El Viejo Árbol
El Viejo Árbol
El Viejo Árbol
IRENE FERNANDEZ
Érase una vez un árbol que estaba en el medio del parque y que tenía cientos
de años. Era tan viejo, pero tan viejo que todos los animalitos del parque lo
conocían, tenían en sus ramas muchos nidos llenos de pajaritos, ardillas que
corrían por sus ramas y mariposas que posaban en sus flores.
Un día, unos niños pasaron por allí y vieron al hermoso árbol. Todos fueron a
subirse a su tronco. El árbol estaba muy contento porque los niños eran felices
jugando entre sus ramas.
Los niños iban todos los días a jugar en el árbol, no tenían cuidado y sólo se
preocupaban por pasarla bien, arrancaban sus hojas y partían sus ramas.
Los animalitos en cuanto los veía gritaban. ¡Ahí vienen los niños y se iban
asustados!
El pobre árbol estaba cada día menos frondoso y tenía muchas ramas partidas.
Se sentía débil, triste y echaba de menos a los animalitos que ya no se atrevían
a subirse a sus ramas.
Los pajaritos se quedaron muy tristes al ver que aquel árbol tan viejo estaba
perdiendo toda su hermosura y fuerza. Tenían que conseguir por todos los
medios que los niños lo cuiden para que recupere su fuerza y pueda seguir
haciendo feliz a todos.
Los pajaritos advirtieron a los niños de que era necesario cuidar a los árboles y
plantas porque si no los cuidaban habría un día en que perderían toda su
fuerza y nunca más podrían brotar hojas ni dar frutos para comer, pero a los
niños no hicieron caso y siguieron actuando igual.
El viejo árbol estaba cada vez más débil. Todos los animalitos estaban muy
preocupados sobre todo cuando vieron que al llegar la primavera el árbol no
tuvo ni una sola hojita verde y no dio ningún fruto del que pudieran comer.
Entonces, fueron a hablar con los niños de nuevo para que vieran lo que
estaban consiguiendo. Pero por mucho que los animalitos les explicaban lo que
pasaba, a los niños les daba igual.
- ¡No pasa nada! ¡Ya dará hojas y frutos! ¡Nosotros no tenemos la culpa! ¡A los
árboles se les pueden arrancar las hojas y partir las ramas! – decían
Pasaron los años y el viejo árbol ya no tenía ninguna fuerza y los animalitos no
sabían qué hacer.
Un día llegaron los niños a jugar y vieron que el árbol no tenía ramas, hojas y
que estaba muy débil. Los animalitos le dijeron
- Niños, ¿ven cómo teníamos razón? Este árbol dejará de vivir si no dejan de
tratarlo mal.
Los niños, al ver que el árbol realmente estaba tan débil, se dieron cuenta de
que habían cometido un error muy grande y se sintieron muy mal.
- Esto es por nuestra culpa, lo sentimos muchísimo. No lo hemos tratado bien y
ahora el árbol está a punto de morir. Tenemos que hacer algo. Entonces,
dejaron de jugar en el árbol.
Los niños aprendieron la lección y nunca más trataron mal a los árboles y las
plantas y con la ayuda de los animalitos mimaron tanto al árbol que
consiguieron que volviera a estar frondoso lleno de hojas y fruto.