Bha 867
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N º 867
Boletín de historia y antigüedades
Volumen CV, No 867, julio – diciembre de 2018. ISSN 0006-6303 Academia Colombian a de H istoria
Boletín de historia y antigüedades
Órgano de la Academia Colombiana de Historia
Volumen CV, No. 867, julio – diciembre de 2018
ISSN Impreso: 0006-6303 / digital: 2357-6553
Boletín de Historia
y Antigüedades
Órgano de la Academia Colombiana de Historia
Volumen CV, No. 867, julio – diciembre de 2018
ISSN Impreso: 0006-6303 / digital: 2357-6553
DIRECTOR
Efraín Sánchez Cabra
Contenido
Contents
5 Presentación
Artículos / Articles
Pres enta ci ón
[5 ]
Presentación
fueron las fuentes de agua. Los identifica como “escenarios de la vida tumul-
tuosa y conflictiva de una ciudad a medio formar y expresión de un acto de la
tragicomedia urbana...”. Porque el estudio nos marca la huella del influjo hacia
la modernidad con modas de origen europeo que modificaron el espacio, los
jardines, la iluminación, ilustrada con los testimonios arqueológicos de su suelo
y el registro fotográfico de aquella multiplicidad de cambios dados por la in-
tervención oficial o de iniciativa de entidades privadas o de los vecinos, en este
estudio promovido por la administración distrital, orientado a la revitalización
y recuperación de aquellos espacios públicos.
El segundo texto corresponde a la disertación de ingreso a la Academia
como académico honorario del expresidente de la República Belisario Betancur.
Un escrito que integra una singular crónica periodística acompañada de un
riguroso análisis historiográfico en el que rescata la trayectoria investigativa en
la Amazonía y Orinoquia colombianas y publicaciones del científico estadouni-
dense Richard Evans Schultes (Boston 1915-2011). En su texto el autor hace una
vívida caracterización de lo orígenes del ilustre científico, su vida universitaria,
como becario, investigador y docente de la Universidad de Harvard en Boston,
graduado como zoólogo, biólogo y botánico. De sus viajes iniciales a Oaxaca
entre los kiowa para investigar los efectos alucinógenos del peyote y luego la
incursión a los territorios de selva tropical húmeda de Colombia para estudiar
sus ecosistemas, por muchas anualidades, en búsqueda de plantas como yagé,
curare, plantas medicinales, resinas, caucho, orquídeas.
En el texto que intituló. “El reino de los dioses” vincula estrechamente al
científico con las etnias que lo acogieron en sus viajes y “que lo respetaban y
querían como uno de los suyos”. Reconstruye los vínculos científicos y afecti-
vos con el país, y destaca su compromiso social con sus aportes de pedagogía
intercultural entre funcionarios que convivían con las etnias nativas, por lograr
contribuir a recuperar una dignidad y supervivencia de las indios, amenazados
en su cosmovisión por la evangelización protestante y católica y la colonización
de mestizos y blancos. Recrea los ambientes y las dinámicas de cambio que
observó en sus viajes entre las etnias nativas de la Amazonía.
En una narrativa de suspenso recrea el primer encuentro en la selva
amazónica del autor con el científico Schultes que se sucede en un viaje de pe-
riodismo investigativo del autor para el diario El Siglo al inicio de 1953, y que
entre los 15 acápites del texto titula “Mañana llega el gringo” orientado con su
magia narrativa reconstruye la predicción del Mama Valencia quien le anuncia
el arribo del avión de lo regresará a Bogotá. “¿Mama cómo lo supo? Yo oír correo
selva, Marandúa, traer buenas noticias”. Así bautizó cuando era Presidente de la
República en la década de los 80, la base naval del Vichada: Marandúa.
Hace luego un recorrido minucioso y colmado de situaciones y anécdotas
de la trayectoria científico e investigativa del doctor Schultes, sus publicaciones,
sus alumnos, su vinculación al museo de orquídeas de cristal. Más allá del perfil
científico y humano de su biografiado a quien consideraba “un santón laico”
consigna un conjunto de reflexiones compartidas con el profesor Schultes,
muchas premonitorias sobre el futuro de la selva húmeda tropical, que hoy pa-
dece de devastación con presiones hacia la potrerización y la agroindustria de
los cultivos de coca, que sume en riesgos la limitada sostenibilidad de aquellos
ecosistemas selváticos.
A continuación se reproduce la disertación de ingreso como académica
de número de Victoria Peralta de Ferreira intitulada “Héroes y antihéroes: la
representación de las figuras míticas en Bogotá, la capital”. Texto orientado a
la conceptualización analítica como representaciones colectivas de las conme-
moraciones públicas consagradas en estatuas a personajes que la sociedad o el
Estado han considerado referentes fundantes para la construcción de la nación
colombiana y los convirtieron en mitos héroes.
Parte de una revisión de múltiples referentes teóricos sobre la memoria y
los procesos de cómo se construye la memoria colectiva de los pueblos y cómo
se logra la representación de los cambios políticos y sociales en las mentalidades
ciudadanas. El texto se orienta a revisar y analizar la tradición histórica de la
sociedad bogotana y tratar de identificar cómo se crearon y destruyen mitos de
sus héroes y también busca indagar los cambios en la transición entre la cultura
del siglo pasado y los cambios impuestos por la modernidad y la postmoderni-
dad. Para concluir que los procesos de institucionalización de estatuas y bustos
no fueron tan sólidos y más bien tardíos por falta de recursos, falta de consenso
y de los mismos procesos de fundición de las estatuas que se entronizaron en
la ciudad capital.
Indaga la autora sobre la memoria colectiva del centenario de la Indepen-
dencia en 1910 y cómo se fue construyendo desde 1810, y hace un recorrido
documental de las conmemoraciones, para conocer quiénes, para qué, cuándo
y dónde se realizaron y se interroga cómo se hará en un futuro próximo. Cómo
se construyeron los mitos en el pasado y cuál la situación actual y estado del
arte de las conmemoraciones a la luz de marcos teóricos que explican los pro-
cesos de construcción de la memoria social, los referentes y las dinámicas para
su apropiación social y como se ubican las expresiones culturales y artísticas
conmemorativas: música, teatro, exposiciones, concursos. Indaga la autora sobre
las realidades nacionales. Para expresar las dificultades en Colombia para de-
sarrollar una estrategia homogénea y coherente de representación y formación
de un proceso de creación y dotación de referentes que le permitan construir
memoria e imaginar una nación a futuro.
La fragmentación de la sociedad desde los inicios de la Independencia,
los escasos recursos, la dificultad para lograr consensos sobre a cuáles héroes
se pretende exaltar, todo esto incidió en el limitado conjunto de monumen-
tos y estatuas a los héroes colombianos en la ciudad capital, al momento del
centenario de la Independencia nacional en 1910. Anota que el bipartidismo
complicó aún más el clima de polarización en el que emergieron los héroes y
antihéroes, en la relación banderiza entre liberales y conservadores, antes entre
santanderistas y bolivarianos. Considera que debe reconocerse adicionalmente
aquella condición bipolar la de la comunidad imaginada por la cultura popular
y la contrapuesta de la cultura de la élite.
En 1910, los objetivos del primer centenario de la Independencia con la
erección de estatuas, según la autora, se acompañaron de un discurso hegemónico
desde las élites conservadoras, para consolidar un gobierno centralista, católico
y pro hispanista, con las ideas de progreso y civilización. Las estatuas en un
90% fueron individuales como símbolos de realidades particulares de la vida
política, de individuos y no de comunidades imaginadas. Apoyada en fuentes
de investigaciones y proyectos de recuperación de la significación simbólica, el
texto presenta un análisis de cómo se fue construyendo una memoria colectiva
a escala internacional, la formación de un imaginario colectivo en términos de
identidad y el soporte en la estatuaria y bustos de las conmemoraciones públicas
en especial en los espacios públicos consagrados a la memoria colectiva, parques,
plazuelas y monumentos.
Las primeras estatuas erigidas en Bogotá en el siglo XIX correspondieron
a Bolívar, Santander y Mosquera y poco representaron a grupos o eventos
colectivos, con la excepción del Monumento a los mártires de la patria en
1880, del de Ayacucho a Sucre y Córdova en 1930 y de los héroes caídos en el
Ministerio de Defensa en el siglo XX. Influidos por la modernidad y alejados
de lo figurativo los monumentos y esculturas erigidos en el siglo XX ninguno
hace referencia a los héroes fundantes. Más a movimientos reivindicatorios de
la violencia colectiva
Se enfoca en Bogotá en aquella búsqueda de identidad y sobre cómo se
materializó en la erección de estatuas ese culto. Se interroga la autora sobre los
retos del presente de cómo dar coherencia a estos referentes icónicos e históricos
amenazados y enfrentados a tendencias ya mencionadas, de contracorriente
diferente a la tradicional estos personajes que habían sido ignorados por la historia
social y económica del país. Se centra el autor en reconstruir la trayectoria social
y política de aquellos dos afrodescendientes nacidos en el Caribe colombiano,
Juan José Nieto nacido en Sibarc,o Atlántico en 1805 y el guajiro Luis Antonio
Robles nacido en Camarones en cercanías de Riohacha en 1849.
Fue Juan José Nieto un prolífico escritor, iniciador de la novelística colom-
biana, autodidacta, exiliado a Jamaica donde escribió sin descanso y hábil político
que se formó al lado de José María Obando. Un defensor de la institucionalidad y
simpatizante de la política social y educativa del general Santander, impulsador de
un radicalismo liberal y defensor de la causa de los artesanos. Fue un incansable
luchador de la autonomía regional. En el proceso de recuperación de su figura
política de Juan José Nieto destaca el autor la labor investigativa del sociólogo
Orlando Fals Borda y del investigador Gonzalo Guillén. Labor que incluyó la
recuperación del retrato decimonónico del archivo del palacio de la Inquisición.
Se estableció históricamente su figura presidencial con el ejercicio del poder
ejecutivo entre Mariano Ospina Rodríguez y Tomás Cipriano de Mosquera, del
25 de enero al 16 de julio de 1861, y murió en Cartagena a los 46 años de edad.
Luis Antonio Robles nació en Camarones en cercanía de Riohacha capital
del departamento de la Guajira, en octubre de 1849. Tuvo una multifacética
actividad en la docencia universitaria, en cargos públicos, en el parlamento,
en la guerra, y como escritor. Se graduó como jurisconsulto con honores en la
Universidad del Rosario en 1868; el presidente tolimense Manuel Morillo Toro
lo designó director de educación pública de Magdalena. Fue cofundador de la
Universidad Libre, cuando había sido rector de la Universidad Republicana.
Elegido senador por Magdalena y luego por Antioquia. Ministro de la cartera
de tesoro y crédito público y como polemista parlamentario había dado el de-
bate sobre las emisiones clandestinas del Banco Nacional y también sobre los
vacios de la ley de prensa. El texto corresponde a la disertación de ingreso como
académico correspondiente de Amylkar Acosta.
El texto “El 31 de julio 1900. Golpe de Estado o cambio de gobierno.
Una nueva mirada” corresponde a la disertación de ingreso como académico
correspondiente de Camilo Gutiérrez Jaramillo. Se trata de un extenso ensa-
yo histórico, político y jurídico, apoyado en fuentes de la historiografía de la
época, de las dos vertientes opuestas: aquellas de factura de los “conservadores
nacionales” partido del régimen y contrapuestas a aquellas provenientes de
“conservadores históricos” en la oposición y de documentación de líderes libe-
rales. Hace el autor una lectura analítica sobre los antecedentes y el desarrollo
de la crisis política que desembocó en la asunción del estadista José Manuel
el valor de sus aportes en el contexto global y a otros títulos los cataloga como
una prosopografía colectiva del personaje.
Le sigue la producción de la literatura partidista, de los liberales, en la
pluma de sus ideólogos, dirigentes y expresidentes con un enfoque de un
gaitanismo fronterizo, y disidente de la línea del oficialismo liberal. Desde la
vertiente conservadora las obras de los más cercanos al régimen del presidente
Ospina y con la denuncia de una pretendida conjura comunista, la que se repite
en la prensa y la diplomacia como primeros expresiones de la Guerra fría y el
macartismo norteamericano. En la disputa bipartidista frustránea por ingresar
a la modernidad y los referentes de una radicalización de Gaitán multiclasista
y antioligárquico.
Incluye además los escritos provenientes del bipartidismo una referencia al
alinderamiento político de los ideólogos de izquierda, la que catalogó el nueve de
abril como una revolución frustránea por el caos, el alcohol, la ausencia de líderes
gaitanista o falta de una vanguardia. Para el autor los comunistas catalogaban al
líder asesinado como fascista, y sin convergencia con los sectores heterodoxos.
A esta historiografía de izquierda la considera el autor incapaz de interpretar el
momento histórico y de traducirlo en la salida al caos y pesimismo armado y
rabioso que surgió de estas jornadas violentas. No presenta, sin embargo, ningún
registro bibliográfico que ilustre en la historiografía escritos sobre la posición
política de los pensadores de izquierda, ni de otros contrapuestos políticamente
a los consignados para liberales y conservadores.
El autor para el análisis de la bibliografía producida en la década de los
años ochenta se aleja de la metodología que ha aplicado en las décadas ante-
riores y para estos años encapsula el recorrido en un ámbito auto testimonial
y pasa a identificar su acercamiento personal al Centro Gaitán, a su directora
hija del líder asesinado aunque no tiene vinculación laboral o investigativa con
este centro, más de aproximación a sus cercanos conocidos entre profesores y
estudiantes universitarios, los que enumera al detalle. Señala un referente inicial
a un conjunto de encuentros sobre La Violencia que se suceden en la Universidad
Nacional y que luego vinculará a la sede en Chiquinquirá de la UPTC. En la
línea de los simposios de violencia en Colombia, alguno con la vinculación del
Centro Gaitán. Asocia la nómina de los investigadores en torno a Gaitán con un
registro de las trágicas muertes de algunos de los investigadores y que formaron
parte de aquel grupo de estudio que luego se conocieron con el genérico califi-
cativo de “violentólogos”, nómina de expertos en esta temática. Este acápite esta
signado por comentarios muy testimoniales hacia sus interlocutores y maestros
y su vinculación afectiva e informativa al Centro Gaitán. En su recorrido pone
Para 1925 se expide una ley que establece el día del estudiante. La fiesta
del estudiante se inicia en 1921 desde el 21 de septiembre por tres días. El autor
hace un recorrido por la programación de los años 21 y siguientes, con sus acti-
vidades de desfiles, de reinado, competencias deportivas y artísticas. En los años
siguientes se sumaron más actividades becerrada, batallas de flores y confetis y
competencias de natación y regatas en el lago Luna Park. En el reinado participan
varias candidatas y la coronación de la reina se efectuaba en el teatro de Colón.
Se observa cómo se fue configurando en torno a la organización del carnaval
una marcada normatividad para participar en los desfiles con inscripción previa,
restricciones de la policía en las mascaradas y disfraces. Se prohíben los disfraces
de eclesiásticos y políticos por considerarlos injuriosos, cuando en los carna-
vales a escala mundial se invierte todo el orden social y aflora la crítica durante
los festejos. Con el tiempo se le sumaron al carnaval otros elementos lúdicos a
los desfiles como la participación de la “familia Castañeda” (evocación de un
elemento lúdico y folclórico que se perpetua hasta el presente en los desfiles de
ferias y fiestas del país. Se trataba en los inicios de una conmemoración anual
con desfiles de libertos en El Retiro Antioquia de rememoración de la carta
de libertad de 125 esclavos de sus minas que concedió en 1757 doña Javiera
Londoño de Castañeda). La entronización de reinados femeninos se sucedió
con la compleja organización, incluida una corte de colaboradores y los votos
de compraban a cinco centavos y animaba la reina estudiantil su mandato con
bandos cívicos o reales órdenes. A los desfiles de carrozas con premios, se le
habían sumado funciones de cine, bailes, becerrada en San Diego, batallas de
flores y hasta registros fílmicos de los hermanos Acevedo, y concluía el entie-
rro del carnaval con la figura de Pericles en la plaza de los mártires, en desfile
nocturno el último día.
En los años siguientes el Carnaval con desfiles de comparsas, carrozas se
fue fortaleciendo con la participación no solo de los estudiantes sino la asistencia
del presidente, se recuerda cómo en la batalla de las flores tomaban parte las
elites de los clubes sociales, empresarios y comerciantes con los estudiantes. Sin
embargo como lo reconstruye con apoyo de columnas del Tiempo y el Especta-
dor se fueron polarizando las actitudes hacia las fiestas, unos consideraban los
problemas causados por la temporada de lluvias de septiembre y se trasladaron
a julio. Otros estimaban insoportable la algarabía, sumada al consumo de licores
y algunos pidieron la imposición con rigor de la ley seca, efecto de las políticas
de “higiene social” contra el consumo de la chicha de maíz.
Los actos de coronación y bailes se fueron marginando a espacios ex-
cluyentes de clubes sociales y la participación del mismo gobierno municipal
Roberto Lleras1
María del Pilar Quintero2
Melissa Osorno3
Daniela Herrera4
Resumen
Las plazas, parques y plazoletas son los espacios públicos por exce-
lencia en las ciudades hispanoamericanas. Fuera de la típica plaza funda-
cional, hay entre estos espacios muchas variaciones respecto del origen, la
evolución y la apropiación social. El articulo explora estos factores para
seis plazas y parques del centro de Bogotá: Parque Santander, Plazoleta
del Rosario, Parque de los Periodistas, Parque de los Mártires, Plaza de
Las Cruces y Plaza del Chorro de Quevedo. Se hace uso de información
documental, datos arqueológicos y tradición oral para reconstruir como
1
Antropólogo, PhD en Arqueología, Miembro de Número Academia Colombiana de Historia;
Director Proyectos de Arqueología Preventiva 5 Espacios Públicos y Plaza del Chorro de Queve-
do
2
Historiadora Universidad Externado, Asistente Documentación Histórica Proyecto 5 Espacios
Públicos
3
Antropóloga Universidad de Caldas, Arqueóloga de Campo Proyecto 5 Espacios Públicos
4
Antropóloga Universidad Externado, Arqueóloga Asistente Proyecto Chorro de Quevedo
[ 25 ]
Roberto Lleras, María del Pilar Quintero, Melissa Osorno, Daniela Herrera
Abstract
Squares, parks and small squares are the most important public
spaces in Hispano-American cities. Apart from the typical foundational
square, there are within this category many variations with respect to ori-
gin, evolution and social appropriation. This article explores these factors
for six squares and parks of central Bogota: Parque Santander, Plazoleta
del Rosario, Parque de los Periodistas, Parque de los Mártires, Plaza de
Las Cruces and Plaza del Chorro de Quevedo. We used documentary
information, archaeological data and oral tradition to reconstruct the
struggle for these spaces between social classes, institutions and the State,
as part of the history of the city.
Introducción
Las plazas, parques, plazuelas, plazoletas y zócalos son los espacios públi-
cos por excelencia en la América hispana; presentes desde el trazado inicial de
las ciudades por disposición de las normas fundacionales, han evolucionado a
lo largo de cinco siglos cumpliendo múltiples funciones. La imagen típica nos
remite a un espacio cuadrado o rectangular que sirvió de centro para el trazado
de la ciudad colonial; a su alrededor se habrían ubicado la iglesia, la casa cu-
ral, el cabildo, la cárcel, el hospedaje para forasteros y las casas de las familias
notables del pueblo. En el espacio de la plaza se celebraría el mercado semanal,
los actos públicos y se ejecutarían los castigos que usarían el cepo o poste de
suplicio. También aquí estaría uno de los chorros o pilas en el que la población
vecina se abastecería de agua.
Con el paso del tiempo la ciudad y la plaza iban adquiriendo más prestigio
e importancia; la iglesia se habría convertido en catedral, la casa cural en palacio
arzobispal, el cabildo en palacio virreinal y las casas de la aristocracia renovarían
y adornarían sus fachadas para adecuarse a los nuevos tiempos. Con la transición
Parque Santander
pág. 3).
Ortega Ricaurte dice que el puente fue destruido por “una violenta avenida
en el río” lo que hizo que don Juan de Borja lo reemplazará por otro de piedra en
1626, el que fue rebautizado como puente San Francisco, a su vez destruido en
1662. “Procedió enseguida el cabildo a la construcción en el mismo lugar del tercer
y último puente, que subsistió hasta la canalización del río” (Venero, 1972: pág. 20)
A finales del siglo XVI el piso de la plaza era irregular y sujeto a las incle-
mencias del clima, como lo destaca Ortega Ricaurte:
Hagamos una composición de lugar e imaginémonos la Plaza de San Francisco,
tal como se encontraba en el año de 1570: un potrero de piso disparejo, donde
alternaba la arcillosa tierra del suelo con la silvestre yerba y las grandes y verdes
hojas de lengua de vaca, los erizados espinos y los coposos arbustos de alisos alpinos
y las floridas campanillas; limitado al norte por las casas pajizas de González de
la Peña, que hacían esquina con el camino de Tunja, […], algunas casas de mejor
arquitectura en construcción y las que dejó el Conquistador Quesada; al oriente
se divisaban los collados que forman los cerros de Monserrate y Guadalupe, […];
por el occidente, de por medio el camino real de Tunja, la humilde edificación de
la Cofradía de La Veracruz, el convento de los frailes de San Francisco, que estaba
separado del río por una simple tapia de tierra y la incipiente construcción de su
templo, […] por el sur, la plaza estaba abierta y se presentaba a la vista la ciudad,
y separado por una barranca, corría el torrentoso río San Francisco, […] después
La situación descrita para 1570, contrasta con la de fines del siglo XVIII;
Ortega Ricaurte señala que para esa época ya estaban construidos los cuatro
costados de la plaza de San Francisco, en la que se continuaba celebrando el
mercado.
En la primera parte del siglo XIX la Plaza de San Francisco vivió grandes
eventos políticos: el 11 de agosto de 1808 se llevó a cabo allí la jura del rey
Fernando VII. Casi una década más tarde, entre 1816 y 1817, la plaza fue es-
cenario de los fusilamientos de José María Arrubla y Francisco José de Caldas,
(enterrado en la vecina iglesia de la Veracruz) así como Francisco Morales y
Policarpa Salavarrieta (White, 2004: pág. 232).
Ortega Ricaurte afirma que, en las postrimerías del dominio español y
el nacimiento de una nación libre, se establecieron y formaron los límites y el
contorno de la plaza que “era bastante parecido al de hoy” refiriéndose al año
1926, época en que la describió en los siguientes términos:
Así, poco a poco, al terminar el periodo del dominio español, quedó terminado el
contorno de la plazuela de San Francisco de Santafé, bastante parecido al de hoy,
excepto su esquina noroeste, totalmente cambiada, las refacciones y moderniza-
ción de sus casas, los andenes y el colorido de muros, puertas y ventanas. Testigo
aquel sitio de innumerables escenas, de la apacible vida de sus moradores, sin otro
movimiento fuera de los mercados, que las procesiones de Semana Santa y de la
Concepción, las ceremonias religiosas de los franciscanos, los terceros y los cofrades
de La Veracruz; la engalanada de los balcones y el alumbrado con velas de sebo
para festejar los grandes acontecimientos […] Por su costado occidental pasaba
el camino real a Tunja, entrada forzosa a la ciudad de los que venían del norte, y
que se llamó entonces Calle Larga de las Nieves; paso obligado de la carroza del
Arzobispo y de la del Virrey, tirada por seis mulas (Ortega Ricaurte, 1926: pág. 21).
tá, expidió una ordenanza que decía lo siguiente: “La plaza de San Francisco,
situada al norte de esta ciudad, en la cual existe la casa que habitó y en que murió
el General Francisco de Paula Santander, se denominará, en lo sucesivo Plaza de
Santander” (Venero, 1972: pág. 30).
El tercer y más traumático de los eventos fue la destrucción de la ermita del
Humilladero, demolida en 1887 con la finalidad de dar inicio a la trasformación
de la plaza en parque. Ortega Ricaurte transcribe el fragmento de la corres-
pondencia de Adolfo Cuéllar, Secretario de la Cámara de Representantes que
remitió al señor Gobernador del Estado Soberano de Cundinamarca, Número
164, Bogotá, 20 de abril de 1877 (Ricaurte, 1926, pág. 35):
Hoy ha aprobado esta honorable Cámara la siguiente resolución: - Dígase al Poder
Ejecutivo que la Cámara de Representantes desearía que se apresurase la conducción
a esta ciudad de la estatua del Jeneral […]. Dígase al señor Gobernador del Estado
de Cundinamarca que la Cámara se permite escitarlo para que, como asunto de
policía, haga demoler el pequeño edificio, sin mérito alguno arquitectónico, ni
histórico que, con el nombre de “Capilla del Humilladero”, afea la Plaza de San
Francisco, a fin de ornamentarla convenientemente para recibir la estatua.
Desde finales del siglo XIX el aspecto que debían lucir los espacios públicos,
específicamente los parques, estuvo fuertemente influenciado por la imitación
de las tendencias europeas:
[…] los primeros parques y jardines públicos que surgieron en la ciudad, cuya
función principal era representar a la nación y civilizar. Se trataba de sitios que
debían acoger y salvaguardar estatuas de los héroes y símbolos de la patria, y que
se orientaban en su diseño a las plazas europeas, en una época en la que se trataba
de consolidar una imagen de nación civilizada y en capacidad de estar a la altura
de otros países (Paredes, 2004: pág. 98).
Parque Santander, el polígono indica las áreas intervenidas por las obras civiles.
Perfil estratigráfico
Corte 1.
Plazoleta del Rosario, el polígono indica las áreas intervenidas en las obras civiles; los puntos representan
intervenciones puntuales sobre la plataforma
han hecho rellenos relativamente profundos (hasta 1.0 ms) en épocas recientes,
muy probablemente durante la construcción del Eje Ambiental; no se tenían
noticias de estas modificaciones de la topografía en este sector.
Parque de los Periodistas, el poligono señala el area intervenida en las obras civiles
ladrillo y concreto mientras la cara interna es de concreto liso. Una vez realizada
la excavación al interior de la caja, se encontró el suelo a una profundidad de
1,37 ms. La tubería que llega a la caja es de 8 pulgadas y va en dirección al oeste.
La Plaza de Los Mártires surge a mediados del siglo XIX cuando se decide
construir un monumento en honor de los mártires fusilados en el terreno que
antes fuera conocido como “Huerta de Jaime”, llamado así por su propietario:
el español Juan Alonso Núñez de Jaime o “Jaymes” (White, 2004: pág. 233).
Antes de ser conocida como Plaza de los Mártires, en la huerta de Jaime se lle-
varon a cabo los fusilamientos de 1816, a raíz de la entrada de Pablo Morillo a la
ciudad y entre las personalidades de la historia política que perdieron la vida en
ese lugar se encontraban Francisco José de Caldas, José Lozano, José María Cabal,
Manuel Ramón Torices, Antonio M. Palacio, Miguel Pombo y Francisco Ulloa.
(White, 2004: pág. 233).
Entre los años 1917 y 1919 se hicieron algunas reformas en la plaza por parte
de la Sociedad de Embellecimiento. Y, las obras siguieron pocos años después;
en 1923 la Sociedad de Embellecimiento reseñaba, a través de su boletín, que
ese año se habían realizado en la plaza las siguientes obras:
…la reparación total de los camellones; la construcción de cuatro prados en con-
torno de la base del obelisco, sembrados de geranio y hierba; y la construcción
de sus respectivos camellones de dos metros de ancho, y sus sardineles de piedra
y ladrillo en una extensión de 45 metros; se contemplaron también los sardineles
de los prados en una extensión de 240 metros; en el costado Oriental […] se
hicieron 3 prados nuevos que sirven de decoración al carrusel; se repararon 12
bancas de armadura de hierro […] y por último se puso una nueva instalación de
acueducto para surtir de agua la pila y para atender a la irrigación de los prados.
(Anónimo, 1923: pág. 75).
Gracias a esta descripción se sabe que, a principios del siglo XX, la plaza
conservaba el modelo del siglo XIX y con ello la importancia de la vegetación y
flora como elementos del parque público; además la mención a la pila de agua
recuerda la gran importancia de este elemento en el ornato de las plazas.
Tiempo después, otro boletín de la Sociedad de Embellecimiento informa
sobre reparaciones adicionales en la Plaza de los Mártires, en este caso moti-
vadas por la conmemoración del décimo aniversario de la sociedad. Entre los
años 1927 y 1928 la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá emprendió unas
Parque de los Mártires Autor: Anónimo, 1920, Fuente: 75 Años de Fotografía 1865-1940. Reproducido
por: Roberto Herrera de la Torre (1988) Fondo CEAM / Archivo Museo de Bogotá Registro: MdB13827
Parque de los Mártires, Autor: Anónimo, 1938. Fuente: Del Bogotá de Ayer y de
Antier Reproducido por: Julio Barriga Alarcón (1987) Fondo CEAM Archivo Museo de
Bogotá, Registro: MdB13800
gitudes de 5.40, 6.70, 8.00 y 5.40 ms. Los bordillos forman pares; en cada par,
uno de ellos está orientado en dirección 124º y el otro en dirección 158º, en los
extremos que dan hacia el exterior de la plaza los bordillos se curvan hacia dentro
para cerrar el espacio formando una figura similar a un pétalo. En la esquina
noroccidental de la plaza, se encontraron dos bordillos con unas dimensiones
de 15 cms de ancho y una longitud de 9.0 y 5.50 ms. A medida que se continuo
con la excavación quedaron a la vista 6 placas de concreto de 3,30 x 2,80 ms
que corresponden al suelo del diseño anterior. En la porción suroccidental de la
plaza, se encontró, a una profundidad de 25 cms, una placa de concreto con un
diseño similar al de los bordillos. Esta estructura marca una separación entre
el sardinel y el pavimento; a 15 cms de esta se encontró el suelo, compuesto por
placas de concreto con diferentes dimensiones.
Con base en el testimonio de uno de los trabajadores de la obra, que ha
vivido en el sector toda su vida, y con la información hallada sobre la historia
de la Plaza se llegó a la conclusión de que se trata de los remanentes de los bor-
dillos que delimitaban las áreas de prado de la plaza en la época en que está se
encontraba enrejada y tenía cuatro entradas, una en cada esquina. Esta configu-
ración posiblemente data de 1960 cuando se realizó la penúltima remodelación
general de la Plaza y subsistió a la ampliación de la Avenida Caracas en 1967.
Los remanentes de las rejas de la Plaza de los Mártires fueron retirados a finales
de la década de 1990 a la par con la demolición del Cartucho; es probable que
también entonces se cambiara el diseño de las áreas de prado delimitadas por
los bordillos hallados.
Dados de los
tubos de acero que sos-
tenían la antigua reja.
La Plaza de Armas de las Cruces, está ligada a la formación del barrio de Las
Cruces y a la historia de su iglesia, ofrecida al Señor del Despojo, reverenciado
por los militares y nombrado como Jefe de Plaza y defensor de la ciudad. La Plaza
fue creada de manera oficial por el gobierno nacional mediante decreto no. 30
de 1886, como Plaza de Armas de Bogotá, adornada con una estatua fundida
en bronce, del capitán de la independencia Antonio Ricaurte.
Según Ximena Ángel, la Plaza de Armas o de Las Cruces no ha variado
mucho desde su origen como plaza republicana y está rodeada por tres iglesias:
la de las Cruces, la del Carmen y la de la Santa Trinidad. La segunda fue consa-
grada como el Santuario Nacional de Nuestra Señora del Carmen, patrona de
las Fuerzas Armadas; fue construida por primera vez en 1665, destruida en 1826
por un terremoto y reconstruida en 1835 en su localización actual. En 1915 se
por una plataforma de concreto de 6 x 6 ms. rodeada por tres de sus lados por
un corredor de 1.50 ms. y tres niveles de graderías con sillín de baldosa de gres.
Las esquinas de las graderías están redondeadas. En las cuatro esquinas de la
plataforma central (el cuadrilátero) hay tubos metálicos de 3 pulgadas que
conservan algunos de los ganchos soldados que servían para sostener y tensar
las cuerdas. Su extremo oriental está a una distancia perpendicular de 13.0 ms.
del borde interior del sardinel de la carrera 7 y su extremo sur a 9.10 ms. del
borde interior del sardinel de la calle 1D Bis. El tramo de graderías más alto
de la estructura está a 2 cms. por encima del nivel del sardinel de la carrera 7.
Perfil de la estructura del cuadrilátero, graderías laterales (un sector) y plataforma central.
Reconstrucción 3D del cuadrilátero como debió lucir en la época en que allí se desarrollaban espec-
táculos de lucha y boxeo.
Hacia principios del siglo XX el sector del Chorro de Quevedo estaba, más
o menos, integrado a la estructura urbana, como lo muestra el Plano Topográfico
de Bogotá de 1910 de Alberto Borda Tanco; aunque las calles aún no seguían
el patrón de retícula del resto de la ciudad. Es muy probable que el sector fuera
afectado en algún grado por las obras del Plan del Centenario que se implementó
en esta área con el sub-proyecto del Paseo Bolívar (hoy Avenida Circunvalar)
a partir de 1937; este ordenamiento de la parte alta de la ciudad termino de
integrar al antiguo Pueblo Viejo con la ciudad; en una fotografía aérea de 1940
ya se observa el trazado de calles ajustado al damero urbano (ver más adelante).
Un elemento fundamental en la fisonomía del sector durante mucho tiem-
po, hoy completamente obliterado, fue la Quebrada San Bruno. Este curso de
agua nace en las ladeas del cerro de Guadalupe y discurre en su primer tramo
en sentido oriente-occidente. Su zanjón marca el límite norte del barrio Egipto
hasta llegar a la Avenida Circunvalar. Actualmente solo este tramo del curso
es observable, de allí en adelante la Quebrada San Bruno esta canalizada hasta
su desembocadura en el canal del río San Francisco (Avenida Jiménez). En la
época del acueducto de Ramón Jimeno (1888) parece ser que la Quebrada se
usaba para alimentar el tanque de Egipto, pero debió existir un desagüe del
tanque que le permitía seguir corriendo loma abajo, como se ve en la mencio-
nada fotografía aérea de 1940. El canal actual pasa por debajo de la Universidad
Externado y la calle 12 y llega a la esquina suroccidental de la Plaza del Chorro,
justo frente a la Ermita del Príncipe; desde allí se dirige al norte y pasa bajo el
callejón noroccidental de la plaza y bajo las casas que dan frente a la calle 12C
(antigua calle de Pueblo Viejo) en su curso hacia el San Francisco.
La canalización de la Quebrada no se realizó en una sola etapa. La primera
fase de canalización involucró solo la parte inferior de su curso en la confluencia
con el río San Francisco, en donde se presentaban inundaciones, y coincidió,
por tanto, con la canalización de este último en la etapa que se cumplió entre
1921 y 1927 (Atuesta, 2011). El curso medio de la Quebrada, a partir de la salida
del tanque de Egipto incluyendo el paso por el sector del Chorro permaneció
descubierto hasta poco después de 1940, como lo atestigua la fotografía aérea
C-604-0057 de 1940. Sin embargo, para la época en que comienzan los recuerdos
de Pedro Enrique Garzón y María Sabina Ramírez, alrededor de mediados de
la década de 1940, ya la Quebrada no era visible en el sector del Chorro, pero
si más abajo, donde están los baños y sale a la antigua calle 14 (hoy 12C). hubo
pues, una segunda etapa de canalización que incluyo el sector de la plaza del
Chorro y probablemente el resto del curso aguas arriba hasta la curva de la calle
12 (poco después de 1940) y una tercera etapa en la que se canalizó el tramo entre
el sector del Chorro y la primera canalización contigua a la Avenida Jiménez.
Pese a lo artificial que pueda parecer la obra, lo cierto es que, para los
vecinos del sector, la transformación tuvo un sentido importante. La capilla se
convirtió en un lugar de culto en el que se celebraban eucaristías, bautizos y otros
sacramentos y se recibían allí las procesiones que bajaban desde la parroquia de
Egipto; la cercanía de la nueva capilla era importante porque a varias cuadras
a la redonda no había otra. La apropiación de este espacio por la comunidad,
desde este sentido religioso, genero una nueva dinámica social que marcó la
vida del sector en las siguientes décadas. No fue solo la capilla, sino la plaza y
las calles vecinas las que resultaron apropiadas de esta forma.
Discusión
Seis espacios con seis historias distintas, seis configuraciones y seis moda-
lidades de apropiación; una micro-variedad que revela, no obstante lo pequeño
de la muestra, la heterogeneidad de los espacios públicos de Bogotá. En retros-
pectiva, una sucinta interpretación de la historia de cada uno de los espacios
podría escribirse, más o menos, así:
• El Parque Santander, nació como una plaza fundacional. El hecho de que Jiménez
de Quesada ignorase las reglas de la fundación de ciudades y que omitiese algunas
de las más importantes, no le quita a este sitio el haber sido el lugar donde se
manifestó por primera vez la voluntad de fundar una ciudad, el que se hubieran
repartido los solares entre los principales y que se celebrase la famosa misa en la
capilla pajiza con sus doce chozas. Pero la posterior fundación legal en la actual
Plaza de Bolívar relegó a este sitio a un lugar secundario. Aun así, el tener el
conjunto franciscano en uno de sus costados y estar en el camino de Tunja, uno
de los más transitados en la Colonia, la mantuvo como espacio principal. Que
su trascendencia original no fue olvidada lo prueba el que el capitán Collantes
se hubiera tomado el trabajo de edificar el primer Humilladero. Como Plaza de
las Yerbas fue escenario de uno de los mercados más concurridos de Santafé y
aún de la Bogotá republicana. La república modernizante del siglo XIX tuvo a
bien conferirle el estilo de parque francés y plantar allí un símbolo patrio, hasta
entonces ausente. Se conformo entonces un parque enrejado y arborizado con
fuente y bancas, propio para el descanso y la contemplación de la naturaleza,
al cuidado de la prestigiosa Sociedad de Embellecimiento. Pero esto no habría
de durar mucho; el progreso, de la mano con la Sociedad de Embellecimiento,
ahora Sociedad de Ornato y Mejoras, modernizó de nuevo el espacio. Se quitó
la reja, se desmontó parte de la arborización y se adecuó todo para el tránsito
urbano, nuevo patrón al que era preciso sacrificar los antiguos espacios de des-
canso. Reforma tras reforma, la plaza patriótica llegó a ser rodeada por un nuevo
enrejado, invisible pero no menos efectivo, el de las poderosas instituciones que
la circundan. La dinámica que buscaron imprimirle el Banco de la República,
el Banco Central Hipotecario, el Jockey Club y el Edificio Avianca encontró su
contraparte en el uso popular que insiste en hacerse presente en la Plaza. Al final
se configuró esta curiosa mezcla entre lo institucional, lo turístico-cultural y lo
popular, tendencias que compiten por este espacio, a veces incluso con inusitada
agresividad.
• La Plazoleta del Rosario es, sin duda, el ejemplo más patético de lo artificial que
no logra dejar de serlo. Sacada de la demolición de antiguos edificios y concebida
fundamentalmente como la cubierta de un gran parqueadero no logra siquiera
una precaria estabilidad constructiva. Tal vez su principal mérito sea darle vista
a la magnífica fachada del Colegio del Rosario; de allí en adelante no es más que
un corredor de paso de estudiantes y un enorme local para cambistas de divisas
y comerciantes de esmeraldas. De nuevo el manejo institucional, que quisiera
un espacio limpio y abierto, se pelea el control con los comerciantes locales, su
facción opuesta.
• El Parque de los Periodistas se implanta, casi de la nada, sobre lo que parece
haber sido un pequeño espacio verde, el Parque de la Romana, donde iban
tradicionalmente los novios. A diferencia de su predecesor, el nuevo parque
no ofrece nada amable, las zonas verdes son difícilmente accesibles y el intenso
tránsito no propicia ningún tipo de uso social. Especialmente fuera de contexto
es la implantación del símbolo patrio, la estatua de Bolívar, que parece haber
llegado allí porque no había otro sitio mejor para colocarla. Resulta bien curioso
que en el Parque de los Periodistas no haya nada alusivo a ese gremio ni que los
periodistas lo reconozcan como espacio propio. Es otro caso de un espacio que
como plaza o parque es completamente fallido.
• La Plaza de los Mártires es uno de los casos más interesantes. Inicialmente fue
solo una gran huerta, pero el que allí se hubiera fusilado a algunos de los rebeldes
independentistas la catapulta al estrellato patriótico. En el siglo XIX y parte del
XX la Sociedad de Embellecimiento y su sucesora, la de Ornato y Mejoras, se
esfuerzan en mejorar y mantener el espacio con gran ahínco y dedicación; iglesia,
enrejado, fuente, obelisco, alumbrado, arborización, todo con tal de hacer de
este un espacio bello y elegante. Por un tiempo esto se logra, pero es de nuevo
el progreso, ese fantasma traidor, el que echa todo a perder. La Avenida Caracas
corta el hermoso parque en dos y lo condena para siempre; vienen después los
paraderos de flotas y buses y el vecindario se deteriora irremediablemente. De
patriótica plaza aristocrática se hace tránsito a un peladero plagado de drogadictos,
prostitutas y ladrones. De nada valen las arremetidas institucionales, las remode-
laciones, la demolición del Cartucho, el operativo del Bronx, la cosa no mejora.
En esta lucha por el espacio la aristocracia bogotana perdió frente al lumpen.
• La Plaza de las Cruces es otro espacio inicialmente arrebatado por el impulso
patriótico a la comunidad local. De tranquila plaza de barrio se convierte de
pronto en plaza de armas del ejército. Con el pie militar adentro, la plaza cae
bajo el influjo modernizador de la Sociedad de Embellecimiento y pasa por el
habitual proceso de instalar bancas y rejas, sembrar árboles y prados, construir
paseos e instalar una monumental fuente. En este sitio se fue aún más lejos, se
la rebautizo como Parque Girardot; quizás para suprimir un nombre –Las Cru-
ces– que no gozaba de buena reputación entre la aristocracia por ser allí donde
vivían “los indios”. La fachada remodelada de la plaza de Las Cruces fue víctima
de dos terribles enemigos de la elegancia; por un lado, el progreso que terminó
instalando un surtidor de gasolina, algo fuera de lugar en un espacio bucólico. Y,
por otro, el uso popular del espacio que llevó a la construcción del cuadrilátero
de boxeo y lucha libre y luego a las canchas de juego. La pelea entre la tendencia
de la elegancia aristocrática y la apropiación popular y comercial fue mucho más
corta: la Sociedad de Ornato y Mejoras se batió en retirada, la plaza volvió a lla-
marse de Las Cruces y a ser la plaza del barrio, las rejas y bancas desaparecieron
y la enorme fuente se quedó sin agua y sin espectadores.
• El Chorro de Quevedo es un caso sui generis. Donde nunca hubo plaza, ni iglesia
ni lugar de recreo, se conformó un espacio artificial que terminó validándose
y que sirve por igual al uso de turistas locales y estudiantes y que se ha ganado
Agradecimientos
Bibliografía
Pizano, O., Ibel, R., & Salazar, C. Recuperación espacial de la Avenida Jiménez y el par-
que Santander. Bogotá: Universidad de Los Andes, Centro de Investigaciones
estéticas, 1998.
Ramírez. A. X. La Plaza: Núcleo original del barrio Las Cruces. Bogotá: Maestría en
restauración de Monumentos Universidad Javeriana, 2000.
Ricaurte, D. O. Historia del Parque Santander. Bogotá: Sociedad de mejoras y ornato, 1926.
Therrien, Monika, Elena Uprimny, Jimena Lobo Guerrero, María Fernanda Salamanca,
Felipe Gaitán y Marta Fandiño. Catálogo de cerámica colonial y republicana de la
Nueva Granada: producción local y materiales foráneos (Costa Caribe, Altiplano
Cundiboyacense - Colombia), Bogotá: FIAN, 2002 .
Venero, E. D. “La Plaza Santander en Bogotá. Apuntes relacionados con su historia”,
Proa n°230 (1972), 6-34.
Belisario Betancur
Académico Honorario
“…la selva del Amazonas desafía las hipérboles… Joseph Conrad describió la
selva como un tumulto primigenio de un bosque, un vestigio de una era distan-
te en que la vegetación se rebeló y devoró el mundo”.
Wade Davis (“Los guardianes de la sabiduría ancestral”).
[ 69 ]
Belisario Betancur
desde la aparición del libro “El río” de su discípulo el investigador Wade Davis12,
el mundo científico ha descubierto a un ser fuera de lo común, en la línea de
los grandes viajeros investigadores a través de la historia.
La curiosidad se dirige, además, al autor de siete libros; trescientos ochenta
artículos científicos; y veinticinco documentos sobre el caucho. Y se acrecienta
esa curiosidad al saber que se trata del director del Museo Botánico de la Univer-
sidad de Harvard e impulsor, allí mismo, del Museo de Cristal de Bohemia, en
el que se han reproducido millares de orquídeas de la Amazonía y la Orinoquía.
Más adelante se analiza este fascinante episodio.
2. Vida en la selva
1
Editado por varias editoriales: El Fondo de cultura Económica de México y Pretextos, de Va-
lencia España
2
Richard Evans Schultes, El reino de los dioses: paisajes, plantas y pueblos de la Amazonia colom-
biana, (Bogotá, El Navegante Editores, 1989).
4. La Amazonía y la Orinoquía 3
Cuando Schultes hablaba y escribía con delectación sobre “el mar verde”,
se refería al bosque más extenso del mundo, la cuenca del río Amazonas y sus
afluentes, con seis millones de kilómetros cuadrados de extensión, pertenecien-
tes a nueve países, a saber: Brasil, Perú, Bolivia, Colombia, Venezuela, Ecuador,
Guyana, Guayana Francesa y Surinam.
Los ríos que tributan el río Amazonas desde Colombia, son: el Putumayo,
el Caquetá, el río Negro, el Apaporis, el Brazo Casiquiare.
Una de las regiones con mayor biodiversidad en el mundo, el 11 de no-
viembre de 2011 fue declarada por la New Open World Corporation (NOWC)
como una de las siete maravillas naturales del planeta.
En cuanto a la Orinoquía, de 350.000 kilómetros cuadrados de extensión,
el río Orinoco juguetea con la naturaleza y con la política, entre Venezuela y
Colombia. Porque nace en la cuenca amazónica venezolana, viaja hacia el oc-
cidente a esperar al Barón de Humboldt en “La estrella fluvial del sur”, donde
recibe el tributo de los ríos Guaviare, Inírida y Atabapo; la ciudad venezolana
San Fernando de Atabapo le ordena doblar hacia el norte. Pero antes, envía
mensajeros a saludar al Amazonas a través del Brazo Casiquiare y el Río Negro,
en Manaos; fluyendo hacia el norte, recibe el tributo de los río Guaviare, Inírida,
3
Se dice indistintamente Amazonía o Amazonia; Orinoquía o bien Orinoquia. En francés Ama-
zoníe; o bien Orinoquie; en inglés Amazonia, y Orinoquia.
Atabapo, Vichada y Arauca, dejados los cuales, regresa hacia el Oriente a buscar
el Océano Atlántico.
Y fue en los Llanos del Orinoco venezolano, en donde se gestó la guerra de
independencia que glorificaron entre otros el Libertador Bolívar, y el General
Santander. Y donde hoy germina un nuevo país con la creatividad y el coraje
del pueblo llanero.
El río dominante de la hoya, el Amazonas, nace en los fríos Andes del Perú
y desagua una región de 7 millones de km, cuadrados, casi el doble de la mayor
hoya que la sigue en extensión en el planeta. El Amazonas, a su vez el mayor del
mundo por su volumen de agua, mide 6.400 km de longitud y, como lo señaló el
explorador británico Richar Spruce en sus escritos de hace 150 años, “el mayor
río del mundo corre a través de su mayor selva.
El río Amazonas es básicamente lento. Es un lago que camina. Así en sus
últimos 3000 km solo desciende 70 metros, o sea 2.3 cm por kilómetro. La des-
embocadura mide unos 260 km de ancho y los barcos de mar pueden penetrar
hasta Manaos, puerto brasilero situado a más de 1600 km de la desembocadura.
Los efectos de las mareas se sienten hasta 640 km aguas arriba de la boca y en
esta parte inferior los barcos deben navegar con brújula por la gran anchura del
río. Con razón los primeros exploradores lo llamaron el río-mar.
5. El santón laico
6. Vida en la jungla
7. Las tertulias
4
Así apodado por el apodo del colono Gómez que dominaba con amplias barbas toda la nave-
gación y la región, desde Mitú hasta el Alto Vaupés, en una pequeña nave construida por la
sabiduría aborigen.
5
Richard Evans Schultes and Robert F. Raffauf, The healing forest: medicinal and toxic plants of
the northwest Amazonia, Portland (Estados Unidos), Diocorides Press, 1990.
6
Con el consentimiento de otros botánicos, entre ellos el profesor Hernando García Barriga, el
Profesor Schultes bautizó con el nombre de “Prunis Betancurii” un arbusto de la selva hasta
entonces desconocido. Era la abundancia de su generosidad, porque antes nos había dedicado
“El reino de los dioses”, y “The Healing Forest”.
7
De grandes dimensiones, publicado por el gobierno de Brasil: Margaret Mee, Flores do Ama-
zonas, (Rio de Janeiro : Record, 1980).
a bordo se divertían al ver mi admiración por el árbol que nos había causado el
susto. (En El reino de los dioses)8.
8
Tomado de: Richard Evans Schultes, El reino de los dioses…
ambas partes tenían interés. Las flores viajaron por barco, en primera clase, como
un pasajero VIP, empacadas con primor, y con acompañantes igualmente Vips.
Volviendo con Schultes, en efecto, al día siguiente llegó, el gringo. “Me llamo
Richard Evans Schultes”, me dijo; “Soy botánico, busco plantas medicinales y
caucho”. De mi parte le expresé: “Me llamo Belisario Betancur, soy periodista,
trabajo para el periódico El Siglo, de Bogotá”. Y le presenté a otro periodista,
también de El Siglo: se trataba de Enrique Gómez Hurtado, hijo del entonces
presidente Laureano Gómez .
Por cierto, el avión de Aida no llegaba. Entonces le pregunté al gurú, el
Mama-Valencia, quien entró conmigo unos metros a la selva. Le encendí un
tabaco de hojas secas. Y el gurú mirando a los cielos, me dijo: “Avión, llegar
mañana a la una tarde. Yo le repliqué: “Mama, gracias, dígame cómo lo supo?
Mama dijo: “Yo oír correo selva, Marandúa, traer buenas noticias”.
Así bautizamos la base naval de desarrollo del Vichada: Marandúa. Así
se llama.
9
En el libro de Wade Davis, El río: exploraciones y descubrimientos en la selva amazónica, publica-
do por primera vez en Colombia en el 2002 por el Banco de la República, con una segunda edi-
ción el 2004 en la que participaron el Banco de la República, el FCE y el Ancora Editores y en el
2014 una tercera edición de la Editorial Planeta. Se cuenta esta historia.
15. El Faro
Héroes y antihéroes:
la representación de las
figuras míticas en Bogotá,
la capital
Victoria Peralta de Ferreira
Académica de Número
[email protected]
Resumen
Este trabajo trata la forma como se construyó la memoria colecti-
va y los referentes con los cuales se edifica y guarda la memoria de una
nación. Es por tanto, el estudio de la manera como se erige el imaginario
que construyó la nación colombiana. Se usan los referentes utilizados por
las conmemoraciones públicas que implican arte y oficio en su represen-
tación, y que se ubican en áreas urbanas y públicas para la ciudadanía.
Se utilizará como fuente principal las representaciones conmemorativas,
particularmente la estatuaria urbana. Las estatuas y bustos ubicados en
los espacios públicos de la ciudad de Bogotá, la capital de Colombia debió
haber generado referentes culturales para toda la nación.
[ 81 ]
Victoria Peralta de Ferreira
Abstract
This work is about how collective memory in Bogotá has built the
memory of the nation. Is about the way a system of referents has helped
keeping the memory of the nation alive. In this sense, we study the path
a collective imaginary has built a nation. We use referents that imply art
in its representations, meaning commemorations deserved for public
exposure; therefore, we use as a source urban statuary set up in Bogotá
since 1810.
Este es el tercer texto sobre la memoria que escribo para la Academia Co-
lombiana de Historia. La memoria es un tema que produce diariamente cientos
de documentos, por lo que se puede afirmar que está en producción continua.
En esta trilogía de escritos sobre la materia, cada documento se comple-
menta con el otro. El primero, con motivo de mi posesión como académica
correspondiente, versó sobre los manuales de historia en la enseñanza de Co-
lombia y su importancia en la construcción de nación y en la estructuración
de referentes en la vida de los individuos, especialmente en tiempos de cambio
vertiginoso1, como los actuales.
El segundo fue sobre el recuerdo de los mártires en el bicentenario del
fusilamiento de Policarpa Salavarrieta y de sus ocho acompañantes de lucha
anticolonial, leído en la iglesia de la Veracruz en Bogotá, donde se encuentran los
mausoleos correspondientes2. Y este tercero, sobre la conmemoración pública a
personajes que la sociedad o el Estado han considerado referentes para la nación.
Esta trilogía es una muestra de mi obsesión por la memoria. Pero más que
por la memoria a secas, por la forma como se construye la memoria colectiva
de un pueblo, por la manera como se construyen referentes a través de hechos
con el fin de recordar, del modo como se construye un imaginario que cons-
truye una nación “clara y distinta. En el Nuevo Mundo en el que estamos, no
se hace tan evidente la construcción de referentes en territorios baldíos porque
no hay árboles, piedras, ríos o quebradas para utilizar como referentes y cons-
truir memoria. Esto último se hace con hechos, y para Marc Bloch los hechos
históricos son hechos psicológicos. En nuestro caso, en Colombia, no ha sido
fácil, pero debe ser tarea cotidiana y continua hacerlo. Pero, precisamente, ahí
está la dificultad…
Sin referentes, no hay memoria, y sin memoria, no hay construcción.
Esta trilogía de escritos sobre la memoria se ha estructurado con los pa-
rámetros de la Escuela de Frankfurt, es decir, se ha enmarcado en la teoría de
la modernidad.
1
Victoria Peralta, “Indagando sobre memoria y modernidad en los manuales de historia de
Colombia”, Boletín Cultural y Bibliográfico. Vol. CIII, No. 862, (enero-junio, 2016): 93-136.
2
Victoria Peralta, Obituario a los mártires de la lucha anticolonial de Colombia, con motivo del
segundo centenario del fusilamiento de Policarpa Salavarrieta y de sus ocho compañeros, ocu-
rrido en Bogotá, 14 de noviembre de 1817. “Recordación de la participación de las mujeres en la
Independencia de Colombia”, https://www.youtube.com/watch?v=tqQ8gI4lCvk, (Acceso el 15 de
enero de 2018).
1. Introducción
El tema central de este trabajo es ver las dificultades que ha tenido la forma-
ción de la memoria colectiva en Colombia a través del caso Bogotá. Utilizaremos
como fuente principal las representaciones conmemorativas, particularmente la
estatuaria urbana, todo dentro del marco de la historia de Colombia: la política,
la cultural y la urbana.
Hasta hace muy poco, los personajes fueron parte fundamental en la for-
mación de la memoria de las colectividades. Los héroes no son nuevos en la
investigación histórica. El filósofo-sociologo marxista Henri Lefebvre escribió
varias biografías de hombres importantes para su tiempo —Descartes, Diderot,
Pascal, Musset, Rabelais—, y a través de ellas no solo estudió al hombre, al héroe,
sino el momento histórico que lo concibió, lo impulsó y lo realizó3.
Recientemente, en la última visita que hice a Washington, D.C., me llevé
una grata sorpresa en el museo del Instituto Smithsoniano: una exposición
de cuadros y parafernalia de los 43 presidentes de la historia republicana de
Estados Unidos. La importancia de la exhibición, que se titula “The American
Presidency: A Glorious Burden” (“La Presidencia Americana: una gloriosa
carga”), radica en la forma como se curó, pues una exposición cuyo tema son
personajes o presidentes corre el riesgo de verse anticuada.
Pero ¿por qué una institución tan de vanguardia como el Smithsoniano
pudo realizar esta muestra en 2017-2018? El museo lo justifica por el contexto
en que se inserta a los presidentes, ya que se los muestra no como hombres que
hicieron sus trabajos solos, ni como héroes, sino como hombres que sobrellevaron
una carga como jefes de un equipo, con dificultades para gobernar, para sacar
3
Henri Lefebvre, Musset: essai (Paris : L’Arche, 1970). Henri Lefebvre, Diderot Ou Les Affirma-
tions Fondamentales Du Matérialisme (Paris: L’Arche, 1983),https://www.todostuslibros.com/
libros/diderot-ou-les-affirmations-fondamentales-du-materialisme_978-2-85181-028-1, (Acce-
dido 11 de junio de 2018).
adelante sus proyectos. Por eso subtitulan la exhibición “una gloriosa carga”.
Este puede ser el comienzo de la ola del retorno del tema de los personajes, pero
ahora como parte de un contexto, con sus obras, sus destrezas, sus habilidades
para gobernar, y también con sus éxitos y fracasos, y no solo como héroes per se.
Estaríamos hablando de un viejo tema: el individuo, el personaje. Y de un nuevo
tema: el personaje dentro de un nuevo contexto y con una nueva interpretación.
Umberto Eco dijo que en la época de Leonardo da Vinci la sociedad estaba
dividida en hombres en posesión de instrumentos culturales y hombres excluidos
de dicha posesión. Los poseedores de valores culturales detentaban la cultura
en su totalidad: Leonardo era matemático y técnico, y proyectaba máquinas
posibles y acueductos concretos4. Con los derechos a la educación universal
proclamados por la Revolución francesa, dos siglos después esta situación fue
cambiando progresivamente. En el siglo XX, con el auge de la sociedad de masas,
de la sociedad de consumo y la democracia participativa, se les dio la vocería
a las masas, se les puso una mordaza a los críticos (de arte, de literatura, etc.)
y, sobre todo, se desvalorizaron las ideas individuales. Nada queda de hombres
como Leonardo en el siglo XXI.
El cambio entre la cultura tradicional y la nueva cultura moderna lo in-
terpreta Walter Benjamin en su famoso ensayo “La obra de arte en la época de
su reproducibilidad técnica”5, en el que utiliza el cine y su repetición técnica
para interpretar la sociedad industrial en general y la sociedad de masas en
particular. El arte, convertido en cine, repetitivo y técnico, conduce a la caída
de la proporción áurea del arte y del crítico, a la desvalorización de lo indivi-
dual, de lo tradicional, del arte original y único6. En razón de que en la era de
la mecanización hay una incapacidad de percibir la singularidad, se encuentra
una salida homóloga con la importancia de las abstracciones; en consecuencia,
hay un cambio de percepción que no atañe solo a los objetos de arte sino que se
refleja en ellos en cuanto es una característica propia de la modernidad.
En esta Academia de Historia nos atañe la tradición, por lo que quiero
destacar aquí la distinción que hace Benjamín entre la tradición y el objeto
reproducido gracias a la técnica reproductiva. Es decir, que la técnica repro-
ductiva desvincula lo reproducido del ámbito de la tradición7 y el reflejo de
este proceso sobre la realidad dificulta la percepción de las individualidades.
Por esta argumentación causa interés la exposición sobre los 43 presidentes de
4
Umberto Eco, Apocalipticos e integrados (Barcelona: Lumen, 1984), 67.
5
Walter Benjamin, “The Work of Art in the Age of Mechanical Reproduction”, en Illuminations,
(New York: Schocken Books, 1969), 217-251.
6
Benjamin, The Work of Art, 222, 224-225.
7
Benjamin, The Work of Art, 219-220.
2. Objetivos
8
Benedict Anderson, Imagined Communities (London: Verso, 1991).
3. Fuentes
Con los desarrollos de la historiografía del siglo XX, entre estos la intro-
ducida en Francia por la Escuela de los Anales a mediados de dicho siglo, se
abrieron las posibilidades de hacer historia “científica” con fuentes o documentos
no escritos. Tal es el caso del presente trabajo, en el que se emplearán fuentes
emanadas del arte de la estatuaria, en particular las generadas en los espacios
públicos por las memorializaciones, principalmente en Bogotá. Consideramos
estas fuentes nuestros documentos. Por supuesto, se utilizarán fuentes secun-
darias, las cuales complementarán los contextos teórico e histórico.
En cuanto a las fuentes primarias, esto es, la estatuaria pública en Bogotá,
contamos con archivos de imágenes y con las estatuas mismas, ya que buena
parte de ellas permanecen en el espacio público bogotano. En lo relacionado
con los archivos de imágenes, tenemos:
• Archivo de imágenes de la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá.
• Archivo de imágenes del Museo de Bogotá.
• Archivo del Instituto de Desarrollo Urbano (IDU), Bogotá.
• Archivo y colección de la Biblioteca Luis Ángel Arango, Banco de la República,
Bogotá.
• Archivo y colección del Museo Nacional de Colombia, Bogotá.
• Colección Fondo Cultural Cafetero, Bogotá.
Para el análisis de la estatuaria pública bogotana contamos con la exce-
lente obra de Carolina Vanegas Carrasco, quien estudia, critica y relaciona con
el contexto histórico las memorializaciones realizadas en Bogotá y Colombia.
Vanegas ha estudiado el tema desde múltiples facetas, pues ha interpretado y
Vamos a definir aquí cuatro sistemas teóricos relacionados unos con otros
en este trabajo: Memoria social, Memorialización, Mitos y héroes, y Represen-
tación y memoria. La idea central de este trabajo es ver cómo se construye la
memoria social a través de las memorializaciones. Cómo las memorializaciones
representan héroes y construyen mitos.
9
Carolina Vanegas Carrasco, “Iconografía de Bolívar: revisión historiográfica” En Ensayos. His-
toria y teoría del arte. Bogotá, D. C., Universidad Nacional de Colombia, 2012, núm. 22, pp. 112-
134.
10
Carolina Vanegas Carrasco, “In- visibilidades de la estatua doble del prócer colombiano Anto-
nio Nariño”, en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Vol. 42, n.o 2 (1 de julio de
2015): 385-410, https://doi.org/10.15446/achsc.v42n2.53341.
11
Carolina Vanegas Carrasco, Disputas simbólicas en la celebración del centenario de la indepen-
dencia de Colombia en Bogotá (1910): los monumentos a Simón Bolívar y a Policarpa Salavarrieta
(Bogotá: Ministerio de Cultura, República de Colombia, 2012).
12
Roberto Cortázar, Monumentos, estatuas, bustos, medallones y placas conmemorativas existen-
tes en Bogotá en 1938 (Editorial Selecta, 1938).
13
German Rubiano Caballero, Escultura colombiana del siglo XX (Bogotá: Fondo Cultural Cafe-
tero, 1983).
14
Hugo Delgadillo etal., eds., Bogotá un museo a cielo abierto guía de esculturas y monumentos
conmemorativos en el espacio público (Bogotá: Alcaldía Mayor de Bogotá, Instituto Distrital del
Patrimonio Cultural, 2008).
15
Fabio Roberto Zambrano Pantoja, El Kiosko de la luz y el discurso de la modernidad (Bogotá:
Alcaldía Mayor, 2002).
este proceso hay orden, hay estructura, hay lógica, hay congruencia, y todo esto
conforma la cosmovisión del macrosistema ideológico globalizante22.
Paul Connerton, en su famoso libro How Societies Remember, va más allá
y explica cómo se construye la memoria social desde lo cotidiano. La memoria
social —la lengua, la raza, la religión— implica memoria de hábito. Connerton
cita a Maurice Halbwachs, quien cree que la memoria colectiva solo ocurre
mediante la pertenencia a un grupo social —parentesco, afiliación de clase o
religiosa—; estas pertenencias ayudan a los individuos a localizar y recordar —
personas, lugares, fechas, palabras—. En otras palabras, se recuerda con todo el
ensamble de nociones que poseemos: moral, vida material, vida cotidiana, etc.23.
A su vez, Halbwachs cita a Comte, quien dice que nuestro equilibrio men-
tal se debe, primero que todo, al hecho de que los objetos físicos con los que
estamos en contacto diario no cambian mucho, o casi nada; esta estabilidad
nos provee de una imagen estable y permanente del mundo. No existe memoria
colectiva sin referencia a una sociedad y a un marco de referencia espacial pre-
ciso. Es decir, nuestras imágenes de los espacios sociales, en razón de su relativa
estabilidad, nos dan la ilusión de no cambio y de redescubrir el pasado en el
presente. Nuestras memorias están localizadas dentro de los espacios mentales
y materiales del grupo24.
Por lo tanto, podemos concluir que para Connerton la memoria social
requiere referentes fijos espaciales o temporales, además de relaciones entre
significante y significado25; por esto dice que en el estudio de la formación social
de la memoria hay que mirar lo cotidiano en tres niveles: primero, los actos
de transferencia; segundo, las prácticas incorporadas, y tercero, las prácticas
inscritas26.
Primero, explica que los actos de transferencia son los que nos posibilitan
recordar en comunidad. Estos actos hacen que recordar sea volver el pasado actual
todos los días27. Vamos a ver ejemplos de estos actos de transferencia temporal
y espacial. Los actos de transferencia temporal tienen que ver con la organiza-
ción y relación del año con la patria, esto es, con la organización del calendario
recurrente cada año. Las ceremonias, festivales, mitos, rituales, símbolos, etc.,
todo aquello que nos relacione el pasado de la patria con el presente continuo,
22
López, La construcción de la memoria, 76.
23
Connerton, How Societies Remember, 36-37.
24
Connerton, How Societies Remember, 37.
25
Connerton, How Societies Remember, 39.
26
Connerton, How Societies Remember, 72-73. Connerton, en su libro, considera dos grandes
bloques formadores de la memoria social: las ceremonias conmemorativas y las prácticas del
cuerpo. Yo creo que podemos considerar los tres niveles mencionados.
27
Connerton, How Societies Remember, 39.
cada año28. Para Colombia serían, por ejemplo, los desfiles de la celebración de
la Independencia el 20 de julio de cada año, o las hoy inexistentes procesiones
por las calles circundantes a la iglesia de la Veracruz o el Panteón Nacional en
Bogotá, con las que se homenajeaba a los mártires de la Independencia cada 14
de noviembre. En estas procesiones, que eran una manifestación anticolonial,
participaban la Academia, las autoridades, y se llevaba en andas una imagen
del Cristo de los Mártires. Dicha celebración dejó de existir durante el gobierno
del general Rojas Pinilla, en 1957. En este caso se rompió la secuencia, se dejó
de relacionar el pasado con el presente en un momento en el tiempo. Habría
que indagar las razones.
Y desde el punto de vista espacial, en razón de que nuestras memorias están
localizadas dentro de espacios mentales y materiales del grupo, los referentes
espaciales están vinculados con los marcos espaciales de una cultura, que son la
localización cultural de la memoria. La forma como establecemos los referentes,
es decir, donde se ubican los espacios, es un trabajo esencial para la localización
de la memoria social29. Por ejemplo, Bogotá se organizó tomando como refe-
rente la plaza de Bolívar. El centro de la ciudad tenía el edificio más grande y
más alto, que era la Catedral, hasta bien entrado el siglo XX. La Catedral creó el
marco a través del cual se construyó la ciudad: calles y carreras. Hacia el norte,
los estratos altos; hacia el occidente, los obreros; hacia el sur, los populares, etc.
El punto más alto desde donde se podía ver la ciudad era Monserrate, un cerro
que era referente religioso y al que había que acceder. El nombre de Bogotá lo
originó el nombre de la capital de los zipas: Bacatá. El significado etimológico
era “fuera del campo de labranza”. Durante la historia de la ciudad se ha alter-
nado el nombre indígena con el castellano católico Santafé, lo que significa una
ciudad mestiza desde el comienzo. Todo esto combinado, crea referentes en la
memoria social de los bogotanos.
Segundo, las prácticas incorporadas, lo que se logra con las formas repeti-
tivas que se realizan y repiten cotidianamente, muchas veces sin que lo notemos.
Este es otro modo de mantener el pasado en la mente. Las prácticas incorpo-
radas son formas representadas con el cuerpo; por ejemplo, las maneras en la
mesa, las formas de saludar, la etiqueta, todos estos son modos que recuerdan
un pasado común30.
Tercero, las prácticas inscritas, que implican información impresa, enci-
clopedias, índices, códigos, etc., pasan por el proceso de lectoescritura31. Aquí
28
Connerton, How Societies Remember, 39.
29
Connerton, How Societies Remember, 99.
30
Connerton, How Societies Remember, 72-95.
31
Connerton, How Societies Remember, 73.
Memorialización
la empleó Coleridge en el siglo XIX, cuya acepción aún hoy en día es común.
Esta acepción se refiere a una compleja construcción imaginaria40. Coexistió
en el siglo XIX, con el sentido que le dio Coleridge, la concepción antropoló-
gico-etnográfica al estilo de Frazer, Harrison y Lang, que relaciona los mitos
con los rituales41.
Igualmente, ya en el siglo XX, se desarrolló la significación psicológica,
que según José María Mardones, en su ensayo El retorno del mito. La raciona-
lidad mito-simbólica, sería la de Carl Jung. Para Jung, “el mito es un producto
colectivo, de raíz inconsciente, surgido en el transcurso de la evolución humana
y en el esfuerzo individual por llegar a sí mismo”42; en resumen, los mitos es-
tán recorridos por “arquetipos” o “imágenes primordiales”, como los nombra
Jung, que se forman en la memoria colectiva al transmitirse de generación en
generación, y que hablan del psiquismo del hombre43.
Para Mardones, la consideración popular actual de la noción de mito tie-
ne dos acepciones principales: la primera está relacionada con que el mito se
puede ver como una narración falsa o sin base ni fundamento, lo cual implica
ubicarlo del lado de la explicación precientífica, ingenua, y asimilarlo al cuento
y la leyenda. Y la segunda tiene que ver con “la exaltación de los personajes a
las alturas ideales”... Según Mardones, alguien llega a ser un mito cuando por
sus cualidades se eleva sobre los mortales y se lo pone como modelo de su
profesión, deporte u oficio. Así, merced al juego de los mass-media actuales y
de la publicidad, tenemos mitos más o menos coyunturales o persistentes del
cine, el deporte y hasta la ciencia44.
De acuerdo con Kohan, la forma del mito contemporáneo, que puede ser
una institución, un concepto, una figura deportiva, tiene su función, siempre la
misma: ser un conjunto de significados que tienden a ser aceptados colectiva-
mente como ciertos45. Para Kohan, “la figura heroica de José de San Martín, su
condición de padre de la patria, su jerarquía de prócer sin igual, resultan de la
manera en la que fue representado y en la que fue contada su vida”46; es decir,
el discurso épico se vuelve indispensable en la creación de un mito-héroe. La
historia no es una ficción, los hechos reales existen objetivamente [...]. Pero es
40
Raymond Williams, Keywords: A Vocabulary of Culture and Society (New York: Oxford Uni-
versity Press, USA, 1985), 211..
41
Williams, Keywords: A Vocabulary, 211.
42
Cécile Cifola Ramirez, Martín Kohan o la desarticulación de las figuras míticas argentinas,
p. 2, http:/cle.ens-lyon.fr/art-et-litterature-+/martin-kohan-o-la-desarticulacion-de-las-figuras-
miticas-argentinas-92430.kjsp?RH=CDL_ESP050000. (Accedido 8 de enero de 2018).
43
Cifola, Martín Kohan o la desarticulación, 2.
44
Cifola, Martín Kohan o la desarticulación, 2, cita a José María Mardones, en su ensayo El retor-
no del mito. La racionalidad mito-simbólica (Madrid, Editorial Síntesis, 2000), 39.
45
Cifola, Martín Kohan o la desarticulación, 3.
46
Cifola, Martín Kohan o la desarticulación, 5.
la narración la que imprime en ellos un sentido, ya sea por la manera como los
selecciona, con un determinado criterio de relevancia, o por la forma como los
conecta, por medio de una cierta lógica causal o temporal47.
Representación y memoria
47
Cifola, Martín Kohan o la desarticulación, 6.
48
Erving Goffman, The Presentation of Self in Everyday Life (New York: Anchor Books). Sobre
este tema, ver también y especialmente la obra de Cristina Rojas sobre la representación de la
violencia en Colombia siglo XIX intitulado Civilización y violencia: La búsqueda de la identidad
en la Colombia del siglo XIX (Bogotá: Norma, 2001).
tiempo, sin embargo, las culturas estables necesitan que las cosas permanezcan
en su lugar designado. Los mecanismos estabilizadores enumerados por Hall
son diferencia, poder y conocimiento. En cuanto a la diferencia, dice esto: “La
cultura depende de darles significado a las cosas al asignarles diferentes posi-
ciones dentro del sistema de clasificación. Hacer la diferencia es, así, la base del
orden simbólico que llamamos cultura”52.
El segundo aspecto del proceso de clasificación que deben tener las re-
presentaciones para adquirir significado es su relación con el poder, que está
cercanamente relacionado con la diferencia. Hall entiende el poder no solo en
materia de explotación económica y coerción física, sino en términos culturales
o simbólicos más amplios, “incluyendo el poder para representar a alguien o algo
de una cierta forma, dentro de un cierto ‘régimen de representación’. Incluye el
ejercicio del poder simbólico a través de prácticas de representación. Establecer
estereotipos es un elemento clave en este ejercicio de violencia simbólica”53.
Aquí resulta útil explicar la idea de Edward Said (1979) sobre “orientalis-
mo”, para ilustrar la estrategia de poder, la estrategia ligada al mismo tiempo al
conocimiento, para otorgar significados sociales, organizar y establecer muchos
tipos de relaciones sociales: nacional, colonial, imperial, etc. El orientalismo es
el estudio de la manera como Europa construyó una imagen estereotipada de
Oriente. Era el discurso “por medio del cual la cultura europea pudo manejar e
incluso producir al Oriente política, sociológica, militar, ideológica, científica e
imaginativamente durante el periodo posterior a la Ilustración. Tercero, dentro
del marco de la hegemonía occidental sobre Oriente, emerge un nuevo objeto de
estudio en el mundo académico, para mostrar en museos, para reconstruir en la
oficina colonial, para ilustrar en estudios de antropología, biología, lingüística,
etc.”54. Esta forma de poder está conectada con lo que Foucault llamaba “poder/
conocimiento”55.
Me gustaría especificar aquí que la estatuaria-memorial tomada como
representación de los héroes-mitos de Bogotá y de Colombia se equipara en
este trabajo con estructuras de significado, expresadas en narrativas o “cuentos”,
que encierran no solamente redes sociales sino relaciones sociales y significados
múltiples. Estas estructuras de significado social, a su vez, se hallan enraizadas
en los individuos. Las estatuas de los héroes-mito serán estructuras significativas
para los propósitos de este trabajo, puesto que sus historias pueden almacenar
redes de relaciones, las cuales existen de manera muy real dentro de nosotros.
52
Hall, Representation: Cultural Representations, 236.
53
Hall, Representation: Cultural Representations, 259.
54
Edward Said, Orientalism: Western Concepts of the Orient (Nueva York: Vintage Books, 1979),
7-8.
55
Hall, Representation: Cultural Representations, 259.
Vol. CV No 867, Julio - Diciembre de 2018, Páginas 81 - 124 [ 97 ]
Victoria Peralta de Ferreira
5. El estado de la discusión
en el contexto internacional
ser una institución, un concepto, una figura deportiva; tiene su función, siem-
pre la misma: ser un condensado de significados que tienden a ser aceptados
colectivamente como ciertos65.
La idea es que los monumentos perduren en el tiempo, y solo el arte que
trasciende puede llevar a tiempos futuros ideas, momentos, hechos que fueron
importantes en tiempos pasados. En este punto, quiero sentar mi posición frente
a lo dicho hasta aquí: si bien el arte puede verse y utilizarse para muchos fines
(como reparación simbólica, como medio educativo, como arte conceptual,
como placer estético, como medio recreativo), el arte único y estético, que
Walter Benjamin catalogaba como anterior al arte de la revolución mecánica,
el arte de la época de Leonardo debe volver. Y está volviendo. Si la exposición
de los presidentes del museo del Instituto Smithsoniano es un hito sobre el
nuevo comienzo del arte figurativo, no abstracto, pero con nuevos temas, con
nuevas ideas, siempre buscando la civilidad, como es una de las propuestas del
Symbolic Reparations Research Project, sería una nueva forma de llamarle la
atención a una audiencia cansada del arte político, abstracto, recreativo y sin
trascendencia estética.
Además, pienso que la posición kantiana de la estética, la que entraña
una excitación estética desinteresada, abre unas compuertas, unas grietas en lo
cotidiano que permiten acceder a la conciencia del juicio político. Es la visión
del arte que le abre nuevas posibilidades a la razón: retomar a la humanidad
como medida y liberación del pensamiento matemático66.
65
Cifola, Martín Kohan o la desarticulación, 3.
66
Doris Sommer, “Symbolic Reparations, A Good Joke”, Yale Journal of Law & the Humanities
27, no 2 (2 de octubre de 2016), p. 408. http://digitalcommons.law.yale.edu/cgi/viewcontent.
cgi?article=1446&context=yjlh
75
Lafaye, Mesías, cruzadas, utopías, 9-10.
76
Lafaye, Mesías, cruzadas, utopías, 10.
77
Lafaye, Mesías, cruzadas, utopías, 19.
78
Immanuel Kant. Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración? http://www.swarthmore.
edu/Humanities/mguardi1/espanol_11/kant.htm. (Acceso el 24 de enero de 2018).
representar el nuevo orden social. Cómo hacer olvidar el viejo orden y legitimar
a los victoriosos. La manera de juzgar el viejo orden es la manera de construir
el nuevo orden85.
En el tránsito de un orden a otro ocurren cambios cuyas imágenes permiten
representar el nuevo orden. Estos se realizan por medio de nuevos actos repe-
titivos, nuevos rituales, nuevas representaciones. Por ejemplo, es a través de la
vestimenta, de las maneras, de las representaciones, etc., como se buscó, en este
caso particular, representar la modernidad: la igualdad, la libertad, la fraternidad.
Con todo esto, se fuerza el olvido al pasado y se convoca a nuevos referentes que
enmarcan la nueva sociedad que se quiere formar. Cuando se asignan nuevos
nombres a las calles, a las plazas, al calendario, aquellos que las nombran están
conscientes de lo que quieren que se recuerde. De este renombramiento, mu-
chos actos recordatorios son específicos del lugar, del emplazamiento86. Todo
este proceso consolidó el imaginario y los símbolos formadores de los nuevos
imaginarios colectivos de la Primera República Francesa87.
Efectivamente, los hombres de la Revolución tuvieron una clara conciencia
de estar viviendo un periodo de ruptura, señalado por un antes y un después. Se
cambió el calendario; por ejemplo, el 14 de julio de 1790 fue el segundo año de
la libertad. De hecho, se encuentran monedas con la inscripción de “año III de la
libertad”, refiriéndose a 1790. El periodo de la Convención cambió los nombres
de los meses, siendo el 18 brumario el día 18 del segundo mes del calendario
republicano francés, es decir, el 9 de noviembre de 1799, día en que Napoleón
Bonaparte dio el golpe de Estado que terminó con el Directorio. En la moda,
todo cambió también; se botaron las pelucas de los aristócratas del Antiguo
Régimen y se comenzó a usar la coleta como símbolo revolucionario. El estilo
del arte volvió a mirar a Roma, siendo el neoclásico el estilo que remplazó al
rococó, y así sucesivamente…
¿Existió en Santafé de Bogotá ese renombramiento de todo con la Inde-
pendencia? ¿Se cambió el nombre de las calles, plazas, puentes después de 1810?
¿Coexistieron los toponímicos de la Colonia con los de la República? ¿Hubo
detrás de la toponimia una carga ideológica que permitiera que la ciudad fuera
un lugar que propiciara la nueva memoria social, la nueva realidad de la Co-
lombia poscolonial?
El caso colombiano es muy particular, y por eso queremos precisarlo. Para
responder estas preguntas, acudimos a los estudios sobre el tema hechos por
Carolina Vanegas, quien efectivamente asegura que, en el caso de Colombia, la
85
Paul Connerton, How Societies Remember (New York: Cambridge University Press, 1989), 7.
86
Connerton, How Societies Remember, 7, 11, 12
87
Vanegas, Disputas simbólicas, 17. Carolina Vanegas cita aquí a Benedict Anderson (1993) entre
otros teóricos del tema.
88
Vanegas, Disputas simbólicas, 31-32.
89
Germán Rodrigo Mejía Pavony, Los años del cambio: historia urbana de Bogotá, 1820-1910.
(Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2000), 201.
90
La plazuela de San Francisco pasó a llamarse plaza-parque de Santander, y la plazuela de San
Victorino pasó a denominarse plaza de Nariño. Sin embargo, aún hoy se conocen como se las
llamaba en la Colonia.
91
Mejía, Los años del cambio, 202 y 417.
95
Vanegas, Disputas simbólicas, 27.
96
Delgadillo, Bogotá un museo a cielo, 10 y siguientes. El libro relata que entre los bustos estaba
el de José María Rivas Groot de 1896 y el monumento fue el Obelisco a los mártires de la patria
inaugurado en 1880. Estas esculturas y monumentos los diseñaron y elaboraron extranjeros, en
su mayoría italianos.
97
Vanegas, Disputas simbólicas, 107-108.
98
Delgadillo, Bogotá un museo a cielo, 44-53.
99
Delgadillo, Bogotá un museo a cielo, 44-53. Ver también Mercedes Medina de Pacheco, Las
estatuas de Bogotá hablan (Bogotá: Prolabo, 2000).
los mártires, inaugurado en 1880, objetivo central del parque, fue y vino de un
lado al otro del parque hasta su reinauguración, el 17 de julio de 1960.
Aquí podemos concluir que no todas las estatuas, especialmente durante
el siglo XX, se ubicaron guardando un referente ciudadano, razón por la cual
muchas se han borrado de la memoria social bogotana, siendo una de las más
importantes el monumento a los mártires. Mártires que ya hoy no se recuerdan
y que, por lo tanto, se dejaron de homenajear.
Con respecto al momento histórico del emplazamiento de las estatuas o
monumentos, ya habíamos comentado su retraso en la aparición en el escenario
urbano de Bogotá. Estos solo aparecieron a mitad del siglo XIX, en razón de la
falta de presupuesto, del retraso y complicaciones para su diseño y elaboración
en Europa, particularmente Italia y Francia, y de las luchas bipartidistas para
decidir sobre uno u otro personaje. Con esto podemos concluir lo siguiente: que
la idea de memorializar existió en los gobernantes colombianos desde comienzos
de la república, pero su concreción estuvo mediada especialmente por el bipar-
tidismo. La ubicación de las primeras imágenes fue bien pensada y comenzó
a tener repercusión en los ciudadanos una vez colocadas a mediados del siglo
XIX. Solo hasta finales del siglo XIX y principios del XX hubo una apropiación
certera de los monumentos por parte del público local. Sobre esta apropiación
ciudadana podemos citar como ejemplo los famosos poemas de José Asunción
Silva (1895) y de Miguel Antonio Caro (1910) a la estatua de Bolívar106.
Martín Kohan se refiere en cita anterior a que la jerarquía de un prócer
resulta no solo de la manera como se le representó, sino también de cómo se
contó su vida107. A sabiendas de que los homenajeados fueron hombres ilustrados
y que el propósito del homenaje fue exaltar la vida republicana, su conformación
y logros, podemos afirmar ahora que las representaciones fundamentales de la
nación fueron escritas, el pueblo analfabeto e iletrado recordó a Bolívar y sus
batallas a través de la memoria y la tradición popular, ya que solo hasta me-
diados del siglo XIX se lo incorporó visualmente por medio del arte público108.
106
Estos poemas se leyeron públicamente en Bogotá en las fechas señalas. Miguel Antonio Caro,
“A la estatua del libertador: En la plaza mayor de Bogotá”, Boletín Cultural y Bibliográfico 7, n.o 04
(1964): 619-22. Y, José Asunción Silva, “Al pie de la estatua”, Boletín Cultural y Bibliográfico 7,
n.o 04 (1964): 623-29.
107
Cifola, Martín Kohan o la desarticulación, 5.
108
Delgadillo, Bogotá un museo a cielo abierto, 10-128.
de 1970. En esta fecha aparecieron las primeras esculturas abstractas, que deco-
raron calles, plazas y parques en Bogotá. Comenzaron a instalarse así: Gandhi
(1971), de Feliza Bursztyn, ubicada en la calle 100 con 7ª; Dinamismo (1974),
de Édgar Negret, situada en la plaza de la Procuraduría General de la Repúbli-
ca, en la carrera 5ª con calle 15; Torres (1973), de Eduardo Ramírez Villamizar,
localizada en la avenida Circunvalar con calle 35; Lanzando la onda (1975), de
Alejandro Obregón, ubicada en la calle 24 con carrera 13, y así sucesivamente se
fue poblando la ciudad con esculturas de arte abstracto, hasta que por iniciativa
de Ana Milena Muñoz de Gaviria, en 1994 se creó el Museo Vial Avenida El
Dorado. Es en esa avenida donde reposan la mayoría de las esculturas de arte
abstracto de la ciudad. ¿Los bogotanos recuerdan estas esculturas abstractas?
¿Se ubicaron espacialmente siguiendo algún referente social o político? ¿Hay
algún sistema que las organice urbanamente y que conduzca a algún propósito
colectivo, o esto se hizo al azar?
El pasado es un país al que las nuevas generaciones deben viajar; se trata
hoy de construir una nueva memoria que traspase la abstracción. Desde el asunto
que nos ocupa en este trabajo —los monumentos públicos—, sí hay intentos de
sobrepasar la abstracción como tema. Aparecen los nuevos sitios de memoria,
los museos de memoria, los centros de memoria histórica, etc. En ellos, los
héroes se vuelven colectivos, sin características individuales. Podríamos hablar
de héroes masa y de una nueva narración antiépica que sustenta los grupos
que se quieren recordar. En el caso de Colombia, hablamos de las víctimas del
conflicto armado. Se lucha por recordar, por no olvidar, para que no se repita
la historia, para reparar simbólicamente a las víctimas; en ese orden de ideas, se
han proyectado y construido en Colombia varios museos y centros nacionales
de memoria histórica, pero el más reconocido de todos es el Museo Nacional
de Memoria Histórica, en Bogotá.
Para concluir, quiero retomar aquí el papel de una institución clave en
salvaguardar la memoria contemporánea. Se trata del Instituto Smithsoniano,
que, por un lado, fue el asesor original del Museo Nacional de la Memoria en
Bogotá112, y por otro, es el curador de la controversial exposición llamada “La
presidencia americana: una gloriosa carga”. Esta última es, sin duda, parte del
proceso de búsqueda de nuevos referentes —históricos, sociales y culturales—
en que se encuentra la humanidad actualmente.
112
revistaarcadia.com, “¿En qué va el Museo Nacional de la Memoria?” https://www.revistaarca-
dia.com/noticias/articulo/el-museo-nacional-de-la-memoria-de-colombia-posconflicto-repara-
cion-simbolica/48532.
9. Conclusiones
que otros más no se dan por enterados. Esto muestra las dificultades que hay
para recordar, para tejer un sistema de referentes que redundara en una comu-
nidad imaginada que integrara mentalmente a los colombianos dentro de un
Estado nación117.
Si retomamos la idea de Comte, quien dice que nuestro equilibrio men-
tal depende en gran medida del hecho de que los objetos físicos con los que
estamos en contacto diario no cambien mucho y permanezcan estables en un
marco espacial y temporal preciso, podríamos concluir que, al tomar como
ejemplo las conmemoraciones a través de las esculturas públicas ubicadas en
la capital del país, la ausencia de estabilidad y el permanente movimiento de
los referentes no ayudaron a que los bogotanos tuvieran un gran equilibrio a
causa de que sus referentes no fueron estables ni en el tiempo ni en el espacio;
por el contrario, la inestabilidad predominó en el proceso de construcción de
la memoria social de la nación, todo lo cual proveyó a los ciudadanos de una
mirada caótica e inconexa frente a los procesos políticos, económicos y sociales,
entre otros, del país.
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Revista Arcadia. ¿En qué va el Museo Nacional de la Memoria? Bogotá, 29 de abril de 2016.
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swarthmore.edu/Humanities/mguardi1/espanol_11/kant.htm.
W Radio ¿Dónde está la estatua de Cristóbal Colón que fue juzgada, condenada y colgada
el 12 de octubre de 2004 en Caracas?, Bogotá, 12 de octubre de 2016. http://www.
wradio.com.co/noticias/sociedad/donde-esta-la-estatua-de-cristobal-colon-que-
fue-juzgada-condenada-y-colgada-el-12-de-octubre-de-2004-en-caracas/20161012/
nota/3271827.aspx.
Iconografía
Estampillas
Fotografías
Simón Bolívar.
Nombre: Monumento a Simón Bolívar
Autor: Pietro Tenerani
Ubicación: Plaza de Bolívar - BOGOTÁ
Inauguración: 20 de julio de 1846
Imagen tomada de internet: https://es.wikipedia.org/wiki/Plaza_de_Bol%C3%ADvar
Minerva
Nombre: Monumento a Minerva
Autor: Vico Consorti
Ubicación: Carrera 4, Calle 11, Biblioteca Luis Ángel Arango, Banco de de la República-
BOGOTÁ
Inauguración: Abril de 1958
Imagen tomada del libro: Bogotá, un museo a cielo abierto. Guía de esculturas y monu-
mentos conmemorativos en el espacio público, de la Alcaldía Mayor de Bogotá,
2008, p. 130.
Hombre a Caballo
Autor: Fernando Botero
Ubicación: Acceso Principal al
Parque El Renacimiento,
Calle 26 con Carrera 22 - BOGOTÁ
Inauguración: 3 de noviembre de 2000
Imagen tomada del libro: Bogotá, un museo a cielo abierto. Guía de esculturas y monu-
mentos conmemorativos en el espacio público, de la Alcaldía Mayor de Bogotá,
2008, p. 359.
Discurso de recepción
[125 ]
Fernán González González SJ.
tos contra las estatuas de los líderes del sur de los Estados Unidos en la guerra
de secesión. A esto se podría añadir los movimientos contra las estatuas de
Franco en España e incluso los problemas del departamento de Nariño contra
la memoria de Bolívar y Sucre.
El proceso de industrialización de
América Latina y la influencia del
pensamiento de la CEPAL,
1930-1980
Resumen
Este ensayo analiza los orígenes y consolidación del proceso de
industrialización como motor del desarrollo de las economías latinoa-
mericanas desde la Gran Depresión de los años 1930 hasta la década de
1970. Discute primero la importancia que tuvieron las perturbaciones
externas generadas por la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial
en la gestación de dicho proceso. Considera posteriormente el impacto
que tuvieron las ideas de la CEPAL en la consolidación de la estrategia de
industrialización, las fases de dicho proceso y su alcance variable en los
distintos países de la región. Por último, analiza los resultados de dicha
política, tanto económicos como sociales, y explora sus efectos sobre
las exportaciones, el desarrollo agropecuario y la estabilidad macroeco-
nómica, examinando en este último caso los orígenes de la crisis de la
deuda de los años ochenta, que marca el fin definitivo de la estrategia
de industrialización.
[131 ]
José Antonio Ocampo
Abstract
I. Los antecedentes
cas generadas por la Gran Depresión, pero que se caracterizó también por el
surgimiento de nuevas formas de intervención estatal. Como un todo, fue un
período de lento crecimiento económico (2,6% anual o 0,6% por habitante3),
pero aun así superior al promedio mundial de la época4. La segunda fase, entre
el final de la Segunda Guerra Mundial y 1980, que puede considerarse como el
período más clásico de la industrialización dirigida por el Estado, dio lugar al
mayor crecimiento de la economía latinoamericana en toda su historia (5,5%
anual y 2,7% por habitante) y, como veremos, también a los mayores ritmos
de aumento de la productividad. Es interesante observar que el aumento del
PIB por habitante fue alto pese a la explosión demográfica que caracterizó este
período. En todo caso, los desarrollos durante ambas fases fueron muy diversos
a lo largo y ancho de la región.
También tuvo un impacto el despegue de la “segunda globalización”: el
rápido crecimiento del comercio internacional desde la década del cincuenta,
las oportunidades que comenzó a ofrecer para las exportaciones industriales
de países en desarrollo desde mediados de la década del sesenta, la reconstruc-
ción del sistema financiero privado internacional desde fines de los cincuenta
(aunque sus efectos fueron importantes para América Latina solo en la década
del setenta) y las críticas crecientes al intervencionismo estatal que acompa-
ñaron estos procesos. Sin embargo, sus efectos más notorios sobre la región (y
el mundo en general) se sentirían más allá del período que cubre este ensayo.
caer desde mediados de 1928, antes del derrumbe de Wall Street y, en algunos
casos, como el azúcar y el cacao, desde mucho antes. También desde mediados
de 1928 comenzó a enfriarse el auge de financiamiento internacional que había
beneficiado a la mayoría de los países latinoamericanos durante los años veinte
(con México como gran excepción, debido al impacto de su Revolución).
El colapso de las exportaciones y la interrupción brusca del finan-
ciamiento internacional generaron tensiones en la balanza de pagos y en las
cuentas fiscales. Aunque los países latinoamericanos estaban acostumbrados a
estos fenómenos, esta vez la escala de los acontecimientos fue mucho mayor5.
Si bien el grueso de los países (entre ellos, y en forma notoria, Colombia) se es-
forzaron inicialmente por mantenerse dentro de las “reglas del juego” del patrón
oro, ajustando las finanzas públicas y permitiendo que la cantidad de dinero
en circulación se redujera en forma dramática a medida que disminuían las
reservas internacionales, todos terminaron abandonando dicho patrón cuando
la madre de dicho régimen, Gran Bretaña, lo hizo en septiembre de 1931. Esto
estuvo acompañado en la mayoría de los países por una devaluación del tipo
de cambio con respecto a la moneda internacional emergente, el dólar de los
Estados Unidos. El uso en gran escala en el mundo industrializado de controles
de cambios, de tasas de cambio múltiples, de mayores aranceles y controles a las
importaciones, y de acuerdos bilaterales de comercio y de pagos, se difundió
hacia los países de la región. Los pocos países que evitaron el uso de los nuevos
instrumentos cambiarios fueron países pequeños bajo una fuerte influencia de
los Estados Unidos o que usaban el dólar como medio de pago (Cuba y Panamá,
en particular).
Con el colapso de los precios de productos básicos, se generalizaron
los mecanismos para administrar los mercados internacionales de productos
básicos, los cuales tenían antecedentes, entre ellos los tres utilizados por Brasil,
bajo el liderazgo del estado de São Paulo para manejar la oferta de café desde
comienzos del siglo XX. Las medidas, impulsadas ahora por el gobierno federal
de Brasil, se hicieron más agresivas durante la Gran Depresión e incluyeron
la destrucción física de inventarios6. Brasil intentó llegar a un acuerdo con
Colombia para manejar el mercado cafetero desde 1931, pero estos esfuerzos
solo fructificaron muy temporalmente en 1936-37, ya que Colombia suspendió
unilateralmente el acuerdo después de intervenir en el mercado durante solo
seis meses (octubre de 1936 a marzo de 1937). El primer éxito estable fue el
5
Véase un análisis pormenorizado de los efectos de la Gran Depresión en América Latina
en Díaz-Alejandro (1988), el volumen compilado por Thorp (1988) y Bulmer-Thomas
(2003, cap. 7).
6
Para la historia de estas intervenciones véase, entre otros, Delfim Netto (1979).
Sin embargo, más que un cambio súbito y radical en los patrones de de-
sarrollo de América Latina, la Gran Depresión representó una fase de transición.
En particular, los países no descartaron la posibilidad de que las exportaciones
se recuperaran, como había acontecido en el pasado y como sucedió de hecho
entre 1932 y 1937. Los efectos de la nueva recesión de los Estados Unidos de
1937 y el estallido dos años después de la Segunda Guerra Mundial fueron, por
eso, la ratificación de que la era de las exportaciones había llegado a su fin. Como
jugando un papel importante durante toda esta nueva fase de desarrollo, entre
otras razones porque la industrialización siguió dependiendo en gran medida
de las divisas que generaban las exportaciones de dichos productos. Una de las
implicaciones de ello, en la visión de Hirschman (1971), es que la “industriali-
zación tardía” de los países latinoamericanos se caracterizó por la debilidad de
los intereses industriales en relación con los primario-exportadores.
A pesar de su papel mucho más reducido en las economías de la región,
las exportaciones continuaron desempeñando una función fundamental, no
solo como fuente de divisas en todos los países sino también de financiamiento
gubernamental en los de vocación petrolera y minera. Además, casi todos los
países medianos y grandes introdujeron mecanismos de promoción de expor-
taciones desde los años sesenta, coincidiendo con las mayores oportunidades
que comenzaba a ofrecer la economía internacional. Por su parte, los países
más pequeños, cuyas oportunidades de industrialización eran más limitadas,
promovieron el surgimiento de nuevas exportaciones de productos básicos
desde los años cincuenta. Como veremos más adelante, la integración regional
constituyó un tercer elemento de la estrategia. Como resultado de ello surgió
un “modelo mixto” que combinaba la sustitución de importaciones con la
promoción de exportaciones y la integración regional. El modelo era también
“mixto” en el sentido de que promovía activamente la modernización agrícola.
Aparte de las intervenciones en el manejo del comercio exterior, el
Estado asumió nuevas funciones: un papel fortalecido (incluso monopólico)
en el desarrollo de la infraestructura, la creación de bancos de desarrollo y de
varios comerciales, el diseño de mecanismos para obligar a las instituciones
financieras privadas a canalizar fondos hacia sectores prioritarios (crédito
dirigido), el aliento a la empresa privada nacional mediante la protección y los
contratos gubernamentales y la fuerte intervención en los mercados agrícolas
de productos agropecuarios. En el ámbito social incluyó un papel muy activo
en la provisión de educación, salud, vivienda y, en menor medida, seguridad
social. Este conjunto de intervenciones estatales al igual que el carácter mixto
del modelo de comercio exterior es precisamente lo que hace que el concepto de
“industrialización por sustitución de importaciones” sea totalmente inadecuado
para caracterizar esta etapa del desarrollo regional.
A fines de la década de los años cuarenta y principios de la de los
cincuenta, la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América
Latina (CEPAL)9, bajo el liderazgo de Raúl Prebisch, articuló una teoría de la
industrialización. Esta teoría no solo hizo parte de los debates de la emergente
literatura académica sobre desarrollo económico, sino también sobre las polí-
9
Más tarde, de América Latina y el Caribe.
regional (Cuadro 2). Entre los países más grandes, los mayores aumentos en
la participación de la industria manufacturera en el PIB entre 1950 y 1974 se
alcanzaron en Argentina, Brasil, Colombia y México; por el contrario, fueron
muy inferiores en Perú y Venezuela y marginales en Chile. Pero la industriali-
zación también avanzó rápidamente en varios países pequeños, en particular
en Ecuador y varios centroamericanos, mezclada en ellos con una estructura
primario-exportadora. Entre 1974 y 1980 la industrialización avanzó en muy
pocos países: algo en México y Venezuela, entre los más grandes, y especialmente
en Ecuador y Nicaragua entre los pequeños. En Brasil se redujo marginalmente
su participación en el PIB, pero el crecimiento industrial siguió siendo muy
dinámico.
12
Este “microeconomía de la sustitución de importaciones” está asociado muy especialmente al
trabajo de Jorge Katz (véanse, por ejemplo, Katz, 1984, y Katz y Kosacoff, 2003).
13
Esta es una lectura apropiada de la información que proporcionan Anderson y Valdés (2008)
que la de un sesgo más generalizado contra el sector agropecuario. Véase, por ejemplo, el Gráfico
1.3 de dicho estudio, que muestra que los productos que competían con las importaciones tuvie-
ron casi siempre una protección positiva.
14
En su análisis de las fuentes de aumento de la productividad de las seis principales economías,
Astorga, Bergés y Fitzgerald (2011) encuentran que el período 1936-1977 ha sido el de mayor
aumento de la productividad agrícola, tanto en relación con las primeras décadas como de las
últimas décadas del siglo XX.
15
La disminución fue mucho más alta en relación con los niveles de comienzos de la posguerra,
cuando en algunos años alcanzó 10% o más. Sin embargo, estas altas participaciones reflejaban
los bajos niveles de comercio derivados de la devastación europea y los altos precios de produc-
tos básicos de esos años y, por este motivo, no resulta una comparación relevante.
El PIB per cápita creció a un ritmo del 2,7% anual entre 1945 y 1980,
el más alto que ha experimentado para un período de tiempo de esta duración,
pero inferior al de las economías más dinámicas de Europa o Asia. Esto refleja,
sin embargo, la explosión demográfica que experimentó la región durante este
período. De hecho, la capacidad para absorber este choque demográfico y,
además, el rápido proceso de urbanización que lo acompañó, debe considerarse
como un resultado favorable del proceso de industrialización. Cuando se incluye
el rápido crecimiento poblacional, se observa que la participación de América
Cuba17. La historia de las economías más pequeñas fue muy heterogénea. Costa
Rica, Ecuador y Panamá experimentaron a largo plazo un crecimiento del PIB
per cápita superior al promedio latinoamericano. A ellas habría que agregar
República Dominicana y Guatemala durante el auge de 1967-74, y Paraguay
en 1974-80. Por el contrario, Bolivia y Nicaragua tuvieron, en el conjunto del
período, el peor desempeño regional en términos de crecimiento per cápita.
Cabe agregar que la mayoría de los países de peor desempeño tuvieron
rupturas revolucionarias: Bolivia, Cuba, Chile y Nicaragua, en secuencia histórica.
Los otros dos, Argentina y Uruguay, también experimentaron una historia de
fuertes rupturas político-institucionales, bajo la forma de dictaduras militares,
al igual que Chile después de la Unidad Popular. La frecuencia de dictaduras
militares y la ausencia de continuidad de las instituciones democráticas fue, en
general, una característica de la región durante el período analizado. Por otro
lado, con la excepción de Costa Rica y Panamá (las dos economías con buen
desempeño), la región centroamericana se hundió en una fase de guerras civiles
hacia el final de nuestro período de análisis. Colombia también estuvo sumida
en su propia guerra civil (el período llamado simplemente como “La Violencia”)
durante la primera fase de la posguerra, la de peor desempeño económico.
Sin ahondar en los indicadores correspondientes, conviene resaltar que
en materia social los resultados fueron diversos. La extensión de cobertura de la
educación básica, el desarrollo de sistemas de salud modernos, de capacitación
de mano de obra y, en menor medida, de sistemas de seguridad social recibió
un impulso considerable durante la industrialización dirigida por el Estado. El
Gráfico 5 muestra, en efecto, que el mayor avance en los índices de desarrollo
humano en relación con los países industrializados se logró entre 1940 y 1980,
y se estancó en las dos últimas décadas del siglo XX. El trabajo de Astorga,
Bergés y Fitzgerald (2005) llega a la misma conclusión mirando un conjunto
algo diferente de indicadores (la tasa de alfabetización como indicador de desa-
rrollo educativo). Además, aunque persistieron diferencias importantes en los
niveles del PIB per cápita, hubo una convergencia considerable en los índices
de desarrollo humano de los países de la región.
17
En el caso de Cuba, cuyos registros no se reproducen en los cuadros mencionados, su PIB per
cápita en 1957 era virtualmente el mismo que el de 1916. La transición hacia una economía cen-
tralmente planificada generó un retroceso adicional que solo comenzó a superarse años setenta
(véase Santamaría, 2009).
18
En efecto, de acuerdo con este autor, la pobreza se redujo en seis países (Argentina, Brasil,
Chile, Colombia, Uruguay y México) del 71% en 1913 a 27% en 1990; de esta reducción, 30 pun-
tos porcentuales (es decir, poco más de dos terceras partes) tuvieron lugar entre 1950 y 1980.
setenta y Nicaragua en los ochenta (Choncol, 1994). Las tres últimas fueron
objeto de reversión posterior. Otros procesos, muchos de ellos inducidos por
la Alianza para el Progreso en la década del sesenta, fueron menos ambiciosos.
Sin embargo, con la notable excepción de Cuba, aún las reformas agrarias más
radicales no beneficiaron a la totalidad, o incluso a la mayoría de la población
campesina; incluso la más ambiciosa, la mexicana, dejó de lado a la mitad de la
población campesina y al 57% de la tierra (de Janvry, 1981, cap. 4). En su con-
junto, apenas rasguñaron la estructura de la propiedad de la tierra, que siguió
siendo altamente desigual (Frankema, 2009, cap. 3). La desaparición gradual
de las formas más serviles de relaciones laborales y sociales del campo fue, en
todo caso, uno de los principales resultados del proceso de industrialización, y
a ella contribuyeron las reformas agrarias, pero su principal determinante fue
el proceso de urbanización.
mentando dicho país. Esto tuvo un efecto directo sobre el servicio de la deuda,
ya que gran parte de las obligaciones externas de América Latina eran créditos
sindicados contratados con la banca internacional a tasas de interés flotantes.
A ello se agregó un fuerte deterioro de los precios reales de productos básicos.
Los fuertes desequilibrios macroeconómicos que caracterizan el auge
de financiamiento externo de los años setenta y la crisis de la deuda han lle-
vado a la visión según la cual la falta de disciplina macroeconómica era una
característica inherente al modelo de industrialización dirigida por el Estado.
Sin embargo, en contra de esta percepción, la indisciplina macroeconómica fue
menos generalizada de lo que se señala a menudo.
En primer término, en contra de la percepción muy generalizada so-
bre la propensión inflacionaria de América Latina, la alta inflación no fue una
característica generalizada de la región. En realidad, como lo señaló Sheahan
(1987), en los años cincuenta y sesenta, solo cuatro países (Brasil y los tres del
Cono Sur) tuvieron tasas de inflación más altas que el resto del mundo. A ellos
hay que agregar Bolivia y Paraguay durante las turbulencias políticas de los años
cincuenta. En promedio, la mediana de la tasa de inflación de las economías no
inflacionarias osciló entre el 2 y el 4% entre mediados de los años 1950 y 1971.
Incluso en los inflacionarios, la tasa de inflación tendía a retornar a niveles entre
10 y 20% después de desbordes esporádicos.
La aceleración de la inflación en los años setenta fue, además, parte de
un fenómeno de alcance mundial. Las economías no inflacionarias de América
Latina mostraron nuevamente un comportamiento favorable. En efecto, si se
excluyen las economías más inflacionarias de la región (Brasil y los países del
Cono Sur), el promedio simple de las tasas de inflación de los países de América
Latina en 1971-1980 fue de 14,2% vs. 17,1% que el FMI calcula para el conjunto
de países en desarrollo. Nuevamente las noticias más desfavorables se dieron
en los países con tradición inflacionaria, que inauguraron la era de la inflación
de tres dígitos20, en general como parte de fuertes crisis políticas, pero también
de fenómenos económicos (la fuerte indexación de precios y salarios). De esta
manera, la explosión generalizada de la inflación fue un fenómeno característico
de la década de 1980 y puede verse, por lo tanto, más como efecto que como
causa de la crisis de la deuda.
La evolución de las cuentas fiscales muestra también que, como parte
de una tendencia internacional, el gasto público tendió a aumentar a largo plazo,
duplicando el tamaño promedio de los gobiernos centrales entre 1950 y 1982,
del 12 al 22% del PIB. Sin embargo, esta expansión fue financiada con aumen-
20
Esta había tenido, sin embargo, su antecedente en las explosiones inflacionarias durante las
guerras civiles de Colombia y México de comienzos del siglo XX.
tos en los impuestos, de tal forma que los déficits fiscales fueron, en general,
moderados hasta los años sesenta, nuevamente con excepciones (generalmente
temporales) en Brasil el Cono Sur. De esta manera, el aumento en el número de
países con déficits fiscales importantes solo se produjo en forma tardía, en la
segunda mitad de la década del setenta, y estuvo íntimamente asociado al auge
del financiamiento externo que tuvo lugar durante esos años.
En contra de otras críticas tradicionales, tampoco hubo una explosión
de la participación de las empresas públicas en la economía. Según el Banco
Mundial (1995), la participación promedio de las empresas estatales en el PIB no
agropecuario de América Latina fue del 9,7% en 1979-81, inferior al promedio
de las economías emergentes (que alcanzaba 12,1%). Esto sirve para corroborar
la apreciación formulada en una sección anterior según la cual la opción de
América Latina después de la Segunda Guerra Mundial fue por menos y no
por más Estado. La gran excepción fue, como ya hemos señalado, la decisión de
controlar más estrechamente los recursos mineros, incluidos los hidrocarburos,
así como el sector de infraestructura. Por eso, las participaciones más altas de
las empresas públicas en la actividad económica se observaron en general en
países con importantes sectores petroleros y mineros (Venezuela, Bolivia, Chile
y México, en ese orden).
De esta manera, el problema macroeconómico más importante que en-
frentaron los países latinoamericanos durante la etapa de industrialización dirigida
por el Estado fue la tendencia al desequilibrio externo. Su principal expresión
fueron las oleadas de crisis de balanza de pagos, en particular entre mediados de
las décadas del cincuenta y el sesenta y después del primer choque petrolero de
1973. Sin embargo, en contra de la percepción según la cual su causa principal
fue una tendencia a la sobrevaluación de los tipos de cambio no es acertada,
Jorgensen y Paldam (1987) han mostrado que no hubo una tendencia de largo
plazo hacia la apreciación de los tipos de cambio oficiales en términos reales
durante el período 1946-1985 en ninguno de los ocho países latinoamericanos
más grandes. La característica más preocupante de los regímenes cambiarios
de la época fue, más bien, la marcada volatilidad alrededor de la tendencia de
largo plazo del tipo de cambio real, sobre todo en las economías más proclives a
la inflación, un patrón que se intentó modificar con la introducción del sistema
de minidevaluaciones desde mediados de la década del sesenta.
El desequilibrio externo más marcado fue, por supuesto, el que se
experimentó en la segunda mitad de los años setenta y que dio lugar a la crisis
de la deuda. Sus contrapartidas fueron los déficits comerciales y fiscales que
he mencionado, estos últimos más bien novedosos como patrón generalizado
Referencias
Resumen
Juan José Nieto y Luis Antonio Robles, dos figuras cimeras de la
afrocolombianidad, dos personalidades afines ideológicamente, con
muchas similitudes, que van desde la humildad de los hogares que los
acogieron en su seno hasta la rauda carrera política, siempre nadando
contra la corriente, que emprendieron ambos hasta alcanzar el pináculo
de la grandeza. No les fue fácil, a ninguno de los dos, abrirse paso en una
sociedad cerrada y elitista, como era la de la época, como tampoco les fue
fácil abrirse un espacio propio en el ámbito de la política, máxime cuando
si algo los caracterizó fue su espíritu rebelde, díscolo y contestatario.
[171 ]
Amylkar Acosta Medina
Abstract
Juan José Nieto and Luis Antonio Robles, two leading figures of
Afro-Colombianity, two ideologically related personalities, with many
similarities, ranging from the humility of the homes that took them in
their womb to the political race, always swimming against the current,
which they undertook both until they reached the pinnacle of greatness.
It was not easy for either of them to make their way in a closed and elitist
society, as it was at the time, nor was it easy for them to open their own
space in the field of politics, especially when something characterized
them was his rebellious spirit, wayward and contestant.
Vamos al grano
Ahora sí, vamos al grano. Juan José Nieto y Luis Antonio Robles, dos figuras
cimeras de la afrocolombianidad, dos personalidades afines ideológicamente,
con muchas similitudes, que van desde la humildad de los hogares que los
acogieron en su seno hasta la rauda carrera política, siempre nadando contra la
corriente, que emprendieron ambos hasta alcanzar el pináculo de la grandeza.
No les fue fácil, a ninguno de los dos, abrirse paso en una sociedad cerrada y
elitista, como era la de la época, como tampoco les fue fácil abrirse un espacio
propio en el ámbito de la política, máxime cuando si algo los caracterizó fue
su espíritu rebelde, díscolo y contestatario. Ello les valió la persecución, el ex-
trañamiento y hasta el exilio, sin que tales vicisitudes los doblegara y mucho
menos los hubiera llevado a abjurar o a renegar de su ideario. Intrépidos ellos,
el coraje y la bizarría nunca les faltó, como tampoco su grandeza y generosidad
cuando se imponían a sus adversarios, que no fueron pocos.
Si algo los distinguió a ellos en las múltiples batallas que debieron librar,
por fuerza de las circunstancias, fue el temple en la lucha feral y la templanza a
la hora del triunfo. Ellos, al igual que Miguel de Cervantes Saavedra, el Manco
de Lepanto, alternaron la pluma con la espada, pues por aquellos tiempos de
bárbaras naciones, en las que proliferaron las guerras civiles, les tocó recurrir a
las armas para defender sus ideas, ya fuera desde la institucionalidad amenazada
por los contrarios o para hacerse a ella para reivindicarlas. Si descontamos el
sinnúmero de grescas intestinas dentro de los límites de los estados federales,
entre 1812 y 1886 se registraron nueve guerras civiles de alcance nacional.
Aunque el dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht diga que “toda guerra es
una derrota”, para la época que les cupo en suerte vivir y luchar era más bien
“la continuación de la política por otros medios”, como lo sostuvo Carl Von
Clausewitz. Ello explica que Nieto alcanzara el grado de General y Robles el de
Coronel, a despecho del talante civilista de los dos.
Qué bueno volver sobre los pasos de la historia y darnos una cita con ella,
para indagar por los personajes y los acontecimientos que marcaron el curso
de nuestra vida republicana, en este caso Nieto y Robles. La historia tuvo un
principio, pero no tiene fin; solo una torcida interpretación del pensamiento
de Federico Nietzsche pudo llevar a Francis Fukuyama a sentenciar el fin de la
historia, pues de sus tesis jamás se puede colegir tan descabellado planteamien-
to. Esta, al igual que la ideología, se rige por la ley del movimiento perpetuo,
caracterizado por un constante y recurrente volver a comenzar, claro está so-
bre bases renovadas y cada vez más elevadas, en forma de espiral. La historia,
como la vida misma, fluye, sigue su senda, con nosotros o sin nosotros; somos
necesarios, más no imprescindibles para ella. No es posible detener las ruedas
de la historia sin perecer arrollados por ella; solo nos es posible incidir, torcer
su curso o, de lo contrario, dejarnos arrastrar por ella. La historia trabaja para
nosotros, sólo a condición de que nosotros trabajemos para ella, pues, como lo
afirma Vittorio Messori, “cada quien es rehén de su propia historia”.
Resulta hercúlea, pero fascinante, la tarea de adentrarnos en los vericue-
tos y laberintos de la historia e intentar su escrutinio, a partir de una lectura
transversal de sus hitos y de quienes los protagonizaron. Al aproximarnos a la
historia e indagar en ella, nos tropezamos con un primer obstáculo: la forma
simplista y sesgada como muchas veces se abordó por quienes la escribieron.
No pocas veces los escribanos de la época fungían como amanuenses de los de-
tentadores del poder; por ello, se suele decir que la historia la escriben, siempre,
los victoriosos y no quienes muerden el polvo de la derrota. La distorsión y la
trivialización de la historia la falsean y hacen más difícil dar con las claves que
nos permitan emitir un juicio desprejuiciado, alejado de los apasionamientos
y las animadversiones maniqueas, como fieles intérpretes y no como subjetivos
panegiristas. Trataremos de apartarnos de la versión interesada tanto de la le-
yenda rosa como de la leyenda negra, de buenos y malos, como en las películas
de vaqueros, sin perder de vista que también se puede entrar a la historia por
la puerta cochera, como ciertos personajes de opereta, que hicieron historia a
su manera.
Hablemos de Nieto
1
“La historia del único presidente negro que ha tenido Colombia”, El Tiempo, Bogotá, 20 de
septiembre de 2016.
2
Ídem.
3
Ídem.
4
Gonzalo Guillén. Derecho de petición dirigido al presidente Juan Manuel Santos y recibido en
Casa de Nariño el 7 de junio de 2016.
5
Ídem.
6
Orlando Fals Borda, Historia doble de la Costa 2. El presidente Nieto, (Bogotá, Universidad
Nacional de Colombia, Banco de la República y Áncora Editores, 2002).
orden está dada y el óleo restaurado de Nieto debe ir a llenar el vacío que había
dejado su exclusión, como un acto de tardía reparación histórica.
Ahora toca instalar su óleo entre los también expresidentes Mariano Ospina
Rodríguez, su antecesor y Tomás Cipriano de Mosquera su sucesor. De modo que
al reordenar la secuencia de quienes han ejercido la Presidencia, el presidente
Santos ya no es el Presidente número 114 en la lista que lleva la Biblioteca Luis
Ángel Arango del Banco de la República, sino el 115, porque Juan José Nieto
se les “coló” en el puesto 41. Sólo resta que el Congreso de la República tramite
una Ley de honores al expresidente Juan José Nieto para hacerle justicia y ubi-
carlo en el lugar que se merece por su meritorio desempeño y liderazgo. Si este
esbozo biográfico llegara a servir de insumo para la exposición de motivos del
proyecto de ley a presentar a la consideración del Congreso de la República, me
daría por bien servido y sería de mucha satisfacción para mí.
Hablemos de Robles
En esta exposición analizaremos también la vida y obra de un personaje,
grande entre los grandes, que descolló a lo largo de la segunda mitad del siglo
XIX. Me refiero a Luis Antonio Robles Suárez, hijo ilustre de La Guajira, nacido
en la población de Camarones, situada en las goteras de Riohacha, capital del
Departamento de La Guajira, el 24 de octubre de 1849, luchador incansable y
figura señera del liberalismo. Si nos atuviéramos al Hermano Justo Ramón o a
Henao y Arrubla, Robles nunca existió, lo refundieron en el anonimato, desde
donde él había irrumpido, altivo y desafiante, para abrirse paso, a mandoblazos,
hasta ocupar un sitial de privilegio en la historia. Fue un hombre que jamás pasó
inadvertido en donde quiera que llegaba; siempre estuvo en el ojo del huracán
en los procelosos tiempos que le cupo en suerte vivir. Era la elocuencia hecha
verbo. La política es destino y ese fue el suyo; el Negro Robles, como cariño-
samente, lo llamaban, fue un político hasta los tuétanos, imbuido del ideario
liberal, convencido y convincente.
Para utilizar la expresión de Saramago, ¡Luis Antonio Robles fue un liberal
hormonal! Llegó hasta las más encumbradas posiciones, alcanzadas siempre
con denuedo, tesón y perseverancia, sin abandonar sus principios ideológicos
y sin renegar jamás a su bandería política. Fue un adelantado de su época y
supo mirar el futuro con anticipación, por ello trascendió a su época, merced a
sus actuaciones y a su espíritu visionario. Desde temprana edad se alistó en las
filas del radicalismo, del cual fue uno de sus más caracterizados exponentes;
se contaba entre sus ideólogos y voceros autorizados. Defendió con ardentía y
valor la causa de la libertad y la democracia, en momentos en que una y otra
eran escarnecidas; así como la independencia tuvo sus precursores, podemos
afirmar sin hipérboles que Robles y el radicalismo fueron los precursores de la
democracia colombiana.
Luis Antonio Robles fue multifacético y gozaba de una gran versatilidad,
desempeñándose con brillo y competencia en la academia, en la política, en el
parlamento, en el litigio, en el periodismo, como escritor y no lo fue menos en
las artes de la guerra, cuando el destino puso a prueba su espíritu civilista. A él
sí que le es aplicable el aserto de Benjamín Franklin: “Si no quieres perderte en
el olvido tan pronto como hayas muerto, escribe cosas dignas de leerse y haz
cosas dignas de escribirse”. Todo cuanto escribió, todavía, pese al paso inexo-
rable de los años, bien vale la pena leerlo y cuanto hizo lo hizo merecedor de
cuanto se ha escrito a propósito de su vida, condensación de una de las más
bellas epopeyas de nuestra historia republicana. Trataremos de no ser gigantes
en el resumen ni enanos en la síntesis, para ceñirnos rigurosamente al tiempo
estipulado para esta disertación.
Me he hecho el propósito de sacar a Robles del anonimato en que injus-
tamente se le tenía hasta hace muy poco. Cuando el Partido Liberal creó su
Academia de Historia, promovida por el académico Rodrigo Llano Isaza, entre
sus primeras actividades programó un ciclo de conferencias sobre los grandes
del liberalismo y al hacer memoria colectiva de los mismos advertí que entre
los nombrados y renombrados faltaba un grande y ese era El Negro Robles. Se
me asignó la tarea, fascinante para mí, de estudiar, de escudriñar el trasegar de
este ilustre hijo de mi tierra, La Guajira, para disertar sobre él. Oh, sorpresa la
que me llevé, al adentrarme en el conocimiento de este personaje altivo, alta-
nero si se quiere, e inteligente, que asombró con su pluma y con su verbo a sus
contemporáneos. El auditorio escuchó más atónito que atento mi exposición,
no salía de su asombro y nadie se explicaba cómo se había invisibilizado a un
hombre de su talla, que tantos servicios le prestó tanto al Partido Liberal como
al país. Me cabe la satisfacción que, desde entonces, siempre que se habla de los
grandes del liberalismo se incluye, en el lugar de privilegio que merece, a Robles.
Robles fue primero en todo: el primer negro en ser colegial de la Uni-
versidad del Rosario en donde se graduó con honores en 1868, fue el primer
negro en ocupar una posición relevante en el Gobierno Nacional, cuando a la
edad de 22 años fue nombrado por el presidente Murillo Toro como Director
de Educación Pública del Estado soberano del Magdalena en 1872, fue el pri-
mer negro en ser rector de una universidad, La Republicana, de donde nació la
Universidad Libre de Colombia, de la que fue cofundador, fue el primer negro
en llegar al parlamento colombiano, varias veces, dos por el Estado Soberano
del Magdalena y una por Antioquia (¡!), fue el primer negro en ser Ministro
del Tesoro y Crédito Público, a los 26 años y en cuya cartera, hoy en día, hace
falta su retrato en la galería de la sede del Ministerio de Hacienda, de quienes
han ocupado esa cartera.
Entre sus debates en el Parlamento se destacan dos: el de las emisiones
clandestinas por parte del Banco Nacional, y el otro, en contra de la censura de
prensa y la ley de los caballos. En el primer caso, puso al descubierto las emisio-
nes que de manera soterrada se estaban haciendo por parte del Banco Nacional,
a ciencia y paciencia del gobierno. “Dejadme penetrar en Banco Nacional y
os señalaré con el dedo en dónde están en los libros del mencionado Banco
las pruebas de las emisiones clandestinas” le planteaba Robles al Congreso. A
renglón seguido, propuso se conformara una Comisión que adelantara la in-
vestigación y estableciera la veracidad de sus denuncias. El ministro del Tesoro,
Carlos Calderón, en una salida en falso amenazó con recibirla con la punta de
las bayonetas del ejército permanente, si es que osaba asomarse a las bóvedas
del Banco. A ello ripostó, airado y con el puño en alto, en actitud desafiante,
Robles emplazándolo en los siguientes términos: “Si esta Comisión se nombra, le
pido a la Cámara que yo sea designado: qué honor y qué gloria, caer atravesado
por las bayonetas pretorianas, al intentar abrir las puertas del local en donde se
manejan en misterio los caudales de la Nación” e insistió, “dejadme penetrar en
él y os señalaré con el dedo la prueba de las emisiones clandestinas”.
Efectivamente, la Comisión cumplió con su cometido, sus sospechas se
confirmaron y unánimemente, a pesar de estar integrada por cuatro conserva-
dores y un solo liberal, acusaron a varios ex funcionarios como responsables del
Colofón
7
David Bushnell, Colombia una nación a pesar de sí misma: nuestra historia desde los tiempos
precolombinos hasta hoy, (Bogotá, Planeta, 2001), Decano de los colombianistas norteamerica-
nos.
Resumen
Los sangrientos episodios de la última guerra civil del siglo die-
cinueve en Colombia, que se inició en las postrimerías del 1899, y que
se extendieron hasta 1902, han sido objeto de la constante atención de
nuestros historiadores, opacando la crisis política que ocurrió al interior
del régimen conservador el día 31 de julio de 1900, en plena guerra civil,
calificada por unos como “golpe de estado”, y por otros como “cambio de
gobierno”. Este episodio terminó por frustrar, los intentos para negociar
una paz digna entre los contendientes y por lo tanto, se tradujo en la
innecesaria prolongación de la guerra durante cerca de dos años, con los
efectos devastadores que ella tuvo para la Colombia de la época.
[185 ]
Camilo Gutiérrez Jaramillo
más oscuros de nuestra historia, en los cuales iniciamos el siglo 20, que de
alguna forma son el umbral de los lamentables suceso de Panamá en 1903.
Abstract
The bloody episodes of the last nineteenth-century civil war in
Colombia, which began in the late 1899’s, and extended until 1902, have
been subject of the constant attention of our historians, overshadowing
the political crisis that occurred inside the conservative regime on July
31, 1900, in the midst of civil war, described by some as “coup d’état”, and
by others as “change of government.” This episode ended up frustrating
the attempts to negotiate a dignified peace between the contenders and
therefore, resulted in the unnecessary prolongation of the war for about
two more years with devastating effects for the Colombia of the time.
Los antecedentes
estados pactaron paz perpetua y olvido de todo lo pasado, más de sesenta años
después de terminar la guerra de Independencia. Núñez luego de retornar al
poder en 1884 enfrentó al año siguiente a los radicales alzados en armas contra
su gobierno, pero fueron derrotados en la batalla de la Humareda que tuvo lugar
el 17 de junio de 1885. El efecto de esta derrota fue el de convertir al presidente
en el dueño del espacio político con lo cual pudo impulsar la construcción de
un nuevo orden político y jurídico, definitivamente diferente al del radicalismo
federal contra el cual venía luchando de tiempo atrás. El día 10 de septiembre de
1885, Núñez desde uno de los balcones de la actual Cancillería de San Carlos,
mediante un discurso en el cual se refirió al triunfo militar de la “Humareda”
sepultó el orden constitucional de 1863, con estas palabras “... la constitución
de Rionegro ha dejado de existir…” . Pudo entonces Núñez impulsar la Carta
de 1886, que reemplazo la del 63. Básicamente esta Constitución estableció un
régimen centralista confesional y autoritario, con base en el cual los nueve estados
soberanos pasaron a ser nueve departamentos, meras secciones administrativas
dependientes del gobierno central.
De esta suerte, el engranaje que permitió operar políticamente la transi-
ción a la regeneración, fue el partido nacional, su brazo político. Este nuevo
colectivo impulsado por Núñez estuvo integrado por conservadores y liberales
independientes3 en una romántica y sincrética aspiración suprapartidista. Accedió
así Núñez en 1886 a una indiscutible magistratura política la cual le permitió
controlar a sus anchas el espacio político hasta su muerte en 1894, sin ocuparse
por lo demás de los pormenores cotidianos de la presidencia los cuales eran
gestionados por designados y vicepresidentes atentos a las instrucciones que
Núñez dispensó desde el Cabrero a partir de 1888.
En estos términos al interior del partido nacional ocurrió lo inevitable, es
decir, la imposible cohabitación de liberales independientes y conservadores.
Esta alianza no pudo superar el episodio de un pulso político ocurrido a me-
diados de 18874, en el que el vicepresidente Eliseo Payán, entonces al frente de
la primera magistratura en reemplazo de Núñez quien se hallaba en el Cabre-
ro, decidió restablecer la libertad de prensa, evocando sus simpatías liberales.
Alarmados con este avance liberal, los conservadores llamaron a Núñez quien
reasumió el poder privilegiando en adelante a los conservadores al interior del
partido nacional, de suerte que se le abrieron al conservatismo las puertas del
poder, y la regeneración quedo en manos de Holguín y de Caro. Se inició allí
3
Helen Delpar, Rojos contra Azules – El Partido Liberal en la Política Colombianas 1863 -1899,
(Bogotá, Colección el Liberalismo Radical, Procultura 1994), 313.
4
Germán Cavelier, Las Relaciones entre la Santa Sede y Colombia, Volumen I, (Bogotá, Editorial
Kelly, 1988), 585.
una discrepancia entre dos vertientes que terminaron en una cita que ocurrió
el 31 de julio de 1900 muchos años después.
Nacionalistas e históricos
la regeneración, Caro quedó al frente del estado y del partido nacional atento
a conjurar autoritariamente cualquier amenaza.
En este escenario se configuró un sector conservador integrado por los
inconformes de la derrota de Vélez en 1892 liderado por la prestante figura de
don Carlos Martínez Silva, quienes se dieron a conocer como los conservadores
“históricos”. En efecto, Caro y quienes lo acompañaban en el poder y el partido
“Nacional” perdieron la transparencia, y se enredaron en el almíbar del mando,
refractarios a cualquier crítica como suele ocurrir en estos casos. Por el contrario
los “históricos” inconformes con el rumbo de la regeneración, configuraron la
pugna entre estos dos grupos que discrepaban sobre la visión y alcance de la
Carta de 1886, que a juicio de los “históricos” no había sido cabalmente aplicada
en vista del autoritarismo de Caro. Aspiraban a que al amparo de la carta todos
los partidos políticos pudieran coexistir libremente sin restricciones.
Pero llama la atención la entidad ideológica de este nuevo colectivo el
de los “históricos”, que lejos de actuar en forma inopinada y eruptiva, señala-
ron coherentemente su derrotero doctrinario en un texto político de especial
significación9, expresado en un extenso memorial, fechado en enero de 1896,
titulado como “Motivos de disidencia” y conocido como el “Manifiesto de los
21” suscrito por el mismo número de seguidores de Carlos Martínez Silva, y
probablemente fruto de la pluma de este último, quien dejó su sello literario
característico en el texto del mismo.
Destaco los puntos relevantes en este documento que vuelve al genuino
realismo ecléctico de la carta de 1886 rescatando la noción abstracta de la libertad
aplazada artificiosamente durante diez años. Paradójicamente, los delegatarios del
86 enunciaron generosamente un catálogo de derechos y garantías, que fueron
limitados arbitrariamente por la regeneración y el nacionalismo, de modo que
son los “históricos” quienes llaman a hacer efectivas esas garantías. Igualmente
denuncian los 21 en este documento la falacia de la predicada descentralización
administrativa enunciada en la carta, como reacción a la federación de 1863,
descentralización que por el contrario robusteció las prerrogativas centrales del
estado en Bogotá desvaneciendo en exceso las potestades de las secciones terri-
toriales. Discreparon además los firmantes del manifiesto del nugatorio sistema
político que se incluyó en la ley electoral el cual, de espaldas a lo previsto en la
carta permitió la llegada a los cuerpos colegiados solamente a los miembros de
la regeneración, de suerte que en los 10 años de vigencia de la carta, el Partido
Liberal solo había podido llegar al Congreso con un solo diputado, es decir
una hegemonía al margen del sistema republicano, lo cual provocó la guerra
9
Adelaida Sourdis Nájera, “De los Conservadores Históricos y Nacionalistas a la Unión Repu-
blicana”. Revista Memoria, (Bogotá, Archivo General de la Nación, No. 17, 2017), 8.
Sanclemente y Marroquín
16
Carlos Sanclemente, El presidente Sanclemente – Un Magistrado Ejemplar, Biblioteca de Histo-
ria Nacional, Volumen CXLV, (Bogotá, Academia Colombiana de Historia, 1996), 44.
17
Carlos Sanclemente, El presidente Sanclemente, 45.
18
Carlos Eduardo Jaramillo, “Antecedentes generales de la guerra de los Mil Días y golpe de
estado del 31 de julio de 1900”, en Nueva Historia de Colombia, Historia Política 1886-1946, (Bo-
gotá, Editorial Planeta, 1989), 71.
Vol. CV No 867, Julio - Diciembre de 2018, Páginas 185 - 205 [193 ]
Camilo Gutiérrez Jaramillo
20
Luis Henrique Gómez Casabianca, El general Manuel Casabianca y su Tiempo. Una historia
épica, (Bogotá, Cámara de Representantes, Fondo de Publicaciones, 1997), 248.
21
Carlos Eduardo Jaramillo, “Antecedentes generales…, 96.
22
Luis Martínez Delgado, Historia de un cambio, 54.
Además, se hizo explícito el hecho que suele ocurrir en este tipo de si-
tuaciones, en el sentido que las limitaciones de un mandatario, se traducen en
depositar excesiva confianza en un funcionario que termina por llenar todos los
espacios. De modo que el entonces ministro de gobierno, señor Rafael Palacio
quedó convertido en una especie de superministro al cual debían consultar los
demás ministros, que se ubicaban en una especie de segundo rango, desnatu-
ralizando aún más la función presidencial.
A expensas de la institucionalidad, los hechos terminaron por desbordar el
derecho, de suerte que por razones de espacio no me detendré en la descripción
de los pormenores de los sucesos del 31 de julio de 1900 sino de la significación
jurídica y política de los mismos. En efecto era claro entre los dirigentes de
los liberales, y de los históricos que resultaba imperativo tomar medidas para
conjurar esa anómala situación y que había llegado el momento de proceder.
Se trataba de un secreto a voces. Don Carlos Martínez Silva, líder de los histó-
ricos, el mismo redactor del “manifiesto de los 21”, coordinó el núcleo de los
conjurados un grupo de 31 personalidades, provistas del designio de llevar a
cabo el cambio. La iniciativa de Martínez Silva entrañaba una peligrosa apuesta
en vista de las medidas que era dable adoptar, más aun si se tiene en cuenta que
esas acciones eran decididamente extraconstitucionales y les urgía contar con
apoyo militar. Debían actuar con cautela pues se corría el riesgo de pasar de un
gobierno débil a uno decididamente autoritario léase dictatorial, por cuenta de
una brutal e improvisada ruptura institucional.
El 31 de julio de 1900
del poder ejecutivo”, como se lee en una de las placas que presiden la sala de
actos de la Academia Colombiana de Historia.
Por lo demás, el día 3 de agosto en Villeta, el presidente Sanclemente fue
reducido, limitada militarmente su movilidad y en esas condiciones falleció
el día 19 de marzo de 1902, no sin maltratos excesivos, pues se quería evitar
que se empleara la figura de Sanclemente para establecer eventualmente un
gobierno paralelo.
Consumado el cambio de gobierno, importa observar que el acceso de
Marroquín al poder, no supuso la menor violencia. No se produjo ni un ras-
guño, ni empujones, golpes o maltratos físicos, solo gritos, proclamas y hechos
cumplidos. De hecho la apariencia de normalidad institucionalidad que se le
quiso dar a ese episodio consistió en que a partir del 1° de agosto del año de
1900, en el palacio de San Carlos había un nuevo inquilino sin siquiera tomar
posesión, sin la expedición de un decreto que le diera un ropaje de formalidad
al cambio, sin la reunión de las cámaras para dar cuenta de la imposibilidad
de Sanclemente para continuar en el cargo, solamente el designio político de
resolver una crisis en el marco del régimen constitucional vigente, manejando
el bochorno de haber forzado el artículo 124 de la carta ya citado, como un
simple bache institucional en el devenir jurídico de la República. El anuncio
hecho por Marroquín acerca de los sucesos del 31 de julio, fue un manifiesto
dirigido a sus conciudadanos fechado el primero de agosto anunciando que
asumía la primera Magistratura y señalando las razones.
Por lo demás, resultan paradójicos los escrúpulos jurídicos de los conjurados,
preocupados por la legalidad del cambio de gobierno frente a la institucionalidad
de la carta de 1886, en momentos en los cuales, la guerra civil comprometía la
supervivencia del orden político de la regeneración. Y peor aún, si se tiene en
cuenta que para enfrentar a los rebeldes se acudió a expedientes autoritarios, a
abusos, a emisiones clandestinas, a reclutamientos forzosos, y en fin a actuacio-
nes abiertamente reñidas con las garantías consagradas en la carta de la época.
La conciencia que tenían los conjurados del exceso en el cual se empeña-
ron los llevó a obtener una bendición jurídica, que se produjo meses después
por parte de la Corte Suprema de Justicia, la cual no con base en una sentencia
sino mediante un simple acuerdo a propósito de la exequibilidad de un decreto
expedido por Marroquín el cual expresó que: “…La Corte Suprema de la Nación
declara que el Vicepresidente de la República, en virtud del título de que esta
investido, ha podido asumir, por derecho propio, el Poder Ejecutivo para ejercer
las atribuciones de Presidente…”26.
26
José Manuel Marroquín, Escritos Históricos, 412.
El factor Fernández
Uno de los patrióticos designios que tenían los “históricos”, en esta aventura
política era concertar el fin de la funesta guerra con los liberales. No obstante,
Fernández fanático y enceguecido, y sin limitaciones en el nuevo gobierno, re-
dobló los esfuerzos militares contra los alzados en armas. De él dice don Joaquín
Tamayo: “…su inteligencia sin ser extraordinaria fue suficiente para inclinar en
su provecho el rígido carácter del señor Marroquín…”31.
Paulatinamente se consolidó la ruptura entre el gobierno de Marroquín
a medida que se robustecía la influencia autoritaria de Arístides Fernández,
lo cual desvaneció uno de los designios de los conjurados, el de llegar a un
acuerdo para terminar la guerra civil. Si bien el aliento militar liberal se había
desvanecido con la derrota de Palonegro, los liberales persistieron en su empe-
ño impulsando una guerra de guerrillas hasta finales de 1902, lesionando por
lo demás severamente la economía colombiana: “…Los efectos de la guerra
guerrillera fueron terribles, se produjeron interrupciones en las exportaciones,
no solamente por falta de trabajadores en las haciendas sino también por las
interrupciones en el transporte…32.
A lo anterior se agregan los excesos escandalosos de Fernández en materia
de violación de derechos humanos, que resultaron escandalosos.
30
José Manuel Marroquín, Escritos Históricos, 225.
31
Joaquín Tamayo, La Revolución de 1899, Volumen 76, (Bogotá, Biblioteca Banco Popular, 1975) 87.
32
Antes de la separación de Panamá: Thomas Fischer, “La Guerra de los Mil Días, el contexto
Internacional y el Canal”, en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, (Bogotá,
Universidad Nacional de Colombia, No. 25, 1988).
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Plazas Vega, Alfonso. Presidentes de Colombia. Bogotá, Panamericana Editorial, 1993.
Entre la historiografía y la
memoria
(Primera parte – el siglo XX)
Resumen
Hace setenta años se produjo un estallido popular que propagó el
incendió político por muchas regiones de Colombia. En su momento
se popularizó con el nombre de “El Bogotazo”, que indudablemente se
quedó pequeño. El presente ensayo hace un balance de los principales
libros escritos sobre el tema antes del año 2000, haciendo un recorrido, en
primer término, por la ideología gaitanista de simpatizantes y seguidores
contemporáneos desde antes del crimen. Continúa con la historiogra-
fía partidista que, desde cada orilla del conflicto, ha tratado de contar
una visión colectiva e interesada de los hechos de este período que se
transforma de manera efímera a partir de 1960, pero que rápidamente se
[207 ]
Javier Guerrero Barón
Abstract
Seventy years ago there was a popular outbreak that spread the poli-
tical fire across many regions of Colombia. At the time it became popular
as “El Bogotazo”, name which undoubtedly fell small. This essay reviews
the main books written on the subject before the year 2000, taking a tour,
first, through the Gaitanista ideology of contemporary followers since
before the crime. Then it continues with partisan historiography that,
from each bank of the conflict, has tried to tell a collective and interes-
ted view of the events, a period that transforms ephemerally since 1960,
but quickly drowns in the pacts of “forgiveness and forgetfulness ”of the
Frente National. In the late seventies and eighties, a great production on
the topic emerges, which is articulated with the author’s memory, who
participated in the construction of reflections on the subject in several
academic meetings that were carried in those years. A section is dedicated
to American studies and the eyes of Colombian and foreign, until the
studies that concluded that April 9th configures the first international
act of the Cold War in the hemisphere. The second part of the essay deals
with studies and looks in the 21st century, a quick reference to academic
researches and a review of the most relevant hypotheses.
Presentación
“Desde muy temprano, se consolidó la afirmación de que el “bogotazo” había
partido en dos la historia del país. La generalización de la violencia, la peculiar
historia de estrechamiento político que se vivió luego, el ingreso a un período
que, como señaló Luis López de Mesa, impediría al mundo reconocer la existen-
cia de una verdadera cultura colombiana, de alguna manera encontraban su
punto de origen, el comienzo de su genealogía, el 9 de abril de 1948”.
lo veremos en una rápida reflexión final. El otro libro, que sobrevive, es el que
desde una visión conservadora pero comprensiva de las visiones liberales y sin
que ese sea su tema central, que por demás será examinado en la segunda parte
donde corresponde cronológicamente, con una mirada erudita centrada en uno
de los protagonistas del momento, es el texto magistral de James Henderson,
La Modernización en Colombia: Los años de Laureano Gómez, 1889-1965. Una
lectura combinada de estos dos textos, el primero como un ejemplo de visión
crítica y el segundo como una visión bien informada, sería el comienzo de un
viaje por el extraño mundo de estos setenta años de una especie de trauma
nacional no superado.
Una advertencia adicional. No es fácil abordar el tema, pues estos hechos
y sus antecedentes y consecuencias constituyen el núcleo de sucesos nacionales
más estudiados del siglo XX y tal vez el más “opinado” por varias generaciones,
y recurrentemente cada 9 de abril se vuelve objeto de conferencias, crónicas
periodísticas, debates, libros superficiales que no concluyen, muchas veces, más
que en visiones generales u opiniones antes que en avances de nuevos conoci-
mientos. Una especie de síndrome y fantasma elusivo enmascara los hechos de
generación en generación.
Este ensayo: solo pretende hacer una reflexión de corte historiográfica des-
criptiva sobre las preguntas que desde hoy nos haríamos para poder comprender
nuestra historia nacional y nuestra inserción en el contexto latinoamericano y
mundial de la Guerra Fría. Hemos abordado la primera y más simpe pregunta:
qué se ha escrito, es decir, un inventario una revisión de literatura, para luego
poder preguntarnos qué sabemos de la historia del 9 de abril.
El presente texto, que es una primera parte, da cuenta de lo que se ha
escrito en el Siglo XX y consta de siete partes. Se trató de agrupar por décadas
un registro de los principales libros de autores individuales o colectivos escritos
antes del año 2000, tratando en lo posible de escoger aquellos que hicieran alu-
sión directa al tema. Se hace un recorrido, en primer término, antes de 1960, en
segundo está la historiografía gaitanista de los próximos, amigos y seguidores
contemporáneos. En tercer lugar, la historiografía partidista. La cuarta sección,
a partir de los años ochenta cuando emerge vigorosamente una gran producción
que se relata articulada con la memoria del autor, como participante activo de
la construcción de reflexiones sobre el tema en varios encuentros académicos,
y la forma como se construyeron los estudios más estratégicos del período. La
quinta sección se dedica a la producción de la Universidad Nacional y otros
núcleos investigativos. La sexta sección se dedica a los estudios norteamericanos
y a las miradas de colombianistas y extranjeros, hasta culminar en la séptima,
con los estudios que construyeron la tesis de que el 9 de abril configura el pri-
mer acto internacional de la Guerra Fría en el hemisferio, con el que se cierra
esta primera parte.
La segunda parte se ocupará de los estudios y miradas del siglo XXI, una
rápida referencia a las tesis de grado y una revisión de las hipótesis relevantes.
Antes de 1960
4
Germán Guzmán Campos, La violencia en Colombia: estudio de un proceso social, (Bogotá:
Ediciones Tercer Mundo, 1960).
5
En los preliminares de este libro se encuentra una reflexión sobre el olvido y la memoria de La
Violencia y sobre el impacto del estudio de Guzmán, Umaña y Fals y el pacto de silencio que
firmaron los directores de la casi totalidad de los diarios escritos de no hacer referencia en las
noticias ni a la Violencia ni a sus protagonistas. Javier Guerrero Barón, Los años del olvido: Boyacá
y los orígenes de la violencia, (Tunja: Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, 2007),
15-32, 2.ed. Ver Prólogo a la Primera edición de Gonzalo Sánchez e Introducción.
6
Daniel Caicedo, Viento seco, (Bucaramanga: Imprenta Meridiano,1955). Tuvo una primera
edición artesanal en 1954, sin datos de imprenta.
7
Gustavo Álvarez Gardeazábal, Cóndores no se entierran todos los días, (Barcelona: Destino,
1972).
La historiografía partidista
23
Joaquín Estrada Monsalve, El 9 de abril en palacio: Horario de un golpe de Estado, (Bogotá:
Editorial Cahur, 1948).
24
Joaquín Estrada Monsalve, Así fue la revolución: del 9 de abril al 27 de noviembre, (Bogotá:
Editorial Iqueima, 1950).
25
Francisco Fandiño Silva, La penetración soviética en América y el 9 de abril, (Bogotá: Editorial
ABC, 1949).
26
Rafael Azula Barrera, De la Revolución al Orden Nuevo, proceso y drama de un pueblo, (Bogotá:
Editorial Kelly, 1956).
contra el comunismo en Colombia: capítulos de historia patria, que deben ser faro
y brújula para las futuras generaciones de Colombia (1956)27.
Para todos ellos, el 9 de abril era parte de la conjura comunista por lo que
la llegada del régimen de Laureano Gómez era la culminación de ese proceso de
restauración del “Orden Novo”, así en términos musolinianos, especialmente en
el caso de Azula. Según este último autor todo tiene que ver con una reacción
acumulada desde la “Revolución en Marcha” porque se estaba gestando una revo-
lución comunista y que, como lo hizo Franco en España, había que revertirla. El
sentido de la característica fundamental de la literatura partidista conservadora
consiste en que sus principales autores dan por sentado que en Colombia hubo
una revolución de carácter comunista. López Pumarejo ya no era para ellos un
liberal reformista, émulo de Lázaro Cárdenas o un aliado de la época en que
los partidos liberales del mundo participaron en los frentes populares promo-
vidos por las izquierdas para derrotar al fascismo, sino que ahora era dibujado
como un instrumento del estalinismo. Todos están inmersos en la tesis que el
general Marshall, presidente de la numerosa delegación estadounidense ante
la IX Conferencia Panamericana, hizo dominante en los tres días siguientes a
los sucesos de abril sobre el “complot” comunista que luego fue repicada por lo
informes diplomáticos secretos y las agencias de prensa. Pero los dos últimos
son una reflexión más sistemática. No solamente es una coyuntura donde los
comunistas matan a Gaitán para sabotear la IX Conferencia Panamericana, son
parte de la ofensiva sobre occidente de los soviéticos. Son textos que ya estaban
imbuidos de los efectos internacionales de la persecución anticomunista impul-
sada por el senador Joseph McCarthy en Estados Unidos cuando se reactiva el
Comité de Actividades Antiamericanas del Senado condenando a la cárcel y al
ostracismo hasta al maestro del cine mudo Charles Chaplin, y a muchos otros
intelectuales, en uno de los capítulos más notorios de la intolerancia de comien-
zos de la Guerra Fría que hoy nos parecen caricaturescos. Eran los tiempos de
la gran paranoia que nos llevó a ser el único país de América Latina que fue a
pelear en la Guerra de Corea para que el comunismo no se viniera a Colombia.
Pero en algo tienen razón esas versiones conservadoras: El 9 de abril de
alguna forma es la culminación de un proceso histórico de media duración en
el que las luchas religiosas revivieron con mucha fuerza y se sumaron a un pro-
fundo miedo a las reformas de la modernización, que el liberalismo finalmente
abandonó una a una. Lo que para estas versiones pasa desapercibido es que
también una a una fueron recogidas y radicalizadas por Gaitán más que en su
27
José María Nieto Rojas, La batalla contra el comunismo en Colombia: capítulos de historia pa-
tria, que deben ser faro y brújula para las futuras generaciones de Colombia, (Bogotá: Empresa
Nacional de Publicaciones, 1956).
por esos días de la Brigada del Valle y quien según crónicas periodísticas, lo
mandó liquidar, (asesinar), en Pereira en 1956. Apolinar Díaz-Callejas merece
atención especial por su libro El 9 de abril 1948 en Barrancabermeja: diez días
de poder popular45 que muestra una cara muy estratégica de lo que pudo haber
sido una revolución obrera en medio del caos nacional. También asistió el
entonces Procurador Carlos Jiménez Gómez, hizo una intervención magistral
sobre los orígenes de la Justicia privada46. Carlos Medina Gallego, indagaba
por esos tiempos por las guerrillas liberales del Magdalena Medio47, y sobre la
participación de Gaitán en el movimiento estudiantil de 192948, entre muchos
otros personajes que intelectualmente tuvieron que ver con la historiografía
del 9 de abril.
Otros aportes destacables de este núcleo que circuló por estos encuentros,
fueron los de Julio Daniel Chaparro, desde el periodismo de El Espectador, ase-
sinado luego de comprometerse con el grupo de Chiquinquirá a escribir “lo que
la Violencia se llevó”, una serie de crónicas periodísticas a partir de los sucesos
de abril hasta la conformación de las guerrillas y la masacre como expresión
recurrente entre las viejas violencias de los años 50 y las que afloraban desde
1980 y se agudizaban en los años 90. Solo había publicado cuatro crónicas de
cerca de unas 40 que se propuso, cuando fue asesinado junto al reportero gráfico
Jorge Torres Navas el 24 de abril de 1991, cuando documentaba la masacre de
Segovia (Antioquia), el 11 de noviembre de 1988.
Algunos de ellos sucumbieron a la violencia de la nueva generación de
herederos de pájaros y chulavitas, los paramilitares y el sicariato cuya misión
era continuar la tradición criminal de El Bogotazo, pero ahora con ametralla-
doras, pistolas con o sin silenciador y motosierras y a nivel urbano movilizados
en motocicletas de alto cilindraje asesinando jueces, periodistas, intelectuales,
defensores de derechos humanos y activistas divergentes, alimentados desde el
proyecto político macabro del narcotráfico que se convertía en el brazo armado
de una difusa contrainsurgencia, muy seguramente controlada por elites políticas
regionales y nacionales.
Otro hecho memorable como aprendizaje y que se deriva de esos tiempos
de Chiquinquirá fue el aporte intelectual de la obra de Daniel Pécaut, uno de los
colombianistas más prolíficos y críticos sobre el tema. La deuda con toda su obra
45
Apolinar Díaz Callejas, Diez días de poder popular: el 9 de abril 1948 en Barrancabermeja,
(Bogotá, Colombia: FESCOL, 1988).
46
Carlos Jiménez Gómez, Los documentos del procurador, (s.c.: s.e., 1987).
47
Carlos Medina Gallego, Autodefensas, paramilitares y narcotráfico en Colombia: origen, desa-
rrollo y consolidación: el caso “Puerto Boyacá”, (Bogotá, Editorial Documentos Periodísticos,
1990).
48
Carlos Medina Gallego, 8 y 9 de junio, “Día del Estudiante”: crónicas de violencia, 1929 y 1954,
(Bogotá, 2004).
un gran rigor documental reconstruye año a año las cifras de muertes violentas
llegando a la conclusión de una cifra cercana a las 200.000 muertes, y aunque
se le acusa de subregistro, disminuyendo en 100 el cálculo de trabajos iniciales
como el de Guzmán, Umaña y Fals, hace una contribución sustancial al estudio
cuantitativo de la Violencia; desarrolla la tesis del “derrumbe parcial del Estado”
que movió muchos debates de su tiempo. Además, hizo otro gran aporte a las
ciencias sociales al dirigir las bases de datos electorales de la Universidad de
los Andes, que ha sido fundamentales para la investigación empírica sobre la
política colombiana del siglo XX.
El trabajo de Vernon Lee Fluharty, La danza de los millones: régimen militar
y revolución social en Colombia: 1930-1956 (1981), escrito en 1956 y publicado
por la Universidad de Pittsburg en 1957, se tradujo y se publicó en español sola-
mente hasta 1981. Se trata de un funcionario del Departamento de Estado, con
base en Medellín, que hace una de las primeras reflexiones sobre la República
Liberal, el 9 de abril y la Violencia, desde una mirada socialista y crítica, y uno
de los primeros autores que habla de una revolución social frustrada; escrito en
medio de la dictadura de Rojas Pinilla la cual valora positivamente, así como la
transición hacia la superación de la violencia en la coyuntura posterior a la crisis
de la democracia y los partidos tradicionales que se da en el período 1946-1953.
En 1962 hace una disertación con honores en la Universidad de Harvard
Martin Joel Beckwith con The Bogotazo: pathology of democracy in Colombia (El
Bogotazo: patología de la democracia en Colombia)61, que no ha sido publicado
en Colombia, pero referenciado en varios textos como un hito sólido.
En 1962 apareció en inglés el libro de John D. Martz, Colombia. A Con-
temporary Political Survey, publicado en Colombia en 1969 como Colombia, Un
estudio de política contemporánea. Se trata de un autor con amplia experiencia
en estudios políticos sobre otros países latinoamericanos, inscrito dentro de los
que reflejan la preocupación por el comunismo latinoamericano en línea con
la posición de los Estados Unidos sobre la Guerra Fría, una de las ideas fuertes
a propósito de lo que hoy llamaríamos cultura política es que la concepción de
que la democracia de los colombianos implica muy pocas responsabilidades de
los ciudadanos y muchas libertades, lindando con la anarquía, para así explicar
muchos de los problemas del régimen político, el 9 de abril y La Violencia. En
clave liberal hace una valoración muy positiva del gobierno de López, atribuyendo
a Santos el freno a las reformas; realiza un análisis muy bien documentado en
el periodo 1946-1960 que da luces sobre el funcionamiento del régimen presi-
dencial. Sobre el 9 de abril no es muy prolífico, pues se limita a reproducir las
bianos, 1978) 322.
61
Martin Joel Beckwith, The Bogotazo: pathology of democracy in Colombia (1962).
Cerramos esta mirada panorámica sobe los estudios del siglo XX con dos
trabajos fuera de serie, ambos escritos con motivo de los 50 años.
El primero de ellos, el libro colectivo fuera de serie por la calidad de sus
ensayistas y su excepcional material gráfico, El Saqueo de Una Ilusión, el 9 de
abril 50 años después (1998)62, profusamente ilustrado por Sady González, un
reportero gráfico del El Tiempo que tomó alrededor de 180 fotografías durante
la jornada del 9 de abril en el centro de Bogotá que constituyen un testimonio
gráfico invaluable, con sorprendente pertinencia como si hubiera sido llamado a
los lugares donde se protagonizaban cada uno de los sucesos. Los textos, excelen-
tes ensayos interpretativos en su mayoría, están escritos por Antonio Caballero,
periodista y escritor; William Ospina, escritor de varias novelas históricas; Silvia
Galvis, periodista e historiadora, Arturo Alape, escritor, historiador y periodis-
ta; Rafael Humberto Moreno Durán, escritor; Carlos Niño Murcia, arquitecto
urbanista; Luis Carlos Restrepo, psiquiatra y posteriormente alto comisionado
de paz del gobierno Uribe. Cierra con una entrevista a Gaitán, publicada en
1943 en el periódico de su contradictor Laureano Gómez, El Siglo. Este libro,
recomendable aún hoy, presenta una visión multidimensional de El Bogotazo,
desde el título hasta la última página y es un aporte valioso a la interpretación de
su significado histórico y del imaginario colectivo de la jornada y del personaje.
Cierra el ciclo del milenio el libro Grandes Potencias (2000)63, que en su
conjunto, con los documentos de las embajadas de Estados Unidos, Francia e
Inglaterra, anexos, y trabajados por el colectivo de Gonzalo Sánchez, integrado
por Eduardo Sáenz Rover, sobre el contexto económico internacional; Pierre
Gilhodés, contexto político; Douglas Osher Sofer, sobre la mirada del gobierno
de los Estados Unidos; Renán Vega y Sara Jauregui, sobre la mirada francesa;
y Gonzalo Sánchez, quien trabajó los archivos ingleses. La riqueza de fuentes
primarias reveladas en conjunto, pasadas por la criba de la crítica y la mirada
de los historiadores especializados, muestra una visión integral de los archivos
secretos y diplomáticos, la mayoría de ellos hasta entonces inéditos en los que
62
Antonio Caballero, Sady Gonzalez y otros. El saqueo de una ilusión: el 9 de abril: 50 años des-
pués, (Colombia: Número Ediciones, 2007).
63
Gonzalo Sánchez y otros, Grandes potencias, el 9 de abril y la violencia, (Santafé de Bogotá:
Planeta, 2000).
64
El documento a que hacemos mención es: inscrito en la sección de anexos de la Embajada de
Estados Unidos. Fecha: 18 de mayo de 1948. Serie B. “-S-48, Número 104-100 202-200 BID-0105
De: Agregado Naval”, en Gonzalo Sánchez y otros, Grandes potencias….
Epílogo
Postcriptum
que con cada nuevo suceso trágico el país tiende a encuadrarlo nuevamente en el
molde de El Bogotazo. “Donde la muerte de los caudillos populares, de los políticos
con amplio respaldo, de las figuras radicales o moralistas que se han enfrentado
al consenso dirigente, como Jaime Pardo, Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro o
Luis Carlos Galán”, el surgimiento de cualquier líder con prestigio popular, está
acompañado del temor de que este patrón del magnicidio se perpetúe. Ojalá
no sea parte de la llamada “combinación de todas las formas de lucha” que no
solo fue practicada por izquierdas armadas radicalizadas de los años sesenta
del siglo pasado que creyeron ingenuamente habérsela inventado, cuando la
historia nos demuestra que ella es ampliamente practicada desde el surgimiento
de la República, con muchas muertes como la de Sucre, la de Córdova, la de
Padilla o con el mismo parricidio frustrado de la noche septembrina, para no
hablar de la muerte de Uribe Uribe, en los albores de ese siglo. Porque no es el
único síndrome que aqueja a Colombia. También padecemos el “síndrome de
Caín” de una sociedad que ha practicado muchas formas de aniquilamiento
político, de limpieza social y o, para no ir más lejos, miles de “falsos positivos”
para mejorar las estadísticas de sus guerras absurdas. El temor, y así muchos lo
manifiestan “sotto voce”, es que el magnicidio ya se haya convertido en parte
de las formas de la lucha política y que se siga repitiendo, acompañado de la
muerte rutinaria de los líderes de movimientos sociales o políticos disidentes
como lo fue casi siempre el gaitanismo.
De otra parte, jugando con la tesis de Melo, hay una incapacidad manifiesta
de pasar esa página dolorosa, que hace de la imagen de la muerte del caudillo, (y
tal vez se refiera a esa fotografía en la que su amigo levanta la cabeza al cadáver
ante la cámara del fotógrafo), y que “esta figura simbólica de gran fuerza emo-
cional y retórica, que se evoca con frecuencia para subrayar una continuidad casi
natural en las frustraciones históricas de los colombianos que se iniciaron en ese
día trágico de 1948”. Otra manifestación del síndrome, dice Melo, es el miedo al
populismo. Varios historiadores entre ellos Marco Palacios, han hecho referencia
al excepcionalmente escaso desarrollo de proyectos populistas en la Colombia
del siglo XX, en contraste con América Latina. Dice el historiador Melo:
[…] el temor a un resurgimiento de Gaitán, la idea siempre presente de que un
movimiento populista tendría un potencial de destrucción y de revuelta plebeya
similar al del 9 de abril, lo que hizo que buena parte de los dirigentes tradicionales
colombianos trataran de prevenir a toda costa [..] el surgimiento del populismo, y
rodearan de hostilidad y cuarentenas sanitarias a todo movimiento, a toda disidencia
política, a todo dirigente que empezara a mostrar síntomas de contaminación [..]65.
65
Jorge Orlando, “Gaitán: el impacto y el síndrome del 9 de abril”, en Credencial Historia, No 96,
abril de 1988.
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Resumen
Las fiestas más suntuosas realizadas en la Universidad Nacional
de Colombia han sido los carnavales estudiantiles puestos en escena
entre 1921 y 1934. Según cuenta Germán Arciniegas, (estudiante de la
Universidad Nacional en los años 20) la información sobre estos fastos le
llegó en los años 20 a través de Pablito de la Cruz, arquitecto que estudió
en Chile. Empezaban el primer día de la primavera, el 21 de septiembre,
como un gigantesco carnaval. Los estudiantes salían por las calles en
planes de farra extraordinaria.
Otro de los precedentes de esta fiesta estudiantil tiene que ver
con las informaciones que trajo en 1918 el estudiante mexicano Carlos
Pellicer cuando arribó a Bogotá, haciendo parte de la legación consular
de México y como representante de la Federación de estudiantes de su
nación. Estableció amistad con varios líderes estudiantiles, entre otros
[239 ]
Marcos González Pérez
Abstract
The Student Carnivals of the 20s and 30s of the twentieth century
in Bogota. The most sumptuous festivities held at the National Univer-
sity of Colombia have been the student carnivals staged between 1921
and 1934. According to Germán Arciniegas, (student of the National
University in the 1920s) the information of these fastos came to him in
the 20s through Pablito de la Cruz, architect who studied in Chile. They
began on the first day of spring, September 21, as a gigantic carnival.
The students took to the streets in plans of extraordinary farra. Another
precedent of this student festival has to do with the information that mexi-
can student Carlos Pellicer brought in 1918 when he arrived in Bogota,
being part of the consular legation of Mexico and as a representative of
the Federación of Mexico’s consular legation and as a representative of
the Federation of Students of his nation. He established friendship with
several student leaders, including Germán Arciniegas, already prominent
as magazine founder and student leader, and among the projects they
discussed pledged to develop efforts to create a student organization ,
similar to Mexico’s and to boost the creation of the student’s day. These
two activists started in March 1919, the project to establish in Bogotá the
first student organization of Colombia. The initiative takes shape in July
Introducción
El contexto
En Bogotá
9
Mensaje a los estudiantes de Bogotá. Revista Universidad, Número 7 del 12 de mayo de 1921.
10
Antonio Cacua Prada, Germán Arciniegas, 74.
11
En las elecciones para la Junta Directiva de la Federación no se tuvo en cuenta a Germán Ar-
ciniegas y él mismo cuenta que “como algunos se dieron cuenta de la tremenda injusticia cometi-
da con quién había sido el organizador y creador de la Federación, entones nuevamente volvieron
a nombrarme secretario perpetuo de la Federación de Estudiantes”, 90.
“revienta la primavera que conmueve todas las repúblicas del Sur”12, es decir a
partir del 21 de septiembre.
En Bogotá se acoge la orientación y la Federación adopta sus propios
emblemas: una bandera con los colores verde y blanco –que se deposita cere-
monialmente en una facultad diferente cada año– y el himno del estudiante,
símbolos que bajo las consignas de “mejoramiento y de progreso” circulan en
los “cortejos estudiantiles” de 1921, como imaginarios de estas generaciones.
El evento cuenta con el aval oficial y en ese marco se establece por de-
creto del Gobierno Nacional “El Día del Estudiante13, concediendo “asueto”14
en todos los colegios y universidades oficiales de la República en los días de
programación del fasto.
En 1925 se inauguró la Casa del Estudiante y por ley 33 de ese año se
estableció la Fiesta del Estudiante Colombiano15.
Las actividades
12
“La fiesta de los estudiantes” en El Tiempo, Bogotá, 22 de septiembre de 1921.
13
“Fiesta del Estudiante” en El Tiempo, Bogotá, 14 de septiembre de 1921.
14
Se decreta conceder asueto el día de la Fiesta del Estudiante a los estudiantes de las Facultades,
Colegios y Escuelas Oficiales de la República. “Decreto No 1092 de 1921” en Universidad, 21 de
septiembre de 1921, firmado por el presidente Marco Fidel Suárez y el ministro de Instrucción
Pública, Miguel Abadía Méndez.
15
Carlos Uribe Celis, Los Años Veinte, 135.
16
Las actividades de cada año de la fiesta estudiantil se han publicado en Marcos González Pérez,
Carnestolendas y Carnavales en Santafé y Bogotá, (Bogotá: Intercultura, 2005). Apartes de estos
fastos se pueden ver en fragmentos del cine silente de los años 20 y 30 en Colombia. Fundación
Patrimonio Fílmico Colombiano.
La reglamentación
17
“En 1921 Luna Park es el nombre que se da a un lago y a las instalaciones que se acaban de
construir para que aquello sirva de parque y pulmón a la ciudad” Carlos Uribe Celis, Los Años
Veinte, 159.
18
“Los Festejos en Luna Park” en El Tiempo, 22 de septiembre de 1921.
19
“Los Estudiantes y la Siembra del Árbol” en El Tiempo, 22 de septiembre de 1920.
Los trajes de las mujeres que participaban en las comparsas eran los de
las manolas o las gitanas y las que asistían a la becerrada debían lucir la “clásica
mantilla española”. Un buen detalle de esta influencia lo resume un estudiante
orador en 1921 cuando afirma que esta fiesta del estudiante debe servir para
combinar “las melancólicas cadencias de nuestros bambucos indios con el alegre
ruido de las castañuelas españolas”20. Lo que entrecruza esta convocatoria es su
forma reglada en el marco del “Orden y de la Cultura”, que se entienden como
normas de comportamiento.
El programa de los desfiles centrales, por lo menos en 1925, tenía tres
componentes: en primer lugar desfilaba la Familia Castañeda21, luego iban los
carros y disfraces de estudiantes y particulares y por último las comparsas de
universitarios en caballos, burros o bueyes.
Para esta época ya se definía la fiesta como un carnaval a la que se dota
de un nuevo himno, aunque más pensado como un homenaje a la nueva reina.
El programa general se complementaba con competencias de natación
y de regatas en el lago de Luna Park, la iluminación de la avenida Colón y de
la carrera séptima, la gran becerrada estudiantil en el Circo de San Diego, la
coronación de la reina del carnaval en el teatro Colón, las programadas batallas
de confetis, flores y serpentinas, el concurso de murgas en el teatro municipal,
el entierro del carnaval realizado en el marco de un desfile fúnebre nocturno,
desde la casa del Estudiante hasta el parque de los Mártires, donde se enterra-
ba la representación de las fiestas estudiantiles. Cerraban estos actos con un
homenaje a la “madre del estudiante” el día miércoles, acto que consistía en
ofrecer funciones gratuitas en los teatros Faenza y Olimpia para los niños de
las escuelas públicas.
20
“La fiesta de los estudiantes” en El Tiempo, Bogotá, 22 de septiembre de 1921.
21
Debe su costumbre a la actitud de doña Javiera Londoño de Castañeda, quién el 19 de septiem-
bre de 1757 dio carta de libertad a 125 esclavos de sus minas de oro en El Retiro –Antioquia–, con
la condición de regresar cada año en una fecha especial para celebrar fiestas de conmemoración
de su libertad. En estas fiestas lo esencial era el desfile. En el carnaval bogotano de los años veintes
la comparsa de los Castañedas emulaba con otra muy original que se llamaba “trasteo de pobres”
y en ella aparecían todas las míseras pertenencias de la familia pobre, las escasas vituallas, los
muebles desvencijados, las materas con plantas de medicina casera y hasta la lora y el gato. Ver:
Guillermo Abadía Morales, Compendio General del Folklore Colombiano, 3ed., (Bogotá, Instituto
Colombiano de Cultura, 1977), 334 a 338.
Primera foto lado Izquierdo, Pericles Carnaval, símbolo de los carnavales estudiantiles . Colección Daniel
Rodríguez, Museo de Bogotá. Segunda foto, Doña Elvira Zea, Reina de los carnavales estudiantiles en 1923. Cro-
mos, No 371, septiembre de 1923. Biblioteca Nacional de Colombia. Foto: Marcos González Pérez.
Los desfiles
22
“El juicio Final” en El Tiempo, 19 de julio de 1932.
Los reinados
directivos Tomás Rueda Vargas y Agustín Nieto Caballero apoyaban los eventos
y cedían gratuitamente sus instalaciones para los actos programados; otra, la de
caracterizar a los bogotanos como gentes que no saben divertirse colectivamente.
Se leía en alguna crónica que los bogotanos ignoran las grandes fiestas cí-
vicas que asocian a todo un pueblo en un mismo regocijo y se daba como causa
a un “no se qué hurañez ingénita que tiene repercusiones fatales sobre la vida
de la colectividad” dado que nuestra capital es una ciudad “triste y morosa”32;
así como la de poner en escena demasiados referentes españoles expresados
en el concurso de manolas, en las corridas de toros y en los mismos disfraces.
Estos pierrots, colombinas, manolas, payasos, criadas, jamonas, bailarinas,
pajes y soldados eran considerados, en un cuadro falso, como concepciones de
la “realidad satírica y agresiva”33 que propicia la fiesta34.
Así también los programas festivos estudiantiles eran acogidos por los
gobiernos en cabeza del Presidente de la República quién se hacía presente en
muchos de los festejos, especialmente en la sesión de coronación en el Teatro
Colón.
En 1823, el consumo de alcohol se convierte en el centro de polémica “por
su carácter odioso y repulsivo”, y en ese marco en oportunidades se solicita que
durante la fiesta sea aplicada la ley seca “en todo su rigor”35, petición que en
muchos casos era de difícil cumplimiento por los intereses de los expendios.
Igual suerte prohibitiva se aplicaba, mediante instrucciones de los Mi-
nisterios de Gobierno y de Salud Pública, para que no se utilicen los disfraces
de Arzobispo, Obispo o sacerdote, etc., “por considerar tales disfraces como
injuriosos”36.
Acciones de esta naturaleza pueden enmarcarse en una situación global en
razón de que esta década se caracteriza por la lucha antialcohólica en varios países,
principalmente en Inglaterra y Estados Unidos, y que repercute en Colombia
como rehabilitación de la fuerza de trabajo y como parte de una campaña por
la “higiene social” que involucra a la chicha como factor de embrutecimiento,
aunque es necesario verla en el auge de las campañas propagandísticas de las
compañías cerveceras, o en las campañas de moralización de la sociedad que
llevan a demandar de la iglesia católica “la unción de pecado” para el consumo
de la misma al ser considerada como el origen de los males de la nación.
de la Escuela Nueva.
32
“La Fiesta Universitaria” en El Tiempo, 26 de septiembre de 1922.
33
“Los festejos estudiantiles de ayer” en El Tiempo, 22 de septiembre de 1922.
34
Ibíd.
35
“La ley seca y la fiesta del estudiante” en El Tiempo, 17 de septiembre de 1924.
36
“Los estudiantes y el alcohol” en El Tiempo, 21 de septiembre de 1923.
37
Calle 11 en “Los festejos Estudiantiles de Hoy”. El Tiempo, viernes 21 de septiembre de 1923.
38
“La Reina acompañada de los enmascarados y escoltada por la cabalgata Los Caballeros del
Ku-Klus-Klan será llevada en triunfo junto con su corte de honor al circo de San Diego” en El
Tiempo, viernes 21 de septiembre de 1923.
39
“Cosas del Día” en El Tiempo, domingo 20 de septiembre de 1925.
40
“Hoy debe reinar la cultura” en El Tiempo, 12 de julio de 1929.
41
“Todavía hay mucho alcohol” en El Tiempo, 14 de julio de 1929.
42
“Por el decoro de las calles” en El Tiempo, 21 de septiembre de 1925.
43
“Cerca de 40 casos de sangre” en El Tiempo, 19 de julio de 1932.
Los programas
Actos preliminares
Actos centrales
b. Banda de música;
Día 22
Día 23
El final
61
Godoy, por la Orden de los nobles caballeros de la Legión Godoy, creada para custodiar a la
reina.
62
“Real Orden” en El Tiempo, 17 de julio de 1932.
63
“El juicio Final” en El Tiempo, 19 de julio de 1932.
64
“Renovar la fiesta” en El Tiempo, 8 de agosto de 1933.
ajenos a los estudiantes”65. Una fiesta que, a causa de esta controversia, demoró
en ser autorizada por el Ministerio de Educación Nacional, de tal manera que
sus preparativos no permitieron sino actos como la batalla de flores y un espec-
táculo de aeroplanos, desde los cuales se arrojan flores sobre la ciudad. Además
no se llevó a cabo el reinado y por lo tanto, la reina en ejercicio, Mariana I, tuvo
que prolongar su mandato.
Paralelo a esto se desató una protesta de los trabajadores de la cervecería
“Germania” apoderados por Jorge Eliécer Gaitán, en demanda de mejoras so-
ciales, en la que se vio involucrada la reina, Mariana I, hija del propietario de la
empresa D. Rudolf Kohn, quien fue objeto de consignas en su contra propagadas
en carteles por varios sitios de la capital.
El movimiento de los trabajadores y el reinado fueron entonces centro
de controversia directa. Una vez se inició la huelga se declaró el cierre de la
fábrica, aduciendo como uno de los factores, la actitud asumida por los obreros,
quienes han llevado este asunto, según los propietarios, al campo puramente
personal, “publicando carteles injuriosos para la familia, con motivo de una
supuesta intervención de la reina de los estudiantes”66, quien fue acusada de
haber llevado en su automóvil particular a unos jefes de policía el día en que
estalló la huelga en Bogotá. En las marchas de los obreros se gritaban abajos al
imperialismo yanqui y a doña Mariana Kohn Olaya, de tal manera que una de
las condiciones impuestas por los dueños de la empresa para reabrir la fábrica
fue la de destituir a los “agitadores” que hacían parte de la dirección del sindi-
cato, acción que finalmente se cumplió, no obstante las diversas aclaraciones
de los implicados en el sentido de haber condenado los incidentes y la de haber
desautorizado toda actuación ultrajante “[...] porque aun cuando el Estado no
les dio educación suficiente, ellos saben comprender sus deberes [...]”67.
Un buen número de estudiantes participantes en el reinado se declaró en
defensa de la reina de los estudiantes y culpó a los “intelectuales marxistas y a los
estudiantes uniristas68, y comunistas” de haber propiciado los ataques contra la
señorita Kohn, tanto en carteles como en las manifestaciones, declaraciones que
validaron la ya existente escisión entre el gremio estudiantil, en una época de
fuertes debates sobre la situación social, que repercutieron tanto en la renuncia
de la reina de los estudiantes como en la extinción del carnaval estudiantil, visto
más como una fiesta de los de arriba.
65
“La Fiesta Estudiantil” en Mundo al Día, sábado 30 de junio de 1934.
66
“Estallo huelga en la Dorada; Cerrada la Fábrica Germania” en El Espectador, viernes 13 de
julio de 1934.
67
“No ultrajaron a la señorita Kohn los obreros de Germania” en El Espectador, viernes 3 de
agosto de 1934.
68
Del Movimiento político UNIR.
[263 ]
Marcos González Pérez
Tal vez ésta la razón, por la cual muy pronto se vinculó al periodismo, en
donde logró colaborar para muchos periódicos y revistas, en donde exponía
sus puntos de vista como militante del partido Conservador y de paso se daba
a conocer en los amplios círculos de la opinión pública, así como dentro de los
estamentos de su colectividad.
Durante el gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla, se destacó como
un acérrimo contradictor y no vaciló en participar de toda clase de actos pú-
blicos para rechazar su gobierno y sus políticas fundamentales. Debido a su
beligerancia, fue reducido a prisión y le correspondió asumir el costo político
de la defensa de sus ideas.
Superada la dictadura, Betancur logra ser elegido al Congreso y allí tuvo
una amplia participación, que lo llevó a ser protagonista de intensos debates,
en las dos cámaras legislativas a las que perteneció.
Al lograr convertirse en un político con figuración nacional, el presidente
Guillermo León Valencia no dudó en vincularlo a su gabinete de ministros y
le ofreció la cartera de Trabajo, tal vez pensando en sus fuertes arraigos con las
clases populares del país, cargo que asume en 1963.
Vino el momento en que pensó que podía ser presidente de la República
y en la medida en que obtuvo apoyos de significación lo intentó en tres opor-
tunidades, sin que su proyecto llegara a tener el éxito requerido para obtener
las mayorías populares; sin embargo al intentarlo en una cuarta oportunidad
lo logró, al derrotar a Alfonso López Michelsen, quien ya había sido presidente
y se presentaba en ese momento a la reelección.
Al llegar la hora de su mandato, tuvo muchas ideas nuevas para implemen-
tar: en primer lugar nombró mujeres en todos los viceministerios y de paso el
género femenino accedía al poder a través de todas las carteras ministeriales.
En segundo lugar, habló de diálogo, y se mostró resuelto a superar los
conflictos sociales y políticos derivados de la existencia de una guerrilla que se
enfrentaba con violencia al establecimiento.
El doctor Betancur mostró en ese momento su talante conciliador y su
poder expresado en la palabra, para crear escenarios de discusión que permi-
tieran construir acuerdos que llevaran a superar los episodios de violencia en
el país, y llamó a un grupo muy destacado de intelectuales encabezados por
Carlos Lleras Restrepo y Otto Morales Benítez para darle fuerza a su proyecto
de diálogo directo entre las partes en conflicto, empresa que se vio abruptamente
abortada cuando el movimiento M-19 tomó la decisión de acometer una acción
terrorista, tomándose el palacio de Justicia y propiciando de paso la inmolación
de la mayoría de los magistrados de las altas cortes, así como del personal que
allí laboraba.
En tercer lugar, quiso abrir espacios para una fuerte inversión social y puso
en marcha un programa pregonado en su campaña y que consistió en ofrecer
soluciones de vivienda sin cuota inicial, tal vez una de las claves de triunfo de
su audaz campaña electoral.
Muchos problemas tuvo que sortear, pues además de su malogrado diálogo
con los alzados en armas, se encontró con las primeras grandes arremetidas
de los narcotraficantes, que ante la decisión de poner a funcionar el tratado de
extradición con los Estados Unidos, resolvieron tomar represalia asesinando a
su ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla, una personalidad muy influyente
en la política colombiana, y que era un decidido partidario de emprender una
guerra frontal contra el narcotráfico y sus protagonistas.
El doctor Betancur concluye su periodo y manifiesta que se retiraría defi-
nitivamente de la política, promesa que cumplió a cabalidad y que se tradujo en
la incorporación a una actividad netamente cultural, en donde todo su tiempo
lo empleaba en la literatura, en el estudio de la historia y en el apoyo filantrópico
a muchas entidades.
Abrió un segundo domicilio y escogió la población santandereana de
Barichara, en donde fundó talleres de arte y propició espacios para fomentar
la cultura.
De otro lado, se vinculó muy estrechamente, primero a la Academia Co-
lombiana de la Lengua y posteriormente a la Academia Colombiana de Historia,
en donde se convirtió en un asiduo asistente que participaba con entusiasmo
de todas las actividades que se programaban.
Lo recordaremos con especial afecto y admiración: llegaba con una o dos
horas de anticipación a la sesión; se instalaba en la mesa de juntas de la presi-
dencia, y allí se iniciaba una amena y fluida tertulia sobre los mas diversos temas
de la historia, que incluía comentarios sobre el trabajo asignado a la sesión.
Además siempre requería a sus compañeros para que le prestaran libros sobre
determinados temas, los cuales acostumbraba devolver puntualmente, con nota
remisoria, que resumía la utilidad que había derivado de ellos. Su último tema
fue la vida de don Carlos Martínez Silva “qué interesante la vida de ese godo”
anotaba en sus comentarios jocosos.
Quedan para la posteridad sus innumerables escritos y conferencias, en
donde seguramente los investigadores podrán encontrar el sentido de muchas
de sus actuaciones como gobernante, pero por sobre todo, su particular ma-
nera de interpretación de los hechos del pasado, a los cuales incorporaba toda
su capacidad de análisis, muchas veces rebatiendo todas las teorías existentes.
Vi d a a c a d ém i c a
Vida académica
INFORME DE LABORES
DE LA ACADEMIA COLOMBIANA DE HISTORIA
Periodo de julio - diciembre de 2018
LUIS HOR ACIO LÓPEZ D OMÍNGUEZ
Secretario Académico
Julio 17. Sesión estatutaria de elección de Octubre 30. Sesión ordinaria de conmemo-
Mesa Directiva para el periodo 2018-2020 ración del 250º aniversario del nacimiento
de Francisco José de Caldas y disertación
Julio 19. Homenaje a las mártires de la del Académico Alberto Gómez Gutiérrez
Independencia en la Parroquia de la Vera- sobre la presencia de Caldas en las edicio-
cruz Panteón Nacional. Obituario a cargo nes del siglo XX del Boletín de Historia y
del académico numerario Santiago Luque. Antigüedades de la Academia Colombiana
de Historia y de la Academia Colombiana
Agosto 8. Sesión solemne conmemorativa de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.
del 199º aniversario de la Batalla de Bo-
yacá. Posesión de Mesa Directiva periodo Noviembre 6. Presentación del historiador
2018-2010.Discurso de orden a cargo del invitado por la Mesa Directiva, Jorge Or-
Vicepresidente Fernán González SJ. “Los lando Melo González quien disertó sobre
retos de las conmemoraciones del Bicente- el tema “La enseñanza de la Historia en el
nario de la Independencia Nacional 2019”. sistema escolar. Antecedentes y procesos
de exclusión. Perspectivas y los usos de
Agosto 29. Presentación del Plan de Manejo materiales didácticos y uso de manuales”.
Especial del Campo de Boyacá, presentado
por la Dirección de Patrimonio del Mi- Noviembre 21. Reconocimiento al Senador
nisterio de Cultura. Arquitecta Eugenia lván Darío Agudelo por la Academia Co
Serpa coordinadora de bienes muebles y lombiana de Historia por su impulso a la
la restauradora Diana Martínez. Ley 1874 que ordenó la enseñanza obli-
gatoria de la historia en el sistema escolar
Septiembre 4. Sesión especial para la revi- colombiano.
sión y aprobación del acta de la sesión del
17 de julio en la cual fue elegida la Mesa Exposiciones museográficas
Directiva para el periodo 2018-2020.
Entre los meses de julio a septiembre estuvo
Septiembre 18. Disertación del Académico abierta al público la exposición museográ-
Antonio José Rivadeneira sobre el tema “El fica “La recuperación de la memoria social
lienzo de La Virgen de Chiquinquirá y el una urgencia del presente”, conmemorativa
inicio de la Campaña Libertadora, abril del vigésimo aniversario de la muerte del
de 1816”. Expresidente Virgilio Barco. A mediados
del mes de septiembre se inició su desmonte
Octubre 2. Apertura de la exposición con- para darle paso a la nueva exposición.
memorativa del octogésimo aniversario de
la muerte del expresidente Enrique Olaya Se trató de la exposición conmemorativa del
Herrera (1937 2017). Discurso de orden 80° aniversario de la muerte del expresidente
a cargo del académico Benjamín Ardila Enrique Olaya Herrera. Las fichas técnicas
Duarte. y las imágenes complementarias fueron el
resultado de un trabajo de investigación en
el Archivo General de la Nación. Así mismo
MESA DIRECTIVA
Periodo 2018-2020
ACADÉMICOS HONORARIOS
37. Muñoz Cordero, Lydia Inés. 2005. 57. Uribe-Urán, Víctor. 2010. 27/07
15/03. Pasto. Miami.
38. Bravo Betancourt, José María. 58. Báez Osorio, Myriam. 2010. 07/09.
2005. 17/05. Medellín. Tunja.
39. Pérez Ochoa, Eduardo. 2005. 59. Correa Restrepo, Juan Santiago.
24/05. Brasil. 2010. 16/11.
40. Groot de Mahecha, Ana María. 60. Corradine Mora, Magdalena. 2011.
2005. 30/08. 22/03.
41. Gómez Casabianca, Luis Henrique. 61. Pinilla Monroy, Germán Mons.
2006. 28/03. 2011. 05/04.
42. Galindo Hoyos, Julio Roberto. 62. Bastidas Urresty, Edgar. 2011.
2006. 29.08. 16/08.
43. Mejía Pavony, Germán Rodrigo. 63. Herrera Soto, Roberto. 2011. 06/09.
2006. 17/10. 64. Barbosa Delgado, Francisco Ro-
44. Salas Ortiz, Camilo Francisco. berto. 2011. 04/20.
2007. 24/04. Medellín. 65. Esquivel Triana, Ricardo. 2011.
45. Bonnet Vélez, Diana. 2007. 23/10. 25/10.
46. Múnera Cavadia, Alfonso. 2008. 66. Santos Molano, Enrique 2011.
26/02. Barranquilla. 15/11.
47. Guerra Curvelo, Wielder 2008. 67. Gutiérrez Ardila, Daniel. 2011.
06/0. Riohacha. 29/11.
48. Restrepo Manrique, Cecilia. 2008. 68. Tirado Mejía, Álvaro. 2012. 28/02.
27/05. 69. Restrepo Olano, Margarita. 2012.
49. Pardo Rueda, Rafael. 2008. 03/06. 03/07
50. Díaz Díaz Rafael, Antonio. 2008. 70. Abello, Alberto. 2012. 24/07.
15/07. 71. Toquica Clavijo, Constanza. 2012.
51. Betancourt Mendieta, Alexander. 04/09.
2008. 9/12. San Luis Potosí, México. 72. Almario García, Oscar. 2015.
52. Rosales Ariza, Gustavo Gr. 2008. 16/05. Medellín.
17/03. 73. Restrepo Salazar, Juan Camilo.
53. Garzón Marthá, Álvaro. 2009. 2015. 07/07.
14/04. 74. Borja Gómez, Jaime Humberto.
54. Ramos Peñuela, Arístides. 2009. 2015 28/07.
28/03. 75. Cardona Angarita, Jorge Mauricio
55. Langebaek Rueda, Carl Henrik. Cap. 2016. 06/09.
2001. 18/05. 76. Vela Orbegozo, Bernardo Eugenio.
56. Díaz López, Zamira. 2010. 06/07. 2016. 20/09.
Popayán.
77. Acevedo Tarazona, Álvaro. 2016. 84. González Pérez, Marco. 2017.
04/10. 29/08.
78. Sotomayor Tribín, Hugo Armando 85. Arias Arias, Inés 2017. 12/09.
2016. 18/10. 86. Acosta Medina, Amylkar. 2017.
79. Gómez Gómez, Ignacio. 2017. 24/10.
06/06. 87. Ocampo Gaviria, José Antonio.
80. Gómez Gutiérrez, Alberto. 2017. 2018. 20/02.
20/06. 88. Gutiérrez Jaramillo, Camilo. 2018.
81. Pabón Cadavid, Jhonny Antonio. 17/04.
2017. 04/07. 89. Guerrero Barón, Javier. 2018.
82. Valencia Llano, Albeiro. 2017. 08/05.
18/07. 90. Bermúdez Cujar, Egberto. 2018.
83. Valencia Llano, Alonso 2017. 19/06.
15/08.
ACADÉMICOS CORRESPONDIENTES
DEL EXTERIOR ELEGIDOS POR LA ACH
GUATEMALA PANAMÁ
ACADEMIA DE GEOGRAFÍA E HIS- ACADEMIA PANAMEÑA DE LA HIS-
TORIA DE GUATEMALA TORIA
D el B ol e tí n
Autores
L os autores
Daniela Herrera
Antropóloga Universidad Externado, Arqueóloga Asistente
Proyecto Chorro de Quevedo.
Melissa Osorno
Antropóloga Universidad de Caldas, Arqueóloga de Campo
Proyecto 5 Espacios Públicos.
• Las citas textuales que sobrepasen palabras, palabras clave (de cuatro
los cuatro renglones, deben apare- a seis) en ambos idiomas, nom-
cer en un párrafo aparte, a espacio bre del autor o autores, filiación
sencillo, tamaño de 11 puntos, en institucional actual, ciudad, país y
márgenes reducidas, sin comillas correo electrónico. Tenga en cuenta
y sin cursiva. que puede emplear el nombre que
• Los términos en latín, palabras ex- aparece en sus diferentes trabajos
tranjeras o palabras resaltadas por académicos y que se encuentra en
el autor, deben ir en letra cursiva. las bases de datos bibliográficas. Si
• Los documentos, cuadros, fotogra- el artículo es resultado de una inves-
fías, mapas y gráficos que acompa- tigación financiada, debe incluirse
ñen el texto deben adjuntarse por el nombre del proyecto, nombre de
separado, en formato JPG o TIFF la institución, fecha de aprobación
y no sobrepasar la resolución de y razón de su financiamiento. Para
300ppp. Cada uno debe ir numerada las palabras clave, se recomienda
en forma consecutiva, acompañado consultar el tesaurus BISG – Book
con su respectivo pie de foto, indi- Industry Study Group – en el si-
cando título, fuente y su ubicación guiente vínculo: https://www.bisg.
dentro del texto. org/complete-bisac-subject-hea-
• La bibliografía, ubicada al final dings-2013-edition.
del texto, debe presentarse en le- En un archivo aparte, el autor debe
tra Times New Roman, tamaño anexar una breve nota biográfica que in-
de 11 puntos, espacio sencillo, en cluya su formación académica, filiación
orden alfabético y organizada en institucional actual, áreas en las que se
Documentos y seriados (fuentes desempeña, sus últimas publicaciones, co-
primarias como archivo, revistas, rreo electrónico (institucional y personal),
prensa, y libros dependiendo de dirección de envío y números de contacto.
su estado) o Informes y sentencias,
Artículos y libros (fuentes secunda- Referencias
rias) y Recursos de Internet. Cada
El Boletín de Historia y Antigüe-
referencia a nota de pie de página en
dades utiliza una adaptación del Chi-
el artículo debe llevar su correspon-
cago Manual of Style, en su edición
diente mención en la bibliografía, no
número 15, versión Humanities Style
se incluyen aquellos que no hayan
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sido referenciados.
tools_citationguide.html]. En el texto,
• La página inicial del artículo debe
la nota al pie (1), debe ir después de la
incluir título y resumen en espa-
palabra o al finalizar la cita sin espacio.
ñol e inglés, que no supere las 150
Luego de la primera citación, no se
utilizan Ibíd., Ibídem, cfr ni op. cit. A S: Apellido y Apellido, ed., una palabra
continuación se utilizan los siguientes del título…
ejemplos para diferenciar la forma de B: Apellido(s), Nombre, y Nombre
citar en las notas a pie de página (N), Apellido(s), ed. Título completo.
la segunda citación (S) y en la biblio- Ciudad: Editorial, año.
grafía (B):
Libro de autor institucional:
Libro (de un solo autor):
N: Dependencia, País, Título del libro
N: Nombre Apellido(s), Título com- (Ciudad: Editorial, año), 35.
pleto (Ciudad: Editorial, año), 35. S: Tres palabras del título…, 35
S: Apellido, tres palabras del título, 35 B: Dependencia, País. Título del libro.
B: Apellido(s), Nombre. Título com- Ciudad: Editorial, año.
pleto. Ciudad: Editorial, año.
Artículo en libro:
Libro (de dos a tres autores):
N: Nombre Apellido(s), “Título
N: Nombre Apellido(s) y Nombre Ape- artículo”, en Título completo, ed.
llido(s), Título completo (Ciudad: Nombre Apellido(s) y Nombre
Editorial, año), 35-80. Apellido(s) (Ciudad: Editorial,
S: Apellido y Apellido, tres palabras año), 35.
del título, 35 S: Apellido, “dos palabras del título
B: Apellido(s), Nombre, y Nombre artículo”, 35-36.
Apellido(s). Título completo. Ciu- B: Apellido(s), Nombre. “Título artí-
dad: Editorial, año. culo”. En Título completo, editado
por Nombre Apellido(s) y Nombre
Libro (de cuatro o más autores): Apellido(s). Ciudad: Editorial, año,
N: Nombre Apellido(s) et al., Título 35-80.
completo (ciudad: Editorial, año),
35-80. Artículo en revista:
S: Apellido et al., una palabra del tí- N: Nombre Apellido(s), “Título
tulo… artículo”, Título revista Vol.: No
B: Apellido(s), Nombre, et al. Título (año): 35.
completo. Ciudad: Editorial, año. S: Apellido, “dos palabras del título
artículo”, 35-36.
Libro editado:
N: Nombre Apellido(s) y Nombre
Apellido(s), ed., Título completo
(Ciudad: Editorial, año), 35-80.
Artículo de prensa:
Publicaciones en Internet:
N: Nombre Apellido(s), “Título
N: Nombre Apellido(s), Título comple-
artículo”, Título periódico, Ciudad,
to (Ciudad: Editorial, año) http://
día y mes, año, 35.
press-pubsuchicago.edu/founders
S: Apellido, “dos palabras del título
(fecha de consulta).
artículo”, 35-36.
S: Apellido, Dos palabras del título
B: Apellido(s), Nombre. “Título
artículo, 35-36.
artículo”. Título periódico, Ciudad,
B: Apellido(s), Nombre. Título com-
día y mes, año, 35-40.
pleto. Ciudad: Editorial, año. http://
press-pubsuchicago.edu/founders.
Tesis:
N: Nombre Apellido(s), “Título tesis” Nota: El Director como el Comité
(tesis pregrado/maestría/doctoral/ Editorial no aceptarán artículos que
postdoc., Universidad, año), 35. no se sujeten a las normas precedentes.
S: Apellido, “dos palabras del título
artículo”, 35-36.
B: Apellido(s), Nombre. “Título tesis.”
tesis pregrado/maestría/doctoral/
postdoc., Universidad, año.
Fuentes de archivo:
La primera vez se cita el nombre com-
pleto del archivo y la abreviatura
entre paréntesis.
N: Nombre completo del archivo (si-
gla), Sección, Fondo, vol./leg./t.,
f. o ff. (lugar, fecha y otros datos
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in the manuscript should have the
ualofstyle.org/tools_citationguide.html]. In
corresponding references in the
the text, the footnote (1), must be followed
literature, does not include those
by the word or the end of the appointment
that have not been referenced.
without space. After the first citation, not
• The home page of the article should
used Ibid, Ibid, cfr., or op. cit. Then the
include title and abstract in Span-
following examples are used to differentiate
ish and English, not exceeding 150
the citation in notes (N), the second citation
words, keywords (four to six) in both
(S) and the bibliography (B):
languages, the name of the author,
current institutional affiliation, city,
Book (one author):
country and e-mail. Note that you
N: First Name Last Name(s), Complete
can use the name in its various
title (City: Publisher, year), 35.
academic papers and found in bib-
S: Last Name, three words of the title, 35
liographic databases. If the article
B: Last Name(s), Name. Complete title.
is the result of research funded, the
City: Publisher, year.
project name, name of institution,
date of approval and because of
Book (two or three authors):
their funding should be included.
N: First Name Last Names(s) and First
For keywords, you should consult
Name Last Names(s), Complete title (City:
the thesaurus BISG - Book Industry
Publisher, year), 35-80.
Study Group - at the following link:
S: Last Name and last name, three words
https://www.bisg.org/complete-bi-
of the title, 35
sac-subject-headings-2013-edition.
B: Last Name, First Name, and First Name
Last Name. Complete title. City: Publisher,
year.
Apreciado lector: