En Nombre Propio - Fernandez
En Nombre Propio - Fernandez
En Nombre Propio - Fernandez
“¿Quién habla aún al corazón abrasado cuando la cobardía ha puesto nombre a todas las
cosas?” Antonio Gamoneda
Se escribe de muchas formas. Plácidamente ante una taza de café o una copa de vino; en
el silencio de una cabaña con el fuego crepitando en la chimenea; se escribe a mano o
ante una pantalla; se garabatean notas en el bullicio de la calle. Se escribe por
obligación o por necesidad. Esta vez, escribo con cierta urgencia, sin detenerme a
pensarlo demasiado, con las palabras brotando.
Quiero escribir yo, es decir, en primera persona, apropiándome de mis palabras, y
quiero escribirte a ti, al otro lado de la página. Tú tienes cara y nombre: Mónica, que
de nuevo te arriesgas a escribir; Anita, Carolina, Paco, Mónica Margain, Elisa, Sandra,
Verónica, Leticia… Y quiero escribirte también a ti aunque por el momento no sé tu
rostro ni tu nombre. Quiero encontrarte.
Quiero escribir acerca de la escritura, de la posibilidad de escribir no de cualquier
manera, sino gestálticamente. Y es que desde hace un tiempo leo artículos y
tesis acerca de la Gestalt y me parece que no siempre son gestálticos. O lo son sólo
porque la Gestalt es su tema, aunque no estén escritos desde la Gestalt. El problema,
creo no está en el qué sino en el cómo. “Ahí el problema no es sólo qué decimos, y qué
es lo que podemos decir, sino también y sobre todo, cómo lo decimos: el modo como
distintas maneras de decir nos ponen en distintas relaciones con el mundo, con
nosotros mismos y con los otros”. (Larrosa y Skliar, 2005 p.26)
¿Qué tipo de relación genero a través de mi manera de decir, de escribir? ¿Me acerco?
¿Me distancio? ¿Me muestro? ¿Me oculto? ¿Te toco? ¿Me dejo tocar? Hay formas de
escribir y de decir que se convierten en una barrera que en lugar de aproximarnos nos
separa. “Porque la palabra es, también, un largo paréntesis entre el ‘yo’ y el ‘tú’, tan
largo que a veces con la palabra no hay cómo avistarse, cómo tocarse, cómo intuirse”.
(Skliar 2005, p. 45)
Está, cada vez más, esa forma de escribir y de decir que busca la neutralidad; algo plano
que nos haga iguales; un lenguaje técnico que sea común a todos pero que en realidad
no es de nadie. Dice el filósofo español José Luis Pardo:
“Hay un intento en marcha por librar al lenguaje de su incómodo espesor, un intento de borrar
de las palabras todo sabor y toda resonancia, el intento de imponer por la violencia un lenguaje
liso, sin manchas, sin sombras, sin arrugas, sin cuerpo, la lengua de los deslenguados, una
lengua sin otro en la que nadie se escuche a sí mismo cuando habla, una lengua despoblada”
(Pardo en Valente, J.A. 2000, p. 190)
Temo que con frecuencia usamos ese lenguaje al escribir nuestros artículos y nuestras
tesis, un lenguaje que no es nuestro, ni tuyo ni mío, sino de entidades que pretenden
estandarizarnos y cancelar la riqueza de nuestras diferencias con el pretexto de
hacernos comprensibles.
“Si habláis ese lenguaje, nos dicen, hablareis desde la realidad (…) pero a nosotros esa realidad
nos produce una extraña sensación de irrealidad. Como si no tuviera densidad, cuerpo, como si
al presentarse como una realidad abstracta, transparente y bien ordenada, nos apartara de la
experiencia que es siempre situada, concreta, confusa, singular; como si comprendiéramos que
esa manera de ver, de comprender o de objetivar nos impidiera ver y oír, nos hiciera sordos, nos
convirtiera en incapaces de tocar el mundo y elaborar con otros el sentido (o el sin-sentido) de lo
que nos pasa (…) Si habláis ese lenguaje, nos dicen, seréis comprendidos por todos (…) Pero
nosotros tenemos problemas con esa comprensión y, sobre todo, con ese todos. No queremos que se
nos comprenda sino que se nos escuche, y somos capaces de ofrecer, a cambio, nuestra capacidad
para escuchar lo que quizá no comprendemos. Además no queremos hablar para todos, porque
sabemos que ese todos es, en realidad, nadie”. (Larrosa y Skliar 2005 p.32-34)
Me propongo y te invito a escribir gestálticamene, pues creo que tendríamos que hacer
un esfuerzo para que nuestros textos y el modo de escribirlos sean más congruentes
con la propuesta de nuestro modelo, con la novedad y la revolución de nuestro modelo,
y que aunque eso implica riesgo también puede enriquecernos.
¿Y qué, hasta donde alcanzo a ver, nos propone nuestro modelo? ¿A qué nos invita?
A escribir con una comprometida intención estética. A escribir no sólo ajustándonos a
formas preestablecidas sino creando posibilidades nuevas. A escribir también a partir
de lo sensorial y lo emocional, con el cuerpo y las entrañas, y no sólo con la cabeza. A
escribir dejándonos afectar, dejándonos transformar por lo que escribimos. A escribir
mostrándonos a nosotros mismos, transparentándonos, dejándonos ver. A escribir para
los otros, pero unos otros reales que no se diluyan en una abstracción intangible.
En primera persona.
Escribir gestálticamente implica hacerlo en primera persona y apropiándonos de
nuestras palabras. Habitándolas y responsabilizándonos de ellas.
Pero cuántas veces se nos invita (o se nos obliga) a escribir en una lengua que en
realidad no nos pertenece, en una lengua correcta y adecuada y técnica… y vacía. Una
lengua en la que está prohibida la pasión y la incertidumbre, los titubeos y la creación;
una lengua fría que podría definirse como burocrática.
“Cuando leo lo que circula por esas redes de comunicación u oigo lo que se dice
en esos encuentros de especialistas, la mayoría de las veces tengo la impresión de que ahí
funciona una especie de lengua de nadie, una lengua neutra y neutralizada de la que se ha
borrado toda marca subjetiva. Entonces lo que me pasa es que me dan ganas de levantar la
mano y de preguntar ¿hay alguien ahí? Además siento que esa lengua no se dirige a nadie, que
construye un oyente o un lector totalmente abstracto e impersonal. Una lengua sin sujeto sólo
puede ser la lengua de unos sujetos sin lengua. Por eso tengo la sensación de que esa lengua no
tiene nada que ver con nadie, no sólo contigo o conmigo, sino con nadie, que es una lengua que
nadie habla y que nadie escucha, una lengua sin nadie dentro. Por eso no puede ser nuestra, no
sólo porque no puede ser ni la tuya ni la mía, sino también, y sobre todo, porque no puede estar
entre tú y yo, porque no puede estar entre nosotros” (Larrosa y Skliar 2005 p.27-28)
Basta de escribir en nombre de entidades abstractas. Basta de escribir como experto,
especialista, portavoz de algo. Hoy quiero escribir en mi nombre y con mis palabras,
aunque estas sean titubeantes, torpes, pequeñas, insuficientes. Sin embargo son mis
palabras, las que me pertenecen y sólo yo puedo decir. Eso supone, por supuesto,
mostrarme, dejarme ver, exponerme, y eso es justamente lo que nos propone el enfoque
gestáltico: transparentarnos e implicarnos (cfr. Peñarrubia 1998 cap.14 p.177-192) en
lugar de ponernos a salvo y describir las cosas desde una prudente distancia. Se trata
de revelarme ante ti, sin olvidar que al hacerlo, también me revelo ante mí, lo que a
veces supone un riesgo que asusta. Como advierte Luisa Valenzuela:
“El acto de escribir resulta difícil, por momentos imposible, no a causa de la célebre parálisis
ante la hoja en blanco sino ante lo oscuro del alma; enfrentarse con el papel en blanco es
enfrentarse en realidad con la negrura, y una sabe que si no está dispuesta a encararla no vale
la pena sentarse a escribir” (Valenzuela 2002, p.167)
Hoy quiero correr ese riesgo y escribir en primera persona y escribirte a ti que estás
del otro lado de la página. Porque no puedo decir ‘yo’ si no hay un ‘tú’ frente a mí.
Incluso más: Yo soy yo sólo si estás tú. ¿Estás allí?... ¿Estás allí? Hoy quiero que estés.
“Hablar (o escribir) en primera persona no significa hablar de uno mismo, ponerse a uno mismo
como tema o contenido de lo que se dice, sino que significa, más bien, hablar (o escribir) desde sí
mismo, ponerse a sí mismo en juego en lo que uno dice y piensa, exponerse en lo que uno dice y
piensa (…) Además se trata de hablar (y escribir), tal vez de pensar, en dirección a alguien. La
lengua de la experiencia no sólo lleva la marca del hablante, sino también la del oyente (…)
hablar y escribir en nombre propio significa también hacerlo con alguien y para alguien”.
(Larrosa y Skliar 2005 p.37)
Me propongo y te invito a escribir en una lengua que sea realmente nuestra, una
lengua habitada por nosotros, por nuestros cuerpos y nuestros corazones, por nuestros
nombres y nuestras formas únicas de mirar. Una lengua comprometida y no neutra,
una lengua liberadora y no moralizante, una lengua que abra posibilidades y no las
limite, una lengua que no existe hasta que es dicha y escrita, y que al surgir ante el otro
y para el otro es siempre co-creada, no tuya ni mía sino nuestra.
¿Cómo escribir gestálticamente? No tengo una respuesta. Creo que no hay, no puede
haber una manera predeterminada de escribir así. A cada uno toca crear su propia
forma. No hay caminos trazados, no hay atajos. Se trata, creo, de sentarnos ante la hoja
en blanco, ante la pantalla y empezar. Dice Jorge Larrosa:
“Tienes que darle una forma a ese murmullo en el que se oyen demasiadas cosas y, justamente
por eso, no se oye nada. Tienes que empezar a escribir. Lo más difícil es empezar (…) Empezar
a escribir es crear una voz, dejarse llevar por ella y experimentar con sus posibilidades. Sabes
que todo depende de lo que te permita esa voz que inventas. Buscas, para la escritura la voz más
generosa, la más desprendida. Sabes que esa generosidad de la voz y esa libertad de la escucha
son el primer efecto del texto, el más importante, quizá el último. Por eso lo más difícil es
empezar. Por eso vuelves a empezar. Una y otra vez. Y sigues. Vuelves a los libros
desparramados sobre la mesa. Y sigues. Te afanas en tu cuaderno de notas. Y sigues. A veces
sientes que no tienes nada que decir. Y sigues escribiendo y leyendo para ver si lo encuentras. El
texto se te va escapando de las manos. Y sigues” (Larrosa 2007 p.15)
Yo escribo no porque sepa algo, sino para saber; no para enseñar sino para aprender;
desde la duda mucho más que desde la certeza. En cada frase trato de encontrar mi
propia voz, y deseo que esta voz, la mía, pueda alcanzarte, porque solo entonces será
verdaderamente mi voz.
¿Cuál es tu voz, la tuya, la que sólo a ti te pertenece?
Escribir es buscar una y otra vez la propia voz.
Finalmente, la palabra de Juan Gelman, el entrañable poeta argentino; que escribió aún
ante el horror, que escribió como si luchara, que escribió contra toda esperanza:
se sienta a la mesa y escribe.
“con este poema no tomarás el poder” dice
“con estos versos no harás la Revolución” dice
“ni con miles de versos harás la Revolución” dice
y más: esos versos no han de servirle para
que peones maestros hacheros vivan mejor
coman mejor o él mismo coma viva mejor
ni para enamorar a una le servirán
no ganará plata con ellos
no entrará al cine gratis con ellos
no le darán ropa por ellos
no conseguirá tabaco o vino por ellos
ni papagayos ni bufandas ni barcos
ni toros ni paraguas conseguirá por ellos
si por ellos fuera la lluvia lo mojará
no alcanzará perdón o gracia por ellos
“con este poema no tomarás el poder” dice
“con estos versos no harás la Revolución” dice
“ni con miles de versos harás la Revolución” dice
se sienta a la mesa y escribe
(Gelman 2001, p.111)