Doctora Heredia Mónica Benítez
Doctora Heredia Mónica Benítez
Doctora Heredia Mónica Benítez
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Epílogo
DOCTORA HEREDIA
MÓNICA BENÍTEZ
Copyright © 2024 Mónica Benítez
Todos los derechos reservados
Todos los derechos reservados. Ninguna sección de este material puede
ser reproducida en ninguna forma ni por ningún medio sin la
autorización expresa de su autora. Esto incluye, pero no se limita a
reimpresiones, extractos, fotocopias, grabación, o cualquier otro medio
de reproducción, incluidos medios electrónicos.
Todos los personajes, situaciones entre ellos y sucesos aparecidos en el
libro son totalmente ficticios. Cualquier parecido con personas, vivas o
muertas o sucesos es pura coincidencia.
https://monicabenitez.es
Twitter: @monicabntz
Instagram: mbenitezlibros
Estel Márquez
Lunes, 9 de enero de 2023
Maribel Heredia
Jueves, 12 de enero de 2023
Estel Márquez
Lunes, 16 de enero de 2023
Muy de vez en cuando tengo un día de esos en los que por mucho café
que tomo, parece que no logro despertarme. Son casi las once de la
mañana, he hecho la ronda por planta, visitado cuatro pacientes en
consulta y tomado tres cafés desde que he llegado y, aun así, no paro
de bostezar y me pican los ojos como si no hubiera dormido en toda la
noche.
Bajo a la cafetería decidida para pedir un café doble, si eso no me
despierta, me rindo y soportaré lo que me queda de turno como pueda.
Cuando entro está llena de gente, demasiada para ser lunes. No me
molesto en buscar caras conocidas en las mesas, simplemente me sitúo
en la cola mientras consulto las noticias en el móvil cuando escucho su
voz a mi espalda y no estoy segura de si realmente está aquí o tengo
tanto sueño que estoy alucinando.
—Con esa mata de pelo no me dejas ver los bocadillos.
Me giro y ahí está Maribel Heredia. La luz amarillenta de las
bombillas le da de lleno y resalta el particular tono tostado que le
proporciona la raza gitana y que cuanto más miro, más me fascina.
—Si te molesta mi pelo me lo apartas, pero sé delicada, ya sabes
que me gustan los roces suaves en el cuello —espeto sin ser consciente
de lo que digo hasta que termino de hablar.
Maribel contiene el aire en los pulmones y me desboca el corazón
despertándome de golpe.
—¿Te acabas de dar cuenta de que no puedes vivir sin mis besitos
en el cuello? —contesta altiva.
Me entra una corriente por el cuerpo que me recorre hasta acabar
con un latigazo entre las piernas. ¿Cómo he podido ponérselo tan
fácil?
—¿Crees que eres la única que sabe dar besos en el cuello?
No sé por qué digo eso, pero por la cara que ha puesto Heredia,
está claro que no le ha gustado el comentario. Quizá hoy debería
haberme quedado en casa.
—No son horas para un bocadillo —trato de cambiar de tema
mientras avanzo en la cola.
—Está siendo una mañana muy movida en urgencias y no he
tenido tiempo de desayunar, no como tú, claro, que parece que lo
tienes para pasearte por el hospital. Podrías disimular la cara de
aburrimiento.
Se me ocurren muchas cosas para contestarle, pero como parece
que tengo un día de esos en los que cuando abro la boca es para meter
la pata, decido que mejor le dejo pasar la puya.
—Necesito café —digo y meneo la cabeza en un círculo perfecto
para destensar el cuello.
—Pues pide y no entorpezcas —Maribel me da un leve empujón y,
cuando estoy a punto de quejarme, me doy cuenta de que ya me toca.
—Un café doble y lo que ella quiera —digo y la señalo.
Heredia arquea las cejas y sonríe, después pasea la mirada por los
bocadillos y amplía la sonrisa con gesto malicioso.
—Uno de jamón ibérico, el más grande —matiza y encoge los
hombros cuando la miro con la boca abierta.
—Qué morro tienes.
—La próxima vez no harás las cosas solo para quedar bien —
suelta y pide también una botella de agua.
—No lo he hecho para quedar bien —digo mientras pago.
—¿De verdad? ¿Tenías pensado invitarme? —me reta pegándose a
mi lado.
Me guardo la cartera y cojo el café, Maribel coge su bocadillo y
como si estuviera pactado, vamos juntas a una mesa.
—No pensaba invitarte —reconozco una vez sentada frente a ella
—, pero tampoco me importa hacerlo.
—Ya… —dice y da un mordisco que saborea con deleite.
—¿Está bueno? —no puedo evitar reírme, come como si llevara
días en ayuno.
—Mucho. Seguro que es de un cerdo de mi padre.
Me recuesto en el respaldo sin aguantarme la risa y doy un sorbo a
mi café.
—¿Crees que tu padre y sus marranos me dan miedo?
Arqueo una ceja y Heredia me clava una mirada tan profunda que
no sé si la he ofendido.
—Mi papa es un cacho de pan, pero sus cerdos son unos cabrones,
así que ellos deberían.
Heredia sigue comiendo mientras mira de reojo una notificación
en su móvil. La ignora como si no tuviera importancia y da un sorbo
de agua.
—¿Has hablado con Vania? —pregunta de manera distraída.
La miro fijamente porque no sé si la he entendido bien.
—¿Con Vania? ¿Yo?
—¿Ves a alguien más aquí, pelona?
—Deja de llamarme pelona o te juro que te cojo de ese pelo y te
empotro contra la pared.
De nuevo mi lengua se ha soltado como un látigo cuyo azote coge
a Heredia con la guardia baja. Se atraganta y carraspea, las mejillas se
le ponen rojas al principio y pálidas después de que me clave una
mirada oscura y salvaje que logra que me tiemble medio cuerpo.
—Veo que tienes ganas de que esta gitana te dé un poco de meneo.
Si es eso, solo tienes que pedirlo.
—¿Qué? —pregunto con el corazón desbocado.
Heredia se inclina por encima de la mesa, provocativa y seductora.
—Si quieres que vuelva a acompañarte a tu hotel, solo tienes que
decirlo. No hace falta que tengamos una cita, yo no te intereso y tú a
mí tampoco, pero para pasarlo bien…
Me guiña un ojo y mi corazón se sacude como un mantel. En el
fondo siento rabia cuando insinúa con tanta facilidad que entre
nosotras nunca habrá nada serio. Eso me preocupa teniendo en cuenta
que fui yo la que desde el principio le dije que no quería complicarme.
¿Acaso comienzo a querer?
—¿No te intereso ni un poco? —pregunto entrando en su juego.
Heredia niega lentamente con la cabeza, tan despacio que me
parece insultantemente sexy.
—Pues yo creo que un poco sí —aseguro y le rozo la mano que
tiene sobre la mesa. Ella la aparta como si se hubiera electrocutado.
Sonrío y Heredia se levanta, rodea la mesa y se inclina para
susurrarme.
—Cuando reconozcas que te gusto, tal vez comiences a resultarme
interesante, por ahora solo me pareces atractiva y bastante gilipollas.
Gracias por el bocadillo.
Se marcha y no soy capaz de decir una palabra. Ahora ya no tengo
sueño, solo estoy cachonda como una perra, que es mucho peor.
Capítulo 4
Maribel Heredia
Martes, 17 de enero de 2023
Maribel Heredia
Miércoles, 18 de enero de 2023
Salgo a la calle con el corazón latiendo a mil por hora, estoy tan
nerviosa, que por un momento tengo que pararme y mirar a un lado y a
otro hasta que me sitúo y consigo recordar el lugar donde tengo
aparcado el coche. Me subo casi tirándome dentro y en cuanto cierro la
puerta, conecto el manos libres y llamo a mi padre.
—Ya estoy en el coche, ¿a dónde voy? —pregunto en cuanto
descuelga.
—Al huerto, en la chabola.
—¿Al huerto? —pregunto a la vez que me pongo en marcha—.
¿Qué ha pasado, papa? ¿Qué haces allí a estas horas? ¿Va todo bien?
—No hagas más preguntas y ven aquí, hablamos cuando llegues, y
ten mucho cuidado.
Esta vez es él quien cuelga la llamada sin dar más explicaciones y
yo sigo conduciendo con la cabeza a punto de explotarme. Mi padre
tiene un huerto en las afueras de Gerona desde que tengo memoria, lo
cultivan entre él y mi tío como pasatiempos. Allí construyeron una
caseta a la que ellos llaman chabola, pero que, en realidad, está muy
bien acondicionada. Tiene una pequeña cocina, un baño y un salón con
mesas y sillas para toda la familia. No recuerdo la cantidad de
barbacoas que hemos hecho en ese huerto.
Aunque son unos veinte minutos, el camino se me hace muy largo.
Sé que, si mi padre está allí a estas horas, no puede haber pasado nada
bueno, y también me inquieta haberme marchado así de la habitación
de Estel. No solo no ha sido la mejor despedida, sino que, sé que en
cuanto me vea, me hará preguntas que probablemente no podré
responder.
Llego al desvío que me introduce en la pista de tierra que lleva a la
zona de huertos. La oscuridad es absoluta y me incomoda mucho
circular por aquí yo sola a pesar de que me conozco el camino de
memoria. Sorteo algunos baches, tomo unas cuantas curvas y aminoro
mucho la velocidad para no saltarme el desvío que va directo hacia
nuestro huerto. En cuanto lo tomo, las luces de mi coche iluminan la
caseta y enseguida veo la figura de mi padre haciéndome unas señas
extrañas con las manos.
—¿Qué coño? —siseo bajando la ventanilla.
—Apaga las luces —lo escucho decir con la voz contenida.
Lo hago de inmediato y aparco frente a él.
—¿Qué pasa, papa? —pregunto en cuanto me bajo del coche.
—No hay que llamar la atención, coge tus cosas de médica y ven
dentro —dice iluminando mi maletero con una linterna.
Lo que me pide me pone muy nerviosa, si ya sospechaba que
pasaba algo malo, esto me lo confirma. Le hago caso y no pregunto,
solo abro el maletero, cojo el maletín que siempre llevo y lo sigo hasta
la caseta.
Desde fuera ya escucho varias voces masculinas y el lamento de
alguien. Al otro lado veo dos coches aparcados que quedan ocultos de
la vista por la edificación. Uno no me suena de nada, pero el otro es de
mi tío Rufino. Mi padre abre la puerta y me cede el paso para entrar
detrás de mí y cerrar cuanto antes.
Todas las miradas se posan en mí y me siento abrumada. Por un
momento me paralizo y mi mente analiza con detalle lo que veo para
procesarlo. Las dos ventanas están tapadas con maderas para que no se
vea la luz desde el exterior, hay tres velas encendidas y dos lámparas
de aceite al lado del sofá en el que mi primo Manuel está tumbado con
cara de angustia. A su lado está mi tío con el gesto todavía más
desencajado y en el sofá del fondo están sentados mi hermano Israel y
dos de sus amigos.
—Venga, hermana, atiende al primo, que se va a desangrar —me
increpa mi hermano de repente.
Mis ojos se vuelven a clavar en mi primo Manuel, y es entonces
cuando reparo en que está sin camiseta y mi tío sostiene una toalla
sobre su hombro que está manchada de sangre. Reacciono como si
hubiera sufrido una descarga y corro hacia ellos, dejando el maletín en
el suelo y apartando a mi tío para que me deje trabajar.
—¿Qué ha pasado? —pregunto apartando la toalla, un borbotón de
sangre emana de la herida en cuanto lo hago, es una herida de bala.
—Nada que debas saber, limítate a curarlo —dice mi padre a mi
espalda.
—¿Cómo que nada? Le han disparado —expongo muy nerviosa.
—Esos desgraciados se van…
—¡Cállate! —le grita mi padre a Yeray, uno de los amigos de mi
hermano—. He dicho que aquí no se habla.
Yeray enmudece de inmediato ante la orden de mi padre, a quien
todos respetan mucho. Yo también soy consciente de que no debo
hacer preguntas, así que me limito a examinar la herida con mi tío
como ayudante. Enseguida me doy cuenta de que la bala no está en un
lugar peligroso, la complicación es que no hay orificio de salida y se la
voy a tener que extraer aquí porque está claro que haya pasado lo que
haya pasado, la policía no puede enterarse.
—Me vais a meter en un lío, papa —digo cabreada mientras busco
entre mis cosas lo que necesito.
—Si no sabes nada, nada puede pasarte —dice sereno—, tú no le
cuentes a nadie lo que has visto. Cuando acabes te marchas y te
olvidas de esto.
—Ya, claro, como si fuera tan fácil —protesto.
—¡Maribel! —vocifera mi padre con tono autoritario.
—Qué sí, papa, que yo no digo nada.
Le pido a mi tío que enfoque sobre la herida con una linterna y a
mi hermano y a mi padre que sujeten a mi primo. Aquí no tengo el
material necesario y tampoco anestesia para dormirle la zona, así que
va a dolerle mucho.
Vania Teloy
Miércoles, 18 de enero de 2023
Maribel Heredia
Miércoles, 18 de enero de 2023
Estel Márquez
Miércoles, 18 de enero de 2023
Maribel Heredia
Jueves, 19 de enero de 2023
Vania Teloy
Jueves, 19 de enero de 2023
Arlet Vila
Jueves, 19 de enero de 2023
Maribel Heredia
Jueves, 19 de enero de 2023
Maribel Heredia
Jueves, 19 de enero de 2023
Cuando por fin salen del despacho y me dejan a solas, me quedo unos
segundos con la mirada clavada en la puerta, temiendo que la
inspectora Blanco se haya olvidado de mencionar algo y vuelva a abrir,
perturbándome más de lo que ya estoy. Saco el móvil del bolsillo con
la mano temblando, no veo ninguna llamada de mi padre, tampoco del
fijo de su casa, por lo que entiendo que, o no ha querido asustarme, o
piensa que podrían tener nuestros teléfonos pinchados y no se atreve a
volver a utilizarlo para avisarme.
—Madre mía —sollozo atemorizada ante la idea de que eso sea
verdad.
La puerta del despacho se abre y por un momento el aire se me
congela en los pulmones, pero las mujeres que cruzan la puerta no son
las policías, son Arlet, Vania y la pelona, y por su expresión, no sé qué
es peor.
—¿Va todo bien? —pregunta Estel cuando ve mi expresión
descompuesta.
Asiento conteniendo las ganas que tengo de levantarme y echarme
a sus brazos para que me envuelva y me dé refugio. Me sorprende
sentir que en un momento tan angustioso como el que estoy viviendo
ahora, sea ella la persona con la que quiero estar.
—¿Tu familia está bien? —pregunta Arlet desde el otro lado de la
que es su mesa.
—Sí, todos bien, gracias. Perdona, te he quitado el sitio —hago el
gesto de levantarme, pero Arlet alza una mano y me detiene.
—No pasa nada, quédate ahí, Heredia. ¿Quieres un poco de agua?
—me ofrece al mismo tiempo que se dirige hacia un armario donde
suele tener botellas.
No quiero ni imaginarme el aspecto que debo tener.
—Gracias —acepto cuando me la entrega.
Arlet me mira la mano, no le ha pasado desapercibido que me
tiembla.
—Si tu familia está bien, ¿nos explicas de una vez qué cojones
pasa, gitana? —exige Vania—, y no me digas que todo está bien,
porque la policía no viene aquí a hablar contigo por pura rutina ni para
darte los buenos días.
Estel y Arlet se sientan en las sillas que hace un momento
ocupaban la inspectora Blanco y la subinspectora Jerez, Teloy sube
parte de la pierna a la mesa y se apoya en ella.
—¿Quieres que salga del despacho? —pregunta Estel haciendo
que el corazón me dé un vuelco inesperado.
—¿Salir? —pregunto sin comprender a qué viene su propuesta.
—Sí, entiendo que conmigo no tienes confianza y quizá te estoy
incomodando. No te sientas mal por decírmelo, Maribel —dice ante la
mirada atónita de todas—, no me voy a ofender, pero suelta de una vez
eso que te está angustiando o va a acabar contigo, y sinceramente, no
me gustaría nada que eso sucediese.
Estel se pone en pie dispuesta a abandonar el despacho.
—Quédate, pelona —la señalo con el dedo como si le estuviese
dando una orden.
—¿Estás segura? —pregunta con las cejas levantadas.
—Sí, muy segura.
—Genial entonces —interviene Vania con impaciencia—, ahora,
habla de una vez.
—Es que no tengo mucho que decir.
Miro a Vania a los ojos y, ante su expresión seria y concentrada, de
repente me derrumbo y me pongo a llorar como una niña. Teloy salta
de la mesa y viene hacia mi lado, agachándose frente a mi silla para
cogerme la mano y darme ánimos. Me permiten desahogarme con ese
llanto histérico que te ahoga, pero que te hace sentir mucho alivio
cuando se te pasa.
—¿Mejor? —pregunta la pelona ofreciéndome un pañuelo.
Me seco las lágrimas y asiento, después, les explico lo que vi
cuando llegué al huerto.
—Joder —dice Estel con los ojos muy abiertos.
La miro atemorizada. Ahora me doy cuenta de cuánto me
preocupa que se aleje de mí tras darse cuenta de que estando a mi lado,
los conflictos como este podrían darse muy a menudo.
—Yo no soy como ellos —le aclaro mirándola a los ojos.
A Vania se le escapa una risilla que le borraría de un tortazo. Estel
simplemente me mira, al principio descolocada, pero después también
sonríe y se apoya en la mesa justo al lado de mi silla.
—¿Quién ha dicho que lo seas? —pregunta encogiendo los
hombros.
Yo también los encojo sin saber qué decir.
—Te va a hacer falta mucho más que un hermano descerebrado
para alejarme, gitana —asegura y se me escapa una sonrisa.
—Bueno, vamos a situarnos para que yo me aclare —dice Arlet—.
¿Qué es lo que quieren esas policías de ti exactamente?
—Que les diga dónde se esconden, en cuanto averiguaron que yo
soy médica, llegaron a la conclusión de que yo era la persona a la que
ellos habrían acudido cuando dispararon a mi primo.
—Una conclusión lógica —dice la pelona.
—¿Y tú qué les has dicho? —pregunta Vania.
—Nada, les he dicho que no sé nada.
Las tres se quedan en completo silencio, pensativas, y eso me
atemoriza más que la mirada de la inspectora Blanco.
—¿Qué? —pregunto inquieta.
—Que mentir a la policía no es bueno, gitana —dice Vania—, si
averiguan la verdad, te puedes meter en un lío.
—¿Y qué podía hacer? No iba a delatar a mi hermano.
—Yo no sé muy bien cómo funciona esto, pero hasta donde sé, me
parece que no te pueden obligar a declarar en contra de un familiar
directo —dice Estel.
—Sí, eso me ha dicho la inspectora, pero también ha dejado claro
que los que iban con mi hermano y mi primo no son familia mía y que
si se demuestra que sé dónde están y no se lo digo, me acusará de
encubrimiento.
—Joder, gitana —bufa Vania—, tienes que decirlo, te vas a comer
un marrón por algo en lo que no tienes nada que ver. Que se lo
hubieran pensado antes de cometer ese robo.
—Y de atropellar a un policía —añade Arlet con una mueca—.
Los van a perseguir hasta en el infierno, Maribel, y más si ya los tienen
identificados, es cuestión de tiempo que den con ellos. Vania tiene
razón, tienes que decir lo que sabes.
—Estoy de acuerdo —secunda la pelona.
Me quedo en silencio unos segundos, valorando la opinión de las
tres porque me importa, pero la decisión final es mía.
—No voy a decir nada —digo y me levanto de la silla—, lo que
tengo que hacer es avisarlos para que se vayan de allí cuanto antes.
Capítulo 14
Estel Márquez
Jueves, 19 de enero de 2023
Estel Márquez
Jueves, 19 de enero de 2023
Maribel Heredia
Viernes, 20 de enero de 2023
Estel Márquez
Lunes, 23 de enero de 2023
—Por fin, joder —digo cuando el paciente al que acabo de visitar sale
por la puerta.
Desde que he llegado no he tenido tiempo ni para respirar, y llevo
toda la mañana queriendo bajar a urgencias para ver a Heredia, no sé
nada de ella desde que el sábado a primera hora de la mañana se
marchó de mi hotel, y eso me tiene preocupada.
Cojo unas monedas con la esperanza de que pueda cogerse unos
minutos para tomarse un café conmigo y voy a urgencias, pero por
mucho que miro, no la veo por ningún sitio.
—Perdona, ¿sabes dónde está la doctora Heredia? —le pregunto al
primer auxiliar con el que me cruzo, que duda un instante antes de
responder.
—Eh, no me suena haberla visto, diría que no ha venido.
—¿No ha venido?
Lo primero que hago es mirar el reloj, pero son algo más de las
diez de la mañana, si hubiese tenido que hacer algún recado, ya estaría
de vuelta. No es que yo conozca sus horarios ni los días que libra, pero
lo lógico es que si no tenía turno hoy, el viernes me lo hubiera
comentado.
—Vale, está bien. Y a la doctora Teloy, ¿la has visto?
El chico gira la cabeza y me hace una seña para que me gire,
cuando lo hago, veo salir a Teloy de uno de los boxes.
—Muchas gracias —le digo al auxiliar y voy directa hasta Vania.
—Hola —dice cuando me ve.
—Buenos días. ¿Heredia no ha venido? —pregunto apartándome
el pelo de la cara.
—No, y no me coge el teléfono, ¿tú sabes algo? —pregunta
rascándose la cicatriz en un gesto inconsciente.
—Ni idea, ayer la llamé un par de veces y no me contestó, y los
mensajes me los ha dejado en visto.
—¿Qué le has hecho? —pregunta con una sonrisa macarra.
—Muy graciosa. Estoy preocupada, Teloy.
—Y yo también, estaba esperando a tener unos minutos para subir
a ver a Arlet, ella podrá decirnos si ha llamado para cogerse el día.
—¿Puedes ahora? —pregunto impaciente, en diez minutos tengo
al siguiente paciente y me gustaría saber antes qué le pasa a Heredia.
—Si vamos rápido, sí, entre Asensio y yo la estamos cubriendo y
vamos hasta arriba.
—Pues vamos.
Cuando llegamos al despacho de Arlet, tenemos que esperar cinco
minutos que se hacen muy largos a que termine de hablar con otro
médico.
—¿A qué debo esta visita? —pregunta sorprendida de que
entremos las dos juntas.
—¿Sabes algo de la gitana? —Vania va directa al grano y lo
agradezco, no quiero hacer esperar a mi paciente.
—¿De Maribel? —Arlet frunce el ceño—. ¿Qué tengo que saber?
—No ha venido a trabajar y le tocaba, ¿no te avisan cuando
alguien no viene? —pregunta Teloy.
—Eh, sí, en principio, sí —contesta Arlet desbloqueando la
pantalla de su ordenador—, pero llevo toda la mañana recibiendo
visitas de unos y otros y apenas he tenido tiempo de abrir los correos.
Se concentra en la pantalla mientras busca, yo vuelvo a mirar la
hora y Teloy también, hasta que Arlet hace un movimiento negativo
con la cabeza que me pone muy nerviosa y hace que saque el móvil del
bolsillo y vuelva a llamar a Heredia.
—No me consta que haya llamado para decir que no viene.
—¿Ni se ha pedido el día? —pregunta Teloy mientras yo me
mantengo con el teléfono pegado a la oreja.
—No, eso debería haberlo hecho el viernes como mínimo, y no
aparecería en plantilla si se lo hubieran dado.
—Es verdad —bufa Vania.
—Sigue sin cogerlo —digo colgando la llamada.
—¿Desde cuándo no habláis con ella? —pregunta Arlet.
—Yo la llamé el sábado y no me lo cogió, ya lo sabes —dice
Teloy—, no insistí porque supuse que estaría contigo —dice
mirándome.
—¿Conmigo? Yo he tenido guardia todo el fin de semana.
Estuvimos juntas la noche del viernes, pero se marchó el sábado por la
mañana cuando yo vine a trabajar, y desde entonces no ha habido
manera de hablar con ella —explico y cuando acabo, suelto un suspiro
de preocupación.
—¿Os enfadasteis? —me pregunta Arlet.
—No, qué va. Estuvimos bien, aunque ella estaba muy angustiada
por todo lo del hermano y las visitas de la inspectora.
—Hemos de ir a su casa, a lo mejor le ha pasado algo —dice
Teloy.
—A mí me huele más a otra llamada de su hermano, tal vez el
primo esté peor y le hayan pedido que vaya a verlo a dondequiera que
esté —opina Arlet.
—No me jodas, Arlet —digo llevándome las manos a la cabeza—,
si la policía aparece y la pillan con ellos, estará metida en un buen lío.
—Iremos a su casa en cuanto acabemos el turno —decide Teloy
—, y si no está allí, vamos a la de sus padres y no nos marchamos
hasta que alguien nos diga dónde está.
—De acuerdo. ¿Nos vemos en el aparcamiento? —pregunto
mirando la hora, va a ser una mañana muy larga.
—Sí, quedamos en la entrada —contesta Arlet.
Vania Teloy
Martes, 24 de enero de 2023
Estel Márquez
Martes, 24 de enero de 2023
Vania Teloy
Miércoles, 25 de enero de 2023
Vania Teloy
Miércoles, 25 de enero de 2023
Estel Márquez
Martes, 24 de enero de 2023
Estel Márquez
Miércoles, 25 de enero de 2023
Estel Márquez
Jueves, 26 de enero de 2023
Maribel Heredia
Jueves, 26 de enero de 2023
Maribel Heredia
Domingo, 29 de enero de 2023
Estel Márquez
Miércoles, 1 de marzo de 2023