Pasolini, Pier Paolo - El Escándalo Radical
Pasolini, Pier Paolo - El Escándalo Radical
Pasolini, Pier Paolo - El Escándalo Radical
Segundo párrafo
Desobedeciendo la distorsionada voluntad de los historiadores y de los políticos de
profesión, además de la de las feministas romanas - voluntad que me habría confinado
en Elicona exactamente como los mafiosos en Ustica - una noche de este verano,
participé en un debate político en una ciudad del Norte. Tal y como suele suceder, un
grupo de jóvenes quiso continuar el debate por la calle, en la cálida velada llena de
cantos. Entre estos jóvenes se hallaba un griego. Que era, precisamente, uno de esos
extremistas marxistas "simpáticos" de los que hablaba. Sobre el fondo de plena simpatía
afloraban los más vistosos defectos de la retórica y de la subcultura extremista. Era un
"adolescente" un tanto desastrado en el vestir, incluso me atrevería a decir un poco
golfillo, pero, al mismo tiempo, tenía una barba de auténtico pensador, oscilando entre
Menippo y Aramis; pero el pelo, largo hasta los hombros, corregía la función gestual y
grandilocuente de la barba, con un algo de exótico e irracional, una alusión a la filosofía
brahamánica, a la ingenua altanería de los gurumparampara. El joven griego vivía su
retórica en la más completa ausencia de autocrítica. Ignoraba que poseía estas señales
tan vistosas, y por eso resultaba tan adorable, al igual que las personas que no saben que
tienen derechos.... Entre sus defectos tan cándidamente vividos, el más grave de todos
era sin lugar a dudas esa vocación por difundir entre la gente ("despacio, sin prisas"
decía, para él la vida era una cosa larga, casi sin fin) la conciencia de sus derechos y la
voluntad de luchar por ellos. Pues bien, he ahí la enormidad, tal y como la entendí en
ese estudiante griego, encarnada en su persona inconsciente. A través del marxismo, el
apostolado de los jóvenes extremistas de extracción burguesa - el apostolado a favor de
la conciencia de los derechos y de la voluntad de realizarlos- no es más que la rabia
inconsciente del burgués pobre contra el burgués rico, del burgués joven contra el
burgués viejo, del burgués impotente contra el burgués potente, del pequeño burgués
contra el gran burgués. Es una guerra civil inconsciente - disfrazada de lucha de clases -
dentro del infierno de la conciencia burguesa. (Insisto, estoy hablando de extremistas,
no de comunistas). Las personas adorables que no saben que tienen derechos, o las
personas que lo saben pero renuncian - en esta guerra civil disfrazada - revisten una
conocida y antigua función, la de ser carne de cañón. Con hiprocresia inconsciente,
éstos son utilizados, en primer lugar, como sujetos de un transfert que libera la
conciencia del peso de la envidia y del rencor económico, y, en segundo lugar, son
lanzados por burgueses jóvenes, pobres, inciertos y fanáticos, como un ejército de parias
"puros", en una lucha inconscientemente impura, precisamente contra los burgueses
viejos, ricos, auténticos y fascistas. Entendámonos, el estudiante griego que he tomado
como símbolo, también él era, a todos los efectos (excepto con respecto a una feroz
verdad) un "puro", como los pobres. Y esa "pureza" se debía precisamente al
radicalismo que había en él.
Tercer párrafo
Es hora de decirlo: los derechos de los cuales estoy hablando son los "derechos civiles"
que, al margen de un contexto estrictamente democrático, tal y como podía ser un ideal
de democracia puritana en Inglaterra o en los Estados Unidos - o bien laica en Francia -
han adquirido un color clasista. La italianización socialista de los "derechos civiles" no
podía fatalmente (históricamente) hacer otra cosa que vulgarizarse. De hecho, el
extremista que enseña a los demás a tener derechos ¿Qué está enseñando exactamente?
Enseña que hay que pretender la misma felicidad que la de los explotadores. El
resultado que de esa manera se consigue es una identificación, en el mejor de los casos
una democratización en el sentido burgués. La tragedia de los extremistas consiste en
haber provocado una regresión en una lucha que ellos definen verbalmente como
revolucionario-marxista-leninista, en una lucha civil vieja como la burguesía, esencial
para la existencia misma de la burguesía. La realización de los derechos no hace más
que ascender a quien los obtiene al grado de burgués.
Cuarto párrafo
¿En qué sentido la conciencia de clase no tiene nada que ver con la conciencia de los
derechos marxistizados? ¿En qué sentido el Pci no tiene nada que ver con los
extremistas (aunque a veces a través de la vieja diplomacia burocrática los llama a su
seno, por ejemplo, tal y como ha hecho al codificar el Sesenta y ocho en la línea de la
resistencia)? Es bastante simple, mientras que los extremistas luchan por los derechos
civiles marxistizados pragmáticamente, en nombre, tal y como he dicho, de una
identificación final entre explotado y explotador, los comunistas, por el contrario,
luchan por los derechos civiles en nombre de una alteridad. Alteridad (no simple
alternativa) que por su misma naturaleza excluye toda posible asimilación de los
explotados con los explotadores. La lucha de clases ha sido hasta ahora una lucha en pro
del predominio de otra forma de vida (citando de nuevo a Wittgenstein potencial
antropólogo), es decir de otra cultura. Tanto es así que las dos clases en lucha eran
también - ¿como diría yo? - racialmente distintas. Y en realidad, lo siguen siendo
básicamente. En plena edad del consumo.
Quinto párrafo
Todos saben que los "explotadores" cuando (a través de los "explotados") producen
mercancía, producen en realidad humanidad (relaciones sociales). Los "explotadores"
de la segunda revolución industrial (llamada también consumismo, es decir, grandes
cantidades, bienes supérfluos, función hedonista) producen nueva mercancía, así que
producen nueva humanidad (nuevas relaciones sociales). Ahora bien, durante los casi
dos siglos de su historia, la primera revolución industrial ha producido siempre
relaciones sociales modificables. ¿Cuál es la prueba? La prueba es la certeza substancial
de la modificabilidad de las relaciones sociales en aquellos que luchaban en nombre de
la alteridad revolucionaria. Ellos nunca han propuesto ni a la economía ni a la cultura
del capitalismo una alternativa, sino, precisamente, una alteridad. Alteridad que hubiera
debido modificar radicalmente las relaciones sociales existentes, es decir,
antropológicamente hablando, la cultura existente. En el fondo, la "relación social" que
se encarnaba en la relación entre siervo de la gleba y señor feudal, no era muy distinta
de la que se encarnaba en la relación entre obrero y patrón de la industria. Y, en
cualquier caso, se trata de "relaciones sociales" que se han demostrado igualmente
modificables. Pero, ¿y si la segunda revolución industrial - a través de las nuevas e
inmensas posibilidades que ofrece - produjese de ahora en adelante "relaciones sociales"
inmodificables? Esta es la gran y tal vez trágica pregunta que hay que plantearse. Y en
esto consiste en definitiva la burguesización total que está teniendo lugar en todos los
países, definitivamente en los países capitalistas, definitivamente en Italia. Desde este
punto de vista, las perspectivas del capital son de color rosa. Las necesidades creadas
por el viejo capitalismo se parecían mucho a las necesidades primarias. Las necesidades
que el nuevo capitalismo puede crear son total y perfectamente inútiles y artificiales. He
ahí por qué, a través de ellas, el nuevo capitalismo no se limitaría a cambiar
históricamente un tipo de hombre sino la humanidad misma. Cabe añadir que el
consumismo puede crear "relaciones sociales" inmodificables, o bien creando, en el
peor de los casos, en lugar del viejo clérigofascismo un nuevo tecnofascismo (que
podría realizarse sólo con la condición de que se le llamase antifascismo), o bien
creando como contexto de su propia ideología hedonista un contexto de falsa tolerancia
y de falso laicismo, de falsa realización, es decir, de los derechos civiles, que en
realidad es lo más probable. En ambos casos, el espacio para una auténtica alteridad
revolucionaria se reduciría a la utopía o al recuerdo. Reduciendo de esa manera la
función de los partidos marxistas a una función socialdemócrata, incluso competamente
nueva desde el punto de vista histórico.
Sexto párrafo
Querido Pannella, querido Spadaccia, queridos amigos radicales, pacientes con todo el
mundo como santos, y también conmigo. La alteridad no está sólo en la conciencia de
clase y en la lucha revolucionaria marxista. La alteridad existe también por sí misma en
la entropía capitalista. Es ahí en donde goza (o mejor dicho, sufre,y a menudo sufre
horriblemente) su carácter concreto, su factualidad. Lo que es, y lo que existe en eso,
son dos datos culturales. Entre dichos datos existe una relación de prevaricación, a
menudo, horrible. Transformar su relación en una relación dialéctica es precisamente la
función, hasta el momento presente, del marxismo. Relación dialéctica entre la cultura
de la clase dominante y la cultura de la clase dominada. Dicha relación dialéctica no
seguiría siendo posible si la cultura de clase desapareciese, se eliminase o se abrogase,
como decís vosotros. Es por ello que hay que luchar para conservar todas las formas
alternas y subalternas de cultura. Es lo que habéis hecho vosotros durante todos estos
años, especialmente en los últimos años. Y habéis conseguido encontrar formas alternas
y subalternas de cultura en todas partes, en el centro de la ciudad y en los rincones más
lejanos, más muertos y más poco frecuentados. No habéis tenido ningún respeto
humano, ni ninguna falsa dignidad y no os habéis subyugado a ningún chantaje. No
habéis tenido miedo ni de rameras ni de recaudadores, ni tampoco - todo hay que decirlo
- de fascistas.
Séptimo párrafo
Los derechos civiles son básicamente los derechos de los demás. Ahora bien, decir
alteridad es enunciar un concepto casi ilimitado. En vuestra afabilidad y en vuestra
intransigencia, no habéis hecho distinciones. Os habéis comprometido hasta el final por
toda alteridad posible. Pero hay que hacer una observación. Existe una alteridad que
atañe a la mayoría y otra que atañe a las minorías. El problema que concierne a la
destrucción de la cultura de la clase dominada, como eliminación de una alteridad
dialéctica y amenazante es un problema que atañe a la mayoría. El problema del
divorcio es un problema que afecta a la mayoría. El problema del aborto es un problema
que afecta a la mayoría. De hecho, los obreros y los campesinos, maridos y mujeres,
padres y madres constituyen la mayoría. A propósito de la defensa genérica de la
alteridad, a propósito del divorcio, a propósito del aborto, habéis obtenido grandes
triunfos. Ello constituye - y vosotros lo sabéis perfectamente - un gran peligro. Para
vosotros - y vosotros sabéis perfectamente como reaccionar - y para todo el país que,
por el contrario, especialmente en niveles culturales que deberían ser altos, reacciona
bastante mal. ¿Qué quiero decir con ésto? A través de la adopción marxistizada de los
derechos civiles por parte de los extremistas - de los que he hablado en la primera parte
de mi intervención - los derechos civiles han entrado a formar parte no sólo de la
conciencia sino también de la dinámica de toda la clase italiana de fe progresista. No
estoy hablando de vuestros simpatizantes ... No hablo de los que habéis llegado hasta
los más remotos y distintos lugares, hecho del que estáis justamente orgullosos. Hablo
de los intelectuales socialistas, de los intelectuales comunistas, de los intelectuales
católicos de izquierdas, de los intelectuales en general (...)
Octavo párrafo
Se que estoy diciendo cosas gravísimas. Por otra parte, era inevitable. Si no ¿A qué iba
a haber venido aquí? Os anuncio - en un momento de justa euforia de las izquierdas - lo
que para mí es el mayor y el peor peligro que nos acecha, especialmente a nosotros los
intelectuales, en el futuro próximo. Una nueva "trahison des clercs", una nueva
aceptación, una nueva adhesión, un nuevo claudicar ante el hecho consumado, un nuevo
régimen incluso sólo como nueva cultura y nueva calidad de vida. Me remito a lo que
he dicho al final del quinto párrafo. El consumismo puede hacer que se conviertan en
inmodificables las nuevas relaciones expresadas por el nuevo modo de producción
"creando como contexto de su propia ideología hedonista un contexto de falsa tolerancia
y de falso laicismo, de falsa realización, es decir, de los derechos civiles". Ahora bien,
la masa de los intelectuales que ha tomado de vosotros, a través de una marxización
pragmática de extremistas, la lucha por los derechos civiles haciéndola entrar en su
código progresista, o conformismo de izquierda, no hace otra cosa que seguirle el juego
al poder. Cuanto más fanáticamente convencido está un intelectual progresista de la
bondad de su contribución a la realización de los derechos civiles, más acepta la función
socialdemócrata que el poder le impone aboliendo, a través de la realización falsificada
y totalizadora de los derechos civiles, cualquier alteridad auténtica. Así pues, dicho
poder se prepara para adoptar a los intelectuales progresistas como sus clérigos. Y ellos
ya han dado a ese poder invisible una adhesión invisible haciéndose un carnet invisible.
Contra todo ésto vosotros no tenéis más que seguir simplemente siendo vosotros
mismos, lo cual significa ser continuamente irreconocibles. Olvidad rápidamente los
grandes triunfos y seguid impertérritos, obstinados, eternamente contrarios, en vuestro
afán por pretender, querer e identificaros con lo distinto, seguid escandalizando y
blasfemando.
SUMARIO
Publicamos el texto de la intervención de Pier Paolo Pasolini que iba a tener lugar en el
Congreso del Partido radical de noviembre de 1975. Sólo se pudo leer, ante un auditorio
trastornado y en medio de un silencio sepulcral. Passolini había sido asesinado dos días
antes. Existe un grave peligro - nos advierte el gran poeta y ensayista - que se cierne
sobre el Partido radical debido precisamente a los grandes éxitos obtenidos en la
conquista de los derechos civiles. Un nuevo conformismo de izquierdas se apresura a
apropiarse de vuestra batalla por los derechos civiles "creando un nuevo contexto de
falsa tolerancia y de falso laicismo". Precisamente, los intelectuales del sistema
utilizarán la cultura radical de los derechos civiles, de la Reforma, de la defensa de las
minorías como fuerza terrorista, violenta y opresora. El poder se prepara a "adoptar a
los intelectuales progresistas como sus clérigos". La previsión de Pasolini se ha
verificado, no sólo en Italia, sino también en el resto de la sociedad occidental en donde,
en nombre del progresismo y del modernismo, se ha afirmado una nueva clase de poder
totalizador y transformista, sin lugar a dudas mucho más peligrosa que las tradicionales
clases conservadoras. "Contra todo ésto vosotros no tenéis más que seguir simplemente
siendo vosotros mismos, lo cual significa ser continuamente irreconocibles.
("Número único" para el XXXV Congreso del Partido radical - Budapest 22-26 abril
1989)