También es necesario acercarse al gran libro del Zohar, leer atentamente, en
la colección de 1684 titulada Cabbala denudata, el tratado de la pneumática
cabalística y el tratado de la revolución de las almas; luego entrar audaz y
valientemente en la oscuridad luminosa de todo el cuerpo dogmático y
alegórico del Talmud. Entonces podremos entender a Guillaume Postel y
confesar que, aparte de sus prematuros y demasiado generosos sueños de
emancipación de la mujer, este famoso e ilustrado erudito podría no estar tan
loco como afirman los que no lo han leído.

Acabamos de esbozar brevemente la historia de la filosofía oculta, indicamos


sus fuentes y analizamos en pocas palabras los libros principales. Esta obra
sólo se refiere a la ciencia; pero la magia, o más bien el poder de la magia, se
compone de dos cosas: una ciencia y una fuerza. Sin fuerza, la ciencia no es
nada, o más bien es un peligro. Darle el poder solamente a la ciencia es la ley
suprema de la iniciación. Por eso el gran revelador dijo: El reino de Dios
sufre violencia, y son los violentos los que lo arrebatan. La puerta de la
verdad está cerrada como el santuario de una virgen; hay que ser hombre para
entrar. Todos los milagros se prometen a la fe; pero, ¿qué es la fe sino la
audacia de una voluntad que no vacila en las tinieblas y camina hacia la luz a
través de todas las pruebas y superando todos los obstáculos?

No tenemos que repetir aquí la historia de las antiguas iniciaciones; cuanto


más peligrosas y terribles eran, más efectivas resultaban. Pero el mundo de
ese entonces, tenía hombres para gobernarlo e instruirlo. El arte sacerdotal y
real consistía sobre todo en pruebas de coraje, discreción y voluntad. Era un
noviciado similar al de esos sacerdotes que son tan impopulares hoy en día
bajo el nombre de jesuitas, y que aún gobernarían el mundo si tuvieran una
cabeza verdaderamente sabia e inteligente.

Después de haber pasado nuestras vidas en busca de lo absoluto en la


religión, la ciencia y la justicia; después de haber girado en el círculo de
Fausto, llegamos al primer dogma y al primer libro de la humanidad. Aquí
nos detenemos, aquí hemos encontrado el secreto de la omnipotencia humana
y el progreso indefinido, la clave de todo simbolismo, el primero y el último
de todos los dogmas. Y hemos comprendido el significado de esa frase tan
repetida en el Evangelio: el reino de Dios.

Dar un punto fijo para apoyar la actividad humana es resolver el problema de


Arquímedes, usando su famosa palanca. Esto es lo que hicieron los grandes
iniciadores que sacudieron el mundo, y sólo pudieron hacerlo por medio del
gran e incomunicable secreto. Como garantía, además, de su nueva juventud,
la simbólica ave fénix nunca reaparecía a los ojos del mundo sin haber
consumido solemnemente los restos y pruebas de su vida anterior. Así es
como Moisés mató en el desierto a todos los que conocían Egipto y sus
misterios; como San Pablo quemó todos los libros de ciencias ocultas en
Éfeso; como la Revolución Francesa, hija del Gran Oriente Johannita y de las
cenizas de los Templarios, saqueó las iglesias y blasfemó las alegorías del
culto divino. Pero todos los dogmas y renacimientos proscriben la magia y
dedican sus misterios al fuego o al olvido. Es que cada culto o cada filosofía
que viene al mundo es un Benjamín de la humanidad que sólo puede vivir
dando la muerte a su madre. Es así que la simbólica serpiente siempre gira
devorando su cola; es que cada plenitud necesita un vacío, cada tamaño un
espacio, cada afirmación una negación; es la eterna realización de la alegoría
del fénix.

Dos ilustres eruditos me han precedido en el camino, pero han pasado la


noche allí, por así decirlo, sin luz. Me refiero a Volney y Dupuis,
especialmente a Dupuis, cuya inmensa erudición sólo podía producir una
obra negativa. Vio en el origen de todos los cultos sólo la astronomía,
tomando el Ciclo Simbólico para el dogma, y el calendario para la leyenda.
Sólo faltaba un conocimiento, el de la verdadera magia, que contiene los
secretos de la cábala. Dupuis pasó por los antiguos santuarios como el profeta
Ezequiel en la llanura cubierta de huesos, y sólo entendió la muerte, por
desconocer la palabra que recoge la virtud de los cuatro vientos del cielo, y
que puede hacer de todo este inmenso osario un pueblo vivo, gritando a los
antiguos símbolos: ¡Levántate, toma una nueva forma y camina!

Ha llegado el momento de tener la audacia de intentar lo que nadie ha podido


o se ha atrevido a hacer antes que nosotros. Como Juliano, queremos
reconstruir el templo, y no creemos que estemos negando la sabiduría que
adoramos, y que el propio Juliano habría sido digno de adorar, si los odiosos
y fanáticos doctores de su tiempo le hubieran permitido entenderla. El templo
para nosotros tiene dos columnas, en una de las cuales el cristianismo ha
escrito su nombre. Así que no queremos atacar al cristianismo; lejos de ello,
queremos explicarlo y cumplirlo. La inteligencia y la voluntad han ejercido
alternativamente el poder en el mundo; la religión y la filosofía siguen
luchando hoy en día, y deben eventualmente unirse. El cristianismo ha tenido
el objetivo temporal de establecer, por medio de la obediencia y la fe, una
igualdad sobrenatural o religiosa entre los hombres, y de inmovilizar la
inteligencia por la fe, para dar un punto de apoyo a la virtud que vino a
destruir la aristocracia de la ciencia, o más bien para reemplazar esta
aristocracia ya destruida. La filosofía, por el contrario, ha trabajado para
devolver al hombre, a través de la libertad y la razón, a la desigualdad
natural, y para sustituir, fundando el reino de la industria, el saber hacer por
la virtud. Ninguna de estas dos acciones ha sido completa y suficiente, ni ha
llevado a los hombres a la perfección y la felicidad. Lo que ahora soñamos,
sin atrevernos a esperarlo, es un pacto entre estas dos fuerzas, consideradas
durante mucho tiempo como contrarias, y este pacto es deseado con razón, ya
que las dos grandes potencias del alma humana no son más opuestas entre sí
que el sexo del hombre se opone al de la mujer; sin duda son diferentes, pero
sus disposiciones aparentemente contrarias provienen sólo de su capacidad
para encontrarse y unirse.

Por lo tanto, no proponemos nada menos que una solución universal a todos
los problemas…

Sin duda, ya que se trata de explicar la piedra filosofal, el movimiento


perpetuo, el secreto de la gran obra y la medicina universal, seremos
acusados de locura como el divino Paracelso, o de charlatanería como el gran
y desafortunado Agripa. Si se extingue la pira de Urbain Grandier, quedan las
sordas proscripciones de silencio o calumnia. No los desafiamos, pero
estamos resignados a ello. No hemos buscado por nosotros mismos la
publicación de esta obra, y creemos que, si ha llegado el momento de la
procreación de la palabra, lo hará por sí misma, por nuestra mano o a través
de otros. Así que conservaremos la calma y esperaremos.

Nuestro trabajo tiene dos partes: por un lado establecemos el dogma


cabalístico y mágico en su totalidad, y la otra parte se dedica al culto, es
decir, a la magia ceremonial. Una es lo que los antiguos sabios llamaban la
clavícula; la otra es lo que la gente del campo todavía llama el grimorio. El
número y el tema de los capítulos, que se corresponden en ambas partes, no
son arbitrarios y se adaptan bien a la gran clavícula universal, de la que
damos por primera vez una explicación completa y satisfactoria. Ahora
dejaremos que este trabajo vaya a donde deba y se convierta en lo que la
Providencia quiera; lo hemos realizado, y creemos que es duradero, porque es
fuerte como todo lo que es razonable y concienzudo.

ELIPHAS LÉVI

Notas
1. Una casta de sacerdotes, filósofos y magos, en la antigua Persia.
2. La palabra clavícula aquí no se refiere a los dos huesos situados en la parte superior del pecho, a
los lados, articulados con el esternón y con los omóplatos, sino que le aplica su significado original. Se
deriva del latín clavicula, que significa “llave pequeña”, diminutivo de clavis, que significa una llave
para abrir una puerta. El término Clavícula de Salomón fue usado en un grimorio anónimo del siglo
XVII: Lemegeton Clavicula Salomonis. Posiblemente de ahí provenga la costumbre de usar la palabra
“clavícula” para referirse a una llave del conocimiento oculto.
3. Salvator Rosa fue un artista italiano del siglo XVII.
4. De todas las cosas que pueden saberse, y hasta de varias otras.
I‫א‬A
El recipiendario
DISCIPLINA
EINSOF
KÉTER

Cuando un filósofo ha tomado como base para una nueva revelación de la


sabiduría humanos este razonamiento: “Pienso, luego existo”, ha cambiado
de alguna manera y sin su conocimiento, según la revelación cristiana, la
antigua noción del Ser Supremo. “Yo soy el que soy”, dice el Ser de los seres
de Moisés. Descartes hace que el hombre diga: “Yo soy el que piensa”, y
como el pensamiento es hablar interiormente, el hombre de Descartes puede
decir, como el Dios de San Juan Evangelista: “Soy aquel en quien está y a
través de quien se manifiesta el Verbo” –in principio erat verbum.

¿Qué es un principio? Es la base de la palabra, es la razón de la existencia del


verbo. La esencia del Verbo está en el principio: el principio es lo que es; la
inteligencia es un principio que habla.

¿Qué es la luz intelectual? Es la palabra. ¿Qué es la revelación? Es la palabra;


el ser es el principio, la palabra es el medio, y la plenitud o desarrollo y
perfección del ser es el fin: hablar es crear.

Pero decir: “pienso, por lo tanto existo”, es deducir de la consecuencia el


principio, y las recientes contradicciones planteadas por un gran escritor,
Lamennais, han probado suficientemente la imperfección filosófica de este
método. Yo soy, por lo tanto algo existe, parecería ser una base más primitiva
y simple de la filosofía experimental.

Soy, por lo tanto el ser existe.

Ego sum qui sum: esta es la primera revelación de Dios en el hombre y del
hombre en el mundo, y es también el primer axioma de la filosofía oculta.
Ser es ser

Esta filosofía se basa, por lo tanto, en el principio de lo que es, y no es ni


hipotética ni aleatoria.

Mercurio Trismegisto comienza su admirable símbolo conocido como la


Tabla de Esmeralda con esta triple afirmación: “Es verdad, es cierto sin error,
es completamente cierto”. Así pues, la verdad confirmada por la experiencia
en la física, la certeza libre de cualquier partícula de error en la filosofía, la
verdad absoluta indicada por analogía en el campo de la religión o el infinito,
son las primeras necesidades de la verdadera ciencia, y esto es lo que sólo la
magia puede conceder a sus seguidores.

Pero antes que nada, ¿quién eres tú, que tienes este libro en tus manos y que
te comprometes a leerlo?…

En el frontón de un templo que en la antigüedad estaba dedicado al Dios de la


Luz había una inscripción de dos palabras: “Conócete a ti mismo”.

Le doy el mismo consejo a cualquier hombre que quiera acercarse a la


ciencia.

La magia, que los antiguos llamaban el sanctum regnum, el reino santo o el


reino de Dios, regnum Dei, es sólo para reyes y sacerdotes: ¿eres un
sacerdote, eres un rey? El sacerdocio de la magia no es un sacerdocio vulgar,
y su realeza no tiene nada que debatir con los príncipes de este mundo. Los
reyes de la ciencia son los sacerdotes de la verdad, y su reinado está oculto a
la multitud, al igual que sus sacrificios y oraciones. Los reyes de la ciencia
son los hombres que conocen la verdad y a quienes la verdad ha liberado
según la promesa formal del más poderoso de los iniciadores.

Un hombre que es esclavo de sus pasiones o de los prejuicios de este mundo


no puede ser iniciado, nunca tendrá éxito, hasta que se reforme; no puede ser
un adepto, porque la palabra adepto significa uno que ha alcanzado le meta
gracias a su voluntad y por sus obras.
Una mano sacerdotal haciendo el signo del esoterismo y proyectando la figura del diablo en su
sombra. Encima está el as de los negadores del Tarot Chino y dos triángulos superpuestos, uno
blanco y otro negro. Es una nueva alegoría que explica los mismos misterios; es el origen del bien
y del mal; es la creación del diablo a través del misterio.

El hombre que ama sus ideas y teme perderlas, el hombre que teme las
nuevas verdades y no está dispuesto a dudar de todo antes que admitir algo
por casualidad; debe cerrar este libro, que es inútil y peligroso para él; lo
entendería mal y se preocuparía por ello, pero se preocuparía aún más si por
casualidad lo entendiera bien.

Si valoras algo en el mundo más que la razón, la verdad y la justicia; si tu


voluntad es incierta y temblorosa, ya sea en el bien o en el mal; si la lógica te
asusta, si la verdad desnuda te hace sonrojar; si te ofende que se mencionen
los errores que te han enseñado, condena primero este libro, y haz, al no
leerlo, como si no existiera para tí, pero no lo describas como peligroso; los
secretos que revela serán comprendidos por unos pocos, y los que los
entiendan no los revelarán. Mostrar la luz a los pájaros nocturnos es ocultarla
de ellos, ya que los ciega y la oscuridad se vuelve más oscura para ellos. Por
lo tanto, hablaré claramente, diré todo, y tengo la firme confianza de que solo
los iniciados, o quienes son dignos de serlo, lo leerán todo y entenderán algo.

Hay ciencia verdadera y falsa, magia divina y magia infernal, es decir, falsa y
tenebrosa; hay que revelar una y desvelar la otra; hay que distinguir el mago
del hechicero y el adepto del charlatán.

El mago tiene una fuerza que conoce, el hechicero intenta abusar de lo que no
conoce.

El diablo, si se permite en un libro de ciencia usar esta palabra tan vulgar y


censurada, el diablo se entrega al mago y el hechicero se entrega al diablo.

El mago es el soberano pontífice de la naturaleza, el hechicero es sólo un


profanador.

El hechicero es para el mago lo que el supersticioso y el fanático son para el


hombre verdaderamente religioso.

Antes de seguir adelante, definamos claramente la magia.

La magia es la ciencia tradicional de los secretos de la naturaleza, que nos


llega de los magos.

Por medio de esta ciencia, el adepto se encuentra investido de una especie de


omnipotencia relativa y puede actuar de manera sobrehumana, es decir, de
una manera que está fuera del alcance común de los hombres.

Así es como muchos adeptos famosos, como Mercurio Trismegisto, Osiris,


Orfeo, Apolonio de Tiana, y otros a los que podría ser peligroso o impropio
nombrar, podrían ser adorados o invocados después de su muerte como
dioses. Así, otros, siguiendo el flujo y reflujo de la opinión, que es
responsable de los caprichos del éxito, se han convertido en secuaces del
infierno o en sospechosos aventureros, como el emperador Juliano, Apuleyo,
el encantador Merlín, y el archi-hechicero, como se le llamaba en su tiempo,
el ilustre y desafortunado Cornelio Agripa.

Para llegar al sanctum regnum, es decir, a la ciencia y al poder de los magos,


son indispensables cuatro cosas: una inteligencia iluminada por el estudio,
una audacia que nada pueda detener, una voluntad que nada pueda quebrantar
y una discreción que nada pueda corromper o intoxicar.

SABER, ATREVERSE, QUERER Y CALLAR, son los cuatro verbos del mago
que están escritos en las cuatro formas simbólicas de la esfinge. Estos cuatro
verbos pueden combinarse de cuatro maneras y se explican cuatro veces entre
sí.1

En la primera página del Libro de Hermes,2 el adepto es representado


cubierto con un vasto sombrero que, al doblarse, puede ocultar toda su
cabeza. Tiene una mano levantada hacia el cielo, que parece ordenar con su
varita, y la otra mano sobre su pecho; tiene ante sí los principales símbolos o
instrumentos de la ciencia, y esconde otros en una cartera de malabarista. Su
cuerpo y brazos forman la letra Alef (‫)א‬, la primera letra del alfabeto, que los
hebreos tomaron prestada de los egipcios; pero volveremos a este símbolo
más tarde.

El mago es realmente lo que los cabalistas hebreos llaman el microprosopo,


es decir, el creador del pequeño mundo. La primera ciencia mágica que es el
conocimiento de uno mismo, la primera de todas las obras de la ciencia, la
que contiene todas las demás y que es el principio de la gran obra, es la
creación de uno mismo. Esta explicación necesita ser clarificada.

Siendo la razón suprema el único principio invariable, y por lo tanto


imperecedero, ya que el cambio es lo que llamamos la muerte, la inteligencia
se adhiere fuertemente y se identifica de alguna manera con este principio,
haciéndose así invariable, y por lo tanto inmortal. Se entiende que para
adherirse invariablemente a la razón es necesario haberse independizado de
todas las fuerzas que producen las alternativas de vida y muerte a través del
movimiento fatal y necesario. Saber sufrir, abstenerse y morir son los
primeros secretos que nos ponen por encima del dolor, la lujuria sensual y el
miedo a la nada. El hombre que busca y encuentra una muerte gloriosa tiene
fe en la inmortalidad, y toda la humanidad cree en ella con él y para él, ya
que le levanta altares o estatuas como signo de vida inmortal.

El hombre sólo se convierte en rey de los animales domesticándolos o


domándolos, de lo contrario sería su víctima o esclavo. Los animales son la
encarnación de nuestras pasiones; son las fuerzas instintivas de la naturaleza.

El mundo es un campo de batalla donde la libertad compite con la fuerza de


inercia, usando la fuerza activa. Las leyes de la física son las piedras de
molino de las que serás el grano, si no sabes cómo ser el molinero.

Se te llama a ser el rey del aire, el agua, la tierra y el fuego; pero para poder
reinar sobre estos cuatro animales simbólicos, deben ser derrotados y
encadenados.

El que aspira a ser un hombre sabio y a conocer el gran enigma de la


naturaleza debe ser el heredero y saqueador de la esfinge; debe tener la
cabeza humana para poseer la palabra, las alas del águila para conquistar las
alturas, los flancos de toro para arar las profundidades, y las garras de león
para ocupar su lugar a derecha e izquierda, adelante y atrás.

Entonces, ¿quién quiere ser un iniciado, tan culto como Fausto? ¿Eres tan
impasible como Job? No, ¿no es así? Pero podrías serlo si quisieras. ¿Has
superado los torbellinos de pensamientos vagos? ¿Has dejado atrás la
indecisión y los caprichos? ¿Aceptas el placer sólo cuando lo quieres y sólo
cuando debes hacerlo? No, ¿no es así? ¿No es siempre así? Pero podría serlo
si lo quisieras.

La Esfinge no sólo tiene la cabeza de un hombre, también tiene los pechos de


la mujer; ¿puedes resistir la atracción de una mujer? No, ¿verdad? Y aquí te
ríes cuando respondes, y te jactas de tu debilidad moral para glorificar en ti la
fuerza vital y material. O bien, os permito rendir este homenaje al burro de
Sterne o de Apuleyo; que el burro tenga su mérito, no estoy en desacuerdo,
fue consagrado a Príapo como la cabra al dios de Mendés. Pero dejémoslo
por lo que es, y sólo déjanos saber si él es tu amo o si tú puedes ser el suyo.
Sólo él puede poseer la voluptuosidad del amor que ha vencido el amor a la
voluptuosidad. Poder usar y abstenerse es poder hacerlo dos veces. La mujer
te encadena por tus deseos: sé dueño de tus deseos, y encadenarás a la mujer.
El mayor insulto que se le puede hacer a un hombre es llamarlo cobarde.
¿Pero qué es un cobarde?

Un cobarde es aquel que descuida el cuidado de su dignidad moral para


obedecer ciegamente a los instintos de la naturaleza.

En presencia del peligro, es natural tener miedo y tratar de huir: ¿porqué sería
una vergüenza? Porque el honor nos obliga a anteponer nuestro deber a
nuestras atracciones o a nuestros miedos. ¿Qué es, en este sentido, el honor?
Es el presentimiento universal de la inmortalidad y la estima de los medios
que pueden conducir a ella. La última victoria que el hombre puede obtener
sobre la muerte es triunfar sobre el sabor de la vida, no por la desesperación,
sino por una esperanza más elevada, que está encerrada en la fe, por todo lo
que es bello y honesto, en el consentimiento de todos.

Aprender a superarse a uno mismo, entonces, es aprender a vivir, ¡y las


austeridades del estoicismo no son una vana ostentación de libertad!

Ceder a las fuerzas de la naturaleza es seguir la corriente de la vida colectiva,


ser esclavo de las causas secundarias.

Resistir a la naturaleza y domesticarla significa hacer una vida personal e


impenetrable para uno mismo, significa liberarse de las vicisitudes de la vida
y la muerte.

Todo hombre que esté dispuesto a morir en lugar de abjurar de la verdad y la


justicia está verdaderamente vivo, porque es inmortal en su alma.

Todas las antiguas iniciaciones tenían como objetivo encontrar o entrenar a


tales hombres.

Pitágoras ejerció a sus discípulos a través del silencio y abstinencias de todo


tipo; en Egipto, los recipiendarios eran probados por los cuatro elementos; y
conocemos las austeridades auto-infligidas de los faquires y brahmanes en la
India para alcanzar el reino del libre albedrío y la independencia divina.

Todas las maceraciones del ascetismo están tomadas de las iniciaciones de


los antiguos misterios, y han cesado, porque los que están calificados para la
iniciación ya no encuentran iniciadores, y los directores de las conciencias se
volvieron, a la larga, tan ignorantes como el hombre común, los ciegos se
cansaron de seguir a los ciegos, y nadie quiso someterse a pruebas que sólo
llevaban a la duda y a la desesperación, el camino de la luz se perdió.

Para hacer algo, tienes que saber lo que quieres hacer, o al menos tener fe en
alguien que lo sepa. ¿Pero cómo podría arriesgar mi vida y seguir a alguien
que no sabe a dónde va?

En el camino de las altas ciencias, no hay que embarcarse temerariamente,


pero, una vez iniciado el camino, hay que llegar o perecer. Dudar es volverse
loco; detenerse es caer; retroceder es precipitarse al abismo.

Tú que has empezado a leer este libro, si lo entiendes y quieres leerlo hasta el
final, te convertirás en un monarca o en un tonto. En cuanto a ti, haz lo que
quieras con este libro, no podrás despreciarlo ni olvidarlo. Si eres puro, este
libro será una luz para ti; si eres fuerte, será tu arma; si eres santo, será tu
religión; si eres sabio, regulará tu sabiduría.

Pero si eres malvado, este libro será para ti como una antorcha infernal; te
lacerará el pecho, desgarrándolo como un puñal; permanecerá en tu memoria
como un remordimiento; llenará tu imaginación de fantasías, y te llevará por
la locura a la desesperación. Querrás reírte de él, y sólo podrás rechinar tus
dientes, porque este libro es para ti como esa lima de la fábula, que una
serpiente trató de roer, y que destruyó todos sus dientes.

Comencemos ahora la serie de iniciaciones.

Dije que la revelación es el verbo. El verbo, en efecto, o la palabra, es el velo


del ser y el signo característico de la vida. Cada forma es el velo de un verbo,
porque la idea madre del verbo es la única razón de ser de las formas. Cada
figura es un personaje, cada personaje pertenece y vuelve a un verbo. Por eso
los antiguos sabios, de los cuales Trismegisto es el órgano, formularon su
único dogma en estos términos:

Lo que está arriba es como lo que está abajo, y lo que está abajo es como lo
que está arriba.
En otras palabras, la forma es proporcional a la idea, la sombra es la medida
del cuerpo calculada con su relación al rayo de luz. La vaina es tan profunda
como larga es la espada, la negación es proporcional a la afirmación
contraria, la producción es igual a la destrucción en el movimiento que
conserva la vida, y no hay un punto en el espacio infinito que no sea el centro
de un círculo cuya circunferencia se expande y retrocede indefinidamente en
el espacio.

Toda individualidad es por lo tanto indefinidamente perfectible, ya que la


moralidad es análoga al orden físico, y ya que no hay ningún punto que no
pueda expandirse, ampliarse y lanzar rayos en un círculo filosóficamente
infinito.

Lo que puede decirse de toda el alma debe decirse de cada facultad del alma.

La inteligencia y la voluntad del hombre son instrumentos de incalculable


alcance y fuerza.

Pero la inteligencia y la voluntad tendrán como ayuda e instrumento una


facultad demasiado poco conocida y cuya omnipotencia pertenece
exclusivamente al reino de la magia, me refiero a la imaginación, que los
cabalistas llaman el diáfano o el translúcido.

La imaginación, en efecto, es como el ojo del alma, y es en ella que se


dibujan y conservan las formas, es a través de ella que vemos los reflejos del
mundo invisible, es el espejo de las visiones y el aparato de la vida mágica;
es a través de ella que curamos las enfermedades, que influimos en las
estaciones, que evitamos la muerte de los vivos y que resucitamos a los
muertos, porque es ella la que exalta la voluntad y le da el control sobre el
agente universal.

La imaginación determina la forma del niño en el vientre de la madre y


determina el destino de los hombres; da alas al contagio y dirige las armas de
guerra. ¿Estás en peligro en una batalla? Cree que eres invulnerable como
Aquiles, y lo serás, dice Paracelso. El miedo atrae las balas, y el coraje hace
retroceder las balas de cañón. Se sabe que los amputados se quejan de
miembros que ya no tienen. Paracelso operó sobre sangre viva medicando el
resultado de una hemorragia; curaba los dolores de cabeza a distancia
operando sobre cabellos cortados; superó con creces, por la ciencia de la
unidad imaginaria y la solidaridad del todo y las partes, todas las teorías o
más bien todos los experimentos de nuestros más famosos magnetistas. De
modo que sus curas fueron milagrosas, y merecería que añadiéramos a su
nombre de Felipe Teofrasto Bombast el de Aureole Paracelsus, ¡añadiendo el
epíteto de divino!

La imaginación es el instrumento de adaptación del verbo.

La imaginación aplicada a la razón es el genio.

La razón es una, así como el genio es uno en la multiplicidad de sus obras.

Hay un principio, hay una verdad, hay una razón, hay una filosofía absoluta y
universal.

Lo que es, está en la unidad considerada como principio, y vuelve a la unidad


considerada como fin.

Uno está en uno, es decir, todo está en todo.

La unidad es el principio de los números, también es el principio del


movimiento, y por lo tanto de la vida.

Todo el cuerpo humano se resume en la unidad de un solo órgano, que es el


cerebro.

Todas las religiones se resumen en la unidad de un solo dogma, que es la


afirmación del ser y su igualdad consigo mismo, lo que constituye su valor
matemático.

Sólo hay un dogma en la magia, y aquí está: lo visible es la manifestación de


lo invisible, o, en otras palabras, el verbo perfecto guarda –en las cosas que
pueden ser aprehendidas y vistas–, una proporción exacta con las cosas que
son invisibles para nosotros y para nuestros sentidos.

El mago levanta una mano al cielo y apunta la otra a la tierra, y dice: “Arriba
hay inmensidad, abajo también la hay; la inmensidad es igual a la
inmensidad”. Esto es cierto tanto para las cosas visibles como para las
invisibles.

La primera letra del alfabeto de la lengua sagrada, Alef (‫)א‬, representa a un


hombre que levanta una mano al cielo y baja la otra hacia la tierra.

Es la expresión del principio activo de todas las cosas, la creación en el cielo,


que corresponde a la omnipotencia del verbo aquí abajo. Esta letra por sí sola
es un pantáculo, es decir, un carácter que expresa la ciencia universal.

La letra ‫ א‬puede sustituir a los signos sagrados del macro y el microcosmos,


explica el doble triángulo masónico y la estrella brillante de cinco puntas:
porque el verbo es uno y la revelación es una. Dios, al dar al hombre la razón,
le ha dado la palabra; y la revelación, múltiple en sus formas pero una en su
principio, está enteramente en el verbo universal, intérprete de la razón
absoluta.

Este es el significado de la palabra mal entendida: catolicismo, que en el


lenguaje hierático moderno significa infalibilidad.

Lo universal en la razón es lo absoluto, y lo absoluto es lo infalible.

Si la razón absoluta lleva a la sociedad en su conjunto a creer


irresistiblemente en la palabra de un niño, ese niño será infalible, por orden
de Dios y de toda la humanidad.

La fe no es otra cosa que una confianza razonable en esta unidad de la razón


y en esta universalidad de la palabra.

Creer es confiar en aquellos que aún no conocemos, porque la razón nos


asegura de antemano que conoceremos, o al menos reconoceremos algún día.

Absurdos, son pues los principios filosóficos que dicen: No creeré en lo que
no conozco.

¡Pobre infeliz! Si lo supieras, ¿tendrías que creer?

¿Pero puedo creer al azar y sin razón? – ¡Claro que no! La creencia ciega y
casual es superstición y locura. Debemos creer en las causas cuya existencia
admitimos, porque la razón, sobre la base del testimonio de los efectos
conocidos y apreciados por la ciencia, nos mueve a ello.

¡Ciencia! ¡Gran palabra y gran problema! ¿Qué es la ciencia?

Responderemos a esta pregunta en el segundo capítulo de este libro.

Notas
1. Véase el juego de cartas del Tarot.
2. La primera carta del Tarot, “El Mago”.
II ‫ ב‬B
Las Columnas del Templo
JOJMÁ
DOMUS
GNOSIS

La ciencia es la absoluta y completa posesión de la verdad.

Los sabios de todos los siglos han temblado ante esta palabra absoluta y
terrible; han temido tomar sobre sí el primer privilegio de la divinidad,
atribuyéndose la ciencia, y en lugar del verbo saber, con el que se expresa el
conocimiento, y en lugar de la palabra ciencia, prefirieron usar la palabra
gnosis, que sólo expresa la idea del conocimiento por la intuición.

¿Qué sabe el hombre, en realidad? Nada, y aún así no se le permite ignorar


nada.

No sabe nada, y está llamado a saberlo todo. Entonces, el conocimiento,


presupone una dualidad. Se necesita un ser que conozca un objeto conocido.

Esta dualidad es la generadora de la sociedad y la ley; es también el número


de la gnosis. La dualidad es la unidad que se multiplica para crear; y por eso
los símbolos sagrados hacen surgir a Eva del mismo seno de Adán.

Adán es el tetragrama humano, que se resume en el misterioso Yod (‫)י‬, la


imagen del falo cabalístico. Añade a este Yod el nombre ternario de Eva, y así
forma el nombre de Jehová, el tetragrama divino, que es la palabra cabalística
y mágica por excelencia:

‫יהוה‬
…que el sumo sacerdote del templo pronunciaba Jodchéva.
Así la unidad completa, en la fecundidad de las formas ternarias, con él, el
cuaternario, que es la clave de todos los números, todos los movimientos y
todas las formas.

El cuadrado, al girar sobre sí mismo, produce un círculo, igual a sí mismo, y


esta es la cuadratura del círculo, el movimiento circular de cuatro ángulos
iguales girando alrededor del mismo punto.

“Lo que está arriba es igual a lo que está abajo”, son las palabras de Hermes.
Esta es la dualidad que sirve de medida de la unidad; y la relación de
igualdad entre lo superior y lo inferior, esto es lo que forma con ellos el
ternario.

El principio creador es el falo ideal; y el principio creado es el cteis1 formal.

La inserción del falo vertical en el cteis horizontal forma el stauros de los


gnósticos, o la cruz filosófica de los masones. Así, el cruce de dos produce
cuatro, que, en movimiento, determinan el círculo con todos sus grados.

‫ א‬es el hombre; ‫ ב‬es la mujer; 1 es el principio; 2 es el verbo; A es el activo;


B es el pasivo; la unidad es Boaz; y el binario es Jachin.

En los trigramas de Fuxi, la unidad es yang; y la dualidad es yin.

Boaz y Jachin son los nombres de las dos columnas simbólicas que estaban
frente a la puerta principal del templo cabalístico de Salomón.

En el cabalismo, estas dos columnas explican todos los misterios del


antagonismo, ya sea natural, político o religioso, y explican la lucha entre el
hombre y la mujer; pues, según la ley de la naturaleza, la mujer debe resistir
al hombre, y éste debe encantarla o someterla.

El principio activo busca el principio pasivo, lo lleno está enamorado del


vacío. La boca de la serpiente atrae su cola, y girando sobre sí misma, huye y
persigue.

La mujer es la creación del hombre, y la creación universal es la mujer del


primer principio.

Cuando el ser principal se convirtió en creador, erigió un Yod, o falo, y, para


hacerle lugar en la plenitud de la luz increada, tuvo que cavar un cteis o foso
de sombra igual a la dimensión determinada por su deseo creativo, y
atribuido por él al Yod ideal de luz radiante.

Tal es el misterioso lenguaje de los cabalistas del Talmud, y debido a la


ignorancia y la maldad de los profanos, es imposible que lo expliquemos o
simplifiquemos más.

¿Qué es entonces la creación? Es la casa de la Palabra creativa. ¿Qué es el


cteis? Es la casa del falo.

¿Cuál es la naturaleza del principio activo? Es para propagarse. ¿Qué es el


principio pasivo? Es para recoger y fertilizar.

¿Qué es el hombre? Él es el iniciador, el que rompe, ara y siembra.

¿Qué es una mujer? Ella es la formadora, la que recoge, riega y cosecha.

El hombre hace la guerra y la mujer trae la paz; el hombre destruye para


crear, la mujer construye para preservar; el hombre es la revolución, la mujer
es la conciliación; el hombre es el padre de Caín, la mujer es la madre de
Abel.

¿Qué es la sabiduría? Es la reconciliación y la unión de los dos principios, es


la dulzura de Abel dirigiendo la energía de Caín, es el hombre siguiendo las
dulces inspiraciones de la mujer, es el libertinaje vencido por el matrimonio
legítimo, es la energía revolucionaria suavizada y domada por la dulzura del
orden y la paz, es el orgullo sometido al amor, es la ciencia reconociendo las
inspiraciones de la fe.

Entonces la ciencia humana se vuelve sabia, porque es modesta, y se somete


a la infalibilidad de la razón universal, enseñada por el amor o la caridad
universal. Puede entonces tomar el nombre de gnosis, porque sabe al menos
lo que aún no puede presumir de saber perfectamente.

La unidad sólo puede manifestarse en la dualidad; la unidad misma y la idea


de unidad son ya dos.

La unidad del macrocosmos se revela por los dos puntos opuestos de los dos
triángulos:

El Triángulo de Salomón
La unidad humana se completa con la derecha y la izquierda. El hombre
primitivo es andrógino. Todos los órganos del cuerpo humano están
dispuestos en pares, excepto la nariz, la lengua, el ombligo y el Yod
cabalístico.

La divinidad, una en su esencia, tiene dos condiciones esenciales para las


bases fundamentales de su ser: necesidad y libertad.

Las leyes de la razón suprema necesitan a Dios y regulan la libertad, que es


necesariamente razonable y sabia.

Para hacer visible la luz, Dios ha creado la sombra.

Para manifestar la verdad, hizo posible la duda.

La sombra es el repelente de la luz, y nace la posibilidad de error, necesaria


para la manifestación temporal de la verdad.

Si el escudo de Satanás no detuviera la lanza de Miguel, el poder del ángel se


perdería en el vacío o tendría que manifestarse en una destrucción infinita
dirigida de arriba a abajo.

Y si el pie de Miguel no detuviera a Satanás en su ascenso, Satanás iría a


destronar a Dios, o más bien se perdería en el abismo de la altura.

Por lo tanto, Satanás es tan necesario para Miguel como el pedestal de la


estatua, y Miguel es necesario para Satanás como el freno de la locomotora.

En la dinámica analógica y universal, solo dependemos de lo que resiste.

Así, el universo está equilibrado por dos fuerzas que lo mantienen en


equilibrio, la fuerza que atrae y la fuerza que repele. Estas dos fuerzas existen
en la física, la filosofía y la religión. En la física producen equilibrio, en
filosofía criticismo, en la religión revelación progresiva. Los antiguos
representaron este misterio por la lucha de Eros y Anteros, por la batalla de
Jacob con el ángel, por el equilibrio de la montaña dorada que los dioses de
un lado y los demonios del otro, rodean y mantienen atada, con la simbólica
serpiente de la India.
También está representado por el caduceo de Hermanubis, por los dos
querubines del arca, por las dos esfinges del carro de Osiris, por los dos
serafines, el blanco y el negro.

Su realidad científica está demostrada por los fenómenos de polaridad y por


la ley universal de las simpatías y antipatías.

Los poco inteligentes discípulos de Zoroastro divinizaron la dualidad sin


traerla de vuelta a la unidad, separando así las columnas del templo, y
queriendo desgarrar a Dios. En Dios, la dualidad solo existe a través del
ternario. Si se concibe el absoluto como dos, es preciso concebirlo
inmediatamente como tres, para recuperar el principio unitario.

Por eso los elementos materiales, análogos a los elementos divinos se


conciben como cuatro, se explican como dos y finalmente existen sólo como
tres.

La Revelación es dual; cada verbo es doble y supone dos.

La moralidad que resulta de la revelación se basa en el antagonismo, que es la


consecuencia de la dualidad. El espíritu y la forma se atraen y repelen como
la idea y el signo, como la verdad y la ficción. La razón suprema que nace
crea el dogma al comunicarse con las inteligencias finitas, y el dogma, al
pasar del reino de las ideas al de las formas, se convierte en participante de
dos mundos, y tiene necesariamente dos sentidos que hablan sucesivamente,
o al mismo tiempo, ya sea al espíritu o a la carne.

También en el ámbito moral hay dos fuerzas: una que ataca y otra que
reprime o expía. Estas dos fuerzas están representadas en los mitos del
Génesis por los personajes típicos de Caín y Abel.

Abel oprime a Caín por su superioridad moral; Caín, para liberarse,


inmortaliza a su hermano matándolo y se convierte en víctima de su propio
crimen. Caín no podía dejar vivir a Abel, y la sangre de Abel ya no deja
dormir a Caín.

En el Evangelio, el tipo de Caín es reemplazado por el tipo del hijo pródigo,


al que su padre le perdona todo, porque regresa después de mucho
sufrimiento.

En Dios, hay misericordia y justicia, dispensa justicia al justo y misericordia


a los pecadores.

En el alma del mundo, que es el agente universal, hay una corriente de amor
y una corriente de ira.

Ese fluido que impregna y penetra todas las cosas; ese rayo desprendido de la
gloria del sol y fijado por el peso de la atmósfera y por la fuerza central de
atracción; ese cuerpo del Espíritu Santo, que llamamos el Agente Universal, y
que los antiguos representaban bajo la figura de la serpiente mordiéndose la
cola; este éter electromagnético, este calórico vital y luminoso, está
representado en los monumentos antiguos por el cinturón de Isis, que se
tuerce y se retuerce en un nudo de amor alrededor de los dos polos, y por la
serpiente que se muerde la cola, el emblema de la prudencia y de Saturno.

El movimiento y la vida consisten en la tensión extrema de las dos fuerzas.

¡Quiera Dios –dijo el Maestro–, que seas frío o caliente!

En efecto, un gran culpable está más vivo que un hombre cobarde y tibio, y
su retorno a la virtud será por la energía de su desvío.

La mujer que debe aplastar la cabeza de la serpiente es la inteligencia, que


siempre supera la corriente de las fuerzas ciegas. Es, según los cabalistas, la
virgen del mar, cuyos pies mojados son lamidos por las lenguas de fuego del
dragón infernal que se arrastra hacia ella, y la hace caer en un sueño
voluptuoso.

Tales son los misterios hieráticos de la dualidad. Pero hay un misterio, el


último de todos, que no debe ser revelado; la razón, según Hermes
Trismegisto, radica en la falta de comprensión del vulgo, que adjudicaría a las
necesidades de la ciencia todo aspecto inmoral del destino ciego. “El vulgo
debe ser contenido –dice– por el miedo a lo desconocido”. Y Cristo también
dijo: “No arrojéis vuestras perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y,
volviéndose contra vosotros, os devoren”. El árbol de la ciencia del bien y del
mal, cuyo fruto da la muerte, es la imagen de este secreto hierático de la
dualidad. Este secreto, si se divulga, sólo puede ser malentendido, y se suele
concluir que es una negación impía del libre albedrío, que es el principio
moral de la vida. Por lo tanto, es parte de la esencia de las cosas, que la
revelación de este secreto lleva a la muerte, y sin embargo este no es todavía
el gran arcano de la magia; pero el secreto de la dualidad conduce al del
cuaternario, o más bien procede de él y se resuelve por el ternario, que
contiene la palabra del enigma de la esfinge como debería haber sido
encontrado para salvar la vida, para expiar el crimen involuntario, y para
asegurar el reino de Edipo.

En el libro jeroglífico de Hermes, también llamado el Libro de Thoth,2 la


dualidad está representada, ya sea por una alta sacerdotisa con los cuernos de
Isis, su cabeza velada, un libro abierto, que esconde parcialmente bajo su
manto; o por una mujer soberana, la diosa Juno de los griegos, con una mano
levantada al cielo y la otra bajada a la tierra, como si con este gesto formulara
el único y dualista dogma que es la base de la magia y que da inicio a los
maravillosos símbolos de la Tabla de Esmeralda de Hermes.

En el Apocalipsis de San Juan se mencionan dos testigos o mártires a los que


la tradición profética da los nombres de Elías y Enoc; Elías, el hombre de fe,
de celo y de milagro; Enoc, el mismo al que los egipcios llamaban Hermes y
al que los fenicios honraban con el nombre de Cadmo, el autor del alfabeto
sagrado y de la clave universal de las iniciaciones del Verbo, el padre de la
cábala, el único, dicen las santas alegorías, que no murió como los demás
hombres, sino que fue llevado al cielo para volver al final de los tiempos.
Más o menos lo mismo se dijo del propio San Juan, que encontró y explicó
en su Apocalipsis los símbolos de la Palabra de Enoc. Esta resurrección de
San Juan y de Enoc, esperada al final de siglos de ignorancia, será la
renovación de su doctrina por la inteligencia de las llaves cabalísticas que
abren el templo de la unidad y de la filosofía universal, demasiado tiempo
escondida y reservada sólo para los elegidos que el mundo estaba matando.

Pero hemos dicho que la reproducción de la unidad por la dualidad conduce


necesariamente a la noción y al dogma del ternario, y finalmente llegamos a
ese gran número, que es la plenitud y el verbo perfecto de la unidad.

Notas
1. Cteis viene del griego kteis, es llamado Yoni, en la India, y es un símbolo del principio generador
femenino, de prevalencia co-extensiva con el Falo. El Cteis era un pedestal circular y cóncavo, o
receptáculo, sobre el que se apoyaba el Falo o columna, y de cuyo centro surgía.
2. Se refiere a la baraja del Tarot.
III ‫ ג‬C
El Triángulo de Salomón
PLIMITUDO VOCIS
BINÁ
PHYSIS

El verbo perfecto es el ternario, porque implica un principio intelectual, un


principio parlante y un principio hablado.

El absoluto, que es revelado por la palabra, da a esta palabra un significado


igual a sí mismo, y crea un tercero en sí mismo, en la inteligencia de esta
palabra.

Así es como el sol se manifiesta por su luz y prueba esta manifestación o la


hace efectiva por su calor.

El ternario está manifestado en el espacio por el punto más alto del cielo, el
infinito en altura, estando conectado por dos líneas rectas que divergen al este
y al oeste.

Pero a este triángulo visible la razón compara otro triángulo invisible, que
dice ser igual al primero, es el triángulo cuyo vértice es el punto más
profundo, y cuya base invertida es paralela a la línea horizontal que va de este
a oeste.

Estos dos triángulos, unidos en una sola figura, que es la de una estrella de
seis puntas, forman el signo sagrado del sello de Salomón, la estrella brillante
del macrocosmos.
La idea de lo infinito y lo absoluto está expresada por este signo, que es el
gran pantáculo, es decir, la abreviatura más simple y completa de la ciencia
de todas las cosas.

La misma gramática atribuye tres personas al verbo.

El primero es el que habla, el segundo a quien se habla, el tercero, de quien se


habla.

El príncipe infinito, al crear, habla de sí mismo a sí mismo.


Esta es la explicación del ternario y el origen del dogma de la Trinidad.

El dogma mágico también es uno en tres y tres en uno.

Lo que está arriba se parece o es igual a lo que está abajo.

Así, dos cosas que se parecen y el verbo que expresa su parecido hacen tres.

El ternario es el dogma universal.

En la magia: principio, realización, adaptación; en la alquimia: azoth,


incorporación, transmutación; en la teología, Dios, encarnación, redención;
en el alma humana: pensamiento, amor y acción; en la familia: padre, madre
e hijo. El ternario es la meta suprema y la expresión del amor, uno busca dos
sólo para convertirse en tres.

Hay tres mundos inteligibles que se corresponden entre sí por analogía


jerárquica:

El mundo natural o físico, el mundo espiritual o metafísico, y el mundo


divino o religioso.

De este principio resulta la jerarquía de los espíritus dividida en tres órdenes,


y subdividida en estos tres órdenes siempre por el ternario.

Todas estas revelaciones son deducciones lógicas de las primeras nociones


matemáticas del ser y del número.

La unidad, para ser activa, debe multiplicarse. Un principio indivisible,


inmóvil e infértil, sería la unidad muerta e incomprensible.

Si Dios fuera uno solo, nunca sería creador o padre. Si fuera dos, habría
antagonismo o división en el infinito, lo que significaría la división o la
muerte de todas las cosas posibles. De modo que él es tres para crear de sí
mismo y a su imagen, la multitud infinita de seres y números.

Así es verdaderamente único en sí mismo y triple en nuestra concepción, lo


que nos hace verlo también triple en sí mismo y único en nuestra inteligencia
y amor.
Esto es un misterio para el creyente y una necesidad lógica para el iniciado en
las ciencias absolutas y reales.

El Verbo manifestado a través de la vida es la realización o encarnación.

La vida del Verbo, que realiza su movimiento cíclico, es adaptación o


redención. Este triple dogma ha sido conocido en todos los santuarios
iluminados por la tradición de los sabios. ¿Quieres saber cuál es la verdadera
religión? Busca la que realiza más en el orden divino; la que humaniza a Dios
y diviniza al hombre; la que conserva intacto el dogma ternario, que encarna
el Verbo, haciendo que los más ignorantes vean y toquen a Dios; la que tiene
una doctrina apta para todos y que puede adaptarse a todos; la religión que es
jerárquica y cíclica, que tiene alegorías e imágenes para los niños, alta
filosofía para los hombres, esperanzas sublimes y dulce consuelo para los
ancianos.

Los primeros sabios que buscaron la causa de las causas vieron el bien y el
mal en el mundo; observaron la sombra y la luz; compararon el invierno con
la primavera, la vejez con la juventud, la vida con la muerte, y dijeron: La
primera causa es benéfica y rigurosa, anima y destruye.

– Así que hay dos principios opuestos, uno bueno y otro malo… gritaron los
discípulos de Manes.

– No, los dos principios de equilibrio universal no son contrarios, aunque en


apariencia sean opuestos, porque es una sabiduría única la que los opone el
uno al otro.

El bien está a la derecha, el mal a la izquierda; pero la suprema bondad está


por encima de ambos, y hace que el mal sirva al triunfo del bien, y el bien a
la reparación del mal.

El principio de la armonía está en la unidad, y esto es lo que da tanto poder al


número impar en la magia.

Pero el número impar más perfecto es el tres, porque es la trilogía de la


unidad.
En los trigramas de Fuxi, el ternario superior consiste en tres líneas yang o
figuras masculinas, porque en la idea de Dios como principio de fertilidad en
los tres mundos, no se puede admitir nada pasivo.

Por eso la Trinidad Cristiana no admite la personificación de la madre, que


está implícita en la personificación del hijo. También por esta razón es
contrario a las leyes del simbolismo hierático y ortodoxo personificar el
Espíritu Santo en la figura de una mujer.

La mujer sale del hombre como la naturaleza sale de Dios; Cristo se eleva al
cielo y asume la Virgen Madre; la ascensión del Salvador y la asunción de la
Madre de Dios se dice que es lo mismo.

Dios, considerado como padre, tiene la naturaleza como hija.

Como hijo, tiene a la Virgen como su madre y a la Iglesia como su esposa.

Como Espíritu Santo, regenera y hace fructífera a la humanidad.

Así, en los trigramas de Fuxi, los tres yang superiores corresponden a los tres
yin inferiores, ya que los trigramas de Fuxi son un pantáculo similar a los dos
triángulos de Salomón, pero con una interpretación ternaria de las seis puntas
de la estrella brillante.

El dogma es divino sólo en la medida en que es verdaderamente humano, es


decir, resume la razón más elevada de la humanidad: por lo tanto el Maestro a
quien llamamos el Hombre-Dios se llamó a sí mismo el Hijo del Hombre.

La revelación es la expresión de la creencia aceptada y formulada por la


razón universal en el verbo humano.

Por eso se dice que la divinidad es humana y la humanidad divina en el


Hombre-Dios.

Decimos todo esto filosóficamente, no teológicamente; y esto no toca de


ninguna manera la enseñanza de la Iglesia, que ha condenado y siempre
condenará la magia.

Paracelso y Agripa no levantaron el altar contra el altar, y se sometieron a la


religión dominante en su tiempo. ¡A los elegidos de la ciencia las cosas de la
ciencia; a los fieles las cosas de la fe!

El emperador Juliano, en su himno al Rey Sol, da una teoría del ternario que
es casi idéntica a la del iluminado Swedenborg.

El sol del mundo divino es la infinita luz espiritual e increada; esta luz se
verbaliza, si se puede decir así, en el mundo filosófico, y se convierte en el
foco de las almas y de la verdad, luego se incorpora y se convierte en luz
visible en el sol del tercer mundo, el sol central de nuestros soles, cuyas
estrellas fijas son las chispas siempre vivas.

Los cabalistas comparan el espíritu con una sustancia que permanece fluida
en el ambiente divino y bajo la influencia de la luz esencial, pero cuyo
exterior se endurece como la cera expuesta al aire en las regiones más frías
del razonamiento o de las formas visibles. Estas cortezas o envolturas
petrificadas (o más bien carnificadas) son la causa de los errores o del mal,
que se debe a la gravedad y la dureza de los envolturas amímicas. En el libro
del Zohar1 y en el Libro de las Revoluciones de las Almas, los espíritus
perversos, o demonios malignos, no se llaman más que envolturas, cortezas.

Las cortezas del mundo de los espíritus son transparentes, las del mundo
material son opacas; los cuerpos son sólo cortezas temporales de las que
deben liberarse las almas; pero los que obedecen al cuerpo en esta vida se
convierten en un cuerpo interior o corteza fluida que se transforma en su
prisión y su tormento después de la muerte, hasta el momento en que
consiguen fundirlo en el calor de la luz divina, cuando su gravedad les impide
ascender. Sólo lo consiguen con un esfuerzo infinito y con la ayuda de los
justos que les extienden la mano, y durante todo este tiempo son devorados
por la actividad interior del espíritu cautivo como en un horno de fuego. Los
que llegan a la pira de la expiación se queman allí como Hércules en el monte
Oeta, y así se liberan de sus problemas; pero a la mayoría les falta valor ante
esta última prueba, que les parece una segunda muerte más terrible que la
primera, y así permanecen en el infierno, que es eterno de hecho y de
derecho, pero en el que las almas nunca son arrojadas ni mantenidas en
contra de su voluntad.

Los tres mundos se corresponden entre sí por los treinta y dos caminos de la
luz que son los peldaños de la escalera sagrada; todo pensamiento verdadero
corresponde a una gracia divina en el cielo, y a un trabajo útil en la tierra.
Toda gracia de Dios suscita una verdad y produce uno o varios actos, y a la
inversa todo acto suscita en el cielo una verdad o una mentira, una gracia o
un castigo. Cuando un hombre pronuncia el tetragrámaton, escriben los
cabalistas, los nueve cielos son sacudidos, y todos los espíritus se gritan unos
a otros: ¿Quién, entonces, perturba el reino de los cielos? Entonces la tierra
revela al primer cielo los pecados del temerario que toma el nombre del
eterno en vano, y el verbo acusador se transmite de círculo en círculo, de
estrella en estrella, y de jerarquía en jerarquía.

Toda palabra tiene tres significados, cada acción un triple alcance, cada
forma una triple idea, porque el absoluto se corresponde, de mundo a mundo,
con sus formas. Toda determinación de la voluntad humana modifica la
naturaleza, interesa a la filosofía y está escrita en el cielo. Hay, pues, dos
fatalidades, una resultante de la voluntad del increado de acuerdo con su
sabiduría, la otra resultante de las voluntades creadas y de acuerdo con la
necesidad de las segundas causas en su relación con la primera causa.

Nada es, pues, indiferente en la vida, y nuestras más simple determinaciones,


a menudo deciden sobre una serie incalculable de bienes o males, sobre todo
en las relaciones de nuestro ser diáfano con el gran agente mental, como
explicaremos en otra parte.

El ternario, siendo el principio fundamental de toda la cábala o tradición


sagrada de nuestros padres, debió ser el dogma fundamental del cristianismo,
cuyo aparente dualismo se explica por la intervención de una unidad
armoniosa y todopoderosa. Cristo no escribió su dogma, y secretamente lo
reveló sólo a su discípulo favorito, el único cabalista, y un gran cabalista,
entre los apóstoles. El libro del Apocalipsis es, pues, el libro de la gnosis, o
doctrina secreta de los primeros cristianos, cuya clave está indicada por un
versículo secreto del Padre, que la Vulgata2 no traduce, y que en el rito
griego (conservador de las tradiciones de San Juan) sólo se permite
pronunciar a los sacerdotes. Este verso, completamente cabalístico, se
encuentra en el texto griego del Evangelio según San Mateo y en varias
copias hebreas. Aquí está en estas dos lenguas sagradas:

La palabra sagrada de Maljut, sustituida por Kéter, que es su equivalencia


cabalística, y la balanza de Geburá y Jesed, repetidas en los círculos o cielos
que los gnósticos llamaban Eones, dan en este verso oculto la clave de todo el
templo cristiano. Los protestantes lo tradujeron y preservaron en su Nuevo
Testamento, sin encontrar la alta y maravillosa inteligencia que les hubiera
revelado todos los misterios del Apocalipsis; pero es una tradición en la
Iglesia que la revelación de estos misterios está reservada para los últimos
tiempos.

Maljut, apoyado en Geburá y Jesed, es el templo de Salomón, con Jachin y


Boaz como sus columnas. Es el dogma adámico, basado por una parte en la
renuncia de Abel, y por otra en la obra y el remordimiento de Caín; es el
equilibrio universal del ser basado en la necesidad y la libertad, en la fijeza y
el movimiento; es la demostración de la palanca universal buscada en vano
por Arquímedes. Un científico que usó todo su talento para hacerse oscuro, y
que murió sin querer ser comprendido, había resuelto esta ecuación suprema,
encontrada por él en la cábala, y temía sobre todo que no se pudiera saber, si
se expresaba más claramente, el origen de sus descubrimientos. Hemos oído a
uno de sus discípulos y admiradores indignarse, tal vez de buena fe, ante la
sugestión que su maestro fue un cabalista, y sin embargo debemos decir, para
gloria de este erudito, que sus investigaciones acortaron considerablemente
nuestro trabajo sobre las ciencias ocultas, y que la clave de la alta cábala,
especialmente, indicada en el verso oculto que acabamos de citar, ha sido
aplicada doctamente a una reforma absoluta de todas las ciencias en los libros
de Hoene Wronski.

La virtud secreta de los Evangelios está contenida en tres palabras, y estas


tres palabras fundan tres dogmas y tres jerarquías. Toda la ciencia se basa en
tres principios, como el silogismo en tres palabras. También hay tres clases
distintas o tres rangos originales y naturales entre los hombres, que están
llamados a ascender desde lo más bajo hasta lo más alto. Los hebreos llaman
a estas series o grados de progreso del espíritu, Asiah, Jezirah y Briah. Los
gnósticos, que eran los cabalistas cristianos, los llamaban Hyle, Psique y
Gnosis; el círculo supremo se llamaba entre los hebreos Aziluth, y entre los
gnósticos Pleroma.

En el tetragrámaton, el ternario, tomado al principio de la palabra, expresa la


cópula divina, tomado al final, expresa lo femenino y la maternidad. Eva
tiene un nombre de tres letras, pero el primitivo Adán se expresa con la única
letra Yod, por lo que Jehová debe ser pronunciado Jevá. Esto nos lleva al gran
y supremo misterio de la magia, expresado por el cuaternario.

Notas
1. El Zohar es, junto al Séfer Ietzirá, el libro central de la corriente cabalística.
2. La Vulgata es una traducción de la Biblia hebrea y griega al latín, realizada a finales del siglo IV.
IV ‫ ד‬D
El Tetragrámaton
GEBURÁ JESED
PORTA LIBRARUM
ELEMENTA

Hay dos fuerzas en la naturaleza que producen un equilibrio, y estas tres son
una sola ley. Este es el ternario resumido en la unidad, y al añadir la idea de
unidad a la del ternario, llegamos al cuaternario, el primer número cuadrado
perfecto, la fuente de todas las combinaciones numéricas y el principio de
todas las formas.

Afirmación, negación, discusión, solución, estas son las cuatro operaciones


filosóficas de la mente humana. La discusión reconcilia la negación con la
afirmación, haciéndolas necesarias la una a la otra. Así es como el ternario
filosófico, que surge de la dualidad antagónica, se completa con el
cuaternario, la base cuadrada de toda verdad. En Dios, según el dogma
consagrado, hay tres personas, y estas tres personas son un solo Dios. El tres
y el uno dan la idea del cuatro, porque la unidad es necesaria para explicar el
tres. Así que casi todas las lenguas el nombre de Dios es de cuatro letras, y en
hebreo estas cuatro letras son sólo tres, porque hay una que se repite dos
veces: la que expresa el Verbo y la creación del Verbo.

Dos afirmaciones hacen posibles o necesarias dos negaciones


correspondientes. La existencia del ser es afirmada, la de la nada es
denegada. La afirmación, como Verbo, produce la afirmación como
realización o encarnación del Verbo, y cada una de estas afirmaciones
corresponde a la negación de su opuesto.

Así, según los cabalistas, el nombre del diablo, o del mal, se compone de las
letras invertidas del mismo nombre de Dios, o del bien.

Este mal es el reflejo perdido o el espejismo imperfecto de la luz en las


sombras.
Pero todo lo que existe, ya sea bueno o malo, ya sea en la luz o en la sombra,
existe y es revelado por el cuaternario.

La afirmación de la unidad presupone el número cuatro, si esta afirmación no


gira en la unidad misma como en un círculo vicioso. Por lo tanto, el ternario,
como ya hemos observado, se explica por la dualidad, y se reafirma por el
cuaternario, que es la unidad cuadrada de los números pares y la base
cuadrangular del cubo, una unidad de construcción, solidez y medida.

El tetragrama cabalístico JODHEVA expresa Dios en la humanidad y la


humanidad en Dios.

Los cuatro puntos cardinales astronómicos son, en relación con nosotros, el sí


y el no de la luz: este y oeste; y el sí y el no del calor: sur y norte.

Lo que está en la naturaleza visible revela, como ya sabemos por el singular


dogma de la Cábala, lo que está en el reino invisible de la naturaleza, las
causas secundarias son proporcionales y análogas a las manifestaciones de la
primeras causas.

Por lo tanto, esta primera causa siempre ha sido revelada por la cruz; la cruz,
esa unidad compuesta de dos, que se dividen entre sí para formar cuatro; la
cruz, esa llave de los misterios de la India y Egipto, la Tau de los patriarcas,
el signo divino de Osiris, el Stauros de los gnósticos, la piedra angular del
templo, el símbolo de la masonería oculta; la cruz, el punto central donde se
encuentran los ángulos rectos de dos triángulos infinitos; la cruz, que en la
lengua francesa parece ser la primera raíz y el sustantivo fundamental del
verbo creer y del verbo crecer, uniendo así las ideas de la ciencia, la religión
y el progreso.

El gran agente mágico es revelado por cuatro tipos de fenómenos, y ha sido


sometido al ensayo y error de las ciencias seculares bajo cuatro nombres:
calórico, luz, electricidad, magnetismo.

También se le han dado los nombres de tetragrámaton, inri, azoth, éter, od,
fluido magnético, alma de la tierra, serpiente, lucifer, etc.

El gran agente mágico es la cuarta emanación del principio de la vida, de la


cual el sol es la tercera forma (ver los iniciados de la escuela alejandrina y el
dogma de Hermes Trismegisto).

De modo que el ojo del mundo (como lo llamaban los antiguos) es el


espejismo del reflejo de Dios, y el alma de la tierra es una mirada permanente
del sol que la tierra concibe y guarda por impregnación.

La Luna contribuye a esta impregnación de la tierra empujando hacia ella una


imagen solar durante la noche, por lo que Hermes tenía razón al decir,
hablando del gran agente: El Sol es su padre, la Luna es su madre. Luego
añade: El viento lo llevó en su seno, porque la atmósfera es el recipiente y
como el crisol de los rayos del sol, por medio del cual se forma esta imagen
viviente del sol, que penetra en toda la tierra, la vigoriza, la hace fértil y
determina todo lo que sucede en su superficie por sus continuas emanaciones
y corrientes, análogas a las del propio Sol.

Este agente solar está vivo por dos fuerzas opuestas: una fuerza de atracción
y una fuerza de proyección, lo que hace que Hermes diga que siempre sube y
baja.

La fuerza de atracción está siempre fijada en el centro de los cuerpos, y la


fuerza de proyección en sus contornos o en su superficie.

Es por esta doble fuerza que todo se crea y todo permanece.

Su movimiento es un enrollamiento y desenrollamiento sucesivo e inacabado,


o más bien simultáneo y perpetuo, por espirales de movimientos opuestos que
nunca se encuentran.

Es el mismo movimiento que el del Sol, que atrae y repele todas las estrellas
de su sistema al mismo tiempo.

Conocer el movimiento de este Sol terrestre, para poder aprovechar sus


corrientes y dirigirlas, es haber realizado la gran obra, y es ser dueño del
mundo.

Armado con tal fuerza, puedes ser adorado, el hombre común creerá que eres
Dios.
El secreto absoluto de esta guía ha sido poseído por unos pocos hombres, y
todavía puede ser encontrado. Es el gran arcano mágico que depende de un
axioma incomunicable y un instrumento que es el gran y único atanor de los
cosméticos del más alto rango.

El axioma incomunicable está encerrado cabalísticamente en las cuatro letras


del tetragrama dispuesto de esta manera:

Los cuatro grandes nombres cabalísticos

En las letras de las palabras AZOTH e INRI, escritas cabalísticamente, y en


el monograma de Cristo, tal como estaba bordado en el lábaro,1 y que el
cabalista Postel interpreta como la palabra ROTA, de ahí los adeptos
formaron el taro o Tarot, repitiendo dos veces la primera letra, para indicar el
círculo y dejar claro el movimiento circular.

Toda la ciencia mágica consiste en el conocimiento de este secreto. Verlo y


atreverse a usarlo es la omnipotencia humana; pero revelarlo a un lego es
perderlo; revelarlo incluso a un discípulo es abdicar en favor de ese discípulo,
quien desde ese momento tiene el derecho de vida y muerte sobre su iniciador
(hablo desde el punto de vista mágico), y ciertamente lo matará, por temor a
morir él mismo. (Esto no tiene nada en común con los actos calificados de
asesinato en la legislación penal, la filosofía práctica, que sirve de base y
punto de partida para nuestras leyes, no admite los hechizos ni las influencias
ocultas). Aquí entramos en extrañas revelaciones, y esperamos la
incredulidad y el encogimiento de los hombros de todos los incrédulos y los
fanáticos, pues la religión de los seguidores de Voltaire también tiene sus
fanáticos, con todo respeto a las grandes sombras que ahora deben
enfurruñarse lamentablemente en las bóvedas del Panteón, mientras que el
catolicismo, todavía fuerte en sus prácticas y prestigio, canta el oficio de
difuntos sobre sus cabezas.

La palabra perfecta, la que es adecuada al pensamiento que expresa, siempre


contiene o supone virtualmente un cuaternario: la idea y sus tres formas
necesarias y correlativas, y luego también la imagen de la cosa expresada con
los tres términos del juicio que la califica. Cuando digo: El ser existe,
implícitamente afirmo que la nada no existe.

Una altura, un ancho que la altura divide geométricamente en dos, y una


profundidad separada de la altura por la intersección del ancho, esta es la
cuaterna natural compuesta de dos líneas de intersección. También hay en la
naturaleza cuatro movimientos producidos por dos fuerzas que se apoyan
mutuamente por su tendencia en direcciones opuestas. Ahora bien, la ley que
rige los cuerpos es analógica y proporcional a la que rige los espíritus, y la
que rige los espíritus es la manifestación misma del secreto de Dios, es decir,
del misterio de la creación.

Supongamos un reloj con dos resortes paralelos, con un engranaje que los
hace funcionar en direcciones opuestas, de modo que uno, al desenrollarse,
enrolla al otro: el reloj se dará cuerda a sí mismo de esa forma, y habréis
encontrado el movimiento perpetuo. Este engranaje debe ser de doble
propósito y de gran precisión. ¿Es imposible encontrarlo? No lo creemos.
Pero cuando el hombre lo haya descubierto, podrá entender por analogía
todos los secretos de la naturaleza, el progreso como resultado directo de la
resistencia.

El movimiento absoluto de la vida es, por lo tanto, el resultado perpetuo de


dos tendencias opuestas que nunca se oponen. Cuando una de las dos parece
ceder el paso a la otra, es un manantial que se levanta de nuevo, y se puede
esperar una reacción cuyo momento y carácter se puede predecir muy
fácilmente; así, en la época del mayor fervor del cristianismo, el reinado del
anticristo fue conocido y predicho.

Pero el anticristo preparará y determinará el nuevo evento y el triunfo


definitivo del Hombre-Dios. Esta es otra vez una conclusión rigurosa y
cabalística contenida en las premisas del Evangelio.

Así, la profecía cristiana contiene una revelación cuádruple: (1) la caída del
mundo antiguo y el triunfo del Evangelio en el Primer Advenimiento; (2) la
gran apostasía y la venida del anticristo; (3) la caída del anticristo y el retorno
a las ideas cristianas; (4) el triunfo definitivo del Evangelio, o Segundo
Advenimiento, conocido como el Juicio Final. Esta cuádruple profecía
contiene, como podemos ver, dos afirmaciones y dos negaciones, la idea de
dos ruinas o muertes universales y dos renacimientos; pues a cada idea que
aparece en el horizonte social podemos asignar sin temor a equivocarnos un
este y un oeste, un cenit y un nadir. Así, la cruz filosófica es la clave de la
profecía, y todas las puertas de la ciencia pueden abrirse con el cristal de
Ezequiel, cuyo centro es una estrella formada por el cruce de dos cruces.

¿No está la vida humana también formada por estas tres fases o
transformaciones sucesivas: nacimiento, vida, muerte, inmortalidad? Nótese
aquí que la inmortalidad del alma, necesaria como complemento del
cuaternario, se demuestra cabalísticamente por analogía, que es el único
dogma de la religión verdaderamente universal, así como es la clave de la
ciencia y la ley inviolable de la naturaleza.

La muerte, de hecho, no puede ser más un final absoluto que el nacimiento es


un verdadero comienzo. El nacimiento prueba la preexistencia del ser
humano, ya que nada proviene de la nada, y la muerte prueba la inmortalidad,
ya que el ser no puede dejar de ser más que la nada puede dejar de ser nada.
El ser y la nada son dos ideas absolutamente irreconciliables, con esta
diferencia, que la idea de la nada (una idea totalmente negativa) proviene de
la idea misma del ser, sin la cual la nada no puede ni siquiera ser entendida
como una negación absoluta, mientras que la idea del ser nunca puede ni
siquiera compararse a la de la nada, ni mucho menos. Decir que el mundo ha
salido de la nada es pronunciar un absurdo monstruoso. Todo lo que es
procede de lo que fue, por lo tanto nada de lo que es puede dejar de ser. La
sucesión de formas se produce por las alternancias de movimiento, son
fenómenos de la vida que se reemplazan entre sí sin destruirse. Todo cambia,
pero nada perece. El sol no está muerto cuando desaparece en el horizonte;
las formas, incluso las más móviles, son inmortales y subsisten siempre en la
permanencia de su razón de ser, que es la combinación de la luz con los
poderes agregados de las moléculas de la materia prima. Por lo tanto, se
conservan en el fluido astral, y pueden ser evocadas y reproducidas según la
voluntad del sabio, como veremos cuando tratemos la segunda visión y la
evocación de los recuerdos en la nigromancia y otras operaciones mágicas.

Volveremos al gran agente mágico en el cuarto capítulo del Ritual, donde


terminaremos de indicar los personajes del gran arcano y los medios para
recuperar este formidable poder.

Digamos aquí algunas palabras sobre los cuatro elementos mágicos y los
espíritus elementales.

Los elementos mágicos son: en la alquimia, la sal, el mercurio, el azufre y el


azoth; en la cábala, el macroprosopo, el microprosopo y las dos madres; en
los jeroglíficos, el hombre, el águila, el león y el toro; en la física antigua,
según términos e ideas vulgares, el aire, el agua, la tierra y el fuego.

En la ciencia mágica sabemos que el agua no es agua ordinaria; que el fuego


no es simplemente fuego, etc. Estas expresiones ocultan un significado más
elevado. La ciencia moderna ha descompuesto los cuatro elementos de los
antiguos y ha encontrado muchos de los llamados cuerpos simples. Lo que es
simple es la primitiva y propia sutileza; por lo tanto, sólo hay un elemento
material, y este elemento se manifiesta siempre por el cuaternario en sus
formas. Por lo tanto, mantendremos la distinción aprendida de las apariencias
elementales admitida por los antiguos, y reconoceremos el aire, el fuego, la
tierra y el agua por los cuatro elementos positivos y visibles de la magia.

Lo sutil y lo grueso, el solvente rápido y el lento, los instrumentos del calor y


el frío, forman en la física oculta los dos principios positivos y los dos
principios negativos del cuaternario, y deben ser representados así:

El aire y la tierra representan así el principio masculino, el fuego y el agua se


relacionan con el principio femenino, ya que la cruz filosófica de los
pantáculos es, como ya hemos dicho, un jeroglífico primitivo y elemental del
lingam de los gimnosofistas.

A estas cuatro formas elementales corresponden las siguientes cuatro ideas


filosóficas:

El espíritu

La materia

El movimiento

El reposo

Toda la ciencia, de hecho, está en la inteligencia de estas cuatro cosas, que la


alquimia redujo a tres:

Lo absoluto

Lo fijo

Lo volátil

Relacionadas por la cábala con la idea misma de Dios, que es la razón


absoluta, la necesidad y la libertad, una noción triple expresada en los libros
ocultos de los hebreos.

Bajo los nombres de Kéter, Jojmá y Biná en el mundo divino, Tiféret, Jesed y
Geburá en el mundo moral, y finalmente Yesod, Hod y Netsaj en el mundo
físico, que, junto con el mundo moral, está contenido en la idea de reino o
Maljut, explicaremos en el décimo capítulo de este libro esta teogonía, tan
racional como sublime.

Ahora los espíritus creados, siendo llamados a la emancipación por prueba, se


colocan desde el momento de su nacimiento entre estas cuatro fuerzas, las
dos positivas y las dos negativas, y se ponen en posición de afirmar o negar el
bien, de elegir la vida o la muerte. Encontrar el punto fijo, es decir, el centro
moral de la cruz, es el primer problema que se les da a resolver; su primera
conquista debe ser la de su propia libertad.
Comienzan, por lo tanto, siendo arrastrados uno al norte, el otro al sur, uno a
la derecha, el otro a la izquierda, y, mientras no sean libres, no pueden tener
el uso de la razón, ni pueden encarnarse de ninguna otra manera que no sea
en formas animales. Estos espíritus no emancipados, esclavos de los cuatro
elementos, son lo que los cabalistas llaman demonios elementales, y pueblan
los elementos que corresponden a su estado de servidumbre. Por lo tanto,
realmente existen silfos, ondinas, gnomos y salamandras, algunos vagando y
buscando encarnar, otros encarnados, y viviendo en la tierra. Estos son los
hombres viciosos e imperfectos.

Volveremos a este tema en el capítulo XV, que trata de los encantamientos y


los demonios.

Es también una tradición de la física oculta que ha llevado a los antiguos a


admitir la existencia de las cuatro edades del mundo; sólo que no se le dijo al
hombre vulgar que estas cuatro edades debían ser sucesivas, como las cuatro
estaciones del año, y renovarse como ellas. Por lo tanto, la edad de oro ha
pasado, pero también está por venir. Pero esto se refiere al espíritu de la
profecía, y hablaremos de ello en el capítulo IX, que trata sobre el iniciado y
el vidente.

Añadamos ahora la unidad al cuaternario y tendremos juntas y por separado


las ideas de la síntesis y el análisis divino, el dios de los iniciados y el dios de
los profanos. Aquí el dogma se hace popular y menos abstracto; interviene el
gran Hierofante.

Notas
1. El estándar adoptado por el emperador Constantino después de su conversión al cristianismo. Se
describe como una pica que lleva un estandarte de seda colgado de un travesaño, y coronado por una
corona de oro. Llevaba un monograma de las dos primeras letras (CHR) del nombre de Cristo en su
forma griega. Más tarde, se le dio el nombre a varias modificaciones de este estándar.
V‫ה‬E
El Pentagrama
GEBURÁ
ECCE

El pentagrama de Fausto

Hasta ahora hemos expuesto el dogma mágico en su forma más árida y


abstracta; aquí empiezan los encantamientos; aquí podemos proclamar
maravillas y revelar las cosas más escondidas.
El pentagrama expresa la dominación del espíritu sobre los elementos, y es
por este signo que los demonios del aire, los espíritus del fuego, los espectros
del agua y los fantasmas de la tierra están encadenados.

Armado con ese signo y debidamente dispuesto, podrás ver el infinito a


través de esa facultad que es como el ojo de tu alma, y serás servido por
legiones de ángeles y huestes de demonios.

Primero vamos a establecer algunos principios:

No hay un mundo invisible, pero hay muchos grados de perfección en los


órganos.

El cuerpo es la corteza áspera y perecedera del alma.

El alma puede percibir por sí misma, sin la intermediación de los órganos del
cuerpo, por medio de su sensibilidad y su naturaleza diáfana, tanto las cosas
espirituales como las corporales que existen en el universo.

Espiritual y corpóreo son palabras que expresan sólo los grados de tenuidad o
de densidad de la sustancia.

Lo facultad de la imaginación que tenemos, es sólo la propiedad inherente de


nuestra alma de percibir las imágenes y los reflejos contenidos en la luz
viviente, que es el gran agente magnético.

Estas imágenes y reflejos son revelaciones, cuando la ciencia interviene para


revelarnos el cuerpo o la luz. El hombre de genio se diferencia del soñador y
del loco sólo en que sus creaciones son análogas a la verdad, mientras que las
de los soñadores y los locos son reflejos perdidos e imágenes engañosas.

Así, para el sabio, imaginar es ver, como para el mago, hablar es crear.

Así se pueden ver los demonios, las almas, etc., real y verdaderamente por
medio de la imaginación; pero la imaginación del adepto es diáfana, mientras
que la del hombre común es opaca; la luz de la verdad pasa por una como una
espléndida ventana, pero se refracta en la otra como una masa vítrea llena de
escorias y cuerpos extraños.
Lo que más contribuye a los errores del vulgo y a las extravagancias de la
locura son los reflejos de las imaginaciones depravadas, unas sobre otras.

Pero el vidente sabe con certeza que las cosas que imagina son verdaderas, y
la experiencia siempre confirma sus visiones.

Decimos en el Ritual por qué medios se adquiere esta lucidez.

Es por medio de esta luz que los visionarios estáticos se ponen en


comunicación con todos los mundos, como le sucedió tan frecuentemente a
Emanuel Swedenborg, quien no estaba perfectamente lúcido, ya que no podía
discernir los reflejos de los rayos, y a menudo mezclaba fantasías con sus
sueños más admirables.

Decimos sueños porque el sueño es el resultado de un éxtasis natural y


periódico: el acto de dormir. Estar en éxtasis es dormir; el sonambulismo
magnético es una reproducción y dirección del éxtasis.

Los errores en el sonambulismo son causados por los reflejos del diáfano de
personas despiertas, y especialmente del magnetizador.

El sueño es la visión producida por la refracción de un rayo de verdad; el


sueño es la alucinación causada por un reflejo.

La tentación de San Antonio, con sus pesadillas y monstruos, representa la


confusión de los reflejos con los rayos directos. Mientras el alma luche, es
racional; cuando sucumbe a este tipo de intoxicación invasiva, está loca.

Desenredar el rayo directo y separarlo del reflejo, tal es el trabajo del


iniciado.

Ahora bien, digamos que el más alto grado de esta obra ha sido siempre
realizada por algunos de los hombres más selectos del mundo; que la
revelación por la intuición es así permanente, y que no hay ninguna barrera
infranqueable que separe a las almas, ya que no hay en la naturaleza ni
interrupción repentina ni muros abruptos que puedan separar a los espíritus.
Todo es transición y matices, y si suponemos la perfectibilidad, si no infinita,
al menos indefinida, de las facultades humanas, veremos que todo hombre
puede llegar a verlo todo, y por consiguiente a conocerlo todo, al menos en
un círculo que puede ampliar indefinidamente.

No hay vacío en la naturaleza, todo está poblado.

No hay muerte real en la naturaleza, todo está vivo.

“¿Ves esa estrella?” –le preguntó Napoleón al cardenal Fesch. “No, señor”.
“Bueno, yo sí la veo”. Y ciertamente la veía.

Por eso se acusa a los grandes hombres de ser supersticiosos. Porque han
visto lo que el hombre común no ve.

Los hombres de genio se diferencian de los simples videntes en su capacidad


de hacer sentir a otros hombres lo que ellos mismos ven y de hacerse creer
por entusiasmo y simpatía.

Son los médiums del Verbo Divino.

Ahora hablemos de cómo funciona la visión.

Todas las formas corresponden a ideas, y no hay idea que no tenga su propia
forma particular.

La luz primordial, vehículo de todas las ideas, es la madre de todas las formas
y las transmite de emanación en emanación, disminuida sólo o alterada por la
densidad del ambiente.

Las formas secundarias son reflejos que vuelven al foco de la luz emanada.

Las formas de los objetos, al ser una modificación de la luz, permanecen en la


luz donde el reflejo las devuelve. Así, la luz astral o el fluido terrestre que
llamamos el gran agente mágico, está saturada de imágenes o reflejos de todo
tipo que nuestra alma puede evocar y someter a su diáfano, como dicen los
cabalistas. Estas imágenes están siempre presentes para nosotros y sólo son
borradas por las huellas más fuertes de la realidad durante la vigilia, o por las
preocupaciones de nuestros pensamientos, que hacen que nuestra
imaginación no esté atenta al panorama en movimiento de la luz astral.
Cuando dormimos, este espectáculo se nos presenta, y así es como se
producen los sueños, incoherentes y vagos, a menos que alguna voluntad
dominante permanezca activa durante el sueño y, sin el conocimiento de
nuestra inteligencia, dé una dirección al sueño, que entonces se convierte en
ensueño.

El magnetismo animal no es otra cosa que un sueño artificial producido por la


unión, voluntaria o forzada, de dos almas, una de las cuales está despierta
mientras la otra duerme, es decir, una dirige a la otra en la elección de los
reflejos para convertir los sueños en visiones y conocer la verdad por medio
de imágenes.

Así, los sonámbulos no van realmente a los lugares donde el magnetizador


los envía; evocan las imágenes en la luz astral, y no pueden ver nada que no
exista en esa luz.

La luz astral tiene una acción directa sobre los nervios, que son los
conductores en la economía animal, y que la llevan al cerebro; por lo tanto,
en el estado de sonambulismo, se puede ver a través de los nervios, sin
necesidad ni siquiera de la luz radiante, siendo el fluido astral una luz latente,
en la misma forma que la física reconoce la existencia de un calórico latente.

El magnetismo de dos es sin duda un descubrimiento maravilloso; pero la


magnetización de una persona por sí misma, despertando su misma lucidez y
dirigiéndola, es la perfección del arte mágico. El secreto de esta gran obra ha
sido conocido y practicado por un gran número de iniciados, y especialmente
por el famoso Apolonio de Tiana, que dejó una teoría de ello, como veremos
en nuestro Ritual.

El secreto de la lucidez magnética y la dirección de los fenómenos del


magnetismo se deben a dos cosas: la armonía de las inteligencias y la perfecta
unión de las voluntades en una dirección posible determinada por la ciencia;
esto es por el magnetismo operado entre muchos. El magnetismo solitario
requiere los preparativos de los que hablamos en nuestro primer capítulo,
cuando enumeramos, y mostramos en toda su dificultad, las cualidades
requeridas para ser un verdadero adepto.

Aclararemos cada vez más este importante y fundamental punto en los


siguientes capítulos.
Este imperio de la voluntad sobre la luz astral, que es el alma física de los
cuatro elementos, está mágicamente representado por el Pentagrama, cuya
figura hemos colocado a la cabeza de este capítulo.

Los espíritus elementales se someten, pues, a este signo cuando se usa


inteligentemente, y es posible, colocándolo en el círculo o en la mesa de las
evocaciones, volverlos dóciles, lo que se llama en la magia, su
encarcelamiento.

Expliquemos esta maravilla en pocas palabras. Todos los espíritus creados se


comunican entre sí por medio de signos, y todos se adhieren a un cierto
número de verdades expresadas en ciertas formas determinadas.

La perfección de las formas aumenta por la liberación de los espíritus, y los


que no están agobiados por las cadenas de la materia reconocen por intuición,
en un momento, si un signo es la expresión de un poder real o de una
voluntad temeraria.

La inteligencia del sabio, por lo tanto, da valor a su pantáculo, así como su


ciencia da peso a su voluntad, y los espíritus entienden inmediatamente este
poder.

Así, por medio del pentagrama, podemos obligar a los espíritus a aparecer en
una visión, ya sea durante la vigilia o durante el sueño, trayendo ante nuestro
diáfano su reflejo, que existe en la luz astral, si han vivido, o un reflejo
análogo a su verbo espiritual, si no han vivido en la tierra. Esto explica todas
las visiones y muestra sobre todo por qué los muertos siempre se aparecen a
los videntes, ya sea como estaban en la tierra, o como están todavía en la
tumba, nunca como ellos subsisten en una existencia que escapa a las
percepciones de nuestro organismo actual.

Las mujeres embarazadas están más influenciadas que otros por la luz astral,
que contribuye a la formación de su hijo, y que les presenta constantemente
recuerdos de formas de las la luz astral está llena. Así es como mujeres muy
virtuosas engañan la malignidad de los observadores con parecidos
equívocos. A menudo imprimen en la obra de su matrimonio una imagen que
les impactó en un sueño, y así las mismas fisonomías se perpetúan de siglo en
siglo.
El uso cabalístico del pentagrama puede así determinar la figura de los niños
no nacidos, y una mujer iniciada podría dar a su hijo los rasgos de Nereo o
Aquiles, conocidos como los de Luis XIV o Napoleón. En nuestro Ritual
indicamos la forma de hacer esto.

El pentagrama es lo que se llama, en cábala, el Signo del Microcosmos, el


signo cuyo poder exalta Goethe en el bello monólogo de Fausto:

“¡Ah! Como todos mis sentidos se estremecen frente a esta visión!


Siento la joven y santa voluptuosidad de la vida burbujeando en mis
nervios y en mis venas. ¿Hubo un Dios que trazó este signo que alivia el
vértigo de mi alma, llena mi pobre corazón de alegría y, en un
misterioso impulso, revela a mi alrededor las fuerzas de la naturaleza?
¿Soy un Dios? Todo se me hace tan claro; veo en estos simples rasgos la
naturaleza activa que se revela a mi alma. Ahora por primera vez
reconozco la verdad de esta palabra del sabio: ¡El mundo de los espíritus
no está cerrado! Tu sentido es obtuso, tu corazón está muerto.
¡Levántate! Báñate, oh adepto de la ciencia, tu pecho, todavía envuelto
en un velo terrenal, en los esplendores del día del amanecer!” (Fausto,
parte 1, escena 1)

El 24 de julio de 1854 el autor de este libro, Eliphas Lévi, realizó en Londres,


la evocación por el pentagrama, después de haberse preparado para ello por
todas las ceremonias que se marcan en el Ritual. El éxito de esta experiencia,
cuyas razones y detalles damos en el capítulo XIII de esta sección (Dogma) y
en el capítulo que lleva el mismo número en la segunda sección (Ritual),
establece un nuevo hecho patológico que los hombres de verdadera ciencia
admitirán sin renuencia. El experimento repetido hasta tres veces dio
resultados verdaderamente extraordinarios, pero positivos y sin ninguna
mezcla de alucinaciones. Invitamos a los incrédulos a hacer una prueba
concienzuda y razonada antes de encogerse de hombros y sonreír.

La figura del pentagrama, perfeccionada según la ciencia, y usada por el autor


para este experimento, es la que se encuentra al principio de este capítulo, y
que no está tan completa en las clavículas de Salomón, ni en los calendarios
mágicos de Tycho-Brahe y de Duchenteau.

Observemos solamente que el uso del pentagrama es muy peligroso para los
operadores que no posean una inteligencia completa y perfecta. La dirección
de las puntas de la estrella no es arbitraria, y puede cambiar el carácter de
toda la operación, como explicaremos en el Ritual.

Paracelso, ese innovador de la magia que ha superado todos los otros


iniciados por los éxitos de realización obtenidos solo por él, afirma que todas
las figuras mágicas y todos los signos cabalísticos de los pentagramas a los
que obedecen los espíritus se reducen a dos, que son la síntesis de todos los
otros: el signo del macrocosmos o el sello de Salomón, del que ya hemos
dado la figura en el capítulo III, pero que reproducimos aquí nuevamente, y el
del microcosmos, aún más poderoso que el primero, es decir, el pentagrama,
del cual da, en su filosofía oculta, una descripción meticulosa.
El Sello de Salomón

Si preguntamos cómo una señal puede tener tanto poder sobre los espíritus,
nos preguntaremos a su vez por qué el mundo cristiano se inclina ante la
señal de la cruz. El signo no es nada por sí mismo y sólo tiene poder a través
del dogma del que es resumen y verbo. Ahora bien, un signo que resume en
su expresión todas las fuerzas ocultas de la naturaleza, un signo que siempre
ha manifestado a los espíritus elementales y otros espíritus un poder superior
a su naturaleza, naturalmente los llena de respeto y miedo y los obliga a
obedecer, por el imperio de la ciencia y la voluntad sobre la ignorancia y la
debilidad.
Es también por el pentagrama que medimos las proporciones exactas del gran
y único atanor necesario para la fabricación de la piedra filosofal y la
realización de la gran obra. El alambique más perfecto que puede elaborar su
quintaesencia se ajusta a esta figura, y la quintaesencia misma está
representada por el signo del pentagrama.
VI ‫ ו‬F
El Equilibrio Mágico
TIFÉRET
UNCUS

La inteligencia suprema es necesariamente razonable. Desde un punto de


vista filosófico, Dios puede ser sólo una hipótesis, pero es una hipótesis
impuesta por el sentido común a la razón humana. Personificar la razón
absoluta es determinar el ideal divino.

Necesidad, libertad y razón, este es el gran y supremo triángulo de los


cabalistas, que nombran a la razón Kéter, la necesidad Jojmá y la libertad
Biná, en su primer ternario divino.

Fatalidad, voluntad y poder, tal es el ternario mágico que en las cosas


humanas corresponde al triángulo divino.

La fatalidad es la secuencia inevitable de efectos y causas en un orden


determinado.

La voluntad es la facultad guía de las fuerzas inteligentes para reconciliar la


libertad de las personas con la necesidad de las cosas.

El poder es el uso sabio de la voluntad, que hace que la propia fatalidad sirva
para el cumplimiento de los deseos del sabio.

Cuando Moisés golpea la roca, no crea la fuente de agua, la revela al pueblo,


porque una ciencia oculta se la ha revelado por medio de la vara adivinatoria.

Este es el caso de todos los milagros de la magia: existe una ley, el hombre
común no la conoce, el iniciado la utiliza.

Las leyes ocultas son a menudo diametralmente opuestas a las ideas


comunes. Así, por ejemplo, el hombre común cree en la simpatía de los
semejantes y en la guerra de los contrarios; es la ley opuesta la que es
verdadera.

Antes se decía: la naturaleza odia el vacío; habría que decir: la naturaleza está
enamorada del vacío; si el vacío no fuera, en la física, la más absurda de las
ficciones.

La mentalidad vulgar normalmente toma, en todas las cosas, la sombra por la


realidad. Le da la espalda a la luz y apunta a la oscuridad que ella misma
proyecta.

Las fuerzas de la naturaleza están a disposición de aquellos que saben cómo


resistirlas. ¿Tienes suficiente control de ti mismo para no emborracharte
nunca? En tal caso tienes el terrible y fatal poder de la intoxicación. Si
quieres intoxicar a otros, haz que quieran beber, pero no bebas tú mismo.

El que es el amo de sus sentimientos, podrá disponer del amor de los demás.
Si quieres poseer, no te entregues.

El mundo está magnetizado por la luz del sol, y nosotros estamos


magnetizados por la luz astral del mundo. Lo que sucede en el cuerpo del
planeta se repite en nosotros. Hay tres mundos análogos y jerárquicos dentro
de nosotros, como en toda la naturaleza.

El hombre es el microcosmos o el mundo pequeño, y según la doctrina de las


analogías, todo lo que está en el mundo grande se reproduce en el pequeño.
Por lo tanto, hay en nosotros tres centros de atracción y proyección fluida: el
cerebro, el corazón o la región epigástrica y el órgano genital. Cada uno de
estos órganos es único y doble, es decir, encontramos la idea del ternario.
Cada uno de estos órganos atrae por un lado y repele por el otro. Es por
medio de estos órganos que nos ponemos en comunicación con el fluido
universal, transmitido dentro de nosotros por el sistema nervioso. También
son estos tres centros los que son la sede de la triple operación magnética,
como explicaremos en otra parte.

Cuando el mago ha alcanzado la lucidez, ya sea por la mediación de una


pitonisa o por sus propios esfuerzos, comunica y dirige a voluntad las
vibraciones magnéticas a través de la masa de la luz astral, cuyas corrientes
adivina con la ayuda de la varita mágica, que es una varita adivinatoria
perfeccionada. Por medio de estas vibraciones influye en el sistema nervioso
de las personas sometidas a su acción, precipita o suspende las corrientes de
la vida, calma o atormenta, cura o enferma, finalmente mata o resucita. Pero
aquí nos detenemos ante la sonrisa de los incrédulos. Dejémoslos
complacerse en el triunfo fácil de negar lo que no conocen.

Más adelante demostraremos que la muerte siempre va precedida de un sueño


letárgico y que sólo es gradual; que la resurrección en algunos casos es
posible, que el letargo es una muerte real pero incompleta, y que muchos
muertos mueren después del entierro. Pero no se trata de eso en este capítulo.
Decimos, por lo tanto, que una voluntad lúcida puede actuar sobre la masa de
luz astral, y con la ayuda de otras voluntades, que absorbe y arrastra, puede
encauzar grandes e irresistibles corrientes. Digamos también que la luz astral
se condensa o se enrarece, dependiendo de si las corrientes la acumulan más
o menos en ciertos centros. Cuando no tiene suficiente energía para sostener
la vida, se producen enfermedades de descomposición repentinas, que son la
causa de la desesperación en la medicina. El cólera morbo, por ejemplo, no
tiene otra causa, y las cantidades de gérmenes observadas o supuestos por
algunos científicos pueden ser el efecto más que la causa. Por consiguiente, el
cólera debería tratarse por insuflación si, en tal tratamiento, el operador no se
expusiera a un intercambio demasiado formidable para sí mismo.

Todo esfuerzo inteligente de la voluntad es una proyección de fluido o luz


humana, y aquí es importante distinguir la luz humana de la luz astral, y el
magnetismo animal del magnetismo universal.

Al usar la palabra fluido estamos usando una expresión recibida, y estamos


tratando de hacernos entender de esta manera; pero estamos lejos de
pretender que la luz latente es un fluido. Al contrario, todo nos llevaría a
preferir, en la explicación de este ser fenomenal, el sistema de vibraciones.
Sea como fuere, esta luz, siendo el instrumento de la vida, se adhiere
naturalmente a todos los centros vivientes; se adhiere al núcleo de los
planetas como al corazón del hombre (y por corazón entendemos, en magia,
el gran simpático), pero se identifica con la vida del ser que anima, y es por
esta propiedad de asimilación simpática que se comparte sin confusión. Por
lo tanto, es terrenal en sus relaciones con el globo de la tierra, y
exclusivamente humana en sus relaciones con los hombres.

Por esta razón, la electricidad, el calor, la luz y el magnetismo producidos por


medios físicos ordinarios no producen, sino que tienden, por el contrario, a
neutralizar los efectos del magnetismo animal. La luz astral, que está
subordinada a un mecanismo ciego y procede de centros arbitrarios y
autónomos, es luz muerta y opera matemáticamente según los impulsos dados
o según leyes fatales; la luz humana, por el contrario, es fatal sólo en el
ignorante que hace intentos aleatorios; en el vidente, está subordinada a la
inteligencia, sujeta a la imaginación y dependiente de la voluntad.

Es esta luz la que, proyectada incesantemente por nuestra voluntad, forma lo


que Swedenborg llama atmósferas personales. El cuerpo absorbe lo que le
rodea e irradia sin cesar proyectando sus miasmas y moléculas invisibles; lo
mismo ocurre con el espíritu, de modo que este fenómeno, llamado por
algunos místicos la respiración de la luz, tiene realmente la influencia que le
atribuimos, ya sea física o moral. Es verdaderamente contagioso respirar el
mismo aire que los enfermos, y encontrarse en el círculo de atracción y
expansión de los malvados.

Cuando la atmósfera magnética de dos personas está tan equilibrada que la


atracción de una aspira la expansión de la otra, se produce una atracción que
se llama simpatía; entonces la imaginación, evocando en sí misma todos los
rayos o todas las reflexiones análogas a sus experiencias, se convierte en un
poema de deseos que impulsan la voluntad, y, si las personas son de sexo
diferente, se produce en ellas, o más a menudo en la más débil de las dos, una
completa embriaguez con la luz astral, que se llama pasión propiamente dicha
o amor.

El amor es uno de los grandes instrumentos del poder mágico; pero está
estrictamente prohibido para el mago, al menos como intoxicación o como
pasión. ¡Ay del Sansón de la cábala, si se deja dormir por Dalila! El Hércules
de la ciencia que cambia su cetro real por el huso de Onfalia pronto sentirá la
venganza de Deyanira, y sólo le quedará la pira del monte Oeta para escapar
del devorador abrazo de la túnica de Neso. El amor sexual es siempre una
ilusión, ya que es el resultado de un espejismo imaginario. La Luz Astral es
el seductor universal representado por la serpiente del Génesis. Este agente
sutil, siempre activo, siempre exuberante de savia, siempre floreciente de
sueños seductores y de imágenes dulces; esta fuerza cegada por sí misma y
subordinada a todas las voluntades, ya sea para el bien o para el mal; esta
circulación siempre renacida de una vida indómita que marea al imprudente;
este espíritu corporal, este cuerpo ígneo, este éter impalpable presente en
todas partes; esta inmensa seducción de la naturaleza, ¿cómo definirla
enteramente y cómo calificar su acción? Indiferente en cierto modo por sí
misma, se presta tanto para el bien como para el mal; lleva la luz y esparce
las tinieblas; también puede llamarse Lucifer o Lucífugo. Es una serpiente,
pero también es una aureola; es un fuego, pero puede pertenecer tanto a los
tormentos del infierno como a las ofrendas de incienso prometidas al cielo.
Para agarrarla, uno debe, como la mujer predestinada, pisar su cabeza con el
pie.

La correspondencia de la mujer cabalística en el mundo elemental es el agua,


y lo que corresponde a la serpiente es el fuego. Para domar la serpiente, es
decir, para dominar el círculo de la luz astral, es necesario poder liberarse de
sus corrientes, es decir, aislarse. Por eso Apolonio de Tiana se envolvía
enteramente con un manto de lana fina sobre el cual posaba sus pies,
envolviendo también su cabeza con el mismo; luego curvaba su espalda y
cerraba sus ojos, después de haber realizado ciertos ritos, posiblemente pases
magnéticos y palabras sacramentales destinadas a fijar la imaginación y a
determinar la acción de la voluntad. El manto de lana es de gran utilidad en la
magia, y es el vehículo ordinario de los hechiceros que van al Sabbat, lo que
prueba que los hechiceros no iban realmente al Sabbat, sino que el Sabbat
venía a encontrar a los hechiceros aislados en su manto y les llevaba a su
translúcido las imágenes analógicas de sus preocupaciones mágicas,
mezcladas con los reflejos de todos los actos de la misma clase que habían
sido realizados antes de ellos en el mundo.

Este torrente de vida universal también está representado en los dogmas


religiosos por el fuego expiatorio del infierno. Es el instrumento de la
iniciación, es el monstruo que hay que domar, es el enemigo que hay que
vencer; es él quien envía tantas larvas y fantasmas a nuestras evocaciones y a
los conjuros de la magia goética; en él se conservan todas las formas, cuyo
ensamblaje fantástico y fortuito puebla nuestras pesadillas con tales
monstruos abominables. Dejarse llevar a la deriva por este río arremolinado
es caer en el abismo de la locura, más espantoso que el de la muerte;
ahuyentar las sombras de este caos y hacer que dé formas perfectas a nuestros
pensamientos, es ser un hombre de genio, es crear, ¡es haber triunfado sobre
el infierno!

La luz astral dirige los instintos de los animales y da batalla a la inteligencia


del hombre, que tiende a pervertir, por la atracción de sus reflejos y la
falsedad de sus imágenes, una acción fatal y necesaria que es dirigida y hecha
aún más desastrosa por los espíritus elementales y las almas en pena, cuyas
inquietas voluntades se aprovecharán de nuestras simpatías y debilidades, y
nos tentarán, menos para perdernos que para conquistar nuevos amigos.

El libro de las conciencias, que según la doctrina cristiana se abrirá en el


último día, durante el juicio final, no es otra cosa que la luz astral en la que se
conservan las impresiones de todos los verbos, es decir, de todas las acciones
y formas. Nuestras acciones modifican nuestra respiración magnética de tal
manera que un vidente puede determinar, al acercarse a una persona por
primera vez, si esa persona es inocente o culpable, y cuáles son sus virtudes o
crímenes. Esta facultad, que pertenece a la adivinación, fue llamada por los
místicos cristianos de la Iglesia primitiva el discernimiento de los espíritus.

Los que renuncian al imperio de la razón y que gustan de desviar su voluntad


en pos de los reflejos de la luz astral, están sujetos a alternativas de furia y
tristeza que les han llevado a imaginar todas las maravillas de la posesión del
demonio; es verdad que, por medio de estos reflejos, los espíritus impuros
pueden actuar sobre tales almas, convertirlas en instrumentos dóciles, e
incluso atormentar su cuerpo físico, en el cual llegan a residir por obsesión o
en forma embrionaria. Estas palabras cabalísticas se explican en el libro
hebreo de la Revolución de las Almas, del cual nuestro capítulo XIII
contendrá un análisis sucinto.

Por lo tanto, es extremadamente peligroso jugar con los misterios de la


magia; es sobre todo soberanamente imprudente practicar sus ritos por
curiosidad, en forma experimental, como para tentar a los poderes superiores.
Los curiosos que, sin ser adeptos, se mezclan con las evocaciones o el
magnetismo oculto, se asemejan a los niños que juegan con fuego cerca de un
barril de pólvora fulminante; tarde o temprano serán víctimas de alguna
terrible explosión.
Para aislarse de la luz astral no basta con rodearse de un manto de lana; es
necesario también y sobre todo, haber impuesto a la mente y al corazón una
tranquilidad absoluta, haber abandonado el reino de las pasiones y haberse
asegurado la perseverancia en los actos espontáneos de una voluntad
inflexible. También es necesario repetir a menudo los actos de nuestra
voluntad, pues, como veremos en la introducción del Ritual, la voluntad se
asegura sólo con actos, así como las religiones tienen imperio y duración sólo
con sus ceremonias y ritos.

Hay sustancias intoxicantes que, al exaltar la sensibilidad nerviosa, aumentan


el poder de las representaciones y, por consiguiente, de la seducción astral;
por el mismo medio, pero en sentido contrario, se puede asustar y perturbar a
los espíritus. Estas sustancias, magnéticas por sí mismas y magnetizadas de
nuevo por los practicantes, son lo que se llaman filtros o pociones
encantadas. Pero no discutiremos esta peligrosa aplicación de la magia, que el
mismo Cornelius Agrippa llama magia venenosa. Es cierto que ya no hay
piras para los hechiceros, pero todavía hay, y más que nunca, castigos para
los criminales. Limitémonos, pues, a constatar, en esta ocasión, la realidad de
este poder.

Para dirigir la luz astral, también debemos comprender su doble vibración y


conocer el equilibrio de fuerzas, que se llama el equilibrio mágico, y que se
expresa, en la cábala, por el senario.

Este equilibrio, considerado en su primera causa, es la voluntad de Dios; en el


hombre, es la libertad; en la materia, es el equilibrio matemático.

El equilibrio produce estabilidad y duración.

La libertad da nacimiento a la inmortalidad del hombre, y la voluntad de Dios


implementa las leyes de la razón eterna. El equilibrio en las ideas es la
sabiduría, en las fuerzas es el poder. El equilibrio es exacto; cumple su ley, y
lo disfrutarás; viólala, aunque sea ligeramente, y se destruirá.

Por eso nada es inútil o es descartado. Cada palabra y cada movimiento está a
favor o en contra del equilibrio, a favor o en contra de la verdad; porque el
equilibrio representa la verdad, que consiste en los pros y los contras que se
reconcilian, o al menos se equilibran juntos.
En la introducción al Ritual indicamos cómo debe ocurrir el equilibrio
mágico y por qué es necesario para el éxito de todas las operaciones.

La omnipotencia es la libertad más absoluta. La libertad absoluta no puede


existir sin un equilibrio perfecto. El equilibrio mágico es, por lo tanto, una de
las condiciones primarias para el éxito en las operaciones de la ciencia, y
debe ser buscado incluso en la química oculta, aprendiendo a combinar los
opuestos sin neutralizarlos uno por uno.

Es a través del equilibrio mágico que se explica el gran y antiguo misterio de


la existencia y la necesidad relativa del mal.

Esta necesidad relativa da, en la magia negra, la medida del poder de los
demonios o de los espíritus impuros, a los que las virtudes practicadas en la
tierra enfurecen aún más, y aparentemente también les dan más fuerza.

En momentos en que los santos y los ángeles realizan abiertamente milagros,


los hechiceros y los demonios a su vez realizan maravillas y prodigios.

Es la rivalidad la que a menudo conduce al éxito; uno siempre se apoya en lo


que se resiste.
VII ‫ ז‬G
La Espada Flamígera
NETSAJ
GLADIUS

El septenario es el número sagrado en todas las teogonías y en todos los


símbolos, porque está compuesto por el ternario y el cuaternario.

El número siete representa el poder mágico en toda su fuerza; es el espíritu


asistido por todos los poderes elementales; es el alma servida por la
naturaleza, es el sanctum regnum del que se habla en las Clavículas de
Salomón, y que está representado en el Tarot por un guerrero coronado que
lleva un triángulo en su coraza, y que está de pie sobre un cubo, al que están
unidas dos esfinges, una blanca y otra negra, que tiran en direcciones
opuestas y apartan la cabeza mirándose.

Este guerrero está armado con una espada de fuego, y tiene en la otra mano
un cetro, rematado por un triángulo y una bola.
El cubo es la piedra filosofal, las esfinges son las dos fuerzas del Gran
Agente, correspondientes a Jachin y Boaz, que son las dos columnas del
templo; la coraza es la ciencia de las cosas divinas que hace al sabio
invulnerable a los ataques humanos; el cetro es la varita mágica; la espada
flamígera es el signo de la victoria sobre los vicios, que son siete en número,
como las virtudes; las ideas de estas virtudes y vicios fueron representadas
por los antiguos bajo los símbolos de los siete planetas conocidos en esa
época.

Así, la fe, esa aspiración al infinito, esa noble confianza en uno mismo,
sostenida por la creencia en todas las virtudes, la fe, que en las naturalezas
débiles puede degenerar en orgullo, fue representada por el Sol; la esperanza,
enemiga de la codicia, por la Luna; la caridad, opuesta a la lujuria, por Venus,
la brillante estrella de la mañana y de la tarde; la fuerza, superior a la ira, por
Marte; la prudencia, opuesta a la pereza, por Mercurio; la templanza, opuesta
a la glotonería, por Saturno, a quien se le da una piedra para comer en lugar
de sus hijos; y la justicia, finalmente, opuesta a la envidia, por Júpiter,
vencedor de los Titanes. Estos son los símbolos que la astrología toma
prestados del culto helénico. En la cábala de los hebreos, el Sol representa al
ángel de la luz; la Luna, al ángel de las aspiraciones y de los miedos; Marte,
el ángel exterminador; Venus, el ángel del amor; Mercurio, el ángel
civilizador; Júpiter, el ángel del poder; Saturno, el ángel de la soledad.
También se llaman Miguel, Gabriel, Samahel, Anael, Rafael, Zachariel y
Orifiel.

Estos poderes dominantes del alma comparten la vida humana por períodos,
que los astrólogos midieron en las revoluciones de los planetas
correspondientes.

Pero la astrología cabalística no debe confundirse con la judía. Explicaremos


esta distinción. La infancia está dedicada al Sol, la adolescencia a la Luna, la
juventud a Marte y Venus, la virilidad a Mercurio, la edad media a Júpiter y
la vejez a Saturno. Sin embargo, la humanidad entera vive bajo leyes de
desarrollo análogas a las de la vida individual. Sobre esta base Trithemius
establece su clavícula profética de los siete espíritus, de la que hablaremos en
otra parte, y mediante la cual es posible, siguiendo las proporciones análogas
de los sucesivos acontecimientos, predecir con certeza los grandes
acontecimientos del futuro, y fijar de antemano, de período en período, los
destinos de los pueblos y del mundo.

San Juan, depositario de la doctrina secreta de Cristo, registró esta doctrina en


el libro cabalístico del Apocalipsis, que él representa cerrado con siete sellos.
Se incluyen los siete genios de la mitología antigua, junto con las copas y
espadas del Tarot. El dogma que se esconde bajo estos emblemas es pura
cábala, ya perdida por los fariseos en la época de la venida del Salvador; las
pinturas que se suceden en esta maravillosa epopeya profética, son otros
tantos pentagramas, cuyo ternario, cuaternario, septenario y duodenario son
las llaves. Las figuras jeroglíficas son análogas a las del Libro de Hermes o
del Génesis de Enoc, para servirnos del título aleatorio que sólo expresa la
opinión personal del erudito Guillaume Postel.

El querubín o toro simbólico que Moisés coloca en la puerta del jardín del
edén, sosteniendo una espada flamígera en su mano, es una esfinge con
cuerpo de toro y cabeza humana; es la antigua esfinge asiria, cuya batalla y la
victoria de Mitras fue el análisis jeroglífico. Esta esfinge armada representa la
ley del misterio que vigila la puerta de la iniciación para mantener a los
profanos alejados de ella. Voltaire, que no sabía nada al respecto, se rió
mucho cuando vio un buey con una espada. ¿Qué habría dicho si hubiera
visitado las ruinas de Menfis y Tebas, y como habría respondido a sus
livianos sarcasmos, tan apreciados en Francia, este eco de siglos pasados que
duerme en las tumbas de Psametik y Ramsés?

El querubín de Moisés también representa el gran misterio mágico, del cual el


septenario expresa todos los elementos, sin dar sin embargo la última palabra.
Este verbum inenarrabile (verbo indescriptible) de los sabios de la escuela
alejandrina, esta palabra que los cabalistas hebreos escriben ‫יהוה‬, y traducen
como , expresando así la triplicidad del principio secundario, el
dualismo de los medios y la unidad tanto del primer principio como del fin, y
también la alianza del ternario con el cuaternario en una palabra compuesta
de cuatro letras, que forman siete por medio de una triple y doble repetición;
esta palabra se pronuncia Ararita.

La virtud del septenario es absoluta en la magia, pues el número es decisivo


en todas las cosas; por eso todas las religiones lo han consagrado en sus ritos.
El séptimo año entre los judíos era un año de jubileo; el séptimo día se dedica
al descanso y a la oración; hay siete sacramentos, etc.

Los siete colores del prisma, las siete notas de la música, también
corresponden a los siete planetas de los antiguos, es decir, a las siete cuerdas
de la lira humana. El cielo espiritual nunca ha cambiado, y la astrología ha
permanecido más invencible que la astronomía. Los siete planetas, de hecho,
no son más que símbolos jeroglíficos en el teclado de nuestros afectos. Hacer
talismanes del Sol, de la Luna o de Saturno es adjuntar magnéticamente la
propia voluntad a signos que corresponden a los principales poderes del alma;
consagrar algo a Venus o a Mercurio es magnetizarlo con una intención
directa, ya sea de placer, de ciencia o de lucro. Metales, animales, plantas y
perfumes similares son nuestros auxiliares. Los siete animales mágicos son:
(a) entre las aves, correspondientes al mundo divino, el cisne, el búho, el
buitre, la paloma, la cigüeña, el águila y la abubilla; (b) entre los peces
correspondientes al mundo espiritual o científico, la foca, el bagre, el lucio, el
mújol, el coto, el delfín y la sepia o jibia; (c) entre los cuadrúpedos
correspondientes al mundo natural, el león, el gato, el lobo, la cabra, el mono,
el ciervo y el topo. La sangre, la grasa, el hígado y la hiel de estos animales
se utilizan para los encantamientos; sus cerebros se combinan con los
perfumes de los planetas, y se reconoce por la práctica de los antiguos que
poseen virtudes magnéticas que corresponden a las siete influencias
plateadas.

Los talismanes de los siete espíritus están hechos, ya sea sobre piedras
preciosas, como el cabunclo, el cristal, el diamante, la esmeralda, el ágata, el
zafiro y el ónix; o sobre metales, como el hierro, la plata, el hierro, el cobre,
el mercurio fijado, el estaño y el plomo. Los signos cabalísticos de los siete
espíritus son: para el Sol, una serpiente con cabeza de león; para la Luna, un
globo cortado por dos medias lunas; para Marte, un dragón que muerde la
empuñadura de una espada; para Venus, un lingam; para Mercurio, el
caduceo hermético y la cabeza de perro; para Júpiter, el pentagrama que
flamea en los invernaderos o en el pico de un águila; para Saturno, un viejo
cojo o una serpiente entrelazada alrededor de la piedra helíaca. Todos estos
signos se encuentran en las piedras grabadas de los antiguos, especialmente
en los talismanes de los períodos gnósticos conocidos como Abraxas. En la
colección de los talismanes de Paracelso, Júpiter está representado por un
sacerdote en vestidura eclesiástica, y en el Tarot está representado por una
gran hierofante coronado con una triple tiara, que sostiene una cruz de tres
pisos en sus manos, formando el triángulo mágico y representando tanto el
cetro como la llave de los tres mundos.

Si juntamos todo lo que hemos dicho sobre la unidad del ternario y el


cuaternario, tendremos todo lo que falta por decir sobre el septenario, esa
gran y completa unidad mágica, compuesta de cuatro y tres.1

Notas
1. Lean, para las plantas y colores del septenario usado con fines magnéticos, el trabajo erudito del
Sr. Ragon sobre la Masonería Oculta.
VIII ‫ ח‬H
La Realización
HOD
VIVENS

Las causas son reveladas por los efectos, y los efectos son proporcionales a
las causas. El verbo divino, la única palabra, el tetragrámaton, fue afirmado
por la creación cuaternaria. La fecundidad humana prueba la fecundidad
divina; el Yod del nombre divino es la virilidad eterna del primer principio. El
hombre entendió que fue hecho a imagen de Dios cuando comprendió a Dios
ampliando su idea de sí mismo hasta el infinito.

Entendiendo a Dios como el hombre infinito, el hombre se dijo a sí mismo:


Yo soy el Dios finito.

La magia se diferencia de la mística en que sólo juzga a priori después de


haber establecido a posteriori la base misma de sus juicios, es decir, después
de haber comprendido la causa por los efectos contenidos en la energía de la
causa misma, por medio de la ley universal de analogía; también en las
ciencias ocultas todo es real, y las teorías se establecen sólo sobre la base de
la experiencia. Son las realidades las que constituyen las proporciones del
ideal, y el mago admite como cierto en el campo de las ideas, sólo lo que se
demuestra en la realización. En otras palabras, lo que es cierto en la causa se
realiza en el efecto. Lo que no se hace realidad no existe.

La realización de la palabra es el verbo propiamente dicho. Un pensamiento


se realiza convirtiéndose en habla; se realiza por signos, por sonidos y por las
figuras de los signos, este es el primer grado de realización. Luego se
imprime en la luz astral por medio de los signos de la escritura o del habla;
influye en otros espíritus al reflejarse en ellos; se refracta al pasar a través del
diáfano de otros hombres, asumiendo allí nuevas formas y proporciones, y
luego se traduce en la acción y modifica la sociedad y el mundo, este es el
último grado de realización. Los hombres que nacen en un mundo
modificado por una idea traen consigo la huella de la misma, y así es como el
verbo se convierte en carne. La huella de la desobediencia de Adán,
preservada en la luz astral, sólo pudo ser borrada por la huella más fuerte de
la obediencia del Salvador, y por lo tanto el pecado original y la redención
pueden ser explicados en un sentido natural y mágico.

La luz astral o alma del mundo fue el instrumento del poder todopoderoso de
Adán, y luego se convirtió en el instrumento de su tormento, después de
haber sido corrompido y perturbado por su pecado, que mezcló un reflejo
impuro con las imágenes primitivas que componían, para su todavía virgen
imaginación, el libro de la ciencia universal.

La luz astral, representada en símbolos antiguos por la serpiente que se


muerde la cola, representa a su vez la malicia y la prudencia, el tiempo y la
eternidad, el tentador y el Redentor. Es que esta luz, siendo el vehículo de la
vida, puede servir de ayuda tanto para el bien como para el mal, y puede ser
tomada como la forma ígnea de Satanás, así como el cuerpo del Espíritu
Santo. Es el arma universal en las batallas de los ángeles, y alimenta las
llamas del infierno así como el rayo de San Miguel. Podría compararse con
un caballo de naturaleza similar al atribuido al camaleón, que siempre
reflejaría la armadura de su jinete.

La luz astral es la realización o forma de la luz intelectual, así como ésta es la


realización o forma de la luz divina.

El gran iniciador del cristianismo, comprendiendo que la luz astral estaba


sobrecargada con los reflejos impuros del libertinaje romano, quiso separar a
sus discípulos de la esfera ambiental de los reflejos y hacer que solo prestaran
atención a la luz interior, para que por medio de una fe común pudieran
comunicarse entre sí a través de nuevos cordones magnéticos que llamó
gracia, y así superar las corrientes desbordantes del magnetismo universal, a
las que dio los nombres de diablo y de Satanás, para expresar su putrefacción.
Oponerse a una corriente con otra corriente es renovar el poder de la vida
fluida. Así, los reveladores sólo han adivinado por la exactitud de sus
cálculos el momento adecuado para las reacciones morales.

La ley de realización produce lo que llamamos el aliento magnético, con el


que se impregnan los objetos y lugares, dándoles una influencia de acuerdo
con nuestra voluntad dominante, especialmente aquellos que son confirmados
y realizados por actos. En efecto, el agente universal, o luz astral latente,
busca siempre el equilibrio; llena el vacío y aspira a la plenitud, lo que hace
que el vicio sea contagioso, tal como ciertas enfermedades físicas, y sirve
poderosamente para hacer proselitismo de la virtud. Por ello, la convivencia
con personas poco comprensivas es un tormento; por ello, las reliquias, ya
sean de santos o de grandes sinvergüenzas, pueden producir efectos
maravillosos de conversión o perversión repentinas; por ello, el amor sexual
se produce a menudo por un soplo o por contacto, y no sólo por el contacto
de la persona misma, sino por medio de los objetos que ha tocado o
magnetizado sin saberlo.

El alma aspira y respira igual que el cuerpo. Anhela lo que cree que es la
felicidad, y respira ideas que resultan de sus sentimientos íntimos. Las almas
enfermas tienen mal aliento y vician su atmósfera moral, es decir, mezclan
los reflejos impuros con la luz astral que penetra en ellas y establecen
corrientes deletéreas en su interior. A menudo nos sorprende que, en
sociedad, nos asalten malos pensamientos que no creíamos posibles, y no
sabemos que se los debemos a la morbosidad de alguna persona cercana. Este
secreto es de gran importancia porque conduce a la manifestación de la
conciencia, uno de los poderes más incuestionables y terribles del arte
mágico.

El aliento magnético produce alrededor del alma una radiación, de la cual es


el centro, y se rodea con el reflejo de sus obras, que se convierten en un cielo
o un infierno. No hay actos solitarios y no puede haber actos ocultos; todo lo
que realmente queremos, es decir, todo lo que confirmamos con nuestros
actos, permanece escrito en la luz astral, donde se conservan nuestros
reflejos; estos reflejos influyen continuamente en nuestro pensamiento a
través del diáfano, y es así como nos convertimos y permanecemos hijos de
nuestras obras.

La luz astral, transformada en luz humana en el momento de la concepción,


es la primera envoltura del alma y, combinándose con los fluidos más sutiles,
forma el cuerpo etéreo o el fantasma sideral del que habla Paracelso en su
filosofía de la intuición (Philosophia sagax). Este cuerpo sideral, al liberarse
en el momento de la muerte, atrae hacia sí y conserva durante mucho tiempo,
por la simpatía de los homogéneos, los reflejos de la vida pasada; si una
poderosa voluntad simpática lo atrae hacia una corriente particular, se
manifiesta naturalmente, pues no hay nada más natural que los prodigios. Así
es como se producen las apariciones. Pero desarrollaremos esto con más
detalle en el capítulo especial sobre Nigromancia.

Este cuerpo fluido, sujeto, como la masa de luz astral, a dos movimientos
contrarios, atractivo a la izquierda y repulsivo a la derecha, o viceversa, en
ambos sexos, produce en nosotros las luchas de las diferentes atracciones y
contribuye a las ansiedades de la conciencia; a menudo está influenciado por
las reflexiones de otros espíritus, y es así como se producen tentaciones o
sutiles e inesperadas gracias. También es la explicación del dogma tradicional
de los dos ángeles que nos asisten y prueban. Las dos fuerzas de la luz astral
pueden ser representadas por una balanza en la que se sopesan nuestras
buenas intenciones para el triunfo de la justicia y la emancipación de nuestra
libertad.

El cuerpo astral no es siempre del mismo sexo que el terrestre, es decir que
las proporciones de las dos fuerzas, que varían de derecha a izquierda,
parecen a menudo contradecir la organización visible; esto es lo que produce
los errores aparentes de las pasiones humanas, y puede explicar, sin
justificarlos de ninguna manera ante la moral, las singularidades del amor de
Anacreón o de Safo.

Un magnetizador hábil debe apreciar todos estos matices, y damos en nuestro


Ritual los medios para reconocerlos.

Hay dos tipos de realización, la real y la fantástica. La primera es el secreto


exclusivo de los magos, la otra pertenece a los encantadores y hechiceros.

Las mitologías son realizaciones fantásticas del dogma religioso, las


supersticiones son el hechizo de la falsa piedad; pero las mitologías en sí y
las supersticiones son más efectivas en la voluntad humana que una filosofía
puramente especulativa y exclusiva de cualquier práctica. Por eso San Pablo
contrasta las conquistas de la locura de la Cruz con la inercia de la sabiduría
humana. La religión realiza la filosofía adaptándola a las debilidades de lo
profano; tal es para los cabalistas la razón secreta y la explicación oculta de
los dogmas de la encarnación y la redención.
Los pensamientos que no se traducen en palabras son pensamientos perdidos
para la humanidad; las palabras que no se confirman con hechos son palabras
ociosas, y las palabras ociosas no están muy lejos de las mentiras.

Es el pensamiento formulado por las palabras y confirmado por los hechos lo


que constituye la buena obra o el delito. Por lo tanto, ya sea en el vicio o en la
virtud, no hay palabras de las que no se sea responsable; sobre todo, no hay
actos indiferentes. Las maldiciones y bendiciones siempre tienen su efecto, y
cualquier acción, sea cual sea, cuando se inspira en el amor o en el odio,
produce efectos similares a su motivo, alcance y dirección. El emperador,
cuyas imágenes habían sido mutiladas y que, mientras se llevaba la mano a la
cara, dijo: “No me siento herido”, estaba haciendo una falsa valoración y
disminuyendo así el mérito de su clemencia. ¿Qué hombre de honor vería a
sangre fría los insultos a su retrato? Y si realmente tales insultos, hechas
incluso sin nuestro conocimiento, cayeran sobre nosotros por una influencia
fatal, si el arte del hechizo fuera real, como ningún adepto puede dudar,
¡cuánto más imprudentes, y aún temerarias, resultarían las palabras de este
buen emperador!

Hay gente a quienes no podemos ofender con impunidad, y si el insulto que


les infligimos es mortal, entonces empezamos a morir. Están aquellos que no
encontramos en vano, cuya mera mirada cambia la dirección de nuestra vida.
El basilisco que mata mirando no es una fábula, es una alegoría mágica. En
general, es malo para la salud tener enemigos, y uno no se atreve a enfrentar
con impunidad la desaprobación de nadie. Antes de oponerse a una fuerza o
corriente, hay que estar seguro de que se tiene suficiente fuerza o se es
transportado por la corriente opuesta; de lo contrario, uno será aplastado o
alcanzado por un rayo, y muchas muertes repentinas no tienen otra causa. Las
terribles muertes de Nadab y Abiú, de Osa, Ananías y Safira, fueron causadas
por las corrientes eléctricas de las creencias que ellos ultrajaban; los
tormentos de las Ursulinas de Loudun, de las monjas de Louviers y de los
convulsionarios del jansenismo,1 tenían el mismo principio y se explican por
las mismas leyes naturales ocultas. Si Urbain Grandier no hubiera sido
torturado, una de dos cosas habría sucedido, o bien las monjas poseídas
habrían muerto en medio de terribles convulsiones, o bien el fenómeno del
frenesí diabólico habría ganado, al multiplicarse, tantas voluntades y tanta
fuerza, que Grandier, a pesar de su ciencia y su razón, se habría alucinado
hasta el punto de calumniarse a sí mismo como lo había hecho el
desafortunado Gaufridy, o habría muerto repentinamente, con todas las
espantosas circunstancias de envenenamiento o venganza divina.

El desafortunado poeta Gilbert fue, en el siglo XVIII, víctima de su osadía de


desafiar la corriente de opinión e incluso el fanatismo filosófico de su época.
Culpable de traición filosófica, murió como un loco furioso, asaltado por los
más increíbles terrores, como si Dios mismo lo hubiera castigado por haber
apoyado su causa en el momento equivocado; pero pereció, de hecho, víctima
de una ley de la naturaleza que no podía conocer, se había opuesto a una
corriente eléctrica, y cayó golpeado por un rayo.

Si Marat no hubiera sido asesinado por Charlotte Corday, habría sido


asesinado infaliblemente por la reacción del público. Lo que lo convirtió en
leproso fue el aborrecimiento de la gente honesta, y tuvo que sucumbir a ello.

La reprobación levantada por el día de San Bartolomé fue la única causa de la


horrible enfermedad y muerte de Carlos IX; y Enrique IV, si no hubiera sido
sostenido por una inmensa popularidad, debido al poder de proyección o a la
fuerza simpática de su vida astral, Enrique IV, decimos, difícilmente habría
sobrevivido a su conversión, y habría perecido bajo el desprecio de los
protestantes, combinado con la desconfianza y el resentimiento de los
católicos.

La impopularidad puede ser un signo de integridad y coraje, pero nunca es un


signo de prudencia o política; las lesiones a la opinión pública son fatales
para los estadistas. Todavía podemos recordar el prematuro y violento final
de varios hombres ilustres, que no es apropiado nombrar aquí.

El marchitamiento ante la opinión pública puede ser una gran injusticia, pero
siempre es un motivo de fracaso, y a menudo de sentencias de muerte.

Por otra parte, las injusticias cometidas contra un hombre pueden y deben, si
no se reparan, causar la pérdida de todo un pueblo o de toda una sociedad,
esto se llama el grito de la sangre, porque en la raíz de toda injusticia está la
semilla del homicidio.

Es por estas terribles leyes de solidaridad que el cristianismo insiste tanto en


el perdón de los insultos y la reconciliación. El que muere sin perdón se lanza
a la eternidad armado con una daga, y se dedica a los horrores del asesinato
eterno.

Es una tradición y una creencia invencible entre la gente, la de la eficacia de


las bendiciones o maldiciones paternas o maternas. De hecho, cuanto más
estrechos son los lazos que unen a dos personas, más terrible es el efecto del
odio entre ellos. El agitador de Althea que quema la sangre de Meleagre es,
en la mitología, el símbolo de este temible poder. Pero que los padres tengan
cuidado, porque uno no enciende el infierno en su propia sangre, y uno no se
dedica a la desgracia sin quemarse y ser infeliz. Nunca es un crimen
perdonar, y siempre es un peligro y una mala acción maldecir.

Notas
1. Los Convulsionarios de Saint-Médard eran un grupo de peregrinos religiosos franceses del siglo
XVIII que exhibían convulsiones y más tarde constituyeron una secta religiosa y un movimiento
político. Esta práctica se originó en la tumba de François de Pâris, un diácono ascético jansenista que
fue enterrado en el cementerio de la parroquia de Saint-Médard en París.
IX ‫ ט‬I
La Iniciación
JESED
BONUM

El iniciado es el que posee la lámpara de Trismegisto, el manto de Apolonio


y el bastón de los patriarcas.

La lámpara de Trismegisto es la razón iluminada por la ciencia; el manto de


Apolonio es la plena y completa posesión de sí mismo, que aísla a los sabios
de las corrientes instintivas; y el bastón de los patriarcas es la ayuda de las
fuerzas ocultas y perpetuas de la naturaleza.

La lámpara de Trismegisto ilumina el presente, el pasado y el futuro, muestra


la conciencia de los hombres desnudos, ilumina los pliegues del corazón de
las mujeres. La lámpara brilla con una triple llama, el manto se dobla tres
veces y el bastón se divide en tres partes.

El número nueve es el de los reflejos divinos, expresa la idea divina en todo


su poder abstracto, pero también expresa el lujo en la creencia, y por lo tanto
la superstición y la idolatría.

Por eso Hermes lo convirtió en el número de la iniciación, porque el Iniciado


reina sobre la superstición y por la superstición, y solo puede caminar en la
oscuridad, apoyado en su bastón, envuelto en su manto e iluminado por su
lámpara.

La razón ha sido dada a todos los hombres, pero no todos saben cómo usarla;
es una ciencia que debe ser aprendida. La libertad se ofrece a todos, pero no
todos pueden ser libres; es un derecho que debe ser conquistado. La fuerza es
para todos, pero no todos saben cómo usarla; es un poder que debe ser
aprovechado.

No llegamos a ninguna parte sin que nos cueste cierto esfuerzo. El destino del
hombre es que se enriquezca con lo que gana, y luego tenga, como Dios, la
gloria y el placer de dar.

La ciencia mágica fue llamada una vez el arte sacerdotal y el arte real, porque
la iniciación le daba al sabio el imperio sobre las almas y la capacidad de
gobernar las voluntades.

La adivinación es también uno de los privilegios del iniciado; pero la


adivinación es sólo el conocimiento de los efectos contenidos en las causas y
la ciencia aplicada a los hechos del dogma universal de la analogía.

Los actos humanos no sólo se escriben en la luz astral, sino que también
dejan sus huellas en el rostro, cambian la postura y el modo de andar,
cambian el acento de la voz.

Por lo tanto, cada hombre lleva consigo la historia de su vida, legible para el
iniciado. Sin embargo, el futuro es siempre una consecuencia del pasado, y
las circunstancias inesperadas difícilmente cambian los resultados
racionalmente esperados.

Así que podemos predecir el destino de cada hombre. Uno puede juzgar toda
una existencia por un solo movimiento; un solo movimiento incómodo es un
presagio de una serie de desgracias. César fue asesinado porque se ruborizó
por ser calvo; Napoleón murió en Santa Elena porque amaba la poesía de
Osián; Luis Felipe tuvo que dejar el trono como lo dejó porque tenía un
paraguas. Estas son paradojas para el hombre común, que no comprende las
relaciones ocultas de las cosas; pero son razones para el iniciado, que
comprende todo y no se sorprende de nada.

La iniciación preserva de las falsas luces del misticismo; le da a la razón


humana su valor relativo y su infalibilidad proporcional, devolviéndola a la
razón suprema a través de la cadena de analogías.

El iniciado, por lo tanto, no tiene ni esperanzas dudosas ni temores absurdos,


porque no tiene creencias irrazonables; sabe lo que puede hacer y no le cuesta
nada atreverse. Por eso, para él osar es poder.

He aquí, pues, una nueva interpretación de los atributos del iniciado: su


lámpara representa el conocimiento, el manto que la envuelve representa su
discreción, su bastón es el emblema de su fuerza y audacia. Sabe, se atreve, y
calla.

Conoce los secretos del futuro, se atreve en el presente, y guarda silencio


sobre el pasado.

Conoce las debilidades del corazón humano, se atreve a usarlas para hacer su
trabajo, y guarda silencio sobre sus planes.

Conoce la razón de todos los simbolismos y cultos, se atreve a practicarlos o


a abstenerse de ellos sin hipocresía ni impiedad, y guarda silencio sobre el
singular dogma de la alta iniciación.

Conoce la existencia y la naturaleza del gran agente mágico, se atreve a hacer


las obras y pronunciar las palabras que lo someten a la voluntad humana, y
guarda silencio sobre los misterios del gran arcano.

También se le puede ver a menudo triste, nunca abatido o desesperado; a


menudo pobre, nunca degradado o miserable; a menudo perseguido, nunca
desanimado o derrotado. Recuerda la aflicción y el asesinato de Orfeo, el
exilio y la muerte solitaria de Moisés, el martirio de los profetas, las torturas
de Apolonio, la cruz del Salvador; sabe en qué abandono murió Agripa, cuyo
recuerdo aún se calumnia; sabe a qué fatiga sucumbió el gran Paracelso, y
todo lo que tuvo que sufrir Raimundo Lulio para llegar finalmente a una
muerte sangrienta. Recuerda a Swedenborg haciéndose el tonto o incluso
simulando haber perdido de la razón para hacerse perdonar su ciencia; Saint-
Martin, que se escondió toda su vida; Cagliostro, que murió abandonado en
las mazmorras de la Inquisición; Cazotte, que subió al cadalso. Como sucesor
de tantas víctimas, no es menos atrevido, pero comprende mejor la necesidad
de permanecer en silencio.

Imitemos su ejemplo, aprendamos con perseverancia; cuando sepamos,


atrevámonos y guardemos silencio.
X‫י‬K
La Cábala
MALJUT
PRINCIPIUM
PHALLUS

Todas las religiones han conservado la memoria de un libro primitivo escrito


en figuras por los sabios de los primeros siglos del mundo, cuyos símbolos,
más tarde simplificados y popularizados, proporcionaron a la Escritura sus
letras, a la Palabra sus caracteres y a la Filosofía Ocultista sus misteriosos
signos y pancartas.

Este libro, atribuido a Enoc, el séptimo maestro del mundo después de Adán,
para el pueblo hebreo; a Hermes Trismegisto por los egipcios; a Cadmo, el
misterioso fundador de la Ciudad Santa, por los griegos; fue el resumen
simbólico de la tradición primitiva, llamada después la Kábala o Cábala, de
una palabra hebrea que es el equivalente de la tradición.

Esta tradición se basa enteramente en el dogma único de la magia: lo visible


es para nosotros la medida proporcional de lo invisible. Ahora bien, los
antiguos, habiendo observado que el equilibrio es, en la física, la ley
universal, y que resulta de la aparente oposición de dos fuerzas, llegaron a la
conclusión, que –extrapolando del equilibrio físico al equilibrio metafísico–,
que en Dios, es decir la primera causa viviente y activa, deben reconocerse
dos propiedades necesarias: estabilidad y movimiento, necesidad y libertad,
orden racional y autonomía volitiva, justicia y amor, y por consiguiente
también severidad y misericordia; y estos son los dos atributos que los
cabalistas judíos personifican de alguna manera bajo los nombres de Geburá
y Jesed.

Por encima de Geburá y Jesed reside la corona suprema, la visión


equilibradora, el principio del mundo o reino equilibrado, que encontramos
designado como Maljut en el verso oculto y cabalístico del Padre del que ya
hemos hablado.
Pero Geburá y Jesed, mantenidos en equilibrio, arriba por la corona y abajo
por el reino, son dos principios que pueden ser considerados tanto en su
abstracción como en su realización. Abstractas o idealizadas, toman los
nombres superiores de Jojmá, sabiduría, y Biná, inteligencia.

Realizados, se llaman estabilidad y progreso, es decir, eternidad y victoria:


Hod y Netzaj.

Esta es, según la Cábala, la base de todas las religiones y todas las ciencias, la
primera e inmutable idea de las cosas: un triángulo y un círculo, la idea del
ternario explicada por el equilibrio multiplicado por sí mismo en los
dominios del ideal, y luego la realización de esta idea en formas. Ahora los
antiguos adjuntaron las primeras nociones de esta simple y grandiosa teología
a la idea misma de los números, y así calificaron todos los números de la
década primitiva:

1. Kéter. – La Corona, el poder equilibrador.

2. Jojmá. – La sabiduría, equilibrada en su orden inmutable por la


iniciativa de la inteligencia.

3. Biná. – La inteligencia activa, equilibrada por la Sabiduría.

4. Jesed. – La misericordia, la segunda concepción de la Sabiduría,


siempre benevolente, porque es fuerte.

5. Geburá. – El rigor que requiere la propia Sabiduría y la bondad. Sufrir el


mal es impedir el bien.

6. Tiféret. – La belleza, una concepción luminosa del equilibrio de las


formas, la intermediaria entre la corona y el reino, el principio mediador
entre el creador y la creación –una idea sublime de la poesía y su
sacerdocio soberano.

7. Netsaj. – La victoria, es decir, el eterno triunfo de la inteligencia y la


justicia.

8. Hod. – La eternidad de las victorias del espíritu sobre la materia, de lo


activo sobre lo pasivo, de la vida sobre la muerte.

9. Yesod. – La Fundación, es decir, la base de toda creencia y verdad, es lo


que en filosofía llamamos el Assour.

10. Maljut. – El Reino es el universo, es la creación entera, la obra y el


espejo de Dios, la prueba de la razón suprema, la consecuencia formal
que nos obliga a volver a las premisas virtuales, el enigma cuya palabra
es Dios, es decir: la razón suprema y absoluta.

Estas diez nociones primarias unidas a los primeros diez caracteres del
alfabeto primitivo, que significan tanto principios como números, son lo que
los maestros de la Cábala llaman los diez sefirot.

El sagrado tetragrámaton, trazado de esta manera:

El tetragrámaton del Zohar

indica el número, la fuente y la proporción de los nombres divinos. En el


nombre de Iotchavah, escrito con estos veinticuatro signos coronados con una
triple corona de luz, están los veinticuatro tronos del cielo, y los veinticuatro
ancianos coronados con la corona del Apocalipsis. En la Cábala, el principio
oculto se llama el hombre viejo, y este principio se multiplicó y como se
refleja en las causas segundas crea sus imágenes, es decir, tantos hombres
viejos como concepciones diversas hay de su esencia única. Estas imágenes,
menos perfectas a medida que se alejan de su fuente, proyectan un último
reflejo o brillo en la oscuridad, representando a un horrible y desfigurado
anciano, esto es lo que comúnmente se conoce como el diablo. Así que un
iniciado se atrevió a decir: “El diablo es Dios entendido por los malvados”; y
otro, en términos más extraños pero no menos contundentes, añadió: “El
diablo está hecho de los jirones de Dios”. Podríamos resumir y explicar estas
nuevas afirmaciones señalando que, en el simbolismo mismo, el demonio es
un ángel caído del cielo por haber querido usurpar la divinidad. Esto
pertenece al lenguaje alegórico de los profetas y las leyendas.
Filosóficamente hablando, el diablo es una idea humana de la divinidad
superada y desposeída del cielo por el progreso de la ciencia y la razón.
Moloch, Adramelek, Baal, fueron, entre los primitivos orientales, las
personificaciones del dios único, deshonrado por atributos bárbaros. El dios
de los jansenistas, que creó para el infierno a la mayoría de los humanos y se
entregó a las eternas torturas de aquellos que no quería salvar, es una
concepción aún más bárbara que la de Moloch, por lo tanto, el dios de los
jansenistas es ya, para los cristianos sabios e iluminados, un verdadero
Satanás caído del cielo.

Los cabalistas, al multiplicar los nombres divinos, los han unido todos a la
unidad del tetragrámaton, o a la figura del ternario, o a la escala sefardí de la
década: así trazan la escala de los nombres y números divinos en un
triángulo:

Que en letras romanas puede ser traducido de esta forma:

J
JA
SDI
JEHV
ELOIM
SABAOT
ARARITA
ELVEDAAT
ELIM GIBOR
ELIM SABAOT

El conjunto de todos estos nombres divinos formados a partir de un solo


tetragrámaton, pero fuera del tetragrámaton mismo, es una de las bases del
Ritual Hebreo, y compone la fuerza oculta que los rabinos cabalistas invocan
bajo el nombre de Sem-hánforas.

Tenemos que hablar de las cartas del Tarot desde un punto de vista
cabalístico. Ya hemos indicado la fuente oculta de su nombre. Este libro
jeroglífico consiste en un alfabeto cabalístico y una rueda o círculo de cuatro
décadas, especificadas por cuatro figuras simbólicas y típicas, cada una con
un radio de cuatro figuras progresivas que representan a la humanidad:
hombre, mujer, joven y niño; amo, señora, luchador y sirviente. Las veintidós
figuras del alfabeto representan primero los trece dogmas y luego las nueve
creencias autorizadas de la religión hebrea, una religión fuerte basada en la
razón más elevada.

Aquí está la clave religiosa y cabalística del Tarot, expresada en versos


técnicos a la manera de los antiguos legisladores:

1 ‫א‬ Todo anuncia una causa activa e inteligente.


2 ‫ב‬ El número sirve como prueba de la unidad de vida.
3 ‫ג‬ Nada puede limitar el que lo contiene todo.
4 ‫ד‬ Solo, el principio de todo, está presente en todas partes.
5 ‫ה‬ El único merecedor de adoración, él el único Señor.
6 ‫ו‬ Revela a los puros de corazón su verdadera doctrina.
7 ‫ז‬ Pero las obras de fe sólo necesitan un líder.
8 ‫ח‬ Es por eso que sólo tenemos un altar, una ley.
9 ‫ט‬ Y el Señor nunca cambiará la base de la misma.
10 ‫י‬ Rige cada fase de los cielos y de nuestros días.
11 ‫כ‬ Rico en misericordia y poderoso para castigar.
12 ‫ל‬ Promete a su pueblo un rey en el futuro.
La tumba es el paso a la nueva tierra. Sólo la muerte termina, la vida
13 ‫מ‬
es inmortal.
Tales son los puros e inmutables dogmas sagrados. Ahora vamos a concluir
la divina escala numérica.
14 ‫נ‬ El buen ángel es aquel que calma y templa.
15 ‫ס‬ El malvado es el espíritu de orgullo e ira.
16 ‫ע‬ Dios ordena el rayo y gobierna el fuego.
17 ‫פ‬ El atardecer y su rocío obedecen a Dios.
18 ‫צ‬ Coloca la luna en nuestras torres como centinela.
19 ‫ק‬ Su sol es la fuente donde todo se renueva.
20 ‫ר‬ Su aliento hace germinar el polvo de las tumbas.
0
o ‫ש‬ Donde los mortales desenfrenados descienden en multitudes.
21
21
Su corona cubre el asiento de la misericordia. Y sobre los
o ‫ת‬
querubines se cierne su gloria.
22

Con la ayuda de esta explicación, puramente dogmática, ya podemos


entender las figuras del alfabeto cabalístico del Tarot. Así, la figura nº 1,
llamada el Mago, representa el principio activo en la unidad de la autotelia1
divina y humana; la nº 2, llamada vulgarmente la Papisa o la Sacerdotisa,
representa la unidad dogmática basada en los números, es la Cábala o Gnosis
personificada; la nº 3 representa la Espiritualidad Divina bajo el emblema de
una mujer alada que sostiene en una mano el águila apocalíptica y, en la otra,
el mundo suspendido al extremo de su cetro. Las otras cifras son tan claras y
fáciles de explicar como las primeras.

Ahora, vayamos a los cuatro signos, es decir, los Bastos, las Copas, las
Espadas y los Círculos o Pentáculos, comúnmente llamados Oros. Estas
figuras son los jeroglíficos del tetragrámaton; así, los Bastos representan el
Phalus de los egipcios o el Yod de los hebreos; la Copa es el cteis o la Hei
primitiva; la Espada es la conjunción de los dos o el lingam, representado en
el hebreo antes del cautiverio por la Vav, y el Círculo o Pentáculo, imagen del
mundo, es el Hei final del nombre divino.

Ahora, tomemos un Tarot y reunamos de cuatro en cuatro todas sus símbolos


que forman la Rueda o ROTA de Guillaume Postel; juntemos los cuatro ases,
los cuatro doses, etc., y tendremos diez mazos de cartas que den la
explicación jeroglífica del triángulo de los nombres divinos en la escala
denaria que mostramos arriba. Por lo tanto, pueden ser leídos de esta manera,
llevando cada número al correspondiente sefirot:

‫יהוה‬
Cuatro signos del nombre que contiene todos los nombres.

1 KÉTER
Los cuatro ases.

La corona de Dios lleva cuatro florones.

2 JOJMÁ
Los cuatro dos.

Su sabiduría fluye y forma cuatro ríos.

3 BINÁ
Los cuatro tres.
Da cuatro pruebas de su inteligencia.

4 JESED
Los cuatro cuatros.

Su misericordia ofrece cuatro bendiciones.

5 GEBURÁ
Los cuatro cincos.

Su rigor castiga cuatro veces a cuatro crímenes.

6 TIFÉRET
Los cuatro seis.

Por cuatro rayos puros se revela su belleza.

7 NETSAJ
Los cuatro sietes.

Celebremos su eterna victoria cuatro veces.

8 HOD
Los cuatro ochos.

Cuatro veces triunfa en su eternidad.

9 YESOD
Los cuatro nueves.

Sobre cuatro cimientos se apoya su trono.


10 MALJUT
Las cuatro decenas.

Su único reino es cuatro veces el mismo.

De acuerdo con los florones de su divina tiara.

Podemos ver por esta simple disposición el sentido cabalístico de cada carta.
Así, por ejemplo, el cinco de bastos significa estrictamente Geburá de Yod,
es decir, la justicia del Creador o la ira del hombre; el siete de copas significa
la victoria de la misericordia o el triunfo de la mujer; el ocho de espadas
significa el conflicto o el equilibrio eterno; y así con las demás cartas. Así se
puede entender cómo los antiguos pontífices hicieron hablar a este oráculo.
Las cartas lanzadas al azar siempre ofrecían un nuevo significado cabalístico,
pero alegremente verdadero en su combinación, que por sí sola era fortuita; y,
como la fe de los antiguos no concedía nada al azar, leían las respuestas de la
Providencia en los oráculos del Tarot, que se llamaba en el idioma hebreo
Terafín o Terafines, como lo intuyó por primera vez el erudito cabalista
Gaffarel, uno de los magos designados por el cardenal Richelieu.

En cuanto a las figuras de la corte, aquí hay un último texto para explicarlas:

REY, REINA, CABALLERO, SOTA.

Esposo, esposa, joven, niño, toda la humanidad,

A través de estos cuatro pasos, se va hacia la unidad.

Al final del Ritual, daremos más detalles y referencias sobre el maravilloso


libro del Tarot, y demostraremos que es el libro primitivo, la clave de todas
las profecías y dogmas, en una palabra el libro inspirador de los libros
inspirados, que ni Court de Gebelin en su ciencia, ni Alliette o Eteilla en sus
intuiciones singulares previeron.

Los diez sefirots y las veintidós cartas del Tarot forman lo que los cabalistas
llaman los treinta y dos caminos de la ciencia absoluta. En cuanto a las
ciencias particulares, las dividen en cincuenta capítulos, a los que llaman las
cincuenta puertas (sabemos que puerta significa gobierno o autoridad entre
los orientales). Los rabinos también dividen la Cábala en Bereschit, o Génesis
Universal, y Mercavah, o carro de Ezequiel; entonces, a partir de dos
maneras de interpretar los alfabetos cabalísticos forman dos ciencias,
llamadas Gematría y Temurah, y componen el notorio arte de la misma, que
básicamente no es otra cosa que la ciencia completa de los signos del Tarot y
su compleja y variada aplicación a la adivinación de todos los secretos, ya sea
de la filosofía, la naturaleza o incluso el futuro. Discutiremos esto más
adelante en el capítulo XX de este libro.

Notas
1. Que contiene en sí el objetivo de su existencia.
XI ‫ כ‬L
La Cadena Mágica
MANUS
LA FUERZA

El gran agente mágico que hemos llamado luz astral, que otros llaman el alma
de la tierra, que los antiguos químicos llamaron Azoth y Magnesia, esa fuerza
oculta única e incuestionable, es la clave de todos los imperios, el secreto de
todos los poderes, es el dragón volador de Medea, la serpiente del misterio
edénico, es el espejo universal de las visiones, el nudo de las simpatías, la
fuente del amor, la profecía y la gloria. Saber cómo atrapar a este agente es
ser el depositario del poder mismo de Dios; toda la magia real y efectiva,
todo el verdadero poder oculto está ahí, y todos los libros de la verdadera
ciencia no tienen otro propósito que demostrarlo.

Para capturar al gran agente mágico se necesitan dos operaciones:


concentrarse y proyectar; en otras palabras, fijar y mover.

El autor de todas las cosas ha dado la fijeza como base y garantía del
movimiento; el mago debe hacer lo mismo.

El entusiasmo es contagioso, dicen. ¿De qué se trata? Es que el entusiasmo


no se produce sin fuertes creencias. La fe produce fe; creer es tener una razón
para querer; querer con la razón es querer con una fuerza, no diré infinita,
sino indefinida.

Lo que sucede en el mundo intelectual y moral se da aún más en el mundo


físico; y cuando Arquímedes pidió un punto de apoyo para levantar el mundo,
simplemente buscaba los grandes arcanos mágicos.

En uno de los brazos del brazo andrógino de Henri Kunrath leemos esta
palabra: COAGULA, y en el otro: SOLVE.

Reunir y repartir son los dos verbos de la naturaleza; pero ¿cómo reunir,
cómo repartir la luz astral o el alma del mundo?

Nos reunimos a través del aislamiento, y nos extendemos a través de la


cadena mágica.

El aislamiento consiste para la mente en una independencia absoluta, para el


corazón en una completa libertad, para los sentidos en una continencia
perfecta.

Cualquier hombre que tenga prejuicios y miedos, cualquier individuo


apasionado que sea esclavo de sus pasiones, es incapaz de recoger o coagular,
según la expresión de Khunrath, la luz astral o el alma de la tierra.

Todos los verdaderos seguidores han sido independientes hasta el punto de la


tortura, sobrios y castos hasta el punto de la muerte; y la razón de esta
anomalía es que, para tener poder, no debes ser atrapado por ese poder de tal
manera que pueda disponer de ti a su gusto.

Pero entonces, gritarán los hombres que buscan en la magia un medio de


satisfacer maravillosamente los deseos de la naturaleza, ¿cuál es el uso de un
poder que no puede ser usado para satisfacerse a sí mismo? Pobre gente que
pregunta, si te lo digo, ¿cómo lo entenderás? ¿Las perlas no son nada,
entonces, porque no tienen valor para el rebaño epicúreo? ¿No le pareció a
Curtius más hermoso mandar a los que tienen oro que tenerlo él mismo? ¿No
es necesario ser un poco más que un hombre ordinario cuando uno afirma ser
casi Dios? Por otra parte, lamento si los angustio o los desanimo, pero no
estoy inventando altas ciencias aquí; las estoy enseñando y soy consciente de
sus rigurosas exigencias, estableciendo sus primeras y más inexorables
condiciones.

Pitágoras era un hombre libre, sobrio y casto; Apolonio de Tiana y Julio


César, eran hombres de una austeridad impresionante; Paracelso hacía dudar
de su sexo, tan ajeno a las debilidades del amor parecía; Raimundo Lulio
llevaba los rigores de la vida hasta el ascetismo más exaltado; Jerónimo
Cardán exageró la práctica del ayuno hasta el punto de la inanición, según la
tradición; Agripa, pobre y corriendo de pueblo en pueblo, casi murió de
miseria, antes que sufrir los caprichos de una princesa que insultaba la verdad
de la ciencia. ¿Qué felicidad han tenido estos hombres? La inteligencia de los
grandes secretos y la conciencia del poder. Era suficiente para esas grandes
almas. ¿Tienes que ser como ellos para saber lo que saben? No, ciertamente
no, y este libro que estoy escribiendo puede ser una prueba de ello; pero para
hacer lo que hicieron, es absolutamente necesario aplicar los mismo medios
que ellos utilizaron.

¿Pero qué hicieron realmente? Asombraron y subyugaron al mundo,


gobernaron más verdaderamente que los reyes. La magia es un instrumento
de la bondad divina o del orgullo diabólico, pero es la muerte de las alegrías
de la tierra y los placeres de la vida mortal.

Entonces, ¿de qué sirve estudiarla? Dirán los vividores.

–Simplemente para conocerla, y luego quizás también para saber cómo


desafiar la estúpida incredulidad o la credulidad infantil. Hombres de placer
(incluyendo muchas mujeres, tantas como la mitad de estos hombres), ¿no es
un gran placer que la curiosidad se satisfaga? Así que leed sin miedo, no os
convertiréis en magos a pesar de vosotros mismos.

Además, estas disposiciones de renuncia absoluta sólo son necesarias para


establecer corrientes universales y cambiar la faz del mundo; hay operaciones
mágicas relativas y limitadas a un determinado círculo, que no requieren tales
virtudes heroicas. Se puede actuar sobre las pasiones por las pasiones,
determinar las simpatías o antipatías, incluso afligir y curar, sin tener la
omnipotencia del mago; sólo hay que advertir del riesgo de una reacción
proporcional a la acción y de uno podría fácilmente convertirse en una
víctima. Todo esto se explicará en el Ritual.

Hacer la cadena mágica es establecer una corriente magnética, que se hace


más fuerte debido a la extensión de la cadena. Veremos en el Ritual cómo
pueden ocurrir estas corrientes y cuáles son las diferentes formas de formar la
cadena. El cubo de Mesmer era una cadena mágica bastante imperfecta;
varios grandes círculos de personas iluminadas en diferentes países del norte
tienen cadenas más poderosas. La misma sociedad de algunos sacerdotes
católicos famosos por su poder oculto y su impopularidad se establece al
nivel y bajo las condiciones de las cadenas mágicas más poderosas, y éste es
el secreto de su fuerza, que atribuyen únicamente a la gracia o voluntad de
Dios, una solución vulgar y fácil a todos los problemas de fuerza en la
influencia o el entrenamiento. En nuestro Ritual podremos apreciar la serie de
ceremonias y evocaciones que son verdaderamente mágicas y que
constituyen la gran obra de la vocación bajo el nombre de los Ejercicios de
San Ignacio.

Cualquier entusiasmo propagado en una sociedad, a través de una serie de


comunicaciones y prácticas detenidas, produce una corriente magnética y es
mantenido o incrementado por la corriente. La acción de la corriente es a
menudo arrastrar y excitar desmesuradamente a las personas impresionables
y débiles, organizaciones nerviosas, temperamentos dispuestos a la histeria o
a las alucinaciones. Estas personas pronto se convierten en poderosos
vehículos de fuerza mágica, y proyectan con fuerza la luz astral en la
dirección misma de la corriente, por lo que oponerse a las manifestaciones de
fuerza sería de alguna manera un combate con la fatalidad. Cuando el joven
fariseo Saúl o Schol se lanzó, con todo el fanatismo y la obstinación de un
fanático, para detener el avance del cristianismo, se puso, sin saberlo, a
merced del poder que creía estar combatiendo; así fue golpeado por un
formidable rayo magnético, hecho más instantáneo sin duda por el efecto
combinado de una congestión cerebral y una insolación. La conversión del
joven israelita Alfonso de Ratisbona es un hecho contemporáneo en la misma
línea. Conocemos a una secta de entusiastas de la que nos reíamos a distancia
y en la que nos alistamos a pesar de nosotros mismos tan pronto como nos
acercamos a ella, incluso para combatirla. Diré más, los círculos mágicos y
las corrientes magnéticas se establecen e influyen según leyes fatales en
aquellos a quienes someten a su acción. Cada uno de nosotros es atraído a un
círculo de relaciones que es nuestro mundo e influenciado por él. Jean-
Jacques Rousseau, ese legislador de la revolución francesa, ese hombre que la
nación más espiritual del mundo aceptó como la encarnación de la razón
humana, Jean-Jacques Rousseau fue arrastrado a la acción más triste de su
vida, el abandono de sus hijos, por la influencia magnética de un círculo de
libertinos y por una corriente mágica de table d’hôte.1 Lo cuenta simple e
ingenuamente en sus confesiones, y es un hecho que nadie ha notado. Los
grandes círculos a menudo hacen grandes hombres, y viceversa. No hay
genios incomprendidos; hay hombres excéntricos, y la palabra parece haber
sido inventada por un seguidor. El hombre excéntrico en la ingeniería es el
que busca formar un círculo luchando contra la fuerza central de atracción de
las cadenas y corrientes establecidas. Su destino es ser quebrado en la lucha o
tener éxito. ¿Cuál es la doble condición para el éxito en estos casos? Un
punto central de fijación y una perseverante acción circular de iniciativa. El
hombre de genio es el que ha descubierto una verdadera ley, y por lo tanto
posee una fuerza invencible de acción y dirección. Puede morir en el trabajo,
pero lo que quería se logra a pesar de su muerte, y a menudo incluso a causa
de su muerte; porque la muerte es una verdadera asunción para el genio.
“Cuando me levante de la tierra –dijo el más grande de los iniciadores–,
arrastraré a todos detrás de mí”.

La ley de las corrientes magnéticas es la ley del movimiento de la propia luz


astral. Este movimiento siempre se duplica y se multiplica en la dirección
opuesta. Una gran acción siempre despierta una reacción igual, y el secreto
del gran éxito reside enteramente en estar preparado para las reacciones. Así,
Chateaubriand, inspirado por el asco de la saturnalia revolucionaria, previó y
preparó el inmenso éxito de su Genio del Cristianismo. Oponerse a una
corriente que comienza su círculo es buscar ser quebrado, como le pasó al
gran y desafortunado Emperador Juliano; oponerse a la corriente que ha
recorrido todo el círculo de su acción es tomar la dirección de la corriente
opuesta. El gran hombre es quien llega a tiempo y sabe cómo innovar en el
momento justo. Voltaire, en el tiempo de los apóstoles, no habría encontrado
eco para su palabra, y quizás sólo habría sido un ingenioso parásito de las
fiestas de Trimalcyon. En los tiempos que vivimos, todo está preparado para
una nueva explosión de entusiasmo evangélico y desinterés cristiano,
precisamente por el desencanto universal, el positivismo egoísta y el cinismo
público de los intereses más burdos. El éxito de ciertos libros y las tendencias
místicas de los espíritus son una inequívoca simpatía por esta disposición
general. Se restauran más iglesias y se construyen otras nuevas; cuanto más
nos sentimos vacíos de creencias; el mundo entero está esperando de nuevo al
Mesías, y él vendrá pronto. Que haya, por ejemplo, un hombre de alto rango
o riqueza, un papa, un rey, o incluso un judío millonario, y que este hombre
sacrifique pública y solemnemente todos sus intereses materiales por la
salvación de la humanidad, que se convierta en el redentor de los pobres, el
propagador y hasta la víctima de las doctrinas de la devoción y la caridad, y
tendrá a su alrededor una inmensa masa de seguidores, y habrá una completa
agitación moral en el mundo. Pero la alta posición del personaje es necesaria
sobre todo, porque en nuestros tiempos de miseria y charlatanería, cualquier
Palabra de alguien de baja posición es sospechosa de ambición y engaño
egoísta. Vosotros, que no sois nada y no tenéis nada, no esperéis ser apóstoles
o mesías. ¿Tienes fe y quieres actuar por tu fe, primero consigue los medios
de acción, que son la influencia del rango y el prestigio de la fortuna. En el
pasado, la ciencia solía hacer oro, hoy tenemos que rehacer la ciencia con
oro. Lo volátil se ha fijado, debemos volatilizar lo fijo; en otras palabras,
hemos materializado el espíritu, ahora debemos llegar a espiritualizar la
materia. La palabra más sublime no se escucha hoy en día, si no se produce
bajo la garantía de un nombre, es decir, un éxito que representa un valor
material. ¿Cuánto vale un manuscrito? Lo que la firma del autor valga en las
librerías. El nombre de Alejandro Dumas y Compañía, por ejemplo, es una de
las garantías literarias de nuestro tiempo; pero la empresa Dumas sólo es
digna de sus productos habituales: las novelas. Si Dumas inventara una
magnífica utopía como una admirable solución al problema religioso, sus
descubrimientos sólo serían vistos como divertidos caprichos del novelista, y
nadie los tomaría en serio, a pesar de la fama europea del Panurgo de la
literatura moderna. Estamos en el siglo de las posiciones adquiridas: cada uno
es valioso por lo que es social y comercialmente hablando. La libertad de
expresión ilimitada ha llevado a tal conflicto de discurso que ya no nos
preguntamos hoy: ¿Qué se está diciendo? sino: ¿Quién dijo eso? Si es
Rothschild, o Su Santidad Pío IX, o incluso Monseñor Dupanloup, eso es
algo. Si es Tartempión, no tiene importancia, aunque el fuera –lo cual es
posible después de todo– un prodigio aún desconocido de genio, ciencia y
sentido común.

A los que me dicen: “Si tienes el secreto del gran éxito y el poder de cambiar
el mundo, ¿por qué no lo utilizas?”, yo les respondo: “Este conocimiento
llegó demasiado tarde para mí, y para adquirirlo utilicé el tiempo y los
recursos, que me hubieran permitido aplicarlo, tal vez, pero lo ofrezco a los
que están en condiciones de utilizarlo”. Hombres ilustres, ricos, grandes
hombres del mundo, que no estáis satisfechos con lo que tenéis, y que sentís
en vuestros corazones una ambición más noble y más grande, ¿queréis ser los
padres de un nuevo mundo, los reyes de una civilización rejuvenecida? Un
pobre y oscuro científico ha encontrado la palanca de Arquímedes, y os la
ofrece solo por el bien de la humanidad, sin pediros nada a cambio.

Aquellos fenómenos que han agitado recientemente a América y Europa, las


mesas giratorias2 y las manifestaciones fluídicas son algo distinto de las
corrientes magnéticas que se empiezan a formar, y la solicitud de la
naturaleza que nos invita, para la salvación de la humanidad, a reconstituir
grandes cadenas simpáticas y religiosas. En efecto, el estancamiento de la luz
astral sería la muerte de la humanidad, y el torpor de este agente secreto ya se
ha manifestado en espantosos síntomas de descomposición y muerte. El
cólera morbo, por ejemplo, las enfermedades de la patata y la uva, no tienen
otra causa, como los dos pastores de la Saiette han visto oscura y
simbólicamente en una visión onírica.3

La inesperada fe que despertó su historia, y la inmensa colaboración de los


campesinos determinada por una narración tan singular y vaga como la de
estos dos niños incultos y prácticamente en bancarrota moral, son la prueba
de la realidad magnética del hecho y de la tendencia fluida de la propia tierra
a provocar la curación de sus habitantes.

Las supersticiones son instintivas, y todo lo que es instintivo tiene una razón
de ser en la naturaleza misma de las cosas; esto es lo que los escépticos de
todos los tiempos han pasado por alto.

Por lo tanto, atribuimos todos los hechos extraños del movimiento de las
mesas al agente magnético universal, que busca una cadena de entusiasmos
para formar nuevas corrientes. Es una fuerza ciega en sí misma, pero puede
ser dirigida por la voluntad de los hombres y está influenciada por las
opiniones en boga. Este fluido universal, si ha de ser un fluido, siendo el
medio común de todos los organismos nerviosos y el vehículo de todas las
vibraciones sensibles, establece, entre las personas impresionables, una
verdadera solidaridad física, y transmite de una a otra las impresiones de la
imaginación y del pensamiento. El movimiento de objetos inertes,
determinado por las ondulaciones del agente universal, obedece a la
impresión dominante, y reproduce en sus revelaciones a veces toda la lucidez
de los sueños más maravillosos, y a veces toda la rareza y todas las mentiras
de los sueños más incoherentes y vagos.

Los golpes en los muebles, el ruido de los platos, los instrumentos musicales
que se tocan solos, son ilusiones producidas por las mismas causas. Los
milagros de los convulsionarios de San Medardo eran del mismo orden y a
menudo parecían cancelar las leyes de la naturaleza. Exageración, por una
parte, producida por la fascinación que es la especial intoxicación que
producen las congestiones de la luz astral; y, por otra parte, oscilaciones o
movimientos reales impartidos a la materia inerte por el agente universal y
sutil del movimiento y la vida. Aquí está todo lo que había en el fondo de
estas cosas maravillosas, como uno puede fácilmente convencerse
reproduciendo a voluntad, por los medios indicados en el Ritual, el más
asombroso de estos prestigios, y notando la ausencia, fácilmente apreciable,
de engaño, alucinación o error.

Varias veces, como resultado de experiencias mágicas en cadena con


personas sin buenas intenciones y sin simpatía, he sido despertado varias
veces por la noche por impresiones y contactos verdaderamente aterradores.
Una noche, entre otras cosas, sentí realmente la presión de una mano
estranguladora; me levanté, encendí mi lámpara y me puse a trabajar
tranquilamente para usar mi insomnio para algo útil y ahuyentar los
fantasmas del sueño. Entonces los libros se movían ruidosamente a mi lado,
los papeles se agitaban y se frotaban unos contra otros, las maderas crujían
como si se fueran a partir, y se escuchaban golpes sorpresivos en el techo.
Observé con curiosidad, pero con tranquilidad, todos estos fenómenos, que
no habrían sido menos maravillosos si sólo mi imaginación hubiera sido
afectada por ellos, tanta realidad tenían en sus apariencias. Debo decir que no
tenía miedo en absoluto, y que estaba ocupado con cualquier otra cosa que no
fuera las ciencias ocultas en el momento en que estaban sucediendo.

Debido a la repetición de hechos similares, decidí a intentar evocaciones, con


la ayuda del ceremonial mágico de los ancianos, de las cuales obtuve los
resultados verdaderamente extraordinarios que veremos en el capítulo
XIII del Dogma.

Notas
1. Table d’hôte es una frase francesa que literalmente significa: “la mesa del anfitrión”. El término se
utiliza para designar una mesa reservada para los residentes de una casa de huéspedes. También
significa incluir cualquier comida con un menú fijo a un precio fijo.
2. Se conoce como “mesa giratoria” un tipo de sesión de espiritismo en la que los participantes se
sientan alrededor de una mesa, colocan sus manos sobre ella y esperan las rotaciones. La mesa
supuestamente sirve como un medio de comunicación con los espíritus; el alfabeto se
pronuncialentamente en voz alta y la mesa se inclina hacia la letra apropiada, y así se deletrean palabras
y frases. El proceso es similar al de una tabla Ouija.
3. La Virgen de la Salette es el nombre bajo el cual los fieles católicos designan a la Virgen María
aparecida a dos niños el 19 de septiembre de 1846 en el pueblo de La Salette-Fallavaux (Isère, Francia).
También es la advocación del santuario que se edificó en el lugar de la aparición.
XII ‫ ל‬M
La Gran Obra
DISCITE
CRUX

La gran obra es, sobre todo, la creación del hombre por sí mismo, es decir, la
conquista plena y completa de sus facultades y de su futuro; es sobre todo la
perfecta emancipación de su voluntad, que le asegura su dominio universal
sobre Azoth y el dominio de Magnesia, es decir, el pleno poder sobre el
agente mágico universal.

Este agente mágico, que los antiguos filósofos herméticos disfrazaban bajo el
nombre de materia prima, determina las formas de la sustancia que pueden
ser modificadas, y por su medio se puede realmente lograr la transmutación
metálica y la medicina universal. No es una hipótesis, es un hecho científico
ya probado y rigurosamente demostrable.

Nicolas Flamel y Raimundo Lulio, ambos pobres, obviamente distribuyeron


una inmensa riqueza. Agripa sólo llegó a la primera parte de la gran obra, y
murió de pena, luchando por tener control de sí mismo y por establecer su
independencia.

Por lo tanto, hay dos operaciones herméticas: una espiritual y otra material,
que dependen una de la otra.

Toda la ciencia hermética está contenida en el dogma de Hermes, que se dice


que fue primitivamente grabado en una tabla de esmeralda. Ya hemos
explicado sus primeros enunciados; aquí están los que se refieren al
funcionamiento de la gran obra:

"Separarás la tierra del fuego, lo sutil de lo espeso, suavemente, con gran


industria.

Sube de la tierra al cielo, y de nuevo desciende a la tierra, y recibe el


poder de las cosas más altas y más bajas.

Tendrás por este medio la gloria de todo el mundo, y por esta causa toda
la oscuridad huirá de ti.

Es el poder más fuerte de todas las fuerzas, porque superará cada cosa
sutil y penetrará cada cosa sólida.

Así fue creado el mundo".

Separar lo sutil de lo espeso, en la primera operación, que es completamente


interna, es liberar el alma de todos los prejuicios y vicios; esto se hace
mediante el uso de la sal filosófica, que es la sabiduría; el mercurio, es decir,
la habilidad personal y el trabajo; luego, finalmente, el azufre, que representa
la energía vital y el calor de la voluntad. Por este medio, hasta las cosas
menos preciosas, incluso la suciedad de la tierra, pueden convertirse en oro
espiritual. Es en este sentido que debemos entender las parábolas de el coro
de los filósofos, Bernardo de Trevisan, Basilio Valentín, María la Egipcia y
los otros profetas de la alquimia; pero en sus obras, como en la gran obra,
debemos separar hábilmente lo sutil de lo grueso, lo místico de lo positivo, la
alegoría de lo teórico. Para que sean leídos con placer e inteligencia, primero
deben ser escuchados alegóricamente en su totalidad, y luego de las cenizas
de las alegorías a las realidades por medio de las correspondencias o
analogías indicadas en el dogma único:

Lo que está arriba es como lo que está abajo, y viceversa.

La palabra ARTE devuelta, o leída a la manera de las escrituras sagradas y


primitivas, es decir, de derecha a izquierda, expresa, en tres letras, los
diferentes grados de la gran obra. T significa ternario, teoría y trabajo; R,
realización; A, adaptación. En el capítulo XII del Ritual, daremos las recetas
de los grandes maestros para la adaptación, especialmente la contenida en la
fortaleza hermética de Henry Khunrath.

Para la investigación de nuestros lectores, señalamos aquí un admirable


tratado sobre Hermes Trismegisto, que lleva el título de Minerva mundi. Este
tratado sólo se encuentra en algunas ediciones de Hermes, y contiene, bajo
alegorías llenas de poesía y profundidad, el dogma de la creación de los seres
por sí mismos, o de la ley de creación que resulta del acuerdo de dos fuerzas,
las que los alquimistas llamaron fija y volátil, y que son la necesidad y la
libertad en el orden absoluto. La diversidad de formas en la naturaleza se
explica por la diversidad de mentes, y las monstruosidades por la divergencia
de esfuerzos. La lectura y la meditación de esta obra es indispensable para
todos aquellos que desean profundizar en los misterios de la naturaleza y
comprometerse seriamente en la búsqueda de la gran obra.

Cuando los maestros de la alquimia dicen que se necesita poco tiempo y poco
dinero para realizar las obras de la ciencia, cuando afirman sobre todo que
sólo es necesario un recipiente, cuando hablan del gran y único atanor que
todos pueden utilizar, que está en manos de todos y que los hombres poseen
sin saberlo, se refieren a la alquimia filosófica y moral. En efecto, una
voluntad fuerte y decidida puede alcanzar una independencia absoluta en
poco tiempo, y todos poseemos el instrumento químico, el gran y único
atanor, que sirve para separar lo sutil de lo grueso y lo fijo de lo volátil. Este
instrumento, tan completo como el mundo, y tan preciso como las
matemáticas mismas, es designado por los sabios bajo el emblema del
pentagrama o estrella de cinco puntas, que es el signo absoluto de la
inteligencia humana. Imitaré a los sabios evitando nombrarlo: es demasiado
fácil de adivinar.

La carta del Tarot que corresponde a este capítulo fue malinterpretada por
Court de Gebelin y Eteilla, que pensaron que sólo era un error cometido por
un fabricante de cartas alemán. Esta figura muestra a un hombre con las
manos atadas a la espalda, dos bolsas de dinero atadas a sus axilas y colgando
por un pie de una horca hecha de dos troncos de árbol, cada uno con la raíz
de seis ramas cortadas y un travesaño que completa la figura del Tav (‫)ת‬
hebreo; las piernas del paciente están cruzadas y sus codos forman un
triángulo con su cabeza. Ahora el triángulo coronado por una cruz significa,
en la alquimia, el fin y la perfección de la gran obra, un significado idéntico
al de la letra Tav, que es la última letra del alfabeto sagrado.

El colgado es por lo tanto el adepto, atado por sus compromisos,


espiritualizado, es decir con los pies vueltos hacia el cielo; es también el
antiguo Prometeo, sufriendo en una tortura inmortal el dolor de su glorioso
robo. Vulgarmente, es Judas el traidor, y su tormento amenaza a los
reveladores del gran arcano. Finalmente, para los cabalistas judíos, este
colgado, que corresponde a su duodécimo dogma, el del Mesías prometido,
es una protesta contra el Salvador reconocido por los cristianos, y parece que
le dicen de nuevo: ¿Cómo puedes salvar a los demás, tú que no has podido
salvarte a ti mismo?

En el Sefer-Toldos-Jeschu, una compilación rabínica anticristiana, hay una


parábola singular:

Jeschu, el rabino que escribió la leyenda, viajó con Simón Barjona y


Judas Iscariote. Llegaron tarde y cansados a una casa aislada; tenían
mucha hambre y sólo encontraron un ganso joven, muy pequeño y
magro para comer. Era demasiado poco para tres personas; compartirlo
sólo habría estimulado el hambre sin satisfacerla. Acordaron echarlo a
suertes, pero como estaban soñolientos, Jeschu dijo: “Vamos a dormir
primero mientras preparan la cena, y cuando nos despertemos nos
contaremos nuestros sueños, y el que haya tenido el sueño más hermoso
se comerá el ganso él solo”. Así se hizo. Durmieron y despertaron. Yo,
dijo San Pedro, soñé que era el vicario de Dios. Yo, dice Jeschu, que era
el mismo Dios. Y yo –dijo Judas hipócritamente– soñé que caminaba
como un sonámbulo, me levanté, bajé lentamente, saqué el ganso del
asador y me lo comí. En esto bajaron; pero el ganso había desaparecido:
Judas había soñado despierto.1

Esta leyenda es una protesta del positivismo judío contra el misticismo


cristiano. De hecho, mientras los creyentes se entregaban a dulces sueños, el
israelita proscrito, el Judas de la civilización cristiana, trabajaba, vendía,
actuaba, se enriquecía, comprendía las realidades de la vida actual y se ponía
en posición de prestar su sustento a los mismos cultos que durante tanto
tiempo lo habían proscrito. Los antiguos adoradores del arca, que
permanecieron fieles al culto de la caja fuerte, tienen ahora la bolsa del
templo, y desde allí gobiernan el mundo cristiano. Judas puede, en efecto,
reírse y felicitarse por no haber dormido como San Pedro.

En las antiguas escrituras anteriores al cautiverio, el Tav hebreo tiene la


figura de una cruz, lo que aún confirma nuestra interpretación de la
duodécima hoja del Tarot cabalístico. La cruz, que genera cuatro triángulos,
es también el signo sagrado del duodenario, y los egipcios la llamaron, por
esta misma razón, la llave del cielo. Por eso Eteilla, avergonzado en su larga
búsqueda por conciliar las necesidades analógicas de la figura con su opinión
personal (había sido influenciado en esto por el docto Court de Gebelin),
puso en la mano del colgado, interpretado por él como Prudencia, un caduceo
hermético formado por dos serpientes y una Tau griega. Como había
comprendido la necesidad de la Tav o la Cruz, en la duodécima página del
libro de THOT, debería haber comprendido el múltiple y magnífico símbolo
del colgado hermético, el Prometeo de la ciencia, el hombre vivo que sólo
toca la tierra con sus pensamientos y cuya base está en el cielo, el adepto libre
y sacrificado, el revelador amenazado de muerte, la conjuración del judaísmo
contra Cristo, que parece ser una confesión involuntaria de la divinidad
oculta del crucificado, el signo finalmente de la obra realizada, del ciclo
terminado, la Tav intermedia, que resume por primera vez, antes de la última
negación, los signos del alfabeto sagrado.

Notas
1. Esta anécdota no se encuentra en el texto real de Sepher Toldos Jeschut, pero sí en los
comentarios rabínicos de este libro.
XIII ‫ מ‬N
Nigromancia
EX IPSIS
MORS

Hemos dicho que en la luz astral se conservan imágenes de personas y cosas.


Es también bajo esta luz que podemos evocar las formas de aquellos que ya
no están en nuestro mundo, y es a través de ella que se cumplen los
verdaderos y controvertidos misterios de la nigromancia.

Los cabalistas que hablaban del mundo de los espíritus simplemente contaban
lo que veían en sus evocaciones.

Eliphas Lévi Zahed,1 que escribe este libro, ha hablado y ha visto.

Digamos primero lo que los maestros escribieron de sus visiones o


intuiciones en lo que llamaron la luz de la gloria.

Leemos en el libro hebreo de la Revolución de las Almas que hay tres clases
de almas: las hijas de Adán, las hijas de los ángeles y las hijas del pecado.
También hay, según el mismo libro, tres tipos de espíritus: espíritus cautivos,
espíritus errantes y espíritus libres. Las almas son enviadas en parejas. Sin
embargo, hay almas de hombres que nacen viudos, y cuyas esposas son
mantenidas cautivas por Lilith2 y Naamá,3 las reinas de los espíritus
malignos nocturnos; estas son las almas que tienen que expiar la temeridad de
un voto de celibato. Así, cuando un hombre renuncia desde la infancia al
amor de las mujeres, hace de la esposa que estaba destinada para él, una
esclava de los demonios del libertinaje. Las almas crecen y se multiplican en
el cielo y los cuerpos en la tierra. Las almas inmaculadas son las hijas de los
besos de los ángeles.

Nada puede entrar en el cielo, excepto lo que viene del cielo. Por eso,
después de la muerte, el espíritu divino que animaba al hombre vuelve solo al
cielo, dejando dos cadáveres en la tierra y en la atmósfera: uno terrestre y
elemental, el otro aéreo y sideral; uno está inerte, el otro todavía está animado
por el movimiento universal del alma del mundo, pero está destinado a morir
lentamente, absorbido por los poderes astrales que lo produjeron. El cadáver
terrestre es visible; el otro es invisible a los ojos de los cuerpos terrestres y
vivos, y sólo puede ser visto por la aplicación de la luz astral al translúcido,
que comunica sus impresiones al sistema nervioso, y por lo tanto afecta al
órgano de la vista hasta que ve las formas que se conservan y las palabras que
están escritas en el libro de la luz vital.

Cuando el hombre ha vivido bien, el cadáver astral se evapora como incienso


puro al ascender a las regiones superiores; pero si el hombre ha vivido en el
crimen, su cadáver astral, que lo tiene prisionero, sigue buscando los objetos
de sus pasiones y quiere volver a la vida. Atormenta los sueños de las
jóvenes, se baña en el vapor de la sangre derramada y se arrastra por los
lugares donde han fluido los placeres de su vida; sigue velando por los
tesoros que ha poseído y enterrado; se desgasta en dolorosos esfuerzos por
hacerse órganos materiales para sí mismo y para volver a vivir. Pero las
estrellas lo absorben y lo beben; siente que su inteligencia se debilita, su
memoria se desvanece lentamente, todo su ser se disuelve… Sus viejos vicios
se le aparecen y lo persiguen bajo figuras monstruosas; lo atacan y lo
devoran… El desafortunado pierde así sucesivamente todos los miembros
que han servido para sus iniquidades; luego muere por segunda vez y para
siempre, pues entonces pierde su personalidad y su memoria. Las almas que
deben vivir, pero que aún no están completamente purificadas, permanecen
más o menos tiempo cautivas en el cadáver astral, o son quemadas por la luz
ódica4 que busca asimilarla y disolverla. Es para liberarse de este cadáver
que las almas que sufren a veces entran en los vivos, y permanecen allí en un
estado que los cabalistas llaman embrión.

Estos son los cadáveres aéreos que evoca la nigromancia. Son larvas,
sustancias muertas o moribundas, con las que entramos en comunión;
normalmente no pueden hablar, sólo producir un zumbido en nuestros oídos,
generado por el temblor nervioso que he mencionado, y normalmente solo
razonan reflejando nuestros pensamientos o sueños.

Pero para ver estas extrañas formas hay que alcanzar un estado excepcional,
que es como el sueño y la muerte, es decir, hay que magnetizarse y llegar a
una especie de sonambulismo lúcido y despierto. El nigromanticismo logra
así resultados reales, y las evocaciones de la magia pueden producir
verdaderas visiones. Hemos dicho que en el gran agente mágico, que es la luz
astral, se conservan todas las huellas de las cosas, todas las imágenes
formadas ya sea por rayos o por reflejos; es en esa luz que se nos aparecen
nuestros sueños, es esa luz la que embriaga a los locos y conduce su juicio
durmiente en busca de los más extraños fantasmas. Para ver sin ilusiones,
bajo esta luz, es necesario eliminar los reflejos por una voluntad poderosa, y
atraer hacia uno mismo sólo los rayos. Soñar estando despierto es ver en la
luz astral; y las orgías de los Sabbats, narradas por tantos hechiceros en sus
juicios criminales, no les fueron presentadas de ninguna otra manera. A
menudo los preparados y sustancias utilizados para lograr este resultado eran
horribles, como veremos en el Ritual; pero los resultados nunca se pusieron
en duda. Se ven, y escuchan las cosas más abominables, las más fantásticas,
las más imposibles. Volveremos sobre este tema en nuestro capítulo XV; sólo
nos interesa la evocación de los muertos.

En la primavera de 1854, viajé a Londres para escapar de las penas


domésticas y para disfrutar, sin distracciones, de la ciencia. Tenía cartas de
presentación para eminentes personas, curiosas sobre las revelaciones del
mundo sobrenatural. Vi a varias de estas personas, y encontré en ellos,
rodeado por gran cortesía, un gran fondo de indiferencia o ligereza. En primer
lugar, me pidieron que hiciera maravillas como si fuera un curandero. Estaba
un poco desanimado porque, a decir verdad, lejos de estar dispuesto a iniciar
a otros en los misterios del ceremonial mágico, siempre había eludido sus
ilusiones y fatigas; además, estas ceremonias requieren un material caro y
difícil de reunir. De modo que me limitaba al estudio de la Alta Cábala, y no
pensaba mucho en los seguidores ingleses, cuando un día, al volver a mi
hotel, encontré que habían dejado una nota para mí. Esta nota contenía la
mitad de un mapa, cortado transversalmente, en el que reconocí en seguida el
carácter del sello de Salomón, y un pedazo muy pequeño de papel en el que
estaba escrito a lápiz: “Mañana a las tres en punto frente a la Abadía de
Westminster, se te presentará la otra mitad de este mapa”. Fui a este singular
encuentro. Había un coche aparcado en la plaza. Tenía en la mano el
fragmento del mapa, y un sirviente se acercó y me hizo un gesto al abrir la
puerta del coche. En el coche estaba sentada una dama de negro, cuyo
sombrero estaba cubierto con un velo muy grueso, quien me hizo un gesto
para que me sentara a su lado, mostrándome la otra mitad del mapa que había
recibido. La puerta se cerró de nuevo, y el coche siguió adelante, y cuando la
señora levantó el velo, pude ver que estaba tratando con una persona mayor,
con ojos negros extremadamente brillantes bajo unas cejas grises, y con una
extraña fijación. “Señor”, me dijo, con un acento anglosajón muy
pronunciado, “sé que la ley del secreto es estricta entre los adeptos; un amigo
de Sir B**L**, que lo ha visto, sabe que le han pedido demostraciones, y que
usted se ha negado a satisfacer tal curiosidad. Tal vez no tenía las cosas
necesarias, quiero mostrarle un gabinete mágico completo, pero le pido, en
primer lugar, el secreto más inviolable. Si no me hace esta promesa por su
honor, daré órdenes de llevarlo a su hotel.” Hice la promesa que se me exigió,
y soy fiel a ella al no revelar el nombre, la posición o la residencia de esta
dama, a la que pronto reconocí como una iniciada, no precisamente de primer
orden, pero de muy alto rango. Tuvimos varias conversaciones largas,
durante las cuales siempre insistió en la necesidad de prácticas para
completar la iniciación. Me mostró una colección de vestidos e instrumentos
mágicos, e incluso me prestó algunos libros curiosos que me faltaban; en fin,
me convenció a probar en su casa la experiencia de una evocación completa,
para lo cual me preparé durante veintiún días, observando escrupulosamente
las prácticas indicadas en el capítulo XIII del Ritual.

Terminé con mis preparaciones el 24 de julio, se trataba de evocar el


fantasma del divino Apolonio e interrogarlo sobre dos secretos: uno que me
concernía a mí, el otro que le interesaba a esta señora. Al principio tenía la
intención de asistir a la evocación con una persona de confianza, pero en el
último momento esta persona tuvo miedo, y como el ternario o la unidad se
requieren rigurosamente para los ritos mágicos, me quedé solo. El gabinete
preparado para la evocación estaba en una pequeña torre, donde fueron
colocados cuatro espejos cóncavos y una especie de altar, con una tapa de
mármol blanco rodeada por una cadena de hierro magnética.

En el mármol blanco se grabó y doró el signo del pentagrama:


Y el mismo signo fue trazado, en varios colores, en una piel de cordero
blanca, completamente nueva, estirada bajo el altar. En el centro de la mesa
de mármol había un brasero de cobre con carbón de aliso y laurel; otro
brasero estaba colocado delante de mí en un trípode. Yo estaba vestido con
una túnica blanca como las de los sacerdotes católicos, pero más suelta y
larga, y llevaba en la cabeza una corona de hojas de verbena entrelazadas en
una cadena de oro. En una mano tenía una espada nueva y en la otra tenía el
Ritual. Encendí los dos fuegos con las sustancias necesarias y preparadas, y
comencé, primero en voz baja y luego levantando la voz en grados, las
invocaciones del Ritual. El humo se extendió, las llamas parecieron hacer
temblar a los objetos que iluminaban, y luego se apagaron. Un humo blanco
se elevó lentamente en el altar de mármol, pude sentir un temblor de tierra,
mis oídos tintinearon y mi corazón latió con fuerza. Puse algunas ramas y
perfumes en los braseros, y cuando la llama se elevó, vi claramente ante el
altar una figura humana más grande que la vida, que se estaba
descomponiendo y desvaneciendo. Comencé de nuevo las evocaciones y
llegué a colocarme en un círculo que había dibujado de antemano entre el
altar y el trípode, entonces vi en el fondo del espejo delante de mí, detrás del
altar, que se iba aclarando poco a poco, y una forma blanquecina apareció
allí, creciendo y pareciendo acercarse poco a poco. Tres veces llamé a
Apolonio, cerrando los ojos; y cuando los volví a abrir, un hombre estaba de
pie delante de mí, envuelto completamente en una especie de sudario, que me
pareció más gris que blanco; su rostro era delgado, triste y sin barba, lo que
no correspondía precisamente a la idea que yo tenía de Apolonio al principio.
Sentí una extraordinaria sensación de frío, y cuando abrí la boca para llamar
al fantasma, me fue imposible articular un sonido. Luego puse mi mano en el
signo del Pentagrama, y dirigí la punta de la espada hacia él, ordenándole
mentalmente, por este signo, que no me asustara y que me obedeciera.
Entonces la forma se volvió más confusa, y desapareció de repente. Le
ordené que volviera, entonces sentí que un aliento pasaba a mi lado, y algo
tocó mi mano que sostenía la espada, y mi brazo se entumeció hasta el
hombro. Comprendí que esta espada ofendía al espíritu, y la coloqué, punta
abajo, al lado mío, dentro del círculo. La figura humana reapareció
inmediatamente; pero sentí un debilitamiento tan grande en mis miembros y
un súbito y fuerte mareo, que di dos pasos para sentarme. En cuanto me
senté, caí en un letargo profundo, con sueños; cuando volví en sí, sólo tenía
un vago y confuso recuerdo. Mi brazo permaneció entumecido y dolorido
durante varios días. La figura no me había hablado, pero me pareció que las
preguntas que tenía que hacerle se habían resuelto en mi mente. A las
preguntas de la dama, una voz interior respondió dentro de mí: ¡Muerto! (ella
preguntaba sobre un hombre). En cuanto a mí, quería saber si la
reconciliación y el perdón serían posibles entre dos personas en las que
pensaba, y el mismo eco interior respondió despiadadamente: ¡Muerto!

Estoy contando los hechos tal y como ocurrieron, no los estoy imponiendo a
la fe de nadie. El efecto de esta experiencia en mí fue algo inexplicable. Ya
no fui el mismo hombre, algo de otro mundo había pasado por mí; no estaba
ni feliz ni triste, pero sentía una singular atracción por la muerte, sin
embargo, no estaba tentado de recurrir al suicidio. Analicé cuidadosamente lo
que había experimentado y, a pesar de una repugnancia nerviosa muy aguda,
repetí dos veces, con sólo unos días de diferencia, la misma prueba. El relato
de los fenómenos ocurridos difirió muy poco del ya relatado como para que
tenga que agregarlos a esta narración, que ya es quizás un demasiado larga.
Pero el resultado de estas otras dos evocaciones fue para mí la revelación de
dos secretos cabalísticos, que podrían, si fueran conocidos por todos, cambiar
en poco tiempo las bases y leyes de toda la sociedad.

¿Concluiré de ello que realmente he evocado, visto y tocado al gran Apolonio


de Tiana? No estoy tan alucinado como para creerlo, ni soy tan poco serio
como para afirmarlo. El efecto de los preparados, los perfumes, los espejos,
los pantáculos, fue una verdadera intoxicación de la imaginación, que debe
actuar vívidamente sobre una persona ya impresionable y nerviosa. No
explico por qué leyes fisiológicas he visto y tocado; sólo afirmo que he visto
y tocado, que he visto clara y distintamente, sin sueños, y eso es suficiente
para creer en la eficacia real de las ceremonias mágicas. Creo, además, que se
trata de una práctica peligrosa y perjudicial; la salud, ya sea moral o física, no
soportaría tales operaciones si se hicieran habituales. La anciana que
mencioné, y de la tuve motivos de quejas desde entonces, fue la prueba de
ello, pues, a pesar de sus negativas, no tengo ninguna duda de ella estaba
acostumbrada a la nigromancia y a la magia goética. A veces era
completamente irrazonable, otras veces tenía berrinches sin sentido, cuyo
objeto apenas se podía determinar. Me fui de Londres sin volver a verla y
mantendré fielmente el compromiso que hice de no decir nada a nadie que
pudiera conectar su nombre con las prácticas, en las que sin duda se
complace sin el conocimiento de su familia, que es, supongo, bastante
numerosa y de una posición muy honorable.

Hay evocaciones de inteligencia, evocaciones de amor y evocaciones de odio;


pero nada prueba, una vez más, que los espíritus abandonen realmente las
esferas superiores para hablar con nosotros, e incluso es más probable lo
contrario. Evocamos los recuerdos que dejaron en la luz astral, que es el
depósito común del magnetismo universal. Es bajo esta luz que el emperador
Juliano vio una vez aparecer a los dioses, pero viejos, enfermos y decrépitos,
nueva prueba de la influencia de las opiniones actuales y acreditadas en las
reflexiones de este mismo agente mágico que hace hablar a las mesas y
responde golpeando contra las paredes. Desde la evocación de la que hablé
antes, he releído cuidadosamente la vida de Apolonio, a quien los
historiadores representan para nosotros como un ideal de belleza y elegancia
antigua. Y noté, que Apolonio, hacia el final de su vida, pasó hambre y fue
atormentado durante mucho tiempo en la cárcel. Esta circunstancia, que sin
duda había retenido en mi memoria, sin pensar más en ella desde entonces,
puede haber determinado la forma poco atractiva de mi visión, que considero
sólo como el sueño voluntario de un hombre despierto. Vi otros dos
personajes, no importa quiénes hayan sido, siempre fueron diferentes, en el
vestuario y la apariencia, de lo que esperaba ver. Recomiendo la mayor
reserva a los que quieran participar en experiencias similares; provocan una
gran fatiga y a menudo incluso temblores lo suficientemente anormales como
para causar enfermedades.

No terminaré este capítulo sin mencionar aquí la extraña opinión de algunos


cabalistas que distinguen la muerte aparente de la muerte real, y creen que
rara vez son simultáneas. La mayoría de las personas que enterramos estarían
vivas, y muchas otras, que se cree que están vivas, estarían muertas.

La locura incurable, por ejemplo, sería para ellos una muerte incompleta pero
real, dejando el cuerpo terrenal bajo la guía puramente instintiva del cuerpo
sideral. Cuando el alma humana sufre una violencia que no puede soportar, se
separaría así del cuerpo, dejando en su lugar el alma animal o el cuerpo
sideral, lo que hace que estos restos humanos sean de alguna manera algo
menos vivo que el propio animal. Dicen que los muertos de esta especie
pueden ser reconocidos por la completa extinción del sentido amoroso y
moral; no son malos, no son buenos: están muertos. Estos seres, que son los
hongos venenosos de la raza humana, absorben todo lo que pueden de la vida
de los vivos; por eso su acercamiento adormece el alma y hace que el corazón
se enfríe.

Estos seres parecidos a un cadáver, si existieran, explicarían todo lo que una


vez se dijo sobre los fantasmas y los vampiros.

¿No hay gente con la que nos sentimos menos inteligentes, menos buenos, a
veces incluso menos honestos?
¿No es cierto que su acercamiento extingue toda creencia y todo entusiasmo,
que os ata a ellos por vuestras debilidades, os domina por vuestras malas
inclinaciones, y os hace morir lentamente en un tormento similar al de
Majencio?

Son los muertos, que tomamos por vivos; son vampiros, que tomamos por
amigos.

Notas
1. Es la traducción al hebreo del nombre del autor: Alphonse-Louis Constant.
2. Lilith es una figura de la mitología judía, desarrollada más temprano en el Talmud de Babilonia
(siglos III a V d.C.). A partir de c. 700-1000 d.C. Lilith aparece como la primera esposa de Adán,
creada al mismo tiempo y de la misma arcilla que Adán. La figura de Lilith puede relacionarse en parte
con una clase históricamente anterior de demonios femeninos en la antigua religión mesopotámica, que
se encuentra en los textos cuneiformes de Sumeria, el Imperio Acadio, Asiria y Babilonia.
3. Naamá (“agradable”,“encantadora” o “complaciente”) es una criatura legendaria demoníaca del
folclore hebreo, siendo representada como un demonio o un ángel caído. Se dice que era un súcubo, y
al igual que Lilith había tenido relaciones con Adán.
4. Una supuesta fuerza o poder natural, que produce los fenómenos del mesmerismo, y que se
desarrolla por varios organismos, como por imanes, calor, luz, acción química o vital, etc.
XIV ‫ נ‬O
Las Transmutaciones
SPHERA LUNAE
SEMPITERNUM
AUXILIUM

San Agustín duda seriamente de que Apuleyo pudiera haber sido convertido
en burro por una bruja de Tesalia. Los teólogos han hablado largamente sobre
la transmutación de Nabucodonosor en una bestia salvaje. Esto simplemente
prueba que el elocuente doctor de Hipona era ignorante de los arcanos
mágicos, y que los teólogos en cuestión no estaban muy avanzados en
exégesis. En este capítulo, tenemos que examinar maravillas que de otra
manera son increíbles, y sin embargo innegables. Me refiero a la licantropía,
o la transformación nocturna de los hombres en lobos, tan famosa en las
veladas de nuestro campesinos, por las historias de los hombres lobo;
historias tan bien establecidas que, para explicarlas, la ciencia incrédula
recurre a maníacos furiosos y a disfrazados de animales. Pero tales
suposiciones son infantiles y no explican nada. Busquemos en otra parte el
secreto de los fenómenos observados sobre este tema, y veamos primero:

1. Que nadie ha sido nunca asesinado por un hombre lobo, excepto por
sofocación, sin derramamiento de sangre y sin heridas;.

2. Que los hombres lobo rastreados, perseguidos, incluso heridos, nunca


fueron matados sobre el terreno.

3. Que las personas sospechosas de estas transformaciones siempre han


sido encontradas en sus casas, después de la caza del hombre lobo, más
o menos heridas, a veces muriendo, pero siempre en su forma natural.

Ahora veamos algunos fenómenos de otro tipo.

Nada en el mundo está mejor atestiguado y más indiscutiblemente probado


que la presencia visible y real del P. Alfonso de Ligorio cerca del Papa
moribundo, mientras que la misma figura se observaba en su casa, a gran
distancia de Roma, en oración y éxtasis.

La presencia simultánea del misionero Francisco Javier en varios lugares al


mismo tiempo no fue menos estrictamente demostrada.

Dirán que fueron milagros; responderemos que los milagros, cuando son
reales, son simplemente fenómenos para la ciencia.

Las apariciones de personas queridas por nosotros que coinciden con el


momento de su muerte son fenómenos del mismo orden y atribuibles a la
misma causa.

Hemos hablado del cuerpo sideral que es el intermediario entre el alma y el


cuerpo material. Este cuerpo a menudo permanece despierto mientras el otro
duerme, y se transporta con el pensamiento a través del espacio que la
magnetización universal abre ante él. Así se alarga sin romper la cadena
simpática que lo mantiene unido a nuestro corazón y cerebro, y esto es lo que
hace que sea tan peligroso para las personas que sueñan despertarse con un
sobresalto. Una conmoción cerebral demasiado fuerte puede romper de
repente la cadena y causar una muerte súbita.

La forma de nuestro cuerpo sideral se ajusta al estado habitual de nuestros


pensamientos, y a la larga modifica los rasgos del cuerpo material. Por eso
Swedenborg, en sus intuiciones sonambúlicas, a menudo veía espíritus en
forma de distintos animales.

Atrevámonos a decir ahora que un hombre lobo no es otra cosa que el cuerpo
sideral de un hombre, cuyos instintos salvajes y sanguinarios son
representados por el lobo, y que, mientras su fantasma vaga por el campo,
duerme inquieto en su cama y sueña que es un verdadero lobo.

Lo que hace visible al hombre lobo es la sobreexcitación casi sonambúlica


causada por el miedo en aquellos que lo ven, o la disposición, más común en
la gente sencilla del campo, de ponerse en comunicación directa con la luz
astral, que es el medio común de las visiones y los sueños. Los golpes que
recibe el hombre lobo realmente lastiman al durmiente por la congestión
ódica y simpática de la luz astral, por la correspondencia del cuerpo
inmaterial con el cuerpo material. Mucha gente pensará que estoy soñando
cuando lee tales cosas, y nos preguntará si estamos despiertos; pero sólo
pediremos a los hombres de ciencia que piensen en los fenómenos del
embarazo y en la influencia de la imaginación de las mujeres en la forma de
su fruto. Una mujer que había presenciado el tormento de un hombre que
estaba siendo torturado en la rueda, dio a luz a un niño cuyos miembros
estaban todos rotos.

Que alguien nos explique cómo la impresión producida en el alma de la


madre por un horrible espectáculo puede alcanzar y romper los miembros del
niño, y explicaremos cómo los golpes dados y recibidos en sueños pueden
realmente romper e incluso herir gravemente el cuerpo de quien los recibe en
su imaginación, especialmente cuando su cuerpo está sufriendo y está
sometido a influencias nerviosas y magnéticas.

Es a estos fenómenos y a las leyes ocultas que los producen que debemos
relacionar los efectos del hechizo, sobre los cuales tendremos que hablar. Las
obsesiones diabólicas, y la mayoría de las enfermedades nerviosas que
afectan al cerebro, son lesiones del sistema nervioso causadas por la luz astral
pervertida, es decir, la luz que se absorbe o proyecta en proporciones
anormales. Todas las tensiones extraordinarias y antinaturales de la voluntad
disponen a las obsesiones y enfermedades nerviosas; el celibato forzado, el
ascetismo, el odio, la ambición, el amor rechazado, son otros tantos
principios que generan formas e influencias infernales. Paracelso dice que la
sangre menstrual de las mujeres crea fantasmas en el aire; los conventos,
desde este punto de vista, serían el seminario de las pesadillas, y se podría
comparar a los demonios con aquellas cabezas de la hidra de Lerna, que
renacían sin cesar y se multiplicaban por la sangre misma de sus heridas.

El fenómeno de la posesión de las Ursulinas de Loudun, tan fatal para Urbain


Grandier, ha sido mal entendido. Las monjas estaban realmente poseídas por
la histeria y la imitación fanática de los pensamientos secretos de sus
exorcistas, transmitidos a su sistema nervioso por la luz astral. Recibieron la
impresión de todos los odios que este desafortunado sacerdote había
conjurado contra él mismo, y esta comunicación interior les pareció diabólica
y milagrosa. Así, en este desgraciado asunto, todos actuaron de buena fe,
hasta Laubardemont, quien, ejecutando ciegamente las sentencias
prejuzgadas por el cardenal de Richelieu, creyó cumplir al mismo tiempo los
deberes de un verdadero juez, y no se le ocurrió que era un ayuda de cámara
de Poncio Pilatos; no pudo ver en el sacerdote libertino de Saint-Pierre-du-
March, un espíritu, un discípulo y mártir de Cristo.

La posesión de las monjas de Louviers es poco menos que una copia de la de


Loudun: los demonios inventan poco y son plagiarios unos de otros. El juicio
de Gaufridi y Magdeleine de la Palud tiene un carácter más extraño. Aquí son
las víctimas las que se acusan a sí mismas. Gaufridi admite que es culpable
de haber privado a varias mujeres de la libertad de defenderse de sus
seducciones, simplemente exhalando su aliento sobre sus fosas nasales. Una
joven y hermosa muchacha, de una familia noble, así influida por él, cuenta,
con el mayor detalle, escenas donde la lujuria compite con lo monstruoso y
grotesco. Tales son las alucinaciones ordinarias del falso misticismo y el
celibato mal conservado. Gaufridi y su amante estaban obsesionados con las
fantasías del otro, y la cabeza de uno reflejaba las pesadillas del otro. ¿No era
el propio Marqués de Sade contagioso para ciertas naturalezas enfermas y
débiles?

El escandaloso juicio del padre Girard es una prueba más de los delirios del
misticismo y la singular neuralgia que puede resultar de él. Los trances de la
Cadière, sus éxtasis, sus estigmas, todo esto era tan real como el desenfreno
insensato y quizás involuntario de su director. Ella lo acusó cuando él quiso
alejarse de ella, y la conversión de esta chica fue una venganza, porque nada
es tan cruel como el amor depravado. Una poderosa corporación, que
intervino en el juicio de Grandier para perder el posible sectario que había en
él, salvó al padre Girard para el honor de la compañía. Grandier y el padre
Girard habían llegado al mismo resultado de maneras muy diferentes, que
tendremos que tratar especialmente en nuestro capítulo XVI.

Nuestra imaginación actúa sobre las imaginaciones de los demás, nuestro


cuerpo sideral influencia sus cuerpos siderales, y nuestros órganos afectan a
los suyos. De modo que, por simpatía, ya sea por atracción u obsesión, nos
poseemos e identificamos con aquellos a los que queremos afectar. Las
reacciones contra este imperio son las que a menudo hacen que las simpatías
más fuertes den paso a la antipatía más pronunciada. El amor tiene la
tendencia a identificar a las personas; pero al identificarlas a menudo, las
convierte en rivales, y por lo tanto en enemigas, si las dos naturalezas se
basan en una disposición insociable, como sería el orgullo, por ejemplo;
saturar de orgullo dos almas unidas es desunirlas haciéndolas rivales. El
antagonismo es el resultado necesario de la pluralidad de los dioses.

Cuando soñamos con una persona viva, es su cuerpo sideral el que se nos
presenta en la luz astral, o al menos el reflejo de este mismo cuerpo, y la
forma en que nos impresiona cuando lo encontramos nos revela a menudo las
disposiciones secretas de esta persona hacia nosotros. El amor, por ejemplo,
moldea el cuerpo sideral de uno a imagen y semejanza del otro, de modo que
el médium psíquico de la mujer es como el de un hombre y el del hombre
como una mujer. Es este intercambio el que los cabalistas quisieron expresar
de manera oculta cuando dicen, explicando un oscuro término del Génesis:
“Dios creó el amor poniendo una costilla de Adán en el pecho de la mujer y
la carne de Eva en el pecho de Adán, de modo que el fondo del corazón de la
mujer está un hueso del hombre y en el fondo del corazón del hombre, la
carne de la mujer”; una alegoría que ciertamente no carece de profundidad y
belleza.

Dijimos una palabra en el capítulo anterior sobre lo que los maestros de la


cábala llaman el embrión de las almas. Este embrión, completo después de la
muerte de la persona que posee a otro, se inicia a menudo durante su vida, ya
sea por obsesión o por amor. Conocí a una joven que estaba aterrorizada por
sus padres, y que de repente comenzó a infligir a una persona inofensiva lo
que temía que le hicieran a ella. Conocí a otro que, después de haber
participado en la evocación de una mujer culpable y atormentada en el otro
mundo por ciertos actos excéntricos, imitaba sin razón alguna los actos de la
difunta. Es a este poder oculto al que debemos atribuir la terrible influencia
de la maldición de los padres, temida por todos los pueblos de la tierra, y un
peligro real de las operaciones mágicas entre quienes no han alcanzando el
aislamiento de los verdaderos adeptos.

Esta virtud de transmutación sideral, que existe realmente en el amor, explica


las maravillas alegóricas de la varita de Circe. Apuleyo habla de una mujer de
Tesalia que se transformaba en un pájaro; se hizo amar por la sirvienta de esta
mujer para sorprender los secretos de su ama, y sólo consiguió transformarse
en un burro. Esta alegoría explica los misterios más ocultos del amor. Los
cabalistas todavía dicen que cuando uno ama a una mujer elemental –ondina,
sílfide o duende–, la inmortaliza en su interior, o muere con ella. Hemos visto
que los seres elementales son hombres imperfectos y aún mortales. La
revelación de la que hablamos y que ha sido considerada como una fábula es,
por lo tanto, el dogma de la solidaridad moral en el amor, que es la base
misma del amor mismo y sólo explica toda su santidad y poder.

¿Quién es este mago que convierte a sus adoradores en cerdos y cuyos


encantos son destruidos tan pronto como se somete al amor? Es la antigua
cortesana, la chica de mármol de todos los tiempos. La mujer sin amor
absorbe y degrada todo lo que se le acerca; la mujer que ama esparce
entusiasmo, nobleza y vida.

Mucho se ha dicho en el último siglo sobre un adepto acusado de


charlatanismo, que fue llamado el divino Cagliostro durante su vida. Se sabe
que practicaba evocaciones y que sólo fue superado en este arte por el
iluminado Schröpfer.1 Se sabe que se jactaba de formar simpatías, y que
decía poseer el secreto de la gran obra; pero lo que le hizo aún más famoso
fue cierto elixir de la vida que devolvía instantáneamente a los ancianos el
brillo y la savia de la juventud. Esta composición se basaba en el vino de
malvasía, y se obtenía destilando el esperma de ciertos animales con el jugo
de varias plantas. Tenemos la receta para ello y estará muy claro por qué
tenemos que mantenerla oculta.

Notas
1. Ver, en el Ritual, los secretos y formas de Schröpfer para las evocaciones.
XV ‫ ס‬P
La Magia Negra
SAMAEL
AUXILIATOR

Vamos a entrar en la magia negra. Vamos a enfrentar, incluso en su


santuario, al dios negro del Sabbat, la formidable cabra de Mendés. Aquí los
que tienen miedo deben cerrar este libro, y los que son propensos a las
impresiones nerviosas harán bien en distraerse o en abstenerse; pero nos
hemos propuesto una tarea, y la llevaremos a cabo.

Primero abordemos el tema con franqueza y audacia:

¿Hay un diablo?

¿Qué es el diablo?

A la primera pregunta, la ciencia guarda silencio; la filosofía niega al azar, y


la religión por sí sola responde afirmativamente.

En la segunda, la religión dice que el diablo es un ángel caído; la filosofía


oculta acepta y explica esta definición.

No nos retractaremos de lo que ya hemos dicho, pero añadiremos aquí una


nueva revelación:

EL DIABLO, EN LA MAGIA NEGRA, ES EL GRAN AGENTE


MÁGICO EMPLEADO PARA EL MAL POR UNA VOLUNTAD
PERVERSA.

La antigua serpiente de la leyenda no es otra cosa que el agente universal, es


el fuego eterno de la vida terrenal, es el alma de la tierra y el hogar vivo del
infierno.

Dijimos que la luz astral es el receptáculo de las formas. Evocadas por la


razón, estas formas se dan en armonía; evocadas por la locura, se presentan
desordenadas y monstruosas; tal es la cuna de las pesadillas de San Antonio y
los fantasmas del Sabbat.

¿Las evocaciones de la magia goética y la demonomancia tienen, por lo tanto,


un resultado? – Sí, ciertamente, un resultado innegable y más terrible de lo
que las leyendas pueden contar.

Cuando se llama al diablo con las ceremonias adecuadas, el diablo viene y lo


vemos.

Para no morir alcanzado por un rayo por esta visión, para no volverse
cataléptico o estúpido, hay que estar loco.

Grandier era un libertino por falta de devoción, y tal vez también por
escepticismo; Girard había sido depravado y fue un depravador debido a su
entusiasmo, como resultado del ascetismo y la ceguera de la fe.

En el capítulo XV de nuestro Ritual, mostraremos todas las evocaciones


diabólicas y las prácticas de la magia negra, no para ser usadas, sino para ser
conocidas, juzgadas y para poder prevenirse para siempre de tales
aberraciones.

El Sr. Eudes de Mirville, cuyo libro sobre las mesas giratorias ha hecho
bastante ruido últimamente, puede estar contento y disgustado con la solución
que estamos dando aquí a los problemas de la magia negra. Porque nosotros,
como él, aceptamos la realidad y la maravilla de tales hechos, y como él, les
asignamos por causa la antigua serpiente, el príncipe oculto de este mundo;
pero no estamos de acuerdo en la naturaleza de este agente ciego, que es al
mismo tiempo, pero bajo diferentes direcciones, el instrumento de todo bien y
todo mal, el servidor de los profetas y el inspirador de las pitonisas. En una
palabra, el diablo, para nosotros, es la fuerza puesta por un tiempo al servicio
del error, así como el pecado mortal es, a nuestros ojos, la persistencia de la
voluntad en el absurdo. Así que el Sr. de Mirville tiene razón mil veces, pero
se equivoca de una vez por todas.

Lo que debe ser excluido del reino de los seres es la arbitrariedad. Nada
sucede por casualidad o por la autocracia de la buena o mala voluntad. Hay
dos cámaras en el cielo, y los delitos de la corte de Satanás están contenidos
por el senado de la sabiduría divina.
XVI ‫ ע‬Q
Los Hechizos
FONS
OCULUS
FULGUR

El hombre que mira a una mujer con un deseo impuro profana a esa mujer,
dijo el gran maestro. Lo que uno quiere con perseverancia, lo hace. Toda
voluntad real es confirmada por actos; toda voluntad confirmada por un acto
es una acción. Toda acción está sujeta a juicio, y ese juicio es eterno. Estos
son dogmas y principios.

Según estos principios y dogmas, el bien o el mal que quieras, ya sea para ti o
para los demás, en el ámbito de tu voluntad y en la esfera de tu acción, llegará
indefectiblemente ya sea a los demás o a ti, si confirmas tu voluntad tu
determinación con tus actos.

Los actos deben ser análogos a la voluntad. La voluntad de dañar o de ser


amado debe ser confirmada, para que sea efectiva, por actos de odio o de
amor.

Todo lo que lleva la huella de un alma humana pertenece a esa alma; todo lo
que el hombre se ha apropiado de alguna manera se convierte en su cuerpo en
el sentido más amplio de la palabra, y todo lo que se hace al cuerpo de un
hombre es sentido, ya sea mediatamente o inmediatamente, por su alma.

Es por eso que todo tipo de acción hostil al prójimo es considerada por la
teología moral como el comienzo del homicidio.

El hechizo es un homicidio, y es un homicidio tanto más cobarde cuanto que


escapa al derecho de defensa de la víctima y a la venganza de las leyes.

Habiendo establecido este principio, afirmamos sin temor –para la absolución


de nuestra conciencia y como una advertencia a los débiles– que los hechizos
son posibles.

Vayamos más allá y afirmemos que no sólo es posible, sino que de alguna
manera es necesario y fatal. Se producen constantemente en el mundo social,
sin que los agentes y los afectados por los hechizos lo sepan. El hechizo
involuntario es uno de los más terribles peligros de la vida humana.

La simpatía pasional somete necesariamente el deseo más ardiente a la


voluntad más fuerte. Las enfermedades morales son más contagiosas que las
físicas, y hay algunos excesos de infatuación y moda que podrían compararse
con la lepra o el cólera.

Podemos morir tanto debido a una mala relación como un contacto


contagioso, y la horrible enfermedad que, durante sólo unos pocos siglos en
Europa, ha castigado la profanación de los misterios del amor, es una
revelación de las leyes analógicas de la naturaleza, aunque solo presenta una
imagen debilitada de las corrupciones morales cotidianas que resultan de las
simpatías equívocas.

Se habla de un hombre celoso y cobarde que, para vengarse de un rival, se


infectó voluntariamente con un mal incurable, y lo convirtió tanto en el azote
común como en el anatema de un lecho compartido. Esta horrible historia es
la de cualquier mago, o más bien de cualquier hechicero que practica
hechizos. Se envenena a sí mismo, se condena a la tortura, inhala el infierno
para poder exhalarlo, se hiere a sí mismo para causar la muerte; pero, si tiene
el triste coraje de hacerlo, sabe que envenenará y matará con la sola
proyección de su perversa voluntad.

Puede haber amores que matan tanto como el odio, y los hechizos de
benevolencia son la tortura de los malvados. Rezar a Dios por la conversión
de un hombre trae mala suerte a ese hombre si no quiere convertirse. Hay,
como ya hemos dicho, cansancio y peligro en la lucha contra las corrientes
fluidas excitadas por las cadenas unidas de la voluntad.

Por lo tanto, hay dos tipos de hechizos: hechizos involuntarios y hechizos


voluntarios. El hechizo físico también puede distinguirse del hechizo moral.

La fuerza atrae la fuerza, la vida atrae la vida, la salud atrae la salud, es una
ley de la naturaleza.

Si dos niños viven juntos, y sobre todo duermen juntos, y uno es débil y otro
fuerte, el fuerte absorberá al débil, y el débil perecerá. Por eso es importante
que los niños siempre duerman solos.

En las escuelas residenciales, algunos estudiantes absorben la inteligencia de


otros estudiantes, y en cualquier círculo de hombres pronto hay un individuo
que se hace cargo de las voluntades de otros.

El hechizo a través de las corrientes es algo muy común, como hemos


notado; somos arrastrados por la multitud, tanto en lo moral como en lo
físico. Pero lo que tenemos que señalar más particularmente en este capítulo
es el poder casi absoluto de la voluntad humana sobre la determinación de sus
acciones y la influencia de cualquier demostración externa de una voluntad,
incluso en las cosas externas.

Los hechizos voluntarios todavía son frecuentes en lugares rurales, porque las
fuerzas naturales en la gente ignorante y solitaria actúan sin ser debilitadas
por ninguna duda o desviación. El odio franco, absoluto, sin mezcla de pasión
repugnante o codicia personal, es una sentencia de muerte para la persona que
es objeto de él bajo ciertas condiciones dadas. Digo sin ninguna mezcla de
pasión amorosa o codicia, porque el deseo, al ser una atracción, contrarresta y
anula el poder de proyección. Así, por ejemplo, un hombre celoso nunca
hechizará eficazmente a su rival, y un heredero codicioso no acortará los días
de un tío tacaño y vivaz por el mero hecho de su voluntad. Los hechizos
probados en estas condiciones recaen en quien los realiza, y son más bien
saludables que perjudiciales para la persona que es objeto de ellos, ya que lo
liberan de una acción odiosa que se destruye a sí misma exaltándose más allá
de toda medida.

La palabra envoûtement (hechicería), muy enérgica en su simplicidad gala,


expresa admirablemente lo que significa: hechicería, la acción de tomar, por
así decirlo, y envolver a alguien en un voto, en una voluntad formulada.

El instrumento del hechizo no es otro que el propio gran agente mágico, el


cual, bajo la influencia de una mala voluntad, se convierte entonces real y
positivamente en el diablo.
El hechizo en sí, es decir, la operación ceremonial con el propósito de
embrujar, actúa sólo sobre el operador, y sirve para fijar y confirmar su
voluntad formulándola con perseverancia y esfuerzo, las dos condiciones que
hacen efectiva la voluntad.

Cuanto más difícil o horrible es la operación, más eficaz es, porque actúa más
sobre la imaginación, y confirma el esfuerzo como resultado directo de la
resistencia.

Esto es lo que explica la rareza y el carácter atroz de las operaciones de la


magia negra en la edad antigua y media, las misas del diablo, los sacramentos
administrados a los reptiles, el derramamiento de sangre, los sacrificios
humanos y otras monstruosidades que son la esencia y la realidad misma de
la magia goética o la nigromancia. Son prácticas similares que siempre han
atraído sobre los hechiceros el justo castigo de las leyes. La magia negra en
realidad es sólo una combinación de sacrilegios y asesinatos, graduados para
pervertir para siempre la voluntad humana y realizar en un hombre vivo el
horrible fantasma del demonio. Es por lo tanto, en sentido estricto, la religión
del diablo, el culto de las tinieblas, el odio al bien llevado a su paroxismo; es
la encarnación de la muerte y la creación permanente del infierno.

El cabalista Bodin, que fue tomado erróneamente por un espíritu débil y


supersticioso, no tuvo otro motivo para escribir su Demonomanía, que la
necesidad de proteger a los espíritus de una incredulidad demasiado
peligrosa. Iniciado por el estudio de la cábala en los verdaderos secretos de la
magia, se estremecía al pensar en los peligros a los que la sociedad se vería
expuesta por este poder abandonado a la maldad de los hombres. Así pues,
intentó lo que M. Eudes de Mirville acaba de intentar de nuevo entre
nosotros; recogió hechos sin explicarlos, y denunció ante los científicos
desatentos o preocupados por otras cosas la existencia de influencias ocultas
en las operaciones criminales de la magia perversa. Bodin no fue escuchado
en su época más de lo que lo será el Sr. Eudes de Mirville, porque no basta
con señalar los fenómenos y prejuzgar su causa para impresionar a los
hombres serios; esta causa debe ser estudiada, explicada y probada, y eso es
lo que intentamos hacer. ¿Tendremos más éxito?

Uno puede morir por el amor de ciertos seres así como por su odio. Hay
pasiones absorbentes bajo cuya aspiración uno se siente desmayado, como las
novias de los vampiros. No sólo los malos atormentan a los buenos, sino que
sin saberlo los buenos torturan a los malos. La gentileza de Abel fue un largo
y doloroso hechizo para la ferocidad de Caín. En los hombres malvados, el
odio al bien es el resultado del propio instinto de conservación; además,
niegan que lo que les atormenta es el bien, y tratan de deificar y justificar el
mal para estar en paz. Abel, a los ojos de Caín, era un hipócrita y un cobarde
que deshonraba el orgullo humano por su escandalosa sumisión a la
divinidad. ¿Cuánto tuvo que sufrir el primero de los asesinos antes de llevar a
cabo un terrible ataque contra su hermano? Si Abel hubiera sido capaz de
entender esto, se habría asustado.

La antipatía no es otra cosa que el presentimiento de un posible hechizo, un


hechizo que puede ser de amor o de odio, pues a menudo vemos que el amor
triunfa sobre la antipatía. La luz astral nos advierte de futuras influencias
actuando sobre el sistema nervioso más o menos sensible y activo. Las
simpatías instantáneas, los amores repentinos, son explosiones de luz astral
que son tan precisas y no menos matemáticamente explicables y
demostrables como la descarga de fuertes baterías eléctricas. Uno puede ver
por esto cuántos peligros imprevistos amenazan al profano que
constantemente juega con fuego sobre barriles de pólvora que no puede ver.

Estamos saturados de luz astral, y la proyectamos constantemente para hacer


espacio para ella y atraer más luz astral. El aparato nervioso para la atracción
o la proyección son particularmente los ojos y las manos. La polaridad de las
manos está en el pulgar, y por eso, según la mágica tradición que aún se
conserva en nuestro campo, cuando estamos en compañía sospechosa,
debemos mantener el pulgar doblado y oculto en la mano, evitando mirar a
nadie, pero sin embargo tratando de mirar primero a aquellos de los que
tenemos algo que temer, para evitar proyecciones fluidas inesperadas y
miradas fascinantes.

También hay ciertos animales cuya propiedad es romper las corrientes de luz
astral mediante una absorción que les es propia. Estos animales son
violentamente antipáticos con nosotros y tienen algo fascinante en sus ojos:
como el sapo, el basilisco y el perezoso. Estos animales, domesticados,
llevados encima o mantenidos en las habitaciones en las que vivimos, son una
garantía contra alucinaciones y borracheras astrales: el INTOXICACIÓN
ASTRAL, palabra que escribimos aquí por primera vez, y que explica todos
los fenómenos de pasiones furiosas, exaltaciones mentales y locura.

–Criad sapos y perezosos, mi querido señor –me dijo un discípulo de


Voltaire–; llevadlos con vosotros y no escribáis más. A esto puedo responder
que lo pensaré seriamente, cuando me sienta preparado para reírme de lo que
no conozco, y llamar locos a los hombres cuya ciencia y sabiduría no
comprendo.

Paracelso, el más grande de los Magos Cristianos, contrarrestaba los hechizos


con la práctica del hechizo contrario. Preparaba remedios simpáticos y los
aplicaba no a los miembros que sufrían, sino a las representaciones de esos
mismos miembros, formadas y consagradas según el ceremonial mágico. Su
éxito fue prodigioso, y ningún médico se acercó a las maravillosas curas de
Paracelso.

Pero Paracelso había descubierto el magnetismo mucho antes que Mesmer, y


había empujado este luminoso descubrimiento hasta las últimas
consecuencias, o mejor dicho, esta iniciación en la magia de los antiguos,
quienes comprendían mejor que nosotros el Gran Agente Mágico y no
consideraban la luz astral, el azoth, la magnesia universal de los sabios, fuera
un fluido animal que emanaba sólo de unos pocos seres especiales.

En su filosofía oculta, Paracelso se oponía a la magia ceremonial, cuyo


terrible poder ciertamente no ignoraba, pero cuyas prácticas indudablemente
quiso denunciar para desacreditar la magia negra. Coloca la omnipotencia del
mago en el interior en la magnesia oculta. Los magnetizadores más hábiles de
hoy en día no podrían expresar esto mejor. Sin embargo, también aconsejaba
usar signos mágicos, especialmente talismanes, para la curación de
enfermedades. En nuestro capítulo XVIII volveremos a los talismanes de
Paracelso, tocando, según Gaffarel, la gran cuestión de la iconografía oculta y
la numismática.

El hechizo también se cura por sustitución, cuando es posible, y por la


ruptura o desviación de la corriente astral. Las tradiciones de populares sobre
este tema son admirables y ciertamente vienen de lejos; son remanentes de las
enseñanzas de los druidas, que habían sido iniciados en los misterios de
Egipto y la India por viajeros hierofantes. Por lo tanto, se sabe, en la magia
vulgar, que un hechizo, es decir, una voluntad decidida y confirmada de hacer
el mal, siempre obtiene su efecto, y que no puede ser retractado sin peligro
mortal. El hechicero que libera a alguien de un hechizo debe tener otro objeto
para traspasar al mismo su malevolencia, o es seguro que él mismo será
golpeado y perecerá como víctima de sus propios hechizos. Como el
movimiento astral es circular, cualquier emisión magnética, o de azoth, que
no se encuentre a su médium, regresa con fuerza a su punto de partida; esto
explica una de las historias más extrañas en las escrituras, la de los demonios
enviados a los puercos que se precipitaron al mar. Este trabajo de alta
iniciación no fue otra cosa que la ruptura de una corriente magnética
infectada por malas voluntades. Me llaman legión –dijo la voz instintiva del
poseído–, porque somos muchos.

Las posesiones del demonio no son más que hechizos, y hoy en día existen
innumerables posesiones. Un santo religioso que se ha dedicado al servicio
de los locos, el Hermano Hilarion Tissot, ha logrado, a través de una larga
experiencia y de la práctica constante de las virtudes cristianas, curar a
muchos enfermos, y practica el magnetismo de Paracelso sin saberlo.
Atribuye la mayoría de las enfermedades a desórdenes de la voluntad o a la
influencia perversa de voluntades externas; considera todos los crímenes
como actos de locura, y desearía que los malvados fueran tratados como
enfermos, en lugar de exasperarlos y volverlos incurables con el pretexto de
castigarlos. ¡Cuánto tiempo pasará antes de que el pobre Hermano Hilarión
sea reconocido como un hombre de genio! Y cuántos hombres serios que lean
este capítulo dirán todavía que Hilarión Tissot y yo debemos tratarnos el uno
al otro de acuerdo a nuestras ideas comunes, cuidando de no publicar nuestras
teorías, ¡si no queremos ser tomados por médicos dignos de ser enviados al
manicomio!

“Y sin embargo se mueve”, gritó Galileo mientras golpeaba la tierra con su


pie. “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”, dijo el Salvador de los
hombres. Podría añadirse: Amarás la justicia, y la justicia te hará bien. Un
vicio es un veneno, incluso para el cuerpo, la verdadera virtud es una garantía
de longevidad.

El método del hechizo ceremonial varía según el tiempo y la persona, y todos


los hombres sutiles y dominantes encuentran en sí mismos los secretos y la
práctica del mismo, sin ni siquiera calcularlos con precisión ni razonar su
secuencia. En esto siguen las inspiraciones instintivas del gran agente, que,
como ya hemos dicho, se asimila maravillosamente a nuestros vicios y
virtudes; pero puede decirse que, en general, estamos sujetos a las voluntades
de los demás por las analogías de nuestras inclinaciones, y especialmente de
nuestros defectos. Acariciar las debilidades de una individualidad es
apoderarse de ella y convertirla en un instrumento en el orden de los mismos
errores o depravaciones. Ahora, cuando dos naturalezas con defectos
similares se subordinan entre sí, hay una especie de sustitución del más fuerte
por el más débil, y una verdadera obsesión de un espíritu por el otro. A
menudo el débil lucha y quiere rebelarse, y luego cae más bajo que nunca en
la servidumbre. Así es como Luis XIII conspiró contra Richelieu, y luego
obtuvo su perdón, por así decirlo, abandonando a sus cómplices.

Todos tenemos un defecto dominante que es, para nuestra alma, como el
ombligo de su nacimiento pecaminoso, y es por esto que el enemigo siempre
puede apoderarse de nosotros; vanidad para algunos, pereza para otros,
egoísmo para la mayor parte. Deja que un espíritu astuto y malvado se
apodere de este manantial, y estarás perdido. Entonces no te vuelves loco, ni
tonto, sino positivamente alienado, con toda la fuerza de esa expresión, es
decir, sujeto a un impulso procedente de otro. En este estado, tienes un horror
instintivo por cualquier cosa que te devuelva a la razón, y ni siquiera quieres
oír representaciones contrarias a tu locura. Es una de las enfermedades más
peligrosas que pueden afectar a la moral humana.

El único remedio para este hechizo es aprovechar la propia locura para


curarlo, y hacer que el paciente encuentre satisfacciones imaginarias de un
orden contrario al que se perdió. Así, por ejemplo, curar a un hombre
ambicioso haciéndole desear las glorias del cielo, un remedio místico; curar a
un libertino por el verdadero amor, un remedio natural; procurar a un hombre
vano éxitos honorables; mostrar desinterés a los avaros y procurarles un
beneficio justo por una participación honorable en empresas generosas, etc.

Actuando de esta manera sobre la moral, un gran número de enfermedades


físicas pueden ser curadas, ya que lo moral influye en lo físico en virtud del
axioma mágico: “Lo que está arriba es como lo que está abajo”. Por eso el
Maestro dijo de una mujer paralítica: Satanás la ha atado. Una enfermedad
siempre proviene de un defecto o un exceso, y siempre encontrará un
desorden moral en el origen de una enfermedad física; es una ley invariable
de la naturaleza.
XVII ‫ פ‬R
La Astrología
STELLA
OS
INFLEXUS

De todas las artes que se originaron de la magia de los antiguos, actualmente


la astrología es la menos conocida. Ya no creemos en las armonías
universales de la naturaleza y en la necesaria interconexión de los efectos con
las causas. La verdadera astrología, además –aquella que se relaciona con el
dogma único y universal de la Cábala–, fue profanada entre los griegos y los
romanos de la decadencia; la doctrina de los siete cielos y los tres motivos,
que se originó primitivamente en la década sefardí, el carácter de los planetas
gobernados por ángeles cuyos nombres fueron cambiados por los de las
deidades del paganismo, la influencia de las esferas entre sí, la fatalidad
ligada a los números, la escala de proporción entre las jerarquías celestiales
correspondientes a las jerarquías humanas, todo esto fue materializado y
hecho supersticioso por las cartas natales y los dibujantes de horóscopos de la
decadencia y la edad media. Devolver a la astrología su primitiva pureza sería
de alguna manera crear una ciencia completamente nueva; tratemos
solamente de indicar sus primeros principios, con sus consecuencias más
inmediatas y próximas.

Hemos dicho que la luz astral recibe y conserva todas las huellas de las cosas
visibles; de ello se desprende que la disposición diaria del cielo se refleja en
esta luz que, siendo el agente principal de la vida, opera la concepción,
gestación y el nacimiento de los niños a través de una serie de aparatos
destinados a este fin por la naturaleza. Ahora bien, si esta luz es lo
suficientemente abundante en imágenes como para dar al fruto del embarazo
la huella visible de la fantasía o del deleite de la madre, con mayor razón
debe transferir al temperamento todavía móvil e incierto del recién nacido las
impresiones atmosféricas y las diversas influencias que resultan en un
momento dado, en todo el sistema planetario, de tal o cual disposición
particular de las estrellas.

Nada es indiferente en la naturaleza; una piedra más o menos en un camino


puede romper o modificar profundamente los destinos de los hombres más
grandes, o incluso de los más grandes imperios; con mayor razón, el lugar de
tal o cual estrella en el cielo no puede ser indiferente a los destinos del niño
que nace, y que entra por su nacimiento en la armonía universal del mundo
sideral. Las estrellas están encadenadas unas a otras por medio de atracciones
que las mantienen en equilibrio y las hacen moverse regularmente en el
espacio; estas redes de luz van de todas las esferas a todas las esferas, y no
hay un punto en cada planeta que no esté unido a uno de estos hilos
indestructibles. El verdadero astrólogo debe, pues, calcular el lugar y la hora
exactas del nacimiento, y luego, cuando haya hecho el cálculo exacto de las
influencias astrales, debe contar las posibilidades de estado, es decir, las
facilidades u obstáculos que el niño debe encontrar un día en su estado, en
sus padres, en el temperamento que ha recibido de ellos y, por consiguiente,
en sus disposiciones naturales para el cumplimiento de su destino. Y también
debemos tener en cuenta la libertad e iniciativa humanas, si el niño logra un
día ser verdaderamente un hombre y escapar de las influencias fatales y de la
cadena de destinos por su voluntad valiente. Está claro que no le damos
demasiada importancia a la astrología, pero lo que sí aceptamos sin discusión
es el cálculo científico y mágico de las probabilidades.

La astrología es tanto o más antigua que la astronomía, y todos los


visionarios lúcidos de la antigüedad depositaron toda su confianza en ella. No
está en nuestra mano el condenar o rechazar nada que venga soportado por
tales imponentes autoridades.

Largas y pacientes observaciones, comparaciones concluyentes,


experimentos a menudo repetidos, debieron llevar a los antiguos sabios a sus
conclusiones, y para tratar de refutarlas, habría que comenzar el mismo
trabajo de nuevo, en la dirección opuesta. Paracelso fue quizás el último de
los grandes astrólogos prácticos; sanaba a los enfermos con talismanes
formados bajo influencias astrales, y reconocía en todos los cuerpos la marca
de su estrella dominante, y ésta era, según él, la verdadera medicina
universal, la ciencia absoluta de la naturaleza, perdida por culpa de los
hombres y encontrada sólo por unos pocos iniciados. Reconocer el signo de
cada estrella en los hombres, en los animales, en las plantas, es la verdadera
ciencia natural de Salomón, esa ciencia que se dice perdida y cuyos
principios se conservan, sin embargo, como todos los demás secretos en el
simbolismo de la Cábala. Entendemos que para leer la escritura de las
estrellas es necesario conocer las estrellas mismas, conocimiento que se
obtiene por el dominio cabalístico del cielo y por la inteligencia del
planisferio cabalístico, encontrado y explicado por Gaffarel. En este
planisferio, las constelaciones forman letras hebreas, y las figuras mitológicas
pueden ser reemplazadas por los símbolos del Tarot. Es este mismo
planisferio que Gaffarel relaciona con el origen de la escritura de los
patriarcas, y se habrían encontrado en las cadenas de atracción de las estrellas
los primeros lineamientos de los caracteres primitivos; el libro del cielo
habría servido así como modelo para el de Enoc, y el alfabeto cabalístico
sería el resumen de todo el cielo. Esto no carece de poesía ni, sobre todo, de
probabilidad, y el estudio del Tarot, que es obviamente el libro primitivo y
jeroglífico de Enoc, tal como lo entiende el erudito Guillaume Postel, será
suficiente para convencernos de esto.

Los signos impresos en la luz astral por el reflejo y la atracción de las


estrellas se reproducen así, como descubrieron los sabios, en todos los
cuerpos que se forman con la ayuda de esta luz. Los hombres llevan los
signos de su estrella en sus frentes y en sus manos; los animales en toda su
forma y en sus signos particulares; las plantas lo dejan ver en sus hojas y en
sus semillas; los minerales en sus venas y en los aspectos de su rotura. El
estudio de estos personajes ha sido la obra de toda la vida de Paracelso, y las
figuras de sus talismanes son el resultado de sus investigaciones; pero no nos
dio la llave, y el alfabeto cabalístico astral con sus correspondencias aún está
ser construido; la ciencia de la escritura mágica no convencional –para el
conocimiento del mundo–, se ha detenido en el planisferio de Gaffarel.

El serio arte de la adivinación descansa enteramente en el conocimiento de


estos signos. La quiromancia es el arte de leer la escritura de las estrellas en
las líneas de la mano, y la metoposcopia busca los mismos o similares
caracteres en las frentes de sus consultores. En efecto, los pliegues formados
en la cara humana por las contracciones nerviosas están fatalmente
determinados, y la radiación del tejido nervioso es absolutamente análoga a
estas redes formadas entre los mundos por las cadenas de atracción de las
estrellas. Por lo tanto, las fatalidades de la vida están necesariamente escritas
en nuestras arrugas, y a menudo reconocemos a primera vista, en la frente de
un extraño, una o más de las misteriosas letras del planisferio cabalístico.
Esta letra es todo un pensamiento, y este pensamiento debe dominar la
existencia de este hombre. Si la letra está retorcida y laboriosamente inscrita,
hay una lucha entre el destino y la voluntad, y en sus emociones y en sus
tendencias más fuertes se revela al mago todo su pasado; el futuro entonces
es fácil de conjeturar, y si los acontecimientos engañan a veces la sagacidad
del adivino, el consultor permanece no menos asombrado y convencido de la
ciencia sobrehumana del adepto.

La cabeza del hombre está hecha según el modelo de las esferas celestiales, y
atrae e irradia, y es esta cabeza la que, en la concepción del niño, se
manifiesta y forma por primera vez. Por lo tanto, está absolutamente sujeta a
la influencia astral y da testimonio, por sus diversas protuberancias, de sus
variadas atracciones. La frenología debe por lo tanto encontrar su última
palabra en la astrología científica y purificada, cuyos problemas señalamos a
la paciencia y buena fe de los científicos.

Según Ptolomeo, el Sol seca y la Luna humedece; según los cabalistas, el Sol
representa la Justicia rigurosa, y la Luna simpatiza con la Misericordia. Es el
Sol el que forma las tormentas; es la Luna la que, mediante una especie de
suave presión atmosférica, hace que el mar crezca, disminuya y respire.
Leemos en el Zohar, uno de los grandes libros sagrados de la Cábala, que “la
Serpiente mágica, hija del Sol, estaba a punto de devorar al mundo, cuando el
Mar, hijo de la Luna, puso su pie sobre su cabeza y la domesticó”. Por eso,
entre los antiguos, Venus era la hija del Mar, ya que Diana era idéntica a la
Luna; por eso el nombre María significa estrella de mar o sal de mar. Es para
consagrar este dogma cabalístico en las creencias de los vulgares que se dijo
en el lenguaje profético: “La mujer aplastará la cabeza de la serpiente”.

Jerónimo Cardan, uno de los más audaces investigadores y el más hábil


astrólogo de su época, fue, si creemos en la leyenda de su muerte, el mártir de
su fe en la astrología, dejó un cálculo mediante el cual todo el mundo puede
prever la buena o mala suerte de todos los años de su vida. Basó su teoría en
sus propias experiencias y asegura que este cálculo nunca lo engañó. Para
saber, por lo tanto, cuál será la fortuna de un año, resume los acontecimientos
de los que lo precedieron por 4, 8, 12, 19 y 30; el número 4 es el de los
logros; el número 8 es el de Venus o de las cosas naturales; el número 12, que
es el del ciclo de Júpiter, corresponde a los logros; el número 19 corresponde
a los ciclos de la luna y de Marte; el número 30 es el de Saturno o de la
Fatalidad. Así que, por ejemplo, quiero saber qué me pasará en este año 1855.
Reproduciré en mi memoria lo que me ocurrió de decisivo y real en el orden
del progreso y de la vida hace cuatro años, lo que tuve de natural felicidad o
desgracia hace ocho años, lo que podría contar como éxitos o desgracias hace
doce años, las vicisitudes y desgracias o enfermedades que me vinieron hace
diecinueve años, y lo que experimenté de tristeza o fatalidad hace treinta
años; entonces, teniendo en cuenta los hechos irrevocablemente logrados y el
progreso de la edad, cuento con oportunidades similares a las que ya debo a
la influencia de los mismos planetas, y digo: en 1851, tuve pocas
ocupaciones, pero fueron suficientemente rentables, con algunos apuros; en
1847, fui violentamente separado de mi familia, y esta separación nos causó
gran sufrimiento a mí y a los míos; en 1843, viajé como apóstol, hablando al
pueblo y siendo perseguido por personas malintencionadas; fui, en dos
palabras, honrado y proscrito; finalmente, en 1825, la vida familiar cesó para
mí, y me embarqué definitivamente en un camino fatal que me llevó a la
ciencia y a la desgracia. Por lo tanto, puedo creer que este año tendré trabajo,
pobreza, incomodidad, exilio del corazón, cambio de lugar, publicidad y
contradicciones, un acontecimiento decisivo para el resto de mi vida; y ya
encuentro en el presente todo tipo de razones para creer en este futuro.
Concluyo que, para mí y para el presente año, la experiencia confirma
perfectamente la corrección del cálculo astrológico de Cardan.

De hecho, este cálculo se refiere al de los años climatéricos, de los antiguos


astrólogos. Climatérico significa dispuesto en escalas o calculado en los
grados de una escala. Jean Trithème, en su libro Des causes secondes, ha
asumido curiosamente el regreso de los años felices o desastrosos para todos
los imperios del mundo; daremos un análisis exacto y más claro de esto en
el capítulo XXI de nuestro Ritual, con la continuación de la obra de Trithème
hasta el día de hoy y la aplicación de su escala mágica a los acontecimientos
contemporáneos, para deducir las probabilidades más sorprendentes relativas
al futuro próximo de Francia, Europa y el mundo.

Según todos los grandes maestros de la astrología, los cometas son las
estrellas de los héroes excepcionales y visitan la tierra sólo para anunciar
grandes cambios; los planetas presiden colecciones de seres y modifican los
destinos de las agregaciones humanas; las estrellas, más distantes y débiles en
su acción, atraen a los individuos y deciden sus atracciones; a veces un grupo
de estrellas influye fatalmente en los destinos de un solo hombre, y a menudo
un gran número de almas son atraídas por los lejanos rayos del mismo sol.
Cuando morimos, nuestra luz interior se va según la atracción de su estrella, y
así volvemos a vivir en otros universos, donde el alma se hace un nuevo
vestido para sí misma, análogo al progreso o disminución de su belleza; pues
nuestras almas, separadas de nuestros cuerpos, son como estrellas fugaces,
glóbulos de luz animada que buscan siempre su centro para recobrar su
equilibrio y movimiento; pero sobre todo deben liberarse del abrazo de la
serpiente, es decir, de la luz astral no purificada que los rodea y cautiva
mientras la fuerza de su voluntad no las eleve por encima de ella. La
inmersión de la estrella viva en la luz muerta es un terrible tormento,
comparable al de Mezencio. El alma se congela y arde en ella al mismo
tiempo, y no tiene otra forma de escapar de ella que entrar en la corriente de
las formas externas y tomar una envoltura de carne, y luego luchar
enérgicamente contra los instintos para fortalecer la libertad moral que le
permitirá, en el momento de la muerte, romper las cadenas de la tierra y volar
triunfante hacia la estrella consoladora cuya luz le ha sonreído.

Según este hecho, entendemos lo que es el fuego del infierno, idéntico al


diablo o a la antigua serpiente; en qué consiste la salvación y la reprobación,
todos llamados y todos sucesivamente elegidos, pero en número reducido,
después de haber sido expuestos por su culpa a caer en el fuego eterno.

Esta es la gran y sublime revelación de los magos, la revelación madre de


todos los símbolos, todos los dogmas y todos los cultos.

Ya podemos ver lo equivocado que estaba Dupuis cuando creía que todas las
religiones venían de la astronomía. Por el contrario, la astronomía nació de la
astrología, y la astrología primitiva es una de las ramas de la Santa Cábala, la
ciencia de las ciencias y la religión de las religiones.

Por lo tanto, vemos en la carta 17 del Tarot (La Estrella) una alegoría
admirable: Una mujer desnuda, que representa la Verdad, la Naturaleza y la
Sabiduría, sin velo, inclina dos urnas hacia la tierra y vierte en ellas fuego y
agua; sobre su cabeza brilla el septenario estrellado alrededor de una estrella
de ocho puntas, la estrella de Venus, símbolo de la paz y el amor; alrededor
de la mujer las plantas de la tierra se vuelven verdes, y sobre una de estas
plantas se coloca la mariposa psique, emblema del alma, reemplazada en
algunos ejemplares del libro sagrado por un pájaro, un símbolo egipcio, y
probablemente más antiguo. Esta figura, que en el Tarot moderno lleva el
título de la Estrella Brillante, es análoga a muchos símbolos herméticos, y no
carece de analogía con la Estrella Flamígera de los Iniciados de la
Masonería, que expresa la mayoría de los misterios de la doctrina secreta de
los Rosacruces.
XVIII ‫ צ‬S
Sortilegios y Filtros
JUSTITIA
MYSTERIUM
CANES

Estamos atacando el abuso más criminal que se puede hacer de las ciencias
mágicas: la magia, o más bien la brujería envenenadora. Aquí debemos
entender que escribimos, no para enseñar, sino para prevenir.

Si la justicia humana, al reprimir a los adeptos, sólo hubiera llegado a los


nigromantes y hechiceros envenenadores, es cierto, como ya hemos señalado,
que sus rigores habrían sido justos y que las intimidaciones más severas
nunca habrían sido excesivas contra tales canallas.

Sin embargo, no hay que creer que el poder de la vida y la muerte que
pertenece secretamente al Mago se ejerció siempre para satisfacer alguna
venganza cobarde o incluso una codicia aún más cobarde. En la Edad Media,
como en el mundo antiguo, las asociaciones mágicas a menudo golpeaban o
destruían lentamente a los reveladores o profanadores de los misterios, y
cuando la espada mágica tenía que abstenerse de golpear, cuando había que
temer el derramamiento de sangre, el aqua Toffana, los ramos perfumados,
las camisas de Neso, y otros instrumentos de muerte más desconocidos y
extraños, servían para ejecutar tarde o temprano la terrible sentencia de los
justos jueces.

Hemos dicho que existe en la magia un gran e indecible arcano, que no se


comunica nunca entre adeptos, y que es necesario impedir sobre todo que lo
adivinen los profanos; quien en el pasado reveló o hizo que otros encontraran
la clave de este arcano supremo por revelaciones imprudentes fue
inmediatamente condenado a muerte y a menudo fue impulsado a ser el
ejecutor de su propia sentencia.

La famosa cena profética de Cazotte, escrita por Laharpe, aún no ha sido


comprendida; y Laharpe, al contarla, cedió al deseo natural de sorprender a
sus lectores amplificando los detalles. Todos los hombres presentes en esta
cena, con la excepción de Laharpe, eran iniciados que revelaron, o al menos
profanaron, los misterios. Cazotte, el más elevado de todos ellos en la escala
de la iniciación, pronunció la sentencia de muerte sobre ellos en nombre de la
iluminación, y esta sentencia fue ejecutada de forma variada, pero rigurosa, al
igual que otras sentencias similares habían sido ejecutadas muchos años y
siglos antes contra el abad de Villars, Urbain Grandier y tantos otros, y los
filósofos revolucionarios perecieron como Cagliostro, abandonado en las
prisiones de la Inquisición, la mística banda de Catherine Theos, el
imprudente Schröpfer, obligado a matarse en medio de sus mágicos triunfos y
su encaprichamiento universal, el desertor Kotzebüe, apuñalado por Carl
Sand, y tantos otros, cuyos cadáveres se encuentran, sin saber la causa de su
repentina y sangrienta muerte.

Uno recuerda el extraño discurso dirigido al propio Cazotte, condenándolo a


muerte, por el presidente del tribunal revolucionario, su colega y su
coiniciador. El terrible nudo del drama del 93 sigue oculto en el más oscuro
santuario de las sociedades secretas; a los seguidores de buena fe que querían
emancipar al pueblo, otros seguidores de una secta opuesta, y que estaban
apegados a tradiciones más antiguas, hicieron una terrible oposición por
medios similares a los de sus adversarios: hicieron imposible la práctica del
gran arcano desenmascarando la teoría. La multitud no entendió nada, pero
desafió a todos y cayó, por desánimo, más bajo de lo que habían querido
llevarla. El gran arcano permaneció más desconocido que nunca. Los
adeptos, neutralizados unos por otros, no pudieron ejercer su poder, ni para
dominar a los demás, ni para entregarse a sí mismos; por lo tanto, se llamaron
traidores los unos a los otros y se entregaron, unos a otros, al exilio, el
suicidio, el puñal y el cadalso.

Me pregunto si tales peligros terribles aún amenazan a los intrusos del


santuario oculto o a los reveladores del arcano hoy en día. ¿Por qué debo
responder a la incredulidad de los curiosos? Si me expongo a una muerte
violenta para instruirlos, ciertamente no me salvarán; si temen por sí mismos,
que se abstengan de cualquier búsqueda imprudente, es todo lo que puedo
decirles.
Volvamos a la magia envenenadora.

Alejandro Dumas, en su novela El conde de Montecristo, reveló algunas de


las prácticas de esta ciencia desastrosa. No repetiremos después de él las
tristes teorías del crimen, cómo las plantas se envenenan, cómo los animales
alimentados con tales plantas tienen una carne insalubre y pueden, cuando a
su vez sirven de alimento a los hombres, causarles la muerte sin que el
veneno deje rastro; no diremos cómo, por las unciones venenosas, se
envenenan los muros de las casas, y el aire respirable por las fumigaciones
que requieren para el operador una máscara de vidrio de Santa Cruz;
dejaremos a la antigua Canidia sus abominables misterios, y no buscaremos
hasta qué punto los ritos infernales de Sagane han perfeccionado el arte de
Locustius. Baste decir que estos malhechores de la peor clase destilaron
juntos los virus de las enfermedades contagiosas, el veneno de los reptiles y
el jugo maligno de las plantas; que tomaron del hongo su estado de ánimo
vicioso y narcótico, de la datura stramonium sus principios asfixiantes, del
melocotonero y del laurel almendro este veneno del que una sola gota en la
lengua o en la oreja se derrama como un rayo y mata al ser vivo mejor
constituido y más fuerte. Cocinaban con el jugo blanco de la lechuga de mar
la leche en la que habían ahogado víboras y áspides; recogían
cuidadosamente y traían de sus viajes, o importaban a gran costo, la savia de
la yuca o los frutos mortales de Java, el jugo de la mandioca y otros venenos;
pulverizaron pedernal, mezclaron la baba seca de los reptiles con cenizas
impuras, e hicieron horribles filtros con el virus de yeguas en celo o las
secreciones de perras en celo. La sangre humana fue mezclada con drogas
infames, y se hizo un aceite que mataba sólo por su hedor, recordando el
pastel de Panurgo. Incluso las recetas para el envenenamiento fueron escritas
disfrazadas bajo los términos técnicos de la alquimia, y en más de un viejo
libro, supuestamente hermético, el secreto del polvo de proyección no es otro
que el del polvo de sucesión. En el gran Grimoire encontramos otra de estas
recetas, menos disfrazada que las otras, pero titulada sólo Medios para hacer
oro. Es una horrible decocción de verdín, vitriolo, arsénico y serrín, que, si
era bien preparada, debía consumir inmediatamente cualquir rama que se
sumergiera en ella y corroer rápidamente un clavo. Jean-Baptiste Porta, en su
Magia Natural, da una receta para el veneno de los Borgia; pero, como es
bien sabido, se burla de su público y no divulga la verdad, la cual es
demasiado peligrosa en tales asuntos. Por lo tanto, podemos dar aquí la receta
de Porta sólo para satisfacer la curiosidad de nuestros lectores.

Eran polvos similares a los que los hechiceros de la Edad Media decían
recibir en el Sabbat, y que vendían a un alto precio a la ignorancia y al odio;
fue por la tradición de misterios similares que sembraban el terror en el
campo y lograban hacer hechizos. Una vez que la imaginación era golpeada,
después que el sistema nervioso era atacado, la víctima se marchitaba
rápidamente, y el mismo terror de sus familiares y amigos completaba su
perdición. El hechicero o brujo era casi siempre una especie de sapo humano,
completamente hinchado de viejos rencores, pobre, repelido por todos, y por
lo tanto odioso. El miedo que inspiraban era su consuelo y su venganza; se
envenenaban a sí mismos por una sociedad cuyas sobras y vicios habían
conocido, envenenaban a su vez a los que eran lo suficientemente débiles
como para temerles, y se vengaban de la belleza y la juventud, por su maldita
vejez y su imperdonable fealdad.

El sapo en sí no es venenoso, pero es una esponja para los venenos, es el


hongo del reino animal. Toma un sapo grande –dijo Porta– y ponlo en un
frasco con víboras y áspides, dales setas venenosas, dedalera y cicuta durante
varios días, y luego irrítalas golpeándolas, quemándolas y atormentándolas de
todas las maneras posibles, hasta que mueran de ira y de hambre. Luego
espolvoréalas con euforbio y vidrio molido, y ponlas en una retorta bien
tapada, que absorba lentamente toda la humedad por el fuego; luego déjelas
enfriar, y separa las cenizas de los cadáveres del polvo incombustible que ha
quedado en el fondo de la retorta, entonces tendrás dos venenos, un líquido y
un polvo. El líquido será tan eficaz como la terrible aqua Toffana; quien haya
bebido algún líquido mezclado con una pizca del polvo, en unos pocos días
se secará y envejecerá, y luego morirá en medio de un horrible sufrimiento,
en un estado de completa debilidad. Hay que reconocer que esta receta tiene
una fisonomía mágica de lo más repelente y oscura, y que nos recuerda
desagradablemente, a las abominables cocinas de Canidia y Medea.

La sola operación de estas obras malignas y la realización de estos misterios


de gran alcance constituyeron y confirmaron lo que entonces se llamó el
pacto con el espíritu maligno. Es cierto que el operador debía pertenecer al
cuerpo y al alma del mal, y que merecía con razón la reprobación universal e
irrevocable expresada por la alegoría del infierno. Que las almas humanas
sean llevadas a tal grado de maldad y locura debe asombrarnos y afligirnos,
sin duda; pero, ¿no es necesario tener cierta profundidad como base de las
virtudes más sublimes, y el abismo del infierno no demuestra por antítesis la
elevación y la grandeza infinita del cielo?

En el Norte, donde los instintos están más comprimidos y son más vivaces,
en Italia, donde las pasiones son más expansivas y más ardientes, uno todavía
teme los hechizos y el mal de ojo; en Nápoles, uno no se atreve a desafiar la
jettatura1 con impunidad, e incluso se reconoce por ciertos signos externos a
los que desgraciadamente están dotados de este poder. Para estar seguros de
esto, hay que llevar cuernos, dicen los expertos, y la gente, que lo toma todo
al pie de la letra, se apresura a adornarse con pequeños cuernos, sin pensar
más en el significado de esta alegoría. Los cuernos, atributos de Júpiter
Amón, Baco y Moisés, son el símbolo del poder moral o del entusiasmo; y
los magos quieren decir que, para desafiar a la jettatura, es necesario dominar
por una gran audacia, por un gran entusiasmo o por un gran pensamiento la
corriente fatal de los instintos. Así, casi todas las supersticiones populares son
interpretaciones profanas de algún gran axioma o algún maravilloso arcano
de la sabiduría oculta. ¿No legó Pitágoras a los sabios, al escribir sus
admirables símbolos, una filosofía perfecta y una nueva serie de observancias
vanas y prácticas ridículas? Así, cuando dijo: No recojáis lo que caiga de la
mesa, no cortéis los árboles del gran camino, no matéis la serpiente que cayó
en vuestro recinto, ¿no dio, bajo alegorías transparentes, los preceptos de la
caridad, tanto social como particular? Y cuando dijo: no te mires en el espejo
a la luz de la antorcha, ¿no fue esa una forma ingeniosa de enseñar el
verdadero conocimiento de uno mismo, que no puede existir con las luces
falsas y los prejuicios de los sistemas? Lo mismo sucede con todos los demás
preceptos de Pitágoras, que, como es sabido, fueron seguidos al pie de la letra
por una multitud de discípulos necios, tanto que entre las observancias
supersticiosas de nuestras provincias hay bastantes que se remontan,
evidentemente, a la primitiva falta de inteligencia de los símbolos de
Pitágoras.

Superstición viene de una palabra latina que significa sobrevivir. Es el signo


que sobrevive al pensamiento; es el cadáver de una práctica religiosa. La
superstición es, para la iniciación, lo que la idea del diablo es a la de Dios. Es
en este sentido que el culto de las imágenes está prohibido y que el dogma
más sagrado en su concepción original puede convertirse en supersticioso e
impío cuando uno ha perdido su inspiración y espíritu. Es entonces cuando la
religión cambia de ropa y abandona los viejos ritos a la codicia y el engaño
de los sacerdotes caídos, transformados por su maldad e ignorancia en
charlatanes y malabaristas.

Los pantáculos de Ezequiel y de Pitágoras


El querubín de cuatro cabezas de la profecía de Ezequiel, explicado por el doble triángulo de
Salomón.
Abajo, la rueda de Ezequiel, la llave de todas las vanidades, y el pantáculo de Pitágoras.
El querubín de Ezequiel está representado aquí como lo describió el profeta. Sus cuatro cabezas
son el cuaternario de Merkabá; sus seis alas son el verso séxtuple de Bereshit. La figura humana
en el medio representa la razón; la cabeza de águila representa la creencia; el buey representa la
resignación y el trabajo; el león representa la lucha y la conquista. Este símbolo es análogo a la
esfinge de los egipcios, pero es más apropiado para la cábala hebrea.
Se pueden incluir entre las supersticiones, los emblemas y los personajes
mágicos cuyo significado ya no se entiende, y que se graban al azar en
amuletos y talismanes. Las imágenes mágicas de los antiguos eran
pantáculos, es decir, síntesis cabalísticas. La rueda de Pitágoras es un
pantáculo similar a las ruedas de Ezequiel, y estas dos figuras expresan los
mismos secretos y la misma filosofía, son la clave de todos los pantáculos, y
ya hemos hablado de ello. Las cuatro criaturas –o más bien la esfinge de
cuatro cabezas– del mismo profeta, son idénticos, con el admirable símbolo
de la India de ADDA-NARI, cuya figura mostramos aquí, y que se relaciona
con la ciencia de los grandes arcanos.

Adda-Nari, gran pantáculo de la India


Esta imagen panteísta representa la Religión o la Verdad, terrible para los profanos y dulce para
los iniciados. Esta figura tiene más de una analogía con el querubín de Ezequiel. La figura humana
se coloca entre un ternero con riendas y un tigre, formando el triángulo de Kéter, Geburá y
Gedulah o Jesed. En el símbolo indio, encontramos los cuatro signos mágicos del Tarot en las
cuatro manos de Adda-Nari: en el lado del iniciado y de la misericordia, el cetro y la copa; en el
lado del lego, representado por el tigre, la espada y el círculo, que puede convertirse en el anillo de
una cadena o en un collar de hierro. En el lado del Iniciado, la diosa está vestida sólo con los
despojos del tigre; en el lado del tigre, lleva una larga túnica estrellada, y su propio pelo está
cubierto con un velo. Un manantial de leche brota de su frente, fluye del lado del Iniciado y forma
alrededor de Adda-Nari y sus dos animales un círculo mágico que los encierra en una isla,
representando al mundo. La diosa lleva una cadena mágica alrededor de su cuello, hecha de anillos
de hierro en el lado de los profanos, y de cabezas pensantes en el lado de los iniciados; lleva en su
frente la figura del lingam, y a cada lado tres líneas superpuestas que representan el equilibrio del
ternario y recuerdan los trigramas de Fuxi.

San Juan, en su Apocalipsis, copió y amplió a Ezequiel, y todas las figuras de


monstruos de ese maravilloso libro son otros tantos pantáculos mágicos cuya
clave es fácilmente encontrada por los cabalistas. Pero los cristianos,
habiendo rechazado la ciencia en el deseo de ampliar su fe, más tarde
quisieron ocultar los orígenes de su dogma, y condenaron a todos los libros
de cábala y magia a las llamas. Aniquilar los originales es dar una especie de
originalidad a las copias, y San Pablo sin duda lo sabía bien cuando, sin duda
con las más loables intenciones, realizó su auto de fe científico en Éfeso. Así,
seis siglos después, el creyente Omar tuvo que sacrificar la biblioteca de
Alejandría a la originalidad del Corán, y quién sabe si, en el futuro, un futuro
apóstol no querrá incendiar nuestros museos literarios y confiscar las
imprentas en beneficio de alguna leyenda o compromiso religioso recién
acreditados.

El estudio de los talismanes y los pantáculos es una de las ramas más curiosas
de la magia, y está relacionado con la numismática histórica.

Hay talismanes indios, egipcios y griegos, medallas cabalísticas de los


antiguos y modernos hebreos, abraxas gnósticas, amuletos bizantinos,
monedas ocultas en uso entre los miembros de sociedades secretas y a veces
llamadas fichas del Sabbat, también medallas de los Caballeros Templarios y
joyas de los masones. Coglénius, en su Tratado de las Maravillas de la
Naturaleza, describe los talismanes de Salomón y los del rabino Jail. Las
figuras de muchos otros y de los más antiguos han sido grabadas en los
calendarios mágicos de Tycho-Brahe y Duchenteau, y deben ser reproducidas
en su totalidad o en parte en los esplendores iniciáticos de M. Ragon, una
vasta y docta obra a la que remitimos a nuestros lectores.
Notas
1. Una maldición o mal de ojo.
XIX ‫ ק‬T
La Piedra Filosofal – Elagabalus
VOCATIO
SOL
AURUM

Los antiguos adoraban al sol en forma de una piedra negra que llamaban
Elagabalus o Heliogabalus. ¿Qué significaba esta piedra, y cómo podía ser la
imagen de la más brillante de las estrellas?

Los discípulos de Hermes, antes de prometer a sus seguidores el elixir de


larga vida o el polvo de proyección, les recomendaban buscar la Piedra
Filosofal. ¿Qué es esta piedra, y por qué una piedra?

El gran iniciador de los cristianos invita a sus fieles a construir sobre piedra,
si no quieren ver sus edificios derrumbados. Se llama a sí mismo la piedra
angular, y le dice al más fiel de sus apóstoles: “Mas yo también te digo, que
tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia”.

Esta piedra, dicen los maestros de la alquimia, es la verdadera sal de los


filósofos. Representa un tercio de la composición del azoth. Ahora bien,
AZOTH es, como sabemos, el nombre del gran agente hermético y el
verdadero agente filosófico; por lo tanto, representan su sal en forma de
piedra cúbica, como podemos ver en las Doce llaves de Basilio Valentín o en
las alegorías de Trevisan.

¿Qué es entonces esta piedra en verdad? Es el fundamento de la filosofía


absoluta, es la razón suprema e inquebrantable. Antes de pensar en el trabajo
del metal, uno siempre debe concentrarse en los principios absolutos de la
sabiduría, uno debe poseer esta razón que es la piedra de toque de la verdad.
Un hombre con prejuicios nunca será el rey de la naturaleza y el maestro de
la transmutación. La Piedra Filosofal es necesaria por encima de todo, pero
¿cómo se puede encontrar? Hermes nos enseña en su Tabla de Esmeralda. Lo
sutil debe ser separado de lo fijo, con gran cuidado y atención. Por lo tanto,
debemos liberar nuestras certezas de nuestras creencias y distinguir
claramente entre los campos de la ciencia y la fe. Debemos entender que no
conocemos las cosas que creemos, que dejamos de creer cuando llegamos a
conocer las cosas, y que la esencia de las cosas de la fe es lo desconocido y lo
indefinido, mientras que las cosas de la ciencia son todo lo contrario. Se
concluirá que la ciencia se basa en la razón y la experiencia, mientras que la
fe se basa en el sentimiento y la razón. En otras palabras, la Piedra Filosofal
es la verdadera certeza que la prudencia humana le proporciona a una
investigación concienzuda y una modesta duda, mientras que el entusiasmo
religioso la asigna exclusivamente a la fe. Ahora bien, no pertenece ni a la
razón sin aspiraciones ni a las aspiraciones irrazonables; la verdadera certeza
es la aquiescencia recíproca de la razón que sabe con sentimiento que cree, y
del sentimiento que cree en la razón que sabe. El pacto definitivo de la razón
y la fe no será el resultado de su distinción y separación absolutas, sino de su
control mutuo y cooperación fraternal. Este es el significado de las dos
columnas del pórtico de Salomón, una de las cuales se llama Jachin y la otra
Boaz, una de las cuales es blanca y la otra negra. Son distintas y separadas,
incluso en apariencia contrarias; pero si una fuerza ciega quiere unirlas,
acercándolas entre sí, la bóveda del templo se derrumbará. Separadas, su
poder es uno, pero cuando están unidas se destruyen mutuamente. Es por la
misma razón que el poder espiritual se debilita tan pronto como quiere
usurpar el temporal, y que el poder temporal perece como víctima de su
invasión del poder espiritual. Gregorio VII perdió el Papado, y los reyes
cismáticos perdieron y perderán la monarquía. El equilibrio humano necesita
de dos pies, los mundos gravitan sobre dos fuerzas, la generación requiere
dos sexos. Este es el significado del Arcano de Salomón, representado por las
dos columnas del templo, Jachin y Boaz.

El Sol y la Luna de los alquimistas corresponden al mismo símbolo y


contribuyen a la perfección y estabilidad de la Piedra Filosofal. El Sol es el
signo jeroglífico de la verdad, porque es la fuente visible de luz, y la piedra
bruta es el símbolo de la estabilidad. Por eso los antiguos Magos tomaron la
piedra de Elagabalus como la figura misma del Sol, y por eso también los
alquimistas de la Edad Media indicaron la Piedra Filosofal como el primer
medio de hacer el oro filosófico, es decir, de transformar en el Sol todos los
poderes vitales representados por los seis metales, es decir, en verdad y en
luz, la primera e indispensable operación de la gran obra, que conduce a las
adaptaciones secundarias, y descubriendo, por las analogías de la naturaleza,
el oro natural y basto a los poseedores del oro espiritual y vivo, los dueños de
la verdadera sal, del verdadero mercurio y del verdadero azufre filosófico.

Encontrar la Piedra Filosofal es, por lo tanto, haber descubierto el absoluto,


como dicen todos los maestros. Ahora bien, el absoluto es lo que ya no
admite errores, es la fijeza de lo volátil, es la regla de la imaginación, es la
necesidad misma de ser, es la ley inmutable de la razón y la verdad; el
absoluto es lo que es. El absoluto es lo que está, en cierto modo, antes de
quien está. Dios mismo no carece de razón de ser y sólo puede existir en
virtud de una razón suprema e inevitable. Es por lo tanto esta razón la que es
absoluta; es esta razón en la que debemos creer, si queremos que nuestra fe
tenga una base razonable y sólida. Se ha dicho hoy que Dios es sólo una
hipótesis, pero la razón absoluta no lo es, es esencial para el ser.

Santo Tomás dijo: “Una cosa no está bien porque Dios la quiere, pero Dios la
quiere porque es buena”. Si Santo Tomás hubiera deducido lógicamente todas
las consecuencias de este hermoso pensamiento, habría encontrado la piedra
filosofal, y en lugar de ser el ángel de la escuela, habría sido su reformador.

Creer en la razón de Dios y en el Dios de la razón es hacer imposible el


ateísmo. Los idólatras han hecho ateos. Cuando Voltaire dijo: “Si Dios no
existiera, tendríamos que inventarlo”, sintió que no entendía la razón de Dios.
¿Dios realmente existe? No lo sabemos, pero queremos que así sea, y por eso
lo creemos. La fe así formulada es una fe razonable, pues admite la duda de
la ciencia; pues sólo creemos en cosas que parecen probables, pero que no
conocemos. Pensar de otra manera es delirio; hablar de otra manera es ser
iluminado o fanático. La piedra filosofal no se le promete a esa gente.

Los ignorantes que desviaron el cristianismo primitivo de su camino


sustituyendo la fe por la ciencia, los sueños por la experiencia, la fantasía por
la realidad; los inquisidores que durante tantos siglos libraron una guerra de
exterminio contra la magia, lograron cubrir de tinieblas los antiguos
descubrimientos del espíritu humano, de modo que hoy en día estamos
buscando a tientas la llave de los fenómenos de la naturaleza. Todos los
fenómenos naturales dependen de una única ley inmutable, representada
también por la piedra filosofal y sobre todo por su forma simbólica, que es el
cubo. Esta ley, expresada en la cábala por el cuaternario, proporcionó a los
hebreos todos los misterios de su divino tetragrámaton. Se puede decir así
que la piedra filosofal es cuadrada en todos los sentidos, como la Jerusalén
celeste de San Juan, y que lleva escrito en un lado ‫שלמה‬, y en el otro DIOS;
en una de sus caras ADAM, y en la otra HEVA, y en las otras dos caras
AZOT e INRI. A la cabeza de una traducción francesa de un libro de Señor
de Nuisement sobre la sal filosófica, vemos al espíritu de la tierra de pie
sobre un cubo por el que corren lenguas de fuego; tiene un caduceo por falo,
y el sol y la luna sobre su pecho, a la derecha y a la izquierda; es barbudo,
coronado, y tiene un cetro en la mano. Es el Azoth de los sabios en su
pedestal de sal y azufre. A esta imagen a veces se le asigna la cabeza
simbólica del macho cabrío de Mendés; es el Baphomet de los Templarios, el
macho cabrío del Sabbat y el verbo de los gnósticos; extrañas imágenes que
han servido de espantapájaros para los vulgares después de haber sido
utilizadas en las meditaciones de los sabios, inocentes jeroglíficos del
pensamiento y de la fe que han servido de pretexto para la furia de la
persecución. ¡Cuán infelices son los hombres en su ignorancia, pero cuánto se
despreciarían a sí mismos si llegaran a saberlo!
XX ‫ ר‬U
La Medicina Universal
CAPUT
RESURRECTIO
CIRCULUS

La mayoría de nuestras enfermedades físicas provienen de nuestras


enfermedades morales, de acuerdo con el dogma mágico único y universal, y
por la ley de las analogías.

Una gran pasión a la que nos abandonamos corresponde siempre a una gran
enfermedad que nos espera. Los pecados mortales se llaman así porque nos
hacen morir física y positivamente.

Alejandro Magno murió de orgullo. Era temperante por naturaleza, pero por
orgullo se abandonó a los excesos que le dieron la muerte.

Francisco I murió de adulterio.

A Luis XV lo mató su parque de los ciervos.

Cuando Marat fue asesinado, se estaba muriendo de ira y envidia. Era un


mestizo orgulloso que pensaba que era el único justo, y hubiera querido matar
a todos los que no eran Marat.

Muchos de nuestros contemporáneos murieron de una ambición


decepcionada después de la revocación de febrero.

Tan pronto como tu voluntad se confirme irrevocablemente en una tendencia


hacia el absurdo, estarás muerto, y el arrecife donde te romperás no está lejos.

Por lo tanto, es cierto que la sabiduría preserva y prolonga la vida.

El gran Maestro dijo: “Yo soy el pan vivo que bajó del cielo. Si alguien come
de este pan, vivirá para siempre. De hecho, el pan que yo voy a entregar para
que el mundo viva es mi carne”. Y mientras los vulgares murmuraban,
añadió: “El espíritu es el que da vida; la carne nada aprovecha: las palabras
que yo os he hablado, son espíritu y son vida”. Quiso decir: “Bebe de mi
espíritu y vive mi vida”.

Y cuando estaba a punto de morir, unió el recuerdo de su vida al signo del


pan y el recuerdo de su espíritu al signo del vino, instituyendo así la
comunión de la fe, la esperanza y la caridad.

De la misma manera, los maestros herméticos decían: Haced que el oro sea
bebible, y tendréis la medicina universal; es decir: haced vuestra la verdad, y
que se convierta en la fuente de la que bebéis cada día, y tendréis en vosotros
la inmortalidad de los sabios.

La templanza, la paz mental, la sencillez de carácter, la calma y la razón de la


voluntad, hacen al hombre no sólo feliz, sino también sano y fuerte. Es
volviéndose razonable y bueno que el hombre se hace inmortal. Somos los
autores de nuestros destinos, y Dios no nos salva sin nuestra ayuda.

La muerte no existe para los sabios, la muerte es un fantasma hecho horrible


por la ignorancia y la debilidad del hombre común.

El cambio atestigua el movimiento, y el movimiento sólo revela la vida. El


cadáver en sí no se descompondría si estuviera muerto, todas las moléculas
que lo componen permanecen vivas y se mueven para liberarse. ¡Y ustedes
piensan que el espíritu se liberó primero para no vivir más! ¡Creerían que el
pensamiento y el amor pueden morir cuando la materia, incluso la más
grosera, no muere!

Si al cambio se le llama muerte, morimos y renacemos cada día, porque cada


día nuestras formas cambian.

Por lo tanto, tememos ensuciar y rasgar nuestras ropas, pero no tememos


abandonarlas cuando llegua la hora del descanso.

El embalsamamiento y la conservación de cadáveres es una superstición


antinatural. Es un intento de crear la muerte; es la inmovilización forzada de
una sustancia necesaria para la vida. Pero tampoco hay que precipitarse a
destruir o deshacerse de los cadáveres, pues nada se logra con prisas en la
naturaleza, y no hay que arriesgarse a romper violentamente las ataduras de
un alma que se está desprendiendo.

La muerte nunca es instantánea; ocurre gradualmente, como el sueño.


Mientras la sangre no se haya enfriado completamente, mientras los nervios
puedan temblar, el hombre no está completamente muerto, y, si ninguno de
los órganos esenciales para la vida es destruido, el alma puede retornar al
cuerpo, ya sea por accidente o por una fuerte voluntad.

Un filósofo dijo que dudaría del testimonio universal en lugar de creer en la


resurrección de un muerto, pero habló apresuradamente, porque era sobre la
base del testimonio universal que él creía en la imposibilidad de la
resurrección. Supongamos una resurrección fuera probada, ¿cuál será el
resultado? Sería absurdo suponerlo. Simplemente habría que concluir que el
resurreccionismo había sido considerado imposible erróneamente. Ab actu ad
posse valet consecutio.1

Atrevámonos a decir ahora que la resurrección es posible, y que ocurre más a


menudo de lo que creemos. Cuántas personas cuya muerte ha sido legal y
científicamente establecida han sido encontradas muertas, es cierto, en sus
ataúdes, pero habiendo revivido, y habiendo roído sus carne para abrir sus
arterias y escapar por una nueva muerte de un horrible sufrimiento. Un
médico nos dirá que estas personas no murieron, sino que estaban en un
letargo. ¿Pero qué es el letargo? Es el nombre que le das a una muerte
incompleta, una muerte que es negada por el regreso a la vida. Siempre es
fácil salirse con la suya, cuando es imposible explicar las cosas.

El alma se aferra al cuerpo a través de la sensibilidad, y tan pronto como la


sensibilidad cesa, es una señal segura de que el alma se está alejando. El
sueño magnético es un letargo o falsa muerte, y es curable a voluntad. La
eterización o el torpor inducido por el cloroformo es un verdadero letargo que
a veces termina en una muerte definitiva, cuando el alma, contenta con su
liberación temporal, hace un esfuerzo de voluntad para irse definitivamente;
lo que es posible en aquellos que han conquistado el infierno, es decir, cuya
fuerza moral es superior a la de la atracción astral. Por lo tanto, la
resurrección sólo es posible para las almas elementales, y son ellas sobre todo
las que están expuestas a un renacimiento involuntario en la tumba. Los
grandes hombres y los verdaderos sabios nunca son enterrados vivos.

Daremos en nuestro Ritual la teoría y la práctica de la resurrección, y a los


que me pregunten si he resucitado a los muertos, les responderé que si se los
dijera, no me creerían.

Nos queda por considerar aquí si la abolición del dolor es posible, y si es


saludable utilizar el cloroformo o el magnetismo en las operaciones
quirúrgicas. Creemos, y la ciencia lo reconocerá en el futuro, que al reducir la
sensibilidad se disminuye la vida, y que cualquier eliminación del dolor en
tales circunstancias, se convierte en una ventaja para la muerte. El dolor
atestigua la lucha por la vida, y se observa que en las personas que han sido
operadas en estado de letargo, los aplicación de lo apósitos es excesivamente
dolorosa. Si el entumecimiento causado por el cloroformo se repitiera en cada
aplicación de un apósito, una de dos cosas sucedería: o bien el paciente
moriría, o bien el dolor volvería y sería continuo entre las aplicaciones. No se
viola la naturaleza con impunidad.

Notas
1. Se puede saber lo que sucederá por lo que fue. Esta máxima quiere decir que lo que sucedió una
vez puede repetirse.
XXI ‫ ש‬X
La Adivinación
DENTES
FURCA
AMENS

El autor de este libro se atrevió a mucho en su vida, y nunca permitió que el


miedo mantuviera cautivo su pensamiento. Sin embargo, no se llega al final
del dogma mágico sin un temor legítimo.

Se trata ahora de revelar, o más bien de volver a revelar el gran Arcano, ese
terrible secreto, ese secreto de vida y muerte expresado en la Biblia por esas
palabras simbólicas y diabólicas de la propia serpiente simbólica:

I. NEQUA-QUAM MORIEMINI; II. SED ERITIS; III. SICUT DII;


IV. SCIENTES BONUM ET MALUM.

Uno de los privilegios del Iniciado en el Gran Arcano, y el que resume todos
los demás, es la Adivinación.

Según el significado vulgar de la palabra, adivinar significa conjeturar lo que


no se conoce; pero el verdadero significado de la palabra es inefable a fuerza
de ser sublime. Adivinar (divinari) es ejercer la divinidad. La palabra divinus,
en latín, significa más y algo más que la palabra divus, cuyo significado es el
equivalente a hombre-dios. Devin, en francés, contiene las cuatro letras de la
palabra DIOS, más la letra N, que corresponde, por su forma, al alef (‫)א‬
hebreo, y que expresa cabalística y jeroglíficamente el gran Arcano, cuyo
símbolo, en el Tarot, es la figura del Mago (carta nº 1).

El que entiende perfectamente el valor numérico absoluto de ‫ א‬multiplicada


por N, con la fuerza gramatical de la N final en palabras que expresan
ciencia, arte o poder, entonces suma las cinco letras de la palabra DEVIN,
para que quepan cinco en cuatro, cuatro en tres, tres en dos y dos en uno,
éste, al traducir el número que encuentra en las primitivas letras hebreas,
escribirá el nombre oculto del gran Arcano, y poseerá una palabra de la que el
santo tetragrámaton en sí mismo es sólo el equivalente y la imagen.

Ser adivino, según la fuerza de la palabra, es por lo tanto ser divino, y algo
aún más misterioso.

Los dos signos de la divinidad humana, o la humanidad divina, son profecías


y milagros.

Ser profeta es ver de antemano los efectos que existen en las causas, es leer
en la luz astral; hacer milagros es actuar sobre el Agente Universal y
someterlo a nuestra voluntad.

Al autor de este libro se le preguntará si es un profeta y un hacedor de


milagros.

Que los curiosos busquen y lean todo lo que escribió antes de ciertos eventos
que tuvieron lugar en el mundo. En cuanto a lo que podría haber dicho y
hecho, si lo contara, y hubiera algo realmente maravilloso, ¿querríamos
aceptar su palabra?

Además, una de las condiciones esenciales de la adivinación es no ser nunca


forzado y no someterse nunca a la tentación, es decir, al juicio. Los maestros
de la ciencia nunca han cedido a la curiosidad de nadie. Las sibilas queman
sus libros cuando Tarquín se niega a apreciarlos en su verdadero valor; el
gran Maestro calla cuando se le piden señales de su misión divina; Agripa
muere de miseria antes que obedecer a los que le exigen un horóscopo. Dar
pruebas de la ciencia a los que dudan de ella es iniciar a los indignos, es
profanar el oro del santuario, es merecer la excomunión de los sabios y la
muerte de los reveladores.

La esencia de la adivinación, es decir, el Gran Arcano Mágico, está


representada por todos los símbolos de la ciencia, y está estrechamente
relacionada con el único y primitivo dogma de Hermes. En la filosofía, da
una certeza absoluta; en la religión, el secreto universal de la fe; en la física,
la composición, descomposición, recomposición, realización y adaptación del
mercurio filosófico, llamado azoth por los alquimistas; en la dinámica,
multiplica nuestras fuerzas por las del movimiento perpetuo; es a la vez
mística, metafísica y material, con correspondencias de efectos en los tres
mundos; trae la caridad en Dios, la verdad en la ciencia y el oro en la riqueza;
porque la transmutación metálica es a la vez alegoría y realidad, como bien
saben todos los seguidores de la verdadera ciencia.

Sí, uno puede real y materialmente hacer oro con la piedra de los sabios, que
es una amalgama de sal, azufre y mercurio combinados tres veces en el azoth
por triple sublimación y triple fijación. Sí, la operación suele ser fácil y puede
hacerse en un día, en un instante; otras veces lleva meses o años. Pero para
tener éxito en la gran obra hay que ser divino, o adivino, en el sentido
cabalístico de la palabra, y es indispensable haber renunciado, por interés
personal, a la ventaja de las riquezas, de las que uno se convierte así en el
dispensador. Raimundo Lulio enriqueció a los soberanos, sembró los
cimientos de Europa y permaneció pobre; Nicolás Flamel, que murió bien,
diga lo que diga su leyenda, sólo encontró la gran obra después de haber
logrado a través de la ascesis un completo desapego de la riqueza. Fue
insinuado por la inteligencia que repentinamente tuvo del libro Asch
Mezareph, escrito en hebreo por el cabalista Abraham, el mismo que quizás
escribió el Séfer Ietzirá. Ahora bien, esta inteligencia fue, en Flamel, una
intuición merecida o más bien hecha posible por las preparaciones personales
del adepto. Creo que ya he dicho suficiente.

La adivinación es, por lo tanto, una intuición, y la clave de esta intuición es el


dogma universal y mágico de las analogías. Es a través de las analogías que
el Mago interpreta los sueños, como el Patriarca José solía hacer en Egipto,
según la Biblia nos relata, porque las analogías en los reflejos de la luz astral
son tan rigurosas como los tonos de color de la luz solar, y pueden ser
calculadas y explicadas con gran precisión. Sólo es necesario conocer el
grado de vida intelectual del soñador, y se revelará a sí mismo en sus propios
sueños hasta que se vea sumido en un profundo asombro.

El sonambulismo, los presentimientos y la segunda visión son sólo una


disposición, ya sea accidental o habitual, para soñar en un sueño voluntario o
mientras se está despierto, es decir, para percibir los reflejos analógicos de la
luz astral. Explicaremos todo esto hasta el punto de la obviedad en nuestro
Ritual, cuando daremos los tan buscados medios para producir y dirigir los
fenómenos magnéticos de manera regular. En cuanto a los instrumentos
adivinatorios, no son más que un medio de comunicación entre el adivino y el
consultor, y a menudo sólo sirven para fijar las dos voluntades en el mismo
signo; las figuras vagas, complicadas y móviles ayudan a recoger los reflejos
del fluido astral, y es así como vemos en los posos del café, en las nubes, en
la clara de huevo, etc., formas fatídicas, y que sólo existen en el traslúcido, es
decir, en la imaginación de los operadores. La visión en el agua es operada
por el deslumbramiento y la fatiga del nervio óptico, que cede sus funciones
al traslúcido y produce una ilusión del cerebro que toma por imágenes reales
los reflejos de la luz astral; por lo tanto las personas nerviosas, con vista débil
y viva imaginación, son más aptas para este tipo de adivinación, que tiene
éxito sobre todo cuando la realizan los niños. Ahora, que no haya ningún
malentendido sobre la función que atribuimos a la imaginación en las artes
adivinatorias. Vemos a través de la imaginación, sin duda, y este es el lado
natural del milagro, pero vemos cosas verdaderas, y esta es la maravilla de la
obra natural. Apelamos a la experiencia de todos los verdaderos adeptos. El
autor de este libro ha experimentado con todo tipo de adivinación, y ha
obtenido resultados siempre en proporción a la exactitud de sus operaciones
científicas y la buena fe de sus consultores.

El Tarot, este libro milagroso, que inspiró todos los libros sagrados de los
pueblos antiguos, es, por la precisión analógica de sus figuras y números, el
más perfecto instrumento de adivinación que puede ser utilizado con total
confianza. En efecto, los oráculos de este libro son siempre rigurosamente
verdaderos, al menos en un sentido, y cuando no predice nada, siempre revela
cosas ocultas y da los consejos más sabios a los consultores. Alliette, que
pasó de ser un peluquero a un cabalista en el siglo pasado, después de haber
pasado treinta años meditando sobre el Tarot, Alliette, que se llamaba
cabalísticamente Etteilla, leyendo su nombre como se debe leer en hebreo,
estuvo muy cerca de encontrar todo lo que se escondía en este extraño libro;
pero sólo logró confundir las claves del Tarot, porque no las entendía, e
invirtió el orden y el carácter de las figuras sin destruir sus analogías, que son
tan simétricas y correspondientes entre sí. Los escritos de Etteilla, que son
bastante raros, son oscuros, fastidiosos y de un estilo verdaderamente
bárbaro; no todos han sido impresos, y los manuscritos de este padre de los
modernos tiradores de cartas están todavía en manos de un librero de París,
que ha tenido la amabilidad de mostrárnoslos. Lo que más llama la atención
son los obstinados estudios y la indiscutible buena fe del autor, que percibió
toda su vida la grandeza de las ciencias ocultas y tuvo que morir a la puerta
del santuario sin haber podido nunca penetrar más allá del velo. Tenía poco
respeto por Agripa, tenía en alta estima a Jean Belot y no sabía nada de la
filosofía de Paracelso; pero tenía una intuición muy entrenada, una voluntad
muy perseverante y más imaginación que juicio; era demasiado poco para ser
un mago, pero fue más que suficiente para hacer de él un adivino acreditado e
inteligente, aunque de orden vulgar. De modo Etteilla tuvo un éxito y
popularidad que un mago más erudito habría hecho mal en rechazar, pero
ciertamente no habría buscado.

Al decir, al final de nuestro Ritual, la última palabra del Tarot, indicaremos la


manera completa de leerlo, y por consiguiente de consultarlo, no sólo sobre
las posibilidades del destino, sino también y sobre todo sobre los problemas
de la filosofía y de la religión, a los que ofrece una solución siempre segura y
con la más admirable precisión, si se explica en el orden jerárquico de la
analogía de los tres mundos con los tres colores y las cuatro tonalidades que
componen el septenario sagrado. Todo esto pertenece a la práctica positiva de
la magia, y sólo puede indicarse y establecerse sumariamente en principio en
esta primera parte que contiene exclusivamente el dogma de la alta magia y la
clave filosófica y religiosa de las altas ciencias, conocidas o más bien
ignoradas bajo el nombre de ciencias ocultas.
XXII ‫ ת‬Z
Resumen y Clave General de las Cuatro
Ciencias Ocultas
SIGNA
THOT
PAN

Resumamos ahora toda la ciencia por los principios.

La analogía es la última palabra de la ciencia y la primera de la fe.

La armonía está en equilibrio, y el equilibrio subsiste por la analogía de los


opuestos.

La unidad absoluta es la suprema y última razón de las cosas. Ahora bien,


esta razón no puede ser ni una persona ni tres, es una razón, y es la razón por
excelencia.

Para crear equilibrio es necesario separar y unir; separados por los polos,
unidos por el centro.

Razonar sobre la fe es destruir la fe; hacer mística en la filosofía es atacar la


razón.

La razón y la fe se excluyen mutuamente por su naturaleza y se unen por


analogía.

La analogía es el único mediador posible entre lo visible y lo invisible, entre


lo finito y lo infinito. El dogma es la hipótesis siempre ascendente de una
ecuación presumible.

Para los ignorantes, la hipótesis es la afirmación absoluta, y la afirmación


absoluta es la hipótesis.
Hay hipótesis necesarias en la ciencia, y quien busca realizarlas amplía la
ciencia sin restringir la fe, porque del otro lado de la fe está el infinito.

Creemos lo que no sabemos, pero que la razón quiere que admitamos.


Desafiar el objeto de la fe y circunscribirlo es, por lo tanto, formular lo
desconocido. Las profesiones de fe son las fórmulas de la ignorancia y las
aspiraciones del hombre. Los teoremas de la ciencia son los monumentos de
sus conquistas.

El hombre que niega a Dios es tan fanático como el que lo define con una
supuesta infalibilidad. Dios suele definirse diciendo todo lo que no es.

El hombre hace a Dios por una analogía, de lo menor a lo mayor, de ello se


desprende que la concepción de Dios en el hombre es siempre la de un
hombre infinito, lo que convierte al hombre en un Dios finito.

El hombre puede realizar lo que cree en la medida de lo que sabe, por razón
de lo que no sabe, y hace lo que quiere en la medida de lo que cree y por lo
que sabe.

La analogía de los opuestos es la relación de la luz con la sombra, de altura y


hueco, de lleno y vacío. La alegoría, madre de todos los dogmas, es la
sustitución de huellas por sellos, de sombras por realidades. Es la mentira de
la verdad y la verdad de la mentira.

No se inventa un dogma, se vela una verdad, y se produce una sombra para


los ojos débiles. El iniciador no es un impostor, es un revelador; es decir,
según la expresión de la palabra latina revelare, un hombre que vuelve a
poner el velo. Es el creador de una nueva sombra.

La analogía es la clave de todos los secretos de la naturaleza y la única razón


de ser de todas las revelaciones.

Por eso las religiones parecen estar escritas en el cielo y en toda la naturaleza;
debe ser así, porque la obra de Dios es el libro de Dios, y en lo que escribe
debemos ver la expresión de su pensamiento, y por lo tanto de su ser, ya que
lo concebimos sólo como el pensamiento supremo. Dupuis y Volney sólo
vieron un plagio en esta espléndida analogía que debería haberlos llevado a
reconocer la catolicidad, es decir, la universalidad del primitivo, único,
mágico, cabalístico e inmutable dogma de la revelación por analogía.

La analogía le da al mago todas las fuerzas de la naturaleza; la analogía es la


quintaesencia de la piedra filosofal, es el secreto del movimiento perpetuo, es
la cuadratura del círculo, es el templo que descansa sobre las dos columnas
Jachin y Boaz, es la clave de los grandes arcanos, es la raíz del árbol de la
vida, es la ciencia del bien y del mal.

Encontrar la escala exacta de analogías en las cosas que son apreciadas por la
ciencia es fijar las bases de la fe y así aferrar la vara de los milagros. Ahora
hay un principio y una fórmula rigurosa, que es el Gran Arcano. Que el sabio
no busque, ya lo ha encontrado; pero aunque el hombre común busque por
siempre, nunca lo encontrará.

La transmutación metálica se efectúa espiritual y materialmente por la clave


positiva de las analogías.

La medicina oculta no es más que el ejercicio de la voluntad aplicada a la


fuente misma de la vida, a esa luz astral cuya existencia es un hecho, y cuyo
movimiento está en conformidad con los cálculos cuya escala ascendente y
descendente es el gran arcano mágico.

Este arcano universal, el último y eterno secreto de la alta iniciación, está


representado en el Tarot por una chica desnuda que toca la tierra con un solo
pie, sostiene una varita magnetizada en cada mano, y parece correr en el
medio de una corona sostenida por un ángel, un águila, un buey y un león.
Esta figura es análoga en sustancia al querubín de Jekeskiel, cuya figura
damos, y al símbolo indio de Addhanari, análogo al Adonai de Jekeskiel, al
que llamamos vulgarmente Ezequiel.

La inteligencia de esta figura es la clave de todas las ciencias ocultas. Los


lectores de mi libro ya deberían entenderlo filosóficamente, si se han
familiarizado un poco con el simbolismo de la cábala. Ahora tenemos que
darnos cuenta de cuál es la segunda y más importante operación de la gran
obra. Encontrar la Piedra Filosofal es sin duda algo, pero ¿cómo debería ser
molida en polvo para su proyección? ¿Para qué sirve la varita mágica? ¿Cuál
es el verdadero poder de los nombres divinos de la cábala? Los iniciados lo
saben, y lo sabrán si, a través de las pistas tan multiplicadas y precisas que les
acabamos de dar, descubren el gran arcano.

¿Por qué estas verdades, tan simples y puras, siempre y necesariamente se


ocultan a los hombres? Es porque los elegidos de la inteligencia son pocos en
la tierra, y se parecen, en medio de los tontos y los malvados, a Daniel en la
guarida de los leones.

Además, la analogía nos enseña las leyes de la jerarquía, y la ciencia


absoluta, al ser omnipotente, debe ser el reparto exclusivo de los más dignos.
La confusión de la jerarquía es la verdadera decadencia de las sociedades,
pues entonces el ciego guía al ciego, siguiendo la palabra del maestro. Que se
devuelva la iniciación a los sacerdotes y los reyes, y el orden será restaurado.
Por lo tanto, al apelar a los más dignos, y al exponerme a todos los peligros y
maldiciones que rodean a los reveladores, creo que estoy haciendo algo útil y
grande: ¡Estoy dirigiendo el aliento del Dios vivo en la humanidad hacia el
caos social, y estoy evocando sacerdotes y reyes para el mundo venidero!

Una cosa no es sólo porque Dios lo quiera, dijo el ángel de la escuela; pero
Dios lo quiere porque es justo. Es como si hubiera dicho: “Lo absoluto es la
razón”. La razón es por sí misma; es porque es, no porque se supone que sea;
es, o nada existe; y ¿cómo se puede querer que algo exista sin razón? La
locura en sí misma no ocurre sin razón. La razón es la necesidad, es la ley, es
la regla de toda libertad y la dirección de toda iniciativa. Si Dios es, es por la
razón. La concepción de un Dios absoluto fuera o independientemente de la
razón es el ídolo del hombre negro, es el fantasma del diablo.
El demonio es la muerte disfrazada con las ropas gastadas de la vida; es el
espectro de Hirrenkesept entronizado sobre los escombros de las
civilizaciones renacidas y escondiendo su horrible desnudez con los despojos
abandonados de las encarnaciones de Visnú.

Fin del Dogma de la Alta Magia


Ritual de la Alta Magia

Sabbat - Baphomet y Mendés


Figura panteísta y mágica del absoluto. La antorcha colocada entre los dos cuernos representa la
inteligencia equilibrante del ternario; la cabeza de la cabra, una cabeza sintética que combina
algunos caracteres del perro, del toro y del asno, representa la responsabilidad de la materia por sí
sola y la expiación, en los cuerpos, de los pecados corporales. Las manos son humanas, para
mostrar la santidad de la obra, hacen el signo del esoterismo arriba y abajo, para encomendar el
misterio a los iniciados, y muestran dos medialunas lunares, una blanca arriba y otra negra abajo,
para explicar la relación entre el bien y el mal, la misericordia y la justicia. La parte inferior del
cuerpo está velada, es una imagen de los misterios de la generación universal, expresada sólo por
el símbolo del caduceo. El vientre de la cabra está escamado y debe ser de color verde; el
semicírculo encima de él debe ser azul; las plumas, que suben hasta el pecho, deben ser de varios
colores. El macho cabrío tiene el pecho de una mujer, y por lo tanto los únicos trazos de la
humanidad que porta son los signos de la maternidad y del trabajo, es decir, los signos de la
redención. En su frente, entre sus cuernos y debajo de la antorcha, se ve el signo del microcosmos
o el pentagrama apuntando hacia arriba, el símbolo de la inteligencia humana, que, colocado así
debajo de la antorcha, hace de la llama de ésta una imagen de la revelación divina. Esta estatua
que representa los signos de varias divinidades debe tener un cubo como asiento, y una sola esfera,
o una esfera y una escalera triangular como escabel. En nuestro dibujo solo hemos mostrado la
esfera, para no complicar demasiado la figura.
Introducción

¿Conoces al antiguo gobernante del mundo, que siempre camina y nunca se


cansa?

Todas las pasiones desenfrenadas, todas las voluptuosidades egoístas, todas


las fuerzas desenfrenadas de la humanidad y todas sus debilidades tiránicas
preceden a la tacaña dueña de nuestro valle del dolor; hoz en mano, esos
trabajadores incansables siegan una cosecha eterna.

La reina es tan vieja como el tiempo, pero esconde su esqueleto bajo los
escombros de la belleza de las mujeres a las que arrebata su juventud y su
amor.

Su cabeza está cubierta de trenzas sin vida que no le pertenecen. Desde el


pelo de Berenice, todo brillante con estrellas, hasta el pelo prematuramente
decolorado que el verdugo cortó de la cabeza de María Antonieta, la
saqueadora con su frente coronada se ha adornado con los restos de las reinas
caídas.

Su cuerpo pálido y helado está cubierto de adornos marchitos y de sudarios


andrajosos.

Sus manos huesudas y cargadas de anillos sostienen diademas y cadenas,


cetros y huesos, joyas y cenizas.

Cuando pasa, las puertas se abren solas; entra por los muros, penetra en la
alcoba de los reyes, sorprende a los saqueadores de los pobres en sus orgías
más secretas, se sienta a su mesa y les sirve un trago, se ríe de sus canciones
con sus dientes sin encías y toma el lugar de la cortesana impura que se
esconde bajo sus cortinas.

Le gusta merodear sobre los voluptuosos que duermen; busca sus caricias
como si esperara calentarse en sus abrazos, pero congela a todos los que toca
y nunca se calienta. Sin embargo, a veces se dice que se marea; ya no camina
despacio, corre; y si sus pies no son lo suficientemente rápidos, presiona los
flancos de un caballo pálido y lo lanza sin aliento a través de las multitudes.
La muerte cabalga con ella en un caballo rojo; el fuego, extendiendo sus alas
de humo, vuela ante ella, batiendo sus alas rojas y negras, y la hambruna y la
peste la siguen paso a paso sobre caballos enfermos y demacrados, espigando
las raras espigas de maíz que faltan para completar su cosecha.

Detrás de esa procesión fúnebre vienen dos niños pequeños, radiantes de vida
y sonrisas, la inteligencia y el amor del siglo venidero, el doble genio de la
humanidad por nacer.

Frente a ellos, las sombras de la muerte se retiran como la noche antes de las
estrellas del amanecer; tocan la tierra con un pie ligero y siembran a manos
llenas la esperanza de otro año.

Pero la muerte ya no vendrá despiadada y terrible, cortando como la hierba


seca las espigas maduras del siglo venidero; dará paso al ángel del progreso
que desprenderá suavemente a las almas de sus cadenas mortales, para
permitirles ascender a Dios.

Cuando los hombres sepan vivir, ya no morirán; se transformarán como la


crisálida, que se convierte en una mariposa brillante.

Los terrores de la muerte son hijos de nuestra ignorancia, y la muerte misma


solo es horrible por la basura con la que se cubre y los colores oscuros que
rodean su imagen. La muerte realmente es los dolores de parto de la vida.

Hay en la naturaleza una fuerza que no muere, y esta fuerza transforma


continuamente a los seres para preservarlos.

Esta fuerza es la razón o el verbo de la naturaleza.

También hay en el hombre una fuerza análoga a la de la naturaleza, y esta


fuerza es la razón o el verbo del hombre.

El verbo del hombre es la expresión de su voluntad dirigida por la razón.

Este verbo es todopoderoso cuando es razonable, porque entonces es análogo


al mismo verbo de Dios.

A través del verbo de su razón el hombre se convierte en el conquistador de


la vida y puede triunfar sobre la muerte.

Toda la vida del hombre es sólo el parto o el aborto de su verbo. Los seres
humanos que mueren sin haber entendido y formulado la palabra de la razón
mueren sin esperanza eterna.

Para luchar con ventaja contra el fantasma de la muerte, es necesario haberse


identificado con las realidades de la vida.

¿Qué le importa a Dios si un renacuajo muere, ya que la vida es eterna?

¿Qué le importa a la naturaleza si una persona tonta muere, ya que la razón


sigue viva y tiene las llaves de la vida?

La terrible y justa fuerza que mata a los abortos eternamente ha sido


nombrada, por los hebreos, Samael; por los orientales, Satanás; y por los
latinos, Lucifer.

El Lucifer de la Cábala no es un ángel maldito y arruinado, sino el ángel que


ilumina y regenera quemándose; para los ángeles de la paz es lo que el
cometa es para las pacíficas estrellas de las constelaciones de primavera.

La estrella fija es bella, radiante y tranquila; bebe los aromas celestiales y


vela con amor por sus hermanas; vestida con su espléndido vestido y con la
frente adornada con diamantes, sonríe mientras canta su himno matutino y
vespertino; goza de un descanso eterno que nada puede perturbar, y camina
solemnemente sin dejar su rango asignado entre los centinelas de la luz.

El cometa errante, sin embargo, completamente ensangrentado y desgreñado,


se precipita desde las profundidades del cielo; se precipita a través de las
esferas pacíficas, como un carro de guerra entre las filas de una procesión de
vestales; se atreve a enfrentarse a la brillante espada de los guardianes del sol,
y, como una esposa angustiada que busca el marido soñado por sus noches de
viuda, entra en el tabernáculo del rey de los días, luego escapa, exhalando los
fuegos que la devoran, arrastrando tras ella una cola de fuego; las estrellas se
desvanecen cuando ella se acerca, los rebaños constelados que pastan flores
de luz en la vasta campiña del cielo, parecen huir de su terrible aliento. El
gran consejo de estrellas está reunido, y la consternación es universal: la más
bella de las estrellas fijas se encarga de la tarea de hablar en nombre de todo
el cielo, y de proponer la paz a la enviada vagabunda.

Mi hermana –le dice–, ¿por qué perturbas la armonía de nuestras esferas?


¿Qué daño te hemos hecho, y por qué, en lugar de vagar al azar, no te quedas
en tu lugar, como nosotras, en tu rango en la corte del sol? ¿Por qué no vienes
a cantar con nosotras el himno vespertino, adornada como nosotras con una
túnica blanca, sujetada a tu pecho con un broche de diamante? ¿Por qué dejas
que tu pelo, que gotea con el sudor del fuego, flote entre los vapores de la
noche? ¡Oh! Si te pusieras entre las hijas del cielo, ¡cuánto más hermosa te
verías! Tu rostro ya no se inflamaría por el cansancio de tus inauditas
correrías; tus ojos serían puros, y tu rostro sonriente sería blanco y rojo como
el de tus felices hermanas; todas las estrellas te conocerían, y, lejos de temer
tu paso, se alegrarían de tu acercamiento; porque estarías unida a nosotras por
los lazos indestructibles de la armonía universal, y tu pacífica existencia no
sería más que una voz más en el cántico del amor infinito.

Y el cometa le responde a la estrella fija:

No pienses, hermana, que puedo vagar siguiendo mi voluntad y perturbar la


armonía de las esferas. Dios ha marcado mi camino como el tuyo, y si mi
curso te parece incierto y errante, es porque tus rayos no pueden llegar tan
lejos como para abrazar el contorno de la elipse que se me ha dado para mi
carrera. Mi pelo inflamado es la linterna de Dios; soy la mensajera de los
soles, y renuevo mi energía en sus fuegos para compartirlos en mi camino
hacia los mundos jóvenes que aún no tienen suficiente calor, y con las
estrellas envejecidas que están frías en su soledad. Si me canso en mis largos
viajes, si mi belleza es menos dulce la tuya, si mi adorno es menos virginal,
no soy menos que tú, una noble hija del cielo. Déjame el secreto de mi
terrible destino, déjame el terror que me rodea, maldíceme si no me
entiendes, pero igualmente haré el trabajo que se me impone, y continuaré mi
carrera bajo el impulso del aliento de Dios. ¡Bienaventuradas las estrellas que
descansan y brillan como jóvenes reinas en la pacífica sociedad del universo!
Soy el paria que siempre viaja y cuya patria es el infinito. Se me acusa de
prender fuego a los planetas que caliento y de asustar a las estrellas que
ilumino; se me acusa de perturbar la armonía de los universos porque no giro
en torno a sus centros particulares, y los uno entre sí, fijando la mirada en el
centro único de todos los soles. Tranquilízate entonces, bella estrella, no voy
a empobrecer tu pacífica luz; al contrario, me agotaré por ti con mi vida y mi
calor. Desapareceré del cielo cuando me consuma; ¡mi destino habrá sido
muy hermoso! Sabed que en el templo de Dios arden diferentes fuegos, todos
los cuales le dan gloria; vosotras sois la luz de los candelabros de oro, y yo
soy la llama de su justicia; cumplamos nuestros destinos.

Al final de estas palabras, el cometa se sacude el pelo, se cubre con su escudo


ardiente y se sumerge en los espacios infinitos donde parece desaparecer para
siempre.

Así es como Satanás aparece y desaparece en las historias alegóricas de la


Biblia.

Un día, dice el libro de Job, los hijos de Dios vinieron a estar en la presencia
del Señor, y entre ellos también se encontraba Satanás.

Y el Señor le preguntó a Satanás: ¿De dónde vienes?

Y le contestó: De rodear la tierra, y de andar por ella.

Así es como un evangelio gnóstico, encontrado en Oriente por un erudito


viajero, uno de nuestros amigos, explica, a favor del simbólico Lucifer, la
génesis de la luz:

"La verdad que se conoce es el pensamiento vivo. La verdad es el


pensamiento que está en sí mismo; y el pensamiento formulado es el
verbo. Cuando el pensamiento eterno buscó la forma, dijo: ‘Que haya
luz’.

Ahora, ese pensamiento que habla es el Verbo. Y el Verbo dice, ‘Que


haya luz’, porque el Verbo mismo es la luz de los espíritus.

La luz increada, que es el Verbo divino, brilla porque quiere ser vista, y
cuando dice: ‘Que haya luz’, ordena que se abran los ojos, crea
inteligencia.

Y cuando Dios dijo: ‘Que se haga la luz’, la Inteligencia se hizo y la luz


apareció.

La inteligencia que Dios había derramado con el aliento de su boca,


como una estrella desprendida del sol, tomó la forma de un espléndido
ángel, y el cielo lo saludó con el nombre de Lucifer.

La Inteligencia despertó y se comprendió a sí misma completamente


cuando escuchó las palabras del Verbo divino: ‘¡Que se haga la luz!’.

Se sintió libre, porque Dios le había ordenado que lo fuera; y respondió,


levantando su cabeza y extendiendo sus alas:

–¡No seré un esclavo!

–¿Así que tú serás el dolor? –dijo la voz increada.

–¡Yo seré la libertad! –respondió la luz.

–El orgullo te seducirá –dijo la voz suprema–, y darás a luz a la muerte.

–Necesito luchar contra la muerte para conquistar la vida –dijo la luz


creada.

Dios soltó entonces de su vientre el hilo de esplendor que sostenía al


ángel de las sombras, y mientras lo veía precipitarse a través la noche,
que él surcaba gloriosamente, amaba al niño de sus pensamientos, y
sonriendo con una sonrisa inefable, se dijo a sí mismo: ’¡Qué hermosa
era la luz!

Dios no creó el dolor; fue la Inteligencia la que lo aceptó para ser libre.

Y el dolor fue la condición impuesta al ser libre, por el único que no


puede equivocarse, porque es infinito.

Porque la esencia de la inteligencia es el juicio; y la esencia del juicio es


la libertad.
El ojo sólo posee realmente luz por la facultad de cerrarse o abrirse.

Si se viera obligado a estar siempre abierto, sería el esclavo y la víctima


de la luz; y para huir de este tormento dejaría de ver.

Así, la Inteligencia creada es feliz de afirmar a Dios sólo por la libertad


que tiene de negar a Dios.

Ahora, la Inteligencia que niega, siempre afirma algo, ya que afirma su


libertad.

Por eso la blasfemia glorifica a Dios; y por eso el infierno era necesario
para la felicidad del cielo.

Si la luz no fuera repelida por la sombra, no habría formas visibles.

Si el primero de los ángeles no se hubiera enfrentado a las


profundidades de la noche, el nacimiento de Dios no habría sido
completo y la luz creada no habría sido capaz de separarse de la luz en
esencia.

¡La inteligencia nunca habría sabido lo bueno que es Dios si no lo


hubiera perdido!

El infinito amor de Dios no habría estallado nunca en las alegrías de su


misericordia, si el hijo pródigo del cielo hubiera permanecido en la casa
de su padre.

Cuando todo era luz, la luz no estaba en ninguna parte, llenaba el pecho
de Dios que estaba en labor de traerlo al mundo.

Y cuando dijo, ‘Que haya luz’, permitió que la noche repeliera la luz, y
el universo salió del caos.

La negación del ángel que, cuando nació, se negó a ser esclavo,


constituyó el equilibrio del mundo, y comenzó el movimiento de las
esferas.

Y los espacios infinitos admiraban este amor a la libertad, lo


suficientemente inmenso como para llenar el vacío de la noche eterna, y
lo suficientemente fuerte como para llevar el odio de Dios.

Pero Dios no podía odiar al más noble de sus hijos, y lo probó por su ira
sólo para confirmarlo en su poder.

Por lo tanto, el mismo Verbo de Dios, como si hubiera estado celoso de


Lucifer, también quiso bajar del cielo y pasar triunfante por las sombras
del infierno.

Quería ser proscrito y condenado; y pensaba de antemano en la terrible


hora en que gritaría, al final de su tormento: ‘Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has abandonado?’

Como la estrella de la mañana precede al sol, el levantamiento de


Lucifer impidió que la naturaleza naciente se convirtiera en la próxima
encarnación de Dios.

¡Quizás Lucifer, al caer en la noche, trajo una lluvia de estrellas y soles


por la atracción de su gloria!

Tal vez nuestro Sol es un demonio entre las estrellas, así como Lucifer
es una estrella entre los ángeles.

Por eso, sin duda, permanece tranquilo al iluminar los horribles anhelos
de la humanidad y la lenta agonía de la tierra, porque es libre en su
soledad y posee su luz."

Estas fueron las tendencias de la herejía de los primeros siglos. Algunos,


como los Ofitas, adoraban al diablo en forma de serpiente; otros, como los
Cainitas, justificaban la revuelta del primero de los ángeles así como la del
primero de los asesinos. Todos estos errores, todas estas sombras, todos estos
monstruosos ídolos de la anarquía que la India opone en sus símbolos a la
mágica Trimurti,1 habían encontrado en el cristianismo sacerdotes y
adoradores.

En ninguna parte del Génesis se menciona al diablo. Es una serpiente


alegórica que engaña a nuestros primeros padres. Esto es lo que la mayoría de
los traductores hacen que el texto sagrado diga:

“La serpiente era más sutil que cualquier bestia” del campo que el Señor Dios
había hecho."

Y esto es lo que dice Moisés:

Wha-Nahàsh haîah hâroum mi-chol hàîath ha-shadeh asher hâshah Jhôah


Ælohîm.

Esto significa, de acuerdo a la versión de Fabre d’Olivet:

“Ahora, la atracción original (la avaricia) era la pasión impulsora de toda


la vida elemental (la motivación interior) de la naturaleza, la obra de
Jhôah, el Ser de los seres.”

Pero aquí, Fabre d’Olivet no entiende la verdadera interpretación, porque


ignoró las grandes llaves de la cábala. La palabra Nahash, explicada por las
letras simbólicas del Tarot, significa rigurosamente:

14 ‫ נ‬Nun.- La fuerza que produce las combinaciones.

5 ‫ ה‬Hei.- El recipiente y el productor pasivo de las formas.

21 ‫ ש‬Shin.- El fuego natural y central, equilibrado por la doble


polarización.

La palabra utilizada por Moisés, leída cabalísticamente, nos da la descripción


y definición de este agente mágico y universal, representado en todas las
teogonías por la serpiente y al que los hebreos también dieron el nombre de
OD, cuando manifiesta su fuerza activa; el nombre de OB, cuando revela su
fuerza pasiva, y el de AOUR, cuando se revela totalmente en su poder
equilibrado, produciendo luz en el cielo y oro entre los metales.

Allí, pues, está esa antigua serpiente que envuelve al mundo y pone su cabeza
devoradora bajo el pie de una Virgen, la figura de la iniciación de esa Virgen,
que presenta a un niño recién nacido para la adoración de los Reyes Magos y
recibe de ellos, a cambio de ese favor, oro, mirra e incienso.

El dogma sirve así en todas las religiones hieráticas para velar el secreto de
las fuerzas de la naturaleza a disposición del iniciado. Las fórmulas religiosas
son los resúmenes de estas palabras llenas de misterio y poder que hacen
cenizas a los dioses del cielo y los someten a la voluntad de los hombres.
Judea pidió prestados sus secretos a Egipto; Grecia envió a sus hierofantes y
más tarde a sus teósofos a la escuela de los grandes profetas; la Roma de los
Césares, socavada por la iniciación cristiana de las catacumbas, se derrumbó
un día en la Iglesia, y se creó de nuevo un simbolismo con los restos de todos
los cultos a los que la reina del mundo se había sometido.

Según el relato del Evangelio, la inscripción que declara la realeza espiritual


de Cristo fue escrita en hebreo, griego y latín; fue la expresión de la síntesis
universal.

La fábula de Psique es una abstracción ultra-cristiana, y el culto de los


Panteones, al rehabilitar a Sócrates, preparó los altares para esta unidad de
Dios, de la que Israel había sido el misterioso preservador.

Pero la sinagoga negó a su Mesías, y las letras hebreas fueron borradas, al


menos a los ojos cegados de los judíos.

Los perseguidores romanos deshonraron al helenismo, que no pudo ser


rehabilitado por la falsa moderación del filósofo Juliano, tal vez injustamente
llamado el Apóstata, ya que su cristianismo nunca fue sincero. Entonces la
ignorancia de la Edad Media puso a los santos y vírgenes en contra de los
dioses, diosas y ninfas; el profundo significado de los símbolos helénicos fue
más incomprendido que nunca; la propia Grecia no sólo perdió las tradiciones
de su antiguo culto, sino que se separó de la Iglesia latina; y así, a los ojos
latinos, las letras griegas fueron borradas, al igual que las letras latinas
desaparecieron de los ojos de los griegos.

Así, la inscripción de la cruz del Salvador desapareció por completo, y sólo


quedaron unas misteriosas iniciales.

Pero cuando la ciencia y la filosofía, reconciliadas con la fe, unan en uno


todos los diferentes símbolos, entonces toda la magnificencia de los antiguos
cultos florecerá de nuevo en la memoria de los hombres, proclamando el
progreso del espíritu humano en la intuición de la luz de Dios.

Pero de todos los progresos, el mayor será el que, poniendo las llaves de la
naturaleza en manos de la ciencia, encadene para siempre el horrendo
fantasma de Satanás y, explicando todos los fenómenos excepcionales de la
naturaleza, destruya el imperio de la superstición y la credulidad insensata.

Es a la realización de este progreso a lo que hemos dedicado nuestras vidas y


que pasamos nuestros años en la más laboriosa y difícil investigación.
Queremos liberar los altares derribando los ídolos, queremos que el hombre
de inteligencia vuelva a ser el sacerdote y el rey de la naturaleza, y queremos
preservar explicándoles todas las imágenes del santuario de un solo lado.

Los profetas hablaban en parábolas e imágenes, porque carecían de lenguaje


abstracto, y porque la percepción profética, siendo el sentimiento de armonía
o analogías universales, se traduce naturalmente en imágenes.

Estas imágenes, tomadas materialmente por los vulgares, se han convertido


en ídolos o misterios impenetrables.

El conjunto y la sucesión de estas imágenes y misterios es lo que se llama


simbolismo.

El simbolismo, por lo tanto, viene de Dios, aunque sea formulado por los
hombres.

La revelación ha acompañado a la humanidad en todas sus épocas, y se ha


transfigurado con el genio humano; pero siempre ha expresado la misma
verdad.

La verdadera religión es una, y sus dogmas son simples y están al alcance de


todos.

Sin embargo, la multiplicidad de símbolos ha sido sólo un libro de poesía


necesario para la educación del genio humano.
La armonía de la belleza exterior y la poesía de la forma iban a revelar a Dios
a la infancia humana; pero Venus pronto tuvo a Psique como su rival, y
Psique sedujo al Amor.

Así, el culto a la forma iba a dar paso a esos ambiciosos sueños del alma que
la elocuente sabiduría de Platón ya embellecía.

La venida de Cristo estaba así preparada, y por eso fue esperada; vino porque
el mundo lo esperaba, y la filosofía se transformó en creencia para hacerse
popular.

Pero, liberado por esta misma creencia, el espíritu humano pronto protestó
contra la escuela que quería materializar sus signos, y la obra del catolicismo
romano sirvió sólo para preparar, sin su conocimiento, la emancipación de las
conciencias, y para sentar las bases de la asociación universal.

Porque Dios es la gran alma de todas las almas; es el centro inmutable


alrededor del cual la inteligencia gravita como el polvo de las estrellas.

La inteligencia humana ha tenido su mañana; llegará su alto mediodía y luego


su declive, pero Dios siempre será el mismo.

Pero a los habitantes de la tierra les parece que el Sol sale joven y tímido, que
brilla en el medio del día con toda su fuerza, y que se pone cansado por la
noche.

Sin embargo, es la tierra la que gira, y el Sol está inmóvil.

Teniendo fe, por lo tanto, en el progreso humano y en la estabilidad de Dios,


el hombre libre respeta la religión en sus formas pasadas, y no blasfemará
contra Júpiter más de lo que lo haría contra Jehová; todavía saluda con amor
la radiante imagen del Apolo pitiano, y encuentra en ella una semejanza
fraternal con el glorioso rostro del Redentor resucitado.

Cree en la gran misión de la jerarquía católica, y se complace en ver a los


pontífices de la Edad Media que oponen la religión como un límite al poder
absoluto de los reyes; pero protesta con los siglos revolucionarios contra la
esclavitud de la conciencia que las llaves pontificias querían encarcelar. Es
más protestante que Lutero, porque no cree ni siquiera en la infalibilidad de la
Confesión de Augsburgo, y más católico que el Papa, porque no teme que la
unidad religiosa se rompa por la maldad de los tribunales.

Confía en Dios más que en la política de Roma para la salvación de la idea de


la unidad; respeta la vejez de la Iglesia, pero no teme su muerte; sabe que su
muerte aparente será una transfiguración y una asunción gloriosa.

El autor de este libro hace un nuevo llamamiento a los Magos de Oriente para
que vuelvan a reconocer al divino Maestro cuya cuna saludaron, el gran
iniciador de todas las épocas.

Todos sus enemigos han caído; todos los que lo condenaron están muertos;
los que lo persiguieron están muertos para siempre, ¡y él sigue en pie!

Hombres de envidia se han unido contra él, se han puesto de acuerdo en un


solo punto; los sectarios se han unido para destruirlo, se han coronado a sí
mismos y lo han proscrito; se han vuelto hipócritas, y lo han acusado; se
constituyeron en jueces y le leyeron su sentencia de muerte; se hicieron
verdugos y lo ejecutaron; le hicieron beber cicuta y lo crucificaron, lo
apedrearon y lo quemaron y arrojaron sus cenizas al viento; luego rugieron de
terror. Se paró frente a ellos, acusándolos con sus heridas, y los golpeó con el
brillo de sus cicatrices.

Se cree que fue asesinado en su cuna en Belén; ¡está vivo en Egipto! Lo


arrastraron a la montaña para derribarlo; la multitud de sus asesinos lo rodeó,
triunfantes, confiando en su perdición segura; se oyó un grito; ¿no era él el
que acababa de romperse en las rocas del precipicio? Están pálidos y se miran
el uno al otro; pero él, tranquilo y sonriendo con compasión, pasa entre ellos
y se va.

Aquí hay otra montaña que han teñido con su sangre; aquí hay una cruz y una
tumba; y los soldados están cuidando su tumba. ¡Tontos! La tumba está
vacía, y el que creían muerto camina pacíficamente entre dos viajeros en el
camino a Emaús.

¿Dónde está? ¿Adónde va? ¡Advierte a los amos de la tierra! ¡Dile a los
Césares que su poder está amenazado! ¿Por quién? Por un pobre hombre que
no tiene ni una piedra sobre la que apoyar su cabeza, por un hombre común
condenado a la muerte de los esclavos. ¡Qué insulto o locura! De todos
modos, los Césares desplegarán todo su poder: edictos sangrientos prohíben
al fugitivo, se levantan cadalsos por todas partes, se abren circos llenos de
leones y gladiadores, se encienden piras, han corrido torrentes de sangre, y
los Césares, que se creen victoriosos, se atreven a añadir un nombre a
aquellos cuyos trofeos levantan, luego mueren, y su apoteosis deshonra a los
dioses que pensaban que estaban defendiendo. El odio del mundo confunde a
Júpiter y a Nerón en un desprecio similar; templos transformados en tumbas
son derribados sobre cenizas proscritas, y sobre los escombros de los ídolos,
sobre las ruinas del imperio, sólo él, el proscrito por los Césares, el
perseguido por tantos secuaces, el torturado por tantos verdugos, ¡sólo él se
levanta, sólo él reina, sólo él triunfa!

El orgullo invade el santuario; los que iban a proclamar su resurrección


quieren inmortalizar su muerte, para poder alimentarse como cuervos de su
carne siempre naciente. En lugar de imitarlo en su sacrificio y dar su sangre
por sus hijos en la fe, lo encadenaron al Vaticano, como a un nuevo Cáucaso,
y se convirtieron en los buitres de ese divino Prometeo. ¿Pero qué le importa
su pesadilla? Sólo han encadenado su imagen; porque él sigue en pie, y
camina de exilio en exilio y de conquista en conquista.

Es que se puede encadenar a un hombre, pero no se mantiene cautivo el


Verbo de Dios. El Verbo es libre y nada puede constreñirlo. Este Verbo vivo
es la condena de los malvados, y por eso quieren matarlo; pero son ellos los
que mueren al final, ¡y el verbo de la verdad permanece para juzgar su
memoria!

Orfeo pudo haber sido desgarrado por las bacantes, Sócrates bebió la copa de
veneno, Jesús y sus apóstoles perecieron en el último tormento, Juan Hus,
Jerónimo de Praga y tantos otros fueron quemados, las masacres del día de
San Bartolomé y de septiembre también crearon mártires; el Emperador de
Rusia todavía tiene a su disposición cosacos, látigos y los desiertos de
Siberia; pero el espíritu de Orfeo, Sócrates, Jesús y todos los mártires siempre
permanecerá vivo en medio de los perseguidores que a su vez han muerto;
¡permanece en pie en medio de las instituciones que caen y los imperios que
se derriban!
Es este espíritu divino, el espíritu del único Hijo de Dios, el que San Juan
representa en su Apocalipsis, de pie en medio de los candelabros de oro,
porque es el centro de todas las luces, sosteniendo en su mano siete estrellas,
como la semilla de un cielo totalmente nuevo, y haciendo descender su
palabra a la tierra bajo la figura de una espada de dos filos.

Cuando los sabios desanimados se duermen en la noche de la duda, el espíritu


de Cristo se levanta y observa.

Cuando los pueblos, cansados del trabajo que entrega, se duermen, yaciendo
sobre sus cadenas, el espíritu de Cristo se levanta y protesta.

Cuando los ciegos seguidores de las religiones que se han vuelto estériles se
postran en el polvo de los viejos templos y se arrastran servilmente en el
miedo supersticioso, el espíritu de Cristo se levanta y reza.

Cuando los fuertes se debilitan, cuando las virtudes se corrompen, cuando


todo se dobla y disminuye en busca de una vil pastura, el espíritu de Cristo
permanece de pie mirando al cielo y espera la hora de su Padre.

Cristo significa sacerdote y rey por excelencia.

Cristo, el iniciador de los tiempos modernos, vino a formar nuevos reyes y


sacerdotes a través de la ciencia y especialmente a través de la caridad.

Los antiguos Magos eran sacerdotes y reyes.

La llegada del Salvador había sido anunciada a los antiguos Reyes Magos por
una estrella.

Esta estrella era el pentagrama mágico que tenía una letra sagrada en cada
una de sus puntas.

Esta estrella es la figura de la inteligencia que gobierna, por la unidad de la


fuerza, los cuatro poderes elementales.

Es el pentagrama de los Reyes Magos.

Es la estrella ardiente de los niños de Hiram. Es el prototipo de la luz


equilibrada, hacia cada uno de sus puntos se eleva una línea de luz.

De cada uno de sus puntos desciende una línea de luz.

Esta estrella representa el gran y supremo atanor de la naturaleza que es el


cuerpo del hombre.

La influencia magnética viene en dos rayos de la cabeza, de cada mano y


cada pie.

El rayo positivo se equilibra con un rayo negativo.

La cabeza se corresponde con los dos pies, cada mano con una mano y un
pie, los dos pies cada uno con la cabeza y una mano.

Este signo regular de luz equilibrada representa el espíritu de orden y


armonía.

Es el signo de la omnipotencia del mago.

También este mismo signo, roto o irregularmente trazado, representa la


embriaguez astral, las proyecciones anormales e inestables del gran agente
mágico, por consiguiente el embrujo, la perversidad, la locura, y esto es lo
que los magos llaman la firma de Lucifer.

Hay otra firma que también representa los misterios de la luz: Es la firma de
Salomón.

Los talismanes de Salomón llevaban, por un lado, la huella de su sello, cuya


figura hemos dado en nuestro Dogma.

En el otro lado estaba la firma de la cual este es el sello:


Esta figura es la teoría jeroglífica de la composición de los imanes y
representa la ley circulatoria del rayo.

Los espíritus desordenados se encadenan mostrándoles o bien la estrella


brillante del pentagrama o bien la firma de Salomón, porque así se les
muestra la prueba de su locura y al mismo tiempo se les amenaza con un
poder indudable capaz de atormentarlos llamándolos al orden.

Nada atormenta más a los malvados que los buenos. Nada es tan
desagradable para la locura como la razón. Pero si un operador ignorante usa
estas señales sin conocerlas, es un ciego hablando de la luz a los ciegos. Es
un burro que quiere enseñar a los niños a leer.

Si el ciego guía al ciego, dijo el gran y divino Hierofante, ambos caen en el


pozo.

Una última palabra para resumir toda esta introducción

Si eres ciego como Sansón cuando sacudes las columnas del templo, las
ruinas te aplastarán.

Para dominar la naturaleza, hay que ser superior a la naturaleza, a través de la


resistencia y el entrenamiento.

Si tu mente está perfectamente libre de prejuicios, superstición e


incredulidad, ordenarás a los espíritus.

Si no obedeces a las fuerzas fatales, las fuerzas fatales te obedecerán a ti.

Si eres sabio como Salomón, harás las obras de Salomón.

Si eres santo como Cristo, harás las obras de Cristo.

Para dirigir las corrientes de luz en movimiento, hay que fijarse en una luz
fija.

Para dominar los elementos, uno debe haber domado sus huracanes,
relámpagos, abismos y tormentas.

Debes SABER para ATREVERTE.

Hay que ATREVERSE para tener VOLUNTAD.

Se necesita VOLUNTAD para conseguir el Imperio.

Y para reinar, uno debe guardar SILENCIO.

Notas
1. Trimūrti es la triple deidad de la divinidad suprema en el Hinduismo, en la que las funciones
cósmicas de creación, mantenimiento y destrucción se personifican como una tríada de deidades,
típicamente Brahma el creador, Vishnu el preservador y Siva el destructor.
I – Preparaciones

Cualquier intención que no se manifieste en hechos es una intención vana, y


la palabra que la expresa es una palabra ociosa. Es la acción la que prueba la
vida, y también es la acción la que prueba y determina la voluntad. Por eso se
dice en los libros simbólicos y sagrados que los hombres serán juzgados, no
según sus pensamientos e ideas, sino según sus actos. Para ser, hay que hacer.

Así que ahora tenemos que lidiar con la gran y terrible cuestión de las obras
mágicas. Ya no se trata de teorías y abstracciones; llegamos a las realidades,
y vamos a poner la varita mágica en las manos del adepto, diciéndole: “No te
fíes sólo de nuestras palabras, sino hazlo tú mismo”.

Estas son obras de relativa omnipotencia, y los medios para captar los
mayores secretos de la naturaleza y hacerlos servir a una voluntad iluminada
e inflexible.

La mayoría de los Rituales Mágicos conocidos son o mistificaciones o


enigmas, y vamos a rasgar por primera vez, después de tantos siglos, el velo
del santuario oculto. Revelar la santidad de los misterios es remediar su
profanación. Este es el pensamiento que sostiene nuestro coraje y nos hace
enfrentar todos los peligros de esta obra, tal vez la más audaz que el espíritu
humano ha sido dado a concebir y realizar.

Las operaciones mágicas son el ejercicio de un poder natural, pero superior a


las fuerzas ordinarias de la naturaleza. Son el resultado de una ciencia y
práctica que exalta la voluntad humana más allá de sus límites físicos.

Lo sobrenatural es sólo lo natural extraordinario o lo natural exaltado; un


milagro es un fenómeno que impresiona a la multitud porque es inesperado;
lo maravilloso es lo que asombra, son efectos que sorprenden a los que
ignoran sus causas o les asignan causas que no son proporcionales a tales
resultados. Sólo hay milagros para los ignorantes; pero como apenas hay
ciencia absoluta entre los hombres, el milagro puede seguir sucediendo, y
existe para todos.
Comencemos diciendo que creemos en todos los milagros, porque estamos
convencidos y seguros, incluso por nuestra propia experiencia, de su plena
posibilidad.

Es cierto que hay algunos cuya explicación no conocemos, pero no los


consideramos menos explicables. Desde el mayor al menor sus consecuencias
son similares en proporción y su importancia más o menos grave.

Pero, para hacer milagros, hay que estar fuera de las condiciones comunes de
la humanidad; hay que estar, ya sea abstraído por la sabiduría, o bien exaltado
por la locura, encontrarse, ya sea por encima de las pasiones o más allá de
ellas a través del éxtasis o el frenesí. Esta es la primera y más indispensable
de las preparaciones del operador.

Así, por una ley providencial o fatal, el mago puede ejercer la omnipotencia
en proporción inversa a su interés material; el alquimista hace tanto más oro
cuanto más se resigna a la privación, y cuanto más estime su pobreza, que
protege los secretos de la gran obra.

El seguidor con un corazón desapasionado sólo tendrá a su disposición el


amor y el odio de aquellos a quienes desea convertir en los instrumentos de
su ciencia: el mito del Génesis es eternamente verdadero, y Dios sólo permite
que se acerquen al árbol de la ciencia aquellos hombres que son lo
suficientemente abstinentes y fuertes como para no codiciar los frutos de la
ciencia.

Aquellos que buscan en la magia los medios para satisfacer sus pasiones,
deberán detenerse en su camino fatal, sólo encontrarán la locura o la muerte.
Esto es lo que una vez se expresó en esta vulgar tradición, que el diablo tarde
o temprano terminaría por retorcer el cuello de los hechiceros.

Por lo tanto, el mago debe ser impasible, sobrio y casto, desinteresado,


impenetrable e inaccesible a cualquier tipo de prejuicio o terror. Debe estar
libre de defectos corporales y ser inmune a todas las contradicciones y a todas
las penas. La primera y más importante de las obras mágicas es lograr esta
rara superioridad.

Hemos dicho que el éxtasis apasionado puede producir los mismos resultados
que la superioridad absoluta, y esto es cierto con respecto al éxito, pero no
con respecto a la dirección de las operaciones mágicas.

La pasión proyecta enérgicamente la luz vital e imparte movimientos


imprevistos al agente universal; pero no puede detenerse tan fácilmente como
avanza, y su destino entonces es parecerse a Hipólito arrastrado por sus
propios caballos, o a Phalaris, experimentando en sí mismo el instrumento de
tormento que había inventado para los demás.

La voluntad humana manifestada por la acción es como una bala de cañón


que nunca retrocede ante un obstáculo. Pasa a través de él, o entra en él, y se
pierde cuando es arrojada violentamente; pero si camina con paciencia y
perseverancia, nunca se pierde, es como el arroyo que siempre vuelve y
termina royendo el hierro.

El hombre puede ser modificado por el hábito, que se convierte, según el


proverbio, en su segunda naturaleza. Mediante una gimnasia perseverante y
graduada, la fuerza y la agilidad del cuerpo se desarrollan o se desarrollan en
proporciones asombrosas. Lo mismo ocurre con los poderes del alma.
¿Queréis gobernaros a vosotros mismos y a los demás? Aprende a ejercitar tu
voluntad.

¿Cómo puedes aprender a ejercitar la voluntad? Aquí está el primer arcano de


la iniciación mágica, y es para hacernos entender el fondo mismo de este
arcano que los antiguos custodios del arte sacerdotal rodearon los accesos al
santuario con tantos terrores y fascinación. Creían en una voluntad sólo
cuando se había probado, y tenían razón. La fuerza sólo puede afirmarse a
través de las victorias.

La pereza y el olvido son los enemigos de la voluntad, y es por eso que todas
las religiones han multiplicado sus prácticas y han hecho su adoración
meticulosa y difícil. Cuanto más uno sufre por una idea, más se ejercita la
fuerza en la dirección de esa idea. ¿No prefieren las madres a aquellos de sus
hijos que les han causado más dolor y les han costado más cuidados? Por lo
tanto, la fuerza de las religiones está enteramente en la voluntad inflexible de
aquellos que las practican. Mientras haya un fiel creyente en el Santo
Sacrificio de la Misa, habrá un sacerdote que la celebre, y mientras haya un
sacerdote que lea el breviario todos los días, habrá un Papa en el mundo.
Las prácticas que parecen más insignificantes, y las más ajenas en sí mismas
al objetivo que uno se propone, conducen sin embargo a este objetivo por la
educación y el ejercicio de la voluntad. Un campesino que se levanta todas
las mañanas a las dos o las tres de la madrugada y se va lejos de su casa,
todos los días para recoger una brizna de la misma hierba antes de que salga
el sol podría, llevándola consigo, realizar un gran número de maravillas. Esta
hierba sería el signo de su voluntad y se convertiría por esta misma voluntad
en todo lo que él quisiera que fuera en interés de sus deseos.

Para poder realizar algo, la fe debe ser inmediatamente traducida en acción.


Cuando un niño dice: “No puedo”, su madre le dice: “Inténtalo”. La fe ni
siquiera duda; comienza con la certeza del logro, y trabaja con calma como si
tuviera la omnipotencia a su disposición y la eternidad ante ella.

Tú, entonces, que estás buscando del conocimiento de los Magos, ¿qué
deseas? Atrévete a formular tu deseo, cualquiera que sea, y luego ponte a
trabajar inmediatamente, y no dejes de trabajar en la misma dirección y con el
mismo propósito.

Sixto V, cuidando su ganado, se decía a sí mismo: Quiero ser Papa.

Eres un mendigo y quieres hacer oro: empieza a trabajar y no pares más. Te


prometo en nombre de la ciencia todos los tesoros de Flamel y Raimundo
Lulio.

¿Qué deberíamos hacer primero? –Debes creer que puedes, y luego debes
actuar. –¿Actuar cómo? –Levántate todos los días a la misma hora, temprano
por la mañana; lávate en una fuente antes del amanecer, en todas las
estaciones; no lleves nunca ropa sucia y, para ello, límpiala tu mismo si es
necesario; practica la privación voluntaria, para soportar mejor la
involuntaria; luego impón silencio a cualquier deseo que no sea el de la
realización de la gran obra. –¡Qué! ¿Lavándome todos los días en una fuente,
haré oro? –Trabajarás para lograrlo. –Esto es una burla. –No, es un arcano. –
¿Cómo puedo usar un arcano que no entiendo? –Cree y hazlo; entonces lo
entenderás.

Una persona me dijo una vez: Me gustaría ser un católico devoto, pero soy un
seguidor de Voltaire. ¡Cuánto no daría por tener fe! Bueno, le respondí, no
digas más “me gustaría”; di “quiero”, y haz las obras de la fe, te aseguro que
creerás. Eres un seguidor de Voltaire, dices, y entre las diferentes formas de
entender la fe, la de los jesuitas es la más desagradable para ti y, sin embargo,
te parece la más deseable y la más atractiva… Practica los ejercicios de San
Ignacio una y otra vez, sin desanimarte, y te convertirás en un creyente, como
un jesuita. El resultado es infalible, y si luego tienes la ingenuidad de creer
que es un milagro, te engañas a ti mismo al creerte un seguidor de Voltaire.

Un hombre perezoso nunca será un mago. La magia es un ejercicio de cada


hora y cada momento. El operador de las grandes obras debe ser el dueño
absoluto de sí mismo; debe saber vencer el atractivo del placer, del apetito y
del sueño; debe ser insensible tanto al éxito como a la afrenta. Su vida debe
ser una voluntad dirigida por un pensamiento y servida por toda la naturaleza,
que habrá sometido al espíritu sus propios órganos, y por simpatía a todas las
fuerzas universales que les corresponden.

Todas las facultades y los sentidos deben participar en el trabajo, y nada en el


sacerdote de Hermes tiene derecho a permanecer ocioso; la inteligencia debe
ser formulada por signos y resumida por caracteres o pantáculos; la voluntad
debe ser determinada por palabras y las palabras por hechos. La idea mágica
debe traducirse en luz para los ojos, armonía para los oídos, perfumes para el
olfato, sabores para la boca y formas para el tacto; en una palabra, el operador
debe, en toda su vida, lograr lo que quiere conseguir fuera de sí mismo en el
mundo; debe convertirse en un imán para atraer la cosa deseada y, cuando
esté suficientemente magnetizado, debe saber que la cosa vendrá sin que él
piense en ella ni en sí mismo.

Es importante que el mago conozca los secretos de la ciencia, pero puede


conocerlos por intuición y sin haberlos aprendido. Los solitarios, que viven
en la contemplación habitual de la naturaleza, suelen adivinar sus armonías y
están más educados en su simple sentido común que los médicos, cuyo
sentido natural está distorsionado por los sofismas de las escuelas. Los
verdaderos magos prácticos casi siempre se encuentran en el país, y a
menudo son personas sin educación o simples pastores.

Hay también ciertos organismos mejor dispuestos que otros a las revelaciones
del “mundo oculto”; hay naturalezas sensibles y simpáticas para las cuales la
intuición en la luz astral es, por así decirlo, innata; ciertas penas y
enfermedades pueden modificar el sistema nervioso y hacer de él, sin ayuda
de la voluntad, un aparato de adivinación más o menos perfecto; pero estos
fenómenos son excepcionales, y generalmente el poder mágico debe y puede
adquirirse por medio de la perseverancia y el trabajo.

Hay también sustancias que producen éxtasis y predisponen al sueño


magnético; hay algunas que ponen al servicio de la imaginación todos los
reflejos más vivos y coloridos de la luz elemental; pero el uso de estas
sustancias es peligroso, porque generalmente producen estupefacción e
intoxicación. Sin embargo, se utilizan, pero en proporciones estrictamente
calculadas, y en circunstancias bastante excepcionales.

Quien desee dedicarse seriamente a las obras de magia, después de haber


cerrado su mente contra todo peligro de alucinación y terror, debe poder
controlarse por fuera y por dentro durante cuarenta días. El número cuarenta
es sagrado, y su misma figura es mágica. En números arábigos, está
compuesto por el círculo, la imagen del infinito, y del cuatro, que resume el
ternario por unidad. En números romanos, dispuestos de la siguiente manera,
representa el signo del dogma fundamental de Hermes y el carácter del sello
de Salomón:

La purificación del mago debe consistir en la abstinencia de placeres bruscos,


en una dieta vegetal temperada, en la privación de licores fuertes y en la
regulación de las horas del sueño. Esta preparación ha sido indicada y
representada en todos los cultos por un tiempo de penitencia y pruebas que
preceden a las celebraciones simbólicas de renovación de la vida.

Es necesario, como ya hemos dicho, observar la más escrupulosa limpieza al


aire libre; los más pobres pueden encontrar agua en las fuentes. La ropa, los
muebles y los jarrones también deben ser limpiados cuidadosamente, o
hacerlos limpiar cuidadosamente. Cualquier suciedad es una prueba de
negligencia, y en la magia la negligencia es fatal.

La atmósfera debe purificarse, al levantarse y al acostarse, con un perfume


compuesto de savia de laurel, sal, alcanfor, resina blanca y azufre, al mismo
tiempo que se dicen las cuatro palabras sagradas, orientándose hacia cada uno
de los cuatro puntos cardinales.

No hay que contar a nadie las obras que se hacen; y, como ya hemos dicho
bastante en el Dogma, el misterio es la condición rigurosa e impensable de
todas las operaciones de la ciencia. Es necesario confundir a los curiosos
fingiendo otras ocupaciones y otras investigaciones, como si realizáramos
experimentos químicos para obtener resultados industriales, prescripciones
higiénicas, la búsqueda de algunos secretos naturales, etc.; pero la palabra
prohibida: “magia”, nunca debe pronunciarse.

El mago debe aislarse al principio, y limitar sus relaciones con otras


personas, para concentrar su fuerza y elegir los puntos de contacto; pero por
mucho que sea austero e inasequible en los primeros tiempos, más tarde será
muy requerido y popular, cuando haya magnetizado su cadena y elegido su
lugar en un flujo de ideas y de luz.

Una vida laboriosa y pobre es tan favorable a la iniciación a través de la


práctica que los más grandes maestros la buscaron, aunque pudieran tener a
su disposición las riquezas del mundo. Es entonces cuando Satán, es decir, el
espíritu de la ignorancia, que ríe, que duda y que odia la ciencia porque la
teme, viene a tentar al futuro amo del mundo diciéndole: si eres hijo de Dios,
ordena que estas piedras se convierten en pan. Los hombres de dinero tratan
entonces de humillar al príncipe de la ciencia obstaculizando,
menospreciando o explotando miserablemente su trabajo; parten en diez
pedazos el trozo de pan que necesita, para que tenga que extender su mano
diez veces. El mago ni siquiera se digna a sonreír ante estas tonterías, y
continúa su trabajo con calma.

Es necesario evitar, en la medida de lo posible, la visión de cosas horribles y


de gente indecorosa, no comer con gente que no se estima, evitar todos los
excesos y vivir de la manera más uniforme y regulada posible.

Tener el mayor respeto por uno mismo y verse como un soberano no


reconocido, que vive solo para recuperar su corona. Ser amable y digno con
todos; pero, en las relaciones sociales, no dejarse absorber y retirarse de los
círculos donde no se tiene ninguna iniciativa.

Finalmente, uno puede y debe incluso cumplir las obligaciones y practicar los
ritos del culto al que pertenece. Ahora bien, de todos los cultos, el más
mágico es el que realiza más milagros, el que se apoya en las razones más
sabias los misterios más inconcebibles, el que tiene luces iguales a sus
sombras, el que populariza los milagros y encarna a Dios en los hombres por
la fe. Esta religión siempre ha existido, y siempre ha estado en el mundo, bajo
varios nombres, como la religión única y dominante. Ahora tiene, entre los
pueblos de la tierra, tres formas aparentemente hostiles entre sí, que pronto se
unirán como una sola para formar una Iglesia universal. Me refiero a la
ortodoxia rusa, el catolicismo romano y una transfiguración final de la
religión de Buda.

Creemos que hemos dejado bastante claro por lo anterior que nuestra magia
se opone a la de los Goetianos y los Nigromantes. Nuestra magia es a la vez
una ciencia y una religión absoluta, que no debe destruir y absorber todas las
opiniones y cultos, sino regenerarlos y dirigirlos, reconstituyendo el círculo
de iniciados, y dando así a las masas ciegas conductores sabios y
clarividentes.

Vivimos en un siglo en el que no queda nada que destruir, pero todo debe ser
reconstruido, ya que todo está destruido. ¿Rehacer qué, el pasado? El pasado
no se puede rehacer. – ¿Reconstruir qué? ¿Un templo y un trono? – ¿Qué
sentido tiene cuando los ancianos han caído? – Es como si dijeras: Mi casa se
acaba de derrumbar por vieja, ¿qué sentido tiene construir otra? – Pero, ¿la
casa que vais a construir será como la casa que se cayó? No: la casa que se
cayó era vieja, y esta casa será nueva. – ¿Pero seguirá siendo una casa? –
¿Qué quieres que sea?
II – Equilibrio Mágico

El equilibrio es el resultado de dos fuerzas.

Si las dos fuerzas son absoluta e invariablemente iguales, el equilibrio se


alcanzará en la inmovilidad, y por lo tanto la negación de la vida. El
movimiento es el resultado de una preponderancia alternada.

El impulso dado a uno de los platos de una balanza determina necesariamente


el movimiento del otro. Los opuestos actúan así sobre los opuestos, en toda la
naturaleza, por correspondencia y conexión analógica.

Toda la vida está compuesta de aspiración y respiración; la creación es la


suposición de una sombra que sirve de límite a la luz, de un vacío que sirve
de espacio para la plenitud del ser, de un principio pasivo fecundado para
sostener y realizar el poder del principio generador activo.

Toda la naturaleza es bisexual, y el movimiento que produce las apariencias


de la muerte y la vida es una generación continua.

Dios ama el vacío que ha hecho para llenarlo; la ciencia ama la ignorancia, a
la que ilumina; la fuerza ama la debilidad, a la que apoya; el bien ama el mal
aparente, que lo glorifica; el día está enamorado de la noche y la persigue
incesantemente mientras da la vuelta al mundo; el amor es a la vez una sed y
una plenitud que hay que derramar. El que da recibe, y el que recibe da; el
movimiento es un intercambio perpetuo.

Conocer la ley de este intercambio, conocer la proporción alternativa o


simultánea de estas fuerzas, es poseer los primeros principios de los grandes
arcanos mágicos, que constituyen la verdadera divinidad humana.

Científicamente se pueden apreciar las diversas manifestaciones del


movimiento universal a través de fenómenos eléctricos o magnéticos.
Especialmente los dispositivos eléctricos revelan material y positivamente las
afinidades y antipatías de ciertas sustancias. El matrimonio del cobre con el
zinc, la acción de todos los metales en la pila galvánica, son revelaciones
perpetuas e intachables. Que los físicos busquen y descubran; los cabalistas
explicarán los descubrimientos de la ciencia.

El cuerpo humano está sujeto, como la tierra, a una doble ley: atrae e irradia;
está magnetizado con un magnetismo andrógino y reacciona sobre las dos
potencias del alma, la intelectual y la sensitiva, debido a la razón inversa,
pero proporcionada, de la preponderancia alternada de los dos sexos en su
organismo físico.

El arte del magnetizador está enteramente en el conocimiento y uso de esta


ley. Polarizar la acción y dar al agente una fuerza bisexual y alternante es un
medio todavía desconocido y vanamente probado de dirigir a voluntad los
fenómenos del magnetismo; pero requiere un tacto muy entrenado y una gran
precisión en los movimientos interiores para no confundir los signos de la
aspiración magnética con los de la respiración; también es necesario conocer
perfectamente la anatomía oculta y el temperamento especial de las personas
sobre las que se actúa.

Lo que más obstaculiza la dirección del magnetismo es la mala fe o la mala


voluntad de los sujetos; sobre todo las mujeres, que son esencialmente y
siempre actrices; las mujeres a las que les gusta impresionarse a sí mismas
impresionando a los demás, y que consiguen ser las primeras en equivocarse
cuando interpretan sus melodramas nerviosos; las mujeres son la verdadera
magia negra del magnetismo. Por lo tanto, será imposible para los
magnetistas que no estén iniciados en el arcano supremo y no sean asistidos
por las luces de la cábala, dominar alguna vez este elemento refractario y
fugaz. Para ser amo de la mujer, debes distraerla y engañarla hábilmente,
haciéndole creer que es ella misma quien te está engañando. Este consejo,
que damos aquí especialmente a los médicos magnetizadores, podría quizás
también encontrar su lugar y su aplicación en la política matrimonial.

El hombre puede producir a voluntad dos soplos, uno caliente y otro frío;
también puede proyectar luz activa o pasiva a voluntad; pero debe adquirir
conciencia de este poder por el hábito de pensar en ello. El mismo gesto de la
mano puede alternativamente inhalar y exhalar lo que se llama el fluido, y el
propio magnetizador será advertido del resultado de su intención por una
sensación alterna de calor y frío en la mano, o en ambas manos si opera con
ambas manos al mismo tiempo, sensación que el sujeto debe sentir al mismo
tiempo, pero en dirección opuesta, es decir, con una alternativa
completamente opuesta.

El pentagrama, o el signo del microcosmos, representa, entre otros misterios


mágicos, la doble simpatía de las extremidades humanas entre sí y la
circulación de la luz astral en el cuerpo humano. Así, cuando se representa a
un hombre en la estrella del pentagrama, como se ve en la Filosofía Ocultista
de Agripa, hay que observar que la cabeza se corresponde en simpatía
masculina con el pie derecho y en simpatía femenina con el pie izquierdo;
que la mano derecha se corresponde de la misma manera con la mano
izquierda y el pie izquierdo, y la mano izquierda con el pie izquierdo; lo que
hay que observar en los pases magnéticos, si se quiere dominar todo el
organismo y unir todos los miembros por sus propias cadenas de analogía y
simpatía naturales.

Este conocimiento es necesario para el uso del Pentagrama en las


conjuraciones de los espíritus y en la evocación de las formas errantes de la
luz astral, vulgarmente llamadas nigromancia, como explicaremos en
el quinto capítulo de este Ritual; Pero es bueno observar aquí que toda acción
provoca una reacción, y que al magnetizar, influyendo mágicamente sobre los
demás, establecemos de ellos hacia nosotros una corriente de influencia
contraria pero análoga, que puede someternos a ellos en lugar de someterlos a
nosotros, como sucede muy a menudo en las operaciones que tienen por
objeto la simpatía del amor. Por eso es esencial defenderse al mismo tiempo
que se ataca, para no aspirar a la izquierda al mismo tiempo que se sopla a la
derecha. El andrógino mágico (véase la figura en el inicio de esta sección:
Ritual) tiene escrito en el brazo derecho SOLVE, y en el brazo izquierdo
COAGULA, que corresponde a la figura simbólica de los trabajadores del
segundo templo, que sostenían la espada en una mano y la paleta en la otra.
Mientras se construye, hay que defender la propia obra dispersando a los
enemigos, la naturaleza no hace otra cosa cuando destruye y regenera al
mismo tiempo. Ahora bien, según la alegoría del calendario mágico de
Duchenteau, el hombre, es decir, el iniciado, es el simio de la naturaleza, que
lo mantiene encadenado, pero que le hace actuar sin cesar imitando los
procedimientos y las obras de su divina señora y su modelo imperecedero.
El uso alternado de fuerzas opuestas, calor tras frío, suavidad tras severidad,
amor tras ira, etc., es el secreto del movimiento perpetuo y de la extensión del
poder; este es el sentimiento instintivo de las seductoras, que hacen pasar a
sus adoradores de la esperanza al miedo y de la alegría a la tristeza. Actuar
siempre en la misma dirección y de la misma manera es sobrecargar un solo
plato de una balanza, y pronto el resultado será la destrucción absoluta de la
balanza. La perpetuidad de las caricias pronto engendra saciedad,
repugnancia y antipatía, así como una constante frialdad y severidad a la
larga aleja y desalienta el afecto. En la alquimia, un fuego siempre igual y
que arde continuamente quema la materia prima y a veces rompe el jarrón
hermético; el calor del fuego tiene que ser sustituido, a intervalos
determinados, por el de la cal o el estiércol mineral. Es necesario, pues, en la
magia, atemperar las obras de cólera o de rigor con operaciones de bondad y
de amor, y si el operario mantiene su voluntad siempre aplicada de la misma
manera y en la misma dirección, el resultado será una gran fatiga y pronto
una especie de impotencia moral.

El mago no debe por tanto vivir exclusivamente en su laboratorio, entre su


atanor, sus elixires y sus pantáculos. Por muy devoradora que sea la mirada
de esta Circe que se llama poder oculto, debemos saber presentarle la espada
de Ulises y quitarnos la copa de los labios a tiempo. Toda operación mágica
siempre debe ser seguida por un descanso igual a su duración y por una
distracción análoga, pero contraria a su objeto. Luchar continuamente contra
la naturaleza para dominarla y derrotarla es exponer la propia razón y la
propia vida. Paracelso se atrevió a hacerlo, y sin embargo, en esta misma
lucha empleó fuerzas equilibradas y opuso la embriaguez del vino a la de la
inteligencia; luego domesticó la embriaguez por la fatiga corporal, y la fatiga
corporal por un nuevo trabajo del intelecto. Paracelso fue por lo tanto un
hombre de inspiración y milagros, pero usó su vida en esta actividad
devoradora, o mejor dicho, se cansó rápidamente y rasgó la prenda, porque
los hombres como Paracelso pueden usar y abusar sin miedo, sabiendo que
no pueden morir más de lo que deben envejecer aquí en la tierra.

No hay nada más propicio para la alegría que el dolor, y no hay nada más
cercano al dolor que la alegría. Por eso el operador ignorante se asombra de
llegar siempre a resultados contrarios a los que propone, porque no sabe
cruzar o alternar su acción; quiere embrujar a su enemigo, y él mismo se
vuelve infeliz y enfermo; quiere hacerse querer, y se apasiona
miserablemente por las mujeres que se burlan de él; quiere hacer oro, y agota
sus últimos recursos, su tormento eterno es el de Tántalo, el agua siempre se
retira cuando quiere beber. Los antiguos, en sus símbolos y en sus
operaciones mágicas, multiplicaron los signos de la dualidad, para no olvidar
la ley del equilibrio. En sus evocaciones, siempre construían dos altares
diferentes e inmolaban dos víctimas, una blanca y otra negra; el operador,
sosteniendo la espada en una mano y la varita en la otra, debía tener un pie
calzado y el otro desnudo. Sin embargo, como la dualidad sería la quietud y
la muerte sin el motor de equilibrio, sólo podía haber uno o tres en los
trabajos de magia; y cuando un hombre y una mujer participaban en la
ceremonia, el operador tenía que ser una virgen, un andrógino o un niño. Se
me preguntará si la rareza de estos ritos es arbitraria y si sólo tiene por objeto
el ejercicio de la voluntad multiplicando con placer las dificultades del
trabajo mágico. Responderé que en la magia no hay nada de arbitrario,
porque todo está regulado y determinado de antemano por el dogma único y
universal de Hermes, el de la analogía en los tres mundos. Cada signo
corresponde a una idea y a la forma especial de una idea; cada acto expresa
una voluntad que corresponde a un pensamiento y formula las analogías de
este pensamiento y esta voluntad. Por lo tanto, los ritos están determinados de
antemano por la propia ciencia. El hombre ignorante, que no conoce su triple
poder, se siente fascinado por ellas de manera misteriosa y misteriosa; el
sabio las comprende y las convierte en el instrumento de su voluntad; pero
cuando se realizan con precisión y con fe, nunca dejan de tener efecto.

Todos los instrumentos mágicos deben ser dobles; se debe tener dos espadas,
dos varitas, dos tazas, dos incensarios, dos pantáculos y dos lámparas; hay
que llevar dos vestidos superpuestos, de dos colores opuestos, como todavía
practican los sacerdotes católicos; no se debe llevar ningún metal encima, o al
menos dos. Las coronas de laurel, de ruda, de artemisa o de verbena, deben
ser también dobles; en las evocaciones, una de las coronas se guarda y la otra
se quema, observando como augurio el ruido que hace al chispear y las
ondulaciones del humo que produce.

Esta observancia no es en vano, pues en la obra mágica, todos los


instrumentos del arte son magnetizados por el operador, el aire se carga con
sus humos, el fuego consagrado por él está sujeto a su voluntad, las fuerzas
de la naturaleza parecen escucharle y responderle; lee en todas las formas las
modificaciones y complementos de su pensamiento. Es entonces cuando se
ve que el agua se agita y como si burbujeara por sí misma, el fuego arroja una
gran luz o se apaga, las hojas de las guirnaldas se agitan, la varita mágica se
mueve por sí misma, y se oyen voces extrañas y desconocidas que pasan por
el aire. Es en tales evocaciones que Juliano vio aparecer los fantasmas
amados de sus dioses caídos, y a pesar de sí mismo, se horrorizó por su
decrepitud y palidez.

Sé que el cristianismo ha suprimido para siempre la magia ceremonial y ha


proscrito severamente las evocaciones y sacrificios del mundo antiguo, así
que nuestra intención es darles una nueva razón de ser revelando sus antiguos
misterios después de tantos siglos.

Nuestros experimentos, incluso en este orden de eventos, han sido una


investigación sólida, y nada más. Hemos encontrado hechos para apreciar las
causas, y nunca hemos pretendido renovar ritos que nunca han sido
destruidos.

La ortodoxia israelita, esa religión tan racional, tan divina y tan poco
conocida, no desaprueba menos que el cristianismo los misterios de la magia
ceremonial. Para la tribu de Leví, el ejercicio mismo de la alta magia debía
ser considerado como una usurpación del sacerdocio, y es por la misma razón
que todos los cultos oficiales proscribirán la magia operativa, adivinatoria y
milagrosa. Mostrar la naturalidad de lo maravilloso y producirlo a voluntad
es aniquilar para el vulgo la prueba concluyente de los milagros que cada
religión reclama como su propiedad exclusiva y su argumento definitivo.

Solicitamos respeto por las religiones establecidas, pero también un lugar


para la ciencia. Ya no estamos, gracias a Dios, en la época de los inquisidores
y las hogueras; ya no se asesina a desafortunados científicos por la fe de unos
cuantos locos fanáticos o mujeres histéricas. Por lo demás, queremos que
quede claro que nosotros nos dedicamos a estudiar extraños fenómenos, y no
una propaganda imposible y sin sentido. Aquellos que nos culpen por
atrevernos a llamarnos magos no tienen nada que temer de tal ejemplo, y es
más que probable que nunca se conviertan en hechiceros.
III – El Triángulo de los Pantáculos

El abad Trithème, que fue en la magia el maestro de Cornelius Agrippa,


explica en su Esteganografía el secreto de las conjuraciones y evocaciones de
una manera muy filosófica y natural, pero quizás, por esa misma razón,
demasiado simple y fácil.

Evocar un espíritu, dice, es entrar en el pensamiento dominante de ese


espíritu, y si nos elevamos moralmente en la misma línea, llevaremos ese
espíritu con nosotros y nos servirá; de lo contrario nos arrastrará a su círculo
y le serviremos.

Conjurar es oponer un espíritu aislado a la resistencia de una corriente y una


cadena: cum jurare, jurar juntos, es decir, hacer un acto de fe común. Cuanto
más entusiasta y poderosa es la fe, más eficaz es la conjuración. Por eso el
naciente cristianismo silenció los oráculos; sólo él poseía entonces la
inspiración y la fuerza. Más tarde, cuando San Pedro envejeció, es decir,
cuando el mundo pensó que tenía reproches legítimos que hacer al Papado, el
espíritu de la profecía reemplazó a los oráculos; y los Savonarolas, los
Joaquim de Flora, los Juan Hus y tantos otros, a su vez agitaron los espíritus
y tradujeron en lamentos y amenazas las ansiedades y revueltas secretas de
todos los corazones.

Se puede así estar solo para evocar un espíritu, pero para conjurarlo hay que
hablar en nombre de un círculo o de una asociación; y esto es lo que
representa el círculo jeroglífico dibujado alrededor del mago durante la
operación, y del cual no debe salir si no quiere perder todo su poder en ese
mismo momento.

Pasemos ahora claramente a la pregunta principal, la pregunta importante: ¿es


posible evocar y conjurar un espíritu, y puede esta posibilidad ser demostrada
científicamente?

A la primera parte de la pregunta podemos responder, en primer lugar, que


todo aquello cuya imposibilidad no sea evidente puede y debe ser admitido
provisionalmente como posible. En la segunda parte decimos que en virtud
del gran dogma mágico de la jerarquía y de la analogía universal, la
posibilidad de evocaciones reales puede demostrarse cabalísticamente; en
cuanto a la realidad fenoménica del resultado de las operaciones mágicas
conscientemente realizadas, se trata de una cuestión de experiencia; y, como
ya hemos dicho, hemos visto esta realidad por nosotros mismos, y pondremos
a nuestros lectores en condiciones de renovar y confirmar nuestras
experiencias a través de este Ritual.

Nada perece en la naturaleza, y todo lo que ha vivido continúa viviendo


siempre en nuevas formas; pero las formas anteriores en sí no se destruyen,
ya que las encontramos en nuestra memoria. ¿No vemos en nuestra
imaginación al niño que una vez conocimos y que ahora es un hombre viejo?
Los mismos rastros que creemos que se han borrado en nuestra memoria no
se borran realmente, ya que una circunstancia fortuita los evoca y los
recordamos. ¿Pero cómo los vemos? Ya hemos dicho que se transmiten a
nuestro cerebro por medio de la luz astral y el mecanismo del sistema
nervioso.

Por otra parte, todas las formas son proporcionales y análogas a la idea que
las determinó; son el carácter natural, la firma de esa idea, como dicen los
magos, y tan pronto como evocamos activamente la idea, la forma se realiza
y ocurre.

Schröpfer, el famoso iluminado de Leipzig, había aterrorizado con sus


evocaciones a toda Alemania, y su audacia en las operaciones mágicas fue
tan grande que su reputación se convirtió en una carga insoportable; entonces
se dejó llevar por la inmensa corriente de alucinaciones que había permitido
que se formaran; las visiones del otro mundo le disgustaban y se mató. Esta
historia debería hacer que los curiosos de la magia ceremonial sean
cautelosos. No se viola la naturaleza con impunidad, y no se juega con
fuerzas desconocidas e incalculables sin correr peligro.

Es por esta consideración que nos hemos negado, y nos negaremos siempre, a
la vana curiosidad de los que piden ver para creer; y les respondemos lo que
dijimos a un personaje de Inglaterra que nos amenazó con su incredulidad:

“Tienes todo el derecho a no creer. Eso no nos desanimará ni reducirá


nuestras convicciones.”

A los que vengan a decirnos que han realizado escrupulosa y valientemente


todos los ritos y que no ha pasado nada, les diremos que harían bien en
dejarlo así, y que quizás sea una advertencia de la naturaleza que se niega a
aceptar estas obras excéntricas, pero que si persisten en su curiosidad, sólo
tienen que empezar de nuevo.

El ternario, al ser la base del dogma mágico, debe necesariamente preservarse


en las evocaciones; por lo tanto, es el número simbólico de la realización y el
efecto. La letra shin (‫ )ש‬se suele trazar en los pantáculos cabalísticos que
tienen como objeto la realización de un deseo. Esta letra es también la marca
del chivo expiatorio en la cábala mística, y Saint-Martin observa que esta
letra, insertada en el incomunicable tetragrámaton, forma el nombre del
Redentor de los hombres ‫יהשוה‬. Esto es lo que los mistagogos de la Edad
Media representaban cuando, en sus asambleas nocturnas, mostraban una
simbólica cabra que llevaba una antorcha encendida en su cabeza entre los
dos cuernos. Este monstruoso animal, cuyas formas alegóricas y culto bizarro
describiremos en el capítulo XV de este Ritual, representaba la naturaleza
destinada a anatema, pero redimida por el signo de la luz. El ágape gnóstico y
las orgías priápicas paganas que se sucedían en su honor revelaban las
consecuencias morales que los adeptos querían sacar de esta exposición.
Todo esto se explicará con los ritos del Gran Sabbat de la Magia Negra, que
ahora son censurados y considerados fabulosos.

En el gran círculo de evocaciones se suele dibujar un triángulo, y es necesario


observar adonde debe apuntar el punto superior. Si se supone que el espíritu
viene del cielo, el operador debe pararse en la cima y colocar el altar de las
fumigaciones en la base; si va a ascender del abismo, el operario estará en la
base y el brasero se colocará en la cima. Además, el símbolo sagrado de los
dos triángulos unidos entre sí, formando la estrella de seis puntas cuya figura
ya hemos reproducido, y que se conoce en la magia como el pantáculo o sello
de Salomón, debe ser colocado en la frente, el pecho y la mano derecha.
Independientemente de estos signos, los antiguos usaban en sus evocaciones
combinaciones místicas de los nombres divinos que hemos dado en el Dogma
según los cabalistas hebreos. El triángulo mágico de los teósofos paganos es
el famoso ABRACADABRA, al que atribuían virtudes extraordinarias:

ABRACADABRA
ABRACADABR
ABRACADAB
ABRACADA
ABRACAD
ABRACA
ABRAC
ABRA
ABR
AB
A

Esta combinación de letras es la clave del pentagrama. El principio A se


repite cinco veces y se reproduce treinta veces, dando los elementos y
números de estas dos figuras.

La A aislada representa la unidad del primer principio o el agente intelectual


o activo. La A unida a la B representa la fertilización de la dualidad por la
unidad. La R es el signo del ternario, porque representa jeroglíficamente la
efusión que resulta de la unión de los dos principios. El número 11 de las
letras de la palabra añade la unidad del iniciado al denario de Pitágoras; y el
número 66, el total de todas las letras sumadas, forma cabalísticamente el
número 12, que es el cuadrado del ternario y por consiguiente la cuadratura
mística del círculo. Notemos de paso que el autor del Apocalipsis, esta
clavícula de la cábala cristiana, compuso el número de la bestia, es decir, de
la idolatría, añadiendo un 6 al doble senario del ABRACADABRA, que
cabalísticamente da 18, el número asignado en el Tarot al signo jeroglífico de
la noche y los profanos, la luna con las torres, el perro, el lobo y el cangrejo
de río; un número misterioso y oscuro, cuya clave cabalística es el 9, el
número de la iniciación.1.
El Sagrado cabalista dice expresamente sobre este tema: “El que tenga
entendimiento (es decir, la clave de los números cabalísticos) que calcule el
número de la bestia, pues es el número del hombre, y ese número es 666”.
Esta es en efecto la década de Pitágoras multiplicada por sí misma y sumada
a la suma del pantáculo triangular de Abracadabra; es así el resumen de toda
la magia del mundo antiguo, todo el programa del genio humano, que el
genio divino del Evangelio quiso absorber o suplantar.

Estas combinaciones jeroglíficas de letras y números pertenecen a la parte


práctica de la Cábala que, desde este punto de vista, se subdivide en gematría
y temurah. Estos cálculos, que ahora nos parecen arbitrarios o irrelevantes,
pertenecían entonces al simbolismo filosófico de Oriente, y eran de la mayor
importancia en la enseñanza de las cosas santas que emanaban de las ciencias
ocultas. El Alfabeto Cabalístico Absoluto, que conectaba las primeras ideas
con alegorías, alegorías con letras y letras con números, era lo que entonces
se llamaba las Llaves de Salomón. Ya hemos visto que estas llaves,
conservadas hasta hoy, pero completamente desconocidas, no son otra cosa
que la baraja del Tarot, cuyas antiguas alegorías han sido remarcadas y
apreciadas por primera vez, hoy en día, por el erudito y arqueólogo Court de
Gébelin.

El doble triángulo de Salomón es explicado por San Juan de manera notable.


Hay, dice, tres testigos en el cielo: el Padre, el Logos y el Espíritu Santo, y
tres testigos en la tierra: el aliento, el agua y la sangre. San Juan está de
acuerdo con los maestros de la filosofía hermética, que dan a su azufre el
nombre de éter, a su mercurio el nombre de agua filosófica, a su sal la
calificación de sangre de dragón o de monstruo de la tierra; la sangre o la sal
corresponde en oposición al Padre, el agua azótica o mercurial al Verbo o al
Logos, y el aliento al Espíritu Santo. Pero las cosas de alto simbólico sólo
pueden ser bien entendidas por los verdaderos hijos de la ciencia.

Las combinaciones triangulares se unían en ceremonias mágicas, repeticiones


de nombres tres veces, y con diferentes entonaciones. La varita mágica era a
menudo sobremontada con un pequeño tenedor magnético, que Paracelso
sustituyó por un tridente, cuya figura mostramos aquí:
Tridente de Paracelso
Este tridente, una figura del ternario, está compuesto por tres dientes piramidales superpuestos a
una tau griega o latina. En uno de los dientes vemos a Yod, cruzando una media luna por un lado,
y una línea transversal por el otro, una figura que recuerda jeroglíficamente al signo zodiacal de
los cangrejos de río. En el diente opuesto hay un signo mixto que recuerda a Géminis y al león.
Entre las garras del cangrejo vemos el Sol, y cerca del león la cruz astronómica. En el diente
central está dibujada jeroglíficamente la figura de la serpiente celestial, con el signo de Júpiter
como cabeza. En el lado de los cangrejos de río la palabra OBITO, se va, y vuelve; y en el lado del
león la palabra OMI, sin embargo, persiste. En el centro y cerca de la simbólica serpiente se lee
AP de SEL (SAL), una palabra compuesta de una abreviatura, una palabra compuesta
cabalísticamente y hebraicamente, y finalmente una palabra entera y vulgar: AP, que debe leerse
AR, porque son las dos primeras letras griegas de la palabra ARQUERO; DO, que debe leerse OD
y SEL (SAL). Estas son las tres primeras sustancias, y los nombres ocultos de Arquero y Od
expresan las mismas cosas que el azufre y el mercurio de los filósofos. En la varilla de hierro que
se va a utilizar para encajar el tridente, se ve tres veces la letra P.P.P., el jeroglífico faloide y el
lingámico; luego las palabras VLI DOX FATO, que deben leerse tomando la primera letra del
número del pentagrama en números romanos, y así completar PENTAGRAMMATICA
LIBERTATE DOXA FATO, el equivalente a las tres letras de Cagliostro L.P.D.: libertad, poder,
deber. Por un lado, la libertad absoluta; por otro lado, la necesidad invencible o la fatalidad; en el
medio, la RAZÓN, el absoluto cabalístico que hace el equilibrio universal. Este admirable
resumen mágico de Paracelso puede servir como clave para los oscuros trabajos del cabalístico
Wronski, un notable erudito que más de una vez se dejó arrastrar fuera de su RAZÓN
ABSOLUTA por el misticismo de su nación y especulaciones pecuniarias indignas de tan
distinguido pensador. Le devolvemos, sin embargo, el honor y la gloria de haber descubierto ante
nosotros el secreto del tridente de Paracelso. Así, Paracelso representa a los pasivos con los
cangrejos de río, a los activos con el león, a la inteligencia o razón equilibrante con Júpiter o al
hombre-rey que domina la serpiente; luego equilibra las fuerzas dando a los pasivos la
fecundación de los activos representados por el sol, y a los activos el espacio y la noche para ser
conquistados e iluminados bajo el símbolo de la cruz. Le dice al pasivo: Obedece el impulso del
activo, y camina con él por el mismo equilibrio de la resistencia. Le dice al activo: Resiste la
inmovilidad del obstáculo; persiste y avanza. Luego explica estas fuerzas alternas por el gran
ternario central: Suavizar la LIBERTAD, la RAZÓN. RA-ZÓN en el centro; LIBERTAD Y
NECESIDAD como contrapeso. Esta es la fuerza del tridente: es el accesorio y la base; es la ley
universal de la naturaleza; es la esencia misma del verbo, realizada y demostrada por el ternario de
la vida humana, la arquero o el espíritu, la OD en el mediador plástico, y la sal o la luz visible.
Queríamos dar una explicación separada de esta figura, porque es de suma importancia, y da la
medida del mayor genio de las ciencias ocultas. Después de esta explicación, uno debe entender
por qué, en el curso de nuestro trabajo, siempre nos inclinamos con la tradicional veneración de
los verdaderos adeptos ante el divino Paracelso.

El tridente de Paracelso es un pantáculo que expresa el resumen del ternario


en la unidad, completando así el cuaternario sagrado. Atribuyó a esta figura
todas las virtudes que los cabalistas hebreos atribuyen al nombre de Jehová, y
las propiedades taumatúrgicas del Abracadabra de los hierofantes de
Alejandría. Reconozcamos aquí que se trata de un pantáculo, y por
consiguiente, un signo concreto y absoluto de toda una doctrina que era la de
un inmenso círculo magnético, tanto para los filósofos antiguos como para
los seguidores de la Edad Media. Devolviéndole su valor primitivo hoy en día
a través de la inteligencia de sus misterios, ¿no podríamos devolverle toda su
virtud milagrosa y todo su poder contra las enfermedades humanas?

Las antiguas brujas, cuando pasaban la noche en un cruce de tres caminos,


gritaban tres veces en honor de la triple Hécate.

Todas estas figuras, todos estos actos similares a las figuras, todas estas
disposiciones de números y caracteres, son, como ya hemos dicho, sólo
instrumentos de educación para la voluntad, cuyos hábitos fijan y determinan.
Sirven, además, para unir, en acción, todos los poderes del alma humana, y
para aumentar la fuerza creativa de la imaginación. Es la gimnasia del
pensamiento la que se ejerce en el ejercicio de la realización, y el efecto de
estas prácticas es tan infalible como la naturaleza cuando se realizan con
absoluta confianza y perseverancia inquebrantable.

Con fe, dijo el gran Maestro, se trasplantan árboles al mar y se mueven


montañas. Una práctica, incluso una superstición, incluso una tontería, es
efectiva, porque es una realización de la voluntad. Por eso una oración es más
poderosa si se hace en la iglesia que si se hace en casa, y obtendrá milagros
si, para hacerla en un santuario acreditado, es decir, magnetizado con gran
corriente por la afluencia de visitantes, se recorren cien o doscientas leguas
pidiendo limosna y descalzos.
Nos reímos de la buena mujer que se priva de un centavo de leche por la
mañana, y que llevará a los triángulos mágicos de las capillas una pequeña
vela de un centavo que dejará quemar. Son los ignorantes los que se ríen, y la
buena mujer no paga demasiado por lo que compra en esta forma de
resignación y coraje. Los grandes espíritus, en cambio, se enorgullecen de
pasar por delante de las iglesias encogiéndose de hombros, y se rebelan
contra las supersticiones con un ruido que hace temblar al mundo: ¿cuál es el
resultado? Las torres de los grandes espíritus se derrumban, y sus ruinas se
venden a los proveedores y compradores de pequeñas velas, que de buena
gana dejan que se grite por todas partes que su reinado ha terminado para
siempre, siempre y cuando sigan gobernando.

Las grandes religiones nunca han tenido que temer a un rival serio, y ese rival
es la magia.

La magia ha producido las asociaciones ocultas que provocaron la revolución


llamada renacimiento; pero le ha sucedido al espíritu humano, cegado por un
amor necio, realizar en cada punto la historia alegórica del Hércules hebreo;
al sacudir las columnas del templo se entierra bajo las ruinas.

Las sociedades masónicas no conocen ahora la alta razón de sus símbolos


más de lo que los rabinos entienden el Séfer Ietzirá y el Zohar en la escala
ascendente de tres grados; con la progresión transversal de derecha a
izquierda y de izquierda a derecha del septenario cabalístico.

La brújula de G.A. y la escuadra de Salomón se han convertido en el nivel


crudo y material del jacobinismo no inteligente realizado por un triángulo de
acero: tanto para el cielo y la tierra.

Los seguidores profanos, a quienes el iluminado Cazotte predijo que morirían


de forma sangrienta, han superado el pecado de Adán en nuestros días
después de haber recogido imprudentemente los frutos del árbol de la ciencia,
de los que no podían alimentarse, los han arrojado a los animales y reptiles de
la tierra. Por lo tanto, el reinado de la superstición ha comenzado y debe durar
hasta el momento en que la verdadera religión se reconstituya sobre las bases
eternas de la jerarquía de tres etapas y del triple poder que el ternario ejerce
fatal o providencialmente en los tres mundos.
Notas
1. Se refiere La Luna, la carta nº XVIII del Tarot.
IV – La Conjura de los Cuatro

Las cuatro formas elementales separan y califican los espíritus creados que el
movimiento universal libera del fuego central. En todas partes el espíritu
trabaja y fertiliza la materia con vida; toda la materia es animada; el
pensamiento y el alma están en todas partes.

Al tomar posesión del pensamiento, que produce las diversas formas, uno se
convierte en el amo de las formas y les hace servir a sus propósitos.

La luz astral está saturada de almas, que libera en la incesante generación de


seres. Las almas tienen voluntades imperfectas que pueden ser extraídas y
utilizadas por voluntades más poderosas; entonces forman grandes cadenas
invisibles y pueden causar o determinar grandes conmociones elementales.

Los fenómenos observados en las pruebas de magia, y todos los observados


recientemente por el Sr. Eudes de Mirville, no tienen otras causas.

Los espíritus elementales son como los niños; atormentan a quienes los
cuidan, a menos que estén dominados por una elevada razón y una gran
severidad.

Es a estos espíritus a los que nos referimos como elementos ocultos.

Son ellos los que a menudo ocasionan los sueños perturbadores o extraños,
son ellos los que producen los movimientos de la vara adivinatoria y los
golpes que se dan contra las paredes o contra el mobiliario; pero nunca
pueden manifestar un pensamiento que no sea el nuestro, y si no pensamos,
nos hablan con toda la incoherencia de los sueños. Reproducen
indiscriminadamente el bien y el mal, porque no tienen libre albedrío y por lo
tanto no tienen responsabilidad; se muestran a los extáticos y sonámbulos en
formas incompletas y fugaces. Esto es lo que dio lugar a las pesadillas de San
Antonio y muy probablemente a las visiones de Swedenborg; no son ni
condenados ni culpables, son curiosos e inocentes. Pueden ser usados o
abusados como animales o niños. Por lo tanto, el mago que los emplea asume
una terrible responsabilidad, ya que tendrá que expiar todo el mal que les
hace realizar, y la magnitud de su tormento será proporcional al poder que ha
ejercido a través de ellos.

Para dominar a los espíritus elementales y convertirse así en el rey de los


elementos ocultos, es necesario haber pasado primero por las cuatro pruebas
de las antiguas iniciaciones y, como estas iniciaciones ya no existen, haberlas
completado con acciones analógicas, como exponerse sin miedo a un
incendio, cruzar un abismo pasando sobre un tronco de árbol o un tablón,
subir una montaña por una pendiente empinada durante una tormenta o salir
nadando de una peligrosa cascada o remolino. El hombre que teme al agua no
reinará jamás sobre las olas; el que teme al fuego no tiene nada que ordenar a
las salamandras; mientras se pueda tener vértigo, hay que dejar en paz a los
silfos y no irritar a los gnomos, pues los espíritus inferiores sólo obedecen a
un poder que se les demuestra ser un amo en su propio elemento.

Cuando ese poder incuestionable ha sido adquirido por la audacia y el


ejercicio de ese poder, es necesario imponer a los elementos el verbo de la
propia voluntad por medio de consagraciones especiales de aire, fuego, agua
y tierra, y este es el comienzo indispensable de todas las operaciones
mágicas.

Se exorciza el aire soplando del lado de los cuatro puntos cardinales y


diciendo:

Spiritus Dei ferebatur super aquas, et inspiravit in faciem hominis


spiraculum vitæ. Sit Michael dux meus, et Sabtabiel servus meus, in lute et
per lucem.

Fiat verbum halitus meus; et imperabo spiritibus aeris hujus, et refrænabo


equos solis voluntate cordis mei, et cogitatione mentis meæ et nutu oculi
dextri.

Exorciso igitur te, creatura aeris, per Pentagrammaton et in nomine


Tetragrammaton, in quibus surit voluntas firma et fides recta. Amén. Sela,
fiat. Que así sea.

(El Espíritu de Dios se movió sobre las aguas y sopló en la cara del hombre el
aliento de vida. Sé Miguel mi líder, y Sabtabiel mi sirviente, en y por la luz.
Que mi aliento se convierta en una palabra, y gobernaré los espíritus de esta
criatura del aire; refrenaré a los corceles del sol por la voluntad de mi
corazón, por el pensamiento de mi mente, y por la pupila del mi derecho.
Por lo tanto, te exorcizo, criatura del aire, por el Pentagrámaton, y en el
nombre del Tetragrámaton, en el que están la firme voluntad y la verdadera
fe. Amén. Fiat. Que así sea.)

Luego se recita la oración de los silfos, después de haber trazado en el aire su


signo con una pluma de águila.

ORACIÓN DE LOS SILFOS


Espíritu de luz, espíritu de sabiduría, cuyo aliento da y vuelve a tomar la
forma de todas las cosas; tú ante quien la vida de los seres es una sombra que
cambia y un vapor que pasa; tú que subes a las nubes y caminas sobre el ala
de los vientos; tú que respiras, y pueblas los espacios sin fin; tú que aspiras, y
todo lo que viene de ti vuelve a ti; movimiento sin fin en estabilidad eterna,
sé eternamente bendecido. Te soltamos y te bendecimos en el cambiante
imperio de la luz, las sombras, los reflejos y las imágenes creadas, y
anhelamos tu inmutable e imperecedera claridad. Deja que el rayo de tu
inteligencia y el calor de tu amor nos penetren; entonces lo que es móvil será
fijo, la sombra será un cuerpo, el espíritu del aire será un alma, el sueño será
un pensamiento. Y ya no seremos arrastrados por la tormenta, sino que
sostendremos la brida de los caballos alados de la mañana y lideraremos la
carrera de los vientos de la tarde para volar delante de ustedes. Oh espíritu de
los espíritus, oh alma eterna de las almas, oh imperecedero aliento de vida, oh
suspiro creativo, oh boca que aspira y respira la existencia de todos los seres
en el flujo y reflujo de tu palabra eterna, que es el océano divino del
movimiento y la verdad. Amén.

El agua se exorciza por la imposición de las manos, por el aliento y por la


palabra, mezclando la sal consagrada con un poco de ceniza que queda en el
incensario. El aspersorio está hecho con ramas de verbena, vincapervinca,
salvia, menta, valeriana, ceniza y albahaca, atadas por un hilo tomado de la
rueca de una virgen, con un mango de avellana de un árbol que aún no ha
dado frutos, y en el que se grabarán con el punzón mágico los personajes de
los siete espíritus. Bendecirás y consagrarás la sal y las cenizas de los
perfumes por separado, diciendo:

SOBRE LA SAL
In isto sale sit sapientia, et ab omni corruptione servet mentes nostras et
corpora nostra, per Hochmael et in virtute Ruach-Hochmael, recedant ab
isto fantasmata hylæ ut sit sal coetis, sal terra et terra salis, ut nutrietur bos
triturans et addat spei nostræ cornua tauri volantis. Amén.

(¡Que la sabiduría permanezca en esta sal, y que preserve nuestras mentes y


cuerpos de toda corrupción, por Hochmael y en la virtud de Ruach-
Hochmael! ¡Que los fantasmas de Hyle se aparten de ella, para que se
convierta en sal celestial, sal de la tierra y tierra de sal, para que alimente al
buey trillador y fortalezca nuestra esperanza con los cuernos del toro volador!
Amén.)

SOBRE LA CENIZA
Revertatur cinis ad fontem aquarum viventium, et fiat terra fructificans, et
germinet arborem vitæ per tria Domina, quæ sunt Netsah, Hod et Jesod, in
principio et in fine, per Alpha et Omega qui sunt in spiritu AZOTH. Amén.

(Que esta ceniza regrese a la fuente de agua viva, que se convierta en tierra
fértil, que haga brotar el Árbol de la Vida, por los Tres Nombres que son
Netsah, Hod y Jesod, al principio y al final, por el Alfa y la Omega, que
forman un arco en el espíritu de Azoth! Amén.)

MEZCLANDO AGUA, SAL Y CENIZAS


In sale sapientiæ ìternæ, et in aqua regenerationis, et in cinere germinante
terram novam, omnia fiant per Eloïm Gabriel, Raphael et Uriel, in sæcula et
æonas. Amén.

(En la sal de la sabiduría eterna, en el agua de la regeneración y en la ceniza


de la que brota la nueva tierra, sean todas las cosas realizadas por Eloim,
Gabriel, Rafael y Uriel, a través de las edades y los eones! Amén.)
EXORCISMO DEL AGUA
Fiat firmamentum in medio aquarum et separet aquas ab aquis, quæ superius
sicut quæ inferius, et quæ inferius sicut quæ superius, ad perpetranda
miracula rei unius. Sol ejus pater est, luna mater et ventus hanc gestavit in
utero suo, ascendit a terra ad cèlum et rursus a cèl in terram descendit.
Exorciso te, creatura aquæ, ut sis mihi speculum Dei vivi in operibus ejus, et
fons vitæ, et ablutio peccatorum. Amén.

(Que haya un firmamento en medio de las aguas y que separe las aguas de las
aguas; las cosas de arriba son como las de abajo y las de abajo como las de
arriba, para que se hagan las maravillas de una sola cosa. El Sol es su padre,
la Luna su madre, el viento la ha llevado en su vientre. Sube de la tierra al
cielo y vuelve a bajar del cielo a la tierra. Te exorcizo, criatura del agua, para
que te conviertas para los hombres en un espejo del Dios vivo en sus obras,
una fuente de vida y de ablución de los pecados.)

ORACIÓN DE LAS ONDINAS


Rey terrible del mar, tú que tienes las llaves de las cataratas del cielo, que
contienen las aguas subterráneas en las cuevas de la tierra; tú que abren los
manantiales de los ríos y las fuentes; tú que mandas que la humedad, que es
como la sangre de la tierra, se convierta en la savia de las plantas, te
adoramos y te invocamos. A nosotros, tus criaturas móviles y cambiantes,
háblanos en la gran conmoción del mar, y temblaremos ante ti; háblanos
también en el murmullo de las aguas claras, y desearemos tu amor. ¡Oh,
inmensidad en la que se perderán todos los ríos del ser, que siempre renacen
en ti! ¡Oh océano de infinitas perfecciones! La altura, que ves en la
profundidad; la profundidad, que exhalas en la altura, nos lleva a la verdadera
vida por la inteligencia y por el amor! Llévanos a la inmortalidad a través del
sacrificio, para que seamos considerados dignos de ofrecerte un día agua,
sangre y lágrimas, para la remisión de los errores. Amén.

Se exorciza el fuego echándole sal, incienso, resina blanca, alcanfor y azufre,


y pronunciando tres veces los tres nombres de los genios del fuego:
MIGUEL, rey del sol y del rayo; SAMAEL, rey de los volcanes, y ANAEL,
príncipe de la luz astral; luego recitando la oración de las salamandras.
ORACIÓN DE LAS SALAMANDRAS
Inmortal, eterno, inefable e increado, Padre de todas las cosas, que es llevado
en el carro que rueda sin cesar en los mundos que siempre giran; dominador
de las inmensidades etéreas, donde se eleva el trono de tu poder, desde donde
tus ojos terribles lo descubren todo, y tus bellos y santos oídos escuchan a
todos, oye a tus hijos, a los que has amado desde el nacimiento de los siglos.
Porque tu dorada, grande y eterna majestad brilla sobre el mundo y el cielo de
las estrellas; te exaltas sobre ellas, oh chispeante fuego; allí iluminas y te
mantienes por tu propio esplendor, y de tu esencia salen ininterrumpidas
corrientes de luz que nutren tu espíritu infinito. Ese espíritu infinito alimenta
todas las cosas, y hace que este tesoro inagotable de sustancia esté siempre
listo para la generación que trabaja y se apropia de las formas con las que lo
ha impregnado desde el principio. De este espíritu también se originan los
reyes más santos que están alrededor de tu trono, y que componen tu corte,
oh padre universal, oh padre único de los mortales e inmortales bendecidos.

En particular, has creado poderes que son maravillosamente compatibles con


tu pensamiento eterno y tu adorable esencia; los has hecho superiores a los
ángeles que anuncian tu voluntad al mundo; finalmente, nos has creado en el
tercer rango de nuestro imperio elemental. Allí, nuestro continuo ejercicio es
alabarte y adorar tus deseos; allí, ardemos sin cesar aspirando a poseerte. ¡Oh
padre! ¡Oh madre, la más tierna de las madres! ¡Oh admirable arquetipo de
maternidad y amor puro! ¡Oh hijo, la flor de los hijos! ¡Oh forma de todas las
formas, alma, espíritu, armonía y número de todas las cosas! ¡Amén!

La tierra es exorcizada por la aspersión de agua, por el aliento y por el fuego,


con sus propios perfumes para cada día, y se dice la oración de los gnomos.

ORACIÓN DE LOS GNOMOS


Rey invisible, que has tomado la tierra como tu apoyo y has cavado los
abismos para llenarlos con tu poder todopoderoso; tú cuyo nombre sacude las
bóvedas del mundo, tú que haces fluir los siete metales en las venas de la
piedra, monarca de las siete luces, remunerador de los trabajadores
subterráneos, llévanos al aire deseable y al reino de la luz. Observamos y
trabajamos sin cesar, buscamos y esperamos, por las doce piedras de la
ciudad santa, por los talismanes que están enterrados, por el clavo de imán
que cruza el centro del mundo. Señor, Señor, Señor, ten piedad de los que
sufren, agranda nuestros pechos, libera y levanta nuestros seres, agrándanos.
¡Oh estabilidad y movimiento, día envuelto por la noche, oh oscuridad velada
por la luz! ¡Oh amo, que nunca retiene el salario de sus trabajadores! ¡Oh
blancura plateada, oh esplendor dorado! ¡Oh corona de vivos y melodiosos
diamantes! Tú que llevas el cielo en tu dedo como un anillo de zafiro, tú que
escondes bajo la tierra en el reino de las gemas la maravillosa semilla de las
estrellas, vive, reina y sé el eterno dispensador de las riquezas de las que nos
has hecho guardianes. Amén.

Debe observarse que el reino especial de los gnomos está en el norte, el de las
salamandras en el sur, el de los silfos en el este y el de las ondinas en el oeste.

Influyen en los cuatro temperamentos del hombre, es decir, los gnomos en el


melancólico, las salamandras en el sanguíneo, las ondinas en el flemático y
los silfos en el bilioso. Sus signos son los jeroglíficos del toro para los
gnomos, quienes son comanados con la espada; los del león para las
salamandras, a quienes se comanda con la varita bifurcada o el tridente
mágico; del águila para los silfos, a quienes se comanda con los santos
pantáculos; y del Acuario para las ondinas, a quienes se comanda con la copa
de las libaciones. Sus respectivos gobernantes son Gob para los gnomos, Djin
para las salamandras, Paralda para los silfos y Nicksa para las ondinas.

Cuando un espíritu elemental viene a atormentar o al menos a molestar a los


habitantes de este mundo, debe ser conjurado por el aire, el agua, el fuego y
la tierra, soplando, rociando, quemando perfumes y trazando la Estrella de
Salomón y el pentagrama sagrado en la tierra. Estas figuras deben ser
perfectamente regulares y hechas ya sea con los carbones del fuego
consagrado, o con una caña empapada en varios colores que se mezclan con
imanes pulverizados. Entonces, sosteniendo el pantáculo de Salomón en su
mano, toma a su vez la espada, la vara y la copa, o pronuncia en estas
palabras y en voz alta el conjuro de los cuatro:

Caput mortuum, imperet tibi Dominus per vivum et devotum sepentem.


¡Cherub, imperet tibi Dominus per Adam Jot-chavah! Aquila errans,
tetragrammaton per angelum et leonem!

¡Michael, Gabriel, Raphael, Anael!

FLUAT UDOR per spiritum ELOIM.

MANEAT TERRA per Adam IOT-CHAVAH.

FIAT FIRMAMENTuM per IAHVEHEJ-ZEVAOTH.

FIAT JUDICIUM per ignem in virtute MICHAEL.

(Ángel con ojos muertos, obedece o huye con esta agua bendita.
Toro alado, trabaja, o vuelve a la tierra si no quieres que te pinche con esta
espada.
Águila encadenada, obedece esta señal; o retírate antes de este aliento.
Serpiente móvil, arrástrate a mis pies, o sé atormentada por el fuego sagrado
y evapórate con los perfumes que yo quemo allí.
Que el agua vuelva al agua; que el fuego arda; que el aire circule; que la tierra
caiga a la tierra en virtud del pentagrama, que es la estrella de la mañana, y en
el nombre del tetragrama que está escrito en el centro de la cruz de luz.
Amén.)

El signo de la cruz adoptado por los cristianos no les pertenece


exclusivamente. También es cabalístico, y representa la oposición y el
equilibrio cuatripartito de los elementos. Vemos en el verso oculto del Padre
que hemos señalado en nuestro Dogma, que originalmente había dos maneras
de hacerlo, o al menos dos fórmulas muy diferentes para caracterizarlo, una
reservada a los sacerdotes e iniciados; la otra concedida a los neófitos y
profanos. Así, por ejemplo, el iniciado, llevando su mano a la frente, diría: A
ti; luego agregaría: pertenece; y continuaría, llevando su mano al pecho: el
reino; luego, llevando su mano al hombro izquierdo, justicia; llevándola al
hombro derecho, y misericordia. Entonces ambas manos se unen, agregando:
en los ciclos de generación. Tibi sunt Malchut et Geburah et Chesed per
æonas. – El magnifífico signo cabalístico de la cruz, que las profanaciones
del Gnosticismo han hecho perder completamente a la Iglesia militante y
oficial.
Este signo hecho de esta manera debe preceder y terminar el conjuro de los
cuatro.

Para domesticar y esclavizar a los espíritus elementales, nunca hay que


abandonarse a los defectos que los caracterizan. Por lo tanto, un espíritu
ligero y caprichoso nunca gobernará gobernará los silfos. Una naturaleza
suave, fría y cambiante nunca será dueña de las ondinas; la ira irrita a las
salamandras, y la grosería codiciosa hace de aquellos a quienes esclaviza los
juguetes de los gnomos.

Pero es necesario ser puntual y activo como los silfos, flexible y atento a las
imágenes como las ondinas, enérgico y fuerte como las salamandras,
laborioso y paciente como los gnomos; en una palabra, hay que vencerlos en
su fuerza sin dejarse nunca esclavizar por sus debilidades. Cuando esta
disposición esté bien establecida, el mundo entero estará al servicio del sabio
operador. Pasará por la tormenta, y la lluvia no tocará su cabeza; el viento no
perturbará ni un pliegue de su ropa; pasará por el fuego sin quemarse;
caminará sobre el agua, y verá los diamantes a través del espesor de la tierra.
Estas promesas, que pueden parecer hiperbólicas, sólo lo son en la mente
poco inteligente del hombre vulgar; pues si el sabio no hace materialmente y
con precisión las cosas que estas palabras expresan, sino que hará otras
mucho más grandes y admirables. No hay duda, sin embargo, de que uno
puede por voluntad dirigir los elementos hasta cierto punto, y realmente
cambiar o detener sus efectos.

¿Por qué, por ejemplo, si se descubre que las personas, en estado de éxtasis,
pierden momentáneamente su gravedad, no se podría caminar o deslizarse
sobre el agua? Los convulsivos de Saint-Médard no sentían ni el fuego ni el
hierro, y soportaban los golpes más violentos y las torturas más increíbles.
¿No son las extrañas ascensiones y el prodigioso equilibrio de algunos
sonámbulos una revelación de estas fuerzas ocultas de la naturaleza? Pero
vivimos en un siglo en el que no tenemos el valor de confesar los milagros
que presenciamos, y si alguien viene y dice: “He visto o hecho las cosas que
os digo”, se le dirá: “Queréis divertiros a nuestras expensas, o estáis
enfermo”. Es mejor quedarse callado y hacer algo al respecto.

Los metales que corresponden a las cuatro formas elementales son el oro y la
plata para el aire, el mercurio para el agua, el hierro y el cobre para el fuego,
y el plomo para la tierra. Los talismanes están compuestos por estos metales
en relación con las fuerzas que representan y los efectos que pretenden
producir.

La adivinación por las cuatro formas elementales, que se denominan


aeromancia, hidromancia, piromancia y geomancia, se realiza de varias
maneras, todas las cuales dependen de la voluntad y la traslucidez o
imaginación del operador.

De hecho, los cuatro elementos son sólo instrumentos para ayudar a la


segunda vista.

La segunda vista es la capacidad de ver en luz astral.

Esta segunda visión es tan natural como la primera o la visión sensible y


ordinaria; pero sólo se puede lograr a través de la abstracción de los sentidos.

Los sonámbulos y los extasiados disfrutan naturalmente de la segunda vista;


pero esta vista es más lúcida cuando la abstracción es más completa.

La abstracción se produce por la embriaguez astral, es decir, por una


superabundancia de luz que satura completamente y hace inerte el
instrumento nervioso.

Los temperamentos sanguíneos están más dispuestos a la aeromancia, los


biliosos a la piromancia, los flemáticos a la hidromancia y los melancólicos a
la geomancia.

La aeromancia se confirma por la oniromancia o la adivinación por los


sueños; la piromancia se suplementa por el magnetismo, la hidromancia por
la cristalomancia y la geomancia por la cartomancia. Son transposiciones y
refinamientos de métodos.

Pero la adivinación, de cualquier manera que pueda ser llevada a cabo, es


peligrosa, o al menos inútil, porque desalienta la voluntad, obstaculiza por
consecuencia, la libertad, y cansa el sistema nervioso.
V – El Pentagrama Flamígero

Llegamos a la explicación y consagración del santo y misterioso pentagrama.

Los ignorantes y los supersticiosos pueden cerrar el libro en este punto, sólo
verán oscuridad, o se escandalizarán.

El pentagrama, llamado en las escuelas gnósticas la estrella flamígera, es el


signo de la omnipotencia intelectual y de la autocracia.

Es la estrella de los Reyes Magos; es el signo del Verbo hecho carne; y,


según la dirección de sus rayos, este símbolo absoluto en la magia representa
el bien o el mal, el orden o el desorden, el cordero bendito de Ormuz y San
Juan o la cabra maldita de Mendés.

Es la iniciación o la profanación; es Lucifer o Vesper, la estrella de la mañana


o de la noche.

Es María o Lilith; es la victoria o la muerte; es la luz o la noche.

El pentagrama o estrella pentagonal que eleva dos de sus vértices en el aire


representa a Satanás o la cabra del Sabbat, pero representa al Salvador
cuando eleva una de sus vértices en el aire.

El pentagrama es la figura del cuerpo humano con cuatro miembros y un solo


vértice que debe representar la cabeza.

Una figura humana al revés representa naturalmente un demonio, es decir,


subversión intelectual, desorden o locura.

Ahora bien, si la magia es una realidad, si esta ciencia oculta es la verdadera


ley de los tres mundos, este signo absoluto, este signo tan antiguo como la
historia, y más que la historia, debe ejercer y ejerce una influencia
incalculable, sobre los espíritus liberados de su envoltura material.

El signo del pentagrama también se llama el signo del microcosmos, y


representa lo que los cabalistas del libro del Zohar llaman el microprosopo.

La inteligencia completa del pentagrama es la clave de ambos mundos. Esto


es filosofía absoluta y ciencia natural.

El signo del pentagrama debe estar compuesto por los siete metales, o al
menos ser trazado en oro puro sobre mármol blanco.

También se puede dibujar con bermellón en una piel de cordero sin manchas,
símbolo de integridad y luz.

El mármol debe ser virgen, es decir, nunca usado para ningún otro propósito;
la piel de cordero debe ser preparada bajo los auspicios del sol.

La garganta del cordero debe haber sido cortada en Pascua con un cuchillo
nuevo, y la piel debe haber sido salada con la sal consagrada por operaciones
mágicas.

El descuido de incluso una de estas difíciles y aparentemente arbitrarias


ceremonias abortará el éxito de los grandes trabajos de la ciencia.

El pentagrama se consagra con los cuatro elementos; se sopla cinco veces


sobre la figura mágica; se rocía con agua consagrada; se seca con el humo de
los cinco perfumes, que son incienso, mirra, áloe, azufre y alcanfor, a los que
se puede añadir un poco de resina blanca y ámbar gris; se sopla cinco veces,
pronunciando los nombres de los cinco genios, que son Gabriel, Rafael,
Anael, Samael y Orifiel; entonces el pantáculo se coloca alternativamente en
la tierra al norte, al sur, al este, al oeste y en el centro de la cruz astronómica,
y las letras del tetragrámaton sagrado se pronuncian una tras otra; entonces se
susurran los nombres benditos del Aleph y del misterioso Thau, unidos en el
nombre cabalístico de AZOTH.

El pentagrama debe ser colocado en el altar de los perfumes y bajo el trípode


de las evocaciones. El operador también debe llevar la figura del pentagrama
con la del macrocosmos, es decir, la estrella de seis puntas, compuesta por
dos triángulos cruzados y superpuestos.

Cuando se evoca un espíritu de luz, la cabeza de la estrella, es decir, uno de


sus vértices, debe ser girada hacia el trípode de la evocación y los dos
vértices inferiores hacia el lado del altar de los perfumes. Es lo contrario si se
trata de un espíritu de la oscuridad; pero entonces el operador debe tener
cuidado de sostener la punta de la vara o la punta de la espada en la cabeza
del pentagrama.

Ya hemos dicho que los signos son el verbo activo de la voluntad. Ahora la
voluntad debe dar su verbo completo para transformarlo en acción; y una sola
negligencia, que representa una palabra ociosa o una duda, afecta toda la
operación con mentiras e impotencia, y devuelve contra el operador todas las
fuerzas utilizadas vanamente.

Por lo tanto, es necesario abstenerse absolutamente de las ceremonias


mágicas, o bien llevarlas a cabo escrupulosamente y con exactitud.

El pentagrama trazado en líneas luminosas sobre vidrio por medio de la


máquina eléctrica también ejerce una gran influencia sobre los espíritus y
aterroriza a los fantasmas.

Los antiguos magos solían trazar el signo del pentagrama en el umbral de sus
puertas para evitar que los malos espíritus entraran y que los buenos salieran.
Esta limitación era el resultado de la dirección de los rayos de la estrella. Dos
vértices en el exterior repelían a los malos espíritus, dos vértices en el interior
los mantenían cautivos; un vértice en el interior capturaba a los buenos
espíritus.

Todas estas teorías mágicas, basadas en el dogma único de Hermes y en las


inducciones analógicas de la ciencia, han sido siempre confirmadas por las
visiones de los extáticos y por las convulsiones de los catalépticos que dicen
estar poseídos por espíritus.

La G que los masones colocan en el centro de la estrella flamígera significa


GNOSIS y GENERACIÓN, los dos meses sagrados de la antigua Cábala.
También significa GRAN ARQUITECTO, porque el pentagrama, no importa
cómo se mire, representa una A.

Arreglándolo de manera que dos de sus vértices estén en la parte superior y


sólo uno en la inferior, muestra los cuernos, orejas y barba de la cabra
hierática de Mendés, y se convierte en el signo de las evocaciones infernales.

La estrella alegórica de los Reyes Magos no es otra cosa que el misterioso


pentagrama; y estos tres reyes, hijos de Zoroastro, conducidos por la estrella
flamígera a la cuna del Dios microcósmico, bastarían para probar los orígenes
cabalísticos y verdaderamente mágicos del dogma cristiano. Uno de estos
reyes es blanco, el otro es negro y el tercero es marrón. El blanco ofrece oro,
símbolo de la vida y la luz; el negro, mirra, imagen de la muerte y la noche;
el marrón presenta incienso, emblema de la divinidad del dogma que
reconcilia los dos principios; luego regresan a su país por otro camino, para
mostrar que un nuevo culto es sólo un nuevo camino para llevar a la
humanidad a la única religión, la del ternario sagrado y el radiante
pentagrama, el único catolicismo eterno.

En el Apocalipsis, San Juan ve esta misma estrella caer del cielo a la tierra.
Se llama entonces ajenjo o amargura, y todas las aguas se vuelven amargas.
Es una imagen llamativa de la materialización del dogma, que produce
fanatismo y la amargura de la controversia. Es al cristianismo mismo al que
podemos dirigirnos estas palabras de Isaías: ¿Cómo caíste del cielo, estrella
brillante, que eras tan espléndida en tu mañana?

Pero el pentagrama, profanado por los hombres, todavía brilla sin sombra en
la mano derecha del Verbo de la Verdad, y la voz inspiradora promete al que
vence restaurarlo a la posesión de la estrella de la mañana: solemne
rehabilitación prometida a la estrella de Lucifer.

Como vemos, todos los misterios de la magia, todos los símbolos de la


Gnosis, todas las figuras del ocultismo, todas las claves cabalísticas de la
profecía, se resumen en el signo del pentagrama, que Paracelso proclama
como el más grande y poderoso de todos los signos.

¿Es de extrañar entonces que los magos confíen en este signo y que tenga una
influencia real en los espíritus de todas las jerarquías? Los que ignoran el
signo de la cruz tiemblan ante la aparición de la estrella del microcosmos. El
mago, por el contrario, cuando siente que su voluntad se debilita, mira el
símbolo, lo toma en su mano derecha y se siente armado con omnipotencia
intelectual, siempre que sea verdaderamente un rey digno de ser conducido
por la estrella a la cuna de la realización divina; siempre que sepa, se atreva,
quiera y guarde silencio; siempre que conozca los usos del pantáculo, la copa,
la vara y la espada; siempre, finalmente, que los intrépidos ojos de su alma
correspondan a esos dos ojos que el punto superior de nuestro pentagrama le
presenta siempre abiertos.
VI – El Médium y el Mediador

Hemos dicho que para adquirir poder mágico, se necesitan dos cosas: liberar
la voluntad de la esclavitud y ejercerla para dominar.

La voluntad soberana está representada en nuestros símbolos por la mujer que


aplasta la cabeza de la serpiente, y por el ángel radiante que reprime y
contiene al dragón bajo su pie y bajo su lanza.

Declaremos aquí sin rodeos que el gran agente mágico, el doble flujo de luz,
el fuego vivo y astral de la Tierra, estaba representado por la serpiente con
cabeza de toro, cabra o perro, en las antiguas teogonías. Es la doble serpiente
del caduceo, es la antigua serpiente del Génesis; pero también es la serpiente
de bronce de Moisés, entrelazada alrededor del tau, es decir, el lingam
generatriz; es también la cabra del Sabbat y el Baphomet de los Templarios;
es el Hyle de los gnósticos; es la doble cola de la serpiente que forma las
patas del gallo solar de Abraxas; finalmente, es el diablo del señor Eudes de
Mirville, y es realmente la fuerza ciega que las almas tienen que vencer para
liberarse de las cadenas de la tierra; porque si su voluntad no las separa de
esta magnetización fatal, serán absorbidas en la corriente por la fuerza que las
produjo, y volverán al fuego central y eterno.

Todo el trabajo mágico consiste, por lo tanto, en liberarse de los pliegues de


la antigua serpiente, poner el pie sobre su cabeza y llevarla a donde se desee.
“Te daré, –dice el diablo en el mito del Evangelio–, todos los reinos de la
tierra si te postras y me adoras”. El iniciado debe responderle: “No me
postraré, sino que tu te arrastrarás a mis pies; no me darás nada, pero te
utilizaré y tomaré lo que quiera, porque soy tu señor y maestro”. Esta
respuesta está oculta veladamente, en la respuesta del Salvador.

Ya hemos dicho que el diablo no es una persona. Él es una fuerza astuta,


como su nombre lo indica. Una corriente ódica o magnética, formada por una
cadena de voluntades perversas, constituye ese espíritu maligno, que el
Evangelio llama legión, y que precipitó los cerdos al mar; es una nueva
alegoría de la formación de seres burdamente instintivos por las fuerzas
ciegas que la mala voluntad y el error pueden poner en marcha.

La Lámpara, la Varita, la Espada y la Serpiente.

Este símbolo puede compararse con el de los compañeros de Ulises


convertidos en cerdos por la maga Circe.

Ahora, mira lo que Ulises hace para preservarse y liberar a sus compañeros:
rechaza la copa de la hechicera y comanda a Circe con su espada. Circe es la
naturaleza con toda su voluptuosidad y atracciones; para disfrutarla hay que
superarla, tal es el significado de la fábula homérica, pues los poemas de
Homero, verdaderos libros sagrados de la antigua Grecia, contienen todos los
misterios de las altas iniciaciones de Oriente.
El medio natural, entonces, es la serpiente, siempre activa y seductora, de
voluntad perezosa, a la que hay que resistir siempre, domesticándola.

Un mago enamorado, un mago codicioso, un mago enojado, un mago


perezoso, son monstruosidades imposibles. El mago piensa y quiere; no ama
nada con el deseo, no repele nada con la pasión; la palabra pasión representa
un estado pasivo, y el mago está siempre activo y victorioso. Lo más difícil
en las altas ciencias es lograr esta realización; por lo tanto, cuando el mago se
ha creado a sí mismo, la gran obra se realiza, al menos en su instrumento y en
su causa.

El gran agente natural o mediador de la omnipotencia humana puede ser


esclavizado y dirigido sólo por un mediador extra-natural, que es uno,
emancipado con voto. Arquímedes pidió un punto de apoyo fuera del mundo
para levantar el mundo. El punto de apoyo del mago es la piedra cúbica
intelectual, la piedra filosofal de Azoth, es decir, el dogma de la razón
absoluta y las armonías universales a través de la simpatía de los opuestos.

Uno de nuestros escritores más fructíferos y menos fijos en sus ideas, el


Sr. Eugene Sue, ha construido toda una epopeya romántica sobre una
individualidad que intenta hacer odiosa y que se vuelve interesante a pesar de
sí misma, ¡tanto poder, paciencia, audacia, inteligencia y genio! Es una
especie de Sixto V, pobre, sobrio, sin ira, que mantiene al mundo entero en la
red de sus hábiles combinaciones.

Este hombre excita las pasiones de sus adversarios a su voluntad, las destruye
una por una, siempre llega a donde quiere llegar, y esto sin ruido, sin brillo,
sin charlatanería. Su objetivo es liberar al mundo de una sociedad que el
autor del libro considera peligrosa y perversa, y para obtener eso ningún
sacrificio es excesivo; está mal alojado, mal vestido, alimentado como el
último de los pobres, pero siempre atento a su trabajo. El autor, siguiendo su
intención, lo retrata como pobre, sucio, horrible, repugnante al tacto, de
apariencia desagradable. Pero si este mismo exterior es una forma de
disfrazar sus propósitos y obtenerlos con seguridad, ¿no es una prueba de
valor sublime?

Cuando Rodin sea Papa, ¿crees que seguirá estando mal vestido y sucio? El
Sr. Eugene Sue ha fallado su objetivo; quiere acabar con el fanatismo y la
superstición, y está atacando la inteligencia, la fuerza, el genio, todas las
grandes virtudes humanas. Si hubiera muchos Rodin entre los jesuitas, si
hubiera uno solo, no apostaría mucho por el éxito de la parte opuesta, a pesar
de las brillantes y torpes súplicas de sus ilustres intercesores.

Querer bien, querer ampliamente, querer por siempre,1 pero nunca codiciar
nada, tal es el secreto de la fuerza; y es este arcano mágico que Tasso pone en
acción en la persona de los dos caballeros que liberan a Renaud y destruyen
los hechizos de Armide. Se resisten a las ninfas más encantadoras así como a
los más terribles animales feroces; permanecen sin deseo ni miedo, y
alcanzan su objetivo.

De esto se deduce que un verdadero mago es más temible de lo que puede ser
adorable. No estoy en desacuerdo con esto, y aunque reconozco lo dulce que
son las seducciones de la vida, mientras hago justicia al genio gracioso de
Anacreón y a toda la eflorescencia juvenil de la poesía del amor, invito
seriamente a los estimados amigos del placer a considerar las altas ciencias
sólo como un objeto de curiosidad, pero nunca a acercarse al trípode mágico;
las grandes obras de la ciencia son mortales para la voluptuosidad.

El hombre que se ha liberado de la cadena de instintos se dará cuenta de su


omnipotencia a través de la sumisión de los animales. La historia de Daniel
en el foso de los leones no es una fábula, y más de una vez, durante las
persecuciones del cristianismo naciente, este fenómeno se repitió en
presencia de todo el pueblo romano. Rara vez un hombre tiene algo que
temer de un animal al que no le teme. Las balas de Jules Gérard, el cazador
de leones, son mágicas e inteligentes. Sólo una vez se encontró con un
peligro real; había dejado que un compañero asustado lo acompañara, y
luego, viendo al temerario como perdido de antemano, él también se asustó,
pero por su compañero.

Mucha gente dirá que es difícil e incluso imposible llegar a tal resolución,
que la fuerza de voluntad y la energía de carácter son dones de la naturaleza,
etc. La voluntad puede ser perfeccionada por la educación y, como he dicho,
todo ceremonial mágico, similar en este aspecto al ceremonial religioso, sirve
sólo para probar, ejercitar y así acostumbrar la voluntad a la perseverancia y
la fuerza. Cuanto más difíciles y subyugantes son las prácticas, mayor será su
efecto, ahora lo veremos.

Si hasta ahora ha sido imposible dirigir los fenómenos del magnetismo, es


porque todavía no ha habido un magnetizador iniciado y verdaderamente
libre. ¿Quién puede halagarse a sí mismo de que es alguien así, no tenemos
siempre que hacer nuevos esfuerzos para gobernarnos a nosotros mismos? Es
cierto, sin embargo, que la naturaleza obedecerá al signo y a la palabra de
quien se sienta lo suficientemente fuerte como para mantenerse libre de duda.
Digo que la naturaleza obedecerá, no digo que se negará a sí misma o que
perturbará el orden de sus posibilidades. La curación de enfermedades
nerviosas por la palabra, el aliento o el tacto; las resurrecciones en ciertos
casos; la resistencia a las malas voluntades capaces de desarmar y derrocar a
los asesinos; la facultad misma de hacerse invisible perturbando la vista de
aquellos de los que es importante escapar; todo esto es un efecto natural de la
proyección o retirada de la luz astral. Así, Valens fue golpeado con el
deslumbramiento y el terror cuando entró en el templo de Cesarea, mientras
que Heliodoro, dominado por una repentina locura en el templo de Jerusalén,
pensó que había sido azotado y pisoteado por los ángeles. Así es como el
almirante de Coligny impuso respeto sobre sus asesinos, y sólo pudo ser
asesinado por un hombre enfurecido que se le arrojó encima mientras giraba
la cabeza. Lo que hizo a Juana de Arco siempre victoriosa fue el prestigio de
su fe y la maravilla de su audacia; paralizó los brazos que querían golpearla,
y los ingleses llegaron a creer seriamente que era una maga o una bruja. Ella
era, en efecto, una maga sin saberlo, ya que creía actuar de forma
sobrenatural, mientras que tenía una fuerza oculta, universal y siempre sujeta
a las mismas leyes.

El mago magnetizador tiene que dominar el medio natural, y por consiguiente


el cuerpo astral que hace que nuestra alma se comunique con nuestros
órganos; puede decir al cuerpo material: ¡Duerme! y al cuerpo sideral:
¡Sueña! Entonces las cosas visibles cambian su apariencia, como en las
visiones del hachís. Se dice que Cagliostro poseía este poder, y que ayudaba a
su acción mediante sahumerios y perfumes; pero el verdadero poder
magnético debe prescindir de estos auxiliares más o menos venenosos para la
razón y perjudiciales para la salud. M. Ragon, en su trabajo académico sobre
la masonería oculta, da la receta de una serie de medicamentos para exaltar el
sonambulismo. Es un conocimiento que sin duda no debe ser rechazado, pero
que los magos prudentes deben tener cuidado de no utilizar.

La luz astral es proyectada por los ojos, la voz, los pulgares y las palmas de
las manos. La música es una poderosa ayuda para la voz, y de ahí viene la
palabra “encantamiento”. Ningún instrumento musical es más encantador que
la voz humana, pero los sonidos distantes del violín o la armónica pueden
aumentar su poder. El sujeto que se va a someter se prepara así; luego,
cuando está medio dormido y como envuelto en este encanto, se extiende la
mano hacia él, y se le ordena que duerma o que vea, y obedece a pesar de sí
mismo. Si se resistiera, sería necesario, al mirarlo fijamente, colocar un
pulgar en su frente entre los ojos, y el otro pulgar en su pecho, tocándolo
ligeramente con un solo toque rápido; luego aspirar lentamente, exhalar un
aliento cálido, y repetirle en voz baja: “Duerme” o “Ve”.

Notas
1. Aquí “querer” traduce la palabra francesa vouloir, que es un verbo relacionado con el ejercicio de
la voluntad, pero en su traducción al español, querer, ese significado no está tan claro, ya que el verbo
querer puede significar tanto “desear, estar decidido" (implicando un ejercicio de la voluntad) como
“amar”. En este caso significa una decisión firme, el uso de la voluntad.
VII – El Septenario de los Talismanes

Puesto que las ceremonias, los vestidos, los perfumes, los personajes y las
figuras, como hemos dicho, son necesarios para el uso de la imaginación en
la educación de la voluntad, el éxito de las obras mágicas depende de la fiel
observancia de todos los ritos. Estos ritos, no son ni fantásticos ni arbitrarios;
nos han sido transmitidos desde la antigüedad y todavía subsisten por las
leyes esenciales de la realización analógica y de la relación que existe
necesariamente entre las ideas y las formas. Después de muchos años de
consultar y comparar todos los grimorios y rituales mágicos más auténticos,
hemos logrado, no sin trabajo, reconstruir el ceremonial de la magia universal
y primitiva. Los únicos libros serios que hemos visto sobre este tema están
escritos a mano, y trazados en caracteres convencionales, que hemos
descifrado con la ayuda de la Poligrafía de Trithemius; otros están completos
en los jeroglíficos y símbolos con los que están adornados, y disfrazan la
verdad de sus imágenes bajo las ficciones supersticiosas de un texto
desconcertante. Tal es, por ejemplo, el Enchiridion del Papa León III, que
nunca ha sido impreso con sus figuras reales, y que hemos rehecho para
nuestro propio uso a partir de un antiguo manuscrito.

Los rituales conocidos como las Clavículas de Salomón son numerosos.


Muchos fueron impresos, otros han permanecido en forma manuscrita y han
sido copiados con gran cuidado. Hay una fina copia, con caligrafría muy
elegante, en la Biblioteca Imperial, decorada con los pantáculos y caracteres
que se encuentran, en su mayoría, en los calendarios mágicos de Tycho-
Brahe y Duchenteau. Finalmente, hay clavículas y grimorios impresos, que
son las vergonzosas mistificaciones y especulaciones de editores deshonestos.
El libro tan conocido y criticado por nuestros padres bajo el nombre de El
Pequeño Alberto pertenece principalmente a esta última categoría; sólo tiene
unos pocos cálculos serios tomados de Paracelso y algunas figuras de
talismanes.

Cuando se trata de la realización y el ritual, Paracelso es, en la magia, una


autoridad impresionante. Nadie ha realizado obras más grandes que las suyas,
y por esta misma razón esconde el poder de las ceremonias, y sólo enseña en
la filosofía oculta la existencia del agente magnético de la omnipotencia de la
voluntad; también resume toda la ciencia de los caracteres en dos signos, que
son las estrellas macro y microcósmicas. Esto era decir suficiente para los
adeptos, y era importante no iniciar a los vulgares. Así que Paracelso no
enseñó el ritual, sino que lo practicó, y su práctica fue una serie de milagros.

Hemos dicho lo importante que es el ternario y el cuaternario en la magia. De


su reunión se compone el gran número religioso y cabalístico que representa
la síntesis universal y que constituye el septenario sagrado.

El mundo, como creían los antiguos, se rige por las siete causas secundarias,
secundae, como las llama Trithemius, y estas son las fuerzas universales
designadas por Moisés con el nombre plural de Eloim, los dioses. Estas
fuerzas, análogas y contrarias entre sí, producen el equilibrio a través de sus
contrastes y regulan el movimiento de las esferas. Los hebreos los llaman los
siete grandes arcángeles, y les dan los nombres de Miguel, Gabriel, Rafael,
Anael, Sammael, Zadkiel y Orifiel. Los gnósticos cristianos nombran a los
últimos cuatro Uriel, Barachiel, Sealtiel y Jehudiel. Otros pueblos atribuyeron
a estos espíritus el gobierno de los siete planetas principales, y les dieron los
nombres de sus grandes divinidades. Todos creían en su relativa influencia, y
la astronomía compartió el cielo antiguo con ellos y sucesivamente les dio el
gobierno de los siete días de la semana.

Esta es la razón de las diversas ceremonias de la semana mágica y el culto de


siete días de los planetas.

Ya hemos observado que los planetas aquí son signos, y no otra cosa; tienen
la influencia que la fe universal les atribuye, porque son aún más
verdaderamente estrellas del espíritu humano que estrellas del cielo.

El Sol, que la magia antigua siempre ha considerado como fijo, sólo podía ser
un planeta para el hombre común; por lo tanto, representa en la semana el día
de descanso, que llamamos, por alguna razón, domingo, y que los antiguos
llamaban el día del Sol.

Los siete planetas mágicos corresponden a los siete colores del prisma y a las
siete notas de la octava musical; también representan las siete virtudes y, por
oposición, los siete vicios de la moral cristiana.
Los siete sacramentos también se refieren a este gran universo septenario. El
bautismo, que consagra el elemento agua, se refiere a la Luna; la penitencia
rigurosa está bajo los auspicios de Samael, el ángel de Marte; la
confirmación, que da el espíritu de inteligencia y comunica el don de lenguas
al verdadero creyente, está bajo los auspicios de Rafael, el ángel de Mercurio;
la Eucaristía sustituye la realización sacramental del Dios hecho hombre por
el imperio de Júpiter; el matrimonio es consagrado por el ángel Anael, el
genio purificador de Venus; la extremaunción es la salvaguarda de los
enfermos que están listos para caer bajo la guadaña de Saturno; y la orden,
que consagra el sacerdocio de la luz, está más especialmente marcada por los
caracteres del Sol. Casi todas estas analogías fueron notadas por el erudito
Dupuis, quien concluyó que todas las religiones son falsas, en lugar de
reconocer la santidad y la perpetuidad de un solo dogma, siempre
reproducido en el simbolismo universal de las sucesivas formas religiosas.
No comprendió la permanente revelación transmitida al genio del hombre por
las armonías de la naturaleza, y sólo vio una serie de errores en esta cadena
de imágenes ingeniosas y verdades eternas.

También hay siete obras mágicas: 1. obras de luz y riqueza, bajo los auspicios
del Sol; 2. obras de adivinación y misterios, bajo la invocación de la Luna; 3.
obras de habilidad, ciencia y elocuencia, bajo la protección de Mercurio; 4.
obras de ira y castigo, consagradas a Marte; 5. obras de amor, favorecidas por
Venus; 6. obras de ambición y política, bajo los auspicios de Júpiter; 7. obras
de maldición y muerte, bajo el patrocinio de Saturno. En el simbolismo
teológico, el Sol representa el verbo de la verdad; la Luna representa la
religión misma; Mercurio, la interpretación y la ciencia de los misterios;
Marte, la justicia; Venus, la misericordia y el amor; Júpiter, el resucitado y
glorioso Salvador; Saturno, Dios padre, o el Jehová de Moisés. En el cuerpo
humano, el Sol es análogo al corazón, la Luna al cerebro, Júpiter a la mano
derecha, Saturno a la mano izquierda, Marte al pie izquierdo y Venus al pie
derecho, Mercurio a las partes sexuales, lo que ha hecho que el genio de este
planeta esté a veces representado bajo una figura andrógina.

En el rostro humano, el Sol domina la frente, Júpiter el ojo derecho, Saturno


el ojo izquierdo; la Luna reina entre los dos ojos, en la raíz de la nariz, de la
cual Marte y Venus gobiernan las dos alas; Mercurio finalmente ejerce su
influencia en la boca y la barbilla. Estas nociones formaron en los antiguos la
ciencia del culto ocular de la fisonomía, que desde entonces ha sido
redescubierto imperfectamente por Lavater.

El mago que desee proceder a las obras de la luz debe operar los domingos
desde la medianoche hasta las ocho de la mañana, o desde las tres de la tarde
hasta las diez de la noche. Se vestirá con una túnica púrpura con una tiara y
brazaletes de oro. El altar del incienso y el trípode del fuego sagrado estarán
rodeados de guirnaldas de laurel, heliotropos y girasoles; el incienso será de
canela, incienso macho, azafrán y sándalo rojo; el anillo será de oro, con
crisolito o rubí; las alfombras serán de pieles de león; los abanicos serán de
plumas de gavilán.

Los lunes llevará una túnica blanca laminada de plata, con un triple collar de
perlas, cristales y selenitas; la tiara estará cubierta de seda amarilla, con
caracteres de plata formando en hebreo el monograma de Gabriel, como se
encuentran en la filosofía oculta de Agripa; los perfumes serán sándalo
blanco, alcanfor, ámbar, aloe y semilla pulverizada de pepino; las guirnaldas
serán artemisa, selenotropo y ranúnculo amarillo. Evita las cortinas, ropa u
objetos negros y no lleves ningún metal que no sea plata.

El martes, día de las operaciones de la ira, el vestido será del color del fuego,
o del óxido, o de la sangre, con un cinturón de acero y brazaletes; la tiara se
atará con hierro, y no se usará ninguna varita, sino sólo el estilete y la espada;
las guirnaldas serán de ajenjo y de ruda, y se colocará en el dedo un anillo de
acero con una amatista por piedra preciosa.

El miércoles, día de la alta ciencia, el vestido será verde o de un tejido


brillante de diferentes colores: el collar será de cuentas de vidrio huecas que
contienen mercurio; los perfumes serán benjuí, macis y estoraque; las flores,
narciso, lirio, mercurio, fumaria y mejorana; la piedra preciosa será ágata.

El jueves, día de grandes obras religiosas y políticas, la túnica será escarlata,


y en la frente habrá una hoja de peltre con el carácter del espíritu de Júpiter y
estas tres palabras: GIARAR, BETHOR, SAMGABIEL; los perfumes serán
incienso, ámbar gris, bálsamo, semilla de paraíso, macis y azafrán; el anillo
estará adornado con una esmeralda o un zafiro; las guirnaldas y las coronas
serán de roble, álamo, higo y granada.
El viernes, día de las operaciones de amor, el vestido será azul celeste; las
cortinas serán verdes y rosas, los adornos serán de cobre pulido; las coronas
serán de violetas; las guirnaldas serán de rosas, mirto y oliva; el anillo será de
turquesa; el lapislázuli y el berilo se usarán para la tiara y los broches; los
abanicos serán de plumas de cisne, y el operador tendrá en el pectoral un
talismán de cobre con el carácter de Anael y estas palabras: AVEEVA
VADELILITH.

El sábado, día de los trabajos funerarios, el vestido será negro o marrón, con
caracteres bordados en seda, de color naranja; una medalla de plomo con el
carácter de Saturno y estas palabras se llevarán alrededor del cuello:
ALMALEC, APHIEL, ZARAHIEL; los perfumes serán diagridium,
escamonea, azufre y asafétida; el anillo tendrá una piedra de ónix; las
guirnaldas serán de fresno, ciprés y heléboro negro; en el ónix del anillo se
grabará el punzón consagrado y en las horas de Saturno una doble cabeza de
Jano.

Estas son las antiguas magnificencias del culto secreto de los Magos. Es con
un dispositivo similar que los grandes magos de la Edad Media procedían a la
consagración diaria de los pantáculos y talismanes relacionados con los siete
genios. Ya hemos dicho que un pantáculo es un símbolo sintético que resume
todo el dogma mágico en una de sus concepciones especiales. Es, por lo
tanto, la verdadera expresión de un pensamiento y una voluntad completos;
es la firma de un espíritu. La consagración ceremonial de este signo une aún
más fuertemente la intención del operador, y establece entre él y el pantáculo
una verdadera cadena magnética. Los pantáculos se pueden trazar
indistintamente en pergamino virgen, en papel o en metal. Un talismán es una
pieza de metal que lleva pantáculos o caracteres, y que ha recibido una
consagración especial para una determinada intención. Gaffarel, en una obra
erudita sobre antigüedades mágicas, demostró, a través de la ciencia, el
verdadero poder de los talismanes, y la confianza en su virtud es tan grande
en la naturaleza, que llevamos voluntariamente con nosotros los recuerdos de
aquellos a quienes amamos, con la persuasión de que estas reliquias nos
preservarán del peligro y nos harán más felices. Se hacen talismanes con los
siete metales cabalísticos y se graban en ellos, en los días y horas adecuados,
los signos deseados y determinados. Las figuras de los siete planetas, con sus
cuadrados mágicos, se encuentran en el Pequeño Alberto, según Paracelso, y
es uno de los pocos textos serios en este libro. de magia vulgar. Cabe señalar
que Paracelso sustituye la figura de Júpiter por la de un sacerdote, una
sustitución que no carece de una intención misteriosa muy marcada. Pero las
figuras alegóricas y mitológicas de los siete espíritus se han vuelto hoy en día
demasiado clásicas y demasiado vulgares para poder ser rastreadas con éxito
en los talismanes; es necesario recurrir a signos más eruditos y expresivos. El
pentagrama debe estar siempre grabado en un lado del talismán, con un
círculo para el sol, una media luna para la Luna, un caduceo alado para
Mercurio, una espada para Marte, una G para Venus, un anillo para el cuello
para Júpiter y una hoz para Saturno. El otro lado del talismán debe llevar el
signo de Salomón, es decir, la estrella de seis puntas hecha de dos triángulos
superpuestos; y en el centro habrá una figura humana para los talismanes del
sol, una copa para los de la luna, una cabeza de perro para los de Mercurio,
una cabeza de águila para los de Júpiter, una cabeza de león para los de
Marte, una paloma para los de Venus, una cabeza de toro o de cabra para los
de Saturno. Se adjuntarán los nombres de los siete ángeles, ya sea en hebreo
o en árabe, o en caracteres mágicos similares a los de los alfabetos de
Trithemius. Los dos triángulos de Salomón pueden ser reemplazados por la
doble cruz de las ruedas de Ezequiel, que se encuentra en un gran número de
antiguos pantáculos, y que es, como hemos observado en nuestro Dogma, la
clave de los trigramas de Fuxi.

Las piedras preciosas también pueden utilizarse para amuletos y talismanes;


pero todos estos objetos, ya sean de metal o de piedra, deben envolverse
cuidadosamente en bolsitas de seda del color del espíritu del planeta,
perfumadas con los olores del día correspondiente, y mantenerse libres de
toda apariencia o contacto sucio. Así, los pantáculos y talismanes del sol no
deben ser vistos ni tocados por gente deforme y falsa o por mujeres sin
moral; los de la Luna son profanados por los ojos y las manos de hombres
corruptos y mujeres menstruando; los de Mercurio pierden su virtud si son
vistos o tocados por sacerdotes con empleo; los de Marte deben esconderse
de los cobardes; los de Venus, de los depravados y de los que han hecho voto
de celibato; los de Júpiter, de los impíos; y los de Saturno, de las vírgenes y
de los niños, no porque los ojos o los contactos de estos últimos puedan ser
impuros alguna vez, sino porque el talismán les traería la desgracia y perdería
así toda su fuerza.
Las cruces de honor y otras condecoraciones son verdaderos talismanes que
aumentan el valor personal o el mérito. Sus distribuciones solemnes son su
consagración. La opinión pública puede darles un poder prodigioso. La
influencia recíproca de los signos en las ideas y las ideas en los signos no ha
sido suficientemente notada; no es menos cierto que la obra revolucionaria de
los tiempos modernos, por ejemplo, ha sido resumida simbólicamente en su
totalidad por la sustitución napoleónica de la estrella de honor por la cruz de
San Luis. Es el pentagrama en lugar del labarum, es la rehabilitación del
símbolo de la luz, es la resurrección masónica de Adonhiram. Se dice que
Napoleón creía en su estrella y, si se le hubiera podido hacer decir lo que
quería decir con esa estrella, se habría encontrado que era su genio, por lo
tanto, debería adoptar como signo el pentagrama, este símbolo simétrico de la
soberanía humana a través de la iniciativa inteligente. El gran soldado de la
revolución sabía poco, pero adivinó casi todo, y por lo tanto fue el mayor
mago instintivo y práctico de los tiempos modernos. El mundo sigue lleno de
sus milagros, y la gente del campo nunca creerá que está muerto.

Los objetos benditos e indulgenciados, tocados por imágenes sagradas o por


personas venerables, los rosarios de Palestina, el Agnus Dei compuesto con la
cera del cirio pascual, y los restos anuales del santo crisma, los escapularios,
las medallas, son verdaderos talismanes. Una de estas medallas es
popularmente conocida hoy en día, e incluso aquellos que no tienen religión
la ponen alrededor del cuello de sus hijos. Por lo tanto, las figuras son tan
perfectamente cabalísticas que esta medalla es realmente un maravilloso
doble pantáculo. Por un lado vemos al Gran Iniciador, la Madre Celeste del
Zohar, la Isis de Egipto, la Venus Urania de los platonistas, la María de la
Cristiandad, de pie sobre el mundo y poniendo un pie en la cabeza de la
serpiente mágica. Ella extiende ambas manos de modo que forman un
triángulo, del cual la cabeza de la mujer es el ápice; sus manos están abiertas
y radiantes, lo que hace que sea un doble pentagrama, cuyos rayos están
todos dirigidos hacia la tierra, lo que obviamente representa la emancipación
de la inteligencia para el trabajo. En el otro lado vemos la doble Tau de los
hierofantes, el lingam con doble cteis o triple falo, apoyado, con entrelazado
y doble inserción; por la M cabalística y masónica que representa el cuadrado
entre las dos columnas Jachin y Boaz; arriba se colocan, bajo el mismo nivel,
dos corazones magnéticos y sulfurosos, y alrededor de ellos, doce
pentagramas. Todo el mundo os dirá que los portadores de esta medalla no le
dan este significado; pero es, por este mismo hecho, más perfectamente
mágica, teniendo un doble significado y, por consiguiente, una doble virtud.
El extático en cuyas revelaciones se grabó este Talismán lo había visto ya
existente y perfecto en la luz astral, lo que demuestra una vez más la íntima
conexión de ideas y signos, y da una nueva sanción al simbolismo de la
magia universal.

Cuanto más importancia y solemnidad se da a la elaboración y consagración


de los talismanes y pantáculos, más virtudes adquieren, como debe
entenderse a partir de la evidencia de los principios que hemos establecido.
Esta consagración debe hacerse en los días especiales que hemos marcado,
con el dispositivo del que hemos dado los detalles. Son consagrados por los
cuatro elementos exorcizados, después de haber conjurado los espíritus de las
tinieblas por la conjuración de los cuatro; luego se toma el pantáculo en la
mano, y arrojando unas gotas de agua mágica en él, se dice:

In nomine Eloim et per spiritum aquarum viventium, sis mihi in signum


lucis et sacramentum voluntatis.

(En el nombre de Eloim y por el espíritu de las aguas vivas, sé para mí


un signo de luz y un sacramento de voluntad.)

Presentándolo al humo de los perfumes decimos:

Per serpentera ìneum sub quo cadunt serpentes ignei, fis mihi (etc.).

(Por la serpiente de bronce que destruyó a las serpientes de fuego, sé tú,


etc.)

Soplando siete veces en el pantáculo o en el talismán se dice:

Per firmamentum et spiritum vocis, sis mihi (etc.).

(Por el firmamento y el espíritu de la voz, sé tú, etc.)

Finalmente, al colocar triangularmente unos pocos granos de tierra purificada


o sal sobre ella, se dice:

In sale terrœ et per virtutem vitœ œternœ, sis mihi (etc.).


(En la sal de la tierra, y por la virtud de la vida eterna, sé tú, etc.)

Entonces el conjuro de los siete se hace de la siguiente manera:

Se lanza alternativamente al fuego sagrado una pastilla de los siete perfumes


y se dice:

¡En el nombre de Michael, que Jehová te ordene y te lleve lejos,


Chavajoth!

¡En nombre de Gabriel, que Adonai te ordene y te lleve lejos de aquí,


Belial!

¡En el nombre de Rafael, desaparece ante Elchim, Sachabiel!

Por Sammael Zebaoth y en nombre de Eloim Gibor, ¡aléjate,


Adraméleck!

¡Por Zachariel y Sachiel-Meleck, obedece a Elvah, Samgabiel!

En el nombre divino y humano de Shaddai y por el signo del pentagrama


que tengo en mi mano derecha, en el nombre del ángel Anael, por el
poder de Adán y Heva, que son Jotchavah, retírate, Lilith; ¡déjanos en
paz, Nahemah!

Por el santo Eloim y los nombres de los genios Cashiel, Sealtiel, Aphiel
y Zarahiel, a las órdenes de Orifiel, ¡aléjate de nosotros, Moloch! No te
daremos nuestros hijos para que los devores.

En cuanto a los instrumentos mágicos, los principales son: la varita, la


espada, la lámpara, el cáliz, el altar y el trípode. En las operaciones de magia
alta y divina se usan la lámpara, la varita y el caliz; en los trabajos de magia
negra la varita es reemplazada por la espada y la lámpara por la vela de
Cardan. Explicaremos esta diferencia cuando hablemos sobre la magia negra.

Pasemos a la descripción y consagración de los instrumentos.

La varita mágica, que no debe confundirse con la simple varita adivinatoria,


ni con la horquilla de los nigromantes o el tridente de Paracelso; la verdadera
y absoluta varita mágica debe hacerse con una rama perfectamente recta, de
almendro o avellano, cortada de un solo golpe con la podadera mágica o la
hoz dorada, antes del amanecer y cuando el árbol esté a punto de florecer.
Debe ser perforada en toda su longitud sin partirla ni romperla, y se insertará
en ella una larga aguja magnética de hierro que ocupará toda la longitud;
luego se coloca en un extremo un prisma poliédrico de corte triangular y en el
otro extremo una figura similar de resina negra. En el centro de la varita se
colocan dos anillos, uno de cobre rojo, el otro de zinc; luego la varita se dora
por el lado de la resina y se platea por el lado del prisma hasta los anillos del
medio, y se cubre con seda, excepto sus extremos. En el anillo de cobre se
deben grabar los caracteres y en el anillo de zinc
. La consagración de la varita debe durar siete días,
comenzando en la Luna nueva, y debe ser realizada por un iniciado que posea
los grandes arcanos y que tenga la posesión de una varita consagrada. Esta es
la transmisión del sacerdocio mágico, y esta transmisión no ha cesado desde
los tenebrosos orígenes de la alta ciencia. La varita y los demás instrumentos,
pero sobre todo la varita, deben ser escondidos con cuidado, y bajo ninguna
circunstancia el mago debe dejar que sean vistos o tocados por los profanos;
de lo contrario, perderían toda su virtud.

El modo de transmisión de la varita es uno de los misterios de la ciencia que


nunca se permite revelar.

La longitud de la varita mágica no debe exceder la del brazo del operador. El


mago debe usarla sólo cuando esté solo, y nunca debe tocarla
innecesariamente. Muchos magos antiguos lo hacían sólo del largo del
antebrazo y la escondían bajo mangas largas, mostrando sólo en público la
simple varita adivinatoria, o algún cetro alegórico de marfil o ébano, según la
naturaleza de la obra.

El cardenal Richelieu, que ambicionaba todos los poderes, buscó toda su


vida, sin poder encontrarla, la transmisión de la varita adivinatoria. Su
cabalista Gaffarel sólo podía darle la espada y los talismanes; quizás esta
fuera la razón secreta de su odio hacia Urbain Grandier, que conocía algo de
las debilidades del cardenal. Las secretas y prolongadas conversaciones de
Laubardemont con el desafortunado sacerdote unas horas antes de su última
tortura, y las palabras de un amigo y confidente de este último cuando estaba
a punto de morir “Señor, es usted un hombre inteligente, no se pierda”, dan
mucho que pensar sobre este tema.

La varita mágica es el verendum del mago; no debe ni siquiera hablar de ella


de manera clara y precisa; nadie debe jactarse de poseerla, y su consagración
debe ser transmitida sólo bajo condiciones de absoluta discreción y
confianza.

La espada es menos oculta, y así es como debe hacerse:

Debe ser de acero puro, con una empuñadura de cobre en forma de cruz con
tres pomos, como se representa en el Euchiridion de León III, o con dos
medias lunas para la guarda, como en nuestra figura. En el nudo central de la
guarda, que debe ser cubierto con una placa de oro, el signo del macrocosmos
debe ser grabado en un lado y el del microcosmos en el otro. En el pomo se
debe grabar el monograma hebreo de Miguel, como se ve en Agripa, y en la
hoja, en un lado estos caracteres , y en el otro
el monograma del labarum de Constantino, seguido de estas palabras: Vince
in hoc, Deo duce, ferro comite. (Para ver la autenticidad y exactitud de estas
figuras, cotejar las mejores ediciones antiguas del Enchiridion).

La consagración de la espada debe hacerse el domingo, en horas de sol, bajo


la invocación de Miguel. La hoja de la espada se pondrá en un fuego de laurel
y ciprés, y luego se limpiará y pulirá con las cenizas del fuego sagrado,
humedecidas con la sangre de un topo o una serpiente, y se dirá: Sis mihi
gladius Michaelis, en la virtud Eloim Sabaoth fugiant a te spiribus
tenebrarum et reptilia terr; entonces se perfumará con los perfumes del sol, y
se guardará en una vaina de seda con ramas de verbena, que será quemada en
el séptimo día.

La lámpara mágica debe estar hecha de cuatro metales: oro, plata, latón y
hierro. El pie será de hierro, el nudo de cobre, el cuenco de plata y el
triángulo central de oro. Tendrá dos brazos, hechos de tres metales retorcidos
juntos, para que el aceite tenga un triple canal. Tendrá nueve mechas, tres en
el medio y tres en cada brazo. En el pie se grabará el sello de Hermes y sobre
él el andrógino de dos cabezas de Khunrath. El borde inferior del pie
representará una serpiente que se muerde la cola.
Instrumentos mágicos
La lámpara, la varita, la espada y el cáliz.

En el cáliz o recipiente de aceite se grabará el signo de Salomón. En esta


lámpara se colocarán dos globos, uno decorado con pinturas transparentes
que representan a los siete genios, el otro más grande y doble, que puede
contener en cuatro compartimentos; entre dos vasos, agua teñida de varios
colores. El conjunto estará encerrado en una columna de madera que gira
sobre sí misma y puede dejar salir a voluntad uno de los rayos de la lámpara
que se dirigirá a la parte superior del altar en el momento de las invocaciones.
Esta lámpara es de gran ayuda para ayudar a las operaciones intuitivas de las
imaginaciones lentas, y para crear inmediatamente delante de las personas
magnetizadas formas de una realidad desgastada que, al ser multiplicada por
los espejos, se ampliará repentinamente y transformará el gabinete del
operador en una inmensa sala llena de almas visibles; la embriaguez de los
perfumes y la exaltación de las invocaciones pronto transformarán esta
fantasmagoría en un verdadero sueño; se reconocerán las personas que uno ha
conocido, los fantasmas hablarán; entonces, si se cierra la columna de la
lámpara, redoblando el fuego de los perfumes, sucederá algo extraordinario e
inesperado.
VIII – Advertencia a los Imprudentes

Como ya hemos dicho muchas veces, las operaciones de la ciencia no están


exentas de peligro.

Pueden llevar a la locura a aquellos que no se basan en la razón suprema,


absoluta e infalible.

Pueden sobreexcitar el sistema nervioso y producir enfermedades terribles e


incurables.

Pueden, cuando la imaginación golpea y asusta, producir desmayos e incluso


la muerte por accidente cerebrovascular.

No podemos dejar de advertir a los nerviosos y naturalmente exaltados, a las


mujeres, a los jóvenes y a todos aquellos que no están acostumbrados a un
perfecto autocontrol y a comandar su miedo.

Nada es más peligroso que hacer de la magia un hobby, como algunos que la
convierten la diversión de sus tardes. Incluso los experimentos magnéticos,
realizados en tales condiciones, sólo pueden agotar y confundir a los sujetos y
desacreditar a la ciencia. Los misterios de la vida y la muerte no pueden ser
utilizados como un juego con impunidad, y las cosas que deben ser tomadas
en serio, y con la mayor reserva.

Nunca cedas al deseo de convencer por los efectos. Los efectos más
sorprendentes no serán una prueba para las personas que no están
convencidas de antemano. Uno siempre podría atribuirlos a los prodigios
naturales, y ver al mago como un competidor más o menos hábil de Robert
Houdini o Hamilton. Pedir prodigios para creer en la ciencia es mostrarse
indigno o incapaz de la misma. SANCTA SANCTIS.

Nunca presumas de ninguna de las obras que has hecho, aunque hubieras
resucitado a los muertos. Teme la persecución. El gran Maestro siempre
recomendaba silencio a los enfermos que curaba, y si ese silencio se hubiera
guardado fielmente, el iniciador no habría sido crucificado antes de terminar
su obra.

Medita en la duodécima figura de las llaves del Tarot;1 piensa en el gran


símbolo de Prometeo, y guarda silencio.

Todos los Magos que revelaron sus obras murieron violentamente, y muchos
se vieron reducidos al suicidio, como Cardan, Schröpfer, Cagliostro, y tantos
otros.

El mago debe vivir en retiro y no permitir que se le acerquen con facilidad.


Esto está representado por el símbolo de la novena carta del Tarot, donde el
iniciado está representado por un ermitaño envuelto completamente en su
manto.

Sin embargo, este retiro no debe ser un aislamiento completo. Necesita


devociones y amistades, pero debe elegirlas cuidadosamente y mantenerlas a
toda costa.

Debe tener una profesión distinta a la de mago; la magia no es un oficio.

Para poder participar en la magia ceremonial, hay que estar libre de


preocupaciones; hay que ser capaz de obtener todos los instrumentos de la
ciencia y, si es necesario, hacerlos uno mismo; hay que establecer un
laboratorio inaccesible donde no haya que temer ser sorprendido o
perturbado.

Finalmente, y esta es la condición esencial, uno debe saber cómo equilibrar


las fuerzas y contener los impulsos de la propia iniciativa. Esto está
representado por la octava figura de las Llaves de Hermes,2 donde vemos a
una mujer sentada entre dos columnas, sosteniendo una espada en la mano
derecha y una balanza en la otra.

Para equilibrar las fuerzas, es necesario sostenerlas simultáneamente y


hacerlas actuar alternativamente, una doble acción que está representada por
el uso de la balanza.

Este arcano también está representado por las cruces dobles de los pantáculos
de Pitágoras y Ezequiel (ver la siguiente figura), donde las cruces se
equilibran entre sí y los signos planetarios están siempre en posición opuesta.
Así, Venus equilibra los trabajos de Marte, Mercurio modera y realiza los
trabajos del Sol y la Luna, Saturno debe equilibrar a Júpiter. Es a través de
este antagonismo de los antiguos dioses que Prometeo, es decir, el genio de la
ciencia, logró penetrar en el Olimpo y robar el fuego del cielo.

¿Necesitamos hablar más claramente? Cuanto más gentil y tranquilo seas,


más poderosa será tu cólera; cuanto más enérgico seas, más valiosa será tu
gentileza; cuanto más hábil seas, mejor te beneficiarás de tu inteligencia, e
incluso de tus virtudes; cuanto más indiferente seas, más fácil te será ser
amado. Esto se experimenta en el orden moral y se realiza rigurosamente en
la esfera de la acción. Las pasiones humanas producen inevitablemente,
cuando no están dirigidas, efectos contrarios a su deseo desenfrenado. El
amor excesivo produce antipatía; el odio ciego se anula y se castiga a sí
mismo; la vanidad lleva a la degradación y a las más crueles humillaciones.
El gran Maestro reveló así un misterio de la ciencia mágica positiva cuando
dijo: “¿Queréis apilar carbones encendidos en la cabeza de quien os ha hecho
daño?, perdonadle y hacedle el bien”. Puede decirse que tal perdón es
hipócrita y se parece mucho a una venganza refinada. Pero hay que recordar
que el mago es soberano. Y un gobernante nunca se venga, ya que tiene el
derecho de castigar. Cuando ejerce este derecho cumple con su deber, y es
tan implacable como la justicia. Notemos, además, para que nadie
malinterprete el sentido de mis palabras, que se trata de castigar el mal con el
bien y de oponer la dulzura a la violencia. Si el ejercicio de la virtud es un
flagelo para el vicio, nadie tiene derecho a pedir que se le perdone o que se
apiade de su honestidad y su dolor.

El que se complace en los trabajos de la ciencia debe hacer ejercicio


moderado todos los días, abstenerse de vigilias prolongadas y seguir una
dieta sana y regular. Debe evitar las emanaciones cadavéricas, la proximidad
de aguas estancadas, alimentos indigestos o impuros. Debe sobre todo
distraerse cada día de las preocupaciones mágicas por los cuidados
materiales, o por las obras del arte, la industria, o incluso el comercio. La
manera de ver bien no es mirar constantemente, y quien pasara su vida
concentrado siempre en el mismo objetivo terminaría por no alcanzarlo
jamás.

Una precaución que nunca debe abandonarse es no operar nunca cuando se


está enfermo,

Las ceremonias, que son, como hemos dicho, el medio artificial de crear los
hábitos de la voluntad, dejan de ser necesarias cuando se siguen estos hábitos.
Es en este sentido, y dirigiéndose sólo a los adeptos perfectos, que Paracelso
proscribe el trabajo ceremonial en su filosofía oculta. Pero los trabajos deben
ser simplificados gradualmente, antes de omitirlos por completo, según la
experiencia que se pueda obtener de los poderes adquiridos y el hábito
establecido en el ejercicio de la voluntad extranatural.

Notas
1. El Colgado.
2. Se refiere a La Justicia, la octava carta del Tarot.
IX – El Ceremonial de los Iniciados

La ciencia es preservada a través del silencio y perpetuada a través de la


iniciación. La ley del silencio, por lo tanto, solo es absoluta e inviolable en
relación con la multitud no iniciada. La ciencia sólo puede ser transmitida a
través del habla. Por lo tanto, los sabios a veces deben hablar.

Sí, los sabios deben hablar, no para decir, sino para guiar a otros a encontrar.
Noli ire, fac venire,1 era el lema de Rabelais, quien, poseyendo todas las
ciencias de su tiempo, no podía ignorar la magia.

Así que aquí tenemos que revelar los misterios de la iniciación.

El destino del hombre es, como hemos dicho, hacerse o crearse a sí mismo;
es y será el hijo de sus obras por el tiempo y por la eternidad.

Todos los hombres están llamados a competir; pero el número de los


elegidos, es decir, de los que triunfan, es siempre pequeño; es decir, los
hombres que desean ser algo son muchos, pero los hombres de la élite son
siempre pocos.

Ahora bien, el gobierno del mundo pertenece por derecho a los hombres de
élite, y cuando algún mecanismo o usurpación impide que les pertenezca de
hecho, se produce un cataclismo político o social.

Los hombres que son dueños de sí mismos se hacen fácilmente dueños de los
demás; pero pueden obstaculizarse entre sí si no reconocen las leyes de la
disciplina y la jerarquía universales.

Para someterse a la misma disciplina, es necesario tener una comunión de


ideas y deseos, y esta comunión sólo puede lograrse a través de una religión
común basada en los fundamentos mismos de la inteligencia y la razón.

Esta religión siempre ha existido en el mundo, y es la única que puede ser


llamada infalible, indefectible y verdaderamente católica, es decir, universal.
Esta religión, de la cual todas las demás han sido sucesivamente velos y
sombras, es la que demuestra el ser por el ser, la verdad por la razón, la razón
por la evidencia y el sentido común.

Es la que prueba por las realidades la razón de ser de las hipótesis, y la que
no permite razonar sobre las hipótesis independientemente y fuera de las
realidades.

Es la que se basa en el dogma de las analogías universales, pero que nunca


confunde las cosas de la ciencia con las de la fe. Nunca puede ser admitido
por la fe que dos más uno sean más o menos que tres; que, en la física, el
contenido sea mayor que el contenedor; que un cuerpo sólido, como sólido,
pueda comportarse como un cuerpo fluido o gaseoso; que un cuerpo humano,
por ejemplo, pueda pasar a través de una puerta cerrada sin operar una
disolución ni una apertura. Decir que se cree tal cosa es hablar como un niño
o como un loco; pero no tiene menos sentido definir lo desconocido y
razonar, de hipótesis en hipótesis, hasta el punto de negar lo obvio para
afirmar suposiciones imprudentes. El sabio afirma lo que sabe, y cree en lo
que ignora sólo de acuerdo con la medida de las necesidades conocidas y
razonables de la hipótesis.

Pero esta religión razonable no puede ser la religión de la multitud, para la


cual se necesitan fábulas, misterios, esperanzas definidas y terrores
motivados materialmente.

Es por eso que el sacerdocio se ha establecido en el mundo. Ahora, el


sacerdocio es reclutado a través de la iniciación.

Las formas religiosas perecen cuando la iniciación cesa en el santuario, ya


sea por la revelación o el descuido y el olvido de los misterios sagrados.

Las revelaciones gnósticas, por ejemplo, han distanciado a la iglesia cristiana


de las altas verdades de la Cábala, que contiene todos los secretos de la
teología trascendental. Además, desde que los ciegos se han convertido en
líderes de otros ciegos, ha habido grandes tinieblas, grandes caídas y
escándalos deplorables; entonces los libros sagrados, cuyas claves son todas
cabalísticas, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, se han vuelto tan
ininteligibles para los cristianos que los pastores han considerado con razón
necesario prohibir a los simples fieles que los lean. Tomados al pie de la letra
y entendidos materialmente, estos libros no serían, como la escuela de
Voltaire demostró muy bien, más que una red inconcebible de absurdos y
escándalos.

Lo mismo ocurre con todos los antiguos dogmas, con sus brillantes teogonías
y leyendas poéticas. Decir que los antiguos en Grecia creían en las aventuras
amorosas de Júpiter, o que en Egipto adoraban al cinocéfalo y el gavilán
como dioses reales y vivientes, es mostrar tanta ignorancia y mala fe como
sería el sostener que los cristianos adoran a un triple Dios, que consiste en un
anciano, un hombre torturado y una paloma. La falta de inteligencia de los
símbolos siempre es calumniosa. Por eso debemos tener cuidado de no
burlarnos de las cosas que no conocemos al principio, cuando su afirmación
parece implicar algún absurdo o incluso alguna singularidad; sería tan
absurdo como admitirlas sin discusión y sin examen.

Antes de que algo nos guste o nos disguste, hay una verdad, es decir, una
razón, y es por esta razón que nuestras acciones deben ser reguladas más que
por nuestro placer, si queremos crear, tenemos la inteligencia, que es la razón
de ser de la inmortalidad, y la justicia, que es la ley.

El hombre, siendo verdaderamente humano, sólo puede querer lo que debe


hacer de manera razonable y justa, y por eso impone silencio a la lujuria y al
miedo, para escuchar sólo a la razón.

Tal hombre es un rey natural y un sacerdote espontáneo para las multitudes


errantes. Es por eso que el objeto de las antiguas iniciaciones se llamaba tanto
arte sacerdotal como real.

Las antiguas asociaciones mágicas eran seminarios de sacerdotes y reyes, y


uno sólo podía ser admitido en ellas por obras verdaderamente sacerdotales y
reales, es decir, colocándose por encima de todas las debilidades de la
naturaleza.

No repetiremos aquí lo que puede encontrarse por todas partes sobre las
iniciaciones egipcias, perpetuadas, aunque debilitadas, en las sociedades
secretas de la Edad Media. El radicalismo cristiano, basado en la falsa
inteligencia de estad palabras: “tienes un solo padre y un solo maestro, y
todos sois hermanos”, ha dado un terrible golpe a las jerarquías sagradas.
Desde entonces, las dignidades sacerdotales se han convertido en el resultado
de la intriga o el azar. La mediocridad activa ha sido capaz de suplantar la
superioridad modesta, y por lo tanto no reconocida, y sin embargo, como la
iniciación es una ley esencial de la vida religiosa, se formó una sociedad
instintivamente mágica en la decadencia del poder papal, y pronto concentró
dentro de sí todo el poder del cristianismo, porque comprendida vagamente,
ejercía positivamente, el poder jerárquico a través de las pruebas de la
iniciación y la omnipotencia de la fe en la obediencia pasiva.

¿Qué hacía, de hecho, el receptor en las viejas iniciaciones? Entregaba su


vida y su libertad por completo a los amos de los templos de Tebas o de
Menfis; avanzaba resueltamente a través de terrores sin número que podían
hacerle suponer un ataque premeditado contra él mismo; cruzaba piras
ardientes, nadaba a través de torrentes de agua negra e hirviente, se colgaba
de básculas de funcionamiento desconocido, sobre precipicios sin fondo…
¿No era esto una obediencia ciega en toda la fuerza de ese término?
Renunciar momentáneamente a la libertad para lograr la emancipación es el
ejercicio más perfecto de la libertad, ¿no es así? Esto es lo que deben hacer y
siempre han hecho los que aspiran al sanctasanctórum de la omnipotencia
mágica. Los seguidores de Pitágoras se condenaban a un riguroso silencio de
muchos años; incluso los seguidores de Epicuro comprendían la soberanía del
placer sólo por la sobriedad adquirida y la templanza calculada. La vida es
una guerra en la que hay que probarse a uno mismo para subir de rango, la
fuerza no se regala, hay que tomarla.

La iniciación a través de la lucha y las pruebas es por lo tanto indispensable


para llegar a la ciencia práctica de la magia. Ya hemos dicho cómo se puede
triunfar sobre las cuatro formas elementales; no volveremos sobre este punto,
y remitimos a aquellos de nuestros lectores que quieran conocer las
ceremonias de las antiguas iniciaciones a las obras del barón Tschoudy, autor
de la Estrella Flamígera de la masonería adonhiramita y de varios otros
textos masónicos muy valiosos.

Debemos insistir aquí en una reflexión, el caos intelectual y social en medio


del cual perecemos se debe a la negligencia de la iniciación, sus pruebas y
misterios. Los hombres en los que el celo era más fuerte que la ciencia,
impresionados por las máximas populares del Evangelio, creían en la
primitiva y absoluta igualdad de los hombres. Un famoso hombre alucinado,
el elocuente y desafortunado Rousseau, propagó con toda la magia de su
estilo la paradoja de que la sociedad por sí sola deprava a los hombres, como
si se dijera que la competencia y la emulación del trabajo hacen perezosos a
los trabajadores. La ley esencial de la naturaleza, la de la iniciación por las
obras y del progreso laborioso y voluntario ha sido fatalmente mal entendida;
la masonería ha tenido sus desertores, como el catolicismo tuvo los suyos.
¿Cuál fue el resultado? La sustitución de un nivel de hierro forjado por un
nivel intelectual y simbólico. ¿Predicar la igualdad a los que están abajo sin
decirles cómo pueden ascender no es comprometerse a bajar? Así que
bajamos, y tuvimos el reinado de la carmañola, los descamisados y de Marat.

Para levantar a la sociedad vacilante y caída, hay que restablecer la jerarquía


y la iniciación. Es una tarea difícil, pero todo el que es inteligente ya siente la
necesidad de emprenderla. ¿Tendrá el mundo que pasar por otro diluvio?
Deseamos fervientemente que eso no suceda; y este libro, quizás el más
grande pero no el último de nuestros atrevimientos, es un llamado a todos los
que aún están vivos, para restaurar la vida en medio de la decadencia y la
muerte.

Notas
1. No te vayas, no vengas.
X – La Clave del Ocultismo

Profundicemos ahora en la cuestión de los pantáculos, pues ahí reside toda la


virtud mágica, ya que el secreto de la fuerza está en la inteligencia que la
dirige.

No volveremos a los pantáculos de Pitágoras y Ezequiel, cuya explicación y


figura ya hemos dado; probaremos en otro capítulo que todos los
instrumentos de culto hebreo eran pantáculos, y que Moisés escribió en oro y
bronce en el tabernáculo y todos sus accesorios la primera y la última palabra
de la Biblia. Pero cada mago puede y debe tener su propio pantáculo
particular, ya que un pantáculo, por supuesto, es el resumen perfecto de un
espíritu.

Por eso encontramos en los calendarios mágicos de Ticho-Brahe y


Duchenteau los pantáculos de Adán, Job, Jeremías, Isaías y todos los demás
grandes profetas que fueron, cada uno en su época, los reyes de la Cábala y
los grandes rabinos de la ciencia.

El pantáculo, al ser una síntesis completa y perfecta, expresada por un solo


signo, sirve para reunir toda la fuerza intelectual en una mirada, en un
recuerdo, en un contacto. Es como un punto de apoyo para proyectar la
voluntad con fuerza. Los nigromantes y los goétianos solían trazar sus
pantáculos infernales en la piel de las víctimas que inmolaban. Las
ceremonias de la inmolación, la forma de despellejar al niño, luego salar,
secar y blanquear la piel, se encuentran en varias clavículas y grimorios.
Algunos cabalistas hebreos cayeron en las mismas locuras, sin recordar las
maldiciones pronunciadas en la Biblia contra los que sacrifican en lugares
altos o en las cuevas de la tierra. Todo derramamiento de sangre operado
ceremoniosamente es abominable e impío, y desde la muerte de Adonhiram
la Sociedad de Verdaderos Adeptos aborrece la sangre, Ecclesia aborrece la
sangre.

El simbolismo iniciático de los pantáculos adoptados en todo el Oriente es la


clave de todas las mitologías antiguas y modernas. Si uno no conoce el
alfabeto jeroglífico, se perderá en la oscuridad de los Vedas, el Zend-Avesta
y la Biblia. El árbol que genera el bien y el mal, la única fuente de los cuatro
ríos, uno de los cuales riega la tierra con oro, es decir, luz, y el otro fluye a
través de Etiopía o el reino de la noche; la serpiente magnética que seduce a
la mujer y la mujer que seduce al hombre, revelando así la ley de la atracción;
luego el Querubín o Esfinge colocada a la puerta del santuario edénico con la
espada flamígera de los guardianes del símbolo, luego la regeneración a
través del parto, y el nacimiento a través del dolor, la ley de las iniciaciones y
las pruebas; la división de Caín y Abel idéntica al símbolo de la lucha de
Auteros y Eros; el arca llevada sobre las aguas del diluvio como el cofre de
Osiris, el cuervo negro que no vuelve, y la paloma blanca que vuelve, una
nueva emisión del dogma antagónico y equilibrado; todas estas magníficas
alegorías cabalísticas del Génesis, que, tomadas al pie de la letra y aceptadas
como historias reales, merecerían aún más burla y desprecio del que les dio
Voltaire, se vuelven luminosas para el iniciado, que entonces saluda con
entusiasmo y amor la perpetuidad del verdadero dogma y la universalidad de
la misma iniciación en todos los santuarios del mundo.

Los cinco libros de Moisés, la profecía de Ezequiel y el Apocalipsis de San


Juan son las tres claves cabalísticas de todo el edificio bíblico. Las esfinges
de Ezequiel, idénticas a las del santuario y el arca, son una reproducción
cuádruple del cuaternario egipcio; sus ruedas, que giran una dentro de la otra,
son las esferas armoniosas de Pitágoras; el nuevo templo, cuyo plano da en
todas sus medidas cabalísticas, es el tipo de trabajo de la masonería primitiva.
San Juan, en su Apocalipsis, reproduce las mismas imágenes y números, y
reconstruye idealmente el mundo edénico en la nueva Jerusalén; pero en la
fuente de los cuatro ríos, el cordero solar ha reemplazado al misterioso árbol.
La iniciación por el trabajo y por la sangre se ha completado, y ya no hay un
templo porque la luz de la verdad se ha extendido universalmente y el mundo
se ha convertido en el templo de la justicia.

Este espléndida visión final de las Sagradas Escrituras, esta divina utopía, que
la Iglesia ha referido, con razón, a su realización en una vida mejor, ha sido el
escollo de todas las antiguas herejías y de muchos ideólogos modernos. La
emancipación simultánea y la igualdad absoluta de todos los hombres
presupone la cesación del progreso y, por consiguiente, de la vida; en la tierra
de los iguales no puede haber más niños ni ancianos; por lo tanto, no se
puede permitir el nacimiento ni la muerte. Esto es suficiente para probar que
la Nueva Jerusalén no es más de este mundo que el paraíso primitivo, donde
ni el bien ni el mal, la libertad, la generación o la muerte se conocerían; así
que el ciclo de nuestro simbolismo religioso comienza y termina en la
eternidad.

Dupuis y Volney dedicaron mucha erudición a descubrir esta identidad


relativa de todos los símbolos, y llegaron a la negación de todas las
religiones. Por la misma razón, llegamos a una afirmación diametralmente
opuesta, y reconocemos con admiración que nunca ha habido falsas
religiones en el mundo civilizado; que la luz divina, ese esplendor de la razón
suprema del Logos, del Verbo, que ilumina a todo hombre que viene al
mundo, no le ha faltado más a los hijos de Zoroastro que a las fieles ovejas de
San Pedro; que la revelación permanente, única y universal, está escrita en la
naturaleza visible, se explica en la razón y se completa con las sabias
analogías de la fe; que finalmente sólo hay una religión verdadera, un dogma
y una creencia legítima, así como sólo hay un Dios, una razón y un universo;
que la revelación no es oscura para nadie, ya que todos entienden poco o
mucho sobre la verdad y la justicia, y ya que todo lo que puede ser debe ser
sólo análogo a lo que es SER ES SER:

Las figuras, de apariencia tan extraña, presentadas en el Apocalipsis de San


Juan, son jeroglíficos, como los de todas las mitologías orientales, y pueden
ser encerradas en una serie de pantáculos. El iniciador vestido de blanco, de
pie entre los siete candelabros dorados y con siete estrellas en la mano,
representa el singular dogma de Hermes y las analogías universales de la luz.

La mujer vestida de sol y coronada con doce estrellas es la Isis del reino
celestial, la Gnosis cuyo hijo quiere devorar la serpiente de la vida material;
pero ella toma las alas de un águila y huye al desierto, una protesta del
espíritu profético contra el materialismo de la religión oficial.

El colosal ángel cuyo rostro es un sol, cuya aureola es un arco iris, cuya
vestimenta es una nube, cuyas piernas son columnas de fuego, y que pone un
pie en la tierra y el otro en el mar, es un verdadero Panteón cabalístico,
Sus pies representan el equilibrio de Briah o el mundo de las formas; sus
piernas son las dos columnas del templo masónico Jachin y Boaz; su cuerpo,
velado de nubes, del que sale una mano que sostiene un libro, es la esfera de
Jezirah o las pruebas iniciáticas; la cabeza solar, coronada por el septenario
luminoso, es el mundo de Aziluth o la revelación perfecta, y uno no puede
sorprenderse demasiado de que los cabalistas hebreos no reconocieran y
divulgaran este simbolismo, que vincula tan estrecha e inseparablemente los
más altos misterios del cristianismo con el secreto pero invariable dogma de
todos los maestros de Israel.

La bestia de siete cabezas es, en el simbolismo de San Juan, la negación


material y antagónica del septenario luminoso, la prostituta de Babilonia
corresponde de la misma manera a la mujer vestida de sol; los cuatro jinetes
son análogos a los cuatro animales alegóricos; los siete ángeles con sus siete
trompetas, siete copas y siete espadas caracterizan la lucha absoluta del bien
contra el mal por la palabra, por la asociación religiosa y por la fuerza. Así,
los siete sellos del libro oculto se abren sucesivamente y se logra la iniciación
universal. Los comentaristas que han buscado algo más en este libro de alta
Cábala han desperdiciado su tiempo y esfuerzo para hacer el ridículo. Ver a
Napoleón en el ángel Apollyon, a Lutero en la estrella fugaz, a Voltaire y a
Rousseau en las langostas armadas en las guerras es una gran fantasía. Lo
mismo sucede con toda la violencia ejercida sobre los nombres de los
famosos para hacer que contengan en algunas cifras el fatal 666 que hemos
explicado suficientemente; y cuando se piensa que aquellos hombres
llamados Bossuet y Newton se divirtieron con estas quimeras, se comprende
que la humanidad no es tan maliciosa en su genio como podría suponerse por
el aspecto de sus vicios.
XI – La Triple Cadena

El gran trabajo en la magia práctica, después de la educación de la voluntad y


la creación personal del mago, es la formación de la cadena magnética, y este
secreto es verdaderamente el del sacerdocio y la realeza.

Formar la cadena magnética es dar lugar a una corriente de ideas que


promueve la fe y que provoca un gran número de voluntades en un
determinado círculo de manifestaciones a través de los hechos. Una cadena
bien formada es como un torbellino que arrastra y absorbe todo.

La cadena puede establecerse de tres maneras: por signos, por la palabra y


por contacto. La cadena se establece por medio de signos haciendo que el
público adopte un signo como representante de una fuerza. Así es como todos
los cristianos se comunican entre sí a través del signo de la cruz, los masones
a través del signo de la escuadra bajo el sol, los magos a través del signo del
microcosmos que se hace con los cinco dedos extendidos, etc.

Los signos, una vez recibidos y propagados, adquieren fuerza por sí mismos.
La vista y la imitación de la señal de la cruz fue suficiente en los primeros
siglos para hacer proselitismo en el cristianismo. La llamada medalla
milagrosa aún hoy en día ha provocado un gran número de conversiones por
la misma ley magnética. La visión e iluminación del joven israelita Alfonso
de Ratisbona fue la más notable de su clase. La imaginación es creativa, no
sólo dentro de nosotros, sino fuera de nosotros, a través de nuestras
proyecciones fluidas, y los fenómenos del laberinto de Constantino y la cruz
de Migné no deben atribuirse a otras causas.

La cadena mágica de la palabra estaba representada, entre los antiguos, por


las cadenas de oro que salían de la boca de Hermes. Nada es igual a la
electricidad de la elocuencia. La palabra crea la más alta inteligencia dentro
de las muchedumbres más ignorantes y groseras. Incluso aquellos que están
demasiado lejos para escuchar, entienden por simpatía y son arrastrados con
la multitud. Pedro el Ermitaño sacudió Europa gritando: ¡Dios lo quiere! Una
sola palabra del Emperador electrificó su ejército e hizo a Francia invencible.
Proudhon destruyó al socialismo con su famosa paradoja: “la propiedad es un
robo”. A menudo sólo se necesita una palabra para derrocar un poder.
Voltaire lo sabía bien, el que puso el mundo patas arriba con su sarcasmo.
Así que él, que no temía ni a los papas, ni a los reyes, ni al parlamento ni a
las bastillas, tenía miedo de un juego de palabras.

Estamos muy cerca de cumplir la voluntad del hombre cuyas palabras


repetimos.

La tercera forma de establecer la cadena mágica es a través del contacto.


Entre las personas que se ven a menudo, la cabeza de la corriente pronto se
revela, y el más fuerte pronto absorbe a los demás; el contacto directo y
positivo de mano en mano completa la armonía de las disposiciones; y por
eso es una marca de simpatía e intimidad. Los niños, que son guiados
instintivamente por la naturaleza, hacen la cadena magnética jugando al corro
o en círculos. Entonces la alegría circula y la risa florece. Las mesas redondas
también son más propicias para los banquetes alegres que cualquier otra
forma de evento. La gran ronda de los Sabbats que ponía fin a los misteriosos
encuentros de los seguidores medievales, era una cadena mágica que unía a
todos en la misma voluntad y en las mismas obras; la formaban colocándose
espalda con espalda y tomándose de la mano, mirando afuera del círculo, en
imitación de esas antiguas danzas sagradas cuyas imágenes aún se pueden
encontrar en los bajorrelieves de los antiguos templos. Las pieles eléctricas de
lince, pantera e incluso el gato doméstico estaban, en imitación de las
antiguas bacanales, adheridas a su ropa. De aquí viene la tradición de que en
el Sabbat, los participantes llevaban un gato colgado de su cinturón, y que
bailaban con él.

El fenómeno de las mesas giratorias y parlantes fue una manifestación


fortuita de la comunicación fluida por medio de la cadena circular; luego se
involucró la mistificación, e incluso personas educadas e inteligentes se
apasionaron tanto por esta novedad que fueron mistificados y se dejaron
engañar por su entusiasmo. Los respuestas oraculares de las mesas eran
respuestas sugeridas más o menos voluntariamente o logradas al azar; se
asemejaban a los discursos que uno hace o escucha en los sueños. Los otros
fenómenos más extraños podrían ser productos externos de la imaginación
común. No negamos, sin duda, la posible intervención de los espíritus
elementales en estas manifestaciones, como en las de la divinidad, por medio
de las cartas o de sueños; pero no creemos que esto esté probado de ninguna
manera, y nada puede obligarnos a admitirlo.

Uno de los poderes más extraños de la imaginación humana es el de la


realización de los deseos de la voluntad, o incluso sus aprehensiones y
temores. Es fácil creer lo que uno teme o desea, como dice el refrán, y tiene
razón, porque el deseo y el miedo dan a la imaginación un poder de
realización cuyos efectos son incalculables.

¿Cómo se contrae la enfermedad a la que se teme, por ejemplo? Ya hemos


informado las opiniones de Paracelso sobre este tema, y hemos establecido en
nuestro Dogma las leyes ocultas observadas por la experiencia; pero en las
corrientes magnéticas y a través de la cadena, las realizaciones son todas más
extrañas, porque casi siempre son inesperadas cuando la cadena no está
formada por un líder inteligente, simpático y fuerte. Son el resultado de
combinaciones puramente fatales y fortuitas. El miedo vulgar de los
comensales supersticiosos cuando se encuentran trece en la mesa, y la
convicción de que alguna desgracia amenaza a los más jóvenes y débiles
entre ellos, es, como la mayoría de las supersticiones, un remanente de la
ciencia mágica. El duodenario, al ser un número completo y cíclico en las
analogías universales de la naturaleza, siempre arrastra y absorbe el
decimotercero, un número considerado desafortunado y superfluo. Si el
círculo de una piedra de molino está representado por doce, el número trece
será el del grano que tiene que moler. Los antiguos habían establecido sobre
consideraciones similares la distinción entre números felices e infelices, a
partir de la cual se observaban los días de buen y mal augurio. Es en estos
asuntos especialmente, que la imaginación es creativa, y los números y los
días no dejan de ser buenos o malos para aquellos que creen en su influencia.
Es por lo tanto con buena razón que el cristianismo ha proscrito las ciencias
adivinatorias, ya que, al reducir así el número de posibilidades fatales, ha
dado más recursos y más imperio a la libertad.

La imprenta es un instrumento admirable para formar la cadena mágica a


través de la extensión del habla. En efecto, ningún libro se pierde; la palabra
escrita siempre llega a donde debe ir, y las aspiraciones del pensamiento
atraen a la palabra hablada. Lo experimentamos cien veces durante nuestra
iniciación mágica, los libros más raros siempre se nos ofrecieron sin ninguna
búsqueda por nuestra parte tan pronto como se volvían indispensables para
nosotros. Así encontramos intacta esa ciencia universal que muchos eruditos
creían enterrada bajo muchos cataclismos sucesivos; así entramos en la gran
cadena mágica que comienza con Hermes o Enoc y solo termina con el
mundo. Entonces hemos podido evocar y hacer presentes los espíritus de
Apolonio, Plotino, Sinesio, Paracelso, Cardan, Cornelio Agripa, y tantos
otros, más o menos conocidos, pero demasiado famosos religiosamente para
ser nombrados a la ligera. Continuaremos con su gran trabajo, que otros
asumirán después de nosotros. ¿Pero quién podrá concluirlo?
XII – La Gran Obra

Ser siempre rico, siempre joven y jamás morir, este fue el sueño de todos los
tiempos de los alquimistas.

Convertir el plomo, el mercurio y todos los demás metales en oro, tener la


medicina universal y el elixir de la vida: este es el problema que hay que
resolver para cumplir ese deseo y hacer realidad ese sueño.

Como todos los misterios mágicos, los secretos de la gran obra tienen un
triple significado: son religiosos, filosóficos y naturales.

El oro filosófico, en la religión, es la razón absoluta y suprema; en la


filosofía, es la verdad; en la naturaleza visible, es el Sol; en el mundo
subterráneo y mineral, es el oro más perfecto y puro.

Por eso la búsqueda de la gran obra se llama la búsqueda del absoluto, y esta
misma obra se llama la obra del Sol.

Todos los maestros de la ciencia reconocen que es imposible llegar a


resultados materiales si no se han encontrado todas las analogías de la
medicina universal y la piedra filosofal en los dos grados superiores.

Así que, dicen, el trabajo es simple, fácil y barato; de lo contrario consume


inútilmente la fortuna y la vida de los practicantes.

Para el alma, la medicina universal es la razón suprema y la justicia absoluta;


para el espíritu, es la verdad matemática y práctica; para el cuerpo, es la
quintaesencia, que es una combinación de luz y oro.

La materia prima del gran trabajo, en el mundo superior, es el entusiasmo y la


actividad; en el mundo intermedio, es la inteligencia y la industria; en el
mundo inferior, es el trabajo; y en la ciencia, es el azufre, el mercurio y la sal,
que, a su vez, volatilizados y fijos, constituyen el azoth de los sabios.

El azufre corresponde a la forma elemental del fuego, el mercurio al aire y al


agua, y la sal a la tierra.

Todos los maestros de la alquimia que escribieron sobre la gran obra


utilizaron expresiones simbólicas y figurativas, y tuvieron que hacerlo tanto
para mantener a los legos alejados del trabajo que era peligroso para ellos
como para hacerse oír por sus seguidores, revelando al mundo entero las
analogías que rigen el único y soberano dogma de Hermes.

Así, para ellos, el oro y la plata son el rey y la reina, o la Luna y el Sol; el
azufre es el águila voladora; el mercurio es el hombre andrógino alado y
barbado en un cubo coronado de llamas; el material o la sal es el dragón
alado; los metales hirvientes son leones de varios colores; y toda la obra tiene
como símbolo el pelícano y el fénix.

El arte hermético es, por lo tanto, al mismo tiempo una religión, una filosofía
y una ciencia natural. Como religión, es la religión de los antiguos Magos y
de las iniciados de todos los tiempos; como filosofía, sus principios se
encuentran en la escuela alejandrina y en las teorías de Pitágoras; como
ciencia, debemos pedir a Paracelso, Nicolás Flamel y Raimundo Lulio sus
principios.

La ciencia es real sólo para aquellos que aceptan y entienden la filosofía y la


religión, y sus procedimientos sólo pueden tener éxito para el adepto que ha
alcanzado la voluntad soberana, y así se convierte en el rey del mundo
elemental. Porque el gran agente del funcionamiento del Sol es esa fuerza
descrita en el símbolo de Hermes en la Tabla Esmeralda; es el poder mágico
universal; es el motor espiritual ígneo; es el OD, según los hebreos, y la luz
astral, siguiendo la expresión que hemos adoptado en esta obra.

Este es el fuego secreto, viviente y filosófico, del que todos los filósofos
herméticos sólo hablan con las más misteriosas reservas; este es el esperma
universal del que han guardado el secreto, y que sólo representan bajo la
figura del caduceo de Hermes.

He aquí, pues, los grandes arcanos herméticos. Los revelamos aquí por
primera vez con claridad y sin figuras místicas. Lo que los adeptos llaman
materia muerta son los cuerpos tal como se encuentran en la naturaleza; la
materia viva son las sustancias asimiladas y magnetizadas por la ciencia y la
voluntad del operador.

Así que la gran obra es algo más que una operación química, es una
verdadera creación del verbo humano iniciado en el poder del propio verbo
de Dios.

Este texto, hebreo, que transcribimos como prueba de la autenticidad y


realidad de nuestro descubrimiento, es del rabino judío Abraham, el maestro
de Nicolás Flamel, y se encuentra en su comentario oculto sobre el Séfer
Ietzirá, el libro sagrado de la Cábala. Este comentario es muy raro, pero los
simpáticos poderes de nuestra cadena han encontrado una copia que se ha
conservado hasta 1643 en la biblioteca de la iglesia protestante de Rouen.
Está escrito en la primera página: Ex dono; luego un nombre ilegible: Dei
magni.

La creación del oro en la gran obra se hace por transmutación y


multiplicación.

Raimundo Lulio dice que, para hacer oro, se necesita oro y mercurio; para
hacer plata, se necesita plata y mercurio. Luego añade: “Me refiero al
mercurio, ese espíritu mineral tan fino y puro que dora hasta la semilla de oro
y la semilla de plata”. Sin duda, está hablando del OD o la luz astral.

La sal y el azufre se utilizan en el trabajo sólo para la preparación del


mercurio, y es con mercurio, sobre todo, que el Agente Magnético debe ser
asimilado. Paracelso, Raimundo Lulio y Nicolás Flamel parecen ser los
únicos que han conocido este misterio a la perfección. Basile Valentín y
Trevisan lo indican de una manera imperfecta, que puede ser interpretada de
manera diferente. Pero las cosas más curiosas que hemos encontrado sobre
este tema están indicadas por figuras místicas y leyendas mágicas en un libro
de Henri Khunrath titulado: Amphitheatrum Sapientae Aeternae.

Khunrath representa y resume las escuelas gnósticas más eruditas, y está


simbólicamente relacionado con el misticismo de Synesius. Afecta al
cristianismo en expresiones y signos; pero es fácil reconocer que su Cristo es
el Cristo de Abraxas, el pentagrama luminoso que irradia en la cruz
astronómica, la encarnación en la humanidad del Rey Sol celebrada por el
Emperador Juliano; es la manifestación luminosa y viva de ese Ruach-
Elohim que, siguiendo a Moisés, cubrió y trabajó la superficie de las aguas
para hacer el mundo sano; es el hombre-Sol, es el rey de la luz, es el supremo
mago, maestro y conquistador de la serpiente, y encuentra en la cuádruple
leyenda de los evangelistas la clave alegórica de la gran obra. En uno de los
paneles de su libro mágico, representa la piedra filosofal en medio de una
fortaleza rodeada por un recinto con veinte puertas sin salida. Sólo una
conduce al santuario de la gran obra. Sobre la piedra hay un triángulo
apoyado en un dragón alado, y en la piedra está grabado el nombre de Cristo,
que describe como una imagen simbólica de toda la naturaleza. “Sólo a través
de él”, añade, “se puede lograr la medicina universal para los hombres,
animales, plantas y minerales”. El dragón alado, dominado por el triángulo,
representa por lo tanto al Cristo de Khunrath, es decir, a la inteligencia
soberana de la luz y la vida. Este es el secreto del pentagrama, el mayor
misterio dogmático y práctico de la magia tradicional. De aquí al gran y
siempre incomunicable arcano hay un solo paso.

Las figuras cabalísticas del judío Abraham, que dio a Flamel la iniciativa de
la ciencia, no son otra cosa que las veintidós claves del Tarot, imitadas y
resumidas en las doce claves por Basilio Valentín. El Sol y la Luna
reaparecen allí bajo las figuras del emperador y la emperatriz; Mercurio es el
Mago; el gran Hierofante es el seguidor o el abstractor de la quintaesencia; la
Muerte, el Juicio, el Amor, el Dragón o el Diablo, el Ermitaño o el Anciano
Cojo, y finalmente todos los demás símbolos se encuentran allí con sus
principales atributos y casi en el mismo orden. No podía ser de otra manera,
ya que el Tarot es el libro primitivo y la piedra angular de las ciencias del
culto ocular, debe ser hermético ya que es cabalístico, mágico y teosófico.
Por lo tanto, encontramos en la reunión de sus claves duodécima y vigésima
segunda, superpuestas una sobre otra, la revelación jeroglífica de nuestra
solución a los misterios de la gran obra.

La duodécima clave representa a un hombre que cuelga de un pie de una


horca formada por tres árboles o palos que forman la figura de la letra hebrea
‫ ;ח‬los brazos del hombre forman un triángulo con su cabeza, y toda su forma
jeroglífica es la de un triángulo al revés coronado por una cruz, un símbolo
alquímico conocido por todos los seguidores y que representa la realización
de la gran obra.

La clave vigésimo segunda, que lleva el número 21 porque el Loco, que la


precede en el orden cabalístico, no lleva número, representa a una joven
deidad ligeramente velada, corriendo dentro de en una corona floreciente
sostenida en las cuatro esquinas por los cuatro animales de la cábala. Esta
deidad tiene una varita en cada mano en el Tarot italiano, y en el Tarot de
Besançon, une dos varitas en una mano y coloca la otra mano en su muslo,
también notables símbolos de acción magnética, ya sea polarizados
alternativamente o simultáneamente en oposición y transmisión.

La gran obra de Hermes es, por lo tanto, una operación esencialmente


mágica, y la más elevada de todas, porque presupone lo absoluto en la ciencia
y en la voluntad. Hay luz en el oro, oro en la luz, y luz en todas las cosas. La
voluntad inteligente que asimila la luz dirige así las operaciones de la forma
sustancial, y utiliza la química sólo como un instrumento muy secundario. La
influencia de la voluntad y la inteligencia humanas en las operaciones de la
naturaleza, dependiendo en parte de su trabajo, es tan real que todos los
alquimistas serios han tenido éxito debido a su conocimiento y fe, y han
reproducido su pensamiento en el fenómeno de la fusión, salificación y
recomposición de los metales. Agrippa, un hombre de inmensa erudición y
hermoso genio, pero puro filósofo y escéptico, no podía ir más allá de los
límites del análisis y la síntesis de los metales. Etteilla, confundido cabalista,
oscurecido, caprichoso, pero perseverante, reprodujo en la alquimia las
rarezas de su Tarot, incomprendido y desfigurado; los metales adquirieron
formas singulares en sus crisoles que excitaron las curiosidades de todo París,
sin otro resultado para la fortuna del operador que los honores que exigía a
sus visitantes. Un oscuro soplador del fuelle de nuestro tiempo, que murió
loco, el pobre Louis Cambriel, realmente curaba a sus vecinos, y resucitó,
según la opinión de todo su vecindario, a un herrero que era su amigo. Para
él, el trabajo en metal tomó las formas más inconcebibles y aparentemente
más ilógicas. Un día vio en su crisol la figura de Dios, incluso incandescente
como el sol, transparente como el cristal, y con un cuerpo compuesto de
ensamblajes triangulares que Cambriel comparó ingenuamente con montones
de pequeñas peras.

Un cabalista, que es uno de nuestros amigos, un erudito, pero que pertenece a


una iniciación que creemos errónea, ha realizado últimamente las operaciones
químicas de la gran obra; ha logrado debilitar sus ojos por la incandescencia
del atanor, y ha creado un nuevo metal que se asemeja al oro, pero que no es
oro, y por lo tanto no tiene valor. Raimundo Lulio, Nicolás Flamel, y muy
probablemente Henri Khunrath, hicieron oro real y no se llevaron su secreto
con ellos, ya que lo anotaron en sus símbolos e indicaron las fuentes de las
que se nutrieron para descubrirlo y darse cuenta de sus efectos. Es el mismo
secreto que estamos revelando hoy.
XIII – Necromancia

Hemos declarado audazmente nuestro pensamiento o más bien nuestra


convicción acerca de la posibilidad de la resurrección en ciertos casos; es
necesario aquí completar la revelación de este arcano y exponer su práctica.

La muerte es un fantasma de la ignorancia; no existe: todo está vivo en la


naturaleza, y es porque todo está vivo que todo se mueve y cambia en forma
incesante.

La vejez es el comienzo de la regeneración; es la obra de la vida que se


renueva, y el misterio de lo que llamamos muerte fue representado a los
antiguos por esa fuente de la Juventud a la que se entra en decrepitud y se
emerge como un niño.

El cuerpo es una prenda del alma. Cuando esta prenda está completamente
desgastada o seria e irreparablemente desgarrada, es abandonada y nunca se
recupera. Pero cuando, por algún accidente, esta prenda es removida sin estar
desgastada ni destruida, es posible, en ciertos casos, recuperarla, ya sea por el
propio esfuerzo o con la ayuda de otra voluntad más fuerte y activa que la
propia.

La muerte no es ni el fin de la vida ni el comienzo de la inmortalidad; es la


continuación y transformación de la vida.

Ahora bien, como toda transformación es siempre un progreso, hay pocos que
después de haber muerto consientan a volver a vivir, es decir, recuperar la
prenda que acaban de abandonar. Esto es lo que hace que la resurrección sea
uno de los trabajos más difíciles de la alta iniciación. Por esta razón, el éxito
nunca es infalible y casi siempre debe ser considerado como accidental e
inesperado. Para resucitar a una persona muerta, uno debe aferrar
repentinamente y con energía la más fuerte de las cadenas de atracción que
pueden unirlo a la forma que acaba de dejar. Por lo tanto, es necesario
conocer primero esta cadena, luego aferrarla, y luego ejercer un esfuerzo de
voluntad lo suficientemente grande como para tirar de ella súbitamente y con
un poder irresistible.

Todo esto, decimos, es extremadamente difícil, pero no es absolutamente


imposible. Como los prejuicios de la ciencia materialista no admiten hoy en
día la resurrección en el orden natural, todos los fenómenos de este orden se
explican como un letargo más o menos complicado, con síntomas aparentes
de muerte, de más o menos larga duración. Ante la resurrección de Lázaro,
nuestros médicos de hoy en día simplemente anotarían en su informe a las
academias competentes el extraño caso de un letargo acompañado de un
aparente comienzo de putrefacción y un olor cadavérico bastante fuerte; se
daría un nombre a este excepcional accidente, y el tema se daría por
terminado.

No nos gusta ofender a nadie y, si por respeto a los hombres desdichados que
representan oficialmente a la ciencia, debemos llamar a nuestras teorías
resurreccionistas el arte de curar un letargo excepcional y desesperado, nada
nos impedirá, espero, hacerles esta concesión.

Si alguna vez hubo una resurrección en el mundo, es indiscutible que la


resurrección es posible. Los cuerpos constituidos protegen la religión; la
religión afirma positivamente el hecho de las resurrecciones, por lo tanto, las
resurrecciones son posibles. Es difícil soslayar esto.

Decir que son posibles fuera de las leyes de la naturaleza y por una influencia
contraria a la armonía universal es afirmar que el espíritu del desorden, la
oscuridad y la muerte puede ser el árbitro soberano de la vida. No discutamos
con los adoradores del diablo, y sigamos adelante.

Pero no es sólo la religión la que atestigua los hechos de la resurrección,


hemos reunido varios ejemplos de esto. Un hecho que impresionó la
imaginación del pintor Greuze fue reproducido por él en uno de sus cuadros
más notables: un hijo indigno, cerca del lecho de muerte de su padre,
sorprende y rompe un testamento que no le era favorable; el padre cobra vida,
se levanta, maldice a su hijo, luego vuelve a la cama y muere por segunda
vez. Un hecho similar y más reciente nos ha sido atestiguado por testigos
oculares: un amigo, traicionando la confianza de su amigo que acababa de
morir, tomó y rompió un certificado de confianza suscrito por él; al ver esto,
el muerto se levantó de entre los muertos y permaneció vivo para defender
los derechos de los herederos elegidos que este amigo infiel iba a frustrar; el
culpable se volvió loco y el muerto resucitado tuvo la compasión de pagarle
una pensión.

Cuando el Salvador resucitó a la hija de Jair, entró solo con sus tres
discípulos más cercanos y predilectos, y alejó a los que hacían ruido y
lloraban, diciendo: “Esta chica no está muerta, está dormida”. Luego, en
presencia sólo del padre, la madre y los tres discípulos, es decir, en un círculo
perfecto de confianza y deseo, tomó la mano de la niña, la levantó de repente
y le gritó: “¡Niña, levántate!” La joven, cuya alma indecisa vagaba cerca de
su cuerpo, lamentando su extrema juventud y belleza perdida; sorprendida
por los acentos de esta voz, que su padre y su madre escuchaban de rodillas y
con escalofríos de esperanza, entró en su cuerpo, abrió sus ojos, y se levantó;
el Maestro ordenó inmediatamente que se le diera comida, para que las
funciones de la vida comenzaran un nuevo ciclo de absorción y regeneración.

La historia de Eliseo, resucitando al hijo de la sunamita, y de San Pablo,


resucitando a Eutico, son hechos del mismo orden; la resurrección de Dorcas
por San Pedro, contada con tanta sencillez en los Hechos de los Apóstoles, es
también una historia cuya verdad difícilmente puede ser razonablemente
discutida. Apolonio de Tiana también parece haber realizado maravillas
similares.

Nosotros mismos hemos sido testigos de hechos análogos a los relatados,


pero el espíritu del siglo en el que vivimos nos impone la más discreta
reserva en esta materia, ya que los hacedores de milagros están expuestos hoy
en día a una recepción bastante mediocre ante el público, lo que no impide
que la tierra gire y Galileo sea un gran hombre.

La resurrección de un muerto es la obra maestra del magnetismo, porque


requiere una especie de omnipotencia simpática para llevarla a cabo. Es
posible en casos de muerte por congestión, por asfixia, por languidez y por
histeria.

Eutico, que fue resucitado por San Pablo, después de caer desde el tercer
piso, probablemente no resultó dañado internamente, y sin duda sucumbió a
la asfixia causada por el movimiento del aire durante su caída, o al shock y al
miedo. En tal caso, y cuando se sienten la fuerza y la fe necesarias para
realizar tal obra, es necesario, como lo hizo el apóstol, practicar la insuflación
boca a boca, uniéndose al contacto de las extremidades para restaurar el calor.
Si se tratara simplemente de lo que la gente ignorante llama un milagro, Elías
y San Pablo, cuyos procedimientos en tal caso eran los mismos, habrían
hablado simplemente en el nombre de Jehová o de Cristo.

A veces puede bastar con tomar a la persona de la mano y levantarla


bruscamente con una voz fuerte. Este procedimiento, que suele tener éxito en
los desmayos, puede tener efecto incluso en la muerte cuando el
magnetizador que lo realiza está dotado de una palabra poderosamente
simpática y posee lo que podría llamarse elocuencia de la voz. También debe
ser tiernamente amado o respetado por la persona sobre la que desea actuar, y
debe hacer su trabajo con una gran oleada de fe y voluntad, que no siempre se
encuentra en uno mismo ante el primer asalto de un gran dolor.

Lo que vulgarmente se llama nigromancia no tiene nada en común con la


resurrección, y es por lo menos muy dudoso que, en las operaciones
relacionadas con esta aplicación del poder mágico, realmente se presenten las
almas de los muertos que son evocados. Hay dos tipos de nigromancia: la
nigromancia de la luz y la nigromancia de las tinieblas, la evocación por la
oración, el pantáculo y los perfumes, y la evocación por la sangre, las
imprecaciones y los sacrilegios. Sólo hemos practicado la primera, y no
aconsejamos a nadie que se deje llevar por la segunda.

Es cierto que las imágenes de los muertos aparecen a las personas


magnetizadas que las evocan; también es cierto que nunca revelan nada de los
misterios de la otra vida. Se ven de nuevo como podrían permanecer en la
memoria de los que los conocieron, ya que sus reflejos pueden haber dejado
su huella en la luz astral. Cuando los espectros evocados responden a las
preguntas que se les dirigen, es siempre a través de signos o de una impresión
interior e imaginaria, nunca con una voz que realmente resuene en los oídos;
y esto es muy comprensible: ¿cómo hablaría una sombra? ¿Con qué
instrumento haría vibrar el aire impresionándolo de tal manera que se puedan
distinguir los sonidos?

Durante las apariciones se experimentan contactos eléctricos, y estos


contactos parecen a veces ser producidos por la mano del propio fantasma;
pero este fenómeno es subjetivo y debe tener como única causa el poder de la
imaginación y la afluencia local de la fuerza oculta que llamamos luz astral.
Lo que demuestra es que los espíritus, o al menos los fantasmas que se dice
que son espíritus, a veces nos tocan, pero que no podemos tocarlos, y esta es
una de las circunstancias más espantosas de las apariciones, ya que las
visiones a veces tienen una apariencia tan real que no podemos dejar de
conmovernos al ver que nuestra mano pasa a través de lo que nos parece ser
un cuerpo sin poder tocar o encontrar nada.

Los historiadores eclesiásticos nos dicen que Spiridion, obispo de


Tremithonte –que después fue santificado– evocó el espíritu de su hija Irene
para saber de ella dónde estaba escondido un depósito de dinero que había
recibido de un viajero. Swedenborg se comunicaba habitualmente con los
llamados muertos, cuyas formas se le aparecían en la luz astral. Hemos
conocido a varias personas de confianza que nos aseguraron que habían visto
a sus seres queridos durante muchos años. El famoso ateo Silvano Maréchal
se apareció a su viuda y a un amigo suyo para contarle sobre una suma de
1500 francos de oro que había escondido en un cajón secreto de un mueble.
Escuchamos esta anécdota de un viejo amigo de la familia.

Las evocaciones deben estar siempre motivadas y tener un propósito loable;


de lo contrario, son operaciones de oscuridad y locura, muy peligrosas para la
razón y la salud. Evocar por pura curiosidad o solo para intentar ver algo es
estar preparado de antemano a agotarse inútilmente. La alta ciencia no admite
ni dudas ni infantilismo.

Los motivos nobles para una evocación pueden ser el amor o la inteligencia.

Las evocaciones de amor requieren menos ceremonial y son más fáciles en


todos los sentidos. Así es como deben hacerse:

En primer lugar, hay que reunir cuidadosamente todos los recuerdos de la


persona que se desea volver a ver, los objetos que le sirvieron y que
conservan su impronta, y amueblar, ya sea una habitación donde la persona
vivió durante su vida, o una habitación similar, donde se pondrá su retrato,
velado en blanco, en medio de las flores que la persona amó y que se
renovarán cada día.

Entonces hay que observar una fecha concreta, un día del año que era, ya sea
el día de su santo, su cumpleaños, o bien el día más feliz para nuestro afecto
y para el suyo, día que suponemos que su alma, por más bendita que sea, no
podría olvidar; es este mismo día el que hay que elegir para la evocación,
para la que nos prepararemos durante catorce días.

Mientras tanto, debemos tener cuidado de no dar a nadie la misma prueba de


afecto que el difunto tenía derecho a esperar de nosotros; debemos observar
una castidad estricta, vivir en retiro y disfrutar sólo de una modesta comida y
un ligero refrigerio todos los días.

Cada noche, a la misma hora, hay que encerrarse con una sola luz tenue,
como una pequeña lámpara funeraria o una vela, en la habitación dedicada a
la memoria del difunto; hay que poner esta luz a la espalda y descubrir el
retrato, en presencia del cual hay que permanecer una hora en silencio; luego
hay que perfumar la habitación con un poco de buen incienso, y salir de ella
caminando hacia atrás.

El día fijado para la evocación, hay que vestirse por la mañana como para un
festín, no dirigirle la palabra a nadie, hacer sólo una comida de pan, vino y
raíces o frutas; el mantel debe ser blanco; hay que poner dos cubiertos y
partir un trozo de pan, que se debe servir entero; también hay que poner unas
gotas de vino en la copa de la persona que se quiere evocar. Esta comida debe
hacerse en silencio, en la sala de evocaciones, en presencia del retrato velado;
luego debe quitarse todo lo que se ha servido para ello, excepto el vaso del
difunto y su porción de pan, que debe dejarse delante de su retrato.

Por la noche, a la hora de la visita habitual, irán a la cámara en silencio,


encenderán un fuego claro con madera de ciprés y lanzarán incienso siete
veces, diciendo el nombre de la persona que desean ver de nuevo; luego
apagarán la lámpara y dejarán que el fuego se extinga. Ese día no se quitará el
velo del retrato.

Cuando la llama se apague, se volverá a poner incienso en las brasas y se


invocará a Dios según las fórmulas de la religión a la que pertenecía el
difunto y según sus propias ideas de Dios.

Al hacer esta oración, debemos identificarnos con la persona mencionada,


hablar como él o ella hablarían, creyendo ser, de alguna manera, la misma
persona; luego, después de un cuarto de hora de silencio, hablarle como si
estuviera presente, con afecto y fe, pidiéndole que se muestre a nosotros;
renovar esta oración mentalmente, cubriendo el rostro con las dos manos,
luego llamar a la persona tres veces en voz alta; esperar de rodillas con los
ojos cerrados o cubiertos por unos minutos mientras se le habla mentalmente;
luego llamarla tres veces más con una voz suave y afectuosa, y abrir
lentamente los ojos. Si no se ve nada, esta experiencia tendrá que repetirse al
año siguiente y si es necesario, por una tercera vez. Es seguro que al menos
en la tercera vez se obtendrá la aparición deseada, y cuanto más tiempo se
retrase, más visible y realista será.

Las evocaciones de la ciencia y la inteligencia se hacen con ceremonias más


solemnes. En el caso de un personaje famoso, hay que meditar durante
veintiún días sobre su vida y sus escritos, formarse una idea de su persona, su
capacidad y su voz; hablarle mentalmente e imaginar sus respuestas, llevar su
retrato o al menos su nombre, someterse a una dieta vegetal durante veintiún
días y a un ayuno severo durante los siete últimos; luego preparar el gabinete
u oratorio mágico como hemos descrito en el capítulo XIII del Dogma. El
oratorio debe estar completamente cerrado; pero si se va a operar durante el
día, se puede dejar una estrecha abertura en el lado donde va a brillar el sol a
la hora de la evocación, y se puede colocar un prisma triangular delante de
esta abertura, y luego se puede colocar un globo de cristal lleno de agua
delante del prisma. Si la operación se va a realizar de noche, la lámpara
mágica debe colocarse de tal manera que su único rayo caiga sobre el humo
del altar. El propósito de estos preparativos es proporcionar al agente mágico
elementos de apariencia corporal, y aliviar la tensión de nuestra imaginación,
que no se puede exaltar sin peligro hasta alcanzar la absoluta ilusión de una
visión. Es bastante comprensible, además, que un rayo de sol o una lámpara
de varios colores que caen sobre el humo cambiante y sin límites claros, no
pueden de ninguna manera crear una imagen perfecta. El brasero del fuego
sagrado debe estar en el centro del oratorio, y el altar de los perfumes a corta
distancia. El operador debe orientarse hacia al este para rezar, y al oeste para
evocar; debe estar solo o asistido por dos personas que observarán el más
estricto silencio; tendrá las vestiduras mágicas que hemos descrito en
el capítulo VII, estará coronado con verbena y oro. Debe haberse bañado
antes de la operación, y toda su ropa interior debe estar limpia y sin tacha.
Se comenzará la invocación con una oración apropiada al genio del espíritu
que desean evocar, y que él mismo podría aprobar si estuviera todavía vivo.
Así nunca se evocaría a Voltaire, por ejemplo, recitando oraciones al gusto de
Santa Brígida. Para los grandes hombres de la antigüedad, podríamos utilizar
los himnos de Cleanthes o de Orfeo, con el juramento que termina con los
versos dorados de Pitágoras. En nuestra evocación de Apolonio, usamos
como ritual la magia filosófica de Patricius, que contenía los dogmas de
Zoroastro y los trabajos de Hermes Trismegisto. Leímos en voz alta el
Nuctamerón de Apolonio en griego, y añadimos el siguiente conjuro:

“Que el Padre de todos sea nuestro consejero y el tres veces grande


Hermes nuestro guía.”

Para la evocación de los espíritus pertenecientes a las religiones que emanan


del judaísmo, debemos decir la invocación cabalística de Salomón, ya sea en
hebreo o en cualquier otro idioma conocido por el espíritu que evocamos:

Poderes del reino, estén bajo mi pie izquierdo y en mi mano derecha;


Gloria y Eternidad, tocad mis dos hombros y llevadme por los caminos
de la victoria; Misericordia y Justicia, sed el equilibrio y el esplendor de
mi vida; Inteligencia y Sabiduría, dadme la corona; Espíritus de
Malkhut, llevadme entre las dos columnas sobre las que descansa todo el
edificio del templo; Ángeles de Netsaj y Hod, reforzadme sobre la
piedra cúbica de Yesod.

¡Oh Gedulael! ¡Oh Geburael! ¡Oh Tiféret!, Binael, sé mi amor; Ruach


Chokmael, sé mi luz; sé lo que eres y lo que serás, ¡Oh Keterial!

¡Ischim, ayúdame en nombre de Saddhai!

¡Querubín, sé mi fuerza en el nombre de Adonai!

¡Beni-Elohim, sean mis hermanos en el nombre del hijo y por las


virtudes de Tzabaoth!

¡Eloim, lucha por mí en nombre del tetragrámaton!

¡Malachim, protégeme en el nombre de Iod He Vau He.


Seraphim, agota mi amor en el nombre de Elvoh!

¡Hasmalim, ilumíname con los esplendores de ELOI y Shechinah!

¡Aralim, actúa; Ophanim, gira y brilla!

¡Haioth ha Kadosh, grita, habla, ruge, muge, Kadosh, Kadosh, Kadosh,


SADDAÏ, ADONAÏ, JOTCHAVAH, EIEAZEREIE! ¡Hallelu Iah,
Hallelu Iah, Hallelu Iah. Amen. Amén!

Hay que recordar, sobre todo en las conjuraciones, que los nombres de Satán,
Belcebú, Adramelek y otros, no se refieren a unidades espirituales, sino a
legiones de espíritus impuros. Me llamo a mí mismo legión –dice el espíritu
de la oscuridad en el Evangelio–, porque somos muchos. En el infierno, el
reino de la anarquía, es el número el que hace la ley, y se progresa en sentido
contrario, es decir, los más avanzados en el desarrollo satánico, los más
degradados en consecuencia, son los menos inteligentes y los más débiles.
Así, una ley fatal empuja a los demonios a descender, cuando creen y quieren
ascender. Por lo tanto, los que se llaman a sí mismos los líderes son los más
impotentes y los más despreciados de todos. En cuanto a la multitud de
espíritus perversos, tiemblan ante un líder desconocido, invisible,
incomprensible, caprichoso, implacable, que nunca explica sus leyes y que
siempre tiene el brazo extendido para golpear a los que no han podido
adivinarlo. A este fantasma le dan los nombres de Baal, Júpiter u otros aún
más venerables, y que no se pronuncian en el infierno sin profanarlos; pero
este fantasma no es más que la sombra y la memoria de Dios, desfigurado por
su perversidad voluntaria, que permanece en su imaginación como una
venganza de la justicia y un remordimiento de la verdad.

Cuando el espíritu de luz evocado se muestra con cara triste o enfadada, hay
que ofrecerle un sacrificio moral, es decir, se debe estar dispuesto
interiormente a renunciar a lo que le ofende; luego, antes de abandonar el
oratorio, debemos despedirnos, diciendo: “¡La paz sea con vosotros! No
quería molestarte, no me atormentes; trabajaré para reformarme en todo lo
que te ofenda; rezo y seguiré rezando contigo y por ti; reza conmigo y por mí
y vuelve a tu gran sueño, esperando el día en que nos despertemos juntos.
¡Silencio y adiós!”
No terminaremos este capítulo sin añadir, para los curiosos, algunos detalles
sobre las ceremonias de la nigromancia negra. En varios autores antiguos
encontramos cómo era practicada por las brujas de Tesalia y las Canidies en
Roma. Cavaban un pozo, al borde del cual se sacrificaba una oveja negra;
luego se eliminaban con la espada mágica los psílidos y las larvas que se
suponía que estaban presentes y ansiosos de beber la sangre; se invocaba a la
triple Hécate y a los dioses infernales, y se llamaba tres veces a la sombra que
se quería ver aparecer.

En la Edad Media, los nigromantes profanaban tumbas, preparaban filtros y


ungüentos con la grasa y la sangre de los cadáveres; mezclaban acónito,
belladona y hongos venenosos; luego cocinaban y espumaban estas
espantosas mezclas en fuegos compuestos de huesos humanos y crucifijos
robados de las iglesias. Luego mezclaban polvos de sapos secos y cenizas de
hostias consagradas; luego frotaban sus sienes, manos y pecho con el
ungüento infernal, trazando pantáculos diabólicos, evocando a los muertos
bajo la horca o en cementerios abandonados. Sus gritos se oían desde lejos, y
los viajeros tardíos creían ver legiones de fantasmas que salían de la tierra;
los árboles mismos parecían ser figuras espantosas ante sus ojos; los arbustos
brillaban con ojos de fuego, y las ranas de los pantanos parecían repetir con
voz ronca las misteriosas y misteriosas palabras del Sabbat. Era el
magnetismo de la alucinación y el contagio de la locura.

Los procesos de magia negra tienen como objetivo perturbar la razón y


producir todas las exaltaciones febriles que dan valor para cometer grandes
crímenes. Los grimorios que la autoridad había tomado y quemado
dondequiera que los encontrara no eran ciertamente libros inocentes. El
sacrilegio, el asesinato y el robo se indican o implican como medios de
realización en casi todas estas obras. Así, en el Gran Grimorio y en el
Dragón Rojo, una falsificación moderna del Gran Grimorio, hay una receta
titulada Composición de la Muerte, o Piedra Filosofal. Es una especie de
consomé de ácido nítrico, cobre, arsénico y cardenillo. También hay métodos
de nigromancia, que consisten en cavar la tierra de las tumbas con las uñas,
sacar los huesos de las tumbas y sostenerlos en una cruz sobre el pecho,
asistir a la misa de medianoche la noche de Navidad en una iglesia, y en el
momento de la elevación levantarse y huir, gritando: ¡Que los muertos salgan
de sus tumbas! luego volver al cementerio, tomar un puñado de tierra que
haya estado lo más cerca posible de un ataúd, correr hasta la puerta de la
iglesia, que había sido aterrorizada por su clamor, y colocar los dos huesos en
la cruz, gritando de nuevo: “¡Que los muertos salgan de sus tumbas!” y si no
hay nadie que te detenga y te lleve al manicomio, vete despacio y cuenta
cuatro mil quinientos pasos sin desviarte, como suponiendo que sigues un
gran camino o que vas a escalar las murallas. Al final de estos cuatro mil
quinientos pasos te acostarás en el suelo; y cuando hayas dibujado la forma
de la cruz con la tierra en tu mano, yacerás como si estuvieras en el ataúd, y
dirás de nuevo con voz sombría: “¡Que los muertos salgan de sus tumbas!”, y
llamarás a quien quieras ver tres veces. No hay duda de que la persona que es
tan tonta y perversa como para hacer tales obras ya está preparada para todas
las quimeras y los fantasmas. La receta del Gran Grimorio es por lo tanto
ciertamente muy efectiva, pero no aconsejamos a ninguno de nuestros
lectores hacer uso de ella.
XIV – Las Transmutaciones

Como hemos dicho, San Agustín se preguntaba si Apuleyo podría haberse


transformado en un burro y luego volver a su anterior forma. El mismo
doctor también podría preocuparse por la aventura de los compañeros de
Ulises convertidos en cerdos por Circe. Las transmutaciones y metamorfosis
siempre han sido, en opinión de los vulgares, la esencia misma de la magia.
Sin embargo, el hombre vulgar que se hace eco de la opinión reinante en el
mundo, nunca está completamente acertado, ni totalmente equivocado.

La magia realmente cambia la naturaleza de las cosas, o más bien modifica su


apariencia a su antojo, dependiendo de la fuerza de voluntad del operador y la
fascinación de los aspirantes a adeptos. La palabra crea su forma, y cuando
un personaje con reputación de infalible ha nombrado una cosa con cualquier
nombre, realmente transforma esa cosa en la sustancia que significa el
nombre que le da. La obra maestra de la palabra y la fe, en este género, es la
verdadera transmutación de una sustancia cuya apariencia no cambia. Si
Apolonio hubiera dicho a sus discípulos dándoles una copa llena de vino:
“Esta es mi sangre que beberéis para siempre para perpetuar mi vida en
vosotros”, y si sus discípulos hubieran creído durante siglos que continuarían
esta transformación repitiendo las mismas palabras, y hubieran tomado el
vino, a pesar de su olor y sabor, por la sangre real, humana y viva de
Apolonio, este maestro de la teurgia tendría que ser reconocido como el más
hábil de los fascinadores y el más poderoso de todos los magos. Solo
podríamos adorarlo.

Se sabe que los magnetizadores dan al agua que sirven a sus sonámbulos
todos los sabores que les gustan, y si suponemos que un mago lo
suficientemente poderoso en el fluido astral puede magnetizar al mismo
tiempo toda una asamblea de personas, preparadas para el magnetismo por
una suficiente sobre-excitación, se explicará fácilmente, no el milagro
evangélico de Caná, sino las obras del mismo tipo.

¿No son verdaderamente prodigiosas las fascinaciones del amor, que resultan
de la magia universal de la naturaleza, y no transforman realmente a las
personas y las cosas? El amor es un sueño de encantamientos que transfigura
el mundo; todo se convierte en música y perfumes, todo se convierte en
embriaguez y felicidad. El amado es bello, es bueno, es sublime, es infalible,
es resplandeciente, irradia salud y bienestar…; y cuando el sueño se
desvanece, uno piensa que está cayendo del cielo desnudo; uno mira con asco
a la descarada bruja que ha tomado el lugar de la bella Melusina, a Tersites
que se tomaba por Aquiles o Nereo. ¿Qué no haríamos creer a la persona que
nos ama? Pero también ¿qué razón y qué justicia podemos hacer entender a la
persona que ya no nos ama?

El amor comienza siendo un mago, pero termina siendo un hechicero.


Después de haber creado las mentiras del cielo en la tierra, las realiza en el
infierno; su odio es tan absurdo como su entusiasmo, porque es apasionado,
es decir, sujeto a influencias que le son fatales. Por eso los sabios lo
proscribieron como enemigo de la razón. ¿Debían los sabios envidiar o
compadecerse cuando condenaban de esta manera sin haberle oído, sin duda,
al más atractivo de los culpables? Todo lo que se puede decir es que, cuando
hablaban así, todavía no habían amado o ya no amaban.

Las cosas son para nosotros lo que nuestro verbo interior hace que sean.
Creerse feliz es ser feliz; lo que estimamos se vuelve precioso en proporción
a nuestra estima; así es como podemos decir que la magia cambia la
naturaleza de las cosas. Las Metamorfosis de Ovidio son verdaderas, pero son
alegóricas como el asno de oro del buen Apuleyo. La vida de los seres es una
transformación progresiva cuyas formas pueden ser determinadas, renovadas,
conservadas por más tiempo o destruidas antes. Si la idea de la
metempsicosis fuera cierta, ¿no podríamos decir que el libertinaje
representado por Circe convierte real y materialmente a los hombres en
cerdos, porque los vicios de esta hipótesis tendrían como castigo la recaída en
las formas animales que les corresponden? Ahora bien, la metempsicosis, que
a menudo ha sido mal entendida, tiene un lado perfectamente verdadero: las
formas animales comunican sus influencias simpáticas al cuerpo astral del
hombre, y esto se refleja pronto en sus rasgos, según la fuerza de sus hábitos.
El hombre de una mansedumbre intelectual y pasiva toma la apariencia y la
fisonomía inerte de una oveja; pero en el sonambulismo ya no es un hombre
con una fisonomía de oveja, sino una oveja que puede ser vista, como lo ha
experimentado mil veces el extático y culto Swedenborg. Este misterio se
expresa en el libro cabalístico del vidente Daniel por la leyenda de
Nabucodonosor convertido en bestia, que fue confundido con una historia
real como ha sucedido con casi todas las alegorías mágicas.

Así, podemos realmente convertir a los hombres en animales y a los animales


en hombres; podemos metamorfosear las plantas y cambiar su virtud;
podemos dar a los minerales propiedades ideales; es sólo una cuestión de
voluntad.

También se puede, a voluntad, hacerse visible o invisible, y aquí


explicaremos los misterios del anillo de Giges.

Eliminemos primero de la mente de nuestros lectores cualquier suposición de


lo absurdo, es decir, de un efecto sin causa o contradictorio con su causa.
Para hacerse invisible se necesita una de estas tres cosas: o bien interponer
algún medio opaco entre la luz y nuestro cuerpo, o entre nuestro cuerpo y los
ojos de los asistentes, o bien fascinar los ojos de los asistentes de tal manera
que no puedan hacer uso de su vista. Ahora, de estas tres formas de hacerse
invisible, sólo la tercera es mágica.

¿No hemos notado a menudo que, bajo la influencia de una fuerte


preocupación, miramos sin ver, y podemos estrellarnos con objetos que
estaban ante nuestros ojos? “Haced que viendo, no vean”, dijo el gran
iniciador; y la historia de este gran maestro nos dice que un día, al verse a
punto de ser apedreado en el templo, se hizo invisible y se retiró.

No repetiremos aquí las mistificaciones de los vulgares grimorios sobre el


anillo de invisibilidad. Algunas personas lo hacen con mercurio fijo y quieren
que se guarde en una caja del mismo metal, después de haber puesto una
pequeña piedra en ella, que indispensablemente debe haberse encontrado en
el nido de la abubilla (en vez de “abubilla”, debería leerse “engaño”). El autor
de El Pequeño Alberto dice que el anillo debería hacerse con los pelos
arrancados de la frente de una hiena furiosa; lo que recuerda la historia de la
campana de Rodilard. Los únicos autores que han hablado seriamente sobre
el anillo de Giges son Jamblique Porphyre y Pierre d’Apono.

Lo que dicen sobre ello es obviamente alegórico, y la representación que dan


de él, o que se puede deducir de su descripción, prueba que por el anillo de
Giges no se refieren a otra cosa que a los Grandes Arcanos Mágicos.

Una de estas figuras representa el ciclo del movimiento universal armónico y


equilibrado en el ser imperecedero; la otra, que debe ser hecha de la
amalgama de los siete metales, merece una descripción especial.

Debe tener un doble bisel y dos piedras preciosas, un topacio con el signo del
sol y una esmeralda con el signo de la luna; internamente, debe llevar los
caracteres ocultos de los planetas y externamente sus signos conocidos,
representados dos veces y en oposición cabalística entre sí, es decir, cinco a
la derecha y cinco a la izquierda, los signos del Sol y de la Luna resumiendo
las cuatro inteligencias diferentes de los siete planetas. Esta configuración no
es otra cosa que un pantáculo que expresa todos los misterios del dogma
mágico, y el significado simbólico del anillo es que, para ejercer la
omnipotencia de la que la fascinación del ojo es una de las pruebas más
difíciles de dar, hay que poseer toda la ciencia y saber utilizarla.

La fascinación se ejerce a través del magnetismo. El mago ordena a toda la


asamblea que no lo vea, y la asamblea no lo ve. Entra así por puertas
vigiladas; sale de las cárceles delante de sus asombrados carceleros. En esos
momentos éstos experimentan una extraña clase de entumecimiento y uno
recuerda haber visto al mago como en un sueño, pero sólo después de que
pasó. El secreto de la invisibilidad está, por lo tanto, enteramente en un poder
que podría ser definido así: desviar o paralizar la atención, para que la luz
llegue al órgano visual sin excitar la mirada del alma.

Para ejercer este poder, uno debe tener una voluntad acostumbrada a actos
energéticos y repentinos, una gran fortaleza de espíritu, y no menos habilidad
para crear distracciones en la multitud.

Si un hombre, por ejemplo, perseguido por asesinos, después de haberse


lanzado a una calle lateral, se vuelve repentinamente y se presenta, con un
rostro tranquilo, ante los que le persiguen, o si se mezcla con ellos y parece
ocupado en la misma persecución, se hará ciertamente invisible. Un
sacerdote, al que perseguían en el 93 para colgarlo de un farol, giró
rápidamente en una esquina, y allí se puso su hábito y se inclinó contra un
guardacantón en la actitud de un hombre ocupado. La multitud de los que lo
perseguían llegó inmediatamente; nadie lo vio, o mejor dicho, nadie pensó en
reconocerlo, ¡era tan improbable que fuera él!

La persona que quiere ser vista siempre se hace notar, y la persona que quiere
pasar desapercibida siempre se desvanece y desaparece. La voluntad es el
verdadero anillo de Giges; es también la varita mágica de las
transmutaciones, y a través de una formulación clara e intensa, crea el verbo
mágico. Las todopoderosas palabras de los encantamientos son aquellas que
expresan este poder creativo de las formas. El tetragrámaton, que es la
palabra suprema de la magia, significa: Él es lo que será; y si se aplica a
cualquier transformación con plena inteligencia, renovará y modificará todas
las cosas, incluso a pesar de las cosas más evidentes y el sentido común. El
hoc est del sacrificio cristiano es una traducción y aplicación del
tetragrámaton; por lo tanto esta simple palabra es la más completa, la más
invisible, la más increíble y la más claramente afirmada de todas las
transformaciones. Una palabra dogmática aún más fuerte que
“transformación” fue considerada necesaria por los concilios para expresar
esta maravilla: transustanciación.

Las palabras hebreas , han sido consideradas por todos


los cabalistas como las claves de la transformación mágica. Las palabras
latinas est, sit, esto, fiat, tienen la misma fuerza cuando se pronuncian con
plena inteligencia. M. de Montalembert cuenta seriamente, en su leyenda de
Santa Isabel de Hungría, que un día esta piadosa dama, sorprendida por su
noble marido, a quien quería ocultar sus buenas obras, cuando llevaba pan en
su delantal a los pobres, le dijo que llevaba rosas, y eso probó ser cierto,
resultó que no había mentido; el pan se había transformado en rosas. Este
cuento es una graciosa apología de la magia, y significa que el verdadero
sabio no puede mentir, que la palabra de la sabiduría determina la forma de
las cosas, o incluso su sustancia independientemente de sus formas. ¿Por qué,
por ejemplo, el noble esposo de Santa Isabel, un cristiano bueno y sólido
como ella, que creía firmemente en la presencia real del Salvador en un
cuerpo humano real en un altar donde sólo veía una hostia de harina, no
habría creído en la presencia real de rosas en el delantal de su esposa bajo la
apariencia de pan? Ella le mostró el pan, sin duda; pero como ella había
dicho: “Son rosas”, y él la creía incapaz de la más mínima mentira, vio y
quiso ver sólo rosas. Este es el secreto del milagro.

Otra leyenda dice que un santo cuyo nombre se me escapa, encontrando sólo
un pájaro para comer, en Cuaresma o un viernes, ordenó que ese pájaro se
convirtiera en pescado, y así sucedió. Esta parábola no necesita comentario, y
nos recuerda un hermoso rasgo de San Espiridión de Tremithonte, el mismo
que evocó el alma de su hija Irene. Un viajero llegó el Viernes Santo a la casa
de este buen obispo, y, como en aquellos días los obispos, tomándose en serio
el cristianismo, eran pobres, Espiridión, que ayunaba regularmente, tenía en
su casa sólo tocino salado que se preparaba de antemano para la temporada
de Pascua. Sin embargo, como el forastero estaba agotado por la fatiga y el
hambre, Espiridión le presentó algo de esta carne y, para animarle a comerla,
se sentó a la mesa con él y compartió esta comida de caridad, transformando
así la misma carne que los israelitas consideraban la más impura en ágape de
penitencia, colocándose por encima de la materia de la ley por el mismo
espíritu de la ley, y mostrándose como un verdadero e inteligente discípulo
del hombre Dios, que estableció a sus elegidos como reyes de la naturaleza
en los tres mundos.
XV – El Sabbat de los Hechiceros

Aquí volvemos a ese terrible número quince, que en el Tarot se presenta


simbolizado por un monstruo de pie en el altar, con mitra y cuernos, con el
pecho de una mujer y las partes sexuales de un hombre, una quimera, una
esfinge deformada, una síntesis de monstruosidades; y debajo de esta figura
leemos en una inscripción muy franca e ingenua: EL DIABLO.

Sí, estamos tratando aquí con el fantasma de todos los horrores, el dragón de
todas las teogonías, el Arimane de los persas, el Tifón de los egipcios, el
Pitón de los griegos, la antigua serpiente de los hebreos, la serpiente
fantástica que aparece en el folclore, el graoully1, el tarasca,2 la gárgola, la
gran bestia de la Edad Media; Peor aún, el Baphomet de los Templarios, el
ídolo barbudo de los alquimistas, el dios obsceno de Mendés, la cabra del
Sabbat.

La imagen que aparece el comienzo del Ritual es la figura exacta de este


terrible emperador de la noche con todos sus atributos y caracteres, que
reproducimos a continuación:
Digamos ahora, para la edificación de los vulgares, para la satisfacción del
Conde de Mirville, para la justificación del demonólogo Bodin, para la mayor
gloria de la Iglesia, que persiguió a los Templarios, quemó a los Magos,
excomulgó a los Masones, etc.; digamos en voz alta y audaz que todos los
iniciados en las ciencias ocultas (hablo de los iniciados inferiores y
profanadores del Gran Arcano) han adorado, aún adoran y adorarán siempre
lo que significa este espantoso símbolo.

Sí, en nuestra más profunda convicción, los grandes maestros de la orden


templaria adoraron a Baphomet e hicieron que sus iniciados lo adoraran; sí,
ha habido y puede haber todavía asambleas presididas por esta figura, sentada
en un trono con su antorcha ardiente entre sus cuernos; sólo que los
adoradores de este signo no piensan como nosotros, que es la representación
del diablo, sino la del dios Pan, el dios de nuestras escuelas de filosofía
moderna, el dios de los teúrgicos de la escuela de Alejandría y de los místicos
neoplatónicos de hoy en día. el dios de Lamartine y M. Victor Cousin, el dios
de Spinoza y Platón, el dios de las primitivas escuelas gnósticas; el propio
Cristo del sacerdocio disidente; y esta última calificación dada al macho
cabrío de la magia negra no sorprenderá a los que estudian las antigüedades
religiosas y que han seguido en sus diversas transformaciones las fases del
simbolismo y del dogma ya sea en la India, Egipto o Judea.

El toro, el perro y la cabra son los tres animales simbólicos de la magia


hermética en la que se resumen todas las tradiciones de Egipto y la India. El
toro representa la tierra o la sal de los filósofos; el perro es Hermanubis, el
Mercurio de los sabios, el fluido; la cabra representa el fuego, el aire y el
agua, y es al mismo tiempo el símbolo de la generación.

En Judea se consagraban dos cabras, una pura y la otra impura. La pura era
sacrificada para expiar los pecados; la otra, cargada por imprecación, con los
mismos pecados, era enviada al desierto. ¡Cosa extraña, pero de una profunda
naturaleza simbólica! ¡Reconciliación a través de la devoción y expiación a
través de la libertad! Ahora, todos los padres que se preocupaban por el
simbolismo judío reconocían en la cabra inmolada la figura que tomó, dicen,
la forma misma del pecado. Así que los gnósticos, por lo tanto, no estaban
fuera de las tradiciones simbólicas, cuando le dieron al Cristo libertador la
mística figura del chivo.

Toda la Cábala y toda la magia se divide de hecho entre el culto de la cabra


sacrificada y el del chivo expiatorio. Existe, por lo tanto, la magia del
santuario y la del desierto, la iglesia blanca y la iglesia negra, el sacerdocio de
las asambleas públicas y el Sanedrín del Sabbat.

La cabra representada en la imagen anterior lleva en su frente el signo del


pentagrama, el punto en lo alto, lo que es suficiente para convertirlo en un
símbolo de la luz. Hace con ambas manos el signo del ocultismo, apuntando
hacia arriba, a la luna blanca de Chesed en la parte superior y hacia abajo,
hacia la la luna negra de Geburah en la parte inferior. Este signo expresa la
perfecta armonía de la misericordia con la justicia. Uno de sus brazos es
femenino, el otro es masculino, como en el andrógino Khunrath cuyos
atributos hemos combinado con los de nuestra cabra, ya que son el mismo
símbolo. La antorcha de la inteligencia que brilla entre sus cuernos es la luz
mágica del equilibrio universal; es también la figura del alma elevada por
encima de la materia, aunque está unida a la materia misma, como la llama
está unida a la antorcha. La horrible cabeza del animal expresa el horror del
pecado, del cual el agente material es el único responsable y debe soportar
solo y para siempre, ya que el alma es impasible en su naturaleza y solo
puede sufrir al materializarse. El caduceo, que ocupa el lugar del órgano
generador, representa la vida eterna; el vientre cubierto de escamas verdes es
el agua; el círculo que está encima de él es la atmósfera; las plumas de sus
alas, aún más arriba, son el emblema lo volátil; luego la humanidad está
representada por las dos ubres y los brazos andróginos de esta esfinge de las
ciencias ocultas.

Aquí están disipadas las tinieblas del santuario infernal, aquí está la esfinge
de la Edad Media adivinada y precipitada de su trono: ¿quomodo cecidisti,
Lucifer? El terrible Baphomet, como todos los monstruosos enigmas de la
ciencia antigua y sus sueños, no es más que un inocente y hasta piadoso
jeroglífico. ¿Cómo puede el hombre adorar a la bestia, ya que ejerce un
imperio soberano sobre ella? Digamos, por el honor de la humanidad, que
nunca ha adorado más a los perros y las cabras que a los corderos y las
palomas. En términos de jeroglíficos, ¿por qué no una cabra además de un
cordero? En las piedras sagradas de los cristianos gnósticos de la secta de
Basílides, vemos representaciones de Cristo bajo las diversas figuras
animales de la Cábala; a veces es un toro, a veces un león, a veces una
serpiente con cabeza de león o de toro; por todas partes lleva al mismo
tiempo los atributos de la luz, como nuestra cabra, cuyo signo del pentagrama
nos prohíbe tomar por una de las imágenes fabulosas de Satanás.

Digamos en voz alta, para luchar contra los remanentes del maniqueísmo que
aún se revelan cada día entre nuestros cristianos, que Satanás, como
personalidad superior y como poder, no existe. Satanás es la personificación
de todos los errores, de todas las perversidades y, por lo tanto, también de
todas las debilidades. Si se puede definir a Dios como el que necesariamente
existe, ¿no podemos definir a su antagonista y a su enemigo, como el que
necesariamente no existe?

La afirmación absoluta del bien implica la negación absoluta del mal; incluso
la sombra misma es luminosa en la luz. De esta manera los espíritus que se
han extraviado son buenos por todo lo que tienen de ser y de verdad. No hay
sombras sin reflejos, ni noches sin luna, ni fosforescencias sin estrellas. Si el
infierno es justo, es bueno. Nadie ha blasfemado nunca contra Dios. Los
insultos y las burlas dirigidas a sus imágenes desfiguradas no le llegan.

Acabamos de nombrar el maniqueísmo, y es por esta monstruosa herejía que


explicaremos las aberraciones de la magia negra. El mal entendido dogma de
Zoroastro, la ley mágica de las dos fuerzas que constituyen el equilibrio
universal, hizo que algunas mentes ilógicas imaginaran una divinidad
negativa, subordinada pero hostil a la divinidad activa. Así es como se formó
la impura dualidad. Fue una tontería dividir a Dios; la estrella de Salomón fue
separada en dos triángulos, y los maniqueos imaginaron una trinidad de la
noche. Este Dios malvado, nacido en la imaginación de los sectarios, se
convirtió en la inspiración de todas las locuras y crímenes. Se le ofrecieron
sacrificios sangrientos; una idolatría monstruosa sustituyó a la verdadera
religión; la magia negra calumnió la alta y luminosa magia de los verdaderos
adeptos, y en cuevas y lugares desérticos hubo horribles conventículos de
hechiceros, engendros y estrangulamientos, pues la demencia pronto se
convierte en frenesí, y la antropofagia está a un solo paso de los sacrificios
humanos.

Los misterios del Sabbat han sido contados de varias maneras, pero siempre
aparecen en los grimorios y en las pruebas de la magia. O se pueden dividir
todas las revelaciones que se han hecho sobre este tema en tres series: 1º las
que se refieren a un Sabbat fantástico e imaginario; 2º las que traicionan los
secretos de las asambleas ocultas de los verdaderos adeptos; 3º las
revelaciones de las asambleas locas y criminales cuyo objeto es la práctica de
la magia negra.

Para muchos desafortunados e infelices que se dedicaban a prácticas tontas y


abominables, el Sabbat no era más que una larga pesadilla cuyos sueños les
parecían una realidad, y que obtenían mediante brebajes, inciensos y
narcóticos. Baptista Porta, a quien ya hemos señalado como un mistificador,
da en su Magia Natural la supuesta receta del ungüento de las brujas,
mediante el cual son transportadas al Sabbat. Lo hace con grasa de niño,
acónito hervido con hojas de álamo y algunas otras drogas; luego se mezcla
con el hollín de la chimenea, lo que debe hacer que la desnudez de las brujas
que van al Sabbat no sea muy atractiva. Aquí hay otra receta más seria
también dada por Porta, y que transcribimos en latín para darle todo su
carácter de grimorio:

Receta: suim acorum vulgare, pentaphyllon, verspertillionis sanguinem


solanum somniferum et oleum, todo hervido y mezclado hasta formar un
ungüento.

Creemos que las composiciones de opiáceos, médula de cáñamo verde,


estramonio y adelfa, entrarían con no menos éxito en composiciones
similares. La grasa o la sangre de los pájaros nocturnos, unida a estos
narcóticos con ceremonias de magia negra, puede afectar la imaginación y
determinar la dirección de los sueños. Las historias de cabras que salen de un
cántaro y vuelven a él después de la ceremonia, de polvos infernales
recogidos detrás de la misma cabra, llamada Maestro Leonardo, de fiestas
donde se comen abortos hervidos sin sal con serpientes y sapos, de danzas
que presentan animales monstruosos u hombres y mujeres de formas
imposibles, de desenfreno sin límites donde los íncubos reparten un esperma
frío, vienen de Sabbats soñados de esta manera. Las pesadillas por sí solas
pueden producir tales figuraciones y sólo las pesadillas pueden explicarlas. El
desafortunado párroco Gaufridy y su libertina penitente, Madeleine de la
Palud, se volvieron locos con esos sueños, y fueron quemados en la hoguera
por persistir en afirmarlos. Es necesario leer en su juicio las declaraciones de
estos pobres enfermos para comprender las aberraciones a las que puede
llegar una imaginación herida. Pero el Sabbat no siempre ha sido un sueño, y
ha existido en la realidad. Hay incluso todavía asambleas secretas y nocturnas
donde se practicaban y se practican los ritos del viejo mundo, y de estas
asambleas algunas tienen un carácter religioso y un propósito social, otras
consisten de conjuros y orgías. Es bajo este doble punto de vista que
consideraremos y describiremos el verdadero Sabbat, ya sea el de la magia
luminosa o el de la magia de las tinieblas.

Cuando el cristianismo prohibió el ejercicio público de los antiguos cultos,


redujo a los seguidores de las religiones proscritas a reunirse en secreto para
la celebración de sus misterios. Estas reuniones eran presididas por iniciados,
que pronto establecieron entre los diversos matices de estos cultos
perseguidos una ortodoxia que la verdad mágica les ayudó a establecer con
mayor facilidad, ya que la proscripción reúne las voluntades y refuerza los
lazos de hermandad entre los hombres. Así los misterios de Isis, de Ceres de
Eleusis, y de Baco, se unieron a los de la buena diosa y el druidismo
primitivo. Las asambleas se celebraban ordinariamente entre los días de
Mercurio y Júpiter, o entre los de Venus y Saturno, donde se realizaban los
ritos de iniciación, se intercambiaban signos misteriosos, se cantaban himnos
simbólicos, se celebraban banquetes y se formaba la cadena mágica
sucesivamente, alrededor de la mesa y en la danza, y luego se separaban las
asambleas después de renovar los juramentos en frente de los jefes y recibir
sus instrucciones. El candidato al Sabbat debía ser guiado, o mejor dicho,
llevado a la congregación con los ojos cubiertos por el manto mágico, que lo
envolvía. El era pasado por encima de grandes fuegos, mientras escuchaba
ruidos espantosos a su alrededor. Cuando su rostro era descubierto, se veía
rodeado de monstruos infernales y en presencia de una colosal y monstruosa
cabra a la que se le ordenaba adorar. Todas estas ceremonias eran pruebas de
su fuerza de carácter y su confianza en sus iniciadores. La última prueba en
particular, era decisiva, porque primero presentaba al candidato con algo
humillante y ridículo, se le ordenaba besar respetuosamente las nalgas de una
cabra. Si se negaba, su cabeza se cubría nuevamente y se lo transportaba lejos
de la asamblea tan rápidamente que él creía volar por las nubes; si aceptaba,
se le hacía dar la vuelta al ídolo simbólico, y allí encontraba, no un objeto
repulsivo y obsceno, sino el rostro joven y gracioso de una sacerdotisa de Isis
o de Maia, que le daba un beso maternal; entonces se le admitía en el
banquete.

En cuanto a las orgías que, en varias asambleas de este tipo, seguían al


banquete, no creemos que fueran generalmente admitidas en estos ágapes
secretos; pero se sabe que varias sectas gnósticas las practicaban en sus
conventículos desde los primeros siglos del cristianismo. Que la carne haya
tenido sus protestantes en los siglos de ascetismo y represión de los sentidos,
no es sorprendente para nosotros; pero no debemos acusar a la alta magia de
irregularidades que nunca autorizó. Isis es casta en su viudez; Diana Panteo
es virgen; Hermanubis, teniendo ambos sexos, no puede satisfacer a ninguno
de ellos; el Hermafrodita Hermético es casto. Apolo de Tiana nunca se
abandonó a las seducciones del placer; el emperador Juliano era de una
castidad severa; Plotino de Alejandría era riguroso como un asceta en su
moral; Paracelso era tan ajeno a las locuras del amor que se creía que era de
sexo dudoso; Raimundo Lulio fue iniciado en los últimos secretos de la
ciencia sólo después de una pasión sin esperanza que lo volvió casto para
siempre.

También es una tradición de la alta magia que los pantáculos y los talismanes
pierden toda su virtud cuando el portador entra en un burdel o comete
adulterio. Por lo tanto, el Sabbat orgiástico no debe ser considerado como el
de los verdaderos seguidores.

En cuanto a la palabra misma en francés, sabbat (sabbat o aquelarre en


español y sabbath en inglés), algunos piensan que viene del nombre Saba-
sius; otros han imaginado otras etimologías. La más simple, en nuestra
opinión, es la que vincula esta palabra con el sabbat judío,3 ya que es cierto
que los judíos, los más fieles depositarios de los secretos de la Cábala, fueron
casi siempre los grandes maestros de la Edad Media en magia.

El Sabbat era por lo tanto el domingo de los cabalistas, el día de su fiesta


religiosa, o más bien la noche de su asamblea regular. Esta fiesta, rodeada de
misterios, tenía como salvaguarda el espanto mismo que le tenía la gente
vulgar y escapaba de la persecución por el terror.

En cuanto al diabólico Sabbat de los nigromantes, era una falsificación del


Sabbat de los Magos y una asamblea de criminales que explotaba a los idiotas
y los locos. Practicaban ritos horribles y componían mezclas abominables.
Los hechiceros y las brujas compartían sus planes y se informaban
mutuamente para apoyar sus reputaciones de profecía y adivinación, ya que
los adivinos eran generalmente consultados, y tenían un trabajo lucrativo
mientras ejercían el poder real.

Estas asambleas de hechiceros y brujos no tenían ni podían tener ritos


regulares, todo dependía de los caprichos de los jefes y del vértigo de la
asamblea. Las historias contadas por los que asistieron sirvieron de modelo
para todas las pesadillas de los soñadores, y es de la mezcla de estas
realidades imposibles y sueños demoníacos de donde provienen las
repugnantes y tontas historias del Sabbat que aparecen en los procesos
mágicos y en los libros del Spranger, Delancre, Delrio y Bodin.

Los ritos del Sabbat gnóstico se transmitieron en Alemania a una asociación


que tomó el nombre de Mopses; la cabra cabalística era sustituida por el perro
hermético, y cuando se recibía un candidato, hombre o mujer (porque la
orden admitía damas), se le traía con los ojos vendados. Se hacía el mismo
ruido infernal que asociaba los Sabbats con tantos rumores inexpresables; le
preguntaban al candidato si tenía miedo del diablo, y de repente le ofrecían la
opción de besar el trasero del gran maestro o besar el de Mopse, que es una
pequeña figura de perro cubierto de seda, sustituida por el antiguo gran ídolo
de la cabra de Mendés. Los Mopses tienen como signo de reconocimiento
una mueca ridícula que recuerda a las fantasmagorías del antiguo Sabbat y a
las máscaras de los asistentes. Además, su doctrina se resume en el culto al
amor y a la libertad. Esta asociación ocurrió cuando la Iglesia Romana
persiguió a la masonería. El juramento de recepción fue sustituido por una
solemne promesa de honor de no revelar ninguno de los secretos de la
asociación. Era más que un juramento, y la religión no tenía nada más que
decir.

El Baphomet de los Templarios, cuyo nombre debe escribirse


cabalísticamente al revés, se compone de tres abreviaturas: TEM OHP AB,
Templi omnium hominem pacis abbas, el padre del templo, paz universal de
los hombres; el Baphomet era, según algunos, una cabeza monstruosa; según
otros, un demonio en forma de cabra. Recientemente se ha desenterrado una
caja tallada en las ruinas de una antigua comandancia del templo, y los
anticuarios han observado una figura bautismal que, en términos de atributos,
se ajusta a nuestra cabra de Mendés y al andrógino de Khunrath. Esta figura
tiene barba y el cuerpo de una mujer; tiene el Sol en una mano y la Luna en la
otra, atados con cadenas. Esta viril cabeza es una bella alegoría que que
atribuye únicamente al pensamiento el principio iniciador y creador. La
cabeza, aquí, representa el espíritu; y el cuerpo de la mujer representa la
materia. Las estrellas encadenadas a la forma humana, dirigidas por esta
naturaleza cuya inteligencia es la cabeza, también ofrecen la más bella
alegoría. Sin embargo, el signo, en su conjunto, ha sido encontrado obsceno y
diabólico por los estudiosos que lo han examinado. ¡Qué asombroso es,
después de eso, ver todas las supersticiones de la Edad Media acreditadas hoy
en día! Sólo una cosa me sorprende, que creyendo en el diablo y sus
sirvientes, no se reaviven las piras. Al Sr. Veuillot le gustaría eso, y está en su
lógica: hay que honrar siempre a los hombres que tienen el valor de sus
opiniones.
Continuemos nuestra curiosa investigación y lleguemos a los más horribles
misterios del grimorio, los relacionados con la evocación de los demonios y
los pactos con el infierno.

Después de haber atribuido una existencia real a la negación absoluta del


bien, después de haber entronizado el absurdo y creado un dios de la mentira,
le correspondió a la locura humana invocar este ídolo imposible, y eso es lo
que hicieron los tontos. Nos han informado recientemente que el muy
respetable Padre Ventura, antiguo superior de los Teatinos, examinador de
los obispos, etc., etc., después de leer nuestro Dogma, declaró que la Cábala,
a sus ojos, era un invento del diablo, y que la Estrella de Salomón era otro
truco del mismo diablo para persuadir al mundo de que él, el diablo, es uno
con Dios. ¡Y esta es la seria enseñanza de aquellos que son maestros en
Israel! ¡El ideal de la nada y la oscuridad inventando una filosofía sublime
que es la base universal de la fe y la piedra angular de todos los templos! ¡El
diablo poniendo su firma junto a la de Dios! Mis venerables maestros de
teología, sois más hechiceros de lo que nadie piensa y de lo que vosotros
mismos pensáis; y el que dijo: El diablo es un mentiroso tanto como su padre,
quizá tenga algunas cosas que decir sobre las decisiones de vuestros padres.

Los evocadores del diablo tienen que, ante todo, pertenecer a una religión que
admite un diablo creador y rival de Dios. Para dirigirse a un poder, uno debe
creer en él. Quien tenga tal fe en la religión del diablo, tendrá que proceder
como sigue, para corresponder con su pseudo-dios:

AXIOMA MÁGICO
En el círculo de su acción, cada verbo crea lo que afirma.

CONSECUENCIA DIRECTA
El que afirma al diablo, crea o hace el diablo.

Lo que se necesita para tener éxito en las evocaciones infernales.

1. Una terquedad invencible;

2. Una conciencia endurecida por el crimen e inaccesible al remordimiento


y el miedo;

3. Ignorancia afectada o natural;

4. Una fe ciega en todo lo que es increíble;

5. Una idea de Dios completamente falsa.

A continuación es necesario:

Primero, profanar las ceremonias del culto en el que creemos, y pisotear los
signos más sagrados;

Segundo, hacer un sacrificio sangriento;

Tercero, obtener la horquilla mágica. Es una rama de un solo brote de


avellano o almendro que debe ser cortada de una sola vez con el cuchillo
nuevo que se habrá usado para el sacrificio; la varita debe terminar en forma
de horquilla; esta horquilla de madera debe ser herrada con hierro o acero,
hecho de la misma hoja del cuchillo ya mencionado.

Se ayunará durante quince días, tomando una comida sin sal después de la
puesta del sol; consistente en pan negro y sangre sazonada con especias sin
sal, o frijoles negros, y hierbas lechosas y narcóticas;

Cada cinco días, después de la puesta del sol, embriagarse con vino en el cual
cinco cabezas de amapolas negras y cinco onzas (150 g) de semillas de
cáñamo trituradas han sido remojadas durante cinco horas; todo ello
contenido en un paño que ha sido hilado por una prostituta (si es necesario, se
puede usar cualquier paño que haya sido hilado por una mujer).

La evocación puede tener lugar durante la noche del lunes a martes o del
viernes a sábado.

Hay que elegir un lugar solitario y condenado, como un cementerio


frecuentado por malos espíritus, una ruina atemorizante en el campo, el
sótano de un convento abandonado, el lugar donde se cometió un asesinato,
un altar druídico o un antiguo templo de ídolos.
Uno debe estar equipado con una túnica negra sin costuras ni mangas, un
gorro de plomo tachonado con los signos de la Luna, Venus y Saturno, dos
velas de sebo humano plantadas en candelabros de madera negra tallados en
forma de media luna, dos coronas de verbena, una espada mágica de mango
negro, la horquilla mágica, un jarrón de cobre que contiene la sangre de la
víctima, un incensario que contiene los perfumes; que serán incienso,
alcanfor, aloe, ámbar gris y estoraque; mezclados y amasados con sangre de
cabra, topo y murciélago; cuatro clavos arrancados del ataúd de una persona
torturada, la cabeza de un gato negro alimentado con carne humana durante
cinco días, un murciélago ahogado en sangre, los cuernos de una cabra cum
quo paella concubuerit, y el cráneo de un parricida. Todos estos objetos,
horribles y bastante difíciles de reunir, se disponen de la siguiente manera:

Círculo Goético
Evocaciones y pactos negros

Se dibuja un círculo perfecto con la espada, reservando sin embargo una


ruptura o una salida; se dibuja un triángulo en el círculo, se colorea con
sangre el pantáculo que ha dibujado la espada; luego, en una de las esquinas
del triángulo, se coloca un brasero de tres patas, que también podríamos
haber contado entre los objetos indispensables; en la base opuesta del
triángulo se trazan tres pequeños círculos para el operador y sus dos
asistentes, y detrás del círculo del operador se traza el signo del laberinto, o
monograma de Constantino, no con la sangre de la víctima, sino con la sangre
del propio operador. El operador y sus acólitos deben estar descalzos y con la
cabeza cubierta.

También se habrá traído la piel de la víctima inmolada; esta piel, cortada en


tiras, se colocará en el círculo, y formará otro círculo interior que se fijará en
las cuatro esquinas con los cuatro clavos de la persona torturada; cerca de los
cuatro clavos y fuera del círculo se colocará la cabeza de un gato, el cráneo
humano o más bien inhumano, los cuernos de cabra y el murciélago; se
rociarán con una rama de abedul empapada en la sangre de la víctima, luego
se encenderá un fuego de madera de aliso y ciprés; las dos velas mágicas se
colocarán a la derecha y a la izquierda del operador en las coronas de
verbena.

Las fórmulas evocadoras que se encuentran en los Elementos Mágicos de


Pierre d’Apono o en los grimorios, escritos a mano o impresos, serán
entonces pronunciadas. El del Grand Grimoire, repetido en el conocido
Dragón Rojo, ha sido deliberadamente alterado en la impresión. Aquí vemos
como debe ser leído:

“Per Adonai Eloim, Adonai Jehova, Adonai Sabaoth, Metraton On Agla


Adonai Mathon, verbum pythonicum, mysterium salarnandræ, conventus
sylphorum, antra gnomorum, dæmonia Coeli Gad, Almousin, Gibor,
Jehosua, Evam, Zariatnatmik veni, veni.”

La gran invocación de Agripa consiste sólo en estas palabras: DIES MIES


JESCHET BOENEDOESEF DOUVEMA ENITEMAUS. No nos halagamos al
entender el significado de estas palabras, que tal vez no tengan ninguno, y al
menos no deberían tener ninguno que sea razonable, ya que tienen el poder
de evocar al diablo, que es la soberana sinrazón.

Pico della Mirandola, sin duda por la misma razón, dice que en la magia
negra las palabras más bárbaras y absolutamente ininteligibles son las más
efectivas y las mejores.

Las conjuraciones se repiten con voces más fuertes y con imprecaciones y


amenazas, hasta que el espíritu responde. Generalmente es precedido, cuando
está a punto de aparecer, por un violento viento que parece hacer aullar a toda
la campiña. Las mascotas tiemblan y se esconden; los ayudantes sienten un
aliento frente a sus caras, y su pelo, humedecido con sudor frío, se levanta
sobre sus cabezas. La gran y suprema invocación, según Pierre d’Apono, es
ésta:

¡Hemen-Étan ¡Hemen-Étan! ¡Hemen-Étan! El ATI TITEIP AZIA HYN


TEU MINOSEL ACHADON vay vaa Eye Aaa Eie Exe A EL EL EL ¡HY!
¡HAU! ¡HAU! ¡HAU! ¡HAU! ¡VA! ¡VA! ¡VA! ¡VA! CHAVAJOTH.

¡Aie Saraye, aie Saraye, aie Saraye! per Eloym, Archima, Rabur,
BATHAS super ABRAC ruens superveniens ABEOR SUPER ABERER
¡Chavajoth! ¡Chavajoth!

¡Chavajoth! impero tibi per clavent SALOMONIS et nomen magnum


SEMHAMPHORAS".

Ahora, aquí están las señales y firmas ordinarias de los demonios:


Estas son las firmas de simples demonios; aquí están las firmas oficiales de
los príncipes del infierno, registradas legalmente (¡legalmente! ¡Oh Sr. Conde
de Mirville!), y guardadas en los archivos del tribunal como prueba en el
juicio del desafortunado Urbain Grandier.

Estas firmas están puestas al pie de un pacto, cuyo facísimil el Sr. Collin de
Plancy incluyó en el atlas de su Diccionario infernal, y que lleva como una
apostilla: “La minuta está en el infierno, en el gabinete de Lucifer”,
información bastante valiosa sobre una localidad muy poco conocida y sobre
un tiempo tan cercano a nosotros, antes del juicio del joven Labarre y
Étalonde, que, como todo el mundo sabe, fueron contemporáneos de Voltaire.

Las evocaciones solían ir seguidas de pactos, que se escribían en un


pergamino de piel de cabra con una pluma de hierro y una gota de sangre que
había que extraer del brazo izquierdo. El pacto se hacía por duplicado; el
maligno se llevaría uno y el réprobo se tragaría el otro. Los compromisos
recíprocos eran, para el demonio, servir al hechicero durante un cierto
número de años, y, para el hechicero, pertenecer al demonio después de un
cierto tiempo. La Iglesia, en sus exorcismos, ha consagrado la creencia en
todas estas cosas, y puede decirse que la magia negra y su príncipe oscuro
son una creación real, viva y terrible del catolicismo romano; que incluso son
su trabajo especial y característico, ya que los sacerdotes no inventan a Dios.
Por lo tanto, los verdaderos católicos se comprometen desde el fondo de sus
corazones a la preservación, a la regeneración misma de esta gran obra que es
la piedra filosofal del culto oficial y positivo. Se dice que, en la jerga de las
prisiones, los criminales llaman al diablo panadero; todo nuestro deseo, y
aquí ya no hablamos como un mago, sino como un devoto hijo del
cristianismo y de la Iglesia, a la que debemos nuestra primera educación y
nuestro primer entusiasmo, todo nuestro deseo, decimos, es que el fantasma
de Satanás ya no pueda ser llamado también panadero de los ministros de la
moral y representantes de la más alta virtud. ¿Se comprenderán nuestros
pensamientos y se nos perdonará la audacia de nuestras aspiraciones en favor
de nuestras devotas intenciones y la sinceridad de nuestra fe?

La magia creativa del diablo, la magia que dictó el Grimorio del Papa
Honorio, el Enchiridion de León III, los exorcismos del Ritual, las sentencias
de los inquisidores, las acusaciones de Laubardemont, los artículos de los
hermanos Veuillot, los libros de los Sres. Falloux, de Montalembert, de
Mirville, la magia de los hechiceros y hombres piadosos que no lo son es algo
verdaderamente reprensible en algunos, e infinitamente deplorable en otros.
Es sobre todo para luchar, revelando estas tristes aberraciones del espíritu
humano, que hemos publicado este libro. ¡Que sirva para el éxito de esta
santa obra!

Pero aún no hemos mostrado estas obras impías en toda su vileza y en toda su
monstruosa locura; es necesario remover el barro sangriento de las
supersticiones pasadas, es necesario consultar los anales de la demonomanía
para concebir ciertos crímenes que la imaginación por sí sola no inventaría.

El cabalista Bodin, israelita por convicción y católico por necesidad, no tenía


otra intención, en su Démonomanie des sorciers, que la de impugnar las
obras del catolicismo y socavarlo por sus abusos doctrinales. La obra de
Bodin es profundamente maquiavélica y golpea el corazón de las
instituciones y hombres que parece defender. Apenas se podría imaginar, sin
haberlo leído, todas las cosas sangrientas y horribles que recogió y acumuló,
actos de superstición repugnante, arrestos y ejecuciones de estúpida
ferocidad. “¡Quemadlo todo!” los inquisidores parecían decir, “¡Dios
reconocerá a los suyos!” Pobres tontos, mujeres histéricas, idiotas, fueron
quemados sin piedad por crímenes de magia; ¡pero también grandes
culpables escaparon de esta injusta y sangrienta justicia! Esto es lo que Bodin
nos hace oír cuando nos cuenta anécdotas del tipo que relata sobre la muerte
del Rey Carlos IX. Es una abominación poco conocida que, por lo que
sabemos, ni siquiera en los tiempos más febriles y desolados de la literatura,
ha tentado el entusiasmo de ningún novelista.

El Rey Carlos IX estaba a punto de morir, sufriendo una enfermedad cuya


causa no podía ser descubierta por ningún médico, que tampoco podían
explicar sus espantosos síntomas. La Reina Madre, que lo dominaba por
completo y que podía perderlo todo bajo otro reinado; la Reina Madre, que
era sospechosa de esta enfermedad, en contra de sus propios intereses, porque
siempre se asumió que esta mujer, capaz de todo, a quien se atribuían trucos
ocultos e intereses desconocidos, primero consultaba a sus astrólogos para el
rey, y luego recurría a la magia más detestable. Como el estado del paciente
empeoraba día a día y se desesperaba cada vez más, querían consultar al
Oráculo de la Cabeza Ensangrentada, y así es como se llevó a cabo esta
operación infernal:

Tomaron a un niño, hermoso de rostro e inocente de moral; lo hicieron


preparar en secreto para su primera comunión por un capellán del palacio;
luego, cuando llegó el día, o mejor dicho la noche del sacrificio, un monje
apóstata, jacobino y adepto a las obras ocultas de la magia negra, comenzó a
medianoche, en la habitación del enfermo, y en presencia sólo de Catalina de
Médicis y sus seguidores, lo que entonces se llamaba la misa del diablo. En
esta misa, celebrada ante la imagen del diablo, teniendo bajo sus pies una
cruz al revés, el hechicero consagró dos hostias, una negra y otra blanca. Le
dieron la blanca al niño, que fue traído vestido como para el bautismo, y fue
sacrificado en los mismos escalones del altar inmediatamente después de su
comunión. Su cabeza, desprendida del tronco de un solo golpe, fue colocada
sobre la gran hostia negra que cubría el fondo de la patena, y luego llevada a
una mesa donde se encendían misteriosas lámparas. El exorcismo comenzó
entonces, y el demonio fue puesto en posición de pronunciar un oráculo y
responder por boca de esta cabeza a una pregunta secreta que el rey no se
atrevía a hacer en voz alta, y que ni siquiera había confiado a nadie. Entonces
una débil voz, una extraña voz que ya no era humana, se escuchó en la cabeza
de este pobre mártir. “Tengo que hacerlo”, dijo la voz en latín, Vim patior. A
esta respuesta, que probablemente anunció al enfermo que el infierno ya no lo
protegía, un horrible temblor se apoderó de él, sus brazos se endurecieron…
Gritó con voz ronca: “¡Quiten esa cabeza! ¡Quiten esa cabeza!” y hasta su
último aliento no se le oyó decir nada más. Los que le servían, y que no
estaban informados de este espantoso misterio, creían que lo perseguía el
fantasma de Coligny, y que creía ver la cabeza del ilustre almirante ante él;
pero lo que agitaba al moribundo ya no era el remordimiento, sino un terror
desesperado y un infierno anticipado.

Esta leyenda de la magia negra de Bodin recuerda las prácticas abominables y


el bien merecido tormento de Gilles de Laval, Señor de Raiz, que pasó del
ascetismo a la magia negra, y se entregó a los más repugnantes sacrificios
para conseguir el favor de Satanás. Este lunático declaró en su juicio que
Satanás se le había aparecido a menudo, pero que siempre lo había engañado
prometiéndole tesoros que nunca le dio. De la información legal se desprende
que varios cientos de niños desafortunados fueron víctimas de la codicia y la
atroz imaginación de este asesino.

Notas
1. Graoully es un dragón legendario que habitaba el anfiteatro de Metz, Francia, y fue supuestamente
vencido por Clemente de Metz, quien le ordenó que se fuera a territorios desiertos para que no hiciera
más daño.
2. La Tarasca es una criatura mitológica cuyo origen se encuentra en una leyenda sobre Santa Marta.
3. El sabbat, es el día de descanso del judaísmo y el séptimo día de la semana. La observancia del
sabbat implica abstenerse de actividades laborales, a menudo con gran rigor, y dedicarse a actividades
de descanso para honrar el día. Según la ley religiosa judía, el sabbat se observa desde unos minutos
antes de la puesta del sol del viernes por la noche hasta la aparición de tres estrellas en el cielo el
sábado por la noche.
XVI – Hechizos y Conjuros

Lo que los magos y los nigromantes buscaban sobre todo en sus evocaciones
del espíritu impuro era ese poder magnético que es la posesión del verdadero
adepto, y que querían usurpar para abusar de él desvergonzadamente.

Siendo la locura de los hechiceros una locura malvada, uno de sus objetivos
sobre todo era el poder para hechizar o ejercer influencias dañinas.

Hemos dicho en nuestro Dogma lo que pensamos de los hechizos, y lo


peligroso y real que nos parece este poder. El verdadero mago hechiza sin
ceremonias y con su sola reprobación a aquellos a quienes desaprueba y cree
necesario castigar; incluso hechiza con su perdón a aquellos que le hacen
daño, y los enemigos de los iniciados nunca cometen sus injusticias
impunemente. Hemos visto por nosotros mismos muchos ejemplos de esta
ley fatal. Los verdugos de los mártires siempre perecen miserablemente, y los
adeptos son los mártires del intelecto; pero la Providencia parece abominar a
los que los desprecian y los matan, y los extermina. La leyenda del judío
errante es la poesía popular de esta historia arcana. Un pueblo envió a un
sabio al tormento; le dijeron: “¡Camina!” cuando quería descansar un
momento. Pues bien, este pueblo será condenado así, será proscrito, y durante
siglos se le dirá: “¡Camina! ¡Camina!” y no encontrará ni misericordia ni
descanso.

Un científico tenía una mujer a la que amaba apasionada y locamente, y en la


exaltación de su ternura honró a esta mujer con una confianza ciega, y se
apoyó en ella para todo. La mujer, que era vana en su belleza e inteligencia,
envidiaba la superioridad de su marido y lo odiaba. Poco después lo dejó,
comprometiéndose con un hombre viejo, feo, tonto e inmoral. Este fue su
primer castigo, pero no debía limitarse a eso. El científico sólo pronunció esta
frase contra ella: “Te quito tu inteligencia y tu belleza”. Un año más tarde, los
que la habían conocido ya no la reconocían. Su peso comenzó a desfigurarla.
Reflejó en su rostro la fealdad de sus nuevos afectos. Tres años después era
fea…; siete años después estaba loca. Esto sucedió en nuestra época, y
conocimos a ambas personas.
Los Magos condenan a la manera de los médicos hábiles, y por eso cuando
han pronunciado una sentencia contra un culpable sus sentencias no tienen
apelación. No tienen que hacer ceremonias ni invocaciones; sólo deben
abstenerse de comer en la misma mesa que el condenado, y si se ven
obligados a sentarse a la misma, no deben aceptar ni ofrecer sal.

Los hechizos de los hechiceros son de otro tipo, y pueden ser comparados
con el envenenamiento de una corriente de luz astral. Exaltan su voluntad con
ceremonias hasta el punto de hacerla venenosa, por decir lo menos; pero,
como hemos observado en nuestro Dogma, generalmente se exponen a ser
asesinados primero por sus máquinas infernales. Denunciemos aquí algunos
de sus procedimientos culpables. Obtienen el pelo o la ropa de la persona a la
que desean maldecir, y luego eligen un animal que es a sus ojos el símbolo de
esa persona. Ponen a este animal en conexión magnética con la persona por
medio del pelo o la ropa, le dan su nombre, luego lo matan con un solo golpe
del cuchillo mágico, le abren el pecho, le arrancan el corazón, envuelven ese
corazón latiente en los objetos magnetizados, y durante tres días, cada hora,
clavan clavos, alfileres enrojecidos o largas espinas en ese corazón,
pronunciando maldiciones sobre el nombre de la persona bajo su hechizo.
Están convencidos entonces (y a menudo con razón) de que la víctima de sus
infames maniobras experimenta tanta tortura como si de hecho le hubieran
clavado todas esas púas en el corazón. La víctima comienza a marchitarse, y
después de algún tiempo muere de algún mal desconocido.

Otro hechizo utilizado en el campo consiste en consagrar clavos para las


obras de odio con las apestosas fumigaciones de Saturno y las invocaciones a
los genios malvados, para luego seguir los pasos de la persona a la que se
quiere atormentar y clavar en forma de cruz todas las huellas de sus pasos
que se encuentran en el suelo o en la arena.

Otro más abominable se practica de esta manera: Se toma un gran sapo y se


lo bautiza con el nombre y apellido de la persona que va a ser maldecida, y
luego se lo obliga a tragar una hostia consagrada, sobre la cual se ha
pronunciado una fórmula de ejecución, y luego se lo envuelve en objetos
magnetizados, atados con el pelo de la víctima, sobre los cuales el operador
ha escupido primero, y se lo entierra ya sea bajo el umbral de la puerta del
malhechor, ya sea en un lugar por el cual está obligado a pasar todos los días.
El espíritu elemental de este sapo se convertirá en una pesadilla y en un
vampiro en sus sueños, a menos que la víctima sepa cómo enviarlo de vuelta
al malhechor.

También podemos mencionar el hechizo de las imágenes de cera. Los


hechiceros de la Edad Media, celosos de complacer por medio de sacrilegios
a quien consideraban su amo, mezclaban aceite del bautismo y cenizas de
hostias quemadas con esta cera. Los sacerdotes apóstatas siempre estaban
presentes para entregarles los tesoros de la Iglesia. La cera maldita se
utilizaba para formar una imagen lo más parecida posible a quien que
deseaban hechizar; esta imagen se vestía con ropas parecidas a las suyas, se le
daban los sacramentos que él mismo había recibido, luego todas las
maldiciones que expresaban el odio del hechicero se pronunciaban sobre la
cabeza de la imagen, y se infligían diariamente torturas imaginarias sobre esta
figura maldita, para alcanzar y atormentar por simpatía a quien la figura
representaba.

Los hechizos son más infalibles si se puede obtener cabello, sangre y


especialmente un diente de la persona hechizada. Esto es lo que dio lugar al
proverbial dicho: "tienes un diente contra mí” (Vous avez une dent contre
moi), que significa: tienes algo contra mí.

Uno también puede ser hechizado por la mirada, y esto es lo que en Italia se
llama jettatura, o el mal de ojo. Durante la época de nuestra discordia civil,
un hombre en una tienda tuvo la desgracia de denunciar a uno de sus vecinos.
El vecino, después de estar detenido durante algún tiempo, fue liberado, pero
perdió su empleo. Por venganza, pasaba dos veces al día frente a la tienda de
su informante, lo miraba, lo saludaba y seguía de largo. Algún tiempo
después, el tendero, no pudiendo soportar más el tormento de esa mirada,
vendió sus existencias con pérdidas y cambió de distrito, sin dejar su
dirección; en una palabra, se arruinó.

Una amenaza es un hechizo real, porque tiene un fuerte efecto en la


imaginación, especialmente si esa imaginación acepta fácilmente la creencia
de un poder oculto e ilimitado. La terrible amenaza del infierno, este hechizo
de la humanidad durante varios siglos, ha creado más pesadillas, más
dolencias sin nombre, más locuras furiosas, que todos los vicios y excesos
combinados. Esto es lo que los artistas herméticos de la Edad Media
retrataron en los increíbles e inauditos monstruos que incrustaban en las
puertas de las basílicas.

Pero el hechizo por la amenaza produce un efecto absolutamente contrario a


las intenciones del Operador, cuando la amenaza es obviamente vana, cuando
estimula el legítimo orgullo del amenazado, y en consecuencia provoca su
resistencia, y finalmente cuando su atrocidad la hace patentemente ridícula.

Son los sectarios del infierno los que han desacreditado al cielo. Dile a un
hombre razonable que el equilibrio es la ley del movimiento y de la vida y
que el equilibrio moral, la libertad, descansa en una eterna e inmutable
distinción entre lo verdadero y lo falso, entre el bien y el mal; dile que,
dotado de un libre albedrío, debe hacerse un sitio por sus obras en el imperio
de la verdad y del bien, o retroceder eternamente, como la roca de Sísifo, en
el caos de la mentira y del mal. Él entenderá este dogma, y si llamas a la
verdad y al bien cielo; a la mentira y al mal infierno, él creerá en tu cielo y tu
infierno, por encima de los cuales el ideal divino permanece tranquilo,
perfecto e inaccesible a la ira y a la ofensa, porque lo entenderá, Si el infierno
en principio es eterno, como la libertad, sólo puede ser un tormento temporal
para las almas, ya que es una expiación, y la idea de expiación implica
necesariamente la reparación y la destrucción del mal.

Dicho esto, no con intenciones dogmáticas, lo cual no puede ser nuestra


responsabilidad, sino para indicar el remedio moral y razonable para el
embrujo de las conciencias por los terrores de la otra vida, hablemos de los
medios para escapar de las influencias desastrosas de la ira humana.

Lo primero de todo es ser razonable y justo, y nunca darle a la ira ningún


asidero o razón. La ira legítima es muy temible. Es por eso que debes ser
rápido en reconocer y expiar tus errores. Si la cólera persiste después de esto,
se debe ciertamente a un vicio; buscasaber cuál es este vicio, y únete
fuertemente a las corrientes magnéticas de la virtud contraria. Entonces el
hechizo ya no tendrá ningún poder sobre ti.

Lava cuidadosamente tus ropas antes de regalarlas o quema los paños y las
prendas de vestir que se hayas utilizado sobre tu persona; no utilices nunca
una prenda que haya sido utilizada por un extraño sin haberla purificado con
agua, con azufre y con especias, como alcanfor, incienso, ámbar, etc.
Una gran manera de resistirse a los hechizos es no temerlos, los hechizos
actúan como enfermedades contagiosas. En tiempos de plaga, los que tienen
miedo son los primeros en enfermarse. El modo de no temer al mal es no
preocuparse por él, y aconsejo esto con gran desinterés, ya que es en un libro
de magia de mi autoría donde expongo tales consejos, aconsejo
encarecidamente a las personas nerviosas, débiles, crédulas, histéricas,
supersticiosas, devotas, tontas, sin energía, sin voluntad, no abrir nunca un
libro de magia, cerrarlo si lo han abierto, no escuchar a los que hablan de las
ciencias ocultas, burlarse de ellos, no creer en ellos y beber agua, como decía
el gran mago pantagruélico, el excelente párroco de Meudon.

En cuanto a los sabios (y ya es hora de ocuparse de ellos después de que


haber cumplido con los locos), en cuanto a los sabios, apenas tienen otros
males que temer que los de la fortuna; pero como son sacerdotes y médicos,
pueden ser llamados a curar a los hechizados, y así es como deben hacerlo:

El hechizado debe ser instado a hacer algún bien a su atormentador, a


prestarle un servicio que no pueda rechazar y a tratar de llevarlo, directa o
indirectamente, a la comunión de la sal.

La persona que se crea hechizada por la ejecución y el entierro del sapo debe
llevar consigo un sapo vivo en una caja de asta.

Para el embrujo del corazón traspasado, el enfermo debe comer un corazón


de cordero condimentado con salvia y verbena, y llevar consigo un talismán
de Venus o de la Luna contenido en una bolsa llena de alcanfor y sal.

Para el embrujo por la figura de cera, es necesario hacer una figura más
perfecta, poner sobre ella todo lo que la persona misma pueda dar, pegar a su
cuello los siete talismanes, colocarla en medio de un gran pantáculo que
representa el pentagrama y frotarla ligeramente todos los días con una mezcla
de aceite y bálsamo, después de haber pronunciado el Conjuro de los Cuatro
para desviar la influencia de los espíritus elementales. Después de siete días,
la imagen debe ser quemada en el fuego consagrado, y uno puede estar
seguro de que la estatuilla hecha por el hechicero perderá toda su virtud al
mismo tiempo.

Ya hemos hablado de la medicina simpática de Paracelso, que medicaba los


miembros con cera y operaba sobre la sangre que salía de las heridas, para
curarlas. Este sistema le permitía utilizar los remedios más violentos, por lo
que el sublimado y el vitriolo eran sus principales específicos. Creemos que
la homeopatía es una reminiscencia de las teorías de Paracelso y un retorno a
sus sabias prácticas. Pero tendremos que volver a este tema en un tratado
especial que se dedicará exclusivamente a la medicina oculta.

Los votos de los padres comprometiendo el futuro de sus hijos son hechizos
que no pueden ser condenados suficientemente condenados; los niños
consagrados a la protección de la Virgen, vestidos de blanco, por ejemplo,
casi nunca prosperan; los que alguna vez estuvieron destinados a ser célibes
suelen caer en el libertinaje, o en la desesperación y la locura. Al hombre no
se le permite violar el destino, y menos aún imponer obstáculos al uso
legítimo de la libertad.

Añadiremos aquí, como suplemento y apéndice de este capítulo, algunas


palabras sobre las mandrágoras y los androides, que mucha gente confunde
con las figuritas de cera utilizadas en la práctica de los hechizos.

La mandrágora natural es una raíz peluda que presenta más o menos, en su


conjunto, la figura de un hombre o la de sus partes viriles de la generación.
Esta raíz es ligeramente narcótica, y los antiguos le atribuyeron una virtud
afrodisíaca que hizo que fuera buscada por las brujas de Tesalia para la
composición de filtros.

¿Es esta raíz, como supone cierto misticismo mágico, el vestigio umbilical de
nuestro origen terrenal? Eso es lo que no nos atreveríamos a afirmar con
seriedad. Es cierto, sin embargo, que el hombre surgió del limo de la tierra, y
por lo tanto debe haberse formado allí en el primer esbozo en forma de raíz.
Las analogías de la naturaleza exigen que aceptemos esta noción, al menos
como una posibilidad. Los primeros hombres habrían sido, pues, una familia
de gigantescas mandrágoras sensitivas que el sol habría animado, y que se
habrían desprendido de la tierra, lo que no excluye en modo alguno, y al
contrario presupone positivamente, la voluntad creadora y la cooperación
providencial de la primera causa, a la que hemos llamado justamente DIOS.

Algunos antiguos alquimistas, sorprendidos por esta idea, soñaron con el


cultivo de la mandrágora, buscaron reproducir artificialmente un barro lo
suficientemente fértil y un Sol lo suficientemente activo como para
humanizar esta raíz de nuevo y así crear hombres sin la ayuda de mujeres.

Otros, que creyeron ver en la humanidad la síntesis de los animales, se


desesperaron por dar vida a la mandrágora, pero instigaron acoplamientos
monstruosos y arrojaron la semilla humana en el suelo de los animales, sin
producir más que crímenes vergonzosos y monstruos sin descendencia.

La tercera forma de formar el androide es por un mecanismo galvánico. Uno


de estos autómatas, casi inteligente, se le atribute a Alberto Magno, y se
añade que Santo Tomás lo rompió de un solo golpe de su bastón, porque se
avergonzaba de sus respuestas. Este cuento es una alegoría. El androide de
Alberto Magno es la teología aristotélica de la escolástica primitiva, que fue
destrozada por la Suma de Santo Tomás, ese audaz innovador que primero
sustituyó la ley absoluta de la razón por la arbitrariedad divina, al atreverse a
formular este axioma, que no tememos repetir una y otra vez, ya que emana
de tal maestro: “Una cosa no es sólo porque Dios la quiere, sino que Dios la
quiere porque es justa”.

El verdadero y serio androide de los antiguos, era un secreto que mantenían


oculto a todos los ojos y que Mesmer fue el primero se atrevió en divulgar en
nuestro tiempo, era la extensión de la voluntad del mago en otro cuerpo,
organizado y servido por un espíritu elemental; en otras palabras, más
modernas e inteligibles, era un sujeto magnético.
XVII – La Escritura de las Estrellas

Hemos terminado con el infierno, y estamos respirando profundamente


mientras volvemos a la luz después de pasar por los antros de la magia negra.
¡Retírate, Satanás! ¡Renunciamos a ti, a tu pompa, a tus obras, pero aún más a
tu fealdad, a tus miserias, a tu nada, a tus mentiras! El gran iniciador te vio
caer del cielo como un rayo. La leyenda cristiana te convierte, haciendo que
pongas suavemente tu cabeza de dragón bajo el pie de la Madre de Dios. Eres
para nosotros la imagen de la sinrazón y el misterio; eres la locura y la
fantasía ciega; eres la inquisición y su infierno; eres el dios de Torquemada y
Alejandro VI; te has convertido en el juguete de nuestros hijos, y tu último
lugar está fijado junto a Polichinela; ahora no eres más que un personaje
grotesco en nuestros teatros de feria, y un signo para unas pocas tiendas
llamadas religiosas.

Después de la decimosexta clave del Tarot, que representa la ruina del templo
de Satanás, encontramos en la decimoséptima página un magnífico y elegante
emblema.

Una mujer desnuda, una joven inmortal, vierte sobre la tierra la savia de la
vida universal que fluye de dos jarrones, uno de oro, el otro de plata; a su
lado hay un arbusto floreciente sobre el que se apoya la mariposa de Psique;
sobre ella hay una estrella brillante con ocho rayos, alrededor de los cuales se
disponen otras siete estrellas.

¡Creo en la vida eterna! Este es el último artículo del símbolo del cristiano, y
sólo este artículo es una profesión de fe.

Los antiguos, comparando la calma y pacífica inmensidad del cielo,


completamente poblado de luz inmutable, con la agitación y las tinieblas de
este mundo, creían encontrar en este hermoso libro de letras doradas la última
palabra en el enigma de los destinos; trazaban, por la imaginación, líneas de
correspondencia entre estos puntos brillantes de la escritura divina, y se dice
que las primeras constelaciones delineadas por los pastores de Caldea fueron
también los primeros personajes de la escritura cabalística.
Según M. Moreau de Dammartin, autor de un tratado muy curioso sobre el
origen de los caracteres alfabéticos, se dice que estos caracteres, expresados
primero en líneas y luego encerrados en figuras jeroglíficas, fueron
determinados por los antiguos magos en su elección de las figuras del Tarot,
que este erudito reconoce –como nosotros–, como un libro esencialmente
hierático y primitivo.

Así, en opinión de este erudito, el tseu chino, el alef de los hebreos y el alfa
de los griegos, expresados jeroglíficamente por la figura del prestidigitadoro
Mago, fueron tomados de la constelación de la grulla, cercana al pez astral de
la esfera oriental.

El tcheou chino, el bet hebreo y la B latina, correspondiente a la Papisa o a


Juno, se formaron de la cabeza del carnero; el yn chino, el guímel hebreo y la
G latina, representada por la emperatriz, fue tomado de la constelación de la
Gran Osa, etc.

El cabalista Gaffarel, al que ya hemos citado más de una vez, dibujó un


planisferio donde todas las constelaciones forman letras hebreas; pero
debemos admitir que esa configuración a menudo parece más que arbitraria, y
que no entendemos por qué, al indicar una sola estrella por ejemplo, Gaffarel
traza más bien una ‫ ד‬que una ‫ ו‬o una ‫ ;ז‬cuatro estrellas también dan también
una ‫ת‬, o una ‫ה‬, o una ‫ ח‬como una ‫א‬. Esto es lo que nos disuadió de incluir
aquí una copia del planisferio de Gaffarel, cuyos trabajos no son
extremadamente raros. Este planisferio fue reproducido en el libro del Padre
Montfaucon sobre las religiones y supersticiones del mundo, y también se
encuentra una copia en el libro sobre magia publicado por el místico
Eckartshausen.

Los estudiosos, además, no están de acuerdo en la configuración de las letras


del alfabeto primitivo. El Tarot italiano, del cual desearíamos que se conserve
su tipografía gótica, se refiere, por la disposición de sus figuras, al alfabeto
hebreo que se utiliza desde el cautiverio, conocido como alfabeto asirio; pero
hay fragmentos de otros Tarots anteriores a éste en los que la disposición ya
no es la misma. Ya que nada debe dejarse al azar en materia de estudios,
esperaremos a nuevos y más concluyentes descubrimientos antes de emitir
nuestro juicio.
En cuanto al alfabeto de las estrellas, creemos que es opcional, al igual que la
configuración de las nubes, que parecen tomar todas las formas que nuestra
imaginación les da. Hay grupos de estrellas como puntos de geomancia y
cartografía en la cartomancia moderna. Es un pretexto para magnetizarse y un
instrumento que puede fijar y determinar la intuición natural. Así, un
cabalista acostumbrado a los jeroglíficos místicos verá en las estrellas signos
que un simple pastor no descubriría; pero el pastor, por su parte, encontrará
en ellas combinaciones que se le escaparán al cabalista. Los campesinos ven
un rastrillo en el cinturón y la espada de Orión; un cabalista hebreo vería en
la misma Orión, considerada en su totalidad, todos los misterios de Ezequiel,
los diez Sefirot dispuestos en ternario, un triángulo central formado por
cuatro estrellas y luego una línea de tres que forman el Yod, y las dos figuras
juntas expresando todos los misterios de Bereschit, luego cuatro estrellas
formando las ruedas de Mercavah y completando el carro divino. Mirando de
otra manera y con otras líneas ideales, verá una ‫ג‬, Guímel, perfectamente
formada, colocada sobre ‫י‬, Yod, en una gran ‫ד‬, Dálet, invertida; una figura
que representa la lucha del bien y del mal, con el triunfo definitivo del bien:
De hecho, la ‫ג‬, colocada sobre el Yod, es el ternario producido por la unidad,
es la manifestación divina del Verbo, mientras que la ‫ג‬, Dálet invertida es el
ternario compuesto por el binario malo multiplicado por sí mismo. La figura
de Orión, considerada de esta manera, sería por lo tanto idéntica a la del ángel
Miguel luchando contra el dragón, y la aparición de este signo, apareciendo
de esta forma, sería, para el conspirador, un presagio de victoria y felicidad.

Una larga contemplación del cielo exalta la imaginación; las estrellas


responden entonces a nuestros pensamientos. Las líneas trazadas
mentalmente de una a otra por los primeros contempladores deben haber
dado a los hombres las primeras ideas de la geometría. Dependiendo de si
nuestra alma está inquieta o en paz, las estrellas parecen brillar con amenazas
o brillar con esperanza. El cielo es, por lo tanto, el espejo del alma humana, y
cuando creemos que leemos en las estrellas, es en nosotros mismos que
leemos.
Gaffarel, aplicando a los destinos de los imperios los presagios de la Escritura
celestial, dice que los antiguos no figuraban en vano en la parte norte del
cielo todos los signos de mal agüero, y que así desde todos los tiempos, se ha
considerado que las calamidades venían del norte para extenderse por la tierra
invadiendo el sur.

Es por esta razón, dice que:

“Los antiguos han figurado en estas partes norteñas del cielo una
serpiente o dragón, cerca de dos osos, ya que estos animales son los
verdaderos jeroglíficos de la tiranía, el saqueo y todo tipo de opresión. Y
de hecho, revisa los anales, y verás que todas las grandes desolaciones
que ocurrieron vinieron de las partes septentrionales. Los asirios o
caldeos, dirigidos por Nabucodonosor y Salmanasar, han hecho esta
verdad suficientemente evidente en la quema de un templo y una ciudad,
la más suntuosa y santa del universo, y en la completa ruina de un
pueblo cuyo mismo Dios había tomado la singular protección, y del que
particularmente afirmaba ser el padre. Y la otra Jerusalén, Roma, la
bendita, acaso no ha experimentado a menudo la furia de esa raza
malvada del norte, cuando, por la crueldad de los príncipes Alarico,
Gensérico, Atila y el resto de los godos, hunos, vándalos y alanos, vio
sus altares volcados y las cimas de sus soberbios edificios igualados al
nivel de los cardos… Muy bien entonces, en los secretos de esta
escritura celestial, leemos infortunios y desgracias en el lado norte:
septentrione pandetur omne malum (todas las cosas malas vienen del
norte). Ahora el verbo ‫הפתה‬, que traducimos como pandetur, significa
tanto pandetur como scribetur, y la profecía también significa:”Todos
los males del mundo están escritos en el cielo en el lado norte".

Hemos transcrito este pasaje de Gaffarel en su totalidad, porque no carece de


relevancia en nuestra época, cuando el norte aún parece amenazar a toda
Europa;1 pero también está en el destino del frío ser superado por el Sol, y la
oscuridad debe disiparse por sí misma cuando llega a la luz. Esta es para
nosotros la última palabra de la profecía y el secreto del futuro.

Gaffarel añade algunas predicciones más de las estrellas, como el


debilitamiento gradual del Imperio Otomano; pero, como ya hemos dicho,
sus figuras de letras consteladas son bastante arbitrarias. Afirma, además,
haber tomado prestadas estas predicciones de un cabalista hebreo llamado
Rabino Chomer, a quien no pretende entender.

En la figura siguiente vemos los personajes mágicos que fueron dibujados por
los antiguos astrólogos de las constelaciones del zodíaco; cada uno de estos
personajes representa el nombre de un genio, bueno o malo. Se sabe que los
signos del Zodíaco se refieren a varias influencias celestiales, y por lo tanto
expresan una alternativa anual de bien o de mal.
Los nombres de los genios designados por estos caracteres son:

Para Aries, SATAARAN y Sarahiel.

Para Tauro, BAGDAL y Araziel.

Para Géminis, SAGRAS y Saraiel.

Para Cáncer, RAHDAR y Phakiel.

Para Leo, SAGHAM y Seratiel.

Para Virgo, IADARA y Schaltiel.

Para Libra, GRASGARBEN y Hadakiel.

Para Escorpio, RIEHOL y Saissaiel.

Para Sagitario, VHNORI y Saritaiel.


Para Capricornio, SAGDALON y Semakiel.

Para Acuario, ARCHER y Ssakmakiel.

Para Piscis, RASAMASA y Vacabiel.

El sabio que quiere leer en el cielo debe también observar los días de la Luna,
cuya influencia es muy grande en la astrología. La Luna atrae y repele
sucesivamente el fluido magnético de la tierra, y es así como produce el flujo
y reflujo del mar: por lo tanto, es necesario conocer las fases de la Luna y
saber distinguir sus días y horas. La Luna nueva es favorable para el
comienzo de todas las obras mágicas; desde el primer trimestre hasta la Luna
llena, su influencia es cálida; desde la Luna llena hasta el último trimestre, es
seca; desde el último trimestre hasta el final, es fría.

Ahora aquí están los personajes especiales de todos los días de la Luna,
marcados por las veintidós cartas del Tarot y por los signos de los siete
planetas:

1. El Mago o el Prestidigador.
El primer día de la Luna es el día de la creación de la Luna misma. Este
día está dedicado a las iniciativas del espíritu, y debe ser propicio para
las innovaciones felices.

2. La Papisa, o la Ciencia Oculta.


El segundo día, cuyo genio es Enediel, fue el quinto de la creación, ya
que la Luna se hizo en el cuarto día. Los pájaros y los peces, que fueron
creados ese día, son los jeroglíficos vivientes de las analogías mágicas y
del dogma universal de Hermes. El agua y el aire, que luego se llenaron
con las formas del Verbo, son las figuras elementales del Mercurio de
los Sabios, es decir, de la inteligencia y el habla. Este día es propicio
para las revelaciones, iniciaciones y los grandes descubrimientos de la
ciencia.

3. La Emperatriz, o La Madre Celestial.


El tercer día fue el de la creación del hombre. Este día es favorable a la
generación y en general a todas las producciones, ya sean del cuerpo o
del espíritu.
4. El Emperador, o el Dominador.
El cuarto día es funesto; fue el día del nacimiento de Caín; pero es
favorable a las empresas injustas y tiránicas.

5. El Papa, o el Hierofante.
El quinto día es bueno; fue el día del nacimiento de Abel.

6. El Amante, o la Libertad.
El sexto es un día de orgullo: fue el día del nacimiento de Lameth, que
dijo a sus esposas: “Maté a un hombre que me golpeó y a un joven que
me hirió”. ¡Maldito sea el que pretenda castigarme! Este día es un día de
conspiraciones y revueltas.

7. El Carro.
El séptimo día nació Hebrón, que dio su nombre a la primera de las
ciudades santas de Israel. Un día de religión, oración y éxito.

8. La Justicia.
El asesinato de Abel. El día de la expiación.

9. El Viejo o el Ermitaño.
El nacimiento de Matusalén. Día de bendición para los niños.

10. La Rueda de la Fortuna de Ezequiel.


Nacimiento de Nabucodonosor. El reino de la bestia. Un día horrible.

11. La Fuerza.
El nacimiento de Noé. Las visiones de este día son engañosas, pero es
un día de salud y longevidad para los niños que nacen.

12. El Sacrificado, o el Colgado.


El nacimiento de Samuel. Un día profético y cabalístico, favorable a la
realización de la gran obra.

13. La Muerte.
El día del nacimiento de Canaán, el hijo maldito de Cam. Día funesto y
número fatal.
14. El Angel de la Templanza.
La bendición de Noé, el decimocuarto día de la Luna. En este día el
ángel Cassiel preside la jerarquía de Uriel.

15. Tifón o el Diablo.


El nacimiento de Ismael. Día de reprobación y exilio.

16. La Torre fulminada por el Rayo.


El día del nacimiento de Jacob y Esaú y la predestinación de Jacob para
la ruina de Esaú.

17. La Estrella Brillante.


El fuego del cielo quema Sodoma y Gomorra. Día de salvación para los
buenos y ruina para los malvados, peligroso si cae en sábado. Está bajo
el reinado de Escorpio.

18. La Luna.
El nacimiento de Isaac, triunfo de la novia. Día del afecto conyugal y de
la buena esperanza.

19. El Sol.
El nacimiento del Faraón. Un día de bendición o muerte para la
grandeza del mundo, según los diferentes méritos de los grandes.

20. El Juicio.
El nacimiento de Jonás, el órgano de los juicios de Dios. Día de la
revelación divina.

21. El Mundo.
El nacimiento de Saúl, la realeza material. Peligro para la mente y la
razón.

22. Influencia de Saturno.


El nacimiento de Job. El día del juicio y el dolor.

23. Influencia de Venus.


El nacimiento de Benjamín. El día de la preferencia y la ternura.
24. Influencia de Júpiter.
El nacimiento de Jafet.

25. Influencia de Mercurio.


La décima plaga de Egipto.

26. Influencia de Marte.


La liberación de los israelitas y el paso del Mar Rojo.

27. Influencia de Diana o Hécate.


La victoria de Judá el Macabeo.

28. Influencia del Sol.


Sansón arranca las puertas de Gaza. Día de fuerza y de liberación.

29. El Loco del Tarot.


Día del aborto y el fracaso en todas las cosas.

A través de esta tabla rabínica, que Jean Belot y otros tomaron prestada de los
cabalistas hebreos, podemos ver que estos antiguos maestros deducían a
posteriori, basándose en los hechos, las influencias presumibles, lo que está
completamente en la lógica de las ciencias ocultas. También podemos ver
cuántos significados diferentes se encierran en estas veintidós claves que
forman el alfabeto universal del Tarot, y la verdad de nuestras afirmaciones,
cuando afirmamos que todos los secretos de la cábala y la magia, todos los
misterios del mundo antiguo, toda la ciencia de los patriarcas, todas las
tradiciones históricas de los tiempos primitivos, están contenidas en este libro
jeroglífico de Thoth, de Enoc o de Cadmo.

Una forma muy simple de encontrar los horóscopos celestiales por


onomancia es la que vamos a describir; reconcilia a Gaffarel con nuestro
punto de vista y puede dar resultados muy sorprendentes de precisión y
profundidad.

Tome una tarjeta negra en la que recortará el nombre de la persona por quien
consulta; coloque esta tarjeta en el extremo de un tubo, que se debe hacer más
delgado hacia el lado del ojo del observador, y más ancho en el lado de la
tarjeta; entonces mirará hacia los cuatro puntos cardinales alternativamente,
empezando por el este y terminando por el norte. Tomará nota de todas las
estrellas que ve a través de las letras, luego convertirá las letras en números y,
con el resultad de la suma escrita de la misma manera, repetirá la operación;
contará cuántas estrellas tiene; luego, sumando este número al del nombre,
volverá a sumar y escribirá el total de los dos números en caracteres hebreos.
A continuación, repetirá la operación y anotará por separado las estrellas que
haya encontrado; luego buscará en el planisferio celeste los nombres de todas
las estrellas; las clasificará según su tamaño y brillo; elegirá la estrella polar
más grande y más brillante para su operación astrológica; luego se busca en
el planisferio egipcio (hay uno bastante completo y bien grabado en el atlas
de la gran obra de Dupuis), se buscan los nombres y las figuras de los genios
a los que pertenecen las estrellas. Entonces sabrá cuáles son los signos felices
o infelices que entran en el nombre de la persona y cuál será su influencia, ya
sea en la niñez (que es el nombre trazado hacia el este), o en la juventud (el
nombre del sur), o en la mediana edad (el nombre del oeste), o en la vejez (el
nombre del norte), o finalmente en toda la vida (son las estrellas que entrarán
en el número entero formado por la suma de las letras y las estrellas). Esta
operación astrológica es simple, fácil y requiere pocos cálculos; nos conecta a
la más alta antigüedad, y obviamente pertenece, como podemos
convencernos estudiando las obras de Gaffarel y su maestro Rabino Chomer,
a la magia primitiva de los patriarcas.

Esta astrología onomántica era la de todos los antiguos cabalistas hebreos,


como lo demuestran sus observaciones conservadas por el Rabino Chomer, el
Rabino Kapol, el Rabino Abjudan y otros maestros de la cábala. Las
amenazas de los profetas a los diversos imperios del mundo se basaban en los
caracteres de las estrellas que se erguían verticalmente sobre ellos en la
relación habitual de la esfera celeste con la esfera terrestre. Así, escribiendo
en el mismo cielo de Grecia su nombre en hebreo ‫יוד‬, o ‫יוג‬, y traduciéndolo en
números, encontraron la palabra ‫חרב‬, que significa destruido, desolado.

‫חרב‬
228 CHARAB
Destruido, desolado
Suma 12
‫יוג‬
561
JAVAN
Grecia
Suma 42.

Concluyeron que después de un ciclo de doce períodos Grecia sería desolada


y destruida.

Poco antes de que Nabuzardan quemara y destruyera el templo de Jerusalén,


los cabalistas habían notado que sobre el templo había once estrellas
dispuestas de esta manera:

Todos ellas entraban en la palabra ‫הבשיח‬, escrita de norte a oeste:


Hibschich, que significa reprobación y abandono sin piedad. La suma de los
números de las letras es 325, justo el tiempo de la duración del templo.

Los imperios de Persia y Asiria fueron amenazados de destrucción por cuatro


estrellas verticales que entraron en estas tres letras ‫רוב‬, Rob, y el número fatal
indicado por las letras fue de 208 años.

Cuatro estrellas también anunciaron a los rabinos cabalistas de la época la


caída y división del imperio de Alejandro, cayendo en la palabra ‫פרד‬, parad,
divide, cuyo número 284 indica la duración total de este reino, ya sea en su
raíz o en sus ramas.

Según el rabino Chomer, los destinos del poder otomano en Constantinopla


estarían fijados de antemano y anunciados por cuatro estrellas que, dispuestas
en la palabra ‫כאה‬, caah, que significa ser débil, enfermo, llegando a su fin.
Las estrellas, que en la letra ‫ א‬eran más brillantes, indican una gran ‫ א‬y le
dan a la letra el valor de mil. Las tres letras juntas forman el número 1025,
que debe ser contado a partir de la toma de Constantinopla por Mahoma II,
un cálculo que promete varios siglos de existencia al debilitado imperio de
los sultanes, ahora apoyado por toda Europa unida.

El MANE THECEL PHARES que Baltasar, en su borrachera, vio escrito en


la pared de su palacio por la radiación de las antorchas, fue una intuición
onomástica del tipo de la de los rabinos. Baltasar, sin duda iniciado por su
adivino hebreo en la lectura de las estrellas, operaba mecánica e
instintivamente sobre las lámparas de su fiesta nocturna como podría haber
hecho en las estrellas del cielo. Las tres palabras que había formado en su
imaginación pronto se volvieron imborrables para sus ojos e hicieron que
todas las luces de su fiesta palidecieran. No era difícil de predecir un final
parecido al de Sardanápolo a un rey que, en una ciudad sitiada, se
abandonaba a las orgías. Hemos dicho y repetimos para la conclusión de este
capítulo que las intuiciones magnéticas por sí solas dan valor y realidad a
todos los cálculos cabalísticos y astrológicos, tal vez infantiles y
completamente arbitrarios, cuando son hechos sin inspiración, por fría
curiosidad y sin tener una voluntad poderosa.

Notas
1. Este pasaje fue escrito antes de la Guerra de Crimea.
XVIII – Filtros y Magnetismo

Viajemos ahora a Tesalia, la tierra del encanto. Es aquí donde Apuleyo fue
engañado como los compañeros de Ulises, y sufrió una vergonzosa
metamorfosis. Aquí todo es mágico, los pájaros que vuelan, los insectos que
crujen en la hierba, e incluso los árboles y las flores; aquí, bajo la luz de la
Luna se preparan los venenos que provocan el amor; aquí las estirges1
inventan encantos que las hacen jóvenes y hermosas como las tres Gracias.
Jóvenes, cuídense.

El arte de envenenar la razón o de la preparación de filtros, parece haberse


desarrollado, según las tradiciones, con más lujo en Tesalia que en ningún
otro lugar, una eflorescencia venenosa; pero aquí también el magnetismo
jugó el papel más importante, ya que las plantas excitantes o narcóticas,
sustancias animales maléficas y enfermizas, derivaban toda su fuerza de los
encantamientos, es decir, de los sacrificios y de las palabras que
pronunciaban las brujas al preparar sus filtros y sus bebidas.

Las sustancias excitantes y las que contienen mucho fósforo son naturalmente
afrodisíacas. Cualquier cosa que tenga un fuerte efecto sobre el sistema
nervioso puede determinar la sobreexcitación de la pasión, y si una voluntad
hábil y perseverante puede dirigir e influenciar estas disposiciones naturales,
utilizará las pasiones de los demás en beneficio de las suyas propias, y pronto
reducirá a las personas más orgullosas a convertirse, en un momento dado, en
los instrumentos de sus placeres.

Es importante preservarse de tales influencias, por eso escribimos este


capítulo para prevenir y dar armas a los débiles.

En primer lugar, aquí están las prácticas del enemigo.

El que quiere ser amado (solo atribuimos a los hombres todas estas
maniobras ilegítimas, sin suponer que una mujer las necesite alguna vez), el
que quiere ser amado debe ante todo darse a conocer y producir algún tipo de
impresión en la imaginación de la persona que desea. Debe impresionarla con
admiración, asombro o terror, o incluso con horror, si sólo dispone de este
recurso; pero debe a toda costa, elevarse por encima de las filas de los
hombres comunes y ocupar, voluntaria o involuntariamente, un lugar en sus
recuerdos, en sus aprehensiones y en sus sueños. Los Lovelaces2 no son
ciertamente el ideal declarado de las Clarissas; pero ellas piensan
constantemente en ellos, para reprobarlos, para maldecirlos, para
compadecerse de sus víctimas, o desear su conversión y arrepentimiento;
luego quisieran regenerarlos por medio de la devoción y el perdón; luego la
vanidad secreta les dice que sería hermoso fijar el amor de un Lovelace,
amarlo y resistirlo. Y aquí está mi Clarissa, que se sorprende de amar un
Lovelace; se enfada consigo misma por amarlo, se ruboriza, renuncia a él mil
veces y lo ama mil veces más; luego, cuando llega el momento supremo, se
olvida de resistirse a él.

Si los ángeles fueran mujeres, representados por el misticismo moderno,


Jehová habría actuado como un padre prudente y sabio cuando puso a
Satanás en la puerta del cielo.

Una gran decepción para la autoestima de algunas mujeres honestas es que


encuentran que el hombre del que se enamoraron y al que consideraron un
ladrón es bueno e intachable. El ángel entonces deja al hombre con desprecio,
diciéndole: “No eres el diablo”.

Así que hazte ver como el diablo lo más perfectamente posible, tú que
quieres seducir a un ángel.

No se le permite nada a un hombre virtuoso. ¿Por quién nos toma ese


hombre, dicen las mujeres? ¿Piensa que somos menos morales que él? Pero a
un sinvergüenza se le perdona todo: ¿qué otra cosa se podría esperar?

Un hombre con grandes principios y un carácter rígido nunca puede tener


poder, excepto sobre las mujeres que nunca sintieron la necesidad de seducir;
todas las demás, sin excepción adoran a los malos sujetos.

En los hombres es todo lo contrario, y es este contraste el que ha hecho de la


modestia la prerrogativa de las mujeres; es la primera y más natural forma de
coquetería en las mujeres.
Uno de los más distinguidos doctores y uno de los más amables eruditos de
Londres, el Dr. Ashburner, me dijo el año pasado que uno de sus clientes, al
salir de la casa de una gran dama, le había dicho una vez: “Acabo de recibir
un extraño cumplido. La marquesa de *** me miró a la cara y me dijo:
‘Señor, no me harás bajar los ojos con tu horrible mirada; tienes los ojos de
Satanás’.” “Bueno –respondió el doctor, sonriendo–, debes haberte lanzado
inmediatamente a su cuello y la habrás besado…”. “Para nada, me sorprendió
su repentina actitud”. “Bueno, querido mío, no vuelvas con ella; ahora debes
de estar muy bajo en su estimación.”

Es bastante común decir que el oficio de verdugo se transmite de padre a hijo.


¿Así que los verdugos tienen hijos? Sin duda, ya que nunca se les acaban las
mujeres… Marat tenía una amante, por la que el horrible leproso era
tiernamente amado; pero también era el terrible Marat, el que hacía temblar a
todo el mundo.

Se podría decir que el amor, sobre todo en las mujeres, es una verdadera
alucinación. En ausencia de algún otro motivo tonto, a menudo se deberá a
algún motivo absurdo. Abandonar a la Gioconda por un mono, ¡qué horror! –
Bueno, si es un horror, ¿por qué no hacerlo? Debe ser tan agradable ser
ocasionalmente culpable de una pequeña abominación.

Dado este conocimiento trascendental de la mujer, hay una segunda maniobra


que se debe realizar para atraer su atención; no preocuparse por ella, ni
cuidarla de una manera que humille su autoestima, tratándola como a una
niña y rechazando a lo lejos la idea de cortejarla alguna vez. Entonces los
papeles cambiarán; ella hará todo para tentarte, te revelará los secretos que
las mujeres se guardan para sí mismas, se vestirá y desnudará delante de ti y
te dirá cosas como esta: “Entre mujeres –entre viejos amigos– no te temo, no
eres un hombre para mí, etc. …” Entonces ella observará tu expresión, y si
las encuentra tranquila e indiferente, se indignará; se acercará con algún
pretexto, te tocará con su pelo, dejará que su bata se abra. Incluso hemos
visto, en tales circunstancias, arriesgarse algo de violencia, no por ternura,
sino por curiosidad, impaciencia, y porque están molestas.

Un mago ingenioso no necesita más filtros que éstos; también tiene palabras
halagadoras, respiraciones magnéticas, contactos ligeros pero voluptuosos,
con una especie de hipocresía, como si no se pensara en ello. Los que usan
pociones deben ser viejos, tontos, feos, impotentes; y entonces, ¿para qué
sirve la poción? Todo hombre que verdaderamente es un hombre tiene
siempre a su disposición los medios para hacerse amar, siempre y cuando no
busque ocupar un lugar que ya tiene dueño. Sería sumamente incómodo
intentar conquistar a una joven novia por amor durante la primera dulzura de
su luna de miel, o a una Clarissa fortalecida que ya tiene un Lovelace que la
hace muy infeliz o cuyo amor se reprocha amargamente.

No hablaremos aquí de la inmundicia de la magia negra sobre el tema de los


filtros; hemos terminado con las recetas de Canidia, Podemos ver en los
episodios de Horacio cómo esta abominable bruja de Roma componía
venenos, y se puede, para los sacrificios y los encantos del amor, releer las
églogas de Teócrito y Virgilio, donde se describen meticulosamente las
ceremonias de esta clase de obras mágicas. No transcribiremos aquí las
recetas de los grimorios o del Pequeño Alberto, que todo el mundo puede
consultar. Todas estas diferentes prácticas son o magnetismo o magia
venenosa, y son ingenuas o criminales. Las bebidas que debilitan la mente y
perturban la razón pueden asegurar el dominio ya conquistado por una mala
voluntad, y así es como la Emperatriz Cesonia afirmó, se dice, el feroz amor
de Calígula. El ácido prúsico es el agente más terrible de estos
envenenamientos del pensamiento. Por eso hay que tener cuidado con todas
las destilaciones con sabor a almendra, guardar los laureles y el estramonio
de almendras, los jabones de almendra, las leches de almendra y en general
todas las composiciones de perfume en las que domine el olor a almendras,
sobre todo si su acción sobre el cerebro está secundada por la del ámbar.

Disminuir la acción de la inteligencia es aumentar las fuerzas de la pasión sin


sentido. El amor, tal como los malhechores de los que hablamos quieren
inspirarlo, sería un verdadero aturdimiento y la más vergonzosa de todas las
servidumbres morales. Cuanto más se irrita a un esclavo, más se le hace
incapaz de liberarse, y este es verdaderamente el secreto del mago de
Apuleyo y de las bebidas de Circe.

El uso del tabaco, ya sea como rapé o para fumar, es una complemento
peligroso de los filtros estupefacientes que envenenan la razón. La nicotina,
como sabemos, no es un veneno menos violento que el ácido prúsico, y se
encuentra en mayor cantidad en el tabaco que este ácido en las almendras.
La absorción de una voluntad por otra cambia a menudo toda una serie de
destinos, y no es sólo por nosotros mismos que debemos vigilar nuestras
relaciones y aprender a discernir las atmósferas puras de las impuras, porque
los verdaderos filtros, y aquellos más peligrosos, son invisibles; son las
corrientes de luz vital radiante las que, al mezclarse e intercambiarse,
producen atracciones y simpatías; al igual que las anteriores experiencias
magnéticas no dejan lugar a dudas.

La historia de la Iglesia nos cuenta de un archi-hereje llamado Marcos, que


volvía locas a todas las mujeres, dejando caer su aliento sobre ellas; pero su
poder fue destruido por un valiente cristiano que sopló sobre él primero,
diciendo: “¡Dios te juzgue!”.

El padre Gaufredy, que fue quemado como hechicero, afirmó que todas las
mujeres que sentían su aliento se enamoraban de él.

El demasiado famoso Padre Girard, un jesuita, fue acusado por una joven
dama Cadière, su penitente, de haberle hecho perder completamente su juicio
al soplar sobre ella. Necesitaba esta excusa para mitigar el horror y el ridículo
de sus acusaciones contra este Padre cuya culpabilidad nunca fue bien
probada, pero que, voluntaria o involuntariamente, ciertamente había
inspirado una pasión vergonzosa en esta miserable chica.

Don Calmet, en su Tratado de las Apariciones, cuenta que:

"Mademoiselle Ranfaing, habiendo enviudado en 16**, fue solicitada en


matrimonio por un doctor llamado Poirot. Al no ser escuchado en sus
pretensiones, primero le dio pociones para hacerla amarlo, lo que causó
una extraña perturbación en la salud de Mademoiselle Ranfaing. Pronto
le ocurrieron cosas tan extraordinarias a esta dama que se pensó que
estaba poseída, y los médicos, declarando que no comprendían nada de
su condición, le recomendaron que fuera exorcizada por la Iglesia.

Después de esto –por orden de M. de Porcelets, obispo de Toul–, M.


Viardin, doctor en teología, consejero de Estado del duque de Lorena,
jesuita y capuchino, fue nombrado como exorcista; pero en el curso de
estos exorcismos, casi todos los religiosos de Nancy, dicho señor obispo,
el obispo de Trípoli, sufragáneo de Estrasburgo, M. Viardin, jesuita y
capuchino, fueron recomendados por los médicos como exorcistas. De
Sancy, antiguo embajador del muy cristiano rey en Constantinopla, y
luego sacerdote del oratorio y Carlos de Lorena, obispo de Verdún, dos
médicos de la Sorbona, fueron enviados expresamente para asistir a los
exorcismos, la exorcizaron a menudo en hebreo, griego y latín, y ella
siempre les contestaba de manera pertinente, ella que apenas podía leer
el latín.

Se hace mención del certificado dado por el señor Nicholas de Harlay,


muy hábil en el idioma hebreo, que reconoció que la señorita Ranfaing
estaba realmente poseída, y le había respondido con un solo movimiento
de sus labios, sin que él pronunciara ninguna palabra, y le había dado
varias pruebas de su posesión. También la contestó correctamente al
Sr. Garnier, un médico de la Sorbona, que también le habló en hebreo,
pero en francés, diciendo que el pacto era que ella solo hablaría en el
idioma ordinario. El demonio añadió: ‘¿No basta con que te muestre que
escucho lo que dices?’ El mismo Sr. Garnier, hablándole en griego, puso
inadvertidamente, un caso por otro. La mujer poseída, o mejor dicho el
diablo, le dijo: ‘Has fallado’. El doctor le dijo en griego: ‘Muéstrame mi
error’. El diablo respondió: ‘Conténtate con que te muestre la culpa; no
te diré más’. Y el médico le dijo en griego: ‘Cállate’. Él respondió: ‘Me
ordenas que me calle, y no me callaré’."

Este notable ejemplo de afecto histérico llevado al éxtasis y a la


demonomanía por un filtro administrado por un hombre que se creía
hechicero, demuestra mejor que nada la omnipotencia de la voluntad y de la
imaginación que reaccionan entre sí, y la extraña lucidez de los extáticos o
sonámbulos, que entienden la palabra leyéndola en el pensamiento sin tener
la ciencia de las palabras. No cuestiono ni por un momento la sinceridad de
los testigos nombrados por Dom Calmet; sólo me asombra que hombres tan
serios no se hayan dado cuenta de la dificultad que el supuesto demonio tenía
para responderles en un idioma ajeno al paciente. Si su interlocutor hubiera
sido lo que ellos entendían por un demonio, no sólo habría entendido el
griego, sino que también habría hablado en griego; uno no le costaría más
que el otro a una mente tan erudita e inteligente.

Dom Calmet no se detiene ahí, en la historia de la Srta. Ranfaing; cuenta toda


una serie de preguntas insidiosas y requerimientos menores de los exorcistas,
y una serie de respuestas más o menos congruentes de la pobre paciente,
siempre extasiada y sonámbula. Este buen Padre no deja de sacar las
luminosas conclusiones de este otro; el buen M. de Mirville. Como las cosas
que estaban sucediendo estaban más allá de la inteligencia de los asistentes,
uno debe concluir que todo esto era obra del infierno. ¡Una hermosa y sabia
conclusión! Lo más grave del asunto es que el doctor Poirot fue juzgado
como mago, confesó –como todos lo hacían–, bajo la tortura, y fue quemado.
Si realmente atentó contra la razón de esta mujer con algún tipo de poción,
merecía ser castigado como envenenador; eso todo lo que podemos decir al
respecto.

Pero las pociones más terribles son las exaltaciones místicas de una devoción
mal entendida. ¿Qué impurezas igualarán las pesadillas de San Antonio y los
tormentos de Santa Teresita y Santa Ángela de Foligny? Esta última aplicó un
hierro candente a su carne rebelde; y encontró que el fuego material era un
refresco para sus ardores ocultos. ¡Con qué violencia la naturaleza exige lo
que se le niega, pensando continuamente en ello para odiarlo! Los supuestos
hechizos de Magdeleine Bavan, las damas de la Palud y de la Cadière,
comenzaron con misticismo. El miedo excesivo a una cosa casi siempre la
hace inevitable. Siguiendo las dos curvas de un círculo se llega y se encuentra
el mismo punto. Nicolás Rémigius, un juez penal de Lorena, que hizo quemar
vivas a ochocientas mujeres como brujas, veía magia por todas partes, era su
idea fija, su locura. Quería predicar una cruzada contra los hechiceros, que
creía llenaban a Europa; desesperado porque no aceptaban su palabra cuando
afirmaba que casi todas eran culpables de magia, acabó declarándose
hechicero y fue quemado por su propia confesión.

Para protegerse de las malas influencias, la primera condición es no permitir


que la propia imaginación se excite demasiado. Todos los exaltados están
más o menos locos, y los locos siempre son dominados por su locura.
Póngase, pues, por encima de los miedos infantiles y de los deseos vagos;
crea en la suprema sabiduría y esté convencido de que esta sabiduría,
habiéndole dado la inteligencia como único medio de conocerla, no puede
querer poner trampas a su inteligencia ni a su razón. En todas partes a su
alrededor puede ver efectos proporcionales a sus causas; puede ver las causas
dirigidas y modificadas por el dominio del hombre a través de la inteligencia;
ve, en resumen, que la bondad es más fuerte y más estimada que el mal; ¿por
qué debe suponer que hay una inmensa locura en el infinito, siendo que hay
razón en lo finito? La verdad no se esconde de nadie. Dios es visible en sus
obras, y no pide nada a los seres contra las leyes de su naturaleza, de las que
él mismo es el autor. La fe es confianza; no confiéis en los hombres que van
contra la razón, porque son necios o impostores, sino en la razón eterna que
es la palabra divina, esa verdadera luz ofrecida como el sol a la intuición de
toda criatura humana que viene a este mundo.

Si crees en la razón absoluta y si deseas la verdad y la justicia más que


cualquier otra cosa, no debes temer a nadie, y sólo amarás a los que son
amables. Tu luz natural repelerá instintivamente la luz de los malvados
porque será dominada por tu voluntad. Por lo tanto, incluso las sustancias
venenosas que se te puedan administrar no afectarán a tu inteligencia. Puede
que te enfermes, pero nunca llegarás a un estado crítico.

Lo que contribuye a que las mujeres se pongan histéricas es su suave e


hipócrita educación. Si se ejercitaran más, si les enseñaran las cosas del
mundo de manera franca y liberal, serían menos cautivadoras, menos vanas,
menos inútiles y, por consiguiente, menos accesibles a las malas seducciones.
La debilidad siempre simpatiza con el vicio, porque el vicio es una debilidad
que da la apariencia de una fortaleza. La locura aborrece la razón y se deleita
sobre todo en las exageraciones de las mentiras. Cura tu inteligencia enferma
primero. La causa de todos los hechizos, el veneno de todos los filtros, el
poder de todos los hechiceros, están ahí.

En cuanto a los narcóticos u otros venenos, es un asunto de la medicina y la


justicia, pero no creemos que haya mucho de eso en la actualidad. Los
Lovelaces ya no embelesan a las Clarissas más que con su galantería, y las
bebidas, como los secuestros por hombres enmascarados y el cautiverio en
pasajes subterráneos, ya no son apropiadas ni siquiera en nuestras novelas
modernas. Todo esto debe ser relegado al confesionario de los penitentes
negros o a las ruinas del castillo de Udolfo.

Notas
1. Las estirges, en la mitología de la antigüedad clásica, eran unas aves de mal agüero, producto de la
metamorfosis, que se alimentaban de carne y sangre humanas. La palabra también se refiere a las brujas
y a los seres folclóricos malévolos relacionados.
2. Clarissa o la historia de una joven dama (Clarissa, or, The History of a Young Lady) es una
novela epistolar escrita por Samuel Richardson y publicada por vez primera en 1748. Frente a un
matrimonio mercenario a punto de serle impuesto por su familia, Clarissa huye y se pone bajo la
protección de otro pretendiente, Lovelace, a pesar de sus reservas sobre él. Sus temores se justifican ya
que Lovelace intenta repetidamente seducirla y, finalmente, la droga y la viola. Clarissa muere y
Lovelace es asesinado por el primo de Clarissa, el Coronel Morden, en un duelo.
XIX – El Magisterio del Sol

Llegamos al número que en el Tarot está marcado con el signo del Sol. El
denario de Pitágoras y el ternario multiplicado por sí mismo representan la
sabiduría aplicada al absoluto. Por lo tanto, es de lo Absoluto de lo que
vamos a hablar aquí.

Encontrar el Absoluto en lo infinito, en lo indefinido y en lo finito, tal es la


gran obra de los sabios, lo que Hermes llama la obra del Sol.

Encontrar las bases inquebrantables de la verdadera fe religiosa, de la verdad


filosófica y de la transmutación metálica, es el secreto de Hermes, todo en
uno, es la Piedra Filosofal.

Esta piedra es una y múltiple; se descompone por análisis y se recompone por


síntesis. En el análisis es un polvo, el polvo de proyección de los alquimistas;
antes del análisis y en la síntesis, es una piedra.

La piedra filosofal, dicen los maestros, no debe ser expuesta al aire o a los
ojos de los legos; debe mantenerse oculta y conservarse cuidadosamente en el
lugar más secreto del laboratorio, y hay que llevar siempre encima la llave del
lugar donde se encuentra guardada.

El que posee el gran arcano es un verdadero rey y más que un rey, pues es
inaccesible a todos los temores y vanas esperanzas. En todas las
enfermedades del alma y del cuerpo, una sola pieza de la piedra preciosa, un
solo grano del polvo divino, es más que suficiente para curarlo. ¡El que tenga
oídos para oír, que oiga! como dijo el Maestro.

La sal, el azufre y el mercurio son sólo elementos accesorios e instrumentos


pasivos de la gran obra. Todo depende, como hemos dicho, del magnesio
interior de Paracelso. Todo el trabajo está en la proyección, y la proyección
se realiza perfectamente por la inteligencia efectiva y realizable de una sola
palabra.
Sólo hay una operación importante en la obra, consiste en la sublimación, que
no es otra cosa, según Geber, que la elevación de la cosa que se seca por
medio del fuego, con adherencia a su propio vaso.

Quien quiera alcanzar la comprensión de la gran palabra y la posesión del


gran arcano debe, después de meditar sobre los principios de nuestro Dogma,
leer con atención a los filósofos herméticos, y sin duda alcanzará la iniciación
como otros lo han hecho; pero debemos tomar como clave de sus alegorías el
singular dogma de Hermes, contenido en su Tabla de Esmeralda, y seguir,
para clasificar el conocimiento y dirigir la operación, el orden indicado en el
alfabeto cabalístico del Tarot, del que damos una completa y absoluta
explicación en el último capítulo de este libro.

Entre los raros y preciosos libros que contienen los misterios del gran arcano,
el Camino Químico o Manual de Paracelso, que contiene todos los misterios
de la física demostrativa y de la cábala más secreta, está en primer lugar. Este
libro manuscrito, precioso y original, sólo se encuentra en la biblioteca del
Vaticano. Sendivogius hizo una copia que el Barón de Tschoudy utilizó para
componer el catecismo hermético contenido en su obra titulada La Estrella
Flamígera. Este catecismo, que señalamos a los sabios cabalistas como capaz
de sustituir al incomparable tratado de Paracelso, contiene todos los
verdaderos principios de la gran obra de una manera tan satisfactoria y clara,
que hay que carecer absolutamente de la inteligencia especial del ocultismo
para no llegar a la verdad absoluta meditando en él. Vamos a hacer un breve
análisis de este trabajo con algunas palabras de comentario.

Raimundo Lulio, uno de los grandes y sublimes maestros de la ciencia, dijo


que para hacer oro primero hay que tenerlo. No se hace nada con nada, no se
crea riqueza; sino que se aumenta y se multiplica. Así que los que aspiran a la
ciencia entiendan que no hay que pedirle al seguidor ningún truco o milagro.
La ciencia hermética, como toda ciencia real, es matemáticamente
demostrable. Sus resultados, incluso materiales, son tan rigurosos como los
de una ecuación bien hecha.

El oro hermético no es sólo un verdadero dogma, una luz sin sombra, una
verdad sin una aleación de mentiras; es también un oro material, real, puro y
el más precioso que se puede encontrar en las minas de la tierra.
Pero el oro brillante, el azufre brillante, o el verdadero fuego de los filósofos,
debe ser buscado en la casa de Mercurio. Este fuego es alimentado por el
aire; para expresar su poder atractivo y expansivo, no se puede dar mejor
comparación que la del rayo, que no es en principio más que una exhalación
seca y terrestre unida al vapor húmedo, pero que, a fuerza de su exaltación,
llegando a tomar la naturaleza ígnea, actúa sobre la humedad inherente a ella,
que atrae hacia sí y transforma en su naturaleza; después de lo cual se
precipita rápidamente a la tierra, donde es atraído por una naturaleza fija
similar a la suya.

Estas palabras, enigmáticas en su forma pero claras en su contenido, expresan


claramente lo que los filósofos entienden por el mercurio fertilizado por el
azufre, que se convierte en el amo y regenerador de la sal, es Azoth, la
magnesia universal, el gran agente mágico, la luz astral, la luz de la vida,
fertilizada por la fuerza anímica, por la energía intelectual, que comparan con
el azufre por su afinidad con el fuego divino. En cuanto a la sal, es la materia
absoluta. Toda la materia contiene sal, y toda la sal puede convertirse en oro
puro por la acción combinada del azufre y el mercurio, que a veces actúan tan
rápidamente que la transmutación puede efectuarse en un instante, en una
hora, sin fatiga para el operador y casi sin costo, otras veces, y según las
disposiciones más contrarias del medio ambiente atmosférico, la operación
toma varios días, varios meses y a veces hasta varios años.

Como ya hemos dicho, hay en la naturaleza dos leyes primeras, dos leyes
esenciales que producen, al equilibrarse entre sí, el equilibrio universal de las
cosas, son la fijeza y el movimiento, análogos, en la filosofía, a la verdad y a
la ficción, y, en la concepción absoluta, a la necesidad y a la libertad, que son
la esencia misma de Dios. Los filósofos herméticos le dan el nombre de fijo a
todo lo que es pesado, a todo lo que tiende por su naturaleza al descanso
central y a la inmovilidad. Llaman volátil a todo lo que obedece más
naturalmente y más voluntariamente a la ley del movimiento, y forman su
piedra por análisis, es decir, de la volatilización de lo fijo, y luego de la
síntesis, es decir, de la fijación de lo volátil, que hacen aplicando a lo fijo,
llamado su mercurio sulfuroso-salado, o luz de la vida, dirigida y hecha
omnipotente por una operación secreta. De esta manera, se apoderan de toda
la naturaleza y su piedra se encuentra dondequiera que haya sal, lo que
significa que ninguna sustancia es extraña a la gran obra y que incluso los
materiales más despreciables y aparentemente viles pueden convertirse en
oro, lo que es cierto en el sentido de que, como hemos dicho, todos ellos
contienen la sal principesca, representada en nuestros emblemas por la propia
piedra cúbica, como puede verse en el frontispicio simbólico y universal de
las llaves de Basilio Valentín.

Saber extraer de toda la materia la sal pura que se esconde allí es tener el
secreto de la piedra. Esta piedra es, por lo tanto, una piedra de sal que la Od o
luz astral universal descompone o recompone; es única y múltiple, porque
puede disolverse como la sal ordinaria e incorporarse a otras sustancias.
Obtenida por análisis, podría llamarse lo sublime universal; encontrada de
nuevo por síntesis, es la verdadera panacea de los antiguos, ya que cura todas
las enfermedades, tanto del alma como del cuerpo, y ha sido llamada la
medicina por excelencia de toda la naturaleza. Cuando las fuerzas del agente
universal se ponen a disposición por la iniciación absoluta, esta piedra está
siempre a disposición, ya que la extracción de la piedra es entonces una
operación simple y fácil muy distinta de la proyección o realización del
metal. Esta piedra, en su estado sublimado, no debe ser dejada en contacto
con el aire atmosférico, que podría disolverla parcialmente y hacerle perder
su virtud. El sabio la puede conservar mejor en sus envolturas naturales, con
la seguridad de que debe extraerla con un único esfuerzo de su propia
voluntad y una sola aplicación del agente universal a las envolturas, que los
cabalistas llaman corteza. Es para expresar jeroglíficamente esta ley de
prudencia que los sabios le asignaron a su mercurio, personificado en Egipto
por Hermanubis, la cabeza de un perro, y a su azufre, representado por el
Baphomet del templo, o el príncipe del Sabbat, la cabeza de una cabra, lo que
tanto ha desacreditado a las sociedades secretas de la Edad Media.
XX – La Taumaturgia

Hemos definido los milagros como efectos naturales de causas excepcionales.

La acción inmediata de la voluntad humana sobre los cuerpos, o al menos


esta acción ejercida sin medios visibles, constituye un milagro en el orden
físico.

La influencia ejercida sobre las voluntades o sobre las inteligencias de


manera repentina o en un tiempo determinado; capaz de cautivar los
pensamientos, de modificar los propósitos más establecidos, de paralizar las
pasiones más violentas; esta influencia constituye un milagro en el orden
moral.

El error común con respecto a los milagros es considerarlos como efectos sin
causa, como contradicciones de la naturaleza, como ficciones repentinas de la
imaginación divina; y no se debe pensar que un solo milagro de este tipo
rompería la armonía universal y volvería a hundir el universo en el caos.

Hay milagros imposibles para Dios mismo, estos son los milagros absurdos.
Si Dios pudiera ser absurdo en un momento, ni él ni el mundo existirían al
siguiente. Esperar un efecto de la arbitrariedad de Dios, cuya causa no
conocemos, o cuya causa ni siquiera existe, es lo que se llama tentar a Dios;
es precipitarse al vacío.

Dios trabaja a través de sus obras, en el cielo trabaja por medio de los ángeles
y en la tierra por medio de los hombres. Por lo tanto, en el círculo de acción
de los ángeles, los ángeles pueden hacer todo lo que es posible para Dios, y
en el círculo de acción de los hombres, los hombres también tienen la
omnipotencia divina.

En el cielo de las concepciones humanas, es la humanidad la que crea a Dios,


y los hombres piensan que Dios los hizo a su imagen porque ellos lo
imaginan a su propia imagen.
El dominio del hombre es el conjunto de la naturaleza física y visible sobre la
tierra, y si no gobierna las grandes estrellas y astros, puede al menos calcular
su movimiento, medir su distancia e identificar su voluntad con su influencia;
puede modificar la atmósfera, influir en cierta medida en las estaciones, curar
y enfermar a sus semejantes, preservar la vida y dar la muerte, y por
preservación de la vida entendemos, como hemos dicho, incluso la
resurrección en ciertos casos.

El absoluto en la razón y en la voluntad es el mayor poder que el hombre


puede alcanzar, y es por medio de este poder que obra lo que la multitud
admira bajo el nombre de milagros.

La más perfecta pureza de intención es indispensable para el hacedor de


milagros, entonces necesita una corriente favorable y una confianza ilimitada.

El hombre que ha logrado no codiciar nada y no temer nada es el amo de


todo. Esto se expresa en esta bella alegoría del Evangelio en la que vemos al
Hijo de Dios, tres veces victorioso sobre el espíritu inmundo, siendo servido
en el desierto por los ángeles.

Nada en la tierra se resiste a un razonable y libre albedrío. Cuando el sabio


dice “Yo quiero”, es la voluntad de Dios mismo, y todo lo que Él ordena se
cumple.

Es la ciencia y la confianza del médico lo que da virtud a las medicinas, y la


taumaturgia es la única medicina efectiva y real.

Por lo tanto, la terapia oculta es diferente de la medicina vulgar. Utiliza


principalmente palabras, insuflaciones, y comunica por voluntad una virtud
variada a las sustancias más simples: agua, aceite, vino, alcanfor, sal. El agua
homeopática es un agua verdaderamente magnetizada y encantada que
funciona a través de la fe. Las sustancias energéticas que se añaden en
cantidades casi infinitesimales son consagraciones y signos de la voluntad del
médico.

Lo que vulgarmente se llama charlatanería es un gran medio de éxito real en


la medicina, si esta charlatanería es lo suficientemente hábil para inspirar
gran confianza y formar un círculo de fe. En la medicina especialmente, es la
fe la que salva.

Apenas hay un pueblo que no tenga su propio preparador o preparadora de


medicina oculta, y esta gente tiene casi en todas partes, siempre un éxito
incomparablemente mayor que el de los médicos aprobados por la Facultad.
Los remedios que prescriben son a menudo ridículos o extraños, y tienen
tanto más éxito cuanto que exigen y logran más fe por parte de los sujetos y
los operadores.

Un antiguo comerciante conocido nuestro, hombre de carácter extraño y de


un sentimiento religioso muy exaltado, después de haberse retirado del
comercio, comenzó a practicar la medicina oculta de forma gratuita y por
caridad cristiana en una zona de Francia. Para todos los detalles, sólo usó
aceite, inyecciones y oraciones. Una demanda presentada contra él por el
ejercicio ilegal de la medicina hizo que el público se diera cuenta de que en el
espacio de unos cinco años se le habían acreditado diez mil curas, y que el
número de creyentes aumentaba constantemente en proporciones capaces de
alarmar seriamente a todos los médicos del país.

Vimos en Mans a una pobre monja de la que se decía que estaba un poco
loca, y que curaba a todos los enfermos del campo vecino con un elixir y un
emplasto de su propia invención. El elixir era para el interior, el emplasto
para el exterior, y así nada escapaba a esta panacea universal. El emplasto
sólo se pegaba a la piel donde era necesario aplicarlo; en todos los demás
lugares se enrollaba y se caía; al menos eso es lo que la monja afirmaba y lo
que sus pacientes aseguraban. Esta taumaturga también tenía demandas por
competencia, porque empobreció la clientela de todos los médicos del país.
Estaba muy enclaustrada, pero pronto fue necesario presentarla al menos una
vez por semana al afán y la fe del pueblo. El día de las consultas de Sor
Jeanne-Françoise, vimos a gente del campo, que había llegado el día anterior,
esperando su turno tumbados en la puerta del convento; habían dormido allí
en el duro suelo, y sólo esperaban volver a casa con el elixir y el emplasto de
la buena hermana.

Siendo el remedio el mismo para todas las enfermedades, parece que la buena
hermana no necesitaba conocer los sufrimientos de sus pacientes. Sin
embargo, los escuchaba con gran atención, y sólo les entregaba su específico
con pleno conocimiento de los hechos. Este era el secreto mágico. La
dirección de la intención le daba al remedio su virtud especial. El remedio era
insignificante en sí mismo. El elixir tenía sabor a brandy y se mezclaba con
los jugos de hierbas amargas; el emplasto estaba hecho de una mezcla
bastante parecida a la triaca por el color y el olor; quizás fuera brea opiácea
de Borgoña. En cualquier caso, el específico hacía maravillas, y aquellos que
dudaban de su eficacia habrían atraído sobre ellos la ira de la gente del
campo.

Conocíamos cerca de París a un viejo jardinero taumatúrgico que también


hacía maravillosas curas y que ponía en sus frascos el jugo de todas las
hierbas de San Juan.1 Este jardinero tenía un hermano de mente fuerte que se
burlaba del hechicero. El pobre jardinero, sacudido por el sarcasmo de este
incrédulo, comenzó a dudar de sí mismo, los milagros cesaron, los enfermos
perdieron la confianza y el taumaturgo, decaído y desesperado, murió
enloquecido.

El Padre Thiers, párroco de Vibraie, en su curioso Tratado de las


Supersticiones, informa que una mujer, sufriendo una oftalmia aparentemente
desesperada, habiendo sido curada repentina y misteriosamente, vino a
confesar a un sacerdote que había usado magia. Durante mucho tiempo había
molestado a un clérigo que se suponía que era un mago para que le diera un
talismán para llevar, y el clérigo le había dado un pergamino enrollado,
recomendándole que se lavara tres veces al día con agua fresca. El sacerdote
le pidió el pergamino y encontró estas palabras escritas en él: Eruat diabolus
oculos tuos et repleat stercoribus loca vacantia. Tradujo estas palabras a la
buena mujer, que estaba asombrada, pero se había curado.

La insuflación es una de las prácticas más importantes de la medicina oculta,


porque es un signo perfecto de la transmisión de la vida. Respirar, de hecho,
significa respirar sobre alguien o algo, y ya sabemos por el singular dogma de
Hermes que la virtud de las cosas ha creado las palabras y que hay una
proporción exacta entre las ideas y las palabras, que son las formas primarias
y las realizaciones verbales de las ideas.

Dependiendo de si el aliento es caliente o frío, es atractivo o repulsivo. El


aliento caliente es electricidad positiva, y el aliento frío es electricidad
negativa. Por lo tanto, los animales eléctricos y nerviosos tienen miedo del
aliento frío, como puede experimentarse al soplar sobre un gato, que no le da
la bienvenida a tales familiaridades. Mirar a un león o un tigre y soplarles en
la cara les asombraría hasta el punto de obligarles a retirarse y retroceder
delante de nosotros.

La insuflación caliente y prolongada restablece la circulación sanguínea, cura


los dolores reumáticos y de la gota, restablece el equilibrio en los estados de
ánimo y disipa la lasitud. Cuando el operador es simpatético y bueno, es un
agente calmante universal. La insuflación de frío alivia los dolores causados,
principalmente por la congestión y la acumulación de líquidos. Por lo tanto,
es necesario alternar estas dos respiraciones, observando la polaridad del
organismo humano, y actuando de manera opuesta en los polos, que estarán
sometidos, uno tras otro, a un magnetismo opuesto. Así, para curar un ojo
enfermo por inflamación, será necesario insuflar el ojo sano con calor y
suavidad, y luego practicar sobre el ojo calentado insuflaciones de frío a
distancia y en proporciones exactas con las respiraciones cálidas. Los pases
magnéticos en sí mismos actúan como la respiración, y son una verdadera
respiración por transpiración y radiación de aire interior, que es fosforescente
con luz vital. Los pases lentos son una respiración cálida que reúne y exalta
los espíritus; los pases rápidos son una respiración fría que dispersa las
fuerzas y neutraliza las tendencias a la congestión. El aliento caliente debe ser
transversal o de abajo hacia arriba; el aliento frío tiene más fuerza si se dirige
de arriba hacia abajo.

No sólo respiramos por las fosas nasales y la boca; la porosidad universal de


nuestro cuerpo lo convierte en un verdadero aparato respiratorio, insuficiente,
sin duda, pero muy útil para la vida y la salud. Las puntas de los dedos, a las
que llegan todos los nervios, irradian la luz astral o la absorben según nuestra
voluntad. Los pases magnéticos sin contacto son una respiración simple y
ligera; el contacto añade a la respiración la impresión simpática de equilibrio
cerebral. El contacto es bueno e incluso necesario para prevenir alucinaciones
al principio del sonambulismo. Es una comunión de la realidad física que
advierte al cerebro y recuerda a la imaginación que se extravía; pero no debe
prolongarse demasiado cuando se quiere magnetizar solamente. Si el contacto
absoluto y prolongado es útil en ciertos casos, entonces la acción a ejercer
sobre el sujeto se relacionaría más con la incubación o el masaje que con el
magnetismo propiamente dicho.
Hemos reportado algunos ejemplos de incubación, tomados del libro más
popular entre los cristianos, todos ellos relacionados con la curación de
letargos considerados incurables, como hemos acordado llamar a las
resurrecciones. En cuanto al masaje, sigue siendo muy utilizado por los
orientales, que lo practican en los baños públicos y lo encuentran muy útil. Es
todo un sistema de fricciones, tracciones, presiones, ejercidas larga y
lentamente sobre todos los miembros y todos los músculos, y cuyo resultado
es un nuevo equilibrio de las fuerzas, una completa sensación de descanso y
bienestar con una muy sensible renovación de la agilidad y el vigor.

Todo el poder del médico ocultista está en la conciencia de su voluntad, y


todo su arte consiste en inducir fe en su paciente. “Si tienes fe”, dijo el
Maestro, “todo es posible para quien tiene fe”. Debes dominar tu sujeto por la
fisonomía, por el tono, por el gesto, inspirarle confianza de alguna manera
paternal, y animarlo por algún discurso bueno y alegre. Rabelais, que era más
mago de lo que parecía, había tomado el pantagruelismo como una panacea
especial. Hacía reír a sus pacientes y todas las curas que hacía entonces tenían
más éxito; establecía entre ellos y él una simpatía magnética mediante la cual
les comunicaba su confianza y su buen humor; los adulaba en sus
introducciones, llamándolos sus muy ilustres y preciosos pacientes, y les
dedicaba sus obras. Por lo tanto, estamos convencidos de que Gargantúa y
Pantagruel curaron más estados de ánimo negros, más predisposiciones a la
locura, más manías melancólicas, en aquellos tiempos de odio religioso y
guerras civiles, de lo que toda la Facultad de Medicina pudo haber visto y
estudiado en esa época.

La medicina oculta es esencialmente simpática. Es necesario que se


establezca un afecto recíproco o al menos una buena voluntad real entre el
médico y el paciente. Los jarabes y los julepes tienen poca virtud en sí
mismos; son lo que la opinión común del agente y del paciente hace de ellos,
por lo que la medicina homeopática los elimina sin graves inconvenientes. El
aceite y el vino combinados con la sal o el alcanfor podrían ser suficientes
para vendar todas las heridas y para todas las aplicaciones de fricción externa
o calmantes. El aceite y el vino son las medicinas por excelencia de la
tradición evangélica. Es el bálsamo del Samaritano, y en el Apocalipsis, el
profeta, al describir grandes exterminios, ruega a los poderes vengadores que
perdonen el aceite y el vino, es decir, que dejen la esperanza y un remedio
para tantas heridas. Lo que entre nosotros se llama la extremaunción fue,
entre los primeros cristianos y con la intención del Apóstol Santiago, que
registró el precepto en su Epístola a los fieles de todo el mundo, la práctica
pura y simple de la medicina tradicional del Maestro. Si alguno de vosotros
está enfermo –escribió–, que traiga a los ancianos de la Iglesia, que oren
sobre él y lo unjan con aceite, invocando el nombre del Maestro. Esta
terapéutica divina se ha perdido gradualmente, y la gente se ha acostumbrado
a considerar la extremaunción como una formalidad religiosa necesaria antes
de la muerte. Sin embargo, la virtud taumatúrgica del aceite santo no puede
ser completamente olvidada por el dogma tradicional, y se recuerda en el
pasaje del catecismo que se refiere a la extremaunción.

Lo que sanaba más que nada, entre los primeros cristianos era la fe y la
caridad. La mayoría de las enfermedades tienen su origen en los trastornos
mentales, primero el alma debe ser curada y luego el cuerpo se curará
fácilmente.

Notas
1. Es una tradición, el día de la noche de San Juan, recoger ciertas hierbas medicinales y aromáticas,
que son llamadas hierbas de San Juan.
XXI – La Ciencia de los Profetas

Este capítulo está dedicado a la adivinación.

La adivinación, en su sentido más amplio y de acuerdo con el significado


gramatical de la palabra, es el ejercicio del poder divino y la realización de la
ciencia divina.

Es el sacerdocio del mago.

Pero la adivinación, en la opinión general, se refiere más especialmente al


conocimiento de las cosas ocultas.

Conocer los pensamientos más secretos de los hombres, penetrar en los


misterios del pasado y del futuro, evocar de siglo en siglo la rigurosa
revelación de los efectos por la ciencia exacta de las causas, es lo que
universalmente se llama adivinación.

De todos los misterios de la naturaleza, el más profundo es el del corazón del


hombre; y sin embargo la naturaleza no permite que su profundidad sea
inaccesible. A pesar de la ocultación más profunda, a pesar de la política más
hábil, ella misma traza y nos deja observar en las formas del cuerpo, en la luz
de la mirada, en los movimientos, en el andar, en la voz, mil pistas
reveladoras.

El perfecto iniciado no necesita ni siquiera estas pistas; ve la verdad en la luz,


siente una impresión que le muestra todo el hombre, su mirada penetra el
corazón, y hasta debe fingir que ignora, para desarmar así el miedo o el odio
de los malvados que conoce demasiado bien.

El hombre que tiene mala conciencia siempre cree que se le acusa o sospecha
de él; si se reconoce en una línea de una sátira colectiva, tomará para sí toda
la sátira y dirá en voz alta que se le calumnia. Siempre desafiante, pero tan
curioso como temeroso, se presenta ante el mago como el Satán de la
parábola o como los escribas que lo interrogaron para tentarlo. Siempre
obstinado y siempre débil, lo que teme por encima de todo es admitir sus
errores. El pasado le preocupa, el futuro le asusta; le gustaría transigir
consigo mismo y creerse un buen hombre en términos fáciles. Su vida es una
lucha continua entre sus buenas aspiraciones y sus malas costumbres; se cree
un filósofo a la manera de Aristipo o de Horacio, aceptando toda la
corrupción de su siglo como una necesidad a la que debe someterse; luego se
distrae con algún pasatiempo filosófico, y asume voluntariamente la sonrisa
protectora de un mecenas, para persuadirse a sí mismo que no es simplemente
un explotador del hambre como Verres1 o un halagador de Trimalción.2

Tales hombres son siempre explotadores, incluso cuando hacen buenas obras.
Si han decidido hacer una donación al bienestar público, posponen su
donación para obtener un descuento. Este tipo, en el que me detengo
deliberadamente, no es el de una persona individual, es el de toda una clase
de hombres a los que los magos están expuestos, especialmente en este siglo,
a contactos frecuentes. Que el mago mantenga su desconfianza, de la que
ellos mismos darán ejemplo, pues siempre encontrará en ellos a sus amigos
más prometedores y a sus enemigos más peligrosos.

El ejercicio público de la adivinación en estos tiempos no se ajustaría al


carácter de un verdadero adepto, porque a menudo tendría que recurrir a los
malabares y a los trucos de habilidad para mantener su clientela y asombrar a
su público. Los adivinos acreditados siempre tienen una fuerza policial
secreta que les instruye en ciertas cosas sobre la vida íntima o los hábitos de
sus consultores. Entre la antecámara y la oficina se establece un dispositivo
de señales; se da un número a un cliente que no se conoce y que viene por
primera vez; se le indica un día y se le sigue; se hace hablar a las puertas, a
los vecinos y a los sirvientes, y así se llega a esos detalles que trastornan la
mente de la gente sencilla y le dan a un charlatán la estima que debería
reservarse para la ciencia sincera y la adivinación concienzuda.

La adivinación de los acontecimientos futuros sólo es posible para aquellos


cuya realización ya está contenida de alguna manera en su causa. El alma,
mirando a través de todo el aparato nervioso en el círculo de luz astral, que
influye en un hombre y recibe influencias de él, el alma del adivino, decimos,
puede abrazar en una sola intuición todo lo que el hombre ha levantado a su
alrededor, ya sea amor u odio. Puede leer sus intenciones en su mente, prever
los obstáculos que encontrará en su camino, quizás la muerte violenta que le
espera; pero no puede prever las determinaciones privadas, voluntarias y
caprichosas del instante siguiente a la consulta, a menos que un truco del
adivino, asegure el cumplimiento de la profecía. Por ejemplo, le dices a una
mujer que regresa y desea un marido: “Irás esta noche o mañana por la noche
a tal o cual espectáculo, y verás allí a un hombre que te complacerá. Este
hombre no saldrá sin haber reparado en tu presencia, y por una extraña
combinación de circunstancias, resultará un matrimonio más tarde”. Puedes
estar seguro de que la dama irá al espectáculo indicado, y verá allí a un
hombre, que pensará ha reparado en ella, y esperará un futuro matrimonio. Si
el matrimonio no se lleva a cabo, no te atacará, porque no querrá perder la
esperanza de una nueva ilusión, y volverá, por el contrario, a consultarte
asiduamente.

Hemos dicho que la luz astral es el gran libro de la adivinación; la capacidad


de leer en este libro, se tiene naturalmente o se adquiere. Así que hay dos
clases de videntes, los instintivos y los iniciados. Por eso los niños, los
ignorantes, los pastores, incluso los tontos, tienen más disposición a la
adivinación natural que los sabios y los pensadores. David, un simple pastor,
fue un profeta como lo fue Salomón, rey de los cabalistas y los magos. Las
percepciones del instinto son a menudo tan seguras como las de la ciencia;
los que son menos clarividentes en la luz astral son los que más razonan.

El sonambulismo es un estado puramente instintivo, y los sonámbulos


necesitan ser guiados por un vidente de la ciencia; los escépticos y los
razonadores sólo pueden llevarlos por el mal camino.

La visión divina sólo opera en el estado de éxtasis, y para alcanzar este estado
es necesario hacer imposible la duda y la ilusión encadenando o poniendo el
pensamiento a dormir.

Por lo tanto, los instrumentos de adivinación son sólo medios para


magnetizarse y distraerse de la luz exterior para estar únicamente atento a la
luz interior. Por eso Apolonio se envolvía completamente en una capa de lana
y, en la oscuridad, fijaba su mirada en su ombligo. El espejo mágico de Du
Potet es un medio similar al de Apolonio. La hidromancia y la visión en la
uña del pulgar, bien pulida y ennegrecida son distintos tipos de espejos
mágicos. Los perfumes y las evocaciones adormecen la mente; el agua o el
color negro absorben los rayos visuales, se produce un resplandor, un vértigo,
seguido de la disposición a leer en sujetos que tienen una aptitud natural o
que están convenientemente dispuestos.

La geomancia y la adivinación son otros medios para el mismo fin; las


combinaciones de símbolos y números, siendo al mismo tiempo fortuitas y
necesarias, dan una imagen suficientemente verdadera de las posibilidades
del destino para que la imaginación pueda ver las realidades de los símbolos.
Cuanto más excitado esté el interés, mayor será el deseo de ver, mayor será la
confianza en la intuición y más clara la visión. Combinar puntos de
geomancia al azar o echar las cartas por nimiedades es jugar como los niños
que dibujan la letra más bonita. Los hechizos son oráculos sólo cuando están
magnetizados por la inteligencia y dirigidos por la fe.

De todos los oráculos, el Tarot es el más sorprendente en sus respuestas,


porque todas las posibles combinaciones de esta llave universal de la cábala
dan soluciones a los oráculos de la ciencia y la verdad. El Tarot fue el único
libro de los antiguos magos; es la Biblia primitiva, como demostraremos en el
próximo capítulo, y los antiguos lo consultaron, al igual que los primeros
cristianos consultaron más tarde la Suerte de los Santos, es decir, versículos
de la Biblia sacados al azar y determinados por el pensamiento de un número.

Mademoiselle Lenormand, la más famosa de nuestras modernas adivinas, no


conocía la ciencia del Tarot, o sólo la conocía a través de Eteilla, cuyas
explicaciones son sombras sobre un fondo luminoso. No conocía ni la alta
magia ni la Cábala, y su cabeza estaba llena de erudición mal digerida; pero
era intuitiva por instinto, y este instinto raramente la engañaba. Las obras que
dejó son un real galimatías, condimentadas con citas clásicas; pero sus
oráculos, inspirados en la presencia y el magnetismo de los consultores, eran
a menudo sorprendentes. Era una mujer en la que el incremento de la
imaginación y el vagabundeo de la mente siempre ocupaba el lugar de los
afectos naturales de su sexo. Vivió y murió virgen, como las antiguas druidas
de la isla de Sayne.

Si la naturaleza la hubiera dotado de alguna belleza, fácilmente habría


jugado, entre los galos, el papel de una Melusina o una Velléda, en tiempos
más remotos.
Cuantas más ceremonias se utilicen en el ejercicio de la adivinación, más se
exalta la imaginación de los consultantes y del operador. El conjuro de los
cuatro, la oración de Salomón, la espada mágica para ahuyentar a los
fantasmas, puede entonces utilizarse con éxito; hay que evocar también el
genio del día y la hora en que se actúa y ofrecerle su perfume especial;
entonces se establece una relación magnética e intuitiva con la persona que
consulta, preguntándole con qué animal simpatiza y con cuál no, qué flor le
gusta y qué color prefiere. Las flores, los colores y los animales se refieren en
clasificación analógica a los siete genios de la cábala. Los que aman el azul
son idealistas y soñadores; los que aman el rojo son materialistas y
apasionados; los que aman el amarillo son fantasiosos y caprichosos; los
amantes del verde son a menudo mercantilistas o astutos; los amigos del
negro están influenciados por Saturno; el rosa es el color de Venus, etc. Los
amantes de los caballos son trabajadores, de carácter noble, pero flexibles y
dóciles; los amantes de los perros son cariñosos y leales; los amantes de los
gatos son independientes y libertinos. Los francos le temen especialmente a
las arañas; los orgullosos le tienen antipatía a las serpientes; los probos y los
delicados no pueden sufrir a las ratas y los ratones; los voluptuosos odian al
sapo, porque es frío, solitario, horrible y triste. Las flores tienen simpatías
análogas a las de los animales y los colores, y como la magia es la ciencia de
las analogías universales, un sabor, cualquier disposición de una persona,
permite adivinar al resto. Esta es una aplicación en los fenómenos de orden
moral similar a la anatomía analógica de Cuvier.

La fisonomía de la cara y el cuerpo, las arrugas de la frente, las líneas de la


mano, también proporcionan a los adivinos valiosas pistas. La metoposcopia3
y la quiromancia se han convertido en ciencias por derecho propio, cuyas
observaciones, arriesgadas y puramente conjeturales, han sido comparadas,
discutidas y luego reunidas en un cuerpo de doctrina por Goglenius, Belot,
Romphile, Indagine y Taisnier. El trabajo de Taisnier es el más extenso y
completo, reuniendo y comentando las observaciones y conjeturas de todos
los demás.

Un observador moderno, el caballero de Arpentigny, ha dado a la


quiromancia un nuevo grado de certeza con sus observaciones sobre las
analogías que realmente existen entre los caracteres de las personas y la
forma, ya sea total o detallada, de sus manos. Esta nueva ciencia ha sido
desarrollada y perfeccionada por un artista que es al mismo tiempo un
escritor lleno de originalidad y delicadeza. El discípulo ha superado al
maestro, y ya citamos como verdadero mago en quiromancia al amable y
espiritual Desbarrolles, uno de los viajeros de los que le gusta rodearse a
nuestro gran narrador, Alejandro Dumas, en sus novelas cosmopolitas.

También debería preguntarle al consultante sobre sus sueños habituales; los


sueños son el reflejo de la vida, ya sea interna o externa. Los antiguos
filósofos les prestaban gran atención; los patriarcas los veían como
revelaciones ciertas, de hecho la mayoría de las revelaciones religiosas fueron
recibidas en sueños. Los monstruos del infierno son las pesadillas del
cristianismo, y, como el autor de Smarra remarcó espiritualmente, el pincel o
el cincel nunca habría reproducido tal fealdad si no se hubiera visto en un
sueño.

Hay que desconfiar de la gente cuya imaginación suele reflejar fealdad.

El temperamento también se manifiesta en los sueños, y como el


temperamento tiene una influencia continua en la vida, es necesario
conocerlo bien para poder predecir con certeza el destino de una persona. Los
sueños de sangre, placer y luz, son los signos de un temperamento sanguíneo;
los sueños de agua, barro, lluvia y lágrimas, son el resultado de una
disposición más flemática; el fuego nocturno, la oscuridad, el terror y los
fantasmas, pertenecen a los biliosos y a los melancólicos.

Synesius, uno de los más grandes obispos cristianos de los primeros siglos,
discípulo de la bella y pura Hipatía, que fue masacrada por los fanáticos
después de haber sido gloriosamente la señora de esa hermosa escuela de
Alejandría, cuya herencia el cristianismo iba a compartir; Synesius, un poeta
lírico como Píndaro y Calímaco, un religioso como Orfeo, un cristiano como
Spiridion de Tremithonte, dejó un tratado sobre los sueños que fue
comentado por Cardan. Estas magníficas búsquedas de la mente ya no
reciben mucha atención hoy en día, porque los sucesivos fanatismos casi han
forzado al mundo a desesperarse del racionalismo científico y religioso. San
Pablo quemó a Trismegisto; Omar quemó a los discípulos de Trismegisto y a
San Pablo. ¡Oh perseguidores! ¡Oh incendiarios! ¡Oh burladores! ¿Cuándo
habréis terminado vuestro trabajo de oscuridad y destrucción?
Trithème, uno de los más grandes magos del período cristiano, abad
irreprochable de un monasterio benedictino, teólogo erudito y maestro de
Cornelio Agripa, dejó entre sus inapreciables e inestimables obras un tratado
titulado: De septem secundeis, id est intelligentiis sive spiritibus orbes post
Deum moventibus. Es una clave para todas las profecías antiguas y modernas,
y una forma matemática, histórica y fácil de superar a Isaías y Jeremías en la
predicción de todos los grandes eventos por venir. El autor esboza la filosofía
de la historia, y comparte la existencia del mundo entero entre los siete genios
de la cábala. Es la interpretación más grande y amplia que se ha hecho de
estos siete ángeles del Apocalipsis, que aparecen a su vez con trompetas y
copas para difundir el Verbo y la realización del Verbo en todo el mundo.

El reinado de cada ángel es de 354 años y 4 meses. El primero es Orifiel, el


ángel de Saturno, que comenzó su reinado el 13 de marzo, el primer año del
mundo (pues el mundo, según Trithème, fue creado el 13 de marzo); su
reinado fue el del salvajismo y la noche primitiva. Luego vino el imperio de
Anael, el espíritu de Venus, que comenzó el 24 de junio del año 354; luego el
amor comenzó a ser el tutor de los hombres; creó la familia, y la familia llevó
a la asociación y a la ciudad primitiva. Los primeros civilizadores fueron los
poetas inspirados por el amor, y luego la exaltación de la poesía produjo la
religión, el fanatismo y el libertinaje, que más tarde condujo a la inundación.
Y todo esto duró hasta el año 708 en el octavo mes del mundo, es decir, hasta
el 25 de octubre; y entonces comenzó el reinado de Zacarías, el ángel de
Júpiter, bajo el cual los hombres comenzaron a conocer y a luchar por la
propiedad de los campos y las viviendas. Esta fue la época de la fundación de
las ciudades y la división de los imperios; la civilización y la guerra fueron
las consecuencias. Entonces se sintió la necesidad de comercio, y fue
entonces cuando, en el año 1063, el 24 de febrero, comenzó el reinado de
Rafael, el ángel de Mercurio, el ángel de la ciencia y la palabra, el ángel de la
inteligencia y la industria. Entonces se inventaron las letras. El primer
lenguaje fue jeroglífico y universal, y el monumento que nos queda es el libro
de Enoc, Cadmo, Thoth o Palamedes, la clavícula cabalística adoptada más
tarde por Salomón, el libro místico de Terapeutas, Urim y Thumin, el Génesis
primitivo de Zohar y Guillaume Postel, la rueda mística de Ezequiel, la rota
de los cabalistas, el Tarot de los magos y los gitanos. Entonces se inventaron
las artes y se probó por primera vez la navegación; las relaciones se
expandieron, las necesidades se multiplicaron y pronto llegó, es decir, el 26
de junio del año 1417, el reinado de Samael, el ángel de Marte, el tiempo de
la corrupción de todos los hombres y el diluvio universal. Después de un
largo fracaso, el mundo se esforzó por renacer bajo Gabriel, el ángel de la
luna, que comenzó su reinado el 28 de marzo del año mundial 1771; entonces
la familia de Noé se multiplicó y repobló todas las partes de la tierra, después
de la confusión de Babel, hasta el reinado de Miguel, el ángel del sol, que
comenzó el 24 de febrero del año 2126; y es en este momento cuando
debemos informar el origen de las primeras dominaciones, el imperio de los
hijos de Nimrod, el nacimiento de las ciencias y las regiones de la tierra, y los
primeros conflictos del despotismo y la libertad. El trilogía continúa este
curioso estudio a través de los tiempos, y muestra al mismo tiempo el retorno
de las ruinas, luego la civilización renacida por la poesía y el amor, los
imperios restablecidos por la familia, ampliados por el comercio, destruidos
por la guerra, reparados por la civilización universal y progresiva, luego
absorbidos por los grandes imperios, que son la síntesis de la historia. La obra
de Trithème es, desde este punto de vista, más universal e independiente que
la de Bossuet, y es una clave absoluta de la filosofía de la historia. Sus
cálculos rigorosos lo llevan al mes de noviembre del año 1879, el tiempo del
reinado de Miguel y la fundación de un nuevo reino universal. Este reino
habrá sido preparado por tres siglos y medio de angustia y tres siglos y medio
de esperanza; tiempos que coinciden precisamente con el las centurias
decimosexta, decimoséptima, decimoctava y la primera parte de la
decimonovena, para el crepúsculo lunar y la esperanza; con las decimocuarta,
decimotercera, duodécima y primera parte de la onceava para las pruebas, la
ignorancia, la angustia y las plagas de todo tipo. Vemos, entonces, a partir de
este cálculo que en 1879, es decir, en 24 años más, se fundará un imperio
universal que dará paz al mundo. Este imperio será político y religioso, dará
solución a todos los problemas de nuestro tiempo y durará 354 años y 4
meses; luego volverá el reinado de Orifiel, es decir, un tiempo de silencio y
de noche. El próximo imperio universal, estando bajo el reinado del Sol,
pertenecerá al que tiene las llaves de Oriente, que los príncipes de las cuatro
partes del mundo se disputan ahora; pero la inteligencia y la acción son, en
los reinos superiores, las fuerzas que gobiernan el Sol, y la nación en la tierra
que ahora tiene la iniciativa de la inteligencia y la vida tendrá también las
llaves de Oriente y fundará el reino universal. Tal vez tenga que sufrir por
ello una cruz y un martirio similares a los del Dios-hombre; pero, muerto o
vivo entre las naciones, su espíritu triunfará, y todos los pueblos del mundo
reconocerán y seguirán en 24 años el estandarte de la Francia victoriosa
siempre o milagrosamente resucitada. Tal es la profecía de Trithème,
confirmada por todos nuestros pronósticos y apoyada por todos nuestros
deseos.

Notas
1. Cayo Verres (c. 120-43 a.C.) fue un magistrado romano, notorio por su mal gobierno en Sicilia.
Su extorsión a los granjeros locales y el saqueo de los templos le llevaron a ser procesado por Cicerón.
2. Trimalción es un personaje de la novela romana El Satiricón, escrita por Petronio en el siglo I.
Trimalción es un liberto que consiguió poder y riqueza y le gusta ostentarlos.
3. Metoposcopia es el arte de adivinar por las líneas del rostro.
XXII – El Libro de Hermes

Estamos llegando al final de nuestro trabajo, y es aquí donde debemos dar la


clave universal y decir la última palabra.

La clave universal de las artes mágicas es la clave de todos los antiguos


dogmas religiosos, la clave de la Cábala y la Biblia, la clavícula de Salomón.

Ahora, esta clavícula o pequeña llave, que se creía perdida durante siglos, la
hemos encontrado de nuevo, y hemos podido abrir todas las tumbas del
mundo antiguo, hacer hablar a los muertos, volver a ver en todo su esplendor
los monumentos del pasado, comprender los enigmas de todas las esfinges y
penetrar en todos los santuarios.

Entre los antiguos, el uso de esta llave, estaba permitido sólo a los sumos
sacerdotes, y ni siquiera a la élite de los iniciados se les confiaba su secreto.
Esto es lo que era esa llave:

1. Un alfabeto jeroglífico y numérico que expresaba por medio de


caracteres y números una serie de ideas universales y absolutas.

2. Una escala de diez números multiplicados por cuatro símbolos y unidos


entre sí por doce figuras que representaban los doce signos del zodíaco.

3. Más los cuatro genios, de los cuatro puntos cardinales.

El cuaternario simbólico, representado en los misterios de Menfis y Tebas


por las cuatro formas de la esfinge, el hombre, el águila, el león y el toro, se
correspondía con las representaciones de los cuatro elementos del mundo
antiguo: el agua, por la copa que sostiene el hombre o acuario; el aire, por el
círculo o nimbo que rodea la cabeza del águila celeste; el fuego, por la
madera que lo alimenta, por el árbol que fructifica por el calor de la tierra y el
del Sol, por el cetro de la realeza, del que el león es el emblema; la tierra, por
la espada de Mitra, que cada año mata al toro sagrado y hace que la savia
fluya con su sangre, que hincha todos los frutos de la tierra.
Ahora bien, estos cuatro signos, con todas sus analogías, son la explicación
de la única palabra escondida en todos los santuarios, la palabra que las
bacantes parecían adivinar en sus borracheras cuando, celebrando las fiestas
de Iacchos, se exaltaban hasta el punto de delirio, gritando ¡IO EVOHÉ!
¿Cuál era el significado de esta misteriosa palabra? Era el nombre de las
cuatro letras primitivas de la lengua materna: YOD, símbolo de la cepa de vid
o cetro paterno de Noé; HEI, imagen de la copa de las libaciones, signo de la
maternidad divina; VAV, que une los dos signos anteriores, y que en la India
tenía como figura el gran y misterioso lingam. Tal era, en la palabra divina, el
triple signo del ternario; luego apareció por segunda vez la letra maternal para
expresar la fecundidad de la naturaleza y de la mujer, para formular también
el dogma de las analogías universales y progresivas que descienden de las
causas a los efectos y vuelven de los efectos a las causas. Por lo tanto, la
palabra sagrada no se pronunciaba, sino que se deletreaba y decía en cuatro
palabras, que son las cuatro palabras sagradas: YOD HEI VAV HEI.

El erudito Gaffarel no duda de que los TERAFINES de los hebreos, por


medio de los cuales consultaban los oráculos del urim y el thumin, eran las
figuras de los cuatro animales de la cábala, cuyos símbolos se resumían,
como diremos pronto, por las esfinges o querubines del arca. Pero cita a los
terafines usurpados de Mishas, un curioso pasaje de Filón el Judío, que es
toda una revelación sobre el origen antiguo y sacerdotal de nuestras cartas del
Tarot. Así se expresa Gaffarel: “Dice entonces (Philon el judío), hablando de
la historia oculta en el mencionado capítulo de los Jueces, que Michas hizo
tres figuras de mozos jóvenes y otros tantos becerros, también hizo tres de un
león, un águila, un dragón y una paloma, todas de de oro y plata fina; para
que si algún hombre quería descubrir algún secreto sobre su esposa,
preguntaba a la paloma; si por riquezas, al águila; si por fuerza y poder, al
león; si por fertilidad, al querubín o al becerro; si por la duración de los días y
años, al dragón”. Esta revelación de Philon, aunque Gaffarel no le preste
mucha atención, es para nosotros de suma importancia. He aquí las imágenes
de los cuatro animales simbólicos que se encuentran en la vigésimo primera
carta del Tarot, es decir, en el tercer septenario, repitiendo tres y resumiendo
todo el simbolismo expresado por los tres septenarios superpuestos; luego el
antagonismo de los colores, expresado por la paloma y el dragón; el círculo o
ROTA, formado por el dragón o la serpiente para expresar la duración de los
días; finalmente la adivinación cabalística de todo el Tarot, tal como la
practicaron más tarde los egipcios de Bohemia, cuyos secretos fueron
adivinados y encontrados imperfectamente por Etteilla.

Vemos en la Biblia que los sumos sacerdotes consultaban al Señor en la mesa


de oro del arca santa, entre los querubines o esfinges con cuerpo de toro y
alas de águila, y que consultaban por medio de los terafines, por el urim, por
el thumin y por el efod. El efod era, como se sabe, un cuadrado mágico de
doce números y doce palabras grabadas en piedras preciosas. La palabra
terafín, en hebreo, significa jeroglíficos o signos figurativos; el urim y el
thumin eran arriba y abajo, este y oeste, sí y no, y estos signos correspondían
a las dos columnas del templo Jachin y Boaz. Así que cuando el sumo
sacerdote quería hacer hablar al oráculo, echaba a suertes, tirando al azar los
terafines o tabletas de oro que llevaban las imágenes de las cuatro palabras
sagradas, y las colocaba de tres en tres alrededor del racional o efod, entre el
urim y el thumin, es decir, entre los dos ónices que servían como broches
para las cadenas del efod. El ónix del lado derecho significaba Gedulá o
misericordia y magnificencia; el ónix del lado izquierdo estaba relacionado
con Geburá y significaba justicia e ira, y si, por ejemplo, el signo del león
estaba cerca de la piedra con el nombre de la tribu de Judá grabado en el lado
izquierdo, el sumo sacerdote leería el siguiente oráculo: “la vara del Señor
está enfadada con Judá”. Si el terafín representaba al hombre o la copa y
también estaba en el lado izquierdo, cerca de la piedra de Benjamín, el sumo
sacerdote leía: “la misericordia del Señor está cansada de los agravios de
Benjamín, que lo ofende en su amor. Por lo tanto, derramará la copa de su ira
sobre él, etc., y se enfadará con él.” Cuando el alto sacerdocio cesó en Israel,
cuando todos los oráculos del mundo callaron ante la Palabra hecha hombre y
hablando por boca del más popular y dulce de los sabios, cuando se perdió el
arca, se profanó el santuario sagrado y se destruyó el templo, se revelaron los
misterios del efod y de los terafines, que ya no se trazaban con oro y piedras
preciosas, fueron dibujados o más bien representados por algunos sabios
cabalistas en marfil, en pergamino, en cuero plateado o dorado, y finalmente
en simples cartas, que la Iglesia oficial siempre sospechó contenían una
peligrosa clave de los misterios. De allí vinieron esas cartas de Tarot cuya
antigüedad, revelada al docto Court de Gébelin por la propia ciencia de los
jeroglíficos y los números, ejerció más tarde tanto la dudosa perspicacia y la
tenaz investigación de Etteilla.
Court de Gébelin, en el octavo volumen de su Mundo Primitivo, da la figura
de las veintidós llaves y los cuatro ases del Tarot, y demuestra la perfecta
analogía con todos los símbolos de la más alta antigüedad; trata de explicarlo
y naturalmente se extravía, porque no toma como punto de partida el
tetragrama universal y sagrado, el IO EVOHÉ de las bacanales, el YOD HEI
VAV HEI del santuario, el ‫יהוה‬, de la cábala.

Etteilla o Alliette, preocupado sólo por su sistema de adivinación y el


beneficio material que podría obtener de él, Alliette, un antiguo peluquero,
que no había aprendido francés ni siquiera ortografía, afirmó reformar y así
apropiarse del libro de THOT. En el Tarot que había grabado, y que es un
muy raro, se lee en la vigésima octava carta (el ocho de bastos) este ingenuo
anuncio: “Etteilla, profesor de álgebra, renovador de la adivinación y editor
(sic) de los errores modernos de este viejo libro de Toth, reside en la rue de
l’Oseille, nº 48, en París”. Etteilla habría hecho mejor en no redefinir las
inexactitudes de las que habla; su trabajo ha devuelto el antiguo libro
descubierto por la Corte de Gébelin al reino de la magia vulgar y los
adivinos. Etteilla proporciona un ejemplo más, y sin embargo sus esfuerzos le
habían llevado a un cierto conocimiento de la cábala, como se puede ver en
algunos pasajes raros de sus confusas obras.

Los verdaderos iniciados contemporáneos de Etteilla, los Rosacruces, por


ejemplo, y los Martinistas que estaban en posesión del verdadero Tarot, como
demuestra un libro de Saint-Martin, cuyas divisiones son las mismas del
Tarot, y este pasaje de un enemigo de los Rosacruces “Afirman que tienen un
volumen en el que pueden aprender todo lo que está en los otros libros que
son o podrían ser. Este volumen es la razón por la que encuentran el prototipo
de todo lo que existe por la facilidad de análisis, de hacer abstracciones, de
formar una especie de mundo intelectual y de crear todos los seres posibles.
Ver los mapas filosóficos, los teósofos, los microcosmos, etc.”1 Los
verdaderos iniciados, decimos, que guardaban el secreto del Tarot entre sus
mayores misterios, se abstuvieron de protestar contra los errores de Etteilla, y
le permitieron volver a velar en lugar de revelar, las verdaderas clavículas de
Salomón. Por lo tanto, no es sin profundo asombro que hemos encontrado
intacta y todavía desconocida, esta llave de todos los dogmas y filosofías del
mundo antiguo. Digo una llave, y es verdaderamente una llave, teniendo el
círculo de las cuatro décadas como anillo, y como tronco o cuerpo la escala
de 22 caracteres, y luego, para girar, los tres grados del ternario, tal como lo
entiende y representa Guillaume Postel en su Llave de las cosas ocultas
desde el principio del mundo, una llave cuyo nombre oculto indica así y que
sólo conocen los iniciados:

Una palabra que puede leerse ROTA, y que significa la rueda de Ezequiel, o
TAROT, y entonces es sinónimo del AZOTH de los filósofos herméticos. Es
una palabra que expresa cabalísticamente el absoluto dogmático y natural; se
compone de los caracteres del monograma de Cristo, según los griegos y los
hebreos. La R latina o la P griega está en el medio, entre el alfa y el omega
del Apocalipsis; luego la sagrada Tau, imagen de la cruz, encierra toda la
palabra, como la hemos representado en nuestro Ritual.

Sin el Tarot, la magia de los antiguos es un libro cerrado para nosotros, y es


imposible penetrar en ninguno de los grandes misterios de la Cábala. Sólo el
Tarot da la interpretación de los cuadrados mágicos de Agripa y Paracelso,
como podemos convencernos formando estos mismos cuadrados con las
claves del Tarot y leyendo los jeroglíficos que se reunirán.

Aquí están los siete cuadrados mágicos de los genios planetarios, de acuerdo
a Paracelso:

SATURNO
2 9 4
7 5 3
6 1 8

JÚPITER
1 15 14 4
12 6 7 9
8 10 11 5
13 3 2 16

MARTE
11 24 7 20 3
4 12 25 8 16
17 5 13 21 9
10 18 1 14 22
23 6 19 2 15

EL SOL
1 32 34 3 35 6
30 8 27 28 11 7
20 24 15 16 13 23
19 17 21 22 18 14
10 26 12 9 29 25
31 4 2 33 5 36

VENUS
22 47 16 41 10 35 4
5 23 48 17 42 11 29
30 6 24 49 18 36 12
13 31 7 25 43 19 37
38 14 32 1 26 44 20
31 39 8 33 2 27 45
46 15 40 9 34 3 28

MERCURIO
8 18 59 5 4 62 63 1
49 15 14 52 53 11 10 56
41 23 22 44 45 19 18 48
32 34 35 29 28 38 39 25
40 26 27 37 36 30 31 33
17 47 4 20 21 43 42 24
9 55 54 12 13 51 50 16
64 2 3 61 60 6 7 57

LA LUNA
37 78 29 70 21 62 13 45 5
6 38 79 30 71 22 63 14 46
47 7 39 80 31 72 23 55 15
16 48 8 40 81 32 64 24 56
57 17 49 8 41 73 33 65 25
26 58 18 50 1 42 74 34 66
67 27 59 10 51 2 43 75 35
36 68 19 60 11 52 3 44 76
77 28 69 20 61 12 53 4 45

Al sumar cada una de las columnas de estos cuadrados, se obtiene


invariablemente el número característico del planeta, y al encontrar la
explicación de este número por los jeroglíficos del Tarot, se busca el
significado de todas las figuras, ya sean triangulares, cuadradas o
cruciformes, que se encuentran formadas por los números. El resultado de
esta operación será un conocimiento completo y exhaustivo de todas las
alegorías y misterios ocultos por los antiguos bajo el símbolo de cada planeta,
o más bien de cada personificación de influencias, ya sea celestial o humana,
sobre todos los acontecimientos de la vida.

Dijimos que las 22 llaves de la baraja del Tarot son las 22 letras del primitivo
alfabeto cabalístico. Aquí hay una tabla con las variantes de este alfabeto
según los diferentes cabalistas hebreos.

‫ א‬Un Ser, espíritu, hombre o Dios; el objeto comprensible; la unidad


madre de los números, la sustancia primaria.

Todas estas ideas están expresadas jeroglíficamente por la figura del MAGO
o prestidigitador. Su cuerpo y sus brazos forman la letra ‫ ;א‬lleva alrededor de
su cabeza un nimbo en forma de ocho, símbolo de la vida y del espíritu
universal; delante de él hay espadas, copas y pantáculos, y levanta la varita
milagrosa al cielo. Tiene una figura juvenil y pelo rizado, como Apolo o
Mercurio; tiene la sonrisa de la seguridad en sus labios y la mirada de la
inteligencia en sus ojos.

‫ ב‬La casa de Dios y el hombre, el santuario, la ley, la gnosis, la cábala,


la iglesia del culto ocular, la dualidad, la mujer, la madre.

Jeroglífico, LA PAPISA: una mujer coronada con una tiara, con los cuernos
de la luna o de Isis, la cabeza rodeada de un velo, la cruz de luz sobre el
pecho, y sosteniendo sobre sus rodillas un libro que esconde con su manto.
El autor protestante de una supuesta historia de la Papisa Juana, ha
encontrado y utilizado, lo mejor que puede, para su tesis, dos curiosas y
antiguas figuras que ha encontrado de la Papisa o Sacerdotisa Soberana del
Tarot. Estas dos figuras le dan al papa todos los atributos de Isis: en una
sostiene y acaricia a su hijo Horus; en la otra tiene el pelo largo y ralo; se
sienta entre las dos columnas de la dualidad, lleva en el pecho un Sol con
cuatro rayos, coloca una mano sobre un libro y hace de la otra el signo del
esoterismo sacerdotal, es decir, abre sólo tres dedos y sostiene los otros
plegados como signo de misterio; detrás de su cabeza está el velo; y a cada
lado de su asiento un mar sobre el que florecen flores de loto. Compadezco
mucho al desafortunado erudito que quiso ver en este antiguo símbolo sólo
un retrato monumental de su llamada Papisa Juana.

‫ ג‬El verbo, 1º ternario, plenitud, fecundidad, naturaleza, generación en


los tres mundos.

Jeroglífico, LA EMPERATRIZ: una mujer alada, coronada, sentada y


sosteniendo el globo del mundo al final de su cetro; su signo es un águila,
imagen del alma y de la vida.

Esta mujer es la Venus-Urania de los griegos y fue representada por San Juan
en su Apocalipsis por la mujer vestida de Sol, coronada con doce estrellas y
con la Luna bajo sus pies. Esta es la quintaesencia del ternario místico, esta es
la espiritualidad, esta es la inmortalidad, esta es la reina del cielo.

‫ ד‬La puerta o el gobierno en los orientales, la iniciación, el poder, el


tetragrama, el cuaternario, la piedra cúbica o su base.

Jeroglífico, EL EMPERADOR: un soberano cuyo cuerpo representa un


triángulo recto, y cuyas piernas representan una cruz, imagen del Atanor de
los filósofos.

‫ ה‬Indicación, demostración, enseñanza, ley, simbolismo, filosofía,


religión.

Jeroglífico, EL PAPA o el gran hierofante. En los Tarots más modernos, este


signo es reemplazado por la imagen de Júpiter. El gran hierofante, sentado
entre las dos columnas de Hermes y Salomón, hace el signo del esoterismo y
se apoya en la cruz con tres barras transversales de forma triangular. Frente a
él, dos ministros inferiores están arrodillados, de modo que teniendo encima
de él los capiteles de las dos columnas y debajo las dos cabezas de los
ministros, es el centro del quinario y representa el pentagrama divino, cuyo
significado pleno da así. Porque las columnas son la necesidad o la ley; las
cabezas son la libertad o la acción. De cada columna a cada cabeza se puede
dibujar una línea, y dos líneas de cada columna a cada una de las dos cabezas.
El resultado será un cuadrado cortado en cuatro triángulos por una cruz, y en
medio de esta cruz estará el gran hierofante, diríamos casi como una araña de
jardín en medio de su telaraña, si esta imagen pudiera ser adecuada para las
cosas de la verdad, la gloria y la luz.

‫ ו‬Enlace, ganchillo, lingam, enredo, unión, abrazo, lucha, antagonismo,


combinación, equilibrio.

Jeroglífico, el hombre entre el vicio y la virtud. Sobre él brilla el Sol de la


Verdad, y en este Sol el Amor extiende su arco y amenaza al Vicio con su
flecha. En el orden de los diez sefirot, este símbolo corresponde a TIFÉRET,
es decir, al idealismo y la belleza. El número seis representa el antagonismo
de los dos ternarios, es decir, la negación absoluta y la afirmación absoluta.
Es, por lo tanto, el número del trabajo y de la libertad; por eso también se
refiere a la belleza y la gloria moral.

‫ ז‬Arma, espada, espada flamígera del querubín, septenario sagrado,


triunfo, realeza, sacerdocio.

Jeroglífico, un CARRO CÚBICO con cuatro columnas, con cortinas azules y


estrelladas. Dentro del carro, entre las cuatro columnas, un hombre triunfante
coronado con un círculo sobre el que se elevan e irradian tres pentagramas de
oro. El triunfador tiene en su coraza tres cuadrados superpuestos; sobre sus
hombros están el urim y thumin del Sacrificio Soberano, representados por
las dos medias lunas de Gedulá y Geburá; tiene en su mano un cetro
coronado por un globo, un cuadrado y un triángulo; su actitud es orgullosa y
tranquila. Una esfinge doble o dos esfinges están acopladas a la carroza, y
están de pie junto a su bajo abdomen, una tirando de un lado y la otra del
otro; pero una de ellas gira la cabeza y se ve de la misma manera. La esfinge
que gira su cabeza es negra, la otra es blanca. En la plaza en la parte delantera
del carro se encuentra el lingam indio coronado por la esfera voladora de los
egipcios. Este jeroglífico, cuya figura exacta se da aquí, es quizás el más
bello y completo de todos los que componen la clavícula del Tarot.

‫ ח‬Equilibrio, atracción y repulsión, vida, miedo, promesa y amenaza.


Jeroglífico, la JUSTICIA con su espada y su equilibrio.

‫ ט‬El bien, el horror del mal, la moralidad, la sabiduría.


Jeroglífico, un sabio que se apoya en su bastón y lleva una lámpara delante de
él; se envuelve completamente en su manto. Su inscripción es EL
ERMITAÑO o el MONJE CAPUCHINO, por el gorro de su manto oriental;
pero su verdadero nombre es PRECAUCIÓN, y así completa las cuatro
virtudes cardinales, que parecían estar fuera de armonía en Court de Gébelin
y Etteilla.

‫ י‬Principio, manifestación, alabanza, honor viril, falo, fecundidad viril,


cetro papal.

Jeroglífico, LA RUEDA DE LA FORTUNA, es decir, la rueda cosmogónica


de Ezequiel, con un Hermanubis ascendente a la derecha, un Tifón
descendente a la izquierda, y una esfinge por encima que se equilibra y
sostiene la espada entre sus garras de león. Un símbolo admirable,
desfigurado por Etteilla, que sustituyó a Tifón por un hombre, a Hermanubis
por un ratón y a la esfinge por un mono, una alegoría digna de la cábala de
Etteilla.

‫ כ‬La mano en el acto de tomar y sostener.


Jeroglífico, LA FUERZA: una mujer coronada con el la vitalidad (signo del
infinito), que cierra sin esfuerzo y pacíficamente la boca de un león furioso.

‫ ל‬Ejemplo, enseñanza, lección pública.


Jeroglífico, un hombre cuelga de un pie, tiene las manos atadas a su espalda,
de modo que su cuerpo forma un triángulo con su punta hacia abajo, y sus
piernas dibujan una cruz sobre el triángulo. La horca tiene la forma de la tau
hebrea; los dos árboles que la sostienen tienen cada uno seis ramas cortadas.
Hemos explicado en otra parte este símbolo del sacrificio y el trabajo
realizado; no volveremos a repetirnos aquí.

‫ מ‬El cielo de Júpiter y Marte, la dominación y la fuerza, el renacimiento,


la creación y la destrucción.

Jeroglífico, la MUERTE cortando cabezas coronadas en un prado donde los


hombres están creciendo.

‫ נ‬El cielo del Sol, las temperaturas, las estaciones, el movimiento, los
cambios de la vida siempre nuevos y siempre iguales.
Jeroglífico, LA TEMPERANCIA: un ángel, teniendo el signo del sol en su
frente, y en su pecho el cuadrado y el triángulo del septenario, vierte de una
copa a la otra las dos esencias que componen el elixir de la vida.

‫ ס‬El cielo de Mercurio, ciencia oculta, magia, comercio, elocuencia,


misterio, fuerza moral.

Jeroglífico, EL DIABLO, la cabra de Mendés o el Baphomet del templo con


todos sus atributos panteístas. Este símbolo es el único que Etteilla
comprendió perfectamente y que interpretó correctamente.

‫ ע‬El cielo de la Luna, alteraciones, subversiones, cambios, debilidades.


Un jeroglífico, una torre golpeada por un rayo, probablemente la de Babel.
Dos personajes, probablemente Nimrod y su falso profeta o ministro, son
arrojados de la parte superior a la inferior de las ruinas. Uno de los
personajes, al caer, representa perfectamente la letra ‫ע‬, ayin.

‫ פ‬El cielo del Alma, las efusiones de pensamiento, la influencia moral


de la idea sobre las formas, la inmortalidad.

Jeroglífico, la estrella brillante y la eterna juventud. Hemos dado en otro


lugar la descripción de esta figura.

‫ צ‬Los elementos, el mundo visible, la luz reflejada, las formas


materiales, el simbolismo.

Jeroglífico, la Luna, el rocío, un cangrejo en el agua que se eleva a la tierra,


un perro y un lobo aullando a la luna y parado al pie de dos torres, un camino
que se pierde en el horizonte y está salpicado de gotas de sangre.

‫ ק‬Combinación, la cabeza, la cumbre, el príncipe del cielo.


Jeroglífico, un SOL radiante y dos niños desnudos se dan la mano en un
recinto fortificado. En otras cartas del Tarot, es una hilandera que desenrolla
los destinos; en otras, un niño desnudo montando un caballo blanco y
desplegando un estandarte escarlata.
‫ ר‬Lo vegetativo, la virtud generadora de la tierra, la vida eterna.
Jeroglífico, EL JUICIO. Un genio toca la trompeta y los muertos salen de sus
tumbas; estos muertos que han vuelto a la vida son un hombre, una mujer y
un niño: el ternario de la vida humana.

‫ ש‬El principio sensible, la carne, la vida eterna.


Jeroglífico, EL LOCO: un hombre vestido de bufón, caminando al azar,
cargado con una bolsa que lleva detrás, y que sin duda está llena de sus
locuras y vicios; sus ropas en desorden dejan al descubierto lo que debe
esconder, y un tigre que lo sigue lo muerde sin que él trate de evitarlo ni
defenderse de él.

‫ ת‬El microcosmos, el resumen de todo.


Jeroglífico, KETHER, o la corona cabalística entre los cuatro misteriosos
animales; en el centro de la corona, se ve a la Verdad sosteniendo una varita
mágica en cada mano.

Así son las 22 claves del Tarot, que explican todos sus números. Así, el
Mago, o clave de las unidades, explica los cuatro ases con su cuádruple
significación progresiva en los tres mundos y en el primer principio. Así, el
As de oros o círculo es el alma del mundo; el As de espadas es la inteligencia
militante; el As de copas es la inteligencia amorosa; el As de bastos es la
inteligencia creadora; son también los principios del movimiento, del
progreso, de la fecundidad y del poder. Cada número, multiplicado por una
clave, da otro número que, explicado a su vez por las claves, completa la
revelación filosófica y religiosa contenida en cada signo. Ahora, cada una de
las 56 cartas puede ser multiplicada por las 22 claves a su vez; el resultado es
una serie de combinaciones que dan todos los resultados más sorprendentes
de la revelación y la luz. Es una verdadera máquina filosófica que impide que
la mente se extravíe, dejándole al mismo tiempo su iniciativa y su libertad; es
la matemática aplicada al absoluto, es la alianza de lo positivo con lo ideal, es
una lotería de pensamientos, todos rigurosamente correctos como los
números, es finalmente tal vez lo que el genio humano ha concebido al
mismo tiempo más simple y más grande.

La forma de leer los jeroglíficos del Tarot es ordenarlos en un cuadrado o en


un triángulo, colocando los números pares en antagonismo y conciliándolos
con los impares. Cuatro signos siempre expresan el absoluto en cualquier
orden y se explican por un quinto. Así, la solución de todas las cuestiones
mágicas es la del pentagrama, y todas las antinomias se explican por la
unidad armoniosa.

Dispuesto de esta manera, el Tarot es un verdadero oráculo, y responde a


todas las preguntas posibles con más claridad e infalibilidad que el Androide
de Alberto el Grande, de modo que un prisionero sin libros podría, en pocos
años, si sólo tuviera un Tarot que pudiera utilizar, haber adquirido una
ciencia universal, y podría hablar de todo con una doctrina inigualable y una
elocuencia inagotable. Esta rueda, de hecho, es la verdadera clave del arte de
la oratoria y del gran arte de Raimundo Lulio; es el verdadero secreto de la
transmutación de las tinieblas en luz, es el primero y más importante de todos
los misterios de la gran obra.

Por medio de esta clave universal del simbolismo, se aclaran todas las
alegorías de la India, Egipto y Judea; el Apocalipsis de San Juan es un libro
cabalístico cuyo significado está rigurosamente indicado por las cifras y
números del urim, thumin, terafín y efod, todo lo cual está resumido y
completado por el Tarot; los antiguos santuarios ya no tienen misterios, y se
comprende por primera vez el significado de los objetos del culto hebreo.
¿Quién no ve en la mesa de oro, coronada y sostenida por querubines, que
cubría el Arca de la Alianza y servía de propiciatorio, los mismos símbolos
que en la vigésimo primera clave del Tarot? El arca era un resumen
jeroglífico de todo el dogma cabalístico, contenía el yod o el bastón
floreciente de Aarón, el hei o la copa, el gomor, que contenía el maná, las dos
tablas de la ley, un símbolo similar al de la espada de la justicia, y el maná
contenido en el gomor, cuatro cosas que traducen maravillosamente las letras
del divino tetragrámaton.

Gaffarel demostró con conocimiento que los querubines o querubes del arca
eran figuras de becerro; pero lo que no sabía es que en lugar de dos había
cuatro, dos en cada extremo, como dice expresamente el texto, malentendido
en este punto por la mayoría de los comentaristas.

Así, en los versículos 18 y 19 de Éxodo XXV, el texto hebreo debe ser


traducido de esta manera:

"Harás dos becerros de oro o esfinges forjadas a cada lado del oráculo.

Y pondrás una en un lado y la otra en el otro."

Porque el querubín o las esfinges se acoplaban de dos en dos a cada lado del
arca, y sus cabezas estaban vueltas en las cuatro esquinas del propiciatorio,
que cubrían con sus alas redondeadas en un arco, sombreando así la corona
de la mesa de oro, que apoyaban sobre sus hombros, y mirándose a través de
las copas y mirando el propiciatorio:

El arca tenía, pues, tres partes o tres pisos, que representaban a Aziluth,
Jezirah y Briah, los tres mundos de la Cábala: la base del cofre, en el que se
encajaban los cuatro anillos de las dos palancas similares a las columnas del
templo de Jachin y Boaz; el cuerpo del cofre, en el que destacaba en relieve el
cuerpo de las esfinges, y la tapa, sombreada por las alas de las esfinges. La
base representaba el reino de la sal, para hablar la lengua de los seguidores de
Hermes; el pecho el reino del mercurio o azoth, y la tapa el reino del azufre o
del fuego. Los otros objetos de culto no eran menos alegóricos, pero
requerirían un trabajo especial para describirlos y explicarlos.

Saint-Martin, en su Tabla Natural de la Relación entre Dios, el Hombre y la


Naturaleza, siguió, como hemos dicho, la división del Tarot, y da un
comentario místico bastante extenso sobre las veintidós claves; pero se cuida
de no decir de dónde sacó el plano de su libro y de revelar los jeroglíficos que
comenta. Postel ha tenido la misma discreción, y, al nombrar sólo el Tarot en
la figura de su llave de los arcanos, lo designa en el resto del libro bajo el
nombre de Génesis de Enoc. La figura de Enoc, autor del primer libro
sagrado, es en efecto idéntica a la de Thoth entre los egipcios, Cadmo entre
los fenicios y Palamedo entre los griegos.

Hemos encontrado de manera extraordinaria una medalla del siglo XVI que
es una clave del Tarot. No sabemos si es cierto que esta medalla y el lugar
donde la encontramos nos fueron mostrados en un sueño por el divino
Paracelso, en cualquier caso, la medalla está en nuestra posesión. Representa,
por una parte, al Mago, con un traje alemán del siglo XVI, sosteniendo su
cinturón en una mano y el pentagrama en la otra; tiene ante él, en su mesa,
entre un libro abierto y un bolso cerrado, diez denarios o talismanes
dispuestos en dos líneas de tres cada una y en un cuadrado de cuatro; las
patas de la mesa forman dos ‫ה‬, y las del barquero dos ‫ ר‬invertidas de esta
manera . El reverso de la medalla contiene las letras del alfabeto,
dispuestas en un cuadrado mágico como el que sigue:

ABCDE
FGHIK
LNMOP
QRSTV
XVZN

Puede advertirse que este alfabeto tiene sólo 22 letras, la V y la N se repiten


dos veces, y que está compuesto por cuatro quinarios, con un cuaternario para
la base y como clave. Las cuatro últimas letras son dos combinaciones del
binario y el ternario, y leídas cabalísticamente, forman la palabra AZOTH,
devolviendo a las configuraciones de las letras su valor en el hebreo primitivo
y tomando la N por ‫א‬, Z como es es en latín, V por el vav ‫ ו‬hebreo, que se
pronuncia O entre dos vocales o letras que tienen el valor de vocales, y X por
el tau primitivo, que tenía exactamente la misma figura. Todo el Tarot se
explica así en esta maravillosa medalla, digna de Paracelso, y que ponemos a
disposición de los curiosos. Las letras, dispuestas cuatro veces cinco,
resumen la palabra ‫א‬z‫ות‬, similar a las de ‫יהוה‬, INRI, y contienen todos los
misterios de la Cábala.

El libro del Tarot tiene una importancia científica tan alta, que es de desear
que no se altere más. En la Biblioteca Imperial, revisamos la colección de
cartas antiguas del Tarot, y es allí donde reunimos todos los jeroglíficos cuya
descripción damos. Aún queda un trabajo importante por realizar, es hacer
grabar y publicar un Tarot completo y cuidadosamente ejecutado. Tal vez
pronto lo emprendamos.

Se pueden encontrar vestigios del Tarot en todos los pueblos del mundo. El
Tarot italiano es, como hemos dicho, el mejor conservado y el más fiel; pero
podría perfeccionarse aún más con valiosa información prestada de los juegos
españoles, el dos de copas, por ejemplo, en el Naibi, es completamente
egipcio, y se ven dos jarrones antiguos con ibis formando las asas,
superpuestos sobre una vaca; o se encuentra en las mismas cartas un
unicornio en medio del cuatro de denarios; el tres de copas presenta la figura
de Isis saliendo de un jarrón, y de los otros dos jarrones salen dos ibis que
llevan, uno una corona para la diosa, el otro una flor de loto que parece que le
está ofreciendo. Los cuatro ases llevan la imagen de la serpiente hierática y
sagrada, y en algunos juegos, en el centro del cuatro de oros, en lugar del
simbólico unicornio, está el doble triángulo de Salomón.

Las cartas del Tarot alemán están más alteradas, y uno encuentra allí poco
más que los números de las llaves, sobrecargados con figuras extrañas o
pantagruélicas. Tenemos en nuestras manos un Tarot Chino, y hay en la
Biblioteca Imperial algunas muestras de un mazo similar. El Sr. Paul Boileau,
en su remarcable libro de cartas, ha mostrado algunos ejemplares muy bien
hechos.

El Tarot chino todavía conserva muchos de los emblemas primitivos; se


pueden distinguir muy bien los oros y las espadas, pero sería más difícil
encontrar las copas y los bastos.

Fue durante los tiempos de las herejías gnósticas y maniqueas cuando el


Tarot debió perderse para la Iglesia, y fue al mismo tiempo que se perdió
también el significado del Apocalipsis divino. Ya no se entiende que los siete
sellos de este libro cabalístico son siete pantáculos cuyas figuras damos, y
que se explican por las analogías de números, personajes y figuras del Tarot.
Así, la tradición universal de la única religión fue interrumpida por un
instante, la oscuridad de la duda se extendió por toda la tierra, y parecía, a los
ojos de la ignorancia, que el verdadero catolicismo, la revelación universal,
había desaparecido por un instante. La explicación del libro de San Juan por
los caracteres de la Cábala será una nueva revelación, que muchos
distinguidos eruditos ya han intuido. Así es como se expresa uno de ellos, el
Sr. Augustin Chaho:

"El poema del Apocalipsis presupone en el joven evangelista un sistema


completo y tradiciones desarrolladas en sí mismo. Está escrito en forma
de visión, y reúne en un deslumbrante marco de poesía toda la erudición,
todo el pensamiento del civilizador africano. Su autor, un bardo
inspirado, destaca una serie de hechos dominantes; esboza la historia de
la sociedad de un cataclismo al otro y más allá. Las verdades que revela
son profecías provenientes de las alturas y la lejanía, que resuenan en el
sonido de su eco.

Es la voz que grita, la voz que canta las armonías del desierto y prepara
el camino para la luz.

Su palabra estalla con el imperio y ordena la fe, pues viene a llevar a los
bárbaros los oráculos de IAO y a desvelar a la admiración de las futuras
civilizaciones el primogénito de los soles.

La teoría de las cuatro edades se encuentra en el Apocalipsis, así como


en los libros de Zoroastro y la Biblia.

La restauración gradual de las federaciones primitivas y el reinado de


Dios entre los pueblos liberados del yugo de los tiranos y la venda del
error está claramente profetizada para el fin de la cuarta edad y la
recurrencia del cataclismo mostrado, primero a la distancia, en la
consumación del tiempo.

La descripción del cataclismo y su duración; el nuevo mundo,


emergiendo de las olas y surgiendo bajo el cielo con todos sus encantos;
la gran serpiente, atada por un ángel en el fondo del pozo del abismo
durante un tiempo; el amanecer de este tiempo venidero profetizado por
el Verbo, que se aparece al apóstol al principio de su poema:
Su cabeza y sus cabellos eran blancos, sus ojos brillaban, sus pies
eran como el bronce fino cuando está en el horno, y su voz era
como el sonido de muchas aguas.

Tenía siete estrellas en su mano derecha, y de su boca salía una


espada afilada de dos filos. Su rostro era tan brillante como el Sol
en su fuerza.

Este es Ormud, Osiris, Churian, el Cordero, Cristo, el Anciano de los


Días, el Hombre del Tiempo y el Río, cantado por Daniel.

Él es el primero y el último, el que fue y el que será, el Alfa y la Omega,


el principio y el fin.

Tiene en su mano la llave de los misterios; abre el gran abismo del fuego
central donde la muerte yace en una tienda de oscuridad, donde la gran
serpiente duerme, esperando el despertar de las edades."

Clave Apocalíptica
Los Siete Sellos de San Juan.

El autor conecta la alegoría de San Juan con la de Daniel, donde las cuatro
formas de la esfinge se aplican a los grandes períodos de la historia, y donde
el Hombre-Sol, el Verbo-Luz, consuela e instruye al vidente.

"El profeta Daniel vio un mar, agitado por los cuatro vientos del cielo.

Y de las profundidades del mar salieron bestias de muchos tipos


diferentes.

Y el dominio de todo lo que hay en la tierra les fue dado hasta una edad,
dos edades, y la mitad de la cuarta edad.
Y del mar salieron cuatro.

La primera bestia, símbolo de la raza solar de los videntes, vino del lado
de África. Era como un león y tenía alas de águila. Se le dio el corazón
de un hombre.

La segunda bestia, emblema de los conquistadores del norte que


gobernaron con hierro en la segunda edad, era como un oso.

Tenía tres filas de dientes afilados en la boca, imágenes de las tres


grandes familias conquistadoras, y se le dijo: ‘Levántate y satisfazte con
la carnicería’.

Después de la aparición de la cuarta bestia, se establecieron tronos, y el


Anciano de los Días, el Cristo de los videntes, el Cordero de la primera
edad, se manifestó, sentado en su trono.

Su vestimenta era de un blanco deslumbrante, su cabeza resplandecía, su


trono, del que brotaban llamas brillantes, era llevado en ruedas ardientes,
una gran llama de fuego brillaba en su rostro, y miríadas de ángeles y
estrellas brillaban a su alrededor.

Se celebró el juicio; los libros alegóricos se abrieron.

El nuevo Cristo vino en una nube llena de relámpagos y se presentó ante


el viejo de los días. Recibió poder, honor y dominio sobre todos los
pueblos, tribus y lenguas.

Entonces Daniel se acercó a uno de los presentes y le preguntó el


significado de esas cosas.

Y se le respondió que las cuatro bestias eran cuatro poderes que


reinarían sucesivamente sobre la tierra."

El Sr. Chaho explica entonces varias imágenes con sorprendentes analogías


que se encuentran en casi todos los libros sagrados. Sus palabras son muy
notables.

A continuación Chaho explica una variedad de imágenes,


impresionantemente similares, que son halladas en casi todos los libros
sagrados. Sus observaciones en este punto, son dignas de notar:

"En todos los verbos primitivos, el paralelismo de las relaciones físicas y


morales se basa en las mismas bases.

Cada palabra lleva consigo su definición material y sensible, y esta


lengua viva es tan perfecta y verdadera como simple y natural en el
hombre creativo.

Que el vidente exprese con la misma palabra, ligeramente modificada, el


Sol, el día, la luz, la verdad, y que aplique el mismo epíteto al Sol blanco
y a un cordero, diciendo cordero o Cristo en lugar de Sol, y Sol en lugar
de verdad, luz, civilización; no es una alegoría, sino relaciones
verdaderas, captadas y expresadas con inspiración.

Pero cuando los niños de la noche dicen en su dialecto incoherente y


bárbaro, Sol, día, luz, verdad, cordero, la relación culta tan claramente
expresada por el verbo primitivo se desvanece y desaparece, y, por
simple traducción, el cordero y el Sol se convierten en seres alegóricos,
símbolos.

Noten, en efecto, que la palabra alegoría, en sí misma significa, en la


definición celta: cambio de discurso, traducción.

La observación que acabamos de hacer se aplica rigurosamente a todo el


lenguaje cosmogónico de los bárbaros.

Los videntes utilizaban el mismo radical inspirado para expresar la


alimentación y la instrucción. ¿No es la ciencia de la verdad el alimento
del alma?

Así, el rollo de papiro o biblos devorado por el profeta Ezequiel; el


librito que un ángel da como alimento al autor del Apocalipsis; las
fiestas en el palacio mágico de Asgard, a las que Gangler es invitado por
Har el Sublime; la maravillosa multiplicación de los siete panes, contada
por los evangelistas del Nazareno; el pan vivo que Jesucristo ofrece a
sus discípulos, diciéndoles: ‘Este es mi cuerpo’; y muchas otras historias
similares son una repetición de la misma alegoría: la vida de las almas,
que se nutre de la verdad; la verdad, que se multiplica, sin disminuir
nunca, y que, por el contrario, aumenta a medida que se nutre.

Que alguien, exaltado por un noble sentimiento de nacionalidad,


deslumbrado por la idea de una inmensa revolución, se levante para
revelar cosas ocultas y busque popularizar los descubrimientos de la
ciencia antigua entre hombres toscos, ignorantes y desprovistos de las
más simples nociones elementales.

Que diga, por ejemplo, ‘La tierra gira, la tierra es redonda como un
huevo’.

¿Qué puede hacer el bárbaro que escucha excepto creer! ¿No se da


cuenta de que cualquier propuesta de esta clase se convierte para él en
un dogma de las alturas, un artículo de fe?

¿Y no es el velo de una alegoría aprendida suficiente para convertirla en


un mito?

En las escuelas de los videntes el globo estaba representado por un


huevo hecho de cartón o de madera pintada, y cuando los niños
pequeños preguntaban: ‘¿Qué es este huevo?’ Ellos respondían: ‘Es la
tierra’.

Grandes niños, los bárbaros oyeron esto y repitieron después de los


pequeños hijos de los videntes: ‘El mundo es un huevo’.

Pero ellos entendieron el mundo físico, material, y los videntes


entendieron el mundo geográfico, ideal, el mundo de la imagen, creado
por el espíritu y la palabra.

Para los sacerdotes de Egipto representaba el espíritu, Kneph, con un


huevo en sus labios, para expresar mejor que el huevo era sólo una
comparación, una imagen, una forma de hablar.

Choumountou, el filósofo de Ezur-Vedam, explicó de la misma manera


al fanático Biache lo que significa el huevo de oro de Brahma."
No hay que desesperar por completo en un momento en que se sigue llevando
a cabo una investigación tan seria y razonable, es con gran alivio de la mente
y profunda simpatía que acabamos de citar el texto del Sr. Chaho. Ya no es la
crítica negativa y desesperada a Dupuis y Volney lo que estamos tratando
aquí. Es una tendencia hacia una sola fe, un solo culto que debe unir todo el
futuro con todo el pasado; es la rehabilitación de todos los grandes hombres
falsamente acusados de superstición e idolatría; es, finalmente, la
justificación de Dios mismo, ese sol de la inteligencia que nunca se vela por
las almas rectas y los corazones puros.

“Grande y prominente es el vidente, el iniciado, el elegido de la naturaleza y


la razón suprema”, grita el autor que acabamos de citar, terminado con la cita
previa.

"Solo suya es esa facultad de imitación que es el principio de su


perfección y cuyas inspiraciones, rápidas como el rayo, dirigen las
creaciones y los descubrimientos.

Sólo él tiene la palabra perfecta, con corrección, flexibilidad y riqueza;


creando armonía de pensamiento por la reacción física del pensamiento,
cuyas percepciones, aún independientes del lenguaje, reflejan siempre la
naturaleza exactamente reproducida en sus impresiones, bien juzgadas,
bien expresadas en sus correspondencias.

Solo a él le pertencen la luz, la ciencia, la verdad, porque la


imaginación, limitada a su papel pasivo secundario, no domina nunca la
razón, la lógica natural que resulta de la comparación de las ideas; que
nacen, se extiende en la misma proporción que sus necesidades, y así el
círculo de su conocimiento se amplía por grados sin mezclar juicios
falsos y errores.

Solo suya es la luz infinitamente progresiva porque la rápida


multiplicación de la población, después de las renovaciones terrestres,
combina en pocos siglos la nueva sociedad en todas las combinaciones
de destino imaginables, ya sean morales o políticas.

Y podríamos añadir, que solo suya es la luz absoluta.


El hombre de nuestro tiempo es inmutable en sí mismo, no cambia más
que la naturaleza, en la que está enraizado.

Las condiciones sociales en las que se encuentra determinan por sí solas


el grado de su perfección, que tiene como límites la virtud, la santidad
del hombre y su felicidad en la ley."

¿Se nos preguntará de nuevo, después de tales visiones qué uso tienen las
ciencias ocultas? ¿Serán estas matemáticas vivas, estas proporciones de ideas
y formas, esta revelación permanente en la razón universal, esta
emancipación del espíritu, esta base inquebrantable dada a la fe, esta
omnipotencia revelada a la voluntad, tratadas con desdén como misticismo e
iluminación? Niños que buscaban prestigio, ¿están decepcionados porque les
estamos dando maravillas? Un hombre nos dijo una vez: “Haz aparecer al
diablo y te creeré”. Le dijimos: “Pides poco; no queremos hacer aparecer al
diablo, pero más bien hacerlo desaparecer de todo el mundo; ¡queremos
echarlo de tus sueños!” El diablo es la ignorancia, es la oscuridad, es la
inconsistencia del pensamiento, es la fealdad. ¡Despierta, dormilón medieval!
¿No ves que es de día? ¿No ves la luz de Dios que llena todo el cuerpo?
¿Dónde se atreve ahora el príncipe caído del inframundo a mostrarse?

Nos queda por dar nuestras conclusiones y determinar el propósito y el


alcance de este trabajo en el orden religioso, en el orden filosófico y en el
orden de los logros materiales y positivos.

En el orden religioso, en primer lugar, hemos demostrado que las prácticas de


los cultos no pueden ser indiferentes, que la magia de las religiones está en
sus ritos, que su fuerza moral está en la jerarquía ternaria, y que la jerarquía
tiene la unidad como base, como principio y como síntesis.

Hemos demostrado la unidad universal y la ortodoxia del dogma, vestidos


sucesivamente con varios velos alegóricos, y hemos seguido la verdad
salvada por Moisés de las profanaciones de Egipto, preservada en la cábala
de los profetas, emancipada por la escuela cristiana de la servidumbre de los
fariseos, atrayendo a ella todas las aspiraciones poéticas y generosas de las
civilizaciones griega y romana, protestando contra un nuevo fariseísmo más
corrupto que el primero, con los grandes santos de la Edad Media y los
audaces pensadores del Renacimiento. Hemos mostrado, digo, esa verdad
siempre universal, siempre una, siempre viva, que sólo reconcilia la razón y
la fe, la ciencia y la sumisión; la verdad del ser demostrada por el ser, la
armonía demostrada por la armonía, la razón manifestada por la razón.

Al revelar los misterios de la magia al mundo por primera vez, no quisimos


resucitar prácticas enterradas bajo las ruinas de las antiguas civilizaciones,
pero le decimos a la humanidad de hoy que también está llamada a crearse
inmortal y omnipotente a través de sus obras.

Un escritor moderno ha dicho que la libertad no se da, se toma; lo mismo


ocurre con la ciencia, y por eso la revelación de la verdad absoluta nunca es
útil para el vulgo. Pero en un momento en que el santuario fue devastado y
cayó en ruinas, porque la llave fue arrojada en el foso, sin que beneficie a
nadie, pensé que tenía que recoger esa llave, y la ofrezco a cualquiera que
pueda tomarla, porque él a su vez será un doctor de las naciones y un
liberador del mundo.

Los niños deben y siempre necesitarán fábulas y andadores; pero los que
tienen el control de los andadores no deben ser niños y oyentes de fábulas.

Que la ciencia más absoluta, la razón más elevada, vuelva a ser el patrimonio
de los líderes del pueblo; que el arte sacerdotal y real retome el doble cetro de
las antiguas iniciaciones, y el mundo volverá a salir del caos.

No quememos más las imágenes sagradas, no derribemos más los templos,


los hombres necesitan templos e imágenes; pero echemos a los vendedores de
la casa de las oraciones; no dejemos que los ciegos sean los líderes de los
ciegos; reconstituyamos la jerarquía de la inteligencia y la santidad, y
reconozcamos sólo a los que saben como los maestros de los que creen.

Nuestro libro es católico; y si las revelaciones que contiene son de tal


naturaleza como para alarmar la conciencia de los simples, nuestro consuelo
es que no lo leerán. Escribimos para los hombres sin prejuicios, y no
queremos adular la irreligión más que el fanatismo.

Pero si hay algo en el mundo que es esencialmente libre e inviolable, es la


creencia.
Debemos, a través de la ciencia y la persuasión, alejar las religiones
desviadas de lo absurdo; pero amenazarlas o coaccionarlas sería dar a sus
errores toda la dignidad y la verdad del martirio.

La fe no es más que superstición y locura si no se basa en la razón, y lo que


es desconocido sólo puede ser asumido por analogía con lo que es conocido.
Definir lo que no se sabe es una ignorancia presuntuosa; afirmar
positivamente lo que no se sabe es mentir.

Por lo tanto, la fe es una aspiración y un deseo. Que así sea, quiero que así
sea, esta es la última palabra de todas las profesiones de fe. La fe, la
esperanza y la caridad son tres cosas tan inseparables que pueden ser tomadas
una por otra.

Así, en la religión, la ortodoxia universal y jerárquica, la restauración de los


templos en todo su esplendor, la restauración de todas las ceremonias a su
pompa primitiva, la enseñanza jerárquica del símbolo, los misterios, los
milagros, las leyendas para los niños, la luz para los hombres hechos que se
cuidarán de no escandalizar a los pequeños en la sencillez de su creencia.
Esta es nuestra utopía en la religión, y también es el deseo y la necesidad de
la humanidad.

Pasando a la filosofía, la nuestra es la del realismo y el positivismo.

El ser existe por motivo del Ser del que nadie duda. Todo existe para nosotros
a través de la ciencia. Saber es ser. La ciencia y su objeto se identifican en la
vida intelectual del que sabe. Dudar es ignorar. Lo que no sabemos aún no
existe para nosotros. Vivir intelectualmente es tomar.

El ser se desarrolla y crece a través de la ciencia. La primera conquista de la


ciencia es el primer resultado de las ciencias exactas, es el sentimiento de la
razón. Las leyes de la naturaleza son el álgebra. Por lo tanto, la única fe
razonable es la adhesión del estudiante a los teoremas cuya corrección en sí
misma le es desconocida, pero cuyas aplicaciones y resultados le son
suficientemente demostrados. Así el verdadero filósofo cree en lo que es, y
admite a posteriori que todo es razonable.

Pero no más charlatanería en la filosofía, no más empirismo, no más


sistemas; ¡el estudio del ser y sus realidades comparativas! ¡una metafísica de
la naturaleza! ¡Entonces que retroceda el misticismo! No más sueños en la
filosofía. La filosofía no es poesía, es la matemática pura de las realidades, ya
sean físicas o morales. Dejemos que la religión sea libre para perseguir sus
infinitas aspiraciones, pero dejemos a la ciencia las rigurosas conclusiones
del experimentalismo absoluto.

El hombre es el hijo de sus obras, es lo que quiere ser; es la imagen del Dios
que se hace a sí mismo; es la realización de su ideal. Si su ideal carece de
base, todo el edificio de su inmortalidad se derrumba. La filosofía no es el
ideal, pero debe servir como base para el ideal. Lo conocido es para nosotros
la medida de lo desconocido; lo visible nos hace apreciar lo invisible; las
sensaciones son a los pensamientos como los pensamientos son a las
aspiraciones. La ciencia es una trigonometría celestial; un lado del triángulo
absoluto es la naturaleza objeto de nuestras investigaciones; el otro lado es
nuestra alma que abraza y refleja la naturaleza; el tercer lado es el absoluto en
el que nuestra alma se agranda. El ateísmo no es posible a partir de ahora,
porque ya no tenemos la pretensión de definir a Dios. Dios es para nosotros el
más perfecto y el mejor de los seres inteligentes, y la jerarquía ascendente de
los seres nos demuestra ampliamente su existencia. No pidamos más; pero,
para comprenderlo cada vez mejor, ¿nos perfeccionamos ascendiendo hacia
él?

No más ideología; el ser es lo que es y sólo se perfecciona de acuerdo a las


verdaderas leyes del ser. Observemos, no prejuzguemos; ejercitemos nuestras
facultades, no las distorsionemos; ampliemos el campo de la vida en la vida;
¡veamos la verdad en la verdad! Todo es posible para el que solo quiere lo
que es verdadero. Permanece en la naturaleza, estudia, conoce y luego
atrévete; ¡atrévete a querer, atrévete a actuar y guarda silencio!

No más odio contra nadie. Todos cosecharán lo que siembren. La cosecha de


las obras es fatal, y es por la razón suprema de juzgar y castigar a los
malvados. El que va por un camino sin salida volverá o se romperá.
Adviértele suavemente, si todavía puede oírte; entonces déjalo hacer, la
libertad humana debe seguir su curso.

No somos jueces el uno del otro. La vida es un campo de batalla. No dejemos


de luchar porque algunos caen, pero no los pisoteemos. Entonces llegará la
victoria, y los heridos de ambos lados, hermanos y hermanas en el
sufrimiento y ante la humanidad, se unirán en los hospitales de los
vencedores.

Tales son las consecuencias del dogma filosófico de Hermes; tal ha sido
siempre la moral de los verdaderos seguidores; tal es la filosofía de los
rosacruces, herederos de todas las antiguas sabidurías; tal es la doctrina
secreta de aquellas asociaciones que fueron tratadas como subversivas del
orden público, y que siempre han sido acusadas de conspiración contra los
tronos y los altares.

El verdadero adepto, lejos de perturbar el orden público, es su más firme


partidario. Respeta demasiado la libertad como para desear la anarquía; hijo
de la luz, ama la armonía y sabe que la oscuridad produce confusión. Acepta
todo lo que es, y sólo niega lo que no es. Quiere una religión verdadera,
práctica, universal, creyente, palpable, de por vida; la quiere con un
sacerdocio sabio y poderoso, rodeada de todas las virtudes y todos los
prestigios de la fe. Quiere una ortodoxia universal, absoluta, jerárquica,
apostólica, sacramental, una catolicidad incuestionable e indiscutible. Quiere
una filosofía experimental, real, matemática, modesta en sus conclusiones,
incansable en sus investigaciones, científica en sus progresos. ¿Quién puede
estar en contra de nosotros si Dios y la razón están con nosotros? ¿Qué
importa si nos prejuzgan y calumnian? No venimos, como Edipo, a matar la
esfinge del simbolismo, sino que nos comprometemos a resucitarla. La
Esfinge sólo devora a los intérpretes ciegos, y el que la mata no ha sabido
adivinar correctamente; debe ser domesticada, encadenada y obligada a
seguirnos. La Esfinge es el palladium viviente de la humanidad, es la
conquista del rey de Tebas; ¡habría sido la salvación de Edipo, si Edipo
hubiera adivinado su enigma en su totalidad!

En un orden positivo y material, ¿qué conclusión podemos sacar de este


libro? ¿Es la magia una fuerza que la ciencia puede dejar a los más audaces y
a los más malos? ¿Es un truco y una mentira de los más hábiles para fascinar
a los ignorantes y a los débiles? ¿Es el mercurio filosófico la explotación de
la credulidad por la habilidad? Los que nos han entendido ya saben cómo
responder a estas preguntas. Hoy en día la magia ya no puede ser el arte de
las fascinaciones y los prestigios, sólo se engaña a los que quieren ser
engañados. Pero la estrecha y temeraria incredulidad del siglo pasado recibe
todas las negaciones dadas por la propia naturaleza. Vivimos rodeados de
profecías y milagros; la duda una vez los negó audazmente, hoy la ciencia los
explica. No, Conde de Mirville, ¡un espíritu caído no puede perturbar el
imperio de Dios! No, las cosas desconocidas no pueden ser explicadas por
cosas imposibles; no, a los seres invisibles no se les permite engañar,
atormentar, seducir y aún matar a las criaturas vivientes de Dios, los
hombres, que son tan ignorantes y débiles, y que tienen tanta dificultad para
defenderse de sus propias ilusiones. Los que le dijeron esto de niño le han
engañado, señor Conde, y si usted fue lo suficientemente niño para
escucharlos, sea lo suficientemente hombre ahora para no creerles más.

El hombre mismo es el creador de su propio cielo e infierno, y no hay más


demonios que nuestras locuras. Los espíritus que son castigados por la verdad
son corregidos por el castigo, y ya no piensan en perturbar al mundo. Si
Satanás existe, sólo puede ser el más desafortunado, el más ignorante, el más
humillado y el más impotente de los seres.

La existencia de un agente universal de la vida, un fuego vivo, una luz astral,


es demostrada por los hechos. Hoy en día el magnetismo nos hace
comprender los milagros de la magia antigua; los hechos de las visiones,
aspiraciones, curaciones repentinas, la penetración de los pensamientos, son
ahora conocidos y familiares incluso para nuestros hijos. Pero habíamos
perdido la tradición de los antiguos, creíamos en los nuevos descubrimientos,
buscábamos la última palabra de los fenómenos observados, las mentes se
perturbaban frente a fenómenos incomprensibles, estábamos fascinados sin
entenderlos. Hemos venido a decirles a los aficionados a las mesas giratorias:
Estas maravillas no son nuevas; pueden realizar maravillas aún mayores si
estudian las leyes secretas de la naturaleza. ¿Y qué resultará del nuevo
conocimiento de estas maravillas? Un nuevo campo abierto a la actividad y a
la inteligencia del hombre, la lucha de la vida organizada de nuevo con armas
más perfectas, y la posibilidad dada a las inteligencias de élite de volver a ser
de nuevo dueñas de todos los destinos, ¡dando al mundo por venir verdaderos
sacerdotes y grandes reyes!

Notas
1. Conjuros contra la religión católica y los gobernantes, por el autor de El Velo levantado para los
curiosos, París, Crapard, 1792.

Fin del Ritual de la Alta Magia


Glosario

Azoth: Literalmente azogue o mercurio. Es el nombre del gran agente


hermético y el verdadero agente filosófico: el mercurio de los sabios o
mercurio filosófico. En las palabras de Lévi: “El pantáculo, al ser una síntesis
completa y perfecta, expresada por un solo signo, sirve para reunir toda la
fuerza intelectual en una mirada, en un recuerdo, en un contacto”.

Baphomet: Es una deidad, representada por una imagen antropomórfica, que


contiene dentro de sí elementos heterodoxos asociados al cristianismo de la
época medieval. Lévi lo asocia con el dios Pan, el dios de las primitivas
escuelas gnósticas, y lo explica en el capítulo XV del Ritual. El término
Baphomet es poco conocido en sí mismo y si lo es se debe, casi
exclusivamente, a la aparición de un término similar en el proceso que sirvió
para aniquilar la Orden del Temple o Caballeros Templarios, una antigua
Orden religiosa, en 1307 y para suspenderla sine die por el papa Clemente V
en el Concilio de Vienne de 1314.

Cteis: El Cteis era un pedestal circular y cóncavo, o receptáculo, sobre el que


se apoyaba el Falo o columna, de cuyo centro surgía.

Diáfano: La inteligencia y la voluntad tienen como ayuda e instrumento una


facultad demasiado poco conocida y cuya omnipotencia pertenece
exclusivamente al reino de la magia, la imaginación, que los cabalistas
llaman el diáfano o el translúcido. La imaginación, en efecto, es como el ojo
del alma, y es en ella que se dibujan y conservan las formas, es a través de
ella que vemos los reflejos del mundo invisible, es el espejo de las visiones y
el aparato de la vida mágica. La imaginación es el instrumento de adaptación
del verbo, aplicada a la razón es el genio.

Fuxi: Fue el primero de los emperadores mitológicos de la antigua China. Se


le atribuye la invención de la escritura, la pesca y la caza. Según la tradición
fue el descubridor de los Ocho Trigramas (combinaciones de tres líneas yang,
enteras o masculinas y yin, quebradas o femeninas), que son el fundamento
del I Ching y que le fueron revelados de manera sobrenatural al verlos
escritos sobre el lomo de un animal mitológico, descrito como un dragón-
caballo, que salió del Río Amarillo.

Goética/goético: Ver Magia goética.

Lilith: Es una figura de la mitología judía, desarrollada más temprano en el


Talmud de Babilonia (siglos III a V d.C.). A partir de c. 700-1000 d.C. Lilith
aparece como la primera esposa de Adán, creada al mismo tiempo y de la
misma arcilla que Adán. La figura de Lilith puede relacionarse en parte con
una clase históricamente anterior de demonios femeninos en la antigua
religión mesopotámica, que se encuentra en los textos cuneiformes de
Sumeria, el Imperio Acadio, Asiria y Babilonia.

Lingam: Símbolo de objeto fálico de Shiva (el dios hindú de la destrucción y


la reproducción); el género masculino en la gramática sánscrita.

Macroprosopo: Término cabalístico, formado de una palabra griega


compuesta, que significa: “la Cara vasta o grande”; un título de Kéter, la
Corona, el Sephira más elevado. Es el nombre del Universo, llamado Arikh-
Anpin, la totalidad de aquello de lo cual el Microprosopo, o Zauir-Anpin, “la
Cara menor” o “creador del pequeño mundo”, es la parte y antítesis.

Magia goética o goetie: Se refiere a la magia con la ayuda de espíritus


malignos, en contraposición a la teurgia.

Mesa giratoria: Es un tipo de sesión de espiritismo en la que los


participantes se sientan alrededor de una mesa, colocan sus manos sobre ella
y esperan las rotaciones. La mesa supuestamente sirve como un medio de
comunicación con los espíritus; el alfabeto se pronuncia lentamente en voz
alta y la mesa se inclina hacia la letra apropiada, deletreando así palabras y
frases. El proceso es similar al de una tabla Ouija.

Microprosopo: Uno de los cuatro elementos mágicos de la Cábala,


probablemente representando uno de los cuatro elementos simples: aire, agua,
tierra o fuego. La palabra significa “creador del pequeño mundo”.

Naama: Naamá (“agradable”,“encantadora” o “complaciente”) es una


criatura legendaria demoníaca del folclore hebreo, siendo representada como
un demonio o un ángel caído. Se dice que era un súcubo, y al igual que Lilith
había tenido relaciones con Adán.

OD: La luz astral. Una supuesta fuerza o poder natural, supuesta, por
Reichenbach y otros, como productora de los fenómenos de mesmerismo, y
que se desarrolla por varios organismos, como por imanes, calor, luz, acción
química o vital, etc.; – llamada también odílico o fuerza odilica. Ver Azoth.

Pantáculo: Es una figura geométrica que es un objeto mágico que tiende a


expresar una estructura universal, y dentro de la cual están inscritas letras,
palabras o signos simbólicos.

Séfer Ietzirá: Séfer Ietzirá (‫ )ספר יצירה‬es el título del primer libro que
concierne a la Cábala y trata el tema del esoterismo judío. También llamado
Libro de Abraham, el Séfer Ietzirá es, junto con el Zohar, la principal fuente
del esoterismo judío y la Cábala.

Tetragrámaton: La palabra hebrea de cuatro letras ‫יהוה‬, el nombre del Dios


bíblico de Israel, transcrito como YHWH.

Translúcido: Ver Diáfano.

Zohar: El Zohar (‫)זהר‬, es, junto al Séfer Ietzirá, el libro central de la


corriente cabalística.

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