Laevolucindelamente Delasbacteriasadennett
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All content following this page was uploaded by Miguel ÁNGEL Castro Nogueira on 12 December 2018.
Daniel Dennett
De las bacterias a Bach. La evolución de la mente
Trad. de Marc Figueras
Barcelona, Pasado & Presente, 2017 431 pp. 25 €
«¿Cómo es que hay mentes? ¿Cómo es posible que estas mentes hagan esta pregunta y
la respondan?» Con estas dos preguntas, de apariencia inocente, inicia Daniel Dennett
(Boston, 1942) su último libro. Uno de los más prestigiosos y polémicos filósofos
norteamericanos, director del Center for Cognitive Studies de la Universidad de Tufts
desde hace tres décadas, Dennett ha desplegado una abundante y sólida labor
investigadora y divulgativa en distintos campos ‒filosofía de la mente, filosofía de la
biología, ciencias cognitivas, memética, etc.‒, cuyo denominador común es un fuerte
compromiso con los principios materialistas y evolucionistas (darwinistas). Sus obras
más influyentes y debatidas (La actitud intencional, La conciencia explicada, La
peligrosa idea de Darwin y Romper el hechizo. La religión como un fenómeno natural),
publicadas entre 1987 y 2006, tuvieron como propósito profundizar en la comprensión
de la conciencia y la condición humana desde una consideración naturalista del
hombre, es decir, del ser humano y de sus obras como un producto más del proceso
evolutivo.
La obra que nos ocupa, si bien no deja de ser una versión compendiada de las tesis que
el autor ha defendido en las tres últimas décadas, presenta una síntesis madura y bien
construida de su pensamiento. Se trata de un ensayo denso, exigente y controvertido
que no dejará frío al lector que se atreva con él. El libro está organizado en tres partes.
La primera (capítulos 1 al 5) está dedicada a establecer las bases y el marco de su
argumentación. Entre los principios que propone Dennett destacan una fuerte apuesta
darwinista en favor de la selección natural como «diseñador ciego» y el rechazo de
cualquier teleología. Así, para dar cuenta de la evolución de la comprensión en el
mundo, Dennett adopta como modelo material y metodológico la noción de
competencia sin comprensión, una difícil contorsión cognitiva que, en contra de
nuestras más íntimas intuiciones, nos empuja a aceptar la competencia, en todos sus
grados y manifestaciones, como resultado de la interacción de mecanismos ciegos,
carentes de comprensión.
La segunda parte (capítulos 6 al 13) aborda la tensión entre la selección natural como
gran generadora de soluciones evolutivas inteligentes y la aparición tardía del diseño
inteligente e intencional, en sentido estricto, como resultado de la aparición de la
mente humana y de la cultura. El autor introduce su tesis favorable a la denominada
perspectiva del meme que se propone como marco material y formal para abordar la
evolución cultural. La tercera parte (capítulos 14 y 15) está dedicada a interpretar la
mente humana desde una perspectiva tan desconcertante como sugerente: la
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conciencia es una ilusión de usuario, una interfaz orientada a dotar al organismo
humano de una versión manejable (y ficticia) de sus procesos internos y de sus
interacciones con el medio, especialmente el medio social, comunicativo, estratégico y
cooperativo.
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La competencia sin comprensión alcanza su máximo desafío cuando se enfrenta a
nuestra comprensión intuitiva y cartesiana del yo. En los comienzos de la modernidad,
Descartes expresó y formalizó la intuición más íntima e inmediata que acompaña el
flujo de toda conciencia: que soy un yo que piensa, siente y gobierna una vida personal
desde un centro de operaciones por el que discurre el flujo de conciencia. Esta
intuición, caracterizada en Descartes por la inmediatez, y carente de toda precaución
interpretativa, nunca ha dejado de estar presente en la filosofía de la mente, incluso
cuando hermeneutas, lingüistas y psicoanalistas han cuestionado el acceso del yo a sus
propios procesos mentales. Descartes, al fin y al cabo, sólo tematizó filosóficamente la
imagen manifiesta que nos es dada mediante introspección y que se ve reforzada por su
inmediatez y carácter apodíctico, elevando a categoría nuestra psicología folk.
Dennett dedica la parte central del libro, casi trescientas páginas, a revisar el origen y
evolución de la cultura desde la perspectiva de los memes. La palabra meme fue
introducida por Richard Dawkins en 1976 en su brillante y polémico ensayo El gen
egoísta. Dawkins definió los memes como unidades de información replicables, como
genuinos replicadores ‒en el sentido en que lo son los genes‒ mediante los cuales dar
cuenta de la naturaleza y evolución de la cultura. Dawkins dejó ahí la idea sin
desarrollar y tras él surgieron legiones de atrevidos memetistas que fueron duramente
criticados desde las ciencias sociales, la filosofía e, incluso, la biología evolutiva.
Tampoco entre los teóricos de la evolución cultural tuvo buena acogida este concepto.
Dennett opina, muy al contrario, que la perspectiva del meme puede ofrecer
inmejorables oportunidades para comprender y explicar qué es la cultura y cómo la
cultura cambia a lo largo del espacio y el tiempo. Es más, en opinión del filósofo
norteamericano, la perspectiva del meme es imprescindible para dar cuenta de una
parte del proceso evolutivo de nuestra especie, ya que el cerebro humano ha sido
moldeado por la presión de selección que dichos memes han ejercido sobre él durante
los últimos cuarenta mil años.
Pero, ¿qué son los memes? A grandes rasgos, los memes son tipos de maneras de
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comportarse susceptibles de ser replicadas (p. 188). Las palabras son el mejor ejemplo
de la categoría meme. Pueden ser copiadas, transmitidas, recordadas, evitadas,
denunciadas, ridiculizadas, censuradas, parodiadas o santificadas. Además, las
palabras mutan y cambian en el tiempo, nacen y desaparecen, manifestando éxito
diferencial, y todo ello sin que sea necesaria la intervención de procesos de diseño
intencional. También son memes las variantes fonéticas de cada palabra y otras
categorías léxicas, como las formas irregulares de los verbos, y, en sentido ampliado,
cualesquiera formas de comportamiento susceptibles de imitación y transmisión. Por
ejemplo, una determinada manera de llevar la gorra con la visera hacia atrás, una
expresión coloquial, una forma de saludo, un ritual religioso, una moda, etc.
La parte final del libro está formada por dos capítulos dedicados a plantear la relación
entre la conciencia y la cultura desde la perspectiva memética. La conciencia, en
opinión de Dennett, debe ser conceptualizada como un sistema de máquinas virtuales
que han evolucionado, memética y genéticamente, para tener papeles muy
especializados en el nicho cognitivo que nuestros ancestros han construido a lo largo
de milenios. Llevando a sus últimas consecuencias la línea argumental mantenida en la
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obra, Dennett contempla la conciencia humana como el resultado integrado de
infinidad de mecanismos dotados de competencia sin comprensión, en todo análogos a
los que componen las estructuras neurológicas de cualquier otra especie de mamíferos,
por ejemplo. Como ya hemos manifestado, el autor rechaza la existencia de un centro
de mando responsable de la sensación íntima e inmediata que poseemos del yo e
interpreta esta experiencia subjetiva como una ficción útil y benigna.
Valoración crítica
Lo más atrayente del texto, sin duda, es su voluntad de trazar un acceso al mundo de la
conciencia y los fenómenos culturales desde una perspectiva naturalista. Este reto,
opuesto a cualquier tentación simplificadora, espiritualista o saltacionista, ofrece
resultados muy interesantes que nadie debería obviar, particularmente aquellos que
dedican sus esfuerzos a explicar la condición humana y la vida cultural. Sin embargo, la
solidez de los argumentos de Dennett no es siempre la mejor. En nuestra opinión, la
primera parte del libro es la más convincente y su apoyo teórico y empírico está
contrastado. Tomarse en serio la peligrosa idea de Darwin es una excelente
recomendación que permite esbozar una visión de la realidad humana y cultural muy
necesaria, alejada de trampas mentalistas y delirios de grandeza antropocéntrica. Es
más, debería ser el punto de partida de cualquier filosofía del hombre o teoría cultural.
Desgraciadamente, el panorama filosófico y humanista europeo vive un tanto al margen
de esta circunstancia.
También resulta sugerente, aunque menos sólida, la interpretación del autor acerca de
la conciencia. Es bien cierto que, en este campo, los hallazgos son más conjeturales y
Dennett ‒como cualquier otro‒ se mueve en el ámbito de la especulación. Aun así, sus
apuestas centrales ‒competencia sin comprensión, crítica de la gravedad cartesiana y
metáforas informáticas‒ esbozan un programa de investigación rico y estimulante en el
que vale la pena profundizar.
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los cerebros humanos tiene más atractivo que valor heurístico. Las raíces animales de
la cultura están unidas al desarrollo de diversas formas de aprendizaje social que
funcionan, sobre todo, como un mecanismo que facilita la recreación de conductas que
otros individuos han desarrollado previamente y que mantienen activas en su
repertorio porque su sistema valorativo (el sistema límbico-hipotalámico) las considera
útiles. De este modo, el individuo que observa ahorra tiempo y costes a la hora de
desarrollarlas. Pero no es un imitador ciego: si la conducta que reproduce no le
proporciona beneficios, la abandona.
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