Nutrición y Envejecimiento

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 14

NUTRICIÓN Y ENVEJECIMIENTO

Las necesidades nutricionales no permanecen inalteradas a lo largo de la vida. Como sucede


en otros ámbitos, los requisitos al respecto de las personas mayores difieren de los que tienen
los jóvenes. Para ofrecer una atención de enfermería de calidad a la población geriátrica es
esencial conocer las necesidades nutricionales de sus integrantes. Antes de valorar la
idoneidad nutricional y de elegir intervenciones que promuevan una buena nutrición, los
profesionales de enfermería deben hacer acopio de unos conocimientos sólidos sobre
nutrición básica y dietoterapia.

Las prácticas de nutrición adecuadas desempeñan un papel fundamental en el mantenimiento


y la promoción de la salud. Unos buenos hábitos de alimentación durante toda la vida
promueven el bienestar físico y mental. Si la nutrición y la ingesta de líquidos no son las
adecuadas, se desarrollarán problemas graves, como malnutrición y deshidratación. Unas
prácticas nutricionales incorrectas pueden contribuir al desarrollo de osteoporosis y lesiones
por presión, así como complicar afecciones ya existentes, como enfermedades
cardiovasculares y diabetes mellitus.

INGESTA CALÓRICA

Las calorías son unidades de calor que se utilizan para medir la energía disponible en los
alimentos consumidos. Dado que en los requisitos energéticos de los individuos existen
amplias diferencias, el número de calorías que necesitan difiere también significativamente.
En la cantidad de calorías utilizadas por una persona influyen numerosos factores: patrones
de actividad, género, complexión, edad, temperatura corporal, estado emocional y
condiciones del clima en que vive. Las enfermedades agudas y crónicas tienen también
incidencia en las necesidades calóricas. En general, cuando la ingesta de calorías de una
persona está en equilibrio con las necesidades energéticas del organismo, el peso se mantiene
constante. En cambio, si la ingesta calórica es superior a dichas necesidades, el exceso se
convierte en tejido adiposo (grasa) y se almacena, con lo que el individuo gana peso. Cuando
la ingesta de calorías es inferior a las necesidades energéticas, la persona adelgaza.

Los distintos nutrientes aportan cantidades diferentes de calorías. Las grasas, que pueden
provenir de fuentes vegetales (como la margarina) o animales (p. ej., la mantequilla),
producen 9 cal/g. En las proteínas y los hidratos de carbono esta cifra disminuye a 4 cal/g.
Las vitaminas, los minerales y el agua no producen calorías. Las generadas por el alcohol,
estimadas en 7 cal/g, carecen de valor nutritivo.

Los estudios han revelado que las necesidades calóricas en personas sanas disminuyen
gradualmente con la edad, ya que existe un descenso en la masa muscular y de tejido magro
y un incremento en el tejido adiposo. Con estos cambios en músculos y grasas, la tasa
metabólica basal (velocidad a la que el organismo consume las calorías) se reduce. La
disminución normal en la actividad física que se observa comúnmente con el envejecimiento
ralentiza aún más el ritmo al que el cuerpo quema las calorías. Las personas sanas que se
mantienen activas y hacen ejercicio probablemente apenas necesitarán modificar su ingesta
calórica. En cambio, los individuos inactivos tal vez tengan que limitar significativamente
esta ingesta. El valor mínimo recomendado diario para cubrir de forma adecuada las
necesidades nutricionales es 1.200 cal.

A la hora de determinar la idoneidad de la ingesta calórica es preciso tener en cuenta los


procesos patológicos. Las enfermedades que provocan limitaciones en la movilidad y la
actividad física (como la artritis y los accidentes cerebrovasculares) probablemente reducirán
las necesidades de calorías. Otros estados patológicos (como el cáncer y las afecciones
críticas) pueden elevar enormemente las exigencias calóricas del cuerpo, ya que aceleran el
metabolismo. Los pacientes con diabetes mellitus requieren dietas especiales para controlar
y tratar su enfermedad. Estas dietas suelen incluir una ingesta uniforme de hidratos de
carbono y cantidades equilibradas de grasas y proteínas.

El índice de masa corporal (IMC) es un número calculado a partir del peso y la estatura que
sirve de indicador fiable para medir la cantidad de grasas corporales de la mayoría de las
personas. Mediante gráficos de IMC es posible determinar si se tiene un peso normal o por
debajo de la normalidad, o bien parámetros ponderales que indiquen sobrepeso u obesidad
NUTRIENTES

Aunque los requisitos calóricos a menudo se reducen con la edad, siempre es preciso incluir
todos los nutrientes. Por tanto, conviene elegir alimentos con alto valor nutricional (densos
en nutrientes) y relativamente pocas calorías para obtener una máxima cantidad de
nutrimento para el organismo, a la vez que se reduce el número de calorías. Los nutrientes
vitales que necesitan todas las personas son los hidratos de carbono, las proteínas, las grasas,
las vitaminas, los minerales y los líquidos. Dado que muchos alimentos contienen
combinaciones diversas de los mismos, se han desarrollado distintos métodos para
determinar el equilibrio nutricional. Una forma de medir la idoneidad de la dieta y de la
ingesta nutricional de una persona consiste en comparar dicha ingesta con estándares
aceptados. Basada en las Guías dietéticas para los estadounidenses, MyPlate es una
representación visual de hábitos de alimentación saludables diseñada por el gobierno de EE.
UU. El plato de la imagen se divide en grupos de alimentos codificados por colores que
comprenden verduras, fruta, cereales y proteínas, con los lácteos a un lado. Con
independencia de la cantidad total de alimentos que se consuman, deberá mantenerse un
equilibrio en la proporción de los constituyentes de cada grupo.

El plan aspira a ser sencillo, para que puedan utilizarlo personas de todas las edades y sustrato
educativo. Más que una dieta, MyPlate ofrece un plan de salud que estimula a los usuarios a
que adopten hábitos sanos de alimentación e incrementen su actividad Entre las
recomendaciones generales del U.S. Department of Agriculture (USDA) (2015) para la
población general se incluyen:

 Seguir un patrón de alimentación sana durante toda la vida.


 Centrarse en la variedad, la densidad de nutrientes y la cantidad.
 Limitar las calorías de azúcares añadidos y grasas saturadas y reducir la ingesta de
sodio.
 Optar por bebidas y alimentos más saludables.
 Apoyar las pautas de alimentación sana para todos.

Otras recomendaciones importantes incluyen:

 Seguir un patrón de alimentación sana que mantenga todos los alimentos y las bebidas
dentro de un intervalo de calorías adecuado.
 Consumir menos del 10% de calorías al día de azúcares añadidos.
 Tomar menos del 10% de calorías al día de grasas saturadas.
 Consumir menos de 2.300 mg/día de sodio.
 Si se ingiere alcohol, hacerlo con moderación.
 Seguir las pautas establecidas de actividad física.
HIDRATOS DE CARBONO

Los hidratos de carbono comprenden azúcares y almidones que suponen aproximadamente


la mitad de la dieta estándar de los estadounidenses. Estas sustancias aportan una fuente
rápida de energía al organismo y se dividen en dos categorías: simples y complejos. Los
hidratos de carbono simples son utilizados muy rápidamente por el cuerpo, dado que sus
enlaces son fáciles de romper. El azúcar de mesa, la miel, los siropes y los caramelos son
algunos ejemplos de este grupo. Por su parte, los hidratos de carbono complejos han de
descomponerse en azúcares simples antes de que el organismo los utilice. Esta
descomposición necesita tiempo y energía. Las verduras, los cereales integrales y la fruta
contienen hidratos de carbono complejos. Los alimentos con estos productos suelen incluir
también otros nutrientes (como minerales y vitaminas), que los hacen más nutritivos que los
que solo contienen hidratos de carbono simples. El Institute of Medicine recomienda que el
45-65% de las calorías provengan de hidratos de carbono, e insiste en los complejos.

Esta recomendación es adecuada también para el adulto mayor. Además de procurar


nutrientes esenciales, los hidratos de carbono complejos suelen contener cantidades
importantes de fibra soluble, una sustancia que el ser humano no puede digerir. La fibra da
volumen y ayuda a la evacuación intestinal.

Por tanto, se recomienda para prevenir el estreñimiento, la diverticulosis y la diverticulitis.


Las personas que ingieren dietas con alto contenido en fibra deben beber también agua
suficiente para que dichas fibras no provoquen estreñimiento. Se recomienda una dieta rica
en hidratos de carbono complejos como parte del control de muchos procesos patológicos.
Se ha demostrado que la fibra soluble en hidratos de carbono complejos reduce las
concentraciones sanguíneas de colesterol, lo que aporta beneficios para personas con riesgo
de coronariopatías. Los hidratos de carbono complejos desempeñan también un papel
importante en el control de la diabetes, ya que cubren con eficacia las necesidades de energía
sin causar incrementos rápidos en los valores de glucosa en la sangre del modo en que lo
hacen los azúcares simples.
PROTEÍNAS

Las proteínas están formadas por aminoácidos, que son esenciales para la reparación y la
cicatrización de los tejidos. Al envejecer, las necesidades de proteínas se mantienen
constantes o pueden incrementarse ligeramente para compensar la pérdida de tejido magro.
Según las Guías dietéticas para los estadounidenses (USDA, 2015), la IDR de proteínas para
las mujeres adultas es de 46 g/día; para hombres adultos, la cantidad diaria recomendada se
sitúa en 56 g/día. Los datos de la National Health and Nutrition Examination Survey revelan
que el 10-25% de las mujeres de más de 55 años consumen menos de la mitad de la cantidad
diaria recomendada de proteínas. El incremento de consumo proteínico se ha vinculado con
una menor incidencia de fragilidad en las personas mayores (Feng, 2017). Este consumo
puede verse afectado por numerosos factores, entre ellos la capacidad de procurarse y
prepararse las comidas, el coste de los alimentos con proteínas e incluso la capacidad de
masticar los alimentos muy proteínicos habituales.

La sustitución y reparación de los tejidos se prolonga durante toda la vida. Cualquier


condición en la que se altere la integridad tisular (p. ej., cirugía y lesiones por presión) eleva
la cantidad de proteínas necesarias para contribuir a esta reparación. Las carnes rojas y de
ave, el pescado, los huevos y los productos lácteos son buenas fuentes de proteínas completas,
que contienen todos los aminoácidos necesarios para la formación y reparación tisular. Los
alimentos de origen vegetal, como legumbres (guisantes y alubias), frutos secos y cereales
(integrales y arroz), incluyen cantidades menores de proteínas incompletas, que
individualmente no contienen todos los aminoácidos necesarios. Las proteínas
complementarias consisten en dos o más proteínas incompletas que, en conjunto, aportan
cantidades adecuadas de aminoácidos esenciales. En el pasado se pensó que las proteínas
incompletas debían combinarse cuidadosamente en la planificación de las comidas. Sin
embargo, en la actualidad se cree que el cuerpo humano es capaz de combinar proteínas
complementarias ingeridas el mismo día (USDA, 2016). Algunos alimentos que son ricos en
proteínas, como carne roja, vísceras, yema de huevo, queso curado y leche entera, incluyen
también cantidades importantes de grasas. El consumo excesivo de proteínas con un alto
contenido en grasas puede contribuir a elevar los valores en sangre de colesterol y
triglicéridos, lo que, a su vez, contribuye a la formación de placas y a cambios
ateroescleróticos en los vasos sanguíneos. La ateroesclerosis deriva a menudo en hipertensión
y cardiopatías. Por este motivo, muchos profesionales sanitarios recomiendan que se limiten
los alimentos proteínicos con alto contenido en grasas. Una persona sujeta a dietas con
limitación de lípidos debería comer proteínas pobres en grasas, como pescado y carne de ave,
así como de origen vegetal, como guisantes y alubias.

GRASAS

Se recomienda limitar las grasas a aproximadamente el 20-35% de la ingesta calórica diaria


total. Esta recomendación no cambia al envejecer. Una cierta cantidad de grasas en la dieta
es necesaria y conveniente como ayuda para absorber las vitaminas liposolubles y aportar
cantidades adecuadas de ácidos grasos esenciales.

Las grasas son deseables porque añaden sabor a los alimentos y aportan una sensación de
saciedad. Los alimentos sin grasas resultarían menos atractivos, con peor sabor y no muy
satisfactorios. Cuando se considera la ingesta de grasas en la dieta, es importante vigilar los
tipos de grasas que se toman.

El organismo incorpora las grasas en unas sustancias conocidas como lipoproteínas, que
contienen colesterol y proteínas. Existen tres clases importantes de lipoproteínas: de alta
densidad (HDL, high-density lipoproteins), de baja densidad (LDL, low-density lipoproteins)
y de muy baja densidad (VLDL, very low-density lipoproteins). Las lipoproteínas LDL están
formadas principalmente por colesterol y, según se cree, contribuyen a las enfermedades de
los vasos sanguíneos.

Las VLDL están constituidas sobre todo por triglicéridos y pueden contribuir a las
enfermedades de los vasos, aunque en menor medida. Las lipoproteínas HDL, las llamadas
grasas saludables, se componen sobre todo de proteínas que aparentemente protegen frente a
las afecciones de los vasos. Algunas personas que han tomado alimentos ricos en colesterol
durante toda su vida pueden mostrarse reacias a cambiar sus hábitos de alimentación cuando
envejecen. Por otra parte, puede resultarles difícil comprar y preparar las comidas de una
manera distinta. Otras aprenden a cambiar acertadamente su ingesta dietética para evitar los
alimentos con alto contenido en estas sustancias.
VITAMINAS

Las vitaminas son compuestos orgánicos presentes en los alimentos de forma natural.
También pueden producirse sintéticamente. Las vitaminas son necesarias para diversos
procesos metabólicos y fisiológicos. Se clasifican en liposolubles e hidrosolubles. Las
vitaminas liposolubles comprenden las A, D, E y K. La vitamina C y las del complejo B son
hidrosolubles. Los beneficios de las vitaminas para las personas mayores están siendo objeto
de estudios pormenorizados. Los investigadores que suscriben la teoría de los radicales libres
están analizando los efectos de las vitaminas antioxidantes. Se ha postulado que estas
vitaminas tienen capacidad para bloquear o neutralizar los radicales libres y evitan el daño
celular, con lo cual ralentizan los efectos del envejecimiento y previenen enfermedades como
el cáncer, las cardiopatías y la enfermedad de Alzheimer. Aunque los trabajos científicos en
este campo parecen prometedores, sus resultados todavía no son convincentes en cuanto a la
efectividad de las vitaminas antioxidantes ni ofrecen una comprensión adecuada y
satisfactoria de su método de acción, su dosis terapéutica y sus efectos a largo plazo. Las
vitaminas A, C y E, junto con los β-carotenos, se consideran antioxidantes. Las deficiencias
vitamínicas se han relacionado con diversos problemas padecidos por los adultos mayores,
entre los cuales se incluyen:

Deficiencia de vitamina A: peor cicatrización de las heridas, sequedad cutánea y ceguera


nocturna.

Deficiencia de vitamina B6: problemas neurológicos e inmunitarios y valores elevados de


homocisteína (factor de riesgo de enfermedades cardiovasculares). Entre las manifestaciones
clínicas de la deficiencia de vitamina B6 se incluyen náuseas, vómitos, pérdida de apetito,
dermatitis, debilidad motora, mareo, depresión y úlceras en la boca. Los suplementos de
vitamina B6 pueden ayudar a revertir estos problemas.

Deficiencia de vitamina B12: cambios neurológicos que afectan a la sensibilidad, el


equilibrio y la memoria; concentraciones elevadas de homocisteína. La deficiencia de B12
puede relacionarse con un consumo inadecuado de proteínas o con cambios fisiológicos en
la digestión. Los cambios normales del envejecimiento reducen la producción de ácidos
gástricos y pepsina, que son necesarios para la digestión de las proteínas. Cuando se digieren
menos proteínas, existe menos B12 disponible para la absorción. Las manifestaciones
clínicas de la deficiencia de vitamina B12 incluyen vómitos, fatiga, estreñimiento, anemia,
pérdida de memoria y depresión. Si se detecta el problema y se trata precozmente con
suplementos, los síntomas pueden ser reversibles.

Deficiencia de vitamina C: debilidad, boca seca, cambios en la piel, retraso en la cicatrización


de los tejidos, ateroesclerosis y deterioro de la función cognitiva.

Deficiencia de vitamina D: desmineralización ósea u osteoporosis, ya que es esencial para


absorber el calcio; depresión; disfunción del sistema inmunitario. La deficiencia de vitamina
D es más común en las personas mayores debido a su menor exposición al sol, la capacidad
reducida de la piel de sintetizar la vitamina y la disminución de la ingesta en la dieta. Los
síntomas clínicos comprenden debilidad, trastorno de la marcha y dolor. Una ingesta
adecuada de vitamina D y suplementos de calcio puede ayudar a prevenir o incluso a revertir
la gravedad de este problema. Las investigaciones en Gran Bretaña mostraron un descenso
del 19 al 26% en las caídas en personas mayores que tomaban vitamina D en dosis diarias
comprendidas entre 700 y 1.000 UI. Muchos productos lácteos están enriquecidos con
vitamina D, porque esta no se encuentra de forma natural en muchos alimentos.

Deficiencia de vitamina K: aumento de riesgo de fracturas.

Deficiencia de vitamina E: disfunción inmunitaria, problemas de memoria. Recientemente,


la vitamina E se ha relacionado con un retraso en el inicio de los síntomas en la enfermedad
de Alzheimer. La dosis exacta necesaria para obtener beneficios máximos se encuentra en
estudio.

Las personas mayores que consumen dietas equilibradas tal vez no necesiten suplementos
vitamínicos. Las que presentan mayores factores de riesgo, como trastornos digestivos o una
ingesta nutricional inadecuada, pueden beneficiarse de suplementos vitamínicos
seleccionados. Los suplementos deben utilizarse con precaución y bajo la tutela del médico
o el dietista. Las cantidades sobrantes de las vitaminas hidrosolubles se eliminan rápidamente
del organismo y plantean menos riesgos. En cambio, las cantidades excesivas de vitaminas
liposolubles (A, D, E y K) se retienen en el tejido graso o se almacenan en el hígado. El
consumo en exceso de estas vitaminas puede llevar a síntomas tóxicos e incluso a una lesión
hepática permanente.
MINERALES

Los minerales son elementos químicos inorgánicos necesarios para muchas de las funciones
del cuerpo. Aunque constituyen una pequeña proporción del peso corporal total, un pequeño
desequilibrio en sus contenidos puede tener efectos importantes.

El calcio, el mineral más abundante en el organismo, es necesario para la formación del hueso
y de los dientes, la transmisión y conducción de los impulsos nerviosos, la contracción
muscular (incluida la función cardíaca) y la coagulación sanguínea. Las principales fuentes
de calcio en la dieta son la leche y los productos lácteos. Normalmente, el calcio se retiene
en los huesos, y solo en una pequeña cantidad (1%) se aloja en los tejidos y en la sangre. Con
el envejecimiento y la pérdida de movilidad, los huesos tienden a perder calcio, con lo que
se produce osteoporosis. En algunos estados patológicos, cantidades anómalas de calcio salen
del hueso, entran en el torrente sanguíneo y provocan hipercalcemia, entendida como
concentraciones elevadas de calcio en la sangre. La hipercalcemia se observa en cuadros de
hiperparatiroidismo, atrofia por desuso, tumores óseos metastásicos y exceso de vitamina D.

Los individuos afectados por hipercalcemia pueden mostrar síntomas como confusión, dolor
abdominal, dolores musculares, debilidad y anorexia. Estos síntomas aparecen a menudo
combinados en las personas mayores, porque son poco visibles y se comparten con otras
muchas afecciones. Las concentraciones extremadamente altas de calcio en la sangre pueden
provocar shock, insuficiencia renal e incluso la muerte. Cuando los riñones intentan
deshacerse del exceso de calcio en el organismo, se observa hipercalciuria (aumento de calcio
en la orina) y aumenta el riesgo de litiasis renal (cálculos en el riñón).

Es importante mantener una ingesta adecuada de calcio durante toda la vida, pero sobre todo
en personas con riesgo de desarrollar osteoporosis, especialmente las mujeres
posmenopáusicas. El calcio puede interrumpir el avance de la osteoporosis. La vitamina D
ayuda a absorber el calcio. Por este motivo, se añade vitamina D a los productos lácteos, la
margarina enriquecida y otros muchos suplementos de calcio. El fósforo se necesita para la
formación normal de los huesos y los dientes, la activación de algunas vitaminas B, el
funcionamiento neuromuscular normal, el metabolismo de los hidratos de carbono, la
regulación del equilibrio acidobásico y otros procesos fisiológicos. Una ingesta nutricional
inadecuada de fósforo puede provocar pérdida de peso o anemia. Las fuentes típicas de
compuestos de fósforo en la dieta son los productos lácteos, la carne, la yema de huevo, los
guisantes, las alubias, los frutos secos y los cereales integrales. Debido a su amplia
disponibilidad, cumplir con los requisitos dietéticos de este mineral no suele ser un problema,
salvo que el afectado siga una dieta muy estricta. El hierro ocupa el centro de la parte hemo
de la hemoglobina.

Esta sustancia, presente en los eritrocitos, transporta oxígeno a las células y extrae de ellas el
dióxido de carbono. Sin cantidades adecuadas de hierro, el organismo no puede producir
suficiente hemoglobina. Cuando las concentraciones de hemoglobina descienden por debajo
de lo normal, se produce anemia.

Las personas aquejadas de anemia pueden manifestar una amplia diversidad de síntomas,
según la gravedad de la afección: fatiga, disnea con el ejercicio, taquicardia, palpitaciones,
cefalea, insomnio, vértigo, palidez (sobre todo de las membranas mucosas) y frialdad en las
extremidades. Los cambios normales del envejecimiento u otros procesos patológicos pueden
emular estos síntomas e impedir que se reconozca la anemia. Se necesitan estudios de
laboratorio de los valores de hemoglobina para determinar si existe una anemia. Por lo
común, en las personas mayores se observan dos formas de anemia nutricional: ferropénica
y perniciosa.

La anemia ferropénica se produce como resultado de una ingesta inadecuada de hierro en la


dieta. Entre las fuentes ricas en hierro se incluyen la carne roja, especialmente las vísceras,
como el hígado, el marisco, la yema de huevo, las verduras de hoja verde y las frutas
desecadas. La carne roja es cara y, salvo que se prepare adecuadamente, puede ser difícil de
masticar para los adultos mayores. A muchas personas no les gusta el hígado ni las vísceras,
por su sabor o textura, y no los comerán. Además, las vísceras y la yema de huevo tienen un
alto contenido de colesterol, que a menudo está limitado en la dieta. Todo ello puede
dificultar la planificación de las comidas. Como ayuda, puede recurrirse a incrementar la
ingesta de verduras de hoja oscura, como las espinacas, y cereales y pastas enriquecidos con
hierro. Para incrementar el hierro pueden añadirse a la dieta frutas desecadas, como uvas
pasas y orejones, o alubias. Además de incrementar la ingesta nutricional de alimentos con
alto contenido en hierro, en general se prescribe ácido fólico y suplementos de hierro. Debe
recordarse que una formulación de hierro concentrado (líquida o sólida) administrada por vía
oral puede irritar el aparato digestivo, con posibilidad de estreñimiento o diarrea. Para reducir
esta irritación, los suplementos de hierro han de tomarse durante o después de las comidas.
El estreñimiento puede reducirse con un aumento en la ingesta de agua y de fibras. Las
soluciones de hierro manchan los dientes, con lo cual deben tomarse con una paja. Si se
administran mediante inyección, es importante utilizar el método Z-track de administración
intramuscular profunda. Los alimentos ricos en vitamina C deben suministrarse junto con
hierro para potenciar su absorción. Debe advertirse a los pacientes que el hierro teñirá las
deposiciones de color negro o verde oscuro, y los profesionales de enfermería han de tener
en cuenta este factor cuando reciban muestras de heces de personas que toman suplementos
de hierro.

La anemia perniciosa la provoca una deficiencia en el factor intrínseco secretado por el


estómago. Sin este factor, la vitamina B12, que se necesita para la maduración de los glóbulos
rojos en la médula ósea, no se absorbe. Además, existen menos glóbulos blancos y pueden
producirse cambios en las células existentes. Las personas aquejadas de anemia perniciosa
pueden manifestar debilidad, entumecimiento u hormigueo en las extremidades, anorexia o
pérdida de peso. El tratamiento típico consiste en inyecciones de cianocobalamina y,
posiblemente, ácido fólico y suplementos de hierro por vía oral.

El sodio es un mineral muy común en la naturaleza y uno de los elementos más importantes
del organismo. Los iones de sodio intervienen en los equilibrios acidobásico e hídrico, la
transmisión de impulsos nerviosos y la contracción muscular. El sodio se encuentra
principalmente en el líquido extracelular. Los valores de sodio están regulados por los
riñones, que retienen o eliminan este elemento de acuerdo con las necesidades del cuerpo. El
sodio interacciona con el potasio como parte del intercambio de líquidos a través de las
membranas celulares. Muchos alimentos tienen un alto contenido en sodio de forma natural.
La modalidad más común y concentrada es el cloruro de sodio, o sal de mesa. La dieta
estadounidense típica suele ser más rica en sodio de lo que se necesita nutricionalmente. Los
adultos mayores a menudo comen alimentos procesados, ya sea en lata o congelados, que
utilizan sodio como conservante. Muchas personas echan sal a la comida antes de probarla.
Unos valores excesivos de sodio en la sangre, o hipernatremia, pueden provocar retención de
líquidos e hipertensión, así como elevar el riesgo de osteoporosis, ya que el sodio sobrante
fomenta un aumento de la excreción de calcio en la orina. Por lo común, las personas con
hipertensión, insuficiencia renal o afecciones cardíacas deben seguir dietas bajas en sodio, y
para muchas de ellas la comida pierde sabor y atractivo si se prepara con menos sal. Como
consecuencia, estas personas podrían reducir su ingesta en general.

El potasio es el principal ion intracelular del organismo. Los iones de potasio desempeñan
un papel importante en los equilibrios acidobásico e hidroelectrolítico y en la función
neuromuscular normal (con el sodio). El potasio es menos abundante en las dietas de las
personas mayores que otros minerales. Las fuentes naturales de este elemento comprenden
los cítricos, la leche, los plátanos y el zumo de manzana. La deficiencia de potasio, o
hipopotasemia, es relativamente común en los adultos mayores. Muchos diuréticos y
antihipertensivos consumen el potasio del cuerpo, como sucede también, por ejemplo, en
caso de diarreas frecuentes o prolongadas. Entre los síntomas de hipopotasemia se incluyen
debilidad muscular, anorexia, palpitaciones, irritabilidad, somnolencia, depresión y
desorientación. La debilidad muscular intensa es un signo muy habitual relacionado con una
disminución en las concentraciones de potasio. La hipopotasemia secundaria a tratamientos
digitálicos es una causa frecuente de arritmias cardíacas. Como no todos los pacientes que
presentan concentraciones reducidas de potasio muestran síntomas observables, los
profesionales de enfermería deben revisar los estudios de laboratorio para verificar los
valores de los electrólitos. A menudo se prescriben suplementos para elevar las bajas
concentraciones de potasio en la sangre.

El zinc es un oligoelemento que desempeña un papel en la síntesis de proteínas. En los


adultos, cantidades de cinc insuficientes pueden traducirse en retrasos en la cicatrización de
las heridas, deterioro de la función inmunitaria, letargo, cambios en la piel, disminución de
los sentidos del gusto y el olfato, y pérdida de apetito. Algunas afecciones, como la cirrosis
hepática, las nefropatías, el cáncer y el alcoholismo, pueden originar una deficiencia de cinc.
En tal caso es posible administrar suplementos de este elemento. Las principales fuentes de
cinc en la dieta son la carne, el marisco y los frutos secos. Los oligoelementos, principalmente
magnesio, cobre, yodo, flúor, cromo, selenio, níquel y azufre, son necesarios en cantidades
muy bajas para un funcionamiento normal del organismo. El selenio está adquiriendo
importancia como mineral antioxidante, ya que se cree que favorece la salud cardíaca, mejora
la elasticidad de los tejidos y reduce el riesgo de cáncer colorrectal, de pulmón y de próstata.

Williams, Patricia A.. Enfermería geriátrica (Spanish Edition) (p. 112). Elsevier
Health Sciences. Edición de Kindle.

También podría gustarte