Seminario Ciudadanía y Genero CLASE 2
Seminario Ciudadanía y Genero CLASE 2
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CLASE 1
Ciudadanía y género.
CLASE 2
Las contribuciones del Feminismo en la conformación
de una ciudadanía femenina. Del sufragismo hasta “lo
personal es político”.
CLASE 3
El proceso de constitución de la ciudadanía política
de las mujeres en la Argentina.
CLASE 4
Ciudadanía diferenciada. Las cuotas. La Paridad.
CLASE 2
LAS CONTRIBUCIONES DEL
FEMINISMO EN LA
CONFORMACIÓN DE UNA
CIUDADANÍA FEMENINA.
DEL SUFRAGISMO HASTA
“LO PERSONAL ES POLÍTICO”
CIUDADANÍA Y PARTICIPACIÓN POLÍTICA FEMENINA EN ARGENTINA | Seminario de Capacitación Política
CLASE 2
LAS CONTRIBUCIONES DEL FEMINISMO EN
LA CONFORMACIÓN DE UNA CIUDADANÍA FEMENINA.
DEL SUFRAGISMO HASTA “LO PERSONAL ES POLÍTICO”2
Esto es así porque “los varones desde una naturaleza igual, siendo igualmente li-
bres acordaron un pacto inter-pares constituyendo la sociedad política, que nació
de este modo masculina” (Archenti, 1994: 28). Precisamente, el contrato social se
convirtió en el tipo de modelo abstracto sobre el que se edifica toda la Modernidad,
y es el fundamento de las democracias. El problema reside en que ese contrato
descansa en un acuerdo originario -el contrato sexual- a través del cual los varones
se apropian del derecho a disfrutar de un igual acceso sexual a las mujeres, asegu-
rando la libertad para sí mismos y la sujeción para ellas, a través de dos institucio-
nes: el matrimonio y la prostitución. Las mujeres no han nacido libres, son el objeto
del pacto, y “nadie puede ser al mismo tiempo propiedad humana y ciudadano”
(Pateman, 1995: 10-18). Precisamente, “el derecho sexual o derecho de acceso a los
cuerpos de las mujeres es una dimensión esencial del derecho político del que los
varones se autoinvisten” (Amorós, 2000: 61). En consecuencia, se generan “… rela-
ciones de dominación y subordinación al descansar sobre una concepción del indi-
viduo como propietario de su propia persona. Individuo y contrato son categorías
masculinas, patriarcales, de ahí que las mujeres sean excluidas del contrato original,
no son individuos, acceden al mundo público como mujeres” (Agra Romero, 1995)3.
De este modo, las desigualdades de género que aún existen en la arena política, se
sitúan en el contrato original.
Las mujeres no tardarán en darse cuenta que los ideales proclamados por la Ilustra-
ción no las comprendían. Como señala Ana de Miguel “Las mujeres de la Revolución
Francesa observaron con estupor cómo el nuevo Estado revolucionario no encon-
traba contradicción alguna en pregonar a los cuatro vientos la igualdad universal y
dejar sin derechos civiles y políticos a todas las mujeres” (citado en Varela, 2005:
2
Parte del contenido de este apartado fue publicado en la revista Complejidad Nº 20. María Elena
Martin (2013) “La ciudadanía política femenina: los aportes del Feminismo a un proceso enconstruc-
ción”. Revista Complejidad Nº 20 Trimestre julio-septiembre 2013, ISSN 1853-8118. pp. 35-52.
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En Prólogo a la edición en español de El Contrato Sexual, Ed. Anthropos, 1995, pág. XI.
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29). Sin embargo, a pesar de ello, la idea de igualdad tuvo impacto en las mujeres,
pues es “difícil estar inmersas en un medio ideológico poblado de discursos acer-
ca de la igualdad, la libertad y la fraternidad y resignarse, en una sociedad que se
presenta a sí misma como en proceso constituyente, a vivir su propia inserción en
él al modo de la vicariedad y la pasividad” (Amorós, 2000:164).
De ahí que éstas se pudieron pensar por primera vez como sujetos y reclamar des-
de los propios inicios de la Revolución, su presencia y participación en lo público.
Sin proponérselo, las Luces alumbrarán a un “hijo no querido” (Valcárcel, 2001:9):
el Feminismo.
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Muchos de estos reclamos se registraron en los Cuadernos de Quejas: “Fueron redactados en 1789
para hacer llegar a los Estados Generales (una especie de Parlamento de la época que a los pocos
días se constituyó en Asamblea Nacional), las quejas de los tres estamentos: clero, nobleza y tercer
estado (pueblo). Las mujeres quedaron excluidas de la Asamblea General y entonces se volcaron en
los Cuadernos de Quejas donde hicieron oír sus voces por escrito, desde las nobles hasta las religiosas
pasando por las mujeres del pueblo. […] En ellos abogaban por el derecho a la educación, al trabajo,
derechos matrimoniales y respecto a los hijos y derecho al voto” (Varela, 2005: 30-31).
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En el siglo XIX, desde 1848 hasta las primeras décadas del siglo XX, el Feminismo
se configura sobre todo como un movimiento social en torno a la lucha por el de-
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Celia Amorós (2000) cita el trabajo de Alicia Puleo (1993): La ilustración olvidada. La polémica de
los sexos en el siglo XVII, al cual considera como fuente ineludible para profundizar acerca de la in-
fluencia de la Ilustración en el feminismo.
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Citado en Varela, Nuria, 2005: 40.
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Paralelamente, en los países en los que predomina la religión protestante, ésta ope-
ra como un factor que facilita el surgimiento del sufragismo. Esto es así en tanto
la posibilidad de interpretar libremente la Biblia y la multiplicación de espacios de
reuniones, permiten a las mujeres juntarse en pequeñas comunidades en las que
las actividades de lectura y discusión contribuyen al manejo de herramientas que
facilitarán su desempeño en el espacio público e incluso adquirir una mirada “feme-
nina”. Así por ejemplo llegan a escribir una versión de la Biblia desde la perspectiva
de las mujeres por considerar que la original era patriarcal.
Los factores indicados nos permiten identificar las razones por las cuales EEUU fue
la cuna del Sufragismo. A partir de la denominada “Declaración de Sentimientos”,
resultado de la reunión realizada en una capilla metodista de Seneca Falls, Estado
de New York, el 19 y 20 de julio de 1848, este movimiento sale a la luz. Las 68 muje-
res y los 32 hombres que se reunieron, plantearon entre los principales objetivos: el
derecho de voto, la mejora de la educación, la capacitación profesional y la apertu-
ra de nuevos horizontes laborales y la equiparación de los sexos en la familia como
medio para evitar la subordinación de la mujer y la doble moral sexual.
De esta manera, a las líderes Elizabeth Cady Stanton y Susan B. Anthony les va a
quedar claro que la lucha por los derechos para las mujeres sólo será responsabili-
dad de ellas mismas; por ello, en 1868 fundan la Asociación Nacional Pro Sufragio
de la Mujer (NWSA), a partir de la cual fortalecen lo que será uno de los rasgos más
persistentes del movimiento feminista: la solidaridad. Al año siguiente, diferencias
respecto de las estrategias de lucha provocan una escisión en sus filas, y el sector
liderado por Lucy Stone organiza la Asociación Americana Pro Sufragio de la Mujer
(AWSA)7. Los avances fueron lentos y, ante las dificultades, ambas organizaciones
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La diferencia entre unas y otras residía en que las mujeres que permanecieron en NWSA, buscaban
la obtención simultánea del sufragio en todo el territorio nacional, afirmando una estrategia colectiva
sustentada en fuertes lazos solidarios; las lideradas por Stone consideraban que la lucha debía hacer-
se Estado por Estado, dejando liberada la obtención de resultados a las capacidades organizativas y
a las particularidades de cada lugar. En el futuro las diferencias entre el feminismo radical y el femi-
nismo liberal se inscriben en esta división temprana.
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volvieron a unirse en 1890. Con la llegada del nuevo siglo radicalizaron sus luchas,
organizaron distintas actividades en las principales ciudades hasta conseguir que
en 1918 la Cámara de Representantes aprobara la Decimonovena Enmienda, que
entró en vigor en 1920.
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Esquema Nº 2
Obtención del Sufragio Universal en Países de la OCDE
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Agregado de la autora. En EEUU las mujeres votaban desde 1920, pero sólo las blancas.
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En 1918 se obtiene el sufragio femenino para las mujeres mayores de 30 años y en 1928 se hace ex-
tensivo a todas las mujeres.
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Por su parte, en América Latina también transcurre durante el siglo XIX una movi-
lización de las mujeres para reivindicar sus derechos, con características diferen-
ciales entre los países, dependiendo de factores tales como el estado de desarrollo
de la economía, el régimen político dominante o los factores demográficos, entre
otros. Desde la perspectiva de algunas historiadoras (Lavrin, 1995), el feminismo la-
tinoamericano registra influencia de tres vertientes: socialista, liberal y anarquista,
y su característica diferencial con respecto al hemisferio norte, fue su rechazo a las
manifestaciones violentas para reclamar por las condiciones de las mujeres.
Considera que por ello, la situación de las más desposeídas, las obreras, reviste ma-
yor importancia que la de las mujeres de clase alta, para las cuales el dinero puede
proporcionar educadores y sirvientes profesionales; mientras que las primeras su-
fren desde que nacen un trato injusto y vejatorio, unido a su nula educación y a la
obligada servidumbre al varón.
10
“La célebre rebeldía de la religiosa Sor Juana Inés de la Cruz (1648 ó 1651 hasta 1691) en México en
el siglo XVII, fue la obra de una mujer muy inteligente, pero todavía aislada” [Küppers G.: 2001:13].
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Pasajes de su libro Unión Obrera, escrito en 1843.
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A pesar de esta precoz movilización femenina, ese derecho tarda algunos años en
llegar. Mientras el sufragio universal masculino se introdujo entre el último tercio
del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX; el femenino llegó recién a partir
de los años treinta, aunque en la gran mayoría de los países no se adquiere sino
hasta mediados de ese siglo (ver tabla siguiente).
Esquema Nº 3
Obtención del Sufragio Universal en Países de América Latina
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Sin embargo, a pesar de este panorama que se presentaba en los años ’50, empie-
za a emerger un nuevo feminismo, o para ser más exactas, una nueva etapa en su
historia12. Teniendo como precursora a la francesa Simone de Beauvoir, cuya obra
principal El Segundo Sexo (1949), se van a remarcar las claves que iluminarán los
caminos de la teoría feminista en las décadas posteriores. La filósofa sostiene que
la mujer es siempre designada a partir del concepto de alteridad en relación al
hombre: es “la otra”, ocupa una posición de subordinación en un mundo en el que
todas las relaciones de poder están fijadas por los varones. Asimismo, Beauvoir se
propone demostrar, como lo señala Susana Gamba, que “la Naturaleza no encade-
na a los seres humanos y les fija su destino: “no se nace mujer, se llega a serlo”.
Algún tiempo después, otra destacada mujer, esta vez del otro lado del Atlántico,
Betty Friedan, buscará explicar la situación que viven las mujeres de la clase media
norteamericana en esa sociedad de posguerra que pretendía hacer una “Mística de
la Feminidad”, que será el título de su principal obra publicada en 1963 y es consi-
derada el punto de partida del nuevo feminismo. Exponente del Feminismo liberal
o reformista, esta autora pone el acento en la reivindicación de derechos, que per-
mitan la equiparación entre varones y mujeres; esto es, aboga por la necesidad de
que se reconozca a las mujeres el derecho a trabajar fuera del hogar y la reforma
del sistema para terminar con las desigualdades en el mercado laboral. No obstan-
te, no avanza en la exploración de las causas de la subordinación de la mujer en la
sociedad y en el cuestionamiento del orden patriarcal.
Precisamente estos últimos junto a los métodos de acción directa13, serán carac-
terísticos del Feminismo radical, que se desarrolla en EEUU entre 1967 y 1975, y
cuyas representantes principales son Kate Millet (Política Sexual, 1969) y Shulamite
Firestone (La dialéctica de los sexos, 1970). Éste se sustenta en el análisis de la
opresión, examinando la sexualidad y la situación que viven las mujeres al interior
del matrimonio; desde esta perspectiva, se acuñan los conceptos de género y pa-
triarcado. Su principal aporte es poner en evidencia que también “lo personal es
político”, desafiando a la teoría política clásica y propugnando una reformulación
de los espacios público y privado.
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Si bien para la mayoría de la bibliografía, la etapa que se inicia a fines de los ’60 se conoce como
“la segunda ola del feminismo”, Nuria Varela la considera la tercera ola. Las dos anteriores serían su
surgimiento como corriente de pensamiento en el siglo XVIII y la segunda, el movimiento sufragista
de los siglos XIX y XX.
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Una de las prácticas comunes para concienciar sobre los derechos de las mujeres era el boicot a
los concursos de misses, la quema pública de sujetadores, además de las marchas y manifestaciones.
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En otros términos, no sólo manifiesta que “no puede darse un cambio social en
las estructuras económicas si no se produce a la vez una transformación entre los
sexos”; a su vez “plantea la necesidad de búsqueda de una nueva identidad de las
mujeres que redefina lo personal como imprescindible para el cambio político”
(Gamba, 2007:144).
En las antípodas se halla el Feminismo de la igualdad, que reconoce sus raíces ilus-
tradas y sufragistas, y se plantea la profundización de esa igualdad hasta abolir las
diferencias entre los sexos; éste centra sus preocupaciones en los aspectos reivin-
dicativos, la crítica al androcentrismo y ensalza el concepto de género. Cuando ha-
blamos de igualdad “nos referimos a una relación de homologación bajo un mismo
parámetro que determina un mismo rango, una misma equiparación de sujetos que
son perfectamente discernibles. […] La idea de igualdad es una idea con un enor-
me potencial, que tiene la capacidad, justamente de visibilizar lo diferente de otra
14
Cita a Victoria Sendón de León (2002: 12-13): Marcar las diferencias. Discursos feministas ante un
nuevo siglo. Barcelona, Icaria.
Es una de las fundadoras de la Librería de Mujeres de Milán, uno de los centros principales del fe-
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minismo de la diferencia.
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Ver: Sendón de León, 2002: 72-73.
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Surgido a partir de la ONU y sus Conferencias Mundiales y Declaraciones contra la discriminación.
Representado entre otras por Vandana Shiva, resalta como valor la verdadera conciencia ecologista
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La cooptación se corrobora por el aumento de la canalización de aportes económicos a las ONG.
Según la información de la OECD, en 1970, las Ong’s recibieron 914 millones de dólares; en 1980, la
cifra ascendió a 2.368 millones de dólares y, en 1992 rondó los 5.200 millones.
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